sábado, 26 de julio de 2025

Capítulo 87, Románico en la Sierra de Guadarrama, Románico en Tierras Occidentales de Segovia, Románico en la comarca de Turégano y el Pirón

 

Románico en la Sierra de Guadarrama de Segovia
Características del románico en las estribaciones de la Sierra de Guadarrama
En esta ruta que parte desde la propia capital segoviana recorreremos algunas de las poblaciones serranas que se encuentran en el suroeste de la provincia, en las estribaciones boscosas de la Sierra de Guadarrama.
Se trata de pequeñas iglesias y emitas, frecuentemente enclavadas en lugares hermosísimos, rodeados de parajes boscosos (bosques de Valsaín y Riofrío) cuya arquitectura y escultura se muestran muy influidos por el románico de la capital. En algunos casos son interesantes sus portadas al disponer de alguna arquivolta con esculturas talladas de gran valor iconográfico y simbólico.
En esta sección dedicada a la ruta románica por la Sierra de Guadarrama de Segovia, visitaremos las ermitas de San Pedro de la Losa y Nuestra Señora del Soto de Riofrío, en Revenga además de las iglesias parroquiales de Navas de Riofrío y Zarzuela del Monte.

Revenga
Localidad muy cercana a Segovia y perteneciente al Ayuntamiento de ésta última, se encuentra enclavada en las proximidades del macizo montañoso conocido como “La Mujer Muerta” a tan sólo 7 km de la capital provincial.
Históricamente pocos datos conocemos sobre el pasado remoto de la localidad.
Perteneció a la Comunidad de Villa y Tierra de Segovia, estando enclavada en el sexmo de San Millán. En el documento de 1247 en el que el Cardenal Gil de Torres confirma las rentas al cabildo catedralicio Revenga sale citada en dos ocasiones, rentando en una de ellas XI moravedis et sexma y en la otra XX moravedis et XVIII dineros. Desconocemos cuál de las dos cantidades puede referirse al actual asentamiento de Revenga pero en cualquier caso parece claro la existencia de este núcleo de población al menos desde mediados del siglo XIII.
El topónimo es sin duda traído por gentes venidas del norte del país durante los primeros momentos de la repoblación. Existen poblaciones con el mismo nombre en las provincias de Palencia (Revenga de Campos) y Burgos (Revenga de Muñó).

Ermita de Nuestra Señora del Soto
Poco antes de la entrada al pueblo sale una carretera estrecha pero bien asfaltada que conduce hacia el palacio y bosque de Riofrío. Después de recorrer aproximadamente un kilómetro se encuentra esta pequeña ermita apartada del camino, en un paraje conocido como “Soto de Revenga” rodeada por un bosque de fresnos en el que pastan tranquilamente cabezas de ganado.
Su planteamiento constructivo sigue un esquema bastante estereotipado en las iglesias románicas que se encuentran en pequeños núcleos rurales: cabecera con presbiterio recto y ábside semicircular y una sola nave.
En la construcción de la cabecera se emplea fundamentalmente la mampostería para el alzado de los muros reservándose la sillería para reforzar los ángulos, y utilizada también en la ventana central y en la cornisa.

Es llamativa la práctica total ausencia de decoración de esta parte del edificio en la que tan sólo destaca la ventana, muy sencilla, formada por un arco de medio punto trasdosado que apoya en cimacios de nacela y algunos restos de decoración existentes en la parte alta del presbiterio norte en la que se ven restos de dos canecillos, uno de ellos de doble caveto, dos metopas formadas por un entrelazo vegetal y un fragmento de cornisa decorada con pequeñas flores dentro de círculos separadas por hojitas con forma oval. También en el presbiterio sur es posible que se realizasen una fila de metopas en los sillares pero actualmente solamente nos ha quedado la piedra desgastada.
Por lo que se refiere a la nave creemos que su construcción actual no se corresponde con la fecha de realización de la cabecera sino que fue hecha posteriormente y se reutilizaron y remontaron las dos portadas del templo ubicadas en los muros occidental y meridional.

El acceso a la iglesia se realiza, por tanto, a través de cualquiera de estas dos puertas.
La ubicada en el muro occidental es de pequeño tamaño formada por un arco de medio punto, cuyo intradós se decora con baquetón y el extradós con media caña, recogido por cimacios de doble nacela que a su vez apoyan en jambas prismáticas aboceladas. La chambrana que protege el conjunto está igualmente decorada con un delgado bocel.
Puerta muro occidental
 

La puerta que constituye el acceso principal al templo está ubicada en la parte sur, remontada, adelantada respecto al muro y construida en buena sillería. Está compuesta por un arco de medio punto apoyado en jambas prismáticas aboceladas y decorado con dos arquivoltas.
Las dovelas que forman parte del arco de entrada están decoradas con flores de aro, motivo repetido en la iglesia de La Higuera, de grueso tallo que se bifurca dando lugar a una forma acorazonada en la que se inserta el fruto, a excepción de la clave en la que se talla una Dextera Domini.
En el extradós del arco se esculpe una cenefa de estrellitas de cuatro puntas y una cinta vegetal que las envuelve formando círculos.
La arquivolta interna lleva un grueso baquetón y la sostienen dos pequeñas columnas elevadas sobre plinto muy desgastado.
Los capiteles que coronan estas columnas también han sufrido las consecuencias del paso del tiempo ya que en uno de ellos apenas se puede distinguir la escena tallada mientras que el otro ha sido sustituido por una pieza de nueva factura.
La arquivolta exterior presenta, en cambio, una mayor riqueza decorativa al abundar la variedad de motivos: en los salmeres y en las dovelas inmediatamente superiores se tallan grandes florones de cuatro pétalos; también aparecen una pareja de aves con los picos enfrentados o una cigüeña con una serpiente enredada en su pico así como varias escenas costumbristas en las que figuras humanas, solas o en parejas, parecen estar desarrollando diferentes actividades de la vida cotidiana sin ser posible precisar más al estar la piedra muy deteriorada.


El interior del templo destaca sobre todo por su sencillez. La nave, cubierta por una armadura lisa de madera, da paso a la cabecera a través de un arco triunfal de medio punto doblado cuya rosca externa apoya en pilar y la interna en columnas adosadas sobre alto plinto con capiteles decorados: en el del lado del evangelio se representan cuatro grifos, dos en la cara central y uno en cada lateral de la cesta, los cuatro en la misma postura elevados sobre los cuartos traseros y con los cuartos delanteros asiendo pequeños cuadrúpedos y el cuello girado picoteando la parte superior de las alas; además los grifos de la escena central tienen sus colas enroscadas.

Capitel del arco triunfal. Lado del evangelio                       Capitel del arco triunfal. Lado de la epístola
 

En el lado de la epístola el capitel presenta una escena con una figura masculina entre dos leones. La figura situada en la parte central bendice con la mano diestra y porta báculo con la izquierda. Lleva el cabello cortado a la altura de las orejas y viste una gruesa túnica y pesado manto. Los leones tienen una larga melena en forma de bucles que se extiende sobre la cabeza y el lomo, fauces abiertas, mirada levantada y apoyan sus garras en el collarino del capitel. Su talla y fisionomía es relacionable con los leones del arco triunfal de la ermita de Nuestra Señora de la Octava en Peñasrubias de Pirón.

El presbiterio, cubierto con bóveda de cañón, se divide en dos tramos por un arco fajón recogido por dos columnas adosadas al muro coronadas por dos capiteles labrados. En el capitel del lado del evangelio se esculpe una lucha entre caballeros finamente labrada; ambas figuras llevan la misma indumentaria compuesta por cota de malla a la altura de las rodillas, casco, y escudos de tipo cometa. El caballero de la izquierda porta una larga lanza que atraviesa el escudo y el costado izquierdo del otro, el cual intenta golpear al primero con una espada que blande en la mano derecha. Normalmente, en la iconografía medieval, este tipo de luchas suelen tener un fondo religioso identificándose el combate entre los caballeros como la lucha del cristianismo contra el paganismo o generalizando la lucha del Bien contra el Mal.
Acompañan a esta escena dos enigmáticas figuras cuyo significado es difícil de precisar: en un lateral una figura masculina con pelo largo que vista túnica hasta las rodillas y porta un carnero a sus espaldas agarrándolo por las patas delanteras. Este personaje masculino aparece sosteniendo el mismo animal en un capitel con una escena ecuestre que se encuentra en la sala capitular del Monasterio de Santa Cruz de Ribas en Ribas de Campos, provincia de Palencia.
En el otro lateral se representa una figura femenina con nimbo, túnica y capa, parte de la cual agarra con la mano derecha. El otro capitel del presbiterio, el del lado de la epístola, tiene talladas cuatro arpías con curioso tocado de melena partida al medio; las dos arpías de las caras laterales se separan del centro mediante piñas tallas en las esquinas de la cesta, mientas que la pareja de la cara central tienen en el medio de las dos una gruesa hoja de acanto rematada con un fruto en forma de cogollo. Ambos capiteles tienen un cimacio de nacela que acaba prolongándose como línea de imposta por el presbiterio y por el ábside. Dicho ábside está cubierto con bóveda de horno y en la parte central se abre una ventana abocinada interiormente con forma de arco de medio punto que carece de decoración.

En definitiva, la ermita de Nuestra Señora del Soto es un pequeño templo perteneciente a ese románico rural que en Segovia presenta una cronología tardía, principios del siglo XIII. Por otra parte presenta también ciertas similitudes con otras iglesias de la zona: en cuanto a su volumetría exterior se relaciona con la ermita de San Pedro de La Losa mientras que su escultura tiene cierta relación con las tallas que se hacen en la iglesia parroquial de La Higuera o en la pequeña ermita de Nuestra Señora de la Octava en Peñasrubias de Pirón. 


La Losa
El antiguo despoblado de San Pedro estaba situado próximo a la localidad de La Losa, de la que más tarde pasó a convertirse en barrio; esta última localidad se distancia 16 km de la capital segoviana, en dirección sur, por el antiguo camino de El Espinar. Su ubicación en las faldas de la Sierra de Guadarrama, con una altitud de alrededor de mil metros, y la presencia de corrientes de agua como el río Milanillos han hecho que tradicionalmente se conozcan estos parajes por sus masas boscosas y sus pastos, factores que han favorecido el desarrollo ganadero, como ya recoge Martínez Moro para el siglo XVI. En relación en cierta manera con estas características estaría, según Siguero Llorente, su nombre, que haría referencia al empleo de trampas para atrapar la abundante caza que habitaba su término.
Como San Peydro de la Losa aparece recogida su presencia en el documento de 1247, en el cual quedaban referidas todas las parroquias de la diócesis, incluyéndose en la comunidad de Segovia y más concretamente en el sexmo de San Millán.

Ermita de San Pedro
La iglesia del antiguo poblado de San Pedro de La Losa, hoy convertida en ermita incluida en el término de La Losa, conserva en bastante buen estado su estructura y sus componentes; se trata de un templo de nave única, cuya cabecera está formada por tramo recto y curvo y su nave presenta mayor altura que aquella. Combina el uso de la mazonería con la sillería, reservándose esta última para las partes más relevantes, ya sea por estructura ya por ornamentación.
Fachada meridional
 

Al exterior, el tramo recto presenta un aspecto tan humilde como homogéneo, con una fábrica de calicanto entre refuerzos de sillería y con una cornisa de piedra, moldurada, sostenida por canecillos de caveto, como única licencia decorativa.
El tramo curvo sin embargo luce una mayor riqueza constructiva, tanto por el material –sillería mayoritariamente– como por la presencia de abundantes motivos ornamentales; se divide en dos cuerpos, separados por una imposta de listel y doble escocia, y tres calles organizadas por dos semicolumnas que le recorren en toda su altura, y cuenta con un vano en cada tramo del cuerpo bajo.

Estos, todos ellos de similares dimensiones y composición, se singularizan por la ornamentación de los capiteles de sus columnas; se habla por tanto de vanos de ligero apuntamiento, con arco abocelado que apea en columnas de achaparrado canon.
A modo de segunda arquivolta se dispone otro arco trasdosado por una chambrana de listel y chaflán que arranca desde la imposta con perfil de filete y caveto.
Es la decoración de los capiteles, como ya se ha indicado, la que distingue e individualiza cada vano; en el más meridional, sobre columnas de basa ática, breve fuste liso y marcado collarino, se distinguen dos cabezas humanas, masculina y femenina, que hoy se encuentran muy deterioradas. En el vano central, también seriamente dañado, se aprecia a la izquierda una escena de lucha de guerreros luciendo cota de malla, posiblemente frente a demonios, y, a la derecha, dos parejas de grifos dispuestos simétricamente y tallados en profundo bisel.
La ventana más septentrional es la que peor conserva su escultura, siendo más complicado identificar los motivos que la ornamentan, quizá una pareja de leones, a la izquierda, y otra de arpías, a la derecha.
Conserva este templo portada a ambos lados de la caja, siendo más rica la correspondiente al costado septentrional; la meridional se dispone en saledizo en el espacio generado por dos contrafuertes, todo ello de sillería. Se compone de un arco doblado de medio punto, sin ornamentar y con arista viva, al que trasdosa un guardapolvo de tacos. Apea este arco en jambas, sin capiteles, pero con unas piezas dispuestas a modo de cimacio, que lucen ornamentación de flores tetrapétalas, de marcados nervios paralelos a su perfil, inscritas en círculos cóncavos, que generan pequeñas volutas en los espacios dispuestos entre ellos.
El resto del paramento en que se encuentra situada esta portada está realizado en cajones de mampostería, salvo las esquinas y el remate de la cornisa, ambos en sillería; esta cornisa presenta un perfil de nacela y está sostenida por toda una serie de canecillos, la mayoría de ellos de caveto, entre los que se distingue un grupo con decoración tallada aunque mal conservada. De esta manera se puede distinguir una cabeza humana, otra monstruosa, hojas de punta vuelta, una sirena pájaro o representaciones de cuadrúpedos, liebres posiblemente.
Al lado contrario sitúa otra portada, quizá mejor conservada, como el muro en general en que se sitúa; con forma de arco de medio punto compuesto por tres arquivoltas, dos de arista viva y la intermedia con un grueso bocel, este conjunto se dispone en saledizo, rematando en la parte superior en una cornisa abiselada sostenida por ornados canes. Los arcos debían apear en jambas y columnas acodilladas, pero estas últimas se han perdido, así como sus capiteles, que aparecen hoy destrozados e irreconocibles, siendo trasdosado el conjunto por una chambrana de listel y nacela sin ornamentar, al igual que tampoco lo está la imposta situada en el arranque del arco, esta con perfil de filete y chaflán.
Entre la serie de nueve canecillos con que cuenta esta portada hay que señalar la presencia, de izquierda a derecha, de una cabeza animal, un ave, otra cabeza animal, otra ave, una figura femenina vestida y de vientre abultado, una serpiente, una mujer mostrando sus vergüenzas, una figura masculina de desproporcionado falo y finalizando en una cabeza de toro.
La cornisa que remata este muro, moldurada de igual modo que la cabecera, también cuenta con un conjunto de canecillos, en los que la mayoría son de caveto; sin embargo presenta otros con motivos esculpidos cuyo estado de conservación es irregular. De este modo, se distinguen cabezas de monstruos, hojas de penca con punta vuelta, cabezas y figuras humanas, aves y seres híbridos. El exterior se completa con un muro occidental cegado salvo por la presencia de un rosetón en la parte superior; este se compone de un vano circular doblado, con perfil abocelado, rodeando este bocel por ambas caras un cordón de puntas de clavo.
El interior de este templo, a pesar de su ya largo periodo cerrado al culto, se conserva admirablemente intacto, siendo uno de esos ejemplos donde mejor se puede apreciar la concepción de este tipo de espacios. Se compone de una nave de tres tramos cubierta con bóveda ligeramente apuntada y una cabecera de tramo recto y curvo; en la nave, dos sencillos fajones de sillería que arrancan de ménsulas cúbicas organizan los tramos, careciendo aparentemente de función tectónica, al estar construida la bóveda a partir de mampostería encofrada.
Con esta misma técnica está realizado el muro occidental, salvo el óculo abierto en su parte superior, que repite la composición vista al exterior estando aquí mejor conservado, especialmente la chambrana de bisel y chaflán. Los muros de caja por su parte, están realizados en técnica mixta, combinando la mampostería con la sillería, estando organizados de manera idéntica y simétrica; así los tramos de los extremos acogen arcos ciegos de medio punto que rematan en la parte superior a la altura de la imposta de arranque de la bóveda, mientras que los centrales, donde se sitúan los vanos de las puertas, son enteramente de sillería, presentando unos meritorios arcos adintelados en los espacios correspondientes a los vanos.

A partir de un arco triunfal doblado y apuntado, se accede a un presbiterio compuesto de tramo recto y curvo organizados por un codillo y fajón también apuntado; las bóvedas, del mismo material que las de la nave, son de cañón y de horno, arrancando de una imposta de doble moldura cóncava. Conserva el presbiterio el banco corrido, con moldura de bocel, a lo largo de toda su longitud, elemento que era habitual en los templos para la celebración colectiva y que tantas veces se ha visto fragmentado o simplemente eliminado.

Al interior, los tres vanos vistos fuera cambian su perfil presentando ahora uno de medio punto, pero su composición y proporciones son muy similares; un doble arco doblado, el interior abocelado, que apea en jambas y columnas de corto canon, es trasdosado por un guardapolvo con perfil de listel y chaflán, mismo perfil que luce la imposta que marca su arranque. La decoración vuelve a centrarse en los capiteles, estando estos un tanto deteriorados; en el vano situado más al norte, uno de ellos llena su cesta con hojas lisas muy esquematizadas que rematan en volutas, mientras que frente a él, lo hace con una pareja de arpías. Los del vano central representan ambos motivos vegetales, uno con tallos entrelazados llenando la copa y otro con dos niveles de carnosas hojas lisas de punta vuelta; repite este motivo vegetal el capitel de la izquierda del vano más meridional, luciendo aquí las hojas perfil apetalado. Por su parte, en el último de los capiteles, se encuentra una pareja de híbridos, que parecen ser centauros, con fondo de hojas rematadas en crochets. Este último vano es el único que cuenta con cimacios ornamentados, ya que el resto son sencillas molduras de listel y caveto; aquí sin embargo, con perfil de filete y bisel, se decora con diversidad de tallos generando clípeos.

Los elementos decorativos de este antiguo templo se completan con los capiteles del arco triunfal y unas ménsulas en las que apean los arcos ciegos en su parte más próxima al presbiterio; estos últimos elementos son de reducidas dimensiones y se ornamentan con hojas carnosas y lisas bajo un cimacio de listel y caveto. El capitel septentrional por su parte presenta en su cara mayor una lucha entre jinetes ataviados con cota de malla, celada y armados con lanzas, llenando las menores una sirena-pájaro y lo que parecer ser un basilisco; el meridional por su parte presenta una sirena de doble cola, con marcadas escamas, melena cayendo en mechones simétricos tapando los pechos, rostro apenas caracterizado y brazos abiertos, en su cara central, mientras que ocupando las menores aparecen un centauro armado con arco y un personaje vestido con cota de malla a lomos de un grifo al que parece estar infringiendo un duro castigo; este breve repertorio parece aludir a la lucha frente a las pasiones como camino de salvación.
No debe alejarse mucho la datación de este templo del tercer cuarto del siglo XIII. Antes de concluir, permítaseme la pequeña licencia de manifestar un deseo: esta iglesia, hoy considerada ermita, es un testimonio a conservar tal cual está, es un magnífico ejemplo de arquitectura medieval y gran parte de su valor radica en cómo ha llegado hasta el día de hoy; justo es agradecer los esfuerzos de sus propietarios porque esto haya sido así, como justo también sería estar al tanto para facilitarles en lo posible que así siga siendo, evitando su deterioro bien por causas naturales bien por desafortunadas intervenciones de pretendidos salva-patrias. 


Navas de Riofrío
Localidad próxima a la capital, en dirección sur, situada en las faldas de la vertiente occidental de la sierra de Guadarrama. Este emplazamiento, reflejado en su nombre, ha provocado, junto a la presencia de corrientes como los ríos Frío o Peces, que sus terrenos hayan sido muy apreciados para la ganadería, mientras que la agricultura se dedicaba al cultivo del cereal, principalmente. “Pocos pueblos de la provincia de Segovia aventajan al que me ocupa por su emplazamiento y risueña naturaleza”, decía el Vizconde de Palazuelos a finales del siglo XIX.
Ha pertenecido al sexmo de San Millán, que era uno de los ocho que junto a la capital y sus arrabales constituían los terrenos aquende sierra de la tierra de Segovia; su primera referencia documental, bajo la denominación de Rio Frio, data de 1247, en el documento elaborado en tiempos del cardenal Gil de Torres para determinar la cantidad que debían aportar las distintas parroquias a la estructura diocesana.
En el siglo XVIII pasó a depender de la abadía de San Ildefonso, que contaba con jurisdicción exenta vere nullius, momento que se debe vincular a la erección del Real Sitio del mismo nombre que la abadía.
Esta localidad, tradicionalmente conocida como Las Navillas, se segregó de La Losa en 1985, momento en que constituyó su propio ayuntamiento.

Iglesia de la Inmaculada Concepción
El aspecto de este templo se caracteriza por sus reducidas dimensiones y una casi total ausencia ornamental; se trata de una iglesia de una sola nave construida en mampostería, cabecera recta y torre al lado sur, a la que añadidos posteriores contribuyeron a acentuar su apariencia achaparrada, sólo rota por la presencia de la citada torre, compuesta por tres cuerpos, el inferior de mampostería en consonancia con el resto de la fábrica y los superiores –separados por sencilla imposta– de sillería. Estos últimos presentan un estilizado vano de medio punto por cada lado –los del primero de ellos, cegados– y parecen pertenecer a época moderna. Del exterior hay que citar también la presencia de una puerta cegada en el muro norte, que aparentemente resulta de canon muy corto.

Este aspecto un tanto anodino sirve indudablemente para que la portada meridional cobre una singular importancia; protegida por un pequeño pórtico, el único acceso que conserva el templo es pieza relevante por su composición y ornamentación. Un arco doblado de medio punto apea sobre jambas acodilladas que enmarcan una columna poco esbelta; un sencillo basamento abocelado sirve de arranque para jambas y columna, ésta última con basa ática sobre plinto. Es a partir de los capiteles donde la decoración escultórica se hace más destacada, ornando estas sendas parejas de aves que se apoyan en el collarino, distinguiéndose las palomas del lado izquierdo y los gallos en el derecho. Sobre estos capiteles, corre el cimacio que se prolonga por todo el conjunto luciendo gran profusión de motivos vegetales (entrelazos, tallos originando clípeos...), trabajado a bisel y con presencia de trépano.
La arquivolta menor se cubre por una tupida maraña de tallos entrelazados, formando círculos, trasdosada a su vez por una moldura abiselada mucho más sencilla y estrecha de hojas de tres pétalos inscritas en círculos secantes.
Se llega de este modo a la arquivolta exterior, trasdosada por una chambrana de tacos, compuesta de veinticuatro dovelas todas decoradas con relieves que hacen pensar en la posible intencionalidad de autor, hoy un tanto compleja de interpretar. Las dovelas de arranque en ambos lados, salmeres y contigua, cuentan con decoración de flores hexapétalas inscritas en círculos secantes, luciendo éstos motivo de puntas de clavo, disponiéndose en los espacios generados por estos círculos flores tetrapétalas. Las siguientes veinte dovelas cuentan con un motivo individual cada una, ya vistos y descritos someramente por el Vizconde de Palazuelos, contando entre ellos con la presencia de un ciervo alado, una zancuda con rama en el pico, una sirena de doble cola, representación de la luna y del sol, pareja de hombres con túnica y manto, un centauro, un reptil enroscado, una figura femenina, otra representando un obispo, lo que parece una alegoría de la concordia a partir de tres figuras humanas, distintas aves o un basilisco. Hay además dos imágenes de difícil identificación; una que el citado autor interpreta como el Sueño de San José y otra donde aparece un personaje sedente caracterizado de peculiar manera.




Detalle de la arquivolta exterior
Capitel de la portada
 

Se hace evidente la restauración sufrida por esta portada tanto en los restos de pintura que quedaron de su limpieza, lo que dulcifica mucho la apariencia de su talla, como en las piezas que aparentemente fueron reemplazadas por otras nuevas, a pesar de que ya existan referencias de ellas en el siglo XIX.
En la parte superior, una cornisa completa el conjunto, compuesta de canecillos ornamentados con hojas de penca y modillones, situándose entre ellos metopas que lucen diferentes motivos vegetales y variaciones geométricas.

En el interior se presenta muy renovado, distinguiéndose la única nave de la iglesia, cubierta con armadura de madera, con coro elevado a los pies y cabecera recta a la que se accede por un arco triunfal de medio punto que apea en jambas que cuentan con unos perfiles de nacela como única moldura.
Por los motivos vistos entre los elementos tallados, parece que la cronología de este templo no debe ser anterior a la segunda mitad del siglo XIII.

 
Zarzuela del Monte
Núcleo situado en un bello paraje en las faldas del Sistema Central, igualmente fue fundado en tiempos de la repoblación, aunque son pocos los datos históricos que de él se pueden aportar. Tan sólo aparece mencionada en 1247 en la confirmación que el cardenal Gil de Torres hace de las rentas del obispado aportando Sarçuela veintisiete maravedís, cantidad nada despreciable y que indica la existencia de un asentamiento de tamaño considerable. Perteneció a la Comunidad de Villa y Tierra de Segovia, ubicado dentro del sexmo de San Martín.
La iglesia de San Vicente forma una manzana algo irregular junto con las dos construcciones adosadas al lado de la epístola en la zona más elevada del municipio el cual se ha ido expandiendo a lo largo de la ladera de la colina en la que está enclavada.

Iglesia de San Vicente
San Vicente es el ejemplar del románico de ladrillo situado más al sur de la provincia de Segovia, en una zona en la que abunda el granito. Como muchas otras de la zona, esta iglesia ha sufrido varias remodelaciones desde se origen, siendo la más destacable de todas ellas la fechada en el siglo XVI, momento en el que se crea la imagen actual de templo con tres naves de distinta anchura, desarrollo longitudinal y cabecera formada por presbiterio y ábside semicircular.
Este esquema de ampliación, característico en la región, se basa en la sustitución de los muros de la nave primitiva por grandes arcos o con una estructura arquitrabada, abriendo el espacio central a las nuevas naves laterales. Esta mezcla de estilos ha provocado una gran diversidad en los elementos estructurales siendo los de origen románico el conjunto formado por la torre y la cabecera.
En origen la planta sería de una sola nave coronada por la magnífica cabecera y la torre adosada en la fachada septentrional. El ábside poligonal, asentado sobre basamento de mampostería, está constituido por tres cuerpos albergando cada uno de ellos nueve arcos de medio punto de ladrillo doblados. En el cuerpo central es en el se hallan los tres vanos que iluminan el interior del edificio. Remata una cornisa de perfil de gola que se apoya en una serie de canecillos, muchos de los cuales se han perdido, estando decorados algunos de ellos con una sencilla bola.
El tramo recto presenta a cada lado el mismo esquema basado en dos arcos ciegos doblados de proporción vertical encuadrados por un recuadro de ladrillo y sobre él un friso de esquinillas. El remate de la cornisa se repite, hallando la única diferencia en el tramo norte, en el que los canecillos soportan una decoración diferente figurando varios animales (aves y cabeza de carnero) así como un busto humano, que se han conservado gracias a la existencia de una sacristía que fue derruida en una de las últimas intervenciones.
La magnífica torre situada en la fachada norte, de planta cuadrada, está constituida por tres cuerpos separados por simples impostas que recorren el perímetro completo de la misma. Los dos inferiores son de mampostería, el primero con líneas de ladrillo dobles que separan las primeras tapias y contando únicamente con ínfimos vanos que aportan iluminación a la escalera interior, mientras que el segundo ya sí que posee dos sencillos arcos situados en los laterales este y oeste. El cuerpo superior de campanas, elaborado en sillares de caliza, presenta dos arcos en cada frente de una sola arquivolta, chambrana e imposta nacelada. La cornisa sobre la que descansa la cubierta de armazón de madera, cuenta con canes sin decoración. Como remate final de la torre se situó un pequeño campanil barroco sobre el alero oriental.

El interior de dicha torre, más concretamente en el primer cuerpo, cuenta con la habitual solución del románico de ladrillo de escalera que recorre los laterales de la misma, embutida en los muros y cubierta por bóvedas de ladrillo escalonadas.

En ambas fachadas se perciben rasgos evidentes de la ampliación producida en el siglo XVI. El frente sur, de corto recorrido debido a la presencia de las construcciones adosadas, conserva piezas de impostas y sillares de caliza de origen románico, algunos de ellos reutilizados y recolocados, pero que podrían pertenecer al zócalo de un primitivo atrio del que hoy nada se sabe. Son singulares los relieves de muchas de estas piezas tales como relojes de sol, cruces simples y figuras humanas esquemáticas. En el interior, formando parte de este mismo muro, gracias a la última restauración, se han descubierto sillares que conservan relieves de idénticas características. Otro indicio que podría corroborar la existencia de este pórtico es la presencia de un arco de medio punto cegado situado en el frente este, sobre el cual se observa la línea de cubierta original y, asimismo, en el interior de la nave, han sido descubiertas varias losas de caliza que pudieron formar parte del pavimento original de este espacio.
A lo largo de toda esta fachada se conserva la cornisa románica de sencillos canes, trasladada de la nave principal al realizar la ampliación, para mantener la cubierta a dos aguas sin escalonamientos, ya que, tal y como se ha señalado, la altura original de esta nave sería inferior a la actual.

El acceso al templo se hace a través de una sencilla portada de sillería de granito fruto de las intervenciones del siglo XVI. En el frente norte muestra el origen románico de transición gracias a una sencilla portada de arco ligeramente apuntado con sencilla imposta y guardapolvos, a lo que hay que unir la cornisa de canes sin decoración. Todo el frente fue trasladado hacia el norte como consecuencia de la ampliación del templo.
Es en el interior en donde queda más destacada la ampliación del templo. La nave central ha sido ampliada con dos naves laterales, la del lado de la epístola está sustentada por dos grandes arcos de granito, mientras que en la del evangelio son dos columnas igualmente de ladrillo las que sustentan una gran viga base de la cubierta de madera de esta nave lateral.


Uno de los elementos más destacables de la iglesia es su admirable artesonado mudéjar, con fina labra y dibujos geométricos, datado en el siglo XVI que cubre por completo la nave central, siendo una simple estructura de madera la que actúa como cubrición de las dos naves laterales.

Separa la nave de la cabecera un espléndido arco triunfal de medio punto doblado que descansa sobre pilastras de ladrillo que parten de ménsulas naceladas igualmente formadas por ladrillo repitiendo el modelo de la imposta, perteneciente al arco, que recorre toda la cabecera. El arco está enmarcado por alfiz cuyo lado superior se encuentra cubierto por el artesonado al que se ha hecho referencia anteriormente.
El tramo recto de la cabecera, con cubierta de cañón y dividido en dos tramos por un arco fajón doble, presenta a cada lado los típicos arcos ciegos rematados por friso de esquinillas. Mientras que en el tramo curvo, son tres los vanos abiertos de medio punto doblados con ventana saetera, y bajo los cuales, recorre todo este espacio un doble friso de las consabidas esquinillas. La bóveda de horno que cubre el ábside es de ladrillo visto aunque en origen contaría con la clásica decoración de pinturas murales, de las cuales queda algún escaso resto en la cubierta del presbiterio.

En el interior de la iglesia se conserva una imagen románica, posiblemente rescatada de la ermita del Santo Cristo de la Agonía que se encontraba a las afueras del pueblo, hoy completamente desaparecida, que representa a la Virgen entronizada con el Niño coronado sobre su rodilla izquierda mientras éste bendice con la mano derecha y sustenta el libro sagrado con la contraria. Se trata de una bella talla de madera policromada del siglo XIII que mantiene su coloración original de tonos azules para los mantos así como el rojo y dorado para sus túnicas. El rostro de ambas figuras es ovalado, con ojos almendrados, marcadas cejas y nariz y labios de perfil recto. Aunque se encuentra en un buen estado de conservación, la mano derecha de la Virgen fue retallada en su momento para hacer de ella una imagen con las vestimentas típicas de épocas posteriores.

 

Románico en Tierras Occidentales de Segovia
Características del románico en las Tierras Occidentales de Segovia
El sector occidental de Segovia, amplio territorio llano de Tierra de Pinares que forma un triángulo aproximado cuyos vértices son Segovia capital, Villacastín y Coca, es un extenso territorio con gran número de muestras románicas y mudéjares.
Sin embargo estamos ante un panorama heterogéneo, algo anómalo en el compacto románico segoviano que suele tener unas características homogéneas en otras zonas y comarcas.
En estas Tierra Occidentales encontramos una arquitectura popular tardía, donde se mezclan corrientes románicas de la capital, con el mudéjar irradiado desde Cuéllar y no faltan los templos mixtos, pero en general siguiendo unas pautas muy tardías y popularizadas. Es por ello, que la sillería deja paso, en general, a la mampostería y el ladrillo.
No faltan las galerías porticadas, sello de distinción del románico segoviano, aunque las tres que mencionaremos obedecen a talleres y pautas bien distintas.
De todo este complejo repertorio, hemos elegido las iglesias porticadas de Madrona, Villoslada y Nieva más la extraña ermita de Rapariegos. 


Madrona
Núcleo situado a 10 km al sur de la capital segoviana, junto a la N-110 que comunica esta con Ávila, pasando por Villacastín; está situado por tanto a las faldas de la ladera occidental de la Sierra de Guadarrama, formación montañosa que en tiempos dividía la extensísima comunidad segoviana, lo que le hace contar con “aires fríos y húmedos”, según las palabras de Madoz. Su término es regado por las aguas del río Milanillos –aspecto que para Siguero Llorente explicaría su denominación, al hacer referencia a “cauce de río”– y tradicionalmente se ha destinado al cultivo de cereales y legumbres, siendo también destacada la presencia de caza menor.
Opina Barrios García que se trata de un topónimo tardorromano, siendo el origen de las gentes que vinieron a repoblar este núcleo posiblemente aragonés, mientras que Martínez Moro para este mismo aspecto se decanta por gentes del pirineo leridano. Esta localidad se incluyó en el sexmo de San Millán, al igual que sus despoblados de Bernuy de Río Milanos y Molingurren, de la ya citada comunidad de Segovia y la encontramos documentalmente a mediados del siglo XIII, en la relación de parroquias que, con motivo de establecer la cantidad que cada una de ellas debía aportar para el sostenimiento de la mesa común, elaboró el cardenal Gil de Torres. En 1971 quedó incluida en la jurisdicción de Segovia.

Iglesia de Nuestra Señora de la Cerca
La iglesia de este núcleo se encuentra ubicada dentro del caserío de la localidad, en su parte noroccidental, junto a la carretera de acceso desde la citada N-110. Dispone de un amplio atrio en su derredor, limitado y clausurado por una cerca, que se convierte en una pequeña meseta que salva el desnivel con los terrenos circundantes.
Las formas actuales del templo son fruto de múltiples intervenciones sobre los volúmenes originales, quedando sin embargo testimonio de aquellos momentos; así, al exterior se percibe un templo con un núcleo al que se le han ido adosando diferentes dependencias en casi todos sus flancos, de tal modo que lo que sería un pequeño lugar de culto de una sola nave y cabecera recta fue ganando dependencias como las naves laterales, la sacristía, la torre o el pórtico, ubicado en occidente.
Está construida esta iglesia en una sillería toscamente trabajada, con refuerzos en las esquinas de piezas de mayor calidad y presencia de mampostería, sobre todo en las partes ampliadas.

La cabecera al exterior conserva una cornisa sostenida por una serie de canes, distinguiéndose diferencias entre los muros meridional y septentrional; así, en el primero de ellos presenta perfil de nacela y los canecillos de proa de barco y caveto, comprobándose que algunos tuvieron ornamentación tallada, hoy prácticamente desaparecida. 
Por su parte, la cornisa de septentrión tiene perfil de listel y chaflán decorando este último con diferentes motivos vegetales como las hojas entre tallos, tetrapétalas y hexapétalas inscritas en círculos o formas circulares de perfil cóncavo y botón central; además en esta serie se han conservado algunos de los motivos que decoran los canes, distinguiéndose por ejemplo representaciones animales, canes con modillones de rollos, una liebre, hojas con la punta vuelta, figura masculina cubierta con túnica...

El resto de los muros de estos flancos son fruto de las ampliaciones ya mencionadas y únicamente en el correspondiente a la parte occidental se vuelve a encontrar la sillería y esquinales pertenecientes a la primitiva fábrica; además en este muro se sitúan también restos de una antigua cornisa a mucha menor altura que la actual rodeando el saledizo del anodino acceso moderno. Protegiendo este acceso se dispuso un pórtico que ha levantado no pocas conjeturas acerca de su ubicación y composición original; se pueden encontrar otros ejemplos de pórticos occidentales, pero formando parte de estructuras mayores o más completas, como son los casos por ejemplo de San Martín, en la capital, o de Duratón, por lo que se ha pensado en el presente como muestra incompleta o inconclusa que responde a lo que según Taracena Aguirre caracteriza este tipo de galerías segovianas, que ciñen la iglesia por dos o tres lados. Parece en cualquier caso que corresponde a un momento posterior al núcleo primitivo, siendo complicado aventurar el número de crujías con que se proyectó. En la parte conservada se aprecia una arquería cuyo ritmo viene marcado por la importancia de un arco central, relacionado con el acceso al templo; a la izquierda de este se dispone una teoría de cuatro arcos de medio punto sobre pares de columnas, mientras que a la derecha únicamente hay dos, ya modernos y sin correspondencia con el conjunto, punto este que recalca el aspecto inconcluso del elemento. En el costado septentrional se sitúa otro arco que parece el arranque de lo que sería otra crujía, sobre todo teniendo en cuenta la presencia de la cornisa, aunque se vean huellas de renovaciones y piezas removidas.

Gracias a las fotografías aportadas por el profesor Ruiz Hernando, que testimonian el estado de este elemento en el año 1973, se puede comparar la composición del pórtico antes y después de la restauración; en aquellos años aún permanecía cegado de cualquier manera este elemento, incluso con sillares y piezas pertenecientes a anteriores fábricas como son aquellas en las que se aprecian perfiles abocelados u otras de chaflán y bisel, las columnas y capiteles permanecían en su mayoría ocultos y la cornisa en estado muy similar al actual, pero con leves variaciones, de tal suerte que dos de los canes (2º y 18º contando desde el lado norte) han trocado su posición, así como las metopas 2ª, 3ª y 18ª. Esta cornisa presenta un perfil de listel y chaflán y está ornamentada con tetrapétalas inscritas en círculos, no conservándose completamente; por su parte tanto los canes como las metopas presentan una decoración tallada, a pesar de que algunas piezas están muy deterioradas. La serie de los primeros está protagonizada principalmente por la representación de distintos personajes; de este modo aparecen un hombre con barrilillo, imágenes de guerreros, agricultores, mujeres en actitudes obscenas o rostros tanto masculinos como femeninos. Entre las metopas por su parte, predomina la temática vegetal de flores y tallos, siendo singular la presencia de una pareja de grifos simétricos que contraponen sus cuerpos y juntas sus picos, en la que comienza la serie por el lado norte. Responde por tanto esta cornisa al modelo visto, entre otros casos, en San Martín, de capital, Torreiglesias, Peñasrubias de Pirón o el más lejano de Sequera de Fresno, donde tanto canes como metopas presentan decoración esculpida.
La cornisa del costado septentrional se presenta aparentemente muy renovada, con una serie de canecillos donde se combinan las piezas procedentes de la restauración con aquellas otras pertenecientes a la antigua fábrica este aspecto también se hace notorio en la propia cornisa, reduciéndose aquí la presencia de piezas añosas a la más próxima al ángulo noroccidental, con perfil de listel y chaflán y ornada con tetrapétalas inscritas en círculos. En este caso la decoración esculpida se reduce a los canecillos –siendo identificables pocos de ellos por lo precario de su estado de conservación–, puesto que las metopas carecen de ella; entre estos elementos se distinguen un cuadrúpedo tocando la viola de arco, una figura posiblemente femenina de marcadas pupilas o un deteriorado animal de puntiagudas orejas.





El arco conservado en esta galería sigue el modelo presente a lo largo de la crujía occidental; se trata de un arco de medio punto con perfil abocelado y trasdosado por una chambrana de tacos, estructura que se repite de idéntica manera en la cara interior. Apea esta arquería en columnas pareadas, de fuste liso y basas de perfil ático, con un toro inferior muy desarrollado, sobre plinto común.
Los capiteles por su parte comparten cimacio con perfil de listel y nacela, ocupando su cesta unas esquematizadas hojas lisas que vuelven ligeramente sus puntas, alojando en su interior un vaso también liso, ornamentado en su parte superior por un listoncillo y una cadena de puntas de clavo; sobre estos se disponen unos muy desarrollados ábacos de perfil quebrado. En el interior únicamente se conserva la estructura de la cabecera, puesto que el resto fue transformado en sucesivas adaptaciones del espacio. Un arco doblado de medio punto con perfiles achaflanados hace las veces de arco triunfal, estando realizado en sillería y apeando en semicolumnas, hoy también reformadas. La imposta se compone de un perfil de listel y chaflán y bajo ella se ubican unos ornamentados capiteles que lucen, el de la derecha, un león de estilizadas extremidades, melena sobre el lomo y pequeña cabeza, en la mayor de las caras, y una arpía en cada una de las menores, motivos que parecen imitar los vistos en Caballar, por ejemplo. Por su parte, el capitel enfrentado presenta una variación del modelo corintio, toscamente interpretado y compuesto de unas gruesas hojas lisas.
Por lo visto y las relaciones estilísticas referidas, parece que las partes correspondientes al templo primigenio de Madrona no deben ser anteriores a la segunda mitad del siglo XIII.

 

Villoslada
La ermita de San Miguel de Párraces dista de la localidad de Villoslada 1,5 km por la carretera que une este pueblo con el caserío de Velagómez. Las primeras noticias históricas que se conocen datan de 1204 momento en que se la nombra Sanctes Michael iuxta Vela Gómez. En 1247 ya aparece citada en documentos de la Catedral de Segovia como Villoslada rentando al canónigo Peregrinus Maior VII mrs. et X sls. minus III ds. Históricamente se encontraba enclavado dentro de la Comunidad de Villa y Tierra de Segovia, concretamente en el sexmo de la Trinidad.
La iglesia está situada en un despoblado del que únicamente se conservan unos pajares y una casa de labranza y su entorno natural está constituido por un cerro situado al noreste y un pequeño arroyo al oeste. En su día el número de construcciones debió de ser mayor, ya que son varios los restos que se han hallado en fincas próximas y, tan sólo 1 km al noroeste, hay algún indicio de tumbas antropomorfas.

Ermita de San Miguel de Párraces
Se trata de la iglesia porticada más occidental de la provincia de Segovia y, dadas sus características artísticas, su construcción data del siglo XIII, aunque a lo largo de su historia ha sufrido remodelaciones y añadidos.
Cuenta con una planta sencilla con cabecera de ábside semicircular y tramo recto. En cierto momento la fábrica sufrió la más importante de las intervenciones, ya que, el atrio porticado situado al sur pasó a ser parte del interior de la iglesia. Se desplazó el pórtico hacia el exterior y los muros que separaban el atrio de la nave, así como la puerta de acceso, fueron desmantelados y las dovelas y sillares de esta última pasaron a formar parte de un gran pilar interior que sustenta la cubierta y separa la nave principal del nuevo espacio. El acceso pasó a situarse a los pies de la nave, y sobre ella, en 1600, se levantó una espadaña elaborada en piedra y con remates de bolas. En el siglo XIX se construyó una troje a lo largo del muro norte de la nave, cubriendo parte del tramo recto de la cabecera, que es empleado por las gentes que acuden a las romerías que se celebran en la ermita.


La fábrica de los muros es de cal y canto, la piedra tallada únicamente es empleada en las partes que sustentan la decoración, siendo el pórtico una de ellas. Dicho elemento cuenta con un vano central que sería el acceso al atrio, a cuyos lados se distribuyen dos arcos apoyados sobre una columna doble central. Tanto los arcos que conforman el pórtico, como el vano central, son simples arcos de medio punto con guardapolvos que se apoya sobre imposta de simple nacela. Las mencionadas columnas pareadas cuentan con un capitel decorado con cuatro grandes hojas con nervio central que rematan en bolas, las cuales han sido retalladas. Se apoya en una basa de amplio toro y escocia.
La cabecera, al exterior, se encuentra totalmente enfoscada, pero aún así se aprecia su fábrica de cal y canto. La ventana exterior del ábside, de arco de medio punto con guardapolvos, cuenta con dos pequeñas columnillas cuyos capiteles repiten la misma decoración vegetal, pero, esta vez, con un trabajo de talla más delicado. El vano del tramo recto que se ve desde el exterior repite el mismo esquema pero en este caso no descansa sobre columnas. A lo largo de toda la cabecera, la cornisa se apoya sobre canecillos con decoración de moldura de rollo.
En el interior se aprecia la cubierta de madera con la que cuenta la iglesia. Se trata de una cubierta adintelada que cubre la clave y las dovelas superiores del arco triunfal doble. Dicho arco se apoya sobre sendas semicolumnas coronadas con capiteles que repiten el mismo esquema que los anteriores, de cuatro grandes hojas en las esquinas en cuyas terminaciones se envuelve una pequeña bola. El pie de la columna está constituido por un podio, con una pequeña hoja decorando cada esquina, y sobre el que se encuentra una basa de doble toro el inferior más ancho que el superior.
El tramo recto de la cabecera está cubierto por bóveda de cañón apuntado dividida en dos tramos gracias a la presencia de un arco fajón que es sustentado por la línea de imposta con perfil de gola que descansa sobre dos machones de granito salientes de los muros. En el muro norte se abrió una puerta de acceso a la troje, dentro del cual, se descubre la ventana de rasgos similares a la situada en el muro paralelo del presbiterio, aunque ha sido cegada y retallada la chambrana.
Talla románica de cristo crucificado de la ermita de San Miguel de Párraces en la localidad de Villoslada, siglo XIII
 

El retablo barroco fue realizado entre 1754 y 1768 y está presidido por una hierática talla románica de un Cristo crucificado, recatadamente cubierto con un paño rojo de cintura para abajo, denominada en el lugar el «Santo Cristo», que data del siglo XIII. Otra peculiaridad de esta talla consiste en que presenta sólo tres clavos, cuando lo habitual en los cristos románicos es tener cuatro.

 

Nieva
A 34 km de Segovia, a los pies de Santa María la Real de Nieva, se localiza este municipio cuya iglesia es uno de los mejores ejemplos de templo románico de la provincia.
Fundada por repobladores llegados desde La Rioja, ya se tiene constancia de su existencia desde 1247, momento en la que figura con el nombre de Nieptam rentando al canónigo Petrus Guillelmi ration prestamera IX mrs., medietas tercie clericorum. El hecho de que ambas poblaciones se encuentren tan próximas tiene su origen a finales del siglo XIV, más concretamente en 1392, momento en el que se aparece la Virgen María a un pastor en una cueva del pizarral del Nieva en la que se encuentra la talla de la Señora y como consecuencia de estos hechos la reina Catalina de Lancaster, esposa del rey Enrique III de Castilla, manda edificar una ermita en la que dar culto a la imagen; paralelamente se inició la construcción de un monasterio de dominicos y se produjo el asentamiento de la población. Así con el paso de los años Santa María la Real de Nieva, que es como se denominó a la nueva población, fue tomando protagonismo en detrimento del asentamiento primitivo de Nieva.

Iglesia de San Esteban
La iglesia de San Esteban, enclavada en el centro del conjunto urbano en el lateral suroeste de la plaza, es de una sola nave, con doble cabecera, la románica, situada al este, es de tramo recto y hemiciclo, mientras que la situada en el frente opuesto, edificada en el siglo XVII según los parámetros barrocos, es de cabecera recta precedida por un corto transepto. En la fachada sur se halla el pórtico románico con su consabido ábside, que posteriormente pasó a formar parte del interior del templo, y ejerció su función de atrio uno nuevo de estilo barroco.
La primera fase constructiva tendría como resultado la nave con su cabecera así como la torre situada en el tramo previo al presbiterio; en un segundo momento se llevaría a cabo la edificación en el frente meridional del segundo ábside así como del atrio.
El ladrillo cuenta con un gran protagonismo en todo el edificio, habiéndose empleado la mampostería únicamente en el levantamiento del ábside lateral, así como en el basamento de la cabecera y en otra serie de elementos ocultos por varias capas de enlucido.
El exterior muestra una magnífica cabecera, el ábside principal sigue los cánones del románico de ladrillo, creando un hemiciclo poligonal de nueve paños, asentado sobre un zócalo de mampostería enlucida y dividido en tres alturas. Como remate un sencillo friso de esquinillas sobre el que se asienta una cornisa de triple escalón.
La decoración exterior del tramo recto únicamente es visible en el frente norte. Se trata de dos arcos doblados de proporción vertical, enmarcados por alfiz, sobre el que se sitúan una línea de seis rectángulos estrechos y con la misma cornisa del ábside.
Iglesia románica de San Esteban en Nieva, Segovia
Entrada de la Iglesia de San Esteban en Nieva, Segovia
 
Torre de la Iglesia de San Esteban en Nieva, Segovia
 

El acceso al templo se realiza por sendas puertas situadas al norte y sur. La primera de ellas cuenta con cuatro roscas de medio punto con perfil nacelado apoyadas sobre una imposta de ladrillo cortada con el mismo perfil y un sencillo alfiz sirve como marco. La segunda se trataría de aquella que comunicaría el atrio románico con la nave. Sigue el mismo esquema que la anterior siendo la única diferencia el número de roscas, en este caso tres en vez de cuatro. A esto habría que añadir que sobre los laterales del alfiz descansan los arcos fajones que sustentan la bóveda de cañón que ejercía la función de cubierta para el atrio.

El atrio es una de las partes más importantes del templo. Aunque en el siglo XVII se decidió ampliar la iglesia, se respetó su estructura primitiva. Con un vano central a través del cual se accede al espacio interior, a cada lado se distribuyen tres arcos de medio punto en ladrillo que descansan sobre sendas columnas pareadas cuyos capiteles sustentan una magnífica decoración.
Comenzando por el más alejado de la cabecera, todos ellos tallados por sus cuatro lados, cuentan con el mismo cimacio de perfil de gola.
Cuatro grifos flanquean los laterales del primero de ellos. Esta misma iconografía se encuentra en el lateral derecho del segundo, pero ahora los grifos presentan una talla más cuidada, mientras que el lateral izquierdo muestra una escena de lucha entre dos jinetes.

El tercero de los capiteles muestra a cuatro leones, siendo dos amarrados por la cabeza por una figura humana, y entre los cuales hay motivos vegetales entrelazados. El último de ellos vuelve a contar con iconografía basada en animales fantásticos, pero ahora son cuatro arpías las que se hallan en cada una de las esquinas del mismo.
El atrio fue rematado por un ábside que actualmente es ocupado por la sacristía, pero que en origen daría cabida a una pequeña capilla a la cual se accedería a través de un arco ligeramente apuntado y doblado, sobre el que hay un friso de esquinillas, y en cuyos laterales se sitúa un arco de medio punto cegado de destacada proporción vertical. Al exterior, el ábside, elaborado con mampostería enfoscada, únicamente cuenta con el ladrillo para los elementos decorativos, más concretamente dos líneas de verdugadas así como un friso de esquinillas y la cornisa idéntica a la del ábside contiguo. En el interior no se conservan los rasgos originales que ya fue decorado con yeserías góticas y barrocas.

En el interior del templo, la nave está dividida en tres tramos por arcos fajones apuntados de ladrillo, siendo el más próximo a la cabecera, dividido a su vez en dos tramos más estrechos por otro arco fajón doblado de menor altura que actúa de refuerzo ya que la torre se asienta sobre este espacio. La línea de imposta nacelada, bajo la cual se sitúa un friso de esquinillas, recorre toda la longitud de los muros, que a su vez cuentan con un arco ciego doblado apuntado en cada tramo.

El acceso a la cabecera se realiza a través un arco de medio punto doblado, cuya luz se vuelve a ver reducida respecto a los arcos anteriores, que se apoya sobre la imposta que recorre toda la cabecera. En cuanto al tramo recto precedente del ábside, es dividido en dos tramos por un arco fajón idéntico al anterior, habiendo en cada uno de los tramos un arco ciego de medio punto doblado. La iluminación interior se consigue a través de tres vanos que corresponden con tres de los arcos externos. Se trata de tres arcos dobles en ladrillo que se asientan sobre una línea de imposta que únicamente se encuentra en el hemiciclo.
Durante la última intervención de restauración fueron sacados a la luz restos de las pinturas murales que decoraban el interior; en la mayor parte de los casos solamente se conservan las capas preparatorias tal y como ocurre en el ábside y muros de la nave, pero en el muro norte del atrio, junto a la cabecera del mismo, y muy próximo a la bóveda, aún se percibe la presencia de tres personajes.
Presumiblemente se trata de la escena de la Anunciación a los Magos del Nacimiento del Señor, ya que parte de las alas del ángel todavía son visibles, y los personajes van ataviados con los atuendos y tocados propios de su rango.
El último de los elementos destacables de la iglesia es su magnífica torre, situada sobre el último tramo de la nave, de planta rectangular, cuenta con dos cuerpos ambos edificados en ladrillo que parten de un basamento de ladrillo a partir de un arco apuntado que descarga todo el peso sobre los muros de la nave. Ambos cuerpos repiten el mismo esquema de doble arcada en los frentes largos y uno en los cortos. Los vanos del cuerpo inferior son de arco levemente apuntado doble sobre imposta de ladrillo y rematados por friso superior de esquinillas, mientras que los del superior son de arco de medio punto con imposta que recorre todos los frentes y sin remate alguno. El clásico chapitel barroco de pizarra cubre la torre.
El acceso a la torre, que se ha mantenido hasta hace unos años, se realizaría desde el interior del atrio románico a través de una escalera que conduciría a la parte superior de la bóveda abriéndose un arco apuntado de descarga tanto en el muro norte como en el sur en el interior de la torre. Para acceder a los dos cuerpos con los que cuenta dicha torre dos tramos de escaleras en ladrillo son el acceso al primer cuerpo, mientras que para el segundo se optó por la madera para elaborar los peldaños.
Este modelo se verá repetido en otra serie de iglesias de la provincia como son la de San Clemente y la Santísima Trinidad de Segovia o la parroquial de Carbonero.

 

Rapariegos
Dista Rapariegos alrededor de 60 km de la capital segoviana, llegándose hasta allí desde esta última tomando primero la N-605 y después la N-601, a la altura de Montuenga, en dirección a Olmedo.
Situada en la zona occidental de la provincia, cercana a los límites provinciales que le separan de Valladolid y Ávila, se ubica en medio de amplias extensiones de terreno llano, habitualmente dedicados a su explotación agrícola, especialmente de cereal; es esta una de las localidades que en la actualidad pertenecen a la jurisdicción segoviana pero que hasta el siglo XIX dependieron de la abulense, concretamente hasta 1833.
Como ya se ha comentado para otros núcleos que vivieron las mismas circunstancias, Rapariegos se incluía en el tercio de La Vega, dentro del arcedianato de Arévalo; no hay constancia de repoblación en esta zona durante el siglo X, aunque algunos autores como Martínez Díez señalen siguiendo la lógica que si esta sí está constatada en tierras más meridionales, tanto Olmedo como Arévalo debieron vivir procesos paralelos. No es sin embargo hasta la época de Alfonso VI cuando queda recogida la presencia de estas tierras entre las conquistas de aquel monarca, como se refleja en la crónica del obispo don Pelayo.
Opina Barrios García que debieron ser gentes aragonesas del prepirineo las que, acompañando a otras de origen navarro, levantasen algunos núcleos de esta zona entre los que se incluiría Rapariegos.
Documentalmente, la existencia de esta parroquia queda recogida en el documento fiscal elaborado en 1250, por parte del cardenal Gil de Torres, siendo la cantidad que aportaba de XV morabetinos, lo que refleja una feligresía de tamaño medio.
En la actualidad, tras los cambios comentados, se incluye en el partido judicial de Santa María de Nieva.

Ermita del Cristo de la Moralejilla
Situada en la parte oriental del término municipal, apartada del núcleo, se llega hasta ella por caminos de tierra en buen estado, haciendo lo llano de este terreno que se pueda contemplar perfectamente desde todas direcciones.
Esta ermita, cuyo origen se atribuye a haber sido hospital templario, se situó en una encrucijada entre pequeños núcleos de población, hoy desaparecidos; de esta manera en las proximidades del núcleo actual se situaban pequeños lugares como Carias, Palacios de la Vega o Moraleja de Santa Cruz (que aún conservaba nueve vecinos en 1650), que mantiene la ermita que ocupa estas líneas.
Se trata realmente de un templo cuya singularidad en la comarca ha sido destacada en numerosas ocasiones; es pieza donde la historia de estas tierras queda reflejada, donde quedan recogidos los diferentes avatares que allí acaecieron, particular síntesis de la riqueza cultural de estas localidades.
Al exterior se distingue la estructura de un templo de tres naves, con cabecera triabsidal y crucero no marcado en planta, donde se combinan diferentes técnicas constructivas, como se verá; su cabecera presenta por tanto tres ábsides levantados sobre zócalo de mampostería –con huellas evidentes de haber sido recrecidos–, compuestos de tramos recto y curvo, siendo parte de la singularidad a la que se hacía referencia el hecho de estar compuestos de sillería bien labrada, en la actualidad rejuntada y en parte oculta, en ejemplo parecido y cercano al presente en Espinosa de los Caballeros (Ávila), que no viene sino a enriquecer el valor de lo excepcional. El ábside central, de mayor tamaño y altura, es el más rico de los tres; presenta una composición de dos cuerpos separados por un sencillo vierteaguas y tres calles divididas por semicolumnas, contando además este ábside, en su tramo curvo, con una cornisa en piedra, con perfil de listel y nacela, pudiéndose distinguir tres tipos de piezas empleadas en su sostén.
Por una parte los canecillos, cuyo estado de conservación dificulta su lectura, pero en los que aún puede distinguirse su perfil en proa de barco y sencillos motivos vegetales de hojas con carnosos nervios, mientras que todos sus frentes se ven recorridos por sencillas incisiones rectas. Los espacios entre ellos son ocupados por unas metopas de ornamentación incisa que tiene como motivo único variaciones sobre el tema del círculo que da origen a variadas formas (rosetas, cruces patadas, abstracciones vegetales...). Las piezas de más cuidada talla son los capiteles de las columnas adosadas, siendo su composición idéntica: collarino abocelado, equino decorado y ábaco prismático con mínima decoración de paralelas incisas. La diferencia viene del motivo tallado en la cesta, el más meridional presenta dos cabezas femeninas, de facciones muy desgastadas, indicada melena y disposición confrontada, mientras que en el septentrional se dispone una pareja de hojas de cuyas puntas vueltas cuelgan frutos en forma de bola.



Se encuentra en este ábside una inscripción que según Cándido María Ajo testimonia que fue reedificado en 1795, siendo además según este autor correlativa a otra que pudo leer bajo la tribuna, lo cual debe responder a las obras de recrecimiento.
Un codillo organiza el paso al tramo recto y este a los ábsides laterales, mucho más sencillos y de menor altura, conservando el septentrional restos de un canecillo y una metopa muy deteriorados que parecen señalar la altura original del mismo. Su cornisa se compone de diversos frisos de ladrillo y presentan unos vanos, sin duda posteriores, ya que la huella del único vano original se conserva en el ábside central.

Un transepto marcado en altura da paso al cuerpo de naves, donde se produce un cambio de fábrica; lo que en la cabecera era sillería aquí son muros de mampostería entre verdugadas de ladrillo, haciendo convivir dos concepciones arquitectónicas diferentes, una más relacionada con el arte europeo occidental, mientras que la otra se vincula a las peculiares circunstancias históricas de estos reinos.


En el muro meridional, se sitúa una portada donde si bien el motivo ornamental varía, los recuerdos de los ejemplos vistos en Montuenga, por citar una localidad cercana, están muy presentes; un triple arco ligeramente apuntado, que arrancaría en nacela, aparece remarcado por un alfiz rectangular en el que dos sucesivos frisos de esquinillas entre otros a sardinel componen esta decorada portada; señala Ajo González que su original perfil se debe a la adaptación que ha sufrido “para dar paso a los brazos de la cruz”. El muro occidental se organiza en torno al eje marcado tanto por la portada como por el vano de iluminación dispuesto sobre ella; se trata de una portada de cuatro roscas de medio punto, enmarcadas por un sencillo y sobrio alfiz sin apenas otra decoración que un friso de ladrillos en la parte superior y presentando un canon llamativamente achaparrado que hace pensar en un más elevado nivel actual del suelo que la circunda. Centrado con ella, en la parte superior y abriendo un muro de bandas de mampostería entre verdugadas de ladrillo, aparece un vano muy esbelto también enmarcado por recuadro de ladrillos, cuya parte superior se decora con breve friso de ladrillo en nacela, todo ello fruto de la última restauración.

La misma diferenciación entre cabecera y cuerpo de naves se mantiene en el interior; de este modo, los ábsides y el crucero están realizados en sillería, mientras que en el cuerpo de naves lo predominante es el ladrillo. A pesar de su distinto tamaño, la composición y estructura de los ábsides es similar, presentando un tramo recto y un tramo curvo organizados por un codillo y cubriéndose estos con bóvedas de cañón y de horno, respectivamente, que arrancan de impostas de perfiles rectos y de nacela sin ornamentar. Estos espacios se comunicaban por pequeños arcos de medio punto dispuestos en los tramos rectos de los distintos ábsides, de los que aún quedan testimonios, situándose de igual manera en los extremos de los ábsides laterales, allí cegados. Por otra parte, el paso hacia el crucero se hacía a través de otros arcos, estos doblados de medio punto, distinguiéndose la arista viva de los laterales y la arista viva junto a otro de bocel y moldura exterior ornada con tetrapétalas en el triunfal del ábside mayor.
Apean estos arcos en esbeltas semicolumnas sobre altos plintos y basamentos, presentando además decorados capiteles; de esta manera, en el ábside septentrional se distingue de una parte una pareja de, hoy descabezados leones ingenuamente representados y de otras hojas planas rematadas en volutas, de recuerdos cistercienses, repitiéndose los motivos en el ábside contrario, aunque trabajados por otra mano. Por su parte en el ábside central los motivos que se encuentran son parejas de aves picando unos tallos, a la izquierda, y toscas arpías entre maraña de tallos, a la derecha. Ha sido destacada tradicionalmente, la desviación que presenta el ábside central con respecto al conjunto, siendo aventurado decantarse por ninguna de las propuestas queda recogido como un aspecto más de la singularidad de este templo.
En el crucero organizado a continuación se termina la labor en sillería de la ermita del Cristo de la Moralejilla, suponiendo además que concluyese aquí una campaña constructiva, un impulso, un proyecto, que no se vio completado nunca y que muestra las huellas tanto de la transición entre fábricas como de las dificultades constructivas que se debieron sufrir al llevarlo a cabo.
Este crucero se organiza en torno a un cuadrangular espacio central, abierto en todos sus flancos por arcos de medio punto y cubierto por bóveda de medio cañón, cuyo eje corre transversal al sentido de las naves; plantea Ramos Pérez la interesante posibilidad de incluir el proyecto original una torre en este punto. Lo conflictivo de este espacio se pone de manifiesto ya en los apeos, siendo los más próximos al presbiterio unos anómalos pilares cruciformes y los abiertos a la nave, anodinos prismas. Esta situación vuelve a ponerse de manifiesto en las naves laterales, donde las bóvedas de cuarto de cañón paralelas al eje de las naves han visto reforzados los muros en los que apeaban, de tal manera que el septentrional lo hace con un arbotante adosado, de sillería, mientras que en el muro meridional es un esbelto triple arco ciego, realizado en ladrillo.

Capitel del arco triunfal
Capitel del arco triunfal
Ábside lateral
 

Interior de las naves
 

De los arcos que conforman el espacio central ya se ha visto el triunfal; frente a este, el que comunica con la nave central, presenta una triple arquivolta de medio punto, la menor de arista viva, baquetón en la central y arista viva trasdosada por una chambrana decorada con tetrapétalas inscritas en círculos en la exterior. Más sencillos son los laterales, con arista viva desornamentada, salvo la cara externa del septentrional, donde un grupo de triple arquivolta se trasdosa por un guardapolvos decorado con puntas de diamante.
El conflicto señalado en la transición del crucero se evidencia también comparando el arranque de las naves; la septentrional parece conservar huellas, en forma de arco de medio punto, de haber estado planteada con estilizado canon basado sobre todo de su estrechez, mientras que en la meridional no llegó a levantarse este arco, siendo sustituido por un arbotante de ladrillo
A partir de este punto se construyó un cuerpo de naves que ya corresponde a otro momento, el abandono de la sillería en beneficio del ladrillo y la cal así lo ponen de manifiesto; se trata de tres naves organizadas por arquerías dobladas de medio punto que apean en pilares compuestos, sobre las que corre un friso de esquinillas formando una teoría de alfices. En el muro occidental se conserva una portada, ya vista en el exterior, cegada con una única rosca de ladrillo; en eje con esta, en la parte superior, se sitúa un muy estilizado y muy rehecho vano.
Por todo lo dicho anteriormente, las conclusiones a las que se puede llegar en este templo quedan sujetas a las aportaciones que la arqueología pueda proporcionar; es mi opinión que el templo se proyectó e inició por la cabecera, siguiendo un modelo conocido de iglesia de tres naves y tres ábsides, donde la central resulta llamativamente más ancha (modelo que podría relacionarse con ejemplos de Olmedo, Cuéllar...). Una vez realizados los tres ábsides y los tramos septentrional y central del crucero, se produjo un parón en la fábrica que hizo necesario reforzar el muro septentrional y los pilares; a partir de aquí, se continua la obra, pero ya con otra técnica, lo que se constata en el brazo meridional del crucero y el cuerpo de naves.
Propone Santamaría López una datación cronológica cercana a la segunda mitad del siglo XII, mientras que Ajo González la sitúa en torno al siglo XI; parece sin embargo que la cabecera no debe ser anterior al siglo XIII, mientras que las naves se irían a la primera mitad de ese siglo.
que las naves se irían a la primera mitad de ese siglo. Recibió la declaración de Bien de Interés Cultural a finales del siglo pasado, concretamente en 1995.


Románico en la comarca de Turégano y el Pirón
Características del románico en la Comarca del Río Pirón y Turégano
La geografía de esta ruta se corresponde con la franja nororiental de la Comunidad de Villa y Tierra de Segovia, regada por el río Pirón y que tiene a Turégano como su principal y más conocida población.
Las aldeas de esta zona han sufrido una fuerte sangría demográfica en las últimas décadas por el poder de atracción de la capital segoviana, con sus mejores posibilidades y comodidades modernas.
El románico de estas tierras cercanas a la ciudad de Segovia es abundante y homogéneo. Especialmente influido por las modas y estilos imperantes en la capital, comparten con ésta su general carácter tardío, probablemente fechables en el siglo XIII.
Hay que añadir que muchas de estas tierras pertenecieron al Obispado de Segovia durante la Edad Media. algo que de lo que ha quedado constancia en la calidad de algunos de sus templos.
Algunas construcciones se conservan aceptablemente y forman un conjunto de gran monumentalidad arquitectónica como la iglesia-castillo de San Miguel de Turégano y los templos de Sotosalbos, Caballar y La Cuesta, aunque en ésta, sus tres naves se deben a una ampliación gótica. En otros casos, las construcciones serán más modestas, levantadas con calicanto, y su interés se centrará en portadas y galerías porticadas.
El rasgo común y principal del románico del Pirón es la exuberancia de decoración floral y vegetal de sus portadas. La decoración de rosetas inscritas en círculos perlados y las flores de aro de formas acorazonadas constituyen el principal carácter unificador del románico de esta comarca.
En lo referente a la escultura figurada, será el repertorio animalístico, tan abundante en toda la provincia y de gran importancia en la capital, una constante en estas iglesias. No falta nunca la amplia colección de leones, arpías, grifos, centauros, dragones y aves, frecuentemente enmarañados por selva vegetal, de inspiración silense.
En algunas iglesias se repite el motivo común de lucha entre guerreros cubiertos con cota de malla y el tormento de pecadores a manos de malignos demonios.
No obstante, hay algunos capiteles figurados con escenas bíblicas como el de la iglesia de San Miguel de Turégano que representa una bella Anunciación o la Adoración de los Reyes Magos que podemos ver en uno de los capiteles del pórtico de Sotosalbos. Además, hay que significar los retablos pétreos dentro del ábside de la iglesia de Santiago de Turégano con la hierática representación del Apóstol junto a un Cristo en Majestad rodeado por el Tetramorfos (en la Parusía).

Iglesias románicas en la Comarca del Río Pirón y Turégano
A lo largo del Valle del Pirón y las proximidades de Turégano (al nordeste de la ciudad de Segovia) se esparcen decenas de iglesias románicas. He elegido, por su importancia, las de Sotosalbos, Pelayos del Arroyo, Caballar, La Cuesta, Tenzuela, Torreiglesias, Muñoveros, Viollovela de Pirón, Peñarrubias de Pirón, Adrada de Pirón y Basardilla, además de las propias de Turégano.
 
Turégano
Se encuentra Turégano a 34 km al norte de Segovia, próximo ya a la Tierra de Pinares, en la confluencia de los arroyos de las Mulas y del Arenal o Valseco, que dan lugar al de Santa Ana, tributario del río Cega.
Aparte la antigüedad del poblamiento en época prehistórica y romana y la probabilidad de un asentamiento bajo dominio árabe, que trataremos al estudiar la iglesia de San Miguel, la primera mención medieval a la localidad aparece en la documentación catedralicia y data de 1116, cuando el concejo segoviano dota a su catedral de la heredad de Sotosalbos, que delimita ab illa carrera que uadit a Septempublica in Secobiam usque ad summitatem serrem et ab illa semita que uadit a Torodano ad Butraco usque a Pirum, donación confirmada por Alfonso I de Aragón en 1122. El lugar pasó en 1123 a señorío episcopal por cesión de la reina Urraca al obispo Pedro, junto con Caballar y sus pertenencias, siendo ratificada por su hijo Alfonso Raimúndez en ese mismo año, luego en 1136 y 1139, y por bula de Inocencio II en el último año citado. Nuevamente se menciona Thorodano de modo indirecto en 1137, señalando esta vez como límite de una donación el camino que conducía de Turégano a Fuentidueña por Cantalejo.
La propiedad del lugar incluía los derechos sobre sus habitantes, constituyéndose así en parte del señorío episcopal, tal como lo reafirma otro documento de 1149 del mismo Alfonso VII. El obispo Guillermo cedió de su propio en 1161, para ampliar los ingresos del tesorero episcopal, llamado entonces Raimundo, los diezmos de sus rentas agrícolas en las proximidades de Segovia, en la serna de Riomilanos et in Torogano et in serna de Cega. Ya el 10 de julio de 1232 se expidieron en la villa sendos documentos de indulgencias concedidas a quienes visitasen la Catedral segoviana en el día del aniversario de su consagración, firmados respectivamente por don Bernardo y por el arzobispo toledano don Rodrigo Jiménez de Rada.
En el reiteradamente citado documento de reparto de rentas entre el obispo y dignidades del cabildo segoviano, rubricado por el legado pontificio, cardenal Gil de Torres, en septiembre de 1247, entre las posesiones de la mesa episcopal se cita en lugar preferente Turuegano cum pertinentiis suis et dominio vassallorum, derechos ampliados por el obispo don Blasco en 1295 mediante compra de cierto heredamiento. A mediados del siglo XIII, en la provisión de la mesa episcopal aparecen citadas dos parroquias en Turégano, las de Sancti Yague y la de Sant Migael. Sin embargo, la primera referencia documental a la iglesia de Santiago la encontramos en un documento de 29 de noviembre de 1258 por el que el obispo y el cabildo acuerdan distribuir entre los pobres, y el sobrante entre ellos, las rentas asignadas a ciertas comidas comunitarias, entre ellas in portione de Sancti Iacobi de Torodano, octo morabetinos. Consta la existencia de otras iglesias en la localidad, como la de San Pedro del Burgo, que ya en el siglo XVI se había anejado a la parroquia de San Juan, además de otra con categoría de ermita y dedicada a Santa María del Burgo. La de San Juan, que estaba en la zona alta del pueblo –teso del cementerio–, debió ser reformada a mediados del siglo XV, pues la visita pastoral de 1446-1447 dice de ella que “rrepara se de nuevo”. Eran, sin embargo, las hoy subsistentes las que nucleaban los dos barrios principales de la villa, el del Castillo (El Altozano) y el bajo o de Bobadilla, articulándose ambos en torno a la gran plaza. En la citada visita, publicada por Bonifacio Bartolomé, se las califica a ambas de “buenas”, añadiendo de la de Santiago que “quieren adobar los órganos e el portal”. A mediados del siglo XIX, el Diccionario de Madoz nos informa de la reciente anexión de la iglesia de San Miguel a la parroquia de Santiago.

Iglesia de Santiago Apóstol
La iglesia parroquial, dedicada a Santiago Apóstol, preside la plaza del mismo nombre, inmediata a la Plaza de España o Mayor, la principal de la villa, y al antiguo Palacio y caballerizas de los obispos.
Es un edificio de notables proporciones, de planta basilical con una colateral añadida al norte, potente torre a los pies y cabecera compuesta de tramo recto y ábside semicircular. Es precisamente esta estructura oriental la única superviviente del primitivo templo románico tras las sucesivas reformas que lo transformaron fundamentalmente a lo largo de los siglos XVII y XVIII.
Durante la primera mitad del siglo XVII, al ir asumiendo esta parroquia la preponderancia sobre el resto de las de la villa debido a su posición central dentro del entramado urbano, se decidió la ampliación del viejo edificio. Muy probablemente en esta segunda campaña se derribó la nave primitiva, alzando en su lugar la actual, notablemente más espaciosa y provista de una colateral al septentrión compuesta por tres tramos cubiertos con bóvedas de arista, y quizás el tramo abovedado y retranqueado que funcionaría como capilla oriental.
Tanto la nave como la torre alzada a los pies se construyeron en mampostería con refuerzo de sillares en los esquinales y encintados de vanos, siendo en su aparejo numerosas las piezas labradas a hacha procedentes de la primitiva construcción románica.
Incluso, sobre la actual portada meridional, adintelada y en la que campea una escultura de Santiago Matamoros inscrita en una hornacina bajo frontón triangular, observamos un sillar románico con arista matada por bocel.
Probablemente a estos trabajos se refiera la cita recogida en la visita que a “estas obras” realizó el obispo Fray Pedro de Tapia el 19 de noviembre de 1642, del Libro Iº de Difuntos de San Miguel conservado en el Archivo Parroquial.
Casi un siglo y medio después se alzó la irregular capilla abierta al norte del presbiterio, dedicada a San Antonio, así como la actual sacristía.
Contemporáneas de éstas serían la capilla de La Soledad, abierta al muro meridional del presbiterio, y la llamada “sacristía vieja”, que comunicaba con la citada capilla y fue demolida durante los trabajos de restauración de 1990.
Ayudan a fechar estas estructuras –que fueron recubriendo completamente la primitiva cabecera– tanto la inscripción labrada en el dintel de la puerta abierta en el muro norte de la colateral –“Siendo cura el Licenciado Antonio Conde, Julio, 24, de 1707 años”–, como las distintas referencias recogidas en los Libros de Fábrica conservados.
Si la construcción de las referidas capillas de San Antonio y La Soledad, a ambos lados del presbiterio, y de las dos sacristías, llegaron a recubrir casi por completo el exterior de la cabecera románica, algo similar ocurrió al interior, donde los muros laterales del tramo recto fueron perforados para dar acceso mediante sendos arcos a dichas capillas, quedando el hemiciclo oculto tras un retablo neoclásico.
Por los Libros de Fábrica del Archivo Parroquial sabemos que, el que hoy vemos, no es sino al menos el tercer retablo con el que se dotó a la capilla mayor del templo. La primera referencia proviene del Libro de Visitas de Santiago de Turegano. Libro I y 2 y varia. Fundaciones Antiguas, cuya visita de 1549 se inicia haciendo referencia a que “primeramente fallo en la capilla mayor un retablo de pincel de la ebocación del señor Santiago con la ymagen del señor Santiago de bulto”.

Este retablo, probablemente de estilo gótico, fue sustituido en el primer cuarto del siglo XVI por otro renacentista, obra del ensamblador Juanes de Aldaba y del pintor Alonso de Herrera. En el Libro de Cuentas de la Yglesia de Santiago de la Villa de Turegano.
Años de 1735 a 1758, un “Ynbentario de todas las alajas y Ornamentos de la Yglesia de Santiago de esta villa de Turegano”, efectuado el 20 de junio de 1736, describe este perdido retablo como “un altar antiguo sobre dorado que está en la capilla mayor de dicha yglesia con la Ymagen de bulto del Santo titular, un christo en la cruz y su custodia”.
Unos años después, en 1754, otro inventario nos sigue hablando del “retablo antiguo sobre dorado que era en la capilla maior de dicha Yglesia”, incluyendo entre las imágenes “una ymagen de bulto del santo titular que esta colocado en dicho Altar, un christo en la Cruz, San Ramón y San Blas, y una custodia con el santissimo sacramento en ella”. Pero, poco después, queda constancia de la realización, por el maestro ensamblador segoviano Francisco Rodríguez, de “la echura del retablo nuevo que se a puesto en la capilla mayor”, correspondiendo esta vez ya al actual retablo, que no se doró hasta algunos años después, ya que es en 1776 cuando en las cuentas del Libro de Fábrica se anota el gasto de 10583 reales de vellón como “el coste que a tenido el dorar el Retablo Mayor de dicha Yglesia y tablero que esta detras de la Custodia, lo qual se a ejecutado por Lorenzo Villa, Maestro Dorador vecino de la Ciudad de Segovia”. Tanto el entallador Francisco Rodríguez como el estofador Lorenzo Villa realizaron también los “tres santos para los tronos del Retablo Mayor de dicha Yglesia, que son San Pedro, San Pablo y Santiago”.
Es probable que el retablo renacentista de Juan de Aldaba y Alonso de Herrera se consumiese por un incendio del que no tenemos noticias expresas, aunque las huellas dejadas por el humo en el revoco que cubre el hemiciclo, junto al hecho de que poco más de un siglo después se acometa la construcción de otro retablo, animan a pensar que este hecho sucedió en los años centrales del siglo XVIII. El actual, de correcta factura, es un ejemplar de tres calles delimitadas por pilastras y columnas corintias exentas, con las antes referidas tallas de San Pedro y San Pablo en hornacinas de las calles laterales y un monumental sagrario en la central, coronada por un frontón curvo partido que deja ver la imagen del titular del templo –que porta venera en la capa, libro y bastón– cobijada en la hornacina del ático que ocupa el cascarón absidal.

1. Pórtico Sur, 2. Nave, 3. Ábside, 4. Sacristía, 5. Capilla de la Virgen del Rincón, 6. Campanario, 7. Baptisterio, 8. Pórtico Oeste (tapiado),9. Mazmorra de Antonio Pérez, 10. Capilla de Cristo del Amparo, 11, Marcas de cantería.

Trazada a grandes rasgos la evolución de la fábrica y sus aditamentos, centrémonos en la descripción de los vestigios del primitivo templo románico. Estos se ciñen, como señalamos, a la cabecera, compuesta de tramo recto presbiterial y ábside semicircular acodillado al anterior.
Ambos se levantaron en buena sillería caliza labrada a hacha y en la que son frecuentes las marcas de cantero, cubriéndose el presbiterio con bóveda de cañón apuntado –moderna y desafortunadamente rejuntada– y el hemiciclo con bóveda de horno. En el transcurso de las obras de restauración llevadas a cabo por la Junta de Castilla y León entre 1989 y 1991, cuando fue demolida la denominada “sacristía vieja” que solapaba buena parte del ábside y cuya huella puede verse al exterior en la roza de su cubierta, sobre la ventana meridional, y en la chambrana y parte de la imposta rasuradas, se acometió la liberación de gran parte del sector hoy visible del tambor absidal, así como el rebaje de la cubierta de la capilla meridional. Podemos así contemplar la primitiva estructura de la cabecera, aún parcialmente oculta por la sacristía, cuyo volumen solapa la ventana más septentrional del hemiciclo, y su cubierta la cornisa del muro norte del presbiterio.
Aunque sigue un esquema tradicional románico, se aparta ligeramente de la mayoría de las cabeceras segovianas en la ausencia de semicolumnas articulando el tambor, rasgo éste que comparte con las de Duruelo, Cerezo de Arriba, La Cuesta o Torreiglesias.
En altura se establecen tres niveles mediante dos líneas de imposta. La inferior, de simple nacela y muy deteriorada, corre a la altura del alféizar de las ventanas, mientras que la superior, ornada con las recurrentes tetrapétalas de tratamiento espinoso inscritas en clípeos ornados con banda contario, continúa por el muro la línea de los cimacios que coronan las columnas acodilladas. Éstas recogen los arcos de las ventanas, levemente apuntados y rodeados por chambrana de triple hilera de billetes, alzando sus fustes –en dos casos fruto de la reciente restauración– sobre basas de perfil ático degenerado y plintos, rematándose por capiteles figurados con la lucha de dos parejas de infantes ataviados con cota de malla –similar a otro de la cabecera de Sequera del Fresno–, un combate de jinetes, arpías y una pareja de aves de largos cuellos picándose las patas, algunos similares a otros de San Cristóbal de Segovia y la portada de Tenzuela.
El coronamiento del muro del hemiciclo, a todas luces modificado, muestra una cornisa decorada con rosetas que apoya directamente en el muro, sin canes. 

Capitel de ventana del ábside
Capitel de ventana del ábside

Capitel de ventana del ábside 
Capitel de ventana del ábside 

También alterado parece el muro meridional del presbiterio, aunque conserva la hilera de canecillos románicos, de buena factura, decorados con hojarasca, el prótomo de un felino, un personaje grotesco con patas de ave, una arpía con capirote, una serpiente enroscada, un busto femenino similar a otro de Caballar, una escena de parto, una máscara monstruosa engullendo a un avaro, una pareja abrazándose, etc.


Ya en el interior, da paso a la cabecera un arco triunfal apuntado y doblado que reposa en una pareja de semicolumnas coronadas por espléndidos capiteles, de fustes rasurados a media altura para ampliar la visión del altar y acoger un púlpito elevado, del que se da noticia en los Libros de Fábrica en el momento de la adquisición de un tornavoz para el mismo.
El capitel del lado de la epístola se orna con una pareja de aves picando las ramas del árbol que actúa de eje de la composición, sobre fondo vegetal de acantos de profundas escotaduras rematados por piñas o caulículos. La misma refinada factura muestra el capitel del lado del evangelio, ornado con dos parejas de grifos rampantes afrontados, que alzan sus cuartos delanteros sobre unos muy perdidos leones, mientras vuelven sus cuellos hacia atrás, enredándose las colas de los que ocupan el frente de la cesta. De los cimacios de ambas cestas apenas si quedan fragmentos del meridional, habiendo sido sustituidos por piezas de yeso, suponemos que durante la última restauración. Sobre todo el de los grifos guarda relación con los relieves de Caballar, Revenga, La Losa, Perorrubio o, en menor medida, con otros de San Juan de los Caballeros.
Capitel del ábside interior
 

El acceso tras el retablo neoclásico que cubre el hemiciclo nos depara la previsible visión del interior de las ventanas que daban luz a la primitiva capilla, así como la más sorprendente de una pareja de relieves que flanquean la ventana central. Ambos, con unas dimensiones de 1,52 m de altura por 0,50 m de ancho y labrados en caliza dorada, se encastran bajo impostas historiadas entre las columnas acodilladas de las ventanas. La gruesa capa de yeso que cubre los relieves y la escasa perspectiva que permite el retablo dificultan su lectura y hacen que la descripción se mueva parcialmente por el sinuoso terreno de la hipótesis.

Como al exterior, interiormente el hemiciclo se articula en tres niveles, delimitados por una imposta con perfil de listel y nacela bajo las ventanas, sus cimacios, y la imposta sobre la que arranca el cascarón absidal; estas dos últimas, además, repiten la decoración vista al exterior, rodeándose los arcos con chambranas abilletadas.

Retablos Santiago y Pantocrátor
 

En cuanto a los capiteles, los de la ventana septentrional, oculta al exterior por la fábrica de la sacristía, muestran una pareja de lo que parecen pavos reales bebiendo de la fuente de la vida o picando una baya, y otra pareja de aves afrontadas. Entre ésta y la abierta en el eje se encastró un altorrelieve con un personaje masculino, barbado y con larga cabellera, quien, en posición frontal y descalzo, viste manto de pesados pliegues en zigzag y acostados, mientras porta un libro abierto en su mano izquierda y lo que pare ce un cayado en su diestra.
Sobre él se dispone una serie de tres figuras, dos bustos humanos y un prótomo de lobo. Los capiteles de la ventana central se decoran con una serie de personajes sedentes, alguno de aire simiesco, que parecen llevarse sus manos al cuello (el izquierdo) y una pareja de leones afrontados.
Entre esta ventana y la meridional se dispuso, sobre una repisa de cuarto de bocel, un magnífico grupo escultórico, con la representación, en la zona superior, del Pantocrátor bendicente inscrito en la mandorla y rodeado del Tetramorfos, bajo las figuras de dos ángeles portadores del sol y la luna, éstos emplazados en la imposta que, en las enjutas de los arcos, corona el relieve.
Bajo la visión celestial, agrupados en dos alturas, aparecen seis personajes. Los tres del registro superior visten túnica corta y se muestran de pie portando cayados, mientras que sobre los que se alzan aparecen arrodillados, siendo éstos bien visibles gracias a haber sido eliminado aquí el revoco.
Claramente se observa que en el grupo inferior se ha buscado la caracterización fisonómica: el primero de ellos es un joven de larga cabellera y fino bigote, la segunda es una mujer de rictus sonriente ataviada con toca con barboquejo, y el tercero, barbado, porta un bonete gallonado. Creemos que guarda relación con el tema aquí representado la iconografía del único capitel visible de la ventana meridional –el relieve de su compañero es absolutamente irreconocible–, en el que, cierto es que con reservas debido a la gruesa capa de ennegrecido enlucido que lo cubre, acertamos a interpretar una escena de castigos infernales, con al menos dos demonios torturando a una o varias figuras.


Avanzar una interpretación de las imágenes hasta aquí descritas resulta arriesgado, pese a lo cual, y con toda prudencia, creemos ver una representación de la Segunda Parusía y un Juicio Final como “digresión marginal en una aparición escatológica”, según expresión de Yves Christe (CHRISTE, Yves, Les Grands Portails Romans. Études sur l’iconologie des théophanies romanes, Ginebra, 1969, p. 61). Las tres figuras inferiores de los bienaventurados, situadas al pie de la Teofanía, podrían así interpretarse como San José, caracterizado por el bonete y el bastón “en tau”, la Virgen y, probablemente, San Juan Evangelista. Mayores reservas mantenemos en cuanto a la identificación de la figura del otro relieve. Al aparecer con los pies desnudos no cabe duda de su categoría de visión supraterrena, pudiendo ser así, en función del libro que porta, bien un apóstol o un profeta, aunque el cayado también podría convenir a su interpretación como la figura de Santiago el Mayor, santo titular del templo. Estos conceptos e imágenes extraídas del evangelio de Mateo y el Apocalipsis, plasmados en unos relieves excepcionales por su marco, creemos funcionarían como elementos doctrinales, ejemplificando la liturgia y moviendo a la devoción, al modo de los retablos lígneos que se popularizarán a partir de la época gótica. En ese sentido, tras el retablo del siglo XVIII, no se oculta sino el primitivo retablo de la iglesia románica.

En cuanto al estilo de estas esculturas, y a falta de un estudio más detenido de las mismas que sólo será posible tras su liberación del revoco, la cuidada talla y ciertos rasgos de su caracterización anatómica inducen a aproximarlas a las realizaciones de algunos de los talleres tardorrománicos más activos del área navarro-aragonesa (círculo del denominado “maestro de San Juan de la Peña”, sobre todo en San Pedro el Viejo de Huesca), y las obras de la seo de Santo Domingo de la Calzada, cuya influencia se deja sentir en la comarca de las Cinco Villas de Aragón y, en Castilla, en la catedral de El Burgo de Osma y algunos templos de la capital soriana, aunque también en la provincia de Segovia es perceptible su impronta en ejemplos como Languilla y Grado del Pico. De confirmarse estas conexiones, la cronología de estos relieves debería situar se en un margen cronológico entre las dos últimas décadas del siglo XII y las primeras del XIII. Los rostros de los personajes arrodillados no dejan de recordar algunas de las cabecitas que vemos en las pilas bautismales de Rebollo, Aldealengua de Pedraza o en la aguabenditera de Escobar de Polendos.
A este excepcional hallazgo escultórico debe unirse, para acrecentar aún más el interés del mismo, el de los claros vestigios de policromía que los cubre, protegida por la gruesa capa de revoco, y de los que únicamente se adivinan tonos rojos de intensa vivacidad. Esta policromía es muy probablemente la original, constituyendo así su estudio una inmejorable oportunidad para aproximarnos al conocimiento del aspecto real de los relieves románicos, dada la escasez de elementos escultóricos románicos que la han conservado. A ello se une la presencia, en los laterales del piso bajo del hemiciclo, de pinturas murales geométricas en damero con tonos ocres y blancos, muy similares a otras que decoran el zócalo del acceso al ábside del evangelio de la iglesia de San Miguel de Turégano. Su cronología –bajomedieval o posterior– está por determinar, aunque claramente medievales son las que decoran la bóveda del ábside, imitando el llagueado de la sillería con dobles trazos rojos y brotes vegetales.
Conserva además la iglesia de Santiago un buen ejemplar de pila bautismal románica, emplazada hoy en el tramo occidental de la colateral. Presenta copa semiesférica de 143 cm de diámetro por 64 cm de altura, decorada con marcados gallones y cenefa de tallos ondulantes y brotes en la embocadura. Se alza sobre un deteriorado tenante circular de 22 cm de alto, a su vez decorado con un junquillo sogueado y unos muy gastados motivos vegetales. Es notable su similitud con las pilas de las iglesias de Valle de San Pedro, San Juan de Pedraza y Caballar, guardando relación con las de San Miguel de la misma villa y La Asunción de Torreiglesias, ésta epigráficamente datada en 1168.
Por último, en la sacristía del templo se conserva una Virgen románica sedente, llamada Nuestra Señora del Burgo, desgraciadamente mutilada para ser transformada en imagen vestidera y posteriormente completada, añadiéndose quizás la cabeza, ambos brazos y una desproporcionada figura del Niño. Presenta en su actual estado 75 cm de altura, 26 de ancho y aproximadamente 21 de profundidad. Aposentada en un sitial, viste María manto y capa con fiador, alzando sus pies sobre la figura de un dragón de cola enroscada. El Niño, desaparecido, se asentaba sobre su pierna izquierda. Sin duda la pieza merece una cuidadosa restauración.

Iglesia de San Miguel Arcángel
El origen del recinto fuerte de Turégano en el teso que domina la población, que durante tiempo se creyó arrancaba de una fortificación musulmana, parece tras las últimas excavaciones (2005) que debe encuadrarse en un origen cristiano.
Pese al voluntarioso y apasionado discurso de don Plácido Centeno, no existe argumento histórico alguno fuera de la conjetura que permita asegurar la existencia de un elemento fortificado en Turégano anterior al medievo, ni huellas de su dominio en época condal. Ni siquiera la posibilidad apuntada por Cooper en relación a este recinto exterior, del que dice “parece árabe, ocupando probablemente el lugar de una muralla romana anterior”, pasa de ser una hipótesis razonable que deberá esperar confirmación arqueológica.
La muralla de doble recinto de tapial reforzada con cubos cuadrados y protegida por foso es indudablemente obra anterior a la construcción del castillo bajomedieval, aunque quizás –según nueva conjetura de Cooper– no sea sino la cerca del primitivo asentamiento, contemporánea de la propiedad episcopal de la localidad, verificada por donación real de 1123, la cual se refiere del modo habitual a la totalidad del realengo en la misma, sin referencia alguna a fortificación o iglesia preexistente.

Aproximadamente en el centro de este primitivo recinto murado, que por sus reducidas dimensiones parecía proteger más al “barrio alto” que a todo el poblado, se erigió bajo probable patrocinio episcopal uno de los templos románicos más ambiciosos de toda la provincia, y ello en los últimos años del siglo XII o primeros del siguiente. A tenor de las referencias documentales, es probable que esta iglesia se encastillase posteriormente, para sufrir ya en la segunda mitad del siglo XV e inicios del XVI una extraordinaria mutación que la transformó en el magnífico monumento que hoy contemplamos.
Y es que la importancia de Turégano dentro del señorío episcopal segoviano se vio reforzada durante el turbulento aunque artísticamente prolífico periodo en el que la sede es presidida por don Juan Arias Dávila (1461-1497). Este prelado, como confiesa en su testamento, la “guarnesçio e rreparo porque estaba tan facil de tomar que qualquiera tyrano facilmente lo pudiera ocupar y poseer e consiguientemente apropiar asy los frutos e rrentas de la yglesia y aquel no se debio de menospreciar ni dexar syn rreparar porque en el mismo lugar tenia el obispado mayor parte de sus rrentas que en lugar de todo el obispado”.
Parece que, independientemente del más que probable encastillamiento de la iglesia previo a su episcopado –se cita como prisión episcopal “una torre del castillo” ya entre 1438 y 1442–, es a partir de las obras patrocinadas por Arias Dávila cuando en el carácter del monumento comienza a primar lo militar sobre lo litúrgico, aunque como hasta hoy sin menoscabo del segundo aspecto, materializándose este hecho en la denominación del mismo como fortaleza ya desde 1475. Sobre cuándo inicia este obispo las obras, parece que el momento inicial rondará el año 1471, fecha del no conservado concierto entre los vecinos de Turégano y Veganzones con el prelado “sobre el hedificio de la fortaleza que se avia de hazer”, según recoge un inventario del Archivo Catedralicio de 1543.
Siguiendo a Cooper, con las matizaciones introducidas en las fases constructivas por Mora-Figueroa, las obras acometidas por Arias Dávila corresponden al recinto perimetral, de planta rectangular con torres circulares en los ángulos, y al forro y transformación de la zona oriental de la iglesia –cabecera y tramos cuarto y quinto–, sobre la que se alzó una triple torre de ángulos romos, de las que la central –que embutió en su fábrica al primitivo campanario alzado sobre el tramo que antecede al presbiterio de la capilla mayor–, más elevada, funciona como torre del homenaje. En su interior, un auténtico laberinto de escaleras y accesos, bien protegidos, dan acceso a una serie de cámaras abovedadas a distintos niveles, todo levantado en fuerte encofrado de calicanto y revestimiento externo de mampostería.
El proyecto de Arias Dávila fue continuado por su sucesor en la cátedra segoviana, el obispo Juan Arias del Villar (1498-1501), recubriendo completamente los muros del cuerpo de la iglesia con calicanto y forro exterior de buena sillería, muros que se alzan por encima de tres metros sobre el nivel de la cornisa románica. Si en el hastial occidental de la iglesia se añadieron a los matacanes y almenas tres torres circulares en los ángulos y centro –ésta última ante la primitiva portada de poniente–, la fachada meridional recibió una monumental portada avanzada sobre el ingreso al templo, flanqueada por dos torres de planta poligonal hasta la imposta y circular sobre ella.
Finalmente, entre 1521 y 1543, siendo obispo don Diego de Rivera, se completó el castillo con la torre norte, que alberga una magnífica escalera de caracol de Mallorca que da acceso directo a los adarves, obra atribuida a Juan Gil de Hontañón. Una completa idea del aspecto del castillo al poco de finalizar las obras la ofrece la tasación realizada en 1549 y publicada por Ruiz Hernando (1975). La silueta actual se completó con la gran espadaña alzada sobre la fachada sur de la iglesia, que data de los primeros años del siglo XVIII (ca. 1703).

A San Miguel de Turégano parece convenirle, más que la comúnmente aceptada denominación de castillo–iglesia, la de iglesia usurpada por un castillo. Y es que, en justicia, su volumen exterior fue literalmente suplantado por la fortaleza mandada edificar por el obispo Juan Arias Dávila, que también alteró –aunque en menor medida– el espacio interior del templo. La interesantísima relación entre ambas estructuras, la primera religiosa y la otra tanto señorial y penitenciaria como marcadamente defensiva, pese a su apasionante interés, escapa forzosamente a las pretensiones de estas líneas. Subrayemos sólo que la dualidad espacial que ofrece, con unos volúmenes exteriores que en nada se corresponden con el espacio interior, hacen de este edificio uno de los más llamativos del Medievo hispano, amén de convertir su estudio en un auténtico rompecabezas, que nubló su lectura entre otros a Lampérez, por lo que, hasta que no se acometa en él un estudio arqueológico, documental y artístico realmente profundo, las opiniones que aquí avancemos deben ser tomadas como provisionales. Y hecha esta rápida introducción al conjunto del monumento, nos centraremos en lo que podemos saber del templo románico, verdadero objeto de nuestro estudio.
Torres de acceso a la iglesia.
Portada de acceso a la iglesia de San Miguel. Escudo del obispo Juan Arias Dávila
 

Interiormente nos hallamos ante una más que notable iglesia de planta basilical sin transepto y tres naves, aproximadamente el doble de ancha la central, coronada por cabecera también triple de ábsides semicirculares escalonados precedidos por tramos rectos, cerrados los primeros por bóvedas de horno y los presbiterios con cañón apuntado sobre impostas de nacela. Levantado combinando la sillería con el calicanto, las naves se cubren con bóvedas de cañón apuntado, marcándose los tramos con fajones doblados; las de las colaterales se realizaron en encofrado, mientras que la de la central fue alzada en sillería, cerrándose a mayor altura, aunque no queden evidencias de que contase con iluminación directa. Parten estas bóvedas de impostas con perfil achaflanado en la central y de nacela de las colaterales.
Planta a nivel de suelo
Planta de la iglesia a nivel del arranque de las bóvedas de la cabecera
 

Caracteriza al templo la irregularidad de los cinco tramos que componen sus naves, cuyos paramentos interiores en las colaterales se arman con arquerías ciegas apuntadas que adelgazan el muro, siendo especialmente difícil de explicar la falta de ortogonalidad del tercero de la central. Sobre el inmediato al presbiterio de la capilla mayor, de unos 3,90 m de profundidad, esto es, casi metro y medio menos que los restantes, se alza una torre rectangular hoy prácticamente absorbida por la estructura del donjon del castillo bajomedieval.
Hacia el interior, fruto de la misma reforma, se redujo la altura de este espacio construyéndose la bóveda de terceletes que hoy vemos y modificándose los pilares. No obstante, conserva la torre su primitiva bóveda de cañón apuntado del mismo eje que la nave, sobre impostas ornadas con tres filas de tacos, oculta por la bóveda de crucería citada aunque visible a través de un hueco practicado sobre el presbiterio. No conservamos vestigios del remate de la torre, situada como la de La Trinidad de Segovia o Navares de Ayuso en el tramo que antecede al presbiterio, aunque por proporciones no parece que tuviera un cuerpo superior sobre lo conservado.
Iglesia de San Miguel. Bóveda
Iglesia de San Miguel. Nave central. Bóveda 

Resta visible el alzado del muro occidental de esta torre sobre la cubierta de la nave central, mostrando su buen aparejo de sillería y en el centro un arco de medio punto –cegado y parcialmente alterado al colocarse en su vano una ladronera– al que rodean otro con grueso bocel que apea en columnas acodilladas y uno exterior liso, rodeado por chambrana de finos billetes. Las citadas columnas, sobre basas áticas y plintos, se coronan con capiteles de los que el más meridional es vegetal, con grandes hojas estriadas de puntas rizadas sobre las que se anudan tallos y remate de gruesos caulículos, similar a otro de una ventana absidal del cercano templo de Torreiglesias. Su compañero muestra una pareja de aves de largos cuellos y penacho sobre un fondo de hojas picudas de nervio central, bajo cimacio con las consabidas tetrapétalas en medallones, que se continúa como imposta por todo el muro de la torre.
Interior Iglesia de San Miguel
 

El muro oriental de ésta, visible desde la estancia abovedada sobre el presbiterio de la capilla mayor, está forrado con una hoja de ladrillo, aunque las dos catas practicadas en él permiten corroborar al menos la existencia de sendas columnas. Es también visible parte de la ventana que se abría en el muro meridional de la estructura, al haberse aprovechado el vano para dar acceso a la gran cámara superior del donjon. Por lo observable, repite el esquema del arco occidental, coronándose la columna derecha con un muy maltratado capitel ornado con una pareja de sirenas de cabellera partida que alzan su doble cola, similares a otras de la portada sur de Duratón, ventana absidal de San Sebastián de Segovia, etc.; poco podemos decir de la otra columna, casi completamente embutida en el recio hormigón del castillo, salvo que el capitel que la corona es vegetal, con piso inferior de hojas picudas y otras nervadas y tallos sobre ellas.

La capilla mayor, avanzada sobre las laterales, quedó integrada en el muro oriental de la estructura torreada de la fortaleza. Mantiene abierto, pese a ello y las reformas, el vano central de los tres que daban luz al altar, semioculto por el retablo de 1677 y transformado en el siglo siguiente al realizarse un transparente.
De las ventanas laterales sólo podemos contemplar sus arcos de medio punto sobre columnas rematadas por capiteles vegetales de hojas afalcatadas y collarino sogueado. Resta además el arco triunfal de esta capilla mayor, levemente apuntado y doblado, que apea en machones con semicolumnas en los frentes de basas y fustes rasurados, pero aún coronadas por sus capiteles.
Iglesia de San Miguel, nave del evangelio y pila bautismal
Iglesia de San Miguel, nave de la Epístola 

En el del lado del evangelio vemos un grifo afrontado a un ave, bajo cimacio de tetrapétalas en clípeos, mientras que el de la epístola, igualmente mutilado, se decora con una serpiente alada de enroscada cola y cabecita monstruosa en la cara que mira al altar –nos recuerda a similar motivo del triunfal de Torreiglesias y un can de Duratón– y, tras un caulículo, en el frente se disponía un cuadrúpedo hoy descabezado, probablemente un león a tenor de la cola que pende sobre sus cuartos traseros. También al alzarse la torre del homenaje se reformaron, para reforzar los apoyos, los dos formeros del cuarto tramo de la nave, practicándose dos arcos apuntados de comunicación con las colaterales, que quedan así aisladas de la nave en su sector oriental.
Las reformas emprendidas por el obispo Juan Arias Dávila en la segunda mitad del siglo XV para construir su castillo sobre el templo dejaron tras el ábside de la epístola un espacio condenado, sólo accesible en altura hasta que fue perforado el rudo y moderno hueco que hoy le da servicio. Podemos así contemplar parte del exterior del hemiciclo, con su muro de mampostería enfoscada y la ventana abierta en el eje, recercada de sillería y compuesta de saetera rodeada por arco de medio punto sobre impostas abiseladas y chambrana de nacela. Tras ser cegado, este espacio fue utilizado como mazmorra por los obispos segovianos y, en su nombre, por los tenentes del castillo. La sustancial transformación de la iglesia significó la desaparición del ábside del evangelio en planta, aunque conserva parte del alzado de su tambor, incluida la línea de la primitiva cornisa, con sus canes rasurados.
Aunque en menor medida que la cabecera, también el cuerpo de la nave sufrió adaptaciones con la construcción de la fortaleza, sobre todo encaminadas a reforzar los soportes adaptándolos a nuevas cargas, así como a añadir espacios volados sobre las zonas orientales de las colaterales, conservados dos con función seguramente de trojes. Como señalamos, las naves se distribuyen en cinco tramos irregulares, siendo el oriental más corto que los restantes, a modo de crucero destacado en altura por un cimborrio. Hacia los pies se observa la triple rosca del arco que da paso al tramo, molduradas las extremas con boceles entre nacelas y cenefa de ajedrezado, y la central en arista viva con banda de triple junquillo; hacia el interior del crucero, la parte del arco visible sobre la bóveda de crucería que se añadió, muestra doble rosca en arista viva y banda de triple junquillo. Parte este toral de una imposta ajedrezada.
Dividen las naves pilares de sección cruciforme hacia los fajones, con semicolumnas en los frentes para recogerlos, y lisa para recibir los formeros, también doblados y apuntados, con los salmeres reforzados por piezas labradas a hacha que los arriñonan.
El segundo y cuarto tramo de la nave tienen una longitud aproximada de 5,30 m, mientras que el tercero acerca su planta al cuadrado en la central, con unos 5 m por lado. Los tramos occidentales de las colaterales –algo más cortos, de aproximadamente 4,35 m– se cubren con bóvedas de crucería de plementería encofrada y nervios de sección rectangular que apean en columnillas acodilladas en los pilares de la nave y los ángulos sudoccidental y noroccidental, mientras que en los otros ángulos se embuten en el muro apoyando en breves ménsulas.
En cualquier caso, este tramo de poniente –que Lampérez consideró como posible obra posterior al resto de la iglesia– debió plantearse para albergar una estructura hoy desaparecida, bien fuesen unas improbables torres, bien una tribuna, pues el tramo es casi un metro más corto que los restantes y los formeros que se abren a la nave son más elevados, igualmente apuntados, pero dotados de triple rosca frente a la doble de los otros.
Iglesia de San Miguel. Capitel de la nave
Iglesia de San Miguel. Capitel de la nave
Iglesia de San Miguel. Capitel de la nave
 

En el apartado escultórico, los capiteles de los fajones de la nave muestran el dominio de la temática vegetal, con hojas lisas, otras partidas rematadas por volutas, hojas lisas con grandes caulículos, helechos con pomas, hojas lanceoladas y nervadas, acantos, etc. Dentro de lo figurativo destaca la pareja de cestas que coronan las columnas del arco triunfal de la capilla meridional, sobre todo el del lado de la epístola. En él, y bajo arquitecturas figuradas de arquerías trilobuladas sobre columnas de capitelillos vegetales sobre los que se disponen formas encastilladas –tipo de encuadre que vemos en los pórticos de San Esteban o San Lorenzo, en la capital, así como en Sotosalbos, San Pedro de Gaíllos, Duratón, etc.–, asistimos a una representación de la Anunciación en el frente, flanqueada en los lados cortos por una pareja de arpías de cola de reptil y, una de ellas, con la cabeza velada. La escena central nos muestra al arcángel anómalamente sentado, avanzando hacia María una especie de cetro; ésta, sentada en un trono cuyas patas son prótomos de felino, cubre su cabeza con un velo y demuestra su sorpresa con el gesto de asirse la muñeca con la diestra.
Capitel de la Anunciación
 

Los acaracolados cabellos de Gabriel traen al recuerdo la figura de idéntico tema en la ermita de las Vegas de Requijada. El capitel frontero, de similar estilo, se orna con una pareja de fieros leones devorando a dos personajillos desnudos que yacen en tierra, sobre un fondo vegetal de una gran palmeta y caulículos.
Capitel de la nave de la epístola
Capitel con leones devorando personajes 

En un capitel del fajón que separa el segundo del tercer tramo de la nave de la epístola vemos dos parejas de arpías, las centrales masculinas, coronadas y barbadas y las otras femeninas, tocadas con velo, sobre fondo de hojas lisas partidas con bay en las puntas. Junto a éste, en la misma nave y sobre similar fondo vegetal se disponen cuatro híbridos de cuerpos de ave, cola de reptil y cabezas de cánido con largos capirotes, de los cuales los centrales muerden las bayas. Estas dos cestas muestran una cuidada factura, que también detectamos en otras de temática vegetal.
La visión desde la torre del homenaje del espacio que normalmente ocuparía el patio de armas es sorprendente, ocupado como está por las sobrecubiertas de las naves, de las que se extradosa la central, a doble vertiente, mientras que las laterales aparecen hoy aterrazadas. Es visible en la nave la rasurada línea de canes que marca la altura de la cornisa, conservándose algunos de simple nacela, otro con un rollo e incluso un muy maltratado relieve en el que a duras penas reconocemos una arpía.
Originalmente la iglesia poseía al menos dos portadas, de las que resta como acceso la muy modificada abierta en el tercer tramo de la colateral sur, y otra en el hastial occidental, ésta inutilizada y parcialmente emparedada por las reformas de fortificación del siglo XV, dando hoy complicado acceso a una garita de vigilancia del castillo.

La portada meridional aparece hoy parcialmente oculta por las dos torres que fortificaron la entrada, fruto según Cooper de la continuación de la fortaleza bajo el obispo Juan Arias del Villar (1498-1501), cuyo escudo campea sobre el acceso, protegido por un rastrillo. Poco es pues lo que podemos observar de la primitiva portada románica, siendo sólo visibles las jambas, que repiten el doble bocel del arco de medio punto, cuya rosca aparece decorada con entrelazos, de diseño similar al que vemos en la portada a la torre de San Justo de Segovia. De las impostas sólo resta la oriental, ornada con espinosas tetrapétalas inscritas en clípeos de tallos anudados con banda de contario. Apenas se vislumbra la arquivolta interior, moldurada con tres cuartos de bocel en esquina retraído extradosado por greca de entrelazo.
Puerta meridional Iglesia de San Miguel 

La portada occidental fue inutilizada por el mismo forro que dobló el muro durante las obras bajo el obispo Arias del Villar, siendo utilizado el vano para dar acceso a una de las torres de vigilancia. Constaba de arco de medio punto –cerrado por un tímpano, a tenor de las piezas salientes escalonadas conservadas en su zona baja– de rosca decorada con tallos de los que brotan flores de arum, salvo los salmeres, con árboles de ramas simétricas (“hom”), y la clave, con arabesco de entrelazos. Se extradosa el arco con una nacela, siendo sólo medianamente visible la arquivolta interior, moldurada con grueso baquetón entre nacelas.
Apean los arcos en jambas escalonadas, y la arquivolta visible en una pareja de columnas a ellas acodilladas, sobre basas áticas de grueso toro inferior aplastado, escocia recta y toro superior atrofiado, sobre plintos. De los capiteles que las coronan, el más septentrional recibe dos parejas de estilizadas aves opuestas que vuelven sus picos hacia los racimos que brotan de un arbusto cuyas ramas se enredan al cuerpo de las aves, con similar composición y tratamiento al capitel derecho de la portada de Tenzuela y a otro de la portada occidental de La Trinidad de Segovia; el cimacio y la imposta que lo prolonga reciben una finísima decoración de hojas nervadas y trepanadas de bordes incurvados y ramillete central, motivo que con similar tratamiento volvemos a encontrar en Caballar y en la capital, así en la desmontada portada de la casa románica de la Plaza de Avendaño. El otro capitel se orna con una pareja de gallos afrontados enredados en follaje, mientras que su cimacio recibe exquisitos acantos helicoidales de gran volumen, casi exentos, animados por puntos de trépano, que vemos también en algunos cimacios de San Esteban o San Martín de Segovia.
Victoriano Borreguero veía en el acceso meridional un “extraordinario parecido con la portada de San Juan de los Caballeros de Segovia”, siguiendo una relación con el templo segoviano ya señalada por Avrial, quien añadía a su lista de parentescos el de San Millán. Siendo numerosas las referencias a motivos vistos en el románico de la capital (San Martín, pórticos de San Juan de los Caballeros, San Millán y San Esteban), el taller escultórico que trabajó en San Miguel de Turégano amalgama fuentes muy diversas, encontrándose concomitancias tanto con las iglesias de su entorno geográfico –Caballar, Tenzuela, Torreiglesias, La Cuesta, Revenga, Adrada de Pirón, Sotosalbos, etc.– como con otras relativamente más alejadas, caso del foco de Duratón. En general el tratamiento y la temática nos lleva a relacionar los relieves de la portada oeste con otros de Tenzuela, La Asunción de Duratón, la portada occidental de La Trinidad, la de la torre de San Justo y el atrio sur de San Millán de Segovia.
Con los datos con los que contamos, creemos que la secuencia constructiva de la iglesia manifiesta una cierta unidad, no siendo sustanciales los cambios de diseño salvo quizás en el tramo occidental de las tres naves, donde parecen reflejarse soluciones algo más avanzadas, sin que nosotros veamos la dualidad de campañas románicas que supone Ruiz Montejo.

Es evidente que las obras de la fortaleza supusieron una sobrecarga de las estructuras portantes de la iglesia románica, que ya desde el momento de la ampliación y pese a los refuerzos incorporados hicieron resentirse a los pilares y bóvedas de la misma. De las segundas hay referencia temprana en el inventario de julio de 1502 publicado por Contreras Jiménez, donde se refiere la necesidad de “reparos sobre la yglesia que esta para se hondir la boveda sy no se rrepara que son menester de madera, teja y otras cosas, porque non se caygan las dichas (tachado: bovedas troque) sy se cahen haran danna de mas un cuento y non se restauran con el”. Actualmente es bien visible la fatiga de los pilares del tramo que antecede a la capilla mayor, preparados para recibir el campanario románico pero no así los empujes de la parte occidental de la torre del homenaje del castillo tardogótico. Quizá fruto de las reformas de principios del siglo XVI sea el reforzamiento de los pilares fronteros a la portada sur, literalmente forrados hasta los capiteles.
En el tramo de los pies de la colateral norte se conserva la bella pila bautismal románica del edificio. Presenta copa semiesférica de 124 cm de diámetro en la embocadura (136 cm con el resalte de los gallones) y 66 cm de altura, interiormente avenerada y con el frente animado por salientes gallones. Se alza sobre un pie de 27 cm de altura ornado con junquillo sogueado, bocel decorado con hojitas y junquillo, mostrando indudables conexiones con los ejemplares de Torreiglesias, Caballar, San Juan de Pedraza, Valle de San Pedro y la iglesia de Santiago del mismo Turégano.

Pila bautismal

 

 

 

 

 

 

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