miércoles, 30 de abril de 2025

Capítulo 56-1, Románico en Los Valles Pasiegos: Pas, Pisueña y Miera

Románico en Los Valles Pasiegos: Pas, Pisueña y Miera
La hermosísima comarca cántabra de los Valles Pasiegos está formada por los Valles del Pas, Pisueña y Miera.
Situada al este de Cantabria, los Valles Pasiegos constituyen uno de los ejes sur-norte de la comunidad y una de sus tierras más vírgenes y auténticas.

Características del románico en la comarca de Valles Pasiegos
El Románico de la comarca central de los Valles Pasiegos no es tan abundante como en las vecinas comarcas de Campoo, Saja, Nansa y Besaya. Sin embargo es un románico de gran calidad, que no decepcionará a nadie.
Conectado al románico pleno, es curiosa la abundancia de leones esculpidos en canecillos y capiteles de este románico de los Valles Pasiegos. No parece un mero hecho casual, sino que los talleres que trabajaron en estas iglesias quisieron emplearlo con un mensaje simbólico definido. Hay que recordar que el león es, con diferencia, el animal con mayor polisemia simbólica de todos los que campan por la escultura románica.
En este apartado abordamos los siguientes monumentos: la Colegiata de Santa Cruz de Castañeda, la iglesia de San Andrés de Argomilla de Cayón y la muy próxima de Santa María de Cayón.

Iglesias y colegiatas románicas en Valles Pasiegos
Castañeda
Socobio
El territorio de Castañeda está comprendido en una vega fértil, protegida por las sierras del Caballar y la de Carceña, que en otro tiempo concentraron importantes bosques de castaños, robles, hayas y otras variedades de arbolado que fueron objeto de numerosas y abusivas talas (como señala Madoz, 1845-1850), con destino a los astilleros de Guarnizo, a la fábrica de la Cavada o al Camino Real entre la Rioja y Santander, entre otras finalidades.
La Colegiata de Santa Cruz, de Castañeda, se localiza en el pequeño núcleo de población de Socobio, que dista 1,5 kilómetros de Pomaluengo, la capital del municipio de Castañeda, muy próximo a Torrelavega y a 26 kilómetros aproximadamente de Santander. Se accede por la N-634, o bien, por la A-8, Santander-Bilbao, con salida en el cruce de la localidad de Var gas. Está situada en un entorno muy cuidado, junto al caserío y al río Pisueña, a poco de des embocar en el Pas.
La historia del lugar de Castañeda está íntimamente relacionada con la de la Colegiata de Santa Cruz. La falta de documentación –debido a los múltiples incendios de los que fue víctima su archivo en los años 1560, 1721, 1804 y 1807– hace muy difícil la reconstrucción histórica, tanto del lugar como de la propia Colegiata. M. A. García Guinea (Románico en Cantabria, 1996) intuye: “la Colegiata de Santa Cruz de Castañeda tuvo que tener, casi con seguridad, una historia, que ya en el siglo IX enlazaría con la conocida repoblación del conde Gundesindo, en el año 816, cuando refuerza el monasterio de San Vicente de Fístoles (Esles) a pocos kilómetros de Castañeda”.
A través del Cartulario de Santa María de Puerto, de Santoña, tenemos una primera referencia documentada y fechada, el día 1 de junio de 1092. Se trata, de un hecho relativamente frecuente, de un intercambio de bienes entre abades –Martinus Portulensis y Ihoannes de Sancta Cruz de Chastanieta–, que cambian una heredad que pertenecía al monasterio de Santoña por otra con su monasterio que pertenecía a Castañeda. De otras fuentes tomamos otros datos: El abad y el cabildo de Castañeda tuvieron iglesias con solares, vasallos y heredad por distintos lugares de la provincia, desde el interior de los valles del Pisueña y Pas hasta la costa. El abad Munio González, de Castañeda, cuyo sepulcro se conserva en el interior de la Colegiata, murió en el año 1331, según consta en la inscripción de dicho sepulcro. Este abad, “…se halla mencionado en una escritura de 1º de marzo de 1329, conservada en el archivo de la Catedral de Santander, según la cual dicho abad comisiona a Diego Gómez, canónigo de Castañeda y abad de San Andrés de Cayón, para que vaya a Santander y dé posesión del solar y heredades de la iglesia de San Martín de la Mar, que era señorío de Santa Cruz de Castañeda, al canónigo de los Cuerpos Santos Domingo Pérez de Parbayón. Según resulta de una información anterior en que se delimitaban propiedades y derechos de estas tierras, sus antiguos moradores habían acondicionado en el Sardinero una heredad para el cómodo beneficio de las ballenas que pescaban nuestros marineros, por lo cual tenía el solar como derechos reconocidos las cabelleras y los corazones de los cetáceos pescados. Andando el tiempo, algunos vecinos de Santander se habían apoderado de las heredades de San Martín, de lo que hubo de querellarse el canónigo Par bayón ante Diego Gómez, queja que motivó este pleito, terminado el 30 de marzo de 1329, fecha en la cual el abad de San Andrés, ante el escribano Pero Diaz puso al canónigo de Santander en posesión de las propiedades debatidas” (GONZÁLEZ CAMINO Y AGUIRRE, F., 1934).
En el Libro Becerro de las Behetrías (1352), figura Castanneda como lugar de la Merindad de Castilla la Vieja: Este lugar es behetría e encartación, como quier que la encartación es yerma, e son naturales della los de Suso. Pensamos que se refiere al pueblo de Castanedo, del municipio de Ribamontán al Mar. Si bien, G. Martínez Díez (1981), aunque lo sitúa en este mismo ayuntamiento, lo denomina “Castañeda”. Son, pues, Castanedo y Castañeda dos términos diferentes que corresponden a dos núcleos de población y municipios diferentes. En el mismo Becerro, consta que en lugares de la Merindad de Liébana y Pernía, como Frama, Potes y Baró, había un solar de la compra de Castanneda. Se trata de solares pertenecientes al señorío de Castañeda, y no a la Abadía de Castañeda. También, figuran otros muchos solariegos de este señorío (pertenecientes a otras Merindades), en el Valle de Toranzo, de Carriedo, de Penagos, Piélagos, Villaescusa y Camargo.
El lugar de Castañeda, durante la Edad Media pertenecía a la Merindad de Asturias de Santillana, era señorío (de la Casa de Lara) y abadengo. Esta dependencia fue cambiando; en el siglo XIV, se transformó en lugar de realengo para pasar –a través de Don Tello y sus sucesores los Man rique– a ser propiedad de los Condes de Castañeda y Marqueses de Aguilar. En 1420, Juan II con cedía el señorío y condado de Castañeda a Garci Fernández Manrique, “La villa de Aguilar de Campoo con sus fortalezas y alfoces, y las villas y lugares de Liébana, Campoo de Suso, Alfoz de Bricia y el Valle de Castañeda, con sus monasterios y los solariegos y lo que pertenecía al señorío de Castañeda” (PÉREZ BUSTAMANTE, R., 1976). Por otra parte, la Colegiata de Castañeda dependía de patronato particular, pero estaba bajo la jurisdicción de la diócesis de Burgos.
Del Catastro del Marqués de la Ensenada (1753), correspondiente al Valle y Condado de Castañeda, se conserva uno de los pocos libros, el de Memoriales de Seglares y Eclesiásticos. En él se declaraba “…los canónigos y curas de la Iglesia Colegial y Particular de Santa Cruz de Castañeda certificamos… de doce partes del diezmo de frutos, seis son para el Cabildo y Colegiata de Aguilar; cuatro partes a los cuatro canónigos de Castañeda; una al cura de ella; y otra al racionero y fábrica de esta iglesia”.
En el Diccionario de Madoz (1845-1850), se lee “En Socobio… está fundada la antiquísima iglesia de Santa Cruz, reformada cerca de la edad media, que por haber sido siempre y ser en la actualidad la única parroquia de todo el valle… Como aparece probado en el pleito habido con el Conde de Castañeda, sobre la unión que intentó de esta iglesia a la de Aguilar, su fun dación es debida a los moradores del valle: fue erigida colegiata con 1 abad y 6 canónigos, titulándose aquel abad de Castañeda… Esta colegiata se suprimió el año 1541, por bula de Paulo III, espedida a instancias de D. Juan Fernández Manrique, segundo Conde de Castañeda y primer marqués de Aguilar, hallándose embajador en Roma, con el objeto de agregar sus pingües rentas a la iglesia de Aguilar que el fundó en aquella Villa (se refiere a la Colegiata de San Miguel de Aguilar de Campoo); cuya bula si bien no tuvo efecto por haberse declarado su nulidad en Burgos, hizo se transigiese, y Aguilar se llevó las 7 duodécimas partes de sus rentas, que dando las cinco restantes al nuevo cabildo de Castañeda, reducido a cuatro canónigos, y medio racionero. A fines del siglo XVIII, se entabló un pleito por el valle y su clero para dotar los cura tos de Aguilar, y después de varios sucesos se radicó el plan que actualmente subsiste; estableciéronse 5 beneficiados para todo el valle, iguales entre sí en cargos y utilidades, y sin preminencia ni superioridad alguna…”. Reproducimos parte del texto de Madoz por considerarlo de interés, debido a los datos que aportaba.
Pocos años después, en 1857, M. de Assas firmaba un artículo publicado en el Semanario Pintoresco Español, en el que hacía un estudio detallado de la Colegiata, e incluía también algunos datos documentales de importancia, como el de la dependencia de la Colegiata de Santa Cruz, en 1541, de la Colegiata de Aguilar. Así pues, desde mediados del siglo XIX se constata un notable interés histórico-artístico por esta Colegiata de Castañeda. Obtuvo la declaración de Monumento Nacional, el día 7 de noviembre de 1930.

Colegiata de Santa Cruz
El lugar donde se asienta esta bella iglesia románica es uno de los más interesantes rincones de esta vega y valle de Castañeda, regado por el río Pisueña, que le pasa de parte a parte, siendo bordeado al Sur por la llamada Sierra Caballar y por el Norte por la de Carceña, montes en otro tiempo poblados de robles y castaños, que fueron utilizados para la construcción de buques, y hoy han sido sustituidos por el eucalipto. Aunque no parece existir constancia de haber vivido en el valle el hombre prehistórico, es seguro, dada la certeza de hallazgos en comarcas muy próximas, que conocería bien esta vega. Y lo mismo podemos decir de la época romana. Hoy en día pasa el municipio de los mil seiscientos habitantes, que viven de la ganadería, pero también de la industria y el turismo. Durante la Edad Media, la pesca de salmones y truchas en el Pisueña tuvo que ser un buen acompañamiento, para la dieta de sus pobladores. Debido a las buenas comunicaciones, y a las próximas industrias, sobre todo Nestlé, no parece sufrir movimientos migratorios. El municipio de Castañeda se reparte entre cuatro pueblos, antes llamados “cuadrillas”, que son: La Cueva, Pumaluengo, Socobio y Villabañez. El Madoz (pág. 76) señala muy concretamente dónde se alza la Colegiata de Santa Cruz: “en Socobio al pie occidental de la parte que desde Rioperojal sale de la Sierra de Carceña, y cerca de su extremo, llamado El Cueto, está fundada la antiquísima iglesia de Santa Cruz”.
Pero cuando intentamos indagar cuál fue la historia del valle y sobre todo de la colegiata, nos encontramos con enormes dificultades para poder aclarar un poco, al menos, de su pasado. Así como en otras iglesias y monasterios románicos de la región la historia de ellos ha podido deducirse casi fundamentalmente por la conservación de sus cartularios y documentos, caso de Santillana del Mar, Santoña, Piasca, etc., todo lo que en este sentido pudo contribuir la Colegiata de Santa Cruz de Castañeda fracasó rotundamente por desgraciadas circunstancias. Y estas fueron los incendios que en cuatro fechas (1560, 1721, 1804 y 1807) acabaron con la interesante documentación que existiría. En el primer incendio de 1560, que ocurrió en la casa que el Mayordomo de Fábrica tenía en Villabañez, se consiguieron salvar documentos y sobre todo el Cartulario de pergamino en donde constaban los bienes de la abadía, pero pereció todo en los otros eventos. En el siniestro de 1721, todo lo que se libró del primer incendio, pereció al quemarse la casa que, en Sendera, tenía el canónigo don Francisco de Escalada Ceballos. Trasladados los documentos a la casa de la Regata en 1804, ardió también ésta. Lo poco que quedaba se llevó a la casa de Don Joaquín de Obregón, en Socobio, y en 1807 ardieron los últimos papeles. Así el malhadado destino nos dejó completamente desamparados e imposibilitados de conocer una larga historia sin duda importante.
La Colegiata de Santa Cruz de Castañeda, es casi seguro que, como monasterio posiblemente familiar, tuviera su origen en esos momentos de repoblación, siglos VIII IX-X, cuando en tiempos de Alfonso I y Alfonso II, sobre todo, comienzan a fortalecerse las pueblas en las tierras costeras cantábricas, y se inician las salidas de foramontanos hacia la meseta. Si el conde Gundesindo, documental mente, sabemos que en el 811 repoblaba y entregaba iglesias al monasterio de Fístoles (Esles) en las proximidades de la costa montañesa, no sería extraño que ya por estas fechas pudiera iniciarse el de Castañeda. El origen de nuestros monasterios de la Cantabria intramontes es, posiblemente, el más antiguo de las tierras cristianas, pues conocemos que en la misma mitad del siglo VIII ya constan, con sus nombres e iglesias, algunos en Liébana.
Si en Santillana podemos asegurar, también documentalmente, que en el 980 ya existía todo un monasterio organizado con al menos cuarenta y nueve religiosos, número que da idea de la importancia de una congregación que ya tenía que manifestar su vigor con el pacto firmado con su abad Indulfo, desgraciadamente, en Castañeda no pode mos, con comprobantes históricos, remontar su existencia a los finales del siglo X, pero sí nos es posible asegurar que muy a finales del siglo XI (1092) ya el monasterio de Santa Cruz de Castañeda era dirigido por el abad Juan (Iohannes abba de Castanneta), que es citado en una escritura del cartulario de Santa María de Puerto (Santoña) a cuenta de una permuta de bienes entre el abad santoñés y el de Castañe da. El abad de Castañeda concede una heredad en Anero, y el de Puerto se la cambia por otra con su monasterio en Camargo, in billa que dicent Bolnamtina.
En otra escritura, esta vez del Cartulario de Santillana, vuelve a aparecer este abad Juan, en 1103, firmando como testigo en un cambio también de heredades entre Rodrigo Muñoz y el abad Pedro de Santa Juliana. Esta doble constancia de relación de Castañeda con dos grandes abadías montañesas (Santillana y Santoña) nos da a conocer que este abad Juan ya representaba, seguramente, a una abadía bien considerada y, por tanto, en pleno funcionamiento.
De 1103 a 1331 desconocemos quien y como gobernó la abadía. En este último año, la epigrafía entra en nuestra ayuda ofreciéndonos una lápida que señala la muerte del Munnio Gonzalez “abad que fue de Castañeda que Dios perdone”. Pero sólo un nombre, cuando reinaba en Castilla y León Alfonso XI. Y hasta 1438 no volvemos a conocer quien rige la colegiata. Un documento de concordia firmado el 10 de diciembre de ese año, en Aguilar de Campoo, entre el Conde de Castañeda, Don Juan Man rique, y el abad Don Juan Fernández de Hoznayo, sobre reparto de propiedades, nos da este nombre. Jado Canales nos ofrece algún nombre más: a principios del siglo XVI (sin más precisión) aporta como abad de Castañeda a Don Pedro Fernández Billeba, que en esos años “formó la Regla antigua y Estatutos para el Servicio de la Colegiata”; en 1560 regía la vieja abadía Don Pedro Ruiz de Helguera, y en 1625 Don Fernando Calderón que, a más de abad de Castañeda, era Juez Ordinario en el arzobispado.
Y no parece que existen más noticias sobre quienes fueron los abades que rigieron Santa Cruz de Castañeda. Así que todo lo que pasó en este monasterio y abadía durante los siglos XI y XII–salvo un nombre en el primero todo se lo comió no la tierra, sino el fuego.
La comarca de Castañeda estuvo posiblemente incluida en la expansión de Castilla en tiempos de Fernán González, conde de Burgos y Lara, que en el primer tercio del siglo X fue asimilando los condados de Lantarón, Cerezo, Álava, Asturias de Santillana y la más vieja Castilla del Alto Ebro, convirtiéndose en el conde de toda Castilla. De siempre existe en Cantabria una tradición que habla de que Fernán González fue criado por tierras de Ampuero. Pudiera ser que fuese en esos años o en los de su hijo García Fernández, años finales del siglo X, cuando pudo fundarse ya con brío el monasterio de Santa Cruz, pues es cuando el de Santillana vive con su abad Indulfo las devociones de Doña Fronilde que algunos piensan que fuese hermana del citado conde García Fernández y tía del conde Sancho García el de “los buenos fueros” que calenda muchos documentos con “Sancho García en Castilla y Asturias”. En 1131 pasa la comarca a ser realengo cuando es destituido el famoso conde Rodrigo González de Lara–Rodrigo comes asturiense– por Alfonso VII. El linaje de los Castañeda, en el siglo XIII, tiene figuras como Diego Gómez de Castañeda, en el reinado de Fernando III, que con sus hijos Pedro y Nuño Díaz de Castañeda, extienden su señorío por la vega de Carriedo, Toranzo y otros lugares de las Asturias de Santillana, y ocupan uno de los cargos más importantes del reino de Castilla, su Almirantazgo. A principios del XIV, al hijo de Pedro Díaz, Diego Gómez II, es Alfonso XI quien le concede exenciones para sus vasallos de Carriedo. Este Diego Gómez de Castañeda, fue muerto en una de las persecuciones de Pedro I el Cruel, en Toro. Parece que no tuvo descendencia, y es ahora, en 1369, cuando empieza el reinado de los Trastámara con Enrique II. Muerto su hermanastro Pedro I, el nuevo rey Enrique concede a su hermano el infante don Tello el condado de Vizcaya y de Castañeda y el señorío de Aguilar de Campoo.
Aquí comienza realmente la historia del condado de Castañeda. En 1371 el mismo rey confirma al hijo de don Tello, Juan Téllez de Castilla los señoríos de su padre, esto es “la villa de Aguilar de Campoo con sus fortalezas y alfoces, y las villas y lugares de Liébana, Campoo de Suso, alfoz de Bricia y el valle de Castañeda con sus monasterios y los solariegos y lo que pertenecía al señorío de Castañeda”. Juan Téllez no parece tomó el título de conde. Este título de conde de Castañeda no vuelve a imponerse, realmente, en este complicado juego de términos, señorío y condado, hasta el año 1420 en que el rey Juan II (Octubre 28, en Talavera) concede, esta vez sólo el señorío, en tenencia, y por los muchos y buenos y leales y señalados servicios que vos fecisteis al rey don Enrique mi Padre, a don García Fernández Manrique. Pero casi diez años después, el mismo rey Juan II le confirma a García Fernández Man rique la anterior concesión ya con el título de condado sea des conde del dicho condado de Castañeda (Real Cerca de Peña fiel, 26 junio 1429). Pero este García Fernández Manrique, que estaba casado con doña Aldonza de Castilla, hija de Juan Téllez y nieta del Infante don Tello, ocho meses después de haber aceptado el nombramiento de Conde de Castañeda (25 de febrero de 1430) y reconociendo los derechos que a él tiene su mujer, tanto en Castañeda y Aguilar, por herencia de los Téllez, la cede tanto el condado de Castañeda como el señorío de Aguilar. En manos de los Manrique, descendientes de García Fernández Manrique y de su mujer Doña Aldonza, que traía también con ella señoríos en las Asturias de Santillana, por ser hija de Doña Leonor de la Vega, pasó el condado de Castañeda por momentos de luchas gravísimas de banderías que asolaron las tierras de Castañeda y Toranzo en el siglo XV. Y el condado de Castañeda por haber muerto sin sucesión el Duque de Medinaceli (Marqués de Aguilar y Conde de Castañeda) pasó a la corona, concretándose esta incorporación en el siglo XVIII.
Mientras tanto esto pasaba en lo civil, con una historia que no podemos desmenuzar por complicada y a veces confusa, en unos siglos enormemente revueltos en nuestros valles montañeses, con luchas sangrientas entre behetrías y magnates por la libertad y el vasallaje, y pleitos que duraron cientos de años, como el famoso Pleito de los Valles donde tanta implicación tuvieron los Manrique de Castañeda, los abades de Santa Cruz vivían su historia particular que, como dijimos, desconocemos casi totalmente.

Descripción de la iglesia
Se trata de un edificio construido en buena sillería, bien tallada y escuadrada que, por su aspecto, tanto exterior como interior, requirió una situación económica del monasterio o abadía sin duda bastante notable, derivada posiblemente de las donaciones de los reyes o de la noble za en los tiempos en que se levantaba, y que prueba que estos últimos años del siglo XI o principios del XII, en los que creemos se produce su construcción de lo más antiguo que hoy vemos, el monasterio debía de desarrollar ya una vida notable y tener un número de monjes o de canónigos de acuerdo con su monumentalidad, que es considerable mente espaciosa, y que tomó esta dimensiones tanto por la cantidad de servidores estables como por la circunstancial llegada de visitantes o peregrinos que se acercaban a él movidos por el atractivo, tan común en esos siglos, de venerar las sagradas reliquias que custodiaba. Aunque nada hemos encontrado sobre la existencia en algún tiempo en este monasterio de una reliquia de la Cruz de Cristo, no sería extraño, dado el nombre de la abadía, que ello hubiese sido posible, pareciendo muy factible, además, que el monasterio se levantase en una ruta costera a Santiago, que podía aprovechar la vieja calzada romana de Agripa.
Vista desde el Sureste del presbiterio sur y de la primera y segunda calle del semicírculo absidal 

La iglesia tiene una planta, en su estructura románica, que no suele ser muy repetida en nuestros templos ni en Castilla ni, desde luego, en Cantabria. A pesar de los añadidos que al paso de los tiempos tiene ésta de Santa Cruz de Castañeda, es difícil suponer cual fue su plante amiento primitivo. Quizás pudiera haber sido la realización de una sola nave, un solo ábside, colocación de cúpula en el primer tramo y alzamiento de una torre en el muro meridional, como fueron San Pedro de Tejada y el Almiñé en Burgos, y San Martín de Elines en el montañés Valderredible, y que al irse construyendo el ábside se pensase en añadir otros dos laterales para ampliarla a tres naves, cosa que la torre, ya en alzado, impediría la terminación de la nave meridional, por lo que se optó por una cabecera de tres ábsides, cúpula en el crucero y dejar solo la nave mayor. En Palencia este tipo de cabecera de tres ábsides, cúpula y una sola nave, sólo se da en la iglesia del monasterio de Santa Eufemia de Cozuelos, cuyos ábsides fueron levantados a principios del siglo XII, por los mismos maestros que trabajaron en Cervatos, aunque luego, a fines del XII, se terminase la iglesia con otros criterios y maestros. También vemos algo similar en la iglesia de San Salvador de Cantamuda (La Pernía palentina): tres ábsides, crucero con bóveda de cruce de nervios y cuatro plementos, y una sola nave. Claro que, en este caso, estamos ya en una cronología muy posiblemente del siglo XIII.
La verdad es que para Santa Cruz de Castañeda, sólo podemos operar con suposiciones. En la actualidad, su planta y alzado presentan una amalgama cronológica que resumimos así: su cabecera tiene ahora tan sólo dos ábsides, el central, más grande, alto y ancho, y el derecho (vis tos desde el exterior); el izquierdo, que sin duda existió, fue demolido en 1706 para construir en su lugar una capi lla que mandó levantar don Juan de Frómesta Cevallos, capitán e indiano, y la sacristía. El presbiterio, el crucero, su brazo del Evangelio, y su cúpula completarían con lo anterior la parte más vieja de la iglesia, que estaría, como en precedentes líneas expusimos, entre los finales del XI y el primer tercio del XII. La nave, que primitivamente tam bién sería románica de esta fecha, parece, al menos en su parte de abovedamiento o cubierta, que fue muy restaura da en el XVI-XVII, ya que, si hubo capiteles románicos estos desaparecieron. La torre, a la que se adjuntó la capilla Frómesta creemos que también corresponde al románico más viejo.
A finales del XII o principios del XIII en el muro norte, a los pies del ábside de la izquierda (visto desde el interior) se prolongó éste con una nave de tres tramos y un pórtico pequeño al occidente, abierto ahora por dos arcos de medio punto enrejados. A esta última nave y en sentido normal a ella, es decir, saliendo de ella hacia el norte, y al mismo tiempo construida, se abrió otra nave de dos tramos que quedó incorporada a este conjunto aprovechando el muro norte de la iglesia y ampliar así la capacidad del templo. Todo este añadido parece evidente de una cronología románica posterior, casi en un siglo, a la del núcleo románico anterior, pudiendo pues colocarle muy a finales del XII o principios del XIII, tal como parece asegurarlo el tipo de escultura de sus capiteles, las pilastras y bóvedas muy cercanos al modo de hacer, por ejemplo, de los maestros que trabajan en la comarca de Aguilar de Campoo, tan próximos ya a las maneras góticas.
Alzado este
Alzado oeste
Sección transversal
Sección longitudinal
 
Exterior de la iglesia
Se entra ahora a ella –y siempre debió de ser el principal ingreso– por una amplia puerta de medio punto, algo resaltada del muro del hastial occidental, y protegida en lo alto por un tejadillo que parece muy modificado con arreglos más o menos modernos, pues no se corona con los canecillos que debió de poseer la puerta primitiva. La anchura del muro de esta parte es muy grande y anormal, de casi 3,80 m., por lo que necesitó una enorme chambra na y siete arquivoltas que apoyan sobre cuatro jambas y cuatro capiteles a cada lado. La anchura excesiva del muro de la puerta y su correspondiente remoción puede ser debida a que, según R. Arce, en 1882 existía sobre ella un tablado para subir a la torre por el lado sur, y algún perjuicio la pudo causar, pues algunas arquivoltas se ve que han sido renovadas. Estas son, alternativamente, y de fuera a adentro, baquetones y escocias, y la chambrana lleva en relieve una decoración de círculos tangentes que envuelven cuatro hojas curvadas, decoración que se repite sobre cimacio continuo donde reposan las arquivoltas.


Los capiteles se corresponden con las roscas de baquetones; y las jambas, con las de las escocias. Los capiteles, ocho por tanto, llevan todos parejas de animales, leones, grifos, felinos, etc., que enfrentan sus cabezas, bien en reposo, bien empinándose con las patas traseras, y en algunos los vacíos pueden llenarse con volutas.

Capitel nº 4 (el más interior) del lateral izquierdo de la puerta occidental

Capitel nº 1 (el más interior) del lateral derecho de la puerta occidental 

El estado de conservación de sus relieves es bastante deplorable, pues están tan desgastados que no pueden apreciarse detalles. Los fustes son monolíticos y las basas de voluminoso toro inferior, a veces con lengüeta, escocia muy marcada y toro superior bastante fino. Todas las basas apoyan sobre banco corrido, bajo. Pasando al muro meridional, que sigue construido de sillería escuadrada –y que muestra muy cerca de la cornisa, una pequeña ventana rectangular no románica, tipo aspillera– su cornisa acaba en una secuencia de canecillos que han debido de ser removidos, pero existen varios de tipo animalístico y otros de diversas molduras.
Lados oeste y sur de la torre 

Siguiendo hacia el Este pero apoyándose en el espacio correspondiente al primer tramo de la iglesia, y en escuadra con el muro sur, se destaca la torre, esbelto campanil prismático, todo él de piedra de sillería y con una apariencia que recuerda a la de San Pedro de Cárdeña, aunque carece de las impostas salientes que marcan en el monasterio del Cid los pisos primero, segundo y ter cero. De todas formas, no sabemos si ha sufrido algunas modificaciones, pues se aprecia que, en el primer tramo del lateral oeste, se ven incrustados varios trozos de impostas de billetes. Los tres primeros pisos tienen la misma anchura, pero el cuarto y último se remete un poco, y se emplazan en él los cuatro ventanales geminados que se orientan a los cuatro vientos y llevan fustes monolíticos en sus parteluces que culminan en capiteles animalísticos en sur, norte y este (leones, parece, que se muerden unos a otros) e iconográfico en el lado oeste con el consabido tema de Adán y Eva, sentados y desnudos, con la serpiente enroscada en el árbol; en el lateral izquierdo se esculpe una figura de pie con bastón en T. Los cimacios son de listel en lo alto y escocia bastante pronunciada, lisa. Los arcos que voltean son todos de medio punto, sin chambranas. En el tercer piso (Oeste) se marca un arco de ventana de medio punto, tapiado. El frente sur de la torre, con cuatro pisos, aspillera en el bajo, en el primero abocinada y de medio punto. La ventana del tercero restaurada. Falta el capitel geminado del sur de la torre. Este tipo de torres prismáticas a un lado del templo, es frecuente en la arquitectura románica en general, y en Castilla destacan los campaniles de Segovia, Valladolid, etc., de grácil estructura, pero más cerca de nuestra tierra están los de Santa Cecilia de Aguilar de Campoo (Palencia), Vizcaínos de la Sierra (Burgos), y en Cantabria la de Cervatos. La de Castañeda se concluye por una cornisa que remata su romanicidad con sus canecillos en cada lado, más los de esquina, de muy diversas figuraciones: cabezas de fieros leones o animales, éstos en lucha, caveto, hombrecillo itifálico, bolas con caperuza, protomos de animales, rollos, volutas, etc.

Ventanal ajimezado del muro sur de la torre. Capitel del ventanal 

Los ábsides
Siguiendo el recorrido O-E de la iglesia, se pasan los muros de la sacristía y de la capilla de Frómesta –la que, como en líneas anteriores vimos, demolió el brazo sur del transepto y su correspondiente ábside– nos encontramos directamente con el ábside mayor o central de la iglesia que creemos conservado como románico en la totalidad.
Antes del propio ábside vemos, a la altura de éste, la cornisa del presbiterio sur que se corona o se soporta por siete canecillos que son, de izquierda a derecha, los siguientes: 1) Bola en caveto; 2) Caveto con laterales de volutas planas; 3) Cabeza de animal que mantiene entre sus dientes una especie de pan o rollo; 4) pareja de animales que se muerden recíprocamente las ancas; 5) músico tocando instrumento de cuerda, sentado; 6) Personaje sentado itifálico; 7) Personaje femenino (parece llevar toca) que sujeta algo sobre las rodillas. La cornisa, como las que anterior mente hemos visto, es de caveto liso.
Inmediatamente de este último canecillo se remete el muro unos centímetros y comienza el muro curvo del ábside central. En su cornisa lo hace con un capitel que ocupa el espacio remetido, labrado con volutas y bolas con caperuza. Este capitel que carece ahora de fuste, pero que sin duda le tuvo, y llegaría hasta la imposta donde apoyan los arcos de las tres ventanas.
Siguiendo la cornisa del ábside mayor, después del citado capitel de ángulo, se ven seis canecillos que son: 1) pegado al capitel anteriormente citado, se adorna este primero con dobles volutas en caveto; 2) dobles volutas más pequeñas, bajo tres cavetos en disminución; 3) monstruo con la lengua fuera; 4) protomo de dos cabezas humanas barbadas; 5) cabeza de animal feroz y fantástico con las fauces abiertas; 6) cabeza de cabra; el 7) es otro capitel de columna (también desaparecido el fuste) que, con otras dos, dividía al ábside en tres zonas verticales; se adorna con volutas pequeñas y altas; 8) canecillo en forma de ménsula con volutas a los lados; 9) tres cavetos en disminución y pirámide en el centro; 10) personaje sentado, muy tosco, tocando un arpa; 11) cabeza humana sobre doble caveto en disminución; 12) cuatro cavetos en disminución; 13) cabeza de lobo o león con grandes y temerosas fauces; 14) otro capitel de columna, faltando también el fuste, con águilas en los laterales y volutas en lo alto; 15) bola con caperuza bajo dos cavetos en disminución; 16) igual al nº 8; 17) caveto con punta de diamante; 18) cave tos en disminución con medio disco; 19) cabeza de bóvido; 20) tres cavetos en disminución y bola con caperuza; 21) último capitel de cornisa del ábside, esta vez conservando su fuste que baja, como dijimos, hasta la imposta que forma los arcos de las ventanas, separa los canecillos del ábside y los del presbiterio norte, lleva bolas con caperuza y volutas en lo alto. Los canecillos de este presbiterio norte son: 1) triple caveto en disminución; 2) igual; 3) monstruo engullendo un cuerpo humano hasta la cintura; 4) bola en caveto; 5) cuatro cavetos en disminución, y 6) monstruo.
Este ábside mayor se forma por tres zonas horizontales que separan dos impostas molduradas y decoradas. La zona baja, cuando estuvo completa, debió de llevar tres columnillas entregas formadas por diez tambores que se unían a la imposta más baja que era la base de los tres ventanales. La segunda zona horizontal, intermedia, o de estas ventanas, se cierra por otra imposta que recorre todo el ábside y voltea los arcos de medio punto de estos vanos y tiene también, separando las tres zonas verticales, cuatro fustes monolíticos con sus basas áticas, pero que, en su parte alta, en vez de capitel lo suple la segunda imposta. La tercera franja horizontal del ábside se cierra con la cornisa cuyos canecillos y capiteles ya hemos descrito. Se ven muchos mechinales para los andamios.

La primera ventana del ábside principal, que es la del lienzo sureste, se constituye de la siguiente manera: reposa esta ventana, como las otras dos, sobre la imposta más baja del ábside que lleva como decoración, en todo su recorrido, los repetidos billetes tan característicos de la talla románica. Consta la ventana de un hueco alto, de medio punto, en el centro; a uno y otro lado de él, una columna de fuste monolítico que descansa sobre basas de tipo ático con lengüeta. Cada fuste soporta un capitel. El izquierdo dos leones que se atacan por los cuellos, en lo alto, cabecitas de animal, en centro y lateral de la cesta, entre dos volutas. El capitel derecho, dos filas sobrepuestas de bolas con caperuza y volutas. El cimacio de ambos capiteles es la continuación de la imposta más alta que recorre y abraza a todo el ábside, y lleva una continuidad de círculos tangente unidos todos por una grapa de tres cordones y separados en lo alto por una perla. El intorno de estos círculos, abiertos en su parte baja, y excavados en la imposta, deja ver una pequeña hoja de palma de cuatro limbos abiertos en forma de abanico. Sobre este cimacio apoyan las arquivoltas de la ventana, que son tres: la chambrana exterior que cubre su moldura de escocia con una secuencia ininterrumpida de hojas de palma de seis y siete limbos colocados también en forma de abanico, y separados en lo alto por una perla. La segunda arquivolta, hacia el interior, es plana, pero lleva excisos veintiún dientes de sierra. La tercera es un grueso bocelón entre dos delgados filetes.
La ventana central del ábside mayor es idéntica en todo a la que terminamos de describir, salvo los capiteles. El izquierdo esculpe acantos lisos, como pitones, en dos filas, y en lo alto lugar para cabecita y volutas que parece no se llegaron a tallar. El derecho repite, con distinto dibujo, los animales reales o míticos que se muerden los lomos, en lo alto volutas; cimacio, chambra na y arquivoltas con la misma organización arquitectónica y decorativa de la ventana izquierda. La ventana derecha, sólo varía en los capiteles: el izquierdo, ave en el ángulo, volutas planas y bolas y cabezas de animal en los intermedios. El derecho repite los animales de largo cuello y melenas que luchan mordiéndose los lomos.
Siguiendo el recorrido que estamos haciendo a la iglesia, llegamos al ábside lateral derecho, que suponemos podrá servirnos para pensar que igual que él sería el lateral izquierdo, desaparecido por la capilla Frómesta. Baja mucho la categoría artística de estos ábsides laterales. Este que vemos, situado al Noreste de la iglesia, es pobre de aspecto en su exterior, y pequeño, tanto de altura como de anchura. Se construye, sin embargo, de buena sillería y su cornisa, constituida por un baquetón entre filetes, está sos tenida por trece canecillos: 1) cuatro rollos, 2) tres cavetos en disminución, 3) cabeza de animal monstruoso, 4) dos Ábside lateral derecho. Canecillo 5 cavetos en disminución y punta de diamante, en los late rales volutas planas, 5) cabeza barbada, la frente está rota, 6) otro de cavetos, en disminución, 7) animal terrible con fauces abiertas (parecido al del ábside central), 8) cabeza humana, que lleva sellada la boca con una cuerda, 9) cerdo paciendo, 10) ¿cruz? 11) cabeza de animal sobre caveto, 12) bola con caperuza también sobre caveto, 13) dos cave tos en disminución y tonel. Este ábside tiene un solo tramo vertical y dos horizontales, éstos separados por una imposta de billetes que abraza toda la estructura del ábside y sobre la que se coloca, en posición muy baja, una sola ven tana de aspillera y arco de medio punto, sin columnas, capiteles ni arquivoltas. En los sillares de este ábside lateral derecho, se ven muchas marcas de cantero, en forma de V mayúscula colocada en diversas direcciones.

El muro del transepto norte
Aparece sobre el ábside sin ningún tipo de vanos y coronado por cornisa sencilla de dos baquetones. Los canecillos son como sigue: 1) destrozado, 2) cruz griega, curva y calada en caveto, 3) tres cavetos en disminución y fragmento de disco, 4) cerdo paciendo como otros ya vis tos, 5) tres cavetos en disminución, 6) dos espirales en doble caveto, 7) tres cavetos en disminución y bola con caperuza, 8) dos cavetos en disminución y cabeza de animal, 9) protomo de cabeza de animal y sus patas delante ras, 10) moldura convexa en cuyos lados se dibujan tres volutas.

Los muros de la nave mayor, exteriormente
Estos muros exteriores de la nave vieja románica han sufrido enormes modificaciones. Vimos los canecillos que quedan del muro sur en su trayecto desde el hastial de occidente hasta el muro de la torre, que bien se ve lo que han podido cambiar cuando en el siglo XVI o XVII se replanteó la bóveda de la nave, que en principio debió de ser de madera, pues no hay contrafuertes exteriores que habrían de necesitarse si hubiera sido de cañón con fajones. El muro de la nave, en su recorrido norte, nos ha quedado–debido a los añadidos que apoyados en él se colocaron a finales del XII o principios del XIII, que prácticamente crea ron una nave lateral a la iglesia– totalmente ignorado, y no sabemos, por ejemplo que tipo de ventana y cuantas eran, si las tenía. Sin embargo, conserva algunos canecillos que de izquierda a derecha son: 1) de rollos, 2) figurado, 3) otra vez rollos, 4) difícil de percibir, 5) de tres rollos, y 6), 7) y 8) de rollos. El resto, si los hay, están cubiertos por el tejado de la ampliación protogótica.

Exterior de la linterna
La linterna, que es una de las más destacadas del románico montañés, recuerda un poco al tipo de la de Frómista, esto es, dos pisos o cuerpos, el primero de planta cuadrada, y un segundo de planta octogonal, obligada por las trompas angulares que convierten el cuadrado en ocho lados para mejor sostener la cúpula. Resulta menos airosa que su posible modelo, por ser más baja y más achaparra da. De todas formas, sobresale en el alzado tan sólo un poco menor que la torre. El primer cuerpo se perfora, en cada cara del cuadrado, por una relativamente pequeña ventana de arco un poco apuntado, que en la cara norte es trilobulado. Tan sólo en la cara oeste no sabemos si la hubo, porque su lugar lo ocupa ahora la cúspide del tejado a dos aguas de la nave mayor. El segundo cuerpo carece de luminarias, todas sus caras son macizas. De todas formas hay evidentes irregularidades en la cara oeste donde pare ce que hay huellas, cuatro basas áticas con su plinto, que hace suponer que en ésta se intentaron abrir ventanas que posteriormente no se hicieron y fue todo el muro rellenado de sillería, con canecillos de caveto, sin ninguna talla relivaria. En el chaflán suroeste del octógono, aún queda una columna angular, con su fuste monolítico y su capitel, que baja desde la cornisa hasta la imposta que separa los dos pisos de la linterna, imposta que lleva decoración de rombos. Parece muy posible que esta parte alta de la linterna, sobre todo en su muro oeste, haya sido removida en tiempos antiguos, lo que puede probar que la cúpula tuvo algún serio percance.
Toda la cornisa de la linterna, que es de caveto, sin nin guna decoración, se soporta por una serie de canecillos. Los del muro sur son los siguientes, de izquierda a derecha, a partir de la columna del chaflán suroeste, 1) capitel de esta columna con altos acantos casi lisos pero que terminan en tres bolas con caperuza pegadas al cimacio, 2) canecillo de caveto, simple, 3) ídem, 4) caperuza sola sobre larga lengüeta y lengüeta sin bola, 5) caveto doble en disminución y bola en el centro, 6) animal que parece esconder la cabe za entre las patas delanteras, 7) especie de piña de la que salen las molduras que se cruzan en el centro del canecillo, 8) cabeza humana, 9) caveto con gran bola.
Los canecillos del chaflán sureste son: 1) bola con doble caperuza, arriba y abajo, 2) caveto triple en disminución y bola con caperuza, 3) caveto simple, 4) moldura o figura horadada, 5) figura masculina, sentada e itifálica.
Los canecillos del muro este son también animalísticos y de caveto. Son nueve. El este-norte lleva cinco canecillos. El chaflán este-norte tiene cinco. Y los del muro norte de la linterna son: 1) cabeza de animal de redondos ojos, 2) caveto simple, 3) doble caveto, 4) otro caveto sin más, 5) y 6) caveto simple, 7) bola con caperuza sobre lengüeta, 8) medio cilindro, 9) caveto simple. El chaflán noroeste 1) bola con caperuza, 2) caveto simple, 3) ídem, 4) ídem.

Interior de la Colegiata
Nada más acceder por la gran puerta del occidente, entramos en la nave principal de la Colegiata (por cierto, un poco desviada en relación con el crucero y cabecera), y la impresión que causa, al primer vistazo, es la amplitud de una iglesia con un elevado crucero, una cúpula de gran y bella factura y un ábside amplio y alto que deja pasar una luz tamizada por sus tres ventanales abocinados. Los tres tramos de la nave, hasta llegar al crucero, son más oscuros, aunque hay claridad suficiente para comprobar que no estamos atravesando todavía un ámbito románico, pues aunque la estructura de los muros y de la bóveda lo pueda parecer, pronto nos damos cuenta de que, si bien la modificación ha sido realizada con cierta preocupación, pensada o inconsciente, de no romper el ambiente, los capiteles, colocados posiblemente en el siglo XVII, nada tienen que ver con la estética románica. ¿Qué cubierta tuvo esta nave cuando los canteros del siglo XII alzaron la iglesia? Creemos que posiblemente de madera, pues no se aperciben contrafuertes exteriores para sostener arcos fajones.
Donde verdaderamente comienza la fábrica del XII es en el arco toral por donde se accede de la nave al crucero.
Éste, como dijimos, se estructura a base de cuatro arcos torales, doblados y de gran altura, que apoyan sobre capi teles historiados. El arco triunfal y el que da a la nave principal quedan abiertos totalmente. En cambio los arcos torales laterales, los que dan a los brazos del transepto, quedan ciegos, tapiados desde lo alto hasta que en ellos se abren los huecos que dan paso a los citados brazos. Estos huecos se configuran también como arcaduras dobladas que, igualmente, apoyan en capiteles historiados. Por tanto, sólo en el crucero y en sus pasos a los laterales, hallamos capiteles que describiremos de esta forma:

Capiteles del arco triunfal del ábside (mirando al altar)
El derecho (capitel 1 en el croquis) lleva dos águilas esquinadas que con sus garras aprisionan peces o liebres. El centro de la cesta bolas con caperuza y en lo alto cabeza humana de la que salen dos volutas. Los laterales bolas y volutas. El cimacio, muy repetido en estos capiteles, y en general en las impostas decoradas de Castañeda, es de arcos tangentes y grapados cuyo intorno, bastante ahueca do, talla palmetas cuatripétalas. El capitel izquierdo (capitel 2 en el croquis) tiene como motivos iconográficos una figura humana de pie, con traje talar, que sujeta con las dos manos un bastón en forma de T, muy normal en las representaciones románicas. A su siniestra, animales fantásticos que engullen a un personaje de pie.
Situación de los capiteles descritos en la fábrica de la iglesia románica de los primeros años del siglo XII. 1-14 capiteles del crucero y ábside del evangelio; 1a-11a capiteles de la arquería del ábside
Capitel derecho del arco triunfal (nº 1 en el croquis)
Capitel izquierdo del arco triunfal (nº 2 en el croquis) 

Capiteles del gran arco de la izquierda del crucero (capiteles 3 y 4 en el croquis)
El de la izquierda de bolas con caperuza y cabecitas en el centro; cimacio de caveto liso. El derecho lleva dos personajes alrededor de un árbol. Puede ser el tema común de Adán y Eva. En la otra cara de la cesta aparece un monstruo al que coge Adán con la mano izquierda, mientras que la derecha la apoya en el árbol. Hay también volutas y cabezas de sierpes entre ellas. El cimacio es el característico de Castañeda de círculos con palmetas.
Capiteles del gran arco de la derecha del crucero (capiteles 5 y 6 en el croquis)
El izquierdo con leones afrontados, de pie, y sobre el collarino. Sobre uno de ellos parece que cabalga una persona. En lo alto volutas y bola. El derecho también tiene leones semejantes, volutas y cabezas. Cimacios de ambos de palmetas.

Capiteles del gran arco que da paso a la nave central (mirando a la nave) (capiteles 7 y 8 en el croquis)
El capitel derecho (nº 8) tiene tallados cuatro leones sobre el collarino, enfrentados de dos en dos. Detrás del primer grupo aparece una figura humana de pie; sobre los otros un personaje que parece gatear sobre uno de ellos. En el centro de la cesta y en alto una cabeza de animal que parece devorar a una pareja de perdices o palomas. El capitel izquierdo (nº 7) se ordena así: lateral izquierdo, cabeza de animal entre volutas y debajo dos perdices que cruzan sus cuellos. Centro: cabeza de animal entre volutas, debajo cuatro perdices que cruzan sus cuellos dos a dos. Apoyados en el collarino, cuatro leones o fieras, de pie. Los dos de la esquina que mira al ábside enfrentan sus cabezas y apoyan una de sus patas delanteras sobre las rodillas de un personaje (¿Daniel?) de cabeza rota que parece abrazarles. En lo alto, volutas y cabeza de animal. El cimacio, el de las con sabidas palmetas entre círculos secantes y grapados.

Capiteles del arco doblado que da paso al brazo del transepto de la Epístola (capiteles 9 y 10 en el croquis)
En el arco que se abre a la capilla de Frómesta, cuyo intradós lleva cuarterones rehundidos de época barroca, cuando se hizo la capilla. Se conservan los dos capiteles románicos que le sostienen. El izquierdo (nº 9) lleva talla dos cuatro leones de pie sobre el collarino, enfrentándose dos a dos. Los que juntan sus ancas en el frente de la cesta pasan sus rabos por debajo de las patas traseras subiéndolos después hacia la cabeza de un animal que les muerde con sus potentes mandíbulas. De esta cabeza y hacia los lados salen volutas. Cimacio, el repetido de palmetas. El capitel derecho (nº 10), con cimacio de entrelazo de dos cordones, está compuesto de dos filas de bolas con caperuza y en lo alto la repetida cabeza de animal o humana de la que salen las volutas. En los laterales, cabezas de animal.

Capiteles del arco doblado que da paso al brazo del transepto del Evangelio (capiteles 11 y 12 en el croquis)
El otro arco doblado, el que da paso a lo que fue el brazo del transepto izquierdo, es igual que el anterior, salvo que el intradós no fue modificado posteriormente, y lleva los siguientes capiteles: el izquierdo (nº 11) presenta, saliendo del collarino, ocho acantos esquematizados en bandas de líneas verticales y paralelas que acaban en bolas con caperuza, también rayada. El frente de la cesta, esculpe, por encima de las bolas, una cabeza de león o carnicero que sostiene entre los dientes un par de perdices, cuyos cuellos ya mastica. Cimacio, como casi siempre, de círculos y palmetas. Dos volutas, una grande, la izquierda, y otra muy reducida, la derecha, cierran la cesta. En los laterales, volutas y cabezas de animal. El capitel derecho repite los cuatro leones siameses, unidos por la cabeza y pisando el collarino y encima la cabeza de animal que sostiene con la mandíbula las volutas con las que acaba la cesta. Cimacio como el del anterior, y todo ello muy deteriorado.

Capiteles del ábside lateral izquierdo (capiteles 13 y 14 en el croquis)
El arco de entrada a este ábside, el único conservado de los dos que primitivamente tuvo la iglesia, es de medio punto y apoya sobre dos capiteles: el izquierdo (nº 13), con cimacio de círculos tangentes con palmetas, lleva leones enfrentados, que aproximan sus cabezas, y otro que vuelve la cabeza y se muerde la cola; en alto cabeza de león, parece, de la que salen dos volutas que cierran el frente de la cesta; a los lados también volutas. El derecho (nº 14) lleva una fila inferior de bolas con caperuza y en alto una cabeza de animal en el centro y volutas angulares. Cimacio, igual al anterior. La única ventana de este ábside lleva arco de medio punto, con dos arquivoltas de bocel y dientes de lobo que cargan sobre cimacio de nacela que, a su vez, descansa sobre dos capiteles: el derecho de bolas con caperuza y volutas en las esquinas; el izquierdo de simples hojas como pitones y volutas angulares. La base de la bóveda de horno lleva una imposta de hojas triangulares separadas por perla.

La cúpula
Se alza sobre los arcos torales con una majestuosidad verdaderamente notable, y toda ella de buena sillería concertada y en hiladas concéntricas. Las trompas, que pasan al octógono, son muy sencillas, de cuatro segmentos de arco en disminución, y la iluminación es la que entra por los cuatro ventanales que comentamos en la descripción anterior.

El ábside central
Es quizás la parte de la iglesia más espectacular y atra yente. El presbiterio, bastante profundo, se cubre con bóveda de cañón de eje normal al del templo. Todo él está también fabricado de muy buena sillería y se divide, horizontalmente, en tres partes: la bóveda, que queda separada de otro tramo ciego, el que se corresponde con el que ocupan las ventanas, por una imposta de palmetas y otro tramo bajo ocupado por una bella arquería de dos arcos a cada lado. El semicírculo absidal, tiene los mismos pisos que el presbiterio, salvo la bóveda que es de cuarto de círculo o de horno. Lo demás se corresponde en todo con la división del presbiterio, con las mismas impostas de separación que recorren por igual todos los espacios que configuran el ábside. Las ventanas, que son tres, tienen arcos de medio punto doblados y –a diferencia de las aberturas exteriores que ya vimos, que llevaban arquivoltas y columnas– las del interior carecen de todo agregado y sólo se nos muestran con su limpio abocinado y un derrame horizontal; se pare cen mucho a las del ábside de Frómista, salvo que en esta iglesia palentina el derrame es inclinado hacia el interior.
Las arcaduras ciegas, que bajo las ventanas y en el presbiterio se marcan, son, en conjunto, ocho; cuatro para el presbiterio (izquierda y derecha) y otras cuatro para la cabecera del ábside, y, en total, son once capiteles los que hay (van también numerados en el croquis), que empezando por el presbiterio lateral izquierdo, están decorados de la manera siguiente: 1a) Dos filas de bolas con caperuza, en lo alto volutas de esquina, en cuyo centro figura otra bola de caperuza, el cimacio de círculos tangentes, abiertos por debajo y grapados, y su interior rehundido y grabada una palmeta de seis limbos, decoración como vimos muy repetida en Castañeda. 2a) De izquierda a derecha, león, leona o perro que muerde las ancas de un gran león de marcada melena que junta su cabeza con otro de similar forma. Detrás de ellos, cabeza y cuerpo de hombre sentado o de pie, sobre cuyas rodillas apoyan una pata delantera los animales (¿Daniel entre los leones?). Las colas de los leones pasan entre las patas traseras de los animales, suben por su vientre y en el lomo son mordidas por la boca de una cabeza también de felino. Bajo el cimacio, que es idéntico al del capitel anterior, bolas con caperuza. 3a) Interesante, repetido el tema varias veces en Santillana. Pelícanos que jun tan sus cabezas y cuerpo, formando el esquinal de la cesta y volviendo sus cuellos se pican a sí mismos. Encima de ellos, en los laterales, cabeza de animal con boca de rana, ladeada por volutas y bola con caperuza.
Cimacio, el repetido de círculos y palmetas. 4a) Acantos partidos en sus puntas, de manera que es difícil asegurar como terminaban.




Lo más probable es pensar en bolas con caperuza, aunque pudieran acabar simplemente en punta. Detrás, volutas que vienen desde los acantos bajos y suben hasta el cimacio repetitivo de las palmetas; separa a estas volutas una bola de caperuza. 5a) En el lateral izquierdo, pareja de hombre y mujer, de pie; la mujer se distingue por la toca rizada que envuelve su cabeza, viste capa y brial que la llega a los pies; el hombre a su izquierda, y de tamaño más grande, la abraza, al parecer, en un momento que puede interpretarse de cariño y despedida. En el centro de la cesta lucha a pie de dos infantes, el de la derecha que lleva lanza y escudo llega con el arma ofensiva, que maneja con la derecha, a herir brutalmente en el cuello a su contrincante. Éste, que también porta lanza, da con ella en el escudo de su enemigo. Ambos visten aljuba abierta y debajo brial hendido que ter mina muy cerca de los pedules. El lateral derecho recoge otra escena de lucha, ésta cuerpo a cuerpo, entre dos personajes vestidos con “femoralia” y agarrándose ambos por el cuello, buscando el vencimiento. El cimacio es biselado sin decoración. 6a) Parecido al nº 1, es decir, de dos filas de bolas con caperuzas y encima volutas en esquina y bola con caperuza separándolas. El cimacio es de palmetas car nosas de cinco limbos en abanico, con perlas arriba y abajo. 7a) Capitel decorado con tres leones de pie. El primero, a la izquierda, apoya una de sus patas delanteras en una cabeza humana cortada. Los otros dos forman el cen tro y lateral derecho del capitel y juntando sus cabezas parecen beber en un gran cuenco semiesférico. Sobre los animales bola con caperuza en el centro de cada lado, y cabeza de animal en el frente. El cimacio es de trenza de dos cabos. 8a) Leones, parece, de cuerpo muy alargado que se muerden mutuamente en sus lomos. Es tema muy repetido en el románico montañés. Sobre ellos, volutas y cabe zas de animal. Cimacio de círculos tangentes y palmetas de abanico en su interior. Entramos ahora en las dos arcaduras del presbiterio derecho, de la epístola. Capitel 9a) Dos leones, unidos por sus cabezas, agarran con una de sus patas delanteras una especie de pequeño animal descabezado. En los laterales, y sobre ellos, volutas y bola con caperuza separándolas. Cimacio, el repetido de círculos y palmetas rehundidas. 10a) Capitel con tema muy querido en nuestro románico (Cervatos, San Juan de Raicedo, Bustasur, Puja yo, etc.). Se trata de águilas esquinadas con las alas abiertas y posadas sobre el collarino y mostrando su pecho (ya las vimos también en Castañeda, en el capitel derecho del arco triunfal); en lo alto, en los laterales, cabezas de animal. Cimacio de billetes en tres hiladas. 11a) Otros dos leones enfrentados con una sola cabeza. En los laterales, sobre ellos, bola con caperuza y volutas a la izquierda y cabeza de animal con boca de rana. Cimacio lateral de círculos y palmetas. Cimacio frontal, perdices o palomas que se cruzan.

La ampliación de la iglesia en los finales del siglo XII o comienzos del XIII
Remigio Arce, en su libro Recuerdos del antiguo valle y condado de Castañeda, publicado en Santander, en 1882, se interesó en sus capítulos III, IV y V de la iglesia-colegiata que ahora nos ocupa a nosotros, e hizo de ella dos apartados: “El templo antiguo” y “El templo nuevo” y –lo que son las cosas– consideró como la parte más antigua a lo que ya hoy creemos es la más moderna. Es decir, esta ampliación que se hace ya en ese tránsito del románico al gótico, Arce la cree la primitiva iglesia que fue luego ampliada por la románica. Naturalmente, en los finales del siglo XIX, casi no había surgido, y menos utilizado, el término “románico” para diferenciarlo del gótico y para matizar así las distintas construcciones religiosas medievales.
Pero ahora, viendo el conjunto de reformas y añadidos que ha tenido la iglesia, podemos asegurar que todo lo adherido al muro norte de la nave de la iglesia de la primera mitad del XII es, prácticamente, una nueva nave al evangelio, que se realiza en las finales décadas del siglo XII o en las primeras del XIII. Y que, más tarde, en los siglos XVI-XVII, se ve ampliada por otra de dos tramos que nace de su muro norte.
Esta nave de finales del XII, que surge del tramo lateral norte del transepto, abriendo su muro occidental, está constituida por tres tramos de diferentes tamaños. Su entrada, desde el exterior, se halla en el muro occidental, justamente a la izquierda de la puerta monumental y principal de arquivoltas y capiteles de la iglesia. Se abre en dos arcaduras de medio punto, cerradas ahora con rejas, posiblemente de los siglos XVI ó XVII, que dan acceso a las dos puertas de esta nave protogótica, una de ellas (la de la derecha) ahora con vertida en gran ventanal. Son de arco apuntado, que apoya sobre capiteles sencillos de acantos verticales, que se doblan en forma aparente de crochet, muy semejantes a los que se ven en los talleres de Aguilar de Campoo y San Andrés de Arroyo, que trabajan en el avanzado románico del norte palentino. Esta doble arquería da paso a un primer tramo de 5x5 m que se cubre con bóveda de cañón apuntado. En este primer tramo, siguiendo la dirección de la nave, existen en el muro izquierdo un arco apuntado ciego, y en el derecho, un arcosolium también de arco apuntado con arquivoltas de escocia y baquetón que apoyan en tres capiteles a cada lado, también vegetales de crochet sencillo. El arcosolium lo llena una figura yacente con la cabeza mirando al Este, al parecer caballero o abad. La piedra en que está tallada lleva en la parte frontal una serie de escudos. Todo parece de época gótico-renacentista.
El segundo tramo es una sala de 7x5 m que tiene bóveda de nervios anchos de gran baquetón entre dos listeles y cuatro plementos. Los nervios que salen de la derecha apoyan sobre un atlante, ejecutado toscamente, y una arpía. Los nervios de la izquierda lo hacen sobre una columna de fuste exento, alta, que lleva en el centro un enorme gloutón o máscara animal engolando el fuste (la de la izquierda). La de la derecha, repite lo mismo, pero en vez de un gloutón hay un protomo de león que parece dominar a una cabeza humana. Los capiteles de ambas columnas son: el izquierdo de crochet y el derecho de centauro portador de arco y ata cando a una fiera alada. La entrada a la nave, que desde este segundo tramo se dirige hacia el norte, tiene un arco apuntado con capiteles dobles a ambas partes en casi relieve continuo, con decoración vegetal en forma de crochet, también parecidos a los de San Andrés de Arroyo. En el muro derecho de este segundo tramo, se abre una puerta en la ancha abertura que da paso a la nave de la iglesia románica de la primera mitad del XII, en el tramo segundo, contando desde los pies. Esta puerta, entre la iglesia más antigua y la nave que estamos describiendo, construida muy a finales del XII o inicios del XIII, tiene incrustados dos sillares grabados, a modo de capiteles, que sin duda, por su decoración, deben de ser residuos de alguna fábrica destruida pre-románica pues el dibujo que llevan –un ramo apaisado de espirales-apunta a un estilo más antiguo tal vez con recuerdos asturianos o mozárabes. Pasada esta puerta, y en el mismo muro donde ella está y el comienzo de un nuevo arcosolio –que describimos inmediatamente– hay colocada en el suelo una tapa de sarcófago muy bello, de corte pentagonal y una larga inscripción en sus lados 2 y 3.

Pasando ya plenamente al tercer y último tramo, con bóveda de cañón apuntado, vemos hacia el Este, a la derecha, un arcosolio de interés. Tiene arco de medio punto con intención de apuntar. La chambrana lleva decoración de arquillos o medios circulillos continuos del tipo de los que caracterizaban a San Andrés de Arroyo, rúbrica que nos ase gura la relación bastante directa con los canteros del norte de Palencia, en esos finales del XII y principios del XIII. Las arquivoltas son de listel, escocia y baquetón, siendo la arquería interior ya algo apuntada. La pared de fondo del arcosolio lleva una escena pintada de la resurrección de Cristo, saliendo del sepulcro y los soldados durmientes; pin tura muy desvaída que no es románica, sino de los siglos XVI XVII. Las arquivoltas del arcosolio apoyan sobre capiteles dobles, de hojas de palma el izquierdo y de roble el derecho, muy bien trabajados por los mismos maestros que ejecutaron el añadido de esta nave de transición. El intradós del arco, a uno y otro lado, carga sobre dos ménsulas o canecillos prismáticos, sin decoración. Las basas de los fustes son áticas con lengüetas. Dentro del arcosolio existe la tapa de otro sarcófago que lleva en su cara horizontal un escudo con cuarteles de la casa de Lara. Enfrente del citado y último arcosolio, existe una ventana abierta al norte, de arco doblado, de alfeizar inclinado, pero sin fustes ni capi teles.
Debajo de ella, tapa de sarcófago, muy bella, de entre lazos y decoración vegetal, todo muy bien tallado, recordando al mejor de los sarcófagos de San Martín de Elines.
La tapa, con horror al vacío en las caras horizontales, lleva en las dos correspondientes a la cabeza y pies del muerto, cruz de brazos iguales labrada, inscrita en círculo, tipo de las que tienen las estelas, con una puertecilla de medio punto colocada a los dos lados. Este último tramo de la nave del románico avanzado se abre al tramo izquierdo del transepto, donde ahora está el más bello retablo de la iglesia, por un arco, tal vez del siglo XVI, comunicando así con la cabe cera de la iglesia antigua. Pero cuando se añadió la nave esta del norte que estamos describiendo, el paso se debió de hacer por un arco más alto, apuntado, que todavía permite ver los capiteles y fustes dobles donde apoyaba (a la izquierda), de cimacio liso y cesta de acantos vueltos en crochet de frutos –uvas, parecen–. Los fustes, monolíticos, llevan un anillo central decorado con orla de semicírculos. Las basas están cubiertas por el suelo de madera.
La capilla que sale del tramo central de esta nave y que posee columnas en el centro, es toda ella del siglo XVI XVII. Igual que son de esta época las reformas que se hicieron en los paramentos interiores de la nave de la iglesia vieja colocando capiteles no románicos.

 

Argomilla de Cayón
Argomilla se encuentra a dos kilómetros al Oeste de Santa María de Cayón, la capital del municipio, y a noventa metros de altitud. Se accede desde Santander por la N-634 y, entre los cruces de Vargas y Sarón, en la localidad de La Penilla, se toma en dirección Sur la CA-611. Argomilla de Cayón no figura como tal en el Libro Becerro de las Behetrías (1352), pero sí consta Sant Andres de Cayon como lugar de la Merindad de las Asturias de Santillana, del obispado de Burgos, y como lugar de behetría de los señores Gutiérrez Díaz de Ceballos y de los hijos de Alfonso Rodríguez de Obregón, quienes compartían señorío. Sus moradores pagaban al rey moneda, servicios y lo concerniente a la justicia en los homicidios de los hidalgos. Por su parte, los señores de la behetría tenían derecho a una comida y al cobro en maravedíes por fallecimiento de cada peón, y de todos los bienes del finado si no tuviere descendencia legítima. También, tenían derecho sobre la justicia de los homicidios de los peones.
En el Apeo de Don Fernando de Antequera, de 1404, se cita Argomilla entre los concejos que conformaban el Valle de Cayón, junto a La Abadilla, Lloreda, La Penilla, Totero, Santa María y San Román. Además, consta San Andrés como abadía con su abad Fernán González, Comparecieron Fernán González, Abad de Santandrés, y Gonzalo Ruiz de Argomilla, por nombre de este concejo. Confesaron ser Argomilla behetría y abadengo. El Rey, exceptuados los omecillos y la Justicia, no tenía otro derecho.
En el Catastro del Marqués de la Ensenada, de 1753, se recoge tanto el pueblo de Argomilla, como la Abadía y Coto Redondo de San Andrés. Argomilla se cita junto a los lugares anteriormente registrados en el Apeo; a éstos se suman Esles y La Encina. Todos componían el Real Valle de Cayón. Se especifica que, “su término se podía recorrer andando en una hora y media, pues limitaba con Santa María por el Cierzo, con la Encina por el Solano, con San Román por el Regañón y por el Ábrego con Sandoñana en el Valle de Carriedo… y en medio de dicho término propio hay otro o coto redondo con jurisdicción separada, propio de don Francisco Javier Cevallos Guerra, Caballero de la Orden de Calatrava y vecino del lugar de San Felices del Valle de Buelna”.
También, se declara que pagaban un único impuesto, el derecho de diezmo y primicia, la mitad a don Francisco Javier Cevallos y de la otra mitad, “una parte a la fábrica de este lugar y la otra al cura beneficiado de este lugar que nombra el citado don Francisco Javier y de las primicias es éste único llevador como Patrono y señor de la Iglesia contribuyendo cada vecino que tiene yunta…”. Asimismo, se hace constar que había dos clérigos, uno de ellos, era el cura beneficiado de la Parroquia de San Andrés del Cotorredondo, residente en éste. Al respecto, figura en el Catastro: “Abadía y Coto Redondo de San Andrés, sita en los términos del Valle de Cayón”. El regidor era don Agustín de Echevarría y el cura beneficiado en la iglesia parroquial, don Domingo Antonio de Elorza y Aguirre. El terreno propio de esta Abadía y Coto Redondo ocupaba “desde el aire cierzo al ábrego un cuarto de legua; y desde el solano al regañón medio cuarto; y en redondez dos cuartos y medio de legua, que se puede andar en una hora; y confronta por todos los aires término y jurisdicción del lugar de Argomilla”.
Tampoco Madoz recogió en su Diccionario, a mediados del siglo XIX, la voz Argomilla, pero sí, “San Andrés, coto redondo, en la provincia de Santander… en el término de Argomilla”, y lo describía así: “Es una eminencia casi en forma de pirámide, cubierta de árboles de roble, y en cuya cima se halla la iglesia parroquial del expresado pueblo y la casa de Ceballos, que tenía jurisdicción sobre este territorio y el derecho de nombrar alcalde”.
La iglesia parroquial de San Andrés se localiza en el Barrio de la Iglesia, de Argomilla de Cayón. Se sitúa al sur, a unos 600 metros de distancia del núcleo de población, en lo alto de una pequeña loma y frente a la casona-palacio que fuera de Ceballos (c. siglos XVI-XVII). Se trata de un paraje bordeado por un riachuelo, prados y masas forestales donde destacan espléndidos ejemplares de encinas y castaños, entre otros árboles. La iglesia de San Andrés fue declarada Bien de Interés Cultural, con la Categoría de Monumento, en el año 1982, y la Casona de Ceballos, en el 2002.

Iglesia de San Andrés
La iglesia de san Andrés de Argomilla se nos ha conservado en buen estado en su fábrica románica, aunque, naturalmente, con algún añadido posterior, como la sacristía, y algún refuerzo exterior para sujetar las tensiones del arco triunfal, que debió fallar en algún tiempo, obligando a colocar un ancho contrafuerte al norte, en la conexión entre el semicírculo absidal y el presbiterio del evangelio.

El monumento
El plano de la iglesia que ahora vemos, no parece muy diferente del que debió de tener cuando se erigió: es decir, una sola nave rectangular bastante alargada, un presbiterio poco profundo y un ábside en medio círculo. En cuanto a su alzado, no apreciamos tampoco ninguna notable variedad. La nave tiene al poniente una puerta arquivoltada, con dos columnas a cada lado, que creemos totalmente original de los maestros canteros románicos. La elevación de la nave es bastante acusada, si bien nuestro parecer es inclinarnos a una techumbre de madera, pues carece, fuera y dentro, de cualquier tipo de contrafuerte que nos hubiese indicado la posible existencia de una cubierta pétrea. Esta existió, y existe, en el presbiterio y ábside, lugares en los que casi siempre es utilizada en el románico por humilde que sea la iglesia.
Planta
Alzado este y sección de la torre 

Exterior
Realizando la descripción de la iglesia de izquierda a derecha, como solemos, y de fuera a adentro, la iniciamos en San Andrés de Argomilla por su puerta principal, que se halla en el muro del hastial occidental. Bastante excepcionalmente, queda hoy protegida por la torre cuadrada de la iglesia, construida posteriormente, apoyándose en este hastial pero dejando un pórtico al que se abre la puerta. Esta es de arco de medio punto que descansa sobre jambas lisas. El juego de roscas que abren el abocinamiento del muro es el siguiente, de dentro a afuera: 1. Arquivolta formada por tres baquetones lisos, el central más ancho que los laterales; 2. Arquivolta algo más estrecha, separada por  un simple filete de la otra, y decorada con un simple y clásico ajedrezado de cuatro filas de tacos; 3. Filete de separación y arquivolta de grueso baquetón entre dos escocias, la interior con medias bolas lisas, la exterior con medias bolas gajeadas; 4. Filete de separación y arquivolta de baquetón. Encima de ésta hay una franja representando dientes de lobo y encima la chambrana con bocelón sogueado.
Puerta principal que se halla en el muro del hastial occidental
La última arquivolta y la chambrana cabalgaban sobre los cimacios de la puerta. Posteriormente, no sabemos con cuanta distancia de años, se cubre la puerta con un pórtico abovedado de dos nervios y cuatro plementos que parecen ya góticos. Sobre este pórtico y esta bóveda gótica se coloca toda la torre de la iglesia que creemos ya de los siglos XVI-XVII. 
La primera arquivolta, la más interior, apoya a la izquierda sobre cimacio de palmetas inscritas en círculos tangentes y grapados, que se abren en su parte baja formando unas pequeñas volutas. Este cimacio lo hace sobre el capitel izquierdo, más próximo al vano de entrada, que esculpe en su cesta una pareja de leones que juntan sus cabezas en la esquina del capitel.

El derecho va montado, en volandas, por un personaje desnudo; el otro, el izquierdo, oculta, con sus ancas, medio cuerpo y cabeza de un hombre vestido, y a su lado la cabeza de una mujer que parecen abrazarse. Al hombre de la izquierda se le ve nada más que medio cuerpo sosteniendo la cola del león. En este lateral, junto al cimacio, aparece una cabecita también humana, sola. Casi toda la parte inferior del capitel está machacada.
Los fustes de las cuatro columnas son monolíticos y apoyan sobre basas áticas con lengüeta; las cuatro cargan sobre plinto y éste sobre banquillo.
La segunda arquivolta posa sobre el cimacio del codillo, sin capitel, que se decora de entrelazos de tres tallos que se prolongan al cimacio del segundo capitel de las arquivoltas de la izquierda de la puerta. La cesta de este último tiene, posados sobre el collarino, una pareja también de leones, que cruzando sus cuellos se muerden mutuamente en los lomos, composición que vemos muy repetida en capiteles de Castañeda, tanto del ábside –interior y exteriormente– como de las ventanas de la torre, y que podemos afirmar han de ser obra de los mismos canteros, taller o maestro, en los dos monumentos, por lo que, quizás con alguna pequeña diferencia de años, hay que colocar a ambas iglesias en la misma cronología. Del cuerpo de estos leones brotan hacia arriba dos volutas, una sobre otra, que ocupan tanto los laterales, como el esquinal del centro de la cesta.
En el lado derecho de la puerta, otros dos capiteles forman pendant con los anteriormente descritos. El más próximo al vano de entrada, también en sus temas y ejecución, se hermana con la labor de los que trabajan en Castañeda. Su cimacio es de idéntico entrelazo al del exterior de la izquierda, y la cesta repite el mismo tipo de aves, perdices o palomas (cuatro), que entrecruzan sus cuellos y que ya habíamos encontrado tanto en el capitel izquierdo del arco toral de entrada de la nave al crucero, en Castañeda, como en el cimacio del capitel número once en la arquería interior derecha del presbiterio de esta última iglesia y aparecen también en Bárcena de Pie de Concha. Estas cuatro perdices posan sobre tres aves parecidas –¿águilas o arpías?–, cuyas cabezas han sido cortadas. El codillo que está entre este capitel y el siguiente lleva cimacio idéntico al del primer capitel de la izquierda de la puerta, ya descrito, de palmetas inscritas en círculos tangentes, grapados.

El capitel más exterior, de los dos que aparecen al lado derecho de la puerta, esculpe tres figuras humanas: una, sentada, en el centro de la cesta, y otras dos, una a cada lado, de pie, en los laterales. Son dos figuras de tipo demoníaco sujetando con una soga por el cuello al personaje sentado. 
El pórtico, añadido posteriormente, pero con certeza, por sus características, no muchos años después de la construcción de la iglesia, está formado por dos fuertes arcos que parten perpendicularmente del muro donde está la puerta, y en donde aparecen las mismas decoraciones que tienen los cimacios de la puerta y en las cornisas de los muros y ábside del exterior de la iglesia, esto es: entrelazos, billetes en cuatro filas entre líneas rectas resaltadas y palmetas insertas en círculos abiertos en su parte baja.
La torre, sin duda muy posterior –como indicamos– se levanta sobre el pórtico; es prismática de tres cuerpos, y en sus cuatro lados del último, abre dos troneras de medio punto. El tejado es a cuatro aguas.

Pasando ahora a la descripción del muro meridional de la iglesia, vemos que tiene unos catorce metros de longitud hasta tropezar con el muro de la sacristía añadida en el siglo XVII-XVIII. Se aprecian, a media altura, tres aspilleras largas y estrechas, con arcos de medio punto, que deben ser románicas, pero sin ningún elemento decorativo, que se abren en el denso paramento de buena sillería. La aspillera que da junto al presbiterio interior se ha transformado en una ventana, esta vez cuadrada de posterior cronología. Dos puertas de arco de medio punto hubo, en su día, en este muro sur, para pasar a una galería que recorría toda su longitud oeste-este, conectando con el pórtico, por una parte, y cerrándose al Este por el muro de la sacristía. Esto es como ahora aparece, aunque es posible que recoja el recuerdo de un ala claustral desaparecida, dado que esta iglesia fue siempre monasterio, y conservó un área de enterramientos con numerosos sarcófagos.
Iglesia de San Andres Argomilla. Santa Maria De Cayon 

Se mantiene íntegra toda la cornisa del muro sur, decorada, en todo su trayecto, con flores de cuatro pétalos, de cáliz profundo, inscritas en círculos tangentes. Está sostenida por veinte canecillos, que son: 1. Tres rollos cilíndricos, uno encima de otro, sobre caveto; 2. Dos hojas en espiral a modo de volutas; 3. Liso, en caveto; 4. Tres prismas en disminución; 5. Liso en caveto; 6. Rollo o tonel en caveto; 7. Tres rollos horizontales, el del centro más saliente; 8. Liso en caveto; 9. Idem; 10. Media esfera hendida en caveto; 11. Mano; 12. Liso; 13. Voluta partida y encima rollo horizontal; 14. Tres rollos horizontales; 15. Tres rollos verticales curvos; 16. Liso; 17. Tres prismas; 18. Rollos verticales curvos; 19. De caveto y 20. Rollos horizontales.
Cornisa del muro sur, con sus seis primeros canecillos


Llegados al muro del presbiterio meridional, vemos que éste, recto, pasa, sin casi apercibirse de ello, a formar una unidad continua con el lado curvo (SE) del ábside, sin la clara separación que en el interior existe entre ellos. Por esta causa, la cornisa exterior de estos dos ambientes, presbiterio y tramo inicial del semicírculo absidal, forman un solo recorrido de canecillos que sólo se interrumpe al llegar a la columna cuyo fuste separa los dos primeros tramos del ábside. Dicha cornisa varía en su decoración de aquella que tenía el muro meridional, pues en vez de la secuencia de flores cuatripétalas que éste tenía, ahora hallamos una composición variada de billetes, primero en tres filas, sin líneas separadoras, y en otras partes, de cuatro y hasta siete filas, pero con líneas separadoras bien resaltadas; composición que se repite en todo el ábside y presbiterio norte.

Los canecillos del muro del presbiterio sur, y de todo el ábside, incluidos los tres tramos del semicírculo absidal y el presbiterio norte, son los siguientes: 0. Oculto por el tejado, y el que inicia el presbiterio, (se ha podido fotografiar); 1. Rollos; 2. Geométrico, aunque parece, esquemáticamente, la cabeza de un caballo con sus riendas y un rosetón en el hocico; 3. Rollos y billetes; 4. Rollos (dos), verticales y curvados, unidos en el centro por media esfera; 5. Cabeza de frente de animal con cuernos muy cortos hacia adentro, muy desgastado la zona de la nariz y la boca; 6. Cabeza de animal que parece tragar a una liebre, de dudosa interpretación; 7. Rollo como los anteriores, curvándose al adaptarse al caveto, en vertical; 8. Protomo de animal que sostiene entre sus labios una esfera y sujeta con sus patas delanteras una cabeza con su pelo rizoso; 9. Especie de piña con algo que la sujeta al caveto. El número 10 es el capitel de la columna-contrafuerte, a la izquierda del tramo central del ábside. Lleva hojas al parecer de palma que se juntan y dejan un bastante fino calado. En el centro de la cesta, entre un arco floral, se encierra otro detalle vegetal. El canecillo 11 esculpe dos cabezas de leones en forma siamesa. El 12. Cabeza de león o leona que sostiene a su cría, en posición semejante a la figura que existe incrustada en el muro meridional de la iglesia de Yermo; 13. León de cuerpo entero apoyando sus patas en el caveto y girado en escorzo; 14. Especie de sirena dentro de mandorla; 15. León fantástico que parece sentado, apoyando sus patas delanteras en rollo o rama; 16. Capitel de la columna derecha del ábside; en lo alto y centro de la cesta un gloutón animal que sujeta con sus dientes una posible trampa en forma de dos arcos o dos gruesas cuerdas en las que dos leones, colocados en los laterales, meten sus cabezas, como aprisionadas; 17. Animal que apoya sus patas en el caveto y sostiene en sus fauces una pequeña cabeza humana; 18. Acanto que dobla en lo alto; 19. Cabeza de león que muestra la lengua envolviendo un rollo; 20. Cabeza humana vuelta a la izquierda de un cuerpo de animal, que sujeta con su mano derecha una gran bola; 21. Hombre o monje acurrucado, agarrándose los tobillos con sus manos. Lleva capucha y capa; 22. Animal apoyando sus patas en el caveto y que mete la cabeza entre sus extremidades delanteras; 23. Animal, de frente, con su cría entre las patas; 24. Especie de arpía o personaje con cuerpo de ave; 25. Hombre itifálico. Los canecillos desde el diecisiete al veinticinco pertenecen a la parte de la cornisa del ábside en el tercer tramo y a los del presbiterio norte.
Primera columna del ábside, nº 10, primer capitel.  Canecillos 11 y 12 de la calle central
    Canecillos 13 y 14 de la calle central                                     Canecillo 15 de la calle central
Segunda columna del ábside, nº 16, segundo capitel       Canecillo 17 de la calle derecha del ábside
Canecillo 19 de la calle derecha                             Canecillo 20 de la calle derecha del ábside
Canecillo 21 de la calle derecha del ábside, vista lateral   
Canecillo 21 de la calle derecha del ábside, vista frontal 

El ábside está, pues, dividido en tres tramos verticales por columnas (dos) de tambores entregos. En estos tres tramos se abrieron en su día las tres ventanas absidales.
La del tramo sureste ha desaparecido convirtiéndose por fuera en vano rectangular.
La del tramo central está en su sitio y con una configuración totalmente románica: arco de medio punto, sin arquivoltas, formado por tres dovelas. Cimacios rectangulares, muy fuertes y sin ninguna decoración y capiteles de altura bastante extraña, y con cestas de apariencia muy románica: el izquierdo con cuatro bolas gallonadas, y con caperuza, de las que crecen acantos doblados, en lo alto, en volutas.
El derecho, es de semejante labra: bolas lisas, con caperuza, y, aunque rotas, se adivinan volutas sobre ellas.

 

La tercera ventana, la del noreste, que ha sufrido la colocación posterior del gran contrafuerte del presbiterio norte, es de configuración muy parecida a la de la ventana central. Aunque se ve completa, no deja de mostrar roturas en cimacios y capiteles. Es, sin duda, de la misma época que el ábside e iglesia, pero también es posible que fuese algo alterada por la construcción del citado responsión que evitó, no sabemos bien cuando, la ruina de la capilla absidal por este lado norte.
Ventana central del ábside                         Ventana lateral norte del ábside 

Su arco es más artístico que el de su semejante central, lleva una chambrana de dos filas de billetes y una arquivolta de grueso baquetón, pero esta arquivolta, al contrario que la chambrana, sobrepasa el medio círculo dando la sensación de un falso arco de herradura, posiblemente no pensado así, sino como consecuencia de la remoción que debió de sufrir al ser afectada por el contrafuerte.
Los cimacios, que parece pudieron ser unas planchas prismáticas, como los que presenta la ventana central, están totalmente partidos. Y los capiteles también han sufrido grandes desperfectos.
El izquierdo aún muestra acantos de cabeza partida, lisos. El derecho, deja ver, aunque maltratados, dos animales afrontados que posan las patas en el collarino y parecen saludarse con una de las anteriores.
Los fustes de ambas ventanas descritas son cortos y monolíticos, y las basas llevan toro bajo acusado y plinto bastante destacado. Las dos ventanas tienen ahora distinta altura en el muro exterior del ábside. La del tramo central está una hilada más alta, mientras que la última, la del noreste, apoya sobre la imposta que divide los dos cuerpos horizontales del ábside, el que acaba en la cornisa, que sería el tercero y el que le sigue hacia abajo, que sería el segundo, en el que se sitúan las basas de las columnas entregas, basas áticas, bien marcadas con dos toros del mismo grosor y una escocia más ancha y profunda adornada con tres esferillas; estas basas posan sobre el plinto que, a su vez, carga sobre un corto contrafuerte prismático que acaba en el más bajo cuerpo del ábside, o basamento general del mismo. La imposta que divide, como apuntamos, los cuerpos segundo y tercero, es de billetes de tres filas, motivo decorativo que priva en los canteros de toda la iglesia.

Terminamos el recorrido exterior de la obra románica, con el reconocimiento del muro norte de la iglesia, que tiene cornisa también románica, como el del sur, pero decorada no con rosetas de cuatro pétalos, como las del muro norte, sino que, imitando a la del ábside y presbiterios, lleva motivos todos de billetes de siete filas o de cuatro, con o sin líneas separadoras. Los canecillos de este muro (veinte) son los siguientes: 1. Cinco cavetos superpuestos en pirámide; 2. Tres rollos ; 3. Especie de cruz de brazos curvos, unidos al canecillo; 4. Liso en caveto; 5. Tres rollos horizontales; 6. Liso en caveto; 7. Tres rollos, el central más saliente; 8. Rollos verticales con bola en medio; 9. Cavetos superpuestos con pequeño rollo en centro; 10. Cavetos superpuestos; 11. Liso en caveto; 12. Cuatro cavetos curvos con prisma vertical; 13. Cavetos superpuestos con espiral en medio; 14. Hombre itifálico; 15. Cavetos superpuestos; 16. Cavetos curvos con espiral grabada en el medio; 17. Caveto liso; 18. Cavetos superpuestos con prisma vertical en el centro; 19. Prótomo de asno; 20. Rollos verticales curvados, con bola en el centro. Los canecillos uno y dos, soportan un fragmento de cornisa de sólo tres líneas de billetes.
En el muro exterior del norte y de la nave, hay tres aspilleras similares a las que tenía el muro sur.


 

Canecillos del presbiterio y muro norte 

Interior de la iglesia
Ya dijimos que San Andrés de Argomilla es una iglesia de una sola nave, cubierta hoy con techo de madera, procedimiento que creemos debió de ser el utilizado en los siglos románicos, pues la ausencia casi total de contrafuertes exteriores e interiores así nos lo hace suponer. Nada de particular tiene esta nave en su interior; sus muros son de sillería, como en el exterior, y se cubre a dos aguas en altura algo superior a la cubierta absidal que, con un poco profundo presbiterio con bóveda de medio cañón, y otra de horno para el ábside, son los únicos espacios que utilizan la piedra de sillería para sus cubiertas. Solamente diremos que esta única nave se iluminaba por tres aspilleras alargadas, de arco de medio punto, existentes a cada lado del muro.
Bóvedas de la cabecera de la iglesia 

La cabecera, formada por el semicírculo absidal y el presbiterio, fue la única parte de la iglesia donde los responsables (promotores y canteros) pusieron todo su interés en darle importancia artística. Dos arcos, el triunfal que da paso desde la nave al presbiterio, y el que desde este lugar se abre a la bóveda de horno, son los que refuerzan y consiguen el sostenimiento de toda la cubrición pétrea.
El triunfal es de medio punto, doblado, pero muy rebajado, quizás por efecto de una reforma de la bóveda, que explica el fuerte contrafuerte exterior, que evitó el posible desplome. Se apoya en columnas entregas, de fustes con tambores de la altura de las hiladas de sillería, que bajan hasta el suelo colocando sus basas, de tipo ático, sobre plinto biselado doble, que carga sobre banco que recorre presbiterio y ábside.
Dichas columnas llevan capiteles historiados de buena factura y disposiciones primitivas.
El izquierdo se organiza a base de una cabeza humana situada en lo alto de la cesta, y en su cara frontal, que parece sostener con sus manos, a la altura del pecho, los rabos de dos leones que los han vuelto, por debajo del vientre y cruzando el lomo, para que el hombre los coja como riendas.
Capitel izquierdo del arco triunfal, cara frontal
Capitel derecho del arco triunfal, cara frontal 

El resto del cuerpo de este último, está completamente oculto por los cuerpos de los leones que volviendo sus cabezas, se apoyan sobre sus patas traseras y, en actitud como rampantes, colocan sus patas delanteras sobre otros leones o animales. El león de la izquierda se junta con otro del lateral, pareciendo encerrar entre ellos a un animal pequeño, cogiéndole uno el cuello y el otro las patas traseras. El cimacio tiene dos tipos de decoración; hacia la derecha, desde el centro, se esculpe un tallo o zarcillo ondulado que va encerrando hojas de palma o de vid, de cuatro pétalos. Hacia la izquierda, vuelve a repetirse el tallo, pero esta vez llena los huecos con cálices de flores octopétalas. Dichos zarcillos salen de las bocas de una cabeza angular, situada a la derecha. No sabemos si también el esquinal izquierdo la tenía, porque está roto.

El capitel derecho, de corte muy semejante, lleva igualmente una figura central, de pie, vestida con traje talar que descubre, sin embargo, la punta de los pedules. Los pliegues de la túnica, que parece llevar un cinturón que cuelga hasta abajo, son muy arcaicos, simplemente de ondas paralelas que recuerdan, por su simetría, los del paño que porta la luna en el panel del Descendimiento del claustro de Silos. Este personaje central parece agarrarse a dos grifos, entre los que aparece, y se oponen por sus nalgas en el centro de la cesta, volviendo ambos sus cabezas hacia los laterales del capitel. Los dos grifos del centro, enfrentan sus cabezas a otro del lateral correspondiente, que parecen picar unas volutas que caen desde los ángulos del capitel. ¿Puede tratarse de la Ascensión de Alejandro? El cimacio es, aunque diferente, muy parecido al del izquierdo, con cabezas de animal en las esquinas y tallo o zarcillo que envuelve hojas trilobuladas. Las cabecitas angulares están muy deterioradas.

El presbiterio lleva, a la altura de los cimacios de los capiteles citados, una imposta, de tres filas de billetes en el muro derecho, sobre la sacristía y otra lisa sobre el muro izquierdo. Por debajo de las ventanas del ábside hay otra imposta simple, apoyada sobre canecillos de caveto, que también corre en los muros del presbiterio.

Interiormente se conservan, en su aspecto románico, las tres ventanas con sus arcos de medio punto, columnas y capiteles, pero en situaciones diferentes de conservación.
La ventana izquierda lleva una chambrana de billetes en tres filas, que apoya sobre las jambas, y una arquivolta interior de escocia y baquetón que carga sobre columnas de fuste monolítico y capiteles decorados, el izquierdo con dos filas de bolas con caperuza y pequeñas volutas angulares.
En el capitel derecho hay también en los extremos, bajo el cimacio, dos cabecitas que parecen de animal. De todas formas, tanto capiteles como cimacios están muy destrozados. En el cimacio izquierdo parece apercibirse un comienzo de decoración, pero en ambos predomina su lisa superficie. Las basas de los dos fustes son áticas, sin adornos, salvo que en la basa derecha, el toro inferior lleva una especie de sogueado con cintas perladas.

La izquierda señala bien las lengüetas sencillas.
La ventana central tiene una chambrana toda ella decorada con un motivo bastante usado en nuestro románico regional: leoncillos encerrados en circulillos o arquerías que les obligan a doblarse, que ya hemos visto en algún cimacio de Santillana, como el del capitel de la lucha de infantes del interior de la iglesia de Santillana. En este caso los leoncillos se encierran en anillos enlazados a los que se agarran con sus patas.
En el capitel de Argomilla los animales están separados por columnillas mordidas en lo alto y en lo bajo por cabecitas de animal y, en algún dintorno, hay ave en vez de león. Hacia el interior existe una arquivolta, de baquetón y tres hiladas de billetes, que descansa sobre columnas formadas por cimacio, capitel, fuste y basa.


La izquierda lleva cimacio alto formado por dos bandas, la superior sólo con líneas paralelas grabadas, y la inferior con ancha banda donde se esculpen cruces y rosáceas inscritas en círculo. El capitel es de acantos lisos que se vuelven en lo alto como piñas con caperuzas, redondos u ovalados, así como volutas en el esquinal.
La columna derecha posee, igualmente, un cimacio de mucha altura, grabado también en sus dos bandas. La superior lleva billetes de una hilada y media, y la inferior de zarcillo que, en ondas, va envolviendo hojas cuatripétalas. El esquinal del cimacio lo llena una pequeña cabeza que parece humana. La cesta de este capitel derecho la ocupan una cabeza humana en lo alto de los laterales y dos leones que se enfrentan con una cabeza siamesa en el centro del capitel.
Sobre las ventanas, separando el muro del ábside y su bóveda de horno existe una imposta resaltada sostenida por pequeños canecillos tallados con formas de cabeza de animal, bolas con caperuza, cilindros, flores, billetes, etc.


Esta disposición de canecillos interiores, muy poco frecuente, es una nota de gran originalidad en esta iglesia y sólo lo volveremos a ver en otra iglesia de posterior cronología, la de San Román de Escalante. La ventana derecha se cubre con arco doblado de medio punto, sin ningún tipo de arquivoltas. Tiene capiteles completamente destrozados, picados, donde sólo aparecen, en el collarino, unas garras de animal, lo que indica que fueron talladas figuras de leones posiblemente. Las basas, también completamente partidas, fueron áticas.
A la izquierda del arco triunfal, existe una pila bautismal, tal vez románica, decorada con un bocel marcado en lo alto y cuba con dientes de lobo y debajo gallones cóncavos como arquillos de medio punto de largas jambas. En el frente de la cuba, se labra una cruz latina sobre plinto. Pie, con fuste, que es dudosamente románico.

Los sarcófagos medievales anexos a la iglesia
Procedentes de la capilla de San Bartolomé en el claustro de San Andrés, donde al parecer había, junto a su reja, unos sepulcros –según constancia de M. F. de Ceballos en 1726– conserva la iglesia de Argomilla una serie de laudas de sarcófago que han sido ya publicados en 1988 (BOHIGAS ROLDÁN, et alii, 1988b), en número de dieciocho, y que, felizmente, se conservan en una nave situada a la derecha de la iglesia, en condiciones, si no excelentes, si al menos dignas, si las comparamos con aquellas en que lo estaban en 1975 cuando nosotros visitamos Argomilla, para nuestro estudio del románico montañés (1979a). Todos ellos son medievales, muy posiblemente de épocas románica y gótica. El sarcófago nº 3 lleva la fecha de 1185; el 5 la de 1169 y el 7 la de 1262. Damos de ellos alguna fotografía, de los que nos parecen más románicos, y una visión general del lugar donde ahora se guardan, remitiendo al lector a la publicación de 1988. Algunas piezas pudieran ser del siglo XI. Muchos de ellos están, desgraciadamente, muy erosionados.


Santa María de Cayón
Santa María de Cayón es un núcleo de población situado en el valle del río Pisueña, junto al que se ha ido desarrollando. Este lugar es también cabeza del ayuntamiento de su mismo nombre. Se halla a 96 metros de altitud, a 23 kilómetros de Santander y muy próximo a Argomilla de Cayón, a tan sólo 2 kilómetros. Se accede por la CA-142, que se toma en el cruce de Sarón de la N-634, Santander-Bilbao. La iglesia parroquial de la Asunción, de Santa María de Cayón, se encuentra integrada en el caserío, en un cuidado espacio ajardinado, que es utilizado como marco de actividades culturales en los meses de verano. Se accede a la iglesia desde la CA-142, y hacia la derecha se toma la carretera que nos lleva a la iglesia de La Asunción (0,6 kilómetros) y a San Andrés de Argomilla.
M. A. García Guinea (Románico en Cantabria, 1996), como ya apuntábamos, analiza el documento del año 816, en que el Conde Gundesindo cede una serie de iglesias y monasterios con sus heredades al Monasterio de San Vicente de Fístoles (Esles). En dicho documento se lee …In valle de Baione villa qui dicunt Pangorres cum sua ecclesia Sancte Marie. Antes, en su estudio El Románico en Santander (1979a), García Guinea apuntaba “Valle Baione podría ser una mala transcripción del Valle Caione…”, y añadía “…en el pueblo cercano de La Penilla existe un barrio que se denomina Pangüerra o Pangüerras, próximo al cual estaría la iglesia de Santa María que, posteriormente, ya daría nombre a un pueblo o barrio propio. De todas formas, este barrio de Pangüerra parece que también tiene iglesia de época posterior”. E. Botella Pombo (2000), localiza Pangorres y su iglesia de Santa María, en La Penilla de Cayón.
En el año 1082, se cita Santa María de Cayón entre varios cenobios de la provincia que, por privilegio del rey Alfonso VI, queda anexionado al monasterio de San Emeterio, de Santander.
En el Becerro de las Behetrías (1352), consta “Santa María de Cayon” en la Merindad de Asturias de Santillana, del obispado de Burgos; lugar de behetría, de los hijos de Alfonso Rodríguez de Obregón; pagaban al rey moneda y servicios, además percibía lo correspondiente a la justicia y a los homicidios a través de su merino. El señor tenía derecho a una comida al año, a la nunción y a la mañería.
En el Apeo de 1404, de las Asturias de Santillana, figura Santa María de Cayón como con cejo de behetría de mar a mar, por señor elegían a quien les acomodase y le pagaban de infurción lo que con él convenían. El Rey, salvo los omecillos y la justicia, no tenía allí otros pechos o derechos.
En el Catastro de Ensenada (1753), se registra Santa María como lugar y ayuntamiento del valle de Cayón; también, como uno de los nueve lugares que formaban el Real Valle de Cayón de la provincia de Asturias de Santillana. Había adquirido la condición de realengo desde el año 1581, tras la sentencia del Pleito de los Valles, “Que es de realengo porque pagan a S.M. los derechos de cientos, sisas y alcabalas”, según declaración de los representantes de los vecinos.
Asimismo, declararon “…que hay un clérigo (también lo era de Argomilla), llamado don Francisco Antonio de Elorza Aguirre, cura y beneficiado en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Hoz, de este lugar”. Hacemos hincapié en la denominación que se hace de la iglesia de Santa María de Cayón. Madoz la cita en su Diccionario (1845-1850), la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Con esta advocación se mantiene actualmente.

Iglesia de la Asunción
La iglesia de Santa María de Cayón se nos presenta, desde el punto de vista arquitectónico, como un edificio de indudable importancia dentro del arte románico de Cantabria. Se trata de algo más que una iglesia de con cejo, y pudiera haber sido monasterio en sus principios. El hecho es que, si bien nunca tuvo la apariencia monumental de una Castañeda o una Santillana, su ábside –el único que al parecer tuvo– es de proporciones muy parecidas al de las mejores iglesias montañesas, incluso mucho más aparente que el de otras con un pasado histórico más notable, como fue Yermo, por ejemplo. Es seguro que esta amplitud y altura de los ábsides, y tamaño, en general, de las naves, tuvo, como motivos, tanto la importancia y número de los concejos a que atendía, como a la situación económica que originó su construcción. Nunca, desde luego podremos adivinar cuales fueron los motivos de su alzado, pues es notorio, como acabamos de ver en el bosquejo de su escasísima historia, que poco sabemos de la evolución de su pasado. Estos edificios de misterioso transcurrir, tan sólo nos pueden hablar con las muestras aparentes de su arquitectura. En este caso, conservada en su testero como una muestra más de la cultura y el estilo que en los siglos XI-XII se extendió por toda Europa: el románico. ¿Existió otra iglesia, antes de alzarse la que vemos? Porque ésta nada nos aporta para poder intuir qué hubo en este lugar desde que el cristianismo se implantó en estas montañas de la Cantabria costera. Y muy poco, también, nos va a decir de los siglos siguientes, de manera que se aparece como un fósil pétreo que queda aislado de un antes, que parece no existir, y de un después, que ya viene historiado por otros caminos.
Santa María de Cayón, en su primitivo trazado, debió de ser una iglesia de una sola nave, ábside semicircular, todo de la primera mitad del siglo XII, al que se añadió posteriormente un crucero, quizás también románico, pero cuyo abovedamiento parece actual, pues hay una inscripción en él que alcanza al siglo XIX.
Comenzando la descripción por su puerta del Oeste, la vemos resaltada del muro del hastial y cubierta con tejadillo propio que es sostenido por diez canecillos sencillos de caveto. Una chambrana, en escocia, protege el juego de arquivoltas, que son cinco, todas iguales, prismáticas y sin ninguna decoración, al modo de las de Silió o Bárcena de Pie de Concha, pero aún más exageradas en su limpieza decorativa. Son de medio punto y apoyan sobre cimacio continuo, en caveto y carente de adornos, y cargan, a su vez, en jambas prismáticas, carentes de fustes y de capite les. Esta carencia de decoración, en una iglesia tan amplia mente decorada, nos hace pensar si esta puerta no estaría restaurada en algún momento.
Sobre este muro del hastial occidental citado, se alza la espadaña románica que, aunque tiene alguna modificación posterior, lleva en el centro un largo ventanal de medio punto, doblado y abocinado, sin columnas ni arquivoltas. El espigón, de tres troneras, es posterior, de los siglos XVII o XVIII.
El muro sur de la nave es liso, con un contrafuerte prismático central, y cornisa con catorce canecillos todos en caveto liso. Entre este contrafuerte y el crucero meridional se abre una pequeña puerta románica de arco algo apuntado y doblado, sin arquivoltas ni columnas. A uno y otro lado del contrafuerte de este muro, se ha colocado una ventana de arco de medio punto, para dar luz a los tra mos de la nave. Los muros del crucero meridional –como el del lado norte– llevan contrafuertes de esquina y se coronan por canecillos simples de caveto, que en el crucero norte han sido sustituidos por moldura seguida de filete y baquetón que parece ya del siglo XVI o incluso posterior.

Sección longitudinal
 
El ábside
Sin duda lo único que en la iglesia es verdaderamente románico es el ábside, que pasamos a describir desde su lado meridional.

Saliendo del muro del crucero de este lado, se tropieza con el del presbiterio sur, todo él de sillería plenamente románica, que se corona con una cornisa decorada con rombos tangentes continuados, talla dos en una nacela. Se sostiene esta cornisa por medio de cuatro canecillos que son: 1. Cuatro rollos horizontales, uno sobre otro. 2. Figura al parecer humana, barbada, con cuerpo de ave, muy desgastada. 3. Dos arpistas, juntos, barbados, simétricamente opuestos y separados por el arpa. 4. Animal de larga cabeza que la saca entre sus patas delanteras y la coloca sobre el lomo.
En este muro presbiterial exterior, existe visible, a la altura de los ventanales del ábside, una chambrana, similar a la que estos llevan, y un ventanal, que en el interior de la iglesia es un óculo, pero que al exterior ha sido tapado por el tejado de la sacristía añadida muy posteriormente. Viene después –ancho, pero poco resaltado– el contrafuerte que separa el presbiterio sur del semicírculo absidal, que culmina en cornisa del mismo tipo de la descrita (que, para no repetirnos, anticipamos que seguirá con estos rombos hasta el final del ábside) y sostenida por dos canecillos, el primero recoge un conjunto de tres figuras humanas de cabezas alargadas; los dos personajes laterales más pequeños, sentados, sostienen sobre las rodillas, y sujetado con sus manos, un objeto cilíndrico; el segundo figurante, y central, es un personaje sentado que con las manos sujeta igualmente el cilindro. El segundo canecillo, es otro solo personaje, vestido y sentado, que parece mesarse sus barbas.

A continuación se inicia la primera calle (sureste) del semicírculo absidal. En lo alto, cornisa de rombos con otros cuatro canecillos, que de izquierda a derecha son: 1.De dos rollos verticales curvos, que aprisionan una pequeña esfera o cabeza de animal. 2. Figura humana, sedente, que parece sostener con las dos manos algo impreciso. 3. Águila de frente o pelícano. 4. Superposición de dos cavetos. Un nuevo contrafuerte, esta vez con columna entrega y fuste de tambores de la anchura de las hiladas de sillería.
Contrafuerte y columna bajan hasta la cimentación del ábside, cruzando los tres cuerpos horizontales que componen esta cabecera. Este contrafuerte-columna, acaba en lo alto en un capitel cuyo cimacio es la misma cornisa, y cuya cesta lleva, en ambas esquinas, una pareja de pelícanos o aves afrontadas, de dos en dos, que sostienen entre sus picos un objeto redondo que pican, como fruta, y apoyan sus ocho patas sobre el collarino.
En la calle central del ábside, la cornisa carga sobre seis canecillos, por ser esta calle algo más ancha que las laterales. El primero es de rollos horizontales (dos) sobre caveto. El segundo parece una liebre apoyando sobre caveto, y con la cabeza baja, que está mordida por otra cabeza de animal, de grandes dientes, en su parte trasera. El tercero Canecillos 2 y 3 de la calle central del ábside (liebre y monstruo sujetando a otro) presenta a un monstruoso animal que sostiene entre sus patas delanteras la cabeza de otro. El cuarto, cabeza de animal que se come a sí mismo o que engulle a otro. El quinto es de dos figuras humanas, una de ellas conduce a la otra con una soga atada al cuello sobre unas patas de animal, de dudosa interpretación. Y sexto, gruesa voluta o gran bola con caperuza o, quizás, cabeza de animal, desgastada, tragando una esfera.
Este último canecillo se pega materialmente a un nuevo contrafuerte, semejante en todo al anterior, con columna o fuste entrego y capitel, con cimacio que es otra vez la propia cornisa, y cuya cesta se decora, no con aves, como la anterior, sino con dos filas, una sobre otra, de bolas con caperuza. Finalizando este tercer cuerpo, el alto, del ábside, está la tercera calle del mismo, la que mira al Noreste, y es de las mismas proporciones que la primera del Sureste.



Así que con el mismo dibujo de toda la cornisa, esta es sostenida por otros cuatro canecillos que, de izquierda a derecha son: 1. Geométrico, bloque prismático en cuya cara inferior pare ce verse un badajo (campano); 2. Personaje de pie, a la izquierda, que con una lanza en la derecha intenta defenderse de un monstruo que muerde el arma y cuyo cuerpo y patas traseras apoya en la escocia; 3. Cabeza y patas delanteras de ser monstruoso; 4. Superposición de una bola sobre dos cavetos. En el contrafuerte norte, el que separa el ábside de su presbiterio norte, exactamente igual de lo que vimos y describimos en el presbiterio sur, hay dos canecillos, el izquierdo, muy erosionado, pudiera representar a dos figuras humanas sedentes cruzadas; el derecho, pudiera ser un arpista o quizás, mejor, un personaje que sujeta entre sus piernas un sarcófago, tal como ya vimos otro en Santillana, hoy en el claustro, pero primitivamente en la cornisa del muro sur que se tuvo que rom per cuando fue sustituida por la logia que se colocó en el siglo XVI y que ahora aún existe.
Finalmente, acabamos la cornisa, con la correspondiente al presbiterio norte, que repite los cuatro canecillos que vimos en el presbiterio sur. El primero, figura de animal monstruoso con dos cabezas; el segundo, dos cabezas angulares humanas, la de la derecha con la boca abierta, en medio de ellas una moldura serpentiforme. Las dos cabezas se corresponden con unos personajes que llevan lanzas, en la mano izquierda uno y en la derecha el otro. Entre los dos, parece hay otra cabeza humana. El tercero, monstruo sedente; el cuarto, dos personajes muy erosionados.
El resto de los muros del norte de la iglesia no lleva canecillos, habiéndoles perdido posiblemente en las sucesivas reformas, salvo en el muro correspondiente a la nave que los tiene de caveto liso salvo el antepenúltimo, de dos volutas enfrentadas y el penúltimo con cabeza humana.

Las ventanas del ábside
Son tres, una para cada calle, y todas se organizan con el mismo sistema y repiten prácticamente incluso la decoración de sus capiteles, por lo que –igualmente para no repetirnos– señalaremos la disposición de la central: Chambrana con rombos seguidos tal como vimos en la cornisa; arco plano acabado en filete fino, bocel entre medias cañas decoradas con medias bolas perforadas en el centro. Esta primera arquivolta, la más exterior, apoya sobre cimacios en caveto, sin decoración, sostenidos por un capitel a cada lado de piñas y bolas con caperuza. Otras dos columnas más remetidas, sostienen la segunda arquivolta formada por guardapolvos de rombos y gran media caña con bolas más gruesas y cabezas de animal. Los cuatro capiteles de cada ventana cargan sobre fustes monolíticos sostenidos por basas de tipo ático con el primer toro muy delgado, escocia marcada y toro bajo más grueso, con o sin lengüeta. Tres de ellos con bolas en caperuza, pre sentando el cuarto dos pelícanos afrontados que con sus picos desorbitan los ojos de una cabeza cortada.



              Capitel interior de la izquierda de la ventana de la calle central del exterior del ábside


El ábside, en general y horizontalmente, se divide, como ya advertimos, en tres cuerpos separados por dos impostas, y tres calles verticales también separadas por dos contrafuertes columnados, que le recorren desde la cornisa hasta el suelo, y otros dos, no columnados, que forman parte de la división con los presbiterios del norte y del sur. El cuerpo bajo tiene el muro totalmente macizo, tan sólo interrumpido por los salientes de los responsiones y se cierra con una línea fina de imposta decorada con los consabidos rombos tangentes que vimos ya en la cornisa, imposta que recorre todo el ábside abrazando también a los cuatro contrafuertes. Los dos columnados se cortan por esta imposta y rompen la monotonía de su recorrido colo cando basas áticas, del mismo tipo que tienen los fustes de las tres ventanas que, con sus plintos, también cargan sobre la imposta. El segundo cuerpo del ábside es, propia mente, el que ocupan mayoritariamente los ventanales de las tres calles, cuyos cimacios en caveto, sin decoración, forman en realidad otra imposta que esta vez se ve corta da por los contrafuertes columnados, pero que separa este segundo cuerpo del tercero.
Este es, quizá, tan alto como el primero, y en él se incluyen las armaduras de las tres ventanas, y sólo le atraviesan el discurrir de los cuatro con trafuertes. Todo el ábside, pues, está perfectamente concebido dentro del tipo general de los ábsides del primer románico dinástico; construido con el conocimiento de un estilo ya plenamente formado, con excelente sillería, tra bajada con verdadero conocimiento del oficio y, por tanto, realizado por artesanos en absoluto principiantes, pero todavía sin contacto directo con los maestros que, en las tres últimas décadas del siglo XII, nos traen nuevos aires de una escultura final del románico sin duda con influjos fran ceses, tanto por una mayor maestría en la ejecución como por tratar la figura escultórica, tanto animal como humana, con alto grado de naturalismo que preludia corrientes goti cistas ya anticipadas en alguna de las catedrales francesas, como Chartres.

El interior de la iglesia
Hasta la publicación de la obra El románico de Santander (1979) nadie había conseguido contemplar con atención, el interior del ábside de Santa María de Cayón, sencillamente, por estar oculto en su mayor parte por el enorme retablo barroco que ocultaba las arquerías que hoy, después de la restauración realizada por la Fundación Marcelino Botín en los años 2003 y 2004, han quedado –al trasladar el retablo perfectamente visibles, ofreciéndonos un aspecto muy parecido, en cuanto a organización arquitectónica, a algunas de nuestras iglesias de Trasmiera, sobre todo la de Santa María de Bareyo, a la que posiblemente se anticipa en su construcción, por lo que pensamos que hay que dar a Cayón la pre eminencia temporal en la utilización de las arcaduras inter nas que va a tener en el románico montañés –tanto de la Cantabria oriental como de la comarca burgalesa de Mena o de Villarcayo y alrededores (Siones, San Miguel de Cornezuelo, Manzanedo, etc.)– que son las repercusiones de finales del XII de una manera de construir –un desarrollo bas tante repetido, que ya en el siglo XI aragonés (Loarre) y castellano (Arlanza), tiene sus precedentes– y que debe basar se en tradiciones orientales, anteriores, pues ya en nuestro mozárabe lo hemos encontrado en iglesias como Santo Tomás de las Ollas y en lo asturiano del Naranco. En la Cantabria de un románico más antiguo (primeras tres décadas del siglo XII) ya las arquerías interiores tuvieron amplia utilización en iglesias como Cervatos, Castañeda, San Martín de Elines, Silió, etc., lo que prueba que en nuestra actual comunidad, las arquerías en el interior de los ábsides es una costumbre de muy fuerte arraigo, tanto en la primera mitad del XII como en la segunda.

La arquería de Santa María de Cayón, en dos pisos, se organiza con cinco arcos en el segundo, y cuatro en el primero, añadiéndose a estos, otros dos arcos en cada presbiterio, sumando pues trece arcos en la cabecera. Así pues, tan sólo es superada por Bareyo, que tiene dieciséis en la cabecera (incluyendo en esto los de los presbiterios), y por Siones que tiene en conjunto dieciocho arcaduras. San Martín de Elines también la supera, con quince. En cambio, Cervatos tiene diez y Castañeda tiene ocho. Estas dos últimas iglesias sólo tienen arcaduras inferiores, como tam bién Silió, con nueve.

La arquería baja
Empezando por la izquierda, tenemos la arquería de este lado del presbiterio. Es doble, de arcos apuntados que tienen una chambrana de rombos tangentes muy utilizada en estas iglesias de Cayón, una arquivolta formada por escocia y baquetón. Apoyan las arquivoltas sobre cimacios de dos segmentos: el alto con estrecho bocel entre filetes, y el bajo liso, biselado, y sin decoración. El capitel de la izquierda se talla con tres acantos lisos, que doblan sus puntas, abriéndose después en una hoja de cinco elementos, a modo de pata de oca. El segundo capitel labra en el centro de su cesta, y pegada al cimacio, una cabeza masculina, al parecer, barbada posiblemente, enmarcada a un lado y a otro con hojas verticales y volutas con caperuza, que se repiten también en los laterales de la cesta. El tercer capitel, es también sumamente sencillo, contiene un único tema: dos posibles pelícanos que enfrentan sus cabezas y picos y que se disputan una especie de objeto ovala do y vertical, ¿pez? Los fustes de esta arquería (tres) son monolíticos y reposan sobre basas de bastante altura, áticas, pero de toros resaltados, siendo el bajo muy globular, y con lengüetas de cabecitas animales o humanas, muy desgastadas, sobre plinto retallado con flores, también casi borrado, inscritas en círculo. Esta doble arquería reposa sobre banquillo de ángulo matado por grueso baquetón.


Las cuatro arquerías bajas del semicírculo absidal, repiten arcos de configuración casi idéntica a los que acabamos de describir, y sus cimacios, donde apoyan, son igualmente repetición, aunque con variaciones, de ellos, es decir, un cuerpo alto moldurado y uno bajo, más alto, en caveto liso. El primer capitel (cuarto de toda la arquería de la cabecera), es de una síntesis excesiva, y muy tendente a las concepciones góticas. Se trata sólo de una gran palmera que abre sus ramas hacia los laterales del capitel, pero que ocupan tan sólo la mitad alta de la cesta. El segundo capitel (quinto de la arquería general baja), lleva, con parecido tema al segundo del presbiterio izquierdo, una cabeza frontal, en lo alto y centro de la cesta, a la que rodean, en los laterales, dos filas de acantos, acabados en bola con caperuza. La cabecita, está intacta, lleva gorro, y tiene bien dibujados los ojos y la nariz, pero con prolongada barbilla, que suele ser una característica de esta iglesia. El tercer capitel de la arquería baja lleva, en su cesta, en lo alto, hojas verticales, rehundidas, que forman el fondo, donde apoya la cabecita citada, que, también, perfecta mente delineada, enseña una lengua que cae sobre la barbilla. En los laterales, y dos a cada lado, acantos altos, lisos, que se doblan en caperuza sobre piñas ovaladas. El cuarto capitel de la arquería que describimos, es también tan limpio y tallado como los demás. El centro de la cesta, tiene una cabeza humana, pero con dentadura animal, que muerde un manojo de palmas grandes que se abren y aplastan hacia los laterales. Una de ellas, la del lateral izquierdo, termina en un círculo con media esfera en el centro. El lateral derecho se llena con una feroz cabeza de lobo de ojos redondos y exoftálmicos y dentadura manifiesta. Finalmente, el último capitel, es completamente liso. Las basas de estas cinco columnas, de fustes, todas ellas, monolíticos, son del mismo tipo y constitución de las ya descritas del presbiterio izquierdo, con toro bajo globular y con lengüetas esferiformes, y con distinto dibujo geo métrico en sus plintos. Los de la primera, segunda y tercera columna, aunque con variada plantilla, tienen hojas cuatripétalas inscritas en círculos tangentes. Los de la cuarta y la quinta son de entrelazo de dos cuerdas, con anillos per forados en las ondas. Estas bien concebidas decoraciones en los plintos son una característica muy original de La Asunción de Santa María de Cayón.
Capitel 1 de la arquería baja del semicírculo absidal

Capitel 2 de la arquería baja del semicírculo absidal

Capitel 3 de la arquería baja del semicírculo absidal
Capitel 4 de la arquería baja del semicírculo absidal
La arquería del presbiterio derecho, lleva sólo dos columnas, pues la central desapareció al abrirse una puerta en los siglos XVI-XVII, al construirse la sacristía. El capitel izquierdo, con la misma sencillez de los anteriormente descritos, lleva dos filas de volutas que inclinan sus cabezas. El capitel derecho, dos filas de bolas con caperuza. Las basas son iguales a las ya conocidas, y los plintos llevan: el izquierdo banda de sogueado entre listeles, y el derecho, banda de línea serpentiforme con una perlita en la curva. Los arcos de los presbiterios se resaltan del muro, con una imposta de rombos. Esta imposta también se desenvuelve sobre las arquerías del ábside.

La arquería superior
Sobre las arcaduras bajas, y separados por una simple imposta de rombos, se apoyan los cinco arcos del segundo piso del cascarón del ábside. En general, llevan todos chambrana de rombos y arquivoltas de escocia adornada con bolas, cabecitas de aves, humanas, de diversos animales rea les o fantásticos, etc. Apoyan las cinco arcaduras sobre capi teles en general muy parecidos: bolas ovales, con caperuza y cimacio en caveto sin decoración. El capitel izquierdo del arco de la ventana central, es de hojas altas como fondo de la cesta que se llena con tres acantos esbeltos que se doblan en lo alto. El capitel derecho tiene dos figuras humanas en las esquinas, una con vestido corto y otro con una especie de capa hasta los pies; el brazo izquierdo queda cubierto por la capa y del derecho sale sólo la mano que apoya en el pecho. El arco de la ventana derecha presenta en su capitel izquierdo tres personajes barbados. Los dos de pie parecen llevar a otro horizontal, cogido por ellos con sus manos, como si se tratase de un herido o muerto. Los fustes de esta arquería superior, lo mismo que la inferior, son monolíticos, y apoyan en basas áticas, con toro inferior bastante grueso.

Capitel derecho de la ventana central
Capitel izquierdo de la ventana derecha del ábside 

Los dos muros del presbiterio, que se corresponden con la altura de la arquería superior del ábside, se hallan abiertos por sendos “ojos de buey” circundados por una chambrana en parte decorada con motivos geométricos.
El arco triunfal se muestra como algo apuntado y apoya en capiteles historiados cuyas cestas se sostienen por altos fustes entregos de tambores. Las basas están muy bien terminadas, con alto toro estrecho, escocia y gran toro bajo con lengüetas a modo de bolas planas. El plinto es liso y sin decoración.
Lo más enigmático de este arco son sus capiteles, decorados con dos temas muy similares, de caballeros, que, aunque parece que se enfrentan en singular batalla, en ambas cestas, pudieran ser más bien escenas de torneos. Veamos: en el capitel izquierdo, los guerreros ecuestres con cascos cónicos, escudo ovalado y lanza en ristre con la cual atraviesan, cada uno, a un personaje de pie, también con su escudo, pero que sólo ha sido figurado con la mitad de su cuerpo –cintura arriba– colocado sobre las mismas cabezas y cuellos de los caballos.

En los laterales figura un personajillo desnudo, en cada uno, en actitud de vuelo.
¿Se trata de algún juego de torneo con alancea miento de muñecos? ¿Esas figuras en vuelo, pueden ser la ideación de las almas de los muertos? El segundo capitel viene, más que a aclarar, a complicar el interrogante del anterior. Este capitel derecho del arco triunfal, esculpe una escena muy parecida: otros dos caballeros a caballo, fren te a frente, en lucha más normal, de uno con lanza y otro con espada. El primero parece haber introducido o alcanzado en el pecho a su contrincante espatario. En ambos laterales hay sobre los caballos las figuras volantes desnudas. Y además, sobre el cuello del caballo de la izquierda, aparece la representación de otro medio caballo, cabeza y cuello, sin montura, que da la sensación de estar sostenido por sus bridas por un personajillo de cabeza desnuda, representado tan sólo en busto, y que palpablemente se ve mira hacia lo alto. ¿Qué quiere ahora representar este doble caballo vacío de jinete? 
La historia de la iglesia de Santa María de Cayón, ter mina en la actualidad con una intervención sobre ella, pro movida por la Fundación Marcelino Botín quien, velando por su conservación, autorizó y subvencionó un Proyecto de restauración integral de la iglesia de Santa María de Cayón y su entorno que el 18 de julio de 2001 se da, en la parte del bien inmueble, como “ya prácticamente concluida, saneando y consolidando el ábside y las bóvedas”.

Capitel de la izquierda del arco triunfal, vista lateral izquierda y frontal 

Pero el 11 de septiembre del mismo año, a la propia recuperación de la iglesia se añade un proyecto de excavación de la necrópolis que la rodeaba, proyecto que se encarga al arqueólogo Dr. Ramón Bohigas Roldán, que comienza el trabajo el 11 de septiembre de 2001. El 5 de febrero de 2002, dicho experto las da por concluidas, rellenando las excavadas sepulturas de lajas, pues no die ron restos óseos humanos que pudieran ofrecer una datación radiocarbónica.
Las obras ejecutadas sobre el inmueble fueron dirigidas por el arquitecto D. Julián Ortega Jorganes.
De ambas operaciones de estudio sobre la iglesia de Santa María de Cayón resultó una labor de restauración y consolidación que se desenvolvió en las siguientes actuaciones:
1.  Restauración del retablo, y traslado del mismo para dejar visible el ábside, con su doble arcadura románica. Este retablo se construyó en 1749 con dinero enviado por Francisco de Penagos. Es de estilo barroco churrigueresco y, según Julio Polo, puede ser de la escuela de Francisco de la Vega Villanueva, con intervenciones de Vicente Ortiz de Arnuero. Este retablo para ser adaptado al ábside románico obligó en 1750 a “ensanchar el óvalo que está al lado de la Epístola sobre la puerta de la sacristía para dar luz al nuevo retablo mayor”, como dice la documentación de la época.
2. Consolidación de las bóvedas del ábside con colocación de una placa trasdosada. Reparación de las fuertes grietas y reforzamiento del subsuelo.
3. Recuperación y desescombro de la bóveda del crucero y del coro. Sustitución del maderamen por vigas de roble.
4. Corrección del desplome del campanario, restauración de los porches, recuperación de elementos originales del templo románico, etc., que terminaron con una labor de limpieza manual. 5. Descubrimiento de restos de pintura en la bóveda de horno del ábside, casi todas desaparecidas, y en una de la derecha, envuelto en volutas rojas el nombre MARÍA en letras capitales. Todo ello pudiera haber sido un conjunto de los siglos XVI-XVII. Hay también restos de pintura marcando los sillares, con líneas paralelas, más antiguas, posiblemente medievales.
Todo fue completado con un proyecto de mejora del entorno de la iglesia, realizado por el paisajista Luis González-Camino

 

 Próximo Capítulo: Santillana del Mar

 

 

 

 

 

Bibliografía
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