Románico en Los Valles Pasiegos: Pas,
Pisueña y Miera
La hermosísima comarca cántabra de
los Valles Pasiegos está formada por los Valles del
Pas, Pisueña y Miera.
Situada al este de Cantabria, los Valles
Pasiegos constituyen uno de los ejes sur-norte de la comunidad y una de sus
tierras más vírgenes y auténticas.
Características del románico en la
comarca de Valles Pasiegos
El Románico de la comarca central de los Valles
Pasiegos no es tan abundante como en las vecinas comarcas de Campoo, Saja,
Nansa y Besaya. Sin embargo es un románico de gran calidad, que no decepcionará
a nadie.
Conectado al románico pleno, es curiosa la
abundancia de leones esculpidos en canecillos y capiteles de este románico de
los Valles Pasiegos. No parece un mero hecho casual, sino que los talleres que
trabajaron en estas iglesias quisieron emplearlo con un mensaje simbólico
definido. Hay que recordar que el león es, con diferencia, el animal con mayor
polisemia simbólica de todos los que campan por la escultura románica.
En este apartado abordamos los siguientes
monumentos: la Colegiata de Santa Cruz de Castañeda, la iglesia de San Andrés
de Argomilla de Cayón y la muy próxima de Santa María de Cayón.
Iglesias y colegiatas románicas en
Valles Pasiegos
Castañeda
Socobio
El territorio de Castañeda está comprendido en
una vega fértil, protegida por las sierras del Caballar y la de Carceña, que en
otro tiempo concentraron importantes bosques de castaños, robles, hayas y otras
variedades de arbolado que fueron objeto de numerosas y abusivas talas (como
señala Madoz, 1845-1850), con destino a los astilleros de Guarnizo, a la
fábrica de la Cavada o al Camino Real entre la Rioja y Santander, entre otras
finalidades.
La Colegiata de Santa Cruz, de Castañeda, se
localiza en el pequeño núcleo de población de Socobio, que dista 1,5 kilómetros
de Pomaluengo, la capital del municipio de Castañeda, muy próximo a Torrelavega
y a 26 kilómetros aproximadamente de Santander. Se accede por la N-634, o bien,
por la A-8, Santander-Bilbao, con salida en el cruce de la localidad de Var
gas. Está situada en un entorno muy cuidado, junto al caserío y al río Pisueña,
a poco de des embocar en el Pas.
La historia del lugar de Castañeda está
íntimamente relacionada con la de la Colegiata de Santa Cruz. La falta de
documentación –debido a los múltiples incendios de los que fue víctima su
archivo en los años 1560, 1721, 1804 y 1807– hace muy difícil la reconstrucción
histórica, tanto del lugar como de la propia Colegiata. M. A. García Guinea
(Románico en Cantabria, 1996) intuye: “la Colegiata de Santa Cruz de
Castañeda tuvo que tener, casi con seguridad, una historia, que ya en el siglo
IX enlazaría con la conocida repoblación del conde Gundesindo, en el año 816,
cuando refuerza el monasterio de San Vicente de Fístoles (Esles) a pocos
kilómetros de Castañeda”.
A través del Cartulario de Santa María de
Puerto, de Santoña, tenemos una primera referencia documentada y fechada, el
día 1 de junio de 1092. Se trata, de un hecho relativamente frecuente, de un
intercambio de bienes entre abades –Martinus Portulensis y Ihoannes de
Sancta Cruz de Chastanieta–, que cambian una heredad que pertenecía al
monasterio de Santoña por otra con su monasterio que pertenecía a Castañeda. De
otras fuentes tomamos otros datos: El abad y el cabildo de Castañeda tuvieron
iglesias con solares, vasallos y heredad por distintos lugares de la provincia,
desde el interior de los valles del Pisueña y Pas hasta la costa. El abad Munio
González, de Castañeda, cuyo sepulcro se conserva en el interior de la
Colegiata, murió en el año 1331, según consta en la inscripción de dicho
sepulcro. Este abad, “…se halla mencionado en una escritura de 1º de marzo
de 1329, conservada en el archivo de la Catedral de Santander, según la cual
dicho abad comisiona a Diego Gómez, canónigo de Castañeda y abad de San Andrés
de Cayón, para que vaya a Santander y dé posesión del solar y heredades de la
iglesia de San Martín de la Mar, que era señorío de Santa Cruz de Castañeda, al
canónigo de los Cuerpos Santos Domingo Pérez de Parbayón. Según resulta de una
información anterior en que se delimitaban propiedades y derechos de estas
tierras, sus antiguos moradores habían acondicionado en el Sardinero una
heredad para el cómodo beneficio de las ballenas que pescaban nuestros
marineros, por lo cual tenía el solar como derechos reconocidos las cabelleras
y los corazones de los cetáceos pescados. Andando el tiempo, algunos vecinos de
Santander se habían apoderado de las heredades de San Martín, de lo que hubo de
querellarse el canónigo Par bayón ante Diego Gómez, queja que motivó este
pleito, terminado el 30 de marzo de 1329, fecha en la cual el abad de San
Andrés, ante el escribano Pero Diaz puso al canónigo de Santander en posesión
de las propiedades debatidas” (GONZÁLEZ CAMINO Y AGUIRRE, F., 1934).
En el Libro Becerro de las Behetrías
(1352), figura Castanneda como lugar de la Merindad de Castilla la
Vieja: Este lugar es behetría e encartación, como quier que la
encartación es yerma, e son naturales della los de Suso. Pensamos que se
refiere al pueblo de Castanedo, del municipio de Ribamontán al Mar. Si bien, G.
Martínez Díez (1981), aunque lo sitúa en este mismo ayuntamiento, lo denomina “Castañeda”.
Son, pues, Castanedo y Castañeda dos términos diferentes que corresponden a dos
núcleos de población y municipios diferentes. En el mismo Becerro, consta que
en lugares de la Merindad de Liébana y Pernía, como Frama, Potes y Baró, había
un solar de la compra de Castanneda. Se trata de solares pertenecientes
al señorío de Castañeda, y no a la Abadía de Castañeda. También, figuran otros
muchos solariegos de este señorío (pertenecientes a otras Merindades), en el
Valle de Toranzo, de Carriedo, de Penagos, Piélagos, Villaescusa y Camargo.
El lugar de Castañeda, durante la Edad Media
pertenecía a la Merindad de Asturias de Santillana, era señorío (de la Casa de
Lara) y abadengo. Esta dependencia fue cambiando; en el siglo XIV, se
transformó en lugar de realengo para pasar –a través de Don Tello y sus
sucesores los Man rique– a ser propiedad de los Condes de Castañeda y Marqueses
de Aguilar. En 1420, Juan II con cedía el señorío y condado de Castañeda a
Garci Fernández Manrique, “La villa de Aguilar de Campoo con sus fortalezas
y alfoces, y las villas y lugares de Liébana, Campoo de Suso, Alfoz de Bricia y
el Valle de Castañeda, con sus monasterios y los solariegos y lo que pertenecía
al señorío de Castañeda” (PÉREZ BUSTAMANTE, R., 1976). Por otra parte, la
Colegiata de Castañeda dependía de patronato particular, pero estaba bajo la
jurisdicción de la diócesis de Burgos.
Del Catastro del Marqués de la Ensenada
(1753), correspondiente al Valle y Condado de Castañeda, se conserva uno de los
pocos libros, el de Memoriales de Seglares y Eclesiásticos. En él se declaraba
“…los canónigos y curas de la Iglesia Colegial y Particular de Santa Cruz de
Castañeda certificamos… de doce partes del diezmo de frutos, seis son para el
Cabildo y Colegiata de Aguilar; cuatro partes a los cuatro canónigos de
Castañeda; una al cura de ella; y otra al racionero y fábrica de esta iglesia”.
En el Diccionario de Madoz (1845-1850),
se lee “En Socobio… está fundada la antiquísima iglesia de Santa Cruz,
reformada cerca de la edad media, que por haber sido siempre y ser en la
actualidad la única parroquia de todo el valle… Como aparece probado en el
pleito habido con el Conde de Castañeda, sobre la unión que intentó de esta
iglesia a la de Aguilar, su fun dación es debida a los moradores del valle: fue
erigida colegiata con 1 abad y 6 canónigos, titulándose aquel abad de
Castañeda… Esta colegiata se suprimió el año 1541, por bula de Paulo III,
espedida a instancias de D. Juan Fernández Manrique, segundo Conde de Castañeda
y primer marqués de Aguilar, hallándose embajador en Roma, con el objeto de
agregar sus pingües rentas a la iglesia de Aguilar que el fundó en aquella
Villa (se refiere a la Colegiata de San Miguel de Aguilar de Campoo); cuya bula
si bien no tuvo efecto por haberse declarado su nulidad en Burgos, hizo se
transigiese, y Aguilar se llevó las 7 duodécimas partes de sus rentas, que dando
las cinco restantes al nuevo cabildo de Castañeda, reducido a cuatro canónigos,
y medio racionero. A fines del siglo XVIII, se entabló un pleito por el valle y
su clero para dotar los cura tos de Aguilar, y después de varios sucesos se
radicó el plan que actualmente subsiste; estableciéronse 5 beneficiados para
todo el valle, iguales entre sí en cargos y utilidades, y sin preminencia ni
superioridad alguna…”. Reproducimos parte del texto de Madoz por
considerarlo de interés, debido a los datos que aportaba.
Pocos años después, en 1857, M. de Assas
firmaba un artículo publicado en el Semanario Pintoresco Español, en el que
hacía un estudio detallado de la Colegiata, e incluía también algunos datos
documentales de importancia, como el de la dependencia de la Colegiata de Santa
Cruz, en 1541, de la Colegiata de Aguilar. Así pues, desde mediados del siglo
XIX se constata un notable interés histórico-artístico por esta Colegiata de
Castañeda. Obtuvo la declaración de Monumento Nacional, el día 7 de noviembre
de 1930.
Colegiata de Santa Cruz
El lugar donde se asienta esta bella iglesia
románica es uno de los más interesantes rincones de esta vega y valle de
Castañeda, regado por el río Pisueña, que le pasa de parte a parte, siendo
bordeado al Sur por la llamada Sierra Caballar y por el Norte por la de
Carceña, montes en otro tiempo poblados de robles y castaños, que fueron
utilizados para la construcción de buques, y hoy han sido sustituidos por el
eucalipto. Aunque no parece existir constancia de haber vivido en el valle el
hombre prehistórico, es seguro, dada la certeza de hallazgos en comarcas muy
próximas, que conocería bien esta vega. Y lo mismo podemos decir de la época
romana. Hoy en día pasa el municipio de los mil seiscientos habitantes, que
viven de la ganadería, pero también de la industria y el turismo. Durante la
Edad Media, la pesca de salmones y truchas en el Pisueña tuvo que ser un buen
acompañamiento, para la dieta de sus pobladores. Debido a las buenas
comunicaciones, y a las próximas industrias, sobre todo Nestlé, no parece
sufrir movimientos migratorios. El municipio de Castañeda se reparte entre
cuatro pueblos, antes llamados “cuadrillas”, que son: La Cueva,
Pumaluengo, Socobio y Villabañez. El Madoz (pág. 76) señala muy concretamente
dónde se alza la Colegiata de Santa Cruz: “en Socobio al pie occidental de
la parte que desde Rioperojal sale de la Sierra de Carceña, y cerca de su
extremo, llamado El Cueto, está fundada la antiquísima iglesia de Santa Cruz”.
Pero cuando intentamos indagar cuál fue la
historia del valle y sobre todo de la colegiata, nos encontramos con enormes
dificultades para poder aclarar un poco, al menos, de su pasado. Así como en
otras iglesias y monasterios románicos de la región la historia de ellos ha
podido deducirse casi fundamentalmente por la conservación de sus cartularios y
documentos, caso de Santillana del Mar, Santoña, Piasca, etc., todo lo que en
este sentido pudo contribuir la Colegiata de Santa Cruz de Castañeda fracasó rotundamente
por desgraciadas circunstancias. Y estas fueron los incendios que en cuatro
fechas (1560, 1721, 1804 y 1807) acabaron con la interesante documentación que
existiría. En el primer incendio de 1560, que ocurrió en la casa que el
Mayordomo de Fábrica tenía en Villabañez, se consiguieron salvar documentos y
sobre todo el Cartulario de pergamino en donde constaban los bienes de la
abadía, pero pereció todo en los otros eventos. En el siniestro de 1721, todo
lo que se libró del primer incendio, pereció al quemarse la casa que, en
Sendera, tenía el canónigo don Francisco de Escalada Ceballos. Trasladados los
documentos a la casa de la Regata en 1804, ardió también ésta. Lo poco que
quedaba se llevó a la casa de Don Joaquín de Obregón, en Socobio, y en 1807
ardieron los últimos papeles. Así el malhadado destino nos dejó completamente
desamparados e imposibilitados de conocer una larga historia sin duda
importante.
La Colegiata de Santa Cruz de Castañeda, es
casi seguro que, como monasterio posiblemente familiar, tuviera su origen en
esos momentos de repoblación, siglos VIII IX-X, cuando en tiempos de Alfonso I
y Alfonso II, sobre todo, comienzan a fortalecerse las pueblas en las tierras
costeras cantábricas, y se inician las salidas de foramontanos hacia la meseta.
Si el conde Gundesindo, documental mente, sabemos que en el 811 repoblaba y
entregaba iglesias al monasterio de Fístoles (Esles) en las proximidades de la
costa montañesa, no sería extraño que ya por estas fechas pudiera iniciarse el
de Castañeda. El origen de nuestros monasterios de la Cantabria intramontes es,
posiblemente, el más antiguo de las tierras cristianas, pues conocemos que en
la misma mitad del siglo VIII ya constan, con sus nombres e iglesias, algunos
en Liébana.
Si en Santillana podemos asegurar, también
documentalmente, que en el 980 ya existía todo un monasterio organizado con al
menos cuarenta y nueve religiosos, número que da idea de la importancia de una
congregación que ya tenía que manifestar su vigor con el pacto firmado con su
abad Indulfo, desgraciadamente, en Castañeda no pode mos, con comprobantes
históricos, remontar su existencia a los finales del siglo X, pero sí nos es
posible asegurar que muy a finales del siglo XI (1092) ya el monasterio de Santa
Cruz de Castañeda era dirigido por el abad Juan (Iohannes abba de Castanneta),
que es citado en una escritura del cartulario de Santa María de Puerto
(Santoña) a cuenta de una permuta de bienes entre el abad santoñés y el de
Castañe da. El abad de Castañeda concede una heredad en Anero, y el de Puerto
se la cambia por otra con su monasterio en Camargo, in billa que dicent
Bolnamtina.
En otra escritura, esta vez del Cartulario
de Santillana, vuelve a aparecer este abad Juan, en 1103, firmando como
testigo en un cambio también de heredades entre Rodrigo Muñoz y el abad Pedro
de Santa Juliana. Esta doble constancia de relación de Castañeda con dos
grandes abadías montañesas (Santillana y Santoña) nos da a conocer que este
abad Juan ya representaba, seguramente, a una abadía bien considerada y, por
tanto, en pleno funcionamiento.
De 1103 a 1331 desconocemos quien y como
gobernó la abadía. En este último año, la epigrafía entra en nuestra ayuda
ofreciéndonos una lápida que señala la muerte del Munnio Gonzalez “abad que
fue de Castañeda que Dios perdone”. Pero sólo un nombre, cuando reinaba en
Castilla y León Alfonso XI. Y hasta 1438 no volvemos a conocer quien rige la
colegiata. Un documento de concordia firmado el 10 de diciembre de ese año, en
Aguilar de Campoo, entre el Conde de Castañeda, Don Juan Man rique, y el abad
Don Juan Fernández de Hoznayo, sobre reparto de propiedades, nos da este
nombre. Jado Canales nos ofrece algún nombre más: a principios del siglo XVI
(sin más precisión) aporta como abad de Castañeda a Don Pedro Fernández
Billeba, que en esos años “formó la Regla antigua y Estatutos para el
Servicio de la Colegiata”; en 1560 regía la vieja abadía Don Pedro Ruiz de
Helguera, y en 1625 Don Fernando Calderón que, a más de abad de Castañeda, era
Juez Ordinario en el arzobispado.
Y no parece que existen más noticias sobre
quienes fueron los abades que rigieron Santa Cruz de Castañeda. Así que todo lo
que pasó en este monasterio y abadía durante los siglos XI y XII–salvo un
nombre en el primero todo se lo comió no la tierra, sino el fuego.
La comarca de Castañeda estuvo posiblemente
incluida en la expansión de Castilla en tiempos de Fernán González, conde de
Burgos y Lara, que en el primer tercio del siglo X fue asimilando los condados
de Lantarón, Cerezo, Álava, Asturias de Santillana y la más vieja Castilla del
Alto Ebro, convirtiéndose en el conde de toda Castilla. De siempre existe en
Cantabria una tradición que habla de que Fernán González fue criado por tierras
de Ampuero. Pudiera ser que fuese en esos años o en los de su hijo García Fernández,
años finales del siglo X, cuando pudo fundarse ya con brío el monasterio de
Santa Cruz, pues es cuando el de Santillana vive con su abad Indulfo las
devociones de Doña Fronilde que algunos piensan que fuese hermana del citado
conde García Fernández y tía del conde Sancho García el de “los buenos
fueros” que calenda muchos documentos con “Sancho García en Castilla y
Asturias”. En 1131 pasa la comarca a ser realengo cuando es destituido el
famoso conde Rodrigo González de Lara–Rodrigo comes asturiense– por
Alfonso VII. El linaje de los Castañeda, en el siglo XIII, tiene figuras como
Diego Gómez de Castañeda, en el reinado de Fernando III, que con sus hijos
Pedro y Nuño Díaz de Castañeda, extienden su señorío por la vega de Carriedo,
Toranzo y otros lugares de las Asturias de Santillana, y ocupan uno de los
cargos más importantes del reino de Castilla, su Almirantazgo. A principios del
XIV, al hijo de Pedro Díaz, Diego Gómez II, es Alfonso XI quien le concede
exenciones para sus vasallos de Carriedo. Este Diego Gómez de Castañeda, fue
muerto en una de las persecuciones de Pedro I el Cruel, en Toro. Parece que no
tuvo descendencia, y es ahora, en 1369, cuando empieza el reinado de los
Trastámara con Enrique II. Muerto su hermanastro Pedro I, el nuevo rey Enrique
concede a su hermano el infante don Tello el condado de Vizcaya y de Castañeda
y el señorío de Aguilar de Campoo.
Aquí comienza realmente la historia del condado
de Castañeda. En 1371 el mismo rey confirma al hijo de don Tello, Juan Téllez
de Castilla los señoríos de su padre, esto es “la villa de Aguilar de Campoo
con sus fortalezas y alfoces, y las villas y lugares de Liébana, Campoo de
Suso, alfoz de Bricia y el valle de Castañeda con sus monasterios y los
solariegos y lo que pertenecía al señorío de Castañeda”. Juan Téllez no
parece tomó el título de conde. Este título de conde de Castañeda no vuelve a
imponerse, realmente, en este complicado juego de términos, señorío y condado,
hasta el año 1420 en que el rey Juan II (Octubre 28, en Talavera) concede, esta
vez sólo el señorío, en tenencia, y por los muchos y buenos y leales y
señalados servicios que vos fecisteis al rey don Enrique mi Padre, a don
García Fernández Manrique. Pero casi diez años después, el mismo rey Juan II le
confirma a García Fernández Man rique la anterior concesión ya con el título de
condado sea des conde del dicho condado de Castañeda (Real Cerca de Peña fiel,
26 junio 1429). Pero este García Fernández Manrique, que estaba casado con doña
Aldonza de Castilla, hija de Juan Téllez y nieta del Infante don Tello, ocho
meses después de haber aceptado el nombramiento de Conde de Castañeda (25 de
febrero de 1430) y reconociendo los derechos que a él tiene su mujer, tanto en
Castañeda y Aguilar, por herencia de los Téllez, la cede tanto el condado de
Castañeda como el señorío de Aguilar. En manos de los Manrique, descendientes
de García Fernández Manrique y de su mujer Doña Aldonza, que traía también con
ella señoríos en las Asturias de Santillana, por ser hija de Doña Leonor de la
Vega, pasó el condado de Castañeda por momentos de luchas gravísimas de
banderías que asolaron las tierras de Castañeda y Toranzo en el siglo XV. Y el
condado de Castañeda por haber muerto sin sucesión el Duque de Medinaceli
(Marqués de Aguilar y Conde de Castañeda) pasó a la corona, concretándose esta
incorporación en el siglo XVIII.
Mientras tanto esto pasaba en lo civil, con una
historia que no podemos desmenuzar por complicada y a veces confusa, en unos
siglos enormemente revueltos en nuestros valles montañeses, con luchas
sangrientas entre behetrías y magnates por la libertad y el vasallaje, y
pleitos que duraron cientos de años, como el famoso Pleito de los Valles donde
tanta implicación tuvieron los Manrique de Castañeda, los abades de Santa Cruz
vivían su historia particular que, como dijimos, desconocemos casi totalmente.
Descripción de la iglesia
Se trata de un edificio construido en buena
sillería, bien tallada y escuadrada que, por su aspecto, tanto exterior como
interior, requirió una situación económica del monasterio o abadía sin duda
bastante notable, derivada posiblemente de las donaciones de los reyes o de la
noble za en los tiempos en que se levantaba, y que prueba que estos últimos
años del siglo XI o principios del XII, en los que creemos se produce su
construcción de lo más antiguo que hoy vemos, el monasterio debía de
desarrollar ya una vida notable y tener un número de monjes o de canónigos de
acuerdo con su monumentalidad, que es considerable mente espaciosa, y que tomó
esta dimensiones tanto por la cantidad de servidores estables como por la
circunstancial llegada de visitantes o peregrinos que se acercaban a él movidos
por el atractivo, tan común en esos siglos, de venerar las sagradas reliquias
que custodiaba. Aunque nada hemos encontrado sobre la existencia en algún
tiempo en este monasterio de una reliquia de la Cruz de Cristo, no sería
extraño, dado el nombre de la abadía, que ello hubiese sido posible, pareciendo
muy factible, además, que el monasterio se levantase en una ruta costera a
Santiago, que podía aprovechar la vieja calzada romana de Agripa.
Vista desde el Sureste del presbiterio
sur y de la primera y segunda calle del semicírculo absidal
La iglesia tiene una planta, en su estructura
románica, que no suele ser muy repetida en nuestros templos ni en Castilla ni,
desde luego, en Cantabria. A pesar de los añadidos que al paso de los tiempos
tiene ésta de Santa Cruz de Castañeda, es difícil suponer cual fue su plante
amiento primitivo. Quizás pudiera haber sido la realización de una sola nave,
un solo ábside, colocación de cúpula en el primer tramo y alzamiento de una
torre en el muro meridional, como fueron San Pedro de Tejada y el Almiñé en Burgos,
y San Martín de Elines en el montañés Valderredible, y que al irse construyendo
el ábside se pensase en añadir otros dos laterales para ampliarla a tres naves,
cosa que la torre, ya en alzado, impediría la terminación de la nave
meridional, por lo que se optó por una cabecera de tres ábsides, cúpula en el
crucero y dejar solo la nave mayor. En Palencia este tipo de cabecera de tres
ábsides, cúpula y una sola nave, sólo se da en la iglesia del monasterio de
Santa Eufemia de Cozuelos, cuyos ábsides fueron levantados a principios del
siglo XII, por los mismos maestros que trabajaron en Cervatos, aunque luego, a
fines del XII, se terminase la iglesia con otros criterios y maestros. También
vemos algo similar en la iglesia de San Salvador de Cantamuda (La Pernía
palentina): tres ábsides, crucero con bóveda de cruce de nervios y cuatro
plementos, y una sola nave. Claro que, en este caso, estamos ya en una
cronología muy posiblemente del siglo XIII.
La verdad es que para Santa Cruz de Castañeda,
sólo podemos operar con suposiciones. En la actualidad, su planta y alzado
presentan una amalgama cronológica que resumimos así: su cabecera tiene ahora
tan sólo dos ábsides, el central, más grande, alto y ancho, y el derecho (vis
tos desde el exterior); el izquierdo, que sin duda existió, fue demolido en
1706 para construir en su lugar una capi lla que mandó levantar don Juan de
Frómesta Cevallos, capitán e indiano, y la sacristía. El presbiterio, el crucero,
su brazo del Evangelio, y su cúpula completarían con lo anterior la parte más
vieja de la iglesia, que estaría, como en precedentes líneas expusimos, entre
los finales del XI y el primer tercio del XII. La nave, que primitivamente tam
bién sería románica de esta fecha, parece, al menos en su parte de
abovedamiento o cubierta, que fue muy restaura da en el XVI-XVII, ya que, si
hubo capiteles románicos estos desaparecieron. La torre, a la que se adjuntó la
capilla Frómesta creemos que también corresponde al románico más viejo.
A finales del XII o principios del XIII en el
muro norte, a los pies del ábside de la izquierda (visto desde el interior) se
prolongó éste con una nave de tres tramos y un pórtico pequeño al occidente,
abierto ahora por dos arcos de medio punto enrejados. A esta última nave y en
sentido normal a ella, es decir, saliendo de ella hacia el norte, y al mismo
tiempo construida, se abrió otra nave de dos tramos que quedó incorporada a
este conjunto aprovechando el muro norte de la iglesia y ampliar así la capacidad
del templo. Todo este añadido parece evidente de una cronología románica
posterior, casi en un siglo, a la del núcleo románico anterior, pudiendo pues
colocarle muy a finales del XII o principios del XIII, tal como parece
asegurarlo el tipo de escultura de sus capiteles, las pilastras y bóvedas muy
cercanos al modo de hacer, por ejemplo, de los maestros que trabajan en la
comarca de Aguilar de Campoo, tan próximos ya a las maneras góticas.
Alzado
este
Alzado oeste
Sección transversal
Sección longitudinal
Exterior de la iglesia
Se entra ahora a ella –y siempre debió de ser
el principal ingreso– por una amplia puerta de medio punto, algo resaltada del
muro del hastial occidental, y protegida en lo alto por un tejadillo que parece
muy modificado con arreglos más o menos modernos, pues no se corona con los
canecillos que debió de poseer la puerta primitiva. La anchura del muro de esta
parte es muy grande y anormal, de casi 3,80 m., por lo que necesitó una enorme
chambra na y siete arquivoltas que apoyan sobre cuatro jambas y cuatro capiteles
a cada lado. La anchura excesiva del muro de la puerta y su correspondiente
remoción puede ser debida a que, según R. Arce, en 1882 existía sobre ella un
tablado para subir a la torre por el lado sur, y algún perjuicio la pudo
causar, pues algunas arquivoltas se ve que han sido renovadas. Estas son,
alternativamente, y de fuera a adentro, baquetones y escocias, y la chambrana
lleva en relieve una decoración de círculos tangentes que envuelven cuatro
hojas curvadas, decoración que se repite sobre cimacio continuo donde reposan
las arquivoltas.
Los capiteles se corresponden con las roscas de
baquetones; y las jambas, con las de las escocias. Los capiteles, ocho por
tanto, llevan todos parejas de animales, leones, grifos, felinos, etc., que
enfrentan sus cabezas, bien en reposo, bien empinándose con las patas traseras,
y en algunos los vacíos pueden llenarse con volutas.
Capitel nº 4 (el más interior) del
lateral izquierdo de la puerta occidental
El estado de conservación de sus relieves es
bastante deplorable, pues están tan desgastados que no pueden apreciarse
detalles. Los fustes son monolíticos y las basas de voluminoso toro inferior, a
veces con lengüeta, escocia muy marcada y toro superior bastante fino. Todas
las basas apoyan sobre banco corrido, bajo. Pasando al muro meridional, que
sigue construido de sillería escuadrada –y que muestra muy cerca de la cornisa,
una pequeña ventana rectangular no románica, tipo aspillera– su cornisa acaba
en una secuencia de canecillos que han debido de ser removidos, pero existen
varios de tipo animalístico y otros de diversas molduras.
Lados oeste y sur de la torre
Siguiendo hacia el Este pero apoyándose en el
espacio correspondiente al primer tramo de la iglesia, y en escuadra con el
muro sur, se destaca la torre, esbelto campanil prismático, todo él de piedra
de sillería y con una apariencia que recuerda a la de San Pedro de Cárdeña,
aunque carece de las impostas salientes que marcan en el monasterio del Cid los
pisos primero, segundo y ter cero. De todas formas, no sabemos si ha sufrido
algunas modificaciones, pues se aprecia que, en el primer tramo del lateral oeste,
se ven incrustados varios trozos de impostas de billetes. Los tres primeros
pisos tienen la misma anchura, pero el cuarto y último se remete un poco, y se
emplazan en él los cuatro ventanales geminados que se orientan a los cuatro
vientos y llevan fustes monolíticos en sus parteluces que culminan en capiteles
animalísticos en sur, norte y este (leones, parece, que se muerden unos a
otros) e iconográfico en el lado oeste con el consabido tema de Adán y Eva,
sentados y desnudos, con la serpiente enroscada en el árbol; en el lateral
izquierdo se esculpe una figura de pie con bastón en T. Los cimacios son de
listel en lo alto y escocia bastante pronunciada, lisa. Los arcos que voltean
son todos de medio punto, sin chambranas. En el tercer piso (Oeste) se marca un
arco de ventana de medio punto, tapiado. El frente sur de la torre, con cuatro
pisos, aspillera en el bajo, en el primero abocinada y de medio punto. La
ventana del tercero restaurada. Falta el capitel geminado del sur de la torre.
Este tipo de torres prismáticas a un lado del templo, es frecuente en la
arquitectura románica en general, y en Castilla destacan los campaniles de
Segovia, Valladolid, etc., de grácil estructura, pero más cerca de nuestra
tierra están los de Santa Cecilia de Aguilar de Campoo (Palencia), Vizcaínos de
la Sierra (Burgos), y en Cantabria la de Cervatos. La de Castañeda se concluye
por una cornisa que remata su romanicidad con sus canecillos en cada lado, más
los de esquina, de muy diversas figuraciones: cabezas de fieros leones o
animales, éstos en lucha, caveto, hombrecillo itifálico, bolas con caperuza,
protomos de animales, rollos, volutas, etc.
Ventanal ajimezado del muro sur de la
torre. Capitel del ventanal
Los ábsides
Siguiendo el recorrido O-E de la iglesia, se
pasan los muros de la sacristía y de la capilla de Frómesta –la que, como en
líneas anteriores vimos, demolió el brazo sur del transepto y su
correspondiente ábside– nos encontramos directamente con el ábside mayor o
central de la iglesia que creemos conservado como románico en la totalidad.
Antes del propio ábside vemos, a la altura de
éste, la cornisa del presbiterio sur que se corona o se soporta por siete
canecillos que son, de izquierda a derecha, los siguientes: 1) Bola en caveto;
2) Caveto con laterales de volutas planas; 3) Cabeza de animal que mantiene
entre sus dientes una especie de pan o rollo; 4) pareja de animales que se
muerden recíprocamente las ancas; 5) músico tocando instrumento de cuerda,
sentado; 6) Personaje sentado itifálico; 7) Personaje femenino (parece llevar
toca) que sujeta algo sobre las rodillas. La cornisa, como las que anterior
mente hemos visto, es de caveto liso.
Inmediatamente de este último canecillo se
remete el muro unos centímetros y comienza el muro curvo del ábside central. En
su cornisa lo hace con un capitel que ocupa el espacio remetido, labrado con
volutas y bolas con caperuza. Este capitel que carece ahora de fuste, pero que
sin duda le tuvo, y llegaría hasta la imposta donde apoyan los arcos de las
tres ventanas.
Siguiendo la cornisa del ábside mayor, después
del citado capitel de ángulo, se ven seis canecillos que son: 1) pegado al
capitel anteriormente citado, se adorna este primero con dobles volutas en
caveto; 2) dobles volutas más pequeñas, bajo tres cavetos en disminución; 3)
monstruo con la lengua fuera; 4) protomo de dos cabezas humanas barbadas; 5)
cabeza de animal feroz y fantástico con las fauces abiertas; 6) cabeza de
cabra; el 7) es otro capitel de columna (también desaparecido el fuste) que,
con otras dos, dividía al ábside en tres zonas verticales; se adorna con
volutas pequeñas y altas; 8) canecillo en forma de ménsula con volutas a los
lados; 9) tres cavetos en disminución y pirámide en el centro; 10) personaje
sentado, muy tosco, tocando un arpa; 11) cabeza humana sobre doble caveto en
disminución; 12) cuatro cavetos en disminución; 13) cabeza de lobo o león con
grandes y temerosas fauces; 14) otro capitel de columna, faltando también el
fuste, con águilas en los laterales y volutas en lo alto; 15) bola con caperuza
bajo dos cavetos en disminución; 16) igual al nº 8; 17) caveto con punta de
diamante; 18) cave tos en disminución con medio disco; 19) cabeza de bóvido;
20) tres cavetos en disminución y bola con caperuza; 21) último capitel de
cornisa del ábside, esta vez conservando su fuste que baja, como dijimos, hasta
la imposta que forma los arcos de las ventanas, separa los canecillos del
ábside y los del presbiterio norte, lleva bolas con caperuza y volutas en lo
alto. Los canecillos de este presbiterio norte son: 1) triple caveto en
disminución; 2) igual; 3) monstruo engullendo un cuerpo humano hasta la
cintura; 4) bola en caveto; 5) cuatro cavetos en disminución, y 6) monstruo.
Este ábside mayor se forma por tres zonas
horizontales que separan dos impostas molduradas y decoradas. La zona baja,
cuando estuvo completa, debió de llevar tres columnillas entregas formadas por
diez tambores que se unían a la imposta más baja que era la base de los tres
ventanales. La segunda zona horizontal, intermedia, o de estas ventanas, se
cierra por otra imposta que recorre todo el ábside y voltea los arcos de medio
punto de estos vanos y tiene también, separando las tres zonas verticales, cuatro
fustes monolíticos con sus basas áticas, pero que, en su parte alta, en vez de
capitel lo suple la segunda imposta. La tercera franja horizontal del ábside se
cierra con la cornisa cuyos canecillos y capiteles ya hemos descrito. Se ven
muchos mechinales para los andamios.
La primera ventana del ábside principal, que es
la del lienzo sureste, se constituye de la siguiente manera: reposa esta
ventana, como las otras dos, sobre la imposta más baja del ábside que lleva
como decoración, en todo su recorrido, los repetidos billetes tan
característicos de la talla románica. Consta la ventana de un hueco alto, de
medio punto, en el centro; a uno y otro lado de él, una columna de fuste
monolítico que descansa sobre basas de tipo ático con lengüeta. Cada fuste
soporta un capitel. El izquierdo dos leones que se atacan por los cuellos, en
lo alto, cabecitas de animal, en centro y lateral de la cesta, entre dos
volutas. El capitel derecho, dos filas sobrepuestas de bolas con caperuza y
volutas. El cimacio de ambos capiteles es la continuación de la imposta más
alta que recorre y abraza a todo el ábside, y lleva una continuidad de círculos
tangente unidos todos por una grapa de tres cordones y separados en lo alto por
una perla. El intorno de estos círculos, abiertos en su parte baja, y excavados
en la imposta, deja ver una pequeña hoja de palma de cuatro limbos abiertos en
forma de abanico. Sobre este cimacio apoyan las arquivoltas de la ventana, que
son tres: la chambrana exterior que cubre su moldura de escocia con una
secuencia ininterrumpida de hojas de palma de seis y siete limbos colocados
también en forma de abanico, y separados en lo alto por una perla. La segunda
arquivolta, hacia el interior, es plana, pero lleva excisos veintiún dientes de
sierra. La tercera es un grueso bocelón entre dos delgados filetes.
La ventana central del ábside mayor es idéntica
en todo a la que terminamos de describir, salvo los capiteles. El izquierdo
esculpe acantos lisos, como pitones, en dos filas, y en lo alto lugar para
cabecita y volutas que parece no se llegaron a tallar. El derecho repite, con
distinto dibujo, los animales reales o míticos que se muerden los lomos, en lo
alto volutas; cimacio, chambra na y arquivoltas con la misma organización
arquitectónica y decorativa de la ventana izquierda. La ventana derecha, sólo
varía en los capiteles: el izquierdo, ave en el ángulo, volutas planas y bolas
y cabezas de animal en los intermedios. El derecho repite los animales de largo
cuello y melenas que luchan mordiéndose los lomos.
Siguiendo el recorrido que estamos haciendo a
la iglesia, llegamos al ábside lateral derecho, que suponemos podrá servirnos
para pensar que igual que él sería el lateral izquierdo, desaparecido por la
capilla Frómesta. Baja mucho la categoría artística de estos ábsides laterales.
Este que vemos, situado al Noreste de la iglesia, es pobre de aspecto en su
exterior, y pequeño, tanto de altura como de anchura. Se construye, sin
embargo, de buena sillería y su cornisa, constituida por un baquetón entre filetes,
está sos tenida por trece canecillos: 1) cuatro rollos, 2) tres cavetos en
disminución, 3) cabeza de animal monstruoso, 4) dos Ábside lateral derecho.
Canecillo 5 cavetos en disminución y punta de diamante, en los late rales
volutas planas, 5) cabeza barbada, la frente está rota, 6) otro de cavetos, en
disminución, 7) animal terrible con fauces abiertas (parecido al del ábside
central), 8) cabeza humana, que lleva sellada la boca con una cuerda, 9) cerdo
paciendo, 10) ¿cruz? 11) cabeza de animal sobre caveto, 12) bola con caperuza
también sobre caveto, 13) dos cave tos en disminución y tonel. Este ábside
tiene un solo tramo vertical y dos horizontales, éstos separados por una
imposta de billetes que abraza toda la estructura del ábside y sobre la que se
coloca, en posición muy baja, una sola ven tana de aspillera y arco de medio
punto, sin columnas, capiteles ni arquivoltas. En los sillares de este ábside
lateral derecho, se ven muchas marcas de cantero, en forma de V mayúscula
colocada en diversas direcciones.
El muro del transepto norte
Aparece sobre el ábside sin ningún tipo de
vanos y coronado por cornisa sencilla de dos baquetones. Los canecillos son
como sigue: 1) destrozado, 2) cruz griega, curva y calada en caveto, 3) tres
cavetos en disminución y fragmento de disco, 4) cerdo paciendo como otros ya
vis tos, 5) tres cavetos en disminución, 6) dos espirales en doble caveto, 7)
tres cavetos en disminución y bola con caperuza, 8) dos cavetos en disminución
y cabeza de animal, 9) protomo de cabeza de animal y sus patas delante ras, 10)
moldura convexa en cuyos lados se dibujan tres volutas.
Los muros de la nave mayor,
exteriormente
Estos muros exteriores de la nave vieja
románica han sufrido enormes modificaciones. Vimos los canecillos que quedan
del muro sur en su trayecto desde el hastial de occidente hasta el muro de la
torre, que bien se ve lo que han podido cambiar cuando en el siglo XVI o XVII
se replanteó la bóveda de la nave, que en principio debió de ser de madera,
pues no hay contrafuertes exteriores que habrían de necesitarse si hubiera sido
de cañón con fajones. El muro de la nave, en su recorrido norte, nos ha
quedado–debido a los añadidos que apoyados en él se colocaron a finales del XII
o principios del XIII, que prácticamente crea ron una nave lateral a la
iglesia– totalmente ignorado, y no sabemos, por ejemplo que tipo de ventana y
cuantas eran, si las tenía. Sin embargo, conserva algunos canecillos que de
izquierda a derecha son: 1) de rollos, 2) figurado, 3) otra vez rollos, 4)
difícil de percibir, 5) de tres rollos, y 6), 7) y 8) de rollos. El resto, si
los hay, están cubiertos por el tejado de la ampliación protogótica.
Exterior de la linterna
La linterna, que es una de las más destacadas
del románico montañés, recuerda un poco al tipo de la de Frómista, esto es, dos
pisos o cuerpos, el primero de planta cuadrada, y un segundo de planta
octogonal, obligada por las trompas angulares que convierten el cuadrado en
ocho lados para mejor sostener la cúpula. Resulta menos airosa que su posible
modelo, por ser más baja y más achaparra da. De todas formas, sobresale en el
alzado tan sólo un poco menor que la torre. El primer cuerpo se perfora, en
cada cara del cuadrado, por una relativamente pequeña ventana de arco un poco
apuntado, que en la cara norte es trilobulado. Tan sólo en la cara oeste no
sabemos si la hubo, porque su lugar lo ocupa ahora la cúspide del tejado a dos
aguas de la nave mayor. El segundo cuerpo carece de luminarias, todas sus caras
son macizas. De todas formas hay evidentes irregularidades en la cara oeste
donde pare ce que hay huellas, cuatro basas áticas con su plinto, que hace
suponer que en ésta se intentaron abrir ventanas que posteriormente no se
hicieron y fue todo el muro rellenado de sillería, con canecillos de caveto,
sin ninguna talla relivaria. En el chaflán suroeste del octógono, aún queda una
columna angular, con su fuste monolítico y su capitel, que baja desde la cornisa
hasta la imposta que separa los dos pisos de la linterna, imposta que lleva
decoración de rombos. Parece muy posible que esta parte alta de la linterna,
sobre todo en su muro oeste, haya sido removida en tiempos antiguos, lo que
puede probar que la cúpula tuvo algún serio percance.
Toda la cornisa de la linterna, que es de
caveto, sin nin guna decoración, se soporta por una serie de canecillos. Los
del muro sur son los siguientes, de izquierda a derecha, a partir de la columna
del chaflán suroeste, 1) capitel de esta columna con altos acantos casi lisos
pero que terminan en tres bolas con caperuza pegadas al cimacio, 2) canecillo
de caveto, simple, 3) ídem, 4) caperuza sola sobre larga lengüeta y lengüeta
sin bola, 5) caveto doble en disminución y bola en el centro, 6) animal que parece
esconder la cabe za entre las patas delanteras, 7) especie de piña de la que
salen las molduras que se cruzan en el centro del canecillo, 8) cabeza humana,
9) caveto con gran bola.
Los canecillos del chaflán sureste son: 1) bola
con doble caperuza, arriba y abajo, 2) caveto triple en disminución y bola con
caperuza, 3) caveto simple, 4) moldura o figura horadada, 5) figura masculina,
sentada e itifálica.
Los canecillos del muro este son también
animalísticos y de caveto. Son nueve. El este-norte lleva cinco canecillos. El
chaflán este-norte tiene cinco. Y los del muro norte de la linterna son: 1)
cabeza de animal de redondos ojos, 2) caveto simple, 3) doble caveto, 4) otro
caveto sin más, 5) y 6) caveto simple, 7) bola con caperuza sobre lengüeta, 8)
medio cilindro, 9) caveto simple. El chaflán noroeste 1) bola con caperuza, 2)
caveto simple, 3) ídem, 4) ídem.
Interior de la Colegiata
Nada más acceder por la gran puerta del
occidente, entramos en la nave principal de la Colegiata (por cierto, un poco
desviada en relación con el crucero y cabecera), y la impresión que causa, al
primer vistazo, es la amplitud de una iglesia con un elevado crucero, una
cúpula de gran y bella factura y un ábside amplio y alto que deja pasar una luz
tamizada por sus tres ventanales abocinados. Los tres tramos de la nave, hasta
llegar al crucero, son más oscuros, aunque hay claridad suficiente para comprobar
que no estamos atravesando todavía un ámbito románico, pues aunque la
estructura de los muros y de la bóveda lo pueda parecer, pronto nos damos
cuenta de que, si bien la modificación ha sido realizada con cierta
preocupación, pensada o inconsciente, de no romper el ambiente, los capiteles,
colocados posiblemente en el siglo XVII, nada tienen que ver con la estética
románica. ¿Qué cubierta tuvo esta nave cuando los canteros del siglo XII
alzaron la iglesia? Creemos que posiblemente de madera, pues no se aperciben
contrafuertes exteriores para sostener arcos fajones.
Donde verdaderamente comienza la fábrica del
XII es en el arco toral por donde se accede de la nave al crucero.
Éste, como dijimos, se estructura a base de
cuatro arcos torales, doblados y de gran altura, que apoyan sobre capi teles
historiados. El arco triunfal y el que da a la nave principal quedan abiertos
totalmente. En cambio los arcos torales laterales, los que dan a los brazos del
transepto, quedan ciegos, tapiados desde lo alto hasta que en ellos se abren
los huecos que dan paso a los citados brazos. Estos huecos se configuran
también como arcaduras dobladas que, igualmente, apoyan en capiteles historiados.
Por tanto, sólo en el crucero y en sus pasos a los laterales, hallamos
capiteles que describiremos de esta forma:
Capiteles del arco triunfal del ábside
(mirando al altar)
El derecho (capitel 1 en el croquis) lleva dos
águilas esquinadas que con sus garras aprisionan peces o liebres. El centro de
la cesta bolas con caperuza y en lo alto cabeza humana de la que salen dos
volutas. Los laterales bolas y volutas. El cimacio, muy repetido en estos
capiteles, y en general en las impostas decoradas de Castañeda, es de arcos
tangentes y grapados cuyo intorno, bastante ahueca do, talla palmetas
cuatripétalas. El capitel izquierdo (capitel 2 en el croquis) tiene como
motivos iconográficos una figura humana de pie, con traje talar, que sujeta con
las dos manos un bastón en forma de T, muy normal en las representaciones
románicas. A su siniestra, animales fantásticos que engullen a un personaje de
pie.
Situación de los capiteles descritos en
la fábrica de la iglesia románica de los primeros años del siglo XII. 1-14
capiteles del crucero y ábside del evangelio; 1a-11a capiteles de la arquería
del ábside
Capitel derecho del arco triunfal (nº 1
en el croquis)
Capitel
izquierdo del arco triunfal (nº 2 en el croquis)
Capiteles del gran arco de la izquierda
del crucero (capiteles 3 y 4 en el croquis)
El de la izquierda de bolas con caperuza y
cabecitas en el centro; cimacio de caveto liso. El derecho lleva dos personajes
alrededor de un árbol. Puede ser el tema común de Adán y Eva. En la otra cara
de la cesta aparece un monstruo al que coge Adán con la mano izquierda,
mientras que la derecha la apoya en el árbol. Hay también volutas y cabezas de
sierpes entre ellas. El cimacio es el característico de Castañeda de círculos
con palmetas.
Capiteles del gran arco de la derecha
del crucero (capiteles 5 y 6 en el croquis)
El izquierdo con leones afrontados, de pie, y
sobre el collarino. Sobre uno de ellos parece que cabalga una persona. En lo
alto volutas y bola. El derecho también tiene leones semejantes, volutas y
cabezas. Cimacios de ambos de palmetas.
Capiteles del gran arco que da paso a la
nave central (mirando a la nave) (capiteles 7 y 8 en el croquis)
El capitel derecho (nº 8) tiene tallados cuatro
leones sobre el collarino, enfrentados de dos en dos. Detrás del primer grupo
aparece una figura humana de pie; sobre los otros un personaje que parece
gatear sobre uno de ellos. En el centro de la cesta y en alto una cabeza de
animal que parece devorar a una pareja de perdices o palomas. El capitel
izquierdo (nº 7) se ordena así: lateral izquierdo, cabeza de animal entre
volutas y debajo dos perdices que cruzan sus cuellos. Centro: cabeza de animal
entre volutas, debajo cuatro perdices que cruzan sus cuellos dos a dos.
Apoyados en el collarino, cuatro leones o fieras, de pie. Los dos de la esquina
que mira al ábside enfrentan sus cabezas y apoyan una de sus patas delanteras
sobre las rodillas de un personaje (¿Daniel?) de cabeza rota que parece
abrazarles. En lo alto, volutas y cabeza de animal. El cimacio, el de las con
sabidas palmetas entre círculos secantes y grapados.
Capiteles del arco doblado que da paso
al brazo del transepto de la Epístola (capiteles 9 y 10 en el croquis)
En el arco que se abre a la capilla de
Frómesta, cuyo intradós lleva cuarterones rehundidos de época barroca, cuando
se hizo la capilla. Se conservan los dos capiteles románicos que le sostienen.
El izquierdo (nº 9) lleva talla dos cuatro leones de pie sobre el collarino,
enfrentándose dos a dos. Los que juntan sus ancas en el frente de la cesta
pasan sus rabos por debajo de las patas traseras subiéndolos después hacia la
cabeza de un animal que les muerde con sus potentes mandíbulas. De esta cabeza
y hacia los lados salen volutas. Cimacio, el repetido de palmetas. El capitel
derecho (nº 10), con cimacio de entrelazo de dos cordones, está compuesto de
dos filas de bolas con caperuza y en lo alto la repetida cabeza de animal o
humana de la que salen las volutas. En los laterales, cabezas de animal.
Capiteles del arco doblado que da paso
al brazo del transepto del Evangelio (capiteles 11 y 12 en el croquis)
El otro arco doblado, el que da paso a lo que
fue el brazo del transepto izquierdo, es igual que el anterior, salvo que el
intradós no fue modificado posteriormente, y lleva los siguientes capiteles: el
izquierdo (nº 11) presenta, saliendo del collarino, ocho acantos esquematizados
en bandas de líneas verticales y paralelas que acaban en bolas con caperuza,
también rayada. El frente de la cesta, esculpe, por encima de las bolas, una
cabeza de león o carnicero que sostiene entre los dientes un par de perdices,
cuyos cuellos ya mastica. Cimacio, como casi siempre, de círculos y palmetas.
Dos volutas, una grande, la izquierda, y otra muy reducida, la derecha, cierran
la cesta. En los laterales, volutas y cabezas de animal. El capitel derecho
repite los cuatro leones siameses, unidos por la cabeza y pisando el collarino
y encima la cabeza de animal que sostiene con la mandíbula las volutas con las
que acaba la cesta. Cimacio como el del anterior, y todo ello muy deteriorado.
Capiteles del ábside lateral izquierdo
(capiteles 13 y 14 en el croquis)
El arco de entrada a este ábside, el único
conservado de los dos que primitivamente tuvo la iglesia, es de medio punto y
apoya sobre dos capiteles: el izquierdo (nº 13), con cimacio de círculos
tangentes con palmetas, lleva leones enfrentados, que aproximan sus cabezas, y
otro que vuelve la cabeza y se muerde la cola; en alto cabeza de león, parece,
de la que salen dos volutas que cierran el frente de la cesta; a los lados
también volutas. El derecho (nº 14) lleva una fila inferior de bolas con
caperuza y en alto una cabeza de animal en el centro y volutas angulares.
Cimacio, igual al anterior. La única ventana de este ábside lleva arco de medio
punto, con dos arquivoltas de bocel y dientes de lobo que cargan sobre cimacio
de nacela que, a su vez, descansa sobre dos capiteles: el derecho de bolas con
caperuza y volutas en las esquinas; el izquierdo de simples hojas como pitones
y volutas angulares. La base de la bóveda de horno lleva una imposta de hojas
triangulares separadas por perla.
La cúpula
Se alza sobre los arcos torales con una
majestuosidad verdaderamente notable, y toda ella de buena sillería concertada
y en hiladas concéntricas. Las trompas, que pasan al octógono, son muy
sencillas, de cuatro segmentos de arco en disminución, y la iluminación es la
que entra por los cuatro ventanales que comentamos en la descripción anterior.
El ábside central
Es quizás la parte de la iglesia más
espectacular y atra yente. El presbiterio, bastante profundo, se cubre con
bóveda de cañón de eje normal al del templo. Todo él está también fabricado de
muy buena sillería y se divide, horizontalmente, en tres partes: la bóveda, que
queda separada de otro tramo ciego, el que se corresponde con el que ocupan las
ventanas, por una imposta de palmetas y otro tramo bajo ocupado por una bella
arquería de dos arcos a cada lado. El semicírculo absidal, tiene los mismos pisos
que el presbiterio, salvo la bóveda que es de cuarto de círculo o de horno. Lo
demás se corresponde en todo con la división del presbiterio, con las mismas
impostas de separación que recorren por igual todos los espacios que configuran
el ábside. Las ventanas, que son tres, tienen arcos de medio punto doblados y
–a diferencia de las aberturas exteriores que ya vimos, que llevaban
arquivoltas y columnas– las del interior carecen de todo agregado y sólo se nos
muestran con su limpio abocinado y un derrame horizontal; se pare cen mucho a
las del ábside de Frómista, salvo que en esta iglesia palentina el derrame es
inclinado hacia el interior.
Las arcaduras ciegas, que bajo las ventanas y
en el presbiterio se marcan, son, en conjunto, ocho; cuatro para el presbiterio
(izquierda y derecha) y otras cuatro para la cabecera del ábside, y, en total,
son once capiteles los que hay (van también numerados en el croquis), que
empezando por el presbiterio lateral izquierdo, están decorados de la manera
siguiente: 1a) Dos filas de bolas con caperuza, en lo alto volutas de esquina,
en cuyo centro figura otra bola de caperuza, el cimacio de círculos tangentes,
abiertos por debajo y grapados, y su interior rehundido y grabada una palmeta
de seis limbos, decoración como vimos muy repetida en Castañeda. 2a) De
izquierda a derecha, león, leona o perro que muerde las ancas de un gran león
de marcada melena que junta su cabeza con otro de similar forma. Detrás de
ellos, cabeza y cuerpo de hombre sentado o de pie, sobre cuyas rodillas apoyan
una pata delantera los animales (¿Daniel entre los leones?). Las colas de los
leones pasan entre las patas traseras de los animales, suben por su vientre y
en el lomo son mordidas por la boca de una cabeza también de felino. Bajo el
cimacio, que es idéntico al del capitel anterior, bolas con caperuza. 3a)
Interesante, repetido el tema varias veces en Santillana. Pelícanos que jun tan
sus cabezas y cuerpo, formando el esquinal de la cesta y volviendo sus cuellos
se pican a sí mismos. Encima de ellos, en los laterales, cabeza de animal con
boca de rana, ladeada por volutas y bola con caperuza.
Cimacio, el repetido de círculos y palmetas.
4a) Acantos partidos en sus puntas, de manera que es difícil asegurar como
terminaban.
Lo más probable es pensar en bolas con
caperuza, aunque pudieran acabar simplemente en punta. Detrás, volutas que
vienen desde los acantos bajos y suben hasta el cimacio repetitivo de las
palmetas; separa a estas volutas una bola de caperuza. 5a) En el lateral
izquierdo, pareja de hombre y mujer, de pie; la mujer se distingue por la toca
rizada que envuelve su cabeza, viste capa y brial que la llega a los pies; el
hombre a su izquierda, y de tamaño más grande, la abraza, al parecer, en un
momento que puede interpretarse de cariño y despedida. En el centro de la cesta
lucha a pie de dos infantes, el de la derecha que lleva lanza y escudo llega
con el arma ofensiva, que maneja con la derecha, a herir brutalmente en el
cuello a su contrincante. Éste, que también porta lanza, da con ella en el
escudo de su enemigo. Ambos visten aljuba abierta y debajo brial hendido que
ter mina muy cerca de los pedules. El lateral derecho recoge otra escena de
lucha, ésta cuerpo a cuerpo, entre dos personajes vestidos con “femoralia”
y agarrándose ambos por el cuello, buscando el vencimiento. El cimacio es
biselado sin decoración. 6a) Parecido al nº 1, es decir, de dos filas de bolas
con caperuzas y encima volutas en esquina y bola con caperuza separándolas. El
cimacio es de palmetas car nosas de cinco limbos en abanico, con perlas arriba
y abajo. 7a) Capitel decorado con tres leones de pie. El primero, a la
izquierda, apoya una de sus patas delanteras en una cabeza humana cortada. Los
otros dos forman el cen tro y lateral derecho del capitel y juntando sus
cabezas parecen beber en un gran cuenco semiesférico. Sobre los animales bola
con caperuza en el centro de cada lado, y cabeza de animal en el frente. El
cimacio es de trenza de dos cabos. 8a) Leones, parece, de cuerpo muy alargado
que se muerden mutuamente en sus lomos. Es tema muy repetido en el románico
montañés. Sobre ellos, volutas y cabe zas de animal. Cimacio de círculos
tangentes y palmetas de abanico en su interior. Entramos ahora en las dos
arcaduras del presbiterio derecho, de la epístola. Capitel 9a) Dos leones,
unidos por sus cabezas, agarran con una de sus patas delanteras una especie de
pequeño animal descabezado. En los laterales, y sobre ellos, volutas y bola con
caperuza separándolas. Cimacio, el repetido de círculos y palmetas rehundidas.
10a) Capitel con tema muy querido en nuestro románico (Cervatos, San Juan de
Raicedo, Bustasur, Puja yo, etc.). Se trata de águilas esquinadas con las alas
abiertas y posadas sobre el collarino y mostrando su pecho (ya las vimos también
en Castañeda, en el capitel derecho del arco triunfal); en lo alto, en los
laterales, cabezas de animal. Cimacio de billetes en tres hiladas. 11a) Otros
dos leones enfrentados con una sola cabeza. En los laterales, sobre ellos, bola
con caperuza y volutas a la izquierda y cabeza de animal con boca de rana.
Cimacio lateral de círculos y palmetas. Cimacio frontal, perdices o palomas que
se cruzan.
La ampliación de la iglesia en los
finales del siglo XII o comienzos del XIII
Remigio Arce, en su libro Recuerdos del antiguo
valle y condado de Castañeda, publicado en Santander, en 1882, se interesó en
sus capítulos III, IV y V de la iglesia-colegiata que ahora nos ocupa a
nosotros, e hizo de ella dos apartados: “El templo antiguo” y “El
templo nuevo” y –lo que son las cosas– consideró como la parte más antigua
a lo que ya hoy creemos es la más moderna. Es decir, esta ampliación que se
hace ya en ese tránsito del románico al gótico, Arce la cree la primitiva
iglesia que fue luego ampliada por la románica. Naturalmente, en los finales
del siglo XIX, casi no había surgido, y menos utilizado, el término “románico”
para diferenciarlo del gótico y para matizar así las distintas construcciones
religiosas medievales.
Pero ahora, viendo el conjunto de reformas y
añadidos que ha tenido la iglesia, podemos asegurar que todo lo adherido al
muro norte de la nave de la iglesia de la primera mitad del XII es,
prácticamente, una nueva nave al evangelio, que se realiza en las finales
décadas del siglo XII o en las primeras del XIII. Y que, más tarde, en los
siglos XVI-XVII, se ve ampliada por otra de dos tramos que nace de su muro
norte.
Esta nave de finales del XII, que surge del
tramo lateral norte del transepto, abriendo su muro occidental, está
constituida por tres tramos de diferentes tamaños. Su entrada, desde el
exterior, se halla en el muro occidental, justamente a la izquierda de la
puerta monumental y principal de arquivoltas y capiteles de la iglesia. Se abre
en dos arcaduras de medio punto, cerradas ahora con rejas, posiblemente de los
siglos XVI ó XVII, que dan acceso a las dos puertas de esta nave protogótica,
una de ellas (la de la derecha) ahora con vertida en gran ventanal. Son de arco
apuntado, que apoya sobre capiteles sencillos de acantos verticales, que se
doblan en forma aparente de crochet, muy semejantes a los que se ven en los
talleres de Aguilar de Campoo y San Andrés de Arroyo, que trabajan en el
avanzado románico del norte palentino. Esta doble arquería da paso a un primer
tramo de 5x5 m que se cubre con bóveda de cañón apuntado. En este primer tramo,
siguiendo la dirección de la nave, existen en el muro izquierdo un arco
apuntado ciego, y en el derecho, un arcosolium también de arco apuntado con
arquivoltas de escocia y baquetón que apoyan en tres capiteles a cada lado,
también vegetales de crochet sencillo. El arcosolium lo llena una figura
yacente con la cabeza mirando al Este, al parecer caballero o abad. La piedra
en que está tallada lleva en la parte frontal una serie de escudos. Todo parece
de época gótico-renacentista.
El segundo tramo es una sala de 7x5 m que tiene
bóveda de nervios anchos de gran baquetón entre dos listeles y cuatro
plementos. Los nervios que salen de la derecha apoyan sobre un atlante,
ejecutado toscamente, y una arpía. Los nervios de la izquierda lo hacen sobre
una columna de fuste exento, alta, que lleva en el centro un enorme gloutón o
máscara animal engolando el fuste (la de la izquierda). La de la derecha,
repite lo mismo, pero en vez de un gloutón hay un protomo de león que parece
dominar a una cabeza humana. Los capiteles de ambas columnas son: el izquierdo
de crochet y el derecho de centauro portador de arco y ata cando a una fiera
alada. La entrada a la nave, que desde este segundo tramo se dirige hacia el
norte, tiene un arco apuntado con capiteles dobles a ambas partes en casi
relieve continuo, con decoración vegetal en forma de crochet, también parecidos
a los de San Andrés de Arroyo. En el muro derecho de este segundo tramo, se
abre una puerta en la ancha abertura que da paso a la nave de la iglesia
románica de la primera mitad del XII, en el tramo segundo, contando desde los
pies. Esta puerta, entre la iglesia más antigua y la nave que estamos
describiendo, construida muy a finales del XII o inicios del XIII, tiene
incrustados dos sillares grabados, a modo de capiteles, que sin duda, por su
decoración, deben de ser residuos de alguna fábrica destruida pre-románica pues
el dibujo que llevan –un ramo apaisado de espirales-apunta a un estilo más
antiguo tal vez con recuerdos asturianos o mozárabes. Pasada esta puerta, y en
el mismo muro donde ella está y el comienzo de un nuevo arcosolio –que
describimos inmediatamente– hay colocada en el suelo una tapa de sarcófago muy
bello, de corte pentagonal y una larga inscripción en sus lados 2 y 3.
Pasando ya plenamente al tercer y último tramo,
con bóveda de cañón apuntado, vemos hacia el Este, a la derecha, un arcosolio
de interés. Tiene arco de medio punto con intención de apuntar. La chambrana
lleva decoración de arquillos o medios circulillos continuos del tipo de los
que caracterizaban a San Andrés de Arroyo, rúbrica que nos ase gura la relación
bastante directa con los canteros del norte de Palencia, en esos finales del
XII y principios del XIII. Las arquivoltas son de listel, escocia y baquetón,
siendo la arquería interior ya algo apuntada. La pared de fondo del arcosolio
lleva una escena pintada de la resurrección de Cristo, saliendo del sepulcro y
los soldados durmientes; pin tura muy desvaída que no es románica, sino de los
siglos XVI XVII. Las arquivoltas del arcosolio apoyan sobre capiteles dobles,
de hojas de palma el izquierdo y de roble el derecho, muy bien trabajados por
los mismos maestros que ejecutaron el añadido de esta nave de transición. El
intradós del arco, a uno y otro lado, carga sobre dos ménsulas o canecillos
prismáticos, sin decoración. Las basas de los fustes son áticas con lengüetas.
Dentro del arcosolio existe la tapa de otro sarcófago que lleva en su cara
horizontal un escudo con cuarteles de la casa de Lara. Enfrente del citado y
último arcosolio, existe una ventana abierta al norte, de arco doblado, de
alfeizar inclinado, pero sin fustes ni capi teles.
Debajo de ella, tapa de sarcófago, muy bella,
de entre lazos y decoración vegetal, todo muy bien tallado, recordando al mejor
de los sarcófagos de San Martín de Elines.
La tapa, con horror al vacío en las caras
horizontales, lleva en las dos correspondientes a la cabeza y pies del muerto,
cruz de brazos iguales labrada, inscrita en círculo, tipo de las que tienen las
estelas, con una puertecilla de medio punto colocada a los dos lados. Este
último tramo de la nave del románico avanzado se abre al tramo izquierdo del
transepto, donde ahora está el más bello retablo de la iglesia, por un arco,
tal vez del siglo XVI, comunicando así con la cabe cera de la iglesia antigua.
Pero cuando se añadió la nave esta del norte que estamos describiendo, el paso
se debió de hacer por un arco más alto, apuntado, que todavía permite ver los
capiteles y fustes dobles donde apoyaba (a la izquierda), de cimacio liso y
cesta de acantos vueltos en crochet de frutos –uvas, parecen–. Los fustes,
monolíticos, llevan un anillo central decorado con orla de semicírculos. Las
basas están cubiertas por el suelo de madera.
La capilla que sale del tramo central de esta
nave y que posee columnas en el centro, es toda ella del siglo XVI XVII. Igual
que son de esta época las reformas que se hicieron en los paramentos interiores
de la nave de la iglesia vieja colocando capiteles no románicos.
Argomilla de Cayón
Argomilla se encuentra a dos kilómetros al
Oeste de Santa María de Cayón, la capital del municipio, y a noventa metros de
altitud. Se accede desde Santander por la N-634 y, entre los cruces de Vargas y
Sarón, en la localidad de La Penilla, se toma en dirección Sur la CA-611.
Argomilla de Cayón no figura como tal en el Libro Becerro de las Behetrías
(1352), pero sí consta Sant Andres de Cayon como lugar de la Merindad de las
Asturias de Santillana, del obispado de Burgos, y como lugar de behetría de los
señores Gutiérrez Díaz de Ceballos y de los hijos de Alfonso Rodríguez de
Obregón, quienes compartían señorío. Sus moradores pagaban al rey moneda,
servicios y lo concerniente a la justicia en los homicidios de los hidalgos.
Por su parte, los señores de la behetría tenían derecho a una comida y al cobro
en maravedíes por fallecimiento de cada peón, y de todos los bienes del finado
si no tuviere descendencia legítima. También, tenían derecho sobre la justicia
de los homicidios de los peones.
En el Apeo de Don Fernando de Antequera, de
1404, se cita Argomilla entre los concejos que conformaban el Valle de Cayón,
junto a La Abadilla, Lloreda, La Penilla, Totero, Santa María y San Román.
Además, consta San Andrés como abadía con su abad Fernán González,
Comparecieron Fernán González, Abad de Santandrés, y Gonzalo Ruiz de Argomilla,
por nombre de este concejo. Confesaron ser Argomilla behetría y abadengo. El
Rey, exceptuados los omecillos y la Justicia, no tenía otro derecho.
En el Catastro del Marqués de la Ensenada, de
1753, se recoge tanto el pueblo de Argomilla, como la Abadía y Coto Redondo de
San Andrés. Argomilla se cita junto a los lugares anteriormente registrados en
el Apeo; a éstos se suman Esles y La Encina. Todos componían el Real Valle de
Cayón. Se especifica que, “su término se podía recorrer andando en una hora
y media, pues limitaba con Santa María por el Cierzo, con la Encina por el
Solano, con San Román por el Regañón y por el Ábrego con Sandoñana en el Valle de
Carriedo… y en medio de dicho término propio hay otro o coto redondo con
jurisdicción separada, propio de don Francisco Javier Cevallos Guerra,
Caballero de la Orden de Calatrava y vecino del lugar de San Felices del Valle
de Buelna”.
También, se declara que pagaban un único
impuesto, el derecho de diezmo y primicia, la mitad a don Francisco Javier
Cevallos y de la otra mitad, “una parte a la fábrica de este lugar y la otra
al cura beneficiado de este lugar que nombra el citado don Francisco Javier y
de las primicias es éste único llevador como Patrono y señor de la Iglesia
contribuyendo cada vecino que tiene yunta…”. Asimismo, se hace constar que
había dos clérigos, uno de ellos, era el cura beneficiado de la Parroquia de
San Andrés del Cotorredondo, residente en éste. Al respecto, figura en el
Catastro: “Abadía y Coto Redondo de San Andrés, sita en los términos del
Valle de Cayón”. El regidor era don Agustín de Echevarría y el cura
beneficiado en la iglesia parroquial, don Domingo Antonio de Elorza y Aguirre.
El terreno propio de esta Abadía y Coto Redondo ocupaba “desde el aire cierzo
al ábrego un cuarto de legua; y desde el solano al regañón medio cuarto; y en
redondez dos cuartos y medio de legua, que se puede andar en una hora; y confronta
por todos los aires término y jurisdicción del lugar de Argomilla”.
Tampoco Madoz recogió en su Diccionario, a
mediados del siglo XIX, la voz Argomilla, pero sí, “San Andrés, coto
redondo, en la provincia de Santander… en el término de Argomilla”, y lo
describía así: “Es una eminencia casi en forma de pirámide, cubierta de
árboles de roble, y en cuya cima se halla la iglesia parroquial del expresado
pueblo y la casa de Ceballos, que tenía jurisdicción sobre este territorio y el
derecho de nombrar alcalde”.
La iglesia parroquial de San Andrés se localiza
en el Barrio de la Iglesia, de Argomilla de Cayón. Se sitúa al sur, a unos 600
metros de distancia del núcleo de población, en lo alto de una pequeña loma y
frente a la casona-palacio que fuera de Ceballos (c. siglos XVI-XVII). Se trata
de un paraje bordeado por un riachuelo, prados y masas forestales donde
destacan espléndidos ejemplares de encinas y castaños, entre otros árboles. La
iglesia de San Andrés fue declarada Bien de Interés Cultural, con la Categoría
de Monumento, en el año 1982, y la Casona de Ceballos, en el 2002.
Iglesia de San Andrés
La iglesia de san Andrés de Argomilla se nos ha
conservado en buen estado en su fábrica románica, aunque, naturalmente, con
algún añadido posterior, como la sacristía, y algún refuerzo exterior para
sujetar las tensiones del arco triunfal, que debió fallar en algún tiempo,
obligando a colocar un ancho contrafuerte al norte, en la conexión entre el
semicírculo absidal y el presbiterio del evangelio.
El monumento
El plano de la iglesia que ahora vemos, no
parece muy diferente del que debió de tener cuando se erigió: es decir, una
sola nave rectangular bastante alargada, un presbiterio poco profundo y un
ábside en medio círculo. En cuanto a su alzado, no apreciamos tampoco ninguna
notable variedad. La nave tiene al poniente una puerta arquivoltada, con dos
columnas a cada lado, que creemos totalmente original de los maestros canteros
románicos. La elevación de la nave es bastante acusada, si bien nuestro parecer
es inclinarnos a una techumbre de madera, pues carece, fuera y dentro, de
cualquier tipo de contrafuerte que nos hubiese indicado la posible existencia
de una cubierta pétrea. Esta existió, y existe, en el presbiterio y ábside,
lugares en los que casi siempre es utilizada en el románico por humilde que sea
la iglesia.
Planta
Alzado este y sección de la torre
Exterior
Realizando la descripción de la iglesia de
izquierda a derecha, como solemos, y de fuera a adentro, la iniciamos en San
Andrés de Argomilla por su puerta principal, que se halla en el muro del
hastial occidental. Bastante excepcionalmente, queda hoy protegida por la torre
cuadrada de la iglesia, construida posteriormente, apoyándose en este hastial
pero dejando un pórtico al que se abre la puerta. Esta es de arco de medio
punto que descansa sobre jambas lisas. El juego de roscas que abren el
abocinamiento del muro es el siguiente, de dentro a afuera: 1. Arquivolta
formada por tres baquetones lisos, el central más ancho que los laterales; 2.
Arquivolta algo más estrecha, separada por
un simple filete de la otra, y decorada con un simple y clásico
ajedrezado de cuatro filas de tacos; 3. Filete de separación y arquivolta de
grueso baquetón entre dos escocias, la interior con medias bolas lisas, la
exterior con medias bolas gajeadas; 4. Filete de separación y arquivolta de
baquetón. Encima de ésta hay una franja representando dientes de lobo y encima
la chambrana con bocelón sogueado.
Puerta
principal que se halla en el muro del hastial occidental
La última arquivolta y la chambrana cabalgaban sobre los
cimacios de la puerta. Posteriormente, no sabemos con cuanta distancia de años,
se cubre la puerta con un pórtico abovedado de dos nervios y cuatro plementos
que parecen ya góticos. Sobre este pórtico y esta bóveda gótica se coloca toda
la torre de la iglesia que creemos ya de los siglos XVI-XVII.
La primera arquivolta, la más interior, apoya a
la izquierda sobre cimacio de palmetas inscritas en círculos tangentes y
grapados, que se abren en su parte baja formando unas pequeñas volutas. Este
cimacio lo hace sobre el capitel izquierdo, más próximo al vano de entrada, que
esculpe en su cesta una pareja de leones que juntan sus cabezas en la esquina
del capitel.
El derecho va montado, en volandas, por un
personaje desnudo; el otro, el izquierdo, oculta, con sus ancas, medio cuerpo y
cabeza de un hombre vestido, y a su lado la cabeza de una mujer que parecen
abrazarse. Al hombre de la izquierda se le ve nada más que medio cuerpo
sosteniendo la cola del león. En este lateral, junto al cimacio, aparece una
cabecita también humana, sola. Casi toda la parte inferior del capitel está
machacada.
Los fustes de las cuatro columnas son
monolíticos y apoyan sobre basas áticas con lengüeta; las cuatro cargan sobre
plinto y éste sobre banquillo.
La segunda arquivolta posa sobre el cimacio del
codillo, sin capitel, que se decora de entrelazos de tres tallos que se
prolongan al cimacio del segundo capitel de las arquivoltas de la izquierda de
la puerta. La cesta de este último tiene, posados sobre el collarino, una
pareja también de leones, que cruzando sus cuellos se muerden mutuamente en los
lomos, composición que vemos muy repetida en capiteles de Castañeda, tanto del
ábside –interior y exteriormente– como de las ventanas de la torre, y que podemos
afirmar han de ser obra de los mismos canteros, taller o maestro, en los dos
monumentos, por lo que, quizás con alguna pequeña diferencia de años, hay que
colocar a ambas iglesias en la misma cronología. Del cuerpo de estos leones
brotan hacia arriba dos volutas, una sobre otra, que ocupan tanto los
laterales, como el esquinal del centro de la cesta.
En el lado derecho de la puerta, otros dos
capiteles forman pendant con los anteriormente descritos. El más próximo al
vano de entrada, también en sus temas y ejecución, se hermana con la labor de
los que trabajan en Castañeda. Su cimacio es de idéntico entrelazo al del
exterior de la izquierda, y la cesta repite el mismo tipo de aves, perdices o
palomas (cuatro), que entrecruzan sus cuellos y que ya habíamos encontrado
tanto en el capitel izquierdo del arco toral de entrada de la nave al crucero,
en Castañeda, como en el cimacio del capitel número once en la arquería
interior derecha del presbiterio de esta última iglesia y aparecen también en
Bárcena de Pie de Concha. Estas cuatro perdices posan sobre tres aves parecidas
–¿águilas o arpías?–, cuyas cabezas han sido cortadas. El codillo que está
entre este capitel y el siguiente lleva cimacio idéntico al del primer capitel
de la izquierda de la puerta, ya descrito, de palmetas inscritas en círculos
tangentes, grapados.
El capitel más exterior, de los dos que
aparecen al lado derecho de la puerta, esculpe tres figuras humanas: una,
sentada, en el centro de la cesta, y otras dos, una a cada lado, de pie, en los
laterales. Son dos figuras de tipo demoníaco sujetando con una soga por el
cuello al personaje sentado.
El pórtico, añadido posteriormente, pero con
certeza, por sus características, no muchos años después de la construcción de
la iglesia, está formado por dos fuertes arcos que parten perpendicularmente
del muro donde está la puerta, y en donde aparecen las mismas decoraciones que
tienen los cimacios de la puerta y en las cornisas de los muros y ábside del
exterior de la iglesia, esto es: entrelazos, billetes en cuatro filas entre
líneas rectas resaltadas y palmetas insertas en círculos abiertos en su parte baja.
La torre, sin duda muy posterior –como
indicamos– se levanta sobre el pórtico; es prismática de tres cuerpos, y en sus
cuatro lados del último, abre dos troneras de medio punto. El tejado es a
cuatro aguas.
Pasando ahora a la descripción del muro
meridional de la iglesia, vemos que tiene unos catorce metros de longitud hasta
tropezar con el muro de la sacristía añadida en el siglo XVII-XVIII. Se
aprecian, a media altura, tres aspilleras largas y estrechas, con arcos de
medio punto, que deben ser románicas, pero sin ningún elemento decorativo, que
se abren en el denso paramento de buena sillería. La aspillera que da junto al
presbiterio interior se ha transformado en una ventana, esta vez cuadrada de
posterior cronología. Dos puertas de arco de medio punto hubo, en su día, en
este muro sur, para pasar a una galería que recorría toda su longitud
oeste-este, conectando con el pórtico, por una parte, y cerrándose al Este por
el muro de la sacristía. Esto es como ahora aparece, aunque es posible que
recoja el recuerdo de un ala claustral desaparecida, dado que esta iglesia fue
siempre monasterio, y conservó un área de enterramientos con numerosos
sarcófagos.
Iglesia de San Andres Argomilla. Santa
Maria De Cayon
Se mantiene íntegra toda la cornisa del muro
sur, decorada, en todo su trayecto, con flores de cuatro pétalos, de cáliz
profundo, inscritas en círculos tangentes. Está sostenida por veinte
canecillos, que son: 1. Tres rollos cilíndricos, uno encima de otro, sobre
caveto; 2. Dos hojas en espiral a modo de volutas; 3. Liso, en caveto; 4. Tres
prismas en disminución; 5. Liso en caveto; 6. Rollo o tonel en caveto; 7. Tres
rollos horizontales, el del centro más saliente; 8. Liso en caveto; 9. Idem;
10. Media esfera hendida en caveto; 11. Mano; 12. Liso; 13. Voluta partida y
encima rollo horizontal; 14. Tres rollos horizontales; 15. Tres rollos
verticales curvos; 16. Liso; 17. Tres prismas; 18. Rollos verticales curvos;
19. De caveto y 20. Rollos horizontales.
Llegados al muro del presbiterio meridional,
vemos que éste, recto, pasa, sin casi apercibirse de ello, a formar una unidad
continua con el lado curvo (SE) del ábside, sin la clara separación que en el
interior existe entre ellos. Por esta causa, la cornisa exterior de estos dos
ambientes, presbiterio y tramo inicial del semicírculo absidal, forman un solo
recorrido de canecillos que sólo se interrumpe al llegar a la columna cuyo fuste
separa los dos primeros tramos del ábside. Dicha cornisa varía en su decoración
de aquella que tenía el muro meridional, pues en vez de la secuencia de flores
cuatripétalas que éste tenía, ahora hallamos una composición variada de
billetes, primero en tres filas, sin líneas separadoras, y en otras partes, de
cuatro y hasta siete filas, pero con líneas separadoras bien resaltadas;
composición que se repite en todo el ábside y presbiterio norte.
Los canecillos del muro del presbiterio sur, y
de todo el ábside, incluidos los tres tramos del semicírculo absidal y el
presbiterio norte, son los siguientes: 0. Oculto por el tejado, y el que inicia
el presbiterio, (se ha podido fotografiar); 1. Rollos; 2. Geométrico, aunque
parece, esquemáticamente, la cabeza de un caballo con sus riendas y un rosetón
en el hocico; 3. Rollos y billetes; 4. Rollos (dos), verticales y curvados,
unidos en el centro por media esfera; 5. Cabeza de frente de animal con cuernos
muy cortos hacia adentro, muy desgastado la zona de la nariz y la boca; 6.
Cabeza de animal que parece tragar a una liebre, de dudosa interpretación; 7.
Rollo como los anteriores, curvándose al adaptarse al caveto, en vertical; 8.
Protomo de animal que sostiene entre sus labios una esfera y sujeta con sus
patas delanteras una cabeza con su pelo rizoso; 9. Especie de piña con algo que
la sujeta al caveto. El número 10 es el capitel de la columna-contrafuerte, a
la izquierda del tramo central del ábside. Lleva hojas al parecer de palma que
se juntan y dejan un bastante fino calado. En el centro de la cesta, entre un
arco floral, se encierra otro detalle vegetal. El canecillo 11 esculpe dos
cabezas de leones en forma siamesa. El 12. Cabeza de león o leona que sostiene
a su cría, en posición semejante a la figura que existe incrustada en el muro
meridional de la iglesia de Yermo; 13. León de cuerpo entero apoyando sus patas
en el caveto y girado en escorzo; 14. Especie de sirena dentro de mandorla; 15.
León fantástico que parece sentado, apoyando sus patas delanteras en rollo o
rama; 16. Capitel de la columna derecha del ábside; en lo alto y centro de la
cesta un gloutón animal que sujeta con sus dientes una posible trampa en forma
de dos arcos o dos gruesas cuerdas en las que dos leones, colocados en los
laterales, meten sus cabezas, como aprisionadas; 17. Animal que apoya sus patas
en el caveto y sostiene en sus fauces una pequeña cabeza humana; 18. Acanto que
dobla en lo alto; 19. Cabeza de león que muestra la lengua envolviendo un
rollo; 20. Cabeza humana vuelta a la izquierda de un cuerpo de animal, que
sujeta con su mano derecha una gran bola; 21. Hombre o monje acurrucado,
agarrándose los tobillos con sus manos. Lleva capucha y capa; 22. Animal
apoyando sus patas en el caveto y que mete la cabeza entre sus extremidades
delanteras; 23. Animal, de frente, con su cría entre las patas; 24. Especie de
arpía o personaje con cuerpo de ave; 25. Hombre itifálico. Los canecillos desde
el diecisiete al veinticinco pertenecen a la parte de la cornisa del ábside en
el tercer tramo y a los del presbiterio norte.
Primera columna del ábside, nº 10,
primer capitel. Canecillos 11 y 12 de la
calle central
Canecillos
13 y 14 de la calle central Canecillo
15 de la calle central
Segunda
columna del ábside, nº 16, segundo capitel
Canecillo 17 de la calle derecha del ábside
Canecillo 19
de la calle derecha Canecillo 20 de la calle derecha del ábside
Canecillo 21
de la calle derecha del ábside, vista lateral
Canecillo 21 de la calle derecha del
ábside, vista frontal
El ábside está, pues, dividido en tres tramos
verticales por columnas (dos) de tambores entregos. En estos tres tramos se
abrieron en su día las tres ventanas absidales.
La del tramo sureste ha desaparecido
convirtiéndose por fuera en vano rectangular.
La del tramo central está en su sitio y con una
configuración totalmente románica: arco de medio punto, sin arquivoltas,
formado por tres dovelas. Cimacios rectangulares, muy fuertes y sin ninguna
decoración y capiteles de altura bastante extraña, y con cestas de apariencia
muy románica: el izquierdo con cuatro bolas gallonadas, y con caperuza, de las
que crecen acantos doblados, en lo alto, en volutas.
El derecho, es de semejante labra: bolas lisas,
con caperuza, y, aunque rotas, se adivinan volutas sobre ellas.
La tercera ventana, la del noreste, que ha
sufrido la colocación posterior del gran contrafuerte del presbiterio norte, es
de configuración muy parecida a la de la ventana central. Aunque se ve
completa, no deja de mostrar roturas en cimacios y capiteles. Es, sin duda, de
la misma época que el ábside e iglesia, pero también es posible que fuese algo
alterada por la construcción del citado responsión que evitó, no sabemos bien
cuando, la ruina de la capilla absidal por este lado norte.
Ventana central del ábside Ventana lateral norte
del ábside
Su arco es más artístico que el de su semejante
central, lleva una chambrana de dos filas de billetes y una arquivolta de
grueso baquetón, pero esta arquivolta, al contrario que la chambrana, sobrepasa
el medio círculo dando la sensación de un falso arco de herradura, posiblemente
no pensado así, sino como consecuencia de la remoción que debió de sufrir al
ser afectada por el contrafuerte.
Los cimacios, que parece pudieron ser unas
planchas prismáticas, como los que presenta la ventana central, están
totalmente partidos. Y los capiteles también han sufrido grandes desperfectos.
El izquierdo aún muestra acantos de cabeza
partida, lisos. El derecho, deja ver, aunque maltratados, dos animales
afrontados que posan las patas en el collarino y parecen saludarse con una de
las anteriores.
Los fustes de ambas ventanas descritas son
cortos y monolíticos, y las basas llevan toro bajo acusado y plinto bastante
destacado. Las dos ventanas tienen ahora distinta altura en el muro exterior
del ábside. La del tramo central está una hilada más alta, mientras que la
última, la del noreste, apoya sobre la imposta que divide los dos cuerpos
horizontales del ábside, el que acaba en la cornisa, que sería el tercero y el
que le sigue hacia abajo, que sería el segundo, en el que se sitúan las basas
de las columnas entregas, basas áticas, bien marcadas con dos toros del mismo
grosor y una escocia más ancha y profunda adornada con tres esferillas; estas
basas posan sobre el plinto que, a su vez, carga sobre un corto contrafuerte
prismático que acaba en el más bajo cuerpo del ábside, o basamento general del
mismo. La imposta que divide, como apuntamos, los cuerpos segundo y tercero, es
de billetes de tres filas, motivo decorativo que priva en los canteros de toda
la iglesia.
Terminamos el recorrido exterior de la obra
románica, con el reconocimiento del muro norte de la iglesia, que tiene cornisa
también románica, como el del sur, pero decorada no con rosetas de cuatro
pétalos, como las del muro norte, sino que, imitando a la del ábside y
presbiterios, lleva motivos todos de billetes de siete filas o de cuatro, con o
sin líneas separadoras. Los canecillos de este muro (veinte) son los
siguientes: 1. Cinco cavetos superpuestos en pirámide; 2. Tres rollos ; 3.
Especie de cruz de brazos curvos, unidos al canecillo; 4. Liso en caveto; 5.
Tres rollos horizontales; 6. Liso en caveto; 7. Tres rollos, el central más
saliente; 8. Rollos verticales con bola en medio; 9. Cavetos superpuestos con
pequeño rollo en centro; 10. Cavetos superpuestos; 11. Liso en caveto; 12.
Cuatro cavetos curvos con prisma vertical; 13. Cavetos superpuestos con espiral
en medio; 14. Hombre itifálico; 15. Cavetos superpuestos; 16. Cavetos curvos
con espiral grabada en el medio; 17. Caveto liso; 18. Cavetos superpuestos con
prisma vertical en el centro; 19. Prótomo de asno; 20. Rollos verticales
curvados, con bola en el centro. Los canecillos uno y dos, soportan un
fragmento de cornisa de sólo tres líneas de billetes.
En el muro exterior del norte y de la nave, hay
tres aspilleras similares a las que tenía el muro sur.
Canecillos del presbiterio y muro norte
Interior de la iglesia
Ya dijimos que San Andrés de Argomilla es una
iglesia de una sola nave, cubierta hoy con techo de madera, procedimiento que
creemos debió de ser el utilizado en los siglos románicos, pues la ausencia
casi total de contrafuertes exteriores e interiores así nos lo hace suponer.
Nada de particular tiene esta nave en su interior; sus muros son de sillería,
como en el exterior, y se cubre a dos aguas en altura algo superior a la
cubierta absidal que, con un poco profundo presbiterio con bóveda de medio
cañón, y otra de horno para el ábside, son los únicos espacios que utilizan la
piedra de sillería para sus cubiertas. Solamente diremos que esta única nave se
iluminaba por tres aspilleras alargadas, de arco de medio punto, existentes a
cada lado del muro.
Bóvedas de la cabecera de la iglesia
La cabecera, formada por el semicírculo absidal
y el presbiterio, fue la única parte de la iglesia donde los responsables
(promotores y canteros) pusieron todo su interés en darle importancia
artística. Dos arcos, el triunfal que da paso desde la nave al presbiterio, y
el que desde este lugar se abre a la bóveda de horno, son los que refuerzan y
consiguen el sostenimiento de toda la cubrición pétrea.
El triunfal es de medio punto, doblado, pero
muy rebajado, quizás por efecto de una reforma de la bóveda, que explica el
fuerte contrafuerte exterior, que evitó el posible desplome. Se apoya en
columnas entregas, de fustes con tambores de la altura de las hiladas de
sillería, que bajan hasta el suelo colocando sus basas, de tipo ático, sobre
plinto biselado doble, que carga sobre banco que recorre presbiterio y ábside.
Dichas columnas llevan capiteles historiados de
buena factura y disposiciones primitivas.
El izquierdo se organiza a base de una cabeza
humana situada en lo alto de la cesta, y en su cara frontal, que parece
sostener con sus manos, a la altura del pecho, los rabos de dos leones que los
han vuelto, por debajo del vientre y cruzando el lomo, para que el hombre los
coja como riendas.
Capitel izquierdo del arco triunfal,
cara frontal
Capitel derecho del arco triunfal, cara frontal
El resto del cuerpo de este último, está
completamente oculto por los cuerpos de los leones que volviendo sus cabezas,
se apoyan sobre sus patas traseras y, en actitud como rampantes, colocan sus
patas delanteras sobre otros leones o animales. El león de la izquierda se
junta con otro del lateral, pareciendo encerrar entre ellos a un animal
pequeño, cogiéndole uno el cuello y el otro las patas traseras. El cimacio
tiene dos tipos de decoración; hacia la derecha, desde el centro, se esculpe un
tallo o zarcillo ondulado que va encerrando hojas de palma o de vid, de cuatro
pétalos. Hacia la izquierda, vuelve a repetirse el tallo, pero esta vez llena
los huecos con cálices de flores octopétalas. Dichos zarcillos salen de las
bocas de una cabeza angular, situada a la derecha. No sabemos si también el
esquinal izquierdo la tenía, porque está roto.
El capitel derecho, de corte muy semejante,
lleva igualmente una figura central, de pie, vestida con traje talar que
descubre, sin embargo, la punta de los pedules. Los pliegues de la túnica, que
parece llevar un cinturón que cuelga hasta abajo, son muy arcaicos, simplemente
de ondas paralelas que recuerdan, por su simetría, los del paño que porta la
luna en el panel del Descendimiento del claustro de Silos. Este personaje
central parece agarrarse a dos grifos, entre los que aparece, y se oponen por
sus nalgas en el centro de la cesta, volviendo ambos sus cabezas hacia los
laterales del capitel. Los dos grifos del centro, enfrentan sus cabezas a otro
del lateral correspondiente, que parecen picar unas volutas que caen desde los
ángulos del capitel. ¿Puede tratarse de la Ascensión de Alejandro? El cimacio
es, aunque diferente, muy parecido al del izquierdo, con cabezas de animal en
las esquinas y tallo o zarcillo que envuelve hojas trilobuladas. Las cabecitas
angulares están muy deterioradas.
El presbiterio lleva, a la altura de los
cimacios de los capiteles citados, una imposta, de tres filas de billetes en el
muro derecho, sobre la sacristía y otra lisa sobre el muro izquierdo. Por
debajo de las ventanas del ábside hay otra imposta simple, apoyada sobre
canecillos de caveto, que también corre en los muros del presbiterio.
Interiormente se conservan, en su aspecto
románico, las tres ventanas con sus arcos de medio punto, columnas y capiteles,
pero en situaciones diferentes de conservación.
La ventana izquierda lleva una chambrana de
billetes en tres filas, que apoya sobre las jambas, y una arquivolta interior
de escocia y baquetón que carga sobre columnas de fuste monolítico y capiteles
decorados, el izquierdo con dos filas de bolas con caperuza y pequeñas volutas
angulares.
En el capitel derecho hay también en los
extremos, bajo el cimacio, dos cabecitas que parecen de animal. De todas
formas, tanto capiteles como cimacios están muy destrozados. En el cimacio
izquierdo parece apercibirse un comienzo de decoración, pero en ambos predomina
su lisa superficie. Las basas de los dos fustes son áticas, sin adornos, salvo
que en la basa derecha, el toro inferior lleva una especie de sogueado con
cintas perladas.
La izquierda señala bien las lengüetas
sencillas.
La ventana central tiene una chambrana toda
ella decorada con un motivo bastante usado en nuestro románico regional:
leoncillos encerrados en circulillos o arquerías que les obligan a doblarse,
que ya hemos visto en algún cimacio de Santillana, como el del capitel de la
lucha de infantes del interior de la iglesia de Santillana. En este caso los
leoncillos se encierran en anillos enlazados a los que se agarran con sus
patas.
En el capitel de Argomilla los animales están
separados por columnillas mordidas en lo alto y en lo bajo por cabecitas de
animal y, en algún dintorno, hay ave en vez de león. Hacia el interior existe
una arquivolta, de baquetón y tres hiladas de billetes, que descansa sobre
columnas formadas por cimacio, capitel, fuste y basa.
La izquierda lleva cimacio alto formado por dos
bandas, la superior sólo con líneas paralelas grabadas, y la inferior con ancha
banda donde se esculpen cruces y rosáceas inscritas en círculo. El capitel es
de acantos lisos que se vuelven en lo alto como piñas con caperuzas, redondos u
ovalados, así como volutas en el esquinal.
La columna derecha posee, igualmente, un
cimacio de mucha altura, grabado también en sus dos bandas. La superior lleva
billetes de una hilada y media, y la inferior de zarcillo que, en ondas, va
envolviendo hojas cuatripétalas. El esquinal del cimacio lo llena una pequeña
cabeza que parece humana. La cesta de este capitel derecho la ocupan una cabeza
humana en lo alto de los laterales y dos leones que se enfrentan con una cabeza
siamesa en el centro del capitel.
Sobre las ventanas, separando el muro del
ábside y su bóveda de horno existe una imposta resaltada sostenida por pequeños
canecillos tallados con formas de cabeza de animal, bolas con caperuza,
cilindros, flores, billetes, etc.
Esta disposición de canecillos interiores, muy
poco frecuente, es una nota de gran originalidad en esta iglesia y sólo lo
volveremos a ver en otra iglesia de posterior cronología, la de San Román de
Escalante. La ventana derecha se cubre con arco doblado de medio punto, sin
ningún tipo de arquivoltas. Tiene capiteles completamente destrozados, picados,
donde sólo aparecen, en el collarino, unas garras de animal, lo que indica que
fueron talladas figuras de leones posiblemente. Las basas, también
completamente partidas, fueron áticas.
A la izquierda del arco triunfal, existe una
pila bautismal, tal vez románica, decorada con un bocel marcado en lo alto y
cuba con dientes de lobo y debajo gallones cóncavos como arquillos de medio
punto de largas jambas. En el frente de la cuba, se labra una cruz latina sobre
plinto. Pie, con fuste, que es dudosamente románico.
Los sarcófagos medievales anexos a la
iglesia
Procedentes de la capilla de San Bartolomé en
el claustro de San Andrés, donde al parecer había, junto a su reja, unos
sepulcros –según constancia de M. F. de Ceballos en 1726– conserva la iglesia
de Argomilla una serie de laudas de sarcófago que han sido ya publicados en
1988 (BOHIGAS ROLDÁN, et alii, 1988b), en número de dieciocho, y que,
felizmente, se conservan en una nave situada a la derecha de la iglesia, en
condiciones, si no excelentes, si al menos dignas, si las comparamos con
aquellas en que lo estaban en 1975 cuando nosotros visitamos Argomilla, para
nuestro estudio del románico montañés (1979a). Todos ellos son medievales, muy
posiblemente de épocas románica y gótica. El sarcófago nº 3 lleva la fecha de
1185; el 5 la de 1169 y el 7 la de 1262. Damos de ellos alguna fotografía, de
los que nos parecen más románicos, y una visión general del lugar donde ahora
se guardan, remitiendo al lector a la publicación de 1988. Algunas piezas
pudieran ser del siglo XI. Muchos de ellos están, desgraciadamente, muy
erosionados.
Santa María de Cayón
Santa María de Cayón es un núcleo de población
situado en el valle del río Pisueña, junto al que se ha ido desarrollando. Este
lugar es también cabeza del ayuntamiento de su mismo nombre. Se halla a 96
metros de altitud, a 23 kilómetros de Santander y muy próximo a Argomilla de
Cayón, a tan sólo 2 kilómetros. Se accede por la CA-142, que se toma en el
cruce de Sarón de la N-634, Santander-Bilbao. La iglesia parroquial de la
Asunción, de Santa María de Cayón, se encuentra integrada en el caserío, en un
cuidado espacio ajardinado, que es utilizado como marco de actividades
culturales en los meses de verano. Se accede a la iglesia desde la CA-142, y
hacia la derecha se toma la carretera que nos lleva a la iglesia de La Asunción
(0,6 kilómetros) y a San Andrés de Argomilla.
M. A. García Guinea (Románico en Cantabria,
1996), como ya apuntábamos, analiza el documento del año 816, en que el Conde
Gundesindo cede una serie de iglesias y monasterios con sus heredades al
Monasterio de San Vicente de Fístoles (Esles). En dicho documento se lee …In
valle de Baione villa qui dicunt Pangorres cum sua ecclesia Sancte Marie.
Antes, en su estudio El Románico en Santander (1979a), García Guinea apuntaba “Valle
Baione podría ser una mala transcripción del Valle Caione…”, y añadía “…en
el pueblo cercano de La Penilla existe un barrio que se denomina Pangüerra o
Pangüerras, próximo al cual estaría la iglesia de Santa María que,
posteriormente, ya daría nombre a un pueblo o barrio propio. De todas formas,
este barrio de Pangüerra parece que también tiene iglesia de época posterior”.
E. Botella Pombo (2000), localiza Pangorres y su iglesia de Santa María, en La
Penilla de Cayón.
En el año 1082, se cita Santa María de Cayón
entre varios cenobios de la provincia que, por privilegio del rey Alfonso VI,
queda anexionado al monasterio de San Emeterio, de Santander.
En el Becerro de las Behetrías (1352), consta “Santa
María de Cayon” en la Merindad de Asturias de Santillana, del obispado de
Burgos; lugar de behetría, de los hijos de Alfonso Rodríguez de Obregón;
pagaban al rey moneda y servicios, además percibía lo correspondiente a la
justicia y a los homicidios a través de su merino. El señor tenía derecho a una
comida al año, a la nunción y a la mañería.
En el Apeo de 1404, de las Asturias de
Santillana, figura Santa María de Cayón como con cejo de behetría de mar a mar,
por señor elegían a quien les acomodase y le pagaban de infurción lo que con
él convenían. El Rey, salvo los omecillos y la justicia, no tenía allí
otros pechos o derechos.
En el Catastro de Ensenada (1753), se
registra Santa María como lugar y ayuntamiento del valle de Cayón; también,
como uno de los nueve lugares que formaban el Real Valle de Cayón de la
provincia de Asturias de Santillana. Había adquirido la condición de realengo
desde el año 1581, tras la sentencia del Pleito de los Valles, “Que es de
realengo porque pagan a S.M. los derechos de cientos, sisas y alcabalas”,
según declaración de los representantes de los vecinos.
Asimismo, declararon “…que hay un clérigo
(también lo era de Argomilla), llamado don Francisco Antonio de Elorza Aguirre,
cura y beneficiado en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Hoz, de
este lugar”. Hacemos hincapié en la denominación que se hace de la iglesia
de Santa María de Cayón. Madoz la cita en su Diccionario (1845-1850), la
iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Con esta advocación se
mantiene actualmente.
Iglesia de la Asunción
La iglesia de Santa María de Cayón se nos
presenta, desde el punto de vista arquitectónico, como un edificio de indudable
importancia dentro del arte románico de Cantabria. Se trata de algo más que una
iglesia de con cejo, y pudiera haber sido monasterio en sus principios. El
hecho es que, si bien nunca tuvo la apariencia monumental de una Castañeda o
una Santillana, su ábside –el único que al parecer tuvo– es de proporciones muy
parecidas al de las mejores iglesias montañesas, incluso mucho más aparente que
el de otras con un pasado histórico más notable, como fue Yermo, por ejemplo.
Es seguro que esta amplitud y altura de los ábsides, y tamaño, en general, de
las naves, tuvo, como motivos, tanto la importancia y número de los concejos a
que atendía, como a la situación económica que originó su construcción. Nunca,
desde luego podremos adivinar cuales fueron los motivos de su alzado, pues es
notorio, como acabamos de ver en el bosquejo de su escasísima historia, que
poco sabemos de la evolución de su pasado. Estos edificios de misterioso
transcurrir, tan sólo nos pueden hablar con las muestras aparentes de su
arquitectura. En este caso, conservada en su testero como una muestra más de la
cultura y el estilo que en los siglos XI-XII se extendió por toda Europa: el
románico. ¿Existió otra iglesia, antes de alzarse la que vemos? Porque ésta
nada nos aporta para poder intuir qué hubo en este lugar desde que el
cristianismo se implantó en estas montañas de la Cantabria costera. Y muy poco,
también, nos va a decir de los siglos siguientes, de manera que se aparece como
un fósil pétreo que queda aislado de un antes, que parece no existir, y de un
después, que ya viene historiado por otros caminos.
Santa María de Cayón, en su primitivo trazado,
debió de ser una iglesia de una sola nave, ábside semicircular, todo de la
primera mitad del siglo XII, al que se añadió posteriormente un crucero, quizás
también románico, pero cuyo abovedamiento parece actual, pues hay una
inscripción en él que alcanza al siglo XIX.
Comenzando la descripción por su puerta del
Oeste, la vemos resaltada del muro del hastial y cubierta con tejadillo propio
que es sostenido por diez canecillos sencillos de caveto. Una chambrana, en
escocia, protege el juego de arquivoltas, que son cinco, todas iguales,
prismáticas y sin ninguna decoración, al modo de las de Silió o Bárcena de Pie
de Concha, pero aún más exageradas en su limpieza decorativa. Son de medio
punto y apoyan sobre cimacio continuo, en caveto y carente de adornos, y
cargan, a su vez, en jambas prismáticas, carentes de fustes y de capite les.
Esta carencia de decoración, en una iglesia tan amplia mente decorada, nos hace
pensar si esta puerta no estaría restaurada en algún momento.
Sobre este muro del hastial occidental citado,
se alza la espadaña románica que, aunque tiene alguna modificación posterior,
lleva en el centro un largo ventanal de medio punto, doblado y abocinado, sin
columnas ni arquivoltas. El espigón, de tres troneras, es posterior, de los
siglos XVII o XVIII.
El muro sur de la nave es liso, con un
contrafuerte prismático central, y cornisa con catorce canecillos todos en
caveto liso. Entre este contrafuerte y el crucero meridional se abre una
pequeña puerta románica de arco algo apuntado y doblado, sin arquivoltas ni
columnas. A uno y otro lado del contrafuerte de este muro, se ha colocado una
ventana de arco de medio punto, para dar luz a los tra mos de la nave. Los
muros del crucero meridional –como el del lado norte– llevan contrafuertes de
esquina y se coronan por canecillos simples de caveto, que en el crucero norte
han sido sustituidos por moldura seguida de filete y baquetón que parece ya del
siglo XVI o incluso posterior.
Sección longitudinal
El ábside
Sin duda lo único que en la iglesia es
verdaderamente románico es el ábside, que pasamos a describir desde su lado
meridional.
Saliendo del muro del crucero de este lado, se
tropieza con el del presbiterio sur, todo él de sillería plenamente románica,
que se corona con una cornisa decorada con rombos tangentes continuados, talla
dos en una nacela. Se sostiene esta cornisa por medio de cuatro canecillos que
son: 1. Cuatro rollos horizontales, uno sobre otro. 2. Figura al parecer
humana, barbada, con cuerpo de ave, muy desgastada. 3. Dos arpistas, juntos,
barbados, simétricamente opuestos y separados por el arpa. 4. Animal de larga cabeza
que la saca entre sus patas delanteras y la coloca sobre el lomo.
En este muro presbiterial exterior, existe
visible, a la altura de los ventanales del ábside, una chambrana, similar a la
que estos llevan, y un ventanal, que en el interior de la iglesia es un óculo,
pero que al exterior ha sido tapado por el tejado de la sacristía añadida muy
posteriormente. Viene después –ancho, pero poco resaltado– el contrafuerte que
separa el presbiterio sur del semicírculo absidal, que culmina en cornisa del
mismo tipo de la descrita (que, para no repetirnos, anticipamos que seguirá con
estos rombos hasta el final del ábside) y sostenida por dos canecillos, el
primero recoge un conjunto de tres figuras humanas de cabezas alargadas; los
dos personajes laterales más pequeños, sentados, sostienen sobre las rodillas,
y sujetado con sus manos, un objeto cilíndrico; el segundo figurante, y
central, es un personaje sentado que con las manos sujeta igualmente el
cilindro. El segundo canecillo, es otro solo personaje, vestido y sentado, que
parece mesarse sus barbas.
A continuación se inicia la primera calle
(sureste) del semicírculo absidal. En lo alto, cornisa de rombos con otros
cuatro canecillos, que de izquierda a derecha son: 1.De dos rollos verticales
curvos, que aprisionan una pequeña esfera o cabeza de animal. 2. Figura humana,
sedente, que parece sostener con las dos manos algo impreciso. 3. Águila de
frente o pelícano. 4. Superposición de dos cavetos. Un nuevo contrafuerte, esta
vez con columna entrega y fuste de tambores de la anchura de las hiladas de
sillería.
Contrafuerte y columna bajan hasta la
cimentación del ábside, cruzando los tres cuerpos horizontales que componen
esta cabecera. Este contrafuerte-columna, acaba en lo alto en un capitel cuyo
cimacio es la misma cornisa, y cuya cesta lleva, en ambas esquinas, una pareja
de pelícanos o aves afrontadas, de dos en dos, que sostienen entre sus picos un
objeto redondo que pican, como fruta, y apoyan sus ocho patas sobre el
collarino.
En la calle central del ábside, la cornisa
carga sobre seis canecillos, por ser esta calle algo más ancha que las
laterales. El primero es de rollos horizontales (dos) sobre caveto. El segundo
parece una liebre apoyando sobre caveto, y con la cabeza baja, que está mordida
por otra cabeza de animal, de grandes dientes, en su parte trasera. El tercero
Canecillos 2 y 3 de la calle central del ábside (liebre y monstruo sujetando a
otro) presenta a un monstruoso animal que sostiene entre sus patas delanteras
la cabeza de otro. El cuarto, cabeza de animal que se come a sí mismo o que
engulle a otro. El quinto es de dos figuras humanas, una de ellas conduce a la
otra con una soga atada al cuello sobre unas patas de animal, de dudosa
interpretación. Y sexto, gruesa voluta o gran bola con caperuza o, quizás,
cabeza de animal, desgastada, tragando una esfera.
Este último canecillo se pega materialmente a
un nuevo contrafuerte, semejante en todo al anterior, con columna o fuste
entrego y capitel, con cimacio que es otra vez la propia cornisa, y cuya cesta
se decora, no con aves, como la anterior, sino con dos filas, una sobre otra,
de bolas con caperuza. Finalizando este tercer cuerpo, el alto, del ábside,
está la tercera calle del mismo, la que mira al Noreste, y es de las mismas
proporciones que la primera del Sureste.
Así que con el mismo dibujo de toda la cornisa,
esta es sostenida por otros cuatro canecillos que, de izquierda a derecha son:
1. Geométrico, bloque prismático en cuya cara inferior pare ce verse un badajo
(campano); 2. Personaje de pie, a la izquierda, que con una lanza en la derecha
intenta defenderse de un monstruo que muerde el arma y cuyo cuerpo y patas
traseras apoya en la escocia; 3. Cabeza y patas delanteras de ser monstruoso;
4. Superposición de una bola sobre dos cavetos. En el contrafuerte norte, el
que separa el ábside de su presbiterio norte, exactamente igual de lo que vimos
y describimos en el presbiterio sur, hay dos canecillos, el izquierdo, muy
erosionado, pudiera representar a dos figuras humanas sedentes cruzadas; el
derecho, pudiera ser un arpista o quizás, mejor, un personaje que sujeta entre
sus piernas un sarcófago, tal como ya vimos otro en Santillana, hoy en el
claustro, pero primitivamente en la cornisa del muro sur que se tuvo que rom
per cuando fue sustituida por la logia que se colocó en el siglo XVI y que
ahora aún existe.
Finalmente, acabamos la cornisa, con la
correspondiente al presbiterio norte, que repite los cuatro canecillos que
vimos en el presbiterio sur. El primero, figura de animal monstruoso con dos
cabezas; el segundo, dos cabezas angulares humanas, la de la derecha con la
boca abierta, en medio de ellas una moldura serpentiforme. Las dos cabezas se
corresponden con unos personajes que llevan lanzas, en la mano izquierda uno y
en la derecha el otro. Entre los dos, parece hay otra cabeza humana. El
tercero, monstruo sedente; el cuarto, dos personajes muy erosionados.
El resto de los muros del norte de la iglesia
no lleva canecillos, habiéndoles perdido posiblemente en las sucesivas
reformas, salvo en el muro correspondiente a la nave que los tiene de caveto
liso salvo el antepenúltimo, de dos volutas enfrentadas y el penúltimo con
cabeza humana.
Las ventanas del ábside
Son tres, una para cada calle, y todas se
organizan con el mismo sistema y repiten prácticamente incluso la decoración de
sus capiteles, por lo que –igualmente para no repetirnos– señalaremos la
disposición de la central: Chambrana con rombos seguidos tal como vimos en la
cornisa; arco plano acabado en filete fino, bocel entre medias cañas decoradas
con medias bolas perforadas en el centro. Esta primera arquivolta, la más
exterior, apoya sobre cimacios en caveto, sin decoración, sostenidos por un
capitel a cada lado de piñas y bolas con caperuza. Otras dos columnas más
remetidas, sostienen la segunda arquivolta formada por guardapolvos de rombos y
gran media caña con bolas más gruesas y cabezas de animal. Los cuatro capiteles
de cada ventana cargan sobre fustes monolíticos sostenidos por basas de tipo
ático con el primer toro muy delgado, escocia marcada y toro bajo más grueso,
con o sin lengüeta. Tres de ellos con bolas en caperuza, pre sentando el cuarto
dos pelícanos afrontados que con sus picos desorbitan los ojos de una cabeza
cortada.
Capitel interior de la izquierda de la
ventana de la calle central del exterior del ábside
El ábside, en general y horizontalmente, se
divide, como ya advertimos, en tres cuerpos separados por dos impostas, y tres
calles verticales también separadas por dos contrafuertes columnados, que le
recorren desde la cornisa hasta el suelo, y otros dos, no columnados, que
forman parte de la división con los presbiterios del norte y del sur. El cuerpo
bajo tiene el muro totalmente macizo, tan sólo interrumpido por los salientes
de los responsiones y se cierra con una línea fina de imposta decorada con los
consabidos rombos tangentes que vimos ya en la cornisa, imposta que recorre
todo el ábside abrazando también a los cuatro contrafuertes. Los dos columnados
se cortan por esta imposta y rompen la monotonía de su recorrido colo cando
basas áticas, del mismo tipo que tienen los fustes de las tres ventanas que,
con sus plintos, también cargan sobre la imposta. El segundo cuerpo del ábside
es, propia mente, el que ocupan mayoritariamente los ventanales de las tres
calles, cuyos cimacios en caveto, sin decoración, forman en realidad otra
imposta que esta vez se ve corta da por los contrafuertes columnados, pero que
separa este segundo cuerpo del tercero.
Este es, quizá, tan alto como el primero, y en
él se incluyen las armaduras de las tres ventanas, y sólo le atraviesan el
discurrir de los cuatro con trafuertes. Todo el ábside, pues, está
perfectamente concebido dentro del tipo general de los ábsides del primer
románico dinástico; construido con el conocimiento de un estilo ya plenamente
formado, con excelente sillería, tra bajada con verdadero conocimiento del
oficio y, por tanto, realizado por artesanos en absoluto principiantes, pero
todavía sin contacto directo con los maestros que, en las tres últimas décadas
del siglo XII, nos traen nuevos aires de una escultura final del románico sin
duda con influjos fran ceses, tanto por una mayor maestría en la ejecución como
por tratar la figura escultórica, tanto animal como humana, con alto grado de
naturalismo que preludia corrientes goti cistas ya anticipadas en alguna de las
catedrales francesas, como Chartres.
El interior de la iglesia
Hasta la publicación de la obra El románico
de Santander (1979) nadie había conseguido contemplar con atención, el
interior del ábside de Santa María de Cayón, sencillamente, por estar oculto en
su mayor parte por el enorme retablo barroco que ocultaba las arquerías que
hoy, después de la restauración realizada por la Fundación Marcelino Botín en
los años 2003 y 2004, han quedado –al trasladar el retablo perfectamente
visibles, ofreciéndonos un aspecto muy parecido, en cuanto a organización
arquitectónica, a algunas de nuestras iglesias de Trasmiera, sobre todo la de
Santa María de Bareyo, a la que posiblemente se anticipa en su construcción,
por lo que pensamos que hay que dar a Cayón la pre eminencia temporal en la
utilización de las arcaduras inter nas que va a tener en el románico montañés
–tanto de la Cantabria oriental como de la comarca burgalesa de Mena o de
Villarcayo y alrededores (Siones, San Miguel de Cornezuelo, Manzanedo, etc.)–
que son las repercusiones de finales del XII de una manera de construir –un
desarrollo bas tante repetido, que ya en el siglo XI aragonés (Loarre) y
castellano (Arlanza), tiene sus precedentes– y que debe basar se en tradiciones
orientales, anteriores, pues ya en nuestro mozárabe lo hemos encontrado en
iglesias como Santo Tomás de las Ollas y en lo asturiano del Naranco. En la
Cantabria de un románico más antiguo (primeras tres décadas del siglo XII) ya
las arquerías interiores tuvieron amplia utilización en iglesias como Cervatos,
Castañeda, San Martín de Elines, Silió, etc., lo que prueba que en nuestra
actual comunidad, las arquerías en el interior de los ábsides es una costumbre
de muy fuerte arraigo, tanto en la primera mitad del XII como en la segunda.
La arquería de Santa María de Cayón, en dos
pisos, se organiza con cinco arcos en el segundo, y cuatro en el primero,
añadiéndose a estos, otros dos arcos en cada presbiterio, sumando pues trece
arcos en la cabecera. Así pues, tan sólo es superada por Bareyo, que tiene
dieciséis en la cabecera (incluyendo en esto los de los presbiterios), y por
Siones que tiene en conjunto dieciocho arcaduras. San Martín de Elines también
la supera, con quince. En cambio, Cervatos tiene diez y Castañeda tiene ocho.
Estas dos últimas iglesias sólo tienen arcaduras inferiores, como tam bién
Silió, con nueve.
La arquería baja
Empezando por la izquierda, tenemos la arquería
de este lado del presbiterio. Es doble, de arcos apuntados que tienen una
chambrana de rombos tangentes muy utilizada en estas iglesias de Cayón, una
arquivolta formada por escocia y baquetón. Apoyan las arquivoltas sobre
cimacios de dos segmentos: el alto con estrecho bocel entre filetes, y el bajo
liso, biselado, y sin decoración. El capitel de la izquierda se talla con tres
acantos lisos, que doblan sus puntas, abriéndose después en una hoja de cinco
elementos, a modo de pata de oca. El segundo capitel labra en el centro de su
cesta, y pegada al cimacio, una cabeza masculina, al parecer, barbada
posiblemente, enmarcada a un lado y a otro con hojas verticales y volutas con
caperuza, que se repiten también en los laterales de la cesta. El tercer
capitel, es también sumamente sencillo, contiene un único tema: dos posibles
pelícanos que enfrentan sus cabezas y picos y que se disputan una especie de
objeto ovala do y vertical, ¿pez? Los fustes de esta arquería (tres) son
monolíticos y reposan sobre basas de bastante altura, áticas, pero de toros
resaltados, siendo el bajo muy globular, y con lengüetas de cabecitas animales
o humanas, muy desgastadas, sobre plinto retallado con flores, también casi
borrado, inscritas en círculo. Esta doble arquería reposa sobre banquillo de
ángulo matado por grueso baquetón.
Las cuatro arquerías bajas del semicírculo
absidal, repiten arcos de configuración casi idéntica a los que acabamos de
describir, y sus cimacios, donde apoyan, son igualmente repetición, aunque con
variaciones, de ellos, es decir, un cuerpo alto moldurado y uno bajo, más alto,
en caveto liso. El primer capitel (cuarto de toda la arquería de la cabecera),
es de una síntesis excesiva, y muy tendente a las concepciones góticas. Se
trata sólo de una gran palmera que abre sus ramas hacia los laterales del
capitel, pero que ocupan tan sólo la mitad alta de la cesta. El segundo capitel
(quinto de la arquería general baja), lleva, con parecido tema al segundo del
presbiterio izquierdo, una cabeza frontal, en lo alto y centro de la cesta, a
la que rodean, en los laterales, dos filas de acantos, acabados en bola con
caperuza. La cabecita, está intacta, lleva gorro, y tiene bien dibujados los
ojos y la nariz, pero con prolongada barbilla, que suele ser una característica
de esta iglesia. El tercer capitel de la arquería baja lleva, en su cesta, en
lo alto, hojas verticales, rehundidas, que forman el fondo, donde apoya la
cabecita citada, que, también, perfecta mente delineada, enseña una lengua que cae
sobre la barbilla. En los laterales, y dos a cada lado, acantos altos, lisos,
que se doblan en caperuza sobre piñas ovaladas. El cuarto capitel de la
arquería que describimos, es también tan limpio y tallado como los demás. El
centro de la cesta, tiene una cabeza humana, pero con dentadura animal, que
muerde un manojo de palmas grandes que se abren y aplastan hacia los laterales.
Una de ellas, la del lateral izquierdo, termina en un círculo con media esfera
en el centro. El lateral derecho se llena con una feroz cabeza de lobo de ojos
redondos y exoftálmicos y dentadura manifiesta. Finalmente, el último capitel,
es completamente liso. Las basas de estas cinco columnas, de fustes, todas
ellas, monolíticos, son del mismo tipo y constitución de las ya descritas del
presbiterio izquierdo, con toro bajo globular y con lengüetas esferiformes, y
con distinto dibujo geo métrico en sus plintos. Los de la primera, segunda y
tercera columna, aunque con variada plantilla, tienen hojas cuatripétalas
inscritas en círculos tangentes. Los de la cuarta y la quinta son de entrelazo
de dos cuerdas, con anillos per forados en las ondas. Estas bien concebidas
decoraciones en los plintos son una característica muy original de La Asunción
de Santa María de Cayón.
Capitel
1 de la arquería baja del semicírculo absidal
Capitel 2 de la arquería baja del
semicírculo absidal
Capitel
3 de la arquería baja del semicírculo absidal
Capitel 4 de la arquería baja del
semicírculo absidal
La arquería del presbiterio derecho, lleva sólo
dos columnas, pues la central desapareció al abrirse una puerta en los siglos
XVI-XVII, al construirse la sacristía. El capitel izquierdo, con la misma
sencillez de los anteriormente descritos, lleva dos filas de volutas que
inclinan sus cabezas. El capitel derecho, dos filas de bolas con caperuza. Las
basas son iguales a las ya conocidas, y los plintos llevan: el izquierdo banda
de sogueado entre listeles, y el derecho, banda de línea serpentiforme con una
perlita en la curva. Los arcos de los presbiterios se resaltan del muro, con
una imposta de rombos. Esta imposta también se desenvuelve sobre las arquerías
del ábside.
La arquería superior
Sobre las arcaduras bajas, y separados por una
simple imposta de rombos, se apoyan los cinco arcos del segundo piso del
cascarón del ábside. En general, llevan todos chambrana de rombos y arquivoltas
de escocia adornada con bolas, cabecitas de aves, humanas, de diversos animales
rea les o fantásticos, etc. Apoyan las cinco arcaduras sobre capi teles en
general muy parecidos: bolas ovales, con caperuza y cimacio en caveto sin
decoración. El capitel izquierdo del arco de la ventana central, es de hojas altas
como fondo de la cesta que se llena con tres acantos esbeltos que se doblan en
lo alto. El capitel derecho tiene dos figuras humanas en las esquinas, una con
vestido corto y otro con una especie de capa hasta los pies; el brazo izquierdo
queda cubierto por la capa y del derecho sale sólo la mano que apoya en el
pecho. El arco de la ventana derecha presenta en su capitel izquierdo tres
personajes barbados. Los dos de pie parecen llevar a otro horizontal, cogido
por ellos con sus manos, como si se tratase de un herido o muerto. Los fustes
de esta arquería superior, lo mismo que la inferior, son monolíticos, y apoyan
en basas áticas, con toro inferior bastante grueso.
Capitel derecho de la ventana central
Capitel izquierdo de la ventana derecha del
ábside
Los dos muros del presbiterio, que se
corresponden con la altura de la arquería superior del ábside, se hallan
abiertos por sendos “ojos de buey” circundados por una chambrana en
parte decorada con motivos geométricos.
El arco triunfal se muestra como algo apuntado
y apoya en capiteles historiados cuyas cestas se sostienen por altos fustes
entregos de tambores. Las basas están muy bien terminadas, con alto toro
estrecho, escocia y gran toro bajo con lengüetas a modo de bolas planas. El
plinto es liso y sin decoración.
Lo más enigmático de este arco son sus
capiteles, decorados con dos temas muy similares, de caballeros, que, aunque
parece que se enfrentan en singular batalla, en ambas cestas, pudieran ser más
bien escenas de torneos. Veamos: en el capitel izquierdo, los guerreros
ecuestres con cascos cónicos, escudo ovalado y lanza en ristre con la cual
atraviesan, cada uno, a un personaje de pie, también con su escudo, pero que
sólo ha sido figurado con la mitad de su cuerpo –cintura arriba– colocado sobre
las mismas cabezas y cuellos de los caballos.
En los laterales figura un personajillo
desnudo, en cada uno, en actitud de vuelo.
¿Se trata de algún juego de torneo con alancea
miento de muñecos? ¿Esas figuras en vuelo, pueden ser la ideación de las almas
de los muertos? El segundo capitel viene, más que a aclarar, a complicar el
interrogante del anterior. Este capitel derecho del arco triunfal, esculpe una
escena muy parecida: otros dos caballeros a caballo, fren te a frente, en lucha
más normal, de uno con lanza y otro con espada. El primero parece haber
introducido o alcanzado en el pecho a su contrincante espatario. En ambos
laterales hay sobre los caballos las figuras volantes desnudas. Y además, sobre
el cuello del caballo de la izquierda, aparece la representación de otro medio
caballo, cabeza y cuello, sin montura, que da la sensación de estar sostenido
por sus bridas por un personajillo de cabeza desnuda, representado tan sólo en
busto, y que palpablemente se ve mira hacia lo alto. ¿Qué quiere ahora
representar este doble caballo vacío de jinete?
La historia de la iglesia de Santa María de
Cayón, ter mina en la actualidad con una intervención sobre ella, pro movida
por la Fundación Marcelino Botín quien, velando por su conservación, autorizó y
subvencionó un Proyecto de restauración integral de la iglesia de Santa María
de Cayón y su entorno que el 18 de julio de 2001 se da, en la parte del bien
inmueble, como “ya prácticamente concluida, saneando y consolidando el
ábside y las bóvedas”.
Capitel de la izquierda del arco
triunfal, vista lateral izquierda y frontal
Pero el 11 de septiembre del mismo año, a la
propia recuperación de la iglesia se añade un proyecto de excavación de la
necrópolis que la rodeaba, proyecto que se encarga al arqueólogo Dr. Ramón
Bohigas Roldán, que comienza el trabajo el 11 de septiembre de 2001. El 5 de
febrero de 2002, dicho experto las da por concluidas, rellenando las excavadas
sepulturas de lajas, pues no die ron restos óseos humanos que pudieran ofrecer
una datación radiocarbónica.
Las obras ejecutadas sobre el inmueble fueron
dirigidas por el arquitecto D. Julián Ortega Jorganes.
De ambas operaciones de estudio sobre la
iglesia de Santa María de Cayón resultó una labor de restauración y consolidación
que se desenvolvió en las siguientes actuaciones:
1. Restauración
del retablo, y traslado del mismo para dejar visible el ábside, con su doble
arcadura románica. Este retablo se construyó en 1749 con dinero enviado por
Francisco de Penagos. Es de estilo barroco churrigueresco y, según Julio Polo,
puede ser de la escuela de Francisco de la Vega Villanueva, con intervenciones
de Vicente Ortiz de Arnuero. Este retablo para ser adaptado al ábside románico
obligó en 1750 a “ensanchar el óvalo que está al lado de la Epístola sobre
la puerta de la sacristía para dar luz al nuevo retablo mayor”, como dice
la documentación de la época.
2. Consolidación de las bóvedas del ábside con
colocación de una placa trasdosada. Reparación de las fuertes grietas y reforzamiento
del subsuelo.
3. Recuperación y desescombro de la bóveda del
crucero y del coro. Sustitución del maderamen por vigas de roble.
4. Corrección del desplome del campanario,
restauración de los porches, recuperación de elementos originales del templo
románico, etc., que terminaron con una labor de limpieza manual. 5.
Descubrimiento de restos de pintura en la bóveda de horno del ábside, casi
todas desaparecidas, y en una de la derecha, envuelto en volutas rojas el
nombre MARÍA en letras capitales. Todo ello pudiera haber sido un conjunto de
los siglos XVI-XVII. Hay también restos de pintura marcando los sillares, con
líneas paralelas, más antiguas, posiblemente medievales.
Todo fue completado con un proyecto de mejora
del entorno de la iglesia, realizado por el paisajista Luis González-Camino
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