Románico en Candán y Deza (2)
Ansemil
La parroquia de San Pedro de Ansemil pertenece
al municipio de Silleda aunque eclesiásticamente depende de la diócesis de
Lugo. Ansemil dista 6 km de la capital municipal, desde donde se llega
fácilmente tomando a las afueras de Silleda, en dirección Santiago, un desvío
que indica Ansemil y Carboeiro.
Iglesia de San Pedro
Las primeras crónicas relativas a la fundación
del cenobio de Ansemil intentaron vincularla a la intervención del prelado de
Iria Sisnado junto a nobles destacados en el año 919, sin embargo esta
afirmación no está fundamentada en referencias documentales. Los siguientes
historiadores mantuvieron, entre los fundadores, al mismo obispo compostelano,
pero no precisaron una fecha concreta, sino que apuntaron de un modo amplio a
un momento entre los siglos IX y X. Y es que la primera referencia al monasterio
se realiza el 22 de junio del año 972. En esta fecha doña Fredeande (Fernanda)
dona al monasterio de Ansemil la villa de Sallitres (Saídres, Silleda)
conjuntamente con otras propiedades.
En este primer momento se trataba de un
monasterio dúplice, tipo de cenobio muy común en época altomedieval como
consecuencia de las habituales fundaciones privadas de mano de familias nobles
locales. Estos linajes, junto a pequeños propietarios, contribuyeron al
acrecentamiento de su patrimonio por las múltiples donaciones, algunas de ellas
conservadas y que aportan una valiosa información sobre la evolución de la
comunidad.
La doble comunidad se mantenía aún en el año
1073, tal como que reflejado en la donación que don Santio, hijo de Ramiro y
Fernanda, hace a la comunidad monástica de frates y sores. Una década después,
el 28 de mayo de 1083, en una nueva donación, esta vez realizada por una mujer
llamada Adosinda, los beneficiarios son los frates, lo que indica una
separación de la comunidad, con un posible traslado de las religiosas a otro
lugar indeterminado.
En este documento se encuentra otro dato de
interés, por indicar que se regían bajo la observancia benedictina (frates
vita sancte perseberabit et regula sancti Benedicto colunt). En una
donación ligeramente anterior realizada por Aloyto Ordonie a favor del
monasterio, fechada el 1 de abril de 1083, cuenta entre los testigos con el
abad Pedro Trenazi, primer y único abad del que se tienen datos. La presencia
exclusiva de monjes en estas fechas y su continuidad queda refrendada por
donaciones ligeramente posteriores.
A lo largo de la primera mitad del siglo XIII,
hasta que en 1262 doña Teresa Yánez de Deza lega al monasterio unas propiedades
en su testamento, no se tienen noticias de lo que sucede en Ansemil. Un año
posterior, el 30 de noviembre de 1263, doña Teresa Fernández, abadesa de San
Pedro de Ansemil, hace una entrega vitalicia de varias heredades a Martín
Fernández, juez de Saídres. Con este documento queda confirmado el regreso de
la comunidad femenina; no obstante, con los datos conocidos hasta ahora, no se
puede afirmar cuándo se produjo este nuevo cambio de comunidad ni las causas
que lo motivaron. La falta de noticias podría indicar el comienzo de la
decadencia, tal vez por el excesivo gasto vinculado a la construcción de la
nueva iglesia, al que se unieron los abusos ejercidos por la nobleza local que
se adueñó de parte de las posesiones monásticas. Este último hecho queda de
manifiesto en el documento emitido por la abadesa, ya que en él se conceden
unas propiedades a cambio de la devolución de aquéllas que eran de las
religiosas.
A comienzos del siglo XIV el monasterio volverá
a tener una etapa de auge y acrecentamiento de posesiones, fruto de compras,
concesiones y donaciones realizadas por miembros de la nobleza y señores. Entre
ellas destacan las efectuadas por el caballero don Diego Gómez de Deza,
consecuencia de las estrechas relaciones entre este caballero y el monasterio.
Es testigo de ello la capilla funeraria adosada al muro meridional, en la que
fue inhumado con la esperanza de que las oraciones de las religiosas actuasen como
garantes del tránsito al más allá.
Después de este florecimiento se produce un
debilitamiento del poder del monasterio. Las monjas permanecieron en Ansemil
hasta que se llevó a cabo la anexión al monasterio compostelano de San Paio de
Antealtares. La adhesión la realizó el reformador fray Rodrigo de Valencia el 7
de julio de 1499 y fue confirmada el 1 de octubre de 1504 por una bula papal de
Julio II.7
Aunque en origen albergó una comunidad
monástica, que implica la existencia de unos espacios destinados a la
residencia de los religiosos, nada se ha conservado, de hecho ni siquiera se
conoce su ubicación. Por el contrario, la iglesia es testigo de las diferentes
épocas, como se desprende del análisis de las soluciones constructivas y
decorativas. En el cuerpo de naves y los ábsides se mezclan partes
prerrománicas y románicas, y la capilla adosada al muro sur es gótica. A
inicios del siglo XX tuvo lugar la última reforma, cuando se edificó en la
fachada una gran torre campanario que modificó sustancialmente el juego de
volúmenes original.
En la década de los 70 del pasado siglo XX se
realizó una excavación arqueológica de mano de Ares Espada y cuyos hallazgos
fueron publicados por Yzquierdo Perrín.
Las conclusiones extraídas fueron la existencia
de un primitivo templo prerrománico del siglo X, con tres naves y cabecera con
un único ábside rectangular, de acuerdo a los presupuestos estilísticos de las
iglesias asturianas. Esta estructura fue modificada en el siglo XII, bien por
el deterioro arquitectónico o por tratarse de un edificio de escasas
dimensiones. El templo al que dio lugar, y que hoy conservamos, cuenta con una
planta poco corriente en el románico rural gallego: se trata de un modelo basilical
que consta de tres naves y tres ábsides rectangulares. Esta planimetría está
motivada por la función monástica primitiva.
Las naves están separadas por tres arcos
formeros, de medio punto, peraltados, que se alzan sobre pilares cuadrangulares
que dividen la nave en tres tramos. En la parte oriental, en el muro del
testero, se resuelven como pilastras, y en la cara interna de la fachada
occidental se adosa una pareja de columnas entregas. Los pilares orientales se
asientan sobre basamentos cúbicos con un bisel superior y coronados con ábacos
biselados sin más decoración. Este tipo de soportes, con sus basamentos y
coronamientos, se corresponde con los empleados en edificios prerrománicos
asturianos.
Los pilares más occidentales presentan unas
dimensiones ligeramente superiores a los otros, además las molduras muestran
leves variantes en las basas y ábacos. La basa septentrional también es
achaflanada pero de dimensiones mayores que las orientales. La meridional
cuenta en las esquinas con una especie de piñas que están apenas esbozadas. Los
ábacos de ambos presentan un remate ligeramente cóncavo. Después de precisar
estas diferencias, y unido a la presencia de las columnas que se describirán a
continuación, se puede afirmar que esta última pareja de pilares se corresponde
a la reforma románica en la que se sustituyeron parte de los antiguos soportes
o bien se amplió.
Los arcos de medio punto apoyan en una
especie de capitel-imposta sobre gruesos pilares rectangulares (menos el último
a la derecha que lo hace sobre columna)
Con respecto a las columnas adosadas al muro
occidental, sus plintos cúbicos se alzan sobre un banco pétreo liso que recorre
esta pared. Las basas son áticas; en la izquierda los toros tienen escaso
desarrollo, y en la derecha, donde también se produce ese atrofiamiento,
presenta la peculiaridad de contar con un segundo toro inferior. En las
esquinas, emulando a las tradicionales garras, hay motivos variados: dos piñas,
en la primera, y una poma y un elemento en forma de L, en la segunda. Los
fustes son lisos y se componen de tambores que coinciden en altura con las
hiladas del muro.
Los capiteles son de tipo vegetal con un primer
orden de hojas estilizadas con nervio central hendido que presentan diferencias
en el tratamiento de las puntas; el de la izquierda tiene las puntas enroscadas
sobre sí mismas, formando volutas; el de la derecha, con pomas que penden de
las hojas de los ángulos y con volutas las del centro. Entre las hojas
laterales de este último asoman dos cabezas. La del plano que mira a la nave
central, y ocupa el lugar de la poma, es una cara humana. La del interno es la testa
de un animal con el hocico apuntado y ojos almendrados muy marcados; por la
tosquedad derivada de la dureza del material no se puede precisar de qué
especie se trata. Sobre este primer nivel se dispone un segundo orden vegetal
de menores dimensiones del que sólo se perciben las volutas.
Sirva como ejemplo de la sencilla
decoración de los capiteles la de estos dos del ábside central. En el del fondo
se observa, entre la vegetación, una cabeza humana.
Las tres naves se cubren con una única
techumbre de madera a dos aguas. Sin embargo, los muros de las naves laterales
prerrománicas se alzaban a un nivel inferior que los actuales; sólo la nave
central se cubría con cubierta a dos aguas, mientras las laterales lo hacían
con una de única pendiente. Esta disposición permitía colocar sobre los arcos
formeros saeteras que iluminaban la nave central y que desaparecieron al
aumentar la altura de los muros laterales. La pérdida de esas saeteras
prerrománicas se vio compensada con la apertura de unas nuevas en los muros
laterales de las naves, de las que sólo se conserva la del lado meridional. A
estos vanos hay que añadir la saetera de amplio derrame interno que se abre
sobre el arco triunfal. Ésta, junto con la que se sesga en el testero del
ábside, permite el acceso de una considerable luminosidad al interior. Estas
dos ventanas, aunque fueron abiertas en el románico, conservan testimonios de
la obra anterior.
Sobre la puerta de acceso, dispuesta entre las
columnas, se abre una ventana cuadrangular, fruto de la sustitución por un vano
de mayor tamaño de la saetera románica, cuyo remate superior en arco de medio
punto aún se aprecia en el sillar. En su interior, como si de una hornacina se
tratase, está cobijada una figura granítica de grandes dimensiones. Se trata
del Cordero Místico, que coronaría uno de los testeros de la iglesia; de hecho
en la parte inferior de la pieza se aprecia cómo se ha labrado en el mismo
bloque pétreo el remate triangular del piñón. No se trata de una escultura de
calidad, sus características fisonómicas no se corresponden con las del animal
real, su hocico es bastante alargado, los ojos almendrados y tiene una
cornamenta irreconocible.
En la cabecera las tres capillas son
rectangulares; la central es mayor en dimensiones y altura, con los ábsides
laterales escalonados. Las capillas laterales no son iguales en proporciones,
aunque a simple vista puedan parecerlo. La septentrional tiene unas dimensiones
ligeramente superiores.
En el interior la comunicación con las naves se
realiza a través de sendos arcos de medio punto, peraltados, doblados el
meridional y el central, y con las dovelas en arista. El arco triunfal goza de
un mayor esmero decorativo al disponer la arquivolta menor sobre columnas
entregas adosadas a las primitivas pilastras prerrománicas. La estructura
heredada de época prerrománica era una única arquivolta sobre pilastras que,
con la modificación románica, se readapta doblando el arco al disponer un nuevo
orden interno de dovelas que se apoyan sobre columnas. Esta modificación queda
reafirmada por el hecho de que el arco fajón tiene mayores dimensiones que el
triunfal, cuando, por norma general, cuentan con idéntico tamaño. Centrándonos
en la descripción del arco triunfal, las columnas tienen fustes lisos
compuestos por dos piezas de tamaños desiguales. Las basas son áticas con un
gran desarrollo del toro inferior y la escocia, esta última decorada. La
escocia de la izquierda lo hace con tres bolas; la central, configurada como
cabeza con dos diminutos ojos; y la de la derecha, con bolas y motivos
estrellados. Los plintos sobre los que se asientan son circulares, con menor
diámetro que el toro inferior, por lo que este último sobresale.
Los capiteles son de tipo vegetal, resueltos de
modo similar a los de las columnas del tramo final de la nave. Tienen dos
órdenes de hojas que se vuelven en los extremos para configurar, en la cesta
izquierda, volutas y, en la derecha, bolas en las hojas de las esquinas y
volutas en las centrales. Los cimacios achaflanados coinciden en altura con la
línea de imposta que corre por los muros laterales y que actúa de arranque de
la bóveda de cañón. Esta imposta coincide en altura también con los cimacios del
arco fajón. Entre los cimacios y la imposta se percibe la ausencia de filete
superior en el segundo, así como el corte experimentado en la imposta a la
altura del arco fajón para poder adosarlo. Esto señala que la imposta era
anterior a los cimacios de los arcos triunfal y fajón, y al colocar éstos fue
necesario mutilarla parcialmente.
El arco fajón organiza sus columnas del mismo
modo que las del triunfal, aunque con variantes en el basamento y los
capiteles. En las basas hay una multiplicación del número de toros dispuestos
en degradación de alturas. Son tres toros en la izquierda y cuatro en la
derecha; los plintos aquí son cuadrangulares. El capitel izquierdo es igual que
el derecho del arco triunfal, pero de menor calidad. La cesta derecha responde
a un modelo diferente en el que se mezclan hojas y cabezas, modelo también
empleado en el tramo final de la nave. Las hojas son unas sagitadas y otras en
forma de corazón. Se colocan del siguiente modo: en las esquinas están
dispuestas las acorazonadas y en el frente están superpuestas las apuntadas
formando un abanico. En los laterales se sitúan las cabezas. Mirando hacia el
testero está la de un animal de largas orejas y hocico abultado, y hacia la
nave hay una tosca cabeza humana bordeada por hojas.
El testero del presbiterio cuenta con una
saetera con amplio abocinamiento que sustituyó al vano prerrománico. Es
fácilmente apreciable esta modificación por la irregularidad que se observa en
el contorno.
En el muro septentrional del ábside, bajo la
línea de imposta, se conservan dos sillares reutilizados de la obra anterior.
El primero de ellos es rectangular y cuenta con dos perforaciones circulares de
diámetro similar. Yzquierdo ha planteado que podría tratarse de una pieza que
configuraría una ventana similar a la de Santa Eufemia de Ambía (Baños de
Molgas, Ourense). El segundo tiene un arco de herradura que se continúa en una
estrecha abertura que perteneció al cierre de una saetera, la única que se conserva
en Ansemil con este perfil tan cerrado. La presencia de estos sillares
reaprovechados indica que el presbiterio central ha sufrido unos pequeños
retoques en época románica, pero en lo sustancial mantiene la estructura
prerrománica a la que incorporaron los elementos decorativos de las columnas, y
se incluyó la arquivolta interna del arco triunfal para configurar un arco
doblado.
Las capillas laterales son mucho más simples.
Los arcos de medio punto, doblado únicamente el meridional, descansan
directamente sobre las jambas con molduras intermedias diferentes. La capilla
meridional lo hace con impostas biseladas, y la norte presenta impostas de
perfil desigual, biselada la derecha y en nacela lisa la izquierda. Yzquierdo
apuntó la posibilidad de que fuese fruto de una reforma puntual en la capilla
románica apoyándose en esta variación y en el ensanchamiento de las juntas en
la parte superior del arco, sin dobladura.
Ambos espacios se cubren por una bóveda de
cañón con la misma directriz que los arcos de acceso. En los muros laterales,
en los que se corresponden con el exterior, se encuentra una línea de imposta
en bisel liso de la que arrancan las bóvedas de cañón y de la que no hay señal
de su existencia en el muro opuesto. El hecho de que sólo se encuentre en este
muro y no en el contiguo a la capilla mayor, es una confirmación más de que
esta capilla forma parte de la edificación anterior a la que adhirieron las laterales.
En los testeros se abren sendas saeteras; sólo
es visible desde el interior la de la capilla septentrional, que actúa como
sacristía, porque la meridional, que desempeña la función de capilla, tiene un
retablo adosado. Por último, cabe destacar, en lo tocante a las capillas, que
en la sur se conservan dos laudas funerarias; una bajo el retablo, por lo que
sólo se puede ver el borde y parte de las letras de una inscripción, y otra
ante el altar, datada en la era 1393 (año 1355).
Una vez analizada la estructura de la nave y
los ábsides correspondientes a diferentes momentos constructivos, hay que
destacar que adosada al muro meridional de la nave está la capilla gótica de
Santa Ana, denominada más comúnmente capilla de los Deza, puesto que en su
interior alberga el sepulcro de don Diego Gómez de Deza, benefactor de Ansemil
en el primer tercio del siglo XIV. Esta capilla, de época gótica, se comunica
con la nave a través de arco apuntado y dispone de todos los elementos para
mantener el culto de un modo independiente a la iglesia monástica, ya que
cuenta con una puerta exterior y un altar orientado litúrgicamente. Aunque es
una obra construida en torno al 1337, año en el que se sabe de su existencia,
en ella se reutilizaron materiales románicos. Además del tradicional
aprovechamiento de los sillares, en el exterior se colocaron los canecillos
románicos en el alero.
Durante la restauración realizada en 1986 se
encontró, en el remate superior de la fachada, una losa con una inscripción que
en la actualidad está colocada en el interior a los pies de la nave junto a la
pila bautismal. El epígrafe, organizado en 3 renglones, se encuentra
deteriorado y sólo puede ser parcialmente leído. De acuerdo con la
transcripción de Moure Pena, el texto es el siguiente: (…) EHPA: O (…) / (…)
HIC… PIETACTIS…HONORE… ODV (…) / (…) R.D. (…).
Sepulcro de su fundador, don Diego Gómez
de Deza, del que nada sabe y que allí permanece. Y hay algo que llama
inmediatamente la atención: su escudo es un castillo de tres torres, asentado
en... ondas.
En cuanto al exterior del templo, la fachada
occidental fue modificada con posterioridad a la visita de Enrique de Campo, en
el año 1909, momento en el que realizó el dibujo de una fachada aún inalterada.
En él se observan las saeteras que se disponen en los laterales de la puerta
central, que hoy se conservan, y una saetera idéntica sobre la puerta, en cuyo
lugar se abre ahora una ventana cuadrangular. El edificio lo coronaba una
espadaña de dos troneras rematada con un Agnus Dei –tal vez el que hoy descansa
en la cara interna de la ventana– coronado con una cruz antefija.
La organización de la fachada responde a una
puerta central flanqueada por dos estrechas saeteras de dimensiones diferentes,
colocadas a alturas desiguales que se corresponden con las naves laterales.
La portada es abocinada, con doble arquivolta
de medio punto, peraltada y moldurada cada una con dos boceles y mediacaña
intermedia.
Una chambrana con un fino taqueado ciñe la
arquivolta mayor. La menor alberga un tímpano con dintel monolítico rectangular
sobre el que descansan varios sillares. En el dintel destaca la existencia de
seis líneas horizontales equidistantes, que podrían ser el pautado para una
inscripción que no llegó a realizarse o bien fue elaborada con pintura que
desapareció. Es sostenido por dos mochetas en curva de nacela que carecen de
decoración. Sin embargo, la superficie irregular de una de ellas, unido a la continuidad
de la hendidura central de las jambas en la parte inferior, hace pensar que
pudieron haberlo estado. Las jambas, además de ornamentar la cara interna,
también tienen las aristas acanaladas salpicadas con pomas y cuadrifolias. La
preocupación por engalanar el marco de acceso, llevó a decorar el umbral con
una soga en las aristas interna y externa, aunque se encuentran bastante
desgastadas por el trasiego continuado de fieles.
Las arquivoltas descansan sobre columnas
acodilladas, de fustes monolíticos lisos separados por codillos suavizados con
boceles. Las basas, de tipo ático con bolas en los extremos, tienen la
peculiaridad de tener escocias hiper-desarrolladas, y tres de ellas están
decoradas con sogas. Dos de ellas tienen sobre las escocias unas sogas
dispuestas en vertical y la otra una cuerda que se asienta sobre el toro
inferior.
Los capiteles que sostienen la arquivolta
exterior disponen hojas estilizadas de perfil festoneado con un nervio central
marcado –abultado en las de los laterales y hendido en la de la arista–, con
los extremos vueltos formando volutas. Las cestas internas son las más
interesantes por recibir figuración. La derecha presenta una escena en la que
participan cinco figuras. En la arista se dispone una que ha perdido la cabeza,
viste túnica y calza unos zapatos que le cubren hasta los tobillos, entre sus
manos sostiene un libro abierto que muestra al espectador. En los laterales hay
sendas figuras masculinas, tras cuyas manos intentan ocultar su desnudez, sus
cabezas están rasuradas y sus rostros imberbes. Detrás de estas figuras se
sitúan, en la parte superior, dos cabezas con las mismas características. El
capitel izquierdo se decora con dos cuadrúpedos afrontados cuyas colas se
enroscan alrededor del cuerpo, respondiendo al modelo de representación del
león.
Los cimacios también se molduran de forma
diferente; los internos con una triple hilera de tacos, y los exteriores con
cuadrifolias inscritas en círculos que se impostan ligeramente en los muros
laterales.
En cuanto a los muros laterales, muestran una
gran simplicidad. El septentrional es liso, con un contrafuerte en el límite
oriental que marca el fin de la nave.
Próximo a éste se abre una puerta muy sencilla
de jambas lisas y un dintel rectangular de gran tamaño que emula un tímpano, ya
que en el se esculpió un semicírculo, cuyo interior se decora con una cruz de
brazos iguales inscrita en un festón polilobulado que sigue la directriz curva.
A cuatro hiladas sobre la puerta se encuentran tres mochetas repicadas que en
origen sustentaban el tejado del pórtico que guarecía el acceso. Bajo una de
éstas ménsulas hay una pieza curiosa que perteneció a la fábrica prerrománica
primitiva, se trata de un sillar rematado en arco de herradura perfilado por
una incisión y con líneas que marcan el despiece de las dovelas. Se trata del
remate de una saetera con un diseño diferente a otras piezas reutilizadas, como
la sillería en los muros interiores del ábside central.
En el muro sur de la nave sólo se conserva la
zona inmediata a la fachada occidental, ya que la edificación de la Capilla de
Santa Ana eliminó la mayor parte del lienzo mural. No obstante, los canecillos
románicos fueron reubicados en la nueva edificación, a la vez que se crearon
otros nuevos para formar un alero uniforme. Los motivos de los canecillos son
variados, hay de proas de barco o curva de nacela donde se ubican animales,
figuras humanas y algún motivo vegetal que los adornan. Entre los motivos de animales
están las cabezas de un bóvido y la de un felino, dispuestas en el extremo
superior de un canecillo en proa de barco; otros son en curva de nacela con
sendos cuadrúpedos con la cola enroscada en el cuerpo, representación
tradicional del león vista ya en los capiteles, uno acomodado de perfil y otro
de espaldas pero con la cabeza vuelta; un animal con aspecto de felino con las
garras en la boca, tal vez porque esté comiendo; también varios con aves
entrelazadas. A estos canecillos zoomorfos hay que sumar otros que están
demasiado deteriorados como para poder precisar cuáles son los animales
representados.
Las figuras humanas gozan de una amplia
variedad: una de ellas es sedente, viste una amplia túnica con abundantes
plegados que se concentran en forma de V en el pectoral y entre las piernas;
otra figura de pie, barbada, desnuda, con una mano en el pecho y otra próxima a
sus genitales, tal vez para ocultarlos; otra de las figuras, muy deteriorada,
aparentemente desnuda, lleva a su boca con ambas manos un objeto de forma
ovalada, seguramente se trate de un alimento; uno de ellos tiene una
representación de un espinario que muestra sus genitales; otro representa sólo
el torso y la cabeza de un hombre que se lleva una de las manos al pecho. Con
la representación de estas figuras humanas se aprecia con facilidad un discurso
que ataca a los pecados más repudiados, la gula y la lujuria.
Los canecillos vegetales son menos numerosos y
responden a dos diseños. El primer modelo tiene una hoja apuntada con una
pequeña bola pendiendo del extremo superior, aplicado en uno. El otro es una
hoja con múltiples nervios, empleado en dos canes. A estos canes más elaborados
hay que añadir dos a mayores, uno es una simple proa de barco y el otro dispone
sobre la misma forma un anillo almendrado. Las cobijas se tallan en nacela
simple, a excepción de las piezas próximas a la fachada, en las que se anima el
corte con unas bolas poco sobresalientes.
La cabecera muestra un aspecto muy arcaico con
los tres ábsides rectangulares.
Su cabecera tiene tres ábsides
rectangulares siendo mayor el central. A la izquierda de la foto, la capilla
funeraria adosada en el s. XIV.
La cubrición se realiza en el central con
tejado a dos aguas y los laterales a una sola vertiente. Los muros del testero
central sufrieron un recrecimiento que permitió incorporar el tradicional alero
románico con canecillos, aunque mucho más sencillos y menos variados que los
vistos en el de la fachada sur. Nos encontramos dos cabezas de bóvidos; un
animal con la boca muy marcada y pequeñas orejas apuntadas (tal vez se trate de
un lobo); una hoja rematada en bola; uno terminado en una voluta; una figura humana
agachada sosteniendo sus piernas con las manos (posiblemente se trate de un
hombre defecando); otra figura humana se contorsiona disponiendo las piernas
hacia atrás con los pies junto a las orejas y dejando a la vista sus genitales;
el último de los canecillos tiene una figura de aspecto humano pero con un
hocico pronunciado, por lo que posiblemente se trate de un mono, de la parte
superior del can arranca una doble soga que le rodea el cuello y cuya presión
le hace llevar hacia allí las manos. Las características de estos canecillos
muestran un artista menos dotado que los que elaboran los capiteles de la
fachada occidental o los del ábside. Las figuras se reducen a rasgos sumarios,
en los que se aprecian desproporciones en las facciones faciales. Las cobijas
son en bisel liso sin decoración.
Las capillas laterales difieren en el exterior,
al ser la septentrional ligeramente más elevada. Ambas son más sobrias
decorativamente por carecer de canecillos que sostengan la cornisa cortada en
bisel liso. Tan sólo se conserva un canecillo reubicado en la parte media del
testero de la capilla sur, en el cual se representa la cabeza de un bóvido.
En el hastial oriental de la nave se abre una
saetera con cierre en arco de medio punto que se corresponde con la que está
sobre el arco triunfal; aunque en la actualidad tiene un solo vano, en el
sillar superior se observa la existencia de un segundo arquito, cuyo vano fue
cegado. Se trataba en origen de una doble saetera prerrománica (es muy
frecuente que ambas se ejecutasen en un mismo bloque pétreo).
El interés de esta saetera, que no es la única
prerrománica conservada en Ansemil, reside en que se trata de la única que
permanece in situ y aporta pistas para considerar que la estructura de la
capilla central se corresponde a la fábrica prerrománica.
Después del análisis de la iglesia de Ansemil
se puede afirmar que no resulta fácil delimitar tajantemente cuáles son las
partes correspondientes a la obra prerrománica y a la románica. El esquema de
la primera construcción motivó que determinadas partes se resolviesen de un
modo similar, como los pilares más occidentales; y la readaptación de espacios
para dotarlos de aspecto románico, en el aditamento del ábside con columnas y
arcos. En época románica también hay partes nuevas perfectamente adscribibles al
estilo, como la fachada occidental, las columnas adosadas a la cara interna de
este mismo muro, las columnas entregas del ábside o los canecillos de los
aleros.
Aunque juntamente a las reconocibles hay otras
que, por la ausencia de motivos decorativos, pueden pasar desapercibidas y
confundirse con la fábrica prerrománica, como son las capillas laterales.
El interior del templo se presenta totalmente
austero, con la decoración reducida a los cuatro capiteles de las columnas del
ábside y los dos de las columnas adosadas al cierre occidental. La calidad
escultórica de las piezas denota una dicotomía en la intervención románica que
está vinculada a diferentes maestros, tal vez motivada por una dilatación en la
construcción. Los capiteles de la fachada occidental y los del arco triunfal
guardan semejanzas formales, así como una calidad similar, que llevan a considerar
que fueron realizadas por un mismo taller. Los capiteles del fajón,
fundamentalmente el meridional, con un tratamiento plano de las cabezas y las
hojas, denotan una menor calidad, sin embargo los motivos, que repiten los de
los otros capiteles, son mayores. Estos segundos capiteles pudieron ser
elaborados por un ayudante menos dotado del taller que elaboró la fachada.
Los motivos decorativos responden a modelos
difundidos desde la catedral de Santiago de Compostela y que gozaron de una
amplia aceptación en el ámbito rural. En la portada occidental se aprecian
similitudes significativas, especialmente en las columnas de la jamba
izquierda, con el cercano templo de San Martiño de Dornelas (Silleda), que
llevaron a Yzquierdo a plantear que se trata de dos obras de un mismo taller.
Además permite establecer una fecha aproximada para Ansemil, ya que en el
contrafuerte meridional de Dornelas se conserva un epígrafe con la fecha de
1171. Esta datación es acorde con la existencia de otro elemento, ausente en
Dornelas, como es el motivo del arco polilobulado que decora el dintel de la
puerta septentrional. Responde a un modelo muy difundido por la zona central de
Galicia en las décadas finales del siglo XII y se encuentra decorando puertas y
ventanas en el acceso a la cripta del monasterio de Carboeiro, en la iglesia de
San Miguel de Goiás, Santa Mariña de Cangas, Santa Baia de Losón (Lalín) y San
Salvador de Escuadro (Silleda).
Breixa
Breixa es una feligresía del municipio de
Silleda, de cuya capital dista 7 km. Se accede a ella fácilmente por la
carretera que conduce a Santiago; recorridos unos 3 km se toma el desvío que
indica Negreiros y Carboeiro. Una vez transcurridos otros 3 km, en el pueblo de
Breixiña se ha de tomar una pista a la derecha que conduce hasta Breixa.
Iglesia de Santiago
Las noticias más tempranas de Breixa datan del
año 946, momento en el que Aldias donó al monasterio de San Lourenzo de
Carboeiro (Silleda) varias propiedades que tenía en las proximidades de la
iglesia de Santiago. A esta primera donación siguen otras al mismo destinatario
en los años 1068, 1130 y, ya en un momento tardío, en 1233.
La iglesia de Breixa se acomoda al modelo
planimétrico tradicional de una nave y un único ábside rectangular. La fábrica
se vio afectada por diferentes obras que modificaron parte del cuerpo de la
nave y en su totalidad la fachada occidental, así como la construcción de una
sacristía adosada al muro norte. Estas obras han dejado un exterior que no hace
sospechar que en su interior se encuentre uno de los más singulares conjuntos
escultóricos románicos de Galicia.
Los muros del templo están realizados con
sillares graníticos perfectamente escuadrados y dispuestos en hiladas
horizontales uniformes. En los muros laterales exteriores se abren dos puertas,
sobre la septentrional se conserva un sillar que actúa como dintel decorado. Es
una pieza estrecha con las aristas decoradas con un cordón en soga y en el
centro un vástago ondulante con hojas estilizadas que surgen de manera alterna.
Tanto los motivos decorativos, de amplia difusión, como la técnica empleada, la
talla a bisel, apuntan a que se trata de una pieza prerrománica.
La puerta meridional fue cegada en un momento
posterior pero todavía se puede apreciar su estructura. La portada se abría con
un arco de medio punto de dovelas lisas que descansaba sobre unas columnas
acodilladas que han desaparecido y de las que sólo se conserva el capitel
izquierdo. Este capitel es entrego, con las aristas adornadas por hojas
estilizadas muy pegadas a la cesta y rematadas en pequeñas bolas. Los cimacios,
que se cortan en bisel liso, se impostan en el muro. El vano de la puerta
contaba en sus jambas con dos mochetas en curva de nacela con una fina
baquetilla.
En los muros laterales se abren dos saeteras
con abocinamiento interno, a las que se añadió con posterioridad una ventana
rectangular en el muro meridional. Los aleros de la nave gozan de una gran
simplicidad al disponer canecillos en proa de barco y cobijas achaflanadas
decoradas con bolas.
El presbiterio se desarrolla entre los muros
sobresalientes de los testeros de la nave y el ábside, que actúan como una
especie de contrafuertes. En la parte occidental, donde sobresale la nave a
modo de estribo, se suaviza la transición mediante un codillo liso. En el punto
medio del ábside se dispone un contrafuerte que coincide con el arco fajón
interior. El presbiterio se alza sobre un doble rebanco que se eleva hasta una
gran altura. Ambos escalones son achaflanados; sobre el superior se sitúa en la
arista una moldura baquetonada sobre un filete de perfil triangular.
Aunque el ábside ha experimentado un aumento en
la altura de sus muros, en el exterior todavía permanece in situ un canecillo
en forma de proa de barco que indica la altura original a la que corría el
alero. En el alero norte del presbiterio se conserva el alero íntegro en el
interior de la sacristía. Los canecillos son todos figurados, a excepción de
uno. Están realizados en granito grueso bastante desgastado por la erosión
provocada por la intemperie. Las metopas están decoradas con flores cuadripétalas,
con las variantes de poseer o no botón central, que se inscriben en círculos
perlados. Este motivo es similar al de las metopas de Platerías o a la
decoración de una de las roscas de los arcosolios interiores del presbiterio.
Entre los canecillos se representan las siguientes figuras: en el primero, un
animal con un ala extendida que gira hacia atrás la cabeza (posiblemente se
trate de un grifo); le sigue un grifo con la cabeza mutilada, en una actitud
similar al anterior; el ter cero es un león con el cuerpo de lado y la cabeza
mirando al frente; el inmediato es un animal de extraño aspecto pero que parece
una rana, animal poco representado en el románico gallego; el quinto es un
animal que está muy erosionado, se dispone frontal con las alas extendidas y
por similitudes con el programa interior podría tratarse de una arpía; el
último de ellos es el único no figurado, se corta en proa, como el del lado
meridional, pero con una bola superior.
En el testero se abre un gran arco semicircular
con dovelas en arista viva, ceñidas por una moldura compuesta por filetes y
escocias. El arco voltea sobre una imposta compuesta por listel, escocia y
baquetilla que se prolonga por los muros del testero. En el centro se abre una
saetera enmarcada por un arco de medio punto perlado con el mismo tratamiento
en la arista. Este tipo de organización del testero con un gran arco
retranqueado es extraña en Galicia.
El sillar que sirve de cierre superior en arco
de medio punto de la ventana denota, desde el interior, que se trata de una
pieza reutilizada, aunque fue levemente retocada. Si desde el exterior la pieza
presenta en el centro un pequeño vano semicircular, en el interior se repite
con un considerable abocinamiento. En origen posiblemente se tratase de un arco
de herradura que pasó a tener ese amplio peralte al picarse en el románico.
En las proximidades del ábside se encuentran
varios sepulcros de estola que refuerzan la existencia de una iglesia
prerrománica en Breixa, ya señalada por el relieve del dintel de la puerta
septentrional y el sillar de la ventana del testero.
En el interior la nave goza de gran
simplicidad, lo que contrasta con la suntuosidad decorativa del presbiterio. En
los muros laterales se abren los arcos abocinados de las ventanas, y el vano de
la puerta septentrional se remata en un arco semicircular, forma que se
vislumbra en la meridional tapiada.
La nave se cubre en la actualidad con una
bóveda vaída consecuencia de una reforma posterior, pero en época románica se
realizaría mediante una techumbre de madera. El ábside se cubre con una bóveda
de medio cañón dividida por un arco fajón en su punto medio y por un segundo
arco en el primer tramo.
La unión entre ambos espacios se efectúa con un
arco triunfal de medio punto, doblado, ligeramente peraltado y con la
apariencia de herradura que se debe a un pequeño derrumbe ocasionado por el
peso de la bóveda. Las dovelas son en arista viva y sin decorar, a excepción de
la clave, que tiene esculpido en la rosca un león con un considerable volumen.
Se dispone encogido con la cabeza girada mirando hacia la nave, tiene una larga
cola que se introduce entre sus patas traseras y se retuerce sobre el cuerpo. Aunque
el tipo de representación del león es el habitual para la época, no deja de ser
extraña su ubicación en la clave.
La dobladura es polilobulada con una rica
ornamentación compuesta por una sucesión de arcos de medio punto, uno de los
arcos no sigue este modelo y se compone de arcos geminados. Los arcos se
decoran en sus aristas con baquetones lisos, en los intradoses con bolas y en
las roscas con bolas, hojas colocadas radialmente o puntas de diamante. La
disposición de estos arcos ha sido alterada, hecho que se aprecia con facilidad
porque en algunos arcos no coinciden los motivos decorativos de las dos piezas
que lo componen, así como por la disposición de una dovela sin tallar en la
clave. Este arco, lobulado en la dobladura, cuenta con escasos paralelos en
Galicia, por ejemplo en San Xoán da Coba (Carballedo, Lugo) o San Mamede de
Rivadulla (Vedra, A Coruña), aunque se alejan del resultado decorativo de
Breixa. Las formas empleadas y el tipo de decoración se acercan a los
presupuestos de Mateo, lo que hace pensar que pudo inspirarse en el antiguo
cierre exterior del Pórtico de la Gloria o en las obras de la catedral de
Ourense del Pórtico del Paraíso o en las puertas del crucero, también perdidas.
El arco triunfal presenta en la cara interna
una cenefa de dovelas delicadamente exornadas con finos baquetones, escocias y
bolas, organizados de diferentes formas. Este arco no arranca de la imposta de
la bóveda, por lo que no presenta peralte. Un arco idéntico se localiza adosado
al fajón. En Galicia no hay paralelos de este arco decorado.
El arco triunfal descansa sobre un par de
columnas entregas fasciculadas, compuestas por finos fustes lisos, cinco en la
meridional y tres en la septentrional. Descansan en basas que se alzan sobre un
banco de fábrica con la arista animada por un baquetón liso que rodea el
perímetro del presbiterio. Las basas son de perfil ático con garras en las
esquinas. En el plinto izquierdo destaca la decoración con palmetas en el
frente. El lado derecho presenta un mayor cuidado decorativo. Para empezar, el
baquetón del banco se resuelve con un motivo entrecruzado, es el único tramo de
banco decorado. El plinto tiene la parte superior cortada en bisel ornamentada
con unas flores yuxtapuestas.
La basa tiene el toro inferior decorado con
cuadrifolios en resalte, y en las garras, parcialmente mutiladas, aún se
perciben diminutos puntos trepanados que apuntan a que recibieron un delicado
tratamiento.
Los capiteles, al igual que todos los del
presbiterio, están tallados en bloques de serpentina de color grisáceo, que
contrasta con el color más amarillento del granito de los muros. El juego
cromático que aporta el uso de diferentes materiales queda de manifiesto con el
uso de serpentina de tono verdoso que aparece en algunas dovelas del cierre del
testero. Aunque se ha señalado que esta piedra tiene origen foráneo, puede
proceder de unas canteras de este material que hay en las proximidades. La
animación polícroma por el uso de diferentes piedras es extraño pero no único
en Galicia, también aparece en la fachada de Platerías. El uso de serpentina,
más blanda y fácil de esculpir que el granito, junto con la calidad del trabajo
del autor, posibilita un excelente resultado escultórico que las convierte en
piezas sobresalientes dentro del románico gallego.
El capitel derecho tiene tres centauros, uno en
el lateral y dos en el frente, identificados con la inscripción SAGITARIOS
que aparece en el interior del arco que lleva uno de ellos. Con esta arma está
a punto de disparar una flecha a una arpía con cuerpo de ave y cabeza de mujer
de larga cabellera que se dispone en la cara estrecha que mira a la nave. La
escena conjunta de centauros y arpía no cuenta con paralelos en Galicia; además
ambos híbridos son poco representados en el románico gallego. No obstante, en
la fachada de Platerías se conserva también la representación de un sagitario,
procedente de la desaparecida fachada norte, y hay otra en un capitel del
Pórtico del Paraíso de la catedral de Ourense. La lectura cristiana del
centauro tiene connotaciones negativas, por su carácter violento y la fogosidad
que se les atribuye; con frecuencia aparece representado junto a sirenas y
arpías, híbridos femeninos asociados a la lujuria y sensualidad del género
femenino.
Por su iconografía híbrida, de ave y doncella,
no se diferencian de las sirenas ave, pero en Breixa, por la existencia de un
epígrafe que identifica a figuras de idéntico aspecto en otro capitel, se puede
diferenciar cuál de los dos seres fantásticos es el representado. Las arpías
son seres malignos, dedicados a la rapiña y raptores de almas, lo que los
vincula a la muerte. Los centauros están tallados en alto relieve que, en
determinados puntos, como las patas firmemente sujetas a los collarinos con las
garras, se tornan de bulto redondo. En los centauros hay un gran detallismo en
el tratamiento que reciben sus patas musculadas, por las pequeñas perforaciones
que se realizaron con trépano en los cuartos traseros para aportar un toque
claroscurista y en los largos mechones de pelo que cubre su cuerpo.
El capitel izquierdo tiene un león en el frente
flanqueado por tres aves con los picos curvos que hacen pensar que se trata de
águilas. El león, de larga melena, repite las características vistas en el de
la clave, pero su calidad escultórica es superior. Aunque la representación de
leones y águilas por separado no es extraña en Galicia, sí que lo resulta en
conjunto. Este capitel presenta un trabajo muy similar al anterior pero las
figuras no tienen un tratamiento volumétrico tan desarrollado, no llegando a
separarse de bloque.
Al arco fajón se adosa en la parte frontal un
arco moldurado idéntico al de la cara interna del arco triunfal. En este caso
se apoya sobre parejas de columnas pareadas, esta vez con fustes monolíticos
lisos, capiteles entregos y un ábaco común. El uso de columnas pareadas como
soporte de fajones es una rareza en Galicia, que sólo aparece en la capilla de
Agualada (San Vicente de Marantes, Santiago de Compostela, A Coruña) construida
con materiales procedentes del antiguo claustro medieval de la catedral de Santiago.
Sin embargo es una solución aplicada en iglesias abulenses, como la de San
Andrés de Ávila.
Entre los arcos triunfal y fajón se alza otro
intermedio que sigue la directriz del arco fajón, Se apea sobre la imposta de
arranque de la bóveda. Es un falso fajón con dovelas en arista que refuerza la
bóveda.
Los capiteles septentrionales del fajón
presentan en cada uno de sus frentes un cuadrúpedo cuya cola se introduce entre
las piernas y se alza sobre el lomo; contrastando con la fisonomía de león,
presenta unas alas levantadas y cabeza de ave, con pico aquilino y pequeñas
orejas, vueltas sobre el lomo. Estos animales híbridos son grifos, seres
mitológicos que conocieron en el románico una amplia difusión.
Gozan de un valor ambivalente pero, dado el
contexto que ocupan y en relación con la simbología del resto de los capiteles,
aquí se representa su valor demoníaco y malévolo derivado de su doble
naturaleza. Estos capiteles, con una menor delicadeza en la talla –tan sólo en
uno se perciben diminutos trepanados–, muestran una menor calidad que los del
arco triunfal. Los cimacios están tallados en una pieza monolítica achaflanada
sin decorar. Las basas son de perfil ático sobre un plinto que ornamenta sus frentes
con círculos tangentes que inscriben motivos vegetales.
En el sur, los capiteles tienen un tamaño
superior al de sus compañeros; además entre ambos también tienen diferentes
dimensiones, siendo mayor el izquierdo.
Éste decora tan sólo el frente con un animal
fantástico, con el cuerpo alargado, enrollado sobre sí mismo y cuya cola acaba
en una diminuta cabeza. De no ser por esta segunda cabeza, la apariencia es de
dragón, sin embargo lo que se representa es una anfisbena; una vez más, se
trata de un ser extraño en el imaginario románico gallego. La duplicación de
cabezas evoca la contraposición de las fuerzas en equilibrio, a la vez que el
reptil mantiene el carácter demoníaco.
El tipo de talla de este capitel contrasta con
el resto del conjunto, puesto que su relieve es excesivamente plano, lo que
puede atribuirse a una mano diferente o ser una pieza inconclusa. El capitel
contiguo tiene hojas estilizadas, lisas, rematadas en los extremos con bolas y
decoradas en su superficie con cintas, escamas o capullos.
Los cimacios, también monolíticos, se ornan
esta vez con un tallo ondulante, con motivos vegetales en su interior, que
surge de las fauces de un animal situado en las aristas. Las basas son áticas,
aunque en esta ocasión presentan una decoración más minuciosa. El toro superior
está animado con una sucesión de aspas. Los inferiores están parcialmente
ocultos tras unas formas animales y vegetales que se entremezclan; en los
extremos se disponen las cabezas de los animales, de cuyas bocas arrancan hojas
que se ondulan, uno de estos elementos vegetales es mordido por un tercer
animal. Aunque en el románico gallego no es desconocida la representación de
animales de cuyas fauces brotan tallos –motivo usado con frecuencia en los
cimacios–, sí es extraño su empleo en la ornamentación de basas. El plinto
sobre el que se asientan tiene hojas en el frente, tres pequeñas bolas en el
lateral derecho y un bisel liso en la cara izquierda.
En cada uno de los tramos parietales que surgen
entre el cierre del testero y las columnas del arco triunfal y el fajón, se
abre un nicho configurado por un arco de medio punto sobre una pareja de
columnas acodilladas. Dos de ellos han sido alterados, el occidental del muro
septentrional con la apertura de la puerta a la sacristía y el oriental del
flanco meridional al haberse practicado en su paramento una ventana
cuadrangular.
Comenzando por el lado de la epístola, el arco
intermedio al arco triunfal y al fajón consta de una arquivolta con la arista
baquetonada y de dovelas decoradas en la rosca con motivos vegetales y cabezas
de animales encerradas en círculos; está perfilada por una chambrana decorada
con pequeñas flores cuadrifolias con botón central. La decoración de las roscas
con motivos florales inscritos en círculos aparece en otros templos gallegos,
como Santa María de Aciveiro (Forcarei) y, otros más distantes, como San Paio
de Seixón (Friol, Lugo), San Miguel de Eiré (Pantón, Lugo), San Pedro da
Mezquita (A Merca, Ourense). Sin embargo, las de Breixa son más afines a
modelos abulenses presentes en las portadas de las iglesias de San Andrés y San
Segundo de Ávila. Las columnas que sustentan la arquivolta tienen fustes
monolíticos lisos y basas áticas. El capitel derecho dispone en la parte
inferior dos leones que, al igual que el de la clave, están tumbados y enroscan
sus colas alrededor de cuerpo. En la parte superior de la cara que asoma al
presbiterio hay una cabeza de un monstruo y en el otro lateral una hoja
apuntada con una bola en el extremo. El cimacio decora su chaflán con un
vástago ondulante. El capitel izquierdo está decorado en cada lateral con una
figura con cuerpo de pájaro con las alas desplegadas y la cabeza de mujer, en
la parte superior de la arista hay dos volutas de las que caen unos pliegues
similares a los de un cortinaje.
Delante de esta especie de telón se dispone una
cartela con la palabra ARPIA. El ábaco es liso, aunque en uno de los
ángulos hay una protuberancia que semeja una cabeza de un animal de cuya boca
nacen unos tallos vegetales.
El segundo nicho meridional, a diferencia del
resto de los arcos, tiene una arquivolta de dovelas en arista y chambrana sin
decorar; además los capiteles y las basas reciben la decoración más sencilla
del templo. El primero de los capiteles, el de la derecha, dispone en la parte
superior la cabeza de un animal; aunque está muy deteriorado, por sus orejas
picudas y la fisonomía de su testa podría ser un felino. De sus fauces parten
unos tallos ondulantes con perlados y hojas que decoran el resto de la cesta.
El capitel con el que forma pareja tiene en el arranque del collarino una
corona de pequeñas hojas en forma de lengüeta; sobre ellas se disponen unos
triángulos con una línea ondulante próxima a la base y una bola en el vértice.
En un segundo nivel corren unas líneas ondulantes. Mientras la basa de la
primera columna es ática y sin decoración, la segunda está decorada en el toro
superior con un fino sogueado, el inferior con una especie de espina de pez y
el plinto tiene un fino taqueado.
En el lado del evangelio, la arquivolta del
primer nicho no tiene las dovelas molduradas y se decora del mismo modo que las
del arco opuesto aunque con ligeras variantes. En lugar de cabezas animales, en
el interior de los círculos se representan cabezas de dragones que echan fuego
por sus fauces. La chambrana también es floral, pero esta vez mucho más rica,
con cuadrifolias inscritas en círculos tangentes. Es muy interesante precisar
que cada una de las piezas que componen la chambrana presenta diferentes variables
del mismo tema e irregularidades en el ensamblaje. Las de mayor calidad y
detallismo son las realizadas en piedra caliza, pues la menor dureza del
material permitió al artesano un trabajo más delicado, como se aprecia en las
pequeñas incisiones para aportar un mayor juego lumínico. Estas irregularidades
vienen motivadas por el trabajo de taller, dentro del cual la elaboración de la
vuelta del arco correspondió a varios maestros y se debió de montar con
posterioridad por un operario poco habilidoso. Este tipo de decoración se
encuentra en los cimacios de San Vicente, San Segundo y Andrés de Ávila; con
estas dos últimas, como ya se indicó, comparte también el motivo decorativo de
las rosáceas de la rosca.
El capitel de la izquierda es uno de los más
hermosos del templo, en él se representan dos sirenas que sostienen con una
mano un mismo pez que cuelga boca abajo recorriendo toda la arista, a la vez
que con la otra mano repiten el gesto sujetando su propia cola. Sobre la aleta
caudal del pez y bajo la voluta que culmina el piñón se sitúa la
correspondiente inscripción en la que dice SERENA. Ambas sirenas
muestran rasgos que las hacen diferentes. La resolución de los peinados se
resuelve en un caso con dos caracoles sobre la frente, mientras que en el otro
lo hace con flequillo. Los paños que ocultan sus senos se solucionan con
finísimos plegados sobre los brazos y diminutos puntos en una y en otra con un
cruce sobre el pecho. Por último, en las colas, una muestra escamas sobre el
abdomen, la parte media punteada y la superficie de la cola estriada, y en su
compañera tiene una faja en V en el vientre, forma que marcan las líneas de
puntos y la aleta en forma de abanico. La representación de la sirena-pez en el
románico gallego no es desconocida aunque sí extraña; aparece en la girola y la
fachada de Platerías de catedral de Santiago de Compostela y en la pila de agua
bendita de Santa María de Pesqueiras (Chantada, Lugo). La lectura medieval es
la de seres malignos que incitan a la lujuria y otros placeres mundanos,
conduciendo al hombre al pecado, con la consecuente pérdida de la salvación. El
cimacio está decorado en la arista con una cabeza de un animal de cuyas fauces
salen una especie de lenguas; aunque podrían ser tallos vegetales, dado el tema
marino que se representa bajo él, podría tratarse de la plasmación escénica del
aire. El capitel de la jamba derecha tiene dos grifos afrontados que repiten el
modelo de los capiteles del arco fajón contiguo. El cimacio permanece liso,
salvo una pequeña cabeza de un animal de cuyas fauces brotan una vez más hojas.
El último de los nichos muestra un nuevo modelo
de arquivolta con un contundente baquetón en la arista al que sigue un
importante rebaje y la chambrana con un finísimo taqueado. El primero de los
capiteles tiene hojas angulosas rematadas con vigorosas bolas en las puntas y
con la cara externa decorada con finas hojas; entre las hojas del frente asoma
la pequeña cabeza de un animal. El collarino queda parcialmente oculto porque
sobre él se disponen pequeñas hojas. El cimacio achaflanado únicamente presenta
como decoración una incisión con dos hojas. El último de los capiteles está
mutilado en la cara frontal y parcialmente en el lateral. Aquí se percibe un
ave, con la cabeza mutilada, que clava sus garras en el collarino. Su cuerpo
está cubierto por plumas perfectamente individualizadas; la exquisitez del
trabajo del artesano le llevó a perfilar el límite del ala con una línea de
puntos para permitir que se diferenciase del cuerpo. Sobre la cola aparece el
epígrafe identificativo (FALCONORIOL). Llama la atención la
representación de un animal real y no de un ser híbrido como en los otros
capiteles, sin embargo la lectura que se puede realizar de dicho animal, como
símbolo de la vida mundana y de la glotonería, lo aproximan a los valores
negativos que encarnaban grifos, sirenas, arpías y centauros.
El cierre del testero lo recorre una línea de
imposta que es la prolongación de los cimacios de los nichos laterales. Ha sido
recuperada hace unos años, después de haber sido eliminada para poder adosar el
retablo al muro, motivo por el cual también se mutilaron los capiteles y la
apertura de la ventana del lado sur. Su perfil está compuesto por un listel y
un chaflán entre dos pequeñas baquetillas. A un nivel más alto corre una
segunda imposta, a la altura del arranque de la bóveda; está compuesta de diferentes
piezas que se ornan –a excepción de una que lo hace con motivos en zigzag
dispuestos en vertical– con un tallo ondulante que forma círculos, en cuyo
interior hay cabezas de animales que muerden el brote. Son parecidos a la
serpiente o dragón que aparece en las rosáceas de una de las arquivoltas
laterales. La pieza decorada con el zigzag se diferencia no sólo por el motivo,
también por el material y la técnica. Están talladas en piedra granítica y a
bisel, lo que apunta a la reutilización de un elemento prerrománico del
edificio primitivo.
Esta segunda moldura se prolonga y actúa como
cimacio de los capiteles de la saetera que iluminaba el presbiterio. La ventana
se abre como una saetera con remate superior en arco de medio punto, de escaso
derrame interno y está flanqueada por un arco de medio punto de desarrollo
completo. En la arquivolta se origina un juego de boceles y mediacañas, y está
trasdosada por una chambrana abocelada con la única decoración de unos
diminutos cuadrados incisos. Este guadapolvos se anima de nuevo con la policromía
de materiales, esta vez con la alternancia de granito, caliza y serpentina. La
arquivolta descansa sobre una pareja de columnas de fustes lisos, monolíticos y
basas áticas sobre plintos cúbicos. Los capiteles repiten modelos vistos en el
presbiterio; la cesta izquierda está mutilada pero se pueden distinguir los
cuerpos de cuadrúpedos afrontados como los del capitel septentrional del arco
triunfal, y en el derecho con una sirena que con una de sus manos sostiene su
cola y con la otra un pez. En este capitel se muestra de nuevo la inscripción SERENA.
La decoración escultórica de Breixa es un
ejemplo sin paralelos en Galicia y a nivel iconográfico y calidad técnica que
no asentó escuela. La exquisitez del trabajo es tal que el artista se preocupó
de esculpir las cartelas identificativas de cada uno de los animales híbridos
representados, epígrafes que bien seguro se encontrarían rotulando otras obras
escultóricas en otros templos románicos pero que por estar realizados con
pintura no han llegado hasta nosotros. También la ejecución técnica en la que no
se descuidan detalles –donde se pormenoriza la musculatura, se usa el trépano
para producir pequeñas incisiones claroscuristas, se insinúan finos ropajes que
ciñen los sensuales cuerpos de las sirenas y se recurre a un rico y
miniaturista programa ornamental para molduras y arquivoltas– es sólo posible
gracias a la habilidad y la excelente formación del obrador. Además la riqueza
del programa escultórico que recurre a variadas criaturas híbridas desconocidas
en el panorama gallego hace pensar en un selecto taller ejecutor. Más allá de
cuestiones puramente ornamentales, también en el panorama arquitectónico se
puede apreciar un enriquecimiento estructural con respecto a la viciada usanza
constructiva gallega; se introducen novedades en la organización de los muros
laterales del presbiterio con nichos, la duplicación de soportes en el arco
fajón, el gran arco que alberga la ventana del testero, así como en el empleo
de un falso fajón de refuerzo en la bóveda o los arcos ornamentales adosados
tanto al fajón como a la cara exterior del arco triunfal.
En la decoración escultórica se puede
diferenciar el trabajo de dos maestros o talleres. El primero de ellos es el
que desarrolla todo el programa decorativo del presbiterio; el segundo se
limita a la decoración de los arcos triunfal y fajones. Sus peculiaridades
iconográficas, las composiciones originales, el refinamiento en la combinación
polícroma de materiales y la destreza técnica no cuentan con paralelo dentro
del territorio gallego, lo que hace incuestionable la labor en este templo de
maestros foráneos.
El origen del taller de Breixa es desconocido,
pero la obra presenta múltiples paralelos en la representación de sirenas pez,
arpías y centauros en obras transpirenaicas, concretamente del Rosellón, como
ya reseñó Chamoso, y guarda considerables similitudes con el claustro de Elna y
el de Saint-Parize-Le-Châtel. Además de parecidos con obras francas, también es
relacionable con obras más próximas del románico castellano: como en ejemplos
abulenses, ya señalados, tanto en el desarrollo de nichos laterales en el
presbiterio como en el tipo de rosáceas que decoran las roscas o las
cuadrifolias de las chambranas, presentes en la iglesia zamorana de San Claudio
de Olivares. Resulta extraño, dada la gran calidad de las piezas escultóricas,
que la repercusión de esta obra se limite únicamente a la repetición de motivos
figurados como los grifos o las arpías en la iglesia cercana de San Mamede de O
Castro (Silleda). La ausencia de continuidad, unida a la no terminación de la
obra de Breixa, apuntan a que este artista foráneo pudo desplazarse antes de la
conclusión de la obra o fallecer.
La actividad del segundo maestro se
circunscribe al arco triunfal, la ejecución de los canecillos y, tal vez, el
montaje de las piezas del presbiterio realizadas por el primer maestro, en las
que se denota un torpe encaje. A diferencia del anterior maestro, éste se
vincula al románico gallego, ya que puede relacionarse con el hacer del taller
del Maestro Mateo. Entre las posibles hipótesis de por qué desarrolló aquí su
trabajo un colaborador del círculo de Mateo, puede relacionarse con la cercanía
de la iglesia de Carboeiro.
Puesto que en Breixa se ha perdido la fachada
occidental y casi en su totalidad la puerta meridional, no se puede precisar si
fue realizada por alguno de los dos maestros o intervino un tercer taller. De
los restos conservados en la nave se deduce una mayor simplicidad, hecho
habitual en los templos rurales, donde se da un privilegio de tratamiento a la
zona del presbiterio.
La cronología del templo, a falta de noticias
documentales precisas, ha de fijarse a través de los elementos ornamentales,
que indican que la construcción se realizó en el último cuarto del siglo XII.
El hecho de que el segundo de los maestros sea cercano al círculo del Maestro
Mateo o conocedor de las formas mateanas, fija el marco en las décadas de 1180
y 1190.
Aciveiro
Parroquia del ayuntamiento de Forcarei situada
a 9 km de la capital municipal y a una altitud de 830 m. Se extiende sobre una
ladera de la cabecera del valle del río Lérez orientada hacia el Noreste, en
una zona montañosa de las estribaciones de la Sierra del Candán.
Los abundantes restos megalíticos y la
toponimia señalan el temprano asentamiento humano en esta feligresía, puesto
que el nombre de la sierra, Candán, podría hacer referencia a un topónimo de
origen celta relacionado con el mundo de la montaña y de lo brillante, que
posteriormente se vinculará con el culto del dios Júpiter en el noroeste de la
Península Ibérica, tal y como ocurre con el Iupiter Candamius, asociado
al Puerto de Candanedo en Asturias, o con otros topónimos gallegos similares,
como el Candedo de Beariz en la provincia de Ourense, el Candedo de Dozón en la
provincia de Pontevedra, o el de la Sierra de Canda situada en el Macizo
Galaico entre los límites de las provincias de Ourense y Zamora.
Igualmente resulta de interés el análisis del
nombre de la parroquia, que podría estar relacionado tanto con el acebo –que
antiguamente predominaba entre la vegetación arbustiva de la zona, en opinión
de autores como Rafael Balsa o Antonio Rodríguez–, como con una derivación de
la palabra Acibarium, que identificaba el espacio existente alrededor del atrio
de la iglesia destinado por las leyes canónicas como tierra de sustento, según
Isidro Bango, lo que indicaría la antigüedad de la propia parroquia o de la
vida cenobítica en este lugar.
El único camino medieval que atravesaba esta
circunscripción, como indica Elisa Ferreira, era el conocido como Breeiro por
el que se transportaba el vino del Ribeiro a la ciudad de Santiago de
Compostela. Pese a todo, en opinión de la misma autora, tuvo que haber una red
de caminos secundarios ligados al Breeiro que comunicasen las parroquias de las
inmediaciones y que facilitasen el acceso desde la tierra de Montes y de
Trasdeza a la gran feria que hubo en Aciveiro desde el siglo XIII.
Monasterio de Santa María
El acceso lo realizaremos, tanto desde
Pontevedra como desde Ourense, a través de la N-541, de la que nos desviaremos
en Folgoso para tomar la PO534 en dirección Lalín-Lugo. A continuación
circularemos por esta carretera 10 km hasta encontrarnos en la margen derecha
con el desvío, pertinentemente indicado, que nos conducirá hasta el edificio.
A la hora de elaborar una historia de la
evolución espiritual y material, la escasez de documentación referente a la
fundación y primeros pasos del monasterio de Santa María de Aciveiro es la nota
más característica. De hecho, las únicas fuentes directas con las que contamos
son el conjunto epigráfico del exterior del muro meridional de la nave de la
iglesia y las donaciones reales de bienes al monasterio, conocidas a través de
copias modernas de los traslados de los documentos originales citados en el Tumbo
Grande de Aciveiro comenzado en el 1617.
En el paramento externo del muro meridional de
la nave de la iglesia, en el tramo comprendido entre el tercer y el cuarto
contrafuertes, existen dos inscripciones probablemente realizadas en dos
momentos diferentes que conforman una historia en miniatura del primer medio
siglo de vida de este cenobio. La primera se extiende sobre tres sillares en un
solo renglón, mientras que la segunda está escrita en dos renglones y en dos
filas de sillares. Proponemos para ellas una transcripción, lectura e interpretación
unitaria, puesto que su posible distinta fecha de realización no excluye la
posibilidad de un mensaje interrelacionado con una finalidad común, esto es,
informar sobre los orígenes monásticos y la posterior evolución de la casa. Un
último aspecto a considerar es el análisis de las mutilaciones, cambios de
ubicación y erosiones que han sufrido durante algo más de ocho siglos. Así
pues, la construcción del claustro moderno, iniciado en la primera mitad del
siglo XVI y finalizado a comienzos del siglo XVII, supuso una considerable
alteración de su texto motivado por la reconstrucción de algunos de los
contrafuertes del muro meridional de la nave de la iglesia que fue reconstruida
posteriormente en 1911. Tras esta última intervención desapareció casi la mitad
del texto de la primera y numerosos caracteres existentes en uno de los
contrafuertes de la segunda.
La trascripción y lectura del primer epígrafe,
que ha sido abordada por numerosos autores desde el siglo XVII, a nuestro
juicio sería:
E[ra]: M[illessima]: C[entesima]:
LXXIII: IIII: N[onas]: F[e]B[ruarii]: FACTU[m]: E[st]: IN PR[i]M[o]: XII:
FR[atre] S: VENER[unt]: IN: HOC: LOCO: NOVIL[i]O[r] COMP[l] E[verunt]: CVI:
M[o]NACI: SUB R[e]G[u]LA: S[an]C[t]I B[e] N[edic]TI
Para la segunda, que siempre ha generado mayor
controvérsia, proponemos:
E[ra]:
M[illessima]: CC: VIII: ET Q[uin]T[o]: [i]D[us]: S[e] PT[embris]: Q[ua]N[dum]:
ERECTUS E[st]: ILLE: CL[austr] UM: Q[uo]D: D[icitu]R: DOM[us] S[an]CT[o]S [¿]:
Q[uo]D PETR[us]: M[artini]: P[ro]P[ter]: DOMOR[um] D[omin]I:...
Aplicando los criterios de Vicente García Lobo
la primera inscripción, de mayor antigüedad, podría ser definida como
diplomática de tipo notitia fundationis y letra visigótica, mientras que
la segunda sería una notitia consecrationis de letra pregótica.
La primera de las inscripciones se desmarca de
las características que pueden ser denominadas como generales de las
inscripciones con una datación inscrita en torno al 1135. En primer lugar
porque la gran mayoría de ellas son consecrationis, frente al carácter
fundacional de la de Aciveiro, y en segundo lugar porque sus caracteres
combinan las formas típicas de la época, preferentemente cuadrangulares, con
otras de tendencia circular, principalmente la “C”, la “T” y la “E”.
Lo que nos permite retrasar su fecha de realización desde el 1135, que indican
sus numerales, hasta la segunda mitad del siglo XII.
No resulta tan fácil datar el momento de
elaboración de la segunda inscripción, puesto que sus características no
coinciden plenamente con las de sus supuestas coetáneas realizadas en 1170. Los
caracteres de Aciveiro tienden a redondearse, combinan diferentes tipos de
letra, aplican una larga serie de abreviaturas y emplean letras enlazadas y
unidas. Por todo ello, consideramos que se debería retrasar su fecha de
realización respecto a la datación en ella contenida, situándola entre finales
del siglo XII y comienzos del XIII, momento en el cual se desarrollan textos
epigráficos de semejantes características, tal y como ocurre en el caso de la
iglesia ourensana de San Martiño de Cornoces, cuyas inscripciones aluden a los
años 1199 y 1200 y ocupan gran parte de la superficie del exterior del muro
meridional de la nave.
El primer problema que plantean las
inscripciones para la obtención de un mensaje global es la determinación de la
observancia de los primeros integrantes del cenobio. Su lectura no ofrece
ningún dato sobre el marco espiritual adoptado por los doce primeros monjes, y
hay que esperar a un momento intermedio entre el 1135 y el 1170 para que los
religiosos de esta comunidad se subyugasen al marco establecido por las normas
de la regla casinense. Aunque no sería extraño que un monasterio gallego se
rigiese durante la primera mitad del siglo XII por normas residuales
procedentes del antiguo monacato pactual lo más lógico sería que estos
individuos actuasen ya influenciados por la nueva concepción del monacato
hispano, en el cual la regla benedictina, como señalan José Freire o Antonio
Linage, representa una norma de vida monástica que va más allá de lo puramente
material, transcendiendo al plano de lo simbólico de la renovación. También se
podría deducir una fundación benedictina partiendo del simbólico número de los
monjes fundadores. Por otra parte, esta referencia numérica posee una clara
relación con la labor fundacional y renovadora dentro del mundo cenobítico y en
concreto una especial vinculación con la esfera de acción benedictina, amén de
ser uno de los tópicos que tienden a identificar la vida monástica con el ideal
apostólico.
El posible sometimiento inicial a esta regla
también tenía una alta representatividad en el ámbito material. En primer lugar
porque la norma de vida benedictina promovida por la monarquía y por Roma
debería significar una liberación respecto a la omnipresencia de la intenciones
patrimonialistas de la nobleza en estas instituciones y la consabida exención
del ordinario. En segundo lugar, se deben valorar las relaciones contraídas por
esta observancia dentro del estamento nobiliar, habida cuenta de su importante
papel como fundadores dotacionales en la búsqueda de una comunidad que les
sirviese como elemento mediático cara al más allá para la salvación de su alma
y al mismo tiempo como lugar de sepultura.
El inicio de la construcción de un claustro al
que alude la segunda de las inscripciones podría indicar que en un momento
comprendido entre el 1170 y finales del siglo XII esta abadía hizo sus primeros
acercamientos hacia el ámbito cisterciense. Principalmente, debido a su origen
de carácter posiblemente eremítico, su emplazamiento en un lugar apartado y la
observancia declarada de la regla casinense. La supuesta evolución de la
comunidad, que pasa de doce a ciento seis monjes en treinta y cinco años, intentaba
igualmente demostrar la favorable evolución de este cenobio, su suficiencia y
la prosperidad que necesitaba un monasterio para asegurar el seguimiento de la
regla que se exigía a las nuevas afiliaciones cistercienses.
A partir de este momento y hasta la fecha de su
solicitud de entrada en la Orden del Císter, en 1225, comienza a mencionarse
Aciveiro en documentos como donaciones reales y de particulares, confirmaciones
de bienes y las referencias que al monasterio o a alguno de los integrantes de
su comunidad se hacen principalmente en contratos de aforamiento y juicios.
Esta nueva presencia en la documentación será indicativa de su evidente aumento
de consideración como entidad religiosa y la consiguiente formación de su
dominio monástico.
De 1174 existen dos referencias. En la primera
aparece la firma del abad Pedro de Aciveiro en una concordia realizada tras el
juicio abierto entre el monasterio de Santa María de Oseira y los Hospitalarios
por la posesión del realengo de Marín. La segunda figura en una donación del
testamento de Fernando Oduáriz en la que se menciona a esta casa entre otros
cenobios gallegos. El 20 de marzo de 1178 Aciveiro aparece nuevamente entre las
posesiones que Alejandro III le confirma al arzobispado compostelano. De 1193
es el primer privilegio y escriptura más antigua que ay en esta casa, en
palabras del autor del Tumbo Grande. En él Alfonso IX les dona la villa e
iglesia de San Xoán de Piñeiro. Dicha donación será confirmada en 1228 por el
mismo monarca que en 1202 otorgaba otro privilegio a esta comunidad, en el
cual, además de donar la granja de Villaçiçan en la provincia de Valladolid,
confirmaba todas las posesiones y vasallos que este monasterio tenía en su
reino y los eximía del pago de cualquier tributo, alcabala, portazgo y pecho.
Del mismo modo establecía que todos sus colonos, vasallos y renteros tan sólo
estuviesen obligados a acudir al llamamiento del abad. Esta confirmación
otorgaba los poderes que hasta ahora no habían sido reconocidos por ninguna carta
de coto. Seis años después de la primera de las donaciones reales, en 1199, se
produjo la segunda de las hechas por un particular. Doña Urraca Fernández, hija
del conde Fernando Pérez de Traba y viuda de don Juan Arias, concede a Aciveiro
C. sls. et. V. mod.s de vino. Todos estos documentos comprendidos entre 1170 y
1225 constatan el aumento de la presencia y la representatividad de esta
abadía, convirtiéndose, de esta manera, en los signos del desarrollo de un
proceso de afiliación.
La documentación generada a partir del año de
la solicitud de incorporación a la Orden del Císter por parte de Santa María de
Aciveiro muestra una evolución positiva del elemento patrimonial y económico en
general, fruto en gran medida de la consolidación de sus atribuciones
religiosas y socio-políticas. Esta situación se puede prolongar hasta la
segunda mitad del siglo XIV, momento en el cual el clima general del monacato
gallego se ve perturbado por fenómenos como el de las encomiendas nobiliares y
los abades comendatarios, que son representativos de una sociedad en crisis de
la que se comenzará a salir tan sólo a comienzos del siglo XVI.
Los restos románicos del antiguo conjunto
monástico se limitan a la iglesia y piezas dispersas que formaban parte de su
claustro.
A la hora de realizar un análisis general y la
reconstrucción de su planta y alzado románicos es necesario que hagamos
previamente un breve resumen de su vida constructiva desde el siglo XVI. Entre
los años 1505 y 1533 Aciveiro se incorpora plenamente a la nueva Observancia de
la Congregación de Castilla y comienza una serie de intervenciones finalizadas
a comienzos del siglo XVII. Fruto de esta etapa de adecuación estructural es la
eliminación de la primitiva fachada occidental de la iglesia –incluida la torre
de las campanas–, la creación del coro alto, la sustitución de la bóveda de la
capilla mayor, la reconstrucción de parte del muro meridional de la nave y la
creación de nuevas puertas de acceso desde la iglesia al claustro renacentista
que reemplazó al medieval, una de ellas realizada con uno de los vanos de la
antigua sala capitular. En 1649 Aciveiro sufrió un incendio que tan sólo afectó
a las pandas meridional y occidental del nuevo claustro. Entre los años 1741 y
1834 la práctica totalidad de las obras llevadas a cabo en la fábrica monástica
quedaron registradas en el Libro de Obras i Pleitos. A través de él tenemos
constancia de la existencia de diferentes obras mayores y menores que
supusieron la creación de una nueva sacristía que englobó entre sus muros parte
del cubo del ábside, la apertura de más vanos en la nave y en los dos
absidiolos, el cegamiento de los del muro meridional de la nave o la
sustitución de la cubierta de la capilla de la nave de la epístola. Del mismo
modo, la recomposición de la pavimentación de la iglesia supuso que se
soterrasen las basas de casi todos los pilares, así como diferentes
modificaciones en las puertas de acceso. Entre ellas figuran la eliminación de
la de maitines, situada sobre la sacristía, y el cerramiento de la probable
puerta de acceso al coro desde el claustro bajo.
De 1911 es la reconstrucción de la iglesia
impulsada por la Sociedad Arqueológica de Pontevedra que contó con el mecenazgo
de cardenal Martín de Herrera, arzobispo de Santiago de Compostela. Pese a la
importancia de la intervención, ésta no supuso una grave alteración de la
morfología del edificio, descrita y documentada por Rafael Balsa en 1907.
Durante el siglo XX, entre los años 1949 y 1979, se llevó a cabo un ciclo
restaurador integral que implicó la consolidación de los muros de la iglesia y
la sacristía, con la consiguiente liberación del cubo del ábside meridional, la
renovación de la pavimentación, la sustitución de las cubiertas de la nave y
los ábsides, la eliminación del artesonado que ocultaba el triforio y de uno de
los tramos del coro alto que cegaba hasta mediados del siglo XX los dos
primeros arcos formeros de la nave. Por último, en 1985 se inició una
rehabilitación de la antigua área claustral que finalizó a comienzos del siglo
XXI e implicó su transformación en hospedería.
La iglesia de Santa María de Aciveiro, ubicada
según la orientación tradicional, presenta tres naves de cinco tramos, de
mayores dimensiones la central que las laterales, divididas por cuatro pares de
pilares compuestos, con una columna entrega adosada a cada una de sus caras,
que alternan el núcleo central cuadrangular –el primero y el tercero– con los
que presentan un incipiente fuste de sección semicircular en cada uno de sus
ángulos –el segundo y el cuarto–. A cada par de pilares corresponde uno de contrafuertes
en la cara externa de los muros de la nave que se ve rematada, en su parte
oriental, por tres ábsides. El sexto par de contrafuertes contrarresta los
empujes de los arcos torales y el triunfal. Los dos ábsides laterales, muy
deformados y modificados en el siglo XVIII, poseen un paramento externo
semicircular e interno poligonal, mientras que el central posee tramo recto y
codillo de transición hacia un polígono hemidecagonal. No conservamos ninguna
de las cinco ventanas originales de derrame interno que debían de poseer los
muros laterales de las naves y desconocemos cuál podría ser la estructura de la
fachada occidental.
Hoy en día existen tres puertas de acceso al
edificio. La primera, la de la sacristía, se encuentra en el primer tramo del
muro sur, si bien el vano que actualmente podemos contemplar es producto de la
reforma del área claustral del siglo XVI. La segunda, la de difuntos o del
cementerio, está situada en el muro norte, frente a la anterior, y fue
modificada en diferentes ocasiones durante el siglo XVIII. Su nombre se debe,
según Isidro Bango, a que por ella salían los cortejos fúnebres que acompañaban
al cadáver de los hermanos de la comunidad al cementerio, generalmente ubicado
en el ángulo exterior de la iglesia, opuesto al que ocupaban las dependencias
claustrales. La tercera es la de la fachada occidental moderna. A éstas
probablemente tendríamos que sumar un antiguo acceso al coro desde el claustro
bajo –al que hace referencia la documentación de los siglos XVI y XVIII–, que
fue tapiado en el 1831 y eliminado en la reconstrucción de 1911. Estaba ubicado
en el segundo tramo del muro meridional desde el extremo oriental, entre las
inscripciones y la puerta de la sacristía.
Todas estas características responden a una
tipología de iglesia monástica empleada en Galicia principalmente en la segunda
mitad del siglo XII.
El hecho de que se pueda hablar de un tipo
monástico está determinado, en primer lugar, por su ámbito de difusión. En el
caso gallego se puede hablar de un uso casi exclusivo por parte de las
diferentes comunidades religiosas, puesto que son puntuales los casos de
iglesias seculares, alguna de ámbito urbano y una antigua catedral, en los
cuales se aplicó la misma solución.
En segundo lugar, hemos de hablar de un tipo
específico de planta en atención a las diferentes necesidades funcionales e
ideológicas a las que responde. Las funcionales son las relativas a las
necesidades espaciales que tenía cualquier cenobio de relativa entidad para la
realización de los ritos litúrgicos de la propia comunidad y seculares. Para
ello habían de disponer de un espacio amplio y versátil. Ambas características
permitían el desarrollo de las actividades seculares en un marco diferenciado,
los primeros tramos de la nave, y la utilización de diferentes altares. Estos
elementos, junto con la serie de accesos anteriormente descritos, delimitaban
nuevamente el espacio básico para los integrantes de la comunidad, los dos
primeros tramos de la iglesia, esto es, el espacio del coro monástico. De hecho
todas las puertas del muro sur garantizaban su independencia y un acceso ágil
desde el área del claustro.
Podríamos considerar necesidades ideológicas a
las connotaciones que subyacen en este tipo de planta y a las cuales
seguramente no eran ajenos los fundadores de cada una de estas construcciones.
En palabras de Henri Focillon, la planta posee un valor esencialmente
sociológico, pues es la propia figura del programa y su traducción gráfica. En
este mismo sentido han de entenderse las afirmaciones realizadas por autores
como Ángel del Castillo, Ramón Yzquierdo o Manuel Luis Real, que reconocen en
ella el modelo de planta benedictina. Así pues, a la hora de elegir el tipo de
iglesia a construir, además de seleccionar un edificio amplio que responde al
ideal de iglesia de importancia, tampoco debieron de pasar por alto esta
posible connotación reformista por la cual vendría avalada y que justificaría
en parte su proliferación desde mediados del siglo XII.
Dentro de este contexto la planta de Aciveiro
destaca principalmente por dos características: el empleo de pilares compuestos
y la utilización de ábsides poligonales. La utilización de este tipo de
soportes evoca claramente a la catedral compostelana como modelo de prestigio y
sirve para determinar tanto la clara diferenciación funcional y simbólica de
los espacios de la iglesia como la existencia de una planificación integral del
edificio y de cada uno de sus elementos. Anteriormente, cuando mencionábamos las
motivaciones de la utilización de la planta basilical en una iglesia abacial,
indicábamos que la situación de los accesos señalaba claramente el espacio del
coro. Por lo tanto no parece ser casual que la disposición alternada de los
pilares varíe el núcleo cuadrangular sencillo por el de molduras semicirculares
en ángulo, inmediatamente después del segundo tramo. Tal y como han demostrado
Hans Erich Kubach o Eric Fernie en el caso inglés, francés o italiano, la
utilización de la alternancia de soportes posee un claro sentido simbólico
empleado para evidenciar los diferentes significados y la sacralidad de las
áreas del edificio.
Entre los edificios de la Península Ibérica que
a finales del siglo XI renovaron las formas absidales se encuentran las
catedrales de Santiago y la de Pamplona.
En la catedral compostelana los esquemas
poligonales fueron utilizados en las capillas de Santa Fe y San Andrés, en el
interior de la girola, en el paramento externo de los muros de la capilla mayor
y en la cripta del pórtico occidental. Lo que evidencia un profundo
conocimiento de las virtudes técnicas del perfil poliédrico y quizás manifieste
de manera implícita las connotaciones martiriales a él asociadas. En Galicia
estos esquemas tuvieron una repercusión relativamente alta, puesto que contamos
con algo más de una docena de edificios con ábsides poligonales datados, en la
mayoría de los casos, en la segunda mitad del siglo XII. Entre todos ellos tan
sólo en la iglesia compostelana de Santa María de Sar se aplican fórmulas y
variaciones del modelo compostelano de las capillas de la girola con un
carácter tan excepcional como el de Aciveiro, lo que determina su papel de
arquitecturas experimentales.
En alzado se aprecian las cinco parejas de
contrafuertes de planos decrecientes que articulan los paramentos externos de
la nave. Sobre ellos se encuentran unos aleros que sufrieron importantes
mutilaciones. El septentrional conserva parte de la cornisa románica con cobija
en chaflán recto decorado con florones de botón central y bolas.
Carga sobre veinticuatro canecillos en proa, en
proa rematada con bolas y cabezas humanas o en nacela con hoja de nervio
inciso. El meridional perdió la totalidad de la cobija original en alguna de
las reformas modernas y conserva una colección de diecinueve canecillos en
proa. Entre cada pareja de contrafuertes se abre una ventana de derrame
interno, salvo en el tramo occidental del muro meridional, aunque la forma
cuadrangular que poseen en la actualidad se debe probablemente a la
reconstrucción de 1911.
La única portada románica conservada en el
exterior del edificio, aunque bastante erosionada y deformada, es la puerta de
difuntos, ubicada en el segundo tramo del muro norte. Está formada por una
chambrana decorada con billeteado de cinco filas de escaques y dos arquivoltas
de arco de medio punto.
La rosca de la arquivolta externa, en arista
viva, está ornamentada con rosáceas inscritas en círculos y sobre una especie
de aureola. La dovela central muestra la particularidad de poseer dos rosáceas
pentapétalas. Apea sobre un par de columnas acodilladas, de fuste monolítico
entorchado con florones, la occidental, y liso, la oriental, que poseen
cimacios en caveto, decorado el oriental con una línea ondulada de tallos
vegetales y el occidental con conjuntos de tres bolas y florones. Los capiteles
son vegetales de una fila de hojas y desarrollados caulículos. La basa oriental
posee perfil ático con garras y la occidental está integrada por un plinto
cuadrangular con cajeado en la parte superior y un ancho toro. La arquivolta
interna, que carga directamente sobre el muro, tiene arista matada en bocel y
la rosca exornada con formas ovaladas sobre casetones.
El basamento de los tres ábsides está formado
por tres banquetas sobre las que se alzan los plintos, las basas de perfil
ático con garras o bolas y las columnas adosadas rematadas por capiteles, dos
en los ábsides laterales y cuatro en el central, que llegan hasta el alero y
articulan los lienzos murales. Las plataformas de los plintos y las basas de
las columnas muestran una gran irregularidad.
En el ábside central, en su lado más
septentrional, existe un epígrafe funerario que ocupa tres sillares de la
segunda hilada superior a la línea de basamento y está grabado en dos
renglones. Nuestra trascripción es:
ERA M CCC : Q(uo)D(um) : K(a)L(endas) :
OCT(o)B(r)I(s)/ OBIIT : P(e)TR(u)S : AFFO(ns)IS : DIE.
La inscripción se podría catalogar, siguiendo
los criterios de Vicente García Lobo, como diplomática de tipo notitia, clase
epitaphia, y de caracteres monacales.
En cada uno de los ábsides laterales
posiblemente habría, hasta el siglo XVIII, una ventana flanqueada por las dos
columnas adosadas, mientras que en el central contamos con una ventana en cada
uno de los paños del hemidecágono, dos de ellas ciegas y la central tapiada.
Todas ellas repiten el esquema de basa de
perfil ático con bolas sobre plinto, columnas acodilladas de fuste monolítico
liso, capiteles, cimacios en caveto simple, salvo los del tramo central que
poseen un fino bocel en su parte inferior, arcos de medio punto decorados en
cada una de sus dovelas y chambrana de billeteado de seis filas de tacos que
anilla los tambores de las columnas entregas. La rica decoración de los
capiteles y arcos de cada una de las ventanas merece un estudio detallado. El
vano del primer lado, desde el extremo septentrional, posee dos capiteles
vegetales, el occidental de tallos anillados y el oriental de una fila de hojas
rematadas en pomas y desarrollados caulículos, arco de medio punto que presenta
una escocia entre dos baquetones en la rosca y en el intradós, ambas decoradas
con grupos de cinco bolas, la primera, y de una bola, la segunda. El tímpano
del interior está ornamentado con semicírculos de baquetillas. La segunda
ventana del lado septentrional, la contigua a la central, muestra un capitel
con decoración de una fila de hojas rematadas en pomas y desarrollados
caulículos, el occidental, y otro de aves apicadas, el oriental, sobre los
cuales carga el arco de medio punto con arista matada en un fino baquetón.
Las dovelas muestran en la rosca dos aves con
florones y rosáceas de destacado botón central, dos de ellas inscritas en
círculos. Todo el intradós está cubierto con baquetillas en sentido
longitudinal. La ventana central, la única de las abiertas que fue tapiada,
presenta dos capiteles de dos filas de hojas, y el arco repite el esquema del
primero del lado septentrional. El tímpano del interior presenta una fina
decoración de medias lunas. La tercera, ya en el lado meridional, posee dos
capiteles figurados. El derecho, con guirnaldas que salen de la boca de tres
monstruos, y el izquierdo, con lo que parecen ser dos leones de cabezas
enfrentadas. Su arco repite el esquema de la primera septentrional y la
central. Por último, la del extremo meridional posee dos capiteles con
decoración vegetal y la rosca del arco de medio punto, en arista viva, está
cubierta por rosáceas inscritas en nudos de Salomón.
Los aleros de la cabecera, al igual que los de
la nave, fueron alterados en alguna de las diferentes intervenciones
restauradoras. El del ábside septentrional conserva tres canecillos, dos de
planos superpuestos y uno de modillón de rollos, y cuatro metopas con la cruz
de San Andrés. Los capiteles de las dos columnas presentan un orden de hojas y
decoración de ovas en la parte superior, el septentrional, y tallos anillados,
el meridional. Su cobija, como la del ábside meridional o el alero meridional
del tramo recto del central, fueron sustituidas posiblemente en alguna de las
intervenciones del siglo XX. La cornisa del ábside central presenta cobija en
chaflán recto decorada con una cadeneta de rombos que carga sobre dieciséis
canecillos, doce de planos superpuestos, dos de modillones de rollos y dos en
proa, cuatro capiteles en el remate poligonal y los codillos de transición que
en la parte superior poseen una sección prácticamente semicircular. Los seis
canecillos del tramo recto se intercalan con cuatro metopas originales
decoradas con rosáceas heptapétalas de botón central o con un conjunto de cinco
bolas, único esquema dispuesto en el ábside central, mientras que cada uno de
los lados del extremo poligonal muestra dos canecillos entre tres metopas.
Los capiteles, desde el extremo septentrional,
presentan un orden de hojas rematadas en pomas, lazos anillados que parecen
definir en el centro de la cesta la figura de un ave, dos filas de acantos y el
último una fila de hojas con arcos entrecruzados en la parte superior. El
ábside meridional conserva tres canecillos de planos superpuestos y dos
capiteles, el izquierdo de hojas planas de nervio inciso y el derecho de dos
filas de acantos.
En el interior del edificio el cuerpo de las
naves refleja la compartimentación establecida por los cuatro pares de pilares
compuestos que tienen bajo el pavimento, a excepción del tercero meridional
desde el extremo occidental, el plinto y las basas de perfil ático. Los
pedestales sobre los que se erigirían los plintos serían, igual que en la
catedral compostelana, de sección alterna circular y cuadrangular de forma
similar a la de los núcleos de los pilares. Coronando las columnas entregas, a
excepción de las de la nave central, se alzan en la parte superior de cada una
de ellas capiteles con cimacio en caveto que se impostan y encintan todo el
perímetro del pilar.
En los paramentos internos de los muros de las
naves colaterales cuatro pares de columnas entregas, situadas en
correspondencia con los pilares y con las basas soterradas bajo el pavimento,
son rematadas igualmente con capiteles y cimacio en caveto, en el paramento
septentrional, o con ajedrezado de una fila de billetes, en los primeros tramos
del meridional.
En ambos casos se impostan a lo largo de todo
el lienzo mural y señalan el arranque de los arcos fajones, o diafragma, de
medio punto peraltados en arista viva que compartimentan cada uno de los cinco
tramos de las colaterales. Los arcos formeros de medio punto doblados en arista
viva, al igual que los fajones, arrancan sobre los cimacios y la línea de
imposta que anilla el pilar. Tan sólo poseen dobladura en la cara interna,
hacia la nave central, que es recogida por los codillos de los pilares. Los codillos
de la cara externa, la de las colaterales, se prolongan por el muro hasta
alcanzar, algunos de ellos, la altura del segundo cuerpo. Este último se erige
sobre la línea de imposta que une los cimacios de los capiteles de las columnas
entregas de la nave central. Sobre ellas se alza un triforio formado por una
galería de cinco pares de arcos geminados de medio punto en arista viva que
cargan en tres pares de columnas pareadas de capiteles de canon bastante
alargado con cimacios en caveto y decoración geométrica, vegetal y figurados,
columnas de fustes monolíticos lisas y basas de perfil ático en las que destaca
el voluminoso toro inferior. También formaban parte de este segundo cuerpo los
cuatro arcos fajones de la nave central que se alzaban sobre las columnas
entregas internas de los pilares. De su primitiva existencia dan fe tanto el
Libro de Obras del monasterio como las propias cicatrices que se aprecian en el
lienzo mural de la galería. Tres de ellos llegaron hasta el año 1810, momento
en el que fueron finalmente eliminados, y su perfil debió de ser apuntado, como
el del arco triunfal de la capilla mayor.
Las naves de este edificio muestran, tanto en
su impronta planimétrica como en la estructura de sus componentes en alzado, la
existencia de un posible proyecto inicial para la cubierta de este espacio
diferente al aplicado en su realización final.
Si tenemos en cuenta que el espacio de la nave
central casi triplica el de las colaterales –lo que motiva el excesivo peralte
de sus fajones y el incipiente arranque de las bóvedas de cuarto de cañón del
segundo y el tercer tramo de la nave del evangelio– podríamos determinar que el
primer planteamiento que el maestro o encargado de las obras tendría en mente
consistiría en la realización de una iglesia definida tipológicamente como de
salón, que constituye, según Hans Enrich Kubach, el tipo arquitectónico más
frecuente y homogéneo en todo el territorio de la Europa Occidental. Para la
consecución de este fin, en Aciveiro se emplearían bóvedas de cuarto de cañón
en las laterales y de cañón en la central. Una solución conocida y empleada
desde el siglo XI en edificios como Sant Pere de Rodes, en los que las bóvedas
laterales actúan a manera de arbotantes continuos, contrarrestando la central a
la altura de los salmeres.
En un segundo momento, por motivos que nos
resultan desconocidos, se optó por partir de los elementos estructurales
existentes y emplear una galería de arcos ajimezados sobre los intercolumnios y
arcos fajones posiblemente apuntados en la nave central, solución semejante a
la utilizada en las iglesias ourensanas de Xunqueira de Ambía y Santa Mariña de
Augas Santas. De esta manera, el triforio aumenta la altura del lienzo superior
al intercolumnio para poder tender la techumbre, sin que esto suponga una carga
excesiva que haga peligrar la estabilidad del edificio. A este elemento se
añaden los arcos fajones de la nave central y la prolongación en sentido
vertical de los retazos de muro existentes sobre los fajones de las
colaterales, que se convierten en auténticos muros diafragma que atan en
sentido horizontal la estructura, canalizan las presiones y sirven de apoyo
directo a la cubierta. Esta innovación parte nuevamente de la reinterpretación
de fórmulas compostelanas, posiblemente no exentas de connotaciones simbólicas
relativas a una arquitectura de aspiración, como indican Ramón Yzquierdo, James
D’Emilio o Isidro Bango.
El ábside de la nave del evangelio presenta un
arco toral de medio punto, doblado y en arista viva, que apea en dos columnas
entregas. La rosca externa está decorada con rosáceas de botón central
similares a las de las metopas del alero del ábside central, mientras que la
interna muestra las alteraciones de alguna intervención de época moderna y
conserva parte de las dovelas originales con cruces de San Andrés semejantes a
las de las metopas del alero de este ábside. Las columnas están formadas por
capiteles con ábaco en caveto liso, el meridional con bolas; capiteles
vegetales, el meridional con hojas rematadas en pomas y el septentrional con
una fila de acantos y destacados caulículos; y basas de perfil ático que se
encuentran a más de medio metro sobre el nivel pavimental del interior del
ábside. Este último posiblemente correspondería al original de todo el
edificio. El paramento del polígono pentagonal interno es articulado a través
de siete arcos ciegos de medio punto en arista viva, dos pares en el tramo
recto y tres en el remate.
Los del tramo recto apean directamente en el
muro, en el extremo occidental; en una ménsula intermedia, de proa la
meridional y de planos superpuestos la septentrional; y en dos columnas de
basas entregas de perfil ático con bolas, cuyo plinto –decorado con rosáceas,
flores y ovas– se eleva sobre un rebanco formado por listeles, un par de
baquetones y una escocia intermedia. Los fustes son monolíticos lisos, los
capiteles poseen un orden de hojas y el cimacio está formado por la
superposición de baquetillas. Este esquema se repite en las dos columnas
centrales, entre las que se voltean los restantes tres arcos. Sobre las
arcuaciones una línea de imposta semejante al rebanco marca el arranque de la
bóveda de cuarto de esfera que cubre este espacio.
El ábside de la epístola repite el esquema del
anterior con algunas variaciones. Las roscas del arco toral, sobre el cual se
abre una saetera de derrame interno, carecen de decoración. Sus basas están
formadas por dos abultados toros con bolas sin escocia de transición, y los
capiteles presentan figuras de aves sobre fondo vegetal, en el meridional, y
cabezas de simios o monstruos entre hojas lanceoladas, en el septentrional. El
paramento interno muestra tan sólo cinco arcos que apean en cuatro columnas de basas
y capiteles entregos, con cimacio en caveto liso semejante al de la imposta
sobre la cual arranca la bóveda de cuarto de esfera. El rebanco sobre el que se
alzan los plintos de las basas, en este caso sin decoración, combina piezas
similares a las del ábside del evangelio con otras que presentan billeteado de
una fila de tacos, similar al de la imposta de los primeros tramos del
paramento interno de muro de la nave de la epístola.
El arco triunfal posee chambrana con billeteado
de cinco filas de tacos y arco apuntado y doblado con aristas matadas en
baquetón y tres baquetillas. Apea en un par de columnas entregas de capiteles
con cimacios en chaflán recto liso que se impostan por el muro y decoración
vegetal de una fila de hojas rematadas en pomas. Las basas son de perfil ático,
con bolas en las esquinas, la meridional.
El interior del ábside se articula mediante dos
pisos de arquerías. El inferior presenta nueve arcos ciegos, de medio punto en
arista viva, que cargan sobre pilastras. Entre ellos destacan los dos
armarios-credencia de sección semicircular del tramo recto, que por sus
dimensiones y número encuentran probablemente sus referentes en los existentes
en la capilla del Salvador y la cripta de la catedral de Santiago. También
podemos encontrar esquemas similares en los presbiterios de la catedral de
Ourense y San Estebo de Ribas de Miño, obras las dos de la segunda mitad del
siglo XII. En el piso superior, que se alza sobre una imposta similar a la del
rebanco del ábside del evangelio, existen otros nueve arcos de medio punto en
arista viva que apean sobre columnas de cimacio en chaflán recto liso,
capiteles de una fila de hojas, en el lado septentrional, o de tallos
anillados, en el meridional, columnas monolíticas de fuste liso y basas de
perfil ático. Tres de ellos corresponden a las ventanas del remate poligonal, y
el mismo número permanece oculto tras el retablo barroco, aunque suponemos que
su estructura será similar a la de los analizados. La bóveda que cubre este
espacio es obra de finales del siglo XVI.
La original sería de cañón ligeramente apuntado
en el tramo recto, al igual que el arco triunfal, y una bóveda de cascarón
cubriría el remate poligonal, puesto que no se aprecia la existencia de
columnas, ménsulas, repisas o requiebros de la línea de imposta que demuestren
la previsión o la intención de cubrir este espacio con una bóveda nervada tal y
como ocurre, entre otros, en San Xurxo de Codeseda, Santa Baia de Losón o San
Lourenzo de Carboeiro, todos ellos del último cuarto del siglo XII.
Al análisis de la estructura arquitectónica
hasta ahora descrita hemos de añadir el del aparato figurativo en ella
dispuesto, sumando los setenta y cuatro capiteles de los dos cuerpos de las
naves, lo que nos permitirá establecer la filiación estilística de este edifico
y definir sus etapas constructivas.
Así pues, en el primer cuerpo de los primeros
tres tramos de la naves, desde el extremo occidental, se aprecia la existencia
de un conjunto de capiteles de entrelazo, de hojas de helecho, de hojas
lanceoladas, de leones con las cabezas afrontadas y los cuartos traseros
unidos, en bosse, de tipo cúbico liso, y cimacios en caveto con un listel cuyos
modelos se encuentran en un grupo de capiteles de los últimos tramos de la
tribuna de la catedral compostelana que Serafín Moralejo, James D’Emilio y
Michael Ward han vinculado a talleres de formación local que reinterpretan los
esquemas de los capiteles del crucero y que en el cuarto y quinto tramo de la
tribuna, desde el extremo occidental, comienzan a reflejar la asimilación de
recetas provenientes del lenguaje foráneo, principalmente borgoñón, empleado en
la cripta de la catedral. La fecha de realización de estas piezas sería, en
todo caso, anterior al 1168. En la portada del muro norte se combina, sin
embargo, la utilización de motivos compostelanos, en las columnas, con otros de
posible filiación abulense o segoviana, tal y como indican el rico empleo de
rosáceas en la rosca del arco o de una puerta sin tímpano. Esta característica
podría estar justificada con la probable presencia de individuos de esta procedencia
en Aciveiro que hubiesen trabajado en la catedral de Santiago durante el
segundo cuarto del siglo XII y que posteriormente, entre los años cincuenta y
sesenta del mismo siglo, difundieron sus esquemas entre los talleres locales,
según James D’Emilio. De todos estos datos y de la datación y ubicación de la
primera de las inscripciones se puede deducir que probablemente la construcción
del edificio se inició desde la fachada occidental en un momento comprendido
entre los años 1160 y 1170.
La segunda campaña probablemente contó con el
mecenazgo o fue impulsada por el abad Pedro, que figura en la concordia de 1174
y al que posiblemente hace referencia el Petrus Martini citado en la segunda
inscripción del muro meridional y en un epígrafe de la clave del cuarto arco
formero meridional desde el extremo occidental, delante de la puerta del
claustro.
Así pues, entre 1170 y finales del siglo XII se
desarrolló esta segunda campaña que abarcaría la conclusión del primer cuerpo
de las naves y la cabecera. En este momento se aprecia la actividad de talleres
de diferente filiación que en algunos casos responden a modelos de inspiración
nuevamente compostelana, con soluciones aplicadas en la cripta como son los
capiteles con tallos anillados, de una fila de acantos y caulículos o las
molduras elaboradas de rebancos y cimacios, y en otros casos a las reintrepretaciones
realizadas sobre estos modelos y de su combinación con antiguos esquemas o
añadiéndoles figuras antropomorfas y animales. La datación que Isidro Bango
establece para el tipo de cornisa de los ábsides se adapta a la cronología
propuesta para esta segunda campaña en la que se produjo un tipo de lenguaje
decorativo que no tuvo solución de continuidad en otras edificaciones
pontevedresas del arzobispado compostelano, y en el que las rosáceas ocupan un
lugar primordial.
La tercera y última campaña implicaría la
finalización del cuerpo de las naves con la construcción del triforio en el que
se aprecia, al igual que en algunos capiteles de las columnas de la nave
central, la llegada de modelos de progenie cisterciense combinados con
elementos de tradición local. Su datación se ajusta a la establecida nuevamente
por Isidro Bango para aleros como el del muro septentrional, por lo tanto entre
finales del siglo XII y finales del primer cuarto del siglo XIII.
De la importante función funeraria que
desempeñó este edificio, como espacio de enterramiento, tan sólo quedan dos testimonios.
El primero es un sarcófago ubicado a los pies de la nave de la epístola con
cubierta a doble vertiente muy acusada y decorado con blasones jaquelados,
posiblemente de los Ulloa, cuya datación podría ser de finales del siglo XIV o
principios del XV. La segunda pieza es un sepulcro de cubierta a doble
vertiente que evoca a los antiguos sarcófagos de doble estola. Está decorado
con un báculo grabado en el vértice de la cubierta y ubicado a los pies de la
nave del evangelio. Tradicionalmente ha sido vinculado al taumatúrgico sepulcro
del abad San Gonzalo das Penas que desarrolló su abaciado a mediados del siglo
XV.
En el apartado de mobiliario litúrgico cabría
destacar la existencia de un retablo pétreo del siglo XV, ubicado en el tercer
tramo de la nave del evangelio, en el que se representa la Última Cena.
Como es de suponer, y los datos arqueológicos
lo confirman, el área inicialmente ocupada por el antiguo claustro románico
sería la panda este o del mandatum en la que se encontraban la sala capitular y
el dormitorio, de cuya ubicación tenemos constancia a través de la
documentación que señala la existencia de una puerta en lo alto del muro del
primer tramo, la conocida como de maitines, que comunicaba el dormitorio con el
coro y que fue eliminada a principios del siglo XIX. Bajo esta última se
decidió crear un nuevo acceso a la iglesia a finales del siglo XVI reutilizando
la puerta central de la antigua sala capitular.
Esta última presenta chambrana con billeteado
de cinco filas de tacos y dos arquivoltas de arco apuntado con arista matada en
baquetón y rosca formada por una escocia y dos baquetillas que apean en dos
pares de columnas acodilladas.
Los capiteles poseen cimacios en chaflán recto
con dos baquetillas en la parte superior. Los dos orientales son de un orden de
hojas y caulículos y los del lado occidental presentan tallos anillados y una
fila de acantos con caulículos. Los fustes monolíticos externos son entorchados
mientras que los internos son lisos, entre ambos un baquetón liso. Las basas
son de perfil ático sobre un plinto cuadrangular. En el interior de la puerta
añadieron un arco cuyo intradós está ornamentado con decoración floral y
cabezas de monstruos. A la sala capitular también debían de pertenecer las
veintinueve dovelas encontradas en el ala este del claustro durante la fase de
rehabilitación de los años noventa del siglo XX, que en la actualidad se
encuentran en paradero desconocido. Poseían arista matada en baquetón y su cara
frontal estaba decorada con rosáceas, ruedas de radios curvos, ovas y
baquetones. Su número y dimensiones nos llevan a pensar que formarían parte de
los dos arcos doblados de medio punto entre los cuales se encontraba la actual
puerta de la sacristía, definiendo un esquema de tres vanos que fue empleado en
numerosos cenobios gallegos y castellano-leoneses a lo largo de la primera
mitad del siglo XIII. Datación que se ajustaría tanto al estilo del vano central,
en el que se percibe nuevamente su vinculación con las soluciones empleadas en
la cripta de la catedral compostelana, como al de las dovelas, que reflejan una
evolución de esquemas decorativos propios y de tradición local, o la decoración
del intradós del vano central que podría asociarse a esquemas ornamentales
empleados en el palacio arzobispal compostelano.
Otros vestigios descontextualizados del
primitivo claustro de los siglos XII y XIII son una puerta de arco de medio
punto con arista matada en baquetón, rosca decorada con una escocia y chambrana
de filas de tacos; un bloque de piedra decorado en uno de sus lados mayores con
una estrella de ocho puntas formada por un entrelazo que cobija en su interior
cinco bolas; y un par de capiteles de un orden de hojas planas.
También en paradero desconocido se encuentran
los restos de una antigua pila claustral gallonada, recuperados en la segunda
mitad del siglo XX.
Carecemos de documentación o restos materiales
que nos permitan precisar cuál pudo haber sido la estructura del resto del
claustro románico, pero suponemos que tras su entrada en la orden del Císter
ésta se ajustaría a la canónica empleada en la mayor parte de las casas
cistercienses.
Dozón
La feligresía de Dozón se encuentra en el
municipio homónimo, aunque el consistorio se encuentra en O Castro. Las tierras
de este ayuntamiento son colindantes con las de Piñor e Irixo, ya de la
provincia de Ourense, y próximas también a los límites provinciales con Lugo;
de hecho eclesiásticamente depende de la diócesis de Lugo y se integra en el
arciprestazgo de Deza-Trasdeza.
Dozón es uno de los municipios más montañosos
de la provincia, oscilando sus montes entre los 914 m de Pena de Francia y los
818 m del Alto de Santo Domingo, sin embargo la parroquia de Dozón se encuentra
en un fértil valle regado por las aguas del río Asneiro y su afluente Rego
Piñeiro.
En el término parroquial de Dozón se conservan
dos iglesias románicas, la parroquial de Santa María y la del antiguo
monasterio de San Pedro de Vilanova, situadas próximas la una de la otra. Para
llegar a ambas se ha de tomar en O Castro una carretera secundaria en dirección
Rodeiro. A dos kilómetros se encuentra un desvío a O Mosteiro que conduce a la
iglesia de San Pedro de Vilanova. Para ir hasta la iglesia de Santa María hay
dos opciones: la primera es desviarse en O Mosteiro y girar a la izquierda al final
de la misma; la otra opción es continuar por la carretera en dirección Rodeiro,
sin tomar el desvío a O Mosteiro, y girar a 1 km hacia la derecha.
La toponimia de Dozón revela un rico pasado que
ha dejado sembrado su territorio de restos arqueológicos. Por ejemplo, próximo
a O Castro se encuentra O Coto da Mámoa, otra mámoa se encuentra en lo alto del
Monte de Pena de Francia bajo el topónimo de Mámoa do Cabo. En un lugar
intermedio entre ambas iglesias románicas se encuentra un castro en un terreno
llamado Os Castros. Fue excavado y en el yacimiento se exhumaron varias
viviendas. También se conservan restos de una vía romana que discurría próxima
al monasterio de San Pedro.
El territorio de Dozón era atravesado en época
medieval por varias vías de comunicación. La primera de ellas comunicaba la
provincia de Ourense con Santiago, cruzaba el puente sobre el río Arenteiro y
pasaba por Coirás (Piñor, Ourense), atravesaba por Pena de Francia y discurría
próxima al monasterio de San Pedro, aprovechando la calzada romana. Desde aquí
seguía hasta Parada y Santo Domingo. Este camino tenía entre otros el fin
comercial como salida del vino del Ribeiro, así como el tránsito de peregrinos que
se dirigían a Santiago de Compostela por la Vía de la Plata. La otra ruta
comunicaba Dozón con Agolada. Partía próxima a O Castro y pasaba por Dozón –muy
cerca de la iglesia de Santa María–, Moi, Castro de Cabras, Alemparte (Lalín);
al llegar a Pedroso, tras cruzar el puente sobre Arnego, se dirigía por O Coto
das Laxas hasta Ventosa (Agolada).
La primera mención documental a la región es
bastante temprana. En el año 832 Alfonso II realiza una donación de las rentas
de las iglesias de Dozón a la diócesis de Oviedo, aunque pastoralmente seguían
dependiendo de Lugo, y tenía vigencia hasta que las sedes de Braga y Ourense
fuesen restauradas. A pesar de que tal restauración se llevó a cabo, la sede
ovetense no cumplió el acuerdo y siguió ejerciendo su dominio. Por este motivo
en los años 1095, 1110 y 1123 los papas Urbano II, Pascual II y, definitivamente,
Calixto II reclaman la restitución de los dominios a la iglesia lucense.
A partir del siglo XIII aparece citado el
primer arcediano del que nos ha llegado su nombre: don Gonzalo Rodríguez, que
ejerció su puesto por lo menos entre 1226 y 1264, a tenor de los documentos por
él firmados.
Monasterio de San Pedro de Vilanova
En el lugar llamado o mosteiro se encuentra la
iglesia del antiguo monasterio de benedictinas, de cuyas dependencias
claustrales no se conserva nada. En la actualidad ha perdido la condición de
parroquial, siendo un anejo de la iglesia de Santa María de Dozón. La iglesia
ha llegado sorprendentemente bien conservada, sin adiciones ni reformas
posteriores como es tan habitual en las iglesias rurales gallegas. La riqueza
decorativa y la calidad con que se resuelven los motivos hacen de este templo
un caso excepcional en el ámbito gallego. Además se conserva bastante
documentación que, aunque dispersa en diferentes fondos, está en su mayoría
publicada y posibilita establecer un proceso histórico preciso.
Mantiene integra su primitiva fábrica, y
una característica poco común es la situación de la espadaña en la mitad de su
muro norte.
La fundación del monasterio femenino de
observancia benedictina tuvo lugar el 26 de noviembre de 1154, de la mano de
doña Guntroda Suárez, viuda de Pelayo Martínez. En la dotación, aparte de los
terrenos a orillas del río Asneiro en los que se asienta el monasterio, se
incluyeron otras fincas próximas. Entre los confirmantes de la donación se
encuentran el arzobispo compostelano Pelayo, los obispos de Ourense y Oviedo,
Martín y Pedro, junto con el prior de Santa María de Sar (Santiago de
Compostela), Pedro, y el abad de San Martín Pinario, Pedro. La fecha de la
fundación presenta diferentes lecturas, la real es 1154 y no la de 1124 (ERA
MCLXII) aportada en el documento que recoge los datos de la fundación. Éste es
una copia del siglo XVIII de otro documento de 1267 que reproducía a su vez la
carta original. La fecha registrada en el documento dieciochesco discrepa con
la de 1154 que aparece en un epígrafe en el exterior del ábside, además muestra
una serie de incoherencias. Por una parte no concuerda cronológicamente con las
fechas atribuidas a los confirmantes, por ejemplo, en el año 1124 el arzobispo
compostelano era Gelmírez (1100-1140), pero el que firma con ese título es
Pelagio (1153-1156). De otra parte, el 27 de abril de 1135 Pelayo Martínez y su
esposa Guntroda Suárez firman un pacto con el abad de Carboeiro, lo que anula
como válida la fecha de 1124, porque la fundadora firmaba en condición de
viuda. Por estos dos motivos se ha considerado que se produjo un error en la
trascripción del documento, interpretándose una X aspada, abreviatura de XL,
como una simple X, produciéndose ahí el desfase de 30 años.
A la problemática fecha de fundación ha de
sumarse la existencia de la copia de un documento del 5 de marzo de 1151 en el
que Aragunta y Toda Fernández cambian a la abadesa doña Guntroda de Dozón
varias propiedades en Abeancos, Ventosa y Asma. Este documento es aceptado por
Romaní y Piñeyro como válido, por lo que se confirma la existencia de una
agrupación espiritual previa a la fundación física de 1154. Por contra,
Fernández de Viana y Vietes atribuye el mismo error en la trascripción en la
fecha en la copia del documento.
El cenobio debió de ser de cierta importancia,
ya que recibió, además de las habituales donaciones particulares, otras regias
de entidad. Alfonso VII lega la cercana iglesia de San Martiño de Asperelo
(Rodeiro), acto conocido por la confirmación realizada por Sancho IV en el año
1286. Fernando II hace lo propio con Santa Baia de Camba (Rodeiro) en 1159. En
1173 el mismo monarca, con su esposa doña Urraca y su hijo don Alfonso,
conceden privilegios y exenciones a favor del monasterio.
La relación del cenobio de Dozón con el cercano
monasterio de Santa María la Real Oseira (San Cristovo de Cea, Ourense) fue muy
estrecha. Están registradas transacciones de heredades de las benedictinas a
los cistercienses. Aunque ya fray Tomás Peralta planteó la posibilidad de que
Dozón fuese una filial de Oseira, sería más correcto plantease que las monjas
benedictinas eran tuteladas espiritualmente por Oseira, núcleo eclesiástico más
importante del entorno.
A finales del siglo XV, tras la reforma
monástica impuesta por los Reyes Católicos, el monasterio fue anexionado a la
Congregación de San Benito el Real de Valladolid en un documento firmado el 7
de julio de 1499 por el Fr. Rodrigo de Valencia, prior de Valladolid. El 23 de
julio del mismo año figura ya como abadía incorporada al Monasterio de San Paio
de Antealtares de Santiago, a donde se habían trasladado las religiosas.
Del conjunto monástico original sólo se
conserva la iglesia. La planta responde al modelo tradicional de ábside
semicircular precedido de un tramo recto de menor anchura que la nave. El
espacio de la nave se divide en tres tramos, marcados en el exterior por
contrafuertes y en el interior por columnas adosadas.
El templo ha llegado sorprendentemente bien
conservado. Se ha visto exento de las tradicionales anexiones de sacristías o
capillas; además se ha preservado el campanario, elemento especialmente
vulnerable por los efectos devastadores de las tormentas. Todo ello permite
admirar desde el exterior la nitidez de los espacios internos que quedan
perfectamente reflejados en el escalonamiento de volúmenes. El aparejo empleado
es sillería granítica perfectamente escuadrada, asentada en hiladas regulares
en las que predomina la disposición a soga.
En el exterior el templo presenta tres accesos,
con diferente tratamiento. Los muros laterales se encuentran delimitados por
dos contrafuertes prismáticos, lisos, poco destacados; a la vez que nuevos
estribos compartimentan sus lienzos murales. En el costado meridional hay tres
contrafuertes adosados. En el segundo tramo occidental se abre la puerta,
ligeramente descentrada, con una saetera superior. Este acceso es el de menor
desarrollo en el conjunto. Posee una única arquivolta apuntada ceñida por una
chambrana con damero menudo.
El arco dispone en su arista un grueso baquetón
liso, al que sigue en la rosca una moldura triangular entre dos acanaladuras.
Descansa en columnas acodilladas de fustes monolíticos lisos, basas áticas
sobre plintos paralepípedos lisos y capiteles con decoración vegetal. Son los
capiteles más simples de todo el templo, aunque formalmente tienen las mismas
características, como son la estilización y la disposición de hojas adheridas a
la cesta.
Del collarino arrancan hojas picudas y lisas,
organizadas en un solo orden en el capitel derecho y en dos en el izquierdo.
Los cimacios en nacela simple se prolongan hasta llegar a los contrafuertes
contiguos, por lo que actúan también como sostén de la chambrana. Bajo el arco
se sitúa un tímpano decorado con una cruz patada con un disco central y brazos
que se ensanchan hacia los extremos. En el brazo inferior sobresale un vástago
que le da aspecto de cruz procesional. El tímpano se apoya en mochetas en curva
de nacela adornadas con sendas flores, una de ellas de escaso diámetro, por lo
que en las esquinas de la pieza se tallan hojas para rellenar la superficie.
Sobre la puerta corre a media altura, entre los
contrafuertes, un tejaroz liso sobre canecillos simples.
La moldura del alero se continúa como un
sencillo filete por los contrafuertes y los tramos del muro. Aunque en la
actualidad las molduras no cumplen ninguna función, en origen debían de servir
de apoyo a las cubiertas de las estancias monásticas. En los tres tramos
orientales de la fachada sur se aprecian las rozas de los tejados de las
dependencias monásticas que se adosaban a la iglesia. Por lo tanto, en San
Pedro de Dozón se repite la ubicación tradicional de las dependencias
claustrales al lado meridional. Consecuencia del uso exclusivo por parte de las
monjas de este acceso, la puerta sur poseía un menor desarrollo decorativo que
las restantes; lo mismo sucede con las ventanas, que en el resto de los muros
están totalmente desarrolladas pero aquí son saeteras lisas con abocinamiento
interno.
De las dependencias monacales no se conservan
más testimonios que varios capiteles entregos, una basa ática, sillares
moldurados con baquetones, canecillos en proa y dovelas reutilizadas como
sillares en las casas de la aldea.
Las dovelas responden a modelos que se ven en
las ventanas del ábside, como un bocel en la arista seguido de una mediacaña
perlada y otra, mutilada, tal vez con motivos vegetales. Otras que aparecen
embutidas en un edificio contiguo a la iglesia reproducen un esquema más
sencillo, con bocel en la arista y seguida en la rosca de dos hendiduras con
una moldura de corte triangular central.
Más arriba del tejaroz, las cobijas en nacela
del alero son sostenidas por canecillos también en curva de nacela y decorados
de forma diversa, como con perlado, cruz patada con disco central, una línea en
zigzag, taqueado, flor cuadripétala, hojas y, en su mayoría, con superposición
de placas decrecientes.
Ábside y muro norte
El muro norte presenta tan sólo dos
contrafuertes, a diferencia de los tres del opuesto, y cuenta con un tramo más
ancho, donde se abrió la portada septentrional.
La portada está ligeramente descentrada y
adelantada con respecto al muro. La componen una doble arquivolta apuntada y
una chambrana. La arquivolta menor dispone en la arista un bocel al que sigue
en la rosca una decoración de hojas rizadas de acanto vueltas en los extremos y
distribuidas radialmente. La arquivolta exterior emplea también un baquetón en
la arista y otro en la rosca. La chambrana se decora con hojas iguales a las de
la arquivolta interna.
Las arquivoltas descansan en pares de columnas
acodilladas de fustes lisos y monolíticos. Las basas áticas tienen un diámetro
excesivo y muestran garras variadas en los extremos, donde nos encontramos con
las cabezas de un ave y de un cuadrúpedo y una cinta curva ancha. Los plintos
cuadrangulares están decorados en sus frentes con motivos actualmente ocultos
por el musgo. Valle Pérez dice que son arquitos que presentan la peculiaridad
de contar con desarrollo completo, es decir, con minúsculas columnas en donde
se diferencian los capiteles y los arcos con las dovelas por incisiones. Los
capiteles que coronan los fustes son vegetales. Los de la derecha se decoran
con hojas de acanto nervadas con los bordes vueltos, acomodadas en dos niveles.
Los de la izquierda presentan modelos dispares. El exterior repite los dos
niveles de hojas, pero esta vez lo componen hojas apuntadas, lisas y rematadas
en bolas, a excepción de una. El interior es el único de entrelazos, que
dibujan en el frente una forma acorazonada y en los laterales sendas mitades.
Los cimacios de perfil en nacela son lisos y se prolongan por el muro, hasta el
contrafuerte oeste.
La arquivolta menor alberga un tímpano apuntado
con unos apéndices en media cola de milano en los extremos inferiores. Estas
prolongaciones sirven de salmeres de un falso arco de descarga que rodea el
tímpano. En su centro se decora con una cruz griega con un disco central en el
que se inscribe una flor hexapétala, motivo repetido en los extremos del brazo
transversal, aunque son cuatripétalas. El tímpano es sostenido por dos mochetas
en nacela decoradas con flores. La derecha tiene nueve pétalos muy estilizados
y botón central, mientras que la izquierda es un capullo de cinco pétalos. Las
mochetas presentan baquetones lisos en sus aristas, moldura que se continúa a
lo largo de las jambas y el tímpano.
Sobre la puerta, de mayor riqueza que la del
acceso sur, se dispone una nueva cornisa volada sobre una sucesión de arquitos.
La cornisa de perfil compuesto tiene la parte inferior convexa y la superior
cóncava, decorada con minúsculas hojas lisas apuntadas curvadas en el término.
Los arquitos en los que descansa son de medio punto, tallados en sillares
monolíticos apeados en canecillos en curva de nacela poco pronunciada, que
están decorados con motivos geométricos o vegetales simples.
Por encima de este primer tejaroz se alza la
cornisa que recorre el hastial, repite la estructura sobre arquitos aunque la
moldura se ha simplificado a una moldura inferior convexa con una prismática
superior, ambas sin ornamento. Los arcos ahora poseen menor tamaño y reposan
sobre una colección de canes en proa y en nacela con una decoración más variada
(dobles perlados, hojas variadas, flores, modillones, placas superpuestas,
etc.).
Sobre esta cornisa y a eje con la puerta se
sitúa la espadaña con tronera doble en arco de medio punto. Estos arcos están
perfilados por una moldura en caveto que sigue la misma directriz y está
decorada con damero taqueado. Los arcos se apean sobre una moldura en nacela
que actúa como separación entre ellos y los pilares prismáticos de la tronera.
La disposición del campanario en esta ubicación es atípica.
En los otros dos tramos de esta fachada se
abren sendas ventanas que se organizan de modo análogo, con arquivolta de medio
punto y chambrana. Aquélla mata su arista con un baquetón que genera molduras
triangulares en la rosca y el intradós. Las chambranas se dividen en dos
partes: la arista, que se mata con un baquetón, y la rosca, que se decora de
modo diferente en cada una de las ventanas. En la occidental hay una profunda
mediacaña lisa. La oriental es cóncava, decorada con un taqueado.
Las arquivoltas se alzan sobre columnas
acodilladas de fustes lisos y monolíticos, con basas áticas sobre plintos
cúbicos lisos y capiteles con decoración vegetal. Los capiteles entregos
presentan en un solo orden hojas apuntadas muy pegadas a la cesta, distribuidos,
dos de ellos, con alguna bola en los extremos, uno sin ninguna y el cuarto con
una peculiar proliferación de motivos. Este último antepone a las hojas lisas
una nueva hilera de hojas de perfil recortado y nervio central abultado que se
curvan en el ápice. Los cimacios en curva de nacela lisa se prolongan hasta los
contrafuertes. En el centro de la ventana se abren saeteras de amplio derrame
interno, rematadas en arco de medio punto. El espacio cobijado bajo el arco,
que se correspondería con el tímpano, presenta en ambas ventanas una curiosa
apertura en arco de medio punto ciego que carece de función, más allá de la
decorativa. Valle Pérez ha señalado que puede tratarse de una modificación del
proyecto inicial, en el que se había planeado una solución similar a la de los
arcos del ábside, que, como se verá a continuación, presentan doble
abocinamiento.
El hastial occidental se alza sobre dos
retallos escalonados en arista viva, de los cuales, por el desnivel del
terreno, en los muros laterales sólo es visible el superior. Presenta dos
contrafuertes prismáticos que dividen la fachada en tres tramos, los laterales
excesivamente estrechos flanquean la portada. El central está resaltado.
Ligeramente descentrada se abre la portada de
doble arquivolta y chambrana apuntada. Las primeras con gruesos baquetones en
las aristas, seguidas en la rosca de una acanaladura y una moldura triangular.
La chambrana se decora con una línea en zigzag. Las arquivoltas cargan sobre
pares de columnas acodilladas con esbeltos fustes monolíticos lisos, basas
áticas, plintos cúbicos sin decorar y capiteles vegetales entregos.
El capitel exterior de la jamba derecha
presenta dos órdenes de hojas rizadas muy pegadas al bloque, que se vuelven en
los extremos, y una hoja con forma de lengua y hendidura central en la esquina.
En el interior la mitad inferior de la cesta permanece lisa; entretanto en la
superior aparecen tres hojas iguales a las del capitel recién descrito.
Tras la central se acomoda otra apuntada lisa.
En la jamba opuesta, la cesta exterior tiene la mitad inferior lisa con cuatro
resaltes vegetales en forma de media flor de lis; en la superior hay tres
hojas, dos laterales y una en la arista, son apuntadas y se anillan en el
ápice, de donde surge una nueva hoja en forma de palmeta. El capitel interior,
con la parte inferior limpia, marca exclusivamente el borde superior con cinco
hojas lisas apuntadas con bolas. Los cimacios en nacela se prolongan por los
frentes del muro hasta los contrafuertes, por lo que actúan además como soporte
de la chambrana.
El tímpano de esta puerta es apuntado y
monolítico y, a diferencia de los anteriores, no presenta decoración. La forma
de este tímpano es la misma del de la puerta septentrional, con apéndices en la
base. El dintel presenta un baquetón en la arista que se continúa por las
mochetas y las jambas. El baquetón aparece también en los codillos que se
sitúan entre las columnas.
Entre los contrafuertes se coloca sobre la
puerta un tejaroz montado en canecillos en proa y en nacela con decoración
geométrica (zigzag, dobles modillones y resaltes). Por encima de esta cornisa
se abre una saetera rematada en arco de medio punto. Sobre este vano corre una
nueva cornisa que une los remates de los estribos y posee simples losas como
cobijas y carece de canecillos. Sirve como asiento de una nueva ventana, ciega,
que se muestra centrada en la fachada, pero desplazada con respecto a la puerta
y la saetera. La arquivolta del vano es de medio punto y está rodeada por una
chambrana. La primera tiene un grueso baquetón en la arista al que siguen las
molduras hendidas y una de perfil triangular central; la segunda es lisa,
cortada en caveto. La arquivolta se apoya en columnas acodilladas, de fustes
lisos y monolíticos, con basas áticas y capiteles entregos, una vez más
vegetales. En sus cestas se acomoda un único orden de hojas picudas y lisas, en
el meridional, y, en su compañero, las hojas sólo se ven en los extremos
superiores y la parte inferior permanece lisa. Los cimacios en nacela lisa
penetran unos centímetros por el muro.
Corona el piñón occidental una cruz de brazos
iguales que se ensanchan en los extremos. En el testero oriental de la nave
hace pareja con un Agnus Dei sin la cruz antefija que se acomodaba sobre su
lomo.
Cabecera
La cabecera se alza sobre un triple rebanco con
cada retallo baquetonado en la arista. El límite entre el tramo recto y el
hemiciclo queda delimitado por un contrafuerte prismático que rompe la
continuidad del rebanco. En el tramo recto septentrional se adosó un arcosolio,
hoy en día se encuentra vacío, pero posiblemente desempeñase una función
funeraria. Se cierra mediante un arco de medio punto con la arista baquetonada.
Entre el arcosolio y el contrafuerte occidental hay colocados dos tambores de
una columna sobre una basa ática, de finalidad incierta.
El hemiciclo se halla dividido en cinco tramos
por cuatro columnas entregas que descansan sobre cubos de sección prismática
que se colocan ante el retallo. Las basas de las columnas son áticas con el
toro inferior poco desarrollado y con garras en los extremos. Los plintos son
cuadrangulares; uno decora la arista superior con un sogueado, dos exornan sus
frentes con arquitos de medio punto excavados y el cuatro permanece liso. Los
fustes de las columnas son lisos, compuestos por tambores de igual altura que
las hiladas del muro al que se adosan. Los capiteles son vegetales con formas
muy geometrizadas.
El primero de ellos presenta tallos que,
naciendo en el collarino, se anillan en la parte superior, desde donde se
bifurcan para rematar en hojas nervadas. Le sigue uno con hojas lisas de perfil
apuntado con bolas en el remate. El tercero es el único que organiza en dos
órdenes sus hojas, que son alargadas y curvadas en la punta. El último tiene
hojas alargadas rematadas en punta en el extremo, se disponen pegadas las unas
a las otras y en los espacios entre los remates hay círculos rehundidos muy
deteriorados.
En los intercolumnios se abren cinco ventanas.
Éstas son en los extremos saeteras con derrame doble, cerradas por un arco de
medio punto liso. Las siguientes, las de los tramos pares, son ciegas, lo cual
permite que en la parte superior se adornen con tímpanos semicirculares.
El del Sur exhibe tres tallos con hojas
estilizadas, lisas y con una discreta hendidura central. El del Norte despliega
en el centro una cruz patada; en el núcleo y en el término de cada brazo hay un
disco con incisiones circulares que repiten la estructura cruciforme. La cruz
se apoya en una peana rectangular sin decorar, de cuyos bordes nacen sendos
tallos, de donde brotan palmetas muy geometrizadas. A cada lado del pedestal
tres semicírculos cierran la composición.
El vano del tramo central es el que posee un
mayor protagonismo ornamental. El hueco se horada con dos rosetones, el
inferior es de mayor tamaño. En paralelo al arco de cierre de la ventana se
dispone una mediacaña decorada con bolas menudas y un fino baquetón. Por debajo
de ésta se dispone un primer óculo cortado en chaflán decorado y con motivos
similares a los vistos en los plintos (cruces patadas de brazos ensanchados con
botón central y círculos perforados en torno a uno central, en ambos casos inscritos
en círculos). El rosetón inferior talla su arista en caveto y se decora con
hojas apuntadas en cuyo vértice hay bolas.
La tracería se organiza en torno a un círculo
central alrededor del que se colocan en forma de cruz cuatro nuevos círculos.
Los discos se disponen tangentes, de tal modo que el punto de contacto entre
ellos está perforado, por lo que tienen la apariencia de arcos muy cerrados. En
las enjutas se instalan tres hojas, una de menor tamaño en el centro y dos
laterales más largas curvadas siguiendo la directriz del arco.
Las arquivoltas que cierran las ventanas del
ábside tienen en la rosca una escocia entre dos baquetones. Las escocias de las
ventanas ciegas, las que flanquean a la central, se decoran una con un perlado
muy junto y otra con capullos de flores cuadrifolias. La ventana central
presenta la rosca dividida en dos partes con decoración; la interior con una
línea en zigzag en las escocias, mientras la exterior muestra unas lunas en
ciclo creciente y menguante.
Las chambranas son taqueadas, a excepción de la
central con flores muy geometrizadas de cinco y seis pétalos con botón central
resaltado. La segunda meridional lo hace también con una especie de flores o
estrellas compuestas por una cruz y un aspa.
Las arquivoltas de todas ellas se apoyan en
columnas acodilladas de fustes lisos monolíticos y basas áticas con garras
sobre plintos cúbicos. Estos plintos poseen decoración variada: arcos de medio
punto con diferentes variantes (un resalte en semicírculo en la parte inferior,
un disco circular pendiente de la clave o un arco de herradura), estrellas y
líneas en zigzag o motivos inscritos en círculos (cuadrifolias, cruces griegas
patadas con disco central, flores).
Los capiteles son todos vegetales con múltiples
combinaciones, a excepción de uno. Uno posee hojas nervadas y curvas en el
extremo dando lugar a otra hoja, también nervada, de menor tamaño. Otro tiene
hojas alargadas muy pegadas a la cesta, terminadas en pico y horadándose los
espacios intermedios de las hojas con pequeños arquitos. Tres cestas muestran
hojas nervadas o lisas rematadas en pomas acomodadas en uno o dos órdenes; las
que lo hacen en dos niveles se acondicionan con hojas nervadas de perfiles recortados
vueltas sobre sí mismas formando volutas. Otros poseen ramas que arrancan del
collarino y de las que brotan hojas, mientras en el remate cobran forma de flor
de lis. El último con motivos vegetales exhibe tallos anillados de los que
cuelgan hojas nervadas. El único capitel que no recibe decoración vegetal es el
meridional de la segunda ventana sur. En él se representa en cada frente un ave
de largas y delgadas patas, cuello estilizado y pico estrecho; son zancudas o
cigüeñas. Se disponen afrontadas de tal manera que sostienen un objeto con sus
picos. Los cimacios en nacela se prolongan por el muro hasta las columnas
divisoras del ábside. Los cimacios de los vanos meridionales permanecen sin
decoración, pero el resto reciben ornatos variados como rombos que albergan en
su interior diminutas hojas, unas apuntadas con o sin rebaje central y otras
apuntadas con una minúscula bola en el ápice.
El cierre de los muros del ábside se realiza
mediante una cornisa de arcos de medio punto igual a la empleada en el costado
septentrional. Hay cuatro arcos en los tramos del hemiciclo y tres en los
rectos. Las cobijas se cortan en curva de nacela y vuelan sobre la sucesión de
arquitos de medio punto de sección prismática; éstos se apean sobre canecillos
y sobre las columnas que organizaban el hemiciclo. Los canecillos se cortan en
proa o en curva de nacela con motivos geométricos o motivos vegetales simples,
a excepción de uno que representa una figura humana sedente, con las manos
sobre las rodillas y bucles en el pelo. En el tramo recto del costado sur no
hay canecillos, los arquitos rematan en el salmer compartido entre arcos
contiguos.
Bajo la ventana septentrional hay un epígrafe
que distribuye su texto en cuatro renglones, dispuestos aprovechando las
hiladas del muro. La lectura es la siguiente:
EGO:
GONTRO[DO] SUARII: EDIFICAVI ISTUM / MONASTERI: IN HONORE: S[AN]C[T]I P[ET]RI /
IN: ERA: Mª Cª Lª XLIIª: / E? OGO.
Como ya se mencionó al comienzo, este epígrafe
conmemora y perpetúa la memoria de la fundadora del monasterio, así como la
fecha en que tal fundación tuvo lugar y que no ha de confundirse con la
construcción de la actual iglesia, que reemplaza a la primitiva. La última
línea es la que ofrece más complicaciones, con un signo que no ha sido
descifrado tras la E y para el cual Bango Torviso ha planteado la posibilidad
de que se tratase de una marca o del nombre del maestro, al encontrarse
ligeramente separado del bloque de texto.
En el interior del templo el espacio de la nave
se cubre con una techumbre de madera a dos aguas con los tirantes apoyados
sobre ménsulas en cuarto de bocel. Los paramentos se alzan sobre un banco de
piedra con la arista sin matar, hoy poco destacado del nivel del suelo. Sobre
él se sitúan a cada lado sendas semicolumnas con plintos rectangulares y basas
áticas, algunas con garras, cuyos fustes están compuestos por tambores que
coinciden en altura con los sillares del muro. Las columnas mueren a media altura
sin que nada indique que se hubiesen continuado hasta una altura mayor en algún
momento. Estas columnas, que se corresponden en el exterior con los
contrafuertes, indican que el edificio se proyectó abovedado, pero una vez
comenzado y por motivos desconocidos, se decidió cambiar a la solución actual,
más económica y menos arriesgada técnicamente. La directriz de la bóveda podría
ser apuntada como la del tramo recto del ábside. En el proyecto original las
columnas tenían la función de sustentar los arcos fajones que actuaban de
refuerzo.
En los tramos occidentales del muro norte las
estrechas ventanas exteriores se abren como vanos abocinados con remate en arco
de medio punto, mientras las puertas se abren en arco de medio punto con perfil
en artista. En el cierre del hastial occidental hay una superposición de puerta
apuntada y saetera, que se diferencia de las otras por tener el arco doblado;
además la ventana del último nivel, apreciable desde el exterior, no tiene
correspondencia en el interior.
El ábside está ligeramente más elevado,
desnivel que salvan unos escalones. Se cubre en el tramo recto con una bóveda
de cañón con un leve apuntamiento; mientras el de cierre del hemiciclo se
realiza con una bóveda de horno con una clave en flor, compuesta por un botón
central rodeada por dos órdenes de pétalos.
La comunicación entre el presbiterio y la nave
se realiza a través de un arco triunfal ligeramente apuntado y doblado, con las
dovelas en arista. La dobladura carga sobre el muro de cierre, mientras el arco
menor lo realiza sobre dos columnas embebidas. Sus fustes lisos están
compuestos, al igual que los de la nave, por tambores de la misma altura que
las hiladas y descansan sobre basas áticas con unas volutas en los extremos que
actúan de garras. Bajo las basas corre un banco de fábrica con la arista matada
por un baquetón que rodea el perímetro del ábside como un zócalo.
Los capiteles decoran sus cestas con motivos
vegetales. En el del lado de la epístola se organizan en dos niveles, hojas con
perfil en sierra con una incisión central y terminados en los extremos con
volutas anilladas. El del evangelio presenta también un doble orden de hojas
apuntadas y nervadas con una pequeña poma que pende del extremo superior. Los
cimacios se cortan en nacela lisa; se prolongan por el frente del arco triunfal
hasta el arranque de los muros laterales de la nave y por el interior del presbiterio,
donde actúan de línea de imposta de la que arrancan las bóvedas.
El tramo recto del muro presenta a media
altura, bajo la línea de imposta de la bóveda, una nueva moldura que se
organiza mediante un bocel grueso en la parte inferior, una escocia central y
un nuevo bocel de menor tamaño. En el muro septentrional hay una credencia
resuelta como una hornacina rematada en arco de medio punto, con una de las
dovelas decorada con una hoja cuadrifolia inscrita en un círculo. En el espacio
previo al tránsito entre el tramo recto y el hemiciclo se sitúa un nuevo arco
sostenido por columnas. Este arco es más apuntado que el arco triunfal y carece
de dobladura. Las columnas sólo se diferencian de las anteriores en el
tratamiento de los capiteles. El meridional muestra una banda inferior lisa
sobre la que nacen pequeños motivos vegetales, similares a brotes, que se
curvan en el borde superior rematando en una poma, mientras el capitel
septentrional deja su cesta troncopiramidal totalmente lisa.
En el hemiciclo se abren cinco ventanas, dos de
ellas ciegas. La ventana central, parcialmente oculta tras el retablo, ostenta
un mayor cuidado decorativo. Las otras tres comparten características; constan
de una arquivolta de medio punto, de sección prismática sin decoración, que
ciñe una saetera de amplio abocinamiento interno. La ventana central dispone en
la arista un baquetón que genera en la rosca una escocia, decorada con un tallo
vegetal ondulante del que parten pequeñas hojas de perfil estilizado. El
retablo oculta y resta el protagonismo de la ventana que, a todas luces, debía
resultar muy efectista de iluminación, ya que la luz se filtraba a través del
óculo y el rosetón descritos en el exterior.
En cuanto a la articulación del resto de los
vanos, muestran las mismas características. Voltean sobre columnas acodilladas
de fustes monolíticos lisos. Sus basas áticas son entregas; algunas presentan
los plintos decorados con motivos geométricos tales como rombos, aspas,
círculos concéntricos, flores geometrizadas inscritas en círculos o un trisquel
de múltiples brazos curvos. El modelo de capitel más repetido es el mismo que
el empleado en la columna septentrional del arco triunfal con hojas apuntadas
lisas con pomas; aunque aquí aparece también con la variable de organizarse en
un solo orden. Otro capitel reproduce el esquema del capitel meriodional del
arco triunfal, aunque simplificado. El resto de los capiteles responden a los
siguientes motivos: unos con tallos dobles anillados en la parte superior y,
sobre esta unión, se bifurcan hacia los ángulos formando hojas nervadas;
algunos con tallos laterales que nacen del collarino y brotan como hojas
estilizadas, mientras el ápice se resuelve con una hoja con terminación en
bola; y otros con hojas con múltiples hendiduras verticales. A estos capiteles
les acompaña uno con la representación de una pelea de aves; curiosamente, se
corresponde con el exterior decorado con cigüeñas o zancudas. Un ave de menor tamaño
ataca con sus patas y pica a otra mayor, de grandes patas y largo pico. Los
cimacios de los capiteles de las ventanas se corresponden con la continuación
de la línea de imposta de la bóveda.
La antigua iglesia monacal de San Pedro de
Dozón, tal y como se ha descrito, muestra un amplio repertorio decorativo
centrado en el empleo de elementos geométricos y vegetales estilizados, tanto
que llega a ser eliminada totalmente en un capitel que permanece liso. Las
únicas excepciones figuradas son el canecillo con un hombre sedente y los
capiteles con aves. Unido todo esto a los arcos apuntados hace evidente que la
cronología de la obra es avanzada y que hay influencia de los preceptos
artísticos cistercienses. En el caso de Dozón el influjo viene sin duda de
Oseira, dada su proximidad geográfica y la estrecha relación entre los dos
monasterios. El elevadísimo número de coincidencias llevaron a concluir a Valle
Pérez que no se trata de una simple influencia, sino que es una intervención
realizada por un artista que trabajó en la fábrica de Oseira o bien se formó
allí.
Los elementos arquitectónicos que se vinculan a
Oseira son múltiples. El tipo de cornisa sobre aleros de arquillos responde a
un modelo difundido por la provincia de Ourense, donde se encuentra en la
catedral orensana y que se empleó en Oseira en el tejaroz que corona la puerta
del crucero norte. Precisamente esta puerta articula del mismo modo los
elementos que se han descrito en Dozón. También se vinculan al monasterio
cisterciense el tímpano, con apéndices inclinados en el dintel, o el exterior
de la rosca, decorada con hojas nervadas y vueltas dispuestas radialmente como
aparecen en la portada norte del monasterio cisterciense. La división de la
rosca de la ventana y el ábside en dos bandas decorativas diferenciadas repite
el modelo de un vano de la cabecera de la abadía.
El número de motivos decorativos de los
capiteles, donde se repiten soluciones que se dan en Oseira, es muy amplio. Los
capiteles siguen su modelo los de hojas dispuestas muy pegadas a la cesta,
llegando a dejar sin decorar la mitad inferior o incluso toda la cesta,
característico de los capiteles ursarienses. Los tipos de hojas de acanto
curvadas en los extremos, las hojas lanceoladas con círculos en las puntas, las
hojas nervadas y las flores geometrizadas con botón central, entre otras, se
inspiran en los de la abadía. El capitel de la ventana del ábside con dos aves
de patas largas es una reproducción del capitel, conocido tradicionalmente como
de las cigüeñas, de la girola de Oseira que, recientemente revisado por Sánchez
Ameijeiras, ha concluido en que son zancudas lo que allí se representa. Por
supuesto el capitel totalmente liso se ajusta a la austeridad cisterciense.
La decoración de los plintos también reproduce
soluciones de Oseira, como los arquitos con sus múltiples variantes, modelo
bastante difundido en el románico gallego; o el trisquel de radios curvos,
esquema poco habitual y que evidencia los estrechos vínculos artísticos.
El tema de la cruz en los tímpanos de las
puertas es habitual en la decoración de los tímpanos de iglesias rurales por
tratarse de un elemento simple que actúa como sacralizador del espacio. La
particularidad de Dozón reside en el hecho de representar un modelo de cruz que
reproduce cruces de orfebrería. El primer caso en el que se reproduce una de
ellas aparece en San Lourenzo de Carboeiro (Silleda) y se repite en otros
templos. La de Dozón responde a un tipo de cruz que se ajusta al diseño
bizantino de cruz con los extremos redondeados. Sánchez Ameijeiras propone que
Dozón seguramente contase con una cruz de origen oriental de tesoro de altar,
cuya rareza y admiración llevaron a la transcripción de este reputado modelo a
la piedra. El mismo modelo de cruz aparece también en la distante iglesia de
San Pedro de A Mezquita (Ourense), iglesia de suficiente entidad como para
poseer una. En iglesias cercanas a Dozón, como San Martiño de Asperelo
(Rodeiro) o San Xoán de O Sisto (Dozón), la misma decoración en sus tímpanos se
debe a la repetición de la fórmula aplicada en Vilanova de Dozón.
En cuanto al único canecillo con figuración
humana –a pesar de no disponer de un modelo en Oseira–, no entra en
contradicción con el hecho de que el mismo taller vinculado a Oseira que
trabajó en Dozón lo hubiese realizado. La figura está próxima a formas mateanas
en el tratamiento del peinado, resuelto con pequeños rizos. La influencia de
Mateo fue importante en la catedral de Ourense, con la que Oseira guarda a su
vez relación, como queda demostrado por ejemplo en el uso del alero de
arquitos. El hecho de que en Oseira, dada la austeridad decorativa
cisterciense, no se reprodujese ninguna figura humana, no implica que el motivo
fuese desconocido para el artista. Podría ser conocido pero permaneció latente
hasta reaparecer en Dozón.
Sin embargo, a pesar de la estrecha relación
con la iglesia de Oseira, en Dozón también aparecen soluciones novedosas en el
cierre del ábside, tanto por el uso de ventanas ciegas con tímpanos decorados
como en el desarrollo de la ventana central con dos rosetones superpuestos.
San Pedro supone un punto medio en la difusión
de diseños introducidos por el Císter, que le llegan vía Oseira, y que se
expanden por iglesias parroquiales más o menos distantes. Ello la convierte en
una obra interesante no sólo a nivel individual sino como obra de referencia
para el estudio de determinados edificios tardíos del entorno. La fábrica de
Dozón tuvo una importante influencia en iglesias cercanas como Santa María de
Dozón o San Xoán de O Sisto (Dozón), San Martiño de Asperelo (Rodeiro) y en iglesias
más distantes como de Santa Xulián de Ventosa (Agolada). Su ascendencia
ursariense le hace compartir peculiaridades con iglesias próximas como las de
San Vicente de Rodeiro, San Pedro de Alperiz (Lalín) o San Santa Baia de Aguada
(Carballedo, Lugo).
La cronología del templo no atiende a ninguna
referencia segura, aunque en ningún caso deberá tomarse la fecha del epígrafe
del ábside como data de inicio o finalización de la obra. Para la datación se
ha de recurrir a una aproximación a partir de sus peculiaridades estilísticas.
Características constructivas y ornamentales
del edificio similares a las que aparecen en la cabecera y el crucero de Oseira
hacen que se deba fijar la cronología de finalización de las obras de estas
partes como la de partida de Dozón. La fecha asignada al transepto y al ábside
de Oseira son los primeros años del siglo XIII. El límite cronológico que no
debería rebasar la construcción de Dozón lo facilita la iglesia de San Martiño
de Asperelo (Rodeiro). Esta iglesia está próxima tanto a Oseira como a Dozón,
con cuyas iglesias mantiene analogías, aunque presente una menor calidad. Bajo
la ventana del testero de Asperelo se conserva una inscripción en la cual se
indica el comienzo de las obras de ésta en 1225. Como ya se indicó en el
apartado histórico, la iglesia de Asperelo fue donada por Alfonso VII al
monasterio de Dozón en 1154; respondiendo a un esquema lógico, la iglesia del
monasterio se edificaría primero y una vez que estaba concluida o era inminente
su finalización se envió un grupo de artesanos a la iglesia de Asperelo.
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