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miércoles, 29 de octubre de 2025

Capítulo 139, Románico en Candán y Deza (2)

 

Románico en Candán y Deza (2)

Ansemil
La parroquia de San Pedro de Ansemil pertenece al municipio de Silleda aunque eclesiásticamente depende de la diócesis de Lugo. Ansemil dista 6 km de la capital municipal, desde donde se llega fácilmente tomando a las afueras de Silleda, en dirección Santiago, un desvío que indica Ansemil y Carboeiro.

Iglesia de San Pedro
Las primeras crónicas relativas a la fundación del cenobio de Ansemil intentaron vincularla a la intervención del prelado de Iria Sisnado junto a nobles destacados en el año 919, sin embargo esta afirmación no está fundamentada en referencias documentales. Los siguientes historiadores mantuvieron, entre los fundadores, al mismo obispo compostelano, pero no precisaron una fecha concreta, sino que apuntaron de un modo amplio a un momento entre los siglos IX y X. Y es que la primera referencia al monasterio se realiza el 22 de junio del año 972. En esta fecha doña Fredeande (Fernanda) dona al monasterio de Ansemil la villa de Sallitres (Saídres, Silleda) conjuntamente con otras propiedades.
En este primer momento se trataba de un monasterio dúplice, tipo de cenobio muy común en época altomedieval como consecuencia de las habituales fundaciones privadas de mano de familias nobles locales. Estos linajes, junto a pequeños propietarios, contribuyeron al acrecentamiento de su patrimonio por las múltiples donaciones, algunas de ellas conservadas y que aportan una valiosa información sobre la evolución de la comunidad.
La doble comunidad se mantenía aún en el año 1073, tal como que reflejado en la donación que don Santio, hijo de Ramiro y Fernanda, hace a la comunidad monástica de frates y sores. Una década después, el 28 de mayo de 1083, en una nueva donación, esta vez realizada por una mujer llamada Adosinda, los beneficiarios son los frates, lo que indica una separación de la comunidad, con un posible traslado de las religiosas a otro lugar indeterminado.
En este documento se encuentra otro dato de interés, por indicar que se regían bajo la observancia benedictina (frates vita sancte perseberabit et regula sancti Benedicto colunt). En una donación ligeramente anterior realizada por Aloyto Ordonie a favor del monasterio, fechada el 1 de abril de 1083, cuenta entre los testigos con el abad Pedro Trenazi, primer y único abad del que se tienen datos. La presencia exclusiva de monjes en estas fechas y su continuidad queda refrendada por donaciones ligeramente posteriores.
A lo largo de la primera mitad del siglo XIII, hasta que en 1262 doña Teresa Yánez de Deza lega al monasterio unas propiedades en su testamento, no se tienen noticias de lo que sucede en Ansemil. Un año posterior, el 30 de noviembre de 1263, doña Teresa Fernández, abadesa de San Pedro de Ansemil, hace una entrega vitalicia de varias heredades a Martín Fernández, juez de Saídres. Con este documento queda confirmado el regreso de la comunidad femenina; no obstante, con los datos conocidos hasta ahora, no se puede afirmar cuándo se produjo este nuevo cambio de comunidad ni las causas que lo motivaron. La falta de noticias podría indicar el comienzo de la decadencia, tal vez por el excesivo gasto vinculado a la construcción de la nueva iglesia, al que se unieron los abusos ejercidos por la nobleza local que se adueñó de parte de las posesiones monásticas. Este último hecho queda de manifiesto en el documento emitido por la abadesa, ya que en él se conceden unas propiedades a cambio de la devolución de aquéllas que eran de las religiosas.
A comienzos del siglo XIV el monasterio volverá a tener una etapa de auge y acrecentamiento de posesiones, fruto de compras, concesiones y donaciones realizadas por miembros de la nobleza y señores. Entre ellas destacan las efectuadas por el caballero don Diego Gómez de Deza, consecuencia de las estrechas relaciones entre este caballero y el monasterio. Es testigo de ello la capilla funeraria adosada al muro meridional, en la que fue inhumado con la esperanza de que las oraciones de las religiosas actuasen como garantes del tránsito al más allá.
Después de este florecimiento se produce un debilitamiento del poder del monasterio. Las monjas permanecieron en Ansemil hasta que se llevó a cabo la anexión al monasterio compostelano de San Paio de Antealtares. La adhesión la realizó el reformador fray Rodrigo de Valencia el 7 de julio de 1499 y fue confirmada el 1 de octubre de 1504 por una bula papal de Julio II.7
Aunque en origen albergó una comunidad monástica, que implica la existencia de unos espacios destinados a la residencia de los religiosos, nada se ha conservado, de hecho ni siquiera se conoce su ubicación. Por el contrario, la iglesia es testigo de las diferentes épocas, como se desprende del análisis de las soluciones constructivas y decorativas. En el cuerpo de naves y los ábsides se mezclan partes prerrománicas y románicas, y la capilla adosada al muro sur es gótica. A inicios del siglo XX tuvo lugar la última reforma, cuando se edificó en la fachada una gran torre campanario que modificó sustancialmente el juego de volúmenes original.
En la década de los 70 del pasado siglo XX se realizó una excavación arqueológica de mano de Ares Espada y cuyos hallazgos fueron publicados por Yzquierdo Perrín.
Las conclusiones extraídas fueron la existencia de un primitivo templo prerrománico del siglo X, con tres naves y cabecera con un único ábside rectangular, de acuerdo a los presupuestos estilísticos de las iglesias asturianas. Esta estructura fue modificada en el siglo XII, bien por el deterioro arquitectónico o por tratarse de un edificio de escasas dimensiones. El templo al que dio lugar, y que hoy conservamos, cuenta con una planta poco corriente en el románico rural gallego: se trata de un modelo basilical que consta de tres naves y tres ábsides rectangulares. Esta planimetría está motivada por la función monástica primitiva.
Las naves están separadas por tres arcos formeros, de medio punto, peraltados, que se alzan sobre pilares cuadrangulares que dividen la nave en tres tramos. En la parte oriental, en el muro del testero, se resuelven como pilastras, y en la cara interna de la fachada occidental se adosa una pareja de columnas entregas. Los pilares orientales se asientan sobre basamentos cúbicos con un bisel superior y coronados con ábacos biselados sin más decoración. Este tipo de soportes, con sus basamentos y coronamientos, se corresponde con los empleados en edificios prerrománicos asturianos.
Los pilares más occidentales presentan unas dimensiones ligeramente superiores a los otros, además las molduras muestran leves variantes en las basas y ábacos. La basa septentrional también es achaflanada pero de dimensiones mayores que las orientales. La meridional cuenta en las esquinas con una especie de piñas que están apenas esbozadas. Los ábacos de ambos presentan un remate ligeramente cóncavo. Después de precisar estas diferencias, y unido a la presencia de las columnas que se describirán a continuación, se puede afirmar que esta última pareja de pilares se corresponde a la reforma románica en la que se sustituyeron parte de los antiguos soportes o bien se amplió.
Los arcos de medio punto apoyan en una especie de capitel-imposta sobre gruesos pilares rectangulares (menos el último a la derecha que lo hace sobre columna)
 

Con respecto a las columnas adosadas al muro occidental, sus plintos cúbicos se alzan sobre un banco pétreo liso que recorre esta pared. Las basas son áticas; en la izquierda los toros tienen escaso desarrollo, y en la derecha, donde también se produce ese atrofiamiento, presenta la peculiaridad de contar con un segundo toro inferior. En las esquinas, emulando a las tradicionales garras, hay motivos variados: dos piñas, en la primera, y una poma y un elemento en forma de L, en la segunda. Los fustes son lisos y se componen de tambores que coinciden en altura con las hiladas del muro.
Los capiteles son de tipo vegetal con un primer orden de hojas estilizadas con nervio central hendido que presentan diferencias en el tratamiento de las puntas; el de la izquierda tiene las puntas enroscadas sobre sí mismas, formando volutas; el de la derecha, con pomas que penden de las hojas de los ángulos y con volutas las del centro. Entre las hojas laterales de este último asoman dos cabezas. La del plano que mira a la nave central, y ocupa el lugar de la poma, es una cara humana. La del interno es la testa de un animal con el hocico apuntado y ojos almendrados muy marcados; por la tosquedad derivada de la dureza del material no se puede precisar de qué especie se trata. Sobre este primer nivel se dispone un segundo orden vegetal de menores dimensiones del que sólo se perciben las volutas.
Sirva como ejemplo de la sencilla decoración de los capiteles la de estos dos del ábside central. En el del fondo se observa, entre la vegetación, una cabeza humana.
 

Las tres naves se cubren con una única techumbre de madera a dos aguas. Sin embargo, los muros de las naves laterales prerrománicas se alzaban a un nivel inferior que los actuales; sólo la nave central se cubría con cubierta a dos aguas, mientras las laterales lo hacían con una de única pendiente. Esta disposición permitía colocar sobre los arcos formeros saeteras que iluminaban la nave central y que desaparecieron al aumentar la altura de los muros laterales. La pérdida de esas saeteras prerrománicas se vio compensada con la apertura de unas nuevas en los muros laterales de las naves, de las que sólo se conserva la del lado meridional. A estos vanos hay que añadir la saetera de amplio derrame interno que se abre sobre el arco triunfal. Ésta, junto con la que se sesga en el testero del ábside, permite el acceso de una considerable luminosidad al interior. Estas dos ventanas, aunque fueron abiertas en el románico, conservan testimonios de la obra anterior.
Sobre la puerta de acceso, dispuesta entre las columnas, se abre una ventana cuadrangular, fruto de la sustitución por un vano de mayor tamaño de la saetera románica, cuyo remate superior en arco de medio punto aún se aprecia en el sillar. En su interior, como si de una hornacina se tratase, está cobijada una figura granítica de grandes dimensiones. Se trata del Cordero Místico, que coronaría uno de los testeros de la iglesia; de hecho en la parte inferior de la pieza se aprecia cómo se ha labrado en el mismo bloque pétreo el remate triangular del piñón. No se trata de una escultura de calidad, sus características fisonómicas no se corresponden con las del animal real, su hocico es bastante alargado, los ojos almendrados y tiene una cornamenta irreconocible.
En la cabecera las tres capillas son rectangulares; la central es mayor en dimensiones y altura, con los ábsides laterales escalonados. Las capillas laterales no son iguales en proporciones, aunque a simple vista puedan parecerlo. La septentrional tiene unas dimensiones ligeramente superiores.
En el interior la comunicación con las naves se realiza a través de sendos arcos de medio punto, peraltados, doblados el meridional y el central, y con las dovelas en arista. El arco triunfal goza de un mayor esmero decorativo al disponer la arquivolta menor sobre columnas entregas adosadas a las primitivas pilastras prerrománicas. La estructura heredada de época prerrománica era una única arquivolta sobre pilastras que, con la modificación románica, se readapta doblando el arco al disponer un nuevo orden interno de dovelas que se apoyan sobre columnas. Esta modificación queda reafirmada por el hecho de que el arco fajón tiene mayores dimensiones que el triunfal, cuando, por norma general, cuentan con idéntico tamaño. Centrándonos en la descripción del arco triunfal, las columnas tienen fustes lisos compuestos por dos piezas de tamaños desiguales. Las basas son áticas con un gran desarrollo del toro inferior y la escocia, esta última decorada. La escocia de la izquierda lo hace con tres bolas; la central, configurada como cabeza con dos diminutos ojos; y la de la derecha, con bolas y motivos estrellados. Los plintos sobre los que se asientan son circulares, con menor diámetro que el toro inferior, por lo que este último sobresale.
Los capiteles son de tipo vegetal, resueltos de modo similar a los de las columnas del tramo final de la nave. Tienen dos órdenes de hojas que se vuelven en los extremos para configurar, en la cesta izquierda, volutas y, en la derecha, bolas en las hojas de las esquinas y volutas en las centrales. Los cimacios achaflanados coinciden en altura con la línea de imposta que corre por los muros laterales y que actúa de arranque de la bóveda de cañón. Esta imposta coincide en altura también con los cimacios del arco fajón. Entre los cimacios y la imposta se percibe la ausencia de filete superior en el segundo, así como el corte experimentado en la imposta a la altura del arco fajón para poder adosarlo. Esto señala que la imposta era anterior a los cimacios de los arcos triunfal y fajón, y al colocar éstos fue necesario mutilarla parcialmente.
El arco fajón organiza sus columnas del mismo modo que las del triunfal, aunque con variantes en el basamento y los capiteles. En las basas hay una multiplicación del número de toros dispuestos en degradación de alturas. Son tres toros en la izquierda y cuatro en la derecha; los plintos aquí son cuadrangulares. El capitel izquierdo es igual que el derecho del arco triunfal, pero de menor calidad. La cesta derecha responde a un modelo diferente en el que se mezclan hojas y cabezas, modelo también empleado en el tramo final de la nave. Las hojas son unas sagitadas y otras en forma de corazón. Se colocan del siguiente modo: en las esquinas están dispuestas las acorazonadas y en el frente están superpuestas las apuntadas formando un abanico. En los laterales se sitúan las cabezas. Mirando hacia el testero está la de un animal de largas orejas y hocico abultado, y hacia la nave hay una tosca cabeza humana bordeada por hojas.
El testero del presbiterio cuenta con una saetera con amplio abocinamiento que sustituyó al vano prerrománico. Es fácilmente apreciable esta modificación por la irregularidad que se observa en el contorno.
En el muro septentrional del ábside, bajo la línea de imposta, se conservan dos sillares reutilizados de la obra anterior. El primero de ellos es rectangular y cuenta con dos perforaciones circulares de diámetro similar. Yzquierdo ha planteado que podría tratarse de una pieza que configuraría una ventana similar a la de Santa Eufemia de Ambía (Baños de Molgas, Ourense). El segundo tiene un arco de herradura que se continúa en una estrecha abertura que perteneció al cierre de una saetera, la única que se conserva en Ansemil con este perfil tan cerrado. La presencia de estos sillares reaprovechados indica que el presbiterio central ha sufrido unos pequeños retoques en época románica, pero en lo sustancial mantiene la estructura prerrománica a la que incorporaron los elementos decorativos de las columnas, y se incluyó la arquivolta interna del arco triunfal para configurar un arco doblado.
Las capillas laterales son mucho más simples. Los arcos de medio punto, doblado únicamente el meridional, descansan directamente sobre las jambas con molduras intermedias diferentes. La capilla meridional lo hace con impostas biseladas, y la norte presenta impostas de perfil desigual, biselada la derecha y en nacela lisa la izquierda. Yzquierdo apuntó la posibilidad de que fuese fruto de una reforma puntual en la capilla románica apoyándose en esta variación y en el ensanchamiento de las juntas en la parte superior del arco, sin dobladura.
Ambos espacios se cubren por una bóveda de cañón con la misma directriz que los arcos de acceso. En los muros laterales, en los que se corresponden con el exterior, se encuentra una línea de imposta en bisel liso de la que arrancan las bóvedas de cañón y de la que no hay señal de su existencia en el muro opuesto. El hecho de que sólo se encuentre en este muro y no en el contiguo a la capilla mayor, es una confirmación más de que esta capilla forma parte de la edificación anterior a la que adhirieron las laterales.
En los testeros se abren sendas saeteras; sólo es visible desde el interior la de la capilla septentrional, que actúa como sacristía, porque la meridional, que desempeña la función de capilla, tiene un retablo adosado. Por último, cabe destacar, en lo tocante a las capillas, que en la sur se conservan dos laudas funerarias; una bajo el retablo, por lo que sólo se puede ver el borde y parte de las letras de una inscripción, y otra ante el altar, datada en la era 1393 (año 1355).
Una vez analizada la estructura de la nave y los ábsides correspondientes a diferentes momentos constructivos, hay que destacar que adosada al muro meridional de la nave está la capilla gótica de Santa Ana, denominada más comúnmente capilla de los Deza, puesto que en su interior alberga el sepulcro de don Diego Gómez de Deza, benefactor de Ansemil en el primer tercio del siglo XIV. Esta capilla, de época gótica, se comunica con la nave a través de arco apuntado y dispone de todos los elementos para mantener el culto de un modo independiente a la iglesia monástica, ya que cuenta con una puerta exterior y un altar orientado litúrgicamente. Aunque es una obra construida en torno al 1337, año en el que se sabe de su existencia, en ella se reutilizaron materiales románicos. Además del tradicional aprovechamiento de los sillares, en el exterior se colocaron los canecillos románicos en el alero.
Durante la restauración realizada en 1986 se encontró, en el remate superior de la fachada, una losa con una inscripción que en la actualidad está colocada en el interior a los pies de la nave junto a la pila bautismal. El epígrafe, organizado en 3 renglones, se encuentra deteriorado y sólo puede ser parcialmente leído. De acuerdo con la transcripción de Moure Pena, el texto es el siguiente: (…) EHPA: O (…) / (…) HIC… PIETACTIS…HONORE… ODV (…) / (…) R.D. (…).



Sarcófago
Sepulcro de su fundador, don Diego Gómez de Deza, del que nada sabe y que allí permanece. Y hay algo que llama inmediatamente la atención: su escudo es un castillo de tres torres, asentado en... ondas. 

En cuanto al exterior del templo, la fachada occidental fue modificada con posterioridad a la visita de Enrique de Campo, en el año 1909, momento en el que realizó el dibujo de una fachada aún inalterada. En él se observan las saeteras que se disponen en los laterales de la puerta central, que hoy se conservan, y una saetera idéntica sobre la puerta, en cuyo lugar se abre ahora una ventana cuadrangular. El edificio lo coronaba una espadaña de dos troneras rematada con un Agnus Dei –tal vez el que hoy descansa en la cara interna de la ventana– coronado con una cruz antefija.
La organización de la fachada responde a una puerta central flanqueada por dos estrechas saeteras de dimensiones diferentes, colocadas a alturas desiguales que se corresponden con las naves laterales.
La portada es abocinada, con doble arquivolta de medio punto, peraltada y moldurada cada una con dos boceles y mediacaña intermedia.
Una chambrana con un fino taqueado ciñe la arquivolta mayor. La menor alberga un tímpano con dintel monolítico rectangular sobre el que descansan varios sillares. En el dintel destaca la existencia de seis líneas horizontales equidistantes, que podrían ser el pautado para una inscripción que no llegó a realizarse o bien fue elaborada con pintura que desapareció. Es sostenido por dos mochetas en curva de nacela que carecen de decoración. Sin embargo, la superficie irregular de una de ellas, unido a la continuidad de la hendidura central de las jambas en la parte inferior, hace pensar que pudieron haberlo estado. Las jambas, además de ornamentar la cara interna, también tienen las aristas acanaladas salpicadas con pomas y cuadrifolias. La preocupación por engalanar el marco de acceso, llevó a decorar el umbral con una soga en las aristas interna y externa, aunque se encuentran bastante desgastadas por el trasiego continuado de fieles.
Las arquivoltas descansan sobre columnas acodilladas, de fustes monolíticos lisos separados por codillos suavizados con boceles. Las basas, de tipo ático con bolas en los extremos, tienen la peculiaridad de tener escocias hiper-desarrolladas, y tres de ellas están decoradas con sogas. Dos de ellas tienen sobre las escocias unas sogas dispuestas en vertical y la otra una cuerda que se asienta sobre el toro inferior.
Los capiteles que sostienen la arquivolta exterior disponen hojas estilizadas de perfil festoneado con un nervio central marcado –abultado en las de los laterales y hendido en la de la arista–, con los extremos vueltos formando volutas. Las cestas internas son las más interesantes por recibir figuración. La derecha presenta una escena en la que participan cinco figuras. En la arista se dispone una que ha perdido la cabeza, viste túnica y calza unos zapatos que le cubren hasta los tobillos, entre sus manos sostiene un libro abierto que muestra al espectador. En los laterales hay sendas figuras masculinas, tras cuyas manos intentan ocultar su desnudez, sus cabezas están rasuradas y sus rostros imberbes. Detrás de estas figuras se sitúan, en la parte superior, dos cabezas con las mismas características. El capitel izquierdo se decora con dos cuadrúpedos afrontados cuyas colas se enroscan alrededor del cuerpo, respondiendo al modelo de representación del león.

Los cimacios también se molduran de forma diferente; los internos con una triple hilera de tacos, y los exteriores con cuadrifolias inscritas en círculos que se impostan ligeramente en los muros laterales.
En cuanto a los muros laterales, muestran una gran simplicidad. El septentrional es liso, con un contrafuerte en el límite oriental que marca el fin de la nave.
Próximo a éste se abre una puerta muy sencilla de jambas lisas y un dintel rectangular de gran tamaño que emula un tímpano, ya que en el se esculpió un semicírculo, cuyo interior se decora con una cruz de brazos iguales inscrita en un festón polilobulado que sigue la directriz curva. A cuatro hiladas sobre la puerta se encuentran tres mochetas repicadas que en origen sustentaban el tejado del pórtico que guarecía el acceso. Bajo una de éstas ménsulas hay una pieza curiosa que perteneció a la fábrica prerrománica primitiva, se trata de un sillar rematado en arco de herradura perfilado por una incisión y con líneas que marcan el despiece de las dovelas. Se trata del remate de una saetera con un diseño diferente a otras piezas reutilizadas, como la sillería en los muros interiores del ábside central.
En el muro sur de la nave sólo se conserva la zona inmediata a la fachada occidental, ya que la edificación de la Capilla de Santa Ana eliminó la mayor parte del lienzo mural. No obstante, los canecillos románicos fueron reubicados en la nueva edificación, a la vez que se crearon otros nuevos para formar un alero uniforme. Los motivos de los canecillos son variados, hay de proas de barco o curva de nacela donde se ubican animales, figuras humanas y algún motivo vegetal que los adornan. Entre los motivos de animales están las cabezas de un bóvido y la de un felino, dispuestas en el extremo superior de un canecillo en proa de barco; otros son en curva de nacela con sendos cuadrúpedos con la cola enroscada en el cuerpo, representación tradicional del león vista ya en los capiteles, uno acomodado de perfil y otro de espaldas pero con la cabeza vuelta; un animal con aspecto de felino con las garras en la boca, tal vez porque esté comiendo; también varios con aves entrelazadas. A estos canecillos zoomorfos hay que sumar otros que están demasiado deteriorados como para poder precisar cuáles son los animales representados.
Las figuras humanas gozan de una amplia variedad: una de ellas es sedente, viste una amplia túnica con abundantes plegados que se concentran en forma de V en el pectoral y entre las piernas; otra figura de pie, barbada, desnuda, con una mano en el pecho y otra próxima a sus genitales, tal vez para ocultarlos; otra de las figuras, muy deteriorada, aparentemente desnuda, lleva a su boca con ambas manos un objeto de forma ovalada, seguramente se trate de un alimento; uno de ellos tiene una representación de un espinario que muestra sus genitales; otro representa sólo el torso y la cabeza de un hombre que se lleva una de las manos al pecho. Con la representación de estas figuras humanas se aprecia con facilidad un discurso que ataca a los pecados más repudiados, la gula y la lujuria.
Los canecillos vegetales son menos numerosos y responden a dos diseños. El primer modelo tiene una hoja apuntada con una pequeña bola pendiendo del extremo superior, aplicado en uno. El otro es una hoja con múltiples nervios, empleado en dos canes. A estos canes más elaborados hay que añadir dos a mayores, uno es una simple proa de barco y el otro dispone sobre la misma forma un anillo almendrado. Las cobijas se tallan en nacela simple, a excepción de las piezas próximas a la fachada, en las que se anima el corte con unas bolas poco sobresalientes.
Canecillos
Canecillos 
C
anecillo 
C
anecillo 
C
anecillo 
C
anecillo 
Canecillo 
Canecillo erótico 

La cabecera muestra un aspecto muy arcaico con los tres ábsides rectangulares.
Su cabecera tiene tres ábsides rectangulares siendo mayor el central. A la izquierda de la foto, la capilla funeraria adosada en el s. XIV.
 

La cubrición se realiza en el central con tejado a dos aguas y los laterales a una sola vertiente. Los muros del testero central sufrieron un recrecimiento que permitió incorporar el tradicional alero románico con canecillos, aunque mucho más sencillos y menos variados que los vistos en el de la fachada sur. Nos encontramos dos cabezas de bóvidos; un animal con la boca muy marcada y pequeñas orejas apuntadas (tal vez se trate de un lobo); una hoja rematada en bola; uno terminado en una voluta; una figura humana agachada sosteniendo sus piernas con las manos (posiblemente se trate de un hombre defecando); otra figura humana se contorsiona disponiendo las piernas hacia atrás con los pies junto a las orejas y dejando a la vista sus genitales; el último de los canecillos tiene una figura de aspecto humano pero con un hocico pronunciado, por lo que posiblemente se trate de un mono, de la parte superior del can arranca una doble soga que le rodea el cuello y cuya presión le hace llevar hacia allí las manos. Las características de estos canecillos muestran un artista menos dotado que los que elaboran los capiteles de la fachada occidental o los del ábside. Las figuras se reducen a rasgos sumarios, en los que se aprecian desproporciones en las facciones faciales. Las cobijas son en bisel liso sin decoración.
Las capillas laterales difieren en el exterior, al ser la septentrional ligeramente más elevada. Ambas son más sobrias decorativamente por carecer de canecillos que sostengan la cornisa cortada en bisel liso. Tan sólo se conserva un canecillo reubicado en la parte media del testero de la capilla sur, en el cual se representa la cabeza de un bóvido.
En el hastial oriental de la nave se abre una saetera con cierre en arco de medio punto que se corresponde con la que está sobre el arco triunfal; aunque en la actualidad tiene un solo vano, en el sillar superior se observa la existencia de un segundo arquito, cuyo vano fue cegado. Se trataba en origen de una doble saetera prerrománica (es muy frecuente que ambas se ejecutasen en un mismo bloque pétreo).
El interés de esta saetera, que no es la única prerrománica conservada en Ansemil, reside en que se trata de la única que permanece in situ y aporta pistas para considerar que la estructura de la capilla central se corresponde a la fábrica prerrománica.
Después del análisis de la iglesia de Ansemil se puede afirmar que no resulta fácil delimitar tajantemente cuáles son las partes correspondientes a la obra prerrománica y a la románica. El esquema de la primera construcción motivó que determinadas partes se resolviesen de un modo similar, como los pilares más occidentales; y la readaptación de espacios para dotarlos de aspecto románico, en el aditamento del ábside con columnas y arcos. En época románica también hay partes nuevas perfectamente adscribibles al estilo, como la fachada occidental, las columnas adosadas a la cara interna de este mismo muro, las columnas entregas del ábside o los canecillos de los aleros.
Aunque juntamente a las reconocibles hay otras que, por la ausencia de motivos decorativos, pueden pasar desapercibidas y confundirse con la fábrica prerrománica, como son las capillas laterales.

El interior del templo se presenta totalmente austero, con la decoración reducida a los cuatro capiteles de las columnas del ábside y los dos de las columnas adosadas al cierre occidental. La calidad escultórica de las piezas denota una dicotomía en la intervención románica que está vinculada a diferentes maestros, tal vez motivada por una dilatación en la construcción. Los capiteles de la fachada occidental y los del arco triunfal guardan semejanzas formales, así como una calidad similar, que llevan a considerar que fueron realizadas por un mismo taller. Los capiteles del fajón, fundamentalmente el meridional, con un tratamiento plano de las cabezas y las hojas, denotan una menor calidad, sin embargo los motivos, que repiten los de los otros capiteles, son mayores. Estos segundos capiteles pudieron ser elaborados por un ayudante menos dotado del taller que elaboró la fachada.


Los motivos decorativos responden a modelos difundidos desde la catedral de Santiago de Compostela y que gozaron de una amplia aceptación en el ámbito rural. En la portada occidental se aprecian similitudes significativas, especialmente en las columnas de la jamba izquierda, con el cercano templo de San Martiño de Dornelas (Silleda), que llevaron a Yzquierdo a plantear que se trata de dos obras de un mismo taller. Además permite establecer una fecha aproximada para Ansemil, ya que en el contrafuerte meridional de Dornelas se conserva un epígrafe con la fecha de 1171. Esta datación es acorde con la existencia de otro elemento, ausente en Dornelas, como es el motivo del arco polilobulado que decora el dintel de la puerta septentrional. Responde a un modelo muy difundido por la zona central de Galicia en las décadas finales del siglo XII y se encuentra decorando puertas y ventanas en el acceso a la cripta del monasterio de Carboeiro, en la iglesia de San Miguel de Goiás, Santa Mariña de Cangas, Santa Baia de Losón (Lalín) y San Salvador de Escuadro (Silleda).

 

Breixa
Breixa es una feligresía del municipio de Silleda, de cuya capital dista 7 km. Se accede a ella fácilmente por la carretera que conduce a Santiago; recorridos unos 3 km se toma el desvío que indica Negreiros y Carboeiro. Una vez transcurridos otros 3 km, en el pueblo de Breixiña se ha de tomar una pista a la derecha que conduce hasta Breixa.

Iglesia de Santiago
Las noticias más tempranas de Breixa datan del año 946, momento en el que Aldias donó al monasterio de San Lourenzo de Carboeiro (Silleda) varias propiedades que tenía en las proximidades de la iglesia de Santiago. A esta primera donación siguen otras al mismo destinatario en los años 1068, 1130 y, ya en un momento tardío, en 1233.
La iglesia de Breixa se acomoda al modelo planimétrico tradicional de una nave y un único ábside rectangular. La fábrica se vio afectada por diferentes obras que modificaron parte del cuerpo de la nave y en su totalidad la fachada occidental, así como la construcción de una sacristía adosada al muro norte. Estas obras han dejado un exterior que no hace sospechar que en su interior se encuentre uno de los más singulares conjuntos escultóricos románicos de Galicia.
Los muros del templo están realizados con sillares graníticos perfectamente escuadrados y dispuestos en hiladas horizontales uniformes. En los muros laterales exteriores se abren dos puertas, sobre la septentrional se conserva un sillar que actúa como dintel decorado. Es una pieza estrecha con las aristas decoradas con un cordón en soga y en el centro un vástago ondulante con hojas estilizadas que surgen de manera alterna. Tanto los motivos decorativos, de amplia difusión, como la técnica empleada, la talla a bisel, apuntan a que se trata de una pieza prerrománica.

La puerta meridional fue cegada en un momento posterior pero todavía se puede apreciar su estructura. La portada se abría con un arco de medio punto de dovelas lisas que descansaba sobre unas columnas acodilladas que han desaparecido y de las que sólo se conserva el capitel izquierdo. Este capitel es entrego, con las aristas adornadas por hojas estilizadas muy pegadas a la cesta y rematadas en pequeñas bolas. Los cimacios, que se cortan en bisel liso, se impostan en el muro. El vano de la puerta contaba en sus jambas con dos mochetas en curva de nacela con una fina baquetilla.
En los muros laterales se abren dos saeteras con abocinamiento interno, a las que se añadió con posterioridad una ventana rectangular en el muro meridional. Los aleros de la nave gozan de una gran simplicidad al disponer canecillos en proa de barco y cobijas achaflanadas decoradas con bolas.
El presbiterio se desarrolla entre los muros sobresalientes de los testeros de la nave y el ábside, que actúan como una especie de contrafuertes. En la parte occidental, donde sobresale la nave a modo de estribo, se suaviza la transición mediante un codillo liso. En el punto medio del ábside se dispone un contrafuerte que coincide con el arco fajón interior. El presbiterio se alza sobre un doble rebanco que se eleva hasta una gran altura. Ambos escalones son achaflanados; sobre el superior se sitúa en la arista una moldura baquetonada sobre un filete de perfil triangular.
Aunque el ábside ha experimentado un aumento en la altura de sus muros, en el exterior todavía permanece in situ un canecillo en forma de proa de barco que indica la altura original a la que corría el alero. En el alero norte del presbiterio se conserva el alero íntegro en el interior de la sacristía. Los canecillos son todos figurados, a excepción de uno. Están realizados en granito grueso bastante desgastado por la erosión provocada por la intemperie. Las metopas están decoradas con flores cuadripétalas, con las variantes de poseer o no botón central, que se inscriben en círculos perlados. Este motivo es similar al de las metopas de Platerías o a la decoración de una de las roscas de los arcosolios interiores del presbiterio. Entre los canecillos se representan las siguientes figuras: en el primero, un animal con un ala extendida que gira hacia atrás la cabeza (posiblemente se trate de un grifo); le sigue un grifo con la cabeza mutilada, en una actitud similar al anterior; el ter cero es un león con el cuerpo de lado y la cabeza mirando al frente; el inmediato es un animal de extraño aspecto pero que parece una rana, animal poco representado en el románico gallego; el quinto es un animal que está muy erosionado, se dispone frontal con las alas extendidas y por similitudes con el programa interior podría tratarse de una arpía; el último de ellos es el único no figurado, se corta en proa, como el del lado meridional, pero con una bola superior.
En el testero se abre un gran arco semicircular con dovelas en arista viva, ceñidas por una moldura compuesta por filetes y escocias. El arco voltea sobre una imposta compuesta por listel, escocia y baquetilla que se prolonga por los muros del testero. En el centro se abre una saetera enmarcada por un arco de medio punto perlado con el mismo tratamiento en la arista. Este tipo de organización del testero con un gran arco retranqueado es extraña en Galicia.
El sillar que sirve de cierre superior en arco de medio punto de la ventana denota, desde el interior, que se trata de una pieza reutilizada, aunque fue levemente retocada. Si desde el exterior la pieza presenta en el centro un pequeño vano semicircular, en el interior se repite con un considerable abocinamiento. En origen posiblemente se tratase de un arco de herradura que pasó a tener ese amplio peralte al picarse en el románico.
En las proximidades del ábside se encuentran varios sepulcros de estola que refuerzan la existencia de una iglesia prerrománica en Breixa, ya señalada por el relieve del dintel de la puerta septentrional y el sillar de la ventana del testero.

En el interior la nave goza de gran simplicidad, lo que contrasta con la suntuosidad decorativa del presbiterio. En los muros laterales se abren los arcos abocinados de las ventanas, y el vano de la puerta septentrional se remata en un arco semicircular, forma que se vislumbra en la meridional tapiada.
La nave se cubre en la actualidad con una bóveda vaída consecuencia de una reforma posterior, pero en época románica se realizaría mediante una techumbre de madera. El ábside se cubre con una bóveda de medio cañón dividida por un arco fajón en su punto medio y por un segundo arco en el primer tramo.
La unión entre ambos espacios se efectúa con un arco triunfal de medio punto, doblado, ligeramente peraltado y con la apariencia de herradura que se debe a un pequeño derrumbe ocasionado por el peso de la bóveda. Las dovelas son en arista viva y sin decorar, a excepción de la clave, que tiene esculpido en la rosca un león con un considerable volumen. Se dispone encogido con la cabeza girada mirando hacia la nave, tiene una larga cola que se introduce entre sus patas traseras y se retuerce sobre el cuerpo. Aunque el tipo de representación del león es el habitual para la época, no deja de ser extraña su ubicación en la clave.
La dobladura es polilobulada con una rica ornamentación compuesta por una sucesión de arcos de medio punto, uno de los arcos no sigue este modelo y se compone de arcos geminados. Los arcos se decoran en sus aristas con baquetones lisos, en los intradoses con bolas y en las roscas con bolas, hojas colocadas radialmente o puntas de diamante. La disposición de estos arcos ha sido alterada, hecho que se aprecia con facilidad porque en algunos arcos no coinciden los motivos decorativos de las dos piezas que lo componen, así como por la disposición de una dovela sin tallar en la clave. Este arco, lobulado en la dobladura, cuenta con escasos paralelos en Galicia, por ejemplo en San Xoán da Coba (Carballedo, Lugo) o San Mamede de Rivadulla (Vedra, A Coruña), aunque se alejan del resultado decorativo de Breixa. Las formas empleadas y el tipo de decoración se acercan a los presupuestos de Mateo, lo que hace pensar que pudo inspirarse en el antiguo cierre exterior del Pórtico de la Gloria o en las obras de la catedral de Ourense del Pórtico del Paraíso o en las puertas del crucero, también perdidas.
El arco triunfal presenta en la cara interna una cenefa de dovelas delicadamente exornadas con finos baquetones, escocias y bolas, organizados de diferentes formas. Este arco no arranca de la imposta de la bóveda, por lo que no presenta peralte. Un arco idéntico se localiza adosado al fajón. En Galicia no hay paralelos de este arco decorado.
Arcos y bóveda de la cabecera
El arco triunfal descansa sobre un par de columnas entregas fasciculadas, compuestas por finos fustes lisos, cinco en la meridional y tres en la septentrional. Descansan en basas que se alzan sobre un banco de fábrica con la arista animada por un baquetón liso que rodea el perímetro del presbiterio. Las basas son de perfil ático con garras en las esquinas. En el plinto izquierdo destaca la decoración con palmetas en el frente. El lado derecho presenta un mayor cuidado decorativo. Para empezar, el baquetón del banco se resuelve con un motivo entrecruzado, es el único tramo de banco decorado. El plinto tiene la parte superior cortada en bisel ornamentada con unas flores yuxtapuestas.
La basa tiene el toro inferior decorado con cuadrifolios en resalte, y en las garras, parcialmente mutiladas, aún se perciben diminutos puntos trepanados que apuntan a que recibieron un delicado tratamiento.
Los capiteles, al igual que todos los del presbiterio, están tallados en bloques de serpentina de color grisáceo, que contrasta con el color más amarillento del granito de los muros. El juego cromático que aporta el uso de diferentes materiales queda de manifiesto con el uso de serpentina de tono verdoso que aparece en algunas dovelas del cierre del testero. Aunque se ha señalado que esta piedra tiene origen foráneo, puede proceder de unas canteras de este material que hay en las proximidades. La animación polícroma por el uso de diferentes piedras es extraño pero no único en Galicia, también aparece en la fachada de Platerías. El uso de serpentina, más blanda y fácil de esculpir que el granito, junto con la calidad del trabajo del autor, posibilita un excelente resultado escultórico que las convierte en piezas sobresalientes dentro del románico gallego.
El capitel derecho tiene tres centauros, uno en el lateral y dos en el frente, identificados con la inscripción SAGITARIOS que aparece en el interior del arco que lleva uno de ellos. Con esta arma está a punto de disparar una flecha a una arpía con cuerpo de ave y cabeza de mujer de larga cabellera que se dispone en la cara estrecha que mira a la nave. La escena conjunta de centauros y arpía no cuenta con paralelos en Galicia; además ambos híbridos son poco representados en el románico gallego. No obstante, en la fachada de Platerías se conserva también la representación de un sagitario, procedente de la desaparecida fachada norte, y hay otra en un capitel del Pórtico del Paraíso de la catedral de Ourense. La lectura cristiana del centauro tiene connotaciones negativas, por su carácter violento y la fogosidad que se les atribuye; con frecuencia aparece representado junto a sirenas y arpías, híbridos femeninos asociados a la lujuria y sensualidad del género femenino.
Por su iconografía híbrida, de ave y doncella, no se diferencian de las sirenas ave, pero en Breixa, por la existencia de un epígrafe que identifica a figuras de idéntico aspecto en otro capitel, se puede diferenciar cuál de los dos seres fantásticos es el representado. Las arpías son seres malignos, dedicados a la rapiña y raptores de almas, lo que los vincula a la muerte. Los centauros están tallados en alto relieve que, en determinados puntos, como las patas firmemente sujetas a los collarinos con las garras, se tornan de bulto redondo. En los centauros hay un gran detallismo en el tratamiento que reciben sus patas musculadas, por las pequeñas perforaciones que se realizaron con trépano en los cuartos traseros para aportar un toque claroscurista y en los largos mechones de pelo que cubre su cuerpo.
Capitel derecho
 

El capitel izquierdo tiene un león en el frente flanqueado por tres aves con los picos curvos que hacen pensar que se trata de águilas. El león, de larga melena, repite las características vistas en el de la clave, pero su calidad escultórica es superior. Aunque la representación de leones y águilas por separado no es extraña en Galicia, sí que lo resulta en conjunto. Este capitel presenta un trabajo muy similar al anterior pero las figuras no tienen un tratamiento volumétrico tan desarrollado, no llegando a separarse de bloque.

Capitel izquierdo
 

Al arco fajón se adosa en la parte frontal un arco moldurado idéntico al de la cara interna del arco triunfal. En este caso se apoya sobre parejas de columnas pareadas, esta vez con fustes monolíticos lisos, capiteles entregos y un ábaco común. El uso de columnas pareadas como soporte de fajones es una rareza en Galicia, que sólo aparece en la capilla de Agualada (San Vicente de Marantes, Santiago de Compostela, A Coruña) construida con materiales procedentes del antiguo claustro medieval de la catedral de Santiago. Sin embargo es una solución aplicada en iglesias abulenses, como la de San Andrés de Ávila.
Entre los arcos triunfal y fajón se alza otro intermedio que sigue la directriz del arco fajón, Se apea sobre la imposta de arranque de la bóveda. Es un falso fajón con dovelas en arista que refuerza la bóveda.
Los capiteles septentrionales del fajón presentan en cada uno de sus frentes un cuadrúpedo cuya cola se introduce entre las piernas y se alza sobre el lomo; contrastando con la fisonomía de león, presenta unas alas levantadas y cabeza de ave, con pico aquilino y pequeñas orejas, vueltas sobre el lomo. Estos animales híbridos son grifos, seres mitológicos que conocieron en el románico una amplia difusión.
Gozan de un valor ambivalente pero, dado el contexto que ocupan y en relación con la simbología del resto de los capiteles, aquí se representa su valor demoníaco y malévolo derivado de su doble naturaleza. Estos capiteles, con una menor delicadeza en la talla –tan sólo en uno se perciben diminutos trepanados–, muestran una menor calidad que los del arco triunfal. Los cimacios están tallados en una pieza monolítica achaflanada sin decorar. Las basas son de perfil ático sobre un plinto que ornamenta sus frentes con círculos tangentes que inscriben motivos vegetales.
En el sur, los capiteles tienen un tamaño superior al de sus compañeros; además entre ambos también tienen diferentes dimensiones, siendo mayor el izquierdo.
Éste decora tan sólo el frente con un animal fantástico, con el cuerpo alargado, enrollado sobre sí mismo y cuya cola acaba en una diminuta cabeza. De no ser por esta segunda cabeza, la apariencia es de dragón, sin embargo lo que se representa es una anfisbena; una vez más, se trata de un ser extraño en el imaginario románico gallego. La duplicación de cabezas evoca la contraposición de las fuerzas en equilibrio, a la vez que el reptil mantiene el carácter demoníaco.
El tipo de talla de este capitel contrasta con el resto del conjunto, puesto que su relieve es excesivamente plano, lo que puede atribuirse a una mano diferente o ser una pieza inconclusa. El capitel contiguo tiene hojas estilizadas, lisas, rematadas en los extremos con bolas y decoradas en su superficie con cintas, escamas o capullos.
Los cimacios, también monolíticos, se ornan esta vez con un tallo ondulante, con motivos vegetales en su interior, que surge de las fauces de un animal situado en las aristas. Las basas son áticas, aunque en esta ocasión presentan una decoración más minuciosa. El toro superior está animado con una sucesión de aspas. Los inferiores están parcialmente ocultos tras unas formas animales y vegetales que se entremezclan; en los extremos se disponen las cabezas de los animales, de cuyas bocas arrancan hojas que se ondulan, uno de estos elementos vegetales es mordido por un tercer animal. Aunque en el románico gallego no es desconocida la representación de animales de cuyas fauces brotan tallos –motivo usado con frecuencia en los cimacios–, sí es extraño su empleo en la ornamentación de basas. El plinto sobre el que se asientan tiene hojas en el frente, tres pequeñas bolas en el lateral derecho y un bisel liso en la cara izquierda.

En cada uno de los tramos parietales que surgen entre el cierre del testero y las columnas del arco triunfal y el fajón, se abre un nicho configurado por un arco de medio punto sobre una pareja de columnas acodilladas. Dos de ellos han sido alterados, el occidental del muro septentrional con la apertura de la puerta a la sacristía y el oriental del flanco meridional al haberse practicado en su paramento una ventana cuadrangular.
Comenzando por el lado de la epístola, el arco intermedio al arco triunfal y al fajón consta de una arquivolta con la arista baquetonada y de dovelas decoradas en la rosca con motivos vegetales y cabezas de animales encerradas en círculos; está perfilada por una chambrana decorada con pequeñas flores cuadrifolias con botón central. La decoración de las roscas con motivos florales inscritos en círculos aparece en otros templos gallegos, como Santa María de Aciveiro (Forcarei) y, otros más distantes, como San Paio de Seixón (Friol, Lugo), San Miguel de Eiré (Pantón, Lugo), San Pedro da Mezquita (A Merca, Ourense). Sin embargo, las de Breixa son más afines a modelos abulenses presentes en las portadas de las iglesias de San Andrés y San Segundo de Ávila. Las columnas que sustentan la arquivolta tienen fustes monolíticos lisos y basas áticas. El capitel derecho dispone en la parte inferior dos leones que, al igual que el de la clave, están tumbados y enroscan sus colas alrededor de cuerpo. En la parte superior de la cara que asoma al presbiterio hay una cabeza de un monstruo y en el otro lateral una hoja apuntada con una bola en el extremo. El cimacio decora su chaflán con un vástago ondulante. El capitel izquierdo está decorado en cada lateral con una figura con cuerpo de pájaro con las alas desplegadas y la cabeza de mujer, en la parte superior de la arista hay dos volutas de las que caen unos pliegues similares a los de un cortinaje.
Delante de esta especie de telón se dispone una cartela con la palabra ARPIA. El ábaco es liso, aunque en uno de los ángulos hay una protuberancia que semeja una cabeza de un animal de cuya boca nacen unos tallos vegetales.
El segundo nicho meridional, a diferencia del resto de los arcos, tiene una arquivolta de dovelas en arista y chambrana sin decorar; además los capiteles y las basas reciben la decoración más sencilla del templo. El primero de los capiteles, el de la derecha, dispone en la parte superior la cabeza de un animal; aunque está muy deteriorado, por sus orejas picudas y la fisonomía de su testa podría ser un felino. De sus fauces parten unos tallos ondulantes con perlados y hojas que decoran el resto de la cesta. El capitel con el que forma pareja tiene en el arranque del collarino una corona de pequeñas hojas en forma de lengüeta; sobre ellas se disponen unos triángulos con una línea ondulante próxima a la base y una bola en el vértice. En un segundo nivel corren unas líneas ondulantes. Mientras la basa de la primera columna es ática y sin decoración, la segunda está decorada en el toro superior con un fino sogueado, el inferior con una especie de espina de pez y el plinto tiene un fino taqueado.
En el lado del evangelio, la arquivolta del primer nicho no tiene las dovelas molduradas y se decora del mismo modo que las del arco opuesto aunque con ligeras variantes. En lugar de cabezas animales, en el interior de los círculos se representan cabezas de dragones que echan fuego por sus fauces. La chambrana también es floral, pero esta vez mucho más rica, con cuadrifolias inscritas en círculos tangentes. Es muy interesante precisar que cada una de las piezas que componen la chambrana presenta diferentes variables del mismo tema e irregularidades en el ensamblaje. Las de mayor calidad y detallismo son las realizadas en piedra caliza, pues la menor dureza del material permitió al artesano un trabajo más delicado, como se aprecia en las pequeñas incisiones para aportar un mayor juego lumínico. Estas irregularidades vienen motivadas por el trabajo de taller, dentro del cual la elaboración de la vuelta del arco correspondió a varios maestros y se debió de montar con posterioridad por un operario poco habilidoso. Este tipo de decoración se encuentra en los cimacios de San Vicente, San Segundo y Andrés de Ávila; con estas dos últimas, como ya se indicó, comparte también el motivo decorativo de las rosáceas de la rosca.
El capitel de la izquierda es uno de los más hermosos del templo, en él se representan dos sirenas que sostienen con una mano un mismo pez que cuelga boca abajo recorriendo toda la arista, a la vez que con la otra mano repiten el gesto sujetando su propia cola. Sobre la aleta caudal del pez y bajo la voluta que culmina el piñón se sitúa la correspondiente inscripción en la que dice SERENA. Ambas sirenas muestran rasgos que las hacen diferentes. La resolución de los peinados se resuelve en un caso con dos caracoles sobre la frente, mientras que en el otro lo hace con flequillo. Los paños que ocultan sus senos se solucionan con finísimos plegados sobre los brazos y diminutos puntos en una y en otra con un cruce sobre el pecho. Por último, en las colas, una muestra escamas sobre el abdomen, la parte media punteada y la superficie de la cola estriada, y en su compañera tiene una faja en V en el vientre, forma que marcan las líneas de puntos y la aleta en forma de abanico. La representación de la sirena-pez en el románico gallego no es desconocida aunque sí extraña; aparece en la girola y la fachada de Platerías de catedral de Santiago de Compostela y en la pila de agua bendita de Santa María de Pesqueiras (Chantada, Lugo). La lectura medieval es la de seres malignos que incitan a la lujuria y otros placeres mundanos, conduciendo al hombre al pecado, con la consecuente pérdida de la salvación. El cimacio está decorado en la arista con una cabeza de un animal de cuyas fauces salen una especie de lenguas; aunque podrían ser tallos vegetales, dado el tema marino que se representa bajo él, podría tratarse de la plasmación escénica del aire. El capitel de la jamba derecha tiene dos grifos afrontados que repiten el modelo de los capiteles del arco fajón contiguo. El cimacio permanece liso, salvo una pequeña cabeza de un animal de cuyas fauces brotan una vez más hojas.
El último de los nichos muestra un nuevo modelo de arquivolta con un contundente baquetón en la arista al que sigue un importante rebaje y la chambrana con un finísimo taqueado. El primero de los capiteles tiene hojas angulosas rematadas con vigorosas bolas en las puntas y con la cara externa decorada con finas hojas; entre las hojas del frente asoma la pequeña cabeza de un animal. El collarino queda parcialmente oculto porque sobre él se disponen pequeñas hojas. El cimacio achaflanado únicamente presenta como decoración una incisión con dos hojas. El último de los capiteles está mutilado en la cara frontal y parcialmente en el lateral. Aquí se percibe un ave, con la cabeza mutilada, que clava sus garras en el collarino. Su cuerpo está cubierto por plumas perfectamente individualizadas; la exquisitez del trabajo del artesano le llevó a perfilar el límite del ala con una línea de puntos para permitir que se diferenciase del cuerpo. Sobre la cola aparece el epígrafe identificativo (FALCONORIOL). Llama la atención la representación de un animal real y no de un ser híbrido como en los otros capiteles, sin embargo la lectura que se puede realizar de dicho animal, como símbolo de la vida mundana y de la glotonería, lo aproximan a los valores negativos que encarnaban grifos, sirenas, arpías y centauros.
El cierre del testero lo recorre una línea de imposta que es la prolongación de los cimacios de los nichos laterales. Ha sido recuperada hace unos años, después de haber sido eliminada para poder adosar el retablo al muro, motivo por el cual también se mutilaron los capiteles y la apertura de la ventana del lado sur. Su perfil está compuesto por un listel y un chaflán entre dos pequeñas baquetillas. A un nivel más alto corre una segunda imposta, a la altura del arranque de la bóveda; está compuesta de diferentes piezas que se ornan –a excepción de una que lo hace con motivos en zigzag dispuestos en vertical– con un tallo ondulante que forma círculos, en cuyo interior hay cabezas de animales que muerden el brote. Son parecidos a la serpiente o dragón que aparece en las rosáceas de una de las arquivoltas laterales. La pieza decorada con el zigzag se diferencia no sólo por el motivo, también por el material y la técnica. Están talladas en piedra granítica y a bisel, lo que apunta a la reutilización de un elemento prerrománico del edificio primitivo.
Esta segunda moldura se prolonga y actúa como cimacio de los capiteles de la saetera que iluminaba el presbiterio. La ventana se abre como una saetera con remate superior en arco de medio punto, de escaso derrame interno y está flanqueada por un arco de medio punto de desarrollo completo. En la arquivolta se origina un juego de boceles y mediacañas, y está trasdosada por una chambrana abocelada con la única decoración de unos diminutos cuadrados incisos. Este guadapolvos se anima de nuevo con la policromía de materiales, esta vez con la alternancia de granito, caliza y serpentina. La arquivolta descansa sobre una pareja de columnas de fustes lisos, monolíticos y basas áticas sobre plintos cúbicos. Los capiteles repiten modelos vistos en el presbiterio; la cesta izquierda está mutilada pero se pueden distinguir los cuerpos de cuadrúpedos afrontados como los del capitel septentrional del arco triunfal, y en el derecho con una sirena que con una de sus manos sostiene su cola y con la otra un pez. En este capitel se muestra de nuevo la inscripción SERENA.
La decoración escultórica de Breixa es un ejemplo sin paralelos en Galicia y a nivel iconográfico y calidad técnica que no asentó escuela. La exquisitez del trabajo es tal que el artista se preocupó de esculpir las cartelas identificativas de cada uno de los animales híbridos representados, epígrafes que bien seguro se encontrarían rotulando otras obras escultóricas en otros templos románicos pero que por estar realizados con pintura no han llegado hasta nosotros. También la ejecución técnica en la que no se descuidan detalles –donde se pormenoriza la musculatura, se usa el trépano para producir pequeñas incisiones claroscuristas, se insinúan finos ropajes que ciñen los sensuales cuerpos de las sirenas y se recurre a un rico y miniaturista programa ornamental para molduras y arquivoltas– es sólo posible gracias a la habilidad y la excelente formación del obrador. Además la riqueza del programa escultórico que recurre a variadas criaturas híbridas desconocidas en el panorama gallego hace pensar en un selecto taller ejecutor. Más allá de cuestiones puramente ornamentales, también en el panorama arquitectónico se puede apreciar un enriquecimiento estructural con respecto a la viciada usanza constructiva gallega; se introducen novedades en la organización de los muros laterales del presbiterio con nichos, la duplicación de soportes en el arco fajón, el gran arco que alberga la ventana del testero, así como en el empleo de un falso fajón de refuerzo en la bóveda o los arcos ornamentales adosados tanto al fajón como a la cara exterior del arco triunfal.
En la decoración escultórica se puede diferenciar el trabajo de dos maestros o talleres. El primero de ellos es el que desarrolla todo el programa decorativo del presbiterio; el segundo se limita a la decoración de los arcos triunfal y fajones. Sus peculiaridades iconográficas, las composiciones originales, el refinamiento en la combinación polícroma de materiales y la destreza técnica no cuentan con paralelo dentro del territorio gallego, lo que hace incuestionable la labor en este templo de maestros foráneos.
El origen del taller de Breixa es desconocido, pero la obra presenta múltiples paralelos en la representación de sirenas pez, arpías y centauros en obras transpirenaicas, concretamente del Rosellón, como ya reseñó Chamoso, y guarda considerables similitudes con el claustro de Elna y el de Saint-Parize-Le-Châtel. Además de parecidos con obras francas, también es relacionable con obras más próximas del románico castellano: como en ejemplos abulenses, ya señalados, tanto en el desarrollo de nichos laterales en el presbiterio como en el tipo de rosáceas que decoran las roscas o las cuadrifolias de las chambranas, presentes en la iglesia zamorana de San Claudio de Olivares. Resulta extraño, dada la gran calidad de las piezas escultóricas, que la repercusión de esta obra se limite únicamente a la repetición de motivos figurados como los grifos o las arpías en la iglesia cercana de San Mamede de O Castro (Silleda). La ausencia de continuidad, unida a la no terminación de la obra de Breixa, apuntan a que este artista foráneo pudo desplazarse antes de la conclusión de la obra o fallecer.
La actividad del segundo maestro se circunscribe al arco triunfal, la ejecución de los canecillos y, tal vez, el montaje de las piezas del presbiterio realizadas por el primer maestro, en las que se denota un torpe encaje. A diferencia del anterior maestro, éste se vincula al románico gallego, ya que puede relacionarse con el hacer del taller del Maestro Mateo. Entre las posibles hipótesis de por qué desarrolló aquí su trabajo un colaborador del círculo de Mateo, puede relacionarse con la cercanía de la iglesia de Carboeiro.
Puesto que en Breixa se ha perdido la fachada occidental y casi en su totalidad la puerta meridional, no se puede precisar si fue realizada por alguno de los dos maestros o intervino un tercer taller. De los restos conservados en la nave se deduce una mayor simplicidad, hecho habitual en los templos rurales, donde se da un privilegio de tratamiento a la zona del presbiterio.
La cronología del templo, a falta de noticias documentales precisas, ha de fijarse a través de los elementos ornamentales, que indican que la construcción se realizó en el último cuarto del siglo XII. El hecho de que el segundo de los maestros sea cercano al círculo del Maestro Mateo o conocedor de las formas mateanas, fija el marco en las décadas de 1180 y 1190.

 

Aciveiro
Parroquia del ayuntamiento de Forcarei situada a 9 km de la capital municipal y a una altitud de 830 m. Se extiende sobre una ladera de la cabecera del valle del río Lérez orientada hacia el Noreste, en una zona montañosa de las estribaciones de la Sierra del Candán.
Los abundantes restos megalíticos y la toponimia señalan el temprano asentamiento humano en esta feligresía, puesto que el nombre de la sierra, Candán, podría hacer referencia a un topónimo de origen celta relacionado con el mundo de la montaña y de lo brillante, que posteriormente se vinculará con el culto del dios Júpiter en el noroeste de la Península Ibérica, tal y como ocurre con el Iupiter Candamius, asociado al Puerto de Candanedo en Asturias, o con otros topónimos gallegos similares, como el Candedo de Beariz en la provincia de Ourense, el Candedo de Dozón en la provincia de Pontevedra, o el de la Sierra de Canda situada en el Macizo Galaico entre los límites de las provincias de Ourense y Zamora.
Igualmente resulta de interés el análisis del nombre de la parroquia, que podría estar relacionado tanto con el acebo –que antiguamente predominaba entre la vegetación arbustiva de la zona, en opinión de autores como Rafael Balsa o Antonio Rodríguez–, como con una derivación de la palabra Acibarium, que identificaba el espacio existente alrededor del atrio de la iglesia destinado por las leyes canónicas como tierra de sustento, según Isidro Bango, lo que indicaría la antigüedad de la propia parroquia o de la vida cenobítica en este lugar.
El único camino medieval que atravesaba esta circunscripción, como indica Elisa Ferreira, era el conocido como Breeiro por el que se transportaba el vino del Ribeiro a la ciudad de Santiago de Compostela. Pese a todo, en opinión de la misma autora, tuvo que haber una red de caminos secundarios ligados al Breeiro que comunicasen las parroquias de las inmediaciones y que facilitasen el acceso desde la tierra de Montes y de Trasdeza a la gran feria que hubo en Aciveiro desde el siglo XIII.

Monasterio de Santa María
El acceso lo realizaremos, tanto desde Pontevedra como desde Ourense, a través de la N-541, de la que nos desviaremos en Folgoso para tomar la PO534 en dirección Lalín-Lugo. A continuación circularemos por esta carretera 10 km hasta encontrarnos en la margen derecha con el desvío, pertinentemente indicado, que nos conducirá hasta el edificio.
A la hora de elaborar una historia de la evolución espiritual y material, la escasez de documentación referente a la fundación y primeros pasos del monasterio de Santa María de Aciveiro es la nota más característica. De hecho, las únicas fuentes directas con las que contamos son el conjunto epigráfico del exterior del muro meridional de la nave de la iglesia y las donaciones reales de bienes al monasterio, conocidas a través de copias modernas de los traslados de los documentos originales citados en el Tumbo Grande de Aciveiro comenzado en el 1617.
En el paramento externo del muro meridional de la nave de la iglesia, en el tramo comprendido entre el tercer y el cuarto contrafuertes, existen dos inscripciones probablemente realizadas en dos momentos diferentes que conforman una historia en miniatura del primer medio siglo de vida de este cenobio. La primera se extiende sobre tres sillares en un solo renglón, mientras que la segunda está escrita en dos renglones y en dos filas de sillares. Proponemos para ellas una transcripción, lectura e interpretación unitaria, puesto que su posible distinta fecha de realización no excluye la posibilidad de un mensaje interrelacionado con una finalidad común, esto es, informar sobre los orígenes monásticos y la posterior evolución de la casa. Un último aspecto a considerar es el análisis de las mutilaciones, cambios de ubicación y erosiones que han sufrido durante algo más de ocho siglos. Así pues, la construcción del claustro moderno, iniciado en la primera mitad del siglo XVI y finalizado a comienzos del siglo XVII, supuso una considerable alteración de su texto motivado por la reconstrucción de algunos de los contrafuertes del muro meridional de la nave de la iglesia que fue reconstruida posteriormente en 1911. Tras esta última intervención desapareció casi la mitad del texto de la primera y numerosos caracteres existentes en uno de los contrafuertes de la segunda.
La trascripción y lectura del primer epígrafe, que ha sido abordada por numerosos autores desde el siglo XVII, a nuestro juicio sería:
E[ra]: M[illessima]: C[entesima]: LXXIII: IIII: N[onas]: F[e]B[ruarii]: FACTU[m]: E[st]: IN PR[i]M[o]: XII: FR[atre] S: VENER[unt]: IN: HOC: LOCO: NOVIL[i]O[r] COMP[l] E[verunt]: CVI: M[o]NACI: SUB R[e]G[u]LA: S[an]C[t]I B[e] N[edic]TI 

Para la segunda, que siempre ha generado mayor controvérsia, proponemos:
E[ra]: M[illessima]: CC: VIII: ET Q[uin]T[o]: [i]D[us]: S[e] PT[embris]: Q[ua]N[dum]: ERECTUS E[st]: ILLE: CL[austr] UM: Q[uo]D: D[icitu]R: DOM[us] S[an]CT[o]S [¿]: Q[uo]D PETR[us]: M[artini]: P[ro]P[ter]: DOMOR[um] D[omin]I:...
Aplicando los criterios de Vicente García Lobo la primera inscripción, de mayor antigüedad, podría ser definida como diplomática de tipo notitia fundationis y letra visigótica, mientras que la segunda sería una notitia consecrationis de letra pregótica.
La primera de las inscripciones se desmarca de las características que pueden ser denominadas como generales de las inscripciones con una datación inscrita en torno al 1135. En primer lugar porque la gran mayoría de ellas son consecrationis, frente al carácter fundacional de la de Aciveiro, y en segundo lugar porque sus caracteres combinan las formas típicas de la época, preferentemente cuadrangulares, con otras de tendencia circular, principalmente la “C”, la “T” y la “E”. Lo que nos permite retrasar su fecha de realización desde el 1135, que indican sus numerales, hasta la segunda mitad del siglo XII.
No resulta tan fácil datar el momento de elaboración de la segunda inscripción, puesto que sus características no coinciden plenamente con las de sus supuestas coetáneas realizadas en 1170. Los caracteres de Aciveiro tienden a redondearse, combinan diferentes tipos de letra, aplican una larga serie de abreviaturas y emplean letras enlazadas y unidas. Por todo ello, consideramos que se debería retrasar su fecha de realización respecto a la datación en ella contenida, situándola entre finales del siglo XII y comienzos del XIII, momento en el cual se desarrollan textos epigráficos de semejantes características, tal y como ocurre en el caso de la iglesia ourensana de San Martiño de Cornoces, cuyas inscripciones aluden a los años 1199 y 1200 y ocupan gran parte de la superficie del exterior del muro meridional de la nave.
El primer problema que plantean las inscripciones para la obtención de un mensaje global es la determinación de la observancia de los primeros integrantes del cenobio. Su lectura no ofrece ningún dato sobre el marco espiritual adoptado por los doce primeros monjes, y hay que esperar a un momento intermedio entre el 1135 y el 1170 para que los religiosos de esta comunidad se subyugasen al marco establecido por las normas de la regla casinense. Aunque no sería extraño que un monasterio gallego se rigiese durante la primera mitad del siglo XII por normas residuales procedentes del antiguo monacato pactual lo más lógico sería que estos individuos actuasen ya influenciados por la nueva concepción del monacato hispano, en el cual la regla benedictina, como señalan José Freire o Antonio Linage, representa una norma de vida monástica que va más allá de lo puramente material, transcendiendo al plano de lo simbólico de la renovación. También se podría deducir una fundación benedictina partiendo del simbólico número de los monjes fundadores. Por otra parte, esta referencia numérica posee una clara relación con la labor fundacional y renovadora dentro del mundo cenobítico y en concreto una especial vinculación con la esfera de acción benedictina, amén de ser uno de los tópicos que tienden a identificar la vida monástica con el ideal apostólico.
El posible sometimiento inicial a esta regla también tenía una alta representatividad en el ámbito material. En primer lugar porque la norma de vida benedictina promovida por la monarquía y por Roma debería significar una liberación respecto a la omnipresencia de la intenciones patrimonialistas de la nobleza en estas instituciones y la consabida exención del ordinario. En segundo lugar, se deben valorar las relaciones contraídas por esta observancia dentro del estamento nobiliar, habida cuenta de su importante papel como fundadores dotacionales en la búsqueda de una comunidad que les sirviese como elemento mediático cara al más allá para la salvación de su alma y al mismo tiempo como lugar de sepultura.
El inicio de la construcción de un claustro al que alude la segunda de las inscripciones podría indicar que en un momento comprendido entre el 1170 y finales del siglo XII esta abadía hizo sus primeros acercamientos hacia el ámbito cisterciense. Principalmente, debido a su origen de carácter posiblemente eremítico, su emplazamiento en un lugar apartado y la observancia declarada de la regla casinense. La supuesta evolución de la comunidad, que pasa de doce a ciento seis monjes en treinta y cinco años, intentaba igualmente demostrar la favorable evolución de este cenobio, su suficiencia y la prosperidad que necesitaba un monasterio para asegurar el seguimiento de la regla que se exigía a las nuevas afiliaciones cistercienses.
A partir de este momento y hasta la fecha de su solicitud de entrada en la Orden del Císter, en 1225, comienza a mencionarse Aciveiro en documentos como donaciones reales y de particulares, confirmaciones de bienes y las referencias que al monasterio o a alguno de los integrantes de su comunidad se hacen principalmente en contratos de aforamiento y juicios. Esta nueva presencia en la documentación será indicativa de su evidente aumento de consideración como entidad religiosa y la consiguiente formación de su dominio monástico.
De 1174 existen dos referencias. En la primera aparece la firma del abad Pedro de Aciveiro en una concordia realizada tras el juicio abierto entre el monasterio de Santa María de Oseira y los Hospitalarios por la posesión del realengo de Marín. La segunda figura en una donación del testamento de Fernando Oduáriz en la que se menciona a esta casa entre otros cenobios gallegos. El 20 de marzo de 1178 Aciveiro aparece nuevamente entre las posesiones que Alejandro III le confirma al arzobispado compostelano. De 1193 es el primer privilegio y escriptura más antigua que ay en esta casa, en palabras del autor del Tumbo Grande. En él Alfonso IX les dona la villa e iglesia de San Xoán de Piñeiro. Dicha donación será confirmada en 1228 por el mismo monarca que en 1202 otorgaba otro privilegio a esta comunidad, en el cual, además de donar la granja de Villaçiçan en la provincia de Valladolid, confirmaba todas las posesiones y vasallos que este monasterio tenía en su reino y los eximía del pago de cualquier tributo, alcabala, portazgo y pecho. Del mismo modo establecía que todos sus colonos, vasallos y renteros tan sólo estuviesen obligados a acudir al llamamiento del abad. Esta confirmación otorgaba los poderes que hasta ahora no habían sido reconocidos por ninguna carta de coto. Seis años después de la primera de las donaciones reales, en 1199, se produjo la segunda de las hechas por un particular. Doña Urraca Fernández, hija del conde Fernando Pérez de Traba y viuda de don Juan Arias, concede a Aciveiro C. sls. et. V. mod.s de vino. Todos estos documentos comprendidos entre 1170 y 1225 constatan el aumento de la presencia y la representatividad de esta abadía, convirtiéndose, de esta manera, en los signos del desarrollo de un proceso de afiliación.
La documentación generada a partir del año de la solicitud de incorporación a la Orden del Císter por parte de Santa María de Aciveiro muestra una evolución positiva del elemento patrimonial y económico en general, fruto en gran medida de la consolidación de sus atribuciones religiosas y socio-políticas. Esta situación se puede prolongar hasta la segunda mitad del siglo XIV, momento en el cual el clima general del monacato gallego se ve perturbado por fenómenos como el de las encomiendas nobiliares y los abades comendatarios, que son representativos de una sociedad en crisis de la que se comenzará a salir tan sólo a comienzos del siglo XVI.
Los restos románicos del antiguo conjunto monástico se limitan a la iglesia y piezas dispersas que formaban parte de su claustro.
A la hora de realizar un análisis general y la reconstrucción de su planta y alzado románicos es necesario que hagamos previamente un breve resumen de su vida constructiva desde el siglo XVI. Entre los años 1505 y 1533 Aciveiro se incorpora plenamente a la nueva Observancia de la Congregación de Castilla y comienza una serie de intervenciones finalizadas a comienzos del siglo XVII. Fruto de esta etapa de adecuación estructural es la eliminación de la primitiva fachada occidental de la iglesia –incluida la torre de las campanas–, la creación del coro alto, la sustitución de la bóveda de la capilla mayor, la reconstrucción de parte del muro meridional de la nave y la creación de nuevas puertas de acceso desde la iglesia al claustro renacentista que reemplazó al medieval, una de ellas realizada con uno de los vanos de la antigua sala capitular. En 1649 Aciveiro sufrió un incendio que tan sólo afectó a las pandas meridional y occidental del nuevo claustro. Entre los años 1741 y 1834 la práctica totalidad de las obras llevadas a cabo en la fábrica monástica quedaron registradas en el Libro de Obras i Pleitos. A través de él tenemos constancia de la existencia de diferentes obras mayores y menores que supusieron la creación de una nueva sacristía que englobó entre sus muros parte del cubo del ábside, la apertura de más vanos en la nave y en los dos absidiolos, el cegamiento de los del muro meridional de la nave o la sustitución de la cubierta de la capilla de la nave de la epístola. Del mismo modo, la recomposición de la pavimentación de la iglesia supuso que se soterrasen las basas de casi todos los pilares, así como diferentes modificaciones en las puertas de acceso. Entre ellas figuran la eliminación de la de maitines, situada sobre la sacristía, y el cerramiento de la probable puerta de acceso al coro desde el claustro bajo.
De 1911 es la reconstrucción de la iglesia impulsada por la Sociedad Arqueológica de Pontevedra que contó con el mecenazgo de cardenal Martín de Herrera, arzobispo de Santiago de Compostela. Pese a la importancia de la intervención, ésta no supuso una grave alteración de la morfología del edificio, descrita y documentada por Rafael Balsa en 1907. Durante el siglo XX, entre los años 1949 y 1979, se llevó a cabo un ciclo restaurador integral que implicó la consolidación de los muros de la iglesia y la sacristía, con la consiguiente liberación del cubo del ábside meridional, la renovación de la pavimentación, la sustitución de las cubiertas de la nave y los ábsides, la eliminación del artesonado que ocultaba el triforio y de uno de los tramos del coro alto que cegaba hasta mediados del siglo XX los dos primeros arcos formeros de la nave. Por último, en 1985 se inició una rehabilitación de la antigua área claustral que finalizó a comienzos del siglo XXI e implicó su transformación en hospedería.

La iglesia de Santa María de Aciveiro, ubicada según la orientación tradicional, presenta tres naves de cinco tramos, de mayores dimensiones la central que las laterales, divididas por cuatro pares de pilares compuestos, con una columna entrega adosada a cada una de sus caras, que alternan el núcleo central cuadrangular –el primero y el tercero– con los que presentan un incipiente fuste de sección semicircular en cada uno de sus ángulos –el segundo y el cuarto–. A cada par de pilares corresponde uno de contrafuertes en la cara externa de los muros de la nave que se ve rematada, en su parte oriental, por tres ábsides. El sexto par de contrafuertes contrarresta los empujes de los arcos torales y el triunfal. Los dos ábsides laterales, muy deformados y modificados en el siglo XVIII, poseen un paramento externo semicircular e interno poligonal, mientras que el central posee tramo recto y codillo de transición hacia un polígono hemidecagonal. No conservamos ninguna de las cinco ventanas originales de derrame interno que debían de poseer los muros laterales de las naves y desconocemos cuál podría ser la estructura de la fachada occidental.
Hoy en día existen tres puertas de acceso al edificio. La primera, la de la sacristía, se encuentra en el primer tramo del muro sur, si bien el vano que actualmente podemos contemplar es producto de la reforma del área claustral del siglo XVI. La segunda, la de difuntos o del cementerio, está situada en el muro norte, frente a la anterior, y fue modificada en diferentes ocasiones durante el siglo XVIII. Su nombre se debe, según Isidro Bango, a que por ella salían los cortejos fúnebres que acompañaban al cadáver de los hermanos de la comunidad al cementerio, generalmente ubicado en el ángulo exterior de la iglesia, opuesto al que ocupaban las dependencias claustrales. La tercera es la de la fachada occidental moderna. A éstas probablemente tendríamos que sumar un antiguo acceso al coro desde el claustro bajo –al que hace referencia la documentación de los siglos XVI y XVIII–, que fue tapiado en el 1831 y eliminado en la reconstrucción de 1911. Estaba ubicado en el segundo tramo del muro meridional desde el extremo oriental, entre las inscripciones y la puerta de la sacristía.
Todas estas características responden a una tipología de iglesia monástica empleada en Galicia principalmente en la segunda mitad del siglo XII.
El hecho de que se pueda hablar de un tipo monástico está determinado, en primer lugar, por su ámbito de difusión. En el caso gallego se puede hablar de un uso casi exclusivo por parte de las diferentes comunidades religiosas, puesto que son puntuales los casos de iglesias seculares, alguna de ámbito urbano y una antigua catedral, en los cuales se aplicó la misma solución.
En segundo lugar, hemos de hablar de un tipo específico de planta en atención a las diferentes necesidades funcionales e ideológicas a las que responde. Las funcionales son las relativas a las necesidades espaciales que tenía cualquier cenobio de relativa entidad para la realización de los ritos litúrgicos de la propia comunidad y seculares. Para ello habían de disponer de un espacio amplio y versátil. Ambas características permitían el desarrollo de las actividades seculares en un marco diferenciado, los primeros tramos de la nave, y la utilización de diferentes altares. Estos elementos, junto con la serie de accesos anteriormente descritos, delimitaban nuevamente el espacio básico para los integrantes de la comunidad, los dos primeros tramos de la iglesia, esto es, el espacio del coro monástico. De hecho todas las puertas del muro sur garantizaban su independencia y un acceso ágil desde el área del claustro.
Podríamos considerar necesidades ideológicas a las connotaciones que subyacen en este tipo de planta y a las cuales seguramente no eran ajenos los fundadores de cada una de estas construcciones. En palabras de Henri Focillon, la planta posee un valor esencialmente sociológico, pues es la propia figura del programa y su traducción gráfica. En este mismo sentido han de entenderse las afirmaciones realizadas por autores como Ángel del Castillo, Ramón Yzquierdo o Manuel Luis Real, que reconocen en ella el modelo de planta benedictina. Así pues, a la hora de elegir el tipo de iglesia a construir, además de seleccionar un edificio amplio que responde al ideal de iglesia de importancia, tampoco debieron de pasar por alto esta posible connotación reformista por la cual vendría avalada y que justificaría en parte su proliferación desde mediados del siglo XII.
Dentro de este contexto la planta de Aciveiro destaca principalmente por dos características: el empleo de pilares compuestos y la utilización de ábsides poligonales. La utilización de este tipo de soportes evoca claramente a la catedral compostelana como modelo de prestigio y sirve para determinar tanto la clara diferenciación funcional y simbólica de los espacios de la iglesia como la existencia de una planificación integral del edificio y de cada uno de sus elementos. Anteriormente, cuando mencionábamos las motivaciones de la utilización de la planta basilical en una iglesia abacial, indicábamos que la situación de los accesos señalaba claramente el espacio del coro. Por lo tanto no parece ser casual que la disposición alternada de los pilares varíe el núcleo cuadrangular sencillo por el de molduras semicirculares en ángulo, inmediatamente después del segundo tramo. Tal y como han demostrado Hans Erich Kubach o Eric Fernie en el caso inglés, francés o italiano, la utilización de la alternancia de soportes posee un claro sentido simbólico empleado para evidenciar los diferentes significados y la sacralidad de las áreas del edificio.
Entre los edificios de la Península Ibérica que a finales del siglo XI renovaron las formas absidales se encuentran las catedrales de Santiago y la de Pamplona.
En la catedral compostelana los esquemas poligonales fueron utilizados en las capillas de Santa Fe y San Andrés, en el interior de la girola, en el paramento externo de los muros de la capilla mayor y en la cripta del pórtico occidental. Lo que evidencia un profundo conocimiento de las virtudes técnicas del perfil poliédrico y quizás manifieste de manera implícita las connotaciones martiriales a él asociadas. En Galicia estos esquemas tuvieron una repercusión relativamente alta, puesto que contamos con algo más de una docena de edificios con ábsides poligonales datados, en la mayoría de los casos, en la segunda mitad del siglo XII. Entre todos ellos tan sólo en la iglesia compostelana de Santa María de Sar se aplican fórmulas y variaciones del modelo compostelano de las capillas de la girola con un carácter tan excepcional como el de Aciveiro, lo que determina su papel de arquitecturas experimentales.
En alzado se aprecian las cinco parejas de contrafuertes de planos decrecientes que articulan los paramentos externos de la nave. Sobre ellos se encuentran unos aleros que sufrieron importantes mutilaciones. El septentrional conserva parte de la cornisa románica con cobija en chaflán recto decorado con florones de botón central y bolas.
Carga sobre veinticuatro canecillos en proa, en proa rematada con bolas y cabezas humanas o en nacela con hoja de nervio inciso. El meridional perdió la totalidad de la cobija original en alguna de las reformas modernas y conserva una colección de diecinueve canecillos en proa. Entre cada pareja de contrafuertes se abre una ventana de derrame interno, salvo en el tramo occidental del muro meridional, aunque la forma cuadrangular que poseen en la actualidad se debe probablemente a la reconstrucción de 1911.
La única portada románica conservada en el exterior del edificio, aunque bastante erosionada y deformada, es la puerta de difuntos, ubicada en el segundo tramo del muro norte. Está formada por una chambrana decorada con billeteado de cinco filas de escaques y dos arquivoltas de arco de medio punto.
La rosca de la arquivolta externa, en arista viva, está ornamentada con rosáceas inscritas en círculos y sobre una especie de aureola. La dovela central muestra la particularidad de poseer dos rosáceas pentapétalas. Apea sobre un par de columnas acodilladas, de fuste monolítico entorchado con florones, la occidental, y liso, la oriental, que poseen cimacios en caveto, decorado el oriental con una línea ondulada de tallos vegetales y el occidental con conjuntos de tres bolas y florones. Los capiteles son vegetales de una fila de hojas y desarrollados caulículos. La basa oriental posee perfil ático con garras y la occidental está integrada por un plinto cuadrangular con cajeado en la parte superior y un ancho toro. La arquivolta interna, que carga directamente sobre el muro, tiene arista matada en bocel y la rosca exornada con formas ovaladas sobre casetones.

Detalle
 

El basamento de los tres ábsides está formado por tres banquetas sobre las que se alzan los plintos, las basas de perfil ático con garras o bolas y las columnas adosadas rematadas por capiteles, dos en los ábsides laterales y cuatro en el central, que llegan hasta el alero y articulan los lienzos murales. Las plataformas de los plintos y las basas de las columnas muestran una gran irregularidad.

Ábside central
Ábside lateral 

En el ábside central, en su lado más septentrional, existe un epígrafe funerario que ocupa tres sillares de la segunda hilada superior a la línea de basamento y está grabado en dos renglones. Nuestra trascripción es:
ERA M CCC : Q(uo)D(um) : K(a)L(endas) : OCT(o)B(r)I(s)/ OBIIT : P(e)TR(u)S : AFFO(ns)IS : DIE.
La inscripción se podría catalogar, siguiendo los criterios de Vicente García Lobo, como diplomática de tipo notitia, clase epitaphia, y de caracteres monacales.
Inscripción del rebanco del ábside central
 

En cada uno de los ábsides laterales posiblemente habría, hasta el siglo XVIII, una ventana flanqueada por las dos columnas adosadas, mientras que en el central contamos con una ventana en cada uno de los paños del hemidecágono, dos de ellas ciegas y la central tapiada.
Todas ellas repiten el esquema de basa de perfil ático con bolas sobre plinto, columnas acodilladas de fuste monolítico liso, capiteles, cimacios en caveto simple, salvo los del tramo central que poseen un fino bocel en su parte inferior, arcos de medio punto decorados en cada una de sus dovelas y chambrana de billeteado de seis filas de tacos que anilla los tambores de las columnas entregas. La rica decoración de los capiteles y arcos de cada una de las ventanas merece un estudio detallado. El vano del primer lado, desde el extremo septentrional, posee dos capiteles vegetales, el occidental de tallos anillados y el oriental de una fila de hojas rematadas en pomas y desarrollados caulículos, arco de medio punto que presenta una escocia entre dos baquetones en la rosca y en el intradós, ambas decoradas con grupos de cinco bolas, la primera, y de una bola, la segunda. El tímpano del interior está ornamentado con semicírculos de baquetillas. La segunda ventana del lado septentrional, la contigua a la central, muestra un capitel con decoración de una fila de hojas rematadas en pomas y desarrollados caulículos, el occidental, y otro de aves apicadas, el oriental, sobre los cuales carga el arco de medio punto con arista matada en un fino baquetón.
Las dovelas muestran en la rosca dos aves con florones y rosáceas de destacado botón central, dos de ellas inscritas en círculos. Todo el intradós está cubierto con baquetillas en sentido longitudinal. La ventana central, la única de las abiertas que fue tapiada, presenta dos capiteles de dos filas de hojas, y el arco repite el esquema del primero del lado septentrional. El tímpano del interior presenta una fina decoración de medias lunas. La tercera, ya en el lado meridional, posee dos capiteles figurados. El derecho, con guirnaldas que salen de la boca de tres monstruos, y el izquierdo, con lo que parecen ser dos leones de cabezas enfrentadas. Su arco repite el esquema de la primera septentrional y la central. Por último, la del extremo meridional posee dos capiteles con decoración vegetal y la rosca del arco de medio punto, en arista viva, está cubierta por rosáceas inscritas en nudos de Salomón.
Los aleros de la cabecera, al igual que los de la nave, fueron alterados en alguna de las diferentes intervenciones restauradoras. El del ábside septentrional conserva tres canecillos, dos de planos superpuestos y uno de modillón de rollos, y cuatro metopas con la cruz de San Andrés. Los capiteles de las dos columnas presentan un orden de hojas y decoración de ovas en la parte superior, el septentrional, y tallos anillados, el meridional. Su cobija, como la del ábside meridional o el alero meridional del tramo recto del central, fueron sustituidas posiblemente en alguna de las intervenciones del siglo XX. La cornisa del ábside central presenta cobija en chaflán recto decorada con una cadeneta de rombos que carga sobre dieciséis canecillos, doce de planos superpuestos, dos de modillones de rollos y dos en proa, cuatro capiteles en el remate poligonal y los codillos de transición que en la parte superior poseen una sección prácticamente semicircular. Los seis canecillos del tramo recto se intercalan con cuatro metopas originales decoradas con rosáceas heptapétalas de botón central o con un conjunto de cinco bolas, único esquema dispuesto en el ábside central, mientras que cada uno de los lados del extremo poligonal muestra dos canecillos entre tres metopas.

Los capiteles, desde el extremo septentrional, presentan un orden de hojas rematadas en pomas, lazos anillados que parecen definir en el centro de la cesta la figura de un ave, dos filas de acantos y el último una fila de hojas con arcos entrecruzados en la parte superior. El ábside meridional conserva tres canecillos de planos superpuestos y dos capiteles, el izquierdo de hojas planas de nervio inciso y el derecho de dos filas de acantos.
En el interior del edificio el cuerpo de las naves refleja la compartimentación establecida por los cuatro pares de pilares compuestos que tienen bajo el pavimento, a excepción del tercero meridional desde el extremo occidental, el plinto y las basas de perfil ático. Los pedestales sobre los que se erigirían los plintos serían, igual que en la catedral compostelana, de sección alterna circular y cuadrangular de forma similar a la de los núcleos de los pilares. Coronando las columnas entregas, a excepción de las de la nave central, se alzan en la parte superior de cada una de ellas capiteles con cimacio en caveto que se impostan y encintan todo el perímetro del pilar.

En los paramentos internos de los muros de las naves colaterales cuatro pares de columnas entregas, situadas en correspondencia con los pilares y con las basas soterradas bajo el pavimento, son rematadas igualmente con capiteles y cimacio en caveto, en el paramento septentrional, o con ajedrezado de una fila de billetes, en los primeros tramos del meridional.
En ambos casos se impostan a lo largo de todo el lienzo mural y señalan el arranque de los arcos fajones, o diafragma, de medio punto peraltados en arista viva que compartimentan cada uno de los cinco tramos de las colaterales. Los arcos formeros de medio punto doblados en arista viva, al igual que los fajones, arrancan sobre los cimacios y la línea de imposta que anilla el pilar. Tan sólo poseen dobladura en la cara interna, hacia la nave central, que es recogida por los codillos de los pilares. Los codillos de la cara externa, la de las colaterales, se prolongan por el muro hasta alcanzar, algunos de ellos, la altura del segundo cuerpo. Este último se erige sobre la línea de imposta que une los cimacios de los capiteles de las columnas entregas de la nave central. Sobre ellas se alza un triforio formado por una galería de cinco pares de arcos geminados de medio punto en arista viva que cargan en tres pares de columnas pareadas de capiteles de canon bastante alargado con cimacios en caveto y decoración geométrica, vegetal y figurados, columnas de fustes monolíticos lisas y basas de perfil ático en las que destaca el voluminoso toro inferior. También formaban parte de este segundo cuerpo los cuatro arcos fajones de la nave central que se alzaban sobre las columnas entregas internas de los pilares. De su primitiva existencia dan fe tanto el Libro de Obras del monasterio como las propias cicatrices que se aprecian en el lienzo mural de la galería. Tres de ellos llegaron hasta el año 1810, momento en el que fueron finalmente eliminados, y su perfil debió de ser apuntado, como el del arco triunfal de la capilla mayor.
Capiteles de la nave


Las naves de este edificio muestran, tanto en su impronta planimétrica como en la estructura de sus componentes en alzado, la existencia de un posible proyecto inicial para la cubierta de este espacio diferente al aplicado en su realización final.
Si tenemos en cuenta que el espacio de la nave central casi triplica el de las colaterales –lo que motiva el excesivo peralte de sus fajones y el incipiente arranque de las bóvedas de cuarto de cañón del segundo y el tercer tramo de la nave del evangelio– podríamos determinar que el primer planteamiento que el maestro o encargado de las obras tendría en mente consistiría en la realización de una iglesia definida tipológicamente como de salón, que constituye, según Hans Enrich Kubach, el tipo arquitectónico más frecuente y homogéneo en todo el territorio de la Europa Occidental. Para la consecución de este fin, en Aciveiro se emplearían bóvedas de cuarto de cañón en las laterales y de cañón en la central. Una solución conocida y empleada desde el siglo XI en edificios como Sant Pere de Rodes, en los que las bóvedas laterales actúan a manera de arbotantes continuos, contrarrestando la central a la altura de los salmeres.
En un segundo momento, por motivos que nos resultan desconocidos, se optó por partir de los elementos estructurales existentes y emplear una galería de arcos ajimezados sobre los intercolumnios y arcos fajones posiblemente apuntados en la nave central, solución semejante a la utilizada en las iglesias ourensanas de Xunqueira de Ambía y Santa Mariña de Augas Santas. De esta manera, el triforio aumenta la altura del lienzo superior al intercolumnio para poder tender la techumbre, sin que esto suponga una carga excesiva que haga peligrar la estabilidad del edificio. A este elemento se añaden los arcos fajones de la nave central y la prolongación en sentido vertical de los retazos de muro existentes sobre los fajones de las colaterales, que se convierten en auténticos muros diafragma que atan en sentido horizontal la estructura, canalizan las presiones y sirven de apoyo directo a la cubierta. Esta innovación parte nuevamente de la reinterpretación de fórmulas compostelanas, posiblemente no exentas de connotaciones simbólicas relativas a una arquitectura de aspiración, como indican Ramón Yzquierdo, James D’Emilio o Isidro Bango.

Triforio

El ábside de la nave del evangelio presenta un arco toral de medio punto, doblado y en arista viva, que apea en dos columnas entregas. La rosca externa está decorada con rosáceas de botón central similares a las de las metopas del alero del ábside central, mientras que la interna muestra las alteraciones de alguna intervención de época moderna y conserva parte de las dovelas originales con cruces de San Andrés semejantes a las de las metopas del alero de este ábside. Las columnas están formadas por capiteles con ábaco en caveto liso, el meridional con bolas; capiteles vegetales, el meridional con hojas rematadas en pomas y el septentrional con una fila de acantos y destacados caulículos; y basas de perfil ático que se encuentran a más de medio metro sobre el nivel pavimental del interior del ábside. Este último posiblemente correspondería al original de todo el edificio. El paramento del polígono pentagonal interno es articulado a través de siete arcos ciegos de medio punto en arista viva, dos pares en el tramo recto y tres en el remate.

Los del tramo recto apean directamente en el muro, en el extremo occidental; en una ménsula intermedia, de proa la meridional y de planos superpuestos la septentrional; y en dos columnas de basas entregas de perfil ático con bolas, cuyo plinto –decorado con rosáceas, flores y ovas– se eleva sobre un rebanco formado por listeles, un par de baquetones y una escocia intermedia. Los fustes son monolíticos lisos, los capiteles poseen un orden de hojas y el cimacio está formado por la superposición de baquetillas. Este esquema se repite en las dos columnas centrales, entre las que se voltean los restantes tres arcos. Sobre las arcuaciones una línea de imposta semejante al rebanco marca el arranque de la bóveda de cuarto de esfera que cubre este espacio.
El ábside de la epístola repite el esquema del anterior con algunas variaciones. Las roscas del arco toral, sobre el cual se abre una saetera de derrame interno, carecen de decoración. Sus basas están formadas por dos abultados toros con bolas sin escocia de transición, y los capiteles presentan figuras de aves sobre fondo vegetal, en el meridional, y cabezas de simios o monstruos entre hojas lanceoladas, en el septentrional. El paramento interno muestra tan sólo cinco arcos que apean en cuatro columnas de basas y capiteles entregos, con cimacio en caveto liso semejante al de la imposta sobre la cual arranca la bóveda de cuarto de esfera. El rebanco sobre el que se alzan los plintos de las basas, en este caso sin decoración, combina piezas similares a las del ábside del evangelio con otras que presentan billeteado de una fila de tacos, similar al de la imposta de los primeros tramos del paramento interno de muro de la nave de la epístola.
El arco triunfal posee chambrana con billeteado de cinco filas de tacos y arco apuntado y doblado con aristas matadas en baquetón y tres baquetillas. Apea en un par de columnas entregas de capiteles con cimacios en chaflán recto liso que se impostan por el muro y decoración vegetal de una fila de hojas rematadas en pomas. Las basas son de perfil ático, con bolas en las esquinas, la meridional.
El interior del ábside se articula mediante dos pisos de arquerías. El inferior presenta nueve arcos ciegos, de medio punto en arista viva, que cargan sobre pilastras. Entre ellos destacan los dos armarios-credencia de sección semicircular del tramo recto, que por sus dimensiones y número encuentran probablemente sus referentes en los existentes en la capilla del Salvador y la cripta de la catedral de Santiago. También podemos encontrar esquemas similares en los presbiterios de la catedral de Ourense y San Estebo de Ribas de Miño, obras las dos de la segunda mitad del siglo XII. En el piso superior, que se alza sobre una imposta similar a la del rebanco del ábside del evangelio, existen otros nueve arcos de medio punto en arista viva que apean sobre columnas de cimacio en chaflán recto liso, capiteles de una fila de hojas, en el lado septentrional, o de tallos anillados, en el meridional, columnas monolíticas de fuste liso y basas de perfil ático. Tres de ellos corresponden a las ventanas del remate poligonal, y el mismo número permanece oculto tras el retablo barroco, aunque suponemos que su estructura será similar a la de los analizados. La bóveda que cubre este espacio es obra de finales del siglo XVI.
La original sería de cañón ligeramente apuntado en el tramo recto, al igual que el arco triunfal, y una bóveda de cascarón cubriría el remate poligonal, puesto que no se aprecia la existencia de columnas, ménsulas, repisas o requiebros de la línea de imposta que demuestren la previsión o la intención de cubrir este espacio con una bóveda nervada tal y como ocurre, entre otros, en San Xurxo de Codeseda, Santa Baia de Losón o San Lourenzo de Carboeiro, todos ellos del último cuarto del siglo XII.
Al análisis de la estructura arquitectónica hasta ahora descrita hemos de añadir el del aparato figurativo en ella dispuesto, sumando los setenta y cuatro capiteles de los dos cuerpos de las naves, lo que nos permitirá establecer la filiación estilística de este edifico y definir sus etapas constructivas.
Así pues, en el primer cuerpo de los primeros tres tramos de la naves, desde el extremo occidental, se aprecia la existencia de un conjunto de capiteles de entrelazo, de hojas de helecho, de hojas lanceoladas, de leones con las cabezas afrontadas y los cuartos traseros unidos, en bosse, de tipo cúbico liso, y cimacios en caveto con un listel cuyos modelos se encuentran en un grupo de capiteles de los últimos tramos de la tribuna de la catedral compostelana que Serafín Moralejo, James D’Emilio y Michael Ward han vinculado a talleres de formación local que reinterpretan los esquemas de los capiteles del crucero y que en el cuarto y quinto tramo de la tribuna, desde el extremo occidental, comienzan a reflejar la asimilación de recetas provenientes del lenguaje foráneo, principalmente borgoñón, empleado en la cripta de la catedral. La fecha de realización de estas piezas sería, en todo caso, anterior al 1168. En la portada del muro norte se combina, sin embargo, la utilización de motivos compostelanos, en las columnas, con otros de posible filiación abulense o segoviana, tal y como indican el rico empleo de rosáceas en la rosca del arco o de una puerta sin tímpano. Esta característica podría estar justificada con la probable presencia de individuos de esta procedencia en Aciveiro que hubiesen trabajado en la catedral de Santiago durante el segundo cuarto del siglo XII y que posteriormente, entre los años cincuenta y sesenta del mismo siglo, difundieron sus esquemas entre los talleres locales, según James D’Emilio. De todos estos datos y de la datación y ubicación de la primera de las inscripciones se puede deducir que probablemente la construcción del edificio se inició desde la fachada occidental en un momento comprendido entre los años 1160 y 1170.

La segunda campaña probablemente contó con el mecenazgo o fue impulsada por el abad Pedro, que figura en la concordia de 1174 y al que posiblemente hace referencia el Petrus Martini citado en la segunda inscripción del muro meridional y en un epígrafe de la clave del cuarto arco formero meridional desde el extremo occidental, delante de la puerta del claustro.
Así pues, entre 1170 y finales del siglo XII se desarrolló esta segunda campaña que abarcaría la conclusión del primer cuerpo de las naves y la cabecera. En este momento se aprecia la actividad de talleres de diferente filiación que en algunos casos responden a modelos de inspiración nuevamente compostelana, con soluciones aplicadas en la cripta como son los capiteles con tallos anillados, de una fila de acantos y caulículos o las molduras elaboradas de rebancos y cimacios, y en otros casos a las reintrepretaciones realizadas sobre estos modelos y de su combinación con antiguos esquemas o añadiéndoles figuras antropomorfas y animales. La datación que Isidro Bango establece para el tipo de cornisa de los ábsides se adapta a la cronología propuesta para esta segunda campaña en la que se produjo un tipo de lenguaje decorativo que no tuvo solución de continuidad en otras edificaciones pontevedresas del arzobispado compostelano, y en el que las rosáceas ocupan un lugar primordial.
La tercera y última campaña implicaría la finalización del cuerpo de las naves con la construcción del triforio en el que se aprecia, al igual que en algunos capiteles de las columnas de la nave central, la llegada de modelos de progenie cisterciense combinados con elementos de tradición local. Su datación se ajusta a la establecida nuevamente por Isidro Bango para aleros como el del muro septentrional, por lo tanto entre finales del siglo XII y finales del primer cuarto del siglo XIII.
De la importante función funeraria que desempeñó este edificio, como espacio de enterramiento, tan sólo quedan dos testimonios. El primero es un sarcófago ubicado a los pies de la nave de la epístola con cubierta a doble vertiente muy acusada y decorado con blasones jaquelados, posiblemente de los Ulloa, cuya datación podría ser de finales del siglo XIV o principios del XV. La segunda pieza es un sepulcro de cubierta a doble vertiente que evoca a los antiguos sarcófagos de doble estola. Está decorado con un báculo grabado en el vértice de la cubierta y ubicado a los pies de la nave del evangelio. Tradicionalmente ha sido vinculado al taumatúrgico sepulcro del abad San Gonzalo das Penas que desarrolló su abaciado a mediados del siglo XV.
En el apartado de mobiliario litúrgico cabría destacar la existencia de un retablo pétreo del siglo XV, ubicado en el tercer tramo de la nave del evangelio, en el que se representa la Última Cena.
Como es de suponer, y los datos arqueológicos lo confirman, el área inicialmente ocupada por el antiguo claustro románico sería la panda este o del mandatum en la que se encontraban la sala capitular y el dormitorio, de cuya ubicación tenemos constancia a través de la documentación que señala la existencia de una puerta en lo alto del muro del primer tramo, la conocida como de maitines, que comunicaba el dormitorio con el coro y que fue eliminada a principios del siglo XIX. Bajo esta última se decidió crear un nuevo acceso a la iglesia a finales del siglo XVI reutilizando la puerta central de la antigua sala capitular.
Esta última presenta chambrana con billeteado de cinco filas de tacos y dos arquivoltas de arco apuntado con arista matada en baquetón y rosca formada por una escocia y dos baquetillas que apean en dos pares de columnas acodilladas.
Los capiteles poseen cimacios en chaflán recto con dos baquetillas en la parte superior. Los dos orientales son de un orden de hojas y caulículos y los del lado occidental presentan tallos anillados y una fila de acantos con caulículos. Los fustes monolíticos externos son entorchados mientras que los internos son lisos, entre ambos un baquetón liso. Las basas son de perfil ático sobre un plinto cuadrangular. En el interior de la puerta añadieron un arco cuyo intradós está ornamentado con decoración floral y cabezas de monstruos. A la sala capitular también debían de pertenecer las veintinueve dovelas encontradas en el ala este del claustro durante la fase de rehabilitación de los años noventa del siglo XX, que en la actualidad se encuentran en paradero desconocido. Poseían arista matada en baquetón y su cara frontal estaba decorada con rosáceas, ruedas de radios curvos, ovas y baquetones. Su número y dimensiones nos llevan a pensar que formarían parte de los dos arcos doblados de medio punto entre los cuales se encontraba la actual puerta de la sacristía, definiendo un esquema de tres vanos que fue empleado en numerosos cenobios gallegos y castellano-leoneses a lo largo de la primera mitad del siglo XIII. Datación que se ajustaría tanto al estilo del vano central, en el que se percibe nuevamente su vinculación con las soluciones empleadas en la cripta de la catedral compostelana, como al de las dovelas, que reflejan una evolución de esquemas decorativos propios y de tradición local, o la decoración del intradós del vano central que podría asociarse a esquemas ornamentales empleados en el palacio arzobispal compostelano.
Otros vestigios descontextualizados del primitivo claustro de los siglos XII y XIII son una puerta de arco de medio punto con arista matada en baquetón, rosca decorada con una escocia y chambrana de filas de tacos; un bloque de piedra decorado en uno de sus lados mayores con una estrella de ocho puntas formada por un entrelazo que cobija en su interior cinco bolas; y un par de capiteles de un orden de hojas planas.
También en paradero desconocido se encuentran los restos de una antigua pila claustral gallonada, recuperados en la segunda mitad del siglo XX.
Carecemos de documentación o restos materiales que nos permitan precisar cuál pudo haber sido la estructura del resto del claustro románico, pero suponemos que tras su entrada en la orden del Císter ésta se ajustaría a la canónica empleada en la mayor parte de las casas cistercienses.

 

Dozón
La feligresía de Dozón se encuentra en el municipio homónimo, aunque el consistorio se encuentra en O Castro. Las tierras de este ayuntamiento son colindantes con las de Piñor e Irixo, ya de la provincia de Ourense, y próximas también a los límites provinciales con Lugo; de hecho eclesiásticamente depende de la diócesis de Lugo y se integra en el arciprestazgo de Deza-Trasdeza.
Dozón es uno de los municipios más montañosos de la provincia, oscilando sus montes entre los 914 m de Pena de Francia y los 818 m del Alto de Santo Domingo, sin embargo la parroquia de Dozón se encuentra en un fértil valle regado por las aguas del río Asneiro y su afluente Rego Piñeiro.
En el término parroquial de Dozón se conservan dos iglesias románicas, la parroquial de Santa María y la del antiguo monasterio de San Pedro de Vilanova, situadas próximas la una de la otra. Para llegar a ambas se ha de tomar en O Castro una carretera secundaria en dirección Rodeiro. A dos kilómetros se encuentra un desvío a O Mosteiro que conduce a la iglesia de San Pedro de Vilanova. Para ir hasta la iglesia de Santa María hay dos opciones: la primera es desviarse en O Mosteiro y girar a la izquierda al final de la misma; la otra opción es continuar por la carretera en dirección Rodeiro, sin tomar el desvío a O Mosteiro, y girar a 1 km hacia la derecha.
La toponimia de Dozón revela un rico pasado que ha dejado sembrado su territorio de restos arqueológicos. Por ejemplo, próximo a O Castro se encuentra O Coto da Mámoa, otra mámoa se encuentra en lo alto del Monte de Pena de Francia bajo el topónimo de Mámoa do Cabo. En un lugar intermedio entre ambas iglesias románicas se encuentra un castro en un terreno llamado Os Castros. Fue excavado y en el yacimiento se exhumaron varias viviendas. También se conservan restos de una vía romana que discurría próxima al monasterio de San Pedro.
El territorio de Dozón era atravesado en época medieval por varias vías de comunicación. La primera de ellas comunicaba la provincia de Ourense con Santiago, cruzaba el puente sobre el río Arenteiro y pasaba por Coirás (Piñor, Ourense), atravesaba por Pena de Francia y discurría próxima al monasterio de San Pedro, aprovechando la calzada romana. Desde aquí seguía hasta Parada y Santo Domingo. Este camino tenía entre otros el fin comercial como salida del vino del Ribeiro, así como el tránsito de peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela por la Vía de la Plata. La otra ruta comunicaba Dozón con Agolada. Partía próxima a O Castro y pasaba por Dozón –muy cerca de la iglesia de Santa María–, Moi, Castro de Cabras, Alemparte (Lalín); al llegar a Pedroso, tras cruzar el puente sobre Arnego, se dirigía por O Coto das Laxas hasta Ventosa (Agolada).
La primera mención documental a la región es bastante temprana. En el año 832 Alfonso II realiza una donación de las rentas de las iglesias de Dozón a la diócesis de Oviedo, aunque pastoralmente seguían dependiendo de Lugo, y tenía vigencia hasta que las sedes de Braga y Ourense fuesen restauradas. A pesar de que tal restauración se llevó a cabo, la sede ovetense no cumplió el acuerdo y siguió ejerciendo su dominio. Por este motivo en los años 1095, 1110 y 1123 los papas Urbano II, Pascual II y, definitivamente, Calixto II reclaman la restitución de los dominios a la iglesia lucense.
A partir del siglo XIII aparece citado el primer arcediano del que nos ha llegado su nombre: don Gonzalo Rodríguez, que ejerció su puesto por lo menos entre 1226 y 1264, a tenor de los documentos por él firmados.

Monasterio de San Pedro de Vilanova
En el lugar llamado o mosteiro se encuentra la iglesia del antiguo monasterio de benedictinas, de cuyas dependencias claustrales no se conserva nada. En la actualidad ha perdido la condición de parroquial, siendo un anejo de la iglesia de Santa María de Dozón. La iglesia ha llegado sorprendentemente bien conservada, sin adiciones ni reformas posteriores como es tan habitual en las iglesias rurales gallegas. La riqueza decorativa y la calidad con que se resuelven los motivos hacen de este templo un caso excepcional en el ámbito gallego. Además se conserva bastante documentación que, aunque dispersa en diferentes fondos, está en su mayoría publicada y posibilita establecer un proceso histórico preciso.
Mantiene integra su primitiva fábrica, y una característica poco común es la situación de la espadaña en la mitad de su muro norte.
 

La fundación del monasterio femenino de observancia benedictina tuvo lugar el 26 de noviembre de 1154, de la mano de doña Guntroda Suárez, viuda de Pelayo Martínez. En la dotación, aparte de los terrenos a orillas del río Asneiro en los que se asienta el monasterio, se incluyeron otras fincas próximas. Entre los confirmantes de la donación se encuentran el arzobispo compostelano Pelayo, los obispos de Ourense y Oviedo, Martín y Pedro, junto con el prior de Santa María de Sar (Santiago de Compostela), Pedro, y el abad de San Martín Pinario, Pedro. La fecha de la fundación presenta diferentes lecturas, la real es 1154 y no la de 1124 (ERA MCLXII) aportada en el documento que recoge los datos de la fundación. Éste es una copia del siglo XVIII de otro documento de 1267 que reproducía a su vez la carta original. La fecha registrada en el documento dieciochesco discrepa con la de 1154 que aparece en un epígrafe en el exterior del ábside, además muestra una serie de incoherencias. Por una parte no concuerda cronológicamente con las fechas atribuidas a los confirmantes, por ejemplo, en el año 1124 el arzobispo compostelano era Gelmírez (1100-1140), pero el que firma con ese título es Pelagio (1153-1156). De otra parte, el 27 de abril de 1135 Pelayo Martínez y su esposa Guntroda Suárez firman un pacto con el abad de Carboeiro, lo que anula como válida la fecha de 1124, porque la fundadora firmaba en condición de viuda. Por estos dos motivos se ha considerado que se produjo un error en la trascripción del documento, interpretándose una X aspada, abreviatura de XL, como una simple X, produciéndose ahí el desfase de 30 años.
A la problemática fecha de fundación ha de sumarse la existencia de la copia de un documento del 5 de marzo de 1151 en el que Aragunta y Toda Fernández cambian a la abadesa doña Guntroda de Dozón varias propiedades en Abeancos, Ventosa y Asma. Este documento es aceptado por Romaní y Piñeyro como válido, por lo que se confirma la existencia de una agrupación espiritual previa a la fundación física de 1154. Por contra, Fernández de Viana y Vietes atribuye el mismo error en la trascripción en la fecha en la copia del documento.
El cenobio debió de ser de cierta importancia, ya que recibió, además de las habituales donaciones particulares, otras regias de entidad. Alfonso VII lega la cercana iglesia de San Martiño de Asperelo (Rodeiro), acto conocido por la confirmación realizada por Sancho IV en el año 1286. Fernando II hace lo propio con Santa Baia de Camba (Rodeiro) en 1159. En 1173 el mismo monarca, con su esposa doña Urraca y su hijo don Alfonso, conceden privilegios y exenciones a favor del monasterio.
La relación del cenobio de Dozón con el cercano monasterio de Santa María la Real Oseira (San Cristovo de Cea, Ourense) fue muy estrecha. Están registradas transacciones de heredades de las benedictinas a los cistercienses. Aunque ya fray Tomás Peralta planteó la posibilidad de que Dozón fuese una filial de Oseira, sería más correcto plantease que las monjas benedictinas eran tuteladas espiritualmente por Oseira, núcleo eclesiástico más importante del entorno.
A finales del siglo XV, tras la reforma monástica impuesta por los Reyes Católicos, el monasterio fue anexionado a la Congregación de San Benito el Real de Valladolid en un documento firmado el 7 de julio de 1499 por el Fr. Rodrigo de Valencia, prior de Valladolid. El 23 de julio del mismo año figura ya como abadía incorporada al Monasterio de San Paio de Antealtares de Santiago, a donde se habían trasladado las religiosas.
Del conjunto monástico original sólo se conserva la iglesia. La planta responde al modelo tradicional de ábside semicircular precedido de un tramo recto de menor anchura que la nave. El espacio de la nave se divide en tres tramos, marcados en el exterior por contrafuertes y en el interior por columnas adosadas.
El templo ha llegado sorprendentemente bien conservado. Se ha visto exento de las tradicionales anexiones de sacristías o capillas; además se ha preservado el campanario, elemento especialmente vulnerable por los efectos devastadores de las tormentas. Todo ello permite admirar desde el exterior la nitidez de los espacios internos que quedan perfectamente reflejados en el escalonamiento de volúmenes. El aparejo empleado es sillería granítica perfectamente escuadrada, asentada en hiladas regulares en las que predomina la disposición a soga.
En el exterior el templo presenta tres accesos, con diferente tratamiento. Los muros laterales se encuentran delimitados por dos contrafuertes prismáticos, lisos, poco destacados; a la vez que nuevos estribos compartimentan sus lienzos murales. En el costado meridional hay tres contrafuertes adosados. En el segundo tramo occidental se abre la puerta, ligeramente descentrada, con una saetera superior. Este acceso es el de menor desarrollo en el conjunto. Posee una única arquivolta apuntada ceñida por una chambrana con damero menudo.
El arco dispone en su arista un grueso baquetón liso, al que sigue en la rosca una moldura triangular entre dos acanaladuras. Descansa en columnas acodilladas de fustes monolíticos lisos, basas áticas sobre plintos paralepípedos lisos y capiteles con decoración vegetal. Son los capiteles más simples de todo el templo, aunque formalmente tienen las mismas características, como son la estilización y la disposición de hojas adheridas a la cesta.
Puerta de la fachada sur
Puerta de la fachada sur

Del collarino arrancan hojas picudas y lisas, organizadas en un solo orden en el capitel derecho y en dos en el izquierdo. Los cimacios en nacela simple se prolongan hasta llegar a los contrafuertes contiguos, por lo que actúan también como sostén de la chambrana. Bajo el arco se sitúa un tímpano decorado con una cruz patada con un disco central y brazos que se ensanchan hacia los extremos. En el brazo inferior sobresale un vástago que le da aspecto de cruz procesional. El tímpano se apoya en mochetas en curva de nacela adornadas con sendas flores, una de ellas de escaso diámetro, por lo que en las esquinas de la pieza se tallan hojas para rellenar la superficie.
Capitel y mocheta de la portada meridional.
Mocheta y capitel de la portada meridional. 

Sobre la puerta corre a media altura, entre los contrafuertes, un tejaroz liso sobre canecillos simples.
Canecillos en el alero del muro sur.
 

La moldura del alero se continúa como un sencillo filete por los contrafuertes y los tramos del muro. Aunque en la actualidad las molduras no cumplen ninguna función, en origen debían de servir de apoyo a las cubiertas de las estancias monásticas. En los tres tramos orientales de la fachada sur se aprecian las rozas de los tejados de las dependencias monásticas que se adosaban a la iglesia. Por lo tanto, en San Pedro de Dozón se repite la ubicación tradicional de las dependencias claustrales al lado meridional. Consecuencia del uso exclusivo por parte de las monjas de este acceso, la puerta sur poseía un menor desarrollo decorativo que las restantes; lo mismo sucede con las ventanas, que en el resto de los muros están totalmente desarrolladas pero aquí son saeteras lisas con abocinamiento interno.

De las dependencias monacales no se conservan más testimonios que varios capiteles entregos, una basa ática, sillares moldurados con baquetones, canecillos en proa y dovelas reutilizadas como sillares en las casas de la aldea.
Las dovelas responden a modelos que se ven en las ventanas del ábside, como un bocel en la arista seguido de una mediacaña perlada y otra, mutilada, tal vez con motivos vegetales. Otras que aparecen embutidas en un edificio contiguo a la iglesia reproducen un esquema más sencillo, con bocel en la arista y seguida en la rosca de dos hendiduras con una moldura de corte triangular central.
Más arriba del tejaroz, las cobijas en nacela del alero son sostenidas por canecillos también en curva de nacela y decorados de forma diversa, como con perlado, cruz patada con disco central, una línea en zigzag, taqueado, flor cuadripétala, hojas y, en su mayoría, con superposición de placas decrecientes.
Ábside y muro norte 

El muro norte presenta tan sólo dos contrafuertes, a diferencia de los tres del opuesto, y cuenta con un tramo más ancho, donde se abrió la portada septentrional.
La portada está ligeramente descentrada y adelantada con respecto al muro. La componen una doble arquivolta apuntada y una chambrana. La arquivolta menor dispone en la arista un bocel al que sigue en la rosca una decoración de hojas rizadas de acanto vueltas en los extremos y distribuidas radialmente. La arquivolta exterior emplea también un baquetón en la arista y otro en la rosca. La chambrana se decora con hojas iguales a las de la arquivolta interna.
Las arquivoltas descansan en pares de columnas acodilladas de fustes lisos y monolíticos. Las basas áticas tienen un diámetro excesivo y muestran garras variadas en los extremos, donde nos encontramos con las cabezas de un ave y de un cuadrúpedo y una cinta curva ancha. Los plintos cuadrangulares están decorados en sus frentes con motivos actualmente ocultos por el musgo. Valle Pérez dice que son arquitos que presentan la peculiaridad de contar con desarrollo completo, es decir, con minúsculas columnas en donde se diferencian los capiteles y los arcos con las dovelas por incisiones. Los capiteles que coronan los fustes son vegetales. Los de la derecha se decoran con hojas de acanto nervadas con los bordes vueltos, acomodadas en dos niveles. Los de la izquierda presentan modelos dispares. El exterior repite los dos niveles de hojas, pero esta vez lo componen hojas apuntadas, lisas y rematadas en bolas, a excepción de una. El interior es el único de entrelazos, que dibujan en el frente una forma acorazonada y en los laterales sendas mitades. Los cimacios de perfil en nacela son lisos y se prolongan por el muro, hasta el contrafuerte oeste.
Portada septentrional.
Detalle
Mocheta y capiteles de la portada septentrional.
Capiteles y mocheta de la portada septentrional. 

La arquivolta menor alberga un tímpano apuntado con unos apéndices en media cola de milano en los extremos inferiores. Estas prolongaciones sirven de salmeres de un falso arco de descarga que rodea el tímpano. En su centro se decora con una cruz griega con un disco central en el que se inscribe una flor hexapétala, motivo repetido en los extremos del brazo transversal, aunque son cuatripétalas. El tímpano es sostenido por dos mochetas en nacela decoradas con flores. La derecha tiene nueve pétalos muy estilizados y botón central, mientras que la izquierda es un capullo de cinco pétalos. Las mochetas presentan baquetones lisos en sus aristas, moldura que se continúa a lo largo de las jambas y el tímpano.
Sobre la puerta, de mayor riqueza que la del acceso sur, se dispone una nueva cornisa volada sobre una sucesión de arquitos. La cornisa de perfil compuesto tiene la parte inferior convexa y la superior cóncava, decorada con minúsculas hojas lisas apuntadas curvadas en el término. Los arquitos en los que descansa son de medio punto, tallados en sillares monolíticos apeados en canecillos en curva de nacela poco pronunciada, que están decorados con motivos geométricos o vegetales simples.
Por encima de este primer tejaroz se alza la cornisa que recorre el hastial, repite la estructura sobre arquitos aunque la moldura se ha simplificado a una moldura inferior convexa con una prismática superior, ambas sin ornamento. Los arcos ahora poseen menor tamaño y reposan sobre una colección de canes en proa y en nacela con una decoración más variada (dobles perlados, hojas variadas, flores, modillones, placas superpuestas, etc.).
Sobre esta cornisa y a eje con la puerta se sitúa la espadaña con tronera doble en arco de medio punto. Estos arcos están perfilados por una moldura en caveto que sigue la misma directriz y está decorada con damero taqueado. Los arcos se apean sobre una moldura en nacela que actúa como separación entre ellos y los pilares prismáticos de la tronera. La disposición del campanario en esta ubicación es atípica.

En los otros dos tramos de esta fachada se abren sendas ventanas que se organizan de modo análogo, con arquivolta de medio punto y chambrana. Aquélla mata su arista con un baquetón que genera molduras triangulares en la rosca y el intradós. Las chambranas se dividen en dos partes: la arista, que se mata con un baquetón, y la rosca, que se decora de modo diferente en cada una de las ventanas. En la occidental hay una profunda mediacaña lisa. La oriental es cóncava, decorada con un taqueado.
Las arquivoltas se alzan sobre columnas acodilladas de fustes lisos y monolíticos, con basas áticas sobre plintos cúbicos lisos y capiteles con decoración vegetal. Los capiteles entregos presentan en un solo orden hojas apuntadas muy pegadas a la cesta, distribuidos, dos de ellos, con alguna bola en los extremos, uno sin ninguna y el cuarto con una peculiar proliferación de motivos. Este último antepone a las hojas lisas una nueva hilera de hojas de perfil recortado y nervio central abultado que se curvan en el ápice. Los cimacios en curva de nacela lisa se prolongan hasta los contrafuertes. En el centro de la ventana se abren saeteras de amplio derrame interno, rematadas en arco de medio punto. El espacio cobijado bajo el arco, que se correspondería con el tímpano, presenta en ambas ventanas una curiosa apertura en arco de medio punto ciego que carece de función, más allá de la decorativa. Valle Pérez ha señalado que puede tratarse de una modificación del proyecto inicial, en el que se había planeado una solución similar a la de los arcos del ábside, que, como se verá a continuación, presentan doble abocinamiento.

El hastial occidental se alza sobre dos retallos escalonados en arista viva, de los cuales, por el desnivel del terreno, en los muros laterales sólo es visible el superior. Presenta dos contrafuertes prismáticos que dividen la fachada en tres tramos, los laterales excesivamente estrechos flanquean la portada. El central está resaltado.

Ligeramente descentrada se abre la portada de doble arquivolta y chambrana apuntada. Las primeras con gruesos baquetones en las aristas, seguidas en la rosca de una acanaladura y una moldura triangular. La chambrana se decora con una línea en zigzag. Las arquivoltas cargan sobre pares de columnas acodilladas con esbeltos fustes monolíticos lisos, basas áticas, plintos cúbicos sin decorar y capiteles vegetales entregos.

Mocheta y capiteles de la portada occidental.
Capiteles y mocheta de la portada occidental. 

El capitel exterior de la jamba derecha presenta dos órdenes de hojas rizadas muy pegadas al bloque, que se vuelven en los extremos, y una hoja con forma de lengua y hendidura central en la esquina. En el interior la mitad inferior de la cesta permanece lisa; entretanto en la superior aparecen tres hojas iguales a las del capitel recién descrito.
Tras la central se acomoda otra apuntada lisa. En la jamba opuesta, la cesta exterior tiene la mitad inferior lisa con cuatro resaltes vegetales en forma de media flor de lis; en la superior hay tres hojas, dos laterales y una en la arista, son apuntadas y se anillan en el ápice, de donde surge una nueva hoja en forma de palmeta. El capitel interior, con la parte inferior limpia, marca exclusivamente el borde superior con cinco hojas lisas apuntadas con bolas. Los cimacios en nacela se prolongan por los frentes del muro hasta los contrafuertes, por lo que actúan además como soporte de la chambrana.
El tímpano de esta puerta es apuntado y monolítico y, a diferencia de los anteriores, no presenta decoración. La forma de este tímpano es la misma del de la puerta septentrional, con apéndices en la base. El dintel presenta un baquetón en la arista que se continúa por las mochetas y las jambas. El baquetón aparece también en los codillos que se sitúan entre las columnas.
Entre los contrafuertes se coloca sobre la puerta un tejaroz montado en canecillos en proa y en nacela con decoración geométrica (zigzag, dobles modillones y resaltes). Por encima de esta cornisa se abre una saetera rematada en arco de medio punto. Sobre este vano corre una nueva cornisa que une los remates de los estribos y posee simples losas como cobijas y carece de canecillos. Sirve como asiento de una nueva ventana, ciega, que se muestra centrada en la fachada, pero desplazada con respecto a la puerta y la saetera. La arquivolta del vano es de medio punto y está rodeada por una chambrana. La primera tiene un grueso baquetón en la arista al que siguen las molduras hendidas y una de perfil triangular central; la segunda es lisa, cortada en caveto. La arquivolta se apoya en columnas acodilladas, de fustes lisos y monolíticos, con basas áticas y capiteles entregos, una vez más vegetales. En sus cestas se acomoda un único orden de hojas picudas y lisas, en el meridional, y, en su compañero, las hojas sólo se ven en los extremos superiores y la parte inferior permanece lisa. Los cimacios en nacela lisa penetran unos centímetros por el muro.
Corona el piñón occidental una cruz de brazos iguales que se ensanchan en los extremos. En el testero oriental de la nave hace pareja con un Agnus Dei sin la cruz antefija que se acomodaba sobre su lomo.
Cabecera 

La cabecera se alza sobre un triple rebanco con cada retallo baquetonado en la arista. El límite entre el tramo recto y el hemiciclo queda delimitado por un contrafuerte prismático que rompe la continuidad del rebanco. En el tramo recto septentrional se adosó un arcosolio, hoy en día se encuentra vacío, pero posiblemente desempeñase una función funeraria. Se cierra mediante un arco de medio punto con la arista baquetonada. Entre el arcosolio y el contrafuerte occidental hay colocados dos tambores de una columna sobre una basa ática, de finalidad incierta.

El hemiciclo se halla dividido en cinco tramos por cuatro columnas entregas que descansan sobre cubos de sección prismática que se colocan ante el retallo. Las basas de las columnas son áticas con el toro inferior poco desarrollado y con garras en los extremos. Los plintos son cuadrangulares; uno decora la arista superior con un sogueado, dos exornan sus frentes con arquitos de medio punto excavados y el cuatro permanece liso. Los fustes de las columnas son lisos, compuestos por tambores de igual altura que las hiladas del muro al que se adosan. Los capiteles son vegetales con formas muy geometrizadas.
El primero de ellos presenta tallos que, naciendo en el collarino, se anillan en la parte superior, desde donde se bifurcan para rematar en hojas nervadas. Le sigue uno con hojas lisas de perfil apuntado con bolas en el remate. El tercero es el único que organiza en dos órdenes sus hojas, que son alargadas y curvadas en la punta. El último tiene hojas alargadas rematadas en punta en el extremo, se disponen pegadas las unas a las otras y en los espacios entre los remates hay círculos rehundidos muy deteriorados.
En los intercolumnios se abren cinco ventanas. Éstas son en los extremos saeteras con derrame doble, cerradas por un arco de medio punto liso. Las siguientes, las de los tramos pares, son ciegas, lo cual permite que en la parte superior se adornen con tímpanos semicirculares.
El del Sur exhibe tres tallos con hojas estilizadas, lisas y con una discreta hendidura central. El del Norte despliega en el centro una cruz patada; en el núcleo y en el término de cada brazo hay un disco con incisiones circulares que repiten la estructura cruciforme. La cruz se apoya en una peana rectangular sin decorar, de cuyos bordes nacen sendos tallos, de donde brotan palmetas muy geometrizadas. A cada lado del pedestal tres semicírculos cierran la composición.
El vano del tramo central es el que posee un mayor protagonismo ornamental. El hueco se horada con dos rosetones, el inferior es de mayor tamaño. En paralelo al arco de cierre de la ventana se dispone una mediacaña decorada con bolas menudas y un fino baquetón. Por debajo de ésta se dispone un primer óculo cortado en chaflán decorado y con motivos similares a los vistos en los plintos (cruces patadas de brazos ensanchados con botón central y círculos perforados en torno a uno central, en ambos casos inscritos en círculos). El rosetón inferior talla su arista en caveto y se decora con hojas apuntadas en cuyo vértice hay bolas.
La tracería se organiza en torno a un círculo central alrededor del que se colocan en forma de cruz cuatro nuevos círculos. Los discos se disponen tangentes, de tal modo que el punto de contacto entre ellos está perforado, por lo que tienen la apariencia de arcos muy cerrados. En las enjutas se instalan tres hojas, una de menor tamaño en el centro y dos laterales más largas curvadas siguiendo la directriz del arco.
Las arquivoltas que cierran las ventanas del ábside tienen en la rosca una escocia entre dos baquetones. Las escocias de las ventanas ciegas, las que flanquean a la central, se decoran una con un perlado muy junto y otra con capullos de flores cuadrifolias. La ventana central presenta la rosca dividida en dos partes con decoración; la interior con una línea en zigzag en las escocias, mientras la exterior muestra unas lunas en ciclo creciente y menguante.
Las chambranas son taqueadas, a excepción de la central con flores muy geometrizadas de cinco y seis pétalos con botón central resaltado. La segunda meridional lo hace también con una especie de flores o estrellas compuestas por una cruz y un aspa.
Las arquivoltas de todas ellas se apoyan en columnas acodilladas de fustes lisos monolíticos y basas áticas con garras sobre plintos cúbicos. Estos plintos poseen decoración variada: arcos de medio punto con diferentes variantes (un resalte en semicírculo en la parte inferior, un disco circular pendiente de la clave o un arco de herradura), estrellas y líneas en zigzag o motivos inscritos en círculos (cuadrifolias, cruces griegas patadas con disco central, flores).
Los capiteles son todos vegetales con múltiples combinaciones, a excepción de uno. Uno posee hojas nervadas y curvas en el extremo dando lugar a otra hoja, también nervada, de menor tamaño. Otro tiene hojas alargadas muy pegadas a la cesta, terminadas en pico y horadándose los espacios intermedios de las hojas con pequeños arquitos. Tres cestas muestran hojas nervadas o lisas rematadas en pomas acomodadas en uno o dos órdenes; las que lo hacen en dos niveles se acondicionan con hojas nervadas de perfiles recortados vueltas sobre sí mismas formando volutas. Otros poseen ramas que arrancan del collarino y de las que brotan hojas, mientras en el remate cobran forma de flor de lis. El último con motivos vegetales exhibe tallos anillados de los que cuelgan hojas nervadas. El único capitel que no recibe decoración vegetal es el meridional de la segunda ventana sur. En él se representa en cada frente un ave de largas y delgadas patas, cuello estilizado y pico estrecho; son zancudas o cigüeñas. Se disponen afrontadas de tal manera que sostienen un objeto con sus picos. Los cimacios en nacela se prolongan por el muro hasta las columnas divisoras del ábside. Los cimacios de los vanos meridionales permanecen sin decoración, pero el resto reciben ornatos variados como rombos que albergan en su interior diminutas hojas, unas apuntadas con o sin rebaje central y otras apuntadas con una minúscula bola en el ápice.
El cierre de los muros del ábside se realiza mediante una cornisa de arcos de medio punto igual a la empleada en el costado septentrional. Hay cuatro arcos en los tramos del hemiciclo y tres en los rectos. Las cobijas se cortan en curva de nacela y vuelan sobre la sucesión de arquitos de medio punto de sección prismática; éstos se apean sobre canecillos y sobre las columnas que organizaban el hemiciclo. Los canecillos se cortan en proa o en curva de nacela con motivos geométricos o motivos vegetales simples, a excepción de uno que representa una figura humana sedente, con las manos sobre las rodillas y bucles en el pelo. En el tramo recto del costado sur no hay canecillos, los arquitos rematan en el salmer compartido entre arcos contiguos.
Bajo la ventana septentrional hay un epígrafe que distribuye su texto en cuatro renglones, dispuestos aprovechando las hiladas del muro. La lectura es la siguiente:
EGO: GONTRO[DO] SUARII: EDIFICAVI ISTUM / MONASTERI: IN HONORE: S[AN]C[T]I P[ET]RI / IN: ERA: Mª Cª Lª XLIIª: / E? OGO.
Como ya se mencionó al comienzo, este epígrafe conmemora y perpetúa la memoria de la fundadora del monasterio, así como la fecha en que tal fundación tuvo lugar y que no ha de confundirse con la construcción de la actual iglesia, que reemplaza a la primitiva. La última línea es la que ofrece más complicaciones, con un signo que no ha sido descifrado tras la E y para el cual Bango Torviso ha planteado la posibilidad de que se tratase de una marca o del nombre del maestro, al encontrarse ligeramente separado del bloque de texto.

En el interior del templo el espacio de la nave se cubre con una techumbre de madera a dos aguas con los tirantes apoyados sobre ménsulas en cuarto de bocel. Los paramentos se alzan sobre un banco de piedra con la arista sin matar, hoy poco destacado del nivel del suelo. Sobre él se sitúan a cada lado sendas semicolumnas con plintos rectangulares y basas áticas, algunas con garras, cuyos fustes están compuestos por tambores que coinciden en altura con los sillares del muro. Las columnas mueren a media altura sin que nada indique que se hubiesen continuado hasta una altura mayor en algún momento. Estas columnas, que se corresponden en el exterior con los contrafuertes, indican que el edificio se proyectó abovedado, pero una vez comenzado y por motivos desconocidos, se decidió cambiar a la solución actual, más económica y menos arriesgada técnicamente. La directriz de la bóveda podría ser apuntada como la del tramo recto del ábside. En el proyecto original las columnas tenían la función de sustentar los arcos fajones que actuaban de refuerzo.
En los tramos occidentales del muro norte las estrechas ventanas exteriores se abren como vanos abocinados con remate en arco de medio punto, mientras las puertas se abren en arco de medio punto con perfil en artista. En el cierre del hastial occidental hay una superposición de puerta apuntada y saetera, que se diferencia de las otras por tener el arco doblado; además la ventana del último nivel, apreciable desde el exterior, no tiene correspondencia en el interior.
El ábside está ligeramente más elevado, desnivel que salvan unos escalones. Se cubre en el tramo recto con una bóveda de cañón con un leve apuntamiento; mientras el de cierre del hemiciclo se realiza con una bóveda de horno con una clave en flor, compuesta por un botón central rodeada por dos órdenes de pétalos.
La comunicación entre el presbiterio y la nave se realiza a través de un arco triunfal ligeramente apuntado y doblado, con las dovelas en arista. La dobladura carga sobre el muro de cierre, mientras el arco menor lo realiza sobre dos columnas embebidas. Sus fustes lisos están compuestos, al igual que los de la nave, por tambores de la misma altura que las hiladas y descansan sobre basas áticas con unas volutas en los extremos que actúan de garras. Bajo las basas corre un banco de fábrica con la arista matada por un baquetón que rodea el perímetro del ábside como un zócalo.

Los capiteles decoran sus cestas con motivos vegetales. En el del lado de la epístola se organizan en dos niveles, hojas con perfil en sierra con una incisión central y terminados en los extremos con volutas anilladas. El del evangelio presenta también un doble orden de hojas apuntadas y nervadas con una pequeña poma que pende del extremo superior. Los cimacios se cortan en nacela lisa; se prolongan por el frente del arco triunfal hasta el arranque de los muros laterales de la nave y por el interior del presbiterio, donde actúan de línea de imposta de la que arrancan las bóvedas.
El tramo recto del muro presenta a media altura, bajo la línea de imposta de la bóveda, una nueva moldura que se organiza mediante un bocel grueso en la parte inferior, una escocia central y un nuevo bocel de menor tamaño. En el muro septentrional hay una credencia resuelta como una hornacina rematada en arco de medio punto, con una de las dovelas decorada con una hoja cuadrifolia inscrita en un círculo. En el espacio previo al tránsito entre el tramo recto y el hemiciclo se sitúa un nuevo arco sostenido por columnas. Este arco es más apuntado que el arco triunfal y carece de dobladura. Las columnas sólo se diferencian de las anteriores en el tratamiento de los capiteles. El meridional muestra una banda inferior lisa sobre la que nacen pequeños motivos vegetales, similares a brotes, que se curvan en el borde superior rematando en una poma, mientras el capitel septentrional deja su cesta troncopiramidal totalmente lisa.
En el hemiciclo se abren cinco ventanas, dos de ellas ciegas. La ventana central, parcialmente oculta tras el retablo, ostenta un mayor cuidado decorativo. Las otras tres comparten características; constan de una arquivolta de medio punto, de sección prismática sin decoración, que ciñe una saetera de amplio abocinamiento interno. La ventana central dispone en la arista un baquetón que genera en la rosca una escocia, decorada con un tallo vegetal ondulante del que parten pequeñas hojas de perfil estilizado. El retablo oculta y resta el protagonismo de la ventana que, a todas luces, debía resultar muy efectista de iluminación, ya que la luz se filtraba a través del óculo y el rosetón descritos en el exterior.
En cuanto a la articulación del resto de los vanos, muestran las mismas características. Voltean sobre columnas acodilladas de fustes monolíticos lisos. Sus basas áticas son entregas; algunas presentan los plintos decorados con motivos geométricos tales como rombos, aspas, círculos concéntricos, flores geometrizadas inscritas en círculos o un trisquel de múltiples brazos curvos. El modelo de capitel más repetido es el mismo que el empleado en la columna septentrional del arco triunfal con hojas apuntadas lisas con pomas; aunque aquí aparece también con la variable de organizarse en un solo orden. Otro capitel reproduce el esquema del capitel meriodional del arco triunfal, aunque simplificado. El resto de los capiteles responden a los siguientes motivos: unos con tallos dobles anillados en la parte superior y, sobre esta unión, se bifurcan hacia los ángulos formando hojas nervadas; algunos con tallos laterales que nacen del collarino y brotan como hojas estilizadas, mientras el ápice se resuelve con una hoja con terminación en bola; y otros con hojas con múltiples hendiduras verticales. A estos capiteles les acompaña uno con la representación de una pelea de aves; curiosamente, se corresponde con el exterior decorado con cigüeñas o zancudas. Un ave de menor tamaño ataca con sus patas y pica a otra mayor, de grandes patas y largo pico. Los cimacios de los capiteles de las ventanas se corresponden con la continuación de la línea de imposta de la bóveda.
La antigua iglesia monacal de San Pedro de Dozón, tal y como se ha descrito, muestra un amplio repertorio decorativo centrado en el empleo de elementos geométricos y vegetales estilizados, tanto que llega a ser eliminada totalmente en un capitel que permanece liso. Las únicas excepciones figuradas son el canecillo con un hombre sedente y los capiteles con aves. Unido todo esto a los arcos apuntados hace evidente que la cronología de la obra es avanzada y que hay influencia de los preceptos artísticos cistercienses. En el caso de Dozón el influjo viene sin duda de Oseira, dada su proximidad geográfica y la estrecha relación entre los dos monasterios. El elevadísimo número de coincidencias llevaron a concluir a Valle Pérez que no se trata de una simple influencia, sino que es una intervención realizada por un artista que trabajó en la fábrica de Oseira o bien se formó allí.
Los elementos arquitectónicos que se vinculan a Oseira son múltiples. El tipo de cornisa sobre aleros de arquillos responde a un modelo difundido por la provincia de Ourense, donde se encuentra en la catedral orensana y que se empleó en Oseira en el tejaroz que corona la puerta del crucero norte. Precisamente esta puerta articula del mismo modo los elementos que se han descrito en Dozón. También se vinculan al monasterio cisterciense el tímpano, con apéndices inclinados en el dintel, o el exterior de la rosca, decorada con hojas nervadas y vueltas dispuestas radialmente como aparecen en la portada norte del monasterio cisterciense. La división de la rosca de la ventana y el ábside en dos bandas decorativas diferenciadas repite el modelo de un vano de la cabecera de la abadía.
El número de motivos decorativos de los capiteles, donde se repiten soluciones que se dan en Oseira, es muy amplio. Los capiteles siguen su modelo los de hojas dispuestas muy pegadas a la cesta, llegando a dejar sin decorar la mitad inferior o incluso toda la cesta, característico de los capiteles ursarienses. Los tipos de hojas de acanto curvadas en los extremos, las hojas lanceoladas con círculos en las puntas, las hojas nervadas y las flores geometrizadas con botón central, entre otras, se inspiran en los de la abadía. El capitel de la ventana del ábside con dos aves de patas largas es una reproducción del capitel, conocido tradicionalmente como de las cigüeñas, de la girola de Oseira que, recientemente revisado por Sánchez Ameijeiras, ha concluido en que son zancudas lo que allí se representa. Por supuesto el capitel totalmente liso se ajusta a la austeridad cisterciense.
La decoración de los plintos también reproduce soluciones de Oseira, como los arquitos con sus múltiples variantes, modelo bastante difundido en el románico gallego; o el trisquel de radios curvos, esquema poco habitual y que evidencia los estrechos vínculos artísticos.
El tema de la cruz en los tímpanos de las puertas es habitual en la decoración de los tímpanos de iglesias rurales por tratarse de un elemento simple que actúa como sacralizador del espacio. La particularidad de Dozón reside en el hecho de representar un modelo de cruz que reproduce cruces de orfebrería. El primer caso en el que se reproduce una de ellas aparece en San Lourenzo de Carboeiro (Silleda) y se repite en otros templos. La de Dozón responde a un tipo de cruz que se ajusta al diseño bizantino de cruz con los extremos redondeados. Sánchez Ameijeiras propone que Dozón seguramente contase con una cruz de origen oriental de tesoro de altar, cuya rareza y admiración llevaron a la transcripción de este reputado modelo a la piedra. El mismo modelo de cruz aparece también en la distante iglesia de San Pedro de A Mezquita (Ourense), iglesia de suficiente entidad como para poseer una. En iglesias cercanas a Dozón, como San Martiño de Asperelo (Rodeiro) o San Xoán de O Sisto (Dozón), la misma decoración en sus tímpanos se debe a la repetición de la fórmula aplicada en Vilanova de Dozón.
En cuanto al único canecillo con figuración humana –a pesar de no disponer de un modelo en Oseira–, no entra en contradicción con el hecho de que el mismo taller vinculado a Oseira que trabajó en Dozón lo hubiese realizado. La figura está próxima a formas mateanas en el tratamiento del peinado, resuelto con pequeños rizos. La influencia de Mateo fue importante en la catedral de Ourense, con la que Oseira guarda a su vez relación, como queda demostrado por ejemplo en el uso del alero de arquitos. El hecho de que en Oseira, dada la austeridad decorativa cisterciense, no se reprodujese ninguna figura humana, no implica que el motivo fuese desconocido para el artista. Podría ser conocido pero permaneció latente hasta reaparecer en Dozón.
Sin embargo, a pesar de la estrecha relación con la iglesia de Oseira, en Dozón también aparecen soluciones novedosas en el cierre del ábside, tanto por el uso de ventanas ciegas con tímpanos decorados como en el desarrollo de la ventana central con dos rosetones superpuestos.
San Pedro supone un punto medio en la difusión de diseños introducidos por el Císter, que le llegan vía Oseira, y que se expanden por iglesias parroquiales más o menos distantes. Ello la convierte en una obra interesante no sólo a nivel individual sino como obra de referencia para el estudio de determinados edificios tardíos del entorno. La fábrica de Dozón tuvo una importante influencia en iglesias cercanas como Santa María de Dozón o San Xoán de O Sisto (Dozón), San Martiño de Asperelo (Rodeiro) y en iglesias más distantes como de Santa Xulián de Ventosa (Agolada). Su ascendencia ursariense le hace compartir peculiaridades con iglesias próximas como las de San Vicente de Rodeiro, San Pedro de Alperiz (Lalín) o San Santa Baia de Aguada (Carballedo, Lugo).

La cronología del templo no atiende a ninguna referencia segura, aunque en ningún caso deberá tomarse la fecha del epígrafe del ábside como data de inicio o finalización de la obra. Para la datación se ha de recurrir a una aproximación a partir de sus peculiaridades estilísticas.
Características constructivas y ornamentales del edificio similares a las que aparecen en la cabecera y el crucero de Oseira hacen que se deba fijar la cronología de finalización de las obras de estas partes como la de partida de Dozón. La fecha asignada al transepto y al ábside de Oseira son los primeros años del siglo XIII. El límite cronológico que no debería rebasar la construcción de Dozón lo facilita la iglesia de San Martiño de Asperelo (Rodeiro). Esta iglesia está próxima tanto a Oseira como a Dozón, con cuyas iglesias mantiene analogías, aunque presente una menor calidad. Bajo la ventana del testero de Asperelo se conserva una inscripción en la cual se indica el comienzo de las obras de ésta en 1225. Como ya se indicó en el apartado histórico, la iglesia de Asperelo fue donada por Alfonso VII al monasterio de Dozón en 1154; respondiendo a un esquema lógico, la iglesia del monasterio se edificaría primero y una vez que estaba concluida o era inminente su finalización se envió un grupo de artesanos a la iglesia de Asperelo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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