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viernes, 1 de diciembre de 2017

Capítulo 18 - La evolución política del mundo helenístico


CAPÍTULO XVIII

La evolución política del mundo helenístico

El equilibrio del siglo III a. C.
En el siglo III a. C. existía un precario equilibrio entre las tres dinastías descendientes de los diádocos, (los llamados epígonos  'los nacidos después' o 'sucesores') que se repartieron los territorios de forma poco homogénea y aun forzada. Macedonia y la Grecia continental fue gobernada por los descendientes de Antígono (los Antigónidas); Egipto, Chipre y Cilicia por los Lágidas; y Asia Menor, Siria, Mesopotamia y Persia occidental conformaron el poco homogéneo Imperio seléucida.
Al lado de las tres monarquías principales, coexistían otros reinos más pequeños, pero que desempeñaron un papel destacado, como el reino de Pérgamo, controlado por los Atálidas; el reino del Epiro, en la actual Albania; los reinos del Ponto y de Bitinia, en Anatolia; o el que fundó Hierón II en Siracusa, en la Magna Grecia.
Es preciso añadir además las confederaciones de ciudades que se oponían a los intereses de otros reinos mayores, especialmente a Macedonia, como fueron la Liga Aquea y la Liga Etolia, que desempeñaron un importante papel en la zona egea hasta la conquista romana. Algunas de estas ciudades llegaron incluso a preservar completamente su independencia y a mantener relaciones en pie de igualdad con los reinos helenísticos, como es el caso de Rodas.

Dinastía Lágida o de los Ptolomeo
A la muerte de Alejandro, uno de sus sucesores, Ptolomeo Lagos, se hizo con el gobierno de Egipto, dando lugar a la Dinastía Lágida o Ptolemaica y al reino helenístico de Egipto.

1. Periodización de la época helenística egipcia
La historia de Egipto en época helenística puede dividirse en dos épocas:

1.1 Antes de Ptolomeo II Filadelfo
Cuando se encuentra una cultura egipcia relacionada con Grecia ya en el período saita.
Se caracteriza por un ejército y una marina fuertes, formados por griegos y macedonios, bien pagados. El Estado mayor también estaba formado por macedonios y griegos. Para la parte económica se apoyaban los primeros gobernantes en semitas helenizados.
Se llevó a cabo una política de prestigio unía a Alejandría, su nueva capital norte y Tlemaida como capital sur, para equilibrar a Tebas: Todo esto llevado a cabo sobre un país con millones de egipcios que cambiaban poco a lo largo del tiempo.

1.2 Desde Ptolomeo II Filadelfo (285-247 a.C.)
Se lleva a cabo una organización social, económica, financiera y legal para conseguir un aumento de producción y mejor organización más apropiada y completa por medio de la adopción de nuevos recursos técnicos.
El fin último de toda esta política económica era aumentar y estabilizar los ingresos reales, llevada a cabo por una serie de funcionarios reales: Ministro de Hacienda (dioiketés) y delegados en los nomos (oikonomos).
Reino de Ptolomeo

a) Basada toda esta reforma en los principios básicos del Estado oriental: Identidad Rey-Nación, Nación propiedad del Rey. Y obediencia ciega del pueblo a los dictados del rey y de los dioses.
b) Restringida la reforma por el poder de los sacerdotes y los templos, las ciudades y la aristocracia y por la tendencia a la feudalización en las monarquías orientales.
c) Influida por la experiencia y formación griegas del Estado Mayor y la Corte Ptolemaicos en la terminología, en la figura intermedia del arrendatario de impuestos (telonai), garantizado por fiadores, actuando a veces en grupos o sociedades, la intervención administrativa en los distintos ingresos reales, también es griega, pero ignora algo esencialmente griego: la propiedad privada, reconocida y protegida por el Estado como base de la sociedad y el libre juego de las fuerzas e iniciativas económicas.
Estas dos cosas nunca desaparecieron del todo, creando una especie de contradicción dentro del Estado Ptolemaico.

1.3 Con la muerte de Ptolomeo III Evergetes (221 a.C.)
Al morir este rey se cerró el ciclo de la grandeza de los Lágidas: En el siglo II a.C. se acentuó su decadencia por la explotación cada vez mayor de los indígenas y la gradual falta de incorporación de elementos grecomacedónicos.
Los Ptolomeos consideraron Egipto como su núcleo territorial central y no como una provincia: explotaron en su propio beneficio las creencias religiosas tradicionales e impulsaron, con algún éxito, la simbiosis greco-egipcia que suavizó los problemas de la heterogeneidad cultural interna.

2. La Dinastía de los Reyes Lágidas o Ptolomeos
Los Ptolomeos fuera una dinastía macedonia que reinó en el Egipto helenístico. 
Fueron los únicos soberanos extranjeros que vivieron y reinaron, en toda la historia de Egipto, durante tres siglos, siendo Egipto la sede de su Estado.

2.1 El fundador de la Dinastía: Ptolomeo I Soter
El fundador de la Dinastía Lágída fue Ptolomeo I Soter (Salvador) (323-285), nombre que le dieron los Rodios por haberles librado de Demetrio Poliorcetes, que la asedió con grandes máquinas de guerra, aunque no pudo tomarla, siendo ayudados por Ptolomeo, quien tras ello, se le dio culto como salvador, después de haber sido consultado al oráculo de Amón si convenía que ellos le adorasen como dios, de donde le viene el nombre dinástico de Soter.
Era hijo de Lagos (de donde le viene a la Dinastía el nombre de Lágida), obscuro oficial macedonio de Alejandro, y de Arsinoé, prima de Filipo II de Macedonia. A la muerte de Alejandro, obtuvo el poder en Egipto y no lo dejó, convirtiéndolo en reino en el año 306, tras ser derrotado en Salamina de Chipre por Antígono el Cíclope y su hijo Demetrio Poliorcetes.
El rasgo dominante de su temperamento fue el buen sentido y la ambición. Eliminó a Pérdicas, tras haberle acusado de haber robado el cadáver de Alejandro y de querer sucederle delante del ejército macedonio. Casi no sintió la seducción del fasto oriental y en el trono egipcio no modificó su espíritu macedonio.
Ptolomeo fue uno de los primeros Diadocos que abandonó la idea de la unidad del Imperio de Alejandro y pasó su vida luchando contra los que querían restaurarlo.
Asegurada la independencia de Egipto, trató de defenderla, anexionándose las zonas limítrofes naturales del Valle del Nilo: Cirene, Palestina, Celesiria, Fenicia y Chipre, aunque también, en los años 309-308, acudió en ayuda de la libertad de los griegos, estableciéndose en el Peloponeso, en Corintio y Sición e intentó casarse con Cleopatra, hermana de Alejandro Magno, para atribuirse derechos de sucesión al Imperio o al trono de Macedonia, ocupado por Casandro, su aliado natural contra la potencia de Antígono.
Sus objetivos en su reino fueron políticos y económicos: En primer lugar, defender a Egipto con un cinturón protector de tierras, conquistar zonas cercanas ya helenizadas, donde conseguir mercenarios y marineros para su flota, aprovisionarse de materias primas para el desarrollo político y económico de Egipto: cobre, madera, pescado y obtener divisas en forma de tributos o contribuciones, para colocar a Egipto entre las primeras potencias económicas.
Su política interior es casi desconocida, aunque parece ser que procuró reforzar el sistema autoritario de las estructuras tradicionales de explotación.
Hizo de Alejandría del Nilo la capital de su reino, convirtiéndola en una bella ciudad griega, metrópolis comercial que fue el granero de Egipto y también centro de irradiación artística. Se crearon el Museo y la Biblioteca, fundados por Demetrio de Falero, el hombre de Casandro, y durante su reinado comenzó la divinización o el culto a los soberanos, que comenzaron los rodios. Este culto, rendido al rey por los griegos, es un fenómeno típicamente helenístico, aunque el culto al héroe no era desconocido en Grecia. Era un macedonio de vieja cepa, no de la gran nobleza, que debió ser educado entre los pajes del rey y mostró su amistad firme a Alejandro hasta su muerte, encargándose de misiones delicadas, como la captura del sátrapa Bessos, el año 329.
Ptolomeo, en un principio, gobernó en Egipto como un sátrapa, como prueba el papiro griego más antiguo descubierto hasta el presente, el Papiro de Elefantina n.° 1, contiene una disposición que se fecha en el decimocuarto año de la satrapía de Ptolomeo. Corresponde esta fecha al año 311. Entonces no había ya ningún rey, pero los gobernadores del imperio de Alejandro, los Diadocos, no tomaron ellos mismos el título de reyes hasta el año 306 a.C. o después.

2.1.1 Política interior de Ptolomeo I Soter
Ptolomeo I prosiguió la práctica iniciada por Alejandro Magno, fundando numerosas ciudades para establecer en ellas a los mercenarios griegos y macedonios cuyo apoyo dependía su poder. Pero estas ciudades no eran de estilo griego sino que mezcló a su gente con el pueblo egipcio, en el territorio o en las capitales de los nomos o provincias en que estaba dividido Egipto.
Estas metrópolis fueron a menudo ciudades de dimensiones reducidas, como Hermópolis, la ciudad de Hermes o Heracleópolis, la ciudad de Heracles. No tenían gobierno autónomo ni asamblea popular u otros organismos griegos sino que estuvieron sujetas a la autoridad del gobernador del nomo en que estaban situadas. Ptolomeo fundó solamente una ciudad griega: Ptolemais, en el Alto Egipto, en la orilla occidental del Nilo, creando una especie de virreinato posiblemente para contrarrestar la gran influencia de Tebas y sus sacerdotes. Esta falta de ciudades griegas en el Egipto lágida puede deberse, a que, al contrario que Asia, Egipto respondía a una voluntad de centralización a la que la creación de ciudades hubiera puesto obstáculos.
Esta ciudad, junto con Alejandría y Naukratis, en el Delta, fueron las únicas representantes en Egipto de las tradicionales poleis griegas, con gobierno propio, aunque luego su autonomía decayó, y por ejemplo, Ptolemais vio limitada su autonomía por el general de la Tebaida, que había pasado a ser su principal magistrado. A otras ciudades les cambiaron el nombre, como Metana, en la Argólida o Latara, en Licia llamadas Arsinoé. Fundaciones nuevas fueron Arsinoé y Filadelfia, en Cilicia, así como Filoteria, cerca del lago de Genezareth. 
Otras ciudades autónomas fueron refundadas siguiendo modelos griegos, como Ake (Acre) que pasó a ser Tolemais y Tabbath-Ammán que se llamó ahora Filadelfia.
La política monetaria de Ptolomeo I no se mantuvo al patrón ático, constituyendo una excepción en el mundo helenístico la moneda real de los Lágidas, ya que acuñó según el patrón rodio y más tarde el de Cirene, que es también fenicio, con un tetradracma ligero de aproximadamente 14.25 gm. de peso. Este patrón fue adoptado después por Cartago por Siracusa bajo Hieran II, por Chipre, Siria y Fenicia.
Ptolomeo I murió el año 282 y Seleuco siete meses después en una emboscada que le preparó Ptolomeo Keraunos. Con ellos acaba la generación de los Diadocos.
Su culto divino fue fundado por su hijo Ptolomeo II que le instala, según Teócrito en un trono de oro al lado de Zeus, atribuyéndole unos honores que la Liga de los Ne-siotas le había atribuido, con unos honores «iguales a los de los dioses» 372.

2.2 Ptolomeo II Filadelfo (285-247 a.C.)
Ptolomeo II era hijo de Ptolomeo I y Berenice, la segunda esposa de su padre, que ya había tenido de su primera mujer, Eurídice, hija de Antípatro, otros tres hijos, por lo que no estaba, en principio destinado a ocupar el trono. Nacido en la isla de Cos, tuvo excelentes profesores, como el gramático Zenodoto, el estoico Estratón de Lampsaco y el poeta Pilotas de Cos, que le hicieron aficionarse al estudio de las ciencias naturales, la botánica y la zoología. A diferencia de su padre, gustó más de la diplomacia que del campo de batalla. Su dioikités Apolonio fue uno de los creadores del Egipto lágida. Los principios de su reinado estuvieron inspirados por su segunda esposa (y hermana de padre y madre). Arsinoé II Filadelfo, mujer de gran carácter que le llevaba siete años y murió en julio del año 270.
Este rey fue quizás el soberano más rico y poderoso de su época, ya que las circunstancias favorecieron la prosperidad y grandeza de Egipto, lo que le permitió consolidar las fronteras de Nubia, al sur, asentar su dominio en la Siria meridional, en las dos primeras guerras sirias y algunas ciudades fenicias como Tiro y Sidón, establecer su hegemonía sobre la liga de ciudades egeas, enfrentándose con Antígono Gonatas en la Guerra de Cremónides (267-261), llamada así por el nombre del joven discípulo de Zenón, alma de la oposición ateniense contra Antígono. Al lado de Esparta y Atenas se encontraban las ciudades griegas opuestas a las tiranías filomacedónicas.
Ptolomeo II Filadelfo presentando Maat a Ptah y Sekhmet

Ptolomeo II y las dos primeras Guerras Sirias: El enfrentamiento entre Lágidas y Seléucidas
Estas guerras reciben este nombre porque el lugar geográfico donde se desarrollaron fue la zona de Siria. Las Guerras Sirias tuvieron lugar a lo largo de más de cien años, entre dos grandes dinastías herederas de Alejandro: Los Lágidas y los Seléucidas. Estas Guerras Sirias impidieron que la civilización griega se estableciera en Asia tan firmemente como debería haberlo hecho de no haber tenido lugar estos conflictos.
Los inició Ptolomeo II y la ciudad de Mileto, que pertenecía al imperio seléucida en el año 280, era ya egipcia en el año 279. Durante su reinado tuvieron lugar las dos primeras guerras sirias:

2.2.1 Primera Guerra Siria: 274-271
Los egipcios invadieron la Siria Seleúcida, pero fueron derrotados por Antíoco I unido a Megas, medio hermano del rey egipcio, que gobernaba Cirene.
En el invierno del año 276-275, Ptolomeo II repudió a su mujer, Arsinoé I, hija de Lisímaco y Arsinoé II y se casó con su hermana y suegra, Arsinoé III, viuda de Lisímaco y Ptolomeo Kerauno, mujer de gran carácter e inteligencia, que convirtió la guerra casi perdida en un gran triunfo y en los años 273-272. Egipto poseía casi toda Fenicia y gran parte de la costa de Asia Menor, de Mileto a Cilicia.

2.2.2 Segunda Guerra Siria
Tuvo lugar durante los años 259-253, entre los reyes Ptolomeo II y Antíoco II. De esta guerra se ignoran casi todas las operaciones. Comenzó con el ataque de Antioco II a Ptolomeo II Filadelfo, por el apoyo de éste a la sublevación, en el año 262, de Éumenes, sobrino de Filétero, que se proclamó rey de Pérgamo. Sólo se sabe que terminó con la boda de Berenice, hija de Ptolomeo II con Antíoco II, aportando a su matrimonio una gran dote que se piensa puede tratarse del territorio de la Celesiria, que ambos contendientes se disputaban.
En general, se puede decir que esta guerra fue favorable a Egipto. En ella, las batallas de Cos y Éfeso, arrancaron a Egipto una gran parte del imperio ptolemaico y también perdió Egipto la hegemonía del mar.
Su hermanastro Magas, se proclamó independiente en Cirene hacia el año 275 (conservando el poder hasta su muerte en el año 250) aunque una hija de éste se casó con Ptolomeo III, afirmando así la presencia de la dinastía egipcia en esta región.
Ptolomeo II se interesó por el África interior, enviando expediciones a la IV catarata. Negoció con los nabateos, árabes independientes cuyo centro era la ciudad- rosa del desierto, Petra y fundó emporios en el Mar Rojo: Míos, Hormos, Filotera, Ptolemaida, Teron.
La política interior se dirigió a la organización del reino, dando forma definitiva a la codificación del sistema de explotación de Egipto, concebido como un bien patrimonial del soberano, haciéndose más orgánica e intensificando las actividades. 
En esta organización desempeñó un papel preponderante el dioiketés Apolonio. 
Esta organización perfeccionó y reactivó las estructuras tradicionales de explotación del país. Tuvo como novedad la introducción de la moneda y la creación de la banca real. También se realizaron grandes trabajos de obras públicas, reactivándose el canal de Necao que unía el Nilo con el Mar Rojo.
Se desecó y explotó metódicamente la depresión del Fayum, asignando parcelas a altas personalidades, se intensificó la propaganda real y la política de prestigio, incrementándose los fondos de la Biblioteca y el Museo. Se organizaron grandes fiestas que consagraban el poder real, destacando las Ptolemaia, instituidas en el año 280 en honor de Ptolomeo I, a imitación de los juegos olímpicos. De esta forma se inauguró el culto al soberano, que en esta primera época se reservó a los familiares difuntos, que se convirtieron en dioses sotéricos o salvadores.
Más tarde se divinizó a la reina Arsinoé II, que ya en vida había tomado la actitud de Afrodita, con la introducción de ciertas costumbres relacionadas con Adonis. Al establecerse el culto a Arsinoé II (a la que se asoció con el dios viviente), ésta es elevada por los Dióscuros a su vivienda entre los inmortales, mientras que su muerte se designa con la expresión partió hacia la morada de los dioses.

2.3 Ptolomeo III Evergetes I Trifon (247-227 a.C.).
2.3.1 Tercera Guerra Siria o Guerrá Leodicea. El apogeo del Imperio Lágida
Ptolomeo III Evergetes

Este rey era hijo de Filadelfo y Arsinoé I, aunque luego fue adoptado por la segunda de este nombre y como hijo suyo figura en los documentos oficiales.
Fue llamado el Bienhechor o Evergetes, expresión de un ideal monárquico influido por la filosofía estoica o por la cínica. Soberano muy culto, fue discípulo de Apolonio de Rodas, sucesor de Calimaco en la dirección de la Biblioteca de Alejandría y gran amigo de Eratóstenes. Por el Decreto de Canopo, en el año 238, que concluyó el gran sínodo de los sacerdotes egipcios, impuso la reforma del calendario bajo las influencias de las tradiciones griegas, en el que conjugaban el año de 12 meses de 30 días más 5 días epagómenos o suplementarios = 365 días y el año sotíaco de 365 días y 1/4. En el año 237, Evergetes introdujo un 6° día epagómeno cada cuatro años, para restablecer la concordancia entre los dos sistemas. Esta reforma capital, imitada más tarde por César, conmemorada en el Decreto de Canopo, fue inspirada por los astrónomos griegos, entre ellos Eratóstenes, pero no se siguió por la resistencia del clero indígena.
Los primeros años de su reinado fueron bastante agitados y se le acusa de haber hecho asesinar a Apolonio, último dioiketes de su padre y a su hermano Lisímaco que desapareció obscuramente.
Sucesos en Siria le obligaron a emprender la Tercera Guerra Siria o Guerra Leodicea que duró desde el 246 al 241. En apoyo de su hermana Berenice, última esposa de Antíoco II y en contra de Laódice (primera esposa repudiada por Antíoco II para casarse con Berenice) y su hijo Seleuco II, intervino Ptolomeo III de nuevo. Aunque poco belicoso, se le puede considerar como el gran conquistador de la Dinastía, representando sus posesiones el apogeo del Imperio Lágida.
El rey enumeraba sus conquistas en la inscripción de Adulis: Cilicia, Pamfilia, el Helesponto y Tracia, sin contar Bactriana: Los egipcios se establecieron en Seleucia, el puerto de Antioquía. Las posesiones de Cilicia y Panfilia fueron aumentadas. En Caria, se apoderó de Euromos, Pedasos y Bargilia. En Jonia.
Poseyó, Mileto, Éfeso, la isla de Samos, Lebedós y Colofón, junto al mar y Heraclea de Latmos. En Eolia, tuvo la isla de Lesbos. En el Helesponto, Abidos. 
En Tracia, las ciudades de Lisimaquea, Enos y Maronea. Las islas de Samotracia y Tasos y posesiones en el Quersoneso. La derrota de Andros, en el año 245, le hizo perder el protectorado sobre las Cicladas y poseyó Cirene por su matrimonio con Berenice, hija de Magas.
Este dominio del mar fue conservado durante el reinado de su sucesor, Ptolomeo IV Filopator, pero, poco a poco, se fue perdiendo hasta quedar reducido a Chipre.
Sus éxitos en Asia, en el curso de la Tercera Guerra Siria parecen repetir los escritos de la política expansionista de los faraones del Imperio Nuevo. Pero aunque llegó hasta Babilonia, esta guerra le sirvió sólo para conseguir un gran botín.
Intervino en Grecia, donde ayudó a Atenas a librarse del dominio macedonio y fundó en esta ciudad un gimnasio llamado Ptolemaéion, siendo honrado con la institución de la treceava tribu. También apoyó la Confederación aquea y al rey Cleomenes, aunque luego, siguiendo sus propios intereses, lo abandonó.
Durante su reinado comenzó la aparición de los primeros problemas sociales y comienzan las agitaciones de los indígenas. El avance triunfal de Ptolomeo III hacia el Éufrates fue detenido por una revuelta en Egipto, de la que no se sabe nada más que su existencia.
Fue también un soberano culto. Había sido discípulo de Apolonio de Rodas, sucesor de Calimaco en la dirección de la biblioteca de Alejandría. Su reforma del calendario revela un gusto por el estudio de las matemáticas, pero reinó sobre un reino inmenso, en el que faltaba la plata, ya que se constata por primera vez una baja en las acuñaciones, en la primera devaluación conocida de la época helenística.

2.4 Ptolomeo IV Filopator (221-204 a.C.).
2.4.1 La IV Guerrá Siria: Rafia (217 a. C.)
Este rey sucedió a su padre a los veintidós años de edad, siendo el protagonista de esta época junto con el Seléucida Antíoco II, que reina desde el 223 y el Antigónida Filipo V de Macedonia que subirá al trono el año 221. Estos reyes afrontaron, con mayor o menor éxito, los problemas de sus respectivas monarquías, que eran, para el Seléucida, los de Siria y su enfrentamiento con los Ptolomeos. Y para Ptolomeo IV los problemas con los Seléucidas y el agravamiento de las tensiones interiores. Filipo V de Macedonia conocerá la inconstancia de las Ligas y el enfrentamiento con Roma.

Ptolomeo IV Filipator estaba en manos de un visir, Sobibio, al que Polibio nos presenta como un verdadero malhechor que instigó la muerte de la reina Berenice, la de su tío Lisímaco y su segundo hijo, Magas y también la del rey Cleomenes de Esparta que se había refugiado en la corte de Alejandría.
A pesar de estas opiniones en su contra, Sosibio logró mantener el trono Lágida, desviando una invasión de Antíoco III el Grande de Siria, enrolando a numerosos mercenarios y armando a los indígenas, hecho sin precedente en toda la historia ptolemaica, aunque resultó errónea, porque favoreció la insurrección de los egipcios.
En esta IV Guerra Siria (219-217), la batalla entre ambos monarcas tuvo lugar cerca de Rafia, el 22 de junio del año 217. El triunfo favoreció a los egipcios y Antíoco III debió abandonar Egipto, firmándose una paz en la que entregaba a Ptolomeo la Celesiria.
Pero esta nueva situación tuvo consecuencias inesperadas dentro de Egipto: El poder real perdió prestigio y las representaciones se hacen egiptizantes. Se provocó un entusiasmo nacionalista que terminó con la secesión de la Tebaida constituida en reino independiente durante veinte años (de 207 a 187) con los faraones indígenas Harmakhis y Ankhmakhis y se interrumpió el comercio con Nubia.

2.5 Ptolomeo V Epifanes. La V Guerrá Siria.
2.5.1 Apamea (188 a.C.) y Magnesia (189 a.C.)
A la muerte de Ptolomeo IV, Sosibio y Agatocles, ocultaron la muerte del rey, hicieron asesinar a la reina Arsinoé y tras la muerte de Sosibio, Agatocles se convirtió en regente de Ptolomeo Epifanes (204-181), aún menor de edad, siendo sustituido al poco tiempo por Tlepólemo, gobernador de Pelusa que le hizo envenenar.
Antíoco III le ganó la Celesiria en la V Guerra Siria (202-201) y poco a poco Egipto fue perdiendo posesiones en el Egeo. En la paz de Apamea (año 188) en la que Ptolomeo V, casado con Cleopatra, hija de Antíoco III, esperaba recuperar alguna de sus posesiones, tras la derrota de su suegro por los romanos en la batalla de Magnesia (año 189), ni siquiera fue mencionado.
La política exterior fue también complicada en este reinado, por las intrigas cortesanas y se puso fin a las continuas rebeliones indígenas del Bajo Egipto, endémicas desde la batalla de Rafia. Así en el año 186 terminó la rebelión de la Tebaida, creció el poder de la clase sacerdotal, disminuyen los ingresos del poder real y hubo una gran inflación en la moneda de bronce, única que circuló desde que en el año 210 desapareció de la circulación monedas de plata.
Todos estos hechos llevaron al nombramiento del rey mayor de edad a los catorce años, con lo que se pretendió restablecer el orden frente a los crecientes antagonismos de las facciones cortesanas. El reino Lágida, desde la muerte de Epifanes en el año 187, sobrevivió ciento cincuenta años, desintegrándose poco a poco, con una serie de características comunes en cada reinado:
En el interior, una serie de Reinas ambiciosas, reyes menores de edad en poder de ambiciosos ministros y allegados, continuas guerras dinásticas, con lo que se produjo la disgregación y crisis de las estructuras tradicionales. Los ingresos del rey se iban reduciendo por la pérdida del imperio y por la desintegración del poder real. En el exterior, se pierde la Cirenaica y finalmente Chipre. La influencia romana gana puestos y se acerca lentamente. Y así, durante los 50 últimos años de su independencia. Egipto fue un peón del juego de los generales romanos por el poder.

2.6 Ptolomeo VI Filometor (181-145 a.C.).
2.6.1 La VI Guerrá Siria
Este rey sucedió, siendo aún niño, a su padre. Ptolomeo V Epifanes, que murió envenenado, reinando bajo la regencia de su madre, Cleopatra I, hija de Antíoco III de Siria hasta que ésta misma murió, en el año 176. En el Imperio Seléucida, en el año 187, Seleuco IV sucedió a su padre Antíoco III, muerto por las preocupaciones que le había producido los desastres y la indemnización puesta por la paz de Apameal.
Seleuco IV era enemigo potencial de Roma y Pérgamo y en el año 175, murió asesinado por su ministro Heliodoro, sucediéndole Antíoco IV Epifanes, hijo menor de Antioco III, partidario de Roma y Pérgamo.
En la corte del joven Ptolomeo los regentes eran Eulaios y Lenaios hasta que a los quince o dieciséis años de edad, en el año 170 a.C. el rey fue declarado mayor de edad y contrae matrimonio con su hermana Cleopatra II, asociando al trono a su joven hermano Ptolomeo VIII Fiscón, desapareciendo los regentes para dejar paso a otros dos: Cómanos y Cyneas.
Después de cinco años de enfrentamiento latente por la región a la que los dos reyes creían tener derecho, uno por su madre, otro como herencia de su padre, Ptolomeo VI y Antíoco IV Epifanes sostuvieron la VI Guerra Siria (170-168), en la que no intervino Roma, aunque el problema se presentó ante el Senado pero que terminó con la intervención romana y tomado prisionero por los alejandrinos, se vio obligado a aceptar la división del reino con sus hermanos Cleopatra II y Fiscón (que luego reinaría con el nombre de Ptolomeo VIII).
Ptolomeo VI Filometor

Las intrigas, luchas populares, amotinamiento de los soldados y el enfrentamiento de los hermanos acabaron por hacer perder el trono a Ptolomeo VI, que se refugió en Roma hasta que fue llamado por los habitantes de Alejandría en el año 163, dividiéndose el reino en dos: Ptolomeo VI Filometor reinó en Alejandría, sobre Egipto y Chipre, Ptolomeo VIII Fiscón gobernaría en la Cirenaica. A Ptolomeo VI, muerto en el curso de una campaña en Siria, le sucedió su hijo Ptolomeo VII Neos Filopator (145) contra el que se sublevaron los alejandrinos que reclamaron a Ptolomeo VIII Fiscón.
Este se casó con su hermana Cleopatra II, madre de Ptolomeo VIl, al que mandó matar y ocupó el trono de Egipto.

2.7 Ptolomeo VIII Evergetes II Fiscón (145-118 a.C.)
Ptolomeo VIII tuvo un largo reinado, caracterizado por las contiendas familiares, ya que se casó también con Cleopatra III, hija de su mujer Cleopatra II, y ambas reinas eran enemigas entre sí, favoreciendo el rey a Cleopatra III. Este trío hizo frente común ante la visita a Egipto de Escipión Emiliano, en el año 140-139, pero a continuación se deshizo.
En estas luchas ganó Cleopatra II apoyada por los griegos de Alejandría y los hebreos, quedando como única reina, junto con Ptolomeo Menfites, hijo de Fiscón (al que su padre hará asesinar más tarde) mientras éste, que estaba apoyado por los elementos indígenas y Cleopatra III, tuvieron que refugiarse en Chipre hasta que en el año 124 se consiguió la reconciliación de las dos reinas y Fiscón.
Estos problemas familiares de la dinastía reinante y la debilitación de la realeza influyeron notablemente en el reino, donde se produjo: Anarquía, desorden, inseguridad. Disminución de las riquezas del país, los reyes deben acceder a peticiones del pueblo para obtener los recursos que necesitan. La concesión de privilegios fiscales a griegos, la concesión de tierras a sacerdotes y ampliación del derecho de asilo en los templos y la condonación de impuestos atrasados a los campesinos.
En cuanto a la cultura, Fiscón, expulsó a los intelectuales del Museo de Alejandría porque apoyaban a Cleopatra II. Un hecho positivo de su reinado fue que se intensificó el comercio con Oriente por el descubrimiento de los monzones.

2.8 Los últimos Lágidas: Ptolomeo IX Filometor Soler II Látiro (118-80 a.C.) y Ptolomeo X Alejandro (118-88 a.C.)
A la muerte de Fiscón se reprodujeron de nuevo las luchas familiares, entre los hijos de Cleopatra III: Ptolomeo IX Filometor Soler II Látiro (118-80 a.C.) y Ptolomeo X Alejandro (118-88 a.C.) disputándose Egipto y Chipre, que terminaron con la muerte de este último.
En la Cirenaica reinaba otro hijo de Ptolomeo VIII, Ptolomeo Apion, que a su muerte en el año 96, dejó sus dominios en herencia al pueblo romano (que no la organizó como provincia hasta el año 74 a.C.) y dio la libertad a las ciudades griegas.
Los últimos años de Ptolomeo IX fueron de inactividad. Sus dos hijos estaban en poder del rey Mitrídates del Ponto. Su sobrino Ptolomeo XI (hijo de Ptolomeo X) estaba refugiado en Roma. El rey tuvo que reprimir una sublevación en el alto Egipto.

2.9 Ptolomeo XI Alejandro II (80 a.C.)
Fue puesto en el trono por el general romano Sila, Ptolomeo XI reinó sólo unos pocos meses, ya que fue muerto en una rebelión contra él tras haber ordenado el asesinato de su prima y esposa. Cleopatra Berenice, viuda de Ptolomeo X.
También dejó su reinado como herencia a Roma, pero el testamento fue considerado falso y se convirtieron en reyes sus dos hijos, Ptolomeo XII Neo Dionisos en Egipto y Ptolomeo, su segundo hijo, antes en poder de Mitríades, en Chipre, hasta el año 58, en que fue anexionada por Roma.

2.10 Ptolomeo XII Neo Dionisos Auletes (80-54-51 a.C.)
Ptolomeo XII Neo Dionisos Auletes

También Ptolomeo XII Neo Dionisis Auletes reinó en Egipto416, pero no fue reconocido por Roma hasta el año 59, por iniciativa de César. Fue expulsado de Egipto por sus súbditos, siendo repuesto en el trono en el año 55 por el gobernador romano Aulo Gabinio, que le dejó para su protección una guardia romana.
El rey tiranizó a su pueblo y, arruinado, nombró dioiketés al romano Cayo Rabirio Póstumo.
Al mismo tiempo, se iban descomponiendo las estructuras tradicionales de este reino y bajo el reinado de Auletes, los clerucos disponían libremente en testamento, de sus tierras, generalizándose las inmunidades concedidas a las tierras de los templos.
Auletes, casado con Cleopatra VI, fue sucedido por sus dos hijos: Ptolomeo XIII y Cleopatra VII Tea Filopator (51-30). La fuerte personalidad de esta reina, último faraón de Egipto, ensombreció los reinados de sus dos sucesivos corregentes, maridos, y hermanos, Ptolomeo XIII Filadelfo (51-47) y Ptolomeo XIV Filopator (47-44).
El último rey de esta dinastía, Ptolomeo XV (44-30) fue llamado Cesarión y era hijo de Cleopatra VIl y César. La batalla de Actium terminó con las ambiciones de la última de los Lágidas, que prefirió hacerse envenenar mordida por un áspid, que caer en manos de Octavio.
Tras su muerte, Egipto fue anexionado al dominio romano, no como provincia, sino como posesión personal de los príncipes, Augusto y sus sucesores.

3. Organización de Egipto bajo los Ptolomeos
La historia de Egipto en época helenística puede dividirse en dos épocas: Antes y después de Ptolomeo Filadelfo, ya que este rey, el segundo de la Dinastía, llevó a cabo importantes reformas que convirtieron su reinado en un hito.

1. Antes de Filadelfo: Egipto era un país con una cultura altamente desarrollada, un larga civilización y fuertes tradiciones en todos los aspectos de su vida religiosa, política, administrativa, jurídica y social y económica, que ya había recibido influencias exteriores, desde el III milenio, pero que ya en el I milenio, en época saíta, estuvo estrechamente ligada al mundo griego.
Durante las dos dominaciones persas, el país se abrió a persas y a otras influencias orientales. Un país del que sabemos muy poco de los procedimientos utilizados por los agentes de Alejandro y tampoco se sabe mucho de lo que se hizo durante el reinado de Ptolomeo I Soter, pero Egipto se transformó en un reino macedónico independiente, con grandes recursos económicos, con una marina y un ejército fuertes, en situación social y económica privilegiada.
No hay que olvidar que Ptolomeo Soter era un macedonio helenizado, ajeno a Egipto y debió tener dificultades en la fusión y utilización de elementos egipcios y helénicos en la administración del país, cuya situación debía ya de ser complicada por la presencia de elementos persas.
Se da por supuesto, a menudo, que los primeros Ptolomeos establecieron una diferencia entre griegos-macedonios y egipcios y, que la sustitución de la capital del país, Menfis, por Alejandro y el traslado al Sema de esta ciudad del cuerpo de Alejandro señaló la diferenciación definitiva.
Aunque se ve que, efectivamente, hubo determinados privilegios para las tropas macedónicas, que no pagaban ciertos impuestos o que los colonizadores griegos y orientales estaban organizados en politeúmata o grupos raciales con sus propias leyes, no existe una confirmación real de una discriminación racial drástica y tanta especialización macedonios -ejércitos, egipcios- agricultura, como se ha pensado, ya que desde los primeros tiempos, Ptolomeo I fue el iniciador de la táctica de establecer en Egipto el mayor número posible de estos mercenarios griegos, macedonios, persas y orientales, en lotes de tierras, con la obligación de prestar servicio militar cuando se le exigiese. La mayor parte de los griegos que vivían en el campo egipcio o chôra, aunque no tenían gobierno autónomo reconocido, tenían sus instituciones educativas propias (gimnasios) que gozaban de ciertos privilegios como poseer tierras y recibir sus productos y formaban asociaciones de carácter religioso, nacional o social. Lo más importante de estos politeúmata es que tenían privilegios y derechos especiales, por ejemplo, el politeúmata de los judíos de Alejandría tenía sus casas propias de oración y tal vez su jurisdicción.
Tal vez de parecida importancia eran las asociaciones de alumnos de los gimnasios, que los mantenían con sus cuotas y administraban las instituciones básicas de la vida griega en Egipto.
Estos grupos también estaban relacionados con el ejército que los Ptolomeos mantenían en su territorio. Lo que sí se sabe es que existían tribunales especiales para los extranjeros. El derecho civil griego se incorporó al código legal de Alejandría y tal vez a las otras ciudades griegas de Egipto. A estas leyes sólo podían recurrir los jueces griegos y los oficiales reales autorizados. Los indígenas conservaron sus tribunales.
Pero estos privilegios eran solamente mercedes del rey a individuos o grupos y no eran derechos reconocidos como tales por el rey. La creciente sustitución de la economía tradicional por la monetaria requirió la ayuda de financieros griegos y también científicos fueron llamados para organizar los proyectos de cultivos, basados en métodos científicos.
Administradores griegos figuraron también en la burocracia que administraba el país. La koinè o forma internacional del griego, basada en el dialecto ático, fue la lengua de la corte, el ejército y la administración.
Los egipcios cultos, algunos sacerdotes superiores y los oficiales de la administración, formaron en cierta aristocracia nativa que sabía griego, mientras que el pueblo egipcio, en general, nutrió la clase de los artesanos o arrendatarios de tierra real o recibían lotes de tierra (kleroi), aunque otros habían adquirido tierras propias, tomando una clase manual y trabajadora opuesta a la administrativa y directora.
La gran mayoría de los egipcios aceptaron esta situación pasivamente, muchos aprendieron el griego y sacaron provecho a las nuevas condiciones y aún en el siglo III a.C. hallamos egipcios en posiciones de bastante autoridad, a pesar de las numerosas rebeliones de las que hemos hablado.
La asimilación se puso de manifiesto, particularmente en la esfera religiosa. La clase sacerdotal, que era el principal depositario de las tradiciones nativas y que más de una vez formó dirigentes a los levantamientos populares, fue favorecida.
Aunque los primeros Ptolomeos no toleraron ningún desafío a su autoridad, fundaron nuevos templos y agrandaron y embellecieron los antiguos. En realidad, los griegos de Egipto, como los de Babilonia, no pudieron tener un conocimiento profundo de los sistemas religiosos de estos países, ya que los textos sagrados que los explicaban no se tradujeron nunca.
Manetón fue un sacerdote que cumplió, al parecer por indicación real, en época de Ptolomeo I, utilizando los archivos de los templos y las tradiciones, una historia de Egipto en griego, Aegyptiaca, perdida actualmente excepto algunos fragmentos que han llegado a nuestros días. Se le debe, sobre todo, las listas reales faraónicas y su distribución en Dinastías.
Fue bajo el reinado de Ptolomeo I cuando se creó el culto del dios Serapis, que se ha tenido como elaborado por el rey, aconsejado por Manetón y por un teólogo griego, tal vez eleusino. Timoteo, para formar un culto que aglutinase a sus súbditos griegos y egipcios.
El éxito de Serapis se explica por la mezcla entre las características de Osiris, una divinidad antropomorfa, era en su culto menfita, una divinidad chtónica del trigo, garante de la prosperidad y la vida eterna y su asimilación con Hades-Plutón, señor del reino de los muertos y de las riquezas de la tierra. El fenómeno más interesante de este culto es su difusión mediterránea, que a menudo se ha asociado al imperialismo lágida, aunque parece que fue espontánea.

4. Los territorios del Imperio Ptolemaico. Posesiones Lágidas fuera de Egipto
A menudo se ha invocado los móviles económicos posibles e las conquistas de los Lágidas fuera de Egipto. Los Ptolomeos necesitaron grandes cantidades de dinero para pagar una mano de obra especializada griega, arquitectos, ingenieros, y sobre todo, mercenarios, además de los caballos, los elefantes y las armas para equiparlos.
Además necesitaban materias primas que no tenían en su país, como hierro. Esto les hizo buscar el dominio de los territorios de la franja Siria y Asia Menor, adonde confluían las vías de comercio terrestre que venían del Extremo Oriente y las occidentales.
Las posesiones de los Ptolomeos fuera de Egipto fueron muy extensas, aunque variaron con el tiempo, siendo muy extensas en el siglo III a.C. aunque se habían perdido casi todas en el siglo II a.C. 435.
Estas posesiones aportaron grandes rentas, aunque las fuentes para su conocimiento son escasas y están muy dispersas.
Los territorios dominados intermitentemente y con diferente fortuna por los Ptolomeos fueron:


4.1 Cirenaica

La Cirenaica era como un apéndice de Egipto, gobernada por un miembro de la familia real. Era el país más rico en agricultura, uno de los graneros del mundo antiguo y famosa por sus caballos. Fue de los Ptolomeos desde el año 321 (con el breve paréntesis de su independencia entre los años 258 y 246 a.C.) hasta el año 96 a.C. Cirene era ya una posesión de Ptolomeo en uno de los primeros repartos del Imperio de Alejandro, en el 3I6. Entre 277 y 274 a.C., Ptolomeo II redujo la secesión de esta provincia de su medio-hermano Magas, al que Ptolomeo I había confiado la Cirenaica y en esta ocasión tuvo lugar una revuelta de sus mercenarios galos. Más tarde, la hija de Magas se casó con Ptolomeo III, manteniendo Cirene para los Ptolomeos. En la lucha entre los hermanos Ptolomeo VI Filometor y Ptolomeo VIII Evergetes II, Evergetes obtuvo la Cirenaica y en su testamento la legó a Roma si moría sin hijos.
Cirene, patria de Calímaco, era su ciudad más importante, con una gran población no griega, sobre todo de judíos.
Los fundadores venían de Tera (la actual Santorini), una isla del Egeo en la que se habían asentado colonos espartanos.
La ciudad se levantaba sobre una gran meseta que desciende por el norte y el noroeste, formando dos terrazas, situadas a un kilómetro, aproximadamente, de la orilla del mar. Una de las terrazas estaba ocupada por la acrópolis, a cuyos pies se encontraba la fuente de Apolo y el santuario del dios; al este, estaba la colina con el templo de Zeus Lykaios y, en medio, el ágora el punto central de las ciudades griegas.
El elemento principal de la estructura urbanística de Cirene era la gran calle que corriendo en sentido oeste-este, unía la acrópolis con la zona oriental de la ciudad, calle cuyo trazado fue atribuido por Píndaro a su fundador, Bato. Esta calle, además de urbanística, tenía una importante función de culto, ya que por ella pasaban las procesiones que partiendo de la acrópolis, pasaban por el ágora y terminaban en el templo de Apolo.
La ciudad fue asediada por los persas en el año 518 a.C. que intentaron conquistarla, pues tenía un excelente posición estratégica en las rutas que bordean al Mediterráneo y su territorio, con ricas praderas, era apto, para la cría de caballos y del sílfio, una planta salvaje muy buscada como condimento alimenticio, aunque también por sus cualidades como fármaco y forraje. 

4.2 La Liga insular
Las islas del Egeo, incluidas en la Liga insular, no fueron nunca tratadas por los Ptolomeos como una provincia, ya que eran aliados y no dueños de ellas. Poseyeron o dominaron las Cicladas, con alguna intermitencia, desde los años 285 a 245 a.C. y Samos, del 281 al 201 a.C.
El tributo y los fondos de la Liga, aunque estaban bajo la intervención de los reyes, representados por los navarcas, nesiarcas y ecónomos, se gastaban principalmente, en el mantenimiento de la flota, elemento importante de los ejércitos ptolemaicos.
4.3 Posesiones lágidas en Asia Menor
La mayor parte de la costa de Asia Menor, desde el Calicadno, en Cilicia, hasta Éfeso, tal vez desde antes del año 372, intermitentemente, hasta el año 197 a.C.447.
Gran parte de las costas del Helesponto y Tracia con Lesbos y Samotracia desde el año 241 a.C. hasta aproximadamente, el año 202 a.C. incluyendo Abdera.
 


4.4 Ciudades griegas
Poseyeron las ciudades de Tera, Metana (en la Argólida) e Itanos (en Creta), hasta el año 146 a.C.449.
Las ciudades griegas del Imperio Ptolemaico tenían menos libertad que otros territorios que componían los dominios ptolemaicos. Su primer deber era participar en la defensa del imperio. Todas tenían estacionadas en ellas fuertes guarniciones ptolemaicas, aunque conservaban su gobierno autónomo y su derecho a imponer tributos y a gastar en sus propias necesidades el dinero que recaudaban. Las ciudades tenían el deber de mantener a los hombres de ejército y a sus caballos. 
Una gran parte de la flota era provista por las ciudades del imperio, griegas y fenicias, por el método de la trierarquía griega. Esta carga no se limitaba a las ciudades provinciales, pues Naucratis y Alejandría también participaban. La carga más pesada de estas ciudades era la intervención real de las finanzas y los impuestos reales, además de los tributos propios de las ciudades. Todos los tributos que las ciudades cobraban a sus ciudadanos y residentes eran fiscalizados por los agentes financieros del rey así como en qué se gastaban. 
Los impuestos pagados por los residentes de las ciudades griegas eran arrendadas a gentes de la misma localidad y a veces se subastaban en Alejandría. 

4.5 Otros territorios
Otros de los territorios que formaba parte del Imperio Ptolemaico era Licia, capital Telmeso, una importante zona exportadora de madera y una rica región de huertas y pastos. Esta región tuvo una historia muy peculiar. Figura entre las posesiones de Ptolomeo II en el idiolio XVII de Teócrito, compuesto antes de la muerte de Arsinoé II en el año 270, con Fenicia, Arabia, Siria, Libia, Etiopía, Pamfilia, Cilicia, Caria y las Cicladas.
Formó una especie de reino vasallo, tras el reinado de Ptolomeo III Evergetes I (247-222) que la entregó a Ptolomeo, hijo de Lisímaco. Aún era de los Ptolomeos en el año 201 y tras la Paz de Apamea (año 188) pasó a Eúmenes de Cardia junto con Éfeso. Su organización financiera era a base de dos principales impuestos pagados a la corona: El pagado por los propietarios de huertas y el derecho de pasto pagado por los propietarios de rebaños, además de otros pagados por los habitantes de las ciudades propietarios de campos, sobre los productos obtenidos.
La organización ptolemaica de Licia sirvió de directriz para organizar otras posesiones ptolemaicas en Caria, Tracia, alguna isla del Egeo y Jonia. Las ciudades fueron gravadas con duros impuestos y también debieron contribuir a los ingresos reales.
Existían también grandes extensiones que eran dominios directos del rey, sobre todo en el Quersoneso tracio, aunque se desconoce su forma de administración. En las provincias, los intereses reales estaban vigilados por agentes especiales del dioceta de Alejandría denominados ecónomos. 

4.6 Chipre. Siria y Fenicia
Chipre era una importante posesión de los Ptolomeos, con sus minas de cobre, su importante producción de madera y su floreciente agricultura. Fue su última posesión exterior, que mantuvieron hasta el año 56 a.C.
Siria, Celesiria (Fenicia y Palestina): había una estrecha y lógica relación (debido a su proximidad), entre Chipre y Fenicia y las ciudades chipriotas tenían un carácter semi-fenicio y semi-griego y tal vez estaba organizada la isla de la misma forma que las provincias ptolemaicas cercanas.
Fenicia fue invadida en el año 315 por Antígono. Y en Tiro, que resistió, hizo condenar a Casandro a muerte por la armada macedónica, haciéndose conferir el título de epimeletes de Alejandro Magno.
Esta zona fue objeto de unos grandes conflictos diplomáticos y los reyes de Chipre se dividían entre Ptolomeo y Antígono. Ocupada Chipre por Demetrio hasta el año 294 fue tomada por Ptolomeo I.
Sobre la organización de estas provincias de Siria, Fenicia y Palestina, cuyo agente principal por algún tiempo del dioceta Apolonio fue el repetidamente nombrado Zenón.
La organización fiscal de Siria y Fenicia estaba hecha a base de hiparquías, en vez de nomos, sistema tal vez heredado de los persas. Estas hiparquías se dividían en pueblos.
La población se componía de Griegos: funcionarios reales, el ejército de ocupación, soldados asentados como clerucos, inmigrantes de regiones helenizadas y la propia población helenizada de sus ciudades, como los fenicios helenizados de la alta categoría, Filocles, rey de Sidón y Diotimo, hijo de Dionisio, vencedor en una carrera de carros en una inscripción de Sidón del siglo III a.C.
Sobre los indígenas o laoí existe menos información. Pagaban un phros al rey. 
Algunos eran esclavos y debían ser declarados al ecónomo bajo pena de serle expropiados al dueño y al pago de una multa, aunque el tema de la esclavitud, la servidumbre y también los esclavos sagrados (ieróduloi) sea muy poco conocido en esta época.
La unidad fiscal y económica era el pueblo habitado por los laoí. Cada pueblo se alquilaba, como conjunto, a los recaudadores generales de la renta, que pertenecían a una categoría superior a la de los jefes del pueblo. Estaban encargados de todas las rentas del rey en el pueblo y eran responsables de ellas. 

4.7 Palestina
País organizado desde época muy antigua y ahora en situación delicada con respecto a los nuevos conquistadores, fue rodeada de un cinturón de ciudades fortificadas de tipo griego: La línea de ciudades costeras desde Gaza a Fenicia. Otra línea al este del Jordán. Otra línea al sur del país de los idumeos, donde se encuentra la fortaleza de Beth-Zur. Palestina estaba dividida para fines administrativos y de tributación, en regiones: Idumea, con su floreciente capital Marisa, con población griega y sidonia. Amanitis, capital Filadelfia, importante centro militar y civil ptolemaico, Galaadidis, etc.
Más tarde se la dividió en nomos y en toparquías, con una organización muy similar a la de Siria y Egipto. Pero estas divisiones se conciliarían muy difícilmente con los contrastes sociales y económicos de la provincia, que comprendía: El estado-templo o estado sacerdotal de Judea, con su organización teocrática, cuyos impuestos eran recaudados por el rey-sacerdote, que era el responsable ante los Ptolomeos y sus numerosos pueblos gobernados por jeques.
Florecientes ciudades de tipo griego y oriental, agrícolas, industriales y comerciantes. Tribus indígenas como las que vivían en Amantis en tiempos de Ptolomeo Filadelfo con su propio jeque, el famoso Tubías y colonos griegos en las diferentes regiones de Palestina excepto en Judea y las colonias militares. 

5. El sistema económico de los Ptolomeos
El sistema económico del reino Lágida estaba basado en conceptos orientales e influidos por la formación y experiencias griegas. Griega era la idea de introducir entre los contribuyentes y los funcionarios gubernamentales una clase de intermediarios arrendatarios de impuestos o telonai, garantizado por fiadores, que a veces actuaban en grupos o sociedades. Pero la reforma ptolemaica ignoraba la esencia del sistema económico griego, que era la propiedad privada, reconocida y protegida por el Estado, como base de la sociedad y el libre juego de las fuerzas e iniciativas económicas en las que no intervenía el Estado sino muy raramente.
Estos dos principios básicos no se suprimieron del todo, pero fueron limitados y restringidos para adecuarlos al esquema de la centralización ptolemaica.
Moneda de Cleopatra Selene

6. Rasgos determinantes de la organización del Egipto Ptolemaico
6.1 La tierra: Distribución y cultivo
La agricultura era el fundamento del sistema económico egipcio. Con el agua del Nilo, convenientemente administrada, obtenían abundantes cosechas de cereales, verduras, hierbas, legumbres, plantas oleaginosas de todas clases, también cultivaban viñas, olivos y muchas clases de árboles frutales. El grano era utilizado como moneda por el gobierno.
El normal suministro del agua para el riego hacía necesaria una buena distribución y un control de los riegos, así como un trabajo continuado de conservación, del que se encargaban, estacional y obligatoriamente, todo el pueblo.
También en esta época había exenciones a este trabajo, existiendo el privilegio de poderlo sustituir por dinero, que sólo solían tener los griegos y los sacerdotes.
Aunque la información sobre este tema no es muy precisa, parece ser que desde tiempo antiguo existían varias clases de tierras:
gê basiliké: La tierra administrada directamente por el rey.
gê afései: La tierra dejada o concedida a otras personas.
gê politiké: La tierra asignada a las nuevas ciudades griegas de Alejandría y Tolemaide y también la de Naucratis, tal vez división de la afései.
A la tierra concedida u ofései pertenecía la tierra de los templos, la empleada para remunerar a los distintos empleados del Estado, además de los soldados y los diferentes grados de servidores.
Los altos auxiliares del rey tanto civiles como militares, recibían tierras regaladas o doreaí. 
I. La tierra real gê basiliké era cultivada por agricultores y granjeros reales que eran los hombres libres, no siervos ni vinculados a un lugar y a veces eran renteros del rey, es decir, habían arrendado las tierras reales a cambio de una renta. Estas relaciones se basaban en contratos regulares escritos y las condiciones duraban largo tiempo, hasta que un nuevo gobernador las cambiaba.
Estos labradores estaban sujetos a diversas condiciones: Pagaban la renta, que solía ser una parte de la cosecha y otros impuestos.
No podían abandonar la tierra en época de cosecha y debían sembrar productos determinados.
II. La tierra de los templos o gê ierá, era labrada por esclavos de la divinidad o hieródulos, en griego, por tiempo indefinido. Parte de ella era propiedad de los sacerdotes, que podían venderla, arrendarla o legarla.
III. Los lotes militares:
a) Los lotes militares (kleroi) del nombre con que se designaba a los hombres que recibían este lote de tierra (kleroukoi), clerucos, eran de tamaños diferentes según la graduación y tal vez la antigüedad del soldado. Como a menudo, estos soldados debían abandonar las tierras para ir a la guerra, de ellas se encargaban administradores generales, como sabemos por los archivos de Zenón.
b) Los cuarteles o lugares de alojamiento eran nuevos en las ciudades de nueva planta. Otras veces los soldados se alojaban por sorteo en las casas de los habitantes de los pueblos en que vivían.
Tanto los cleros como los cuarteles eran propiedad del rey y los clerucos pagaban distintos impuestos y estaban vigilados, tanto por sus superiores como por los administradores de la corona.
IV. Las tierras privadas: la ktémata y la gê idióktetos eran las casas, viñas y jardines, propiedad de particulares, cuya posesión fomentaron los Ptolomeos desde el principio, ya que necesitaban unas clases de propietarios que formasen una clase media de contratistas, oficiales, etc. También esta tierra pagaba impuestos y en caso de alguna falta, el rey recurría a su confiscación y venta.
La agricultura 

6.3 Otros recursos naturales del país
Las tierras de pasto eran otro de los recursos naturales de Egipto, no mucho menos importantes que la agricultura. En ellas se alimentaban diferentes rebaños de ovejas, cabras, vacas, bueyes, grandes yeguadas de excelentes caballos, manadas de elefantes para fines militares y gran número de camellos.
Los animales domésticos más importantes eran los empleados para el cultivo, como los bueyes, asnos, vacas y a veces camellos, de los que se llevaba un cuidadoso registro, pues de ellos dependía el trabajo agrícola y la productividad del país.
Un papel esencial y muy importante en la economía agrícola de Egipto estuvo representado por las palomas, alimento barato y productoras de un excelente abono. También la agricultura fue una rama importante del trabajo semi-agrícola y desempeñó un importante papel en la economía del mundo antiguo. La miel no sólo era el azúcar de la antigüedad, cosechada de forma industrial, sino que por sus propiedades asépticas se utilizaba en medicina, en los cultos y ofrendas a las divinidades y también para embalsamar.
La caza y la pesca, proveían también a los egipcios de alimentos frescos y se explotaban de forma industrial, sobre todo esta última. Las minas y las canteras eran también explotadas por el rey.
Egipto era un país muy pobre en minerales. Las minas de cobre del Sinaí parece que se agotaron antes de época ptolemaica. A veces se citan minas de cobre en El Fayum.
Los tres productos cuyo comercio era monopolio real más importante eran la sal, el nitro y el alumbre cuyos impuestos sobre su comercio fueron una parte muy importante de los ingresos reales. El monopolio real sobre la sal debió ser total. 
Como la sosa mezclada con aceite de ricino se usaba como jabón, principalmente por bataneros y lavadores, éstos pagaban un impuesto especial por el derecho de comprar sosa a la corona.
Su explotación se hacía por trabajos forzados de prisioneros de guerra y criminales, que eran tratados como esclavos, ya que el trabajo era duro y peligroso y las condiciones de vida abominables.
Se extraía oro del desierto oriental y en Nubla. La plata se encontraba en pequeñas cantidades en Egipto y en Chipre.
La materia más abundante en Egipto era el granito y existían asimismo diferentes clases de piedra de construcción.
También existían yacimientos de piedras preciosas y semipreciosas, controladas por el fisco del faraón.
Las industrias: transformaban las diferentes materias primas, convirtiéndolas en productos aptos para el consumo; semillas: aceites vegetales, sésamo, ricino, cártamo, calabaza y linaza; leche: quesos; pieles: cuero; lino y lana: tejidos: papiro, esteras, cestos, papel, y cebada con la que se fabricaba la cerveza (bebida nacional de Egipto).
Generalmente eran artesanos privados los que trabajaban y vendían para su propio provecho. Además de una producción artesanal, casera, hay que considerar importante el papel de los templos, de los que se sabe que tuvieron antes de los Ptolomeos el monopolio de la fabricación de aceites y también tejidos finos especiales, como el famoso biso, de lino fino.
El monopolio del aceite, conocido por una ley de época de Ptolomeo Filadelfo, paso luego a ser de la corona y no se admitían más almazaras privadas que las de los templos, que también debían ser registradas e inspeccionadas.
El papiro era objeto de una gran demanda, tanto nacional como internacional. 
Su producción aumentó y fue mejorada durante los reinados de Soter y Filadelfo. Los rollos de papiro eran muy baratos y se empleaba este material no sólo para escribir sino también como papel de envolver.
Finalmente, citaremos como objetos de monopolio real en esta época los perfumes: incienso mirra, canela, casia, sándalo, productos conocidos con el nombre de arómata, que se importaban de los países más orientales, como Arabia. África oriental y la India.
Al parecer, tanto el consumo privado de estos productos como materia prima o transformada en perfumes, ungüentos, etc., estaba bajo control real. 

6.4 La moneda
No se puede terminar una exposición del Egipto Ptolemaico sin referirnos a la moneda no sólo por su valor en sí sino como magnífica expresión artística de una época. La moneda de la dinastía ptolemaica y el sistema monetario que le servía de base fueron únicos en el mundo helenístico.
El primer Ptolomeo siguió la política monetaria de Alejandro, acuñando las monedas de oro y plata (la de cobre era simbólica) de ley ática, como en el resto del mundo helenístico.
Plata: Pronto varió el sistema y tal vez para ajustar la moneda de plata a los otros metales preciosos, la hizo más ligera aproximándose al sistema rodio de fines del siglo IV a.C. aunque luego redujo aún más el peso de esta moneda, acercándose al patrón fenicio, sistema que continuó durante todo el imperio ptolemaico, porque el principal cliente de los Ptolomeos era Cartago.
Los lugares de acuñación eran las ciudades fenicias: Sidón, Tiro, Ptolemai, Joppa y Gaza.
Las monedas de estas tierras se reconocen fácilmente porque en ella el nombre que se da al rey es Ptolemaiou Soteros en lugar de Ptolemaiou Basiléus. Tal vez esta aproximación fenicia se hizo para facilitar el comercio con los árabes.
Cobre: A mediados del reinado de Ptolomeo Filadelfo se acuñaron pesadas monedas de cobre con tipos figurando las cabezas de los dioses egipcios, dejando el cobre de ser moneda simbólica para convertirse en moneda de ley regular, como concesión a los indígenas, entre los que no eran populares las monedas de plata.
El sistema trimetálico de esta Dinastía fue único en el mundo helenístico. La moneda de cobre pasó a ser la principal moneda del campo. Los tetradracmas de plata estaban casi exclusivamente reservadas para el uso de Alejandría, los territorios del imperio y el comercio en el extranjero.
La moneda de oro se convirtió en instrumento de propaganda internacional, especialmente las más bellas: los pentadracmas de Soter y los octodracmas de Filadelfo y Arsínoe, con los retratos de los soberanos.
Moneda de Bronce de la Dinastía de los Ptolemeo 

7. Las ciudades del Egipto Ptolemaico
7.1 Alejandría
El puerto principal y la mayor ciudad artesana y comercial de las fundadas por Alejandro, fue Alejandría de Egipto, que con gran rapidez se transformó en la mayor ciudad griega del mundo, mayor que Siracusa, Atenas o Corinto e incluso más que las importantes capitales de los otros reinos helenísticos, Antioquía del Orantes y Seleucia del Tigris.
Era una ciudad-estado libre, como las griegas, con su territorio alrededor. No era la capital de Egipto, hasta que en fecha incierta pasó a sustituir a Menfis. No estaba en Egipto, sino junto a Egipto.
Era la residencia del rey y su ciudad.
Aunque son pocos los restos que quedan de ella, sabemos por las fuentes antiguas que fue una gran ciudad, reflejo del esplendor y el poder ptolemaicos.
Era la ciudad de las ciencias y del espíritu, con su famoso Museo y la gran Biblioteca, además de la Real Academia de las Ciencias y de las Letras, instituciones que durante varios siglos fueron frecuentadas por los más famosos sabios del mundo antiguo.
Alejandría, aunque fundada por Alejandro Magno, no debió acabarse de construir hasta el reinado de Ptolomeo II.
Ptolomeo I unió a la ciudad la isla de Faros por el Heptastadion, calzada e siete estadios de largo (unos 1.800 m. aproximadamente), que separó la ciudad en dos partes, al mismo tiempo que formaba dos puertos, comunicados entre sí, bajo el Heptastadion: El Gran puerto de guerra o Kibotos, en el este y el Eunostos o puerto del oeste. Este mismo rey asignó todo un barrio, al Este de la ciudad, a la colonia judía.
El palacio real estaba en la ciudad nueva o Neápolis y era un gran bloque de edificios que ocupaba un tercio de la ciudad. En ellos, además de la biblioteca, que según la tradición local formaba parte de un pórtico de cuatrocientas columnas, el Museo y la Real Academia de Ciencias y Letras, estaba en el Sema o necrópolis real, el mausoleo de Alejandro Magno y un magnífico zoológico. La ciudad disponía de grandes avenidas. Las dos principales se cruzaban en el centro y terminaban en las cuatro puertas de la ciudad.
Tenía grandes parques, hipódromos, teatros estadios, gimnasios, palestras y numerosos templos. Este barrio del Palacio se llamaba Bruquion y se abría al mayor de los puertos, el del Este. El célebre Serapeum, del que se descubrieron numerosos fragmentos a finales del siglo pasado, con inscripciones dedicadas a Serapis, se ha identificado sobre todo a partir del año 1945, gracias al descubrimiento de nuevos restos, entre ellos parte del recinto del templo de Serapis, dentro del barrio egipcio de Rhacotis, al sureste de Alejandría, agrupado alrededor de una colina artificial dedicada a Pan, que más tarde se convertiría en la acrópolis. A su falda estaba un famoso estadio.
Fuera de la ciudad estaba el barrio de Canopo, notable por su alegría y vitalidad, citado a menudo en la literatura antigua, y que el emperador romano Adriano reprodujo en miniatura en su villa de Tibur.
En el cabo Loquias había un palacio y un templo y en la isla de Faros se alzaba la torre luminosa, dedicada a los dioses Salvadores, obra de Sóstrates de Cnido, torre que dio su nombre a todos los faros hasta nuestros días. Otra isla la de Antirhodos y su palacio, un muelle y una escollera, el pequeño puerto particular de los reyes en el ángulo oriental y las construcciones del barrio que llegaban hasta bordear los muelles, completaban el marco del famoso puerto este Kibotos o puerto de guerra.
El otro puerto, llamado Eunostos o Buen Regreso tenía al fondo una dársena y otro canal lo unía al lago Mareotis y al Nilo, de forma que se aseguraba siempre la comunicación entre el río el lago y los dos puertos, que como ya dijimos, estaban unidos entre sí por dos canales artificiales.
El famoso Museo de Alejandría fue en sus comienzos un templo dedicado a las Musas, de hecho, se convirtió en algo semejante a una moderna universidad. En él se establecieron numerosos sabios, científicos y literatos, mantenidos por los reyes. 

7.1.1 La Biblioteca
Para uso particular suyo, los Ptlomeos coleccionaron una voluminosa biblioteca que llegó a reunir, con el tiempo, medio millón de rollos. A fin de enriquecerla, Ptolomeo II dio la orden de que todos los viajeros que desembarcasen en la ciudad debían depositar todos los libros contenidos en su equipaje y, si éstos eran requeridos, pasaban a formar parte de la Biblioteca, recibiendo el propietario, a cambio, una copia oficial certificada.
También se registró que se tomaron prestados a Atenas las copias estatales de los grandes autores griegos, como Esquilo, Sófocles y Eurípides, pagando como garantía de retorno la elevada suma de quince talentos (un talento equivalía a 6.000 dracmas).
En la Biblioteca de Alejandría nacieron las ciencias bibliográficas y la crítica textual, inventándose el sistema de acentuación y los signos de puntuación.
Los habitantes de Alejandría eran muy variados: El rey y la corte, el ejército, los altos funcionarios y miembros del Consejo de la ciudad (Bulé). Magistrados y sacerdotes de la ciudad, intelectuales: Poetas, escritores, filósofos, científicos y estudiantes, negociantes griegos e indígenas, artesanos marineros, etc. Los judíos del barrio oriental o distrito del Delta. Aunque no eran ciudadanos, gozaban de privilegios especiales y tenían su propia ley municipal, sus tribunales de justicia, oficina de registros, consejo de dignatarios y un magistrado como genarca o etnarca. Porque esta ciudad era un grupo de politeumata (o barrios independientes, casi ciudades), basada en las diferentes nacionalidades. 
También estaban los griegos y los macedonios.
Las lenguas que se hablaban en ella eran también múltiples: El griego en sus diferentes dialectos. El egipcio en los barrios indígenas. El hebreo y el arameo en el barrio judío y también se hablaban otras lenguas semíticas e incluso dialectos indios.
La tierra atribuida a Alejandría era la tierra de los alejandrinos, es decir, de la politeuma griega, que tuvo que tener un Consejo de gobierno. Pero también había muchos habitantes griegos que no eran miembros de la politeuma griega y la población tenía una serie de funcionarios:
El Gobernador del rey, que tuvo poderes militares en la última época de la dinastía. El exegetes («El que llevaba la púrpura») o prefecto de policía. El eutiniarca, tal vez administrador de los alimentos, que cuidaba de que no escaseasen.
Fue en esta ciudad donde Aristarco de Samos fijó, adelantándose a Copérnico, su teoría heliocéntrica. También en ella Eratóstenes midió la circunferencia de la tierra. 
Euclidés escribió sus Elementos y Herón inventó la máquina de vapor. También fue una famosa escuela de medicina, sobre todo en las ramas de la cirugía y anatomía ya que se permitía la disección de ciertos cadáveres. También fue en esta ciudad donde se hizo la traducción al griego del Antiguo Testamento, conocida como Versión de los Setenta, atribuida a los judíos de la Diáspora.
Numerosas tiendas y bazares se alineaban, sobre todo a lo largo de las dos famosas grandes vías, una de las cuales, la llamada Canópica, se dirigía de este a oeste desde la puerta oriental o puerta de Canopo (más tarde llamada puerta del Sol), a la puerta occidental, que más tarde se llamó puerta de la Luna.
Las cuadras o manzanas de casas o plinthéia surgían naturalmente de este cuadriculado inicial, con calles que eran paralelas. El conjunto estaba fácilmente dividido en barrios que eran designados con las cinco primeras letras del alfabeto. Alrededor del año 100 las casas eran tal vez de varios pisos y existían casas de huéspedes, administradas por los esclavos del propietario.
Un canal llevaba agua del Nilo a la ciudad, distribuida mediante conductos para llenar un sistema de cisternas subterráneas de las cuales tomaban agua los habitantes.
En el año 200 a.C. Alejandría era la mayor ciudad del mundo conocido, aunque Roma la supero más tarde.
Biblioteca de Alejandría 

7.2 Filadelfia
Era una reproducción de Alejandría en pequeño, también con su propio territorio, en parte incluido en el dominio de Apolonio, conocido por los archivos ya nombrados, de su administrador Zenón. Filadelfia recordaba a Alejandría en su aspecto social, y la administración de la finca de Apolonio, con Zenón a la cabeza, formaba su aristocracia particular. Y como Alejandría, también Filadelfia estaba rodeada por su propio territorio, en parte incluido en el dominio de Apolonio y en parte distribuido entre los colonos civiles y militares del lugar. Los griegos que habitaban en esta ciudad deseaban enriquecerse, pero al mismo tiempo, conservar su nivel intelectual. Esta es la razón por la que gastaron mucho dinero en dar una buena educación en los gimnasios a sus muchachos y muchachas. 

7.3 Otras ciudades del Egipto ptolemaico
Incluyeron los Ptolomeos varias ciudades dentro de su imperio pero en Egipto mismo. No hubo más que tres o cuatro y a las ya mencionadas Alejandría y Filadelfia sólo podemos añadir escasos datos de Naukratis, que conservó su antigua Constitución bajo los Lágidas, comparable a la de Marsella, con el Senado aristocrático de sus timuques, acuñando moneda, y Ptolemaida fundada ésta por Ptolomeo Soter en la Tebaida, que también debía ser autónoma, como Alejandría. 
Aunque esta autonomía era muy relativa, ya que, por ejemplo, fechaban sus documentos por el año del rey y la efigie del soberano aparecía en sus monedas.
El Egipto ptolemaico fue la última de las monarquías helenísticas que cayó en poder de Roma. Pero antes de la muerte de Cleopatra VII, en el año 30, la situación se había vuelto anárquica y el papel perdido por la corona había caído en manos de sacerdotes y personas influyentes cuya habilidad era ofrecer protección a los fugitivos y a las personas que se hallasen en apuros, lo que parece anticiparse a la situación en el Bajo Imperio romano.
Las causas de este colapso del poder ptolemaico pueden ser varias:
A la desastrosa política exterior, que lo condujo a la pérdida de los mercados exteriores habría que añadir el despilfarro ocasionado por los disturbios y las querellas internas, la incompetencia del gobierno, la tremenda y corrompida burocratización y la depreciación de la moneda.
 


Dinastía Antigónida
La Dinastía helenística que reinó en Macedonia toma su nombre de Antígono, Diadoco de Alejandro, que en el reparto que sucedió a la muerte del rey se quedó con el gobierno de Macedonia patria de origen de la familia de Alejandro y de gran parte de sus generales. 
La actitud griega ante Alejandro Magno
La actitud griega ante Alejandro fue diferente en Atenas y Esparta. Grecia no celebró la victoria de Mileto, ni ningún poeta cantó las victorias de Alejandro. Indudablemente, si los atenientes hubiesen querido poner a disposición de éste su marina, hubiese vencido a los persas por mar. Pero no quisieron. Demóstenes y sus amigos velaban para que no ocurriese. Y sólo entregaron a Alejandro, para su expedición a Asia, 20 navíos, acordados en el tratado con el vencedor, escudándose en la neutralidad de Atenas. Tras vencer Alejandro en Ipso a los persas, solamente le ofrecieron una corona de oro.
Los espartanos, que nunca fueron miembros de la Confederación que Filipo fundara en Corinto, cuando Alejandro se fue a Asia reanudaron sus contactos con el rey persa y tras la batalla de Ipso se mostraron tan amenazadores que estalló la guerra entre Esparta y Antípatro, gobernador de Alejandro en Macedonia que derrotó a los espartanos en el año 331. Desde entonces, ningún estado griego se atrevió a levantarse contra Macedonia mientras vivió Alejandro.
Al morir, éste, se alzaron en son de guerra junto con los atenienses, pero Antípatro los volvió a vencer y Demóstenes se suicidó.
Años después, al morir Antípatro, estalló la guerra civil en Macedonia. La reina Olimpia tomó parte en la lucha y fueron asesinados Filipo Arrideo y su madre (hijo y 2da esposa de Filipo) y un centenar de sus partidarios. Olimpia fue vencida y capturada por Casandro, hijo de Antípatro, que la hizo asesinar, como dijimos, por los familiares de sus víctimas.
En el año 310, Casandro se deshizo de Alejandro IV y Roxana, la cual había hecho asesinar antes a la esposa oficial persa de Alejandro, Estatira, hija de Darío III. Después, los adversarios le opusieron a Casandro a Alejandro Heracles, de 16 años, hijo de Alejandro y una noble frigia, pero el joven fue asesinado en un banquete.
Sólo quedaba, de la dinastía de los Argeadas, la joven Cleopatra, hija de Filipo II y Olimpia, hermana de Alejandro, quien casada con su tío, el rey Alejandro el Moloso, de Epiro, había enviudado. Después de varias propuestas decidió casarse con Ptolomeo, pero Antígono lo Impidió haciéndola envenenar. Con ella se extinguió la dinastía de Filipo y Alejandro.
En verde reino de Casandro y marrón reino de Lisímaco 

Los reyes Antigónidas 
Antígono Monoftalmos (321-301 a.C.)
El más poderoso de los Diadocos era Antígono llamado el Cíclope o Monoftalmos porque le faltaba un ojo. Él fue el origen de la dinastía helenística de Macedonia, que de él tomará el nombre de Antigónidas. Desde su Satrapía de Frigia había extendido el territorio de sus posesiones iniciales y desde Asia gobernaba todo su imperio: Licia, Frigia y Pamfilia, asociando al trono a su hijo Demetrio Poliorcetes, Conquistador de ciudades.
A lo largo del siglo III los problemas en los Estados helenísticos giraron en torno a los intentos expansionistas de Antígono, a los que se opusieron Seleuco en Oriente. Casandro en Macedonia y Grecia y en Egipto, Ptolomeo, centrándose la lucha entre los años 309-306 en torno al dominio del Egeo.
Tras una época de continuos enfrentamientos, a lo largo de la cual los Diadocos tomaron el título de reyes, todos se coaligaron contra el poder antigónida, originándose la llamada Guerra de los cuatro años (305-301), al final de la cual Antígono fue vencido y muerto por Seleuco y Lisímaco en 301 en la batalla de Ipso en Frigia, tras la cual se repartieron los Diadocos el Imperio de Alejandro.
Esta Batalla de Ipso constituye un hito decisivo en la historia de la sucesión de Alejandro, debido a una serie de hechos:
Por la muerte de Antígono, que había sido el dueño de la situación durante veinte años.
Porque desapareció toda pretensión al intento de unificar nuevamente el fragmentado imperio de Alejandro, consagrándose su desmembración definitiva 
Comienza la época de los Epígonos o sucesores de los Diadocos.
Se llama epígonos (sucesores) a los reyes que sucedieron en el trono a los diádocos. No fueron tan ambiciosos como los diádocos, pues ninguno de ellos tuvo la intención de restaurar el imperio de Alejandro en toda su magnitud, sino que se dedicaron a consolidar los nuevos reinos creados. Heredaron el espíritu de la cultura griega y trataron de extenderlo y protegerlo.
También tuvieron sus guerras en Grecia fueron principalmente de infantería con algo de caballería, mientras que entre Egipto y Siria emplearon más la caballería, elefantes y carros de guerra. 

Invasión de los celtas
En el siglo III a.C, hubo una gran migración de galos (celtas) llegados de la Galia hacia oriente, recorriendo toda Grecia y llegando hasta Asia Menor donde, después de grandes enfrentamientos con los reyes de Pérgamo Eumenes I y Átalo I fueron rechazados por éstos.
El conjunto de estos galos invasores formaba una confederación de tribus, al frente de la cual iba el rey galo llamado Breno.
Desde 281 a 280 a.C, la presión que los galos ejercieron sobre el reino de Macedonia fue incontenible, por lo que los macedonios se aliaron con los dardanios, una tribu que ofreció 20.000 guerreros, y el rey macedonio Ptolomeo Cerauno rechazó la alianza.
Cuando los galos ofrecieron la paz al rey macedonio, la rechazó, y los celtas se dividieron en tres grupos:
Flanco oriental al mando de Ceretrio: en el flanco oriental atacó Tracia y venció a tribalos y getas.
Flanco central al mando de Breno y Acicorio: atacó Macedonia, venció al rey macedonio y lo mató, acabó con los dardanios y la Peonia.
Flanco occidental de Bolgios (líder máximo de los celtas) atacó a los autariataes e ilirios.
Raid galo en el norte de Grecia, primera mitad siglo III AC. Autor Angus McBride 

Por suerte para los macedonios surgió un líder llamado Sóstenes que reunió tropas y expulsó a los celtas. Sóstenes fue nombrado rey, pero en el 279 AC, durante una nueva invasión fue vencido y muerto; todo su país fue saqueado menos las ciudades fortificadas que los celtas no pudieron tomar.
En el 279 AC al tener noticias de las grandes riquezas helénicas, una enorme fuerza de 150.000 infantes y 15.000 jinetes (cifra de historiadores griegos) al mando de Breno, secundado por Accicorio invadieron Grecia. Los galos tuvieron sus primeros encuentros en Tesalia.
Avance de los galos en los Balcanes 281-280 AC, las banderas indican pueblos derrotados por los galos 

Demetrio I Potiorcetes (307-283 a.C.)
A Antígono el Cíclope le sucedió Demetrio I Poliorcetes (Conquistador de ciudades) (307-283 a.C.), rey que luchó sin cesar contra Pirro, rey de Épiro, apoyado por Ptolomeo y que a la muerte de su padre mantenía aún los dominios de Chipre y Grecia, con una gran flota en Corinto. Demetrio restauró en el año 302 la Liga de Corinto, cuya inscripción se ha encontrado en Epidauro, revelando su estructura. El fin de esta restauración fue abatir a Casandro y decayó tras los desastres militares de Demetrio.
A partir del año 298, la muerte de Casandro y la ayuda de Ptolomeo llevaron a Demetrio a establecerse en Macedonia, dejando a su hijo Antígono Gonatas al mando de Grecia.
En el año 288, Lisímaco y Pirro ocuparon Macedonia, alarmados ante los preparativos navales de Demetrio y se la repartieron. Atenas se rebeló con ayuda de Ptolomeo y Demetrio quedó nuevamente reducido a la posesión de algunas ciudades griegas y a su flota. No obstante, invadió Asia y se lanzó contra su mortal enemigo. Lisímaco, pero derrotado en Cilicia en el año 286, por Agatocles, hijo de Lisímaco, fue por último, cercado por Seleuco y tuvo que rendirse. Pasó sus dos últimos años de vida cautivo de éste hasta su muerte, en una residencia real, a orillas del Orantes.
La derrota de Demetrio benefició sobre todo a Lisímaco, que se apoderó de toda Macedonia, contra el hijo de Demetrio, Antígono Gonatas. 

Antígono Gonatas (283-240 a.C.).
Antígono Gonatas tomó el título de rey en el año 283, pero no entró en posesión del reino hasta 276, tras su triunfo sobre los Gálatas en Lisimaquia. Se mantuvo durante cierto tiempo en Tesalia, pero en ese momento, todos los contendientes se reunieron contra Lisímaco.
Así, en el verano del año 281, Seleuco inició las operaciones contra Lisímaco en Asia Menor y unas semanas más tarde tuvo lugar la Batalla de Curupedion, al oeste de Sardes, pereciendo Lisímaco en el campo de batalla.
Tras esto, Seleuco se hizo proclamar rey de Macedonia y confió su reino asiático a su hijo Antíoco, tomando el camino de Macedonia, a la que no llegó, siendo asesinado por Ptolomeo Keraunos, el Rayo, hijo de Ptolomeo I y la reina Eurídice, a quien Seleuco había prometido ayudarle a conquistar el trono de Egipto, contra su hermanastro Ptolomeo II Filadelfo, cerca de la ciudad de Lisimaqueia, haciéndose proclamar, a su vez rey de Macedonia (invierno de 281 -280/79). 

Batalla de las Termópilas (279 a.C)
Los griegos formaron un ejército de 30.000 soldados y 2.000 jinetes al mando de Cefisodoto (Beocia) y Poliarco (Etolia). Se atrincheraron en las Termópilas un estrecho paso donde se podía defender el acceso a Grecia Central.
Los primeros ataques galos fueron detenidos en el río Esperqueo, pero en la noche una fuerza de 10.000 galos atacó e hizo retroceder a los griegos. Al día siguiente las fuerzas celtas atacaron de frente el paso siendo retrasados, cuando los celtas intentaron flanquear las montañas fueron rechazados.
Para hacer retroceder a los griegos, Breno mandó a 40.000 infantes y 800 jinetes celtas a Etolia, lugar de origen de muchas tropas griegas, saqueando Callium, ciudad que arrasaron por completo, mataron a todos los varones y violaron a todas las mujeres, vivas o muertas.
Tras rechazar un nuevo ataque en las colinas, los griegos supieron del ataque y retrocedieron. 

Batalla de Delfos (279 a.C.)
Tras obligar a los griegos a huir de las Termopilas y dejar el paso libre, Breno llevo a sus tropas hacia el sur, hacia Delfos. Ni siquiera quiso esperar al resto de su ejército, mandado por Achichorius, que se encontraba arrasando Etolia y masacrando a todos sus habitantes.
Para defender Delfos e intentar que no cayeran en manos celtas sus inmensas riquezas se reunió un pequeño ejército griego: contingentes de varias ciudades de Foecia, 400 hoplitas de Anfisa y 1200 etolios que acudieron a Delfos a toda prisa en cuanto se enteraron de la cercanía de los celtas.
Galos preparándose para atacar el templo de Apolo en Delfos en el 279 AC. Autor Angus McBride 

Los galos se dirigieron a Delfos con la pretensión de saquear el famoso recinto sagrado, bien conocido por su oráculo y por la gran riqueza de sus tesoros. El santuario en Delfos estaba totalmente desprotegido, sin ningún tipo de fortificación o defensa, las ciudades estado griegas de la zona creían que los dioses castigarían a cualquiera que osara perturbar un lugar sagrado, y no vieron necesario fortificarlo. Parece ser que en la defensa de Delfos los griegos que eran unos 4.000, hirieron intentaron defender el recito, e incluso hirieron de gravedad a Breno, pero no pudieron contenerlos y los galos saquearon el recinto sagrado.
Los griegos pasaron a utilizar tácticas de escaramuzas y guerrillas. 
Afortunadamente para ellos, tenían en su bando a un contingente de focios, que conocían la zona a la perfección. Además tenían la considerable ventaja de que los celtas no usaban ningún tipo de coraza o protección corporal, así que todos los proyectiles lanzados por los griegos (jabalinas, flechas, piedras, etc.) eran muy efectivos, si acertaban en el blanco.
Desde allí, el rey se dirigió con su gente a Epiro, donde saqueó el templo de Zeus que tenía sus dependencias en la ciudad llamada Dodona o Dódona, famosa por su oráculo.
A continuación marchó con su ejército a la ciudad de Olimpia en el Peloponeso, donde Zeus tenía el santuario más rico del mundo antiguo. El lugar fue totalmente saqueado y Breno y sus tribus confederadas se llevaron un buen botín. Pero la guerrilla griega de Macedonia ofreció una gran resistencia a su paso y Breno tuvo que retirarse y suspender los siguientes ataques que tuviera programados. Poco después murió a consecuencia de la herida recibida en Delfos.
Las tribus galas, al quedarse sin su caudillo, se dispersaron. Un grupo cruzó el Holesponto. Otro grupo que incluye los volcos y tectosagos regresaron a su lugar de origen, en el suroeste de la Galia, en la región de Tolosa (la actual Toulouse). 
Este grupo llevaba consigo el botín de la campaña llevada a cabo por su rey Breno. Al llegar a Tolosa, se cree que fundieron el oro y la plata; la plata la transformaron en gigantescas ruedas de molino. Escondieron el tesoro en diversos lagos sagrados ubicados en el recinto del templo del dios Heracles en Tolosa. Se sabe que el total ascendía a 15.000 talentos romanos. 

La guerra de Cremónides
Vencido sucesivamente al querer reconquistar Macedonia por Pirro, rey de Epiro y luego por su hijo Alejandro de Epiro, reconquistó su trono en el año 272. 
Durante su reinado tuvo lugar la llamada Guerra de Cremónides (266-261) que se conoce por el decreto que el ateniense Cremónides, discípulo de Zenón, que alentaba la guerra, hizo votar a la asamblea ateniense en el año 268/7. Tuvo lugar entre diversas ciudades griegas aliadas con Egipto en contra de Macedonia. Las causas de esta guerra no están claras, barajándose varias hipótesis:
a) Pudo deberse a un deseo de Arsinoé II de poner en el trono a un hijo suyo y de Lisímaco.
b) Para Rostovtzeff, pudo tratarse de una causa económica.
c) También pudo deberse a un deseo de los Ptolomeos de oponerse a Antígono, un potencial aliado de Antíoco. 
Los orígenes de la guerra hay que situarlos en el deseo persistente de muchas ciudades-estado griegas, sobre todo Atenas y Esparta, de restaurar su pérdida independencia, junto con la intención de Ptolomeo II Filadelfo de aumentar el descontento de la esfera de influencia de su rival macedonio. Las ambiciones de Ptolomeo II Filadelfo sobre el mar Egeo se veían amenazadas por la flota de Antígono II Gonatas, así que creó una coalición antimacedonia en Grecia. Se concentró especialmente en su amistad con Atenas, proveyéndola de grano.
La facción antimacedonia en Atenas, liderada por el estoico Cremónides, cogió el poder y declaró la guerra a Macedonia (posiblemente en el otoño de 268 a. C.). El primer año del conflicto sólo se vieron pequeñas confrontaciones, aunque generalmente acababan favorablemente para la coalición antimacedonia. Sin embargo, después de la poco decisiva temporada de campañas de 266 a. C., la guerra comenzó a volverse en contra de las ciudades-estado y en 265 a. C. Antígono II fue capaz de vencer en una decisiva batalla a las afueras de Corinto en la que el rey espartano Areo I murió.
Con su principal aliado derrotado y un ejército demasiado debilitado para enfrentarse a los antigónidas solo, los atenienses pudieron hacer poco más que esperar tras sus murallas y aguardar a que Ptolomeo mandara ayuda antes del inevitable sitio. Desafortunadamente para ellos, Filadelfo no iba a estar listo para mandar una gran expedición hasta que Atenas había sido rendida por hambre en 262 a. C. o 261 a. C.
Después de la caída de Atenas, ésta perdió sus últimos vestigios de independencia prehelenística y fue establecido un acuartelamiento macedonio allí hasta 229 a. C.
Esta guerra terminó con la victoria completa de Antígono y la humillación de Atenas, que perdió para siempre su papel rector en la vida política de Grecia. 
Perdió su derecho a acuñar moneda y también el de elegir libremente a sus magistrados. Su gobierno fue encomendado a un magistrado de Antígono. Este se convirtió en el indiscutible dueño de Grecia, con muchas plazas fuertes en sus manos, entre ellas Corinto, Atenas y las ciudades de Eubea: Eretria y Calcis.
Parte de esta guerra, o resultado de ella, fue la batalla de Cos[1], que dio participación a Antígono en el dominio del Egeo. Mientras tanto, en Siria, tenía lugar la Guerra de Éumenes.
Pero la hegemonía macedonia a la que se llegó tras la Guerra de Cremónides fue puesta en peligro por una crisis dinástica. Antígono había confiado los asuntos de Corinto a su hermano Crátera y a su muerte, el hijo de éste, Alejandro, se proclamó rey (hacia el año 253), tal vez apoyado por los Ptolomeos y los Seléucidas, comenzando en este momento la aparición de un nuevo personaje en escena: Arato de Sicion, que en el año 251 había liberado a su ciudad de la Tiranía y la hizo unirse a la Liga Aquea. 

Demetrio II (239-229 a.C.)
A Antígono Gonatas le sucedió su hijo Demetrio II (239-229) cuyo advenimiento provocó en Grecia la inversión de las alianzas: Los Etolios se aliaron con los Aqueos, contra los que se habían aliado a Antígono Gonatas sin que se sepa bien las razones, declarándose la guerra entre esta coalición y Demetrio II, la llamada Guerra demetríaca (años 239-235?) mientras que en Épiro, una serie de sucesos hacía desaparecer a la familia real, organizándose hacia el año 333 el país en una Confederación.
Demetrio II tuvo que enfrentarse a un peligro por el norte: Los Ilirios, empujados por los Dardanios y luchando contra ellos, pereció en el año 229, abriéndose una crisis en Macedonia, ya que el príncipe heredero era un niño, siendo nombrado regente (epitropos) Antígono III Doson (229-221) primo de Demetrio II, y después rey de Macedonia, hasta que tomó el mando Filipo V, hijo de Demetrio II. 

Antígono III Dosón (229-221 a.C.)
Antígono III Dosón hubo de hacer frente a una sublevación de los Tesalios, que se adhirieron a la Liga Aquea y también Argos, que se había mantenido como el último bastión macedonio en el Peloponeso, haciendo de la Liga Aquea un gran Estado. Tras continuas luchas de griegos contra griegos en las que intervino Egipto sosteniendo financieramente a Cleomenes de Esparta. Dosón presentó e hizo aceptar un plan de unidad, creándose un koinón: La liga helénica, en el año 224, sobre el modelo de la antigua Liga de Corinto, que reagrupaba a los Estados federales en lugar de las ciudades.
Los adversarios inmediatos de esta Liga fueron Cleomenes de Esparta, la Liga Etolia y Roma. Antígono Dosón, uno de los más importantes reyes de la Dinastía Antigónida, se enfrentó de nuevo a los Ilirios por el norte, muriendo poco después, aún joven, sucediéndole en el trono de Macedonia su sobrino Filipo V, un adolescente de diecisiete años y un Consejo de Regencia, que debían enfrentarse a un nuevo enemigo: Roma, cuya presencia a partir de ese momento llenaría los próximos siglos de la Historia de Oriente, hasta que todos los reinos helenísticos dejen de existir para pasar a ser provincias del extenso territorio romano. 

Filipo V (221-179 a.C.)
Hijo de Demetrio II y Ptía, Filipo V, subió al trono muy joven, a la muerte de su tío Antígono III Dosón. Mientras tanto, en Egipto y Siria también los reyes, Ptolomeo IV y Antíoco III, acaban de rebasar los veinte años.
Conocida la muerte de Dosón, los Etolios enviaron una armada al Peloponeso, declarándoles la guerra a los Aqueos, que vencidos, llamaron a Filipo V, decidiéndose la llamada Guerra de los Aliados (año 224). 
En 224/3 a. C. el rey Antígono Dosón había fundado junto con la Liga Aquea y otros estados griegos una alianza militar llamada la "Liga Helénica", que había triunfado sobre Esparta en 222, conduciendo a la supremacía de la Liga Aquea en el Peloponeso.
La Liga Etolia, un rival de este último, estaba aliado con las ciudades de Elis y Mesenia, que comenzaron a acercarse a los aqueos. Para contrarrestar estos movimientos, los etolios habían enviado tropas al Peloponeso en 221, haciendo una declaración de guerra a la Liga Aquea en 220 por la entrada de Mesenia en la alianza aquea. El ejército aqueo fue derrotado en Cinuria de Arcadia, y tuvieron que apelar a su aliado el rey de Macedonia Filipo V, el sucesor de Antígono: la guerra se decidió en una asamblea general de la alianza celebrado en Corinto. Uno de los objetivos declarados de la guerra fue también restar la influencia etolia sobre el santuario de Delfos.
Además de unos pocos estados que permanecieron neutrales como Atenas, toda Grecia estaba preocupada por el conflicto, Esparta finalmente se unió al bando etolio, mientras que las ciudades cretenses se dividieron (Guerra de Lictos).
Las operaciones militares fueron violentas y destructivas. En el Peloponeso, los etolios aliados con los espartanos y los eleos causaron estragos en los territorios bajo la Liga Aquea. En la Grecia Central, en Epiro y en Macedonia, los santuarios de Dodona y Dion fueron saqueados por los etolios, mientras que Filipo saqueó la capital etolia Termo en 218 a. C.
Filipo V participó efectivamente en el Peloponeso después del final de la guerra en Iliria en 219 a. C.
En el verano de 217 obtuvo una victoria sobre los etolios al capturar la fortaleza de Tebas de Ftiótide. Preocupado por la situación en Iliria, Filipo ofreció la paz a los etolios.
Las negociaciones se hicieron sobre la base del statu quo, cada uno conservando sus adquisiciones, los etolios habían perdido algunas fortalezas pero conservó su influencia en Delfos. Esta paz no fue satisfactoria para ninguna de las partes y constituyó en realidad una tregua.
Liberado del frente etolio, Filipo V pudo acudir a Iliria, que dio como resultado la Primera Guerra Macedónica. 
Mientras, el peligro volvía a presentarse por el norte, donde Demetrio de Faros había aprovechado la muerte de la reina Teuta para apoderarse de su reino en el año 225 y se alió con los macedonios. Demetrio en el año 220 había intentado apoderarse del puerto mesenio de Pilos, con lo que vulneraba el tratado con Roma del 228, que intervino en lo que se llamó la Primera Guerrá Macedónica (215-205) que terminó con la Paz de Fénice, que mantenía el statu quo. Para oponerse a la alianza sirio-macedonia contra Egipto y a petición de Pérgamo.  
La primera guerra macedónica fue el primero de los tres conflictos militares que enfrentaron al Reino de Macedonia con la República romana. La guerra se libró entre 215 a. C. y 205 a. C., y se inició como consecuencia del acercamiento entre Filipo V de Macedonia y Aníbal; tanto que aquél estuvo cerca de tomar parte en la segunda guerra púnica en apoyo de Cartago.
Inicialmente Filipo tomó la iniciativa, construyó una flota e intentó tomar el control de Iliria con el fin de obtener una base de operaciones a través de la que introducirse en Italia. Con el fin de evitar la unión de las tropas macedonio-púnicas en territorio italiano, la República firmó una alianza con la Liga Etolia y el Reino de Pérgamo; de este modo, el monarca macedonio se veía obligado a mantener sus tropas en su territorio a fin de defenderse de los ataques de sus vecinos.
Tras la victoria de Roma sobre Cartago, y tras la pérdida del apoyo de la Liga Etolia contra Macedonia, el Senado accedió a firmar un tratado de paz en la ciudad de Fénice conocido como la «Paz de Fénice» (205 a. C.). El tratado acababa con el conflicto entre romanos y macedonios, reconocía Iliria a Filipo a excepción de ciertas ciudades costeras con la condición de que éste renunciara a apoyar a los cartagineses en su lucha contra los romanos. El cese de las hostilidades no fue duradero, y Macedonia y Roma volverían a enfrentarse en dos ocasiones más; estos conflictos recibieron el nombre de guerras macedónicas.
A finales del Siglo III a. C., la decadencia de los estados helenísticos clásicos hizo que los etolios se unieran y crearan la Liga Etolia, la cual, aprovechándose de la debilidad de los estados vecinos se expandió en todas direcciones llegando a dominar Delfos, y se configuró como la segunda potencia griega tras el Reino de Macedonia. Coincidiendo con una etapa de enorme inestabilidad política, la Liga Etolia inició una belicosa política expansionista, conquistando la importante región de Ambracia a los epirotas, y enfrentándose a la Liga Aquea; estas acciones desafiaron la supremacía macedónica en Grecia, lo que causó el estallido de un conflicto con Macedonia, que se saldó con la derrota de los etolios.
El inicio de la segunda guerra púnica entre Roma y Cartago, en la que los romanos centraron su actividad militar, alimentó las ambiciones de Filipo V de Macedonia que soñaba con expandir sus territorios hacia el oeste. De acuerdo con los escritos de Polibio, la influencia de Demetrio de Faros - uno de los consejeros del monarca - causó el inicio de las hostilidades entre Filipo y Roma.
Al término de la Primera Guerra Ilírica[2], los romanos brindaron a Demetrio la oportunidad de acceder al poder en Iliria. No obstante, Demetrio violó el acuerdo con los romanos y se enfrentó a ellos (Segunda Guerra Ilírica). El comandante romano Lucio Emilio Paulo, venció a Demetrio, que tuvo que huir a fin de salvar su propia vida y encontró asilo en la corte del monarca macedonio. 
En esos momentos Macedonia estaba envuelto en un conflicto con su enemigo natural, la Liga Etolia. Cuando el monarca tuvo noticias de la victoria de Aníbal frente a los romanos en el Lago Trasimeno (217 a. C.), Filipo solicitó el consejo de Demetrio; el otrora aliado de los romanos le recomendó reconciliarse con Liga Etolia a fin de estabilizar sus fronteras mientras marchaba hacia Iliria e Italia.  
Según Polibio, estas fueron las palabras de Demetrio:
Para que Grecia se incline ante tu poder por siempre: Los habitantes de Aquea por un afecto verdadero y los etolianos por el temor que les inspire el resultado de esta guerra. Italia y tu travesía son el primer paso para la institución de un imperio universal. Ahora es el momento de actuar, cuando los romanos se están aún lamiendo las heridas.
Convencido a causa de la elocuencia de su asesor, el monarca heleno comenzó las disposiciones militares pertinentes.
Filipo, tras ser convencido por Demetrio, inició las negociaciones de paz con Etolia. El encuentro entre Filipo y los líderes etolios tuvo lugar en Naupacto, donde se redactó un tratado de paz entre Macedonia y Etolia. Según Polibio el líder etoliano Agelao de Naupacto habló de esta manera en favor de la paz:
Lo mejor que podrían haber hecho los griegos ha sido unirse y no combatir entre ellos, hay que agradecer a los dioses que hayan hablado con una sola voz y se hayan unido para repeler los ataques de los bárbaros y salvarse a ellos y a sus ciudades. Pero si no lo creemos imposible, ahora mismo debemos unirnos y formar un vasto ejército para asumir la guerra en el oeste. Es evidente que si los cartagineses vencen a los romanos, o los romanos a los cartagineses, el vencedor no se quedará satisfecho con las posesiones de Sicilia e Iliria. Debemos adelantarnos a los acontecimientos y enfrentarnos a esta peligrosa situación en tu persona, Oh Rey. Debes abandonar la política de debilitamiento de los griegos para no caer como una presa fácil del invasor defendiendo toda Grecia por igual como si todo fuera ya parte de tus dominios. Si actúas de esta manera, los griegos se convertirán en los más cálidos amigos y los más fieles aliados que te ayudaran en cualquiera de tus empresas. Lo debes emprender con entusiasmo y dirigir tu mirada al oeste y centrar tus pensamientos en las guerras italianas. Espera con frialdad el transcurso de los acontecimientos y elige el momento adecuado para iniciar el viaje hacia la dominación mundial. Debemos retrasar nuestros conflictos para garantizar la tranquilidad en nuestras fronteras. 
Filipo construyó una flota que constaba de cien buques militares y entrenó a un ejército de hombres a su mando (217 a. C. - 216 a. C.). Polibio afirmó que el vigor con el que monarca se entregó a esta tarea no tenía precedentes entre sus predecesores. Macedonia no disponía de suficientes recursos para construir y mantener la clase de flota que era necesaria para enfrentarse a los romanos. De acuerdo con Polibio, Filipo no esperaba luchar con los romanos en el mar, quizá debido a la carencia de experiencia y entrenamiento.
Asimismo, se construyeron un considerable número de lembis; éstos eran pequeñas y rápidas galeras que usaban los habitantes de Iliria, y que eran capaces de transportan a cincuenta soldados sin contar a los tripulantes. Con todo ello esperaba evitar a la flota romana, que trataría de impedir un encuentro con la flota cartaginesa de Aníbal en su base de Lilybaeum, al oeste de Sicilia. 
Filipo además, expandió sus territorios hacia el oeste, a través de los valles de los ríos Apso y Genuso, llegando a los bordes de Iliria. El plan de Filipo era tomar las costas de Iliria conquistando el área entre estas costas y Macedonia, y usar el nuevo territorio conquistado a fin de transportar los refuerzos rápidamente hasta las mismas puertas de Italia. 
A principios de verano, Filipo y su flota partieron de Macedonia y navegaron a través del Estrecho de Euripo, entre las regiones de Eubea y Beocia, en territorio heleno, rodearon el Cabo Malea, y, antes de cruzar el ancho entre las Islas de Cefalonia y Leucas, esperaron a recibir la posición de la flota romana; este informe debía partir de Lilybaeum y llegar al norte de Apolonia (Iliria).
No obstante, cuando la flota macedónica estaba fondeada en la Isla de Sazan, informaron a Filipo del avistamiento de quinquerremes en Apolonia. Convencido de que la flota romana marchaba hacia allí con el fin de capturarle, ordenó la retirada inmediata a Cefalonia. Polibio describió la huida de la flota macedonia como «un ejemplo de pánico y desorden». A pesar de ello, los romanos solo habían enviado diez naves con el fin de hacer frente a lo que consideraban una «alarma injustificada». Filipo había dejado escapar su mejor oportunidad de tomar Iliria y tuvo que regresar a Macedonia; aunque no había perdido ninguna nave, volvió a su reino con un considerable deshonor.
Cuando llegó la noticia a la corte de Filipo de la aplastante victoria de Aníbal frente a los romanos en la Batalla de Cannas[3], el monarca envió mensajeros al campamento de Aníbal en Italia con una propuesta de alianza entre sus dos pueblos. Se concluyó en el verano del 215 a. C. un tratado de amistad descrito por Polibio. En el tratado se prometía apoyo militar mutuo contra los enemigos (excepto que sean aliados de los otros). Específicamente se prometía apoyo mutuo en la guerra contra Roma, Aníbal debía firmar una paz con Roma que no debía incluir a Filipo, pero Roma debía ser forzada a ceder Corfú, Apolonia, Epidanmo, Faros, Dimale, Partinia y Atintania y se debía restaurar a Demetrio en el trono de Faros. 
El trato no hacía mención de ninguna invasión por parte de Filipo a Italia, ya que tras el fiasco en la isla de Sazan, a Filipo se le habían quitado las ganas de hacerse un nombre como aventurero militar.
A su regreso a Macedonia, los embajadores de Filipo y los embajadores de Aníbal fueron capturados por Publio Valerio Flaco, comandante de la flota romana que patrullaba el sur de la costa de Apulia. Una carta de Aníbal a Filipo y los términos del tratado entre ambos fueron descubiertos por los romanos. 
La noticia de la alianza entre Filipo y Cartago supuso un gran golpe para Roma. Se enviaron inmediatamente 25 barcos para que se unieran a Publio Valerio Flaco y su patrulla de la costa de Apulia y se enviaron el mismo número de barcos para que guardaran la costa Adriática cerca de Tarento, en un intento por frenar los impulsos expansionistas de Filipo reduciendo su campo de operaciones a la propia Macedonia y encerrándolo progresivamente en su propio territorio.
A finales de verano del 214 a. C., Filipo intentó de nuevo tomar el control de Iliria por mar, con una flota de 120 lembi. Filipo capturó Orico que estaba débilmente defendido, navegó a través del río Aous (el moderno Vjosë) y asedió Apolonia. 
Mientras tanto los romanos habían movilizado una flota desde Tarento hacia Brindisi para vigilar los movimientos de Filipo, más una legión que actuaría como apoyo, bajo las órdenes del propretor Marco Valerio Levino. Levino desembarcó en las inmediaciones de Orico y la retomó fácilmente tras un pequeño combate.
Según los escritos recogidos por Livio, Levino, cuando tuvo noticias del asedio de Apolonia, envió a 2.000 hombres bajo el mando de Quinto Nevio Crista para que auxiliara a la ciudad. A través del ejército de Filipo, Quinto Nevio Crista y su ejército fueron capaces de entrar en la ciudad sin ser vistos. A la noche siguiente, Crista capturó al ejército de Filipo y rodeó su campamento. Filipo escapó con sus barcos y regresó a Macedonia dejando atrás una buena parte de su flota y de sus hombres, los hombres fueron asesinados o hechos prisioneros y los barcos se quemaron. Lavino pasó el invierno en Orico.
Tras la frustrada invasión de Iliria por vía marítima, y ahora bloqueado por la flota de Lavino que estaba fondeada en el Adriático, Filipo pasó los dos años siguientes (213 a. C. - 212 a. C.) realizando incursiones en Iliria por vía terrestre. Guardando la costa, Filipo tomó las poblaciones de Atintania y Dimale y subyugó a las tribus ilíricas de los dassaretas, los partinos y finalmente, a los ardiaei del sur.
Filipo fue finalmente capaz de obtener acceso al Adriático capturando Lissus, una ciudadela considerada inexpugnable. La captura de esta población hizo que los territorios adyacentes de la zona se rindieran sin dilación. La captura de Lissus reavivó las esperanzas del monarca de conquistar Italia. Sin embargo, la pérdida de la flota de la que tanto dependía Filipo hizo de esta conquista un sueño casi inalcanzable.
Para detener la que parecía inminente invasión de Filipo a Italia o a Iliria, los romanos buscaron aliados entre los pueblos griegos a fin de desestabilizar las fronteras de Macedonia y obligar al monarca a defenderse en su propio territorio.
Lavino exploró la posibilidad de llegar a un tratado de amistad con la Liga Etolia (212 a. C.) Los etolianos habían firmado una paz con los macedonios en Naupacto en el 217 a. C. pero tras estos cinco años se habían recuperados de los estragos causados en la guerra contra sus vecinos y estaban preparados de nuevo para levantarse en armas contra sus enemigos tradicionales.
En 211 a. C., una asamblea etoliana se reunió para entablar las negociaciones con Roma. Lavino señaló astutamente la reciente captura de Capua y Siracusa, anteriormente bajo dominio cartaginés como una prueba de la capacidad militar de Roma. Se firmó entonces un tratado de alianza entre Roma y la Liga Etolia para combatir conjuntamente a los macedonios. Los etolianos dirigirían las operaciones por tierra mientras los romanos lo harían por mar. El tratado estipulaba además alianzas con otros miembros de la Liga: Elis, Esparta, Mesenia y Átalo I de Pérgamo y dos clientes de Roma, los jefes ilirios Pleuratos I y Scerdilaidas.
Tras el verano, Lavino conquistó la principal ciudad de Zacyntho, excepto por su ciudadela, la ciudad de Oeniadae en Acarnia y la isla de Nasos, en la cual comandó las fuerzas etolianas. Tras esto trasladó su flota a Corfú para pasar el invierno. 
Tras conocer la alianza entre Roma y la Liga Etolia, Filipo se apresuró a asegurar su frontera norte. Realizó unas cuantas incursiones en Iliria, Orico y Apolonia y tomó la ciudad fronteriza de Sintia en Dardania. Filipo marchó rápidamente hacia el sur a través de Pelagonia, Lincestis, Botiea y Tempe, volvió hacia el norte otra vez atacando Tracia y a la ciudad principal de Iamphorynna. Tras lo cual, se retiró a Macedonia.
Nada más regresar, Filipo recibió una petición desesperada de sus aliados los acarnianos. El strategos (general) etolio Escopas había movilizado al ejército etolio y preparaba la invasión de Acarnania. Desesperados y rodeados, pero determinados a resistir, los acarnianos enviaron a sus mujeres, niños y ancianos para que buscaran refugio en el Epiro y el resto marchó a la frontera para combatir. Tras tener noticias de la determinación de los acarnianos, los etolios vacilaron y tras conocer la llegada de Filipo abandonaron definitivamente la invasión. Tras esto Filipo se retiró a Pela para pasar el invierno. 
En la primavera del 210 a. C., Lavino navegó de nuevo desde Corfú con su flota y, junto con los etolios conquistó la ciudad Anticira de la Fócida. Roma esclavizó a la población y la Liga Etolia se apropió del territorio conquistado.
Aunque existían recelos de Roma y de sus métodos entre los pueblos helénicos, la coalición contra Filipo siguió creciendo. Se unieron a esta coalición antimacedónica: Pérgamo, Elis y Mesenia, seguidos por Esparta. La flota romana unida a la de Pérgamo controlaba los mares, y Macedonia y sus aliados estaban bloqueados por tierra por el resto de los integrantes de la coalición. La estrategia romana de sembrar la simiente de la discordia entre los griegos en la propia Grecia e impedir que los macedonios pasaran a Italia o Iliria estaba dando resultado. Cuando Lavino volvió a Roma para tomar posesión de su consulado, pudo informar sin temor al Senado de que la legión desplegada contra Filipo estaba completamente segura. 
Sin embargo, el resto de componentes de la coalición antimacedónica permanecieron en un estado de pasividad durante el 210 a. C., tiempo que Filipo aprovechó para continuar realizando incursiones. Tras intensos trabajos de sitio, Filipo tomó Echino, defendida por el strategos Dorimaco y la flota romana, comandada ahora por Publio Sulpicio Galba Máximo. Trasladándose hacia el oeste, Filipo tomó Falara y la ciudad portuaria de Lamia. Galba Máximo tomó Egina, una isla del Golfo Sarónico, que los etolios vendieron al rey de Pérgamo por treinta talentos, y que se usó como base principal de operaciones contra Macedonia en el Mar Egeo.
En la primavera del 209 a. C., Filipo recibió peticiones de ayuda de sus aliados de la Liga Aquea del Peloponeso, que estaban siendo atacados por Esparta y sus aliados de la Liga Etolia. También recibió noticias del nombramiento de Átalo I de Pérgamo como uno de los líderes de la Liga Etolia y de que intentaba cruzar el Mar Egeo hacia Asia Menor. Filipo marchó hacia el sur de Grecia. En Lamia se enfrentó al otro líder de la Liga Etolia, el strategos Firrias, que estaba apoyado por tropas auxiliares romanas y de Pérgamo. Filipo venció en dos batallas a su enemigo en Lamia (primera batalla de Lamia y segunda batalla de Lamia), y le obligó a retirarse al interior de las murallas (lugar del que estaban poco dispuesto a salir para plantar batalla campal) tras haber infligido graves pérdidas a las tropas de Firrias.
Desde Lamia, Filipo se dirigió a Falara. Allí se encontró con los representantes de los estados neutrales del conflicto: Egipto, Atenas y Quíos. Estos países estaban intentado acabar con la guerra ya que ésta estaba afectando seriamente al estado del comercio, actividad económica más importante de estos países. A las negociaciones acudió el líder etolio Amynador, con el que Filipo negoció y firmó una tregua de 30 días.
De allí Filipo marchó para bloquear el posible desembarco de Átalo I y después marchó para volver a conferenciar con los etolios. La conferencia se interrumpió por la llegada de noticias de que Átalo había conseguido desembarcar en Egina y que la flota romana estaba en Naupacto. Los representantes etolios, asustados espetaron a Filipo que debía ceder Pylos a Mesenia, Atinttania a los romanos y Ardiaei a Pleuratos y Scerdilaidas. Filipo se marchó indignado de la conferencia alegando que "aunque él buscaba verdaderamente la paz, los etolios sólo buscaban un pretexto para recrudecer la guerra."
Desde Naupacto Sulpicio navegó hacia el este de Corinto y Sición y dirigió rápidas incursiones por esa zona. Filipo, con su caballería sorprendió a los romanos y los hizo huir hacia sus propias embarcaciones. Los romanos, con Sulpicio a la cabeza, se retiraron a Naupacto. 
Tras ello, Filipo se unió en las inmediaciones de Dyme al general de Acaya, Cycliadas para dirigir un ataque conjunto a la ciudad de Elis, la base de la Liga Etolia contra Acaya. Sin embargo, Sulpicio había navegado hacia Cyllene y pudo reforzar la ciudad con 4000 legionarios romanos antes del asedio. Filipo dirigió la carga de caballería contra el enemigo pero fue abatido de su caballo y tras una encarnizada batalla en la que los macedonios fueron derrotados logró escapar. Tras esta derrota, Filipo capturó la ciudadela de Fírico, tomando 4.000 prisioneros y 20.000 animales. Cuando le llegaron noticias de nuevas incursiones en Iliria, Filipo abandonó Etolia y volvió a Demetrias en Tesalia.
A pesar de considerar la huida de Átalo como una pequeña derrota, Filipo notó que la guerra estaba otra vez cambiando de lado. Átalo fue obligado a volver a Pérgamo donde se enteró que el rey de Bitinia, Prusias I, que estaba emparentado con Filipo, se estaba movilizando contra Pérgamo. Sulpicio mientras tanto volvió a Egina. Libre de la presión de las flotas combinadas de Roma y Pérgamo, Filipo fue capaz de reanudar la ofensiva contra los etolios. Capturó la ciudad de Tronio, a la que siguieron las plazas fuertes de Titronium y Drymea, al norte del Cefiso. Filipo también retomó el control de Oreo. 
Los estados comerciantes con grado de neutralidad en el conflicto siguieron intentando impulsar un tratado de paz. En Elateia, Filipo se entrevistó con los embajadores de Rodas, Egipto, Bizancio, Quíos, Mitilene y quizás Atenas, además de algunos líderes etolios. La guerra se estaba inclinando cada vez más del lado de Filipo, sin embargo los etolios no estaban dispuestos a firmar un acuerdo de paz con las abusivas imposiciones del monarca macedonio. Sin embargo tras tres meses más de conflicto los etolios se vieron obligados a firmar una paz desfavorable sin el consentimiento de Roma con el fin de conservar su territorio (206 a. C.).
A la primavera siguiente los romanos enviaron a Publio Sempronio Tuditano con 35 barcos y 11.000 hombres a Dirraquio, en Iliria, donde incitó a la revuelta contra Filipo a los partinos y puso bajo sitio a Dimale. Sin embargo cuando llegó Filipo, Sempronio levantó el asedio y se refugió bajo las murallas de Apolonia. Sempronio intentó sin éxito que los etolios volvieran a entrar en la guerra contra Filipo, pero éstos, cansados de batallar, se negaron. Sin más aliados en Grecia pero habiendo cumplido el objetivo de evitar que Filipo apoyara a Aníbal en la guerra contra Roma, el Senado estaba preparado para firmar la paz. Un tratado firmado en Fénice en el 205 a. C., conocido como la "Paz de Fénice", finalizó oficialmente la primera guerra macedónica, un conflicto armado que había durado nueve años.
Situación de Macedonia y el Egeo en el 200 a.C 

Finalizada la guerra con Cartago el rey Filipo V de Macedonía envió una embajada a Roma solicitando la devolución de los prisioneros macedonios de Zama y que acabasen los ataques en su frontera. El senado romano consideró lo expuesto por ambas partes y declaró que Publio Cornelio Escipión obraba correctamente al mantener prisioneros en África a los macedonios que había capturado portando armas contra el pueblo romano. Por lo que respecta a los asuntos de Grecia se declaró que Marco Aurelio Cota había obrado en interés de la República, y el senado le estaba reconocido por ello, al defender con las armas a los aliados del pueblo romano ya que con el derecho de los acuerdos no le era posible.
En el 200 a.C, la liga Etolia pidió ayuda a Roma contra las agresiones de Macedonia, el cónsul Publio Sulpicio Galba, es enviado a Macedonia, se le autoriza a llevarse cuantos soldados voluntarios pudiera del ejército que había traído Publio Cornelio Escipión de vuelta de África, pero no tendría derecho a llevarse a ningún antiguo soldado en contra de su voluntad. 

Campaña del 200 a.C
Sulpicio llegó a Apollonia (Épiro) ya entrando el otoño por lo que decidió montar el campamento de invierno cerca de la ciudad. Allí se le presentan unos embajadores atenienses pidiéndole que los liberara del asedio macedonio. Inmediatamente envió a Atenas 20 trirremes y 1.000 soldados a cargo de Cayo Claudio Centón pues las fuerzas principales de Filipo se encontraban en esos momentos atacando Abidos (en la entrada del Helesponto).
Un grupo desafecto a los macedonios que había salido de Calcis se presentó ante Cayo Claudio Centón y le contaron que, ante la ausencia de enemigos en la zona, la guarnición de Filipo tenía muy desatendidas las defensas de la ciudad y le explican la forma de infiltrarse en la misma. Cayo Claudio reunió a sus naves y tropas y se dirigió hacia el cabo Sunión (extremo sur del Ática), no atreviéndose a doblarlo para no ser avistado, por lo que espera a la caída de la noche.
Al oscurecer se puso en marcha y llegó a Calcis poco antes del alba. Desembarcó a un pequeño grupo de hombres, que escalaron la muralla y se hicieron con una puerta, franqueando la entrada al resto de tropas, que saquearon la ciudad, realizaron una gran matanza e la incendiaron, abandonándola después.
Filipo se encontraba en Demetriade tras haber tomado la ciudad de Abidos cuando recibió la noticia de Calcis. Salió inmediatamente con 5.000 hombres de infantería ligera y 300 jinetes plenamente convencido de que podría alcanzar a los romanos. Cuando llegó a Abydos, dejó unos pocos hombres, los imprescindibles para dar sepultura a los que habían muerto en el combate, y cruzó el Euripo para dirigirse hacia Atenas desde Beocia con la intención de dar un golpe por sorpresa. Los atenienses advertidos de la llegada de Filipo reunieron a todas las tropas disponibles en el ágora a la vez que se alertaba a toda la ciudad.
Antes del Alba, Filipo se acercó a la ciudad pero al ver numerosos puntos de luz en las murallas y gritos de alarma detuvo su marcha; perdido el factor sorpresa. Decidió emplear la fuerza contra la puerta del Dipilón. Hubo una batalla siendo rechazado, retirándose a Corinto.
Tras recibir refuerzos, Filipo intentó un doble ataque contra Atenas y el Pireo siendo rechazado en ambos. Tras arrasar todos los templos que encontró a su paso salió del Ática en dirección a Beocia.
Mientras, el cónsul Publio Sulpicio (acampado al norte de Apollonia) envió a su legado Lucio Apustio con parte de sus tropas a saquear el territorio enemigo. Apustio saqueó la zona fronteriza de Macedonia tomó varios poblados.
Por lo que respecta a los preparativos navales, el cónsul Publio Sulpicio le pidió a Atalo rey de Pérgamo que enviase refuerzos a la isla de Egina para unirse con la flota romana. Los rodios también recibieron la misma petición.
Filipo envió a su hijo Perseo para que ocupase con parte de las tropas los desfiladeros que llegaban hasta Pelagonia, convencido de haber privado a los romanos del apoyo de los etolios y de los dárdanos, concentró sus naves en Demetriade y confió el mando de la flota y de la costa a Heraclides.
Publio Sulpicio Galba sacó a todas sus tropas y atravesó el territorio de los dasarecios, estableciendo un campamento permanente en las proximidades de Linco, cerca del río Bevus. Envió una fuerza de reconocimiento de jinetes para descubrir donde se encontraba Filipo.
Filipo también envió un escuadrón de caballería para averiguar en qué lugar estaba acampado Sulpicio. Ambas fuerzas de reconocimiento se encontraron y en el choque murieron 40 macedonios y 35 romanos, sin que ambos establecieran contacto con el grueso adversario.
Filipo se enteró de la situación del campamento romano por uno desertores, mandó llamar a su hijo Perseo, dejando desprotegidos los desfiladeros de entrada en Pelagonia. Emprendió la marcha con 20.000 infantes y 2.000 jinetes y, a acampó a dos km del campamento romano, fortificó con foso y empalizada en una colina próxima a Ateo (localización desconocida).
El rey y el cónsul se mantuvieron a la expectativa durante dos días esperando que el otro iniciara los movimientos. Al tercer día, Publio Sulpicio hizo salir a la totalidad de sus tropas y formó en orden de batalla.
Filipo, temiendo aventurarse tan pronto a una batalla con la totalidad de sus fuerzas, envió a 700 infantes ligeros (400 trales y 300 cretenses) para hostigar a la caballería romana; a estas tropas añade unos 700 jinetes al mando de Atenágoras, uno de sus lugartenientes. Los romanos, por su parte, lanzaron a los velites y dos escuadrones de caballería, tras el enfrentamiento, los macedonios se retiraron al campamento.
Tras un día de intervalo, Filipo decidió entablar combate con todas sus tropas. Para ello preparó una emboscada entre los dos campamentos. El plan consistía en que Atenágoras y la caballería se acercaran al campamento romano, que sacaran provecho de la suerte si el combate en campo abierto se desarrollaba favorablemente; en caso contrario, debía replegase poco a poco atrayendo a los romanos al lugar de la emboscada.
Atenágoras realizó la incursión con éxito y después de un breve combate retrocedió hasta el lugar previsto pero las tropas emboscadas se adelantaron a la señal y rompieron el factor sorpresa por lo que los romanos, tras un combate victorioso, regresaron a su campamento.
Al día siguiente, Publio Sulpicio volvió a sacar a la totalidad de las tropas colocando a unos elefantes en primera línea (de los capturados durante la guerra contra Cartago). Cuando se percató de que los macedonios no efectuaban ningún movimiento se aproximó hasta las cercanías del campamento de Filipo; el rey se mantiene quieto aprovechando sus estratégicas defensas en la colina.
El cónsul decidió retirarse y trasladar su campamento a unos 12 km de allí, a un lugar llamado Otolobo (también de localización incierta) para poder abastecerse de trigo en los campos cercanos sin el peligro de ser hostigados por los macedonios.
Mientras los romanos se proveían de trigo en los campos cercanos, Filipo guardó un tiempo de espera para que se confiaran. Cuando vio que los romanos se dispersaban, atacó con toda la caballería y los auxiliares cretenses. A continuación dividió a sus tropas en dos grupos, uno de los cuales debía mantenerse entre los forrajeadores y el campamento romano mientras el otro se unía a la persecución. Se inició la matanza; los que intentan huir se toparon con las tropas que aguardaban en la dirección del campamento. Algunos consiguen infiltrarse y logran dar la alarma.
Publio Sulpicio ordenó a la caballería que saliera inmediatamente en ayuda de los que estaban siendo perseguidos mientras él sacó a las legiones en formación de combate. El grupo del rey, que se había lanzado a una persecución incontrolada, se topó con la primera línea de la infantería romana que se había adelantado; los jinetes, al ver las enseñas de los manípulos regresaron atrapando a los macedonios en dos frentes. En un instante cambió la suerte de la batalla.
A Filipo le llegaron rumores de que Pléurato y los dárdanos habían cruzado el desfiladero de acceso a Pelagonia y se habían internado en Macedonia. Esto suponía un grave peligro si era cogido en dos frentes, por lo que decide aprovechar su mejor baza, el conocimiento del terreno, y abandonar su posición pasando desapercibido. Para ello envió un emisario al cónsul solicitando una tregua para dar sepultura a los muertos. Publio Sulpicio aplazó la reunión hasta el día siguiente y, aprovechando la oscuridad, el rey abandonó el campamento en silencio dejando muchos fuegos encendidos. Tomó el camino de las montañas sabiendo que los romanos no se internarían por esa ruta por lo pesado de su equipo.
Al despuntar el día, el cónsul se percató de que los macedonios se han marchado ignorando el camino que habían seguido.
Publio Sulpicio pasó algunos días haciendo acopio de trigo y se dirigió hacia Stuberra a donde hizo traer trigo desde Pelagonia. Desde allí avanzó hasta Pluina desconociendo aun el camino seguido por Filipo.
El rey estuvo en un principio acampado en Bruanio, junto al río Erígono; de allí partió por caminos transversales hasta que le llegaron noticias de que los romanos se dirigían hacia Eordea. Les tomó la delantera y ocupó un desfiladero entre estrechas gargantas para frenarlos mientras él y el resto de sus tropas se retiraban. Se fortifica por completo el enclave con fosos, empalizadas, troncos de árboles y piedras amontonadas a manera de muro.
Cuando se acercaron los romanos, fueron atacados por piedras lanzadas desde las posiciones macedonias. Esto contuvo unos instantes el avance pero al final se abrieron paso entre las defensas mientras otros rodeaban por las colinas. De esta forma los romanos lograron franquear el desfiladero y llegaron a Eordea. Tras devastar y saquear la región, dejaron una pequeña guarnición (se desconoce el lugar) y se retiran a Apollonia. 

Campaña del 199 a.C
Los cónsules entraban en funciones a mediados de marzo (finales de invierno e inicio de primavera), siendo nombrado cónsul Publio Vilio Tápulo. Al inicio de la campaña llegó a Roma la noticia de una sublevación de los galos (ínsubres, cenomanos, boyos, celinos, ilvates y demás pueblos ligustinos), capitaneados por el cartaginés Amílcar, un superviviente del ejército de Asdrúbal que se había quedado en aquella región. Este ejército atacó Placencia y marchó sobre Cremona. El otro cónsul Cayo Aurelio Cota, llegó a la Galia cuando la guerra había sido finalizada por el pretor Lucio Furio Purpureo.
Filipo, habiendo resuelto de momento el frente de dardania y el de los etolios, afianzó su amistad con Acaya, enviando emisarios para exigir el juramento de fidelidad que tenían que renovar todos los años. Arreglados estos asuntos, preparó a sus tropas para la campaña de primavera. Puso todas las tropas auxiliares extranjeras y todo el contingente de infantería ligera a las órdenes de Atenágoras y las envió a Caonia a través de Epiro para ocupar los pasos de acceso a Antigonea. A los pocos días el rey marchó hacia la zona con las tropas pesadas. Tras estudiar la configuración de toda la comarca, llegó al convencimiento de que la posición más apropiada para fortificarse era más allá del río Aoo.
Publio Vilio Tápulo, informado por el epirota Caropo acerca de los pasos que había ocupado Filipo con su ejército, se trasladó desde Corcira con el continente y marchó en dirección a la zona. A 7 km de distancia de las defensas, dejó a las legiones en una posición fortificada y se adelantó con un destacamento para hacer un reconocimiento del terreno. Al día siguiente reunió un consejo de guerra para decidir si intentaba el paso a través del desfiladero o si daba un rodeo y llevaba las tropas por el mismo camino por donde Publio Sulpicio Galba había penetrado en Macedonia el año anterior.
La discusión se prolongó muchos días y entre tanto llega la noticia de que a Tito Quincio Flaminino, le había tocado en suerte la provincia de Macedonia y que ya se encontraba en Corcira tras una rápida travesía. Como complemento de las legiones, había reclutado 3.000 romanos de infantería y 300 de caballería, así como 5.000 aliados latinos de infantería y 500 de caballería. 

Batalla del río Aoo (198 a.C)
A Flaminio se le presenta el mismo dilema que retrasó a Vilio: intentar un golpe de fuerza marchando en línea recta hacia el campamento de Filipo fortificado en el desfiladero o entrar en Macedonia dando un rodeo sin peligro a través de Dasarecia y Lynco (la ruta que siguió en su campaña Publio Sulpicio Galba).
Se celebró un consejo de guerra para decidir si entrar en el desfiladero o tomar el otro camino. Muchos se inclinan por esta segunda opción pero Flaminio temía que Filipo volviera a escaparse poniéndose a salvo en lugares intransitables tal y como hizo con Publio Sulpicio. Por otro lado, al alejarse del mar, los suministros de víveres le iban a faltar por lo que malgastaría el tiempo en una campaña corta. Es por esto que se decidió un ataque frontal al desfiladero y las alturas adyacentes.
Flaminio permaneció inactivo durante cuarenta días sin intentar ningún movimiento. Filipo consideraba hacer una tentativa de paz por mediación de los epirotas. Eligió a su lugarteniente Pausanias y a Alejandro, jefe de la caballería, para que acuerden con Flaminio una entrevista.
El rey y el cónsul se reunieron en donde las orillas del río Aoo (actual Aoos griego o Vjosa albano) se estrechaban al máximo. Las conversaciones no dieron ningún resultado y Flaminio se preparó para atacar al día siguiente.
Al comenzar el día se produjeron numerosas escaramuzas, al verse en inferioridad, los macedonios retroceden hacia sus posiciones defensivas seguidos por los romanos. Ocupaba Filipo las montañas con su infantería; contaba con la ventaja de la posición y las catapultas y ballestas emplazadas. Sobre los romanos llovieron dardos y flechas disparados oblicuamente. Los romanos habían podido aguantar y minimizar el número de bajas gracias a la protección de sus escudos, pero las defensas de Filipo eran inexpugnables.
Así estaba la situación cuando es conducido ante el cónsul un pastor enviado por Caropo, un jefe epirota. El pastor le dijo a Flaminio que él solía apacentar su rebaño en la cañada que entonces ocupaba el campamento del rey, y que conocía todos los recovecos y senderos de aquellas montañas; si el cónsul quería, él llevaría a los romanos a través de una senda, no demasiado empinada ni difícil, hasta una posición por encima de las defensas macedonias después de tres jornadas de marcha. Flaminio mandó a preguntar a Caropo si a su juicio se podía confiar plenamente en el pastor. La respuesta de Caropo fue que confiase, pero de forma que el control de toda la operación lo tuviera él y no el otro.
Flaminio, de forma desconfiada, decidió probar la posibilidad que se le ofrecía. Seguidamente, entregó a un tribuno militar 4.000 mil soldados escogidos y 300 jinetes. Le ordenó que llevase a los jinetes hasta donde el terreno se lo permitiera y, una vez llegados al terreno impracticable para la caballería, apostase a los jinetes en un espacio llano, y que los infantes siguieran el camino que el guía les indicara. Cuando hubiesen llegado al punto que dominaba la posición enemiga, el tribuno debía hacer una señal de humo, pero debía permanecer a la espera hasta recibir una señal de confirmación para poder sincronizar un doble ataque.
Una vez que partió el tribuno, Flaminio atacó las posiciones enemigas para atraer la atención del enemigo, durante los dos días siguientes no cesó de hostigar las posiciones con tropas que cuando estaban agotadas, eran relevadas por tropas de refresco.
El destacamento enviado por la senda de montaña al cabo de tres días alcanzó la posición por encima de las defensas macedonias y lanzó señales de humo. Advertido, Flaminio dividió a sus tropas en tres cuerpos y avanzó hacia las posiciones enemigas. El cónsul mandaba el grupo del centro y atacó la entrada de la garganta por donde discurre el río, siendo acosado por los macedonios; los otros dos cuerpos avanzaron por las pendientes laterales trepando como pudieron.
Los macedonios les salieron inmediatamente al paso. Mientras se combatía fuera de las posiciones defensivas, los soldados romanos se mostraron superiores; las tropas de Filipo, tras sufrir muchas bajas entre heridos y muertos, se replegaron hacia posiciones protegidas por las fortificaciones. Flaminio ordenó que se diese la señal al grupo que se había posicionado en las alturas. Estos lanzaron el grito de guerra y se abalanzaron sobre la retaguardia macedonia. El ejército del rey, desconcertado al verse atacado por ambos frentes, abandonó sus posiciones y comenzó la desbandada; algunos grupos permanecieron en su puesto de combate, más por falta de una salida por donde escapar que por presencia de ánimo, y fueron envueltos por los romanos que estrecharon el cerco por el frente y por la retaguardia.
La caballería romana se mostró ineficaz en la persecución de los fugitivos por la estrechez y la aspereza del terreno, y la infantería por el peso de las armas. Los romanos, mientras pudieron hacerlo sin riesgo, los persiguen dándoles muerte y despojando a los caídos; después saquearon el campamento del rey, de difícil acceso aún estando sin defensores. Aquella noche la pasaron en el campamento macedonio.
Lo escarpado del terreno redujo la magnitud de la victoria romana, que causó 2.000 muertos entre las filas macedonias.
Filipo en un principio se lanzó a una huida desesperada; después, tras recorrer varios km y sabiendo de la imposibilidad de los romanos para perseguirle, se hizo fuerte en una colina y envió mensajeros por todas las cimas y valles para reagrupar a sus dispersas fuerzas.
Reunido el ejército se retiró en columna compacta en dirección a Tesalia. Llegó a los montes Lincon y estableció allí un campamento durante varios días dudando si se retiraría directamente a Macedonia o si re-emprendía el camino hacia Tesalia. Tomando esta última opción.
El rey descendió a Tesalia y y hizo un rápido recorrido por las ciudades que encontró en su camino. Reclutó a todo aquel que pueda servirle e incendió las poblaciones por las que pasó; no estaba dispuesto a dejarle nada a Flaminio. Cuando estaba asediando la población de Feras, le llegaron rumores del avance de los etolios, que al tener noticia de la batalla librada en el río Aoo habían penetrado en Tesalia, devastando los alrededores de Esperquias y Macra, y después se habían internado en Tesalia, asaltando varias poblaciones y arrasando sus campos.
Los atamanes, al mando de Aminandro, atacaron la zona de Gonfos mientras Flaminio se interna por la ruta que había seguido Filipo. Filipo finalmente optó por retirarse hacia Macedonia.
La primera ciudad de Tesalia en ser, fue Faloria, defendida por una guarnición de 2.000 macedonios. Tras un ininterrumpido ataque que duró un día y noche, tomaron la población. A continuación atacaron Egino y se desvíaron a la región de Gonfos. Falto de suministros, envíó destacamentos a Ambracia para aprovisionarse de trigo. Continuó hacia Atrage, a unos 15 km de Larisa. Los habitantes de la ciudad no se alarmaron ante la llegada de los romanos confiando en la proximidad del rey Filipo.
Filipo había establecido su campamento en el valle de Tempe. Enterado de la entrada de Flaminio en Tesalia, aguardaba sin entrar en la región a la espera de enviar refuerzos a las poblaciones que se resistieran al cónsul.
Flaminio se encontró que el ataque a Atrage fue más largo y sangriento de lo que había esperado. A Flaminio no le interesaba montar un largo asedio así que decidió abandonar el asedio. 

Movimientos previos a Cinoscéfalos (197 a.C)
Para el 197 fueron elegidos cónsules Cayo Cornelio Cetego y Quinto Minucio Rufo. Filipo durante el invierno mantuvo unas negociaciones infructuosas con Flaminio, el rey dejó a Flaminio la decisión acerca de la paz o la guerra. Éste cortó inmediatamente las negociaciones con Filipo y declaró que no pensaba recibir más embajada que la que anunciase que se retiraba de toda Grecia.
El senado le prorrogó el mando a Tito Quincio Flaminio hasta nuevo decreto. Se le asignó un suplemento de 6.000 soldados de infantería, 300 de caballería y 3.000 aliados para la flota. A su hermano Lucio Quincio se le prorrogó el mando de la armada.
A Flaminio le quedaban a su espalda los beocios. Deseoso de atraerse a su bando, se entrevistó con representantes de la ciudad que se aliaron con él.
Flaminio salió de Elacia y llegó a las Termópilas atravesando Tronio y Escarfea. Se detuvo a la espera de la celebración de la asamblea etolia convocada en Heraclea para debatir el número de tropas auxiliares con que colaborarían con los romanos en la guerra. Conocida la decisión tomada, avanzó hacia Xinias; al tercer día acampó en la frontera entre los enianes y los tesalios, a la espera de los refuerzos etolios. Estos no se hicieron esperar; capitaneados por un tal Feneas llegaron 6.000 infantes y 400 jinetes.
Flaminio levantó el campamento y entró en la Ftiótide en donde se le unieron 500 gortinios de Creta comandados por Cidante y 300 apoloniatas. Poco después llegó Aminandro con 1.200 atamanes de infantería.
Los romanos se acercaron a la ciudad de Tebas Ftiotide con la esperanza de que la plaza se entregase. Tras una salida por sorpresa desde la ciudad que desencadena un pequeño combate, Flaminio desestimó un asedio sabedor de que Filipo se encontraba ya en Tesalia. Se dirigió a Feras e hizo un alto a unas 10 km de la ciudad, enviando patrullas de reconocimiento para localizar a los macedonios.
Filipo había partido de Dio y se hallaba en las cercanías de Larisa, e informado de la proximidad del romano, encaminó su marcha hacia el ejército enemigo y acampó a 6 km de Feras.
El ejército de Quinto Flaminio constaba un ejército consular de 4 legiones, más unos 8.000 aliados (6.000 etolios, 500 cretenses, 300 apoloniatas, 1.200 atamanes), en total 25.000 infantes, 1.100 jinetes (300 romanos y latinos, 500 etolios y 300 númidas) y 20 elefantes.
Filipo se encontraba en Larissa cubriendo el valle del Tempe y disponía alrededor de 16.000 falangistas, 2.000 hoplitas, 5.500 soldados de infantería ligera de Iliria, Tracia, y Creta, en total 23.500 infantes y 2.000 jinetes.
Conocedores de que no sería fácil mantener a sus aliados unidos durante mucho tiempo, ambos querían un combate rápido, Flaminio y sus aliados de la Liga Etolia, que estaban posicionados en Tebas, y decidieron marchar hacia Fera en el sudeste de Tesalia en busca de Filipo. Filipo avanzó por la llanura de Escotusa en busca de Flaminio. Tropas de reconocimiento de ambos bandos se encontraron cerca de Feras, en Tesalia, la caballería etolia y númida derrotan a la macedonia. Los comandantes de ambas fuerzas rehuyeron de una batalla a gran escala, dado que el terreno se hallaba cubierto de muros y granjas que impedían un despliegue adecuado.
Ambas partes marcharon luego hacia Escotusa. Los macedonios entonces se dispusieron a aprovisionarse para reponer sus reservas de comida, en paralelo a los romanos, que pretendían cortar su marcha y privarles del alimento. Ambas fuerzas se desplazaron separadas por una cadena de alturas conocidas como Cinoscéfalos (llamada así por su similitud con una cabeza de perro).
A la mañana siguiente las colinas estaban cubiertas de una densa niebla. Filipo mandó ocupar las colinas de Cinocéfalos a la caballería tesaliana (500) como fuerza de cobertura. Flaminio envió a su caballería etolia (500) como fuerza de reconocimiento, ambas fuerzas chocan, siendo esta última rechazada. Flaminino envió 500 jinetes y 2.000 de infantería ligera adicionales como refuerzo, forzando a Filipo a retroceder de lo alto de la colina. El comandante de los mercenarios de Filipo, Atenágoras, logró contraatacar y obligar a los romanos a retirarse a la colina. Cuando Filipo se enteró de que los romanos huían desordenadamente, decidió de manera imprudente movilizar sus tropas hacia la parte baja del valle. 

Despliegue inicial
El rey macedonio desplegó sus fuerzas en lo alto de la loma, tomó personalmente el mando del ala derecha, donde se encontraba la mayor parte de la caballería (1.500) y la falange con mayor profundidad (10.000) el ala izquierda mandada por Nicanor, estaba aún desplegando (6.000 falangistas) bajo la cobertura de la infantería ligera (5.500), los hoplitas (2.000) y caballería (500) que se encontraban allí.
Batalla de Cinoscéfalos 197 AC. Movimientos previos a la batalla 

Flaminio también posicionó sus tropas en el campo. Situó el ejército consular de forma tradicional, la caballería númida (300) y etolia (500) en su ala izquierda, a continuación los 4.000 infantes de la liga etolia, las 4 legiones, otros 4.000 infantes etolianos, y los 300 jinetes romanos. Cubriendo la infantería 4.800 vélites y 20 elefantes delante de las legiones e infantería etolia de la derecha. 

Primera fase
Filipo ordenó avanzar a su ala derecha sin esperar que la otra ala estuviese desplegada. Como la falange estaba en terreno más elevado, avanzó hacia los romanos que esperaban en el llano, se lanzó colina abajo, los vélites que protegían a la legión, pasaron a través de los manípulos y se situaron a los flancos, la falange chocó con la legión y haciéndola  retroceder sin romper la formación, siguieron retrocediendo cuesta arriba, pero esto representó una desventaja para la falange, ya que este tipo de terreno hacía muy difícil el manejo de sus sarisas. Esto obligó a Filipo a ordenar a sus falangistas a abandonar sus sarisas y a continuar la batalla con sus espadas. Se llegó a un momento en que la falange ya no podía avanzar y la líneas se estabilizaron, momento que aprovecha Flaminio para ir a mandar el lado derecho.
Flaminio entonces mandó cargar a los elefantes cuesta arriba protegidos por los vélites, y detrás todo el ala derecha,  desbaratando el ala izquierda macedonia que aún estaba organizándose, la fuerza de cobertura huye y las formaciones de falanges que aún no habían alcanzado sus posiciones dan media vuelta.
Se produce una ruptura entre las dos alas de ambos ejércitos.

Batalla de Cinoscéfalos 197 AC. Los romanos atacando cuesta arriba contra las posiciones mecedonias del ala izquierda. Autor Radu Oltean

Segunda fase
Un tribuno romano desconocido, seguramente oficial de triarios, advirtió que el ejército macedónico estaba partido en dos con los flancos de su falange expuestos. Tomó veinte manípulos de los triarios de las dos legiones (1.200) se lanzó a la izquierda, para coger a la falange de Filipo por retaguardia.
Atacados al mismo tiempo de frente y por la retaguardia, sufrieron cuantiosas bajas y comenzaron a rendirse y a tratar de huir.
Flaminio permitió la huida de Filipo que se retiró a Tempe con los supervivientes. De acuerdo con Polibio y Livio, 8.000 macedonios murieron y 5.000  fueron hechos prisioneros. Los romanos perdieron alrededor de 1.000 hombres.
Filipo se retiró hacia el valle del Tempe y, al día siguiente, avanzó hasta Gonos esperando a los que se hubieran podido salvar en la huida. Después envió un mensajero a Flaminio para tratar la paz. Se concedió una tregua de cuatro meses, Filipo abonó a Flaminino doscientos talentos y le entregó a su hijo Demetrio (su segundo hijo, de once años) y a otros amigos como rehenes; enviando embajadores a Roma a tratar la situación y a confiar al senado la decisión definitiva. Se estipula que si no se llegaba a una paz definitiva Flaminino devolvería a Filipo los rehenes y los doscientos talentos.
Batalla de Cinoscéfalos 197 AC: Segunda fase 

Roma desencadenó la Segunda Guerra Macedónica (200-197). La derrota en Cinoscéfalos (Cabezas de perros), en Tesalia, que le infligió el cónsul romano Flaminio, en la primavera del año 197 (junio del 197 a.C.), obligó a Filipo V a firmar la paz.
Por ella, el rey de Macedonia renunciaba a todas sus posesiones fuera de Macedonia, accedía a desmantelar su flota y a pagar mil talentos a Roma como indemnización de guerra, pero podía conservar su reino y su ejército, quedando como aliado de Roma.

Los Etolios recuperaron sólo Tebas en la Ftiótide y los Aqueos obtuvieron Corinto, mientras que Atenas pudo quedarse con Délos y algunas otras islas.
Rodas recuperó Perea, restaurándose la libertad de los griegos según la declaración del cónsul Flamimo en Corinto,en los juegos Ístmicos del año 196 a.C. quedando sóIo una potencia que debía ser peligrosa: Esparta, con su rey Nabis (207-192).
Los etolios, tras la retirada de Grecia de los romanos, al principio habían concebido esperanzas de que Antíoco se adueñaría de una Grecia desocupada, y que tampoco Filipo o Nabis tirano de Esparta permanecerían pasivos. Cuando vieron que en ninguna parte se producía ningún movimiento convocaron una asamblea en Naupacto la principal queja que se expuso fue que los etolios eran, de todos los pueblos y ciudades de Grecia, los menos recompensados. 
Decidieron enviar embajadores a los reyes de su entorno no sólo para sondear sus intenciones sino además para impulsarlos, con estímulos apropiados en cada caso, a una guerra contra Roma. Damócrito recibió la misión de entrevistarse con Nabis de Esparta, Nicandro lo haría con Filipo de Macedonia, mientras que la principal embajada recayó en Dicearco, que debía reunirse con el rey Antíoco III Megas.
Toda Grecia estaba pendiente de la llegada de noticias sobre Antíoco. Los etolios queriendo provocar un cambio en la situación tomaron la decisión de ocupar Demetriade, Calcis y Esparta.
Demetriade pasó inmediatamente a manos etolias. A Esparta se enviaron 1.000 hombres con la escusa de ayudar al tirano; Nabis cayó en la trampa y fue asesinado pero los etolios fueron repelidos de la ciudad incorporándose los ciudadanos a la Liga Aquea. Calcis se negó a abandonar el bando romano.
A Antíoco lo retenían las ciudades de Esmirna, Alejandría de Tróade y Lampsaco. Hasta entonces se había sido incapaz de tomarlas bien por la fuerza o bien con promesas; no quería dejarlas a sus espaldas cuando pasara a Europa. Al conocer la noticia de que Demetriade había pasado a manos etolias ya no esperó más.
Antíoco partió hacia Grecia con una flota de 40 naves cubiertas y 60 descubiertas, seguido de 200 de transporte con provisiones de todas clases y otro tipo de material bélico. Primero puso rumbo a la isla de Imbros; de allí cruzó a Esciatos, donde reagrupó las naves que se habían dispersado en alta mar y llegó a Pteleo. Allí acudieron a encontrarse con él desde Demetriade Euríloco y los dirigentes de los magnetes. Satisfecho de que fueran tantos, al día siguiente hizo su entrada en el puerto de la ciudad con la flota y desembarcó las tropas no lejos de allí. Había llevado tan solo 10.000 soldados de infantería, 500 jinetes y 6 elefantes, fuerzas apenas suficientes para ocupar una Grecia indefensa, pero no para afrontar una guerra contra Roma.
Los etolios, nada más recibir la noticia de que Antíoco había llegado a Demetriade, convocaron una asamblea general y elaboraron un decreto invitándolo. El rey había salido ya de Demetriade porque sabía que tomarían esa decisión y llegó hasta Fálara, en el golfo Malíaco. Tras recibir el decreto marcha de allí a Lamia, siendo recibido por la multitud con enorme entusiasmo entre aplausos y aclamaciones. Se estimó que lo mejor era dirigirse primero hacia Calcis en la isla Eubea. Cunado llegó, toda la isla de Eubea se pasó al bando del rey Antíoco, tenía así la impresión de haber iniciado la guerra con muy buen pie. 

Batalla de las Termóplias (191 a.C)
Entraron en funciones los cónsules Publio Cornelio Escipión Nasica y Manio Acilio Glabrión, siendo este último enviado a Grecia. Durante el invierno Antíoco intentó recabar el apoyo de las ciudades y pueblos enviando mensajeros y acudiendo en persona. Algunas embajadas se dirigieron a él por propia iniciativa como la de los epirotas y los eleos.
Después de una ofensiva inicial sobre Tesalia en la que se rindieron algunas plazas a Antíoco, Marco Bebio Tánfilo (en calidad de pretor) unió sus tropas con las del rey Filipo e iniciaron una contraofensiva.
Las ciudades tomadas por Antíoco se rindieron una tras otra. En Pelino pusieron cerco a la ciudad, que estaba defendida por una guarnición de 500 infantes y 40 jinetes al mando de Filipo de Megalópolis. Viendo la posibilidad de que podían sitiar dos plazas simultáneamente, se acordó que el rey Filipo se dirigiera a Limneo mientras que Bebio Tánfilo se quedase a sitiar Pelineo.
Es en aquella época cuando el cónsul Manio Acilio Glabrión llegó a Grecia al mando de 20.000 infantes, 2.000 jinetes y 15 elefantes, ordenó a los tribunos militares que marchasen con la infantería hacia Larisa mientras que él se dirigió con la caballería a Limneo para reunirse con el rey Filipo. Con la llegada del cónsul la rendición de Limneo fue inmediata. De allí marcharon hacia Pelineo en donde se rindieron los atamanes y la guarnición macedonia de Megalópolis.
Manio Acilio marchó a Larisa con la intención de discutir allí las líneas generales de la guerra. Las ciudades de toda la región comenzaron a pasarse a los romanos, en especial los atamanes, a los cuales se les trató con indulgencia para ganarse la adhesión de todo su pueblo. Como el primer objetivo de Manio Acilio era apoderarse de Atamania (Filipo estaba muy interesado también en hacerse con esta región) llevó a su ejército en aquella dirección con los prisioneros en vanguardia; estos influyeron entre sus conciudadanos resaltando y aclamando la generosidad y la clemencia del rey Filipo. El resultado es que toda Atamania quedó bajo la autoridad macedonia; Filipo empezaba a recibir el pago de su apoyo a Roma.
Manio Acilio se detuvo en Larisa algunos días para dar descanso a los animales de carga, agotados por la travesía marítima y las marchas posteriores; con un ejército ya descansado siguió la marcha hasta Cranón. A su paso se rindieron Fársalo, Escotusa y Feras, así como los soldados de Antíoco que se encontraban allí de guarnición. A continuación recuperó Proerna y las posiciones fortificadas de sus alrededores, iniciando después una marcha hacia el golfo Malíaco. Cuando se acerca a las gargantas sobre las que está situada Táumacos fue atacado desde las alturas; Acilio destacó a un tribuno con dos manípulos para que cortasen el acceso de regreso a la ciudad de los atacantes y, adelantándose rápidamente, se apoderaron de una Taumacos indefensa. Los emboscados se percatan de la situación y corrieron hacia la ciudad siendo masacrados por los dos manípulos situados a cerrarles el camino.
Al día siguiente Acilio marchó hacia el río Esperqueo y desde allí saqueó los campos de Hípata (ya en territorio de la Liga Etolia).
El rey Antíoco, que se encontraba en Calcis, envió mensajeros a los etolios para que movilizasen a todos los hombres que pudieran y se reunieran con él en Lamia hacia donde se dirigía al frente de 10.000 soldados y 500 jinetes. Al llegar al punto de reunión, el rey descubrió que el número de efectivos concentrados no era el esperado.
Antíoco estableció su campamento dentro del desfiladero de las Termópilas, añadiendo defensas para dificultar el paso. Lo fortificó todo con doble empalizada y foso e incluso con un muro donde la situación lo requería, empleando para ello las piedras que había en gran abundancia; después, plenamente confiado en que el ejército romano jamás atacaría por allí, envió una parte de los 4.000 etolios (esa era la cifra que se había reunido en Lamia) a ocupar la ciudad de Heraclea, situada justo delante del desfiladero, y otra parte la envió a Hípata, pues estaba convencido de que Manio Acilio atacaría Heraclea.
Manio Acilio devastó primero el territorio de Hípata y luego el de Heraclea, resultando ineficaz en ambos casos la ayuda de los etolios, y después acampó en el mismo desfiladero, junto a las fuentes termales, enfrente del rey. Los dos destacamentos etolios se encerraron en Heraclea.
Antíoco temiendo que Acilio descubriese algún sendero por donde rebasarle. Envió a Heraclea un mensaje a los etolios para que ocupasen y bloqueasen las cimas de los montes de alrededor, para que los romanos no pudiesen pasar por ningún sitio. Cuando los etolios oyeron el mensaje, surgieron disensiones entre ellos. Unos estimaban que se debía obedecer la orden del rey y acudir, y otros, que había que permanecer en Heraclea a la espera de resultados, para tener dispuestas tropas frescas con que prestar ayuda a sus ciudades vecinas si el rey era vencido por el cónsul, y si él resultaba vencedor, para perseguir a los romanos cuando huyesen en desbandada. Finalmente llegaron a un acuerdo, 2.000 se quedarían en Heraclea, y los otros 2.000, repartidos en tres grupos, ocuparían las crestas de Calídromo, Roduncia y Tiquiunte.
Cuando el cónsul vio que las alturas estaban ocupadas por los etolios, envió a los legados consulares Marco Porcio Catón y Lucio Valerio Flaco con 2.000 hombres de infantería cada uno a los puntos fuertes de los etolios: Flaco iría a Roduncia y Tiquiunte, y Catón al Calídromo. Él dio una breve arenga a sus fuerzas recordándolos que el desfiladero del río Aoo era más difícil de salvar éste, y Flaminio lo había hecho, así es que debían atacar para distraer a los enemigos mientras. Al despuntar el día dio la señal de combate y el cónsul formó al ejército en orden de batalla con un frente estrecho, a tenor de la configuración del terreno.
Antíoco, nada más avistar las enseñas de los romanos, formó también él sus tropas. Colocó parte de la infantería ligera en primera posición, delante de la empalizada; a continuación, como bastión alrededor mismo de las defensas, situó lo mejor de sus tropas, los llamados sarisóforos. Junto a estos, en el flanco izquierdo, al pie mismo de la montaña situó una unidad de lanzadores de venablos, arqueros y honderos, con la misión de hostigar el flanco descubierto del enemigo desde su posición más elevada. Desde la derecha de los sarisóforos hasta el final mismo de las fortificaciones, donde el fango pantanoso y las arenas movedizas cierran una zona intransitable hasta el mar, colocó los elefantes con la habitual protección armada; detrás de ellos, la caballería, y a continuación, dejando un breve espacio, el resto de las tropas en la segunda línea.
El cuerpo principal de la infantería situado delante de la empalizada, al principio contuvo sin dificultad a los romanos que intentaban la penetrar por todas partes; contaban con la valiosa ayuda de los situados en la posición más elevada, que disparaban una lluvia de piedras, flechas y venablos.
Llegó un momento en el que la presión de los romanos se hizo incontenible y las primeras filas seleúcidas fueron desalojadas de sus posiciones, siendo obligados a retroceder en formación hasta dentro de las fortificaciones; desde el vallado formaron una especie de segunda empalizada poniendo por delante sus sarissas; la altura proporcionaba una posición de combate más elevada y, debido a la longitud de las lanzas, contuvieron el empuje romano.
Muchos fueron atravesados al escalar temerariamente la empalizada cuando de repente, sobre la colina que dominaba el campamento, apareció Marco Porcio Catón, que venía de la cima del Calídromo, tras desalojar de ella a los etolios y dar muerte a la mayor parte de ellos.
Lucio Valerio Flaco no había corrido la misma suerte en el Tiquiunte y el Roduncia, posiciones a las que había intentado llegar en vano, siendo repelido.
Las tropas de Antíoco confundieron en un principio a los soldados de Marco Porcio con los etolios, pero cuando se percatan de su equivocación al identificar desde cerca las enseñas, arrojaron las armas y emprendieron la huida.
Los romanos se vieron obstaculizados por las fortificaciones, por la angostura del valle que era preciso atravesar en la persecución, y sobre todo porque al final de la columna iban los elefantes, y si resultaba difícil para los de a pie, era casi imposible para los caballos, que se espantaban y provocaban entre ellos una confusión mayor que en un combate.
El campamento del rey fue saqueado y se persiguió a sus tropas hasta Escarfea.
Al regresar los romanos a su campamento se percataron de que éste había sufrido un ataque, durante el transcurso la batalla, por los etolios de la guarnición que ocupaba Heraclea, sin que hubiesen conseguido entrar.
A la noche siguiente el cónsul envió por delante a la caballería en persecución de Antíoco, y al amanecer puso en movimiento a las legiones.
El rey llevaba bastante ventaja, pues hasta llegar a Elacia no detuvo su desenfrenada carrera; allí reagrupó a los supervivientes de la batalla y de la huida, y con un reducido grupo de hombres casi desarmados se refugió en Calcis. La caballería romana no dio alcance al rey mismo en Elacia, pero cayó sobre gran parte de sus hombres cuando se detenían extenuados o se dispersaban y extraviaban.
De todo el ejército sólo se salvaron los 500 que acompañaban al rey.
Los romanos tuvieron 150 bajas en la batalla propiamente dicha y no más de 50 en la defensa contra el asalto de los etolios.
Antíoco partió de Calcis cuando el cónsul estaba a punto de llegar, puso rumbo a Teno primeramente y cruzando después a Éfeso. A la llegada de Manio Acilio a Calcis se le abrieron las puertas a la vez que todas las ciudades de Eubea se rindieron sin oponer resistencia. 

Movimientos previos a Magnesia
Antíoco en Éfeso estaba muy tranquilo con respecto a la guerra con Roma dando por hecho que los romanos no pasarían a Asia.
Los romanos reunieron una flota junto con los rodios y Eumenes de Pérgamo, derrotaron a la flota de Antioco en la batalla naval de Korykos, persiguiendo los restos hasta Éfeso, se alinearon frente a la bocana del puerto en formación de combate. Tras obligar a los enemigos a reconocer claramente su derrota, Cayo Livio envíó a casa a los rodios y a Éumenes.
Batalla de Magnesia 190 a.C: movimientos y batallas seléucidas y romanas antes de Magnesia 

Al año siguiente los romanos sufrieron una derrota naval en Panormos, pero los rodios obtuvieron una victoria naval en Sede y poco después los romanos y aliados obtuvieron una victoria naval Mioneso.
Ese año se nombró cónsul a Lucio Cornelio Escipión a quién acompañaba su hermano Publio el vencedor de Cannas en calidad de legado.
Una vez descansado el ejército, emprendió la marcha a través del Quersoneso hasta llegar al Helesponto. Allí, gracias al rey Eumenes, estaba todo preparado para la travesía y, sin que nadie lo impidiera, lo cruzó ordenadamente.
Después de estar un tiempo acantonados en el Helesponto llegó al campamento romano Heraclides de Bizancio, enviado por Antíoco para tratar los términos de paz. Se convocó un consejo y se escuchan las palabras del enviado. Los puntos del conflicto durante el cruce de embajadas anteriores habían sido Esmirna, Lampsaco, Alejandría de Tróade y Lisimaquia. Antíoco estaba dispuesto a ceder todas estas ciudades además de las que se hubieran pasado al bando romano y de sus aliados ese año. Por otro lado, el rey estaba dispuesto a abonar la mitad de los gastos que les hubiera supuesto la guerra a los romanos.
Estas propuestas les parecieron insuficientes a los romanos. Ellos consideraban justo que Antíoco pagase en su totalidad los gastos ocasionados; las guarniciones del rey no debían retirarse sólo de Jonia y Eolia sino que debían ser liberadas todas las ciudades, cosa que sólo podía ocurrir si Antíoco renunciaba a Asia Menor y retiraba sus fronteras al otro lado de la cadena del Tauro.
Cuando estuvo todo preparado, Lucio Cornelio emprendió la marcha con el ejército y llegó primeramente a Dardano, después a Reteo; las poblaciones de ambas ciudades salieron en masa a su encuentro. Luego avanzó hasta Ilio y acampó en el llano que se extendía al pie de las murallas; tras realizar una ofrenda religiosa en la ciudad, el ejército se puso en marcha y, a la sexta jornada, llegó a a las fuentes del río Caico.
El rey Eumenes intentó llevar su flota desde el Helesponto de vuelta a Elea, a los cuarteles de invierno, pero al no poder doblar el promontorio de Lecton, a causa de los fuertes vientos, desembarcó para no retrasar el avance. Por el camino más corto llegó al campamento romano con un pequeño contingente de tropas. Del campamento fue enviado a Pérgamo para ocuparse del suministro de provisiones. El plan era preparar raciones para muchos días de marcha y alcanzar a Antíoco antes de que se echara el invierno encima.
El hermano del cónsul, Escipión el africano, había enfermado y tuvo que ser trasladado a Elea. No iba a poder tomar parte en la batalla por lo que dejó como consejero para su hermano a Cneo Domicio Ahenobarbo.
El campamento de Antíoco estaba en los alrededores de Tiatira. Al conocer la marcha de Lucio Cornelio, se replegó cruzando el río Frigio; estableció su campamento en las cercanías de Magnesia.
Para evitar que los romanos efectuaran alguna tentativa contra sus fortificaciones mandó excavar un foso de seis codos (2,5 m) de profundidad y doce de anchura (un poco más de 5 m), lo rodeó de doble empalizada por la parte exterior y, en la parte interior levantó un muro con numerosas torres para proteger la zanja.
Un millar de jinetes, en su mayoría galo-griegos entremezclados con algunos dahas y arqueros montados, cruzaron el río y se lanzaron contra los puestos avanzados de vigilancia romanos. En un principio crearon cierto desconcierto. La prolongación del combate propició que fueran llegando refuerzos desde el campamento y los soldados del rey, agotados e incapaces de resistir a un número superior, intentan replegarse hacia la orilla del río.
Este primer encuentro fue seguido por dos días de calma ya que nadie cruzó el río. Al tercer día lo atravesó el grueso del ejército romano y acamparon a unos 4 km del enemigo. Cuando estaban haciendo el trazado del campamento y ocupados en fortificarlo, se presentaron 3.000 infantes y jinetes creando gran alarma y confusión. Las tropas romanas que estaban de guardia, inferiores en número, mantuvieron en un principio nivelado el combate para a continuación rechazar a los soldados del rey después de matar a 100 de ellos y apresar otros tantos.
Durante los cuatro días siguientes los dos ejércitos permanecen formados delante de la empalizada. Al quinto día los romanos avanzan hasta el centro de la llanura; Antíoco no movió su ejército.
En vista de que no era aceptado el combate, Lucio Cornelio reunió al día siguiente el consejo de guerra para decidir que se podía hacer si el rey no ofrecía la posibilidad de combatir. El problema era que el invierno ya estaba encima y tenían que decidir aguardar y refugiarse en las tiendas o retirarse a los cuarteles de invierno, lo que aplazaría la guerra hasta la primavera siguiente.
La decisión del consejo fue unánime, todos estaban dispuestos a irrumpir en el campamento a través de los fosos y de la empalizada si el rey no salía a combatir.
Cneo Domicio fue enviado a explorar el camino y el lugar por donde se podía acercarse fácilmente a la empalizada enemiga; cuando regresó con una información detallada del terreno se decidió aproximar al día siguiente el campamento.
Batalla de Magnesia: Despliegue inicial 

Después de tres jornadas de espera, las enseñas romanas aparecieron en el centro de la llanura y se comienza a formar el frente de batalla. Antíoco pensaba que demorar otra vez el combate iba a ir en contra de la moral de sus tropas por lo que decidió salir a la llanura. Sacó a su ejército alejándose del campamento lo suficiente para dar a entender que aceptaba el combate.
El rey seleúcida, reclutó un gran ejército procedente de todo su gran imperio asiático, y se preparó para la batalla. Perseguido por los romanos, se vio obligado a acampar cerca de Magnesia, ambos campamentos estaban al sur del rio Hermos (actual Gediz). Antíoco tenía como asesor militar a Aníbal Barca.
En los días siguientes, los romanos incitaron a Antíoco para que iniciara la batalla, que contaba con 50.000 hombres (70.000 según fuentes antiguas), de los cuales 13.000 eran jinetes (6.000 catafractas, 1.200 escitas dahas arqueros, 2.500 gálatas, 2.000 guardia personal o agema, 1.000 camelleros), 16.000 falangistas, 3.000 hipaspistas argiraspidos o escudos plateados, 8.000 infantes diversos gálatas y griegos, 10.000 infantes ligeros (peltastas, honderos, arqueros, etc.), 54 elefantes indios y un buen número de carros falcados. Finalmente los desplegó sobre el campo de batalla de la siguiente manera:
Ala derecha mandado por Antíoco: 3.000 jinetes catafractas,  1.200 escitas dohan arqueros, 1.000 jinetes gálatas y 2.000 jinetes Agema, delante 16 elefantes apoyados por infantería ligera (2.000).
Centro mandado por Philippo: 3.000 hipaspistas argiráspidos, 16.000 falangistas en grupos de 1.600 con un fondo doble (50×32) y entre ellos 2 elefantes indios total 22, a continuación 8.000 infantes gálatas y griegos y delante infantería ligera (peltastas, arqueros y honderos unos 6.000).
Ala izquierda mandada por Seléuco: 3.000 jinetes catafractas, 1.500 jinetes gálatas, 1.000 camelleros que iban armados con arcos y sables largos, delante 16 elefantes apoyados por infantería ligera (2.000) y delante de estos los carros falcados.
Al frente de los romanos estaba Lucio Cornelio Escipión, dado que su hermano Cornelio se había quedado enfermo en Alea, contaba con unos 35.000 hombres (25.000 fuentes antiguas), de los cuales había un ejército consular (16.800 legionarios), 8.000 griegos de Pérgamo, Rodas y Macedonia, 6.000 infantes ligeros de Pérgamo, aqueos cretenses, y 4.200 jinetes (1.200 romanos e itálicos y 3.000 griegos) y 16 elefantes africanos. Distribuyó sus fuerzas de la siguiente forma:
Ala derecha mandada por Domicios 1.200 jinetes romanos e itálicos y 2.000 infantes ligeros
Centro: 4 legiones (12.000), y 8.000 infantes griegos, delante los vélites (4.800) y   detrás 16 elefantes africanos en reserva
Ala izquierda mandada por Eumenes de Pérgamo: 3.000 jinetes griegos y 2.000 infantes ligeros.
Batalla de Magnesia 190 a.C: Primera fase el ala derecha de Antíoco derrota a la romana de Domicios, mientras el ala derecha de Seléuco es derrotada por Eumenes de Pérgamo. 

La batalla empezó con una carga de caballería de Antíoco contra el ala izquierda romana de Domicios que se apoyaba en el río, la superioridad tan aplastante hizo que aguantase poco y se diese a la fuga. Cometiendo el error de perseguirlos y atacar el campamento romano con el fin de saquearlo. 
En el otra ala, Seleuco envió los carros falcados por delante, Eumenes de Pérgamo mandó a su infantería ligera principalmente arqueros y honderos para disparar contra los caballos, heridos muchos de éstos, enloquecieron y siguieron rutas caóticas, volviendo sobre sus pasos para huir de las flechas y embistiendo contra sus propias fuerzas, la infantería ligera huyó despavorida, los elefantes y los camellos se espantaron desorganizando a la propia caballería, momento que aprovecho Eumenes para atacar a los jinetes adversarios, derrotándolos y poniéndolos en fuga. Les persiguió durante un rato para que no pudiesen reorganizarse.
Carro falcado del rey Antioco III empleado en la batalla de Magnesia. Autor Angus McBride 

La infantería ligera del ala derecha romana, atacó por la retaguardia a la infantería gálata y griega que se dieron a la fuga.
En el centro, los vélites se enfrentaron a la infantería ligera o peltastas que cubría a la falange, y a continuación chocaron las legiones contra la falange sin que ninguno de ambos bandas hiciese ningún progreso. Las legiones no encuentran fisuras para atacar la falange.
Antíoco trató de conquistar el campamento romano que estaba defendido por el tribuno Marco Emilio (hijo de M. Lépido) con 2.000 tracios y macedonios así como fugitivos del ala izquierda, resistió el ataque, haciéndole desperdiciar un tiempo precioso.
En el ala derecha Eumenes una vez desbaratada y puesta en fuga el ala enemiga, volvió grupas y se dispuso a atacar a la falange por retaguardia.
La falange para evitar su destrucción, formó en rectángulo con los elefantes dentro del mismo.  Los romanos, no podían penetrar en la selva de lanzas que defendían la posición seléucida, así que recurrieron a lanzar sus flechas incendiarias contra los elefantes. Hirieron a la mayoría de ellos y los animales, enloquecidos de dolor, se revolvieron en su encierro y destrozaron la formación de las falanges, permitiendo a los legionarios llegar al cuerpo a cuerpo y hacer una verdadera masacre entre las desechas filas seléucidas. 
Cuando Antíoco volvió, eufórico, al campo de batalla sólo pudo constatar que se había quedado sin ejército y se retiró con los únicos hombres que salvó de la batalla, la mitad de su numerosa caballería.
Las bajas en las filas seleúcidas según Livio fueron 50.000 infantes, 3.000 jinetes muertos y fueron capturados 1.500 hombres y 16 elefantes; los romanos perdieron 350. En la actualidad se estima 5.000 muertos en el bando romano, y 10.000 muertos y 10.000 prisioneros en el bando seleúcida.
El rey Antíoco llegó a Sardes; enterado de que su hijo Seleuco había marchado en dirección de Apamea, partió hacia allí con su familia.
Al recibir noticias de la batalla, Polixénidas dejó Efeso con la flota, se trasladó a Patara, desembarcó por temor a las naves rodias que custodiaban la zona y, marchando a pie, se dirigió a Siria.
Tras la paz de Apamea, por la que Antíoco III Megas tuvo que ceder a Eumenes II casi la totalidad del Asia Menor occidental hasta el rio Tauro, así como pagar 15.000 talentos a los romanos. Los romanos efectuaron una campaña de castigo contra los gálatas (189 a.C).
Filipo V
Años más tarde, después de un período de reestructuración macedónica, Filipo V llevó a cabo una serie de reformas económicas, lo que explica la prosperidad de Macedonia en esta época y en la de su hijo y sucesor, Perseo, último rey de la dinastía Antigónida, que perdió el trono definitivamente ante el empuje de Roma en Oriente. 

Perseo (179-168 a.C).
Hijo de Filipo V, Perseo pidió al Senado romano, según refiere Tito Livio, la renovación de los tratados hechos con su padre y la confirmación de su título de rey.
Entre los años 179 y 174, extendió su influencia a Delfos, ocupando un lugar en la Anfictonía restaurada, mientras los Aqueos prohibían a los macedonios, como desde el año 198, la entrada en sus territorios, prohibición que Perseo pidió que fuese derogada.
La nueva intervención romana en Grecia en época de este rey ha provocado multitud de opiniones. La causa inmediata parece ser la política matrimonial dinástica de Perseo, que casó a su hija con Prusias II de Bitinia, contrayendo él mismo matrimonio con Laódice, hija de Seleuco IV.
Su fuerza, derivada en parte de estas alianzas, movió a los políticos romanos a debilitar la Dinastía Antigónida, aunque Perseo, evitaba toda fricción con Roma y se presentaba ante los griegos como una garantía de su libertad frente a ella. 

Batalla de Pidna (168 a.C.)
Tras el inevitable enfrentamiento entre romanos y macedonios, en una guerra que no fue fácil. Perseo fue vencido por el cónsul romano Emilio Paulo en el curso de la Tercera Guerra Macedónica (171-168) en la batalla de Pidna, en la costa de Pieria, lugar de la costa donde había muerto la reina Olimpia, batalla que sólo duró una hora, el 22 de junio del año 168.
Tuvo lugar el 22 de junio de 168 a.C, en el noreste de Grecia cerca de la localidad de Pidna en el golfo de Tesalónica. Se enfrentaron el ejército romano bajo el mando del cónsul Lucio Emilio Paulo Macedónico y el de Macedonia dirigido por su rey Perseo. Esta batalla puso de manifiesto la supremacía de la legión romana sobre la rígida falange macedonia. 

Antecedentes
En los años 187 y 186 a.C, el rey Filipo V de Macedonia conquistó las ciudades costeras tracias de Enós y Maronia, lo que inquietó al rey Eumenes de Pérgamo, quien solicitó el envío en el 185 AC de una comisión romana para que investigara la situación.
Los romanos decidieron que Filipo debía retirarse de ambas ciudades y también de Tesalia. Filipo, como no se encontraba listo para enfrentarse en una guerra contra Roma, envió a su hijo Demetrio para que negociara este asunto y así tener tiempo para prepararse. Demetrio regresó con una respuesta favorable de Roma, lo que causó gran alegría en el pueblo pero que provocó los celos de su hermano Perseo, que temió ser excluido de la sucesión, por lo que inventó una intriga debido a la cual Filipo ordenó la muerte de su hijo Demetrio mediante un veneno en 181 a.C. Posteriormente Filipo se enteró de que había sido engañado por su otro hijo y sintió gran remordimiento por lo acontecido. Fue abandonado por los cortesanos y murió dos años después, siendo enterrado sin honores y en una tumba vulgar.
En 179 a.C, Perseo subió al trono de Macedonia y siguió la política de su padre de fortalecer su dominio sobre Tracia. Procuró ganarse las simpatías de los habitantes de las ciudades griegas del norte que deseaban un cambio respecto a la propiedad de la tierra y de las deudas que los agobiaban. Finalmente estalló la revolución social y las facciones de los ciudadanos afectados acudieron a Perseo en busca de ayuda.
Esto alarmó sobremanera a los senadores romanos, los que decidieron enviar una comisión a Macedonia, que fue recibida con desprecio por parte del rey macedonio. En el 172 a.C, Eumenes de Pérgamo se fue a Roma y presentó pruebas de las intenciones hostiles hacia su reino por parte de Perseo. Los romanos le dispensaron todo tipo de honores y éste, satisfecho, emprendió el regreso a Asia pasando por el santuario de Delfos para ofrecer sacrificios a Apolo. En esta ciudad sufrió un atentado contra su vida por parte de asesinos enviados por Perseo. Este fue el pretexto para comenzar la Tercera Guerra Macedónica entre Roma y Macedonia.
A principios de 171 a.C, Roma envió al pretor Gneo Sicino a Apollonia, en Iliria, para establecer una cabeza de puente en la costa oriental del Adriático para ser empleada en los futuros desembarcos de sus tropas.
En ese momento Macedonia estaba en mejores condiciones económicas y materiales para una guerra que Roma, pero Perseo, en lugar de actuar ofensivamente adoptó una actitud defensiva esperando el ataque de su adversario. 

Batalla del Calicino (171 a.C)
En el verano de 171 AC, Roma envió al cónsul Licinio Craso al mando de un ejército consular (dos legiones romanas y dos aliadas) que se trasladó desde Brindisi a Apollonia. El rey Eumenes de Pérgamo, para cooperar con los romanos, puso su ejército en pie de guerra.
Perseo, después de hacer acopio de trigo en todos los campos de los alrededores, mandó a sus tropas a devastar el territorio de Feras para evitar que el ejército romano pudiese abastecerse. Al percatarse de que no efectuaban movimiento alguno repartió entre sus soldados el botín para que organicen un banquete.
En los días posteriores tanto el cónsul como el rey celebraron consejo para decidir que estrategia iban a seguir. La moral de los macedonios era alta al haber consentido los romanos que devastaran el territorio de Feras; de ahí que la opinión general era que se debía marchar contra ellos sin más demora.
Los romanos eran conscientes de que su indecisión era objeto de comentarios negativos entre los aliados, indignados sobre todo por que no se hubiera prestado ayuda a los habitantes de Feras.
En plena deliberación sobre que se podía hacer llega un mensajero despavorido llegó con la noticia de la aproximación de un gran ejército. Disuelto el consejo se llamó inmediatamente a las armas; como medida inicial se decidió que salieran 100 jinetes y 100 infantes ligeros de las tropas de Eumenes de Pérgamo.
Sobre la hora cuarta del día, a poco más de una milla de distancia del campamento romano, Perseo dió la orden de hacer alto; él se adelantó con la caballería y la infantería ligera junto a Cotis y los jefes de los otros contingentes de sus tropas auxiliares. Cuando estaban a menos de 500 pasos del campamento romano se toparon con dos alas de caballería (duae alae) formadas en gran parte por gálatas, mandados por Casignato, y unos 150 misios y cretenses de armamento ligero. Perseo, dudando sobre cuantos efectivos tendría el enemigo, se detuvo y destacó de la formación 2 escuadrones (turmas) de tracios y 2 de macedonios acompañados de 2 cohortes de cretenses y de tracios cada uno de ellos.
El combate finalizó sin que se decidiera la victoria, pues estaban en igualdad numérica y no llegaron nuevos refuerzos ni de un lado ni del otro. De los hombres de Eumenes cayeron unos 30, entre ellos el jefe gálata Casignato.
Perseo regresó a su campamento de Sicurio. Al día siguiente, en torno a la misma hora (la cuarta) avanzó hasta el mismo lugar con las tropas seguidas de carros con agua, pues a lo largo de los 15 km que había que recorrer el camino era seco y polvoriento. Como los romanos no se habían movido, e incluso habían retirado al interior de la empalizada, las tropas del rey regresaron a su vez al campamento.
Esta operación se repitió durante varios días a la espera de que los jinetes romanos atacasen la retaguardia de la columna cuando se retirase pues la intención de Perseo era atraerlos a bastante distancia del campamento y hacerles frente aprovechando la superioridad de su caballería e infantería ligera.
Perseo, al ver que su plan no daba resultado, aproximó su campamento y lo fortificó a 3 km del romano. Al rayar el alba salió con toda la caballería y la infantería ligera.
La vista de un volumen mayor de tropas y de una polvareda más próxima que de costumbre causó desconcierto en el campamento romano.
Perseo alineó a sus hombres a menos de 500 pasos de la empalizada, sobre un cerro denominado Calícino. Cotis, rey de los odrisas, estaba en cabeza del ala izquierda con 1.000 jinetes y 1.000 infantes, las líneas de jinetes estaban separadas por tropas de armamento ligero intercaladas; en el ala derecha estaban los jinetes macedonios con los cretenses entremezclados en sus escuadrones; Midonte de Berea mandaba estas tropas ligeras, y Menón de Antigonea la caballería y el conjunto de este sector. Contiguos a las alas estaban formados los jinetes reales y tropas auxiliares de élite de varios pueblos con Patrocles de Antigonea y el gobernador de Peonía, Didas, al frente de las mismas. En medio de todos se encontraba Perseo; en torno a él, su agema o guardia personal. Delante de él situó a 400 honderos y 400 lanzadores, al mando de los cuales puso a Ión de Tesalónica y al dólope Artemón. 
Publio Licinio Craso formó a la infantería pesada en el interior de la empalizada y hizo salir a toda la caballería y la infantería ligera, que formaron delante del campamento. Cayo Licinio Craso, hermano del cónsul, asumió el mando en el ala derecha con toda la caballería itálica y los velites intercalados; en el ala izquierda, Marco Valerio Levino mandaba a los jinetes y los infantes ligeros de los aliados griegos. El centro lo ocupa Quinto Minucio con el resto de la caballería. Delante formaron 200 jinetes gálatas y 300 soldados auxiliares de Eumenes del pueblo cirtio, 400 jinetes tesalios se situaron a corta distancia por delante del ala izquierda. Eumenes y Átalo ocuparon la retaguardia, entre la última línea y la empalizada.
Con un número casi igual de jinetes unos 4.000 y de tropas ligeras por ambas partes, corrieron a enfrentarse una vez iniciado el combate por los honderos y lanzadores. Los tracios cargaron contra los jinetes itálicos en el ala derecha romana sembrando el desconcierto; “los de infantería golpeaban las lanzas con sus espadas, les seccionaban los tendones a los caballos o los ensartaban por el costado”. Perseo se lanzó contra el ala izquierda y el centro de las líneas poniendo en fuga a los griegos a la primera carga; cuando éstos se dispersaban y eran acosados por los macedonios, la caballería tesalia, que se había mantenido en la reserva sin intervenir en el choque separada del ala izquierda por un corto espacio, al principio se limita a mirar y después, cuando la situación toma un mal cariz, se replegó poco a poco sin romper las filas y se unió a las tropas auxiliares de Eumenes facilitando de esta manera a los soldados dispersos por la huida un refugio seguro entre sus filas.
La falange que Hipias y Leonato, por propia iniciativa se presentaron a la batalla. 
El cretense Evandro, en cuanto ve llegar a la columna de infantería con las enseñas desplegadas corrió junto al rey y le advirtió con insistencia que no se deje llevar por la euforia arriesgándolo todo sin necesidad de forma tan irreflexiva. Perseo le hizo caso y ordenó que se replieguen las enseñas y regresaran al campamento la columna de infantería; a su vez, se dió el toque de retirada a la caballería.
En el bando romano cayeron aquel día 200 jinetes y 2.000 infantes, siendo 600 los prisioneros. De las tropas de Perseo únicamente murieron 20 jinetes y 40 infantes.
Nunca un ejército romano había estado tan desorganizado, desmoralizado e indisciplinado, pero Perseo no aprovechó la oportunidad.
Al día siguiente Perseo se marchó de allí y acampó en Mopselo, altura que dominaba el valle del Tempe, a medio camino entre Larisa y Gonno.
Los romanos, sin apartarse de la orilla del Peneo, trasladaron el campamento a un lugar más seguro. Allí se presentó el númida Misagenes con 1.000 jinetes y 1.000 infantes, además de 22 elefantes.
En 170 a.C. Licinio fue sustituido por el cónsul Aulo Hostilio Mancino, quien intentó avanzar por la llanura de Tesalia, pero fue rechazado. En el 169 a.C, asumió el mando del ejército romano el cónsul Marcio Filipo, tan incompetente como los anteriores, quién emprendió la travesía del monte Olimpo y cuando llegó a Heraclea se dio cuenta de que no podía abastecer a su ejército. Pero una vez más Perseo no aprovechó la oportunidad y, peor aún, al ver al enemigo en territorio macedónico, pensó que estaba todo perdido y huyó a Pidna, ordenando quemar sus naves y ocultar el tesoro en el mar. 
Marcio avanzó cuatro días pero la flota no pudo abastecerle más, por lo que se detuvo y retiró al sur. Perseo a su vez avanzó hacia el sur y ocupó una posición, en el Elpeo al sur de Díon, que era prácticamente invulnerable, ante lo cual Marcio abandonó toda esperanza de atacarla. En esta posición, Perseo trató de comprar a los aliados de Roma: Gencio de Ilirico, Eumenes y los rodios. También trató con un jefe celta el servicio de 10.000 jinetes galos, pero con todos, excepto con los rodios, tuvo problemas en cuanto al precio, no concretando la llegada de refuerzos.
Mientras tanto en Roma, la presión popular era enorme por un cambio en la dirección de la guerra, hasta que el Senado comprendió que no podía continuar entregando el mando a cónsules incompetentes, que se preocupaban más en enriquecerse que en combatir, por lo que eligió, como nuevo cónsul, a Lucio Emilio Paulo. Paulo pertenecía a la antigua nobleza romana era nieto de Emilio Paulo que murió en Cannas, se había distinguido en diversas campañas en España y Liguria. Tenía 60 años y según varios historiadores era uno de los pocos romanos importantes de la época capaces de resistir la tentación del dinero.
El primer acto de Emilio Paulo fue requerir del Senado el nombramiento de una comisión que investigara la situación existente en Grecia. El Senado aprobó el requerimiento dejando el asunto en sus manos. Lucio Emilio designó tres delegados, entre los que se encontraba Lucio Enobarbo, triunfador en Magnesia; les entregó un cuestionario con preguntas precisas relacionadas con la situación en Grecia y especialmente con el estado del ejército y la marina en cuanto a alistamiento, medios y abastecimiento.
Una vez que los delegados regresaron, presentaron un lapidario informe de la situación: que los campamentos romano y macedonio se encontraban en las orillas opuestas del Elpeo, que ninguno de los dos jefes pensaba atacar, que los romanos no tenían fuerzas suficientes y estaban en la más completa ociosidad, que les restaba trigo para sólo tres días, que la flota estaba en estado deplorable y que dudaban de la lealtad de Eumenes.
A consecuencia del informe de los delegados, Emilio Paulo recibió la autorización para que seleccionara a los tribunos de sus dos legiones, que sumaban en total 14.000 ciudadanos romanos y confederados latinos más 1.200 jinetes. Además le permitieron que reclutara dos legiones de 5.000 hombres cada una y 200 jinetes en Iliria, las que pondría bajo el mando de Lucio Anicio Galo.
Al comienzo de la primavera de 168 a.C, Emilio Paulo partió para Grecia. A su llegada, el ejército estaba escaso de agua, ya que el río estaba seco. Ordenó excavar pozos en búsqueda de agua, la que encontraron muy pronto. Esto aumentó la buena reputación del general ante sus soldados. Luego ordenó que todo se efectuara en forma metódica y en silencio y dio varias tareas para sacar a su ejército del letargo en que estaba.
Ante la noticia de la llegada del cónsul Emilio, Perseo se da cuenta del peligro que corría la costa. En Tesalonica había una pequeña guarnición de 2.000 hombres bajo el mando de Eumenes y Atenágoras. Allí envió a Androcles con orden de acampar justo al lado de los astilleros. A Enea se destacaron 1.000 jinetes al mando de Creonte de Antigonea para proteger la zona costera, con la misión de partir inmediatamente a cualquier punto donde pudiera desembarcar la flota romana.
Por lo que respecta a la zona montañosa por donde podía ser flanqueado envió a 5.000 macedonios, al mando de Histeo, Teógenes y Midonte, a la guarnición situada entre Pitoo y el paso de Petra.
Tras la partida de las tropas se dedicó a fortificar la orilla del río Elpeo ya que en esos momentos el cauce se hallaba seco. Con el objeto de tener a todos sus soldados disponibles empleó en esta tarea a las mujeres de las ciudades vecinas que solían acarrear los suministros al campamento.
Emilio Paulo acampo en la orilla sur del Epeo, y llamó a reunión de oficiales para ver su estado de ánimo y escuchar proposiciones sobre la línea de acción a seguir. Desechó el ataque inmediato porque las posiciones macedonias por el lado del río Elpeo ya que contaban con toda clase de máquinas de guerra, como catapultas y ballistas. Otra sugerencia fue efectuar una maniobra de rodeo para atacarlo por el flanco.
Batalla de Pidna 168 AC: Movimientos preliminares 

Finalmente, Paulo planificó atacar a Perseo de frente enviando una fuerte columna que atravesara las vertientes del monte Olimpo y que luego continuara a Pitium y Petra hasta llegar a Díon, a la retaguardia del campamento macedonio. Unos lugareños le informaron que los pasos del Olimpo estaban custodiados por tropas macedonias, por lo que varió su plan original y envió a los extraordinari 8.200 infantes y de 200 jinetes bajo el mando de Publio Escipión Nasica a Heracleum y que desde allí, en marchas nocturnas, se dirigiera hacia el oeste y ocupara Pitium para luego avanzar por Petra hasta Díon. Al pretor Octavio lo envió con la flota y víveres a Heracleum para que Perseo creyera que iba a atacar una posición macedonia en esa dirección.
En cuanto Escipión se puso en movimiento, para desviar la atención de Perseo, Paulo lanzó el primero de sus ataques de distracción contra las posiciones macedonias. Se combatió con armas ligeras por ambas partes debido a lo accidentado del cauce. El combate se desarrolla allí en medio del cauce, mientras desde las empalizadas de ambos campamentos observaban el resto de las tropas.
A distancia se batían mejor las tropas auxiliares del rey, los romanos eran mejores en el cuerpo a cuerpo. Al mediodía el cónsul ordenó dar el toque de retirada; ambos bandos habían sufrido bastantes bajas.
Al día siguiente, con los ánimos más encendidos, el combate es más enconado. Los romanos eran heridos en mayor medida por toda clase de proyectiles arrojados desde las fortificaciones macedonias. Cuando se acercaban a la orilla enemiga, los proyectiles lanzados por las máquinas alcanzaban incluso a los más alejados. Aquel día el cónsul retiró a sus hombres un poco más tarde, después de sufrir pérdidas mucho más cuantiosas.
Al tercer día se abstuvo de combatir y descendió a la parte más baja del campamento como si fuera a intentar el paso a través del brazo de la fortificación que se extendía en pendiente hacia el mar.
Mientras sucedían estos hechos, Escipión Nasica había partido hacia Heracleum siguiendo las instrucciones del cónsul. Cuando recuperaran fuerzas sus soldados y oscurece revela al resto de comandantes el propósito de su misión y condujo a las tropas a Pythium (templo de Apolo) para que descanse el ejército. Allí alcanzaba las faldas del monte Olimpo.
Entretanto, Perseo se enteró del movimiento de Escipión por un desertor romano. El monarca envió 10.000 mercenarios y 2.000 macedonios bajo el mando de Milo para que bloquearan a los romanos en las faldas del Olimpo. Ambas fuerzas se encontraron en las montañas y tras un encarnizado combate, los romanos vencieron a los macedonios.
Perseo, al enterarse de la derrota de Milo, comprendió que sería atacado desde dos direcciones. Para evitarlo se retiró hacia el norte en dirección a Pidna, tomando posiciones en una llanura apropiada para su falange, al sur de Katerina, que quedaba flanqueada por el rio Aeson y un arroyo.
Paulo, por su parte, avanzó hacia el campamento Macedonio, situando su campamento al sur del río.
Se sabe la fecha exacta de la batalla porque en la noche del 21 al 22 de junio de ese año hubo un eclipse de luna, eclipse que Paulo hizo explicar a sus tropas de que era un fenómeno completamente natural. Los macedonios lo consideraron un mal augurio.
La batalla empezó de modo casual, por la disputa de una mula de aguadores romanos, que durante la recogida de agua cruzó el río accidentalmente y fue capturada por los auxiliares tracios. Los soldados romanos la siguieron, dando muerte a uno de los tracios que la sujetaba, esto encolerizó a los tracios que estaban de seguridad y que acudieron a matar a los italianos, varias unidades de vélites se enzarzaron con los tracios y poco a poco cada vez se fueron uniendo unidades hasta que ambos ejércitos desplegaron a ambos lados del río Leucus. 
El ejército macedonio disponía de 38.000 infantes y unos 4.000 jinetes, los desplegó de la manera clásica macedonia: En el ala izquierda la caballería tracia y asiria (2.000). En el centro los hipaspistas escudos de bronce o chalcaspides (3.000), a continuación los hipaspistas escudos blancos o leucaspides (3.000), a continuación la falange (15.000), a continuación los mercenarios galos y cretenses (8.000) delante del centro situó los peltastas y tureóforos o thureophoroi que eran guerreros que llevaban el thureos o escudo ovalado, jabalinas, lanza y espada corta (7.000). En el ala derecha la caballería macedonia y tesaliana (2.000). 
Los romanos disponían de un ejército consular de 20.000 romanos y aliados itálicos repartidos entre: 4.800 velites, 4.800 hastati, 4.800 príncipes, 2.400 triarios, 2.400 de cohortes itálicas adicionales y 1.200 extraordinarii. 12.200 soldados de infantería compuestos por: 1.200 arqueros aqueos, 1.000 lanzadores de jabalina númidas, 1.500 thureophoroi de Pérgamo, 2.000 peltastas misios, 1.000 honderos cirtios (kurdos), 1.000 lanzadores de jabalina griegos, 4.500 thureophoroi griegos. 4.000 jinetes repartidos entre: 600 de caballería pesada romana, 1.200 de caballería pesada itálica, 2.200 de caballería ligera númida y 32 elefantes. Emilio Paulo desplegó sus fuerzas: En el ala derecha la caballería aliada (2.000 númidas) y delante de esta 20 elefantes. En el centro situó la legión 2ª romana frente a los hipaspistas escudos blancos o leucaspides, la legión 1ª romana frente a los escudos de bronce o chalcaspides, a continuación las dos legiones aliadas y a la izquierda los aliados etolios (14.000), delante situó los vélites y thureophoroi (7.200). En el ala izquierda situó la caballería romana e italiana (2.000). 
Perseo tomó la iniciativa y cruzó el río primero con los peltastas que hacen retroceder a lo vélites romanos y protegidos por estos, cruzó la falange.  Paulo envió sus elefantes contra el ala izquierda macedonia, que pronto fueron dispersados.
La falange choca contra la legión y al igual que en Cinocéfalos, los romanos y aliados empiezan no encuentran huecos en la legión y son incapaces de mantener la presión, comenzando a retroceder hacia las faldas del monte Olocro, al principio mantienen la formación, pero poco a poco empiezan a perder el orden.
Perseo, en lugar de emplear su caballería y tropas ligeras en la persecución, hizo avanzar a sus falanges por el terreno cada vez más accidentado de  las faldas del monte, perdiendo la cohesión y rompiendo la formación. Los centuriones comenzaron a infiltrar a sus hombres por los huecos que dejaba el enemigo, para golpear por los flancos desprotegidos y la retaguardia de los falangistas y así, poco a poco, grupos de legionarios se fueron rompiendo las líneas macedonias.
Batalla de Pidna 168 AC: Falange contra legión, los legionarios buscando huecos en la falange. Autor Peter Connolly 

El hueco más grande se produjo entre la falange y los tracios, cuando la falange persiguió a los pelignos (legión aliada) y los tracios fueron detenidos por los aliados griegos.  Una vez que los romanos rompieron la formación la lucha se volvió entre grupos aislados que luchaban cuerpo a cuerpo, lo que favorecía a los romanos que estaban acostumbrados al cuerpo a cuerpo, mientras que los macedonios, su principal instrucción era con la sarisa,  la batalla se inclinó del lado romano. La batalla no duró más de una hora y la falange fue masacrada, la caballería macedonia, que prácticamente se encontraba intacta, abandonó el campo de batalla y Perseo huyó con ella a Pella.
La matanza que siguió fue terrible. Según Livio los macedonios sufrieron 20.000 muertos y 6.000 prisioneros, a los que después se les sumaron otros 5.000 capturados en la persecución. Los romanos perdieron poco más de varios centenares de hombres (700 muertos y 400 heridos).
Rendido Perseo, Paulo le prometió respeto a su dignidad, animándole a confiar en la clemencia del Senado. Sin embargo, poca clemencia obtuvo el rey cuando fue llevado a Roma como parte del séquito de prisioneros. Vivió el final de sus días como cautivo en una villa romana.
En cuanto Roma supo el resultado de la batalla, dispuso que todos los estados de macedonios y griegos, amigos y enemigos, fueran despojados de su fuerza. Macedonia desapareció siendo dividida en una federación compuesta por cuatro ligas republicanas.
Emilio Paulo tuvo que permitir, contra su voluntad, que fueran saqueadas setenta ciudades y se vendiera como esclavos a 150,000 hombres. Roma, una vez que aplastó a sus enemigos, hizo lo mismo con sus aliados.
Macedonia fue dividida en 4 distritos autónomos, posiblemente con una Asamblea común, aunque quedando la población sujeta a permanecer en cada uno de ellos, Iliria dividida, sujetas ambas a tributo, una parte de Epiro devastada, las clases dirigentes griegas depuradas. Rodas y Pérgamo humilladas y Antioco IV obligado a abandonar Egipto. Pero sobre todo, en el papel económico, la batalla de Pidna significó: 
1. Para Macedonia:
El cierre de las minas de oro y plata, aunque no de las de cobre y hierro, así como la prohibición de importar sal.
El desmantelamiento de la potencia militar con la desmilitarización del país, salvo en los enclaves septentrionales que la defendían de las incursiones de los bárbaros del norte. También la prohibición de la tala de madera, imprescindible para la construcción de barcos. 
2. Para Roma:
La consecución de inmensas riquezas, que describen Livio y Plutarco.
Tantas eran estas riquezas que fueron a parar al pueblo romano que, a partir de ahora, hasta la época de la primera guerra entre Antonio y Octavio, los romanos no tuvieron que pagar impuestos por una larga temporada. 
3. Para Grecia:
Las ciudades tomadas por Perseo en Grecia fueron declaradas libres. Atenas recobró Lemnos. Délos se convirtió en colonia ateniense. Épiro fue entregado al pillaje de los soldados romanos, que consiguieron unos 150.000 cautivos, además de llevarse a cabo una verdadera matanza de sus habitantes, años más tarde, Macedonia, que no fue ocupada por Roma tras la batalla de Pidna, sino solamente desmantelado su poder, pasó a ser provincia romana. 

La Macedonia helenística
A la muerte de Alejandro Magno y sus parientes se instauró en Macedonia una nueva dinastía, la de los Antigónidas y se convirtió en una Monarquía de tipo helenístico parecida a las orientales, pero conservando reunidas en una todas sus estructuras sociales.
De las tres grandes monarquías helenísticas, Macedonia es la menos conocida, ya que la mayor formación sobre este país se tiene para la época de Filipo II y Alejandro siendo, entre todos los Estados helenísticos, el único nacional, quedando como un Estado tradicional que apenas sufrió cambios, por lo que el adjetivo helenística tiene solamente un valor cronológico.
Este Estado nacional conservó su vigor hasta el fin- Dependía de su ejército nacional y los mercenarios sólo servían para evitar, en lo posible, la intervención en la guerra de los macedonios. En cuanto al territorio, hay que distinguir la Macedonia propiamente dicha, con sus anejos tesalios y la zona de influencia griega. El mayor cuidado de los soberanos helenísticos fue asegurar sus comunicaciones por medio de guarniciones situadas en puntos estratégicos como Demetrias, Calcis, el Pireo y Corinto, y garantizar la fidelidad a Macedonia del mayor número posible de hombres, favoreciendo la implantación de regímenes filomacedónicos.
Se distinguían en Macedonia dos clases de propietarios: La aristocracia y la misma familia real, propietarios de grandes dominios, acrecentados por regalos de los reyes de tierras en los territorios conquistados, que no quedaban en propiedad absoluta, sino como donaciones revocables, y los pequeños propietarios, que constituían la espina dorsal del país. Estas tierras eran cultivadas por arrendatarios libres.
Posiblemente, el rey no tenía tierra en Macedonia, pero en los distritos conquistados, como Calcidica o Peonia, la tierra pasaba al Estado, es decir, al rey. Los Antigónidas consideraban las tierras del rey de forma muy semejante a los Seducidas, con las diferencias, de que no otorgaban la propiedad. Los reyes, en cambio, eran dueños de las minas y de los bosques.
Los generales y soldados de Alejandro aportaron a su país grandes riquezas, aunque Macedonia fue muy devastada por los celtas, devastación que no afectó sino a los campos, aunque las guerras que tuvieron lugar durante los reinados de Antígono Gonatas y sus sucesores no afectaron en gran medida al país.
En el territorio de Macedonia había cantidad de ciudades y los Diadocos aumentaron su número. Pella y sin duda también otras ciudades macedonias se organizaron autónomamente, como Ciudades-Estado. Los Antigónidas construyeron unas cuantas ciudades de segunda importancia, pero las nuevas ciudades más importantes del país fueron fundadas por Casandro: Casandria en la Calcídica, que reemplazó a Potidea y Tesalónica en Macedonia (fundada por synecismo de 26 comunidades). Ambas eran ciudades griegas organizadas a la manera griega y los casandrios nunca volvieron a llamarse a si mismo macedonios.
Demetrio Poliorcetes fundó, como su capital meridional, la ciudad de Demetrias, en Tesalia, a la orilla del Golfo de Págasas, absorbiendo a la antigua ciudad de Págasas. Se trata del mayor caso de synecismo conocido: Todas las ciudades de Magnesia, desde el cabo Sepias hasta Tempe, en la frontera macedonia, se convirtieron en aldeas (demos) de Demetrias. Su período de mayor esplendor tuvo lugar en el siglo III a.C., y sus restos arqueológicos la revelan como una gran ciudad comercial e industrial, con una población mezcla de macedonios y griegos de la Hélade, cicládicos y sicilianos, así como asiáticos. Filipo V, aliado a Prusias I de Bitinia, destruyó Cios y vendió a sus habitantes como esclavos. Prusias la reconstruyó, dándole su nombre Prusias sobre el mar.
La vida de la corte antigónida era más sencilla que en los otros reinos helenísticos y las riquezas, aunque grandes, como ya vimos al referirnos a su repercusión en Roma, eran menores que las de otros Estados helenísticos. El impuesto sobre la tierra producía poco más de 200 talentos al año y el trono, hasta los últimos años de Filipo V, fue ocupado por hombres de gran carácter, cuya lealtad a la familia fue proverbial y no se conocen asesinatos familiares, hecho común en el mundo helenístico, aunque Demetrio Poliorcetes asesinó a Antípatro y a su hermano Alejandro para no repartir con ellos la herencia familiar.
Las acuñaciones de Antígono el Cíclope intentaban desempeñar un buen papel en la moneda de su época y mantuvo el patrón ático y los tipos de las acuñaciones fueron continuación de las monedas de Alejandro. Es interesante observar, sin embargo, que Antígono, así como sus inmediatos sucesores, no emitieron monedas con su retrato.
Un hecho importante para la política económica de la Macedonia helenística fue sus relaciones con Rodas y Delos, iniciadas por Antígono y mantenidas por sus sucesores. Su gran puerto de comercio era Tesalónica, por donde se exportaban madera de los bosques y el grano cultivado en Macedonia. Entre los hombres de negocios conocidos figuran Aristóbulo de Tesalónica, intendente del trigo de Demetrio II, Admeto de Macedonia, que vivía en Délos y Autocles de Calcis. 

El ejercito
Del rey eran el ejército y la marina, y en el mar, había una pugna entre Ptolomeos y Antigónidas en construir grandes navíos de guerra. Comenzó en 324 con la invención, por o para Demetrio Poliorcetes, de la heptera, galera de 7 remeros por remo, cuya potencia, comparada con las del quinquerreme, se expresaría por la razón 7:5. Demostró esta nave su valía en Salamina (Chipre), en el año 306. Las actividades bélicas por tierra habían transformado el empleo hecho por Alejandro de la caballería pesada y desde Isso (año 333) hasta Selasia (222), la caballería fue la reina, aunque para 222 cambia el sistema guerrero y la falange, arma nacional macedonia volvió a primer plano. Las batallas de Salasia, en 222 y Rafia, en 217, fueron decididas por el choque de las falanges nacionales, que lucharon como luchan los hombres cuando está en juego el sentimiento nacional. Pero, para Macedonia, fue una desgracia que al enfrentarse a Roma hubiesen sido olvidados los métodos de Alejandro, cuya falange había sido un cuerpo activo y flexible, organizado en incontables batallones. Pero en Cinoscéfalos, Filipo V empleó una falange que se había hecho rígida, a causa del peso de las lanzas, ahora más largas. La capacidad de la legión romana para combatir bien en cualquier circunstancia fue decisiva. La falange, como los dinosaurios pereció ante la especialización. 

La Sociedad
El interés de Antígono Gonatas por la filosofía y la historia y el círculo de hombres cultos de que se rodeó son característicos de su época. Pella era nuevamente la capital de Macedonia, aunque no hizo ningún intento de rivalizar con Alejandría o Antioquía.
La clase superior macedonia, si no la nación, se helenizó completamente en el siglo III. El dialecto común fue sustituido por el griego ático y los dioses autóctonos por los olímpicos, demostrando que el país había llegado a ser uno más del círculo griego, más poderosos que otros, aunque no volvió a levantar ejércitos como los del siglo IV. Macedonia parecía extraña a los ojos de los griegos porque el país no tenía un centro religioso, a excepción de Dión, en Pieria, y el pueblo era monárquico por convicción. La Casa Antigónida gracias a Gonatas se granjeó el amor de su pueblo, de tal manera que la Dinastía sólo cayó ante la mayoría aplastante del enemigo extranjero.

Pero, sin olvidar a los grandes reyes macedónicos, tal vez, lo más grande del diminuto país fue el simple campesino macedonio libre, leal y eficiente, tanto en la guerra como en la paz. Macedonia cayó ante Roma sólo porque habían quedado muy pocos macedonios de la antigua cepa. Finalmente, otra institución helenística tuvo también su uso en relación a los reyes antigónidas. Nos referimos al culto a los soberanos, que recibieron, Antígono I en la ciudad de Skepis, en Troade, en el año 311 y este rey y su hijo Demetrio Poliorcetes en Atenas, donde además, dos tribus recibieron los nombres de Antigónida y Demetríada.
 


Dinastía atálida
La leyenda dice que la ciudad de Pérgamo fue fundada por Pérgamos, hijo de Neoptolemo y Andrómaca, todos ellos personajes de la Guerra de Troya. En el año 560 a.C. la ciudad pertenecía al rey de Lidia Creso y algún tiempo después pasó a depender de Ciro II de Persia. Algunas fuentes aseguran que cuando Alejandro Magno venció a Darío III, rey de los persas y dominó toda el Asia Menor, puso como gobernadora de Pérgamo a Barsine que era la viuda de un comandante persa de Rodas.
La dinastía atálida fue un linaje griego que gobernó en la ciudad de Pérgamo tras la muerte de Lisímaco de Tracia, general de Alejandro Magno. Uno de los oficiales de Lisímaco, Filetero, se hizo con el poder en la ciudad en el 282 a. C. 
Los atálidas posteriores descienden de su padre, y convirtieron la ciudad en un reino. Átalo I se proclamó rey en la década del 230 a. C. tras sus victorias sobre los gálatas. Los atálidas reinaron en Pérgamo hasta que Átalo III legó el reino a la República romana en el 133 a. C. 

Filetero (343 a. C.–263 a. C.) fue el fundador de la dinastía atálida de Pérgamo en Anatolia.
Nació en Tieo, una aldea de la costa anatolia del mar Negro entre Bitinia al oeste y Paflagonia al este. Su padre fue Átalo (quizá procedente de Macedonia) y su madre Boa, una mujer de Paflagonia.
Tras la muerte de Alejandro Magno en el 323 a. C., Filetero se vio envuelto en las luchas por el poder, conocidas como las guerras de los diádocos (diádocos significa «sucesores» en griego) entre los gobernadores regionales de Alejandro, Antígono I Monóftalmos en Frigia, Lisímaco en Tracia y Seleuco I Nicátor en Babilonia (entre otros). Filetero sirvió al principio a Antígono, pero luego se cambió al bando de Lisímaco, el cual, tras la muerte de Antígono en la batalla de Ipso en el 301 a. C., nombró a Filetero gobernador de Pérgamo, ciudad en la que Lisímaco guardaba un tesoro de 9000 talentos.
Filetero reconoció la soberanía de Lisímaco hasta el 282 a. C., cuando, quizá a causa de los conflictos derivados de las intrigas cortesanas de Arsínoe II de Egipto (la tercera mujer de Lisímaco), Filetero decidió abandonar a Lisímaco, y se ofreció, junto con la importante fortaleza de Pérgamo y su tesoro, a Seleuco. Este último derrotó y mató a Lisímaco en la batalla de Corupedium en el 281 a. C.; pero Seleuco sería también muerto por Ptolomeo Cerauno, hermanastro de Arsínoe, en Lisimaquia (Tracia), unos meses después.
Aunque Filetero se encontraba teóricamente bajo control seléucida, tras la muerte de Seleuco, sobre todo, dispuso de bastante autonomía y pudo, gracias a sus grandes riquezas, aumentar su poder e influencia más allá de Pérgamo. Hay muchas noticias de Filetero como benefactor de ciudades vecinas y de templos, como los de Delfos y Delos. También ayudó con tropas, dinero y alimentos a la ciudad de Cícico, en su defensa frente a los gálatas invasores. Gracias a todo ello, Filetero obtuvo gran prestigio para sí mismo y su familia.
A lo largo de sus casi cuarenta años de gobierno, construyó, en la acrópolis de Pérgamo, el templo de Deméter y el de Atenea (la divinidad protectora de Pérgamo), así como el primer palacio de la ciudad y mejoró en gran medida las fortificaciones.
Filetero era eunuco y por lo tanto nunca se casó y no tuvo hijos. Adoptó a su sobrino Eumenes I (hijo de su hermano, también llamado Eumenes), que le sucedió como gobernante de Pérgamo a su muerte en el 263 a. C. 

Eumenes I
Eumenes I de Pérgamo (murió el 241 a. C.), hijo de Eumenes, el hermano de Filetero, el fundador de la dinastía atálida. Eumenes fue el hijo adoptivo y heredero de Filetero, y le sucedió a su muerte en el 263 a. C., como gobernante de Pérgamo hasta su propia muerte en el 241 a. C.
Aunque se encontraba teóricamente bajo el poder de los Seléucidas, Pérgamo disfrutó de gran autonomía con Filetero. A pesar de ello, al llegar al poder, Eumenes se rebeló, quizá con el apoyo de Ptolomeo II que estaba en guerra con los Seleúcidas, y derrotó al rey seléucida Antíoco I Sóter cerca de Sardes, la capital de Lidia en 262 a. C. Así pudo liberar Pérgamo y ampliar considerablemente sus territorios, establecer guarniciones en el norte, en las faldas del monte Ida, llamado Filetero por su padre adoptivo, y en el este, al nordeste de Tiatira, cerca de las fuentes del río Lycus, llamado Atalea, por su abuelo, así como extender su control al sur del río Caico, hasta el golfo de Cyme.
Tras la revuelta contra los Seléucidas, no hay noticias de hostilidades posteriores relacionadas con Pérgamo durante la época de Eumenes, aunque el conflicto entre Seléucidas y Ptolomeos no cesó, y a pesar de que los gálatas estaban saqueando constantemente la región. Si Eumenes fue capaz de mantener Pérgamo libre de los ataques de los gálatas, probablemente fue debido a que les pagó tributo.
Aunque nunca tomó el título de "rey", Eumenes ejerció el poder como tal. Le sucedió su sobrino Átalo I Sóter. 

Atalo I
Poco se conoce acerca de la infancia y juventud de Atalo I, aunque se sabe que era hijo de Atalo y una princesa de la casa seléucida llamada Antióquida. 
El padre del futuro monarca oriental era hijo de Atalo, hermano de Filetero, fundador de la Dinastía atálida y de Eumenes, padre de Eumenes I, predecesor en el trono de Atalo.
Se le menciona junto con sus hermanos como hombre muy querido en Delfos. Ganó gran fama como conductor de carros y al vencer en Olimpia fue recompensado con un monumento en su honor en Pérgamo. Su padre murió cuando Atalo era un aún un niño, antes de 241 a. C. y el joven Atalo fue adoptado por Eumenes I.
La madre de Atalo, llamada Antióquida, estaba probablemente relacionada con la familia real seléucida (posiblemente es nieta de Seleuco I Nicátor). El matrimonio de Atalo y Antióquida fue organizado por Filetero con el objetivo de consolidar su poder en Asia Menor. Esta teoría se basa en el hecho de que el abuelo de Atalo, Filetero, designó al padre del futuro monarca como su heredero, aunque fue sucedido por Eumenes ya que, a la muerte de Filetero, Atalo era muy joven para gobernar.

Derrota de los gálatas
Según Pausanias, «el mayor de sus logros» fue la victoria sobre los galos. Pausanias se refiere a los gálatas, tribus celtas estacionadas en Tracia, que se asentaron finalmente en Galacia, región situada en Asia Menor. Los antiguos griegos y romanos los llamaban galos, asociándolos con los habitantes de los que hoy es Francia, Suiza y el norte de Italia. Desde el ascenso al trono de Filetero, el tío de Eumenes I, este pueblo había supuesto un gran inconveniente para el Reino de Pérgamo. Las tribus gálatas habían amenazado a los pueblos situados en Asia Menor, obligándoles a pagar un tributo de protección. Eumenes I había accedido a pagar una determinada cantidad de dinero con el objetivo de proteger su reino del ataque gálata. Sin embargo, al acceder al trono, Atalo se negó a continuar con la tradición, siendo el primer gobernante en atreverse a hacerlo. A consecuencia de ello, los gálatas determinaron atacar Pérgamo. El ejército de Pérgamo y las fuerzas gálatas se enfrentaron en las inmediaciones del nacimiento del Río Caico, Una inscripción situada en la Acrópolis de Pérgamo reza: «El Rey Atalo ofrece a Atenea su victoria contra los gálatas tolistoagios en la batalla». Ganando una batalla decisiva. Tras la gran victoria Atalo decidió seguir el ejemplo de Antíoco I Sóter y adoptó el sobrenombre de Sóter, que significa en griego Salvador y recibió el título de rey. Esta victoria concedió a Atalo una fama legendaria. Surgió una historia, rescatada por Pausanias que en tiempos pretéritos había predicho lo sucedido:
Tras haber cruzado el estrecho del Helesponto,
El devastador anfitrión galo, avanzó sin control
Causó estragos en Asia, y les hizo mucho mal
A los que habitan a la orilla del mar
Por un corto tiempo. Pero pronto, el hijo de Cronos
Deberá elevar un salvador, el querido hijo de un toro criado por Zeus
¿Quién de todos los galos señalará el día de la destrucción? 
Según Pausanias, el «hijo de toro», el «de cuernos de toro», se refiere a Atalo, ya que el Rey de Pérgamo tenía una complexión bovina. En la acrópolis de Pérgamo se erigió en conmemoración de la victoria un triunfal monumento que incluía una famosa escultura llamada Gálata moribundo.

El Gálata Moribundo. 

Conquistas en Asia Menor
Varios años tras la primera victoria sobre los gálatas, Pérgamo fue nuevamente atacado por esta belicosa tribu de Asia Menor, junto con su aliado Antíoco Hierax, el hermano menor de Seleuco II Calinico, y el monarca seléucida en Asia Menor, desde su capital en Sardes. Atalo derrotó a los gálatas y a Antíoco en la Batalla del Harpasus[1] y de nuevo en una segunda batalla en el Este. El monarca de Pérgamo combatió en posteriores batallas contra Antíoco en solitario: en Frigia, donde tal vez Antíoco buscaba refugio junto a su padrastro Cielas, rey de Bitinia; en las inmediaciones de Sardes en la primavera de 228 a. C. y finalmente en una campaña en Caria. 
Como resultado de esa victoria, Atalo obtuvo el control sobre todos los territorios del Imperio seléucida al norte de los montes Tauro. Atalo mantuvo el control sobre esta zona a pesar de los intentos de Seleuco III Cerauno, el hijo mayor y sucesor de Seleuco II. La contienda culminó con un enfrentamiento al pie de los Tauro, batalla en la que venció Seleuco, aunque cayó asesinado víctima de una traición en 223 a. C.
Aqueo, que había acompañado durante su campaña a Seleuco III asumió el control del ejército. Se le ofreció el reinado, aunque lo rechazó en favor del hermano menor de Seleuco III, Antíoco III Megas, apodado El Grande, que hizo a Aqueo gobernador de la zona al norte de Tauro. En un plazo de dos años, Aqueo recuperó todos los territorios que había perdido el Imperio seléucida y confinó a Atalo dentro de las murallas de Pérgamo. 
Tras un breve periodo de paz, en el año 218 a. C., Atalo, junto con algunos aliados gálatas volvió a recuperar los territorios, aprovechando que Aqueo estaba ausente al mando de una expedición al sur de los Tauro, en Pisidia. A su vuelta en 217 a. C., Aqueo reanudó las hostilidades contra Atalo.
Antíoco, en virtud del tratado de amistad con Atalo, cruzó los Tauro en 216 a. C. y atacó a Aqueo sitiando Sardes. En 214 a. C., durante el segundo año de sitio fue capaz de tomar la ciudad. Aunque la ciudad era leal a Aqueo, el general fue capturado y se le condenó a muerte. En 213 a. C., Antíoco había recuperado el control de todos sus territorios en las provincias asiáticos. 

Primera guerra macedónica
Frustradas sus ambiciones en el Este, Atalo dirigió su atención en el Oeste. Probablemente a causa de la creciente preocupación que estaba despertando el joven y ambicioso monarca macedonio Filipo V, Atalo resolvió firmar una alianza con los enemigos de Filipo de la Liga Etolia, una unión de estados helénicos en la Grecia Central que se habían opuesto a las ambiciones expansionistas del monarca macedonio. 
Filipo firmó una alianza con el general cartaginés Aníbal en 215 a. C., lo que causó una gran preocupación en Roma, que estaba perdiendo en esos momentos la segunda guerra púnica. En 211 a. C. Roma y la Liga Etolia firmaron un tratado en el que estas dos potencias y algunos aliados de ambos bandos, entre ellos Atalo, se unieron en una coalición que tenía como objetivo enfrentarse a Filipo. Atalo fue elegido como uno de los dos strategos (generales) de la Liga, y en 210 a. C. comandó a sus tropas en la captura de la isla de Egina, isla que adoptó como su base de operaciones en Grecia. 
Durante la primavera del año siguiente, en 209 a. C., Filipo marchó hacia el sur de Grecia. Bajo el mando del colega strategos de Atalo, llamado Firrias, los aliados etolios perdieron dos batallas en Lamia. Atalo en persona marchó a Grecia en julio y se unió en su base de Egina al procónsul romano Publio Sulpicio Galba Máximo que estaba acampado allí con su ejército. Durante el verano de 208 a. C. una armada compuesta por 35 barcos de Pérgamo y 25 barcos romanos fracasaron en su intento de tomar Lemnos, aunque tuvieron éxito a la hora de tomar la isla de Skópelos. 
Atalo y Sulpicio asistieron a una reunión de los líderes anti-macedonios en Heraclea de Traquinia, en la que se manifestaron en contra de llegar a un acuerdo de paz con Filipo. Cuando se reanudaron las hostilidades el monarca saqueó Óreo, en la costa de Eubea y Opunte, la capital de la comarca oriental de Lócrida. 
El botín procedente del saqueo de Óreo fue reservado para el procónsul Sulpicio, que regresó a la ciudad mientras Atalo permaneció saqueando la ciudad de Opunte. Con las fuerzas enemigas divididas, Filipo atacó a Atalo por sorpresa y el monarca apenas pudo escapar. 
Atalo fue entonces obligado a regresar a Asia, ya que había recibido noticias de que Prusias I, monarca de Bitinia, que se había aliado con Filipo mediante un matrimonio, estaba movilizando a su ejército para marchar contra Pérgamo. Poco después los romanos abandonaron Grecia para hacer frente a Aníbal. Su objetivo de impedir a Filipo de que prestara apoyo al general cartaginés había sido logrado. 
En 206 a. C. la Liga Etolia aceptó la paz a pesar de las duras condiciones impuestas por Filipo. Se elaboró un tratado en la ciudad de Fénice, tratado que pasaría a llamarse la Paz de Fénice (205 a. C.) y que terminaba formalmente con la primera guerra macedónica. La Paz de Fénice también puso fin a la guerra contra Prusias. Atalo pudo conservar sus posesiones en Egina. 

Inicio de las hostilidades macedonias
El tratado firmado en Fénice había frustrado las ambiciones del Filipo de expansionarse hacia el este y por tanto el monarca macedonio dirigió su atención hacia el mar Egeo y Asia Menor. En la primavera de 201 a. C. Filipo tomó Samos y la flota egipcia que allí se hallaba estacionada. A continuación inició el asedio de Quíos.
Estas acciones provocaron a Atalo y a sus aliados de Rodas, Bizancio y Cícico que no dudaron en entrar en la guerra. Tuvo lugar una gran batalla naval en el estrecho entre el continente y Quíos, justo al suroeste de Eritras. Según Polibio, por el lado macedonio participaron cincuenta y tres barcos de guerra con cubierta y más de ciento cincuenta pequeñas naves, mientras que por el lado de la coalición anti-macedonia participaron sesenta y cinco naves de guerra cubiertas, aunque un menor número de pequeñas embarcaciones. Durante la batalla, Atalo fue aislado de su flota y tuvo que huir de la enfebrecida persecución de Filipo, siendo obligado a desembarcar de sus barcos el tesoro real con el objetivo de que sus enemigos desviaran su atención de la persecución y se entregaran al pillaje.
Durante el año 201 a. C., Filipo inició la invasión de Pérgamo, y aunque no pudo tomar la fuertemente defendida ciudad, gracias a las disposiciones tomadas por Atalo antes de la llegada de Filipo, ordenó la demolición de los templos y altares que estaban situados en el exterior del recinto fortificado. Mientras estaba bajo asedio, Atalo y sus aliados de Rodas enviaron una airada delegación a Roma para denunciar las agresiones de Filipo.

Segunda guerra macedónica
En 200 a. C., Atalo llevó al ejército de Pérgamo a un nuevo conflicto, conocido como segunda guerra macedónica. Acarnania y el ejército macedonio invadieron el Ática, causando que Atenas, que se había mantenido neutral en los conflictos de sus vecinos, se viera obligada a pedir ayuda a los enemigos del rey macedonio. Atalo que estaba estacionado en Egina a la cabeza de una flota recibió una embajada ateniense que le pedía que fuera a la ciudad. El monarca de Pérgamo recibió noticias de que se hallaba una delegación romana en Atenas y decidió partir hacia allí de inmediato. Polibio describe así el extraordinario recibimiento del grupo:
«...En compañía de los romanos y de los magistrados de Atenas, inició su marcha a la ciudad. El monarca iba acompañado, no sólo por todos los magistrados y los caballeros, sino por todos los ciudadanos con sus hijos y esposas. Y cuando los dos grupos se reunieron, la calidez de la bienvenida dada por la población a los romanos, y aún más a Atalo, no podría haber sido superada. A su entrada a la ciudad por la puerta Dipylon los sacerdotes y sacerdotisas de la ciudad llenaban las calles por ambos lados: se abrieron todos los templos; se prepararon víctimas en todos los altares, y el rey se ofreció para realizar los sacrificios pertinentes. Finalmente le dotaron de tan grandes honores como nunca antes se había hecho con ninguno de sus antiguos benefactores: los atenienses dieron a una de sus tribus el nombre del monarca pergamense y lo proclamaron como un héroe.» 
El entonces cónsul Sulpicio Galba, convenció al Senado para que declarara la guerra a Filipo y pidió Atalo que combinaran sus flotas, formando de ese modo, una potente armada capaz de realizar una campaña naval destinada a acosar a las posiciones macedonias a lo largo del mar Egeo. 
Mapa de Macedonia. 

Durante la primavera de 199 a. C., la fuerza combinada romana-pergamense tomó Andros, una de las Islas Cícladas. El botín resultante del saqueo fue a parar al Erario de la República romana, mientras que la isla se incorporó al territorio de Pérgamo. Desde Andros navegaron hacia el sur e intentaron sin éxito tomar Citnos, otra de las Islas Cícladas. La armada regresó al norte, saqueando el territorio de Scíathos, situado en la costa de Magnesia y tomando las provisiones necesarias. De allí siguieron hasta llegar a Mende, donde la flota fue azotada por una fuerte tormenta. Fueron rechazados en Casandrea sufriendo graves pérdidas y siguieron navegando hacia el Noreste hasta llegar a Acanto, donde volvieron a ser rechazados. Tras la campaña, la flota regresó a Eubea con sus naves cargadas de botín. 
A su regreso, Atalo y el comandante romano viajaron a Heraclea de Traquinia donde se reunieron con una delegación de la Liga Etolia, que pidió, amparándose en los términos de su tratado de alianza, una fuerza al rey pergamense integrada por un millar de soldados. Atalo se negó y replicó a la petición de los etolios alegando que ellos mismos no habían cumplido el tratado al no enviar soldados a Pérgamo cuando el rey macedonio la atacó hace dos años. Las operaciones militares se reanudaron y Atalo y Galba atacaron de nuevo, fracasando en la toma de Óreo. Tras la derrota salieron a la cabeza de una fuerza, atacando en línea recta el territorio de Tesalia. Esta fuerza intentó tomar de nuevo Oreo, esta vez con éxito, quedándose los romanos con los prisioneros y Atalo con la ciudad. La campaña de ese año había finalizado y Atalo, tras asistir a los Misterios eleusinos, regresó a Pérgamo donde permaneció durante los dos siguientes años. 
En la primavera de 198 a. C., Atalo regresó a Grecia con veintitrés quinquerremes y se unió a una fuerza de veinte barcos rodios, finalizando la conquista de Eubea que había comenzado el año anterior. Pronto se sumaron a la campaña los romanos y la flota combinada, tomó las posiciones de Eretria y después Caristo. Tras estas conquistas, los aliados controlaban toda Eubea a excepción de Calcis. Tras un infructuoso intento de tomar Corinto, los romanos se dirigieron a Corcira, mientras Atalo navegaba por El Pireo. 
A principios de 197 a. C., el cónsul romano del año, Tito Quincio Flaminino, convocó a Atalo a un consejo de líderes anti-macedonios en Tebas, donde se discutió qué parte de Beocia participaría en la guerra. Atalo fue el primero en parlamentar en el consejo, pero mientras hablaba se derrumbó, con la mitad de su cuerpo paralizado. El monarca murió poco después de caerse, tras recibir las noticias de la decisiva victoria romana en la batalla de Cinoscéfalos, batalla que finalizaba la segunda guerra macedónica.
Atalo se casó con una mujer llamada Apolónide que procedía de Cícico. La pareja tuvo cuatro hijos, Eumenes, Atalo, Filetero y Ateneo (en memoria del padre de Apollonis). Polibio describe de la siguiente manera a la mujer del monarca pergamense:
«...Es una mujer que merece ser recordada con honor por muchas razones. Hay que decir en su favor que a pesar de que procediera de una familia excluida de los círculos reales, al convertirse en reina, no cayó en fútiles fascinaciones por su nuevo rango y mantuvo una gran integridad y virtud en su vida privada y en la vida pública hasta el final de sus días. Ella fue la madre de cuatro hijos a los que otorgó las mayores muestras de afecto y amor maternal hasta su muerte.» 
También ha sido registrado por ciertas fuentes antiguas, el amor filial que existía en la familia de Atalo. Un decreto de Antíoco IV Epífanes dice así:
«...El rey Atalo y la reina Apolónide fueron ejemplo de virtud y bondad, cualidades que a través de una sabia educación transmitieron a sus hijos.» 
Existe en Pérgamo una representación de Apolónide que dice así:
«...La reina siempre alabó y dio gracias a los dioses, no sólo por la riqueza o el poder del reino, sino también por haber visto crecer sanos y fuertes a sus hijos, que protegían con su férreo cariño filial al mayor, por lo que la reina gobernó sin temor a que tras la muerte de su marido Atalo se iniciara una disputa por el poder entre sus vástagos.» 
Al describir la vida de Atalo, Polibio dice lo siguiente sobre la reina:
«...Y lo que es más notable de todo es que dejó tan bien resuelta la sucesión entre los hijos de Atalo, que a la muerte del monarca no hubo ningún problema.» 
Atalo murió en el año 197 a. C. a la edad de 72 años. Le sucedió Eumenes II.  

Magna Mater
En 205 a. C., tras firmar la Paz de Fénice, Roma acudió a Atalo dada su condición de único aliado en Asia con motivo de un asunto religioso. Un número inusual de lluvias de meteoritos había causado gran preocupación en la capital republicana y había hecho que se consultaran los Oráculos sibilinos, en los que se descubrieron unos versos que decían que un enemigo extranjero acudiría a batallar a Italia, y sólo sería derrotado si la Idaea Magna, la Diosa Madre, asociada con el Monte Ida, localizado en Frigia, se trajera desde Pesino a la capital republicana. El senador Marco Valerio Levino partió de la ciudad liderando una selecta delegación que se dirigió a Pérgamo en busca de la ayuda de Atalo. Según Tito Livio el monarca pergamense recibió la delegación con los brazos abiertos y los guió hasta Pesino, donde les hizo entrega de la que los nativos de Frigia consideraban la "Madre de los Dioses". Cuando la delegación regresó a Roma, el nombre de la diosa se latinizó pasando a llamarse la Magna Mater.
Le sucedió en el trono su hijo Eumenes II. 

Eumenes II
Eumenes II: 197 a. C. – 159 a. C.) Era hijo de Atalo I y de una cierta Apolonis, originaria de Cízico, a quien Polibio rinde homenaje en su Historia general.

Se alió a los romanos para oponerse a la expansión seléucida hacia el mar Egeo, y finalmente derrotó a Antíoco III Megas en la Batalla de Magnesia en el 190 a. C. Tras la paz de Apamea en el 188 a. C., obtuvo las provincias de Frigia, Lidia y Panfilia de sus aliados romanos, ya que éstos no deseaban dominar más territorios, sino un estado fuerte en Asia Menor que sirviese de freno a cualquier posible expansión seléucida en el futuro.
LLevó a cabo una verdadera política cultural e hizo construir la Biblioteca de Pérgamo, digna de rivalizar con la de Alejandría. El rey Ptolomeo VI, celoso de esta biblioteca, que hacía sombra a la suya, habría hecho suspender las exportaciones de papiro a Pérgamo, pensando acabar así con su desarrollo. Pero según Plinio el Viejo, esto fue la causa del origen de la invención del pergamino, ya que no disponiendo de papiro para escribir, tuvieron la idea de utilizar la piel de un animal joven, que resultaba más sólida y menos frágil. A pesar de estas ventajas, al resultar más caro que el papiro, tardó varios siglos en imponerse su uso. 

Atalo II Filadelfo
Atalo II Filadelfo (220 a. C. – 138 a. C.). Era el segundo hijo de Atalo I Sóter y la reina Apolonis, y ascendió al trono tras la muerte de su hermano mayor Eumenes II en el 159 a. C., tras casarse con la reina viuda Estratonice de Pérgamo. 
Antes de ser rey, Atalo había sido un destacado general. En el 190 a. C. hizo frente con éxito a una invasión de los seléucidas, y el año siguiente, dirigió sus fuerzas para luchar junto con el ejército romano bajo las órdenes de Cneo Manlio Vulsón en Galacia. En el 182 a. C. volvió a luchar contra los seléucidas, uniéndose al ejército de Farnaces I del Ponto. Por último, volvió a ayudar a los romanos en el 171 a. C. aliado a Publio Licinio Craso en Grecia durante la tercera guerra macedónica.
Atalo también realizó varias misiones diplomáticas en Roma y se ganó la estima de los romanos. En cierto momento, éstos le ofrecieron apoyo para destronar a su hermano, pero no aceptó. Cuando ascendió al trono, los romanos la apoyaron en su guerra contra Prusias II de Bitinia en 156 a. C.-154 a. C. y se pusieron de su parte para ayudar al pretendiente Alejandro Balas a arrebatar el trono seléucida a Demetrio I en el 150 a. C. y, al año siguiente, en ayuda de Nicomedes II para que destronase a su padre Prusias II de Bitinia.
Expandió su reino con la ayuda de su buen amigo Ariarates V de Capadocia, y fundó las ciudades de Filadelfia y Atalea. Fue un famoso patrón de las artes y las ciencias, e inventor de un nuevo tipo de bordado. En su vejez, confió algunas tareas de gobierno a su primer ministro, llamado Filopemen. 

Atalo III
Atalo III (Philometor Euergetes) fue el último rey atálida de Pérgamo, y reinó del 138 a. C. al 133 a. C.
Sucedió a Atalo II, como hijo de Eumenes II y sobrino de Atalo II. Atalo III tuvo poco interés en el gobierno de Pérgamo, y dedicó su tiempo al estudio de la medicina, la botánica y la jardinería, así como a otros temas. No tuvo hijos ni herederos propios, y en su testamento legó su reino a la República Romana, aunque las razones no estén claras. Tiberio Sempronio Graco pidió que el tesoro de Pérgamo fuese distribuido públicamente a todos los romanos, pero el Senado rechazó tal propuesta, y poco después Tiberio fue asesinado junto con 300 hombres que le apoyaban.
No todos aceptaron en Pérgamo el dominio romano. Aristónico, que declaró ser hermano de Atalo III e hijo de Eumenes II, anteriormente rey, organizó una revuelta entre las clases bajas. La revuelta fue sofocada en el 129 a. C. y el reino de Pérgamo se repartió entre Roma, el Reino del Ponto y Capadocia. 

Eumenes III
Eumenes III originalmente llamado Aristónico fue un pretendiente al trono de Pérgamo.
Cuando el último rey de Pérgamo, Átalo III, murió en el 133 a. C. legó su reino a los romanos. Tanto las razones de su muerte como su extraño testamento están rodeados de múltiples cuestiones y dudas.
Ante la tardanza romana en hacer valer sus derechos sobre Pérgamo, Aristónico, hijo ilegítimo de un anterior rey de Pérgamo, Eumenes II, aprovechó el vacío de poder para reclamar el trono, tomando el nombre dinástico de Eumenes III. Cabe aquí recordar que tanto Átalo III como Eumenes III eran ambos hijos de Eumenes II.
En un primer momento parece que las pretensiones de Eumenes III tuvieron éxito: la flota pergamenea se puso mayoritariamente de su parte, al igual que las colonias del interior del país, formadas en su mayoría por veteranos del ejército atálida a los que se les habían concedido tierras a cambio de servicio militar. Únicamente la capital de Pérgamo y aparentemente tras serias tensiones. Ello viene reflejado en el edicto de la ciudad en el que se retira la ciudadanía y se embargan los bienes a todos aquellos que hicieran causa común con Eumenes III. Además, y no menos importante, Eumenes III consiguió poner las manos en el tesoro de Pérgamo, uno de los más importantes de Asia Menor por aquel momento.
Roma, en un momento fuertemente expansionista, decidió tomar una posición más activa en el tema. Pérgamo representaba una cabeza de puente en Asia Menor, al igual que la posibilidad de hacerse con un fabuloso tesoro en plata (las "attalicas gazas").
Su primer paso fue el convencer a la flota efesia para que combatiera contra la pergamenea. Los efesios conseguirían su victoria en la batalla de Cime, lo que supondría el cierre efectivo de las costas del reino y facilitaría la llegada del cónsul del 131 a. C., Licinio Craso. Los romanos encabezarían una coalición de reinos del Asia Menor que ofrecieron su ayuda militar a fin de participar en el fin del reino de Pérgamo. Destacan entre ellos Bitinia, Paflagonia, Ponto y Capadocia.
Por su parte Eumenes III hace su llamada a los helioplolitas. Para algunos autores fue un intento desesperado para conseguir ayuda con la promesa de la libertad para esclavos y siervos. Por esas razones, en la historiografía, basándose únicamente en fuentes romanas, no se aclara hasta qué punto fue un revolucionario social o simplemente un contendiente dinástico por el trono. A ello hay que añadir la llegada de Blosio de Cumas, un estoico que también había apoyado a Tiberio Sempronio Graco y huido de Roma tras la muerte de los hermanos. Aparentemente fue Blosio de Cumas quien se encuentra tras la teoría que prometía fundar un estado en Misia llamado Heliópolis, la “ciudad del sol”, en el que todos serían libres. Podemos intentar reconstruir su ideología basándonos en dos hechos: su influencia sobre los hermanos Graco como mentor, y la implementación de la famosa Reforma Agraria; por otro lado su pertenencia al templo de Apolo en Cumas y por tanto su relación con Mitra, lo cual implica la relación entre el símbolo del sol (ambos representando Apolo Helios/ Mitra) y su implantación entre las tropas (ambos dioses con fuerte implantación entre los soldados de la época). De ahí la dualidad de lectura en relación con la llamada a los heliopolitas como llamada a la libertad de los esclavos o a los soldados-colonos del interior de Asia Menor.
El cónsul Licinio Craso se enfrentaría finalmente a Eumenes III en la batalla de Leucas, donde su ejército seria derrotado y el morir a manos de un mercenario tracio.
El cónsul romano del 130 a. C., Marco Perperna, no buscaría de nuevo la batalla campal, si no que iría tomando las ciudades del reino una a una: Aso, Tiatira y, finalmente, Estratonicea del Caico, donde Eumenes III sería capturado. Tras su derrota, participó como prisionero en el desfile triunfal en Roma y luego fue ejecutado por estrangulamiento estando en prisión. El Reino de Pérgamo seria posteriormente reorganizado en la provincia romana de Asia. 

Dinastía Seléucida
La Dinastía Seléucida fue un imperio helenístico. La Dinastía Seléucida se ubicaba en Oriente Próximo, y en su mayor apogeo tuvo Anatolia central, el Levante, Mesopotamia, Persia, Pamir y algunas zonas de Pakistán.

Los reyes Seléucidas
Las Dinastía Seléucida es la que reinó en la mayor parte del Imperio Asiático de Alejandro Magno a partir del año 312 a.C. Su fundador fue Seleuco I Nicator (305/4-281), oficial de Filipo de Macedonia casado con la noble persa Apamea.

A la muerte de Alejandro, Seleuco siguió a Pérdicas a Egipto, pero habiéndose vuelto contra él, junto con los otros gobernadores de Asia, recibió en el año 321 el gobierno de la satrapía de Babilonia. Después de la muerte de Eumenes, último defensor de la Dinastía macedónica, se formaron en Asia dos grandes potencias de origen macedónico: La de Antígono y la de Seleuco.
Seleuco terminó por conquistar las grandes satrapías del antiguo imperio persa a partir del año 312. Sus dominios, por el sur, limitaban con los de los Ptolomeos, disputándose ambas monarquías, sobre todo, la región de la Siria meridional. En Asia Menor había entonces algunas regiones como Pisidia y Bitinia, que no habían sido sometidas y por la época de la batalla de Ipsos (año 30l), Capadocia se separó de la monarquía y también el Ponto.
El comienzo del poderío Seléucida se inicia en el año 312, cuando, tras la victoria de Ptolomeo en la batalla de Gaza, Seleuco se instaló en Babilonia, hecho con el que comienza la Era Seléucida. Esta época es la de mayor extensión del Imperio seléucida, extensión que sufrirá grandes fluctuaciones a lo largo de su historia. Antígono envió en vano dos ejércitos para reducirlo, uno mandado por Demetrio Poliorcetes y otro por Nicanor.
Esta guerra prosiguió y después del año 311, la ventaja fue de Seleuco, por lo que Antígono renunció al dominio de Oriente y estableció la capital de su nueva monarquía en Siria. El reino de Seleuco, se formó en el centro de Asia. Conquistó en lucha contra Nicanor, la Media, la Susiana, Persia y Bactriana y según Apiano, reinaba además sobre Mesopotamia. Armenia, los árabes. Partia, Aracosia y otros pueblos, hasta la India.
La capital del Estado fue Seleucia del Tigris, que comenzó a edificarse en el año 305, al sur de Babilonia, en el solar que ocupaba Opis, y en pocos años se convirtió en la mayor ciudad griega de Asia. Se construyó cerca de Babilonia, nudo de caminos que, irradiando de ella, llevaron la civilización babilónica y ahora la helénica a todo el mundo conocido. Al convertirse Seleuco en el dueño de Siria septentrional, después de la batalla de Ipsos, fundó en ella la ciudad de Antioquía en el Orantes.
Así, Seleucia del Tigris y Antioquía del Orantes fueron como los extremos de un camino real Oriente-Occidente, arteria vital para el Imperio Seléucida que, al mismo tiempo, la convertía en una gran rival del reino ptolemaico, sobre todo en lo referente al comercio con la India. Mientras pudo mantener estas posesiones, el Imperio Seléucida mantuvo su grandeza. Privado de Mesopotamia por la invasión de los Partos Arsácidas, se convertiría geográficamente en un Estado sirio. 

Seleuco I Nicator (305/4-281 a.C.)
Seleuco tomó oficialmente el título de rey en el año 306 y hacia el año 293 asoció al trono a su hijo Antíoco, nacido de su matrimonio con Apamea. En el año 286, capturó a Demetrio Poliorcetes y cinco años después, tras su victoria de Curupedión sobre Lisímaco, vio el apogeo de su poder. En ese mismo año de 281, fue asesinado por Ptolomeo Kerauno, hijo de Ptolomeo I, al que había tomado bajo su protección.
Después de él, la Dinastía decayó, siendo su mejor representante Antíoco III. Los motivos de esta decadencia fueron varios: la invasión gala, la rivalidad de Egipto y la incompetencia de los reyes y las luchas fraticidas.
Seleuco I 
Seleuco supo mantener unas buenas relaciones políticas y comerciales con la India. Envió a este país a su secretario Megástenes, a la corte del rey indio llamado Chandragupta (en griego Sandrácoto), fundador de la gran dinastía Maurya. Los acuerdos se consolidaron por el matrimonio entre el rey indio y una hija de Seleuco. A la vuelta de su viaje, Megástenes escribió un gran relato, del que sólo han quedado breves extractos, y ésta fue la primera vez que los griegos tuvieron una narración sobre cuestiones relacionadas con este país.
Seleuco siguió un sistema de gobierno muy parecido al de los anteriores reyes de Persia (Irán). Cada provincia estaba regida por un sátrapa (gobernador). Pero al ser un reino tan grande y tan extendido y con etnias y gentes tan diferentes, los problemas empezaron a llegar, sobre todo en la zona que estaba formada por pueblos persas, medos y bactrianos que habían conservado su antigua religión y su lengua. Así es que cuando los sátrapas tuvieron conocimiento del comienzo de la decadencia de la Dinastía seléucida, aprovecharon para hacerse independientes. El sátrapa o gobernador griego de la Bactriana tomó el título de rey en el 255 a. C. y así comenzó el reino de Bactriana (hoy país de Balkh, en lo que actualmente es parte de Afganistán, Uzbekistán y Tayikistán), que duró hasta el año 126 a. C. Su idioma fue siempre el griego. 

Antíoco I Soter (281-261 a.C.)
Antíoco I fue un hombre mediocre más célebre por su amor a su suegra, Estratónice, que por sus hechos de armas, aunque sostuvo con Ptolomeo Ill Ia Guerra Siria. Este rey murió luchando contra los celtas, que terminaron por establecerse en la Gran Frigia, formando el estado de Galatia. 
Desde 281 a 280 a.C, la presión que los galos ejercieron sobre el reino de Macedonia fue incontenible, por lo que los macedonios se aliaron con los dardanios, una tribu que ofreció 20.000 guerreros, y el rey macedonio Ptolomeo Cerauno rechazó la alianza.
Cuando los galos ofrecieron la paz al rey macedonio, la rechazó, y los celtas se dividieron en tres grupos:
Flanco oriental al mando de Ceretrio: en el flanco oriental atacó Tracia y venció a tribalos y getas.
Flanco central al mando de Breno y Acicorio: atacó Macedonia, venció al rey macedonio y lo mató, acabó con los dardanios y la Peonia.
Flanco occidental de Bolgios (líder máximo de los celtas) atacó a los autariataes e ilirios.
Por suerte para los macedonios surgió un líder llamado Sóstenes que reunió tropas y expulsó a los celtas. Sóstenes fue nombrado rey, pero en el 279 AC, durante una nueva invasión fue vencido y muerto; todo su país fue saqueado menos las ciudades fortificadas que los celtas no pudieron tomar.
En el 279 a.C al tener noticias de las grandes riquezas helénicas, una enorme fuerza de 150.000 infantes y 15.000 jinetes (cifra de historiadores griegos) al mando de Breno, secundado por Accicorio invadieron Grecia. Los galos tuvieron sus primeros encuentros en Tesalia. 

Batalla de los Elefantes (275 a.C)
Los galos que cruzaron el Holesponto incluían a los tolistobogii, los trocmi y parte de los volcos y tectósages y pasaron a Asia Menor en el 277 AC. Tenían un os 20.000 efectivos y después de algunos enfrentamientos con los reyes de Pérgamo, se asentaron en una región al sur del Ponto, que pasó a llamarse Galacia, y sus habitantes se llamaron gálatas.
Desde Galacia, los gálatas lanzaban razias contra los dominios de Antíoco en busca de botín, lo que llevó al rey Antioco I sucesor de Seleuco, una vez fue reprimida la revuelta siria en 275 AC a encararse a los invasores.
Se dispone de poca información acerca de la batalla, ignorándose el lugar del encuentro y la composición de los ejércitos enfrentados. Si se conoce, en cambio, que en el combate participaron el propio Antíoco I y elefantes de guerra asiáticos en el bando seléucida, es muy posible que los gálatas nunca hubiesen visto elefantes, y que su presencia causara terror en sus filas, detalle este último que además de dar la victoria a los griegos hizo que la batalla fuera conocida como la batalla de los Elefantes.
Elefantes seleúcidas en una batalla. Posiblemente los gálatas nunca habían visto elefantes, y es muy posible que causaran terror en sus filas. Autor Angus McBride 

Restauró el Esagila o gran templo del dios Marduk, en Babilonia. Con él y su lucha contra Ptolomeo II tenemos la primera de las llamadas Guerras Sirias, en los años 274-271.
Las campañas de Antíoco se debieron más probablemente a la consolidación del dominio de los territorios obtenidos después de la batalla de Corupedio que a la necesidad de sofocar rebeliones internas. En las luchas que mantuvo contra Ptolomeo II Antíoco perdió grandes extensiones de terreno y tuvo que cederle además al rey egipcio la hegemonía naval sobre el mar Mediterráneo.
Al poco de acceder al poder, probablemente en el año 280, les devolvió a los atenienses las islas colonizadas por clerucos que Seleuco había arrebatado a Demetrio Poliorcetes tras derrotarlo en 288. 
Posteriormente Antíoco tuvo que hacer frente a una grave crisis debida a la llegada de los gálatas (tribus de origen galo o celta) a Asia Menor. Los gálatas llegaron a atacar Delfos y, después de saquear Macedonia, una parte de ellos pasó a Asia Menor donde Nicomedes I de Bitinia los contrató como mercenarios. Los gálatas impusieron tributo a numerosas ciudades, saquearon los campos y capturaron rehenes que tuvieron que ser rescatados por enviados del rey. Antíoco finalmente derrotó a los gálatas en la batalla de los elefantes y los estableció alrededor del año 270 en la región del norte de Frigia posteriormente conocida como Galacia. Según Apiano (Guerras sirias, 65) fue esta victoria contra los gálatas la que le valió su título de Soter ('Salvador'). 
Fue derrotado en al año 261 durante la guerra que mantuvo contra Eumenes I, gobernador del reino de Pérgamo en Asia Menor, y murió en el mismo año. Al igual que su padre, había designado como corregente a su hijo mayor Seleuco, pero a principios de la década de 260 debió ejecutarlo y finalmente le sucedió su hijo Antíoco II Teos. 

Antioco II Theos (261-246 a.C.)
Antíoco II fue el segundo hijo de Antíoco I Soter y Stratonike.  Sus hermanos fueron Seleuco, Laódice, APAME II y III Stratonike.  Antíoco II se casó con Laodice (I), hija de aqueo. 
Antíoco II recibió su sobrenombre dios de los milesios, por haberles liberado del tirano Timarco.
Luchó contra Ptolomeo Filadelfo II, que invadió Siria aprovechándose de la juventud de su vecino, en la II Guerra Siria (260-253).
La mayor parte de la información sobre la Segunda Guerra Siria se ha perdido. 
Es evidente que Antígono derrotó a la flota de Ptolomeo en la batalla de Cos en el 256 a. C., haciendo disminuir el poderío naval egipcio. Parece que Ptolomeo había perdido terreno en Cilicia, Panfilia y Jonia, mientras que Antíoco recuperó Mileto y Éfeso. La participación macedonia en la guerra cesó cuando Antígono tuvo que hacer frente a la rebelión de Corinto y Calcis en 253 a. C., posiblemente instigada por Ptolomeo, así como un aumento de la actividad enemiga a lo largo de la frontera norte de Macedonia.
La guerra concluyó en torno a 253 a. C., con el matrimonio de Antíoco con la hija de Ptolomeo, Berenice Sira. Antíoco repudió a su anterior esposa, Laodice, y entregó una sustancial porción de sus dominios como dote. Murió en Éfeso en 246 a. C., envenenado por Laodice según algunas fuentes. Ptolomeo II murió en el mismo año.
Este rey logró conservar la herencia seléucida e incluso acrecentarla. Al morir, asesinado quizás por su primera mujer, Laodice, repudiada con ocasión de su matrimonio político con la princesa egipcia, dejó su reino a su hijo Seleuco, que reinó con el nombre de Seleuco II Canlinicos (Vencedor) (265-226).
Antíoco tuvo dos hijos con Laodice I: Seleuco II Calinico, y Antíoco Hierax, y tres hijas: Apama, Estratonice, y Laodice
Antioco II 

Seleuco II Calinicos (265-226 a.C.)
Seleuco II fue hijo de Laodice, al que su hermano Antíoco Hierax disputó, sin éxito, el trono.
Al aceptar casarse con Berenice Sira, hija de Ptolomeo II, Antíoco II buscaba, además de una mujer más joven y menos enérgica que Laodice, nuevos recursos y la alianza de los Lágidas. Los seléucidas tenían necesidad de la paz para consolidar lo que quedaba de su patrimonio, pero no la consiguieron. El matrimonio diplomático de Antíoco tuvo como consecuencia inmediata arrojar al país a una nueva guerra, más desastrosa todavía que las precedentes.
El rey de Egipto, Ptolomeo III Evergetes, invadió sus estados defendiendo los derechos de su hermana Berenice y su hijo, y tomó Antioquía en el transcurso de la III Guerra Siria o Guerra de Laodicea (246-241), aunque llegó tarde porque Laodice había hecho asesinar a ambos.
Ptolomeo III se apresuró a enviar una flota, que ocupó Seleucia y Antioquía. Luego, el ejército egipcio invadió Cilicia, para evitar que Seleuco dominara Asia Menor. Ptolomeo se presentó personalmente en Siria, logrando el dominio desde el sur del Tauro hasta el Éufrates. Sin embargo, por razones desconocidas, se volvió a Egipto sin consolidar las conquistas.
Seleuco reaccionó, consiguiendo una alianza matrimonial con Mitrídates II del Ponto, y pudo centrarse en la reconquista de Siria y la construcción de una nueva flota. La reconquista fue rápida, facilitada por la acción de Antígono II Gónatas, que venció a Egipto en la batalla naval de Andros.
En 241 a. C. se firmó la paz, que no fue mal para Ptolomeo, pues pudo conservar bases en el Egeo: Éfeso, Mileto, Samos, partes de Caria, Licia y Cilicia, además de Fenicia y Seleucia Pieria en el norte de Siria.
Marchó entonces Seleuco contra Tirídates (248-214) hijo de Arsaces I, rey de los Partos Arsácidas, cuyo reino había surgido tras la invasión de la tribu escita. 
Constituidos como un Estado feudal que enlazaba con la tradición aqueménida, los Partos hacían crecer su reino a costa de las posesiones de los Seléucidas y Tirídates conquistó parte de Partía y toda Thicamá hacia el año 240. Con el reinado de este rey parto comenzó la Era de los Arsácidas (14 de abril del año 247). Seleuco II murió en el curso de una campaña llevada a cabo contra los Atálidas de Pérgamo. Aunque no le faltó energía, no pudo oponerse a la disgregación de su reino, que quedó poco más o menos reducido con él a Siria. 

Seleuco III Soter (226-223 a.C)
Su hijo mayor, Seleuco III le sucedió, aunque pronto fue asesinado por sus oficiales, en una expedición contra Atalo I de Pérgamo, sucediéndole su hermano Antíoco.
Su apelativo «Cerauno» significa ‘el rayo’. Su reinado fue breve (apenas tres años, desde el 225 a. C.). Decidió llevar a cabo el plan que su padre no pudo realizar en vida: enfrentar al rey Átalo I de Pérgamo, aliado de Antioco Hierax, hermano de Seleuco Calinico y tío suyo, el cual había muerto hace poco, pero que había ayudado a Átalo, quien había aprovechado la situación para expandir sus fronteras y conquistar toda el Asia Menor.
Para ello envió más allá del Tauro un ejército mandado por su tío Andrómaco, pero éste fue hecho prisionero por Átalo, y enviado a Egipto. Seleuco acudió entonces personalmente, pero murió asesinado víctima de la traición de uno de sus oficiales llamado Nicanor, en complicidad con el galo Apaturios (223 a. C.). 
Fue necesaria toda la habilidad de Aqueo, el hijo de Andrómaco para devolver intactas las tropas a Siria. 
Fue sucedido por su hermano Antíoco III Megas, contando con el apoyo de Aqueo, pariente del difunto rey quien había tenido gran influencia durante su reinado. Aqueo rechazó la corona que le ofrecieron las tropas y prefirió gobernar como regente del imperio. Nombró a Molón gobernador de las provincias superiores y él se reservó el Asia Menor; combatió con éxito contra Átalo I y lo confinó en Pérgamo, de modo que suyo fue el mérito de ganar la guerra que había empezado Seleuco III. 

Antíoco III El Grande (223-187 a.C.)
Antíoco III fue llamado El Grande porque fue uno de los más célebres e importantes monarcas de su época. Este rey llevó a cabo grandes hazañas: Reprimió las revueltas de los Sátrapas de Persia y Susiana y reafirmó su imperio desde el año 212 al 204, restaurando la soberanía seducida en las regiones orientales contra los partos. Estas victorias le valieron el sobrenombre de El Grande, grandeza que Roma se encargaría de humillar.
En el transcurso de la IV Guerra Siria (219-217), fue vencido por Ptolomeo IV en la batalla de Rafia (año 217), cerca de Gaza y tuvo que abandonar Palestina y Fenicia.
Su imperio fue inmenso, variado e inconexo, en sus elementos constitutivos. 
Ninguna monarquía helenística presentó una mayor variedad de pueblos, comprendiendo los más gloriosos focos de las antiguas civilizaciones mesopotámicas y de Oriente Medio como Babilonia, Susa y Jerusalén. También entre ellos se encontraban las ruinas de Troya, al menos durante el reinado de Seleuco I y las de Nínive. Proyectó una gran expedición hasta la India, que llevó a cabo (años 212-205) y cuyos resultados concretos son escasos, pero le permitió asumir el título de Gran Rey (Basileus Megas) y le aportó un gran prestigio entre sus súbditos.
Renovando la guerra contra los Lágidas (V Guerra Siria: 202-200), les arrebató Fenicia y Palestina, mientras que en Occidente, llevó sus armas hasta Tracia, que tomó en el año 196, lo que le enemistó con los romanos, que hacía apenas un año habían destruido Macedonia en la batalla de Cinoscéfalos.
El año 198 marcó el punto culminante de su poder, y en el 195 firmó la paz con Egipto. En el año 192, pasó a Grecia, pero tuvo que enfrentarse con ella con los romanos y fue derrotado en las Termopilas dos años más tarde (año 191).
En el año 190 fue vencido por el romano L. Scipión en Sípilo, Magnesia. En el año 189/8 firmó la Paz de Apamea con Roma y por ella perdió todas sus posesiones en Asia Menor. Para pagar el tributo impuesto por los romanos, despojó un templo de Elymaida, cerca de Persia y fue asesinado durante esta expedición. Tras él comienza el proceso de descomposición del Imperio Seléucida, con conflictos internos y disputas dinásticas en el interior, mientras que en el exterior se prosiguen las luchas contra los partos. En política interior. 
Antíoco suprimió a los sátrapas, sustituyéndolos por los strategói, dotados de poderes civiles y militares en circunscripciones menores que las antiguas satrapías. Con esta obra de centralización pretendía afirmar el poder real y reforzar en el propio estado de culto obligatorio al soberano. A partir de este momento, la decadencia de la Dinastía Seléucida se acentuó irremisiblemente.
Su hijo Seleuco IV Filopator (187-175) fue su sucesor 

Seleuco IV Filopator (187-175 a.C.)
Fue rey de Siria desde el c. 187 a. C.-175 a. C. Hijo de Laodice III (Laodike) del Ponto y de Antíoco III Megas, sucedió a su padre en el trono seléucida. Asesinado por su ministro Heliodoro, fue sucedido por su hermano Antíoco, ya que su hijo Demetrio, el futuro Demetrio I Sóter, se encontraba retenido en Roma como rehén.
Aunque debilitado por la lucha contra Roma llevada a cabo por Antíoco III, el Imperio Seléucida era aún vasto y comprendía, además de Siria, Cilicia, Judea, Mesopotamia y una parte de Persia. Pero el pago de la gravosa indemnización requerida por los romanos creó dificultades financieras durante todo el reinado de Seleuco IV. Fue obligado a enviar como rehén a su propio hijo
Seleuco envió a su ministro Heliodoro a Jerusalén en 176 a. C.–175 a. C., para apropiarse del tesoro del Templo de Jerusalén. Al regreso de esta misión, Heliodoro asesinó a Seleuco. Es plausible que el ministro hubiera encontrado bastantes riquezas para sobornar a una parte del ejército. Antíoco, el hermano de Seleuco, retomó la situación a su regreso de Roma y después de matar a Heliodoro, subió al trono bajo el nombre de Antíoco IV Epífanes. 

Antíoco IV Epifanes (175-164 a.C.)
Originalmente fue llamado Mitrídates, pero adoptó el nombre de Antíoco tras su ascensión al trono (o quizás tras la muerte de su hermano mayor, también Antíoco).
Había vivido en Roma según los términos de la paz de Apamea (188 a. C.), pero acababa de ser intercambiado por el hijo y legítimo heredero de Seleuco IV, el futuro Demetrio I Sóter. Antíoco se aprovechó de la situación, y junto con su otro hermano Antíoco, se proclamó rey con el apoyo de Eumenes II de Pérgamo y el hermano de éste, Átalo I. Su hermano Antíoco sería asesinado pocos años después. 
Por su enfrentamiento con Ptolomeo VI, en la Cuarta Guerra Siria que reclamaba Celesiria, atacó e invadió Egipto, conquistando casi todo el país, con la salvedad de la capital, Alejandría. Llegó a capturar al rey, pero para no alarmar a Roma, decidió reponerlo en el trono, aunque como su marioneta. Sin embargo, los alejandrinos habían elegido al hermano de éste, Ptolomeo VIII Evergetes como rey, y tras su marcha decidieron reinar conjuntamente. Esto le obligó a volver a invadir el país, y así en el 168 a. C. conquistó Chipre con su flota. Cerca de Alejandría se encontró con el cónsul romano Cayo Popilio Laenas, que le instó a abandonar Egipto y Chipre. Cuando Antíoco replicó que debía consultarlo con su consejo, Popilio trazó un círculo en la arena rodeándole y le dijo: «píensalo aquí». Viendo que abandonar el círculo sin haber ordenado la retirada era un desafío a Roma decidió ceder con el fin de evitar una guerra.
A su regreso, organizó una expedición contra Jerusalén, la cual saqueó. Según el Libro de los Macabeos, promulgó varias ordenanzas de tipo religioso: trató de suprimir el culto a Yahveh, prohibió el judaísmo suspendiendo toda clase de manifestación religiosa, mandó que se comieran alimentos considerados impuros y trató de establecer el culto a los dioses griegos. Pero el sacerdote judío Matatías y sus dos hijos llamados Macabeos consiguieron levantar a la población en su contra y lo expulsaron. La fiesta judía de Janucá conmemora este hecho.
Antioco IV 

Antíoco, en campaña contra el Imperio parto, cosechó algunos éxitos, conquistando Elam y Babilonia. Mientras organizaba una expedición punitiva para retomar Israel personalmente, le sobrevino la muerte causada por una tuberculosis. Le sucedió su hijo Antíoco V Eupátor.
Su reinado fue la última época de fuerza y esplendor para el Imperio seléucida, que tras su muerte, comenzó un progresivo declive a causa de problemas económicos, sociales y disputas dinásticas que lo conducirían a su desaparición a manos del mismo enemigo que su antecesor, Antioco el grande, no fue capaz de derrotar, Roma. 

Quinta Guerra Siria (202-195 a.C)
La muerte de Ptolomeo IV Filopator en 204 a.C, fue seguida por un sangriento conflicto en torno a la regencia como su heredero de la que emergió Ptolomeo V Epífanes (el Ilustre), que era sólo un niño. El conflicto se inició con el asesinato de la esposa y hermana del rey muerto, Arsínoe, por los ministros Agatocles y Sosibio. El destino de Sosibio estaba claro, pero parece Agatocles llevó a cabo la regencia durante algún tiempo hasta que fue linchado por una volátil turba alejandrina. La regencia pasó de un asesor a otro, y el reino se encontraba en un estado cercano a la anarquía.
Tratando de aprovechar las ventajas de esta agitación, Antíoco III Megas preparó una segunda invasión de Celesiria. Llegó a un acuerdo con Filipo V de Macedonia para conquistar y compartir los territorios de los Ptolomeos de ultramar, a pesar de lo cual, aquella codiciosa alianza no duraría mucho. Antíoco rápidamente arrasó la región a su paso. Después de un breve retroceso en Gaza, dio un aplastante golpe a los Ptolomeos cerca de la cabeza del río Jordán que le valió el importante puerto de Sidón.
Mercenarios gálatas también llamados keltoi en Egipto. Los gálatas introdujeron el escudo ovalado y la cota de malla en Asia 
En 200 a.C, emisarios romanos llegaron a Filipo y Antíoco exigiendo que se abstuviesen de invadir Egipto. Los romanos así no sufrirían alteración alguna en la importación de granos de Egipto, clave para la manutención de la masa de la población de Italia. Como los monarcas no habían planeado invadir Egipto en sí, cumplieron voluntariamente las demandas de Roma. En 198 a.C, y gracias a su victoria en la batalla de Panion, Antíoco completó la subyugación de Celesiria y lanzó una incursión sobre el resto de fortalezas de Ptolomeo en la costa de Caria y Cilicia.
Problemas internos llevaron a Ptolomeo V Epífanes a buscar una rápida y desfavorable paz. El movimiento nacionalista, que se había desarrollado entre los nativos egipcios que habían luchado en Rafia. Confiados y bien formados, rompieron con Ptolomeo en lo que se conoce como la revuelta de Anjunnefer, en la cual establecieron su propio reino en el Alto Egipto.
Con el fin de centrarse en el frente interno, Ptolomeo firmó un tratado de conciliación con Antíoco en 195 a.C, dejando al rey seléucida la posesión de Celesiria y acordando la boda de Ptolomeo con la hija de Antíoco, Cleopatra.
Ptolomeo V Epífanes pudo reconquistar el Alto Egipto finalmente alrededor de 185 a.C. 

Sexta Guerra Siria (170-168 a.C)
Las causas de este último conflicto no están claras. En 170 a.C, Eulao y Leneo, los dos regentes del joven rey ptolemaico Ptolomeo VI Filometor (el que ama a su madre), declararon la guerra al rey seléucida Antíoco IV Epífanes. En ese mismo año, los hermanos menores de Ptolomeo, Ptolomeo VIII y Cleopatra II, fueron declarados co-gobernantes con el fin de reforzar la unidad de Egipto. Las operaciones militares no se iniciaron hasta 169 a.C, cuando Antíoco ganó rápidamente la iniciativa aprovechando la importante ciudad estratégica de Pelusio, en territorio tradicionalmente egipcio.
Cuando los egipcios se dieron cuenta de su locura al iniciar la guerra, Eulao y Leneo fueron derrocados y sustituidos por dos nuevos regentes, Comano y Cineas, y fueron enviados emisarios a negociar un tratado de paz con Antíoco. Antíoco tomó a Ptolomeo VI Filometor (que era su sobrino) bajo su tutela, dándole un control efectivo de Egipto. Sin embargo, esto fue inaceptable para el pueblo de Alejandría, que respondió proclamando a Ptolomeo VIII Fiscón (Barrigón) como único rey. En respuesta a este atrevimiento, Antíoco asedió Alejandría, pero fue incapaz de cortar las comunicaciones de la ciudad y también necesitaba hacer frente a una revuelta en Judea a finales de 169 a.C, por lo que retiró su ejército.
En ausencia de Antíoco, Ptolomeo VI y su hermano se reconciliaron. Antíoco, encolerizado por la pérdida del control sobre el rey, invadió de nuevo el país. Los egipcios pidieron ayuda a Roma y el Senado despachó Cayo Popilio Laenas a Alejandría. Mientras tanto, Antíoco se había aferrado a Chipre y Menfis, e inició de nuevo la marcha a Alejandría. En Eleusis, en las afueras de la capital, se reunió Antíoco con Popilio Laenas, de quien había sido amigo durante su estancia en Roma. Pero en lugar de una cálida bienvenida, Popilio dio al rey un ultimátum de parte del Senado: debía evacuar Egipto y Chipre de inmediato.
Antíoco suplicó al romano tiempo para estudiar la orden de repliegue, pero Popilio cogió una caña, y empezó a trazar un círculo alrededor del seléucida en la arena y le ordenó no salir de él hasta que se decidiese. Antíoco optó por obedecer el ultimátum romano. El “día de Eleusis” puso fin a la Sexta Guerra Siria y a las esperanzas de Antíoco de conquistar territorio egipcio.
Día del Eleusis: Antíoco IV y el embajador romano Popilio Laenas, que está trazando un circulo alrededor de Antíoco. Autor Angus McBride

Los últimos Reyes Seléucidas
Durante el siglo transcurrido desde la muerte de Antíoco IV Epifanes y la anexión del reino Seléucida por Pompeyo el Grande, la disgregación se fue acentuando, por la expansión de los Partos, la emancipación de los hebreos y los árabes y la multiplicación de los pequeños potentados locales, a menudo árabes además de los peligros del bandidaje y la piratería. Después de él, y durante un breve período, se sucedieron en el trono dos Seleucos, dos Demetrios y nueve Antíocos. El último de ellos fue Antíoco XII Asiático (69-64), puesto en el trono por Lúculu y luego despojado del reino por Pompeyo, que hizo de Siria una provincia romana en el año 64 a.C., al reorganizar los dominios romanos en Oriente (Ponto, Siria y Cilicia se convirtieron en provincias y Armenia, Capadocia, Galacia, Colquida y Judea en estados vasallos). 

Los territorios del Imperio Seléucida
El interés de la historia seléucida radica en el intento llevado a cabo por los primeros reyes de la Dinastía de colonizar la mayor parte del Asia Occidental con ciudades y establecimientos griegos, una de las empresas más asombrosas del mundo.
El Imperio Seléucida poseía tres grandes centros: Jonia, cuya capital era Sardes; Siria septentrional y Babilonia.

Una característica del régimen Seléucida fue el renacimiento de Babilonia, cuya antigua cultura fue lo que la egipcia para el reino Ptolemaico. Revivió ahora la literatura cuneiforme y se escribieron Crónicas de los acontecimientos de la época. Se conocen muchos comentarios y silabarios con una nueva forma de estos últimos, tal vez para uso de los griegos. También se copiaron antiguos himnos sumerios y sus traducciones al babilonio. El último documento cuneiforme que se conoce data del año 7 a.C.
Los Seléucidas conservaron en líneas generales el sistema administrativo persa, tal vez porque no había otra mejor solución posible. Se sabe que la administración aqueménida estaba basada en la división en satrapías aunque estas divisiones no eran homogéneas, ya que los territorios incluían enclaves con privilegios, como los Estados-sacerdotales, las ciudades griegas o las dinásticas.
No se posee una lista completa de las satrapías Seléucidas para una misma época y su nombre y número varían con el tiempo. Debía haber unas veinte en el siglo III, de las que unas eran pequeñas, como las de Asia Menor y otras inmensas, como las satrapías superiores occidentales de Irán y Mesopotamia, estrechamente relacionadas entre sí.
 


El culto al Rey en el Imperio Seléucida
Igual que los Ptolomeos y de acuerdo con el pensamiento de Alejandro, los Seléucidas buscaron en el culto al soberano el vínculo que uniese a los diferentes y dispersos factores de su gran Imperio. Los antecedentes del culto real estaban en la divinización de los héroes en las ciudades griegas y en el mismo poder de los muertos, a los que se creía en contacto con la divinidad.
También se pensaba en que la victoria era un favor divino concedido a los reyes que tenían un carisma especial por favor de los dioses y la cualidad divina del vencedor era algo normal admitido en el pensamiento griego del siglo IV, como frase:
«El hombre superior es como un dios entre los hombres»
La rápida y brillante carrera de Alejandro y sus grandes conquistas aceleraron el acceso gradual del jefe a la sacralidad, lo que tal vez no esté exento de influencias orientales y occidentales (Hispania-Roma). Los diferentes cultos a los soberanos fueron surgiendo en las diversas ciudades helenísticas y en las diferentes monarquías, espontáneamente o bien por sugestión de los embajadores, con una serie de esquemas casi estereotipados: Témenos, Altar, Sacrificios, Procesión de aniversario, Juegos, himnos, ofrendas de coronas de oro y estatuas y nombre dinástico atribuido a una tribu o a un mes. Una inscripción de Seleucia de Pieria ha conservado la lista de los sacerdotes, los dioses y los Seléucidas muertos y divinizados.
Otra forma de acceso de los reyes a la divinización fue su asociación con un dios, que reviste formas diferentes: En Delfos había una estatua de Antíoco III en el recinto sagrado. En Seleucia de Pieria, los Seléucidas fueron asociados a Apolo y su culto fue servido por un sacerdote común. Otras veces, el patronazgo de los dioses se traducía en leyendas de elevación del soberano entre los dioses, como ya había sucedido con diferentes personajes mitológicos (como Ifigenia o Pélops) y la expresión partió hacia la casa de los dioses era la fórmula corriente para referirse a los soberanos difuntos.
Pero no fueron objeto de culto solamente los reyes. También las reinas y las favoritas fueron honradas con honores divinos por ciudades, cantadas por los poetas y asimiladas primero a Afrodita y más tarde a Isis.
Los Seléucidas, como también los Atálidas de Pérgamo y los Ptolomeos, tuvieron un culto dinástico, en el que hay que distinguir entre cultos municipales y religión de Estado. En Macedonia, en cambio, no se ha encontrado un culto de Estado a los soberanos antigónidas y sólo algunos de estos soberanos fueron objeto de culto en las ciudades.
También se encuentran cultos sincréticos entre dinastías menores, como el instituido por Antíoco de Comagene, a mediados del siglo I y recogido en su testamento, que se conserva en una inscripción. Creó un culto dotado de un sacerdote cuyos actos prescribe minuciosamente, así como sus vestiduras, que deben ser persas. El panteón que adora el rey es también, a la vez griego y persa.
Estos cultos reales dieron trabajo a numerosos artistas y arquitectos, que construyeron templos y capillas, gimnasios y pórticos con nombres de los diferentes reyes: Ptolemaion, Ataleion, Arsinoeion, etc…, así como esculturas e inscripciones que a menudo se han conservado.
En las Dinastía Seléucida, los reyes no eran dioses, sino que recibían de los dioses su investidura. El rey era aquel a quien Mitra y Analtis daban el hvareno, la gloria que mimbaba su frente y que significaba felicidad y victoria. Pero quizás, los seléucidas sí fueron dioses en el culto de carácter helénico que nació en las diferentes ciudades y que ellos mismos organizaron, aunque en este sentido, las opiniones son contradictorias. Antioco I tuvo su sacerdote en Ilion y juegos gimnásticos en Bargylia. Se celebraron juegos en honor de Antioco I y su hijo Antioco II que se celebraban en sus templos. Al templo de la reina Estratonice, en Somvina, le concedió Seleuco II derecho de asilo.

Organización del Imperio Seléucida
Este Imperio, heredero de la mayor parte del Imperio Persa Aqueménida, heredó también las dificultades que éste presentaba: Su gran extensión, las grandes diferencias culturales, las grandes diferencias geográficas y la dificultad en las comunicaciones.
Los Seléucidas conservaron, en grandes líneas, el sistema administrativo persa basado en las satrapías, tal vez porque, o bien les facilitaba la tarea o porque no hallaron una mejor forma de organizarlos llevando a cabo algunas modificaciones: Cada satrapía no constituía una entidad administrativa homogénea, ya que sus territorios incluían enclaves diferentes: Estados-sacerdotales, Dinastas independientes y Poleis griegas antiguas o nuevas. No se posee una lista completa de las satrapías seléucidas y su número varía. A principios del siglo III había unas veinte y la extensión variaba notablemente de unas a otras.
El cargo de Sátrapa fue mantenido hasta Antíoco III, a excepción de los territorios de Asia Menor, donde Antígono el Cíclope los había sustituido por estrategos griegos. La gran extensión del Imperio hizo necesaria la creación de gobiernos más generales. Las satrapías superiores, las situadas al Este del Eufrates, fueron reagrupadas bajo la autoridad de un gobernador general, cargo que solía ocupar el príncipe heredero del Imperio o algún Príncipe de sangre real, cuya residencia era Seleucia del Tigris. El Estratega de Lidia residía en Sardes y tenía autoridad sobre los otros sátrapas de Asia Menor.
En el interior de cada satrapía, las distintas funciones se distribuían entre numerosos altos funcionarios. El Sátrapa tenía fundamentalmente funciones civiles y financieras. Los Estrategas mandaban también las tropas. Antíoco III atribuyó a los Sátrapas funciones militares, confiando las funciones fiscales y financieras a un Ecónomo o a un cargo similar de encargado de las rentas, subordinados a las funciones del Estratega-Gobernador. El personal subalterno, administrativo, tenía autoridad sobre la tierra real o chôra basiliquè, de la que no sabemos cómo estaba organizada en Asia Menor.
Los campesinos de las tierras reales o laoi basilikoi vivían en pequeños pueblos o komaí y aunque eran libres, estaban ligados, en cierta forma, a la tierra, de forma que cuando el rey legaba la tierra, lo hacía con sus campesinos incluidos, aunque no puede comparárselos con los siervos de la gleba medievales, ya que podían abandonarla libremente. 

El final político del helenismo y el auge romano
A finales del siglo III a. C., la Magna Grecia cayó finalmente bajo la dominación romana tras un siglo de enfrentamientos, ya fueran contra Pirro de Epiro, o en el ámbito de las guerras púnicas. Pero fue a principios del siglo II a. C. cuando Roma intervino realmente en Oriente. En principio se enfrentó militarmente a los antigónidas, concretamente a Antíoco III Megas, el más importante de los soberanos helenísticos antes de Mitrídates y Cleopatra. La derrota de Antíoco fue decisiva en la pérdida de influencia política de los seléucidas en Asia Central, en Persia y, por último en Mesopotamia. Antíoco III fue el último rey seléucida que todavía poseía los medios para dirigir una expedición hasta los límites de la India. Durante el reinado de su hijo, los seléucidas no consiguieron dominar la insurrección de los Asmoneos en Palestina, que consiguieron instaurar un reino judío independiente. La irrupción de los partos aceleró la descomposición política y, a principios del siglo I a. C., los soberanos seléucidas ya sólo gobernaron en Siria.
Después de su victoria sobre los seléucidas, Roma promovió un lento y complejo proceso de desgaste sobre los reinos helenísticos, con la complicidad de varias ciudades griegas y del reino de Pérgamo, asegurándose tras dos siglos el completo dominio del Mediterráneo oriental. El acto final de esta conquista fue la lucha que enfrentó a Octaviano (César Augusto) contra Marco Antonio y su aliada, la última soberana de Egipto, Cleopatra VII. Tras ser derrotados en Accio, ambos se suicidaron ante la inminente victoria de Octaviano (30 a. C.).
No obstante, la penetración romana en el Oriente helenístico no se produjo sin resistencia, y los romanos precisaron no menos de tres guerras para doblegar al rey del Ponto, Mitrídates VI, en el siglo I a. C. El general Cneo Pompeyo Magno suprimió en el 63 a. C. el debilitado reino seléucida, reducido al territorio de Siria, reorganizando el Oriente según el orden romano. El mundo helenístico se convirtió desde entonces en el campo de batalla donde se definieron las ambiciones de los diversos generales de la República romana, como sucedió en Farsalia, Filipos o Accio, donde se impuso finalmente Octaviano. 

Próximo Capítulo: ¿Qué es la arqueología?


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[1] La batalla del Harpaso se libró en 229 a. C. entre los ejércitos pergameneos y seléucidas en las orillas del río Harpaso, un afluente del río Meandro en Caria. La batalla en el Harpaso fue la última batalla de la guerra entre el rey Atalo I de Pérgamo y el príncipe seléucida Antíoco Hierax sobre el dominio del oeste de Anatolia. Atalo obtuvo una victoria decisiva y Hierax comenzó una campaña que fracasó en Mesopotamia, que llevaría a su derrota y muerte después en Egipto.


[1] La batalla de Cos fue una batalla naval que tuvo lugar entre las armadas macedonia y egipcia. La fecha de la batalla es incierta, aunque está dentro del período 262-255 a. C. . Hammond da la fecha tardía de 255 a. C.
Finalmente, Antígono II Gónatas y sus tropas se impusieron a Ptolomeo II, suceso pese al cual no se vio afectada la superioridad naval egipcia.
Después de la batalla, Antígono dedicó su buque insignia a Apolo.

[2] Se conoce como las Guerras Ilíricas o Guerras Ilirias a las guerras que enfrentaron entre los años 229 a. C. - 219 a. C. a Roma y a las tribus de Iliria asentadas sobre el Valle del Neretva. Al término de la invasión romana de las posesiones ilirias, la República logró acabar con la piratería de estos territorios, que ponía en peligro el comercio itálico a través del Mar Adriático. El conflicto comprendió dos campañas; la primera contra la Reina Teuta y la segunda contra Demetrio de Faros. La campaña inicial, que comenzó en el año 229 a. C., supuso la primera vez que la armada romana cruzaba el Mar Adriático a fin de enfrentarse a un enemigo
[3] La batalla de Cannas tuvo lugar el 2 de agosto del año 216 a. C., entre el ejército púnico, comandado por Aníbal Barca, y las tropas romanas, dirigidas por los cónsules Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo, en el marco de la segunda guerra púnica.
Desarrollada en la ciudad de Cannas, en Apulia, al sudeste de Italia, la batalla terminó con la victoria del ejército cartaginés, a pesar de la acusada inferioridad numérica de éstos. Tras la misma, Capua y varias otras ciudades estado italianas abandonaron el bando de la República romana.


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