Románico en Vigo
Vigo o es solo
uno de los focos industriales y económicos de Galicia, sino uno de los centros
románicos más importantes de Pontevedra.
Aunque la misma ciudad
no encontraremos ese románico, con apartarse unos pocos kilómetros en multitud
de barrios y parroquias del concello veremos un elevado número de restos
románicos.
Iglesias
románicas en el Concello de Vigo
Castrelos
El ayuntamiento de Vigo se compone de
diecisiete parroquias, entre las que se encuentra Castrelos. Pertenece al
arciprestazgo de Vigo-San Andrés y diócesis de Tui-Vigo. Aquélla se localiza
aproximadamente a 4 km de Vigo y 38 km de Pontevedra.
Los primeros datos históricos sobre Castrelos,
en cuanto al período medieval se refiere, los aporta Ávila y la Cueva,
exponiendo que dicha parroquia en el siglo XIII era designada como Castreliis,
lo cual toponímicamente parece revelar la existencia de una posible ocupación
castre ña, posteriormente acreditada mediante el hallazgo de restos
arqueológicos.
Iglesia de Santa María
La iglesia de Santa María de Castrelos ostenta
una ubicación privilegiada en la parte elevada de la parroquia, a pocos metros
de distancia del magnífico parque y pazo de Quiñones León, albergue del Museo
Municipal de Vigo. Su entorno se encuentra protegido por la presencia de un
gran atrio, que la enaltece y favorece su contemplación. Por otro lado, desde
ese espléndido escenario se observa una extensa panorámica de la ciudad y de la
ría de Vigo, menguada en la actualidad debido al intenso desarrollo urbanístico
que vive la ciudad.
En cuanto a referencias documentales, pocos son
los datos hallados y siempre más allá en el tiempo de su construcción.
Villaamil y Castro cita algunas noticias sobre ofrendas y donativos a Santa
María de Castrelos, como son las realizadas por María Eans Gibarra en 1305 o
Ramona Gómez en 1499.
La iglesia perteneció a la Encomienda de Beade
(Ourense) de la Orden militar de San Juan de Malta, cuya cruz exhibe el templo
en diversas partes. Esto suponía su desvinculación de la jurisdicción
episcopal, hecho que se ría causa de no pocos incidentes con la autoridad
tudense. Se desconoce la fecha en que se origina dicho dominio, pero, por el
contrario, sí existen numerosos datos sobre su desarrollo y culminación. Un
documento publicado por Taboada Táboas, del año 1319, mencionaba que Alfonso
XI, en virtud de los decretos pontificios de que había que entregar a la Orden
del Hospital los bienes templarios, sentencia que “incorporamos para siempre
jamás a la Orden de San Juan (…), todas las casas, baylías, iglesias, capillas,
(…), los quales vienes poseía la Cavallería del Temple en el tiempo que en
el Reyno de Francia fueron presos en el año de 1308. Entre otros bienes que
contiene esta Donación, es el lugar y Casal de Pazo en la fra. y Co to de Santa
María de Castrelos”. Respecto a esto último, aun cuando no consta
específicamente la iglesia de Santa María, es muy probable que se incluyese en
la menciona da donación. Además de esto, según Sá Bravo, la Orden habría
fundado allí un hospital para peregrinos, hipótesis apoyada por la presencia de
determinados restos arquitectónicos conservados, a los que posteriormente se
hará alusión. Los señores del Pazo de Castrelos –Archivo Municipal de Vigo
(VALL-12, 2.1.1)–, perteneciente a la parroquia que nos ocupa, tendrían también
un papel fundamental en el devenir de la misma, a partir del establecimiento de
lazos con la citada Encomienda; así, en 1671 Benito Ta bares y Távora llegaría
a un acuerdo con el Comendador, mediante el cual se le otorgaba derecho a dos
sepulturas, tanto para él como para sus descendientes, en la capilla mayor del
lado de la epístola, a cambio de ocuparse de las necesidades del edificio.
Prueba de este convenio será el patrocinio por parte del citado Benito Tabares
y Távora y su mujer Ana Ozores de Sotomayor del retablo de la iglesia a finales
del siglo XVII, del cual aún pueden verse diversos fragmentos en el interior
del templo, dispuestos ahí tras la restauración de las pinturas murales (1995).
Es pinosa Rodríguez señalaba asimismo que el párroco tenía carácter de prior,
que conservaría hasta 1887, aun cuando la parroquia dejara ya de pertenecer a
los Caballeros de la Orden de Malta en 1862. En los libros de fábrica –Archivo
Diocesano de Tui–, constan numerosas menciones alusivas a las visitas llevadas
a cabo por el Comendador o en su defecto un delegado, testimonio de la
susodicha vinculación.
Santa María de Castrelos es uno de los templos
románicos de Vigo con mayor unidad arquitectónica por no haber sufrido
modificaciones significativas, salvo la espadaña que corona la fachada
principal o la añadida sacristía.
Iglesia de una nave, con ábside semicircular
estructurado en tramo recto y hemiciclo, circunstancia que ha llevado a algunos
autores como Sá Bravo o Blanco Areán a afirmar que éste primitivamente sería
rectangular –tipo más frecuente en la provincia de Pontevedra–, siendo
posteriormente transformado, al añadirse al cuerpo rectangular del presbiterio
el actual ábside semicircular. Exteriormente prevalece la pureza de líneas,
solamente interrumpida por dos pequeños contrafuertes prismáticos situados en
el ábside y la añadida sacristía, también en la cabecera. El apa rejo es
regular en toda la edificación, presentando sillares de buen tamaño. Conviene
señalar también que, debido a la inclinación del terreno, la iglesia posee una
disposición descendente desde el ábside hacia la fachada principal,
circunstancia que, unida a los recrecimientos del terreno, ha perjudicado la
visualización de las bancadas. Conserva tres hermosas portadas, todas con
notable ornamentación para un templo de ámbito rural.
La fachada occidental presenta puerta de arco
apuntado y sobre ella ventana de arco de medio punto, peculiar, dado que, tal
como se verá, todos los arcos del templo son apuntados.
La portada, profusamente ornamentada, exhibe
chambrana de billetes y tres arquivoltas doveladas ligeramente apuntadas; la
arquivolta exterior se decora con hexapétalas inscritas en círculos, mostrando
arista matada, adornada con pequeñas florecillas de botón central; la central
repite el mismo motivo, presentando en este caso la arista baquetonada; y por
último la interior, de arista viva, vuelve a ofrecer los mismos motivos
florales pero con un mayor desarrollo. Las citadas arquivoltas apean en una saliente
imposta, que descansa en tres pares de columnas de fustes monolíticos y
acodillados, con capiteles y basas entregas. Éstas se apoyan en un podio que
recorre de uno a otro lado el hastial, realzando de este modo la portada.
Los capiteles ostentan una decoración vegetal a
base de hojas picudas con gran desarrollo superior, y las basas, con toro
prominente, carecen de escocia, mostrando garras y plinto decorado. El tímpano
presenta una cruz patada o de malta –para algunos autores–, flanqueada por seis
pequeños elementos vegetales a modo de arbolitos o quizá palmetas, dos en el
cuadrante superior y cuatro en el inferior.
Lo sostienen dos mochetas que apean en jambas
decoradas con bolas: la mocheta del lado norte, en curva de nacela; la del sur,
de ejecución tosca, ostenta una cabeza humana, motivo que se reproduce en
alguno de los canecillos. Bajo la citada cabeza, un sillar exhibe una gran
hexapétala, muy deteriorada en la actualidad.
Según se expuso, sobre la portada se abre una
ventana de tipo completo, también con vistosa ornamentación. Presenta chambrana
de billetes y arquivolta de arista vi va, enriquecida con las citadas
hexapétalas. La arquivolta descansa en una sencilla imposta sobre sendas
columnas, que, al igual que en la portada, muestran fustes acodillados y
monolíticos, con basas y capiteles entregos, decorándo se estos últimos con
hojas altas y pomas.
El tímpano se ornamenta con una cruz trebolada,
rodeada de pequeños elementos vegetales –casi inapreciables hoy–, similares a
los hallados en los capiteles. Las jambas de la saetera reiteran el repertorio
de las hexapétalas. Cabe reseñar que en los sillares que limitan ambos
capiteles se descubre nuevamente la decoración de las hexapétalas, que, tal
como se puede intuir, será motivo recurrente en todo el edificio. Al margen de
los elementos analizados, se observa en el lado izquierdo de la ventana un pequeño
sillar decorado con un símbolo a modo de esvástica inscrito en un círculo, que
bien podría hablarnos de ese pasado vinculado a la cultura castreña. Como
remate de la fachada, en la parte superior, se dispone una espadaña de evidente
factura posterior.
La fachada meridional ostenta portada y dos
ventanas, modelo que, según Bango Torviso, constituye el único ejemplo
desarrollado en la provincia, para el caso de la meridional. Los tres vanos son
de arco apuntado y las ventanas de tipo completo. Sobresale la simetría con que
se organizan los vanos en relación a la portada, que contrasta con la posición
del conjunto en el plano del hastial, dado que, evitando toda centralidad, se
ubican próximas a la cabecera. La portada, muy similar a la de la fachada principal,
presenta también chambrana de billetes, seguida en este caso de dos
arquivoltas: la exterior, con chaflán decorado con frutos y arista baquetonada,
se ornamenta con hexapétalas inscritas en círculos; mientras que la interior,
en arista viva, reitera el motivo con mayor desarrollo.
Las arquivoltas, tras salvar una desarrollada
imposta, voltean sobre dos pares de columnas de fustes monolíticos acodillados
y capiteles y basas entregas, que reproducen el modelo expuesto para la portada
principal. Hay que destacar, asimismo, la existencia de un sillar aderezado con
hexapétalas, ubicado en el margen derecho, casi como una prolongación del
capitel de ese mismo lado. Las columnas, al igual que en la fachada principal,
se apoyan en un banco corrido que se extiende a lo largo del hastial. El tímpano
repite exactamente lo antedicho para la portada principal, aunque en este caso
apoya en mochetas decoradas con motivos vegetales.
Sobre la portada se disponen sendas ventanas,
ambas con chambrana de billetes y arquivolta baquetonda decorada con lazos
sinuosos. Ésta, tras salvar la línea de imposta, se apoya en un par de columnas
de fustes lisos y basas y capiteles entregos. En cuanto a las jambas de las
saeteras, se recupera el motivo decorativo de las hexapétalas enfiladas e
inscritas en círculos. Ya de forma individualizada, se observa que la ventana
más occidental prácticamente reproduce el modelo que preside la fachada principal,
así el tímpano presenta una cruz trebolada rodeada de pequeños elementos
vegetales a modo de arbolitos o palmetas, dos en el cuadrante superior y cuatro
en el inferior. Respecto a los capiteles, mientras que el oriental continúa el
modelo de hojas altas con pomas, el occidental ofrece una estilización vegetal
a modo de palmeta.
En el vano más oriental ambos capiteles siguen
el prototipo de hojas altas con pomas, sin embargo, el tímpano discierne,
ostentando en este caso, dos hexapétalas en lugar del motivo de la cruz. Por
otro lado, también en ése, en los sillares que circundan ambos capiteles, se
localizan nuevamente las aludidas hexapétalas.
Al margen de esto, en la fachada se conservan
cinco canes en proa y curva de nacela, decorados en el reverso mediante una
gran hoja nervada. Servirían para soportar un alpendre o algún apoyo, según
evidencia el desgaste de su parte superior; aunque, según Sá Bravo, la
presencia de éstos, unido a la disimetría en la disposición de portada y vanos,
a la que anteriormente se hizo alusión, podría significar que en la parte sin
vanos se uniera con otro edificio o dependencia de la Comunidad de
Sanjuanistas; así, en los susodichos apoyos se ubicaría esa dependencia
cubierta, extendiéndose desde el ángulo de la fachada hasta la puerta lateral,
con la que comunicaría. Conviene destacar asimismo el interesante repertorio de
canecillos –veintidós en concreto–, que ostenta el alero, aunque alguno de
ellos se encuentre ya muy deteriorado. Sus temas son diversos, exhibiendo
diferentes variedades vegetales, geométricas, zoomorfas o antropomórficas, como
el que reproduce una cabeza humana, similar a la mostrada por una de las
mochetas de la portada principal. Respecto al alero, es pertinente mencionar
que, gracias a las últimas intervenciones, se ha sacado a la luz una
ornamentación de dientes de sierra, anteriormente inapreciable.
La fachada septentrional ostenta una portada en
disposición simétrica con la citada para la sur, además de dos saeteras sin
ornamentación externa, que en este caso, en lugar de ocupar una posición
equilibrada con respecto a la portada, lo hacen con el eje del hastial.
La portada, análoga a la principal, es de arco
apuntado con chambrana de billetes y dos arquivoltas decoradas con el motivo de
las hexapétalas; la exterior, de arista matada, se ornamenta con pequeñas
florecillas tetrapétalas de botón central, y la interior, de arista
baquetonada, con el ya citado motivo de las hexapétalas, pero con mayor
desarrollo que en la exterior. Presenta dos pares de columnas apoyadas en un
banco corrido, y un par de codillos encapitelados próximos a las jambas. Éstas,
con arista matada, se decoran con pequeñas bolas.
Los capiteles vuelven a mostrar las hojas
alargadas con pomas prominentes. El tímpano difiere respecto a los vistos, ya
que en este caso presenta cruz griega inscrita en un círculo con macolla y
extremos circulares, disponiéndo se una pequeña flor de cuatro pétalos y botón
central en los cuadrantes y macolla. En el ángulo inferior derecho del tímpano
se observa una curiosa y estilizada forma vegetal inscrita en mandorla.
Sostienen el tímpano dos canecillos en curva de nacela decorados con una gran
hoja nervada.
Al igual que en la fachada meridional, también
en ésta se conservan tres canes, aunque probablemente existiera algún otro, y,
bajo el alero, los típicos canecillos con decoración y forma similar a los
referidos anteriormente. Sobresale de la línea del hastial la sacristía,
dependencia anexionada a la cabecera con posterioridad. En uno de sus sillares,
próximo al ángulo superior izquierdo de la puerta de ésta, se distingue una
ornamentación que parece representar la cruz de Malta, inscrita en un círculo,
y, bajo ella, una línea de motivos bastante deteriorados, que según Sá Bravo
serían cabezas de clavo.
El ábside, según se indicaba, es semicircular,
estructurado en un tramo recto directamente unido a la nave y hemiciclo de
remate. Aquél se apoya en un banco corrido de arista matada, del que, en la
parte semicircular, su vista es parcial debido al recrecimiento del pavimento.
El hemiciclo aparece sin compartimentar, únicamente desarrollándose en el
exterior sendos contrafuertes prismáticos, que marcan el paso del tramo recto
al semicircular. Ahora bien, lo más significativo son los tres rosetones profusamente
ornamentados, tanto exterior como interiormente, dispuestos de forma
equidistante en el perímetro del hemiciclo.
Su decoración ostenta chambrana de billetes,
arquivolta de arquitos de herradura y, en el interior, una celosía tetra
lobulada ornamentada con hexapétalas en los cuadrantes.
Cabe señalar que, a causa de la añadida
sacristía, el rosetón del lado del evangelio ha quedado absorbido exterior
mente por la misma, pero pudiéndose apreciar desde el interior del templo. El
motivo del óculo es poco frecuente en el románico gallego, pero a partir de su
presencia en el deambulatorio de la Catedral de Santiago de Compostela, se iría
transmitiendo, tímida y escasamente, desenvolviéndose algunos ejemplos, como
los de Santiago de Herbón o San Estevo de Ribas de Miño; ahora bien, según
Ocaña Ei roa, solamente en Gargantáns y Castrelos aparece ubicado en el
hemiciclo del ábside, destacando a su vez la similitud de diseño y decoración
entre ambos, que bien pudiera hablarnos de una autoría común. En el alero se
desenvuelven los típicos canecillos geométricos, en forma de proa. Por último,
en el muro del testero se abre una sencilla saetera y sobre ésta, en el piñón,
toscamente labrado y rematado en cruz aguzada, decorada en los extremos y
centro con flor carnosa de botón central, hay que señalar la existencia de dos
figuras zoomórficas yuxtapuestas.
Para finalizar el análisis externo, cabe
mencionar los numerosos signos lapidarios que aparecen diseminados y repetidos
en diferentes lugares del paramento. Signos que no pasarían desapercibidos para
Enrique Campo, dibujante de la Sociedad Arqueológica de Pontevedra, que en un
documento que posee el Museo de Pontevedra los reproduce junto con otros
ejemplos (Rº 828-115). Asimismo, es interesante reflexionar sobre el motivo
decorativo recurrente en toda la fábrica, es decir las hexapétalas,
generalmente inscritas en círculo. Éstas aparecen del mismo modo en otros
ejemplos de la provincia, como puede ser Gargantáns, Moaña, Parada, Bembrive,
etc. Para Sá Bravo la zona del Bajo Miño ha dado una preferencia extraordinaria
a la “rosácea sexifolia”, pero el esculpido y en la forma en que se
encuentra en el Bajo Miño es propio de la Diócesis de Tui y más concretamente
de la comarca comprendida entre Vigo y Tui.
Si exteriormente Castrelos sorprende por su
abundan te ornamentación, aún lo hará más al descubrir su interior.
La iglesia, de nave única, se cubre con
armadura de madera a dos aguas, y dada la ausencia de contrarrestos parece no
haber sido concebida para soportar una cubierta aboveda da. El cuerpo de la
nave posee una gran pureza de líneas, al igual que en el exterior, sin
elementos de compartimentación que interrumpan la perspectiva hacia el gran
arco triunfal.
El muro occidental reproduce en el interior la
ventana de tipo completo que se veía en la fachada principal sobre la portada.
Aquélla, de arco de medio punto, presenta chambrana de billetes y arquivolta
baquetonada enriquecida con hexapétalas. La arquivolta descansa en una sencilla
imposta, sobre sendas columnas de fustes monolíticos acodillados, con basas y
capiteles entregos, decorados estos últimos con elementos vegetales. En
contraste con la exterior, no presenta tímpano, debido al derrame de la
saetera; a consecuencia de eso, la ornamentación de hexapétalas de las jambas
se prolonga inscribiendo el arco.
Cabe reseñar que en los sillares que circundan
ambos capiteles, al igual que en el exterior, se disponen hexapétalas inscritas
en círculo. En cuanto a la puerta, también en el interior, el tímpano se decora
con cruz patada flanqueada por seis pequeños elementos vegetales a modo de
arbolitos. El hecho de decorar los tímpanos de las puertas tanto exterior como
interiormente no será una particularidad de la fachada occidental, sino que se
verá en cada una de las tres puertas que se abren en el templo.
En el muro sur se mantiene la puerta de arco
apuntado con tímpano decorado. Éste exteriormente coincidía con el de la
portada occidental, sin embargo en el interior, aunque similar, varía su
configuración; de este modo, flanqueando la cruz patada, en el cuadrante
inferior, sí se repite la decoración de pequeños arbolitos o palmetas, pero en
el superior se decora ahora con sendas flores tetrapétalas de botón central. En
cuanto a los vanos, profusa mente ornamentados en el exterior, se abren
sobriamente en el interior en forma de saeteras de arco semicircular y derrame
interno. Conviene señalar, además, la existencia de ciertas irregularidades en
la organización de los sillares que configuran el muro, sobre todo tras la
puerta, que, tal como manifiesta Ocaña Eiroa, parecen ser más bien fruto de
simples retoques o problemas durante su ejecución y no consecuencia de una
reconstrucción.
Respecto al muro norte, también en este caso la
puerta de acceso reproduce el tímpano externo en el interior, es decir, cruz
griega inscrita en un círculo con macolla y extremos circulares, decorándose
con una flor tetrapétala de botón central los cuadrantes y macolla. Asimismo,
en el ángulo inferior izquierdo se dispone la ya citada estilización vegetal
inscrita en mandorla. En cuanto a los vanos, las sobrias saeteras que se
observaban en el exterior se convierten interiormente en ventanas de tipo completo,
de arco apuntado y gran derrame interno. Ambas con chambrana y arquivolta
decorada que, salvando la línea de imposta, apean en sendas columnas de fustes
lisos, con capiteles y basas entregas. Los capiteles ostentan ornamentación
vegetal, los de la derecha con estilizadas palmetas y los de la izquierda por
medio de hojas picudas rematadas en pomas. Debido al derrame interno, carecen
de tímpano, estando las jambas enriquecidas con las típicas hexapétalas. Al
margen de semejanzas, el vano próximo a la puerta, considerablemente apuntado,
muestra arquivolta decorada con una sucesión de pequeños arquitos que abraza un
prominente bocel.
Como se expuso, carece de tímpano, así que,
rematando el arco, se dispone una decoración de tallos sinuosos. Por último,
conviene reseñar que en el intradós del lado derecho, en un sillar, puede
observarse el recurrente motivo de la hexapétala. Respecto al otro vano, en
este caso la arquivolta se decora con hexapétalas enfiladas inscritas en
círculos y el remate del arco lo hace con una singular ornamentación geométrica
que pudiera representar un sogueado. Antes de continuar, conviene reflexionar
sobre el hecho de que las descritas ventanas se encuentren totalmente
ornamentadas en el interior, pero no exteriormente, peculiaridad que se repite
del mismo modo en Santa María de Tomiño y que ha generado diferentes hipótesis
sin llegar a una conclusión definitiva. Además de esto, próxima al acceso
principal y situada a media altura, se ubica una pequeña hornacina de arco de
medio punto. Una sucesión de flores tetrapétalas decoran su arista externa y,
coronándola, se disponen tres elementos que pudieran representar flores
hexapétalas o quizá esvásticas, inscritas en círculos.
El ábside se abre a la nave por medio de un
gran arco triunfal, apuntado y doblado. Tanto el arco como su dobladura se
decoran con hexapétalas enfiladas e inscritas en círculos, mostrando arista de
mediacaña, el primero, y baquetonada su dobladura. Aquél apoya en sendas
pilastras encapiteladas, ornamentadas con motivos vegetales a mo do hojas
nervadas o palmetas. Entre el arco y las pilastras se dispone una imposta que
se extiende por el paramento mural, destacando, bajo ésta, una prolongación de
la decoración citada para los capiteles. Sobre el arco triunfal se abre una
saetera decorada en las albanegas con hexapétalas inscritas en círculos. Ya en
el interior del ábside, y paralelo al arco triunfal, se desarrolla un fajón
que, tras salvar la línea de imposta –que se prolonga por todo el ábside–, apea
en sendas columnas entregas, dispuestas sobre un banco corrido que recorre el
interior del ábside. Los fustes son lisos y los capiteles tienen hojas
alargadas rematadas en pomas. Ahora bien, lo más sobresaliente del mismo son
los tres rosetones abocinados del hemiciclo, ya analizados exteriormente, y que
en el interior desenvuelven idéntica ornamentación. En cuanto a la cubierta del
ábside, el tramo recto lo hace con bóveda de cañón apuntado y el hemiciclo con cuarto
de esfera también apuntada.
Al margen de referencias constructivas –como
puede ser en la fachada principal el hecho de combinar arco de medio punto y
apuntado, la presencia de los óculos o el recurrente motivo de las hexapétalas,
que conducen a cronologías avanzadas–, en Santa María de Castrelos se conserva
un epígrafe que confirma sin lugar a dudas su datación. La inscripción se sitúa
en el muro del arco triunfal, del lado del Evangelio, dispuesta en cinco líneas
y ocupan do tres sillares. Según los últimos estudios desarrollados por Otero
Piñeyro Maseda, se transcribiría de este modo:
ERA : Mª : CCª : Lª : IIIIª : et QuoT .
XVº . Idus . KaLendas. IVLII : Pelagius . ARIE : coMenDATORE DE TEBRA FEcit .
ISTA . ECLesia . SACRA TA . comendatoRE [DE?] GALIFAIS . Iohannes . ALVUs
Planteando el citado autor la siguiente
traducción:
“En la era de 1254 (año 1216), día XV idus
kalendas del mes de julio (¿17 de junio?, ¿27 de junio?), Pelayo Arias,
comendador de Tebra, hizo esta iglesia, consagrada [siendo] Juan Alvo
comendador de Gueifães”.
De acuerdo con esto, verosímilmente el año de
1216 correspondería a la fecha de construcción y consagración del templo.
Cronología tardía que, sin embargo, concuerda con sus características
estilísticas. Es interesante señalar las notables semejanzas que presenta con
otros templos, especialmente en cuanto a elementos ornamentales, como Santiago
de Bembrive. Ya se mencionó la gran expansión del motivo de las hexapétalas,
fundamentalmente en la zona del bajo Miño, pero también en la del Morrazo. En
relación a esto último, Sá Bravo plantea el desarrollo de un foco con
modalidades estilísticas diferenciadas que denomina “Románico del Bajo Miño”.
Sin embargo, no debemos obviar que Castrelos, aunque no de forma tan di recta
como otros ejemplos, también estaría dentro del área de influencia de la sede
tudense, que abarca diversas zonas a uno y otro lado del río Miño, tanto en
Galicia como en Portugal. No obstante, el templo con el que Santa María guarda
mayor vinculación es San Martiño de Gargantáns (Moraña), especialmente respecto
a los rosetones de sus ábsides, que bien pudieran ser obra de un mismo taller.
Para dar por concluido el análisis, aun cuando queda fuera del alcance del período estudiado, es importante reseñar la existencia en el interior del templo de unas interesantes pinturas murales que, gracias a recientes intervenciones (1995), se pueden apreciar plenamente. Su pro grama iconográfico desenvuelve la Anunciación, Epifanía, la misa de San Gregorio y una imagen de Cristo-Juez, datadas según García Iglesias en el primer tercio del siglo XVI.
Coruxo
Coruxo es una de las diecisiete parroquias que
componen el Ayuntamiento de Vigo. Pertenece al arciprestazgo de Vigo-San Andrés
y diócesis de Tui-Vigo. Esta feligresía constituye uno de los núcleos de
expansión urbana de la ciudad, en el límite de Vigo con Nigrán. El acceso se
hará por la C-550 desde Vigo, dirección Baiona y Nigrán, tomando a los 5 km un
desvío a la derecha que conduce a la localidad.
Los primeros datos históricos, en cuanto al
periodo medieval se refiere, acerca de la parroquia, se remontan a la fundación
de un monasterio de monjes, probablemente benedictinos, que figura dependiente
del de Celanova (Ourense). Desde muy temprano existen numerosas referencias
sobre el mencionado cenobio, muchas de ellas, recogidas ya en publicaciones que
recopilan documentación de archivo, pero también por autores como Ávila y la
Cueva, Bango Torviso, Sá Bravo, Castillo, etc. Se sabe que entre los años 1074
y 1091 la fundación ya se habría efectuado, pues en ese último año el abad
Pelayo I (Celanova) se retiraba al mismo huyendo de la persecución de la
infanta doña Elvira, hermana de Alfonso VI. No se tendrán noticias del mismo
hasta que en el 1142 se documenta que Alfonso VII cede el monasterio de Coruxo
al de Celanova, otorgándole, diez años más tarde, el privilegio de coto. En los
años ochenta el monasterio de Oia se afilia a la Orden del Císter, lo que
provocó la insatisfacción de algunos de sus monjes, que por ese motivo se
trasladan al monasterio de Coruxo. En el año 1230, en una avenencia entre el
obispo y cabildo de Tui y el monasterio de Celanova para poner capellanes que
administraran los sacramentos del de Coruxo, se expone que con taba por lo menos
con veinticinco monjes. En el 1232 Fernando III reconfirma el privilegio de
coto del monasterio. La importancia y desarrollo que estaba alcanzando el
monasterio de Oia fue en detrimento del de Coruxo, que en el 1378 pasa a la
mitra tudense, tras la permuta realizada entre esa y el monasterio de Celanova,
recibiendo este último, a cambio, la iglesia de la Magdalena de Ribadavia
(Ourense). Esto unido a las continuas tensiones por asuntos jurisdiccionales,
parece estar detrás de la cada vez más acusada disminución de la actividad del
monasterio de Coruxo.
Iglesia de San Salvador
La iglesia de San Salvador de Coruxo se ubica
en el lugar de A Igrexa. Ante ella se abre un amplio atrio con zona ajardinada,
que permite, gracias a las me joras realizadas en el entorno, su completa
visualización.
En cuanto a las referencias documentales
citadas, es difícil concretar si el templo románico de San Salvador,
actualmente conservado, correspondería a la iglesia del citado monasterio de
Coruxo, constituyendo en ese caso el único vestigio que habría llegado del
mismo.
La iglesia parroquial de Coruxo presenta hoy
planta de cruz latina de una sola nave longitudinal y una transversal de
crucero, al que se abren tres ábsides semicirculares, siendo el central de
mayor tamaño que los laterales. Respecto a los ábsides, existe consenso en su
consideración como partes originales de la obra románica. Sin embargo, a partir
de ahí, surgen discrepancias; en primer lugar, sobre cómo sería el edificio
románico, y en segundo lugar, respecto a los restos hoy conservados, qué
partes, realmente, corresponden al primitivo templo románico y cuáles son
producto de actuaciones posteriores. En cuanto a lo primero, autores como Bango
Torviso o Sá Bravo consideran que de acuerdo con el tipo de cabecera
triabsidal, lo más normal es que en origen presentase planta basilical. También
éstos, respecto a la segunda cuestión, coinciden al su poner que de la traza
románica sólo quedarían actualmente los tres ábsides. Sin embargo, Ocaña Eiroa
ofrece nuevos planteamientos para ambas cuestiones.
Para la primera, considera que la planta
original sería de cruz latina, ya que ésta, aparte de ser una tipología
asentada, muestra medidas similares a otros ejemplos con este tipo de plan ta,
como es el caso de Donas o Angoares. Respecto a la segunda, partiendo de la
hipótesis expuesta, Ocaña Eiroa defiende que la traza románica, además de en
los ábsides, sería patente en el crucero –exceptuando las bóvedas– y en el
alzado de la nave longitudinal; conclusiones que argumenta apoyándose en la
coincidencia de los sillares del paramento de los ábsides con los del crucero,
pero también, por la existencia, en el paño oeste del crucero, de restos de un
arco de medio punto que podría corresponder a una primitiva puerta, tal como
era habitual en dicha tipología.
Dejando al margen las diferentes hipótesis, en
el exterior del templo la cabecera presenta tres voluminosos ábsides,
sobresaliendo el central, tanto en altura como en volumen, respecto a los
laterales. Los ábsides se componen Fachada principal de un tramo recto ceñido
por un codillo, que lo estrecha y da paso al hemiciclo. Presentan aparejo
regular, elevándose sobre tres banquetas de arista muerta.
El ábside meridional ha perdido el alero del
tramo recto, conservando el semicircular cinco canecillos en proa. En el
hemiciclo se abre una ventana de tipo completo, de arco semicircular y saetera
central. Se decora con chambrana de tres filas de billetes y arquivolta
baquetonada. Ambas sobre una saliente imposta, que descansa sobre un par de
columnas de fuste monolítico y capiteles y basas entregas. Los capiteles
ostentan la misma ornamentación, mostrando sendos personajes desnudos con las
manos apoyadas en la cintura y los brazos arqueados, tradicionalmente
identificados como Adán y Eva; no obstante, dado el deterioro que presentan,
resulta aventurada tal afirmación. En el tramo recto se abre otro vano de
factura moderna, carente de ornamentación.
El ábside central, también con aparejo regular,
presenta tres vanos iguales de medio punto, sin decoración, que terminan en
saetera. En el lado sur se abre una ventana rectangularizada, sin relación
alguna con las anteriores. Tanto en su tramo recto como en el semicircular,
conserva los canecillos bajo el alero, fundamentalmente de tema geométrico.
El ábside septentrional presenta iguales
características que el meridional. El vano, de tipo completo, ha perdido aquí
los fustes y basas de sus columnas, sin embargo, con serva los capiteles, en
este caso, con decoración vegetal.
Resulta bastante peculiar el hecho de que la
profusión decorativa se concentre en los ábsides laterales, en lugar del
central, como suele ser habitual. Sin embargo se des conoce el motivo que
condujo a tal sobriedad ornamental.
Continuando con el análisis externo, es
interesante señalar que tanto el muro sur como el norte mantienen una línea de
banquetas en la parte inferior, mostrando también, al igual que en la cabecera,
aparejo de carácter regular. En el muro sur, alterando la volumetría original,
se dispuso una moderna estructura cuadrangular, con función de sacristía. En
cuanto a la fachada principal, na da parece quedar en la actualidad de la
primitiva fábrica románica.
Ya en el interior, lo más significativo
nuevamente son los ábsides. Los arcos triunfales de éstos son de arco apunta
do, el central, y de medio punto, los de los laterales. Todos doblados en
arista viva y asentados sobre grandes pilastras impostadas, moldura que se
prolonga del mismo modo en el interior de los ábsides. El central se cubre con
bóveda de cañón apuntado en el tramo recto, y cuarto de esfera en el
semicircular. En éste se abren tres vanos abocinados que terminan en saetera
central. Conviene destacar la presencia de una credencia de arco apuntado,
situada en el tramo recto, en el lado de la epístola. Los ábsides laterales se
cubren con bóveda de cañón en el tramo recto y cuarto de esfera en el
semicircular. Ambos ostentan ventanas de arco semicircular, apoyado, tras
salvar la saliente imposta, en un par de columnas de fustes monolíticos y
acodillados, con capiteles y basas entregas. Los capiteles son de tipo vegetal,
con dos órdenes de hojas que semejan rematar en pomas.
Por último, es interesante mencionar que los
tres ábsides se encuentran comunicados entre sí, gracias a dos puertas
adinteladas que se abren en los tramos rectos del central, hoy de escasa
altura, debido al recrecimiento del pavimento que ha sobreelevado la cabecera
con respecto al crucero y nave. El crucero se cubre con bóveda de crucería de
cuatro nervios, de factura moderna, del mismo modo que la nave.
La iglesia conserva, además, una inscripción en
el interior, en el pilar del lado del evangelio, con la siguiente leyenda:
E(ra) : M : CC : XIII
Según Ocaña Eiroa, su lectura sería: “Era de
1213”, por tanto año de 1175. Ese mismo autor, basándose en la combinación
de arcos de medio punto y apuntados –vinculada a cronologías en torno al último
tercio del siglo XII–, especula con la posibilidad de que la citada fecha pueda
aludir a la consagración del templo, independiente mente de actuaciones
posteriores. En todo caso, considero acertado tomar esa cronología para la obra
románica de Santiago de Coruxo.
Bembrive
Bembrive es una de las diecisiete parroquias
que conforman el ayuntamiento de Vigo. Pertenece al arciprestazgo de
Vigo-Lavadores y diócesis de Tui-Vigo. Aquélla se localiza a unos 5 km al
sureste de Vigo. Para acceder a ella, lo más sencillo será partir de la Plaza
de España, en el centro urbano de Vigo, y desde ahí tomar la avenida de Madrid,
por la que se continuará hasta la indicación que desvía a la derecha, dirección
Bembrive.
Los primeros testimonios de la antigüedad de
Bembrive provienen de la conservación de abundantes restos arqueológicos, entre
los que podemos destacar las mámoas de Pereiras o Rebullón y castros como el de
Areeiro. Ya en época medieval, Bembrive adquiere incluso mayor relevancia,
ocupando un territorio extenso y de gran riqueza, verificado mediante la
profusa documentación generada y conservada. En base a los trabajos,
fundamentalmente de Enrique Flórez o Ávila y la Cueva, se presenta una
aproximación documental a través de breves referencias históricas; así se tiene
constancia de que en 915 Ordoño II otorgaba a la Iglesia de Lugo, entre otros
bienes, el poblado y tierras de Bembrive; posteriormente, en 1024, Alfonso V
asignaba al arzobispo de Santiago la iglesia y coto de San Pedro de Bembrive,
en términos de Vigo; en 1142 Alfonso VII otorgaba al obispo de Tui, Pelayo
Meléndez, el realengo de Benevivere, además del Castillo de Santa Elena, en
Tierras de Miñor; en 1156, Alfonso VII, en unión de sus hijos, Sancho y
Fernando, y su esposa Rica, confirma la división de bienes pactada entre el
obispo de Tui y el Cabildo, en iguales porciones para todo el territorio del
Obispado, citándose, entre otras, la totalidad de Santiago de Benevivere con su
coto; en 1169 Alfonso I de Portugal, dueño a la sazón de casi todo el
territorio de Tui, confirma la cesión al obispo Juan I, para sí y sus
sucesores, del realengo de Benevivere con la iglesia de Santiago, que había
sido de la mitra compostelana; en 1179 Fernando II corrobora la donación a la
mitra tudense, hecha por Alfonso VII y por Alfonso I de Portugal, del Castillo
de Santa Elena en el coto de Turonio, más el término de Benevivere, al que se
añade ahora Biaby (Beade). Además de esto, Álvarez Limeses, Ávila y la Cueva y
Sá Bravo consideran probable la existencia de un monasterio en el término de
Bembrive, basándose principalmente en algunos topónimos de la parroquia, como
son “Mosteiro” y “Freires”, que suelen vincularse a la existencia
de aquél.
Iglesia de Santiago
La iglesia de Bembrive se encuentra en el lugar
de Mosteiro, que constituye el núcleo de la parroquia. Se ubica entre el
abundante caserío surgido a su al rededor, próxima al sexagenario Centro
Cultural “Helio”. Su visualización ha mejorado notablemente, gracias a
las intervenciones realizadas en el entorno y fundamental mente en el atrio,
además del proyecto de rehabilitación llevado a cabo en la misma, debido a los
graves problemas de estabilidad que padecía.
En cuanto a las referencias documentales, según
se expuso, la primera cita textual sobre la iglesia de Santiago de Bembrive es
de 1156, constando entre los bienes de la iglesia de Tui. Anteriormente, en el
1024, se nos habla de la iglesia de San Pedro de Bembrive, que según algunos
autores pudiera tratarse de la misma pero con diferente advocación. Asimismo,
en la referencia de 1169, se confirma que antes de pertenecer a la autoridad
tudense, lo habría sido de la mitra compostelana. A estas noticias habrá que
añadir los numerosos testimonios epigráficos que posee el templo, con datos
cronológicos que se analizarán en detalle posteriormente.
La iglesia de Santiago de Bembrive, junto con
Castrelos y Coruxo, constituye uno de los mejores ejemplos del románico vigués.
El templo actual es de compleja interpretación, dadas las profundas
intervenciones que ha sufrido. Aun así, conserva, aunque modificados, gran
parte de los elementos de la primitiva fábrica románica.
La planta de la iglesia es de una sola nave con
ábside poligonal, tipología poco común en el románico gallego, conservando la
provincia de Pontevedra el mayor número de ejemplos. Respecto al ábside, muchos
de los autores que han estudiado el templo lo describen con planta poligonal
exteriormente y semicircular en el interior; sin embargo, Ocaña Eiroa considera
que la forma poligonal se produce tanto en el exterior como en el interior.
Resulta complejo verificar esta circunstancia, dada la existencia de un gran
retablo que oculta parte del mismo, aun así, observando el banco corrido que lo
recorre interiormente, se percibe como éste semeja organizarse en tramos
rectos. En la cabecera se ha añadido un cuerpo cuadrangular con función de
sacristía, que comunica con el ábside por el lado de la Epístola. Exteriormente
predomina la sensación de pesadez, debido a unos sobredimensionados
contrafuertes, en contraste con las discretas dimensiones del templo, lo cual,
unido a la falta de uniformidad en la disposición de los sillares que conforman
el paramento, evidencia la existencia de importantes intervenciones a causa de
problemas de estabilidad.
La fachada principal presenta una puerta de
arco apuntado y, sobre ésta, un óculo sin ornamentar, solución peculiar ya que
en lugar de éste lo habitual es que se disponga una ventana, en consecuencia,
lo más probable es que no pertenezca a la obra románica, tal como la espadaña
que la corona.
En cuanto a la portada, profusamente decorada
al igual que en Santa María de Castrelos, muestra chambrana de seis filas de
tacos y dos arquivoltas baquetonadas entre dos mediascañas; la exterior se
ornamenta con hexapétalas inscritas en círculos –motivo recurrente en las
iglesias del Val Miñor–, y la interior con decoración de entrelazos. Aquellas
descansan en dos pares de columnas, las exteriores de fuste monolítico y las
interiores de entorchado.
Poseen capiteles y basas entregas, estas
últimas visibles gracias a recientes intervenciones. El capitel interior del
lado norte se decora con leones afrontados con patas enlazadas y el exterior
con grueso cordón enredado, des tacando los prominentes ábacos aderezados con
apretadas formaciones florales. Los del lado sur se ornamentan, el interior,
con cuadrúpedos afrontados, de modo similar a su opuesto, y el externo, muy
deteriorado, semeja hacerlo con hojas picudas rematadas en pomas, estando en
este caso los ábacos decorados con entrelazos o trenzados.
Carece del tímpano original, poseyendo en su
lugar uno de sillares de marcada sobriedad. La fachada ha sufrido considerables
modificaciones, tal como evidencian las discontinuidades de su paramento,
además de la aleatoria disposición de sillares decorados con hexapétalas,
posible mente producto de la reutilización de materiales.
La fachada norte muestra los ya citados
contrafuertes sobredimensionados, entre los que se abren dos sobrias saeteras
rectangulares que constituyen hoy el único punto de iluminación de los muros
laterales.
Sin embargo, lo más destacado de ésta es la
pequeña puerta de arco apuntado que se abre entre los dos contrafuertes
próximos a la cabecera. Se ornamenta con chambrana de siete filas de tacos,
rematada en el exterior con cenefa de dientes de sierra. La arquivolta, de
baquetones y mediacaña, apea en sendas columnas de fustes monolíticos y
capiteles y basas entregas.
El capitel del lado oeste se decora con cordón
grueso enredado y el del este con hojas picudas que retuercen sus puntas a modo
de caulículos. Ahora bien, la pieza clave de la portada es, sin lugar a dudas,
su tímpano, dado su complejo contenido simbólico. Ostenta un cuadrado central,
en donde se inscriben simultáneamente una cruz derecha y una inclinada de
entrelazos, siendo ocupados los espacios interiores de los brazos de la
inclinada por pequeños círculos y espirales. La decoración se complementa por
medio de dos espirales que ladean el cuadrado y una cruz inscrita en círculo
sobre la espiral del lado derecho, motivos probablemente deudores de la cultura
castreña. Se debe mencionar también que las recientes intervenciones realizando
canales perimetrales han permitido la completa visualización de las basas,
antes absorbidas por el recre cimiento del pavimento. El alero se muestra hoy
sobrio, carente de los típicos canecillos. Por último, conviene señalar que,
del mismo modo que en la fachada principal, también en ésta aparecen pequeñas
hexapétalas dispersas por el paramento.
La fachada sur presenta muros de sillería tosca
sin grandes fracturas en las hiladas, con unos sobredimensionados contrafuertes
postizos, ya que no se encuentran atados a los muros longitudinales. El más
próximo al ábside aparece desplazado respecto al nervio de descarga interior,
tapiando, por ese motivo, la puerta primitiva que se disponía frente a la del
muro norte.
Ante esta actuación, se abre una nueva puerta
adintelada en el lado izquierdo del contrafuerte citado. En el ángulo superior
derecho de la puerta se han reutilizado restos de un antiguo dintel de gran
tamaño, que presenta en la actualidad forma Interior del ábside pentagonal.
Éste se decora en su interior por medio de un gran círculo en el que se
inscribe una figura zoomorfa rodeada de elementos sinuosos, que bien podrían
tratarse de tallos o figuras serpenteantes.
La mayor parte de los autores lo citan con esa
forma pentagonal como propia, sin embargo, quizá sean más acertadas las
conclusiones de Requejo Alonso, que explica que la pieza hoy conservada se
encuentra mutilada, por lo tanto, si se hace una reconstrucción hipotética,
surgiría una forma similar a la del tímpano de la fachada norte. En
consecuencia, lo más probable es que se trate de los restos del tímpano de la
primitiva puerta, tapiada hoy exteriormente. Tal como se veía en el alzado
norte, tampoco aquí se conserva el alero original de canecillos, disponiéndose
en su lugar una moldura moderna.
En éste volvemos a encontrar, diseminados,
diferentes elementos reutilizados, tales como sillares con decoración de
hexapétalas inscritas en círculo o los restos de un capitel de hojas carnosas
que, según Bango Torviso, podrían corresponder a una pequeña columna de
ventana. Además, existe un sillar de mayor tamaño, muy deteriora do y mutilado,
que semeja representar una figura humana bajo un arco, acompañada por lo que
podría ser un motivo vegetal o quizá otra figura de similares características.
To das estas formas reutilizadas, unido a las peculiaridades de los
contrafuertes, no hacen más que poner de manifiesto la existencia de
considerables reformas, posteriores a la fábrica original.
El ábside se une directamente a la nave sin
codillo alguno, siendo el hastial el único elemento de transición. Se levanta
sobre tres banquetas, perfectamente visualizadas en la actualidad, gracias a la
disposición de canales perimetrales. Su forma poligonal se subraya por medio de
cuatro columnas entregas, ubicadas en cada uno de sus ángulos, disponiéndose
asimismo dos pequeños contrafuertes prismáticos en el tramo recto. Los
capiteles de las columnas, de Sur a Norte muestran hojas alargadas rematadas en
espiral, hojas muy deterioradas terminadas en pomas, figura humana ataviada con
túnica entre dos cuadrúpedos –seguramente Daniel entre los leones–, siendo el
último de grueso cordón enroscado. El alero está formado por molduras
escalonadas y bajo él, al margen de los diferentes canecillos, se conservan, en
los tres tramos próximos a la sacristía, las tabicas y sofitos decorados con
hexapétalas caladas de botón central, inscritas en círculos. Los canecillos que
cobija el tejaroz del ábside, de indudable riqueza y originalidad, de Sur a
Norte ofrecen los temas siguientes: canecillo con hoja picuda, hombre sentado
portando un objeto en sus manos, cabeza de bóvido, lóbulo en forma de voluta,
hoja en espiral, dos con filas de rollos, danzante invertido, cabeza de león,
hoja picuda rizada, violinista con las piernas cruzadas, flautista, hoja picuda
con bola en el envés, canecillo de proa, de dos lóbulos terminales, hoja con
remate en espiral, león rampante, hoja con remate en espiral, félido con patas
en la boca, figura bebiendo de un barril y canecillo de tres rizos. Con
respecto a su distribución, sorprende la falta de organización aún cuando existen
coincidencias temáticas, como puede ser el danzante y los músicos, hecho que,
una vez más, remite a posibles modificaciones.
En el interior, la nave se divide en tres
tramos desiguales, separados por medio de dos pares de columnas entre gas.
Presenta grandes irregularidades, según se indicaba en el análisis externo,
aunque notablemente apreciables ahora, debido al evidente pandeado de sus muros
laterales.
Según Requejo Alonso, la nave se cubriría
inicialmente con cubierta de madera, la cual, probablemente en algún momento,
se sustituyó por una bóveda, que obligaría a la disposición de los
contrafuertes exteriores. Al margen de esas posibles actuaciones, posteriormente
la nave se cubrió con bóveda apuntada de ladrillo, dotándola de un acabado
interno de cemento encintado imitando un despiece en sillería, solución
manifiesta hasta finales de los años 90 del siglo XX. Esa inadecuada cubierta,
por su deficiente solución estructural y constructiva, parece ser la causante
de la notable combadura de los muros, entre otros problemas. En consecuencia, a
partir de 1998, el arquitecto Alfonso Penela Fernández dirigiría una nueva
intervención que eliminaba la mencionada bóveda, sustituyéndola por una nueva
de placas de yeso laminado y suspendiendo la cubierta con un entramado
auxiliar, actuación vigente al presente.
En cuanto al muro norte, además de poseer los
únicos puntos de iluminación gracias a las citadas saeteras, destaca su puerta,
que, al igual que en el exterior, presenta el tímpano decorado. En este caso
ostenta una cruz patada inscrita en círculo, acompañada por dos pequeñas
espirales y tres flores, también inscritas en círculo. Las columnas que
estructuran el lienzo mural presentan fustes de semi tambores entregos,
capiteles ornamentados y basas áticas. El capitel de la columna inmediata a la
puerta se decora por medio de hojas con pomas en el envés, y el de la más
distante, al igual que en las columnas del muro sur, lo hace con dos órdenes de
hojas en forma de bastón. Al margen de esto, sorprende la profusión de
elementos decorativos dispersos por sus muros, tales como hexapétalas inscritas
en círculo o diferentes tipos de cruces.
El muro sur, notablemente intervenido, según se
ex puso, tendría una puerta con tímpano similar a la citada para el muro norte,
actualmente cegada –aunque conserva su forma original–, abriéndose otra en su
lateral derecho. Las columnas que compartimentan la nave son idénticas a las
del muro norte, presentando ambas, en este caso, capitel decorado con dos
órdenes de hojas en forma de bastón. Además de los recurrentes motivos
decorativos dispersos, sobresale un sillar que exhibe en bajorrelieve una cara
acompañada de otros elementos no identificables.
Al ábside se accede a través de un gran arco
triunfal, apuntado y doblado, ornamentado con chambrana de hojas lanceoladas y
un bocel entre mediascañas con pequeñas rosetas. Paralelo a éste se desarrolla
otro en el interior del ábside con función de fajón. Ambos apean en dos pares
de columnas entregas, todas con capiteles decorados con hojas en forma de
bastón, excepto el interior del lado del evangelio, que lo hace con hojas con
pomas en el envés.
Los ábacos presentan tres nacelas escalonadas
que se im postan hasta los muros laterales de la nave. Además de es to, entre
las columnas, a la altura de los ábacos, se dispone una imposta de billetes.
Las basas de las columnas, de perfil ático, se decoran con garras en los
ángulos. El ábside se cubre en el tramo recto con bóveda de arco apuntado y en
el hemiciclo con bóveda de horno. La cubierta existente es producto de una
reconstrucción llevada a cabo en 1995, promovida por el ayuntamiento de Vigo.
El coro presente, de madera, es fruto de la
intervención llevada a cabo a finales de los años 90 del siglo XX, que
conllevaría la substitución del realizado en forjado de hormigón en los 70.
Sobre éste podemos visualizar, en el muro norte, diferentes elementos
decorativos, tales como esvásticas o sogueados, que recuerdan formas de la
cultura castreña, de extensa tradición, siendo motivo recurrente del románico
gallego.
El Museo de Pontevedra posee dos capiteles,
datables entre los años finales del siglo XII y principios del XIII, de grandes
hojas sobre las que sobresalen caulículos, procedentes de esta iglesia, aunque
se desconoce el lugar que ocuparían. Otras piezas –placas con decoración
vegetal– se custodian en el Museo Diocesano de Tui.
En el interior se conserva además, en el lado
sur del arco de ingreso a la capilla mayor, restos de pinturas murales, de las
que sólo perdura un fragmento de la Asunción y Coronación de la Virgen, cuya
cronología podríamos situar en el tránsito del siglo XV al XVI.
La iglesia de Bembrive cuenta en su interior
con unas interesantes inscripciones, no exentas de controversia, mencionadas
por diferentes autores, aunque necesitan un análisis riguroso por parte de
especialistas; en consecuencia, sólo se expondrán algunas de las hipótesis
barajadas hasta el momento.
La inscripción más relevante se ubica en el
muro norte, en el interior del ábside. A causa de la disposición de una pequeña
credencia, ha sufrido una mutilación en el lado derecho, que dificulta su
interpretación:
ARIAS: E: M: CCXXIII…/ OBIIT RODERICUS
F…
Su lectura sería: “Arias era 1223 (año 1185)
/ murió Rodrigo…”. La causa del desacuerdo se origina funda mentalmente en
la interpretación del término Obiit y en la identificación de las letras
desaparecidas del final. Así, para Sá Bravo Obiit significaría finalizar, en
consecuencia cree que la inscripción haría referencia a los maestros
constructores, exponiendo que Arias sería el iniciador de la obra y Rodrigo el
que la terminaría. Por su parte, Bango Torviso la identifica con un epígrafe
funerario, que aludiría al fallecimiento de Rodrigo.
Además de ésta, en el muro norte de la nave
existe otra inscripción:
MC C Ω X I MARCINUS ABAS
Respecto a su interpretación vuelven a
manifestarse divergencias. Así Bango Torviso cree que la fecha aludiría a las
obras que se hicieron en la fábrica en el año 1223; mientras que Sá Bravo la
asimila con la fecha de consagración, valiéndose además del hecho de que se
nombre al Abad Martín, para argumentar, una vez más, la posible existencia de
un monasterio.
Quedaría por analizar una última inscripción,
al margen de la existencia de otras incompletas o ilegibles, ubicada en el muro
sur de la nave:
ERA: M: CCXXII
Curiosamente no existen interpretaciones sobre
esta fecha, haciendo alusión a su existencia tan sólo Requejo Alonso.
Además de esto, deben mencionarse los numerosos
signos lapidarios que aparecen diseminados en diferentes sillares de los muros
del templo.
En cuanto a su datación, se partirá
inicialmente de las referencias citadas en la documentación conservada, donde
en 1156 se apunta por vez primera la existencia de la iglesia de Santiago de
Bembrive, temprana cronología que probablemente aluda a un edificio precedente.
Con posterioridad, en los años 1169 y 1179, se constatan nuevas noticias sobre
la iglesia, fechas que, indudablemente, se adecuan mejor a la fábrica
conservada. En este sentido, para Bango Torviso el conjunto del ábside con el
tipo de alero descrito sería anterior a 1170, lo cual ratificaría lo hasta
ahora expuesto. Por otra parte, este mismo autor plantea que el arco triunfal,
capiteles y fachada occidental proclaman una cronología cercana al último
tercio de siglo, conclusión que parece confirmarse en la inscripción situada en
el ábside, que cita el año de 1185. No obstante, existe otro epígrafe con la
fecha de 1223. Según Sá Bravo, aludiría al momento de consagración, mientras
que para Bango Torviso se referiría a obras realizadas en el templo. A la vista
del estudio realizado, al margen de interpretaciones, parece claro que el
edificio se enmarcaría entre el último tercio del siglo XII y principios del
XIII.
Románico en la Comarca de O Morrazo (El
Morrazo), Pontevedra
La Península del Morrazo (O Morrazo) es una
lengua de tierra que se adentra en el Atlántico separando las Rías de Vigo y
Pontevedra.
Es una comarca muy densamente poblada y que ya
lo debió estar en tiempos medievales, a tenor de la riqueza de restos románicos
que atesora.
Actualmente la comarca de O Morrazo incluye los
concellos o municipios de Cangas de Morrazo, Bueu, Marín y Moaña.
En esta zona, dentro de su abundantísimo
románico, hemos elegido las iglesias de San Martín de Moaña, San Juan de Tirán,
Santa María de Cela, San Andrés de Hio, y Santo Tomé de Piñeiro.
En esta zona, como tantas de Galicia, habrá que
estar muy atentos a los tímpanos de sus portadas, en muchos casos con
inquietantes propiedades simbólicas.
Iglesias románicas del concello de
Moaña.
Moaña
Dentro del municipio de Moaña se encuentra la
parroquia de San Martiño, arciprestazgo de Morrazo y diócesis de Santiago. La
delimitan Ardán (Marín), Piñeiro (Moaña) y Cela (Bueu) por el Norte; Tirán
(Moaña) por el Sur; Meira (Moaña) y la ría de Vigo por el Este; y Ermelo (Bueu)
y Coiro (Cangas) por el Oeste. La bañan los arroyos de Puntillón y A Fraga,
además de la ría de Vigo, siendo su principal arenal la playa de Moaña. Dista
26 km de la capital provincial. Para acceder a San Martiño desde Pontevedra, lo
más sencillo es seguir por la C-550 dirección Cangas, hasta llegar a una
rotonda que enlaza con la vía rápida que lleva a Vigo. Desde ahí, a unos pocos
kilómetros, se tomará la salida a Cangas, en la que hay un desvío que conduce
directamente a San Martiño.
Iglesia de San Martiño
La iglesia de San Martiño se ubica en la parte
eleva da de la parroquia, desde donde se contempla una hermosa panorámica del
caserío circundante, de los arenales de Moaña y de la ría de Vigo, teniendo
como telón de fondo la ciudad de Vigo. El templo se sitúa en una alta planicie,
que favorece su visualización. Su entorno in mediato, cuidado y ajardinado, se
encuentra rodeado por un pequeño muro. Precisamente, debido al desnivel que
conlleva su ubicación, se desarrolló una escalinata ante la fachada occidental
y otra, ante la meridional, que realzan notablemente su acceso.
Pocas referencias históricas, respecto al
período medieval, se conocen sobre la parroquia e iglesia de San Martiño. Una
de las primeras noticias parece ser una donación de tierras al monasterio de
Lérez en 1237, in ecclesia Sci Martini de Moania. Ya en 1318, en el
testamento de Sancha Yáñez de Cortegada, vecina de Coiro, aparece una nueva
mención, Item a ssam martin de moana L libras para lume. En fuentes
documentales que posee el Museo de Pontevedra consta una entrega de rentas de
la iglesia de San Martiño de Moaña al convento de Santo Domingo, en junio de
1336. En relación a esto último, también en junio, pero en 1366, los
procuradores de Teresa Eáns, mujer de Gonzalo Moñiz, juez de Fragoso, dan al
monasterio de Santo Domingo la posesión de la renta y derechos de San Martiño
de Moaña, entre otros. En agosto de 1371 don Rodrigo de Moscoso, arzobispo de
Santiago, concedía a Alvar Páez, hijo de Fernán Yáñez de Sotomayor, varias
feligresías entre las que se encontraba la de San Martiño. En febrero de 1399,
Roy Mouriño, abad del monasterio de Ermelo (Bueu), concedía en foro a Roi
Lorenzo, escudero de Moaña, un casal en la parroquia de San Martiño de Moaña.
Posteriormente, aunque excede el período que nos ocupa, es interesante
mencionar una referencia de abril de 1414, en la que el citado Ruy Lorenzo de
Moaña, en su testamento, dispone que su cuerpo sea enterrado en el monasterio
de San Martiño de Moaña.
La iglesia de San Martiño conserva, no exenta
de modificaciones, gran parte de su primitiva fábrica románica. La planta era
de nave única y un solo ábside. Sin embargo, las obras de ampliación llevadas a
cabo en el siglo XVIII supusieron la realización de dos profundas capillas
laterales, a modo de pseudotransepto, y la construcción de un nuevo ábside
rectangular. También se llevó a cabo, una importante torre-campanario en el
flanco sur de la fachada occidental, y en la cabecera, entre la capilla de ese
mismo lado y el ábside, se adosó una dependencia cuadrangular con función de
sacristía.
Exteriormente, San Martiño sorprende por sus
grandes dimensiones, y, a pesar de las reformas susodichas, por la armonía de
sus volúmenes. Sus muros se organizan mediante hiladas de sillares regulares de
buen tamaño y bien escuadrados, entre los que predomina la disposición a soga
frente a tizón. De la obra románica, según se indicaba, tan sólo se conserva la
nave, en la que todavía se pueden ver restos de las primitivas bancadas.
La fachada occidental constituye uno de los
conjuntos más interesantes del templo. Bajo un tornalluvias, que alberga una
pequeña colección de canecillos y que apea sobre dos altas columnas, se
desarrolla una ornamentada portada de arco de medio punto. El citado alero, de
media caña entre boceles y decorado con hexapétalas de botón central inscritas
en círculo, posee varios canecillos, concretamente seis, entre los que
encontramos uno de rollos, dos en forma de voluta, una cabeza de bóvido, un
contorsionista y uno que muestra a una figura humana sentada que agarra a un
cuadrúpedo erguido.
Las columnas que lo soportan son de fustes
lisos y monolíticos, con capiteles ornamentados y basas áticas elevadas sobre
altos podios. Los capiteles exhiben, el del lado norte, una red de entrelazos
formada por un grueso cordón que cubre toda la cesta, y el del sur, decoración
vegetal a base de amplias hojas picudas de diferentes tamaños, alternadas, que
acogen pequeñas pomas en el envés.
La portada ostenta una chambrana de billetes y
dos arquivoltas tóricas entre medias cañas –decorándose la exterior en el
intradós, mediante un bocel de sogueado–, que voltean, tras salvar una
ornamentada línea de imposta, sobre dos pares de columnas. La imposta en el
lado norte reproduce una decoración geométrica a base de rombos enlazados, y en
el sur, una apretada labor de cestería.
Las columnas son acodilladas: de fustes lisos,
las exteriores, y entorchados, las interiores; Fachada sur con capiteles
decorados y basas áticas con garras en los ángulos, sobre pequeños plintos.
Respecto a las del lado norte, ambas muestran capiteles vegetales decorados con
alargadas hojas picudas, que acogen pequeñas pomas. Las basas son áticas, y de
los plintos el de la interior luce un cordón de sogueado y el de la exterior,
más elaborado, muestra una sucesión de pomas entre pequeños fustes entorchados.
Al lado de este último se encuentra un pequeño
sillar cuadrangular, con una hexapétala de botón central. Las columnas del lado
sur ofrecen diferente planteamiento: la interior exhibe un capitel de apretada
decoración de entrelazo, que cubre completamente la cesta, la basa es ática y
el plinto con labor de cestería; la exterior, sin embargo, ostenta un capitel
historiado, en el que se observan dos esquemáticos cuadrúpedos afrontados, que
agachan las cabezas hasta apoyarlas en el collarino, la basa, también ática, y
el plinto, aunque muy desgastado, luce pequeñas hexapétalas de botón central.
Junto a él hay un sillar cuadrangular con decoración, muy erosionado, por lo
que es difícil identificar el motivo.
El tímpano se decora por ambas caras, e incluso
en el sofito. El anverso se organiza mediante cinco arcos de medio punto sobre
columnas, que desde el central, de mayor tamaño, van descendiendo hacia los
extremos de forma simétrica y equilibrada. Cada uno acoge una figura humana,
perfectamente adecuada al marco, siendo la central, por tanto, de mayores
dimensiones. Sobre las arcadas se disponen epígrafes alusivos a las tres
figuras centrales: (an)C(t)I EMILIANI: S(an)C(tu)S: MARTIVS: EP(iscopu)S:
S(an) S C (t)I BRICII EP(iscop)I. Todas parecen cubrir la cabeza con
pequeñas mitras, visten túnica larga hasta los tobillos y portan objetos con
ambas manos.
La figura central representa a San Martiño,
patrón de la iglesia, ataviado con ro pa litúrgica. Porta un báculo con la mano
izquierda y con la otra semeja bendecir. A su derecha, San Emiliano, con un
libro abierto entre sus manos, y a la izquierda, San Bricio, que con la mano
derecha sostiene un incensario y con la izquierda una cruz sobre el pecho. En
los extremos se sitúan otras dos figuras, que apoyan una mano a la altura de la
cintura y con la otra sujetan un objeto no identificado. Se pensó que podrían
personificar al artífice o escultor de la obra, aunque es poco factible. El del
extremo meridional muestra un epígrafe sobre la cabeza AR(i)AS: FECI,
por lo que quizá represente a ese Arias.
Sánchez Ameijeiras plantea que, a pesar de las
fechas tempranas, probablemente se trate de la representación de los donantes.
Según Bango Torviso, el programa iconográfico podría ser una dedicación ideal.
Respecto a esto último, nuevamente Sánchez Ameijeiras considera que estaría
vinculado a la ceremonia de consagración, especificando las mentadas
inscripciones las devociones a las que se dedicaba el templo. El sofito,
asimismo decorado, luce un vástago entrelazado con pequeñas hojas en los senos.
Además de esto, cabe reseñar la existencia de un pequeño vano cuadrangular, de
factura moderna, que se abrió sobre el tornalluvias, seguramente en sustitución
de una antigua saetera.
La torre-campanario, ubicada en el flanco sur
de la fachada occidental, y la capilla de ese mismo lado enmarcan la parte que
se conserva de época, en la fachada meridional. El muro no parece haber sufrido
reformas significativas; así, tan sólo se detectan ciertas desigualdades en su
unión con la citada torre y en la parte central. En aquél, se abren dos
saeteras de derrame interno y una puerta adintelada, sobre la que se dispone un
pequeño tímpano semicircular, que apea en sendos canes en curva de nacela.
El tímpano ostenta una cruz patada inscrita en
círculo, y bajo ella una cenefa de rombos en resalte. En el lado más occidental
de la puerta se encuentra un sillar de grandes dimensiones con restos de
epígrafes, muy erosionado, por lo que es muy difícil su lectura. Conserva
asimismo el primitivo alero, con cobija en caveto decorada con pequeñas pomas,
que acoge una espléndida colección de canecillos.
En general, todos de gran plasticidad y fuerte
expresividad. De Oeste a Este se observan: una figura que apoya manos y piernas
en la nacela y que semeja voltear la cabeza –actualmente perdida–; un
contorsionista con las piernas apoyadas sobre los hombros; un violinista; una
figura con dos cabezas zoomórficas que sostiene un objeto; un contorsionista en
posición invertida; una cabeza monstruosa devorando algo; una figura zoomórfica
–quizá un perro– que lleva las zarpas a la boca; uno que semeja representar a
una figura humana que sostiene a otra desfallecida; una cabeza zoomórfica; una
figura humana sentada, con las manos en la boca; una cabeza humana de gran
tamaño; doble voluta; hoja picuda acanalada, rematada en poma; cabeza
zoomórfica que lleva las zarpas a la boca; una figura humana sentada bebiendo
de un gran tonel que sostiene con ambas manos; un animal en ademán de estar
comiendo algo que sujeta con las zarpas; otra cabeza zoomórfica con las zarpas
en la boca; una figura que sostiene a otras dos de menor tamaño; y, por último,
una figura humana sentada en cuclillas y con las manos apoyadas sobre las
rodillas. Cabe reseñar, además, que entre los cuatro canecillos más orientales
se hallan tres metopas ornadas con hexapétalas de botón central.
En la fachada septentrional, la obra románica
abarca desde la occidental hasta la capilla que origina, junto con la que se
edificó en la fachada meridional, el pseudotran septo. El muro medieval denota
ciertas irregularidades en la disposición de las hiladas. Sin embargo, no
parecen ser más que leves ajustes debidos a problemas de estabilidad.
En él se abren tres saeteras de derrame
interno, en disposición equidistante, y en la parte más oriental, una puerta
con dintel pentagonal que apea sobre sendos canes, uno en forma de voluta con
decoración perlada, que acoge una gran poma, y el otro no identificable debido
a su deterioro.
Muestra una composición formada por tres
círculos, siendo el central de mayor tamaño, que enmarcan otras tantas figuras
zoomórficas. Los de los extremos acogen un pájaro que vuelve la cabeza hacia su
propio cuerpo, mientras que el central muestra un cuadrúpedo en la misma
posición que los anteriores, expulsando un largo tallo o cordón de la boca que
lo envuelve dibujando un círculo, terminando por enredarse entre las patas de
la figura.
Al igual que en la fachada meridional, también
ésta conserva el alero primitivo, decorado con pomas, que acoge un interesante
conjunto formado por veinte canecillos, entre los que, de Este a Oeste, podemos
ver: uno de modillones de rollos; dos de proa; doble voluta; dos figuras con un
bastón; voluta acanalada; una cabeza zoomórfica –probablemente de perro–, que
acerca las patas a la boca; en forma de voluta; dos figuras humanas sentadas,
de las que una semeja estar bebiendo de un pequeño recipiente; otro de
modillones de rollo; otra voluta acanalada; un entrelazo de cordón grueso; una
cabeza zoomórfica que se muerde las zarpas; hoja picuda estriada rematada en
poma; en proa; cabeza de bóvido con cornamenta; de modillones de rollo; voluta
acanalada, y, finalmente, dos con cabezas humanas esquemáticas. Bango Torviso
mencionaba la existencia de un sillar con un epígrafe; no obstante, al presente
no se ha podido localizar.
Interiormente, San Martiño es un templo amplio
y con escasa luz, marcado por la pureza de líneas y sobriedad ornamental,
únicamente alterada por una imposta decorada con pomas que recorre los muros de
la nave románica. La cabecera y el pseudotransepto, según se indicaba, son de
época moderna, por lo que sus barroquizantes plantea mientos nada tienen que
ver con lo antedicho para la obra medieval. La cubierta de la nave ostenta una
techumbre de obra con falsos travesaños, de factura posterior. La tenue iluminación
de la nave la producen cinco saeteras de acu sado derrame interno. Los accesos
laterales desarrollan en el interior un arco de medio punto, que apea
directamente sobre las jambas. Bajo el citado arco se disponen, en ambas
puertas, dos goznes que muestran una forma cilíndrica, a la que se abrazan dos
manos.
En el muro occidental se sitúa el acceso
principal del templo, que según veíamos en el análisis externo exhibía un
ornamentado tímpano semicircular sobre la puerta, y que en el interior se
encuentra igualmente decorado. Muestra una doble cruz griega de lazos, la
exterior con nudos, inscrita por un gran rombo. Paralelo al perfil externo del
tímpano, se dispone un bocel sogueado que enmarca la composición.
También en el interior, y próximas al muro
occidental, se sitúan dos antiguas pilas bautismales. La del lado sur tiene una
copa de tipo gallonado, con borde superior en resalte. La base, muy curiosa,
ostenta dos órdenes de hojas delimitadas por dos molduras. Ésta no se ensambla
bien con la copa, por lo que evidentemente no pertenece a la pila, siendo más
factible que se trate de un capitel reutilizado. Mide 67 cm de alto (el pie 31)
y 76,50 cm de ancho. La del lado norte muestra una sencilla copa circular de
tipo semiesférico y fuste de sección cuadrangular, con aristas achaflanadas y
con pequeñas pomas en los ángulos de la basa. La copa se encuentra en buen
estado de conservación; el fuste, sin embargo, está fracturado por la mitad. Al
observar ambas partes, se percibe que la copa y la parte superior del fuste son
de una sola pieza, por lo que lo más probable es que tan sólo la parte inferior
del fuste sea de época. Mide 87 cm de alto y 101,50 cm de ancho.
Finalmente, hay que mencionar la existencia de
un tercer tímpano, procedente de este templo, que custodia el Museo de
Pontevedra, y que, según Filgueira Valverde, habría sido recogido en 1927,
previa autorización del Arzobispado de Santiago. Se trata de una pieza ligera
mente apuntada y, al igual que el de la fachada occidental, ornamentada por
ambas caras. En el anverso centra la composición una figura masculina inscrita
en mandorla, ataviada con larga túnica y con mitra corta sobre la cabeza, que
apoya las manos sobre el pecho, en actitud de devoción. Dos ángeles de menor
tamaño, de perfil y con vestimenta corta, semejan sostener con ambas manos, la
citada mandorla. En los extremos, adecuándose al marco, se sitúan otras dos
figuras simétricas, de menor tamaño que las anteriores, ataviadas con túnica
hasta los tobillos.
Llevan un brazo por delante a la altura de la
cintura y levantan el más próximo al ángel, en ademán de tocarlo o quizá
señalando la escena. Según Bango Torviso, la figura central podría
identificarse con San Martiño, por lo que se representaría la ascensión de su
alma al cielo. Sánchez Ameijeiras, poniendo en relación este tímpano con el de
la fachada occidental del templo, considera que también aquí los pequeños
personajes de los extremos podrían ser los donantes. En el reverso, centra la
composición una cruz de brazos iguales, con los extremos ensanchados y
apuntados, superpuesta de un entrelazo con la forma de la cruz de San Andrés.
En los extremos superiores de la cruz se dispone un ave en el lado izquierdo y
un cuadrúpedo que semeja saltar hacia la parte inferior del tímpano, en el
derecho. Bajo la cruz, dos pequeñas aves afrontadas y simétricas, que voltean
la cabeza sobre su propio cuerpo. Dos grandes hexapétalas de botón central,
inscritas en círculo, flanquean la citada composición. Según Bango Torviso,
esta última representaría una visión paradisíaca: animales y vegetales
presididos por una cruz, por lo que en conjunto, su lectura sería la ascensión
del alma de San Martiño al paraíso celestial.
San Martiño de Moaña es una obra en la que
conviven fórmulas de época avanzada, con otras del románico pleno. Según la
clasificación de Bango Torviso, ostenta un alero de tipo completo; sin embargo,
sus canecillos, de gran vi veza y realismo, nos llevan a una época tardía, como
en el caso de los de San Andrés de Hío (Cangas) o los de Santa María de Cela
(Bueu), con los que coincide temáticamente, aunque el tratamiento técnico
difiere. Precisamente con esta última guarda relación en cuanto a la organización
de sus fachadas occidentales, ya que en las dos se dispone un tornalluvias con
canecillos sobre la portada. No obstante, a tenor del tipo de arcos de San
Martiño –de medio punto–, Cela sería ligeramente posterior. Ahora bien, el
ejemplo con el que quizá presente mayores analogías es la iglesia de Santiago
de Bembrive (Vigo). Así, ambas presentan un planteamiento parejo en sus
portadas occidentales, combinando fustes lisos y entorchados, e incluso en la
decoración de sus capiteles, tanto los de entrelazos como los que exhiben
cuadrúpedos afrontados. Respecto a los tímpanos, las semejanzas vuelven a ser
notorias. De este modo, el tímpano pentagonal de la fachada septentrional de
San Martiño coincide con los restos de uno, ubicado en la meridional de
Bembrive; y el de la meridional de la primera, es asimismo similar, con el
reverso, a otro situado en la fachada septentrional de la segunda. Finalmente,
tan sólo restaría analizar el tímpano que custodia el Museo de Pontevedra.
Según Bango Torviso, estaría relacionado con el dintel del apostolado de Ribas
de Sil. Sánchez Ameijeiras, por su parte, considera que el tímpano de San
Martiño habría tomado como modelo el esquema iconográfico del de San Salvador
de Albeos (Crecente). Valle Pérez, que estudió este último, lo vincula a su
vez, dadas las innegables similitudes, con el de San Salvador de Bravaes
(Portugal), uno y otro dentro del ámbito de influencia del foco tudense.
En San Martiño se repiten algunos motivos
decorativos frecuentes en el mencionado ámbito, como son las pomas, las
hexapétalas, o incluso en los temas de sus capiteles, por lo que, aunque de
forma indirecta, podría considerarse un eco remoto de los presupuestos
desarrollados en torno a la catedral de Tui.
Estas vinculaciones estilísticas, tal como
plantea Ban go Torviso, nos llevan a datarlo en el último tercio del siglo XII.
No obstante, el tímpano que custodia el Museo de Pontevedra correspondería a un
momento inmediato posterior, posiblemente en los primeros años del XIII.
Tirán
San Xoán de Tirán es una de las parroquias que
componen el municipio de Moaña. Pertenece al arciprestazgo de Morrazo y
diócesis de Santiago. La delimitan, por el Norte Moaña, por el Sur y por el
Este la ría de Vigo, y San Salvador de Coiro (Cangas) por el Oeste. Dista 2,4
km de la capital municipal y 30 de la provincial.
Iglesia de San Xoán
El templo de San Xoán se ubica en un pequeño
acantilado sobre el que se divisa una espléndida panorámica de la ría de Vigo.
El acceso es muy sencillo: partiendo del centro de Moaña, se toma la PO-550
dirección Cangas, y en la zona de Tirán un desvío a la izquierda conduce a la
iglesia de San Xoán.
Pocas referencias históricas, en cuanto al
período medieval se refiere, nos han llegado sobre la parroquia e iglesia de
San Xoán de Tirán. La primera noticia, aunque tardía, consta en agosto de 1371,
cuando don Rodrigo de Moscoso, arzobispo de Santiago, concedía a Alvar Páez,
hijo de Fernán Yáñez de Sotomayor, por los servicios prestados al prelado y a
la iglesia de Santiago, varias feligresías entre las que se encontraba la de
San Xoán. La Orden de San Juan poseía numerosos bienes y derechos en la zona
del Morrazo, entre los que se incluía la feligresía de Tirán.
San Xoán de Tirán es un templo de difícil
interpretación, dadas las profundas intervenciones llevadas a cabo –seguramente
debido a problemas constructivos–, que, sin embargo, conserva gran parte de los
elementos de la fábrica medieval. La planta es de nave única y ábside
rectangular. A esta estructura original, con posterioridad, se añadieron dos
pequeñas dependencias cuadrangulares en el flanco septentrional. Los muros se
componen de sillares bien escuadrados, principalmente a soga, pero que en su
mayoría se unen mediante un aglutinante moderno, lo que invita a pensar, más
allá de las mentadas reformas, en una reconstrucción.
La fachada occidental ostenta una portada
ornamentada de arco ligeramente apuntado, sobre la que se abren sendos vanos,
uno cuadrangular de factura moderna, y en la parte superior una sencilla
saetera, y, como remate, una espadaña, igualmente de ejecución posterior. La
portada presenta tres arquivoltas en arista viva que voltean, tras salvar una
línea de imposta que se extiende a lo largo del paramento, sobre tres pares de
columnas acodilladas, de fustes monolíticos ochavados, con capiteles vegetales
y basas áticas sobre plintos. Los capiteles, muy erosionados, exhiben dos
órdenes de hojas, unas nervadas con terminación rizada, y sobre ellas otras
estilizadas, de mayor tamaño, que acogen pomas. Las basas, con garras en los
ángulos y desarrollado toro, se elevan sobre plintos cuadrangulares que
muestran en cada una de sus caras una gran rueda de radios calada; motivo que
también se encuentra en basas de la iglesia del monasterio de Armenteira o de
la colegiata de Baiona. En estos últimos, en la actualidad, tan sólo
parcialmente visibles, debido al recrecimiento del pavimento.
La puerta, que es semicircular, fue ampliada en
altura, verosímilmente tras la pérdida del primitivo tímpano.
En la fachada meridional se abren dos sencillas
saeteras y una puerta adintelada, sobre la que se conservan los restos de un
arco apuntado. El conjunto más rico e interesante se concentra en el alero,
bajo el que se conservan dieciocho canecillos. La mayoría tienen un simple
corte en forma de proa, pero también encontramos alguno de rollo, cabezas
zoomórficas y dos ejemplos con figuras humanas en diferentes posturas,
notoriamente erosionados. Es importante mencionar al respecto que tanto ciertos
fragmentos del alero, como algún canecillo de los de proa, no pertenecen a la
fábrica medieval. En el paramento mural existen además varias piezas salientes
a modo de canes, distribuidas aleatoriamente, que atestiguan la realización de
reformas posteriores. Finalmente, hay que señalar la disposición, en la parte
más oriental de la fachada, de un único contrafuerte, seguramente debido a
problemas de estabilidad.
La fachada septentrional, oculta en parte
debido a la edificación de una pequeña dependencia aneja, muestra dos sencillas
saeteras. Su tejaroz alberga un grupo de dieciocho canecillos: todos
geométricos en forma de proa y muy erosionados, entre los que se encuentran
algunas piezas de factura moderna. Al igual que en la septentrional, también
aquí sobresalen dos piedras a modo de canes, aunque en este caso en posición
paralela.
El ábside ha sufrido numerosas intervenciones,
por lo que es difícil concretar si todavía conserva algún fragmento de la
fábrica medieval, aunque lo más probable es que pertenezca a una etapa
constructiva posterior, en la que se reutilizaron algunos sillares primitivos.
Además, tanto el muro del testero del ábside como el de la nave al reformarse
la cubierta fueron aumentados en altura. El muro norte del presbiterio está
totalmente oculto, debido a la construcción de una dependencia cuadrangular
destinada a sacristía. La iluminación de la cabecera la proporciona una ventana
moderna, situada en el muro meridional. En el testero de la nave se abre una
primitiva saetera que, a causa de la citada elevación del ábside, prácticamente
ha perdido su función. En el piñón de aquél destaca una cruz de brazos iguales
con centro calado.
Finalmente, también en el exterior, y
concretamente en el lado norte, se encuentra una antigua mesa de altar y una
pila bautismal de tradición románica. Esta última, sobre un fuste de factura
moderna, presenta una copa semiesférica, desbastada en la parte en que fue
adosada a la pared de una dependencia aneja. Mide 36 cm de alto y 73 cm de
ancho.
En el interior, las saeteras de la nave están
rectangularizadas y muestran un acusado derrame. En el muro occidental, sobre
la puerta semicircular, se dispone un arco apuntado, que al igual que en el
exterior apea sobre una línea de imposta que se extiende por el paramento,
mientras que en el meridional, sobre la puerta adintelada, se observan, también
aquí, los restos de un arco apuntado. En el muro septentrional es interesante
mencionar, a la altura del acceso del meridional, la existencia de un arco ligeramente
apuntado, al presente cegado, ante el que se dispone una imagen sobre una
peana. Probablemente perteneció a una primitiva puerta, oculta en el exterior,
como consecuencia de la edificación de la citada dependencia aneja.
Mayor interés y riqueza ornamental posee el
arco triunfal de acceso al presbiterio. Éste, de directriz apuntada, muestra
una chambrana baquetonada entre medias cañas y una arquivolta en arista viva,
que voltea, tras salvar una sencilla línea de imposta, sobre dos columnas de
fustes de tambores, con capiteles ornamentados y basas áticas. El capitel del
lado del evangelio muestra una curiosa composición. En la cara más ancha,
flanqueados por dos voluminosas hojas “avolutadas”, surgen sendos brazos
que sujetan una barra, como si se tratase de una simplificación de un atlante,
entre los que se dispone un objeto terminado en punta, posiblemente un puñal.
En el lado menor orientado hacia la nave se
observa una cabeza humana muy esquemática, y en su opuesto varios círculos en
relieve, dos con un botón en resalte en el centro y otro con una hexapétala de
botón central. El capitel del lado del evangelio muestra una cuidada decoración
vegetal, que alterna palmetas con hojas “avolutadas”. Los ábacos
estarían igualmente decorados, aunque debido a su evidente desgaste no se puede
identificar el tipo de ornamentación. Las basas son áticas y con garras en los
ángulos.
Por último, también en el interior de la nave,
es preciso mencionar la existencia en el pavimento de una losa próxima al muro
occidental, con diversos motivos, entre los que se distingue un hacha. Lo más
probable es que se trate de un fragmento de una lauda gremial de tradición
gótica, como las conservadas en Santo Domingo (Pontevedra).
En San Xoán de Tirán la presencia de arcos
apuntados, las estilizadas formas de los capiteles de la portada, el motivo
decorativo de sus plintos, o incluso su alero, en el que predominan los
canecillos de proa, nos llevan, ciertamente, a una cronología avanzada. Los
capiteles del arco triunfal, aunque desarrollan unos planteamientos te máticos
originales, en su tratamiento técnico denotan un regreso hacia fórmulas
adoptadas en el románico pleno. A tenor de lo expuesto, San Xoán de Tirán es un
ejemplo tardío, datable entre los últimos años del XII, en los que se
iniciarían las obras del ábside, y comienzos del XIII, en que se daría por
finalizada la construcción, con la fachada principal.
Piñeiro (Marín)
Parroquia del municipio de Marín. Pertenece al
arciprestazgo de Morrazo y diócesis de Santiago. La delimitan las feligresías
de Seixo, O Campo y San Xulián de Afora –todas del ayuntamiento de Marín–, por
el Norte; Meira y Moaña por el Sur; Santa Cristina y San Adrián de Cobres
(Vilaboa) por el Este, y Ardán (Marín) por el Oeste. Dista 6,5 km de la capital
municipal y 14 de la provincial.
Iglesia de Santo Tomé
La iglesia de Santo Tomé se ubica en la parte
elevada de la parroquia, concretamente en el lugar de OIgrexario. Situación
privilegiada, desde la que se contempla una hermosa panorámica de la ría de
Pontevedra. Un amplio atrio, al que se accede descendiendo por medio de una
pequeña escalinata –debido al desnivel del terreno–, se extiende ante la
iglesia. Próxima a ella se sitúa la antigua casa rectoral y, al fondo del
atrio, un “cruceiro” con mesa de altar y el cementerio parroquial.
La primera noticia conocida acerca de Santo
Tomé, según Sá Bravo, consta en la Bula expedida por el papa Anastasio IV en
abril de 1154, confirmando las prerrogativas concedidas por sus antecesores a
la iglesia de Santia go, en la que se citaba, entre los monasterios, el de
Santo Tomé de Piñeiro. Bango Torviso menciona asimismo la venta de una heredad
de Santo Tomé al monasterio de Armenteira en 1195. En julio de 1199, el papa
Inocencio III, en la confirmación de los dominios de su sede, citaba monasterium
(…) Sancti Thomae de Pinario et Sancti Iacobi de Ermello. Durante el siglo
XIII prosiguen las referencias sobre algunas ventas en la feligresía. Es
interesante mencionar además, a pesar de lo tardías, dos referencias en
documentos relativos al convento de Santo Domingo (Pontevedra), que conserva el
Museo de Pontevedra. En el primero, de mayo de 1402, María González, mujer de
Álvaro Fernández de Ribas de Miño, acordaba con el prior y monjes del convento
entregarles todo el pan del patronato de la iglesia de Santo Tomé a cambio de
la condonación de unas deudas. En el otro, de enero de 1456, se exponía que
Juan Godoy, escudero, morador en Tierra de Fragoso, donaba al convento de Santo
Domingo todo el pan y derechos de presentación que tenía la iglesia de Santo
Tomé, en el casal de Cide. En 1482, según Bango Torviso, el mentado convento
tenía el derecho de presentación de Santo Tomé. Además de esto, se sabe que la
Orden de San Juan poseía bienes y derechos en esta feligresía, aunque no en la
iglesia.
La iglesia de Santo Tomé de Piñeiro, no exenta
de modificaciones, conserva gran parte de la primitiva fábrica medieval. La
planta es de nave única y ábside poligonal de cinco lados, precedido de un
pequeño tramo recto; solución poco habitual en el románico gallego, que, en
última instancia, evoca a la girola de la catedral de Santiago.
La nave ha sufrido importantes reformas, sobre
todo en la fachada occidental, en la que nada queda ya de época. Las fachadas
laterales, sin embargo, aunque evidencian igualmente intervenciones
significativas, todavía mantienen su configuración original.
La septentrional presenta dos antiguas saeteras
y una puerta de arco de medio punto rebajado. En el tramo más oriental se
edificaron dos pequeñas estructuras rectangulares, que corresponden a sendas
capillas en el interior. Lo más interesante, sin duda, son los diecisiete
canecillos de su tejaroz. La mayoría presenta un simple corte en forma de proa,
pero también hay algún ejemplo de rollos, en curva de nacela, de hoja picuda
con poma, etc. Destacan en el conjunto dos ubicados en la parte más occidental;
en uno, sobre una superficie nacelada, se disponen dos cilindros radiados,
mostrando el superior, en el frente, una estrella; el otro, sobre un cubo,
decorado en cada uno de sus caras visibles por medio de una hexapétala inscrita
en círculo, se dispone un busto humano, con rasgos faciales detallados.
La fachada meridional ostenta asimismo dos
saeteras y en su alero diecisiete canecillos. Éstos, al igual que en la
septentrional, en su mayoría desenvuelven temas geométricos muy conocidos,
entre los que destacan por su originalidad uno de superposición de planos
decrecientes rematado en una pequeña moldura semicircular y otro en curva de
nacela con los flancos estriados, sobre la que se dispone una for ma alargada.
Existen, además, dos de tema figurado; uno, muy erosionado, semeja representar
una cabeza humana, y el otro muestra una figura humana sentada, con los brazos
pegados al cuerpo, muy parecido a un canecillo de Santa María do Campo (Marín).
En esta fachada se adosan dos dependencias: una, que apenas sobresale,
corresponde a una pequeña capilla en el interior; la otra, próxima a la
cabecera, es la actual sacristía.
Mayor interés tiene, indudablemente, el ábside.
Según se indicaba, se compone de un pequeño tramo recto, delimitado por el
testero de la nave y sendos contrafuertes, que dan paso a otro poligonal, de
cinco lados. El ábside se encuentra compartimentado, al margen de los citados
contrafuertes, por medio de cuatro columnas entregas, dispuestas en cada una de
las esquinas de la forma pentagonal. Presentan fustes de tambores, con
capiteles ornamentados, basas áticas y pequeños plintos elevados sobre altos podios,
entre los que todavía se conservan las antiguas bancadas.
Los capiteles de Sur a Norte exhiben variados
temas: el primero, estilizados tallos ramificados y rematados en pequeñas
espirales; le sigue otro de fino cordón entrelazado; el tercero, vegetal,
ostenta hojas picudas que acogen grandes pomas; y el último, de gran
plasticidad, desarrolla dos órdenes de voluminosas hojas, siendo las inferiores
nervadas y con terminación rizada. Las basas son áticas y con garras en los
ángulos. Los plintos, aunque muy erosionados, se decoran mediante una sucesión
de casetones, que parecen albergar pomas.
En la cornisa, bajo el alero, decorado con
líneas paralelas incisas y en el chaflán con pomas, se disponen en cada paño
dos canecillos, entre los que, a excepción de uno, que muestra una hoja picuda
con decoración perlada, tienen forma de proa.
En los tres tramos centrales del ábside, sobre
una línea de imposta de media caña entre filetes, se abren otros tantos vanos
de arco de medio punto en arista viva, y, rasgado en saetera, con remate
superior ligeramente apuntado. En el tramo meridional, posteriormente, se
realizó una ventana rectangular con el fin de iluminar el presbiterio, al dejar
de ser funcionales las anteriores, con motivo de la colocación de un retablo en
el interior. En el testero de la nave se abre una antigua saetera, actualmente
muy modificada.
Finalmente, también en el exterior, es preciso
mencionar la existencia de un sillar con restos de epígrafes, ubicado en el
muro del atrio. Debido a su acusado desgaste, no se ha podido verificar su
lectura.
En el interior del templo, la escasa
iluminación que producen las saeteras de la nave, anteriormente mencionadas,
conduce a un ornamentado e iluminado presbiterio, situado a nivel superior que
la nave. Ésta se cubre con una techumbre de madera a dos aguas de factura
moderna, y el ábside con una bóveda de directriz apuntada en el tramo recto, y,
posiblemente, con una de horno en el poligonal, ya que la disposición de un
gran retablo barroco oculta parte del mismo. Según Bango Torviso, en las
esquinas que conforman el citado polígono existen columnas sobre las que apean
los nervios que soportan la bóveda de horno que lo cubre. En los muros norte y
sur de la nave, próximo al presbiterio, se abren cuatro arcos de medio punto de
fac tura moderna, dos en cada lado, que delimitan un pequeño espacio
cuadrangular. Es muy probable que fuesen realiza dos bajo el patrocinio de los
Montenegro, dado que sobre los dos más orientales existe una escultura con su
escudo.
El conjunto más interesante es ciertamente el
ábside, que se comunica con la nave a través de un gran arco triunfal apuntado,
en arista viva y doblado. Presenta chambrana de billetes y arquivolta formada
por un grueso bocel entre medias cañas, decoradas con pequeñas flores carnosas
de botón central. Ambas voltean, tras salvar una sencilla línea de imposta que
se extiende por el testero de la nave, sobre dos pares de columnas de fustes de
tambores, con capiteles ornamentados y basas áticas sobre pequeño plinto. El
capitel de la columna del lado de la epístola presenta en la parte superior
pequeñas cabezas zoomórficas, con las bocas abiertas vomitando tallos dobles,
que se entrelazan hasta cubrir la cesta por completo. La basa de esa misma
columna, muy deteriorada, posee garras en los ángulos, y un plinto de factura
moderna, tras perder el original. El capitel de la columna del evangelio
muestra una cuidada composición; en el centro, flanqueada por dos hexapétalas
inscritas en círculo, se dispone una figura humana sentada en posición frontal,
ataviada con túnica larga y con las manos unidas en actitud de devoción; a sus
lados, un cuadrúpedo monstruoso con las fauces abiertas. Por tanto, estamos
ante la conocida escena de Daniel entre los leones. La basa, igualmente
deteriorada, tiene garras en los ángulos, y el plinto, en este caso, se decora
mediante un sencillo entrelazo.
Paralelo al arco triunfal y en el interior del
ábside, se dispone un fajón en arista viva, que voltea sobre sendas columnas de
similares características que las del triunfal. La del lado de la epístola
ostenta un capitel historiado de compleja interpretación. Dos cuadrúpedos en
posición opuesta con las zarpas apoyadas en el collarino centran la
composición. En la cara menor orientada hacia la nave hay una figura humana en
posición frontal y con las manos cruzadas a la altura de la cintura, ataviada
con túnica y con una gran ala en la espalda, por lo que probablemente se trate
de un ángel. En la que queda oculta, parece representarse otro ángel, en este
caso volador, que sujeta por los brazos a una figura de similares
características que la anterior, que porta algo entre sus manos. Según Moure
Pena, esta compleja escena representaría la asistencia divina por mediación de
Habacuc y el ángel a Daniel, a pesar de su atípica organización, por lo que
estaría relacionada con la del capitel del arco triunfal. Su ábaco presenta una
apretada labor de cestería. La basa de esta columna es ática, y en los ángulos,
a modo de garra, muestra un grueso cordón entrelazado. El plinto, también
decorado, luce un tallo ondulado con pequeñas hojas en los senos. La columna
del lado del evangelio ostenta un capitel con decoración vegetal, a base de
voluminosas hojas con terminación rizada. Su ábaco desenvuelve la misma
ornamentación que el plinto de su opuesta. La basa es ática y con cabecitas a
modo de garras, mientras que el plinto luce una cenefa de dientes de sierra.
Tanto las columnas del fajón como las del triunfal se elevan sobre un alto poyo
que recorre el interior del presbiterio, y entre sus ábacos se dispone una
línea de imposta con decoración de billetes.
Estilísticamente, Santo Tomé de Piñeiro es un
ejemplo estrechamente vinculado con los planteamientos desarrollados en torno a
la catedral de Tui; por ello no es extraño que presente notables similitudes,
principalmente en cuanto a motivos decorativos, con otros templos dentro el
mismo ámbito de influencia, como son Santiago de Bembrive (Vigo), Santa María
de Tomiño, San Pedro de Rebón o San Martiño de Gargantáns (estos dos últimos
del ayuntamiento de Moraña). De acuerdo con esto, los capiteles con motivos de
entrelazos serpentiformes con cabecitas en la parte superior, además de en la
sede tudense, se repiten, entre otros, en Tomiño, Longos Vales, Tebra, Rebón o
Santo Tomé. También los plintos o cimacios con decoración de tallos ondulantes,
entrelazos, etc., vuelven a tener como referente la catedral de Tui. En cuanto
a los capiteles figurados del presbiterio de Santo Tomé, y fundamentalmente el
que representa a Daniel entre los leones, encuentran paralelos en Rebón,
Bembrive, San Martiño de Moaña e incluso en el tímpano de Santa María de Cela
(Bueu).
A tenor de lo expuesto, es evidente que estamos
ante una obra muy vinculada a otros ejemplos del románico pleno, como es el
caso de San Pedro de Rebón o San Mar tiño de Gargantáns. No obstante, tal como
plantea Bango Torviso, el arco triunfal de directriz apuntada y el tipo de
alero, en el que predominan las piezas realizadas mediante un simple corte de
proa, nos llevan ya a una cronología en torno al último tercio del XII.
Iglesias
románicas de los concellos de Cangas y Bueu
Cela
La parroquia de Santa María de Cela se emplaza
en la península del Morrazo, concretamente en el ayuntamiento de Bueu.
Pertenece al arciprestazgo de Morrazo y diócesis de Santiago de Compostela. La
delimitan, por el Norte, la ría de Pontevedra, por el Sur las feligresías de
San Martiño de Moaña y Santiago de Ermelo (Bueu), por el Oeste San Martín de
Bueu y por el Este Santa María de Ardán (Marín). Cela es una parroquia
marítima, con destacados arenales, como los de Agrelo o Lapamán. Se sitúa a tan
sólo 2 km de la capital municipal y a 17 de la provincial. Para acceder a Santa
María, partiendo de Bueu dirección Marín por la C-550, tras 1 km, se tomará un
desvío señalizado a la derecha, que conduce a la misma.
Iglesia de Santa María
La iglesia de Santa María se ubica en la parte
elevada de la parroquia, lo que le confiere una espléndida panorámica de la ría
de Pontevedra. Su entorno, perfectamente cuidado y ajardinado, se encuentra
resguardado por un pequeño muro. Ante la fachada principal del templo se sitúa
un antiguo “cruceiro”.
La primera noticia conocida hasta el momento
sobre esta parroquia es la donación de Fernando II, en julio de 1178, al “maestroescuela”
compostelano Martín Martínez, de la heredad de Saa, en Santa María de Cela
(realengo del Morrazo). Según Sá Bravo, la feligresía de Cela, desde la Edad
Media, ya estaría vinculaba a la Orden de San Juan, que poseía diversos bienes
y derechos en gran parte del Morrazo. No obstante, actualmente se ha comprobado
que, aun cuando se mencionan posesiones en tierras del Morrazo, únicamente se
cita la iglesia de Santa María do Campo (Marín). En 1252 y 1253 constan algunas
donaciones de propiedades de Cela al monasterio de Armenteira. Del mismo modo,
el monasterio de Lérez contaba con posesiones en esta parroquia, según confirma
la donación de un casal en 1266. En agosto de 1371, don Rodrigo de Moscoso,
arzobispo de Santiago, concedía a Alvar Páez, hijo de Fernán Yáñez de
Sotomayor, por los servicios prestados al prelado y a la Iglesia de Santiago,
varias feligresías entre las que se encontraba Santa María de Cela.
Santa María de Cela es uno de los templos
románicos, en la zona del Morrazo, con mayor unidad arquitectónica, habiendo
llegado hasta nuestros días prácticamente sin modificaciones significativas.
Presenta planta de una nave con ábside rectangular y como únicos añadidos tan
sólo hay que señalar la espadaña de remate de la fachada occidental y una
dependencia cuadrangular, destinada a sacristía, adosada en el flanco
meridional del ábside y en parte del de la nave. Sus muros se organizan
mediante hiladas de sillares regulares, perfectamente asentados, entre los que
predomina la disposición a soga. Además, en algunos se observan pequeñas
cruces, relativas a la consagración del templo.
La fachada occidental ostenta una ornamentada
portada de arco apuntado, con chambrana de filetes de arista billetada y dos
arquivoltas de medias cañas entre boceles, decoradas en el extradós e intradós
con pequeñas flores geometrizadas, formadas por un círculo y botón central,
dispuestas individualmente, unidas en sucesión o de dos en dos.
Entre estas últimas se halla –de forma
aleatoria en cada arquivolta– un motivo peculiar, constituido por dos figuras
humanas opuestas y unidas por el tronco, el cual, según se verá, se repite
asimismo en el interior del templo. Las arquivoltas descansan sobre dos pares
de columnas de fustes lisos, con capiteles ornamentados y basas áticas.
Los capiteles, todos vegetales, muestran una
decoración en dos órdenes, a base de hojas rematadas en espiral y con pequeñas
pomas en el envés, las del superior. Sus ábacos se encuentran también
ornamentados. Los del lado meridional, ambos iguales, se decoran mediante una
sucesión de pequeñas hojas picudas con pomas en el envés; mientras que los del
septentrional, el interior exhibe hojas nervadas con remate rizado, y el
exterior –que se imposta levemente por el muro– ostenta pequeñas flores,
similares a las de las arquivoltas. Las basas, de escasa altura y volumen, son
áticas y con garras en los ángulos. Los plintos son muy altos y de perfil
cuadrangular.
El tímpano, sin duda, es la parte más
interesante de la portada. Se asienta en dos mochetas historiadas sobre curva
de nacela. La meridional muestra una figura de espaldas arrodillada, que vuelve
la cabeza hacia un personaje sentado en disposición frontal, que porta un
pequeño barril, ubicado en la mocheta opuesta. El tímpano, decorado en
bajorrelieve, se organiza en dos registros, en el inferior se observa una cruz
potenzada acompañada de una pequeña flor de botón central, flanqueada a su
derecha por otra igual, superpuesta de una cruz de San Andrés, y a la izquierda
por un círculo que corta los brazos de un cuadrifolio. En el superior, centra
la composición una figura humana, ataviada con una túnica larga que le cubre la
cabeza y con las manos unidas por delante, a la altura de la cintura. A los
lados, sendos leones rampantes afrontados, de diferente tamaño, más pequeño el
del lado norte. La flor que acompañaba a la cruz del re gistro inferior se
repite nuevamente a la altura de la cabeza de la mencionada figura.
Evidentemente, estamos ante la conocida escena de Daniel entre los leones. Es
muy extraño encontrar esta representación en un tímpano, como tampoco es
habitual la composición aquí desarrollada. En este sentido, Bango Torviso –que
ha profundizado en la citada iconografía– destaca que esta original disposición
–en la que se nos muestra al profeta con las manos unidas y acompañado de una
flor geometrizada– se encuentra asimismo en un capitel del presbiterio de Santo
Tomé de Piñeiro (Marín), aunque en este caso Daniel se halla flanqueado por
sendas hexapétalas de botón central. Moure Pena insiste además en las
singularidades iconográficas del profeta dentro del ámbito de la escultura
románica gallega –aunque en la miniatura no falten antecedentes–, incidiendo en
la proximidad de planteamientos que presenta con un capitel del ábside de San
Pedro de Rebón (Moraña).
Sobre la portada se dispone un tornalluvias con
decoración de billetes, sostenido por seis canecillos de tema geométrico, dos
de proa, dos en forma de voluta y otros dos de rollo. En la parte superior de
la fachada, bajo la espadaña, se abre una saetera de derrame interno, muy
reformada, que ha sido rectangularizada.
Las fachadas laterales de la nave ostentan una
organización pareja, así en ambas se abren dos saeteras ligeramente
modificadas, de derrame interno, y sendas puertas adinteladas. Sobre la puerta
septentrional figura una inscripción con el año 1714, cronología que debe de
corresponder con las obras de reforma de esta parte del templo. Sobre el dintel
de la puerta de la fachada meridional cabe reseñar la existencia de un sillar
de gran tamaño, con ornamentación en bajorrelieve. En ésta se observa una cruz potenzada,
sobrepuesta de otra de San Andrés –motivo ya visto en el tímpano de la fachada
occidental–, acompañada en el lado oriental de un pequeño cuadrifolio inscrito
en un cuadrado.
Ambas fachadas conservan bajo su tejaroz una
interesante colección de canecillos. En la septentrional, el alero se compone
de varias piezas con diferente ornamentación –pequeñas hojas picudas con poma
en el envés, de billetes y hojas nervadas y rizadas– que albergan veinte
canecillos, los menos de tema geométrico (en proa o de rollo) y vegetal (hojas
picudas con poma en el envés), y los más, figurados. Entre estos últimos
encontramos: dos cabezas de carnero; una cabeza de bóvido con cornamenta; una
cabeza con apariencia demoníaca engullendo algo indeterminado; dos que muestran
una figura humana contorsionada; otra semejante de espaldas con la cabeza
vuelta; un hombre sentado revolviendo el contenido de una vasija ubicada entre
sus piernas; un águila en disposición frontal; una figura humana con dos
cabezas barbadas, etc. En la fachada meridional las piezas que conforman el
alero muestran también decoración, en este caso de billetes o de hojas picudas
con pomas en el envés, que a veces alternan con pequeñas flores de botón
central. Bajo aquél se disponen diecisiete canecillos, que repiten los temas
geométricos citados para la septentrional y algunos de los figurados, entre los
que se observan: una cabeza monstruosa de gran tamaño con un objeto
redondeando; una cabeza humana alargada sobre curva de nacela; una figura
humana revolviendo el contenido de una vasija, situada entre las piernas; un
cuadrúpedo de espaldas que vuelve la cabeza; un águila; una cabeza de bóvido
con cornamenta; dos con figuras, aparentemente humanas, de espaladas recostadas
que vuelven la cabeza, etc.
En el testero de la nave se abre una sencilla
saetera de derrame interno. Sobre el piñón se ubica una antefija que efigia el
Agnus Dei, con una cruz bilobulada, de brazos iguales.
El ábside, según se ha indicado de planta
rectangular, se une directamente a la nave. En el muro meridional se anexionó
una dependencia cuadrangular, destinada a sacristía, que oculta la pared
externa de este lado del ábside.
No obstante, todavía conserva su tejaroz. El
chaflán de la cobija se compone de cuatro piezas con un planteamiento
decorativo muy original, en el que se alternan diferentes motivos: una pequeña
cabeza humana, otra de carnero, frutos, vástagos entrelazados, etc. Respecto a
los canecillos, podemos observar: una cabeza de bóvido, una figura humana
bicéfala, una cabeza de carnero, un contorsionista y dos en forma de voluta, es
decir, seis piezas que al presente quedan ocultas, aunque en el exterior se
conserva todavía un séptimo canecillo, de cabeza de bóvido, ubi cado en la
parte más oriental del muro meridional del ábside. El muro septentrional, sin
embargo, no ha sufrido aparentemente reformas significativas. Se encuentra
compartimentado por un pequeño contrafuerte, preservando igualmente su alero,
con decoración de billetes, en este ca so, y siete canecillos (dos de proa, un
águila, uno de rollo, una cabeza monstruosa sacando una enorme lengua y uno en
forma de voluta, con nervio central y bordes rizados). En el testero se abre
una ventana de arco de medio punto que, tras salvar una sencilla línea de
imposta, voltea sobre dos columnas, de fustes lisos, con capiteles y basas
áticas con garras. Los capiteles son vegetales: el del lado sur muestra
alargadas hojas de escaso volumen que rematan en la parte superior en espiral,
mientras que su opuesto se organiza en dos órdenes de hojas nervadas y rizadas
en la parte superior. Sobre el ápice se sitúa un Agnus Dei, que destaca, además
de por su gran tamaño, por el cuidado puesto en reproducir los más mínimos
detalles.
En el interior del templo continúa la riqueza
orna mental desarrollada en el exterior, que, como es habitual, se concentra
principalmente en el presbiterio. La nave presenta una cubierta en madera de
casetones, realizada en 1746, mientras que el ábside conserva la primitiva
bóveda de directriz apuntada.
En la nave las saeteras que veíamos en el
análisis ex terno se abren ahora en el interior, con acusado derrame, mientras
que los tres accesos se desarrollan en sencillos arcos de medio punto, los dos
laterales, y apuntado el de la fachada occidental, apeando los tres
directamente sobre las jambas. El elemento más significativo de la nave es, sin
duda, la línea de imposta con decoración de billetes que recorre sus muros, y
que únicamente se ve interrumpida a la altura de los arcos de las mencionadas
puertas laterales.
El conjunto más interesante, indudablemente, es
el ábside. Se abre a la nave a través de un gran arco triunfal apuntado y
doblado, de arista exterior baquetonada e interior viva, y chambrana decorada
con flores de botón central. Ambas voltean sobre sendas columnas, de fustes de
tambores, con capiteles ornamentados y basas áticas.
La columna del lado del evangelio muestra un
capitel con decoración vegetal organizada en tres órdenes de hojas nervadas con
remate rizado y, las del orden superior, con pequeñas pomas en el envés. Su
ábaco, también decorado, exhibe un estrecho filete sogueado, del que surgen
pequeñas hojas terminadas en pomas. La basa se asienta sobre un elevado plinto,
y en los ángulos representa, a modo de garras, figuras humanas de escaso
tamaño, con barba, ataviadas con túnica hasta los pies y con las manos unidas por
delante, a la altura de la cintura.
La columna del lado de la epístola ostenta un
capitel, igualmente con decoración vegetal, que se organiza en dos órdenes de
hojas alternas, las inferiores con perfil rizado, y las superiores, más
abultadas, de tipo picudo con remate en espiral, que acogen frutos en el envés.
Además, entre estas últimas se observa una cinta ornamentada con pequeñas
flores de lis.
Su ábaco, en este caso, exhibe decoración de
billetes. La basa ática presenta garras en los ángulos, y su plinto, con la
arista superior achaflanada, luce pequeñas pomas. En el interior del
presbiterio, y paralelo al arco triunfal, se dispone un fajón en arista viva,
de similares características.
Así, también éste voltea sobre sendas columnas
de fustes de tambores, con capiteles ornamentados y basas áticas. La columna
del lado del evangelio ostenta un capitel vegetal organizado en dos órdenes de
palmetas rematadas en pomas. Su ábaco, también con decoración vegetal, muestra
hojas vueltas que acogen pequeñas pomas. La basa, muy erosionada, tendría
garras en los ángulos, aunque tan sólo conserva una. La columna del lado de la
epístola ostenta un capitel más original, así, entre dos órdenes de hojas, las
primeras nervadas y rizadas y las superiores de mayor volumen, rematadas en
pomas, se ubica una figura humana ataviada con túnica, erguida, en posición
frontal y con los pies apoyados en el collarino, que sostiene un objeto entre
sus manos, posiblemente una campanilla. En la parte superior, entre las hojas
del segundo orden, se observan, además, pequeñas conchas de vieira. Su ábaco es
de billetes, la basa ática con garras en los ángulos –sólo conserva una– y en
la cara frontal del plinto una hexapétala en relieve.
En el interior del ábside se desenvuelven, en
la parte superior, a la altura de los ábacos de los capiteles e incluso en el
muro del testero, una línea de imposta ornamentada, y en la inferior, el
primitivo banco corrido sobre el que apoyan las columnas del arco triunfal y
fajón. La línea de imposta, en el muro meridional y en el del testero, ostenta
decoración de billetes; sin embargo, en el septentrional, presenta diferentes
motivos. En el tramo ubicado entre las columnas del arco triunfal y fajón muestra
pequeñas hojas nervadas con terminación rizada, pero además, próximo al capitel
del triunfal, se encuentra un motivo curioso, que ya se veía en las arquivoltas
de la fachada occidental. Se compone de dos figuras humanas unidas por el
tronco, que en este caso, en la parte central, exhibe una pequeña cabeza
zoomórfica. En los extremos de este mismo muro la imposta se decora mediante
una sucesión de hojas picudas con pomas en el envés.
El presbiterio se ilumina por una ventana de
tipo completo, rasgada en saetera, que se abre en el muro del teste ro.
Presenta arco de medio punto en arista viva que apea, tras salvar una sencilla
línea de imposta, sobre columnas acodilladas de fustes lisos y monolíticos, con
capiteles vegetales y basas áticas con garras en los ángulos, elevadas, a su
vez, sobre pequeños plintos. Los capiteles, ambos iguales, se organizan en dos
órdenes: en el inferior, pequeñas hojas nervadas y rizadas, y en el superior,
voluminosas hojas con remate picudo que acogen pomas en el envés.
A la vista del estudio realizado, es indudable
que San ta María de Cela es un ejemplo de época avanzada. Así lo demuestran sus
apuntados arcos, el cuidado y estilizado planteamiento de sus capiteles
vegetales, o, tal como plan tea Bango Torviso, ciertos elementos excesivamente
naturalistas de su alero. En cuanto a este último, es interesante mencionar las
notorias semejanzas entre sus canecillos y los de San Andrés de Hío (Cangas),
con los que muestra analogías tanto técnicas como iconográficas, pero también
con los de San Martiño de Moaña. Precisamente con ésta coincide en la
organización de su fachada occidental, en base a la disposición de un
tornalluvias sobre la porta da, aunque, a tenor del tipo de arcos, San Martiño
sería anterior. En cuanto al tímpano occidental, como ya se señalaba, tanto en
un capitel de San Pedro de Rebón (Mo raña), como en otro de Santo Tomé de
Piñeiro (Marín), encontramos una representación similar. Teniendo esto en
cuenta, considero que la iglesia de Santa María es una obra de los últimos años
del siglo XII.
Hío
Santo André de Hío es una de las parroquias que
conforman el municipio de Cangas; pertenece al arciprestazgo de O Morrazo y
diócesis de Santiago. La delimitan por el Norte y Oeste, el océano Atlántico,
por el Sur la ría de Vigo y por el Este las feligresías de Aldán y Darbo, ambas
del ayuntamiento de Cangas. Dista 6 km de la capital municipal y 33 de la
provincial. Es una parroquia plenamente costera, que cuenta con numerosos
arenales, como Liméns, Barra, Areabrava, etc. En la zona de Cabo Home, además de
un espectacular acantilado, conocido como “A Costa da Vela”, gracias a
recientes excavaciones arqueológicas se puede visitar el yacimiento de “O
Facho”.
Iglesia de Santo André
La iglesia está emplazada en la parte elevada
de la parroquia, desde la que se contempla una hermosa panorámica de la ría de
Aldán. Su entorno inmediato, cuidado y ajardinado, se encuentra delimitado por
un pequeño muro. En su atrio destaca el célebre “Cruceiro de Hío”, obra
del siglo XIX del maestro Cerviño. También en las proximidades del templo se
ubica la casa rectoral, im presionante edificación palaciega que conserva
interesan tes construcciones anejas, entre las que destaca el antiguo palomar o
un lavadero, además de otro “cruceiro”. Para acceder a Santo André,
saliendo de Cangas por la C-550 dirección Aldán, tras recorrer 5 km, se tomará
un desvío a la izquierda, que conduce hasta el templo.
Muy pocas referencias se conservan sobre la
iglesia o parroquia de Hío. Una de las primeras noticias la encontramos en el
testamento de Sancha Yañez de Cortegada, vecina de Coiro, con fecha de 1318, ítem
a Sancto andre doyo L Libras (de cera), para lume. En 1329, consta la
donación al monasterio de Santo Domingo (Pontevedra) de doña Maior, por el alma
de Martín de Coiro, escudero del Morrazo, del casal de Liméns, en la feligresía
de San Andrés. En 1366, los procuradores de Teresa Eáns, mujer que fue de Gonzalo
Moñiz, juez del Fragoso, dan al monasterio de Santo Domingo la posesión y
derechos de San Martiño de Moaña, y de los casales de Nerga, en la feligresía
de San Andrés, (…). La Orden de San Juan poseía bienes y derechos en varias
parroquias del Morrazo, entre las que constaba la de San Andrés. Vázquez
Marinelli recoge que en 1468 el patronato de San Andrés lo ostentaba Mayor
Rodríguez de Aldán. Este beneficio había sido comprado a Álvaro Nunes por Pero
Ares de Aldao el viejo, correspondiéndole de renta cada año cuarenta celemines
de pan.
La iglesia de Hío, no exenta de modificaciones,
ha preservado gran parte de su fábrica medieval. Actualmente presenta planta de
cruz latina, tras haberse añadido a la primitiva –de nave única y ábside–, dos
profundas capillas laterales, que dan lugar a un “seudotransepto”. No
conserva el ábside original, siendo el actual, junto con las citadas capillas,
obra del siglo XVIII. Aparte de esto, ostenta algunos añadidos, como la
espadaña de la fachada occidental o una pequeña dependencia cuadrangular,
adosada al ábside y capilla del flanco meridional.
La fachada principal, aun cuando ha sufrido
algunas reformas, se conserva prácticamente intacta, siendo lo más
sobresaliente su ornamentada portada de arco de medio punto.
Presenta una chambrana que decora su arista con
una fila de billetes y dos arquivoltas de media caña entre boceles. Ambas
descansan, tras salvar una línea de imposta –con dos listeles y chaflán recto
que se extiende a lo largo de la fachada–, sobre dos pares de columnas, de
fustes lisos y monolíticos, con capiteles y basas. Los capiteles del lado norte
muestran una decoración vegetal organizada en tres órdenes. En el inferior,
unas pequeñas hojas de perfil redondeado, y en los dos superiores,
desarrolladas hojas rematadas en espiral. Los del lado sur son también
vegetales, aunque el interior, debido a su avanzado deterioro, es difícil
concretar qué tipo de decoración habría poseído.
El exterior, sin embargo, ofrece una cuidada
ornamentación a base de estilizados tallos de carácter plano, que se
entrecruzan en la parte de arriba, terminando, al igual que sus opuestos, en
espiral. Las basas, muy erosionadas, son áticas, con un voluminoso toro y
garras en los ángulos.
El tímpano, con decoración en relieve, apea
sobre sendas mochetas en perfil de nacela. Centra la composición una cruz en
forma de aspa, en clara alusión al santo titular del templo, flanqueada por dos
pequeñas figuras humanas, ataviadas con túnica corta. Sobre la portada se ubica
una moderna hornacina, que alberga una imagen de San Andrés, a la que se
superpone una antigua ventana de derrame interno.
Las fachadas laterales ostentan cada una sendos
contrafuertes –producto de las reformas anteriormente mencionadas–, entre los
que se abren las primitivas saeteras. En la septentrional se conservan tres,
mientras que en la meridional, debido a la disposición de una puerta con
decoración barroca, tan sólo quedan dos. Ambas fachadas poseen bajo su tejaroz
una interesante colección de canecillos de temática diversa y gran plasticidad,
que en general presentan buen estado de conservación. En la septentrional, de
Oeste a Este, se observa: una cabeza de bóvido con cornamenta; uno en curva de
nacela con remate en espiral; un hombre sentado, que lleva un objeto pequeño a
la boca; uno en forma de rollo; un acróbata; otro de rollo; una cabeza de
carnero; hoja picuda con gran poma en el envés; dos figuras humanas siamesas;
de rollo; uno muy erosionado que remata en una voluminosa poma; en curva de
nacela, flanqueada por pequeñas pomas; uno de superposición de tres planos,
siendo el superior con los extremos en forma picuda rematada en espiral y con
pequeña poma; otro de superposición de planos decrecientes en curva de nacela;
hoja picuda que acoge una poma; curva de nacela que termina en la parte
superior en espiral; una figura humana sentada que semeja portar un barril; una
gran cabeza monstruosa que engulle una figura u objeto indeterminado; cabeza de
carnero; y, por último, en curva de nacela con poma.
En la fachada meridional, de Oeste a Este, se
encuentran: dos figuras humanas siamesas, barbadas, sentadas y apoyando las
manos sobre las rodillas; uno de rollo; cabeza de bóvido con cornamenta; uno
que muestra una gran cabeza humana, que parece llevar a la boca una figura de
difícil identificación, aparentemente del revés; en nacela con remate superior
en espiral; hombre sentado con rasgos muy definidos, con la cabeza
excesivamente grande y corto canon, que semeja revolver con unos utensilios el
contenido de dos vasijas ubicadas ante él; uno de rollo sobre curva de nacela;
un águila; hoja picuda con gran poma en el envés; cabeza de bóvido con
cornamenta; superposición de planos en curva de nacela, rematados en uno de
proa; otra águila similar a la anterior; nacela superpuesta de dos tallos
gruesos unidos y flanqueados por pequeñas formas acaracoladas; una figura
humana con un objeto no identificado; un acróbata; otra figura muy erosionada
con un objeto; una figura humana en cuclillas que sujeta algo sobre las
piernas, y uno en forma de voluta.
En la cabecera y “seudotransepto”, según
se indicaba, nada queda ya de la primitiva fábrica románica. Ambos son producto
de las obras de ampliación de 1788, en las que se prolongó la nave y se
edificaron las capillas laterales y el nuevo ábside.
En el interior del templo únicamente cabe
mencionar los restos de una primitiva puerta de arco de medio punto,
actualmente cegada, que se ubica en el muro septentrional, así como una
primitiva pila bautismal de tradición románica, situada a los pies de la nave,
en el lado sur. La copa es circular de tipo semiésferico. En el borde superior
posee una moldura plana en resalte, de la que surge una orla con decoración
geométrica que abraza el perímetro de la copa.
El fuste es la parte más atractiva de la misma,
ya que desarrolla una profusa ornamentación en bajorrelieve, mostrando
apretados motivos decorativos, entre los que se distinguen formas humanas,
arquitectónicas, vegetales, etc. Sería muy interesante poder interpretar su
programa iconográfico; sin embargo, debido a su grado de erosión, resulta muy
difícil diferenciar muchas de las formas representadas. Mide 75 cm de alto (el
fuste 41) y 68 de ancho.
En el lado opuesto de esta pila bautismal se
ubica otra de enormes dimensiones, de época moderna, con la copa totalmente
ornamentada mediante diversas formas geométricas y vegetales.
Los restos conservados en Santo André de Hío, a
excepción del arco de medio punto de su portada, nos llevan a una cronología
tardía. Según la clasificación de Bango Torviso, posee un alero de tipo
transitivo, propio de fina les del XII, con presencia incluso hasta el primer
cuarto del XIII. Sus canecillos muestran evidentes analogías con los de San
Martiño de Moaña, pero principalmente, con los de Santa María de Cela (Bueu),
donde las coincidencias son tanto temáticas como técnicas. No obstante, a tenor
del ti po de arcos de una y otra, Cela sería ligeramente posterior. El
tratamiento de sus capiteles nos remite nuevamente a soluciones de época
avanzada, como es el caso del decorado con cintas entrecruzadas, muy similar,
por ejemplo, a otro de la portada occidental de Santa María de Caldaso y a
algunos de la iglesia del monasterio de Armenteira. Teniendo esto en cuenta,
Santo André de Hío podría datarse en torno al último cuarto del siglo XII.
Bibliografía
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