Villamuriel de Cerrato
A 7 km al sur de Palencia, entre el río Carrión
y el Canal de Castilla, se encuentra la localidad de Villamuriel de Cerrato.
Para penetrar en ella es preciso cruzar el gran puente de piedra que sobre el
río Carrión extiende sus once ojos, tajamares y machones, puente cuyas noticias
más antiguas se remontan a finales del siglo XIV.
Iglesia de Santa María la Mayor
La iglesia parroquial de Santa María la Mayor
destaca sobre el pueblo de Villamuriel desde cualquier punto. Situada al sur de
la localidad, una espaciosa plaza contigua permite contemplarla en toda su
monumentalidad. Desde la misma plaza, junto a su fachada septentrional y a
través de una escalinata, salvamos el desnivel existente entre el templo y la
calle. Hacia oriente, adosada a la capilla mayor, la moderna sacristía parece
restar unidad al conjunto.
Hasta el siglo XII sólo podemos hacer
conjeturas sobre el origen de Villamuriel de Cerrato. La arqueología nada
esclarece y es difícil rastrear su evolución durante los primeros siglos de la
Edad Media. El topónimo Villamuriel, según Menéndez Pidal, procedería del
nombre propio Maurellus, quizá un mozárabe repoblador de la villa. El primer
documento en el que aparece Villamuriel data del 955. Se trata de un falso
recogido en el archivo de la catedral de León y redactado a finales del siglo
XI o principios del XII. Este documento, que se atribuyó a la época de Ordoño
II, establecía los límites de la diócesis leonesa por Ordoño III. Desde
principios del siglo XII la historia de Villamuriel va ligada a la política
señorial del obispado palentino. Afianzado ya en Palencia, ve limitada su
consolidación territorial por el cerco realengo en torno a Magaz, Tariego,
Dueñas, Villamuriel y Grijota. Limitación que no durará mucho tiempo ya que los
mismos reyes mediante donaciones o permutas contribuyen a la expansión por
estos territorios. Magaz (1122) y Grijota (1135) serán los primeros. El 29 de
mayo de 1141 Alfonso VII donaba Villamuriel al obispo Pedro II (1139-1148) y
dos años antes de la muerte del prelado, el 16 de abril, sabemos que la sede
episcopal recibió ciertos bienes que algunos vecinos tenían en Villamuriel a
cambio de otros en la ciudad y sus inmediaciones.
El sucesor de Pedro II en la sede palentina,
Raimundo II (1148-1184), ejerció su poder jurisdiccional otorgando en 1162
fuero a los vecinos de Villamuriel, porque era “justo y digno corresponder
con una retribución generosa a los buenos servicios prestados por sus fieles y
legítimos vasallos”.
La de la donación de Villamuriel a
la sede episcopal y a su obispo Raimundo II, viene dada por Alfonso VIII el 18
de julio de 1177. A este obispo, le unían lazos de parentesco con el monarca y
marcó el auge señorial de la iglesia palentina.Durante
el último cuarto del siglo XII se
producen algunas fricciones entre el concejo de Palencia y el obispo. Arderico
(1185-1207), solventará en 1185 las diferencias con clérigos y laicos que,
sobre la titularidad de las iglesias, el reparto de diezmos y el rendimiento de
las heredades se habían producido. Julia Ara apunta la posibilidad de que con
este obispo se iniciara la construcción de la iglesia de Santa María cuya
arquitectura parece proyectada para asegurar a los magnates de la sede
palentina un refugio seguro en caso de conflicto. Este obispo ejerció antes
como prelado en Sigüenza (1178-1185) cuya catedral se inició por estas mismas
fechas. La construcción de su sólida fábrica, siguiendo las características de
la escuela hispano-languedociana parece confirmar una proximidad evidente (cf.
María del Carmen Muñoz Párraga, Arquitectura medieval en la catedral de
Sigüenza, Madrid, 1987, pp. 133- 145). Las obras se continuaron durante el
episcopado de Tello Téllez de Meneses (1208-1247).
Las semejanzas entre Villamuriel de Cerrato y
la iglesia de Villalcázar de Sirga han llevado a dar por cierta una misma
tradición templaria, ya recogida por Ambrosio de Morales. A partir de los
estudios realizados por Martínez Sopena y Reglero de la Fuente, retomados luego
por Julia Ara, se puede afirmar que en Villamuriel nunca existió un
asentamiento de caballeros templarios, bien al contrario desde 1141 fue siempre
un dominio episcopal.
En la Silva Palentina se señalaba como “tienen
los prelados, a una legua de esta ciudad [Palencia], en el su lugar
Villamuriel, una muy hermosa casa, de mucho aposentamiento y fortaleza, cercada
de buena rivera, huerta, soto y arboledas”. Según recoge la tradición, a
inicios del siglo XIV, sirvió de alojamiento a miembros de la monarquía.
Villamuriel se fue convirtiendo en la residencia favorita de los obispos: don
Rodrigo de Velasco (1417-1426) murió allí asesinado por su cocinero, fray
Alonso de Burgos (1485-1499) dejó en su testamento dinero para sostener el
palacio, Juan Fernández de Velasco (1514-1520) residió en Villamuriel y nunca
llegó a hacer su entrada solemne en Palencia. Fernández de Madrid nos dice que
durante el obispado de Pedro de Castilla (1440-1461) “se edificó la torre de
Villamuriel y mucha parte de la casa y yglª de aquel lugar”. No obstante
dada la tardía fecha, debe tratarse de una reconstrucción. Ara sugiere que a
este personaje se debe la fortificación del templo con garitones en el brazo
norte del crucero y en la cabecera.
Los levantamientos producidos a consecuencia de
la Guerra de las Comunidades tuvieron efectos negativos sobre el lugar. El 15
de septiembre de 1520 los comuneros palentinos en hostilidad hacia el obispo
don Pedro Ruiz de la Mota (1520-1524), favorito de Carlos V, e instigados por
el obispo de Zamora, quemaron la casa y fortaleza del obispo, derribando la
mayor parte de la torre. Quizá, la reconstruida por Pedro de Castilla, como
sugirió García Guinea. Cuatro años más tarde, el obispo Antonio de Rojas (1524-1525),
“por no dar mal por mal perdonó a todos los vecinos de Palencia los daños
que habían hecho en Villamuriel, y en el soto, en tiempo de las alteraciones
pasadas, y con poca satisfacción de dineros, que por vía de sisa se cobraron de
la ciudad, y con lo que el mesmo obispo puso, se tornó a hacer la torre de
Villamuriel, y un quarto alto de la casa”, según recoge la Silva.
Corresponde a este período el actual cuerpo superior de la torre.
Felipe II vendió, con permiso de la Santa Sede,
las villas de Magaz, Grijota, Santa Cecilia, Villalobón, Villajimena,
Villamartín, Mazariegos y Palacios del Alcor, limitando con ello a Villamuriel,
el señorío que el obispo tenía en torno a Palencia.
Durante el siglo XIX y tras la Guerra de la
Independencia, la desamortización provocó la desaparición progresiva de la
residencia episcopal. El edificio fue declarado Monumento Histórico-Artístico
el 3 de junio de 1931. Se restauró en los años 80 eliminando el encalado del
interior de los muros, rehaciendo los capiteles de la portada norte y abriendo
la puerta derecha en la fachada occidental, siendo liberada, en definitiva, de
los aditamentos de épocas pasadas.
La iglesia de Santa María aporta nuevas
soluciones constructivas con respecto a la arquitectura románica tradicional,
dominante hasta este momento. El empleo sistemático del arco apuntado y de la
bóveda con arcos cruceros formula un nuevo lenguaje que algunos autores han
bautizado como protogótico y otros como estilo de transición.
Dada la unidad del templo, éste debió
levantarse en pocos años. Julia Ara señala que por las afinidades entre
Villamuriel y la iglesia del monasterio de Valbuena, iniciado en torno a 1190,
permiten sugerir una fecha similar, o algo posterior, para el inicio de las
obras. Para Azcárate, la obra se levantaba ya en 1196. Su planta es basilical,
con tres naves y crucero, ligeramente marcado en planta, al que se abren las
tres capillas cuadradas que forman la cabecera. La nave central, junto con la
capilla mayor y el crucero destacan en altura sobre las naves laterales. Una
torre rectangular aparece adosada al último tramo de la nave del evangelio.
En la construcción se utilizó sillería local
bien trabajada que se deja ver en toda la fábrica de la iglesia. Las marcas de
cantero –más de cincuenta diferentes catalogadas en el estudio de Piqueras y
Lorenzo– se distribuyen principalmente por las columnas adosadas a los pilares
del templo.
El muro domina sobre el vano pese a la
distribución de ventanas por casi todos los paños del edificio. Los gruesos
contrafuertes que señalan los tramos de las naves al exterior, enmarcan las
portadas o refuerzan los ángulos y terminan en vertiente lisa o escalonada sin
llegar hasta la cornisa. Tres de ellos están rematados con garitones (capilla
mayor y brazo norte del crucero), de ahí el aspecto de fortaleza con el que la
crítica se refiere a Santa María la Mayor.
Las ventanas más abundantes son de medio punto,
sencillas y abocinadas o bien con columnillas y capiteles decorados. También
las hay de arco apuntado. En la fachada occidental se abrieron dos óculos.
La portada norte se halla en el tramo contiguo
al crucero y entre dos contrafuertes, se abre en arco de medio punto.
Abocinada, consta de tres arquivoltas que apoyan sobre otras tantas columnas.
Un cimacio moldurado enlaza los sencillos capiteles recientemente tallados y se
prolonga algo más allá de la última arquivolta. Unas basas muy deterioradas
sobre alto podio completan el conjunto.
En la fachada occidental, a los pies de la
iglesia, se aprecia un interesante escalonamiento de volúmenes producido por
las diferentes alturas de la torre y naves central y lateral. Entre dos
contrafuertes, se abre la portada a la nave central, tiene doble vano apuntado
que descansa sobre una gruesa columna central. Por encima de la portada aparece
una arquería ciega compuesta por cinco arquillos apuntados que apoyan sobre
ménsulas. El arquillo central ha desaparecido parcialmente al practicarse un
óculo para dar luz al coro, quizá abierto en el siglo XVI, o como sugiere
García Guinea, agrandando otro románico. Coronando la portada existe otro óculo
polilobulado. En esta misma fachada quedan los restos de un muro adosado al
contrafuerte más meridional. En el dibujo de Parcerisa que apareció en la obra
de Quadrado de 1861 se observan unas dependencias sobre la nave lateral que
actualmente han desaparecido.
En el muro sur hay dos sencillas puertas
apuntadas y tapiadas que debieron servir de acceso a la residencia episcopal.
En este mismo muro se conserva el arranque de un arco que apoya sobre tres
capiteles cuyos fustes han desaparecido, también se aprecia la impronta de un
arco apuntado.
Quizá sean los últimos vestigios del palacio
episcopal, como sugiere el antiguo nombre de esta calle: el Palacio. Rematan
los muros sencillas cornisas sostenidas por canecillos de proa de nave y
nacela.
El tipo de soporte utilizado en el interior es
el habitual de la escuela denominada hispano-languedociana que estableció
Lambert y de cuyas características participan también las iglesias de Santa
María la Real de Aguilar de Campoo, San Andrés de Arroyo, Villalcázar de Sirga
o San Miguel de Palencia. Se trata de un pilar de núcleo cruciforme con dobles
columnas adosadas en cada uno de sus frentes y otra en cada uno de los
codillos, hasta integrar un total de doce columnas. Este pilar descansa sobre
un plinto octogonal de más de medio metro de altura. Las basas de las columnas
están formadas por una escocia entre dos toros, siendo el inferior más grueso y
unido al plinto por garras o lengüetas.
Las columnas pareadas soportan los arcos
formeros y fajones y las acodilladas los nervios de las bóvedas. En las naves
laterales, adosados al muro, se utilizan responsiones con dos columnas pareadas
en el frente y una en cada codillo. En los extremos del crucero las columnas
acodilladas se han desplazado para adaptarse a la mayor anchura de la nave y
mayor altura de la bóveda. En las capillas laterales las columnas acodilladas
se sustituyen por ménsulas-capitel y en la capilla mayor el pilar se adosa al
muro de separación entre capillas perdiendo alguna de sus columnas. Tanto los
arcos fajones como los formeros son apuntados siendo doblados estos últimos.
Las naves se cubren con bóvedas de ojivas, como
las denominan Gómez Moreno y Azcárate, de origen francés y que aparece a partir
de 1170. En ellas los nervios cruceros son de medio punto aunque los formeros
tienden al apuntamiento. Los nervios tienen perfil rectangular en las naves
laterales, suavizado por baquetones en los de la nave central y brazos del
crucero.
Quizá el elemento más definitorio de la iglesia
de Villamuriel sea su cimborrio octogonal levantado sobre el tramo central del
crucero. Posee tambor con doble nivel de ventanas sobre originales trompas.
Desde sus esquinas ascienden cuatro pequeños pilares abocelados que, coronados
por un doble arquillo apuntado, dan paso a la trompa y convierten el cuadrado
en octógono. Apoyadas en ménsulas y desde los ángulos del primer cuerpo del
octógono arrancan ocho columnas que sostienen los nervios de la bóveda nervada
cuyos nervios confluyen en una clave central circular.
En el exterior, el cimborrio se ve reforzado en
sus esquinas por contrafuertes que se doblan adaptándose a los lados del
octógono y en cuyos ángulos se disponen columnillas. Separados por una imposta,
cada uno de los cuerpos viene perforado por ventanas que ocupan el centro de
cada paño. El conjunto se remata con una cornisa sostenida por sencillos
canecillos de proa de nave y un tejado a ocho aguas.
Este cimborrio de Villamuriel continúa la
tradición representada por las iglesias románicas de Frómista, Santa Eufemia de
Cozuelos, Santa María de Mave, Zorita del Páramo, Nogales de Pisuerga o San
Isidro de Dueñas, sin olvidar los de la zona del Duero que ya estudió Hersey.
Francisco Antón emparentó el cimborrio de Santa María de Valbuena (Valladolid)
con el de Villamuriel y Ara deducía la originalidad del cimborrio de Santa
María de Villamuriel, capaz de fusionar diferentes elementos en un todo coherente.
Sobresaliendo por encima del cimborrio y
prolongando la fachada occidental hacia el norte, destaca la gran torre. De
planta cuadrangular, sus ángulos quedan reforzados por dobles contrafuertes.
Está dividida en cuatro cuerpos, el superior fue añadido en el siglo XVI
siguiendo las directrices herrerianas mientras que los tres cuerpos inferiores
–remarcados por una moldura– responden al planteamiento general de la iglesia.
El lado norte de la torre carece de vanos, tan sólo unas pequeñas aspilleras.
Los lados este y oeste poseen en el segundo y tercer cuerpo unas ventanas de
medio punto ornadas de chambrana lisa y baquetón que apoya sobre columnillas
con capiteles vegetales.
El acceso a la torre se encuentra en el
interior de la iglesia, en el último tramo de la nave del evangelio, a través
de una puerta apuntada con arquivoltas de caveto y baquetón sostenidas por una
columna a cada lado. Otra puerta más pequeña, actualmente cegada, está situada
al lado de aquélla y comunicaba con la escalera de caracol que hay en su
interior. La escalera, va ascendiendo a lo largo de los tres niveles del
interior de la torre. Dos rectangulares están cubiertos con bóveda de cañón
apuntado mientras que el cuadrangular se cubre con bóveda de crucería apoyada
sobre sencillas ménsulas que en el segundo piso de la torre se sustituyen por
columnas. El segundo piso de la torre está ampliado por otra sala, justamente
por encima de la nave lateral, cubierta con bóveda de crucería y que comunicaba
con la iglesia y con las dependencias del lado meridional.
La portada norte, de medio punto, tiene el
intradós decorado con ocho pequeños arquillos trilobulados separados por una
estrecha pieza en resalte. De las tres arquivoltas que componen la portada, la
interior presenta una decoración de racimos y pámpanos, motivo rehecho hace
unos años imitando los escasos restos originales existentes en su centro. La
chambrana es lisa aunque tiene en sus extremos pequeñas cabecitas, un hombre
barbado en el lado izquierdo y un cuadrúpedo en el derecho. Las arquivoltas apoyan
sobre la línea de imposta moldurada, bajo ella se encuentran los capiteles de
sencillos motivos vegetales que son fruto de la restauración.
La portada oeste está formada por un doble arco
apuntado y resaltado por guardapolvo de caveto. Estos arcos apoyan sobre una
gruesa columna cuyo capitel está decorado con hojas entre las que sobresalen
pitones de crochets y una máscara humana de cuya boca surge un dragón y una
arpía tocada con caperuza.
Sobre la portada occidental, cinco arcos ciegos
enmarcados por chambrana de caveto, se lanzan de un contrafuerte a otro,
apoyándose dos de ellos en sencillas ménsulas. Bajo el arco central se abrió un
óculo abocinado que rompe la serie. En un nivel superior se perforó otro óculo
con una curiosa ornamentación. Es también abocinado y presenta tres círculos
concéntricos, el exterior tiene moldura de caveto, el central lo forman una
sucesión de arquillos enlazados (similar a la de la ventana de la nave principal
en la fachada norte y otro óculo de la iglesia de Puebla de Sanabria). El
último anillo está formado por una decoración de cilindros calados tangentes,
motivo que aparece en la fachada sur del crucero de la catedral de Zamora.
Infería Julia Ara que la inusual traza de esta portada occidental recordaba al
Santo Sepulcro de Jerusalén, con doble vano apuntado inferior y arquería ciega
superior.
La decoración de las ventanas se reduce a
aquellas que poseen columnas en cuyos sencillos capiteles vegetales podemos
calibrar la austeridad decorativa de influencia cisterciense. Destacan, sin
embargo, la ya referida del lado norte de la nave principal, la más cercana a
la torre, con una decoración de pequeños arquillos ciegos sobre la moldura de
bocel que contornea el arco de medio punto, motivo ya visto en el óculo de la
fachada occidental y que parece característico del románico zamorano (Santa
María del Azogue, ventanas del cimborrio de la Colegiata de Toro y San Juan de
Mercado en Benavente). La ventana de la capilla mayor –actualmente cegada–
posee una decoración con cabezas de clavo. García Guinea supuso que las
ventanas de la cabecera debieron tener celosías de piedra, pues llegó a ver un
fragmento de ésta, con cruces patadas inscritas en el interior de círculos, hoy
desaparecida.
En el muro sur vemos el arranque de un arco
cuyo intradós está formado por un listel entre dos baquetones, apoyado sobre
tres capiteles de crochets con hojas treboladas en resalte, diferentes de los
de la iglesia.
Los capiteles de las naves presentan una
decoración vegetal muy sencilla de clara influencia cisterciense, hojas de agua
y de acanto planas que en algunos casos rematan en bolas o cogollos, similares
a los de las ventanas del segundo cuerpo del cimborrio. Estos capiteles poseen
un pequeño collarino y un cimacio que continúa como línea de imposta. Pese a
esta sencillez decorativa general, en las capillas de la cabecera y en el
crucero aparecen tipos de capitel mucho más elaborados. En la capilla del evangelio,
los capiteles pareados de la izquierda presentan doble nivel de hojas lobuladas
salientes respecto a su tallo, casi plano; los de la derecha, presentan acantos
con acanaladuras que se enroscan en las esquinas superiores, las cestas están
separadas por una cinta trepanada.
En la capilla mayor y a mayor altura se
distingue una cesta de carácter más gótico (derecha), con dos dragones de
sinuosas colas y otra con dos niveles de acantos entrecruzados. En la capilla
de la epístola los capiteles son de grandes hojas tripétalas (el de la derecha)
y figurado con gallo, dos aves fantásticas de cuellos entrelazados y una arpía
de cola vegetal (el izquierdo).
Las ménsulas son muy sencillas en la capilla
del evangelio y están decoradas con una cabeza humana en la capilla de la
epístola. Más interesantes son las ocho ménsulas del cimborrio: allí apreciamos
tres rostros barbados y otro imberbe, un toro, un águila, un león y una
figurilla humana. Estas cuatro últimas representan al Tetramorfos, evidenciando
cierta concepción teofánica que refleja la imagen cósmica en el casco de la
bóveda.Las
claves de las bóvedas de la nave central y
de los brazos del crucero presentan esquemas geométricos y vegetales muy
sencillos con una labra muy plana.
Valoria del Alcor
Valoria del Alcor está situado en la Tierra de
Campos, en un valle de los páramos de Torozos, a unos 35 km al sur de la
capital palentina. La iglesia de San Fructuoso se encuentra a las afueras de la
población, sobre una pequeña elevación del terreno desde la que se denomina el
caserío, ubicado en la tendida ladera.
La primera mención de Valoria la encontramos en
un documento de 916 (posiblemente falseado a fines del siglo XI, y cuya primera
copia es de inicios del XII). Es el Testamento de Ordoño II en el que el rey
concede a la catedral de León varias iglesias, entre ellas la de Valle Auria,
en término de Torremormojón. En privilegios de Fernando I (1059) y Alfonso VI
(1090), relativos a la delimitación de la diócesis palentina de 1033, aparecen
de nuevo citados el lugar e iglesia de Valoria. En 1144 Alfonso VII concede
fueros a Torremormojón, incluyendo en ellos a Valoria como villa del alfoz, y
en 1189 Alfonso VIII se la entrega a Rodrigo Gutiérrez Girón.
Desde mediados del siglo XIII (posiblemente
desde antes) aparece asociado al señorío de los Téllez de Meneses, posesión que
ratifica el Libro Becerro de las Behetrías (1352), donde se recoge que es lugar
solariego de Juan Alfonso de Alburquerque. Según la Estadística de la Diócesis
Palentina de 1345, Valoria tenía una sola iglesia parroquial, San Fructuoso,
que pertenecía al arcedianato del Alcor y al arciprestazgo de Dueñas.
Iglesia de San Fructuoso
Es la de san fructuoso una iglesia de pequeño
tamaño construida en piedra caliza aparejada en sillares de buen tamaño y corte
regular. Orientada al naciente, la planta es rectangular de una sola nave,
escueto presbiterio y ábside semicircular. Completan el edificio una antigua
galería porticada en la fachada sur y una torre.
Al exterior, el ábside está reforzado en su
base por un zócalo pétreo de unos dos metros de altura al que se adosan cuatro
altos pedestales que soportan otras tantas columnas entregas. Cada uno de los
tres paños resultantes acoge un vano de medio punto con doble derrame sin otra
decoración que una moldura paralela al trasdós, a modo de guardapolvo.
El antiguo pórtico meridional es la parte más
interesante de este edificio y constituye un caso excepcional dentro del
románico palentino. Las galerías porticadas de la arquitectura románica
castellana tienen su foco de mayor desarrollo en las provincias de Segovia y
Soria, con una influencia prácticamente nula en Palencia (Celada de Roblecedo),
siendo el ejemplo más cercano el de la iglesia burgalesa de Rebolledo de la
Torre. La primitiva galería de la iglesia de San Fructuoso tiene planta
rectangular, extendiéndose desde el presbiterio al tercer tramo de la nave.
Está construida con sillares calizos de grandes
proporciones aparejados en hiladas irregulares. Los muros sur y este estaban
abiertos por una serie de arcos –alguno de ellos tendente a la forma
ultrasemicircular–, de buen despiece e inequívoco recuerdo prerrománico,
similares a los de la desaparecida iglesia de San Justo de Quintanaluengos, en
la comarca de Cervera, de la que se sabe con certeza que fue consagrada en
1105.
El lado meridional se articula con tres arcos;
los dos más cercanos al ábside, separados por un contrafuerte, apoyan sobre
lisos cimacios de nacela y jambas de perfil recto. El otro, voltea sobre sendas
columnas con basa moldurada, capitel vegetal con astrágalo y cimacio decorado
por líneas horizontales. Debió ser la entrada principal, pues el paño que ocupa
sobresale ligeramente de la construcción y coincide con una sencilla portada,
de arco apuntado liso y sin molduras, abierta en el segundo tramo de la nave.En el oriental presenta otro acceso,
compuesto por un arco y una arquivolta lisos sustentados por cuatro columnas
adosadas en los ángulos con cimacios y capiteles profusamente decorados.
Actualmente, todos los arcos están cegados, configurando un espacio cerrado que
ha sido tabicado y que se usa como baptisterio y sacristía. La originaria
bóveda de cañón con fajones con que se cubría la galería fue sustituida
parcialmente por otra de arista hecha de ladrillo recubierto de yeso.
Una cornisa recorre todo el perímetro de la
iglesia –a excepción del hastial– y el pórtico. Está sustentada por una
colección de canecillos con perfil de nacela, en su mayoría lisos, y otros
decorados con rollos, un rostro o máscara, una especie de barril y dos bolas.
Adosada al muro norte del presbiterio se encuentra la torre, de planta
cuadrangular y escasa altura, lo que unido a la carencia de vanos y molduras
hace que su aspecto sea de gran solidez, sólo aligerado por las troneras de la
parte superior.
El acceso habitual al templo se realiza a
través de una puerta moderna abierta en el último paño del muro meridional. Sin
embargo, la portada principal ya hemos indicado que debió ser la existente en
el segundo tramo de la nave coincidiendo con el acceso desde el pórtico
meridional. En el muro norte se abre otra interesante portada desde la que se
accedía a una capilla barroca que ha sido desmontada durante la restauración
llevada a cabo en los últimos años. Consta de arco de medio punto y tres
arquivoltas que descansan sobre imposta corrida de nacela. La primera y la
tercera son de baquetón y apoyan sobre parejas de columnillas acodilladas con
capiteles totalmente lisos, mientras que la central es lisa y descansa
directamente sobre las jambas esquinadas.
La nave tiene cuatro tramos, de desigual
tamaño, cubiertos por bóveda de cañón apuntado entre fajones doblados. Éstos
voltean sobre pilastras rectangulares, con una semicolumna en el frente, que se
elevan sobre plintos de sección cruciforme. Las semicolumnas llevan basa con
garras, fuste liso y capitel troncocónico. Sobre los capiteles una imposta
abiselada marca la separación de los muros y la bóveda. El último tramo de la
nave, en el que se aloja el coro, es más alto que el resto –lo cual es más
evidente desde el exterior– dando la impresión de ser una construcción o
remodelación posterior a la obra original. El fajón que refuerza la bóveda es
un arco simple (a diferencia de los otros, doblados) y apoya directamente sobre
la imposta corrida por medio de ménsulas.
El ábside y el tramo presbiterial no están
perfectamente alineados con la nave y, aunque tienen su misma anchura, son más
bajos que ésta. El primero va cubierto con bóveda de cuarto de esfera y el
presbiterio con cañón apuntado.
Sobre la portada sur (que comunicaba el pórtico
con la nave) puede leerse, de forma incompleta, la inscripción ERA ML
CXLIIII DEDICAVIT EPC (año 1106) oculta hasta hace poco bajo una capa de
yeso y pintura. Parece tratarse de la dedicación del templo, probablemente por
parte del obispo Raimundo I que ocupaba por entonces la sede episcopal
palentina.
La mayor concentración escultórica está en las
portadas meridional y oriental de la galería. Sus capiteles son de canon
rechoncho y tosca talla que recuerdan las formas mozárabes. En la portada sur
los dos capiteles son idénticos, decorados con grandes y carnosas hojas. La del
este tiene cuatro capiteles –lamentablemente conservados– que, de derecha a
izquierda, representan: el primero, dos aves afrontadas de tosca ejecución; a
continuación acantos muy esquemáticos y cimacio con frutos parecidos a piñas;
el tercero figura dos cuadrúpedos –acaso leones– y cimacio decorado con
círculos tangentes albergando semiesferas y cruces; en el último hay cuatro
oferentes, de pie sobre el astrágalo, con los brazos levantados y las enormes
palmas de las manos hacia el frente.
Las fases constructivas de este edificio
resultan bastantes evidentes. La galería porticada es, sin duda, la parte más
antigua, obra de canteros populares conocedores de las formas prerrománicas ya
en desuso y alejados de los grandes focos de desarrollo del estilo románico. El
parecido de sus arcos de herradura con los de la iglesia de Quintanaluengos
(1105) permiten establecer una datación en torno a la primera década del siglo
XII (1106).
La torre, el ábside y la nave pueden fecharse a
partir de 1150. En el siglo XVII se cerró la galería, se construyeron unas
capillas del muro norte que condenaron la portada abierta en ese lado, y se
colocó el coro alto. También en la presente centuria se han realizado
modificaciones, en su mayoría obras de acondicionamiento.
Románico en Tierra de Campos de Palencia
Tierra de Campos es una de las comarcas
más conocidas de Castilla Y León, hasta el punto que sus paisajes llanos se han
llegado a asociar a toda la Comunidad sin tener en cuenta que Castilla y León
es un complejo y vasto conjunto de paisajes y espacios bien distintos.
Tierra de Campos ocupa -sin unos límites
demasiado precisos- la zona centro-oeste de la comunidad y constituye parte de
las provincias de Zamora, León, Valladolid y Palencia. Se considera que,
aproximadamente, los límites son los Valles del río Cea y Ucieza por el norte,
los Montes de Torozos y la comarca del Cerrato por el sur, el río Pisuerga por
el oeste y el valle de Lampreana por el este.
Tierra de Campos es un territorio llano,
deforestado, de cultivos de cereal salpicado de grandes pueblos con altas
iglesias, castillos y algunos viejos palomares. Ha sido tildada de "Granero
de España".
El conjunto territorial de Tierra de Campos fue
denominado "Campos Góticos" debido a los asentamientos
visigodos durante la Alta Edad Media. Tras la invasión árabe y la estrategia de
Desierto Estratégico de los reyes asturianos, quedó casi despoblada durante los
primeros siglos de la reconquista. A partir de los siglos X y XI vuelven a
repoblarse, no sin muchas disputas con Córdoba.
Características del románico de Tierra
de Campos
En esta sección dedicada a la franja meridional
de Tierra de Campos de Palencia no veremos el mejor románico palatino. Pero no
quiere decir que en sus pueblos no haya un gran patrimonio monumental, sino que
más bien pertenece a épocas y estilos más modernos: gótico, renacentista, etc.
Desde el punto de vista estrictamente románico,
lo que encontraremos en este sector sur palentino de Tierra de Campos es una
arquitectura muy tardía, posiblemente de entrado el siglo XIII y marcada por la
monumentalidad y austeridad de la arquitectura cisterciense.
Paredes de Nava
Paredes de Nava se halla en la zona
suroccidental de la provincia, a escasos 20 km de la capital palentina. La
iglesia de Santa Eulalia se encuentra ubicada dentro del casco urbano
presidiendo una amplia plaza que se abre en la zona suroeste.
La villa de Paredes de Nava fue un gran centro
comercial y económico que alcanzó su mayor prosperidad durante los siglos XVI y
XVII.
Iglesia de Santa Eulalia
El origen de esta iglesia se remonta a los
últimos años del siglo XII o principios del XIII como lo atestiguan los cinco
primeros cuerpos de la torre así como algunos soportes que aún se conservan en
el interior. Durante varios siglos fue objeto de obras y reformas que la fueron
engrandeciendo, hasta que en el siglo XVI fue sustituida por una fastuosa
construcción de corte goticista como se refleja en la cabecera, bóvedas y
pórtico. A partir de esta centuria se registra el mayor florecimiento del
templo, de este momento y posteriores son las numerosas lápidas sepulcrales que
salpican el solado. Hay importantes detalles de mecenazgo: por un lado cuatro
medallones que parecen representar a los condes de Paredes, que se sitúan en
los arranques de la bóveda central. Por otro, un lucillo sepulcral situado en
el primer tramo de la nave del evangelio, que pertenece al hidalgo de la Vega
que se fecha en 1614.
Se trata de un templo de tres naves de cuatro
tramos cada una –más ancha la central– rematadas en testeros planos. A los pies
del templo se levanta una esbelta torre románica de planta cuadrada y seis
cuerpos separados por líneas de imposta bien definidas. El primero, de mayor
altura, presenta un aspecto bastante macizo, sólo perforado por una estrecha
aspillera a cada lado. En cada fachada del segundo piso se abre una ventana con
arco de medio punto soportado por dos columnillas rematadas en capiteles decorados
con motivos vegetales.
Los cuerpos superiores están animados por
parejas de ventanas, cegadas las del tercer cuerpo y con columnillas y
capiteles las del cuarto. En el quinto nivel se disponen vanos apuntados más
abiertos y una cornisa soportada por una serie de canecillos que marcaba el arranque
del primitivo tejado. En el siglo XVII se añadió un sexto cuerpo de ladrillo
con tejado piramidal decorado con azulejería policromada.
Capiteles de la portada
Capiteles de la portada
En el flanco norte se añadieron una serie de
dependencias durante el siglo XVII, acondicionadas en la actualidad como salas
del museo parroquial.
Historia del
Retablo Mayor
La obra más importante
de esta iglesia es su retablo mayor. Fue encargado en 1561 bajo la advocación
de Nra. Sra. de la Asunción, después de la ampliación renacentista de la
cabecera y en sustitución del retablo anterior gótico de proporciones reducidas
para el nuevo ábside. Fue encargado a dos de los más destacados escultores de
la escuela renacentista castellana: Inocencio Berruguete, sobrino
de Alonso Berruguete, nacido en Paredes de Nava, y Esteban Jordán,
cuñado de Inocencio.
Ellos diseñan el
retablo actual al gusto de la época, de estilo renacentista, pero teniendo en
cuenta que van a reutilizar para su retablo las doce tablas al óleo del retablo
gótico que retiran, realizadas en 1490 por el insigne pintor paredeño Pedro Berruguete.
Por lo tanto, las tablas de pintura están realizadas sesenta años antes para
otro retablo distinto al que hoy las contiene.
Las tallas en madera
policromada de este retablo representan los siguientes episodios: en la calle
central y en su primer cuerpo, el Martirio de Santa Eulalia junto a sus
sayones, patrona de esta iglesia; en el siguiente cuerpo, San Pedro, a la
izquierda con las llaves, y San Pablo, a la derecha con la espada; estas tres,
obras de Esteban Jordán. El último cuerpo del retablo está ocupado por su
antigua patrona, la Virgen de la Asunción, obra de Inocencio Berruguete. Y en
el remate se puede contemplar un Calvario muy original, ya que aparece Cristo
acompañado de los dos ladrones y se trata de una obra atribuida a la escuela
del genial escultor del renacimiento Alonso Berruguete.
Pero, también hay que hablar del relato
catequético que Pedro Berruguete quiso transmitir con sus tablas. Los reyes y
profetas del pueblo de Israel forman parte de la predela y son base de un
programa iconográfico que pretende establecer concordancias bíblicas.
Pedro, basándose en el relato apócrifo
del protoevangelio de Santiago, comienza el relato por San
Joaquín y Santa Ana, los que dice que fueron los padres de María; dos
ancianos que no habían podido tener descendencia y que imploraban a Dios
piedad. El Ángel del Señor responde ante su plegaria, anunciando que Dios les
concederá tener una niña de la que nacerá el Mesías. Continuaría este relato
-en el retablo original- con la talla de Alejo de Vahía del Abrazo de San
Joaquín y Santa Ana, que se puede ver en el museo. La siguiente escena es el
momento del Nacimiento de María, en la que se muestra una escena familiar
en el momento del parto -saltándose los cánones de su época-. Continua el
relato con el momento de la Presentación de los pretendientes, en que María
elegiría con quién se quería desposar. De aquí enlaza Pedro con los Evangelios,
en el acontecimiento de La Anunciación, cuando el Ángel del Señor anuncia
a María que ha sido elegida para ser Madre del Mesías; magistralmente nos
muestra Pedro a Dios Padre enviando al Espíritu Santo para encarnar
al Hijo, como pocos autores han representado esta escena con tanto contenido
teológico. Concluye el relato con el Nacimiento del Mesías, en el que a
los pies del Niño Dios, como piedra angular de nuestra fe, nos deja escrito:
“¡Señor mío y Dios mío!”. Y sosteniendo este relato, sosteniendo la esperanza
de aquellos dos ancianos que anhelaban el don de la vida, que traería el Mesías
esperado por el pueblo de Israel, nos sitúa a los primeros Reyes y Profetas de
Israel, comenzando por el Rey David, a quien Dios prometió que de su
descendencia nacería el Mesías Salvador. Pedro Berruguete fue todo un maestro
en el arte del espacio y del retrato, pero también un gran catequista.
Becerril de Campos
Se emplaza esta localidad a 15 km al noroeste
de la ciudad de Palencia. La iglesia de Santa María se yergue exenta al fondo
de una amplia plaza, en el extremo occidental del pueblo, a la que ofrece su
fachada principal. El solar en que está asentada declina en su parte trasera,
hasta igualar el nivel por el que discurren el Canal de Campos y la carretera
de Monzón a Fuentes de Nava, que circundan parcialmente el caserío.
Las fértiles y bien situadas tierras de
Becerril han estado pobladas desde la prehistoria; cerca de aquí pudiera
haberse encontrado la Segontia Paramica de los vacceos, luego hubo
asentamientos romanos y, más tarde, enraizaron también los visigodos, de cuya
presencia fue testigo la desaparecida iglesia de San Juan. Tras la
desertización de la Meseta por la invasión musulmana, comenzáronse a repoblar
estos Campos Góticos en tiempos de Alfonso III el Magno, a partir de los
últimos años del siglo IX. Sin embargo, la primera mención en los diplomatarios
es posterior, de 1059, y se recoge en una carta de donación de Fernando I a
favor de la ciudad y de la sede episcopal palentina, confirmada por Alfonso VI
en 1090. Los Lara fueron señores de la villa hasta 1218; por enfrentamiento con
Fernando III se vieron desposeídos de ella, adquiriendo a partir de entonces la
categoría de lugar de behetría, siendo su señor don Juan Alfonso de
Alburquerque, en tiempos del rey Pedro I. A mediados del siglo XIV Becerril era
cabeza del arciprestazgo del mismo nombre y contaba con la clerecía más
numerosa de la diócesis, con un total de 121 religiosos repartidos en siete
parroquias.
Iglesia de Santa María (de la Antigua)
La iglesia de Santa María, bajo la advocación
–casi olvidada– de la Antigua, es una de las seis parroquias que en otro tiempo
tuvo el pueblo. Inhabilitada para el culto durante muchos años, ha sido
recientemente restaurada y acondicionado su espacio interior para museo.
Consta de dos naves, diferentes en todas sus
dimensiones, separadas por cuatro pilares compuestos que arrancan de basas
octogonales y arcos formeros apuntados.
La del lado de la epístola es la mayor y tiene
seis tramos desiguales, cubiertos con arcos diafragma sobre los que descansa
una extraordinaria armadura de madera; remata en una cabecera pentagonal que
lleva adosada, a su izquierda, una capilla. La nave del evangelio se compone
sólo de cuatro tramos (correspondientes con los delanteros de la epistolar)
techados con bóvedas de arista construidas en yeso, y ábside poligonal
intercomunicado con el principal.
Es un edificio majestuoso cuya fachada
meridional nos recibe con un elegante atrio cubierto de dos alturas, de los más
bellos de la provincia. El desfase de longitud entre ambas se subsana con una
torre que ocupa la esquina noroccidental, de la que se conservan cuatro cuerpos
de piedra escalonados.
Los autores que se han ocupado anteriormente de
este templo lo han catalogado como obra de los siglos XV y XVI, centrando la
atención, sobre todo, en la indudable calidad de las obras mudéjares allí
presentes (los citados artesonados, el coro, el púlpito, etc.). Sin embargo, no
se ha tenido en cuenta la existencia de restos de una iglesia románica
subyacente, reaprovechados en la construcción del edificio tardogótico y que
han influido, de alguna manera, en la irregular configuración de la planta de
éste.
Nos estamos refiriendo, en primer lugar, al
muro norte de cierre, en su desarrollo desde la torre hasta el ensamblaje
–perfectamente apreciable– con los paramentos del ábside; es decir, los cuatro
tramos de muro de la nave del evangelio.
Está construido con sillares regulares de
caliza gris procedente de los páramos cercanos, que destacan por su tosca talla
en comparación con los de la fábrica posterior. Se conservan fragmentos del
alar, sustentado por canecillos, y, en el paño anejo a la torre, una portada
–cegada– de arco apuntado simple. Va reforzado por cuatro contrafuertes que, al
interior, se corresponden con sendas semicolumnas adosadas, módulo de la
división en tramos de las naves. Arrancan de podio cúbico, y sus basas se
componen de plinto con bolas o cogollos en las esquinas, toro plano y anillo
superior. Una de las basas del segundo tramo es en realidad un capitel vegetal
invertido. Los fustes van coronados por capiteles provistos de cimacios lisos.
El falso abovedamiento de yeso y la readaptación de los formeros para recibir
las aristas, impide conocer si aún subsiste debajo otro tipo de cubrimiento; de
existir, seguramente no descansaría de forma tan forzada en los pilares
(cruciformes con pilastras acodilladas, de inequívoca evocación románica) que,
por su parte, tampoco están diseñados para recoger, en la nave mayor,
únicamente los empujes de los arcos diafragma. En este muro septentrional hay
dos lucilos sepulcrales góticos.
Del mismo momento que la pared del evangelio
parecen ser, al menos, las hiladas inferiores del muro occidental, donde además
del mismo tipo de materiales y aparejo, se observan –tanto en el exterior como
en el interior– algunas marcas de cantero. La interposición de la torre impide
afirmar con rotundidad que sean estos sillares la base del primitivo hastial,
ya que también pudiera tratarse de piezas reaprovechas y colocadas allí en la
reconstrucción de forma agrupada.
Sea como fuere, lo indudable es que la iglesia
de Santa María conserva fragmentos de un templo románico anterior, del que
desconocemos su estructura, pero que condicionó la del nuevo edificio en que
fue integrado.
La decoración escultórica está restringida a
los canecillos del alero y a los capiteles de las semicolumnas. De aquéllos,
solamente cuatro llevan motivos esculpidos, muy simples y tallados rudamente:
una punta de diamante, medias bolas, tres cabezas de clavo. Los capiteles están
bastante deteriorados, habiéndose perdido algunas partes de sus motivos,
tratados sin primor, de manera tosca. Tan sólo uno de ellos es historiado, sin
que hayamos podido reconocer el tema que reproduce: un hombre a la derecha y un
animal a la izquierda, entre los que hay otra figura humana más pequeña. El
resto presenta formas vegetales a base de hojas de acanto carnosas con bolas en
su remate, hojas grandes y alancetadas con nervio axial rehundido portando una
piña, o dos grandes colocados en los extremos alojando otra de menor tamaño
entre ambas.
Torremormojón
Torremormojón está situado en el suroeste de la
provincia de Palencia, a unos 25 km de la capital. La población está ubicada en
la culminación de los páramos o Montes de Torozos, en su mismo borde, a los
pies de cuyas laderas se despliega la inmensa llanura de la Tierra de Campos. A
poca distancia vigila la maltrecha silueta del castillo, inspirador de las
múltiples interpretaciones etimológicas sobre el nombre del pueblo. La iglesia
parroquial de Nuestra Señora del Castillo ocupa un solar ligeramente alomado en
la parte norte del núcleo donde se eleva en medio de una amplia plaza que
permite su total contemplación. Por su tamaño sobresale del resto del caserío,
compuesto de casas bajas de adobe y ladrillo con refuerzos pétreos, algunas
blasonadas.
La espléndida situación defensiva de este
territorio, encaramado en el páramo y dominando por altura una fértil planicie,
explica su ininterrumpida ocupación humana desde la Edad del Bronce (como
atestiguan los yacimientos arqueológicos de la zona) hasta el general
despoblamiento de la Meseta en el siglo VIII. La repoblación, sin embargo,
comenzó tempranamente, durante el reinado de Alfonso III. A mediados del siglo
X se levantó el castillo, conocido popularmente como la Estrella de Campos (en
ruinas aun antes de ser declarado Monumento Nacional en 1877), sobre un teso
aislado de complicado acceso y gran valor estratégico, sirviendo de apoyo
logístico al de Monzón en los litigios fronterizos de esta época. Al amparo de
sus muros, siguiendo una tendencia natural y común a otros casos, fue
formándose la villa de Torremormojón, de cuya existencia queda ya constancia
escrita en un documento de 1114, concretamente una carta de donación del conde
Pedro Ansúrez a favor de la colegiata de Valladolid. En 1144 Alfonso VII otorgó
fueros a Torremormojón y su alfoz. Fueron señores de la villa miembros de las
más linajudas familias: los Girón en el tránsito de los siglos XII al XIII, los
Téllez de Meneses a partir de los últimos años del siglo XIII y hasta su
extinción durante el reinado de Pedro I el Cruel, si bien todavía en 1352
Torremormojón era lugar solariego de Juan Alfonso de Alburquerque. Tras la
guerra civil, en 1370, el mariscal de Castilla García González de Herrera
recibe el título de “Señor de la Villa de la Torre”, en cuya estirpe se
mantiene la tenencia del pueblo hasta las postrimerías del siglo XV, cuando,
por herencia matrimonial, pasa a los condes de Benavente. Esta circunstancia
indujo al cerco y saqueo de la localidad en enero de 1521 por parte de las tropas
de Padilla y Acuña durante la revuelta comunera.
Iglesia de Nuestra Señora del Castillo
La iglesia de Nuestra Señora del Castillo es un
edificio de gran tamaño e imponente presencia, construido en su totalidad con
buena sillería de caliza extraída en las canteras de la comarca. Durante mucho
tiempo ha sido generalmente considerada, exceptuando su torre, como obra del
siglo XVI.
Sin embargo, el desmantelamiento de una
enmascaradora estructura de yeso de gusto renacentista y la consiguiente
recuperación del aspecto original de los paramentos y elementos tectónicos,
durante las tareas de restauración finalizadas en 1986, han revelado que la
parroquial de Torremormojón es el resultado de un prolongado y continuo proceso
constructivo.
Sus fases abarcan sin solución de continuidad
desde el siglo XII hasta el XVIII, participando en el devenir de estilos y la
evolución de soluciones arquitectónicas.
Producto de tan dilatada historia es un templo
rectangular de tres naves (la central más ancha y alta que las laterales)
separadas por pilares y divididas en seis tramos, reforzados por contrafuertes
en los muros exteriores. Un único ábside poligonal de cinco lados, asimismo
fajado por estribos en sus vértices, prolonga la nave mayor hacia el este,
rematando las laterales en testero plano. Cuatro portadas localizadas en todas
las fachadas dieron acceso en diferentes momentos al interior del templo. Actualmente
sólo tiene uso la abierta en el cuarto tramo del muro meridional, estando las
otras cegadas. Adosada al hastial, junto a la esquina suroccidental, se levanta
la espléndida y majestuosa torre. Completan el plano una capilla de doble tramo
que se desarrolla tanto como los dos primeros de la nave de la epístola a la
que se adosa, una sacristía cuadrangular adaptada al rincón formado por el
ábside con el testero derecho, y una capilla funeraria cuadrada abierta al
primer tramo el evangelio.
La primitiva iglesia románica era de una sola
nave, coincidente con la central actual. A finales del siglo XII, pacificada la
zona por el definitivo alejamiento de la frontera, se plantea una remodelación.
Se corresponde este proyecto con la tenencia de los Girón y en las formas
aplicadas ya se observa la progresiva transición del románico hacia el gótico
debido a la fuerte influencia de los modelos cistercienses.Entre
1200 y 1210 (según la profesora García
Vega) se cubrió la nave con una bóveda de cañón apuntado sobre arcos fajones
que descansan en pilastras adosadas a los muros, algunas recortadas a media
altura.
Una imposta decorada con tres filas de
taqueado, recorre todo el perímetro marcando el arranque de la cubierta.
Coetáneo es el vano circular con doble derrame que horada el hastial occidental
y bajo el cual se aprecia una puerta, de medio punto simple, cegada.
Poco tiempo después, cuando ya estaba
construida la bóveda, se proyectó una ampliación del edificio a tres naves,
derribando parte de los muros laterales para abrir los arcos formeros. Sobre
éstos quedaron los restos de algunas de las primitivas ventanas que iluminaban
la actual nave central. Parte del muro se aprovechó también para levantar los
pilares.
Éstos son prismáticos en el lado de la epístola
y compuestos con semicolumnas entregas sobre un podium circular común, en el
del evangelio, conservando siempre en su tercio superior un testigo de las
primitivas pilastras. Las naves, sin embargo, no se materializaron a un tiempo
como parece demostrar su distinta anchura y la traza de los arcos formeros,
apuntados en un lado y de medio punto en el otro.
Primero debió levantarse la fachada norte, en
cuyo cuarto tramo se abrió una portada fechable a principios del siglo XIII,
hoy tapiada. Consta de tres arquivoltas apuntadas sobre columnas entregas de
basas y capiteles prismáticos entre jambas. La calidad de la piedra y la
orientación pueden explicar su mal estado de conservación, en el que apenas se
intuyen las formas descritas. Como único elemento decorativo presenta unos
menudos arbolitos en el frente de los testimoniales capiteles.
La obra en este costado se prolongó en el
tiempo, pues en el tramo anterior puede verse un ventanal ojival con derrame,
en cuyo interior acoge dos arcos geminados, que ya data del final del siglo y
que contrasta con las aspilleras que animan este muro en niveles inferiores.
Durante las obras de restauración se descubrió
otra portada, en el interior del templo, que comunica el último tramo de la
nave de la epístola con la central, por el sotocoro. Sus formas, de transición
entre el románico y el gótico, descartan que fuera el acceso del primitivo
templo, pudiéndose tratar de una puerta abierta para entrar desde el sur antes
de levantar los definitivos muros perimetrales de la nueva nave. Sobre un
zócalo arrancan cuatro columnas acodilladas que sostienen, con intermediación de
una moldura a modo de capitel, el apuntado arquivoltio cuyas aristas rematan en
bocel.
La parte más interesante de esta fase
constructiva es la torre. De planta cuadrada, está situada a los pies de la
nave meridional, prolongando el tramo que se utiliza como baptisterio. Según
García Guinea, este tipo de torres son siempre obras del románico tardío, de
finales de siglo XII o principios del XIII (pudiéndose datar la que nos ocupa
con anterioridad a 1230). La de Torremormojón comparte, además, algunas
características formales y de ubicación en el plano con las torres
vallisoletanas de Santa María la Antigua y San Salvador de Simancas. En alzado,
descuella por encima del edificio con seis cuerpos individualizados por
sencillas impostas. Los tres inferiores son macizos, sólo calados por algunas
saeteras. Los cuerpos superiores presentan en cada cara troneras de medio punto
con la arista abocelada, aumentando en número y decreciendo en tamaño conforme
se asciende: una en el más bajo, dos en el siguiente y tres en el último. Una
moldura a la altura de los salmeres subdivide cada cuerpo en dos, cuyas esquinas
están matadas por una columnilla de capitel liso, única licencia ornamental del
conjunto. Se corona con un tejado a cuatro vertientes de alero poco saliente,
sujeto por canes convexos sin decoración.
El ábside guarda la misma altura con el resto
de tejados, aunque parece más elevado por estar el terreno más bajo en esta
zona. Se cubrió con bóveda plenamente gótica en el siglo XIII, después de 1230,
siendo tenentes de la villa los Téllez de Meneses. A finales de esa centuria, o
inicios de la siguiente, se acometió el cierre de las naves menores con una
sencilla bóveda de crucería entre fajones cuyos nervios recaen en ménsulas
decoradas con cabezas, pebeteros, etc. El nuevo sistema de cubiertas obligó a sobreelevar
los muros laterales, problema que en la fachada meridional se solucionó
acondicionando una galería abierta entre los pies derechos de madera que
sujetan el tejado.
Durante el siglo XV se hicieron numerosos
añadidos y reformas. Se construyeron bóvedas de terceletes en el último tramo
de las naves laterales y en el anterior al ábside. El arcediano D. Juan García
Ubaldis mandó edificar la capilla doble del lado de la epístola, cuya
construcción a tenor de la tipología de las cubiertas, se prolongó hasta el
siglo XVI. Asimismo, hacia 1460, se abrieron las dos portadas de la fachada
meridional, siguiendo un esquema muy parecido, compuesto de arquivoltio
apuntado, decorado con boceles, sobre jambas esquinadas.
En la segunda mitad del siglo XVI se remozó
toda la iglesia con un estucado que unificó y modernizó su aspecto general
según el gusto de la época. Las bóvedas se cubrieron de yeso figurando arcos
cruceros y combados, los fajones recibieron motivos estrellados y cajeados, y a
los pilares se les dio una homogénea sección octogonal. Pero, a pesar de la
reconocida calidad de estos revoques, fueron eliminados en la reciente
restauración.
Tuvo cuatro portadas en total, que pueden
apreciarse todavía aunque tres de ellas están cegadas. La portada cegada de la
fachada norte tiene tres arquivoltas apuntadas con basas y capiteles
prismáticos en bastante mal estado de conservación. La portada y puerta de
acceso que se utiliza está situada a la altura del cuarto tramo, en la fachada
sur. Tanto ésta como la cercana de la misma fachada que está cegada fueron obra
de 1460. En el interior puede verse una portada que se descubrió en los trabajos
de restauración de 1986. Comunica el último tramo de la nave sur con la nave
central, por el sotocoro. Su estudio ha hecho pensar que fue una puerta para
entrar desde el sur, antes de que existieran los muros nuevos de la nave
lateral. Sobre un zócalo, sus cuatro columnas sostienen las cuatro
arquivoltas de bocel.
En el plano general de la iglesia se abren dos
capillas laterales que sobresalen en obra. La del lado de la
Epístola ocupa en superficie los dos tramos de la nave. El primer tramo se
cubre con bóveda de terceletes del siglo XV y claves superpuestas
del XVI. El segundo lleva bóveda de crucería y combados del XVI. Es
la capilla que fundó Juan García de Ubaldes, arcediano de Cerrato y de Tierra
de Campos, nacido en Torremormojón, que sirvió de enterramiento habitual de su
familia y de la familia Castro y la familia Velasco. Tiene adosada la
sacristía, en el rincón formado por el ábside. La capilla del lado del
evangelio es del siglo XVIII con decoración barroca.
La parroquial de Torremormojón se dio por
concluida en los siglos XVII y XVIII con la construcción de la sacristía y la
capilla del crucero septentrional, respectivamente.
Capillas y altares
Capilla mayor y retablo
La capilla mayor, ubicada en la cabecera del
ábside, no es de grandes proporciones. Se cubrió en el siglo xiii con
bóveda de arquitectura gótica siendo tenentes de la villa y del
castillo los Téllez de Meneses.
En esta capilla resalta la gran obra de arte de
su retablo asentado en 1560 sobre un zócalo de azulejos de arista por
voluntad del arcediano Ubaldes. Es un retablo plateresco con esculturas
excepcionales, ejecutadas por los artistas Juan Ortiz el Viejo I, Juan
de Valmaseda, Francisco Giralte y Juan de Cambray de
extraordinaria riqueza en su decoración con grutescos y columnas abalaustradas
como corresponde al renacimiento español.
Su arquitectura en horizontal consta de un
sotobanco de poca altura, un banco que por su estructura puede considerarse
como un primer cuerpo, tres cuerpos de mayor altura que el banco y
un ático. En vertical, tiene tres calles y cuatro entrecalles más
estrechas. Hay escultura de bulto redondo y relieves, y arriba, a los lados del
ático, hay pinturas en tabla. Cada cuerpo está separado por un espacio limitado
por molduras y con relieves de angelitos. La mayoría de las esculturas están
bajo veneras, una ornamentación propia del renacimiento.
Banco
De izquierda a derecha están las esculturas de
san Agustín, san Gregorio, san Jerónimo y san Ambrosio, esta última de
influencia de Juan de Valmaseda. Entre las esculturas hay tres relieves:
una Anunciación, de Valmaseda, una Piedad y una Natividad,
atribuida a Francisco Giralte.
Primer cuerpo
De izquierda a derecha, las esculturas de san
Roque (de Valmaseda), san Francisco, san Antonio y san Cristóbal. Entre las
esculturas, los relieves de La Epifanía (de Valmaseda),
del Tránsito de la Virgen (atribuido a Juan Ortiz el Viejo) y de
la Matanza de los inocentes.
Segundo cuerpo
Las esculturas de los cuatro evangelistas,
atribuidas a Valmaseda, y los relieves de la Asunción en la calle principal,
más la Circuncisión y el Bautismo de Cristo (atribuido a
Valmaseda).
Tercer cuerpo
Las esculturas de san Miguel, la Magdalena, san
Martín y santa Catalina; los relieves de la Coronación de la Virgen, en el
centro (atribuido por el profesor Portela a Juan de Cambray y por el profesor
Parrado a Juan Ortiz el Viejo), la Huida a Egipto y Jesús entre
los doctores.
ÁticoEn el átic
o está situado el Calvario como es
habitual. El crucifijo sigue los modelos de Valmaseda. La escena está enmarcada
con columnas abalaustradas. A ambos lados hay dos tablas de perfil quebrado con
las figuras de Adán y Eva y hacia las orillas otras dos tablas también de
perfil quebrado que coinciden con las calles laterales y donde están
representados san Pedro y san Pablo. En el vértice del ático hay otra tabla con
el Padre Eterno.
Grijota
Población situada a 4 km al noroeste de
Palencia, en la carretera que comunica la capital con Becerril de Campos,
Paredes de Nava y Cisneros.
La historia de Grijota aparece vinculada a la
mitra palentina desde el siglo XI según se desprende del privilegio otorgado
por Fernando I en el que concede varios lugares –entre los que estaba Grijota–
al obispado de Palencia. Esta permanencia aún se mantenía a mediados del siglo
XIV cuando se redacta el Libro Becerro de las Behetrías.
Ermita de Nuestra Señora de los Ángeles
El templo, construido en el antiguo núcleo de
San Pelayo, parece ser el único resto de un complejo monástico de relativa
importancia. Nunca sufrió modificaciones importantes que alterasen sus
características primitivas, a excepción de la capilla adosada a los pies.
Actualmente se encuentra en buen estado de conservación, debido en gran parte a
las obras de restauración de que fue objeto en el año 1979.
La mayor parte de la iglesia se construyó con
sillares de piedra caliza bien escuadrados, aunque presentan variedad en sus
formas y dimensiones. El tamaño del conjunto es modesto y de líneas
constructivas muy bien definidas, sin elementos adosados. Litúrgicamente
orientado, consta de planta rectangular, con una sola nave dividida en cuatro
tramos y ábside semicircular reforzado por cuatro contrafuertes cuadrangulares.
Los empujes interiores se transmiten al exterior por medio de cuatro
contrafuertes de factura muy robusta, especialmente visibles en el lado
meridional.
En este mismo lado se aprecian restos de
canecillos que sostuvieron un atrio, así como un arcosolio apuntado. En la zona
de los pies se erige una capilla de planta cuadrada, que posiblemente se
construyera como capilla peregrinación. Hoy se emplea como sacristía y aparece
cerrada al exterior. Sobre el hastial occidental se alza una pequeña espadaña.
El edificio se cubre con tejado a dos aguas que
apoya sobre modillones de nacela, de rollos, de proa de nave y otros
triangulares.
El acceso al interior del templo se realiza
desde el lado sur, a través de una portada de estructura protogótica, formada
por tres arquivoltas apuntadas de bocel y baquetones entrecortados.
Dentro la nave se cubre con bóveda de cañón
ligeramente apuntado que arranca de una sencilla imposta lisa y el ábside con
bóveda de horno. La articulación de la cabecera queda también patente por la
presencia de un arco fajón que ejerce la función de arco triunfal, separando el
presbiterio y el ábside del resto del templo.
En la capilla mayor junto a la virgen que dan
nombre a la ermita se ha ubicado este hermoso capitel que representa diversas
escenas del Nacimiento de Jesús: en el lado izquierdo la Anunciación, en el
centro la natividad y a la izquierda la escena de los Reyes Magos.
El capitel esta descontextualizado, no
conocemos de donde podría proceder. Como hipótesis remota podría haber
pertenecido al monasterio que parece existió en este lugar.
La capilla mayor se ilumina por una ventana de
medio punto, mientras que la nave lo hace por medio de un óculo abierto en el
desnivel existente entre ésta el ábside.
Uno de los lados del capitel representa
a los Reyes Magos. La adaptación al marco ha obligado a la curiosa posición del
tercero que prácticamente no podemos ver al estar el capitel junto a la pared.
El
capitel conservado junto a la Virgen, en la cabecera, está dedicado al tema del
Nacimiento de Jesús. En estas dos caras vemos, en la central vemos al niño
jesús con los animales y María y José en una situación curiosa por la
adaptación al marco.
El centro del capitel consigue
representar la escena de la natividad, abajo la Virgen, enfrente San José,
recostada teniendo encima una inverosímil colocación de la cuna con el niño
Jesús junto a dos animales difíciles de identificar con los tradicionales buey
y asno.
Románico en el Bajo Carrión y Ucieza
Las cuencas bajas del Carrión y de su principal
afluente, el Ucieza, se localizan en el extremo nororiental de la Tierra de
Campos, muy cerca de la capital palentina y delimitadas al norte por el Camino
de Santiago, y al sur por la Comarca del Cerrato.
Sin llegar a alcanzarse la admirable densidad
existente en otros territorios provinciales, son numerosos los edificios de
origen románico aún apreciables en varias de sus localidades.
Estamos ante un románico, por lo general, de
carácter tardío, de marcada impronta cisterciense y en el que conviven, pese a
rebasar en ocasiones los límites cronológicos del siglo XIII, la tradición
románica más pura llegada a través de la cercanísima Ruta Jacobea, junto con
novedosas tendencias constructivas y decorativas que acabarían por imponerse en
los siglos del gótico.
En este apartado del románico de las
comarcas del Bajo Carrión y Ucieza de Palencia, nos ocuparemos del
impresionante monasterio premostratense de Santa Cruz de Ribas o Santa Cruz de
la Zarza, de las iglesias Husillos, Manquillos, Amayuelas de Arriba, Amayuelas
de Abajo, el conjunto monumental de Amusco, formado por la iglesia parroquial
de San Pedro y la fantástica "ermita" de Nuestra Señora de las
Fuentes.
También nos ocuparemos de lugares secundarios
pero también interesantes como Fuentes de Valdepero, Villajimena, Monzón de
Campos, Valdespina, etc.
Ribas de campos
Santa Cruz de Ribas –declarado Monumento
Histórico-Artístico el 3 de junio de 1931– dista 2 km de la localidad de Ribas
de Campos. Se encuentra rodeado de excelentes tierras de labor y amplias
arboledas contiguas a una instalación agropecuaria dotada de viviendas para
colonos (hacia el antiguo sector occidental del monasterio ya desaparecido),
establos, almacenes y graneros. La zona absidal del templo, aunque permanece
cercada para albergar ganado, resulta perfectamente visible.
Monasterio de Santa Cruz de Ribas (o de
la Zarza)
Se trata de un monasterium antiquum, que la
tradición considera fundación del 922 debida al conde Fernando Ansúrez. En
1171, Alfonso VIII concedió al monasterio de Santa Cruz de Ribas protección
real, exención del pago del portazgo y explotación del cauce del Carrión. En
1176 concedía además la heredad de Santa Cruz y el infantazgo entre el Carrión
y el Ucieza.
La advocación de la Santa Cruz parece deberse a
la conservación de la prestigiosa reliquia donada por Alfonso VIII, y que
Ambrosio de Morales no llegó a reconocer a pesar de haber recalado en la
colegiata de Husillos. Su situación económica nunca fue demasiado estable,
llegando a declararse pobre para evitar la sustracción de beneficios
eclesiásticos. En 1218 Fernando III concedía su amparo, heredades y ganados
a Santa Cruz de Ribas inter Monçon et Ripas sito, et uobis, domno Petro,
eiusdem instanti abbati, et universis canonicis ibidem degentibus... En
1233 el abad de Santa Cruz de Ribas asumía la figura de pesquisidor –por
mandato de Fernando III– junto a otros tres delegados y merinos para solucionar
un conflicto entre los términos de Palenzuela y Baltanás. En 1229 García de
Villamayor permitió al abad de Ribas la explotación de árboles, de ciertos
molinos y la extracción de aguas directamente desde el río Carrión en su misma
propiedad. En 1256 Alejandro IV admitía la negativa de la casa a aumentar el
número de monjes, por lo que Julio González señalaba que este deseo restrictivo
indicaba una situación económica poco estable. Ésta –a juzgar por las reformas
ejecutadas durante los siglos XIV y XV– debió ser más próspera a medida que nos
acercamos a épocas modernas. Así sabemos que con posterioridad a 1555 el
monasterio fue reparado y en 1581 el capítulo general de la orden decretó el
traslado de la comunidad a Valladolid. Sin embargo en 1592 se construyó un
nuevo claustro y hasta 1627 no se hizo efectivo el traslado a la ciudad del
Pisuerga. Los canteros trasmeranos Francisco del Río (1592) y Francisco Pinedo
(1743-1768), aparecen documentados en varias reparaciones de la fábrica
monástica que no han llegado hasta nosotros.
La actual fisonomía del maltrecho edificio de
Santa Cruz de Ribas se debe a las transformaciones sufridas con posterioridad a
la exclaustración, cuando el recinto dejó de utilizarse como cenobio y pasó a
ser una explotación agropecuaria. Tuvo su origen como casa premonstratense cuya
fundación se asigna tradicionalmente al 1176, de la mano de un grupo de monjes
llegado desde la abadía vallisoletana de Retuerta. La historiografía ha anotado
–sin apenas indicios– que antes de la llegada de los monjes norbertinos,
existió en el mismo lugar una comunidad de santiaguistas dependientes de Uclés.
Lo que conservamos del monasterio se levantó en
sillería caliza, ladrillo macizo en el cuerpo superior de la torre y un curioso
pavimento de tierra con algún resto de losetas pétreas. La planta del edificio,
litúrgicamente orientada, presenta cabecera con triple ábside (el central
pentagonal precedido por tramo recto y los laterales cuadrangulares) reforzado
mediante contrafuertes prismáticos exteriores, crucero no manifiesto en el
exterior y dos naves –la central de mayor anchura– prolongándose por dos tramos.
En el costado meridional, el brazo del crucero se corresponde con el cuerpo
inferior de una torre de forma que visualmente conforma una ilusoria nave de la
epístola. En el mismo sector meridional se encuentra la única zona conservada
de las dependencias monásticas: la sala cuadrangular, que constituye el cuerpo
bajo de la torre, permite el paso a un nuevo espacio cuadrangular compuesto por
dos tramos separados por amplio fajón de refuerzo y desde éste, a la sala
capitular, que algunas descripciones de Simón y Nieto calificaban como “sacristía
vieja”.
La tipología de planta eclesial recuerda
efectivamente a la empleada en el monasterio cisterciense femenino de San
Andrés de Arroyo, si bien, el original modelo de cruz latina fue modificado en
época bajomedieval cuando se añadieron los tramos de las naves cubiertos con
bóvedas estrelladas, dificultando sensiblemente la captación visual de la horma
original. Existen modelos de cabecera similares en Las Huelgas y en Villamayor
de los Montes, si bien en Ribas, la presencia de nervios de ligadura en su capilla
mayor y en el tramo presbiterial hacen que esta iglesia palentina represente un
avance estructural y cronológico respecto a la cabecera de Arroyo.
La capilla mayor se cubre con bóveda de gajos
cuyos nervios confluyen en una clave que alcanza el arco triunfal mediante
ligadura de ascendencia burgalesa, en el tramo presbiterial que precede a la
misma capilla se emplea una crucería sexpartita, crucerías sencillas en las
capillas colaterales y bóvedas estrelladas (más complicadas en la nave
principal y tramo central del crucero) ornadas con motivos heráldicos y
ménsulas decoradas en el resto de los tramos.
Las ménsulas tardogóticas presentan motivos de
ángeles sosteniendo cartelas, salvajes, leones y los símbolos de los
evangelistas en la bóveda central del crucero (puede entenderse como una
continuidad respecto al modelo románico con el Tetramorfos tallado en las
trompas que fue tan común al románico palentino como se aprecia en San Martín
de Frómista, Santa Eufemia de Cozuelos, Nogales de Pisuerga o Zorita del
Páramo).
La ménsula de la izquierda con ángeles
portando escudos sin ninguna inscripción y la de la derecha con leones como
tenantes. Aquí los leones parecen como seres
benéficos donde aparecen como tenantes, flanqueando una especie de signum o
corona de laurel.
Para las claves de la cabecera existen modelos
vegetales calados, rosetas centrales y cabezas antropomórficas cuyos paralelos
más directos se aprecian en la iglesia y capilla del Abad del monasterio
–también premonstratense– de Santa María la Real de Aguilar de Campoo. Varios
de los capiteles que flanquean el acceso a las capillas, en especial alguna
cesta de la epístola, ostentan caracteres inequívocamente andresinos (como en
Santa Cecilia de Aguilar): se tallan en compacta arenisca blanquecina siguiendo
modelos con acantos ramificados o lisos que en su desarrollo superior acogen
frutos esféricos y bayas. Esta casuística nos hace sospechar de un posible
transporte de piezas talladas –o de piedra sencillamente desbastada– desde el
norte de la provincia hasta este monasterio de Campos.
Capitel izquierdo del arco triunfal
decorado con voluminosos crochets y en las esquinas se tallan cabezas, la de la
izquierda es femenina cubierta con toca. El otro capitel son aves con las
cabezas dispuestas en sentido contrario, que picotean las pinas de las
esquinas.
Sin embargo, el grueso de los capiteles de la
cabecera parecen tallados por canteros locales que imitan las cestas de San
Andrés de Arroyo con escasa habilidad (existen modelos helicoidales y otros que
integran arpías y grifos comunes al léxico del románico más tardío y que se dan
también en Amayuelas de Abajo), algo similar se aprecia en las basas y en las
claves. Otros capiteles se decoran con flores de lis y crochets perfectamente
góticos. Las basas, dispuestas sobre alto zócalo, constan de toro muy plano con
lengüetas angulares y anillo superior.
Bóveda
estrellada cubre el segundo tramo de la nace central y está ornada en la clave
por la cruz del Santo Sepulcro, con rosetas entre los brazos.
Los nervios de la bóveda del ábside mayor
reposan sobre cinco columnillas instaladas entre las ventanas en tanto que en
su acceso los pilares portan media columnilla adosada en sus frentes y otra en
codillo que coinciden con las nervaduras diagonales del abovedamiento. Los
ventanales absidales son apuntados, flanqueados por columnillas –interior y
exteriormente– y rasgados, el apuntamiento es menor en los vanos de las
capillas laterales y quedan flanqueadas por dobles columnillas (simples en el
interior). Existen otras ventanas –ahora cegadas– sobre las arcadas que separan
la nave principal de la del evangelio y otras con función vigente en los brazos
del crucero y hastial.
En el templo se diferencian pues dos fases
constructivas claramente delimitadas: el bloque constituido por la cabecera y
el crucero, datable en torno al primer tercio del siglo XIII, y la ampliación
de las naves hacia los siglos XV - XVI. Esta división en dos campañas, ya
planteada a grandes rasgos por Lampérez, se topa con la presencia de la sala
capitular, ámbito dividido en nueve tramos cubiertos con crucerías que apoyan
en varias semicolumnas adosadas a lo largo de los muros y otras centrales. Como
ya indicamos, a ésta se accede desde el brazo sur del transepto y el cuerpo
inferior de la torre, pasando después a otra sala cuadrangular que pudo cumplir
funciones como sacristía y penetrar en el capítulo. Esta sala, cuyos capiteles
presentan una rica serie de motivos vegetales y figurativos, parece fruto de
una campaña constructiva anterior, en la que participó un taller escultórico
activo en el claustro del monasterio de Santa María la Real de Aguilar de
Campoo.
En cualquier caso, el crítico burgalés optaba
por admitir la posibilidad de que la sala capitular fuera más antigua que el
resto del edificio, aunque terminaba concluyendo cierta coetaneidad con la
cabecera y haciendo derivar las diferencias de la presencia de manos distintas.
A pesar de todo, Lampérez refiere un hipotético aprovechamiento por parte de
los premonstratenses de una sala capitular anterior, argumento que nos resulta
improbable al cotejar la identidad de facturas entre los capiteles aquilarenses
claustrales (tallados tras la llegada de Prémontré en 1173) y los del capítulo
de Ribas. Infiere también el débil argumento del grafito del fuste de la sala
capitular FRA/TERF/RAN/ISC como indicio para datar el espacio con
posterioridad a la llegada del culto al santo de Asís.
Para J. Ara la sala del capítulo resulta obra
del siglo XIII. Es curioso comprobar cómo la historiografía más reciente
transcribe machaconamente el grafito del fuste de la sala capitular como FRATER
FRANCISCUS ME FECIT, cuando en realidad la fórmula carece de entidad como
suscriptione al no existir tal ME FECIT.
Es probable que la sala del capítulo de Ribas
se levantara en torno a las últimas dos décadas del siglo XII, inmediatamente
antes que la construcción de la cabecera de la iglesia, cuyos rasgos
ornamentales y tipológicos permiten hablar de una campaña constructiva bien
entrado el siglo XIII, cuando las fábricas de los monasterios de Arroyo y de
Aguilar estaban ya avanzadas.
Del recinto claustral apenas nada se ha
conservado, por más que Quadrado aún viera sus galerías lóbregas. Cuando
Lampérez lo visitó quedaba en pie el ángulo noreste que se cubría con bóveda
nervada (aunque a punto de desplomarse todavía existe entre un montón de
escombros). El edificio se restauró a principios de siglo bajo la supervisión
de Matías Vielva siendo obispo Enrique Almaraz (la clave de la bóveda
estrellada del último tramo del evangelio lleva la data de 1897).
El acceso al templo se efectúa desde una puerta
practicada en el testero occidental y otra en el lado meridional.
Resulta evidente distinguir dos facturas muy
distintas entre la escultura correspondiente a las fases más tempranas del
edificio. De un lado los capiteles de la cabecera del templo, de otro los
correspondientes a la sala capitular. Mientras que los primeros presentan un
indudable grado de rusticidad, a excepción de algunas piezas en el exterior de
los ventanales absidales (con aves de cuellos afrontados y esquemas de acantos
helicoidales), los segundos podrían considerarse como obra próxima al taller que
trabajó en el claustro de Aguilar de Campoo con posterioridad a la llegada de
Prémontré (1173) aunque con anterioridad al aniconismo de su sala capitular
datada en 1209. Las dobles cestas de la sala del capítulo presentan temas
figurados y vegetales: arpías afrontadas con capirotes ceñidos por soga y colas
anudadas, leones en forzadas posiciones circulares entre frondas vegetales, un
combate ecuestre entre dos caballeros, un guerrero alanceando a un dragón, un
buen pastor que sigue el modelo del moscóforo clásico, grifos afrontados entre
una máscara que vomita tallos y otros refinados modelos con hojas de acanto
trepanadas de nervios perlados y provistas de bayas esféricas o con simples
hojas lisas que en sus desarrollos superiores se vuelven sobre sí mismas
acogiendo frutos esféricos. Los capiteles con leones entre entrelazos tienen
sus homónimos en una cesta doble del claustro de Aguilar trasladada al MAN (el
n.º 13 que clasificaron Bravo y Matesanz) de Madrid, mientras que las arpías,
los grifos, los lanceros y las cestas de acantos son muy habituales en varias
piezas claustrales y de la capilla del Abad de la casa aquilarense.
En la entrada a la misma sala del capítulo de
Ribas aparecen otras cestas con rudos acantos recortados y grifos afrontados en
cuya factura apreciamos un claro descenso cualitativo. Los capiteles que
coronan las columnas centrales son lisos, si exceptuamos el noroeste, decorado
con elementos vegetales.
En las capillas de la cabecera existen tres
credencias (las de la capilla mayor y del evangelio con doble vano separado por
columnilla que remata en capitel vegetal) en clara consonancia con tipos
comunes en los monasterios de San Andrés de Arroyo, Santa María la Real de
Aguilar y la iglesia de Santa Cecilia de Aguilar.
Se conserva un capitel doble de acantos lisos y
una basa doble completamente descontextualizados en el interior de la iglesia.
Es muy probable que estos restos hayan pertenecido al primitivo claustro
monástico. Aunque haya desaparecido la ornamentación eclesial, en el lado de la
epístola todavía se mantiene un pequeño retablo del segundo tercio del siglo
XVII con representaciones pintadas de las virtudes teologales en su predela.
En el remate a piñón del hastial occidental
existe un relieve gótico con una crucifixión.
Husillos
Husillos es una pequeña población situada en la
ribera del Carrión, a 3 km de Monzón de Campos, en el corazón de los antiguos
Campos Góticos. La colegiata de Santa María se halla enclavada en el centro del
modesto núcleo rural, en la margen derecha del Carrión y junto a la carretera
local que procedente de Monzón de Campos, cruza el curso fluvial por un
interesante puente del siglo XVI.
Colegiata de Santa María
Iglesia unida desde antiguo a la catedral
palentina y ocupada por canónigos regulares sujetos a la regla agustiniana. La
colegiata de Husillos reguló la actividad pastoral del entorno entre fines del
siglo XII y fines del XV (como Hérmedes y Lebanza). Husillos fue además sede
del famoso concilio de 1088. La tradición señala que el primer abad fue don
Raimundo o Ramón, cardenal en Roma, éste poseía varias reliquias traídas desde
Compostela a mediados del siglo X. El eclesiástico, ya anciano, se dirigió a la
reina de León doña Sancha Ansúrez, solicitando un templo donde depositar las
reliquias, así obtiene la abadía de Husillos (Nuestra Señora de Dehesa Brava)
hacia el 970-975. La poderosa familia de los condes de Monzón había dotado a la
abadía con propiedades en varios lugares (Pajarejos, San Julián de Avellaneda,
Pajares, Sahagún el Viejo) entre 950 y 955.
En 1035 Sancho el Mayor concedía Husillos al
obispo de Palencia. Pero los primeros testimonios fidedignos datan de 1107 y
1114, cuando Poncio Guitard compraba Pozuelos de Amianos y la reina Urraca
ofrecía a la abadía la villa de Celanova. En 1140 Alfonso VII donaba al abad
Bernardo la iglesia de San Baudel de Villagarcía y en 1152 Sancho III fijaba
los cotos de la villa de Husillos otorgando a los canónigos privilegio de
infanzones. En 1173 el abad Raimundo cambiaba con el abad Pascual de Benevívere
el foro de la iglesia de Becerrilejo por la mitad de Amusquillo de Esgueva.
El longevo obispo palentino Raimundo II fijó en
1183 la canónica de la abadía de Husillos, y concedió a los capitulares
facultades similares a los de la sede episcopal, estableciendo su número máximo
en 16 y ocho racioneros. Nombró también al abad Gundisalvi Petri canónigo de
Husillos. Entre sus posesiones figuraban las iglesias de Hérmedes, San Miguel
de Fuentes de Nava, San Pedro de Fuentes de Valdepero, Santa Eugenia de Piña,
Ampudia, Torre Marte de Astudillo, Santa María de Monzón, así como propiedades en
muchos otros puntos (Población, Grijota, Mazariegos, Santoyo, Tablada,
Villamumbrales, Villajimena, etc.). Beneficiado por abades nobles como Gonzalo
Pérez en 1199, mantuvo numerosos litigios con otros poderosos como Pedro
González de Marañón (1234). Julio González señala cómo a mediados del siglo
XIII el prior Miguel cubrió el coro, el altar dedicado a Santa María y el
portal del paso procesional, en su testamento dejó una manda para efectuar las
obras del capítulo y del sagrario. Por estos años don Gómez de Monzón alzó
también su capilla funeraria de Santiago sin que podamos precisar su posición.
Hacia el siglo XIV la abadía entró en una etapa de clara decadencia,
coincidiendo con la despoblación de los núcleos pertenecientes a su dominio y
el absentismo clerical. En 1608 la colegiata fue definitivamente trasladada a
la iglesia de Ampudia (Palencia).
El templo, litúrgicamente orientado, consta de
amplia nave única, con dos capillas intercomunicadas en el lado del evangelio y
otras dos en el de la epístola, en este mismo lado, a la altura del tramo más
occidental de la nave, se mantiene una estrecha estancia cubierta con bóveda de
cañón que parece coincidir con el nivel inferior de la torre-campanario. El
grueso del edificio está construido en buena sillería local, procedente del
páramo y con fuertes intrusiones huecas, las zonas bajas han resultado muy afectadas
por la capilaridad que ha provocado una intensa disgregación, apenas disimulada
tras las últimas restauraciones. Numerosas marcas de cantero se comprueban en
el interior del templo, especialmente a lo largo del muro septentrional.
Vista de todo el hastial occidental con
su portada, ventanas y en al ángulo suroccidental una torre románica.
El ábside presenta planta semicircular y
aparece precedido de un tramo presbiterial recto. Al exterior posee tres paños
divididos por dobles semicolumnas adosadas flanqueadas por codillos y
pilastrillas, cada uno de los tramos se decora con otras dos pilastrillas de
idéntica factura que las anteriores. Aquí verificamos con claridad la
existencia de dos fases constructivas medievales ya anotada por Heras. Desde el
elevado podium hasta una altura aproximada de dos metros –incluyendo basas con
apéndices angulares, lo cual representa aproximadamente un tercio de la altura
total del ábside– se desarrolla el esquema descrito de dobles semicolumnas con
codillos recordando soluciones estructurales propias de abovedamientos (Torres
Balbás). Pero a partir de esa altura, los elementos estructurales se cambian
por contrafuertes de sección cuadrangular. El aparejo de sillería también sufre
transformaciones, siendo ahora de un tamaño menor. Cada paño absidal se perfora
con un vano de medio punto correspondiente a la segunda campaña (el del lado
del evangelio fuertemente abocelado) y sobre éstos, óculos modernos muy
restaurados con hormigón. Aparecen otros dos óculos en el muro norte de la
nave. Un aparejo amenizado por pilastras acanaladas de claro recuerdo clásico
se advierte en el tramo presbiterial septentrional, justo hasta el inicio de la
nave. Este paramento, aunque muy modificado, debió poseer cuatro tramos
pautados por pilastras que en el arranque de las acanaladuras parten de
perfiles semicirculares. Tales formas acanaladas aparecen bien conservadas en
el muro meridional interior y recuerdan las de algunos edificios provenzales.
El ábside conserva hasta la mitad de su
altura lo que fue su estructura original: haces de columnillas y pilastrillas
acanaladas adosadas sobre un alto zócalo escalonado, así como pequeños
ventanales de medio punto doblado.
El ábside presenta planta semicircular
con tres paños divididos por dobles semicolumnas adosadas flanqueadas por
codillos y pilastrillas.
Podríamos datar la primera campaña hacia
1190-1200, afectando al inicio de las obras, desde la cabecera hasta el
arranque de la nave. La segunda campaña, que elevó el ábside hasta el nivel de
cornisas y cubrió el resto del edificio parece corresponder a una fecha
indefinida entre mediados del siglo XIII y la primera mitad del XIV. Las obras
promovidas por el citado prior Miguel nos parecen interesantes al respecto. El
proyecto inicial para el ábside debió concebir una cubierta nervada similar a
la empleada en San Juan de Ortega (Heras), San Nicolás de Miranda o Ameyugo
(trasladada a los EE.UU.) y bóveda de ojivas en el tramo presbiterial, si bien
durante la segunda campaña el ábside se remató con bóveda de horno que parte
del nivel de las basas. El podium y el comienzo de cada uno de los elementos
estructurales se aprecia claramente en el interior, donde la esquina de la
pilastra sobre la que se adosa la semicolumna del arco triunfal, posee curiosos
bezantes y las basas bolas, piñas y elementos acaracolados en sus ángulos.
La nave principal está cubierta con bóveda de
cañón y lunetos aunque su cubierta primitiva pudo ser de arcos diafragmáticos.
El presbiterio se cierra con cañón apuntado, al igual que la capilla del
segundo tramo del lado de la epístola donde el fajón descansa sobre pilastras y
semicolumnas adosadas. Las dos capillas funerarias del lado del evangelio,
comunicadas por arcos apuntados con la nave, se cubren con bóvedas de ojivas
sobre ménsulas figuradas con máscaras y un dragón antropomorfo, sus claves heráldicas
debieron portar motivos pintados.
Al ábside tardorrománico se le añadió una
capilla gótica en el lado de la epístola, ésta posee planta rectangular de dos
tramos con testero poligonal (en realidad de tres lados puesto que reaprovecha
el muro semicircular absidal preexistente) y vano apuntado y geminado en su
paño central.
Los canecillos tienen formas naceladas en todo
el perímetro eclesial, si bien abundan las piezas de forma triangular en el
muro septentrional y con los laterales abiselados en el ábside.
El hastial occidental está rematado a piñón,
como en Santa Cruz de Ribas, una imposta recorre horizontalmente toda la
fachada coincidiendo con los cimacios de los vanos. El hastial presenta dos
vanos apuntados –por encima de la portada– que tienen guardapolvo abilletado y
doble arquivolta de baquetón. Parece que en el plan inicial se había concebido
otro vano en el centro del hastial y a la misma altura que los descritos, aún
acertamos a ver sus semicolumnas laterales, si bien se modificó al practicar un
óculo. Un escudo moderno de la colegiata remata el frontis superior.
El acceso se efectúa desde la portada
occidental apuntada. Se dispone avanzada sobre el muro, posee una chambrana con
puntas de diamante y cuatro arquivoltas que alternan dos baquetones, una
escocia y un motivo vegetal de hojas simétricas retocadas por trépano y bayas
centrales. Los baquetones contactan con la imposta mediante tacos
semicirculares que recuerdan a los de la portada de Revilla de Santullán. Las
cuatro arquivoltas apoyan sobre imposta lisa que en el intradós de la puerta
alterna temas de esquemáticos crochets y entrelazos, dos de las arquivoltas
coinciden con jambas esquinadas imitando semicolumnas que portan sencillos
capiteles de acantos lisos. El zócalo, ya perdido por el paso de los siglos y
la fuerte erosión, se ha convertido en alto banco de hormigón moderno. En el
tejaroz advertimos canecillos de nacela y de bolas fuertemente disgregados.
Una llamativa torre de planta cuadrangular se
adosó al lado meridional y muy cerca de los pies. Presenta cuatro niveles
remarcados por impostas lisas, si bien algunas piezas del nivel inferior
muestran indicios de haber estado decoradas. El segundo y tercer nivel tienen
saeteras y los dos superiores vanos apuntados y cuadrangulares que derivan de
una disposición de saetera.
El claustro –lamentablemente desaparecido– se
situaba también en el lado meridional. Poseyó cuatro galerías de seis tramos
cada una más los cuatro angulares. En la actualidad sólo podemos apreciar las
enjutas estucadas de fines del XVI en los arranques de las arcadas de la panda
occidental. Según Madoz, el claustro de Husillos era “de órden gótico”,
y sus paredes estaban “adornadas de varias figuras de bajo relieve;...”. Los
numerosos restos escultóricos custodiados en el Museo Arqueológico de Palencia
o los fragmentos de fustes todavía in situ permiten asegurar la existencia de
un claustro tardorrománico de indudable interés datable hacia los años finales
del siglo XII o primeros del XIII. García Guinea –guiado por la lápida de
consagración– optaba con considerar una fecha en torno a mediados del siglo
XII. El ámbito claustral es para Sancho Pradilla de la misma época que la
iglesia y fue derribado por el insigne abad Francisco de Reinoso, poseía
bóvedas de aristas de medio punto y ventanas rectangulares en los muros
interiores. En la panda septentrional que linda con la iglesia existió una
entrada a la sala capitular donde se conservaban antaño trozos de artesonado.
En el lado septentrional se distinguen cuatro arcosolios, Quadrado ya infería
su funcionalidad funeraria y añadía que la entrada al claustro “de arco
semicircular se ve a un lado de la del templo, antes que sufriera la
restauración que hace en el día menos lamentable su completa e inminente ruina”.
Desde la sacristía y la capilla del tercer tramo de la epístola también se
accedía hasta el claustro, una portada apuntada de triple arquivolta con
baquetones y escocias, así lo certifica.
En la galería meridional, adosada a
edificaciones domésticas, se aprecia un vano de medio punto. La presencia de
varios canes para la sujeción de cabezas de viga en el muro de la iglesia
permite sugerir que el primitivo claustro estuvo cubierto con madera. La
reforma del XVI, emprendida por el abad Francisco de Reinoso, supuso la
instalación de modernas bóvedas de cañón con lunetos en la nave principal
modificando las ventanas del ábside para abrir óculos. Para Heras, los restos
de arranques de nervios y las yeserías del espacio claustral –reutilizado como
huerta– fueron obra del mismo Francisco de Reinoso (obispo de Córdoba en 1597).
El interior del edificio y de la sacristía también fueron remozados empleando
yeserías. Son de cadeneta geométrica en la nave, con una gran venera en la
bóveda de horno absidal, así como otros motivos avenerados en los fustes de
arco triunfal, una cartela con el anagrama IHS en el hastial occidental,
mascarones bajo el espacio que ocupó el órgano, cordones, florones y distintivos
heráldicos del abad promotor.
A pesar del mediocre estado de conservación del
edificio y de los escasos restos escultóricos que a primera vista ofrece para
el visitante, Husillos resulta ser uno de los hitos fundamentales para los
investigadores de la escultura románica meridional.
Aunque trasladado al Museo Arqueológico
Nacional de Madrid en 1872, la colegiata de Husillos albergó bajo el epitafio
de Gonzalo González un célebre sarcófago romano. La pieza está decorada con
escenas de la Orestiada en su frente delantero y laterales cortos. Ambrosio de
Morales efectuó la primera descripción de la caja si bien erró en la
identificación del asunto como la historia de los Horacios y los Curiacios.
La pieza funeraria debió tallarse en torno a
mediados del siglo II d. de C., correspondiendo con una fase estilística
adrianea. Es pues una obra clásica cuya existencia determinó el nacimiento de
una de las corrientes escultóricas románicas de mayor carácter, calidad y
difusión a lo largo de la ruta jacobea. Ya fue conocido y estimado desde el
Renacimiento –Berruguete lo elogió y Juan de Arfe atestiguó su indudable valor–
pero sólo trabajos bien recientes pusieron sobre el tapete su valor como
inspirador de los escultores románicos. En el frente de la caja, Orestes
–ayudado por Pílades– asesina a su madre Clitemnestra y a su padrastro Egisto.
En atormentada posición asenta certeros golpes de puñal que ponen fin a la vida
de los amantes. Las Furias amenazan al héroe con un ofidio que surge entre
escénicos cortinajes al tiempo que un esclavo se protege horrorizado tras un
escabel.
En el capitel derecho del arco triunfal de San
Martín de Frómista se talló un excelente capitel, hoy conservado en el Museo
Arqueológico de Palencia aunque replicado in situ que traslucía rasgos
compositivos y formales entresacados del sarcófago adrianeo. En 1976 Moralejo
adelantaba la hipótesis y años después, sistematizaba su difusión.
En realidad el sarcófago de Husillos, quizá
procedente de la Palantia romana, pudo reutilizarse como sepultura del conde de
Monzón Fernando Ansúrez, dado el valor emblemático que este tipo de piezas
tuvieron durante la Edad Media. Bertaux anotaba a principios de siglo que sobre
ciertos capiteles de Frómista parecía advertirse la olvidada belleza de
sarcófagos romanos ya perdidos, en este caso excepcional sí podemos apreciar
las calidades de la pieza original que dignificó el prestigio del finado
medieval. En otros capiteles de la catedral de Jaca, San Isidoro de León,
Loarre, Toulouse y Compostela también hizo mella el característico estilo
derivado del sarcófago palentino, su función como fuente de modelos
antiquizantes –carentes obviamente de su significación pagana– resulta una de
las originalidades más sorprendentes de la escultura románica hispana. La
hipótesis planteda por Moralejo sobre el papel jugado por el sarcófago de
Husillos como Skizzenbuch o álbum de modelos se hace evidente al contemplar algunos
de los capiteles tallados por el denominado maestro de Jaca, aunque el escultor
activo en la seo jaquesa pudo también conocer otro tipo de piezas clásicas como
el sarcófago galo de Saint-Orens d’Auch u otras ya perdidas.
La ruina y el consiguiente expolio sufrido por
el claustro de Husillos nos ha impedido conocer una de las series escultóricas
más interesantes del románico tardío en la provincia de Palencia. Si
exceptuamos el muy reformado de Aguilar de Campoo y el primoroso anicónico de
Arroyo, Husillos, junto con Santa Cruz de Ribas, Santa Eufemia de Cozuelos,
Benevívere o San Zoilo, son fundaciones monásticas o canonicales cuyo ámbito
claustral ostentó piezas esculpidas de sumo interés. Debemos recurrir para su
reconstrucción a pruebas tan inestables como las viejas fotografías publicadas
por Sancho Pradilla (1912) y los fragmentos depositados en el Museo
Arqueológico de Palencia. Son de cualquier modo piezas muy heterogéneas, de
cronologías diferentes y de mediana calidad: capiteles dobles de cestería o
decorados con arpías afrontadas por sus colas, personajes masculinos genuflexos
asidos por los tobillos, un fragmento de una estatua-columna, el relieve de un
personaje portador de libro y bendiciendo bajo arquillo y torres almenadas al
estilo de los sarcófagos carrioneses (n.º 223), numerosos fragmentos de fustes,
basas, impostas y cimacios vegetales o abilletados, dos piezas en forma de
venera (n.º 211 y 212a-212b), dos canecillos zoomórficos (n.º 220 y 222) y
alguna cesta vegetal que puede superar al propio ámbito claustral (n.º 213, 217
y 218). En una estatua-columna (n.º 225) se advierten rasgos estilísticos
derivados del taller activo en el friso de Santiago de Carrión, sin embargo, el
desaparecido capitel doble con personajes masculinos recuerda a otros más
arcaicos del ambiente de San Martín de Frómista y la colegiata de San Quirce
(Burgos). Las cestas vegetales (n.º 228) pueden tener paralelos en los restos
más tardíos de la cabecera de la catedral palentina. Algunas de las impostas y
cimacios mantienen clara relación con los cimacios de las portadas de Santa
María de Carrión de los Condes y San Zoilo de Carrión, así como del interior de
Santillana del Mar y Frómista (n.º 202, 214 y 224). Sin embargo, el grueso, que
corresponden a motivos de tallos serpenteantes y hojas angulosas (n.º 189, 190,
191, 192, 193, 194, 196, 197, 198a-198b, 199, 200, 201, 203, 205, 206, 207,
209) parecen de factura más cercana a fines del siglo XII (incluso las n.º 195,
204 y 208, son de otra mano más refinada). Existen ciertas piezas con indicios
de mayor antigüedad (n.º 213 y 218), emparejables quizá con el antiguo cenobio
del siglo X, otro grupo pudo formar parte de la ornamentación del monasterio
existente hacia la fecha del célebre concilio (1088), mientras que la mayor
parte de las piezas superan con mucho la fecha de consagración (1158) y encajan
mejor entre la última década del siglo XII y las primeras del XIII.
Respecto a los capiteles de las dos capillas
del evangelio se tallaron con acantos lisos y basas con bolas o lengüetas en
sus ángulos que Heras adscribe a piezas características de algunos monasterios
cistercienses. Para el altar se reaprovecharon dos pares de columnas de
capiteles lisos procedentes del claustro y para el atril un fragmento de
idéntica procedencia con capitel triple –quizá de un machón– decorado con
acantos y pitones anillados que dejan ver ciertas bayas centrales.
En dos de los arcosolios del lado del evangelio
fueron instalados un par de yacentes góticos, uno correspondiente al abad Pedro
Ruiz de Villoldo (†1503) y otro –con frente muy erosionado donde se reconoce la
Maiestas y el colegio apostólico– a Pedro Fernández (†1391), así como la caja
de un sarcófago de bañera localizado bajo el pavimento durante las reformas de
1990-1993. A los pies del templo, en el lado del evangelio se depositó otro
yacente del XV. No obstante, desconocemos la posición original de tales piezas
funerarias, quizá procedentes de las capillas del evangelio o del claustro.
Quadrado ya señalaba que el yacente de Pedro Ruiz de Villoldo, abad de Lebanza
y de Husillos, estuvo colocado en la capilla del maestro Esteban (la del tercer
tramo del lado del evangelio), junto a un antiquísimo retablo dedicado a San
Ildefonso.
En uno de los arcosolios del lado del
evangelio aparece un sepulcro yacente gótico con frente muy erosionado donde se
reconoce la Maiestas y el colegio apostólico- del abad Pedro Fernández. En el
arcosolio de al lado la escultura gótica de San Juan Evangelista
Tanto en la capilla del maestro Esteban como a
los pies del primer tramo de la nave aparecen varias laudas funerarias
epigrafiadas de los siglos XVI y XVII.
Trapote estudió varios capiteles renacentistas
del XVI, aparentemente romanos, procedentes de la colegiata de Husillos y
depositados en la catedral palentina. El único vestigio romano se aprecia en la
clave del arco que permite la entrada hasta la estancia baja de la torre, allí
se reaprovechó un fragmento de estela funeraria con decoración de ruedas
biseladas. Otros materiales altomedievales se hallaron durante las excavaciones
de urgencia emprendidas en el lado septentrional del primitivo claustro en 1990-1991.
Restos escultóricos procedentes de la
colegiata, en el museo de Palencia
N.º 189. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en uno de sus frentes. Presenta vástago serpenteante y hojas espinosas
triangulares. 200 × 195 × 93 cm alt.
N.º 190. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en uno de sus frentes. Presenta vástago serpenteante y hojas espinosas
triangulares. 376 × 190 × 91 cm alt.
N.º 191. Fragmento de cimacio decorado en tres
de sus frentes. Presenta vástago serpenteante –convertido en roleo– y hojas
espinosas triangulares. Es similar al n.º 206 aunque se conserva muy
erosionado. 338 × 220 × 138 cm alt.
N.º 192. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en uno de sus frentes. Presenta vástago serpenteante y hojas espinosas
triangulares. 305 × 210 × 138 cm alt.
N.º 193. Fragmento de cimacio decorado en tres
de sus frentes. Presenta vástago serpenteante –convertido en roleo– y hojas
espinosas triangulares. Similar al n.º 191. 343 × 220 × 140 cm alt.
N.º 194. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en uno de sus frentes. Presenta vástago serpenteante y hojas espinosas
triangulares. 378 × 225 × 142 cm alt.
N.º 195. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en dos de sus frentes por vástago serpenteante y hojitas foliadas. Muy
próximo a la factura del n.º 204 aunque con mayor detalle recordándonos los
trabajos de San Andrés de Arroyo. 245 × 205 × 115 cm alt.
N.º 196. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en uno de sus frentes, otro ostenta superficie lisa. Presenta vástago
serpenteante y hojas espinosas triangulares. 380 × 225 × 142 cm alt.
N.º 197. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en uno de sus frentes. Presenta vástago serpenteante y hojas espinosas
triangulares. 238 × 190 × 94 cm alt. N.º 198a. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en uno de sus frentes. Presenta –como en n.º 197– vástago serpenteante
y hojas espinosas triangulares. 394 × 260 × 94 cm alt.
N.º 198b. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en uno de sus frentes. Presenta vástago serpenteante y hojas espinosas
triangulares. 280 × 155 × 94 cm alt.
N.º 199. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en uno de sus frentes. Presenta vástago serpenteante y hojas espinosas
triangulares. 255 × 223 × 103 cm alt.
N.º 200. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en uno de sus frentes. Presenta vástago serpenteante y hojas espinosas
triangulares. 300 × 205 × 140 cm alt.
N.º 201. Fragmento de cimacio decorado en tres
de sus frentes. Presenta vástago serpenteante y hojas espinosas triangulares.
400 × 340 × 144 cm alt.
N.º 193. Fragmento de cimacio decorado en tres
de sus frentes. Presenta vástago serpenteante –convertido en roleo– y hojas
espinosas triangulares. Similar al n.º 191. 343 × 220 × 140 cm alt.
N.º 194. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en uno de sus frentes. Presenta vástago serpenteante y hojas espinosas
triangulares. 378 × 225 × 142 cm alt.
N.º 195. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en dos de sus frentes por vástago serpenteante y hojitas foliadas. Muy
próximo a la factura del n.º 204 aunque con mayor detalle recordándonos los
trabajos de San Andrés de Arroyo. 245 × 205 × 115 cm alt.
N.º 196. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en uno de sus frentes, otro ostenta superficie lisa. Presenta vástago
serpenteante y hojas espinosas triangulares. 380 × 225 × 142 cm alt.
N.º 197. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en uno de sus frentes. Presenta vástago serpenteante y hojas espinosas
triangulares. 238 × 190 × 94 cm alt.
N.º 198a. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en uno de sus frentes. Presenta –como en n.º 197– vástago serpenteante
y hojas espinosas triangulares. 394 × 260 × 94 cm alt.
N.º 198b. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en uno de sus frentes. Presenta vástago serpenteante y hojas espinosas
triangulares. 280 × 155 × 94 cm alt.
N.º 199. Fragmento de imposta o cimacio
decorado en uno de sus frentes. Presenta vástago serpenteante y hojas espinosas
triangulares. 255 × 223 × 103 cm alt.
N.º 200.
Fragmento de imposta o cimacio decorado en uno de sus frentes. Presenta vástago
serpenteante y hojas espinosas triangulares. 300 × 205 × 140 cm alt.
N.º 201. Fragmento de cimacio decorado en tres
de sus frentes. Presenta vástago serpenteante y hojas espinosas triangulares.
400 × 340 × 144 cm alt.
N.º 215. Fragmento de imposta decorada con
triple fila de billetes. 325 × 260 × 122 cm alt.
N.º 217. Fragmento de un capitel doble de 41 ×
20,5 × 24,5 cm alt. La pieza parece reaprovechada y sólo deja entrever formas
vegetales de la cesta y una parte del collarino. En la zona vegetal conservada
apreciamos una porción de un acanto liso y otra hoja ramificada cuyas
terminaciones se van alternando con toques de trépano. Recuerda un capitel de
procedencia palentina conservado en el Museu Marès (Barcelona).
N.º 218. Fuste de sección octogonal y tosco
capitel con decoración de acantos de apariencia prerrománica. 47 cm alt.
N.º 219. Capitel liso de sección octogonal. 36
cm alt.
N.º 220. Canecillo zoomórfico de ojos
exoftálmicos, con paralelos en piezas de San Martín de Frómista. 19 cm alt.
N.º 221. Basa de 45 × 25 × 26 cm alt. ornada
con husos angulares.
N.º 222. Canecillo zoomórfico muy similar al
n.º 220. 19 cm alt.
N.º 223. Fragmento de capitel o de machón
angular con dos personajes bendiciendo que portan sendos libros –quizá
evangelistas– bajo arquillos de medio punto sobre los que se alzan torrecillas.
36 cm alt. Sobre la cubierta del libro de uno de éstos se aprecia un grafito
recordando el nombre del personaje, como en los frisos con apostolado de
Moarves y Santiago de Carrión. El enmarque arquitectónico recuerda algunos
sarcófagos datados a fines del XIII (Aguilar de Campoo [Antón Pérez de
Carrión], Villasirga o Arenillas de San Pelayo).
N.º 224. Fragmento de cimacio decorado por tres
de sus frentes. Presenta flores de aro pentapétalas inscritas en el interior de
palmetas. Las flores quedan recogidas por triple listel central. En la zona
superior se distingue un grafito ilegible en cursiva. 330 × 237 × 142 cm alt.
N.º 225. Fragmento de posible estatua-columna
de 25 × 30,5 × 51 cm alt. Parece corresponder con las rodillas y el talle de un
personaje eclesiástico. A advertir el tratamiento de pliegues excisos de
molinillo en las rótulas que recuerda los apóstoles de Santiago de Carrión. En
los laterales cortos parecen reconocerse cintas verticales a modo de estolas.
En virtud de sus dimensiones, no podemos descartar que se trate de un capitel
doble, si bien sus sugerencias anatómicas hacen que nos inclinemos por asignar
a la pieza una función de estatua-columna.
N.º 226. Cabeza masculina barbada muy
erosionada de procedencia desconocida de 17 cm alt. que se ha dispuesto sobre
la escultura de San Miguel. N.º 228. Cesta doble vegetal con acantos rematados
por frutos esféricos y sugerencias de manos sujetando los foliolos bajos. Posee
tacos cúbicos en el ábaco. 46 × 24 × 44 cm alt.
N.º 229. Pequeño fragmento de bajorrelieve con
tres personajes masculinos entre vástagos. El personaje superior, donde es
posible reconocer el tocado del cabello y los pliegues de su indumentaria,
recuerda alguna escena de cacería o de combate entre seres humanos y monstruos
propias de los talleres de Aguilar de Campoo, Vallespinoso de Aguilar o Piasca.
Este tipo de composición no resulta alejada del segundo taller de Silos. 21 ×
28 cm.
N.º 236. Fragmento de imposta lisa (esquina).
N.º 237. Fragmento de imposta lisa (esquina).
N.º 238. Pequeño sillar sobre el que se trazó
un reloj solar y se realizaron algunos grafitos ilegibles. Sólo podemos
aventurar la transcripción de: Martin(us)....miles. 45 × 23,5 × 18 cm alt. S.
N.º Escultura de bulto redondo con la imagen de San Miguel alanceando un
dragón. 82 cm alt. Su cronología parece de fines del siglo XIII. Entre otros
restos de Santa María de Husillos y depositados en el Museo Arqueológico
aparecen varias carátulas en yeso policromado de cronología moderna que
coinciden con las ejecutadas durante las reformas del abad Francisco de
Reinoso.
Del abultado listado de reliquias que citaba
Ambrosio de Morales en el periplo pío promovido por Felipe II nada se ha
conservado. En la catedral de Palencia aún se custodia una interesante pieza de
orfebrería de inicios del siglo XIII procedente de Husillos. Se trata de una
Virgen sedente con el Niño, del tipo Trono de Dios, ejecutada en cobre
cincelado y esmaltado de 17 × 26 cm. Ambas figuras aparecen tocadas con
coronas. La imagen mariana posee una portezuela en el respaldo posterior del
trono, está decorada con el digitus dei y sirvió para introducir alguna
reliquia o guardar la reserva eclesiástica. La corona lobulada de la Virgen,
los ojos de ambas figuras y algún ornamento de los mantos y de los cuellos
presentan turquesas engastadas y aplicaciones esmaltadas. El sitial se corona
con cuatro arquillos ultrapasados y una Anunciación en sus laterales. En la
base, provista de cabujones, se despliega la leyenda AVE MARIA GRA(tia)
PLENA en caracteres carolinos. En definitiva, es una obra de tesitura
tardorrománica pero en la que se pueden anticipar claros atisbos góticos.
Azcárate señaló la similitud entre la virgen de Husillos y un sello del señor
de Albarracín así como otros del Museo Arqueológico Nacional. La Virgen debió
portar un cetro o una flor ya desaparecido que Navarro asimilaba con la Virgen
visible en un sello de cera de Alfonso VII (1155) del privilegio concedido a
los canónigos de Husillos.
En el segundo tramo de la epístola se conserva
una lápida marmórea que recoge la dedicación del templo por parte de Sancho III
en 1158: ERA MCLXXXXVI REX/ SANCIVS DOMPNI ALDE/FONSI IMPERATORIS ISPA/NIARVM
FILIVS DEDIT CAVTOS/ECCLESIE SANCTE MARIE DE FV/SELLIS RAIMVNDO GILIBER/TI
EXISTENTE ABBATE EIVS/DEM ECCLESIE ET EADEM/ ERA PREDICTUS REX DOMI/NUS SANCIUS
OBIIT/ULTIMO DIE/ AUGUSTI.
En el tercer tramo del muro de la epístola se
encuentra la capilla funeraria del maestro Esteban (†1257), ésta que comunicaba
directamente con el claustro, se cubre con ojivas que descansan sobre columnas
acodilladas con capiteles de acantos lisos, una inscripción desaparecida aunque
recogida por Quadrado señalaba: IDUS NOVEMBRIS/OBIIT MAGISTER/STEFANUS
SACRISTA/NIS ECCLESIE COLEGIATA REQUIESCAT IN/PACEM AMEN ERA MCCXCV. Para
Sáinz de Robles el epitafio, con algunas variantes correspondía al año 1261. En
el frente del yacente de Ruiz de Villoldo se lee en tipos góticos: AQUI YACE
EL HONRADO Y DISCRETO VARON D. PEDRO RUIZ DE VILLOLDO ABBAD DE LAVANZA, PRIOR
DESTA YGLESIA, QUE DIOS AYA, FALLECIO A XI DE JUNYO DE MDIII AÑOS.
En uno de los arcosolios del lado el evangelio,
vemos un epígrafe funerario decorado con dos castillos provistos de tres torres
almenadas enmarcados en cuadrados y la leyenda: VII K[a]L[endas] AP[ri]LIS
OBIIT/PIUS PETRUS FERNINA[n]DI/ABAS FUSELLENSIS C/UIUS ANIMA REQ[u]IESCAT/IN
PACE AMEN ERA MI/L CCC....M..AI AN/NOS. En el arcosolio colateral se
distingue otra placa de 1380: VII K[a]L[endas] APRILIS OBIIT GUN/DISALVUS
GUNDISALVI A/RCIPRESBITER BURG/ENSIS ET CANONICUS/FUSELENSIS CUIUS ANI/MA
REQ[UI]ESCAT IN PA/CE ANO DNI MCCCLXXX. Se descubrió otro fragmento de
epitafio (1247) durante las obras de acondicionamiento en el pavimento de la
nave, actualmente se conserva sobre el podium del hemiciclo absidal, sólo se
puede transcribir: ..?..NICUS PRES/BITERO CANTOR/ D[e]
ECCLE[s]IE...A[n]I[m]A/REQ[UI]ESCAT I[N] PA/CE A E[ra] M CC L XXX V.
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