Románico en la Comarca de
Saldaña-Valdavia, Románico en Aguilar de Capoo y sus alrededores
Introducción
La comarca de
Saldaña-Valdavia (Vega-Valdavia) ocupa el sector centro-occidental de la
provincia de Palencia y su capital es la ciudad de Saldaña.
No se trata de la zona de mayor densidad de
restos románicos, como ocurre, en general, con la mitad oeste de la provincia,
la que limita con león, ya que es la otra mitad, la que se una a Burgos y
Cantabria la que mejor románico posee.
Sin embargo, lo que hace singular esta zona es
la presencia de magníficas pilas bautismales románicas.
Arenillas de San Pelayo
La iglesia del antiguo monasterio
premonstratense de Arenillas se emplaza en las llanuras aluviales de la comarca
de Valdavia, en la parte sur de la población, alejada unos cincuenta metros del
núcleo habitado. En su entorno, constituido por tierras sin cultivar, pueden
aún observarse parte de las edificaciones monásticas correspondientes a la
época moderna del cenobio.
Los orígenes de un centro monástico en
Arenillas de San Pelayo remontan al año 1132, fecha de su donación por la
familia de los Muñoz de Saldaña, también fundadores del burgalés de San
Cristóbal de Ibeas. El monasterio surgió fruto de una serie de aportaciones
realizadas de modo particular por varios miembros de la familia, no
adscribiéndose sus primeros moradores a orden religiosa alguna, circunstancia
ésta relativamente frecuente en el norte de Castilla hasta la reorganización
del monacato en el siglo XII. Estas primitivas comunidades seguían reglas más o
menos establecidas desde el siglo VII y por lo general acabaron o disolviéndose
o abrazando la observancia benedictina, cluniacense o mostense, como en el
paralelo caso de Santa María la Real de Aguilar de Campoo. En 1159 Diego Muñoz
y sus hermanos otorgaron carta de libertad al monasterio de Arenillas,
dotándolo de heredades en Arenillas, Villasarracino, Villabasta, Villaeles,
Renedo, Polvorosa y Tablares. El cenobio pasó a manos de los premonstratenses en
1168, siendo Pascasio su primer abad, sucedido por Petrus Pelagius. Todo parece
indicar que la introducción de los mostenses coincidió con la construcción de
la iglesia.
El modesto dominio monástico de San Pelayo de
Arenillas, procedente casi en su totalidad de donaciones particulares,
comprendía el monasterio de San Pedro del Campo, las villas de Oliva y
Cardeñosa (la primera, que luego pasó al monasterio de Aguilar, donada por
Alfonso VIII en 1175) y heredades en Olmos de Santa Eufemia, Nogales,
Villabasta, Villaeles, Renedo, Villasila, Polvorosa, Tablares, San Quirce de
Arenillejas, etc. Su escasa actividad económica, el reducido número de monjes y
las reservas expresadas en relación a su conducta nos hablan de un cenobio que
difícilmente podía asumir sus responsabilidades. Sobre esta situación nos
ilustra la carta de hermandad procedente del monasterio burgalés de La Vid,
citada por José Antonio Largo Muñoyerro, datada en 1250 y remitida a todos los
abades de la circaria para que acudiesen en ayuda del monasterio de Arenillas,
incapaz de asumir las reparaciones que la iglesia precisaba. La situación no
pareció haber mejorado en los siglos finales del medievo, puesto que aunque
conserva su rango de abadía, su contribución a la circaria era más que modesta.
Al menos desde 1528 parece que funcionaba en Arenillas un hospital, situado
frente a la iglesia y regido por un mayordomo. Con la crisis y reforma de la
Orden Premonstratense española en 1573, San Pelayo de Arenillas pasó a
convertirse en priorato dependiente del monasterio vallisoletano de Santa María
de Retuerta.
Una pareja de frailes del cenobio vallisoletano
administraban la economía y aseguraba el culto en el priorato, cuya actividad
se asemejaba ya más a la de una simple parroquia. Esta situación se hizo
efectiva con la Desamortización y se ha mantenido hasta nuestros días. En el
período 1947-1950 se instaló en el antiguo monasterio una preceptoría
dependiente del Seminario de León, luego trasladada al mayor de San Froilán de
la capital leonesa.
La importancia histórica del monasterio de San
Pelayo de Arenillas no alcanzó nunca niveles relevantes, siendo la época de
construcción del templo –segunda mitad del siglo XII– el período de mayor
esplendor, seguido de un lento y continuado declive.
Iglesia de San Pelayo Mártir
La actual iglesia de San Pelayo es un templo de
plan basilical y tres naves divididas en tres tramos y cabecera triple de
ábsides semicirculares –avanzado el mayor– precedidos por un tramo recto. La
portada se abre en un ligero antecuerpo en el segundo tramo de la colateral
norte y sobre ella se alza la espadaña, de un cuerpo y con doble vano de medio
punto para campanas, obra del siglo XVI. A los pies de la iglesia y ocupando
toda la anchura de las naves se emplaza la sala capitular, redescubierta en los
años sesenta del siglo XX.
Del estudio de las estructuras arquitectónicas
se desprende una primera distinción entre los elementos románicos y las
adiciones y restauraciones posteriores. Dentro del primer grupo se incluyen la
cabecera, el antecuerpo de la portada y los muros perimetrales de la sala
capitular, fechables en el último cuarto del siglo XII.
La cabecera, como dijimos, presenta un ábside
central avanzado y mayor que los laterales, todos en hemiciclo y cubiertos con
bóveda de horno. Los tramos rectos que los preceden se cubren con bóvedas de
cañón, apuntadas las de los laterales, lo cual determina para ellos arcos de
triunfo igualmente apuntados. El arco triunfal de la capilla central es
soportado por una pareja de columnas adosadas rematadas por sendos capiteles
románicos. Los muros de los ábsides se presentan encalados interior y
exteriormente, aunque quedan vistos los pilares cruciformes, los arcos y parte
de las bóvedas, que muestran la sillería de bloques regulares de caliza en la
que se levantó la cabecera. El aspecto exterior del conjunto revela unas claras
notas de mudejarismo, ya señaladas por García Guinea, así como ciertas
transformaciones posteriores. Los tambores de los ábsides laterales son lisos y
en sus ejes se abren sendas estrechas saeteras abocinadas.
El central presenta un basamento liso y sobre
él un cuerpo con decoración de arcos doblados ciegos coronados de un friso de
vanos rectangulares ciegos. Los aleros muestran decoración de ladrillo en los
laterales –bandas, friso en esquinilla y arcuaciones– y una cornisa de piedra,
moldurada y con decoración de bolas, en el central. Todo el conjunto exterior
de la cabecera aparece, salvo las esquinas, totalmente revocado. Las
intervenciones posmedievales en la cabecera se traducen en la abertura de dos
vanos adintelados en los tramos rectos de los ábsides laterales y de una poco
afortunada ventana en el central, próxima a la nave de la epístola. Las partes
altas muestran asimismo indicios de intervenciones posteriores.
La sala capitular, de anómala disposición en
eje perpendicular al de la iglesia, se sitúa a los pies del templo y a una cota
notablemente inferior a la de las naves.
Presenta planta rectangular dividida en dos
espacios longitudinales por tres pilares circulares exentos. Éstos y las
pilastras adosadas al muro, soportan las bóvedas de crucería simple de nervios
de sección cuadrada que cubren los ocho tramos en los que se articula la sala.
El acceso se realiza desde la iglesia a través de un vano apuntado, en piedra y
ladrillo fruto de una reforma posterior, abierto en la nave del evangelio. Otra
puerta, rematada por un arco de medio punto en sillería con chambrana abocelada,
hoy cegada, se abría en el muro meridional. La construcción combina la
sillería, mampostería y ladrillo en los paramentos y bóvedas de la sala, siendo
perceptibles intervenciones posmedievales, reformas que explicarían la
arbitraria articulación entre soportes y bóvedas, con inclusión de bandas de
ladrillo y cimacios modernos coronando los pilares, así como los refuerzos de
encofrado de hormigón visibles en la parte oeste. Las basas de las columnas
responden al mismo esquema visto en el ábside central: sobre plintos, con
perfil ático y toro inferior decorado con bolas. Tipológicamente la estructura
de la sala capitular de Arenillas se relaciona con la arquitectura monástica
del Duero de influjo rigorista en el entorno del 1200 (Bujedo de Juarros, Santa
Cruz de Ribas, Valbuena, etc.)
Las naves, tal y como se presentan actualmente,
son fruto de las intervenciones modernas realizadas a partir del incendio que
en 1554 destruyó parcialmente la iglesia. Respetando en esencia el esquema
basilical primitivo, la división entre las naves se marca por dos parejas de
columnas exentas soportando arcos de medio punto que descansan además en
semicolumnas adosadas y pilastras.
Nos podemos hacer una idea del primitivo
sistema de soportes por la pareja de pilares cruciformes con semicolumnas
adosadas en sus frentes que subsiste a la entrada del ábside central. Las naves
se cubren con bóvedas de arista en ladrillo revocado decoradas con tracerías y
pinjantes barrocos y yeserías polícromas en la central. Resultado de estos
trabajos son igualmente la adición de dos sacristías cuadradas a ambos lados de
los ábsides laterales, adición que configuró en planta una especie de falso
transepto, así como la mayoría de las fuentes de iluminación de la iglesia y la
espadaña que se alza sobre la portada. A mediados del siglo XVIII se encascó la
iglesia y se levantaron las gradas del ábside central. Estos trabajos son
perceptibles en el muro meridional de la sala capitular y probablemente a ellos
hay que adscribir las yeserías de las bóvedas de las naves. Ya en el siglo
siguiente se levantó el piso de la iglesia y se trasladó el cementerio a su
actual emplazamiento al exterior de la cabecera.
El máximo interés artístico del edificio se
localiza en la decoración escultórica de la portada norte, la pareja de
capiteles de la capilla mayor y los tres de la sala capitular.
La portada se organiza en torno a un arco liso
de medio punto alrededor del cual de disponen siete arquivoltas decoradas que
descansan a cada lado sobre tres columnas acodilladas y cuatro jambas de
ángulos rematados por columnillas adosadas, todas coronadas por capiteles. De
las arquivoltas, la interior y las cuatro exteriores reciben molduración de
baquetones y ajedrezado, decorándose la tercera con una hilera de acantos –que
acogen cogollos en sus puntas– y palmetas. La segunda arquivolta presenta un grupo
de dieciocho personajes colocados en disposición radial de los cuales seis,
estudiados por Beatriz Mariño, se identifican con diferentes fases de la
acuñación de moneda.
Detalle de una de las dovelas de la zona izquierda que forman una arquivolta de 18 dovelas con personajes.
La citada autora reconoce así –siguiendo la
numeración de dovelas de izquierda a derecha– al fundidor calentando las piezas
en la sartén (dovela n.º 13), trabajando la plancha antes del cortado (n.º 14),
batiendo la lámina de metal con el martillo (n.º 15), dos momentos del trabajo
del metal de difícil determinación (números 16 y 17) y el fundidor agitando los
barquinos en el horno (n.º 18). Otras tres dovelas (números 1 a 3) representan
el combate o Juicio de Dios entre dos peones por el honor de una dama,
identificación realizada igualmente por Beatriz Mariño, quien especifica los
fundamentos jurídicos y el ritual que se seguía en este tipo de duelos, así
como la presencia del tema en Santiago de Carrión y Perazancas. El resto de las
dovelas representan a un acróbata, un músico tocando la viola de arco, un
escriba y varios personajes leyendo.
Los dos capiteles interiores de la zona
izquierda, figurado el primero sucesivamente con una pareja de personajes
asistiendo al suplicio de un personajillo desnudo que es devorado por una
máscara monstruosa y los mismos personajes introduciendo sus manos en la
máscara.
Los cuatro capiteles interiores del lado
derecho son también historiados, siendo su interpretación difícil debido a su
deterioro, a la falta de claridad compositiva y de precisión iconográfica. En
el más cercano a la puerta se agrupan tres personajes sentados, una mujer
realizando un gesto de salutación u oración con su mano izquierda, otro que
sostiene un libro en su diestra velada y un tercero, apenas reconocible,
señalando al libro y sosteniendo en su diestra una llave. El segundo capitel
representa en su enmarañada composición otras tres figuras sentadas, la central
agarrada por una pareja de ángeles que surgen de la parte alta del capitel. El
siguiente repite la composición de tres personajes, el central casi perdido por
la usura del relieve y los dos laterales barbados y portando un bonete
gallonado de tipo judío.
Capiteles que
presentan una no muy afortunada decoración vegetal de entrelazos y palmetas,
que viene a ser un intento de adaptación del tipo de entrelazos vegetales de
los cimacios a la superficie del capitel.
Estos dos capiteles son el tercer y
cuarto capitel en el lado derecho de la portada. Son historiados, siendo su
interpretación difícil debido a su deterioro, a la falta de claridad
compositiva y de precisión iconográfica.
El de la izquierda es una composición de
tres personajes, el central casi perdido y los dos laterales barbados y
portando un bonete gallonado de tipo judío. El cuarto capitel presenta un grupo
de cuatro personajes, uno de ellos sostiene un libro, otro luce el citado
birrete gallonado y un tercero eleva dos cántaros.
La foto recoge esencialmente el cuarto
capitel en el lado derecho de la portada. Presenta un grupo de cuatro
personajes, uno de ellos sostiene un libro, otro luce el citado birrete
gallonado y un tercero eleva dos cántaros.
Los capiteles externos del lado izquierdo de la
portada son vegetales, decorados con tres niveles de acantos acogiendo piñas en
sus puntas, excepto los dos interiores, figurado el primero sucesivamente con
una pareja de personajes asistiendo al suplicio de un personajillo desnudo que
es devorado por una máscara monstruosa y los mismos personajes introduciendo
sus manos en la máscara. Este tema, como el resto de la iconografía hasta aquí
expuesta, deriva de la portada de Santiago de Carrión, donde se interpreta como
una alusión a los castigos infernales. El motivo aparece con variantes en la
portada de Padilla de Abajo (Burgos), en uno de los capiteles interiores de la
ventana absidal de Santa María de Piasca y, relacionado al de la batalla de
escudo y bastón además de en Carrión y Arenillas, en dos capiteles palentinos
hoy en la Walters Art Gallery de Baltimore (EE.UU.) publicados por Dorothy
Glass. El otro capitel de este lado de la portada representa a un hombre y una
mujer abrazados sorprendidos por otro personaje masculino que ase la mano
derecha de la mujer.
Representa a un hombre y una mujer
abrazados sorprendidos por otro personaje masculino que ase la mano derecha de
la mujer.
La interpretación de este último capitel como
una escena de adulterio establecería un vínculo con el precedente y con la
escena de combate de la arquivolta, apoyando las interpretaciones avanzadas
para ellos por Beatriz Mariño y para los de la Walters Art Gallery por Dorothy
Glass.
Los cuatro capiteles interiores del lado
derecho son también historiados, siendo su interpretación difícil debido a su
deterioro, a la falta de claridad compositiva y de precisión iconográfica. En
el más cercano a la puerta se agrupan tres personajes sentados, una mujer
realizando un gesto de salutación u oración con su mano izquierda, otro que
sostiene un libro en su diestra velada y un tercero, apenas reconocible,
señalando al libro y sosteniendo en su diestra una llave. El segundo capitel
representa en su enmarañada composición otras tres figuras sentadas, la central
agarrada por una pareja de ángeles que surgen de la parte alta del capitel.
El siguiente repite la composición de tres
personajes, el central casi perdido por la usura del relieve y los dos
laterales barbados y portando un bonete gallonado de tipo judío. El cuarto
capitel presenta un grupo de cuatro personajes, uno de ellos sostiene un libro,
otro luce el citado birrete gallonado y un tercero eleva dos cántaros. Los tres
capiteles restantes presentan una no muy afortunada decoración vegetal de
entrelazos y palmetas, que viene a ser un intento de adaptación del tipo de
entrelazos vegetales de los cimacios a la superficie del capitel. En los
cimacios encontramos además los personajillos enredados en la vegetación y las
máscaras monstruosas de las que brotan tallos vegetales, que parecen una
derivación de los de la portada de Santiago de Carrión, igualmente visibles en
Piasca y otros edificios de la región (García Guinea señala los relieves del
cementerio de Espinosa de Villagonzalo, hoy en el Museo Marès de Barcelona). Es
curiosa la presencia, en una de las dovelas aboceladas de esta portada, de un
caricaturesco cantero sosteniendo una pica y un rostro aislado.
Uno de los dos capiteles interiores de
la zona izquierda con una pareja de personajes asistiendo al suplicio de un
personaje desnudo que es devorado por una máscara monstruosa.
La concepción de la portada de Arenillas sigue
el modelo carrionés citado, igualmente visible en La Asunción de Perazancas.
Desde el punto de vista iconográfico es indudable su vinculación al grupo
encabezado por Santiago de Carrión y formado por Perazancas, Moarves, Piasca y
los capiteles de la Walters Art Gallery. Desde la perspectiva del estilo, el
seco tratamiento de las superficies y la cierta torpeza en el diseño de los
plegados evidencian la pobreza de recursos propia de un artista local, conocedor
eso sí de los conjuntos anteriormente citados. Al menos dos manos diferentes se
distinguen en la escultura de la portada; una de ellas, que podemos considerar
la obra del artista principal, es la responsable de la mayoría de los
capiteles, así como de las dovelas números 4 y 5. Ciertos rasgos
característicos como la acusada exoftalmía, el rictus de los labios o la
utilización de pliegues en espiral ponen su labor en relación con las
esculturas de Moarves de Ojeda, Lebanza, etc.
Al interior, –junto a la decoración geométrica
(reticulado romboidal) de las molduras interiores de los absidiolos– destacan
los dos capiteles del triunfal del ábside. El correspondiente al lado de la
epístola es vegetal, decorado con tres grandes y vigorosas hojas de acanto con
pomas en sus puntas, dos laterales y una central, y volutas en las esquinas.
El del lado del evangelio repite el esquema del
anterior, enriqueciéndose con una pareja de leones afrontados en actitud
amenazadora, que dirigen su mirada hacia el altar. Los collarinos de ambos
capiteles, así como los nervios de los acantos se decoran con líneas de puntos
de trépano.
Los cimacios, ornados de un friso de palmetas,
se continúan a modo de imposta a lo largo del perímetro interior del ábside.
Sirviendo de tenante al altar de la capilla de la epístola aparece un capitel
que por sus dimensiones (77 × 49 × 72 cm) debería haber coronado uno de los
torales de la inacabada nave. La decoración de la cesta se encuentra
inconclusa, esbozándose los acantos y piñas que la compondrían.
De los tres capiteles de la sala capitular uno
es liso y los otros reciben una somera decoración, respectivamente de cestería
con diminutos rostros en los ángulos y de acantos rematados con piñas. Las
basas, de perfil similar a las restantes de la portada y toral de la capilla
mayor, se decoran igualmente con bolas.
El resto de la escultura monumental del
edificio se reduce a los modernos capiteles decorados con blasones de la nave y
a dos placas rectangulares empotradas en la espadaña, representando una Virgen
con Niño bajo arco apuntado y un Cristo en Majestad rodeado del tetramorfos. El
relieve, muy desgastado, evidencia una factura gótica avanzada. Quizás
constituyan placas procedentes del frente de un sarcófago, como una pieza
visible en la nave del evangelio de La Asunción de Villabermudo.
En la capilla del evangelio se encuentra la
pila bautismal románica de la iglesia, de forma troncocónica invertida, 54 cm
de altura y 100 de diámetro y decorada con dos orlas. El registro inferior
muestra una cadeneta de entrelazos y esquemáticas hojas de acanto y el superior
un friso de rosetones tangentes, algunos doblemente foliados. La sobriedad de
su decoración no permite precisar una datación para esta pila, aunque, como ya
señalaba García Guinea, su cronología debe ser avanzada, posiblemente ya dentro
del siglo XIII.
A ambos lados del altar mayor y bajo arcosolios
se conservan sendos sepulcros yacentes. El del lado del evangelio representa a
una dama portando en sus manos una manzana, vestida con toca con barboquejo y
manto, y calzada con chapines de suelas altas. La cabeza se enmarca con una
serie de arquitecturas almenadas y gabletes. Frente a ella se sitúa un yacente
masculino, vestido con manto sujeto con fijador y peinado a cerquillo con
bucles. Empuña una espada envainada y ostenta el característico cruce de piernas
nobiliario, además del lebrel a sus pies. Ambos sepulcros presentan paralelos
con el grupo de sepulcros góticos de Cisneros-Carrión-Aguilar-Benevívere
estudiados por Julia Ara Gil y su presencia es especialmente frecuente en los
monasterios vinculados a señores territoriales. En nuestro caso, en el yacente
masculino, Largo ha reconocido los seis roeles escindidos en dos filas que
constituyen el emblema de los Castro y, por fuentes documentales, sabemos que
la dama pertenecía a la familia de los Muñoz de Saldaña. Al exterior del
edificio, encastrados en el paramento meridional de la nave, se conservan tres
sarcófagos trapezoidales de piedra con sus tapas. En la tapa de uno de ellos,
partida, corre un friso en bajorrelieve con motivos geométricos, y superiormente
ruedas de radios curvos, discos radiales y un águila con alas explayadas. Por
el tipo de labra, su cronología llevaría al período prerrománico.
Sepulcro de una de las familiares de
Muño de Saldaña fundadora de la Iglesia de San Pelayo en Arenillas de San
Pelayo
Sepulcro de una de las familiares de
Muño de Saldaña fundadora de la Iglesia de San Pelayo en Arenillas de San
Pelayo
Congosto de Valdavia
La finca de Tablares se sitúa a tres kilómetros
de Congosto de Valdavia, partiendo de la misma C-624 en dirección sur por un
ramal sin asfaltar de apenas un kilómetro. El templo se sitúa al pie de un
pequeño cerro próximo al río Valdavia y está adosado a una casona levantada por
don Fernando Colmenares de Ferrera y Narváiz y María Filea y Ulloa en 1669. En
la actualidad forma parte de una finca propiedad de la Excma. Diputación
palentina.
Granja de la Dehesa de Tablares La
Transfiguración del Señor
La iglesia de la Transfiguración es un edificio
de modestas dimensiones cuya señera portada y espadaña se levantan en
excelentes sillares de caliza gris. La nave se alzó con paramentos de ladrillo
y entrepaños de canto rodado con sillares calizos en sus ángulos. Presenta
planta rectangular con tres tramos de desiguales porciones, dos de ellos
cubiertos con bóvedas de arista y el más oriental con cúpula. Los restos
medievales aquí visibles son fruto del traslado de un antiguo templo
tardorrománico instalado en la falda de la loma próxima. El transporte de
materiales se efectuó hacia 1754, en época de don Bernardo de Orense y
Colmenares. Sólo se respetó de lo constructivo la portada monumental, sobre la
que se levantó una airosa espadaña de dos cuerpos con remate en frontón
triangular flanqueado por bolas.
El acceso principal se realiza desde la portada
meridional, algo avanzada respecto al cuerpo de la nave. De arco ligeramente
apuntado, consta de cuatro arquivoltas abocinadas decoradas con baquetones y
escocias que apean en una delgada imposta. Bajo ésta hay cuatro columnas entre
jambas esquinadas con capiteles decorados con hojas de nogal o labor de
entrelazo. La talla es muy simple, casi a bisel. Todo el conjunto está
enmarcado por una cornisa apoyada sobre once canecillos decorados con un rollo,
un portador de barrilillo, escribas, figuras femeninas con altos tocados, una
especie de diablo y lo que asemeja un cordero. Completan el conjunto dos
plafones monolíticos encastrados a izquierda y derecha de la portada. En la
placa derecha se representa una Crucifixión, con la Virgen y San Juan en
actitud pensativa a ambos lados. Sobre los brazos de la cruz sendos ángeles de
medio cuerpo parecen portar una filacteria y un rollo. En el relieve de la
izquierda aparece Cristo en Majestad portando el Libro y bendicente rodeado del
Tetramorfos. Estas piezas, así como la portada y las estatuas-columna
empotradas en los ángulos del hastial que figuran a San Pablo y San Pedro se
pueden fechar hacia mediados del siglo XIII y representan –básicamente en la
decoración de los capiteles– una pervivencia de los recuerdos románicos en una
obra que iconográfica y estéticamente podemos considerar ya claramente gótica.
En el relieve de la izquierda aparece Cristo en Majestad portando el Libro y bendicente rodeado del Tetramorfos. A su izquierda una estatua-columna empotrada en el ángulos del hastial representa a San Pablo.
Plafón monolítico encastrado a la
derecha de la portada. En la placa derecha se representa una Crucifixión, con
la Virgen y San Juan en actitud pensativa a ambos lados. Sobre los brazos de la
cruz sendos ángeles de medio cuerpo parecen portar una filacteria y un rollo.La estatua-columna empotrada en el
ángulo del hastial representa a San Pedro.
La
portada tiene a cada lado cuatro columnas entre jambas esquinadas con capiteles
decorados con hojas de nogal o labor de entrelazo.
Muy semejantes a los del otro lado. La
portada tiene a cada lado cuatro columnas entre jambas esquinadas con capiteles
decorados con hojas de nogal o labor de entrelazo.
Dos de los once canecillos labrados
debajo de la cornisa. Son os figuras humnas, un escriba y una personaje con
vestido talar.
Los canecillos centrales que rematan la
portada están decorados con un rollo, un portador de barrilillo y una figura
sedente, tal vez un escriba.
Otros
tres canecillos, dos representando figuras humnas (una mujer con un alto tocado
y un escriba o semejante), y una especie de animal.
Se conserva una pila bautismal medieval de
forma troncocónica invertida y sin decoración, situada sobre una base de doble
escalón circular. Existe además una aguabenditera de cronología tardorrománica
apoyada sobre un fuste con cuatro pequeños capiteles angulares decorados con
crochets. En el exterior, recostado junto a un muro cercano, se aprecia una
mesa de altar del siglo XIII procedente de la desaparecida ermita de Congosto
de Valdavia.
Conjunto de pilas bautismales de la
comarca de Valdavia
Como ya dijimos, la comarca de Saldaña-Valdavia
tiene en sus iglesias parroquiales una interesante colección de pilas
bautismales románicas.
Probablemente, la más interesante es la
de Renedo de Valdavia por su iconografía.
Renedo de Valdavia
Renedo de Valdavia se sitúa en plena Valdavia,
al borde de la carretera que une Buenavista y Villanuño, al borde del arroyo de
Valdefresno.
Iglesia de San Esteban
Esta pequeña población cuenta con una iglesia
parroquial de los siglos XVI y XVII que conserva una de las pilas románicas más
interesantes de las conservadas en la provincia. El edificio posee amplia nave
única y cabecera cuadrangular así como una gran torre a sus pies con tres
niveles.
Tallada en pulida arenisca y de forma
troncocónica invertida (de 77 cm altura y 95 cm de diámetro) descansa la pila
sobre un cuadrado basamento provisto de erosionadas lengüetas angulares que
asemejan batracios. El basamento posee toro inferior bastante plano, escocia y
otro toro más marcado. Es una pila cuya copa se ornamenta con una orla superior
donde aparecen variadas rosetas inscritas en el interior de círculos, en
idéntica disposición a la de las pilas bautismales de Arenillas de San Pelayo,
Rebanal de las Llantas y Valcobero. Bajo esta franja decorativa y recorriendo
la copa en todo su perímetro aparece una arquería que alterna arcos ligeramente
apuntados y de medio punto, todos ellos sobre columnillas con capiteles de
hojas esquemáticas y diversos motivos vegetales en las enjutas. Cada arco
cobija una figura que forman diversas escenas: la Virgen con el Niño y un lirio
en su mano derecha, a su izquierda san José agarrado a una de las columnillas y
a su derecha un rey mago descabalgando y otros dos a caballo. A la izquierda de
san José aparece un presbítero orante vestido con casulla, otro orante tocado
con una especie de capelo de cota de mallas y un caballero protegido con escudo
y con cota de malla alzando su espada frente a una especie de dragón serpentiforme.
Este ser fantástico es del mismo tipo que el visible en la pila de Cantoral o
en la portada de Vallespinoso de Aguilar.
Todas las figuras han sido talladas con una
cierta rudeza y dentro de su arcaísmo –al igual que en Valcobero– poseen una
alta carga de expresividad. Es evidente la adecuación del tamaño de las figuras
al marco que las cobija o la representación de las mismas con el torso de
frente y las piernas de perfil. Como ocurre en la pila de Valcobero, el tema
principal se corresponde con la Epifanía, escena neotestamentaria que gozó de
enorme popularidad como manifestación de Cristo a los gentiles (vid) el friso de Santa María de Carrión). La
disposición de las figuras bajo arquillos es otra constante del léxico
escultórico en varias pilas bautismales palentinas (por ejemplo Moarves de
Ojeda, Osorno y la ya citada de Valcobero). La cronología de esta pieza
rondaría el 1200. García Guinea la situó a mediados del siglo XII,
equiparándola en técnica a algunas de las figuras de la portada de Santa María
de Carrión.
La primera de las escenas es una
Epifanía y se muestra a lo largo de cinco arquillos consecutivos. En los dos
primeros, hallamos dos Reyes Magos a caballo.
Continua la escena de la epifanía incluyendo al tercer Rey Mago el siguiente al tercero, descabalgado, realizando la ofrenda. El caballo se halla en segundo plano. Muestra el estribo derecho y sus patas se posan sobre una alta basa.En el arquillo siguiente, se muestra la Virgen con el Niño en posición lateral sentado sobre su rodilla izquierda. A continuación, San José, que aferrado a la columnilla con su diestra porta bastón de peregrino en la izquierda y asiste -como es habitual- en segundo plano a esta escena.
En el arquillo de la izquierda se
muestra la Virgen con el Niño en posición lateral sentado sobre su rodilla
izquierda. A continuación, San José, que aferrado a la columnilla con su
diestra porta bastón de peregrino en la izquierda y asiste en segundo plano a
esta escena. A partir de ahí comienza la segunda de las escenas que tiene
relación directa con el bautismo. Encontramos dos personajes: un hombre y una
mujer en actitud orante que deben de representar a los padres o padrinos en la
ceremonia del bautismo.
La segunda de las escenas tiene relación
directa con el bautismo. Encontramos dos personajes: un hombre y una mujer en
actitud orante que deben de representar a los padres o padrinos en la ceremonia
del bautismo. Después dos escenas historiadas de clara simbología sobre la
lucha del bien y el mal que flanquean a la principal: en primer lugar la lucha
entre Sansón y el león. Sansón lo está desquijarando y su larga melena recogida
en alargada coleta.
Escenas historiadas de clara simbología
sobre la lucha del bien y el mal que flanquean a la principal: un sacerdote con
los brazos elevados mostrando las palmas de las manos y a su lado derecho una
pila bautismal sobre alta basa. Se decora con cruz de brazos iguales grabada en
su copa.
Las escenas de la lucha entre el bien y
el mal muestran en primer lugar (a la izquierda de la foto) la lucha entre
Sansón y el león. Sansón lo está desquijarando y su larga melena recogida en
alargada coleta. La segunda escena (a la derecha del sacerdote) es la lucha
entre un hombre vestido con cota de malla que porta espada y escudo con cruz
grabada en su zona alta. Pelea contra un dragón serpentiforme al que pisa en un
enrollamiento de su cuerpo mientras aquél muerde el escudo.
Detalle
Final de la escena ligada al bautismo,
donde se ve a la izquierda, muy parcialmente al sacerdote, en el centro la
lucha entre un hombre vestido con cota de malla que porta espada y escudo con
cruz grabada en su zona alta. Pelea contra un dragón serpentiforme al que pisa
en un enrollamiento de su cuerpo mientras aquél muerde el escudo, enlazando a
la derecha con la otra escena principal: la de la epifanía con el primer Rey
mago.
Arenillas de Nuño Pérez
La localidad de Arenillas está situada en la
ribera del Valdavia, a unos 25 km al noroeste de Carrión de los Condes.
De las escasas menciones documentales referidas
a Arenillas de Nuño Pérez, destaca Julio González cómo la zona estuvo bajo la
influencia del conde don Nuño Pérez de Lara, alférez mayor de Castilla y tutor
de Alfonso VIII, poblador también del cercano lugar de Villanuño de Valdavia,
localidades ambas a las que sobrepuso su nombre. El lugar aparece citado por
primera vez en un documento de 1201 perteneciente a la colección diplomática
del monasterio de San Román de Entrepeñas. En el siglo XIV y según el Libro
Becerro de las Behetrías, el lugar era solariego de Iohan Rodríguez de
Çisneros, excepto dos solares que eran de abadengo del maestre de Santiago.
Iglesia de San Cristóbal
La parroquial de San Cristóbal es un edificio
de muy simple traza, construido hacia el siglo XVII fundamentalmente en
ladrillo. Aunque fue levantado de nueva planta en época moderna, se reaprovechó
una mínima parte de la caja muraria de un templo anterior, en concreto un paño
del muro del evangelio (entre el contrafuerte y la esquina), edificado con
sillares de caliza bien escuadrada y rematado con una cornisa de sección recta
sustentada por canecillos lisos, que quizá habría que adscribir al siglo XIII.
El interés principal del edificio se concentra,
sin embargo, en su pila bautismal, situada bajo el coro del último tramo de la
nave. Está labrada en un bloque monolítico de dorada caliza y ha llegado hasta
nuestros días en un buen estado de conservación. Esta pila fue erróneamente
catalogada por el Inventario Artístico de Palencia y su provincia como del
siglo XV, aunque es evidente que se trata de una obra bastante anterior,
datable en los años finales del siglo XII o inicios del XIII. Está asentada sobre
un podio circular de 17 cm de altura, cuya arista biselada se encuentra
salpicada con doce cabezas de clavo. La copa es troncocónica invertida de 70 cm
de altura por 130 cm de diámetro y su borde superior está decorado con un bocel
torpemente sogueado ocupando la arista. La diferente tonalidad de la piedra es
fruto de la exudación y señala el nivel de agua contenida durante años.
La copa presenta decorado sólo parcialmente su
exterior, signo quizá de la intención de colocarla en un ángulo del templo. La
decoración se distribuye en dos escenas enmarcadas por un espacio rehundido y
coronado por cuatro arquillos de medio punto. Vemos bajo ellos dos de las
escenas de lucha recurrentes en la iconografía románica: el combate del
caballero y el dragón y el enfrentamiento entre animales. En la primera escena
observamos a un infante, armado con casco esférico, escudo oblongo blocado, de umbo
almendrado, y espada corta que hunde en el cuello de un tosco dragón de cuerpo
serpentiforme y escamoso, cabeza y garras leoninas y cola de reptil enroscada.
El híbrido, por su parte, se revuelve y muerde el escudo del guerrero, el cual
parece cabalgar a la bestia en una especie de remedo de la disposición de la
figura de Sansón desquijarando al león, aunque probablemente se trate sólo de
una incorrección compositiva fruto de la impericia del escultor.
Estilísticamente, el rostro del infante
recuerda, en el tratamiento a base de incisiones paralelas de la larga
cabellera y de la barba de mostachos sobresalientes, los ojos almendrados y
saltones, boca en pico e hierática expresión, el estilo del maestro de los
capiteles de Moarves y obras a él ligadas, sobre todo la figura del Sansón de
Collazos de Boedo y los personajes de la pareja de capiteles de procedencia
palentina conservados en el Metropolitan Museum of Medieval Art de Nueva York.
En la otra escena asistimos al enfrentamiento
de una pareja de leones rampantes y de rugientes fauces que se afrontan
simétricamente. Ambos presentan idéntica morfología, con cuerpos estilizados,
largas y abundantes melenas de mechones lanceolados, hocicos arriñonados, ojos
circulares y saltones y colas enroscadas de puntas divididas en tres mechones
que reposan sobre sus cuartos traseros.
La iconografía de lucha es relativamente
frecuente en la decoración de las pilas bautismales (así en los ejemplos
palentinos de Cantoral de la Peña, Valcobero, etc.), tanto en su expresión
infante-bestia como en el combate entre fieras. Genéricamente podríamos
asociarlas, dentro de la iconografía de las pilas bautismales, a la antítesis
Bien-Mal y el triunfo del primero, al que se accede a través del sacramento del
bautismo.
Pila bautismal
de la iglesia de San Cristóbal en Arenillas de Nuño Pérez
Románico en Aguilar de Campoo y sus
alrededores
Aguilar de Campoo es una preciosa ciudad
del norte de Palencia que cada día es más visitada por el turismo
cultural.
Aguilar debe considerarse capital
del Románico del Norte de Palencia y de la Comarca llamada "Montaña
Palentina". Todo un punto de referencia.
Tiene a sus espaldas un pasado que habla de
iberos, romanos y visigodos. Tanta es su historia que conviene centrarse en las
representaciones románicas que podemos encontrar en la villa, lo cual no es
óbice para que no disfrutemos de la arquitectura popular de su casco viejo.
Y cuando decimos que en Aguilar hay que fijarse
en su románico, no sólo hablamos de los principales monumentos que se citan en
la mayor parte de las guías, es decir, el Monasterio de Santa María la Real y
la ermita de Santa Cecilia, sino otros restos menores que atesora Aguilar de
Campoo.
Sin ir más lejos, el imponente edificio gótico
que preside la Plaza Mayor de la villa, la Colegiata de San Miguel, se
edificó sobre un templo románico.
También citamos aquí la cabecera y
portada de la iglesia de San Andrés, situada originalmente en el
cerro del castillo y trasladados a un parque de la ciudad.
Como ya hemos indicado, Aguilar de
Campoo y Cervera de Pisuerga pueden ser las bases para realizar
un amplio recorrido por el abundante románico norte palentino.
De las proximidades de Aguilar de Campoo he
elegido las iglesias de Santa Eulalia de Barrio de Santa María, Santa
Cecilia de Vallespinoso de Aguilar, además de las modestas iglesias de
Santa María de Valdegama, Valoria de Aguilar, Lomilla de
Aguilar, Pozancos y los tres templos de sendos barrios
de Becerril del Carpio, además de la iglesia del antiguo Monasterio
de Santa María de Mave.
Aguilar de Campoo
La histórica villa de Aguilar de Campoo se
sitúa en el extremo nororiental de la provincia de Palencia, cerca de los
límites con las de Burgos y Cantabria, junto al cañón de la Horadada, paso
estratégico entre las cabeceras del Pisuerga y del Ebro, desde la Meseta a la
Montaña. Aquí Roma necesitó a sus fuerzas de élite para la conquista. El
campamento de la Legio IV Macedónica se ubicaba en Pisoraca (Herrera de
Pisuerga). Los cerros militarizados fueron hitos importantes en la conquista de
Cantabria: Peña Amaya, Monte Cildá, Monte Bernorio, baluartes de difícil
conquista, primero para Roma y más tarde para los visigodos. En el 574
Leovigildo conquistaba Amaya.
En el 711, tras la derrota del rey Rodrigo, se
produce la invasión sarracena. En un período breve se ocupa la Península. En el
reducido espacio de las montañas astures se refugian algunos nobles que no se
resignan con la conquista y desde el pequeño reducto astur-cántabro inician
lentamente la Reconquista.
Con Alfonso II el Casto (791-842) no sólo se
afianza esa inicial reconquista sino que se consolida y a la vez se repueblan
las tierras que habían quedado desiertas. En el 824 se concede el fuero o carta
puebla del municipio de Brañosera. En el (falso) documento de 852 se habla de
la fundación del monasterio de Santa María, extramuros de Aguilar de Campoo. La
bella leyenda nos habla del descubrimiento por parte del caballero Alpidio de
restos de antiguas iglesias y eremitorios entre la espesura del bosque, al lado
de un abundante manantial, en lugar apacible y cercano del caudaloso río
Pisuerga. Su hermano, el abad Opila, junto a sus monjes, fue el encargado de
restaurar y colonizar aquel monasterio. El Cartulario posterior a esta carta
fundacional incluye varios diplomas del siglo XI, que registran donaciones como
las de la condesa Ofresa en 1039 y 1042, por las que entregan al monasterio
tierras, haciendas y su propio cuerpo para que sea enterrado en la iglesia. Es,
sin embargo, durante los siglos XII y XIII cuando se registra la mayor cantidad
de donaciones. El papel de la monarquía se hace cada vez más presente. El rey
Alfonso VI, gran protector de las rutas jacobeas y de los monjes cluniacenses,
entrega al abad Lecenio la iglesia de Santa Eugenia de Cordovilla.
Alfonso VII, rey de Castilla y León (1126-1157)
fundó algunos pequeños monasterios en las cercanías del Pisuerga, entre ellos
el de San Agustín de Herrera, que por falta de recursos en tiempos de Alfonso
VIII era entregado, junto con el de Santa María de Aguilar, a los monjes
premonstratenses, quienes lo amplían y reedifican, dándole un gran impulso
aprovechando los privilegios y donaciones de todo tipo que reciben, así como la
tutela y protección real. La sala capitular de Santa María consta que fue terminada
en 1209 y en 1213 la nueva iglesia, que fue consagrada en 1222 por don
Mauricio, obispo de Burgos.
Alfonso VIII engrandeció y favoreció la
población de Aguilar. Es muy probable que de estas fechas daten las murallas y
fortificaciones que seguramente unirían el núcleo de la primera puebla con el
castillo-fortaleza que se levanta en el cerro inmediato. La iglesia de Santa
Cecilia, que se ubica en la misma ladera de dicha fortaleza, junto con su
poblamiento de influencia, quedarían intramuros. Pero esta hipótesis debería
ser confirmada por la arqueología.
En torno a la primitiva iglesia de San Miguel,
ya en el llano, comienza a desarrollarse el primer núcleo de población hacia
estas fechas de mediados del siglo XII y todo el siglo XIII. Así lo atestiguan
los restos arquitectónicos que quedan en las más viejas portadas y ventanales
de la iglesia de San Miguel, contemporáneas de la edificación de Santa Cecilia.
Dentro de este recinto amurallado de carácter
estratégico, se desarrolla el Aguilar medieval, cabeza de una de las merindades
más extensas y pobladas de Castilla, compuesta por 262 lugares, muchos de ellos
despoblados en la actualidad, tal y como se desprende del estudio del Libro
Becerro de las Behetrías de Castilla, estudiado por el profesor Gonzalo
Martínez Díez.
Como dice el Fuero de Aguilar concedido por el
rey Alfonso X el Sabio el 14 de mayo de 1255: “La primera vez que vin a
Aguilar de Campoo después que fuy rey, fallé que la villa de Aguilar era de
muchos sennoríos de Órdenes et Fijosdalgo, et otro ssi fallé de lo mío que me
habían dello esconddudo e furtado. Et porque la villa de Aguilar amó siempre en
mucho ondrrado Rey Don Alfonso mío visavuelo et mucho ondrrado y noble rey Don
Fernando mío padre”
En este marco medieval que acabamos de
bosquejar con unas leves pinceladas se desarrolló una gran actividad que dio
lugar a esta concentración de románico que describe el presente volumen.
Iglesia de San Andrés
Los restos de San Andrés de Aguilar ocupan hoy
en día el centro del barrio de El Soto, en la margen derecha del Pisuerga.
Forman parte de un moderno auditorio, correspondiendo la cabecera con la
escena. La iglesia se encontraba en la vertiente suroeste del castillo de
Aguilar, sobre una explotación de yeso que tiene acceso desde la carretera
Aguilar-Cervera, en uso hasta hace muy pocos años y frente a la denominada
Cooperativa de San Pedro. Ya entonces debió ser una iglesia de arrabal, a medio
camino entre la puebla medieval y el monasterio premonstratense de Santa María
la Real. En 1909 su estado de ruina era más que evidente y se desmontó
parcialmente, siendo trasladada a su actual emplazamiento para cumplir la
función de capilla del campo santo. Por esas fechas, el barrio de El Soto era
un lugar suburbano, al sureste de la población, de la que distaba unos 500 m y
al que se accedía desde la aún llamada puerta del Soto. Tras el desarrollo
urbano experimentado por Aguilar de Campoo, los restos de San Andrés pasaron a
ocupar el centro del barrio, en una zona de estructura geológica completamente
arcillosa, bien diferente de la fuerte pendiente rocosa que constituyó su
cimentación en épocas anteriores. Después de la construcción del nuevo campo
santo de la villa de Aguilar en la década de los setenta del siglo XX, la
ermita de San Andrés quedó fuera de uso.
Lamentablemente abandonada durante varios años,
fue convertida en auditorio, razón que motivó un nuevo desplazamiento de su
portada, acercándola más a la cabecera. El templo de San Andrés era conocido
también en su primitivo emplazamiento por la advocación de Santa Lucía. Hemos
de suponer que en el momento de su construcción el edificio ejercería la
función de parroquia de alguno de los barrios aquilarenses.
Resulta complicado establecer qué materiales
pertenecen al edificio original y cuáles fueron los añadidos durante el
traslado. Tampoco sabemos si la distribución es la misma, o incluso hasta qué
punto ha variado la estructura de los muros o de los volúmenes al pasar de un
plano inclinado, como era el que ocupaba en las laderas del castillo, a otro
horizontal. Tal y como se contempla en la actualidad, la ermita combina la
sillería arenisca muy bien trabajada con un aparejo de mampostería caliza
irregular, aunque generalmente de piezas muy pequeñas. Los sillares se emplean
en los arcos, columnas, cubiertas del ábside central, presbiterio y tramo
central del supuesto crucero, así como en una franja central del ábside mayor y
en el exterior de los muros presbiteriales.
La portada, que funcionó como acceso al recinto
del antiguo campo santo, está separada hoy unos 50 m del resto del edificio y
fue construida con buena sillería.
La mampostería se emplea en el paramento
exterior del presbiterio, en los muros interiores de los cuerpos laterales del
imaginario crucero y en dos pequeños sectores triangulares de los laterales
superiores en la actual fachada (la zona de la cubierta). Se usa también en el
zócalo del ábside central, así como en una franja superior donde los materiales
se incorporaron durante la época del traslado. El emplazamiento actual parece
ser un espacio virgen arqueológicamente hablando. Sin embargo, en su posición primitiva
de las laderas del castillo, todavía pueden verse restos constructivos y
sepulturas medievales con cistas de lajas en arenisca, algunas seccionadas por
el corte de la inmediata mina de yeso.
Hoy día, el ábside central es
semicircular, provisto de saetera central con doble abocinamiento, y está
precedido de presbiterio rectangular. Los capiteles que decoran las ventanas
exteriores están formados por estrechas hojas de acanto.
Pese a la actual estructura de cabecera triple,
Huidobro (1909), que conoció el templo con su disposición original, afirmaba
que poseía una sola nave y un ábside semicircular precedido por presbiterio con
su correspondiente arco triunfal. Hoy día, el ábside central es semicircular,
provisto de saetera central con doble abocinamiento, y está precedido de
presbiterio rectangular, con triunfal apuntado descansando en semicolumnas
adosadas. Este arco da acceso al otro tramo conservado, que se asemeja al central
de un hipotético crucero. Las capillas que flanquean el ábside mayor son de
testero plano; en la epístola se conserva aún una ventana original con doble
arquivolta que apoya sobre cuatro columnillas; en el evangelio, un simple arco
ha sustituido los originales soportes del vano. Interiormente los tramos se
intercomunican mediante arcos apuntados sostenidos por semicolumnas adosadas a
pilares.
Se desconoce también si los abovedamientos
actuales se corresponden con los originales, aunque parece lógico que su
estructura sea la misma. El ábside central se cubre con bóveda de cuarto de
esfera y el presbiterio con cañón apuntado, remarcando su unión con los muros
mediante una sencilla imposta de nacela. El cuerpo central del crucero presenta
bóveda de crucería cuya plementería es sustancialmente reciente. Los tramos
colaterales tienen cubierta plana con viguería de madera.
La decoración escultórica se concentra en la
portada y sus capiteles. Precisamente la conexión que éstos muestran con las
conocidas cestas vegetales del monasterio cisterciense de San Andrés de Arroyo,
nos permite datar la construcción del edificio original hacia el primer cuarto
del siglo XIII.
La portada, originalmente colocada en el lado
meridional de la caja muraria, mantiene al exterior cuatro arquivoltas de medio
punto, dos de ellas con boceles que alternan con escocias y otras dos con
dientes de sierra siguiendo las pautas andresinas. En alguno de estos dientes
de sierra aparecen talladas rudas hojitas. El guardapolvo está trabajado en
arenisca blanca y posee decoración vegetal y pequeñas cabezas de animales
vomitando tallos o figurillas humanas entre un follaje que recuerdan una pieza
similar de Vallespinoso de Aguilar.
Las arquivoltas descansan sobre columnas sobre
zócalo y basas áticas. Los capiteles están muy deteriora aunque poseen hojas
carnosas de marcadas nervaduras; las cestas se rematan en frutos o elementos
vegetales arracimados que en algún caso emplean el trépano. Entre los capiteles
vegetales aparece una cesta figurada con leones rampantes afrontados por sus
lomos y alguna figurilla zoomórfica y antropomórfica que se prolonga por el
intradós a modo de friso (un león que ataca a dos personajes). El estilo del capitel
figurado recuerda en algo a las cestas del interior de Villacantid (Cantabria).
El tejaroz remata en siete canecillos vegetales, aunque uno de éstos debió ser
una cesta triple.
Los capiteles del interior de la cabecera son
sumamente toscos, en especial aquellos de los tramos laterales y el
correspondiente al triunfal del lado de la epístola. Este último presenta un
nivel de hojas lanceoladas sobre el que se disponen algunos cérvidos, la cesta
del lado del evangelio es típicamente andresina, con acantos ramificados y
prótomos de bayas en sus esquinas superiores. Aparecen también cestas de
crochets, de sumarias hojas trilobuladas que parten de un tallo central y
rematan en cogollos vegetales, tres capiteles andresinos con remates
arracimados, de bayas y anudados superiores (a veces sustituidos por carátulas
de yeso que debieron añadirse tras el traslado y consiguiente fractura de las
piezas) y otro con un caballo y un tosco simio que se corresponde con el estilo
del escultor que labró la cesta zoomórfica de la portada. Los capiteles que
decoran las ventanas exteriores están formados por estrechas hojas de acanto,
similares a las que se aprecian en las campañas góticas de Santa María la Real
y Santa Cecilia. El modelo de las basas áticas, con alternancia de anillos,
toro aplastado con semicírculos incisos y bolas angulares, es también típico
del prolífico foco de San Andrés de Arroyo y Santa María la Real de Aguilar.
Uno de los tres capiteles de influencia
andresina con remates arracimados, de bayas y anudados superiores (a veces
sustituidos por carátulas de yeso que debieron añadirse tras el traslado y
consiguiente fractura de las piezas)
El capitel correspondiente al triunfal
del lado de la epístola presenta un nivel de hojas lanceoladas sobre el que se
disponen algunos ciervos.
En el interior “recreado” del edificio,
en el primer tramo del lado de la epístola, se abre un arcosolio apuntado que
alberga una cubierta de sarcófago decorada con un báculo inciso de fines del
siglo XIII.
Ermita de Santa Cecilia
La iglesia de Santa Cecilia –a unos de 920 m de
altitud– está ubicada en la ladera sureste del cerro del castillo, a los pies
de los restos de la fortaleza medieval que lo corona. Ocupa por tanto un puesto
preeminente desde el que se domina la totalidad del núcleo urbano aquilarense.
Desde un punto de vista tectónico, el edificio se asienta sobre un terreno de
escasa estabilidad, que hubo de afectar profundamente a sus estructuras,
provocando no sólo la aparición de grietas en sus muros, sino una cierta
inclinación de la torre. Muy probablemente estas deficiencias en el
asentamiento de sus cimientos fueron la causa del hundimiento de determinadas
zonas del edificio original.
En la década de 1960, el entorno del templo fue
sometido a una serie de trabajos de consolidación y reestructuración sobre la
base de un sistema de grandes muros de contención que a modo de terrazas
posibilitó, además, la creación de un espacio habilitado como aparcamiento. En
la actualidad el edificio carece de función litúrgica concreta, siendo
utilizado de forma esporádica para determinadas celebraciones. Huidobro y Serna
señalaba que al parecer fue parroquia de un barrio –el de Santa Cecilia– ya desaparecido.
Las primeras noticias sobre los orígenes del
templo son muy confusas. El autor del Catálogo Monumental hace alusión a una
lápida en cuyo texto, al parecer, se hacía constar la fecha de su construcción:
“IN : ERA : T : LXX : VIIII : REGNANTE : IN CASTELLA ET LEGIONE : FERDINANDO
: REX : ET : SANCIA : REGINA : UXOR : EJUS : CONSUMATA : EST : ISTA : ECCLESIA”.
Como ya hicieron Rodríguez Muñoz y García Guinea podemos cuestionarnos su
existencia, puesto que no se conserva ni lápida ni documento. La inscripción nos
habla de un edificio que –aunque fuera realizado en 1041– nada tiene que ver
con el actual. En el llamado Testamento de doña Ofresa, recogido por González
de Fauve, encontramos la referencia más antigua al barrio de Sancta Cecilia...
in Aquilar.
La planta rectangular de Santa Cecilia
(Monumento Histórico-Artístico desde el 9 de octubre de 1963) presenta tres
naves de tres tramos cada una, separadas mediante arquerías apuntadas y
cabecera rectangular con ábside central de mayor tamaño, adelantado respecto a
las capillas laterales.
La nave del evangelio queda presidida por un
pequeño ábside trapezoidal de menor anchura que la nave, mientras que sobre la
capilla oriental de la epístola se eleva el cuerpo prismático de la torre. El
edificio, que cuenta al exterior con la presencia de contrafuertes (alguno
original, otros postmedievales y otros añadidos durante la restauración), se
levantó en sillería arenisca a excepción de la cabecera en la que se trabajó
fundamentalmente con sillarejo, reutilizando piezas anteriores retalladas. La
caliza blanca se utilizó en alguno de sus capiteles.
La nave central es de mayor anchura que las
laterales, emplea arcos apuntados doblados sobre pilares de sección rectangular
y semicolumnas adosadas en sus lados mayores oriental y occidental (en el
hastial apoyan sobre modillones de rollo). Es una tipología propia de un
edificio con cronología avanzada. Aunque su cubierta fue rehecha durante la
restauración, hemos de considerar que su morfología no difiere mucho de la
original: una techumbre de madera que en la actualidad posee los entrepaños
revocados. En palabras de García Guinea, Santa Cecilia resulta “ser la
primera iglesia románica palentina de tres naves cubierta con techumbre de
madera”. Cuatro pares de vigas de madera a modo de tirantes unen en la
parte más alta los muros laterales de la nave central. Para Hernando Garrido y
Nuño González (1990) el uso de una cubierta de madera podría deberse a su
carácter rural o una continuidad de modalidades ya desarrolladas en Cantabria
(Elines y Santillana). El apuntamiento es perceptible en el arco triunfal de acceso
al ábside del evangelio y al de la nave principal.
El ábside mayor (con una doble credencia
trilobulada, separada por columnilla, en el muro meridional) se cubre con
bóveda de crucería cuatripartita con clave central y plementería de toba,
claramente posmedieval. La bóveda de cañón apuntado –con buen despiece de
sillería arenisca– se utilizará en el presbiterio del ábside central y ábside
del evangelio, este último con abundantes signos lapidarios. Ya señaló Quadrado
que el ábside principal, de factura postmedieval y planta rectangular,
sustituye al original semicircular románico, si bien todavía se conserva el
arco de medio punto románico que lo comunica con el tramo presbiterial.
Exteriormente posee dos contrafuertes angulares y una sencilla cornisa
moldurada rematando sus muros.
Sin lugar a dudas la esbelta torre prismática,
rompiendo la horizontalidad y pesadez que ofrece el conjunto, es el elemento
más llamativo. Ocupa el ángulo situado entre la nave principal y el espacio
destinado a albergar el ábside de la epístola. A la torre accedemos por medio
de una escalera de mano interior. Es de planta cuadrada y se articula con
simples impostas molduradas en sus tres cuerpos. El cuerpo inferior es
prácticamente macizo (tan sólo está perforado por dos pequeñas ventanas de
medio punto en el muro sur). El intermedio posee ventanas de medio punto
abocinadas abiertas en cada uno de sus lados (excepto en el norte). El superior
cuenta con vanos divididos por ajimeces de doble columna y una pequeña y
sencilla ventana sobre las enjutas. La cubierta se realizó con cerchas de
madera y tejado a cuatro aguas. Bajo el alero todavía se conservan varios
canecillos zoomórficos. Es de destacar la aparición de semicolumnas entregas en
los ángulos achaflanados de los dos cuerpos superiores, al igual que ocurre en
Torremormojón, Cervatos y en las iglesias del valle de Valdivielso (Burgos).
La fase constructiva más antigua se remonta a
fines del siglo XII, y de ella sólo conservamos la torre y el presbiterio del
ábside central. El proyecto se limitó a un edificio de nave única, ábside
semicircular y torre prismática. En un segundo momento, hacia inicios del siglo
XIII, se amplió con tres naves, lo cual supuso el recrecimiento de la nave
central y por tanto la ocultación de una de las ventanas (la del lado oeste)
del segundo cuerpo de la torre.
En una tercera y última fase (ca. siglos
XVI-XVIII) se reedificó el ábside central:
éste reutiliza sillares retallados del ábside
original hundido por causa de un fallo en la cimentación del edificio.
Como ya anunció García Guinea, podríamos
suponer que Santa Cecilia no fue un edificio aislado en el románico rural
palentino. Según el mismo autor, los arquitectos que erigieron Santa Cecilia
levantaron la cercana iglesia de San Andrés, así como los templos de Rebolledo
y Renedo de la Inera.
Es un edificio en el que el gótico se
manifiesta en la concepción espacial a pesar de plantear una fábrica plenamente
románica. No obstante, su interior crea un ambiente cercano a la estética
cisterciense.
En la fachada sur de la nave de la epístola se
abre la portada. Forma un cuerpo avanzado sobre el muro y se cubre por tejaroz
sustentado por canecillos de simple nacela muy restaurados. Tanto el tejaroz
como los canecillos son fruto de la restauración de 1962, sobre la que nos
detendremos más adelante. Sin embargo, la portada parece corresponder a inicios
del siglo XIII. Es apuntada con cuatro arquivoltas de medias cañas y baquetones
que descansan sobre ocho columnillas acodilladas, cuatro a cada lado, con rudimentarias
basas que tienen lengüetas sobre podium.
Los capiteles son vegetales, con acantos
estriados rematados en caulículos y prótomos. Jambas y cimacios con derivación
en imposta, sobre la que descansa la chambrana, completan el conjunto. La
ausencia de decoración figurada en los capiteles de la portada contrasta con la
riqueza decorativa de alguno de los ventanales de la torre (arpías) o en el
ábside del evangelio (guerrero alanceando un animal fantástico), si bien en
unos y otros –así como en los capiteles del interior de las naves– predominan
los motivos vegetales, obra de un mismo taller.
En el interior del templo las cestas de los
capiteles de las arquerías alternan la decoración vegetal (hojas lanceoladas o
lobuladas, carnosas, piñas angulares, etc.), con la geométrica (entrelazo de
hojas perladas) y figurada. También merece destacarse la variada decoración de
las basas (bolas, garras de león, etc.).
La figuración es muy interesante, no sólo a
nivel iconográfico sino también en cuanto a la calidad de talla, obra de
escultores de primera fila. Casi todos los capiteles presentan escenas
agrupadas de tres en tres: Sacrificio de Isaac, Venta de José y lucha de
guerreros; animal diabólico acosando a un personaje recostado, guerreros en
fila y lucha de un guerrero contra un cuadrúpedo, interpretados por Hernando
Garrido y Nuño González (1990) como piezas resultantes de un conjunto más
completo en el que se neutralizaría la idea de perversión.
Este capitel que da apeo al primer arco
formero sur es de una talla tosca, además de desproporcionada, pero muy
expresiva y original. Recoge tres escenas: la central es una lucha entre
guerreros, a la derecha el Sacrificio de Isaac (aquí vemos a Isaac, ataviado
casi como rey) y a la izquierda (no lo vemos en esta foto, la venta de José por
sus hermanos.
Frente a la talla tosca, además de
desproporcionada, de aquéllos, podemos destacar el que representa el pasaje
bíblico de la Matanza de los Inocentes, obra cumbre de la escultura de Santa
Cecilia y pieza sobresaliente del tardorrománico palentino. En un relieve
acentuado y simétrico se representa en una sola escena al rey Herodes rodeado
de soldados –cubiertos por cota de malla– en la degollación de los inocentes.
Tras los soldados, en un segundo plano, aparecen las madres llorando la muerte
de los infantes. García Guinea señala cómo el conjunto presenta una talla muy
similar a los capiteles que procedentes del monasterio de Aguilar considera
realizados por el llamado maestro de la Matanza de los Inocentes o maestro del
Claustro. También llega a relacionar la talla de algunos capiteles de Santa
Cecilia con el denominado maestro del capitel del Cristo Triunfante del
monasterio aquilarense.
Capitel situado el situado en el
intrados sur del arco triunfal de acceso al presbiterio. Un personaje sedente
con bastón de peregrino, la lucha de un soldado con un león?.
Es de destacar la gran calidad de ejecución de
los cimacios de los capiteles ubicados en la capilla mayor (tallos vegetales
ondulados, arpías entrelazadas, etc.) trabajados a trépano y de claros
referentes en el taller del claustro del monasterio de Aguilar.
Otro capitel muy interesante se localiza en el
exterior de la ventana de la cabecera. A simple vista la escena no parece tener
mucha trascendencia, pues se trata del combate entre un caballero a pie armado
con escudo y un animal fantástico que aparece alanceado por su contrincante.
Sin embargo en un análisis más detallado, Hernando Garrido y Nuño González
(1990) señalaron cómo en el escudo del guerrero aparecían representadas las
armas de los Lara, una de las grandes familias nobiliarias que ejercieron su patrocinio
sobre varios monasterios palentinos. Sería pues una hipótesis a considerar la
intervención de este linaje en la construcción –sobre todo en la ampliación o
cambio de proyecto en un segundo momento constructivo– de Santa Cecilia, máxime
si tenemos en cuenta el protagonismo que al parecer alcanzó Fernando Núñez de
Lara y su hermano Álvaro, alféreces de Alfonso VIII, en Aguilar a finales del
siglo XII.
Los capiteles figurados nos ofrecen un
verdadero muestrario medieval de armas, ropajes, arreos, etc., analizados por
Hernando Garrido y Nuño González (1992), en el reciente estudio sobre este
edificio.
García Guinea señaló vinculaciones con otros
edificios como Santa Eufemia de Cozuelos o la portada de Vallespinoso de
Aguilar. Hernando Garrido, precisa las repercusiones –ya señaladas en sus
líneas generales por García Guinea– que determinados modelos de tallas
vegetales aquilarenses, derivadas a su vez de repertorios andresinos, ejercerán
sobre los capiteles interiores y portada de Santa Cecilia afirmando que Santa
Cecilia pudiera considerarse como el canto de cisne de la doble corriente
escultórica protagonizada por los cenobios palentinos de Aguilar de Campoo y
San Andrés de Arroyo.
Un Cristo (de hacia 1200) y una Virgen con Niño
gótica, ambas tallas realizadas en madera policromada procedentes de esta
ermita se conservan en la colegiata de San Miguel, en la propia villa de
Aguilar. El primero, que formó parte de las piezas recogidas en la exposición
Las Edades del Hombre celebrada en Valladolid en 1988, pertenece al tipo
iconográfico del Cristo Triunfante, con ciertas tendencias naturalistas.
A comienzos de los años 60 se lleva a cabo el
proyecto de restauración integral del edificio a cargo de don Anselmo
Arenillas, que era, por aquel entonces, arquitecto territorial de la Dirección
General de Bellas Artes. Este proyecto de restauración, que determinará de
forma exclusiva el aspecto actual del edificio, transformó una serie de
elementos: retallado y embutido de sillares en el ábside central; añadido de
contrafuertes; reforma del alero; adición del tejaroz de la portada; colocación
de columnillas en la torre; sustitución del ventanal gótico de la fachada sur
por una saetera de imitación románica; desplazamiento de la ventana del
hastial; sustitución del pavimento interno original, etc. A mediados de la
misma década del 60, y tras la intervención, se acondicionó todo el entorno.
Ello dio lugar a una fuerte remoción de tierras que eliminó el contexto
arqueológico exterior al romper y alterar los niveles asociados a los muros y
destruir gran parte de la necrópolis.
En todo el espacio que rodea Santa Cecilia, y
en general en el cerro del castillo, se recogieron cerámicas medievales con
decoración estriada y pintada, fechadas por Bohigas y Peñil entre los siglos
VIII y X, aunque con escasas garantías de fiabilidad cronológica (Javier Peñil
Minguez y Ramón Bohigas Roldán, “Las cerámicas comunes de Cantabria”,
Altamira, 43 [1981-1982], p. 23).
En cuanto a la necrópolis que rodeaba el
edificio, poco puede decirse ya que nada queda de ella, salvo las noticias
ofrecidas por Huidobro Serna. Otro tanto ocurre con las ocho tumbas que al
parecer se conservaban en el interior del templo, pues tan solo perdura una
sepultura con dos escudos cuartelados instalada en la nave del evangelio.
Monasterio de Santa María la Real
El monasterio de Santa María la real de Aguilar
de Campoo, está situado a unos 500 m en dirección suroeste del centro de la
villa, en la margen izquierda del Pisuerga. Se encuentra al abrigo de la Peña
Longa y extramuros del recinto amurallado.
Los orígenes de la abadía se remontan a la Alta
Edad Media, cuando los antecedentes eremíticos se mezclan con la leyenda. Se
recurre siempre al primer diploma en el Libro Becerro de Aguilar (AHN. Clero.
Cód. 994-B), recogido también por Yepes y Ambrosio de Morales. Alpidio, un
noble legendario, tropezaba durante una cacería con una abandonada iglesia
dedicada a San Pedro y San Pablo. Bajo ésta, aparecía un segundo templo en la
base de la inconfundible Peña Longa. Del inverosímil relato de Alpidio, que rápidamente
alertó a su hermano Opila, abad de San Miguel de Tablada, en las orillas de
Ebro, se desprende además la dedicación de cada uno de los altares: a Nuestra
Señora, a san Pelayo y santa Engracia y a san Juan Bautista y san Martín. En el
mismo lugar, un sobrino de Opila, con idéntico nombre, levantó el monasterio de
san Pedro y san Pablo de Aguilar (822) roturando tierras y viñas y aportando el
ajuar de la casa de San Miguel de Tablada. Según Yepes, los primeros monjes
acabaron trasladándose a la iglesia baja, lo que hace suponer una hipotética
fundación eremítica. Nada anormal parece dislocar esta suposición puesto que
los restos rupestres son muy frecuentes en la comarca. En 852, el conde Osorio
hacía donación traditio corporis et animae al recién creado cenobio.
En 950 Osorio Armíldez fundaba el monasterio de
San Martín de Aguilar. En 968, Fernán González efectuaba una donación a este
mismo monasterio. La mitad de la casa, junto con la de Santa Juliana de
Aguilar, era donada por una tal María al cenobio de Cardeña en 1079. Los datos
son tan escasos como oscuros. Entra dentro de lo verosímil que San Martín de
Aguilar se correspondiese con otra fundación que –como supuso Linage– estuvo
vinculada a la Regla de San Benito. Para el padre Serrano el monasterio de San
Martín de Aguilar pudo ser agregado al de Santa María y la disparatada historia
de la fundación por parte de Opila pudo tomar sus elementos constitutivos en la
del conde Fernán González, que participó en la erección de San Martín en vida
del fundador conde Osorio. Backmund también recoge esta presumible fusión
cenobítica en una agrupación dúplice de monachorum et monialium adherida
a la regla benedictina hasta el 1020, fecha en que ya aparece Santa María de
Aguilar como abbatia secularis.
En el documento de donación de Sancho II de
Castilla al obispo Simeón de Oca (18 de marzo de 1068), se citaba la iglesia de
Santa Eugenia de Aguilar, ofrecida por el eclesiástico para restaurar la
diócesis. Esta casa parece corresponder con Santa Eugenia de Cordovilla,
otorgada por Alfonso VI al abad Lecenio, del monasterio de Santa María la Real
de Aguilar (1073), a instancias del Cid. Fue consagrada en 1118 por el obispo
burgalés Pascual. Sin embargo, el documento parece falso según concluyó
Menéndez Pidal, presumiblemente la consagración del 1118 también debió
falsificarse. Posteriormente Santa Eugenia se convirtió en un importante
priorato de la casa aquilarense.
Otra de las fundaciones más significativas,
constitutiva en definitiva del que años después fue solar mostense de Santa
María de Aguilar, fue la iglesia-monasterio de Santa María Magdalena de
Fuentelaencina. Donada por el rey Sancho, hijo de Alfonso VII, en 1149 a Simón
y confirmada en 1154 por el mismo Sancho al prior Gualterio. Junto con el
presumiblemente débil monasterio de San Agustín de Herrera, fundado a
instancias de Retuerta en 1152, constituyen dos células que tras su transmisión
a Aguilar servirán de fermento territorial –y quizá también espiritual– al
nuevo monasterio premonstratense. Naturalmente, el desarrollo cenobítico de
ambas casas fue incierto y en su traslado a Aguilar debió influir una economía
precaria.
Una de las cuestiones más controvertidas sobre
los orígenes del monasterio es determinar qué orden ocupó el recinto antes de
la instalación de los premonstratenses, ampliamente beneficiados por Alfonso
VIII. Indudablemente, en Aguilar existió un monasterio particular, instituido
por familias nobles como los Osorio y los Lara.
En 1169, el rey Alfonso VIII, el abad Sancho de
Retuerta, los condes Nuño, Álvaro, Almanrico, Rodrigo (fue monachi en Sahagún)
y la condesa Sancha Osorio, propietarios de Santa María de Aguilar, donan sus
derechos al abad de Retuerta Miguel, de la Orden de San Agustín. Sin duda, la
influencia del abad Miguel ante la Corte facilitó la transferencia patrimonial
de los nobles y la propia protección real. De otro lado, los anteriores
ocupantes, despojados de un monasterio estable, interpusieron una queja ante el
legado pontificio Jacinto con el fin de paralizar el proceso. El altercado se
resuelve mediante concordia (bula de 1173).
Antes de la llegada de los monjes
premonstratenses, Santa María ya poseía un importante bloque de propiedades: la
heredad de Villavega y los palacios del conde Osorio y su mujer Teresa
Fernández (1141). El 4 de febrero de 1165 el mismo Alfonso VIII donaba a Michaeli
abbati et omnibus successoribus tuis regulam Sancti Augustini la iglesia de San
Cipriano de Riofresnos y el prado de Valcabado. En otro orden de cosas,
diez años antes, el 9 de diciembre de 1155, Alfonso VII había concedido al abad
Sancho (de Retuerta) la exención del pago de portazgo en todo el reino para
mercancías y ganados además de diferentes franquicias de población. En torno a
estas fechas tempranas (desde fines del reinado de Alfonso VII y aun durante la
minoridad de Alfonso VIII), la solidez de la Orden Premonstratense en la
circaria hispana es ya un hecho y la política de la monarquía consolida a un
doble nivel territorial y jurisdiccional a estos canónigos regulares que habían
penetrado en Castilla a partir de Sancho Ansúrez y su compañero Domingo Gómez
de Candespina, supuestamente formados en tierras galas.
En un documento expedido por Alfonso VIII en
Sahagún en 1169 se confirma un grupo de posesiones que desde San Agustín de
Herrera son transferidas a la abadía de Aguilar. Después de la proclamación de
la citada bula de Jacinto y la aparición expresa del instituto premonstratense
en el citado documento, el monasterio se irá enriqueciendo con otros dominios:
Alfonso VIII ofrece la localidad de Villanueva y la iglesia de San Cebrián,
próxima a Santa María de Rezmondo, además de Terradillos (1183). María de Almenara
recibe del rey en 1173 la iglesia de San Román cercana a Sotovellanos que la
cede a Aguilar en 1183.
Como importante centro de decisión económica,
el monasterio de Aguilar centró sus estrategias hacia el control de una densa
red molinera, fundamentalmente establecida en las orillas del Pisuerga y del
Camesa. Adquiriendo junto a otras prebendas (pastos, portazgos y rentas) un
papel evidente como abadengo territorial desde el reinado de Alfonso VIII hasta
el de Fernando III.
La época álgida del dominio aquilarense
coincide claramente con la primera mitad del siglo XIII. M.ª Estela González de
Fauve detalla que el período 1221-1240 fue el de mayor concentración de
adquisiciones, sabiamente combinadas con las permutas, la explotación molinera
y alimentos y en el grano necesario para la explotación molinera hizo que
declinaran los medios de pago, así podemos explicar algunas de las situaciones
de dolorosa penuria en las que la abadía quedó sumergida.
La iglesia
Se trata de un templo litúrgicamente orientado
de planta basilical con tres naves –de mayor altura la mayor– de tres tramos y
crucero reflejado sólo exteriormente hacia el lado septentrional.
La triple cabecera presenta ábside central
heptagonal y capilla de la epístola rectangular. La capilla del evangelio debió
poseer un cierre similar a la de la epístola pero fue sustituida por la
rectangular capilla del Cristo en 1650. Los dos ábsides medievales: el central
y el de la epístola, aparecen precedidos de tramos rectos cubiertos con
crucerías.
El ábside central, que se eleva a mayor altura
que los colaterales, está cubierto con bóvedas nervadas de riñones perforados,
como en la cercana colegial de San Miguel o en la sala del capítulo de San
Andrés de Arroyo, particularidad estructural considerada originaria de la
catedral burgalesa. Apreciamos una sólida plementería de riñones perforados por
óculos trilobulados y cuatro ventanas geminadas apuntadas con óculos
cuadrilobulados superiores. La datación de esta capilla oscilaría en torno al
tercer cuarto del siglo XIII. El presbiterio que antecede al ábside central se
cubre con bóveda de crucería mientras que la capilla gótica de la epístola
posee simple cubierta de cañón apuntado. La cabecera permite una generosa
iluminación que se complementa con un óculo trilobulado occidental en el tramo
presbiterial, a mayor altura que el crucero.
La triple cabecera presenta ábside
central heptagonal y capilla de la epístola rectangular. La capilla del
evangelio debió poseer un cierre similar a la de la epístola pero fue
sustituida por la rectangular capilla del Cristo en 1650. Los dos ábsides medievales:
el central y el de la epístola, aparecen precedidos de tramos rectos cubiertos
con crucerías.
Las tres naves están sostenidas por seis
contundentes pilares a los que se adosan grupos de doce semicolumnas coronadas
por capiteles vegetales. Los pilares son de núcleo cruciforme, presentan dobles
columnas en cada uno de sus frentes y columnas acodilladas sencillas en los
ángulos (que están ausentes en los pilares orientales del tramo central del
crucero). Estos responsiones soportan los nervios diagonales cuya sección tiene
baquetón central y doble escocia. Los perfiles de las nervaduras son similares
en todas las bóvedas excepto en los tres tramos de los pies y en el central del
crucero, donde hay triple baquetón, indicio quizá de mayor modernidad. Para la
cubrición de los brazos septentrional y meridional del crucero se opta por el
cañón apuntado. Al exterior los empujes se neutralizan mediante contrafuertes
de sección rectangular.
Desde los pies, con cubierta de bóvedas
de crucería y separada de las laterales por inmensos pilares cruciformes con
columnas adosadas.
Los pilares son de núcleo cruciforme,
presentan dobles columnas en cada uno de sus frentes y columnas acodilladas
sencillas en los ángulos, coronadas por capiteles vegetales. Las bóvedas que
aquí vemos son de crucería.
La particular disposición de las dobles
columnas en los frentes responde pues a la tradicional escuela
hispano-languedociana que formuló Lambert y sistematizó Torres Balbás. Sin
embargo, esta solución de medias columnas –ya empleada en el triunfal reaprovechado
de una iglesia primitiva– cuenta con el precedente silense, además de otras
soluciones puntuales como apeos de fajones en edificios de fines del siglo XI
(catedral de Jaca, Arlanza, Frómista o San Pedro de Teverga) que se han
calificado de solución fugaz.
En la comarca los triunfales con dobles
columnas se advierten también en Revilla de Collazos y en Villavega de Aguilar,
imitando quizás la modalidad de Santa María la Real.
Los capiteles de las naves de la iglesia
muestran diferentes facturas: de hojas lisas y carnosas anudadas en la doblez
superior, acogiendo elementos arracimados y cogollos de acantos completándose
con bayas centrales en la cimera de las cestas al modo andresino (hay cestas
similares ya presentes en el claustro), con doble nivel de hojas de acanto
ramificadas y rematadas en piñas lisas coronadas por dobles caulículos (tramo
anterior al crucero del lado del evangelio), con doble nivel crochets góticos
conforme avanzamos hacia los pies (son incluso más abundantes en el lado
septentrional que en el meridional y se observan también en un capitel del
ángulo NE del crucero), frecuencia lógica en relación con la progresión de las
obras y el planteamiento de un muro de nueva traza en los tramos más
occidentales, si bien esto no implica la desaparición de las cestas andresinas,
cuya presencia resulta concluyente en los ventanales de la fachada occidental o
en el nivel superior del muro meridional. Por otra parte, los modelos de cestas
con canaladuras o acantos carnosos y lisos provistos de bolas aparecen sólo en
la zona occidental de acantos ramificados y trepanados provistos de
canaladuras, cogollos vegetales y coronados por dobles caulículos (tramo
anterior al crucero en la epístola) o con crochets góticos convencionales.
Algunos de estos capiteles sufrieron cambios o fueron sustituidos durante las
intervenciones de Arenillas. Como señalaba Lacoste, este tipo de cestas
pudieran pertenecer al mismo taller activo en la capilla del Abad, que
desarrolló su actividad con inmediata anterioridad a la gran cantería que
concluyó el edificio, esta última fue la responsable de las cestas andresinas y
la introductora de modelos específicamente góticos. Consideraba este investigador
un carácter exclusivamente anicónico para este efímero grupo de capiteles, si
bien la revisión escultórica de la propia capilla del Abad demuestra lo
contrario.
El ábside central, que se eleva a mayor
altura que los colaterales, está cubierto con bóvedas nervadas de riñones
perforados, Apreciamos una sólida plementería de riñones perforados por óculos
trilobulados y cuatro ventanas geminadas apuntadas con óculos cuadrilobulados
superiores. La datación de esta capilla oscilaría en torno al tercer cuarto del
siglo XIII.
Las basas áticas –muchas de ellas restauradas–
que descansan sobre zócalo octogonal resultan un modelo común con Arroyo,
presentando lengüetas angulares, escocia, toro y anillo superior.
Varias claves de las bóvedas de la iglesia
aparecen decoradas: la de la capilla mayor con Virgen sedente y Niño orlados
por una ruda decoración vegetal, en el tramo que la antecede un águila con las
alas explayadas (que también se da en el claustro), en la capilla de la
epístola un personaje masculino vestido con manto sosteniendo un libro (quizás
se trate de la capilla de San Juan que citan los documentos). Para el tramo
central del crucero se emplea un excepcional relieve con cuatro cabezas
afrontadas y en el resto de las naves góticas motivos vegetales de hojas
caladas y trepanadas o geométricos de esquemas radiales (como en la única
crucería conservada de la iglesia de San Andrés de Aguilar). La bóveda del
último tramo de la nave central fue restaurada a fines de la década de 1950.
En lo que respecta a la delimitación de las
campañas constructivas ya bosquejó Lampérez una clara división constatable
entre la capilla de la epístola y el crucero –sectores pertenecientes a una
primera campaña románica según el autor– y el resto de los tramos de las naves
desde el crucero hasta los pies, elevados durante las primeras dos décadas del
siglo XIII.
Para Lampérez, lo que caracteriza al templo es
un cierto dualismo entre lo románico y el denominado estilo “de transición”
que impide encasillarlo bajo ninguna escuela. En la iglesia se reaprovechan
partes de una construcción románica anterior a la llegada del Prémontré: así lo
certifican las alturas inferiores del asimétrico crucero y de las capillas y “los
machos no preparados para las crucerías”. Posteriormente, recogía el
afortunado jalón epigráfico del 1213- 1222 (fin de la iglesia y consagración
por el obispo Mauricio) que encaja perfectamente con el resto del conjunto,
incluyendo la bóveda del crucero “cuyos nervios salen de los machos torales
más orientales de un modo impensable”.
Años más tarde, Lambert confesaba que la
iglesia del monasterio de Aguilar era un edificio muy complejo de tipo
hispano-languedociano que reaprovechaba una obra románica anterior. Fue sin
embargo el primero en advertir la conexión angevina de las esculturas con
atlantes que estaban instalados en la bóveda ojival del centro del crucero.
Julia Ara ha señalado cómo la bóveda de cañón
para los brazos del crucero resultaría un arcaísmo a juzgar por la presencia de
codillos con columnillas en el brazo del evangelio que nunca llegaron a
emplearse y pudieron haber resuelto el apeo de una hipotética crucería. Para la
misma autora es posible que la gran amplitud del crucero y la inoperancia de
los soportes orientales para recibir una cubierta de nervios motivara el empleo
de la crucería sólo para el tramo central “resolviendo el problema de los
apeos en el lado oriental mediante la colocación de esculturas a la manera
anjevina, y cubriendo los brazos con una bóveda de cañón mucho menos
comprometida constructivamente”.
Las molduras o anillos triples instaladas a una
altura de dos tercios de los soportes torales parecen caracterizar
perfectamente la obra más antigua, alzada probablemente por una comunidad de
canónigos regulares, y no dudamos en atribuir su mantenimiento a la presencia
de unos elementos escultóricos de una desacostumbrada calidad –los capiteles
trasladados al MAN– que motivaron el respeto por parte de los nuevos moradores
premonstratenses instalados desde 1173. El mismo Lacoste señala que el triple
ábside semicircular aparecido a raíz de las excavaciones de Pedro Matesanz,
correspondería a un edificio de la primera mitad del siglo XII, la datación
resulta sólo una hipótesis aunque las diferencias en el aparejo sean evidentes.
De la disección de este sector oriental más
antiguo, Lacoste emparenta la tipología aquilarense con la de otros conjuntos
como la Catedral Vieja salmantina o el cenobio de Retuerta.
Las marcas de cantero comparten alguno de sus
rasgos con las líneas verticales para el encaje de cada pieza resultando un
conjunto de gran vistosidad, un fenómeno similar se da en la iglesia de San
Andrés de Arroyo.
Un cotejo del repertorio de marcas de cantero
de la campaña gótica (ca. 1200-1222) con respecto a las de la cercana iglesia
de Santa Cecilia demuestra una correspondencia sospechosa. Podemos hablar de
identidad de cuadrillas que se complementaría además con la presencia de
capiteles vegetales andresinos y de crochets perfectamente acordes: el capitel
con la Matanza en ambos templos, la magistral pieza de acantos trepanados con
cimacio de monstruos entrelazados de la epístola en Santa Cecilia, las ménsulas
de rollos o la anatomía de las arpías de la torre refuerzan la intervención de
canteros intercomunicados en dos obras coetáneas.
Sólo Lacoste ha intentado esbozar una secuencia
meticulosa de campañas constructivas para el templo monasterial. Tras perfilar
la primera campaña ca. 1180 (actividad del maestro de Ávila), reconoce la
intervención de un segundo taller a lo largo de todo el paramento meridional de
la nave –tras el crucero– hasta una altura media de los muros que talló las
cestas anicónicas. Este nuevo taller parece inspirarse en los capiteles
exclusivamente vegetales tallados por el primero que se reaprovecharon durante la
reforma del claustro. A esta campaña corresponde un sólo capitel del tramo
colateral meridional y otros de la capilla del Abad. Supone una datación ca.
1190 en manos de un grupo de canteros que tienden a simplificar los tipos
aportados por los artífices más sobresalientes de la primera campaña.
Finalmente, un tercer taller –el que acomete las obras de mayor envergadura–
fue el responsable de rematar la iglesia entre ca. 1200 y 1213: alzando los
muros del crucero, crucero y naves, todos los robustos pilares y los
abovedamientos, además del claustro, sala capitular y diversas dependencias
monásticas. Su fósil director parecen ser las cestas con crochets del tipo que
García Guinea definió como andresino derivadas de esquemas anteriores y los
mediocres atlantes del crucero.
A este discurso constructivo que formula
Lacoste, ininterrumpido desde 1180 a 1213, podríamos reprochar una datación
excesivamente tardía para los trabajos del maestro de Ávila (que podríamos
adelantar a la década de 1160 en función de la fecha aportada por Piasca) y una
cierta ambigüedad en lo que respecta a la delimitación de la segunda campaña.
Con respecto a la tercera campaña, la evolución constructiva parece
perfectamente razonable y plausible
En la iglesia de Aguilar no todos los soportes
de las naves laterales y del muro del hastial siguieron el modelo de las dobles
columnas gemelas, de hecho, los del muro meridional emplearon una semicolumna
adosada hasta un nivel superior coincidente con una moldura longitudinal, donde
la citada semicolumna –que arrancaba desde el nivel terrero con un modesto
zócalo– quedaba flanqueada y apoyada por otras dos sirviendo de descarga a las
bóvedas. En los muros septentrional y occidental, por contra, las semicolumnas
son dobles desde el zócalo hasta la altura de las dobladuras, carecen pues del
doble nivel compuesto que veíamos en la nave sur. Simples semicolumnas
angulares soportan las diagonales de las bóvedas en los ángulos NO y SO de los
últimos tramos de las naves laterales, éstas reaparecen en el brazo
septentrional del crucero y en el único sector conservado de la capilla del
evangelio (no sucede así en el brazo meridional). A tal disparidad podríamos
encontrar una explicación suponiendo una mayor antigüedad para el sector
meridional, lógica si valoramos la idea de un primitivo claustro cubierto con
madera que fue sustituido por un abovedamiento durante el siglo XIII respetando
la traza y regularidad de sus pandas. No es gratuito afirmar que una panda claustral
preexistente impidió el desarrollo del brazo sur del transepto durante la
reforma que experimentó el templo.
A la fábrica gótica se le añadió la capilla del
Cristo en 1650. La reforma de la capilla respetó sin embargo un sector exterior
–en el que se conservó un ventanal gótico– heredado de la primitiva
edificación. Se aprecian también vestigios medievales en el muro occidental al
engarzarse con el moderno y en la semicolumna adosada coronada por capitel con
crochets del lado SE.
En primer término la iglesia, con la
Capilla del Cristo adosada a la izquierda, detrás el claustro y a la izquierda
las construcciones.
El ventanal que se abre entre el contrafuerte
más oriental y el volumen exterior del brazo septentrional del crucero presenta
capiteles andresinos a la derecha y de crochet gótico a la izquierda, sin
embargo, bajo éste se aprecia otra ventana más arcaica, de medio punto,
abocinada interior y exteriormente, semicegada por el brazo del crucero que
dejó indemne el capitel derecho de la misma. La cesta, muy mutilada, deja ver
en su base unas hojas de acanto de nerviaciones picudas con trabajo de trépano
que evoca determinadas tallas claustrales de progenie abulense. Sería muy
difícil fijar una cronología aproximada debido a su defectuoso estado, sin
embargo, su anterioridad a la talla andresina es más que evidente y su
coetaneidad con los trabajos escultóricos del arco triunfal encajaría
perfectamente (vid. acantos del capitel del caballero victorioso del MAN).
El llamativo grosor del muro meridional en su
sector más oriental correspondería según Lacoste a la voluntad de alzar un
posible campanario que nunca llegó a ejecutarse. Desde el ángulo NE de la
galería superior de la panda septentrional del claustro un angosto vano muy
restaurado permite el acceso hasta un receptáculo superior cubierto con bóveda
de cañón que arranca de dos molduras naceladas corridas, desde éste se puede
alcanzar otro reducido espacio rectangular –plagado de grafitos– e igualmente
cubierto con cañón. Su paramento norte comunica directamente con la escalera de
caracol que asciende hasta las bóvedas del templo eclesial. De alguna manera,
esta cámara superior coincidente con la capilla de la epístola, nos recuerda
otros espacios similares en los templos de los monasterios premonstratenses de
Retuerta y de Bujedo. Otra escalera de caracol permite ascender desde el nivel
de la iglesia (a los pies, en la nave de la epístola) hasta las bóvedas
superiores y la llamativa espadaña occidental.
El muro meridional queda reforzado por
contrafuertes de sección rectangular anteriores a la cubrición gótica del
claustro. De hecho, el contrafuerte más occidental quedó seriamente fracturado
al embutir el perfil de la crucería.
Este mismo contrafuerte parece adosado con
respecto al paramento exterior, indicativo quizá de un reaprovechamiento del
sector. Por el contrario, los contrafuertes que refuerzan el sector claustral
oriental quedan perfectamente engatillados con la sillería del muro gótico. El
mismo sepulcro de doña Sancha (†1183), que se instaló en un arcosolio de la
crujía septentrional del claustro, refuerza una mayor antigüedad para el
sector.
La fachada de la iglesia es de líneas bien
sencillas, sin elementos historiados –a excepción del bajorrelieve con el ángel
instalado con posterioridad a la construcción del hastial– refleja bien la
distribución del interior de las naves. Dos contrafuertes de perfil rectangular
dividen la nave central de las laterales, la del evangelio posee también
contrafuerte angular, mientras que la de la epístola queda recogida por el muro
meridional que se prolonga en el occidental de la cilla. El cuerpo central remata
en altura con espadaña a piñón que posee un campanario restaurado durante la
década de los 80. Aquí se respetó el modelo original con cuatro vanos apuntados
provistos de guardapolvo y moldura horizontal en el arranque de los arcos –en
coincidencia con la misma moldura de coronamiento en los contrafuertes de la
fachada– y nivel cimero, que según la descripción de Navarro poseía columnas
ahora desaparecidas.
Sobre la portada aparece un ventanal de medio
punto con doble arquivolta de baquetón y escocia y dos capiteles a cada lado de
clara factura andresina. En la base de este ventanal que se abría al coro alto
–y estuvo tapiado– debió existir una imagen de la Virgen bajo un doselete, ésta
fue descrita por Quadrado. Navarro, en la década de 1930 la daba ya por
perdida.
Otro ventanal similar, aunque de dimensiones
más pequeñas, se aloja en el lado izquierdo (nave del evangelio) a la misma
altura que el abierto sobre la portada, en este caso sólo se labró un capitel
para cada lado, pero respetando la misma directriz andresina.
La portada eclesial presenta arco de medio
punto constituido por dos arquivoltas de baquetón, escocia y guardapolvo,
aquéllas descansan sobre jambas acodilladas y sendos capiteles decorados con
hojas de acanto a cada lado. Los capiteles de la portada resultan piezas de
excelente factura aunque siguen una cesta con tendencia cúbica: con ábacos de
dados y concavidad semicircular, acantos a dos niveles firmemente trabajados
mediante aplicaciones de trépano en canaladuras y caulículos en las esquinas
que en el caso derecho quedan recogidos mediante un anillo. Son modelos cuya
aplicación fue frecuente en obras del oeste de Borgoña e Île-de-France y
aparecen en contextos como el de la cripta del pórtico en la catedral
compostelana, y el nártex de San Vicente de Ávila. La cronología proporcionada
para estas obras punteras ronda la década del 1160, que sería descabellada para
estas piezas de la portada aquilarense. Es muy posible que los escultores
locales tomaran el modelo de la pieza n.º 5 del MAN.
En marzo de 1992 se localizó frente a la
fachada de la iglesia una dovela con un fragmento de la inscripción
correspondiente a la consagración del templo. Sus tipos escriturarios y la
misma posición del epígrafe se corresponden con los ejecutados para la iglesia
de Cabria. Sin embargo es posible que esta pieza formara parte de la ermita de
San Pedro y San Pablo, alzada frente a la fachada del templo premonstratense y
que fue desmontada hacia fines del siglo XVI (todavía en pie en 1575). Tal
hallazgo hace sospechar una fecha paralela para la instalación de los ángeles A
y B en el lugar que todavía ocupan, coincidiendo con la reforma que experimentó
la orden, la relajación de la regla y la irrupción de los abades trienales.
La escultura tardorrománica de la
iglesia
Bajorrelieves con ángeles portadores de
cartelas en el exterior de la fachada oeste de la iglesia y muro frontero.
Ángel A. Pieza arenisca de
forma triangular con el lado superior recto y los dos restantes ligeramente
semicirculares. Representa la figura de un ángel sedente con alas extendidas.
Los pies descalzos posan sobre una peana decorada con máscara zoomorfa. Con sus
manos sostiene una ancha filacteria de 48 × 12 cm que contiene la siguiente
inscripción:
1. + VIRGO SUI PARTVS
2. TENEROS AMPLECTITVR [artus]
3. QVEM TENET IN GREMIO
4. NON CAPITVR SPACIO.
(La Virgen recoge los tiernos miembros de su
parto, de quién se encuentra en el gremio y no cabe en el espacio).
Ángel B. De similar desarrollo
que el anterior. Sostiene rollo de 36 × 14 cm que descansa directamente sobre
las rodillas con la inscripción:
1. + [h]VC. VENIENTES.
2. ISTA[M] UIDENTES. EDO
3. CEANTVR. CORDE GE
4. MENTES. ORE FATEN
5. T[es] NE MORIANTVR.
(Los que aquí venís y ésto veis, edificar los
corazones compungidos y rezar piadosamente para que no murais).
Lacoste afirmaba que las dos esculturas
pudieron ser las enjutas de una portada desaparecida. Tampoco podemos descartar
que ambas piezas formaran parte de un baldaquino o fueran trompas de una
cúpula, si bien su talante epigráfico contradice una colocación demasiado
alejada del espectador.
Aunque no dispongamos de pruebas irrefutables,
consideramos factible una procedencia claustral, ámbito construido en tres
fases claramente delimitables durante el último tercio del siglo XII y primeros
años del XIII pero reformado en época moderna.
La forma triangular de las piezas, con dos de
sus lados inferiores tendentes al semicírculo, nos hace pensar en su posible
acomodo en las enjutas de las arcadas, sin embargo, la degradación del claustro
y su última restauración impiden ratificar algo al respecto. Aun así, en la
galería meridional paralela al refectorio, todavía es apreciable un espacio
triangular en coincidencia con la silueta semicircular en los lados inferiores
de los dos bajorrelieves. Este espacio de 93 cm de longitud × 67 de altura se encuentra
relleno por una desordenada mampostería.
En la cartela A, se recurre a un dístico
elegíaco con rima de leonino rico donde se condensa una referencia a la
virginidad mariana y la inconmensurabilidad de su fruto. Sin mantener una
literalidad real con la cartela, el mensaje de omnipresencia cósmica en el
parto virginal de María fue frecuente entre los poemarios medievales e incluso
entre las composiciones de escritores premonstratenses como Hermann-Joseph
(†1214), muy difundido por los cistercienses, o Felipe Harvengt (†1182), que
dieron lugar a opúsculos piadosos y calaron en misales, breviarios y oficios
regulares. En algunos oracionales premonstratenses advertimos claras
similitudes respecto a la cartela del ángel A. Las oraciones que se elevaban
durante el día de Navidad son las que mantienen una cercanía más evidente como Quia
quem celi capere non poterant, tuo gremio contulisti... del segundo nocturno de
la Natividad o el Virgo Dei genitrix, quem totus non capit orbis,... en la
antífona sub octava ad cantica del 31 de diciembre, modelos que procedían
del primitivo ordo monástico del siglo XII y aparecen medio siglo más tarde en
el breviario.
Que la Orden Premonstratense eligiera la pieza
ya labrada por los anteriores monjes, es comprensible desde un clima espiritual
coincidente.
Capitel adosado con caballero, aves y
molinillos en espiral. Lado derecho de la capilla del evangelio.
Se trata de la única pieza figurada conservada
todavía in situ dentro del recinto templario. Presenta una escena con un
caballero entre roleos en su frente. En los laterales aparecen motivos de aves
picoteando bayas entre acantos en molinillo. Las características estilísticas
del capitel permiten emparejarlo con el escultor que trabajó en el capitel n.º
20 del MAN, aunque en lo vegetal recuerde notablemente la pieza 5.O in situ.
Las esculturas de los responsiones del tramo
central del crucero y las inscripciones de las impostas.
Bajo el arranque de las nervaduras de la bóveda
de crucería que cubre el tramo central del crucero, se instalaron sendas
esculturas. Sobre éstas y en la línea de los cimacios que remataban los
capiteles actualmente custodiados en Madrid, se despliegan retazos de
inscripciones muy deterioradas.
Los esculturas, labradas en arenisca local,
resultan de factura muy tosca y de mediocre calidad. Talladas por el mismo
taller, representan a dos personajes masculinos sedentes y en posición de
atlantes que alzan sus brazos para sujetar una especie de ábaco superior, por
encima del que apoyan los cimacios. Parecen ser apóstoles o profetas que visten
túnicas groseras y se cubren con mantos. En la figura del lado del evangelio,
advertimos con facilidad cómo el manto se engarza a la altura del hombro izquierdo
mientras que el personaje se toca con una corona que limita un peinado a
cerquillo. Ambas figuras resistieron a los traslados efectuados por los
comisionados del MAN. Indudablemente, los atlantes aquilarenses parecen
adaptarse perfectamente a este fenómeno de la estatuamanía que fue práctica
internacional durante el último tercio del siglo XII (Anjou, Turaine, Blésois y
Berry). La península Ibérica no resultó ajena a este desarrollo y aunque de
manera muy dispersa incorporó estatuas-nervaduras desde la década de 1180.
En Aguilar se asume una solución de responsión
esculpido. Más cercana a Bury (Oise), Cambronne-les-Clermont (Oise) o de la
abadía de Aigues-Vives (Loir-et-Cher), fruto de un constructor conocedor de las
particularidades arquitectónicas del Sudoeste servido por un taller escultórico
mediocre y local cuyos puntos de partida habían sido sobresalientes a pesar del
proceso degenerativo que fueron experimentando. En el fondo de la cuestión está
la dependencia de Las Huelgas burgalesas –en cuya cabecera ya se ensayó la
estatua-nervadura– y la posible participación de maestro Ricardo en las
reformas monasteriales aquilarenses del primer cuarto del siglo XIII.
Muy poco queda de las inscripciones, sólo
parcialmente recomponibles en función de los temas escultóricos a los que
acompañan:
1. Se descubrió en 1978 entre el escombro de la
panda norte del claustro y fue publicado por Bravo y Matesanz. El epígrafe reza
“...C(?). DOMO. NE FORET EXVL HOMO: I...”. Se trata sin duda del final
de un pentámetro leonino rico y pudo estar en el lado de la epístola, sobre el
capitel doble y necesariamente antes de la fórmula filius iste Dei, a juzgar
por su forma esquinada.
2. Lado del evangelio. Sobre el capitel del
toral: “...M DOLE[...]¿?AUT/IFLE.T:...”.
3. Lado de la epístola. Sobre el capitel del
toral: “...I FILIVS ISTE DEI/SI VNGERIT O...” que pudiera coincidir con
el pasaje de la turbación del centurión angustiado por la duda después de la
crucifixión de Jesucristo (Mt 27, 54).
4. Lado de la epístola. Sobre el capitel del
toral: “...¿?R DEVM/CARNE UIDETIS EVM...”. En posible contacto con el
relato de la aparición de Jesús a los discípulos.
5. Descontextualizado: “LANCEA CRUX CLA...”.
Claramente relacionado con los instrumentos de la pasión que portan los ángeles
en el capitel del Cristo Triunfante.
El claustro
A pesar de la datación del espacio claustral a
fines del siglo XI o inicios del XII que habían señalado Assas y Navarro,
Lampérez optaba por asimilarlo a lo cisterciense, como los de Poblet, Tarragona
y Fontfroide, considerándolo contemporáneo de la sala del capítulo, en torno a
los primeros años del siglo XIII: “galerías con bóvedas de crucería muy
peraltadas: podio corrido, arquería de medio punto sobre columnillas gemelas,
cobijada bajo un arco de descarga por tramo”. Sobre éste, se aloja el
claustro alto, que había elogiado Ponz y desmontado Arenillas. Fue rotundo Ponz
refiriéndose al claustro: “Si la galería baxa acompañase á la alta, seria
este uno de los buenos claustros en el gusto de la mejor arquitectura”,
idea posteriormente asumida por Madoz, molesto por la presencia de formas
medievales frente a las pilastras pareadas dóricas del nivel superior. Este
nivel superior obstruyó las ventanas altas del muro meridional de la iglesia.
Para Lambert, se aprecia la huella de lo
languedociano y lo gascón en el claustro aquilarense que sin duda reutilizó un
grupo de capiteles anteriores a su construcción. Los arcos apuntados encuadran,
bajo tímpanos, arcos más pequeños sostenidos por columnas geminadas, “las
ojivas finalmente molduradas se estrechan hacia abajo entre los perpiaños
también moldurados; y las bóvedas muy combadas recuerdan un poco a las de
Fontfroide”. En los machones angulares se advierten dos grupos de triples
columnas y otra aislada en el ángulo del interior, en el exterior aparecen dos
grupos de dobles columnas más otro de triples en el ángulo que soportan los
arcos rebajados apuntados. En los tres machones dispuestos en cada una de las
pandas: dobles columnas interiores y contrafuerte exterior. Los triples arcos
de medio punto abiertos en las cuatro pandas están ligeramente apuntados y
quedan albergados por el rebajado, descansan sobre grupos de columnas pareadas.
El claustro que hoy podemos ver fue construido
durante las primeras décadas del siglo XIII, reutilizando una serie de
capiteles dobles tardorrománicos tallados para un espacio anterior que fueron
instalados coronando los grupos de dobles columnas y no en los machones (a
excepción de los angulares NO y SO). No tenemos certeza completa sobre la fecha
de conclusión del abovedamiento claustral, es posible que no fuera rematado
hasta fines del XIII a pesar de la fecha epigrafiada en el fuste de la sala
capitular (1209).
Fue duramente alterado –como la sala capitular
en su conjunto– durante las restauraciones de los años 60. A punto de perder
parte de sus cubiertas, se recupera en la década de los 80. También se
rellenaron con sillería los espacios vacíos que quedaron entre los arcos de
descarga y se volvió a montar meticulosamente la totalidad del claustro alto.
Además de los capiteles tardorrománicos, se
aprecian algunos restos de basas de la misma época con la característica
factura de lengüeta. Todos los machones angulares y centrales conservan
asimismo basas de lengüeta correspondientes a las reformas del siglo XIII,
aunque en síntesis reproducen el modelo anterior, adaptándolo a un módulo de
diámetro más reducido.
En la panda oriental y junto a la sacristía
aparece una hornacina apuntada tradicionalmente atribuida al armarium
monástico.
La cubrición del claustro se realiza por medio
de crucerías cuyos nervios diagonales concuerdan con las columnas acodilladas
de los machones. Ménsulas de rollos o de perfil pentagonal en los muros del
interior de las galerías soportan los fajones que en el exterior se
corresponden con gruesos contrafuertes. Originalmente el claustro
tardorrománico estuvo cubierto con vigas de madera.
El aparejo de las crucerías está formado por
dovelas de un tamaño muy alargado, características del foco burgalés, y cuya
estereotomía resulta de excelente calidad. Para Huidobro sus perfiles son un
excelente ejemplo de la arquitectura cisterciense angevina que recuerdan Poblet
y Tarragona pero especialmente Las Huelgas. Para Ara, la cubierta del claustro
representa un estadio más avanzado que Las Claustrillas puesto que en el
recinto burgalés todavía no se había adoptado una solución adovedada. Sale a relucir
la problemática de maestro Ricardo –rescatado del olvido por Julio González–
que bien pudo participar en la obra gótica de los premonstratenses a juzgar por
sus transacciones patrimoniales. Para Ara los capiteles característicos de este
segundo taller activo en el claustro son de esencia cisterciense y están
formados por acantos verticales con los nervios muy marcados, los dos tercios
inferiores de la cesta aparecen muy adelgazados, en relación con los capiteles
andresinos que recuerdan formas musulmanas.
En la galería meridional, se aprecia un
erosionado arco de medio punto decorado con una arquivolta ajedrezada, la
presencia de un fajón del abovedamiento que perfora una dovela de la rosca
permite datar este vano con anterioridad a la reforma claustral del siglo XIII.
En la galería norte, a la derecha de la portada
que permite acceder al templo, un arcosolio apuntado y doblado contiene los
restos de un sarcófago en cuya cubierta todavía se lee con facilidad la
inscripción “SUB ERA MCCXXI [año 1183] OBIIT DOMINA/ SANCIA UXOR DE LOP DIAZ
XVII KL DECE(M)BRIS” distribuida en dos bandas longitudinales.
Los capiteles del claustro
Galería norte
1.N. Capitel doble completo y cimacio decorado
con cenefa horizontal entre dos listeles lisos con rosetas en la zona superior
e inferior. La cesta se decora con cuatro hojas de acanto ramificadas de
excelente labra y que en sus prótomos presentan el característico eslabón
entrecruzado. Portan piña central al modo andresino, ábaco de tacos y
concavidad semicircular.
2.N. Capitel doble figurado con seis grifos
afrontados por sus pechos en tres de las esquinas y con las cabezas vueltas,
del mismo tipo que los representados en el capitel doble en el Fogg Art. Se
disponen entre tallos centrales rematados en un abierto cogollo. El cimacio es
de cestería calada compuesta. En los animales fantásticos alas, pescuezos y
cabezas presentan el típico despiece minucioso en raquis en tanto que el resto
del cuerpo se trabaja con zigzagueado (como en los leones a dos niveles del fragmento
3.S).
3.N. Capitel doble completo con decoración de
hojas de acanto apalmetadas y trepanadas, labradas con cierta dureza pero de
gran calidad, se disponen a dos niveles (el segundo un tanto artificioso). Fino
ábaco de tacos y concavidades semicirculares y cimacio de hojas ensiformes
entrelazadas siguiendo el típico esquema de vástago con calidad de modelado que
recuerda al cimacio del capitel aquilarense en el Fogg Art.
4.N. Fragmento de capitel muy similar al 1.N.
aunque trepanado y con bayas arracimadas en lugar de piñas.
5.N. Fragmento de un cimacio decorado con
rosetas octopétalas provistas de botón central muy similares a las del capitel
n.º 20 del MAN.
6.N. Fragmento de capitel doble idéntico que
los 1.N y 4.N cuyas hojas aparecen trepanadas y con piñas en sus ángulos de
nudos. Cimacio vegetal con hojas de acanto trepanadas.
7.N. Fragmento de capitel doble del ángulo
–machón NO– con restos de roleos y entrelazo de idéntica factura que el 1.O,
sumamente deteriorado por fracturas.
Galería oeste
1.O. Fragmento de un capitel doble decorado con
restos de roleos y entrelazos reaprovechado en el machón angular gótico. Una
modalidad ornamental que volveremos a encontrar en Santa María de Bujedo de
Candepajares, casa premonstratense burgalesa fundada en 1162.
2.O. Fragmento de cimacio vegetal decorado con
hojas de acanto trepanadas en la línea del cimacio 6.N.
3.O. Fragmento de cimacio instalado durante la
restauración de los años 80 del siglo XX. Con decoración de aves afrontadas
entre entrelazo, aparecen con labor de zigzagueado en sus cuellos y picoteando
pequeñas piñas. Esta escena de cacería encuentra su más fiel paralelo en la
portada del Cuerno de Santa María de Piasca (Cantabria) y en la Asunción de
Perazancas. Podemos suponer que este cimacio perteneciera a la decoración
claustral más temprana.
4.O. Fragmento del que fue un capitel doble
decorado con dos leones y una arpía entre entrelazo dispuestos a dos niveles y
muy deteriorados. El entrelazo se prolonga hasta una hoja de acanto. Los leones
apoyan sus garras en el collarino, siendo éstas de la misma factura que las
talladas para los grifos del capitel 2.N.
5.O. Capitel doble modulado a partir de un
entrelazo perlado de composición simétrica que rodea los elementos
ornamentales. Porta un pequeño molinillo en cada una de las esquinas y dos
máscaras en el centro de los lados largos en las que todavía podemos advertir
una línea de fauces y unas diminutas orejas picudas. Las máscaras vomitan
cintas perladas. El cimacio tiene hojas carnosas dispuestas verticalmente con
una diminuta baya entre las mismas, muy similar al 6.N.
6.O.
Fragmento de cimacio decorado con labor de cestería.
7.O. Seis fragmentos de un capitel doble
reutilizado en el machón SO, se trata de una pieza muy similar al 2.S. La mayor
identidad se puede establecer con el soberbio capitel vegetal del lado de la
epístola en Santa Cecilia de Aguilar.
Galería sur
1.S. Pequeño resto de cimacio engastado en el
machón SO y decorado con entrelazo carnoso convencional, del mismo tipo que los
7.N y 1.O.
2.S. Capitel doble mal conservado decorado con
hojas de acanto apalmetadas con nervadura central perlada (como el 7.O).
Cimacio de vástagos carnosos, entrelazados y trepanados, con la fuerte
sensación de modelado característica de la pieza 1.S., el mismo modelo de
cimacio vegetal aparece en el capitel de la Matanza de los Inocentes de Santa
Cecilia. Procede del Museo de Palencia y fue reinstalado en el claustro durante
la última restauración. Muy probablemente sea obra de la misma mano que el 3.N.
3.S. Fragmento de capitel decorado con dos
leones dispuestos a dos niveles, con sus cabezas giradas hacia arriba entre
entrelazo de vástagos carnosos –del tipo 2.S y 4.S– enrollados y trepanados. El
león inferior apoya sus garras en el collarino mientras que el superior lo hace
en el entrelazo. Sus cuerpos poseen la inconfundible presencia del inciso
zigzagueado aquilarense. El mismo fragmento presenta un león en su parte
inferior y una arpía en la zona superior de la cesta tocada con capirote.
Existe una pieza de tesitura muy similar en la sala capitular de Santa Cruz de
Ribas. Fue donado por don Eugenio Fontaneda a la Asociación de Amigos del
Monasterio de Aguilar en 1986.
4.S. Fragmento de cimacio muy deteriorado que
parece contener un entrelazo trepanado y el lomo de un cuadrúpedo pasante
–quizá un jabalí– sobre el que se despliega una porción de roleo.
5.S. Dos fragmentos de un capitel doble marcado
con troquel de tinta (con el n.º 86) en un taco superior. Se ha colocado un
fragmento en cada una de las cestas, el resto se ha rellenado con un sólido de
arenisca trabajada a puntero. Presentan dos leones y dos arpías entre entrelazo
muy cesteado. En la zona superior aparecen dos arpías con colas prensiles
vueltas sobre sí mismas, colas prensiles de crustáceo y capirote. En la zona
inferior, leones agachados con sus pezuñas aprisionando el collarino. Parece tratarse
de un capitel esculpido por el mismo escultor que labró las piezas 1.N y 4.O.
La galería este no conserva ningún
elemento tardorrománico. La totalidad de la misma fue desmontada durante la
restauración de Anselmo Arenillas en 1968.
Aunque cegada y muy erosionada, en la crujía
occidental se mantiene una portada de medio punto con chambrana de taqueado.
Dos fragmentos de impostas, desplegadas en el intradós de los salmeres, se
decoran con rosetas cuatripétalas inscritas en el interior de círculos
separados por peciolos verticales. Motivos muy similares se aprecian en los
aleros absidales de Santa María de Piasca y Santa María de Mave. Podemos
deducir la anterioridad para esta portada respecto a la remodelación claustral
del siglo XIII.
Aparece otra portada más tardía en la panda
septentrional del claustro. Es de medio punto y está formada por triple
arquivolta de baquetones y escocia que se corresponde con tres capiteles a cada
lado. Tres de las escocias van decoradas con diferentes rosetas y triples hojas
en espiral. El cimacio se prolonga hasta el intradós del arco.
Capilla del Abad
Es un espacio rectangular constituido por dos
tramos cubiertos por crucerías. Perteneciente al sector de construcciones más
orientales, presenta interesante decoración esculpida en los capiteles de sus
ventanales, molduras del interior del muro oriental y claves, así como las
cestas que rematan las semicolumnas de los muros interiores y las de la
portada. El perfil de las nervaduras de la cubierta –a pesar de su mayor
grosor– coincide con las galerías claustrales y sala del capítulo. En esta
capilla, que estuvo expuesta al exterior hasta las reformas de fines del siglo
XVIII, se aprecia una cornisa sostenida por varios canecillos en forma de proa
de nave.
Sería perfectamente factible que la campaña
gótica del monasterio comenzara por su sector oriental, justamente en esta
dependencia, donde la figuración tardorrománica tiene todavía un papel
trascendental, continuando después por la iglesia, claustro, sala capitular,
locutorio, sala de monjes y cilla. Una inscripción en letra gótica distribuida
a lo largo de tres sillares en el muro occidental resulta completamente
ilegible debido a las salinizaciones.
Las dos claves de la capilla están
tremendamente erosionadas, presentan frondas, seres fantásticos con apariencia
de dragones y cabecitas masculinas.
La portada de acceso es de medio punto y está
articulada por triple arquivolta que combina baquetones y escocias. El cimacio
de las piezas se prolonga por el intradós erosionado de entrelazos carnosos).
En el interior, la portada se maciza presentando aspecto apuntado. Debido a
transformaciones posteriores, se rasuró completamente la columna exterior del
lado izquierdo.
28.CA-29.CA-30.CA. Es posible imaginar que los
tres capiteles de la derecha de la portada irían figurados. En el del centro
(el 28.CA) aparece un pequeño león entre entrelazos y una arpía. Los 29.CA y
30.CA parecen poseer idéntico esquema zoomórfico, si bien su total deterioro
impide asegurarlo con rotundidad.
31.CA-32.CA. Para las dos cestas es posible
advertir un nivel bajo de hojas de acanto trepanadas y un nivel superior con
dos molinillos de acantos helicoidales. En la misma línea que el capitel n.º 12
del MAN y que los restos claustrales 7.O y 2.S.
Interior de la Capilla
1.CA y 2.CA. Se trata de dos capiteles de
ángulo decorados por acantos carnosos, ramificados y vueltos sobre sí mismos en
la parte superior de las cestas donde se arremolinan, siguiendo un esquema más
o menos berrinchonés.
3.CA y 4.CA. Dos capiteles dobles de ángulo de
ventana característicamente aquilarenses, poseen crochets de hojas carnosas,
lobuladas y rematadas en piñas en sus esquinas. Entre las hojas de acanto se
alzan las omnipresentes flores de aro. Aparecen piezas similares en Palazuelos
y San Andrés de Arroyo. El cimacio se prolonga en línea de imposta (al igual
que en 5.CA y 6.CA) que se decora con roleos calados vomitados por una carátula
monstruosa, como en el cimacio del capitel aquilarense del Fogg Art y el n.º 21
del MAN. 5.CA y 6.CA. Capiteles dobles de ángulo de ventana decorados con
entrelazos, con fuerte calado y trama de cestería irregular. Una gruesa capa de
cal cubre las piezas. Los cimacios, prolongándose como línea de imposta,
aparecen igualmente ornamentados (como en los casos 3.CA y 4.CA) por entrelazo,
roleos y flores de aro. Los motivos de las cimacios recuerdan a los existentes
sobre los capiteles números 53 y 57 del claustro de Silos y otros ejemplos
burgaleses y navarros.
7.CA-8.CA-9.CA/15.CA-16.CA-17.CA. Capiteles de
las semicolumnas con doble nivel de hojas de agua y coronamiento de dados en
los ábacos. En el remate de las hojas de agua mostraron bayas o piñas
(actualmente ninguna resulta visible debido a la fuerte exfoliación y al
enjalbegado).
10.CA. Capitel de ángulo de ventana decorado
con grifos afrontados en disposición heráldica codeados por sus alas. El ábaco
sigue el típico modelo de dados y concavidad semicircular.
11.CA. Capitel de ángulo de ventana decorado
con hojas de acanto a dos niveles, ramificadas y perfiladas en todo el lanceolo
bajo. De tipo andresino. Similares en el nivel superior a las de los casos
7.CA-8.CA-9.CA/17.CA18.CA-19.CA aunque portando elementos vegetales simétricos.
12.CA. Capitel de ángulo de ventana similar –aunque más simplificado– que los
capiteles 3.CA y 4.CA. Las piñas aparecen fracturadas.
13.CA. Capitel de ángulo de ventana decorado
con dos arpías afrontadas de rostros femeninos –como las dos de la derecha en
los casos 21.CA y 22.CA– que apoyan sus pezuñas sobre un pequeño nivel de hojas
de acanto siguiendo idéntico esquema que en otros capiteles de Frontada,
Revilla de Santullán y Cozuelos.
14.CA. Capitel de ángulo de ventana con hojas
de acanto ramificadas y rematadas en bayas esféricas arracimadas, los acantos
están más cercanos a Las Claustrillas, aunque algunos capiteles de las
cabeceras de Bujedo y Retuerta formulen esquemas similares.Exterior
de la Capilla
18.CA y 19 CA. Capiteles dobles de ángulo de
ventana de clara modalidad andresina (como en la entrada a la sala capitular de
Arroyo), con acantos ramificados y flores de aro en la parte superior de las
cestas. Su forma y dimensiones permiten emparejarlo con el capitel n.º 9 del
MAN y obviamente con los con los 20.CA y 21.CA.
20.CA y 21.CA. 20.CA y 21.CA. Capiteles dobles
de ángulo de ventana figurados con arpías afrontadas. En el 20.CA la arpía
derecha se toca con peinado a cerquillo y capirote. Su homónima izquierda porta
capirote con banda vertical en el frente (como en las arpías del cimacio del
capitel n.º 14 del MAN) y rostro monstruoso, con labios carnosos y ojos de
felino. El cuerpo de ambas ostenta un cuidadoso despiece de plumaje en las alas
y un escamado de crustáceo en pecho y cola. Tocan con sus alas en la esquina del
capitel mientras que sus colas se enroscan en el centro y van previamente
anudadas. En el 21.CA se mantiene idéntica disposición, aunque los cuerpos y
colas de ambas arpías presentan el característico zigzagueado en lugar del
escamado de crustáceo. Los rasgos físicos de estos seres se asemejan a otros de
la sala capitular de Santa Cruz de Ribas y un canecillo de Zorita del Páramo.
Parecen obra del mismo escultor que el capitel n.º 9 del MAN.
22.CA y 23.CA. Capiteles dobles de ángulo de
ventana decorados con acantos lisos y carnosos en esquema helicoidal, de
modalidad andresina.
24.CA. Capitel doble de ángulo de ventana
decorado con grifos afrontados, según el esquema empleado para el capitel
10.CA.
25.CA. Capitel de ángulo de ventana con acantos
ramificados que rematan en piñas y bayas con los frutos perforados, muy similar
a los 18.CA y 19.CA.
26.CA y 27.CA. Capiteles dobles de ángulo de
ventana decorados con acantos ramificados que rematan en tallos con piñas y
frutos esféricos, similar a los 18.CA, 19.CA y 25.CA. El ábaco está trabajado
con las características perforaciones de trépano.
La Sala Capitular
Sobre el fuste de una columna procedente del
capítulo, trasladado al MAN en 1871, proporciona una fecha fundamental para el
conocimiento del edificio: Era MCCXLII (año 1209) fuit factum hoc opus.
D(ome)nicus. Estuvo situado a la derecha de la portada de acceso, abierta
por medio de cuatro vanos hacia la galería claustral de oriente. Para Lambert,
coincide con la tipología del claustro: con seis tramos cubiertos por crucerías
“cuyos arcos diagonales penetran también en bisel entre los perpiaños [como
en el claustro y en la sala de monjes] [...] las bóvedas arrancan en los
muros exteriores de grupos de dos elegantes columnillas acopladas bajo un sólo
ábaco rectangular, y reposan, en el centro, sobre dos robustas columnas
rodeadas cada una de las cuatro columnillas más delgadas de fuste aislado que
se unían por la basa y el capitel y que correspondían al arranque de los
perpiaños”. A pesar de la restauración acometida por Arenillas, se aprecian
bien los capiteles de crochets góticos, algunas impostas con ovas andresinas y
las arquivoltas de zigzag de la portada, son rasgos típicos que coinciden con
la conocida datación del espacio. Idénticos chevrons aparecen en San Andrés de
Arroyo, Revilla de Santullán, Santa Eufemia de Cozuelos, Zorita del Páramo,
Mave o la portada de la desfigurada iglesia aquilarense de San Andrés. Los
capiteles del interior, de hojitas adheridas a la cesta, recuerdan algunas
piezas de la iglesia de Arroyo. Las claves poseen coronas florales y hojas
carnosas caladas, aunque destacan una figurada con el cordero pascual y otra
con cuatro arpías afrontadas por sus pechos.
El refectorio
Se trazó paralelo a la galería meridional del
claustro, como en muchos cenobios benedictinos. De planta rectangular y
dimensiones nada desdeñables, se cubría con tejado a doble vertiente que fue
modernamente sustituido por otro a mayor altura, éste se vino abajo tras la
desamortización y durante la restauración de los 80 del siglo XX se sustituyó
con un forjado de vigas de hormigón. En el muro oriental aparece una triple
arquería cegada decorada con capiteles vegetales de factura sumamente popular,
a modo de ménsulas, que recuerda lo andresino.
El refectorio se ilumina mediante seis
ventanales que se abren al muro meridional. Dos de ellos son rectangulares y de
cronología moderna (post. 1600), otros cuatro de medio punto y abocinados
pertenecen al siglo XIII, coincidiendo con la gran campaña constructiva. En el
interior sólo uno conserva el abocinado original.
En el nivel inferior del muro meridional
exterior se observa un aparejo en sillarejo muy erosionado que pudiera datarse
con anterioridad a la fase gótica. Su carácter arcaico permite considerarlo
como testigo del primitivo cenobio altomedieval. Este aparejo se prolonga a lo
largo de la casi totalidad del muro occidental de la cilla.
En una de las ventanas exteriores del
refectorio fueron instaladas dos cestas (1978), una de acantos ramificados con
prótomos enrollados y otra con dos dragones alados afrontados. Su talla resulta
muy tosca, presentando notables semejanzas con un capitel conservado en el MAN
(no se detalla su procedencia).
La sala de monjes
Situada en la zona oriental, junto a la sala
capitular. Formula un rectángulo en planta constituido por ocho tramos
cubiertos con crucerías que apoyan sobre ménsulas y capiteles. Las ménsulas son
lisas o de sección pentagonal en los lados rectos y los capiteles angulares
vegetales. Ménsulas y capiteles quedan unidas mediante una moldura perimetral
que recorre los muros. Las nervaduras descansan sobre tres gruesas columnas de
fuste monolítico situadas en el centro del espacio rectangular. Sus capiteles son
lisos –el más meridional– o se decoran con hojas tripétalas palmeadas muy
simples. Sus zócalos, al igual que sus impostas, son de sección octogonal. Dos
óculos ofrecen luz desde los dos tramos más meridionales. La puerta de acceso a
esta sala se abre al locutorio y está formada por dos arquivoltas que descansan
sobre capiteles decorados con acantos lisos y sumarios crochets de talla muy
ruda.
El sector occidental del monasterio
Los espacios adosados a la panda occidental del
claustro: cilla y cocina, fueron zonas de servicio que presentan claras
evidencias de haberse alzado durante época gótica, a pesar de las fuertes
transformaciones sufridas. Sobre el sector de planta rectangular ocupado por la
primitiva cilla se construyó a inicios del siglo XVII una zona de celdas
individuales, sustituyendo al comunitario dormitorio medieval, situado en la
Salona, por encima del capítulo y la sala de monjes, que originalmente había
sido cubierto con una presumible bóveda de cañón.
La cilla medieval pudo cubrise con sencilla
cubierta de madera. En su muro más occidental se abren cuatro ventanales
abocinados de medio punto cuya labor de cantería coincide con el resto de la
fábrica gótica. En el espacio cuadrangular de la cocina, instalada en el ángulo
SO, no se aprecian indicios de época medieval, salvo algunos materiales
reaprovechados entre el aparejo de sillarejo.
La escultura tardorrománica del monasterio de
Aguilar se elaboraría en dos momentos, completados por las reformas posteriores
de cronología gótica:1. Durante la década del 1160 (hasta la llegada
de los premonstratenses en 1173): capiteles de la cabecera de lexterior del muro septentrional de la iglesia, capitel
n.º 8. Capiteles en las ventanas del lado septentrional del refectorio, cimacio
3.O y portada románica del refectorio. Constitución de una rica tradición
escultórica local.
2. Desde 1173 hasta la década de 1190:
capiteles tardorrománicos del claustro, de la capilla del abad (incluido el n.º
9), cestas de la zona occidental del crucero eclesial y capitel in situ del
lado del evangelio. Inicio de la escultura vegetal andresina en convivencia con
lo figurativo.
3. En torno a la primera década del siglo XIII:
responsiones del tramo central del crucero de la iglesia, reforma integral con
abovedamiento del claustro y sala capitular (1209) aunque con participación de
algunos escultores figurativos al estilo de los maestros de Revilla de
Santullán y Zorita del Páramo (vid. claves de la sala capitular). Penetración
de corrientes ensayadas en Las Huelgas y Arroyo. Con la prolongación de la
campaña eclesial (1209-1213-...1222) se desarrolla de forma integral la escultura
andresina y otras formas inerciales junto al crochet completamente gótico.
Antes del abovedamiento claustral la Orden
Mostense ya intervino en el mismo recinto poco después de su instalación (post.
1173), al igual que en las salas del capítulo de Retuerta (fundación de 1143),
Santa Cruz de Ribas (post. 1176). Como en Bujedo de Candepajares (Burgos), la
campaña eclesial corresponde ya al primer cuarto del siglo XIII. Éstos abogan
por una estética decididamente icónica –la del último tercio del siglo XII– que
sólo se vio suplantada por la adopción de soluciones cistercienses. Retuerta,
casa rectora de la circaria en la que se integraba Santa María de Aguilar,
debió conocer sobradamente las innovaciones de sus convecinos: Valbuena, La
Oliva o La Espina.
ANEXO
Capiteles del monasterio de Aguilar de
Campoo en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid
Capiteles procedentes de la iglesia del
monasterio
11. Capitel doble adosado con
escenas de las Marías ante el sepulcro, Noli me tangere (Aparición a la
Magdalena) y Cristo y santo Tomás (n.º inv. 50201 del MAN):
Capitel que representa en su lado largo la
escena del quem queritis: las Marías portadoras de los jarritos de
perfume ante el sepulcro vacío de Cristo. En los lados cortos se esculpió la
aparición de Cristo a la Magdalena (izquierda) y la Duda de santo Tomás
(derecha). La escena frontal queda enmarcada por un triple remate semicircular,
en las laterales, los personajes y un calado vegetal (en el Noli me tangere)
desbordan el marco. Las tres Marías se acercan al sepulcro de Cristo desde el
lado derecho, del sarcófago pende un fragmento de sudario. En el lado corto
izquierdo otra tira del mismo sudario es retirada por el ángel de alas
extendidas, que anuncia al cortejo la victoria de Cristo sobre la muerte
física. Bajo el clásico sarcófago sostenido por dos peanas, están tendidos tres
soldados, con escudos ovales sujetos al hombro, espadas y cotas de malla. La
calidad plástica del ángel es excepcional, casi de factura antiquizante,
trabajo cumbre de la cantería aquilarense: los pliegues de su manto con tubos
de órgano de excelente movilidad y trazas espirales en hombro, pecho y brazo
derecho, se combinan con los de las mujeres, de mayor dureza, donde el escultor
emplea un doble pliegue (también en el manto de santo Tomás y de la Magdalena)
característico. Los rostros masculinos aparecen barbados, con peinado a
cerquillo y finos bigotes, sólo el nimbo cruciforme distingue a Jesucristo de
Tomás. Para las mujeres y el ángel se opta por un tipo de rostro más mofletudo,
de llamativas prominencias nasales y labios carnosos. Las alas, de finísimo
despiece, quedan ordenadas mediante un largo cálamo superior del que se
despegan en escamado las diferentes barbas. El planteamiento iconográfico es
similar al que apreciamos en un relieve de la portada de San Miguel de Estella,
un capitel del desaparecido claustro de la catedral de Pamplona y otro de la
Cámara Santa de la catedral ovetense. Pero es en el expatriado capitel de
Lebanza (1185) donde podemos advertir la difusión del estilo aquilarense en
relación con un progresivo descenso de calidad (Santa Eufemia de Cozuelos,
Revilla de Santullán y pilas bautismales de Calahorra de Boedo y de
Colmenares). Las peculiaridades estilísticas quedan muy individualizadas, si
bien es obligado anotar ciertas coincidencias con el taller de Santiago de
Carrión.
Capitel historiado doble y adosado; en
el frente principal se representan las Marías ante el sepulcro cerrado, dejando
ver el sudario colgando; en la cabecera figura el ángel anunciando la
Resurrección; bajo el sepulcro hay cuatro soldados dormidos. En los laterales
del capitel se representan dos apariciones de Cristo, en el derecho a la
Magdalena y en el izquierdo a Santo Tomás.
Lo determinante en este capitel, junto con el
n.º 2, son sus familiaridades con el escultor del cenotafio de San Vicente de
Ávila que ya fueron advertidas por García Guinea. Los rostros alargados y de
nariz prominente en las mujeres santas, la indumentaria y el armamento de los
soldados, la composición de escenas como la aparición de Cristo a la Magdalena
y el mismo rostro del ángel anunciador de Cristo en Aguilar, encontrarán
evidente refrendo en el sepulcro abulense.
12. Capitel doble adosado con escena del
Cristo Triunfante (n.º inv. 50188):
El capitel presenta a Cristo mostrando las
llagas de la Pasión flanqueado por seis ángeles –tres a cada lado– que portan
los instrumentos identificativos (lanza, cruz recorrida por línea zigzagueante
y sudario a la izquierda, clavos, látigo e instrumento de sección hexagonal
rematado por esfera a la derecha). El capitel doble remata en ábaco cuyos tacos
separan a cada uno de los personajes. La escena guarda un planteamiento de
evidente simetría. Cristo descubre enteramente el pecho, donde el escultor pone
de manifiesto su habilidad para modelar el desnudo marcando sutilmente
costillas y el esternón. Es esta capacidad, junto con la maestría en la
expresión del pliegue y la tipología de rostros, lo que caracteriza al artista.
Sin embargo, la capacidad plástica queda atenuada si la comparamos con el ángel
del capitel n.º 1, donde la captación del tejido merece mayores elogios. El
autor del capitel n.º 2 aplicará indumentarias abarrocadas con tubos de
órganos, dobles pliegues muy ceñidos en las extremidades inferiores (como en el
friso y las dovelas de Santiago de Carrión) y una aparatosa sujeción del tejido
(las Marías del capitel n.º y los ángeles de este n.º 2). La fisonomía es
idéntica en los ángeles. Existe cierto descenso de calidad en los ángeles de
los laterales, motivada quizá por la intervención de colaboradores que
reservaron sus cinceles para las partes menos arriesgadas de la cesta. La
identidad con la figura de Daciano y san Vicente sedentes del sepulcro de Ávila
o la plasmación de la anatomía –remarcando las costillas– del Cristo de este
capitel y los santos mártires parecen muy claras.
Capitel historiado, doble y adosado.
Consta de tres frentes: en el principal se representa a Cristo triunfante medio
envuelto en el sudario y con torso desnudo, con nimbo crucífero y las manos
levantadas, en las que se manifiestan las heridas de la Crucifixión. A la
izquierda un ángel nimbado lleva un brazo de la cruz, cuyo mástil forma el
ángulo del capitel; en el lado izquierdo, otro ángel sostiene el otro brazo de
la cruz, y detrás de él, otro con la lanza. En el lateral derecho, un ángel
lleva los clavos y en el izquierdo, otros dos portan atributos de la Pasión. Se
ha observado que presenta relaciones con la liturgia del triduo pascual en el
marco ceremonial que también se desarrollaba en la catedral de Santiago de
Compostela, y tampoco están ausentes aspectos escatológicos.
3. Capitel sencillo adosado con escena
del Descendimiento (n.º inv. 50197):
El ábaco superior presenta dados en sus
esquinas, centro del lado largo (coincidiendo con el vástago superior de la
cruz) y laterales. Se parte de un esquema axial presidido por Jesucristo a
punto de ser descolgado. José de Arimatea –bajo el Mesías– sujeta el cuerpo
inánime del Redentor y Nicodemo –a la derecha– desclava con unas tenazas el
brazo izquierdo del crucificado. María besa la mano de su hijo, mientras que
san Juan –a la derecha– presencia la escena y está representado con la típica
actitud de reclinar la mejilla sobre su mano derecha. El estilo de los
personajes es netamente diferente al de los capiteles números 1 y 2, ahora las
indumentarias son pesantes, con plisados rígidos y muy seriados, sintetizándose
al máximo. La propia plasmación del desnudo adquiere tono caricaturesco y nada
tiene que ver con la magnífica del Cristo Triunfante. Se mantiene también el espíritu
enfático del pliegue: tubos de órgano que acaban convirtiéndose en pura
geometría, forzadas actitudes en la caída de paños y un fuerte antinaturalismo
al plasmar tejidos cinéticos con escasos visos de movilidad. Una curiosa
tendencia a los pliegues acanalados y rematados con un toque de trépano parece
exclusiva de este escultor (activo además en el capitel n.º 4). Todos los
personajes van calzados y ceñidos con dos tipos diferentes de bonetes (José de
Arimatea con uno a gajos y Nicodemo con otro partido en cuatro cuartos) y toca
acanutada en María. Es curiosa la modalidad de cruz, con brazos ligeramente
patados y discos intermedios (el superior con la inscripción “IHS” en tipos
carolinos), así como el forzado entrecruzado de piernas de san Juan. Estamos
ante una labor ejecutada por escultores que aprovechando recetas de los
anteriores, demuestran un oficio mucho más rudo tendente a la frontalidad. Esta
tesitura popular, radicalmente alejada de los mejores maestros de la iglesia,
se advertirá después en las figuración de los capiteles claustrales.
Capitel historiado, compuesto por tres
frentes, en los cuales se halla representado el Descendimiento del Señor, grupo
compuesto por cinco figuras muy interesantes de las cuales cuatro ocupan el
frente principal, y una el lateral derecho. De ejecución tradicional, recuerda
los relieves románicos de tiempos anteriores. El capitel está fracturado en
algunas partes.
4. Capitel sencillo adosado con escena
de la Ascensión de Cristo y Apostolado (n.º 50204):
Capitel con representación central de Cristo
mayestático inscrito en mandorla y flanqueado por los apóstoles que se disponen
en dos grupos a cada lado. A Cristo se le representa sedente, barbado y tocado
con peinado a cerquillo y nimbo crucífero de brazos patados. Sujeta un libro de
lujosa encuadernación y cierre metálico con la mano izquierda y levanta la
diestra bendiciente. Su túnica está adornada con doble fimbria decorada con
piezas ovales entre cuadrados simulando pedrerías. La mandorla está orlada con
decoraciones vegetales trifoliadas y toques de trépano mientras que en su
interior recoge líneas onduladas de sentido concéntrico y cinco rosetas
hexapétalas que evocan el Pantócrator de Santiago de Carrión. En la zona
superior dos ángeles sujetan la maiestas, surgen de sectores ondulados a modo
de nubes, visten túnicas con elementos romboidales en el cuello. Sus alas
presentan un detallado despiece de barbas en escamado que parece heredado del
maestro que talló la figura angélica del capitel n.º 1 (la calidad y la
inexistencia de raquis superior delatan la actividad de un escultor bien
diferente). Los diferentes apóstoles se distribuyen en la parte inferior de
cada uno de los laterales en grupos de seis. Todos ellos aparecen barbados
–excepto san Juan– y portan el típico cabello peinado a cerquillo, dos de ellos
con libros abiertos, san Juan sujeta un rótulo y san Pedro porta en la diestra
el tradicional atributo. La tipología de rostros coincide con la del capitel
n.º 3, así como el tratamiento de los pliegues de las indumentarias.
Capitel
historiado decorado en tres frentes. El central representa a Cristo inscrito en
mandorla con libro en su mano izquierda, y levantando la derecha en actitud de
bendición. La mandorla está decorada por el borde con palmetas y perforaciones
de trépano, y sostenida por dos ángeles. En los laterales se representa al
apostolado. A la izquierda con seis figuras, dos de ellas de cuerpo entero, San
Pedro portando la llave, y otro apóstol con libro, mientras que a las otras
cuatro sólo se les ve las cabezas. El frente derecho representa los otros seis
apóstoles, tres de ellos de cuerpo entero: uno porta un rollo desplegado, otro
un libro abierto, y el tercero señala la escena central con el dedo índice,
mientras que a las otras tres sólo se les ve las cabezas.
5. Capitel sencillo adosado con rey a
caballo (n.º inv. 50192):
Representa un caballero victorioso sobre fondo
de hojas de acanto trepanadas a tres niveles de excelente factura. Los ángulos
rematan en caulículos y el ábaco superior remarca tacos angulares. El caballero
–ligeramente girado hacia atrás– saluda con la mano derecha y sujeta las
riendas con la izquierda, viste túnica y manto sujeto con ceñidor donde
desarrolla un magnífico juego de pliegues agitados en la línea del escultor del
capitel n.º 2. La fractura impide averiguar el talante del rostro, si bien se
aprecia la barba y la melena derecha recogida con una corona ornada con perlado
y rombos simulando cabujones. Monta un caballo lujosamente enjaezado con petral
de piezas circulares y silla decorada con bandas verticales espigadas. La
anatomía del equino es elegante, aunque su canon resulte algo desproporcionado.
La obra mantiene evidentes relaciones con un capitel de la iglesia de
Santillana del Mar y otro de Retortillo. El caballero aquilarense sujeta su
manto o gualdrapa mediante un ceñidor que resulta idéntico al empleado por
Daciano en el sarcófago de Ávila, las similitudes pueden hacerse extensivas a
las coronas, las sillas de montar y los pliegues, o la propia anatomía del
caballo. Los acantos recuerdan prototipos borgoñones, como los vistos en la
cripta baja del Pórtico de la Gloria. En la comarca, la plantilla del caballero
victorioso tuvo una amplia aceptación como se deduce en Pomar de Valdivia,
Rebolledo de la Torre, Vallespinoso de Aguilar, Santa Cruz de Ribas y
Retortillo.
Capitel adosado e historiado. Consta de
tres frentes, y es un gran ejemplar por la finura de su ejecución. En el frente
principal, sobre la decoración de hojas, destaca la figura en altorrelieve de
un jinete coronado (al que le falta el rostro) que se vuelve hacia atrás. La
decoración de los lados está formada por grandes hojas y las volutas se
retuercen sobre otra hoja finamente ejecutada. Procede de una de las naves
laterales de la Iglesia del Monasterio.
6. Capitel sencillo adosado con escena
de Sansón (n.º inv. 50183):
Con representación central de Sansón
desquijarando al león. En las escenas laterales se aprecia un personaje sedente
masculino agarrando la cola del felino (derecha) y una sirena de doble cola
(izquierda). Existen capiteles similares en Rebolledo y Vallespinoso. A pesar
de reproducir de una manera más literal el modelo aquilarense, presentan un
indudable descenso de calidad que se ve superado por las versiones de Moarves y
Cozuelos. Nos parece arriesgado hablar de un mismo escultor para el capitel n.º
6 de Aguilar y para la portada de Moarves. Las esquinas rematan en caulículos y
sobre éstos asoma el ábaco trazando arquillos ciegos que fueron retomados de
forma más tosca en el capitel claustral de la Matanza. La tipología del rostro
de Sansón queda más cercana a la empleada en la escena de la Duda de santo
Tomás del capitel n.º 1. Sería plausible reconocer un mayor componente local en
la formación de este escultor.
Capitel
formado por tres frentes. En el central se representa la figura de Sansón
montado sobre un león y abriéndole las fauces. En el frente izquierdo del
capitel, otra figura varonil barbada como la de Sansón y con larga cabellera
que le cae sobre los hombros, procura detener al león asiéndole con ambas manos
por la cola. En el frente derecho, una sirena o figura fantástica con larga
melena asiendo su doble cola de pez. Procede de una de las naves laterales de
la Iglesia del Monasterio.
Capiteles procedentes del claustro y
otros ámbitos monásticos
7. Fragmento de capitel sencillo con
animales fantásticos entre entrelazos (n.º inv. 50111):
Fragmento de un capitel claustral
–probablemente fue doble– que representa una arpía y un cuadrúpedo de rasgos
felinos (arriba) y leones (abajo) envueltos entre entrelazo a dos niveles. Se
trata de un fragmento aserrado en forma cúbica. Los dados cuadrangulares
plantean el típico esquema con ábaco curvo y el collarino, resulta plataforma
del desarrollo figurativo. La relación más directa se establece con alguno de
los capiteles del claustro como el 5.S. Las medidas y el tipo pétreo se
corresponden perfectamente, si bien la calidad del ábaco de este capitel n.º 7,
finamente trabajado con listel central enmarcado por incisión superior, hace
difícil que los consideremos como fragmentos del mismo capitel doble.
8. Capitel sencillo figurado con escena
de la Huida a Egipto (n.º inv. 50108):
Capitel figurado con representación del pasaje
evangélico de la Huida a Egipto. Se trata de una pieza acodillada para esquina
(posiblemente de una ventana), con un ábaco de perfil semicircular, y listel
inciso superior e inferior. La Virgen –con el niño sentado en su rodilla
derecha– porta túnica, manto y aparece montada sobre un asno a la usanza
femenina, que es guiado por san José con el ronzal. Éste porta bordón con
hatillo, aparece barbado, vestido con un manto y tocado con bonete
semiesférico. La esquina y los laterales de las cestas presentan elementos
vegetales avolutados de fina labra. Las características del pliegue y la
tipología del rostro de José evocan el mismo escultor que labró las figuras
laterales y el cortejo femenino del capitel n.º 1, así como las piezas números
2 y 5. El esbozo de pliegue helicoidal en las rodillas de la Virgen, recuerda
la misma aplicación en el hombro derecho del ángel del capitel n.º 1 y las
rodillas del ángel B, característica que se verifica en el Cristo y en Santiago
de Carrión. Por otra parte las indudables similitudes fisonómicas entre los
personajes de las dovelas figuradas carrionesas y el rostro cubierto y barbado
de José hacen que optemos por considerar un identidad de cinceles que no pasó
desapercibida a García Guinea.
9. Capitel doble figurado con temas de
guerreros luchando contra dragones (n.º inv. 50121):
Capitel doble perteneciente a una ventana con
escenas de guerreros luchando contra dragones o basiliscos. La cabeza de los
guerreros invaden el mismo ábaco semicircular con dados en esquinas mientras
que las garras de los basiliscos se sujetan al collarino. La tipología de los
basiliscos coincide con los del capitel n.º 20, y sus rostros con los del 21.
El paralelo más directo se halla en un capitel de la sala capitular de Santa
Cruz de Ribas, que evidencia una fuerte conexión estilística respecto de los
talleres aquilarenses del claustro. En el mismo caso que Santa Cruz de Ribas,
debería colocarse un canecillo de la cabecera de Zorita del Páramo.
Capitel doble exento, decorado en sus
dos frentes con dos guerreros a caballo, luchando contra un dragón y un grifo
respectivamente; en la zona superior, aparecen aves fantásticas con colas de
dragón entre entrelazos perlados y flores de "arum" entre entrelazos
carnosos, así como otro guerrero alanceando a un dragón.
10. Fragmento de capitel figurado con
arpías y entrelazo (n.º inv. 50206):
Fragmento de capitel –debió ser doble– que se
decora con arpías entre entrelazos de apéndices acogollados. Éstas tienen
rostros femeninos, alas de ave y cola de dragón trabajada con el típico
despiece aquilarense de crustáceo. A pesar de presentar pezuñas de cuadrúpedo,
sus rostros están en relación con los de la arpía de un lado corto en el
capitel n.º 20. Un ejemplar muy similar aparece en uno de los capiteles del
pórtico de Armentia. La trama de entrelazos parece una versión directamente
inspirada en el capitel con grifos del Fogg Art: los cogollos aparecen en éste
último trabajados con expertos toques de trépano inexistentes en el capitel n.º
10, donde la sensación de rusticidad es mucho mayor.
11. Fragmento de capitel con decoración
vegetal (n.º inv. 50100):
Fragmento de capitel con decoración de acantos
helicoidales. El motivo central está constituido por cuatro hojas de acanto
retocadas a trépano y una roseta octopétala (con cuatro de sus pétalos
perforados). Los acantos se prolongan en la cesta superior culminando en
apalmetados, una característica que volverá a repetirse en otras piezas in situ
del claustro (vid. 5.O con máscaras, molinillos entre cintas perladas y trama
vegetal o la zona baja de las cestas en el n.º 20). El capitel aquilarense
presenta una relación muy directa con otra pieza presente en la ventana
exterior izquierda de la portada de Moarves donde apreciamos el molinillo con
una roseta central, ventana meridional de Zorita del Páramo y arquerías
absidales de Piasca y Vallespinoso.
Doble
capitel exento decorado con grandes y bien talladas hojas ascendentes,
colocadas sobre el collarino en sentido espiral. En el lugar de la cartela hay
un elegante ramo de tres hojas de resaltado nervio y cabo redondo. La talla es
plana y simplificada con perforaciones de trépano.
12. Capitel doble con decoración vegetal
(n.º inv. 50178):
Capitel doble decorado con seis acantos
helicoidales y roseta multipétala central. Hojas ensiformes nacen de la zona
superior de los lados largos donde aparece una máscara monstruosa y un cogollo
vegetal. El ábaco tiene tacos perforados con trépano y posee perfil
semicircular.
13. Capitel doble con decoración vegetal
y leones coronado por fragmento de cimacio con cestería (n.º inv. 50168-9; el
cimacio 50176):
La parte baja de las cestas se decora con hojas
de acanto apalmetadas muy anchas (entre las que aparecen diminutas bayas
arracimadas) que llegan hasta una altura de un tercio del capitel. En la zona
superior aparecen seis leones en forzadas posturas circulares mordiéndose una
de las patas traseras. Los entrelazos llegan a alojarse en el propio ábaco. En
la sala capitular de Santa Cruz de Ribas existe una pieza con motivo zoomórfico
entrelazado parejo, las semejanzas compositivas y estilísticas entre ambas esculturas
son tan acusadas que se podría asegurar la intervención de un mismo taller. El
cimacio presenta labor de cestería.
14. Capitel doble con Matanza de los
Inocentes y cimacio zoomórfico (n.º inv. 50177):
El capitel presenta figuración con la escena de
la Matanza de los Inocentes. Un cortejo de soldados, armados con lorigas de
malla, yelmos y espadas se dispone a ejecutar la orden del infanticio decretada
por Herodes (sedente en el centro de uno de los lados largos). Una de las
madres, tocada con capiello idéntico al del capitel con la misma escena de la
iglesia de Santa Cecilia, en un gesto desesperado, lleva las manos a su cara,
otra agarra la cabeza de un niño decapitado (ambas en los lados cortos). El ábaco
del capitel simula una arquería con ventanas rasgadas, cada uno de los arcos
queda flanqueado por torrecillas rectangulares a dos niveles, bajo éstos se
alojan las cabezas de los personajes. A pesar de los múltiples desconches y
fracturas del capitel, son perfectamente visibles los atalajes militares: cotas
de mallas formadas con tramas de diminutas esferas simulando los engarces
metálicos anillados y ceñidas por cinturones (la cota del soldado que aparece
en el centro de uno de los lados largos es más corta, a modo de pantalón corto
o faldillón), bajo las cotas: cofia de armar y saya que asoma por los pies en
característicos acanutados. Las espadas tienen pomos esféricos y son de doble
hoja recta con algunas incisiones en zig-zag o poseen línea central con
punteados a ambos lados. Herodes, vestido con túnica y manto de vistosos
plisados (recuerda al personaje que ase la cola del león en el capitel n.º 6),
ordena la acción desde el sitial, alzando su mano izquierda mientras sujeta una
espada con la diestra. En el cimacio: una fila de dragones y arpías rodean la
pieza formando una procesión engarzada por la acción de morder sus colas
(aparecen cuatro arpías con capirotes o mitras y seis dragones alados con
cuerpo de crustáceo y cabezas de león), la anatomía de estos personajes
fantásticos, sus alas y escamados, recuerdan directamente a los que aparecen en
los capiteles n.º 21 y 20-21 CA. y la cesta del lado de la epístola de Santa
Cecilia.
15. Fragmento de esquina de un capitel
doble figurado con sepulcro y mujeres (n.º inv. 50004):
Fragmento de un posible capitel doble que
aparece serrado en sus laterales. Bajo ábaco decorado con arquerías –idénticas
que en el capitel n.º 14– aparecen cuatro figuras femeninas (sus cabezas, como
en la pieza n.º 14, ocupan los espacios libres dejados por los arquillos
superiores). Lado izquierdo: dos mujeres vestidas con mantos y cubiertas con
tocas abirretadas y velos mirando hacia la izquierda. La mujer de la derecha
alza su mano izquierda –de un tamaño tremendamente desproporcionado– en actitud
de temor o sorpresa mientras que la figura de la izquierda sujeta la cubierta
de un sepulcro (la fractura voluntaria apenas permite ver un tercio de los
brazos alzados y la parte derecha del cenotafio) cuya caja está bajo la mujer y
se decora con una cenefa entre listeles con tres perforaciones centrales, éste
se encuentra soportado por basa, columna y capitel liso. La indumentaria es
utilizada por el escultor como recurso para desarrollar rudimentarios pliegues
y tubos de órgano. La tipología de los rostros, con grandes ojos saltones,
nariz prominente, arco orbital marcado y caras anchas concuerda con los
fragmentos números 16-19, sin apartarse demasiado de varios personajes en los
capiteles números 3 y 4.
En el lado derecho aparecen otras dos mujeres,
esta vez portando jarritos de perfume, forman un cortejo levemente inclinado en
señal de respeto que dirige su mirada hacia la derecha. Es de resaltar cómo se
recurre a la misma solución que en la pieza n.º 1 para enfatizar el juego de
pliegues: hacer pender del jarrito un grupo de tubos. BravoMatesanz identifican
la iconografía del capitel como una integración de la Resurrección de Cristo (a
la derecha) y de Lázaro (a la izquierda).
Capitel
doble fracturado; consta de tres frentes en los que se reparten cinco figuras
de Apóstoles, entre los que se encuentra San Pedro con las llaves a la derecha;
un doselete amedinado sirve de corona y remate general de la decoración.
Capitel doble con figuración y cimacio
(n.º inv. 50172- 50173):
Capitel doble decorado con dos guerreros a
caballo luchando contra un dragón alado y un grifo, en la zona superior de las
cestas aparecen aves fantásticas con colas de dragón entre entrelazos perlados
y flores de arum entre entrelazos carnosos, así como un guerrero alanceando a
otro dragón. El cimacio está decorado con rosetas florales octopétalas de la
misma mano que la de la pieza 5.N del claustro. Esta pieza resulta clave para
la comprensión de la fauna fantástica empleada por el taller claustral, pudiendo
caracterizar a diferentes seres: dragones alados con melena de león, incisiones
en zig-zag en todo su cuerpo y cola enroscada, dragones provistos de cuernos
alanceados por caballero y guerrero, basiliscos y dragones con cabeza de halcón
y una arpía. La fauna recuerda algunas figuras en los relieves de las enjutas
del claustro de la Catedral Vieja salmantina. El rostro del guerrero que
alancea al dragón resulta idéntico al del capitel n.º 21, viste túnica con
plisados elipsoidales y cinto ceñidor. Los caballeros portan escudos largos que
se sujetan al cuello con tiracol, poseen lorigas de mallas ceñidas por cinturón
con orificios para regular la hebilla, bajo sus cotas asoman sayas acanutadas
con restos de policromía verde. Las sillas de montar son cuadrangulares y se
aprecian por los lados, del delantero pende cinta con espuela. En uno de los
lados largos se aprecian flores de arum rematando el entrelazo mientras que en
los ángulos se observan caulículos y rosetas lisas en espiral.
Capitel doble y exento; está decorado en
cada frente con la representación en relieve de un cazador, barbado, con larga
túnica y la cabeza descubierta, luchando con un animal fantástico. Las figuras
estas de pie y según la colocación, unas veces con la espada en la mano derecha
y otras con la izquierda, llevando a modo de tarja en la opuesta. Todas las
figuras descargan el golpe en la boca abierta del animal Unos vástagos con
brotes se enlazan y tejen en el punto de unión de los dos capiteles. Las volutas
son distintas, y aunque fracturadas, están formadas unas veces de una bicha, y
otras por una figura a pie sobre un tallo, la cual sostiene sobre las manos el
ábaco; este es rectangular y liso.
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