Archivo del blog

jueves, 25 de septiembre de 2025

Capítulo 117, Románico en la Comarca de Saldaña-Valdavia

 

Románico en la Comarca de Saldaña-Valdavia, Románico en Aguilar de Capoo y sus alrededores 

Introducción
La comarca de Saldaña-Valdavia (Vega-Valdavia) ocupa el sector centro-occidental de la provincia de Palencia y su capital es la ciudad de Saldaña.
No se trata de la zona de mayor densidad de restos románicos, como ocurre, en general, con la mitad oeste de la provincia, la que limita con león, ya que es la otra mitad, la que se una a Burgos y Cantabria la que mejor románico posee.
Sin embargo, lo que hace singular esta zona es la presencia de magníficas pilas bautismales románicas.
 
Arenillas de San Pelayo
La iglesia del antiguo monasterio premonstratense de Arenillas se emplaza en las llanuras aluviales de la comarca de Valdavia, en la parte sur de la población, alejada unos cincuenta metros del núcleo habitado. En su entorno, constituido por tierras sin cultivar, pueden aún observarse parte de las edificaciones monásticas correspondientes a la época moderna del cenobio.
Los orígenes de un centro monástico en Arenillas de San Pelayo remontan al año 1132, fecha de su donación por la familia de los Muñoz de Saldaña, también fundadores del burgalés de San Cristóbal de Ibeas. El monasterio surgió fruto de una serie de aportaciones realizadas de modo particular por varios miembros de la familia, no adscribiéndose sus primeros moradores a orden religiosa alguna, circunstancia ésta relativamente frecuente en el norte de Castilla hasta la reorganización del monacato en el siglo XII. Estas primitivas comunidades seguían reglas más o menos establecidas desde el siglo VII y por lo general acabaron o disolviéndose o abrazando la observancia benedictina, cluniacense o mostense, como en el paralelo caso de Santa María la Real de Aguilar de Campoo. En 1159 Diego Muñoz y sus hermanos otorgaron carta de libertad al monasterio de Arenillas, dotándolo de heredades en Arenillas, Villasarracino, Villabasta, Villaeles, Renedo, Polvorosa y Tablares. El cenobio pasó a manos de los premonstratenses en 1168, siendo Pascasio su primer abad, sucedido por Petrus Pelagius. Todo parece indicar que la introducción de los mostenses coincidió con la construcción de la iglesia.
El modesto dominio monástico de San Pelayo de Arenillas, procedente casi en su totalidad de donaciones particulares, comprendía el monasterio de San Pedro del Campo, las villas de Oliva y Cardeñosa (la primera, que luego pasó al monasterio de Aguilar, donada por Alfonso VIII en 1175) y heredades en Olmos de Santa Eufemia, Nogales, Villabasta, Villaeles, Renedo, Villasila, Polvorosa, Tablares, San Quirce de Arenillejas, etc. Su escasa actividad económica, el reducido número de monjes y las reservas expresadas en relación a su conducta nos hablan de un cenobio que difícilmente podía asumir sus responsabilidades. Sobre esta situación nos ilustra la carta de hermandad procedente del monasterio burgalés de La Vid, citada por José Antonio Largo Muñoyerro, datada en 1250 y remitida a todos los abades de la circaria para que acudiesen en ayuda del monasterio de Arenillas, incapaz de asumir las reparaciones que la iglesia precisaba. La situación no pareció haber mejorado en los siglos finales del medievo, puesto que aunque conserva su rango de abadía, su contribución a la circaria era más que modesta. Al menos desde 1528 parece que funcionaba en Arenillas un hospital, situado frente a la iglesia y regido por un mayordomo. Con la crisis y reforma de la Orden Premonstratense española en 1573, San Pelayo de Arenillas pasó a convertirse en priorato dependiente del monasterio vallisoletano de Santa María de Retuerta.
Una pareja de frailes del cenobio vallisoletano administraban la economía y aseguraba el culto en el priorato, cuya actividad se asemejaba ya más a la de una simple parroquia. Esta situación se hizo efectiva con la Desamortización y se ha mantenido hasta nuestros días. En el período 1947-1950 se instaló en el antiguo monasterio una preceptoría dependiente del Seminario de León, luego trasladada al mayor de San Froilán de la capital leonesa.
La importancia histórica del monasterio de San Pelayo de Arenillas no alcanzó nunca niveles relevantes, siendo la época de construcción del templo –segunda mitad del siglo XII– el período de mayor esplendor, seguido de un lento y continuado declive.

Iglesia de San Pelayo Mártir
La actual iglesia de San Pelayo es un templo de plan basilical y tres naves divididas en tres tramos y cabecera triple de ábsides semicirculares –avanzado el mayor– precedidos por un tramo recto. La portada se abre en un ligero antecuerpo en el segundo tramo de la colateral norte y sobre ella se alza la espadaña, de un cuerpo y con doble vano de medio punto para campanas, obra del siglo XVI. A los pies de la iglesia y ocupando toda la anchura de las naves se emplaza la sala capitular, redescubierta en los años sesenta del siglo XX.
Del estudio de las estructuras arquitectónicas se desprende una primera distinción entre los elementos románicos y las adiciones y restauraciones posteriores. Dentro del primer grupo se incluyen la cabecera, el antecuerpo de la portada y los muros perimetrales de la sala capitular, fechables en el último cuarto del siglo XII.
Iglesia de San Pelayo, ARENILLAS DE SAN PELAYO (Palencia) España, románica s. XII. Fachada Norte.
 

La cabecera, como dijimos, presenta un ábside central avanzado y mayor que los laterales, todos en hemiciclo y cubiertos con bóveda de horno. Los tramos rectos que los preceden se cubren con bóvedas de cañón, apuntadas las de los laterales, lo cual determina para ellos arcos de triunfo igualmente apuntados. El arco triunfal de la capilla central es soportado por una pareja de columnas adosadas rematadas por sendos capiteles románicos. Los muros de los ábsides se presentan encalados interior y exteriormente, aunque quedan vistos los pilares cruciformes, los arcos y parte de las bóvedas, que muestran la sillería de bloques regulares de caliza en la que se levantó la cabecera. El aspecto exterior del conjunto revela unas claras notas de mudejarismo, ya señaladas por García Guinea, así como ciertas transformaciones posteriores. Los tambores de los ábsides laterales son lisos y en sus ejes se abren sendas estrechas saeteras abocinadas.
El central presenta un basamento liso y sobre él un cuerpo con decoración de arcos doblados ciegos coronados de un friso de vanos rectangulares ciegos. Los aleros muestran decoración de ladrillo en los laterales –bandas, friso en esquinilla y arcuaciones– y una cornisa de piedra, moldurada y con decoración de bolas, en el central. Todo el conjunto exterior de la cabecera aparece, salvo las esquinas, totalmente revocado. Las intervenciones posmedievales en la cabecera se traducen en la abertura de dos vanos adintelados en los tramos rectos de los ábsides laterales y de una poco afortunada ventana en el central, próxima a la nave de la epístola. Las partes altas muestran asimismo indicios de intervenciones posteriores.
La sala capitular, de anómala disposición en eje perpendicular al de la iglesia, se sitúa a los pies del templo y a una cota notablemente inferior a la de las naves.
Presenta planta rectangular dividida en dos espacios longitudinales por tres pilares circulares exentos. Éstos y las pilastras adosadas al muro, soportan las bóvedas de crucería simple de nervios de sección cuadrada que cubren los ocho tramos en los que se articula la sala. El acceso se realiza desde la iglesia a través de un vano apuntado, en piedra y ladrillo fruto de una reforma posterior, abierto en la nave del evangelio. Otra puerta, rematada por un arco de medio punto en sillería con chambrana abocelada, hoy cegada, se abría en el muro meridional. La construcción combina la sillería, mampostería y ladrillo en los paramentos y bóvedas de la sala, siendo perceptibles intervenciones posmedievales, reformas que explicarían la arbitraria articulación entre soportes y bóvedas, con inclusión de bandas de ladrillo y cimacios modernos coronando los pilares, así como los refuerzos de encofrado de hormigón visibles en la parte oeste. Las basas de las columnas responden al mismo esquema visto en el ábside central: sobre plintos, con perfil ático y toro inferior decorado con bolas. Tipológicamente la estructura de la sala capitular de Arenillas se relaciona con la arquitectura monástica del Duero de influjo rigorista en el entorno del 1200 (Bujedo de Juarros, Santa Cruz de Ribas, Valbuena, etc.) 
Capitel sala capitular
 

Las naves, tal y como se presentan actualmente, son fruto de las intervenciones modernas realizadas a partir del incendio que en 1554 destruyó parcialmente la iglesia. Respetando en esencia el esquema basilical primitivo, la división entre las naves se marca por dos parejas de columnas exentas soportando arcos de medio punto que descansan además en semicolumnas adosadas y pilastras.
Nos podemos hacer una idea del primitivo sistema de soportes por la pareja de pilares cruciformes con semicolumnas adosadas en sus frentes que subsiste a la entrada del ábside central. Las naves se cubren con bóvedas de arista en ladrillo revocado decoradas con tracerías y pinjantes barrocos y yeserías polícromas en la central. Resultado de estos trabajos son igualmente la adición de dos sacristías cuadradas a ambos lados de los ábsides laterales, adición que configuró en planta una especie de falso transepto, así como la mayoría de las fuentes de iluminación de la iglesia y la espadaña que se alza sobre la portada. A mediados del siglo XVIII se encascó la iglesia y se levantaron las gradas del ábside central. Estos trabajos son perceptibles en el muro meridional de la sala capitular y probablemente a ellos hay que adscribir las yeserías de las bóvedas de las naves. Ya en el siglo siguiente se levantó el piso de la iglesia y se trasladó el cementerio a su actual emplazamiento al exterior de la cabecera.

El máximo interés artístico del edificio se localiza en la decoración escultórica de la portada norte, la pareja de capiteles de la capilla mayor y los tres de la sala capitular.
La portada se organiza en torno a un arco liso de medio punto alrededor del cual de disponen siete arquivoltas decoradas que descansan a cada lado sobre tres columnas acodilladas y cuatro jambas de ángulos rematados por columnillas adosadas, todas coronadas por capiteles. De las arquivoltas, la interior y las cuatro exteriores reciben molduración de baquetones y ajedrezado, decorándose la tercera con una hilera de acantos –que acogen cogollos en sus puntas– y palmetas. La segunda arquivolta presenta un grupo de dieciocho personajes colocados en disposición radial de los cuales seis, estudiados por Beatriz Mariño, se identifican con diferentes fases de la acuñación de moneda.
Portada de la iglesia de San Pelayo en Arenillas de San Pelayo (Palencia, Castilla y León)

 

Detalle de una de las dovelas de la zona izquierda que forman una arquivolta de 18 dovelas con personajes. 

La citada autora reconoce así –siguiendo la numeración de dovelas de izquierda a derecha– al fundidor calentando las piezas en la sartén (dovela n.º 13), trabajando la plancha antes del cortado (n.º 14), batiendo la lámina de metal con el martillo (n.º 15), dos momentos del trabajo del metal de difícil determinación (números 16 y 17) y el fundidor agitando los barquinos en el horno (n.º 18). Otras tres dovelas (números 1 a 3) representan el combate o Juicio de Dios entre dos peones por el honor de una dama, identificación realizada igualmente por Beatriz Mariño, quien especifica los fundamentos jurídicos y el ritual que se seguía en este tipo de duelos, así como la presencia del tema en Santiago de Carrión y Perazancas. El resto de las dovelas representan a un acróbata, un músico tocando la viola de arco, un escriba y varios personajes leyendo.
Capiteles de la izquierda
Los dos capiteles interiores de la zona izquierda, figurado el primero sucesivamente con una pareja de personajes asistiendo al suplicio de un personajillo desnudo que es devorado por una máscara monstruosa y los mismos personajes introduciendo sus manos en la máscara.
Capiteles de la derecha
Los cuatro capiteles interiores del lado derecho son también historiados, siendo su interpretación difícil debido a su deterioro, a la falta de claridad compositiva y de precisión iconográfica. En el más cercano a la puerta se agrupan tres personajes sentados, una mujer realizando un gesto de salutación u oración con su mano izquierda, otro que sostiene un libro en su diestra velada y un tercero, apenas reconocible, señalando al libro y sosteniendo en su diestra una llave. El segundo capitel representa en su enmarañada composición otras tres figuras sentadas, la central agarrada por una pareja de ángeles que surgen de la parte alta del capitel. El siguiente repite la composición de tres personajes, el central casi perdido por la usura del relieve y los dos laterales barbados y portando un bonete gallonado de tipo judío.
Capiteles del lado derecho
Capiteles que presentan una no muy afortunada decoración vegetal de entrelazos y palmetas, que viene a ser un intento de adaptación del tipo de entrelazos vegetales de los cimacios a la superficie del capitel.
Estos dos capiteles son el tercer y cuarto capitel en el lado derecho de la portada. Son historiados, siendo su interpretación difícil debido a su deterioro, a la falta de claridad compositiva y de precisión iconográfica.
El de la izquierda es una composición de tres personajes, el central casi perdido y los dos laterales barbados y portando un bonete gallonado de tipo judío. El cuarto capitel presenta un grupo de cuatro personajes, uno de ellos sostiene un libro, otro luce el citado birrete gallonado y un tercero eleva dos cántaros.
La foto recoge esencialmente el cuarto capitel en el lado derecho de la portada. Presenta un grupo de cuatro personajes, uno de ellos sostiene un libro, otro luce el citado birrete gallonado y un tercero eleva dos cántaros.

Detalle de cimacio en la portada de la Iglesia de San Pelayo en Arenillas de San Pelayo
Detalle de cimacio en la portada de la Iglesia de San Pelayo en Arenillas de San Pelayo 

Los capiteles externos del lado izquierdo de la portada son vegetales, decorados con tres niveles de acantos acogiendo piñas en sus puntas, excepto los dos interiores, figurado el primero sucesivamente con una pareja de personajes asistiendo al suplicio de un personajillo desnudo que es devorado por una máscara monstruosa y los mismos personajes introduciendo sus manos en la máscara. Este tema, como el resto de la iconografía hasta aquí expuesta, deriva de la portada de Santiago de Carrión, donde se interpreta como una alusión a los castigos infernales. El motivo aparece con variantes en la portada de Padilla de Abajo (Burgos), en uno de los capiteles interiores de la ventana absidal de Santa María de Piasca y, relacionado al de la batalla de escudo y bastón además de en Carrión y Arenillas, en dos capiteles palentinos hoy en la Walters Art Gallery de Baltimore (EE.UU.) publicados por Dorothy Glass. El otro capitel de este lado de la portada representa a un hombre y una mujer abrazados sorprendidos por otro personaje masculino que ase la mano derecha de la mujer.
Representa a un hombre y una mujer abrazados sorprendidos por otro personaje masculino que ase la mano derecha de la mujer.
 

La interpretación de este último capitel como una escena de adulterio establecería un vínculo con el precedente y con la escena de combate de la arquivolta, apoyando las interpretaciones avanzadas para ellos por Beatriz Mariño y para los de la Walters Art Gallery por Dorothy Glass.
Los cuatro capiteles interiores del lado derecho son también historiados, siendo su interpretación difícil debido a su deterioro, a la falta de claridad compositiva y de precisión iconográfica. En el más cercano a la puerta se agrupan tres personajes sentados, una mujer realizando un gesto de salutación u oración con su mano izquierda, otro que sostiene un libro en su diestra velada y un tercero, apenas reconocible, señalando al libro y sosteniendo en su diestra una llave. El segundo capitel representa en su enmarañada composición otras tres figuras sentadas, la central agarrada por una pareja de ángeles que surgen de la parte alta del capitel.
El siguiente repite la composición de tres personajes, el central casi perdido por la usura del relieve y los dos laterales barbados y portando un bonete gallonado de tipo judío. El cuarto capitel presenta un grupo de cuatro personajes, uno de ellos sostiene un libro, otro luce el citado birrete gallonado y un tercero eleva dos cántaros. Los tres capiteles restantes presentan una no muy afortunada decoración vegetal de entrelazos y palmetas, que viene a ser un intento de adaptación del tipo de entrelazos vegetales de los cimacios a la superficie del capitel. En los cimacios encontramos además los personajillos enredados en la vegetación y las máscaras monstruosas de las que brotan tallos vegetales, que parecen una derivación de los de la portada de Santiago de Carrión, igualmente visibles en Piasca y otros edificios de la región (García Guinea señala los relieves del cementerio de Espinosa de Villagonzalo, hoy en el Museo Marès de Barcelona). Es curiosa la presencia, en una de las dovelas aboceladas de esta portada, de un caricaturesco cantero sosteniendo una pica y un rostro aislado.
Uno de los dos capiteles interiores de la zona izquierda con una pareja de personajes asistiendo al suplicio de un personaje desnudo que es devorado por una máscara monstruosa.
 

La concepción de la portada de Arenillas sigue el modelo carrionés citado, igualmente visible en La Asunción de Perazancas. Desde el punto de vista iconográfico es indudable su vinculación al grupo encabezado por Santiago de Carrión y formado por Perazancas, Moarves, Piasca y los capiteles de la Walters Art Gallery. Desde la perspectiva del estilo, el seco tratamiento de las superficies y la cierta torpeza en el diseño de los plegados evidencian la pobreza de recursos propia de un artista local, conocedor eso sí de los conjuntos anteriormente citados. Al menos dos manos diferentes se distinguen en la escultura de la portada; una de ellas, que podemos considerar la obra del artista principal, es la responsable de la mayoría de los capiteles, así como de las dovelas números 4 y 5. Ciertos rasgos característicos como la acusada exoftalmía, el rictus de los labios o la utilización de pliegues en espiral ponen su labor en relación con las esculturas de Moarves de Ojeda, Lebanza, etc.

Al interior, –junto a la decoración geométrica (reticulado romboidal) de las molduras interiores de los absidiolos– destacan los dos capiteles del triunfal del ábside. El correspondiente al lado de la epístola es vegetal, decorado con tres grandes y vigorosas hojas de acanto con pomas en sus puntas, dos laterales y una central, y volutas en las esquinas. 
Ábside meridional
Capitel del arco triunfal 

El del lado del evangelio repite el esquema del anterior, enriqueciéndose con una pareja de leones afrontados en actitud amenazadora, que dirigen su mirada hacia el altar. Los collarinos de ambos capiteles, así como los nervios de los acantos se decoran con líneas de puntos de trépano.
Capitel del arco triunfal 

Los cimacios, ornados de un friso de palmetas, se continúan a modo de imposta a lo largo del perímetro interior del ábside. Sirviendo de tenante al altar de la capilla de la epístola aparece un capitel que por sus dimensiones (77 × 49 × 72 cm) debería haber coronado uno de los torales de la inacabada nave. La decoración de la cesta se encuentra inconclusa, esbozándose los acantos y piñas que la compondrían.
De los tres capiteles de la sala capitular uno es liso y los otros reciben una somera decoración, respectivamente de cestería con diminutos rostros en los ángulos y de acantos rematados con piñas. Las basas, de perfil similar a las restantes de la portada y toral de la capilla mayor, se decoran igualmente con bolas.
El resto de la escultura monumental del edificio se reduce a los modernos capiteles decorados con blasones de la nave y a dos placas rectangulares empotradas en la espadaña, representando una Virgen con Niño bajo arco apuntado y un Cristo en Majestad rodeado del tetramorfos. El relieve, muy desgastado, evidencia una factura gótica avanzada. Quizás constituyan placas procedentes del frente de un sarcófago, como una pieza visible en la nave del evangelio de La Asunción de Villabermudo.

En la capilla del evangelio se encuentra la pila bautismal románica de la iglesia, de forma troncocónica invertida, 54 cm de altura y 100 de diámetro y decorada con dos orlas. El registro inferior muestra una cadeneta de entrelazos y esquemáticas hojas de acanto y el superior un friso de rosetones tangentes, algunos doblemente foliados. La sobriedad de su decoración no permite precisar una datación para esta pila, aunque, como ya señalaba García Guinea, su cronología debe ser avanzada, posiblemente ya dentro del siglo XIII.
A ambos lados del altar mayor y bajo arcosolios se conservan sendos sepulcros yacentes. El del lado del evangelio representa a una dama portando en sus manos una manzana, vestida con toca con barboquejo y manto, y calzada con chapines de suelas altas. La cabeza se enmarca con una serie de arquitecturas almenadas y gabletes. Frente a ella se sitúa un yacente masculino, vestido con manto sujeto con fijador y peinado a cerquillo con bucles. Empuña una espada envainada y ostenta el característico cruce de piernas nobiliario, además del lebrel a sus pies. Ambos sepulcros presentan paralelos con el grupo de sepulcros góticos de Cisneros-Carrión-Aguilar-Benevívere estudiados por Julia Ara Gil y su presencia es especialmente frecuente en los monasterios vinculados a señores territoriales. En nuestro caso, en el yacente masculino, Largo ha reconocido los seis roeles escindidos en dos filas que constituyen el emblema de los Castro y, por fuentes documentales, sabemos que la dama pertenecía a la familia de los Muñoz de Saldaña. Al exterior del edificio, encastrados en el paramento meridional de la nave, se conservan tres sarcófagos trapezoidales de piedra con sus tapas. En la tapa de uno de ellos, partida, corre un friso en bajorrelieve con motivos geométricos, y superiormente ruedas de radios curvos, discos radiales y un águila con alas explayadas. Por el tipo de labra, su cronología llevaría al período prerrománico.
Sepulcro de una de las familiares de Muño de Saldaña fundadora de la Iglesia de San Pelayo en Arenillas de San Pelayo
Sepulcro de una de las familiares de Muño de Saldaña fundadora de la Iglesia de San Pelayo en Arenillas de San Pelayo

 

Congosto de Valdavia
La finca de Tablares se sitúa a tres kilómetros de Congosto de Valdavia, partiendo de la misma C-624 en dirección sur por un ramal sin asfaltar de apenas un kilómetro. El templo se sitúa al pie de un pequeño cerro próximo al río Valdavia y está adosado a una casona levantada por don Fernando Colmenares de Ferrera y Narváiz y María Filea y Ulloa en 1669. En la actualidad forma parte de una finca propiedad de la Excma. Diputación palentina.

Granja de la Dehesa de Tablares La Transfiguración del Señor
La iglesia de la Transfiguración es un edificio de modestas dimensiones cuya señera portada y espadaña se levantan en excelentes sillares de caliza gris. La nave se alzó con paramentos de ladrillo y entrepaños de canto rodado con sillares calizos en sus ángulos. Presenta planta rectangular con tres tramos de desiguales porciones, dos de ellos cubiertos con bóvedas de arista y el más oriental con cúpula. Los restos medievales aquí visibles son fruto del traslado de un antiguo templo tardorrománico instalado en la falda de la loma próxima. El transporte de materiales se efectuó hacia 1754, en época de don Bernardo de Orense y Colmenares. Sólo se respetó de lo constructivo la portada monumental, sobre la que se levantó una airosa espadaña de dos cuerpos con remate en frontón triangular flanqueado por bolas.
Fachada
 

El acceso principal se realiza desde la portada meridional, algo avanzada respecto al cuerpo de la nave. De arco ligeramente apuntado, consta de cuatro arquivoltas abocinadas decoradas con baquetones y escocias que apean en una delgada imposta. Bajo ésta hay cuatro columnas entre jambas esquinadas con capiteles decorados con hojas de nogal o labor de entrelazo. La talla es muy simple, casi a bisel. Todo el conjunto está enmarcado por una cornisa apoyada sobre once canecillos decorados con un rollo, un portador de barrilillo, escribas, figuras femeninas con altos tocados, una especie de diablo y lo que asemeja un cordero. Completan el conjunto dos plafones monolíticos encastrados a izquierda y derecha de la portada. En la placa derecha se representa una Crucifixión, con la Virgen y San Juan en actitud pensativa a ambos lados. Sobre los brazos de la cruz sendos ángeles de medio cuerpo parecen portar una filacteria y un rollo. En el relieve de la izquierda aparece Cristo en Majestad portando el Libro y bendicente rodeado del Tetramorfos. Estas piezas, así como la portada y las estatuas-columna empotradas en los ángulos del hastial que figuran a San Pablo y San Pedro se pueden fechar hacia mediados del siglo XIII y representan –básicamente en la decoración de los capiteles– una pervivencia de los recuerdos románicos en una obra que iconográfica y estéticamente podemos considerar ya claramente gótica.

En el relieve de la izquierda aparece Cristo en Majestad portando el Libro y bendicente rodeado del Tetramorfos. A su izquierda una estatua-columna empotrada en el ángulos del hastial representa a San Pablo.
Plafón monolítico encastrado a la derecha de la portada. En la placa derecha se representa una Crucifixión, con la Virgen y San Juan en actitud pensativa a ambos lados. Sobre los brazos de la cruz sendos ángeles de medio cuerpo parecen portar una filacteria y un rollo.La estatua-columna empotrada en el ángulo del hastial representa a San Pedro.
La portada tiene a cada lado cuatro columnas entre jambas esquinadas con capiteles decorados con hojas de nogal o labor de entrelazo.
Muy semejantes a los del otro lado. La portada tiene a cada lado cuatro columnas entre jambas esquinadas con capiteles decorados con hojas de nogal o labor de entrelazo. 
Dos de los once canecillos labrados debajo de la cornisa. Son os figuras humnas, un escriba y una personaje con vestido talar. 
Los canecillos centrales que rematan la portada están decorados con un rollo, un portador de barrilillo y una figura sedente, tal vez un escriba.
Otros tres canecillos, dos representando figuras humnas (una mujer con un alto tocado y un escriba o semejante), y una especie de animal. 

Se conserva una pila bautismal medieval de forma troncocónica invertida y sin decoración, situada sobre una base de doble escalón circular. Existe además una aguabenditera de cronología tardorrománica apoyada sobre un fuste con cuatro pequeños capiteles angulares decorados con crochets. En el exterior, recostado junto a un muro cercano, se aprecia una mesa de altar del siglo XIII procedente de la desaparecida ermita de Congosto de Valdavia.

 

Conjunto de pilas bautismales de la comarca de Valdavia
Como ya dijimos, la comarca de Saldaña-Valdavia tiene en sus iglesias parroquiales una interesante colección de pilas bautismales románicas.
Probablemente, la más interesante es la de Renedo de Valdavia por su iconografía.

Renedo de Valdavia
Renedo de Valdavia se sitúa en plena Valdavia, al borde de la carretera que une Buenavista y Villanuño, al borde del arroyo de Valdefresno.

Iglesia de San Esteban
Esta pequeña población cuenta con una iglesia parroquial de los siglos XVI y XVII que conserva una de las pilas románicas más interesantes de las conservadas en la provincia. El edificio posee amplia nave única y cabecera cuadrangular así como una gran torre a sus pies con tres niveles.
Tallada en pulida arenisca y de forma troncocónica invertida (de 77 cm altura y 95 cm de diámetro) descansa la pila sobre un cuadrado basamento provisto de erosionadas lengüetas angulares que asemejan batracios. El basamento posee toro inferior bastante plano, escocia y otro toro más marcado. Es una pila cuya copa se ornamenta con una orla superior donde aparecen variadas rosetas inscritas en el interior de círculos, en idéntica disposición a la de las pilas bautismales de Arenillas de San Pelayo, Rebanal de las Llantas y Valcobero. Bajo esta franja decorativa y recorriendo la copa en todo su perímetro aparece una arquería que alterna arcos ligeramente apuntados y de medio punto, todos ellos sobre columnillas con capiteles de hojas esquemáticas y diversos motivos vegetales en las enjutas. Cada arco cobija una figura que forman diversas escenas: la Virgen con el Niño y un lirio en su mano derecha, a su izquierda san José agarrado a una de las columnillas y a su derecha un rey mago descabalgando y otros dos a caballo. A la izquierda de san José aparece un presbítero orante vestido con casulla, otro orante tocado con una especie de capelo de cota de mallas y un caballero protegido con escudo y con cota de malla alzando su espada frente a una especie de dragón serpentiforme. Este ser fantástico es del mismo tipo que el visible en la pila de Cantoral o en la portada de Vallespinoso de Aguilar.
Todas las figuras han sido talladas con una cierta rudeza y dentro de su arcaísmo –al igual que en Valcobero– poseen una alta carga de expresividad. Es evidente la adecuación del tamaño de las figuras al marco que las cobija o la representación de las mismas con el torso de frente y las piernas de perfil. Como ocurre en la pila de Valcobero, el tema principal se corresponde con la Epifanía, escena neotestamentaria que gozó de enorme popularidad como manifestación de Cristo a los gentiles (vid) el friso de Santa María de Carrión). La disposición de las figuras bajo arquillos es otra constante del léxico escultórico en varias pilas bautismales palentinas (por ejemplo Moarves de Ojeda, Osorno y la ya citada de Valcobero). La cronología de esta pieza rondaría el 1200. García Guinea la situó a mediados del siglo XII, equiparándola en técnica a algunas de las figuras de la portada de Santa María de Carrión.
Pila bautismal en la Iglesia de San Esteban de Renedo de Valdavia
La primera de las escenas es una Epifanía y se muestra a lo largo de cinco arquillos consecutivos. En los dos primeros, hallamos dos Reyes Magos a caballo.

Continua la escena de la epifanía incluyendo al tercer Rey Mago el siguiente al tercero, descabalgado, realizando la ofrenda. El caballo se halla en segundo plano. Muestra el estribo derecho y sus patas se posan sobre una alta basa.En el arquillo siguiente, se muestra la Virgen con el Niño en posición lateral sentado sobre su rodilla izquierda. A continuación, San José, que aferrado a la columnilla con su diestra porta bastón de peregrino en la izquierda y asiste -como es habitual- en segundo plano a esta escena.
En el arquillo de la izquierda se muestra la Virgen con el Niño en posición lateral sentado sobre su rodilla izquierda. A continuación, San José, que aferrado a la columnilla con su diestra porta bastón de peregrino en la izquierda y asiste en segundo plano a esta escena. A partir de ahí comienza la segunda de las escenas que tiene relación directa con el bautismo. Encontramos dos personajes: un hombre y una mujer en actitud orante que deben de representar a los padres o padrinos en la ceremonia del bautismo.
La segunda de las escenas tiene relación directa con el bautismo. Encontramos dos personajes: un hombre y una mujer en actitud orante que deben de representar a los padres o padrinos en la ceremonia del bautismo. Después dos escenas historiadas de clara simbología sobre la lucha del bien y el mal que flanquean a la principal: en primer lugar la lucha entre Sansón y el león. Sansón lo está desquijarando y su larga melena recogida en alargada coleta.
Escenas historiadas de clara simbología sobre la lucha del bien y el mal que flanquean a la principal: un sacerdote con los brazos elevados mostrando las palmas de las manos y a su lado derecho una pila bautismal sobre alta basa. Se decora con cruz de brazos iguales grabada en su copa.
Las escenas de la lucha entre el bien y el mal muestran en primer lugar (a la izquierda de la foto) la lucha entre Sansón y el león. Sansón lo está desquijarando y su larga melena recogida en alargada coleta. La segunda escena (a la derecha del sacerdote) es la lucha entre un hombre vestido con cota de malla que porta espada y escudo con cruz grabada en su zona alta. Pelea contra un dragón serpentiforme al que pisa en un enrollamiento de su cuerpo mientras aquél muerde el escudo. 

Detalle 
Detalle 
Final de la escena ligada al bautismo, donde se ve a la izquierda, muy parcialmente al sacerdote, en el centro la lucha entre un hombre vestido con cota de malla que porta espada y escudo con cruz grabada en su zona alta. Pelea contra un dragón serpentiforme al que pisa en un enrollamiento de su cuerpo mientras aquél muerde el escudo, enlazando a la derecha con la otra escena principal: la de la epifanía con el primer Rey mago.

 

Arenillas de Nuño Pérez
La localidad de Arenillas está situada en la ribera del Valdavia, a unos 25 km al noroeste de Carrión de los Condes.
De las escasas menciones documentales referidas a Arenillas de Nuño Pérez, destaca Julio González cómo la zona estuvo bajo la influencia del conde don Nuño Pérez de Lara, alférez mayor de Castilla y tutor de Alfonso VIII, poblador también del cercano lugar de Villanuño de Valdavia, localidades ambas a las que sobrepuso su nombre. El lugar aparece citado por primera vez en un documento de 1201 perteneciente a la colección diplomática del monasterio de San Román de Entrepeñas. En el siglo XIV y según el Libro Becerro de las Behetrías, el lugar era solariego de Iohan Rodríguez de Çisneros, excepto dos solares que eran de abadengo del maestre de Santiago.

Iglesia de San Cristóbal
La parroquial de San Cristóbal es un edificio de muy simple traza, construido hacia el siglo XVII fundamentalmente en ladrillo. Aunque fue levantado de nueva planta en época moderna, se reaprovechó una mínima parte de la caja muraria de un templo anterior, en concreto un paño del muro del evangelio (entre el contrafuerte y la esquina), edificado con sillares de caliza bien escuadrada y rematado con una cornisa de sección recta sustentada por canecillos lisos, que quizá habría que adscribir al siglo XIII.
El interés principal del edificio se concentra, sin embargo, en su pila bautismal, situada bajo el coro del último tramo de la nave. Está labrada en un bloque monolítico de dorada caliza y ha llegado hasta nuestros días en un buen estado de conservación. Esta pila fue erróneamente catalogada por el Inventario Artístico de Palencia y su provincia como del siglo XV, aunque es evidente que se trata de una obra bastante anterior, datable en los años finales del siglo XII o inicios del XIII. Está asentada sobre un podio circular de 17 cm de altura, cuya arista biselada se encuentra salpicada con doce cabezas de clavo. La copa es troncocónica invertida de 70 cm de altura por 130 cm de diámetro y su borde superior está decorado con un bocel torpemente sogueado ocupando la arista. La diferente tonalidad de la piedra es fruto de la exudación y señala el nivel de agua contenida durante años.
La copa presenta decorado sólo parcialmente su exterior, signo quizá de la intención de colocarla en un ángulo del templo. La decoración se distribuye en dos escenas enmarcadas por un espacio rehundido y coronado por cuatro arquillos de medio punto. Vemos bajo ellos dos de las escenas de lucha recurrentes en la iconografía románica: el combate del caballero y el dragón y el enfrentamiento entre animales. En la primera escena observamos a un infante, armado con casco esférico, escudo oblongo blocado, de umbo almendrado, y espada corta que hunde en el cuello de un tosco dragón de cuerpo serpentiforme y escamoso, cabeza y garras leoninas y cola de reptil enroscada. El híbrido, por su parte, se revuelve y muerde el escudo del guerrero, el cual parece cabalgar a la bestia en una especie de remedo de la disposición de la figura de Sansón desquijarando al león, aunque probablemente se trate sólo de una incorrección compositiva fruto de la impericia del escultor.
Estilísticamente, el rostro del infante recuerda, en el tratamiento a base de incisiones paralelas de la larga cabellera y de la barba de mostachos sobresalientes, los ojos almendrados y saltones, boca en pico e hierática expresión, el estilo del maestro de los capiteles de Moarves y obras a él ligadas, sobre todo la figura del Sansón de Collazos de Boedo y los personajes de la pareja de capiteles de procedencia palentina conservados en el Metropolitan Museum of Medieval Art de Nueva York.
En la otra escena asistimos al enfrentamiento de una pareja de leones rampantes y de rugientes fauces que se afrontan simétricamente. Ambos presentan idéntica morfología, con cuerpos estilizados, largas y abundantes melenas de mechones lanceolados, hocicos arriñonados, ojos circulares y saltones y colas enroscadas de puntas divididas en tres mechones que reposan sobre sus cuartos traseros.
La iconografía de lucha es relativamente frecuente en la decoración de las pilas bautismales (así en los ejemplos palentinos de Cantoral de la Peña, Valcobero, etc.), tanto en su expresión infante-bestia como en el combate entre fieras. Genéricamente podríamos asociarlas, dentro de la iconografía de las pilas bautismales, a la antítesis Bien-Mal y el triunfo del primero, al que se accede a través del sacramento del bautismo.
Pila bautismal de la iglesia de San Cristóbal en Arenillas de Nuño Pérez


Detalle 
Detalle
Detalle


Románico en Aguilar de Campoo y sus alrededores
Aguilar de Campoo es una preciosa ciudad del norte de Palencia que cada día es más visitada por el turismo cultural.
Aguilar debe considerarse capital del Románico del Norte de Palencia y de la Comarca llamada "Montaña Palentina". Todo un punto de referencia.
Tiene a sus espaldas un pasado que habla de iberos, romanos y visigodos. Tanta es su historia que conviene centrarse en las representaciones románicas que podemos encontrar en la villa, lo cual no es óbice para que no disfrutemos de la arquitectura popular de su casco viejo.
Y cuando decimos que en Aguilar hay que fijarse en su románico, no sólo hablamos de los principales monumentos que se citan en la mayor parte de las guías, es decir, el Monasterio de Santa María la Real y la ermita de Santa Cecilia, sino otros restos menores que atesora Aguilar de Campoo.
Sin ir más lejos, el imponente edificio gótico que preside la Plaza Mayor de la villa, la Colegiata de San Miguel, se edificó sobre un templo románico.
También citamos aquí la cabecera y portada de la iglesia de San Andrés, situada originalmente en el cerro del castillo y trasladados a un parque de la ciudad.
Como ya hemos indicado, Aguilar de Campoo y Cervera de Pisuerga pueden ser las bases para realizar un amplio recorrido por el abundante románico norte palentino.
De las proximidades de Aguilar de Campoo he elegido las iglesias de Santa Eulalia de Barrio de Santa María, Santa Cecilia de Vallespinoso de Aguilar, además de las modestas iglesias de Santa María de Valdegama, Valoria de Aguilar, Lomilla de Aguilar, Pozancos y los tres templos de sendos barrios de Becerril del Carpio, además de la iglesia del antiguo Monasterio de Santa María de Mave. 


Aguilar de Campoo
La histórica villa de Aguilar de Campoo se sitúa en el extremo nororiental de la provincia de Palencia, cerca de los límites con las de Burgos y Cantabria, junto al cañón de la Horadada, paso estratégico entre las cabeceras del Pisuerga y del Ebro, desde la Meseta a la Montaña. Aquí Roma necesitó a sus fuerzas de élite para la conquista. El campamento de la Legio IV Macedónica se ubicaba en Pisoraca (Herrera de Pisuerga). Los cerros militarizados fueron hitos importantes en la conquista de Cantabria: Peña Amaya, Monte Cildá, Monte Bernorio, baluartes de difícil conquista, primero para Roma y más tarde para los visigodos. En el 574 Leovigildo conquistaba Amaya.
En el 711, tras la derrota del rey Rodrigo, se produce la invasión sarracena. En un período breve se ocupa la Península. En el reducido espacio de las montañas astures se refugian algunos nobles que no se resignan con la conquista y desde el pequeño reducto astur-cántabro inician lentamente la Reconquista.
Con Alfonso II el Casto (791-842) no sólo se afianza esa inicial reconquista sino que se consolida y a la vez se repueblan las tierras que habían quedado desiertas. En el 824 se concede el fuero o carta puebla del municipio de Brañosera. En el (falso) documento de 852 se habla de la fundación del monasterio de Santa María, extramuros de Aguilar de Campoo. La bella leyenda nos habla del descubrimiento por parte del caballero Alpidio de restos de antiguas iglesias y eremitorios entre la espesura del bosque, al lado de un abundante manantial, en lugar apacible y cercano del caudaloso río Pisuerga. Su hermano, el abad Opila, junto a sus monjes, fue el encargado de restaurar y colonizar aquel monasterio. El Cartulario posterior a esta carta fundacional incluye varios diplomas del siglo XI, que registran donaciones como las de la condesa Ofresa en 1039 y 1042, por las que entregan al monasterio tierras, haciendas y su propio cuerpo para que sea enterrado en la iglesia. Es, sin embargo, durante los siglos XII y XIII cuando se registra la mayor cantidad de donaciones. El papel de la monarquía se hace cada vez más presente. El rey Alfonso VI, gran protector de las rutas jacobeas y de los monjes cluniacenses, entrega al abad Lecenio la iglesia de Santa Eugenia de Cordovilla.
Alfonso VII, rey de Castilla y León (1126-1157) fundó algunos pequeños monasterios en las cercanías del Pisuerga, entre ellos el de San Agustín de Herrera, que por falta de recursos en tiempos de Alfonso VIII era entregado, junto con el de Santa María de Aguilar, a los monjes premonstratenses, quienes lo amplían y reedifican, dándole un gran impulso aprovechando los privilegios y donaciones de todo tipo que reciben, así como la tutela y protección real. La sala capitular de Santa María consta que fue terminada en 1209 y en 1213 la nueva iglesia, que fue consagrada en 1222 por don Mauricio, obispo de Burgos.
Alfonso VIII engrandeció y favoreció la población de Aguilar. Es muy probable que de estas fechas daten las murallas y fortificaciones que seguramente unirían el núcleo de la primera puebla con el castillo-fortaleza que se levanta en el cerro inmediato. La iglesia de Santa Cecilia, que se ubica en la misma ladera de dicha fortaleza, junto con su poblamiento de influencia, quedarían intramuros. Pero esta hipótesis debería ser confirmada por la arqueología.
En torno a la primitiva iglesia de San Miguel, ya en el llano, comienza a desarrollarse el primer núcleo de población hacia estas fechas de mediados del siglo XII y todo el siglo XIII. Así lo atestiguan los restos arquitectónicos que quedan en las más viejas portadas y ventanales de la iglesia de San Miguel, contemporáneas de la edificación de Santa Cecilia.
Dentro de este recinto amurallado de carácter estratégico, se desarrolla el Aguilar medieval, cabeza de una de las merindades más extensas y pobladas de Castilla, compuesta por 262 lugares, muchos de ellos despoblados en la actualidad, tal y como se desprende del estudio del Libro Becerro de las Behetrías de Castilla, estudiado por el profesor Gonzalo Martínez Díez.
Como dice el Fuero de Aguilar concedido por el rey Alfonso X el Sabio el 14 de mayo de 1255: “La primera vez que vin a Aguilar de Campoo después que fuy rey, fallé que la villa de Aguilar era de muchos sennoríos de Órdenes et Fijosdalgo, et otro ssi fallé de lo mío que me habían dello esconddudo e furtado. Et porque la villa de Aguilar amó siempre en mucho ondrrado Rey Don Alfonso mío visavuelo et mucho ondrrado y noble rey Don Fernando mío padre
En este marco medieval que acabamos de bosquejar con unas leves pinceladas se desarrolló una gran actividad que dio lugar a esta concentración de románico que describe el presente volumen.

Iglesia de San Andrés
Los restos de San Andrés de Aguilar ocupan hoy en día el centro del barrio de El Soto, en la margen derecha del Pisuerga. Forman parte de un moderno auditorio, correspondiendo la cabecera con la escena. La iglesia se encontraba en la vertiente suroeste del castillo de Aguilar, sobre una explotación de yeso que tiene acceso desde la carretera Aguilar-Cervera, en uso hasta hace muy pocos años y frente a la denominada Cooperativa de San Pedro. Ya entonces debió ser una iglesia de arrabal, a medio camino entre la puebla medieval y el monasterio premonstratense de Santa María la Real. En 1909 su estado de ruina era más que evidente y se desmontó parcialmente, siendo trasladada a su actual emplazamiento para cumplir la función de capilla del campo santo. Por esas fechas, el barrio de El Soto era un lugar suburbano, al sureste de la población, de la que distaba unos 500 m y al que se accedía desde la aún llamada puerta del Soto. Tras el desarrollo urbano experimentado por Aguilar de Campoo, los restos de San Andrés pasaron a ocupar el centro del barrio, en una zona de estructura geológica completamente arcillosa, bien diferente de la fuerte pendiente rocosa que constituyó su cimentación en épocas anteriores. Después de la construcción del nuevo campo santo de la villa de Aguilar en la década de los setenta del siglo XX, la ermita de San Andrés quedó fuera de uso.
Lamentablemente abandonada durante varios años, fue convertida en auditorio, razón que motivó un nuevo desplazamiento de su portada, acercándola más a la cabecera. El templo de San Andrés era conocido también en su primitivo emplazamiento por la advocación de Santa Lucía. Hemos de suponer que en el momento de su construcción el edificio ejercería la función de parroquia de alguno de los barrios aquilarenses.
Resulta complicado establecer qué materiales pertenecen al edificio original y cuáles fueron los añadidos durante el traslado. Tampoco sabemos si la distribución es la misma, o incluso hasta qué punto ha variado la estructura de los muros o de los volúmenes al pasar de un plano inclinado, como era el que ocupaba en las laderas del castillo, a otro horizontal. Tal y como se contempla en la actualidad, la ermita combina la sillería arenisca muy bien trabajada con un aparejo de mampostería caliza irregular, aunque generalmente de piezas muy pequeñas. Los sillares se emplean en los arcos, columnas, cubiertas del ábside central, presbiterio y tramo central del supuesto crucero, así como en una franja central del ábside mayor y en el exterior de los muros presbiteriales.

La portada, que funcionó como acceso al recinto del antiguo campo santo, está separada hoy unos 50 m del resto del edificio y fue construida con buena sillería.
La mampostería se emplea en el paramento exterior del presbiterio, en los muros interiores de los cuerpos laterales del imaginario crucero y en dos pequeños sectores triangulares de los laterales superiores en la actual fachada (la zona de la cubierta). Se usa también en el zócalo del ábside central, así como en una franja superior donde los materiales se incorporaron durante la época del traslado. El emplazamiento actual parece ser un espacio virgen arqueológicamente hablando. Sin embargo, en su posición primitiva de las laderas del castillo, todavía pueden verse restos constructivos y sepulturas medievales con cistas de lajas en arenisca, algunas seccionadas por el corte de la inmediata mina de yeso.
Hoy día, el ábside central es semicircular, provisto de saetera central con doble abocinamiento, y está precedido de presbiterio rectangular. Los capiteles que decoran las ventanas exteriores están formados por estrechas hojas de acanto.
 
Ábside y presbiterio
Portada 

Pese a la actual estructura de cabecera triple, Huidobro (1909), que conoció el templo con su disposición original, afirmaba que poseía una sola nave y un ábside semicircular precedido por presbiterio con su correspondiente arco triunfal. Hoy día, el ábside central es semicircular, provisto de saetera central con doble abocinamiento, y está precedido de presbiterio rectangular, con triunfal apuntado descansando en semicolumnas adosadas. Este arco da acceso al otro tramo conservado, que se asemeja al central de un hipotético crucero. Las capillas que flanquean el ábside mayor son de testero plano; en la epístola se conserva aún una ventana original con doble arquivolta que apoya sobre cuatro columnillas; en el evangelio, un simple arco ha sustituido los originales soportes del vano. Interiormente los tramos se intercomunican mediante arcos apuntados sostenidos por semicolumnas adosadas a pilares.
Se desconoce también si los abovedamientos actuales se corresponden con los originales, aunque parece lógico que su estructura sea la misma. El ábside central se cubre con bóveda de cuarto de esfera y el presbiterio con cañón apuntado, remarcando su unión con los muros mediante una sencilla imposta de nacela. El cuerpo central del crucero presenta bóveda de crucería cuya plementería es sustancialmente reciente. Los tramos colaterales tienen cubierta plana con viguería de madera.
La decoración escultórica se concentra en la portada y sus capiteles. Precisamente la conexión que éstos muestran con las conocidas cestas vegetales del monasterio cisterciense de San Andrés de Arroyo, nos permite datar la construcción del edificio original hacia el primer cuarto del siglo XIII.

La portada, originalmente colocada en el lado meridional de la caja muraria, mantiene al exterior cuatro arquivoltas de medio punto, dos de ellas con boceles que alternan con escocias y otras dos con dientes de sierra siguiendo las pautas andresinas. En alguno de estos dientes de sierra aparecen talladas rudas hojitas. El guardapolvo está trabajado en arenisca blanca y posee decoración vegetal y pequeñas cabezas de animales vomitando tallos o figurillas humanas entre un follaje que recuerdan una pieza similar de Vallespinoso de Aguilar.
Las arquivoltas descansan sobre columnas sobre zócalo y basas áticas. Los capiteles están muy deteriora aunque poseen hojas carnosas de marcadas nervaduras; las cestas se rematan en frutos o elementos vegetales arracimados que en algún caso emplean el trépano. Entre los capiteles vegetales aparece una cesta figurada con leones rampantes afrontados por sus lomos y alguna figurilla zoomórfica y antropomórfica que se prolonga por el intradós a modo de friso (un león que ataca a dos personajes). El estilo del capitel figurado recuerda en algo a las cestas del interior de Villacantid (Cantabria). El tejaroz remata en siete canecillos vegetales, aunque uno de éstos debió ser una cesta triple.
Arco de triunfo y bóvedas
 

Los capiteles del interior de la cabecera son sumamente toscos, en especial aquellos de los tramos laterales y el correspondiente al triunfal del lado de la epístola. Este último presenta un nivel de hojas lanceoladas sobre el que se disponen algunos cérvidos, la cesta del lado del evangelio es típicamente andresina, con acantos ramificados y prótomos de bayas en sus esquinas superiores. Aparecen también cestas de crochets, de sumarias hojas trilobuladas que parten de un tallo central y rematan en cogollos vegetales, tres capiteles andresinos con remates arracimados, de bayas y anudados superiores (a veces sustituidos por carátulas de yeso que debieron añadirse tras el traslado y consiguiente fractura de las piezas) y otro con un caballo y un tosco simio que se corresponde con el estilo del escultor que labró la cesta zoomórfica de la portada. Los capiteles que decoran las ventanas exteriores están formados por estrechas hojas de acanto, similares a las que se aprecian en las campañas góticas de Santa María la Real y Santa Cecilia. El modelo de las basas áticas, con alternancia de anillos, toro aplastado con semicírculos incisos y bolas angulares, es también típico del prolífico foco de San Andrés de Arroyo y Santa María la Real de Aguilar.
Capitel de la cabecera
Capitel de la cabecera
Uno de los tres capiteles de influencia andresina con remates arracimados, de bayas y anudados superiores (a veces sustituidos por carátulas de yeso que debieron añadirse tras el traslado y consiguiente fractura de las piezas)
El capitel correspondiente al triunfal del lado de la epístola presenta un nivel de hojas lanceoladas sobre el que se disponen algunos ciervos. 

En el interior “recreado” del edificio, en el primer tramo del lado de la epístola, se abre un arcosolio apuntado que alberga una cubierta de sarcófago decorada con un báculo inciso de fines del siglo XIII.
 
Ermita de Santa Cecilia
La iglesia de Santa Cecilia –a unos de 920 m de altitud– está ubicada en la ladera sureste del cerro del castillo, a los pies de los restos de la fortaleza medieval que lo corona. Ocupa por tanto un puesto preeminente desde el que se domina la totalidad del núcleo urbano aquilarense. Desde un punto de vista tectónico, el edificio se asienta sobre un terreno de escasa estabilidad, que hubo de afectar profundamente a sus estructuras, provocando no sólo la aparición de grietas en sus muros, sino una cierta inclinación de la torre. Muy probablemente estas deficiencias en el asentamiento de sus cimientos fueron la causa del hundimiento de determinadas zonas del edificio original.
En la década de 1960, el entorno del templo fue sometido a una serie de trabajos de consolidación y reestructuración sobre la base de un sistema de grandes muros de contención que a modo de terrazas posibilitó, además, la creación de un espacio habilitado como aparcamiento. En la actualidad el edificio carece de función litúrgica concreta, siendo utilizado de forma esporádica para determinadas celebraciones. Huidobro y Serna señalaba que al parecer fue parroquia de un barrio –el de Santa Cecilia– ya desaparecido.
Las primeras noticias sobre los orígenes del templo son muy confusas. El autor del Catálogo Monumental hace alusión a una lápida en cuyo texto, al parecer, se hacía constar la fecha de su construcción: “IN : ERA : T : LXX : VIIII : REGNANTE : IN CASTELLA ET LEGIONE : FERDINANDO : REX : ET : SANCIA : REGINA : UXOR : EJUS : CONSUMATA : EST : ISTA : ECCLESIA”. Como ya hicieron Rodríguez Muñoz y García Guinea podemos cuestionarnos su existencia, puesto que no se conserva ni lápida ni documento. La inscripción nos habla de un edificio que –aunque fuera realizado en 1041– nada tiene que ver con el actual. En el llamado Testamento de doña Ofresa, recogido por González de Fauve, encontramos la referencia más antigua al barrio de Sancta Cecilia... in Aquilar.

La planta rectangular de Santa Cecilia (Monumento Histórico-Artístico desde el 9 de octubre de 1963) presenta tres naves de tres tramos cada una, separadas mediante arquerías apuntadas y cabecera rectangular con ábside central de mayor tamaño, adelantado respecto a las capillas laterales.
La nave del evangelio queda presidida por un pequeño ábside trapezoidal de menor anchura que la nave, mientras que sobre la capilla oriental de la epístola se eleva el cuerpo prismático de la torre. El edificio, que cuenta al exterior con la presencia de contrafuertes (alguno original, otros postmedievales y otros añadidos durante la restauración), se levantó en sillería arenisca a excepción de la cabecera en la que se trabajó fundamentalmente con sillarejo, reutilizando piezas anteriores retalladas. La caliza blanca se utilizó en alguno de sus capiteles.

Fachada sur
La nave central es de mayor anchura que las laterales, emplea arcos apuntados doblados sobre pilares de sección rectangular y semicolumnas adosadas en sus lados mayores oriental y occidental (en el hastial apoyan sobre modillones de rollo). Es una tipología propia de un edificio con cronología avanzada. Aunque su cubierta fue rehecha durante la restauración, hemos de considerar que su morfología no difiere mucho de la original: una techumbre de madera que en la actualidad posee los entrepaños revocados. En palabras de García Guinea, Santa Cecilia resulta “ser la primera iglesia románica palentina de tres naves cubierta con techumbre de madera”. Cuatro pares de vigas de madera a modo de tirantes unen en la parte más alta los muros laterales de la nave central. Para Hernando Garrido y Nuño González (1990) el uso de una cubierta de madera podría deberse a su carácter rural o una continuidad de modalidades ya desarrolladas en Cantabria (Elines y Santillana). El apuntamiento es perceptible en el arco triunfal de acceso al ábside del evangelio y al de la nave principal.


Cabecera

El ábside mayor (con una doble credencia trilobulada, separada por columnilla, en el muro meridional) se cubre con bóveda de crucería cuatripartita con clave central y plementería de toba, claramente posmedieval. La bóveda de cañón apuntado –con buen despiece de sillería arenisca– se utilizará en el presbiterio del ábside central y ábside del evangelio, este último con abundantes signos lapidarios. Ya señaló Quadrado que el ábside principal, de factura postmedieval y planta rectangular, sustituye al original semicircular románico, si bien todavía se conserva el arco de medio punto románico que lo comunica con el tramo presbiterial. Exteriormente posee dos contrafuertes angulares y una sencilla cornisa moldurada rematando sus muros.
Sin lugar a dudas la esbelta torre prismática, rompiendo la horizontalidad y pesadez que ofrece el conjunto, es el elemento más llamativo. Ocupa el ángulo situado entre la nave principal y el espacio destinado a albergar el ábside de la epístola. A la torre accedemos por medio de una escalera de mano interior. Es de planta cuadrada y se articula con simples impostas molduradas en sus tres cuerpos. El cuerpo inferior es prácticamente macizo (tan sólo está perforado por dos pequeñas ventanas de medio punto en el muro sur). El intermedio posee ventanas de medio punto abocinadas abiertas en cada uno de sus lados (excepto en el norte). El superior cuenta con vanos divididos por ajimeces de doble columna y una pequeña y sencilla ventana sobre las enjutas. La cubierta se realizó con cerchas de madera y tejado a cuatro aguas. Bajo el alero todavía se conservan varios canecillos zoomórficos. Es de destacar la aparición de semicolumnas entregas en los ángulos achaflanados de los dos cuerpos superiores, al igual que ocurre en Torremormojón, Cervatos y en las iglesias del valle de Valdivielso (Burgos).


La fase constructiva más antigua se remonta a fines del siglo XII, y de ella sólo conservamos la torre y el presbiterio del ábside central. El proyecto se limitó a un edificio de nave única, ábside semicircular y torre prismática. En un segundo momento, hacia inicios del siglo XIII, se amplió con tres naves, lo cual supuso el recrecimiento de la nave central y por tanto la ocultación de una de las ventanas (la del lado oeste) del segundo cuerpo de la torre.
En una tercera y última fase (ca. siglos XVI-XVIII) se reedificó el ábside central:
éste reutiliza sillares retallados del ábside original hundido por causa de un fallo en la cimentación del edificio.

Como ya anunció García Guinea, podríamos suponer que Santa Cecilia no fue un edificio aislado en el románico rural palentino. Según el mismo autor, los arquitectos que erigieron Santa Cecilia levantaron la cercana iglesia de San Andrés, así como los templos de Rebolledo y Renedo de la Inera.
Es un edificio en el que el gótico se manifiesta en la concepción espacial a pesar de plantear una fábrica plenamente románica. No obstante, su interior crea un ambiente cercano a la estética cisterciense.

En la fachada sur de la nave de la epístola se abre la portada. Forma un cuerpo avanzado sobre el muro y se cubre por tejaroz sustentado por canecillos de simple nacela muy restaurados. Tanto el tejaroz como los canecillos son fruto de la restauración de 1962, sobre la que nos detendremos más adelante. Sin embargo, la portada parece corresponder a inicios del siglo XIII. Es apuntada con cuatro arquivoltas de medias cañas y baquetones que descansan sobre ocho columnillas acodilladas, cuatro a cada lado, con rudimentarias basas que tienen lengüetas sobre podium.
Los capiteles son vegetales, con acantos estriados rematados en caulículos y prótomos. Jambas y cimacios con derivación en imposta, sobre la que descansa la chambrana, completan el conjunto. La ausencia de decoración figurada en los capiteles de la portada contrasta con la riqueza decorativa de alguno de los ventanales de la torre (arpías) o en el ábside del evangelio (guerrero alanceando un animal fantástico), si bien en unos y otros –así como en los capiteles del interior de las naves– predominan los motivos vegetales, obra de un mismo taller.

En el interior del templo las cestas de los capiteles de las arquerías alternan la decoración vegetal (hojas lanceoladas o lobuladas, carnosas, piñas angulares, etc.), con la geométrica (entrelazo de hojas perladas) y figurada. También merece destacarse la variada decoración de las basas (bolas, garras de león, etc.).
La figuración es muy interesante, no sólo a nivel iconográfico sino también en cuanto a la calidad de talla, obra de escultores de primera fila. Casi todos los capiteles presentan escenas agrupadas de tres en tres: Sacrificio de Isaac, Venta de José y lucha de guerreros; animal diabólico acosando a un personaje recostado, guerreros en fila y lucha de un guerrero contra un cuadrúpedo, interpretados por Hernando Garrido y Nuño González (1990) como piezas resultantes de un conjunto más completo en el que se neutralizaría la idea de perversión.
Sacrificio de Isaac
Este capitel que da apeo al primer arco formero sur es de una talla tosca, además de desproporcionada, pero muy expresiva y original. Recoge tres escenas: la central es una lucha entre guerreros, a la derecha el Sacrificio de Isaac (aquí vemos a Isaac, ataviado casi como rey) y a la izquierda (no lo vemos en esta foto, la venta de José por sus hermanos.
 

Frente a la talla tosca, además de desproporcionada, de aquéllos, podemos destacar el que representa el pasaje bíblico de la Matanza de los Inocentes, obra cumbre de la escultura de Santa Cecilia y pieza sobresaliente del tardorrománico palentino. En un relieve acentuado y simétrico se representa en una sola escena al rey Herodes rodeado de soldados –cubiertos por cota de malla– en la degollación de los inocentes. Tras los soldados, en un segundo plano, aparecen las madres llorando la muerte de los infantes. García Guinea señala cómo el conjunto presenta una talla muy similar a los capiteles que procedentes del monasterio de Aguilar considera realizados por el llamado maestro de la Matanza de los Inocentes o maestro del Claustro. También llega a relacionar la talla de algunos capiteles de Santa Cecilia con el denominado maestro del capitel del Cristo Triunfante del monasterio aquilarense.
Capitel de La Matanza de los Inocentes
Capitel de La Matanza de los Inocentes
Capitel de uno de los formeros de la nave
Capitel del arco triunfal
Capitel situado el situado en el intrados sur del arco triunfal de acceso al presbiterio. Un personaje sedente con bastón de peregrino, la lucha de un soldado con un león?.
 

Es de destacar la gran calidad de ejecución de los cimacios de los capiteles ubicados en la capilla mayor (tallos vegetales ondulados, arpías entrelazadas, etc.) trabajados a trépano y de claros referentes en el taller del claustro del monasterio de Aguilar.
Otro capitel muy interesante se localiza en el exterior de la ventana de la cabecera. A simple vista la escena no parece tener mucha trascendencia, pues se trata del combate entre un caballero a pie armado con escudo y un animal fantástico que aparece alanceado por su contrincante. Sin embargo en un análisis más detallado, Hernando Garrido y Nuño González (1990) señalaron cómo en el escudo del guerrero aparecían representadas las armas de los Lara, una de las grandes familias nobiliarias que ejercieron su patrocinio sobre varios monasterios palentinos. Sería pues una hipótesis a considerar la intervención de este linaje en la construcción –sobre todo en la ampliación o cambio de proyecto en un segundo momento constructivo– de Santa Cecilia, máxime si tenemos en cuenta el protagonismo que al parecer alcanzó Fernando Núñez de Lara y su hermano Álvaro, alféreces de Alfonso VIII, en Aguilar a finales del siglo XII.
Los capiteles figurados nos ofrecen un verdadero muestrario medieval de armas, ropajes, arreos, etc., analizados por Hernando Garrido y Nuño González (1992), en el reciente estudio sobre este edificio.
García Guinea señaló vinculaciones con otros edificios como Santa Eufemia de Cozuelos o la portada de Vallespinoso de Aguilar. Hernando Garrido, precisa las repercusiones –ya señaladas en sus líneas generales por García Guinea– que determinados modelos de tallas vegetales aquilarenses, derivadas a su vez de repertorios andresinos, ejercerán sobre los capiteles interiores y portada de Santa Cecilia afirmando que Santa Cecilia pudiera considerarse como el canto de cisne de la doble corriente escultórica protagonizada por los cenobios palentinos de Aguilar de Campoo y San Andrés de Arroyo.
Un Cristo (de hacia 1200) y una Virgen con Niño gótica, ambas tallas realizadas en madera policromada procedentes de esta ermita se conservan en la colegiata de San Miguel, en la propia villa de Aguilar. El primero, que formó parte de las piezas recogidas en la exposición Las Edades del Hombre celebrada en Valladolid en 1988, pertenece al tipo iconográfico del Cristo Triunfante, con ciertas tendencias naturalistas.
A comienzos de los años 60 se lleva a cabo el proyecto de restauración integral del edificio a cargo de don Anselmo Arenillas, que era, por aquel entonces, arquitecto territorial de la Dirección General de Bellas Artes. Este proyecto de restauración, que determinará de forma exclusiva el aspecto actual del edificio, transformó una serie de elementos: retallado y embutido de sillares en el ábside central; añadido de contrafuertes; reforma del alero; adición del tejaroz de la portada; colocación de columnillas en la torre; sustitución del ventanal gótico de la fachada sur por una saetera de imitación románica; desplazamiento de la ventana del hastial; sustitución del pavimento interno original, etc. A mediados de la misma década del 60, y tras la intervención, se acondicionó todo el entorno. Ello dio lugar a una fuerte remoción de tierras que eliminó el contexto arqueológico exterior al romper y alterar los niveles asociados a los muros y destruir gran parte de la necrópolis.
En todo el espacio que rodea Santa Cecilia, y en general en el cerro del castillo, se recogieron cerámicas medievales con decoración estriada y pintada, fechadas por Bohigas y Peñil entre los siglos VIII y X, aunque con escasas garantías de fiabilidad cronológica (Javier Peñil Minguez y Ramón Bohigas Roldán, “Las cerámicas comunes de Cantabria”, Altamira, 43 [1981-1982], p. 23).
En cuanto a la necrópolis que rodeaba el edificio, poco puede decirse ya que nada queda de ella, salvo las noticias ofrecidas por Huidobro Serna. Otro tanto ocurre con las ocho tumbas que al parecer se conservaban en el interior del templo, pues tan solo perdura una sepultura con dos escudos cuartelados instalada en la nave del evangelio.

Monasterio de Santa María la Real
El monasterio de Santa María la real de Aguilar de Campoo, está situado a unos 500 m en dirección suroeste del centro de la villa, en la margen izquierda del Pisuerga. Se encuentra al abrigo de la Peña Longa y extramuros del recinto amurallado.
Los orígenes de la abadía se remontan a la Alta Edad Media, cuando los antecedentes eremíticos se mezclan con la leyenda. Se recurre siempre al primer diploma en el Libro Becerro de Aguilar (AHN. Clero. Cód. 994-B), recogido también por Yepes y Ambrosio de Morales. Alpidio, un noble legendario, tropezaba durante una cacería con una abandonada iglesia dedicada a San Pedro y San Pablo. Bajo ésta, aparecía un segundo templo en la base de la inconfundible Peña Longa. Del inverosímil relato de Alpidio, que rápidamente alertó a su hermano Opila, abad de San Miguel de Tablada, en las orillas de Ebro, se desprende además la dedicación de cada uno de los altares: a Nuestra Señora, a san Pelayo y santa Engracia y a san Juan Bautista y san Martín. En el mismo lugar, un sobrino de Opila, con idéntico nombre, levantó el monasterio de san Pedro y san Pablo de Aguilar (822) roturando tierras y viñas y aportando el ajuar de la casa de San Miguel de Tablada. Según Yepes, los primeros monjes acabaron trasladándose a la iglesia baja, lo que hace suponer una hipotética fundación eremítica. Nada anormal parece dislocar esta suposición puesto que los restos rupestres son muy frecuentes en la comarca. En 852, el conde Osorio hacía donación traditio corporis et animae al recién creado cenobio.
En 950 Osorio Armíldez fundaba el monasterio de San Martín de Aguilar. En 968, Fernán González efectuaba una donación a este mismo monasterio. La mitad de la casa, junto con la de Santa Juliana de Aguilar, era donada por una tal María al cenobio de Cardeña en 1079. Los datos son tan escasos como oscuros. Entra dentro de lo verosímil que San Martín de Aguilar se correspondiese con otra fundación que –como supuso Linage– estuvo vinculada a la Regla de San Benito. Para el padre Serrano el monasterio de San Martín de Aguilar pudo ser agregado al de Santa María y la disparatada historia de la fundación por parte de Opila pudo tomar sus elementos constitutivos en la del conde Fernán González, que participó en la erección de San Martín en vida del fundador conde Osorio. Backmund también recoge esta presumible fusión cenobítica en una agrupación dúplice de monachorum et monialium adherida a la regla benedictina hasta el 1020, fecha en que ya aparece Santa María de Aguilar como abbatia secularis.
En el documento de donación de Sancho II de Castilla al obispo Simeón de Oca (18 de marzo de 1068), se citaba la iglesia de Santa Eugenia de Aguilar, ofrecida por el eclesiástico para restaurar la diócesis. Esta casa parece corresponder con Santa Eugenia de Cordovilla, otorgada por Alfonso VI al abad Lecenio, del monasterio de Santa María la Real de Aguilar (1073), a instancias del Cid. Fue consagrada en 1118 por el obispo burgalés Pascual. Sin embargo, el documento parece falso según concluyó Menéndez Pidal, presumiblemente la consagración del 1118 también debió falsificarse. Posteriormente Santa Eugenia se convirtió en un importante priorato de la casa aquilarense.
Otra de las fundaciones más significativas, constitutiva en definitiva del que años después fue solar mostense de Santa María de Aguilar, fue la iglesia-monasterio de Santa María Magdalena de Fuentelaencina. Donada por el rey Sancho, hijo de Alfonso VII, en 1149 a Simón y confirmada en 1154 por el mismo Sancho al prior Gualterio. Junto con el presumiblemente débil monasterio de San Agustín de Herrera, fundado a instancias de Retuerta en 1152, constituyen dos células que tras su transmisión a Aguilar servirán de fermento territorial –y quizá también espiritual– al nuevo monasterio premonstratense. Naturalmente, el desarrollo cenobítico de ambas casas fue incierto y en su traslado a Aguilar debió influir una economía precaria.
Una de las cuestiones más controvertidas sobre los orígenes del monasterio es determinar qué orden ocupó el recinto antes de la instalación de los premonstratenses, ampliamente beneficiados por Alfonso VIII. Indudablemente, en Aguilar existió un monasterio particular, instituido por familias nobles como los Osorio y los Lara.
En 1169, el rey Alfonso VIII, el abad Sancho de Retuerta, los condes Nuño, Álvaro, Almanrico, Rodrigo (fue monachi en Sahagún) y la condesa Sancha Osorio, propietarios de Santa María de Aguilar, donan sus derechos al abad de Retuerta Miguel, de la Orden de San Agustín. Sin duda, la influencia del abad Miguel ante la Corte facilitó la transferencia patrimonial de los nobles y la propia protección real. De otro lado, los anteriores ocupantes, despojados de un monasterio estable, interpusieron una queja ante el legado pontificio Jacinto con el fin de paralizar el proceso. El altercado se resuelve mediante concordia (bula de 1173).
Antes de la llegada de los monjes premonstratenses, Santa María ya poseía un importante bloque de propiedades: la heredad de Villavega y los palacios del conde Osorio y su mujer Teresa Fernández (1141). El 4 de febrero de 1165 el mismo Alfonso VIII donaba a Michaeli abbati et omnibus successoribus tuis regulam Sancti Augustini la iglesia de San Cipriano de Riofresnos y el prado de Valcabado. En otro orden de cosas, diez años antes, el 9 de diciembre de 1155, Alfonso VII había concedido al abad Sancho (de Retuerta) la exención del pago de portazgo en todo el reino para mercancías y ganados además de diferentes franquicias de población. En torno a estas fechas tempranas (desde fines del reinado de Alfonso VII y aun durante la minoridad de Alfonso VIII), la solidez de la Orden Premonstratense en la circaria hispana es ya un hecho y la política de la monarquía consolida a un doble nivel territorial y jurisdiccional a estos canónigos regulares que habían penetrado en Castilla a partir de Sancho Ansúrez y su compañero Domingo Gómez de Candespina, supuestamente formados en tierras galas.
En un documento expedido por Alfonso VIII en Sahagún en 1169 se confirma un grupo de posesiones que desde San Agustín de Herrera son transferidas a la abadía de Aguilar. Después de la proclamación de la citada bula de Jacinto y la aparición expresa del instituto premonstratense en el citado documento, el monasterio se irá enriqueciendo con otros dominios: Alfonso VIII ofrece la localidad de Villanueva y la iglesia de San Cebrián, próxima a Santa María de Rezmondo, además de Terradillos (1183). María de Almenara recibe del rey en 1173 la iglesia de San Román cercana a Sotovellanos que la cede a Aguilar en 1183.
Como importante centro de decisión económica, el monasterio de Aguilar centró sus estrategias hacia el control de una densa red molinera, fundamentalmente establecida en las orillas del Pisuerga y del Camesa. Adquiriendo junto a otras prebendas (pastos, portazgos y rentas) un papel evidente como abadengo territorial desde el reinado de Alfonso VIII hasta el de Fernando III.
La época álgida del dominio aquilarense coincide claramente con la primera mitad del siglo XIII. M.ª Estela González de Fauve detalla que el período 1221-1240 fue el de mayor concentración de adquisiciones, sabiamente combinadas con las permutas, la explotación molinera y alimentos y en el grano necesario para la explotación molinera hizo que declinaran los medios de pago, así podemos explicar algunas de las situaciones de dolorosa penuria en las que la abadía quedó sumergida.

La iglesia
Se trata de un templo litúrgicamente orientado de planta basilical con tres naves –de mayor altura la mayor– de tres tramos y crucero reflejado sólo exteriormente hacia el lado septentrional.
Fachada de la iglesia

Ábside 

La triple cabecera presenta ábside central heptagonal y capilla de la epístola rectangular. La capilla del evangelio debió poseer un cierre similar a la de la epístola pero fue sustituida por la rectangular capilla del Cristo en 1650. Los dos ábsides medievales: el central y el de la epístola, aparecen precedidos de tramos rectos cubiertos con crucerías.
El ábside central, que se eleva a mayor altura que los colaterales, está cubierto con bóvedas nervadas de riñones perforados, como en la cercana colegial de San Miguel o en la sala del capítulo de San Andrés de Arroyo, particularidad estructural considerada originaria de la catedral burgalesa. Apreciamos una sólida plementería de riñones perforados por óculos trilobulados y cuatro ventanas geminadas apuntadas con óculos cuadrilobulados superiores. La datación de esta capilla oscilaría en torno al tercer cuarto del siglo XIII. El presbiterio que antecede al ábside central se cubre con bóveda de crucería mientras que la capilla gótica de la epístola posee simple cubierta de cañón apuntado. La cabecera permite una generosa iluminación que se complementa con un óculo trilobulado occidental en el tramo presbiterial, a mayor altura que el crucero.
La triple cabecera presenta ábside central heptagonal y capilla de la epístola rectangular. La capilla del evangelio debió poseer un cierre similar a la de la epístola pero fue sustituida por la rectangular capilla del Cristo en 1650. Los dos ábsides medievales: el central y el de la epístola, aparecen precedidos de tramos rectos cubiertos con crucerías.

Las tres naves están sostenidas por seis contundentes pilares a los que se adosan grupos de doce semicolumnas coronadas por capiteles vegetales. Los pilares son de núcleo cruciforme, presentan dobles columnas en cada uno de sus frentes y columnas acodilladas sencillas en los ángulos (que están ausentes en los pilares orientales del tramo central del crucero). Estos responsiones soportan los nervios diagonales cuya sección tiene baquetón central y doble escocia. Los perfiles de las nervaduras son similares en todas las bóvedas excepto en los tres tramos de los pies y en el central del crucero, donde hay triple baquetón, indicio quizá de mayor modernidad. Para la cubrición de los brazos septentrional y meridional del crucero se opta por el cañón apuntado. Al exterior los empujes se neutralizan mediante contrafuertes de sección rectangular.
Desde los pies, con cubierta de bóvedas de crucería y separada de las laterales por inmensos pilares cruciformes con columnas adosadas.
 
Los pilares son de núcleo cruciforme, presentan dobles columnas en cada uno de sus frentes y columnas acodilladas sencillas en los ángulos, coronadas por capiteles vegetales. Las bóvedas que aquí vemos son de crucería. 

La particular disposición de las dobles columnas en los frentes responde pues a la tradicional escuela hispano-languedociana que formuló Lambert y sistematizó Torres Balbás. Sin embargo, esta solución de medias columnas –ya empleada en el triunfal reaprovechado de una iglesia primitiva– cuenta con el precedente silense, además de otras soluciones puntuales como apeos de fajones en edificios de fines del siglo XI (catedral de Jaca, Arlanza, Frómista o San Pedro de Teverga) que se han calificado de solución fugaz.
En la comarca los triunfales con dobles columnas se advierten también en Revilla de Collazos y en Villavega de Aguilar, imitando quizás la modalidad de Santa María la Real.
Los capiteles de las naves de la iglesia muestran diferentes facturas: de hojas lisas y carnosas anudadas en la doblez superior, acogiendo elementos arracimados y cogollos de acantos completándose con bayas centrales en la cimera de las cestas al modo andresino (hay cestas similares ya presentes en el claustro), con doble nivel de hojas de acanto ramificadas y rematadas en piñas lisas coronadas por dobles caulículos (tramo anterior al crucero del lado del evangelio), con doble nivel crochets góticos conforme avanzamos hacia los pies (son incluso más abundantes en el lado septentrional que en el meridional y se observan también en un capitel del ángulo NE del crucero), frecuencia lógica en relación con la progresión de las obras y el planteamiento de un muro de nueva traza en los tramos más occidentales, si bien esto no implica la desaparición de las cestas andresinas, cuya presencia resulta concluyente en los ventanales de la fachada occidental o en el nivel superior del muro meridional. Por otra parte, los modelos de cestas con canaladuras o acantos carnosos y lisos provistos de bolas aparecen sólo en la zona occidental de acantos ramificados y trepanados provistos de canaladuras, cogollos vegetales y coronados por dobles caulículos (tramo anterior al crucero en la epístola) o con crochets góticos convencionales. Algunos de estos capiteles sufrieron cambios o fueron sustituidos durante las intervenciones de Arenillas. Como señalaba Lacoste, este tipo de cestas pudieran pertenecer al mismo taller activo en la capilla del Abad, que desarrolló su actividad con inmediata anterioridad a la gran cantería que concluyó el edificio, esta última fue la responsable de las cestas andresinas y la introductora de modelos específicamente góticos. Consideraba este investigador un carácter exclusivamente anicónico para este efímero grupo de capiteles, si bien la revisión escultórica de la propia capilla del Abad demuestra lo contrario.
El ábside central, que se eleva a mayor altura que los colaterales, está cubierto con bóvedas nervadas de riñones perforados, Apreciamos una sólida plementería de riñones perforados por óculos trilobulados y cuatro ventanas geminadas apuntadas con óculos cuadrilobulados superiores. La datación de esta capilla oscilaría en torno al tercer cuarto del siglo XIII.
 

Las basas áticas –muchas de ellas restauradas– que descansan sobre zócalo octogonal resultan un modelo común con Arroyo, presentando lengüetas angulares, escocia, toro y anillo superior.
Varias claves de las bóvedas de la iglesia aparecen decoradas: la de la capilla mayor con Virgen sedente y Niño orlados por una ruda decoración vegetal, en el tramo que la antecede un águila con las alas explayadas (que también se da en el claustro), en la capilla de la epístola un personaje masculino vestido con manto sosteniendo un libro (quizás se trate de la capilla de San Juan que citan los documentos). Para el tramo central del crucero se emplea un excepcional relieve con cuatro cabezas afrontadas y en el resto de las naves góticas motivos vegetales de hojas caladas y trepanadas o geométricos de esquemas radiales (como en la única crucería conservada de la iglesia de San Andrés de Aguilar). La bóveda del último tramo de la nave central fue restaurada a fines de la década de 1950.
El presbiterio que antecede al ábside central se cubre con bóveda de crucería
 

En lo que respecta a la delimitación de las campañas constructivas ya bosquejó Lampérez una clara división constatable entre la capilla de la epístola y el crucero –sectores pertenecientes a una primera campaña románica según el autor– y el resto de los tramos de las naves desde el crucero hasta los pies, elevados durante las primeras dos décadas del siglo XIII.
Para Lampérez, lo que caracteriza al templo es un cierto dualismo entre lo románico y el denominado estilo “de transición” que impide encasillarlo bajo ninguna escuela. En la iglesia se reaprovechan partes de una construcción románica anterior a la llegada del Prémontré: así lo certifican las alturas inferiores del asimétrico crucero y de las capillas y “los machos no preparados para las crucerías”. Posteriormente, recogía el afortunado jalón epigráfico del 1213- 1222 (fin de la iglesia y consagración por el obispo Mauricio) que encaja perfectamente con el resto del conjunto, incluyendo la bóveda del crucero “cuyos nervios salen de los machos torales más orientales de un modo impensable”.
Años más tarde, Lambert confesaba que la iglesia del monasterio de Aguilar era un edificio muy complejo de tipo hispano-languedociano que reaprovechaba una obra románica anterior. Fue sin embargo el primero en advertir la conexión angevina de las esculturas con atlantes que estaban instalados en la bóveda ojival del centro del crucero.
Julia Ara ha señalado cómo la bóveda de cañón para los brazos del crucero resultaría un arcaísmo a juzgar por la presencia de codillos con columnillas en el brazo del evangelio que nunca llegaron a emplearse y pudieron haber resuelto el apeo de una hipotética crucería. Para la misma autora es posible que la gran amplitud del crucero y la inoperancia de los soportes orientales para recibir una cubierta de nervios motivara el empleo de la crucería sólo para el tramo central “resolviendo el problema de los apeos en el lado oriental mediante la colocación de esculturas a la manera anjevina, y cubriendo los brazos con una bóveda de cañón mucho menos comprometida constructivamente”.
Las molduras o anillos triples instaladas a una altura de dos tercios de los soportes torales parecen caracterizar perfectamente la obra más antigua, alzada probablemente por una comunidad de canónigos regulares, y no dudamos en atribuir su mantenimiento a la presencia de unos elementos escultóricos de una desacostumbrada calidad –los capiteles trasladados al MAN– que motivaron el respeto por parte de los nuevos moradores premonstratenses instalados desde 1173. El mismo Lacoste señala que el triple ábside semicircular aparecido a raíz de las excavaciones de Pedro Matesanz, correspondería a un edificio de la primera mitad del siglo XII, la datación resulta sólo una hipótesis aunque las diferencias en el aparejo sean evidentes.
De la disección de este sector oriental más antiguo, Lacoste emparenta la tipología aquilarense con la de otros conjuntos como la Catedral Vieja salmantina o el cenobio de Retuerta.
Las marcas de cantero comparten alguno de sus rasgos con las líneas verticales para el encaje de cada pieza resultando un conjunto de gran vistosidad, un fenómeno similar se da en la iglesia de San Andrés de Arroyo.
Un cotejo del repertorio de marcas de cantero de la campaña gótica (ca. 1200-1222) con respecto a las de la cercana iglesia de Santa Cecilia demuestra una correspondencia sospechosa. Podemos hablar de identidad de cuadrillas que se complementaría además con la presencia de capiteles vegetales andresinos y de crochets perfectamente acordes: el capitel con la Matanza en ambos templos, la magistral pieza de acantos trepanados con cimacio de monstruos entrelazados de la epístola en Santa Cecilia, las ménsulas de rollos o la anatomía de las arpías de la torre refuerzan la intervención de canteros intercomunicados en dos obras coetáneas.
Sólo Lacoste ha intentado esbozar una secuencia meticulosa de campañas constructivas para el templo monasterial. Tras perfilar la primera campaña ca. 1180 (actividad del maestro de Ávila), reconoce la intervención de un segundo taller a lo largo de todo el paramento meridional de la nave –tras el crucero– hasta una altura media de los muros que talló las cestas anicónicas. Este nuevo taller parece inspirarse en los capiteles exclusivamente vegetales tallados por el primero que se reaprovecharon durante la reforma del claustro. A esta campaña corresponde un sólo capitel del tramo colateral meridional y otros de la capilla del Abad. Supone una datación ca. 1190 en manos de un grupo de canteros que tienden a simplificar los tipos aportados por los artífices más sobresalientes de la primera campaña. Finalmente, un tercer taller –el que acomete las obras de mayor envergadura– fue el responsable de rematar la iglesia entre ca. 1200 y 1213: alzando los muros del crucero, crucero y naves, todos los robustos pilares y los abovedamientos, además del claustro, sala capitular y diversas dependencias monásticas. Su fósil director parecen ser las cestas con crochets del tipo que García Guinea definió como andresino derivadas de esquemas anteriores y los mediocres atlantes del crucero.
A este discurso constructivo que formula Lacoste, ininterrumpido desde 1180 a 1213, podríamos reprochar una datación excesivamente tardía para los trabajos del maestro de Ávila (que podríamos adelantar a la década de 1160 en función de la fecha aportada por Piasca) y una cierta ambigüedad en lo que respecta a la delimitación de la segunda campaña. Con respecto a la tercera campaña, la evolución constructiva parece perfectamente razonable y plausible

En la iglesia de Aguilar no todos los soportes de las naves laterales y del muro del hastial siguieron el modelo de las dobles columnas gemelas, de hecho, los del muro meridional emplearon una semicolumna adosada hasta un nivel superior coincidente con una moldura longitudinal, donde la citada semicolumna –que arrancaba desde el nivel terrero con un modesto zócalo– quedaba flanqueada y apoyada por otras dos sirviendo de descarga a las bóvedas. En los muros septentrional y occidental, por contra, las semicolumnas son dobles desde el zócalo hasta la altura de las dobladuras, carecen pues del doble nivel compuesto que veíamos en la nave sur. Simples semicolumnas angulares soportan las diagonales de las bóvedas en los ángulos NO y SO de los últimos tramos de las naves laterales, éstas reaparecen en el brazo septentrional del crucero y en el único sector conservado de la capilla del evangelio (no sucede así en el brazo meridional). A tal disparidad podríamos encontrar una explicación suponiendo una mayor antigüedad para el sector meridional, lógica si valoramos la idea de un primitivo claustro cubierto con madera que fue sustituido por un abovedamiento durante el siglo XIII respetando la traza y regularidad de sus pandas. No es gratuito afirmar que una panda claustral preexistente impidió el desarrollo del brazo sur del transepto durante la reforma que experimentó el templo.
A la fábrica gótica se le añadió la capilla del Cristo en 1650. La reforma de la capilla respetó sin embargo un sector exterior –en el que se conservó un ventanal gótico– heredado de la primitiva edificación. Se aprecian también vestigios medievales en el muro occidental al engarzarse con el moderno y en la semicolumna adosada coronada por capitel con crochets del lado SE.
En primer término la iglesia, con la Capilla del Cristo adosada a la izquierda, detrás el claustro y a la izquierda las construcciones. 

El ventanal que se abre entre el contrafuerte más oriental y el volumen exterior del brazo septentrional del crucero presenta capiteles andresinos a la derecha y de crochet gótico a la izquierda, sin embargo, bajo éste se aprecia otra ventana más arcaica, de medio punto, abocinada interior y exteriormente, semicegada por el brazo del crucero que dejó indemne el capitel derecho de la misma. La cesta, muy mutilada, deja ver en su base unas hojas de acanto de nerviaciones picudas con trabajo de trépano que evoca determinadas tallas claustrales de progenie abulense. Sería muy difícil fijar una cronología aproximada debido a su defectuoso estado, sin embargo, su anterioridad a la talla andresina es más que evidente y su coetaneidad con los trabajos escultóricos del arco triunfal encajaría perfectamente (vid. acantos del capitel del caballero victorioso del MAN).
El llamativo grosor del muro meridional en su sector más oriental correspondería según Lacoste a la voluntad de alzar un posible campanario que nunca llegó a ejecutarse. Desde el ángulo NE de la galería superior de la panda septentrional del claustro un angosto vano muy restaurado permite el acceso hasta un receptáculo superior cubierto con bóveda de cañón que arranca de dos molduras naceladas corridas, desde éste se puede alcanzar otro reducido espacio rectangular –plagado de grafitos– e igualmente cubierto con cañón. Su paramento norte comunica directamente con la escalera de caracol que asciende hasta las bóvedas del templo eclesial. De alguna manera, esta cámara superior coincidente con la capilla de la epístola, nos recuerda otros espacios similares en los templos de los monasterios premonstratenses de Retuerta y de Bujedo. Otra escalera de caracol permite ascender desde el nivel de la iglesia (a los pies, en la nave de la epístola) hasta las bóvedas superiores y la llamativa espadaña occidental.
El muro meridional queda reforzado por contrafuertes de sección rectangular anteriores a la cubrición gótica del claustro. De hecho, el contrafuerte más occidental quedó seriamente fracturado al embutir el perfil de la crucería.
Este mismo contrafuerte parece adosado con respecto al paramento exterior, indicativo quizá de un reaprovechamiento del sector. Por el contrario, los contrafuertes que refuerzan el sector claustral oriental quedan perfectamente engatillados con la sillería del muro gótico. El mismo sepulcro de doña Sancha (†1183), que se instaló en un arcosolio de la crujía septentrional del claustro, refuerza una mayor antigüedad para el sector.

La fachada de la iglesia es de líneas bien sencillas, sin elementos historiados –a excepción del bajorrelieve con el ángel instalado con posterioridad a la construcción del hastial– refleja bien la distribución del interior de las naves. Dos contrafuertes de perfil rectangular dividen la nave central de las laterales, la del evangelio posee también contrafuerte angular, mientras que la de la epístola queda recogida por el muro meridional que se prolonga en el occidental de la cilla. El cuerpo central remata en altura con espadaña a piñón que posee un campanario restaurado durante la década de los 80. Aquí se respetó el modelo original con cuatro vanos apuntados provistos de guardapolvo y moldura horizontal en el arranque de los arcos –en coincidencia con la misma moldura de coronamiento en los contrafuertes de la fachada– y nivel cimero, que según la descripción de Navarro poseía columnas ahora desaparecidas.
Sobre la portada aparece un ventanal de medio punto con doble arquivolta de baquetón y escocia y dos capiteles a cada lado de clara factura andresina. En la base de este ventanal que se abría al coro alto –y estuvo tapiado– debió existir una imagen de la Virgen bajo un doselete, ésta fue descrita por Quadrado. Navarro, en la década de 1930 la daba ya por perdida.
Otro ventanal similar, aunque de dimensiones más pequeñas, se aloja en el lado izquierdo (nave del evangelio) a la misma altura que el abierto sobre la portada, en este caso sólo se labró un capitel para cada lado, pero respetando la misma directriz andresina.

La portada eclesial presenta arco de medio punto constituido por dos arquivoltas de baquetón, escocia y guardapolvo, aquéllas descansan sobre jambas acodilladas y sendos capiteles decorados con hojas de acanto a cada lado. Los capiteles de la portada resultan piezas de excelente factura aunque siguen una cesta con tendencia cúbica: con ábacos de dados y concavidad semicircular, acantos a dos niveles firmemente trabajados mediante aplicaciones de trépano en canaladuras y caulículos en las esquinas que en el caso derecho quedan recogidos mediante un anillo. Son modelos cuya aplicación fue frecuente en obras del oeste de Borgoña e Île-de-France y aparecen en contextos como el de la cripta del pórtico en la catedral compostelana, y el nártex de San Vicente de Ávila. La cronología proporcionada para estas obras punteras ronda la década del 1160, que sería descabellada para estas piezas de la portada aquilarense. Es muy posible que los escultores locales tomaran el modelo de la pieza n.º 5 del MAN.
En marzo de 1992 se localizó frente a la fachada de la iglesia una dovela con un fragmento de la inscripción correspondiente a la consagración del templo. Sus tipos escriturarios y la misma posición del epígrafe se corresponden con los ejecutados para la iglesia de Cabria. Sin embargo es posible que esta pieza formara parte de la ermita de San Pedro y San Pablo, alzada frente a la fachada del templo premonstratense y que fue desmontada hacia fines del siglo XVI (todavía en pie en 1575). Tal hallazgo hace sospechar una fecha paralela para la instalación de los ángeles A y B en el lugar que todavía ocupan, coincidiendo con la reforma que experimentó la orden, la relajación de la regla y la irrupción de los abades trienales.
Portada de la iglesia
 

La escultura tardorrománica de la iglesia
Bajorrelieves con ángeles portadores de cartelas en el exterior de la fachada oeste de la iglesia y muro frontero.
Ángel A. Pieza arenisca de forma triangular con el lado superior recto y los dos restantes ligeramente semicirculares. Representa la figura de un ángel sedente con alas extendidas. Los pies descalzos posan sobre una peana decorada con máscara zoomorfa. Con sus manos sostiene una ancha filacteria de 48 × 12 cm que contiene la siguiente inscripción:
1. + VIRGO SUI PARTVS
2. TENEROS AMPLECTITVR [artus]
3. QVEM TENET IN GREMIO
4. NON CAPITVR SPACIO.
(La Virgen recoge los tiernos miembros de su parto, de quién se encuentra en el gremio y no cabe en el espacio).
Ángel B. De similar desarrollo que el anterior. Sostiene rollo de 36 × 14 cm que descansa directamente sobre las rodillas con la inscripción:
1. + [h]VC. VENIENTES.
2. ISTA[M] UIDENTES. EDO
3. CEANTVR. CORDE GE
4. MENTES. ORE FATEN
5. T[es] NE MORIANTVR.
(Los que aquí venís y ésto veis, edificar los corazones compungidos y rezar piadosamente para que no murais).
Lacoste afirmaba que las dos esculturas pudieron ser las enjutas de una portada desaparecida. Tampoco podemos descartar que ambas piezas formaran parte de un baldaquino o fueran trompas de una cúpula, si bien su talante epigráfico contradice una colocación demasiado alejada del espectador.
Aunque no dispongamos de pruebas irrefutables, consideramos factible una procedencia claustral, ámbito construido en tres fases claramente delimitables durante el último tercio del siglo XII y primeros años del XIII pero reformado en época moderna.
La forma triangular de las piezas, con dos de sus lados inferiores tendentes al semicírculo, nos hace pensar en su posible acomodo en las enjutas de las arcadas, sin embargo, la degradación del claustro y su última restauración impiden ratificar algo al respecto. Aun así, en la galería meridional paralela al refectorio, todavía es apreciable un espacio triangular en coincidencia con la silueta semicircular en los lados inferiores de los dos bajorrelieves. Este espacio de 93 cm de longitud × 67 de altura se encuentra relleno por una desordenada mampostería.
En la cartela A, se recurre a un dístico elegíaco con rima de leonino rico donde se condensa una referencia a la virginidad mariana y la inconmensurabilidad de su fruto. Sin mantener una literalidad real con la cartela, el mensaje de omnipresencia cósmica en el parto virginal de María fue frecuente entre los poemarios medievales e incluso entre las composiciones de escritores premonstratenses como Hermann-Joseph (†1214), muy difundido por los cistercienses, o Felipe Harvengt (†1182), que dieron lugar a opúsculos piadosos y calaron en misales, breviarios y oficios regulares. En algunos oracionales premonstratenses advertimos claras similitudes respecto a la cartela del ángel A. Las oraciones que se elevaban durante el día de Navidad son las que mantienen una cercanía más evidente como Quia quem celi capere non poterant, tuo gremio contulisti... del segundo nocturno de la Natividad o el Virgo Dei genitrix, quem totus non capit orbis,... en la antífona sub octava ad cantica del 31 de diciembre, modelos que procedían del primitivo ordo monástico del siglo XII y aparecen medio siglo más tarde en el breviario.
Que la Orden Premonstratense eligiera la pieza ya labrada por los anteriores monjes, es comprensible desde un clima espiritual coincidente.
Capitel adosado con caballero, aves y molinillos en espiral. Lado derecho de la capilla del evangelio.
Se trata de la única pieza figurada conservada todavía in situ dentro del recinto templario. Presenta una escena con un caballero entre roleos en su frente. En los laterales aparecen motivos de aves picoteando bayas entre acantos en molinillo. Las características estilísticas del capitel permiten emparejarlo con el escultor que trabajó en el capitel n.º 20 del MAN, aunque en lo vegetal recuerde notablemente la pieza 5.O in situ.

Las esculturas de los responsiones del tramo central del crucero y las inscripciones de las impostas.
Bajo el arranque de las nervaduras de la bóveda de crucería que cubre el tramo central del crucero, se instalaron sendas esculturas. Sobre éstas y en la línea de los cimacios que remataban los capiteles actualmente custodiados en Madrid, se despliegan retazos de inscripciones muy deterioradas.
Los esculturas, labradas en arenisca local, resultan de factura muy tosca y de mediocre calidad. Talladas por el mismo taller, representan a dos personajes masculinos sedentes y en posición de atlantes que alzan sus brazos para sujetar una especie de ábaco superior, por encima del que apoyan los cimacios. Parecen ser apóstoles o profetas que visten túnicas groseras y se cubren con mantos. En la figura del lado del evangelio, advertimos con facilidad cómo el manto se engarza a la altura del hombro izquierdo mientras que el personaje se toca con una corona que limita un peinado a cerquillo. Ambas figuras resistieron a los traslados efectuados por los comisionados del MAN. Indudablemente, los atlantes aquilarenses parecen adaptarse perfectamente a este fenómeno de la estatuamanía que fue práctica internacional durante el último tercio del siglo XII (Anjou, Turaine, Blésois y Berry). La península Ibérica no resultó ajena a este desarrollo y aunque de manera muy dispersa incorporó estatuas-nervaduras desde la década de 1180.
En Aguilar se asume una solución de responsión esculpido. Más cercana a Bury (Oise), Cambronne-les-Clermont (Oise) o de la abadía de Aigues-Vives (Loir-et-Cher), fruto de un constructor conocedor de las particularidades arquitectónicas del Sudoeste servido por un taller escultórico mediocre y local cuyos puntos de partida habían sido sobresalientes a pesar del proceso degenerativo que fueron experimentando. En el fondo de la cuestión está la dependencia de Las Huelgas burgalesas –en cuya cabecera ya se ensayó la estatua-nervadura– y la posible participación de maestro Ricardo en las reformas monasteriales aquilarenses del primer cuarto del siglo XIII.
Muy poco queda de las inscripciones, sólo parcialmente recomponibles en función de los temas escultóricos a los que acompañan:
1. Se descubrió en 1978 entre el escombro de la panda norte del claustro y fue publicado por Bravo y Matesanz. El epígrafe reza “...C(?). DOMO. NE FORET EXVL HOMO: I...”. Se trata sin duda del final de un pentámetro leonino rico y pudo estar en el lado de la epístola, sobre el capitel doble y necesariamente antes de la fórmula filius iste Dei, a juzgar por su forma esquinada.
2. Lado del evangelio. Sobre el capitel del toral: “...M DOLE[...]¿?AUT/IFLE.T:...”.
3. Lado de la epístola. Sobre el capitel del toral: “...I FILIVS ISTE DEI/SI VNGERIT O...” que pudiera coincidir con el pasaje de la turbación del centurión angustiado por la duda después de la crucifixión de Jesucristo (Mt 27, 54).
4. Lado de la epístola. Sobre el capitel del toral: “...¿?R DEVM/CARNE UIDETIS EVM...”. En posible contacto con el relato de la aparición de Jesús a los discípulos.
5. Descontextualizado: “LANCEA CRUX CLA...”. Claramente relacionado con los instrumentos de la pasión que portan los ángeles en el capitel del Cristo Triunfante.

El claustro
A pesar de la datación del espacio claustral a fines del siglo XI o inicios del XII que habían señalado Assas y Navarro, Lampérez optaba por asimilarlo a lo cisterciense, como los de Poblet, Tarragona y Fontfroide, considerándolo contemporáneo de la sala del capítulo, en torno a los primeros años del siglo XIII: “galerías con bóvedas de crucería muy peraltadas: podio corrido, arquería de medio punto sobre columnillas gemelas, cobijada bajo un arco de descarga por tramo”. Sobre éste, se aloja el claustro alto, que había elogiado Ponz y desmontado Arenillas. Fue rotundo Ponz refiriéndose al claustro: “Si la galería baxa acompañase á la alta, seria este uno de los buenos claustros en el gusto de la mejor arquitectura”, idea posteriormente asumida por Madoz, molesto por la presencia de formas medievales frente a las pilastras pareadas dóricas del nivel superior. Este nivel superior obstruyó las ventanas altas del muro meridional de la iglesia.
Para Lambert, se aprecia la huella de lo languedociano y lo gascón en el claustro aquilarense que sin duda reutilizó un grupo de capiteles anteriores a su construcción. Los arcos apuntados encuadran, bajo tímpanos, arcos más pequeños sostenidos por columnas geminadas, “las ojivas finalmente molduradas se estrechan hacia abajo entre los perpiaños también moldurados; y las bóvedas muy combadas recuerdan un poco a las de Fontfroide”. En los machones angulares se advierten dos grupos de triples columnas y otra aislada en el ángulo del interior, en el exterior aparecen dos grupos de dobles columnas más otro de triples en el ángulo que soportan los arcos rebajados apuntados. En los tres machones dispuestos en cada una de las pandas: dobles columnas interiores y contrafuerte exterior. Los triples arcos de medio punto abiertos en las cuatro pandas están ligeramente apuntados y quedan albergados por el rebajado, descansan sobre grupos de columnas pareadas.
El claustro que hoy podemos ver fue construido durante las primeras décadas del siglo XIII, reutilizando una serie de capiteles dobles tardorrománicos tallados para un espacio anterior que fueron instalados coronando los grupos de dobles columnas y no en los machones (a excepción de los angulares NO y SO). No tenemos certeza completa sobre la fecha de conclusión del abovedamiento claustral, es posible que no fuera rematado hasta fines del XIII a pesar de la fecha epigrafiada en el fuste de la sala capitular (1209).
Fue duramente alterado –como la sala capitular en su conjunto– durante las restauraciones de los años 60. A punto de perder parte de sus cubiertas, se recupera en la década de los 80. También se rellenaron con sillería los espacios vacíos que quedaron entre los arcos de descarga y se volvió a montar meticulosamente la totalidad del claustro alto.
Además de los capiteles tardorrománicos, se aprecian algunos restos de basas de la misma época con la característica factura de lengüeta. Todos los machones angulares y centrales conservan asimismo basas de lengüeta correspondientes a las reformas del siglo XIII, aunque en síntesis reproducen el modelo anterior, adaptándolo a un módulo de diámetro más reducido.
En la panda oriental y junto a la sacristía aparece una hornacina apuntada tradicionalmente atribuida al armarium monástico.
La cubrición del claustro se realiza por medio de crucerías cuyos nervios diagonales concuerdan con las columnas acodilladas de los machones. Ménsulas de rollos o de perfil pentagonal en los muros del interior de las galerías soportan los fajones que en el exterior se corresponden con gruesos contrafuertes. Originalmente el claustro tardorrománico estuvo cubierto con vigas de madera.
El aparejo de las crucerías está formado por dovelas de un tamaño muy alargado, características del foco burgalés, y cuya estereotomía resulta de excelente calidad. Para Huidobro sus perfiles son un excelente ejemplo de la arquitectura cisterciense angevina que recuerdan Poblet y Tarragona pero especialmente Las Huelgas. Para Ara, la cubierta del claustro representa un estadio más avanzado que Las Claustrillas puesto que en el recinto burgalés todavía no se había adoptado una solución adovedada. Sale a relucir la problemática de maestro Ricardo –rescatado del olvido por Julio González– que bien pudo participar en la obra gótica de los premonstratenses a juzgar por sus transacciones patrimoniales. Para Ara los capiteles característicos de este segundo taller activo en el claustro son de esencia cisterciense y están formados por acantos verticales con los nervios muy marcados, los dos tercios inferiores de la cesta aparecen muy adelgazados, en relación con los capiteles andresinos que recuerdan formas musulmanas.
En la galería meridional, se aprecia un erosionado arco de medio punto decorado con una arquivolta ajedrezada, la presencia de un fajón del abovedamiento que perfora una dovela de la rosca permite datar este vano con anterioridad a la reforma claustral del siglo XIII.
En la galería norte, a la derecha de la portada que permite acceder al templo, un arcosolio apuntado y doblado contiene los restos de un sarcófago en cuya cubierta todavía se lee con facilidad la inscripción “SUB ERA MCCXXI [año 1183] OBIIT DOMINA/ SANCIA UXOR DE LOP DIAZ XVII KL DECE(M)BRIS” distribuida en dos bandas longitudinales.



Capiteles del claustro

Capitel doble 
Capitel vegetal doble
Animales fantásticos
Capiteles del claustro 
Capiteles del claustro 
Capiteles del claustro

Los capiteles del claustro
Galería norte
1.N. Capitel doble completo y cimacio decorado con cenefa horizontal entre dos listeles lisos con rosetas en la zona superior e inferior. La cesta se decora con cuatro hojas de acanto ramificadas de excelente labra y que en sus prótomos presentan el característico eslabón entrecruzado. Portan piña central al modo andresino, ábaco de tacos y concavidad semicircular.
2.N. Capitel doble figurado con seis grifos afrontados por sus pechos en tres de las esquinas y con las cabezas vueltas, del mismo tipo que los representados en el capitel doble en el Fogg Art. Se disponen entre tallos centrales rematados en un abierto cogollo. El cimacio es de cestería calada compuesta. En los animales fantásticos alas, pescuezos y cabezas presentan el típico despiece minucioso en raquis en tanto que el resto del cuerpo se trabaja con zigzagueado (como en los leones a dos niveles del fragmento 3.S).
3.N. Capitel doble completo con decoración de hojas de acanto apalmetadas y trepanadas, labradas con cierta dureza pero de gran calidad, se disponen a dos niveles (el segundo un tanto artificioso). Fino ábaco de tacos y concavidades semicirculares y cimacio de hojas ensiformes entrelazadas siguiendo el típico esquema de vástago con calidad de modelado que recuerda al cimacio del capitel aquilarense en el Fogg Art.
4.N. Fragmento de capitel muy similar al 1.N. aunque trepanado y con bayas arracimadas en lugar de piñas.
5.N. Fragmento de un cimacio decorado con rosetas octopétalas provistas de botón central muy similares a las del capitel n.º 20 del MAN.
6.N. Fragmento de capitel doble idéntico que los 1.N y 4.N cuyas hojas aparecen trepanadas y con piñas en sus ángulos de nudos. Cimacio vegetal con hojas de acanto trepanadas.
7.N. Fragmento de capitel doble del ángulo –machón NO– con restos de roleos y entrelazo de idéntica factura que el 1.O, sumamente deteriorado por fracturas.

Galería oeste
1.O. Fragmento de un capitel doble decorado con restos de roleos y entrelazos reaprovechado en el machón angular gótico. Una modalidad ornamental que volveremos a encontrar en Santa María de Bujedo de Candepajares, casa premonstratense burgalesa fundada en 1162.
2.O. Fragmento de cimacio vegetal decorado con hojas de acanto trepanadas en la línea del cimacio 6.N.
3.O. Fragmento de cimacio instalado durante la restauración de los años 80 del siglo XX. Con decoración de aves afrontadas entre entrelazo, aparecen con labor de zigzagueado en sus cuellos y picoteando pequeñas piñas. Esta escena de cacería encuentra su más fiel paralelo en la portada del Cuerno de Santa María de Piasca (Cantabria) y en la Asunción de Perazancas. Podemos suponer que este cimacio perteneciera a la decoración claustral más temprana.
4.O. Fragmento del que fue un capitel doble decorado con dos leones y una arpía entre entrelazo dispuestos a dos niveles y muy deteriorados. El entrelazo se prolonga hasta una hoja de acanto. Los leones apoyan sus garras en el collarino, siendo éstas de la misma factura que las talladas para los grifos del capitel 2.N.
5.O. Capitel doble modulado a partir de un entrelazo perlado de composición simétrica que rodea los elementos ornamentales. Porta un pequeño molinillo en cada una de las esquinas y dos máscaras en el centro de los lados largos en las que todavía podemos advertir una línea de fauces y unas diminutas orejas picudas. Las máscaras vomitan cintas perladas. El cimacio tiene hojas carnosas dispuestas verticalmente con una diminuta baya entre las mismas, muy similar al 6.N.
6.O. Fragmento de cimacio decorado con labor de cestería.
7.O. Seis fragmentos de un capitel doble reutilizado en el machón SO, se trata de una pieza muy similar al 2.S. La mayor identidad se puede establecer con el soberbio capitel vegetal del lado de la epístola en Santa Cecilia de Aguilar.

Galería sur
1.S. Pequeño resto de cimacio engastado en el machón SO y decorado con entrelazo carnoso convencional, del mismo tipo que los 7.N y 1.O.
2.S. Capitel doble mal conservado decorado con hojas de acanto apalmetadas con nervadura central perlada (como el 7.O). Cimacio de vástagos carnosos, entrelazados y trepanados, con la fuerte sensación de modelado característica de la pieza 1.S., el mismo modelo de cimacio vegetal aparece en el capitel de la Matanza de los Inocentes de Santa Cecilia. Procede del Museo de Palencia y fue reinstalado en el claustro durante la última restauración. Muy probablemente sea obra de la misma mano que el 3.N.
3.S. Fragmento de capitel decorado con dos leones dispuestos a dos niveles, con sus cabezas giradas hacia arriba entre entrelazo de vástagos carnosos –del tipo 2.S y 4.S– enrollados y trepanados. El león inferior apoya sus garras en el collarino mientras que el superior lo hace en el entrelazo. Sus cuerpos poseen la inconfundible presencia del inciso zigzagueado aquilarense. El mismo fragmento presenta un león en su parte inferior y una arpía en la zona superior de la cesta tocada con capirote. Existe una pieza de tesitura muy similar en la sala capitular de Santa Cruz de Ribas. Fue donado por don Eugenio Fontaneda a la Asociación de Amigos del Monasterio de Aguilar en 1986.
4.S. Fragmento de cimacio muy deteriorado que parece contener un entrelazo trepanado y el lomo de un cuadrúpedo pasante –quizá un jabalí– sobre el que se despliega una porción de roleo.
5.S. Dos fragmentos de un capitel doble marcado con troquel de tinta (con el n.º 86) en un taco superior. Se ha colocado un fragmento en cada una de las cestas, el resto se ha rellenado con un sólido de arenisca trabajada a puntero. Presentan dos leones y dos arpías entre entrelazo muy cesteado. En la zona superior aparecen dos arpías con colas prensiles vueltas sobre sí mismas, colas prensiles de crustáceo y capirote. En la zona inferior, leones agachados con sus pezuñas aprisionando el collarino. Parece tratarse de un capitel esculpido por el mismo escultor que labró las piezas 1.N y 4.O.

La galería este no conserva ningún elemento tardorrománico. La totalidad de la misma fue desmontada durante la restauración de Anselmo Arenillas en 1968.
Aunque cegada y muy erosionada, en la crujía occidental se mantiene una portada de medio punto con chambrana de taqueado. Dos fragmentos de impostas, desplegadas en el intradós de los salmeres, se decoran con rosetas cuatripétalas inscritas en el interior de círculos separados por peciolos verticales. Motivos muy similares se aprecian en los aleros absidales de Santa María de Piasca y Santa María de Mave. Podemos deducir la anterioridad para esta portada respecto a la remodelación claustral del siglo XIII.
Aparece otra portada más tardía en la panda septentrional del claustro. Es de medio punto y está formada por triple arquivolta de baquetones y escocia que se corresponde con tres capiteles a cada lado. Tres de las escocias van decoradas con diferentes rosetas y triples hojas en espiral. El cimacio se prolonga hasta el intradós del arco.

Capilla del Abad
Es un espacio rectangular constituido por dos tramos cubiertos por crucerías. Perteneciente al sector de construcciones más orientales, presenta interesante decoración esculpida en los capiteles de sus ventanales, molduras del interior del muro oriental y claves, así como las cestas que rematan las semicolumnas de los muros interiores y las de la portada. El perfil de las nervaduras de la cubierta –a pesar de su mayor grosor– coincide con las galerías claustrales y sala del capítulo. En esta capilla, que estuvo expuesta al exterior hasta las reformas de fines del siglo XVIII, se aprecia una cornisa sostenida por varios canecillos en forma de proa de nave.
Sería perfectamente factible que la campaña gótica del monasterio comenzara por su sector oriental, justamente en esta dependencia, donde la figuración tardorrománica tiene todavía un papel trascendental, continuando después por la iglesia, claustro, sala capitular, locutorio, sala de monjes y cilla. Una inscripción en letra gótica distribuida a lo largo de tres sillares en el muro occidental resulta completamente ilegible debido a las salinizaciones.
Las dos claves de la capilla están tremendamente erosionadas, presentan frondas, seres fantásticos con apariencia de dragones y cabecitas masculinas.
La portada de acceso es de medio punto y está articulada por triple arquivolta que combina baquetones y escocias. El cimacio de las piezas se prolonga por el intradós erosionado de entrelazos carnosos). En el interior, la portada se maciza presentando aspecto apuntado. Debido a transformaciones posteriores, se rasuró completamente la columna exterior del lado izquierdo. 
Portada de la Capilla del Abad
 

28.CA-29.CA-30.CA. Es posible imaginar que los tres capiteles de la derecha de la portada irían figurados. En el del centro (el 28.CA) aparece un pequeño león entre entrelazos y una arpía. Los 29.CA y 30.CA parecen poseer idéntico esquema zoomórfico, si bien su total deterioro impide asegurarlo con rotundidad.
31.CA-32.CA. Para las dos cestas es posible advertir un nivel bajo de hojas de acanto trepanadas y un nivel superior con dos molinillos de acantos helicoidales. En la misma línea que el capitel n.º 12 del MAN y que los restos claustrales 7.O y 2.S.

Interior de la Capilla
1.CA y 2.CA. Se trata de dos capiteles de ángulo decorados por acantos carnosos, ramificados y vueltos sobre sí mismos en la parte superior de las cestas donde se arremolinan, siguiendo un esquema más o menos berrinchonés.
3.CA y 4.CA. Dos capiteles dobles de ángulo de ventana característicamente aquilarenses, poseen crochets de hojas carnosas, lobuladas y rematadas en piñas en sus esquinas. Entre las hojas de acanto se alzan las omnipresentes flores de aro. Aparecen piezas similares en Palazuelos y San Andrés de Arroyo. El cimacio se prolonga en línea de imposta (al igual que en 5.CA y 6.CA) que se decora con roleos calados vomitados por una carátula monstruosa, como en el cimacio del capitel aquilarense del Fogg Art y el n.º 21 del MAN. 5.CA y 6.CA. Capiteles dobles de ángulo de ventana decorados con entrelazos, con fuerte calado y trama de cestería irregular. Una gruesa capa de cal cubre las piezas. Los cimacios, prolongándose como línea de imposta, aparecen igualmente ornamentados (como en los casos 3.CA y 4.CA) por entrelazo, roleos y flores de aro. Los motivos de las cimacios recuerdan a los existentes sobre los capiteles números 53 y 57 del claustro de Silos y otros ejemplos burgaleses y navarros.
7.CA-8.CA-9.CA/15.CA-16.CA-17.CA. Capiteles de las semicolumnas con doble nivel de hojas de agua y coronamiento de dados en los ábacos. En el remate de las hojas de agua mostraron bayas o piñas (actualmente ninguna resulta visible debido a la fuerte exfoliación y al enjalbegado).
10.CA. Capitel de ángulo de ventana decorado con grifos afrontados en disposición heráldica codeados por sus alas. El ábaco sigue el típico modelo de dados y concavidad semicircular.
11.CA. Capitel de ángulo de ventana decorado con hojas de acanto a dos niveles, ramificadas y perfiladas en todo el lanceolo bajo. De tipo andresino. Similares en el nivel superior a las de los casos 7.CA-8.CA-9.CA/17.CA18.CA-19.CA aunque portando elementos vegetales simétricos. 12.CA. Capitel de ángulo de ventana similar –aunque más simplificado– que los capiteles 3.CA y 4.CA. Las piñas aparecen fracturadas.
13.CA. Capitel de ángulo de ventana decorado con dos arpías afrontadas de rostros femeninos –como las dos de la derecha en los casos 21.CA y 22.CA– que apoyan sus pezuñas sobre un pequeño nivel de hojas de acanto siguiendo idéntico esquema que en otros capiteles de Frontada, Revilla de Santullán y Cozuelos.
14.CA. Capitel de ángulo de ventana con hojas de acanto ramificadas y rematadas en bayas esféricas arracimadas, los acantos están más cercanos a Las Claustrillas, aunque algunos capiteles de las cabeceras de Bujedo y Retuerta formulen esquemas similares.Exterior

 de la Capilla
18.CA y 19 CA. Capiteles dobles de ángulo de ventana de clara modalidad andresina (como en la entrada a la sala capitular de Arroyo), con acantos ramificados y flores de aro en la parte superior de las cestas. Su forma y dimensiones permiten emparejarlo con el capitel n.º 9 del MAN y obviamente con los con los 20.CA y 21.CA.
20.CA y 21.CA. 20.CA y 21.CA. Capiteles dobles de ángulo de ventana figurados con arpías afrontadas. En el 20.CA la arpía derecha se toca con peinado a cerquillo y capirote. Su homónima izquierda porta capirote con banda vertical en el frente (como en las arpías del cimacio del capitel n.º 14 del MAN) y rostro monstruoso, con labios carnosos y ojos de felino. El cuerpo de ambas ostenta un cuidadoso despiece de plumaje en las alas y un escamado de crustáceo en pecho y cola. Tocan con sus alas en la esquina del capitel mientras que sus colas se enroscan en el centro y van previamente anudadas. En el 21.CA se mantiene idéntica disposición, aunque los cuerpos y colas de ambas arpías presentan el característico zigzagueado en lugar del escamado de crustáceo. Los rasgos físicos de estos seres se asemejan a otros de la sala capitular de Santa Cruz de Ribas y un canecillo de Zorita del Páramo. Parecen obra del mismo escultor que el capitel n.º 9 del MAN.
22.CA y 23.CA. Capiteles dobles de ángulo de ventana decorados con acantos lisos y carnosos en esquema helicoidal, de modalidad andresina.
24.CA. Capitel doble de ángulo de ventana decorado con grifos afrontados, según el esquema empleado para el capitel 10.CA.
25.CA. Capitel de ángulo de ventana con acantos ramificados que rematan en piñas y bayas con los frutos perforados, muy similar a los 18.CA y 19.CA.
26.CA y 27.CA. Capiteles dobles de ángulo de ventana decorados con acantos ramificados que rematan en tallos con piñas y frutos esféricos, similar a los 18.CA, 19.CA y 25.CA. El ábaco está trabajado con las características perforaciones de trépano.

La Sala Capitular
Sobre el fuste de una columna procedente del capítulo, trasladado al MAN en 1871, proporciona una fecha fundamental para el conocimiento del edificio: Era MCCXLII (año 1209) fuit factum hoc opus. D(ome)nicus. Estuvo situado a la derecha de la portada de acceso, abierta por medio de cuatro vanos hacia la galería claustral de oriente. Para Lambert, coincide con la tipología del claustro: con seis tramos cubiertos por crucerías “cuyos arcos diagonales penetran también en bisel entre los perpiaños [como en el claustro y en la sala de monjes] [...] las bóvedas arrancan en los muros exteriores de grupos de dos elegantes columnillas acopladas bajo un sólo ábaco rectangular, y reposan, en el centro, sobre dos robustas columnas rodeadas cada una de las cuatro columnillas más delgadas de fuste aislado que se unían por la basa y el capitel y que correspondían al arranque de los perpiaños”. A pesar de la restauración acometida por Arenillas, se aprecian bien los capiteles de crochets góticos, algunas impostas con ovas andresinas y las arquivoltas de zigzag de la portada, son rasgos típicos que coinciden con la conocida datación del espacio. Idénticos chevrons aparecen en San Andrés de Arroyo, Revilla de Santullán, Santa Eufemia de Cozuelos, Zorita del Páramo, Mave o la portada de la desfigurada iglesia aquilarense de San Andrés. Los capiteles del interior, de hojitas adheridas a la cesta, recuerdan algunas piezas de la iglesia de Arroyo. Las claves poseen coronas florales y hojas carnosas caladas, aunque destacan una figurada con el cordero pascual y otra con cuatro arpías afrontadas por sus pechos. 
Sala Capitular
 
Interior Sala Capitular
Sala Capitular
Sala Capitular 

El refectorio
Se trazó paralelo a la galería meridional del claustro, como en muchos cenobios benedictinos. De planta rectangular y dimensiones nada desdeñables, se cubría con tejado a doble vertiente que fue modernamente sustituido por otro a mayor altura, éste se vino abajo tras la desamortización y durante la restauración de los 80 del siglo XX se sustituyó con un forjado de vigas de hormigón. En el muro oriental aparece una triple arquería cegada decorada con capiteles vegetales de factura sumamente popular, a modo de ménsulas, que recuerda lo andresino.
El refectorio se ilumina mediante seis ventanales que se abren al muro meridional. Dos de ellos son rectangulares y de cronología moderna (post. 1600), otros cuatro de medio punto y abocinados pertenecen al siglo XIII, coincidiendo con la gran campaña constructiva. En el interior sólo uno conserva el abocinado original.
En el nivel inferior del muro meridional exterior se observa un aparejo en sillarejo muy erosionado que pudiera datarse con anterioridad a la fase gótica. Su carácter arcaico permite considerarlo como testigo del primitivo cenobio altomedieval. Este aparejo se prolonga a lo largo de la casi totalidad del muro occidental de la cilla.
En una de las ventanas exteriores del refectorio fueron instaladas dos cestas (1978), una de acantos ramificados con prótomos enrollados y otra con dos dragones alados afrontados. Su talla resulta muy tosca, presentando notables semejanzas con un capitel conservado en el MAN (no se detalla su procedencia).

La sala de monjes
Situada en la zona oriental, junto a la sala capitular. Formula un rectángulo en planta constituido por ocho tramos cubiertos con crucerías que apoyan sobre ménsulas y capiteles. Las ménsulas son lisas o de sección pentagonal en los lados rectos y los capiteles angulares vegetales. Ménsulas y capiteles quedan unidas mediante una moldura perimetral que recorre los muros. Las nervaduras descansan sobre tres gruesas columnas de fuste monolítico situadas en el centro del espacio rectangular. Sus capiteles son lisos –el más meridional– o se decoran con hojas tripétalas palmeadas muy simples. Sus zócalos, al igual que sus impostas, son de sección octogonal. Dos óculos ofrecen luz desde los dos tramos más meridionales. La puerta de acceso a esta sala se abre al locutorio y está formada por dos arquivoltas que descansan sobre capiteles decorados con acantos lisos y sumarios crochets de talla muy ruda.

El sector occidental del monasterio
Los espacios adosados a la panda occidental del claustro: cilla y cocina, fueron zonas de servicio que presentan claras evidencias de haberse alzado durante época gótica, a pesar de las fuertes transformaciones sufridas. Sobre el sector de planta rectangular ocupado por la primitiva cilla se construyó a inicios del siglo XVII una zona de celdas individuales, sustituyendo al comunitario dormitorio medieval, situado en la Salona, por encima del capítulo y la sala de monjes, que originalmente había sido cubierto con una presumible bóveda de cañón.
La cilla medieval pudo cubrise con sencilla cubierta de madera. En su muro más occidental se abren cuatro ventanales abocinados de medio punto cuya labor de cantería coincide con el resto de la fábrica gótica. En el espacio cuadrangular de la cocina, instalada en el ángulo SO, no se aprecian indicios de época medieval, salvo algunos materiales reaprovechados entre el aparejo de sillarejo.
La escultura tardorrománica del monasterio de Aguilar se elaboraría en dos momentos, completados por las reformas posteriores de cronología gótica:1. Durante la década del 1160 (hasta la llegada de los premonstratenses en 1173): capiteles de la cabecera de lexterior del muro septentrional de la iglesia, capitel n.º 8. Capiteles en las ventanas del lado septentrional del refectorio, cimacio 3.O y portada románica del refectorio. Constitución de una rica tradición escultórica local.
2. Desde 1173 hasta la década de 1190: capiteles tardorrománicos del claustro, de la capilla del abad (incluido el n.º 9), cestas de la zona occidental del crucero eclesial y capitel in situ del lado del evangelio. Inicio de la escultura vegetal andresina en convivencia con lo figurativo.
3. En torno a la primera década del siglo XIII: responsiones del tramo central del crucero de la iglesia, reforma integral con abovedamiento del claustro y sala capitular (1209) aunque con participación de algunos escultores figurativos al estilo de los maestros de Revilla de Santullán y Zorita del Páramo (vid. claves de la sala capitular). Penetración de corrientes ensayadas en Las Huelgas y Arroyo. Con la prolongación de la campaña eclesial (1209-1213-...1222) se desarrolla de forma integral la escultura andresina y otras formas inerciales junto al crochet completamente gótico.
Antes del abovedamiento claustral la Orden Mostense ya intervino en el mismo recinto poco después de su instalación (post. 1173), al igual que en las salas del capítulo de Retuerta (fundación de 1143), Santa Cruz de Ribas (post. 1176). Como en Bujedo de Candepajares (Burgos), la campaña eclesial corresponde ya al primer cuarto del siglo XIII. Éstos abogan por una estética decididamente icónica –la del último tercio del siglo XII– que sólo se vio suplantada por la adopción de soluciones cistercienses. Retuerta, casa rectora de la circaria en la que se integraba Santa María de Aguilar, debió conocer sobradamente las innovaciones de sus convecinos: Valbuena, La Oliva o La Espina.

ANEXO
Capiteles del monasterio de Aguilar de Campoo en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid
Capiteles procedentes de la iglesia del monasterio

11. Capitel doble adosado con escenas de las Marías ante el sepulcro, Noli me tangere (Aparición a la Magdalena) y Cristo y santo Tomás (n.º inv. 50201 del MAN):
Capitel que representa en su lado largo la escena del quem queritis: las Marías portadoras de los jarritos de perfume ante el sepulcro vacío de Cristo. En los lados cortos se esculpió la aparición de Cristo a la Magdalena (izquierda) y la Duda de santo Tomás (derecha). La escena frontal queda enmarcada por un triple remate semicircular, en las laterales, los personajes y un calado vegetal (en el Noli me tangere) desbordan el marco. Las tres Marías se acercan al sepulcro de Cristo desde el lado derecho, del sarcófago pende un fragmento de sudario. En el lado corto izquierdo otra tira del mismo sudario es retirada por el ángel de alas extendidas, que anuncia al cortejo la victoria de Cristo sobre la muerte física. Bajo el clásico sarcófago sostenido por dos peanas, están tendidos tres soldados, con escudos ovales sujetos al hombro, espadas y cotas de malla. La calidad plástica del ángel es excepcional, casi de factura antiquizante, trabajo cumbre de la cantería aquilarense: los pliegues de su manto con tubos de órgano de excelente movilidad y trazas espirales en hombro, pecho y brazo derecho, se combinan con los de las mujeres, de mayor dureza, donde el escultor emplea un doble pliegue (también en el manto de santo Tomás y de la Magdalena) característico. Los rostros masculinos aparecen barbados, con peinado a cerquillo y finos bigotes, sólo el nimbo cruciforme distingue a Jesucristo de Tomás. Para las mujeres y el ángel se opta por un tipo de rostro más mofletudo, de llamativas prominencias nasales y labios carnosos. Las alas, de finísimo despiece, quedan ordenadas mediante un largo cálamo superior del que se despegan en escamado las diferentes barbas. El planteamiento iconográfico es similar al que apreciamos en un relieve de la portada de San Miguel de Estella, un capitel del desaparecido claustro de la catedral de Pamplona y otro de la Cámara Santa de la catedral ovetense. Pero es en el expatriado capitel de Lebanza (1185) donde podemos advertir la difusión del estilo aquilarense en relación con un progresivo descenso de calidad (Santa Eufemia de Cozuelos, Revilla de Santullán y pilas bautismales de Calahorra de Boedo y de Colmenares). Las peculiaridades estilísticas quedan muy individualizadas, si bien es obligado anotar ciertas coincidencias con el taller de Santiago de Carrión.
Capitel historiado doble y adosado; en el frente principal se representan las Marías ante el sepulcro cerrado, dejando ver el sudario colgando; en la cabecera figura el ángel anunciando la Resurrección; bajo el sepulcro hay cuatro soldados dormidos. En los laterales del capitel se representan dos apariciones de Cristo, en el derecho a la Magdalena y en el izquierdo a Santo Tomás.
 

Lo determinante en este capitel, junto con el n.º 2, son sus familiaridades con el escultor del cenotafio de San Vicente de Ávila que ya fueron advertidas por García Guinea. Los rostros alargados y de nariz prominente en las mujeres santas, la indumentaria y el armamento de los soldados, la composición de escenas como la aparición de Cristo a la Magdalena y el mismo rostro del ángel anunciador de Cristo en Aguilar, encontrarán evidente refrendo en el sepulcro abulense.

12. Capitel doble adosado con escena del Cristo Triunfante (n.º inv. 50188):
El capitel presenta a Cristo mostrando las llagas de la Pasión flanqueado por seis ángeles –tres a cada lado– que portan los instrumentos identificativos (lanza, cruz recorrida por línea zigzagueante y sudario a la izquierda, clavos, látigo e instrumento de sección hexagonal rematado por esfera a la derecha). El capitel doble remata en ábaco cuyos tacos separan a cada uno de los personajes. La escena guarda un planteamiento de evidente simetría. Cristo descubre enteramente el pecho, donde el escultor pone de manifiesto su habilidad para modelar el desnudo marcando sutilmente costillas y el esternón. Es esta capacidad, junto con la maestría en la expresión del pliegue y la tipología de rostros, lo que caracteriza al artista. Sin embargo, la capacidad plástica queda atenuada si la comparamos con el ángel del capitel n.º 1, donde la captación del tejido merece mayores elogios. El autor del capitel n.º 2 aplicará indumentarias abarrocadas con tubos de órganos, dobles pliegues muy ceñidos en las extremidades inferiores (como en el friso y las dovelas de Santiago de Carrión) y una aparatosa sujeción del tejido (las Marías del capitel n.º y los ángeles de este n.º 2). La fisonomía es idéntica en los ángeles. Existe cierto descenso de calidad en los ángeles de los laterales, motivada quizá por la intervención de colaboradores que reservaron sus cinceles para las partes menos arriesgadas de la cesta. La identidad con la figura de Daciano y san Vicente sedentes del sepulcro de Ávila o la plasmación de la anatomía –remarcando las costillas– del Cristo de este capitel y los santos mártires parecen muy claras.
Capitel historiado, doble y adosado. Consta de tres frentes: en el principal se representa a Cristo triunfante medio envuelto en el sudario y con torso desnudo, con nimbo crucífero y las manos levantadas, en las que se manifiestan las heridas de la Crucifixión. A la izquierda un ángel nimbado lleva un brazo de la cruz, cuyo mástil forma el ángulo del capitel; en el lado izquierdo, otro ángel sostiene el otro brazo de la cruz, y detrás de él, otro con la lanza. En el lateral derecho, un ángel lleva los clavos y en el izquierdo, otros dos portan atributos de la Pasión. Se ha observado que presenta relaciones con la liturgia del triduo pascual en el marco ceremonial que también se desarrollaba en la catedral de Santiago de Compostela, y tampoco están ausentes aspectos escatológicos.
 

3. Capitel sencillo adosado con escena del Descendimiento (n.º inv. 50197):
El ábaco superior presenta dados en sus esquinas, centro del lado largo (coincidiendo con el vástago superior de la cruz) y laterales. Se parte de un esquema axial presidido por Jesucristo a punto de ser descolgado. José de Arimatea –bajo el Mesías– sujeta el cuerpo inánime del Redentor y Nicodemo –a la derecha– desclava con unas tenazas el brazo izquierdo del crucificado. María besa la mano de su hijo, mientras que san Juan –a la derecha– presencia la escena y está representado con la típica actitud de reclinar la mejilla sobre su mano derecha. El estilo de los personajes es netamente diferente al de los capiteles números 1 y 2, ahora las indumentarias son pesantes, con plisados rígidos y muy seriados, sintetizándose al máximo. La propia plasmación del desnudo adquiere tono caricaturesco y nada tiene que ver con la magnífica del Cristo Triunfante. Se mantiene también el espíritu enfático del pliegue: tubos de órgano que acaban convirtiéndose en pura geometría, forzadas actitudes en la caída de paños y un fuerte antinaturalismo al plasmar tejidos cinéticos con escasos visos de movilidad. Una curiosa tendencia a los pliegues acanalados y rematados con un toque de trépano parece exclusiva de este escultor (activo además en el capitel n.º 4). Todos los personajes van calzados y ceñidos con dos tipos diferentes de bonetes (José de Arimatea con uno a gajos y Nicodemo con otro partido en cuatro cuartos) y toca acanutada en María. Es curiosa la modalidad de cruz, con brazos ligeramente patados y discos intermedios (el superior con la inscripción “IHS” en tipos carolinos), así como el forzado entrecruzado de piernas de san Juan. Estamos ante una labor ejecutada por escultores que aprovechando recetas de los anteriores, demuestran un oficio mucho más rudo tendente a la frontalidad. Esta tesitura popular, radicalmente alejada de los mejores maestros de la iglesia, se advertirá después en las figuración de los capiteles claustrales.
Capitel historiado, compuesto por tres frentes, en los cuales se halla representado el Descendimiento del Señor, grupo compuesto por cinco figuras muy interesantes de las cuales cuatro ocupan el frente principal, y una el lateral derecho. De ejecución tradicional, recuerda los relieves románicos de tiempos anteriores. El capitel está fracturado en algunas partes.
 

4. Capitel sencillo adosado con escena de la Ascensión de Cristo y Apostolado (n.º 50204):
Capitel con representación central de Cristo mayestático inscrito en mandorla y flanqueado por los apóstoles que se disponen en dos grupos a cada lado. A Cristo se le representa sedente, barbado y tocado con peinado a cerquillo y nimbo crucífero de brazos patados. Sujeta un libro de lujosa encuadernación y cierre metálico con la mano izquierda y levanta la diestra bendiciente. Su túnica está adornada con doble fimbria decorada con piezas ovales entre cuadrados simulando pedrerías. La mandorla está orlada con decoraciones vegetales trifoliadas y toques de trépano mientras que en su interior recoge líneas onduladas de sentido concéntrico y cinco rosetas hexapétalas que evocan el Pantócrator de Santiago de Carrión. En la zona superior dos ángeles sujetan la maiestas, surgen de sectores ondulados a modo de nubes, visten túnicas con elementos romboidales en el cuello. Sus alas presentan un detallado despiece de barbas en escamado que parece heredado del maestro que talló la figura angélica del capitel n.º 1 (la calidad y la inexistencia de raquis superior delatan la actividad de un escultor bien diferente). Los diferentes apóstoles se distribuyen en la parte inferior de cada uno de los laterales en grupos de seis. Todos ellos aparecen barbados –excepto san Juan– y portan el típico cabello peinado a cerquillo, dos de ellos con libros abiertos, san Juan sujeta un rótulo y san Pedro porta en la diestra el tradicional atributo. La tipología de rostros coincide con la del capitel n.º 3, así como el tratamiento de los pliegues de las indumentarias.
Capitel historiado decorado en tres frentes. El central representa a Cristo inscrito en mandorla con libro en su mano izquierda, y levantando la derecha en actitud de bendición. La mandorla está decorada por el borde con palmetas y perforaciones de trépano, y sostenida por dos ángeles. En los laterales se representa al apostolado. A la izquierda con seis figuras, dos de ellas de cuerpo entero, San Pedro portando la llave, y otro apóstol con libro, mientras que a las otras cuatro sólo se les ve las cabezas. El frente derecho representa los otros seis apóstoles, tres de ellos de cuerpo entero: uno porta un rollo desplegado, otro un libro abierto, y el tercero señala la escena central con el dedo índice, mientras que a las otras tres sólo se les ve las cabezas.
 
5. Capitel sencillo adosado con rey a caballo (n.º inv. 50192):
Representa un caballero victorioso sobre fondo de hojas de acanto trepanadas a tres niveles de excelente factura. Los ángulos rematan en caulículos y el ábaco superior remarca tacos angulares. El caballero –ligeramente girado hacia atrás– saluda con la mano derecha y sujeta las riendas con la izquierda, viste túnica y manto sujeto con ceñidor donde desarrolla un magnífico juego de pliegues agitados en la línea del escultor del capitel n.º 2. La fractura impide averiguar el talante del rostro, si bien se aprecia la barba y la melena derecha recogida con una corona ornada con perlado y rombos simulando cabujones. Monta un caballo lujosamente enjaezado con petral de piezas circulares y silla decorada con bandas verticales espigadas. La anatomía del equino es elegante, aunque su canon resulte algo desproporcionado. La obra mantiene evidentes relaciones con un capitel de la iglesia de Santillana del Mar y otro de Retortillo. El caballero aquilarense sujeta su manto o gualdrapa mediante un ceñidor que resulta idéntico al empleado por Daciano en el sarcófago de Ávila, las similitudes pueden hacerse extensivas a las coronas, las sillas de montar y los pliegues, o la propia anatomía del caballo. Los acantos recuerdan prototipos borgoñones, como los vistos en la cripta baja del Pórtico de la Gloria. En la comarca, la plantilla del caballero victorioso tuvo una amplia aceptación como se deduce en Pomar de Valdivia, Rebolledo de la Torre, Vallespinoso de Aguilar, Santa Cruz de Ribas y Retortillo.
Capitel adosado e historiado. Consta de tres frentes, y es un gran ejemplar por la finura de su ejecución. En el frente principal, sobre la decoración de hojas, destaca la figura en altorrelieve de un jinete coronado (al que le falta el rostro) que se vuelve hacia atrás. La decoración de los lados está formada por grandes hojas y las volutas se retuercen sobre otra hoja finamente ejecutada. Procede de una de las naves laterales de la Iglesia del Monasterio.
 

6. Capitel sencillo adosado con escena de Sansón (n.º inv. 50183):
Con representación central de Sansón desquijarando al león. En las escenas laterales se aprecia un personaje sedente masculino agarrando la cola del felino (derecha) y una sirena de doble cola (izquierda). Existen capiteles similares en Rebolledo y Vallespinoso. A pesar de reproducir de una manera más literal el modelo aquilarense, presentan un indudable descenso de calidad que se ve superado por las versiones de Moarves y Cozuelos. Nos parece arriesgado hablar de un mismo escultor para el capitel n.º 6 de Aguilar y para la portada de Moarves. Las esquinas rematan en caulículos y sobre éstos asoma el ábaco trazando arquillos ciegos que fueron retomados de forma más tosca en el capitel claustral de la Matanza. La tipología del rostro de Sansón queda más cercana a la empleada en la escena de la Duda de santo Tomás del capitel n.º 1. Sería plausible reconocer un mayor componente local en la formación de este escultor.
Capitel formado por tres frentes. En el central se representa la figura de Sansón montado sobre un león y abriéndole las fauces. En el frente izquierdo del capitel, otra figura varonil barbada como la de Sansón y con larga cabellera que le cae sobre los hombros, procura detener al león asiéndole con ambas manos por la cola. En el frente derecho, una sirena o figura fantástica con larga melena asiendo su doble cola de pez. Procede de una de las naves laterales de la Iglesia del Monasterio.
 

Capiteles procedentes del claustro y otros ámbitos monásticos
7. Fragmento de capitel sencillo con animales fantásticos entre entrelazos (n.º inv. 50111):
Fragmento de un capitel claustral –probablemente fue doble– que representa una arpía y un cuadrúpedo de rasgos felinos (arriba) y leones (abajo) envueltos entre entrelazo a dos niveles. Se trata de un fragmento aserrado en forma cúbica. Los dados cuadrangulares plantean el típico esquema con ábaco curvo y el collarino, resulta plataforma del desarrollo figurativo. La relación más directa se establece con alguno de los capiteles del claustro como el 5.S. Las medidas y el tipo pétreo se corresponden perfectamente, si bien la calidad del ábaco de este capitel n.º 7, finamente trabajado con listel central enmarcado por incisión superior, hace difícil que los consideremos como fragmentos del mismo capitel doble.

8. Capitel sencillo figurado con escena de la Huida a Egipto (n.º inv. 50108):
Capitel figurado con representación del pasaje evangélico de la Huida a Egipto. Se trata de una pieza acodillada para esquina (posiblemente de una ventana), con un ábaco de perfil semicircular, y listel inciso superior e inferior. La Virgen –con el niño sentado en su rodilla derecha– porta túnica, manto y aparece montada sobre un asno a la usanza femenina, que es guiado por san José con el ronzal. Éste porta bordón con hatillo, aparece barbado, vestido con un manto y tocado con bonete semiesférico. La esquina y los laterales de las cestas presentan elementos vegetales avolutados de fina labra. Las características del pliegue y la tipología del rostro de José evocan el mismo escultor que labró las figuras laterales y el cortejo femenino del capitel n.º 1, así como las piezas números 2 y 5. El esbozo de pliegue helicoidal en las rodillas de la Virgen, recuerda la misma aplicación en el hombro derecho del ángel del capitel n.º 1 y las rodillas del ángel B, característica que se verifica en el Cristo y en Santiago de Carrión. Por otra parte las indudables similitudes fisonómicas entre los personajes de las dovelas figuradas carrionesas y el rostro cubierto y barbado de José hacen que optemos por considerar un identidad de cinceles que no pasó desapercibida a García Guinea.

9. Capitel doble figurado con temas de guerreros luchando contra dragones (n.º inv. 50121):
Capitel doble perteneciente a una ventana con escenas de guerreros luchando contra dragones o basiliscos. La cabeza de los guerreros invaden el mismo ábaco semicircular con dados en esquinas mientras que las garras de los basiliscos se sujetan al collarino. La tipología de los basiliscos coincide con los del capitel n.º 20, y sus rostros con los del 21. El paralelo más directo se halla en un capitel de la sala capitular de Santa Cruz de Ribas, que evidencia una fuerte conexión estilística respecto de los talleres aquilarenses del claustro. En el mismo caso que Santa Cruz de Ribas, debería colocarse un canecillo de la cabecera de Zorita del Páramo.
Capitel doble exento, decorado en sus dos frentes con dos guerreros a caballo, luchando contra un dragón y un grifo respectivamente; en la zona superior, aparecen aves fantásticas con colas de dragón entre entrelazos perlados y flores de "arum" entre entrelazos carnosos, así como otro guerrero alanceando a un dragón.
 

10. Fragmento de capitel figurado con arpías y entrelazo (n.º inv. 50206):
Fragmento de capitel –debió ser doble– que se decora con arpías entre entrelazos de apéndices acogollados. Éstas tienen rostros femeninos, alas de ave y cola de dragón trabajada con el típico despiece aquilarense de crustáceo. A pesar de presentar pezuñas de cuadrúpedo, sus rostros están en relación con los de la arpía de un lado corto en el capitel n.º 20. Un ejemplar muy similar aparece en uno de los capiteles del pórtico de Armentia. La trama de entrelazos parece una versión directamente inspirada en el capitel con grifos del Fogg Art: los cogollos aparecen en éste último trabajados con expertos toques de trépano inexistentes en el capitel n.º 10, donde la sensación de rusticidad es mucho mayor.

11. Fragmento de capitel con decoración vegetal (n.º inv. 50100):
Fragmento de capitel con decoración de acantos helicoidales. El motivo central está constituido por cuatro hojas de acanto retocadas a trépano y una roseta octopétala (con cuatro de sus pétalos perforados). Los acantos se prolongan en la cesta superior culminando en apalmetados, una característica que volverá a repetirse en otras piezas in situ del claustro (vid. 5.O con máscaras, molinillos entre cintas perladas y trama vegetal o la zona baja de las cestas en el n.º 20). El capitel aquilarense presenta una relación muy directa con otra pieza presente en la ventana exterior izquierda de la portada de Moarves donde apreciamos el molinillo con una roseta central, ventana meridional de Zorita del Páramo y arquerías absidales de Piasca y Vallespinoso.
Doble capitel exento decorado con grandes y bien talladas hojas ascendentes, colocadas sobre el collarino en sentido espiral. En el lugar de la cartela hay un elegante ramo de tres hojas de resaltado nervio y cabo redondo. La talla es plana y simplificada con perforaciones de trépano.
 

12. Capitel doble con decoración vegetal (n.º inv. 50178):
Capitel doble decorado con seis acantos helicoidales y roseta multipétala central. Hojas ensiformes nacen de la zona superior de los lados largos donde aparece una máscara monstruosa y un cogollo vegetal. El ábaco tiene tacos perforados con trépano y posee perfil semicircular.

13. Capitel doble con decoración vegetal y leones coronado por fragmento de cimacio con cestería (n.º inv. 50168-9; el cimacio 50176):
La parte baja de las cestas se decora con hojas de acanto apalmetadas muy anchas (entre las que aparecen diminutas bayas arracimadas) que llegan hasta una altura de un tercio del capitel. En la zona superior aparecen seis leones en forzadas posturas circulares mordiéndose una de las patas traseras. Los entrelazos llegan a alojarse en el propio ábaco. En la sala capitular de Santa Cruz de Ribas existe una pieza con motivo zoomórfico entrelazado parejo, las semejanzas compositivas y estilísticas entre ambas esculturas son tan acusadas que se podría asegurar la intervención de un mismo taller. El cimacio presenta labor de cestería.

14. Capitel doble con Matanza de los Inocentes y cimacio zoomórfico (n.º inv. 50177):
El capitel presenta figuración con la escena de la Matanza de los Inocentes. Un cortejo de soldados, armados con lorigas de malla, yelmos y espadas se dispone a ejecutar la orden del infanticio decretada por Herodes (sedente en el centro de uno de los lados largos). Una de las madres, tocada con capiello idéntico al del capitel con la misma escena de la iglesia de Santa Cecilia, en un gesto desesperado, lleva las manos a su cara, otra agarra la cabeza de un niño decapitado (ambas en los lados cortos). El ábaco del capitel simula una arquería con ventanas rasgadas, cada uno de los arcos queda flanqueado por torrecillas rectangulares a dos niveles, bajo éstos se alojan las cabezas de los personajes. A pesar de los múltiples desconches y fracturas del capitel, son perfectamente visibles los atalajes militares: cotas de mallas formadas con tramas de diminutas esferas simulando los engarces metálicos anillados y ceñidas por cinturones (la cota del soldado que aparece en el centro de uno de los lados largos es más corta, a modo de pantalón corto o faldillón), bajo las cotas: cofia de armar y saya que asoma por los pies en característicos acanutados. Las espadas tienen pomos esféricos y son de doble hoja recta con algunas incisiones en zig-zag o poseen línea central con punteados a ambos lados. Herodes, vestido con túnica y manto de vistosos plisados (recuerda al personaje que ase la cola del león en el capitel n.º 6), ordena la acción desde el sitial, alzando su mano izquierda mientras sujeta una espada con la diestra. En el cimacio: una fila de dragones y arpías rodean la pieza formando una procesión engarzada por la acción de morder sus colas (aparecen cuatro arpías con capirotes o mitras y seis dragones alados con cuerpo de crustáceo y cabezas de león), la anatomía de estos personajes fantásticos, sus alas y escamados, recuerdan directamente a los que aparecen en los capiteles n.º 21 y 20-21 CA. y la cesta del lado de la epístola de Santa Cecilia.

15. Fragmento de esquina de un capitel doble figurado con sepulcro y mujeres (n.º inv. 50004):
Fragmento de un posible capitel doble que aparece serrado en sus laterales. Bajo ábaco decorado con arquerías –idénticas que en el capitel n.º 14– aparecen cuatro figuras femeninas (sus cabezas, como en la pieza n.º 14, ocupan los espacios libres dejados por los arquillos superiores). Lado izquierdo: dos mujeres vestidas con mantos y cubiertas con tocas abirretadas y velos mirando hacia la izquierda. La mujer de la derecha alza su mano izquierda –de un tamaño tremendamente desproporcionado– en actitud de temor o sorpresa mientras que la figura de la izquierda sujeta la cubierta de un sepulcro (la fractura voluntaria apenas permite ver un tercio de los brazos alzados y la parte derecha del cenotafio) cuya caja está bajo la mujer y se decora con una cenefa entre listeles con tres perforaciones centrales, éste se encuentra soportado por basa, columna y capitel liso. La indumentaria es utilizada por el escultor como recurso para desarrollar rudimentarios pliegues y tubos de órgano. La tipología de los rostros, con grandes ojos saltones, nariz prominente, arco orbital marcado y caras anchas concuerda con los fragmentos números 16-19, sin apartarse demasiado de varios personajes en los capiteles números 3 y 4.
En el lado derecho aparecen otras dos mujeres, esta vez portando jarritos de perfume, forman un cortejo levemente inclinado en señal de respeto que dirige su mirada hacia la derecha. Es de resaltar cómo se recurre a la misma solución que en la pieza n.º 1 para enfatizar el juego de pliegues: hacer pender del jarrito un grupo de tubos. BravoMatesanz identifican la iconografía del capitel como una integración de la Resurrección de Cristo (a la derecha) y de Lázaro (a la izquierda).
Capitel doble fracturado; consta de tres frentes en los que se reparten cinco figuras de Apóstoles, entre los que se encuentra San Pedro con las llaves a la derecha; un doselete amedinado sirve de corona y remate general de la decoración.
 

Capitel doble con figuración y cimacio (n.º inv. 50172- 50173):
Capitel doble decorado con dos guerreros a caballo luchando contra un dragón alado y un grifo, en la zona superior de las cestas aparecen aves fantásticas con colas de dragón entre entrelazos perlados y flores de arum entre entrelazos carnosos, así como un guerrero alanceando a otro dragón. El cimacio está decorado con rosetas florales octopétalas de la misma mano que la de la pieza 5.N del claustro. Esta pieza resulta clave para la comprensión de la fauna fantástica empleada por el taller claustral, pudiendo caracterizar a diferentes seres: dragones alados con melena de león, incisiones en zig-zag en todo su cuerpo y cola enroscada, dragones provistos de cuernos alanceados por caballero y guerrero, basiliscos y dragones con cabeza de halcón y una arpía. La fauna recuerda algunas figuras en los relieves de las enjutas del claustro de la Catedral Vieja salmantina. El rostro del guerrero que alancea al dragón resulta idéntico al del capitel n.º 21, viste túnica con plisados elipsoidales y cinto ceñidor. Los caballeros portan escudos largos que se sujetan al cuello con tiracol, poseen lorigas de mallas ceñidas por cinturón con orificios para regular la hebilla, bajo sus cotas asoman sayas acanutadas con restos de policromía verde. Las sillas de montar son cuadrangulares y se aprecian por los lados, del delantero pende cinta con espuela. En uno de los lados largos se aprecian flores de arum rematando el entrelazo mientras que en los ángulos se observan caulículos y rosetas lisas en espiral.
Capitel doble y exento; está decorado en cada frente con la representación en relieve de un cazador, barbado, con larga túnica y la cabeza descubierta, luchando con un animal fantástico. Las figuras estas de pie y según la colocación, unas veces con la espada en la mano derecha y otras con la izquierda, llevando a modo de tarja en la opuesta. Todas las figuras descargan el golpe en la boca abierta del animal Unos vástagos con brotes se enlazan y tejen en el punto de unión de los dos capiteles. Las volutas son distintas, y aunque fracturadas, están formadas unas veces de una bicha, y otras por una figura a pie sobre un tallo, la cual sostiene sobre las manos el ábaco; este es rectangular y liso.

 

 

 




 

 

Bibliografía
ABAJO MARTÍN, Teresa: Documentación de la Catedral de Palencia (1035-1247), (Col. “Fuentes Medievales Castellano-Leonesas”, 103), Burgos, 1986
ALCALDE CRESPO, Gonzalo: La Montaña Palentina. T. I. “La Lora” (Estudio-Documento), Palencia, 1979.
ALCALDE CRESPO, Gonzalo: Por la provincia de Palencia, Burgos, 2000.
ALCALDE CRESPO, Gonzalo: Boedo-Ojeda, Aguilar y Barruelo, Palencia, 2000.
ALONSO ORTEGA, José Luis: El románico en el norte de Castilla y León, Salamanca, 1990.
ÁLVAREZ BORGE, Ignacio: Poder y relaciones sociales en Castilla en la Edad Media. Los territorios entre el Arlanzón y el Duero en los siglos X al XIV, Salamanca, 1993.
ÁLVAREZ-OSSORIO, Francisco: Una visita al Museo Arqueológico Nacional, Madrid, 1925.
ARA GIL, Clementina Julia: Escultura gótica en Valladolid y su provincia, Valladolid, 1977.
AZCÁRATE RISTORI, José M.ª de: Arte gótico en España, Madrid, 1990.
BILBAO LÓPEZ, Garbiñe: Iconografía de las pilas bautismales del Románico Castellano. Burgos y Palencia, Burgos, 1996.
BILBAO LÓPEZ, Garbiñe: “Espectáculos inmorales y solemnidades religiosas. Ocho escenas de juglaría sobre pilas bautismales románicas españolas”, en AVIICCM, Aguilar de Campoo, 1999, pp. 255-273.
BURGOS, Abilio; CASAS, Ángel y SANCHO, Ángel: “Pueblos palentinos en trance de abandono”, PITTM, 58, 1988, pp. 281-346.
CUADRADO LORENZO, María Flora: “La iglesia de Santa María de Carrión de los Condes y su programa escultórico”, PITTM, 57, 1987, pp. 207-292.
ENRÍQUEZ DE SALAMANCA, Cayetano: Rutas del románico en la provincia de Palencia, Las Rozas de Madrid, 1991.
FERRARI NÚÑEZ, Ángel: Castilla dividida en dominios según el Libro de las Behetrías, Discurso leído ante la Real Academia de la Historia, Madrid, 1958.
FRANCIA LORENZO, Santiago: Por tierras palentinas. Notas de Archivo. III, Palencia, 1991.
GARCÍA DE LOS RÍOS, José L.: “Un capitel románico interesante”, BBMP, XV, 1949, pp. 346-349.
GARCÍA GUINEA, Miguel Ángel: El Arte Románico en Palencia, Palencia, 1961 (1990).
GARCÍA LOBO, Vicente: “Epigrafía palentina del Románico”, en Palencia en los Siglos del Románico, Aguilar de Campoo, 2002, pp. 237-265.
GAYA NUÑO, Juan Antonio y GUDIOL RICART, José: Arquitectura y escultura románicas, (Col. “Ars Hispaniae”, V), Madrid, 1948.
GLASS, Dorothy: “Romanesque Sculpture in American Collections, V. Washington and Baltimore”, Gesta, IX/1, 1970, pp. 46-59.
GONZÁLEZ, Julio: El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII. Estudio y documentos, 3 tomos, Madrid, 1960.
GONZÁLEZ, Julio: "Siglos de Reconquista", en Historia de Palencia, t. I, Edades Antigua y Media, Palencia, 1984, pp. 155-215.
HERBOSA, Vicente: El románico en Palencia, León, 2000.
HERNANDO GARRIDO, José Luis: "Sobre escultura románica de inercia en el norte de Palencia", CAqv, 4, 1991, pp. 137-163.
HERNANDO GARRIDO, José Luis: “La escultura románica en Palencia: un blanace historiográfico”, en Palencia en los Siglos del Románico, Aguilar de Campoo, 2002, pp. 9-35.
HERNANDO GARRIDO, José Luis y HUERTA HUERTA, Pedro Luis: "Las estatuas-columna en Palencia. La transición del tardorrománico al gótico", en Actas del IX CEHA. El Arte Español en épocas de transición, I, León 1992, León, 1994 pp. 61-76.
HERRERO MARCOS, Jesús: Arquitectura y simbolismo del románico palentino, Palencia, 1994.
HUIDOBRO Y SERNA, Luciano: "Reedificación de una iglesia románica en Aguilar de Campóo (Palencia)", BSCE, IV, 92, 1910, p. 468.
HUIDOBRO Y SERNA, Luciano: Breve Historia de la Muy Noble Villa de Aguilar de Campoo, Palencia, 1954 (Palencia, 1980).
LACOSTE, Jacques: “La sculpture à Silos autour de 1200", BM, 131, 1973, pp. 101-128.
LACOSTE, Jacques: "La galerie nord du cloître de Saint-Trophime d’Arles", CSMC, 7, 1976, pp. 127-162.
LACOSTE, Jacques: "Nouvelles recherches à propos su second maître du cloître de Santo Domingo de Silos", en El Románico en Silos. IX Centenario de la consagración de la iglesia y claustro, Silos, 1988, Burgos, 1991, pp. 473-494.
LAMPÉREZ Y ROMEA, Vicente: "El Monasterio de Aguilar de Campóo (Palencia)", BSEE, XVI, 1908, pp. 215-221.
LAMPÉREZ Y ROMEA, Vicente: Historia de la Arquitectura Cristiana Española en la Edad Media según el estudio de los Elementos y los Monumentos, 2 tomos, Madrid, 1908-1909 (Valladolid, 1999).
LAMBERT, Élie: El arte gótico en España en los siglos XII y XIII, Madrid, 1931 (1985).
LARGO MUÑOYERRO, Juan Antonio: "San Pelayo de Arenillas: a un lado, según se va a Santiago", en AICHP, Palencia, 1987, t. II, pp. 425-437.
LINAGE CONDE, Antonio: Los orígenes del monacato benedictino en la Península Ibérica. III. "Monasticun Hispanum" (398-1109), León, 1973
LOJENDIO, Luis María de y RODRÍGUEZ, Abundio: Castilla/1. Burgos, Logroño, Palencia y Santander, (Col. "La España Románica”, 1), Madrid, 1966 (1978).
LOJENDIO, Luis María de, RODRÍGUEZ, Abundio y VIÑAYO, Antonio, Rutas románicas en Castilla y León/3 (provincias de León, Zamora, Palencia y Valladolid), Madrid, 1996.
LÓPEZ DE GUEREÑO SANZ, M.ª Teresa: "Los Premonstratenses y su arquitectura: Historia de un olvido", Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, IV, 1992, pp. 75-91.
MARIÑO LÓPEZ, Beatriz: "'In Palencia non ha batalla pro nulla re'. El duelo de villanos en la iconografía románica del Camino de Santiago", Compostellanum, XXXI, 1986, pp. 349-363.
MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José (dir.): Inventario artístico de Palencia y su provincia, t. II, Antiguos partidos judiciales de Carrión de los Condes, Saldaña y Aguilar de Campoo, Madrid, 1980.
MARTÍNEZ DÍEZ, Gonzalo: Libro Becerro de las Behetrías. Estudio y texto crítico, 3 tomos, León, 1981.
MARTÍNEZ DE LA OSA, José Luis: Aportaciones para el estudio de la cronología del románico en los reinos de Castilla y León, Madrid, 1986.
MOMPLET MÍNGUEZ, Antonio E.: La arquitectura románica, Salamanca, 1995.
NAVARRO GARCÍA, Rafael: Catálogo Monumental de la Provincia de Palencia. Fascículo Tercero. Partidos de Cervera de Río Pisuerga y Saldaña, Palencia, 1939.
PRIETO SARRO, Marta; SÁNCHEZ, Miguel y LOZANO, Puri: Montaña y Piedra en el norte palentino, León, 1997.
QUADRADO, José María: España. Sus Monumentos y su Arte. Su naturaleza y su Historia. Provincias de Valladolid, Palencia y Zamora, Barcelona, 1885.
RIVERA, Javier (coord.): Catálogo Monumental de Castilla y León. Bienes inmuebles declarados, vol. 1, Ávila, Burgos, León, Palencia, Salamanca, 1995.
RODRÍGUEZ MUÑOZ, Pedro: "Iglesias Románicas Palentinas", PITTM, 13, 1955, pp. 26-126.
RUIZ BRAGADO, Fulgencio y FAJARDO YUSTE, M.ª Dolores: “Pilas de bautismo románicas en la provincia de Palencia. Estudio de seis nuevos ejemplares”, en AIIICHP, IV, Historia de la Lengua y de la creación literaria e historia del arte, 1995, Palencia, 1996, pp. 479-492.
SANCHO CAMPO, Ángel: El Arte Sacro en Palencia, I, Introducción y presentación de la colección o serie, Palencia, 1971. SANCHO CAMPO, Ángel: El Arte Sacro en Palencia, II, La Navidad en el arte palentino, Palencia, 1971.
SANCHO CAMPO, Ángel: El Arte Sacro en Palencia, IV, Santa María y Santiago en el arte palentino, Palencia, 1975.
SANCHO CAMPO, Ángel: El Arte Sacro en Palencia, III, La Pasión y Resurrección del Señor en el arte palentino, Palencia, 1972.
TORRES BALBÁS, Leopoldo: "Un maestro inédito del siglo XII", en AEAyA, I, 3, 1925, pp. 321-322 (ahora en ídem, Obra Dispersa. II. Archivo Español de Arte y Arqueología, Estudios diversos sobre arquitectura y arqueología, Madrid, 1985, pp. 7-8).
TORRES BALBÁS, Leopoldo: "Las yeserías descubiertas recientemente en Las Huelgas de Burgos. Contribución al estudio de la decoración arquitectónica hispanomusulmana", AA, VIII, 1943, pp 209-254.
TORRES BALBÁS, Leopoldo: "Iglesias del siglo XII al XIII con columnas gemelas en sus pilares", AEA, XX, 1946, pp. 274-308 (ahora en id., Obra Dispersa. III. Archivo Español de Arte, Archivo Español de Arqueología, Estudios diversos sobre arquitectura y arqueología, Madrid, 1985, pp. 81-123)
TORRES MARTÍN, Arcadio: "Voces de dentro y de fuera. Arenillas de San Pelayo", PITTM, 23, 1958, pp. 227-228.
UNAMUNO LIZARRAGA, Fernando: "Ermita de Nuestra Señora de las Fuentes, de Amusco (Palencia)", Academia. Anales y BRABASF, 19, 2º semestre, 1964, pp. 50-51.
VILA DA VILA, Margarita: "Las campañas constructivas de la iglesia románica de Santa María de Cambre, CEG, XXXV, 1984-1985, pp. 349-395.
VILLANUEVA LÁZARO, José María: La Cantabria leonesa. La Liébana, Cervera de Pisuerga, Riaño, León, 1990.
VIRGILI BLANQUET, María Antonia: "La Música y su Iconografía en el Camino de Santiago a su paso por Palencia", en JRPP, Palencia, 1986, pp. 70-75.
YEPES, Antonio de: Crónica General de la Orden de San Benito, t. II y III, Madrid, 1610-1614 (1966).

No hay comentarios:

Publicar un comentario