España
En la España, la afirmación del Barroco se
encontró con las dificultades debidas a la decadencia económica del reinado
de Felipe III. En la segunda mitad del siglo XVI, Felipe
II había mandado construir el importante complejo del Monasterio de
El Escorial, construido en su mayor parte según el proyecto de Juan de
Herrera (1530-1597). A Herrera se debe también el proyecto de
la Catedral de Valladolid, en el que se refuerza el concepto del eje
central y que sirvió de modelo para la Catedral de México.
Progresivamente, la arquitectura española
del siglo XVII fue evolucionando hacia el estilo barroco, aunque no
dejó grandes ejemplos significativos. La mayor parte de las influencias
barrocas fueron recogidas de forma exclusivamente decorativa, especialmente en
las iglesias. Este lenguaje, que resultaba rápidamente comprensible incluso
para el segmento de la población menos instruido, fue exportado con éxito a las
colonias americanas.
Entre los edificios religiosos más importantes
del siglo XVII en España puede destacarse la Colegiata de San
Isidro en Madrid, iniciada en 1629, la iglesia de Santa
María Magdalena de Granada (iniciada en 1677 con
planta longitudinal derivada de los edificios con esta disposición de
la Antigua Roma) y la Basílica de la Virgen de los
Desamparados en Valencia, de planta elíptica.
Etapas y
evolución de la arquitectura española
I.- Periodo
purista o postherreriano (abarca los dos primeros tercios del siglo XVII).
La penetración del barroco -en sus formas
arquitectónicas italianas (plantas complicadas, movimiento de fachadas,
decoración abundante y creadora de contrastes de luz)- va a ser lenta. La
presencia de la ideología religiosa de la Contrarreforma y el
prestigio de la monarquía de Felipe II pesan sobre el arte de la
época: se prefiere la sobriedad, la sencillez y la uniformidad. Hay una
evidente pobreza de materiales –ladrillo, tapial y yeso- junto a una depuración
de líneas -al estilo del Escorial-. Así como un escaso desarrollo del
movimiento en plantas y alzados; se prefiere la línea recta a la curva; hay un
predominio de la Iglesia de nave única con capillas entre contrafuertes -tipo
de la iglesia del Gesù de los Jesuitas. Las fachadas expresan la misma
sencillez de planos: "De un espíritu
abstracto, los palacios, las Iglesias y conventos son con fachadas de
paramentos lisos a base de grandes rectángulos ligeramente resaltados e
interiores de diáfana blancura en la que solamente se recortan de manera neta
las decoraciones de cuadrados y triángulos geométricos de las bóvedas,
resultando conjuntos graves y apaciguados para aquellos que los contemplan al
exterior o penetran al interior".
Ejemplos de este tipo de arquitectura lo
tenemos en la Colegiata de San Isidro de Madrid (construida
por un jesuita: es de planta de cruz latina similar a la del Gesù, o a San
Andrés de Mantua de Alberti); la iglesia de la Encarnación (Madrid);
la Cárcel de Madrid (hoy ministerio de Asuntos Exteriores),
la Casa de la Villa de Madrid, la Plaza Mayor de Madrid, la ciudad
de Lerma (Burgos); el palacio del Buen Retiro. Estos cinco
últimos edificios siguen la línea llamada "estilo escurialense,
caracterizado por la sobriedad de líneas, los volúmenes compactos y torres
cuadrangulares en las esquinas, techumbres apiramidadas, agujas en los vértices
torres, tejas de pizarra negra. En esta época destacan unas especiales
concepciones urbanísticas españolas: las plazas mayores, organizaciones casi
cerradas, centro de los espectáculos religioso-políticos (procesiones, autos de
fe de la Inquisición, predicaciones, recepciones de reyes), formados por
distintos bloques de edificios que se unen dejando, bajo ciertas arcadas, paso
a las calles periféricas. La más famosa es la Plaza Mayor de Madrid.
JUAN
GÓMEZ DE MORA (Cuenca, 1586-Madrid, 1648)
Arquitecto español del círculo
de alarifes del Concejo de Madrid, sobrino de Francisco de
Mora.
Hijo del pintor conquense Juan Gómez,
que en 1593, un año después de establecerse en Madrid, fue nombrado pintor
de cámara del rey Felipe II.
Tras la muerte de su tío en 1610, y a la edad
de 24 años, fue nombrado maestro mayor de las obras del Alcázar
de Madrid, así como arquitecto de Felipe III. Entre sus obras más
destacadas se encuentran la plaza Mayor que realiza de una forma rectangular
y porticada, la Cárcel de Corte de Madrid y la Casa de la Villa,
una de las sedes del Ayuntamiento de Madrid. Realiza además el retablo
mayor de la basílica del monasterio de Guadalupe en Cáceres.
En Salamanca construye La
Clerecía destinada a la Orden de los Jesuitas. Por otro lado,
en Zamora es autor del Hospital de la Encarnación, actual sede
principal de la Diputación Provincial.
El Convento de la Encarnación, que se
atribuía habitualmente a este arquitecto, se ha documentado que es obra
de fray Alberto de la Madre de Dios, arquitecto del Carmen
descalzo y de los duques de Lerma, que dirigió las obras reales hasta que
Juan Gómez de Mora alcanzó la suficiente experiencia.
El Palacio
de Santa Cruz,
también denominado Cárcel de Corte, hoy es la sede del Ministerio de
Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España. Se encuentra en la
ciudad de Madrid, capital de España. Se sitúa muy cerca de
la Plaza Mayor, en la plaza de la Provincia, presidida junto con el
palacio por la reconstruida fuente de Orfeo. El edificio fue empleado
como cárcel hasta el reinado de Felipe V, que lo convirtió en
palacio. Asimismo era la sede del tribunal de la Sala de Alcaldes
de Casa y Corte. Se trata de una de las construcciones palaciegas más
importantes de cuantas se conservan en la capital española y es considerado uno
de los edificios más emblemáticos del Madrid de los Austrias.
Sobre el lugar donde se encontraba la primera
Cárcel de la Villa de Madrid, construida en 1543 y derribada en 1621. El
rey Felipe IV ordenó en 1629 la construcción para albergar las
dependencias de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte y de
la Cárcel de Corte, fue construido entre 1629 y terminado a comienzos de
la década de 1640, la primera piedra se colocó el 14 de septiembre de 1629 en
una ceremonia a la cual asistió, según algunas fuentes, Felipe IV, más los
cinco alcaldes que formaban la Sala y sus colegas del Consejo de Castilla,
y otros invitados y según otras fuentes, la ceremonia fue presidida por el
cardenal obispo de Málaga, Gabriel Trejo Paniagua, presidente del Consejo
de Castilla.
Las trazas del edificio parece que fueron obra
de Juan Gómez de Mora, siendo aparejador Alonso Carbonel entre
1629 y 1636, junto con otros arquitectos que concluyeron las obras,
como José de Villarreal, Bartolomé Hurtado García y José
del Olmo.
En el año 1767 mudó su función para pasar a
albergar solamente la Sala de Alcaldes de Casa y Corte, denominándose desde
entonces Palacio de Santa Cruz, por su cercanía con la antigua parroquia
de la Santa Cruz (derribada en 1869). La cárcel fue trasladada a un
edificio contiguo. Tras el incendio de 1791 que destruye la planta superior, y
con ello su archivo histórico y judicial, Juan de Villanueva, arquitecto
mayor del Reino, se encarga de la reconstrucción del edificio, y sobre todo su
fachada. Un vez reconstruido, en 1793, es convertido en el Palacio de Justicia,
oficialmente, el «Palacio de la Audiencia»,
donde se ubican la Audiencia y los Juzgados de Madrid. De 1885 a 1898, el
edificio lo ocupa el Ministerio de Ultramar y, entre otras reformas,
los dos patios pasan a llamarse «de
Colon» y «de Elcano».En 1930,
fue renovado por el arquitecto Pedro Muguruza quien, tras los
destrozos causados por la guerra civil, lo volverá a restaurar en 1941.
Desde 1939, se le conoce como el Palacio de Santa Cruz y es la sede
del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación español. Más
adelante, en 1950, se inaugura una ampliación del edificio realizada por el
mismo arquitecto.
Está declarado Bien de Interés
Cultural desde 1996.
Entre los castizos madrileños había
una expresión, dormir bajo el ángel, como sinónimo de ir a la cárcel;
ésta se debe al antiguo uso de este edificio, en alusión a la estatua
del arcángel Miguel que corona su fachada.
Arquitectos
A falta de la documentación correspondiente,
existían dudas acerca de su arquitecto principal, aunque durante mucho tiempo
se atribuyó a Juan Bautista Crescenci. Sin embargo, las investigaciones
llevadas a cabo por la catedrática de Historia del
Arte, Virginia Tovar, apuntan a Juan Gómez de Mora. Asimismo, se
menciona a otros arquitectos que pudieron haber intervenido en las obras,
como José de Villarreal, Bartolomé Hurtado García y José
del Olmo. Otras fuentes señalan a Cristóbal de Aguilera, Bartolomé
Díaz Arias y Juan del Río.
Descripción
De planta rectangular, con torres angulares en
las esquinas, se estructura interiormente en dos patios simétricos, inspirados
en el Hospital Tavera, de Toledo, que organizan el espacio, permitiendo
la ventilación y la entrada de la luz natural. Estos eran conocidos como «de la
Audiencia» y «de los Calabozos», desde uno de los cuales se accedía a la
estancia más importante del edificio, la Audiencia, donde se reunía la Sala de
Alcaldes a oír los casos presentados.
Es muy característica la combinación de
ladrillo visto y granito, que se reserva para esquinazos, portadas, dinteles y
alféizares, y los chapiteles que coronan las torres. Este modelo
tendría mucho éxito en la arquitectura de la Corte, y sería imitado en otros edificios.
En la fachada principal, un cuerpo a modo de retablo pétreo, muy
severo y coronado por un frontón con "aletones",
centra la atención. La estética del edificio recuerda intensamente la
formación herreriana de Gómez de Mora y muestra la pervivencia
del Renacimiento tardío en la arquitectura cortesana del siglo XVII.
Un grabado de 1675 muestra las esculturas originales para la portada,
donde el arcángel Miguel aparece sobre
el frontón principal.
La Casa
de la Panadería es
un edificio de cuatro alturas, con la planta baja porticada, estando rematado
el último piso en forma de ático, y los laterales coronados por torres
angulares. Está situada en el centro del lado norte de la Plaza Mayor de
Madrid.
La Casa de la Panadería fue levantada durante
la construcción de la Plaza Mayor, siendo Juan Gómez de Mora el
encargado de su construcción, que terminó en 1619. Tras el segundo
incendio de la plaza en 1672, el edificio fue reconstruido en diecisiete
meses por un equipo liderado por Tomás Román, encargándose los pintores Claudio
Coello y José Jiménez Donoso de la decoración interior y los
frescos de la fachada. Tras el tercer incendio de la plaza en 1790, del
que se libró la Casa de la Panadería, sirvió de referencia a Juan de
Villanueva para la reconstrucción del caserío de la plaza.
Ha sufrido distintas remodelaciones desde
entonces, entre las que destaca la llevada a cabo por Joaquín María de la
Vega en 1880.
En un principio, sus bajos albergaban la tahona
principal de la Villa, estando desde 1732 los despachos del Peso Real
y del Fiel Contraste. Entre 1745 y 1774 tuvo allí su sede
la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y de 1774 a 1871 la Real
Academia de la Historia. A finales del siglo XIX se hace cargo de la
Casa de la Panadería el Ayuntamiento de Madrid, convirtiéndola en la
segunda Casa Consistorial de la Villa. Más tarde pasó a ser la sede de la
Biblioteca Municipal y del Archivo Municipal. Posteriormente, seguirá
albergando algunas dependencias municipales, además de instituciones como el
Centro Cultural Mesonero Romanos. Actualmente sus dependencias están ocupadas
por la Dirección de Turismo de la empresa municipal Madrid Destino,
encontrándose en su planta inferior (intercolumnio) el Centro de Turismo de
Madrid.
En la parte superior centrada de la Casa de la
Panadería se encuentra el escudo de armas del rey Carlos II, compuesto por
las armas de Castilla y de León, en el primer cuadrante; las
armas de Aragón y Sicilia, en el segundo; las armas de Austria y
de la primera casa de los duques de Borgoña en el tercero; las de la
segunda casa de Borgoña (Valois) y Brabante, en el cuarto, las de Flandes y
las de Tirol en el escusón de abajo y el símbolo de Granada en
el entado del escudo.
La Casa
de la Villa es
una edificación ubicada en la plaza de la Villa, adyacente a la Calle
Mayor en el barrio de Palacio (distrito Centro)
de Madrid que se inauguró en el año 1692. Fue la sede
del Concejo y luego del Ayuntamiento de Madrid desde el
siglo xvii hasta el 4 de noviembre de 2007, ya que un día después la
alcaldía se trasladó al Palacio de Cibeles. Sin embargo, continuó siendo
el lugar de celebración de los Plenos y el último que albergó fue el del 25 de
octubre de 2011. En la actualidad el uso de la Casa de la Villa se limita a
eventos oficiales y recepciones. De esta forma, tienen lugar plenos solemnes,
como la entrega de las llaves de la ciudad o los títulos de hijo predilecto o
adoptivo de Madrid.
El edificio actual se levanta sobre el solar
del antiguo palacio de Juan de Acuña, I marqués de Vallecerrato e
hijo natural del VI conde de Buendía. Personaje influyente en la corte
de Felipe III, fue presidente de los consejos de Hacienda, Indias y de
Castilla y, en Madrid, fue nombrado administrador del Hospital de Antón
Martín.
Al encontrarse en una ubicación estratégica, el
todavía príncipe Felipe, futuro Felipe IV, asistió desde este palacio a la
entrada de su futura mujer Isabel de Borbón y Médicis el 29 de
noviembre de 1615. Justo un mes después, fallecería el marqués que sería enterrado
en el convento de San Agustín de Dueñas, que se encontraba bajo su
patronazgo.
Tras su fallecimiento, el concejo madrileño,
que se reunía desde antiguo en la frontera iglesia de San
Salvador (hoy desaparecida), adquirió el inmueble para sus reuniones,
aunque su acondicionamiento y reforma se retrasará y no será inaugurada hasta
1692. Así, el 19 de agosto de 1619, el concejo celebró su primera sesión en la
casa propiedad de Juan de Acuña, presidente del Consejo de Castilla y, en 1629,
Felipe IV decide conceder una licencia al Ayuntamiento para construir la que
sería su sede sobre dicha casa.
Su construcción sigue el proyecto de Gómez
de Mora (1644): edificación sobria, con gran zócalo de granito y muros de
ladrillo, rematada por torres chapiteles apizarradas en las esquinas y sin
apenas decoración en su origen, salvo la ornamentación con frontones
triangulares de piedra en los balcones del piso principal. Tras su muerte en
1648, es sucedido por José de Villarreal, quien realizó en 1653 las trazas
definitivas, donde el patio interior es el protagonista. Las intervenciones del
ala izquierda fueron responsabilidad del arquitecto Bartolomé Hurtado.
Sufrió una reforma que lideró el arquitecto
municipal Juan de Villanueva en 1789 añadiendo la galería de columnas
que da a la calle Mayor, esta reforma permitiría a los reyes ver la procesión
de Corpus Christi. En 1914, finalizaron las obras de construcción de
un pasadizo elevado diseñado por el arquitecto Luis Bellido para unir
el edificio de la Casa de la Villa con la Casa de Cisneros, que el
Consistorio había comprado en el año 1909 con el objeto de ampliar
sus instalaciones. En 1966 se llega a sustituir la cubierta de teja plana
por pizarra y se quitan los revocos y la fachada vuelve a su aspecto
anterior de ladrillo visto (ladrillo de Talavera).
Real
Monasterio de Santa María de Guadalupe es un monasterio situado en la localidad
española de Guadalupe, en la provincia de Cáceres. Fue
declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1993.
En su interior se aprecia el
estilo gótico, mudéjar, renacentista, barroco y neoclásico.
Antes de la ampliación monástica, el santuario
se mantuvo como priorato secular durante cuarenta y ocho años en los reinados
de Alfonso XI de Castilla y Enrique II de Castilla, bajo
patronato real y señorío civil. En 1389 pasó a ser monasterio, según
una real provisión expedida por Juan I de Castilla. Sus nuevos
moradores fueron los monjes de la Orden Jerónima, una comunidad de 32
miembros procedentes de San Bartolomé de Lupiana. En 1835 tuvo lugar la
exclaustración, quedando la iglesia para uso de parroquia dependiente de
Toledo. Años después se declaró al conjunto Monumento Nacional
(1879). Alfonso XIII consignó una Real Orden para la
entrega del santuario a los frailes franciscanos, con lo que comenzó una
nueva etapa. Pío XII, en 1955, encumbró el santuario a la condición
de basílica.
En su interior se custodia la imagen de la Virgen
de Guadalupe (Extremadura, España), Patrona
de Extremadura y Reina de la Hispanidad.
Después de la batalla de las Navas de
Tolosa en 1212, la hegemonía de los almohades llegó a su fin y
tuvieron que replegarse al norte de África. En la península quedó como reino
fuerte el reino de Granada. Pero en África los almohades se encontraron con
otro enemigo, los benimerines, que una vez
conquistados Marruecos, Argelia y Túnez, pusieron los ojos
en la península declarando la guerra santa a los reinos
cristianos y ocupando las ciudades
de Rota, Algeciras y Gibraltar. La oposición les llegó años
más tarde, cuando en 1340 se dio la batalla del Salado: Benimerines contra
la coalición cristiana castellano-portuguesa al mando de los reyes Alfonso
XI de Castilla y Alfonso IV de Portugal. La victoria fue para la
coalición cristiana y los benimerines tuvieron que retirarse al norte de
África.
La tradición cuenta que Alfonso XI se había
encomendado a la imagen de la Virgen de Guadalupe, muy venerada, y que
había sido encontrada tiempo atrás en las inmediaciones del río Guadalupe.
El rey no tuvo ninguna duda sobre la intercesión de la Virgen en la victoria de
la batalla del Salado y en agradecimiento mandó construir una iglesia en el
lugar donde ya había una modesta ermita. Así se convirtió en el protector del
primer santuario dedicado a esta virgen. A partir de ese momento se fue
formando alrededor del santuario una puebla reconocida por Alfonso XI como
lugar de realengo.
Los orígenes de la iglesia del monasterio como
santuario dedicado a la Virgen de Guadalupe tiene una estrecha relación con el
reinado de Alfonso XI.
Hubo un monje llamado Diego de Écija que
escribió una crónica del monasterio entre los años 1467-1534 con el título
de Libro de la invención de esta Santa Imagen de Guadalupe y de la
erección y fundación de este monasterio; y de algunas cosas particulares y vida
de algunos religiosos de él. Según fray Diego, el origen fue una capilla o
eremitorio que se levantó a raíz de la aparición de la imagen a un pastor de
nombre desconocido, en los albores del siglo XIV.
Siglos después, en 1743, el monje llamado
Francisco de San José puso nombre al pastor de la leyenda identificándolo con
Gil Cordero de Santa María, uno de los primeros pobladores del lugar. Siguiendo
la narración del cronista, sobre el sitio del humilde eremitorio se levantó una
iglesia pequeña en los primeros años del siglo XIV; fue el edificio que conoció
el rey Alfonso XI en 1330 y que por entonces ya estaba ruinoso. El rey mandó
agrandarlo y ampliarlo para que se trasformara en un templo digno de la
devoción de la Virgen de Guadalupe, con el añadido de hospitales para los
numerosos peregrinos que allí acudían. En seis años se hicieron las
ampliaciones y arreglos oportunos bajo la supervisión de Toribio Fernández que
era el procurador del cardenal Pedro Gómez Barroso. Para su reconstrucción
se aplicó el estilo mudéjar toledano.
A raíz de la victoria obtenida en la batalla
del Salado, el rey Alfonso XI visitó de nuevo el lugar para ofrecer a la Virgen
de Guadalupe su agradecimiento. Esta segunda visita tuvo una importante
repercusión en el devenir del santuario. El rey hizo donación de varios trofeos
obtenidos en la batalla y además dictó un real privilegio en 25 de
diciembre de 1340 en el que se exponían dos peticiones a la autoridad
eclesiástica: la creación de un priorato secular y la declaración de patronato
real. La respuesta no se hizo esperar y el 6 de enero de 1341, el obispo de
Toledo Gil Álvarez de Albornoz redactó un documento por el que se instituía
el priorato secular de Santa María de Guadalupe y se reconocía el patronazgo en
la figura del rey y de sus sucesores.
A continuación el rey propuso como primer prior
al cardenal de Curia y Corte Pedro Gómez Barroso, que fue
también obispo de Cartagena en 1326. Este cardenal fue el principal
custodio del santuario. Por su intervención, Alfonso XI mandó que se
establecieran los límites, en una carta escrita en Illescas en 1337.
El siguiente paso fue el amojonamiento de la puebla y el santuario
tras lo cual quedó Guadalupe independiente y emancipada de Talavera de la
Reina.
Pedro Gómez Barroso murió
en Aviñón en 1345 y el rey presentó a su sucesor Toribio Fernández de
Mena; con este motivo hubo una confirmación de las concesiones de priorato y
patronazgo expedida en el mes de agosto, firmada en el monasterio del
Paular. En octubre el arzobispo Gil Álvarez de Albornoz ratificó la
confirmación. En ese mismo año hubo otro acuerdo: Alfonso XI cambió sobre la
puebla la condición de realengo por la de señorío civil, de manera que pasó a
ser propiedad de la autoridad eclesiástica, es decir del prior secular.
El prior Toribio murió en 1367 y fue enterrado
en la iglesia de Guadalupe. Le sucedió Diego Fernández cuyo mandato coincidió
con el reinado de Enrique II y de Juan I. A Diego Fernández le
sucedió Juan Serrano en 1383, que fue el último de los priores
seculares. A los seis años de su priorato, en 1389, hizo entrega del santuario
a la orden jerónima y marchó a ocupar su nuevo puesto como obispo
de Segovia. Durante estos 48 años de priorato secular, el santuario creció en
importancia, especialmente por la devoción a la Virgen de Guadalupe muy
extendida por todo el reino. A ella acudían peregrinos de distintas
procedencias. Para facilitar el acceso a los viajeros que llegaban desde el
norte, el arzobispo de Toledo Pedro Tenorio mandó construir en 1383
un puente sobre el río Tajo. En su entorno se fue formando una villa, «El Puente del Arzobispo».
De santuario a monasterio
Juan I había heredado el patronazgo sobre el
santuario tal y como estaba establecido desde los tiempos de Alfonso XI.
Estando todavía en posesión de sus derechos como patrono, dictó el 15 de agosto
de 1389 en Sotosalbos una real provisión por la que
ordenaba que el santuario se ampliase y se elevase en monasterio regido por
monjes reglares en sustitución de los canónigos seculares. De acuerdo
con esta disposición real, Juan Serrano —último prior de Guadalupe — entregó el
santuario a fray Fernando Yáñez de Figueroa que por entonces era
prior del convento jerónimo de San Bartolomé de Lupiana situado
a 20 km de Guadalajara. De esta forma pasó la iglesia de Guadalupe a formar
parte de un extenso complejo monástico. A continuación el rey renunció a su
derecho de patronazgo entregándolo a fray Fernando y a sus sucesores. Todo esto
se hizo con los trámites respectivos y requeridos para el cambio:
·
El
rey entregó también todas las propiedades vinculadas al santuario y que él
mismo había recibido de sus antecesores.
·
Entregó
y detalló los términos y el señorío de «mero
y mixto imperio» que gobernaba sobre la Puebla reciente de Guadalupe.
·
Por
su parte el arzobispo de Toledo Pedro Tenorio, que tenía jurisdicción
sobre el territorio donde se hallaba el santuario, otorgó su consentimiento por
medio de una carta escrita en Alcalá de Henares. Según el documento,
otorgaba al prior Juan Serrano poder para que a su vez entregara el santuario a
la orden jerónima.
·
A
continuación el rey convocó al concejo de la Puebla para comunicar los hechos.
·
Llegados
los monjes jerónimos desde Lupiana tomaron posesión del monasterio en octubre
de 1389. Al día siguiente celebraron el primer capítulo donde fue
elegido como prior fray Fernando Yáñez que se hizo cargo del priorato y de la
jurisdicción eclesiástica más el señorío sobre la Puebla de Guadalupe.
·
En
ese mismo mes de octubre se dio notificación a la Puebla y sus autoridades de
todos estos cambios.
Finalizó la toma de posesión el 30 de octubre
aceptando públicamente el inventario de los bienes. Cinco años más tarde, en
1394, Benedicto XIII entregó la bula «his quae pro
utilitate» confirmando la transformación del santuario de Guadalupe en
monasterio.
La Puebla de Guadalupe no admitió de buen grado
el sometimiento civil al prior del monasterio. Hubo protestas y pleitos sobre
todo a lo largo de los tres primeros siglos del mandato; pero el pueblo no
consiguió nunca un concejo propio e independiente. Los monjes jerónimos fueron
durante 463 años los gobernantes absolutos. A lo largo de los siglos el
conjunto monástico fue creciendo y haciéndose grandioso, con una extensión de
alrededor de 22 000 m² cuadrados. Muchas y muy importantes fueron las
obras y mejoras hechas por los jerónimos durante este tiempo. Creció también en
espiritualidad y devoción a la Virgen de Guadalupe, devoción que se extendió
por toda la península e islas Canarias y que fue extensible a
Hispanoamérica a partir del Descubrimiento.
Colón y
los Reyes Católicos
Es histórica y conocida la relación que tuvo
este monasterio con los Reyes Católicos y Cristóbal Colón. Los reyes recibieron
aquí a Colón en 1486 y 1489; en 1492 tras la conquista de Granada vinieron a
este lugar en busca de paz y descanso. En el mes de junio los monarcas firmaron
dos sobrecartas que enviaron a Juan de Peñalosa: una era para Moguer y otros
lugares; otra para Palos. El texto requería el cumplimiento de las reales
provisiones de 30 de abril de 1492:
Real
Provisión de los Reyes Católicos DIRIGIDA A CIERTOS VECINOS DE PALOS PARA QUE
ENTREGUEN A CRISTÓBAL COLÓN DOS CARABELAS
Granada, 30 de Abril de 1492.
Vien
sabedes como por algunas cosas fechas e cometidas por vosotros en desserbicio
nuestro, por los del nuestro Consejo fuistes condenados a que fuésedes
obligados a nos serbir dos meses con dos carabelas armadas a vuestras propias
costas e espensas cada e quando e doquier que por nos vos fuese mandado so
ciertas penas, segund que todo más largamente en la dicha sentencia que contra
vosotros fue dada se contiene. E agora, por quanto nos avemos mandado a Christoval
Colón que vaya con tres carabelas de armada, como nuestro capitán de las dichas
tres carabelas, para ciertas partes de la mar océana sobre algunas cosas que
cunplen a nuestro servicio e nos queremos que llebe consigo las dichas dos
carabelas con que asy nos aveis de servir...
Archivo General de Indias.
Signatura: PATRONATO, 295, N.3.
En 1493 volvió Colón a Guadalupe en
cumplimiento de la promesa escrita en su diario de a bordo para dar las gracias
por el descubrimiento de América. El 29 de julio de 1496 tuvo lugar el bautizo
de los indígenas americanos trasladados al viejo continente en concepto
de criados.
Desamortización
y resurgimiento
El 18 de septiembre de 1835, siendo prior fray
Cenón de Garbayuela, el monasterio dejó de pertenecer a la orden jerónima para
convertir su iglesia en parroquia secular dependiente de la archidiócesis
de Toledo. Su primer párroco fue el ex prior fray Cenón que se mantuvo desde
1835-1856. Los años que siguieron a la exclaustración hasta 1908 las
dependencias monacales sufrieron abandono, pillaje y ruina. En estos años se
alzaron voces de denuncia y campañas para la restauración lideradas por
escritores, intelectuales y ciudadanos de la Puebla. Los sucesos más
importantes para el resurgimiento fueron la peregrinación regional del 12 de
octubre de 1906 y la declaración del Patronato de Nuestra Señora de Guadalupe a
favor de Extremadura, otorgada por Pío X el 20 de marzo de 1907. Como
consecuencia de estos actos se encomendó la custodia y dirección del
santuario-parroquia a la orden franciscana. En noviembre de 1908 se
recibió la Real Orden de Alfonso XIII escrita el 20 de mayo
de ese año más un rescripto del Papa ejecutado por el ministro general el 8 de
agosto junto con el cardenal arzobispo de Toledo con fecha de 3 de noviembre.
Así comenzó una nueva etapa, con los frailes franciscanos al frente.
Los franciscanos iniciaron la reconstrucción y habilitación
arquitectónica, artística y espiritual recuperando parte de lo desamortizado,
consiguiendo un complejo monástico de grandes dimensiones. Pío XII lo
declaró basílica en 1955 y Juan Pablo II lo visitó el 4 de noviembre
de 1982. A partir de la autonomía de Extremadura como Comunidad el monasterio
recibió más ayudas, reformas, actividades culturales y honores. El 24 de julio
de 1992, con motivo de las celebraciones del V Centenario recibió
la Medalla de Extremadura en la persona de fray Serafín Chamorro,
guardián franciscano del monasterio. Otro honor que recibió el conjunto
monástico y su entorno fue el pertenecer al Patrimonio de la Humanidad.
La
Clerecía es
el nombre que recibe el edificio del antiguo Real Colegio del Espíritu Santo (o
Santo Espíritu) de la Compañía de Jesús, construido
en Salamanca entre los s. XVII y s. XVIII. Es de estilo barroco.
Se diferencia el colegio, con un interesante claustro, y la iglesia, con
una impresionante fachada de tres cuerpos. El nombre de Clerecía se debe a una
denominación abreviada de su pertenencia a la Real Clerecía de San
Marcos tras la expulsión de los jesuitas de España.
Las obras comenzaron en 1617 bajo la protección
de Margarita de Austria, esposa de Felipe III, al parecer como acto
de desagravio a la orden por la prisión sufrida por su fundador, Ignacio
de Loyola, por la Inquisición en la torre mocha de la catedral
de Salamanca. Finalizándose en 1754.
La planta general del edificio es obra de Juan
Gómez de Mora.
Tras la expulsión de los Jesuitas de España,
decretada por Carlos III mediante la Pragmática Sanción de 1767,
se entregó el edificio a la Real Clerecía de San Marcos, con sede en la iglesia
de San Marcos. Ésta, posteriormente cedió el edificio (salvo el templo) a la
Diócesis de Salamanca, la cual instaló en él el Seminario de San Carlos.
En 1940, se crea la Universidad Pontificia
de Salamanca, instituida por el papa Pío XII, y la Diócesis le entrega el
edificio como sede. Pese a que en esa entrega no se incluía el templo del Espíritu
Santo, la Universidad Pontificia suprimió el culto en él desde septiembre de
2012 para poder ser explotado turísticamente. Solo se permiten celebrar bodas
de antiguos alumnos y personas vinculadas con la Universidad Pontificia.
La iglesia
Presenta fachada monumental con tres cuerpos.
El primer cuerpo presenta grandes semicolumnas
corintias custodiando las tres puertas de entrada. Sobre las dos laterales
aparecen escudos de España y sobre la central una hornacina con la imagen de
San Ignacio de Loyola, tras la expulsión de los jesuitas se colocó un león de
piedra a los pies de la imagen, que pasó a representar así a San Marcos. El
segundo cuerpo muestra dos óvalos con decoración barroca en las calles
laterales y un gran ventanal en la central cuya luz tuvo que ser reducida
debido al peso de los cuerpos superiores. El diseño de ambos cuerpos se debe al
Padre Mato, arquitecto jesuita.
El tercer cuerpo es obra de Andrés García
de Quiñones, que construyó las torres siguiendo el modelo proyectado
inicialmente para el edificio del Ayuntamiento en la Plaza Mayor y
espadaña central con un relieve de la Venida del Espíritu Santo, y esculturas
de la Virgen y los reyes fundadores.
El interior de la iglesia es de una sola nave
con capillas entre contrafuertes, siguiendo el esquema jesuítico de la romana
iglesia de Il Gesú, con cuatro tramos y nave transversal ancha pero que no
llega a sobresalir. La construcción está dominada por pilastras de orden
toscano con reminiscencias escurialienses. Sobre las capillas laterales se
abren balcones para uso de la Compañía. La gran cúpula que ilumina el interior
es también obra del arquitecto jesuita Mato, teniendo la misma altura que la
nave de la iglesia, 50 m, y reforzada en varias ocasiones debido a su magnitud.
Las naves se cubren con bóvedas de lunetos con
decoración de estuco.
El
Retablo Mayor
El retablo de la capilla mayor es obra de Juan
Fernández en 1673 con esculturas de Juan Rodríguez.
Presenta tres calles, separadas por cuatro
columnas salomónicas de orden gigante adornadas con racimos de uvas, y tres
cuerpos. En los dos primeros aparecen los Padres de la Iglesia en las calles
laterales, San Gregorio, San Ambrosio, San
Agustín y San Jerónimo. En la calle central un gran expositor inspirado
en la cúpula de la iglesia y un relieve con el pasaje de Pentecostés. En
el último cuerpo se sitúa un relieve de San Ignacio redactando los Ejercicios
Espirituales inspirado por la Virgen en presencia de la Trinidad, flanqueado
por los escudos de los reyes Felipe III y Margarita de Austria, y los cuatro
evangelistas.
Las labores de dorado se finalizaron en 1760.
La
Sacristía
Se sitúa tras el altar mayor, siendo una sala
rectangular con una longitud equivalente al ancho de la nave principal. Se
cubre con bóveda de cañón con lunetos, de cinco tramos decorados con pinturas.
En el testero de la sacristía un retablo
hornacina recubierto por recuadros de espejo organizado a modo de arco triunfal
en cuyos lados unos ángeles sobre rocallas muestran los atributos de la Pasión.
Sobre el entablamento hay un crucifijo de marfil flanqueado por ángeles y
coronado por escudo oval con el anagrama JHS timbrado con corona real. Este
retablo tenía por objeto resguardar la imagen de Jesús Flagelado, que
situada sobre un sagrario pedestal, mostraba las heridas de la espalda a través
del juego de espejos, en el momento en que Cristo recoge sus ropas tras la
flagelación, pensada expresamente para la sacristía al ser el lugar donde el
sacerdote se revestía para las ceremonias litúrgicas. La escultura es obra
de Luis Salvador Carmona.
Al convertirse la sacristía en Aula Minor de
la Universidad Pontificia la imagen se trasladó a una de las capillas
laterales de la iglesia.
El Patio
de los Estudios
Obra también de Andrés García de Quiñones
presenta un espacio más cercano al patio de un palacio real que al claustro de
un edificio religioso. Los dos primeros cuerpos se dividen por semicolumnas de
orden compuesto, con galería de arcos en la planta baja y balcones coronados
por óculos en la primera, a la que se accede desde la calle y la iglesia. En el
tercer piso balcones entre pilastras planas.
La planta principal del claustro está decorada
con 28 lienzos, narrando la vida de San Ignacio desde la batalla de
Pamplona hasta su muerte, encargados por la Compañía de Jesús al
napolitano Sebastiano Conca.
Real
Monasterio de Santa Isabel en Madrid (España), en una
manzana próxima a la calle de Atocha, en la calle llamada asimismo
de Santa Isabel. El monasterio dio nombre a la antigua Fábrica de
Tapices de Santa Isabel, representada por Velázquez en Las
hilanderas, que se localizaba en sus proximidades.
El monasterio de Santa Isabel agrupa dos
fundaciones, un colegio de niñas, llamado Casa del Recogimiento de Santa
Isabel, fundado en Alcalá de Henares por Isabel Clara Eugenia,
hija de Felipe II, en 1595, y un convento de clausura de monjas
agustinas recoletas fundado en 1589 por el santo agustino
fray Alonso de Orozco, reformador de la orden, con monjas procedentes del
convento de Nuestra Señora de Gracia de Ávila.
El convento tuvo su primer alojamiento en
la calle del Príncipe, en las propiedades de una viuda rica, Prudencia
Grillo, verdadera impulsora de la fundación tras un legendario lance amoroso
que la llevó ante el tribunal de la Inquisición.
Su alojamiento definitivo en la calle de
Atocha, lejos de la incomodidad que ocasionaba la vecindad con el corral de
Comedias del Príncipe, se debe a la intervención de la reina Margarita de
Austria, esposa de Felipe III, quien creó el Patronato Real en 1610,
entregando a las monjas la llamada Casilla, finca y palacio de campo del
secretario de Felipe II Antonio Pérez, edificio en parte subsistente en la
actual clausura.
El intento de la reina de someter a las monjas
a la reforma emprendida por la Madre Mariana de San José, elegida por ella
para dirigir la nueva fundación del Monasterio de la Encarnación,
provisionalmente alojada en Santa Isabel, provocó algunos roces entre las
monjas y sus patronos. Roces que quedaron resueltos en el reinado siguiente
de Felipe IV, con el que se inicia la construcción de la iglesia. Felipe
IV, además, atendiendo a la petición de las monjas, las liberó en 1649 de la
carga del colegio, encomendándoselo primero a un grupo de mujeres laicas y
luego a las asuncionistas, orden que todavía hoy lo regenta.
Las trazas arquitectónicas de la iglesia se
deben a Gómez de Mora, iniciándose su construcción en 1640
por Jerónimo Lázaro Goiti y terminándose en 1665. En 1732 se
realizaron obras de remodelación, incorporando suntuosas tribunas. Las
directrices de José I ordenando la supresión de comunidades con un
número inferior a diez personas, obligó a las monjas a abandonar el convento en
1810. Saqueado por las tropas francesas, las religiosas no retornaron a él
hasta 1816. No se vio afectado, en cambio, por las leyes desamortizadoras del
siglo XIX, pero en 1870 estuvo de nuevo amenazado de destrucción por las
ordenanzas municipales.
Tras las elecciones del Frente Popular,
ante la ordenanza del ministerio de Instrucción Pública de incautación de
bienes, las monjas hubieron de abandonar de nuevo el convento, estableciéndose
en un piso de la calle del Ángel. Al estallar la guerra civil,
en 1936, el convento fue incendiado y destruidas las obras de arte que
contenía, reconstruyéndose en 1946 con la venta de algunas obras artísticas
salvadas por las monjas antes del conflicto y con la ayuda de los servicios de
Regiones Devastadas.
El Real Decreto 602/1995, de 7 de abril,
declaró el Monasterio de Santa Isabel Bien de interés cultural con categoría de
monumento. El monasterio está englobado en los bienes propiedad
de Patrimonio Nacional.
La iglesia es un edificio de planta singular,
con nave de dos tramos muy reducidos y un gran crucero, que casi dobla en
extensión las dimensiones de la nave, rematado con un presbiterio cuadrado. En
alzado presenta órdenes de pilastras de orden toscano arquitrabadas y
frisos de modillones doblados. La cúpula semiesférica que cubre el crucero se
sustenta sobre cuatro pilares achaflanados muy amplios, de modo que las
pechinas que descargan sobre ellos tiene forma de trapecios. En el tambor se
abren ocho vanos con ornamentación barroca que iluminan fuertemente el crucero,
reforzando el aspecto centralizado de la planta.
Poco antes de terminar la construcción del
templo, en 1664, Sebastián de Benavente recibió el encargo de
ejecutar el retablo mayor y los colaterales situados en los cuatro machones,
encargándose el dorado a Toribio Gómez. La estructura del retablo mayor
seguía los modelos de Pedro de la Torre y Sebastián Herrera
Barnuevo, estando flanqueado por grandes columnas estriadas de
orden corintio y conteniendo un tabernáculo de rica
decoración barroca. El cuerpo principal lo ocupaba un lienzo de considerables
dimensiones de la Inmaculada, obra de José de Ribera, encargado por
el Virrey de Nápoles, Juan José de Austria. Las monjas, según se cuenta,
hicieron más tarde repintar la cabeza de la Virgen a Claudio Coello, por
entender que era un retrato de la hija de Ribera, con la que se decía que el
Virrey había mantenido relaciones ilícitas. En el ático figuraba un cuadro de
la Visitación de Nuestra Señora, primera advocación del convento, obra
de Mateo Cerezo, y en el tabernáculo tres lienzos de Antonio
Palomino.
Los altares situados en las cuatro pilastras
contenían también interesantes pinturas de Mateo Cerezo (Santo Tomás de
Villanueva y San Nicolás de Tolentino socorriendo las almas del
Purgatorio con la correa de los agustinos), Claudio Coello (San
Felipe) y Benito Manuel Agüero (La imposición de la casulla a San
Ildefonso). Completando la decoración del presbiterio figuraban dos lienzos,
copias antiguas de La túnica de José de Velázquez y La
Adoración de los Pastores de Ribera, según los originales del Real
Monasterio de El Escorial. Todo ello ardió en 1936, junto con los frescos del
siglo XVIII de Zacarías González Velázquez, incendiado por exaltados
afines a la II República Española.
Antonio Ponz en 1793 llegó a ver también
en el templo un Apostolado de medio cuerpo de José de Ribera,
adquirido al parecer por Carlos IV de España y conservado actualmente
en el Museo Nacional del Prado, así como un San Juan en el desierto (conservado
en clausura, copia de Ribera) y una Piedad (desaparecida) asignados
ambos al Españoleto.
En la actualidad se han vuelto a colocar en el
primer tramo de la iglesia, bajo el coro, dos cuadros del pintor
madrileño Antonio Arias en los que están representados San Pablo
Ermitaño con San Antonio Abad y San Agustín con su madre Santa
Mónica, retornando así al mismo lugar en que los viera Ponz, quien erróneamente
los había atribuido a Gaspar Becerra el primero y a Alonso
Cano el segundo, únicas piezas subsistentes de la primitiva decoración. El
actual retablo mayor, en madera tallada y policromada del siglo XVII, procede
de la Catedral de Pamplona, instalado en este lugar tras la última
restauración. Decorando el crucero se han dispuesto otras pinturas en retablos,
destacando un Arcángel san Jeudiel de Vicente Carducho y
una Inmaculada de Mariano Salvador Maella, procedentes de los
fondos primitivamente conservados en clausura. En ella se encuentran todavía
algunas otras obras de relativo interés, primordialmente de escuela madrileña
de la segunda mitad del siglo XVII, y entre ellas varias obras
de Antonio Pereda y de José Antolínez
El palacio
de los Consejos, palacio del duque de Uceda o palacio de Uceda
Es un edificio palaciego español del
siglo xvii situado en Madrid, en la calle Mayor esquina
con la calle Bailén, en pleno Madrid de los Austrias. Caserón de
traza barroca, es un edificio muy representativo de la arquitectura
palaciega madrileña del siglo XVII.
Construido por encargo de Cristóbal Gómez
de Sandoval-Rojas, primer duque de Uceda, valido de Felipe
III, fue diseñado por Francisco de Mora, aunque las obras las
dirigiera Juan Gómez de Mora y las ejecutara el capitán Alonso
Turrillo de 1613 a 1625. Justo enfrente del palacio estuvo situada la
antigua iglesia de Santa María de la Almudena.
En el momento de su construcción, con las armas
de la familia Sandoval flanqueadas por leones rampantes, fue considerado muy
ostentoso. Durante el reinado de Felipe IV, fue residencia de Luis de
Haro y Guzmán, favorito del monarca tras el conde-duque de Olivares.
Posteriormente se realizaron obras dirigidas por el nuevo aparejador de las
obras reales Bartolomé Hurtado García para Mariana de
Austria siendo su residencia donde albergó los últimos días hasta su
fallecimiento en 1696.
En 1717, fue adquirido por Felipe
V como nueva sede de las oficinas del Real Alcázar de Madrid,
conociéndose desde entonces como Palacio de los Consejos. Sin embargo,
el Consejo de Estado se mantuvo en la Sala del Rubí del
Real Alcázar.
Posteriormente, en 1834 fueron suprimidos todos
los Consejos excepto el de Estado. Hacia 1858, dicho órgano quedó instalado
definitivamente en el palacio.
FRAY
ALBERTO de la MADRE de DIOS (Santander, 1575 - Pastrana, 1635)
Fue un arquitecto español, hijo
del hidalgo Jerónimo de la Puebla e Isabel de Cos. Formó parte de la
Orden del Carmen Descalzo.
Hasta hace pocos años era considerado como un
simple aparejador; en la actualidad, gracias a los constantes descubrimientos
documentales, está reconocido como uno de los arquitectos españoles más
importantes del siglo XVII y el introductor de las primeras formas
barrocas en Castilla.
Nacido en Santander en 1575, era hijo del
hidalgo don Jerónimo de la Puebla y doña Isabel de Cos. Ingresó en la orden del
Carmen descalzo muy joven, donde sus trabajos iniciales estuvieron ligados a la
cocina, lo que sabemos por la ocasión en la que preparó una comida para reponer
al mismísimo San Juan de la Cruz. Pronto debió abandonar estos menesteres para
aprender arquitectura de la mano de fray Francisco de Jesús, fray Jerónimo de
la Madre de Dios y fray Tomás de Jesús, arquitectos de su orden.
Su primera participación arquitectónica está
documentada en Barcelona en 1603, a donde acude por orden del general Josep
Dalmau para proyectar el desaparecido convento de San José de las Ramblas. En
la documentación, se hace referencia al arquitecto como “hermano Alberto frare
llec gran trassador”, lo que nos hace pensar en un consistente rodaje
profesional del artista en fechas muy tempranas.
En 1606 figura ya como tracista
oficial de la orden carmelita en la obra del convento de Medina de
Rioseco, cuando contaba con tan sólo 31 años, lo que fue el inicio de su
brillante carrera. Este cargo le obligaba a llevar muchas obras a la vez, lo
que no le permitía permanecer demasiado tiempo en cada una, salvo el necesario
para trazar o acomodar la traza, moderar, supervisar, aconsejar o tasar obras,
siempre encargadas a otros maestros profesionales no religiosos. Por eso no
todas las obras fueron terminadas con la misma calidad, lo que dependía de la
habilidad de sus directores y de la bonanza económica de los clientes.
A partir de 1610, el prestigio de fray
Alberto creció considerablemente, cuando los generales de su orden le
encargaron un edificio Real, el Monasterio de la
Encarnación de Madrid, fundado por la reina Margarita de
Austria en 1610. Su fachada, calificada por Bonet Correa como “el tipo más
castizo de fachada de iglesia española, el correlato de los que para Italia y
Europa es la fachada del Gesu de Roma, por el Vignola”. Con la máxima sencillez
arquitectónica fray Alberto logró crear una fachada realmente bella que sirvió
de modelo durante décadas. Sin dejar a un lado la elegancia, consiguió
escenificar los preceptos de pobreza señalados por Santa Teresa de Jesús, la
fundadora de su orden: los carmelitas descalzos.
En esos momentos fray Alberto estaba
considerado como el arquitecto más importante del momento, y una vez
muerto Francisco de Mora, el carmelita quedó al frente del resto de obras
reales, hasta que en 1616 Juan Gómez de Mora tomó la iniciativa. En
esos años su actividad es portentosa, trazando obras en Salamanca, Madrid, Uceda, Lerma, Burgos, Alcalá de Henares,
Huete, Cuenca, Caravaca, Toro, Viso
del Marqués, Valdemoro, Ocaña, Villaconejos, Guadalajara y otros lugares.
El carmelita debió ser un artista apasionado en
la defensa de los proyectos, famosas fueron las discusiones acaloradas que
mantuvo con Jorge Manuel Theotocópuli sobre la cúpula exterior de la capilla
Mozárabe de la catedral de Toledo.
Según el profesor Chueca Goitia, fray
Alberto es "el iniciador de las
nuevas formas barrocas en Castilla".
Hasta la fecha se creía que la arquitectura de
fray Alberto siguió casi hasta el final de su vida el mismo modelo carmelitano,
sin embargo, comenzó a innovar mucho antes. La iglesia de Gascueña y la capilla
del Sagrario en Cuenca constituyen obras que pertenecen al primer Barroco, en
la que se experimenta con los órdenes arquitectónicos y los elementos
decorativos invaden las superficies.
La preeminencia y consideración profesional que
poseía el arquitecto queda palpable en los informes que proporciona para
resolver diversas cuestiones y problemas que le plantean los clientes y otros
maestros. En alguno de ellos, fray Alberto demuestra su conocimiento de los
tratadistas, especialmente de Vitruvio, con el que debía sentirse identificado.
En ese sentido, fray Alberto representaba mejor que nadie la imagen del
arquitecto perfecto descrita en el tratado. La propia denominación de “tracista”, procedente del tratado
vitruviano, es retomada por el artista, haciendo honor a la concepción de la arquitectura
como un arte que consta de significado y significante, que se corresponden con
el proyecto y la demostración.
La preeminencia y consideración profesional que
poseía el arquitecto queda palpable en los informes que proporciona para
resolver diversas cuestiones y problemas que le plantean los clientes y otros
maestros. En alguno de ellos, fray Alberto demuestra su conocimiento de los
tratadistas, especialmente de Vitruvio, con el que debía sentirse identificado.
En ese sentido, fray Alberto representaba mejor que nadie la imagen del
arquitecto perfecto descrita en el tratado. La propia denominación de “tracista”, procedente del tratado
vitruviano, es retomada por el artista, haciendo honor a la concepción de la
arquitectura como un arte que consta de significado y significante, que se
corresponden con el proyecto y la demostración.
El monasterio
de la Madre de Dios o convento de Santo Domingo
Es un edificio religioso actualmente
desacralizado, situado en la localidad burgalesa de Lerma.
Construido por el duque de Lerma para
albergar la Orden de los Dominicos, data de principios del siglo XVII.
Es obra de fray Alberto de la Madre de Dios. El retablo mayor fue
proyectado por Juan Gómez de Mora.
Fue visitado por el rey de España Felipe
III el día 16 de octubre de 1617.
Tras el incendio sufrido en el siglo XX,
se dedicó a Instituto de Enseñanza Secundaria y Bachillerato. Actualmente se
utiliza como edificio de usos múltiples por parte del Ayuntamiento de Lerma.
Real
Monasterio de la Encarnación
Es un convento de
monjas agustinas recoletas ubicado en Madrid (España). La
institución, a la que pertenecieron damas de la alta nobleza, fue fundada por
la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, a comienzos
del siglo XVII. Debido a las colecciones artísticas que alberga es, junto
con las Descalzas Reales, uno de los templos más destacados de la ciudad.
Fue construido entre 1611 y 1616, aunque reformado varias veces
posteriormente.
El arquitecto del edificio fue
fray Alberto de la Madre de Dios, que dirigió las obras personalmente
junto al arquitecto Alonso Carbonel y Pedro de Lizargarate. En
palabras de Checa Goitia, fray Alberto fue el arquitecto que introdujo las
primeras formas barrocas en una buena parte de Castilla. Después de la muerte de Francisco de Mora,
entre 1610 y 1614 dirigió las obras reales. A pesar de que se ha intentado
minimizar su papel, los nuevos descubrimientos documentales sacan a la luz un
arquitecto con grandes capacidades creativas y una fuerte personalidad. El apogeo
de la Orden del Carmen descalzo en la primera mitad del siglo XVII lo consagró
como una de las figuras más relevantes de la arquitectura del momento, llamado
por los mecenas más poderosos del momento como la Corona, los duques de Lerma y
Uceda o el obispo de Cuenca.
La fachada, que responde a un modelo de
inspiración de estilo herreriano, de gran austeridad, creó escuela y fue
imitada por otros templos españoles. En la iglesia se conservan
varios relicarios y de uno de ellos se dice que contiene la sangre
de san Pantaleón; y (según la tradición) se licúa todos los años el día
del santo, el 27 de julio. En la clausura antigua está organizado un museo
que depende del Patrimonio Nacional y que se puede visitar.
La gran impulsora de la creación del monasterio
fue la reina Margarita, razón por la cual el monasterio era conocido entre la
gente de la ciudad como las Margaritas. La historia cuenta que el motivo
de la construcción fue perpetuar el recuerdo y la conmemoración de un hecho
histórico: la ordenanza hecha por el rey Felipe III, su esposo, de
la expulsión de los moriscos que aún quedaban en Madrid.
La reina conservaba buenas relaciones con las
religiosas descalzas de San Agustín de la ciudad de Valladolid, donde
había vivido cerca de seis años, y desde allí hizo venir a la que sería la
primera priora del monasterio, la madre Mariana de San José, en
compañía de Francisca de San Ambrosio (hermana de la marquesa de Pozas),
Catalina de la Encarnación e Isabel de la Cruz. Estas monjas habitaron en un principio
en el Real Monasterio de Santa Isabel a la espera de la construcción
de la nueva casa. Poco tiempo después entró en la comunidad la primera novicia,
Aldonza de Zúñiga, hija de los condes de Miranda y ahijada de los reyes,
quienes para celebrar este acontecimiento hicieron donación a la priora de un
gran vaso de ágata con adornos de rubíes y oro que sería empleado para
el Santísimo Sacramento.
El edificio se construyó en el lugar que
ocuparon las casas de los marqueses de Pozas, a quienes el rey se las compró,
debido a su cercanía al Real Alcázar, ya que así los reyes podían entrar
directamente a la iglesia mediante un pasadizo existente. Este pasadizo fue
construido por deseo de la reina para no causar molestias, ya que visitaba
frecuentemente el monasterio. En su interior tenía varias salas con cuadros. El
rey en persona colocó la primera piedra del edificio, acto que se hizo con gran
solemnidad y bajo la bendición del cardenal arzobispo de Toledo Bernardo
de Sandoval y Rojas. Meses más tarde, el 3 de octubre de 1611,
murió la reina sin haber visto terminada esta obra en la que tuvo tanto empeño.
El 2 de julio de 1616, día de
la Visitación, fue inaugurado el monasterio y su iglesia, con gran
magnificencia y con fiesta durante toda la jornada. Todo el trayecto real,
desde la desaparecida casa del Tesoro (junto al Alcázar, hoy calle de
Bailén y parte de la plaza de Oriente) hasta el nuevo monasterio, se
adornó con ricas tapicerías. El rey entró en la casa del Tesoro a las seis de
la tarde, acompañado de la familia real y de la corte. En la procesión se
agregaron los clérigos y religiosos. El Patriarcado de las Indias
Occidentales, Diego de Guzmán, más los obispos y arzobispos acompañaron al
Santísimo Sacramento. Por la noche hubo gran festejo con fuegos y luminarias.
Al día siguiente los reyes fueron a comer al convento. La fiesta continuó hasta
el día 6, en que se celebraron las exequias de la reina Margarita.
Antes de que le llegara la muerte, la reina
Margarita se había encargado de escribir cartas con peticiones para el
convento, y así fue como llegaron de diversos puntos de España y del extranjero
grandes y suntuosos regalos y donativos. La reina había hecho donación de un
regalo insólito, cuyo significado aún no aciertan a descubrir los historiadores:
la cama donde había nacido su hijo, el futuro rey Felipe IV.
Las monjas de este convento fueron favorecidas
con los derechos sobre unas minas de plata descubiertas por entonces. Pero el
dinero obtenido debían emplearlo en mandar hacer una arqueta para guardar el
Santísimo Sacramento el día de Jueves Santo.
Durante los
siglos XVIII y XIX continúa la historia del monasterio,
llena de anécdotas. Así por ejemplo, se sabe que Manuel
Godoy, valido de Carlos IV, acudía todos los días a la misa de
la iglesia del monasterio dando un paseo desde su residencia, el Palacio
del Marqués de Grimaldi (antiguo Ministerio de Marina). Cuando José
Bonaparte residió en Madrid en calidad de rey, apareció un día en la verja
del monasterio un gato ahorcado con un escrito: «Si no lías pronto el hato, / te verás como este gato».
En el siglo XIX el religioso y
compositor madrileño Lorenzo Román Nielfa fue profesor de música en
el convento, dejando a su muerte como legado para la Encarnación su biblioteca
musical, que contiene obras de maestros de los siglos XVI y XVII.
El monasterio fue abierto al público
en 1965. En la década de 1960 se instaló en la plaza exterior de la
iglesia una estatua de Lope de Vega, obra de Mateo Inurria.
El
edificio
El autor de la iglesia y de la parte conventual
fue el arquitecto de la corte fray Alberto de la Madre de Dios. Destaca la
fachada principal, de severas líneas herrerianas. La documentación
notarial recopilada por Agustín Bustamante en su artículo de 1975 deja bien
clara la autoría del proyecto. En 1611 se dice que «el padre fray Alberto de la Madre de Dios, religioso carmelita descalzo
que por mandado de la Reina nuestra señora ha trazado la dicha obra».
En otra escritura del mismo año se comenta que:
Gerónimo
Fernández, maestro vecino de esta villa de Madrid, digo que yo me he concertado
con el padre fray Alberto de la Madre de Dios, religioso profeso de los
carmelitas descalzos a cuyo cargo esta la traza y disposicion de la fabrica del
monasterio real que por mandado de la reina nuestra señora que santa gloria
haya se començo y a de acabar en el sitio del Campillo de esta villa de Madrid
de hacen en el toda la carpintería que fuere necesaria… Ytem toda esta obra… ha
de ser… a contento y satisfacion del dicho padre fray Alberto de la Madre de
Dios o de Pedro de Liçargarate o de la persona que cuidare della y todas las
dudas que ansi en este concierto como en el modo de obrar ubiere an de ser
resueltas por el padre fray Alberto de la Madre de Dios.
En una escritura de 1613 se indica: «En la villa de Madrid a diez y seis días del
mes de agosto de mil y seiscientos e treze años… parecio presente el
padre fray Alberto de la Madre de Dios, relixioso profeso de la orden de
los carmelitas descalzos que por mandado de la rreina nuestra señora que santa
gloria aya tiene la superintendencia de la obra rreal del monasterio que se
fabrica en el sitio del campillo desta villa de Madrid, por la traza que para
ello a dado dicho fray Alberto de la Madre de Dios…».
Finalmente, en otra escritura de 1613 se indica
que los escudos y el relieve de la fachada deben realizarse a satisfacción de
fray Alberto:
… nos
obligamos yo el dicho Alonso de Carbonel hacer los dos escudos de armas que se
an de poner en la fachada del convento nuevo los quales an de ser del tamaño
que esta en la montea y conforme a la traça y por mayor para ello se me diere y
de mármol el qual en la cantidad necesaria se me a de dar y entregar en mi casa
por quenta de los gastos de la dicha obra y después de acabados los dichos
escudos … Demas de lo que yo el dicho Alonso de Carbonell tengo que hacer la
imagen de Nuestra señora con su ystorica en el frontispicio de un Espiritu
santo y angel que se eche de ver ser la ymajen de la Encarnacion, la qual
también a de ser de mármol … y antes de hacer dicha ymajen tengo de hacer
modelo della a satisfacion del padre fray Alberto de la Madre de
Dios por cuya traça se fabrica dicho monasterio…
La portada que diseña fray Alberto es una de
las obras que más ha influido en la arquitectura española, precedida por
el compás, o patio exterior, muestra los escudos de la reina Margarita y
un relieve de La Anunciación en mármol, obra del escultor
catalán Antonio de Riera. La iglesia tiene planta de cruz latina. También
es muy interesante la anteplaza que precede a la portada de la iglesia, muy
común en todas las obras de este arquitecto religioso.
En el siglo XVIII fue reformado el interior de
la iglesia por Ventura Rodríguez, quien se encargó de su decoración, junto
con otros pintores y escultores neoclásicos, con nuevos retablos y varios
lienzos importantes. La parte arquitectónica está labrada
en jaspes, mármoles y bronces dorados. A lo largo de
toda la nave pueden verse una serie de lienzos con el tema de la vida
de san Agustín, que se complementan con los frescos de la bóveda de la
capilla mayor, obra de Francisco Bayeu.
En el centro del retablo mayor puede
verse el cuadro de La Anunciación de Vicente Carducho,
enmarcado por sendos pares de columnas corintias, y a ambos lados las
imágenes de San Agustín y su madre Santa Mónica, del estilo
de Gregorio Fernández.
El tabernáculo es una obra maestra de
Ventura Rodríguez. Las pequeñas estatuas de los Santos Doctores que
lo adornan son obra de Isidro Carnicero, lo mismo que el relieve
del Salvador que tiene la puertecita.
El monasterio posee una importante colección de
pintura y escultura destacando las obras de Lucas Jordán, Juan van
der Hamen, Pedro de Mena, José de Mora (Dolorosa),
y Gregorio Fernández (Cristo Yacente y Cristo atado a la columna).
Real
Basílica-Santuario de la Vera Cruz
Es una basílica católica situada en la ciudad
de Caravaca de la Cruz (Región de Murcia, España).
Se comenzó a construir en 1617, con
diseños del importante arquitecto cortesano fray Alberto de la Madre de
Dios, en el interior del castillo, en lo alto de una colina, en el estilo que
imperaba en el primer Barroco, sobre una antigua capilla medieval que
albergaba un Lignum Crucis, es decir, un fragmento de la verdadera cruz en
la que Jesucristo fue crucificado. Se terminó en 1703.
Desde abril de 1939, recién acabada
la Guerra Civil, fue utilizado durante un tiempo como campo de
concentración de prisioneros republicanos por el régimen de Franco.
Antiguo Santuario, en donde se venera la
famosa Cruz de Caravaca, ya desde el siglo XIII tuvieron lugar las
primeras peregrinaciones que continuarían a lo largo de los siglos. Se
convirtió en Basílica Menor el 2 de febrero de 2008, según decreto
del papa Benedicto XVI de 3 de diciembre de 2007.
Asimismo, desde 2003 y repitiéndose cada siete
años, tiene el privilegio de celebrar perpetuamente un Año Jubilar,
concedido por el papa Juan Pablo II en enero de 1998.
Este Jubileo perpetuo solo se da en otros cuatro lugares en el
mundo: Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela y Santo
Toribio de Liébana.
Tiene planta de cruz latina y la
fachada principal, realizada con mármoles de la zona, es uno de los mejores
ejemplares barrocos de la región. Está declarada Monumento
Histórico-Artístico Nacional desde 1944.
El interior del templo se divide en tres naves,
de estilo post-herreriano, caracterizado por la robustez y severidad de los
paramentos, creando una sensación de rigidez en contraposición con la fachada.
A la sacristía se accede por el lado del Evangelio, mientras que en la Epístola
se encuentra la capilla de la Vera Cruz de Caravaca. El cuerpo superior se
organiza a modo de deambulatorio que permite contemplar el resto de la iglesia.
Posee un órgano en el coro alto, construido en 1776 por el maestro José Folch y
seriamente dañado durante la Guerra Civil. Su restauración se llevó a cabo
en 2003 y acompaña a los actos religiosos de mayor importancia.
La fachada de la Basílica se realizó en el
siglo XVIII con mármoles de la zona, predominando el mármol jaspe, superpuestos
al plano de sillería. En ella observamos elementos florales, juegos
volumétricos de cornisas e impostas (propios de la teatralidad del Barroco), el
uso de los estípites en los conjuntos columnarios, un escudo Real sobre el acceso
y otros elementos como la concha de la Orden de Santiago, en alusión a su
inequívoca relación con Caravaca. En la hornacina que preside la fachada se
encuentra una talla de la Patrona de la ciudad, la Vera Cruz. Como remate
superior se curva la cornisa y se organizan siete pináculos. En la parte
inferior, a cada lado, quedan talladas dos bestias entre composiciones
florales, conocidas por el pueblo de Caravaca como los Dragones Rojos (debido
al color del mármol empleado).
PEDRO
SÁNCHEZ (1569-1633)
Arquitecto español de los
siglos XVI y XVII. Hermano jesuita, tracista y maestro
de obras, fue el introductor en España (según Virginia Tovar) de las
novedades estructurales del incipiente Barroco romano, y el creador del modelo
de arquitectura jesuítica más extendido en la España del siglo XVII, de nave
única, capillas laterales con tribuna sobre ellas y cúpula sobre el crucero.
Pedro Sánchez fue autor de la iglesia de los
santos Justo y Pastor de Granada, de 1614, en cuya cúpula se revela la
influencia escurialense enmascarada bajo la decoración de yesería al
modo andaluz. Suyas son también las iglesias de planta centralizada del Colegio
de san Hermenegildo de Sevilla (1614), y del Colegio de San
Sebastián de Málaga (1626-1630). La primera presenta planta
elipsoidal inserta en un rectángulo, sobre un modelo clasicista derivado
de Diego de Siloé en lo decorativo y de Vignola (iglesia de
santa Ana de los Palafreneros, Roma), en lo que a la planta se refiere, si
bien trasladando a la bóveda la forma ovalada con un dinamismo del que carece
el modelo, jugando en los muros con arcos y hornacinas. En Málaga prefiere en
cambio una planta circular con capillas en torno a la nave inscribiéndose el
conjunto en un cuadrado.
En 1619 viajó a Madrid, donde aparece
definitivamente asentado en 1623, dando paso con su formación andaluza a la
creación de un modelo arquitectónico alternativo al clasicismo escurialense
de Juan Gómez de Mora, dominante en la capital. A él se deben las plantas
de la iglesia del Noviciado de Madrid (1619), destruida al transformarse en el
siglo XIX en paraninfo de la Universidad Central, y del Colegio Imperial,
actual Colegiata de San Isidro, proyectada hacia 1622 y ejecutada por el
hermano Bautista. También en Madrid, dio la traza de la iglesia
de San Antonio de los Portugueses (1624), de planta oval, siguiendo
la fórmula que él mismo había experimentado en el colegio sevillano de San
Hermenegildo, tomando como modelo a Serlio y realzando el valor arquitectónico
de la cúpula y el dinamismo de la planta, a la vez que los elementos
decorativos alcanzan un valor esencial. Sánchez conjuga aquí la planta
centralizada con el modelo longitudinal localizando la entrada y el presbiterio
en los extremos del eje mayor, creando de este modo una amplia planta
congregacional. Las adiciones de elementos decorativos en yeso y pinturas y la
neta diferenciación entre el exterior y el interior son características también
del hacer arquitectónico de Pedro Sánchez, ensayadas de modo semejante en San
Hermenegildo de Sevilla.
Un modelo de planta semejante y anterior al de
la iglesia del Colegio Imperial sigue la iglesia de San
Ildefonso de Toledo, actualmente de San Juan Bautista, posiblemente
proyectada en 1619 pero cuyas obras no se iniciaron hasta 1629, concluyéndola
el hermano Bautista, responsable de su fachada. Su gusto por las plantas
centralizadas se manifiesta aquí en las dos sacristías ovales que se disponen a
los lados del presbiterio.
Iglesia
del Santísimo Cristo de la Salud
Es una iglesia del culto católico
situada en la ciudad andaluza de Málaga, España. Este edificio data de los
siglos XVI y XVII y fue construido por la Compañía de
Jesús.
Se encuentra en la confluencia entre
la Calle Compañía y la Plaza de la
Constitución del centro histórico, y se sitúa entre la Escuela
de San Telmo, sede del Ateneo de Málaga; y el Anexo del Palacio de
Villalón, que forma parte del Museo de la Colección Carmen
Thyssen-Bornemisza.
En esta iglesia se encuentra la sede canónica
de la Cofradía de los Estudiantes, que sale en la Semana Santa de
Málaga, la Hermandad de la Esclavitud Dolorosa y la Asociación
del Cristo de la Salud, patrón y protector de Málaga y su Ayuntamiento.
Los jesuitas se establecieron en esta zona de
la ciudad junto a una ermita dedicada a San Sebastián, cuyas
pequeñas dimensiones hicieron necesaria la construcción de un templo. La
iglesia es obra de Pedro Sánchez, que diseñó este
edificio barroco de planta octogonal sobre un solar donado por el
obispo Blanco Salcedo en 1572. Fue inaugurada el 28 de
noviembre de 1630. Los jesuítas Ángel Cortés y Díaz de Ribero diseñan
el retablo mayor y el tabernáculo.
La portada principal data de los años 1659 y 1660 y
los retablos de San Ignacio y de San Francisco Javier son
de 1672 y 1678. Al siglo siguiente, José Martín de
Aldehuela abre una pequeña capilla en medio del retablo dedicado
a San Pedro.
Tras la desamortización y
la expulsión de los jesuitas en la 1767, la iglesia fue
transferida al Montepío de Socorro, que regentaba la parcela vecina de
la Casa del Consulado y la Escuela de San Telmo.
En 1790 pasaron a manos de la Sociedad Económica de Amigos del País.
A mediados del siglo XIX se creó el
Patronato del Santo Cristo de la Salud. En 1849 la imagen titular fue
situada en el hueco que antes ocupaba la imagen de San Pedro. Ésta consiste en
una talla obra de José Micael y Alfaro de 1633 y consiste
en la imagen de Jesús atada a la columna. A esta talla se le atribuye
la curación milagrosa que se dio en la ciudad en el año 1649 cuando
apareció durante una epidemia.
En esta iglesia se encontraba la sepultura
de Pedro de Mena, actualmente en
la abadía cisterciense de Santa Ana.
Tras muchos años sin ser intervenida,
el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico desarrolla un Proyecto
de Conservación que conserva, actualiza y musealiza la iglesia y sus bienes
muebles asociados. Las obras se ejecutan de junio del año 2013 a
noviembre del año 2014. La iglesia vuelve al culto en enero de 2016.
En el año 2015 es declarada Bien de
Interés Cultural con la tipología de Monumento, junto con los demás
edificios que constituyen el Antiguo Colegio Jesuita de San Sebastián.
Iglesia
de San Antonio de los Alemanes
Fundada como iglesia de San Antonio de los
Portugueses, es una iglesia situada en el distrito Centro de Madrid (España),
en la conjunción de la calle de la Puebla con la corredera Baja
de San Pablo. Ejemplo claro del barroco madrileño, se emplearon en su
construcción materiales de bajo coste como el ladrillo y el yeso, con una
fachada sobria y chapitel. La principal novedad de esta iglesia es su planta
elíptica, una de las pocas que hay en España, así como el hecho de que está
enteramente pintada al fresco, tanto la cúpula como las paredes. Su fachada
principal, coronada por una estatua del titular, es de un sobrio estilo post-herreriano.
Todos los domingos y fiestas de precepto hay
una misa enteramente en alemán y otra enteramente en portugués.
La construcción de la iglesia de san Antonio de
los Alemanes se inició en 1624, prolongándose las obras hasta 1633. Se edificó
como complemento del Hospital de San Antonio de los Portugueses, creado en
1606 por el rey Felipe III.
Una de sus curiosidades, similar a otras
iglesias madrileñas, es que presenta un chapitel en forma octogonal al
exterior. Estos chapiteles, son en verdad cúpulas, las llamadas cúpulas
encamonadas, elaboradas con materiales ligeros como madera o yeso. Normalmente
no se trasdosan al exterior, sino que se cubren con chapiteles del tipo que
comentamos. Cuestiones económicas motivaron la aparición de esta peculiar forma
arquitectónica, ya que las dificultades que atravesó España durante el siglo
XVII no permitían gastos excesivos. Sin embargo, la fórmula no renunciaba a la
vistosidad puesto que el interior podía ir decorado, a veces de modo fastuoso
como sucede en este templo.
Inicialmente fue fundado como hospital para
portugueses, cuando Portugal era parte de los reinos hispánicos bajo
los Austrias. La reina Mariana de Austria, segunda mujer de Felipe IV,
cuando ya Portugal dejó de formar parte del Imperio español, lo cedió en el año
1668 a la comunidad de católicos alemanes, numerosa en la Corte desde la
llegada de la reina consorte Mariana de Neoburgo, cambiando el nombre del
hospital y de la iglesia. Aun así conservó la advocación de San Antonio de
Padua, santo portugués.
La iglesia y el hospital pasaron a pertenecer
desde el 1701 a la Hermandad del Refugio. Esta institución tenía el compromiso
de prestar ayuda a los necesitados de Madrid. Un sacerdote y dos seglares de
la hermandad, salían a las calles para buscar mendigos a los que ofrecer agua,
pan blanco y un huevo duro. Se conserva todavía la plantilla de madera cuyo
agujero servía para desestimar el huevo si por allí entraba, pronunciando la
famosa frase: Si pasa, no pasa, lo que indicaba que el huevo era demasiado
pequeño para el prestigio de la Hermandad a la que han pertenecido los reyes de
España desde siempre, incluidos los actuales.
El interior de la iglesia es un perfecto
ejemplo de ilusionismo barroco, en el que la pintura al fresco se une a la
arquitectura y las esculturas de los retablos para crear un efecto de lujo,
movimiento y colorido.
Los frescos son sin duda el elemento más
llamativo, y cubren todas las paredes desde el techo hasta el suelo. Las
pinturas del centro de la cúpula narran la Apoteosis de San Antonio, con
el santo portugués ascendiendo al cielo rodeado de ángeles. Esta parte de la
obra fue realizada por Juan Carreño de Miranda y se sitúa encima de
una rica arquitectura fingida a modo de basamento o tambor, obra
de Francisco Rizi, con columnas salomónicas y frontones acaracolados. Rizi
también pintó los santos portugueses localizados en el primer anillo de la
cúpula.
Los muros curvos de la iglesia fueron decorados
por Luca Giordano, que pintó al fresco varios milagros del Santo,
como El milagro de la mula o San Antonio curando la pierna que
un joven había perdido al dar una patada a su madre, y una serie de santos
reyes entre los que se encuentran el emperador Enrique II de
Alemania, Luis IX de Francia y San Esteban de Hungría. Los seis
altares, situados en arcos-hornacina de medio punto, fueron
realizados por varios artistas como el propio Giordano, autor del situado a la
derecha del principal, dedicado al Calvario; Eugenio Cajés pintó
el de Santa Engracia. El vizcaíno Nicolás de la Cuadra pintó en
1702 los retratos de los reyes, desde Felipe III a Felipe V más las
reinas María Ana de Neoburgo y María Luisa Gabriela de Saboya,
situados sobre las hornacinas de los altares en barrocos marcos ovales,
retratos anteriormente atribuidos a Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia,
quien pudiera ser autor del retrato de la reina Mariana de Austria.
El retablo mayor sustituye a uno barroco,
eliminado durante el Neoclasicismo. En él se encuentra la excelente
escultura de San Antonio con el Niño, obra maestra de Manuel Pereira,
y una gloria de ángeles, obra de Francisco Gutiérrez.
En la cripta de la iglesia de San Antonio de
los Alemanes descansan los restos de dos infantas de Castilla. Los restos
de las dos infantas fueron trasladados a la iglesia de San Antonio en 1869,
procedentes del convento de Santo Domingo el Real de Madrid, que
había sido demolido ese mismo año. Las dos infantas cuyos restos mortales yacen
en la cripta son: ·
Berenguela
de Castilla (1253-1300), hija de Alfonso X el Sabio y
de Violante de Aragón.
·
Constanza
de Castilla (1308-1310), hija de Fernando IV de Castilla y
de Constanza de Portugal.
En la cripta también se encuentra colocada
desde 2006 una estatua de bronce que representa a San Pedro Poveda, obra
del escultor Pedro Requejo Novoa.
La iglesia de San Ildefonso es una
iglesia de estilo barroco localizada en el centro del casco histórico
de la ciudad de Toledo, España. También es conocida como
la iglesia de los jesuitas y se encuentra consagrada a san
Ildefonso de Toledo, patrón de la ciudad y Padre de la Iglesia.
Su construcción, que se prolongaría durante más
de cien años, comenzó en el año 1629, sobre unos terrenos adquiridos por los
jesuitas de Toledo en 1569 donde se encontraban las casas de Juan Hurtado
de Mendoza Rojas y Guzmán, conde de Orgaz, y que había sido asimismo el
lugar natal de san Ildefonso. Pedro y Estefanía Manrique, miembros de la
alta nobleza castellana, fueron los impulsores de la erección del templo, como quedó escrito en los documentos
fundacionales:
Por
cuanto se tiene por tradición que el glorioso san Ildefonso, arzobispo y
patrono de la ciudad, nació en estas casa donde ahora hacemos esta fundación, y
por la mucha devoción que nos, don Pedro y doña Estefanía Manrique, tenemos a
este glorioso santo, queremos y es nuestra voluntad que la advocación de la
dicha iglesia, que así se ha de labrar, sea de este glorioso santo y que su
imagen se ponga en el retablo del altar mayor en el lugar más principal.
Documento
fundacional.
Con un diseño que seguía el modelo de planta de
las iglesias jesuitas de Palencia y de Alcalá de Henares y
también el de la iglesia del Gesù, que se encuentra en la ciudad
de Roma y es la principal iglesia de la Compañía de Jesús. Dicha
traza ha sido atribuida a Juan Bautista Monegro, por aquel entonces
maestro mayor de la catedral. Sin embargo, no fue él quien se encargaría
de la construcción del templo, sino Pedro Sánchez, un hermano jesuita, por
lo que los diseños originales fueron modificados, lo que conllevó cambios en la
fachada y en la cabecera. El arquitecto jesuita Pedro Sánchez murió
pocos años después, en el año 1633, y fue sustituido por otro compañero de su
orden, Francisco Bautista, a quien se debe la fachada retablo de estilo también
barroco, que domina la ciudad desde su elevada posición. Pasados varios
lustros, en el año 1669, Bautista dejaría su lugar a Bartolomé Zumbigo,
arquitecto natural de Toledo, quien terminó las torres y la fachada. Ya entrado
el siglo XVIII, en 1718 se consagró la todavía incompleta obra, a la que le
faltaban aún por terminar la sacristía, la capilla mayor y el ochavo, que
contiene el relicario. Casi medio siglo después, en 1765, por fin se pudo
concluir la construcción del templo, que en su tramo final había sido dirigida
por José Hernández Sierra, arquitecto de Salamanca.
Desgraciadamente para la orden de los jesuitas, tan sólo dos años
después fueron expulsados de España por orden del rey Carlos
III bajo la acusación de haber sido los instigadores del Motín de Esquilache,
que había tenido lugar en 1766. La Compañía de Jesús no recuperó la iglesia
hasta el siglo XX.
Descripción
Enclavada entre la calle de San Román y la
calle Alfonso XII, la iglesia presenta una orientación noroeste-suroeste, de
tal modo que su fachada frontal queda dirigida hacia la catedral de Toledo. El
interior de la iglesia, con su nave principal con forma de planta de cruz
latina, es de grandes dimensiones y de color blanco. En dicha nave destaca la
elevada cúpula sobre el crucero. En el transepto se encuentran
dos grandes retablos barrocos. De ellos, originarios de la iglesia de san Juan
Bautista, hoy desaparecida, uno es San José obrero con el Niño, obra
de Germán López Mejía; y el otro es El Bautismo de Cristo, del
artista Alonso de Arco y fechado en 1702. A ambos lados de la nave
principal se encuentran comunicadas entre sí sendas hileras de cuatro capillas
menores cada una, decoradas profusamente en
estilos barroco y rococó. Las capillas del lado noreste del
edificio, en orden desde el transepto, están dedicadas a la Virgen de
Fátima, a san Francisco Javier, al Santísimo Cristo
Crucificado y a san Francisco de Borja. Del lado suroeste se
encuentran las dedicadas a la Inmaculada, a la Dolorosa, a san
Ignacio de Loyola y al Cristo de los Mártires. En una esquina del
templo se encuentra la capilla ochavada en la que se guardan y veneran
las reliquias de la iglesia. De paredes oscuras y rojas y coronadas
por su propia pequeña cúpula, esta capilla alberga además la figura de
la Virgen del Socorro, que también es obra de Germán López Mejía.
Gobernando la nave tras el altar mayor, la iglesia de San Ildefonso cuenta con
un retablo que es una pintura al fresco —realizada por Alejandro y
Luis González Velázquez— que presenta trampantojos y que relata la
descensión de la Virgen sobre san Ildefonso para la imposición de la casulla.
Bajo el retablo de ilusionismo arquitectónico y tras el altar está situado
un tabernáculo de madera dorada que presenta una talla de
la crucifixión. A lo largo de toda la nave se hallan distribuidas catorce
estatuas dedicadas principalmente a los apóstoles y que fueron
esculpidas, como uno de los retablos y la Virgen del Socorro, por Germán
López Mejía.
La parte exterior de la cúpula, debido a sus
dimensiones y a la localización de la iglesia, es uno de los puntos más altos
de Toledo, junto a la catedral de Santa María y al alcázar,
hacia los que tiene vistas notables, igual que las torres, que son visitables.
En una de las torres se pueden ver tres campanas de bronce. En la fachada se
pueden observar varios adornos destacables. Sobre la puerta principal original,
que aún se conserva, se encuentra un bajorrelieve que representa, igual que el
retablo mayor, la descensión de la Virgen sobre san Ildefonso, obra
de Diego Rodríguez de Luna. Por encima de él está situada la vidriera, y
alrededor de ellos hay cinco estatuas, realizadas por Mattia
Carmannini y Félix Bambi, cuyas hornacinas se encuentran flanqueadas
por cuatro altas columnas corintias. En la fachada está, en homenaje a los
hermanos Pedro y Estefanía Manrique, el escudo de la familia Manrique de
Castilla.
Colegiata
de san Isidro
También llamada Colegiata de san Isidro el
Real, es un templo de culto católico situado en el casco
histórico de la ciudad española de Madrid, en el número 37 de
la calle de Toledo. Fue la catedral provisional de la ciudad
hasta 1993, año en el que se consagró la Catedral de la Almudena.
El edificio fue construido en el siglo
XVII como iglesia del antiguo Colegio Imperial de
la Compañía de Jesús, que se encuentra anexo al edificio. En ella se
custodian los restos mortales de san Isidro, patrón de Madrid, y de su esposa, santa
María de la Cabeza.
El templo se debe a un diseño del
año 1620, obra del arquitecto Pedro Sánchez. Las obras, que
comenzaron dos años después, fueron dirigidas por este maestro
hasta 1633 y continuadas posteriormente por Francisco
Bautista y Melchor de Bueras, quienes finalizaron la construcción
en 1664.
La iglesia sustituyó a la parroquia de san
Pedro y san Pablo, del siglo XVI, que fue demolida, junto al
primitivo Colegio Imperial, siguiendo las instrucciones dejadas en su
testamento por María de Austria (1528-1603), hija del emperador y rey
de España Carlos I. La Emperatriz legó su fortuna a la Compañía de
Jesús con el propósito de que se construyera un edificio de nueva planta
sobre el solar de la iglesia derribada.
El templo fue consagrado el 23 de septiembre
de 1651, trece años antes de su conclusión, quedando adscrito a la
citada orden religiosa e inicialmente dedicado a san Francisco
Javier. En 1767, con la expulsión de los jesuitas, se transformó en colegiata.
Dos años después, por orden del rey Carlos
III quedó bajo la advocación de san Isidro, coincidiendo con el
traslado del cuerpo incorrupto del santo desde la iglesia de san
Andrés, donde se custodiaba desde el siglo XVI en la capilla del Obispo.
También fueron trasladadas desde el Oratorio de la Casa de la
Villa las reliquias de su esposa, santa María de la Cabeza.
Ambos sagrados restos están custodiados por la Real, Muy Ilustre y
Primitiva Congregación de San Isidro de Naturales de Madrid.
Su interior fue reformado en ocasión a la nueva
advocación por el arquitecto neoclásico Ventura Rodríguez, que
proyectó un nuevo presbiterio y el retablo del altar mayor, además de
una rica decoración.
En 1885, con la constitución de
la diócesis de Madrid, pasó a ser la catedral provisional de esta ciudad,
rango que ostentó durante más de un siglo, hasta 1993, cuando se concluyó
la actual catedral de santa María de la Almudena y san Isidro recuperó la
condición de colegiata. Precisamente en las escaleras del templo cayó
abatido a tiros el primer obispo de la diócesis, Narciso Martínez
Izquierdo el 18 de abril de 1886, asesinado por el
sacerdote Cayetano Galeote.
En 1936, el edificio fue incendiado nada
más comenzar la Guerra Civil Española. El fuego destruyó numerosas obras
de arte, entre ellas el retablo mayor, así como lienzos de Francisco
Ricci o Luca Giordano. El incendio también provocó el hundimiento de
la cúpula, la primera encamonada de la arquitectura española (estructura
de madera –a base de camones– y casquete de yeso colgado). Las crónicas
posteriores, en su afán literario por engrandecer la tragedia, hablan de manera
errónea de la destrucción de toda la cubierta. Esto se demostró falso a raíz de
una investigación llevada a cabo por alumnos de la Escuela de Arquitectura
de Madrid: solo se hundió el casquete y la linterna de la cúpula, el resto de
cubiertas son originales. Sin embargo, la destrucción de numerosas imágenes,
retablos (incluyendo el mayor), pinturas y los daños en la propia estructura
del templo fueron muy grandes.
Tras la contienda, todo el templo fue
restaurado. El proceso se desarrolló lentamente a lo largo de dos décadas,
intentando recuperar en lo posible los elementos originales, hasta culminar en
la década de 1960 con la elevación de un tramo nuevo en las torres de la
fachada principal, según proyecto del arquitecto Javier Barroso, quien
dirigió todo el proceso. Asimismo se hizo una réplica fiel del retablo mayor de
Ventura Rodríguez, por la casa Granda.
El templo albergó, hasta la finalización de las
obras de la catedral de la Almudena, las imágenes de la Virgen de la
Almudena, patrona de Madrid, así como el Cristo de la Buena Muerte, obra
magistral de Juan de Mesa. Ambas imágenes fueron trasladadas a la nueva
catedral tras su consagración.
Desde 1978 el templo es sede canónica
de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de
la Esperanza Macarena, que recoge el testigo de estas dos devociones sevillanas
y efectúa su salida procesional de Semana Santa en la tarde
del Jueves Santo.
Descripción
La colegiata de san Isidro es uno de los
edificios más representativos de la arquitectura religiosa
madrileña del siglo XVII. Fue levantado en estilo
barroco por arquitectos jesuitas, que siguieron el modelo definido en
la iglesia del Gesù, de Roma. Su planta de cruz latina de una sola
nave, con capillas laterales, crucero y cúpula, denota esta influencia.
La fachada principal, que da a la calle de
Toledo, destaca por su aire monumental con reminiscencias palaciales. Realizada
en granito, integra un cuerpo central de cuatro columnas corintias,
presidido por un grupo escultórico con las efigies de san Isidro y su esposa
santa María de la Cabeza. Los capiteles que coronan las columnas son los
característicos de Francisco Bautista, quien utilizó en los mismos
elementos decorativos personales, como la doble hilera de hojas
de acanto con molduras de ovas. A ambos lados de este cuerpo central
se alzan dos pares de pilastras, igualmente corintias, que configuran la
vertical de las torres. Estas son de planta cuadrada y
presentan balaustrada intermedia. Están rematadas por chapiteles octogonales,
que terminan en aguja, añadidos durante la reforma del siglo XX.
Sobre el crucero se levanta la cúpula,
igualmente diseñada por Bautista. Es el primer ejemplo de cúpula encamonada, un
tipo de falsa cúpula trazada sobre un armazón de madera recubierto de yeso,
que, dada su ligereza, facilita su apoyo sobre muros de escaso grosor. La
fórmula, ideada por Bautista como medida de abaratamiento de costes, se
extendió rápidamente a otras construcciones madrileñas del siglo XVII.
El interior del templo, rico en obras de arte,
perdió gran parte de las mismas en el incendio de 1936. Se salvaron, no
obstante, el sarcófago con las reliquias de san Isidro y algunas
pinturas y esculturas; así, un excelente retablo presidido por La Sagrada
Familia, también llamado Las dos Trinidades, lienzo de Sebastián
Herrera Barnuevo, considerada la obra maestra de este artista, en la capilla
del Pilar; o varios cuadros del maestro barroco Francisco Ricci, entre
ellos el que representa La conversión de san Francisco de Borja, en
el retablo del brazo izquierdo del crucero. Destaca también la decoración y
retablo de la capilla del Jesús del Gran Poder, de exuberancia típicamente
barroca y en la que intervinieron Claudio Coello y Francisco Ricci.
La capilla de la Dormición muestra, por su parte, un valioso retablo pictórico
del siglo XVI y como banco del mismo, un movido relieve escultórico de
la Dormición de María, excelente conjunto del barroco madrileño del siglo
XVII. En la nave mayor, frente al presbiterio, sobresale el púlpito, realizado
en una combinación de mármoles polícromos.
El grandioso retablo mayor, que había sido
trazado por Ventura Rodríguez, y que contenía esculturas y pinturas
de Manuel Pereira, Juan Pascual de Mena y Anton Raphaël
Mengs, entre otros, fue pasto de las llamas. No obstante, fue reproducido
fielmente en sus formas en el actual retablo por los artistas José Lapayesse
y Félix Granda tras la Guerra Civil. En sendas urnas mortuorias
dentro del mismo, descansan los restos del santo patrono de Madrid y de su
mujer, salvados del fuego.
Retablo de la capilla del Pilar, con el
cuadro de Herrera Barnuevo representando La Sagrada
Familia (siglo XXVII).
Francisco Rizi: San Francisco de Borja, 1658.
FRANCISCO
BAUTISTA
(Murcia, 1594-Madrid, 20 de diciembre de 1679)
Fue un hermano jesuita y arquitecto
barroco español.
Con un estilo monumental y un empleo
barroquizante de los órdenes clásicos, que revela una concepción de la
arquitectura próxima a lo romano, el hermano Bautista trabajó
principalmente, aunque no exclusivamente, para su orden. Su actividad
artística conocida comienza en Alcalá de Henares en torno a 1622,
trabajando como escultor y carpintero en la Iglesia del Colegio Máximo de
la Compañía de Jesús, donde le corresponde el gran retablo mayor. Poco
posterior, en la iglesia de las Bernardas, de planta oval, introdujo en
España el tipo de retablo exento o baldaquino, por adaptarse mejor al tipo
de planta.
En 1633, a la muerte del también
jesuita Pedro Sánchez, se hizo cargo de la construcción de la iglesia
del Colegio Imperial de Madrid en la que según fray Lorenzo de San
Nicolás empleó por primera vez en España una cúpula
encamonada para cubrir el crucero. Aunque iniciada la obra conforme a
las trazas dadas por el padre Sánchez, a su muerte apenas se había pasado de los
cimientos correspondiendo al hermano Bautista el alzado completo, la fachada,
con sus medias columnas de orden gigante al modo de Miguel Ángel, y su
decoración original, en la que también empleó por primera vez el orden
dórico con capitel toscano alargado y filas de
hojas corintias, lo que se conocerá como orden del hermano Bautista o
sexto orden. También suya es la anexa capilla del Buen Consejo, construida
entre 1660 y 1665, cubierta con un evolucionado chapitel piramidal.
Con Pedro de la Torre, que se encargó de
su ejecución, proporcionó en 1645 las trazas para el retablo del santuario de
la Virgen de la Fuencisla en Segovia, en el que innovaban una
nueva tipología de retablo-camarín con un gran nicho para acoger la imagen de
la Virgen, un tipo de retablo con el que llegará su influencia, a través de
Pedro de la Torre, al retablo del apóstol Santiago en la catedral
compostelana.
Un chapitel agudo con buhardillas cubre también
la capilla del Cristo de los Dolores de la Venerable Orden Tercera de San
Francisco, pequeño templo de una nave y capilla mayor cuadrada junto a la
iglesia de San Francisco el Grande, construido entre 1662 y 1665. La más
personal de sus creaciones según Elías Tormo y enfatizando los
elementos geométricos, todo en su planta y alzado parece concebido
según Antonio Bonet Correa para alojar el abstracto y esquemático
retablo-baldaquino con la imagen del Cristo de los Dolores, copia libre
del Cristo de Serradilla.
La iglesia de San Ildefonso o de los
jesuitas de Toledo, comenzada en 1629 con trazas de Pedro Sánchez, será otra de
las obras de cuya continuación se encargue a su muerte (1633) el hermano
Bautista, pero en este caso quedó inacabada cuando a su vez él murió en 1679 y
siguió trabajándose en ella hasta bien entrado el siglo XVIII. Con el hermano
Bautista ha de relacionarse también la desaparecida iglesia del Noviciado de
Madrid, luego —totalmente transformada— paraninfo de la Universidad
Central. Posterior al plano de Teixeira (1656), en el que únicamente
estaban construidos los cimientos, la iglesia, conocido su aspecto exterior por
algún grabado, era de las más amplias de Madrid, de planta de cruz latina y
cúpula de buenas proporciones, de la que Antonio Ponz hablaba con
cierto desdén por el uso licencioso de los órdenes clásicos en su interior.
Iglesia
de Santa María o de Santa María la Mayor
Es la denominación que han tenido a lo largo de
la historia dos edificios en la ciudad de Alcalá de Henares.
De la antigua iglesia de Santa María,
localizada al sur de la Plaza de Cervantes, frente al Ayuntamiento,
únicamente queda el diseño de su planta marcado en el suelo y dos partes que
han sido restauradas: la torre y una capilla. Ésta,
denominada Capilla del Oidor, de decoración mudéjar, contiene
una pila bautismal especialmente celebrada por ser en la que se
bautizó Miguel de Cervantes; actualmente se destina a exposiciones
temporales y al centro de interpretación "Universos de Cervantes".
La capilla se construyó a comienzos del siglo
XV por mandato de Pedro Díaz de Toledo, "relator u oidor" del rey Juan II de Castilla, en lo
que por entonces era una ermita bajo la advocación de San Juan
de los Caballeros o de Letrán, y que en 1454 el obispo
Carrillo convirtió en iglesia bajo la advocación de Santa
María.
Durante siglos, las torres de Santa María y de
los Santos Niños representaron la dualidad institucional de Ayuntamiento y
Universidad; la primera como iglesia parroquial y la segunda como
"Magistral".
Ese edificio, iniciado en 1567, interrumpió su
construcción hasta 1602-1620, cuando gracias a donaciones de la familia
Mendoza se dio por terminado, a falta de la fachada. Su estilo es el
convencional de las iglesias jesuíticas de influencia italiana. Los
arquitectos que trabajaron en las obras fueron primero Bartolomé de
Bustamante y posteriormente Francisco de Mora.
En la fachada destacan cuatro estatuas
de Manuel Pereira: San Pedro, San Pablo, San Ignacio y San Francisco
Javier. La vinculación a los Mendoza se atestigua con la presencia de su escudo
heráldico. El retablo mayor, barroco, es obra del
jesuita Francisco Bautista; sus pinturas fueron destruidas en la guerra
civil y se sustituyeron por unas nuevas, del párroco Manuel Palero.
Anexa a la iglesia se encuentra la Capilla
de las Santas Formas, del siglo XVII, decorada en 1699 por Juan Vicente
Ribera, y a la que se añadió una sacristía a comienzos del siglo XVIII.
FRAY
LORENZO de San NICOLAS MARTÍN (Madrid, 1593–id., 1679)
Fue un fraile de la Orden de Agustinos
Recoletos y conocido arquitecto de la corte española durante el
siglo xvii, autor de tratados de arquitectura.
Nació en Madrid en 1593, siendo bautizado ese
mismo año en la parroquia de San Ginés. Era hijo de María Gerbao y de Juan
Martín, también arquitecto y más tarde agustino recoleto (donde profesó con el
nombre de fray Juan de Nuestra Señora de la O). Tuvo tres hermanos, los cuales
murieron siendo niños. Su madre también murió en Sevilla, donde la familia
se había trasladado para embarcar hacia las Indias. Después de varios
traslados, Juan Martín ingresó en el convento de los agustinos descalzos
de Jarandilla de la Vera, y poco después, envió al pequeño Lorenzo a
Madrid a estudiar arquitectura con un maestro de obras, regresando luego junto
a su padre, fray Juan de Nuestra Señora de O, que también era maestro de obras
de la orden.
En 1609, a la edad de 16 años, ingresó en la
orden agustina conforme a los deseos de su padre, sin dejar de lado su
formación como arquitecto. En 1635 fue ordenado sacerdote. Fue en esta época, y
hasta 1656 cuando realizó la mayoría de sus obras. Sin embargo, su mayor
contribución a la arquitectura del siglo xvii fue su tratado de
arquitectura, Arte y Vso de Architectvra, publicado en dos partes, la
primera en 1639 y la segunda en 1665. Esta obra gozó de gran prestigio entre
los arquitectos de obras eclesiásticas de distintas congregaciones, como fue el
caso del arquitecto capuchino Fray Domingo de Petrés, quien la pidió a
España (el único ejemplar que tenía su congregación) para poder consultarla en
Colombia, donde desarrolló la mayor parte de su obra arquitectónica.
Sus tratados y las obras importantes que
realizó le sirvieron para ser considerado un arquitecto prestigioso en España.
Se le concedieron diversos títulos de honor, tales como maestro
mayor de la Alhambra y de la catedral de Granada, ninguno
de los cuales aceptó, aunque sí formó parte de la junta asesora de las obras de
la Villa de Madrid y del Patronato Real.
Murió a la edad de 86 años, apenas cuatro años
después de proyectar su última obra.
Fray Lorenzo siempre estuvo interesado en la
formación de los arquitectos. Ello, unido a la falta de un manual práctico
sobre el tema en español le movió a escribir un tratado, Arte y Vso de
Architectvura, publicado en dos partes, la primera en 1639 y la segunda en 1665.
El tratado tiene una clara intención docente,
abarcando no solo las cuestiones teóricas de la arquitectura, sino las
prácticas como los presupuestos, uso de materiales o las responsabilidades de
un maestro de obras. Para ello, incluyó como ejemplo algunas de las obras que
había llevado a cabo en las que se muestran algunas innovaciones que introdujo
en la arquitectura del siglo XVII.
La obra, criticada en ciertos sectores por su
lenguaje sencillo, le valió en cambio gran popularidad en la época, y años después,
en 1665 publicaría una versión ampliada y corregida.
El convento de
San Plácido
Es un edificio religioso de la orden
benedictina en la calle del Pez, entre las calles de san Roque
y Madera, en el barrio de Universidad de la ciudad
de Madrid (España). Tiene entrada por San Roque, nº 9. Tuvo entre sus
tesoros artísticos el Cristo de Velázquez. El convento, envuelto en sus
primeros años en un proceso inquisitorial, ha sido objeto de leyendas.
El convento fue fundado por Teresa Valle
de la Cerda en 1623, anejo a la parroquia de San Martín. Su iglesia,
construida bajo la dirección de fray Lorenzo de San Nicolás, agustino
recoleto y tratadista en arquitectura, fue labrada en estilo Barroco.
Destaca su decoración interior. El cuadro de
la Anunciación del altar mayor es obra de Claudio
Coello y las pinturas al fresco que adornan la cúpula,
las pechinas y el crucero de la iglesia fueron realizadas
por Francisco Rizi y Juan Martín Cabezalero. Otras obras de arte
estimables son las cuatro estatuas en los machones de la cúpula, obras
de Manuel Pereira y el Cristo Yacente en el
sepulcro de Gregorio Fernández que se encuentra en la capilla a
los pies de la iglesia.
Entre 1628 y 1808 estuvo en
la sacristía el Cristo de Velázquez, pintado para esta iglesia.
Luego pasó a la colección privada de Manuel Godoy. Tras pasar por muchos
propietarios fue legado al Museo del Prado. Una copia de excelente factura
se halla en el coro bajo de la iglesia.
Dos sucesos relacionados pero de distinta
naturaleza han convertido a San Plácido en uno de los conventos más famosos del
Madrid de los Austrias. El primero de ellos está relacionado con el
proceso inquisitorial por la supuesta posesión diabólica de veinticinco monjas
del convento en 1628, entre las que se encontraba la fundadora, Teresa Valle de
la Cerda, cuyos demonios profetizaban la reforma de la Iglesia. Procesadas por
el tribunal de la Inquisición junto con el prior del convento y
confesor de las monjas, fray Francisco García Calderón, como principal
inculpado, el protonotario de Aragón Jerónimo de Villanueva, patrón del
convento cuya fundación amparó tras haber estado prometido con Teresa Valle,
fray Juan de Barahona, colaborador de fray Francisco García, y fray Alonso de
León, monje del convento de San Martín, que tras colaborar también con fray
Francisco delató a los implicados ante la Inquisición. Tras ser juzgados por
el tribunal de Toledo, el Consejo de la Suprema dictó el 19 de marzo de 1630
sentencia definitiva contra fray Francisco García por la que se le condenaba
a abjurar de vehementi y reclusión perpetua en el convento que se le
señalase, con privación del ejercicio del sacerdocio y otras penitencias, al
considerarse probados los delitos de
herejía alumbradista y solicitaciones. Teresa Valle, que se
encontraba recluida en el convento de Santo Domingo el Real de Toledo, con las
restantes monjas, fue condenada el mismo día a abjurar de levi y a permanecer
cuatro años reclusa en el convento toledano, privada de voto activo y pasivo y
sin posibilidad de volver a la Corte.
En 1638 fray Gabriel Bustamante, procurador
general de la Orden de San Benito, solicitó en nombre de la Orden la revisión
de la causa en el caso de las monjas para que reconocida su inocencia fuesen
restituidas en su honor, en atención al escrito de apelación firmado por Teresa
Valle un año antes. Este escrito, en el que se ha reconocido una elevada
calidad literaria, podría haber sido redactado por Francisco de Rioja,
secretario del conde-duque de Olivares con quien Teresa Valle se había
carteado antes de su procesamiento. Finalmente, el 2 de octubre de 1638 el
Consejo dictó auto absolutorio a favor de las monjas, aunque tras la caída en
desgracia del conde-duque, en 1643, se reabrió el proceso, centrado ahora en la
figura del protonotario cuya causa había quedado suspensa en el primer proceso.
El otro episodio escandaloso, pero en este caso
de carácter legendario, está relacionado con el reloj del convento, cuyas
campanadas imitan al toque de difuntos. Según el relato de los cronistas, el
reloj fue un regalo de Felipe IV como penitencia y desagravio por
haber asediado a una joven y bella monja, llamada Margarita, que se habría
salvado «in extremis» gracias a la astucia de la priora haciéndola fingirse
cadáver, montaje que logró espantar al rey y sus rijosos acompañantes. La
leyenda se encuentra en un manuscrito anónimo de finales del siglo XVII
conservado en la Biblioteca Nacional de España con el
título Relación de todo lo suzedido en el casso del Convento de la Encarnación
Benita. Su autor, que sin duda no fue contemporáneo a los hechos, creó una «ficción galante, procaz, usando
probablemente lejanos ecos de los escándalos del convento, pero dándoles una
forma original, atrevida, espectacular, las condiciones todas para que tuviera
una larga vida». Según este relato, el rey habría conseguido su propósito
en un segundo intento, favorecido por Villanueva. Aprovechando y desfigurando
los hechos ciertos, el relato anónimo explicaba que enterado el inquisidor
general, Antonio de Sotomayor, reprendió al rey y al conde-duque y envió a
Villanueva a las cárceles inquisitoriales de Toledo. El conde-duque forzó
entonces la salida de la corte del inquisidor e intrigó para que la causa fuese
reclamada desde Roma. Finalmente el nuevo inquisidor general, Diego de
Arce y Reinoso, habría puesto en libertad a Villanueva, sin leerle sentencia
pero con la condición de que ayunase los viernes durante un año y repartiese
mil ducados en limosnas, obligado además a guardar silencio sobre los sucesos
por orden del rey.
Demolido en 1903, en 1912 se inició la
construcción de un nuevo convento y se restauró la antigua iglesia según
proyecto del arquitecto Rafael Martínez Zapatero. En 1943 fue
declarado Monumento Nacional.
Iglesia
de las Calatravas
Es un templo católico de la ciudad española
de Madrid. Se trata de la única parte subsistente del
antiguo convento de la Concepción Real, de las monjas comendadoras de
la Orden de Calatrava, situado al comienzo de una de las vías más
importantes de Madrid, la calle Alcalá, a escasa distancia de
la Puerta del Sol.
Esta privilegiada ubicación, unida al
patrocinio de la realeza e importantes personalidades, convirtieron al convento
en uno de los más importantes de la capital, a raíz de su establecimiento en la
misma en el siglo XVII, razón por la cual la iglesia actual conserva un
rico patrimonio artístico.
La historia del convento está inseparablemente
unida a la de la Orden Militar de Calatrava, fundada en el
siglo xii para defender las posesiones cristianas del sur de la
península de los ataques musulmanes, en el marco de la Reconquista.
Las órdenes militares, pese a su carácter
guerrero y masculino, tuvieron pronto equivalentes femeninos, de carácter
monacal, con el fin de acoger en los monasterios a las esposas e hijas de
quienes partían a la guerra, y la vocación de ayudar mediante la oración y la
penitencia a la misión de los caballeros cristianos. Surgieron de este modo las
religiosas Comendadoras de Calatrava, como rama femenina de la Orden del mismo
nombre. Por su propia naturaleza, los conventos de Comendadoras acabaron
convirtiéndose en prestigiosos centros educativos para las hijas de la nobleza,
y favorecidos de este modo por potentados de todo género.
Las religiosas de Calatrava de Madrid habían
ocupado primeramente un convento en Almonacid de
Zorita (Guadalajara), localidad muy ligada a la historia de la Orden, pero
en 1623, buscando cercanía de la Corte, trasladaron la casa a la capital por
mandato de Felipe IV. Los edificios del convento y la iglesia se
construyeron en esa época, convirtiéndose pronto en uno de los centros
religiosos más populares y concurridos de Madrid. Como narra el periodista
Ricardo Sepúlveda:
El
convento de las Calatravas (que así le llaman las gentes), fue muy pronto un
palacio de la Corte, por no decir un albergue suntuoso de la grandeza, donde se
discutían, en capítulos de Caballeros, los asuntos de la Orden y se resolvían
algunas cuestiones laicas, que tenían más que ver con las intrigas de las
gentes que con las necesidades de la religión. El locutorio llegó a ser el
primer salón de la Corte, y las Calatravas las primeras señoras que supieron
recibir con modales finos a sus amigos. El trato era honesto y aristocrático.
Olía a incienso y a ropa limpia, sin perder el dejo de los perfumes de las
viviendas nobles.
Ricardo
Sepúlveda en La Ilustración Española y Americana en 1888
La fachada, modificada en estilo
neorrenacentista en el siglo xix por orden del rey
consorte Francisco de Asís.
Todo ese esplendor duró apenas dos siglos.
Durante el Sexenio Democrático (1868-1874), se propuso derribar
convento e iglesia, toda vez que desde la desamortización de
Mendizábal (1836) la mayor parte de casas religiosas habían quedado
vacías. Finalmente, aunque el edificio del convento fue destruido, se optó por
conservar la iglesia, parece que gracias a la intervención de Manuel
Silvela, aunque hay noticias confusas sobre este episodio, ya que no falta
quien atribuye la acción a la duquesa de Prim o incluso a un militar
caballero de la Orden, que mandó paralizar el derribo. A pesar del contenido
romántico de las otras versiones, solamente existe constancia fehaciente de la
sesión de Cortes de fecha 9 de marzo de 1870 en la que, tras un agrio debate,
Manuel Silvela consiguió obtener del Gobierno la resolución de respetar la
iglesia.
Lo cierto es que de esta manera, se consiguió
salvar una de las iglesias barrocas más destacadas del Madrid del siglo XVII,
si bien, tras la desaparición del convento adyacente, el edificio quedó
embutido en un cúmulo de edificaciones posteriores que rompen la armonía
estética del exterior.
Convertida ya la iglesia conventual en
parroquia, la suerte quiso que no sufriera demasiado los avatares de
la Guerra Civil, conservando su interior casi intacto. Sin embargo, la
falta de mantenimiento y el olvido institucional llevaron al monumento a un
estado de grave deterioro durante las últimas décadas del siglo xx.
Finalmente, recién iniciado el siglo xxi, se acometió un ambicioso
programa que contemplaba la intervención tanto en la parte externa del edificio
(remodelación de cubiertas, limpieza de fachadas y recuperación del revoco
original) como en el interior, que fue totalmente restaurado.
Actualmente, la iglesia es visitable fuera del
horario de celebraciones litúrgicas.
El
edificio
La iglesia responde a la tipología conventual
del barroco español, caracterizada por la simplicidad volumétrica y decorativa.
Parece que las trazas fueron obra de fray Lorenzo de San Nicolás, uno de
los arquitectos más destacados del barroco cortesano del siglo xvii. El
edificio fue concebido como parte de un conjunto de edificaciones, destacándose
del mismo los volúmenes de la cúpula y el crucero, éste muy poco saliente. La
destrucción de las estancias contiguas nos ha privado de una lectura
comprensible del edificio, y de este modo la iglesia aparece hoy empequeñecida
y casi anulada por el entorno, muy lejos de la concepción original en la que se
preveía que la cúpula destacase poderosamente en la perspectiva de la calle
Alcalá, como muestran algunas fotografías antiguas.
En planta, el edificio presenta una solución
intermedia entre la solución basilical y el plan central. Esto se debe a que el
transepto está enormemente desarrollado en anchura (aunque apenas se trasdose
al exterior) y en altura (por la prominente presencia de la cúpula), dominando
de este modo el espacio interior, que se organiza según el esquema de nave con
crucero y capillas. Es llamativa la preferencia de las órdenes militares por
los espacios centralizados, quizá como demanda o necesidad de ciertos ritos o
ceremonias de los que se tiene constancia, como la investidura de nuevos
caballeros.
Exterior
Es patente la influencia de los modelos
escurialenses en la sobriedad general del edificio; la severidad original del exterior,
sólo rota por sencillas molduras y decoración de placado, se transformó
radicalmente en el siglo XIX, cuando el rey consorte Francisco de
Asís mandó decorar todo el exterior de la iglesia a la
moda romántica, según diseños del arquitecto Juan de Madrazo y Kuntz.
De este modo, la fachada principal, recayente a la calle Alcalá, presenta hoy
un recargado aspecto, con pilastras agrutescadas, veneras, almohadillado,
esgrafiados, y un curioso cornisamento con grifos tenantes, todo ello de
estilo neoplateresco que contrasta de modo chocante con la
arquitectura. Muy llamativo es también el enfoscado de color carmesí que
recubre las paredes, repuesto tras la última restauración. Omnipresente tanto
al exterior como en el interior de la iglesia aparece la Cruz de
Calatrava, muy visible en el rosetón que corona el ingreso, formado éste por un
arco de medio punto flanqueado por pilastras muy planas con grutestos,
rematando el conjunto una hornacina con una estatua de la Virgen.
Interior
El interior de la iglesia se caracteriza por su
luminosidad y exuberancia decorativa. La nave se cubre con bóveda de cañón con
lunetos.
Preside el espacio la cúpula, que si bien
presenta tambor octogonal al exterior, es circular en el interior, sostenida
por pechinas pintadas al fresco, y coronada por una media naranja con
nervaduras. El coro se sitúa a los pies, en alto. La nave se estructura en
tramos separados por elegantes pilastras que recuerdan al orden corintio;
corona la misma una cornisa muy saliente sostenida por ménsulas pareadas. Es
singular el espacio del crucero opuesto a la entrada principal, con una portada
formada por vano y moldura quebrada, rematada por un magnífico escudo real
sobremontado a la cruz de Calatrava y sostenido por dos ángeles mancebos, con
dos leones a sus pies portando orbes, todo ello rodeado de guirnaldas de flores
y el collar del Toisón de Oro. Se trata de una alegoría de la monarquía en
su calidad de protectora del convento a la vez que administradora de la Orden.
El espacio de la capilla mayor es quizá la
parte más destacada del templo. Ocupa el testero de la misma un
espectacular retablo de madera dorada y policromada, que
hace pendant con dos más pequeños situados en los machones del
crucero, siendo todos ellos obra de José de Churriguera, realizados en la
segunda década del siglo xviii, y sin duda una de las obras más señaladas
de este gran arquitecto. El retablo mayor constituye por sí solo una de las
cumbres del Barroco español, al ser un perfecto ejemplo de la corriente
denominada Barroco exaltado o churrigueresco.
La arquitectura de retablo presenta una gran
simplificación, desechando la tradicional división en calles y cuerpos o
incluso cualquier ordenación geométrica estricta. En su lugar, el arquitecto
dispone una monumental estructura en arco de triunfo, totalmente recubierta por
una recargada decoración. En la zona inferior, destaca el tabernáculo, con
forma de templete, flanqueado por dos ménsulas muy características del estilo
de Churriguera. En el centro de la pieza, cobran protagonismo dos pares de
columnas, enmarcando una especie de doselete con la imagen de
san Raimundo de Fitero, fundador de la Orden de Calatrava, rodeada de
banderolas y trofeos en alusión al carácter militar de ésta. Culmina este
espacio una escultura de la Inmaculada Concepción, patrona del convento,
en una gloria de ángeles con la paloma del Espíritu Santo. Rematando el
retablo, una imagen de Cristo con el orbe, acompañado de ángeles volanderos,
querubines, ráfagas y guirnaldas. La inspiración de Churriguera en la
arquitectura efímera, tan habitual en las fiestas de la Corte, se aprecia en el
empleo de paños simulando telones, en el buscado contraste de volúmenes y en la
confusión visual que genera la ausencia de límites espaciales. De esta manera
aumenta el impacto estético, envolviendo al espectador en un juego perceptivo
muy típico del Barroco que puede definirse con el adjetivo
de teatral.
Convento
de la Encarnación de las Madres Bernardas
Es una iglesia y convento situado en la ciudad
española de Talavera de la Reina, en la provincia de
Toledo (comunidad autónoma de Castilla-La Mancha). Fue
declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de monumento el
11 de mayo de 1993.
Se fundó en 1610 con las propiedades de María
de Albornoz y se finalizó hacia 1625. El conjunto de iglesia y convento
pertenecen al estilo barroco-mudéjar, ocupando un solar bastante amplio
entre las calles de San Agustín, la plaza de San Pedro y el callejón de San
Bernardo. La fachada de su iglesia con su única y principal puerta da a la
plaza de San Pedro y presenta una rica decoración de barroco en ladrillo. La
construcción de este conjunto estuvo dirigida por uno de sus arquitectos más
importantes del siglo XVII, Fray Lorenzo de San Nicolás y fue
fundado por Teresa de Saavedra.
El interior de la iglesia consta de una sola
nave cubierta por bóveda de medio cañón con lunetos entre formeros que
continúan en pilastras. En el centro existe una cúpula de media naranja
rebajada sobre pechinas. A los pies se encuentra el coro y bajo éste el acceso
al templo. El coro está situado sobre una bóveda similar a la de la nave. A la
derecha de la cabecera de la iglesia está el acceso al capítulo. Se conserva a
este mismo lado del templo el sepulcro del cardenal Gil de Albornoz,
director de la obra —desde Roma— de este convento. El túmulo se compone de una
piedra empotrada en fábrica con ménsulas de soporte rematado por venera. En el
lado opuesto, hay un púlpito sobre columnas de fundición.
La fachada de la iglesia es de un solo cuerpo
rectangular, correspondiendo a la planta de salón, y está rematada por un
frontón triangular de triple moldura, al igual que el cornisamento. Un óculo
oval se abre en él y sirve de centro a las líneas de rehundido que le ornan.
El eje central del cuerpo de fachada está
ocupado por una portada con entablamento y hornacina superior, realizado todo
ello, a excepción de las columnas de la puerta, en ladrillo aplantillado. En
los laterales aparecen los rehundidos típicos de la arquitectura de Fray
Lorenzo de San Nicolás.
El claustro del convento está cegado y conserva
empotrados en los muros parte de los pies derechos de piedra de orden jónico.
Esta parte debió reformarse posteriormente o ampliarse el piso alto del mismo,
resolviéndose con columnas de estilizado fuste en hierro fundido. El resto del
edificio está muy modificado, y por lo que se refiere al anterior, carece de interés
arquitectónico, salvo el exclusivamente tipológico perfectamente conservado.
Convento
de las Agustinas Calzadas, Toledo
Se estructura en torno a un pequeño patio que
actúa como elemento distribuidor; consta de una serie de dependencias,
funcionalmente concebidas para la vida de sus moradoras, yuxtapuestas unas a
otras. Corresponde, básicamente, a adaptaciones hechas hacia mediados del siglo
XVIII, contando con algunas instalaciones anteriores, y costeadas por el
cardenal Luis Fernández de Córdoba, conde de Teba y arzobispo de
Toledo entre 1755 y 1771.
La iglesia conventual se encarga construir en
1646, al maestro de obras Diego Benavides, según las trazas y condiciones
del arquitecto fray Lorenzo de San Nicolás. Diez años después, en 1656, y
con un notorio retraso de las obras, se opta por la simplificación del proyecto
original, actuando ahora como tracista Benavides y encargándose de realizar los
trabajos el maestro toledano Juan de Herrera. Se prescinde de las capillas
laterales, de la cúpula y del pórtico de acceso a la iglesia, que había
diseñado fray Lorenzo de San Nicolás.
El templo consta de una nave rectangular y
dividida en cuatro tramos, y presbiterio que, con su base mayor hacia el cuerpo
de la iglesia, marca en planta un trapecio. Tiene coro en alto a los pies, que
se prolonga lateralmente en sendas galerías. El presbiterio tiene, del lado de
la epístola, una pequeña sacristía cuadrangular, en tanto que, del lado del
evangelio, se sitúa el coro bajo de las monjas. El jaharrado de todas las
paredes y bóvedas presta amplitud visual e iluminación a un interior que carece
de ambas. La articulación de los alzados se realiza mediante pilastras
toscanas, sobre las que corre el correspondiente entablamento, cuyo friso
presenta triglifos y metopas con decoración de rosetas. La
nave tiene una bóveda de medio cañón, fajado con lunetos, toda cubierta de
yeserías decorativas que, a partir de unos escudos, dibujan una red mixtilínea
con una gran libertad de diseño. La capilla mayor queda cubierta, en el cuarto
de esfera de su bóveda, con una gran venera de estuco, espléndido
colofón de toda la labor de yeserías del templo.
El paso de la nave a la capilla mayor se
efectúa sin solución de continuidad, lo que potencia el valor plástico de la
venera comentada y del lienzo de Francisco Rizi, que actúa como retablo
principal.
Exteriormente es una construcción bastante
alta, con varios edificios adosados, ajenos al convento. Los paramentos son de
ladrillo visto y rafas de mampostería, todo ello dispuesto sobre un zócalo de
sillares de piedra. Presenta una portada en piedra, adintelada, de extrema
sencillez.
ALONSO
CARBONEL
Albacete, ca. 1583-Madrid, 1660)
Fue un escultor, ensamblador
y arquitecto español. Hijo de un carpintero de Albacete, en 1603 se
le documenta en Madrid como aprendiz en el taller del
escultor Antón de Morales. En 1611 contrató el retablo mayor de
la iglesia de la Magdalena de Getafe, finalizado en 1618. Su labor en él
debió de ser la de tracista, contando con la colaboración como escultores de su
antiguo maestro y de Antonio de Herrera, a quien estaba unido por lazos
familiares, lo que no iba a impedir que, a la larga, acabaran siendo rivales.
Dirigió un importante taller dedicado a la contratación de retablos, en el que
colaboraría su hermano Ginés, pintor y dorador. Poco a poco, sin embargo, irá
abandonando esta actividad tras ingresar en 1619 al servicio de la Corona en
calidad de aparejador. Con todo, en 1625 figuraba aún en el censo del donativo
al rey en compañía de escultores y tracistas, aportando una cantidad
importante.
En 1627 fue nombrado aparejador de las obras
reales y tres años más tarde aparejador mayor. En este cometido se encargará
con Cristóbal de Aguilera de las trazas y construcción de
la Cárcel de Corte, actual Ministerio de Asuntos Exteriores. Favorecido
por el Conde-Duque de Olivares, en 1632 fue designado maestro mayor de las
obras del nuevo Palacio del Buen Retiro, desplazando a Juan Gómez de
Mora. A la muerte de Juan Bautista Crescenzi, en 1635, asumió ya sin cortapisas
las labores de arquitecto de la obra del palacio y de sus ermitas. En 1637,
tras el destierro de Gómez de Mora de la corte, también se hará cargo
del Palacio de la Zarzuela, proyectado por aquel, y de la dirección
arquitectónica de la Torre de la Parada, iniciada ese mismo año, además de
supervisar las obras del Panteón Real en el Monasterio de El Escorial.
También en 1635 dio las trazas para el convento de monjas de la Concepción
Recoleta de Loeches, patrocinado por Olivares y levantado junto a su
palacio, ocupándose de las obras nuevamente Cristóbal de Aguilera. La iglesia
sigue en su fachada directamente el modelo del monasterio de
la Encarnación de Madrid. La caída en desgracia de su protector no
pondrá fin a su carrera, pues en 1648 será nombrado maestro mayor de las obras
reales, al quedar la plaza vacante por muerte de Gómez de Mora.
El Palacio
de la Zarzuela
Recinto palaciego situado a las afueras
de Madrid, en medio de un espacio natural conocido como Monte del
Pardo.
A pesar de que la residencia oficial
del rey de España es el Palacio Real de Madrid, el actual
rey Felipe VI reside en el Palacio de la Zarzuela y también es la
sede de la Casa de Su Majestad el Rey. En el edificio principal tienen su
residencia los padres del monarca actual, los reyes Juan
Carlos y Sofía y en él se encuentra el despacho del
rey Felipe VI, que también tiene su residencia en el recinto de la
Zarzuela, en un edificio con anexos construido en 2002 por Patrimonio
Nacional.
El nombre posiblemente alude a la abundancia
de zarzas. Algunos apuntan a que fue allí donde se celebraron los primeros
recitales con música, como el trasunto o correlato de lo que luego sería
divulgado y elaborado desde Italia como ópera. La pequeña ópera
española, opereta, vino a llamarse zarzuela por ser la Zarzuela
el lugar donde tuvieron lugar las primeras representaciones del citado género.
El Hipódromo de la Zarzuela, construido en el siglo XX, debería su
nombre a la proximidad al palacio. En 1856 se inauguraría
el Teatro de la Zarzuela, que debe su nombre a la representación de este
género musical.
En 1627 el rey Felipe
IV ordenó la construcción de un pabellón de caza a modo de pequeño
palacete en el Valle de la Zarzuela, cerca de Madrid. El palacio se
terminó ocho años más tarde.
La obra le fue encargada al
arquitecto Juan Gómez de Mora que trazó el edificio con una sobria forma
rectangular propia del barroco madrileño, inspirándose en las villas de Andrea
Palladio. Los jardines fueron diseñados por Gaspar Bandal. Alonso
Carbonell remató la obra con tejados de pizarra, galerías porticadas y un
jardín italiano con fuentes escalonadas en tres terrazas, un vivero de árboles
y una huerta. Las pinturas colocadas en el palacio fueron obra de Simón
López y las esculturas de Bartolomé Zumbigo.
Constaba de un edificio rectangular con techo
de pizarra con dos pasillos laterales. Su interior llegó a estar ricamente
decorando con pinturas de los mejores artistas de su tiempo, que posteriormente
fueron trasladadas a otros palacios reales, según Antonio Ponz a
finales del siglo XVIII. En este mismo momento se recoge que en el interior se
guardan pinturas de Paul de Vos, algunas pinturas de la escuela de Rubens
y de El Bosco así como otras obras pictóricas con temas florales y de
bodegones.
Carlos IV modificó el edificio para
adaptarlo al gusto del siglo XVIII, y lo adornó
con tapicerías y porcelanas, así
como mobiliario neoclásico y una magnífica colección de relojes.
En esa época servía como residencia estacional o temporal durante las jornadas
de caza que se realizaban en el monte circundante.
El edificio fue usado por Alfonso
XIII como pabellón de caza. Por ello, su hijo Juan de
Borbón, conde de Barcelona, visitó el palacio con frecuencia durante su
infancia.
Sufrió graves daños durante la Guerra
Civil. Fue reconstruido entre el 25 de marzo y el 12 de octubre
de 1958 por el arquitecto Diego Méndez. Rehabilitó el palacio
existente conservando su caja primitiva y el muro porticado, recreando además
los jardines diseñados en el siglo XVII, y le fue añadido un piso
superior. La rehabilitación costó 40 millones de pesetas.
La residencia particular estaba en el primer
piso. En 1975 le fueron añadidas al palacio un ala izquierda y un ala derecha.
El ala izquierda fue realizada como la nueva residencia particular, más amplia.
El ala derecha son oficinas.
Una rica fauna rodea los alrededores de
palacio, enclavado en el Monte del Pardo, con abundancia de ciervos, jabalíes y gamos.
El Palacio de la Zarzuela dispone de tres
plantas. La primera está ocupada por una zona de desvanes, un semisótano donde
se encuentran los servicios de cocina y «office» y un sótano. La segunda planta
alberga el despacho del Rey y de sus ayudantes, la biblioteca, la sala de
visitas y el comedor. La tercera alberga los dormitorios, habitaciones de
invitados y cuartos de estudio. En una de las dos alas construidas en los años
90 se instalaron las habitaciones privadas de la Familia Real y en la otra, las
oficinas y los departamentos de seguridad. El palacio posee además una pequeña
ermita, una zona deportiva y un helipuerto.
El despacho del Rey estuvo presidido por un
retrato de Carlos III en su edad adulta, y aunque fue sustituido por
un retrato del infante Felipe de Parma de niño realizado por Jean
Ranc, desde que Felipe VI reina vuelve a estar presidido por el de Carlos III.
El resto de la decoración mezcla obras de arte de Patrimonio Nacional con
objetos personales. Su asiento es un sillón de cuero marrón y patas con ruedas.
Al entrar en el despacho se observa también el
cuadro titulado El Atleta Cósmico, de Salvador Dalí. Las paredes
están forradas de madera clara. En la mesa y estanterías hay varios marcos con
fotografías familiares, una de ellas firmada por Juan Carlos.
La jura de los ministros, del presidente del
Gobierno y de los magistrados del Tribunal Constitucional se realiza en la Sala
de Audiencias del palacio, decorada con cuadros y tapices y también con las
paredes forradas en madera de tonos claros. La ceremonia se realiza ante una
mesa con un crucifijo dorado, un ejemplar de la Constitución
Española editado por las Cortes en 1980 y una Biblia de 1791
dedicada a Carlos IV abierta por el capítulo XXX sobre el voto y
juramento del Libro de los Números. La Sala de Audiencias también sirve
para recibir ante la prensa a invitados de España o del extranjero, aunque a
veces esta recepción ante la prensa se realiza en una sala en torno a una
mesilla redonda o en la propia puerta del palacio.
En el año 1999 comenzó la
construcción del «Pabellón del Príncipe»
a varios centenares de metros de la residencia principal. El responsable del
proyecto fue Manuel del Río, director del Departamento de Arquitectura e
Inmuebles de Patrimonio Nacional, y la decoración del interior la
realizaron los decoradores Francisco Muñoz la segunda planta, Patricia Sanchís
la primera y ambos con la ayuda de la firma Gastón y Daniela. El chalet posee
chimenea francesa, grandes ventanales, muros entelados y estucados en liso,
mármol travertino y madera de teka para los cuartos de baño y acero
inoxidable para la cocina. Para su construcción, a diferencia de lo habitual en
las residencias reales españolas, se ha usado teja en lugar de pizarra. El 26
de junio de 2002 el entonces príncipe Felipe inauguró su casa, en la
que se invirtieron 4,23 millones de euros y que cuenta con una superficie de
3 150 m².
Cripta
Real del Monasterio de El Escorial
Conocida también como el Panteón de Reyes,
fue construida por Juan Gómez de Mora según planos de Juan
Bautista Crescenzi.
Consta de veintiséis sepulcros de mármol donde
reposan los restos de los reyes y reinas de España de las dinastías
de Austria y Borbón, exceptuando a los reyes Felipe
V y Fernando VI, que eligieron el Palacio Real de La Granja de
San Ildefonso y el Convento de las Salesas
Reales de Madrid, respectivamente, como lugar de sepultura.
Faltan también, por tanto, los restos de los
reyes Amadeo I, de la casa de Saboya, y José I, de la
de Bonaparte, enterrados en la Basílica de
Superga de Turín y en Los Inválidos de París,
respectivamente.
En la cripta reposan los restos de las reinas
consortes que fueron madres de reyes (exceptuando a Isabel de Borbón, que
murió sin dejar sucesor, pero que fue enterrada en la Cripta ya que mostró
mucho interés en la construcción de la misma), así como el único rey consorte
que ha habido en España desde que existe el monasterio de El Escorial, Francisco
de Asís de Borbón, esposo de Isabel II.
Los últimos restos depositados en el panteón
han sido los del rey Alfonso XIII y su esposa, la reina Victoria
Eugenia. Su hijo Juan de Borbón, y la esposa de este, María de las
Mercedes de Borbón, condes de Barcelona y padres del rey Juan Carlos I,
permanecen aún en una estancia previa llamada pudridero.
A continuación se muestra una lista que enumera
los reyes y reinas de España y sus cónyuges que están enterrados en la cripta:
Ubicación de las urnas
Ubicación
de las urnas
Carlos I, rey de España, emperador del
Sacro Imperio (Gante, 24 de febrero de 1500 – Monasterio de Yuste, 21
de septiembre de 1558)
1.
Isabel
de Portugal, reina de España, emperatriz del Sacro Imperio (4/10/1503 -
1/5/1539) – (Esposa del rey Carlos I)
2.
Felipe
II, rey de España (21/5/1527 - 13/9/1598)
3.
Ana
de Austria, reina de España (2/11/1549 - 26/10/1580) – (Cuarta esposa
del rey Felipe II)
4.
Felipe
III, rey de España (14/4/1578 - 31/1/1621)
5.
Margarita
de Austria, reina de España (25/12/1584 - 3/10/1611) – (Esposa
del rey Felipe III)
6.
Felipe
IV, rey de España (8/4/1605 - 17/9/1665)
7.
Isabel
de Francia, reina de España (22/1/1602 - 6/10/1644) – (Primera esposa
del rey Felipe IV). Está enterrada en el Panteón Real a pesar de que
no fue madre de rey.
8.
Mariana
de Austria, reina de España (24/12/1635 - 16/5/1696) – (Segunda esposa de
Felipe IV)
9.
Carlos
II, rey de España (6/11/1661 - 1/11/1700)
10. María Luisa Gabriela de
Saboya, reina de España (1688 - 1714) – (Primera esposa del rey
Felipe V)
11. Luis I, rey de
España (25/8/1707 - 31/8/1724)
12. Carlos III, rey de
España (20/1/1716 - 14/12/1788)
13. María Amalia de
Sajonia, reina de España (24/11/1724 - 27/9/1760) – (Esposa del rey
Carlos III)
14. Carlos IV, rey de
España (12/11/1748 - 19/1/1819)
15. María Luisa de Parma,
reina de España (9/12/1751 - 2/1/1819) – (Esposa del rey Carlos IV)
16. Fernando VII, rey de
España (14/10/1784 - 29/9/1833)
17. María Cristina de
Borbón-Dos Sicilias, reina de España (27/4/1806 - 22/8/1878) – (Cuarta
esposa del rey Fernando VII)
18. Isabel II, reina de
España (10/10/1830 - 9/4/1904)
19. Francisco de Asís de
Borbón, rey consorte de España (13/5/1822 - 16/4/1902) – (Marido de
la reina Isabel II)
20. Alfonso XII, rey de
España (28/11/1857 - 25/11/1885)
21. María Cristina de
Habsburgo-Lorena, reina de España (21/7/1858 - 6/2/1929) – (Segunda esposa
del rey Alfonso XII)
22. Alfonso XIII, rey de
España (17/5/1886 - 28/2/1941)
23. Victoria Eugenia de
Battenberg, reina de España (24/10/1887 - 15/4/1969) – (Esposa
del rey Alfonso XIII). Está enterrada en el Panteón Real a pesar de
que estrictamente no fue madre de rey.
24. Juan de Borbón, conde
de Barcelona (20/6/1913 - 1/4/1993) – (Padre del rey Juan Carlos
I). No llegó a reinar de forma efectiva, aunque sí retuvo los derechos
dinásticos durante la dictadura del general Franco, hasta su propia renuncia en 1977.
25. María de las Mercedes
de Borbón-Dos Sicilias, condesa de Barcelona (23/12/1910 - 2/1/2000)
– (Madre del rey Juan Carlos I)
Las veintiséis personas reales están dispuestas
en los siete intercolumnios a los lados del altar, bajo un orden cronológico de
arriba hacia abajo. A la derecha del altar los reyes o reinas por derecho (1-3)
y a la izquierda los reyes o reinas consortes (4-6):
1.
Carlos
I (1500-1558), Felipe II (1527-1598), Felipe III (1578-1621) y Felipe IV
(1605-1665).
2.
Carlos
II (1661-1700), Luis I (1707-1724), Carlos III (1716-1788) y Carlos IV
(1748-1819).
3.
Fernando
VII (1784-1833), Isabel II (1830-1904), Alfonso XII (1857-1885) y Alfonso XIII,
(1886-1941).
4.
Isabel
de Portugal (1503-1539), Ana de Austria (1549-1580), Margarita de Austria
(1584-1611) e Isabel de Francia (1602-1644)
5.
Mariana
de Austria (1635-1696), María Luisa Gabriela de Saboya (1688-1714), María
Amalia de Sajonia (1724-1760) y María Luisa de Parma (1751-1819)
6.
María
Cristina de Borbón-Dos Sicilias (1784-1833), Francisco de Asís de Borbón
(1822–1902), María Cristina de Habsburgo-Lorena (1858–1929) y Victoria Eugenia
de Battenberg (1887–1969)
En el mismo nivel se encuentra el Panteón
de Infantes, destinado a príncipes, infantes y reinas que no han sido madres de
reyes.
Sólo los frailes agustinos entran en
el pudridero real. Cubiertos de cal, los restos mortales de la Familia
Real permanecen allí durante aproximadamente 25 años. En las mismas escaleras
que llevan al Panteón Real, en el primer descanso a la derecha, un pasadizo
cerrado por una puerta de madera conduce a este pequeño recinto. Las paredes
son de piedra, el suelo de granito y el techo abovedado; 16 metros cuadrados
componen la estancia en total.
Sólo los miembros de la comunidad agustina (que
custodia el Monasterio de El Escorial desde 1885) pueden acceder
a este habitáculo. La Familia Real les entrega los restos de sus fallecidos en
una ceremonia que se repite desde hace siglos:
Padre
prior y padres diputados, reconozcan vuestras paternidades el cuerpo de (...)
que conforme al estilo y la orden de su majestad que os ha sido dada voy a
entregar para que lo tengáis en vuestra guarda y custodia.
Una vez cerrado de nuevo el féretro y levantada
un acta de entrega, los agustinos se hacen cargo de la llave del ataúd y el
cuerpo pasa al pudridero real. Poco se conoce de esta estancia, así como del
contiguo pudridero de infantes. Ambos permanecen cerrados para los 700.000
visitantes que cada año acuden al Escorial. En el pudridero real, los reyes de
España y las madres de reyes permanecen entre 20 y 30 años. Es el tiempo que se
estima necesario para que culmine el proceso biológico de su reducción natural.
No existe ningún documento que recoja la fecha
de su creación, aunque debió de ser muy próxima a la del Panteón Real,
inaugurado en 1654, bajo el reinado de Felipe IV. Los padres Santos y Ximénez,
los principales estudiosos del panteón en el siglo XVII, no hablan del
pudridero, pero el primer testimonio sobre él, de 1854, es muy revelador.
Detalle de 4 de los 26 sarcófagos del
Panteón de Reyes (de arriba abajo, sepulcros de Carlos II, Luis
I, Carlos III y Carlos IV).
En Historia del Real Monasterio de San
Lorenzo del Escorial, fray José de Quevedo, bibliotecario del monasterio,
cuenta: «Las puertas que están en el segundo descanso de la escalera conducen a
los pudrideros, cuyo uso explicaré para desvanecer las muchas patrañas que
sobre ellos se cuentan. Son tres cuartos a manera de alcobas, sin luz ni
ventilación ninguna. Luego que se concluyen los Oficios y formalidades de
entrega del Real cadáver que ha de quedar en uno de los panteones, el prior,
acompañado de algunos monjes ancianos, baja al panteón donde ha quedado el
cadáver llevando consigo los albañiles y algunos otros criados. Estos sacan de
la de tisú o terciopelo que la cubre, la caja de plomo sellada que contiene el
cadáver, y la conducen junto al pudridero. Mientras los albañiles derriban el
tabique, los otros abren cuatro o más agujeros en la caja de plomo, la colocan
dentro del cuarto o alcoba sobre cuatro cuñas de madera que la sostienen como
dos o tres pulgadas levantadas del suelo, y en el momento los albañiles vuelven
a formar el tabique doble que derribaron. Allí permanecen los cadáveres 30 o 40
o más años hasta que, consumida la humedad y cuando ya no despiden mal olor,
son trasladados al respectivo panteón. Las cajas exteriores de las personas
Reales que han de pasar al de Infantes permanecen en la sacristía del dicho
panteón, hasta que vuelve a colocarse en ellas la de plomo con el cadáver según
vinieron. Las de los Reyes se deshacen y aprovechan para ornamentos, porque ya
no han de tener uso, pues sus restos se colocan en las urnas de mármol».
No menciona fray José de Quevedo que, dentro de
los nichos, se colocan promontorios de cal viva, y fuera, una lápida de mármol
negro con el nombre de a quién pertenecen los restos.
La función del pudridero real es reducir los
cuerpos para que se adapten a los minúsculos cofres de plomo —de apenas un
metro de largo y 40 centímetros de ancho— que, una vez sellados, se introducen
en uno de los veintiséis sarcófagos del Panteón de Reyes. «Eran reyes tan
grandes en el mundo que para enterrarse querían un sitio pequeño», decía a
mediados del siglo XVII el padre Santos, lector de Escrituras Sagradas de El
Escorial.
Hoy, en esa estancia enclavada en el subsuelo
de la Basílica, son dos los cadáveres que esperan su sepulcro definitivo: el de
don Juan, Conde de Barcelona, que descansa en el Monasterio desde el 3 de abril
de 1993; y el de la Condesa de Barcelona, entregado a los agustinos el 4 de
enero de 2000.
La reina Victoria Eugenia, abuela de don Juan
Carlos, que falleció en 1969 en Lausana, pero que hasta 1985 no fue
trasladada a El Escorial, descansa desde octubre de 2011 en el Panteón de
Reyes.
Alfonso XIII, abuelo del Rey, nunca llegó a
pasar por el pudridero. Había fallecido en Roma en 1941 y fue trasladado a
España, en 1980, ocupó directamente el lugar reservado para él en el panteón
real. Su padre, Alfonso XII, tan sólo estuvo trece años en este recinto
transitorio, desde 1885 hasta 1898.
En cuanto al pudridero de infantes, los últimos
restos depositados en él han sido los de don Jaime (hermano del Conde
de Barcelona), doña Isabel Alfonsa (sobrina de Alfonso XIII),
don Alfonso (hermano de don Juan Carlos), doña Eulalia (hija
de Isabel II) y don Carlos de Borbón-Dos Sicilias (primo del rey
Juan Carlos). El 10 de enero de 2000 los restos de los dos últimos debían haber
sido trasladados a uno de los 36 nichos vacíos del Panteón de los Infantes,
pero el repentino fallecimiento de la Condesa de Barcelona atrasó la
ceremonia, que se celebró el siguiente mes de febrero.
El traslado de restos al Panteón también se
celebra en la intimidad. Sólo asisten a la ceremonia un miembro de la comunidad
agustiniana, otro de Patrimonio Nacional, un arquitecto (encargado de dirigir
el desmontaje del murete del Panteón Real) y dos operarios. También está
presente un médico, que se limita a testimoniar que el proceso de
descomposición ha finalizado. Ya depositada la urna en su respectivo sarcófago,
los restos reales descansan en la que será su solemne y última morada.
Falta de
espacio
Con el futuro traslado de los restos mortales
de los condes de Barcelona al Panteón de Reyes, este quedará completo. Esto es
debido a que en estos dos casos se harán excepciones sobre la tradición, además
de dos precedentes que se dieron en el pasado. La primera y segunda excepciones
lo serán en parte, ya que los condes de Barcelona, don
Juan y doña María de las Mercedes, no han reinado, si bien se les
considera reyes de iure y además son padres de rey. Las excepciones
se hacen asimismo evidentes en los casos de Victoria Eugenia de
Battenberg, consorte de rey, y de Isabel de Francia, primera esposa
de Felipe IV, que, sin ser madres de reyes, están sepultadas en el Panteón
de Reyes. Con ellos se ocuparán todos los sepulcros del Panteón Real. ¿Dónde
serán enterrados don Juan Carlos, doña Sofía, don Felipe y doña Letizia?
Juan Rafael de la Cuadra Blanco afirma
que «Carlos V dejó claro en su
testamento que quería estar medio cuerpo debajo del altar y medio debajo de los
pies del sacerdote. Y su hijo, Felipe II, cumplió su deseo». Hasta 1654
estaban, junto con su familia, debajo del altar, encima del actual Panteón.
Pero fue Felipe IV quien trasladó a todos sus antepasados. Lo correcto sería
devolver a Felipe II, a Carlos V y a sus esposas, las reinas Ana de Austria e
Isabel de Portugal, a su primitivo enterramiento. De esta manera se corregiría
un error histórico, quedarían cuatro tumbas libres y se podría enterrar a dos
generaciones más. Ese lugar original donde Felipe II quiso enterrar a sus
padres, a sus tías, a tres de sus mujeres y a su hijo Don Carlos fue una
pequeña bóveda bajo el altar y bajo las estatuas orantes del presbiterio, y
ligeramente encima del Panteón de Reyes (marcado en el dibujo con una B).
Aunque algunos han propuesto hacer una nueva
cripta y comunicarla con la antigua, lo cierto es que el panteón está rodeado
de cámaras y pasadizos de gran interés histórico y arqueológico que harían
difícil esta solución. Otros han sugerido que los actuales reyes de España
pudieran ser enterrados en la Capilla del Palacio Real de Madrid o en
la Catedral de la Almudena. Sin embargo, la Casa Real no se ha
pronunciado al respecto. No obstante, sí se espera una nueva ampliación de la
cripta a través del jardín.
Sección del Panteón en época fundacional según lo dejaron terminados Felipe II y Juan de Herrera. Un metro por debajo, la sección actual, con los accesos al Coro y el Sotacoro cerrados tras los ataúdes. La cruz indica la posición del ataúd de Carlos V finalmente elegida por Felipe II, justamente bajo el Altar de la Basílica y orientado al Este. En siglo XVII se llevó a la izquierda del Altar del Panteón, marcado con una C en la parte inferior de la planta, muy lejos de su posición original bajo el Altar, donde quedó orientado al Norte, perdiéndose la orientación original al Este.
Según la descripción del Sumario del
propio Juan de Herrera las partes de la sección original del edificio
eran:
A. Altar de la Basílica
B. Lugar de entierro de los cuerpos reales
(sacristía baja, s. XVII; trasteros o «infiernos» en el s. XX)
C. Capilla funeraria (Panteón de Reyes, s.
XVII)
D. Coro de la capilla (Panteón de Infantes, s.
XVII)
E. Sotacoro para los monjes (Pudridero, s.
XVII)
F. Sagrario
G. Habitación de verano de Felipe II
La Casa
de la Villa
Es una edificación ubicada en la plaza de
la Villa, adyacente a la Calle Mayor en el barrio de Palacio (distrito
Centro) de Madrid que se inauguró en el año 1692. Fue la sede
del Concejo y luego del Ayuntamiento de Madrid desde el
siglo xvii hasta el 4 de noviembre de 2007, ya que un día después la
alcaldía se trasladó al Palacio de Cibeles. Sin embargo, continuó siendo
el lugar de celebración de los Plenos y el último que albergó fue el del 25 de
octubre de 2011. En la actualidad el uso de la Casa de la Villa se limita a
eventos oficiales y recepciones. De esta forma, tienen lugar plenos solemnes,
como la entrega de las llaves de la ciudad o los títulos de hijo predilecto o
adoptivo de Madrid.
El edificio actual se levanta sobre el solar
del antiguo palacio de Juan de Acuña, I marqués de Vallecerrato e
hijo natural del VI conde de Buendía. Personaje influyente en la corte
de Felipe III, fue presidente de los consejos de Hacienda, Indias y de
Castilla y, en Madrid, fue nombrado administrador del Hospital de Antón
Martín.
Al encontrarse en una ubicación estratégica, el
todavía príncipe Felipe, futuro Felipe IV, asistió desde este palacio a la
entrada de su futura mujer Isabel de Borbón y Médicis el 29 de
noviembre de 1615. Justo un mes después, fallecería el marqués que sería
enterrado en el convento de San Agustín de Dueñas, que se encontraba bajo
su patronazgo.
Tras su fallecimiento, el concejo madrileño,
que se reunía desde antiguo en la frontera iglesia de San Salvador (hoy
desaparecida), adquirió el inmueble para sus reuniones, aunque su
acondicionamiento y reforma se retrasará y no será inaugurada hasta 1692. Así,
el 19 de agosto de 1619, el concejo celebró su primera sesión en la casa
propiedad de Juan de Acuña, presidente del Consejo de Castilla y, en 1629,
Felipe IV decide conceder una licencia al Ayuntamiento para construir la que
sería su sede sobre dicha casa.
Su construcción sigue el proyecto de Gómez
de Mora (1644): edificación sobria, con gran zócalo de granito y muros de
ladrillo, rematada por torres chapiteles apizarradas en las esquinas y sin
apenas decoración en su origen, salvo la ornamentación con frontones
triangulares de piedra en los balcones del piso principal. Tras su muerte en
1648, es sucedido por José de Villarreal, quien realizó en 1653 las trazas
definitivas, donde el patio interior es el protagonista. Las intervenciones del
ala izquierda fueron responsabilidad del arquitecto Bartolomé Hurtado.
Sufrió una reforma que lideró el arquitecto municipal Juan
de Villanueva en 1789 añadiendo la galería de columnas que da a la calle
Mayor, esta reforma permitiría a los reyes ver la procesión de Corpus
Christi. En 1914, finalizaron las obras de construcción de un pasadizo
elevado diseñado por el arquitecto Luis Bellido para unir el edificio
de la Casa de la Villa con la Casa de Cisneros, que el Consistorio había
comprado en el año 1909 con el objeto de ampliar sus instalaciones.
En 1966 se llega a sustituir la cubierta de teja plana por pizarra y se
quitan los revocos y la fachada vuelve a su aspecto anterior de ladrillo visto
(ladrillo de Talavera).
Plaza
Mayor de Madrid
Se trata de una plaza porticada de planta
rectangular, de 129 metros de largo por 94 metros de ancho,
que está completamente cerrada por edificios de viviendas de tres plantas, con
237 balcones en total que dan a la plaza.
Dispone de diez accesos, seis de ellos a través
de grandes arcos que se abren a las calles 7 de Julio y Felipe III al norte;
Sal y Gerona al este; Toledo al sur; y Ciudad Rodrigo al oeste. Existe un
séptimo arco, situado a la izquierda de la fachada de la Casa de la Carnicería,
que no coincide con salida alguna de la plaza, y un octavo arco a la izquierda
de la fachada occidental, de menores dimensiones, que tampoco coincide con
salida alguna. Tres accesos no coinciden con arco alguno: Arco de Triunfo al
norte; Zaragoza al este; y Botoneras al sur. El décimo acceso, tal vez el más
conocido, es el Arco de Cuchilleros, en la esquina suroeste, que se abre
sobre la calle de la Escalerilla de Piedra, pero este arco no es visible desde
la plaza, ya que lo ocultan los soportales de esta.
La estatua
ecuestre de Felipe III
Es una estatua monumental que se
encuentra en el centro de la plaza Mayor de Madrid (España). Fue
comenzada por el escultor italiano Juan de Bolonia (Giambologna) y
terminada por su discípulo Pietro Tacca en 1616. Fue un regalo
del entonces Gran Duque de Florencia para el rey de España.
Inicialmente se ubicó en la Casa de Campo, pero en 1848 la
reina Isabel II ordenó su traslado desde su emplazamiento anterior a
la plaza Mayor.
El monumento ecuestre de Felipe III es una de
las piezas más importantes de la estatuaria monumental manierista, de las
pocas que subsisten en Europa, y la más antigua de las conservadas fuera
de Italia. La estatua fue realizada mediante el vaciado en bronce.
Para su realización, los maestros contaron como modelo un retrato del rey
realizado por Pantoja de la Cruz. La obra finalizada tenía un peso
superior a las cinco toneladas y media y se transportó no sin ciertas
dificultades hasta Madrid. Actualmente, en el pedestal de la estatua, figura
esta inscripción:
La reina doña Isabel II, a solicitud del
Ayuntamiento de Madrid, mandó colocar en este sitio la estatua del señor rey
don Felipe III, hijo de esta villa, que restituyó a ella la corte en 1606,
y en 1619 hizo construir esta plaza Mayor. Año de 1848.
La escultura representa al Rey Felipe III con
la cabeza descubierta, vestido con media armadura (sólo con una coraza decorada).
En el pecho cuelga el collar con la Orden del Toisón de Oro y lleva
en la mano derecha el bastón de mando o bengala de General, que
descansa sobre la cintura, y con la izquierda sujeta las riendas del caballo
simbolizando que de la misma forma sujeta las riendas del estado. El caballo
presenta la pata delantera izquierda levantada, dando así movilidad a la
figura. En la cincha aparece la firma del escultor:
"PETRVS
TACCA F. FLORENTIAE 1614".
La estatua de Felipe III fue realizada en Florencia por
las manos de Juan de Bolonia que hizo el vaciado en bronce y
por Pietro Tacca que realizó los remates por encargo del gran Duque
de Florencia, Cosme de Médicis, que la ofreció como regalo al rey español.
Fue entregada a Gómez de Mora, como
arquitecto mayor de Palacio, y en un primer momento se la depositó en el jardín
del Alcázar hasta enero de 1617, cuando se instaló delante
del Palacio de los Vargas de la Casa de Campo, en los jardines
de El Reservado y allí permaneció para el disfrute de los monarcas sucesivos
algunos siglos hasta el 22 de marzo de 1848 cuando, a
propuesta de Ramón Mesonero Romanos (por aquel entonces concejal de
la Villa), Isabel II mandó trasladarla al centro de la emblemática Plaza Mayor
de Madrid, pues esta plaza había perdido los usos que se le dieron
anteriormente como plaza de toros o lugar para la realización
de Autos de fe y se le quiso dar otro aspecto colocando la estatua de
Felipe III y ajardinando sus alrededores.
Tras la Revolución de 1868 fue
retirada a los almacenes de la Villa y durante la Primera República
española se propuso su sustitución por una alegoría de los mártires
del 7 de julio de 1822, que no se materializó. En 1875, con
la Restauración borbónica, volvió al centro de la plaza. En abril de
1931 sufrió un atentado con explosivos que introdujeron por la boca del
caballo. La escultura acabó en el suelo, con el caballo y el jinete
decapitados. Ello desveló un curioso hallazgo: la explosión desperdigó por el
lugar numerosos huesecillos, y se supo que eran restos de los múltiples pájaros
como gorriones o golondrinas, que, a lo largo de los siglos, se habían quedado
atrapados dentro del caballo tras colarse por su boca.
Los daños del atentado fueron subsanados y se
selló la boca del caballo. La estatua ha permanecido desde entonces en la Plaza
Mayor, salvo en un periodo breve hacia 1970, cuando fue temporalmente
retirada por la construcción de un aparcamiento subterráneo.
En 2017, coincidiendo con el 400
aniversario de la Plaza Mayor, el gobierno de la Comunidad de
Madrid decidió proteger la estatua declarándola Bien de Interés
Cultural con categoría de Monumento para preservar su ubicación
de manera definitiva. La Dirección General de Patrimonio
Cultural explicó que se dio este paso "para clarificar su situación
legal y a la vez señalar su importancia histórica y artística". Se hace
una protección específica al margen del entorno. El monumento ecuestre del rey
Felipe III está compuesto por la escultura de bronce y su pedestal, que "se encuadra en la tipología de los
monumentos ecuestres conmemorativos creados en la Antigüedad
clásica y retomada en los ambientes artísticos florentinos
del Renacimiento".
El palacio
del Buen Retiro
Madrid
Fue un conjunto arquitectónico de grandes
dimensiones diseñado por el arquitecto Alonso Carbonel (h. 1590-1660)
y construido por orden de Felipe IV como segunda residencia y lugar
de recreo (de ahí su nombre).
Se edificó en lo que entonces era el límite
oriental de la ciudad de Madrid.
El palacio sirvió como residencia de recreo
de Felipe IV y Carlos II; los dos primeros soberanos
Borbón, Felipe V y Fernando VI, lo usaron como residencia
oficial, sin embargo bajo los reinados de Carlos III y Carlos
IV fue perdiendo importancia. Seriamente dañado durante la guerra de
Independencia, parte del complejo palaciego fue demolido en tiempos
de Fernando VII, el resto (a excepción de Casón y del Salón
de Reinos) fue derribado en 1868 por orden del Gobierno provisional.
Paradójicamente, en la actualidad, los
vestigios más conocidos del real sitio son sus antiguos jardines, que, muy
transformados, hoy conforman el parque del Retiro.
Felipe IV tenía costumbre de hospedarse en
ocasiones en unos aposentos anexos al convento de San Jerónimo «el Real» (cerca del
actual Museo del Prado) que recibían el nombre de Cuarto Real. La
razón de este hecho se puede encontrarla en que el llamado Rey
Planeta encontraba especialmente placentero dar paseos por la finca anexa,
propiedad de su valido, el Conde-Duque de Olivares.
Olivares, con intención de agradar al monarca,
proyecta en 1629 y comienza en 1630 la construcción de una
serie de gabinetes y pabellones como extensión del Cuarto Real, que
acabarán conformando el Palacio del Buen Retiro. La edificación del palacio no
fue algo proyectado desde un inicio, sino que se extendió a lo largo de siete
años, hasta 1640, en los que se fueron añadiendo anexos de manera
sucesiva. Una vez estuvo terminado, el palacio constaba de más de 20
edificaciones y dos grandes plazas abiertas que se empleaban para festejos y
actos de diversa índole. El conjunto palaciego estaba rodeado de una gran
extensión de jardines y estanques, dado el carácter lúdico del mismo. Entre las
construcciones se encontraba una de las primeras meridiana
solar construida en España.
El rey solía pasar solo algunos días al año,
generalmente en verano en esta su segunda residencia, pero aun así se hizo una
importante campaña para dotar a este palacio de un nivel artístico y ornamental
a la altura del propio Alcázar, la residencia habitual. La escasez de
pinturas antiguas en el mercado llevó a encargar extensas series a pintores
de Roma y Nápoles, lo que requirió gestiones de embajadores y
demás funcionarios al servicio de Felipe IV. Parte de dichos cuadros
subsisten en el Museo del Prado; destacan varios paisajes de Claudio
de Lorena, Nicolas Poussin y Gaspard Dughet, escenas bíblicas y
mitológicas de Massimo Stanzione y numerosos cuadros de la antigua
Roma de Giovanni Lanfranco, entre otros autores.
Para el Salón de Reinos (hasta 2009
sede del Museo del Ejército), se encargó una serie conmemorativa de
triunfos militares españoles, a la cual aportó Velázquez su famoso
cuadro Las lanzas. Otros cuadros de la serie se deben a Zurbarán, Antonio
de Pereda, Juan Bautista Maíno y Vicente Carducho.
Siglo
XVIII
El nuevo rey de la Casa de Borbón, Felipe
V, llegó a Madrid en 1701 y se instaló en el antiguo y solemne Real
Alcázar. Sin embargo, pronto prefirió habitar el Palacio del Buen Retiro, que
con su aspecto menos medieval y su cercanía a los jardines seguramente le
recordaba a los palacios de Versalles y Marly, donde había
pasado su infancia.
Los
proyectos de Robert de Cotte
No obstante, el palacio distaba mucho de tener
la arquitectura barroca francesa de corte clasicista que
gustaba al rey. Se decidió entonces pedir consejo al afamado Robert de
Cotte, arquitecto jefe de Versalles tras la muerte de Mansart. De Cotte
proyectó revestir el viejo palacio con unas nuevas fachadas francesas, Felipe
V, por su parte, consideró que sería mejor construir un edificio ex novo.
·
primer
proyecto: De Cotte planteó un nuevo edificio que seguía el típico esquema
de château francés, es decir, con forma de U, una cour d'honneur cerrada
por una verja y los amplios jardines a la francesa con parterres en la parte
posterior (sur) del nuevo palacio. El proyecto retomaba las soluciones que el
arquitecto había pensado para los palacios del elector de Baviera en Schlessheim o
para el elector de Colonia en Bonn, asimismo se inspiraba en la
rigurosidad clásica con la que François d'Orbay había concebido la
fachada sur del Louvre. El saliente central ovalado de la fachada
posterior al jardín, elemento típicamente francés, sería retomado más tarde en
la edificación de la Residenz del príncipe-obispo de Wurzburgo.
Primera planta del nuevo palacio.
Elevación de la "cour d'honneur"
·
segundo
proyecto: en este caso, De Cotte imaginó un edificio con una planta cuadrada
centralizada y cerrada, con una gran sala cupulada en el centro que daba
acceso a cuatro aposentos distintos, cuatro patios interiores daban luz a las
salas centrales. De Cotte siguió en este diseño las varias referencias a
plantas centralizadas que había en la arquitectura francesa, dichas plantas ya
aparecían en los tratados de Du Cerceau y también habían inspirado
en Pavillon Royal de Marly, no obstante la planta de De Cotte
seguramente tomara como referencia el proyecto que Nicodemus Tessin había
concebido para el Louvre. El castillo de Poppelsdorf, obra contemporánea
de De Cotte, seguiría, en una versión simplificada, este segundo proyecto para
al nuevo palacio del Buen Retiro.
Sección de segundo proyecto.
Ninguno de estos proyectos se llegó a realizar
jamás, en parte por el pobre estado de las finanzas reales después de la Guerra
de Sucesión Española y en parte porque la llegada de la nueva esposa del
soberano, la italiana Isabel de Farnesio, eclipsó la influencia francesa
en la corte real.
Residencia
oficial
Felipe V y su esposa se contentaron con
realizar transformaciones y redecoraciones interiores al edificio. La única
vista interior del edificio conservada hasta la fecha, la pintura El
bautizo de la infanta Isabel de Antonio González Ruiz, nos permite
imaginar como habría estado decorado el palacio durante el reinado del primer
soberano Borbón.
En vista de las obras
de redecoración que también se estaban realizando en el viejo alcázar de
los Austrias, parte de la colección fue trasladada al Buen Retiro, cosa
que permitió que muchas obras de arte se salvaran del funesto incendio que consumió
el Real Alcázar la Nochebuena de 1734.
A partir de entonces,
el palacio del Buen Retiro se convirtió en la residencia oficial de los
soberanos españoles en la capital. Varias reformas importantes tuvieron lugar
entonces.
En 1739, Santiago
Bonavia substituyó el antiguo Coliseo de los Austrias por un nuevo teatro
"vitruviano" apto para la representación de óperas.
En 1742, se encargó al
arquitecto italiano Vigilio Rabaglio (que luego edificaría el Riofrío)
la edificación de un nuevo "cuarto"
para el infante cardenal Luis Antonio. El nuevo edificio anexo al viejo
palacio y orientado hacia el Prado de San Jerónimo se abría a un
jardín particular con parterres conocido como "Jardín de Francia". Su fachada barroca y blanqueada
contrastaba abiertamente con la rigurosa fachada de ladrillo rojizo que
caracterizaba todo el palacio. Dicho contraste puede apreciarse en el cuadro
"Vista de la calle de Alcalá" (circa 1750) de Antonio Joli.
La fachada del Buen Retiro en el cuadro de Antonio Joli.
Apenas terminadas la obras en el "Cuarto del Infante Luis Antonio",
Felipe V e Isabel de Farnesio decidieron reformar de arriba abajo sus aposentos
(el antiguo "cuarto de la Reina"),
cosa que obligó a trasladar a los reyes al cuarto del infante, previo desalojo
de este. El nuevo proyecto de Bonavia para los aposentos de los reyes preveía,
como era tradición en los palacios españoles, una doble hilera de estancias:
las orientadas hacia el sur, destinadas a los meses de invierno, y las
orientadas al norte, para los meses de verano. Su decoración se inspiraba en el
gusto rococó, con una profusión de espejos, consolas y,
quizás, boiseries. Del mismo modo, su distribución a base de antecámaras,
inmensos dormitorios (cámaras) y gabinetes privados bebía claramente del
concepto de appartement francés.
Felipe V no vio, sin embargo, estos nuevos
aposentos terminados, pues falleció el 9 de julio de 1746 en el citado "cuarto del Infante", cabe suponer
que Fernando VI terminaría las obras de los nuevos aposentos regios y
habitaría en ellos hasta su muerte en 1759.
Declive
La llegada al trono de Carlos
III supuso el inicio del fin de Buen Retiro como residencia real. El
soberano habitó el palacio desde su entrada a Madrid en 1759 hasta su traslado
al Palacio Real Nuevo en 1764. No parece, sin embargo, que al monarca
le gustara demasiado el Buen Retiro: en cinco años, Carlos III apenas residió
en el palacio poco más de dos meses, prefiriendo habitar los
distintos reales sitios situados alrededor de Madrid.
El Buen Retiro se fue vaciando entonces
paulatinamente de sus funciones cortesanas y, en 1766, a raíz del Motín de
Esquilache pasó a funcionar como cuartel de los regimientos de Aragón y de
los Suizos de Reding, las tropas no abandonarían el palacio hasta 1787.
En 1767, los jardines del Buen
Retiro se abrieron por primera vez a los ciudadanos, convirtiéndose en uno
de los lugares de esparcimiento favorito de los madrileños pero, también, en un
importante foco de prostitución.
Tras la partida de las tropas en 1787, el
arquitecto Juan de Villanueva realizó labores de mantenimiento y
consolidación en diversas zonas del palacio. En esa época, el palacio se había
convertido en el gran depósito de las obras de arte de la colección real;
del Buen Retiro partían (o llegaban) distintos cuadros que eran instalados en
otros reales sitios en función de los gustos del soberano y de la
familia real. En 1789, en el inventario realizado tras la muerte de Carlos III,
se contabilizaron un total de 1383 obras.
Paralelamente al declive el viejo palacio, sin
embargo, importantes transformaciones habían tenido lugar en sus alrededores
con la creación del llamado "Salón
del Prado" y la fundación de varias instituciones científicas como
el Real Jardín Botánico (1781), el Real Gabinete de Historia
Natural (1785, actual Museo del Prado) o el Real
Observatorio (1790). El mismo palacio había empezado a acoger, de hecho,
el Real Gabinete de Máquinas en 1792 o el Cuerpo de Ingenieros
Cosmógrafos en 1796.
Siglo XIX
A principios del siglo XIX, el palacio del Buen
Retiro (como muchas otras residencias reales europeas desocupadas) podía ser
visitado previo pago, la visita solía hacerla el propio personal del edificio.
Varios viajeros pudieron visitar el Buen Retiro en las postrimerías
del Antiguo Régimen. En 1803, Lady Elizabeth Holland escribió:
"el
palacio carece de magnificencia tanto por fuera como por dentro; las estancias
reales no están amuebladas. Tan sólo quedan unas pocas y excelentes pinturas"
Dos años después, los profesores Moulignier y
Ligier recibieron el permiso del rey para visitar el palacio y dibujar y tomar
notas que luego se incluyeron en el Voyage pittoresque et historique de
l'Espagne (1806-1820) de Alexandre de Laborde.
Guerra de
Independencia
Cuando las tropas napoleónicas entraron en
Madrid en marzo de 1808, Fernando VII tomó disposiciones para que el
Buen Retiro se convirtiera en cuartel general francés y en la residencia
del general Murat, este, sin embargo, prefirió la comodidad de
la antigua residencia de Manuel de Godoy.
No obstante, las tropas si que se instalaron en
el Buen Retiro y, por insistencia de Napoléon, el general
Savary (sustituto de Murat al frente de la tropas) y luego José
I empezaron a fortificar el lugar.
El Buen Retiro ofrecía varias ventajas, estaba
separado el núcleo de población y se encontraba en una posición elevada. Se
construyeron tres recintos concéntricos amurallados y con fosos: el primero lo
delimitaba el palacio, el Gabinete de Historia Natural y la tapia del
jardín; el segundo tenía forma de cuña y se situaba detrás del palacio y el
último, un fortín en forma de estrella rodeaba la Fábrica de
Porcelana en la cima de la colina.
Después de su derrota en la batalla de los
Arapiles, las tropas napoleónicas empezaron a abandonar la capital, aunque un
importante contingente permaneció acantonado en el Buen Retiro. El 12 de agosto
de 1812, el general Pakenham entró en la ciudad y ordenó bombardear
el Retiro. A pesar de las fortificaciones, los franceses ofrecieron poca
resistencia y los ingleses tomaron el lugar apresando a 2000 soldados. Acto
seguido, el lugar sufrió saqueos y destrozos por parte de los propios
madrileños.
En 1812, el Buen Retiro estaba muy deteriorado
pero no arrasado: gran parte de los árboles del parque y los jardines
ornamentales habían desaparecido, los huertos habían proliferado en todas
partes y las fuentes estaban desbaratadas; el palacio presentaba áreas con
agujeros y con goteras en los techos, faltaban puertas y la mayoría de las
ventanas carecían de cristales, los interiores estaban repletos de suciedad, un
molino harinero se había instalado en el interior del Casón y
el Salón de Reinos servía de almacén de tinajas de aceite o
aguardiente.
La destrucción definitiva del lugar llegó
cuando, antes de abandonar Madrid, el general Hill, siguiendo las órdenes
de Wellington, dinamitó la fábrica de porcelana y su fortín e incendió los
almacenes de víveres situados en el palacio, a pesar de las repetidas
exhortaciones del ayuntamiento de Madrid para adquirir dichos alimentos para la
población.
A la llegada de Fernando VII a Madrid
en 1814, el arquitecto Isidro González Velázquez emitió un informe
recomendando conservar el gran patio cuadrado (o "Plaza Grande") del palacio (incluidos el Casón y el Salón de
Reinos) y demoler el resto.
·
Planos de las fortificaciones francesas en el
Buen Retiro.
Demolición
Siguiendo las recomendaciones de Isidro
González Velázquez, en 1816 se procedió a demoler las partes más afectadas del
palacio del Buen Retiro, sin embargo, al estar el Patrimonio de la
Corona falto de dinero, no se pudo acometer la restauración de aquellas
que se había decidido conservar.
Las demoliciones se alargaron hasta 1819, no
obstante, las construcciones sobrevivientes del patio cuadrado o "Plaza Grande" continuaron
deteriorándose hasta que, en 1865, la reina Isabel II decidió vender
la parcela del antiguo palacio al Estado. Cuatro años más tarde,
el Gobierno provisional empezó a demoler los edificios de la "Plaza Grande" conservándose solo el
Casón y el Salón de Reino, que recibieron unas nuevas
fachadas historicistas.
En el lugar del antiguo Palacio del Buen Retiro
se erigió el barrio de los Jerónimos, así llamado por la Iglesia de
san Jerónimo el Real, antiguo origen del palacio, que también sobrevivió a la demolición.
II.- Finales
del siglo XVII.
Se comienza a complicar la arquitectura;
primero penetran las formas decorativas del barroco italiano (columnas de orden
gigante y salomónicas, movilidad de planos en las fachadas, etc.), y luego
las formas espaciales (plantas ovaladas, o cóncavo-convexas, llenas de
movimiento).Destacan: fachada de la Catedral de
Granada -de Alonso Cano-, dispuesta a manera de arco de triunfo de
tres calles, cubiertas de arcos de medio punto; el Pilar de Zaragoza;
la torre de las campanas y la del Reloj (Domingo de Andrade) de
Santiago de Compostela. Durante el siglo XVII son escasas las construcciones;
ya a finales de siglo se construyen: el presbiterio de la Catedral
de Valencia. Las obras más barrocas son la fachada de la Catedral-
claro ejemplo de los movimientos de fachadas al estilo de Borromini- :
entre el escaso espacio que quedaba entre capilla del santo cáliz y Miguelete,
se despliega una fachada a modo de biombo con tres calles plegadas en
movimientos sinuosos cóncavo convexo, recargada de decoración en relieve y esculturas.
La capilla de la Virgen de los desamparados: de planta ovalada, con espacios de
entrada o capillas; destacando el camarín de la Virgen. Otros ejemplos son el
museo de Bellas Artes, San Pío V y la torre de Santa Catalina, Palacio del
Marqués de Dos Aguas.
ALONSO
CANO Almansa (Granada, 19
de febrero de 1601-ibídem, 3 de septiembre de 1667)
Fue
un pintor, escultor y arquitecto español. Por su
contribución en las tres disciplinas y la influencia de su obra en los lugares
donde trabajó, se le considera uno de los más importantes artistas del barroco
en España, siendo además el iniciador de la Escuela granadina de
pintura y escultura. Importantes discípulos suyos fueron los
pintores Juan de Sevilla, Pedro Atanasio Bocanegra y José
Risueño, también escultor, y los escultores Pedro de Mena y José
de Mora entre otros.
Su padre, Miguel Cano, era un prestigioso
ensamblador de retablos de origen manchego, su madre, María Almansa (natural
de Villarrobledo), quien también podría haber practicado el dibujo.
Establecidos en Granada, al poco tiempo nació Alonso, siendo bautizado en
la parroquia de San Ildefonso, donde se conserva un retablo con las trazas de
su padre. Alonso aprendió sus primeras nociones
de dibujo arquitectónico y de imaginería, llegando a colaborar
tempranamente en los encargos granadinos de su padre, pues muy pronto sus progenitores
comenzaron a descubrir su talento. Se dice que, en una visita a Granada del
pintor Juan del Castillo en 1614, éste advirtió las grandes dotes del
muchacho y aconsejó a su padre que lo llevase a Sevilla, donde había un
ambiente artístico más acorde con su talento.
En 1651 regresa a Granada con el propósito de
ordenarse sacerdote y obtener un puesto de canónigo en la catedral. En espera
del puesto (que obtuvo en 1652), trabajó en numerosos proyectos para la
catedral, así como para otras iglesias, monasterios y conventos de la ciudad,
especialmente los pertenecientes tanto a la rama masculina como la femenina de
la orden franciscana. En 1660, luego de una estancia en Madrid y en Salamanca
durante la cual recibió los hábitos de sacerdote, se reintegró a la catedral de
Granada como canónigo y terminó su serie sobre la vida de la Virgen para esa
iglesia. Pocos meses antes de su muerte recibió el título de maestro mayor de
la catedral y diseñó su fachada, que se construyó póstumamente. Fue enterrado
en la cripta de la catedral de Granada.
Tuvo un carácter pendenciero e intervino en
duelos. Pese a ganar grandes cantidades de dinero, mantuvo muchas deudas a lo
largo de su vida, llegando a pisar la cárcel, aunque su amigo Juan del
Castillo pagó sus deudas.
La obra de Alonso Cano ha sufrido, quizá más
que la de ninguno de sus contemporáneos, pérdidas irreparables a lo largo del
tiempo. Incendios, guerras, robos, saqueos, nos han privado de una parte
importante de su legado. En la actualidad se halla dispersa y, en ocasiones,
oculta o mal conservada; pocas de las obras se encuentran aún en su ubicación
original. Sigue siendo, sin embargo, un legado inmenso que abarca, además de
pintura y escultura, obras arquitectónicas de relevancia. Mención aparte
merecen sus dibujos, de los que se conserva gran número y que permiten seguir
el desarrollo de la carrera de este artista y su gran influencia en los ámbitos
en los que ejerció su labor (Sevilla, Madrid, Granada).
Sus obras fueron, al comienzo de su carrera,
una mezcla entre el manierismo italiano y el Barroco. Al
igual que Velázquez, evolucionó del tenebrismo predominante en
Sevilla a un estilo más colorista, aunque con carácter propio, puede decirse
que, junto con Velázquez, su obra supone un punto de inflexión en la pintura
española de su época hacía una tendencia más idealista.
Torre de las Campanas vista desde el claustro.
Torre da Berenguela o del Reloj, torre de la catedral de Santiago de Compostela.
Catedral
de Valencia.
De la etapa barroca destaca que
en 1703 el alemán Konrad Rudolf proyectó e inició la puerta
principal de la catedral, conocida como de los Hierros por la reja
que la rodea. A causa de la Guerra de Sucesión no la pudo acabar, y
fueron principalmente los escultores Francisco Vergara e Ignacio
Vergara los que lo hicieron. Al ser su planta curva, el paramento cóncavo
que origina creaba un singular y estudiado efecto de perspectiva, desvirtuado
durante el siglo XX a causa del derribo de los edificios adyacentes (antigua
calle de Zaragoza) para ampliar la Plaza de la Reina.
Justo al lado del Micalet se encuentra la
puerta principal, llamada de los Hierros (o dels
Ferros en valenciano) por la reja de hierro que circunda el atrio de
entrada. Es la más moderna, sustituye a una previa del siglo XV, fue financiada
por una donación de doña Mariana Pont de Aguilar en 1621 e iniciada en 1703 por
el escultor y arquitecto alemán Konrad Rudolf, que llegó a Valencia con el
archiduque Carlos de Austria, pero al finalizar la guerra de
Sucesión se fue con él, ya que era su escultor de cámara, y dejó
paralizadas las obras en 1707, que fueran acabadas en 1713 por sus
discípulos Francisco Vergara "el Viejo" y Francisco Stolz. Otros escultores que
intervinieron fueron Andrés Robles e Ignacio Vergara y los
picapedreros, José Mines y Domingo Laviesa.
Esta puerta es de notable interés por su
planteamiento acertado y atrevido dentro del contexto hispánico de la época. Se
trata de uno de los pocos ejemplos de la aplicación del barroco arquitectónico
italiano, de planta ondulante y en movimiento, al estilo
de Bernini o Borromini, a diferencia de los edificios barrocos
españoles de la época, de tipo churrigueresco, con planta tradicional y
gran profusión decorativa.
La Puerta de los Hierros, que se parece a
un retablo de forma cóncava, mide más de 36 metros de altura. Cuando se
construyó pretendía crear la ilusión óptica de una mayor sensación de espacio
en un lugar realmente muy pequeño -a la manera de Bernini o Borromini- ya que
fue concebida para ser vista desde la estrecha calleja (de Zaragoza) que
acababa en la misma puerta. Hoy esta calle ha desaparecido al ensancharse
la Plaza de la Reina y quedando la puerta en una esquina de dicha
plaza, de ahí la respuesta a la incomprensión de la gente al no entender la
posición de la misma.
La puerta de los Hierros, que está precedida
por un atrio que limita una reja de hierro, también barroca, se
desarrolla en tres cuerpos superpuestos:
En el primero, hay tres columnas a cada lado de
la puerta, con fuste decorado y capiteles corintios, realizados por Konrad
Rudolf entre los que se abren sendas hornacinas con las estatuas de Santo
Tomás de Villanueva y San Pedro Pascual, obra de Francisco Stolz.
Sobre el arco de entrada destaca un bajo relieve, atribuido a Ignacio Vergara
que representa el anagrama de la Virgen, con gloria de ángeles y otros adornos,
y enmarcado sobre una venera de estilo rococó.
El segundo cuerpo, más reducido, tiene cuatro
columnas del mismo orden, en el intercolumnio del centro,
un rosetón oval, y en los laterales, las estatuas de San
Lorenzo de Francisco Stolz y de San Vicente Mártir, obra de Konrad Rudolf,
y medallones con los bustos de los papas valencianos, Calixto
III y Alejandro VI, con figuras alegóricas: a los pies del primero la
caridad y la justicia, y a los del segundo la esperanza y la fortaleza; ambas
son obras de Francisco Vergara.
En el tercer cuerpo, de menores dimensiones, se
representa la asunción de la Virgen en un alto relieve atribuido a Ignacio
Vergara y, en ático, el símbolo del Espíritu Santo en relieve bajo un
frontón partido, y en sus extremos, las esculturas de san Luis Bertrán y san
Vicente Ferrer, obra de Stolz.
Remata el conjunto una cruz de hierro sobre una
esfera de bronce entre dos ángeles de piedra. La piedra de esta puerta procede
de las canteras de Benigánim, Moncada y Ribarroja de Turia.
Nada más entrar dentro de la catedral por la
puerta de los Hierros, en el muro izquierdo y sobre la pila bautismal, se
encuentra el célebre cuadro de Vicente Macip llamado Bautismo de
Cristo en el río Jordán por Juan el Bautista (1535). Dentro del cuadro,
asisten al acto de bautizo cuatro doctores de la iglesia y el donante del
cuadro, el venerable Agnesi, mientras desde el cielo, Dios envía el espíritu
santo sobre el hijo.
Palacio
del Marqués de Dos Aguas
Se encuentra en el centro histórico
de Valencia, (España), entre las calles Poeta Querol (antigua plaza
Villarrasa y María de Molina), calle de la Cultura (calle de la abadía de San
Martín) y calle de San Andrés.
El espacio en el que se ubica se cree que
probablemente fuese en origen el terreno destinado a una necrópolis romana de
los siglos I al III d.C., debido a los hallazgos en uno de sus patios el 9 de
septiembre de 1743.
El edificio que hoy se puede visitar se
encuentra destinado a albergar el museo Nacional de Cerámica y de las
Artes Suntuarias González Martí resultado de una radical reforma llevada a
cabo sobre la antigua casa solariega de estilo gótico propiedad de
los Rabassa de Perellós, quienes adquirieron el título de marquesado de
Dos Aguas en 1699 otorgado a la familia por Carlos II.
Hacia 1740 Giner Rabassa de Perellós y
Lanuza inicia la reforma en el palacio ofreciendo cierto grado de
renovación en comparación con las anteriores realizadas, ya que incluye
elementos ornamentales frente al carácter severo de la antigua casa solariega. Para
esta modificación cuenta con la colaboración del pintor Hipólito Rovira,
el escultor Ignacio Vergara y el adornista Luis Domingo,
destacando especialmente la portada alabastrina, la vuelta de la escalera noble
y la carroza de las Ninfas.
De planta cuadrangular irregular, organizado en
torno a un patio y con torres en las esquinas, sus fachadas se alzan en dos
alturas sobre el zócalo correspondiente al subsuelo y la planta baja; mientras
que en un lateral se abre la puerta principal, realizada en alabastro procedente
de las canteras de Niñerola en Picassent (provincia de Valencia) -del
entonces señorío de los Dos Aguas- por Ignacio Vergara sobre el diseño
de Hipólito Rovira. Está presidida por la imagen de la Virgen del
Rosario, obra de Francisco Molinelli, incrustada en un nicho que permite
su apertura con una puerta corredera convexa desde donde descienden dos
caudales de agua en alusión al título de los marqueses, con dos atlantes a los
lados que simbolizan sendos ríos, todo con un resultado decorativo de desbordante
voluptuosidad. Los aspectos relacionados con la iconología e iconografía de
esta portada monumental han sido muy discutidos y diversos, sobre los que se
recomienda los artículos de Salvador Aldana y Santiago Sebastián.
En esa época toda la fachada estaba decorada
con frescos de Rovira, pero entre 1853 y 1867, cuando poseía el
título Vicente Dasí Lluesma, el palacio sufrió una nueva remodelación, en
la que desaparecieron las pinturas, que a la sazón estaban en mal estado debido
a la humedad, siendo sustituidas por estucos en tonos grises y rosas
imitando mármoles. Además, se realizaron también los balcones de sabor
francés, con barandillas ondulantes sustituyendo a los anteriores en hierro.
Con todo, la máxima remodelación se puede apreciar en la planta noble, donde se
reorganizaron las estancias en torno a los patios internos y convergiendo en la
escalera principal del edificio.
Salón de baile
Iglesia
En 1644, por ruina de la antigua capilla
dedicada a San Jorge, se había decidido la construcción de una nueva iglesia
según planos de Pedro Sánchez Falconete. Las obras quedaron paralizadas
por motivos económicos y porque la Hermandad no era la propietaria de todos los
terrenos. Miguel Mañara, que había sido nombrado hermano mayor en 1663, se
convirtió en el principal impulsor del proyecto y agilizó las obras del templo.
Los planos fueron reformados por iniciativa de propio Mañara y la fachada fue
rematada por Leonardo de Figueroa. La iglesia quedó terminada en 1670 y se
inauguró el 16 de julio de 1674. Tras esto dio comienzo el proceso de
ornamentación, que sería culminado en 1685, después del fallecimiento de
Mañara.
En 1721 finalizó la construcción de los patios
del hospital y de la torre de la iglesia, realizada por Leonardo de Figueroa.
Fachada
de la iglesia
La fachada de la iglesia, obra representativa
del barroco sevillano, se encuentra estructurada en tres cuerpos de
altura y presenta un esquema de gran simplicidad constructiva. Los dos tramos superiores
se encuentran decorados con azulejos que representan a sus patronos San
Jorge y Santiago y a las tres virtudes teologales, Fe, Esperanza
y Caridad. Más abajo, a los dos lados de la puerta se contemplan esculturas de
dos reyes santos: San Fernando, rey de Castilla y San Luis, rey de Francia,
reflejando el carácter nobiliario que por entonces detentaba la Hermandad. La
fachada aparece rematada por un ático precedido por una baranda de hierro y
flanqueado por dos pináculos de ladrillo.
Próximo Capítulo: Capítulo 10 - Arquitectura barroca española - Segunda parte
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