lunes, 10 de febrero de 2025

Capítulo 33-5, Románico en el Pallars Jussà

 

Arte Románico en el Pallars Jussà
Al noroeste de la provincia de Lleida y lindante con la histórica comarca de la Ribagorza, el Pallars Jussà se extiende a lo largo de las sierras prepirenaicas surcadas por los ríos Noguera Pallaresa y Flamisell, que, tras confluir en las cercanías de la Pobla de Segur, van a desembocar al caudaloso Segre, ya en tierras de la Noguera.
La historia del Pallars Jussà discurre íntimamente ligada a su vecino Sobirà hasta principios del siglo XI, cuando a la muerte del Conde Suñer, el Condado de Pallars queda dividido entre sus hijos Guillem y Ramón. Por su privilegiada situación, punto de salida natural desde los escarpados condados pirenaicos hacia las fértiles llanuras leridanas dominadas entonces por los sarracenos, el Pallars Jussà fue fundamental durante la expansión cristiana que culminó en la toma de Barbastro en el año 1064, destacando en este contexto la figura de Arnau Mir de Tost, personalidad de gran relevancia en el devenir y desarrollo histórico del territorio.
El Pallars Sobirà, por su condición de tierra de frontera durante el siglo XI, estaría salpicado de distintas construcciones de carácter defensivo, de las cuales, destacaremos dos ejemplos sobresalientes: el complejo religioso-militar de Santa María de Mur, y el Castillo de Llordá.
En cuanto a arquitectura religiosa se refiere y exceptuando edificios puntuales más ambiciosos como son el Monasterio de Mur o la Iglesia de Santa María de Llimiana; la mayoría de los numerosos testimonios románicos conservados en la comarca se caracterizan por su carácter rural, conviviendo las formas lombardas, tan extendidas en el Pirineo, con sorprendentes manifestaciones escultóricas como la singular portada de Santa María de Covet. 

Castell de Mur
El municipio de Castell de Mur se encuentra situado en el centro de la parte meridional de la comarca del Pallars Jussà. Su término se encuentra rodeado por los acantilados y sierras que integran la cuenca de Tremp, en la margen derecha del río Noguera Pallaresa. Para llegar, hay que sal ir de Tremp en dirección a Balaguer por la carretera Cl 3 y, transcurridos 5 km, tomar la desviación a mano derecha por la LV-9124, carretera que conduce directamente al pueblo de Guardia de Noguera, actual cabeza del municipio.
Este municipio es el resultado de la integración en 1972 de los términos de Guardia de Noguera y Mur. El origen de su topónimo proviene del antiguo pueblo nacido al abrigo del castillo de Mur. El término municipal de Mur comprendía el castillo homónimo y su colegiata, el castillo de Guardia y los pueblos de Collmorter, les Esplugues, Puigmaçana, Santa Llucia de Mur y Vilamolat de Mur; además de distintos caseríos existentes por la zona.
Actualmente el pueblo de Mur como tal ya no existe, dado que fue deshabitado durante la Edad Media, momento en el que Vilamolat de Mur pasó a ser la capital municipal. Por su parte, el pueblo de Guardia de Noguera, se trasladó desde el castillo de Guardia hacia las zonas más fértiles en la parte baja, e incluía, además, el pueblo de Cellers. Guardia de Noguera, por su situación y por tratarse del núcleo con más habitantes, pasó a ostentar la capitalidad del nuevo municipio de Castell de Mur.

Castillo de Mur
El imponente conjunto fortificado se encuentra en la cima de una cresta en la parte norte del Montsec de Ares. Flanqueado por las fortificaciones de Guardia y la casa fuerte de Miravet, el castillo de Mur se sitúa en un punto dominante desde donde se vislumbra toda la Canea de Tremp, el embalse de Terradets y el val le del río Noguera Pallaresa. Ubicado a 100 m de la iglesia de Santa Maria la fortaleza de Mur se halla en un entorno natural de gran belleza, de fuertes acantilados y agrestes paisajes. Para llegar a la misma se ha de tomar la carretera LV- 9124 hacia Guardia de Noguera y, una vez pasado el pueblo, continuar por la misma hasta el conjunto fortificado.
El castillo de Mur, importante ejemplo de la arquitectura civil del siglo XI, no sigue estrictamente la línea defensiva habitual de las fortificaciones del siglo X. Construido por los condes de Pallars Jussà para la protección de la frontera meridional ante 1los sarracenos, y paralelo a un esfuerzo repoblador de la zona, el castillo se convertirá en un instrumento vertebrador del nuevo territorio y en un elemento defensivo para la población de Mur. La noticia más antigua referente al castillo es un documento de 969, en el que el abad de Sant Pere de Vilanega se queja a los condes de Pallars, Ramon II y sus hermanos Borrell I y Sunyer I, de un hurto que había sufrido; dichas autoridades le concedieron la iglesia de Sant Fructuós situada in Castro Muro en concepto de indemnización. En 1037, los condes de Pallars, Ramon IV y Ermessenda, hicieron donación de un alodio a García   Enza un poco más abajo del término castral.
Sin embargo, la historia más conocida del castillo de Mur da comienzo a mediados del siglo XI. Por aquel entonces, el conde de Pallars era Ramon III y la Conca de Tremp estaba    situada    en   zona   fronteriza    entre sarracenos y cristianos, por lo que el lugar se encontraba prácticamente despoblado. Arnau Mir de Tost se convirtió en árbitro y protagonista principal de las reconquistas a los musulmanes; luchó hacia el Sur, ocupó la Canea de Tremp, la sierra del Montsec y todo el valle de Ager. La fortaleza de Mur, gracias a la visión y empuje militar de este caballero del Urgell, desempeñó un papel clave en la defensa de los condados catalanes en territorio de frontera. El castillo fue potenciando la repoblación del lugar y se convirtió en centro político y administrativo de la zona. El crecimiento demográfico, así corno la reorganización del territorio y el fenómeno del encastillamiento, supuso un repliegue de la población a la falda de los castillos y el surgimiento de un nuevo estamento social, el del milites o clase caballeresca.
El castillo de Mur fue cambiando de titularidad hasta el 1055 en que Ramon V de Pallars Jussà cedió la fortaleza a Arnau Mir de Tost corno garantía de dote por esposarse con su hija Valença. Desde entonces Arnau Mir y su mujer Arsenda pasaron a ser los señores feudales hasta 1072, año de la muerte de Arnau. Ramon V recibió de su suegro doce mil sueldos a cambio de los castillos de Mur, Llimiana, Orcau y Basturs. La posesión del castillo, en virtud de su testamento de Mir de Tost, pasó a manos de su hija Valen a y de su nieto Arnau Ramón, que a la postre se convertiría en el primer señor de la dinastía de Mur, y que recibieron el castillo en franco alodio, directo y libre de todo servicio al monarca. Uno de los legados importantes que Arnau Mir de Tost dejó a sus descendientes fue el derecho de exención concedido por la Santa Sede. Todos los dominios de Mur se configuraron en pabordato propio y quedaron desvinculados de la autoridad religiosa del obispado de Urgell, siendo regidos directamente desde Roma.
Para hacemos una idea de la importancia del castillo como eje vertebrador político y económico del lugar, su término jurisdiccional se extendía por oriente hasta el término de Llimiana, pasando por el lado del Noguera Pallaresa y por los castillos de Altarriba y de Puigcercós hasta el palacio de Noguera.
Por el Sur seguía hasta el término del castillo de Àger y por el Oeste continuaba por la cima del Montsec hasta el collado de la Sarga; llegaba hasta el término de Eroles con la inclusión de los castillos de Moror, Estorm, el Meüll, Beniure y Castellnou.
Por el Narre, iba desde Erales hasta el término de Talarn, Galliner y hasta el Noguera Pallaresa.
La iglesia de Sant Fructuós in Castro Muro posiblemente era una pequeña capilla ubicada en el piso superior de la torre del castillo. Una hipótesis que no es incompatible con la presencia de un recinto religioso ubicado fuera del mismo, y al que debían asistir los habitantes del antiguo pueblo de Mur. Resulta interesante el hecho que la cabecera de la iglesia de Santa Maria fuera consagrada el año 1069 por Guillem Guifré, obispo de Urgell, lo que parece indicar que este espacio no había estado consagrado, ni reconocido por la diócesis anteriormente. La existencia de un edificio de culto no consagrado se vería justificada por la inestabilidad política que vivía la comarca durante esos años.
En cuanto a su morfología, el castillo de Mur se mantiene en un buen estado de conservación; su muralla elíptica y la torre cilíndrica constituyen las piezas principales de la fortaleza, su planta es triangular y su volumen compacto. La muralla de piedra, con sillares pequeños y regulares, tiene unos 10 m de altura y aparece encaramada sobre una peña rocosa; aún se mantiene el paso de ronda y restos de algunas almenas. Sus dos majestuosas torres, junto con su patio de armas, los cobertizos que albergaban a los soldados y sus monturas, así como el resto de estancias, constituyen un prototipo de castillo feudal que sugiere en su conjunto la forma de un barco. La arquitectura y el emplazamiento muestran una gran calidad plástica y arquitectónica. El castillo posee una silueta muy característica, con ángulos y vértices ovalados y la base orientada a levante hacia la canónica de Santa María.
EI castillo de Mur, que hizo reconstruir Arnau Mir de Tost, se levanta sobre un macizo rocoso al que los muros dan continuidad, y que presenta claras trazas de haber sido utilizado como cantera de la propia construcción. Esto podría sugerir que en lugar de haberse adaptado el conjunto a la forma de la base rocosa en la que se asienta, como se ha apuntado de forma generalizada, podría haber sucedido a la inversa. La puerta de acceso, de reducidas dimensiones y formada por un arco de medio punto, se encuentra situada a cierta altura en la fachada suroeste. Toda la obra está realizada con un excelente aparejo de sillería pequeño y bien escuadrado. Las medidas de la fortaleza son de 31 m de Este a Oeste; 11 m de ancho y el muro del recinto alcanza los 17,93 m en el punto de mayor altura. El grosor de los muros es de 1,56 m en el patio. En el lado de levante se alza una torre cilíndrica de 16,30 m de altura, que tiene cuatro pisos y puerta elevada. Está integrada en un recinto de 45 m x 20 m en su parte más ancha.
Desde el exterior, en el extremo noroeste, del muro de cierre se levanta en forma de torre con una galería con cinco aberturas adoveladas y con arcos de medio punto. Este sector de cinco ventanas, contrasta con la escasez de vanos en el resto de la fortificación. En la fachada suroccidental, el muro no sigue una línea continua, sino que está construido por tramos separados, compuestos por aristas que van marcando el cambio de dirección y cinco pequeños desagües que se abren a la altura de la primera planta. Los paños de muro en la fachada noreste se presentan de forma continua con un solo vano a modo de aspillera situado en el centro. Dos desagües situados a cada extremo podrían ser relacionados con las estructuras internas del castillo. El tramo de paramento sureste que mira a la colegiata es más cono y tiene una altura superior al muro de cierre, a fin de dotar de una mayor protección a la torre redonda. En el mismo se abre una sola aspillera.
En el interior del castillo se pueden diferenciar dos ámbitos: el militar, compuesto por la torre del homenaje, el patio de guardia y las partes más altas de todo el recinto, y el ámbito doméstico, que se situaría al otro lado y estaría compuesto por la planta baja para el servicio y almacén y el primer piso, donde se encontrarían las estancias y la sala noble del castillo. En el lado sur del triángulo, los paños de muro rectos giran sobre la base rocosa hasta llegar al vértice donde se encuentra una torre más elevada que los lienzos y ocupada en su parte alta por una habitación triangular a la que se accede por una puerta con arco de medio punto. En el extremo oeste se construyó una arcada, sobre la que, probablemente en el siglo Xlll, se amplió la zona habitable mediante la construcción de una torre de tres plantas. En el espacio amurallado, se pueden observar vestigios de almenas. A lo largo de los muros se distribuyen varias aspilleras altas, debajo de las cuales existen rastros de un suelo de vigas, que constituiría una especie de cobertizo. De estas mismas estructuras formaría parte una pared transversal, de la que se aprecia un fragmento en medio del recinto. Pegada al muro sur, se halla la torre cilíndrica del homenaje, interiormente dividida en cuatro pisos.
La distribución interna se organiza a partir del patio que se abre al acceder al castillo. En la parte derecha destaca la torre   del   homenaje   como elemento   más   singular   del   edificio.   En el lado suroeste, una construcción anexa, entre la torre y el muro perimetral, presenta una planta baja y un piso, como así lo marcan   las cabezas de vigas. Adosada al muro de cierre noreste, y al lado de la torre de homenaje, se localiza una cisterna. En la parte izquierda se vislumbran los restos de un lienzo entre los que se intuye el dintel de una ventana que se abre al patio. Este mismo muro cierra el espacio que ocupa la mayor parte del castillo y se extiende hasta el fondo, justo debajo la torre triangular.
En lo referente al piso, se hallaban dos ventanas abiertas al patio que por las medidas y el dintel conservados podrían ser geminadas. Se trataría por tanto de una estancia iluminada y presidida por el gran arco que sustenta los pisos superiores de la torre triangular. En el muro perimetral que cierra el lado suroeste, y a nivel de suelo, se encuentran los desagües. De estos los tres situados más al norte son simples agujeros que atraviesan el muro, orificios de salida de agua. Los otros dos, forman parte de unas estructuras con forma de hornacinas dentro del muro que presenta una repisa por debajo de la cual se muestra el desagüe. A todo este ámbito se le adjudica una función exclusiva de residencia salvo la parte más alta de la torre, que va ligada al ámbito militar por el paso de ronda que le da acceso. El castillo contaba en su interior con una buena estructura hidráulica de circulación y aprovechamiento de las aguas.
EI muro del lado este, que forma la base del triángulo, es más alto que el resto de paredes del castillo. Esta parle, que parece proteger la torre, se muestra desligada constructivamente del muro perimetral que pone de manifiesto que la edificación del recinto se inició por la atalaya, a la que se fueron añadiendo el resto de estructuras. Se trata, por tanto de una construcción realizad de forma unitaria pero en diversas foses, y no como consecuencia del aprovechamiento de una torre preexistente.
Esta diferencia constructiva no es única, ya que también se puede observar en otros paramentos del castillo. En la fachada sur, hay fragmentos de lienzo claramente diferenciados en franjas horizontales con una parte baja con grandes bloques similares a los de la torre. Unas diferencias constructivas que, a pesar de todo, no rompen el carácter unitario de la construcción.
Por las soluciones constructivas y el material utilizado, se advierte de la presencia de buenos constructores, que a las órdenes de Arnau Mir de Tost, construyeron el castillo de Mur tal y como ha llegado a nuestros días. Datable en el siglo XI, Mur constituye un modelo propio de castillo feudal y uno de los ejemplos más elocuentes de la arquitectura románica militar en Cataluña.

 
Iglesia de Santa Maria de Mur
Situada a escasos metros del castillo de Mur, se localiza la iglesia de Santa Maria de Mur, templo que en su origen este templo estuvo muy vinculado, al igual que su vecina fortaleza, a algunos de los personajes más relevantes del proceso de conquista de estos territorios a los musulmanes en el siglo XI. Hacia 1055, el matrimonio entre Ramón V, conde de Pallars Jussà, y Valença, hija del célebre caballero de Urgell, Arnau Mir de Tost, se produjo en un momento en el que a aquél le interesaba consolidar la paz con el vecino condado de Urgell, para poderse centrar en los ya prolongados enfrentamientos con su primo el conde Artau I de Pallars Sobirà a causa de la repartición del condado del Pallars.
Estos desposorios reportaron al conde Ramón no solo la pacificación de un frente, sino también la posesión, previo pago a su yerno de doce mil sueldos, de varias fortalezas, entre las cuales estaba el castillo de Mur, el cual, transcurrido un año, cedió a su esposa en concepto de donación esponsalicia. Teniendo en cuenta este contexto de conflicto, la fundación de la canónica de Mur habría que situarla dentro del proceso de estructuración y control del territorio por parte de la familia condal, así como por la voluntad de crear un panteón condal.
La primera noticia documental de la iglesia, cuya construcción debió comenzarse entre 1057 y 1060, es el acta de la consagración en 1069. El acto fue oficiado por el obispo Guillem Cuifré de Urgell, con la asistencia de los promotores los condes Ramon y Valença. Al documento se adjuntó un acta de dotación, en la que se enumeran una serie de donaciones realizadas por personajes importantes del condado, así como un inventario, añadido al reverso en fecha posterior, de los bienes muebles, ornamentos y objetos litúrgicos de la iglesia, que Galindo, primer pavorde de Santa Maria de Mur, entregaba a Berenguer Alomar, su sucesor. Es interesante señalar que, aunque en la documentación se cita el templo como sancta maria de muro o sancte marie in castri muri, el mismo tuvo una advocación múltiple, pues, además de a la Virgen, también se dedicó a san Pedro y san Esteban. Muy posiblemente en el momento de la consagración el edificio no estaría finalizado, como lo parece atestiguar un testamento de 1075-aunque la datación del documento en el año decimoquinto del rey Felipe I de Francia, no deja lugar a dudas sobre su fecha, algunos autores lo han datado erróneamente en 1065 al tomar la fecha que Josep Martí indica en los denominados Papeles de Mur-, en el que Maier, señor del castillo de Estorm, hacía donación de un tercio de sus bienes con destino a la op(er)a et p(re)ciu(m)  in libellis ad op(u)s s(an)c(t)a maria d(e) muro. Esta posibilidad parece confirmarse por una donación de 1100, en la que el sucesor de Ramon V, su hijo el conde Pere Ramon, es denominado hedificator et custos eccl(esi)ae beata mariae muri, es decir, edificador y custodio de la iglesia de Santa Maria de Mur.
Tanto la documentación como la arqueología  parecen  confirmar  la  intención  de hacer  de Santa  María un panteón condal. En 1099 o 1100, la condesa Valença condicionaba en su testamento  una serie de donaciones al hecho de que el cuerpo de su marido, que había fallecido en  1098, permaneciera sepultado en la iglesia de Santa Maria de Mur.
Años más tarde, en una donación de 1111, el conde Pere Ramon reiteraba que su padre estaba enterrado en el cementerio de la canónica. Excavaciones arqueológicas realizadas en 1999 sacaron a la luz -además de un osario del siglo XIX y de los restos de seis individuos cubiertos con cal viva de finales del XV, localizados en diferentes puntos del templo- una sepultura excavada en la roca en medio de la nave principal y orientada al Este, con los restos mortales de un robusto individuo de entre cincuenta y sesenta años, que presentaba signos de haber muerto de forma viólenla. Se cree que podrían pertenecer al conde Ramon V.  Los elementos arquitectónicos que circundan el lugar del hallazgo parecen determinar, como ha señalado Núria Nolasco, un espacio diferenciado y significativo y, por tanto, representan un interesante indicio tanto para la identificación del cadáver, como para valorar la función de la canónica como panteón condal. Sin embargo, las referencias documentales a su enterramiento en un cementerio, y ciertas características del cadáver, han llevado a pensar en un posible trasladado post mortem de los restos con posterioridad a 1111.

Vista general del monasterio desde el castillo de Mur 

Parece que ya desde un inicio, se tenía el propósito de establecer en Santa Maria una comunidad de canónigos regulares. Muestra de ello es que en el ya citado testamento de 1075, se afirma que la donación es realizada a los miembros de una comunidad que seguirían los cánones de la Iglesia Romana. Fallecido Ramon V, pero estando con vida aun su mujer, su hijo Pere Ramon ofreció la iglesia a la jurisdicción de la Santa Sede y a la protección del Papa, privilegio que fue concedido por Urbano II entre 1098 o 1099, y confirmado en 1237 en otra bula papal de Gregario IX, en la que se indicaba el compromiso de pagar anualmente dos mancusos a Roma. De esta manera, Mur quedaba exento de la jurisdicción de los obispos de Urgell. Alguno s detalles de esta decisión quedan explicados en un documento que se puede datar entre 1102 y 1104, en el que se señala que se realizó a instancias de Bernardo, arzobispo de Toledo y legado papal, y de Poncio, obispo de Barbastro. Teniendo en cuenta que Urbano II murió en julio de 1099, es muy probable que, como ha propuesto Montserrat Pages, las gestiones se pudieran haber llevado a cabo duran te el viaje que Poncio realizó a Roma en 1099 para obtener la bula que confirmaba el traslado de su sede de Roda a Barbastro. Los canónigos aprovecharon la situación de independencia respecto del obispado de Urgell y el apoyo de los condes de Pallars Jussà para ir incrementando las propiedades y el poder de la pavordía de Mur. Ésta tenía jurisdicción ordinaria sobre las iglesias que de ella dependían, podía convocar sínodos y el pavorde tenía plaza en los concilios que se celebraban en Tarragona.  Con el tiempo, el vínculo entre la canónica de Mur y los condes de Pallars Jussà se fue desvaneciendo. Muestra de ello es que los miembros de la familia condal dejaron de ser enterrados en su iglesia y ya no incluyeron ningún tipo de donación en sus testamentos.
En 1210, el rey Pedro el Católico de Aragón la tomó bajo su protección y le confirmó sus privilegios. Pocos años más tarde, fracasó, por la oposición de los canónigos de Mur, que llegaron a recurrir hasta el papa Gregario IX, un intento de fusionar su comunidad con la de Bellpuig de les Avellanes y convertirla en un a canónica premonstratense.
Como resultado de la secularización de todas las canónicas regulares ordenada por Clemente VIII en 1592 se convirtió, conservando todas sus posesiones y privilegios, en una colegiata regular regida por un pavorde, ocasión que trató de aprovechar el obispo del Urgell para hacerse con el territori o de Mur. Una sentencia del tribunal de la Rota de 1600 frustró las pretensiones de este obispado, por lo que Mur continuó dependiendo directamente de la Santa Sede, hasta que el Concordato de 1852 declaró abolidas la totalidad de este tipo de jurisdicciones sujetas directamente a Roma. La aplicación del Concordato no se ejecutó en Mur hasta 1873, año en el que la bula Quae Diversa dictada por Pío IX la convirtió en una simple parroquia dependiente del obispado de Urgell.
Los restos conservados de los edificios que configuran esta canónica, y que no obedecen a un proyecto unitario, se pueden dividir en tres ámbitos: la iglesia, el claustro y las diferentes dependencias donde los canónigos desarrollaban su vida y desempeñaban sus funciones.

La iglesia
Antes de entrar a describir la iglesia, situada en el lado más oriental del complejo, cabe plantearse si con antelación ya existía otro edificio religioso vinculado al castillo. En las excavaciones de 1999 se encontró en el subsuelo del ábside central de la iglesia un corte semicircular en la base rocosa, que podría ser testimonio de la existencia de cimientos correspondientes a una estructura absidal anterior, la cual se ha datado a mediados del siglo X, en coincidencia con las primeras referencias documentales de la fortaleza.
El templo románico tenía en su origen planta basilical de tres naves, de las que no se ha conservado la septentrional, que era más estrecha que la meridional y que fue sustituida por tres capillas añadidas en época gótica. Además de la ausencia de esta tercera nave, otros dos aspectos llaman la atención en su planta: la notable desviación de su eje hacía el Noreste y el irregular trazado de los tramos de las naves determinados por arcos fajones, los cuales no son perpendiculares al eje principal.
La cabecera en la actualidad está formada por los dos ábsides que se han conservado, el central y el meridional. Son de plan ta semicircular y tamaño desigual, pues el que originalmente sería el central, es de mayor tamaño y altura. En el exterior de éste, dos lesenas determinan tres entrepaños, en los que sendas ventanas, muy amplias, de doble derrame y arco de medio punto, ocupan buena parte de su superficie. Corona el ábside un friso de nichos formados por profundos arcos dispuestos tres en cada entrepaño y dos en los extremos lateral es lisos. A su lado, el ábside sur presenta, en el centro, una única ventana de dimensiones más reducidas que las anteriores. Dos lesenas estructuran la superficie exterior del cilindro absidal en tres entrepaños coronados por tres arquillos ciegos cada uno, salvo el septentrional, que tan solo tiene dos. Los arquillos de ambos ábsides se apoyan en una especie de ménsula de  piedra  toba  terminada  en  una  forma  cilíndrica,  solución  muy  poco  habitual,  que  parece  ser característica  de esta zona, pues también se utiliza en el campanario de Sant Esteve de Abella  de la Conca, en los ábsides de Sant Andreu de Biscarri y de Santa Maria de la Clua, en los muros meridionales de esta última iglesia, de Santa Maria de Llimiana y Sant Pere de Aransís, y en el septentrional de Sant Llorenç d'Ares, lo que puede permitir concretar algo más la cronología de dichos templos . A estos ejemplos, algo más alejado, se podría añadir el ábside de Santa Maria de Solanes, en Lladurs (El Solsonés). 


Detalle de los ábsides y de las ventanas
 

El uso de este tipo de ménsula en los dos ábsides de Mur puede ser prueba de que ambas estructuras corresponden a una misma campaña constructiva. Enmarca ambos ábsides un amplio frontispicio triangular delimitado por las dos vertientes de la techumbre, en el que se abre una ventana cruciforme, en el lado sur, y que ha sido realzado durante la última restauración añadiendo unas hiladas de sillares en la parte superior. Todo el conjunto de la cabecera está trabajado con sillarejo de tamaño irregular y dispuesto en hiladas no muy uniformes. Posiblemente, la existencia de tres capillas absidales en origen fuera coherente con la ya mencionada triple advocación del templo, de tal forma que mientras el altar central podría estar dedicado a santa María, los laterales lo estarían a san Pedro y san Esteban.
Muy poco es lo que se conserva de los muros laterales del edificio románico. El meridional fue casi totalmente eliminado a finales del siglo XVI o comienzos del XVII, cuando se construyeron las capillas laterales de este lado del templo, como consecuencia, posiblemente, de la adaptación del espacio de culto a los cambios litúrgicos derivados del Concilio de Trento. Tan solo se han conservado los tramos más occidentales del muro meridional románico, en los que se abren una sencilla ventana de doble derrame y una de las puertas de acceso al templo, incorporada en una segunda fase, y que se ha datado a finales del siglo XIII. Además, en las excavaciones de 1999 se localizó una puerta de un importan te tamaño en este lado sur, la cual se encuentra cegada junto al pilar que separa dos de las capillas.
La amplia fachada oeste, que fue ampliada hacia el norte en los siglos XIII y XIV, no exterioriza la estructura interior del templo salvo por la presencia de tres ventanas que se corresponden con cada una de las naves. La central, más elevada y compleja, es geminada y se halla enmarcada por un arco de medio punto en cuyo espacio correspondiente al tímpano se abre un óculo. La columna de fuste prismático que separa los dos vanos está rematada por un capitel de forma trapezoidal. El vano del lado sur es más sencillo pues tan solo está formado por un arco de medio punto. Aunque la ventana asociada a la desaparecida nave septentrional está cegada, por sus dimensiones se deduce que debería presentar una configuración similar a la anterior. La pervivencia de esta última ventana es un claro testimonio de la existencia de una tercera nave al Norte.
La fachada está coronada por una espadaña, añadida posteriormente, no alineada con la ventana geminada y desplazada hacia el Norte respecto al eje vertical de la nave central. Resulta llamativo el cambio de aparejo que se observa en esta parte del edificio.
Mientras que en la construcción del tercio inferior del paramento se empleó una combinación de sillares y sillarejos colocados de una forma bastante irregular, en la parte superior se utilizaron sillares más homogéneos, mejor escuadrados y colocados en hiladas más regulares y uniformas. Son abundantes los mechinales, que se hallan distribuidos en cuatro líneas horizontales. La cubierta actual de todo el edificio está formada por losas. Una segunda espadaña de doble ojo, algo más pequeña que la anterior, se alza sobre el tramo oriental de la nave central.
La iglesia se comunica con el claustro, situado a Poniente, a través de una puerta, de arco de medio punto, de unas dimensiones similares a la cegada del muro sur, y a la que se accede mediante cinco escalones que permiten salvar el desnivel existente entre el suelo de la iglesia y el de las galerías claustrales. La desproporcionada altura de esta puerta respecto a la del claustro se pone de manifiesto en el hecho de que la parte superior del vano de aquella sobresale por encima de la techumbre de este. Ello es clara prueba de que el proyecto claustral fue concebido con posterioridad a la realización de la fachada occidental.

En el interior, entre las naves, se disponen unos pilares cruciformes donde se apoyan los arcos fajones y formeros, los cuales están colocados a un nivel inferior. Las dos naves conservadas están cubiertas con bóveda de cañón. El tramo oriental de éstas hace las veces de presbiterio, al cual se accede tras subir tres escalones que salvan parte del fuerte desnivel existente entre la cabecera y los pies del templo, provocado por el afloramiento rocoso sobre el que se asienta la iglesia. Los dos ábsides se cubren con bóveda de cuarto de esfera y están enmarcados por sendos arcos de medio punto que provocan una transición escalonada a la mayor anchura de las naves. Ambos paramentos absidales estaban decorados por pinturas murales de las que hablaremos más adelante. Todavía pueden apreciarse algunos restos de la desparecida nave septentrional, omo una parte del arranque de su bóveda.
En los dos pilares cruciformes nororientales, los correspondientes a los segundos tramos de las naves norte y central, las pilastras adosadas de sección poligonal son sustituidas por sendas semicolumnas. Uno de estos pilares se contrapone a un contrafuerte que se ha considerado de factura románica. Todo ello ha llevado a proponer tres posibles alternativas a la hora de confeccionar una reconstrucción virtual de este segundo tramo de la nave norte: podría haber sido una capilla, un espacio que sobresaliera exteriormente formando un pseudotransepto o, como tercera opción, la base de una torre. A causa de la escarpada pendiente del lado norte, el terreno en esta zona es bastante inestable, lo que pudo provocar, posiblemente al poco tiempo de haberse construido, el hundimiento de esta estructura, lo que arrastraría consigo buena parte de la nave norte. Ciertos vestigios, sobre todo en la fachada oeste, han llevado a pensar que cuando se construyó el claustro la nave lateral septentrional ya había desaparecido.
En lo que respecta a la cronología del templo románico, podemos considerar que la cabecera pudo ser realizada durante los años inmediatamente anteriores a la consagración de 1069 y que el resto se pudo acometer inmediatamente después, durante el último tercio del siglo XI.

Interior nave central

Interior 

Nave lateral 

Las pinturas murales
Aunque buena parte de la decoración pictórica de la cabecera de la iglesia ha llegado hasta nuestros días, actualmente, tan solo se conservan in situ algunos pequeños fragmentos de pintura en el ábside sur y en el marco del central, y la capa profunda de los frescos que decoraban este último. Las pinturas del ábside central se hallan en el Museum of Fine Arts de Boston, salvo una columna pintada que, junto a la decoración del ábside lateral se conservan en el Museu Na cion a l d'Art de Catalunya en Barcelona.
En agosto de 1919 la Junta de Museus de Barcelona tuvo conocimiento de que se estaban arrancando las pinturas del ábside central de Mur para ser vendidas en el extranjero. A pesar de las gestiones realizadas con el comerciante de arte Ignacio Pollack y con el auténtico comprador, el industrial y coleccionista Lluís Plandiura, y aunque en julio de 1920 se declaraba a la canónica de Mur como Monumento Histórico-Artístico de Interés Nacional, los frescos fueron finalmente trasladados a Nueva York.  Allí, tras ser ofrecidos a varios museos, fueron adquiridos en mayo de 1921 por el Museum of Fine Arts de Boston.  Los acontecimientos relacionados con esta  operación  provocaron   que,   para   evitar  nuevas acciones de expolio, se iniciara una campaña de extracción de numerosos  conjuntos  pictóricos del Pirineo, que fueron depositados en el Museu d'Art i  d'Arqueologia  de  Barcelona,  y  que  actualmente forman  parte de las colecciones del MNAC.
Son tres los niveles conservados de la decoración del ábside central, aunque sin duda conta ría originariamente con un cuarto, el inferior, posiblemente decorado con el habitual motivo de cortinajes. El nivel superior, el correspondiente al cascarón del ábside, está presidido por la imagen de la Maiestas Domini, situada en el centro de una mandarla y rodeada por doce estrellas rojas, siete de ellas a su derecha.  La coincidencia en el núm ero de estrellas que se sitúan a la diestra de Cristo con los pasajes 13 y 20 de Apocalipsis 1, ha llevado a ver en este texto la inspiración de estos elementos. Sin embargo, la presencia del resto de astros en el lado opuesto puede ser un indicio de que posiblemente dicha coincidencia sea fruto del mero azar.
Cristo, que lleva nimbo crucífero del que cuelgan las letras alfa y omega, viste túnica talar, está sentado sobre un alargado cojín colocado sobre un madero que atraviesa horizontalmente el ancho de la mandorla, apoya sus pies descalzos en un escabel, bendice con su mano diestra levantada, y sujeta un libro abierto con la siniestra, en el que se puede leer: EGO SUM VIA VERITAS ET NEMO VENIT AD PATREM NISI PER ME (“Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mi”), texto extraído del Evangelio de san Juan  (Juan 14, 6), que no es cita habitual en los libros sostenidos por las imágenes de la Maiestas Domini -en el baldaquino de Tavèrnoles, que se conserva en el MNAC y se data a mediados del siglo XIII, aparece la primera parte de esta cita-. El marco de la almendra mística está formado por varias franjas paralelas de la que la exterior está constituida por líneas onduladas similares a las que determinan la base inferior de este registro superior. Ya fuera de la mandorla, se disponen los símbolos del Tetramorfos, el ángel y el águila, como suele ser habitual en la parte superior, el toro y el león en la inferior. Todos están alados, nimbados y sujetan los respectivos libros con los Evangelios.
Una revisión atenta de las fotografías de 1912 conservadas en el Arxiu Mas de Barcelona permite plantear una trascripción de dichas inscripciones que difiere en algunos aspectos de las que hasta la fecha se han realizado, y que es más fiel al texto original del Carmen Paschale. A ambos lados del ángel se lee HOC MATHEVS AGENS HOMINE(M) GENERALITER IMPLET (“Eso la hace Mateo adoptando la figura humana”) rodeando la cabeza del águila: MORE VOLANS AQVLAE UERBO PETIT ASTRA IOHANNES (“Juan vuela como águila y lleva a los astros con su palabra”): por encima del león aparece MARCHVS VT ALTA FREMINT UOX PER DESERTA LEONIS (“Marcos ruge con la profunda voz del león por el desierto”); y sobre el toro IURA SACERDOTII (Lvcas t)ENET HORE IVUENCI (“Lucas bajo la forma de toro tiene el derecho sacerdotal”)
Las imágenes del ángel y del águila se situán sobre sendos registros de líneas onduladas que simulan las nubes y que encuentran un paralelo en el tímpano de la iglesia parroquial de san Salvador de Agüero (Huesca). De la mandorla cuelgan siete lámparas, tres a la izquierda de Cristo y cuatro a la derecha, una de las cuales tan solo ha conservado las onduladas cadenas de las que pende.
Las primeras a diferencia de las otras tienen una base trapezoidal. Estas son las lámparas que se citan en el Apocalipsis 4, 5 y que según el mismo texto representaban los siete espíritus de Dios.

Tetramorfos 

Tetramorfos 

Aunque algún autor ha comentado a que estos objetos litúrgicos aludían también a Apocalipsis 1, 13 y 20, hay que tener en cuenta que el texto bíblico diferencia entre "candelabros" (Apocalipsis, 1) y "lámparas" (Apocalipsis, 4). Esta, aparentemente, sutil diferencia, tiene su reflejo en las representaciones artísticas altomedievales, sobre todo en la miniatura y en la pintura mural, de tal forma que, con la excepción de los Beatos, cuando se representa el pasaje Apocalipsis 1, se utilizan candelabros de pie, mientras que, en la imagen correspondiente al otro pasaje, se incorporan lámparas, en bastantes ocasiones colgantes, como las de Mur.  Esta diferencia se aprecia, por ejemplo en obras como el Apocalipsis de Treves (Stadtbibliothek Trier, codex 31, c. 800), en el Liber floridus de Lamberto de Saint-Omer (Herzog August Bibliothek, Wolfenbüttel, Cod Cuelf 1 Cud lat, f. 9v y 10r, c. 1150), o en la Biblia de Rodes (Bibliotheque Nationale de France, París, Ms. Lat. 4, 1, f. l 03v y f. 105v). Es en el folio 105v de esta última obra donde se encuentra el modelo iconográfico más cercano a lo que se observa en el ábside de Mur, con las lámparas colgando de la mandarla, tal y como ya señaló Frederik van der Meer. En la pintura mural aparecen lámparas junto a la Maiestas Domini en Ruesta (Zaragoza), Montgauch (Ariege) y Gormaz (Soria), si bien en este último conjunto aparecen acompañadas de los candelabros.
Entre las tres ventanas del ábside, y bajo un registro decorado por una sinuosa greca, en la que destaca el cuidado tratamiento de la perspectiva, -con cierta similitud al de las pinturas de Sant Pere de Burgal o de la Seu d'Urgell, o de algún conjunto de la Lombardía, corno San Calocero, en Civate- se desarrolla el segundo nivel del programa pictórico. En el mismo se pueden apreciar dos zonas diferenciadas en la que se incorpora n motivos iconográficos diferentes. Por una parte, en los cuatro espacios del muro absidal delimitado s por las ventanas, se representa un apostolado formado por doce discípulos. Todos ellos están de pie, lucen un nimbo y llevan un libro, salvo la imagen de Santiago, que porta un rollo y la de san Andrés que lleva bien un libro abierto, bi en un pliego de pergamino doblado por el medio. La figura de cada apóstol va acompañada de la correspondiente inscripción con su nombre. Así se lee de izquierda a derecha del espectador: SCS IACOBVS, PHILIPVS, SIMON, IVDAS, BART OLOMEVS, PAULVS, PETRV S, ANDREAS, IACOBVS, IOHANNES, TOMAS, y MATHEVS. Resulta significativo que el único nombre que aparece antecedido por ses, abreviatura de sanctus, aparezca junto a uno de los lacobvs, posiblemente para diferenciar entre los dos apóstoles de nombre Santiago. En la composición de las figura s se aprecia un cierto ritmo. Así, los cuatro apóstoles de las dos parejas del centro se representan de frente, mientras que los otros ochos dialogan entre sí, actitud que se manifiesta mediante el cruce de miradas -los rostros se muestras en tres cuartos- y la expresiva gestualidad de sus manos. También contribuye a este ritmo la alternancia de personajes barbados e imberbes y del color azul y ocre de los nimbos. San Pedro y san Pablo, situados en lugar privilegiado, a ambos lados de la ventana central, aparecen identificados, además de por las inscripciones que les acompañan, por sus atributos habituales: la llave y la alopecia, respectivamente. El apostolado de Mur presenta varias características que le hacen singular respecto al resto de conjuntos pictóricos pirenaicos. En primer lugar es el único que incluye a la totalidad de los doce discípulos. En el resto, o se representaron tan sol o algunos de ellos, como en Sant Climent de Taüll, o si los hubo se han perdido. En segundo lugar, en Mur no aparece la imagen de María, que es habitual imagen habitual de los apostolados pirenaicos.

Santiago, Felipe, Simón y Tadeo. 

Santiago el menor, Juan, Tomás y Mateo 

Bartolomé y Pablo 

Pedro y Andrés 

En los intradoses de dos de las ventanas absidales se representan varias escenas del Génesis, concretamente del primer fratricidio. En la ofrenda de Caín y Abel, que figura en la ventana central, éste sostiene con sus manos las patas de un cordero de buen tamaño, mientras que Caín ofrece una especie de maceta de la salen varias espigas de color rojo. Resulta curioso el detalle de una de las espigas que cae, como si con ello se pretendiera aludir a la deficiente calidad del fruto entregado. En el lateral norte del intradós de la ventana meridional Caín asesina con un hacha a su hermano, al que sujeta de los cabellos. Si bien el arma homicida no se corresponde con la quijada que cita el texto bíblico, no es un hecho excepcional. Así, otros ejemplos en los que se utiliza este mismo instrumento son el mosaico de San Marcos de Venecia, o en las más cercanas pinturas de Sant Climent de Taüll. Se cierra el ciclo con la reprobación de Caín por parte de Yavhé, representado éste, en el interior de una media mandarla, como la Dextra Domini portando una cruz. Caín es identificado las tres veces que aparece en el ciclo mediante otras tantas inscripciones en las que es nombrado como CHAIN. Por su parte, tan sol o en la escena de su fratricidio Abe] va acompañado por una inscripción, ABEL. En la reprensión a Caín, se observan junto a la Dextra Domini los restos de una inscripción, de cuyas letras tan solo nos parece identificar una "T". La representación del ciclo de Caín y Abel no es infrecuente en la pintura mural catalana. Lo vemos, por ejemplo, en Toses, Sant Climent y Santa Maria de Taüll o en Baltarga. Aunque Pijoan relacionó estas escenas de Caín y Abel con las Biblias de Ripoll y de Roda, su composición, gestualidad y detalles difieren bastan te de lo que se observa en Mur.

Abel con su ofrenda 

Caín con su ofrenda

Escena del fratricidio

Dextera Domini acusatoria sobre Caín 

En la ventana norte, dos personajes con túnica corta, elevan sus brazos para sostener un motivo en forma de abanico, que se repite, con leves diferencias en la central, en el intradós de los derrames de los arcos de las otras dos ventanas, y del que se encuentran elementos comparables en las pinturas de la iglesia de Sant Pere de la Seu d'Urgell y, más simplificado, en Ginestarre de Cardós. Más allá de una mera función ornamental, se ha querido percibir en la escena un cierto contenido simbólico. Así, Gertrud Richert vio en estas figuras la personificación del día y la noche, en línea con la relación que Pijoan, Hawes y Post apreciaron con los individuos que sostienen estos astros en el primer capítulo del Génesis de la Biblia de Rodes (París, Bibliotheque nationale de France, ms. Lat. 6, 1, f. 6r). Por su parte, Santiago Alcolea y Joan Sureda interpretaron el objeto superior como la bóveda celeste. Resulta difícil conocer el significado que encierra esta enigmática imagen, la cual recuerda bastante, como sugirió Kuhn, a los dos atlantes que, en una posición similar a la de Mur, sujetan un alargado objeto rectangular en las pinturas de la cripta de Tavant (lndre-et-Loire), conjunto en el que también se representan, si bien no en las inmediaciones, dos escenas de la historia de Caín y Abel.
En el tercer registro, en el semicilindro absidal, por debajo de la base de las ventanas, se desarrollan varias escenas de la Infancia de Cristo. Posiblemente el ciclo se iniciaba, en el lado norte, con la Anunciación, imagen que no se ha conservado. La Visitación aparece reproducida bajo un arco soportado por dos columnas. Como es habitual en las representaciones de este episodio, María e Isabel se fusionan en un abrazo, sin embargo en la imagen de Mur llaman la atención dos hechos:  los brazos desproporcionadamente cortos y que ambos personajes se sujetan por el nimbo y no por la cabeza, lo que lleva a una curiosa "materialización'' de este elemento luminoso por parte del artista. Detrás de cada personaje, en vertical sendas inscripciones las identifican: S(ancta) MARIA y ELISAHETH. La letra "M" presenta una peculiar grafía formada por dos letras ''C" simétricas unidas por un trazo horizontal.

Visitación. 

A continuación, el episodio de la Natividad ocupa el centro del registro.  María aparece tumbada en el lecho azul formado por líneas onduladas, con la cabeza apoyada en una alargada almohada y señalando con su mano izquierda al Niño, que se sitúa en el centro de la escena, justo debajo de la ventana central, y de quien tan solo se ha conservado la cabeza con nimbo crucífero. También ha subsistido la cabeza del buey, cuyos cuernos rompen el marco superior del registro. Bajo el cuello del animal hay una letra que por su grafía se podría identificar con una omega. A la derecha de la Virgen figura una inscripción extraída nuevamente del Carmen Paschale de Sedulio (verso 63 del Libro II): SALVE S(an)CTA PARENS ENIX A PUERPERA RECEM ("Salve Santa Madre que has dado a luz al Rey"). Junto al Niño otra inscripción reza NASCITUR EN FORTIS P[E]REANT Q(uo)D CRIMINA MORTIS ("que nace fuerte para que sean destruidos los crímenes de la muerte"). Cierra esta escena la imagen sedente de san José, que, como suele ser habitual, aparece con la cabeza apoyada en su mano, como ausente de la escena y ensimismado en sus pensamientos. Le acompaña una inscripción identificativa, IOSEPH IVSTVS.

Natividad 

Natividad, José 

Prosigue la narración del relato bíblico con el Anuncio a los pastores, en el que un ángel, con unas exiguas alas, surge de la parte superior para anunciar su mensaje a dos pastores que le observan de pie.  Las imágenes de estos han perdido buena parte de sus cuerpos.  Un tercer pastor asiste a la escena con un cuerno en la mano. A sus pies se conservan todavía los blancos cuerpos de dos ovejas.  Tras los dos primeros pastores se lee una nueva inscripción, GA(u)DENT PASTORES PASCENTEN CUNCTA VIDENTE[S] ("Los pastores están contentos mientras observan pastar"). Al otro lado de una columna que separa las escenas, subsisten los restos de una maltrecha Epifanía, que cierra el ciclo de la Infancia.  La imagen más completa es la de la Virgen que representada de tres cuartos como sedes sapientae, sostiene al Niño en su regazo. De éste a duras penas se vislumbra el nimbo crucífero. Frente a ellos se aprecian los fragmentarios restos del único mago conservado. Entre éste y la Virgen, se halla la correspondiente inscripción, T[R ]INO[S] RECIQ(ue) DEOQ(ue ) SE(rvi) ("Los tres reyes que sirven al Señor").

Anunciación a los pastores 

En los dos arcos que enmarcan el ábside se han conservado in situ fragmentos de pintura original. En el lado sur se aprecia una columna, similar a la depositada en el Museu Nacional d'Art de Catalunya, la cual posiblemente se localizaría en el lado opuesto. En la cara interior del arco externo, se desarrolla, sobre fondo blanco, una decoración formada por sinuosos tallos trazados por líneas de color ocre, muy similar a la que se encuentra en otros conjuntos pirenaicos, como la cripta de la catedral de Roda de lsábena, el intradós de las ventanas de Sant Joan de Boí, la Seu d'Urgell o la recientemente descubierta -en el nivel inferior- de San Climent de Taüll. La cara externa de este mismo arco presentaba una ornamentación similar, pero con tallos trazados en blanco sobre fondo rojo. A diferencia de otros  conjuntos en los territorios  de los condados catalanes,  en  los que el  fondo está  formado  por  bandas  de colores,  en  Mur  las figuras se disponen sobre un fondo monocromo blanco. Esto mismo se da en las pinturas del cascarón absidal de Sant Pere de la Seu d'Urgell, en algún fragmento de las de Sant Víctor de Dòrria, o, ya fuera de Cataluña, en el Panteón Real de San Isidoro de León y en Saint-Polycarpe -de-Rases (Aude).
La combinación de elementos de Apocalipsis 4 con las citas del Evangelio de san Juan y de los versos del Carmen Paschale de Sedulio, la representación de los doce apóstoles, el episodio de Caín y Abel (Génesis 4, 1-16) y las escenas del ciclo de la Infancia de Jesús (Lucas 1, 39-56 y 2, 7-20 y Mateo 1, 18-25 y 2, 11), hacen pensar en un programa muy complejo, con múltiples niveles de lectura y definido por un promotor con fuertes conocimientos teológicos.
Vivancos, que ve en las pinturas de  la  cuenca  absidal una de las más completas representaciones de la visión preparatoria del Apocalipsis de  la  pintura románica  catalana, considera  que sigue la interpretación de los exegetas medievales del retorno de Cristo y cita el De Fide catholica rytmus de Rábano Mauro .

Posible escena de Epifanía 

En el ábside meridional se representa la Ascensión de Cristo, que se conserva en un estado bastante fragmentario. La mutilada imagen de Cristo -ha perdido la cabeza, un brazo y el tronco-, situada en el centro del cuarto de esfera, se eleva a los cielos en el interior de una mandorla de amplio marco compuesto por una combinación de franjas de colores onduladas y lisas. Aparece de perfil y con una pierna adelantada respecto a la otra, como si estuviera caminando hacia arriba.
La adopción de esta dinámica postura que se aleja de otros ejemplos catalanes, como el frontal de Martinet de Cerdanya o las pinturas de la Seu d'Urgell, remite a una tradición iconográfica carolingia, de la que se puede citar como ejemplo el Sacramentario de Drogo (Bibliotheque nationale de France, París, Ms.  Lat.  942846, folio 71 verso). En Mur, Cristo lleva en la mano izquierda un objeto circular.  Aunque ciertas representaciones de la Maiestas Domini sostienen un elemento similar, tal y como ocurre, por ejemplo, en el Beato de Girona (Catedral de Girona, Ms. 7, f 2 recto) o en el frontal de Sant Martí de lx (Museu Nacional d'Art de Catalunya), el encontrarlo en la representación de la Ascensión es toda una novedad. Schapiro señaló el origen carolingio de estos discos o bolas, los cuales han sido interpretados, en referencia a otras obras, como el orbe que simboliza el dominio de Cristo -en el beato de Girona aparece junto a la palabra MUNDUS-, pero también como la hostia eucarística. Varias estrellas rojas, de las que solo se conserva una completa y restos de otra, similares a las presentes en el ábside central, estaban situadas en el inter i or de la mandarla. Flanquean a Cristo dos ángeles. La banda que separa el registro superior del intermedio contenía un a inscripción de la que se han conservado algunas letras blancas sobre fondo azul oscuro (DV y IAND) que nos resultan imposibles de interpretar.

Pinturas murales en el ábside lateral 

María y los apóstoles contemplando la ascensión 

En el semicilindro absidal, a la altura de la única ventana, se disponen los discípulos que son testigos de la escena. De las figuras que se localizaban en el lado norte de la ventana, tan solo se ha conservado una imagen femenina, con nimbo y la cabeza cubierta por un velo. Sin duda se trata de la Virgen, personaje que, a pesar de que las narraciones bíblicas no comentan su presencia en este acontecimiento, se suele incorporar desde las primeras representaciones del mismo, como por ejemplo se puede ver en los Evangelios de Rabula (Biblioteca Medicea-Laurenziana, Florencia, f 1 3v). En el lado meridional de la ventana se han conservado las figuras de pie de cinco discípulos. A juzgar por los restos conservados es posible que todos ellos estuvieran nimbados y portaran sendos libros, en algún caso asidos por la mano velada. Aunque se ha sugerido que el más cercano a la ventana podría ser san Pablo, en los restos pictóricos actuales resulta difícil discernir la característica calvicie de este personaje. Si nos basamos en la acuarela realizada por Joan Vallhonrat en 1919 cabría descartar esta identificación. En los laterales del intradós del derrame de la ventana aparecen dos personajes con nimbo, representados de perfil que alzan la mano como dirigiéndose al resto. Hasta la fecha han sido interpretados como dos apóstoles más del grupo. Sin embargo, la mayor parte de las representaciones de la Ascensión incorporan los dos varones con hábitos blancos que según los Hechos de los Apóstoles se dirigen a los discípulos para anunciarles el retorno de Cristo.  Dado el particular lugar en el que se encuentran y la evidente gestualidad que muestran, cabría plantearse la posibilidad de que en lugar de discípulos se tratara de los dos varones que cita el texto bíblico. El paralelo más cercano a la composición de la decoración del ábside meridional de Mur se encuentra en la miniatura del folio 75v del Sacramentario de Mont-Saint Michel (Pierpont Morga n Libra ry, Nueva York, M s. M.641), datado en 1060. En el mismo la postura de Cristo, el marco ondulado de la mandorla, la postura de los ángeles y la división de la escena en dos niveles guardan cierta relación con lo que vemos en Mur. Dado que tanto en este ejemplo, como en buena parte de  las representaciones carolingias de la Ascensión, aparece en lo alto la Dextera Domini, resulta bastante probable  que  en  el  fragmento  de  pintura  perdido  en  la  parte  superior  pudiera  figurar  dicho elemento iconográfico. Ello justificaría el dinámico movimiento lateral ascendente que adopta Cristo.
Al igual que en el ábside central, los arcos que enmarcan el ábside se decoran con dos columnas pintadas, de las que se ha preservado la del lado sur, y con bandas de motivos vegetales, fragmentos de las cuales todavía se conservan in situ. Destaca un motivo repetido formado por flores heptapétalas que encuentra paralelos cercanos en la ornamentación de Sant Climent de Taüll y en la Seu d'Urgell.
Pages ha apuntado que la decoración ambos ábsides fue realizada durante la misma campaña pictórica. Efectivamente, la comparación estilística de ambos conjuntos permite afirmar que pudieron ser realiza dos por el mismo taller, por lo que la ejecución en un mismo proyecto parece razonable.
A lo largo de los años, los especialistas han propuesto numerosos paralelismos, tanto de carácter estilístico como iconográfico con diversos conjuntos. Con las pinturas del ábside de Arles-sur-Tech se aprecian ciertos estilemas comunes en la cara de uno de los ángeles y en elementos muy concretos de la imagen del león. Con Saint-Martin-de-Fenollar las similitudes son más de tipo iconográfico (misma postura del san José de la Natividad) y epigráfico (versos de Sedulio).
Ya hemos citado algunas afinidades con el ábside de Sant Pere de la Seu d'Urgell y con San Isidoro de León. Este último presenta, además, una gama de colores similar a Mur y ligeros paralelos desde el punto de vista iconográfico, como la Visitación bajo el arco o el pastor con el cuerno. John Ottaway señaló que Mur y Saint-Lizier (Ariége) presentaban un mismo programa iconográfico, plasmado en una supersesión de registros muy similar. Recientemente, Juliette Rollier-Hanselmann ha visto en las pinturas de Gourdon (Saone-et-Loire) ciertos rasgos estilísticos hispanizantes, de los cuales considera que algunos, muy puntuales, se encuentran en Mur. A pesar de su escaso parecido, los restos de las pinturas de Saint-Saturnin-de-Fabrezan han sido relacionados con la Ascensión de Mur por Sandrine Junca. Por su parte, Pages ha visto ciertas semejanzas con Saint-Polycarpe-de-Rases, de las que las más patentes son el uso del fondo blanco, de algunas líneas onduladas para separar espacios y la gama cromática. Estos aspectos, como dice la autora, pueden remitir a unas vías de confluencia en un contexto cultural próximo, al cual también podría pertenecer otra obra que la misma autora vincula estilísticamente con Mur, un evangeliario (w.17) datado hacia 1100, que se conserva en The Arts Walters Museum (Baltimore).
Sin embargo, el conjunto con el que se observan similitudes estilísticas más evidentes y abundantes, como ya apuntó Joan Ainaud y han confirmado Pages y, recientemente, Rebecca Swanson, se encuentra en la cercana iglesia de Sant Miquel de Moror. En esta obra se incluyen elementos, como las estrellas, prácticamente idénticos a los de la canónica de la que dependía. Un incensario, con su ondulada cadena, recuerda fuertemente a las lámparas que cuelgan de la Maiestas. Además, el fondo blanco, las pinceladas curvas blancas en los pliegues del pecho de algunos personajes, los alargados pies colocados en ángulo y los rectos bordes inferiores de las túnicas con pliegues más trabajados en los extremos y la banda interior pintada en azul, son solo algunos de los estilemas que comparten ambos conjuntos. Son tales las semejanzas, que no resulta aventurado pensar que ambos conjunt os son obra del mismo taller. Tan solo el deteriorado estado de las pinturas de Moror impide llevar a cabo una comparación con mayor profundidad.
Desde el punto de vista de la interpretación del programa iconográfico, el conjunto se ofrece lleno de matices y sentidos simultáneos. Por una parte, se aprecia una lectura vertical, que encierra un claro mensaje eucarístico, formado por la Natividad, la ofrenda de Caín y Abel -que aludiría al sacrificio de Cristo- y, en lo alto, la imagen triunfante de la Maiestas Domini. Pages ha señalado como la sutil ubicación de la cuna con el Niño y la ofrenda de Caín y Abel sobre el altar dota a la decoración de una clara significación eucarística. También en clave jerárquica vertical se pueden interpretar los diferentes registros del conjunto: el ciclo de la Infancia mostraría la vida terrestre de Cristo, mientras que el ábside sería la culminación celestial de la historia, la Parusía. Y en el medio, el colegio apostólico, encabezado por Pedro y Pablo, clara representación de la Iglesia como intermediario necesario para alcanzar la vida eterna. En este caso, además, la sustitución de la habitual Virgen por la imagen de san Pablo puede estar relacionada con la intención de poner de manifiesto la subordinación de la canónica a Roma -Sanctae Romanae Ecclesiae offero sub protectione beatonrm apostolorum Petri & Pauli & sui pontihcis son las palabras con las que en el conde Pere Ramon se refiere a ello en un documento de 1100.  Todo ello, tal y como indica Pages, es un programa fuertemente relacionado con los ideales de la reforma gregoriana y de la vida canónica.
La historia completa del primer asesinato aporta una lectura horizontal, en la que la secuencia motivo ­ pecado-castigo podría leerse en clave escatológica.
Además, también puede haber una relación entre este episodio y la presencia de san Pablo, pues este, en la Epístola a los Hebreos (Hebreos, 11, 4) afirma "Por la fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio superior al de Caín, y por eso fue reconocido como justo, como lo atestiguó el mismo Dios al aceptar sus dones. Y por esa misma fe, él continúa hablando, aún después de su muerte". Esta cita confirma el sentido escatológico de la escena. En toda esta lectura, no hay que olvidar el papel de María, protagonista del nivel inferior, advocación principal del templo y mediadora por antonomasia en el camino hacia la Salvación.
Además, cabe plantearse la posibilidad de que exista un diálogo simbólico entre la decoración de ambos ábsides. La poco habitual cita del Evangelio de San Juan que porta la Maiestas Domini, muestra a Cristo como el camino necesario para la vida eterna, lo cual es totalmente coherente con el modelo iconográfico elegido para plasmar la Ascensión, con una dinámica imagen de Cristo elevándose hacia el cielo. Él es el camino y quien muestra el camino, y, de nuevo, María y los apóstoles son los testigos, los intermediarios necesarios.
Este magníficamente diseñado programa dogmático, bien puede tener relación, así mismo con la función del edificio y el contexto histórico en el que este se construyó. Su presunta función de panteón condal encaja perfectamente con la significación escatológica del conjunto pictórico y con la promesa de salvación ¿Dónde mejor puede estar enterrado Ramon V que enfrente de la imagen de Cristo que le muestra el camino? Además, Pages ha propuesto una vinculación de la representación de la historia de Caín y Abel con el hipotético asesinato de este conde y con la voluntad de la Iglesia de hacer prevalecer la justicia  divina, que se manifestó en el juramento  de paz y tregua de Dios que el obispo Ot de Urgell hizo pronunciar a Pere Ramon tras la muerte de su padre, posiblemente para evitar  las posibles represalias.
Finalmente, es digno de mención el importante papel que en este conjunto desempeñan las inscripciones, las cuales, además de la función identificativa de los tituli que acompañan a algunos personajes, parecen obedecer a un programa epigráfico predeterminado que pretende reforzar o aclarar la interpretación simbólica de las imágenes. La redacción de este tipo de ciclos o programas de inscripciones fue una práctica habitual en el mundo carolingio, y ejemplo de ello son los escritos por Alcuino de York y Rábano Mauro para la decoración epigráfica de ciertos templos. Es esta notable presencia de inscripciones, una nueva muestra de una posible inspiración en obras de tradición carolingia.
Desde que en una conferencia en 1922 Walter W. S. Cook indicó que las pinturas de Mur no habían podido ser ejecutadas en la primera mitad del siglo XII, han sido numerosos los autores que han realizado propuestas cronológicas de lo más variado. Mientras que la mayor parte de los autores se decanta por una datación próxima a la mitad del siglo XII (Post, Gudiol, Kunh, Durliat, Schrade, Ponsich, Alcolea, Sureda, Ainaud y Portet), hay otros que la retrasan hasta el último cuarto del siglo (Vívancos) o, por el contrario, optan por unas fechas más tempranas (Hawes   y Ottaway).  Recientemente, Pages ha desarrollado la propuesta de Ottaway que vincula las pinturas de la canónica al período del conde Pere Ramon y las ha puesto en relación con los acontecimientos históricos posteriores a la muerte del conde Ramon V, lo que le lleva a plantear este periodo como posible fecha de su realización.  Buena parte de las propuestas cronológicas que sitúan las pinturas a mediados del siglo XII se basan en argumentos que ya han sido rebatidos, o en hipotéticas relaciones estilísticas e iconográficas más que cuestionables. Además, resultaría extraño que el ambicioso proyecto de decoración del templo se acometiera en un momento en el que la familia condal del Pallars Jussà ya no estaba tan comprometida con la canónica como antaño y las donaciones que ésta recibía eran menos generosas y frecuentes.  La   sugerente coherencia que el programa iconográfico que hemos descrito presenta con la función de panteón condal del templo, con la implantación de la reforma gregoriana y con la sumisión a la Santa Sede hacen del primer cuarto del siglo XII, y sobre todo su primera década, la época más adecuada para datar estas pinturas. Además, esta cronología sería bastante próxima a la de dos de los conjuntos que más elementos en común presentan con Mur: Sant Pere de la Seu d'Urgell y San Isidoro de León.

El claustro
El claustro, de planta rectangular ligeramente irregular, conserva tres galerías originales, pues la meridional fue totalmente rehecha en la restauración de 1984, si bien se reutilizaron algunos capiteles originales. Mientras que las pandas este y oeste están formadas por cinco arcos de medio punto sostenidos por seis columnas simples, dos de ellas adosadas a los machones angulares, la septentrional tiene ocho arcos y nueve columnas de las mismas características. Las arcadas, que se apoyan en un banco corrido formado por tres hiladas de sillares, permanecieron tapiadas como consecuencia de modificaciones modernas hasta la intervención de la asociación Amics de l'Art Vell en 1932-1935. Las pandas claustrales están cubiertas por una estructura de vigas de madera resultado de una de las restauraciones y ven reforzadas sus esquinas mediante  la utilización  de unos potentes  arcos.
Son pocos los fustes originales que se han con servado. Algunas más son las basas, las cuales presentan una tipología variada, que en algunos casos más parecen capite les invertidos reutilizados. Destacan las formadas por un grueso toro con cuatro formas más o menos esféricas en las esquinas.
Los capiteles, por lo general, tienen una estructura troncopiramidal, son de dimensiones bastante reducidas y de talla muy simple y tosca. Predominan los que contienen decoración vegetal muy esquemática sobre los que presentan escenas figurativas. El lamentable estado de conservación de bastantes de estos últimos dificulta su interpretación. Es la galería occidental donde se encuentran los capiteles figurativos más interesantes. Dos incorporan, entre grandes hojas, rostros de personajes , de diferente tamaño, en uno de ellos barbados, repetidos en los cuatro costados; en otra pieza se aprecian cuatro animales cuadrúpedos que comparten su cabeza en dos de las esquinas; un cuarto contiene una representación replicada en las cuatro caras de la pieza de un ángel con nimbo, con las alas desplegadas y un objeto entre sus manos; y, finalmente, un personaje de rostro desproporcionadamente grande, agachado, posiblemente un atlante, parece que soporta con sus deteriorados brazos la parte superior de la pieza . Entre los capiteles de la panda norte se pueden distinguir la cabeza de un animal con cuernos, posiblemente un bovino, unas parejas de aves y un personaje de gran cabeza que parece que levanta los brazos. En la galería del lado de la iglesia cuatro aves, que ocupan las esquinas de un capitel, se alternan con las palmas, árboles y una cruz. En otro de los capiteles parece distinguirse, muy desgastado, un individuo agachado que eleva sus brazos. En buena parte de las piezas, la parte superior del capitel adquiere la forma de un prisma ortoédrico, que en el caso de los dos capiteles con rostros entre palmas presenta un rebaje en forma de arco en su parte inferior que permite albergar parte de la cabeza del personaje. Esto ha llevado a algunos autores a proponer algún tipo de similitud con los capiteles de la cripta de Sant Celoni y Sant Ermenter de Cellers, o con el capitel de la Natividad del claustro del monasterio de Santa María de l'Estany, semejanzas que nos parecen remotas y casuales, pues frente a la voluntad de enmarcar la escena que se pone de manifiesto en las estructuras de los capiteles de los ejemplos mencionados, en Mur se trata más bien de una  adaptación del prisma superior para habilitar un espacio a los rostros humanos que se representan. Sobre los capiteles se disponen unos potentes cimacios, de una forma similar a como se puede ver en el claustro de la catedral de Roda de lsábena (Huesca).
 



Aunque tradicionalmente se le había asignado una fecha de construcción más temprana, a raíz de las campañas arqueológicas se ha datado entre mediados del siglo XII e inicios del XIII.  Sin embargo, tal y como propusieron Vinyoles y Rodríguez, es muy probable que ya estuviera finalizado en 1199, fecha en la que Pere Guillem, su mujer y su hija realizaron una donación a la canónica para ser sepultados en el claustro (ut habeamus sepultura in claustra muri).

Talla de cristo crucificado
En 1936 se destruyó la talla de un Cristo crucificado que era venerado dentro de la iglesia de Santa Maria. Se conoce su imagen gracias a una fotografía conservada en el Arxiu Bastardes, en la cual se aprecia como Jesús estaba representado ya muerto, con las piernas ligeramente dobladas, los brazos vencidos y con la cabeza inclinada hacía su derecha. Ciertos detalles anatómicos, como los pectorales, las costillas, el esternón y los tendones de los brazos estaban claramente marcados. Los mechones de la melena le caían sobre los hombros. Lamentablemente, una tela que cubría la mayor parte del perizonium nos oculta la contemplación de sus características. Desde un punto de vista estilístico, Ramon Bastardes lo relacionó con las también desaparecidas tallas de Llimiana, Montmagastre, así como con la de Olp, y lo incluyó en el grupo de obras atribuidas al taller que realizó el Descendimiento de Erill la Vall, al que se han asignado tambien el Cristo de Salardú y el de Santa Maria de Mijaran.
Como consecuencia de esta presunta vinculación con este taller, se le ha asignado una datación a inicios del siglo XII, como perteneciente a una hipotética primera época de este maestro pirenaico. Las piezas atribuidas al taller de Erill forman un conjunto tan ecléctico, con tal variedad de estilemas, que resulta difícil asumir esta propuesta unificadora. El descubrimiento en 1995 del Cristo de Siresa (Huesca), que presenta interesantes paralelismos compositivos y anatómicos con el Cristo de Mur, puso de manifiesto que ciertas características estilísticas que se han considerado como marca del taller, como el tratamiento del esternón, se encuentran también en piezas relativamente distantes, si bien dentro del panorama artístico pirenaico. Considerando que al Cristo de Siresa se le ha asignado una cronología bastante tardía, segundo tercio del siglo Xlll, entendemos que cabe replantearse la cronología de todas estas piezas catalanas, avanzando su realización, como mínimo, hasta la segunda mitad, sino a finales, del siglo XII, en línea con la última datación propuesta por Jordi Camps para el Descendimiento de Erill.

 

Isona i la Conca Dellà
Isona i la Conca Dellà es un municipio situado al extremo este de la comarca del Pallars Jussà. Su término está ocupado por un conjunto de pequeños pueblos y casas aisladas que se extienden por toda la cuenca prepirenaica. En 1970 se agregaron al municipio de lsona los pueblos de Benavent de Tremp, Conques, Figuerola d'Orcau, Llordà, Siall, Biscarri, Orcau, Covet, Masos de Sant Martí y Sant Romà d'Abella. Su paisaje, de gran belleza, aparece rodeado por montañas y flanqueado a poniente por el río Noguera Pallaresa. Su capital es lsona, a donde se llega desde Artesa de Segre por la carretera C- 1412 en dirección a Tremp.
Se trata de una zona habitada desde época antigua. En el siglo I a. C. se fundó la pequeña ciudad romana de Aeso, la cual se asentó sobre lo que había sido el poblado ibérico de Eso, y de la que se conservan restos de la muralla y numerosas lápidas epigráficas. El denominado en época romana como el municipium aesonensis fue, ya en la Alta Edad Media, en concreto durante el siglo XI, zona de frontera y lugar habitual de enfrentamientos armados entre musulmanes y cristianos, por lo que surgieron numerosos castillos para controlar el territorio. El conde de Pallars Jussà, Ramon V, dejó en manos del caballero Arnau Mir de Tost la conquista de esta región, quién estableció en el castillo de Llordà su centro jurídico, administrativo, y en donde se recaudarían los diezmos de las distintas villas que conformaban el territorio. El que fuera uno de los lugares más dinámicos de la Cataluña condal padece, a día de hoy, un serio problema de despoblación, con un progresivo envejecimiento de sus habitantes.

Castillo de Llordà
El castillo de Llordá se halla ubicado en uno de los extremos de la Conca de Tremp, en el sector oriental de lsona, sobre una colina con unas vistas espectaculares de toda la cuenca, a muy poca distancia del pequeño pueblo de Llordà. Desde este punto son visibles los castillos de Biscarri, Conques, Toló y Orcau. A 50 m de la fortaleza se encuentran los restos de la iglesia de Sant Sadurní de Llordà. Se llega a este conjunto arquitectónico tras tomar un desvío a la izquierda desde la carretera C- 141 2 de lsona a Artesa de Segre.
Durante el siglo XI, la fortaleza-palacio de Llordà se convirtió en un importante punto estratégico para estabilizar el territorio de la Conca de Tremp, la Conca Dellá y el Montsec, en un momento en el que los condados de Urgell y el Pallars iniciaron e impulsaron la reconquista del territorio a los musulmanes.
El castillo es mencionado por primera vez en el cartulario del monasterio de Sant Sadurní de Tavérnoles, en el que se describen sus posesiones en la Conca de Tremp En el reverso del pergamino constan varias escrituras, entre ellas la donación in locum vocitato castrum Lorda que en 973 realizaron Borrell II, conde de Barcelona, y su hermano Guifré al monasterio de Tavérnoles. No obstante, la autenticidad de este documento ha despertado bastantes dudas entre los historiadores, pues se cree que dicha donación podría haber sido falseada en el siglo XII por el condado de Urgell para la futura reclamación de derechos sobre el término de Llordà. En 1033 los condes de Urgell, Ermengol II y Constanza, entregaron a Arnau Mir de Tost y su mujer Arsenda el castillo de Llordà a cambio de dos mil sueldos. El conjunto, que entonces era poco más que una torre de vigilancia, se convirtió en un enclave estratégico que, gracias al impulso de Arnau Mir, gozó de un papel protagonista en el condado de Urgell Dalmau Bernat, sobrino de Arsenda, se convirtió en 1040 en el primer tenente encargado de la custodia del castillo. Hombre de confianza de Arnau Mir de Tost, su firma aparece en varios documentos de la época relacionados con el castillo Llordà. Entre 1997 y 2009 fue sometido a un intenso proceso de restauración y de excavación arqueológica.
El castillo de Llordà es uno de los ejemplos mejor conservados de la arquitectura de carácter residencial que se desarrolló en los condados catalanes durante los siglos XI y XII. Su diseño resulta en cierta medida excepcional, ya que huye del modelo de castillo de frontera más frecuente en los condados catalanes, a menudo reducido a una torre del homenaje rodeada por una muralla con dependencias anexas. Sin embargo, Llordà presentaba una estructura más compleja, con tres recintos protegidos por una muralla y varias torres de defensa, todo ello elevado sobre una colina rodeada de riscos que reforzaban aún más el sistema defensivo El recinto adopta una forma triangular con torres cuadrangulares en los tres ángulos, de las que sólo dos se conservan, y unas murallas de 2 m de grosor y aspilleras.
El sector occidental del primer recinto del castillo está cerrado por un muro, en el que posiblemente se ubicaba la puerta. Estaba flanqueado por dos torres de planta cuadrada situadas en los extremos norte y sur. De la torre meridional tan sólo se conservan algunos sillares, que permiten dibujar su perímetro. La torre noroeste, de 7 m de ancho por 12 m de altura, está dividida en dos niveles El acceso al inferior se realiza por una puerta en arco de medio punto que comunicaba con el cuerpo de guardia Se accede al piso superior por una entrada independiente, en la que hoy sólo queda el flanco izquierdo. Adosada a esta torre se conserva una gran estancia rectangular, sin cubierta, identificada con el cuerpo de guardia.

Fachada suroeste

La estructura, que medía 17 m de largo por 5 m de ancho, estaba destinada a la cuadra para los caballos de la guarnición militar. El techo se situaría a la altura del primer piso de la torre de flanqueo y haría la función de paso de ronda. De la torre descrita arranca un lienzo de muro de unos 9 m de longitud, en el que originariamente se hallaba la puerta de acceso al castillo.
La muralla de poniente arranca de la torre de blanqueo descrita. Esta sección de muralla, que mide unos 15 m, es rectilínea y, vista desde la parte interna, su altura actual está a nivel del suelo, mientras que vista desde el exterior presenta una altura variable, que oscila de los 5 m en el punto de contacto con la torre a los pocos centímetros unos metros más allá. En este punto, el muro crea un ángulo prácticamente recto con el risco. Los vestigios conservados de la muralla de levante son escasos, y se reducen al fragmento de pared que hacía ángulo con la desaparecida torre de flanqueo y un pequeño muro que asienta sobre la roca madre, a unos 10 m de la anterior. Entre las estructuras descritas y el edificio residencial había un espacio prácticamente cuadrado, de unos 650 m2 de superficie, identificado con el patio de armas.
El acceso al edificio residencial se efectúa por una puerta, resuelta en arco de medio punto, situada en el extremo norte de la fachada oeste. La puerta comunica directamente con un pasillo de 10 m, estrecho y escalonado que da acceso al recinto señorial. El pasillo se halla situado en la parte noreste del patio de armas y flanqueado por la muralla y el mismo edificio. Desde este pasillo, a través de una puerta situada en el lado sur, se accedía a un patio de forma trapezoidal irregular, totalmente restaurado en la intervención llevada a cabo entre 2003 y 2009. El edificio residencial forma un cuerpo de planta prácticamente rectangular de unos 15 por 6 m y una altura de 15 m. Presenta una estructura en planta baja cubierta con bóveda de cañón y dos pisos superiores, actualmente sin cubierta. Se accedía a la planta baja mediante una gran puerta de medio punto, que daba paso a una sala rectangular, cubierta con una bóveda de cañón de perfil semicircular y arcos fajones. En esta estancia, probablemente destinada a usos administrativos, se conservan ocho ventanas saeteras, distribuidas en los en los muros norte y oeste. En el extremo sur de esta sala hay otra estancia adyacente, cubierta en origen con bóveda de cañón que no se ha conservado. Desde el patio, se accede al piso superior por una puerta en arco de medio punto situada en la fachada norte. Este nivel acogía la sala noble, que presentaba techumbre de madera sustentada por ménsulas. Se puede observar también la presencia de cuatro ventanas geminadas, que han perdido las columnas centrales que sustentaban los arcos. Por encima de las ventanas geminadas hay un segundo nivel de aberturas, con cinco ventanas adoveladas de doble derrame.

Aunque a primera vista se podría pensar que los dos niveles de ventanas corresponden a dos niveles de estancias independientes, no se observan restos de un techo intermedio. En el extremo oriental de esta planta se halla otra estancia equivalente en dimensiones a la adyacente del piso inferior.
Por último, cabe destacar la existencia de unas dependencias anexas al palacio que se extienden desde la fachada de las puertas del edificio residencial hasta el extremo norte de la muralla del castillo. Sin duda, la parte más interesante de estas dependencias adyacentes en su planta baja es la chimenea, situada en el extremo oriental de las salas. Mantiene, casi de forma intacta, el conducto de salida de humos, de forma troncocónica. Podría tratarse de uno de los ejemplos más antiguos conocidos, ya que se cree que este tipo de chimenea no llegó a los edificios medievales en Europa hasta finales del siglo XI.
El aparejo constructivo está formado por sillares de pequeño tamaño dispuestos uniformemente en hiladas horizontales. El material utilizado para la construcción es gres calcáreo de origen local. En este sentido, podemos observar signos de extracción de piedra en el monolito situado en el exterior de las murallas. En la parte superior se aprecian con claridad dos hileras de cortes de piedras destinadas a extraer los bloques para cortar los sillares. Además del gres calcáreo también se hallan algunos sillares realizados con travertino, empleado principalmente en algunas dovelas o en las ventanas geminadas de palacio. Esta piedra seguramente era importada, dado que se desconocen yacimientos en la zona.
El conjunto no ha sufrido reformas substanciales desde su construcción, hecho que permite visualizar de forma razonable los testimonios de la fábrica original, un ejemplo excepcional de la arQuitectura civil catalana del siglo XI. 

 

Iglesia de Santa Maria de Covet
Se llega a Covet por una estrecha carretera de 2,5 km que, con dirección Oeste, arranca desde la carretera C- l 41 2b, de Ponts a Tremp, en el kilómetro 33, entre Biscarri y Benavent de la Conca.
La población de Covet, cuyo topónimo podría tener su origen en codicetum, término derivado de codex, que significa “tronco de árbol” y que aludiría a los bosques que debían configurar el paisaje del entorno, está documentada desde el siglo X. Efectivamente, el término de Coveceto es mencionado en 949 en la consagración de la iglesia de Sant Cristòfol de Salinoves. Con el nombre de Chovezedo es citada como afrontación meridional del castillo de Llordà cuando en 1033 los condes de Urgell, Ermengol II y Constança, venden dicha fortaleza al caballero Arnau Mir de Tost. Por su parte, la iglesia de Santa Maria aparece citada por primera vez, como Beate Marie Cubicensi, en una donación de 1107 realizada por Cuitart lsarn de Caboet y su mujer Cebelina. Gracias al testamento de Guillem Bernat en 1115, se tiene noticia de la existencia de una capilla en el templo dedicada a santa Margarita. Se ha relacionado la construcción de un nuevo edificio de mayores dimensiones, ya en el siglo XII, en sustitución del anterior, con el traslado de la comunidad de canónigos de Sant Sadurní de Llordà a resultas de la resolución de un conflicto que, a finales del siglo XI, se produjo entre el abad de Sant Pere de Áger y el obispo de Urgell por la posesión del castillo y la iglesia de Llordà, y que finalmente se resolvió en 1092 con la intervención del Papa a favor del primero. Tiempo después, el obispo intentó hacerse con el control de la abadía de Áger y de sus posesiones, entre las que se encontraba Covet, exigiendo la obediencia de aquél, lo que provocó un nuevo conflicto, el cual, una vez más, terminó ante el Papa, quien en sendas bulas de 1163 y 1179 falló a favor de Áger. En 1315 Covet consta ya como simple parroquia.

Se trata de un edificio cuya planta está formada por una ancha nave y una cabecera compuesta por un ábside central semicircular y un transepto cuyos brazos presentan sendos absidiolos, también semicirculares.
Al exterior queda claramente patente la diferencia de tamaño y altura existente entre el ábside central y los laterales. Los tres son lisos y presentan sendas ventanas de arco de medio punto y doble derrame. En sus paramentos se abren, sobre todo en el central y el meridional, numerosos mechinales alineados.

El ábside principal está coronado por una cornisa soportada por treinta canecillos decorados con rostros humanos y animales (carneros, bóvidos, un lobo con un cordero en las fauces), así como algún motivo vegetal (piñas). Dos individuos, uno de ellos itifálico, tocan sendos instrumentos de viento. De los rostros humanos, algunos resultan grotescos o presentan alguna característica interesante.
Uno de ellos, situado en la zona central y que está invertido, parece que porta una especie de turbante. El que se encuentra a su lado presenta un rostro atravesado por líneas verticales incisas que podría llevar a pensar en arrugas muy pronunciadas o algún tipo de enfermedad (como la lepra). En cualquier caso, sus dientes prominentes y amenazadores le dotan de un carácter claramente negativo, el cual podría tener cierta relación con el sentido maligno que ha pretendido ponerse de manifiesto mediante la inversión del rostro del musulmán que le acompaña. Una pareja de cabezas, que comparte canecillo, tienen una curiosa forma de luna en cuarto creciente.










La nave, que presenta una mayor altura que los brazos del transepto, sobresale exteriormente por detrás de los ábsides, sobre los que se eleva la parte superior de su muro oriental y el montón que lo remata. Tres hileras horizontales de mechinales recorren este paramento, en cuyo centro se abre una ventana de arco de medio punto y doble derrame. Los brazos del transepto sobresalen como si fueran capillas y están cubiertos por una techumbre de losas a doble vertiente, perpendicular al eje principal del templo. Sus muros son lisos, con abundancia de mechinales y en el centro de sus fachadas se abren sendas ventanas de idénticas características que las ya mencionadas.

Vista desde el lado suroeste 

En el frontis del brazo meridional se observan las trazas de una puerta tapiada y elevada en relación al nivel actual del suelo, que está formada por un arco de medio punto y unas jambas en las que destacan sendos bloques de piedra muy alargados dispuestos verticalmente.
Liso y plagado de mechinales es también el muro sur, en el que se abren dos ventanas similares a las anteriores. Entre el brazo norte del transepto y la torre se aprecia que la parte inferior del muro septentrional, en la que se abre una sencilla puerta de arco de medio punto, se encuentra en una especie de cuerpo avanzado respecto al paramento superior de la nave. Posiblemente, esta parte del lienzo septentrional fue modificada por necesidades estructurales cuando se construyó el campanario que se alza adosado al norte de la nave.
Éste, es de planta cuadrada y en el mismo se observan dos zonas diferenciadas. buena parte de él está construido con sillares de buen tamaño, bien escuadrados y pulidos, y dispuestos en hiladas muy regulares y uniformes, aparejo que coincide en características con el de la mayor parte del edificio, la parte superior corresponde a una reforma posterior, en la que se incrementó la altura de la torre y se abrieron dos nuevos vanos para las campanas, que sustituyeron a los anteriores, la huella de los cuales se detecta en la cara norte de la torre, culminando la primera fase de la misma. El material utilizado en esta zona alta, es más pequeño, y está peor trabajado y dispuesto.

Desde el noroeste 

En el lateral oriental se abren dos ventanas: una de arco de medio punto y doble derrame, en la zona de la primera fase, y otro, rectangular y tríforo.

La fachada oeste es donde se concentran los elementos más interesantes de este templo. Sobre la portada, de la que hablaremos extensamente más adelante, y que se encuentra en un cuerpo avanzado culminado por un tejaroz, se abre un gran rosetón formado por una gran roseta de ocho pétalos, que son delimitados por ocho columnillas que arrancan del anillo central. Culmina el frontispicio un montón que se corresponde con la techumbre de losas a doble vertiente que cubre la nave. La fachada es de mayor anchura que esta última, pues sus esquinas, que, sin llegar a ser torre lateral, sobresalen como si se tratara de gruesos machones angulares, albergan las escaleras de caracol que facilitan el acceso a la tribuna interior, de la que hablaremos más adelante, y a las cubiertas.
Ya en el interior, la amplia nave se cubre con bóveda de cañón apuntada, la cual arranca de una imposta corrida, biselada y lisa, que une los cimacios situados sobre los capiteles de los pilares.

Dos arcos fajones doblados dividen el espacio en tres tramos de longitud desigual. Estos apoyan en sendas parejas de semicolumnas adosadas a pilastras y coronadas por cuatro capiteles en los cuales se representan dos cuadrúpedos (lobos o leones) afrontados que muestran las lances (sureste), tres individuos que alzan los brazos en posición orante mientras asoman por detrás de unos motivos vegetales formados por hojas pinnadas, posiblemente helechos (suroeste), tres personajes que sujetan de los cabellos a otros dos, de sexo indeterminado que les sujetan por la cintura (noroeste) y hojas de acanto (noreste).

Capitel 

Capitel

Capitel

El muro meridional queda dividido en dos por un tercer pilar, que carece de arco fajón y de pilar opuesto en el lado norte, y que está coronado por un capitel en el que dos cuadrúpedos, probablemente leones —a juzgar por la posición de sus colas y porque parecen lucir melena—, flanquean una columna entorchada. Su cimacio está decorado por unos frutos que parecen manzanas. En el tramo opuesto del muro septentrional tres amplios arcos de descarga en degradación ocupan la parte inferior del lienzo. En el mismo se abren dos puertas, una de ellas, adintelada, es la ya citada al describir el exterior del muro norte, mientras que la otra permite acceder al campanario.
Esta disposición asimétrica de elementos arquitectónicos plantea varios interrogantes, como cuál podría haber sido la razón de incorporar un pilar sin su correspondiente arco fajón, o si la realización de los arcos de descarga es contemporánea al resto de la nave, o se debe a una solución estructural añadida posteriormente en el momento de construcción de la torre. Aunque el cuerpo principal de esta es claramente románico, no puede descartarse que su elevación en su emplazamiento actual se deba a un cambio de los planes iniciales, cuando ya se había elevado buena parte del muro sur con su pilar aislado, o a una reforma levemente posterior al resto de la nave. Confirmarían esta segunda posibilidad la existencia de un arranque de arco fajón que se conserva sobre el capitel central sur, y que es visible desde la tribuna, o las marcas de un arco en la bóveda que se observaban con anterioridad a una limpieza acometida en 1986 (NOCUÉS 1993, p. 1 64).

Los dos brazos del transepto se cubren con sendas bóvedas de cañón, ambas de perfil semicircular. Tanto el ábside central como los laterales cuentan con bóvedas de cuarto de esfera, un estrecho arco que los enmarca y, en su centro, con sendas ventanas con arco de medio punto monolítico, las cuales presentan algunas diferencias. La del ábside central, más grande, tiene una moldura abocelada lisa que enmarca el vano. Mientras que el arco monolítico de la ventana del absidiolo norte es liso, el del lado meridional, pieza que se ha considerado reutilizada de un edificio anterior, luce una especie de flor cuatripétala en su frente y una sucesión de arquillos escalonados en su intradós.

Transepto 

Recorre la base de la bóveda del absidiolo septentrional una moldura con decoración de ajedrezado, que en las esquinas es sustituida por motivos vegetales y geométricos. Mucho más interesante es la ornamentación de la imposta del ábside principal, en la que junto a motivos geométricos y vegetales se disponen series de sinuosas líneas de superficie sogueada inspiradas en grecas clásicas, leones, un grifo, rostros humanos, aves flanqueando una mano y una cruz, un jabalí, un ciervo comiendo o vomitando algo y un gallo y una gallina con sus polluelos. En algunos fragmentos se conservan restos de policromía roja. En la parte inferior de los pilares situados entre los ábsides se han utilizado unos sillares de gran tamaño, de dimensiones muy superiores al resto del aparejo del edificio. Estos, junto a la pieza inferior de la semicolumna del pilar suroriental de la nave, la cual es notablemente más ancha y larga que el resto, podrían ser material de expolio reutilizado, procedente, seguramente, de los restos de la cercana ciudad romana de Aeso. El interior de la torre campanario está formado por dos pisos.

En lo alto del muro occidental se encuentra uno de los elementos más interesantes y particulares de este edificio. una galería en forma de tribuna formada por cuatro arcos que se apoyan en cinco columnas coronadas por otros tantos capiteles. Éstos, de sur a norte, presentan los siguientes motivos: aves rapaces que picotean plantas, personaje con garrote que coge por los cabellos a una mujer que alza en su mano un objeto en forma de abanico, dos parejas de leones afrontados, dos de ellos con sendos individuos encima agarrándoles por las fauces, y los otros dos con dos rostros grotescos sobre sus espaldas, personaje sujeto por dos leones, y un individuo introduciendo su mano en las fauces de un león, un simio y un ave Entre la arquería y la cara interior del rosetón discurre un corredor, al que se accede desde las dos escaleras situadas en los cuerpos laterales de la fachada.


Capitel
 

Capitel 

Capitel

Capitel 

La planta de cruz latina con una sola nave y absidiolos en los brazos del transepto que presenta este edificio es bastante habitual en el románico de los condados catalanes, y muy posiblemente podría derivar de edificios más importantes, como la desaparecida catedral de Vic (aunque en esta los brazos del transepto contaban dos ábsides cada uno). Se pueden citar numerosos ejemplos, tanto del siglo XI como XII: Santa Maria de Barberá, Sant Ponç de Corbera, Santa Eugenia de Berga, Sant Jaime de Frontanyá Santa Maria de l'Estany, Sant Pau del Camp de Barcelona o Sant Esteve d'en Bas. Por su relación con la sede del obispado de Urgell, no deja de ser significativo que la iglesia de Sant Miguel de la Seu dÚrgell presente una planta similar. Sin embargo, el elemento arquitectónico que contribuye a hacer de Covet un edificio muy peculiar, y que asimismo lo vincula con la sede episcopal urgelense, es su galería occidental. En tierras catalanas el único paralelismo reseñable es el caso de la catedral de la Seu d'Urgell, en la que también dos torres laterales de la fachada occidental albergan unas escaleras de caracol por las que se accede a una galería que discurre por el interior del muro de poniente. Pero, sin duda, es la portada occidental de Covet el elemento más destacado del templo.

La portada occidental
La portada situada en el centro de la fachada occidental, bajo el rosetón, es uno de los más destacados y originales portales esculpidos del románico catalán.
Desde que fue reproducida en un minucioso dibujo realizado hacia 1800 —documento descubierto y datado por Francesca Español en los fondos de la Real Academia de la historia (RAM) (ESPAÑOL 2005-2006)-, su talla se ha ido degradando hasta el punto de que de alguna de sus piezas nada se conserva.
Como complemento a este dibujo, una serie de fotografías custodiadas en el Arxiu Mas (AM), el Centre Excursionista de Catalunya (CEC) y el lnstitut Cartográfic de Catalunya (ICC) constituyen un material de gran interés para conocer las imágenes irremediablemente perdidas.
 


La portada cuenta con un tímpano en cuyo centro la imagen sedente de la Maiestas Domini ocupa el interior de una mandorla sostenida por dos ángeles.
Cristo es representado barbado, vestido con larga túnica y manto, luciendo un nimbo crucífero y en actitud de bendecir con tres de los dedos de su mano diestra extendidos. Aunque no se ha conservado la mano izquierda, en el dibujo de la RAH se observa que podría sostener una esfera con una cruz encima. Dado lo poco habitual de este atributo en las teofanías románicas, hay motivos para pensar que el mismo podría deberse más bien a una incorrecta interpretación del dibujante a la hora de representar un objeto que posiblemente se habría perdido. Los laterales del trono sobre el que está sentado están formados por sendas columnas. Los seres angélicos Que le flanquean, identificados por sendas inscripciones como un querubín (CHERVBIN) y un serafín (SERAPHIN), están de pie y cuentan con cuatro alas, las dos superiores extendidas, y las otras dos cruzadas por delante del torso. Tienen nimbo, van descalzos y, para sujetar la mandorla, colocan sus rígidos brazos en ángulo. La torpe representación de sus cuatro extremidades se realiza mediante unos alargados cilindros que les restan naturalidad. Ambos ángeles presentan uno de los estilemas que, como veremos, caracterizan al maestro que ejecuto esta portada: unas llamativas orejas en forma de trapecio. En la esquina sur del tímpano, un águila nimbada, que sujeta en sus garras un libro, representa el símbolo del evangelista san Juan.
Bajo la misma, en la base del tímpano, se leen unas letras, de las que apenas se distingue una T. El personaje áptero ubicado simétricamente en la esquina opuesta, ha de ser el símbolo de san Mateo, representado no como un ángel, sino como un hombre, tal y como describe el texto bíblico al viviente apocalíptico.
Éste, que aparece nimbado y vestido con túnica, sujeta a la altura del pecho un libro, el cual señala con el dedo índice de la mano derecha y en el que hay una letra “m” seguida de lo que podría ser una T. Atraviesa longitudinalmente la imagen de la Maiestas Domini una grieta la cual ha sido sellada en la restauración acometida en 2015. En una fotografía de 1891 conservada en el CEC se observa que había desprendido un fragmento en forma triangular de la parte inferior del tímpano, desperfecto que aparece ya reparado en otra imagen de 1912 del AM. El tímpano es soportado por dos mochetas que se encuentran en un estado bastante deficiente, sobre todo la meridional. En lo poco que se ha conservado de ésta, se observa a un personaje aparentemente contorsionado que estira uno de sus brazos. En la septentrional un león de largas patas, el cuerpo curvado y llamativas garras parece que devora a un personaje, del que se ha representado tan solo la cabeza y los hombros.

Ménsula con león andrófago

Ménsula derecha con un acróbata

A cada lado de la portada, sendas parejas de columnas están coronadas por otros tantos capiteles. En las dos caras del capitel exterior del lado septentrional, se representan a sendos personajes, situados simétricamente respecto a la esquina de la cesta, sentados sobre dos leones cuyas fauces sujetan con sus manos. Uno de los individuos, el de la cara exterior, tiene largos cabellos cuyas puntas se elevan formando un ángulo, aspecto este que le diferencia del otro sujeto. Aunque podría tratarse de una representación duplicada de Sansón desquijarando al león de Timná, este detalle del cabello parece tener por objetivo el diferenciar a ambos personajes, de tal forma que mientras que el del pelo largo se identificaría con dicho héroe bíblico, el otro podría ser el rey David.
A pesar de sus evidentes diferencias estilísticas, el hecho de que tanto el tema como la composición y la postura de los personajes sean idénticos a los que se aprecian en el capitel central de la tribuna del interior, permite asignar al mismo esta misma lectura. En la cesta interior de este mismo lado de la portada, también se representa de forma simétrica otra escena duplicada. Sendos hombres, que asoman por detrás de un frondoso registro vegetal formado por grandes hojas pinnadas, posiblemente de helecho, alzan sus brazos. Sin embargo, como en el caso anterior, ambas figuras no son exactamente iguales. Mientras que la ubicada en la cara exterior mantiene las manos abiertas, la otra muestra sus manos cerradas, y parece como que sujetara con la derecha un objeto circular.
Esta pieza también debe ser puesta en relación con uno de los capiteles del interior del templo —el que corona la columna suroeste de la nave—, el cual presenta la misma composición, aunque su factura es diferente. Resulta curioso observar, como en este mismo capitel del interior, en su cara oriental, el individuo que alza los brazos presenta un movimiento de cabellos similar al comentado al describir la anterior cesta de la portada. Resulta, por tanto, obvia la relación entre esta pieza de la nave y las de la portada.
En el primero de los capiteles del lado meridional de la portada, el más cercano a la puerta, se vuelve a repetir una escena presente en el interior del templo, y con unas características muy semejantes. Al igual que sucede en el capitel central de la tribuna, dos leones de largas patas y potentes garras se disponen afrontados. La comparación de ambas cestas no deja lugar a dudas, de que, tal y como sucede en los otros casos comentados, existe una evidente relación modelo-copia, la cual se pone de manifiesto en detalles como los trazos incisos verticales de las patas, la forma curvada de representar la unión de estas con el cuerpo, la disposición de la melena sobre los arcos supraciliares o los finos filetes que en forma de anillo rodean las extremidades inferiores. Finalmente, el último capitel, el más meridional, resulta el más enigmático. En el mismo, un personaje sentado bajo un arco sobre columnas, está flanqueado por dos individuos nimbados que parecen acercarse a él con un libro en las manos, y que están acompañados de sendos sujetos que asoman por detrás y apoyan una de sus manos por detrás del cuello, como si estuvieran acompañándolos. Tres de los cimacios están decorados con un motivo vegetal formado por sinuosos tallos de los que arrancan hojas trilobuladas, los cuales Yarza y Español han relacionado con la portada de Sant Sebastiá dels Gorgs y, de una forma más lejana, con algún capitel del monasterio de La Daurade de Toulouse. Sobre el capitel de los dos leones afrontados, el cimacio está decorado con flores cuatripétalas en el interior de círculos formados por tallos, cuyo esquema compositivo Yarza ha puesto en relación con el de un cimacio de Sacramenia. Se han conservado las cabezas que ornaban las esquinas de dos de los cimacios. una humana y otra animal. Como prolongación de los cimacios, las impostas decoradas con las hojas trilobuladas se extienden por las caras laterales del cuerpo saliente de la portada.

Las cinco arquivoltas están profusamente decoradas e incorporan algunos de los motivos más interesantes desde el punto de vista iconográfico de esta portada.
La inferior presenta doce imágenes angélicas sentadas que mantienen las alas desplegadas y las manos sobre el pecho. Sobre la siguiente, formada por un liso baquetón, se disponen cinco figuras. De las dos de abajo, tan solo se ha conservado la del lado norte, que representa a un cuadrúpedo alado, con un libro bajo su pata delantera derecha. A pesar de que parece que tiene melena, lo que ha llevado a algunos autores a ver en él a un león, las pezuñas de sus patas, así como el arranque de unos cuernos desaparecidos, delatan que se trata de un toro, sin duda el símbolo del evangelista san Lucas. Éste, junto con la desaparecida imagen del león de san Marcos, que se ubicaría en el lado opuesto de la arquivolta, tal y como se puede apreciar en el dibujo de la RAH, completaría el Tetramorfos iniciado en el tímpano. Sobre ellos, dos arcángeles nimbados, con las alas cruzadas sobre su cuerpo y que se protegen con escudo tipo gota de agua, alancean a un dragón que hay bajo sus pies. Posiblemente se trate de san Miguel y san Gabriel. La quinta y última figura, situada en lo alto de la arquivolta, es un tercer ángel en que las alas desplegadas hacia arriba y las alargadas y sinuosas mangas de la túnica provocan la sensación de estar en pleno vuelo. La moldura cóncava de media caña de la siguiente arquivolta está ornada con un fondo de taqueado en el que se disponen diez rostros humanos. Los dos salmeres carecen de taqueado, y si bien en el meridional hay un nuevo rostro humano, en el opuesto aparecen dos frutos esféricos, posiblemente manzanas.
Este motivo remite, de nuevo, a la decoración escultórica del interior del templo, pues ya hemos visto que figura en uno de los cimacios de la nave.

La siguiente arquivolta tiene una estructura similar a la segunda, con un baquetón al que se adosan cinco grupos de figuras. Uno de estos, que ha llamado especialmente la atención de los especialistas, es el situado en el salmer norte, en el cual la Virgen sujeta con sus manos al Niño, que, sentado en sus rodillas, bendice y porta nimbo crucífero. María viste toca y capa sobre una túnica.
Detrás de ellos un personaje barbado, con túnica y capa, que junta sus manos por delante del vientre y cruza las piernas como si estuviera caminando, es el que ha suscitado diferentes interpretaciones. hasta que Yarza propuso que podría tratarse de un profeta (YARZA 1982, p. 550), esta imagen se identificaba de forma generalizada con san José —lectura que posteriormente también ha mantenido Garland (CARLAND 1997, p. 151)—. Yarza apoyaba su propuesta en la gestualidad, pues el padre putativo de Cristo suele ser representado ajeno a la escena, dormitando, y en el hecho de que profetas como Isaías o Barlaam aparecen en algunas ocasiones junto a la Virgen con el Niño. En el salmer meridional de esta arquivolta quedan los restos informes de una figura que sería imposible de identificar de no ser por una foto de 1912 del AM y, sobre todo, por el dibujo de la RAM: un individuo con barba, un ángel que apoyaba sus manos sobre los hombros de este, y, sobre ellos, un cordero tumbado. Ha sido este animal el que ha llevado a Español a interpretar la escena como una posible versión sintética del sacrificio de lsaac. Pocas dudas hay en identificar la escena ubicada sobre la Virgen y el Niño como la condena de Daniel al foso de los leones.

El profeta, barbado y vestido con túnica y una prenda que parece una casulla, aparece sentado, mostrando las palmas de sus manos a la altura del pecho, gesto que, aunque se ha relacionado muy a menudo con una actitud orante, entendemos que más bien debe ser interpretado como una muestra de aceptación de su destino. Dos leones agachan sus cabezas para lamerle los pies descalzos en señal de sumisión. Como veremos más adelante, la presencia de Daniel puede ser clave para interpretar el programa global de la portada.
Enfrente de él, en el lado septentrional de la arquivolta, un individuo imberbe, ataviado de la misma manera que el profeta, sujeta en sus brazos dos aves, posiblemente palomas. Aunque ha sido interpretado como san José en la Presentación en el Templo, Yarza piensa que podría tratarse de Noé haciendo un sacrificio a Dios tras el diluvio, episodio no muy habitual en el románico, pero del que el propio autor cita unos ejemplos. Corona esta arquivolta un ángel que sujeta con ambas manos contra su pecho una cruz. Yarza se decanta por considerarlo el ángel que en el Apocalipsis surge del sol y lleva la señal de Dios, y, por tanto, una imagen triunfal y de aviso a los elegidos.
En la arquivolta exterior se alternan las dovelas lisas con otras doce que presentaban decoración esculpida. En la parte superior se interrumpe esta disposición alterna, pues la clave, que, de seguir el ritmo marcado, debería ser lisa, incorpora las figuras de Adán y Eva, que aparecen desnudos, dispuestos simétricamente respecto del Árbol del bien y del Mal, con una mano en la garganta y otra cubriéndose los genitales. Se les muestra en el momento inmediatamente posterior a haber cometido el Pecado, en pleno arrepentimiento y avergonzados tras percatarse de su desnudez. En el árbol, que presenta tres frutos esféricos, se enrosca la serpiente. En la dovela de su derecha, dos personajes femeninos de larga melena y con una de sus manos apoyada en la mejilla y con la otra sujetándose el codo, fusionan sus cuerpos a la altura de la cintura. Apoyan sus pies sobre un grotesco personaje de aspecto diabólico, que contribuye a dotar a la escena de un sentido negativo. El gesto que adoptan estas mujeres siamesas puede estar asociado tanto a una actitud pensativa, como a una expresión de dolor o pesadumbre.

La presencia de una figura muy similar en las pinturas de Sant Pere de Sorpe, la cual dos inscripciones identifican con Géminis, permite atribuir dicho significado a la imagen de Covet. Yarza ha explicado la presencia en Covet de este signo zodiacal junto a la anterior escena, aludiendo a un sermón atribuido a Beda el Venerable, en el que, al establecerse una vinculación alegórica de los símbolos del zodiaco con algunos pasajes veterotestamentarios, se asocia a Adán y Eva con Géminis (YARZA 1982, p. 543). En la dovela simétrica, dos acróbatas realizan una agitada pirueta situando sus cuerpos en posición invertida uno respecto al otro. La siguiente escena por este lado sur, de difícil interpretación, muestra a un personaje que sujeta en un libro abierto, como si lo estuviera leyendo, al tiempo que por detrás asoman otros dos individuos, uno de los cuales apoya una mano en la cabeza del lector, mientras que el otro hace lo propio en la testa de este segundo.
A continuación, un individuo se gira hacia su izquierda y se mesa la barba, gesto que puede estar relacionado con la reflexión, pero también con el dolor. A pesar de su estado lamentable, se aprecia en la siguiente dovela esculpida a un personaje que porta entre sus brazos un cuadrúpedo, que gracias al dibujo de la RAM podemos interpretar como un cordero.
Las dos últimas piezas esculpidas del lado meridional están ocupadas por sendos músicos. El primero, de aspecto juvenil, toca una flauta, mientras que el otro, barbado y con un gorro, hace lo propio con un arpa. Volviendo de nuevo a lo alto, y a la parte norte, en la dovela siguiente a la de Géminis un hombre se estira de los cabellos, en claro gesto de desesperación. En el resto de las piezas de este lado norte prácticamente ha desaparecido cualquier resto reconocible de talla, salvo unos pies y parte de unos pliegues. Gracias a los testimonios de algunas personas ancianas del lugar y a algunos aspectos detectados durante la última restauración, como restos de metralla, se piensa que esta parte de la portada, en la que se puede incluir el desaparecido relieve del león de la enjuta norte, pudo verse afectada por la explosión de un obús durante la Guerra Civil española.

En consecuencia, se ha de recurrir al dibujo de la RAH para conocer que es lo que allí había representado. De arriba a abajo se observan un personaje sentado —quizás femenino, a juzgar por la melena que parecía tener— con las manos juntas a la altura del pecho, como rezando; un segundo sujeto con una cesta en el regazo en la que guarda unos frutos indeterminados; y, finalmente, dos músicos, colocados de forma simétrica a los del lado opuesto de la arquivolta, que tocan sendos instrumentos de viento. un olifante y otro en forma de “s” El personaje con el cesto está situado simétricamente al que sostiene el cordero. Dada la presencia de Adán y Eva en la clave de la misma arquivolta, cabría plantearse la posibilidad de que ambos representen la ofrenda de Caín y Abel, lo que nos situaría ante una nueva anomalía iconográfica: que el primero porte una cesta en lugar de una gavilla de cereal.

La moldura cóncava de media caña en la que se remata el canto de esta arquivolta presenta, en las dovelas lisas, unas cabezas humanas y animales. En la prolongación por las jambas de dicha moldura y de la correspondiente a la tercera arquivolta, los rostros, uno por sillar, pasan a ser casi todos ellos humanos En los mismos se observa una gran variedad de fisonomías. En tiempos recientes alguno de estos rostros ha sido salvajemente arrancado por algún bárbaro.
En las enjutas de la portada se disponen sendos relieves, de los que tan solo se conserva el del lado meridional, aunque, por fortuna, conocemos como era el septentrional gracias a unas cuantas fotografías antiguas. Ambas piezas presentaban a sendos leones sobre individuos, a los que sujetaban con sus garras. Mientras que la diera del lado norte le mordía la cabeza, en la otra el sujeto introduce su mano en las fauces del felino.
Corona el cuerpo saliente donde se ubica la portada un tejaroz soportado por ocho canecillos. Entre los mismos destaca la imagen de un individuo barbado con un ave en los brazos que le picotea la boca, una mujer que en forzada posición muestra su sexo o una pareja que se abraza. En el dibujo de la RAH se aprecia, además, que había un personaje levantándose la túnica para mostrar las piernas.

Yarza considera que la portada encierra un programa iconográfico de caída y redención que ha de ser leído de fuera hacia adentro. La caída, plasmada en la imagen de Adán y Eva, daría paso a los efectos negativos de esta, representados en la imagen negativa de la astrología (Géminis sobre el diablo) y en la visión de un mundo caótico y desvergonzado (saltimbanquis y músicos), en el que el ser humano, que habría perdido la gracia, muestra su desesperación tirándose de los cabellos y de la barba. El esperanzador anuncio de la venida del Mesías, y la consiguiente redención del género humano, sería representado mediante tres personajes veterotestamentarios, Daniel, Noé y Abraham, todos ellos prefiguraciones de Cristo. Un cuarto profeta, según este autor, reforzaría el mensaje profético al acompañar a la imagen de la Virgen con el Niño, consumación de la anunciada Encarnación. El contrapunto entre Eva y María (Eva-Ave) es intencionadamente puesto de manifiesto por la cercana presencia de las manzanas, muy similares a las que cuelgan del Árbol del bien y del Mal, a la Virgen. Los ángeles, sobre todo los presuntos san Miguel y san Cabriel, así como el que porta la cruz, aportan un sentido triunfal. Mientras que las imágenes del tímpano se basarían en la visión de Isaías (Isaías 6:2), el capitel con Sansón sería una nueva figura tipológica de Cristo.
Vemos, pues, que en esta plausible y argumentada lectura iconográfica los profetas desempeñan un papel relevante. La presencia de estos acompañando a imágenes marianas tipo Sedes sapientae no es extraña en al entorno catalán (frontal de Espinelves, frescos de Santa Maria d’Àneu y de Sant Victor de Dòrria). Por otra parte, la aparición conjunta de Adán y Eva, Noé con las palomas y Abraham cuenta con el antecedente, como indica el propio Yarza, de las genealogías de los beatos, como el de Saint-Sever. También puede pensarse en una hipotética inspiración en algún sermón, como aquel de Zenón de Verona (De Spe, fide et Charitate, 1-11, MPL XI, cols 271 -272), en el que al hablar de la esperanza, se menciona, entre otros, a Abraham, Noé, Daniel —también se cita a David, que, como hemos comentado, podría estar representado, junto a Sansón, en uno de los capiteles—.
Sin embargo, hay ciertos aspectos que quedan fuera de esta interpretación, como el rol importante que parece desempeñar la figura del león, cuya función pensamos que va más allá de lo meramente marginal. Tres son los personajes representados que vencen a esta fiera. Daniel, Sansón y David. Los mismos es muy probable que encuentren un intencionado contra punto en los individuos devorados por leones de las enjutas y en la mocheta norte. Esta contraposición puede estar proyectando un mensaje moral, en el cual se pone de manifiesto como quienes cuentan con la gracia divina, por medio de su fe, vencen al león, símbolo del Mal y del diablo, que amenaza sus almas (Salmos 7: 3, 22:22, 35:17 y 57:5, Epístolas de san Pedro, 1, 5, 8). Podría pensarse, incluso, que la mocheta representa el castigo de aquellos que conspiraron contra Daniel, y que acabaron devorados por las fieras. En este caso, el profeta podría ser leído, también en su sentido anagógico, y, tal y como sucede en numerosas ocasiones en las que es incorporado a un programa decorativo, ser considerado como una alegoría del Juicio Final. La cercana presencia de san Miguel, puede ir más allá del sentido triunfal que se le ha atribuido y reforzar esta visión escatológica. Entendemos que, esta compleja portada incorpora no solo un mensaje “pasivo” de esperanza en la redención, sino también una llamada al fiel para la búsqueda “activa” de la salvación de su alma. Sólo así conseguirá acceder a la visión plasmada en el tímpano (fusión de lsaías 6.2 con Apocalipsis 4). Es, por tanto, una lectura tipológica, con diferentes niveles simultáneos de significación, la que proponemos.
Teniendo todo ello en cuenta, cabe replantearse la interpretación del personaje que acompaña a la Virgen con el Niño, en quien se ha visto, como hemos comentado, a san José y a un profeta. Se piensa que por su gestualidad es más probable esta segunda lectura. Se ha propuesto que podría ser lsaías o Barlaam.
Otra opción es considerar que podría tratarse de Ezequiel, el cual en alguna ocasión aparece junto a la Virgen en relación al texto en el que el profeta alude a la puerta cerrada del Templo (Ezequiel, 44: 1 -3), que la exégesis ha relacionado con la virginidad de María. Estaríamos, de esta forma, ante la reafirmación del dogma de la Encarnación mediante la alusión a la pureza. Un interesante paralelo, también catalán, lo encontramos en las pinturas de Sant Victor de Dòrria. Aunque esta lectura nos parece la más adecuada, se piensa que, por el sentido escatológico de la portada, y por el gesto del personaje, con las manos juntas, como si estuviera rezando, no debe descartarse que se trate de un donante que ruega por la intercesión de la Virgen en la salvación de su alma.
Más especulativa, por la presencia doble de un ser nimbado, sería el ver en el capitel exterior sur al rey condenando a Daniel ante la presión de los conspiradores, lectura que sería totalmente coherente con el programa descrito y que podría dar un sentido a dicha imagen, cuya explicación, hasta el momento se nos escapa. Aunque Garland se pregunta si podría tratarse de san Pedro y san Pablo delante de Nerón, no conseguimos detectar en ninguna de las figuras la alopecia que lleva a este autor a platearse esta hipótesis.
Pero no quisiera concluir con la lectura del programa iconográfico de la portada sin comentar la interpretación dada a la imagen desaparecida del salmer meridional de la cuarta arquivolta, la cual conocemos por el dibujo de la RAH.
Como hemos comentado, Español la interpreta como una representación sintética del sacrificio de lsaac, opinión no compartida por Begoña Cayuela, quien la excluye del corpus de su tesis dedicada a dicho pasaje bíblico (CAYUELA 201 3, 2, p. 169). De ser acertada esta lectura, estaríamos ante una peculiar plasmación de este episodio, en la que se elimina a uno de sus dos protagonistas principales, a Abraham o a lsaac. Ante esta “anomalía” iconográfica, cabría plantearse una opción alternativa que llevaría a ver en esta imagen a Habacuc portado por el ángel para asistir a Daniel, personaje presente, precisamente, en el lado opuesto de la misma arquivolta, aunque no a la misma altura. Tres son las objeciones que, a priori, se podrían poner a esta lectura: que el ángel no coge por los cabellos a Habacuc, que este no lleva alimentos al profeta y la presencia del cordero. La primera no representa problema alguno, pues no son escasas las representaciones del episodio de Daniel en las que el ángel no sujeta por los cabellos a Habacuc (Vienne, Modena, Saint-Pons-de-Thomieres, Arles, etc.). Respecto a la segunda objeción, aunque no tenemos conocimiento de ningún Habacuc sin vituallas, considerando la posición de las manos del personaje, no se ha de descartar que originalmente portara alimentos y que, ya sea por el deterioro de la talla, ya por una mala interpretación del dibujante, no se hayan plasmado en el documento de la RAM —no obstante, este argumento sería susceptible de ser utilizado también para plantear que podría estar representada una segunda figura humana, con lo que se resolvería la anomalía iconográfica de la opción del sacrificio de lsaac—. Más difícil es encontrar ejemplos para explicar la incorporación del cordero en la escena —tan solo en Chátillon-sur-lndre aparece este animal como parte de este episodio, cuya presencia podría tener su origen en el pasaje Daniel 14:31, en el que se alude a que los leones eran alimentados diariamente con dos cuerpos y dos ovejas—. De aceptarse esta versión alternativa, estaríamos ante un episodio plasmado en dos partes opuestas de la arquivolta, lo que podría llevar, aplicando el mismo criterio, a plantear que el personaje con las palomas podría no ser Noé, sino san José, como complemento simétrico del resto de la Presentación en el Templo, que estaría formada por la Virgen, el Nino y Simeón —Halland ya consideró que ambos grupos formaban parte de la Purificación, y ha planteó la posibilidad de que el personaje ubicado detrás de María fuera el viejo Simeón— Todo ello provocaría un cambio en el programa iconográfico comentado de la portada, lo que pone en evidencia hasta que punto es compleja su lectura con los elementos e información con la que contamos.
Aunque no compartimos su planteamiento, resulta interesante comentar que Garland considera que los llamativos y peculiares pabellones auriculares que lucen algunas de las figuras de la portada son algo más que una mero estilema.
Para este autor esta característica anatómica pone de manifiesto que, frente a los que sólo tienen oídos para la voz del Señor, hay otros que se dejan seducir por la voz de la tentación.

Ciertos autores, sobre todo Yarza y Español, han evidenciado los paralelismos existentes entre esta portada y otros conjuntos, algunos de los cuales ya hemos citado. En Sant Martí Sarroca se encuentra también una representación duplicada del personaje sobre el león, unos individuos asomando tras grandes hojas, un sujeto que se estira de los cabellos y la ornamentación compuesta de ajedrezado y frutos esféricos. Notables son los puntos en común con la catedral de la Sen d'Urgell, en donde, además de la proliferación de cabezas humanas y animales en cuatro de sus portadas, se encuentran también leones afrontados, frutos esféricos y capiteles vegetales de hojas pinnadas con rostros humanos. Especialmente significativo es el hecho de que en los leones de algunos capiteles del claustro de la sede urgelitana se utilicen los mismos elementos anatómicos que hemos descrito para los capiteles con este tipo de fieras en Covet. Los numerosos elementos en común que se detectan con las portadas de Tolva (Huesca) —cabezas en jambas y arquivoltas, leones afrontados, hojas trilobuladas, leones devorando personajes en las enjutas, personajes sobre registros vegetales— y Sant Esteve de Pelagalls (Segarra, Lleida) —frutos esféricos, personajes sobre registros vegetales, Maiestas Domini en mandorla elevada por ángeles— han llevado a pensar que ambas son toscas copias de Covet. A partir de los significativos paralelismos que observó Español (ESPAÑOL 1996) con algunas piezas descontextualizadas y dispersas procedentes de la desaparecida iglesia de San Nicolás de Sangüesa, recientemente hemos propuesto que una de las portadas de esta iglesia navarra podría haber sido una nueva copia de Covet (OLAÑETA 2015) Así, en San Nicolás de Sangüesa se encontraban molduras decoradas con taqueado y frutos redondos muy similares a las manzanas de Covet, y capiteles con personajes que sobresalían por encima de un registro vegetal de hojas pinnadas, parejas de leones afrontados de alargadas garras y una escena de Daniel en el foso de los leones de idéntico modelo iconográfico al de la arquivolta leridana.
J. Gudiol y j. A. Caya Nuño atribuyeron la ejecución de la escultura de la portada de Covet al mismo artífice que la de la iglesia navarra de Artaiz. Yarza, que acertadamente desvinculó la ejecución de ambas obras, explicó que las afinidades que habían llevado a esta y a otras propuestas de filiación, tenían su origen en una tradición tolosana común. Más tarde, Español reforzó la idea de que, desde un punto de vista iconográfico y estilístico, Covet conectaba con el mundo tolosano sin los intermediarios roselloneses que se habían propuesto hasta el momento.
El ejemplo más próximo desde el punto de vista estilístico a la escultura de Covet es, sin duda, un capitel descontextualizado que se encuentra en la iglesia barcelonesa de Valldoreix. Entre otros estilemas comunes, sus personajes presentan el mismo tipo de peculiares orejas trapezoidales que caracterizan a las figuras de la iglesia pallaresa, por lo que en este caso no es arriesgado aceptar la propuesta de Español de que podría tratarse del mismo artífice (CATALUNYA ROMÁNICA, 1984- 1998, XIX, p. 90).
Yarza considera que el edificio se realizó en varias etapas: se inició con posterioridad a 1116, la fachada occidental se construiría entre 1150 y 1160 y el óculo habría sido lo último en terminarse. El acta de consagración de Pelagalls, de 1180, proporciona una fecha ante quem para Covet, al considerarse la portada de esta modelo de la de aquella, la cual es coherente con la datación propuesta por este autor. Los numerosos puntos en común existentes entre los motivos iconográficos de la portada y los de la escultura del interior llevan a plantear dos posibilidades. bien que los artífices de aquélla trabajaron al mismo tiempo que los de ésta, pero compartiendo modelos, bien que primero se ejecutó la portada y luego las zonas superiores del templo. Esta última alternativa, que es la que plantea Español y la que nos parece más probable, implicaría que el edificio no tendría un desarrollo Este-Oeste, sino de abajo a arriba Si a ello le añadimos los ya comentados cambios estructurales derivados de la incorporación de la torre, podríamos plantear la siguiente secuencia. 1. Inicio de las obras realizando todo el perímetro del templo, utilizando un aparejo homogéneo, salvo algunos elementos de expolio o reutilizados de un edificio anterior; en esta fase se incluiría la ejecución de la portada; 2. Realización de las partes altas del templo, incluida la tribuna y el rosetón, 3. Incorporación del campanario y consecuente remodelación del muro norte de la nave. A la vista de la homogeneidad del aparejo no parece que hubiera transcurrido mucho tiempo entre estas tres fases.
Procedente de esta iglesia, se conserva en el Museu Nacional d'Art de Catalunya una Virgen con Nino de madera (MNAC/MAC 4395) que se data en la segunda mitad del siglo XIII y que se considera obra ya gótica.

 

 

 

 

 

 

 

 

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