sábado, 9 de enero de 2021

Capítulo 4 - Arte en la época de los reinos de taifas, siglos X-XI

 

El arte en la época de los reinos de taifas, siglos X-XI
Las taifas fueron un conjunto de pequeños estados que fueron apareciendo entre la desintegración del califato de Córdoba a partir de la fitna o guerra civil que estalló en 1009 tras la muerte del último caudillo amirí Abd al-Malik al-Muzaffar y el derrocamiento del último califa omeya Hisham III, con la consiguiente abolición formal del califato en 1031. Los regímenes políticos autónomos de los reinos de taifas sucumbieron ante la instauración de gobiernos almorávides en al-Ándalus desde 1085.
Desde que el califa Hisham II es obligado a abdicar en 1009 hasta el año de la abolición formal del califato en 1031 se suceden en el trono de Córdoba nueve califas, de las dinastías omeya y hamudí, en un escenario político caótico que dio paso a la independencia paulatina de las taifas  de Almería, Murcia, Alpuente, Arcos, Badajoz, Carmona, Denia, Granada, Huelva, Morón, Silves, Toledo, Tortosa, Valencia, Albarracín y Zaragoza. Cuando el último califa Hisham III es depuesto y proclamada en Córdoba una república, todas las coras (provincias) de Al-Ándalus que aún no se habían segregado se autoproclaman independientes, regidas por clanes árabes, bereberes o eslavos.
En el trasfondo se hallaban problemas muy profundos. Por una parte, las luchas por el trono califal no hacían sino reproducir las luchas internas que siempre habían asolado el emirato y el califato por causas raciales: árabes, bereberes arabizados y nuevos, muladíes o eslavos, que estaban constituidos inicialmente por esclavos libres de origen centroeuropeo o del norte peninsular y conseguido puestos importantes en la administración. También influían la mayor o menor presencia de población mozárabe, el afán de autonomía de las áreas con mayores recursos económicos y la agobiante presión fiscal necesaria para financiar el coste de los esfuerzos bélicos.
Inicialmente se constituyeron más de veinte pequeños estados o taifas autónomas dirigidos por caudillos locales procedentes de una familia que se perpetuó a lo largo del siglo XI en una dinastía reinante. Así ocupan el poder clanes de la antigua aristocracia árabe en Valencia (amiríes (descendientes de Almanzor) y Zaragoza (tuyibíes y hudíes). En la zona occidental se hicieron con el poder tribus bereberes muy arabizadas, que formaban parte de la población andalusí desde la conquista de Tariq a comienzos del siglo VIII: los aftasíes en Badajoz, birzalíes en Carmona, ziríes en Granada, hamudíes en Algeciras y Málaga y abadíes en Sevilla. Con el paso de los años, las taifas de Sevilla (que había conquistado todas las pequeñas taifas de la Andalucía occidental y Murcia en la parte de la oriental), Badajoz, Toledo y Zaragoza, constituirían las potencias islámicas peninsulares.
En general, las taifas más poderosas fueron absorbiendo con el tiempo a las más pequeñas. Así, la taifa de Sevilla, conquistó y anexó a las más pequeñas de Arcos, Algarve, Algeciras, Morón, Ronda, Carmona, Huelva, Mértola, Niebla y Silves, estas últimas, situadas al sur del actual Portugal, ambicionadas también por la taifa de Badajoz. Por otro lado, en la antigua Marca Superior del califato, los hudíes de Zaragoza reunieron un conglomerado que en ocasiones se segregaron como taifas independientes, formado por Tudela, Calatayud, Huesca, Lérida o Tortosa, llegando hacia 1080 a ocupar el territorio peninsular de la poderosa taifa de Denia (que consiguió conquistar las Baleares y Cerdeña y reunió una flota de guerra de ciento veinte naves) y hacer vasalla a la rica pero desprotegida Taifa de Valencia. Sin embargo, en esta zona, y gracias a su hábil manejo de la diplomacia, lograron sobrevivir dinastías independientes en la taifa de Albarracín y la taifa de Alpuente.
Durante el apogeo de los reinos de taifas del siglo XI sus reyezuelos intentaron reproducir las estructuras del califato omeya a una escala menor. Para ello compitieron entre sí no solo militarmente sino también procuraron mostrar su esplendor intelectual. Para ello, trataron de rodearse de los más prestigiosos poetas, científicos y artistas. Paradójicamente, el periodo de taifas fue a su vez el del máximo apogeo de la cultura andalusí, y en este siglo sus creaciones intelectuales adoptan caracteres propios e independientes del islam oriental. Nace en este siglo una filosofía en Al-Ándalus con una particular idiosincrasia, progresan las matemáticas y la astronomía, florece la poesía y la arquitectura desarrolla un estilo manierista que influirá posteriormente en el arte magrebí de almorávides y almohades.
Sin embargo, la disgregación del califato en múltiples taifas, que podían subdividirse o concentrarse con el paso del tiempo, hizo evidente que sólo un poder político centralizado y unificado podía resistir el avance de los reinos cristianos del norte. Al carecer de las tropas necesarias, las taifas contrataban mercenarios para luchar contra sus vecinos o para oponerse a los reinos cristianos del norte. Incluso guerreros cristianos, como el propio Cid Campeador, sirvieron a reyes musulmanes, luchando incluso contra otros reyes cristianos. Sin embargo, esto no fue suficiente y los reinos cristianos aprovecharían la división musulmana y la debilidad de cada taifa individual para someterlas. Al principio el sometimiento era únicamente económico, forzando a las taifas a pagar un tributo anual, las parias, a los monarcas cristianos.
No obstante, la conquista de Toledo en 1085 por parte de Alfonso VI de León y Castilla hizo palpable que la amenaza cristiana podía acabar con los reinos musulmanes de la península. Ante tal amenaza, los reyes de las taifas pidieron ayuda al sultán almorávide del norte de África, Yusuf ibn Tasufin, quien pasó el estrecho de Gibraltar estableciéndose en Algeciras y no sólo derrotó al rey leonés en la batalla de Sagrajas (1086), sino que conquistó progresivamente todas las taifas.
En la evolución de los primeros reinos de taifas se pueden distinguir tres periodos:
·       De 1009 a 1031. Las distintas facciones (linajes o ta'i-fah, plural de clan —tawa'if—) se hacen con el poder progresivamente en sus gobiernos locales, al tiempo que apoyan a los efímeros pretendientes a califa manejándoles según sus intereses y como aval de prestigio del poder al que aspiran. En este periodo se consolidan unos treinta poderes locales, al frente de los cuales, los caudillos regionales usan títulos honoríficos (laqb) usados por los califas y el chambelán Almanzor (como Al-Mansur o Al-Mundir), pero sin proclamarse estos reyezuelos califas personalmente. Las intrigas por la cabeza del califato se desarrollaban fundamentalmente en Córdoba, pero desde la capital se perdió todo control sobre el resto de las coras andalusíes, que aprovecharon los incipientes reyezuelos taifales para gobernar con independencia, acuñando moneda y creando una administración independiente.
·       De 1031 a 1045. Con la desaparición formal de la figura del califa, los reyes taifas procuran imitar los modos califales a escala local, construyendo palacios regios, nombrando visires, rodeándose de una corte monárquica y procurando atraer intelectuales y poetas que canten sus glorias, valiéndose del cultivo del género literario del panegírico, tan importante para la cultura islámica. La lucha por la supervivencia de los pequeños reinos y por la expansión de los más pujantes, generan importantes gastos en recursos militares, que consistían fundamentalmente en tropas mercenarias. Esto, unido a las parias o impuestos pagados a los más guerreros ejércitos cristianos, bien para aliarse con ellos contra otro enemigo, bien para comprar la paz, fue debilitando la pujanza del Al-Ándalus. Las taifas mayores dominan a las satélites, y se consolidan como potencias las taifas de Badajoz, Toledo, Zaragoza y Sevilla. En el Mediterráneo destaca la taifa de Denia-taifa de Baleares, que armó una importante flota bélica.
·       De 1045 a 1090. Las guerras interinas, las importantes parias pagadas a los reyes cristianos y la pujanza de estos decantó la balanza definitivamente en favor de los reinos de León, Castilla y Pamplona. Así, en 1085, Alfonso VI consigue fracturar el centro neurálgico de la cultura musulmana, tomando la Taifa de Toledo y estrangulando la vía medular de comunicación andalusí, que iba de Tortosa a Sevilla, pasando por Zaragoza y Toledo. Valencia, rica y deseada, no consigue consolidar una dinastía fuerte, y su debilidad le llevó a subordinarse a los reyes de Toledo, de Zaragoza, e incluso al rey Alfonso VI de Castilla, y, finalmente, a ser conquistada por El Cid en 1092. En 1085 los reyes taifas de Badajoz y Sevilla solicitan socorro a los almorávides que, aunque acuden en defensa del islam, acabarán con el poder de los reyes taifas hispanomusulmanes, pasando Al-Ándalus a constituir una provincia periférica de este imperio magrebí.
Los reinos de taifas en 1037.

Los reinos de taifas en 1080. 


Destacan por ejemplo:
·       El reino de taifa de los banu hud de Zaragoza.
·       Banu di-inun de Toledo.
·       Abadíes de Sevilla.
·       Ziri de granada.
La importancia de estos reinos es distinta. La mayoría de los que hemos nombrado están más o menos igualados. Su transcendencia y perdurabilidad también es distinta. Hay reinos que perviven hasta la invasión de los bereberes hacia el 1090, otros surgen y desaparecen poco tiempo bien absorbidos por otros reinos de taifas o por los cristianos. Tienen menos recursos materiales que en la época del califato. Su economía va a estar muy menguada como consecuencia de las parias o tributos que se veían obligados a pagar a los reinos cristianos como compensación para no ser invadidos. A pesar de ello, van a tratar de mantener un alto nivel cultural y económico, al menos en las cortes. Evidentemente, este poder cultural y económico va a buscar ligarse con el califato, como forma de legitimizar su poder.
Esto es lo que ha llevado a que la teoría tradicional nos hable de ello como una transición entre el periodo califal y el periodo de las dinastías bereberes en el que se produce una degeneración del arte califal. Es lo que se pensaba, pero en realidad se han llevado a cabo estudios más modernos que nos dan una visión distinta. Nos habían dicho que era una época aislada, es falso. Los reinos de taifas van a mantener importantes relaciones comerciales con el Mediterráneo. Además, van a ser capaces de crear un lenguaje propio que se enriquece con tradiciones foráneas y la tradición local de cada uno de estos ámbitos, siempre partiendo de la base califal. 

Las características generales del arte taifa son:
·       los materiales son mucho más económicos que los de época califal. En la arquitectura se manifiesta con el abandono del uso de la buena sillería en piedra, que es sustituida por mampostería, ladrillo o sillería mezclada con otros materiales.
·       desde el punto de vista de las soluciones constructivas el referente va a ser Córdoba. Derivan directamente de las formas califales. Pero si se detecta un hecho. Con todo ese repertorio califal los reinos de taifas van a elegir lo más elaborado y lo más complejo (arcos lobulados y entrecruzados). Predilección por lo complicado. Tendencia muy evidente a la barroquizacion. Vamos a encontrar combinaciones mucho más complejas que las que habíamos visto en época califal, siempre partiendo de la base califal. También habrá una tendencia a lo decorativo frente a lo constructivo. Los arcos no tienen finalidad constructiva, solo decorativa.
·       una de las máximas novedades va ser el arco mixtilíneo. Combina formas rectas con formas curvas, se va a convertir en el gran protagonista del arte taifa. Es completamente nuevo, no existía en época califal. Poro no es una creación taifa, parece ser que procede de la zona de ifriqiya, Túnez, a través del reino ziri de granada parece ser.
·       tendencia dentro del mundo taifa a enlazar las secuencias de arcos. Es muy común que las claves de los arcos se prolongan hacia arriba en forma de ramales, en la parte superior enlazan formando otros arcos. A veces en la parte de arriba forman un nudo de carácter decorativo, sin finalidad constructiva. Este tipo de nudo lo hemos visto dentro de las artes suntuarias. Los medallones lobulados de los marfiles o textiles se juntan mediante un nudo o enlace muy parecido al utilizado en la arquitectura taifa.
·       la columna va a ser utilizada como soporte fundamental. Vamos a ver que van a ser mucho más estilizadas y alargadas. En ellas, en muchos casos, en las construcciones menos ricas tienden a desaparecer los más materiales más ricos, como los mármoles.
·       a pesar de las dificultades económicas no van a renunciar a la ostentación. Lo harán por medio de la decoración, utilizada con la finalidad de ocultar la pobreza de los materiales. Uso de estuco o yeso tallado. Gran maestría y virtuosismo técnico en el tallado que cubre absolutamente todas las superficies que busca crear una epidermis de decoración abigarrada.
·       los temas de decoración son los mismos que en Córdoba. La densidad y el abigarramiento, así como el barroquismo se va a hacer mayor.
·       dentro de la arquitectura taifa va a destacar de manera muy especial la arquitectura civil, y dentro de esta, la realización de palacios y de fortalezas.

Aunque, se va a detectar que el tamaño de los edificios disminuye con respecto a la época califal. Dentro de los edificios conservados de época taifa el más importante es la Aljafería de Zaragoza, que va a ser construida por un monarca de la dinastía de los ban Uhud que se llamaba Aub jafar al-Muqtadir. 1047-1081. El nombre de Aljafería procede precisamente de su nombre. En realidad el nombre de este palacio en época taifa era Qars al-surur (Alcázar del regocijo).
En la actualidad está completamente modificada. A partir del 1118 pasa a poder cristiano y se transforma en palacio cristiano lo que hará que se construyan espacios nuevos en estilo gótico y mudéjar, lo que desvirtuara la estructura taifa original del edificio. En la actualidad se han construido numerosas adiciones. Hoy en día es la sede de las cortes de león. Vamos a encontrar un pequeño ámbito que si se corresponde con la época taifa, a pesar de todo. 

Arquitectura palatina: la Aljafería de Zaragoza.
Qaṣr al-Jaʿfariyah, por derivación de uno de los nombres del rey que lo mandó construir, Abú Yaáfar al-Muqtádir) ​ es un palacio fortificado construido en Zaragoza en la segunda mitad del siglo XI por iniciativa de al-Muqtadir como residencia de los reyes hudíes de Saraqusta. Este palacio de recreo (llamado entonces Qasr al-Surur o 'palacio de la Alegría') refleja el esplendor alcanzado por el reino taifa en el periodo de su máximo apogeo político y cultural.
Estado actual del palacio de la Aljafería, hoy sede las las Cortes de Aragón. 1.-Puente. 2.-Foso. 3.-Puerta de ingreso. 4.-Muralla musulmana. 5.-Patio de San Martín. 6.-Capilla de San Martín. 7.-Torre del Trovador. 8.-Oratorio. 9.-Patio de Santa Isabel. 10.- Planta baja: salas del palacio islámico; planta intermedia: salas de los Reyes Católicos; planta superior: salas del palacio cristiano medieval. 11.-Patio de armas. 12.-Cuarteles de Carlos III. 13._Torreones neogóticos de 1868. 14.-Hemiciclo de las actuales Cortes de Aragón. En color ocre claro, el área monumental. En ocre más oscuro, la parte habilitada como sede de las Cortes de Aragón
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Su importancia radica en que es el único testimonio conservado de un gran edificio de la arquitectura islámica hispana de la época de las taifas. De modo que, si se conserva un magnífico ejemplo del califato de Córdoba, su mezquita (siglo X), y otro del canto de cisne de la cultura islámica en al-Ándalus, del siglo XIV, la Alhambra de Granada, se debe incluir en la tríada de la arquitectura hispanomusulmana el palacio de la Aljafería de Zaragoza (siglo XI) como muestra de las realizaciones del arte taifa, época intermedia de reinos independientes anterior a la llegada de los almorávides. Los «restos mudéjares del palacio de la Aljafería» fueron declarados individualmente Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1986 como parte del conjunto «Arquitectura mudéjar de Aragón».​
Las soluciones adoptadas en la ornamentación del palacio de la Aljafería, como la utilización de arcos mixtilíneos y de los salmeres en «S», la extensión del ataurique calado en grandes superficies o la esquematización y abstracción progresiva de las yeserías de carácter vegetal, influyeron decisivamente en el arte almorávide y almohade tanto del Magreb como de la península ibérica. Asimismo, la transición de la decoración hacia motivos más geométricos está en la base del arte nazarí.
Tras la reconquista de Zaragoza en 1118 por Alfonso I el Batallador pasó a ser residencia de los reyes cristianos de Aragón, con lo que la Aljafería se convirtió en el principal foco difusor del mudéjar aragonés. Fue utilizada como residencia regia por Pedro IV el Ceremonioso (1319-1387) y posteriormente, en la planta principal, se llevó a cabo la reforma que convirtió estas estancias en palacio de los Reyes Católicos en 1492. En 1593 experimentó otra reforma que la convertiría en fortaleza militar, primero según diseños renacentistas (que hoy se pueden observar en su entorno, foso y jardines) y más tarde como acuartelamiento de regimientos militares. Sufrió reformas continuas y grandes desperfectos, sobre todo con los Sitios de Zaragoza de la Guerra de la Independencia hasta que finalmente fue restaurada en la segunda mitad del siglo XX y actualmente acoge las Cortes de Aragón.
En su origen la construcción se hizo extramuros de la muralla romana, en el llano de la saría o lugar donde los musulmanes desarrollaban los alardes militares conocido como La Almozara. Con la expansión urbana a través de los años, el edificio ha quedado dentro de la ciudad. Se ha podido respetar a su alrededor un pequeño entorno ajardinado.
La edificación más antigua de la Aljafería es la llamada «torre del Trovador», que recibió este nombre a partir del drama romántico de Antonio García Gutiérrez, El trovador, de 1836. Este drama fue convertido en libreto para la ópera de Giuseppe Verdi Il trovatore, de 1853.
Se trata de una torre defensiva, de planta cuadrangular y cinco pisos que data de finales del siglo IX (según Bernabé Cabañero Subiza, de la segunda mitad del siglo X), ​ en el periodo gobernado por el primer TuyibíMuhammad Alanqar, que fue nombrado por Muhammad Iemir independiente de Córdoba. La torre mantiene vestigios del arranque de los gruesos muros de aparejo de sillería de alabastro en su parte inferior, y continuaba con otros de encofrado de hormigón simple de yeso y cal, algo más delgados al ganar en altura.
El exterior no refleja la división en cinco pisos interna y aparece como un enorme prisma macizo apenas roto por vanos en aspillera. El ingreso al interior se efectuaba a través de una pequeña puerta en altura a la que solo se podría acceder mediante una escala portátil. Su función inicial, era, por todos estos indicios, eminentemente militar.
La primera planta conserva la estructura constructiva del siglo IX, que alberga dos naves y seis tramos separados mediante dos pilares cruciformes de los que parten arcos de herradura rebajados. A pesar de su sencillez, conforman una estancia equilibrada, que ritma el techo al modo de las mezquitas califales y que pudo ser utilizada como baños.
La segunda planta repite el mismo esquema espacial de la anterior, y se observan restos de fábrica musulmana del siglo XI en los lienzos de ladrillo, lo que indica que ya la segunda planta fue reconstruida posiblemente a la vez que el palacio en época de Al-Muqtadir. En el piso tercero, cuya estructura también sería del siglo XI, con arcos también de herradura, aparecen pintados en el techo motivos geométricos mudéjares donde se pueden leer los nombres de Eneas, Amor y Venus, y que datan, posiblemente, del siglo XIV.
Algo similar ocurre con el aspecto de las dos últimas plantas, de factura mudéjar, y cuya construcción se debería a la edificación del palacio de Pedro IV anexo, que está comunicado con la torre del trovador gracias a un corredor, y se configuraría así como torre del homenaje. Los arcos de estas plantas ya reflejan su estructura cristiana, pues son arcos ligeramente apuntados, y soportan techumbres no abovedadas, sino estructuras planas en madera.
Su función en los siglos IX y X era la de torre vigía y bastión defensivo. Estaba rodeada por un foso. Fue integrada después por los Banu Hud en la construcción del castillo-palacio de la Aljafería, constituyéndose en una de las torres del entramado defensivo del lienzo norte exterior. A partir de la reconquista española, siguió usándose como torre del homenaje y en 1486 se convirtió en calabozo de la Inquisición. Como torre-prisión se usó también en los siglos XVIII y XIX, como demuestran los numerosos graffiti inscritos allí por los reos.
La construcción del palacio —en su mayor parte realizada entre 1065 y 1081—​ fue ordenada por Abú Ya'far Ahmad ibn Sulaymán al-Muqtadir Billah, conocido por su título honorífico de Al-Muqtadir ('el Poderoso'), segundo monarca de la dinastía de los Banu Hud, como símbolo del poder alcanzado por la Taifa de Zaragoza en la segunda mitad del siglo XI. El rey en persona llamó a su palacio Qasr al-Surur ('Palacio de la Alegría') y a la sala del trono que él presidía en recepciones y embajadas, Maylis al-Dahab ('Salón Dorado') como se atestigua en los siguientes versos del propio monarca:
¡Oh Palacio de la Alegría!, ¡Oh Salón Dorado!
Gracias a vosotros llegué al colmo de mis deseos.
Y aunque en mi reino no tuviera otra cosa,
para mí sois todo lo que pudiera anhelar.
El nombre de Aljafería se documenta por primera vez en un texto de Al-Yazzar as-Saraqusti (activo entre 1085 y 1100) —que transmite además el nombre del arquitecto del palacio taifal, el eslavo Al-Halifa Zuhayr—​ y otro de Ibn Idari de 1109, como derivación del prenombre de Al-Muqtadir, Abu Ya'far, y de «Ya'far», «Al-Yafariyya», que evolucionó a «Aliafaria» y de ahí a «Aljafería».
La disposición general del conjunto del palacio adopta el arquetipo de los castillos omeyas del desierto de Siria y Jordania de la primera mitad del siglo VIII, (como el de Qasr al-Hayr al-Sharqi, ​ Qusair MushattaJirbat al-Mafyar y, ya de la primera etapa abbasí, el castillo de Ujaydir) que eran de planta cuadrada y torreones ultrasemicirculares en los paños, con un espacio central tripartito, que deja tres espacios rectangulares de los que el central aloja un patio con albercas y, en los extremos septentrional y meridional del mismo, los salones palaciegos y las dependencias de la vida cotidiana.
Friso del Salón Dorado de la Aljafería, que conserva restos de policromía. Siglo XI.
 

En la Aljafería se rinde homenaje a este modelo de castillo-palacio, cuya zona noble está situada en el segmento central de su planta cuadrada, si bien el alineamiento de los lados de esa planta es irregular. Es el rectángulo central el que acoge las dependencias palaciegas, organizado en torno a un patio con aljibes frente a los pórticos norte y sur al que vierten las estancias y salones reales.
En los extremos norte y sur se sitúan los pórticos y dependencias de habitación, y en el caso de la Aljafería, el más importante de estos sectores es el norte, que en origen estaba dotado de una segunda planta y poseía mayor profundidad, además de ser antecedido por un testero de columnas abierto y profusamente decorado, que se extendía en dos brazos mediante dos pabellones a sus flancos y que servía de pórtico teatral al salón del trono (el salón dorado de los versos de Al-Muqtadir) situado al fondo. Se producía con ello un juego de alturas y de diversos volúmenes cúbicos que comenzaban por los corredores perpendiculares de los extremos, se resaltaba con la presencia de la altura de la segunda planta y finalizaba con la torre del trovador que ofrecía su volumen al fondo a la mirada de un espectador situado en el patio. Todo ello, reflejado además en el aljibe, realzaba la zona regia, lo que se corrobora por la presencia en el extremo oriental del testero norte de una pequeña mezquita privada con mihrab.
En el centro del muro norte del interior del Salón Dorado había un arco ciego —donde se situaba el rey— en cuya rosca se disponía una trama geométrica muy tradicional imitando la celosía de la fachada del mihrab de la Mezquita de Córdoba, edificio al que se buscaba emular. De este modo, desde el patio, aparecía semioculto por las tramas de columnas tanto de la arquería de acceso al Salón Dorado, como de las del pórtico inmediato, que daban un aspecto de celosía, una ilusión de profundidad, que admiraba al visitante y prestaba esplendor a la figura del monarca.
Para recordar el aspecto del palacio a fines del siglo XI hay que imaginarse que todos los relieves vegetales, geométricos y epigráficos estaban policromados en tonos en los que predominaba el rojo y el azul para los fondos y el dorado para los relieves, que, junto con los zócalos en alabastro con decoración epigráfica y las solerías de mármol blanco, daba al conjunto un aspecto de gran magnificencia.
Los diversos avatares sufridos por la Aljafería, han hecho desaparecer de esta disposición del siglo XI gran parte de los estucos que componían la decoración y, con la construcción del palacio de los Reyes Católicos en 1492, toda la segunda planta, que rompió los remates de los arcos taifales. En la restauración actual, se observan en color más oscuro los atauriques originales y en acabados blancos y lisos la reconstrucción de enlucido de la decoración los arcos, cuya estructura, eso sí, permanece indemne.
La decoración de las paredes del Salón Dorado ha desaparecido en su mayor parte, aunque se conservan restos de su ornato en el Museo de Zaragoza y en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Francisco Íñiguez inició su restauración, reponiendo las decoraciones que existían en sus lugares de origen y extrayendo vaciados completos de las arquerías del pórtico sur.
Estas fueron las funciones y aspecto del palacio hudí del siglo XI. A continuación se detallan las partes más importantes del edificio tal y como se encuentran en la actualidad.

Estancias del lado norte
Estancias del testero norte, con el triple acceso al Salón Dorado.
 

En el testero norte se edifica el conjunto más importante de dependencias del palacio de época hudí, pues incluye el Salón del Trono o Salón Dorado y la pequeña mezquita privada, situada en el costado oriental del pórtico de acceso que sirve de antesala al oratorio. En su interior aloja un mihrab en el ángulo suroriental, cuyo nicho, por tanto, se orienta en dirección a la Meca, como ocurre en todas las mezquitas excepto en la de Córdoba.
Los suelos de las estancias regias eran de mármol y las recorría un zócalo de alabastro. Los capiteles eran de alabastro, excepto algunos de mármol reaprovechados de época califal. Circundaba estas salas una banda de decoración epigráfica con caracteres cúficos que reproducían suras coránicas que aludían al significado simbólico de la ornamentación. Las suras que corresponden a estas inscripciones han podido ser deducidas de los fragmentos supervivientes.
En dos de estos relieves caligráficos puede encontrarse el nombre de Al-Muqtadir, por lo que se ha datado la construcción del palacio, al menos en una primera fase, entre 1065 y 1080. Uno de ellos dice textualmente «Esto [la Aljafería] lo mandó hacer Ahmed al-Muqtadir Billáh». 

El Salón Dorado
El Salón Dorado tenía en sus extremos este y oeste dos aposentos que fueron alcobas privadas posiblemente de uso regio. Hoy se ha perdido la alcoba del flanco occidental, que se usó como dormitorio real y utilizaron también los reyes aragoneses hasta el siglo XIV.
Vista de la techumbre del Salón Dorado desde la puerta de la alcoba oriental. Se aprecia el intradós del arco decorado con yeserías.
 

La mayoría de las yeserías de atauriques, que tapizaban con paneles decorativos labrados en yeso las paredes de estas estancias, así como un zócalo de alabastro de dos metros y medio de altura y los suelos de mármol blanco del palacio original, se han perdido. Los restos que se han conservado, tanto en museos como los escasos que se hallan en este salón regio, permiten, sin embargo, reconstruir el aspecto de esta decoración polícroma, que, en su día, debió ser espléndida.
Los techos, alfarjes en madera, reproducían el firmamento, y todo el salón era una imagen del cosmos, cuajada de símbolos del poder que sobre el universo celeste ejercía el monarca de Zaragoza, que aparecía así como heredero de los califas.
El acceso al Salón Dorado se efectúa a través de un lienzo con tres vanos. Uno central muy amplio, que conforman cinco columnas dobles de mármol con capiteles de alabastro islámicos muy estilizados que soportan cuatro arcos entrecruzados mixtilíneos, entre los cuales, en altura, se sitúan otros de herradura más simples. 

El pórtico de entrada al Salón Dorado
Hacia el sur, se encuentra otra dependencia de parecido tamaño que vierte al patio por un pórtico de grandes arquerías polilobuladas. De nuevo hay un espacio tripartito, y sus extremos este y oeste se prolongan perpendicularmente con dos galerías laterales a las que se accede mediante amplios arcos polilobulados y que rematan en el extremo de sus brazos en sendos arcos apuntados también polilobulados cuyo alfiz está decorado por complejas lacerías y relieves de atauriques.
Es de señalar que toda esta estructura busca una apariencia de solemnidad y majestad que la escasa profundidad de estas estancias no daría a un espectador que accediera al salón del rey. Además hay que tener en cuenta que toda la ornamentación de yeserías del palacio estaba policromada en tonos azules y rojos en los fondos y de oro en los atauriques. Entre las filigranas se advierte la representación de un ave, insólita figuración zoomorfa en el arte islámico que podría representar una paloma, un faisán o un símbolo del rey como ser alado.
Arco del pórtico de entrada.
 

Las trazas de arcos mixtilíneos entrecruzados son características de este palacio y se da por primera vez en La Aljafería, desde donde se difundirán a las futuras edificaciones islámicas.
Al costado oriental del pórtico se sitúa un espacio sagrado, la mezquita, a la que se accede a través de una portada inspirada en el arte califal y que se describe a continuación. 

La mezquita y el oratorio
Portada de la mezquita.

En el extremo oriental del pórtico de entrada al Salón Dorado, se encuentra una pequeña mezquita u oratorio privado para uso del monarca y sus cortesanos. A ella se accede a través de una portada que acaba en un arco de herradura inspirado en la Mezquita de Córdoba pero con salmeres en forma de S, una novedad que imitará el arte almorávide y nazarí. Este arco se apoya en dos columnas con capiteles de hojas muy geometrizantes, en la línea de las realizaciones arte granadino de soluciones en mocárabe. Su alfiz está profusamente ornamentado con decoración vegetal y sobre él se dispone un friso de arcos de medio punto entrecruzados.
Interior del Oratorio. Frontal del mihrab.
 

Ya en el interior del oratorio hay un espacio reducido de planta cuadrada pero con esquinas achaflanadas, que lo convierte en una falsa planta octogonal. En el sector sureste, orientado hacia la Meca, se sitúa el nicho del mihrab. El frontal del mihrab se conforma mediante un arco de herradura muy tradicional, de formas cordobesas y rosca de dovelas alternadas, unas decoradas con relieves vegetales y otras lisas (aunque en origen estuvieron adornadas con decoración pictórica), que recuerdan la rosca del mihrab de la Mezquita de Córdoba, si bien lo que allí fueron materiales ricos (azulejería de mosaicos al estilo bizantino), en Zaragoza -con menos fasto y presupuesto que la Córdoba califal- son estucos en yeso y policromía típica del alarifazgo morisco, decoración que se ha perdido casi en su totalidad en el Palacio. Siguiendo con el arco de la portada, un alfiz enmarca su trasdós, en cuyas albanegas aparecen rehundidas dos rosetas gallonadas, como también lo es la cúpula del interior del mihrab.
El resto de los muros de la mezquita están decorados con arcos ciegos mixtilíneos enlazados y decorados en toda la superficie con atauriques vegetales de inspiración califal. Estos arcos se apoyan en columnas rematadas en capiteles de esbelto canastillo. Un zócalo de losas cuadradas de mármol recubre la parte inferior de los muros de la mezquita.
Todo ello se remata en alzado con una espléndida teoría de arquillos polilobulados entrecruzados, que, en este caso, no son ciegos en su totalidad, pues los de las esquinas en chaflán dejan ahora ver los ángulos de la estructura de planta cuadrada. Esta galería es la única que conserva restos de la decoración pictórica del siglo XI, cuyos motivos fueron rescatados por Francisco Íñiguez Almech tras retirar el encalado con que fueron cubiertos tras el paso de la Aljafería a capilla. Desgraciadamente, este restaurador, loable por haber salvado de la ruina al monumento, trabajó en una época de distintos criterios a los actuales, pues se proponía restituir todos los elementos a su aspecto original. Para ello repintó con pintura acrílica las huellas de restos islámicos, lo que hace a esta actuación irreversible y, por consiguiente, nunca veremos el, aunque muy desvaído, pigmento original.
La cúpula de la mezquita no se conservó, pues esa es la altura en la que se construyó el palacio de los Reyes Católicos; sin embargo, la característica planta octogonal hace pensar en que la solución siguiera al pie de la letra las existentes en la macsura de la mezquita de Córdoba, es decir, una cúpula de arcos de medio punto que se entrelazan formando un octógono en el centro. La propuesta de cubrimiento de Francisco Íñiguez es, sin embargo, en este caso, reversible, pues se trata de una cúpula desmontable de escayola. En 2006, Bernabé Cabañero Subiza, C. Lasa Gracia y J. L. Mateo Lázaro postularon que «los nervios de la bóveda [...] debían de tener la sección de arcos de herradura conformando un esquema de estrella de ocho puntas con una cúpula agallonada en el centro, como las existentes en las dos cúpulas laterales del transepto de la mezquita de Córdoba». 

El Patio de Santa Isabel es un espacio abierto y ajardinado en torno al cual se reunía todo el antiguo palacio taifal de lo que hoy es el Palacio de la Aljafería. Construido a cielo abierto y con dos albercas en sus extremos, su estructura gira alrededor del patio rectangular.
Toma su nombre en honor a la infanta Isabel de Aragón y Sicilia, venerada como santa por la Iglesia católica. Hija del rey Pedro III el Grande, se convirtió en reina consorte de Portugal por su matrimonio con Dionisio I el Labrador y fue madre de Alfonso IV el Bravo.
Tras la conquista de Zaragoza a manos del rey Alfonso I el Batallador, las antiguas estructuras del palacio taifal cambiaron de acuerdo al gusto del medievo. Durante este período se construyó la arquería oeste del patio. En el punto septentrional del patio se hallaba el Salón del Trono.
Vista del Patio de Santa Isabel.
 

Las restauraciones han tenido por objetivo recobrar el esplendor del patio original. Así se construyó una estructura de placas de mármol en los pasillos que rodeaban al jardín.
La arcada que se observa al mirar el pórtico sur se ha restaurado también, y sus arcos originales han sido enviados al Museo Arqueológico Nacional y al Museo de Zaragoza. Son los arcos más innovadores del patio, y suponen un nuevo giro artístico en comparación a los modelos califales de los arcos sitos al norte.
El estudioso alemán Christian Ewert afirma que, mientras más se acerquen los arcos a las zonas de alta nobleza, más respeto poseen a la tradición cordobesa.
Uno de los arcos en el M.A.N. (Madrid)
 

Estancias del lado sur
Completando el recorrido por el palacio del siglo XI, se llega al pórtico sur, que consta de una arquería en su flanco meridional que da acceso a un pórtico con dos estancias laterales.
Este pórtico era la antesala de un gran salón sur que tendría la misma disposición tripartita del existente en el lado norte, y del cual solo queda la arquería de acceso de arcos mixtilíneos de decoración geométrica. Quizá en este sector meridional se den los mayores atrevimientos en cuanto a las arquerías, mediante el entrecruzamiento de formas lobuladas, mixtilíneas, e inclusión de pequeños relieves de fustes y capiteles con función exclusivamente ornamental.
La complejidad de lacerías, atauriques y labrados lleva a una estética barroquizante, que constituye un preludio de la filigrana del arte de la Alhambra y que son unas de las más bellas de todo el arte andalusí.
Detalle de los arcos del pórtico sur.
 

Arquitectura militar: las alcazabas de Málaga y Almería.
Dentro del mundo taifa, lo más importante era la arquitectura civil y las fortificaciones, y se conservan grandes ejemplos de arquitectura militar, como la Alcazaba de Almería y la de Málaga (ejemplo estrella del momento). 

Alcazaba de Málaga
La alcazaba de Málaga es una fortificación palaciega de la época islámica, construida sobre una anterior fortificación de origen fenicio-púnico. ​ Se encuentra en las faldas del monte Gibralfaro, en una posición elevada pero contigua y unida al centro histórico de la ciudad, lo que constituía la antigua madina de Mālaqa, y en cuya cumbre se halla el Castillo de Gibralfaro.
Ocupaba el extremo oriental del desaparecido recinto amurallado de la ciudad, de manera que los frentes de mediodía, poniente y norte quedaban a intramuros. Su superficie actual de 15 000 metros cuadrados no alcanza ni siquiera la mitad del tamaño que poseía en su época de esplendor, como demuestran los planos históricos conservados.
Según el arquitecto restaurador, Leopoldo Torres Balbás, la Alcazaba de Málaga es el prototipo de la arquitectura militar del periodo taifa, siglo XI, con su doble recinto amurallado y gran cantidad de fortificaciones, siendo su único paralelo el castillo del Crac de los Caballeros, fortaleza levantada en Siria por los Cruzados entre los siglos XII y XIII. ​
Este Palacio fortaleza cuyo nombre en árabe significa ciudadela es uno de los monumentos históricos de la ciudad, un espacio muy visitado por conjugar historia y belleza en un mismo recinto.
Patio de los Naranjos
 

De época musulmana está situada a los pies del monte Gibralfaro donde está el Castillo defensivo árabe al que estaba unido por un pasillo resguardado por murallas llamado La Coracha; junto al Teatro romano y frente al edificio de la Aduana, es una oportunidad para ver en solo unos metros la unión de las culturas romana, árabe y renacentista, lo que hace a este rincón un lugar muy especial.
La Alcazaba que se puede contemplar actualmente es el resultado de un largo proceso histórico que podría dividirse en cuatro etapas: el periodo islámico, del siglo X al siglo XV; tras la Reconquista hasta el siglo XVIII; el del abandono de su estructura militar y deterioro, que abarcaría el siglo XIX hasta los comienzos del siglo XX; y el de su recuperación como Monumento Histórico Artístico desde la década de 1930 hasta nuestros días.
Algunos historiadores musulmanes afirman que fue el rey de taifas bereber, Badis ben Habús, quien ordenó construir la Alcazaba, usando para su embellecimiento mármoles, columnas y estatuas del teatro romano adyacente, pero estudios ponen en tela de juicio esta afirmación ya que existen indicios que plantean que en vez de una labor de construcción, se trató de una restauración de un antiguo recinto amurallado de origen fenicio-púnico. ​ Asimismo, anteriormente a Badis ben Habús, la dinastía Hammudí, últimos califas de Córdoba y reyes de la Taifa de Málaga, que trasladaron durante la Fitna de al-Ándalus la corte califal a Málaga, utilizaron el recinto de la Alcazaba y sus estancias como residencia palaciega.
Los almorávides irrumpieron en ella en 1092 y los almohades en 1146. Posteriormente, en 1279, es rendida a Muhammad II Ben al-Ahmar y pasa a formar parte del Reino nazarí de Granada.
Durante la Reconquista, la Alcazaba constituyó un infranqueable bastión musulmán en la toma de Málaga por Fernando el Católico, quien tras vencer y conquistar a El Zagal en Vélez, sitió la ciudadela que estaba en manos del Hamet el Zegrí y sus gómeres. El asedio comenzó el 5 de mayo de 1487 y no logró derrotar al ejército musulmán constituido por tres mil gómeres y ocho mil hombres armados. El 18 de agosto, Ali Dordux, tras negociar su ciudadanía como mudéjar, rinde la Alcazaba, pero, bajo el mando de El Zegrí y Alí Derbal, el Alcázar de Gibralfaro resistió dos días más hasta sucumbir por el hambre y la sed. El 19 de agosto de 1487 entraron en la ciudad los Reyes Católicos, izando la cruz y el pendón de Castilla en la torre del Homenaje de la Alcazaba. El rey Fernando entregó a Málaga la imagen de la Virgen de la Victoria, talla de origen alemán regalada por el emperador Maximiliano I al monarca español, que desde ese momento se convirtió en patrona de la ciudad. 

Descripción histórica y contemporánea
Su reforma le confiere una profunda impronta como edificación nazarí construida sobre la roca. Conjuga las necesidades de defensa y la belleza de un palacio árabe organizado a base de patios rectangulares y crujías en torno con sus jardines y estanques. Sus estancias que, en la tradición de la arquitectura granadina, buscan en los interiores la alternancia de luces y sombras para conseguir esos juegos que tan bien dominaron los alarifes musulmanes.
Murallas almenadas.
 

Su componente militar la hace una de las obras más importantes musulmanas conservada en España. Con matacanas, torres albarranas con saeteras y murallas almenadas como elementos defensivos, sin embargo su mejor defensa estaba en su situación, dominando desde sus balcones la ciudad y la bahía.
A su alrededor había un barrio, hoy totalmente desaparecido, que tenía incluso su sistema para evacuar las aguas fecales, y con letrinas en casi todas las casas, lo que acredita el alto nivel de civilización que existía en esos momentos.
Tuvo sucesivas reconstrucciones, algunas hasta en el siglo XX, y actualmente es visitable con importantes muestras arqueológicas expuestas. En las primeras excavaciones para su restauración, aparecieron restos de muros romanos de hormigón revestido de estuco rojizo y pequeñas albercas excavadas en pizarra, destinadas a la preparación del garum (pasta de pescado que elaboraban los romanos) y una mazmorra donde encerraban durante la noche a las cautivas cristianas que trabajaban de día.
La Alcazaba es una edificación construida sobre la roca y en la que destaca la armoniosa conjunción de las necesidades defensivas y la serena belleza de sus estancias y jardines interiores. Desde su construcción, se trataba de una fortaleza urbana, con uso político-administrativo como sede del gobierno y aposento para las jerarquías de la ciudad. De los 15 000 metros cuadrados de espacio interior que se conservan en la actualidad, 3478 son de construcciones que podríamos calificar como civiles, 3516 de edificaciones de carácter militar y el resto es superficie no edificada.
De su estructura original, se ha perdido completamente el denominado Haza de la Alcazaba o Haza Baja, el recinto inferior cerrado y meridional de la Alcazaba, que los castellanos denominarían tristemente "el corral de los cautivos", y que Rodríguez de Berlanga, testigo de su demolición, describía en su obra "Malaca" como estructura de ciclópeos muros y torreones, sin duda, más importantes que los actualmente conservados, ya que constituían la primera línea defensiva frente al mar. Asimismo, en la antigua calle del Zagal de la Alcazaba, se encontraba la antigua mezquita-capilla bajo la advocación del Arcángel Gabriel que mandó construir el rey Fernando II de Aragón en 1497, hoy también desaparecida. ​
Para llegar a la zona superior del palacio, donde habitaba el cadí o el alcaide de la ciudad, y que aún se conservaba en buen estado en 1675 según relataba Cristóbal Amate de la Borda y donde se hospedó S.M. Felipe IV de España durante su visita a la ciudad en 1625, era necesario atravesar desde el interior de la ciudad tres recintos concéntricos amurallados y alargados, y ocho puertas fortificadas; dos de ellas en recodo, que daban seguridad a sus habitantes, tanto a los reyes y gobernadores musulmanes, que habitaron el palacio taifal y el palacio nazarita, como a los que moraron en el arrabal a intramuros.
Las torres y los muros han sido reconstruidos en parte, antes y después del paso de la ciudad a manos cristianas. En su construcción se emplearon materiales de acarreo y se reutilizaron piezas del anexo teatro romano, como columnas y capiteles.
Las construcciones en los comienzos del periodo musulmán se realizaron de piedra caliza numulítica, de canteras próximas al mar, alternando sillares de canto con otros de frente. Pero esta piedra se descompone muy rápidamente con la humedad, por lo que se tuvieron que efectuar pronto reparaciones. A finales del siglo XIII o primeros del XIV, se reforzaron los muros y torres, adosándoles muros de mampostería al exterior. 

Zona de ingreso al recinto superior
Toda la zona de ingreso sufrió modificaciones recién conquistada la ciudad por los Reyes Católicos. Una vez traspasada la puerta principal y la llamada Puerta de las Columnas, se ha de subir una rampa con peldaños, que termina en el Arco del Cristo.
Este arco es un pasadizo en recodo abierto en el interior de una torre, cuya parte superior fue reconstruida. El arco de entrada, rodeado por un alfiz de ladrillos, descansa sobre pilastras y tiene clave de piedra, que estuvo dorada, en la cual se labró en hueco una llave. En la estancia alta había un matacán, como así atestiguan dos ménsulas de piedra que sobresalen en el muro. La bóveda del pasadizo es vaída y de ladrillo. En las jambas del arco interior quedan restos de piedra numulítica, de la obra del siglo XI. La puerta fue reconstruida a finales del siglo XIII, como demuestra la llave esculpida en la clave del arco de ingreso.
Frente a la puerta de salida del Arco del Cristo aparecieron restos de muros romanos de hormigón revestido de estuco rojizo y pequeñas albercas excavadas en pizarra, destinadas a la preparación del garum (pasta de pescado que elaboraban los romanos).
Patio de los Surtidores.
 

Plaza de Armas
Se trata de uno de los elementos conservados más interesantes, es una zona llana desde la cual se domina casi toda la ciudad, y donde después de la conquista se instaló la artillería, por lo que se bautizó como Plaza de Armas. Junto a esta se encuentra la Torre de la Vela y la Puerta de La Coracha, una comunicación al paso murado que la une con el castillo de Gibralfaro. En la Torre de la Vela se instaló una campana después de la conquista de la ciudad.
Vista del palacio del siglo XI desde la plaza de armas.
 

Trabajos arqueológicos realizados por el profesor Manuel Acién han localizado en este enclave vestigios de una primitiva mezquita aljama del periodo emiral, siglo VIII. 

Puerta de los Arcos
El ingreso al último recinto se hace a través de la Puerta de los Arcos y Torre del Tinel. Una vez traspasada la puerta de los Arcos se tuerce a la izquierda para alcanzar la plataforma superior. En las excavaciones de esta parte tan sólo se encontró un silo o mazmorra, donde encerraban durante la noche a las cautivas cristianas que trabajaban de día. Fernando Guerrero Strachan trazó en esta zona una serie de jardincillos en pequeñas terrazas, donde se instalaron una pila de baño romana de mármol, un jabalí labrado en piedra y un enorme pie humano de mármol de época romana también.


Relieves en el palacio Nazarí.
 


Recinto superior: Palacio taifal y nazarí
El recinto superior, al que solo se accede a través de la puerta abierta en la Torre de los Cuartos de Granada, llamada Puerta Siete Arcos, está protegido en su otro extremo por la gran Torre del Homenaje. Está ocupado íntegramente por el Palacio, que en realidad son dos, los restos de uno taifal y el nazarí, y el barrio de las viviendas o barrio castrense, con ocho viviendas del siglo XI, los baños, el actual taller de restauración y el aljibe. 

Cuartos de Granada
En la parte central del recinto superior se encuentran los “Cuartos de Granada”, donde vivían los reyes y gobernadores. La arquitectura aquí es de estilo nazarí, tratando de conseguir un escenario neutro donde se alternen zonas de luz y de sombra. En los muros de las salas y habitaciones, reconstruidas, existen pequeñas alacenas para exhibir fragmentos de cerámica musulmana hallados en las excavaciones.
El palacio estaba organizado a base de patios rectangulares y crujías en torno. Hay tres patios subsistentes que tuvieron en sus lados pórticos abiertos por tres arcos, mayor el del centro, disposición típica de los patios islámicos andaluces. Del primero de ellos, el más pequeño, sólo está reconstruido el pórtico sur, con tres arcos de herradura, que descansan sobre dos columnas intermedias de mármol. Este pórtico pertenece a la reconstrucción realizada durante los siglos XIII o XIV.
A occidente del pórtico, y en comunicación con él, existe un pequeño pabellón también reconstruido, abierto en sus cuatro frentes por arcos lobulados de yeso entrecruzados.
Dentro, observamos la zona residencial, que mira al mar en el lado sur del recinto –el lugar más agradable-. En estos “Cuartos de Granada” observamos una serie de estancias en torno a un patio alargado, lo normal desde M. Azahara. Sufrirán una gran renovación en la época nazarí, pero la base sigue siendo del siglo XI. Algunos detalles de arquitectura de arquerías de época taifa en este lugar son representativos. Vemos arquerías lobuladas, con aristas matadas, además de las prolongaciones de las claves de los arcos y los nudos en la parte superior. Otro ejemplo es una arquería triple, muy inspirada en M. Al Zahara. Observamos un modelo califal con tres arcos de herradura enmarcados por el alfiz. Observamos cómo se recorta el arco en sus lados para conseguir más equilibrio, además de la alternancia de dovelas rojas y blancas con enchapado tallado. La decoración del interior del arco o intradós está formado por placas del estuco tallado, con diseños de palmetas vueltas sobre sí –diseños que ya existían en el mundo califal, pero ahora mucho más desarrollados y abigarrados-. Todo esto demuestra una evocación al mundo califal, sobre el cual, el mundo taifa evoluciona.
Arcos lobulados

Patio de la Alberca
 

Barrio de viviendas o castrense y Torre del Homenaje
En la parte más oriental del último recinto se encontraron las ruinas de un barrio de pequeñas casas formado por tres manzanas entre calles enlosadas.
Un pequeño baño y dos viviendas muy pequeñas conformaban la manzana sudoeste y otras dos pequeñas también las de la manzana más oriental. De mayor tamaño eran las tres viviendas encontradas en la manzana sur. La altura máxima de los muros que se han conservado es de un metro. Las puertas de las viviendas estaban compuestas por dos hojas de madera. La distribución de las viviendas estaba muy bien aprovechada: todas con un pequeño patio casi cuadrado, con aceras y crujías alrededor, en torno al cual se distribuían las habitaciones. Algunas de las casas conservan los primeros peldaños de las estrechas escaleras que conducían a la planta superior. El suelo de las habitaciones consistía en una capa de mortero de cal teñida de almagra, aunque algunas conservan losetas de barro y piezas de mármol aprovechadas. En el interior de las casas se encontraron zócalos pintados de rojo, con inscripciones en cúfico y dibujos geométricos de lazo de a ocho.
En la parte septentrional del barrio había un baño, en donde el agua subía a través de una noria desde un pozo profundo al que llamaron Airón, en el recinto inferior.
El barrio disponía asimismo de un sistema de atarjeas para el alejamiento de las aguas negras, y casi todas las viviendas disponían de letrinas, lo que acredita el alto nivel de civilización que existía.
Al final del barrio se encuentra la Torre del Homenaje de planta casi cuadrada, obra del siglo XIV. Se construyó una vivienda en su parte alta, con salas y patio. De la escalera de subida no quedan huellas.

La Alcazaba, de Almería 
Es uno de los conjuntos monumentales y arqueológicos andalusíes más importantes de la península ibérica. Sus casi mil años de historia nos ha permitido conocer la evolución experimentada en la arquitectura civil y militar durante la dominación árabe en Al-Ándalus, debido a su construcción en diferentes fases y épocas, como el castillo y torres de época bajomedieval cristiana (siglos XV-XVI), así como el origen y evolución de la ciudad (con un perímetro en total de toda la fortificación, según la Oficina de Turismo de Almería, de 1430 metros, contabilizando el castillo bajomedieval, la alcazaba conservada en la actualidad y el resto de murallas exteriores).
Situadas en un cerro aislado, la Alcazaba es una sólida y extensa fortaleza con murallas de más de tres metros de anchura y cinco de altura, formando un recinto cerrado sobre sí mismo, pero conectado con los lienzos de la Muralla que configuran y dan sentido a su propio desarrollo, dentro de una unidad más compleja, como es la fortificación de la ciudad, en el que el barranco de la Hoya y el cerro de San Cristóbal mantiene una conexión directa con la Alcazaba, tanto física como visual, creando un conjunto de extraordinaria magnitud. La Alcazaba-castillo queda al sur conectada con la ciudad, y al norte el Cerro de San Cristóbal, que termina por definir un espacio único, de indudable interés cultural.
Es una de las ciudadelas mejor conservadas en la actualidad, siendo la segunda alcazaba árabe más extensa de la península ibérica en lo concerniente a su recinto de construcción de época musulmana y la segunda de cuantas se conservan en la actualidad.
El entorno que describe a este Bien de Interés Cultural, denominado «Conjunto Monumental de la Alcazaba de Almería y Murallas del Cerro de San Cristóbal», comprende las parcelas, inmuebles, elementos y espacios públicos y privados comprendidos dentro de la línea de delimitación que figura en el plano de delimitación del entorno afectado. Dicho entorno delimitado, en líneas generales, no se encuentra muy alterado ya que se trata del Barranco de la Hoya, que es un amplio espacio sin ningún tipo de edificación, que refuerza la imagen de la Alcazaba y Murallas. El resultado, según la Oficina de Turismo de Almería, es un entorno poligonal de tendencia cuadrangular, con una superficie de 37,652 hectáreas (hoy no conservado completo), cuyo eje, en dirección este-oeste, queda constituido por la Hoya, y que la convierten, según estas dimensiones, en la segunda alcazaba de mayor extensión de las construcciones árabes en época musulmana de la península después de Badajoz (8 hectáreas en su actual recinto y más de 50 hectáreas en su antiguo cerco). El área del recinto de la alcazaba conservada en la actualidad (sin las murallas exteriores) es de 2,5 hectáreas incluyendo el recinto del siglo XV.
Fue fundada en el siglo X por el califa Abderramán III como atalaya defensiva de la ciudad prominente en ese momento, Bayanna, actual Pechina, (de ahí el nombre en árabe Al-Mariyya Bayāna). La ciudad tenía un castillo fortaleza o alcazaba y una muralla que rodeaba toda la medina y los arrabales. La Alcazaba es uno de los puntos de interés turístico más emblemáticos de Almería, junto a la Catedral. Es visible desde cualquier punto de la ciudad, sobre todo su imponente Torre del Homenaje, y de visita muy agradable.
Fue en el año 955 cuando el primer califa de Al-Ándalus, Abd al-Rahman III, mandó construir la Alcazaba sobre los restos de una fortaleza anterior. ​ Se utilizaría la piedra arenisca procedente de una cantera cercana, a la postre conocida como las Canteras Califales. El recinto cuenta con tres partes diferenciadas: dos de origen y estilo árabe y una posterior, cristiana.
Se cree que antes de la existencia de lo que hoy conocemos como Alcazaba, en el mismo cerro existía una rábida cuya construcción fue fechada a mediados del siglo IX, con la intención de defender los arrabales de los normandos entre los años 840 y 861. ​ Se diseñó como una edificación de defensa ubicada dentro de la ciudad de Almería, exactamente en el norte del Casco Histórico. Una alcazaba es una ciudadela construida en varios niveles que suele ocupar toda una elevación de terreno. Tiene muros con torres de defensa, calles, casas y mezquita.
En el año 955 Abderramán III concede a Almería la categoría de medina. Es en ese momento cuando se comienza a construir la Alcazaba. Se construye también la mezquita aljama, cuyos restos son visibles en la iglesia de San Juan, y las murallas que rodean la ciudad. La Alcazaba fue una fortaleza militar y al mismo tiempo sede del gobierno. Desde este lugar se domina la ciudad y el mar. Se perfeccionó todo el conjunto y se engrandeció con Almanzor y más tarde alcanzó su máximo esplendor con Jairán, primer rey de la Taifa de Almería, entre los años 1012 y 1028.
Su entrada se encuentra en la calle Almanzor, paralela a la muralla, que lleva tras unas escaleras en zig zag rodeadas de vegetación al primer recinto del castillo, tras la Puerta de la Justicia. 

Primer recinto
Jardines y torre de la Alcazaba.
 

Es un amplio lugar que corresponde a lo que fue campamento militar y refugio para la población en caso de asedio, que se dividía en dos barrios, y un pequeño cementerio. ​ Contaba con buenos aljibes, de los cuales hoy podemos ver uno en ruinas al descubierto, y uno de los pozos que se utilizaban para subir el agua una altura de 70 metros. ​ La entrada se realiza por la llamada Torre de los Espejos, ​ que aloja la Puerta de la Justicia. ​ Según la tradición, en esta torre existía un sistema de espejos cuya misión era hacer señales a los barcos que llegaban al puerto, esperando contestación, y descubriendo así a los enemigos. ​ En el extremo más oriental está el Baluarte del Saliente, que hoy aloja las oficinas del monumento.
Hacia el año 1522 hubo un terremoto que destruyó gran parte de la ciudad, resultando este recinto gravemente afectado. Aunque se conoce el uso que se hacía de esta parcela, se desconoce por completo su aspecto original, pues no se han encontrado documentos o imágenes que describan la fisonomía interior del primer recinto. Es por esta razón por la que, a la hora de restaurar la Alcazaba, se decidió realizar una serie de jardines y ornamentos a semejanza de la Alhambra de Granada. Los suelos empedrados, los pequeños canales que recorren los desniveles del terreno con el transcurrir del agua, los setos, las fuentecillas y los árboles son elementos que se desconoce si originalmente ocupaban estos terrenos, pero que hacen más agradables las visitas.
Puerta de la justicia
 

Muro de la Vela
El Muro de la Vela separa el primer recinto del segundo, aunque se accede desde este último. Se llama así porque allí se levantaba la Campana de la Vela, que anunciaba varios eventos cuando tenían lugar: barcos que entraban en la bahía, peligro, fuego, etc. Fue mandado construir por el rey Carlos III. La campana reunía con su toque a los defensores de la fortaleza. En otras épocas sirvió para marcar la hora del agua a los regantes, como toque de queda y como cierre de las puertas de las murallas y salida de las patrullas. También se la oía en las noches de tormenta. ​ Está cobijada por una cruz y tiene un nombre: Santa María la Mayor (Todas las campanas tienen un nombre propio). ​ 

Segundo recinto
Aljibes de agua en el segundo recinto.
 

Era la residencia para gobernantes, guardia y servidores. En realidad era la ciudad palaciega con dependencias como mezquita, casa, baños, aljibes, tiendas, etc... También existen los baños de la tropa, que sigue el modelo de los baños romanos. Debido a los terremotos que asolaron la provincia en la Edad Moderna apenas quedan algunos restos en pie pero ofrece un gran yacimiento arqueológico el cual es aún hoy investigado.
Hoy, son visitables el aljibe, el Muro de la Vela, la ermita de San Juan, antigua mezquita reconvertida por los Reyes Católicos; y dos reproducciones de casas originales, reconstruidas de sus ruinas durante los años 1960, ​ y que albergan exposiciones de objetos de la época. ​ 

Mirador de la Odalisca
En el segundo recinto queda en pie una pared en su cara norte, que correspondía al palacio de Almotacín, del siglo XI, y que cuenta con dos aberturas hacia el barranco de La Hoya. ​ Existe una leyenda referente al lugar. Antes de que este recinto se transformara en ruinas, esta era la residencia de Almotacín, en la que disponía de un harem. Una noche, esperando a su concubina favorita, de nombre Galiana, el rey quedó esperando. En realidad, ella había acudido a liberar a un preso cristiano que cantaba todas las noches a su hermosura. Cuando él se estaba descolgando por esta ventana con la ayuda de unos paños de seda que la odalisca había anudado, apareció la guardia, por lo que decidió soltarse para evitar ser apresado de nuevo, muriendo al llegar al suelo. Tras ver despeñarse a su amado, la concubina empezó a llorar en el alféizar de la ventana, muriendo de lástima poco después. ​ Este es un relato que cuenta la dificultad de la convivencia de las dos culturas que había en la ciudad. 

Murallas de Jayrán
Muralla de Jayrán
 

La muralla del Cerro de San Cristóbal, más conocida como murallas de Jayrán, es lo que hoy permanece en pie de la antigua muralla que rodeaba toda la ciudad y fueron construidas por el primer rey de la Taifa de Almería, Jayrán. A pesar de que se han encontrado más secciones de dicha muralla en otras zonas de Almería, como en los cercanos refugios subterráneos de Almería, ​ esta es la única parte que siempre se ha encontrado al aire libre y no ha sido descubierto posteriormente en estado de ruinas. Originalmente, su nombre era monte Laham, ​ que en árabe significa carne. Su nombre católico procede del corto periodo en el que Almería estuvo bajo el dominio de Alfonso VII, en el que se erigió un castillo dedicado a San Cristóbal, hoy en estado de ruina progresiva. Fue erigida para proteger el antiguo barrio de La Musalla, en tiempos de Abderramán III, entre los años 1012 y 1028. ​ La muralla, con una sección de tres metros de grosor y cinco metros de altura, ​ cuenta con un total de siete torreones: tres de planta cuadrada de origen árabe, y cuatro de planta circular de origen cristiano, erigidas por orden de Alfonso VII en el año 1147. ​ También permanece en pie una puerta, conocida como Puerta de la Almudaina, ​ y que da acceso a la EEZA. Para la restauración de los torreones derruidos tras la contienda del siglo XII, se reutilizaron bolaños que se encontraban por el suelo y se han encontrado cruces de posible origen templarios grabados en la argamasa utilizada.   
 
La alcazaba de Sevilla
(Reino de Sevilla, siglo X).Otro importante reino de taifas es el de los Abadíes de Sevilla. Sevilla será otro de los más importantes centros políticos del s. XI, en la que habrá muchos reyes importantes, sobre los que destacará el rey Al-Mutamid. Creará una corte lujosa, además de ser el mismo un hombre intelectual, poeta. Se creará una corte muy intelectual.
En los actuales alcázares de Sevilla se aprecia un espacio que podría ser el “Alcázar de la Bendición”, de siglo XI, el cual estaría situado donde estarían hoy los Reales Alcázares de Sevilla. El espacio más importante es el Salón de Embajadores del Alcázar de Sevilla. Es una construcción que hizo una obra de Pedro I (rey cristiano). Este salón, en realidad, está reaprovechando el espacio del antiguo palacio taifa de época abadí. El Salón de Embajadores es un espacio cuadrado cubierto por cúpula (Qubba).
Además, se han encontrado otros restos en el Patio de Crucero, el cual tiene debajo el patio con jardín del conjunto taifa, conocido por medio de excavaciones.

Periodo preislámico
La parcela donde se encuadra el recinto del Alcázar estuvo ocupada desde el siglo VIII a.C. ​ Se han encontrado restos de un edificio romano del siglo I, del cual no se conoce con certeza su función. ​ Este inmueble del siglo I se extendía desde el patio de Banderas hasta el interior del recinto actual. Sobre sus ruinas se edificó una iglesia paleocristiana, identificada por algunos como la basílica de San Vicente, que fue uno de los tres templos principales de la ciudad durante la época visigoda. De este primitivo templo se han encontrado algunos restos en el patio de Banderas. ​ Algunos capiteles y fustes de este antiguo templo se aprovecharon en la construcción del palacio de Pedro I. La lápida del obispo Honorato, que probablemente se encontraba en esta iglesia, se encuentra en la actualidad en la catedral de Sevilla. ​

Etapa islámica
En el 914 el emir cordobés Abderramán III mandó construir una alcazaba con una muralla cuadrangular adherida a la antigua muralla romana de la urbe. La única puerta de acceso conocida a esta alcazaba se encontraba a la altura del número 16 del patio de Banderas y de la que se conserva la jamba norte de un arco. En el interior había algunas dependencias simples adosadas a los muros, como almacenes, caballerizas y cuarteles. ​
Tras la caída del califato, la dinastía abadí tomó el gobierno de la ciudad y realizó una prolija actividad constructiva. A mediados del siglo XI, la alcazaba se amplió hacia el sur, duplicando su superficie. Se creó una nueva entrada con un castillete de control, del cual se conserva una doble puerta de herradura en la actual calle Joaquín Romero Murube. ​ En el interior, se construyeron una serie de pequeños edificios y probablemente hubo un edificio principal, palaciego, donde actualmente está el palacio Gótico. En la segunda mitad del siglo XI el rey Al-Mutamid amplió la fortaleza hacia el oeste y se construyeron algunos edificios palaciegos. Este fue el primitivo Alcázar de la Bendición (Al-Mubarak). De las dos alcazabas y del Alcázar de Al-Mutamid solamente quedan algunos vestigios en las murallas. ​
Lienzo de muralla en el patio de la Montería. Sus elementos más antiguos datan del siglo XI.
 

En el siglo XII los almohades reformaron por completo todo este espacio. Crearon un sistema de murallas que unía el Alcázar con otras fortificaciones hasta el cauce del Guadalquivir. El Alcázar llegaba hasta la torre de Abd el Aziz, situada en la actual avenida de la Constitución. En el interior se construyeron una decena de edificios nuevos y de mayor tamaño. ​ Las murallas del Alcázar pasaron, además, a ser parte de unas nuevas y reformadas fortificaciones para la defensa de la ciudad. Estas obras defensivas culminaron a comienzos del siglo XIII con la construcción de la torre del Oro.

Plano del Alcázar

1-Puerta del León
2-Sala de Justicia y patio del Yeso cyan
3-Patio de la Montería rosa
4-Cuarto del Almirante y Casa de Contratación crema
5-Palacio Mudéjar o de Pedro I rojo
6-Palacio gótico azul
7-Estanque de Mercurio
8-Jardines verde
9-Apeadero amarillo
10-Patio de Banderas
 

Sala de Justicia
A la sala de Justicia se accede por el patio del León​, esta formaba parte del primitivo palacio musulmán, este palacio era el denominado mexuar, donde se reunía el consejo de visires, labor que continuó bajo la monarquía cristiana.
Es de planta cuadrada, de estilo mudéjar y fue construida en el reinado de Alfonso XI. ​ Es una sala de planta cuadrada y una bóveda de artesonado (qubba). ​ En ella hay un escudo de la Orden de la Banda, creada por Alfonso XI en torno a 1340. ​ La sala habría sido realizada entre 1340 y 1350. ​ No obstante, aunque la sala fue fechada en el reinado de Alfonso XI gracias, entre otros detalles, a este escudo, el escudo de esa orden también aparece en otros lugares del palacio decorados en el reinado de su hijo, Pedro I. Guarda semejanza con la sala de Comares de la Alhambra. ​ En los siglos XVI y XVII era conocida como sala de los Consejos. Lo más probable es que hubiera sido una sala almohade usada para reunir un consejo (maswar) y que fuese reformada con arte mudéjar por los cristianos, que continuaron usándola para el mismo fin. ​ Probablemente, esta fuese a sala donde estaba el tribunal presidido por Pedro I, aunque existen otras hipótesis sobre su posible localización. ​ En este tribunal había tres gradas de ladrillo con un trono de piedra, aunque esta estructura fue demolida antes de la visita de Felipe II en 1570. ​
Sala de Justicia.
 

Artesonado de la sala de Justicia. 


Esta actuación disgustó a Felipe II, ​ que era un gran admirador del rey don Pedro y que fue el primero en indicar que debía llamársele "el Justiciero".​ 

Patio del Yeso
Parte sur del patio del Yeso. Es uno de los pocos restos almohades que conserva el Alcázar.
 

Desde la sala de Justicia se accede al patio del Yeso, que fue edificado a finales del siglo XII, de época almohade, de planta casi cuadrada, presenta una alberca en el centro y con arcos porticados en cada uno de los lados del patio, sobre los que aparece una rica decoración. ​ En el lado sur hay unas columnas califales que sostienen unos arcos con decoración (sebka) de yeso. ​ Esta decoración cubre un soportal. En el soportal hay una entrada de dos arcos de herradura con una columna en el centro. Sobre dintel de esa entrada se abren dos ventanas. ​ En la pared opuesta hay una salida tapiada con tres arcos de herradura de estilo califal cordobés. ​ Al igual que en otros lugares del Alcázar, en este patio se han realizado varias reformas a lo largo de su historia. ​ Todo el muro donde se encontraba la arquería de sebka se encontró tapado. Fue descubierto por Francisco María Tubino a finales del siglo XIX. El marqués de Vega-Inclán, entonces conservador del Alcázar, encargó en 1912 su recuperación y restauración al arquitecto José Gómez Millán. ​ 

Palacio de Pedro I
Forma parte del complejo monumental del Real Alcázar de Sevilla.
Fue construido junto al palacio Gótico de Alfonso X​ a iniciativa del rey Pedro I, entre 1356 y 1366, en su construcción colaboraron artesanos de Toledo, Granada y de la propia Sevilla, posteriormente fue transformado en época de los Reyes Católicos y de los primeros Austrias. Según las investigaciones arqueológicas, el palacio del rey Pedro constituyó un proyecto de nueva planta, que se elevó en un lugar donde existían construcciones anteriores.
Este palacio nació para servir como edificio privado del rey Pedro I, frente al carácter más protocolario que representaba el palacio gótico, levantado en el siglo anterior por orden de Alfonso X, ​ sobre todo en Tordesillas y Sevilla, empleó la epigrafía árabe para ensalzar sus virtudes. Esto se debe a que, a partir del siglo XIV, los monarcas castellanos dejan de copiar las tendencias europeas para inspirarse en los modelos andalusíes. Esto hizo que este palacio de Pedro I albergase diversas escrituras en árabe ensalzando su figura. ​ el interior se estructura en torno a dos núcleos, uno dedicado a la vida oficial que se sitúa alrededor del patio de las Doncellas y otro a la privada en torno al patio de las Muñecas. Caminando a lo largo de las galerías y salas decoradas con bellos azulejos y admirando los preciosos techos mudéjares, desde el vestíbulo se llega al patio de las Doncellas, patio principal, una obra maestra del arte mudéjar andaluz. Desde la entrada al patio de las doncellas nos encontramos a la derecha la Alcoba Real, enfrente se encuentra el salón de Embajadores y a la izquierda el salón del Techo de Carlos V. En la planta superior del palacio se encuentran los apartamentos reales, redecorados en el siglo XVIII.
Portada del palacio de Pedro I, en el patio de la Montería.
 

La madera empleada en los artesonados (aljarfes), las puertas con lacerías y los marcos de las ventanas suele ser de pino. ​ Estas lacerías son doradas o policromadas. ​
Tiene una primera planta que no se extiende por toda la planta baja, sino solo por algunas estancias.
La portada principal se encuentra en el patio de la Montería. En la parte superior hay un gran alero de madera, sostenido por mocárabes dorados. Abajo hay un mural de azulejos con una inscripción en árabe que habla del año en que se concluyó el edificio. ​ Este mural está bordeado por una inscripción en caracteres góticos que dice: "el muy alto et muy noble et muy poderoso et muy conqueridor don Pedro por la gracia de Dios rey de Castilla et de León, mandó fazer estos alcázares et estos palacios et estas portadas que fue fecho en la era de mill et quatrocientos y dos años".​
Portada del edificio en el patio de la Montería
 

La puerta de entrada es rectangular, con dintel adovelado decorado con fino alaurique. A ambos lados hay sendos arcos lobulados decorados con sebka y apeados en columnas de mármol. ​ En la banda superior hay ventanas, geminadas en sendos laterales y tripartita en espacio central, con columnas de mármol sosteniendo sus arcos lobulados. 

Patio de las Muñecas
Patio de las Muñecas.
 

La portada da acceso a un zaguán, del que sale un pasillo que lleva al patio de las Muñecas. ​ Se cree que esta zona del palacio estaba destinada a la reina, ​ siendo este un patio doméstico. ​ Fue sometido a una reforma entre 1847 y 1855. En dicha reforma se añadió una cornisa con mocárabes y un entresuelo neomudéjar entre la planta baja y la primera planta. ​ Esta reforma fue dirigida por Juan Manuel Caballero y José Gutiérrez. Las diez columnas de mármol actuales fueron realizadas por el marmolista José Barradas en aquella reforma. ​
El nombre "de las Muñecas" es antiguo. En 1637 el historiador Rodrigo Caro especuló que podría llamarse así porque ahí era donde se criaba a los niños o porque es un patio muy pequeño. ​ En la actualidad se cree que puede deberse a unos rostros de niñas o muñecas que hay al comienzo de los arcos. 

Patio de las Doncellas
Se trata de un patio rectangular de 21x15 metros circundado por cuatro galerías; dos de siete y dos de cinco arcos. ​ En el centro hay una alberca con grandes arriates hundidos un metro a ambos lados. Los laterales de estos arriates están decorados con arcos de medio punto entrelazados. Los arcos lobulados están decorados con sebka y relieves en yeso. ​ Entre 1580 y 1584 todo esto fue enterrado​ y se colocó una solería de mármol, para la que se trajeron artesanos de Macael, Espera y Acán. ​ Los arriates y la alberca fueron descubiertos en unos estudios arqueológicos en 2002. ​
En torno a la planta baja había algunas estancias que eran accesibles para los invitados, mientras que en la planta superior solamente había habitaciones privadas. ​ La planta superior de este patio fue reformada entre 1540 y 1572. De esta época son los arcos de medio punto apoyados en columnas de mármol con capiteles jónicos elaboradas en Génova por Antonio María Aprile da Carona y Bernardino da Bissone. ​ Las columnas de la planta baja fueron sustituidas entre 1560 y 1569 por otras labradas en la misma ciudad italiana por Francisco y Juan Lugano y Francisco da Carona. ​ En 2020 se restauró la carpintería de portalones y ventanas.
El patio de las Doncellas, desde donde se accede a varias estancias.
 

Salón del Techo de Carlos V
Desde el patio de las Doncellas se accede también al salón del Techo de Carlos V. ​ Tiene puertas de madera con lacerías mudéjares. En el centro de los portones hay figuras geométricas de ocho brazos en forma de ruedas. ​ Las dos contraventanas de este salón están decoradas con estrellas de cuatro, seis y ocho puntas. ​
Se cree que pudo ser una capilla, por la inscripción sobre el Corpus Christi que hay en la puerta. ​ De ser así, la alcoba Real, que se encuentra al lado, ​ pudo haber sido un presbiterio. ​ De todas formas, cabe la posibilidad de que la inscripción religiosa de la puerta fuera simplemente por deseo de Pedro I. ​
Recibe ese nombre por su artesonado, realizado entre 1541 y 1543. Este artesonado cuenta con 75 casetones octogonales. Es atribuido a Sebastián de Segovia.

Salón de Embajadores
Las puertas de la entrada desde el patio de las Doncellas son del siglo XIV. Son de madera con lacerías geométricas decoradas con motivos vegetales. ​ En las partes centrales de los portones hay figuras de ocho y doce brazos con forma de ruedas. ​ Tienen un trazado de lefe en los márgenes. ​ Indican la fecha de terminación del palacio Mudéjar; 1364. ​ En la parte exterior tienen inscripciones en árabe alabando al señor del palacio​ y, en la parte alta del lado interior, hay filacterias con caracteres góticos​ en latín con el salmo 54 y el comienzo del Evangelio de san Juan. ​
Uno de los dos accesos con arcos de herradura al salón de Embajadores (palacio de Pedro I).
 

El salón de Embajadores el lugar más suntuoso del palacio. ​ Aquí estaba el salón Al-Turayya, también referido como de las Pléyades del Alcázar Al-Mubarak y de la Bendición de Al-Motamid. ​ El salón actual corresponde a la construcción de Pedro I. Tiene planta cuadrada (qubba) y está cubierto por una cúpula semiesférica dorada. Este tipo de cúpula responde a un modelo que es llamado "media naranja".​ La cúpula fue realizada por Diego Ruiz en 1427. ​ Debajo de la cúpula hay un arrocabe gótico con retratos de monarcas. Este friso de madera es medieval, pero los retratos fueron sustituidos en una reforma que tuvo lugar entre 1599 y 1600. ​ Son 56 tablas pintadas por Diego de Esquivel en orden cronológico, desde Chindasvinto​ hasta Felipe III. Pedro I se sitúa en la mitad sur del paramento. ​
Cúpula del salón de Embajadores. Existen otras cúpulas similares en España, como la de la escalera principal de la casa de Pilatos​ de Sevilla y la cúpula de los Torrijos, de finales del siglo XV, que se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional.
 

En ellas, los reyes, identificados por su nombre, aparecen en posición sedente y coronados; en la mano derecha portan una espada y en la izquierda un globo terráqueo; en un nivel inferior está su escudo de armas y, más abajo, su período de reinado. ​ Por encima de la serie se dispone un friso corrido con el escudo de armas de Castilla y León. ​
Los muros, al igual que en otras estancias del palacio, están decorados con azulejos y yeserías. ​ En la parte superior del salón hay balcones de madera construidos a finales del siglo XVI. ​ En dos laterales hay entradas con dos columnas de mármol que sostienen triples arcos de herradura. ​
Junto a este salón hay dos estancias, una al norte y otra al sur, ​ en las que hay distribuidas 26 placas de yeso recortadas y perfiladas a buril para que las figuras representadas destaquen sobre el fondo de ataurique. En la sala norte miden 50 centímetros aproximadamente, y son algo más grandes en la sala sur. En ambas salas las placas de yeso representan reyes, príncipes, caballeros, damas, torneos y animales fantásticos. ​ Estas escenas pueden estar inspiradas en el Libro de la montería, escrito por Alfonso XI, ​ y en la Crónica troyana. ​ Esa crónica fue encargada por Alfonso XI y realizada por el escribano y miniaturista Nicolás González. González la terminó en diciembre de 1350, cuando Alfonso XI ya había sido sucedido por Pedro I. 

Arquitectura civil: Bañuelo del darro.
Quedan pocos restos conservados en los distintos reinos de taifas. Vamos a ir saltando de un a otro:

Reino civil de granada:Existía la alcazaba cadima o antigua, situada en el alguaicil. Granada está constituida por una colina, donde está la alhambra, y justo en frente otra colina más pequeña llamada albaicín. En esta zona quedan restos de esa alcazaba vieja como la puerta de los pesos o la puerta de la monaita, que antiguamente constituían las puertas de entrada. Estaban insertadas en torres y compuestas por un arco túmido, realizado en ladrillo.
Lo que más nos importa es la zona donde actualmente se encuentra la alhambra de granada. En ese lugar, en el s. XI, (colina de la sabikka) se situó la alcazaba nueva, es decir, previamente existía una alcazaba vieja  en frente de la cual se construyó la nueva. En ese lugar estarían localizados los palacios de los monarcas ziries que después se convertiría ese mismo lugar en la alhambra. En ese mismo lugar sabemos que existía un palacio de un visir judío llamado Yusuf if nagrela. Este visir tenía su palacio en la colina de la sarikka junto a los más importantes ziriyes. Los leones que conforman actualmente de los leones de la fuente de los leones de la alhambra no son de época nazarí, si no que pertenecían a la residencia de este alto mandatario.

La Alcazaba Cadima o antigua de Granada se localiza en la zona más alta del Albaicín, donde se levantaba la ciudad ibérica de grandes dimensiones que recibía el nombre de Eliberri, durante el periodo romano fue nombrada como Municipium Florentinum Iliberritanum y posteriormente Ilíberis. En este lugar los musulmanes levantaron poderosas murallas sobre las viejas de los romanos y de los iberos, de las que quedan interesantes restos. Las primeras reconstrucciones datan del periodo califal, pero las verdaderamente poderosas son del periodo zirí (S. XI), cuando ya se había establecido el Reino de Granada. Los almorávides construyeron una segunda muralla exterior para fortalecer la que ahora era la nueva capital de al-Ándalus, Granada. 
Fuertes muros con potentes torres de durísima argamasa y mampostería las conforman, murallas dotadas de puertas que llegaban a ser grandiosas como la de Elvira o muy ricas como Bab al-Difaf o de los Tableros. En esta entrada voy a tratar el periodo Zirí principalmente. 

Puerta de los Estandartes o  Bab al-Bonud
Se sitúa junto al convento de las Tomasas y recibe este nombre por ser ella el primer lugar donde ondeaban los estandartes de cada nuevo rey de Granada. Por esta obra zirí se accedía al núcleo más primitivo de Granada, la antigua ciudad de Elirerri ibera y más tarde romana.
De ella sólo queda una torre de las dos que flanqueaban la puerta.
Ante el convento de las Tomasas está la torre restante de la Puerta de los Estandartes o Bab al-Bonud, ante ella un aljibe musulmán. Por esta obra zirí se accedía al núcleo más primitivo de Granada, la antigua ciudad de Elirerri ibera y más tarde romana.

Murallas de la Alcazaba Cadima, en su origen del periodo califal. 


BAB QASTAR O PUERTA DE HERNÁN ROMÁN
Más que puerta es un complejo de dos murallas y numerosos elementos defensivos que forman un conjunto creado en sucesivas fases, siendo la más antigua la zirí, probablemente sobre otra muy anterior.
Podría ser que en un principio la puerta y torre estuviese cubierta de lajas de piedra arenisca de la Malá, como ocurría con la torre Turpiana demolida, la torre de San José, la puerta de Elvira y esta que nos ocupa, como se ve en grabados antiguos de puertas y torres ziríes; estas lajas de piedra pudieron ser arrancados para reutilizarlos en otras construcciones posteriores.
Plano de Luis Seco de Lucena de la Granada musulmana,
marcando la Puerta de Castro o de Hernán Román 

Las diferentes fases constructivas nos las mostrarían los agujeros de los mechinales de distinto tamaño y estructura según la etapa histórica:
Durante el Reino de Granada Zirí se usaban mechinales mayores sobre los cuales se colocaban lajas de piedra para poder sacarlos tras terminar la obra y desmontar los andamios para ser reutilizados, después se recubría el muro y desaparecían los agujeros.
Durante el Reino de Granada Nazarí los mechinales eran de menor diámetro y por eso no necesitaban piedra superior para sacarlos, sencillamente, cortaban lo que de ellos sobresalía, pues al ser más pequeños no eran valiosos, la parte que que quedaba en el muro desaparecía tras el enfoscarlo y decorarlo, pensemos que lo que hoy vemos es sólo el interior descarnado de la muralla.
Los materiales de construcción también varían según la época, los ziríes empleaban para estos muros defensivos tapial de calicanto con pedruscos irregulares, posteriormente, los reyes nazaríes usaron el calicostrado. 

BAB CIEDA O ARCO DE LAS PESAS
Obra zirí, almorávide o tal vez almohade si nos atenemos a la decoración, aunque podría ser de los primeros momentos de Reino de Granada Nazarí, los estudiosos no se ponen del todo de acuerdo. Se encuentra enclavada en la muralla exterior, algo más moderna.
Sobre el arco enjarjado, de herradura apuntada e inscrito en un alfiz, 
se puede ver otro segundo arco de descarga, pero de ladrillo, 
cuya utilidad es aligerar peso desplazándolo a los laterales del vano, 
en él se ven colgadas pesas similares a las decomisadas por fraudulentas.
También podemos ver algo muy granadino, un dintel adovelado entre los dos arcos.

 MURALLA ZIRÍ

Está formada por un poderoso muro al que se adosan monumentales torres cuadradas y semicilíndricas, todo ello construido con una fuerte argamasa de cal y arena.
Abandonada tras una costosa y polémica labor de conservación. 
 Las plantas y malas hierbas lo invaden todo

Un lugar este donde se podía construir un paseo arqueológico, que pasaría junto a las excavaciones del foro romano y que permitiría a los granadinos y visitantes el acceso a la cultura, en lugar de estar degradándose por el abandono y el vandalismo de unos pocos. 


RESTOS DE LA MURALLA DE LOS ALCÁZARES ZIRÍES
Es la tercera muralla de la ciudad en este amplio lugar que ocupaban los magníficos palacios de los reyes ziríes del reino de Granada hace mil años. De ella solo se conservan restos de durísima argamasa bajo el nazarí palacio de Dar-al-Horra.
Los ziríes fueron una familia procedente de Argelia que gobernó la Región de Granada hace un milenio. En esta zona construyeron maravillosos palacios que fueron el asombro de viajeros, el Palacio del Gallo de Viento, de los que nada queda al haber sido divididos, modificados y destruidos por los mismos musulmanes de periodos posteriores, pues para ellos sólo Alá permanece.
Restos de la tercera cerca de murallas, la de los alcázares ziríes,
hoy bajo el palacio nazarí de Dar-al-Horra.
 

PUERTA DE MONAITA O DE LAS ERAS, BAB AL-UNAYDAR
Obra zirí con la innovación de poseer doble arco de entrada. La fachada de la puerta se encuentra situada entre dos torres macizas salientes y dispuesta de forma perpendicular a la muralla, todo ello para facilitar su defensa. Los materiales usados son lajas de piedra de la Malá, ladrillo y mampostería.
Arco enjarjado y ligeramente apuntado elaborado en lajas de piedra de la Malá,
 está inscrito en un alfiz y encima de él se ve un dintel adovelado, 
cosa muy propia de la arquitectura granadina, en esta ocasión elaborado en ladrillo de ladrillo,  para descargar el peso del muro en las Jambas de la puerta.
 

PUERTA DE ELVIRA, BAB ILBIRA
La más grandiosa de la ciudad, hoy mutilada, pues sólo se conserva su arco exterior y parte del patio y algunos baluartes defensivos. Y a existía en el siglo IX pero lo conservado data de la etapa zirí (s. XI).
Tras el arco que ha resistido al tiempo estaba la auténtica portada que comunicaba con un patio rectangular al que se abrían dos puertas, una daba acceso a la calle Elvira y la otra llevaba al barrio a la zona que comunicaba con la puerta de Monaita.
Puerta de Elvira y tras ella, más arriba, la de Monaita.
 

Vista desde el exterior, tras este gran arco existe un hueco defensivo en la parte superior, y seguidamente un nuevo muro con la auténtica puerta ricamente decorada hoy desaparecida para ensanchar la calle. 


Además conservamos de época taifa un excepcional baño árabe, lo que se conoce como Bañuelos del darro (en las proximidades de rio barro).
Adaptación del baño romano a sus propias necesidades. En primer lugar  decir que el baño hispanomusulmán queda siempre bajo la superficie de la calle para aislar completamente el edificio y evitar la pérdida de calor, por ello se accede a ellos mediante unas escaleras. Nos encontramos con el primer ámbito, que es la zona del apoditerium o vestíbulo, este está constituido por varias salas, algunas de las cuales son letrinas y otras tienen marcado una especie de alberca. Después se suceden tres salas que van graduando la temperatura: la sala fría o frigidarium, la sala templada o templidarium y la sala caliente o caldarium, igual que en el mundo romano. Las dos salas extremas son prácticamente idénticas y la sala central o la templada es lamas amplia. La zona posterior es la sala donde se encuentran las calderas, es una zona de servicios. Se empleaba el sistema del hipocausto: flujo de aire caliente por debajo del selo de todo el baño (conocido también como gloria). En el interior el protagonismo lo tiene la bóveda esquifada con lucernas cerradas con placas móviles de cristal o fragmentos de alabastro que podrían abrirse o cerrarse en función de la necesidad (regulador de vapor). La construcción está realizada completamente en ladrillo, es característico del momento. El ladrillo estaría recubierto por una capa de estuco y después estaría pintado con los mismos colores que en Madinat al Zahara (rojizo y azul). Tenemos arcos, pero son de medio punto, capiteles reutilizados y esa pieza tronco piramidal que es el cimacio. Todo el suelo está cubierto por lajas de mármol blanco.
Los baños árabes o hammam, heredados por los musulmanes de las termas romanas, proliferaron rápidamente por todo Al-Andalus. Eran lugares de encuentro social donde los ciudadanos -en turnos que separaban a hombres y mujeres- acudían regularmente a lavarse, cortarse el cabello, recibir masajes y, simplemente, relajarse. No se trataba solo de una costumbre higiénica y placentera, sino también espiritual: para el islam, el agua es un elemento purificador con el que se lavan los actos realizados contra los preceptos del Corán. Situado junto al río Darro, nos da testimonio de los 21 baños que llegó a haber en la Granada musulmana el más antiguo de ellos, conocido como El Bañuelo. Es el mejor conservado de los cuatro hammam históricos que mantiene la ciudad, donde hoy está de moda acudir a relajarse y tomar un té moruno en alguno de los modernos baños que, a imitación de los antiguos, ofrecen vivir esta experiencia.
El Bañuelo fue construido en el siglo XI en época del rey zirí Badis y costeado por su visir judío, el filósofo y poeta Samuel Ibn Nagrela. Eso lo convierte en el edificio civil más antiguo de Granada, y uno de los hammam mejor conservados de Al-Andalus.
Tras la conquista de Granada, comenzó la decadencia de los baños árabes, considerados por los cristianos como lugares de dudosa moralidad equiparables a los burdeles. Muchos fueron destruidos o reconvertidos, lo que explica que hayan llegado tan pocos a nuestros días. El del Bañuelo es un caso excepcional, ya que fue destinado a lavadero público, quedando intacta su antigua estructura. En el siglo XX, el gran arquitecto y restaurador Leopoldo Torres Balbás tramitó su expropiación, ya que para entonces los baños formaban parte de una casa cristiana posterior, y procedió a retirar el lavadero de la sala principal y poner suelos de mármol, entre otras actuaciones de rehabilitación.
El recinto, de planta rectangular, se distribuye en varias salas que forman el modelo clásico de hammam árabe. Un vestíbulo, lugar de descanso donde se dejaba la ropa, da acceso a una sala de refresco, donde la temperatura ambiente y del agua siempre se correspondía con cada estación del año. Después, entramos a la sala central o templada, la más grande del Bañuelo y la que suele salir en todas las fotos por su espectacular cúpula surcada de tragaluces octogonales en forma de estrella, que dejan pasar los rayos de sol para crear un ambiente mágico. La sala está rodeada de tres galerías delimitadas por arcos de herradura sujetados sobre columnas. Por último, nos espera la sala caliente o sauna, donde un hueco en el muro nos indica que allí se encontraba la caldera de agua que ayudaba a conseguir altas temperaturas. Las canalizaciones por las que circulaba el agua bajo el suelo obligaban a llevar unas sandalias de madera para no quemarse los pies.

Arquitectura religiosa:
La falta de restos se debe a la destrucción masiva que se realizó en la península tras la reconquista. A pesar de que se arraso contigo es extraño que no se conserve ninguna mequita aljama de este momento. Es posible que en este momento los gobernantes no prestaran atención  a la construcción de mezquitas aljamas, ya que ya debían de existir mezquitas bastantes recientes de época califal, por los que las necesidades ya se veían cubiertas. Además los intereses de los gobernantes iban más en dirección a construcciones civiles para reafirmar su poder político. 

MEZQUITA DE LAS TORNERIAS
El máximo ejemplo que tenemos es la mezquita de las tornerías en Toledo. Se trata de una mezquita muy pequeña, de barrio, pero la falta de ejemplos la hace muy importante. No conocemos su nombre original se llama así porque está situada en la calle de las tornerías. El modelo de esta mezquita va a enlazar directamente con el de la época omeya. Se trata de un modelo importado de oriente y que se impone en toda la península. Consiste en un edificio de planta cuadrada con cuatro soportes centrales que nos compartimentan el espacio en nueve tramos, lo interesante es que estos tramos están abovedados. Esta completamente realizada en ladrillo, lo que se adapta al tipo d de construcción de este momento. Los cuatro soportes principales son de piedra y son reutilizados. Sobre los soportes apean unos arcos típicos de herrada realizados en ladrillo.
Esta muy restaurado, ya que actualmente esta mezquita se ha convertido en un centro de desarrollo de la artesanía en Toledo, se realizan exposiciones. Las paredes también presentan arcos de herradura ciegos, para dar un poco de dinamismo al muro. Cada uno de los tramos perimetrales se cubre con bóvedas rebajadas de ladrillo que presentan en las claves una decoración también en ladrillo vegetal o geométrico. E el centro tenemos la bóveda principal que es la más importante porque es la central, las más alta y la más elaborada. En esta bóveda central vemos un tramo rectangular que se divide en ocho subtramos a partir de dos parejas de nervios. Es la misma estructura de la mezquita pero traducida a la bóveda. Esos nueve tramos presentan, cada uno de ellos, diferentes bóvedas de herradura califal. El fuerte desnivel de esta zona ha provocado que la mezquita quede dentro de un edificio, accediéndose a ella misma mediante una escalera. El mihrab se destruyó. En la actualidad se ha construido un acceso mucho más razonable.

El arte en los reinos de taifas (siglo XI)
Artes suntuarias:
Existían pilas de fuentes. De esta época destaca la pila de Játiva situada en el museo de Játiva en valencia. Es una pila excepcional procedente de una fuente, es muy importante porque todos sus frentes de mármol están decorados con representación de carácter figurativo. Tipo de decoración figurativa que ya hemos visto en marfiles. Pero destaca sobre todo porque presenta figuras humanas. Procede del palacio de los gobernadores de Játiva. Es rectangular con las paredes bastantes bajas. Este tipo de piezas son las que decorarían los patios y las diferentes estancias del aplació. Vemos los característicos medallones de las artes suntuarias, músicos, etc. Resulta complicado dar una significación global a las imágenes de esta pila. Es un tallado bastante tosco. Hay una serie de personajes que llevan ofrendas, lo que descuadra completamente en la iconografía islámica. Aparece también una mujer denuda dando de mamar.
Su decorado está tratado de una manera muy especial, con profundos grabados ondulados que marcan los cabellos y las ropas, tal vez una reminiscencia de los apretados pliegues de ciertas esculturas romanas. Su iconografía hace referencia a las distracciones de la vida principesca propias de la época de los reinos de Taifas. Se pueden apreciar en ella veintisiete figuras, entre ellas, un tañedor de laúd, una nodriza desnuda, un personaje bebiendo en un jardín, otro acompañado de un servidor, luchadores, leones en combate y hombres enfrentándose con lanzas. También hay escenas de juegos o de danza; en una de ellas podemos observar hombres con bastones acompañados de músicos. También distinguimos una procesión formada por cinco hombres que transportan animales cuadrúpedos, aves de corral, frutas y verduras, pavos reales con cuellos entrelazados, escenas festivas a ambos lados de los árboles.
Las escenas de combate podrían ser sasánidas o romanas. En cuanto a las escenas en las que intervienen animales (leones, pavos reales), también estas denotan una influencia oriental. Encontramos otras parecidas en otros lugares del mundo islámico. Es así como podemos relacionar la escena de los hombres que bailan con bastones con los motivos de dos platos con lustre metálico fatimí conservados en el Museo Islámico de El Cairo. Las escenas que representan hombres acompañados de animales, aves de corral o cestas de fruta y verdura también están presentes en producciones fatimíes de madera y marfil. La escena en cuestión, a veces denominada escena de los «portadores de ofrenda», también puede relacionarse con la iconografía romana tardía. En todo caso, se trata de representaciones realistas propias del arte abasí, difundido en el Egipto fatimí y luego en el Occidente musulmán. La escena de los luchadores tirándose de la barba tiene orígenes antiguos y figura tanto en el arte español (píxide de al-Mughira), como en el techo de la Capilla Palatina (1140) o en el arte iraní (azulejos de cerámica lustrada, siglo XIII). 

Tenemos ejemplos excepcionales de metalistería:
Esenciero. En las artes suntuarias como en la arquitectura va a beber de las artes suntuarias califales. El estilo es un poco distinto, pero en cuanto a tipologías coinciden. La metalistería taifa es minuciosa, como lo había sido la califal. Museo de Teruel. Pieza bastante pequeña. Recipiente apara perfumes con una tipología que no habíamos visto hasta ahora, de plata grabada y nielada (el niel consiste en ennegrecer a través de esmalte). En algunas zonas para darle una mayor riqueza aparecen sobre dorado. También tiene un texto que rodea la parte superior en letra cúfica que nos dice que este objeto fue realizado por el segundo monarca independiente de Albarracín  para su esposa Zahr.
A este mismo ambiente pertenece una caja ovalada de plata nielada, con un cuidadoso herraje que llevaría en su origen un candado. Es una pieza curiosa porque procede de la catedral de león (relicarios). La fórmula inscrita en la base de la tapa se expresan buenos deseos para el propietario del objeto, sin ofrecernos una información expresa de él (eulogías). Ello implica que probablemente esta pieza estuviera dedicada al comercio para una clase media alta.
La gran pieza de metalistería que se asocia con el mundo taifa es el denominado grifo de pisa. Es una pieza que llevo a pisa a través del botín de marineros pisanos. Es una pieza muy controvertida y de las más importantes que se conservan de época islámica por el tamaño. Plantea muchas dudas. Para algunos historiadores pertenece a época de taifa, también se ha planteado un origen fatimí (egipcio), incluso iraní. Es una pieza excepcional. Es un grifo, probablemente sería una decoración de fuente. Esta completamente esgrafiada como si se buscara un efecto textil. El grifo es un animal imaginario de carácter apotropaico. Pieza hierática, rígida frontal, que responde al típico modelo islámico.

Cerámica verde manganeso.
Se mantiene en época de taifas. Producción de ámbito áulico, pero luego se estandariza. Es un ataifor, pieza abierta que servía para llevar los alimentos a la mesa. Esta decorado con una nave.
El modelo más característico de cerámica taifa es lo conocido como cerámica de cuerda seca, producida a finales del califato y sobre todo, en época taifa, cuando se va a establecer un importante taller en Toledo. Consiste en dividir la pieza en una serie de compartimentos a través de unas líneas realizadas con oxido de manganeso mezclado con una materia grasa. En esos compartimentos se aplican los colorantes. Es una cerámica vidriada, por lo que tiene dos cocciones. En la segunda cocción los colores se vitrifican, sin mezclarse. En este caos la decoración consiste en un pavón, figura muy característica de la decoración oriental y andalusí.
Como gran ejemplo de artes suntuarias también se han conservado marfiles. En torno al año 1010 se desencadena la fitna o la guerra civil, ello provoca que los artesanos no puedan trabajar, por ello se dispersan abandonando Córdoba. Trataran de buscar acomodo en los nuevos reinos de taifas, los cuales les acogerán con los brazos abiertos. Sabemos que una familia importante de artesanos del marfil va a llegar al reino de Toledo, gobernado por los vnu dil mu. Estos artesanos van a crear un importantísimo taller: el taller de cuenca. Este taller constituye una continuación del taller califal, a pesar de tener algunas características propias. Es un taller que va a estar activo en 1026-1050. Lo sabemos gracias a las piezas que conservamos. Estará regentado durante todo este tiempo pro una misma familia. La familia de los ib zayyan. La primera pieza que vamos a ver va a estar realizado por un artista llamado muhamad ib zayyad. La última pieza encontrada aparece firmada por Abd al Rakham ib zayyad. Esta familia va a realizar piezas directamente vinculadas con la monarquía de Toledo. Las piezas van a tener la misma finalidad que las de época califal: esencieros o recipientes suntuosos.


Próximo Capítulo: Arte de los almorávides (1061 - 1163)




 

Bibliografía
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