Románico alrededor del Río Miño en
Pontevedra (Comarcas de Baixo Miño, O Condado y A Paradanta)
En este capítulo nos ocupamos de algunas
muestras del arte románico disperso en el sur de la provincia de Pontevedra,
muy cerca de la ribera del Río Miño a su paso por esta provincia gallega.
Los tres edificios elegidos tienen caracteres
muy distintos. Uno de ellos es la Catedral de Tuy - Tui en la parte que se
conserva de estilo románico y no gótico.
También trataremos la iglesia ya casi
protogótica del Monasterio de A Franqueira y la iglesia de Angoares.
Tui
El ayuntamiento de Tui se sitúa en el suroeste
de la provincia de Pontevedra, de la que dista 54 km, siendo enclave fronterizo
por medio del río Miño con la vecina ciudad de Valença do Minho. Limita por el
Norte con Porriño y Gondomar, por el Sur con Portugal, por el Este con Salceda
de Caselas y por el Oeste con Tomiño.
Rodeado prácticamente en su totalidad de
murallas y torreones, sobresale el viejo conjunto urbano, presidido por las
altivas torres de la catedral. El casco histórico conserva la mayor parte de su
antiguo trazado medieval, con estrechas y laberínticas calles, con empinadas
cues tas, túneles, pasadizos e incluso algunas casas blasonadas. La silueta de
la ciudad se ve reflejada en las aquí plácidas aguas del Miño, que la separan
de tierras portuguesas.
A pesar de que los orígenes de la ciudad de Tui
son inciertos, testimonios arqueológicos y fuentes literarias parecen apuntar
hacia la hipótesis de su localización primitiva en el núcleo sobre el que
habría de construirse la catedral en la Edad Media. Se han planteado cuatro
localizaciones distintas para el primitivo emplazamiento urbano: el monte
Aloia, el castro de Cabeza de Francos (Pazos de Reis), el barrio de Santa
Eufemia (hoy en la parroquia de San Bartolomé de Rebordáns) y el actual,
fundamentalmente en el entorno de la catedral. En realidad, los hallazgos
producidos bajo la actual catedral, que se remontan al Paleolítico y a la
cultura castreña, invitan a suponer una ocupación continuada en dicha área.
Asimismo la abundancia de restos romanos avala la hipótesis de un hábitat
continuado. Realmente la ocupación romana tuvo gran importancia en el pasado
tudense. Fuentes literarias antiguas, que le atribuyen una fundación
legendaria, confirman la existencia de un Castellum Tyde en época
romana. Plinio menciona la fortaleza de Tyde y su descendencia de los griegos,
mientras que Silio Itálico hablaba de la aetola Tyde, fundada por el
errante Diómedes.
Aunque el remontar la fundación de la ciudad a
un pasado glorioso, poblado de héroes clásicos, es un topos muy frecuente a la
hora de buscar los orígenes de una urbe, las fuentes permiten afirmar que en el
58 a.C. fue conquistada por Julio César, que la vinculó a la Hispania Citerior,
pasando luego a la Tarraconense. Figura en el Itinerario de Antonino como una
de las mansio de la vía XIX que iba de Braga a Astorga, pasando por Lugo.
El antiguo asentamiento urbano hubo de sufrir
numerosos avatares en la Alta Edad Media. Época de invasiones por excelencia,
los pobladores se verán obligados en diversas ocasiones a abandonar su
territorio y refugiarse en otras áreas. No es fácil conocer el momento del
surgimiento de la sede tudense, si bien la tradición ha consagrado a San
Epitacio como primer obispo, relacionándolo con la figura de Santiago, quien lo
habría constituido como pastor de la diócesis, pero ningún dato permite
confirmarlo.
Otro de los momentos en que se vuelve a tener
alguna información sobre Tui es en la época sueva, cuyo dominio se extiende en
Galicia entre el 411 y el 587. Como vestigio puede ser relevante una moneda del
emperador Anastasius, en cuyo reverso aparece TVDE...IIIIª I S.
Hacia el 585, Leovigildo (569-586) se anexiona
Galicia e implanta el arrianismo, desterrando al obispo entonces en la sede,
Neufila, y sustituyéndolo por el arriano Gardingo, que se convertirá al
catolicismo en tiempos de Recaredo (586-601), en el III Concilio de Toledo
(589). Otra noticia importante es la del establecimiento en Tui de Witiza, por
parte de su padre Egica, en el 698, para restaurar el antiguo reino. Su
residencia se fijó en el lugar llamado Monterreal, en la parroquia de Pazos de
Reis, permaneciendo la corte en este lugar hasta su traslado a Toledo el 17 de
noviembre del 702, fecha del fallecimiento de Egica.
La siguiente invasión digna de mencionar fue la
musulmana. La ciudad fue liberada por Alfonso I en el 740, pero su repoblación
no tendrá lugar hasta mediados del siglo IX, con Ordoño I (850-866), tras una
nueva invasión, la de los normandos, que acontece hacia el 844. Durante el
tiempo de estas invasiones los prelados tudenses se vieron obligados a
abandonar su sede y a refugiarse en Iria: la sede no será restaurada hasta el
915, por Ordoño II y su esposa Elvira. Sin embargo, en el 926 una nueva invasión
obliga al obispo Naustio a refugiarse en el monasterio portugués de Labrugia,
al igual que sus sucesores, quienes tras un nuevo ataque en el 970, época del
obispo Viliulfo, emigran a Ribas de Sil, diócesis de Ourense, desde donde
gobernarán su sede.
Otras muchas invasiones se suceden, tanto por
parte de musulmanes –Almanzor en el 997, según Ambrosio de Morales– como de
normandos, siendo la más conocida la de 1016, llevada a cabo bajo el mando de
Olaf Harraldson, en época de Alfonso V (999-1027), que agrega la sede tudense a
la de Compostela (24-X-1024), hasta su definitiva restauración en tiempos del
obispo don Jorge (1067-1072) bajo el reinado de don García en 1067-1068.
A las oleadas de invasiones que han marcado la
Alta Edad Media siguen los numerosos conflictos con Portugal, que muchas veces
se enmarcan dentro de problemas dinásticos; así ocurre con las luchas entre
Urraca y su hermana Teresa. En realidad las luchas familiares y la situación
fronteriza originarán el que Tui cambie, con frecuencia, de área de influencia.
Posteriormente los conflictos se enmarcarán dentro de movimientos que afectan a
toda la cristiandad, como el Cisma que divide a los partidarios de Roma, frente
a los de Aviñón.
Catedral
La catedral de Tui se emplaza sobre una colina
junto al río Miño, que sirve de frontera con Portugal. Desde la misma se divisa
la ciudad de Valença do Miño, cuyo aspecto de fortaleza la equipara con la
catedral tudense.
Dista 48 km de la capital provincial,
Pontevedra, y 108 de la capital gallega, Santiago de Compostela.
Los orígenes del edificio catedralicio tudense
son con fusos, y no tenemos ningún documento que pueda ser considerado con
exactitud un acta fundacional; sin embargo, existen una serie de indicios que
podrían mostrar cuándo se pudo comenzar. Debemos situarnos en el momento de la
restauración definitiva de la sede tudense en 1071, para intentar buscar un
punto de partida para estudiar el edificio catedralicio actual. No obstante,
tratar de establecer una secuencia de la cronología del inicio de la catedral
de Tui en época medieval no es tarea sencilla, puesto que no poseemos datos
concluyentes que permitan realizarlo de forma definitiva. Existen una serie de
documentos que se han interpretado de modos muy diversos; es preciso partir de
ellos, si bien han de ser complementados con los datos que la propia obra
ofrece.
Conocemos un hito fundamental: la consagración
llevada a cabo por el obispo Esteban Egea en 1225, lo cual supondría la
culminación del grueso de la obra; pero su comienzo, y si hubo un edificio
previo situado en otro emplazamiento, o en el actual, son cuestiones todavía
por resolver.
Es preciso situarse, pues, en 1071 cuando
Urraca, hermana de Alfonso VI, hija de Fernando I, efectúa una donación a la
iglesia tudense. Este documento es considerado por Flórez el que marca la
restauración de la sede. Se debe tener en cuenta que el obispado ha de
trasladarse una vez más; en esta ocasión al arrabal de San Bartolomé tras la
destrucción de la ciudad por las sucesivas invasiones; de ello ya da noticia
Sandoval, para quien Urraca llevó a cabo su donación al encontrar la sede “muy
pobre, y acabada” –datos que aporta el propio documento– tras sufrir la
larga serie de invasiones. Un segundo documento importante para el
engrandecimiento de la sede tudense, a pesar de seguir localizada en el
monasterio de San Bartolomé, es el que en 1095 otorga el conde don Ramón y su
esposa Urraca. Desde Ávila y la Cueva se considera que en ese momento tiene
lugar la donación del señorío temporal al obispo Aderico, es decir, desde
entonces el obispo será el señor de la ciudad, título que Tui poseería desde
ese momento, según indica Rodríguez Blanco. Por otra parte, como señala Ávila y
la Cueva, los términos marcados en dicho documento se extendían a la otra parte
del Miño, abarcando la villa de Valença y otros pueblos. En 1112, el patrimonio
se amplía, pues Urraca dona diversas villas a la iglesia de Santa María y a su
obispo Alfonso.
En 1118, Onega Fernández compensa a la sede tu
dense por el sacrilegio que contra ella había cometido su hijo y habla de la
sede de Santa María, pero de un concilio celebrado en San Bartolomé; son datos
que confirman que el obispo todavía reside en el monasterio.
En efecto, la sede continúa en San Bartolomé y
parece hallarse bajo tutela lusa. Lo corrobora un documento de trascendental
importancia otorgado por la reina Teresa de Portugal en 1125, tomado para
algunos como punto de partida para la construcción del edificio catedralicio.
En él confirma las donaciones del rey suevo Teodomiro, y, como indica Galindo,
su largueza se extiende no sólo a derechos reales y señoriales en tierras de
Portugal, sino en el territorio y ciudad tudense. Por otra parte, la reina no
pierde la oportunidad de obtener “beneficios espirituales”, como es la
petición al obispo Alfonso de rezar por su alma, o la obligación de conferir
órdenes y confirmar todos los años en la iglesia de Val de Vez. Desde entonces
se inicia ría un incremento en las donaciones que podría ser lo que permitió el
comienzo de la catedral.
Por otra parte, los enfrentamientos entre
Alfonso VII y su primo Alfonso Enríquez tendrán importantes repercusiones en
Tui. Si el primero desea recuperar Portugal, siendo su máximo anhelo que
esta provincia reconhecesse a sua auctoridade suprema, el segundo pretende
evitar la guerra en su suelo, por lo que entre 1130 y 1137 realiza varias
incursiones en Tui alentado por a posse que D. Teresa tivera de Tuy e da
terra de Limia, de que pretendía ser senhor como o era de Portugal.
Precisamente él mismo, ante los daños que con la guerra ocasionó a la iglesia
de Tui, continúa la concesión de donaciones tras la paz de Tui, en 1137, ahora
al obispo Pelayo. Éste será el impulsor del cabildo al organizar la canónica
bajo la regla de San Agustín, con la confirma ción del rey Alfonso VII y su
esposa Berenguela. Ávila y la Cueva nos dice que el obispo fue el primero en
observar la regla, junto con seis canónigos más y para completarla pide a San
Teotonio, vecino de San Bartolomé, que había fundado el convento de la Santa Cruz
de Coimbra, que le envíe algunos canónigos más. Su petición fue atendida, pues
varios de los obispos posteriores, canónigos en Tui, procedían del convento
coninbricense; éste es un dato muy importante porque puede hacer pensar en
diversas influencias que los ejemplos portugueses han podido ejercer con
respecto a la obra tudense. Ávila y la Cueva señala que Pelayo labró un
convento adjunto a la iglesia del convento de San Bartolomé, que servía en
aquel momento de catedral.
Otras donaciones importantes para el edificio
catedralicio vendrán de la mano de monarcas como Alfonso VII, quien desde 1138
efectúa destacadas concesiones a la iglesia tudense, además de confirmar los
términos del monasterio de Barrantes y otorgar considerables beneficios a Oia.
Particular relieve posee un documento de 1142, en el que confirma a la iglesia
de Tui las donaciones de sus padres y abuelos, el señorío de la ciudad, sus
cotos, el derecho a poner jueces y el portazgo, así como una torre defensiva
que había mandado construir junto al campanario. Precisamente tres años más
tarde, en 1145, es el obispo don Pelayo el que realiza donaciones a Oia, cuyos
monjes en agradecimiento contribuyen con dos marcos de plata in opus
Ecclesiae S. Mariae faciendum. ¿Se trata ya del edificio actual? Antes de
responder a ello, es preciso observar los avatares que continúa sufriendo la
ciudad de Tui, debido a su situación fronteriza.
En 1162, Fernando II, aprovechando la minoría
de su sobrino Alfonso VIII –hijo de Sancho III–, rey de Castilla, llega a
titularse rey de Toledo, por lo que los frentes de lucha se multiplican y el
monarca portugués ocupa la Limia y entra en Salamanca. No obstante los
intervalos pacíficos entre el reino leonés y Portugal también afectan a Tui.
Tal sucede en 1165, cuando se lleva a cabo el matrimonio de Fernando con
Urraca, hija del portugués; ambos reyes se reúnen en Pontevedra donde se juran
amistad eterna, culminando una política que sólo había llegado a intento
fallido en 1160, cuando el monarca luso había concertado en Tui el matrimonio
de su hija Mafalda con el conde de Barcelona, antes del fallecimiento de la
princesa.
Pero la concordia duró poco, pues el príncipe
don Sancho, primogénito del rey portugués, invade Tui, sitian do su iglesia,
como reconoce años más tarde (1186) cuan do, ya rey, realiza diversas
donaciones para la restauración de la misma. Su padre, Alfonso I de Portugal,
continúa en posesión de la ciudad en 1169, cuando le otorga donaciones y
privilegios en el territorio tudense y al otro lado del Miño, ayudando así a su
renovación.
Sin embargo, poco después la suerte vuelve a
tornar y Fernando II consigue importantes victorias en Galicia y Badajoz, que
le llevan a la recuperación de territorios en manos lusas. Tal acontece con
Tui, donde entra victorioso y despoja al obispo de su señorío castigando su
deslealtad.
En 1170 se produce un acontecimiento capital
para la historia de la catedral: tras los citados conflictos, Fernando II
traslada la ciudad a un lugar más seguro, que ha comprado al obispo, y le da
fueros; y es de especial relevancia el documento de 1179 por el que otorga al
obispo Beltrán permiso para construir un alcázar junto a la torre que está al
lado del palacio episcopal y le cede parte de la venta de granos para las obras
de dicho alcázar y de la iglesia de Santa María.
En realidad, como Pérez Rodríguez ha señalado,
la independencia alcanzada por Portugal, que Alfonso VII ya admite al final de
la década de los 30 –aunque Roma no lo haga hasta 1179– no supuso una ruptura
de relaciones con Galicia y, siguiendo a Mattoso, afirma que no habrá una
noción de frontera hasta la segunda mitad del siglo XIII y primera mitad del
XIV, por lo que los conflictos surgidos hasta entonces suponen la integración
de Portugal como un estado más de la Península, y no una confrontación de carácter
nacional. La alineación de la nobleza en defensa de uno u otro monarca según
sus propios intereses será una buena prueba de ello.
Uno de los interrogantes que sobre la catedral
tudense se plantean, se refiere a la configuración de su planta. Hasta el
presente se ha incidido en su aspecto general delineado en época románica; sin
embargo, las referencias documentales indican la realización de obras en la
cabe cera durante el gótico, y su total transformación a finales del XV, tras
demoler Pedro Beltrán en 1499 lo existente y construir una cabecera triple y
plana, como todavía se observa en la actualidad.
Se trata de una planta de cruz latina; el brazo
mayor, muy corto, se divide en tres naves, siendo la central más ancha, y éstas
a su vez en cuatro tramos. El brazo menor está igualmente dividido en tres
naves, aún cuando en este caso los tramos serán tres y más estrechos. Es el
único ejemplo, junto a la catedral compostelana, que posee un transepto tan
amplio. Sin embargo la cabecera no parece haber tenido girola, debido a la
falta de espacio y pese a que la opinión más generalizada considera la existencia
de tres ábsides, la posibilidad de cinco, hipótesis apuntada ya por Chamoso e
Iglesias Almeida, parece avalada por la documentación conservada en el archivo
de la catedral, y la propia arquitectura.
A lo que sería la planta en época románica, en
la que se delineó gran parte del contorno principal del templo, habría que
sumar las adiciones en el gótico, período en el que se configura el claustro
–si bien en diferentes etapas– y diversas capillas: la de San Andrés, erigida
por el obispo Juan Fernández de Sotomayor (II), y la de Santa Catalina,
correspondiente al episcopado de Diego de Muros, quien erigió sobre ella su
palacio episcopal, del que se conservan escasos restos. En época moderna se
construyen en el siglo XVI la sacristía y la sala capitular, el cimborrio del
crucero, el último cuerpo de la torre de las campanas y la antigua capilla de
San Telmo y se remodela el atrio occidental. En el siglo XVII se levanta el
nuevo trascoro y en el XVIII se acomete la reforma de la capilla de Santa
Catalina, la construcción del edificio de la Cátedra, la actual capilla de San
Telmo, el atrio norte, algunos arcos diafragma de las naves y el Palacio de la
Contaduría; a ello habría que añadir el Palacio Episcopal y sus
transformaciones. Finalmente, en época contemporánea –además de pequeñas obras
de consolidación, reparación y mantenimiento en el siglo XIX, en cuyo final se
llevan a cabo transformaciones en el Palacio Episcopal, en el siglo XX– se
producen obras de restauración arquitectónica, reordenación espacial y
recuperación estilística, que llevan a la reparación de las cubiertas, la
restauración de sus cuatro fachadas, el mantenimiento de las unidades
sustentantes, o el traslado parcial del coro capitular a la cabecera a mediados
del siglo XX. Por lo que respecta al claustro, se intenta desenmascarar la
estructura medieval, oculta por la ampliación del Palacio Episcopal, lo que se
hará en los años 60 del siglo XX. Asimismo se producirá una remodelación del entorno
monumental.
La característica exterior más destacable de la
catedral tudense es su aspecto de fortaleza. Ello se pone de manifiesto tanto
en el lado norte como en la fachada principal y en el sur, donde se halla el
claustro. A pesar de las numerosas reformas, tanto en época medieval como
posterior mente, su carácter no ha variado en exceso.
Comenzando por la zona septentrional, diversos
son los elementos que nos vinculan con diferentes etapas de la Edad Media.
Así, la portada que da acceso al crucero es
románica. A su lado la torre de las campanas, cuya base también pertenece a
este estilo, y un fragmento de otra torre, destruida al erigirse ya en el
gótico la torre de San Andrés. Bajo ella se hallaba el cementerio, tal como se
puede observar a través de la documentación. Bango aporta la reconstrucción de
lo que sería el esquema de la primitiva fachada, cuya realización habría de
seguir a la de la cabe cera. El transepto estaba flanqueado por dos torres, de
las que sólo se conserva la izquierda; la calle central tenía un arco
semicircular de descarga bajo el cual existen otros dos más pequeños, que se
unen en el centro; sobre ellos se abre el rosetón, ya gotizante. Las naves
laterales del transepto se iluminan mediante sendas ventanas, estando
actualmente oculta hacia el exterior la del lado derecho, si bien se aprecia
desde el interior. En cuanto a las naves longitudinales, en opinión de Bango se
dividirían en dos cuerpos: uno superior correspondiente a la nave central y
otro más bajo al que se abrían, a su vez, dos cuerpos de ventanas en relación
con la tribuna y la nave lateral. Ambos estaban compartimentados por
contrafuertes que equivalen a los tramos del interior. El cuerpo bajo se corona
mediante un alero con cobijas, canecillos y tabicas, mientras que el alto posee
sólo los dos primeros elementos. Este esquema resulta muy semejante al que
Rocha Carneiro propone para la fachada norte de la Sede de Oporto (primer
tercio del siglo XII), así como el de las fachadas principales de la Sede vieja
de Coimbra (1162-1176), Lisboa (1170) o Évora, los cuales presentan torres
almenadas, contrafuertes y rosetones, del mismo modo que la tudense.
Yzquierdo describe minuciosamente la fachada
norte, estableciendo en primer lugar la diferencia entre la parte inferior
románica, y la superior gótica. La puerta posee triple arquivolta de medio
punto, alzada una sobre el propio muro, mientras las otras dos se apoyan en
sendas columnas acodilladas, con fustes lisos, basas de altos dados y práctica
desaparición de la escocia intermedia y capiteles decorados con hojas
estilizadas, mientras los cimacios poseen roleos que encierran hojas. Las
jambas rematan en mochetas con cabezas de buey, sobre las que se alza un dintel
monolítico cuyo borde recibe una decoración de soga. Existen notables
semejanzas entre esta puerta y la septentrional de San Miguel de Pexegueiro, que
Bango data en el tercer cuarto del siglo XII.
La portada se complementa, como ya se ha
señalado, con dos arcos de medio punto que descansan en el centro, sobre una
pieza rectangular, muy erosionada, decorada con estrías, y apean sobre
pilastras. Por encima, un arco semicircular que se apoya en los contrafuertes
que enmarcan la portada, y entre ambos una imagen de obispo que se identifica
con el primero de la diócesis tudense, San Epitacio.Asimi
smo al románico correspondería una
ventana, remate de la nave occidental del crucero, y otras dos bajo las
campanas de la torre, cuya decoración con vegetación más estilizada revela una
época posterior.
Por lo que respecta a la fachada meridional, se
halla muy transformada debido a diversos factores: la presencia del claustro,
la adición del palacio de Diego de Muros, y el hecho de que a ella estuvieron
adosadas hasta bien entrado el presente siglo, varias de las dependencias del
palacio episcopal. De época románica se conserva un arco de medio punto que
asoma sobre el pavimento que corre por encima del ala norte del claustro. La
puerta que en la actualidad comunica con el crucero no lo hace por la nave mayor
de éste –cubierta con el retablo de la Expectación–, sino por una lateral.
Asimismo existen restos de ventanas románicas que se abrirían a la nave y
fragmentos de contrafuertes. Podemos suponer que su esquema debió de ofrecer
gran semejanza con la norte, a pesar de que en la actualidad no presenta torres
que la flanqueen. Sin embargo, por el dibujo que Duarte Darmas –escudero del
rey de Portugal don Manuel el Afortunado– realizó en su Livro das Fortalezas
situadas na raia de Espanha en 1502, es posible pensar que éstas habían
existido, puesto que, a pesar del carácter estereotipado que en muchas
ocasiones presentan este tipo de diseños, su calidad como dibujante ha sido
puesta de manifiesto por diversos autores y realmente recoge con bastante
fidelidad las otras torres que se con servan en la actualidad.
El mismo esquema se vuelve a repetir en la
fachada occidental, a la que ya a finales del gótico se adosan un porche y el
palacio episcopal de Diego de Muros. Su aspecto fortificado se pone de
manifiesto claramente, evocando los ejemplos portugueses de esquema similar
anteriormente citados: Oporto, Coimbra, Lisboa o Évora. La portada supone el
primer ejemplo del gótico en Galicia, correspondiendo a una fecha que rondaría
entre 1218 y 1236.
Esta portada está considerada el primer conjunto
escultórico gótico de la península ibérica, además de esta singularidad se
añade la originalidad de su disposición que la hacen única. La obra está
atribuida a canteros franceses, relacionados con Laon, Sens, y Chartres. Las
estatuas columnas de la izquierda muestran a Moisés, Isaías, San Pedro y San
Juan Bautista, mientras que las de la derecha tendríamos a Salomón, la Reina de
Saba, Jeremías y Daniel. El tímpano se desarrolla con el ciclo de la Natividad;
el registro inferior muestra la Anunciación, el Nacimiento (con la Virgen en
una cama, como ya se había visto en un capitel historia del interior del
templo) y la Anunciación a los Pastores. En el registro superior está la
entrevista de los Reyes Magos con Herodes y la Adoración de los Reyes. La
portada estaría finalizada en el año 1225 cuando el obispo Esteban Egea
consagra la Catedral.
Al adentrarnos en la catedral de Tui podemos
observar con bastante claridad la diversidad de estilos que se han sucedido
hasta llegar a su situación actual. En la propia Edad Media, el románico y el
gótico han delimitado áreas muy diferentes.
Si se efectúa un recorrido por el interior, de
lo que hoy se conserva pertenece al románico parte del transepto, con sus
bóvedas de arista, los muros laterales, así como partes de la tribuna
transformada en triforio tras el gótico. A ello habrá que sumar los muros
exteriores en la zona norte y gran parte de los contrafuertes, salvo en la cabe
cera, totalmente rehecha. Las variaciones que ha sufrido a lo largo de los
siglos no han afectado tanto a la actividad constructiva cuanto al
enmascaramiento de la arquitectura tras los elementos muebles, realizados, en
su mayor parte, en el Barroco.
A lo largo de los muros laterales se abren
ventanas románicas, así como en el crucero, correspondiendo una a cada tramo,
aunque en la actualidad han sufrido diversos avatares. Son de arco
semicircular, apeado en columnas con capiteles vegetales, enmarcadas por sendas
impostas: la superior lisa y la inferior de tacos. En varios casos han sido
suprimidas, por ejemplo sobre la puerta de entrada a la capilla de Santa
Catalina, y en ocasiones se hallan semi tapiadas, como ocurre junto a la puerta
de la capilla de San Andrés. Estas ventanas se continúan en los muros
correspondientes al crucero; de nuevo, una en cada tramo. En la cabecera, en
consonancia con el esquema de cinco capillas que comentamos en la planta, en el
muro este, entre las capillas absidales se abría una ventana en el tramo del
medio, de las cuales conservamos la del lado norte y suponemos que otra debió
de existir en el sur, no sólo por razones de simetría, sino porque se conservan
los restos de un arco, rasgado al realizarse la capilla de San Telmo, cuyas
dovelas serían las correspondientes a la primitiva ventana.
Por lo que respecta al crucero, presenta un
total de siete tramos separados por arcos de medio punto peraltados y doblados,
de arista viva. Su amplitud varía en función de la diferente configuración de
los tramos, de tal modo que en el caso del penúltimo el peralte aumenta, pues
el arco ha de alcanzar la misma altura en un espacio más estrecho. Estos arcos
descansan sobre pilares compuestos, de núcleo cuadrangular con semicolumnas
adosadas en sus frentes y sobre semicolumnas entregas en los muros laterales.
Las basas son de perfil ático con garras; otras sin escocia, que se transforma
en una moldura cilíndrica y otras con toro sogueado. El plinto de algunas basas
es redondo con una cenefa de botones o dientes de sierra. El podio del pilar es
asimismo redondo. Como ya se ha señalado, las naves laterales del transepto
están cubiertas por bóvedas de arista, mientras que la nave central, como las
restantes partes altas, pertenecen a la obra gótica.
En cuanto a los capiteles, responden a esquemas
vegetales, zoomórficos e historiados. En los primeros se observan similitudes
con los compostelanos. Así, cabe des tacar los de hojas carnosas, con nervios
incisos y bordes festonados que evocan el acanto y rematan en sobresalientes
volutas. El influjo tudense se deja sentir en Santa María de Tomiño y San
Salvador de Budiño datado por Bango ca. 1170 y en territorio portugués en Rio
Mau (Vila do Conde, comenzada en 1151), Sanfins de Friestas, Longos Vales y Bravâes
(Ponte da Barca).
Asimismo hay notables semejanzas entre alguno
del triforio compostelano, con hojas menos marcadas sobre las que se dispone
una figurilla, y otros tudenses que se hallan tanto en el transepto como en la
tribuna norte.
Entre los zoomórficos destacan los que se
encuentran poblados de monstruos, como los de cuadrúpedos con cabezas
simiescas, cuyas patas reposan sobre el astrágalo; ejemplos similares los
hallamos en Vilaboa, Tebra y Tomiño, así como en el monasterio portugués de
Ganfei y la portada de Bravâes; los de aves bebiendo del mismo recipiente,
modelo que se reitera en Rebón, Ganfei y en las portadas de Bravâes y Vilar de
Frades; por su parte, el bucráneo, que en Tui ocupa el centro del capitel
rodeado por leones de aspecto simiesco, se encuentra, con una fac tura muy
similar, en una peana de la puerta del Cordero de San Isidoro de León, bajo la
figura del mártir tudense San Pelayo. Por su parte, el modelo tudense se
repetirá en Sanfins de Friestas, de fines del siglo XII, en este caso rodeado
por monos.
Detalle de capitel con la lucha cuerpo a
cuerpo. Cara principal: brazo norte del transepto, nave este
Son muy pocos los historiados que narren una
escena concreta, pues en su mayor parte se trata de figuras humanas entre
vegetación o junto a animales. En uno de ellos, se puede observar un centauro
de larga melena que dispara una flecha a una corpulenta arpía, motivo que en
composición inversa se halla en Longos Vales. Por su par te, el motivo de
entrelazos que se puede observar en los capiteles de las naves, entre los que
asoma alguna cabecilla humana, se convierte en la nave este del triforio norte
en entrelazos serpentiformes con cabecilla humana. En opinión de Ferreira de
Almeida podrían sugerir la “bicha moura” de la mitología popular. Se
encuentran tanto en iglesias del entorno tudense, como Tomiño, como
portuguesas: Longos Vales, y sobre todo en Bravâes, tanto en capiteles como en
fustes.
Otro motivo peculiar, que se repite tanto en
los capiteles del brazo norte del transepto como en el sur, es el de dos
figurillas humanas, flanqueadas por aves cuyas alas se cruzan en aspa. Tuvo un
eco importante en las iglesias portuguesas, de tal modo que dichas aves se
encuentran, interpretadas como águilas, símbolo de San Juan, en la iglesia de
dicha advocación de Longos Vales, que Rodrigues interpreta en relación con el
milagro del santo de la “taza envenenada” que narra la Leyenda Dorada.
Según este autor, en el lado izquierdo se hallaría San Juan; en el ex tremo
opuesto Aristódemo, sumo-sacerdote de Éfeso desafiando al santo a beber el
líquido y así probar el poder de Dios; y en la cara principal la victoria de
San Juan –victoria de la fe– con los dos condenados que habrían muerto por el
veneno y a los que resucita. ¿Cabría una interpretación afín para el capitel
tudense? Sabemos que dos siglos más tarde había una capilla de San Juan en la
zona del crucero norte, de la que se desconoce la época de origen; por otro
lado las similitudes entre el capitel que se encuentra sobre la pared norte en
la nave oeste de dicho crucero y el portugués son mayores que las que presentan
los dos capiteles en los que se vuelven a hallar las águilas de alas cruzadas
en el brazo sur; estos últimos o bien poseen una sola águila –y en el otro lado
una arpía muy similar a otra, ya citada, de Longos Vales– o parecen una
imitación del capitel del lado norte, más somera –se ha perdido el detallismo
en la labra de las plumas– y con ligeras variaciones en la disposición de los
brazos. Asimismo las aves de ala cruzadas se convierten en el motivo principal
que jalona longitudinal mente una de las arquivoltas de Bravâes.
Entre los narrativos cabe resaltar uno donde
aparece una Anunciación, y a continuación dos figuras mutiladas que Bango
relaciona con la Visitación, la escena del nacimiento de Cristo, el sueño de
José, y el Niño en la cuna; para este autor su labra es mucho más cuidada, con
un cierto aire nervioso, ya gotizante. Asimismo destaca otro, con diversos
personajes que parece reflejar la lucha cuerpo a cuerpo, teniendo en cuenta
modelos afines en iglesias del camino francés; valga como ejemplo uno de los
existentes en la nave de San Isidoro de León. En el lateral se nos presenta una
estructura adintelada, formada por dos columnas y una traviesa horizontal que
parece evocar un lecho sobre el que se presentan dos personajes acostados; bajo
esa estructura, de nuevo, aunque de menor tamaño, personajes con sus manos
entrelazadas; ¿se podría estar aludiendo a un episodio de violencia en un
dormitorio?; el tema se produce con cierta frecuencia en los caminos de
peregrinación.
Como interpretación general de la iconografía
de los capiteles cabe señalarse la tantas veces repetida para el románico: la
lucha constante contra el pecado encarnado en los monstruos e híbridos, que no
cesa de acechar a la humanidad. No obstante, el capitel del nacimiento de
Cristo, no sólo por su factura sino también por su iconografía, nos
introduciría ya en uno de los temas más queridos en el gótico, como se
comprueba en la propia fachada catedralicia: la esperanza de la redención, en
una catedral, que, no lo olvidemos, estuvo desde un principio dedicada a María,
cuyo “fiat” permitió la salvación de la humanidad.
Fernández Casanova ha señalado las analogías
entre los capiteles tudenses y los de la catedral lucense, mientras que
Hipólito de Sá insiste en la influencia de la parte más antigua de la catedral
compostelana. Iglesias Almeida los ha descrito, estudiando su simbología,
temática e influencias en su territorio episcopal, incluyendo Portugal, lo que
originaría una auténtica escuela regional, en especial dadas las similitudes en
los elementos ornamentales. En ella se situarían las iglesias portuguesas de Longos
Vales, Sanfins de Friestas, Ganfei, Rubiâes, y las gallegas de Pexegueiro,
Tomiño, Parada o Angoares. Desde los investigadores portugueses hay que
destacar la opinión de Ferreira de Almeida, quien habla de un foco románico del
Alto Miño, influido por la sede tudense, que llegaría al río Lima, y que
pertenecía a este obispado. En este foco sitúa dos subgrupos derivados de
diferencias cronológicas; el primero, que él sitúa en la primera parte del
siglo XIII, estaría formado por las iglesias de Ganfei, Friestas, Longos Vales,
Bravâes, San Claudio de Noguiera, Rubiâes y la cabecera de Erme lo, a las que
habría que añadir, más al Sur, Rio Mau, las cuales se caracterizarían por una
decoración de gruesos follajes, inflamada decoraçâo animalesca e atarracadas
esculturas humanas. Con dicho país las semejanzas se producirán en diversos
elementos, lo que nos habla de influencias mutuas, incluso de una escuela
común.
En el aspecto estilístico, no se puede olvidar
el papel que en ese momento están ejerciendo las vías de peregrinación a
Compostela, en este caso concreto, tanto el camino francés como el portugués.
Así, en Tui se pueden apreciar elementos que nos vinculan con la catedral
compostelana, pero también con Frómista o San Isidoro de León, cuyos maestros
también intervinieron en Santiago. Pero cabe asimismo recordar que los
peregrinos que procedían de las distintas vías portuguesas a su llegada a
Valença do Minho atravesaban el río en barcas de pasaje, empleando los puertos
que comunicaban ambas orillas. Entre ellos, si bien fueron variando a lo largo
de las épocas, cabe citarse los de la desembocadura del Louro, en las
inmediaciones de a vella Ponte do Louro, en terrenos que todavía se conocen
como A Barca; en este caso, del lado portugués está el monasterio de Ganfei,
que presenta notables similitudes en sus capiteles con los tudenses. Tras pasar
Tui, uno de los caminos llevaba hacia a ponte do Louro, donde llegaba la barca
de Ganfei, y proseguía a Guillarei, A Cancela, Baldráns (bajo la advocación de
Santiago) y de ahí a Salceda, Cristiñade y Angoares, monasterio benedictino en
donde se hallan notables influjos tudenses.
Por su parte, las tribunas, convertidas en
triforios tras las obras góticas, poseen restos de su estructura románica.
Bango ha estudiado detenidamente los del ala norte, diferenciando sus tres
partes: la que corre sobre las naves laterales, el espacio que corresponde a la
nave occidental del brazo del transepto y el de la nave oriental del mismo (al
que se accede por un estrecho corredor). Al románico pertenecen el muro, las
columnas y ventanas, así como los contrafuertes sobre los que se apean los arcos
fajones de la nave central. En su opinión, esta parte debió de poseer tejado a
una sola agua y armadura de madera. Sin embargo, en la zona que corre sobre los
tramos del transepto se aprecian diferencias en lo decorativo, con la presencia
de elementos de carácter gotizante, mientras que la cubierta, que iba a ser de
bóveda de cañón queda sin realizar.
Los tramos que corren sobre las naves laterales
del brazo mayor se encuentran a mayor altura, mientras que al llegar al crucero
cuatro escaleras ayudan a salvar el des nivel; esto origina que las basas de
las ventanas románicas se hallen bajo el pavimento. El ala norte de la tribuna
es practicable hasta el ábside central; sin embargo el ala sur, sin pavimentar,
no permite el acceso sobre el crucero.
El ala septentrional posee tres tramos, y en su
parte norte se abren dos puertas, una hacia la torre de las campanas y otra que
da paso a un estrecho pasillo que lleva a la galería del triforio, en la parte
correspondiente a la nave mayor del crucero, casi al extremo del muro; éste se
cala con un gran rosetón, que tiene su equivalente en el lado sur.
En la parte oriental, la estructura revela
diversos cambios; así, en el muro norte se abre una ventana románica, lo mismo
que en el tramo más septentrional del lado este –hoy medio cortada–, y los
otros dos tramos presentan, tal como ha descrito Bango, una estructura que
recuerda el hemiciclo de un ábside con su bóveda de horno. Final mente, existe
una puerta que da paso a un ándito sobre la capilla mayor, que comunica con la
otra ala del triforio. En este último tramo, el vértice de un arco ojival asoma
por encima del pavimento: es el testigo de la reforma de la cabecera en época
gótica, y la bóveda de crucería de la capilla inferior.
La decoración correspondiente a esta zona ha
sido estudiada por Yzquierdo, para quien, además de basas, capiteles, cimacios
e impostas, merecen también especial consideración los canecillos que coronan
el muro de la central. Las basas presentan en su mayoría un perfil ático,
acompañándose de garras. Los plintos poseen una mayor variedad decorativa,
agrupándose sus motivos en tres conjuntos: los de raíz protohistórica, los de
ascendencia vegetal, pero con un tratamiento geometrizado, y composiciones geométricas.
Los capiteles, atendiendo a su temática, corresponden a dos conjuntos: los
vegetales y los zoomórficos; los primeros podrían relacionarse con el taller
compostelano de Platerías, y con otros de dicha catedral, empleados también en
diferentes talleres activos desde mediados del XII; los segundos, tendrían su
punto de partida en los tramos finales de la girola santiaguesa, y se
desarrollaron de tal modo en Tui, que su influjo abarcó además de su diócesis
–Tebra, Tomiño–, otras zonas de la provincia de Pontevedra, como San Pedro de
Rebón (Moraña), Santo Tomé de Piñeiro (Marín), Santiago de Tabeirós (A Estrada)
y Santa Mariña de Cangas (Lalín). Los cimacios tienen siempre la misma
decoración: un tallo ondulante con hojas alternadas. Entre las impostas, destaca
un fragmento con decoración zoomórfica a base de pavos reales afrontados.
Finalmente, los canecillos presentan una talla poco cuidada que revela la
pervivencia de fórmulas tradicionales; recogen motivos geométricos, cortes en
forma de proa de barco y diversas cabezas y figuras de animales en variadas
posturas.
Por lo que respecta a la tribuna meridional, se
encuentra en un mayor estado de deterioro y hay zonas de difícil acceso. En la
zona que corre sobre la nave lateral del brazo mayor se aprecian restos de
tirantes, ventanas que quedaron incluidas en el palacio episcopal de Diego de
Muros, y parte de los canecillos que se encontrarían hacia el exterior. La
parte que corre sobre el transepto es difícilmente transitable desde este lado;
a ella se accede desde un estrecho corredor que comunica el ala norte de la tribuna
sobre la capilla mayor con la nave oriental del ala sur, desde la que, por otro
estrecho corredor, sobre el retablo de la Expectación, se alcanza la nave
occidental sobre el transepto. En el primer espacio, los capiteles poseen una
labra mucho más sumaria, con motivos vegetales, las basas son lisas y los muros
reflejan numerosas reformas. En la nave occidental los capiteles repiten
motivos existentes en el otro lado: cabecillas que surgen entre los motivos
vegetales, hojas vueltas a modo de volutas, con sus nervios destacados, y las
basas vuelven a presentar los mismos motivos decorativos: sogueado, garras con
cabecillas leoninas, sucesión de arquillos, etc.
En la crujía oriental del claustro se abre la
puerta y ventanales de la sala capitular primitiva, que se sitúa entre las
últimas manifestaciones del románico. Poseía cuatro arcos de medio punto
peraltados y doblados, a cada lado de la puerta, la cual era de mayores
dimensiones que las restantes arquerías. Éstas se apoyan en haces de cuatro
columnas –excepto en los extremos donde habría sólo dos– cuyos fustes se unen
mediante collarinos muy desgastados a capiteles hoy muy deteriorados, de tal
modo que resulta difícil apreciar su decoración. En uno se aprecian carneros
enfrentados, en otro motivos vegetales con hojas cuyos tallos parecen unir el
capitel anterior al posterior y en otro Bango identificó una loba amamantando a
un lobezno. En la actualidad parte de esos arcos se observan sobre las puertas
de acceso a servicios, fruto de reformas que han disminuido considerablemente
las dimensiones originarias de la sala. Incluso cabe la posibilidad de que
existiese un acceso directo desde la capilla de Santa Eufemia (sobre la que se
construyó la de San Telmo), tras los restos de contrafuertes rebajados que
marcarían el límite perimetral del muro sur.
Arcos de
acceso desde el claustro a la Sala Capitular. Nótense as marcas de cantero,
resaltadas, las dovelas de los arcos
Por lo que respecta a la epigrafía, son muy
abundantes las marcas de cantero que han servido a Iglesias Almeida para poner
en relación diversos espacios, proporcionándoles una datación común. Cabe
destacar la inscripción existente en la sala capitular románica, adosada con posterioridad,
dedicada a Munio, VIR IUSTUS, cuya fecha en la actualidad resulta ilegible.
Asimismo existen otras inscripciones en el claustro referidas a obras
realizadas durante el gótico. En 1924, se colocó en el muro sur la transcripción
de la inscripción que hoy resulta ilegible:
TITVLVS.IN.HOC.MVRO.VETERIBVS.SEPULCHRIS.ADPOSITVS/
HAEC.GOTHICIS.LITTERIS.FERE.DIRVTIS.CONTINET/TEMPO
RE.DOMINI.IOANNIS.DE.SOVTOMAIORI.EPISCPOPI.TVDENSIS/
FVIT.REPARATVM.HOC.CLAVSTRVM.QUOD.PENE.TOTVM.
CORRVERAT/PROCVRATOR.OPERIS.IOANNES.MICHAELIS.CA NONICVS.ARCHIDIACONVS.A.MIÑOR/ALTERA.VERO.GOTHICA.
INSCRIPTIO.REPOSITVM.MONVMENTVM.
REFERT/ANNO.DOMINI.MILLESIMO.QVADRINGENTESIMO.OC
TAVO/AMBOS.NE.PEREANT.TITVLOS.HIC.DESCRIBERE.PLACVIT/ ANNO.MCMXXIV/.4
En esta inscripción se alude a otra que, aunque
hoy está situada a cierta distancia hacia el lado este, Galindo las considera
no sólo contemporáneas si no complementarias, de tal manera que la más pequeña,
que sólo contiene la fecha, estaría situada debajo.
AN(n)o : D(omi)NI M i)LL(essimO) :CCCC
OCTAVO
El conjunto se completaba con el escudo del
obispo Sotomayor (II), que se situaría en la parte superior.
Finalmente el obispo Pedro Beltrán reforma
totalmente la cabecera a finales del medievo. Culminada según La Cueva el 18 de
octubre de 1499, supuso la total transformación de lo existente para construir,
tal como hoy se conserva, una cabecera triple y plana. Los epígrafes que se
hallan bajo el rosetón que iluminaría la nave central, así como en el
contrafuerte más próximo al lado norte, rezan respectivamente:
AN(n)O: D(omi)NI: M(illesim)o: CCCC:
LXXXXV. XXXX: DIES: DE PERDO(n)
Por lo que respecta a la cronología y etapas
constructivas, tras analizar todos los documentos reseñados, existen dos
referencias a obras: la donación de los monjes de Oia en 1145 y la cesión de
parte de la venta de granos por Fernando II en 1179. De hecho, partiendo de
estas mismas bases documentales los diversos autores que se han referido al
inicio de la catedral de Tui se han decantado fundamentalmente por dos
corrientes de opinión: los partidarios de un comienzo antes del traslado de la
ciudad por Fernando II y los que proponen que las obras se empezarían en esa
fecha. En nuestra opinión, el origen del edificio se debe situar en la fecha
más temprana, teniendo en cuenta el propio desarrollo de su construcción. En
realidad mostrar el desarrollo de la construcción de esta catedral, y al mismo
tiempo acomodar a ella las distintas etapas por las que ha pasado su fábrica,
es uno de los aspectos más complejos, sobre todo por la dificultad a la hora de
marcar la época del inicio de las obras.4
A pesar de todas las discrepancias, los
diversos autores coinciden en considerar la existencia de tres campañas en la
construcción. Los partidarios de una fecha temprana, las sitúan de este modo:
1ª. Principios del siglo XII.
2ª. A finales de dicho siglo, tras las
donaciones de Fernando II.
3ª. En el siglo XIII.
En el segundo caso, la primera parte de las
obras correspondería al tercer tercio del XII, conociendo en el primer tercio
del XIII su impulso definitivo, lo que permitiría su consagración en 1225
aunque se producirían adiciones en épocas posteriores.
Las razones por las que consideramos más
adecuado el primer supuesto, situando el inicio de las obras en el segundo
cuarto del siglo XII, están en relación con el hecho de que cuando Fernando II
traslada la ciudad lo hace a un lugar que ya había estado habitado con
anterioridad y donde según Sandoval existía un castillo que se había con
servado hasta poco tiempo antes; ello es corroborado por la arqueología, pues
tras la realización de diversas excavaciones se ha constatado la existencia de
cerámica romana y una necrópolis germánica bajo el claustro de la catedral.
Asimismo, Alfonso VII dona una torre que había mandado construir junto a un
campanario, que se supone anexo, a su vez, a un edificio, pues no sería fácil
encontrarlo aislado y, tal como expresan los documentos de 1170 anterior mente
citados, la ciudad se asentaría entre la iglesia, sede del obispo, y el río
Miño. Por otra parte, Azcárate y Valle han estudiado el papel de Fernando II en
la iniciación del gótico en España, incidiendo el último en su apoyo a las
construcciones del Císter. Ello podría marcar una segunda etapa en la catedral
tudense y no el comienzo de una obra románica, la cual se podría estar
realizando, tal como indica el documento de 1145, en el segundo cuarto del
siglo, tras el aumento de donaciones ocurrido en los años 30 y la
reorganización del cabildo impulsada por el obispo Pela yo. De lo contrario, en
55 años se tendría que haber realizado el grueso de la obra correspondiente a
ambos estilos. Moralejo sitúa entre 1218 y 1236 la actividad del taller que
labró la puerta oeste así como los tramos occidentales inmediatos a la fachada,
que muestran ya caracteres plena mente góticos. Por lo tanto, en el último
cuarto del XII se situaría lo que Iglesias Almeida llama, en la división que él
plantea tomando como base los signos lapidarios, “etapa de transición”.
Como fecha clave para la conclusión de la mayor parte de las obras habría que
considerar la de 1225, consagración por el obispo Esteban Egea.
Un paso más sería el conocer qué se llevó a
cabo en cada una de las etapas, en las que, como se ha indicado, hay que tener
en cuenta dos estilos: el románico y el gótico.
En la primera, dentro del románico, se
realizaría la cabecera (segundo cuarto del siglo XII), tras la cual se
construiría el transepto, y se concluirían los muros laterales hasta los pies
(tercer cuarto del siglo XII). Inmediatamente vendría la tribuna en su parte
septentrional y en los tramos del transepto (último cuarto del siglo XII). Sin
embargo, en este último se notan diferencias en lo decorativo y se pueden
observar elementos de carácter gotizante; su cubierta, que iba a ser de bóveda
de cañón, queda sin realizar. En realidad, como ya apuntaba Lampérez, al
terminar el XII las obras no debían haber pasado de la cabecera, los brazos del
crucero, las bóvedas de arista de las naves laterales de esta parte, y los
muros exteriores y contrafuertes de toda la iglesia.
No podemos olvidar la sala capitular primitiva
que, como se ha indicado, se adscribe entre las últimas mani festaciones del
románico, y que por sus signos lapidarios, Iglesias Almeida la considera
construida al mismo tiempo que el transepto (tercer cuarto del siglo XII).
Realmente, buena parte de los motivos
ornamentales, corresponderían a la anteriormente mencionada “etapa de
transición”, como ha estudiado Yzquierdo.
Angoares
Parroquia situada entre los cauces de los ríos
Tea y Uma, a 2 km del centro urbano de Pontea reas, término municipal al que
pertenece, en la margen izquierda de la carretera que conduce a Salvaterra do
Miño.Los resto
s de mayor antigüedad de esta
feligresía fueron los encontrados en los castros de Tiroxa y Rioxa. Sobre este
último se alza parte de la antigua iglesia monástica, en cuyas inmediaciones,
tal y como ha puesto de manifiesto Claudio González, se descubrieron, en
diferentes momentos del siglo XX, parte de una jamba decorada con entrelazo, de
una construcción de la cultura castreña, los vestigios de una posible
edificación romana y un sarcófago antropoide altomedieval. Por otra parte, en
la tercera hilada del paramento externo del muro septentrional de la capilla
norte del templo parroquial se puede apreciar la reutilización de una lauda
sepulcral prerrománica, de aproximadamente 2 m de longitud, que presenta dos
finas incisiones lineales, en sentido longitudinal, rematadas, en uno de sus
extremos, por una cruz esvástica inscrita en un círculo. Todos estos elementos
nos permiten apreciar la permanente ocupación, desde la Edad del Hierro, de un
territorio englobado durante la Edad Media en la circunscripción de la Tierra
de Toroño.La parroquia era atravesada, según Marta
Cendón, por uno de los principales caminos portugueses de peregrina
ión a
Santiago de Compostela, a través de Tui, y por el camino real del siglo XVII
que probablemente seguía, en opinión de Elisa Ferreira, una antigua vía romana
que comunicaba Salvaterra con Pazos de Borbén.
Iglesia de San Pedro
El edificio está emplazado en el lugar de
Mosteiro, en una explanada rodeada por el caserío y el cementerio.
La toponimia y la documentación confirman la
existencia de un antiguo cenobio benedictino con la advocación de San Pedro –al
que pertenecía la iglesia– del que no conservamos restos materiales.
La primera mención del desaparecido monasterio
es una donación realizada en 1229 por el monje Pedro a favor del abad Pelagio y
el resto de sus hermanos, que vivían en Angoares sub regula sancti
benedicti. Por un aforamiento de 1290 sabemos que a finales del siglo XIII
la comunidad estaba formada por un abad, cinco monjes y tres confesos. Este
dato, junto con el privilegio de Sancho IV de 1293, a través del cual se exime
a Angoares del pago de yantares porque era un lugar pequenno y puebre,
revela la escasa relevancia de esta casa en los ámbitos espiritual y económico.
Característica que se convertirá en una constante a lo largo de los siglos XIV
y XV. En 1351 Pedro I confirma el privilegio de Sancho IV y por un aforamiento
del mismo año sabemos que había un abad y siete monjes. Ya en el siglo XV, en
1420, Juan II vuelve a confirmar el mismo privilegio Real, y en 1435, por Bula
del Papa Eugenio IV despachada en Florencia, se determina la supresión de éste
y otros pequeños monasterios de la diócesis de Tui, y la anexión de sus rentas
a la mesa capitular para intentar pa liar el descenso de su capacidad
económica, producida por la pérdida de sus posesiones en tierras portuguesas.
Desde este momento y a lo largo del siglo XVI se irá produciendo un continuo
abandono y deterioro de las edificaciones, co mo aparece reflejado en las
Visitas Pastorales estudiadas por Ernesto Iglesias, que tendrá como fruto la
paulatina y total desaparición de las dependencias monásticas ubicadas, según
Hipólito de Sá, en la parte meridional de la iglesia, que se mantuvo, sin
embargo, sin grandes transformaciones hasta el año 1900, momento en el que se
acometió la construcción del pórtico-campanario neogótico de la fachada
occidental, la creación de una sacristía, la sustitución de las cubiertas y
otras obras menores.
El templo es de cruz latina y ábside
rectangular unido a la nave única a través de un codillo. Este tipo de planta,
con un remate rectangular en la cabecera, único en Galicia, o con triple ábside
semicircular precedido de un tramo recto, como ocurre en el caso de San Miguel
de Breamo, San Salvador de Vilar de Donas, Santa Cristina de Ribas de Sil o San
Salvador de Albeos, desaparecido pero bien documentado, responde a una
tipología arquitectónica empleada, en el románico gallego, exclusivamente en
los centros monásticos. En el caso de Angoares su origen podría estar vinculado
a una doble motivación, funcional, por su pertenencia a una comunidad religiosa
que justificaría la elección de este modelo, y material, puesto que el edificio
se erige sobre un asentamiento, tal y como hemos visto anteriormente, en el que
hay indicios de la existencia de una antigua construcción prerrománica que pudo
ser reutilizada a nivel planimétrico, y que contaría con referentes en el
ámbito gallego, como la iglesia ourensana de Santa Comba de Bande. La obra de
época románica es similar a la iglesia de Santa Marta de Tera, en la provincia
de Zamora.
De finales del siglo XIX es el dibujo del
Archivo Histórico Diocesano de Tui aportado por Ernesto Iglesias en el que se
aprecia la organización de la antigua fachada occidental. En ella se abría una
portada de una arquivolta de arco de medio punto, aparentemente en arista viva,
que cargaba sobre un par de columnas acodilladas. A ambos lados, y en el
extremo occidental de los paramentos externos de la nave, había unos pequeños
contrafuertes que llegaban hasta una imposta que pasaba sobre el trasdós de la
arquivolta. En el hastial se abría una pequeña saetera y sobre ella se alzaba
la espadaña con dos campanas.
Brazo sur del transepto decorado con
canecillos, portada con arco de medio punto y tímpano liso apoyado sobre
mochetas con cabezas de animales.
En el exterior del edificio, y con motivo de la
intervención de principios del siglo XX, se cegaron las puertas de los lienzos
externos de la nave, ambas de arco de medio punto en arista viva con imposta de
chaflán recto y sin tímpano. Las cuatro altas saeteras de la nave, dos en cada
muro, y las de los laterales del ábside fueron modificadas.
Asimismo, se abrieron las ventanas del muro sur
del brazo meridional y del norte del septentrional. Los únicos vanos que
permanecieron prácticamente inalterados fueron las saeteras del hastial
oriental de la nave y la del testero del ábside rectangular, así como las
puertas de los muros occidentales de los brazos del crucero. Estas dos últimas
son de arco de medio punto en arista viva, imposta con chaflán recto y tímpanos
lisos compuestos por varios sillares que cargan directamente sobre un par de
mochetas decoradas con cabezas de un équido o un buey y un carnero, en el caso
de la meridional, e indescriptible, en el caso de la septentrional, debido a su
desgaste.
El paramento externo del muro septentrional de
la nave conserva unas pequeñas ménsulas que pudieron servir de apoyo a un
antiguo cobertizo.
En los aleros se centra el principal atractivo
del exterior del templo. Compuestos por una cornisa de chaflán recto decorado
con perlado, sustituido en algunos tramos por chaflán recto liso, que apoya
sobre una impresionante colección de setenta y cuatro canecillos geométricos y
figurados: cuarenta y dos en la nave, diez en cada brazo y doce en el ábside.
Entre los veintiún canes del alero meridional
de la nave encontramos los siguientes tipos: de caulículo, de cabeza de perro o
lobo, de toneles sobre nacela, de planos superpuestos y de cabeza de toro. En
el paramento occidental del brazo meridional destacan, sobre los tipos ya
indicados, uno de modillón de rollos, un mono tocando una vihuela y una nueva
variante del de cabeza de perro. En la parte opuesta de este mismo brazo
podemos apreciar, en el extremo meridional, la figura de un simio o figura
diabólica con la cabeza vuelta y un hombre mostrándonos un gran pene.
Las novedades del alero del mediodía del ábside
son una cabeza de carnero, un acróbata con un cinturón de fuerza, según
definición de Jean Claude Vinourd, y lo que podría ser un lobo con un elemento
indefinido entre sus fauces, por su similitud con una de las mochetas de la
iglesia ourensana de Santo Tomé de Serantes. Mientras que en el norte
sobresalen el hombre en cuclillas que se lleva las manos a las mejillas, un
felino con la cabeza vuelta y una pieza circular entre dientes de sierra.
Los más singulares del brazo septentrional, en
su parte occidental, son un hombre que se mesa la barba con la mano derecha
mientras lleva la izquierda al codo del brazo opuesto, y una pieza sumamente
rozada que podría representar una figura demoníaca con un gran falo. Por
último, en el alero septentrional habría que añadir a los modelos anteriormente
vistos un onanista agarrándose la barba y un individuo en actitud
exhibicionista mostrándonos el ano.
De todo este conjunto, aproximadamente un
tercio de los canecillos tiene decoración figurada. Su ubicación y temática
permiten articular un discurso admonitorio y de condena que evidencia una clara
intencionalidad, en su confección, que va más allá del ámbito de la mera representación
de lo grotesco en un espacio marginal.
En Angoares se hace patente la utilización de
un lenguaje escultórico que Manuel Antonio Castiñeiras define como stilus
mediocris, en el que se emplea un realismo grotesco, cómico, adaptado para
los rústicos, con exageraciones en los gestos faciales, provocación y ruido
sugerido por el acompañamiento musical. Todo ello establece una admonición,
condena de las bajas pasiones frente al mo delo de perfección del monje, y
define los límites de lo profano, de la virtud y del vicio.
Así pues, los tres ejes en los que se centra el
programa de los aleros son la gula –representada por los toneles y circunscrita
al lateral suroccidental de la iglesia–, la lujuria –con imágenes de
exhibicionistas y onanistas– y la ira de los hombres que se llevan las manos a
la barba o las mejillas. Todo ello complementado con los castigos impuestos a
personajes como el acróbata o el atlante, que cargan con esfuerzo con la
cornisa; el embustero del piñón del testero del ábside, que introduce las manos
en la boca estirando sus comisuras; y la clara alusión a lo maléfico y
demoníaco a la que hacen referencia, en este caso, las cabezas de toro, lobo o
perro –mostrándonos la lengua y sus fauces–, los monos y el juglar.
En relación con lo anterior y con la diglosia
del lenguaje escultórico empleado por el clero, podrían estar las mochetas de
la puerta del brazo sur, que formarían parte del programa iconográfico general
del exterior y específico de la entrada, como indica Ruth Bartal. En este caso
las cabezas de animales, cuyo rasgo predominante es la fuerza, tendrían un
carácter positivo, apotropaico, y servirían para proteger y guardar la puerta
de la iglesia, definiendo nuevamente los límites de lo sacro y lo profano. Su
papel de soportes confirma el poder de la cristiandad y la sumisión de lo
pagano.
En el interior, la cubierta de bóvedas de
crucería de la nave y el ábside, y la de cañón de los brazos, sustituyeron la
original cubierta de madera a doble vertiente de la nave y las probables
bóvedas de cañón del ábside y los brazos del crucero. Esta intervención supuso
el cerramiento de las puertas laterales de la nave, a las que adosaron dos de
las cuatro pilastras sobre las que descargan los nervios de las bóvedas.
El arco triunfal del ábside es de medio punto,
ligeramente peraltado y doblado en arista. Carga sobre dos columnas adosadas,
de cinco tambores, que poseen basa ática con garras y decoración de casetones
en el plinto. Los capiteles presentan decoración vegetal de una orden de hojas
picudas rematadas en espiral y caulículos en las esquinas. El pavimento de este
espacio engloba el basamento de las columnas y se alza a mayor altura que el
resto de la iglesia. En su testero se descubrió, en los años setenta del siglo
XX, una ventana de arco de medio punto en arista que apoya sobre dos pequeñas
columnas acodilladas de fuste monolítico, basa ática y ábacos de chaflán recto,
con decoración de tallos ondulantes, el izquierdo. El capitel del lado de la
epístola repite el esquema de los del arco triunfal, mientras que en el lado
del evangelio un león entre caulículos ocupa toda la cesta.
Los arcos de los brazos son similares al
triunfal, pero de menor tamaño; cargan sobre columnas adosadas con basa ática y
garras. Los plintos de las columnas orientales tienen decoración geométrica de
listeles, y casetones el occidental del brazo norte. Los capiteles repiten el
esquema de hojas picudas, con o sin remate en espiral en la punta del envés,
salvo el occidental del brazo septentrional. En este caso siete personajes bajo
caulículos, con largos vestidos por debajo de las rodillas y altos escarpines,
cubren la cara frontal y las laterales del capitel. Iniciando desde la cara
sur, el primer personaje se lleva las manos al vientre, y el segundo la derecha
a la cadera y la izquierda a la cintura.
Dos de los tres personajes de la parte frontal
sujetan los brazos del que ocupa el centro de la composición, barbado y con la
mano izquierda sobre el vientre. Los dos últimos, en la cara norte, cubren con
su mano derecha el pecho y con la izquierda el vientre. Esta escena podría
representar el Prendimiento del Señor en el huerto de Gethsemaní, o el
Prendimiento de San Pedro, en clara relación con la advocación del templo. Los
ábacos de los capiteles orientales del crucero son de chaflán recto liso, mientras
que el occidental del brazo meridional muestra una ballena, monstruo del abismo
que alude a nuestra efímera presencia en el mundo terrenal, en opinión de María
José Domingo, y perlado en la parte que se imposta por el muro, al igual que el
ábaco del capitel occidental del brazo norte.
En el interior de los brazos del crucero, en su
paramento de naciente, se abren dos arcosolios de arco de medio punto en
arista.
La exclusividad de su planta no nos permite
establecer una filiación más precisa de la anteriormente mencionada que nos
pueda ayudar a determinar la cronología del edificio. Sin embargo, todos los
recursos de su lenguaje decorativo apuntan a una vinculación directa con la
catedral de Tui y con su escuela regional transfronteriza, Galicia y norte de
Portugal, activa desde finales del tercer cuarto del siglo XII, fecha que
proponemos para la realización del templo.
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