lunes, 17 de noviembre de 2025

Capíotulo 143, Románico alrededor del Río Miño en Pontevedra (Comarcas de Baixo Miño, O Condado y A Paradanta)

 

Románico alrededor del Río Miño en Pontevedra (Comarcas de Baixo Miño, O Condado y A Paradanta)
En este capítulo nos ocupamos de algunas muestras del arte románico disperso en el sur de la provincia de Pontevedra, muy cerca de la ribera del Río Miño a su paso por esta provincia gallega.
Los tres edificios elegidos tienen caracteres muy distintos. Uno de ellos es la Catedral de Tuy - Tui en la parte que se conserva de estilo románico y no gótico.
También trataremos la iglesia ya casi protogótica del Monasterio de A Franqueira y la iglesia de Angoares.

 
Tui
El ayuntamiento de Tui se sitúa en el suroeste de la provincia de Pontevedra, de la que dista 54 km, siendo enclave fronterizo por medio del río Miño con la vecina ciudad de Valença do Minho. Limita por el Norte con Porriño y Gondomar, por el Sur con Portugal, por el Este con Salceda de Caselas y por el Oeste con Tomiño.
Rodeado prácticamente en su totalidad de murallas y torreones, sobresale el viejo conjunto urbano, presidido por las altivas torres de la catedral. El casco histórico conserva la mayor parte de su antiguo trazado medieval, con estrechas y laberínticas calles, con empinadas cues tas, túneles, pasadizos e incluso algunas casas blasonadas. La silueta de la ciudad se ve reflejada en las aquí plácidas aguas del Miño, que la separan de tierras portuguesas.
A pesar de que los orígenes de la ciudad de Tui son inciertos, testimonios arqueológicos y fuentes literarias parecen apuntar hacia la hipótesis de su localización primitiva en el núcleo sobre el que habría de construirse la catedral en la Edad Media. Se han planteado cuatro localizaciones distintas para el primitivo emplazamiento urbano: el monte Aloia, el castro de Cabeza de Francos (Pazos de Reis), el barrio de Santa Eufemia (hoy en la parroquia de San Bartolomé de Rebordáns) y el actual, fundamentalmente en el entorno de la catedral. En realidad, los hallazgos producidos bajo la actual catedral, que se remontan al Paleolítico y a la cultura castreña, invitan a suponer una ocupación continuada en dicha área. Asimismo la abundancia de restos romanos avala la hipótesis de un hábitat continuado. Realmente la ocupación romana tuvo gran importancia en el pasado tudense. Fuentes literarias antiguas, que le atribuyen una fundación legendaria, confirman la existencia de un Castellum Tyde en época romana. Plinio menciona la fortaleza de Tyde y su descendencia de los griegos, mientras que Silio Itálico hablaba de la aetola Tyde, fundada por el errante Diómedes.


Aunque el remontar la fundación de la ciudad a un pasado glorioso, poblado de héroes clásicos, es un topos muy frecuente a la hora de buscar los orígenes de una urbe, las fuentes permiten afirmar que en el 58 a.C. fue conquistada por Julio César, que la vinculó a la Hispania Citerior, pasando luego a la Tarraconense. Figura en el Itinerario de Antonino como una de las mansio de la vía XIX que iba de Braga a Astorga, pasando por Lugo.
El antiguo asentamiento urbano hubo de sufrir numerosos avatares en la Alta Edad Media. Época de invasiones por excelencia, los pobladores se verán obligados en diversas ocasiones a abandonar su territorio y refugiarse en otras áreas. No es fácil conocer el momento del surgimiento de la sede tudense, si bien la tradición ha consagrado a San Epitacio como primer obispo, relacionándolo con la figura de Santiago, quien lo habría constituido como pastor de la diócesis, pero ningún dato permite confirmarlo.
Otro de los momentos en que se vuelve a tener alguna información sobre Tui es en la época sueva, cuyo dominio se extiende en Galicia entre el 411 y el 587. Como vestigio puede ser relevante una moneda del emperador Anastasius, en cuyo reverso aparece TVDE...IIIIª I S.
Hacia el 585, Leovigildo (569-586) se anexiona Galicia e implanta el arrianismo, desterrando al obispo entonces en la sede, Neufila, y sustituyéndolo por el arriano Gardingo, que se convertirá al catolicismo en tiempos de Recaredo (586-601), en el III Concilio de Toledo (589). Otra noticia importante es la del establecimiento en Tui de Witiza, por parte de su padre Egica, en el 698, para restaurar el antiguo reino. Su residencia se fijó en el lugar llamado Monterreal, en la parroquia de Pazos de Reis, permaneciendo la corte en este lugar hasta su traslado a Toledo el 17 de noviembre del 702, fecha del fallecimiento de Egica.
La siguiente invasión digna de mencionar fue la musulmana. La ciudad fue liberada por Alfonso I en el 740, pero su repoblación no tendrá lugar hasta mediados del siglo IX, con Ordoño I (850-866), tras una nueva invasión, la de los normandos, que acontece hacia el 844. Durante el tiempo de estas invasiones los prelados tudenses se vieron obligados a abandonar su sede y a refugiarse en Iria: la sede no será restaurada hasta el 915, por Ordoño II y su esposa Elvira. Sin embargo, en el 926 una nueva invasión obliga al obispo Naustio a refugiarse en el monasterio portugués de Labrugia, al igual que sus sucesores, quienes tras un nuevo ataque en el 970, época del obispo Viliulfo, emigran a Ribas de Sil, diócesis de Ourense, desde donde gobernarán su sede.
Otras muchas invasiones se suceden, tanto por parte de musulmanes –Almanzor en el 997, según Ambrosio de Morales– como de normandos, siendo la más conocida la de 1016, llevada a cabo bajo el mando de Olaf Harraldson, en época de Alfonso V (999-1027), que agrega la sede tudense a la de Compostela (24-X-1024), hasta su definitiva restauración en tiempos del obispo don Jorge (1067-1072) bajo el reinado de don García en 1067-1068.
A las oleadas de invasiones que han marcado la Alta Edad Media siguen los numerosos conflictos con Portugal, que muchas veces se enmarcan dentro de problemas dinásticos; así ocurre con las luchas entre Urraca y su hermana Teresa. En realidad las luchas familiares y la situación fronteriza originarán el que Tui cambie, con frecuencia, de área de influencia. Posteriormente los conflictos se enmarcarán dentro de movimientos que afectan a toda la cristiandad, como el Cisma que divide a los partidarios de Roma, frente a los de Aviñón.

Catedral
La catedral de Tui se emplaza sobre una colina junto al río Miño, que sirve de frontera con Portugal. Desde la misma se divisa la ciudad de Valença do Miño, cuyo aspecto de fortaleza la equipara con la catedral tudense.
Dista 48 km de la capital provincial, Pontevedra, y 108 de la capital gallega, Santiago de Compostela.
Los orígenes del edificio catedralicio tudense son con fusos, y no tenemos ningún documento que pueda ser considerado con exactitud un acta fundacional; sin embargo, existen una serie de indicios que podrían mostrar cuándo se pudo comenzar. Debemos situarnos en el momento de la restauración definitiva de la sede tudense en 1071, para intentar buscar un punto de partida para estudiar el edificio catedralicio actual. No obstante, tratar de establecer una secuencia de la cronología del inicio de la catedral de Tui en época medieval no es tarea sencilla, puesto que no poseemos datos concluyentes que permitan realizarlo de forma definitiva. Existen una serie de documentos que se han interpretado de modos muy diversos; es preciso partir de ellos, si bien han de ser complementados con los datos que la propia obra ofrece.
Conocemos un hito fundamental: la consagración llevada a cabo por el obispo Esteban Egea en 1225, lo cual supondría la culminación del grueso de la obra; pero su comienzo, y si hubo un edificio previo situado en otro emplazamiento, o en el actual, son cuestiones todavía por resolver.
Es preciso situarse, pues, en 1071 cuando Urraca, hermana de Alfonso VI, hija de Fernando I, efectúa una donación a la iglesia tudense. Este documento es considerado por Flórez el que marca la restauración de la sede. Se debe tener en cuenta que el obispado ha de trasladarse una vez más; en esta ocasión al arrabal de San Bartolomé tras la destrucción de la ciudad por las sucesivas invasiones; de ello ya da noticia Sandoval, para quien Urraca llevó a cabo su donación al encontrar la sede “muy pobre, y acabada” –datos que aporta el propio documento– tras sufrir la larga serie de invasiones. Un segundo documento importante para el engrandecimiento de la sede tudense, a pesar de seguir localizada en el monasterio de San Bartolomé, es el que en 1095 otorga el conde don Ramón y su esposa Urraca. Desde Ávila y la Cueva se considera que en ese momento tiene lugar la donación del señorío temporal al obispo Aderico, es decir, desde entonces el obispo será el señor de la ciudad, título que Tui poseería desde ese momento, según indica Rodríguez Blanco. Por otra parte, como señala Ávila y la Cueva, los términos marcados en dicho documento se extendían a la otra parte del Miño, abarcando la villa de Valença y otros pueblos. En 1112, el patrimonio se amplía, pues Urraca dona diversas villas a la iglesia de Santa María y a su obispo Alfonso.
En 1118, Onega Fernández compensa a la sede tu dense por el sacrilegio que contra ella había cometido su hijo y habla de la sede de Santa María, pero de un concilio celebrado en San Bartolomé; son datos que confirman que el obispo todavía reside en el monasterio.
En efecto, la sede continúa en San Bartolomé y parece hallarse bajo tutela lusa. Lo corrobora un documento de trascendental importancia otorgado por la reina Teresa de Portugal en 1125, tomado para algunos como punto de partida para la construcción del edificio catedralicio. En él confirma las donaciones del rey suevo Teodomiro, y, como indica Galindo, su largueza se extiende no sólo a derechos reales y señoriales en tierras de Portugal, sino en el territorio y ciudad tudense. Por otra parte, la reina no pierde la oportunidad de obtener “beneficios espirituales”, como es la petición al obispo Alfonso de rezar por su alma, o la obligación de conferir órdenes y confirmar todos los años en la iglesia de Val de Vez. Desde entonces se inicia ría un incremento en las donaciones que podría ser lo que permitió el comienzo de la catedral.
Por otra parte, los enfrentamientos entre Alfonso VII y su primo Alfonso Enríquez tendrán importantes repercusiones en Tui. Si el primero desea recuperar Portugal, siendo su máximo anhelo que esta provincia reconhecesse a sua auctoridade suprema, el segundo pretende evitar la guerra en su suelo, por lo que entre 1130 y 1137 realiza varias incursiones en Tui alentado por a posse que D. Teresa tivera de Tuy e da terra de Limia, de que pretendía ser senhor como o era de Portugal. Precisamente él mismo, ante los daños que con la guerra ocasionó a la iglesia de Tui, continúa la concesión de donaciones tras la paz de Tui, en 1137, ahora al obispo Pelayo. Éste será el impulsor del cabildo al organizar la canónica bajo la regla de San Agustín, con la confirma ción del rey Alfonso VII y su esposa Berenguela. Ávila y la Cueva nos dice que el obispo fue el primero en observar la regla, junto con seis canónigos más y para completarla pide a San Teotonio, vecino de San Bartolomé, que había fundado el convento de la Santa Cruz de Coimbra, que le envíe algunos canónigos más. Su petición fue atendida, pues varios de los obispos posteriores, canónigos en Tui, procedían del convento coninbricense; éste es un dato muy importante porque puede hacer pensar en diversas influencias que los ejemplos portugueses han podido ejercer con respecto a la obra tudense. Ávila y la Cueva señala que Pelayo labró un convento adjunto a la iglesia del convento de San Bartolomé, que servía en aquel momento de catedral.
Otras donaciones importantes para el edificio catedralicio vendrán de la mano de monarcas como Alfonso VII, quien desde 1138 efectúa destacadas concesiones a la iglesia tudense, además de confirmar los términos del monasterio de Barrantes y otorgar considerables beneficios a Oia. Particular relieve posee un documento de 1142, en el que confirma a la iglesia de Tui las donaciones de sus padres y abuelos, el señorío de la ciudad, sus cotos, el derecho a poner jueces y el portazgo, así como una torre defensiva que había mandado construir junto al campanario. Precisamente tres años más tarde, en 1145, es el obispo don Pelayo el que realiza donaciones a Oia, cuyos monjes en agradecimiento contribuyen con dos marcos de plata in opus Ecclesiae S. Mariae faciendum. ¿Se trata ya del edificio actual? Antes de responder a ello, es preciso observar los avatares que continúa sufriendo la ciudad de Tui, debido a su situación fronteriza.
En 1162, Fernando II, aprovechando la minoría de su sobrino Alfonso VIII –hijo de Sancho III–, rey de Castilla, llega a titularse rey de Toledo, por lo que los frentes de lucha se multiplican y el monarca portugués ocupa la Limia y entra en Salamanca. No obstante los intervalos pacíficos entre el reino leonés y Portugal también afectan a Tui. Tal sucede en 1165, cuando se lleva a cabo el matrimonio de Fernando con Urraca, hija del portugués; ambos reyes se reúnen en Pontevedra donde se juran amistad eterna, culminando una política que sólo había llegado a intento fallido en 1160, cuando el monarca luso había concertado en Tui el matrimonio de su hija Mafalda con el conde de Barcelona, antes del fallecimiento de la princesa.
Pero la concordia duró poco, pues el príncipe don Sancho, primogénito del rey portugués, invade Tui, sitian do su iglesia, como reconoce años más tarde (1186) cuan do, ya rey, realiza diversas donaciones para la restauración de la misma. Su padre, Alfonso I de Portugal, continúa en posesión de la ciudad en 1169, cuando le otorga donaciones y privilegios en el territorio tudense y al otro lado del Miño, ayudando así a su renovación.
Sin embargo, poco después la suerte vuelve a tornar y Fernando II consigue importantes victorias en Galicia y Badajoz, que le llevan a la recuperación de territorios en manos lusas. Tal acontece con Tui, donde entra victorioso y despoja al obispo de su señorío castigando su deslealtad.
En 1170 se produce un acontecimiento capital para la historia de la catedral: tras los citados conflictos, Fernando II traslada la ciudad a un lugar más seguro, que ha comprado al obispo, y le da fueros; y es de especial relevancia el documento de 1179 por el que otorga al obispo Beltrán permiso para construir un alcázar junto a la torre que está al lado del palacio episcopal y le cede parte de la venta de granos para las obras de dicho alcázar y de la iglesia de Santa María.
En realidad, como Pérez Rodríguez ha señalado, la independencia alcanzada por Portugal, que Alfonso VII ya admite al final de la década de los 30 –aunque Roma no lo haga hasta 1179– no supuso una ruptura de relaciones con Galicia y, siguiendo a Mattoso, afirma que no habrá una noción de frontera hasta la segunda mitad del siglo XIII y primera mitad del XIV, por lo que los conflictos surgidos hasta entonces suponen la integración de Portugal como un estado más de la Península, y no una confrontación de carácter nacional. La alineación de la nobleza en defensa de uno u otro monarca según sus propios intereses será una buena prueba de ello.
Uno de los interrogantes que sobre la catedral tudense se plantean, se refiere a la configuración de su planta. Hasta el presente se ha incidido en su aspecto general delineado en época románica; sin embargo, las referencias documentales indican la realización de obras en la cabe cera durante el gótico, y su total transformación a finales del XV, tras demoler Pedro Beltrán en 1499 lo existente y construir una cabecera triple y plana, como todavía se observa en la actualidad.
Se trata de una planta de cruz latina; el brazo mayor, muy corto, se divide en tres naves, siendo la central más ancha, y éstas a su vez en cuatro tramos. El brazo menor está igualmente dividido en tres naves, aún cuando en este caso los tramos serán tres y más estrechos. Es el único ejemplo, junto a la catedral compostelana, que posee un transepto tan amplio. Sin embargo la cabecera no parece haber tenido girola, debido a la falta de espacio y pese a que la opinión más generalizada considera la existencia de tres ábsides, la posibilidad de cinco, hipótesis apuntada ya por Chamoso e Iglesias Almeida, parece avalada por la documentación conservada en el archivo de la catedral, y la propia arquitectura.
A lo que sería la planta en época románica, en la que se delineó gran parte del contorno principal del templo, habría que sumar las adiciones en el gótico, período en el que se configura el claustro –si bien en diferentes etapas– y diversas capillas: la de San Andrés, erigida por el obispo Juan Fernández de Sotomayor (II), y la de Santa Catalina, correspondiente al episcopado de Diego de Muros, quien erigió sobre ella su palacio episcopal, del que se conservan escasos restos. En época moderna se construyen en el siglo XVI la sacristía y la sala capitular, el cimborrio del crucero, el último cuerpo de la torre de las campanas y la antigua capilla de San Telmo y se remodela el atrio occidental. En el siglo XVII se levanta el nuevo trascoro y en el XVIII se acomete la reforma de la capilla de Santa Catalina, la construcción del edificio de la Cátedra, la actual capilla de San Telmo, el atrio norte, algunos arcos diafragma de las naves y el Palacio de la Contaduría; a ello habría que añadir el Palacio Episcopal y sus transformaciones. Finalmente, en época contemporánea –además de pequeñas obras de consolidación, reparación y mantenimiento en el siglo XIX, en cuyo final se llevan a cabo transformaciones en el Palacio Episcopal, en el siglo XX– se producen obras de restauración arquitectónica, reordenación espacial y recuperación estilística, que llevan a la reparación de las cubiertas, la restauración de sus cuatro fachadas, el mantenimiento de las unidades sustentantes, o el traslado parcial del coro capitular a la cabecera a mediados del siglo XX. Por lo que respecta al claustro, se intenta desenmascarar la estructura medieval, oculta por la ampliación del Palacio Episcopal, lo que se hará en los años 60 del siglo XX. Asimismo se producirá una remodelación del entorno monumental.
La característica exterior más destacable de la catedral tudense es su aspecto de fortaleza. Ello se pone de manifiesto tanto en el lado norte como en la fachada principal y en el sur, donde se halla el claustro. A pesar de las numerosas reformas, tanto en época medieval como posterior mente, su carácter no ha variado en exceso.
Comenzando por la zona septentrional, diversos son los elementos que nos vinculan con diferentes etapas de la Edad Media.
Fachada septentrional
 

Así, la portada que da acceso al crucero es románica. A su lado la torre de las campanas, cuya base también pertenece a este estilo, y un fragmento de otra torre, destruida al erigirse ya en el gótico la torre de San Andrés. Bajo ella se hallaba el cementerio, tal como se puede observar a través de la documentación. Bango aporta la reconstrucción de lo que sería el esquema de la primitiva fachada, cuya realización habría de seguir a la de la cabe cera. El transepto estaba flanqueado por dos torres, de las que sólo se conserva la izquierda; la calle central tenía un arco semicircular de descarga bajo el cual existen otros dos más pequeños, que se unen en el centro; sobre ellos se abre el rosetón, ya gotizante. Las naves laterales del transepto se iluminan mediante sendas ventanas, estando actualmente oculta hacia el exterior la del lado derecho, si bien se aprecia desde el interior. En cuanto a las naves longitudinales, en opinión de Bango se dividirían en dos cuerpos: uno superior correspondiente a la nave central y otro más bajo al que se abrían, a su vez, dos cuerpos de ventanas en relación con la tribuna y la nave lateral. Ambos estaban compartimentados por contrafuertes que equivalen a los tramos del interior. El cuerpo bajo se corona mediante un alero con cobijas, canecillos y tabicas, mientras que el alto posee sólo los dos primeros elementos. Este esquema resulta muy semejante al que Rocha Carneiro propone para la fachada norte de la Sede de Oporto (primer tercio del siglo XII), así como el de las fachadas principales de la Sede vieja de Coimbra (1162-1176), Lisboa (1170) o Évora, los cuales presentan torres almenadas, contrafuertes y rosetones, del mismo modo que la tudense.

Yzquierdo describe minuciosamente la fachada norte, estableciendo en primer lugar la diferencia entre la parte inferior románica, y la superior gótica. La puerta posee triple arquivolta de medio punto, alzada una sobre el propio muro, mientras las otras dos se apoyan en sendas columnas acodilladas, con fustes lisos, basas de altos dados y práctica desaparición de la escocia intermedia y capiteles decorados con hojas estilizadas, mientras los cimacios poseen roleos que encierran hojas. Las jambas rematan en mochetas con cabezas de buey, sobre las que se alza un dintel monolítico cuyo borde recibe una decoración de soga. Existen notables semejanzas entre esta puerta y la septentrional de San Miguel de Pexegueiro, que Bango data en el tercer cuarto del siglo XII.

La portada se complementa, como ya se ha señalado, con dos arcos de medio punto que descansan en el centro, sobre una pieza rectangular, muy erosionada, decorada con estrías, y apean sobre pilastras. Por encima, un arco semicircular que se apoya en los contrafuertes que enmarcan la portada, y entre ambos una imagen de obispo que se identifica con el primero de la diócesis tudense, San Epitacio.Asimi
smo al románico correspondería una ventana, remate de la nave occidental del crucero, y otras dos bajo las campanas de la torre, cuya decoración con vegetación más estilizada revela una época posterior.
Por lo que respecta a la fachada meridional, se halla muy transformada debido a diversos factores: la presencia del claustro, la adición del palacio de Diego de Muros, y el hecho de que a ella estuvieron adosadas hasta bien entrado el presente siglo, varias de las dependencias del palacio episcopal. De época románica se conserva un arco de medio punto que asoma sobre el pavimento que corre por encima del ala norte del claustro. La puerta que en la actualidad comunica con el crucero no lo hace por la nave mayor de éste –cubierta con el retablo de la Expectación–, sino por una lateral. Asimismo existen restos de ventanas románicas que se abrirían a la nave y fragmentos de contrafuertes. Podemos suponer que su esquema debió de ofrecer gran semejanza con la norte, a pesar de que en la actualidad no presenta torres que la flanqueen. Sin embargo, por el dibujo que Duarte Darmas –escudero del rey de Portugal don Manuel el Afortunado– realizó en su Livro das Fortalezas situadas na raia de Espanha en 1502, es posible pensar que éstas habían existido, puesto que, a pesar del carácter estereotipado que en muchas ocasiones presentan este tipo de diseños, su calidad como dibujante ha sido puesta de manifiesto por diversos autores y realmente recoge con bastante fidelidad las otras torres que se con servan en la actualidad.
Fachada meridional
 

El mismo esquema se vuelve a repetir en la fachada occidental, a la que ya a finales del gótico se adosan un porche y el palacio episcopal de Diego de Muros. Su aspecto fortificado se pone de manifiesto claramente, evocando los ejemplos portugueses de esquema similar anteriormente citados: Oporto, Coimbra, Lisboa o Évora. La portada supone el primer ejemplo del gótico en Galicia, correspondiendo a una fecha que rondaría entre 1218 y 1236.
Fachada occidental
Portada occidental Gótica
 
Pórtico da catedral de Tui
Esculturas de la portada 
Esculturas de la portada
Esta portada está considerada el primer conjunto escultórico gótico de la península ibérica, además de esta singularidad se añade la originalidad de su disposición que la hacen única. La obra está atribuida a canteros franceses, relacionados con Laon, Sens, y Chartres. Las estatuas columnas de la izquierda muestran a Moisés, Isaías, San Pedro y San Juan Bautista, mientras que las de la derecha tendríamos a Salomón, la Reina de Saba, Jeremías y Daniel. El tímpano se desarrolla con el ciclo de la Natividad; el registro inferior muestra la Anunciación, el Nacimiento (con la Virgen en una cama, como ya se había visto en un capitel historia del interior del templo) y la Anunciación a los Pastores. En el registro superior está la entrevista de los Reyes Magos con Herodes y la Adoración de los Reyes. La portada estaría finalizada en el año 1225 cuando el obispo Esteban Egea consagra la Catedral.
 

Al adentrarnos en la catedral de Tui podemos observar con bastante claridad la diversidad de estilos que se han sucedido hasta llegar a su situación actual. En la propia Edad Media, el románico y el gótico han delimitado áreas muy diferentes.
Transepto norte
 

Si se efectúa un recorrido por el interior, de lo que hoy se conserva pertenece al románico parte del transepto, con sus bóvedas de arista, los muros laterales, así como partes de la tribuna transformada en triforio tras el gótico. A ello habrá que sumar los muros exteriores en la zona norte y gran parte de los contrafuertes, salvo en la cabe cera, totalmente rehecha. Las variaciones que ha sufrido a lo largo de los siglos no han afectado tanto a la actividad constructiva cuanto al enmascaramiento de la arquitectura tras los elementos muebles, realizados, en su mayor parte, en el Barroco.
A lo largo de los muros laterales se abren ventanas románicas, así como en el crucero, correspondiendo una a cada tramo, aunque en la actualidad han sufrido diversos avatares. Son de arco semicircular, apeado en columnas con capiteles vegetales, enmarcadas por sendas impostas: la superior lisa y la inferior de tacos. En varios casos han sido suprimidas, por ejemplo sobre la puerta de entrada a la capilla de Santa Catalina, y en ocasiones se hallan semi tapiadas, como ocurre junto a la puerta de la capilla de San Andrés. Estas ventanas se continúan en los muros correspondientes al crucero; de nuevo, una en cada tramo. En la cabecera, en consonancia con el esquema de cinco capillas que comentamos en la planta, en el muro este, entre las capillas absidales se abría una ventana en el tramo del medio, de las cuales conservamos la del lado norte y suponemos que otra debió de existir en el sur, no sólo por razones de simetría, sino porque se conservan los restos de un arco, rasgado al realizarse la capilla de San Telmo, cuyas dovelas serían las correspondientes a la primitiva ventana.
Por lo que respecta al crucero, presenta un total de siete tramos separados por arcos de medio punto peraltados y doblados, de arista viva. Su amplitud varía en función de la diferente configuración de los tramos, de tal modo que en el caso del penúltimo el peralte aumenta, pues el arco ha de alcanzar la misma altura en un espacio más estrecho. Estos arcos descansan sobre pilares compuestos, de núcleo cuadrangular con semicolumnas adosadas en sus frentes y sobre semicolumnas entregas en los muros laterales. Las basas son de perfil ático con garras; otras sin escocia, que se transforma en una moldura cilíndrica y otras con toro sogueado. El plinto de algunas basas es redondo con una cenefa de botones o dientes de sierra. El podio del pilar es asimismo redondo. Como ya se ha señalado, las naves laterales del transepto están cubiertas por bóvedas de arista, mientras que la nave central, como las restantes partes altas, pertenecen a la obra gótica.
En cuanto a los capiteles, responden a esquemas vegetales, zoomórficos e historiados. En los primeros se observan similitudes con los compostelanos. Así, cabe des tacar los de hojas carnosas, con nervios incisos y bordes festonados que evocan el acanto y rematan en sobresalientes volutas. El influjo tudense se deja sentir en Santa María de Tomiño y San Salvador de Budiño datado por Bango ca. 1170 y en territorio portugués en Rio Mau (Vila do Conde, comenzada en 1151), Sanfins de Friestas, Longos Vales y Bravâes (Ponte da Barca).
Asimismo hay notables semejanzas entre alguno del triforio compostelano, con hojas menos marcadas sobre las que se dispone una figurilla, y otros tudenses que se hallan tanto en el transepto como en la tribuna norte.
Entre los zoomórficos destacan los que se encuentran poblados de monstruos, como los de cuadrúpedos con cabezas simiescas, cuyas patas reposan sobre el astrágalo; ejemplos similares los hallamos en Vilaboa, Tebra y Tomiño, así como en el monasterio portugués de Ganfei y la portada de Bravâes; los de aves bebiendo del mismo recipiente, modelo que se reitera en Rebón, Ganfei y en las portadas de Bravâes y Vilar de Frades; por su parte, el bucráneo, que en Tui ocupa el centro del capitel rodeado por leones de aspecto simiesco, se encuentra, con una fac tura muy similar, en una peana de la puerta del Cordero de San Isidoro de León, bajo la figura del mártir tudense San Pelayo. Por su parte, el modelo tudense se repetirá en Sanfins de Friestas, de fines del siglo XII, en este caso rodeado por monos.
Capitel zoomórfico de cuadrúpedos con cabezas simiescas: transepto sur
Capitel del crucero
Capitel con figuras de animales
Detalle de capitel con la lucha cuerpo a cuerpo. Cara principal: brazo norte del transepto, nave este
Capitel con figuras de animales 

Son muy pocos los historiados que narren una escena concreta, pues en su mayor parte se trata de figuras humanas entre vegetación o junto a animales. En uno de ellos, se puede observar un centauro de larga melena que dispara una flecha a una corpulenta arpía, motivo que en composición inversa se halla en Longos Vales. Por su par te, el motivo de entrelazos que se puede observar en los capiteles de las naves, entre los que asoma alguna cabecilla humana, se convierte en la nave este del triforio norte en entrelazos serpentiformes con cabecilla humana. En opinión de Ferreira de Almeida podrían sugerir la “bicha moura” de la mitología popular. Se encuentran tanto en iglesias del entorno tudense, como Tomiño, como portuguesas: Longos Vales, y sobre todo en Bravâes, tanto en capiteles como en fustes.
Capitel del arco
 

Otro motivo peculiar, que se repite tanto en los capiteles del brazo norte del transepto como en el sur, es el de dos figurillas humanas, flanqueadas por aves cuyas alas se cruzan en aspa. Tuvo un eco importante en las iglesias portuguesas, de tal modo que dichas aves se encuentran, interpretadas como águilas, símbolo de San Juan, en la iglesia de dicha advocación de Longos Vales, que Rodrigues interpreta en relación con el milagro del santo de la “taza envenenada” que narra la Leyenda Dorada. Según este autor, en el lado izquierdo se hallaría San Juan; en el ex tremo opuesto Aristódemo, sumo-sacerdote de Éfeso desafiando al santo a beber el líquido y así probar el poder de Dios; y en la cara principal la victoria de San Juan –victoria de la fe– con los dos condenados que habrían muerto por el veneno y a los que resucita. ¿Cabría una interpretación afín para el capitel tudense? Sabemos que dos siglos más tarde había una capilla de San Juan en la zona del crucero norte, de la que se desconoce la época de origen; por otro lado las similitudes entre el capitel que se encuentra sobre la pared norte en la nave oeste de dicho crucero y el portugués son mayores que las que presentan los dos capiteles en los que se vuelven a hallar las águilas de alas cruzadas en el brazo sur; estos últimos o bien poseen una sola águila –y en el otro lado una arpía muy similar a otra, ya citada, de Longos Vales– o parecen una imitación del capitel del lado norte, más somera –se ha perdido el detallismo en la labra de las plumas– y con ligeras variaciones en la disposición de los brazos. Asimismo las aves de ala cruzadas se convierten en el motivo principal que jalona longitudinal mente una de las arquivoltas de Bravâes.
Entre los narrativos cabe resaltar uno donde aparece una Anunciación, y a continuación dos figuras mutiladas que Bango relaciona con la Visitación, la escena del nacimiento de Cristo, el sueño de José, y el Niño en la cuna; para este autor su labra es mucho más cuidada, con un cierto aire nervioso, ya gotizante. Asimismo destaca otro, con diversos personajes que parece reflejar la lucha cuerpo a cuerpo, teniendo en cuenta modelos afines en iglesias del camino francés; valga como ejemplo uno de los existentes en la nave de San Isidoro de León. En el lateral se nos presenta una estructura adintelada, formada por dos columnas y una traviesa horizontal que parece evocar un lecho sobre el que se presentan dos personajes acostados; bajo esa estructura, de nuevo, aunque de menor tamaño, personajes con sus manos entrelazadas; ¿se podría estar aludiendo a un episodio de violencia en un dormitorio?; el tema se produce con cierta frecuencia en los caminos de peregrinación.
Como interpretación general de la iconografía de los capiteles cabe señalarse la tantas veces repetida para el románico: la lucha constante contra el pecado encarnado en los monstruos e híbridos, que no cesa de acechar a la humanidad. No obstante, el capitel del nacimiento de Cristo, no sólo por su factura sino también por su iconografía, nos introduciría ya en uno de los temas más queridos en el gótico, como se comprueba en la propia fachada catedralicia: la esperanza de la redención, en una catedral, que, no lo olvidemos, estuvo desde un principio dedicada a María, cuyo “fiat” permitió la salvación de la humanidad.
Fernández Casanova ha señalado las analogías entre los capiteles tudenses y los de la catedral lucense, mientras que Hipólito de Sá insiste en la influencia de la parte más antigua de la catedral compostelana. Iglesias Almeida los ha descrito, estudiando su simbología, temática e influencias en su territorio episcopal, incluyendo Portugal, lo que originaría una auténtica escuela regional, en especial dadas las similitudes en los elementos ornamentales. En ella se situarían las iglesias portuguesas de Longos Vales, Sanfins de Friestas, Ganfei, Rubiâes, y las gallegas de Pexegueiro, Tomiño, Parada o Angoares. Desde los investigadores portugueses hay que destacar la opinión de Ferreira de Almeida, quien habla de un foco románico del Alto Miño, influido por la sede tudense, que llegaría al río Lima, y que pertenecía a este obispado. En este foco sitúa dos subgrupos derivados de diferencias cronológicas; el primero, que él sitúa en la primera parte del siglo XIII, estaría formado por las iglesias de Ganfei, Friestas, Longos Vales, Bravâes, San Claudio de Noguiera, Rubiâes y la cabecera de Erme lo, a las que habría que añadir, más al Sur, Rio Mau, las cuales se caracterizarían por una decoración de gruesos follajes, inflamada decoraçâo animalesca e atarracadas esculturas humanas. Con dicho país las semejanzas se producirán en diversos elementos, lo que nos habla de influencias mutuas, incluso de una escuela común.
En el aspecto estilístico, no se puede olvidar el papel que en ese momento están ejerciendo las vías de peregrinación a Compostela, en este caso concreto, tanto el camino francés como el portugués. Así, en Tui se pueden apreciar elementos que nos vinculan con la catedral compostelana, pero también con Frómista o San Isidoro de León, cuyos maestros también intervinieron en Santiago. Pero cabe asimismo recordar que los peregrinos que procedían de las distintas vías portuguesas a su llegada a Valença do Minho atravesaban el río en barcas de pasaje, empleando los puertos que comunicaban ambas orillas. Entre ellos, si bien fueron variando a lo largo de las épocas, cabe citarse los de la desembocadura del Louro, en las inmediaciones de a vella Ponte do Louro, en terrenos que todavía se conocen como A Barca; en este caso, del lado portugués está el monasterio de Ganfei, que presenta notables similitudes en sus capiteles con los tudenses. Tras pasar Tui, uno de los caminos llevaba hacia a ponte do Louro, donde llegaba la barca de Ganfei, y proseguía a Guillarei, A Cancela, Baldráns (bajo la advocación de Santiago) y de ahí a Salceda, Cristiñade y Angoares, monasterio benedictino en donde se hallan notables influjos tudenses.
Por su parte, las tribunas, convertidas en triforios tras las obras góticas, poseen restos de su estructura románica. Bango ha estudiado detenidamente los del ala norte, diferenciando sus tres partes: la que corre sobre las naves laterales, el espacio que corresponde a la nave occidental del brazo del transepto y el de la nave oriental del mismo (al que se accede por un estrecho corredor). Al románico pertenecen el muro, las columnas y ventanas, así como los contrafuertes sobre los que se apean los arcos fajones de la nave central. En su opinión, esta parte debió de poseer tejado a una sola agua y armadura de madera. Sin embargo, en la zona que corre sobre los tramos del transepto se aprecian diferencias en lo decorativo, con la presencia de elementos de carácter gotizante, mientras que la cubierta, que iba a ser de bóveda de cañón queda sin realizar.

Los tramos que corren sobre las naves laterales del brazo mayor se encuentran a mayor altura, mientras que al llegar al crucero cuatro escaleras ayudan a salvar el des nivel; esto origina que las basas de las ventanas románicas se hallen bajo el pavimento. El ala norte de la tribuna es practicable hasta el ábside central; sin embargo el ala sur, sin pavimentar, no permite el acceso sobre el crucero.
El ala septentrional posee tres tramos, y en su parte norte se abren dos puertas, una hacia la torre de las campanas y otra que da paso a un estrecho pasillo que lleva a la galería del triforio, en la parte correspondiente a la nave mayor del crucero, casi al extremo del muro; éste se cala con un gran rosetón, que tiene su equivalente en el lado sur.
En la parte oriental, la estructura revela diversos cambios; así, en el muro norte se abre una ventana románica, lo mismo que en el tramo más septentrional del lado este –hoy medio cortada–, y los otros dos tramos presentan, tal como ha descrito Bango, una estructura que recuerda el hemiciclo de un ábside con su bóveda de horno. Final mente, existe una puerta que da paso a un ándito sobre la capilla mayor, que comunica con la otra ala del triforio. En este último tramo, el vértice de un arco ojival asoma por encima del pavimento: es el testigo de la reforma de la cabecera en época gótica, y la bóveda de crucería de la capilla inferior.
La decoración correspondiente a esta zona ha sido estudiada por Yzquierdo, para quien, además de basas, capiteles, cimacios e impostas, merecen también especial consideración los canecillos que coronan el muro de la central. Las basas presentan en su mayoría un perfil ático, acompañándose de garras. Los plintos poseen una mayor variedad decorativa, agrupándose sus motivos en tres conjuntos: los de raíz protohistórica, los de ascendencia vegetal, pero con un tratamiento geometrizado, y composiciones geométricas. Los capiteles, atendiendo a su temática, corresponden a dos conjuntos: los vegetales y los zoomórficos; los primeros podrían relacionarse con el taller compostelano de Platerías, y con otros de dicha catedral, empleados también en diferentes talleres activos desde mediados del XII; los segundos, tendrían su punto de partida en los tramos finales de la girola santiaguesa, y se desarrollaron de tal modo en Tui, que su influjo abarcó además de su diócesis –Tebra, Tomiño–, otras zonas de la provincia de Pontevedra, como San Pedro de Rebón (Moraña), Santo Tomé de Piñeiro (Marín), Santiago de Tabeirós (A Estrada) y Santa Mariña de Cangas (Lalín). Los cimacios tienen siempre la misma decoración: un tallo ondulante con hojas alternadas. Entre las impostas, destaca un fragmento con decoración zoomórfica a base de pavos reales afrontados. Finalmente, los canecillos presentan una talla poco cuidada que revela la pervivencia de fórmulas tradicionales; recogen motivos geométricos, cortes en forma de proa de barco y diversas cabezas y figuras de animales en variadas posturas.
Interior de la tribuna
 

Por lo que respecta a la tribuna meridional, se encuentra en un mayor estado de deterioro y hay zonas de difícil acceso. En la zona que corre sobre la nave lateral del brazo mayor se aprecian restos de tirantes, ventanas que quedaron incluidas en el palacio episcopal de Diego de Muros, y parte de los canecillos que se encontrarían hacia el exterior. La parte que corre sobre el transepto es difícilmente transitable desde este lado; a ella se accede desde un estrecho corredor que comunica el ala norte de la tribuna sobre la capilla mayor con la nave oriental del ala sur, desde la que, por otro estrecho corredor, sobre el retablo de la Expectación, se alcanza la nave occidental sobre el transepto. En el primer espacio, los capiteles poseen una labra mucho más sumaria, con motivos vegetales, las basas son lisas y los muros reflejan numerosas reformas. En la nave occidental los capiteles repiten motivos existentes en el otro lado: cabecillas que surgen entre los motivos vegetales, hojas vueltas a modo de volutas, con sus nervios destacados, y las basas vuelven a presentar los mismos motivos decorativos: sogueado, garras con cabecillas leoninas, sucesión de arquillos, etc.
En la crujía oriental del claustro se abre la puerta y ventanales de la sala capitular primitiva, que se sitúa entre las últimas manifestaciones del románico. Poseía cuatro arcos de medio punto peraltados y doblados, a cada lado de la puerta, la cual era de mayores dimensiones que las restantes arquerías. Éstas se apoyan en haces de cuatro columnas –excepto en los extremos donde habría sólo dos– cuyos fustes se unen mediante collarinos muy desgastados a capiteles hoy muy deteriorados, de tal modo que resulta difícil apreciar su decoración. En uno se aprecian carneros enfrentados, en otro motivos vegetales con hojas cuyos tallos parecen unir el capitel anterior al posterior y en otro Bango identificó una loba amamantando a un lobezno. En la actualidad parte de esos arcos se observan sobre las puertas de acceso a servicios, fruto de reformas que han disminuido considerablemente las dimensiones originarias de la sala. Incluso cabe la posibilidad de que existiese un acceso directo desde la capilla de Santa Eufemia (sobre la que se construyó la de San Telmo), tras los restos de contrafuertes rebajados que marcarían el límite perimetral del muro sur.
Sala capitular
Arcos de acceso desde el claustro a la Sala Capitular. Nótense as marcas de cantero, resaltadas, las dovelas de los arcos
 

Por lo que respecta a la epigrafía, son muy abundantes las marcas de cantero que han servido a Iglesias Almeida para poner en relación diversos espacios, proporcionándoles una datación común. Cabe destacar la inscripción existente en la sala capitular románica, adosada con posterioridad, dedicada a Munio, VIR IUSTUS, cuya fecha en la actualidad resulta ilegible. Asimismo existen otras inscripciones en el claustro referidas a obras realizadas durante el gótico. En 1924, se colocó en el muro sur la transcripción de la inscripción que hoy resulta ilegible:
TITVLVS.IN.HOC.MVRO.VETERIBVS.SEPULCHRIS.ADPOSITVS/ HAEC.GOTHICIS.LITTERIS.FERE.DIRVTIS.CONTINET/TEMPO RE.DOMINI.IOANNIS.DE.SOVTOMAIORI.EPISCPOPI.TVDENSIS/ FVIT.REPARATVM.HOC.CLAVSTRVM.QUOD.PENE.TOTVM. CORRVERAT/PROCVRATOR.OPERIS.IOANNES.MICHAELIS.CA NONICVS.ARCHIDIACONVS.A.MIÑOR/ALTERA.VERO.GOTHICA. INSCRIPTIO.REPOSITVM.MONVMENTVM. REFERT/ANNO.DOMINI.MILLESIMO.QVADRINGENTESIMO.OC TAVO/AMBOS.NE.PEREANT.TITVLOS.HIC.DESCRIBERE.PLACVIT/ ANNO.MCMXXIV/.4
En esta inscripción se alude a otra que, aunque hoy está situada a cierta distancia hacia el lado este, Galindo las considera no sólo contemporáneas si no complementarias, de tal manera que la más pequeña, que sólo contiene la fecha, estaría situada debajo.
AN(n)o : D(omi)NI M i)LL(essimO) :CCCC OCTAVO
El conjunto se completaba con el escudo del obispo Sotomayor (II), que se situaría en la parte superior.
Finalmente el obispo Pedro Beltrán reforma totalmente la cabecera a finales del medievo. Culminada según La Cueva el 18 de octubre de 1499, supuso la total transformación de lo existente para construir, tal como hoy se conserva, una cabecera triple y plana. Los epígrafes que se hallan bajo el rosetón que iluminaría la nave central, así como en el contrafuerte más próximo al lado norte, rezan respectivamente:
AN(n)O: D(omi)NI: M(illesim)o: CCCC: LXXXXV. XXXX: DIES: DE PERDO(n)
Por lo que respecta a la cronología y etapas constructivas, tras analizar todos los documentos reseñados, existen dos referencias a obras: la donación de los monjes de Oia en 1145 y la cesión de parte de la venta de granos por Fernando II en 1179. De hecho, partiendo de estas mismas bases documentales los diversos autores que se han referido al inicio de la catedral de Tui se han decantado fundamentalmente por dos corrientes de opinión: los partidarios de un comienzo antes del traslado de la ciudad por Fernando II y los que proponen que las obras se empezarían en esa fecha. En nuestra opinión, el origen del edificio se debe situar en la fecha más temprana, teniendo en cuenta el propio desarrollo de su construcción. En realidad mostrar el desarrollo de la construcción de esta catedral, y al mismo tiempo acomodar a ella las distintas etapas por las que ha pasado su fábrica, es uno de los aspectos más complejos, sobre todo por la dificultad a la hora de marcar la época del inicio de las obras.4
A pesar de todas las discrepancias, los diversos autores coinciden en considerar la existencia de tres campañas en la construcción. Los partidarios de una fecha temprana, las sitúan de este modo:
1ª. Principios del siglo XII.
2ª. A finales de dicho siglo, tras las donaciones de Fernando II.
3ª. En el siglo XIII.
En el segundo caso, la primera parte de las obras correspondería al tercer tercio del XII, conociendo en el primer tercio del XIII su impulso definitivo, lo que permitiría su consagración en 1225 aunque se producirían adiciones en épocas posteriores.
Las razones por las que consideramos más adecuado el primer supuesto, situando el inicio de las obras en el segundo cuarto del siglo XII, están en relación con el hecho de que cuando Fernando II traslada la ciudad lo hace a un lugar que ya había estado habitado con anterioridad y donde según Sandoval existía un castillo que se había con servado hasta poco tiempo antes; ello es corroborado por la arqueología, pues tras la realización de diversas excavaciones se ha constatado la existencia de cerámica romana y una necrópolis germánica bajo el claustro de la catedral. Asimismo, Alfonso VII dona una torre que había mandado construir junto a un campanario, que se supone anexo, a su vez, a un edificio, pues no sería fácil encontrarlo aislado y, tal como expresan los documentos de 1170 anterior mente citados, la ciudad se asentaría entre la iglesia, sede del obispo, y el río Miño. Por otra parte, Azcárate y Valle han estudiado el papel de Fernando II en la iniciación del gótico en España, incidiendo el último en su apoyo a las construcciones del Císter. Ello podría marcar una segunda etapa en la catedral tudense y no el comienzo de una obra románica, la cual se podría estar realizando, tal como indica el documento de 1145, en el segundo cuarto del siglo, tras el aumento de donaciones ocurrido en los años 30 y la reorganización del cabildo impulsada por el obispo Pela yo. De lo contrario, en 55 años se tendría que haber realizado el grueso de la obra correspondiente a ambos estilos. Moralejo sitúa entre 1218 y 1236 la actividad del taller que labró la puerta oeste así como los tramos occidentales inmediatos a la fachada, que muestran ya caracteres plena mente góticos. Por lo tanto, en el último cuarto del XII se situaría lo que Iglesias Almeida llama, en la división que él plantea tomando como base los signos lapidarios, “etapa de transición”. Como fecha clave para la conclusión de la mayor parte de las obras habría que considerar la de 1225, consagración por el obispo Esteban Egea.
Un paso más sería el conocer qué se llevó a cabo en cada una de las etapas, en las que, como se ha indicado, hay que tener en cuenta dos estilos: el románico y el gótico.
En la primera, dentro del románico, se realizaría la cabecera (segundo cuarto del siglo XII), tras la cual se construiría el transepto, y se concluirían los muros laterales hasta los pies (tercer cuarto del siglo XII). Inmediatamente vendría la tribuna en su parte septentrional y en los tramos del transepto (último cuarto del siglo XII). Sin embargo, en este último se notan diferencias en lo decorativo y se pueden observar elementos de carácter gotizante; su cubierta, que iba a ser de bóveda de cañón, queda sin realizar. En realidad, como ya apuntaba Lampérez, al terminar el XII las obras no debían haber pasado de la cabecera, los brazos del crucero, las bóvedas de arista de las naves laterales de esta parte, y los muros exteriores y contrafuertes de toda la iglesia.
No podemos olvidar la sala capitular primitiva que, como se ha indicado, se adscribe entre las últimas mani festaciones del románico, y que por sus signos lapidarios, Iglesias Almeida la considera construida al mismo tiempo que el transepto (tercer cuarto del siglo XII).
Realmente, buena parte de los motivos ornamentales, corresponderían a la anteriormente mencionada “etapa de transición”, como ha estudiado Yzquierdo.


Angoares
Parroquia situada entre los cauces de los ríos Tea y Uma, a 2 km del centro urbano de Pontea reas, término municipal al que pertenece, en la margen izquierda de la carretera que conduce a Salvaterra do Miño.Los resto
s de mayor antigüedad de esta feligresía fueron los encontrados en los castros de Tiroxa y Rioxa. Sobre este último se alza parte de la antigua iglesia monástica, en cuyas inmediaciones, tal y como ha puesto de manifiesto Claudio González, se descubrieron, en diferentes momentos del siglo XX, parte de una jamba decorada con entrelazo, de una construcción de la cultura castreña, los vestigios de una posible edificación romana y un sarcófago antropoide altomedieval. Por otra parte, en la tercera hilada del paramento externo del muro septentrional de la capilla norte del templo parroquial se puede apreciar la reutilización de una lauda sepulcral prerrománica, de aproximadamente 2 m de longitud, que presenta dos finas incisiones lineales, en sentido longitudinal, rematadas, en uno de sus extremos, por una cruz esvástica inscrita en un círculo. Todos estos elementos nos permiten apreciar la permanente ocupación, desde la Edad del Hierro, de un territorio englobado durante la Edad Media en la circunscripción de la Tierra de Toroño.La parroquia era atravesada, según Marta Cendón, por uno de los principales caminos portugueses de peregrina
ión a Santiago de Compostela, a través de Tui, y por el camino real del siglo XVII que probablemente seguía, en opinión de Elisa Ferreira, una antigua vía romana que comunicaba Salvaterra con Pazos de Borbén.

Iglesia de San Pedro
El edificio está emplazado en el lugar de Mosteiro, en una explanada rodeada por el caserío y el cementerio.
La toponimia y la documentación confirman la existencia de un antiguo cenobio benedictino con la advocación de San Pedro –al que pertenecía la iglesia– del que no conservamos restos materiales.
La primera mención del desaparecido monasterio es una donación realizada en 1229 por el monje Pedro a favor del abad Pelagio y el resto de sus hermanos, que vivían en Angoares sub regula sancti benedicti. Por un aforamiento de 1290 sabemos que a finales del siglo XIII la comunidad estaba formada por un abad, cinco monjes y tres confesos. Este dato, junto con el privilegio de Sancho IV de 1293, a través del cual se exime a Angoares del pago de yantares porque era un lugar pequenno y puebre, revela la escasa relevancia de esta casa en los ámbitos espiritual y económico. Característica que se convertirá en una constante a lo largo de los siglos XIV y XV. En 1351 Pedro I confirma el privilegio de Sancho IV y por un aforamiento del mismo año sabemos que había un abad y siete monjes. Ya en el siglo XV, en 1420, Juan II vuelve a confirmar el mismo privilegio Real, y en 1435, por Bula del Papa Eugenio IV despachada en Florencia, se determina la supresión de éste y otros pequeños monasterios de la diócesis de Tui, y la anexión de sus rentas a la mesa capitular para intentar pa liar el descenso de su capacidad económica, producida por la pérdida de sus posesiones en tierras portuguesas. Desde este momento y a lo largo del siglo XVI se irá produciendo un continuo abandono y deterioro de las edificaciones, co mo aparece reflejado en las Visitas Pastorales estudiadas por Ernesto Iglesias, que tendrá como fruto la paulatina y total desaparición de las dependencias monásticas ubicadas, según Hipólito de Sá, en la parte meridional de la iglesia, que se mantuvo, sin embargo, sin grandes transformaciones hasta el año 1900, momento en el que se acometió la construcción del pórtico-campanario neogótico de la fachada occidental, la creación de una sacristía, la sustitución de las cubiertas y otras obras menores.
El templo es de cruz latina y ábside rectangular unido a la nave única a través de un codillo. Este tipo de planta, con un remate rectangular en la cabecera, único en Galicia, o con triple ábside semicircular precedido de un tramo recto, como ocurre en el caso de San Miguel de Breamo, San Salvador de Vilar de Donas, Santa Cristina de Ribas de Sil o San Salvador de Albeos, desaparecido pero bien documentado, responde a una tipología arquitectónica empleada, en el románico gallego, exclusivamente en los centros monásticos. En el caso de Angoares su origen podría estar vinculado a una doble motivación, funcional, por su pertenencia a una comunidad religiosa que justificaría la elección de este modelo, y material, puesto que el edificio se erige sobre un asentamiento, tal y como hemos visto anteriormente, en el que hay indicios de la existencia de una antigua construcción prerrománica que pudo ser reutilizada a nivel planimétrico, y que contaría con referentes en el ámbito gallego, como la iglesia ourensana de Santa Comba de Bande. La obra de época románica es similar a la iglesia de Santa Marta de Tera, en la provincia de Zamora.
De finales del siglo XIX es el dibujo del Archivo Histórico Diocesano de Tui aportado por Ernesto Iglesias en el que se aprecia la organización de la antigua fachada occidental. En ella se abría una portada de una arquivolta de arco de medio punto, aparentemente en arista viva, que cargaba sobre un par de columnas acodilladas. A ambos lados, y en el extremo occidental de los paramentos externos de la nave, había unos pequeños contrafuertes que llegaban hasta una imposta que pasaba sobre el trasdós de la arquivolta. En el hastial se abría una pequeña saetera y sobre ella se alzaba la espadaña con dos campanas.
Fachada occidental
Vista general del ábside y brazo meridional del transepto 
Brazo sur del transepto decorado con canecillos, portada con arco de medio punto y tímpano liso apoyado sobre mochetas con cabezas de animales.
Puerta del transepto sur 

En el exterior del edificio, y con motivo de la intervención de principios del siglo XX, se cegaron las puertas de los lienzos externos de la nave, ambas de arco de medio punto en arista viva con imposta de chaflán recto y sin tímpano. Las cuatro altas saeteras de la nave, dos en cada muro, y las de los laterales del ábside fueron modificadas.
Asimismo, se abrieron las ventanas del muro sur del brazo meridional y del norte del septentrional. Los únicos vanos que permanecieron prácticamente inalterados fueron las saeteras del hastial oriental de la nave y la del testero del ábside rectangular, así como las puertas de los muros occidentales de los brazos del crucero. Estas dos últimas son de arco de medio punto en arista viva, imposta con chaflán recto y tímpanos lisos compuestos por varios sillares que cargan directamente sobre un par de mochetas decoradas con cabezas de un équido o un buey y un carnero, en el caso de la meridional, e indescriptible, en el caso de la septentrional, debido a su desgaste.
El paramento externo del muro septentrional de la nave conserva unas pequeñas ménsulas que pudieron servir de apoyo a un antiguo cobertizo.
En los aleros se centra el principal atractivo del exterior del templo. Compuestos por una cornisa de chaflán recto decorado con perlado, sustituido en algunos tramos por chaflán recto liso, que apoya sobre una impresionante colección de setenta y cuatro canecillos geométricos y figurados: cuarenta y dos en la nave, diez en cada brazo y doce en el ábside.
Entre los veintiún canes del alero meridional de la nave encontramos los siguientes tipos: de caulículo, de cabeza de perro o lobo, de toneles sobre nacela, de planos superpuestos y de cabeza de toro. En el paramento occidental del brazo meridional destacan, sobre los tipos ya indicados, uno de modillón de rollos, un mono tocando una vihuela y una nueva variante del de cabeza de perro. En la parte opuesta de este mismo brazo podemos apreciar, en el extremo meridional, la figura de un simio o figura diabólica con la cabeza vuelta y un hombre mostrándonos un gran pene.
Las novedades del alero del mediodía del ábside son una cabeza de carnero, un acróbata con un cinturón de fuerza, según definición de Jean Claude Vinourd, y lo que podría ser un lobo con un elemento indefinido entre sus fauces, por su similitud con una de las mochetas de la iglesia ourensana de Santo Tomé de Serantes. Mientras que en el norte sobresalen el hombre en cuclillas que se lleva las manos a las mejillas, un felino con la cabeza vuelta y una pieza circular entre dientes de sierra. 
Canecillos en el muro sur del ábside. 
Canecillos en el transepto sur.
Canecillos en el brazo sur del transepto.
Canecillos en el brazo sur del transepto. 

Los más singulares del brazo septentrional, en su parte occidental, son un hombre que se mesa la barba con la mano derecha mientras lleva la izquierda al codo del brazo opuesto, y una pieza sumamente rozada que podría representar una figura demoníaca con un gran falo. Por último, en el alero septentrional habría que añadir a los modelos anteriormente vistos un onanista agarrándose la barba y un individuo en actitud exhibicionista mostrándonos el ano.
Lado norte
Puerta del transepto norte 

De todo este conjunto, aproximadamente un tercio de los canecillos tiene decoración figurada. Su ubicación y temática permiten articular un discurso admonitorio y de condena que evidencia una clara intencionalidad, en su confección, que va más allá del ámbito de la mera representación de lo grotesco en un espacio marginal.
Canecillos en el transepto norte.
Canecillos en el transepto norte. 

En Angoares se hace patente la utilización de un lenguaje escultórico que Manuel Antonio Castiñeiras define como stilus mediocris, en el que se emplea un realismo grotesco, cómico, adaptado para los rústicos, con exageraciones en los gestos faciales, provocación y ruido sugerido por el acompañamiento musical. Todo ello establece una admonición, condena de las bajas pasiones frente al mo delo de perfección del monje, y define los límites de lo profano, de la virtud y del vicio.
Así pues, los tres ejes en los que se centra el programa de los aleros son la gula –representada por los toneles y circunscrita al lateral suroccidental de la iglesia–, la lujuria –con imágenes de exhibicionistas y onanistas– y la ira de los hombres que se llevan las manos a la barba o las mejillas. Todo ello complementado con los castigos impuestos a personajes como el acróbata o el atlante, que cargan con esfuerzo con la cornisa; el embustero del piñón del testero del ábside, que introduce las manos en la boca estirando sus comisuras; y la clara alusión a lo maléfico y demoníaco a la que hacen referencia, en este caso, las cabezas de toro, lobo o perro –mostrándonos la lengua y sus fauces–, los monos y el juglar.
En relación con lo anterior y con la diglosia del lenguaje escultórico empleado por el clero, podrían estar las mochetas de la puerta del brazo sur, que formarían parte del programa iconográfico general del exterior y específico de la entrada, como indica Ruth Bartal. En este caso las cabezas de animales, cuyo rasgo predominante es la fuerza, tendrían un carácter positivo, apotropaico, y servirían para proteger y guardar la puerta de la iglesia, definiendo nuevamente los límites de lo sacro y lo profano. Su papel de soportes confirma el poder de la cristiandad y la sumisión de lo pagano.
En el interior, la cubierta de bóvedas de crucería de la nave y el ábside, y la de cañón de los brazos, sustituyeron la original cubierta de madera a doble vertiente de la nave y las probables bóvedas de cañón del ábside y los brazos del crucero. Esta intervención supuso el cerramiento de las puertas laterales de la nave, a las que adosaron dos de las cuatro pilastras sobre las que descargan los nervios de las bóvedas.

Capitel de la ventana del testero del ábside
Capitel de la ventana del testero del ábside 

El arco triunfal del ábside es de medio punto, ligeramente peraltado y doblado en arista. Carga sobre dos columnas adosadas, de cinco tambores, que poseen basa ática con garras y decoración de casetones en el plinto. Los capiteles presentan decoración vegetal de una orden de hojas picudas rematadas en espiral y caulículos en las esquinas. El pavimento de este espacio engloba el basamento de las columnas y se alza a mayor altura que el resto de la iglesia. En su testero se descubrió, en los años setenta del siglo XX, una ventana de arco de medio punto en arista que apoya sobre dos pequeñas columnas acodilladas de fuste monolítico, basa ática y ábacos de chaflán recto, con decoración de tallos ondulantes, el izquierdo. El capitel del lado de la epístola repite el esquema de los del arco triunfal, mientras que en el lado del evangelio un león entre caulículos ocupa toda la cesta.
Capiteles del arco triunfal
 

Los arcos de los brazos son similares al triunfal, pero de menor tamaño; cargan sobre columnas adosadas con basa ática y garras. Los plintos de las columnas orientales tienen decoración geométrica de listeles, y casetones el occidental del brazo norte. Los capiteles repiten el esquema de hojas picudas, con o sin remate en espiral en la punta del envés, salvo el occidental del brazo septentrional. En este caso siete personajes bajo caulículos, con largos vestidos por debajo de las rodillas y altos escarpines, cubren la cara frontal y las laterales del capitel. Iniciando desde la cara sur, el primer personaje se lleva las manos al vientre, y el segundo la derecha a la cadera y la izquierda a la cintura.
Capitel del arco toral septentrional
Capitel del arco toral meridional
Dos de los tres personajes de la parte frontal sujetan los brazos del que ocupa el centro de la composición, barbado y con la mano izquierda sobre el vientre. Los dos últimos, en la cara norte, cubren con su mano derecha el pecho y con la izquierda el vientre. Esta escena podría representar el Prendimiento del Señor en el huerto de Gethsemaní, o el Prendimiento de San Pedro, en clara relación con la advocación del templo. Los ábacos de los capiteles orientales del crucero son de chaflán recto liso, mientras que el occidental del brazo meridional muestra una ballena, monstruo del abismo que alude a nuestra efímera presencia en el mundo terrenal, en opinión de María José Domingo, y perlado en la parte que se imposta por el muro, al igual que el ábaco del capitel occidental del brazo norte.
En el interior de los brazos del crucero, en su paramento de naciente, se abren dos arcosolios de arco de medio punto en arista.
La exclusividad de su planta no nos permite establecer una filiación más precisa de la anteriormente mencionada que nos pueda ayudar a determinar la cronología del edificio. Sin embargo, todos los recursos de su lenguaje decorativo apuntan a una vinculación directa con la catedral de Tui y con su escuela regional transfronteriza, Galicia y norte de Portugal, activa desde finales del tercer cuarto del siglo XII, fecha que proponemos para la realización del templo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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