Románico en Candán y Deza (3)
Ventosa
Ventosa pertenece al municipio de Agolada y es
la cabeza del arciprestazgo homónimo de la diócesis de Lugo. Aunque pertenece a
la provincia de Pontevedra, se encuentra muy próxima al límite con la provincia
de Lugo.
La abundancia toponímica del término Ventosa
durante el medievo dificulta el rastreo de noticias sobre este lugar. La
toponimia, unida a la existencia de restos arqueológicos en el entorno, ayudan
a confirmar la existencia de un núcleo poblacional desde antiguo. A escasa
distancia se encuentran los lugares llamados Quintana y Villar. Ambos son
vinculables a una ocupación romana puesto que sacan a relucir la existencia de
un trazado viario romano con establecimiento pecuario, una villa. En las
proximidades de la iglesia se ve a simple vista un castro y una sepultura
antropomorfa que apuntan a una ocupación poblacional en época alto medieval.
Iglesia de San Xulián
Esta iglesia aparece en la bibliografía con dos
advocaciones diferentes, Santa María o San Xulián de Ven tosa. Según López
Valcárcel, en algunos documentos antiguos aparece con la denominación de Santa
María de San Julián, siendo la utilizada en la actualidad la segunda.
La mayor singularidad de esta iglesia rural
radica en albergar en su interior un importante grupo escultórico procedente de
dos baldaquinos, desmontados en 1895. Además cuenta con unas pinturas murales
en la nave, recientemente descubiertas.
La iglesia románica sufrió importantes reformas
en época moderna que la alteraron sustancialmente. La planta actual es de cruz
latina, consecuencia de múltiples alteraciones. En el siglo XVI se abren al
ábside una capilla al lado norte y una sacristía al sur. Cuando en el siglo XIX
es derribado el arco triunfal y ampliado el ábside, estos dos espacios pasan a
tener la función de capillas laterales, abiertas a la nave mediante grandes
arcos, creándose un falso crucero. Con esta reforma se desmontaron los balda
quinos y se reubicaron las piezas a lo largo de los muros laterales de la nave.
El edificio románico constaba de una única
nave, cuyo cuerpo aún se conserva y en el que se abren las portadas occidental
y meridional. El primitivo ábside, antes de ser derribado para ampliar la
cabecera, sería mucho más estrecho que la nave. Es imposible asegurar su
morfología sin realizar unas excavaciones, si bien, posiblemente, fuese
rectangular, atendiendo al modelo más difundido en las iglesias de la zona.
El aparejo de los muros está compuesto de
sillería granítica gris con muchas betas rojizas. Los sillares perfecta mente
escuadrados, entre los que predomina la disposición a soga, se colocan en
hiladas regulares de altura variable. Los muros exteriores se alzan sobre un
zócalo perimetral compuesto por dos hiladas en las que se concentran los
sillares de mayores dimensiones.
En la parte inferior de la fachada occidental
destaca una portada abocinada, rematada en dos arquivoltas de medio punto
sostenidas por columnas acodilladas. Los fustes de éstas son esbeltos, lisos y
monolíticos. Las basas sobre las que descansan son áticas, con un toro inferior
de diámetro desmedido y escasa altura. Los plintos adornan sus frentes con
arquillos. Los capiteles, con decoración vegetal estilizada, presentan finos
collarinos lisos. Los capiteles de la jamba norte presentan la misma estructura.
De los extremos superiores arranca hacia el centro un tallo y desciende a lo
largo de la arista, donde se une con una anilla –bajo ésta se ramifica en
varias hojas muy esquemáticas con forma de abanico–, mientras permanece lisa la
mayor parte de la cesta del capitel. En los capiteles con los que hacen pareja,
el interior sigue el modelo anterior pero con variantes y el exterior presenta
un tipo más naturalista. En el primero el tallo surge de uno de los costados
inferiores y asciende hasta el vértice, de donde cuelga una hoja nervada a modo
de resalte, y desde allí baja curvándose con formas caprichosas. La cesta
exterior presenta dos hojas estrechas que parten del collarino en cada frente.
Las hojas lisas con un profundo nervio central se curvan en la parte superior,
donde son ligeramente apuntadas. La arista que da marcada por un fino resalte
que actúa de eje.
Las arquivoltas reciben un tratamiento
diferente. La menor moldura su arista con un bocel, mientras que su rosca y su
intradós presentan una sucesión de medias cañas y baquetones. La arcada
exterior aparece decorada en el intradós y la rosca con casetones rehundidos,
correspondiéndose dos huecos por dovela, a excepción de la clave que sólo posee
uno. En la parte interna de la vuelta son cuadrangulares, mientras que en la
exterior responden a dos modelos. Todos muestran los ángulos suavizados como si
se tratase de arcos; unos disponen en la parte central superior un pequeño
disco y otros un triángulo que da lugar a arquillos bilobulados sin soporte
central. La chambrana se exorna con hojas redondeadas en disposición radial.
Las arquivoltas cobijan un tímpano liso que descansa directamente sobre las
jambas que, al igual que los codillos, matan sus aristas con baquetones.
Sobre esta portada se conservan a media altura
ménsulas con la parte inferior redondeada. Sobre ellas se asen taba una
estructura de madera que actuaba como alpendre.
Por encima de esta línea de canes se abre una
saetera en la parte central. La vertiente occidental se realiza a dos aguas y
sobre el piñón se sitúa una espadaña con tronera doble de arcos de medio punto.
Perfilando la curva de las troneras se dispone una moldura decorada con bolas.
Hay una escultura situada en la enjuta central, la cual, aunque por su carácter
tosco pueda parecer románica, corresponde a una pequeña intervención posterior
en el campanario que se retocó empleando los materiales originales. El piñón de
la tronera está coronado por una cruz.
En la parte alta de los muros laterales se
abren saeteras que presentan un corte semicircular en los remates interior y
superior; son dos en el Norte y una en el Sur. Ligeramente por debajo del nivel
de las ventanas hay unas grandes ménsulas en cuarto de bocel que servían, como
las de la fachada principal, para sostener sus respectivos alpendres. La
fachada septentrional es la que posee menos interés puesto que carece de puerta
y la colección de once canecillos que decoran su alero son, en su mayoría, en
proa de barco y el resto en curva de nacela. Están decorados, dos con
degradaciones de planos, uno con una cabeza humana y otro con una piña. La
cobija del alero se moldura en curva de nacela.
En la fachada del mediodía se conservan nueve,
pero con una variedad mayor.
Topamos uno de doble lóbulo y otro de triple;
una figura humana de larga túnica con un libro abierto sobre sus piernas, entre
las cuales parecen asomar sus genitales; una posible cabeza humana; un tonel;
uno con dos flores excavadas; uno en proa de barco; dos en curva de nacela con
superposiciones en degradación enriquecidas en uno con dos hileras de perlados
y en otro con una flor con gran botón central; y un último demasiado
deteriorado como para diferenciar qué motivo lo decoraba.
El elemento más sobresaliente del exterior de
la nave es la puerta que se abre al Sur. Sigue el patrón de la portada
principal, simplificado a una única arquivolta y algunas pequeñas
modificaciones. La arquivolta casetonada presenta la peculiaridad de remarcar
la clave con un arquillo de mayor tamaño y la oquedad del intradós decorada con
un aspa de brazos curvos en relieve. En la chambrana aparece una línea en
zigzag formada por triángulos apoyados sobre el vértice. El tímpano liso lo
sostienen mochetas en curva de nacela que siguen el juego de boceles y medias
cañas de las jambas. Los capiteles repiten los motivos vegetales de hojas y
tallos estilizados. El tallo del derecho parte en el collarino desde la arista
hacia arriba, en cuyo vértice se remata con una hoja lanceolada, mientras se
bifurca hacia los costados, donde en cada frente se decora con dos hojas en
forma de abanico y otra más pequeña a modo de brote. El capitel izquierdo
repite la forma orgánica de tallo que parte del astrágalo, aunque ahora se
ramifica a modo de árbol, en el cual algunas ramas se rematan en hojas.
El interior no reviste gran interés en cuanto a
la obra románica se refiere. Se accede a él por las puertas meridional y
occidental, que presentan en el interior la estructura de simples arcos de
medio punto. Está iluminado por las cuatro aspilleras de amplio derrame
interno, ubicadas, una, en el muro occidental, dos en el septentrional y una en
el meridional, aunque debió de poseer otra que desapareció al construir la
sepultura. Los muros se alzaban sobre bancos de fábrica que recorrían todo el
perímetro; en la actualidad se encuentran al mismo nivel que el enlosado del
suelo, distinguiéndose de éste por presentar una incisión longitudinal que se
corresponde con la hendidura del baquetón que mataba la arista. La nave es
única, al igual que la mayoría de las iglesias rurales, y está cubierta con una
armadura de madera a dos aguas.
En el muro de la epístola cercano a los pies de
la nave hay un mausoleo de una notable calidad artística. El sepulcro alberga
el cuerpo de un eclesiástico anónimo. Las inconexiones en el ajuste de las
piezas delatan que fue desmontado y reubicado. Manso Porto ha apuntado la
posibilidad de que su situación original estuviese bajo uno de los baldaquinos
y, por las similitudes formales con las esculturas de éstos, podría tratarse de
obras de un mismo taller. Adosadas a ambos muros se conservan esculturas procedentes
de dos baldaquinos que se ubicaban en el extremo oriental de la nave,
flanqueando el arco triunfal; al ampliar la iglesia en 1895, fueron desmontados
y reubicados de una manera inconexa y sin respetar una lectura lineal en su
emplazamiento actual; además algunas piezas de este conjunto se encuentran en
el Museo de Pontevedra.
Rodean el sepulcro ángeles arrodillados con
libros en las manos, leyendo o entonando cantos. El arco exterior descansa
sobre el zócalo del que sobresalen dos ángeles y dos leones. Este arco está muy
decorado con figuras fantásticas, motivos grotescos y animales enlazados o
aislados. En el arco hay figuritas humanas desnudas con un árbol en medio como
eje de simetría. En el arco interior hay hombres que suben, monstruos
y cabezas barbadas. Sobre los arcos hay dos frisos superpuestos; en
el primero están los diez apóstoles. En el segundo friso y
superior destaca la figura de Cristo, sentado en su trono y mostrando las
llagas de sus manos. Le acompañan dos ángeles músicos, dos santos arrodillados
y los apóstoles Pedro y Santiago, que no estaban en el friso de
abajo. En ambos extremos hay dos ángeles cantores. El sepulcro esta todo
realizado en piedra policromada, pintado en varios colores que proporcionan a
las imágenes una apariencia más realista y repintada a la tempera.
De época posterior son las pinturas del
arco del fondo del sepulcro que representan el descendimiento de Cristo de
la cruz: María con el cuerpo de su hijo en brazos, a su derecha, Salome y San
Juan Evangelista, a la izquierda, María la de Cleofás y María Magdalena
representada con un frasco de bálsamo. El hueco del sarcófago está cercado por
un semicírculo, a modo de arco y bajo este, hay pintados un sol y una
luna, como si se tratase de la cúpula celestial. Este sepulcro es muy
posible que sea del abad Lope de Ventosa, pues en la tumba se presenta el
cáliz, emblema del cabildo de Santiago y este abad mitrado fue canónigo de la
catedral compostelana.
La riqueza iconográfica de las esculturas sigue
los principales modelos gallegos que, unida a la calidad de las tallas, las
convierten en un ambicioso conjunto; desgraciadamente el desmontaje y la
colocación arbitraria de las piezas han alterado la lectura del programa. Los
últimos estudios llevados a cabo por Feijoo Martínez, Hervás Herrera y Marañón
López sostienen que los baldaquinos pertenecieron a otro edificio y fueron
trasladados a Ventosa. También se ha de destacar la presencia de pinturas murales
conservadas en la parte alta de los muros. Este importante conjunto escultórico
y pictórico del siglo XVI destaca dentro de una iglesia rural modesta a nivel
arquitectónico, por lo que estas esculturas acaparan el mayor número de
estudios relativos al edificio.
Otra gran joya de la iglesia son los
hermosos baldaquinos desorganizados y puestos en los muros laterales.
Tienen un esquema teológico muy interesante, es el Antiguo y el Nuevo
Testamento en imágenes, que era la catequesis de aquellos tiempos.
En la parte delantera de la nave en el muro que
la separaba de la capilla mayor, en torno al arco central aparecía rodeando a
dos altares laterales un hermosísimo baldaquino. Era un baldaquino
adintelado. Estaba apoyado en los muros laterales y en dos columnas centrales.
Tenía cuatro caras cada altar uniéndose ambos por una especie de dintel desde
una columna a otra. Es muy interesante y curioso porque es uno de los pocos que
conservan todas las figuras y además su mérito no depende tanto de la belleza
de su arte popular cuanto del gran contenido dogmático-teológico que
refleja y que es muy rico. El autor es el mismo que el del mausoleo y refleja
el arte de la última parte del siglo XIV o principios del XV.
Vicente Risco, Taboada Roca, Pintos Fonseca,
Filgueira Valverde lo estudiaron detenidamente y en su trabajo para el
S.E.G. afirmaron: “tratase da manifestación más importante de arte
popular galego (….) de extraordinaria riqueza escultórica e de moita
importancia na nosa historia artística do seculo XVI, influencia do Pórtico da
Gloria”.
La posición inicial de los baldaquinos fue
estudiado por Santiago Feijóo y Miguel Ángel Hervás quienes
hicieron un estudio detenido de todo el conjunto escultórico de la iglesia. El
objetivo de este estudio era plantear la posibilidad de reconstruir dichos
baldaquinos devolviendo a su posición original cada una de las piezas. En 1895
fueron desmontados estos baldaquinos y sus piezas colocadas en los muros
laterales de la nave central, tal como se encuentran hoy en día.
De izquierda a derecha representan a Dios
creando el mundo, el hombre, la mujer, el pecado original, expulsión del
paraíso, castigo: Adán cavando, parto con dolor y muerte. Destaca lo
magníficamente que representa a Dios que levanta con su mano izquierda el manto
para enseñarnos su rodilla y en la muerte se representa la esperanza en el
ángel que lleva al cielo el alma de Adán. A continuación, los frisos del
Nuevo Testamento, que representan: la Anunciación, los desposorios de San José
y María, el nacimiento de Jesús, la Epifanía y la circuncisión del Señor.
En el muro lateral del evangelio aparecen
representadas otras figuras: Ángeles, Santa Catalina, Santa Leocadio, Sana
Lucia, Ángeles leyendo y Ángeles músicos, Santa Ágata, San Sebastián, San Blas,
etc. En el otro lateral encima de la placa hay cinco ángeles: el uno, tres,
cuatro leyendo un libro; el dos es un ángel músico y el cinco representa un
ángel leyendo un libro.
Todos los santos que aparecen en Ventosa tienen
como denominador común ser mártires del siglo III y IV. Y estar
relacionados con la peste. Eran invocados continuamente ya que la vida del
hombre carecía de sentido sin su colaboración. Solo con su ayuda se podían
curar las enfermedades incluso las de los animales. Es un conjunto iconográfico
alusivo a la peste del siglo XIV (la peste negra). Aparece San Sebastián
sumamente popular en la edad media que demostró su poder anti pestoso y su
intercesión salvadora durante la peste que desbastó Roma en el 680. Sanadores
también eran San Blas, Santa Lucia, San Erasmo. También se ha de destacar la
presencia de pinturas murales conservadas en la parte alta de los muros.
En el atrio de la iglesia se conservan varias
dovelas de un arco. Presentan una molduración similar a la de la arquivolta
interna de la fachada occidental. Según indica Yzquierdo, en su visita
efectuada en 1974 se conservaba también un capitel definido como “un capitel
en esquina con un estilizado orden de hojas que lo recorría en to da su altura”.
En el interior del templo se custodia otro capitel encontrado recientemente por
el párroco. Estaba encastrado en un hueco del muro de la sacristía. Se trata de
un capitel en esquina, aunque es historiado. Sobre el collarino apoya sus patas
un mono que ocupa uno de los frentes, la cola se vuelve sobre su lomo y con una
de las garras tapa uno de los ojos de una cabeza humana que ocupa la parte
inferior de la arista. El rostro humano presenta unos rasgos muy rudos, una
simple incisión marca la comisura de la boca y un triángulo indica la nariz.
Desde el otro lateral el hombre es atacado por un ave que clava el pico en su
frente. El pájaro presenta unas características peculiares, una cresta apuntada
en el cogote, el ala en for ma de abanico pegada al cuerpo, una larga cola se
vuelve sobre el lomo del mismo modo que sucedía en el primate, las patas
corpulentas que, aunque a primera vista parecen largas, no arrancan desde el
collarino, sino que se apoyan sobre un elemento intermedio. La cresta en el
cogote lleva a pensar que el ave representada sea una abubilla, animal que
aparecía dentro de los difundidos Bestiarios. El hecho de que se represente
concretamente la abubilla, ave con unas características fisonómicas tan
peculiares, en lugar de un pájaro tipo, hace plantearse que el capitel haya
sido tallado como ilustración de un texto o sermón concreto relativo a los
tormentos del hombre pecador.
La existencia de estas dos columnas acodilladas
hace plantearse que perteneciesen a un arco triunfal resuelto como un arco
doblado, con la vuelta exterior apeada en columnas acodilladas y la interior
cargando el muro, esquema inverso al habitual en el románico gallego donde la
arquivolta interna es la que descansa sobre columnas entregas. El tipo de arco
con columnas en esquina se encuentra en otra iglesia del mismo municipio en San
Mar tiño de Ramil y en otras no distantes geográficamente en los términos municipales
de Toques, Melide (A Coruña), Chantada, Palas de Rei y Monterroso (Lugo). El
origen de la tipología se encuentra en la iglesia de San Salvador de Balboa
(Monterroso), datada por un epígrafe en 1147, aunque las iglesias en las que se
utiliza dilatan sus cronologías incluso hasta los primeros años del siglo XIII.
Por último hay que señalar que otro de los
elementos perdidos desde la visita de Yzquierdo es una dovela con un taqueado
en damero menudo, que pudo pertenecer, según el mismo autor, a la chambrana del
arco triunfal o a la del testero del ábside.
La solución empleada en la decoración de las
arquivoltas casetonadas, con motivos que parecen arquitos, se corresponde con
un modelo difundido a finales del siglo XII por iglesias del interior de
Galicia pertenecientes mayoritariamente a la provincia de Lugo, en los
municipios de Monterroso, Palas de Rei y Taboada, aunque también aparece en
Santa María de Melide (A Coruña) o Santo André de Órrea (Agolada), muy próxima
geográficamente a Ventosa. Yzquierdo señaló la gran similitud entre las puertas
meridionales de Ventosa y de Santa María de Castelo (Taboada, Lugo) lo que le
llevó a considerar la posibilidad de pertenecer a un mismo taller de cantería,
activo hacia el año 1200 en esta área geográfica.
No obstante, no se pueden obviar las grandes
similitudes que comparte con Santo André de Órrea, tanto en la solución de las
portadas, repitiéndose el motivo decorativo en la clave de la arquivolta de la
puerta meridional y, lo que resulta más interesante, el tipo de capiteles de
cintas entrelazadas con motivos vegetales, que no aparecen en el templo
lucense.
Moreira
Moreira es una de las parroquias que conforman
el ayuntamiento de A Estrada. Pertenece al arciprestazgo de Tabeirós y diócesis
de Santiago. Limita por el Norte con las feligresías de Barbude, Ribeira y
Berres; por el Sur con Lagartóns y Callobre; por el Este con San Pedro de
Ancorados, y por el Oeste con Aguións, todas del ayuntamiento de A Estrada.
Para acceder a Moreira desde el centro urbano de A Estrada, se toma la N-640
dirección Lalín y a escasa distancia hay un desvío que conduce a la misma. Dista
6 km de la capital municipal y 50 de la provincial.
Moreira ocupa un territorio sin grandes
desniveles que riega el río Liñares, en la zona conocida como “Ulla Baixa”.
La única elevación significativa corresponde al Castro de Vilagude, donde han
aparecido algunos restos, como por ejemplo, molinos de mano.
Iglesia de San Miguel
La iglesia de San Miguel se encuentra
distanciada del caserío circundante, en un espacio abierto rodeado de extensas
tierras de labradío. El atrio está circundado por un pequeño muro, situándose
además ante la fachada principal del templo una pequeña escalinata que salva el
desnivel entre éste y la vía de acceso. En el margen izquierdo de la iglesia se
halla la antigua casa rectoral y en el derecho, en la parte posterior del
atrio, el cementerio parroquial.
Pocas referencias históricas y generalmente
tardías nos han llegado sobre esta feligresía. El arzobispo Juan Arias, en su
testamento en 1266, donaba a la iglesia de Santiago un Casal de Moreira. San
Miguel perteneció después al monasterio de San Martiño Pinario (Santiago) y
posteriormente a la Corona.
El templo de San Miguel de Moreira conserva, no
exento de modificaciones, gran parte de los elementos de la fábrica románica.
La iglesia era de nave única y ábside semicircular. Sin embargo, debido a la
anexión de dos capillas laterales, actualmente presenta planta de cruz latina.
En el muro norte del presbiterio se añadió también una pequeña dependencia
cuadrangular, con función de sacristía.
En la fachada principal, salvo la reutilización
de antiguos sillares, no se conserva nada de la fábrica medieval. La estructura
de la nave, según se indicaba, se vio notablemente afectada por la construcción
de las capillas laterales, que supusieron, además de la pérdida de una parte
importante del primitivo lienzo mural, la alteración de otras muchas partes.
Las fachadas laterales todavía poseen, en los
fragmentos no afectados por las mentadas reformas, gran parte del alero
originario –en chaflán decorado con bolas– y un interesante conjunto de
canecillos. Respecto a estos últimos, en el muro meridional se observan algunos
ejemplos en forma de proa, de rollo, una cabeza monstruosa, un contorsionista
en posición inversa, una cabeza de bóvido, una figura humana sentada que lleva
un objeto a la boca, etc. En el septentrional, donde predominan los de tema
geométrico realizados con un simple corte en proa, encontramos también uno en
curva de nacela decorado con pequeñas pomas en los laterales, una superposición
de planos, hojas picudas con voluminosas pomas, una cabeza zoomórfica, una
figura humana sentada, una gran hoja en forma de luna que acoge otra de menor
tamaño con los extremos rizados, etc. En esta fachada cabe mencionar la
existencia de una primitiva saetera, que junto con la que se abre en el testero
de la nave, son los únicos vanos de época que se conservan.
El conjunto más rico e interesante lo
constituye el ábside. Consta de un tramo recto limitado por el muro del testero
de la nave, al que se une directamente, y por dos contrafuertes que marcan el
arranque del tramo semicircular.
El ábside se levanta sobre un triple retallo y
refuerza el hemiciclo mediante dos columnas entregas, que lo compartimentan en
tres paños. Los capiteles son historiados y las basas, áticas y con garras en
los ángulos, se elevan sobre un pequeño plinto muy erosionado, decorado con
flores. El capitel meridional muestra una figura humana masculina con los
brazos abiertos, separando sendos cuadrúpedos, ubicados en los lados menores.
Se observa además una cuerda que semeja envolver la cintura del personaje y se
enrosca a continuación, entre las extremidades de uno de los animales, mientras
que el otro parece aprisionar con sus patas delanteras una de las piernas de la
figura masculina. Completan la composición, en la parte superior, hojas picudas
con pomas en el envés. Posiblemente en este capitel se represente la conocida
escena de Daniel entre los leones. El septentrional, más complejo, ostenta en
la cara frontal un personaje ataviado con túnica larga y brazos abiertos, que
sostiene con una de sus manos un objeto indeterminado. En los lados menores se
percibe, en uno, otro personaje con las piernas semiflexionadas de perfil, que
sujeta un gran báculo, a los pies del cual se sitúa una serpiente; en el otro,
muy erosionado, se distingue otra figura humana, que apoya una mano sobre el
abdomen. Al igual que en el capitel anterior, también en éste, entre las
citadas figuras, surge decoración vegetal de pequeños caulículos.
El ábside conserva, bajo su primitivo alero, de
cobijas en caveto, una espléndida colección de canecillos. Tanto los sofitos
como las tabicas se decoran con flores estrella das de seis pétalos y botón
central, inscritas en círculos orlados con pequeñas bolas, sogueado o mediante
una cadeneta de ochos. Los canecillos, concretamente diecisiete, se disponen
tres en el paño central del hemiciclo y cuatro en cada uno de los laterales, y
en el tramo recto otros tres a uno y otro lado. De Sur a Norte se representan
los siguientes temas: una figura humana sentada que lleva algo a la boca con
ambas manos; una cabeza zoomórfica muy erosionada; un caprino con el pelaje
trenzado; pilastra; una hoja avolutada, con canal central ornado mediante
pequeñas perlas y laterales con hojitas redondeadas y nervadas; figura
zoomórfica recostada con las patas apoyadas en la nacela, que voltea la cabeza
hacia atrás; personaje sentado tocando una viola; un acróbata en posición in
versa; columna; una figura monstruosa apoyada sobre una hoja avolutada; una
cabeza zoomórfica, con pliegues en el cuello; una extraña figura sobre la
nacela del canecillo, que muestra en un extremo la parte superior de un animal
con las patas delanteras extendidas, mientras que en el otro, podría
representar una cabeza de pez; columna; dos canecillos muy deteriorados; una
figura monstruosa en la parte superior, que engulle las cabezas de dos aves de
gran tamaño, situadas bajo la misma; cuatro tallos alargados unidos, entre los
que se observa una decoración perlada; pilastra; una gran hoja picuda con
voluminosa poma en el envés; un mono sobre una voluta; y un águila.
En el paño central del hemiciclo se abre una
ventana de tipo completo, de arco semicircular y rasgada en saetera,
actualmente cegada. Presenta chambrana de tacos y arquivolta de bocel entre
medias cañas, decoradas con flores de tres pétalos carnosos en el extradós, y
con pequeñas pomas en el intradós. Ambas voltean, tras salvar una sencilla
línea de imposta, sobre dos columnas acodilladas, de fustes monolíticos, con
capiteles y basas áticas. Los capiteles, ambos vegetales, ostentan, uno, dos
órdenes de hojas picudas que acogen pomas en el envés y pequeños caulículos en
la parte superior, y el otro, una gran palmeta flanqueada por sendas hojas
picudas, igualmente con pomas.
En el interior, la nave, que posee una tribuna
a los pies, se cubre con bóveda de cañón, producto de una intervención
ulterior. La iluminación de la nave, al margen del vano cuadrangular de factura
moderna que se abre en el muro occidental, la proporcionan dos saeteras de
acusado derrame interno, una en el muro septentrional y la otra, en el testero.
En los muros laterales, e inmediata mente a continuación del presbiterio, se
abren dos grandes arcos que comunican con las dos dependencias cuadrangulares edificadas
con posterioridad.
Frente a la marcada sobriedad de la nave,
contrasta la extraordinaria riqueza, tanto desde el punto de vista
arquitectónico como escultórico, del ábside. Se abre a la nave a través de un
gran arco triunfal de medio punto, peraltado y doblado. La dobladura es de
baquetillas y chambrana de tacos, y el arco, al igual que el fajón que se
desarrolla en el interior del presbiterio, en arista viva. Tanto el arco
triunfal como el fajón apean en dos pares de columnas entregas, con capiteles
ornados y basas de perfil ático.
El ábside, entre las mentadas columnas, ostenta
un tramo recto que se cubre con bóveda de cañón, seguido a continuación del
fajón, de otro semicircular, que lo hace con bóveda de cascarón.
El capitel del arco triunfal del lado de la
epístola, en la cara frontal, muestra un personaje a caballo con barba corta y
cabello rizado en su caída, que sujeta con una mano las riendas y con la otra
porta un olifante. Separando esta escena de las laterales, se desenvuelven
pequeños caulículos.
En el lado menor orientado a la nave, se
observa un personaje con túnica larga plegada, que sostiene en cada una de sus
manos una paloma, mientras que en el otro nuevamente se representa una figura
humana, ataviada de la misma forma que la anterior, aunque en este caso
portando con ambas manos un gran libro abierto. El capitel opuesto, de tema
vegetal, exhibe estilizadas hojas nervadas rematadas en espiral, sobre las que
surgen caulículos.
El capitel del arco fajón del lado del
evangelio ostenta la misma decoración que el anterior, mientras que el situado
en el de la epístola, entre grandes hojas picudas con pomas en el envés,
sobrepuestas de caulículos, se observa en la cara frontal una pequeña cabeza
zoomórfica, tal vez de un mono, y sobre ella, en el muñón, otra humana.
Los ábacos de los capiteles se encuentran
decorados mediante una orla de cuidadas f lores carnosas de seis pétalos, con
botón central vaciado e inscritas en círculo. A la misma altura que los
anteriores, se dispone una línea de imposta con decoración de billetes que
recorre el interior del presbiterio. Respecto a las basas, cabe mencionar la de
la columna del arco triunfal, ubicada en el lado del evangelio, ya que se
adereza con una orla perlada. Apean en plintos de perfil semicircular, que a su
vez lo hacen sobre un banco corrido, que envuelve por completo el espacio
absidal, salvo en un fragmento del muro norte, en el que se abre la puerta que
comunica con la sacristía.
Si bien la riqueza del ábside no termina aquí,
ya que en la pared norte del hemiciclo todavía se conserva un interesante
fragmento de pintura mural, que representa el Lavatorio, y que según García
Iglesias correspondería a los primeros decenios del siglo XVI.
San Miguel de Moreira posee además dos pilas
bautismales, una ubicada en el interior del templo a los pies de la nave, de
copa semiesférica y fuste añadido (95 X 120 cm) y otra de tradición románica,
en el exterior, de la que tan sólo se conserva la copa (53 X 78 cm), igualmente
semicircular.
Desde el punto de vista estilístico, San Miguel
de Moreira presenta semejanzas, tanto en su planteamiento arquitectónico como
escultórico, con las iglesias de Ouzande y Tabeirós, las dos del ayuntamiento
de A Estrada. Así, en todas ellas se observan soluciones parejas en sus aleros
–en chaflán decorado con bolas–, canecillos –personaje tocando la viola,
contorsionista, cabezas zoomórficas con tratamiento del pelaje, etc.–, arcos
triunfales, estructuración interna de los ábsides, decoración de ábacos y capiteles,
etc. Similitudes que nos hacen pensar más que en la actuación directa de un
mismo taller –ya que, respecto a la ejecución, Moreira evidencia una calidad
superior a las anteriores–, en la mutua transmisión de fórmulas y soluciones.
Sá Bravo considera que dadas las semejanzas entre el ábside de San Miguel y el
de San Pedro de Rebón (Moraña), ambos ejemplos podrían ser obra de una misma
escuela o taller. Ciertamente, las coincidencias entre los dos templos son
notorias; sin embargo, en lo que a mí respecta, técnicamente difieren, por lo
que sería más apropiado hablar de una difusión de estilos que de la existencia
de una misma autoría. Además de éstas, en San Miguel de Moreira se repiten
fórmulas desarrolladas en el monasterio de Aciveiro (Forcarei) –de filiación
compostelana–, que se pueden ver en algunos de sus capiteles, en la
organización del vano del ábside –igualmente similar a los de Codeseda y
Goiás–, o en el motivo decorativo de flores inscritas en círculo, lo que nos
lleva a pensar que aquél, sin duda, fue un referente fundamental para el taller
de Moreira.
A tenor de lo expuesto y teniendo en cuenta que
Aciveiro, según Bango Torviso, correspondería en su mayor parte a la segunda
mitad del siglo XII, según Rebón al último tercio, y según Ouzande y Tabeirós,
con los que muestra mayores semejanzas, al tercer cuarto, tendríamos que hablar
de una cronología similar a estos dos últimos, para San Miguel de Moreira, que
podríamos situar entorno a los años setenta.
Camanzo
Parroquia del ayuntamiento de Vila de Cruces
ubicada en el extremo occidental del término municipal. Hasta el año 1833
Camanzo fue una de las jurisdicciones de la antigua provincia de Santiago de
Compostela perteneciente al arciprestazgo de Piloño. En origen y hasta el siglo
XII dependió administrativamente de la diócesis de Lugo, arciprestazgo de Deza.
En opinión de Elisa Ferreira, el camino medieval que comunicaba Santiago con la
tierra de Deza, después de atravesar el río Ulla por Ponte Ledesma, antiguo puente
romano, discurría por las tierras del antiguo monasterio de San Salvador de
Camanzo, del cual probablemente salía un camino de travesía.
Iglesia de San Salvador
El acceso al edificio resulta bastante
complicado debido a la mala señalización general, inexistente en algunos
tramos. Tanto si salimos de Pontevedra, en dirección a A Estrada, como desde
Santiago de Compostela u Ourense, a través de la N-525, deberemos dirigirnos
hacia Bandeira, municipio de Silleda. Allí tomaremos la carretera PO-204, por
la que circularemos hasta haber atravesado el puente sobre el río Deza. A la
salida del mismo cogeremos el primer desvío de la margen izquierda, carretera
PO-6408, que seguiremos hasta su intersección con la PO-960. A continuación
giraremos hacia la izquierda, en dirección Gres-Oural, para posteriormente
tomar la primera pista a mano derecha, que nos conducirá final mente hasta la
iglesia parroquial.
La mejor descripción de la ubicación geográfica
del antiguo cenobio es la contenida en la donación que el arzobispo Diego
Gelmírez realiza en su favor en 1122. En ella indica que el monasterio fue
fundado entre los ríos Ulla y Deza, bajo la sombra de los montes Castromouzo y
Montemaior, que determinan en este punto el sinuoso valle del primero de los
ríos anteriormente indicados.
El más minucioso análisis de la documentación y
evo lución socioeconómica de esta abadía fue abordado por Manuel Lucas, quien
indica que la atribución de fundación de Camanzo por parte de los condes Diego
Betótiz y doña Teresa –que diligentemente lo habrían dotado a principios del
siglo X con diferentes propiedades y heredades– apare ce contenida por primera
vez en la donación del arzobispo Diego Gelmírez, antes mencionada.
En la sentencia del pleito abierto en el 956
por el conde don Pelayo y la reina doña Aragonta contra los usurpadores de
parte de sus propiedades en la península del Salnés, la abadía de Camanzo
saldrá beneficiada con una salina, lo que subraya, según el mismo autor, su
vinculación a la familia de los fundadores. Ya en el siglo XI, en 1096, el
monje Sandino Peláez donó al monasterio una importante cantidad de bienes en
las tierras de Deza y Montes. Dieciséis años después la reina Urraca concedió
este cenobio al obispo compostelano, que en el 1122, tal y como hemos visto,
favorece a su comunidad con el diezmo del realengo en diferentes iglesias
comprendidas en el entorno de su coto por los servicios prestados. Quizás aluda
a su apoyo el año anterior, cuando estuvo recluido en el cercano castillo de
Cira. A finales del siglo XII, en 1197 y 1199, recibe dos nuevas cesiones por
parte de Pelayo Pérez y doña Urraca Fernández. Entre los años 1203 y 1253 se
realizan cuatro donaciones, la última de ellas del caballero Alfonso Rodríguez
de Bendaña, que nombra a Camanzo heredero de aquellos bienes que no tenían
legado propio.
Todas estas donaciones, que probablemente
sirvieron para ejecutar un ambicioso proyecto constructivo, al me nos en lo
referido a la iglesia monástica, no permitieron la constitución de un gran
centro de vida religiosa, tal y como demuestran el escaso número de integrantes
de esta comunidad, habitualmente un abad, un prior y no más de cuatro o cinco
monjes, y su anexión en 1499 al monasterio de San Paio de Antealtares tras la
reforma aprobada por fray Rodrigo de Valencia. Con ella se vincularía definitivamente
y hasta la desamortización a las benedictinas compostelanas.
Del antiguo conjunto monástico románico se con
servan la iglesia –con importantes alteraciones efectuadas posiblemente en la
primera mitad del siglo XVI– y la sala capitular.
La primera presenta tres naves de cuatro tramos
divididas por dos pares de pilares compuestos y rematadas por tres ábsides
semicirculares. El central, que es mayor que los laterales, está precedido por
un tramo recto y un codillo de transición hacia el hemiciclo y el meridional,
con un ancho contrafuerte que recoge los empujes de su arco toral. En cada
ábside lateral se abren dos ventanas de derrame interno, y en el central tres.
En las naves se conservan tan sólo ventanas y
una puerta original, las de los dos primeros tramos del muro septentrional
desde la cabecera. Los restantes vanos, las ventanas abiertas en cada tramo del
muro meridional, la puerta del tercer tramo del muro meridional y la portada
occidental, fueron modificados, como apunta José Carlos Valle, tras un probable
derrumbamiento que supuso la eliminación de los dos últimos tramos de las naves
colaterales y la reconstrucción integral de la fachada occidental, a la que
añadieron la torre campanario moderna.
Este tipo de planta responde a una tipología de
iglesia de prestigio empleada en Galicia, principalmente por comunidades
monásticas en la segunda mitad del siglo XII. Su utilización encontraría una
justificación en la necesidad de construir espacios amplios y ágiles que
permitiesen a los religiosos desarrollar sus ritos litúrgicos en un marco
diferenciado, con diferentes altares, y al que tuviesen acceso directo, esto
es, los dos primeros tramos en los que se encuentran el coro, la puerta de
acceso al claustro y quizás la del cementerio del muro meridional –puesto que
no está en su ubicación original y todo este muro fue reconstruido–. Los
pilares compuestos que articulan el espacio interno denotan el influjo ejercido
por la catedral compostelana y la existencia de un plan que preveía la
construcción de arcos formeros y fajones para una posible cubierta de madera a
doble vertiente o para la aplicación de diferentes sistemas de abovedamiento.
En el exterior de la cabecera, los muros de los
ábsides están compartimentados por una columna entrega en cada uno de los
laterales y dos en el central que poseen plinto cuadrangular, basa de perfil
ático con bolas –soterradas las del ábside de la epístola y la septentrional
del ábside central– y una imposta que los anilla entre el cuarto y el quinto
tambor y se extiende por todo el muro marcando el segundo cuerpo en el que se
encuentran las ventanas, una en cada paño. Todas ellas, salvo la externa de la
ventana septentrional del ábside central –que presenta decoración de bocel
ceñido por arquitos lobulados–, son de arco de medio punto con chambrana de
caveto liso y dos arquivoltas de escocias entre baquetones, tanto en la rosca
como en el intradós. Las externas, a excepción de la central del ábside
central, que repite la solución de las internas, apean en las jambas, y las
internas en un par de columnas acodilladas de fuste monolítico liso y basas de
perfil ático liso con bolas sobre plintos cuadrangulares, alguno de ellos
ornamentado con un chaflán angular. Los capiteles, de canon bastante alargado,
poseen ábaco en chaflán recto liso que se imposta por el muro. Sus cestas
presentan una sumaria decoración de tallos rematados en pomas o un orden de
hojas y tallos rematados en espiral. En la rehabilitación efectuada en 1984 se
optó por reutilizar diferentes piezas aparecidas en el monasterio en el
transcurso de las obras para sustituir algunos de los capiteles, columnas y
basas mutiladas o desaparecidas de las ventanas. También se empleó puntualmente
la inclusión de piezas de nueva creación, con un evidente criterio de
diferenciación visual, a través del empleo de granito pulido de diferente
tonalidad y capiteles y basas troncopiramidales apenas desbastados.
En una basa de la ventana meridional del ábside
central y en el primer cuerpo del ábside meridional se aprecian dos marcas de
cantería con una P.
Las intervenciones modernas o un cambio de plan
en el alzado –debido a motivaciones probablemente económicas– supusieron la
pérdida de los aleros de los ábsides y las naves o que estos hayan permanecido
inconclusos. Lo que supuso una considerable reducción de la altura de todo el
edificio.
La portada meridional se encuentra retranqueada
con respecto al tramo oriental del muro. Conserva una chambrana de una fila de
acantos y arquivolta de medio punto rebajado en caveto que carga sobre ábacos
decorados con capullos carnosos y las jambas de sillares. El espacio del
tímpano lo ocupan unos sillares y el dintel bajo el cual se abre la puerta.
La portada occidental muestra una arquivolta de
medio punto, con chambrana de hojas carnosas bajo dos baquetillas, que carga
sobre un par de columnas acodilla das con ábaco en caveto decorado con una fila
de hojas de tallos vueltos, capiteles de canon alargado ornamentados con
estilizadas hojas rematadas en pomas, fustes monolíticos lisos, basas de perfil
ático y plintos cuadrangulares de planos superpuestos. La arquivolta está
formada por nueve bustos, en parte encalados. El central muestra una figura barbada
que alza la mano derecha en actitud de bendecir mientras sostiene lo que podría
ser un libro con la izquierda, viste túnica y diadema. En opinión de José
Manuel García podría representar al Padre Eterno. Las ocho figuras restantes,
cuatro a cada lado, son ángeles de cabello ensortijado, con las manos alzadas
en actitud de orantes, que visten túnicas de abultados pliegues.
El tímpano de sillares carga sobre un par de
mochetas que efigian a ángeles con un libro entre las manos. En el centro, la
figura barbada del Salvador, sentado de frente con el nimbo crucífero. Tiene
los pies descalzos y viste una túnica de pliegues en zig-zag. Alza la mano
derecha en actitud de bendecir y con la izquierda sostiene un libro, pose
similar a la del busto inmediatamente superior.
Sobre la portada, dos óculos con chambrana en
cave to y arquivolta de escocias entre baquetones. La tracería del inferior es
tetralobulada, mientras que la del superior está festonada.
La portada septentrional es de arco de medio
punto ligeramente peraltado con chambrana de hojas de nervio inciso rematadas
en pomas y una arquivolta de arcos trilobulados que abrazan un bocel. En la
unión de cada una de las dovelas se abren óculos. El salmer oriental está
decora do con una rosácea tetrapétala inscrita en un círculo. Carga sobre un
par de columnas acodilladas con capiteles de un orden de hojas de tallos
rematados en espiral y pomas, las del oriental anilladas, con ábaco en chaflán
recto que Ábsides se imposta por el muro. Los fustes son monolíticos lisos y
las basas están soterradas.
El tímpano del interior carga sobre un par de
mochetas, la occidental de una cabeza de bóvido y la oriental de una hoja
picuda con una poma en el envés, y muestra en el centro, bajo una cenefa de
tallos ondulantes terminados en palmetas, al Agnus Dei con una cruz
procesional. En la parte inferior hay una inscripción sumamente erosionada de
un solo renglón cuya trascripción para Isidro Bango es: E I CC IIII.
La lectura del epígrafe de este mismo autor es
la que sigue: Era millesima ducentesima cuarta.
En el interior del edificio toda la cabecera se
eleva a mayor altura que las naves.
El arco triunfal de la capilla mayor es
apuntado y doblado. La dobladura externa posee arista matada en baquetón y
carga directamente sobre el muro, mientras que la interna es en arista viva y
apea en un par de columnas entregas de capiteles con decoración vegetal, de dos
órdenes de hojas rematadas en espiral, el septentrional, y una fila de hojas
nervadas de ápices vueltos, el meridional. Su ábaco en caveto, con una
baquetilla en la parte inferior en el lateral meridional, se imposta por los
paramentos internos del ábside y en la parte frontal sobre el ábaco y la
imposta de la cual arrancan los arcos formeros de las naves. Las basas, de
perfil ático, se erigen sobre plintos circulares y un alto podio con un
baquetón y dos baquetillas en la parte superior que recorre todo el interior de
los tres ábsides y, describiendo un semicírculo, pasa bajo las basas de las
columnas entregas de las primeras responsiones de los arcos formeros de las
naves. Entre la dobladura interna y el fajón del tramo recto, que repite el
esquema del anterior, con capitel de dos filas de hojas planas rematadas en
espiral, el meridional, y una fila de hojas nervadas con caulículos, el
septentrional, se extiende la bóveda de cañón apuntado que arranca sobre la
imposta.
El hemiciclo está cubierto con una bóveda de
cuarto de esfera y su paramento interno Acceso a la Sala capitular sobresale
con respecto a los del tramo recto. Las aristas de estos codillos y la de
transición de la bóveda de cañón apuntado al cascarón está matada en baquetón.
El interior del hemiciclo está compartimentado en dos cuerpos por dos impostas
en caveto. Sobre la primera se abren tres ventanas de arco de medio punto, en
arista viva, que apean en ábacos en caveto. La segunda marca el arranque de la
bóveda. El arco triunfal y todo el interior del ábside, como los arcos formeros
de las naves, están cubiertos con unas pinturas murales fechadas en 1566, cuyo
estilo, en opinión de José Carlos Valle, es manifiestamente manierista.
El ábside de la epístola se abre a la nave
meridional a través de un arco de medio punto doblado, con chambrana en curva
de nacela lisa que como el del ábside del evangelio se alza a una altura
considerablemente inferior con respecto al triunfal de la capilla mayor. La
dobladura externa está formada por baquetón entre cavetos y carga directamente
sobre la imposta y el muro. La interna, en arista viva, apoya sobre un par de
columnas entregas de basas áticas sobre plinto cuadrangular y capiteles
ornamentados con dos filas de hojas: planas y nervadas rematadas en pomas, las
del meridional y planas rematadas en espiral, las del septentrional. Sus ábacos
en caveto, con una baquetilla en la parte inferior, se impostan por el interior
del ábside, por unos centímetros del paramento interno del muro meridional y a
través de la parte frontal del muro en el que se encuentra la responsión del
primer fajón meridional. Esta última está integrada por una columna adosada de
capitel decorado con una fila de hojas lobuladas, con nervio central perlado y
ápice vuelto. Su basa, de perfil ático, se erige sobre un plinto y sobre el
podio anteriormente descrito. En el interior del ábside dos líneas de imposta,
la inferior en caveto liso y la superior en caveto liso con baquetilla en su
parte inferior, marcan los dos cuerpos existentes. El primero es el comprendido
entre el podio y las ventanas, mientras que el segundo llega hasta el arranque
de la bóveda de cuarto de esfera que cubre este espacio y los arcos de medio
punto en arista viva de las ventanas. Las piezas monolíticas, con arco de medio
punto en arista viva, de las saeteras del interior de las ventanas, presentan
decoración floral y de palmetas.
El ábside del Evangelio y la responsión del
primer arco formero septentrional repiten el esquema de los anteriores, con
ligeras variaciones. Las basas de las columnas entregas del ábside poseen bolas
en las esquinas. El capitel septentrional muestra un orden de hojas oblongas,
las de las esquinas con nervio central perlado y ápice vuelto, y el meridional
de cintas entrelazadas rematadas en pomas. Los dos arcos de las saeteras, con
ligero derrame interno, presentan decoración floral. El capitel de la responsión
posee dos órdenes de cintas, las superiores entrelazadas y rematadas con
caulículos.
De los tres pares de pilares, el occidental ha
perdido las columnas entregas de las naves laterales y la mitad superior de las
de la nave central. El segundo conserva las columnas de todas sus caras, a
excepción de las pertenecientes a las naves laterales, y los capiteles de los
frentes occidental y oriental. Por último, el par oriental ha perdido solamente
los capiteles del frente interno hacia la nave central. Todos ellos van sobre
podios cuadrangulares de altura decreciente desde el extremo oriental hacia el
occidental de las naves. Las basas áticas de las columnas entregas se alzan
sobre plintos circulares y cuadrangulares que, en algunos casos, presentan
decoración de rosáceas inscritas en círculos y de arquerías entrecruzadas, los
cuadrangulares, o de cintas perladas, los circulares.
Todos los capiteles de los pilares repiten los
esquemas vistos en la cabecera, pero entre ellos se aprecian grandes
diferencias de calidad. Los pertenecientes a los dos primeros arcos fajones,
desde el extremo oriental, son de mayor calidad que los del tercero y cuarto y
de las columnas externas del primer pilar, en las que deberían apear los arcos
fajones de las naves laterales. En este segundo grupo las piezas muestran una
talla sumaria en la que se esquematizan los modelos anteriormente vistos. En todos
los pilares, los ábacos en caveto de los capiteles se impostan por el muro,
interrumpidos por las columnas entregas de las caras meridional y
septentrional. Algunos de ellos, dentro del primer grupo, muestran decoración
de tallos sinuosos, y otros, los de las columnas externas del primer pilar, se
impostan por el muro hasta la dobladura externa de los arcos fajones.
Las columnas entregas del paramento interno del
muro septentrional van sobre un alto podio y han perdido los últimos tambores y
los capiteles. En este mismo muro hay dos ventanas tapiadas sobre una imposta
en caveto liso, una de ellas sobre la puerta de acceso al claustro.
Los tres pares de arcos formeros conservados
son doblados en arista viva. Los primeros, desde la cabecera, son de perfil
apuntado, los segundos, de medio punto y los terceros, embutidos en el muro,
nuevamente apuntados. Desconocemos cuál pudo haber sido el perfil de la última
pareja desaparecida tras la reconstrucción moderna, pero probablemente seguiría
el ritmo alterno y correspondería de medio punto.
Las columnas adosadas de los pilares en las
caras meridional y septentrional, así como las entregas del muro septentrional,
hacen suponer la existencia de un plan que preveía la construcción de arcos
fajones en la nave central y las colaterales, sobre los cuales apoyaría la
techumbre de madera a doble vertiente. En cualquier caso, no sabemos si éste
llegó a materializarse puesto que la intervención del siglo XVI –que alteró los
muros y pilares– probablemente también afectó a las cubiertas.
La portada de la sala capitular es el único
vestigio del antiguo claustro románico.
Hasta la rehabilitación del 1984, los tres
vanos que la componen estaban murados o tapados con tableros, y parte de ella
funcionaba como sacristía. De hecho la puerta abierta en el primer tramo del
muro septentrional comunicaba este espacio con la nave del evangelio.
En la actualidad, y pese a su rehabilitación,
su estado de conservación sigue siendo lamentable. Posee tres arcos de medio
punto en arista viva con una chambrana de hojas de nervio inciso que envuelven
en el haz una bola, decoración semejante a la de la chambrana de la puerta
septentrional de acceso a la iglesia. Cada arco apea en un par de columnas
pareadas. Los ábacos son de caveto liso, los capiteles, de canon bastante
alargado, presentan un orden de hojas planas, los fustes son monolíticos y las
basas de perfil ático van sobre un plinto cuadrangular y dos podios
rectangulares de arista baquetonada.
Las estructuras analizadas reflejan una
construcción episódica comenzada probablemente en el año 1166, con tenido en el
epígrafe de la portada septentrional. En este momento se iniciaría, quizá por
el ángulo de unión con el claustro o recinto en el que se encontraban las
dependencias monásticas, la edificación de una nueva iglesia que vendría a
sustituir a la ya existente desde al menos el siglo XI, tal y como pone de
manifiesto la factura de la portada septentrional. La cabecera –en cuyos
ábsides podemos apreciar la misma marca de cantería en los paramentos in ternos
y externos– y el cuerpo de las naves muestran gran homogeneidad en el tipo de
arquivoltas, impostas, ábacos y capiteles. Los esquemas decorativos de estos
últimos, el tipo de impostas de la cabecera y la frecuente utilización de arcos
apuntados nos llevan a datar esta parte, iniciada desde la cabecera hacia los
pies de las naves, como obra de finales del último cuarto del siglo XII.
Posteriores serían la fachada meridional y la occidental, que muestra, según
Isidro Bango y José Manuel García, una fuerte impronta mateana en los ángeles y
vegetales combinada con la forma icónica lucense del Salvador del tímpano. La
cronología de ambas probablemente habría que situarla en el primer cuarto del
siglo XIII, al igual que la de la portada de la sala capitular en la que José
Carlos Valle aprecia afinidades y contactos con modelos empleados en diversas
edificaciones románicas tardías, situadas en la esfera de la Orden del Císter y
dentro de la misma.
Vinculadas a la fachada occidental o la
meridional estarían las figuras del Salvador descalzo, mostrando las llagas y
con corona flordelisada, la imagen de san Pedro con las llaves y San Juan con
un libro abierto que se encontraban en la antigua sacristía.
Desconocemos la ubicación de una imagen de la
Virgen con el Niño y un sarcófago altomedieval que pudo observar Ángel del
Castillo.
En el ángulo entre la portada septentrional de
la iglesia y la de la sala capitular hay una copa de una pila bautismal
medieval.
Otros vestigios
A lo largo de toda la comarca del Candan y
Deza, son numerosísimos los templos de origen románico levantados en las
distintas localidades que salpican el territorio.
Además de las ya referidas, merecen ser
destacadas las iglesias de Santa Eulalia de Losón, con su cabecera poligonal
con ventanas de rosca polilobulada; la de San Lorenzo de Ouzande, con su
primitivo arco triunfal de acceso al presbiterio. La iglesia de San Mamede
do Castro es un pequeño edificio rural de una sóla nave conservado
prácticamente intacto.
Las actuales parroquias de San Xurxo de
Codeseda y de Santo André de Orrea, son herederas de pequeños monasterios hoy
exclaustrados, destacando un tímpano con formas geométricas en la primera, y
otras dos portadas de bella factura en la segunda.
Interesantes portadas se conservan en los
templos de Santa María de Ventosa, San Martiño de Riobó, San Martiño de
Asperelos, San Cristovo de Borraxeiros, Santiago de Taboada, San Salvador de
Escuadro o San Pedro de Ferreiroa.
Numerosos son también los edificios cuyas cabeceras delatan el origen románico
de sus fábricas, bien de planta semicircular como en, San Miguel de Goiás o en
Santa María de Pescoso; de esquema cuadrangular como los de Santa María de
Loimil, Santiago de Tabeiros y San Martiño de Fiestras; o incluso poligonales,
como se aprecia en San Pedro de Ancorados.
Distintos vestigios aislados se aprecian
igualmente en las parroquias de Santa María de Noceda, San Martiño de Lalín de
Arriba, Santa María de Donramiro, San Xulián de Anzo, Santa María de Bermes,
San Xoan de Camba y San Martiño de Ramil.
Losón (Lalín)
Dos parroquias cercanas responden al nombre de
Losón: Santa Baia y San Pedro. Aunque ambas están bajo la jurisdicción
eclesiástica del arciprestazgo de Deza-Trasdeza de la diócesis de Lugo,
pertenecen a diferentes municipios, Lalín y Vila de Cruces, respectivamente.
Sus territorios se extienden por la vertiente oeste del monte Carrio y las
llanuras fértiles bañadas por afluentes del río Deza.
En Losón se halla el popular santuario de
Nuestra Señora del Corpiño, cuya construcción responde a una leyenda. Durante
el siglo VIII vivía un ermitaño en una cueva del monte Carrio. Vivía aislado
pero prestaba ayuda a los pastores, con quienes acostumbraba conversar e
instruir en asuntos religiosos. En una ocasión la Virgen, por la que presentaba
una gran devoción, se le apareció y le agasajó con un trozo de su velo. Este
hecho, unido a la buena reputación del eremita, le dieron fama de santo. Tras
el fallecimiento del religioso, su cuerpo fue hallado incorrupto y se pasó a
llamar o Corpo Santo; derivado de éste surge el nombre de O Corpiño para
designar al lugar en donde erigieron una modesta capilla. Tras la invasión
musulmana fue abandonada y cayó en el olvido hasta el siglo XII, cuando unos
pastores se guarecieron en sus ruinas durante una tormenta. En ese momento tuvo
lugar una nueva aparición de la Virgen con el Niño y un ramo de flores. Al
regreso al pueblo alertaron a los vecinos y volvieron juntos a la ermita, donde
hubo una nueva aparición. Tras este acontecimiento se decidió edificar un
santuario en honor a Nuestra Señora del Corpiño. Como los hechos tuvieron lugar
en el siglo XII, el templo fue edificado en estilo románico. Según recoge
Salgado Toimil, en la capilla románica precedente había una inscripción en la
que se indicaba ERA MCCLIII, año 1215.
La presencia de milagros hizo que gozase de una
gran popularidad y generó confrontaciones entre las parroquias de San Pedro y
Santa Baia de Losón por los intereses sobre el Santuario. Los de San Pedro
alegaban que se habían encargado de la edificación de la antigua ermita, y los
de Santa Baia hicieron lo mismo tras el redescubrimiento. En 1693 se resolvió a
favor de la iglesia de Santa Baia, pero se abrió un acceso exclusivo para los
vecinos de San Pedro como compensación. El santuario románico de O Corpiño
permaneció en pie hasta que en 1783, tras varias ampliaciones del templo, se
comenzaron las obras del nuevo edificio.
Iglesia de Santa Baia
Dista unos 17 KM de la capital municipal y se
accede a ella tomando la carretera N-525 que comunica Lalín con Santiago,
desviándose en Prado en una ramificación señalizada hacia el santuario de Nosa
Señora do Corpiño, situado en la población de Losón.
La iglesia de Santa Baia se asienta en una
elevación desde la que domina los territorios de la feligresía y la aldea de
Losón que se extiende en la llanura. Muy cercano a la iglesia de Santa Baia de
Losón, se asienta en la ladera del monte Carrio el castro de Santa Baia, germen
de la población de Losón. La primera mención se realiza en abril de 1087,
cuando la infanta doña Elvira lega la mitad del monasterio de Piloño (Vila de
Cruces) y sus propiedades, entre las que se encontraba Losón, a la mitra compostelana.
En la Historia Compostelana se menciona Losón cuando se delimitan los términos
del monasterio. La transacción realizada por doña Elvira se ve confirmada en
noviembre de 1100; el 16 de enero de ese mismo año Alfonso VI, su hermano,
había dado ya la otra mitad.
La siguiente referencia tiene lugar en 1096 en
la donación de una propiedad en el territorio de Sancta Eolalia de Lesson
realizada por un monje al monasterio de San Salvador de Camanzo (Vila de
Cruces).
El 1 de marzo de 1175 Pedro Alfonso realiza una
donación de una cuarta parte de la iglesia al abad de San Lourenzo de Carboeiro
(Silleda) con la condición de que mantenga y cuide de él y de otro hermano en
el monasterio. Esta donación ha generado la opinión en algunos historiadores de
que en Losón hubo un priorato que dependía de Carboeiro. Curiosamente en el
contrafuerte sur, en la inserción del ábside y la nave, hay una inscripción en
cuatro renglones que, según la transcripción de López Ferreiro dice: ORATE
FR(ate)S IN KARITATE / D(e)I P(ro) A(n) I(m)A PETRI PECAT / ORIS Q(ui) HANC
ECL(es)IAM FVND / AVIT ERA MCCIIII P Q (Orad hermanos por el amor de Dios
por el alma de Pedro pecador quien fundó esta iglesia en la Era de 1204 P. Q.).
La P y la Q no han sido descifradas hasta el momento. La cronología que aporta,
año 1166, es excesivamente temprana en relación con las particularidades
artísticas del templo que se describirán a continuación.
En el interior del presbiterio, en la pared
meridional, se conserva otro epígrafe, parcialmente oculto tras un sepulcro, ya
que en la iglesia se asienta el panteón de la familia Taboada del Pazo de
Liñares (parroquia de San Martiño de Prado, Lalín). Esta segunda inscripción la
leyó Bango como ID. MARCII (a) / +ERA I CC V IIII (Idus de marzo de la
Era 1209, año 1171), que proporciona una fecha más acorde con las soluciones de
la fábrica.
Otra noticia que conviene destacar, a pesar de
su carácter tardío, es que en 1335 el monasterio de Carboeiro Planta y don
Diego Gómez de Deza firman una concordia mediante la cual los primeros
recuperan sus propiedades en Losón, a la vez que se ven reconocidos sus
derechos sobre la parroquia que regentaban.
La iglesia de Santa Baia de Losón está formada
por una nave rectangular y un ábside poligonal. Aunque la nave fue modificada
en una reforma posterior, es muy probable que se reaprovechase la cimentación,
por lo que no se ha modificado sustancialmente la planta. El ábside dispone un
tramo recto que precede al cierre poligonal de tres caras. El tramo recto
presenta la peculiaridad de que exteriormente es liso, mientras en el interior
se encuentra dividido en dos tramos por la adhesión de columnas, dan do lugar a
siete tramos, en lugar de los cinco exteriores.
En el exterior el tramo occidental del ábside
es más largo que los tres centrales. No se dispone en ángulo recto con la nave,
sino ligeramente en oblicuo. En los ángulos formados por la unión de los paños
se coloca una columna entrega con desarrollo completo. Los fustes lisos se
asientan sobre basas áticas de plinto cuadrangular y se coronan con capiteles
vegetales. Las hojas, muy estiliza das, aparecen muy pegadas a la cesta, tanto
que la mitad inferior permanece lisa, y sólo sobresalen en los ángulos donde
forman pequeñas volutas. Los capiteles sostienen las cobijas del alero talladas
en nacela; en los tramos del cierre se disponen dos canecillos en proa y tres
en los tramos rectos.
En el primer tramo septentrional se adosó una
sacristía y en el meridional se horadó una ventana cuadrangular. En origen
ambos muros debían de permanecer lisos, sin orificios; entretanto en los tres
centrales se abren saeteras cobijadas bajo arcos. La central presenta doble
arquivolta con baquetones en las aristas; mientras las laterales ostentan un
mayor despliegue decorativo, puesto que emplean en las arquivoltas arcos
polilobulados –con seis arquitos en la sudeste y siete en la noreste–
trasdosados por arcos de medio punto en nacela.
Los arcos de todas las ventanas se apoyan sobre
columnas acodilladas de fustes lisos y monolíticos, de basas áticas sin plintos
y capiteles de variados motivos vegetales y entrelazados. Entre los vegetales,
uno de ellos presenta tres órdenes de hojas cortas apuntadas y superpuestas; el
segundo de los capiteles tiene una especie de tallos dispuestos en dos niveles
que rematan en unas formas circulares; el tercero presenta pequeñas hojas en
forma de rombo superpuestas cubriendo toda la superficie; y el último de ellos,
muy deteriorado, ostenta tres hojas nervadas de perfil apuntado en los ángulos.
Los otros capiteles responden a las siguientes descripciones: uno, con una
cuerda lisa que se entrelaza de una manera poco tupida dejando ver parte de la
cesta, y el otro, con una cinta plana entrecruzada de modo tupido como si se
tratase de una trama de cestería. Los cimacios son idénticos en todas las
ventanas. Están labrados en curva de nacela y se prolongan hasta llegar a los
fustes de las columnas situadas sobre las aristas del polígono.
El alero se resuelve con cobijas en chaflán
sostenidas por canecillos en proa de barco, tres en el tramo recto y dos en los
tres tramos centrales.
En el interior la mayor parte del ábside queda
oculto tras el retablo. Permanece visible desde el arco del triunfal hasta el
primer tramo que, como se ha señalado, se divide en dos en el interior. El arco
triunfal es de medio punto, doblado y de sección rectangular. La rosca menor
está apoyada en dos columnas adosadas que se alzan sobre basas áticas con
garras en los extremos, cuyos plintos cuadrangulares están parcialmente
enterrados. Los fustes son lisos, de gran esbeltez y sostienen capiteles que
repiten motivos vistos en el exterior. El capitel de la septentrional se decora
con un tallo grueso que se entrecruza tupido cubriendo toda la cesta. El
capitel meridional adorna su cesta disponiendo en cada ángulo una hoja de
perfil re cortado con los ápices vueltos formando volutas; tras este primer
orden de hojas asoma un segundo del que apenas se perciben las volutas y tiene
el borde festoneado. Los cimacios presentan perfil en curva de nacela y están
decorados con círculos adyacentes, unidos mediante anillas, en cuyo interior
inscriben flores cuadripétalas, en el del capitel entrelazado, y cruces
griegas, en el del vegetal.
Los cimacios se prolongan como molduras sin
decorar por el interior del presbiterio, actuando de línea de imposta de la
bóveda; a la vez que también se prolongan hacia el exterior, cargando la
dobladura del arco sobre ellas y se continúan hasta el arranque de los muros
laterales de la nave, donde se decoran con una sucesión de arquillos
semicirculares sin soporte.
El presbiterio, bajo la línea de imposta,
articula cada tramo con una sucesión de arcos ciegos, de medio punto rebajados,
que voltean sobre columnas adosadas completamente desarrolladas que marcan la
intersección de cada tramo; sólo se pueden ver las que dividen el tramo recto,
ya que el resto están ocultas tras el retablo. Las columnas presentan las
mismas características que las del arco triunfal. Ambas poseen capiteles
vegetales, con un único orden de hojas dispuestas en esquinas y frentes; tienen
forma de lengüeta y nervio central marcado, y las del izquierdo, pomas en los
extremos. Los cimacios achaflanados soportan un segundo orden de columnas
compuestas de fuste muy corto y capiteles vegetales con una composición similar
a las inferiores pero con los vértices rematados en volutas. Los cimacios de
estos capiteles se sitúan a la altura de la línea de imposta de la que arranca
la bóveda. Sobre los cimacios de estas segundas columnas descansan los nervios
de la bóveda.
El espacio se cubre con una bóveda sexpartita
nervada con una clave central, parcialmente oculta, decorada con pinturas
góticas hispano flamencas del primer tercio del siglo XVI. Sólo se ven dos
nervios, puesto que los otros cuatro permanecen ocultos tras el retablo. Los
nervios se labran en las aristas con boceles que generan en la parte intermedia
una escocia. La clave se sitúa en la parte central del presbiterio, también
parcialmente oculta. Yzquierdo dice que parece estar configurada por una corta
bellota central como pinjante alrededor de la que se organiza una corona
floral. A juzgar por la solución de columnas superpuestas que reciben los
nervios de forma diagonal, no parece que se trate de la solución prevista
inicialmente para el cierre.
En Galicia las cabeceras poligonales son una
rareza, a pesar de que en la girola de la catedral de Santiago ya se encuentra
en las capillas de Santa Fe o San Bartolomé, vinculadas a la actividad del
Maestro Esteban. En un ámbito geográfico relativamente próximo se encuentran
ábsides poligonales en la capilla mayor de Santa María de Acibeiro (Forcarei) y
en el presbiterio de San Xurxo de Codesada (A Estrada). La cubrición del
espacio del presbiterio responde a modelos mateanos empleados en las capillas con
bóvedas sexpartitas de la girola de la iglesia del monasterio de Carboeiro. El
hecho de contar con un trazado dúplice –ya que en el exterior describe una
forma semihexagonal y en el interior semidecagonal– hace de la planta de Losón
un caso único en Galicia.
En el ámbito decorativo se pueden encontrar
múltiples similitudes con iglesias del entorno. Los motivos de sucesiones de
arquitos en las prolongaciones de los cimacios la vinculan con San Salvador de
Escuadro (Silleda) y San Estevo de Oca (A Estrada). El modo de resolver las
ventanas con arcos semicirculares angrelados la vuelven a vincular con San
Estevo de Oca (A Estrada) y con San Estevo de Camposancos (Lalín).
El repertorio de los capiteles, tanto los
vegetales como los de entrelazos, y los festones polibulados tienen origen en
la escultura de la segunda campaña de la catedral compostelana. Juntamente con
estos motivos plenamente románicos se aprecia un vocabulario protogótico en el
tipo de bóveda y la molduración de los nervios y la clave con un motivo vegetal
pinjante; son motivos también compostelanos, pero del taller del Maestro Mateo.
La presencia de lenguajes correspondientes a dos momentos, unido a la inserción
un tanto accidentada de los nervios, hacen pensar en dos tiempos constructivos
plenamente diferenciados.
La fecha de 1171 del epígrafe del interior del
ábside podría corresponderse con el inicio de unas obras acordes con un
proyecto mucho más modesto que, por razones desconocidas, se cambió por otro
mucho más ambicioso e innovador en el que se modificó la cubrición. Se
corresponden con la primera etapa el trazado de la planta poligonal y la
construcción hasta la altura de las impostas. La segunda etapa es la relativa
al cierre de la bóveda, así como las columnas que marcan los ángulos
exteriores, cuyos capiteles, con una notable pérdida de volumetría, dejan la
mitad inferior de la cesta lisa; son elementos que denotan una cronología
avanzada. El remate de la obra debe fijarse entre la última década del siglo
XII y los años iniciales del XIII. La proximidad a Carboeiro, sumada a los
intereses del monasterio en Losón, hace pensar en la influencia directa del monasterio
o incluso que interviniese algún maestro del taller que trabajó en él.
Ouzande
San Lourenzo de Ouzande es una parroquia aneja
a la de San Paio, ambas del ayuntamiento de A Estrada. Pertenece al
arciprestazgo de Tabeirós y diócesis de Santiago. La delimitan las feligresías
de A Estrada por el Norte, Somoza por el Sur, Guimarei por el Este y Matalobos
y Arcos de Furcos (Cuntis) por el Oeste. Dista 1,6 km de la capital municipal y
46 de la provincial. Para acceder a Ouzande desde el centro urbano de A
Estrada, se toma la carretera local PO-P-2003, y a pocos metros se continúa por
un desvío a la derecha, que conduce directa mente a esta parroquia.
Iglesia de San Lourenzo
La iglesia de Ouzande se ubica en una planicie
ligeramente elevada, rodeada por un pequeño muro que envuelve su ajardinado
entorno. Ante ella se sitúa un cruceiro y a su derecha el cementerio
parroquial.
Muy pocos datos históricos, respecto al período
medieval, se conservan sobre esta parroquia e iglesia. Rodríguez Fraiz cita la
que parece ser la primera noticia conocida sobre la misma, recogida en el
testamento de Aldonza Fernández Churruchao, en junio de 1366, ao dito
moesteiro de Santa María dé Azibeiro toda cuanta herdade et chantado eu ey enna
freigesia de San Lourenco Douciente. Cuando Jerónimo del Hoyo visita esta
iglesia, la denomina “San Lourenzo de Beande”, lo que nos hace pensar
que a lo largo de la historia habría adoptado diferentes denominaciones.
San Lourenzo de Ouzande, a pesar de las
reformas llevadas a cabo en el templo, conserva gran parte de los elementos de
la fábrica románica.
La iglesia, en origen, era de nave única y
ábside semicircular. La fachada principal y la nave, debido a una profunda
intervención realizada en época moderna, son las que han sufrido mayores
modificaciones. Así, en la primera, al margen de la reutilización de sillares,
tan sólo un arco ligeramente apuntado –al presente cegado– sobre una puerta
adintelada con decoración barroca corresponde a la obra medieval. La nave,
aunque mantiene parte de su estructura original, se ha visto alterada con
motivo de la anexión de diferentes dependencias. Entre éstas destaca, tanto por
su tamaño como por la complejidad de las obras, la construida en el muro
meridional, con el fin de ampliar el espacio interior del templo. También se
edificaron dos más pequeñas en las proximidades de la cabecera, siendo la del
lado norte la actual sacristía, además de un pequeño porche en el muro
septentrional de la nave. La fachada meridional del templo posee parte del
alero primitivo, de cobijas y chaflán recto decorado con bolas, en el que todavía
se observan varios canecillos realizados con un simple corte de proa. En la
fachada septentrional se abre una puerta adintelada, sobre la que consta el
siguiente epígrafe: AÑO 1781, alusivo a las mencionadas reformas. En el
muro del testero de la nave se encuentra una saetera de derrame interno y sobre
el piñón una antefija conformada por la figura de un cordero, surmontado de una
cruz patada.
El ábside presenta un tramo semicircular,
precedido de otro recto, que se une directamente a la nave. No posee ni
columnas ni contrafuertes, aunque lo más probable es que sí hubiese contado con
estos últimos, pero al dejar de ser funcionales, con motivo de la edificación
de las dos dependencias, adosadas en la parte más oriental de ambos muros
laterales de la nave y parte del ábside, se habrían eliminado.
En cambio, sí conserva las primitivas bancadas
y bajo su alero, de chaflán recto decorado con bolas, una interesante colección
de canecillos, entre los que, de Sur a Norte, se observan: uno no identificado,
ya que queda prácticamente oculto por la mentada dependencia; una figura humana
sentada tocando la viola; dos canecillos en forma de gola, de factura moderna;
cabeza zoomorfa con pequeños cuernos y chiva; dos cuadrúpedos unidos y situados
sobre otros dos, que se mezclan con decoración de entrelazos; un contorsionista
en posición inversa; cabeza de bóvido con cuernos y cuello con pliegues; cabeza
zoomórfica que lleva las zarpas o pezuñas a la boca; una hoja picuda acanalada,
decorada mediante una sucesión de pequeñas bolas y rematada en una gran poma;
en curva de nacela, acanalada y decorada con pequeñas bolas; uno muy
deteriorado, que representaría una figura humana; un personaje barbado y
sentado, con las manos apoyadas sobre las rodillas; una figura que sostiene
algo indeterminado entre sus manos; un personaje en posición difícil, con las
piernas apoyadas por detrás de la cabeza; dos de tema geométrico, de factura
moderna; y, finalmente, una hoja picuda, avolutada y acanalada, con decoración
de pequeñas bolas. Los contrafuertes anteriormente citados es muy posible que
estuvieran en el lugar que ocupan en la actualidad los cuatro canecillos de
tema geométrico, que no son de época. El ábside presenta una sencilla saetera
con remate semicircular en ambos extremos, sobre la que se dispone un escudo
labrado, y una ventana cuadrangular ubicada en el lado meridional, fruto de una
intervención posterior.
En el interior, la nave, a pesar de las
intervenciones mencionadas, todavía conserva parte de los elementos de la
primitiva fábrica. En el muro occidental, tal como se veía en el exterior, se
observa igualmente sobre la puerta de acceso un arco ligeramente apuntado y
cegado, único vestigio de la portada románica originaria. En el muro
septentrional de la nave, sobre una moderna puerta adintelada, se distingue
también parte de un arco ligeramente apuntado y cegado, procedente de una
antigua puerta lateral.
En el muro meridional se abrió un gran arco
deprimido rectilíneo, que comunica con la estancia anteriormente citada,
adosada a ese mismo lado. La iluminación del templo la proporcionan una saetera
de acusado derrame interno, que se abre en el testero de la nave sobre el arco
triunfal, y una moderna ventana en el muro occidental, además de otra de
similares características que esta última, situada en la dependencia anexionada
en el muro meridional.
Mayor interés, indudablemente, presenta el
ábside. Se cubre con bóveda de cañón en el tramo recto y de cascarón en el
hemiciclo. Un gran arco triunfal peraltado y doblado y con cierta tendencia a
la herradura, probablemente debido a problemas de estabilidad, realza el acceso
al presbiterio. El arco, en arista viva, voltea sobre sendas columnas de fustes
de tambores, con basas y capiteles, mientras que su dobladura, con baquetón
entre medias cañas y chambrana de billetes, lo hace sobre una pequeña línea de
imposta abilletada. La columna del lado de la epístola ostenta un capitel con
un curioso programa escultórico, en el que se observan numerosos cuadrúpedos en
diversas posiciones –unos encima de otros, en actitud de lucha, mordiéndose,
etc.–, que cubren por completo la cesta. El ábaco, en chaflán recto, se
ornamenta mediante pequeños círculos que acogen diferentes motivos: flores
carnosas de botón central, otras formadas por pequeños círculos en resalte o
con una singular cruz, conformada por la unión de rectángulos de escasas
dimensiones. La basa, de perfil ático y garras en los ángulos, decora la
escocia por medio de una pequeña serpiente, y el plinto ofrece una sucesión de
flores de puntos inscritas en círculo.
La columna del lado del evangelio presenta un
capitel de entrelazos muy abiertos, rematándose la parte superior en caulículos
y muñones avolutados. El ábaco luce una decoración similar a la de la columna
opuesta, y la basa, muy sencilla, es ática y con garras en los ángulos.
Paralelo al arco triunfal, en el interior del
ábside se desenvuelve un fajón de similares características. Así, también éste
es de arista viva y voltea sobre sendas columnas de fustes de tambores, con
capiteles vegetales y basas. Los capiteles ostentan grandes hojas nervadas
avolutadas, algunas rematadas en pomas y otras con la punta bífida y rizada.
Los ábacos, en chaflán recto, muestran pequeños círculos que acogen flores de
pétalos redondeados y otras en forma romboidal con botón central. Destaca el ábaco
de la columna septentrional, ya que posee dos caracteres epigráficos: M/λ, que
podrían identificar a su autor. Las basas, áticas y con garras en los ángulos,
tienen la escocia casetonada.
Una línea de imposta con decoración de billetes
recorre a la altura de los ábacos de los capiteles del arco triunfal y fajón el
interior del ábside, y tan sólo se ve interrumpida por la ventana que se abre
en el hemiciclo. Ésta ostenta un arco de medio punto, de acusado derrame
interno, y dos columnas de fustes lisos, con capiteles y basas. Los capiteles
presentan una decoración vegetal a base de palmetas entre hojas picudas, que
acogen voluminosas pomas. Las basas son áticas y con garras en los ángulos, luciendo,
además, la del lado norte una moldura de sogueado.
Finalmente, cabe mencionar la existencia de una
pila bautismal de tradición románica, que se ubica en el exterior del templo,
bajo el porche de la fachada norte. La copa es circular, de tipo troncocónico
invertido, y el fuste, cilíndrico y liso. Mide 81 cm de alto (48,5 cm la copa)
y 74 cm de ancho. También en el exterior, en las proximidades del ábside, se
conserva una lápida decorada con tres pares de herraduras.
En estrecha vinculación estilística con Ouzande
se hallan las iglesias de San Miguel de Moreira y Santiago de Tabeirós.
Precisamente, en relación a esta última, Bango Torviso plantea que, dadas las
muchas coincidencias de los elementos decorativos de las dos iglesias, es muy
posible que fuesen realizadas por los mismos autores. En lo que a mí respecta,
considero que, aunque existen planteamientos parejos entre ambos templos, la
técnica de uno y otro difiere, por lo que dichas similitudes serían más producto
de la inspiración que de la participación directa de un mismo maestro. Por otra
parte, también muestra semejanzas con el alero y algunos de los canecillos de
San Estevo de Oca, que al igual que en los de las iglesias anteriores, todavía
no poseen elementos transitivos, lo que nos lleva a una cronología alrededor
del tercer cuarto del siglo XII.
A tenor de lo expuesto, y teniendo en cuenta
que los ejemplos de Moreira, Tabeirós y Oca son obras datables entre los años
60-70 del siglo XII, tendríamos que hablar de una cronología similar para
Ouzande.
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