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lunes, 5 de mayo de 2025

Capítulo 61-2, Iglesia de Santa María del Naranco-San Miguel de Lillo

 Época de Ramiro I (842-850) 

Iglesia de Santa María del Naranco
El taller regio de Ramiro I asume la introducción de nuevas soluciones constructivas llevadas a la práctica en el seno de una profunda renovación del inmediato programa artístico de Alfonso II. La novedad arquitectónica que representa el edificio de Santa María de Naranco, constituye una evidente apuesta por perfeccionar y enriquecer el lenguaje artístico alfonsí cargándolo de una originalidad inusual en la práctica artística precedente.
Nuevos cambios políticos en la monarquía y su poder, están detrás de esta renovatio. Preciso es reseñar que el complejo regio y residencial del Naranco, ubicado en el suburbium de Oviedo, es hoy reinterpretado por la historiografía como un complejo palatino nacido de un enfrentamiento político entre Ramiro I y Alfonso II. Ello supuso el mandato regio simultáneo de dos Cortes palatinas con sus centros de poder en Naranco y en Santullano.
Mas, el arquitecto del taller regio del Naranco, no solamente va a ofrecer el alumbramiento de una nueva configuración arquitectónica sino que, simultáneamente a este innovador y enriquecedor avance artístico, se aplicarán nuevos métodos proyectivos y de composición arquitectónicas, experimentando un avance gradual el uso de los recursos geométricos y aritméticos aplicados a las técnicas constructivas. Este es un hecho a nuestro juicio decisivo, producido en el sustrato de un proceso que afecta a la propia idea compositiva del concepto de arquitectura altomedieval y que condicionará la evolución tipológica de la arquitectura asturiana. Al surgimiento de un nuevo lenguaje estético, de una redefinición en el estilo y de la aparición de nuevas reglas morfológicas, le corresponde un salto cualitativo en los procedimientos técnicos y métodos de composición arquitectónica.
Podemos decir que las proporciones arquitectónicas de Santa María de Naranco, la venustas isidoriana, fueron observadas ya en su fase proyectual con extremo rigor. Es una construcción ad quadratum, basada en un proyecto proporcional ejecutado a partir del cuadrado y la escuadra de Pitágoras, de uso habitual en los proyectos arquitectónicos de los talleres altomedievales. Se trata, es evidente, de una innovación creativa respecto a construcciones precedentes.
Santa María de Naranco constituye la perfecta experiencia de un modo extremo, para la época, de concebir los espacios, los volúmenes, los recursos que propician el conocimiento de la tectónica del edificio, extendiéndose al simbolismo de la luz, de la integración con plena coherencia e innovador virtuosismo de la rica decoración escultórica, y la perfección en la aplicación de reglas de perspectiva arquitectónica.
Formas de concepción arquitectónica que antes no se habían llevado a término. Es una nueva manera de pensar la forma corpórea de los edificios, y que surge como una búsqueda vinculada a la eficaz aplicación de un sistema de normas de diseño. El nuevo control de la forma arquitectónica es un hecho trascendente que confirma la existencia de un núcleo creador asturiano que conserva y transmite programas constructivos, modelos y prototipos arquitectónicos, así como reglas y modelos de composición.

El edificio se encuentra situado en la ladera meridional del monte Naranco (Mons Naurancius), a 3 kilómetros de la ciudad de Oviedo (Ovetao) y en un entorno geográfico donde existieron asentamientos romanos (villae). En sus proximidades se produciría el hallazgo de la estela romana de Vendírico.
Originariamente, Santa María estaría inscrita en un conjunto suburbano regio, del que actualmente solamente se conserva este edificio regio, y la iglesia de San Miguel de Liño. En origen, las construcciones regias formaban parte de una villa, la villa Lignum, la cual constituía la circunscripción agraria. En ella quedaban integradas no solamente las construcciones del conjunto palatino, sino todo un conjunto de tierras de labranza, bosques, árboles frutales, etc., los cuales quedaban delimitados por unos términos cuya superficie se extendía en un amplio marco territorial desde la ladera sur del Naurancius hasta los límites de su cumbre.
Originariamente fue construido con una función civil, más el edificio regio de Ramiro I sería convertido en el siglo XI en iglesia y puesto entonces posiblemente bajo la advocación de Santa María. La Crónica Silense (hacia el año 1115) nos informa, como testigo presencial de excepción, de que en el segundo decenio del siglo XII seguían en pie ambas edificaciones:
..multa duobus ab Oueto miliariis remota, ex murice et marmore, opere forniceo, hedificia construxit. Siquidem ad titulum archangely Michaelis in latere Naurantii montis adeo pulcram eclesiam fabricauit, quod quicumque eam vident, testantur se secundam ei pulcritudine nusquam uidisse. (...) Fecit quoque, in spatio LX pasuum ab ecclesia, palacium sine ligno, miro opere inferius superiusque cumulatum, quod in eclesiam postea versum, beata Dey genitrix uirgo Maria inibi adoratur.
Su traducción quedaría en los siguientes términos: “...construyó muchos edificios, distantes dos millas de Oviedo, con piedra arenisca y mármol en obra abovedada. Así, pues, en la ladera del monte Naranco fabricó tan hermosa iglesia, con título del arcángel Miguel, que cuantos la ven atestiguan no haber visto jamás otra semejante a ella en hermosura; (...) Hizo también, a distancia de 60 pasos de la iglesia, un palacio sin madera, de admirable fábrica y abovedado abajo y en lo alto, el cual fue convertido en iglesia después y allí se adora a la bienaventurada Virgen María, madre de Dios.”
Fachada norte
Fachada norte
Fachada norte





Fachada sur
Fachada sur
Fachada este
Fachada este
Pilar fachada este

Fachada oeste
Fachada oeste
Fachada oeste 

Las crónicas de la Monarquía Asturiana, escritas hacia el año 885 durante el reinado de Alfonso III, nos ofrecen un importante y decisivo testimonio del edificio, tanto cronológico como de sus peculiares características constructivas, que por lo inusual y novedoso de sus formas arquitectónicas es descrito con unánime entusiasmo por los cronistas medievales. Esta expresión arquitectónica del nuevo lenguaje constructivo introducido por Ramiro I lo recoge con precisión la Crónica Albeldense (hacia el año 881): ...In locum Ligno eclesiam et palatia arte forniacea mire construxit. “En el lugar de Liño construyó una iglesia y palacios, con admirable obra de bóveda”. A su vez la Crónica Rotense (hacia el 885) dice: ...Postquam ad uella ciuilia quieuit multa edificia ex murice et marmore sine lignis opere forniceo in latere montis Naurantii duo tantum miliiariis procul ab Oueto edificauit.
A su vez en 908 Alfonso III realiza una donación a San Salvador de Oviedo en la cual se describe el conjunto palaciego que rodea al entorno palatino del Naranco: Iterum concedimus villa que uocatur Lignum in latere monti Naarancii cum palacia/ et balnea qui ibidem est, forniceo opere constructum siue et pomarium amplissimum per giro uallo conclusum cum/ oliueta, fice ta, et omne arbusta fructuosa et infructuosa, tamen et senra capiente semina modiales/ .CCC. cuius terminus est a parte occidentis de termino Araniani usque in termino orientale alteri serui nostri Constancii, / de parte meridie de illa Ianoale usque in capite montis Naarancii cum suis ómnibus terminibus censemus post/ partem iam sepe dicte ecclesie Sancti Saluatoris.
Ambrosio de Morales, Chronista de S.M. el Rey D. Phelipe II, en su conocido Viaje Santo describe la “iglesia” que la llama “Santa María de Naranzo”, situada a media legua al Norte de Oviedo en la “Cuesta de Naranzo” una “gran Sierra”, “fértil y de mucha frescura”. Morales dice que tienen razón de encarecer “la obra de esta iglesia, y sus bóvedas, pues con haber mas de setecientos años que se edificó, están firmes y durables, como si poco ha se ovieran labrado. Es grande para Ermita, y chica para iglesia: toda la labor es lisa, y la hermosa vista que el Templo hace, consiste en la buena proporción y correspondencia. Tiene debajo otra Iglesia del mismo tamaño, à la usanza de entonces, que comúnmente doblaban las iglesias”.
Planta baja
Planta alta 

Las crónicas destacan fundamentalmente el elemento más innovador y desconocido introducido en estas edificaciones, el recurso a la bóveda (concamerata) y de las arquerías centrales (centris forniceis), en realidad los llama dos arcos fajones, que permiten sostener las alargadas bóvedas de cañón. El uso de esta técnica supuso la desaparición de las techumbres de madera comunes a la arquitectura alfonsí y extendidas en la construcción visigoda.
Entre 1929 y 1934, el arquitecto Luis Menéndez Pidal interviene en Santa María con el fin de devolverle su configuración arquitectónica primitiva. Así, derriba la casa sacerdotal anexa a la fachada occidental y a parte de la pared del mediodía. Asimismo, demuele la sacristía barro ca que estaba adosada a la fachada oriental y derriba la escalinata central añadida en época incierta a la fachada norte. Tanto en el interior como en el exterior se procedió a extirpar al edificio de los agregados modernos que sucesivamente lo habían desvirtuado: restauración del entarimado de madera de los miradores y limpieza de la estancia llamada “sala de baño”, descubierta realmente en el transcurso de las excavaciones realizadas paralelamente al proceso de restauración. Asimismo hubo que rehacer parcialmente contrafuertes y arcos de las fachadas septentrional y de mediodía y se introdujo un recrecido de los arcos de separación entre los miradores y la Sala Noble. En la restauración llevada a efecto, es destacable el hecho de que Luis Menéndez Pidal recurriera a las litografías y dibujos de F. J. Parcerisa elaborados durante su reconocimiento arqueológico llevado a efecto cuando el edificio con servaba las edificaciones anexas. En 1985 se acomete una obra de limpieza y saneamiento de los paramentos pétreos del edificio instalándose asimismo una red de drena je perimetral en su entorno, de carácter reversible. En el año 2006 una nueva intervención restauradora introduce una limpieza de paramentos, renovación de maderas, exploración arqueológica de cubiertas y consolidación del drenaje perimetral.
Litografía del plano de Santa María del Naranco de agosto de 1856, realizado por Francisco Javier Parcerisa, en el que se observan los añadidos modernos. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
Alzado de la fachada principal, sección transversal y planta de la cripta de Santa María del Naranco

El edificio de Santa María de Naranco responde en su configuración de arquetipo arquitectónico, a las necesarias premisas que lo adscribirían inicialmente dentro de la naturaleza de edificios denominados Laubia[1]. La laubia, por su propia funcionalidad, responde de una forma muy precisa a aquél edificio, sede del tribunal, destinado a impartir justicia por parte del princeps, a la vez que procuraba un marco arquitectónico propicio para magnificar la imagen del princeps. La laubia actúa, de esta forma, como clave interpretativa de la proyección del poder del rex. Se con vierte, esencialmente, en una imagen palatina del Poder monárquico de Ramiro I.
La laubia de Santa María de Naranco nos puede ayudar a entender, los variados usos que diversidad de autores han ofrecido acerca de la función real del edificio.
Podíamos considerarlo como trasunto del palacio tardoantiguo por tanto, vinculado a normas o principios arquitectónicos con connotaciones regias. En realidad su genuino organismo arquitectónico nos transmite un concepto de la residencia y dependencias palaciegas del príncipe ya expresivamente influido por la romanidad.
Las reflexiones posteriores que realizaremos sobre la iconografía de la arquitectura del poder de Santa María de Naranco, y sus claves de comprensión iconográfica e iconológica en el mundo altomedieval asturiano, nos van a permitir el estudio de una serie de interesantes imágenes transmitidas en el impresionante marco arquitectónico que constituye la laubia del Naranco. A partir del siglo VI, las laubia hubieron de presentar una estructura funcional de carácter más permanente integrándose en los palacios urbanos. Dentro de la amplia tipología de la laubia, hay que destacar las que presentan un amplio piso conjuntamente con la apertura de amplios vanos. Su función primordial: sala de reunión, su nombre laubia cum solario; Santa María de Naranco se acoge en buena medida al modelo arquitectónico de la laubia in solario más el aula.
La celebración de las audiencias se desarrolla en el marco de un exquisito programa iconográfico desplegado con exuberancia y magnificencia en los lienzos del interior del aula de sesiones. Un sólo signo tendrá un privilegio determinante en la dirección del compendio iconográfico, a saber: la imagen del princeps es sustituida por la Cruz con alfa y omega. Otras imágenes de vital importancia en la configuración del mensaje iconográfico tendrán una representación ajustada a la visión del mensaje evangélico de fe y de la Ley y la justicia. Así observamos la presencia de ángeles (ejército celeste) portando sobre su cabeza la Ley y el Evangelio Eterno. Jinetes con espada alzada afrontados (ejército terrenal), en una disposición heráldica, reflejando la justa confrontación por la implantación del Evangelio. Y representaciones de una variada y extrema riqueza, de un con junto zoomórfico en el que predomina la figura del león, símbolo de la Encarnación de Cristo, símbolo de la Victo ria. Imagen inscrita en un clípeo virtutis, la corona invicta.

La célula central en la composición del edificio de Santa María de Naranco es la Sala superior, espacio rectangular central que actúa como foco de irradiación en torno al cual (y en el interior del mismo) se sitúan el resto de las unidades compositivas siguiendo principios vitruvianos de planificación. La planta ha sido construida a partir de la figura geométrica de un doble cuadrado de 20 m (60 pedes) de longitud y 10 m (30 pedes) de ancho, límites exteriores de Santa María de Naranco.
El crecimiento orgánico de la planta, a partir de esta figura rectangular, es un principio geométrico clave y origen de ulteriores combinaciones por adición de formas geométricas (caso de los recintos acoplados en el sector oriental y occidental) y subdivisiones a su vez en unidades más pequeñas cuyas áreas, unidas por relaciones modula res, definen la distancia intercolumnar en la arquería ciega y son la base del crecimiento armónico de la composición del alzado: altura de columna, ejes de la arquería ciega, altura de imposta y arranque de la bóveda...
La arquitectura de Ramiro I genera un nivel de organización de su forma arquitectónica muy significativo en la investigación de los modelos estructurales y tipológicos de la Arquitectura Asturiana. Inicialmente, su definición aritmético-geométrica es la misma que desde Vitruvio se había empleado para explicar el virtuosismo técnico de la obra arquitectónica: “Symmetría es la conveniente correspondencia entre los miembros de la obra, y la armonía de cada una de sus partes con el todo” (De Archîtectura libri decim, Libro I, Capítulo II).
El edificio de Ramiro I representa, por una parte, el resumen único y perfecto de tradiciones constructivas presentes en la Antigüedad Tardía y de planificación modular y de proporción, y por otra el empleo de nuevas formas arquitectónicas así como la aplicación de singulares métodos de trazado y proporción.
Principios arquitectónicos que se encuentran en la base de la profunda concepción estética del arquitecto altomedieval asturiano y representa a su vez un perfecto ejemplo de coexistencia entre la racionalidad constructiva y la filosofía presente o latente en sus proporciones.

Santa María de Naranco responde pues a un edificio de planta rectangular, accediéndose al piso superior por doble escalera que confluye en un vestíbulo abovedado anexo a la pared norte. La puerta de ingreso a la sala noble conserva un arco apuntado sobre jambas obra del siglo XIII. La planta superior mantiene el dimensionado introducido en el piso bajo, así como la misma división tripartita: sala noble rectangular de 12 m de largo por 4 m de ancho y una altura de 6,5 m. Los paramentos longitudinales disponen de arquerías murales ciegas, al igual que los de los extremos menores oriental y occidental, las cuales descansan sobre columnas entregas dispuestas en haces con fustes torneados en forma de sogueado helicoidal.
Toda la nave está abovedada y dividida por siete arcos fajones armados con dovelas en piedra, los cuales descansan en ménsulas. En sus extremos menores se abre una triple arcada por la cual se accede a los mirado res oriental y occidental abovedados al igual que la sala central y manteniendo la misma continuidad de las arquerías murales de ésta. A destacar el inusual recurso a la utilización del arco perpiaño, el cual nos remite a un origen oriental. No obstante, es necesario buscar este resurgimiento en el arte asturiano a través de la arquitectura romana clásica y tardía.
La configuración espacial del piso principal o sala noble emplea soluciones constructivas originales. Sus paredes longitudinales, al igual que sus tramos cortos, ofrecen, como hemos visto, un sistema de articulación y de apoyo recogido en la disposición de una arquería ciega compuesta por siete tramos de arco en sus paredes mayo res y tres en sus lienzos cortos transversales.

Interior hacia occidente 

La arquería mural ciega y la perspectiva
Como señala Otto Pächt, la “arquitectura es la esfera donde se rozan y vinculan lo imponderable del arte y lo estrictamente mensurable de la matemática”, en la distribución espacial de la sala superior de Santa María de Naranco encontramos un ejemplo perfecto de construcción de un todo armónico donde se recurren a principios matemáticos de control de la forma y de la perspectiva. En la geometría se encuentra, evidentemente, un perfecto método de trabajo para controlar el espacio arquitectónico. Aplicando un principio regulador dirigido por una progresión aritmética, se determina ese espaciamiento y la secuencia rítmica de los arcos de la arcada, ordenándolos de acuerdo a un rhytmos. Este tempo que regula el intervalo de los arcos no viene motivado, pues, por nin guna exigencia de tipo tectónico. Los arcos experimentan una gradual disminución con el propósito de crear una impresión óptica en el observador y sugerir así la ilusión de una profundidad efectiva. Esta captación subjetiva de un espacio magnificado se consigue con la subdivisión proporcional de las dimensiones horizontales mediante una gradual disminución del diámetro de cada uno de los siete arcos de la arcada ciega. La altura del eje, sobre el cual se distribuyen las circunferencias teóricas de los arcos, permanece en todo momento con una magnitud uniforme. Merced a esta “corrección” arquitectónica al avanzar por el eje central de la sala el observador podrá percibir un fenómeno de acentuación del descenso de la línea del techo y ascenso de la línea del suelo, a la vez que una profundización del espacio.


La graduación decreciente introducida de forma simétrica a ambos lados del arco central, puede ser analizada mediante unas reglas de construcción geométrico-matemáticas y expresadas mediante un “módulo” determinado que dirige el trazado de la secuencia rítmica. Se produce un entrelazamiento perfecto entre los conceptos matemáticos objetivos y los ópticos subjetivos.
Es difícil precisar si el taller, heredado por el arquitecto del Naranco –y que en alguna medida influiría en la consolidación del taller ramirense–, había alcanzado la madurez técnica y científica necesarias para sistematizar sus observaciones ópticas e incorporarlas a su producción artística, o si ha hecho suyos en buena medida algunos de los recursos técnicos de perspectiva llevados a la práctica por los talleres foráneos, especialmente carolingios, los cuales con su reno vatio revivieron los métodos de perspectiva conservados en el arte antiguo tardío y paleocristiano.
La concepción perspectivista introducida en la construcción de la arquería mural de Santa María de Naranco, encuentra una referencia de aplicación, contemporánea en el tiempo, en el contexto de las artes de la miniatura. La Biblia de Grandval, (834-843) perteneciente a la Escuela de Tours, uno de los más prolíficos talleres artísticos carolingios, nos ofrece en una de sus láminas miniadas, “Moisés recibiendo y leyendo la Ley; Josué y el pueblo israelita” (40,5 cm x 29 cm, MS. Add. 10.546, folio 25 verso. Londres, British Museum), una representación de arquería con columnas coronadas por capiteles con claras influencias clásicas, en la que, al igual que en Naranco, el diámetro de los arcos de la arquería mural ciega va decreciendo progresiva mente en ambas direcciones laterales con referencia al arco central. El recurso al mismo principio de representación perspectivista y de sucesión rítmica en el progresivo crecimiento del diámetro de cada arco, así como la coincidencia cronológica en el tiempo, constituye una semejanza del mayor y más expresivo interés, confirmando que su aplicación en el campo de las artes arquitectónicas y de representación gráfica sería de uso habitual en la alta edad media.
Encontramos otro ejemplo, de indudable importancia por la semejanza, del método de perspectiva introducido, en la pintura mural al fresco de la iglesia de San Julián de los Prados. Los dos edificios situados a los pies de la cruz situada en el tercer nivel superior de las paredes transversales, tienen un arco de acceso de medio punto y dos huecos contiguos. Configuran una arquería con disminución progresiva de sus diámetros en un claro efecto de perspectiva, pero mantienen el nivel de ejes constante. Las subdivisiones de la arquería son aleatorias pero con la evidente intención de introducir el efecto de perspectiva. De los tres huecos, el mayor puede ser considerado como puerta de acceso y los otros dos como constitutivos de la arquería interior, pendiendo de los tres huecos cortinajes recogidos hacia un lateral. Se conserva aún la huella de los centros de trazado del compás para construir los arcos de medio punto de la arquería, y en el edificio situado en el lado izquierdo permanecen los trazados de incisión de los límites horizontales del tejado a dos vertientes, en un efecto de perspectiva central.
En la disposición constructiva de esta planta alta resalta el recurso al abovedamiento con material de piedra toba combinado con el refuerzo de arcos perpiaños. Sus antecedentes los tenemos en fuentes orientales, pero tam bién en tipos de mausoleos romano-cristianos como el de Marusinac, en las proximidades de Salona (Croacia).

Al exterior, destacar los frontispicios este y oeste, y su división ternaria, separada por líneas de imposta con dibujo estriado. En el espacio central se abre una triple arquería, y en el superior una ventana con acceso al espacio abovedado de los miradores.
La disposición espacial del Naranco con dos pisos superpuestos y dos espacios anexos laterales permite establecer relaciones de afinidad con el modelo civil de villa noble tradicionalmente extendido en el ámbito constructivo romano y que permanecerá en vigor durante toda la Edad Media. Pero también encontramos afinidades de diseño y paralelos arquitectónicos como el tempietto de Ciutunno en Italia.
Hay elementos en la laubia de Ramiro I sumamente innovadores. Tal es el caso de las arquerías ciegas apoya das sobre columnas y que se encuentran adosadas a los muros de la sala noble y a las de los miradores. Sus antecedentes se encuentran en Bizancio, no obstante represen tan una solución constructiva ya empleada por el taller de Alfonso II en la capilla mayor de Santullano. Así, la bóveda reforzada por los arcos fajones se apoya en ménsulas, las cuales descansan sobre una imposta que recorre toda la base de la bóveda. Las ménsulas están situadas en la vertical de los haces de columnas adosadas al muro. En el exterior se establece una correspondencia alternativa de las columnas con estribos o contrafuertes creando un preciso sistema articulado de contrarrestos que refuerza la estructura arquitectónica.

La eclosión artística del Naranco
El virtuosismo arquitectónico de Santa María del Naranco, o el de la iglesia de San Miguel de Liño, han sido posibles gracias a la existencia de unos medios técnicos autóctonos y un nivel mínimo de conocimientos que permiten que se pueda efectuar una transmisión, y una receptividad enriquecedora foránea a través de uno de los cana les de expresión artística más pujantes y fuertes: el arte sirio bizantino, un grupo técnicamente más rico y variado. Es una influencia que se produce conjuntamente con la introducción de elementos decorativos y relieves orna mentales con fuertes raíces del mundo artístico omeya.
Ésa influencia llega al mundo asturiano en el siglo IX, cuando la sociedad asturiana es más permeable y receptiva a recogerla. Penetra un conocimiento artístico con nuevas técnicas constructivas y unos valores estéticos innova dores; lo integra el taller asturiano, lo asume, y lo enriquece, extendiéndose hasta el conjunto del arte cristiano hispánico altomedieval.
Esta eclosión se produce merced a la existencia de maestros especializados en el seno de la corte regia, con juntamente con una coyuntura económica en expansión, basada en la integración de los territorios de la cornisa cantábrica, gracias al progresivo fortalecimiento de la autoridad monárquica de Ramiro I, el auge y apoyo de la aristocracia. Ciertamente los saberes autóctonos eran insuficientes para satisfacer las expectativas del nuevo lenguaje de Poder de Ramiro I. Una eclosión que compendia elementos constructivos muy impregnados de soluciones presentes en el área del norte de África. Modelos de singular referente como el palacio semisubterráneo de Bulla Regia (Túnez), del siglo III, al igual que el complejo civil de Brisgane en Túnez (un antiguo mer cado de aceite construido en el siglo III). Ellos aportan explícitos y rotundos ejemplos del recurso a elementos arquitectónicos, de una extrema racionalidad constructiva, que serán incorporados en la tectónica de sus edificios por el arte asturiano, a partir de la segunda mitad del siglo IX. Se trata del conjunto estructural formado por la arquería mural, columna, clípeo, bloque prismático, imposta; conjunto que compone la unidad estructural que equilibra la tectónica del edificio. Ese conjunto tendrá su equivalente de receptividad estructural asturiana en las columnas, medallones, bandas historiadas, impostas, y el arco fajón que sustentan la bóveda de cañón de Santa Maria de Naranco y de Santa Cristina, Lena, utilizados en esta zona del mundo cinco siglos más tarde. Y sin precedentes conocidos en la zona.
En el caso de Bulla Regia, pues, al igual que en Brisgane, el esquema constructivo se repite con acentuada similitud en los edificios ramirenses y norteafricanos, incluyendo Santa Cristina de Lena.
Pero también observamos similitudes entre los elementos decorativos de Santa María de Naranco o San Miguel de Liño, y determinados acentos de Lena, y los monumentos norteafricanos, y el arte omeya. Un ejemplo: el conjunto palaciego de Kirbat al Mafjar, situado cerca de la ciudad de Jericó, en el valle del Jordán. Este conjunto monumental fue edificado en el siglo VIII poco antes que las construcciones del arte asturiano, pero constituye uno de los eslabones de la cadena que transmite modelos artísticos a la España altomedieval. Las almenas, hornacinas y elementos decorativos de Khirbat al Mafjar influyen en todo el arte altomedieval.
La innovación se produce en el contexto del derroca miento del Alfonso II el Casto y de la lucha por el poder entre Nepociano y Ramiro I.
Esa tensión, y la receptividad que provoca ante la influencia exterior se traduce en el virtuosismo arquitectónico conseguido en San María del Naranco.
Los elementos decorativos de estos monumentos del arte asturiano son inspirados en complejos palaciegos como Khirbat al Mafjar. Así, en el Naranco el repertorio iconográfico tiene influencias del mundo omeya.
Lámina de Santa María del Naranco. Monumentos arquitectónicos de España (1877)
Lado posterior y lado izquierdo de la mesa de altar con la siguiente leyenda: Cristo, Hijo de Dios, que entraste en el vientre de la beata virgen María sin la concepción humana y que has salido a la luz sin mancillarla…
 Frente y lado derecho de la mesa de altar con la siguiente leyenda: …tú que por medio de tu siervo el glorioso Príncipe Ramiro junto con la reina Paterna, su esposa, reconstruiste esta mansión derruida por su vetustez excesiva, y que levantaste por ellos esta ara de bendición, en este lugar suyo, a la gloriosa Santa María, escúchalos desde tu morada de los cielos y perdónales sus pecados, tú que vives y reinas por los siglos infinitos de los siglos. Amén. En el noveno día antes de las Klds. de julio (23 de julio) del 886 de la era (año 848 d. C.)
Una ruptura política en la que es preciso valorar la existencia de dos cortes simultáneas, la de Ramiro I en el Naranco y la de Alfonso II en Santullano. Cada vez es más patente que Santullano es la iglesia del conjunto palatino alfonsí. Este momento es clave en la historia de la monarquía asturiana. Si las necesidades de Alfonso II eran unas, las de Ramiro I son muy distintas y surgen de un poder que ya se sustentaba en unos referentes ideológicos. Esto se tradujo, dentro del ámbito artístico, en un salto cualitativo en la arquitectura del poder.

El programa iconográfico del Naranco y la teología del poder 
Las fórmulas iconográficas del Naranco acogen una gradual recepción de signos, modelos, motivos... pero enmarcados ahora en un contexto totalmente diferente. Han experimentado una profunda observación y selección de profunda raíz psicológica, en un proceso artístico sumamente atractivo, por lo innovador de su contenido y de su calidad artística. Los nuevos motivos iconográficos buscan una glorificación del Estado. Hay una apropiación de símbolos que son privilegio del princeps; iconografía que responde a la imagen oficial exclusiva que proyecta el gobierno, de privilegio monárquico. Una nueva sensibilidad estética está penetrando en el Arte de la monarquía asturiana (ver el texto introductorio de este volumen. “Imagen del Poder, poder de la imagen”). 
Con la irrupción política del nuevo princeps Ramiro I se produce un salto cualitativo en las fórmulas de expresión artística de la Monarquía asturiana. Se precisan nuevos símbolos cuyos contenidos pasarán a transformarse en signos de exaltación y prestigio de la magnificencia del poder político-religioso. La imagen, sea anicónica o no, debe servir a las aspiraciones del Poder teocrático. Si se pudiera hablar de cierta moderación en la iconicidad de las representaciones iconográficas precedentes con Alfon so II, en el mandato regio de Ramiro I hay un esmero en la representación artística, en la incorporación de nuevos valores estéticos y ético religiosos. Los reyes astures integran en su lenguaje del poder, el universo cristiano como un referente clave en sus programas políticos, ideológicos, artísticos.

La decoración escultórica del Naranco tiene una importancia decisiva, experimentando un resurgimiento como no era conocido desde la época romana, si bien encontramos paralelos en la decoración “hispano visigodo” [Quintanilla de las Viñas (Burgos), San Pedro de la Nave (Zamora)...]. Un nuevo “orden ramirense” se inaugura en el Naranco creando una unidad artística en la que estructura y ornamentación conforman una perfecta y armónica combinación y un modelo artístico genuino y personal. De hecho, la decoración escultórica supone un nuevo soporte iconográfico al mismo tiempo que se une al pro ceso compositivo general del edificio. El repertorio decorativo y de ornamentación plástica se concentra funda mentalmente en la sala noble y en el espacio de los miradores así como en sus frontispicios exteriores. 
La decoración escultórica representa una conversión al material pétreo de prototipos y modelos ornamentales originarios de otros campos artísticos como la orfebrería, la pintura o el arte de los tejidos. Su estudio permite observar el proceso de ejecución artístico empleado en el tratamiento figurativo de la decoración escultórica aplicado a la arquitectura. 
Los capiteles cúbico-prismáticos y sus relieves enmarcados en caras trapezoidales con figuras de animales y siluetas de personajes responden a prototipos bizantinizantes. Tenemos modelos similares en San Pedro de la Nave, en Quintanilla, etc… Pero lo que los diferencia es un tipo de decoración provincial, cuyo origen hay que buscarlo en tradiciones locales: el collarino con decoración sogueada presente ya en los capiteles de las arquerías murales del ábside central de Santullano y que como ya hemos visto pertenece a capiteles reaprovechados. Asimismo, encontramos animales afrontados, representando a cuadrúpedos con la cabeza girada sobre su lomo en la superficie de sus caras anteriores, y figuras humanas representadas en posición frontal, apoyados en bastón, las cuales se encuentran labra das en los triángulos isósceles laterales de los capiteles.
El motivo de estos animales representados en los capiteles de la sala noble quedan fijados como iconos también en los clípeos ubicados en las enjutas de las arquerías ciegas, debajo de los arcos perpiaños, así como en los frontis de las fachadas exteriores oriental y occidental.
Existen un total de 32 clípeos o medallones distribuidos en todo el palacio, teniendo características comunes en cuanto a la forma y dimensión, pero variando sus motivos. Así, un doble círculo exterior con talla en forma de soga, delimita un espacio circular a modo de cenefa conteniendo racimos y estilizadas hojas, alternando con tallos de vid y diminutas aves. Este tema es variable, simplificándose en extremo en algunos medallones con dibujo de roleos geometrizados. En el interior, sin embargo, el tema animalístico es predominante, estando inscrito igualmente el motivo ornamental en un círculo de doble sogueado.







Dentro del amplio repertorio zoomórfico predominan los cuadrúpedos, estilizados leones (?) cuya larga cola recorre una curva sobre el animal enroscándose en algunas ocasiones en torno al cuerpo. En tres clípeos se representan aves: en uno de la pared interior norte y en dos correspondientes a la pared exterior occidental en los que los animales responden a la representación de faisanes con un nimbo en torno a sus cabezas. Parece evidente en este caso la influencia de telas sasánidas. En ambos clípeos es predominante la composición heráldica simétrica con figuras en posición afrontada y siendo su eje un estilizado árbol de la vida. En otros casos observamos pequeños animales fantásticos con cabeza de un indefinido animal y cuerpo de ave, grifos y quimeras, estando el conjunto inscrito en una figura geométrica. Predominan, en general, cuadrúpedos cuya cabeza está orientada hacia la izquierda, motivo que se combina, a su vez, con otros en los que el animal orienta su cabeza hacia atrás. En todos ellos la cola termina en forma de hoja acorazonada. En las paredes longitudinales de la sala noble y en los lienzos norte y sur de los mirado res, los clípeos quedan ensamblados a las ménsulas por fajas o bandas historiadas sobre las cuales apoyan los arcos perpiaños. El enmarque arquitectónico de los mismos lo constituye un sencillo cordón a modo de sogueado. Su interior queda decorado por doble arco apoyado sobre pequeñas columnas y dividido en dos pisos. En la parte superior se representan, frontalmente, dos figuras con largos trajes plegados, con una técnica de talla en la que sus perfiles conservan un acabado redondeado y suave.
La influencia y precedentes iconológicos de tradición bizantina se hace patente en el repertorio zoomórfico de los tondi de Naranco. Es decir, que la mediación bizantina prevalece con un peso notable. Consideración importan te, a su vez, es la reflexión que debe hacerse sobre el con texto específicamente profano en que se integra el programa iconográfico de los clípeos o medallones de Naranco y que recubren únicamente los lienzos de los tres espacios superiores. Podemos considerar argumentada la opción de relegar al Fisiólogo de la función de interpretar o desvelar este exuberante programa iconográfico de la laubia de Naranco. Hoppe propone el estudio de la obra Cynegetiques de Oppien.
Propuesta que encajaría muy bien a tenor de la influencia que esta obra tendría en los círculos cortesanos de Bizancio. Lo que si es pertinente es descartar su origen germano y proyectar el estudio sobre el origen sasánida de varios de los ricos temas iconográficos que contienen el interior de nuestros clípeos.
Uno de los motivos que destaca sobre el resto se encuentra en el contenido ornamental de los dos clípeos situados en el lienzo exterior oeste de Naranco.
Cada disco integra a dos pájaros en disposición afrontada. Los pájaros están nimbados y ciertamente este rasgo los caracteriza con una impronta sasánida.
Afirmación que se completa con las cintas flotantes que destacan en el entorno de su cuello.
La identificación de los pájaros de nuestro clípeo exterior oriental tiene una ayuda especialmente cualitativa en dos atributos que los ornan: el nimbo y las cintas de su cuello. Tenemos ejemplos notables de pájaros con un nimbo en exquisitas y hermosas telas sasánidas. Los pájaros que en ellas se representan responden a faisanes, gallos, pavos. Es muy de destacar el carácter simbólico que alcanza el faisán, tallado con el atributo de la cinta en el cuello: adquiere el símbolo de la benevolencia.
En rigor es necesario confirmar la identificación de los pájaros afrontados sobre un pedestal y con un árbol de la vida en el centro como de dos faisanes (en los dos medallones). El faisán conserva la cola curvada en una disposición dirigida hacia la cabeza a semejanza de tejidos de seda sasánidas. La simbología introduce una per tenencia al dominio regio.
En los tramos cortos de los lienzos de la totalidad de las paredes, tanto interiores como exteriores, por encima del clípeo, la banda historiada o faja es sustituida por una moldura o banda estriada que recorre el lienzo quizás a modo de imitación de pilastra en sentido vertical hasta el techo. Inmediatamente encima del medallón se ha representado la cruz griega con el Alfa y la Omega apocalípticas situadas sobre el astil. Constituye la primera representación en escultura, conocida, de la cruz invicta asturiana. La cruz, permanente emblema de la monarquía asturiana, representada plásticamente aquí, refleja la sacralización del edificio y el significado que se le con fiere de apartar al mismo de todo influjo del Mal.

Conviene mencionar los espléndidos capiteles de tradición corintia situados en las arquerías de los mira dores, así como en el vestíbulo de entrada. En ellos se observa ya un avance cualitativo respecto al capitel de Alfonso II. Si en el ábside central de Santullano nos encontramos con un conjunto de capiteles reutilizados, cuya procedencia se supone es del norte del Duero, aquí nos encontramos con un “estilo” de capitel tallado ex profeso por el taller regio, si bien sigue permaneciendo el proceso de copia o imitación de capiteles tardorromanos. Estos recuerdan, además, a los capiteles dibujados en los ábsides laterales de Santullano. Conservan ábaco cuadrado, un repertorio ornamental muy rico con hojas muy gruesas, anchas y estriadas y el collarino en forma sogueada.



Detalle de un capitel en el muro de acceso al pórtico. Troncopiramidal de tipo bizantino, con collarín sogueado y decoración de animales bajo arcos. 

Iconografía de las bandas historiadas
La banda historiada acoge en el interior cuatro arcos cuya rosca figura ornada por un dibujo de sogueado. Los cuatro arcos están apoyados en sendas columnas de fuste liso y capitel y basa simplificados en sus relieves de talla. Los dos ámbitos de arcuación superiores acogen en su interior una identificación de dos ángeles que mantienen sus brazos levantados a semejanza de la clásica figura del orans mientras sostienen con sus manos y sobre sus cabezas sendos libros abiertos. Un Liber sacro, que es mostrado a modo de ofrenda a la devota lectura de su texto sagrado por una comunidad de fieles, receptores del mensaje cristológico e invitados a la veneración de su contenido teológico (Apoc.14, 7); la palabra os hará libres nos dicen subliminalmente.
Las dos figuras bajo arco están dispuestas frontalmente, revestidas por una túnica larga terminada en forma acampanada por debajo de la rodilla. Mantienen sus brazos elevados sosteniendo con sus manos el rectangular libro abierto. La figura mantiene una gran economía de trazos, lo que reduce la expresividad de la imagen. Cabeza ovalada, con representación semiesférica abultada de la cavidad ocular; nariz tallada en forma rectangular. Mejillas ligeramente resaltadas. En la representación de la boca se recurre al abultamiento de los labios y una pequeña incisión horizontal en el centro. Los hombros están igual mente tallados en forma realzada semicircular y presenta un acabado de la superficie extremadamente pulida, como todo el conjunto. Se ha prescindido totalmente de la representación detallada de las manos, y únicamente la túnica resalta pliegues lineales verticales y horizontales, en una geometrización extrema.
La clave de la plena interpretación la tenemos en el texto del Comentario al Apocalipsis, (Apoc.14, 6-11), redacta do por Beato en 786: dos ángeles que aparecen en el cielo anuncian con su predicación a los moradores de la tierra, el reino del Anticristo; Ubi angelus tenet Evangelium eternum. Esta es la interpretación literal, pues espiritualmente el ángel que surge del cielo y el otro que le sigue son la Ley y el Evangelio, mientras que la arcuación que los protege representa a la Iglesia, el ámbito real y tangible donde se realiza la predicación.

Los ángeles del Naranco y el apocalipsis de Beato
El referente inmediato para los ángeles portando el libro del Evangelio eterno del registro superior de la banda historiada del Naranco se encuentra en las imágenes del Comentario al Apocalipsis de San Juan de Beato de Liébana. En él, en el pasaje “El ángel con el Evangelio Eterno” se realiza una interpretación iconográfica del texto apocalíptico. La escena es representada con la imagen de un ángel que sobrevuela en horizontal el cielo y sobre su cabeza sostiene con ambas manos un gran objeto rectangular. La fórmula de representación empleada es semejante a la que encontramos en nuestros relieves del Naranco, y la cual se basa en la adaptación del clásico prototipo de la antigüe dad de las “Victorias” sosteniendo el clípeo virtutis con la imagen del emperador.
La comparación con otros Beatos de las imágenes nos presenta a un ángel portando entre sus manos el Evangelio eterno, en una escena que es recogida entre otros en los siguientes Beatos: Magio (f. l76v), Valcavado (f. 147), Gerona (f. 192), Escorial (f. 118), Urgel (f. 155), Osma (f. 130), Silos (f.166), San Millán de la Cogolla (f. 179), Turín (f. 138v), Berlín (f. 77v), Lorvao (f. 171), Navarra (f. 116), Arroyo (f. 128) y Huelgas (f. 113v).
En el Beato de Valcavado, Urgel, Fernando I y Huelgas se muestra la misma iconografía que el de Gerona, percibiéndose pequeñas diferencias en los dos últimos. En el de Gerona el ángel levanta la cabeza y el Liber Sacro que lleva sobre su cabeza tiene excepcionalmente forma pentagonal, recordando el arca del Testamento. Por su parte el Beato de Lorvào y el de Magio, aunque su iconografía es muy diferente, representan en la parte de arriba al ángel del Evangelio en posición horizontal y abajo otro ángel. En el Beato de Berlín, sólo está el ángel del Evangelio, con un rollo desplegado.
En el registro inferior de la banda historiada, otros dos arcos acogen en su interior a dos jinetes dispuestos en una visión de perfil y en posición afrontada. Su cabeza está cubierta por lo que se sugiere con evidencia que es un casco. El detalle de su rostro presenta una alta indefinición; mantiene sujeto el caballo con una brida perfectamente resaltada, la cual empuña con la mano izquierda. Los jinetes cubren el torso con un traje con dibujo de líneas en resalte convergentes entre sí. Con la mano derecha están blandiendo una espada la cual mantienen en posición vertical y en alto, por encima de su hombro y a la altura de su cabeza. El caballo dibuja un relieve de su figura muy plástica; cabeza sin detalles, a excepción de mandíbula y el resalte de sus orejas; el cuello se encuentra arqueado y las patas mantienen el perfil de sus articulaciones. El correaje del animal se percibe con resalte perfecto. La espada que exhiben verticalmente es una espada corta (pugio acorde con el texto de las Etimologías). La espada como símbolo de fuerza, de la administración de justicia, es un arma característica de los altos dignatarios, o los soldados con alto mando. También es atributo de santos y mártires.
Esta exposición jerárquica de las imágenes: Ejército celeste (registro de arquería superior) y ejercito terrenal (registro de arquería inferior) se sitúan en un marco escénico pleno de armonía figurativa e ideal conjunción de significantes y significados. De este modo nuestra representación iconográfica, expresa la idea de la subordinación del fuero eclesiástico a una suprema autoridad, Cristo, y todavía a nuestro juicio, teniendo en cuenta que transmiten no sólo la ley eclesiástica, es decir la Hispana, sino también la ley civil, El Liber ludiciorum. Así, podemos entenderlo como expresión de la subordinación de ambos fue ros eclesiástico y civil a la suprema Autoridad de Cristo. A su vez, adquiere especial relieve esta idea de la subordinación de los fueros a una suprema Autoridad si tenemos en cuenta que va a ser objeto de manifestación por vez primera en el Concilio de París del año 829. Estas imágenes pueden estar representando las primeras muestras plásticas de la expresión de aquella idea.
En el texto del Comentario al Apocalipsis, es extremada mente significativo que Beato hable después de dos pueblos del diablo: uno fuera de la Iglesia, los infieles y los gentiles, otro dentro de la Iglesia, Estos dos pueblos que dan representados en las dos partes de la ciudad; los dos jinetes afrontados. Las palabras de Beato, en su texto al comentario apocalíptico, reflejan taxativamente a aquellos que estando dentro de la iglesia, sucumbieron por herejía y cisma alejándose de las obras de la Iglesia, y esos el día del Juicio serán castigados doblemente.
Toda una expresiva representación iconográfica de justificación teológica de la Guerra justa a partir de los textos patrísticos. Expresiva, la carta que el rex carolingio Carlomagno transmitirá en el año 796 al Papa León III en la que le expone la responsabilidad que contrae el rey de apoyar a la iglesia con las armas, mientras que la tarea del pontífice “consiste en secundar el éxito de nuestras armas elevando los brazos hacia Dios, como Moisés, e implorándole que de al pueblo cristiano la victoria sobre el enemigo de su nombre”. El papel de estímulo de la iglesia en el triunfo de las batallas adquirió un calculado protagonismo.
En el año 1095 el Papa Urbano se dirigiría a los soldados antes de salir para la guerra en los siguientes términos: “Vosotros que ahora partís nos tendréis aquí rezando por vosotros; nosotros os tendremos luchando por el pueblo de Dios. Es nuestro deber rezar y el vuestro luchar contra los amalecitas. Como Moisés extenderemos nuestras manos en oración al cielo, mientras avanzáis y blandís la espada como intrépidos guerreros contra Amalec”.

El ámbito de expresión de la disposición frontal y perfil en la decoración figurativa del Naranco
El rostro de perfil induce un efecto de distanciamiento respecto a un cuerpo en acción y en un espacio compartido con otros perfiles en la superficie de la imagen.
La cara en disposición hacia afuera, hacia el especta dor, mantiene una intencionalidad, una mirada latente dirigida al observador. Responde equilibradamente a la figura convertida en símbolo o portador de un mensaje. La disposición completamente frontal (en la imagen pintada o en relieve) y situada a un nivel superior a la visión de los ojos del espectador responde a la figura de un hombre abstracto, aislado de un contexto y más allá de la subjetividad que supone la mirada. En estas figuras, los ojos aparecen a menudo sin pupila, sin ningún resalte cromático. Tendemos a ver cualquier figura que nos da la cara como si nos mirara. Así los ojos en una cabeza representada de frente y en un nivel próximo al espectador nos sostienen la mira da y realmente siguen nuestros movimientos al desplazar nos en una u otra dirección.
En nuestro caso, el artista concede una gran importancia a la dualidad del perfil y la posición de frente como portadores de significados contrapuestos, al modo de un artista que deseara reflejar diferentes grados de realidad.
En nuestra escena, la disposición frontal de nuestros personajes, con su mirada al espectador, manteniendo los brazos y las manos extendidos, se nos ofrece como una forma especial de interpretar el gesto y el episodio representado como un símbolo. Es una forma arquetípica, con los brazos extendidos a semejanza de los brazos de Cristo en la Cruz, remite al signo más antiguo de oración, a la figura del orans. Son formas codificadas de disposición y expresión corporal; normas estilísticas que acogen diferentes grados de expresión de la realidad de un acto. La figura frontal que sostiene el libro, dispuesta en el nivel jerárquico superior estable, expresa un acontecer simbólico que queda inscrito en una acción histórica puntual fijada en ese tiempo pero extensible al devenir. Es, pues, una representación simbólica; la ley y el evangelio, la Palabra del Dios Bíblico es ofrecida a la lectura y cumplimiento de su texto escrito. Está implícita una acción cuyo profundo símbolo, la dualidad y el contraste con las figuras de perfil del cuadro inferior, manifiestan esa tendencia a la acción, un efecto de confrontación.
Ésta disposición de la jerarquía inferior adquiere el valor de fuerza. La oposición (en absoluto exenta de complementariedad) se refuerza por medio de la clara significación de los atributos, espada, fisonomía, armadura, caballos, vinculados a la confrontación, la guerra (la guerra justa), la acción. En la arcuación superior se invoca el cumplimiento de la Ley y las directrices que mar can la lectura del Evangelio. Esta dualidad ofrecida y relevantemente expresada entre frontalidad y perfil remite a una significación bien polarizada en el Bien y el Mal, lo sagrado y lo profano, lo celeste y lo terrenal.

El altar de Santa María
El ara o altar de dedicación, situado en el mirador oriental, lleva una inscripción realizada por Ramiro I y su esposa Paterna. Consiste en un bloque macizo inferior sobre el cual apoya una placa de dimensión rectangular de 1,05 m de longitud por 0,80 m de ancho y 0,20 m de espesor. El podio sobre el cual está sentada tiene a su vez unas dimensiones de 0,87 x 0,90 x 0,70 m. La inscripción fundacional está grabada alrededor de los cuatro costados de la placa, ocupando varias líneas. Su superficie conserva un ribete ornamentado con un tallo de hiedra, percibiéndose una cruz en su zona central. La placa tiene coincidentes formas con otras de origen visigodo, que a juicio de Schlunk se puede relacionar con la encontrada en la población de Salpensa, mesa dedicada en 642 por el Obispo Pimenio y de la cual se conserva un dibujo en la Real Academia de la Historia, si bien el tallo de hiedra “recuerda esculturas bizantinizantes”. Recientemente Noack Haley han aportado un nuevo paralelo a esta mesa de altar: el ofrecido por el presbítero Proculus en Illiat (Grenoble), fechada en los siglos V y VII y de Castro añade la mesa de altar de Nuestra Señora De Le Ham (Manche), consagrada en 679 por el obispo Fromond de Countances.
La inscripción, grabada en sus cuatro costados en letra de perfecta ejecución de la época, se transcribe en los siguientes términos:
† ♥ XPE: FILIVS: DI : Q[VI] IN VTERO ·VIRGINIS: BEA[TA]E MARIAE INGRESSVS: ES: SINE: HV MANA: CONTEPTIONE ET EGRESSVS SINE CORRVPTIONE: Q FA LVM TVV RANIMIR[V P]RINCIPE GLOSV CV PA[TER]NA R[EGIN]A CONIVGE· RENOVASTI [HOC] HABITACVLV NIMIA VETVSTATE CONSV PTV : E[T PRO] EIS AEDIFICASTI HANC HARAM BE[NEDIC]
TIONIS GLOS S: SCE MARI IN LOCV: HVNC·SVM:EX[AVDI E ] CAERLOR HABITACVLO T ET DIMI[TTE PECCATA] [E]ORV QVI VIVIS ET REGNAS· P [INFINIT]A ·SCLA· SCLOR AMEN ·/ [DI]E VIIII° KLDS· IVLIAS ERA DCCC LXXXVI:a
“Cristo, Hijo de Dios, que entraste en el vientre de la beata virgen María sin la concepción humana y que has salido a la luz sin mancillarla, tú que por medio de tu siervo el glorioso Príncipe Ramiro junto con la reina Paterna, su esposa, reconstruiste esta mansión derruida por su vetustez excesiva, y que levantaste por ellos esta ara de bendición, en este lugar suyo, a la gloriosa Santa María, escúchalos desde tu morada de los cielos y perdónales sus pecados, tú que vives y reinas por los siglos infinitos de los siglos. Amén. En el noveno día antes de las Klds. de julio (23 de julio) del 886 de la era (año 848 d. C.)”.

Vista del altar de época prerrománica existente en el pórtico oriental. Copia del original, con la inscripción fundacional grabada alrededor del tablero y una cruz en su centro. 

La fecha reducida es de 23 de junio. Año de 848.
Mirador
Mirador
Mirador
Mirador
Capiteles del mirador
Interior del mirador
Detalle de un capitel central de la arcada del pórtico oriental. De tipo corintio degenerado de ascendencia clásica, con hojas muy gruesas y ábaco cuadrado.


En 1995, García de Castro, autor con quien coincidimos en el estudio del altar, estudiaba, con extremo rigor, y mencionaba el estrecho paralelismo con las oraciones marianas, penitenciales y de difuntos de la liturgia hispánica. Éste distingue dos partes en el mismo: la primera de invocación cristológica, oración que alude al Misterio de la Encarnación del Verbo, la segunda de súplica penitencial, oración referida al perdón de los pecados de los donantes, a la que se le añade una narración que recoge la renovación del edificio a cargo de Ramiro y Paterna, de gran similitud con la oración dedicatoria de Salomón en la ceremonia de consagración del templo de Jerusalén transmitida en dos textos bíblicos, III Reg 8, 28-53 y II Par. 6, 19-42 (Oratio Salomonis). Las menciones a Salomón, en la liturgia altomedieval, son recurrentes en dos tipos de ceremonia: el rito de la coronación regia y la consagración de templos. Por otro lado, existen precedentes en la tradición patrística sobre la figura de Salomón, que insisten en su condición de rey pecador, contraponiéndolo a su padre David, en quien se mantiene la promesa de la Salvación.
En el estudio de García de Castro se recogen y analizan diversos textos: El texto III Reg. 8, 34-40 fue prescrito en la liturgia hispánica para los días de letanías anteriores a la Ascensión. Del mismo modo, la Oratio Salomonis se recitaba en las rogativas anteriores a la fiesta de la Ascensión al menos desde el siglo VI. Se ha de destacar que el texto III Reg. 8, 4-49 se cita en el tratado De Institutione Regia de Jonás de Orleáns, datado entre 830 y 831, en referencia a la conveniencia de orar en otros lugares adecuados, si el templo estuviera alejado. Ya que el altar de Santa María carece de referencia a consagración canónica, mención al obispo consagrante o deposición de reliquias es plausible que el autor de la inscripción considerara normal consagrar un altar sin la necesidad de que participara oficiante canónico.
En el Ordo de dedicatione baselicae y en el Liber Ordinum Episcopalis se reproducen los textos del ordo XII Missa Votiba de rege, recogido en el mismo Liber Ordinum donde se ruega por la pareja real solicitando la aceptación de sus dones e implorando la benéfica acción divina en su favor. En tres de estos textos se emplea el término gloriosus en referencia a la realeza, a semejanza de como se presenta en el altar.
Se conservan varias inscripciones consacratorias visigodas que recurren a este mismo termino gloriossus: Santa María en Toledo (587), San Vicente y San Esteban en Guadix (594 y 607) y un ejemplo de Bailén (691). La utilización reiterada del mismo debe de considerarse como un uso habitual en la época.
Aunque en los textos francos no parece dar tanta importancia al rito de dedicatoria del templo en estas lecturas bíblicas, sí hacen mención a oraciones consagratorias del rito en De Dedicatione Basilice y en la Missa de dedicatone aecclesiae.
Según Kantorowicz existe relación estrecha entre las letanías penitenciales, inspiradas en la oración de Salo món, y las laudes regias, letanías de alabanza de los monarcas francos. Esta tradición se enlaza con el ceremonial imperial romano, aclamación solemne del emperador que pervivió en las sesiones conciliares del Imperio Oriental. La misma aclamación aparece en las actas del III Concilio Toledano (589), tras la confesión de fe católica de Reca redo y su esposa. Esta práctica continuó en concilios posteriores. También en los cantos francos aparece el rito de aclamación. Así el contenido de las laudes hispánicas está relacionado con la aclamación a Carlomagno en el Con cilio de Frankfurt (794) que parece seguir la fórmula bizantina basileús kai hiereús, en el que al soberano se le tributan alabanzas. A partir del siglo IX las laudes instan la ayuda divina a favor del soberano, alternando la petición con una letanía de alabanza a Cristo, produciéndose un cambio considerable en la actitud ante el poder terrenal. En los primeros textos la asamblea conciliar actúa como espejo que refleja la gloria del monarca, en los textos posteriores al siglo IX el poder regio únicamente es considerado como un elemento más dentro de una plegaria de alcance general.
La diferencia más ostensible de estos textos anteriores a Ramiro I y los textos del altar del Naranco y sus parale los litúrgicos radican en el modo de donar. En los prime ros, siguiendo la tradición hispánica, el donante ruega en primera persona, dialogando con el donatario directamente, sin intermediarios. En los segundos, se ruega por el donante, quien aparece mencionado en una plegaria pronunciada por otros en un acto plenamente litúrgico. De esto se deduce, siguiendo a García de Castro, que entre los siglos VIII y IX el soberano no precisa de intermediarios en su relación con los donatarios sobrenaturales de sus ofrendas y el clero actúa como elemento afianzador del poder político.
Después del siglo IX desaparece el poder del soberano para la invocación directa, imponiéndose la intermediación clerical, la cual va a introducir una liturgia específica mente política y en la que quedará muy limitado el poder civil. De un monarca identificado con David, responsable ante Dios de la Salvación del rebaño, se pasa a identificar lo con Salomón, un monarca penitente por el que se implora el perdón divino, traduciéndose en una clericalización del pensamiento y comportamiento político medieval que es patente en la monarquía franca a partir de Ludovico Pío.

Estancia inferior o “cripta”
La planta baja, o “cripta”, mantiene una estructura rectangular de 11,50 m de longitud y 4,20 m de ancho con una altura de aproximadamente 2,8 m. Está cubierta con bóveda de cañón reforzada por arcos fajones, los cuales descansan sobre un zócalo corrido adosado a la pared. Podemos establecer una relación morfológica de esta estancia con la Cámara Santa o capilla palatina de Alfonso II, al considerar que tanto su piso inferior como el presbiterio en el superior, se encuentran abovedados. Pero las diferencias se presentan en la técnica, pues mientras que la bóveda de la Cámara Santa se construyó de una vez con una cimbra y con ladrillo, en Santa María de Naranco se construyeron primero los arcos fajones para posteriormente abovedar los espacios intermedios con la ayuda de cerchas, empleándose piedra toba calcárea mezclada con argamasa ligera. Schlunk señala como “esta diferencia acusa, en cierto sentido, un progreso en la construcción, si bien ambos sistemas son perfectamente romanos”.
En la pared oriental de la “cripta” se abre una puerta que da acceso a una dependencia semisubterránea a la cual se desciende mediante una escalera. Frecuentemente se la identifica como baño real, si bien se considera cada vez menos probable que haya cumplido esta función al conservar un desagüe a nivel de suelo por la pared meridional y carecer totalmente de un acceso de entrada de agua canalizada. No cabe compararlo, pues, con un baño romano con su caldarium, apodyterium, frigidarium, etc... Su incierta utilización suscita variadas funciones sin que sea posible ofrecer con seguridad una convincente y sugerente respuesta. Las excavaciones arqueológicas, realizadas en el entorno del palacio por Emilio Olávarri en 1985, permitieron redescubrir el desagüe primitivo prerrománico que penetra a través del muro meridional de cimentación, en el recinto semisubterráneo, siguiendo una trayectoria transversal de 1,90 m. El desagüe consta de tubos de cerámica roja emboquillados de un grosor aproximado a los 3 cm con una longitud de 70 cm. El conjunto está protegido dentro de una caja de piedras con dos hileras de lajas laterales y encima otras horizontales que apoyan en las anteriores.
Detalle de la puerta de acceso a la planta inferior en el costado norte. Situada en un arco de medio punto con gran derrame, entre dos arcos fajones.

Vista general de la nave inferior. Observar la estructura de la bóveda, sobre arcos fajones, apoyados en un zócalo de piedra a cada lado de la nave.
Vista de la nave inferior desde el costado oeste. Al fondo se observa el acceso al compartimento situado debajo del mirador del costado oriental 

Aspectos constructivos de Santa María de Naranco
En el exterior, el edificio nos descubre su perfecta armonía constructiva asentado sobre un zócalo que, a modo de podium lo recorre perimetralmente. Sobre él apoyan los elevados contrafuertes con decoración estriada que, en número de ocho, se adhieren rítmicamente a la estructura del edificio en toda la extensión de sus paredes mayores, en correspondencia sincrónica con las columnas de la arquería ciega interior, allí donde el empuje y las líneas de fuerza de la bóveda se concentran. Las fachadas menores tienen el carácter de verdaderas frontis regiae reducidas. Se encuentran estos lienzos menores divididos en tres zonas. El primer nivel corresponde a la altura existen te entre el zócalo que recorre perimetralmente el edificio y la línea de imposta que delimita el piso superior. En la segunda zona, se abre la triple arcada central de los miradores. Tienen el vano central más grande y se encuentran apoyadas en cuatro columnas, de las cuales dos son exentas y las otras dos entregas con el muro lateral.
Las columnas de la arquería conservan una labra de sogueado peculiar. Originariamente existiría una balaustrada con pretiles o antepechos hoy desaparecidos, tal y como se puede observar en la huella incisa presente en los laterales de las columnas. Los arcos son de medio punto peraltados y con las dovelas en piedra (se ha abandonado el ladrillo) y clave en forma de T de tradición bajorromana y utilizadas en la arquitectura sirio-bizantina. Es un recurso extendido igual mente en el mundo tardoantiguo: por ejemplo en el mausoleo de Teodorico en Ravenna. En la cara exterior del dovelaje se ejecutó un característico estriado rematado en forma semicircular. Destacar que el conjunto de arcos que se encuentran en el interior del palacio conservan idénticas características a las descritas para la arquería del frontis exterior. El nivel de la triple arquería está delimitado en sus partes inferior y superior por una línea de imposta corrida de material calizo con un dibujo de líneas estriado.

El tercer nivel del frontis está acentuado por la apertura de una ventana trífora.
Sus reducidas dimensiones se corresponden de forma proporcional a la triple arcada central. Tiene un directo antecedente en las ventanas, igualmente de tres arcos, abiertas al exterior de las cámaras suprabsidiales de Bendones, Nora o Santullano. Sin embargo aquí la ventana de tres arcos se abre sobre un falso piso superior proporcionando un suplemento de luz al espacio del mirador.
El aparejo murario de Santa María de Naranco está compuesto por sillarejo y mampostería de piedra arenisca, mezclado con capas de mortero de cal y arena, sistema ya empleado por el taller alfonsí. Se cuida de forma especial los esquinales y contrafuertes en los que se emplea el sillar, si bien no con el rigor de escuadra de Santullano. En los lienzos oriental y occidental, su mampostería está más perfeccionada recurriéndose a sillares con cierta regularidad en su talla, alcanzando la técnica de labra una elevada perfección.
En la generalidad de las construcciones asturianas, cuando se trata de obras de nueva planta los cimientos son una mínima prolongación del muro, quizá con la intención de conseguir una superficie regular sobre la cual iniciar el trabajo de fábrica. Es un hecho que conocían plenamente la necesidad de ejecutar los muros atendiendo al reparto uniforme de cargas sobre el terreno.
La homogeneidad es generalizada en la fabricación de los muros del Naranco y en la iglesia de Liño, anterior a su derrumbe y posterior reconstrucción. La ejecución de éstos es de tres hojas. La realización del mismo conlleva ba un relleno controlado, al igual que el proceso de fra guado y endurecimiento de los morteros. El estudio de los materiales nos confirma un ajustado control de temperatura de cocción de las cales y un común origen y calidad de la materia prima. Es evidente que no podemos extender esta afirmación al conjunto de las construcciones altomedievales asturianas. Existen disparidad de técnicas empleadas. Los propios modos de aparejar el relleno: en unos casos es realizado de forma cuidada y ordenada, mientras que en ocasiones es vertido sin un estricto control con materiales de deshecho procedentes de la talla de elementos vistos, y de escasa compacidad.
No es prudente, por tanto, generalizar a la hora de estudiar la tipología y el comportamiento de los muros en las construcciones de esta época. No son elementos uniformes, a pesar de que su aspecto externo sea similar, sus dimensiones coincidan, aun dentro de una misma obra.
Esta tipología de muros tiene su origen en el emplecton griego: un muro de tres hojas, es decir: dos hojas de piedra de mampostería más el relleno formado por una mezcla de arcilla y de piedras de deshecho de cantera conformando una sólida masa pétrea, un grueso núcleo de mortero. El conjunto de paramentos de mampostería introducía, así, una mejora en la estabilidad del conjunto mediante el uso de un núcleo más seco y duro, buscando su trabazón con las hojas exteriores.
El grosor total de núcleo y paramentos varía según las partes del edificio, aunque suele oscilar entre los setenta y los cien centímetros.
Para los paramentos se utiliza la piedra, aunque pue den producirse importantes variantes según las circunstancias geológicas locales.
La fábrica de los muros está ejecutada en piedra con la adicción de contrafuertes, integrados en la estructura y combinados con columnas interiores que consolidan la tectónica del paramento. A destacar tanto en el período alfonsí como en el resto de la arquitectura, el recurso al uso de piezas de gran tamaño en los sillares de las esquinas, el more gotícum descrito por Isidoro de Sevilla en sus Etimologías, lo que produce una sillería con una peculiar característica morfológica. El resultado es un paramento con pie zas, perfectamente escuadradas e irregulares de tamaño, pero que no se desvían de la horizontalidad y mantienen un ajuste perfecto en las juntas.
Esta disposición y forma de construcción responde, en sus líneas primordiales, a una imitación de la construcción romana. Los arquitectos asturianos entendieron que poseía una gran calidad, atendiendo a las necesidades rea les de solidez. Ciertamente tiene una lógica desde el punto de vista constructivo, la introducción de sillares con una perfección de la talla que, en todo o en parte, provienen en general de una producción propia. Y ésta proviene de las necesidades de introducir elementos constructivos resistentes, no ya para el conjunto de la obra finalizada, sino para introducir una seguridad constructiva durante el proceso de construcción del edificio. Este proceso es evidente que genera grandes dificultades de manejo durante la ejecución (son necesarios andamios más robustos, po leas, incremento de la mano de obra y el ajuste y perfección de la obra de cantería. Pero, si tenemos presente el proceso de construcción seguido, se justificaría la introducción de grandes sillares a soga y tizón en las esquinas.
Inicialmente, se procedería a construir las esquinas y a partir de ellas se iría completando la fábrica por distintos tajos situados a distintas alturas.
Ciertamente constituye un sistema lógico y al que hay que acoplar el proceso constructivo simultáneo del andamiaje. De esta forma, una vez se ha procedido al replanteo de la planta y ha sido ultimada la cimentación corrida, se procede a la ordenada disposición de los sillares por las esquinas. Únicamente se precisará la necesaria clasificación de los sillares por alturas durante el proceso de la talla y, evidentemente, tener en cuenta sus medidas para que ajusten perfectamente a la dimensión de cada lado y a la posición de los huecos.

 

Lillo
Parroquia del concejo de Oviedo, situada en las estribaciones suroccidentales del monte Naranco, a 200 m del palacio de Santa María del Naranco. Aunque en la documentación anti gua suele citarse la villa de Linio, posiblemente indicando su origen en una villa romana, final mente acabaría imponiéndose la variante toponímica de Lillo.

Iglesia de San Miguel
La iglesia de San Miguel de Lillo sería consagrada por Ramiro I y su esposa Paterna en el año 848, fecha recogida en la inscripción grabada por el propio rey en el ara actualmente conservada en el edificio regio del Naranco, situado a trescientos metros de San Miguel. La Crónica Albeldense hace también explícita referencia a la construcción de la iglesia de Lillo: “…en el lugar de Liño construyó una iglesia y palacios, con admirable obra de bóveda”. En el Liber Testamentorun (siglo XII) se recoge la donación realizada por Ordoño I a la Iglesia de Oviedo con fecha 20 de abril de 857: In latere etiam montis Naurantii uillam que dicitur Linio et aliam que dicitur Suego et aliam uillam in Castro; ecclesias etiam Sancti Michaelis et Sancte Marie subtus Naurantium… (fol. 9 rº A), y la realizada por Alfonso III y su esposa doña Jimena en fecha 20 de enero de 905: …Ex alia parte ipsius montis uillam Linio cum palaciis, balneis et ecclesiam Sancti Michaelis… (fol. 19 rº B).
En el año 885 la Crónica ad Sebastianum describe de forma bastante pormenorizada la configuración del edificio: Interea supra dictus rex ecclesiam condidit in memoriam sancte Marie in latere montis Naurantii, distantem ab Ouetao duorum milia assuum mire pulcritudinis perfecteque decoris et, ut alia decoris eius taceam, cum pluribus centris forniceis sit concamerata, sola calce et lapide constructa; cui si aliquis aedificium consimilare uoluerit, in Spania non inueniet.
Su traducción es la siguiente: “Entretanto el dicho rey fundó una iglesia en memoria de Santa María, en la falda del monte Naranco, distante de Oviedo dos millas, de admirable belleza y hermosura perfecta y, para no referir me a otras de sus hermosuras, tiene una bóveda apoyada en varios arcos, y está construida solamente con cal y piedra; si alguien quisiera ver un edificio similar a ése, no lo hallará en España”.
Uno de los primeros testimonios que tenemos del templo y su estado de conservación en el siglo XVI nos lo aporta Ambrosio de Morales en su Viaje Santo efectuado en 1572. Su descripción de la iglesia está realizada en los siguientes términos: “Labró también el Rey don Ramiro una iglesia de San Miguel, como à cien pasos desta de nuestra Señora, y tienen mucha razón nuestras Coronicas de encarecer mucho la lindeza deste templo, porque con no ser de mas de quarenta pies en largo, y veinte en ancho, tiene toda la buena gracia que en una Iglesia Metropolita na se puede poner. Mirado por defuera se viene à los ojos con mucho contento su buena proporción, y visto de dentro, alegra la buena correspondencia, Crucero, Cimborio, Capilla mayor, Tribuna, Escaleras para ella, Campanario, y todo lo demás tiene cierta diversidad en tamaño y en forma, y en alzarse lo uno, y bajarse lo otro, ensancharse aquello, y retraerse estotro, que se goza enteramente las partes del edificio, dándose lugar las unas à las otras para que se parezca lo que son, y que lindas son. Toda la labor es lisa, y solo hay de riqueza doce mármoles, algunos de buen jaspe, y pórfido, con que se forma el Crucero, Altar mayor, y sus partes, que todas son de fabrica Gothica, aun que tienen bien del Romano”.
La iglesia de San Miguel de Lillo experimentó el hundimiento de las dos terceras partes de su traza primitiva en el siglo X, siendo las causas de su derrumbe la baja calidad geotécnica de los materiales que constituyen el substrato del templo.
La proximidad de la cabecera del templo al arroyo y la erosión constante producida por este sobre el substrato son factores que favorecerían el desarrollo de asientos diferenciales del terreno. También contribuiría en el derrumbamiento parcial de la iglesia la débil cimentación del edificio. Sus cimientos apenas alcanzan los 30 cm de profundidad en el muro norte, aumentando esta magnitud ligeramente en el muro sur. Por otra parte, las basas que sustentan las arquerías, carecen de cimentación apoyando directamente sobre el suelo geológico.
La ruina de buena parte del edificio condiciona, pues, que en la actualidad su estructura arquitectónica original se encuentre fuertemente alterada. De su primitiva obra se conservan el antecuerpo occidental, donde se abre el vano de ingreso a un vestíbulo sobre el cual se eleva la tribuna regia, y el primer tramo de la arquería del cuerpo central de la nave; restos, actualmente conservados, de una disposición original de la iglesia en planta basilical con tres naves con bóveda de cañón. Todo el edificio está remata do por cubiertas a dos aguas estando formada su cubrición original por tegulae romana e ímbrices, habiéndose encontrado restos de los mismos en el transcurso de las excavaciones realizadas por el Instituto Arqueológico Alemán en las campañas de 1989 y 1990.
En el año 2006 se realiza un estudio arqueológico de lectura de paramentos dentro de un proyecto de análisis arqueológico de la arquitectura dirigido por Luis Caballero Zoreda. Su análisis confirma la existencia de una reforma “simultánea” al propio proceso de construcción original. En una secuencia de sus reformas nos encontramos con dos etapas. En la primera de ellas (siglo IX) se construye el edificio original y simultáneamente se reforma el proyecto primitivo para incluir la tribuna. En la segunda etapa de reformas funcionales (siglos IX-X) se produce la ruina y la adecuación de la iglesia a la función litúrgica con la construcción de un nuevo ábside y la incorporación de canceles en el tramo conservado de la nave central.

Intervenciones de restauración en la iglesia
Derruido parte del templo, la reforma más importante introducida corresponde a la improvisada y rudimentaria cabecera abovedada en cañón que ahora conserva, construida como capilla única para rehabilitar nuevamente el fragmentado edificio como iglesia. Esta cabecera está formada por una tosca bóveda de lajas de piedra caliza, y sus muros están levantados con una mampostería muy sim ple reutilizando piezas de la iglesia en las que se perciben la ornamentación y la labra en gran parte de las mismas. Se procede igualmente al cierre de los dos arcos norte y sur que se abrían a las naves laterales norte y sur.
Muchas partes del edificio sufren las secuelas de los reaprovechamientos de materiales, cegaduras de vanos y en general modificaciones diversas de su configuración y estructura primitiva. Estas circunstancias posibilitan que el templo de San Miguel de Lillo haya sido objeto de varia dos intentos de reconstrucción teórica de la primitiva con figuración de su planta y alzado.
Con posterioridad, y ya en el siglo XVIII, se procede a la construcción de un pórtico que se anexa a los lienzos meridional y occidental. En 1838 se tiene constancia de la suspensión del culto debido al estado de ruina en que se encuentra la iglesia. Será entre los años 1850 y 1851 cuan do se proceda a la restauración de Lillo por el Arquitecto Andrés Coello. Este procede a la demolición de los añadidos realizados y a la consolidación de los paramentos. Posteriormente, y en años sucesivos, se procederá a la realización de diversos tipos de intervención en el templo.
Así, en 1858 se procede a la pavimentación pétrea por medio de losas, del interior de la iglesia. Se tiene constancia de otras intervenciones en 1868 por Venancio del Valle; en 1886 se efectúa un proyecto de reconstrucción por el Arquitecto Javier Aguirre, el cual no se llevará a efecto. En 1916 interviene arqueológicamente Aurelio de Llano en la iglesia, encontrando importantes restos de la cimentación original del templo. Será en 1954 cuando se proceda a la consolidación de las pinturas murales, las cuales habían sido descubiertas por José Amador de los Ríos en 1877. En los años 1989-1991 se realiza una extensa excavación arqueológica en el entorno y el interior de la iglesia de Lillo por parte del Instituto Arqueológico Alemán dirigida por Theodor Hauschild y Hermann Ulreich. En la excavación queda argumentada la hipótesis de la longitud real de la iglesia de 19,70 metros y la ausencia de habitaciones laterales. En 1991 se procede a la renovación de las cubiertas de la iglesia, labor dirigida por el Arquitecto Fernando Nanclares, y a la realización de un estudio arqueológico de las bóvedas por parte de Cesar García de Castro. En 1996 se procede a una profunda intervención en el entorno paisajístico del conjunto de San Miguel de Lillo y Santa María de Naranco. En el año 2006 se realiza un estudio dirigido por Luis Caballero Zoreda con el objetivo de profundizar en el conocimiento de las estructuras originales conservadas de la iglesia.

Las hipótesis reconstructivas sobre la configuración original de la iglesia de San Miguel de Lillo
Desde el hundimiento de las dos terceras partes de su traza primitiva, el templo de San Miguel de Lillo ha sido objeto de variadas propuestas de reconstrucción de su estructura arquitectónica original. Las hipótesis más importantes se inician prácticamente en el año 1850 bajo la dirección de Bartolomé Hermida, donde se traza una planta hipotética, de similares dimensiones a su estado actual, cerrando semicircularmente los ábsides colaterales que supuestamente se sitúan en el sector oriental y que serían “descubiertos” a raíz de un proceso de restauración realizado simultáneamente. Sobre estos “supuestos cimientos” y la autenticidad de los mismos se refiere a ellos Amador de Los Ríos: ”…pudo, en efecto, verse en 1850 por muchas personas el cimiento de este utilísimo muro (situado en el sector oriental); pero ¿se deducirá de aquí, sin más examen, que formaba la cabecera de la iglesia inmediata? Por haberlo así admitido el arquitecto, á que nos hemos referido (el arquitecto del Sr. Hermida) trazó una planta inadmisible”.
En 1858 Juan de Dios de la Rada y Delgado describe la iglesia de Lillo y al mismo tiempo se detiene en una reconstrucción que efectúa a partir de unos supuestos cimientos encontrados en el transcurso de una restauración del templo: “Sobre planta en forma de cruz elévase la iglesia de San Miguel de Lino, ocupando, según el erudito Risco, y antes de él el cronista Ambrosio Morales, no mayor espacio con el grueso de sus paredes que 40 pies de largo y 20 de ancho; sin embargo de cuyas reducidas dimensiones se levantan esbeltos los muros, determinando perfectamente los brazos del crucero, la cúpula y la nave, que por ventura aún subsisten, ya que por desgracia solo quedan como testimonios de su existencia los cimientos del ábside destruido, y de la figura semicircular que cerraba las capillas colaterales”. Más adelante sigue escribiendo:
“…El interior de aquella iglesia cristiana con su planta de basílica, debía estar distribuido solo por medio de arcos: sobre arcos también se alzaría la cúpula ó cimborrio á la manera bizantina, en vez del moderno cielo plano que hoy encuadra el alto centro del crucero. Acaso, y para completar la medida de 40 pies de largo que le asigna Morales, siguiendo la acertada conjetura del Sr. Parcerisa, existiría otra arcada y el ábside, el cual según el mismo Señor, por afirmación conteste de personas que vieron los cimientos cuando la restauración que en época muy reciente hizo el Sr. Hermida, era de forma semicircular”.
En 1855 José María Quadrado propone una planta de Lillo: “…Diversas completamente son las formas de San Miguel de Lino ó Liño, en otro tiempo de Ligno, marcándose por fuera con gallardía la nave, la cúpula, los brazos del crucero, é indicando todavía los cimientos del derruido ábside y de las capillas colaterales, que se cerraban en hemiciclo y no en línea cuadrangular”. Por su parte Fran cisco Javier Parcerisa describiría la planta reconstituida de Lillo en la obra de Quadrado en los siguientes términos:
…En éste edificio pasé también varios ratos empeñado en descifrar su primitiva planta, pues hoy día por lo que pude observar no dá idea de lo que fué; someras excavaciones en que yo sólo me entretuve, me hicieron ver enterradas basas riquísimas esculpidas y del mismo gusto que los relieves de la puerta (…). Y la medida de cuarenta pies de largo que, según Morales, tenía el templo, coge cabalmente el espacio que ocuparía otra arcada y el ábside, el cual por afirmación conteste de personas que vieron los cimientos cuando la restauración del señor Hermida, era de forma circular”.
José Amador de los Ríos en 1874 traza una hipotética planta de cerramiento en la que mantiene una planta de cruz griega con un santuario situado a oriente. Se une a las tesis de Ambrosio Morales, considerando que las medidas que proporciona “comprobadas en la planta, quitan todo vuelo a la fantasía, no dando espacio para mayor desarrollo que el que hoy tiene la fábrica, no es lícito admitir la suposición del hemiciclo ni la de las capillas…”. En 1885 el arquitecto Javier Aguirre e Iturralde, a quien se le había encargado un proyecto de restauración de la iglesia de San Miguel de Lino, realiza unas excavaciones con una profundidad de unos cuatro metros “…en la continuación de los muros laterales” sin que encuentre restos de cimentación.
Realiza unos dibujos de la reconstrucción hipotética de la iglesia en la que expone la hipótesis de una planta cuadra da con cabecera tripartita a oriente. La propuesta de Aguirre constituía una de las primeras reconstituciones realizadas a partir de los datos que ofrecía el edificio, su “lectura arqueológica” y las excavaciones más o menos rigurosas realizadas. De todas formas su propuesta era realmente inaceptable y sería rechazada por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. A juicio de Aguirre, el templo original de Lillo tendría la entrada por el pórtico actual y constaría de tres naves. Las columnas situadas en la nave transversal se corresponderían con las arcuaciones de la nave central prolongándose en dirección este hacia el ábside. El remate de la nave central sería abovedado. Aguirre, pues, plantea aplicar el arco del crucero al ábside y darle la amplitud de un intercolumnio más. El resultado era una iglesia basilical de tres naves integrada en un cuadrado. Tendría un ábside recto y tres capillas resultando con ello una planta de cruz griega. La cubierta estaría rematada en bóveda de cañón con arcos perpiaños. Finalmente Aguirre reconstruye el alzado interior en los siguientes términos:
…Por lo menos había cuatro columnas más, y con ellas puedo completar la planta, tal como yo la imagino”. Ciertamente la propuesta de Javier Aguirre era una búsqueda de una “unidad arquitectónica” intentando conciliar el conocimiento que se tenía en aquella época de las construcciones altomedievales con la escasez de conocimientos arqueológicos existentes sobre la iglesia de San Miguel de Lillo. En 1890 Pedro de Madrazo realiza una descripción de la iglesia de Lillo: “…vemos construcciones de carácter neo-griego, como la iglesia de San Miguel de Linio, la cual lleva de este carácter el sello inerrable en su cúpula, levantada sobre planta cuadrangular”.
En 1900, Vicente Lampérez y Romea traza una planta ideal de proporciones cuadradas en la que la longitud de la nave central equivale a su ancho que contiene solamente dos arcos: “…De todo esto dedúcese que la iglesia tuvo un crucero formado por dos tramos cubiertos á mayor altura que los demás; á menor los brazos laterales del mismo crucero, y los cuatro compartimentos restantes á nivel más bajo que los que forman la cruz principal. Todos estaban cubiertos con cañón seguido; pero con sus ejes en direcciones normales unos a otros, y en absoluto independientes”.
En 1909, Fortunato de Selgas introduce variaciones en su diseño respecto a la planta de Lampérez: su reconstrucción supone una única capilla mayor en el sector oriental y dos intercolumnios en la nave: “El problema de la restauración de la planta absidal de San Miguel es difícil de resolver, para lo cual sería preciso hacer exploraciones arqueológicas bajo el pavimento de losas de sillería, que ha sustituido en estos días al primitivo hormigón, donde tie nen que verse los cimientos de la fábrica desaparecida, y lo mismo en el exterior, aunque el terreno ha sido removido por esta parte por los buscadores de tesoros. Mucho se ha fantaseado sobre la disposición del ábside, creyendo algunos arqueólogos del siglo pasado que era de planta semicircular, lo que no es probable, pues no aparece en Asturias esta forma de testero hasta el advenimiento del Arte románico en la undécima centuria. El Sr. Lampérez hace terminar estas naves en otros tantos ábsides de planta rectangular, dando al central por el exterior igual resalte que al narthex para que guardaran perfecta simetría el ima fronte y el testero, como sucede en la inmediata iglesia de Santa María. No parece desacertada esta disposición que tradicionalmente se emplea en las Basílicas asturianas, que persiste en las iglesias monásticas del periodo románico.
Ofrécense, sin embargo serias dificultades para la aceptación de esta proyectada restauración, que el mismo autor de ella es el primero en reconocer”.
En 1911, Albrecht Haupt basa su propuesta en una planta basilical con tres naves y tres tramos de arcos rematada en una cabecera tripartita recta. La bóveda de cañón reconstruida tendría arcos perpiaños. Realiza, a su vez, un dibujo a la acuarela del volumen exterior de la iglesia reconstruida, añadiendo por primera vez una solución de tramos alternados de bóvedas transversales al eje longitudinal de la bóveda de la nave central. Asimismo, realiza una perspectiva en sección del interior muy ilustrativa.
En 1924, Karl Woermann reconstruye idealmente la iglesia de Lillo siguiendo las hipótesis de Haupt en la disposición de sus elementos arquitectónicos: “…Haupt la considera más bien como de disposición basilical, y Dieu-lafoy la incluye dentro del tipo de iglesia central con la cruz inscrita dentro de su planta rectangular. Una novedad presenta esta iglesia en la manera de estar organizada su cubierta, por medio de un sistema de bóvedas de cañón dispuestas longitudinal y transversalmente”.

En 1930, Frischauer realiza una reconstitución en la que sigue las pautas de reconstrucción que realiza Haupt. 
En 1916, Aurelio de Llano efectúa excavaciones en la iglesia de Lillo y realiza una reconstrucción, tanto de la planta como de la volumetría, a raíz del descubrimiento de parte de la cimentación original en el sector oriental del templo. Es la primera vez que se realizan excavaciones con un cierto grado de minuciosidad, lo cual representa un salto cualitativo en la interpretación de la configuración ideal de Lillo. Básicamente, fundamenta el trazado ideal de la iglesia en una planta basilical de tres naves separadas por columnas y cuatro tramos de arcos. En la parte oriental sitúa la cabecera tripartita manteniendo la entrada actual con su tribuna regia. Por lo que al alzado corresponde, la bóveda de cañón de la nave central la prolonga hasta el segundo intercolumnio, en la cual rebaja la altura a la mitad. En la parte superior de la capilla mayor sitúa una cámara supraabsidal sin acceso exterior. El ábside central lo reconstruye con una arquería mural ciega. Proporciona abundante documentación sobre el resultado de la excavación. En síntesis, encuentra los restos de un muro orienta do en dirección N-S de unos 4,5 m de longitud y situado a 15,85 m de la pared oeste. Asimismo, a esta distancia encuentra un muro de unos 2,5 m con un contrafuerte, correspondiente al lienzo sur. Descubre, igualmente, un tramo de unos 4,5 m de longitud correspondiente al muro norte. En este tramo encuentra también la cimentación de un contrafuerte. Un resumen realizado por el mismo nos dice: “La traza de esta iglesia tiene forma rectangular. Adicionando a los 15 metros 85 centímetros que hay desde el imafronte al eje del muro posterior, la mitad del espesor del muro en alzado (30 centímetros, según los muros existentes), mas el grueso del contrafuerte, la iglesia tiene un largo total de 16 metros 65 centímetros: 60 pies en largo y 40 en ancho”.
Vicente Lampérez y Romea, volverá a revisar su primitiva hipótesis de reconstrucción de Lillo a raíz de los hallazgos de Aurelio de Llano. En 1917 publica varios informes y propone dos plantas alternativas: “…Dando por seguro que los cimientos descubiertos están situados con relación a las partes viejas, como el plano indica, es notable la exacta correspondencia de aquellos y estos: luego lo hallado perteneció sin duda ninguna a la porción desaparecida. Sobre ello dibuja el Sr. Llano una hipotética planta perimetral: yo la completo sobre la base de los tres ábsides cuadrados (característicos de las iglesias asturianas) y de una sucesión de cinco tramos análogos al con servado (6 intercolumnios y el cimiento transversal encontrado situado como cierre del muro testero) (…). Otra conjetura que surge naturalmente como consecuencia del hallazgo del cimiento transversal, es la de que éste pertenece al muro de testero de la primitiva iglesia (…). Sin más diferencia con la anterior que el acortamiento de la longitud total (4 intercolumnios). A tal disposición es opuesto el cimiento del contrafuerte ahora encontrado, pues rebasa el límite de la supuesta planta, lo cual es incomprensible”. Seguidamente, Lampérez y Romea se pregunta sobre la configuración del alzado de Lillo: “¿Cómo sería la constitución estructural de San Miguel de Linio, y, en consecuencia, la fachada lateral? Ahora hay sobre el segundo tramo, un cuerpo elevado a modo de crucero que se acusa lateralmente por un alto piñón. A cualquiera de aquellas plantas supuestas, correspondería necesariamente, o el que las naves bajas se prolongasen en esa altura hasta los ábsides, resultando entonces el singularísimo caso de una iglesia con el crucero en los pies: o el que hubiese otro cruce ro delante de los ábsides, con un nuevo piñón lateral, dando un tipo no menos anómalo y raro”. Por estas fechas, Manuel Gómez-Moreno realiza una nueva reconstrucción a raíz de sus sondeos arqueológicos en el templo. Su plan ta no difiere en exceso de la propuesta por Aurelio de Llano. Aporta una longitud total exterior menor de la indicada por Aurelio de Llano, pero introduce una variante sustancial al incluir unas habitaciones en los sectores orientados al mediodía y al septentrión, las cuales han sido descartada que las tuviera originalmente al no encontrarse en las excavaciones realizadas por el Instituto Arqueológico Alemán en 1989-90.
En 1974, Vicente José González García ofrece una nueva hipótesis de reconstrucción basándose en los datos aportados por las excavaciones realizadas por Aurelio de Llano y su supuesto descubrimiento de la cimentación original. Su nuevo diseño de planta ideal sigue las líneas generales de Aurelio de Llano, pero introduce una variación radical al situar la cabecera tripartita y con ello la capilla mayor a Occidente, lugar actual de ubicación del porche de entrada al templo. A este respecto, Vicente José escribe: “La planta descubierta por Don Aurelio del Llano sirve para mi trabajo como la aportación más valiosa. Pre sentaba ante mi vista dos razones poderosísimas: Planta de cruz latina y sepulcros de los cuales uno, el central, exigía una pared libre o puerta. La planta era, por lo menos, de mediados del siglo IX y muy parecida a la planta oculta en la capilla del Rey Casto (de principios del mismo siglo) y a la de Valdediós del año 893. Y, siendo planta de cruz latina, quedaba rechazada, de plano, una entrada por el brazo superior de la cruz. En todas las iglesias la entrada en la nave central corresponde al pié. Otra determinación es tan ilógica como la entrada por el lado contrario a la calle o plaza”. En el alzado, Vicente José propone una solución basada en la similitud con la iglesia de Valdediós. Por tanto, la iglesia de Lillo tendría una bóveda de cañón seguido sin arcos perpiaños y las correspondientes bóvedas de las naves laterales. Al postular una orientación inversa al resto de las iglesias altomedievales, la tribuna se situaría a oriente, en la parte superior del porche de entra da, le seguirían los cuatro intercolumnios y seguidamente el remate de la cabecera tripartita con resalte exterior.
En 1957, Helmut Schlunk plantea un avance de la posible configuración primitiva de la iglesia de Lillo: “El ábside actual corresponde a una construcción muy posterior. Las naves laterales están igualmente cubiertas por bóvedas, pero los cañones del primer tramo, que tienen ocho metros de altura, están en posición transversal res pecto al de la nave central. Existen buenos motivos para suponer que el segundo y tercer tramo tuviesen bóvedas de cañón más bajas y paralelas a la bóveda de la nave central; sin embargo el cuarto tramo tendría de nuevo una alta bóveda transversal”. Mis investigaciones en los fondos del Archivo Schlunk, actualmente depositados en el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid, me han permitido estudiar un plano, obra de Helmut Schlunk, dibujado a lápiz, a escala 1:50, y en el cual se ha trazado una reconstitución de la planta original de la iglesia de Lillo. El dibujo con templa una opción de cinco intercolumnios, una cabecera tripartita en el sector Este con resalte exterior y un dimensionado total del edificio de cerca de 20 m de longitud. El dibujo es realmente inédito y no tiene fecha de ejecución, pero su cronología tiene que ser posterior a los años en que se publicó su obra La Pintura Mural Asturiana de los siglos IX y X, en 1957. Realmente el trazado tiene una actualidad premonitoria ya que es muy coincidente con los resultados de las excavaciones del Instituto Arqueológico Alemán en los años noventa, y de las propuestas que a partir de sus resultados se realizan.

Hipótesis de reconstrucción del instituto arqueológico alemán
El Instituto Arqueológico Alemán propone, a partir de los resultados obtenidos en la excavación arqueológica realizada en San Miguel de Lillo en los años 1989-90, tres propuestas de reconstrucción de la iglesia original. Las tres propuestas de reconstrucción son fruto de la colaboración de Laureano de Frutos Ayuso, Theodor Hauschild y Sabi ne Noack-Haley, miembros del Instituto Arqueológico Alemán.
El “bloque de cimentación” de Aurelio de Llano no se encontró, evidentemente, en la excavación, pero se insertaría en la zona de la entrada del ábside central. El bloque está aproximadamente centrado en el eje central de la iglesia. Las “antas” podían servir como cimiento parcial de las semicolumnas finales de las arquerías. En analogía con las otras iglesias asturianas, podemos contar con soportes adicionales en la entrada al ábside. Estos se basarían en el que podemos denominar: “bloque Aurelio de Llano”.

Primera hipótesis reconstructiva
En esta primera hipótesis, dos columnas entregas y un contrafuerte del muro norte quedan situadas exactamente en cimientos hallados en la excavación. El intercolumnio Este aquí mantiene los 2,40 m.
El muro oriental del ábside central lo reconstruyen con un grosor de 0,90 m, medida estimada en función del ancho de la fosa de cimentación aparecida en el transcurso de la excavación. Estiman aquí la disposición de una arquería ciega posiblemente integrada por los capiteles de mármol existentes en el Museo Arqueológico de Asturias.

Segunda hipótesis reconstructiva
La única diferencia con la hipótesis primera se encuentra en que el intercolumnio Este mantiene la misma magnitud respecto al primer intercolumnio oeste. Los ábsides ganarían 1 pie en profundidad.
Una contradicción a esta reconstrucción está en el cimiento de contrafuerte excavado en la zona sureste. Pero quizás no mantenía el eje, irregularidad que se observa también en la zona suroeste.

Tercera hipótesis reconstructiva 
Representa una “solución geométrica”. Se parte del cuadrado de 2,40 m y el triángulo pitagórico de 2,40 x 3,20 x 4,00 m. El cuadrado define las distancias sobre ejes en las naves laterales desde las entradas a las habitaciones del vestíbulo y hasta las entradas de los ábsides laterales. No obstante el quinto intercolumnio resulta tan corto como el primero.
 Síntesis de las medidas más importantes que resultan:  
–longitud total de la iglesia: 19,70 m. 
–longitud con contrafuertes: 20,10 m. 
–altura total: 11,70 m (hasta 11,75 m)

Reconstrucción del trazado original de la iglesia
La planta original del fragmentado templo palatino de Lillo, responde, en parte, a la tipología común de las iglesias asturianas de la época: planta basilical de tres naves con disposición del ámbito de arquerías apoyado en columnas con una cabecera tripartita destruida orientada al este y un cuerpo de entrada que alberga el vestíbulo sobre el cual se encuentra situada la tribuna regia abovedada. A sus lados y simétricamente dispuestos se abren dos escaleras de acceso a la misma. De acuerdo con nuestras estimaciones, basadas en criterios de modulación y pro porción, la nave central tendría unos 11 m de longitud y estaría separada de las naves laterales norte y sur por sen das arquerías con arcos de medio punto peraltados apoyados en capiteles que en número de cinco, según se des prende de nuestro proyecto reconstructivo, descansarían sobre cuatro columnas exentas y dos entregas.

Al exterior el edificio conserva actualmente una planta de unos 10 m de ancho por 11 m de largo, longitud drásticamente reducida producto de la ruina bajomedieval. Su longitud sería la de 20 m aproximadamente según se desprende de las excavaciones realizadas en 1990 por el Instituto Arqueológico Alemán. Y la reconstrucción que proponemos más adelante.
La iglesia carece del característico vestíbulo de las iglesias asturianas. En la parte superior de la puerta con dovelaje de ladrillo y con signos de reformas posteriores se abre un vano cegado al que se sobrepone una celosía de factura contemporánea. En los lienzos externos laterales se abren, a elevada altura, sendas celosías que iluminan con su tamizada luz los accesos interiores a la tribuna. El con junto de la fachada está flanqueado por dos contrafuertes cuya función de contrarresto no se corresponde en el interior con columnas adosadas.
En las fachadas meridional y septentrional solamente se puede observar el primer tramo externo de la construcción original. Tres contrafuertes de 3,50 m de altura y con dibujo de estrías verticales, actúan con función de estribo como contrarresto interno con la articulación interior del conjunto de bóvedas apoyadas en columnas rematadas en impostas. El sector oriental externo representa una ruptura radical con la obra original anterior. Se abre una cabecera de tosca ejecución y se percibe en sus extremos norte y meridional sendas arquerías apoyadas en semicolumnas con dovelaje de ladrillo cegadas, que permiten comprobar la continuidad original de las naves colaterales. Los paramentos no conservan una pulcritud en su mampostería, encontrándose una desigual utilización de sillarejo mal tallado combinado con mampuesto de época, piezas labradas del propio edificio reutilizadas en la construcción de los muros, así como la reconstrucción de contrafuertes de nueva factura con una ubicación novedosa sin función estructural original.
En alzado, la iglesia conserva un antecuerpo a occidente donde se abre el vestíbulo cubierto con bóveda de cañón que descansa sobre una línea de imposta sogueada segmentada en varios tramos. Traspasado este umbral, se accede al primer y único tramo de naves actualmente con servado. La bóveda de la nave central se eleva a 11 metros de un suelo alterado en su configuración original, sustituido ahora por losetas de piedra caliza. La iglesia está completamente abovedada, a semejanza del vecino palacio, según nos describe la ya mencionada Crónica Albeldense (año 881): “en el lugar de Liño construyó una iglesia y palacios, con admirable obra de bóveda”. El sistema de abovedamiento encierra un proceso de efectiva y compleja solución técnica para el momento histórico en que se construye. La bóveda de cañón de la nave central apoyada sobre arcos perpiaños (centris forniceis, según la Crónica ad Sebastianum) se contrarresta en sentido longitudinal por las bóvedas del vestíbulo y la tribuna regia del sector occidental y en sentido perpendicular por las bóvedas de las naves late rales situadas al norte y sur respectivamente. Estas bóvedas conservan una altura de 9 m inferior en 2 m a la de la nave central por lo que es poco probable que los tramos de bóveda de las naves laterales tuvieran como función la de servir de apoyo a la bóveda de la nave central. Esa diferencia de altura entre las naves impide que se produzca un contrarresto efectivo. La mayor elevación de las bóvedas laterales pudiera obedecer a la necesidad de abrir grandes ventanas en sus muros con lo que ello supondría de aligeramiento de la presión de la bóveda.
La bóveda central tendría una continuidad a lo largo del eje central de la nave hasta su encuentro con la cabecera tripartita. Es de suponer que el remate de la cabecera tripartita tuviera características similares en su disposición de arquerías murales, columnas, tabernáculo, etc., a la capilla mayor y ábsides, de iglesias del período alfonsí como Santullano.
Se recurre al uso de la columna como apoyo de los arcos en la construcción de la arquería en sustitución del tradicional pilar asturiano, siendo San Miguel de Lillo la única iglesia que altera esta norma o regla. Aquí las columnas tienen una altura de 3,60 m y representan la tercera parte de la altura total de la nave interior, con una medida ya señalada de 11 m. Sus fustes tienen unos 60 cm de diámetro y están ensamblados en varias piezas, proporcionando un impacto visual de gran efecto monolítico. Las columnas entregas adosadas a los muros de las naves late rales conservan capiteles imposta con enmarque de cordón sogueado, en directa correspondencia con los contrafuertes exteriores creando de esta suerte una articulación de refuerzo de la estructura arquitectónica. Las columnas tienen un capitel troncopiramidal de tradición bizantina decorado con motivos geométricos. Conservan en sus caras un dibujo circular ornado con motivos florales, inscritos en enmarcaciones con ribete en doble cordón sogueado en espiga, de similar ejecución al collarino sogueado del capitel.




Los relieves de las basas
Las basas tienen una notable dimensión: cerca de 82 cm de lado (1 gradus) configurando un cuadrado. Se man tienen actualmente diez in situ, si bien no todas se encuentran en buen estado de conservación, estando algunas empotradas en los muros y muy deterioradas. Otras están fragmentadas, producto de remodelaciones introducidas. En el Museo Arqueológico de Asturias, en Oviedo, se conservan buen número de ellas que podemos añadir a las conservadas in situ para ampliar nuestra visión de la serie de basas que en su día adornaban el conjunto de la arque ría actualmente derruida. Las basas están talladas en piedra arenisca de una sola pieza conservando una forma prismática con las esquinas suavemente redondeadas adaptándose al relieve. El conjunto de sus cuatro caras está configurado por arcos apoyados en columnas. Los arquillos tienen forma sogueada y apoyan sobre esquema tizados capiteles. Las columnillas se encuentran también ribeteadas por un perfil de soga. En la parte superior de la basa encontramos igualmente motivos de sogueado con imitaciones de esquematizadas y pequeñas bóvedas de cañón representadas en forma segmentada. En el interior de los diminutos arquillos, que en número de tres recorren Basas cada una de las cuatro caras de la basa, se inscriben relieves de figuras humanas. Representan a los evangelistas en posición de lectura de un libro, o escribiendo sobre un púlpito o pupitre en la clásica representación tardoantigua, y quizás reclinados o sentados. En el interior del arco central de cada cara se encuentran relieves de figuras ala das. Los prototipos a estas representaciones hay que bus carlos previsiblemente en los manuscritos carolingios. La representación del Tetramorfos y su carácter apocalíptico nos sitúa, a su vez, las basas de San Miguel de Lillo en relación con otros campos artísticos como el de la orfebrería. Ese es el caso de la arqueta relicario que Alfonso III ofreció a la catedral de Astorga. En sus cuatro caras encontramos talladas en el interior de arquillos apoyados sobre columnas las figuras del Tetramorfos. Asimismo, pero ahora vinculado a la escuela franca, nos encontramos con el relicario de Engern en el cual se recurre a la representación de las mismas figuras esquematizadas en el interior de arquerías. Los evangelistas aparecen representados en las basas, en calidad de portadores del mensaje de Salvación de Cristo a su Iglesia y que, como leemos en el Apocalipsis, es representada en clave metafórica como la Sede de Dios (Apoc. IV, 2-11).
En expresión de San Jerónimo, el Tetramorfos configuraba lo que se denomina la Quadriga Domini; es decir, el León era el símbolo de San Marcos, ya que su evangelio comenzaba por la frase: “voz del que grita en el desierto”, lugar donde habitaba el animal. A su vez, el Toro era el símbolo de San Lucas, el cual habla del sacerdote Zaca rías, quien sacrificaba un toro en el templo; El Hombre era el símbolo de San Mateo quien comienza su escrito evangélico con la genealogía de Cristo preparando su encarnación; por su parte el Águila era el símbolo de San Juan, por la altura que alcanza (PL 26, 19).
Durante toda la Edad Media también eran conocidos como sacramenta Christi, ya que aparte de representar los cuatro elementos presentes en la Naturaleza, se encuentran en correspondencia con las cuatro etapas de la vida de Cristo: Nacimiento, Muerte, Resurrección y Ascensión, de acuerdo con la interpretación de Honorio de Autum (PL 172, 958).

Iconografía de los evangelistas de Lillo
La imagen de la figura de San Juan en la basa como evangelista es en extremo interesante porque representa el pasaje del Evangelio dentro del Apocalipsis, y nos muestra la escena del mandato de escribir el Evangelio. A excepción de la figura de San Juan, el resto de los símbolos de los evangelistas tienen su referente iconográfico en la naturaleza humana. Una característica simbólica para destacar la especial repercusión teológica en la iglesia y en el poder regio de Ramiro I nos la ofrece su representación en las basas de San Miguel de Lillo, al estar reflejada su figura de Basa con representación de San Mateo águila bajo un arco en mitra. Es el único símbolo de evangelista que es acogido bajo el regio arco en mitra. El resto del conjunto de evangelistas figura representado bajo el arco sogueado de medio punto, especial repercusión teológica en la iglesia y en el poder regio de Ramiro I.
Detrás de esta fórmula iconográfica se encuentra presente la apuesta realizada por la iglesia asturiana y el poder político; la devoción por San Juan se encuentra en la proximidad a las tesis de Beato y la renovación teológica propiciada por su obra y su alejamiento de la iglesia toledana, lo cual supone el acercamiento a la iglesia carolingia y romana.
San Juan es el único evangelista al que se le confiere un símbolo natural, el Águila; La única ave que podía mirar al astro Sol sin perder la visión, a semejanza de San Juan, el fiel discípulo de Cristo tan unido espiritualmente a Él. San Juan se eleva a los cielos y con su mirada al Sol nos revela la naturaleza divina de Cristo. San Juan con el Apocalipsis, en palabras de San Agustín “se eleva muy por encima de los otros tres… ha alcanzado el cielo límpido. Desde allí, con mirada sumamente penetrante y sostenida, vio la Palabra que existía en el principio”. (Concordancia de los evangelistas, I, 4, 7; 6, 9).
Basa con representación de San Mateo
Detalle de la basa con representación de San Juan
Detalle de la basa. Ángel 

Las jambas del pórtico de la iglesia
Las jambas, situadas a ambos lados del pórtico de entrada al templo, tienen una elevada importancia artística; sobre ellas descansa el arco de medio punto con dovelaje de ladrillo. Están divididas en tres superficies rectangulares rodeadas por variados motivos ornamentales mostrando un perfil de soga. Tienen una altura de 1,80 m por 0,60 de ancho y se conservan en perfecto estado, a excepción de la situada en el lado derecho de la entrada cuyo cuadro inferior se encuentra sensiblemente deteriorado.
Las piezas ofrecen una especial relevancia por la fuerte carga ideológica y de representatividad regia, así como por conocerse el motivo original formal que inspiró al artista que efectuó la talla, con todo lo que ello supone de interés para el estudio de las influencias artísticas, analogías e innovaciones de estilo y formas. El modelo de inspiración es el díptico consular romano-bizantino, ejecutado en marfil, del cónsul Areobindus (506 d.C.) del que se conserva un ejemplar en el Museo de Leningrado (San Peters burgo) y en el Museo de Cluny (París). La talla del díptico, representa al cónsul sentado en un subsellium y acompañado de dos acólitos; sostiene un cetro en la mano izquierda y la mappa (pañuelo conteniendo arena) en la mano derecha que en el momento en que sea echado a la arena del circo señalará el inicio de los juegos. La disposición de estas imágenes ha sido trasladada con especial fidelidad a la decoración de las jambas. Ha experimentado la lógica adaptación, pero conserva la forma original.

El cuadro escénico del centro se decora con un episodio de los juegos en el que se representa a un saltimbanqui que, ayudado de un bastón o pértiga, salta sobre un león; en su extremo un hombre esgrime un látigo en su brazo levanta do. El tercer cuadro escénico es una repetición del primer cuadro superior.
Las figuras no tienen realmente el notable valor plástico y la perfección estética del prototipo original, pero son de considerable valor artístico, a pesar de la rudeza y tosquedad de la talla. Las jambas constituyen una de las escasas muestras de un tipo de escena no religiosa situada en la entrada a un templo palatino altomedieval en Europa. Sólo en Bizancio existieron representaciones paganas de esta clase, por lo que podría suponerse que este tipo de imágenes comunes a los templos palatinos bizantinos era conocido por la corte asturiana, la cual los incorporaría, en una muestra clara de mimetismo, en la ornamentación de las construcciones religiosas reales.

Iconografía del rex en las jambas
Las jambas de Lillo situadas en el umbral de la iglesia actúan como evocación simbólica del lugar de encuentro entre el pueblo y el rex sacerdos. Siguen, en este sentido, el modelo de comunicación tardoimperial del pueblo con el emperador ya que el encuentro entre el rex y el pueblo es un acto religioso y de Estado.
En la jamba se muestra un vocabulario iconográfico muy evolucionado, un novedoso estilo en las formas artísticas, un estilo hierático, acorde con el contenido simbólico del episodio, con la nueva forma de poder monárquico. Ausencia de rasgos fisonómicos y una concepción de la imagen regia plena de poder expresivo, de una proyección ideológica de prestigio de un soberano revestido de un poder próximo terrenalmente pero distante en el tiempo.
La jamba nos muestra, con extremo grado de perfección, de qué modo surgen las nuevas imágenes, los nuevos signos regios, y como son recibidos por el nuevo poder político después del controvertido ascenso al poder unipersonal de Ramiro I. El princeps, se identificará plenamente con aquellas imágenes que visualicen el poder emanado de su figura proyectada sobre la tribuna regia, imperial, el kathisma, punto de encuentro entre el palacio-templo del rex y el pueblo.
Tres figuras en las que prevalece el princeps centrando la simetría escénica, el orden jerárquico, flanqueado por dos personajes preclaros símbolos virtuales del poder religioso y terrenal: un alto cargo eclesial y un dignatario regio.
Detalle del Rex 

En el cuadro central representación figurativa de tres escenas centrales de la pompa circensis. El circo, el hipódromo, en el mundo tardoantiguo concentraba el carácter imperial de las ceremonias, el encuentro entre el poder (Rex-emperador) y el pueblo. Así, el circo, la pompa circensis de nuestro cuadro escénico central, simboliza el lugar de encuentro del emperador con el pueblo.

Tribuna regia
Especial tratamiento merece la disposición de la tribuna regia de la iglesia de Lillo. Conserva una superficie rectangular cubierta con bóveda de cañón apoyada sobre líneas de imposta con doble sogueado. Se abre a la nave central por un arco toral con dovelas en piedra caliza decoradas con relieves geométricos.

El arco descansa sobre sendas columnas rematadas en capiteles imposta en forma de paralelepípedo de similar ejecución a los distribuidos en el resto de la iglesia. Se observa un rebaje rectangular en su zona central con incierto destino.
El fuste está recorrido en su superficie semicircular por largas líneas de relieves estriados rematados, en sus extremos, por semicírculos. Su ejecución, en forma de acanaladura, recuerda al estriado del palacio del Naranco. En cada uno de los lienzos septentrional y meridional de la tribu na se abren dos vanos rematados con arco de medio punto que dan acceso a las escaleras y a una habitación con función imprecisa. A destacar, la decoración de estos arcos de medio punto: flanqueada por un ribete de doble cordón en forma de soga se encuentra una ornamentación compuesta por roleos geometrizados en los que se observan ruedas solares y rosetas unidas por estrías de significativa influencia oriental. En la parte inmediata mente superior a la bóveda de la tribuna se sitúa una pequeña cámara, cuyo único acceso consiste en un hueco rematado en arco de medio punto abierto al muro occidental de la nave central.
Detalle de la decoración de la tribuna alta. 

La peculiar disposición de esta tribuna real de San Miguel de Lillo no se encuentra en ninguna otra iglesia altomedieval. Quizás existiera un antecedente en la iglesia de Santianes de Pravia o en las iglesias de Alfonso II, concretamente en la de Santa María: Según Alfonso de Carvallo (siglo XVII) se nos dice que el panteón de los reyes (situado en la parte occidental de la iglesia de Santa María) “tiene este sótano de ancho otro tanto como la capilla mayor, que serán veinte pies, y doce de largo. El techo es muy bajo, de madera, sin labor ninguna, y sirve de suelo a un aposento que está encima, como Tribuna, o Coro de la Iglesia”, afirmación que encuentra más apoyo en un testimonio parecido de Ambrosio de Morales (siglo XVI). Schlunk nos ofrece otro expresivo ejemplo que ya hemos tenido ocasión de exponer: la tribuna real abierta al transepto continuó después de la construcción de la iglesia de Santullano. Las tri bunas constituyen el exponente clave del carácter áulico de estos edificios eclesiales. Como veremos más adelante las encontramos conservadas en otras edificaciones como Santa Cristina de Lena o San Salvador de Valdediós. Des taquemos que la existencia de las tribunas, con un uso diverso, es frecuente en iglesias altomedievales ultrapirenaicas. La Catedral de Aquisgrán (790-800) es un prototipo especial. La iglesia de Petersberg (año 779) es ofrecida como ejemplo por Schlunk. Esta iglesia tiene un vestíbulo al modo de Lillo y dos cámaras laterales.
De las múltiples celosías que originariamente tendría la iglesia solamente se conservan actualmente tres (una de la cuales tiene muy deteriorado su tímpano) y un rosetón calado ubicado en la pared occidental del muro que cierra la cámara ciega. Un interés artístico singular lo reviste la celosía de la ventana abierta en el muro del mediodía: cierra la ventana abierta a la nave lateral sur y está tallada en una pieza única de piedra, monolítica, de 1,80 m de alto por 0,90 m de ancho. Está envuelta por un fileteado característico de doble sogueado diferenciándose dos partes: la superior está compuesta por un tímpano de complicada y rica tracería de delicados círculos torneados entrecruzados y cuyo antecedente más inmediato lo encontramos en la decoración pictórica de Santullano; distinguimos dos tipos de círculos de diferente diámetro secantes entre sí. La parte inferior consiste en un enmarque y triple arcada con doble sogueado que apoya en estilizadas columnas con fuste sogueado coro nados por capiteles corintios.
Como antecedentes de celosías que pudieran haber influido en Lillo, y aparte del precedente pictórico ya indicado de la iglesia de Santullano, encontramos analogías en la región de Venecia y de Istria en una celosía de la iglesia de San Eliseo fechada en el siglo VI. Sabine Noack-Haley ha estudiado antecedentes convincentes ya a principios del siglo V en África septentrional.
En el Museo Arqueológico de Asturias, en Oviedo, se encuentran tres juegos de cancel pertenecientes al templo de Lillo cuya función sería jerarquizar los espacios litúrgicos por medio de una barrera litúrgica, separando el presbiterio del spatium fidelium; el clero de los fieles. Su ubicación precisa en el espacio de la iglesia está sujeta a conjeturas al encontrarse ésta, como ya hemos visto, espacialmente transformada. Los elementos que configuran el cancel son básicamente tres piezas: la placa o tablero con teniendo motivos decorativos incisos, la barrotera sobre la que encajaba la placa de cancel, y el lecho sobre el cual ensambla todo el conjunto.




La pintura mural de la iglesia
En 1877 José Amador de los Ríos publica en la pione ra obra Monumentos Arquitectónicos de España la monografía correspondiente a la iglesia de San Miguel de Lillo. En ella daba a conocer la presencia de importantes restos de pintura mural al fresco aún conservados en las paredes del templo. Describe e interpreta, si bien no muy pormenorizadamente, las representaciones figurativas descubiertas en la nave sur:
“(…) ofrecían los muros ciertos vestigios de antiquísima pintura; y en efecto, levantada una gruesa capa de cal que los tapaba, fuénos dado en el fastial del mediodía la confirmación más evidente de nuestra racional hipótesis. Con placer grande iba apareciendo á nuestra vista una pintura de tan peregrinos caractéres que no nos consintieron dudar de que había pertenecido á la decoración primitiva de la basílica de Ramiro I. Figuraba la parte que alcanzamos á despejar, al Salvador del mundo asentado en silla curul y rodeado de plantas y flores (…). Los rasgos artísticos de esta solitaria pintura mural, la rudeza casi nativa de su dise ño, la sequedad de su colorido y la ingenua disposición de sus líneas generales, en cuanto nos era dado apreciarlas, le comunicaban cierto carácter de identidad con el sistema ornamental de toda la basílica”.


Es la primera vez que los frescos de San Miguel de Lillo se descubren a un investigador y son objeto de un inicial estudio. Años más tarde, en 1917, Aurelio de Llano publicará por primera vez las representaciones pictóricas encontradas en Lillo; son unos esquemáticos dibujos en color de los frescos, pero suponen un avance cualitativo en su difusión y conocimiento. Después, se produce un largo paréntesis investigador; hay que esperar a los ya mencionados estudios de Helmut Schlunk y Magín Berenguer en la década de los cincuenta para acercarse con rigor a una documentación e investigación pormenorizada de la pintura mural ramirense de San Miguel de Lillo.
Una de las peculiaridades más notables que caracterizan la pintura mural de este templo es una cierta evolución respecto al tratamiento de los temas pictóricos tradicionales presentes en la iglesia de San Julián de lo Prados. El interés de la pintura mural conservada en esta iglesia se encuentra precisamente en que por primera vez en el arte asturiano se representa la figura humana en un fresco; aunque, lamentablemente, los restos conservados se hallan en avanzado estado de deterioro. De todas formas la representación de figuras en la pintura mural de San Miguel de Lillo no demuestra necesariamente una evolución respecto a precedentes pictóricos asturianos sino, quizás simplemente una continuación de otra corriente de pintura visigoda.
Pintura mural de una figura entronizada. Lienzo sur de la nave meridional

Estilísticamente, las representaciones de frescos policromados conteniendo figuras humanas en el templo de Lillo conservan ciertas influencias de modelos pertenecientes a la época o la tradición visigoda del siglo VII, bien en forma de relieves o bien de manuscritos iluminados. Así, existen ciertas semejanzas con la figura del apóstol Felipe representado en uno de los capiteles de la iglesia visigoda de San Pedro de la Nave. También en los relieves de Quintanilla de las Viñas tenemos prototipos para las pinturas figurativas de Lillo. Encontramos en ellos modelos formales para el rostro de la figura entronizada. Los restos pictóricos de las figuras conservadas en el templo de Lillo se reducen a tres, situados todos ellos en la nave lateral sur. En este lienzo se encuentran los restos de un fresco en el que se identifica una figura sentada en un trono con su cabeza de forma ovalada en posición frontal. Su rostro es de color rojo, con los ojos almendrados. La boca está representada por una tenue línea negra. El trono tiene un alto respaldo rematado por un círculo. Próxima a esta figura, en el lado derecho de la imagen, observamos otra figura mucho más pequeña, en posición de perfil. La cabeza es apenas reconocible y tiene extendidas las manos hacia la izquierda del cuadro escénico. Los pies están tam bién dibujados de perfil y debajo de ellos se representan unos arbustos compuestos por diversas ramas en las que se observan con detalle remates de hojas. La composición está delimitada por un cierre de cuadrados, en cuyo interior destaca una roseta cruzada por diagonales. Originariamente, esta franja se prolongaría en forma de cuadrado enmarcando la totalidad de la representación pictórica descrita. Este dibujo con rosetas es una representación novedosa en el repertorio pictórico asturiano. Se encuentra un dibujo semejante en el manuscrito 304 de Juvenco (siglo VIII) en Cambridge, Corpus Christi College, y cuyos antecedentes son con toda probabilidad hispano-visigodos. En la escena se puede observar como la concreción volumétrica de los personajes es sustituida por la bidimensionalidad y el esquematismo de los símbolos. La figura entronizada tiene el cuerpo representado en posición de perfil mientras que su rostro se dibuja de frente. La magnitud o escala de las figuras está determinada por su “grandeza espiritual”, su divinidad, y no por la traslación de una realidad visible percibida. El motivo de esta figura entronizada y su conjunto pictórico constituyen antecedentes con caracteres tipológicos mozárabes.
Un ejemplo muy próximo a la iconografía que estamos estudiando de los evangelistas representados en las basas de las columnas, lo encontramos en un particular del paramento de la misma iglesia. Lo representa un amplio fragmento pictórico cuyo tema nos muestra a un personaje en un trono con un libro en la mano. Lo rodea por su parte superior derecha un arco de herradura que al llegar a la altura del asiento del trono, confluye con una banda inclinada como si se tratara de la jamba o columna en que se apoya vista en un extraño escorzo.
Árboles a los lados y un personaje detrás de él, con los brazos extendidos en actitud de recepción del libro o de oración o súplica, constituyen el conjunto de elementos iconográficos conservados.
Esta escena es coincidente con el pasaje del códice apocalíptico en que se representa el mandato de Dios que vemos en los códices. La figura sedente nos ofrece la ima gen de Dios en su Trono, con las características representación de un arco, expresión arquitectónica de la Jerusalén celestial y unas ramas configurando un conjunto ascendente de árboles con frutos, imagen que remite al Paraíso. La visión central de la figura entronizada en disposición lateral a excepción de su rostro frontal ofrece el libro de la Revelación al Evangelista Juan.
Quizá la causa de que este aparezca detrás y no delante del personaje entronizado sea, como se ha supuesto, que la escena fuera simétrica, con lo que se fundiría la representación de un evangelista y un ángel, al modo en que lo encontramos en pasajes del Beato de Silos o del de Gerona. Pero los elementos icono gráficos conservados nos bastan para reconocer el tema. El arco supondría un estadio intermedio entre el circulo que encontramos en la Biblia de Florencia y el tradicional arco de los Beatos.
El circulo que envuelve a Dios en su Trono, definido geométricamente al modo tradicional del Beato, lo tenemos en varias páginas del Comentario al Apocalipsis; así en el arco de herradura que arranca del suelo en escenas como el Templo abierto (Apoc. 159 5-B), nos muestran que se trata de la representaci6n del Trono de Dios, del Cielo. De hecho la duplicación iconográfica por medio de los árboles en esta escena lo corrobora. Estas pinturas enlazan perfectamente con las representaciones de las basas de la misma iglesia de Lillo, con los evangelistas acogidos bajo arcuación triple, mostrándonos el mandato de Dios para que escriban el Evangelio.
Es ilustrativo relacionarlo con las Genealogías de Cristo, según Lucas, que encontramos en la Biblia Visigótica de San Isidoro de León (960), así como en los códices del Beato de Fernando y Sancha; Beato de Silos, Beato del Escorial, Beato de Gerona. Es conocida la escena de la Visión de Dios y el encargo a Juan para que escriba la Revelación: “Yo, Juan fui arrebatado en espíritu el Día del Señor y oí tras de mí una voz fuerte como de trompeta que decía: lo que vieres escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias de Asia” (Apoc.1, 10-20).
Una reflexión sobre el rostro de la figura entronizada de Lillo. Mantiene la disposición frontal dirigiéndose al espectador. Los ojos con sus pupilas se encuentran en una posición superior al nivel visual del observador, y nos “sos tienen” la mirada y “realmente” nos siguen en nuestro movimiento, bien en sentido a la derecha, bien sea en dirección contraria. En estudios realizados por Meyer Schapiro, esta “inquietante” apariencia de la posición frontal “constituye el origen de textos medievales que hablan de una imagen como observador milagroso que se dirige al espectador o que la toman como modelo de Dios Omni presente que todo lo vé”. A este respecto, Plinio ya señalaba este efecto en su Naturalis Historia, XXXV, 37, cuando en referencia al artista Famulus escribe: “éste pintó una Minerva que se enfrenta al espectador desde cualquier ángulo que se la mire”. Los ejemplos se suceden en los siglos medievales.
Una reflexión sobre la pequeña figura situada a la derecha del espectador, en el mismo cuadro escénico que esta mos estudiando: Es importante observar como tiene las manos extendidas con las palmas hacia el observador, un gesto que se remonta a períodos muy antiguos de la cultura. Son conocidas las palabras de Isaías (I, 15) sobre su relación con la oración: “Cuando extendáis vuestras manos apartaré mis ojos de vosotros; cuando hagáis abundante oración no os escucharé…”. Estas palabras eran conocidas en la Edad Media, junto con otras muchas descripciones de las formas de oración, las cuales convertirían el gesto de levantar las manos en un elocuente acto de venerable oración. Ciertamente, las posturas codificadas de representación del acto de oración se encuentran presentes en toda sociedad humana, constituyendo los gestos más universales que podamos conocer. Este estereotipo se desarrolló con rapidez, siendo un tema muy querido por el arte cristiano. Durante el periodo paleocristiano se desarrolló a partir de las figuras orans. Recordemos que el orans cristiano evolucionaría a partir de la alegoría pagana de la piedad (pietas).

La figura del músico
En la pared oriental de esta misma nave sur y a unos 6 m del suelo se conserva la figura de un personaje, cuyo rostro, también ovalado, tiene semejanzas con el busto anteriormente descrito. Una fina cinta rodea su frente, y sus ojos, mejor conservados que los de la figura del trono, están representados por un círculo negro y un punto como pupila. La figura tañe un instrumento musical, un cordófono, quizás un laúd de mástil largo; en el extremo superior se puede observar la mano que sujeta el instrumento. El motivo general nos remite a las figuras que tañen el laúd representadas en las escenas de la Adoración del Cordero en los códices del Beato, como en el de San Miguel de Escalada (siglo X), o en el Beato de San Millán de la Cogolla (de la primera mitad del siglo X)
Al resaltar estas áreas de codificación gestual queremos incidir sobre un aspecto de la representación pictórica no suficientemente estudiado, pero que contribuye muy positivamente a la interpretación iconográfica. La gesticulación codificada está omnipresente en la práctica de las artes. Por ceñirnos a nuestro campo de estudio, resaltemos que los programas iconográficos de la pintura mural en la Edad Media no podían ser contemplados generalmente de cerca, toda vez que carecían del necesario espacio escénico. Este hecho implicaba que para hacer inteligible las escenas representadas, éstas tuvieran que acomodarse a una economía de movimientos y los gestos habían de reducirse a una serie de reglas sujetas a determinados estereotipos. Las limitaciones de representación de los murales estaban condicionadas por la distancia de la imagen respecto al espectador. Así pues, la representación de los gestos y formas de las imágenes, con el fin de hacerlas comprensibles era preciso que estuviesen bien elegidos, que representasen algún tipo de “movimiento primario”, configurando todo un elenco de representaciones gestuales, y que llegaría a for mular ciertos registros básicos que incidirían en el estilo y los modelos de la tradición pictórica altomedieval.
En esta nave sur y en su pared norte, a unos cinco metros del suelo, por lo que resulta difícil su visión para el observador, se conserva un conjunto policromado prácticamente desconocido. Lo forma otra figura entronizada, en el lado izquierdo del registro, y un árbol en el derecho. Su estado de conservación está muy degradado, pero la escena es clara y se encuentra enmarcada por una línea roja que enmarca el cuadro. Tuvimos oportunidad de documentarla hace unos años durante los trabajos del levantamiento planimétrico.
Por lo que a las pinturas ornamentales se refiere, pare ce confirmarse su pertenencia a la factura del mismo taller que trabajó en la iglesia de Santullano. Técnicamente, no se ha seguido el mismo proceso de ejecución que consistía en el trazado de un dibujo previo por medio de la incisión con un punzón en el estuco aún tierno. En Lillo, el boceto gráfico está realizado por un tramado reticular de líneas negras que facilitaba la composición geométrica.
Los frescos de la bóveda central, al igual que los de las naves laterales, así como la presencia de otros restos de pinturas de diversas zonas de la superficie de sus paredes permiten establecer una plena similitud de estilo con las pinturas de Santullano. Influencias que posteriormente se extenderán a otras iglesias prerrománicas asturianas, que aún conservan interesantes restos de pintura mural.
El buen estado de las pinturas de la bóveda central de Lillo permite una fiel descripción del conjunto de su dibujo y color original. Es una fiel copia de las mismas pinturas presentes en el ábside central del templo de Santullano. Los motivos pictóricos se basan en una alternancia de círculos y cuadrifolios asimétricamente dispuestos. Los cuadrifolios están configurados por cuatro círculos tan gentes, en el centro de los cuales se encuentra un cuadrado cuyos lados están policromados. Quedan unidos a los círculos por medio de unos estilizados rectángulos cuyos lados adquieren la curvatura de los círculos. Dentro de cada uno de estos círculos se inscribe un rosetón de ocho hojas policromadas alternativamente con los colores rojo y negro.
Las bóvedas de las naves laterales conservan también en buen estado restos de pintura primitiva que permiten reconstruir la configuración original de la ornamentación. Sustancialmente coincide con la de las bóvedas laterales de Santullano. La composición está integrada por cuadra dos y hexágonos. Los cuadrados tienen en su interior un rosetón de ocho hojas, mientras que en los hexágonos aparece dibujado un círculo del cual irradian dos filas de motivos florales.
En la pared sur de esta nave lateral, y a ambos lados de la ventana cerrada por una espléndida celosía calada en una sola pieza de piedra arenisca, se observa un vaso del cual surgen en forma de guirnalda, discos superpuestos alternando con colores rojo, amarillo y negro. Este modelo de dibujo es habitual en el campo artístico de la minia tura, encontrándose ejemplos sugerentes y semejantes en los cánones de evangeliario de Rabula en Florencia (año 586) y en un manuscrito procedente del norte de Italia de finales del siglo VI; el manuscrito Harley 1775 depositado en el British Museum de Londres, así como en manuscritos carolingios.
Tenemos variados motivos ornamentales de carácter pictórico en este templo, si bien carecen de la frescura de color y el buen estado que desearíamos.
Actualmente estos restos conservados quedan reducidos a la nave lateral sur. Es destacable la arquivolta compuesta por una alternancia de círculos rojos y negros disponiéndose entre ellos un pequeño círculo del que irradian finas y alargadas hojas que recubren parte de los círculos. Este motivo recorrería la totalidad de los arcos del templo y es de características similares a los del citado templo de Santullano.

 

Próximo Capítulo: Santa Cristina de Lena, Santo Adriano de Tuñón, Iglesia de Santiago de Gobiendes, San Salvador de Priesca 

 

 

 

 

Bibliografía
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[1]  Galería, pórtico, casa de campo

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