miércoles, 7 de mayo de 2025

Capítulo 62-3, Románico en el Concejo de Siero y el este de Oviedo-Mieres

Románico en el Concejo de Siero y el este de Oviedo
El este de la ciudad de Oviedo, en dirección a Villaviciosa y la Comarca de la Sidra, el territorio se va densificando en templos románicos de gran interés, constituyendo una de las zonas o comarcas más ricas y cualificadas del románico del Principado de Asturias.
El epicentro geográfico de este conjunto de templos podríamos establecerlo dentro del concejo de Siero y los que lo rodean como, por ejemplo también, Sariego.
En este territorio interior de Asturias, visitaremos iglesias tan importantes como San Esteban de Aramil, Vega de Poja, Argüelles (las tres en el Concejo de Siero) y Santa María de Narzana (en el vecino Concejo de Sariego). 

Aramil
Aramil se sitúa en una amplia zona llana del concejo de Siero, cercana a la capital municipal, Pola de Siero, y a 16 km de Oviedo.
La primera vez que se menciona Aramil en la documentación medieval es en 1178 cuan do Sancha González vende a Álvaro Díaz la parte que le correspondía de varias heredades situadas en los lugares de Feleches, Aramil, Corte y Perales. Esta venta aparece en un documento perteneciente al Libro Becerro de Valdediós, al igual que una donación que realizaron en 1204 Álvaro Díaz y su esposa Sancha Yánez por la que concedieron al monasterio de Valdediós y a su abad don Nuño y a sus sucesores su herencia de San Vicente y Perales, que limitaban con San Esteban, Feleches, Moldanos y Aramil. En este documento se menciona sola mente la donación de San Vicente y Perales, aunque numerosos estudios del románico asturiano incluían en la donación de 1204 todos los territorios que se han citado, entre ellos Aramil, pero que en realidad son tan sólo colindantes con los dos lugares que se donaron.
Entre estos territorios colindantes se menciona por primera vez el topónimo San Esteban, que puede referirse a la iglesia y que no aparece en el documento de 1178, lo que puede significar que el templo se construyó entre esa fecha y 1204. Según José Ramón Fernández Méndez, autor de una monografía sobre San Esteban de Aramil, Álvaro Díaz pertenecía a la Casa de Noreña, que dominaba gran parte de la zona central de Asturias y tenía en ella muchas pro piedades e iglesias.

Iglesia de San Esteban
El templo de San Esteban aparece mencionado en el Libro Becerro del obispo don Gutierre como San Este ban de Tabladiello y en él presentaban capellanes los patronos, que llevaban dos tercios de los diezmos de la iglesia. Para hacer referencia al templo aparecen otras denominaciones, como San Esteban de Tabladiello, que actualmente es un barrio de la parroquia, o San Esteban de los Caballeros, mientras que deja de usarse el nombre de Aramil cuando se habla de la iglesia que se está estudian do. Los patronos mencionados en el Becerro pertenecían a la casa de Noreña, según se desprende del análisis de otros documentos que se conservan en la catedral de Oviedo, y de estos nobles de la mencionada casa procede el nombre de San Esteban de los Caballeros. No es hasta mediados del siglo XV cuando Valdediós se hace con los derechos de presentación de la iglesia de Aramil y cuando caen en sus manos otros territorios asociados a la misma.
Vista suroccidental
Fachada nororiental 

Queda claro que Valdediós no controlaba la propia iglesia de San Esteban de Aramil, que se vinculaba por el contrario a la Casa de Noreña, pero hay que tener en cuenta que este cenobio poseía heredades en lugares vecinos al templo y además tenía relación con Álvaro Díaz, personaje del que recibe territorios cercanos a Aramil. No se puede descartar, por tanto, la participación en la construcción de la iglesia del taller que había intervenido en otros templos que dependían del monasterio de Valdediós, como Santa María de Lugás o San Juan de Amandi, muy relacionados estilísticamente con Aramil. Por otro lado, la iglesia de Ujo, también relacionada estilísticamente con la de Aramil, pudo ser construida por el monasterio de Valdediós, según se desprende de un reciente estudio. Por ello, es posible que en San Esteban haya intervenido un taller que trabajaba también para el mencionado ceno bio y con el que contactaría Álvaro Díaz. Como ya se dijo, la iglesia puede datarse entre 1178 y 1204, aunque su fecha de edificación, por las razones estilísticas apuntadas, habría que retrasarla al menos hasta 1200, fecha en que se fundó el monasterio de Valdediós.
La iglesia de San Esteban tiene una sola nave rematada en una capilla con ábside semicircular precedido de tramo recto, y se orienta al este. El aparejo empleado en el templo es de mampostería en la mayor parte del mismo, reservándose los sillares bien labrados únicamente para las esquinas, las portadas, las ventanas y otros vanos.
En el lado oeste se encuentra una espadaña y debajo de ésta la portada occidental que cuenta con un par de arquivoltas semicirculares, una de ellas decorada mediante zigzag y otra lisa, que reposan sobre cuatro columnas, y éstas a su vez sobre plintos.
En uno de los capiteles de la izquierda aparece una cabeza humana mordiendo una hoja que ocupa casi la totalidad de la cesta, pudiendo relacionarse con otras piezas pertenecientes a templos del románico atlántico. El capitel contiguo al anterior se decora median te motivos de cestería, y los de la derecha de la portada con motivos vegetales: el externo con hojas de nervio resaltado y el interno mediante hojas triangulares con nervios riza dos. Completan la decoración de esta puerta monumental un par de impostas ornadas con cintas perladas a las que se unen motivos vegetales, el guardapolvo decorado con billetes y una calavera situada por encima de este último.
Fachada a occidente

Columnas del pórtico principal, zona izquierda
Capitel pórtico principal exterior, zona izquierda
Capitel pórtico principal interior, zona izquierda
Columnas del pórtico principal, zona derecha
Capitel del pórtico principal, zona derecha exterior
Capitel del pórtico principal, zona derecha interior 

En el muro sur se abren tres saeteras, dos de ellas con derrame al exterior y la tercera rematada en un pequeño arquillo semicircular que solamente cuenta con derrame al interior. En este mismo lado meridional se encuentra una portada que tiene dos arquivoltas, protegidas por guarda polvo, que reposan directamente sobre las jambas, prescindiendo de las columnas acodilladas.
Fachada sur 

La primera arquivolta se decora mediante una serie de cabezas de pico y la segunda con rollos cerrados, repitiéndose así el mismo esquema que en una de las portadas de Santa María de Lugás.
Las series de testas de pájaro mencionadas aparecen en numerosos templos de Inglaterra (condados de York, Lincoln, Herefort, Cornualles, Kilkhampton y otros), Irlanda (Offaly) y en Francia (Normandía, Poitou, Guyena y Borgoña). Su origen puede establecerse en la abadía de Reading (Inglaterra) a comienzos del siglo XII, con la que se relacionan ejemplos asturianos como Aramil. En Asturias, las cabezas de pico se encuentran también en edificios de los valles de Lena y Mieres y en numerosos ejemplos de la comarca de Villaviciosa. De ellas, las más directamente relacionadas con las cabezas de Aramil por su forma triangular son las de las portadas de Amandi (Villaviciosa) y de Ciaño (Langreo). Los rollos cerrados se aplicaron por primera vez en el antiguo reino de León en la puerta del obispo de la catedral de Zamora, y en Asturias se encuentran también en los templos de Ujo (Mieres), Ciaño (Langreo) y Lugás (Villaviciosa). Completan la decoración de la portada el guardapolvo, que se ornamenta mediante trifolias rodeadas por cintas, y las impostas, adornadas con tiras que inscriben trifolias y tetrapétalas.
Puerta lateral, orientada al Sur, de menores dimensiones que la principal pero también de arco de medio punto con dos arquivoltas.
En el lado norte aparecen signos de otra puerta, actualmente tapiada, que comunicaba con una sacristía, de la que solamente se conservan los cimientos, y que era una pequeña estancia cuadrangular. Por último, la nave cuenta con una cubierta a dos aguas que remata en una cornisa en los lados norte y sur con canecillos lisos.
El ábside, precedido del tramo recto, es más bajo que la nave y se sitúa al este de la misma. Remata bajo la cubierta con una cornisa ricamente trabajada que reposa en canecillos esculpidos entre los que se sitúan metopas también decoradas.
Fachada oriental formada por el ábside
Canecillos del ábside.
Canecillos del ábside.
Canecillos del ábside.
Canecillos del ábside.
Canecillos del ábside.
Canecillos del ábside. 

Entre los canecillos, con motivos antropomorfos, destacan dos ejemplares que pueden ser analizados conjuntamente por su temática ya que en uno de ellos se esculpió la figura de un músico tañendo la vihuela y en el otro un saltimbanqui dando una voltereta, lo que parece sugerir una escena juglaresca ejecutada en dos piezas independientes pero interrelacionadas.
Otros temas representados en los canecillos muestran un monje sosteniendo un libro abierto, una mujer que parece mostrar los genitales, un personaje portando un tonel en su regazo, una cabeza humana con largos cabellos y una pareja abrazada en actitud erótica. Dentro de los motivos zoomorfos hallados en los canecillos llaman la atención las testas de unos animales monstruosos, con rasgos parecidos a las cabezas de pico, que engullen una hoja u objetos indeterminados.
Otros canes de repertorios animales se decoran con cabezas de felinos, una de ellas devorando a un personaje, con pares de serpientes enroscadas y con un cuadrúpedo con la cola vuelta sobre el lomo. También existen canecillos con ornamentación geométrica y vegetal, encontrándose en ellos medios círculos enfilados, bolas, rollos, dientes de sierra, volutas y frutos. En el con junto de los canecillos de San Esteban de Aramil se aprecian numerosas similitudes con otros pertenecientes a varios templos situados en los valles de Mieres y Lena, especialmente con Santa María Magdalena de la Rebollada y San Martino de Villallana, y con algunas iglesias de la zona de Villaviciosa, como Lugás, Fuentes y Narzana.
Las metopas dispuestas entre los canecillos integran rosetas y otros motivos vegetales, destacando entre ellas una decorada con una palmera y otra mediante dos tallos, a modo de gárgolas, que finalizan en flores de lis. Recorre toda la cabecera una imposta decorada con tacos, y en el centro del ábside aparece una ventana con una arquivolta decorada con zigzag y protegida por guardapolvo que reposa sobre dos columnas con capiteles, decorados, a su vez, con hojas dentadas y volutas.
Ventana absidal desde el exterior
 Capitel del ábside, zona izquierda
Capitel del ábside, zona derecha 

En el interior, la nave se cubre mediante armadura de madera. En el lado norte se coloca una puerta que comunicaba con la sacristía, desaparecida actualmente, y en el muro del sur se ubica la portada meridional, encima de la que se colocan varias saeteras con derrame interno. La cabecera aparece precedida por un arco triunfal de dos arquivoltas, una de ellas decorada a bocel, que se protegen con guardapolvo liso y reposan sobre impostas decoradas con tetrapétalas y a la vez sobre dos pares de columnas de fuste monolítico cuyos capiteles no se conservan. Toda la cabecera se adorna mediante una imposta lisa, situándose en el centro del hemiciclo una ventana con derrame inter no y guardapolvo.

Arco presbiteral con los capiteles muy deteriorados a causa de un incendio en 1936 

Una vez analizadas las características de San Esteban de Aramil, se aprecian en esta iglesia numerosos elementos que la relacionan con otras románicas de la zona de Villa viciosa, como Santa María de Lugás, San Juan de Amandi y Santa María de Narzana, y también de los valles del Nalón y del Caudal, como San Esteban de Ciaño (Langreo), Santa María Magdalena de La Rebollada (Mieres) y Santa Eulalia de Ujo (Mieres). Una parte de los edificios mencionados se construyó seguramente por orden del monasterio de Valdediós, con el que estuvieron relaciona dos los patronos de Aramil, por lo que podemos concluir con que el de San Esteban fue construido por el mismo taller que los templos citados, que se vinculaban además al mencionado cenobio cisterciense.
Una imagen de una Virgen tardorrománica del siglo XIII, que pertenecía al templo de San Esteban de Aramil se deposita actualmente en el Museo de la Iglesia de Oviedo, en cuyo apartado se hace un pequeño comentario sobre ella.

En el Concejo de Siero, además de Aramil, tenemos restos románicos interesantes en las iglesias de las aldeas de Vega de Poja y Argüelles.
Ambos templos están muy transformados y en los dos casos nos debemos fijar sólo en las portadas y arcos triunfales.
Las portadas muestran la habitual y preciosista decoración de zigzags y otros ornatos geométricos.

 

San Martín (Vega de Poja)
San Martín se sitúa a 24 km de Oviedo, en el actual municipio de Siero. La presencia humana en este concejo se remonta a una época muy temprana, en concreto al Paleolítico Inferior, lo que se explica por el hecho de estar situado en una amplia zona llana, muy diferenciada del resto del territorio asturiano, caracterizado por el relieve accidentado. El actual concejo de Siero se emplaza en una zona intensamente romanizada, como bien demuestra un gran número de hallazgos arqueológicos, entre los que se encuentran unos restos de ladrillo romano encontrados en Vega de Poja. En la Edad Media buena parte del territorio de Siero cayó en manos de los grandes dominios eclesiásticos de la capital asturiana, como la catedral de Ovie do y el monasterio de San Pelayo. Una ruta muy transitada en el siglo XIII por los peregrinos que se dirigían a San Salvador de Oviedo atravesaba varias localidades del concejo, como Vega de Poja.

Iglesia de San Martín
La iglesia de San Martín se ubica en el Lugarín, sobre una pequeña montaña desde la cual se divisa una amplia zona de la parroquia.
El templo se menciona por primera vez en un documento que, a pesar de ser uno de los falsos testamentos redactados en el scriptorium del obispo Pelayo, permite afirmar la existencia del templo de San Martín en las tres primeras décadas de la decimosegunda centuria. Sin embargo, la portada y el arco de triunfo, únicos elementos románicos que se conservan en San Martín de Vega de Poja, pertenecieron casi con seguridad a un edificio construido en el siglo XIII avanzado. El templo de Vega de Poja aparece en el inventario de parroquias del Libro Becerro del obispo Gutierre en donde se dice que presentaban capellán la Iglesia de Oviedo y el beneficiado Alfonso Pérez Granda y que los diezmos se repartían entre este último, el capellán y el prestamero de la catedral de Oviedo.

De la iglesia románica únicamente se conservan la portada y el arco triunfal, que quedaron integrados en un nuevo templo construido en 1757. La portada consta de tres arquivoltas ligeramente apuntadas y recorridas por guardapolvo, que reposan sobre otras tantas columnas a cada lado, y éstas a su vez sobre plintos.
La arquivolta exterior está recorrida por zigzag, y la intermedia por arquillos de herradura, unidos en forma de pinza, que apa recen también en San Isidoro de León, en Santa María del Mercado en Benavente y con ligeras variantes en San Antolín de Bedón (Llanes). Finalmente, la rosca interior se decora mediante grupos de cintas que se ondulan, y el guardapolvo con dos filas de medios círculos enfilados.
Dos piezas a modo de ménsulas se sitúan en el arimez de esta portada, decorándose, la del lado izquierdo, con una cabeza que tiene una boca enorme que enseña los dientes, y la del derecho, con una figura monstruosa. En los capiteles exteriores aparecen un par de aves que pican el fruto de la vida, y los intermedios se ornan mediante cintas con perlas entrelazadas con piñas y racimos. En los capiteles interiores aparecen sirenas pájaro con cola de serpiente y cuentan con un ejemplar de la misma tipología en el templo allerano de San Vicente de Serrapio, que no obstante presenta numerosas diferencias con respecto a los de Vega de Poja, sobre todo en lo referente a las extremidades. Hay que tener en cuenta que durante el románico conviven varios tipos de sirena, como las sirenas con alas, las sirenas-ave con cola de serpiente y las sirenas-pez, y que en los bestiarios este ser aparece con un significado negativo, asociándose a la lujuria.



A ambos lados de la portada, a modo de ménsulas, se pueden ver dos imágenes: en el lado izquierdo una cabeza de animal con la boca muy abierta mostrando los dientes (foto siguiente); y en el lado derecho la figura de un hombre agachado.

El arco de triunfo fue reformado en el siglo XVIII, para adaptarlo a una cabecera más amplia que la original, y presenta tres arquivoltas sin ornamentación que reposan en tres pares de columnas. Dos capiteles de la derecha se decoran mediante volutas, dientes de sierra y piñas, y en otra cesta de este mismo lado aparecen dos tallos con cinco hojas, similares a los que se hallan en un capitel y en un canecillo de San Vicente de Serrapio (Aller), aunque en este último templo el tallo es más grande y se trabaja de manera más detallista. En la derecha del arco de triunfo, el capitel exterior se orna mediante volutas, acantos esquemáticos y dientes de sierra; el central con volutas, helechos y cabezas humanas, y el interior mediante cintas que sostienen frutos.


Los capiteles de la derecha están decorados con volutas, acantos esquemáticos, dientes de sierra, helechos, cabezas humanas y frutos

Los capiteles de la izquierda están decorados con volutas, dientes de sierra, piñas y tallos 

María Soledad Álvarez fecha este templo en el siglo XIII, y lo clasifica dentro de los ejemplos arcaizantes, pues to que utiliza, tanto en los capiteles como en las arquivoltas decoradas, motivos difundidos en la decimosegunda centuria, resueltos en algún caso puntual de manera novedosa. Por otro lado, numerosos repertorios escultóricos que se aplican en San Martín aparecen también en el románico ovetense, lo que puede deberse a la proximidad de este templo a la capital asturiana y al control directo que ejercía la catedral de Oviedo sobre el mismo, en el que presentaba capellanes y del que recibía una parte de los diezmos. No obstante, conviene tener en cuenta que la talla de los relieves de San Martín es mucho más esquemática que la empleada en los elementos escultóricos de las construcciones del entorno geográfico ovetense. Los capiteles de la portada y del arco de triunfo de San Martín de Vega de Poja se relacionan también con varias iglesias de la zona de Villaviciosa y con el templo allerano de San Vicente de Serrapio con el que comparte algunos temas, aunque difiere en el tratamiento de los mismos, mucho más refinado en el templo allerano.

 

Argüelles
Argüelles se sitúa en el concejo de Siero a 15 km de Oviedo y a 12 de la capital del concejo, Pola de Siero. Este territorio, en el que la presencia humana se remonta al Paleolítico Inferior, experimentó una intensa romanización, según demuestra el elevado número de hallazgos arqueológicos. En la Edad Media buena parte del territorio de Siero cayó en manos de los grandes dominios eclesiásticos de la capital asturiana, especialmente de la catedral de Oviedo y del monasterio de San Pelayo. Según se desprende de un documento auténtico datado en 1064, la villa de Argüelles fue donada junto a otras propiedades por el obispo Froilán a la Iglesia ovetense. Existen otros testimonios relativos a Argüelles y anteriores a la mencionada donación, que también se refieren a la iglesia de San Martín de la que se hablará a continuación.

Iglesia de San Martín
El templo románico de Argüelles fue construido a finales de la duodécima centuria siguiendo los modelos del estilo románico difundidos en el entorno.
De él se conservan únicamente una portada, el arco triunfal y la nave rectangular, que en origen comunicaría con un ábside semicircular, derribado posteriormente con el fin de construir la cabecera y el crucero que podemos ver hoy. Esta estructura románica sustituyó a la de otro edificio construido en el año 951, según recogía una lápida hoy desaparecida, a la que pertenecerían el rosetón y las dos celosías de estilo prerrománico que se han conservado en el templo. Algunos autores consideran que la primera fábrica de San Martín se remonta al año 583, fecha que, según ellos, se recoge en la inscripción de una lápida fundacional que se halla bajo una de las jambas de la portada meridional. Esta interpretación ha sido cuestionada por otros estudiosos a pesar de que parecen existir razones epigráficas e históricas que podrían avalarla: en primer lugar, los caracteres de la inscripción responden a una tipología que era habitual en la epigrafía emeritense del siglo VI y de la primera mitad del VII; en segundo lugar, aunque en la historiografía asturiana pesa fuertemente la idea de una tardía cristianización del norte peninsular, no se puede descartar la presencia de comunidades cristianas en la llanura central asturiana, que fue ampliamente romanizada, especialmente si se tienen en cuenta los últimos descubrimientos arqueológicos de Veranes, que es un lugar no muy alejado del concejo de Siero.

Según el Testamento de Ordoño I, datado en el año 857, dicho monarca cedió a la catedral de Oviedo el templo de San Martín. Este documento fue interpolado por el obispo Pelayo, aunque si tenemos en cuenta la temprana existencia de la iglesia de Argüelles, pudo llevarse a cabo la donación de la misma y haber sido incluida en el mencionado testamento por el prelado ovetense junto a falsas concesiones. La iglesia se cita en el documento antes mencionado de 1064 y en el inventario de parroquias redacta do por orden del obispo Gutierre entre 1385 y 1386 y recogido en el Libro Becerro, donde consta que el propio obispo de Oviedo presentaba los capellanes de la iglesia de San Martín y recibía los diezmos de la misma.
Como se ha dicho, únicamente se conservan de la fábrica románica de San Martín de Argüelles una portada, el arco triunfal y la nave rectangular. La fachada occidental se remata con un campanario y se abre por una portada de época reciente, siendo la fachada meridional la que ofrece al exterior el elemento románico más relevante del conjunto. En efecto, protegida por un pórtico, se abre en dicho costado la única portada románica conservada, que consta de dos arquivoltas semicirculares que están protegidas por un guardapolvo y reposan sobre columnas acodilladas. El guardapolvo es liso, al igual que las impostas y la primera arquivolta, mientras que la segunda rosca presenta almohadillados egipcios, motivo de origen oriental difundido en otros ámbitos del románico hispano, especialmente en el leonés, según se puede apreciar en los templos zamoranos de San Leonardo y de Santiago del Burgo, y que en Asturias no se ha encontrado en otras construcciones.
Los capiteles que coronan las mencionadas columnas evidencian la relación con el grupo ovetense, aunque su tratamiento formal no presente similar finura en la talla. El primero de la izquierda se decora con motivos vegetales que se prolongan en la jamba y que recuerdan los que se esculpieron en varios capiteles pertenecientes al antiguo claustro de San Pelayo, aunque estos últimos presentan un mayor preciosismo. La cesta contigua se adorna con el tema de la Última Cena, pues en ella se representan los apóstoles. Ocho de ellos aparecen ataviados con trajes talares y se disponen en torno a una mesa con una marca da isocefalia, mientras que los otros cuatro únicamente muestran sus cabezas.
Bajo los capiteles del lado derecho, que presentan repertorios similares a los de la primera cesta del lado izquierdo, se encuentra un relieve que muestra al santo patrono como obispo y una escena que establece de nuevo la relación con el grupo de Oviedo. Se trata de la figura de un jinete sobre su montura ante una figura de pie que parece cogerle por el hombro. Quizás se muestre una Despedida del Caballero en dicha escena, puesto que sigue un esquema compositivo muy similar al de otras representaciones de este tema que aparecen en varias construcciones del románico ovetense, como San Esteban de Sograndio y San Pelayo de Oviedo. No obstante, al emplazarse bajo la efigie de San Martín obispo, puede referirse al episodio más conocido de su hagiografía, cuando el santo, a caballo, reparte la capa con un pobre. De todos modos, aunque el tema esculpido fuese este último, es evidente el préstamo iconográfico que recibe de la mencionada representación caballeresca, según ha sido expuesto por M. S. Álvarez Martínez. Por último, uno de los fustes de las columnas se adorna mediante zigzag, mientras que el resto de los mismos no cuenta con ornamentación.

En el interior, la nave se cubre con bóveda de medio cañón, pero en origen seguramente que lo hacía mediante una armadura de madera. Entre la nave y el actual crucero se emplaza el arco triunfal románico, a través del que se accedería en origen a la cabecera románica del templo, que, de acuerdo con las características de los restantes elementos románicos conservados debió de seguir el esque ma benedictino de un ábside semicircular precedido del correspondiente tramo recto. Dicho arco se compone de una doble rosca protegida por guardapolvo, que reposa en dos pares de columnas acodilladas y coronadas con capi teles esculpidos con motivos de apomados, de cestería y de hojas y piñas.
La dependencia de San Martín de Argüelles de la catedral de Oviedo podría explicar la influencia del románico ovetense que acusa este templo, influencia que se ejerce más bien en los repertorios, pues en el tratamiento de los mismos triunfa el esquematismo formal. Sin embargo, esto último no impide datar este templo a finales del siglo XII, cuando habían finalizado las obras en los principales centros religiosos de la capital asturiana.



Narzana
Narzana se sitúa en el término municipal de Sariego, a 34 km de Oviedo y a 3 de Vega, la capital del concejo. La ocupación humana de la parroquia de Narzana ya existía en el Paleolítico, pues en ella se localiza la cueva de San Pedrín que conserva en su interior un yacimiento atribuido al mencionado período prehistórico. De la Edad del Hierro datan los castros de la Pica del Castro y del Peñón de Perea, que se sitúan en el límite de los concejos de Sariego y Siero, en lugares que ofrecen una amplia vista de estos municipios. En territorios estratégicos de Nar zana fueron registradas también dos necrópolis tumulares: la del Cantón y la del Fariu. Por otro lado, se hallaron restos de laboreo minero, que se adscriben a la Edad del Hierro, a época romana y a la Edad Media.
La primera referencia medieval, escrita sobre Narzana, aparece en un documento, datado en el año 996, por el cual Bermudo II concede numerosas propiedades del valle de Sariego al monasterio de San Pelayo de Oviedo. Una tradición afirma que existió un monasterio de monjas en Narzana, que se situaba en la Vega, cerca de la iglesia románica. Jovellanos, que recogió dicha tradición en el siglo XIX, afirma que la comunidad femenina de Narzana se trasladó a San Pelayo de Oviedo. Este hecho quizás se relacione con la mencionada donación que efectúa Bermudo II en el año 996, cuando numerosos territorios del valle de Sariego cayeron en manos del mencionado cenobio ovetense. En 1133 se menciona en un documento del monasterio de San Vicente de Oviedo la iglesia de San Pedro, que se situaba en la parroquia de Nar zana y de la que no se conserva la fábrica medieval. En 1201 Alfonso IX dona un importante conjunto de bienes situados en el concejo de Sariego al monasterio de Santa María de Valdediós, que ejerció, junto al de San Pelayo de Oviedo, la jurisdicción sobre los hombres que viví an en este concejo asturiano, buena parte de ellos foreros de ambos monasterios hasta la desamortización del siglo XIX.

Iglesia de Santa María
Se encuentra al lado del monte de La Llomba, en un altozano desde el que se divisa la práctica totalidad del concejo de Sariego, parte de los municipios de Siero y Oviedo, e, incluso, los Picos de Europa y el monte del Aramo.
La iglesia de Santa María de Narzana aparece documentada por primera vez en un inventario de bienes data do en 1220, que pertenecía al monasterio de San Pelayo de Oviedo. También aparece en la Nómina de parroquias del Libro Becerro de la Catedral de Oviedo, redactada entre los años 1385 y 1386, en donde se dice que el monasterio de San Pelayo de Oviedo presentaba los capellanes de esta iglesia al obispo de Oviedo y recibía la mitad de los diezmos de la parroquia. La iglesia pudo haber sido construida por el monasterio de San Pelayo, puesto que dependía de este cenobio, y además presenta numerosas conexiones estilísticas con el románico de Oviedo, que se combinan con las propias de los templos vecinos de Villaviciosa.

La iglesia de Santa María de Narzana fue construida entre finales del siglo XII y principios del XIII. Su planta se compone de una nave rematada en una cabecera que sigue el planteamiento benedictino de ábside semicircular pre cedido de un tramo recto presbiterial. El aparejo empleado en la fachada, en el muro toral y en la cabecera es de sillares bien escuadrados, mientras que los muros laterales de la nave son de sillarejo, cubierto actualmente mediante un revoco.

Un pequeño pórtico, adosado al hastial occidental del templo en época moderna, protege la portada, que se cubre con tejaroz y consta de tres arquivoltas semicirculares, recorridas por guardapolvo, que reposan en columnas coronadas por capiteles, las dos exteriores, y en las jambas, la interior.

Las arquivoltas están perfiladas en bocel y se ornan mediante zigzag, entrelazados y tetrapétalas, con las que también se decora el guardapolvo y parte de los cimacios. En la imposta de la izquierda se representa una escena cinegética en la que aparece un montero clavando una lanza en la cabeza de un jabalí, que a su vez es acosa do por un perro que se precipita sobre la cerviz de la fiera. Un nutrido grupo de templos de la zona de Villaviciosa cuentan con escenas de la montería del jabalí, aunque la que se encuentra en Narzana, pese a su esquematismo, está influida por otra representación de la Cámara Santa que utiliza el mismo esquema compositivo y se emplaza tam bién en un cimacio (el que corona el capitel de Santiago el Mayor y San Juan), mientras que las escenas similares de los templos de Villaviciosa se emplazan siempre en los capiteles.
En la portada de Narzana, el primer capitel de la izquierda se decora mediante grandes hojas de las que penden bolas, y el contiguo con dos leones alados que, al estar colocados a la entrada del lugar sagrado, tienen un doble significado: por un lado aparecen dotados de un mensaje protector y de defensa, que también presentan multitud de obras pertenecientes a la Antigüedad, y por otro simbolizan la ruptura entre dos dominios heterogéneos, lo profano y lo sagrado.
En el capitel exterior de la derecha se representan varias serpientes entrelazadas que también poseen alas. Estos reptiles tienen un significado ambivalente, pues se pueden asociar al demonio y al mal, pero, por otra parte, su capacidad de regeneración se ofrece como modelo al cristiano. Resulta muy difícil determinar el simbolismo que tienen estos reptiles en el capitel de Narzana, ya que no se representan junto a otros motivos iconográficos, no descartándose que cumplan una función meramente ornamental. Algunos capiteles de San Andrés de Valdebárcena (Villaviciosa) y San Julián de Viñón (Cabranes) cuentan con representaciones parecidas a ésta. En el capitel interior se disponen, afrontados, dos grifos, seres fantásticos que combinan cuerpo de cuadrúpedo con alas y cabeza de águila y que aparecen en numerosas composiciones difundidas desde la Antigüedad por las artes orientales. Para algunos estudiosos, estos híbridos tienen una función únicamente decorativa, especialmente cuando se disponen afrontados, pero otros autores consideran que poseen un marcado simbolismo. Los de Narzana, que siguen un modelo que también se aplica en Valdebárcena y La Llora za (Villaviciosa) y Ceares (Gijón), pueden hacer referencia a las dos naturalezas de Cristo, la humana y la divina.



En esta portada, los relieves de arquivoltas, capiteles y parte de las impostas acusan la influencia del románico de Villaviciosa, pero las metopas y los canecillos, que se alternan en el tejaroz, están ejecutados con el estilo preciosista que caracteriza a varios ejemplos del románico ovetense, con los que Narzana comparte también algunos temas.
En las metopas se localizan, de derecha a izquierda, una escena de lucha entre dos hombres, la Anunciación a los Pastores, la Adoración de los Magos, Daniel en el foso de los leones, la despedida del caballero y dos sirenas-ave afrontadas. Entre estas representaciones, llama la atención la de la despedida del caballero, presente en uno de los capiteles pertenecientes a la fábrica románica del monasterio de San Pelayo de Oviedo, del que dependía la iglesia de Narzana, en la iglesia de San Esteban de Sograndio (Oviedo), en San Pedro de Villanueva (Cangas de Onís) y en Santa María de Villamayor (Piloña). Es muy probable que los temas que aparecen en las metopas, especialmente los que se refieren a episodios evangélicos, se encontrasen también en algún templo desaparecido situado en el entorno ovetense. En los canecillos de los extremos se representan cabezas monstruosas, y en tres de los interiores, figuras de danzarinas en diversos pasos de baile.



La cubierta de la nave es a dos aguas y se remata con dos aleros en los lados norte y sur, con moldura sencilla y canecillos desornamentados.

La cabecera, que presenta gran similitud con respecto a la del cercano templo románico de San Esteban de Aramil (Siero), está formada por un ábside semicircular precedido de tramo recto y cuenta con una cornisa que reposa en canecillos.
Algunos de estos canes se adornan mediante rollos, cintas unidas a bolas o a volutas, serpientes paralelas y entrelazadas, felinos y otras formas ornamentales. Hay que destacar tres canecillos antropomorfos que pueden representar monjes: en dos de ellos, la figura porta un libro, y en el tercero, las manos unidas sobre el regazo en actitud de oración. Recorre toda la cabecera una imposta decorada con hojas lanceoladas y medias bolas, y en el centro del ábside aparece una venta na compuesta por una arquivolta protegida por guarda polvo y dos columnas que rematan en capiteles decorados mediante apomados.


En el interior, la nave se cubre mediante entramado de madera a dos aguas. En cada uno de los lienzos meridional y septentrional fueron abiertas tres ventanas románicas en forma de saetera de remate semicircular. A la cabecera se accede a través de un arco triunfal que consta de una doble arquivolta apuntada, protegida por guarda polvo que reposa en tres columnas acodilladas situadas a cada lado. La ornamentación de dicho arco triunfal resultó bastante dañada durante un incendio que sufrió el templo en 1936, por lo que para llevar a cabo el análisis de ésta se han tenido en cuenta fotografías anteriores a ese año, concretamente las del archivo MAS. Dos series de zigzag recorrían el exterior de la primera arquivolta, cuyo intradós se decoraba mediante tetrapétalas, que también aparecían en el lado interno de la segunda arquivolta, mientras que el frente de esta última presentaba una cene fa ornada con medios círculos. En el primer capitel del lado del Evangelio se disponen sobre un fondo vegetal dos leones afrontados y unidos en una sola cabeza, que se coloca en la arista de la cesta, siguiendo el mismo esquema compositivo que se aplica en San Andrés Valdebárcena y en Santa María de Lugás (Villaviciosa). Un personaje con un libro abierto, que quizás haga referencia al estamento eclesiástico, se representa en el segundo capitel, junto a otras dos figuras, una de ellas aparece tocando un instrumento musical, quizás un órgano de mano. El otro capitel del mismo lado se decora mediante hojas y bolas. Estos motivos también aparecen en el central y el interior de la derecha, mientras que la cesta del exterior se decora mediante dos grifos afrontados similares a los de la porta da. La cabecera se cubre con bóveda de cañón en el tramo recto y con bóveda de cuarto de esfera en el hemiciclo, en el que se sitúa la ventana mencionada.



La iglesia de Santa María de Narzana está influida por edificios pertenecientes al románico ovetense y al de Villa viciosa, lo que quizás se deba a su dependencia del monasterio de San Pelayo de Oviedo y a la presencia de importantes propiedades del cenobio de Santa María de Valdediós en el valle de Sariego. Se relaciona con la escultura de la Cámara Santa y con la que procede de la fábrica románica de San Pelayo, que datan del tercer cuarto del siglo XII, lo que podría indicar que la iglesia de Narzana fue construida durante este período. Sin embargo, numerosos templos de la zona de Villaviciosa, como Valdebárcena, Viñón y Lugás, con los que también Narzana presenta numerosas afinidades, fueron edificados entre finales del siglo XII y principios del XIII. Por esto, Santa María de Nar zana sería más bien levantada en este último lapso, cuando además se edificaron otras iglesias rurales del grupo ove tense, que también se vinculan estilísticamente con este templo situado en el concejo de Sariego.

 

Románico en Avilés
El Cabo de Peñas, entrante de tierra en el Mar Cantábrico en forma de cuña es, junto al entorno de Oviedo y Villaviciosa, el territorio de Asturias con mayor riqueza en restos románicos.
Los concejos de Carreño, Gozón, Avilés y Gijón conservan un número sorprendente de templos románicos y tardorrománicos, que, como en otras comarcas, pasan desapercibidos por el efecto ensombrecedor que ejerce la presencia de la arquitectura prerrománica asturiana

Avilés
Avilés, capital del concejo homónimo, está situada en la franja costera central de Asturias, al oeste del Cabo Peñas, y distante 27,3 km de Oviedo.
El topónimo Abilles aparece documentado por primera vez en el año 905, en el testamento de Alfonso III, según recoge García Larragueta en la Colección de Documentos de la Catedral de Oviedo. El testamento refiere la donación efectuada por el rey Alfonso III a favor de la Iglesia Mayor de Oviedo de dos iglesias hoy desaparecidas, San Juan Bautista y Santa María de Avilés. No obstante, la validez de esta referencia está en entredicho, pues ya Uría Ríu la consideró como una de las interpolaciones debidas al obispo Pelayo.
Es probable que la existencia de Avilés datase de la época romana, como parecería indicar su misma denominación: se trataría de una villa llamada Abiliess o Abiliesse, antropónimo derivado quizá de un posesor llamado Abilius; con el paso del tiempo, la voz Abiliess derivaría en el conocido Abilles de la diplomática de los siglos XII y XIII. Hipótesis tanto más verosímil cuanto que en esta zona de las márgenes del río Neva se conservan diferentes vestigios arqueo lógicos del período de la romanización y algunos otros topónimos de filiación latina. No obstante, no se vuelve a encontrar el topónimo Abilles entre los documentos anteriores a media dos del siglo XII.
Avilés era ante todo el puerto de Oviedo, un enclave a menos de una jornada de camino y defendido por la voluntad del rey. Precisamente el rey Alfonso III dispuso, ante el temor a las agresiones de los normandos, la construcción de un baluarte defensivo, establecido en el cerro de Raíces, cinco kilómetros al noroeste de la villa de Avilés, para la vigilancia y defensa de la ría. Allí, cerca de la desembocadura del río denominado Neva, y en su margen oeste, se levantó el castillo denominado de Gauzón, rodeado de muros y con varias edificaciones, entre las que la Crónica Silense nombra una iglesia dedicada a San Salvador.
Al amparo de la protección del castillo de Gauzón se iría desarrollando la vida urbana de Avilés. El desarrollo urbano y comercial de Avilés tuvo un punto de inflexión cuando, en 1085, el rey Alfonso VI concedió a Avilés un fuero, confirmado en 1155 por su nieto, Alfonso VII, fuero que favoreció en gran medida el progreso económico y social de la Villa. En todo caso, ha de tenerse en cuenta un condicionante que era costumbre en la Edad Media: los privilegios forales nunca pretendían la creación de un asentamiento, sino que se concedían a núcleos ya existentes y a los que se les reconocía una cierta proyección, con lo que servían para potenciar e impulsar la importancia de dichos núcleos, favoreciendo la concentración de la población, la activación del comercio y, sobre todo, la liberación de estas villas del control señorial.
Si bien se constituyó en puerto comercial ya a fines del siglo XI o comienzos del XII, es probable que hasta mediado el siglo XII no haya alcanzado verdadera importancia el tráfico marítimo de la villa, entre otras razones por el peligro de la piratería musulmana, que, hasta la conquista de Lisboa en 1147, solía alargar sus incursiones hasta las costas de Asturias. El puerto de Avilés se convirtió entonces en el centro neurálgico de las relaciones comerciales de Oviedo, estableciéndose un eje de comunicación Avilés-Oviedo que en el siglo XIII, tras el traslado de la Corte, se ampliará hasta León.
Desde esa fecha existen referencias a intercambios comerciales con otras localidades del litoral cantábrico e incluso con algunos puertos franceses. El auge que en ese momento experimentó la peregrinación a Santiago de Compostela, sirvió como beneficioso acicate para el desarrollo de esta localidad portuaria.
El puerto de Avilés dividía la ciudad en dos, separando sus principales actividades económicas: por un lado se encontraban los pescadores y marineros en el barrio de Sabugo, y por el otro, los artesanos y comerciantes en el interior del recinto amurallado (que recibía el nombre de Villa). Entre los productos con que se comerciaba en Avilés, destacaba especialmente la sal, debido a su valor estratégico en lo económico, y pronto la Corona (Alfonso IX, en 1188) se hizo cargo del monopolio de su almacenamiento y distribución. Además de la sal, los principales productos comerciales serían los tejidos y los vinos. Las exportaciones, menos importantes, quedarían reducidas a algunas materias primas, particularmente madera, algunos frutos, hierro y tal vez pieles.
El fuero que Alfonso VI otorgara, como habíamos visto, en 1085, es de un valor singular para la historia de Avilés, ya que le reporta un conjunto de privilegios cuya defensa determina toda la orientación política de la Villa, siempre cercana al rey, en los siglos siguientes. Así, Avilés se vio envuelta en la confusa vida política de la corona castellana en una posición relativa mente destacada debido a su importancia económica. Todos los monarcas premiaron su fidelidad confirmando o ampliando los privilegios de la Villa, hasta llegar a eximirla de satisfacer los impuestos de portazgo, ribaje y peaje en todo el reino, salvo Toledo, Sevilla y Murcia, y concediéndole Fernando IV en 1309 por alfoz las tierras de Castrillón, Corvera, Illas, Carreño y Gozón. Sobre las tierras de su alfoz, Avilés ejercía un control de tipo administrativo, además de reportarles beneficios económicos derivados de su propia pujanza.
Naturalmente, los beneficios económicos de la concesión del fuero, tuvieron como con secuencia inmediata la reactivación y expansión de la actividad mercantil de la villa, además de un incremento de la población, especialmente franca, atraída por el desarrollo comercial de la ciudad. Todo ello tuvo, a su vez, repercusiones en el campo artístico. La actividad constructiva se vio afectada por las favorables condiciones socioeconómicas y comenzaron a erigirse una serie de nuevas edificaciones, tanto de carácter civil como religioso.

Iglesia de San Nicolás de Bari
La bonanza económica que experimentó Avilés a raíz de la creciente actividad comercial, y especialmente de la concesión de su fuero, se vio reflejada en la edificación de un conjunto de templos románicos destacados. Entre el último tercio del siglo XII y el primero del siglo XIII tiene lugar una actividad constructiva febril, entre cuyos productos destacan las iglesias de San Nicolás de Bari (actual iglesia de los Padres Franciscanos) y Santa María Magdalena de Corros, así como las dependencias monásticas a las que habría pertenecido la triple arquería conservada en el claustro del convento de San Francisco (hoy parroquia de San Nicolás de Bari). En todos estos ejemplos se aprecia la incorporación de temas decorativos de procedencia foránea, lo que es una consecuencia lógica de las intensas relaciones comerciales de Avilés con la Europa medieval a través de su puerto.

La iglesia de San Nicolás de Bari (actual templo de los Padres Franciscanos) es un templo parroquial construido para atender las necesidades religiosas de una población que a finales de siglo XII había experimentado un notable crecimiento demográfico.
Como paso previo, hemos de aclarar su confusa advocación. La que actualmente se conoce como iglesia de los Padres Franciscanos, hoy bajo la advocación de San Antonio, fue en origen la iglesia románica de San Nicolás de Bari. Algo posterior es la edificación del con vento de San Francisco, construido tras asentarse dicha comunidad religiosa en Avilés entre los años 1267 a 1274. El 30 de diciembre de 1949 tuvo lugar el traslado de la parroquia de San Nicolás a la iglesia del Convento de San Francisco, y viceversa. Este hecho provocó el cambio de advocaciones que aún perdura. Para evitar confusiones en nuestro comentario, nos referiremos a estas iglesias con el nombre de su titular medieval, recordando al mismo tiempo, entre paréntesis, su advocación actual. Así pues, tendremos presente en todo momento que ésta es la reseña del que en origen fue templo románico de San Nicolás.
San Nicolás, santo italiano cuyo culto se extendió rápidamente desde Bari al resto de Europa, suele ser el patrón de los trabajadores, navegantes, burgueses y mercaderes, con lo que la advocación original de esta iglesia indica la actividad más extendida de los habitantes de Avilés en esa época. Fernández Conde la identifica con la iglesia de San Nicolao de Abillés que aparece mencionada en el Libro Becerro de la Catedral de Oviedo.
La iglesia estaba situada dentro del recinto amurallado de Avilés, en una zona próxima a la puerta que comunicaba con el camino de la costa a través del puente que cruzaba la ría. De la construcción románica sólo se conserva la portada occidental y el muro del imafronte, incluida la ventana situada sobre la portada, pero son quizá los elementos románicos más antiguos de la villa avilesina. No podemos determinar con seguridad cómo sería el resto de la iglesia, pero por las proporciones y disposición de la fachada podríamos suponer que se trataba de un templo de nave única, con cubierta de madera; el ábside, que se cubriría con bóveda como era tradicional en la época, posiblemente se relacionaría con las corrientes del románico internacional.
La ventana que se abre en la fachada, sobre la portada, se articula en dos arquivoltas de medio punto, arquivoltas completamente lisas y protegidas por un fino guardapolvo. Las columnas que sirven de apeos, de fuste monolítico de delgadas proporciones, se hallan muy erosionadas y no resulta posible distinguir la decoración de sus capiteles.
La portada occidental solía ser la entrada principal de las iglesias románicas y, por tanto, la que recibía un mayor cuidado en su tratamiento compositivo y ornamental. Aún así, debemos ser cautos al hablar de la portada de la iglesia de San Nicolás de Bari (actual templo franciscano), ya que en la actualidad ha sido muy reformada para subsanar los efectos que la erosión le había provocado.
También la ventana del imafronte ha experimentado algunas alteraciones. El cuerpo de la iglesia sufrió importantes modificaciones, que han alterado profundamente su aspecto primitivo. Ya desde el siglo XIV se fueron añadiendo diversas capillas destinadas a enterramientos de donantes particulares, pero la reforma más importante fue la llevada a cabo en el siglo XVII, reforma que dotó a esta iglesia de su aspecto actual. De todo ello hablaremos con más detalle posteriormente.
La fachada oeste se estructura a partir de un cuerpo saliente con tejaroz, sostenido por canecillos. El tejaroz destaca por su amplio vuelo; de los canecillos, solamente son originales los cuatro del centro, ya que el pórtico que protegió la portada hasta principios de siglo XX causó serios desperfectos en los demás, así como de las correspondientes cobijas y metopas decorativas situadas entre ellos, de tal forma que fueron sustituidos en la últi ma restauración.
La decoración del tejaroz es abundante y está presente en todos sus componentes. Las cobijas están talladas a base de diversos motivos geométricos; en las metopas se alternan flores tetrapétalas, un motivo vegetal ampliamente extendido en el románico asturiano, y un animal de aspecto felino que se adapta toscamente al marco arquitectónico en el que se inscribe. En los canecillos, al menos en los originales, la decoración es más sobria, más discreta; destaca una cabeza de felino con las fauces abiertas, de una factura especialmente delicada.
La portada propiamente dicha adquiere un importante desarrollo en su disposición abocinada. Se articula a base de tres arquivoltas de medio punto, ligeramente peraltadas y protegidas por guardapolvo decorado con ajedrezado. Las dos arquivoltas exteriores apean sobre columnas dispuestas entre codillos y coronadas por capi teles, mientras que la rosca interior apea directamente sobre las jambas de la portada. En cuanto a su ornamentación, la primera arquivolta, es decir, la más exterior, se decora con dos bandas de zigzags, habiendo sido tallada la línea superior, más ancha, en un marcado bajorrelieve; entre ambas bandas se disponen motivos de perlas en número abundante. El intradós, por su parte, se anima con un friso de flores tetrapétalas con botón central, de gran calidad técnica y alto grado de detallismo. La segunda arquivolta presenta una sucesión de motivos geométricos que, aunque muy desgastados, incluyen una sucesión de rombos inscritos, acompañados de varias perlas de mayor tamaño, y todo ello dispuesto como un continuo a lo largo de la arquivolta, sin romper la serie en rosca e intradós. La arquivolta interna, también muy dañada por la erosión, aparece decorada de forma muy sumaria, a base de mol duras cóncavas y boceles de potente desarrollo en sus extremos. Por otra parte, habíamos dicho que la rosca interior del arco no ofrece separación respecto a su sopor te. Esta sensación de homogeneidad se refuerza por la doble banda de molduras cóncavas, acompañadas por botones en su interior, que recorre por completo los bordes exteriores de la puerta, como ya lo hacía en el frente de la arquivolta, apoyando la unidad visual del conjunto.
Una idea similar la volveremos a encontrar en la portada de San Miguel de Serín (Gijón) o de Santa María de Logrezana (Carreño). El caso de dicha iglesia gijonesa es diferente en tanto que sus dimensiones son mayores y su repertorio iconográfico más complejo, pero lo que cabe destacar ahora es la coincidencia de recursos a la hora de dotar de homogeneidad a la portada del templo.
En cuanto a los capiteles de esta portada, la temática de su ornamentación es bastante variada e incluye desde un capitel historiado con el tema del pecado original hasta la tradicional representación de las aves afrontadas, motivo recurrente en el románico asturiano y de una larga tradición simbólica.
Capitel de la portada principal. Lateral izquierdo
Capitel de la portada principal. Lateral izquierdo 

Concretando más, en el lado izquierdo de la portada, el capitel interior está decorado con unos motivos vegetales, de formas bulbosas lamentablemente muy erosionadas, mientras que el capitel más exterior se encuentra tan deteriorado que resulta muy difícil identificar las imágenes que lo decoraban.
Los capiteles del lado derecho son los que incluyen las representaciones figuradas, el capitel exterior representa el pecado original y en el interior aparecen las mencionadas aves afrontadas sobre fondo vegetal. De todos ellos, los más interesantes son estos dos últimos.

Capiteles de la portada principal. Lateral derecho 

Las figuras de las dos aves afrontadas están resueltas muy sucintamente: presentan cuerpos muy estilizados y sus formas se reducen a lo esencial, de hecho, apenas se encuentra alusión al plumaje, tan sólo unas tímidas incisiones paralelas sobre la cola. Sus largas patas, rematadas en garras, se apoyan sobre el collarino del capitel. Sobre sus cabezas se sitúan unas pequeñas formas curvas, que quizá puedan interpretarse como las crestas de las aves, que podrían ser identificadas como sendos ave fénix o, más probablemente, pavos reales. Ambos pájaros inclinan su cuello para picotear una imagen redondeada (quizás una crátera de agua, quizá un fruto de aspecto estilizado, el estado del capitel no permite concretar mejor) que sirve de eje de simetría. El espacio que quedaría libre sobre sus cuerpos se cubre, respectivamente, por varios rombos y por una cruz inscrita en un círculo; bajo sus patas, de nuevo la cruz enmarcada y una espiga. El tema de dos aves afrontadas era un motivo recurrente del arte románico; sin ir más lejos, se conocen numerosos ejemplos en edificios asturianos de la época. Esta iconografía nació en la etapa paleocristiana, con un claro significado eucarístico: las aves simbolizan las almas de los hombres justos bebiendo del vino consagrado. Si estas aves eran representadas como pavos reales, el simbolismo eucarístico era doble, pues el pavo real, como animal que pierde sus largas y llamativas plumas durante el invierno para recuperarlas en la primavera, era una perfecta metáfora de la idea de muerte y resurrección (las plumas) combinada con la idea de la vida eterna (el vaso eucarístico).

La importancia del capitel que representa el tema del pecado original estriba en que, en primer lugar, es el único capitel decorado con una escena narrativa; en segundo lugar, por ser similar a otro de la también avilesina iglesia de Santa María Magdalena de los Corros, que se fecha en el mismo margen cronológico que la iglesia de San Nicolás de Bari (actual iglesia de los Padres Franciscanos). En el caso del capitel de San Nicolás de Bari, se muestra una imagen de Adán y Eva dispuestos según el esquema compositivo más difundido, es decir, de pie flanqueando un árbol. Éste árbol está situado en el ángulo del capitel, de tal forma que actúa de eje de simetría de la escena; se trata de un árbol con grandes frutos de volumen esférico que, aunque no pueda identificarse con un árbol frutal determina do (pese a que la tradición hable de un manzano), la simplificación de la imagen, tremendamente expresiva, ayudaría los fieles que acudían al templo a identificar con rapidez la escena, mostrándoles la existencia del Mal en la tierra y la necesidad de su redención a través de la figura de Cristo, el nuevo Adán. El tema del pecado original es una de las iconografías más profusamente representadas a lo largo de la historia del arte cristiano, debido a su fuerte carga simbólica y didáctica. Aparece ya en el período paleocristiano, formando parte de las pinturas catacumbales o en los relieves de los sarcófagos; en esa época y durante la Alta Edad Media, además de representar el pecado original, se relacionaba con la salvación del difunto, cuya muerte sería, según esta idea, consecuencia de la caída de Adán y a quién Cristo abriría las puertas de la salvación y el paraíso. Las explicaciones morales elaboradas por Filón en el siglo I, y retomadas posteriormente por los teólogos medievales, ejemplifican en Adán la idea del espíritu y en Eva el dominio de los sentidos; el pecado tendría lugar cuando Adán (el espíritu) se muestra débil y obedece a Eva (la fuerza de los sentidos). Desde el siglo III se hizo tam bién frecuente la representación del pecado original a través del momento inmediatamente posterior, es decir, cuan do Adán y Eva se hacen conscientes de su desnudez e intentan ocultarse. En el capitel de la iglesia de San Nicolás, (hoy templo de los Padres Franciscanos) se escenifican dos momentos diferentes del pecado: Eva alarga una mano hacia el árbol para tomar el fruto mientras que con la otra trata ya de cubrirse el sexo. Mientras, Adán ya ha comido el fruto y se lleva una mano a la garganta, como si tuviera dificultades para tragarlo o se diese cuenta, demasiado tarde, del error cometido. En ningún momento aparece la serpiente. Este animal era habitualmente representado en los primeros tiempos del cristianismo erguido sobre su cola, en recuerdo de que no se vio obligada a reptar por el suelo hasta después de su mala acción. Posteriormente su representación sufrió diversas alteraciones, como aparecer enroscada en el tronco del árbol o mostrarse con cabeza de mujer. Es posible que en la iglesia avilesina de San Nicolás la serpiente estuviera enroscada en el árbol, tal como apa rece en el capitel de Santa María Magdalena de los Corros, pero la erosión a la que se ha visto sometida la antigua parroquia de San Nicolás tal vez haya eliminado algunos detalles del conjunto de la representación. Curiosamente, aunque se trata de un tema muy difundido en el románico peninsular, en Asturias sólo se representa en un capitel de San Juan de Amandi y en dos canecillos del tejaroz de San Andrés de Valdebárcena (ambas en Villaviciosa), además de los dos ejemplos avilesinos.

Los capiteles se coronan por sendas impostas, decoradas a base de repertorios vegetales ya conocidos en la zona costera asturiana. La imposta de la jamba izquierda aparece tallada con una sucesión de tallos ondulantes y hojas, acompañados de grandes veneras en los vértices; este tipo de composiciones decorativas también aparecen en las impostas del arco del triunfo de San Andrés de Ceares, San Miguel de Dueñas (ambas en Gijón) o en Santa Eulalia de Nembro (Gozón), por citar algunos ejemplos próximos. En la jamba derecha, por su parte, se han esculpido flores tetrapétalas de aspecto muy geometrizante. Los fustes de las columnas de ambas jambas son producto de una restauración.
A ambos lados del cuerpo saliente que conforma la portada se han alterado las esquinas para situar en ellas otras dos columnas, con sus respectivos capiteles.
El capitel de la columna izquierda muestra dos animales cuadrúpedos, de aspecto felino, afrontados y compartiendo una única cabeza en la arista del capitel, actuando a modo de eje de simetría. En el capitel de la columna de la derecha aparecen dos rostros, que posiblemente no pretendan ser representaciones concretas, entre un espeso ramaje. Ambas imágenes son temas bastante habituales en el románico de esta zona; baste recordar la escena sexual protagonizada por otros dos felinos tallados en sendos capiteles de San Pedro Navarro de Valliniello (Avilés) y San Miguel de Serín (Gijón), como representación de los vicios y sus castigos.

A ambos lados de esta portada principal se abrieron posteriormente dos nuevos vanos de entrada, que se corresponden con dos de las capillas privadas levantadas en fechas posteriores y de las pasaremos a hablar brevemente a continuación.
Como ya hemos mencionado, la iglesia de San Nicolás (actual iglesia de la comunidad franciscana) sufrió importantes remodelaciones y añadidos a lo largo de su historia, viéndose profundamente alteradas sus trazas originales. De estos añadidos son de destacar sendas capillas privadas de carácter funerario, la Capilla de los Alas y la Capilla de Pedro Solís (o de los ángeles). La idea de las capillas funerarias privadas es producto de un cambio de mentalidad a raíz de las transformaciones ideológicas en la lenta transición del mundo medieval al moderno, ya que responde a una mentalidad individualista: el comitente o patrocinador de la construcción ha tomado conciencia de sí mismo como individuo, y pretende dejar constancia de esa individualidad y de su importancia, su linaje o su riqueza, distinguiéndose del resto de la sociedad. Este tipo de construcciones se generalizan en España a partir del XIV. La capilla de los Alas puede considerarse el primer ejemplo de esta tipología funeraria en Asturias o, al menos, el más antiguo de los que han llegado a nuestros días.
Capilla del siglo XIV (ya construida en 1346) de planta cuadrada y cubierta a cuatro aguas; se levanta sobre un antiguo cementerio. 

La capilla de los Alas es debida al patronazgo de Pedro Juan, miembro de una acaudalada familia de mercaderes avilesinos. Cuando este personaje redactó su testamento en 1346 (en la mía capiella que io mandé fazer cerca del cimenterio de la iglessia de Santo Nicolao), la capilla ya estaba concluida y cumpliendo su finalidad, pues por el testamento sabemos que su esposa ya estaba enterrada en ella. Se cree que el maestro cantero responsable de su diseño fue Alfonso de la Iglesia, quien aparece como testigo en el testamento del comitente. Se trata de un edificio gótico, sobrio, de pequeñas proporciones, de planta cuadrada cubierta por una bóveda del tipo llamado aquitano-español. Ésta es una estructura muy utilizada en la fase de tanteo y experimentación con las nuevas soluciones góticas, que también aparece en algunas iglesias asturianas tardorrománicas y en otras reformadas aplicando los nuevos presupuestos estéticos, tal como ocurrió en la iglesia de Santa María de Piedeloro, en el concejo de Carreño, próximo a Avilés.
Aunque como la propia Capilla de los Alas se escapa del marco cronológico y estilístico del románico, conviene hacer una breve alusión al retablo de alabastro que guardaba en el interior y que desapareció durante la guerra civil. Este retablo, del que sólo conocemos testimonios documentales y fotografías, estaba conformado por varios paneles de alabastro esculpidos con escenas bíblicas, tipología retablística fechada en el siglo XV y procedente de Gran Bretaña que tenía amplia difusión por el norte de España y, en que el caso que se estudia constituye una nueva prueba de las intensas relaciones comerciales del Avilés medieval con el resto de Europa.
En cuanto a la Capilla del clérigo Pedro Solís, tam bién adosada al muro septentrional de la iglesia de San Nicolás, fue construida según las trazas proporcionadas por el maestro ovetense Rodríguez Borceros, en 1499. Esta información estaba tallada en un panel situado sobre la puerta de ingreso a la capilla, puerta situada a la izquierda de la portada principal del templo. La inscripción en la actualidad ha desaparecido por completo, pero fue recogida por Jovellanos en sus escritos. Se trata de una capilla gótica que ha sido puesta en relación por Francisco de Caso con la Catedral de Oviedo, en base a la bóveda de terceletes de su cubierta, bóveda que aparece por vez primera en la región en la obra catedralicia gracias al maestro Juan de Candamo. A principios del siglo XVI experimentó algunas reformas debidas a la intervención del arquitecto Juan de Badajoz el Viejo, quién reforzó su tendencia a la verticalidad gótica.
Pero no son estas las únicas sepulturas destacadas en la iglesia de San Nicolás (actual templo franciscano); ya Quadrado, en 1855, y Vigil, en 1887, se hacían eco de cómo “en su interior encerraba los sepulcros insignes del Adelantado de la Florida, del fundador de la casa de Valdecarzana, y de la noble estirpe de Camposagrado”.
Siguiendo con las reformas experimentadas por la iglesia de San Nicolás (actual iglesia de los Padres Franciscanos), hemos de reseñar que en 1522 Avilés sufrió un terremoto que afectó a gran parte de los edificios, entre ellos la iglesia de San Nicolás de Bari y el convento de San Francisco. La necesidad de consolidación e incluso reconstrucción favoreció la renovación estilística de ambas iglesias, además de los proyectos municipales de transformación urbanística. Así, en 1606 se abrió la capilla del Rosario (1606) en el lugar que actualmente ocupa la capilla del Cristo (1728-1729). Pero las obras más importantes tienen lugar a partir de la segunda mitad del siglo XVII, cuando se reformaron la cabecera, el cuerpo de la nave y el pórtico. El primer proyecto, encargado en 1658 a Juan de Celis, fue rechazado por su carácter arcaizante; en 1660 Marcos de Velasco amplió la cabecera y propuso la cubrición total de la iglesia con bóvedas de crucería; finalmente, en 1662 Ignacio de Cajigal reformó la distribución de las capillas. En 1742 se añadió la sacristía.
En la actualidad se están efectuando diversas obras, entre las que se incluyen la construcción de un nuevo edificio, en un solar situado frente a la iglesia, destinado a acoger a la comunidad de monjes franciscanos allí residentes, y tras cuya construcción se derruirá el edificio que a mediados del siglo XX se levantó adosado a la iglesia con tal finalidad. También se prevén ciertas labores de restauración y limpieza en la portada principal.
Como colofón, simplemente recordar que las características técnicas y estilísticas de la portada y, en general, el muro de la fachada, permiten adscribir la iglesia románica de San Nicolás de Bari (actualmente de los Padres Francis canos) a un momento entre finales del siglo XII y principios del siglo XIII. El templo es, por tanto, contemporáneo al momento de mayor expansión y desarrollo del arte románico en Asturias; y el programa iconográfico de su decoración lo pone en relación con templos de otros con cejos, especialmente el de Villaviciosa, que en esta época se encontraba en su plenitud y, podría decirse, marcaba las coordenadas maestras en la zona costera asturiana.


Iglesia de Santo Tomás de Sabugo
El topónimo del barrio avilesino de Sabugo proviene de la asturianización de la palabra castellana saúco, aunque sus raíces originales han de buscarse en el latín sabucum. En la introducción a Avilés ya se ha comentado que el puerto de Avilés dividía la ciudad en dos, separando sus principales actividades económicas: pescadores y marineros en el barrio de Sabugo, y artesanos y comerciantes en el interior del recinto amurallado. El barrio de Sabugo estaba conectado con la Villa a través de un puente. Dicho puente ya aparece mencionado en un documento del año 1232, documento en que se habla de su función de vía de comunicación: ponte per quem sit transitus de Sabugo ad Abelles et de Abelles ad Sabugum. Como sería lógico pensar, la frecuencia con que este puente era transitado por pescadores, mercaderes, carreteros y otros usuarios, daría lugar a su frecuente deterioro, lo que provocaría reiteradas reparaciones, tal como demuestran varios documentos que hacen referencia a la necesidad de arreglos o labores de mantenimiento.
En el siglo XIII la configuración urbana de Avilés ya aparecía bastante definida; las murallas estarían construidas a finales del siglo, limitando el núcleo urbano. Los habitan tes de la villa, en su mayoría comerciantes y artesanos como ya se ha reseñado, contaban desde principios de la centuria con una iglesia parroquial, San Nicolás de Bari (actualmente, San Francisco), de la que ya hemos hablado.
En este contexto, la iglesia románica de Santo Tomás de Sabugo fue edificada para atender las necesidades religiosas del barrio de pescadores de Avilés, en un momento en que este barrio había alcanzado ya un desarrollo notable. La decisión de poner la iglesia bajo la protección de un santo foráneo, en este caso el inglés Santo Tomás de Canterbury, no debe resultarnos extraña si tenemos en cuenta las estrechas relaciones comerciales que mantenían el puerto avilesino con otros puertos del norte de Europa. El mártir inglés fue canonizado en 1173 y su devoción se extendió muy pronto, y con relativa facilidad, por la Península Ibérica gracias a dichas relaciones comerciales, de las que también serían prueba los numerosos paneles de alabastro esculpidos con escenas bíblicas, procedentes de la isla británica y muy difundidos por el norte de España.
La primera mención documental conservada referente a la iglesia de Sabugo está fechada en el año 1254: se trata ba de una escritura de avenencia entre el maestre escuela de la catedral de Oviedo y los feligreses de Sabugo. Trelles Villademoros hace mención a una posible donación, con fecha de 1237, por parte del rey Alfonso IX y su mujer, doña Berenguela, de Sabugo a la catedral de Oviedo, aunque es el único autor que se hace eco de esta noticia: “El rey D. Alfonso IX con su mujer Dª Berengaria, donan a la Iglesia de Oviedo y a su Obispo D. Juan, las iglesias de la población de Sabugo en Avilés”. Selgas, en su estudio sobre el Fuero de Avilés, recoge la tradición según la cual la iglesia de Sabugo habría sido fundada por Doña Sancha, hermana del rey Alfonso el Emperador. Algunos, incluso, han querido identificar uno de los rostros esculpidos en un capitel de la portada occidental como el retrato de esta mujer, acompañada de varios personajes eclesiásticos, por más que esto no sea posible, como se verá más adelante.
Teniendo en cuenta la fecha del primer documento que hace referencia a la iglesia de Sabugo, y sus propias características estilísticas, podemos situar su edificación en la primera mitad del siglo XIII, en un momento que podría mos considerar como de transición al gótico, al menos en lo que respecta a la cronología y a ciertos elementos decorativos. De la etapa protogótica conservamos varios ejemplos en Avilés, incluyendo la iglesia de Sabugo, la portada septentrional del antiguo convento de San Francisco (actual San Nicolás de Bari) y un arco, bastante deteriora do pese a su reconstrucción, del templo de San Pedro de Navarro en Valliniello. Todos estos ejemplos pueden fecharse en esa fase de ensayos que comprende desde la primera mitad del siglo XIII hasta los inicios del siglo XIV.
La iglesia “vieja” de Santo Tomás de Sabugo, como es popularmente conocido este templo, es la única iglesia avilesina de esta etapa que ha llegado hasta la actualidad conservada casi en su totalidad. Aunque en épocas posteriores se llevaron a cabo ciertas reformas, éstas se centra ron en las cubiertas, tanto de la nave como del ábside, así como en las capillas que se adosaron abiertas al muro septentrional; el resto de la estructura corresponde a la edificación románica. Se trata, en grandes líneas, de una iglesia de nave única con cabecera semicircular precedida de tramo recto. Cuenta con dos portadas, la principal orientada al Oeste y la lateral, abierta en el muro meridional.
Santo Tomás de Sabugo se construyó en un momento ya avanzado del románico, cuando empezaban a llegar las nuevas formas y los nuevos presupuestos estéticos, con lo que esta iglesia podrá servirnos para comprender el proceso de implantación de las novedades estilísticas procedentes del gótico europeo. Como era práctica habitual en el Medievo, la construcción de los edificios religiosos se comenzaba por la cabecera, para disponer, a la mayor brevedad posible, de un espacio donde poder al menos consagrar el altar. Por tanto, el ábside es la parte más antigua de Santo Tomás de Sabugo, tesis confirmada por el propio análisis estilístico. Se trata, como hemos mencionado anteriormente, de un ábside semicircular precedido de tramo recto, con lo que se emparenta con la corriente internacional del románico pleno.

En su interior se dispusieron, en fechas muy posteriores, dos sepulcros, actualmente situados a los lados de la nave. Aunque las cubiertas actuales no son las originales, es probable que, siguiendo esa misma corriente, se cubrieran con bóveda de cuarto de esfera en el espacio semicircular, y de medio cañón en el tramo recto. Las cubiertas actuales se deben a una reforma moderna, en algún momento del siglo XVII, en la que se elevó la altura del templo para poder cubrirse con la bóveda actual, cegando, además, las saeteras del ábside.
Fue en fechas próximas cuando se levantaron, adosadas al paramento norte, tres nuevas capillas (dedicadas a Santia go y a la Virgen de las Mareas respectivamente, y una ter cera conocida como de Llano Ponte). Al exterior, el ábside se complementa con dos columnas entregas, que otorgan solidez al paramento de sillarejo, al tiempo que articulan la pared del tramo semicircular, recurso que tam bién está presente en otras iglesias de la zona costera, como, por ejemplo, San Jorge de Manzaneda (en el municipio de Gozón). Los capiteles de estas columnas se decoran con temática vegetal. En los muros laterales de la nave se han conservado algunos de los canecillos, indicando ahora dónde se situaría el límite original de la cubierta en época románica.
En el interior se conserva el arco triunfal que, por sus características estructurales y decorativas, puede clasificar se como elemento de transición. Se trata de un arco de gran altura, de perfil apuntado, articulado en dos arquivoltas protegidas por guardapolvo. La primera arquivolta, la más exterior, se decora en el frente con un motivo ampliamente difundido en el románico costero asturiano, la banda de zigzag. La segunda arquivolta aparece desornamentada. Por su parte, la fina moldura del guardapolvo, lisa, se acompaña de una sucesión de grandes apomados en el lado interior. Toda esta estructura apea sobre las impostas que, sencillamente molduradas, coronan los capiteles de temática vegetal.
La portada occidental presenta un aspecto más cuidado y de carácter más avanzado, tal como se aprecia, en primer lugar, por su abocinamiento y su articulación. En este punto, hemos de poner en relación las iglesias de Santo Tomás de Sabugo y la primitiva iglesia de San Francisco (actual templo de San Nicolás de Bari). La comunidad de los franciscanos se estableció en Avilés entre los años 1267 y 1274. Según es costumbre en esta orden mendicante, ocuparon un lugar extramuros de la ciudad pero lo más cercano posible al núcleo urbano, quizá sobre una fundación monástica anterior. En cualquier caso, lo que hemos de destacar ahora es que la portada norte, única estructura conservada del primitivo templo franciscano, guarda relación con la portada occidental de Santo Tomás de Sabugo.
Por sus trazas, por el apuntamiento de sus arquivoltas y por el abocinamiento tan desarrollado, ambas pueden considerarse estructuras de una cronología muy avanzada, aunque la de San Francisco (hoy San Nicolás de Bari) es más evolucionada, observación lógica si tenemos en cuenta el marco temporal, puesto que la iglesia franciscana se edificó con posterioridad a la de Sabugo. También se puede apreciar esta evolución estilística en el tratamiento escultórico de sus distintos elementos. Por ejemplo, en la antigua iglesia franciscana (hoy San Nicolás de Bari), los capiteles fueron ya esculpidos constituyendo un friso corrido de aspecto unitario; además, y como consecuencia de la sensibilidad naturalista propia de la orden franciscana, la temática antropomorfa es desplazada de los capiteles (que, a diferencia de Sabugo, sólo presentan decoración vegetal), quedando las imágenes historiadas relegadas a los canecillos del tejaroz.

Al igual que la portada del lateral sur, la portada principal de la iglesia de Sabugo es un cuerpo saliente rematado por tejaroz con canecillos. El tejaroz presenta todos sus elementos profusamente decorados: apomados en el frente de la cornisa y cruces inscritas en círculos en su intradós, metopas con flores de lis alternando con rosetas inscritas en círculos; las metopas con flores de lis y motivos geométricos, y los canecillos, tallados con temas antropomorfos y rollos.
Es una portada conformada por cuatro arquivoltas de perfil apuntado, molduradas todas ellas a base de boceles y medias cañas; el guardapolvo que las protege se recorre por una banda de flores tetrapétalas en posición invertida y de fuerte geometrización, ejecutadas en una talla de destacado altorrelieve. Tetrapétalas que se repiten en las impostas, acompañadas por máscaras huma nas en los vértices, como también ocurrirá en la portada lateral.
Entre los capiteles de la portada occidental de Santo Tomás de Sabugo domina la decoración de temática antropomorfa y zoomorfa. En la jamba izquierda, y en orden de izquierda a derecha, los capiteles presentan un felino, cuyo cuerpo excede de los límites del capitel, hojas, aves y un nuevo motivo vegetal de aspecto carnoso. En la jamba derecha, y reseñándolos en el mismo orden, se tallaron unos motivos muy similares, incluso en su disposición. Así, encontramos nuevamente un felino, un vegetal, dos aves comiendo de un fruto, y, como novedad, cinco rostros o máscaras humanas, dispuestas en perfecta sucesión y de factura tosca. Se trata simplemente de rostros humanos entre los que resulta imposible distinguir algún atributo, siquiera el género de los personajes, que permitan identificar la escena. En los codillos entre columnas, a la altura de los capiteles, en ambas jambas se han incluido varios rostros humanos, también inidentificables, y que actúan a modo de esbozo de friso continuo, aunque se aprecia claramente que los capiteles siguen presentándose como volúmenes independientes.

De este repertorio iconográfico, las imágenes más destacadas, por su significación, son las de temática animal. La presencia de felinos, normalmente presentados en parejas en diferentes actitudes, es una de las iconografías más difundidas y complejas del repertorio medieval, debido a sus múltiples lecturas; la primera de ellas es la que se relaciona con el miedo que provocan estos animales, por lo que su ataque podría simbolizar, sencillamente, la muer te, tal como es frecuente encontrar en sarcófagos paleo cristianos; otras posibilidades son la lucha entre el vicio o la virtud, los propios castigos infringidos a los pecadores o, siguiendo con los temas relacionados con el mundo infernal, la lucha del Bien contra el Mal; aunque también es preciso señalar que el león puede tener una lectura positiva, como símbolo apotropaico.
El tema de las aves afrontadas también es un motivo muy habitual en el románico asturiano, especialmente en las zonas costeras. Esta iconografía, nacida en el período paleocristiano, poseía un claro significado eucarístico, pues, acompañadas de una crátera o del árbol de la vida (o del fruto de éste), las aves simbolizan las almas de los hombres justos bebiendo del vino consagrado. Si estas aves eran representadas como pavos reales, el simbolismo eucarístico era doble, pues el pavo real era una perfecta metáfora de la idea de muerte y resurrección, combinada con la idea de la vida eterna (el vaso eucarístico); pero no parece que se trate del caso que se estudia.
En el paramento del lado sur de la nave se abre la portada lateral del templo. Se trata de una portada abierta en un cuerpo destacado y rematado por un tejaroz con canecillos. Estos canecillos, situados bajo una cornisa recorrida por pequeños óvalos imbricados tallados en fino relieve, presentan temas variados que incluyen representaciones humanas, zoomórficas, vegetales y geométricas.
La portada propiamente hablando, está conformada por tres arquivoltas de medio punto, decoradas de forma muy sumaria, a base de molduras cóncavas recorridas por dientes de sierra y boceles de potente desarrollo; la arquivolta exterior, además, va recorrida por una fina hilera de perlas. Toda esta estructura se protege por un guardapolvo decorado con el tan extendido motivo del taqueado o ajedrezado.
En cuanto a los soportes, sólo las arquivoltas exteriores apoyan sobre columnas coronadas por capiteles, mientras que la rosca interior apea directamente sobre las jambas de la portada, jambas que se animan con esas mismas molduras cóncavas-convexas que aparecen en la propia arquivolta, ofreciendo así una solución de continuidad visual que también podemos rastrear en otros ejemplos cercanos del románico costero asturiano, como San Miguel de Serín (en el concejo de Gijón) o Santa María de Logrezana (en Carreño), aunque en estas iglesias se logre con recursos decorativos diferentes a los de Sabugo, o la también avilesina iglesia de San Nicolás de Bari (actual iglesia de los Padres Franciscanos). Las impostas se decoran con una sucesión de flores tetrapétalas en posición invertida, muy similares a las que aparecían en el guardapolvo de la portada principal de esta misma iglesia; en los vértices de unión entre las impostas se sitúan varias máscaras. Los dos pares de columnas son de fuste liso, monolítico y de pro porciones cortas, y apoyan sobre basas de gran volumen que conservan restos, muy erosionados, de mascarones esculpidos en su frente.
En cuanto a los capiteles, las dos piezas de la jamba izquierda se decoran con idéntica temática vegetal, de largas hojas lanceoladas entre las que se sitúan varias bolas o, quizá, frutos de volumen esférico; como dato destacable, en el codillo entre ambas columnas, y a la altura de sus capiteles, a modo de friso continuo, se esculpió un rostro humano, de aspecto similar a los que aparecen en las impostas de esta misma portada.
Los capiteles de la jamba derecha destacan por presentar decoración figurativa; el capitel exterior muestra un motivo bastante difundido en el románico, como es la imagen de dos felinos afrontados y compartiendo una única cabeza, aunque en el caso de Sabugo, y a diferencia del esquema habitual para esta representación, los animales están dispuestos en posición vertical, es decir, levantados sobre sus cuartos traseros, en lugar de apoyar las patas sobre el collarino del capitel. El capitel interior de la jamba derecha representa un rostro humano, barbado y con los párpados cerrados, entre dos finas representaciones vegetales, quizá helechos muy estilizados.
Por todo lo anteriormente expuesto, podemos concluir que la iglesia de Santo Tomás de Sabugo es resultado de una cuidada combinación de las soluciones del románico pleno y de los nuevos elementos protogóticos, así como de la unión de fórmulas propias de la corriente culta internacional con elementos de la tradición local. Esta doble fusión no resulta extraña si tenemos en cuenta la importancia de Avilés como puerto comercial en la Europa medieval.
La iglesia de Sabugo mantendrá su estructura original hasta el siglo XVIII, época en la que comenzaron a realizar se una serie de reformas que, de todas formas, no alteraron el templo en lo que se refiere a su construcción. Fue en ese siglo cuando se añadió un pórtico frontal, protegiendo la fachada principal, pórtico que serviría, hasta su derribo a principios del siglo XX, como lugar de reunión del Gremio de Mareantes. También es en esa centuria cuando se modificaron las cubiertas originales, abovedándose la nave, que en origen contaría con armadura de madera, y se tapiaron las ventanas románicas de la nave cuando las cofradías de Mareantes y Terrestres patrocinaron la construcción de las capillas segunda y tercera del lado del evangelio, cuyas trazas, firmadas en 1732, son del maestro Joseph Moñiz.
El continuo crecimiento del barrio de Sabugo hizo que, a mediados del siglo XIX la iglesia románica fuese insuficiente para atender a la población. Mientras, en 1850 el párroco de entonces, Juan de Ovies, logró el permiso necesario para utilizar como iglesia parroquial de Sabugo la iglesia del vecino ex-convento de La Merced. Desafortunadamente, poco después, y probablemente a causa de la nueva desamortización de Madoz de 1855, se hubo de abandonar ese edificio y regresar a la iglesia románica de Sabugo. A finales del siglo XIX se hizo patente la necesidad de construir una nueva iglesia, de mayores proporciones, en el barrio. Así, en verano de 1895 se comenzaron las obras del nuevo templo de Sabugo, bajo la dirección del arquitecto diocesano Luis Bellido González (1869-1955). La nueva iglesia de Sabugo, que mantenía la advocación a Santo Tomás, se iba a levantar sobre los terrenos del ya derruido ex-convento de La Merced, al final de la nueva calle abierta entre el barrio de Sabugo y la Villa. La ya conocida como iglesia vieja de Sabugo es hoy en día utilizada de forma esporádica para actos religiosos muy concretos; el entorno urbano en el que se engloba, la plaza del Carbayo, en el barrio medieval de Sabugo, ha sido incluido recientemente en una resolución de la Consejería de Cultura, Comunicación Social y Turismo, según la cual se aprobaba el carácter de entorno histórico protegido.

Convento de San Francisco del Monte (actual parroquia de San Nicolás de Bari)
Como ya se ha comentado al hablar de la iglesia medieval de San Nicolás de Bari (actual iglesia del convento de los Padres Franciscanos), la posible confusión entre estas dos iglesias, edificadas en fechas muy próximas, se debe a un traslado, con el consiguiente cambio de advocaciones, efectuado en época reciente, como consecuencia de la desamortización de bienes eclesiásticos de finales del siglo XIX. En efecto, el proceso de desamortización, que jugó un importante papel en la polí tica urbanística de Avilés durante la primera mitad del siglo XX, afectó a los tres conventos existentes en ese momento en la ciudad (San Francisco, San Bernardo y La Merced), así como a la antigua malatería de Santa María Magdalena de los Corros, situada en el extrarradio. Esto proporcionó una serie de amplios edificios y espacios que pudieron ser reutilizados para otros fines, incluyendo los no religiosos, sin que ello supusiese la destrucción inmediata de las construcciones. Así, el convento de los padres franciscanos, situado muy próximo a la plaza del ayunta miento, fue brevemente ocupado por las monjas del con vento de Santa Clara de Oviedo entre 1837 y 1845; y posteriormente pasó a tener diferentes usos de carácter civil, entre ellos el de Liceo. Finalmente, el 30 de diciembre de 1949 tuvo lugar el traslado de la parroquia de San Nicolás a la iglesia del convento de San Francisco, y viceversa.
Para evitar confusiones en los comentarios, nos referiremos a estas iglesias con el nombre de su advocación original durante la época medieval, recordando al mismo tiempo, entre paréntesis, su titular actual. Así pues, tendremos presente en todo momento que ésta es la ficha del que en origen fue iglesia de la comunidad franciscana de Avilés.
Dicha comunidad religiosa se asentó en Avilés entre los años 1267 a 1274, poco después de su llegada a Asturias (en los años treinta del siglo XIII fundaron un primer asentamiento en Oviedo), tal como se deduce de la documentación conservada. Como solía ser habitual en esta orden religiosa, los monjes ocuparon un lugar situado extramuros, pero cercano al núcleo urbano.
No es mucho lo que se conserva del conjunto monástico original. De la iglesia conventual de San Francisco de Avilés (actual parroquia de San Nicolás) sólo ha llegado hasta nuestros días la portada septentrional, y de las dependencias monásticas propiamente dichas se conservan la triple arquería de ingreso a la sala capitular y una pieza de cancel, englobada ésta en el paramento norte del claustro.
Estos dos elementos han servido para apuntar la existencia de alguna fundación monástica anterior a la llegada de los frailes franciscanos. A este respecto, y tal como plasmaron O. Bellmunt y F. Canella en 1895, “Madoz supone que debió ser [el convento] el de Samos, al que se retiró don Alfonso el Casto cuando huyó de Oviedo”.
No conservamos testimonios documentales que permitan afirmar la existencia previa de un edificio de carácter religioso en el emplazamiento donde luego se instalarían los monjes franciscanos. Ha sido esa pieza de cancel, de filiación prerrománica, la que dio origen a estas especulaciones, permitiendo relacionar el lugar con una de las donaciones efectuadas por Alfonso III en el año 905; el testamento de este rey habla de dos iglesias, bajo las advocaciones de San Juan Bautista y Santa María respectivamente, emplazadas en esta villa costera: et uillam Abellies, secus oceani maris cum ecclesiam Sancti Ioannis Baptistae et eclessiam Sanctae Mariae in Abellies. La validez de esta referencia es discutible, pues parece tratarse de una más de las falsificaciones interpuestas por mandato del obispo Pelayo, preocupado por aumentar el poder de la iglesia ovetense.
Aunque su origen prerrománico no está probado, puede que este texto haga referencia a sendas iglesias que sí existían en la época en la que se escribió, aunque desaparecerían posteriormente. El cancel conservado en la iglesia de San Francisco de Avilés (actual parroquia de San Nicolás) fue descubierto en 1867 al realizar unas obras en la iglesia. Se trata de un tablero de cancel con decoración que recuerda modelos visigodos. La pieza, tallada a bisel, está decorada con tallos ondulantes entre los que se incluyeron imágenes de hojas nervadas y de racimos de uvas, todo ello remata do con zarcillos espirales y flanqueado por sendas molduras lisas. El conjunto ofrece un aspecto muy similar a otras piezas de este tipo, como pueden ser los ejemplos de Santa Cristina de Lena y los dos tableros de cancel procedentes de Santianes de Pravia, todos ellos con idéntica función: servir de separación entre el altar y la zona destinada a los fieles en las iglesias prerrománicas.

Por su parte, la pequeña arquería incluida en la crujía Este del claustro resulta más arcaizante que la portada del templo y, por sus características estilísticas, cabría pensar que sea anterior a ella. Se trata de tres arcos, articulados todos ellos en dos arquivoltas de medio punto, de dovelas perfectamente escuadradas, desornamentadas; la decoración únicamente aparece en los capiteles, contando éstos con un repertorio iconográfico bastante diverso, que incluye una pareja de felinos apoyados sobre sus cuartos traseros vueltos y comparten una única cabeza, imagen muy difundida en el románico asturiano y de la que hay, como ejemplo más próximo, un capitel en la portada occidental de Santo Tomás de Sabugo. El tema zoomorfo está también presente en la imagen de tres aves, perfectamente dispuestas en base al eje de simetría del capitel en el que fueron talladas. Las representaciones antropomórficas que dan reducidas a un rostro de carácter grotesco y tosca ejecución que asoma entre la decoración vegetal de un capi tel. El resto de los capiteles se decora con diferentes composiciones vegetales, en general muy esquematizadas, o de lacería.
Aunque por sus trazas esta arquería podría ser fechada entre finales del siglo XII y principios del siglo XIII y ser contemporánea de la portada principal de San Nicolás de Bari (actual iglesia de los Padres Franciscanos), de la iglesia de Santa María Magdalena de Corros y de la sala capitular de Santa María de Raíces, lo que supondría que el asentamiento de la comunidad franciscana en el último tercio del siglo XIII tuviera lugar sobre alguna fundación monástica anterior, nada permite confirmar tal cronología.
Sin duda, además de las trazas semicirculares de los arcos, la talla de los relieves distancia esa obra de la portada septentrional. Pero, como ha expuesto M. S. Álvarez (1999), aunque simplificados, se aprecian motivos propios de la flora compuesta del gótico temprano que se relacionan con los capiteles del lado izquierdo de la portada septentrional que hacen pensar en una cronología paralela a ella.

De la iglesia levantada por los monjes franciscanos únicamente se conserva, como ya hemos mencionado, la portada septentrional. Abierta en un cuerpo saliente que incluye un tejaroz sostenido por canecillos y con decoración escultórica en todas sus piezas. La cornisa aparece decorada, en su frente, con relieves vegetales de tallos ondulados, y en su intradós con parejas de flores de distinta apariencia y rombos imbricados; por su parte, en las metopas se repiten las composiciones florales, igualmente variadas. Los canecillos centran el repertorio antropomórfico de esta portada, donde destaca una mujer con un niño en su regazo y las figuras de sendos hombres en actitud tenante; para M. S. Álvarez, estas dos últimas representaciones masculinas, en posición erguida aunque con las piernas ligeramente flexionadas y los brazos extendidos hacia el cielo, podrían ponerse en relación con el tema del “hombre ascensional románico”, es decir, el hombre resucitado, imagen que, por lo forzado de su adaptación a los límites del canecillo, se habría asimilado finalmente con la iconografía del tenante. Según J. García San Miguel, algunos de estos canecillos fueron sustituidos, en el siglo XIX, por otros “similares”.


El vano de acceso presenta perfil apuntado, y se articula en cuatro arquivoltas, sencillamente molduradas a base de boceles y medias cañas, y protegido por guarda polvo. Las arquivoltas apean sobre las líneas de imposta decoradas con una sucesión de flores tetrapétalas de botón central, talladas en un acusado altorrelieve. La decoración de los capiteles es predominantemente vegetal, con diversas composiciones entre las que asoman algunos rostros humanos.





La portada septentrional de la iglesia de San Francisco (actual San Nicolás) puede ponerse en relación con la portada occidental de Santo Tomás de Sabugo.
Por sus trazas, por el apuntamiento de sus arquivoltas y por el abocinamiento tan desarrollado, ambas pueden considerarse estructuras de una cronología avanzada, aunque la de San Francisco (actual San Nicolás) es más evolucionada, observación lógica si tenemos en cuenta el marco temporal, puesto que la iglesia franciscana se edificó con posteriori dad a la de Sabugo.
De hecho, para R. Alonso resulta fácil demostrar la participación de dos talleres diferentes en la ejecución de esta portada: por una parte, uno de los talleres labró los capiteles de la jamba derecha, los más semejantes a la portada de Sabugo, y por otra parte, otro taller se encargó de los capiteles de la jamba izquierda, que presentan un aspecto estilísticamente más evolucionado. Por ejemplo, los capiteles fueron ya esculpidos constituyendo un friso corrido de aspecto unitario; además, y como con secuencia de la sensibilidad naturalista propia de la orden franciscana, la temática antropomorfa es desplazada de los capiteles (que, a diferencia de Sabugo, sólo presentan decoración vegetal), quedando las imágenes historiadas relegadas a los canecillos del tejaroz.
Como elemento destacable, en el vértice de la portada, en pie sobre la línea del guardapolvo, se talló una figura masculina ataviada con el hábito franciscano, y de rostro inexpresivo; la imagen ha perdido la mano derecha y con la izquierda sostiene un objeto de difícil identificación. Se trata, probablemente, de una representación del titular del templo, San Francisco, siguiendo la práctica de representar al santo patrono en el ingreso al espacio sagrado, que en Asturias se aprecia en varias construcciones del siglo XIII de estilo protogótico.

El conjunto monástico de San Francisco de Avilés (actual parroquia de San Nicolás) sufrió diversos avatares a lo largo de su historia, que provocaron sucesivos y pro fundos cambios en su aspecto original. En 1522 Avilés sufrió un importante terremoto, que afectó a gran parte de los edificios, entre ellos convento de San Francisco y la iglesia de San Nicolás de Bari, con lo que se acometió un nuevo proceso de reforma del edificio conventual franciscano. Dada la reducida capacidad económica de los monjes, en 1582 solicitaron al Ayuntamiento de Avilés una ayuda para sufragar los gastos ocasionados por la construcción de la nueva sacristía.
En 1599 se iniciaron las obras del nuevo claustro, con trazas de Domingo de Mortera y bajo la dirección de Gonzalo de Güemes. El diseño de este claustro, a decir de V. de la Madrid, tomaría como modelo el de la Universi dad de Oviedo, comenzado unos años antes; de todas formas, las modestas dimensiones del claustro avilesino hacen pensar que se respetaron las medidas del claustro medieval original. Sin embargo, las dos crujías que se conservan actualmente fueron reconstruidas entre 1958 y 1965 con los materiales que pudieron ser reaprovechados, pues el claustro había sufrido serios daños a comienzos de siglo.
Adosado al paramento del claustro se encuentra el sepulcro de Martín Alas, ejecutado a finales del siglo XV y que ya es plenamente gótico. Se trata de un sepulcro muy destacado por su tratamiento escultórico, que incluye la representación del difunto, esculpido sobre la cama, tendido y custodiado por las figuras de cuatro ángeles. Las influencias flamencas de esta obra son patentes, algo que no resulta extraño si tenemos en cuenta las fluidas relaciones comerciales que el puerto de Avilés mantenía con Flandes. Pero no es este el único enterramiento destacado; ya Quadrado, en 1855, y Vigil, en 1887, recogían como “Al mismo siglo pertenecen otros sepulcros interesantes, sin inscripciones, colocados a la derecha del altar mayor bajo dos nichos ojivales, que cobijan dos bultos tendidos de varón y de mujer, vestidos de la época; al lado izquierdo, y con arquillo de medio punto, hay otra urna con labores góticas”.
A comienzos del siglo XVII finalizaron las obras del claustro y se construyeron nuevas celdas de habitación para los monjes. En cuanto a la iglesia, en 1621 se reformó la capilla de la Magdalena, hoy sustituida por la actual obra del siglo XIX.
Las obras más importantes tuvieron lugar a partir de 1670 con la reforma de la cabecera, las ca pillas laterales del lado de la epístola (capillas de Santiago y del Espíritu Santo) y el pórtico, todas ellas de trazas barrocas. En cuanto al pórtico que actualmente protege la portada septentrional de la iglesia, fue levantado entre 1685 y 1695, como advierte una inscripción colocada sobre el arco central, se conforma por un amplio espacio, que proporciona gran diafanidad a la portada, sustentado por cinco arcos de medio punto sobre pilares; aunque no queda constancia documental de quién facilitó las trazas, se sabe que Francisco Menéndez de Camina (hijo) trabajó en él como tallista de unos escudos con la imagen de una cruz y las llagas de San Francisco.

En cuanto a la imaginería y otras manifestaciones artísticas de época medieval que han llegado hasta nuestros días, hemos de referirnos, muy especialmente, a una composición pictórica. En efecto, durante unas obras de mantenimiento llevadas a cabo entre 1960 y 1964 fue hallado un mural, pintado al fresco, que había permanecido cubierto de cal en una habitación interior de la parte alta del claustro. Se trata de una destacada obra de pintura mural románica, debido, además de por su calidad, a ser uno de los escasos ejemplos conservados en Asturias. Es un fresco de grandes dimensiones (2,80 m de ancho por 1,20 de alto) que representa la Última Cena. A la derecha de este fresco se hallaron restos de otro panel pictórico, por desgracia prácticamente perdido y que no pudo ser conservado. La escena, siguiendo la pauta iconográfica habitual, muestra a Cristo en el centro de la composición, rodeado por sus discípulos, dispuestos todos ellos a modo de friso, y representados con diferentes actitudes y reacciones; Judas, como era habitual, aparece al otro lado de la mesa, solitario, y a menor tamaño. Algunos detalles muestran una cierta humanización y elegancia en los movimientos (por ejemplo, el detalle de San Juan, recostado en el regazo de Cristo) y un ligero distanciamiento de los rígidos cánones románicos, por lo que la ejecución de este fresco podría datarse a principios del siglo XIV. Sin embargo, el conjunto muestra indudables signos de una voluntad arcaizante en su representación; el tamaño jerárquico de los personajes, la disposición simétrica de las figuras, la tendencia a la isocefalia, la bidimensionalidad o la frontalidad, que une diferentes puntos de vista (por ejemplo, la mesa aparece dibujada desde arriba mientras que las figuras y los objetos son vistos de frente).
Además de lo anteriormente señalado, hemos de hacer mención a un capitel de época romana de procedencia desconocida, conservado en el interior de la iglesia y cuya presencia ya fue señalada por Jovellanos, a quién le llamó la atención su tamaño: “Salí por la mañana a misa a la parroquia de San Nicolás, y desde luego me sorprendió a la entrada un bellísimo capitel romano de mármol blanco de orden corintio, que sin el cimacio (pues le falta) tiene una vara de alto.
Está a la derecha de la puerta principal de la parte de afuera y sirve de pila de agua bendita. ¡Qué columna no correspondería a los modelos de seme jante capitel y qué templo o edificio a semejante columna!”. Se trata, en efecto, de un capitel romano de grandes dimensiones (90 cm de alto y 96 cm de ancho), de mármol blanco y gran calidad técnica. Se han dado varias teorías sobre su procedencia, entre ellas la de un posible templo romano en la zona de Gauzón, pero ninguna de ellas ha podido ser constatada documental o arqueológicamente. Aunque se encontraba en la iglesia de San Nicolás de Bari, a raíz de la permuta de advocaciones entre ambos edificios medievales, el capitel fue también trasladado al templo franciscano, donde en la actualidad continúa cumpliendo funciones de pila bautismal.

 

Próximo Capítulo: Románico en el Camino de Santiago en Asturas, Románico en la Comarca de la Montaña central de Asturas

 

 

 

 

 

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