Románico
en el Camino de Santiago en Asturias
El
resurgir del Camino de Santiago en las últimas dos décadas, tras un largo
letargo de siglos, ha traído como consecuencia, no sólo la recuperación de
monumentos, tradiciones y leyendas del Camino Francés, sino también de
otros ramales secundarios del Camino.
Alguno
de estas vías alternativas que no se corresponden con el principal guardan, en
ocasiones, verdaderas sorpresas para quienes se adentran en ellos.
Tal
es el caso del Camino de Santiago en Asturias. Esta vía fue de gran
importancia en la Edad Media, pues no eran pocos los peregrinos que se
desviaban en León para acometer, antes de llegar a Santiago, una visita a un
santuario casi tan prestigioso y cargado de reliquias como la misma Compostela.
Desde
los comienzos de su historia Asturias ha estado vinculada al Camino de
Santiago. Tras el hallazgo de los restos del Apóstol fue el propio rey Alfonso
II el Casto el que peregrinó para venerar los sagrados restos y quien se ocupó
de la divulgación del descubrimiento a través de Carlomagno. Por su parte,
Oviedo fue desde los siglos altomedievales una ciudad muy prestigiosa por ser
la antigua capital del reino cristiano y especialmente por el arca de las
reliquias que se guardaba y guarda en la Cámara Santa de su Catedral de San
Salvador.
Estas
importantes reliquias impulsaron a muchos peregrinos que llegaban a León a
desviarse hacia el norte hasta Arbás, cruzar el Puerto de Pajares, y adentrarse
en Asturias atravesando las poblaciones de Fierros, Campomanes, Pola de Lena,
Vollalana, Ujo, Mieres, Monte Copián, y Ollóniego hasta llegar a Oviedo.
Una
vez visitada la catedral y sus reliquias el peregrino podía tomar la
"Ruta de la Costa" en dirección a Cudillero o la llamada "Ruta
Interior" que coincide con la que el propio Alfonso II siguió para llegar
a Compostela en su primer y célebre viaje. Esta vía cruzaba Grado,
Cornellana, Salas, Tineo y Pola de Allande hasta llegar a las tierras gallegas
de Fonsagrada (Lugo).
Todo
este camino de Arbás a Oviedo y de Oviedo a Pola de Allende estuvo jalonado por
numerosos hospitales y albergues de peregrinos, lo que da una idea de lo
importante de esta ruta "secundaria".
Este
Camino de Santiago en Asturias que podemos estuvo salpicado de numerosas
construcciones románicas.
Desgraciadamente
muchas de ellas han sido eliminadas o reconstruidas parcialmente.
No
obstante, permanecen las suficientes muestras como para que podamos disfrutar
de este recorrido histórico. También podemos tomarlo con calma y aprovechando
el recorrido desviarnos en determinadas ocasiones a otros templos mucho más
abundantes que, sin ubicarse exactamente en el Camino, se encuentra a muy poca
distancia de nuestros pasos.
En
está página dedica al Camino de Santiago en Asturias, nos centramos en el tramo
que discurre desde Oviedo hasta Pola de Allende por el interior, ya que el
tramo inicial desde Pajares a Oviedo se incluye en la página dedicada a la
Montaña Central de Asturias.
En
concreto, para esta página hemos escogido, el Monasterio de
Cornellana, Tineo, el Monasterio de Obona y las iglesias
de San Miguel de Bárcena y San Savador de Grandas de Salime.
Cornellana
En
la localidad de Cornellana, situada en el punto de encuentro entre el occidente
y el centro de Asturias, a 40 km de Oviedo, se encuentra uno de los grandes
monasterios del Principado. La fertilidad de sus tierras, regadas por río
Narcea, y la cercanía de importantes vías de comunicación, como la ruta de la
Mesa o el primitivo Camino jacobeo, que atraviesa la localidad, propiciaron el
asentamiento y el desarrollo de la zona desde épocas tempranas.
Tradicionalmente
la toponimia vincula la fundación del lugar de Cornellana con una villae
rústica de origen tardorromano, cuyo propietario respondería al nombre de
Cornelius. Lo cierto es que, a día de hoy, y tras varias prospecciones
arqueológicas, no resta vestigio alguno que pueda confirmar esta teoría. Sin
embargo, tampoco podemos descartarla, pues la aparición de diversos restos
romanos en el entorno más próximo, como la villa de Murias de Doriga, pone de
manifiesto la presencia del Imperio en la zona, que es uno de los espacios más
romaniza dos de la región. En este contexto, y teniendo en cuenta el devenir
histórico posterior, no sería descabellado pensar que, cuando a partir del
siglo I d. C. las legiones romanas iniciaron la explotación de los yacimientos
mineros del occidente asturiano, el territorio de Cornellana, que está situado
en la confluencia de importantes vías de comunicación, pudiera haber
desempeñado un importante papel en el transporte de mercancías de las
explotaciones mineras a los principales centros de poder político y económico:
Lucus Augusti (Lugo) y Asturica Augusta (Astorga).
Durante
la Edad Media, tras la crisis y autarquía que caracteriza la transición de la
Antigüedad al Medioevo, el territorio del actual concejo de Salas, al que
pertenece Cornellana, se constituyó como centro de poder de un amplio sector
del occidente asturiano. La presencia o intereses en el lugar de destacados
personajes de la realeza y la más alta nobleza dan testimonio de la importancia
del enclave. Así, según las distintas interpretaciones de las crónicas, todo
parece indicar que fue en este punto donde a mediados del siglo IX tuvo lugar
la batalla final de la guerra civil entre los partidarios de Nepociano y Ramiro
I que dio la victoria a este últi mo. Es este un capítulo de la historia de
Asturias interpretado recientemente (M. Calleja Puer ta) como una pugna de
poder entre dos facciones aristocráticas dominantes de distintas comarcas de la
región, cuya localización en las riberas del río Narcea, frontera natural entre
el centro y el occidente, vendría a situar el límite entre las dos facciones en
las inmediaciones de Cornellana.
El
primer documento escrito en el que se hace referencia directa a Cornellana como
entidad territorial data del año 896, cuando al arcediano Gonzalo, hijo de
Alfonso III, donó varios bienes a la Catedral de Oviedo. Entre ellos se cita la
iglesia de San Martín in territorio Cornelia na, que se ha identificado
tradicionalmente con San Martín de Salas, aunque las últimas investigaciones
parecen situarla en el cercano lugar de Boaño y relacionan su fundación con la
polí tica de reorganización espacial llevada a cabo por la nobleza a finales
del siglo IX, consolidando la estabilidad política y económica del reino. De
dicha iglesia no se encuentran nuevas referencias hasta 1020 cuando su abad la
cedió a unos particulares, lo que indica que estaba constituida como
monasterio.
Es
de destacar que durante los siglos XI y XII, e incluso antes, en gran parte de
la documentación conservada, estas tierras aparecen vinculadas a miembros de un
mismo linaje nobiliario: el de los descendientes de la reina Velasquita y la
infanta Cristina. Un grupo familiar, encabezado por los condes Suero Bermúdez y
Pedro Alfonso, ocupa las más altas esferas del estamento noble en Asturias,
siendo asidua su presencia en la corte leonesa donde detentaron destacados
cargos políticos y militares. Precisamente a este grupo se vincula la fundación
y refundación del monasterio de San Salvador que constituye un hito decisivo
para el desarrollo de Cornellana, pues como propone M. Calleja Puerta, la
presencia del monasterio unida a la privilegiada situación geográfica del lugar
propició el crecimiento en su entorno de un pequeño núcleo de población, a la
manera de los burgos monásticos, donde se asentaron artesanos y comerciantes
dispuestos a cubrir las necesidades de los monjes y de los viajeros que
siguiendo las diferentes rutas que confluyen en Cornellana se acercaban hasta
el lugar.
Monasterio de San Salvador
El
río Narcea divide en dos la actual localidad de Cornellana. En la margen
derecha se sitúa la mayor parte del caserío, mientras que en la izquierda se
alza el monasterio de San Salvador. El interés despertado entre los estudiosos
por el monasterio de Cornellana se mani fiesta ya desde épocas tempranas.
Autores como Jovellanos o el padre Yepes le dedicaron algunas páginas en sus
obras, pero ha sido en las últimas décadas cuando más atención se le ha
prestado, debiendo destacar, desde el punto de vista histórico, la publicación
de los documentos del archivo monástico por parte de Floriano Cumbreño, en
1949.
Recientemente,
entre los años 1999 y 2001, un equipo multidisciplinar llevó a cabo un
importante proyecto de estudio arqueológico, histórico y artístico del
monasterio y su entorno, que permanece inédito en su mayor parte, por lo que no
ha sido posible conocer los últimos avances en la investigación.
A
principios del siglo XI gran parte de este territorio era propiedad de la
infanta Cristina, hija de Vermudo II y la reina Velasquita, quien lo había
heredado de su esposo el infante Ordoño, hijo de Ramiro III. En mayo de 1024,
tras enviudar, dotó como monasterio una iglesia que ella misma había fundado en
el lugar de Cornellana, poniéndolo bajo la advocación de San Salvador. Del
análisis del documento fundacional se desprende que la institución se creó como
una verdadera villa rústica de explotación agrícola, fundada bajo el régimen
jurídico de iglesia propia, como era costumbre en la época, quedando así como
parte de los bienes patrimoniales de la familia y fuera de la órbita de las
autoridades eclesiásticas.
Formando
parte del patrimonio familiar, a la muerte de la fundadora, el monasterio fue
dividido en diversas porciones entre sus herederos, una división que debemos
entender no como separación y desglose de sus bienes, sino como reparto sobre
sus beneficios y derechos. Así en varios documentos de los siglos XI y XII se
puede ver cómo porciones del monasterio pasan de unas manos a otras a través de
testamentos, donaciones, compras o permutas. Aparente mente algunas de estas
donaciones tuvieron como beneficiaria la catedral de San Salvador de Oviedo,
dato que sin embargo ha de tomarse con las debidas precauciones ya que la
propia evolución histórica del monasterio y el hecho de que estos documentos
formen parte del controvertido Liber Testamentorum hacen dudar de su
veracidad.
Uno
de los herederos del monasterio fue el conde Suero Bermúdez, biznieto de la
fundadora, quien junto con su esposa la condesa Enderquina se propuso la empre
sa de reunir todas las raciones en que se había ido dividiendo el monasterio
junto con sus propiedades. Con estas pretensiones, hacia 1120 inició una
política de reunificación haciéndose con los bienes fundacionales de la
institución monástica unas veces mediante permuta o compra y otras por la
fuerza. Así, por ejemplo, llegó a acuerdos de permuta con sus parientes Sancha
Vélaz, Gonzalo Ansúrez y Urraca Bermúdez, al tiempo que se hacía por la fuerza
con las raciones que otros familiares, como Cristina Alfonsiz, habían donado al
monasterio de Corias. Un patrimonio que los propios condes acrecentaron con sus
propie dades particulares, ya que al fallecer la pareja sin descendencia fue el
monasterio el único beneficiario. Las motivaciones que llevaron a los condes a
la refundación del cenobio y su posterior entrega al monasterio de Cluny,
parecen responder a motivaciones que van más allá de lo espiritual y se
adentran en terrenos de lo político y lo social. El conde Suero, uno de los
hombres más destacados de su tiempo, asiduo de la corte leonesa de la reina
doña Urraca y mano derecha del Emperador Alfonso VII, en cuyas crónicas aparece
laureado, buscó con este acto una manera de afianzar su estatus y reivindicar
el origen de su linaje, descendiente directo de la casa real leonesa, para lo
cual nada mejor que poner como símbolo de ello el monasterio familiar fundado
un siglo antes por una infanta.
En
1122 se produjo un importante hecho que marcaría la historia de la institución:
los condes refundadores donaron el cenobio asturiano al monasterio borgoñón de
Cluny, la congregación más importante de su tiempo. Es ésta una donación un
tanto controvertida ya que sólo seis años después, según un documento del
archivo catedralicio, los mis mos condes entregaron Cornellana a la Catedral de
Ovie do. No deja de ser éste otro documento polémico, ya que si bien para
algunos autores no es más que una de las tantas falsificaciones del obispo don
Pelayo, resulta auténtico para otros al interpretarse esta donación como un
arrepentimiento de la entrega a Cluny y un intento de modificar la decisión
inicial. La situación produjo una serie de conflictos con la casa borgoñona, la
cual llevó sus quejas ante el mismo Alfonso VII, quien debió reconocer sus
derechos sobre el cenobio asturiano ya que en la confirmación de privilegios y
posesiones de la abadía francesa otorgada en 1144 por el Papa Lucio II se
incluye Cornellana.
La
historia del monasterio como cenobio cluniacense es oscura a causa de la
carencia de fuentes documentales, pues no existen menciones concretas que
vinculen directamente Cornellana con Cluny. De la escasa documentación
conservada y teniendo en cuenta que el rector de Cornellana tenía título
abacial puede desprenderse que la casa asturiana disponía de cierta autonomía
dentro de la organización y que gozaba de independencia ante el representante
del abad borgoñón en la Península, dependiendo directamente del abad de Cluny.
Por
este tiempo, periodo en que deben situarse las piezas románicas conservadas, el
poder del monasterio fue creciendo, tanto desde el punto de vista económico,
pues sus propiedades se extendían por buena parte del noreste peninsular, como
social y político, ya que en el año 1126 el monarca Alfonso VII concedió al
monasterio la jurisdicción del llamado Coto de Cornellana, base de su poder
señorial y de su prosperidad económica, que fue confirmada y ampliada por otros
monarcas en los años siguientes.
El
creciente aumento de su poder y su implicación cada vez mayor en el área de
influencia más próxima, que coinciden con la crisis de la propia congregación
cluniaciense, propiciaron una autonomía de Cornellana cada vez mayor hasta la
total independencia de Cluny. No está muy claro el momento en que se produce
este hecho; en 1279, cuando el Papa Nicolás III confirma su protección a la
abadía borgoñona y sus filiales, todavía se cita entre éstas el monasterio de
Cornellana, pero en los años 1291 y 1295, en los capítulos generales de la
orden, ya no aparece cita do el cenobio asturiano como parte de las propiedades
cluniacenses, por lo que a finales del siglo XIII la independencia era ya
total.
A
partir de este momento, definiéndose simplemente como monasterio benedictino,
Cornellana se presenta como uno de los grandes monasterios asturianos en su
doble faceta de centro religioso y señorial. Poco a poco fue deshaciéndose de
sus propiedades más alejadas a favor de su consolidación como poder local,
sumando a los derechos parroquiales los derechos jurisdiccionales que desde
Alfonso VII fueron concediendo y ampliando otros monarcas. Es de destacar, en
este sentido, el privilegio otorgado en 1360 por Pedro I, por el que se
prohibía a cualquier otro señor tener vasallos en los territorios vinculados al
monasterio, lo que trajo no pocos problemas con la sociedad del entorno, en
especial con el concejo realengo de Salas, cuyo desarrollo y potenciación jugó
en contra del dominio señorial del monasterio de Cornellana.
La
historia del monasterio en los siglos siguientes es la de una paulatina pérdida
de poder. La situación de crisis durante el periodo bajomedieval llevó a
Cornellana, como a muchos otros cenobios, a solicitar la protección de
particulares a través de las consiguientes encomiendas, quedando su protección
en manos de poderosos personajes de la nobleza local. Destaca, en este sentido,
su relación con Alfonso Enríquez, señor de Noreña, hijo bastardo de Enrique II,
quien ejerció dominio sobre el monasterio al menos desde 1373. La etapa de
crisis económica y religiosa llegó a su fin en 1536 cuando el monasterio de
Cornellana pasó a formar parte de la Congregación de San Benito de Valladolid,
iniciándose así la etapa moderna de su historia.
Con
la ocupación francesa a principios del XIX el monasterio se convirtió en
cuartel de las tropas galas, quienes tras su marcha incendiaron el edificio.
Poco tiempo después, en 1827, su coto jurisdiccional llegó a su fin y en 1835,
con los procesos de desamortización, el monasterio fue vendido a particulares.
La vida monástica desapareció definitivamente de sus dependencias y su iglesia
se constituyó como iglesia parroquial de la localidad bajo la advocación de San
Juan Bautista. En 1878 el obispado compró nuevamente el edificio, que en 1931
fue declara do como Monumento Nacional. Tras la guerra civil, Luis Menéndez
Pidal llevó a cabo algunas obras de restauración en el conjunto monástico,
principalmente en la torre y la iglesia. En la actualidad, cuando algunas
partes de la estructura arquitectónica se encuentra en un estado de
conservación muy deficiente, se han realizado trabajos de restauración en las
dependencias domésticas del monasterio para adaptarlas a nuevos usos y se ha
aprobado un proyecto para convertirlas en establecimiento hotelero.
Exteriormente,
la cabecera es desde el punto de vista románico, la parte mejor conservada y de
mayor monumentalidad. Construida en buena sillería arenisca, es de tres ábsides
escalonados de planta semicircular, siendo el central más alto y profundo que los
laterales, como es normal en el estilo.
El
ábside central, semicilíndrico como hemos dicho, se articula horizontalmente
mediante tres impostas a las alturas de los salmeres del único ventanal
practicado, del correspondiente alféizar y la tercera más abajo, de modo que
las tres son equidistantes, lo que presta al conjunto una gran armonía.
El
conjunto monástico que hoy se conserva en Cornellana está integrado por una
serie de edificaciones y reedificaciones en las que se combinan distintos
estilos y épocas, que son exponente de las diferentes etapas por las que pasó
la institución salense a lo largo de sus casi mil años de existencia. Aunque en
su mayor parte la estructura del conjunto es barroca y fue levantada entre los
siglos XVII y XVIII, todavía perviven importantes restos de estilo románico,
como la cabecera y trazas de la iglesia, la torre y las portadas del claustro,
que son muestra de la importante actividad constructiva llevada a cabo durante
los siglos XII y XIII.
De
las últimas investigaciones se desprende que la sustitución de las primitivas
dependencias monásticas erigidas en tiempos de la infanta doña Cristina, de las
que debieron formar parte las estructuras descubiertas en las inmediaciones de
la cabecera del templo, por una nueva construcción románica pudo llevarse a
cabo en dos fases diferentes. En un primer momento, datado en las primeras
décadas del siglo XII coincidiendo con la refundación del monasterio y su
entrega a Cluny, debieron realizarse algunas obras de acondicionamiento
adscritas a las corrientes del románico temprano que dejaron como testigos la
torre cuadrada, situada ente la iglesia y el claustro, y la llamada puerta de
la osa que da acceso al recinto monástico. No mucho tiempo después, posiblemente
de acuerdo a las necesidades de la vida benedictina y la nueva liturgia romana,
entre mediados del siglo XII y principios del XIII, se llevaron a cabo nuevas
labores con la reedificación de la iglesia y la construcción del claustro,
siguiendo en este caso la estética propia del románico pleno, con fuerte
influencia de las fórmulas y repertorios del románico borgoñón.
Como
decimos la torre y la portada de la osa, son los restos más evidentes de la
primera fase románica de Cornellana. La torre, situada entre la iglesia y el
claustro, cuyo basamento pudiera formar parte de las primitivas dependencias,
puede considerarse como centro articulador de todo el conjunto, construyéndose
a su alrededor, quizás debido a su función simbólica como emblema de poder, el
resto de dependencias. Se trata de una torre cuadrada, elevada en dos alturas,
de la que el piso inferior, de gran simplicidad y cubierto con bóveda de
crucería, sólo se articula mediante un sencillo vano de medio punto con la
rosca doblada y totalmente desornamentado que se abre en cada uno de sus
frentes.
El
segundo piso, fruto de las restauraciones efectuadas en los años cuarenta por
Menéndez Pidal, siguiendo posiblemente la disposición original, se articula con
dos arcos de medio punto en cada uno de sus frentes. La torre, que a la vista
de algunos restos de molduras con ajedrezados y motivos vegetales tuvo en
origen un tratamiento plástico mucho más rico y complejo del que hoy se puede
observar, sigue una tipología que, salvando las distancias, se encuentra en la
Torre Vieja de la Catedral de Oviedo y con algunas variantes se repitió en la
desaparecida de Santa María de la Vega y en la de San Salvador de Celorio.
Por su parte, la llamada puerta de la osa, posiblemente perteneciente a esta primera fase, aunque el deterioro del relieve dificulta su filiación segura, se localiza actualmente en el acceso a las antiguas huertas del monasterio.
Se
compone de un sencillo arco de medio punto, con su única rosca moldurada con
baquetones y medias cañas y rematada con guardapolvo recorrido por estilizadas
tetra pétalas de botón central, inscritas en círculos concéntricos, que apoya
sobre impostas con lacerías vegetales.
Debajo
de las impostas, en la parte superior de las jambas, se colocan dos cuadrúpedos
agazapados que, a pesar de lo deteriorado de las piezas, pueden relacionarse
con leones a juzgar por algunos de sus rasgos, como los mechones ensortijados
que se adivinan en uno de los ejemplares, la disposición de la cola enroscada
encima del lomo y la forma de las garras. La bestia, identificada con Cristo y como
guardián de lo sagrado, aparece en numerosas portadas de templos románicos,
entre otros en Santo Tomás de Sabugo y San Nicolás de Avilés dentro de
Asturias, siendo muy numerosos los que se pueden citar fuera de la región,
destacando las dos mochetas de la portada de San Isidoro de León.
Encima de la clave del arco, una bestia lleva entre las garras una pequeña figurilla humana. La tradición popular identifica el animal con una osa y el ser humano con la infanta Cristina, poniendo así la escena en relación con la leyenda fundacional del cenobio según la cual la infanta fundó el monasterio de San Salvador en el lugar en que cuando era niña, perdida en las montañas de la zona, fue protegida y amamantada por una osa. En realidad este relieve, a raíz del cual debió de surgir la leyenda, debe interpretarse desde un punto de vista más acorde con las iconografías y espíritu del periodo románico en que fue esculpido. Así, por la aparente posición de lucha del hombre intentando escapar de las garras de la fiera y el terrorífico expresionismo del rostro de ésta, podemos relacionar la escena, como ya indicara Uría Ríu, con la imagen del demonio, representado como león, oso o lobo, que trata de apropiarse del alma del cristiano. Distinta lectura hace de la escena M. S. Álvarez Martínez, que identifica la bestia con un león por sus similitudes con los cuadrúpedos de las jambas y la interpreta como representación simbólica de Cristo acogiendo entre sus patas al hombre arrepentido, según una iconografía aplicada en torno a la ruta jacobea que cuenta en el tímpano de la catedral de Jaca con el ejemplo más conocido.
Como
cenobio benedictino ya consolidado y con monjes de origen franco, según
constata su patronímico, el monasterio debió de iniciar a mediados de la
duodécima centuria un importante proceso de transformación con vistas a
acondicionar sus dependencias a la nueva forma de vida. A juzgar por las
características formales y estéticas de los elementos conservados, como expone
Raquel Alonso Álvarez, la mencionada reforma pudo haber comenzado por la
construcción del claustro y sus dependencias anejas, que eran fundamentales
para el desarrollo de la vida espiritual de los monjes benedictinos.
Este
claustro, del que apenas quedan vestigios al ser sustituido en el siglo XVII
por el actual conjunto barroco, pudo ser iniciado a mediados del siglo XII,
pues, tal como menciona Jovellanos, en el Libro de Óbitos del monasterio
se rogaba por el alma de la condesa Enderquina por los claustros que fizo.
La construcción debió prolongarse a lo largo del tiempo sin llegar a
concluirse, pues en el siglo XIV, en las constituciones disciplinarias
redactadas por el obispo don Gutierre, se habla de tres pannos, dato que
parece haberse confirmado en las recientes intervenciones arqueológicas
dirigidas por Gemma Adán. Poco más puede decirse del claustro románico de
Cornellana ya que de su estructura solo se conservan, entre otras piezas
menores, una columnilla y un rico capitel geminado decorado con motivos
zoomorfos, que formarían parte de la arquería de alguno de los paños
construidos.
También
en el claustro, aunque sin formar parte de su estructura propiamente dicha, se
conservan dos de las piezas más destacadas del conjunto: la portada que
comunica su espacio con el de la iglesia y que se abre en el muro sur de ésta,
y un arco que da acceso al zaguán barroco de la entrada principal. Se trata de
estructuras con similares características, que desde el punto de vista técnico,
formal e iconográfico deben ponerse en relación con las soluciones borgoñas
difundidas desde los talleres ovetenses, donde el preciosismo, la minuciosidad
y el gusto por los repertorios vegetales, quizás en este caso un tanto menos
acusado que en otros ejemplos del grupo, son las notas dominantes.
Portada que comunica el
claustro con el zaguán
Así,
siguiendo estos postulados, la portada de acceso al templo, presenta arco
apuntado con dos arquivoltas lisas y guardapolvo con moldura de baquetones, que
apoya sobre columnillas acodilladas en las jambas. Estos apeos del fuste liso y
basas áticas con garras en forma de lengüeta y bolas se coronan con hermosos y
cuidados capiteles rematados por ábacos con decoración de rosetas. Tres de los
capiteles presentan decoración fitomorfa, con lacerías de palmetas, hojas de
acanto con grandes caulículos y complicadas composiciones vegetales con
apomados; mientras que el cuarto ejemplar, siguiendo modelos semejantes a los
que podemos encontrar en San Pedro de Villanueva o Santa María de Villamayor,
combina los follajes vegetales con dos águilas en cada uno de sus frentes.
Arcosolio y portada sur
Por
su parte, el arco que da entrada al zaguán barroco, según expone Raquel Alonso
Álvarez, parece estar conformado por piezas reaprovechadas de distintas partes
de la construcción. Así, mientras el arco responde a las características
propias de románico de finales del siglo XII o principios del XIII, siguiendo
un lenguaje similar al visto en la portada anterior, con sus trazas de medio
punto, su rosca doblada, y su rica decoración de puntas de diamante y rosetas
de diferentes modelos adaptadas tanto al intradós como al extradós, los
capiteles imposta sobre los que descansan las roscas, con sus motivos
geométricos de grecas y reticulado de nido de abeja, parecen producto de un
taller diferente que, en virtud de la inscripción conservada en una de las
impostas podría haber trabajado en el monasterio a mediados del siglos XII.
Estas dos piezas cuentan con un paralelo cercano en un cimacio proceden te del
claustro románico de la catedral de León, que la mencionada autora pone en
relación con talleres procedentes del Languedoc francés, puesto que los
repertorios ornamentales que presenta no son muy frecuentes en el noroeste
peninsular y sí en dicha comarca francesa. Esa filiación parece explicarse por
las relaciones mantenidas entre el reino leonés y la región de Toulouse además
de las que parecen haber existido entre el propio conde Suero Bermúdez y
algunos miembros de la familia condal de esa región francesa.
Como
se indicó, uno de los artífices dejó constancia de su trabajo a través de la
inscripción que se conserva en una de las piezas, donde reza: ME MAUSCARONI
FECIT MANUS OFICIOSA, epígrafe muy similar al que, según copiaron Caveda y
Jovellanos, se encontraba en la lápida de consagración de la iglesia de
Santiago de Caravia, donde, con fecha de 1146, se decía, entre otras fórmulas
relacionadas con la consagración del templo: ME MAUS CARONI FACIT MANUS
OFICIOSE. Esto parece indicar que el taller que trabajó en Cornellana lo
hizo también antes o después en la iglesia del monasterio de Caravia, que había
sido fundado en el siglo XI por Munio Muñóz. Sin embargo, la ausencia de restos
materiales procedentes de este cenobio impide establecer relaciones más precisas.
Entre
finales del siglo XII y principios del XIII, con anterioridad para algunos
autores, continuando con las reformas del monasterio, se iniciaría la
reedificación del templo, sustituyendo la primitiva basílica por una
construcción más acorde a la nueva liturgia y siguiendo los modelos
benedictinos. Modificada en las obras del siglo XVII para adaptarla a la nueva
estética de la Contrarreforma, la actual iglesia parroquial de San Juan de
Cornellana plantea serias dificultades de interpretación aunque conserva lo
esencial de su estructura primigenia. Sigue el modelo benedictino de planta de
tipo basilical, con tres naves, la central más ancha que las laterales, y
cabecera triple escalonada con ábsides semicirculares precedidos de
tramo recto.
La
actual disposición del cuerpo de naves, dividido en tres tramos, el primero
enmascarado por la construcción del coro alto en el siglo XVIII, plantea no
pocas incógnitas. Está articulado mediante grandes arcos de medio punto, con la
rosca doblada, que descansan sobre pilares de sección cruciforme con columnas
adosadas en sus frentes internos. La excesiva luz de los arcos, impropia del
período románico, y la existencia de seis contrafuertes en el exterior del muro
norte, algo modificados, llevan a M. S. Álvarez Martínez a considerar que la
estructura original de la iglesia, antes de las reformas modernas que la
modifica ron buscando una mayor diafanidad y teatralidad acordes con el gusto
barroco, podría organizarse en seis tramos en lugar de tres, teniendo para ello
seis pilares sobre los que gravitarían otros tantos arcos. De ser así, en la
estructura actual de las naves sólo restarían de la fábrica original tres
pilares, siendo eliminados los intermedios para proporcionar una amplitud
espacial adecuada a las exigencias constructivas del estilo barroco y alterando
por completo el concepto espacial románico.
No
menor problema que las naves plantea el sistema de cubiertas, también
modificadas para adaptarse a los nuevos gustos. En la actualidad presenta
bóvedas de cañón corrido, enmascarado con arcos fajones sobre ménsulas, que, como
propone el arqueólogo Martínez Villa, aparentando función estructural, son
meramente decorativos. Es difícil conocer cuál fue la cubierta original del
templo románico ya que, si bien la presencia de contrafuertes pudiera denotar
una sistema abovedado, la formulación de los pilares con columnas adosadas sólo
en los frentes internos, no parece la adecuada para recibir los arcos fajones
que necesitarían unas bóvedas de considerables dimensiones. Con independencia
del tipo de cubierta, lo que pare ce claro es que se elevaría por encima de la
altura de la actual, ya que tanto en el muro de la fachada como en el del
testero se conservan dos vanos parcialmente tapiados que formarían parte del
sistema de iluminación original y se abrirían en el muro por debajo de la
primitiva cubierta.
El
sistema de iluminación se debió completar con una línea de saeteras de derrame
interno abierta en la parte superior de los muros laterales, del modo de la que
se conserva en la nave sur al lado del ábside, donde, además, se abre un
estrecho vano semicircular y pueden apreciarse algunos restos de pinturas
simulando sillares.
La
cabecera, construida con excelentes sillares de piedra en los que pueden
apreciarse algunas marcas de cantero, parece ser la única estructura que quedó
libre de las reformas barrocas. Sus tres ábsides, el central de mayor tamaño
que los laterales, se cubren en el tramo recto con bóveda de cañón y en el
espacio semicircular con bóveda de horno. Se accede a ellos a través de los
correspondientes arcos triunfales, compuestos por un arco de medio punto
doblado, dispuesto sobre unas pilastras de sección cruciforme con columnas
adosadas, más gruesas en los frentes del pilar y con el fuste delgado en los
ángulos.
En
el interior de la capilla central, en el tramo recto, se abren dos sencillos
arcosolios de medio punto, posiblemente construidos en el siglo XVII, donde
fueron trasladados en 1604, como comenta Yepes, los sepulcros de don Suero,
doña Enderquina y su hijo, que se encontraban en el crucero en tres arcas de
piedra. Articulando los paramentos de los ábsides y dando unidad al conjunto,
dos líneas de imposta recorren los muros, tres en el caso del ábside central,
la inferior de ella con puntas de diamante y las dos restantes lisas. Sin
interrupción y abrazando los haces de columnas, pasan de una capilla a otra, y,
a juzgar por los restos apreciables en un estrecho paño de pared que se
conserva al lado del ábside sur, debían de continuar por los muros de las naves
laterales.
Junto
con algunos detalles en las basas, decoradas con motivos florales,
semicírculos, escamas de pez, dientes de sierra o sogueados, estas impostas
ofrecen la única ornamentación del templo, ya que los capiteles coronan las
columnas con un sencillo esquema de cesta troncocónica desornamentada siguiendo
modelos que podemos encontrar en Santa María de Valdedios o en la Catedral de
Zamora. Únicamente el situado en el pilar norte del ábside central se decora
con elegantes lacerías vegetales, semejantes a las utilizadas en un capitel de
la portada de San Pedro de Villanueva en Cangas de Onís, y responde a las
características formales ya comentadas en las portadas del claustro.
En
el exterior, sólo resta de la construcción románica el muro norte, que se
refuerza con los seis contrafuertes a los que antes se hizo referencia, y la
cabecera, donde el esquema benedictino vuelve a hacerse patente. Con sillares
bien escuadrados, como en el interior, los tres volúmenes de sección
semicircular que la conforman aparecen perfectamente definidos, destacando
claramente el central tanto por su mayor tamaño como por la mayor articulación
de sus muros.
Rompiendo
con la monotonía y dando ritmo al conjunto, el ábside central, en el que se
abre una estrecha saetera semicircular de triple rosca con guarda polvo
moldurado, se articula en cuatro pisos horizontales separados por líneas de
imposta, con taqueado la inferior y lisas las dos restantes.
Estos
paños murales articulados horizontalmente están recorridos en sentido vertical
por sendas columnas que siguen un modelo similar a las del interior, con basa
sencilla y capitel desornamentado. Los ábsides laterales, en los que se
continúa la moldura ajedrezada dándole unidad al conjunto, presentan un
tratamiento más sencillo. En ellos sólo rompe la monotonía mural una estrecha
saetera que se abre en el centro del paramen to, rematando el conjunto una
sencilla cornisa con canecillos de cuidada talla y decorados en su mayor parte
con una hoja desornamentada o con una bola.
En
líneas generales, podemos decir que lo conservado del templo románico del
monasterio de San Salvador de Cornellana se caracteriza por la simplificación
de las formas, la sencillez y la desornamentación. Una elegante sobriedad y
limpieza ornamental que puede relacionarse con los influjos de la nueva
estética cisterciense, difusora de la corriente purista del estilo, y que ya
evidencian los programas protogóticos que también pueden apreciarse en el arco
apuntado de la portada del claustro. Unas características, como vimos, en
contraste con lo que debió de ser el primitivo claustro románico, donde las
técnicas, formas y repertorios ornamentales presentes en estas dos portadas nos
llevan a pensar en un claustro románico de gran rique za escultórica y calidad
plástica, receptor del lenguaje internacional, al tiempo que difusor del mismo,
pues, siguiendo la órbita de Cornellana, el estilo románico en su versión
arcaizante y popular llegó a los templos rurales de la zona donde los talleres
locales lo interpretaron dentro de sus limitaciones técnicas y materiales.
A
modo de resumen, podemos decir que la construcción sobre la que la infanta
Cristina fundó el monasterio por el año 1024 debió de continuar básicamente la
estética y las formas de los templos altomedievales conocidos en Asturias. Esta
primitiva construcción, tras la vinculación del monasterio a Cluny en las
primeras décadas de la centuria siguiente, fue sustituida poco a poco para
adaptarse a las nuevas costumbres y usos de la orden benedictina, de forma que,
mediado el siglo XII comenzaría la construcción del claustro, que se extendería
hasta los primeros años del siglo XIII, y quedaría inconcluso. Sería tam bién
en estos años o poco tiempo antes, cuando se inició la transformación de la
iglesia, siendo sustituido el templo primitivo por una construcción acorde con
las necesidades de la orden y siguiendo los modelos imperantes en el momento.
Tras la construcción de la iglesia y del claustro, en torno al que sabemos que
se disponían, al menos, un dormitorio común y un refectorio, durante la Baja
Edad Medía (siglos XIV y XV), el estilo románico deja paso a las fórmulas
góticas, de forma que entre la el templo y el mencionado claustro, respondiendo
a las inquietudes espirituales del momento se construyeron en Cornellana, un
sencillo arcosolio y una interesante capilla funeraria que apuntan a maneras
protogóticas, similares a la que pode mos encontrar en la Capilla de los Alas
de Avilés. Con estas estructuras se mantendría la institución por un largo
período de tiempo, épocas de decadencia y declive que durante los últimos años
de la Edad Media y primeras décadas de la Edad Moderna sumieron al monasterio
en una profunda crisis de la que no consigue salir firmemente hasta que, como
hemos visto, en la primera mitad del siglo XVI pasa a depender de la Casa
Benedictina de Valladolid, iniciándose un nuevo período de su historia y una
nueva transformación de las dependencias monásticas. Así, en la segunda mitad
del siglo XVII se inicia la reforma de la iglesia románica, adaptándola a los
nuevos gustos de estética barroca y anteponiéndole una fachada de inspiración
clasicista. No mucho tiempo después se continuó la transformación con la
construcción de nuevas dependencias, encabezadas por la fachada del monasterio
con tintes palaciegos, y ya en el siglo XVIII la sustitución del claustro
medieval por el actual claustro barroco.
Tineo
La
villa de Tineo es la capital del concejo del mismo nombre, situado en la
comarca suroccidental de Asturias. Dista 46 km de Oviedo, y su acceso más
directo es a través de la carretera N-634 hasta La Espina y, desde allí,
siguiendo la AS-216.
El
núcleo primigenio de la villa se situaba en lo que hoy se conoce como el barrio
de Fon dos de Villa, pero la entrada de la ruta jacobea por la parte alta del
pueblo hizo que el barrio antiguo perdiera protagonismo, al tiempo que se
desarrollaba el de Cimadevilla. La fundación en el nuevo barrio del convento
franciscano de San Francisco del Monte, cuyo templo desempeña hoy la función
parroquial, debe de haber influido también en el desarrollo del mismo.
Iglesia de San Francisco
La
manda testamentaria del Arcediano de Oviedo Fernán Alonso, de 1273, da cuenta
de que en esa fecha había ya franciscanos en Tineo. Al no figurar citado en la
parte dispositiva del rico canónigo, redactado en el 1267, podemos suponer que
el cenobio fue construido en el breve espacio de tiempo de siete años, entre el
1267 y el 1274, al tiempo que la obra franciscana de Avilés. El convento sufrió
numerosas reformas con el paso del tiempo. Un factor decisivo en su
transformación vino dado por la familia Merás, cuando construyó su capilla
funeraria aneja a la nave central siguiendo los parámetros estilísticos del
barroco.
Esta
capilla dio origen a una serie de reformas orientadas a la dignificación del
edificio, que encubrieron y remodelaron su primera concepción con el fin de
adaptarla a la nueva demanda estética. El nuevo gusto constructivo reflejado en
la capilla, que se inaugura en 1613, fue el patrón que sirvió de guía para la
reforma que ha llegado hasta nosotros, en la que aún se vislumbran algunos
elementos pertenecientes a su primitiva fábrica medieval.
El
templo ha tenido una buena factura constructiva y responde plenamente a la
tipología aplicada por las órdenes mendicantes. Se compone de una nave única de
gran amplitud y de gran altura. Su espacio, muy diáfano y de escasa
ornamentación, sigue el concepto de “planta-salón”, que resulta
especialmente indicado para dirigir la predicación a un elevado número de
fieles. Está divida en tres tra mos, tiene un pórtico a los pies y una cabecera
precedida por un amplio presbiterio. El ábside es cuadrangular y de testero
recto, se encuentra sobreelevado por encima de la nave y se accede a él a
través de una escalinata.
Contiguo
al muro sur se situaba el desaparecido claustro, del cual no queda referencia
material alguna y que, como los elementos conservados, debió de seguir unas
pautas estilísticas próximas al gótico. La capilla de la familia Merás se abre
a la nave en el último tramo del muro norte con una planta rectangular dividida
en tres espacios.
Para
el alzado se emplearon robustos paños murales, de proporciones que acusan el
sentido ascendente y evitan la sensación de pesadez arquitectónica.
Como
refuerzo se generan unas zonas de sillar perfectamente escuadrado, que simulan
pilares embebidos en el muro, para recibir arcos de medio punto muy amplios. En
la nave, los arcos descansan sobre impostas molduradas. El paño sur alberga un
ritmo de tres grandes y estilizados vanos de arco apuntado con amplio derrame
interno y carácter goticista, que, de no ser por la capilla aneja en su muro
opuesto, encontrarían su reflejo en otros tres idénticos.
La
cubierta primitiva para la nave debió de ser de madera, sustituida
posteriormente por bóvedas de crucería con cuatro nervaduras concluyentes en
una clave circular carente de toda decoración. El espacio del presbiterio se
cubre con una bóveda de cañón, y el ábside con otra de crucería. El coro
situado a los pies es bastante posterior.
La
decoración interior es escasa y se concentra en puntos muy concretos. La
austeridad prima en todo el edificio. Los juegos de molduras lineales conforman
el grueso del repertorio ornamental, a excepción de los motivos de la portada y
una serie de representaciones figurativas, junto con otras de carácter vegetal,
situadas en el arco triunfal de la cabecera y en la antigua puerta de acceso al
claustro, respectivamente.
El
arco triunfal que media entre la cabecera y la nave se compone de tres
arquivoltas apuntadas. Es de gran amplitud y se apoya sobre de tres pilares
consecutivos a cada lado que descansan sobre un estilizado podium. En la
transición de los pilares a las arquivoltas se encuentran unas impostas de gran
vuelo que pertenecen a la fábrica primitiva y llevan una peculiar decoración.
Se trata de una sucesión de tetrapétalas de botón central que están flanqueadas
por cabezas figurativas de animales y de hombres. De los animales, a la
izquierda, sólo se conserva una completa que recuerda a un toro. Las del lado
derecho, una de ellas bastante deteriorada, se asemejan a cabezas de individuos
amortajados.
Los
vanos de ingreso abiertos en el paño sur de la cabe cera pertenecieron a la
primitiva fábrica del edificio. Hubo un tercero en el paño norte para acceder a
las huertas, pero se encuentra tapiado. A su lado se dispone hoy un pequeño
almacén al que se accede mediante un arco carpanel. La primera puerta del lado
sur comunicaba el coro con el claustro, dando ahora acceso a la actual
sacristía.
Su
decoración se resuelve a través de una línea incisa sobre las dovelas que
marcan la forma de la ojiva. Se completa con un grueso guardapolvo que arranca
de una imposta. La puerta restante comunicó la cabecera con el segundo piso del
claustro. Sigue el diseño de la anterior, con arco de ojiva y potente
guardapolvo, pero además incluye dos molduras talladas de un modo preciosista
donde se repiten los botones con cuatro hojas en una banda, y encima de ellos,
en otra banda, ornamentos vegetales entrelazados y de gran detallismo.
Destacan
en el primer tramo de la nave dos nichos practicados en los paños, enfrentados
el uno al otro. El del lado izquierdo guarda forma de arco ojival, cubierto con
un guardapolvo de dientes de sierra. El derecho lleva una decoración más
cuidada y quizás sea un poco posterior. Lo forma también un arco ojival de
distintas molduras, el cual guarda en su interior otro arco plenamente gótico
que apoya sobre ménsulas desarrollando un zigzag de dientes de sierra muy
elaborados con el motivo de dos círculos concéntricos en sus puntas. Este arco
se crea a modo de tracería, ya que va exento sin llegar a pegarse al muro.
La
fachada original ha sido alterada por reformas que ocultan su estructura; se le
ha añadido un pórtico de tres grandes arcos de medio punto que comunican con la
portada occidental, el del centro, y con dos pequeños habitáculos, los
laterales. La portada del templo es un ejemplo claro de transición de los
presupuestos románicos a los góticos. Es el elemento más destacado de la
fábrica medieval que se conserva y la más próxima a los modelos
tardorrománicos. Adopta forma ojival, se articula en tres arquivoltas moldura
das en boceles e integra una decoración heredada de la etapa románica anterior:
el zigzag y las tetrafolias para la arquivolta exterior, motivo éste último que
se repite en la rosca interior del arco, y billetes para las impostas. Otros
repertorios se relacionan con ejemplos de cronología paralela y, en especial,
con San Francisco de Avilés, como los motivos vegetales de los capiteles, que,
con su mirada a los bosques del entorno, dan cuenta de la introducción del
naturalismo en las representaciones plásticas vinculadas a los templos
franciscanos de la decimotercera centuria.
Bárcena del monasterio
La
localidad de Bárcena del Monasterio, situada en un profundo valle que recorre
el río Cane ro, se encuentra a 17 km de la villa de Tineo y a 63 de Oviedo. Las
menciones documentales a esta localidad, según refleja el propio topónimo,
están estrechamente relacionadas con el monasterio fundado en su territorio.
En
origen, dicho monasterio surgió a fines del primer tercio del siglo X como
cenobio familiar por iniciativa de Fruela Velaz y su mujer Totilde, personajes
pertenecientes a una de las familias más poderosas del occidente astur. Su
iglesia, consagrada a San Miguel, tiene constatada su existencia a fines del
siglo XI, y se ha relacionado con una supuesta herencia de Alfonso II, Fruela
II y después la del hijo de éste, Alfonso Froilaz, que en 922 pasaría al conde
Fruela Velaz. Éste, con su esposa, recibió la iglesia de sus antepasados en
estado ruinoso. Posteriormente, con ayuda de su hijo primogénito Vermudo,
reconstruyó y erigió el monasterio destinado a una pequeña comunidad de monjas
sanctimoniales, pero guardando al mismo tiempo el carácter de iglesia propia en
régimen de herederos.
Cuando
su padre cede la iglesia a Vermudo, ésta viene con las propiedades de la villa
de Valle de San Martín y de Varcenillo o Barciniella, a orillas del río, que
había sido propiedad de Tello Sobélliz, merino del conde. Vermudo le añadió las
heredades de Río Cosindi, Villar Pedríz –llamada después Villar del Monasterio,
(donde se hace enterrar)– y la Rebollosa. Tras su muerte, sin descendientes, el
monasterio pasa a manos de sus hermanos Suario, Ordoño y Jimena Vélaz. Pasa
también a la hija de esta última, Aragonti, que, casada con Ximeno Xeméniz, es
madre de Piniolo Xeméniz, fundador junto con su mujer Ildoncia del monasterio
cangués de San Juan Bautista de Corias. La hermana de Piniolo y bisnieta de los
fundadores de San Miguel de Bárcena, Auria Xeméniz, ejerció como abadesa en
este monasterio durante el tiempo que fue cenobio femenino: Auria Xemeniz
sororis comitis Piniolo (...) regebat monasterium cum sanctimonialibus.
En
el 1007 el monasterio comienza a recibir las primeras donaciones ajenas a la
familia y sale del régimen de herederos. Será tres años después, en el 1010,
cuando por causas desconocidas se sustituye la comunidad de monjas por una de
monjes. Alfonso V concede al futuro cenobio masculino un término de gran
extensión, una amplia donación en realengo, hombres de mandación real y gran número
de libertades y exenciones para que pudiera empezar a funcionar. Pero en el
1017 aún estaba a su frente la condesa Auria. A la muerte de ésta, en 1044,
Bárcena pasa a su hermano Piniolo como filial de Corias, momento en el que
parece poblarse el monasterio con su nueva configuración.
El
territorio delimitado por el rey Alfonso V comprendería: Lucernas (Bárcena,
Tineo), Villa Proli (Villapro, Troncedo), Sabadel (Sabadel de Troncedo, Tineo),
Andernol (Anderve, sierra de S. Martín Cangas del Narcea), Anzes (Anzas,
Bustiello, Tineo) y Olleiros (Olleros, Bárcena, Tineo). De este modo, se
absorbió parte del realengo de los monarcas leoneses en el occidente astur
entre las sierras y el mar, donde el rey cedió en donación montes, pastos y
brañas, de las cuales menciona las de Cestañol, Valvenato, Faldo de Luso, Braña
Traviesa, Ordial de Yuso, Bus montan, una mitad de braña Mesme, Pozales, la
Candana, Buspolil, mitad de Acevedo de Villar, Trasmir, mitad de Buscamine,
Aguanercio, declarando el rey poder conservar su poder en otras tantas, concediendo
todo el montazgo de la tierra de Tineo, desde Cabruñana hasta Leitariegos.
Las
últimas menciones de Bárcena como casa independiente aparecen en la dotación de
Villant y Villa de Muannes, territorio de Valdés, otorgadas por Oveco Roderici.
En
1044 tuvo lugar la solemne fundación del monasterio de San Juan Bautista de
Corias, teniendo como filiales a Bárcena, Canero y Miudes, monasterios que le
aportaron un tercio de sus ingresos. Bárcena además debía otorgar un poco más
en periodo festivo, como seña de vasallaje. Durante el resto del siglo XI,
Bárcena se siguió gobernando con total autonomía con el abad Angilanus (Vigila)
al frente. Recibió donaciones piadosas como las de Collada (1063), Naravalle
(1063), Sarcenada (1085), Ervol, San Vicente de Erguisande y la Barrera (1088).
A
inicios del siglo XII tiene lugar un pleito contra el monasterio promovido por
el conde de la mandación de Bárcena, Pedro Peláez, en nombre de Alfonso VI.
Pedro Peláez era un noble poderoso casado con Gelovira, hija de Pedro Alfonso,
de la estirpe de herederos de Cibagio. Su poder sobre el occidente era total,
excepto en los territorios monacales, lo cual le suponía una disminución de
ingresos al estar estos exentos de pagar tributo. Peláez reclamó a Bárcena sus
poderes sobre el coto que le había sido concedido en tiempos de Alfonso V, ya
que alegaba que éstos lo habían ocupado arbitrariamente. El abad Munio de
Corias salió en defensa de Bárcena, llegando la contienda a la curia de León,
con el resultado de una sentencia favorable al monasterio, de fecha de 15 de
mayo de 1101. En estas fechas, Bárcena ya estaba habitada por monjes
benedictinos provenientes de Corias. En el primer tercio del XII Corias absorbe
totalmente al monasterio.
En
el XIII, cuando se inicia la decadencia de Corias, el monasterio de Bárcena
experimenta un nuevo auge y, paradójicamente, se destituye a su abad para
supeditar el monasterio a la autoridad de los abades cangueses.
Iglesia de San Miguel
Los
restos que quedan del cenobio de Bárcena son nulos, a excepción de la iglesia,
cuya fábrica actual debió de construirse en el siglo XIII. De la primitiva
estructura prerrománica sólo se conservan una ventana geminada de dos arquillos
de herradura, con decoración típicamente asturiana, que por sus características
se puede datar de comienzos del siglo X, y la lápida de doña Aragonti, madre
del conde Piniolo.
La
iglesia de San Miguel de Bárcena sigue el esquema benedictino de una nave de
considerable anchura y cabecera tripartita de ábsides semicirculares
escalonados, un tanto singular por destacar sobremanera el ábside central
frente a unos diminutos absidiolos laterales. El profundo presbiterio cubre su
tramo recto con bóveda de cañón, y el semicircular con bóveda de horno. Los
ábsides laterales lo hacen con pequeñas bóvedas de horno y sus muros se abren
al exterior a través de sendas saeteras. El ábside de la izquierda ha
experimentado algunas reformas. La techumbre de la nave es una armadura de
madera, y la cubierta exterior un tejado a dos aguas. A los pies de la obra, en
su interior, se situó el coro alto de madera. La fábrica está construida con
buen aparejo de cantería en la cabecera y en las portadas.
En
su interior llama la atención la considerable altura y la diafanidad de la
nave, hecho que contrasta con la falta de luz, debida al carácter macizo del
muro y al pequeño tamaño de los vanos. Éstos siguen un ritmo de tres por paño
(dos, dadas las reformas, en el lado derecho) y están rematados a dintel con
derrame interior. Sobre el arco de triunfo que da paso al presbiterio aparecen
otros dos vanos cuadrados, abiertos en una reforma de época moderna, y
dispuestos en torno a una pequeña ventanita geminada perteneciente a la fábrica
prerrománica del templo. Está formada por dos reducidos arcos de herradura que
descansan en una columnita central, a modo de parteluz.
La
nave ha sufrido añadidos, como una sacristía en su lado derecho, a la altura de
la cabecera, y una capilla del siglo XVII, que está provista de ventanas con
remate en venera. En los muros oeste, norte y sur de la nave se abrieron las
tres portadas originales.
La
portada occidental se encuentra en muy mal estado de conservación y actualmente
está tapada, en parte, por el pórtico de madera. Sus trazas son de arco de
medio punto; tiene tres arquivoltas que descansan sobre jambas con columnas
acodilladas, dos de ellas sustituidas actualmente por soportes de madera. Sólo
las del lado derecho se apoyan sobre una rústica basa con plinto y toro. Las
arquivoltas aparecen desnudas y sus dovelas tienen gran tamaño.
La central y la
exterior ofrecen un perfil moldurado en bocel. Los tres capiteles del lado
izquierdo tienen una factura poco esmerada. Presentan muy mal estado de
conservación y sólo el exterior está decorado con un esquemático motivo
vegetal. Los tres restantes están más trabajados por el lado derecho, aunque el
interior no se decora. Los otros se labran con grandes hojas nervadas, de
trabajo más cuidado y detallista.
Portada occidental
Capiteles portada
occidental
La
portada septentrional es la conocida como “puerta de los Baqueiros” y
actualmente está tapiada. Es particularmente exquisita la decoración de su
arquivolta con lóbulos abiertos superpuestos al bocel de la rosca. Este motivo
polilobulado, de origen cordobés, llega a Asturias desde la Meseta, donde
cuenta con interesantes ejemplos en los templos zamoranos y leoneses, y no es
ajeno a otras muestras del románico asturiano, localizadas, en buena parte, en
torno a las rutas de peregrinación.
Portada norte
La
puerta opuesta en el muro meridional también está ampliamente decorada en su
exterior. La conforma un esquema de arco ligeramente apuntado que apoya sobre
sendas impostas de listel horizontal y posible origen prerrománico. Debajo se
sitúan columnas acodilladas entre las jambas. La arquivolta interior está
moldurada con un bocel continuo que se alterna con una media caña sin decorar y
se envuelve con un guardapolvo que combina motivos de frutos y puntas de
diamante. Los capiteles de las columnas están profusamente decorados. El
derecho sigue el esquema troncopiramidal invertido y se decora con motivos de
bolas y espirales. El capitel izquierdo sigue el mismo modelo, pero cambia la
decoración, que ofrece rombos y frutos.
No
muy distante, y empotrada en el mismo paño meridional, se encuentra la lauda
sepulcral de doña Aragonti. La inscripción está enmarcada con una orla de
follajes. También posee motivos decorativos geométricos y una inscripción que
se distribuye en líneas espirales donde se puede leer: IN NOMINE DOMINI
ECL... DEPOSITE A... CORPORE... LEGITE REQUIESCIT IC... FAMULA DEI ARAGONTIE
CONFESA ET OBIIT IIII FERIA DIE KALENDAS SEPTIEMBRIS ERA MILESIMA XLIV.
Portada sur
Capitel portada sur
Capitel portada sur
La
decoración sigue en la cabecera, tanto en el exterior como en su interior. Al
exterior se sitúa en la cornisa del ábside, en la que se alternan canecillos
lisos, con una ligera moldura en bajorrelieve o con bolas. La misma cornisa
tiene algún tramo que recoge una hilera de pequeñas bolas.
En
el interior destaca un gran arco de triunfo que se apoya en jambas con columnas
acodilladas sin basa. Los capiteles se trabajan con motivos decorativos
vegetales, siguiendo la línea de los ya comentados en la portada pero con talla
más volumétrica. El capitel exterior del lado izquierdo presenta una serie de
colas de helecho que se enroscan en la punta como una espiral. Sobre ellas se
añade una banda de bolas. El capitel interior recoge dos grandes hojas
alargadas angulares, intercalando entre ellas otras de muy bajo relieve que
también se enroscan en espiral. En el lado derecho sigue imperando la
vegetación y el geometrismo. El capitel interior derecho tiene un relieve muy
bajo.
Se
compone de hojas planas, apareciendo en las esquinas otras que se enroscan
sobre si mismas, generando tímidas volutas. El capitel exterior muestra una
serie de hojas lanceoladas muy claroscuristas, que se coronan con una tira de
bolas.
El
presbiterio cubre su tramo recto con bóveda de cañón, y el tramo circular con
bóveda de horno.
Tetramorfo del ábside
central.
Los
ábsides laterales de la cabecera son también espacios realzados por la
ornamentación. Ambos están compuestos por arcos de medio punto bien dovelados y
ambos sufren la curiosa amputación de las columnas sobre las que descansaban
los arcos. El arco del ábside de la izquierda aún conserva un potente
guardapolvo. Su capitel izquierdo no porta decoración, a diferencia del
derecho, que muestra una talla esquemática de hojas lanceoladas. En el ábside
del lado derecho ambos capiteles se decoran. El izquierdo está muy deteriorado,
pero aún guarda una esmerada talla de motivos vegetales esquemáticos que for
man espirales. El derecho guarda una banda de grandes dientes romos, a modo de
corona invertida. Dentro de este ábside se conservan restos de pintura que permiten
apreciar la figura de un Crucificado. La pintura también se reparte en otras
zonas de la iglesia, destacando el Tetra morfo del cuarto de esfera del ábside
central. Estos restos pictóricos son posteriores a la fábrica medieval, datan
de la Edad Moderna, aunque su fecha es difícil de precisar debido a su carácter
ingenuo y popular.
Portada norte.
Se conoce como "puerta
de los vaqueiros", llamada así porque era la única puerta por la se
permitía entrar a los vaqueiros de alzada.
Actualmente está
tapiada.
Obona
Obona
es una parroquia del concejo de Tineo. Dista 10 km de la villa de Tineo y 78,4
km de Oviedo. Se accede a ella por la carretera AS-218 que comunica con Pola de
Allande.
La
documentación existente sobre el lugar está vinculada al monasterio fundado en
su territorio, que fue uno de los más importantes del occidente astur. Su
origen no está suficientemente claro. La tradición señala como fundadores del
cenobio en el siglo VIII al príncipe Aldegaster (supuesto hijo del rey Silo) y
a su mujer Brunilda, pero esta leyenda no puede sostenerse documentalmente. No
obstante, el origen del monasterio de Obona pudo estar relacionado con una
fundación familiar, como en su vecino de Bárcena, y tendría originariamente un
carácter de comunidad dúplice. Se sabe que en el siglo XI fue absorbido por el
monasterio de San Juan Bautista de Corias, y que a fines del mismo siglo una
parte de ese patrimonio integrado en Corias pasa a ser posesión de una familia
de la aristocracia local conocida como los “Tructinos”. Dicha familia
trataba de reunir todo el patrimonio disperso de Obona con el objeto de donarlo
como dotación fundacional a una orden religiosa. Casos similares también se
dieron en los monasterios de San Salvador de Cornellana y Santa María de Belmonte,
donde se pasó de una fundación familiar a un auténtico monasterio poblado por
una comunidad de religiosos.
El
26 de febrero de 1022, Alfonso V otorgó el coto y delimitó el espacio del
monasterio de Obona. En el siglo XII, Obona se convirtió exclusivamente en
cenobio masculino y acató la regla de San Benito. Fue a partir de entonces
cuando recibió privilegios de los monarcas Fernando II, en el año 1186, y de
Alfonso IX, en el año 1200. El mismo Alfonso IX, en el año 1222, convirtió
Obona en paso obligado para los peregrinos que se dirigían a Compostela, con la
contrapartida de que el monasterio diese cobijo a los caminantes.
Iglesia de Santa María
El
monasterio de Santa María la Real de Obona fue un complejo monumental que
respondía a una sobria estética cisterciense, pese a que la comunidad que lo
poblaba acataba la regla benedictina. Su fundación, como ya hemos señalado, se
realizó en el siglo XI pero el templo actual es del siglo XIII. Del conjunto
monástico medieval únicamente se conserva el templo. Su esquema en planta es el
de tres naves, con mayor desarrollo de la central. El espacio entre ellas se
separa mediante arcos formeros apuntados que apoyan en unos pilares quebrados
en su cara interna para recoger una segunda rosca. Cada nave se cubre con
armadura de madera y desemboca de un modo escalonado en su correspondiente
ábside semicircular. El ábside central gana en tamaño a sus compañeros laterales,
va precedido de un profundo tramo recto, cubierto por una bóveda de cañón, y
remata en un semicírculo que se cierra con bóveda de cuarto de esfera.
La
decoración en todo el edificio es mínima y se concentra en el ábside central,
tanto en el exterior como en el interior.
El
arco triunfal centra en el interior todo el esfuerzo decorativo en los
capiteles y en las basas de las columnas. Las basas adoptan en ambos casos
motivos vegetales muy esquemáticos en las esquinas del plinto. El capitel
derecho recubre todo su cuerpo con baquetones que esquematizan tallos
vegetales. El capitel izquierdo recurre a una decoración de arcos de medio
punto con bolas inscritas en su interior.
Al
exterior, en el ábside central aparecen dos columnillas entregas con sus
correspondientes basas y capiteles decorados. Los canecillos existentes son
lisos y las cornisas de los ábsides se decoran con una hilera de pequeñas
bolas. Los capiteles se decoran con tallos vegetales entrelazados, que en el
capitel del lado izquierdo se combinan con frutos y en del lado derecho con
hojas de acanto. Las basas recogen unos motivos vegetales enroscados a la
altura de la esquina del plinto.
Ábside central
Capitel del Ábside central
Capitel del arco
triunfal
El
templo es de proporciones considerables y alcanza un desarrollo y una
complejidad estructural bastante mayor que los restantes templos románicos del
entorno, incluido el de San Miguel de Bárcena. Se construyó con aparejo de
cantería, bien trabajado en sus ábsides y arquería interna, y se cubrió, salvo
la cabecera, con armadura de madera.
De
sus imágenes de culto originales conserva una de Cristo crucificado que es uno
de los mejores ejemplos de esa iconografía del románico asturiano. Presenta,
como el del monasterio de Corias (Cangas del Narcea), unas características
formales e iconográficas propias del siglo XII. Según explica Soledad Álvarez,
ambas obras reproducen el prototipo del Cristo redentor que triunfa sobre la
muerte, tocado con la corona (símbolo de realeza), y sin indicios de
sufrimiento en la expresión de su rostro.
Frente
al esquema de representación griego de un Cristo joven e imberbe, éste sigue
las pautas representativas y tipológicas sirias, y se representa con barba y
cubierto de un paño de pureza fijado mediante un nudo a la altura de la cadera.
Paño éste que cae hasta las rodillas con ligeros plegados que apenas se realzan
sobre el volumen corporal.
La
figura se adapta a los dos ejes que forman los troncos de la cruz, que se
relacionan con el concepto de árbol de la vida, mediante cuatro clavos y con
los pies separados. El cuerpo acentúa el verticalismo del soporte, sólo
alterado ligeramente por la leve flexión de las rodillas. En la composición no
se incluye un “supedaneum” para el apoyo de los pies.
La
obra se talla en varias piezas de madera posteriormente unidas, y tiene una
escala humana que contrasta con la monumental de su coetáneo coriense. El
Cristo aparece muerto pero sin dolor, con la cabeza levemente ladeada sobre el
hombro derecho. Su cuerpo no se desploma, sino que guarda una rigidez con la
que el maestro escultor intenta reflejar de un modo muy elemental el perfil
anatómico de los músculos en tensión. Esta talla supera el reduccionismo
geométrico empleado para el paño de pureza. Con carácter más geometrizante se
encuentra la representación de los huesos bajo la piel, destacados en la caja
torácica y en contraposición al suave tratamiento del modelado del torso. En
virtud de este blando modelado, el Cristo de Obona ofrece una imagen más verista
de la representación humana que la que se da en el Cristo del monasterio de
Corias, indicándonos esto que se ha avanzado en la búsqueda del naturalismo. La
obra mantiene su policromía original, basada en colores terrosos y claros para
las carnaciones, el blanco puro para el paño y el marrón oscuro para cabello,
barba y demás detalles. Tanto este Crucificado como el que se encuentra en
Corias no se corresponden con modelos paralelos en la región, pero sí mantienen
afinidades con ejemplos procedentes de la Meseta, como el Crucificado de Santa
Clara de Palencia, que actualmente se encuentra en el Metropolitan Museum de
Nueva York. El Cristo de Obona presenta un estado de conservación relativamente
aceptable, aunque debería ser objeto de cuidados de conservación específicos.
De
la época de la fundación se han conservado también el primitivo altar y la pila
bautismal.
El primero está formado por un importante monolito plano de piedra
que apoya en cuatro columnillas exentas, dispuestas en las correspondientes
esquinas, y en un pilar-relicario central, que en este caso no es el original
ni está horadado. Las columnas siguen un esquema sencillo de basa, fuste y
capitel, y sólo presentan decoración en tres de ellas. Las basas se decoran con
cuatro puntas que coinciden con las esquinas del plinto y que se agarran al
toro mediante pequeños tirantes. La decoración de los capiteles se resuelve
mediante formas vegetales. Los pertenecientes a las dos columnillas delanteras
tienen el mismo motivo de finos tallos que se enroscan sobre sí mismos hacia el
exterior agarrando una bola. El capitel posterior izquierdo se deja liso, y el
posterior derecho se decora con finos tallos rematados en dos tipos distintos
de hojas, alternándose las de forma oval con las de forma lanceolada.
La
pila bautismal medieval de Obona responde a la tipología de copa sobre una base
de pequeña columna cilíndrica. Es una pieza labrada en piedra caliza y no posee
ornamento alguno, a excepción de una fina moldura que recorre todo su diámetro
a la altura de la boca.
Unido
a la nave meridional del templo se conserva, en estado ruinoso, el claustro del
monasterio, que sustituyó en época barroca al original claustro románico. Sólo
se llegaron a construir dos de las crujías, que presentan, por sus trazas,
cierta relación con los claustros monásticos barrocos construidos en la vecina
Galicia. Encabezando el acceso al claustro desde el exterior, y pareja a la
entrada del templo por su lado derecho, se alza la fachada de la casa abacial,
también barroca, con una sencilla portada de dos arcos rebajados, en el piso
bajo, y dos grandes ventanas, separadas mediante escudo, en el piso superior.
Claustro
Arquería norte
Arquería oeste
Grandas de Salime
Grandas
de Salime es un concejo situado en el extremo suroccidental del Principado de
Asturias. Para llegar desde Oviedo a su capital municipal se deben seguir
sucesivamente las carreteras N-634, AS-15 y AS-14. Esta última carretera lleva
directamente a la villa de Gran das. La distancia total es de 138 km.
Antes
de la Edad Media el territorio de Grandas gozaba ya de considerable actividad
gracias a los asentamientos prerromanos de pueblos especializados en el trabajo
de los metales, factor que serviría de reclamo para posteriores asentamientos
romanos dedicados a la explotación minera. La documentación más antigua
referida a Grandas es la aparecida en el testamento de Tructino Veremudis y su
esposa Fakilo, recogida en el Libro de los Testamentos, donde se menciona la
donación realizada el 30 de mayo del año 972 a la iglesia de Oviedo de muchos
bienes heredados de sus padres con la principal propiedad del monasterio de
Gandras (Gran das) y de una amplia serie de iglesias y propiedades dependientes
que formaban el arciprestazgo del “Honor de Grandas” que dominaba un
extenso territorio en Asturias y en Galicia. Aunque como en tantos casos ya
mencionados, el documento parece corresponder a una de las interpolaciones del
obispo don Pelayo, está dando cuenta de la importancia concedida en el siglo
XII a dicho territorio. En el año 1186 Fernando II donó a la iglesia de Oviedo
la tierra de San Salvador de Grandas junto con el castillo de Burón, que
comprendía la mayor parte del territorio entre los ríos Navia y Eo. Otro dato
histórico destacado fue el paso de Alfonso IX por Grandas en el año 1222 en su
peregrinación a Santiago de Compostela por el camino jacobeo interior. Ya fuera
de la etapa medieval, durante el reinado de Felipe II en el año 1584, Grandas
pasó a formar parte de las propiedades de la corona.
Iglesia de San Salvador
La
iglesia de San Salvador presenta en la actualidad una fábrica de proporciones
considerables que con serva poco de su estructura románica original.
Su
origen quizá se remonte al siglo XII, pero sufrió considerables reformas en
diferentes épocas de la historia. En el siglo XVI se construyó su torre y su
vestíbulo, y en el XVII se renovó por completo su estructura que, a mediados
del siglo XIX fue rodeada por un amplio pórtico perimetral.
Actualmente
presenta planta de cruz latina de una sola nave, remata en muro de testero
recto y se cubre con cúpula en el crucero y bóvedas de crucería en la capilla y
primer tramo de la nave.
De
la primitiva fábrica medieval se conservan varios restos significativos,
destacando la portada románica, que se empotró en el muro septentrional del
pórtico interior. Se trata de un excelente conjunto de arco de medio punto
integrado por varias arquivoltas que descansan sobre jambas acodadas. Las
arquivoltas carecen de repertorios ornamentales pero están recorridas por
molduras de boceles y medias cañas. Las jambas acogen entre sus retranqueos
tres columnas a cada lado, que presentan un relieve integrado de considerable
interés en sus capiteles y descansan sobre un plinto muy desarrolla do con
basas integradas por toro, escocia y baquetón.
Las
columnas de la jamba izquierda presentan un fuste liso, la central, un fuste
acanalado, la exterior, y un fuste helicoidal, la interior. Pese a encontrarse
muy erosionados en algunos casos, todos los capiteles presentan un relieve de
ejecución cuidada y considerable plasticidad.
El
capitel exterior del lado izquierdo combina motivos vegetales con la
representación de cuatro figuras, dos de ellas abrazadas, que a pesar del
deterioro por la actitud y la composición, están representando sin duda a María
e Isabel en el tema de la Visitación. El siguiente capitel presenta amplias y
carnosas hojas de acanto dobladas en su extremo superior. El capitel interior
recurre al clásico tema paleocristiano de dos aves bebiendo de una crátera, que
representa la fuente de la vida. Sobre los capiteles, a lo largo de toda la
jamba, se dispone una imposta que se decora con motivos vegetales en
mediorrelieve.
Los
capiteles del lado derecho presentan unos repertorios emparentados con los ya
mencionados para el lado opuesto. El que remata la columna exterior presenta
dos esbeltos cuadrúpedos afrontados sobre un fondo vegetal. Como en el capitel
de las aves del lado opuesto, éste puede representar dos venados alimentándose
de las ramas del árbol de la vida. El siguiente capitel presenta, sobre un
fondo de grandes hojas de acanto, dos personajes en relieve abultado que por la
forma de sus siluetas, su posición y su actitud están representando a María y
San Gabriel en la escena de la Anunciación. La pieza se encuentra muy
desgastada, pero queda claro que la escena forma parte de una narración
desarrollada en ambos lados de la portada con una intención didáctica. El deficiente
estado de conservación no permite apreciar el grado de detalle con el que se trabajaron
las figuras, ni sus rasgos formales, pero sus volúmenes dan cuenta de la
atención prestada a las proporciones y a los atuendos, que dan plasticidad y
naturalismo a las escenas, lo mismo que la comunicación establecida entre las
figuras. Finalmente, el capitel interior de este lado derecho es vegetal, de
grandes hojas de acanto. Una imposta retranqueada remata los capiteles y se
decora con relieves de acantos, que se interrumpen en el tramo interior.
Completando
el relieve monumental de la portada, en el interior de las jambas se
representan en relieve las figuras de un caballero y una dama, situados
respectivamente a la izquierda y a la derecha del vano de ingreso. La talla de
estas figuras parece ejecutada por diferente mano que la de los capiteles y es
menos delicada. Las figuras, de mayor expresionismo, resultan desproporcionadas
y presentan unas vestimentas trabajadas sumariamente.
Relieve de la jamba
Las
características de todos los relieves descritos, así como la presencia de las
estatuas- columna permiten fijar una cronología tardía para esta portada, que
no debe de ser anterior al siglo XIII.
En
el mismo vestíbulo, frente a la portada, se han empotrado en el muro dos
canecillos de cabezas monstruosas que representan sendas fieras con sus fauces
abiertas y amenazantes. Se trata de piezas talladas en altorrelieve de acusado
expresionismo. Bajo ellas, y adosada al muro septentrional, se encuentra una
pieza que ha sido mal interpretada como pila bautismal. Se trata de un bloque
monolítico que ronda el metro de altura, de cuerpo prismático cuadrangular y
remate superior en forma de copa, en el que han tallado dos pequeñas cabezas
humanas de forma elemental y primitiva. Este elemento debe de proceder de la
fábrica primitiva, pero fue sometido a una intervención para cumplir la función
de benditera.
En
el exterior del templo de San salvador de Grandas existen también algunos
vestigios de época medieval dignos de ser destacados. En el lado meridional del
pórtico existen algunos canecillos sencillos que siguen la tipología de los
existentes en otros templos del extremo suroccidental de la región, como
Santiago de Pesoz y Villanueva de Oscos. Se trata de piezas lisas, decoradas
con una pequeña moldura a modo de filete en su panza. Uno de estos canecillos
recuerda remotamente la forma de los modillones de rollos.
Además
de estas piezas, los elementos más destacables del exterior son dos nichos de
trazas góticas que también se ubicaron en el flanco sur con una función
funeraria. Se encuentran realzados sobre el muro exterior de la nave y
presentan una disposición de arcos apuntados y envueltos por un guardapolvo
realzado por pequeñas cabezas. Estos arcosolios repiten un esquema que se
encuentra también en el presbiterio de Santa María de Villanueva de Oscos,
aunque en el caso que nos ocupa parecen más tardíos y sin duda de época gótica.
Las roscas ojivales de los arcos se decoran con molduras que inscriben botones
y tetrapétalas.
Arcosolios funerarios.
San
Salvador de Grandas cuenta en sus estancias auxiliares con un pequeño museo
diocesano que custodia piezas de imaginería procedentes de los templos del
entorno junto con diversas piezas del ajuar litúrgico. Ninguna de las obras
conservadas se corresponde con el estilo románico.
Románico en la Comarca de la Montaña
Central de Asturias
El
centro sur de Asturias, dominado por las sierras y estribaciones de
la Cordillera Cantábrica se denomina Comarca de la Montaña
Central de Asturias.
Esta
comarca aglutina los concejos
de Aller, Lena, Mieres, Morcín, Ribera de
Arriba y Riosa.
No
dispone esta montañosa comarca tanta densidad de iglesias románicas como los
valles del norte del Principado, o las tierras costeras próximas a Avilés,
Gijón o Villaviciosa.
No
obstante, algunos de sus monumentos son de gran relevancia en el contexto del
románico asturiano pues pertenecen a un estilo románico áulico o culto pues se
construyeron en poblaciones de la ruta de peregrinación que se
desviaba desde León a Oviedo.
Hay
que recordar que Oviedo fue capital del Reino Astur durante los duros tiempos
de la reacción cristiana frente al Islam y que en la Cámara Santa de su
catedral se conservaban importantes reliquias.
Siendo
así, no es extraño que muchos peregrinos llegados a León por el Camino Francés
a Santiago se desviaran hacia Oviedo, pese a alargar su periplo.
Este viaje de León a Oviedo fue emprendido por el propio
monarca Alfonso VI y su hermana Urraca, acompañados, entre otros, por el
mismísimo Rodrigo Díaz de Vivar, en el año 1075 para abrir el Arca de las
Reliquias, lo que refuerza la idea de que algunas de las poblaciones que
jalonaban esta ruta debieron alcanzar la suficiente relevancia como para
construir buenas iglesias románicas, alejadas del ruralismo de otras zonas más
alejadas de los centros de poder.
Tal
extremo es también comprobable en la extraordinaria colegiata de Arbás del
Puerto, ya en León, refugio de quienes realizaban tal peregrinación y que
muestra una de las más elegantes decoraciones tardorrománicas españolas.
De
las iglesias de la Comarca de la Montaña Central de Asturias, hemos elegido,
por su calidad e importancia, los templos de Santa Eulalia de Ujo, la
de San Juan de Mieres (actualmente desplazada de su ubicación
original y trasladada a una finca privada de Gijón), San Vicente de
Serrapio y San Esteban de Ciaño, junto a Langreo.
Ujo
Ujo
se sitúa a 22 km de Oviedo, en las cercanías de la confluencia de los ríos
Aller y Lena, punto desde el cual el valle se ensancha formando el Caudal.
Cuenta con un pasado romano importante, ya que por aquí pasaba la ruta
principal hacia Lugo de Llanera y Gijón, y a la vez era un punto de
intersección de la ruta de La Carisa y de la que llegaba desde Aller. Se piensa
que en el pueblo existió un destacamento de la Legio VII, pues fueron
encontradas tres lápidas vinculadas a militares romanos cerca de la iglesia. En
una de ellas aparece un tal Gaio Sulpicio Ursulo, cuyo cursus honorum es
el del astur que llegó a alcanzar el rango mayor, al menos que sepamos, en la
carrera militar romana.
Ujo
fue además un enclave importante de la ruta que seguían los peregrinos hasta
San Salvador de Oviedo en la Edad Media. Las primeras noticias de este período
tienen lugar en el año 860, momento en el que Ordoño I dona la iglesia de Santa
Eulalia de Ujo al obispo Frunimio de la Catedral de León, aunque la iglesia
pudo construirse en tiempos de Alfonso II, como recoge Martínez Marina.
En
el mismo documento en el que se efectúa la donación se encuentran otras
propiedades concedidas a la sede legionense, y situadas en el concejo de Aller,
como “San Martín de Salceda”, que se localiza actualmente en San Martín
de Soto. El monarca asturiano encomienda al prelado situar los dextros para el
sustento y el cementerio de los “hermanos”, por lo que una parte cercana
a la iglesia se destinó a ese fin. Del cementerio se conserva una lápida, que
hace referencia al niño Velasco, datada en el 921 por Manzanares y en el 871
por García de Castro. Esta losa fue encontrada cerca de la rectoral junto a
otras más pequeñas y verticales, que estaban alineadas y sin inscripciones.
Además hay que citar la presencia de dos tapas sepulcrales recogidas por
Ciriaco Miguel Vigil, que estaban arrimadas a uno de los muros de la iglesia y
se utilizaban como asientos. Ambas tenían inscripciones, encontrándose en una
de ellas las letras CVD y en la otra ERA DCCCC. En el siglo X
aparece en la documentación, con relativa frecuencia, un tal Taurello, que
compra y recibe donaciones de terrenos en Ujo, engrosando así un pequeño
patrimonio a costa de los campesinos, que en varias ocasiones manifiestan la
protección que les confiere. En 1116 Urraca Ordóniz dona al monasterio de San
Vicente varios territorios en Ujo, y en 1154 Gondinsalvo Vermúdiz hace lo
propio con una heredad en Urien des. A finales del siglo XII, Fernando II junto
con su hijo Alfonso concede al monasterio de San Pelayo lo que le correspondía
en Ujo y Uriendes.
Hay
que suponer que una gran parte del terreno quedaría en manos de dominios
eclesiásticos tan poderosos como los anteriormente citados, a los que se
añadiría la Catedral de León.
Iglesia de Santa Eulalia
Es
precisamente en este contexto en el que situamos la construcción de la iglesia
parroquial. Existe un documento datado en el 1207 que denuncia la construcción
de una iglesia por parte del monasterio de Valdediós dentro de la jurisdicción
del obispo de León. No cita el lugar donde fue construida, pero hay razones que
llevan a pensar que se trataba de Ujo. En primer lugar, Santa Eulalia se
relaciona con numerosos templos de la zona de Villaviciosa (como San Esteban de
Aramil, Santa María de Lugás y San Juan de Amandi), gran parte de ellos
construidos por un taller vinculado al mencionado cenobio. A esto hay que
añadir que Ujo se situaba lejos de León y por ello la sede legionense tendría
mayores dificultades para controlar sus posesiones ujenses. Esto fue aprovechado
por el monasterio de Valdediós, que construyó una iglesia en Ujo para hacerse
con el dominio de al menos una parte del pueblo, lo que llevó a la catedral de
León a intentar recuperar sus posesiones como demuestra este documento.
El
templo de Santa Eulalia debió de realizarse muy cerca del camino francés, que
pudo ocupar aproximadamente el espacio de la carretera comarcal MI-3 en las
proximidades de uno de los primeros núcleos poblados de la localidad, el barrio
de Cortina, situado hacia el Oeste de aquél.
Hasta
1923, Ujo conservó prácticamente intacta su iglesia parroquial románica, que
estaba formada por una nave rematada en un ábside semicircular y se orientaba
al Este. En este templo se combinaban los sillares regulares con el sillarejo,
reservando los primeros al ábside y a la portada, y empleando el segundo en el
resto de los muros. Una portada semicircular se situaba al Oeste y daba acceso
a la nave, que se cubría mediante una armadura de madera. En los muros
laterales del templo se abrían dos ventanas a cada lado, del tipo de saeteras,
con derrame interno y desornamentadas. A través del arco de triunfo se accedía
a la cabecera, que seguía el planteamiento benedictino de ábside semicircular
precedido de un tramo recto, ligeramente más ancho que el semicírculo. El
hemiciclo se cubría mediante una bóveda de horno, y el tramo recto con una de
cañón.
En
1923, una plataforma ciudadana consiguió que la iglesia de Ujo fuera declarada
Monumento Nacional, aun que ya era tarde, pues había sido derribada
prácticamente en su totalidad. Sólo se mantenían en pie el ábside semicircular,
desprovisto del tramo recto que lo precedía, y se conservaban la portada, el
arco de triunfo y varios canecillos, elementos que se reutilizaron en un nuevo
edificio de carácter historicista.
La
portada quedó incorporada en la fachada de la nueva obra, que está orientada al
Norte. Consta de tres arquivoltas circulares, protegidas por guardapolvo, que
descansan en columnas acodilladas, las dos exteriores, y en jambas perfiladas a
bocel, la interior. Por encima de las arquivoltas se sitúa el tejaroz, que
reposa sobre ocho canecillos, entre los cuales se colocaron metopas. Las dos
primeras arquivoltas se decoran mediante zigzag, y ambas cuentan con
ornamentación en el intradós, consistente en una sucesión de palmetas (que
recuerda a una de las puertas de Santa María Magdalena de Zamora), una de
ellas, y en cuadrifolias con botón central, la otra. El tema del zigzag, de
ascendencia normanda, se une al oriental de los lóbulos cerrados, que se encuentra
en la tercera rosca. El inicio de esta forma en el antiguo reino de León viene
de la mano de la catedral de Zamora, en donde es aplicado a la Puerta del
Obispo.
Según
Gudiol y Gaya Nuño, dicho motivo fue utilizado anteriormente en un arco del
testero de la mezquita de Córdoba, y Chueca lo vincula a motivos sirios. Los
rollos cerrados se encuentran en San Martín de Salamanca, en Santa María del
Mercado de León y en los templos zamoranos de San Pedro y Santa María de Orta,
iglesia donde se utiliza en una rosca, debajo de la cual se encuentra otra
decorada con zigzag, los mismos elementos que en Ujo, pero en distinto orden.
Se
aplican, asimismo, en los templos asturianos de San Esteban de Ciaño (Langreo),
San Esteban de Aramil (Siero) y Santa María de Lugás (Villaviciosa).
El
ábaco de la izquierda dispone de una serie de cintas que se enrollan y rodean
trifolias, como lo hacían en otros ejemplos conservados en Sotiello, Amandi y
Aramil.
Debajo
se encuentra un capitel en el que se representan dos cuadrúpedos que atrapan
con sus zarpas una figura humana, situada en el centro de ambos. Los animales
tie nen cuerpo de león y cabeza monstruosa, mientras que la figura central
tenía una actitud de oración con las manos enlazadas en el pecho, según se pudo
ver a través de fotos antiguas, pues en la actualidad aparece muy desgastada.
Podría representar a Daniel en la fosa de los leones, aunque también se ha
relacionado con la disputa entre virtudes y vicios, tema representado con
frecuencia en el arte griego, ya que los animales se identifican con el mal,
mientras que la figura central nos da a entender el bien, que no se deja
corromper por los monstruos que lo acosan. Esta composición recuerda los
relieves asirios, en donde se representa a Gilgamesh y se incorpora
posteriormente a los tapices coptos y persas. Este modelo se repite en San Juan
de Amandi, en Santa María de Lugás y en San Salvador de Fuentes, en el concejo
de Villaviciosa y, fuera de Asturias, en uno de los relieves de San Cipriano de
Zamora.
El
capitel de al lado está compuesto de hojas triangulares con nervios rizados,
colocadas en posición invertida, que se repiten en otras partes de nuestra
iglesia y en Arbas (León), Sotiello (Lena) y Amandi (Villaviciosa). Práctica
mente el mismo elemento decorativo lo encontramos en un capitel de la colegiata
de Toro (Zamora), en la Colegiata de Santillana del Mar (Cantabria) o en la
parroquial de Gama (Palencia). Entre estas hojas se sitúan dos hileras de
hojitas de palma, que se afrontan entre sí, dejando como resultado una especie
de rombos entre ellas y crean do un claroscuro.
A
la derecha de la portada encontramos otro capitel, compuesto por cintas en
forma de grandes palmas abiertas, formando rombos, entre los que se sitúan
frutos, según un esquema compositivo que se repite en Lugás, Valdediós, Amandi
y La Lloraza, en el concejo de Villaviciosa. El capitel contiguo está ornado
con lacerías, un tipo de decoración muy arraigado en los edificios románicos y
en los edificios cistercienses. Se encuentran varios ejemplos de este tipo en
Santa María de Arbas, en San Esteban de Aramil y en Santa María de Lugás.
El
ábside es el único elemento románico que permanece in situ y, al haber
sido alterada la orientación de la nueva fábrica, se abre en el muro lateral de
la nave del lado Este. Cuenta con cuatro columnas adosadas, realizadas con
tambores en sus fustes y coronadas con capiteles, que sostienen una cornisa
debajo de la que se sitúan los canecillos. El ábside se divide en dos pisos por
medio de una imposta de tacos, y su muro fue perforado en un lateral, en fecha
incierta, por una saetera más sencilla que las de la nave. El tramo recto que
lo precedía fue derribado, aunque los canecillos que se encontraban aquí fueron
recolocados en diversas zonas de la nueva fábrica, en el alero occidental, al
lado del antiguo ábside y en una cornisa por encima del tejaroz de la portada.
De
los cuatro capiteles del ábside, uno está formado por piñas, entre las que
aparecen hojas estriadas, encontrándose composiciones similares en Arbas y en
Amandi.
Otro
recurre a hojas triangulares nervadas, ya comentadas en la portada, que se
rodean con rombos, esquema que se halla además en San Juan de Amandi, en Santa
María de Valdediós y en Santa María de Arbas. Uno de los capiteles del ábside
presenta frutos que se unen a cintas dispuestas en forma de arquillos, en la
parte superior, y de triángulos, en la inferior, repitiéndose una pieza
parecida en Santa María de Arbas. Otro ejemplo presenta tres hojas, sostenidas
por otras tantas volutas sobre una base de triángulos, repitiendo el esquema ya
comentado para el capitel de los frutos. Varias piezas similares se encuentran
en la colegiata de Arbas.
Únicamente
encontramos dos motivos figurativos en los canecillos de la cabecera. Uno de
ellos consiste en una gran cabeza, esculpida con caracteres expresionistas, y
el otro tiene varias, aunque más pequeñitas. En el primero, la testa aparece
dotada de rasgos muy expresionistas, marca dos por los grandes ojos y una boca
muy ancha, que enseña los dientes. Este motivo se halla en San Juan de Camoca,
Santo Tomás de Coro, San Juan de Amandi y Santa María de la Oliva, en el
concejo de Villaviciosa, en San Román de Sariego (Sariego) y en San Esteban de
Aramil (Siero). Varias iglesias del románico de Zamora tienen el mismo elemento
escultórico, como Santa María del Azo que, San Claudio de Olivares, La
Magdalena, entre otras.
Existen
además numerosos motivos geométricos y vegetales en los canes, entre los que
destacan los rollos, que se repiten mucho, y pequeñas hojitas de palma, que se
colo can en posiciones diferentes. Este tipo de ornamentación fue muy utilizado
en diversas partes de esta iglesia, como en el guardapolvo de la portada o en
varios de los capiteles. En un canecillo aparecen arquillos formados por este
follaje, que constituye un motivo repetido en Los Pandos (Villaviciosa) y en
Cenero (Gijón). Este motivo se toma de forma prácticamente literal de una de
las arquivoltas de La Magdalena de Zamora, donde se dispone una fila de
palmetas que se enroscan de la misma manera que vemos en esta ménsula. En otra
ménsula se utilizan rollos dispuestos en vertical, con dos hileras de hojitas
talladas según un modelo que se encuentra en la iglesia salmantina de Santo
Tomás de Canterbury. Este tipo de follaje se repite sin ningún otro motivo y de
manera plana, como en la Catedral Vieja de Salamanca, en otro can del ábside de
Ujo, en el que se aña den bolas a las hojitas. Otra pieza tiene una banda con
dos incisiones verticales que se enrosca formando, en la parte superior, un
cilindro a modo de voluta, con paralelos tam bién en Santa María de Arbas y en
San Cipriano y en Santo Tomé de Zamora. En otro ejemplo se encuentran rollos
unidos a cintas, esquema que se utiliza en La Rebollada y en Valdediós. Otra
pieza combina una serie de rectángulos superpuestos y decrecientes, con tres
pequeños círculos tallados con rosetas en la superficie. Este tema se encuentra
en Ceares (Gijón) y en San Martino (Lena).
El
arco de triunfo fue trasladado al Sur para realzar el acceso a la nueva
cabecera; al ser ésta de mayores proporciones que la original románica, fue
necesario ampliar su rosca con nuevas dovelas. Este arco consta de dos
arquivoltas, protegidas por guardapolvo, que reposan en dos columnas
acodilladas a cada lado, apoyadas a su vez sobre un plinto cortado en chaflán.
La
arquivolta del interior se decora mediante medias cañas y bolas, y la exterior
está formada por dos series de zigzag que se unen, formando un trenzado de
rombos, al que se añaden perlas, y la esquina se adorna mediante dientes de
sierra oblicuos. El guardapolvo está formado por billetes, y la ornamentación
de los ábacos consiste en cintas, unidas a trifolias nervadas, que recorren
horizontalmente la superficie del ábaco. Este tipo de decoración es aplicado en
Santa María de Arbas y en varios ejemplos de la comarca de Villaviciosa.
El
primer capitel del lado izquierdo utiliza motivos de cestería, de manera
similar al comentado en la portada y el segundo se divide en dos partes, una de
ellas formada por hojas nervadas, que llegan a la mitad del capitel y otra por
cintas en forma de arquillos que encierran hojas triangulares con nervios
rizados. Este modelo se repite en Arbas, Sotiello y en otras iglesias de la
zona de Villaviciosa. Uno de los capiteles de la derecha cuenta con una fila de
cintas perla das que se enrollan formando volutas que sujetan piñas; debajo de
ella se colocan hojas de acanto que soportan otra fila de estos frutos,
siguiendo una composición que se asemeja a varios capiteles de Santa María de
Arbas. El ejemplo contiguo repite el modelo que comentamos en la portada,
aunque esta vez de un tamaño mayor, formado por hojitas de palma y hojas de
nervios rizados, sostenidas por volutas.
En
el interior se conserva el altar original románico. Tiene forma prismática, de
sección rectangular, construida con buenos sillares sobre base destacada y ara
con el perfil moldurado. En él impera la sobriedad decorativa, contando con una
fila de rosetas en las esquinas que se disponen entre hileras de dientes de
sierra.
El
tipo de altar que vemos en Ujo aparece repetido en otras iglesias, como La
Lloraza y Los Pandos, en Villaviciosa, y Olloniego, en Oviedo.
También
se ha conservado la pila bautismal románica, que tiene una copa de forma
semiesférica, sin decorar, apoyada en un pie cilíndrico, según un modelo
ampliamente repetido en la región, que ha conservado varios ejemplos en la zona
de Cangas del Narcea.
En
los sillares románicos de la iglesia de Ujo aún son apreciables varios signos
lapidarios: se encontraron varias “A”, que también se encuentran en Arbas y
Villamayor (Piloña), numerosas “D” halladas además en Valdediós, algunas “M”
localizadas en otras iglesias como Sotiello, San Martino y Valdediós y otras
dos “N” repetidas en Arbas, Amandi, Villamayor y la Oliva.
Como
conclusión, hay que decir que Santa Eulalia de Ujo está muy relacionada
artística y documentalmente con las iglesias románicas de Villaviciosa y en
particular con el monasterio de Valdediós. Además, es llamativa la influencia
que ejerció el románico zamorano en este templo, lo que es comprensible, pues
el mencionado cenobio conta ba con numerosas propiedades en esta provincia, en
concreto poseía unas casas cercanas a la catedral de Zamora.
Ciaño
Ciaño
es una localidad del concejo de Langreo, emplazada en el valle que forman la
con fluencia de los ríos Nalón y Samuño, a 35 km de Oviedo y a 5 de Sama de
Langreo, capital municipal.
El
pueblo aparece citado por primera vez en la Edad Media en un documento datado
en el año 1175; en él se recoge la donación realizada por Gundisalvo Sanci y su
esposa María Gundisalvi al monasterio de San Vicente de una heredad en Ciaño,
prohibiendo que esta pro piedad fuera donada en prestimonio. La iglesia de San
Esteban no se menciona en este documento ni en otros anteriores, especialmente
los de El Libro de los Testamentos, por lo que pudo haber sido fundada por el
mencionado cenobio posteriormente. Sin embargo, nada parece indicar este hecho,
pues según el Libro Becerro del obispo Gutierre (1385-1386) presentaba
capellanes el propio cabildo de la catedral de Oviedo, que además tenía una
parte de los diezmos de la iglesia, que se repartían también entre el
beneficiado y el capellán.
Iglesia de San Esteban
De
la iglesia románica de San Esteban de Ciaño han llegado hasta nosotros
solamente dos portadas de gran riqueza ornamental, que se integran en una
construcción historicista levantada a principios del siglo XX. A finales de la
centuria anterior se conservaba, además, una inscripción en latín, que podía
referirse a la fundación del templo románico y cuya traducción, según Diego
Santos, sería: “me ideó con arte, me edificó y me hizo”. En esta
inscripción no aparecía ninguna data, aunque las dos portadas románicas que se
conservan pueden fecharse, por sus rasgos estilísticos, en el primer tercio del
siglo XIII, al igual que numerosos templos de la zona de Villaviciosa,
especialmente San Juan de Amandi, con el que Ciaño comparte numerosas
similitudes.
La
portada occidental se cubre con tejaroz y consta de tres arquivoltas
semicirculares concéntricas, protegidas por guardapolvo, que reposan sobre tres
columnas, y éstas a su vez sobre plintos. La primera arquivolta se adorna con
varias filas de zigzag, entre las que se sitúan perlas, y la segunda con una
serie de cabezas de pico que muerden un grueso bocel. Este último motivo estuvo
muy difundido en Inglaterra (condados de York, Lincoln, Herefort, Cornualles,
Kilkhampton y otros), Irlanda (Offaly) y en Francia (Normandía, Poitou, Guyena
y Borgoña). Su origen puede establecerse en la abadía de Reading (Inglaterra) a
comienzos del siglo XII, con la que están emparentados algunos ejemplos
asturianos, como Ciaño, cuyas cabezas rostradas se asemejan también a las del
templo de Kilpeck situado en Inglaterra.
Además, las cabezas de pico se
encuentran en edificios de los valles de Lena y Mieres y en numerosos de la
comarca de Villaviciosa, aunque las de Ciaño, de forma triangular, se asemejan
especialmente a las de Amandi y Aramil. Por último, la arquivolta interior
presenta dos boceles, dientes de sierra oblicuos y perlas, y el guardapolvo se
ornamenta con una retícula en la que se inscriben aspas.
El
primer capitel de la derecha muestra dos híbridos tensando un arco en dirección
a un personaje que se sitúa en el centro de la cesta y del que solamente son
visibles la cabeza, de tamaño desproporcionado, las manos y los pies. Los
híbridos mencionados se han identificado, la mayoría de las veces, con
centauros, mezcla de hombre y caballo, aunque recientemente un estudio señala
que se tratan de onocentauros, combinación de hombre y asno. Para afirmar esto
último, los autores del citado trabajo se basan en que el onocentauro aparece
en la Biblia, al contrario del centauro, que no se menciona en ella y, por otro
lado, el onocentauro se asocia, en el Fisiólogo y en numerosos bestiarios
medievales, con la sirena, que aparece en esta misma iglesia en la otra portada.
Sin embargo, tanto si se quiso representar uno de estos animales fantásticos
como el otro, no cabe duda de que en este capitel se trata de mostrar la lucha
entre la virtud, representada por el personaje que ocupa el ángulo de la cesta,
y el mal, al que simbolizan los monstruos. En los capiteles contiguos se sitúan
acantos muy esquemáticos y planos, en la parte baja de la cesta, con lacerías
perladas que se convierten en tallos trifoliados similares a los de las
impostas.
En
la jamba derecha, todos los capiteles son figurativos, presentando el
intermedio y el exterior temas juglarescos. En el ángulo de este último aparece
una figura cabeza abajo realizando una pirueta al son de la música producida
por las figuras dispuestas a su derecha, un hombre que lleva una vihuela de
arco y una figura femenina que parece estar tocando otro instrumento que no se
con serva.
En
la cara izquierda del mismo capitel se encuentra una escena de danza en la que
dos hombres sugieren el movimiento rítmico a través de las piernas flexionadas
y enlazadas. La cesta contigua muestra a cuatro músicos tañendo varios tipos de
instrumentos, como el pandero, el órgano de mano y otros difíciles de
identificar. Estas escenas juglarescas se repiten en el templo de San Juan de
Amandi, situado cerca de Villaviciosa, y en esta última iglesia aparece la
Lapidación de San Esteban, que también está presente en el otro capitel de la
jamba derecha de la portada de Ciaño. En este capitel el santo aparece en el
suelo, con las manos unidas en oración y totalmente cubierto por las piedras
que le lanzan las figuras de los esbirros situados en las caras izquierda y
derecha de la cesta. Estos últimos se disponen en posición rígidamente frontal
y con una marcada isocefalia, estando inmutables frente al drama que acontece
ante ellos y del que son protagonistas, mientras el santo, implorante, dirige
su mirada ausente al espectador. Otra representación similar se encuentra en
Villaviciosa, en Santa Eulalia de la Lloraza, donde también se repiten las
sirenas con forma de pájaro que están presentes en la otra portada de Ciaño y
en San Juan de Amandi.
Completa
la decoración escultórica de la portada occidental la serie de canecillos que
se sitúa en su tejaroz. Estos canes se ornamentan mediante motivos
antropomorfos y zoomorfos, como una cabeza expresionista con la boca abierta,
dos figuras humanas muy deterioradas, una de ellas sosteniendo un objeto
difícil de identificar, un jabalí con las patas y el hocico apoyado en el can y
un mono.
La
otra portada tiene dos arquivoltas ligeramente apuntadas y envueltas por
guardapolvo; la exterior des cansa sobre un par de columnas y la interior
directamente sobre las jambas. El guardapolvo se decora mediante billetes, al
igual que las impostas, mientras que en la primera arquivolta se encuentran
series de zigzag que dan forma de perfil al arco, y, en la segunda, rollos
cerrados. Los rollos cerrados se utilizaron por primera vez en el antiguo reino
de León en la Puerta del Obispo de la catedral de Zamora y se aplicaron también
en los templos asturianos de San Esteban de Ciaño (Langreo), San Esteban de
Aramil (Siero) y Santa María de Lugás (Villaviciosa).
El
capitel de la izquierda se decora mediante dos sirenas-pez de doble cola, de
las que solamente se conserva en Asturias otro ejemplar en un capitel de San
Vicente de Serrapio, aunque la talla de esta última pieza es mucho más
detallista que la de Ciaño. La cesta de la derecha se decora de nuevo mediante
un par de sirenas que se sitúan en dos caras, aunque en este caso bajo forma de
ave y cabeza humana. Estos animales tienen en Ciaño el cuerpo total mente
cubierto por plumas, a excepción de la parte superior del mismo y de las patas,
y aparecen con las alas desplegadas, asemejándose a otras representaciones que
se encuentran en Santa Eulalia de la Lloraza y en San Juan de Amandi. Sin
embargo, las sirenas de este último templo se diferencian de las de Ciaño
especialmente en la cabeza, que cuenta con unos rasgos más naturalistas, entre
los que se hace notar la melena que les llega hasta el cuello. Estas criaturas
aparecen en los escritores clásicos con cuerpo de ave y cabeza humana, pero en
ellos no se encuentra ni una sola alusión a la cola del pez, al igual que en el
Fisiólogo. La sirena-pez aparece a finales del siglo VII o comienzos del VIII y
se incorpora a los bestiarios medievales, que ven en este animal un sentido
negativo. La nueva forma de sirena que aparece entre la séptima y la octava
centuria fue ganando importancia hasta el siglo XIII, aunque sin llegar a
desplazar a la sirena ave, pues en el románico coexistieron ambas y otras
formas.
A
partir de los datos que se han analizado, queda claro que Ciaño presenta
grandes similitudes con edificios de la zona de Villaviciosa, especialmente con
San Juan de Amandi, y también con otros situados en la comarca de Mieres y
Lena, como Santa Eulalia de Ujo. Por ello, no sería extraño que hubieran sido
realizados todos ellos por el mismo taller, que pudo estar vinculado, además,
al monasterio de Valdediós.
Serrapio
Serrapio
está situado a 45 km de Oviedo en la ruta que, desde Ujo, atravesaba todo el
valle de Aller y después la Cordillera Cantábrica, a través del Puerto de San
Isidro, para comunicar con la Meseta. Este itinerario fue transitado por los
astures trasmontanos y los romanos, y más tarde, a partir de la Edad Media, por
los peregrinos, especialmente los que retornaban de Santiago y de San Salvador
de Oviedo en dirección a la ruta principal del camino jacobeo por la Meseta.
San Vicente de Serrapio
En
el solar donde hoy se levanta la iglesia de San Vicente de Serrapio fue hallada
un ara dedicada a Júpiter Óptimo Máximo, junto a otras lápidas paleo
cristianas, lo que lleva a considerar que este templo fue construido con el fin
de cristianizar un lugar de culto paga no. El ara fue dedicada por los arronidaeci
et colliacini, que eran dos comunidades de nombre indígena latinizado que
pudieron estar asentadas en el valle de Aller. Hay que tener en cuenta que a
los romanos pudo interesarles este territorio especialmente, pues controlaban
en Orillés, una localidad próxima a Serrapio, una explotación aurífera.
Una
lápida recoge que la iglesia fue fundada por el presbítero Gagius a mediados
del mes de julio del año 944 y construida por Mellitus, lo que se podría
interpretar como un intento de erradicar el culto pagano que tenía lugar en el
lugar del asentamiento de San Vicente de Serrapio. Excavaciones arqueológicas
han sacado a la luz restos pertenecientes a este templo que se remontan al
siglo X, por lo que existió una fábrica prerrománica que fue sustituida por la
actual románica. El templo aparece menciona do en el Libro Becerro del obispo
Gutierre (1385-1386), en donde se dice que esta iglesia ha de manso seys
días de bues y que de los diezmos lieva un terçio la obra y dos terçios el
capellán.
El
templo de San Vicente de Serrapio está emplazado en un cerro que domina parte
del valle allerano hacia San Isidro y los núcleos habitados de Soto, La Foz y
el pueblo de Serrapio. Esta posición estratégica dentro de la comarca fortalece
la idea de que existió en la zona un posible emplazamiento prerromano, que más
tarde se dedicó a Júpiter y donde se construyó en el siglo X un templo
cristiano.
La
iglesia de Serrapio, levantada posiblemente en el primer tercio del siglo XIII,
consta de una única nave de considerable anchura que remata en tres capillas,
las late rales cuadradas y la central con ábside semicircular precedido de
tramo recto. San Pedro de Villanueva (Cangas de Onís), San Miguel de Bárcena
(Tineo) y San Juan de Cenero (Gijón) cuentan también con una amplia nave y
testero triple, que en Serrapio adopta la composición de ábside central
semicircular y dos capillas laterales cuadradas. Esta solución ha llevado a
determinados autores a suponer que la cabecera de Serrapio aprovecharía las
capillas del siglo X, añadiéndoles un ábside semicircular. Sin embargo, sin
desestimar la existencia de una estructura anterior como punto de partida de la
nueva construcción románica, hay que tener en cuenta que el testero de Serrapio
presenta gran similitud con el de Arbas (León) y debe de ser pro ducto, en su
conjunto, de la campaña constructiva desarrollada en la época románica. Por
otro lado, esta composición presenta también similitud con otras iglesias
románicas peninsulares, como Santa María la Nueva de Zamora y San Bartolomé de
Tuy en Pontevedra.
El
templo fue objeto de numerosos añadidos a lo largo de su historia; los lados
norte, sur y oeste están rodeados por dependencias construidas con
posterioridad, por lo que es complicado reconstruir su aspecto original en el
exterior. Parece que el muro oeste no se conserva y el que vemos en la
actualidad, que soporta la espadaña, puede ser del siglo XVII, mientras que el
de época románica se colocaría en el lugar ocupado hoy por el gran arco de
medio punto que separa la nave del coro que se sitúa a los pies. No hay
noticias acerca de la presencia en aquel muro de una portada, aunque puede que
existiera, ya que en la llamada estancia de las lápidas se conserva una imposta
semicircular decorada con puntas de clavos, que bien pudo pertenecer a la
portada original. En el lienzo meridional se colocó una ventana en forma de
saetera, que podemos ver actualmente en el interior del anexo rectangular
incorporado posteriormente a este lado del templo. No se conservan la cornisa
ni los canecillos de este costado del sur, pues sobre el añadido antes
mencionado continúa directamente el tejado de la nave, al contrario que en el
muro norte, que conserva una fila de canecillos lisos. En este lado se
encuentran varios añadidos de época posterior, salvo una sacristía, la más cercana
a la cabecera, cuya construcción pudo llevarse cabo al mismo tiempo que el
templo románico o incluso puede ser anterior a la edificación de la iglesia. En
efecto, si se tiene en cuenta una excavación arqueo lógica llevada a cabo en
San Vicente de Serrapio, en el mismo lugar en donde se coloca esta sacristía se
ubicaba otra estancia más pequeña, levantada posiblemente entre los siglos XI y
XII. Esta sacristía cuenta con una cornisa, que reposa en canes lisos parecidos
a los de la nave, que queda interrumpida en el extremo occidental donde se
añadieron los dos cuerpos ya mencionados.
En
la cabecera, el ábside semicircular cuenta con una imposta decorada con dientes
de sierra y una ventana en el centro en forma de saetera, encima de la que se
sitúa una cornisa sin ornamentación, que se apoya en canecillos adornados
mediante bolas y rollos. Las capillas cuadradas cuentan también con una
saetera, aunque más estrecha que la del ábside central, y los lados norte y sur
tienen dos óculos construidos en el siglo XIX y aleros que reposan en
canecillos figurados. En la capilla del norte destaca uno de ellos, decorado
con la figura de un atlante desnudo que levanta sus brazos y con las palmas de
las manos vueltas hacia arriba sostiene el canecillo, presentando una
mutilación de sus órganos genitales. La cabeza de esta figura está afeitada y
cuenta con unos ojos almendrados que caracterizan una mirada perdida
frontalmente, una nariz muy grande y unas orejas talladas con cierto relieve.
La desproporción es uno de los rasgos destacables en este atlante, ya que su
testa ocupa más o menos 1/3 de su cuerpo, sus brazos son demasiado largos y sus
piernas muy cortas, una de ellas rota en parte. Otro canecillo, que tiene más
anchura que el resto, se adorna mediante dos cabezas humanas unidas mirando en
direcciones contrarias, que se pueden aso ciar a una pareja, encontrándose este
motivo en San Martino (Lena) y en Santa María de Arbas. Además, otro canecillo
cuenta con una cabeza de un animal, parecido a una oveja en perspectiva
frontal.
Detalle de los
canecillos, situados bajo los aleros del ábside
Detalle de los
canecillos, situados bajo los aleros del ábside
Detalle de los canecillos, situados bajo los
aleros del ábside
En
la capilla sur, una de las ménsulas se decora mediante un grabado que consiste
en un vegetal con cuatro hojas que parten de un tallo central y son simétricas
dos a dos, encontrándose un motivo parecido en uno de los capiteles del arco de
triunfo. Otro canecillo no está completo, aunque en origen pudo representar un
falo del cual sólo quedan visibles los testículos, que se encuentran en la
parte inferior del can. Por último, una de las ménsulas de esta capilla se
decora mediante rollos, y la que se sitúa cerca de la misma, con una bola,
mientras que el resto de los canes no conservan ornamentación.
A
la iglesia se entra por un muro que debe de ser posterior, mientras que el
original de la construcción románica pudo hallarse más adelante, en el gran
arco que separa la nave del coro. Los muros norte y sur cuentan con una saetera
con derrame interno y cerca de la cabecera se sitúan en ellos dos puertas, la
del lienzo septentrional da paso a una sacristía construida en la misma época
del templo románico. La sacristía es un recinto cuadrangular, cubierto mediante
bóveda de cañón que arranca desde una imposta y debajo de la misma se sitúan
dos pequeñas saeteras y una puerta que comunica con una nueva sacristía de
época posterior, en la que se hallan empotradas las losas que se mencionaron
anteriormente. Sin embargo, una excavación arqueológica determinó que su origen
pudo ser otra estancia de menores dimensiones construida entre los siglos XI y
XII.
De
la amplia nave se pasa a la cabecera formada por tres capillas, una
semicircular, en el centro, y dos cuadradas, colocadas a los lados. La central
está precedida por un arco de triunfo con dos arquivoltas lisas que reposan
sobre columnas y éstas a su vez sobre plintos.
El capitel externo de la jamba
izquierda está decorado mediante tres filas de dientes de sierra, siendo éstos
rectos en la primera hilera y oblicuos en las dos inferiores; en las esquinas
se sitúan gotas o lágrimas decoradas con espirales, que asemejan volutas. El
capitel contiguo se decora mediante una sirena con cuerpo de ave, un hombre que
intenta desquijarar un león y un guerrero al que ataca el animal.
En
la cara interior del capitel aparece una sirena que tiene una cabeza humana con
rostro de apariencia masculina y cuerpo de ave, apreciándose en éste el
detallismo con el que fueron talladas las plumas. Sus patas son pezuñas de
chivo y su cola de serpiente se introduce entre las mismas, pasa por delante
del cuerpo y finaliza en un motivo floral, uniéndose a la altura de sus hombros
con la cola del león. En la cara central del capitel aparece el personaje que
cabalga sobre un león al que intenta desquijarar. Este personaje lleva barba,
posee abundante cabellera con gruesos mechones que llegan a la cintura, tiene
una especie de túnica corta con toscos pliegues y lleva las piernas
descubiertas. El león vuelve su cabeza hacia el jinete con gran agresividad
abriendo su boca. Este animal tiene una larga melena de mechones desordenados y
una larga cola que se introduce entre sus patas, pasa por encima de sus partes
traseras y se une con la cola de la sirena en la otra cara del capitel. Apoya
las dos patas de atrás y una de sus delanteras sobre el astrágalo, mientras que
con la otra ataca a un caballero, clavándole con gran fuerza sus garras.
Este guerrero, que también lucha contra el león, aparece vestido con cota de malla y cubre su cara y su cabeza con un yelmo de forma cónica, apareciendo con las rodillas dobladas y apoyando uno de sus pies sobre el astrágalo del capitel, mientras tiene el otro ligeramente levantado. No apoya su rodilla en tierra, puesto que se le ha querido representar en el momento de caer, mientras intenta clavar una espada a la fiera.
En
Asturias la lucha del hombre con el león se repite en varias iglesias, aunque
con disposición distinta a la que se halla en Serrapio.
El
hombre venciendo al león aparece en numerosos templos peninsulares con la misma
disposición que en Serrapio, como en Aguilar de Campoo (Palencia), Carrión de
los Condes (Palencia), Rebolledo de la Torre (Burgos), la Catedral Vieja de
Salamanca y San Martín de Elines (Cantabria), entre otros ejemplos. En estas
iglesias, el jinete se ha identificado con Cristo, representado por el
personaje bíblico de Sansón, y el demonio con el león, que ataca al cristiano
que duda de su fe, pudiendo estar presente el mismo contenido iconográfico en
el capitel de Serrapio. Sin embargo, si se quiere representar a Sansón
venciendo al león, carecería de sentido la presencia del guerrero armado que es
atacado por este felino. Ello hace pensar que se copia el motivo sin captar su
sentido icono gráfico, asimilándolo al simbolismo genérico del combate
permanente del hombre contra la tentación y el pecado.
El
capitel exterior de la jamba derecha se decora mediante bolas, entre las que se
sitúan dos tallos vegetales, contando uno de ellos con cinco hojas y el otro
con espirales, el cual puede hacer referencia al árbol de la vida. El capitel
contiguo vuelve a repetir el tema de la sirena en su versión de pez, dentro de
un grupo en el que aparecen, además, un basilisco y un grifo, entre otros
elementos. El basilisco de Serrapio tiene cabeza y cuerpo de gallo y una cola
que termina en una larga serpiente que se enrosca alrededor de su cuerpo hasta
llegar a la cola del grifo, situada en la cara central del capitel. Este animal
fantástico tiene la función de corromper a quienes se acerquen a la mujer
casquivana, representada por una sirena de doble cola que se sitúa en la parte
central del capitel amamantando una sirenita y flanqueada por un rostro de
apariencia femenina y una máscara. La sirena se asocia a las mujeres de mala
vida que engañan a los hombres que abandonan el amor de Dios por el amor a la
mujer. Completa el capitel un grifo que aparece en la cara exterior, que tiene
cabeza y alas de águila y garras en las patas, mientras que el cuerpo tiene
forma de león, apareciendo aquí con función negativa, pues está a punto de
devorar a la pequeña sirena de cola sencilla.
El
basilisco, la sirena y el grifo remiten al bestiario como fuente iconográfica.
El basilisco no aparece en nin guna otra iglesia asturiana y sólo existe en
Asturias otra representación de la sirena de doble cola en un capitel de Ciaño
que se talla en dos de sus caras, por lo que las representaciones de Serrapio
son de especial interés iconográfico. Ahora bien, hay que tener en cuenta que
la sirena de Serrapio tiene un tratamiento formal más detallista que la de
Ciaño, por lo que hay que pensar en la posibilidad de que el motivo se haya
inspirado en otros modelos palentinos o navarros.
A
continuación se accede a la capilla, cuyo tramo recto está cubierto con bóveda
de cañón y decorado mediante dos impostas con bocel angular en su tramo recto.
El ábside semicircular se cubre mediante cuarto de esfera y aparece dividido
por un par de impostas, una de ellas ornada con dientes de sierra y la otra con
bocel angular. Las capillas laterales están precedidas por un arco con dos
arquivoltas lisas que reposan directamente sobre las jambas, aunque parece que
en el siglo XIX descansaban sobre capiteles, que fueron eliminados con el fin
de introducir retablos en el interior de estos ábsides cuadrados. Las capillas
se cubren con bóveda de cañón, que reposa en dos cornisas sin decorar.
Por
último, en cuanto a los signos lapidarios, únicamente se hallan en Serrapio dos
tipos; en primer lugar, se localizan numerosas “M”, que están presentes también
en Santa Eulalia de Ujo, San Martino de Lena y en Santa María de Valdediós y,
por otro lado, una cruz de dos brazos paralelos, que en su parte inferior se
bifurca por la derecha y por la izquierda, formando como una especie de apoyos.
Una marca de cantero parecida a esta última se sitúa en Sariegomuerto, aunque
no cuenta con la bifurcación que se halla en el eje inferior del signo de
Serrapio.
Capilla central
Capilla lateral
Capilla lateral
Bibliografía
AA. VV.:
Gran Enciclopedia Asturiana, 8, 11, Gijón, 1970.
AA. VV.: El
concejo de Tineo: su historia, su arte, Tineo, 1981.
AA. VV.:
Asturias concejo a concejo: Tineo y Allande, Oviedo, 1991.
AGUADÉ
NIETO, S.: “El Monasterio de Cornellana”, Boletín del Instituto de Estudios
Asturianos, 63 (1968), pp. 29-58.
ALONSO
ÁLVAREZ, R.: La arquitectura franciscana en Asturias: de la fundación a la
desamortización, Oviedo, 1995.
ALONSO
ÁLVAREZ, R.: “El Monasterio de San Salvador de Cornellana y el patrocinio
nobiliario: de la iglesia propia a la dependencia de Cluny”, Imágenes y
promotores en el arte medieval. Miscelánea en homenaje a Joaquín Yarza Luaces,
Bellaterra, 2001, pp. 45-57.
ALONSO
ÁLVAREZ, R.: “El primer taller románico del Monasterio de Cornellana (Asturias)
y la Catedral de León”, La Catedral de León en la Edad Media: Congreso
Internacional, León, 7-11 de abril de 2003, León 2004, pp. 519-527.
ÁLVAREZ,
B. (BENXA): Laminarium de Aller, Riosa y Morcín, Oviedo, 1981.
ÁLVAREZ
MARTÍNEZ, M.S.: “El bestiario en la plástica monumental del románico
asturiano”, El Discurso Artístico en Oriente y Occidente: semejanzas y
contrastes, I, Oviedo, 1997, pp. 67-84.
ÁLVAREZ
MARTÍNEZ, M.S.: El románico en Asturias, Gijón, 1999.
ARIAS,
M.A.: “La leyenda de San Salvador de Cornellana”, Boletín del Instituto de
Estudios Asturianos,25 (1955), pp. 270-288.
BERENGUER
ALONSO, M.: Rutas de Asturias, Gijón, 1974.
BUERES
SANTA EULALIA, A., GARCÍA CUETOS, M.P. y SECADES, R.E.: “El Monasterio de San
Salvador de Cornellana (Salas)” Dovela, 5 (1992), pp. 29-35.
BUERES
SANTA EULALIA, A., GARCÍA CUETOS, M.P. y SECADES, R.E.: “El Monasterio de San
Salvador de Cornellana (Salas)” Dovela, 6 (1993), pp. 30-39.
CALLEJA
PUERTA, M.: “El monasterio de Cornellana a principios del siglo XVII. La
descripción de D. Jerónimo de Chiriboga”, Salas en el Camino, 2 (2001), pp.
29-32.
CALLEJA
PUERTA, M.: El monasterio de San Salvador de Cornellana en la Edad Media,
Oviedo, 2002.
CANELLA
SECADES, F. y BELLMUNT Y TRAVER, O.: Asturias, su historia y monumentos.
Bellezas y recuerdos, costumbres y tradiciones. El bable. Asturianos ilustres.
Agricultura e Industria. Estadística, 3 vols., Gijón, 1895-1900 (1988).
CARVALLO,
L. A. de: Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias, Madrid,
1695 (1977, 1988).
CASARES,
E. y MORALES, M.C.: El Románico en Asturias. (Centro y Occidente), Salinas,
1978.
DIEGO
SANTOS, F.: Inscripciones medievales de Asturias, Oviedo, 1994.
FERNÁNDEZ
CONDE, F.J.: El Libro de los Testamentos de la Catedral de Oviedo, Roma, 1971.
FERNÁNDEZ
CONDE, F.J.: La Iglesia de Asturias en la Alta Edad Media, Oviedo, 1972.
FERNANDEZ
DE CÓRDOBA PÉREZ, J.A.: “El monasterio de Cornellana (Salas, Asturias) y los
problemas de la Arqueología de la Arquitectura en Asturias”, Arqueología de la
Arquitectura, 2 (2003), pp. 113-116.
FERNÁNDEZ
DE VIANA, J.I.: “Pergaminos del monasterio de Cornellana (Asturias) en el
archivo de San Payo de Antealtares (Santiago)”, Asturiensia Medievalia, 4
(1981), pp. 297-399.
FERNÁNDEZ
LAMUÑO, J.A.: Tineo: nuestros templos parroquiales, Tineo, 1993.
FLORIANO
CUMBREÑO, A.C.: El Monasterio de Cornellana, “Colección de Fuentes para la
Historia de Asturias”, Oviedo, 1949.
FLORIANO
CUMBREÑO, A.C.: El Libro Registro de Corias, “Colección de Fuentes para la
Historia de Asturias”, 2 vols., Oviedo 1950.
GARCÍA
DE CASTRO VALDÉS, C.: Arqueología cristiana en la Alta Edad Media en Asturias,
Oviedo, 1995.
GARCÍA
LARRAGUETA, S.: Colección de documentos de la Catedral de Oviedo, Oviedo, 1962.
LORENZO,
R.: Tineo en la senda compostelana, Avilés, 1993.
MARTÍNEZ
VILLA, A., CABO PÉREZ, C. y REQUEJO PAGÉS, O.: Excavaciones y trabajos
arqueológicos en el monasterio de San Salvador de Cornellana (Cornellana,
Salas), inédito, Oviedo, 1989.
MENÉNDEZ
PIDAL, L.: Los Monumentos de Asturias; su aprecio y restauración desde el
pasado siglo, Madrid, 1954.
MIGUEL
VIGIL, C.: Asturias Monumental, Epigráfica y Diplomática, 2 vols., Oviedo 1887.
PRIETO
ENTRIALGO, C.E.: Colección diplomática del Monasteriu de San Salvador de
Corniana (1024-1499), Col. “Fuentes de la Llingua asturiana”, Oviedo, 2004.
QUADRADO,
J.M.: Recuerdos y bellezas de España, Asturias y León. Madrid, 1855 (1977).
RAMALLO
ASENSIO, G.: “Inventario arquitectónico asturiano. Zona sur-occidental”, Liño,
2 (1981), pp. 228-233.
RAMALLO
ASENSIO, G.: “Imaginería medieval en la zona sur-occidental asturiana”,
Asturiensia Medievalia, 4 (1981), pp. 237-274.
URÍA
RÍU, J.: “La leyenda de la fundación del monasterio de Cornellana y su origen
iconográfico”, Boletín de la Comisión Provincial de Monumentos, 2 (1959), 1960,
pp. 187-198.
YEPES
Y DE TORRES, Fray A.: Crónica General de la Orden de San Benito, Irache
1609-Valladolid 1620 (vol. 3, 1610; vol. 4, 1615).
ZARRACINA
VALCÁRCEL, M.: “Inventario arquitectónico asturiano. Zona interior
centro-occidental (II)”, Liño, 3, (1982).
No hay comentarios:
Publicar un comentario