domingo, 14 de enero de 2018

Capítulo 2 - Etapa azul


- Madrid, 1901

La marcha de Picasso a Madrid estuvo motivada por el ofrecimiento de Francisco Soler de hacer una revista que recogiera los hechos que ya se iban publicando en Barcelona, y se llamaría Arte Joven. Él realizaría las ilustraciones y al mismo tiempo se trataba de una buena ocasión para tantear así la posibilidad de establecerse en Madrid. Además, era la excusa para mantenerse alejado de Barcelona y, por tanto, de su familia y de Casagemas. Espera tener tiempo para trabajar en su obra y cumplir con el contrato de Mañach, pero adopta una postura burguesa. En la práctica es un trabajo que termina por disgustarle, pues se vio intrigado en una difusión del modernismo, algo que consideraba superado, por lo que se aburría: según él, el modernismo ya había pasado.  
Así, el foco madrileño era mucho más conservador que el catalán. Aparte, habiendo vivido la efervescencia y la libertad de París, Madrid le resultaba una ciudad provinciana. Quizás necesitó este recorrido para darse cuenta de que su futuro desarrollo artístico había de producirse en la capital francesa y no en Madrid ni en Barcelona. No sacaba nada en claro y fue entonces cuando le llegó la noticia del suicidio de su amigo Casagemas en París tras una cena de despedida donde la joven le aseguró que no abandonaría a su marido. 
Picasso envía un dibujo que actúa como esquela, pues no se vio capaz ni de acudir a su funeral en Barcelona. Ahora se le ocurre empezar a pintar en azul, aunque tardaría 6 meses en entrar en esa etapa. Entonces era el color melancólico por excelencia. Su obra se caracterizará por ser asombrosamente festiva, de carácter despreocupado, etc. 
Picasso envía su obra Mujer de azul a una exposición en Madrid, y logra que figure en un catálogo junto a pinturas de paisajes y algunas obras de Rusiñol. Tras esta exposición nunca fue retirada, y acabó por abandono en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, ya que no tuvo dinero para embalarla. Se la conoce como “La gobernanta”, y muestra un exagerado maquillaje, viste un traje de finales del s. XIX con reseñas del XVIII, un amplísimo sombrero y un lazo de mariposa al cuello. La falda de gasa con encajes recuerda a la infanta Margarita retratada por Velázquez. Todo queda salpicado, también, de modernismo: Picasso es, por la época, una coctelera que mezcla todas las influencias recibidas. 
En Madrid no había cortesanas como éstas, que resaltan en la obra de Picasso. También un cierto sentido de lo grotesco que lo aproxima a Goya, del que adopta ese juego que solía hacer como en los utensilios del artista, algo que también será repetido en su obra. Estas mujeres caracterizarán su obra siempre. El ambiente social en Madrid resultará casi gélido para él, y aunque Miguel de Unamuno, Pío Baroja y otros lo acojan en su círculo, no sentirá esa calidez de París. No entablaría una amistad duradera con ninguno de estos literatos de la Generación del 98, pues se trataba de algo con lo que Picasso no tenía nada que ver en este momento y le hará sentirse desubicado, fuera de lugar.

Mujer de azul, revista Arte Joven, 1901, Pablo Picasso

Los dibujos de Picasso para Arte Joven abandonaban el estilo de Toulouse-Lautrec, pero mostraba la influencia del puntillismo y de las obras del Museo del Prado. En poco tiempo comenzaron los problemas de financiación para la revista, quizá demasiado refinada para Madrid. Mañach, por otra parte, decía a Picasso que recibía escasas obras suyas y que aumentase la producción porque había conseguido una exposición junto a otro pintor. 
Por estos momentos, Utrillo y Casas preparaban una exposición en la Sala Parés de Barcelona, y Picasso, que había abandonado Madrid en mayo, se detiene dos semanas en la ciudad para pintar corridas de toros, paisajes granadinos, algún retrato y alguna maternidad, tras lo cual, y sin esperar a la inauguración de la exposición de sus amigos, marchó a París directamente, teniendo claro que desea triunfar en el mercado. 

Corrida de toros 1901, Pablo Picasso         

Estas pinturas realizadas en Barcelona se caracterizan por un fuerte empaste, una mayor densidad matérica, lo que se debe a que utiliza antiguos lienzos de pinturas realizadas con anterioridad y que no le satisfacían. En las obras de corridas hay una influencia de Manet cuando viajó a Madrid. Manet vino con la necesidad de conocer directamente la pintura española del s. XVII que tanto se había difundido por Francia: Velázquez y Goya.  
En estos temas taurinos vemos elementos que Picasso no abandonará jamás, como la yegua blanca corneada por el toro negro. Serían símbolos que veremos en su posterior apogeo, en obras como el Guernica. La yegua simbolizaría a España, mientras que el toro lo masculino. Dan un significado diferente y Picasso los llega a sentir propios, próximos, provenientes de un vocabulario que siempre conoció. El caballo, la paloma, el abrazo... serían símbolos que se convierten en emblemas personales a través de los cuales podríamos leer el estado de su mente o de su alma. Éstas son sus obras justo antes de marcharse a París, y ya es notable la dimensión real que adquiere gracias a todas las influencias que ha ido absorbiendo. 

TEÑIDO DE AZUL Y TRISTEZA

- Exposición en la Galerie Vollard, junio 1901
Picasso estaba ya dispuesto a triunfar, y lo importante para él era esta aventura parisina. Ambroise Vollard invita a éste y a Francisco Iturrino González, con el cual Picasso mantendrá una gran amistad a lo largo de su vida, a exponer en su galería. Se trata de una exposición con gran eco en la prensa y crítica parisina. La exposición hizo que Picasso se apresurase, realizando tres obras diarias ya que finalmente se colgarían 74 cuadros junto con acuarelas y dibujos. En la primavera de 1901 sus obras se caracterizan por una prisa en la ejecución que, aunque vigorosa pero descuidada y escasamente resuelta, también enérgica, original y con gran variedad temática. Tuvo a consecuencia gran aceptación por parte del público. Esta variedad en los temas incluía dibujos de niños, flores, naturalezas muertas... esto es, temas hasta entonces ausentes en su obra, que equilibraban con los temas de prostitutas y escenas de bajos fondos. Por otra parte, el marchante Mañach también deseaba el triunfo y reconocimiento de Picasso. 

Margot (Pierreuse, la mano sobre el hombro), 1901, Picasso

Sería esta obra llamada Pierreuse en la exposición de la Galerie Vollard una de las mejor resueltas con pincelada amplia, puntillismo exagerado (el sombrero casi se confunde con el fondo), teselas al estilo de mosaicos, etc. Picasso maneja estilos de muy distinta procedencia. Este tipo de pincelada se usa para el fondo como para resaltar determinados detalles, estableciendo diferencias. La figura parece atrapada, con deseo de salir del fondo y dirigirse hacia el espectador. La mesa está representada homogéneamente, y hay un contraste muy bien resuelto con una gran masa central de color carmín en el traje de la mujer. Hay una proyección hacia el espectador por la mirada: es un personaje íntimo que muestra dinamismo, atrapado en sí mismo, con juegos de contrapuestos y de tensión.          


La nana (La bailarina enana), 1901, Pablo Picasso

Por otro lado, en La nana vemos una pincelada pastosa a lo Van Gogh con un contorneado de formas planas a lo Gauguin. Picasso llega tarde a París por el impacto que causó Van Gogh, pero toma influencias suyas y también la gran intensidad del color de los fauvistas, el puntillismo, un recuerdo en la temática a España, un espeso empaste.
Con la obra del pintor holandés se da cuenta que si deja caer el muro que separa sus vivencias del quehacer artístico obtendría grandes frutos: su obra no ha de estar separada de su personalidad. La obra de Van Gogh le ayuda a descubrir esto y será una invitación a representar toda su interioridad, vísceras y corazón. 

Cabeza de mujer, 1901, Pablo Picasso

Esta otra obra muestra un juego de pinceladas, colores muy intensos. En la Época Azul Vollard debió pensar que la melancolía de las obras de Picasso procedía de sus cuadros, así que prefiere mantenerse fiel a esos artistas de marcado carácter folclórico y Picasso no vuelve a trabajar con él. Vollard acudió, junto a Mañach, a Gustave Coquiot, crítico de arte francés de la época para pedir su opinión crítica de Picasso. Éste se convierte en un técnico del pincel, se puede decir que es capaz de pintar un cuadro de Toulouse-Lautrec al estilo de Gauguin, como vemos en Mujer con collar

Mujer con collar, 1901, Pablo Picasso

Coquiot se convertiría en el encargado de su próxima exposición, por lo que Picasso le retrata. Dispone un fondo de mujeres, ya que estaba muy presente el tema de la sexualidad femenina, uno de los favoritos de Coquiot. Éste ponía su mayor interés en el repertorio femenino de Picasso dentro de su obra. Con pinceladas densas a lo Van Gogh y un expresionismo de color y dureza al estilo de Kees Van Dongen retratará Picasso al crítico. 
            
Retrato de Gustave Coquiot, 1901, Pablo Picasso

En la prestigiosa revista La Revue Blanche, Félicien Fagus le sitúa ante una invasión artística española, es decir, artistas que siguen a sus predecesores, como Goya, y Picasso lo deja notar en su obra. Se habla sobre el poder devorador de Picasso de influencias, de su apasionado ímpetu que no le ha dejado tiempo para forjarse una personalidad artística.
Es la exaltación de la espontaneidad juvenil, el asombro ante su productividad y el carácter sobre su expresiva diversidad. Se vende casi la mitad de las obras expuestas en la Galerie Vollard, todo un logro por entonces, y la crisis llegaría con el comienzo de la Etapa Azul. 

Pronto visitaría Picasso la exposición de Max Jacob, lo que le supuso una amistad duradera. Impresionado por su obra y, sobre todo, por la personalidad del pintor, pasan juntos la crisis o mala etapa que empezaría a partir de 1901. Creen en la función mágica del arte, y Jacob sería su guía en la cultura francesa, de hecho, aprende a hablar un francés diplomático gracias al poeta. Éste también le inicia en la poesía y en el placer por la poética francesa, siendo el primero de una línea que continuaría con Guillaume Apollinaire, André Breton y una serie de literatos que le influyen a lo largo de su vida. Además, despierta en él un interés por lo oculto, y la gran parte de misterio que contiene su obra se debe a la obsesión de Jacob por la magia, la quiromancia, la astrología, la kabbala, las prácticas ocultistas. Y fruto de esa relación entre misticismo-poesía comienza a iluminarse la obra de Picasso. 

- Exorcización de la muerte con su obra
En octubre llega a París el poeta Jaume Sabartés, a quien le sorprenden los colores y las imágenes “como si de naipes se tratara”. Por entonces Picasso decide instalarse en la zona latina de París, lejos del Montmartre. Obras como Arlequín sentado, Niña con paloma, Niño glotón o Habitación en azul serán de sus primeras obras en esta nueva etapa. Además, los primeros retratos de la época azul los hará de Mateu Fernández de Soto y de Jaume Sabartés. Retrata a su amigo Sabartés distraído, aburrido, con la mirada miope perdida, esperando a Picasso en un café. Es una obra que transmite el espectro de su soledad, según palabras del propio Sabartés, y será ésta la clave de la época azul. 
                    
Retrato de Jaume Sabartés, 1901, Pablo Picasso

Tras realizar estos retratos y los arlequines, Picasso se da cuenta que el modelo había caído en un despliegue ornamental que nada tenía que ver con la obra de Van Gogh ni con el misticismo sugerente de Jacob, y es cuando comienza ese Período Azul (1901 – 1904).
El conjunto de obras se presentaría como algo homogéneo, en un lenguaje formal y de determinadas características, con los últimos coletazos del s. XIX, que todavía pervive. 
Se forma un lenguaje que poco a poco irá desarrollándose. 

Retrato de Ángel F. de Soto, 1901, Pablo Picasso

El azul viene de la tendencia hacia la monocromía, es una definición en función de una característica formal, aunque no es el motivo fundamental por el que agrupamos estas obras. Parten de un carácter melancólico, a lo sombrío, y nos sitúan al borde del abismo, de la muerte. Mientras tanto, tenía lugar el triunfo con la consideración de la pintura decorativa por entero, con valor sumamente positivo, por lo que sorprende la valentía de Picasso al abandonar el camino fácil y haber tenido éxito con lo que se propuso. Picasso no elige estos temas pero sí esa tonalidad fría porque vive en la miseria o porque tiene simplemente la osadía de pintarlos. Será un total abandono en una crisis que continuaría hasta 1904. 
En 1905 los coleccionistas se sienten atraídos por sus pinturas del período azul y del rosa, pero antes no. Barcelona y su ambiente artístico tuvieron mucho que ver, no sólo París, sino que Barcelona fue siempre un lugar de trabajo hasta su traslado definitivo a la capital francesa en 1904. La temática de este período choca menos con el ambiente barcelonés que con el parisiense. La obra de Nonell y de Casas están relacionadas con la temática de la España oscura, nada ajena al ambiente español de aquellos momentos. 
Sin embargo, el deseo de exorcizar la muerte de su amigo Carles Casagemas le acosa en su conciencia, trayendo con la culpabilidad el color azul. Aparece este tema tras el contacto con los pensamientos mágicos de Jacob y no precisamente tras la muerte de Casagemas. Las  pinturas monocromáticas no eran nada extraño a finales del s. XIX, ya que fue algo tratado por los simbolistas, los clasicistas, los expresionistas... La luz adquiere un carácter sobrecogedor, el azul se remodela. Sus visitas al Museo del Prado y esa influencia de las pinturas de El Greco son lo que modelan la luz que conoce a través de las obras de arte. 
El azul nos mueve hacia la tristeza, el sufrimiento, la melancolía... transmite un valor sentimental. Estas emociones fueron, además, tema predilecto en arte y literatura. De Rusiñol encontramos, por ejemplo, en un nº de la revista Arte Joven un planteamiento en un relato simbólico llamado El patio azul

Picasso mostrará una connotación de sentimiento erótico en el Entierro de Casagemas, vinculado a la iconografía cristiana por el color del manto de la Virgen y la expresión también de lo maravilloso, lo trascendental. El color aparece con los muchos significados que fue acumulando a lo largo del tiempo. Desarrolla su creencia de la función mágica del arte: los orígenes ancestrales. La relación de Picasso con esa joven que no se quiso casar con él le hace percibir ese dolor de la culpa que aún no había cicatrizado y pinta ahora esas cabezas de Casagemas atravesadas por el balazo.

Entierro de Casagemas, 1901, Pablo Picasso

Después, en Casagemas muerto Picasso expone ese colorido brillante, denso, ese empaste característico de otro suicida: Vincent Van Gogh. John Richardson, amigo y biógrafo de Picasso, lee en esa llama incandescente una vagina como gran vínculo sexual ligado a su amigo Casagemas. 

Casagemas muerto, 1901, Pablo Picasso    

Para pintar las siguientes obras ya vemos los memento mori, y Picasso pasará a reproducir alegorías, momentos que se producen en una evocación directa de El Greco abarcando sus esquemas formales y temas; también el tratamiento expresivo de las figuras y los colores ácidos. En su obra Entierro de Casagemas, lo que pinta primero es el Velatorio, donde se fija en las Santas Familias y, sobre todo, en el Entierro del Conde de Orgaz, de El Greco. 
Entierro del Conde de Orgaz, 1586 – 1588, El Greco

Después pasa a una Evocación o Entierro de Casagemas propiamente dicho, escena que quizá no destaque tanto por su calidad pictórica como por su carácter terriblemente significativo, por la creencia de Picasso en la magia o en el poder de exorcizar para que su amigo descanse y no le atormente más. De ahí que confiera a algunos personajes una actitud irónica como para conjurarlos. 
Otros ejemplos importantes de lo que aprende serán de Goya: lo sacro y lo blasfemo. Hace toda una referencia al arte del Siglo de Oro español. De Goya tomará también la misma distribución y estructura en su obra. En ningún estudio de este tema de la muerte de Casagemas puede expresar Picasso el dramatismo y el dolor que le trae todo esto. Hay una presencia del deje clásico del Greco cuando llegó de Italia en los grupos de dolientes y la figura arrodillada ocultando el rostro ante el féretro de Casagemas. Este dramatismo lo expresará en La vida, en 1903. 
También, por otro lado, se encargará el pintor de mostrar el placer, el paraíso y lo sagrado en la faceta superior de la obra. Ese mundo eterno celestial cuajado de ángeles, en este caso, mujeres desnudas en distintas actitudes y también esa maternidad que ya utilizó en el Velatorio; además de esos dos niños pequeños que juegan totalmente ajenos a lo que ocurre tanto arriba como abajo. Aparecen en la parte superior un grupo de tres prostitutas y Casagemas montando en un caballo blanco que sube al cielo mientras se despide de una mujer desnuda: ¿se trata de la última despedida o del beso de la muerte?


Picasso combina desde una posición compleja lo que le ha preocupado desde tiempo atrás. Las soluciones que funde como en un rompecabezas desde finales de verano hasta principios de otoño le hacen conseguir un pase de un doctor para visitar una prisión medio hospital de mujeres que padecían sífilis y a las que se identificaba con una cofia. Picasso, de hecho, contrajo la sífilis muy joven y toma modelos que ejemplifican su antigua condición del sexo, del éxtasis ligado al sufrimiento e incluso a la muerte. Por ejemplo, en Mujer o prostituta con cofia, de 1901 encontramos influencias de Van Gogh y de Gauguin. Lo que sorprende a Picasso de esa prisión-hospital es la presencia de los niños con sus madres, por lo que alude también a la maternidad en obras cercanas a estas fechas. No tarda en convertirlas en mujeres sensibles, vírgenes y ubicadas en espacios indefinidos y atemporales.

Mujer o prostituta con cofia, de 1901, Pablo Picasso

Niña comiendo 1901, Pablo  Picasso

Niño con paloma 1901, Pablo Picasso

La habitación azul 1901, Pablo Picasso

Las dos amigas, 1901, Pablo Picasso

Madre con bebe 1901, Pablo Picasso

Retrato de Jaime Sabartes 1901, Pablo Picasso

Arlequín pensativo 1901, Pablo Picasso

Este cuadro, junto con Dos saltimbanquis, fue ejecutado durante ese otoño parisiense. En ellos hay aún mucho de la ascendencia española, pero se deja sentir también la influencia francesa que impregna y seduce al joven Picasso.
El protagonista de esta obra está tratado en el mismo decorativismo plano que las flores del fondo. Como en un tablero de ajedrez, el Arlequín de Picasso, de contornos abstractos y simples pero firmemente definidos, parece compuesto por trozos y elementos autónomos unos respecto de otros, como un rompecabezas. La simplicidad de los colores y las formas sintéticas recuerdan obras de Gauguin como Caricatura o Autorretrato.
Esta pintura está realizada en óleo sobre lienzo. Existe un predominio de los tonos azulados, grisáceos y negros en los ropajes del personaje y en el fondo. Utiliza tonos anaranjados, rojizos y verdes para las flores de la parte superior, rojizos para los labios y las manos, tonos blancos para algunos detalles del ropaje, para la mesa y el rostro del personaje.
El codo apoyado en la mesa y el rostro del arlequín en actitud de reflexión.

Pareja de arlequines 1901, Pablo Picasso

Las dos hermanas (El encuentro), 1902, Picasso

En Las dos hermanas vemos cómo rudos temas sociales son transformados hasta parecer dulces o suavizarse. Son imágenes que no llevan al espectador a una reacción inmediata, sino al infierno de la culpabilidad. Él sólo busca aliviar su sentimiento de culpa y temor, plasmando más una armonía romántica que una crítica social. Esta obra está realizada en Barcelona y el título se confunde por un error de traducción de Sabartés, pues Picasso explica más tarde que son una madre visitando a su hija en Saint-Lazare. Realizó numerosos estudios y dibujos preparatorios y tiene mucho que ver con la composición y el color de la Visitación que hizo El Greco para la iglesia de San Vicente de Toledo. 

Visitación, 1608 – 1614, El Greco

La mujer aparece como diosa, heroína y víctima, y hay una presencia de Eros y Thánatos, dios del amor y de la muerte respectivamente. El tema es, al mismo tiempo, de la modernidad y una mirada hacia el pasado, hacia cuadros grises y monocromáticos. A partir de aquí tomará ideas para La vida y Pordiosera arrodillada
Al margen de la apoteosis y el éxito, se trata de una manera de pintar ligada a la vida y al fantasma de Casagemas. Desarrollará todo esto poco antes de regresar a Barcelona. 
En un Autorretrato de estos momentos, Picasso echa un pulso a reconocer dónde está. Cada vez se retrata en una realidad distinta a la que va sumando elementos, resultando retratos totalmente diferentes. Se toma el pulso a su creatividad artística y muestra dolor, melancolía y tristeza como si abundase en su juventud. Los colores y la actitud están también relacionados, y los trazos serán tratados con gran delicadeza, con un finísimo pincel.

 - Regreso a Barcelona, 1902
Al aproximarse el momento de renovar el contrato con Mañach, la relación entre ambos era un poco tensa por la mala situación económica. Picasso vuelve a Barcelona casi sin obras, puesto que se las queda Mañach salvo sus autorretratos y los que hizo a Matéu Fernández de Soto y a Jaume Sabartés. Aun así, vuelve rebosando nuevas ideas para los futuros cuadros que hará en esta ciudad partiendo de sus dibujos y notas en la prisión-hospital.

Retrato de Mateu F. de Soto, 1901, Pablo Picasso

En Madre con niño a orilla del mar, 1902, retrata a una prostituta con una flor en la mano simbolizando la menstruación, tema que volvería a tratar en Mujer del bidé, 1902 – 1903. 
Madre con niño a orilla del mar, 1902, Pablo Picasso

El tema de la soledad, representado a través del aislamiento de unos personajes más o menos anónimos en el interior de un café, no era nuevo para los artistas de la capital francesa; ya Degas y Toulouse Lautrec lo habían utilizado en algunas de sus obras. Pero en el joven artista español hay un sentido del drama muy distinto. El café, a diferencia de los cuadros de sus colegas, no posee ningún aspecto cómodo ni acogedor; no hay belleza en estos lugares estudiantiles y llenos de humo.
La escena parece comprimir a la figura femenina, a la que se deja sola en medio del lienzo. La soledad que Degas y Lautrec plasmaban era totalmente íntima y personal, ligada al personaje retratado; en Picasso, esa soledad contagia e impregna el ambiente. En la Bebedora de absenta la figura está inmóvil: la mano nerviosa se retuerce a lo largo del brazo. Todo es irregular, todo parece recorrido por una fuerte tensión que aísla profundamente al sujeto.

La bebedora de absenta 1901, Pablo Picasso

En Cortesanas en el bar, 1902, simplifica las formas al estilo del sincretismo. Un vaso vacío intenta situar la escena en un bar y la forma es limpia, rotunda. Vemos en la obra una influencia de Gauguin. 

Cortesanas en el bar, 1902, Pablo Picasso

Mientras tanto, el hermano de un amigo de Picasso, el cual era un apasionado de Rodin, accede a su deseo de aprender a esculpir y así se inicia éste en cuanto a escultura. Vemos sus comienzos en Mujer sentada, 1902, con una seguridad en la ejecución y curiosidad por el tratamiento de la espalda curvada. Hay en esta obra una aproximación al bulto redondo y una visión de la mujer con un oculto carácter erótico. Los elementos que ayudan a esconder el rostro son el atractivo sexual y la anatomía, muy bien reflejados en este tema de la mujer de espaldas.

Mujer sentada, 1902, Pablo Picasso

En el tiempo que pasa en Barcelona recuerda el Quatre Gats, donde nota un ambiente mucho más conservador al compararlo con el aliciente de impulso del Montmartre. Sus amigos habían huido en ese tiempo de Barcelona a París, y Picasso cuenta a Max Jacob en una carta cómo los artistas de Barcelona le dicen que pone demasiada alma y poca forma en su obra, y que no le gusta la obra de estos artistas a su regreso. Picasso se entera de que Mañach ha expuesto en estos momentos las obras que le habían quedado suyas en la Galerie Berthe Weill. En octubre iba a cumplir 21 años, edad en que le hubiese tocado enrolarse en el servicio militar. Éste había pensar desertar pero su madre consigue el dinero para la “redención” del servicio militar. 
Ese mismo octubre realiza un viaje a París que no será ni una estancia larga ni fructífera, sino desastrosa. Allí realiza, entre otros, el Retrato de Mile Teresina, una famosa bailarina de París, en enero de 1903. Intentó sacar dinero de alguna forma haciendo álbumes de gente famosa, pero dice que algunas le resultan incluso odiosas, y pintará también escenas burguesas, aunque siempre confesó que fueron tres meses que siempre quiso borrar. 
Por este entonces penetra en su obra Pierre Puvis de Chavannes, pintor del simbolismo francés del s. XIX. Picasso visita los frescos de éste de 1897 e incluso ve uno que le gusta tanto que lo compra: Sainte-Geneviève abasteciendo París. Chavannes influirá en la etapa azul de Picasso con amalgamas de simbolismo. 
Empieza Picasso a hacer bocetos para su obra La sopa pero no la terminará hasta volver a Barcelona. Pinta en ellos mujeres con una especie de túnica y trabaja la monocromía que remite a Las dos hermanas. Muestra y miseria o degradación que siente en París, que puede influir en cuanto a la caridad. Lo que trata en sus obras ahora es la ausencia de caridad, además por el momento vive esa soledad del artista no reconocido. 
Aparece en escena un nuevo personaje: Charles Morice, crítico de los simbolistas y que, en estos momentos, escribe una crítica favorable a la obra de Picasso en la revista Mercure de France. El escultor español Francisco Durrio de Madrón, más conocido como Paco Durrio, ayuda a Picasso a conocer a Charles Morice e incluso le regala un ejemplar del libro Noa Noa de Gauguin, de quien fue amigo. Gauguin mezcla en su obra fábulas y colores de su estancia de Thaití, algo que también tomará prestado Picasso. En este libro tan bien cuidado Picasso contribuyó con ilustraciones y lo acompañaría toda su vida por esa creencia en el poder de los objetos, parece que lo convirtiese en un talismán. Sin embargo, desaparecería con su muerte, por lo que se ha barajado que estuviese perdido. 

Manao Tupapau, 1892, Paul Gauguin

Picasso pinta con tinta y acuarela un Retrato con desnudo tumbado, tomado directamente de ese Manao Tupapau de Gauguin. Intenta ser fiel no tanto al esquema compositivo como a la captación de su significado: Gauguin explicó en Noa Noa que el tema en esa obra suya no era el sexo, sino el miedo: aparece una mujer joven y, tras ella, la muerte. 
Tampoco en Picasso el tema sería el sexo, sino que en esta obra podemos preguntarnos “¿Quién es la muerte, el hombre o la mujer?”. Richardson afirma que Picasso se autorretrata como espíritu de la muerte que acecha a la mujer, como en la composición de Gauguin. Se desconoce, por el contrario, si en esta obra Picasso pensaba aún en el recuerdo de Casagemas. Tampoco hay que olvidar que Jacob le inicia al mismo tiempo en el tarot y la quiromancia, los principios de la vida y la muerte, donde el signo de Picasso es el escorpión.                      
Picasso realizará por estos momentos su Vendedor de muérdago, en 1903, aunque hace dos versiones: una en óleo sobre lienzo y otra en acuarela sobre papel. Se inspira en una obra de El Greco: San José y el Niño, y se cree que en ella Picasso hace una relación invisible para con su padre. 

El vendedor de muérdago, 1903, Pablo Picasso

En Barcelona durante los años siguientes perfeccionará esa síntesis desde que abandonase la Galerie Vollard. Se inspira en El Greco, Luis de Morales, Chavannes, Gauguin... que serán algunos de los ingredientes que estén en esa “coctelera Picasso”, donde el estilo será original a pesar de todas sus derivaciones. 

Desamparados, 1903, Pablo Picasso

Picasso busca a quien comparta estudio con él y lo encuentra, eligiéndolo con premeditación, en Ángel Fernández de Soto, que se había quedado con el estudio que él mismo había compartido con Casagemas y que, entre ambos, habían decorado. Picasso busca otra vez ese recuerdo para vaciarse de culpa posiblemente, y reutiliza ahora cuadros que no le gustaban ni quería conservar. De la muerte de su amigo lo mejor era que surgiera una nueva obra, y comienza a trabajar en La vida, donde el tema es la vida y la muerte, una dualidad constantemente unidas o contrariadas como dos elementos totalmente dispares, lo que muestra una gran lucha interior entre lo profano y lo sagrado, lo místico y lo real.
En La vida vemos una obra de calidez, con cariño en las figuras, que nos atraen. Hay autores que han interpretado esta pintura como una alusión a la posible impotencia de Casagemas. Los dibujos preparatorios siempre ayudan a ver los objetivos del pintor, qué es lo que le cuesta resolver, etc., y Picasso hace buen uso de ellos para esta obra. 
Trabaja con su propio rostro, además. Vemos en los dibujos una figura barbuda al fondo que luego estará acompañada por una figura femenina al lado de la pareja. Así vemos cómo estos dibujos le ayudan a resolverse también interiormente. Son intentos por encontrar una alegoría, ya fuese el pintor o su padre a quien representase esa figura o fuese universal para diluir en ella sus elementos. En otro dibujo Picasso se autoimpone el rostro del mago, proveniente de una de las cartas del tarot y que significa capacidad, creatividad, astucia; también relacionado con el Hermes Primegisto. 

La vida, 1903, Pablo Picasso

Con un gesto señala arriba y abajo al mismo tiempo con cada una de las manos, simbolizando distintos tipos de poder. Por estudios con rayos X se sabe que el personaje llevaba en primer lugar el rostro de Picasso. Quizá fuese una alegoría de Casagemas y su impotencia, como hemos dicho antes, y por ello Picasso suprime el gesto de señalar ya que complicaba la composición, aunque mantiene el de la mano derecha. 
Se sustituye esa figura por una maternidad finalmente: una mujer sosteniendo a un bebé en brazos, envuelta en un manto. Al fondo aparecen dos cuadros como lienzos en un taller. Encontramos una afinidad temática entre La vida y la Carta de los Enamorados del tarot, donde aparecen Eva y Adán desnudos y Cupido les invita a elegir entre amor sagrado o profano, someterse a las pasiones o dominarlas. Sin embargo, en La vida vemos la actitud de la mujer ante la expulsión del Paraíso.                           

Todas las figuras en esta obra de Picasso están como ausentes, ensimismadas en su propia soledad o abandono, simplemente están colocadas en la composición sin relación alguna entre ellas, ni siquiera un cruce de miradas entre los grupos figurativos. Es una obra altamente simbólica en la que Picasso acaba de disfrazar a Casagemas, y Picasso no es ajeno a lo que en el tarot suena a exorcismo por su propia cultura: Andalucía estaba llena de supersticiones, y el exorcismo se escondería también en esta obra aunque el pintor lo confesase abiertamente en Les demoiselles d’Avignon años más tarde. 
En La vida aparece por primera vez su fondo de taller como espacio o lugar escogido para realizar la acción, por lo que Picasso se identifica con Hermes Primegisto, aquel que revela el significado y el sentido de lo oculto. Se trata de una obra importante porque nos ayuda a reconstruir el quehacer del pintor, sus pensamientos artísticos, sus sentimientos... al mismo tiempo que pone de manifiesto cómo es visto en la vida y en el arte. 
A partir de aquí pone de manifiesto en otras obras algunos temores más, como en las obras en las que aparecen ciegos: La comida del ciego y El viejo guitarrista ciego, justo cuando su padre está perdiendo la vista, algo terrible de pensar para un pintor. 

La comida del ciego 1903, Pablo Picasso

El viejo guitarrista ciego, 1903, Pablo Picasso

El viejo judío, 1903, Pablo Picasso

Además, su padre había perdido el puesto de profesor y contraído la sífilis, por lo que se acrecienta el temor en Picasso, que es evidente. En La comida del ciego vemos una estilización proveniente de la influencia de El Greco, una búsqueda de expresividad y una posición de ¾. Por otro lado, en El viejo judío se reivindica de nuevo el emblema de los reprimidos o los marginados.


Desayuno en la hierba, 1863, Édouard Manet

Tras esto, Picasso prepara un gran retrato colectivo que remite a Desayuno en la hierba de Manet, y se sirve de la iluminación de los rostros sin sombras del francés. Picasso lo identificará con su obra, puesto que Manet estaba muy influenciado por la escuela española. 
Llama la atención la renovación de la pintura en esa obra de Manet. Picasso dejaría la obra sin acabar por falta de interés: el fondo lo deja anulado, neutro; alguien le pide que le permita pintarlo como una salida al campo y Picasso accede. Sin embargo, al sacar la obra a la venta el autor querrá volver a anular el fondo y es ése el aspecto que muestra desde entonces. 

Retrato de la familia Soler, 1903, Pablo Picasso

Sin embargo, el retrato más ambicioso que realizaría Picasso en este período sería en marzo de 1904: La Celestina. Es una de las últimas obras que realiza en Barcelona y trata a un personaje que reaparecerá en sus últimos momentos de vida y obra. Siempre le fascinó el personaje creado por Fernando de Rojas en el s. XVI, esta alcahueta algo bruja, y por eso la retratará varias veces. 

La Celestina, 1904, Pablo Picasso

Con mantilla y capa negra, no la representa como la típica alcahueta, sino que le quita ese significado y escapa al sentimentalismo de plena época azul y esas estilizaciones. Es un retrato que resulta muy próximo, un personaje presente y real que apunta a esa gravedad de la imaginación y el virtuosismo técnico del Siglo de Oro español, a Velázquez sobre todo, aunque Picasso intenta evitar su sombra porque no puedo y/o quiere medirse con él hasta que realiza en la década de 1950 su versión de Las Meninas

La sopa, 1903, Pablo Picasso

A finales de 1903, según la correspondencia que mantenía con Jacob, se sabe que Picasso quiere intentar otra estancia en París pero confiesa que algo le retiene allí: Ángel Fernández de Soto, que finalmente se acomoda en el estudio de Pablo Gargallo tras la marcha de éste a la capital francesa. Picasso busca la soledad de las playas, los campamentos gitanos, los prostíbulos; es una necesidad, una inquietud interior a la que no consigue dar salida. Por estos momentos terminará La sopa, antes de abandonar París.

Pobres a orilla del mar, 1904, Pablo Picasso

En marzo de 1904 realizará de nuevo una obra en la que inserta tres personajes ausentes, unas figuras aisladas entre sí. Se trata de Pobres a orilla del mar. Aparece una mujer con túnica con referencias clásicas, y se puede leer como una obra descuidada, fácil y sentimental, aunque falta la tensión subyacente de obras anteriores. Vuelve a dominar la tonalidad azul y muestra lo que saca de esa inquietud que no sabe cómo saciar.

- Establecimiento definitivo en París, 1904 
Al enterarse que se queda vacío el estudio de Pablo Gargallo en Montmartre decide irse a París definitivamente en su cuarta visita y logra establecerse. Pasará allí la mayor parte de su vida y tan sólo volverá en 1917 a Barcelona durante unas cuantas semanas. Seguirá trabajando en la misma línea, con Manolo Hugué, dos amigas y una pareja. Encontramos un Retrato de Manolo de 1904, que es distinto a los demás al ser de un amigo por la mirada penetrante. Está delineado para definir las sombras y los bordes, es una obra meticulosa. A partir de aquí vemos las primeras obras realizadas al llegar a París: Las dos amigas, La pareja y Almuerzo frugal.

Almuerzo frugal, 1904, Pablo Picasso

Ésta última es considerada por algunos una obra maestra del grabado del s. XX. Está realizada con grabado a raya, estilo que utiliza en la gradación de azul en sus pinturas. El negro aterciopelado y los grises mates dan una sensación de claridad; además, el pintor baraja magistralmente un juego de concordancia y de las figuras. En Almuerzo frugal observamos también todas aquellas características tomadas de El Greco: los dedos huesudos, la delgadez extrema y la proporción cilíndrica, figuras de contornos quebrados, un intento de luminosidad: poco a poco la luz en sus cuadros va aclarándose. Todo lo ha digerido y hecho propio de su pintura, y consigue transmitir una sensación de pobreza y de alcoholismo: confiere un realismo sorprendente a esta pareja hambrienta. Se sabe que para esta obra reutilizó una lámina grabada de Joan González, hermano del escultor Julio González i Pellicer, amigo de Picasso. 

La planchadora, 1904, Pablo Picasso

Por otro lado vemos en La planchadora una tonalidad aún azul, la retratada muestra unos hombros ensanchados y un torso aplastado. Picasso exagera como los manieristas los músculos del cuello y los tonos de la cara se van aclarando. Se inspirará en una obra de Degas, Las planchadoras

Las planchadoras, 1872, Edgar Degas

Después, en Mujer en camisa (Madeleine) comienza a aparecer en su obra con aire delicado sin que se note ese abandono de las figuras que había en obras anteriores. Esta obra viene a decir que el período azul está acabado y que quiere iniciar una nueva etapa. 

Mujer en camisa, 1904, Pablo Picasso

Madeleine, la representada en esta obra y su compañera sentimental por estos momentos, queda embarazada y, con el consentimiento de Picasso, aborta. Pronto aparecerá en su vida otra mujer, Fernande Olivier, aunque sigue apareciendo Madeleine en su obra hasta 1905 como elemento renovador de su pintura. A finales de 1904, cuando Madeleine tendría que haber dado a luz, Picasso pinta unas maternidades increíblemente tiernas. 
Así, vemos resumidas las características de esta época azul en las siguientes: hieratismo y volumen con apariencias escultóricas y un retorno ciego al clasicismo, unas figuras monumentales aisladas, con gestos y actitudes patéticos y un repertorio simbólico, un lineamiento basado en grandes contornos de efecto de color y una herencia del modernismo...

Aparte de todo esto están las continuas referencias a El Greco: composiciones estilizadas, juego de inquietud de la línea, combinaciones de color, composiciones cerradas sobre sí mismas, zonas de intensa sombra y luminosa claridad, una pérdida en la estructuración espacial y un juego de monocromías con una misteriosa luz.
Sin embargo, los retratados y las composiciones de escasas figuras son mucho mejor resueltas. El azul tenía un significado: la monocromía equivale a la máxima restricción. Aporta a sus obras un reflejo social donde los personajes padecen la ausencia, la melancolía, la tristeza, lo íntimo, la no felicidad. Se trata de una mezcla de virtuosismo técnico y de sentimentalismo manipulador. Al fin del período encontramos a Picasso ejercitándose en las posibilidades de concentración en las formas. 

Otras Pinturas de esta época

Pareja en café 1903, Pablo Picasso

Mujer con peluca 1903, Pablo Picasso 

Soledad 1902, Pablo Picasso

Soledad 1902, Pablo Picasso

Retrato de Sebastià Junyer- Vidal con una prostituta 1904, Pablo Picasso

Retrato de Sebastià Junyent”. 1904. Museo Picasso de Barcelona

Retrato de  Bloch, 1904, Pablo Picasso

Próximo Capítulo: Del Azúl al Rosa


Bibliografía

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