miércoles, 20 de mayo de 2020

Capítulo 13 - Arte Mudejar en Huesca


ARTE MUDÉJAR EN HUESCA

Si las ciudades de Zaragoza y Teruel son sobradamente conocidas por las construcciones mudéjares que conservan, no ocurre lo mismo con la tercera capital aragonesa, Huesca, que sin embargo atesora algunos de los elementos más interesantes de este estilo. Los alfarjes del Salón del “Tanto Monta” anexo a la Catedral (actualmente en proceso de restauración), y el del Palacio de Villahermosa, considerado como uno de los más significativos de los conservados, solamente superado en su iconografía por la techumbre de la Catedral de Teruel, así como la techumbre que cubre la iglesia de San Miguel, popularmente conocida como "Las Miguelas", ya merecen por sí solos una visita a la ciudad oscense. 
Además, en el Museo Diocesano se expone uno de los pocos púlpitos mudéjares que quedan en Aragón, el de la antigua Sala de las Limosnas. No podía faltar alguna manifestación del trabajo de yeserías con motivos de lazo de tradición mudéjar que tanto se prodigó durante la época barroca en la Comunidad, y que en Huesca dejó su impronta en la Catedral y en la Iglesia de San Pedro el Viejo. En definitiva, una de las visitas que todo amante del mudéjar debe de tener presente en su agenda. 

ALFARJE DE LOS AZLOR - PALACIO DE VILLAHERMOSA- (HUESCA)
El palacio de Villahermosa se ubica en pleno centro histórico de la ciudad de Huesca, concretamente en el número 4 de la calle Duquesa de Villahermosa, junto al Coso oscense, y precedido de una amplia plaza que cierra con una artística verja del siglo XIX. 
En este solar, situado en el interior del recinto amurallado, junto a una de sus puertas, tuvo en época medieval su residencia la familia Azlor. La estructura del edificio que ha llegado a nuestros días corresponde en su mayor parte a las amplias reformas y ampliaciones acometidas a lo largo de los siglos, especialmente en el XVII y XVIII, coincidiendo con las épocas en las que los Azlor reciben el título de Condes de Guara, 1678, y el ducado de Villahermosa en la centuria siguiente. 
La fachada principal, que se data en la segunda mitad del siglo XVI, presenta las características propias de los palacios renacentistas aragoneses. Obrada en ladrillo sobre un alto basamento de piedra sillar, consta de tres plantas, con una sencilla portada en arco de medio punto en el centro de la primera. Se completa esta planta calle con tres pequeños vanos en cada lateral. En la segunda planta, o planta noble, abren siete vanos adintelados de mayor amplitud que los inferiores, dispuestos en línea con aquéllos y con la portada. Por último, el tercer piso lo ocupa la característica galería corrida aragonesa a base de vanos doblados en arco de medio punto con antepechos lisos. Según el arquitecto Eduardo Cuello, director de la rehabilitación del edificio, tras esta fachada se encontraban los restos de edificaciones más antiguas, entre ellas la estancia con el alfarje, con unas características constructivas claramente diferenciadas del resto. Una segunda zona correspondería a ampliaciones de finales del siglo XVII o principios del XVIII. 
A comienzos del siglo XX, Ricardo del Arco, en su obra “Antiguas casas solariegas de la ciudad de Huesca” todavía describe restos de techumbres con decoración heráldica: “Este palacio en su interior tiene buena escalera y algunos techos con vigas o artesonados de interesante labor, con armas de familias”. En 1926 la duquesa Mª Pilar Azlor de Aragón y Guillamas cedió el edificio a la Congregación de Hermanos de San Viator para establecer en él una escuela de niños. En 1985 cierra el centro docente y el edificio queda abandonado y en estado de ruina progresiva, hasta que en 1999 es adquirido por Ibercaja que pocos años después inicia las obras de restauración y rehabilitación para convertirlo en la sede de su Centro Cultural en la capital oscense.  
Después de la restauración, el interior ha quedado dividido en tres plantas, articulado el espacio en torno a un patio cerrado que se cubre con una espléndida techumbre mudéjar tipo alfarje, que es el motivo de estas páginas. La adecuación del nuevo espacio consistió en la demolición del palacio, excepto la fachada principal, según proyecto del citado arquitecto Eduardo Cuello. El mismo Cuello explica que el alfarje fue hallado “bajo un falso techo, durante los trabajos de demolición y en uno de los espacios de la fachada principal de la planta primera de la parte original del siglo XVI. Su disposición, formato y defectos de colocación manifestaban claramente su reubicación en la sala donde se encontró, trasladado seguramente de otra zona del edificio”.
Según la memoria de restauración, incluida en la obra “El Palacio de Villahermosa” editada por Ibercaja en 2010, y a la cual también pertenece el texto anterior del arquitecto restaurador, “el alfarje constaba en origen de cinco calles, uno de ellas totalmente falsa, sin ningún tipo de motivo decorativo.” Una vez eliminada esa calle adicional, se decidió su ubicación cerrando el patio en torno al que discurren las escaleras que comunican las plantas calle y primera. 
El alfarje tiene una anchura de 6,83 m y 3,86 m de largo. Su estructura la componen 3 vigas maestras o jácenas que descansan sobre 6 canes, 68 jaldetas distribuidas en sus cuatro calles y 128 tabicas cerrando los huecos entre jaldetas en su unión con las jácenas. Si esta estructura no presenta especiales elementos de interés, al ser la propia de las techumbres mudéjares de este tipo, no ocurre lo mismo con la decoración pintada que cubre la mayor parte de sus superficies, y que la hace única dentro del mudéjar aragonés, solo comparable con la que cubre la nave central de la Catedral de Teruel y la que soporta el coro de la ermita de San Román en la Puebla de Castro. En cuanto a la decoración tallada, esta se limita a los canes.
La pintura está realizada al temple, con predominio de los colores, rojo, azul y amarillo, junto al blanco, el negro y tonalidades intermedias. En la ejecución de los motivos se distingue, especialmente en las tabicas, que al menos fueron dos sus artífices, ya que algunos de ellos muestran una factura mucho más simple y tosca que el resto. Por último, la temática es muy variada, incluyendo motivos heráldicos, figurativos, animalescos, geométricos y vegetales, y se trata con detalle desde la página 19 a la 33.
En cuanto a la cronología, hasta fechas recientes se venía aceptando la aportada en una primera aproximación por Gonzalo Borrás que la situaba en el siglo XIV, como eslabón entre la techumbre de la Catedral turolense, datada a finales del XIII, y la de ermita de Castro que Mª Isabel Álvaro Zamora fechó en 1400. Un profundo estudio de los motivos heráldicos del alfarje realizado por el historiador oscense Carlos Garcés Manau y publicado en el último número de la revista Argensola bajo el título “EL ALFARJE MUDÉJAR DE LOS AZLOR (HUESCA): UNA OBRA REALIZADA HACIA 1280, CONTEMPORÁNEA DE LA TECHUMBRE DE LA CATEDRAL DE TERUEL”, identifica correctamente la heráldica y la encuadra en un período histórico concreto que permite determinar que el alfarje es obra del siglo XIII. Este apartado se verá con más detalle en la página dedicada a la heráldica de la techumbre. 

Se trata de una techumbre de madera, concretamente un alfarje, el tipo más común dentro del arte mudéjar, cuyas jácenas apoyan en canes. Lo más destacado de la techumbre es la abundante decoración pictórica, que recubre por completo la superficie de la misma, encontrando únicamente decoración tallada en los canes, donde se representan pequeñas cabezas humanas.
Como hemos dicho, la decoración pictórica es lo más destacado de todo el conjunto por la variedad y vistosidad de los motivos utilizados, pudiendo establecer una clara diferenciación dentro de los mismos: 
La decoración animal, humana y heráldica es la más destacada, mientras que la geométrica y vegetal tiene un carácter más secundario ya que aunque la podamos ver como motivo decorativo en las jácenas o en los canes, su principal finalidad en la techumbre es enmarcar las representaciones animales, humanas y heráldicas, que son las verdaderas protagonistas del alfarje.

Los motivos animales son el componente decorativo más destacado del conjunto por su cantidad, calidad y vistosidad. A su vez, en este bestiario representado se puede diferenciar entre los animales reales y los fantásticos, como la cabra, gallo o gacela entre los reales, y el dragón y la sirena de dos colas entre los fantásticos. La decoración animal se extiende por diferentes zonas de la techumbre, la tablazón, jácenas y los canes. La representación de personajes es otro de los componentes decorativos de la techumbre, representando en ellas escenas típicas de la vida de la época, como una escena de danza o un caballero dispuesto para la lucha. Son menos abundantes que los motivos animales, seguramente porque entrañan más dificultades a la hora de su factura. La decoración geométrica sería más secundaria en cuanto al valor estético y decorativo, pero su importancia es grande puesto que nos podría dar información sobre el posible origen musulmán de los artistas. La decoración geométrica se centra en paneles decorativos en las jácenas y enmarques de escenas y escudos. Como enmarque de los escudos, encontramos unas lacerías que con- figuran un medallón de cuatro puntas en ángulo recto y cuatro lóbulos, motivo decorativo que los mudéjares emplearon en celosías, yeserías y azulejerías, lo que nos podría indicar ese origen mudéjar de sus autores. Encontramos tam- bién otro tipo de detalles como un panel de cadeneta formada por tres ramales, o un panel de sinusoides opuestas que crea un efecto de escamas. La decoración vegetal se distribuye a lo largo de los canes, rodeando escenas o escudos, y como motivo (rosetas) que se incluye en las secuencias de escudos, separando unas de otras. En algunos de los canes, se desarrolla una decoración a base de atauriques, no todos iguales, sino que unos son más complejos que otros. Por último, la decoración epigráfica, muy escasa y repitiendo el mismo motivo, pero importante por tratarse de una inscripción en árabe, lo que podría apoyar de nuevo la posibilidad de ser obra de artífices mudéjares. 

ESTILO 
En la decoración de la techumbre se pueden diferenciar, al menos, dos talleres diferentes, una más refinada y creativa, y otra también cuidada, aun- que más gruesa. 
- La primera se caracteriza por un trazo delicado, muy fino y detallado. Es un trazo seguro que describe formas bien definidas, pero a su vez le confiere una sensación de ligereza. Esta mano es la de más calidad, y quizá también podríamos considerarla como la que tiene mayor capacidad creativa, más propia de un artista que de un artesano. Estas características se pueden ver en la representación animal sobre todo, pero también se puede ver en las decoraciones vegetales. 
- La segunda mano, tiene un trazo grueso, seguro, perfilado de un trazo blanco para incidir en detalles. Es también una mano de gran calidad, aunque diferente a la anteriormente citada. Esta mano parece tener similitudes con la pintura románica. 
En cuanto a la existencia de un programa iconográfico, desconocemos por el momento si cuando se ideó la creación de esta techumbre, se pensó en un programa y significado concreto, ya que como obra de carácter popular, es posible que se intentara crear un techo atractivo, según parece demostrar esa abundancia y riqueza de imágenes, que suma la intención añadida de subrayar la importancia de los encargantes a través de la representación de los escudos de su casa y linaje, que aparecen de manera continua a lo largo de toda la techumbre.

HERÁLDICA 
La representación heráldica es aquí particularmente importante, como sucede en otras techumbres mudéjares aragonesas pues se trata de los escudos que pertenecen o se vinculan al linaje de la Casa de Villahermosa: Señal Real de Aragón, los palos de gules sobre campo de oro, armas de D. Alfonso de Aragón, I Duque de Villahermosa. Señal Condal de Ribagorza, El águila de sable, título privativo de esta casa hasta que pasó en 1598 a ser incorporado este condado a la Corona. Armas del linaje de Azlor, se representan en las cajas de las jácenas con una podadera de gules sobre campo de plata, acompañada de tres armiños, más bordura de gules con ocho escudetes de oro cargados con banda de sable. Armas de D. Juan Pablo de Azlor y Zapata de Calatayud.
En cuanto a los papos, se representan las tres podaderas de plata dis- puestas en triángulo acompañadas de siete armiños, en vez de los siete clavos de plata que han sido mostrados como armas tradicionalmente de este linaje. Es precisamente en estos elementos constructivos donde insertos en unas lacerías que configuran un medallón de cuatro puntas en ángulo recto y cuatro lóbulos, se unen los escudos de la podadera de gules sobre campo de plata acompañada de tres armiños, con otra igual que se acompaña de bordura cargada de ocho escudos de plata con banda, teniendo a ambos el Señal Real de Aragón y el señal condal de Ribagorza, unas piezas que muestran claramente la unión de las dos ramas de los Azlor de Huesca y de Calatayud, además del cambio que se origina cuando se instituye que a partir de D. José Claudio de Aragón, X duque de Villahermosa, todos los primogénitos de la Casa de Villahermosa se apellidarán Aragón-Azlor y los demás Azlor de Aragón, algo ya consustancial a partir de este momento de los Villahermosa. Para mejor comprensión acompañamos la genealogía de la Casa de Villahermosa y sus entronques, si bien consideramos será necesario un estudio más amplio de los distintos componentes de este alfarje. 
Comenzando la descripción de la techumbre por sus piezas principales, las tres jácenas, hay que decir que la parte visible de las mismas no corresponde a las vigas propiamente dichas sino a plafones que cubren sus laterales y papos. Estos plafones van decorados por el barrado de color rojo sobre fondo amarillo del Senyal Real de Aragón, tal y como es habitual en los alfarjes. En ambos laterales y en el centro se disponen bandas en “U” que encierran de modo alternativo los cuatro escudos heráldicos que se repiten en la techumbre, todos sobre fondo negro salpicado de pequeños grupos de tres puntos amarillos, y enmarcados por una doble cinta blanca entrelazada.
Toda la estructura se cierra con una tablazón producto de la rehabilitación, ya que en su día no se pudo recuperar el cierre original, en el supuesto que lo hubiese, ni restos del mismo que pudieran haber indicado su estilo y forma. Para darle continuidad y unificar la decoración del conjunto se optó por utilizar el mismo motivo barrado en rojo y amarillo de las jácenas, incluyendo sus motivos heráldicos sobre el mismo fondo negro salpicado de grupos de tres puntos amarillos, aunque en este caso la doble cinta entrelazada que los enmarca forma un octógono inscrito en un cuadrado.
Cada uno de los seis canes sobre los que se sustentan las jácenas tiene forma rectangular y un grosor inusualmente corto para lo que suele ser habitual en este tipo de techumbres. La decoración tallada se concentra en la mitad exterior termina en forma de quilla, también característica de los alfarjes mudéjares. En cuanto a la decoración pintada, ocupa toda la superficie, tanto en los estrechos laterales como en el papo, que se divide en dos espacios claramente diferenciados: un amplio rectángulo interior y un espacio tronco piramidal entre el anterior y la quilla que tiene forma de cabeza humana, y como tal se decora, sin olvidar las terminaciones en forma de punta de lanza, perdidas en algunos casos.
Comenzando por el can izquierdo de la primera jácena, la más alejada de la pared, en el espacio interior se representa la figura de un guerrero a caballo en posición de ataque. El caballero, que no porta armadura ni casco, lleva una espada en alto en la mano derecha mientras con la izquierda sujeta las riendas del caballo por detrás de una rodela que, al igual que la gualdrapa, se decora con un motivo de cintas. Como va a ser habitual en la mayoría de motivos de la techumbre, el fondo negro va salpicado de grupos de tres pequeños puntos blancos. Se enmarca con una serie de perlas rojas sobre fondo amarillo. Los laterales llevan un estilizado motivo de tallos y flores formando roleos, en color blanco sobre fondo negro.
El espacio exterior tronco piramidal se rellena con un motivo vegetal simétrico, compuesto por un fuste o largo tallo vertical central que termina en forma de flor de lis y del que salen a ambos lados tallos curvados que terminan en forma de ataurique. Salpican el fondo estilizadas estrellas de ocho puntas en color blanco, que también se verán en otras superficies del alfarje. 

La forma y policromía de la cabeza que forma la quilla en que se remata el can es común, salvo pequeños matices, a los seis canes. Sobre fondo blanco, y en llamativos colores rojo y negro, se pintan unos grandes ojos almendrados, nariz perfilada en negro y boca en forma de ocho sin cerrar en el centro. Dos grandes rosetones en las mejillas y barba o perilla de diferentes formas completan el rostro, en este caso perilla debajo del labio inferior. Se completa la decoración en los laterales con líneas y pequeños motivos vegetales en blanco, amarillo y rojo. 

En la parte interior del can derecho de la misma jácena aparece la figura de un ave, que parece un híbrido con cabeza de gallo y cuerpo de pavo real. De su pico emana una estilizada línea blanca a modo de tallo. Sobre el fondo azul, esas estrellas blancas ya comentadas y los grupos de tres puntos, esta vez amarillos y de mayor tamaño y encerrados en círculos de color rojo. La cenefa que enmarca el conjunto se encuentra muy perdida, aunque todavía se distingue la doble cinta entrelazada de color amarillo ribeteada en rojo que la recorre. 
La parte central, que aquí tiene forma de “T” invertida, la ocupa la figura de un ciervo de potente cornamenta sobre fondo rojo. Este animal aparece representado en varias ocasiones más en las tabicas y en la tablazón del tercer casetón. 
La cabeza aquillada en que termina el can sigue la forma ya descrita, con la particularidad de que se le han agregado mechones de pelo en los laterales y debajo de la boca se le ha añadido una forma alargada que parece la lengua.


Los dos canes de la jácena central tienen la particularidad de ser más cortos que los de las laterales, incluso el derecho es sensiblemente más alargado que el izquierdo, lo que hace que la parte interior tenga forma de rectángulo horizontal en lugar de vertical como en los restantes.
En el primero de ellos se presenta la figura de un cuadrúpedo pasante, que por su color y moteado parece ser un leopardo. Se enmarca por el trenzado amarillo sobre fondo rojo ya visto anteriormente.
En la zona tronco piramidal podemos ver una de las escenas más interesantes de esta techumbre. Se trata de un músico de pie tocando la vihuela junto a una bailarina que se dobla por la cintura en una posición casi imposible, hasta casi tocar el suelo con el pelo y la punta de los dedos. Este tema es típico del románico, sobre todo en la zona oscense, donde aparece en capiteles de varias iglesias, todos ellos atribuidos al llamado “maestro de Agüero” del que constituye su tema favorito, y que ha servido en muchos casos para atribuirle determinados trabajos. También aparece pintado en la techumbre de la Catedral de Teruel, decorando el papo de la doble quilla de uno de los canes-zapata, aunque aquí se representan separados, rellenando el músico uno y la bailarina el contiguo. 
En la quilla, como novedad respecto al resto se aprecia un abundante bigote que, junto a la perilla, enmarcan todo el contorno de la boca.  

La parte interior del otro can de esta jácena central lo ocupa la figura de un ave muy parecida a la vista en el mismo can de la primera. Aquí igual podría tratarse de un gallo que de un pavo, aunque el plumaje y la extensión de la cola son menos exagerados que en el anterior. La cabeza luce una vistosa cresta de color rojo y un doble papo del mismo color. Al igual que el otro, del pico surge un delgado tallo blanco con motivos florales. A pesar del deterioro que presenta se aprecia el trenzado que lo enmarca. 
Si la parte central del can contiguo representa un ciervo, en éste es una cabra la que ocupa dicha zona. Se presenta en una posición forzada, pasante y con el cuello y la cabeza exageradamente erguidos. 
Tanto en la cabeza aquillada como en el tallado de los laterales, la terminación de este can sigue la tónica ya descrita para los anteriores.  

Ya en la tercera jácena, la más próxima a la pared exterior del hueco de la escalera, la zona interior la ocupa la figura de una sirena de doble cola con un pescado en cada mano. Se completa con pequeños grupos de tres puntos blancos salpicando el azul del fondo. Herencia, como la bailarina y el músico, del románico, solamente se repite en las techumbres aragonesas en la que cubre la ermita de la Virgen de la Fuente en Peñarroya de Tastavins, en la comarca del Matarraña, aunque aquí la sirena sujeta ambos extremos de la doble cola con sus manos. 
El motivo de la zona central sigue la misma composición de clara influencia islámica que el visto en el primer can, o sea a partir de un eje de simetría terminado en flor de lis, se desarrollan sendos tallos a ambos lados que se curvan formando roleos para terminar en forma de ataurique. 
El rostro de la terminación del can sigue la pauta de los anteriores: grandes ojos almendrados, nariz que se une a las cejas, boca en forma de ocho sin cerrar en el centro y una especie de perilla debajo de la misma.

En el último can de esta techumbre, el espacio interior lo ocupa un ave de largas patas y cola larga de abundante plumaje, que podría querer representar a un ibis o una cigüeña. Atrapada con el pico sujeta la parte central de una gruesa serpiente que se enrosca en su cuerpo, con la cabeza hacia abajo y anudada en la parte trasera. Sobre el azulado fondo los tan repetidos grupos de tres puntos blancos. Se enmarca con una línea de perlas rojas sobre fondo amarillo bastante deteriorada. 
La parte tronco piramidal central se cubre con un motivo de clara raigambre islámica. En el interior de una palmeta aparece otro motivo vegetal de ataurique simétrico en torno a un eje central. 
Nada nuevo de lo ya visto nos ofrece la cabeza aquillada en que termina este can.  

Siguiendo con la estructura del alfarje, y una vez vistas las jácenas con sus canes y la tablazón de cierre lateral, hay que continuar con el interior de los cuatro espacios rectangulares cajeados que se forman entre aquéllas y los muros. Entre las jácenas y entre éstas y los muros se disponen unas vigas de menores dimensiones, o jaldetas, en número de 17 por hueco. También van decoradas con bandas de gules sobre fondo dorado. 
Una singularidad de este alfarje la encontramos en que la unión de las jaldetas con las jácenas no queda a la vista, sino oculta por una tablazón sobre la que se colocan las tabicas, tablazón que se extiende a los laterales recayentes a los muros largos, y que en este caso se cierra con otra tabla, formando una falsa viga, y cerrando un nuevo espacio rectangular en el interior de los anteriores donde se concentra la decoración heráldica de la techumbre, aparte de jácenas y tablas de cierre, acompañada de motivos de lazo y, en el último cajeado de un interesante conjunto de temas figurativos. 

Entre cada par de jaldetas se colocan pequeños listones o cintas, que crean pequeños cuadrados alrededor de los cuales van los saetinos sobre los que reposan los pequeños plafones cuadrados que forman la tablazón. El papo de las cintas va pintado con un trenzado de doble cinta roja, una ribeteada en rojo y la otra en amarillo. Los saetinos llevan una línea de dobles círculos concéntricos blancos sobre fondo negro. 
Dentro del amplio repertorio decorativo de este alfarje cobra especial interés el apartado heráldico, que incluye cuatro escudos de armas, que al igual que en otras techumbres y construcciones medievales han servido para datar su construcción. Hasta la aparición del amplio y documentado estudio heráldico que Carlos Garcés hace en el último número de la revista Argensola, dos de ellos se atribuían erróneamente a titulares que no se correspondían con los mismos.
Fue un artículo aparecido en la revista Emblemata (el único estudio sobre el alfarje publicado hasta el de Garcés) en el año 2004 bajo el título de “El alfarje mudéjar del palacio de Villahermosa de Huesca” firmado por Bizén d’o Río y María Luisa Grau, en el que se identificaban los escudos del alfarje, que entonces se databa en el siglo XIV, con personajes de los siglos XV y XVIII. En primer lugar, se atribuía el motivo formado por cuatro palos de gules sobre campo de oro como el Senyal Real de Aragón. Las tres podaderas de gules sobre fondo de plata dispuesta en triángulo acompañadas de siete armiños que viene a sustituir a siete clavos de plata, se identificó con el linaje de los Azlor. 
El error estaba en los dos restantes. El águila de sable sobre fondo de plata se atribuyó como Señal Condal de Ribagorza. Por último, y lo más extraño, los ocho escudetes de oro cargados con banda de sable con escudo central de oro, se identifica con el linaje de los Zapata de Calatayud, que se unieron con la casa de Villahermosa en el siglo XVIII, lo que me llevó a la conclusión de que la inclusión de este motivo heráldico tenía que ser necesariamente fruto de un repinte posterior. 
Todos estos aspectos quedan aclarados y corregidos en el citado trabajo de Carlos Garcés, al que me remito para la descripción de los cuatro blasones heráldicos. En primer lugar, hay que decir que los cuatro escudos corresponden a dos matrimonios: el formado por los reyes Pedro II de Aragón (1276-1285) y Constanza de Sicilia, y el de los dueños del palacio, Blasco Pérez de Azlor, que murió en 1286, y su mujer Sancha Tovía.
El escudo del linaje Azlor lleva tres hoces o podaderas de gules dispuestas en triángulo sobre campo de planta, o blanco, acompañadas de siete objetos que han recibido distintas interpretaciones. En principio parecen armiños que sustituyan a los siete clavos de plata que figuran en el escudo original del linaje; también se citan como puntas de flecha, hierros de lanza, mangos de hoz o aguijones.
El escudo de su esposa Sancha Tovía consta de ocho escudetes de oro cargados con banda de sable con escudo central de oro sobre fondo de gules. En algunos se incluye pequeños círculos o perlas amarillas en el campo de oro del central y de los escudetes.
De los dos escudos reales, el primero corresponde al Senyal Real de Aragón, identificativo de los Reyes de la Corona de Aragón, en este caso de Pedro III, y está formado por cuatro palos de gules sobre campo de oro.
En cuanto al compuesto por un águila de sable sobre fondo de plata, relacionado en el artículo de Emblemata como la Señal Condal de Ribagorza, corresponde en realidad a doña Constanza de Sicilia, que lo heredó de su padre, el rey Manfredo, y que casó en 1262 con el entonces infante Pedro de Aragón, hijo y heredero del rey Jaime I el Conquistador. (Una descripción muy detallada de los cuatro motivos heráldicos, así como la relación de la pareja real con la ciudad de Huesca, se puede ver en el citado artículo de Carlos Garcés).
Como se puede ver por las fechas en que vivieron las personas identificadas con estos motivos heráldicos, la construcción del alfarje debe de situarse en el siglo XIII, y no en el XIV que era la fecha que hasta este momento se manejaba. Siguiendo a Garcés, sería en el período 1264-1285, y más concretamente hacia 1280, cuando debió de realizarse la techumbre. 
Esta datación la situaría incluso anterior a la techumbre de la Catedral de Teruel, que se data en torno a 1285, sino coetánea, con lo que ya no sería un enlace entre aquélla y la de la Puebla de Castro, sino un posible punto de influencia en algunos aspectos decorativos para la techumbre turolense, al igual que lo fueron los de la Sala Capitular del Monasterio de Sigena, algo que queda para un detallado estudio de los motivos decorativos de ambos conjuntos, especialmente en los referentes a temática animal, fantástica y realista, y vegetal.  
En cuanto a la distribución y formas en que se presentan los cuatro escudos heráldicos en el alfarje, ya he comentado como en las jácenas y tablas de cierre laterales lo hacen sobre fondo negro rodeados de una cenefa en forma de trenzado de doble cinta. Pequeños grupos de tres puntos amarillos salpican el citado fondo negro.
En el primer cajeado aparecen en el interior de espacios cuadrados de fondo blancos separados por finas líneas negras, repitiendo la misma secuencia: las armas de los Azlor y los Tovía seguidas por las de los reyes Constanza de Sicilia y Pedro III de Aragón.
En el segundo cajeado, o casetón, los motivos heráldicos se inscriben en el interior del espacio estrellado octogonal que, junto a medias cruces apuntadas, genera el desarrollo del lazo de cuatro octogonal que lo decora, y que se verá con más detenimiento, al igual que el resto, en páginas siguientes. Aquí no siguen un criterio unificado como en el caso anterior, sino que priman más unos motivos sobre otros, en este caso, el cuadribarrado real y el de la reina Constanza se repiten en mayor número que el del matrimonio Azlor-Tovía. Se disponen a lo largo de todo el contorno en secuencias de tres escudos y una roseta.
En el tercer cajeado se utiliza el mismo motivo de lazo de cuatro octogonal, con la salvedad de que las estrellas de ocho puntas alargan de forma considerable sus lados superior e inferior, que se rellenan con motivos decorativos entre los que se intercalan estrellas de ocho normales donde se disponen los escudos heráldicos.
Por último, en el casetón más próximo al muro exterior se encuentra la decoración más elaborada de este grupo. En este caso una cinta va bordeando todo el contorno y anudándose para generar dobles espacios octogonales seguidos de uno alargado rectangular. La secuencia decorativa, salvo en un par de casos en que se modifica para adaptarse al espacio, consta de doble motivo heráldico en los dos octógonos, un motivo figurativo en el espacio rectangular, dos nuevos escudos heráldicos en los octógonos siguientes, y finalmente las barras aragonesas en el segundo rectángulo. Una novedad respecto a lo visto hasta el momento es que aparecen escudos en los que se unen las armas de los Azlor con las de los Tovía. En tres casos incluyendo las podaderas de los Azlor en el interior del escudo central del blasón de los Tovía, y en uno cuartelado con las armas de los primeros en 1º y 4º y las de la esposa en 2º y 3º. 


Como se ha podido ver en la página anterior, la decoración que cubre los papos de la tablazón de cada uno de los cuatro cajeados en que se divide el alfarje, adquiere más complejidad y riqueza conforme nos acercamos al actualmente situado junto al muro de la escalera.
En el caso del primero de ellos, poco se puede añadir a lo ya dicho al tratar sobre la disposición de la heráldica en el mismo. Todo el contorno sigue esa secuencia de los cuatro motivos heráldicos inscritos en cuadrados blancos. En cuanto al estrecho borde superior, en todos los casos se rellena con unos pequeños motivos en forma de V entre dobles líneas en vertical, todo en blanco sobre fondo negro. El estrecho espacio de unión con la jácena lleva una línea de perlas blancas sobre fondo negro. 


Un aspecto curioso en este cajeado lo encontramos en la decoración de las últimas cintas, ya junto a las tabicas, de cada uno de los dieciocho espacios que quedan entre jaldetas. Si en los otros tres casetones el motivo es el mismo en ambos lados, en este caso llevan temas diferentes. El correspondiente a la tablazón que cubre la pared es de tipo geométrico en forma de rectángulos que alternan el rojo y el azul, dispuestos en forma de V invertida sobre fondo negro, lo que les da sensación de profundidad. En el lado contrario, correspondiente a la primera jácena, el motivo es de tipo vegetal en forma de estilizados tallos que se enrollan formando roleos y terminados en flores, todo en vistosos colores amarillo, rojo y blanco
En el segundo espacio rectangular, entre la primera jácena y la central, ya hemos visto como la heráldica va acompañada de una más vistosa decoración pintada, aunque también monótona y repetitiva, ya que se trata de un lazo de cuatro octogonal que genera espacios estrellados de ocho puntas y otros cruciformes apuntados, que aquí, por razones de espacio, quedan reducidos a formas de “T”. La cinta que forma el lazo es de color amarillo, y el fondo de las estrellas octogonales de rojo. 
También hemos visto como la secuencia con que se rellena su interior es de tres motivos heráldicos y una roseta de ocho pétalos blancos con un punto rojo en sus extremos, inscrita en un círculo negro. De forma alternativa enmarcan escudos o rosetas una línea de perlas blancas en círculo. Las medias cruces llevan también series de perlas blancas sobre fondos alternos en color verde y azul.
Por último, las cintas más próximas a las tabicas llevan un motivo de clara influencia islámica, ya visto en los canes de las jácenas, en forma de serie de palmetas separadas por anudamientos, en las que se inscriben flores de ataurique. 

También hemos visto como en el tercer cajeado, entre la viga central y la más próxima a la pared de la escalera, el motivo de lazo de cuatro octogonal se complica y se completa con otros más complejos y vistosos.
Las estrellas octogonales que se rellenan con los motivos heráldicos alternan los colores rojo y azul en su fondo con una serie de perlas blancas contorneando el escudo. Las medias cruces apuntadas siguen la tónica de las vistas en el cajeado anterior, con líneas de perlas blancas sobre fondos verde y azul.

Entre estas estrellas de ocho se intercalan otras con los lados superior e inferior muy alargados. El interior se divide en tres espacios, dos pequeños en los extremos con la forma estrechada de los laterales y uno central rectangular. Los primeros se cubren con ataurique de flores sobre fondo rojo ribeteado por una fina línea blanca y salpicado de grupos de tres puntos también blancos.
Los espacios rectangulares alternan dos motivos. El primero de entrelazo formando un cesteado a base del entrecruzamiento de dos cintas, una roja y la otra blanca con una fina línea roja central. El segundo motivo tiene un desarrollo complejo a base de líneas que se van curvando e interseccionando entre sí, creando espacios cóncavos y convexos que se rellenan con vistosos colores rojo, azul y negro. Este segundo motivo lo encontramos también presente en el estribo del muro norte del cuarto tramo de la techumbre que cubre la ermita de San Miguel de Barluenga, y tal y como sucede con la sirena de doble cola y con el juglar y la bailarina, solamente se repite en estos dos casos, con la salvedad de la proximidad que existe esta vez entre ambas techumbres. 

En cuanto al tema de las cintas, es un motivo de tipo vegetal, con gruesos tallos terminados en flores, todo en vistosos colores sobre fondo azulado.

También hemos visto anteriormente como en el cuarto espacio rectangular, que se corresponde con el más próximo a la pared de la caja de escaleras, la decoración de la tablazón que lo rodea se hace más compleja y elaborada, incluyendo, además de la temática heráldica, diversas escenas con animales reales y fantásticos.
Según se desprende de la visión global del conjunto, al igual que en el resto de cajeados, la decoración se hizo sobre la marcha, sin planificación previa del espacio a cubrir, lo que se traduce en que no siga una secuencia uniforme, debido probablemente a la necesidad de ajustarse al mismo.
Así se puede ver como parece ser que la planificación inicial parte de un grupo de cuatro espacios que se forman por una cinta que va bordeando el conjunto y anudándose para general un doble espacio octogonal, que se rellena con sendos escudos heráldicos, o en algunos casos combinaciones de los dos pertenecientes al matrimonio Azlor-Tovía. A continuación, un espacio rectangular que se cubre con una escena figurativa, y de nuevo dos octógonos con motivos heráldicos. Entre cada dos de estos conjuntos se dispone un nuevo espacio rectangular con el barrado aragonés.  De los nueve conjuntos decorativos que cubren estas superficies, esta secuencia se repite en seis de ellos. De los otros tres, uno solo lo forma el doble motivo heráldico y la escena animal, mientras que los dos restantes incluyen dos escenas figurativas entre tres grupos de dos octógonos, sin motivo real intermedio.
Comenzando por el lado derecho, observando el conjunto desde el rellano intermedio de la escalera con la espalda hacia la pared, el primer grupo consta de la figura de un dragón engullendo una serpiente y herido por tres flechas, una en la cola, otra en el cuerpo, y la tercera en el cuello, atravesando a su vez el cuerpo de la serpiente. A la derecha los escudos de Pedro III y los Azlor, y a la izquierda, los del matrimonio real.

Continuando la descripción por la tabla que cierra el alfarje con el muro, en la escena central se presenta la figura de un alargado ciervo de gran cornamenta. A la derecha la heráldica de Pedro III y Constanza de Sicilia, y a la izquierda la de los Azlor y nuevamente la Senyal Real.

En el siguiente grupo se intercalan en los extremos los escudos de los dos matrimonios. A la derecha los de los varones, Pedro III y Blasco Pérez de Alzor, y a la izquierda los de sus cónyuges, Sancha Tovía y Constanza de Sicilia. En el centro la figura de un cuadrúpedo que bien podría ser un león. 

Le sigue uno de los tres conjuntos que no guardan el patrón general, en este caso porque queda reducido a solo dos motivos heráldicos colocados a la derecha, el Real y el de los Azlor. La escena figurativa incluye las figuras de un jabalí y una cabra de largos cuernos, separadas por una palmera. Mientras que el jabalí mira hacia el suelo, la cabra lo hace hacia lo alto. 

El último grupo de esta tabla que cierra la techumbre por el lado de la pared, se compone de la figura de un dragón alado con cabeza humana de tocador de cuerno, y de los escudos reales de ambos matrimonios en los laterales. A la derecha, los Azlor-Tovía, y a la izquierda los de la pareja real.

Todo el lado corto a la izquierda de la escena anterior, está ocupado por motivos heráldicos y escenas figurativas, exceptuando los dos pequeños espacios esquineros donde aparece el motivo cuadribarrado. Los tres grupos heráldicos corresponden a Pedro III y Blasco Pérez de Azlor el de la izquierda, Pedro III y Constanza de Sicilia el central, y a los Azlor y a una composición entre el matrimonio Azlor-Tovía, en el grupo de la derecha.
En una de las escenas se representa una figura híbrida formada por el cuerpo de un animal de cuatro patas de la que salen dos alargados cuellos que terminan en cabeza humana el de la derecha, y de dragón el del lado contrario. Ambas cabezas están afrontadas y unidas por una serpiente que es devorada por la parte trasera por el dragón, mientras que muerde el cuello de la figura humana de la derecha.
La segunda figura corresponde también a un dragón, esta vez dibujado en una forzada posición del cuello para llegar a morderse una de sus patas. Destaca la cola compuesta por un tallo que se enrolla en forma de roleo para terminar en una vistosa flor central.
Girando ahora hacia la tabla de la jácena, podemos ver en primer lugar la figura de un dragón de alargado y afilado pico dentado con el que se está mordiendo el cuello. A la derecha la heráldica de los Azlor-Tovía, y a la izquierda la Real y una nueva composición del matrimonio anterior. 

En el centro del segundo grupo decorativo de esta última tabla, se representa nuevamente la figura de un dragón, en este caso en posición pasante. En cuanto a los grupos heráldicos, vuelven a disponerse en los dos los escudos de ambos matrimonios, a la izquierda el Real y a la derecha el de los propietarios del palacio. 

Por último, podemos ver el tercero de los conjuntos que rompen la tónica general del conjunto, en este caso el segundo de los que incluyen dos escenas figurativas entre tres parejas de escudos. La heráldica lateral la forman, los escudos del matrimonio real a la izquierda y los de Pedro III y Blasco Pérez de Azlor a la derecha. El central, es el más curioso de toda la techumbre, ya que incluye dos composiciones con la heráldica del matrimonio Azlor-Tovía. El de la izquierda ya lo hemos visto anteriormente, mientras que el de la derecha es único en la techumbre, cuartelado con las armas de los Azlor y de los Tovía.
En la primera escena se representa lo que parece la lucha entre un toro y un perro, mientras que en la segunda aparece una cabra de alargados cuernos, similar a la vista en una escena anterior, junto a un árbol de entrelazadas ramas terminadas en una especie de frutos.

 
Las cintas más próximas a las tabicas se decoran en este caso con gruesos tallos que se enroscan para terminar en flores de ataurique.
Por último, queda ver el apartado de las tabicas. Se trata de uno de los elementos característicos de las techumbres tipo alfarje, que se colocan para cubrir los huecos que quedan entre cada par de jaldetas en su unión con las jácenas y muros de cierre. Tienen forma rectangular y se suelen disponer con una ligera inclinación hacia el exterior de su parte superior, a fin de que desde el suelo pueda contemplarse mejor lo que representan. En este alfarje del Palacio oscense de Villahermosa son un total de 128 que se reparten en grupos de dieciséis tabicas en cada uno de los laterales de sus tres vigas principales y en los dos cierres de la techumbre en los lados cortos.
Junto con la heráldica, los canes y los motivos de las tablas interiores que rodean cada uno de los cuatro cajeados, son uno de los elementos destacados de esta techumbre. En su amplio repertorio decorativo se incluye temática figurativa, animal, vegetal y geométrica, que incluye algunos elementos que no se repiten en ninguna otra techumbre de las conservadas en Aragón, como son las representaciones de peces. Ya comenté en páginas anteriores que en su ejecución se observa al menos la intervención de dos artífices, algo que se ve claramente cuando se comparan motivos que se repiten, como el jabalí, en este caso en las fotografías 4 y 9 de esta página.

Las tabicas alternan fondos rojos y azules, y van enmarcadas con un trenzado de dos cintas que también alternan estos colores en contraposición a los fondos. Únicamente dos tabicas rompen esta secuencia, al estar rodeadas por una ancha banda de color rojo con un fino y casi imperceptible motivo de zig-zag en dorado y puntos blancos salpicando la superficie.
Para su presentación he optado por dos opciones. En la primera que comienza en esta página presento una vista panorámica de cada uno de los grupos de 16 tabicas y dos ampliadas en sendos grupos de 8. Clicando con el ratón sobre cada una de estas últimas se pueden ver ampliadas. En una segunda exposición, a partir de la página 19, incluyo las 128 tabicas por grupos temáticos.
La primera secuencia de 16 tabicas son las que se alojan en el cierre de la techumbre situado en el lado de la pared exterior de la escalera.
La segunda serie de tabicas corresponden al lateral de la tercera jácena vista desde el interior de la escalera.


El tercer grupo de tabicas están situadas en el lateral que mira hacia el interior de la escalera de la jácena central. 
A continuación, el lateral de la primera jácena vista desde el mismo lugar.
Las siguientes cuatro secuencias de tabicas hay que verlas desde el rellano intermedio de la escalera. La primera corresponde con el cierre del alfarje en el muro del hueco.


A continuación, las dieciséis tabicas de este lateral colocadas en la primera viga (la más próxima al hueco de la escalera)


El penúltimo grupo de tabicas se ubica en el lateral que mira al muro exterior de la jácena central


Por último, las tabicas de la tercera viga que miran al citado muro exterior. Como se puede observar en las fotografías, aparecen incompletas, ya que, dado el poco espacio entre las mismas y la pared, y la distancia desde el suelo, se hace imposible obtener fotografías completas desde esa posición.


Dentro de una clasificación temática de las 128 tabicas del alfarje, hay que decir en primer lugar que la mayoría de las figuras tienen una simbología específica similar a la de las representaciones que, sobre todo talladas en capiteles y portadas, podemos ver en el románico. Su estudio y adscripción a las mismas queda para un futuro trabajo, limitándome en estas páginas a su presentación visual acompañada de breves comentarios.
Comenzaremos con un grupo en el que se representan figuras humanas, bien de forma completa o de forma híbrida con cuerpos de animales reales o fantásticos.

Dos de las figuras representan a guerreros. La primera en forma de rostro mirando al frente con la cabeza cubierta con un verdugo de mallas. En la segunda aparece el busto de un guerrero con cota de malla y visto de perfil. En una tercera tabica se ve una cabeza masculina de perfil.
A continuación, un nuevo busto de perfil, esta vez ataviado con un gorro picudo, y sosteniendo con una mano una copa. La forma de cabeza y gorro es idéntica a la que vimos en los dragones con cabeza humana de la tablazón del cuarto cajeado. Dos nuevas figuras, una de perfil y otra de frente, rellenan sendas tabicas. En otra, también de perfil un personaje que parece sujetar en su mano una especie de varita.

En dos de las tabicas aparecen dos figuras afrontadas. En la primera son dos varones, uno de ellos con la corona real, y en la segunda dos mujeres. Una posible interpretación de quienes podrían ser estos personajes, correspondería al rey Pedro III y a Blasco Pérez de Azlor en la primera, y a Constanza de Sicilia y Sancha Tovía en la segunda.

En la siguiente tabica vemos un híbrido en forma de dos serpientes terminadas en cabezas humanas afrontadas.
Continuando con las tabicas en las que aparecen personas, en tres de ellas lo hacen en forma de bustos de perfil de tocadores de cuerno. Como en la mayoría de los casos, las cabezas van cubiertas por gorros picudos.
En la figura de esta tabica destaca la expresión burlona del rostro, así como su posición.
Las dos figuras siguientes están dispuestas en posiciones casi imposibles. Parecen carecer de tronco, y únicamente se ven la cabeza y las extremidades superiores e inferiores.
En las siguientes representaciones aparecen figuras híbridas de animales terminadas en cabezas humanas.

Para terminar con las figuras que combinan cuerpos de animales con cabezas humanas, encontramos una tabica en la que únicamente aparece un rostro barbado desproporcionado en cuanto a sus extremidades inferiores, y con sendas alas en lugar de brazos. En otra, de perfil, la figura de lo que parece un dragón también con cabeza barbada.
La última corresponde nuevamente a un dragón de perfil con el rostro masculino girado hacia el frente. Sobre la cabeza una corona. En la segunda imagen una figura de complicada interpretación. Se trata de una gran cara de la que salen dos tentáculos laterales.
Un grupo importante de tabicas corresponde a las que se rellenan con figuras de animales reales. De ellas algunas se repiten en varias ocasiones y otras solamente aparecen una vez. Dentro de estas últimas encontramos la figura del león coronado representado de perfil.
Una sola vez aparen también las figuras de un toro, un elefante, que como en el caso del de la ermita de San Román en la Puebla de Castro, es una libre interpretación del autor, una liebre y una serpiente.
En las representaciones repetitivas de animales en varias tabicas del alfarje, llama la atención especialmente el contraste entre ellas en cuanto a su ejecución, mucho más elaborada y cuidada en unas que en otras, que a veces llegan a parecer simples esbozos.
En cinco tabicas encontramos la figura del ciervo, siempre de perfil y con la cabeza a la izquierda del espectador. Las dos primeras tabicas tienen una mayor calidad que el resto, sobre todo comparándolas con la última. La segunda es similar a la vista en la tablazón interior del cuarto cajeado.
Idéntico número de veces aparece la figura del jabalí, también con la cabeza a la izquierda, e igualmente con diferentes calidades de ejecución. Como en el caso del ciervo, la tabica de la primera fotografía recuerda al jabalí de la tablazón inferior del cuarto cajeado, que allí se acompaña de una cabra con una palmera entre ambos animales.
Dentro de este grupo de animales representados en varias tabicas, el más numeroso corresponde a la figura de un pez, algo inusual, ya que no aparece en ninguna otra de las techumbres aragonesas conservadas. Son siete las tabicas en que se repite, todas con la cabeza a la izquierda del espectador. Al igual que en los casos anteriores, su ejecución difiere de unas a otras.
En cinco de las tabicas aparece doblado en forma de V invertida, como ejecutando el salto fuera del agua para volver a ella. En una lo hace en posición contraria, en V, y en la última imagen lo podemos ver totalmente recto y con terminación, en una cabeza que no corresponde a esta especie.

Muy repetitiva en la techumbre es también la figura de un animal canino, que aparece en seis tabicas, unas veces claramente identificado como la figura de un perro, y en otras como un animal de difícil adscripción, como el caso de la primera fotografía, en que se representa en color blanco cubierto con una especie de escamas.
En una de las tabicas más curiosas del alfarje, podemos ver esta figura canina junto a otra, también cuadrúpeda, ambos en posición de sentados y encarados, en aparente situación de estar manteniendo “una conversación”.
Tampoco falta en el conjunto la figura del oso, aunque solamente se reproduce en una ocasión.
Quince veces aparece reproducida en el conjunto de tabicas la cabeza de perfil de un animal que, en principio, parecería corresponder a un perro, aunque, tal y como sucede en las figuras de cuerpo completo del mismo vistas en la página anterior, las formas de orejas y morro en algunas de ellas no lo dejan tan claro. De todas ellas, solamente una está con la cabeza girada hacia la derecha del espectador.
En esta página muestro las ocho tabicas restantes en las que aparecen cabezas de tipo canino. Resaltar, en cuanto a calidad de ejecución, y en cuanto a curiosa y única, la última, que se acompaña de lo que parece el cuello del animal cubierto de pelo.
Una figura también muy repetida es la que representa la cabeza de un ave, que se puede ver en diez tabicas. Al igual que lo que sucede con las anteriores, en algunas de ellas no está claro si se trata de este animal o de otro de tipo fantástico, como un dragón. Igualmente, todas están de perfil mirando hacia la izquierda del espectador, excepto una que lo hace en sentido contrario. Como en el resto de tabicas, la calidad varía de unas a otras, evidenciando el trabajo de al menos dos pintores.
Dentro del apartado de animales fantásticos, adquiere especial relevancia dentro de la iconografía de la techumbre la figura del dragón en sus diversas representaciones. En total son dieciséis las tabicas en las que aparece este animal de una forma más o menos concreta.
En esta página se pueden ver figuras de dragones alados y del tipo serpiente, en la mayoría de los casos cubiertos de escamas. Hay que seguir resaltando la diferencia de calidad entre unos y otros.
En esta página he recogido las seis representaciones de dragones más curiosas que aparecen en las tabicas del alfarje. Las cuatro primeras parecen corresponder, en un principio, a dragones tipo serpiente, el primero con terminación en cola bífida. Más complicado resulta definir los dos restantes, aunque el nº 5 podría corresponder a un dragón alado y el siguiente incluso podría tratarse de Cerbero, el perro del infierno.
El último grupo temático de motivos en las tabicas de este alfarje del palacio oscense de Villahermosa corresponde a los de tipo floral y vegetal. Las primeras tres tabicas son de las más elaboradas de este grupo, sobre todo las dos primeras, y de tipo claramente islámico, ya que sus formas circulares y de roleos se complementan con otras de ataurique.
El motivo más repetido dentro de este grupo lo componen un motivo central, que parece un alargado capullo cerrado, y dos hojas terminadas en la mayoría de los casos, en forma de ataurique, que salen a ambos lados. Una variante de lo anterior la vemos en la última tabica de esta página donde solamente se representa la doble hoja en forma de V. 


Próximo Capítulo: Capítulo 14 - Arte Mudejar en Huesca

No hay comentarios:

Publicar un comentario