Catedral
de León
La catedral de Santa María de Regla
de León es un templo de culto católico, sede episcopal de
la diócesis de León, España, consagrada bajo la advocación de
la Virgen María. Fue el primer monumento declarado en España
mediante Real Orden de 28 de agosto del año 1844 (confirmada por Real Orden el
24 de septiembre del año 1845).
Iniciada en el siglo xiii, es una de las
grandes obras del estilo gótico, de influencia francesa. Conocida con el
sobrenombre de Pulchra leonina, que significa 'Bella Leonesa', se
encuentra en pleno Camino de Santiago.
La catedral de León se conoce sobre todo por
llevar al extremo la «desmaterialización» del arte gótico, es decir, la
reducción de los muros a su mínima expresión para ser sustituidos por vitrales
coloreados, constituyendo una de las mayores colecciones
de vidrieras medievales del mundo.
Historia
Construcciones
anteriores
Las
termas romanas
Originariamente, en la actual ubicación de
la catedral, la Legio VII Gemina había construido unas termas,
con un tamaño superior al del actual edificio. Durante la gran restauración del
edificio que se llevó a cabo en el siglo xix fueron descubiertos sus
restos bajo la catedral, y en el año 1996 se exploraron otros junto a la
fachada sur. Poco queda de estas primitivas edificaciones, apenas algunos
vestigios de mosaicos, tégulas y cerámicas, hoy expuestas en el museo
catedralicio. Otros, como el hipocausto, permanecen aún bajo el solar
catedralicio.
La
primitiva catedral
Durante la reconquista cristiana, las
antiguas termas romanas fueron convertidas en palacio real. En el año 916 el
rey Ordoño II, que hacía pocos meses había ocupado el trono de León,
venció a los árabes en la batalla de San Esteban de Gormaz. Como
señal de agradecimiento a Dios por la victoria, cedió su palacio para construir
la primera catedral. Bajo el episcopado de Fruminio II, fue transformado
el edificio en lugar sagrado. El templo estaba custodiado y regido por monjes
de la orden de San Benito, y es muy probable que su estructura fuera muy
similar a la de tantos otros existentes durante la mozarabía leonesa.
Siguiendo la tradición cristiana de enterrar dentro de los templos a quienes
encarnaban la autoridad "venida de
Dios", aquella sencilla catedral muy pronto se vio enriquecida con los
restos del rey Ordoño II, fallecido en Zamora en el año 924.
Hablan las crónicas del paso
de Almanzor por estas tierras a finales del siglo x, devastando
la ciudad y destruyendo sus templos. No obstante, parece que los daños
ocasionados en la fábrica de la catedral debieron de ser inmediatamente
reparados, ya que el año 999 era coronado en ella, en un acontecimiento lleno
de esplendor, el rey Alfonso V. Tras una sucesión de revueltas políticas y
de duras empresas bélicas, hacia el año 1067 el estado de la catedral era de
suma pobreza. Ello conmovería al rey Fernando I de León, quién, después de
trasladar los restos de San Isidoro de Sevilla a León, «se volcó en
favores a la misma». Con este rey se inició una época pacífica, cosechando
grandes triunfos en la expansión del reino cristiano. Era el momento del
florecimiento del arte Románico.
La
catedral románica
Con la ayuda de la infanta Urraca de
Zamora, hermana del rey, se inicia la construcción de una segunda catedral,
acorde con las aspiraciones de la ciudad, y de estilo románico. Ocupaba la sede
episcopal Pelayo II. Cuando el arquitecto Demetrio de los Ríos, entre
los años 1884 y 1888 excavó el subsuelo de la catedral para reponer el
pavimento y cimentar los pilares, encontró parte de los muros y fábrica de
aquella segunda catedral. A través del plano que él mismo dibujó, podemos
apreciar como se configuraba todo dentro de la gótica: era de ladrillo y
mampostería, con tres naves rematadas en ábsides semicirculares, dedicado el
central a Santa María, como en la iglesia anterior. También se construyó un
claustro en el lado norte. Esta nueva iglesia tuvo unas dimensiones
considerables, midiendo 60 metros de longitud y 40 metros de anchura máxima.
Aunque toda ella estuviese ejecutada dentro de las corrientes internacionales
del románico, contemplando lo que ha pervivido de su estatutaria podemos
averiguar que tenía su carácter autóctono, utilizándose aún el arco de
herradura, al menos como forma decorativa. Fue consagrada el 10 de noviembre
del año 1073 durante el reinado de Alfonso VI. Es de suponer que en ella
trabajasen los mismos canteros que estaban construyendo
la Basílica de San Isidoro de León.
Esta catedral se mantuvo en pie hasta finales
del siglo siguiente. Cuando accede al trono el último rey privativo de León, Alfonso
IX, se asiste en la ciudad y en el reino a un importante cambio social, de
creatividad artística y desarrollo cultural.
Construcción
de la catedral gótica
La construcción de la tercera catedral se
inicia hacia el año 1205, pero los problemas constructivos de los cimientos
hicieron que pronto las obras quedaran paralizadas, y no se reemprendiera la
tarea hasta el año 1255, bajo el pontificado del obispo Martín Fernández y el
apoyo del rey Alfonso X de Castilla, siendo esta nueva catedral de estilo enteramente
gótico.
El arquitecto de la catedral parece ser que fue
el maestro Enrique, seguramente natural de Francia, y que ya había
trabajado anteriormente en la catedral de Burgos. Es evidente que conocía
la forma arquitectónica gótica de la isla de Francia. Falleció en el año
1277 y fue sustituido por el español Juan Pérez. En el año 1289 fallecía
también el obispo Martín Fernández, cuando la cabecera del templo ya estaba
abierta al culto. La estructura fundamental de la catedral se finaliza pronto,
en el año 1302 abriendo el obispo Gonzalo Osorio la totalidad de la
iglesia a los fieles, aunque en el siglo xiv aún se terminaría el
claustro y la torre norte, y la torre sur no se finalizó hasta la segunda mitad
del siglo xv. Esta prontitud en las obras le da una gran unidad de estilo
arquitectónico.
La catedral de León, se inspira en la planta de
la catedral de Reims (aunque de menor superficie), que bien pudo
conocer el maestro Enrique. Al igual que la mayoría de catedrales francesas, la
de León está construida con un módulo geométrico basado en el triángulo (ad
triangulum), cuyos miembros se relacionan con la raíz cuadrada de 3,
al que responden la totalidad de sus partes y del todo. Este aspecto, como la
planta, los alzados, y los repertorios decorativos y simbólicos convierten esta
catedral en un auténtico edificio transpirenaico, alejado de la corriente
hispánica, que le ha merecido los calificativos de «la más francesa de las
catedrales españolas» o el de Pulchra Leonina, pues si sus rasgos en
planta se relacionan con el gótico champaniense, parte de sus alzados
están estrechamente ligados con los de la catedral de Saint Denis, dentro
ya de la corriente radiante que se observa en Francia a partir de
1230 y de hecho puede ser considerado como caso único de edificio completamente
concebido y construido dentro del Gótico radiante fuera de Francia durante el
siglo XIII. Geográficamente tampoco es ajena a aquel mundo, pues aunque
levantada en la vieja capital de los reyes leoneses, la ciudad era uno de los
hitos más importantes del Camino de Santiago, también llamado Camino
Francés. La composición arquitectónica de las portadas de la fachada oeste del
templo parece inspirarse en los portales de los cruceros de la catedral de
Chartres, mientras que para la peculiar cuestión del emplazamiento de las
torres, separadas de la nave central y fuera de las laterales, se han propuesto
antecedentes como las fachadas-pantalla de las catedrales góticas inglesas, la
solución de los cruceros de la catedral de Saint Denis o más locales,
como la fachada oeste de la catedral de Santiago de Compostela antes
de sus importantes reformas barrocas.
También influencia francesa es el desarrollo
del presbiterio, con la idea inicial de colocar allí el coro según la costumbre
de aquellos. Individual leonés es la ubicación del claustro y la no continuidad
de las cinco naves de la cabecera en el cuerpo del templo, que se reducen a
tres.
Como rasgo característico más importante, goza
la catedral leonesa de alcanzar el summum lumínico de todas las
catedrales, con un espacio inmenso de vidrieras al reducirse la estructura
pétrea de sustentamiento al mínimo posible, llegando a superar así técnicamente
a las mismas catedrales francesas.
El problema fue que gran parte del solar se
asienta sobre restos romanos, hipocaustos del siglo ii, lo que dificultó
la buena cimentación de los pilares. La acumulación de humedades y la filtración
de aguas ocasionó graves inconvenientes a los maestros. Por otra parte, la
mayoría de los sillares de la catedral son de piedra de mediocre calidad, de
tipo calizo, con escasa resistencia ante los agentes atmosféricos. Además, la
sutilidad de su estilo es un desafío a la materia; los numerosos soportes son
sumamente frágiles, las líneas se reducen a una depuración total, de modo que
varios arquitectos de la época pusieron en duda que tal proyecto pudiera
mantenerse en pie. Esta estructura casi inverosímil junto con la mala calidad
de la piedra y la pobre cimentación, provocaron que desde el
siglo x sufriera constantes intervenciones y restauraciones,
convirtiendo al templo en el paradigma europeo de intervenciones de
transformación, restauración y conservación.
La
leyenda del topo
Sobre la puerta de san Juan, por el interior,
cuelga un pellejo, a modo de quilla, que la tradición leonesa ha identificado
siempre como un «topo maligno». Según
cuenta la leyenda, el topo destrozaba lo construido a lo largo del día durante
la noche en los primeros momentos de la magna obra del templo. Impacientándose
los leoneses porque la obra de la prometida catedral no avanzaba, decidieron
acabar con aquel ser maligno que no dejaba avanzar los trabajos: algunos de
ellos lo esperaron durante la noche y acabaron con él a garrotazos. En recuerdo
de aquel acontecimiento y en agradecimiento a la Virgen María, titular del
templo, la piel del animal fue colgada en el interior de la catedral, sobre la
citada puerta, en la fachada oeste.
La realidad que esconde la leyenda es que las
obras de la catedral de León se encontraron con numerosos problemas de
cimentación, sobre un terreno muy inestable que, ya por entonces, había acogido
muchas y diversas construcciones. Por su parte, lo que hoy podemos contemplar
en la penumbra sobre la ya mencionada puerta del templo catedralicio demostró
durante los años 90 ser en realidad un caparazón de tortuga laúd, cuyo origen
aún es incierto, aunque se presupone que se trataría de la ofrenda realizada
por algún hombre de poder a la catedral, insertándose tal elemento en la
antigua tradición (clave en la constitución de numerosos museos) del
coleccionismo de Antigüedades y Rarezas.
Época de
reformas y problemas constructivos
La extrema fragilidad del edificio dio
problemas muy pronto. En el siglo xv, la construcción de torrecillas
huecas por el maestro Justín en la zona sur (la «silla de la reina») y en la zona norte («la limona») mejoró los empujes de los arbotantes hacia la cabecera,
pero la frágil estructura siguió con problemas. Por entonces, el maestro Justín
terminó la torre sur en estilo gótico flamígero. También se construyeron los
remates triangulares de los hastiales norte y sur. En los últimos años del
siglo XV, se lleva también a cabo la construcción de la Librería (actual
capilla de Santiago) por Juan de Badajoz padre e hijo, en estilo
gótico flamígero. También el coro es obra de este siglo, así como las pinturas
de Nicolás Francés y el retablo.
A principios del siglo XVI, Juan de
Badajoz el Mozo construyó el remate del hastial occidental en estilo
plateresco, excesivamente pesado y alto. También construyó una sacristía
plateresca para la catedral, en el lado sur-este, y rehízo las bóvedas del
claustro. En el interior del edificio destacó la construcción del trascoro.
En el siglo xvii se reanudaron los
problemas. En el año 1631 se derrumbó parte de la bóveda central del crucero.
El cabildo recurrió a Juan de Naveda, arquitecto de Felipe IV de
España, quien cubrió el crucero con una gran cúpula, rompiendo los
contrarrestos del sistema gótico, tan distintos de los del barroco.
El excesivo peso provocaría el desplazamiento de las cargas radiales hacia el
hastial sur ante la debilidad de los arcos torales y al fallar también los
cimientos. La linterna se cerró provisionalmente en el año 1651 pero a finales
del siglo ya se advertían algunas fallas en la cúpula que desviaba su eje hacia
el sur. El quebrado hastial sur tuvo que ser reedificado por Conde
Martínez en el año 1694, sustituyendo el hastial gótico por una espadaña
barroca.
Quiso poner remedio a estos
desastres Joaquín de Churriguera levantando cuatro grandes pináculos
alrededor de la cúpula y sobre los pilares del crucero, a principios del
siglo xviii, pero las consecuencias de esta intervención serían nefastas.
Por León fueron desfilando grandes arquitectos, como Giacomo de Pavía,
mientras los males seguían agravándose. El terremoto de Lisboa del
año 1755 conmovió a todo el edificio, afectando de manera especial a los maineles y
a las vidrieras. Se abrieron grandes grietas en la fachada sur, por lo que fue
necesario cegar el triforio, desmontar el rosetón, y sustituirlo por una
ventana doble geminada.
En el año 1830 aumentaron los desprendimientos
de piedras en el hastial sur y, para salvarlo, Fernando Sánchez
Pertejo tuvo que reforzar los contrafuertes de toda la fachada.
La gran
restauración del siglo XIX
En el año 1844, el mal estado del edificio hizo
que el Estado tuviera que acudir a su reparación, fecha en que la catedral de
León fue declarada Monumento Nacional, el primero del patrimonio español. En el
año 1849 el jesuita P. Ibáñez diseñó y colocó un nuevo rosetón para
el hastial sur.
Poco después, el cabildo temió un desenlace
fatal cuando en el año 1857 comenzaron nuevamente a caer piedras del crucero y
la nave central, cundiendo el temor de una ruina total de la catedral, que se
extendió por España y por toda Europa. Intervino entonces la Real Academia
de Bellas Artes de San Fernando, y el gobierno encargó las obras a Matías
Laviña en el año 1859. Sin embargo, este desconocía el funcionamiento del
edificio gótico al tener una formación clasicista. Desmontó la cúpula de media
naranja y los cuatro pináculos que la flanqueaban debido a su excesivo peso, y
prosiguió desmontando el crucero y toda la fachada sur. Pero el peligro de un
total hundimiento se hacía más inminente. Las críticas que provocaron sus
decisiones le llevaron a la muerte en el año 1868.
A su muerte se responsabilizó de las
obras Andrés Hernández Callejo, quien pretendía seguir desmontando el
edificio, cuando fue cesado en el cargo. En el año 1868 se encargó la obra
a Juan de Madrazo, amigo de Viollet-le-Duc, el gran restaurador francés,
sin duda el mejor restaurador de España y buen conocedor del gótico francés,
que aplicaba las teorías de aquel. Para contener el deterioro del edificio y,
al mismo tiempo, proceder a su reconstrucción, Juan de
Madrazo proyectó su admirable sistema de encimbrado de las bóvedas altas.
El encimbrado fue una complejísima trabazón de carpintería, que sirvió para
sostener todos los empujes del templo mientras se procedía a la reconstrucción
de toda la fachada sur y del crucero desmontado. Además, Madrazo modificó
notablemente la disposición de las bóvedas, y volvió a rehacer desde la arcada
la fachada sur, inspirándose en la norte, incluyendo el perdido rosetón. El
nuevo hastial triangular fue también inspirado por el existente en la fachada
norte. En general, planeó todo el templo tal y como lo encontramos hoy. El
objetivo era conseguir la Pulchra Leonina, es decir la catedral en su
estado primigenio de gótico puro, eliminando todo aquello que alterara esa
pureza. El momento más importante tuvo lugar en 1878, cuando se retiraron las
cimbras y el edificio resistió inmutable. Los equilibrios del gótico se habían
repuesto. Pero el carácter progresista de Juan de Madrazo le hizo tomar partido
en los graves momentos sociales que sacudían entonces España (el Sexenio
Democrático o Revolucionario), enfrentándose con el cabildo, el obispo y
la sociedad conservadora leonesa, quienes le acusaron de masón, protestante y
anticatólico, declarándose él mismo como deísta o ateo. Cuando estaba
edificando el hastial sur y después de haber sostenido toda la catedral con su
asombroso encimbrado de madera que provocó visitas de técnicos de toda Europa,
fue destituido en el año 1879, falleciendo de los disgustos pocos meses
después.
A Juan de Madrazo le sucedió en el
cargo Demetrio de los Ríos en el año 1880. Purista, como el anterior,
continuó dando a la catedral el aspecto gótico primitivo, según su pensamiento
racionalista, y desmontó el hastial occidental plateresco, que había sido hecho
por Juan López de Rojas y Juan de Badajoz el Mozo en el
siglo xvi, sustituyéndolo por un diseño neogótico análogo al recién
construido en la fachada sur. También terminaría de reconstruir las bóvedas del
crucero y de la nave central, además de introducir algunos nuevos diseños,
perfiles y motivos ornamentales neogóticos en diversas partes del edificio.
A su muerte fue nombrado arquitecto de la
catedral Juan Bautista Lázaro, que concluyó los trabajos de restauración
arquitectónica en la mayor parte del edificio. En el año 1895 emprendió la
ardua tarea de recomponer las vidrieras. Estas llevaban varios años desmontadas
y almacenadas, con grave deterioro. Fue ayudado por su colaborador, Juan
Crisóstomo Torbado. Se reabrió un taller de vidrieras al estilo medieval para
su restauración y composición de otras nuevas. Se decidió también aislar la
catedral de su entorno urbano más próximo para resaltar su monumentalidad, lo
que acarreó la desaparición de varias dependencias anexas, y su conexión con el
Palacio Episcopal a través de la Puerta del Obispo.
Finalmente, concluida la restauración, en el
año 1901 la catedral fue reabierta al culto. Ya no era un edificio en peligro,
sino que había recobrado el esplendor del gótico, principalmente con la
sustitución de los hastiales oeste y sur y la eliminación de la cúpula
barroquizante. En aras de mantener el delicado equilibrio, nunca se permitió
elevar flecha alguna sobre el crucero, pese a que hubo proyecto al respecto.
Hoy la catedral de León es el monumento gótico más armónico de España.
La gran restauración decimonónica verificó la
recuperación de la estabilidad de un edificio que había arrastrado graves
problemas en su estructura a lo largo de los varios siglos de su existencia.
Puede afirmarse que esta restauración fue una de las más complejas y
arriesgadas realizadas en Europa en el siglo xix Los minuciosos
cálculos sobre la estabilidad de bóvedas, los portentosos sistemas de
carpintería armados a gran altura y los sistemas de cantería puestos en
práctica para la reparación y reconstrucción de bóvedas de la catedral de León
sirvieron de modelo para la restauración posterior de otras grandes catedrales
españolas, como la de Sevilla o Burgos. Pero también fueron referencia
imprescindible en toda Europa para restaurar edificios que décadas más tarde
resultarían dañados seriamente en su esqueleto estructural como consecuencia de
catástrofes bélicas. El elevado mérito de estos trabajos fue reconocido en su
momento, pues en el año 1881, Juan de Madrazo recibió a título póstumo la
Medalla de Oro en la Exposición Nacional de Bellas Artes por sus proyectos de
restauración de la catedral de León.
Restauraciones
de los siglos XX y XXI
Los trabajos de restauración continuaron
levemente en el siglo xx, sobre todo en las primeras décadas. En el año
1911 Manuel Cárdenas destruiría lamentablemente la Puerta del Obispo, edificio
civil que unía la catedral con el Palacio Episcopal. En el año1930, Juan
Crisóstomo Torbado terminaría la verja exterior iniciada en 1794, cerrando
todo el atrio. Este arquitecto acometería después la restauración del claustro.
En el año 1963 el arquitecto Luis Menéndez
Pidal reharía la rosa calada del remate triangular del hastial sur,
imitando el del norte.
El 27 de mayo del año 1966, un incendio
motivado por la caída de una chispa de un rayo arrasó toda la techumbre de las
naves altas, aunque por suerte las consecuencias no fueron graves; gracias a la
intervención del maestro Andrés Seoane la techumbre se pudo reparar.
En las últimas décadas se ha estado trabajando
con gran intensidad en el refuerzo de las estructuras y en el tratamiento y
limpieza de la piedra con las más novedosas técnicas, en un esfuerzo por
conservar para la Humanidad esta maravilla arquitectónica.
Desde el año 2009 también se están llevando a
cabo la restauración y consolidación de las vidrieras, usando las más modernas
técnicas. Se usan vidrios de protección para cerrar los vanos y un
acristalamiento isotérmico para proteger y conservar la vidriera de los efectos
atmosféricos, así como mallas metálicas protectoras exteriores. La financiación
ha sido llevada a cabo por el ministerio de Cultura del Gobierno de
España y por la consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León,
mediante el proyecto cultural «Catedral
de León, el sueño de la luz». Este proyecto permitió la visita guiada para
conocer la restauración de las vidrieras. No se prevé que los trabajos de
restauración concluyan antes del año 2021, siendo los últimos dos años de la
misma los que más oculten la fachada principal.
Características
generales]
Generalidades
del gótico
En la arquitectura gótica se generaliza el uso
de los arcos apuntados (o arcos ojivales) y la bóveda de
crucería concentrando así los empujes en puntos determinados y no en todo
el muro, que permiten hacer catedrales más esbeltas (por una parte,
el arco puede alargarse sin ampliar su ancho como ocurría en el
románico y reduce los empujes haciendo cubiertas más ligeras, lo que permite
abrir los muros). Desaparece la tribuna románica y los empujes
laterales que esta resolvía se envían a los arbotantes, arcos que
transmiten el empuje de la cubierta a los contrafuertes exteriores,
que solían estar rematados con pináculos. Las grandes vidrieras son una muestra
del interés del gótico por comunicarse con el pueblo. Así mismo, la sensación
de verticalidad se corresponde a la idea del Jerusalén celeste, en
comparación contra la sensación de acogimiento y seguridad a los fieles creada
en el románico. Este tipo de construcciones solían tener un número impar de
naves (3 o 5) sustentadas por una bóveda de crucería cuatripartita, sexpartita,
de terceletes, de abanico o estrellada. La fachada
principal se estructuraba generalmente en tres vanos abocinados,
constituidos por arquivoltas y jambas y enmarcados en
un gablete, una galería de reyes del Antiguo Testamento, un gran rosetón
(situado en la nave central), un andito (espacio mediante el cual se
accede a la fachada para realizar posibles reformas) y por dos torres de
características diferentes (rematadas o no con un pináculo en forma de flecha).
Planta
2. Pórtico de San Juan.
3. Pórtico de San
Francisco.
4. Capilla de San Juan.
5. Deambulatorio o
girola.
6. Coro.
7. Altar Mayor y Retablo.
8. Puerta de Nuestra Sra.
del Dado.
9. Capilla de Santa
Teresa.
10. Claustro.
11. Capilla de San
Nicolás.
12. Capilla del Conde de Rebolledo.
13. Capilla de San Andrés.
14. Capilla de Santiago.
15. Capilla de Nuestra
Sra. del Dado.
16. Capilla del Tránsito.
17. Capilla del
Nacimiento.
18. Capilla de la
Concepción.
19. Capilla de la Virgen
Blanca.
20. Capilla de la
Consolación.
21. Capilla del Cristo.
22. Capilla del Carmen.
23. Capilla de San
Francisco.
24. Puerta de la Muerte.
25. Puerta del Sarmental.
26. Puerta de San Froilán
o de la Reina.
La planta es casi una réplica de
la catedral de Reims aunque en formato algo menor. Tiene unas
dimensiones de 90 m de longitud, 30 m de alto y 29 m de ancho. Dividida en tres
naves, de la entrada al transepto, y cinco naves del transepto
al altar mayor. La catedral presenta macrocefalia, es decir una
cabecera de mayor tamaño que lo común (el ancho del transepto en este
caso) y que le resta algo de profundidad y perspectiva pero a cambio le brinda
mayor espacio para los fieles (debido a estar en el Camino de
Santiago su afluencia era mayor). Las naves de la catedral de León se
cubren con bóveda de crucería cuatripartita en tramos rectangulares. El crucero
lo hace con una bóveda cuatripartita, que sustituyó a la cúpula barroca del
siglo xvii en las obra acometidas a finales del
siglo xix con el fin de guardar coherencia con el resto de la
construcción. En sus muros presenta 125 ventanales, con 1.800 m² de vidrieras policromadas
de origen medieval, siendo consideradas de las mejores del mundo en su género.
De ellas, destacan el gran rosetón central situado en
el pórtico central, entre las dos torres de aguja, así como las de la
Capilla Mayor, el transepto norte y la Capilla de Santiago.
Exterior
Fachada
occidental
La fachada occidental es la principal de la
catedral, y por la que normalmente se accede al templo. Consta de un triple
pórtico ojival similar al de la catedral de Reims. En las jambas, arquivoltas,
tímpanos y parteluces de las portadas se desarrolla un trabajo escultórico de
destacado papel en el gótico español, actuando de filtro de la influencia
francesa. Encima del pórtico, se sitúa el gran rosetón central, con
vidrieras de finales del siglo XIII. El hastial triangular neogótico
actual fue construido por Demetrio de los Ríos a finales del
siglo XIX durante su restauración, siendo desmontado el anterior
plateresco del siglo XVI.
Torres
La fachada se encuentra flanqueada por dos
torres góticas de 65 y 68 metros respectivamente. El hecho que las torres sean
diferentes, en forma y altura, responde a momentos diferentes de la
construcción y es bastante típico del gótico. La torre norte o de las campanas
fue iniciada en el siglo XIII y terminada en el siglo XIV,
siendo más sobria y maciza, terminada en una aguja cerrada. La torre sur o del
reloj se inició también en el siglo xiii, pero no fue concluida hasta
finales del siglo XV, momento en el que el maestro Justín le dio
remate. Su estilo es gótico flamígero, con una aguja calada, estando menos
acorde con el resto del edificio que su compañera. Las torres de la catedral de
León presentan la particularidad de estar adosadas a las naves laterales, en
lugar de surgir de ellas. Esto permite la curiosa vista de los arbotantes de
las naves laterales desde la fachada occidental.
Portadas
Realizadas en la segunda mitad del
siglo xiii, las riquezas de las portadas de la catedral de León la
convierten en el máximo exponente de la escultura gótica española. El triple
pórtico occidental se encuentra dedicado en los laterales a San
Francisco y a San Juan Bautista, mientras la portada principal
representa el Juicio Final. La influencia francesa se evidencia en esta
portada principal, realizada en torno al año 1270. De esta, destacan los
personajes de las jambas y Nuestra Señora La Blanca en el parteluz, hoy
sustituida por una copia ejecutada por Andrés Seoane. Las figuras
presentan el naturalismo propio del gótico que se impone sobre el simbolismo y
hieratismo románicos. El trabajo de los pliegues en los ropajes, la expresión e
individualización de los rostros y la sensación de movimiento son las
principales características. El modelo de Nuestra Señora La Blanca o Virgen
Blanca destaca por su humanidad, conseguida en gran parte, por la sonrisa que
recuerda al Ángel de la Anunciación de la catedral de Reims.
La portada
izquierda, o "de San Juan",
en el tímpano se muestra el Ciclo de la Natividad de Jesús:
Visitación, Nacimiento, Adoración de los Pastores, Herodes, Epifanía y Matanza
de los Inocentes, con un gran sentido de la narratividad. En las Arquivoltas
aparece una alusión del árbol de Jesé, en relación con la genealogía de Cristo
e historias relacionadas con la vida de San Juan Bautista, dando el nombre a la
puerta. Entre esta portada y la siguiente, aparece el locus apellationis,
columna ante la que se administraba justicia en el Reino de León, según
normas que se remontan al Fuero Juzgo y al leonés del año 1020, y que
provoca la asimilación de Alfonso X, patrocinador del templo, con la
figura del rey Salomón, representado al fondo sobre la columna.
La portada central es la del Juicio Final, tema predilecto para las portadas occidentales de las catedrales góticas porque es el lugar por donde se pone el sol, metáfora del inicio de las tinieblas, en relación con el afán de la Iglesia por mostrar la Muerte, el Juicio, el Infierno y el Paraíso, las llamadas “Cuatro Postrimerías”, como aviso a los fieles de la segunda venida de Cristo.
Las tres arquivoltas se centran en el
anuncio. En la clave y las cuatro dovelas centrales de la interior aparecen los
ángeles anunciadores tocando tubas y caramillos. El resto está ocupado por los
muertos saliendo de sus tumbas ayudados por ángeles para presentarse ante Dios
en el Juicio. Entre ellos se distinguen a reyes, nobles, obispos, religiosos y
gente humilde, la mayoría semidesnudos pero identificados por los hábitos, las
coronas, las mitras… Casi todos son personas jóvenes, seguramente siguiendo a
San Agustín en la Ciudad de Dios, donde afirma que se resucitará con la
misma edad de Cristo en el momento de su propia Resurrección.
El tímpano se divide en tres registros. El
central, más grande, muestra los instantes previos a la sentencia, con Cristo
Juez, reminiscencia románica, pero con el torso y los pies desnudos dejando ver
las heridas de su Pasión, mezclado ya con la iconografía gótica de Varón de
Dolores, cuando ya muestra su condición humana, flanqueado por dos ángeles de
pie que sujetan los instrumentos de la Pasión, con las manos enguantadas para
no tocar directamente los símbolos, y por la Virgen y san Juan Evangelista
arrodillados suplicando, en su labor de intercesores. La escena se completa con
el registro superior, con dos ángeles portando la corona de espinas sobre la
cabeza de Cristo.
En el registro inferior se muestra la escena
posterior a la sentencia, con una psicostasis central en la que san
Miguel, heredero del dios egipcio Thot, del griego Hermes y del romano
Mercurio, que celebra su día el 29 de septiembre, equinoccio de otoño, regido
por Libra, sostiene la balanza para cumplir su misión pesando las almas.
A la izquierda, la derecha de Dios, se sitúan
los bienaventurados, entre los que se distingue algún personaje del pueblo
llano, a un papa, a un obispo, a cuatro frailes, a nobles, entre los que
sobresale un personaje coronado que se ha identificado con Alfonso X… esperando
sosegados y felices mientras asisten a una fiesta animada por ángeles músicos a
ser recibidos por san Pedro ante las Puertas del Cielo.
A la derecha aparecen los condenados sufriendo
los tormentos, arrojados a calderas o devorados por monstruos. Podrían
distinguirse los pecados capitales, como la lujuria, una mujer desnuda mientras
una serpiente le muerde los genitales, o la avaricia, un hombre con una bolsa
de monedas. También hay una representación del Leviatán, monstruo marino de
origen fenicio descrito en la Biblia como pez gigantesco y que se asocia con la
boca del Infierno, de ahí que esté representado como tres cabezas de las que
surgen llamas mientras están devorando a los condenados.
Algunas de las arquivoltas de este lado de la
derecha también muestran representaciones de torturas, que en pendant con el
lado izquierdo, donde también se extienden bienaventurados, podría tratarse de
una representación doblada del Purgatorio dividiendo a las almas que lograrán
la redención de las que serán condenadas para siempre Pero estos
bienaventurados son mártires y santos de vida ejemplar, como san Esteban, santa
Margarita de Antioquía, san Mateo, santa Clara, san Andrés, san Froilán, san
Pablo, san Lorenzo… Las figuras muestran ya el naturalismo propio del gótico,
con expresión e individualización de los rostros, un minucioso trabajo de los
pliegues de los ropajes y en la sensación de movimiento.
Esta portada también se conoce como de
la Virgen Blanca por la escultura que ocupó el parteluz, hoy en
la capilla central de la girola, sustituida aquí por una réplica, y que fue una
novedad que responde a la creciente devoción a María de la época, pues lo
habitual en las portadas centrales góticas era Cristo maestro rodeado del
apostolado. Es del tipo iconográfico de la Virgen con Niño pisando el dragón en
alusión a su condición de nueva Eva, como corredentora, en relación con la
iconografía mariana general del pórtico, y se considera una de las obras
escultóricas de mayor calidad del gótico español.
Se cree que existió un proyecto iconográfico
conjunto para las esculturas que debían ocupar las jambas de las tres
portadas, que no pudo concretarse por falta de presupuesto y que terminó
provocando un caos en la ubicación de las tallas que dificulta seriamente su
lectura. De todos modos, en la actualidad las jambas lucen desnudas porque las
esculturas fueron retiradas en 2009 y reubicadas en las galerías del claustro y
en la capilla de san Juan de Regla en espera de una restauración.
La Portada del Juicio Final fue la
más completa, pues estaba previsto que mostrara a los doce Apóstoles y faltaron
solo dos, Simón el Zelote y Matías, aunque se añadió a san Pablo, colocados
siete a la izquierda y cuatro a la derecha y mirándose dos a dos, como
estableciendo conversación. Todos lucen abundante melena ondulada y salvo Juan,
Mateo y Felipe, tienen barba, llevan los pies desnudos, visten túnica y manto y
portan libro o filacteria como símbolo de la ciencia y la sabiduría
que poseen.
Esta Portada del Juicio Final sirvió
como telón de fondo de juicios medievales en algunas catedrales góticas, de ahí
que entre esta portada y la del Evangelio, dedicada a San Juan Bautista, se
ubique el locus Apellationis, un fuste procedente de la iglesia románica y
una escultura que representa a un rey juez bajo dosel-baldaquino, tal y como se
ve en miniaturas carolingias o románicas, que se ha querido identificar con
Salomón como símbolo de la justicia regia y espejo de la justicia de Dios y
ante el que, de acuerdo al Fuero Juzgo o Liber Iudiciorium, se
podía apelar una sentencia anterior ante un tribunal compuesto por cuatro
jueces: un canónigo de la catedral, un representante del rey, un representante
de la nobleza y un representante de la ciudad.
La Portada
de san Francisco de Paula, fundador de la Orden de los Mínimos, en el lado
de la Epístola, debe su nombre a su antigua advocación a ese santo como titular
de la capilla bajo la torre sur o del reloj, que hoy es la de santa Lucía.
Está dedicada al Triunfo de la Virgen y en las
tres arquivoltas se representan el cortejo de ángeles que acompañan a Cristo en
su venida a la Tierra para recoger a transportar al Cielo el alma de su Madre
junto a apóstoles, profetas, sibilas, reyes, santos y la Parábola de las
Vírgenes Necias y Prudentes, que advierte de la necesidad de estar preparados
para la Venida de Cristo.
El tímpano está dividido en dos registros donde
se representan una Dormición, con María fallecida rodeada de los apóstoles
mientras Cristo recoge su alma, y una Coronación de la Virgen, con María
orante ante Cristo mientras dos ángeles portan la corona flanqueados por otros
dos ángeles ceroferarios que recuerdan que todo acto sagrado se
desarrolla entre cirios encendidos.
El ciclo completo de las figuras de las jambas
se compondría de doce esculturas, aunque solo se conservan seis y, además, no
ocupan el lugar para el que fueron realizadas. Están en relación con la
dedicación de la portada a la Virgen y muestran figuras del Antiguo y del Nuevo
Testamento.
En las jambas de la derecha estaría previsto
que se ubicaran la Epifanía y la Presentación en el Templo, con
los tres Reyes Magos Melchor, Gaspar y Baltasar, y el anciano Simeón, todos
mirando hacia la derecha, donde estaría la Virgen con el Niño, pero los cuatro
fueron colocados en la Portada Sur. En los dos espacios que restan de la
derecha se ubicaría la Visitación, con María y su prima Santa Isabel, que
se piensa que no llegaron a esculpirse. En las jambas de la izquierda se
tendrían que haber situado la Anunciación, con María y el arcángel San
Gabriel, hoy en el museo catedralicio, junto al rey Salomón, que se colocó en
la Portada de San Juan, la Reina de Saba, ambos prefiguraciones de Cristo en el
Antiguo Testamento, y la Sibila de Eritrea, símbolo de la promesa de salvación.
Fachada
sur
Se extiende hacia Puerta Obispo, orientada al
sur del templo. Fue la zona que más sufrió los problemas constructivos de la
catedral, llegando a ser reconstruida en varias ocasiones. En el siglo XVII,
el triforio fue cegado, y se colocó un hastial barroco en
forma de espadaña, y el siglo XVIII, tras el terremoto de Lisboa,
su rosetón fue desmontado y sustituido por una ventana doble barroca.
Afortunadamente, durante las grandes restauraciones de finales del siglo XIX, Matías
Laviña proyectó la fachada actual, construyendo un nuevo rosetón, triforio
y hastial neogóticos, imitando la fachada norte, que nunca fue retocada. A la
derecha del gran rosetón encontramos la torrecilla denominada "silla de la reina", realizada en el
siglo XV por el maestro Justín, y que servía para recoger los empujes
de los arbotantes hacia la cabecera.
Portadas
La portada sur también cuenta con tres
pórticos, al estilo de las catedrales góticas francesas, realizados entre 1265
y 1275.
La portada
izquierda es la denominada «de la muerte»,
por la configuración que acompaña al tamizado heráldico de Castilla y
León. No posee decoración en el tímpano, solo en las arquivoltas y jambas. El
nombre de Puerta de la Muerte procede de una figura de un esqueleto con alas,
colocado en época posterior en una de las ménsulas.
La central,
llamada "del sarmental"
es muy similar a la puerta del sarmental de la catedral de Burgos,
representando a Cristo sedente como Pantocrátor mostrando el Libro de la Ley, y
rodeado del tetramorfo: El toro (Lucas), el águila (san Juan), el león (San
Marcos) y el hombre (San Mateo). A sus lados aparecen evangelistas sentados,
escribiendo sobre pupitres. Ángeles y ancianos del Apocalipsis con instrumentos
musicales adornan las arquivoltas. El parteluz está ocupado por una estatua de San
Froilán.
La portada
derecha, llamada "de san Froilán", muestra en su tímpano escenas
de la vida del santo, su muerte y el traslado de sus reliquias a la catedral
leonesa. Las arquivoltas están decoradas con ángeles. Esta portada tuvo gran
importancia en la Edad Media pues por ella entraba el obispo, al
estar situado enfrente el Palacio Episcopal. Además, también era empleada por
todos los peregrinos que entraban por una puerta de la muralla cerca de la
catedral para visitar los restos del santo. Actualmente se encuentra cegada.
Fachada
norte
La fachada norte de la catedral se encuentra
poco visible debido a que se encuentra justo encima del claustro, lo que impide
su visibilidad total a no ser desde el mismo o desde las alturas de la ciudad.
Consta de un hastial con triforio presidido por un gran rosetón con vidrieras
de finales del siglo XIII. El remate del hastial triangular y su rosa
calada es del siglo XV, y fue usado como modelo para la reconstrucción de
los hastiales de los lados sur y oeste en las restauraciones de finales del
siglo XIX. A la izquierda de la fachada está otra torrecilla, "la limona", realizada en el
siglo xv para recoger los empujes de los arbotantes hacia la
cabecera. Esta fachada no ha sido retocada por las grandes restauraciones,
permaneciendo inalterada desde su construcción.
En su origen constaba, como en los casos anteriores,
de una portada triple, pero no da al exterior del templo, sino que está
cubierta por la estancia de acceso al claustro.
La portada izquierda fue cegada y desapareció
con la construcción del claustro.
La portada
central, llamada "de la Virgen del
dado" se llevó a cabo en la última década del
siglo xiii y aún conserva la mayoría de la policromía, del
siglo XV. En el tímpano, un Cristo bendice desde la almendra mística que
sujetan los ángeles y flanquean los evangelistas. En el parteluz aparece la escultura
de la "Virgen del dado",
llamada así por la leyenda sobre un soldado que arrojó sus dados a causa de una
adversidad en el juego, hacia el rostro de Niño, que sangró milagrosamente
(frente a ella se representa el milagro en una vidriera). En las jambas
aparecen Pablo, Pedro, Santiago, Mateo y la Anunciación a María.
La portada derecha se usa como entrada y salida
a la estancia que da salida al claustro. El tímpano no es escultórico, sino que
posee una pintura gótica de la Virgen con el Niño. En las arquivoltas hay
figuras vegetales. También conserva la policromía.
Naves
La catedral de León cuenta con tres naves y un
transepto. La nave central mide 90 metros de largo y 30 de altura, mientras que
las dos naves laterales miden 15 metros de altura, y se unen a través de la
girola. Desde el exterior, son perfectamente visibles todos los contrafuertes,
los arbotantes y los pináculos a lo largo de las naves, que sirven para desviar
los empujes del edificio al exterior y poder perforar las naves con grandes
ventanales. También existen gran cantidad de gárgolas, con forma de animales o
monstruos míticos, que servía para escupir al exterior el agua que caía del
tejado a través de los arbotantes.
De cara al exterior lo más importante es el
reemplazo de los muros de piedra por los vanos con vidrieras. Las dos naves
laterales están perforadas con vanos desde la fachada occidental hasta el
transepto, constituyendo los ventanales de la parte baja del edificio. La nave
principal está perforada con grandes ventanales que recorren todo el edificio,
incluido el transepto y el ábside, dando lugar al claristorio. Justo debajo
está el triforio calado que también recorre el edificio. Esta aligeración de
los muros es lo que da lugar a la "desmaterialización"
del arte gótico. Algunas volutas y adornos que se pueden observar en
la piedra entre los ventanales de la nave principal son obra de las
restauraciones de finales del siglo XIX.
Ábside
El ábside es la parte más antigua de
la catedral, debido a que las iglesias comenzaban a construirse por la cabecera
para poder realizarse culto antes de la conclusión definitiva del templo. La
vista de la catedral desde el ábside es una de las más impresionantes, porque
es en esta zona donde los arbotantes alcanzan su mayor
espectacularidad. Los arbotantes desvían los empujes hacia el exterior
permitiendo aligerar los muros, que pueden ser perforados por grandes ventanales.
Durante gran parte del año, los pináculos del ábside de la catedral leonesa son
usados como posadero y nidos por numerosas cigüeñas. Algunas de ellas pasan el
invierno en León.
En cuanto a su alzado interior, la catedral
sigue con el modelo francés en tres pisos o registros. El primero es el de
los arcos formeros apuntados con pilares fasciculares,
cuyos baquetones se insertan en los nervios de las bóvedas creando un
eje que marca la verticalidad del interior. El segundo piso cuenta con
un triforio y el tercero es el claristorio, o conjunto de
vidrieras.
En León, también según la costumbre extranjera,
estaba situado originalmente en la cabecera, delante del altar mayor. En el año
1746 finalmente fue trasladado al centro de la nave mayor. El arquitecto
Cárdenas en el año 1915 abriría el gran arco central con unos enormes cristales
que recuperan, en parte, la vieja perspectiva de la nave central y la vista del
altar mayor.
La sillería actual, quizá sustituta de una
anterior, fue realizada entre los años 1461 y 1481 en estilo gótico en madera
de nogal. Se trata de una de las sillerías más antiguas de España. A un
primer maestre Enrique, carpintero que planearía el trabajo,
sucedieron Juan de Malinas y el maestro Copín, imagineros de las
principales tallas (testeros y respaldos). Un riquísimo elenco de motivos
congrega a los habituales personajes del Antiguo Testamento y a los santos en
los lugares más visibles, contraponiéndolos a varias figuras profanas de tono
burlesco y costumbrista, a la moda nórdica. Los autores no se recataron en
utilizar figuras de clérigos para satirizar vicios, en mordaces escenas que
llegan a veces a la obscenidad.
La sillería se organiza con asientos bajos,
para racioneros y bachilleres, y altos, para dignidades y canónigos, además de
dividirse en dos mitades, con el lado del Evangelio denominado “coro del rey” y el de la Epístola, “coro del dean o del obispo”, en relación
con el complejo ceremonial litúrgico que tenía lugar en el presbiterio en
solemnes festividades como el Domingo de Ramos, el Corpus, la Asunción… y en
las que también participaban los poderes civiles de la ciudad, por lo que
necesitaban un lugar para ubicarse.
En la sillería baja, dedicada al Antiguo
Testamento, la Lex Scripture, las figuras aparecen de medio cuerpo e
identificadas mediante una inscripción, distinguiéndose sibilas, profetas,
héroes y heroínas. La sillería alta se dedica al Nuevo Testamento, la Nova
Lex, y muestra a apóstoles, evangelistas, padres de la Iglesia, diáconos, fundadores
de órdenes religiosas, santos y santas.
En 1529 ese exclusivo espacio para el coro en
el presbiterio incluso se pensó en aislar todavía más y se inició, según trazas
arquitectónicas de Juan de Badajoz el Joven, maestro de la catedral, un
cerramiento pétreo a modo de antecoro. Pero la ubicación definitiva que
debía tener este cerramiento no debía estar muy clara porque en 1560 ya hubo
una primera propuesta para trasladar la sillería a la nave central, no por
criterios estéticos sino en relación con las ideas erasmistas y del humanismo
cristiano que habían defendido relevantes personajes como el cardenal Cisneros
y que terminaron concretándose muy poco después en el Concilio de Trento,
respecto a la conveniencia del acercamiento al fiel para que no continuara
ajeno a las celebraciones litúrgicas, facilitándole la visión directa del
presbiterio al dejarle ocupar el espacio dejado por el coro. Pero en León, al
contrario de lo que sucede en otras catedrales como Ávila o Burgos,
termina descartándose el traslado porque tras la consulta a Felipe II, el monarca
lo prohibió argumentando que el templo “perdería la buena gracia y el ornato”.
Aun así, se siguió trabajando en el antecoro al
tiempo que se solicitaba la opinión de Rodrigo Gil de Hontañón y Juan de
Vallejo, que hicieron modelos y dieron su parecer sobre el ansiado traslado. Lo
más curioso es que la obra resultante terminó colocada, a modo de pantalla,
ante los pilares entre el cuarto y quinto tramo de la nave central sin función
real hasta tiempo después.
Se compone de zócalo que actúa como pedestal de
una estructura con forma de retablo compuesta por banco y cuerpo de cinco
calles. En la central se sitúa un arco de medio punto y las cuatro laterales
muestran sendos tableros enmarcados por columnillas, con labor escultórica
contratada por Juan de Juni y Esteban Jordán en 1577 pero
realizada por Jordán por fallecimiento de Juni, compuesta por los relieves con
la Nacimiento de la Virgen, la Anunciación, la Adoración de los
pastores y la Epifanía, y las estatuas de los santos Pedro, Pablo,
Marcelo e Isidoro que rematan la obra y que no guardan proporción con el resto,
todo ello enmarcado por una delicada decoración de los elementos
arquitectónicos con temas mitológicos, atlantes, grutescos, bucráneos…
mezclados con temas bíblicos y alegóricos.
Las cuatro escenas se representan en tres
planos. En el primero las figuras están trabajadas de cuerpo entero y en
altorrelieve, en el segundo están de medio cuerpo y en medio relieve y en el
tercero sólo se ven bustos, distinguiendo gráficamente a los personajes
protagonistas de los secundarios. También se observa una desaparición de todo
lo anecdótico, tan protagonista en las representaciones del gótico tardío, en
pos de la claridad, y una perfecta conexión, sin desvíos, con los pasajes
bíblicos, denotando una clara influencia de las teorías trentinas,
supeditándose la imaginación a la ortodoxia del dogma.
El arco central es abocinado y casetonado, está
apoyado sobre pilares en los que se representa el Árbol de Jesé y
culmina en un ático labrado por las dos caras con la Asunción de
María y San Froilán y rematado por un Crucificado del siglo XVI
de Juan Bautista Vázquez.
Esta “pantalla”
sólo terminó adquiriendo utilidad cuando a mediados del siglo XVIII,
finalmente, se decidió trasladar el coro a la nave central, un cambio de
ubicación que estaría relacionado con la reestructuración general del
presbiterio para ubicar un nuevo retablo mayor de Narciso Tomé, el autor
del Transparente de la catedral de Toledo, y su primo Simón Gavilán Tomé,
y que con las restauraciones de fines del siglo XIX, buscando recuperar la
pureza gótica del templo, también se retiró y hoy está en la iglesia de los
Capuchinos. En este sentido, en 1744 Simón Gavilán también fue el encargado de
la traza de los dos muros laterales del coro.
Altar
mayor
La catedral de León contó, desde la
primera mitad del siglo XV, con un magnífico retablo mayor gótico que fue
desarmado, quedando sus tablas dispersas en distintas parroquias de la diócesis.
Realizado por Nicolás Francés, ocupaba los cinco intercolumnios centrales
del presbiterio, compuesto de cinco calles y cuatro cuerpos, salvo en la calle
central, que sólo tenía tres para cobijar un camarín de la Virgen, con
dieciocho tablas grandes dedicadas a la Vida de la Virgen, la Vida de San
Froilán, el Traslado del cuerpo de san Isidoro a León por san Alvito y el
Martirio y traslado a Compostela de Santiago, además de otras veintidós más
pequeñas en las entrecalles.
Hay autores que afirman que se completaba con
una pintura mural, hoy perdida, del Juicio Final en la bóveda, también de
Francés, realizada a semejanza de la de Nicolás Florentino sobre
el Retablo Mayor de la Catedral Vieja de Salamanca, aunque hay otros que,
basándose en declaraciones de Demetrio de los Ríos durante las labores de
restauración que realizó en la catedral a fines del siglo XIX, afirman que ese
mencionado Juicio Final de Francés ocupaba la contrafachada de la catedral.
Pero a mediados del siglo XVIII el cabildo tomó la decisión de sustituir aquel magnífico ejemplar gótico por otro nuevo de Narciso Tomé, el autor del Transparente de la catedral de Toledo, y su primo Simón Gavilán Tomé, y que con las restauraciones de fines del siglo XIX, buscando recuperar la pureza gótica del templo, también se retiró, hoy en la iglesia de los Capuchinos.
Así, el actual retablo mayor de
la catedral de León es una estructura neogótica de Juan Bautista
Lázaro compuesta de banco y tres calles y enmarcada por un
guardapolvo de doble fila de hojas de hiedra tallada y dorada sobre fondo azul
realizado con piezas originales del siglo XV adaptadas a la nueva forma.
El altar mayor o capilla mayor de la catedral
está actualmente ocupado por un retablo neogótico montado por Juan
Bautista Lázaro con cinco tablas procedentes del retablo perdido realizado
por Nicolás Francés a mediados del siglo XV, y otras de
procedencia diversa (Palanquinos, etc). Representan la vida de san Froilán, el
traslado del cuerpo de Santiago y la Presentación de la Virgen, en una mezcla
de estilo gótico internacional y gótico flamenco. Destacan las tablas
laterales, en especial el Descendimiento de la izquierda.
En el altar, el arca de san Froilán, obra
maestra del platero Enrique de Arfe (1519-1522) con algunas modificaciones
barrocas. El altar está cerrado por una verja de estilo plateresco, obra
de Juan de Badajoz el Mozo.
En la calle central se aloja una escultura
barroca de la Virgen y alrededor se distribuyen cinco tablas recuperadas del
retablo de Nicolás Francés y otras tablas de Escuela Castellana de
dos procedencias, con seis pequeñas escenas de la Vida de la Virgen, cuatro de
ellas de la iglesia de Palanquinos atribuidas al llamado Maestro de
Palanquinos, otras dos del retablo de la iglesia de Santa María del Mercado de
León, que son las que forman el banco, y dos más de Palanquinos con tres
Apóstoles cada una: Andrés, Juan y Pablo por un lado y Pedro, Santiago y Tomás
por otro.
Las pinturas mezclan la influencia flamenca con
la italiana para crear escenas alegres y coloristas en las que se da mucha
importancia a lo anecdótico, lo minucioso y lo narrativo.
De las pinturas del antiguo retablo de Nicolás
Francés recuperadas, una corresponde al ciclo de la Vida de la Virgen y narra
la Presentación en el Templo, tres son del Ciclo de San Froilán, con
la Vocación de san Froilán, Alfonso III visita a san Froilán y la Consagración
de san Froilán, y otra pertenece al Ciclo de Santiago, con el Traslado de
los restos desde Iria Flavia.
La tabla con la Presentación de la
Virgen muestra una escena en un interior desequilibrado, con enormes
figuras a la izquierda, donde se sitúan los santos Joaquín y Ana acompañados de
algunos parientes, y una escalera en un templo a medio hacer por el que sube
una minúscula figura de María ascendiendo hacia el altar, donde la esperan dos
sacerdotes.
La Vocación de san Froilán muestra al
santo en un bosque acercándose una brasa a los labios sin quemarse, lo que
demuestra la voluntad de Dios de que sea predicador, o mientras una paloma
blanca y otra de color fuego se aproximan a su boca, una para quemarle y otra para
darle la serenidad de espíritu necesaria para provocar su vocación. La escena
es presenciada por dos monjes, uno que observa el milagro y otro que está de
espaldas leyendo distraído.
Alfonso III visita a san Froilán relata como
el monarca se desplazó hasta el monasterio de Moreruela para
convencer al santo de que aceptara el nombramiento como obispo de León, escena
ante un edificio gótico, con nobles que acompañan al monarca, todos ataviados
con ricas y coloristas vestiduras, mientras unos monjes descargan los presentes
que éste ha llevado al santo.
La presencia de un hombre enseñando sus partes
pudendas a una mujer en la esquina inferior izquierda de esta tabla ha sido
interpretada por algunos autores como el símbolo de las “procacioribus verbis” con las que el santo buscaba mostrar que era
indigno de ocupar la sede leonesa porque se consideraba mal monje y porque
había tenido un hijo.
La Consagración de san Froilán como obispo
de León tiene lugar el día de Pentecostés del año 900, cuando el gozo del
Espíritu Santo actúa en él en presencia de otros tres obispos, presbíteros,
monjes, seglares… entre los que está también san Atilano porque va a ser
consagrado con él.
En cuanto al Traslado de los restos de
Santiago, muestra una carreta de ruedas macizas, antecedente del “carro chillón” leonés, tirada por dos
bueyes, escoltada por dos diáconos con dalmática y sobre la que se ve un arcón
cubierto por un paño rico. A la derecha hay una catedral gótica a la que
está entrando un obispo y donde un peregrino o un mendigo se acerca a un altar
portátil de Santiago. Al fondo se ve una gran iglesia gótica, pastores cuidando
ovejas, el castillo del obispo Teodomiro y un peregrino que parece arrojar una
piedra a un crucero y que algunos autores han puesto en relación con la
costumbre de colocar una piedra en la base de la Cruz del Ferro en el Monte
Irago, entre León y Santiago al paso del Camino por el Bierzo.
Girola y
capillas
Alrededor de la parte trasera del altar mayor
se encuentra la girola o deambulatorio. En el caso de la catedral de
León, como muchas otras del Camino de Santiago, la girola tiene un gran
espacio, para permitir el paso de abundantes peregrinos y evitar
aglomeraciones. Consta de nueve capillas de forma hexagonal, dispuestas
alrededor del deambulatorio, y delimitadas por rejas. Cada una de estas
capillas está presidida por un ventanal doble con vidrieras.
Dispuesta en la nave sur, justo después del
crucero, e inmediatamente antes de llegar a la girola. Alberga el sepulcro del
obispo Rodrigo Álvarez y posee un pequeño altar. Antes Capilla de San Miguel,
justo después del crucero, con una talla que copia una imagen de Gregorio
Fernández, un retablo del siglo XVIII con la imagen central de san José
flanqueada por san Alfonso Mª de Ligorio y Benito y con san Miguel en el ático.
Pero la obra más destacada de esta capilla es
el sepulcro del obispo don Rodrigo Álvarez, de 1232, que se conforma como
modelo de sepultura de gran aceptación en la catedral, copiado en el ya
mencionado sepulcro de “el Zamorano”, y fuera de León.
Muestra arcosolio de medio punto polilobulado
que acoge sarcófago con frontal en el que los criados del finado reparten pan a
los pobres, sobre el que aparece un yacente rodeado de la celebración de las
exequias, con un obispo que ejerce de oficiante junto a los acólitos portando
el libro, la naveta, el incensario, los cirios y la cruz y un grupo de fieles
llorosos y plañideras mesándose los cabellos, una escena de gran predicamento
posterior en la escultura funeraria castellano-leonesa. La labor escultórica se
completa con un Calvario en el tímpano y en la clave del arco el alma del
finado es conducida al paraíso por dos ángeles siguiendo la fórmula clásica de
la elevatio animae.
A continuación está la Capilla del Santo Cristo, aunque hasta
1524 fue el aposento de los sacristanes de la catedral. Cuenta con un retablo
de Juan de Valmaseda de 1524 con estructura renacentista y un Calvario y los
evangelistas, figuras todavía goticistas.
También anterior a la girola, está centrada en
torno a un retablo renacentista con calvario, obra de Juan de
Valmaseda (1524).
Se encuentra vacía, solamente permite el paso
al edificio de la sacristía, anexo a la catedral, y obra plateresca
de Juan de Badajoz el Mozo.
Capilla
de la Consolación
Capilla de san Clemente y san Antonio o de la
Consolación, que conserva pinturas murales del siglo XVI con la Anunciación, la
Glorificación de la Magdalena y los santos Cecilia, Mamés, Catalina y Marta. En
las vidrieras se narran escenas de la vida del papa san Clemente y de san Antonio,
su primitiva advocación, realizadas por Gonzalo de Escalante en 1476. Enfrente
de esta capilla, en el trasaltar, se conserva una pintura mural del Llanto
sobre Cristo Muerto de Nicolás Francés.
Guarda la imagen original de la Virgen Blanca
desde el año 1954. A la izquierda de la escultura se sitúa el sepulcro de
la condesa Sancha Muñiz, y a la derecha el de Alfonso de Valencia,
hijo del infante Juan de Castilla el de Tarifa y nieto de Alfonso X,
ambas del siglo xiv. Frente a esta capilla, y justamente detrás del altar
mayor, se sitúa el sepulcro de Ordoño II obra del siglo XIII reformada con
un tímpano en el siglo xv. De este momento son también los dos murales que
miran hacia la girola, con temas de la piedad y Ecce-homo, obra de Nicolás
Francés, que también pintó un mural del Juicio Final en el muro
occidental, obra que fue picada a principios de siglo XIX por sus
desnudos.
Las vidrieras de esta capilla son
renacentistas, realizadas por Rodrigo de Herreras en 1565, y conforman un
tríptico, con una Sagrada Familia central flanqueada por los pastores y los
ángeles, escenas en las que ya se observa la importancia dadas a la perspectiva
y la plasticidad de los cuerpos.
En el lado del Evangelio se ubica
el sepulcro de la condesa doña Sancha Muñiz y en el de la Epístola
está el sepulcro del infante don Alfonso de Valencia, nieto de Alfonso X,
ambos con arcosolio con sarcófago y yacente del siglo XIV.
Justo enfrente de la Capilla de la Virgen
Blanca, en el trasaltar, está el sepulcro
de Ordoño II de León, patrocinador de la primera catedral de la ciudad en
el siglo X, donde recibió sepultura, sin que se sepa con certeza dónde estuvo
su primer enterramiento.
Conserva gran parte de su policromía y se compone de arcosolio, caso excepcional en las sepulturas de reyes hispanos medievales, de doble arquivolta apuntada con decoración heráldica y vegetal sostenida por leones, protegido por una verja que cobija el sepulcro con un yacente del siglo XIII, aunque hay autores que señalan que la escultura se hizo para estar de pie, y tímpano dividido en dos registros, con un Calvario y un Descendimiento en el inferior y un Cristo resucitado flanqueado por dos apóstoles y dos ángeles arrodillados que se acoplan al perfil curvo en el superior, escenas de evidente significación redentora. La ausencia de las plañideras, tan habitual en otros enterramientos de arcosolio, aquí no está presente porque esas manifestaciones exacerbadas de duelo no formaban parte de los rituales funerarios regios castellano-leoneses.
El conjunto está enmarcado por un alfiz,
elemento incorporado ya a mediados del siglo XV y atribuido al Maestro Jusquin,
con ángeles en las enjutas soportando cartelas, los santos Pedro y Pablo y un
clérigo reglar y un doncel heraldo que señalan los epitafios que tienen debajo
para convocar a la celebración perpetua de las exequias y proclamar las glorias
militares del monarca difunto.
"OMNIBUS
EXEMPLUM SIT, QUOD VENERABILE TEMPLUM REX DEDIT ORDONIUS. QUO JACET IPSE PIUS
HANC FECIT SEDEM QUA(M) P(RI)MO FECERAT EDEM, VIRGINIS ORTATU QUAE FULGET
PONTIFICATU PAVIT EAM DONIS PER EAM NITET URBS LEGIONIS QUESUM(US) ERGO DEI
GRATIA PARCAT EI. AMEN.
IS
REX ALFONSI P(A)TRIS SUI VESTIGIO, PRUDENTER ET CULTE (IUSTE) REGNU(M)
GUBERNANS. TALAVERA(M) CEPIT ET ARABES APUD CASTRU(M) S(AN)C(T)I STEPHANI
POSTRAVIT, SUBJU / GAVITQ(UE) SIBI LISITANIA(M) ET BETICA(M) PROVINCIAS ET
TERRA(M) ARABU(M) QUAE SINCILLA / DICITUR MAGNA STRAGE SUBEGIT, ANAGARU(M)
CEPIT ET VICARIA(M), ET OCT / AVO REGNI SUI AN(N)O CU(M) SEX MENSIB(US)
CU(M)PLETIS, ZAMORAE INFIRMITATE / P(ER)CUSUS AB HOC S(E)C(U)LO MIGRAVIT, ERA
DCCCCXXXIII."
"Sea
ejemplo para todos que el rey Ordoño dio este venerable templo, en el cual está
enterrado él mismo piadoso [rey]. Hizo esta iglesia, la cual primeramente
construyó para palacio real; y por amonestación de la Virgen resplandece con
silla episcopal, y por ella brilla la ciudad de León. Roguemos, pues, a Dios
que por su gracia le perdone. Amén.
Este rey,
siguiendo las huellas de su padre Alfonso, gobernó con prudencia y justicia el
reino. Tomó Talavera, derrotó a los árabes en el campamento de San Esteban [de
Gormaz], subyugó las provincias de Lusitania y Bética, hizo gran estrago en la
tierra de árabes llamada Sincila [Sintilia, según Sampiro] y se apoderó de [la
prefactura de] Nájera y Viguera, y a los ocho años y medio completos de reinado
murió de enfermedad en Zamora. Era 932".
Capilla
de la Concepción
O de la Virgen de la Esperanza, con una Virgen
gótica del siglo XIII con policromía posterior que en realidad representa a la
Virgen apocalíptica perseguida por el dragón pero que se utilizó habitualmente
para la Anunciación, también embarazada. El sepulcro del lado del Evangelio es
el del obispo Diego Ramírez y las vidrieras muestran escenas de la Vida de la
Virgen y de Jesús, muy restauradas en el siglo XIX.
Capilla
del Nacimiento
Consta de un pequeño altar y de una maqueta de
un nacimiento, de estilo Gótico flamenco del siglo xv. Dicho retablo fue
elegido para ilustrar los décimos de lotería del Sorteo Extraordinario de
Navidad del año 2016.
En el muro del Evangelio se ubica el enterramiento
del obispo Arnaldo, fallecido en 1253 y las vidrieras, aunque restauradas,
datan de fines del siglo XV y muestran escenas de la vida de los santos
Ildefonso y Pedro porque la capilla estuvo dedicada a ellos. También se
distinguen obispos que suelen identificarse con san Froilán y san Hipólito y es
interesante una de las rosetas, en la que se representa a un grupo de
peregrinos ante el Apóstol Santiago, con la basílica compostelana al fondo.
Vidrieras de la capilla del Nacimiento.
La roseta superior muestra a unos peregrinos ante la sede compostelana
Ya en el lateral del ábside del Evangelio, se
ubica un pequeño recinto cuadrado de acceso, desde la catedral, a
la Capilla del Santísimo o de la Virgen del Camino, adosada a la girola
por este lado y ocupando parte de la crujía este del claustro apoyándose sobre
el lienzo de la muralla de la ciudad y que era la Librería del Cabildo, ya
concebida como espacio específicamente construido para la consulta
bibliográfica y el estudio.
Obra de Juan de Badajoz padre e hijo levantada
entre 1495 y 1507, es un ámbito rectangular de tres tramos cuadrados con
bóvedas de crucería estrellada apoyadas sobre grandes ménsulas y ventanales con
vidrieras de Diego de Santillana en los testeros este y oeste, destacando su
decoración escultórica en cubiertas, repisas, imposta, chambranas… que
desarrollan un programa iconográfico relacionado con la sabiduría y la
ignorancia y un retablo pétreo con los escudos de los obispos Valdivieso y
Desprats, impulsores de la construcción.
Capilla
de Santiago
Ya se encuentra fuera de la girola, en la nave
norte. Por aquí se accede a la antigua Librería o Capilla de Santiago (o la de
la Virgen del Camino) y a la de san Andrés, por el magnífico arco, obras
respectivas de Juan de Badajoz padre e hijo. La obra se inició
en los años finales del siglo XV y terminó en el año 1504. Destacan los
cuatro ventanales con vidrieras.
Capilla
de santa Teresa
Antes dedicada a San Fabián y a San Sebastián,
con dotación ya desde 1250 y en la que recibieron sepultura varios jueces del
tribunal eclesiástico. Conserva una pintura mural de Nicolás
Francés y de su taller de mediados del siglo XV con el Martirio de
san Sebastián que ha sido recientemente restaurada y una talla de Santa
Teresa de Antonio de Paz, discípulo de Gregorio Fernández. Las verjas son de
mediados del siglo XVII, realizadas por Bartolomé Carense.
Las dos capillas laterales adosadas al
transepto del Evangelio son la Capilla del Tránsito y la Capilla
de Nuestra Señora del Dado, que recibe ese nombre por su proximidad a la puerta
del transepto norte.
Claustro
Aunque el primer proyecto gótico para la
catedral de León no contaba con claustro, entre fines del siglo XIII y
comienzos del XIV se levantó uno adosado a su fachada norte, que desde entonces
quedó resguardada, para agrupar las dependencias del cabildo, algunas de ellas
hoy habilitadas como salas del Museo Catedralicio.
Tiene planta cuadrada con ocho tramos por lado,
arcos apuntados y bóvedas decoradas con filacterias y medallones
conformando un complejo programa iconográfico en relación con la Virgen de
Regla, advocación de la catedral, que son fruto de una profunda intervención,
cuando también se añade la balaustrada de remate, de Juan de Badajoz el
Mozo a comienzos del siglo XVI y que se conforma como el primer ejemplo de
otros de este mismo artista desarrollados en la sacristía y el claustro
del convento de San Marcos y la biblioteca de la colegiata de San
Isidoro en el propio León o en el claustro del convento de San
Zoilo de Carrión de los Condes en Palencia.
En sus paredes se ubican varios sepulcros
fechados en los siglos XIII y XIV pertenecientes a miembros del cabildo y a
nobles. En el tercer tramo del lienzo sur está el sepulcro de Munio
Ponzardi, de mediados del siglo XIII, compuesto por un sencillo arco apuntado
en cuyo tímpano se ubica una Virgen con Niño ante la que un clérigo presenta un
pequeño edículo a la que el Ayuntamiento de León hace la ofrenda anual a la
Virgen de Regla agradeciendo la liberación del tributo de las cien doncellas al
rey moro, de gran devoción popular pero que responde a una errónea
interpretación de la escena, que no se refiere a eso sino al compromiso de la
colegiata de san Isidoro de entregar anualmente a la catedral manteca y miel
como reconocimiento de su sometimiento a la diócesis.
En el muro occidental se ubica el sepulcro
de Domingo Juan, fallecido en 1272, con Cristo en Majestad flanqueado por la
Virgen y el apóstol Santiago. Y a su lado está el sepulcro del deán Martín
Fernández, con doble arco ojival ajimezado que cobija un arcosolio con un
tímpano en el que se representa una Epifanía.
El claustro también conserva pinturas
murales al temple que representan los ciclos de la Vida de la Virgen y de
la Vida de Cristo, seguramente en relación con el uso procesional del recinto
ligados a la fundación de aniversarios pro animae, la mayoría realizadas
por Nicolás Francés y un activo taller de discípulos, en la década de
1460, Lorenzo de Ávila en 1521 y Francisco Carrancejas en 1561. Su deterioro
por ser anteriores a la remodelación de Badajoz y por la exposición a los
agentes meteorológicos provocó que a fines del siglo XIX fueran restauradas, no
muy afortunadamente, por Juan Crisóstomo Torbado, en la que se ganó policromía
a costa de los retoques finales con los que Francés había perfeccionado la
obra. A mediados de la década de 1990 una segunda intervención más acertada.
En el ángulo noreste se ubica un retablo de
piedra de Juan de Badajoz el Mozo que estuvo dedicado a Nuestra Señora de los
Milagros, compuesto por dos cuerpos y tres calles decorado con medallones,
cartelas, columnas abalaustradas…
En la actualidad sus crujías alojan las figuras
de las jambas de la portada occidental de la catedral, pendientes de
restauración.
Pintura
En la catedral de León, la pintura, quizás
desplazada por la grandiosidad de la vidriera, no aparece hasta el
siglo xv. En esta centuria surgen diversos maestros que configuran un
variado muestrario.
La más antigua es la del trasaltar que
representa una piedad con influencia italiana. Muy cerca de ella hay un
mutilado Ecce-homo, pintura bella a excepción del Cristo, pintado para
sustituir al antiguo por la puerta que se abrió en su lugar.
En el brazo norte del crucero existe una tabla
pintada al temple sobre el martirio de san Erasmo. Los personajes ofrecen
aspecto apacible pese a la brutalidad de la escena.
La obra
de Nicolás Francés
De todos los maestros que trabajaron en León
durante el siglo XV, Nicolás Francés destaca principalmente,
hasta el punto de caracterizar la pintura catedralicia. Debió de nacer en
Francia, (de ahí su nombre) pero vino joven a León, y aquí trabajó hasta su
muerte en 1468.
Una de sus obras más importantes fue el retablo
del altar mayor, lugar donde permaneció trescientos años, hasta que en el
año 1741 fue desarmado para ser sustituido por otro barroco, de
descomunal tamaño, diseñado por Narciso Tomé, autor del transparente de
la catedral de Toledo, y elaborado por su primo Gavilán Tomé y
el suegro de este, José de Sierra. A finales del siglo xix, los
restauradores, viendo que la obra barroca atentaba tanto contra la estética del
templo como contra los elementos estructurales de la cabecera, lo desmontaron y
enviaron a la iglesia de los Padres capuchinos. En su lugar, fue colocado en el
altar mayor uno compuesto de las tablas del retablo de Nicolás
Francés que aún se conservaban, y se añadieron otras suyas
de Palanquinos y de la iglesia de Nuestra Señora del Mercado de León,
sobre todo las seis pequeñas pinturas con escenas de la vida de la Virgen. De
la iglesia de Palanquinos son las dos tablas de la parte central con los seis
apóstoles: Andrés, Juan y Pablo por un lado y Pedro, Santiago y Tomás por otro.
Las conservadas están dedicadas a la Virgen, a San Froilán y a Santiago.
Otra obra fundamental suya son las pinturas
murales que decoran gran parte de las paredes del Claustro. Fueron realizados
hacia la década 1460, y de los veintinueve existentes, más de veinte pertenecen
a la mano de Nicolás Francés. Representan escenas de la vida de la Virgen y de
Cristo, con dibujo ágil y una gran expresividad. La exposición a los agentes
meteorológicos en el Claustro había deteriorado su policromía, por lo que
tuvieron que ser restauradas a finales del siglo xix por Juan
Crisóstomo Torbado, recuperando su pintura original. También destaca la pintura
mural del martirio de san Sebastián, recientemente restaurada, en la capilla de
Santa Teresa.
Vidrieras
Técnica
de las vidrieras
La técnica tradicional de la vidriera consta de
tres elementos indispensables: el vidrio, el emplomado y la pintura. El vidrio
es el elemento funcional, resguarda el interior de la catedral del efecto
climatológico; el emplomado es la parte estructural, manteniendo el conjunto
unido y la pintura la parte decorativa del conjunto. Los tres aspectos son
invariables, de tal forma que desde sus primeros pasos hasta nuestros días la
técnica se ha mantenido, a grandes rasgos igual. "si un vidriero actual fuera llevado a un taller medieval, podría en
seguida trabajar sin dificultades”. El vidrio es una sustancia rígida no
cristalina que resulta de la fusión de las altas temperaturas de sílice, cal
viva y carbonato de sodio o potasio. La sílice puede ser de arena, pedernal o
de cristales de cuarzo. Es el elemento vitrificanate, que da transparencia y
resistencia al vidrio. La cal es un oxido básico que da estabilidad. Mientras
el carbonato es el fundente. Para obtener el vidrio hay que exponer los tres
elementos al punto de fusión, entorno a los 1700ºC, de esta manera los átomos
de la sílice se reestructuran creando el vidrio. Durante la edad media usaban
un 50% de sílice, y otro 50% de cal y potasio. De esta forma se conseguía una
vitrificación más rápida, pero de peor calidad, haciendo que la corrosión
actuase más tempranamente. Al mismo tiempo, el desigual grosor que se conseguía
al manejar la masa de vidrio, permitía crear diferentes tonos de colores. Una
vez obtenida la masa de vidrio se le podía añadir color. Dependiendo de los
óxidos, azufres o sulfuros, se obtenía una tonalidad u otra. Por ejemplo: el
verde se puede conseguir con óxido de cromo (CrO) o bicarbonato potásico
(K2CrO4), éste con un tono más anaranjado; el azul con óxido de cobalto; el
rojo con ácido cloro áurico (HAuCl). Aparte cabe destacar la problemática del
color rojo, este era tan espeso que daba una impresión opaca, por lo que se
debía alternar con vidrios blancos para hacerlo más traslúcido.
El cartón
El primer paso es hacer un dibujo de lo que se
quiere representar en la vidriera, ya sea figurativo o geométrico. Un dibujo
debe estar pensado y realizado de tal forma que luego sea perfectamente
compatible con el uso del cristal y de los plomos. El boceto puede estar
realizado en escala pequeña aunque debería pasarse o hacerse directamente en
escala 1:1. Según el monje Teófilo el boceto definitivo se realizaría sobre una
mesa enyesada en la que se marcaban, a través de signos, la forma de los
vidrios, su color, las líneas de la emplomadura, incluso a quién le pertenecía
realizar cada labor. Según este manuscrito los vidrios se cortan con hierros
candentes, los cuales daban a los bordes un aspecto imperfecto como “mordisqueado”. Más adelante se empezó a
usar la punta de diamante para perfeccionar el corte, no se sabe exactamente
cuándo empezó su uso, pero según el tratado de Antonio Da Pisa "Arte delle vetrate" sería a partir
del siglo XIV en Italia. Una vez cortados los vidrios según la forma marcada en
el cartón se pintaba atendiendo al color señalado en él. El vidriero siempre se
halló ante el problema de la limitación cromática de la paleta, que fue
mejorando con el tiempo al surgir la grisalla, el amarillo de plata o los
esmaltes, pudiendo conseguir un mayor registro de colores.
La
pintura del vidrio
La
grisalla
La grisalla, es el color más antiguo que se usa
en los vidrios. Es una pintura vitrificante que da tonos oscuros. Está compuesto
a partir de óxido de cobre o de hierro, y un fundente, el bórax. Para poderla
usar como una pintura se suele diluir con vinagre o aguarrás, aunque en la Edad
Media lo habitual era usar trementina y hiel de buey. Luego se le añadía un
aglutinante para adherirlo al vidrio, este suele ser goma arábiga.
Consecutivamente se mete al horno a una temperatura de 610º, quedando ya unida
perfectamente a la superficie del vidrio.
Amarillo
de plata
Durante los siglos XII y XIII la única
decoración pintada que se podía usar en las vidrieras era la grisalla. Con el
descubrimiento del amarillo de plata en el siglo XIV, se produce un cambio en
la paleta del vidriero, haciéndola más variada y rica. Esta técnica se piensa
que podría venir de Egipto destinado al uso de decoración de vasos y lámparas
que llegaría a la península a través del Lapidario de Alfonso X. Está compuesto
por óxidos metálicos de azufre y plata que dan lugar a un amarillo que puede
adoptar distintas tonalidades. Como resultado va a generar una revolución en la
técnica de la vidriera, pues el amarillo de plata con otros colores, permite
nuevas tonalidades, por ejemplo el amarillo sobre el azul dará verde; y además
se podrá combinar distintos colores en un mismo vidrio. Aporta luminosidad a
las vidrieras y provocara que los vidrios sean más grandes. Antes de su
aparición cada color de una parte debía realizarse con un vidrio del color
especifico, ahora se pueden combinar vidrios de diferentes colores pudiendo
hacerlo de mayor tamaño.
Esmaltes
Los esmaltes son pinturas vitrificantes,
resultado de la fusión de cristal en polvo junto a otros óxidos que dan el
color al fundirse a una temperatura de 600º. Los óxidos más usados son el de
cobalto para el azul, oxido de cromo para el verde, oxido de antimonio para el
amarillo, óxido de hierro para el negro y óxido de cobre para el rojo. Son
colores de gran vigor, pero no tiene tanta consistencia lumínica como la
grisalla. Los esmaltes se usaron en su mayoría en los vitrales Renacentistas,
Neogóticos y Modernistas.
La
cocción
Una vez aplicados los pigmentos en el vidrio se
introduce la pieza en el horno a una temperatura de 600ºC.
El
emplomado
Una vez que ya se tienen todos los vidrios se
procede a su unión. Esto se hacía con unas barras de plomo en forma de H,
formada por dos elementos la parte interna de la H que se llama alma y donde
los vidrios toman apoyo, las dos alas. El proceso de colocación del vidrio en
la estructura consiste en “abrazar”
las piezas que forman el panel con las estructuras en H tumbada, los cuales
luego se unen por la fusión de estaño por ambos lados del panel. El uso de
plomo permite que los vidrios se dilaten, pero hay un inconveniente, el peso y
la presión que ejerce conllevaría a que el viento rompa las vidrieras, por eso
se usaban armazones de hierro que abrazaban la vidriera y la fijaban al vano.
El arte
de la vidriera en la catedral de León
La catedral de León es conocida sobre todo por
su conjunto de vidrieras, quizás el más importante del mundo junto con el de
la catedral de Chartres. Conservadas la mayoría de las originales, hecho
extraño en catedrales de esta época, fueron construidas entre los
siglos xiii y xvi. La técnica de la vidriera tiene su origen,
según se cree, en la cultura musulmana. De ella fue tomada por el arte
cristiano, que los utilizó desde el siglo xi para alcanzar su auge
dos siglos más tarde. En el siglo XVI entró en una total decadencia,
y más tarde, con la pérdida de interés por lo medieval, los vitrales fueron
eliminados de muchos templos. Esto, junto con la fragilidad propia del vidrio,
es la causa de que se conserven tan pocas colecciones.
En su época de esplendor no se tenían como
meros elementos decorativos, sino que eran una parte fundamental de edificio.
La técnica del arbotante permitía prácticamente eliminar los muros como
elemento de sostén, por lo que se podían perforar para abrir grandes
ventanales, que recubiertos con vidrieras, daban al templo una mágica
apariencia. En este sentido, la catedral de León fue uno de los edificios que
más metros cuadrados dedicó a la creación de vanos para vidrieras en proporción
a su tamaño. En metros cuadrados se distribuyen de la siguiente manera: 464
metros en su parte baja, 282 en el triforio y 1.018 en la zona superior, lo que
hace un total de al menos 1.764 metros cuadrados de superficie, según las
mediciones de Demetrio de los Ríos. El conjunto cuenta con 134 ventanales
y 3 grandes rosetones. Esta enorme superficie cobra mayor importancia debido a
las dimensiones contenidas de la catedral.
No obstante, parece ser que entre los
siglos XV y XVI fueron tapiados parte de los ventanales
inferiores (de las que solo se conservaron las partes superiores y las rosas
originales) y del triforio para dar mayor consistencia al edificio por sus problemas
constructivos, si bien estas zonas acristaladas fueron recuperadas en las
restauraciones de finales del siglo xix por Demetrio de los
Ríos y Juan Bautista Lázaro con la creación de otras nuevas,
usando la técnica constructiva medieval.
Programa
iconográfico
Pese a todo, se conserva el programa
iconográfico original, el cual estaba pensado de forma tripartita, en función
del pensamiento de la sociedad medieval. Los ventanales altos o claristorio,
constan de escenas bíblicas, representando el cielo. Los ventanales medios o
triforio, constan de escudos nobiliarios y eclesiásticos, representando a la
nobleza. Los ventanales inferiores de las naves laterales, constan de
representaciones vegetales, representando la tierra, y de tareas mundanas,
representado a los hombres "pecheros".
En las ventanas altas o claristorio, hay
distinta temática en función de si es el lado norte o el sur. Los ventanales
del lado norte, que reciben menos luz, tienen tonos más fríos y su temática
del Antiguo Testamento destaca que aún no han conocido la luz Cristo.
Los del lado sur, más luminosos, representan el Nuevo Testamento y
presentan colores más cálidos.
El triforio de la catedral de León también está
perforado con ventanales exteriores que incluyen vidrieras, tapiadas durante
la Edad Moderna y recuperadas durante las restauraciones del
siglo XIX, momento en el que se crearon nuevas vidrieras que respetaban el
conjunto iconográfico original, en este caso, todas las vidrieras del triforio
son representaciones de escudos reales y nobiliarios, además de ciudades
españolas.
Capillas
del ábside
El paso de los años ha dado lugar a
innumerables cambios de advocación, de uso y de elementos tales como sepulcros
o retablos. En sus inicios se contabilizaron once capillas, que llegaron a un
total de veinte a mediados del siglo XVII. La girola está formada por siete
bóvedas, las dos primeras de cada lado de la cabecera son casi rectangulares,
mientras que las cinco restantes tienen todas la misma forma, un hexágono
asimétrico.
Cada una de ellas está compuesta por tres ventanales, los cuales están formados por dos huecos y su correspondiente rosa. Los temas que en ellas se tratan son escenografías, relativas a la vida de Cristo, María y algunos Santos. Como he mencionado en el apartado de los maestros, estos paneles al tratarse de los primeros en hacerse se caracterizan por pequeñas figuras enmarcadas en círculos poligonales y ovalados, de pequeños y gruesos vidrios, en los que se pueden ver vivos colores y abundantes burbujas (debido a la técnica). La mayoría tratan del siglo XIII, pero en algún caso se han llevado a cabo “restauraciones” desafortunadas en las que se han cambiado la posición de los temas y la introducción de vidrios de otros siglos, en concreto del XIV.
Capilla
del Nacimiento
El conjunto de capillas del ábside están
realizadas durante el siglo XIII, pero por las numerosas restauraciones la
cronología es bastante variada en cada vitral. Las vidrieras aluden a San
Ildefonso y San Pedro, a quienes estaba dedicada la capilla en un principio.
Empezando por la izquierda la primera vidriera formada por dos lancetas y una
rosa pertenece a las últimas restauraciones del siglo XIX. En ella aparecen
reyes músicos dentro de óculos. En la rosa el escudo del Obispo de Villalón, y
en los lóbulos rostros femeninos y el que podría ser del propio Obispo. El
siguiente tampoco conserva las vidrieras originales del XIII, la primera
lanceta es del XVI menos la lámina inferior que es del XV, la segunda lanceta
es entera del XV y la rosa del XVI.
En la lanceta del XV aparecen de abajo a
arriba: la aparición de Santa Leocadia y el milagro del sordo, San Roque y en
mayor tamaño San Ildefonso. En la segunda lanceta vemos la tentación de san
Antonio Abad y un papa sin identificar dentro de una arquitectura Renacentista.
Culminando el conjunto una roseta con san Hipólito, y lóbulos en este caso de
carácter vegetal. Las últimas vidrieras pertenecen al siglo XIII, al igual que
la rosa y el último panel de la segunda lanceta, mientras que el resto son del
XV. Técnicamente hay una gran diferencia entre estos dos paneles y los
anteriores, por el tamaño de los vidrios que dan lugar a figuras más grandes en
las dos primeras, a causa del cambio de técnica explicado con anterioridad. Al
ser más pequeñas el conjunto permite un mayor número de escenas. A la izquierda
en orden está representado, la misa de San Ildefonso, la imposición de la
casulla, Recesvinto y San Ildefonso, obras apostólicas de San Ildefonso y obras
de caridad del mismo Santo. A la derecha vemos un grupo de peregrinos,
aparición de la Virgen, la transfiguración, aparición de María Magdalena y una
escena fúnebre que podría ser de Santa Leocadia o de María Magdalena.
Culminado los dos paneles una representación de
peregrinos ante las reliquias de Santiago en Compostela.
Denominada así por la escultura que albergaba,
una imagen en piedra del siglo XIII de la Virgen María con el niño aun en su
vientre, curiosa por ser una de las primeras esculturas “abrideras” que se conocen en Castilla. Los vitrales de esta
capilla, igual que la mayoría han sufrido restauraciones, combinan vidrios
nuevos del siglo XIX con los originales del XIII, aunque es bastante difícil de
distinguir unos de otros por los falsos históricos. Ambas partes separan las
escenas con elementos vegetales que surgen de los perfiles. El tema de conjunto
es acorde con la atribución de la capilla, trata sobre la vida de la Virgen En
el lado izquierdo se representan la Virgen con Jesús, la Asunción, la
Visitación, la Presentación en el templo y el Nacimiento de la Virgen. A la
derecha Máximo Gómez señala el primer tema Lázaro en su tumba, fuera de lugar
con respecto al conjunto. Siguiéndolo la Coronación, los Desposorios, la
Sagrada Familia y San Joaquín y Santa Ana con la Virgen niña. En la rosa y los
lóbulos las Exequias de la Virgen. En este segundo conjunto se deja aparte la
iconografía Mariana, y pasamos a la vida de Cristo. En el lado izquierdo el
Bautismo, Aparición de los discípulos en Emaús y san Juan Evangelista, además
de otras dos escenas no identificada. A la derecha la Resurrección, aparición
de María Magdalena, aparición de Santo Tomas y Pentecostés. Sobre ambas en la
rosa (siglo XIX), un obispo en pie bendiciendo a un grupo de paralíticos con
sus bastones y menesterosos. La identidad del obispo no se sabe, pero
tradicionalmente se ha querido relacionar con San Froilán (905), patrón de la
diócesis de León, igual que en otras vidrieras de la catedral en las que se
hace referencia a la dedicación de la catedral.
El último panel de la capilla nos habla de la Pasión
de Cristo, Última cena, Oración en el huerto, Flagelación, Crucifixión y Santo
Entierro, alternada con escenas que se desconoce el tema, pero por el contexto
forman parte de la Pasión. Y en la rosa la Resurrección de Lázaro, en ella se
ve como Cristo llega a la casa de este y al encontrarlo muerto realiza el
milagro, y Lázaro envuelto en la sábana se levanta del sepulcro en el que
estaba.
Lugar donde se comenzó la catedral. En sus
inicios había sido presidida por Cristo Salvador, pero en 1954 se cambia bajo
la advocación de la Virgen Blanca, de la cual vemos una copia realizada por
Andrés Soane, en el pórtico del juicio. En la capilla además de esta magnífica
escultura, vemos en los laterales los sepulcros de la condesa Doña Sancha y el
Infante Don Alfonso, ambos benefactores de la Catedral. La estructura de la
capilla sigue siendo la misma que las anteriores. En este caso los tres
conjuntos de vidrieras pertenecen al siglo XVI, después de haber sufrido una
potente restauración. A diferencia de las demás, que aparecen diferentes
escenas en cada vitral, estas forman temas conjuntamente. La primera por la
izquierda trata el anuncio a los pastores. La escena, al igual que las otras
dos se desarrolla bajo un arco de medio punto de piedra, recuerdo de los arcos
del triunfo Romanos. De lo alto descienden cuatro ángeles con cartelas que
sorprenden a los cinco pastores que descansaban en la hierba junto a su rebaño.
Son escenas de gran variedad cromática. En la rosa otro ángel señalando al
cielo con una cartela en la que se lee “Ave
María gratia plena”. En el centro se presenta el Nacimiento, (Lucas 2,
1-20). Bajo el arco del triunfo aparecen la Virgen y San José con el Niño sobre
una sábana; tras ellos la mula y el buey. Sobre ellos dos ángeles, de nuevo con
cartelas en las que pone “gloria in
excelsis deo”. Tras la escena aparece a lo lejos un paisaje boscoso con un
castillo medieval. Como ruptura con lo medieval, vemos como se pasa a una
técnica de pintura sobre vidrio más desarrollada, como si se tratase de un
lienzo, donde importara la estructura, la profundidad, el volumen y el color.
Esto se hace visible por ejemplo en la parte baja de la escena, donde se ve una
especie de alcantarillado en un plano diferente a la escena del Nacimiento,
creando un efecto de profundidad. Sobre la escena en la roseta se representa al
Padre y al Espíritu Santo, que junto al Hijo recién nacido formarían la Santa
Trinidad; estos dos rodeados por putis que se asoman entre las nubes. La última
escena es la Epifanía, en la que aparecen en el lado derecho los tres Reyes
Magos con corona, sobre sus caballos saliendo de la espesura del bosque. A la
izquierda dos personajes, sin reconocer, una con un laúd y otro con una bolsa.
Es muy típico de esta época el unir las escenas de la Adoración de los pastores
y los Reyes Magos, por lo que estos dos personajes podrían ser pastores, o dado
que no llevan ovejas simplemente curiosos. En la parte baja del lado izquierdo
hay una cartela en la que con dificultad, se lee “soli deo honor et gloria “1565”, estaría realizada por Rodrigo de
Herreras, que trabaja para la catedral durante los años 1551 y 1565. En lo alto
la Virgen, colocada tras una balconada, junto a unos lirios y un libro.
La advocación se debe a la primera vidriera en
la que aparece San Clemente, junto a San Antonio. El programa iconográfico
habla de momentos de la vida da ambos santos, por lo que la advocación podría
ser perfectamente de cualquiera de los dos. Las dos figuras ocupan el panel
entero de los dos primeros vidrios. San Antonio junto a los escudos de los
obispos Jacopo de Veneris (1463-1470) y Rodrigo de Vergara (1470-1478). Los dos
personajes son del siglo XV, la rosa del XII, y los vidrios de la heráldica y
las cartelas del XIX.
Una de las razones por la que San Clemente es
popular en la iconografía de la Catedral es por el hecho de que Alfonso X nació
el día de la festividad de San Clemente, y que el mismo Alfonso donó cierta
cantidad a esta capilla para la salvación de su alma. Otro motivo sería porque
San Clemente se le considera el tercer sucesor de San Pedro, y es popular en la
iconografía cristiana en general. Bajo sus pies dos llaves cruzadas con una
cartela que dice” Sancta Clementis”.
Su compañero, San Antonio de Padua, aparece igual que el anterior en pie, con
dos escudos sobre él. Sostiene entre sus manos al Niño, y a sus pies una
cartela enredada entre azucenas blancas donde se lee “Sancto Antoni ora pro
nobis”. En la segunda como en la tercera ventana se representan los milagros de
San Clemente y San Antonio de Padua respectivamente. En la rosa del primero
aparece el obispo San Martín de Tours rodeado por enfermos, tullidos y
peregrinos a los que parece bendecir. En la rosa de San Antonio simboliza al
propio Santo acompañado por un eclesiástico con una cruz, exorcizando a un
hombre de rodillas del que parecen surgir criaturas extrañas peludas con
cuernos, serpientes y una sirena.
Al igual que el resto de las capillas de la
girola pertenecería al siglo XIII, pero en la actualidad son escasos los
paneles que quedan de este siglo, la mayoría pertenecen a restauraciones del XV
y del XIX. El primer ventanal es del XIX, a excepción de la parte alta que
sería del XV. Aquí podemos ver en la parte baja dos personajes que ocupan el
doble que el resto de las escenas, son Ezequiel y Jonás. Sobre ellos escenas
como Daniel en el pozo de los leones, Cristo como luz, Santiago peregrino,
Cristo juez y discípulos de Cristo. Sobre ellos la Ascensión de Cristo (S.XV),
elevándose sobre un fondo azul rodeado de estrellas y dos ángeles turiferarios.
En el segundo ventanal aparecen escenas del Nuevo Testamento como la Huida a
Egipto o la Matanza de los inocentes; pero también de la infancia de Jesús:
Adoración de los pastores, Presentación en el templo, Circuncisión, Jesús entre
los doctores, Bautismo (S.XIII) y la expulsión de los mercaderes del templo
(S.XIII). En la rosa continúa el programa y representa a Jesús curando a un
enfermo, vestido de rojo acompañado con los apóstoles. El último conjunto es
casi por completo del siglo XV, cada vidrio presenta únicamente una figura. En
la primera Dios Padre como creador del universo junto al sol la luna y las estrellas.
En la segunda de nuevo Dios extrayendo a Adam la costilla para crear a Eva. En
la parte alta el escudo de León.
Triforio
En la zona media de los triforios podemos
observar representaciones heráldicas bastante variadas, de nobles, políticos,
representantes del clero, diputaciones, ciudades, pueblos, bien por su
intervención en algún aspecto de la catedral como por su importancia en la
sociedad del momento y de la ciudad. No se encuentran en la parte terrenal ni
en la celestial, esto es porque los hombres se elevan ya sea por sangre o por
poder a una clase superior al resto, según el estatus Medieval. El conjunto
está formado por setenta y cuatro vanos, desde un principio no estuvieron
cubiertos por vidrieras, a excepción de las hastiales bajo los rosetones.
Muchos de ellos fueron realizados en el siglo XIX, durante las profunda
restauraciones de 1850 y 1900. En total el conjunto está formado por ciento
setenta y ocho vidrios, citando algunos de los escudos que aparecen: Obispo
Pedro Cabeza de Vaca, Obispo Juan de Villalón, Antonio de Veneris, Rodrigo de
Vergara, la familia Osorio Marqueses Astorga, Pedro de Acosta, escudo de
Castilla y León, y el de la casa de Suabia…
Rosetones
Así llamado por la similitud a una rosa,
símbolo Mariano por su pureza. Adquirió, además, otros significados simbólicos
en relación a la luz del sol y la luz de Cristo. Duby en su libro “La época de las catedrales” afirma que “con los rosetones culmina el arte de la
vidriera, pues significa al mismo tiempo los ciclos del cosmos, del tiempo
resumiéndose en lo eterno y del misterio de Dios, Dios luminoso, cristo sol”.
Rosetón
Norte
De menor diámetro que la roseta oeste. Está
formada por 16 semicircunferencias, otros 16 medallones en este caso con Reyes
músicos, excepto en un caso en el que en vez de un rey aparece una flor de lis,
debido a restauraciones posteriores. Hay también 16 radios ornamentales, y en
el centro, Jesucristo en el trono con las Sagradas Escrituras junto a dos
ángeles. Su función es la de glorificar a Cristo, por eso está rodeado de los
Reyes del Antiguo Testamento. A pesar de las restauraciones, de los tres
rosetones, este es el más antiguo ya que mantiene escenas completas del XIII.
Es casi totalmente nuevo, pues en las
restauraciones se realizó desde cero siguiendo el modelo de la vidriera norte.
Está formada por 16 semicírculos decorativos, otros 16 medallones con
personajes realizando labores, que en mi opinión podían haberse inspirado en
las rosas de la nave baja que representan virtudes y la Coronación de la Virgen
rodeada por símbolos marianos.
Compuesta por 24 semicircunferencias
decorativas, otros 24 rayos, 12 ángeles músicos con nimbo y, en el centro, en
un medallón, la Virgen sentada con el Niño en un trono. Esta vidriera es de las
pocas que salió de León para ser restaurada, fue a manos del maestro catalán
Rigalt, que también intervino en otras restauraciones como la del árbol de
Jessé.
Este grupo está formado por treinta y un
ventanales compuestos por dos o tres niveles de lancetas principales y dos
lancetas rematados con tres rosetas, en el caso de la nave principal. Y 7
ventanales en la cabecera con un número variable de vanos. En general las
lancetas se dividen en dos órdenes, que alojan dos figuras de tamaños
monumentales situadas bajo doseles. Existen excepciones en las que se dividen
en tres o que en vez de bajo doseles se disponen sobre arquitecturas de piedra.
Por su temática se las conoce como las vidrieras historiadas o legendarias, y
aunque entre ellas exista diferencia cronológica y temática, se ha conseguido
mantener uniformemente.
En general se puede decir que es del siglo XIX,
aunque conserve algún panel del XIV y del XV. En ella (empezando desde abajo)
podemos ver a un profeta desconocido, un papa, a Alfonso X vestido con una
túnica decorada con castillos y leones, con corona y el cetro, (único panel del
XV), y el obispo Martín Fernández. Este primer conjunto representa una
procesión liderada por clérigos, reyes y profetas, que conmemoran la fundación
de la catedral. En un nivel superior aparecen tres profetas mayores que son Ezequiel,
Jeremías e Isaías, y un profeta menor, Oseas, con sus respectivos nombres en
cartelas; además este último lleva un pergamino en el que se puede leer “ecce eruditur omnium deus” es decir:
aquí está el que nacerá de Dios. En las rosas un doncel (S.XIV), personaje que
actuaba de ayudante a los caballeros medievales, y en las dos restantes
elementos geométricos.
Tanto ésta como las dos siguientes vidrieras
están fechadas entre finales del XIII y principio del XIV, menos las rosetas
superiores de la III y la IV que son del XIX. En el primer nivel aparece, un
profeta y tres jerarcas, distinguiéndose el primero del resto por las
vestiduras más ricas que lleva. Por encima Jonás, Miqueas y dos profetas más
vestidos de forma similar al anteriormente nombrado. En las tres rosas de nuevo
el doncel y en las inferiores dos castillos como símbolo del escudo de
Castilla.
El estilo continua similar a las anteriores. En
este caso la iconografía está relacionada con reyes de la cristiandad y jerarcas.
En la parte inferior ligados con lo terrenal cuatro jerarcas, aunque los dos
primeros podrían ser eclesiásticos por el corte pelo. Mientras que en un nivel
más alto esta primero el Rey Salomón, aunque por una mala restauración en sus
mano lleva un papel donde se lee profeta, Roboan en un segundo lugar, luego el
Rey David con corona y cetro y por último un profeta. En las tres rosetas
elementos geométricos.
Del estilo e iconografía similar a las
anteriores. En la parte inferior aparecen jerarcas, donde bajo los tres últimos
se pueden distinguir los escudos de Castilla y León, el escudo Papal y el del
Obispo de Villalón. En el segundo orden se alternan monarcas con profetas,
diferenciados por la corona del primero y el tercero. Rematando de nuevo la
decoración geométrica idéntica a la vidriera anterior.
Se encuentra en uno de los ventanales altos del
lado norte en la nave central, aunque esto no sería su ubicación inicial. Se la
considera una de las vidrieras más complejas de toda la serie. Mientras en el
resto de los ventanales de este nivel se representan grandes figuras de
profetas y santos, aquí podemos ver motivos circenses, de caza, músicos… por
ello es por lo que nos hace dudar sobre su localización principal. Se sitúa en
el tiempo en un segundo periodo de creación de las vidrieras, que estaría
entre1264 y 1279, realizada por el vidriero Pedro Guillermo que trabajaría
durante estos años en la Catedral. En la primera lanceta empezando por la izquierda
superpuestos y separados por arquitecturas góticas con arcos trilobulados, tres
ángeles músicos. También podemos ver referencias al trívium y quatrivium
distinguidos por las cartelas en las que se puede leer “gramática” aritmética o
“dialéctica”. Según Fernández Arenas
los carteles podrían aparecer separados de las verdaderas acciones, ya que
algunas ocupan dos huecos y otras solo uno de los paneles. Con esto me refiero
a la escena séptima de la última lanceta en la que aparece una dama de verde y
un monje leyendo (que podría ser la dialéctica y no el ángel que toca el órgano
sobre el cual está la cartela); la gramática en el primer panel de la primera
lanceta tampoco sería el ángel con las campanas, y el único que podría estar en
su estado original sería el panel de la aritmética, con dos monjes con libros
debatiendo.
En la mayoría de los paneles vemos caballeros,
cada uno diferente, un jinete con un águila, un rey, otro con casco y escudo de
Castilla y León, lanceros en pie que les acompañan… Asimismo aparecen escenas
populares como un hombre azuzando a un burro con la fusta, violinistas y
bailarines, incluso algo tan extraño como un mono sobre un caballo. Las ojivas
de la parte superior aparecen dos leones en pie junto a un castillo. Lo que ha
llevado a expertos a debatir no es solo sobre la peculiaridad iconográfica,
sino también sobre la identidad del rey que nombraba antes. Gómez Moreno por
ejemplo opina que el rey es Alfonso X, lo que tendría lógica por su
contribución a la catedral, además que en el momento previo a la realización de
la vidriera hay datos de que el rey eximió de impuestos a algunos canteros,
vidrieros y herreros que trabajaban en esta empresa. Pero el profesor Nieto
Alcaide, por el contrario piensa que es Carlomagno, y que lo que descube la
vidriera no es una cacería, sino uno de los pasajes del “viaje de Carlomagno a Constantinopla”. No niega que no aparezca
Alonso X, pero en vez de ser el personaje con corona, señala al personaje a la
izquierda de Carlomagno, con casco y escudo de Castilla y León. Con frecuencia
se puede ver el viaje de Carlomagno a Constantinopla en vidrieras Góticas
francesas del XIII, como en la Catedral de Chartres de 1220-1227.
En la parte inferior aparecen cuatro Santos:
San Leandro, San Isidoro, San Atilano y San Fulgencio, entre construcciones
Renacentistas, con columnas a candilieri, y bajo ellos, como continuación de
esa misma construcción, dos relieves humanos de perfil al romano, además de los
escudos del Papa y de Castilla y León. Todos ellos con las escrituras en la
mano, mitra, el cetro y cada uno con su nombre en un cartel. La parte alta como
se puede deducir comparando con las anteriores vidrieras es los finales del XIV
e inicios del XV. En las rosas de nuevo motivos geométrico vegetales y en la
ultima la representación de Dios padre eterno junto con el Espíritu Santo
dentro de una almendra dorada sobre nubes.
Ventana 7
Tanto este ventanal como el siguiente son del
siglo XV, exceptuando un par de paneles y la rosa superior que son de
intervenciones del XVI. El hecho de que pertenezcan a siglos distintos hace que
sea evidente el contraste estilístico con las anteriores. En este caso cada
lanceta se divide en tres estratos. Desde abajo aparecen David, Esdras, Isaías
y Sansón. En medio Moisés con las tablas de la ley, Aarón hermano de Moisés,
Josué sucesor de Moisés y de nuevo Sansón. Por último Adán y Eva, suponen las
primeras vidrieras de desnudos que se conocen, representa el pecado original
Eva agarra una serpiente mientras Adam se lleva la manzana a la boca. En los
dos siguientes José (aunque no esté muy clara su identidad) y Noé, con el arca
entre la manos. Concluyendo en las rosas tres escudos, el de León, el del
obispo Villalón y el de Castilla y León.
Con la misma división que en la ventana
anterior y del mismo periodo aparecen Abraham a punto de sacrificar a su hijo,
Isaac bendiciendo, Jacob con largas barbas blancas con dos orantes a sus pies y
Esaú. En la parte baja aparecen únicamente figuras femeninas, en el centro
Judit y la Sibila Tiburtina, mientras que en los extremo se piensa que puedan
ser la metáfora de la iglesia y la sinagoga. Por encima un rosa con decoración
geométrica-vegetal y los escudos del obispo Villalón y de Castilla y León de nuevo.
En la parte alta vemos tres monarcas y una
mujer. El primero de ellos se ha identificado con el rey Alfonso X, y la mujer
de su derecha sería Violante (Infanta de Aragón y reina de Castilla). La
identidad de los otros monarcas pertenecería a reyes de León, pero no se conoce
exactamente quienes son.
En la parte baja hay dos príncipes que son los
que ocupan el primero y el último puesto de la lanceta, mientras que las otras
restantes son San Fernando con corona, espada y la bola en la mano y Blanca de
Castilla también con corona. En las rosas únicamente decoración geométrica y
vegetal.
En el primer nivel se representa a San Esteban,
San Vicente y dos mártires. En la parte superior de nuevo dos mártires, San
Leocadio y un obispo. Sobre ellos los escudos del Obispo Villalón y el de
Castilla y León. Los dos primeros de cada lado siguen la misma composición que
las anteriores (cuatro ventanas, dos lancetas y tres rosas) pero las siete
siguientes serán de tres y dos vanos. Además hay que incluir la zona del
triforio en las naves estaba dedicada a la heráldica, en este caso continúan
las representaciones de personajes bíblicos. Este conjunto pertenece al siglo
XIII pero con restauraciones en el siglo XIX, concretamente en el año 1894 por
Juan Bautista Lázaro, tras las primeras investigaciones previas de Demetrio de
los Ríos. El triforio es también del Siglo XIII.
Desde abajo aparecen representados Jonás,
identificado con una cartela, junto con tres profetas que sostienen las
escrituras. Por encima, Santiago, reconocido por las vieiras, San Juan
Bautista, Cristo Salvador bendiciendo y San Juan Evangelista. Los dos San
Juanes apuntan con su dedo hacia arriba En las rosas, San Mateo y dos ángeles
con cirios.
Empezando por el nivel bajo: dos obispos y dos
clérigos. En el segundo nivel dos clérigos, el primero con lo que parece una
iglesia en pequeña escala y el segundo con un libro; el siguiente representa al
obispo Manrique de Lara y por último otro clérigo. Por encima, del mismo modo
que el anterior, San Marcos y dos escribanos.
De tres vanos: en el primero Santo Tomas y
Moisés con las tablas de la ley; en el segundo San Matías y el profeta Habacuc
y en el último San Juan Evangelista y otro profeta sin reconocer. En las rosas
el monograma de Cristo con el crismón y dos reyes en las otras dos.
De dos vanos: En el primero Isaías y San
Andrés. En el segundo otro profeta y Jeremías. Todos ellos reconocibles por los
letreros. En la rosa un ángel turiferario (con un incensario).
Ventana
15
Similar a la anterior, aparecen en este orden,
San Esteban, Santiago Peregrino, Ezequiel y San Daniel. Con la misma rosa con
el Ángel turiferario.
Restaurada en el año 2008. Este tema llego a
alcanzar gran difusión entre los siglos XII y XVI. Podemos ver vidrieras de
temática similar en Chartres, Saint Denis o Canterbury. El modo de
representarlo en León es de la forma iconográfica tradicional, los antepasados
de Cristo aparecen suspendidos en el interior de mandorlas formadas por ramas
del árbol48, siguiendo la profecía de Isaías “saldrá un vástago del tronco de Isaí, un retoño de sus raíces brotara”.
Las representaciones más habituales son en las que aparece el anciano Jessé del
que brotan las ramas del árbol donde aparecerán como mínimo doce antepasados de
cristo. En este caso no aparece Jessé, y solo diez antepasados. A Cristo lo
vemos en la rosa como Cristo pantocrátor. Es posible que esta vidriera, debido
a restauraciones estuviera incompleta, ya que en el panel número 31 (del que
luego hablare), el formato de ambas es muy similar y a la vez diferente del
resto del conjunto.
Ventana
17
En la parte baja dos profetas sin identificar.
En la parte alta San Pedro con las llaves y San Pablo sosteniendo con la mano
derecha una espada. En la rosa el ángel turiferario.
Simón celador y un profeta en la parte baja. En
la alta Ezequiel y San Bartolomé. En la rosa de nuevo un ángel turiferario.
Ventana
19
De nuevo volvemos a los triples vanos. En él
podemos ver a tres profetas en la parte baja y a tres santos en la alta; estos
últimos serían San Esteban, San Vicente y San Lorenzo. En la rosa, el mismo
monograma de Cristo que habíamos visto antes.
Tanto esta como la siguiente volverán al modelo
repetido anteriormente para las ventanas del lado contrario (cuatro ventanas
dividiendo los paneles en dos niveles). Del mismo modo los temas siguen siendo
iguales, alternan figuras de profetas, clérigos y santos. En las rosas San Juan
Evangelista escribiendo junto a un ave (su símbolo como evangelista), Y en las
otras dos un ángel y un monje escribiendo.
De formato similar al anterior aparecen dos
clérigos con el incensario, otro con un cirio, un santo portando la cruz, y
cuatro santos. Arriba San Lucas con el toro como símbolo de los tetramorfos, y
dos personajes escribiendo.
Continuando el estilo anterior, en la parte
baja figuran Isaías, Simeón, la profetisa Ana y Sofonías. Arriba en parejas con
el fondo de mismo color para diferenciarlas, el arcángel San Gabriel y la
Virgen María, y en el otro en color rojo la visitación de María a Santa Isabel.
De nuevo los ángeles turiferarios en las rosas.
Siguiendo el tema anterior en esta vidriera se
representa la Epifanía. En la parte alta podemos distinguir tres Reyes Magos
con las tres representaciones de las tres edades o los tres continentes, a su
lado a modo de procesión la Virgen María con el niño. En la parte baja San
José, dos pajes y un ángel. Las escenas inferiores son de difícil distinción
por su mal estado de conservación, en la parte alta decoración
geométrico-vegetal y los escudos del Obispo Villalón y el de Castilla y León.
A partir del ventanal 24 hasta el número 30
pertenecen al siglo XV, pero las lancetas laterales y la rosa superior son del
XIX, además de algún panel. El estilo de las últimas vidrieras del triforio con
divisiones tripartitas. El tema general que podemos percibir en todas ellas
será la representación de santos, entre algún eclesiástico, sobre fondos rojos
y azules y bajo doseles. Las rosas van a ser comunes para el resto de ventanas:
decoración geométrica y vegetal y los escudos del Obispo Villalón y el de
Castilla y León.
Ventana
24
Desde abajo aparecen Santa María Magdalena,
Santa Catalina de Alejandría, Santa Isabel y Santa Lucía. En el nivel medio San
Gregorio, San Jerónimo, San Agustín y Santo Tomás de Aquino. Por último San
Pedro, San Juan Evangelista, San Pablo y San Juan Bautista.
Santa Inés, Santa Bárbara, Santa Apolonia y
Santa Flora. Un nivel superior aparecen un obispo, San Isidoro, San Antonio
Abad y San Nicolás. Y, por último, Santiago Peregrino, Santo Tomas, San
Bartolomé y San Andrés.
San Bruno, San Jerónimo, San Jaime y San Juan
de Mata. En el segundo nivel San Francisco de Asís, Santo Domingo, San Bernardo
y San Benito. Y por último los santos apóstoles.
De nuevo el mal estado de las vidrieras y el
ennegrecimiento de la grisalla hace que el reconocimiento de los personajes sea
muy difícil. En la parte baja se representa a cuatro santas, de las que dos
podrían ser Santa Cecilia y Santa Brígida. En el nivel medio cuatro santos sin
reconocer. Y en el último estrato San Lorenzo, San Vicente, San Sebastián y San
Adriano.
En la parte inferior aparecen dos mártires,
unas santas y la que parece ser Santa Margarita. Por encima de nuevo dos
mártires, San Buenaventura, y un obispo. Y por último dos obispos mártires, uno
de ellos con la cabeza decapitada, San Jorge y San Pedro Nolasco.
Las dos primeras figuras corresponden a un
mártir y una santa; las siguientes son Santa Quiteria con la cabeza en la mano
y Santa Matilde. En la segunda franja dos santos y dos obispos. Rematan dos
santos, uno de ellos abad y dos mártires.
La primera franja parece dominada por santas,
entre ellas están Santa Clara, Santa Inés, Santa Margarita y Santa Águeda. En
la segunda parte San Fructuoso, Santa Susana, San Blas y un mártir. Y por
último Santa Engracia, San Valentín, San Cristóbal y un personaje vestido con
sotana de obispo.
Esta vidriera es de las más variadas, ya que
cada panel sigue una forma de representación distinta. Varían vidrios del siglo
XIII con importantes restauraciones del XIX. En general aparecen
representaciones de ángeles, a excepción de algunos santos como San Pedro, San
pablo, San Juan Evangelista, Santiago Peregrino y dos reyes. En el primer vano
los personajes aparecen dentro de hexágonos de color azul separados por
triángulos vegetales. Tanto en el segundo como en el cuarto dentro de ricos
doseles Góticos. Mientras que lo más extraño de éste conjunto es el tercer
vano, el estilo de este sigue el mismo que la vidriera número 16, desde abajo
surgen ramas que rodean a los personajes (exactos al árbol de Jessé) a lo largo
del vano. Lo más probable es que éste no fuera el sitio original de estos
paneles, al menos como conjunto, y como he comentado anteriormente, es posible
que el tercer panel completara la serie de Jessé.
Capilla
de Santiago o la librería
En 1495 se iniciaron las obras de la librería,
y entre 1504-1505 estaría acabada. Inmediatamente se encargó la realización del
programa de vidrieras que llevaría a cabo Diego de Santillana.
La capilla consta de tres grandes ventanales
divididos en cuatro calles. El conjunto representa un santoral completo
compuesto por 36 figuras de vírgenes, mártires, santos, padres de la iglesia…en
pie, vestidos con ricas ropas y sobre una base de telas adamascadas. Cada
figura aparece bajo doseles, algunos triangulares y otros cuadrados, de estilo
gótico y renacentista. En el nivel superior de los tres ventanales están la
Virgen y los apóstoles (San Pedro, San Juan, San Pablo, San Mateo…), en el
medio padres de la iglesia y santos (San Gregorio Magno, San Jerónimo, San
Matías, y en el inferior mártires (Santa Bárbara, Santa Cristina, Santa
Apolonia…). El conjunto es como un resumen del programa de la Catedral,
concretamente de la nave central y el lado sur del transepto, como una serie
estamental de las figuras por su colocación en tres registros50. En este caso
podemos distinguir dos estilos: por un lado la tendencia flamenca, evidente en
la fuerza de los colores y la profusa decoración, pero también se introducen
nuevos elementos italianos, visibles en algunos elementos de arquitectura “al romano”.
Ubicada sobre la puerta de entrada al claustro,
La vidriera representa a la Virgen con el Niño en los brazos, situada bajo
dosel y sobre un pedestal. A su lado aparecen un orante y otra figura, a la
izquierda el donante, el obispo Cabeza de Vaca, de menor tamaño que la Virgen
(por el orden jerárquico) y su escudo. Y a la derecha un grupo de cuatro
personajes sobre un tablero, uno tira los dados mientras otro en pie mira. Tras
ellos los dos restantes se enzarzan en una pelea con cuchillos, mientras uno de
ellos mira a la Virgen suplicando su perdón51. La escena serviría como lección
moralizadora frente al juego. Los colores son muy sencillos, usa la grisalla
sobre colores que van de negros a ocres y terrosos. El suelo de la estancia
donde se incorpora la escena consta de una cuadricula de baldosas,
característica del pintor Nicolás Francés. Parece ser que Nicolás Francés
realizaría el dibujo mientras que Valdovin y Anequin la llevarían a cabo, según
aparece en los archivos el 31 de marzo de 1454.
Capilla
de Nuestra Señora del Carmen, Vidrieras de 1901
Situada en el lado derecho de la girola.
Originalmente esta capilla tenía vidrieras al igual que el resto de capillas de
la cabecera, pero durante las restauraciones fueron tapiadas. La única que se
mantiene en pie, es una pequeña roseta. Es bastante curiosa ya que sirve como
testimonio de las restauraciones llevadas a cabo en el siglo XX.
En ella aparece la Virgen sentada en un trono
(theotokos) formado por arquitecturas medievales y con Jesús en su regazo. Bajo
ella en gran tamaño la fecha 1901, y en una cartela, rodeando el trono, las
firmas de los artífices de las restauraciones: “Juan Bautista Lázaro
arquitecto”, “Juan Crisóstomo Torbado
arquitecto”, “Alberto González
Gutiérrez pintor” y “Guillermo Alonso
Bolinaga pintor”.
La actual catedral gótica, al haber sido
construida en el mismo emplazamiento que las antiguas termas romanas, iglesias
primitivas e incluso una catedral románica, posee en el subsuelo importantes
restos arqueológicos de las anteriores construcciones. En el interior de la llamada
cripta arqueológica de Puerta Obispo, situada justo frente a la fachada sur de
la catedral, se albergan importantes restos del campamento de la Legio VII
Gemina, que fueron hallados en las excavaciones arqueológicas del año 1996
durante la peatonalización del entorno de la catedral.
La porta
principalis sinistra y la puerta medieval
La porta principalis sinistra era una
puerta romana de acceso al campamento de la Legio VII y fue
construida con grandes sillares de piedra caliza y flanqueada por ambos
extremos con dos torres rectangulares, de 12,80 metros de longitud por 5 metros
de anchura, de las cuales solo los restos de la situada más al norte se muestra
en la cripta, mientras que la contraria subyace bajo la calle. Esta entrada
doble permitía el acceso al campamento desde el este. El tránsito se realizada
mediante sendos pasajes en cuyos extremos se abrían arcos de medio punto. Los
exteriores se cerraban mediante puertas de madera de doble hoja. Una
construcción similar, la porta principalis dextra, existió al extremo
contrario del campamento, donde hoy se ubica el Palacio de los Guzmanes. Ambas
se unirían por medio de la via principalis, cuyo trazado hereda la actual
calle Ancha. A finales del siglo iii o comienzos del iv, se realizan
reformas en la puerta, como la clausura de uno de los vanos. Durante toda
la Edad Media, la puerta siguió funcionando como acceso a la ciudad, pese
a la desaparición de las termas y la construcción de diferentes iglesias en la
zona.
A mediados del siglo xiii, con la construcción
de la catedral gótica, se erige una puerta de estilo gótico civil levantada
sobre el trazado de la muralla romana bajoimperial. Se trataba de una “puerta-puente”, con un macizo de
sillería en su tramo inferior y dos crujías en su parte superior. Presentaba
una vistosa galería jalonada de ventanillas geminadas, ya que su función era la
de permitir el tránsito desde el palacio episcopal a la catedral. A finales del
siglo XV esta puerta ya se había clausurado, lo que motivó la
apertura del llamado “paso de carruajes”
anexo al palacio episcopal y en uso hasta la demolición en los años 1910-1911
de todas las construcciones que ocupaban la zona, debido a la búsqueda de un
aislacionismo monumental de la catedral de otras construcciones anexas.
Las termas
romanas
El primer edificio que aparecía en el interior
del campamento, al cruzar las puertas y a la derecha de la vía
pricipalis eran las grandes termas interiores de la Legio VII Gemina.
De sus grandes proporciones da idea el hecho de que se extendían sobre buena
parte del solar que ocupa actualmente la catedral e incluso buena parte de la
actual plaza de Regla. Según el arqueólogo García Marcos, si las termas
leonesas son similares a las de Britania y Germania, existe la
suposición de que contarían con una basílica thermarum o zona
dedicada a ejercicios gimnásticos -con una, dos o tres naves-, en sustitución
de la palestra (al aire libre). La basílica thermarum estaría situada en la
zona sur de la catedral (entre el costado sur y la verja). A diferencia de
otros hipocaustos romanos, el localizado en el costado septentrional del templo
gótico tiene bóvedas de arista y muros enteramente de ladrillo y no de piedra.
Ángel Morillo, profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid, y
uno de los mayores expertos en arqueología romana de España, descubrió en la
cripta de Puerta Obispo piezas relacionadas con el culto a Mercurio. Con
seguridad, el complejo termal sobre el que se asienta la catedral tendría en su
día un ninfeo o santuario de culto a las ninfas y otras divinidades curativas.
Los primeros restos de esta construcción fueron
descubiertos a mediados del siglo XIX bajo la catedral con motivo de
las obras de restauración que se efectuaban en el templo. Bajo el pórtico de la
fachada principal sabemos de la existencia de tres espacios sobre hipocausto,
según dibujos que realizó el arquitecto autor del hallazgo, Demetrio de
los Ríos.
Al complejo termal se asocian los restos de las
letrinas que se albergan en la cripta arqueológica, que ocupaban una de las
esquinas de los baños. Esta zona experimentó profundas reformas a lo largo de
su dilatada existencia. En un primer momento existió un depósito de agua de
forma rectangular, al que corresponden los muros de hormigón hidráulico del
exterior y el pavimento de pequeños ladrillos puestos en espiga (opus
spicatum). Reformas posteriores motivaron la construcción de muros de
mampostería y ladrillo, configurando unas letrinas de las que conservamos los
canales por los que discurrían las aguas residuales, acometiendo a una pequeña
cloaca encargada de evacuarlas al exterior del campamento.
Como fecha inicial de las termas se ha
propuesto el siglo II d.C., tomando como apoyo una inscripción incisa
dedicada al emperador Antonino Pio (138-161 d.C.) en un ladrillo que apareció
en el lugar. Las excavaciones en Puerta Obispo, además de afirmar esta
datación, han determinado que el conjunto termal aún estaba en uso en el
siglo iv. Para su construcción se aprovechó una estructura precedente,
posiblemente una piscina o un depósito. También han permitido establecer dos
límites (este y sur) de esta imponente construcción.
La envergadura y calidad constructiva de las
termas legionenses hicieron que el rey Ordoño I de Asturias situara
en ellas su palacio, tras arrebatarles la ciudad a los musulmanes en el año
856. Más tarde, en 916 fueron donadas por el rey Ordoño II de León para
la sede de la iglesia episcopal de Santa María, utilizándose una parte del
antiguo edificio romano como panteón real, hasta que esta función se trasladó en
tiempos de Ramiro II de León a Palat de Rey.
Asimismo, existen más restos de las termas
romanas y de la antigua catedral románica bajo la actual catedral. En la zona
norte está la llamada cripta de Menéndez Pidal, descubierta por este
historiador y no abierta al público, que correspondería al caldarium de las
termas, utilizada como cámara funeraria en la Edad Media, donde se
conservan cinco sepulcros.
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