miércoles, 15 de septiembre de 2021

Capítulo 33 - Catedral de Burgos

 

Arquitectura gótica en España
La Arquitectura gótica se difundió en España, a finales del siglo XII, con relativa prontitud desde su nacimiento en Francia. Su consolidación fue progresiva, combinándose en sus primeros momentos los elementos arquitectónicos románicos y góticos. Desde sus inicios hasta llegar al periodo del alto gótico, la arquitectura española se mantuvo fiel a los modelos franceses. Sin embargo, algunas características como la insistencia en tipos de plantas de estilo románico o la conservación de elementos decorativos de influencia mudéjar condujeron a la formación de variantes estilísticas locales, este proceso se acrecentó a finales del siglo XIII y durante el siglo XIV, en los que apareció una amplia diferenciación en las formas arquitectónicas y decorativas regionales. El desarrollo de la arquitectura en España durante estos siglos reflejó las diferentes circunstancias históricas a las que estaban sujetos los diversos reinos hispanos. Así sobre todo en el sur de España el desarrollo del gótico se adoptó algo tardíamente. Por su parte la prosperidad económica en Cataluña estimuló la construcción civil en esta zona. A finales del siglo XV surgió un estilo panaespañol, característico del círculo de los Reyes Católicos, que nació del encuentro de estructuras tardogóticas europeas con decoraciones mudéjares y motivos renacentistas.

El arte gótico
El arte gótico tiene su inicio en Francia, surgió hacia el año 1140 en la isla de Francia, a partir de ese momento se asistió a un profundo desarrollo y renovación de la arquitectura, tanto por la calidad como por el número de edificios construidos. España junto con Alemania fueron dos de los países de Europa que recibieron la arquitectura gótica con mayor entusiasmo. La introducción del gótico en la Península ibérica, por la relación geográfica y política con Francia, comenzó de forma bastante temprana y fue muy duradera, manteniendo estrechos lazos con el gótico francés por el interés de los monarcas hispanos por estrechar lazos con el arte y la cultura de su vecino francés.

Difusión
La difusión de la arquitectura gótica en España tuvo tres vías principales de influencia, la primera fue la arquitectura cisterciense que se extendió por todo el país y que antes del siglo XIII llevó a la construcción de los grandes conventos de la Orden reformada, precedentes del arte gótico. ​La segunda vía fueron las relaciones mantenidas entre el Condado de Barcelona con el Languedoc y Provenza en Francia y el contacto de los obispos catalanes con los de Narbona y Montpellier. La tercera vía se produjo en Castilla y León, donde los matrimonios de varios reyes con princesas de las casas de Anjou, Borgoña y Plantagenet motivaron la introducción del gótico francés en la zona central.
La transición entre el estilo románico y el gótico se produjo de manera paulatina en España, por los recelos que despertaban las nuevas estructuras góticas, de carácter revolucionario en ese momento. El primer elemento gótico que se incorpora a la arquitectura española es la bóveda de ojiva, su aparición se efectúa hacia el año 1170, por vía de la Orden del Cister. Una manifestación de este tránsito está en el hecho de que algunos edificios se comiencen a labrar de forma gótica y posteriormente se continúan bajo esquemas románicos. ​ La combinación de ambas formas se funde en un estilo de transición, que tiene su principal presencia en las catedrales de Tarragona comenzada en 1174, Lérida (1203), Ávila (1170) y Cuenca (1196).
Mapa de las catedrales góticas en España (excepto Canarias, Ceuta y Melilla).
 

El gótico pleno del siglo XIII
El gótico pleno llega a desarrollarse con toda su fuerza a través del Camino de Santiago en el siglo XIII, con la creación de algunas de las más puras catedrales góticas, de influencia francesa, durante el reinado en Castilla y León de Fernando III: las catedrales de Burgos, León y Toledo. En la Meseta están presentes dos influencias, la borgoñona, en el Reino de León, debido al matrimonio de Alfonso VI con Constanza de Borgoña; y la inglesa, en el Reino de Castilla, llegada a través de la alianza matrimonial de los reyes castellanos con la Casa de Lancaster (Juan de Gante y Catalina de Lancáster).

Catedral de Burgos
La Santa Iglesia Catedral Basílica Metropolitana de Santa María es un templo catedralicio de culto católico dedicado a la Virgen María, en la ciudad española de Burgos.
Su construcción comenzó en 1221, siguiendo patrones góticos franceses. Tuvo importantísimas modificaciones en los siglos xv y xvi: las agujas de la fachada principal, la capilla del Condestable y el cimborrio del crucero, elementos del gótico flamígero que dotan al templo de su perfil inconfundible. Las últimas obras de importancia (la sacristía o la capilla de santa Tecla) pertenecen ya al siglo xviii, siglo en el que también se modificaron las portadas góticas de la fachada principal. La construcción y remodelaciones posteriores se hicieron con piedra caliza extraída de las canteras de la cercana localidad de Hontoria de la Cantera.
Los elementos decorativos y el mobiliario litúrgico del interior pertenecen a variados estilos artísticos, desde el propio gótico, el Renacimiento o el Barroco.
En la catedral se conservan obras de artistas extraordinarios, como los arquitectos y escultores de la familia Colonia (Juan, Simón y Francisco); el arquitecto Juan de Vallejo, los escultores Gil de Siloé, Felipe Vigarny, Rodrigo de la Haya, Martín de la Haya, Juan de Ancheta y Juan Pascual de Mena, el escultor y arquitecto Diego de Siloé, el rejero Cristóbal de Andino, el vidriero Arnao de Flandes o los pintores Alonso de Sedano, Mateo Cerezo, Sebastiano del Piombo o Juan Ricci, entre otros muchos.
El diseño de la fachada principal se relaciona con el gótico clásico francés de las grandes catedrales (París o Reims). Consta de tres cuerpos rematados por dos torres laterales de planta cuadrada. Las agujas caladas de influencia germánica se añadieron en el siglo XV y son obra de Juan de Colonia. En el exterior son sobresalientes también las portadas del Sarmental y la Coronería, góticas del siglo xiii, y la portada de la Pellejería, con influencias renacentistas-platerescas del siglo xvi. El alzado interior del templo toma como referencia a la Catedral de Bourges.
Numerosos son los tesoros arquitectónicos, escultóricos y pictóricos de su interior. Entre ellos destacan:
·       El cimborrio gótico-plateresco, alzado primero por Juan de Colonia en el siglo XV y reconstruido por Juan de Vallejo en el xvi, siguiendo planos de Juan de Langres. ​
·       La Capilla del Condestable, de estilo gótico isabelino, en la que trabajaron la familia Colonia, Diego de Siloé y Felipe Vigarny.
·       El retablo gótico hispano-flamenco de Gil de Siloé para la Capilla de Santa Ana.
·       El gran cuadro sobre tabla La Sagrada Familia de Sebastiano del Piombo, obra destacada del artista que se expuso en el Museo del Prado.
·       La sillería del coro, obra renacentista plateresca de Vigarny.
·       Los relieves tardogóticos de la girola, de Vigarny.
·       Los numerosos sepulcros góticos y renacentistas.
·       La renacentista Escalera Dorada, de Diego de Siloé.
·       El Santísimo Cristo de Burgos, imagen de gran tradición devocional.
·       La tumba del Cid Campeador y su esposa Doña Jimena, su carta de arras y su cofre.
·       El Papamoscas, estatua articulada que abre la boca al dar las campanadas de las horas. 

La catedral burgalesa fue declarada Monumento Nacional el 8 de abril de 1885 y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco el 31 de octubre de 1984. Es la única catedral española que tiene esta distinción de la Unesco de forma independiente, sin estar unida al centro histórico de una ciudad (como ocurre en los casos de Salamanca, Santiago de Compostela, Ávila, Córdoba, Toledo o Cuenca) o en compañía de otros edificios, como en Oviedo, Sevilla o Zaragoza. Es además el templo católico de mayor rango en Castilla y León al tratarse del único templo que siendo catedral metropolitana es a la vez basílica.
En 1994, a raíz del desprendimiento de una figura de la fachada ocurrido unos años antes, comenzaron unas profundas labores de restauración. En total, se llevan invertidos 30 millones de euros, lo que le convierte en el monumento europeo que más fondos ha recibido para su restauración y que más se ha prolongado en el tiempo. ​

Historia de la catedral
Edificación románica del siglo XI
Burgos fue convertida en sede episcopal en 1075 por el rey Alfonso VI y la autoridad del papa Gregorio VII, quien dio así una continuidad canónica a la tradición episcopal de la vieja diócesis de Oca, cuyo prelado figura ya en el año 589 como signatario del III Concilio de Toledo, en época visigótica.
1.     Pórtico del Sarmental.
2.     Transepto, brazo Sur.
3.     Puerta del claustro alto.
4.     Capilla de la Visitación.
5.     Capilla de San Enrique.
6.     Capilla de San Juan de Sahagún.
7.     Capilla de las Reliquias.
8.     Capilla de la Presentación
9.     Capilla del Santísimo Cristo de Burgos.
10.  Nave Central y Papamoscas.
11.  Capilla de Santa Tecla
12.  Capilla de Santa Ana o de la Concepción.
13.  Transepto, brazo Norte y Escalera Dorada.
14.  Capilla de San Nicolás.
15.  Crucero, Cimborrio, Tumba del Cid y Dña. Jimena.
16.  Capilla y Retablo Mayor.
17.  Nave Central, Coro.
18.  Capilla de la Natividad.
19.  Capilla de la Anunciación.
20.  Capilla de San Gregorio.
21.  Naves laterales, Deambulatorio y Girola.
22.  Capilla del Condestable.
23.  Sacristía.
24.  Claustro alto.
25.  Capilla claustral de San Jerónimo.
26.  Capilla del Corpus Christi.
27.  Sala Capitular.
28.  Capilla de Santa Catalina.
29.  Capilla de San Juan Bautista y Santiago.
30.  Nártex, Puerta de Santa María.
31.  Puerta de la Coronería.
32.  Puerta de la Pellejería.
33.  Claustro bajo. 

El monarca promovió la construcción de una catedral dedicada a la Virgen María de la que no se conocen sus trazas, pero que se supone románica y del tipo de las obras coetáneas (la desaparecida iglesia de Silos, la del monasterio de San Pedro de Arlanza, la de San Martín de Frómista o la catedral de Jaca). Existe constancia documental de que el monarca donó para la magna obra el recinto que ocupaban un palacio real que había pertenecido a su padre Fernando I y una pequeña iglesia dedicada a Santa María y que se hallaba en construcción.
En 1096 las obras de este templo ya estaban terminadas, pero pronto resultó pequeño para las necesidades de una ciudad que era la capital simbólica del reino, una potente sede episcopal (el cabildo catedralicio tenía más de treinta miembros ya antes del año 1200) y un centro comercial cada vez más dinámico. La decisión de levantar una nueva catedral se tomó por fin ya iniciado el siglo xiii. Como era común en la época, se destruyó el edificio románico (del que solo queda algún resto escultórico) y sobre su solar, ampliado con la demolición de unas viviendas contiguas donadas por el obispo Marino, se levantó la nueva catedral gótica.

Fundación gótica y obras en los siglos XIII y XIV

Lado meridional, desde la Plaza de San Fernando.
 

La primera piedra de la nueva catedral se colocó el 20 de julio de 1221 en presencia de los promotores del templo: el rey Fernando III de Castilla y el obispo Mauricio, prelado de la diócesis burgalesa desde el año 1213. Cabe suponer que el primer maestro de obras fue un anónimo arquitecto francés -si bien algunos investigadores dan el nombre del canónigo Johan de Champagne, citado documentalmente en 1227-, muy probablemente traído a Burgos por el propio obispo Mauricio, tras el viaje que había realizado por Francia y Alemania para concertar el matrimonio del monarca con Beatriz de Suabia, ceremonia nupcial que se realizó precisamente en la vieja catedral románica.
La construcción de la catedral, emplazada justo en el punto donde comienza a empinarse la ladera del cerro presidido por el Castillo, se inició por la cabecera y el presbiterio, lugar este donde se sepultó al obispo fundador, cuyos restos fueron posteriormente trasladados al centro del coro capitular. Hacia el año 1240 asumió la dirección de las obras el llamado Maestro Enrique, también de origen galo, que después se haría cargo de la construcción de la catedral de León y que sin duda se inspiró en la Catedral de Reims, con cuya fachada el hastial de la seo burgalesa guarda grandes semejanzas. Las obras avanzaron con gran rapidez y para 1238, año de la muerte del prelado fundador, sepultado en el presbiterio, ya estaban casi terminadas la cabecera y buena parte del crucero y las naves. La consagración del templo tuvo lugar en 1260, aunque consta la celebración de oficio divino en él desde el año 1230.
Entre la segunda mitad del siglo XIII y principios del xiv se completaron las capillas de las naves laterales y se construyó un nuevo claustro. Al maestro Enrique, fallecido en 1277, le tomó el relevo el maestro Johan Pérez, este ya hispano. Otros canteros posteriores fueron Aparicio Pérez, activo en 1327, Pedro Sánchez de Molina y Martín Fernández, fallecidos respectivamente en los años 1396 y 1418.

Ampliaciones y reformas en los siglos XV a XVIII
En el siglo xv la familia de los Colonia incorporó las agujas de las torres de la fachada principal, el cimborrio sobre el crucero y la Capilla de los Condestables. En el siglo xvi, además de las modificaciones realizadas en varias capillas, destaca la construcción de un nuevo cimborrio por Juan de Vallejo, que sustituyó al de Juan de Colonia (hundido tras un huracán). En el siglo XVIII se realizaron la Capilla de Santa Tecla, la Capilla de las Reliquias y la Sacristía.

Restauraciones de los siglos XIX y XX
La catedral de Burgos debe su gran cantidad de obras de arte de los siglos xiii al XVIII, sobre todo, al hecho de que durante los siglos XIX y XX no se emprendiese ninguna restauración decisiva.
Fuera del ámbito del claustro nuevo solo se reformó de modo esencial, después del el año 1800, la capilla del Santo Cristo o de Nuestra Señora de los Remedios, situada en la zona oeste del claustro viejo. La renovación comenzó con el traslado del altamente venerado crucifijo del Santo Cristo desde el Real Monasterio de San Agustín a la capilla que, a partir de entonces, se llamó capilla del Santo Cristo de Burgos. En la década de 1890 Vicente Lampérez y Romea, maestro arquitecto de la catedral desde el año 1887, emprendió una restauración profunda de esta capilla, quitando el enlucido adicionado de los muros y bóvedas y se renovó por completo la portada que da a la nave. También se remontan a esta restauración las ventanas de tracería neogótica, las arcadas ciegas de los muros y la mayor parte de los restantes elementos arquitectónicos.
Entre los años 1899 y 1911 Lampérez restauró, asimismo, el llamado claustro nuevo, consiguiendo recuperar en lo esencial su forma original. En el claustro se había sobreedificado un tercer nivel con pequeñas ventanas barrocas que este arquitecto hizo eliminar y, de paso, abrió las ventanas originales del claustro que habían quedado casi cerradas. La instalación de vidrieras ornamentales siguiendo modelos y técnicas antiguas, representó el final de la restauración. Mientras que el cuerpo superior del claustro casi no experimentó ningún cambio, el claustro inferior se vio notablemente restaurado. Las formas de su nervadura, aparentemente del gótico tardío, se deben a Lampérez. Antes de la restauración, el claustro inferior se encontraba dividido en varios compartimentos y, en general, en estado de mala conservación. Es probable que durante la restauración del claustro se eliminara la caja de escalera que se había adicionado posteriormente, situada en la esquina suroeste interior del mismo claustro. Con posterioridad, la conexión entre ambos niveles del claustro solo se establece a través de una escalera de madera situada bajo la capilla de San Jerónimo.
La restauración más reciente de la catedral, de mano del arquitecto Marcos Rico Santamaría, ha reemplazado la techumbre mediante un entramado de acero ligero. En relación con la estrella de nervadura libremente suspendida en la torre centro del transepto, se ha tendido una superficie de vidrio que logra la iluminación completa del entramado de la nervadura. Prescindiendo de estas últimas medidas, pocos han sido los recientes intentos de modificar la sustancia arquitectónica y escultural de la catedral. El 12 de agosto de 1994, una estatua de San Lorenzo se desprendió del tramo final de la torre norte de la fachada principal, lo que hizo pública la inmediata necesidad de reanudar las medidas de protección y conservación del monumento.
Por último, son reseñables otras intervenciones coetáneas que, sin pretender alguna modificación del monumento, han contribuido notablemente al realce de la catedral, como ha sido la eliminación a principios del siglo XX de algunas construcciones que habían sido adosadas al templo, algunas eran viviendas, como las casas compradas y derribados por el Ayuntamiento de Burgos bajo el mandato de Lucas Sáiz Sevilla, mientras que otras eran edificios de uso eclesiástico como el Palacio Arzobispal. 

Arquitectura exterior
Fachada de Santa María
Fachada de Santa María.
Fachada de Santa María, rosetón y galería.
 

Al descender por las escaleras que bajan a la plaza de Santa María se puede contemplar la fachada occidental del templo, inspirada en las de las catedrales de París y Reims.
En el cuerpo inferior se abre la Portada de Santa María, formada por tres arcos apuntados y abocinados que cobijan la Puerta Real, o del Perdón, el central, y las de la Asunción y la Inmaculada, los laterales. Esta portada era obra del siglo xiii y, con su iconografía dedicada a la Virgen, estaba considerada como la más importante manifestación escultórica de estilo gótico en Castilla, pero su grave deterioro obligó a reconstruir austeramente las puertas laterales, en 1663 por Juan de Pobes, y la central, en estilo neoclásico, con vano adintelado y frontón triangular, en 1790; en los tímpanos de las laterales se colocaron los relieves de la Concepción y la Coronación, salidos de la mano de Juan de Pobes, y en las enjutas, dos arquillos laterales dobles que cobijan sendas estatuillas.
El segundo cuerpo de la calle central de la fachada es obra del siglo xiii y en él se abre un rosetón de aire cisterciense, con tracería de estrella de seis puntas, o de sello de Salomón. En el tercer cuerpo de la misma calle se abre una elegante galería, jalonada por sendas agujas y varios pináculos, y formada por dos grandes ventanales con maineles y tracería de tres óculos cuadrilobulados; bajo los ocho arquillos que forman los maineles de ambos arcos están colocadas las estatuas de los ocho primeros reyes de Castilla, de Fernando I a Fernando III. Corona la calle una fina barandilla-crestería de arquillos ojivales sobre la que se alza una estatua de la Virgen con el Niño, acompañada de la leyenda, alusiva a la Madre de Cristo, Pulchra es et decora. Este remate fue realizado a mediados del siglo xv por Juan de Colonia.
Sobre las puertas laterales del primer cuerpo se alzan dos torres casi gemelas del siglo xiii y de tres cuerpos, con pilastras decoradas con pináculos y estatuas en sus ángulos, y con decorados vanos ojivales en cada cara de cada cuerpo: uno abocinado con mainel y tracería de óculo, tapado con vidrieras, en el primero; dos geminados sin mainel y sin tracería, en el segundo; y otros dos geminados con mainel y tracería, en el tercero.
Vista desde el Paseo del Espolón.
 

Sobre estas torres, a mediados del siglo XV, Juan de Colonia elevó sendas agujas o chapiteles piramidales de base octogonal y de finos calados que configuraron definitivamente la silueta de la seo burgalesa. Su progenie suevoalemana coincide con el proyecto de la catedral de Colonia, que pudo conocer el maestro Juan, si bien las agujas de la ciudad alemana no se realizaron hasta el siglo XIX. Los chapiteles burgaleses fueron levantados con las aportaciones económicas del obispo Alonso de Cartagena y de su sucesor en la sede, Luis de Acuña, cuyos blasones, junto con los de la monarquía castellano-leonesa, aparecen en los antepechos que conectan con las cúspides de las torres. En estos antepechos el maestro Juan dispuso también la leyenda pax vobis y la escultura de Cristo mostrando las huellas de su Pasión, en uno, y la leyenda ecce agnus dei ( he aquí el Cordero de Dios) y una escultura de San Juan Bautista, en el otro.
Jalonan el conjunto de la fachada dos torrecillas poligonales, decoradas con arquillos lobulados, con pináculos y con estatuas y rematadas en agujas piramidales que ascienden hasta el arranque de las agujas de las torres; en su interior albergan sendas escaleras de caracol que ascienden al triforio y a las bóvedas de la catedral.

Fachada y Puerta del Sarmental
Menos conocida como Puerta Sacramental, esta portada, abierta en el brazo meridional del transepto y asomada a la Plaza del Rey San Fernando, hecha de piedra, desde la que se accede salvando una pronunciada escalinata, fue construida aproximadamente entre 1230 y 1240. Se trata de uno de los mejores conjuntos escultóricos del clasicismo gótico del siglo xiii en España. Está dedicada al tema arcaizante de Cristo en Majestad, aunque empleando una plástica innovadora.
El elemento central y artísticamente más depurado es el tímpano, cuya ejecución se atribuye a un artista franco referido como el Maestro del Beau Dieu de Amiens. Lo que es indudable es la influencia de la escultura de la catedral de Amiens en la magistral portada burgalesa. En este espacio casi triangular se representan a Jesús sedente como Pantocrátor mostrando el Libro de la Ley y, rodeándole, los Cuatro Evangelistas, en su caso representados de doble manera: icónicamente, con ellos mismos inclinados sobre sus pupitres de escritura redactando los Evangelios, y simbólicamente, por el Tetramorfos. Debajo, separado por un dintel, aparece un Apostolado al completo en pose sedente, atribuido a otro artista francés conocido como el Maestro del Sarmental. El tímpano es rodeado por tres arquivoltas que ocupan los 24 ancianos del Apocalipsis, tocando o afinando instrumentos musicales medievales, varios coros de ángeles y una alegoría de la Artes. Este conjunto iconográfico debió ser tallado por escultores locales dirigidos por los maestros franceses.

Fachada del Sarmental.
Puerta del Sarmental (S XIII).
 

La puerta está dividida por un parteluz en el que aparece, cubierta por un dosel sobre el que se efigia al Cordero, una moderna estatua (sustituyendo a la deteriorada original, que pudo ser tallada también por el Maestro del Sarmental) representando a un obispo; es tradición identificar al retratado como Mauricio, aunque bien pudiera tratarse de Asterio o de san Indalecio, primer obispo de Almería, mártir y cristianizador de las tierras burgalesas. En las jambas laterales se encuentran esculpidas seis figuras, posteriores al resto de la portada, cuatro de las cuales representan a Moisés, Aarón, san Pedro y san Pablo; las otras dos no son fácilmente identificables.
Aunque la Portada concentra todo el interés, no puede pasarse por alto el resto del hastial, que escoltan robustos contrafuertes rematados en pináculos. Es trabajo posterior, de finales del siglo xiii. Sus dos cuerpos superiores, estructurados a semejanza del cuerpo central de la Fachada de Santa María, están ocupados por un rosetón y sobre él un conjunto de galería abierta con tres arcos con intradoses calados con triple cuatrifolio y apoyados en maineles frente a los que asoma una estatuaria interpretada como la Divina Liturgia, donde Cristo administra la Eucaristía flanqueado por doce ángeles ceriferarios y turiferarios.
En la actualidad, las visitas turísticas acceden a la Catedral por la Puerta del Sarmental.

Fachada y Puerta de la Coronería
En el hastial del brazo norte del crucero, a la altura de la calle Fernán González pero en un nivel varios metros más elevado que el del suelo del templo, se abre la portada de la Coronería, o Puerta de los Apóstoles, que desde el interior de la catedral se comunica con la nave mediante la Escalera Dorada de Diego de Siloé. Es obra realizada entre los años 1250 y 1257 por artistas locales pertenecientes al círculo del maestro Enrique, denominado a veces maestro de la Coronería. Plenamente gótica, parte de los temas escultóricos prolongan sin embargo la tradición románica. Además, el entorno de la puerta fue reformado en el xviii, en 1786, con un arco de medio punto de grandes dovelas y de estilo barroco, el cual sustituyó un parteluz gótico en el que estaría representada la figura de Dios Padre. Al poco de acometer la remodelación, el cabildo decidió clausurar esta puerta por el excesivo y molesto tránsito de vecinos que descendían hacia la parte baja de la ciudad con bastimentos y utensilios. Terminó así otro trasiego de gentes, este piadoso, ya que por la Coronería accedían a la catedral los peregrinoso que seguían el Camino de Santiago.
Por debajo y encima de las jambas, y extendiéndose por el muro circundante, formando frisos, aparecen sendas series de arcos ciegos ojivales apuntados y trilobulados, que en el zócalo inferior montan sobre columnillas pareadas con capiteles vegetales. Esta galería ciega de trilóbulos y columnillas sirve de base a un Apostolado al completo, formado por estatuas de bulto redondo y de tamaño casi natural. Se presentan seis en cada lado, adosadas al muro y separadas por las jambas.
Las tres arquivoltas están guarnecidas por relieves de serafines en la interior, ángeles turiferarios en la intermedia, y escenas de la resurrección de los muertos en la exterior. El tímpano, dividido en dos partes, representa el Juicio Final. Sobre el dintel justo encima de la puerta aparece una larga escena en relieve presidida por San Miguel con una balanza pesando las almas; le rodean, a la izquierda, unos demonios que intentan desnivelar a su favor el peso de los pecados, así como los condenados que son conducidos al Infierno, y, a la derecha, una casita con la puerta abierta que representa la entrada al paraíso, en el que ya están unos nobles, un rey, una reina, un monje con capucha y un religioso franciscano, los bienaventurados. Este motivo de la psicostasis es una herencia iconográfica del arte románico. En la parte superior del tímpano aparece otro motivo habitual del románico, la Déesis, con Cristo entronizado como juez universal, con los brazos alzados, mostrando la herida del costado y flanqueado por la Virgen y San Juan que imploran piedad para las almas de los desdichados. En el vértice del tímpano, sobre unas nubes, unos ángeles portan las insignias de la Pasión. Los conatos de dramatismo y la expresión gesticulante que muestran varias de las imágenes de esta portada las alejan del pleno clasicismo francés y las ponen en relación con una corriente más naturalista de claro sabor hispano.
Se considera a esta portada emparentada con la del Juicio de la fachada occidental de la catedral de León y con la temática iconográfica de las catedrales de Reims y Chartres, aunque su referencia más evidente es la vecina Puerta del Sarmental, cuyo perfecto equilibrio, sin embargo, no consigue alcanzar.
La fachada de la portada de la Coronería se prolonga hacia arriba con un ventanal de triple arco escalonado y sobre él, jalonada por sendas agujas caladas, una galería de tres arcos ojivales, con maineles y tracería de tres círculos cuadrilobulados. Adosadas a los maineles hay doce estatuas coronadas alusivas a la realeza castellana y, adosadas a las enjutas de los arcos, ángeles turiferarios. Siguiendo con lo visto en la fachada del Sarmental, el hastial de la Coronería termina en su parte superior con una barandilla formada por arquillos.

Puerta de la Pellejería
Tímpano de la Puerta de la Pellejería (S XVI).

Desde la plaza de La Llana se puede contemplar la Puerta de la Pellejería, menos conocida como Puerta del Canalejo, que, bajo un ventanal similar a los del ábside, se abre en el muro oriental del brazo norte del crucero, haciendo esquina con la Puerta de la Coronería e interiormente con la Escalera Dorada.
Fue mandada realizar en 1516 por el obispo Juan Rodríguez de Fonseca como alternativa al acceso por la Puerta de la Coronería, al que daban un uso no religioso los habitantes de la parte alta de la ciudad, que la aprovechaban para alcanzar la parte baja de manera rápida y resguardada, bajando por una escalera y atravesando la Catedral. Su autor, Francisco de Colonia, nieto de Juan e hijo de Simón, concibió esta portada a modo de retablo gótico de dos cuerpos de tres calles, más ático, o frontón, pero con decoración plateresca en sus pilastras, frisos y entablamentos.
En la calle central, en el primer cuerpo, se abre la puerta, de arco de medio punto angrelado, con arquivolta decorada con estatuillas de los Apóstoles bajo doseletes, que siguen la dirección del arco; en el segundo cuerpo aparecen sendos relieves que representan el martirio de San Juan Bautista y San Juan Evangelista; en el ático, flanqueado por las estatuas de San Pedro y San Pablo, un frontón semicircular acoge un relieve de la Virgen entronizada con el Niño, entre ángeles músicos y con el obispo mecenas arrodillado a la izquierda; en las calles laterales, bajo sendos escudos del prelado Fonseca, aparecen las imágenes de diversos santos que al igual que los escudos fueron realizadas, antes del año 1523, por Bartolomé de la Haya. Aunque de gran valor por su detalle artístico, la Puerta de la Pellejería adolece de una falta total de proporción, consecuencia del estrecho espacio en que los autores hubieron de trabajar.
Hay que añadir que la nave central emplea para la descarga de fuerzas en las naves laterales juegos de doble arbotante, tomado de los grandes templos franceses como la Basílica de Saint-Denis y la Catedral de Notre-Dame de París.

Arquitectura interior y capillas
El templo, si se excluyen las capillas laterales y las diversas dependencias anejas levantadas en etapas arquitectónicas posteriores, presenta planta de cruz latina, con dimensiones de 84 por 59 metros, que forman tres naves, siendo la central más ancha (11 metros) elevada (25 metros) y estando las laterales fusionadas en la cabecera mediante una girola o deambulatorio, y, cortándolas perpendicularmente, un transepto de una nave orientado en el eje norte-sur. El eje longitudinal de las naves del eje este-oeste se compartimenta en nueve tramos, tres de los cuales corresponden a la profunda Capilla Mayor, más el crucero y la cabecera pentagonal; el transepto o nave transversal consta de seis tramos, tres a cada lado y de la misma altura que la nave central.
Los alzados consisten en pilares octogonales, de núcleo cilíndrico y columnillas adosadas, salvo los que sostienen los arcos torales en el crucero, que son solo cilíndricos y de mucho mayor grosor. Las cubiertas se solucionan con bóvedas de crucería con nervio espinazo, simple en la mayoría de los tramos y compuesta con terceletes y combados en algunos tramos, como sucede en el transepto. Las bóvedas de los tramos de la girola son de cinco o seis radios, y las de los tramos de la nave central son barlongas, es decir, acusadamente rectangulares.
Es característico el elegante triforio que recorre toda la parte alta de los muros de la nave central y del transepto, inmediatamente por debajo de los vitrales. Cada arcada, de arco de medio punto festoneado con cabezas humanas, presenta un elaborado intradós consistente en siete vanos, trifolios y cuadrifolios, arquería apuntada y trilobulada separada por seis maineles y un antepecho a modo de balaustrada calada con motivo flamígero. Los tramos del triforio próximos al crucero tienen decoración flamígera más movida; fue el resultado de una modificación de finales del siglo xv llevada a cabo quizás por Juan de Colonia, momento en que se realizaron también los antepechos por iniciativa del Obispo Acuña, cuyas armas se ostentan en varios puntos. Este modelo de alzado, de pilares, triforio y vitrales, parece inspirado en el de la catedral de Bourges.
En la parte superior de los muros se abren las amplias ventanas con vidriera partida en doble ojiva y rosetón superior. Tres son los rosetones: el de la fachada de Santa María y los que presiden los testeros del transepto.
Juan de Vallejo. Cimborrio.
 

Nave mayor
El Papamoscas es un autómata de la catedral de Burgos que todas las horas en punto abre la boca al tiempo que mueve su brazo derecho para accionar el badajo de una campana.
El Papamoscas está situado en lo alto de la nave mayor, en el ventanal sobre el triforio a unos 15 metros de altura, en el primer tramo de los pies de la basílica. Se trata de una figura de medio cuerpo que se asoma sobre la esfera de un reloj. Viste al estilo cortesano con una casaca encarnada con cinturón y con los cuellos, bocamangas y hombreras de color verde. Los rasgos de su rostro son mefistofélicos y muestra una partitura en su mano derecha. Con esta misma mano empuña la cadena del badajo de una campana. Cada hora en punto se acciona un mecanismo que mueve el brazo que provoca los campanazos. La mejor hora para ver en marcha al autómata es, lógicamente, las doce del mediodía, cuando da doce golpes y abre y cierra doce veces la boca.
Este autómata toma el nombre del pájaro papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca) el cual mantiene la boca abierta para atrapar moscas esperando que estas entren en ella. ​Está documentada la presencia de relojes en la catedral desde la época medieval. La imagen actual data del siglo XVIII, cuando se sustituyó al viejo autómata del siglo XVI.
A la izquierda del Papamoscas, a menor altura y de menor tamaño, se sitúa en un balconcillo otro autómata llamado Martinillo o Martinillos​ que se encarga de señalar los cuartos. En este caso, mueve ambos brazos y acciona sendas campanas que le flanquean. Cada cuarto de hora está señalado por dos campanadas, más agudas que las del Papamoscas.

·      
Capilla Mayor
La capilla mayor de la catedral de Burgos, el principal espacio de culto de la seo castellana, fue levantada en las décadas centrales del siglo XIII en el estilo gótico francés que caracteriza el conjunto del templo.
El espacio se distribuye en tres tramos, el primero, contiguo al crucero de la Catedral, con bóveda de crucería compleja, tardogótica, y los dos siguientes con bóveda de crucería simple, más una cabecera de cinco paños, cuyo suelo está elevado en graderío. En la parte anterior la cubierta descansa en dos gruesas columnas cilíndricas que son la sustentación del arco toral oriental del cimborrio de la Catedral. En las partes elevadas de los muros se disponen las series del triforio y los ventanales con vidriera, compartidas con los tramos restantes de la nave principal y la nave transversal.

·      
Retablo Mayor
Preside la capilla el retablo mayor, obra de estilo renacentista romanista comenzada en 1562 por Rodrigo de la Haya y completada tras su muerte en 1577 por su hermano, Martín de la Haya, más la colaboración de Simón de Bueras. Los autores se inspiraron en el retablo mayor de la catedral de Astorga, realizado por Gaspar Becerra, del que imitan la claridad arquitectónica y la monumentalidad en las imágenes.
La mazonería consta en su estructura horizontal de predela, tres cuerpos y ático, y en su disposición vertical de siete calles. Los hermanos de la Haya siguieron los decretos contrarreformistas emanados en el Concilio de Trento, por lo que concedieron gran importancia a la exaltación de Cristo sacramentado (el gran tabernáculo fue tallado por Domingo de Bérriz) e incluyeron en la predela un relicario con restos de varios santos diocesanos. Concluida la arquitectura y la escultura en 1580, 1593 y 1596 ejecutaron el dorado y la policromía los artistas Gregorio Martínez y Diego de Urbina.
El espacio central está presidido por la imagen de Santa María la Mayor, la titular de la catedral. La Virgen es retratada sedente, con el Niño en brazos y flanqueada por querubines. Donada a la Catedral por el obispo Luis de Acuña y Osorio, fue realizada por Cristóbal de Valladolid en 1464 con arreglo al estilo gótico-flamenco imperante en la época. Las aplicaciones de plata que la engalanan incluyen una corona realizada en 1488 por el platero Fernando de Oviedo. En la misma calle central pero en los cuerpos superiores se sitúan los conjuntos escultóricos de la Asunción y la Coronación de la Virgen, tallados por el vasco Juan de Ancheta. Un apostolado al completo representado por bultos redondos se dispone en los intercolumnios, ajustados a los órdenes dórico (primer cuerpo), jónico (segundo cuerpo) y corintio (tercer cuerpo), mientras que las cajas intermedias acogen grandes relieves con pasajes de la vida de la Virgen, ocho en total. El Calvario y otros bultos exentos se yerguen sobre la cornisa del ático.

·      
Coro y trascoro
Emplazado en medio de la nave mayor e inmediatamente anterior al crucero, el elemento más destacado del coro catedralicio es la sillería de nogal, monumental conjunto escultórico con forma de U, en su mayor parte labrado a partir del año 1505 y en estilo plateresco por Felipe Bigarny, quien cinceló en él una profusa serie de relieves con iconografía religiosa. Hasta el año 1522 las gradas laterales estuvieron emplazadas a ambos lados del presbiterio de la Capilla Mayor. La hilera transversal y partes menores de la sillería paralela al eje de la nave fueron talladas en otros momentos posteriores del siglo XVI órganos, el uno barroco y el otro neoclásico, y el bulto yacente del obispo Mauricio, obra gótica del siglo XIII tallada en madera y recubierta de cobre con apliques de pedrería y esmaltes de Limoges. Exteriormente, en paralelo a las naves laterales y al hastial de los pies de la Catedral, el conjunto coral se resuelve en un trascoro de estilo barroco clasicista de principios del siglo xvii, estructura que acoge valiosas esculturas de alabastro y una colección de lienzos dedicados a santos que figuran entre lo más destacado de la obra del pintor Juan Ricci.
Nave central y trascoro
Trascoro
Trascoro
Órgano en el coro
Coro
Detalle del coro

Transepto
·       Cimborrio
Hacia los años 1460-1470, por encargo del obispo Acuña, Juan de Colonia levantó en el crucero un cimborrio que adoptó la forma de una tercera y suntuosa torre catedralicia. La atrevida estructura de este cimborrio -que según las descripciones de la época era muy alto y elegante, estaba adornado por muchas columnas y aparecía coronado de ocho chapiteles- fue seguramente la causa de su estrepitoso hundimiento en la noche del 3 al 4 de marzo de 1539. La obra se derrumbó al ceder sus pilares del lado norte y arrastró consigo varias bóvedas. El accidente tuvo lugar de madrugada y no causó víctimas.
Ese mismo día, el cabildo decidió reconstruir el cimborrio y de ello dio encargo a Juan de Vallejo. Con diseño de un discípulo de Felipe Bigarny llamado Juan de Langres, ​ Vallejo presentó una elevada estructura de prisma octogonal dividida en dos cuerpos. Cuatro torres adosadas y rematadas por esbeltas agujas refuerzan el impacto visual del tambor central. En cada uno de sus ocho lados se abren dos grandes ventanales amainelados que permiten una intensa iluminación del interior. El estilo renacentista plateresco se conjuga con el gótico final, el cual se manifiesta en su minucioso programa decorativo y en la verticalidad originada por sus numerosos pináculos y chapiteles. El perfil resultante es, todavía, básicamente gótico.
El interior es todavía más deslumbrante que el exterior. El imponente volumen arquitectónico descansa sobre cuatro enormes pilares circulares, solución impuesta por Vallejo para prevenir una repetición del desastre del año 1539. Cuatro trompas permiten el paso hacia la planta octogonal de los dos cuerpos. Los ocho lados de la linterna están cuajados de una densa decoración de inspiración renacentista, en la que se entremezclan numerosas esculturas, relieves, escudos nobiliarios y otros elementos decorativos salidos de las manos de artistas como Juan Picard (o Picardo) y Pedro Andrés.
Exterior del cimborrio
 

Todo el conjunto se remata con una espectacular bóveda estrellada de doble estructura con forma de estrella de ocho puntas y que entre sus nervios encierra una filigrana totalmente calada. Esta sorprendente y atrevida solución arquitectónica, además de aligerar peso, permite que la luz cenital se filtre con fuerza e ilumine el trabajo escultórico que se desparrama a su alrededor. Toda la obra quedó concluida en 1568.
Cimborrio del crucero siglo XVI
 

·       Crucero
En el suelo del crucero, justo debajo del cimborrio, se encuentra desde el año 1921 el sepulcro del Cid y Doña Jimena. Sus restos, procedentes del monasterio de San Pedro de Cardeña, fueron inhumados bajo una simple losa de mármol con la correspondiente inscripción, en una solemne ceremonia en la que se leyó un epitafio redactado por Ramón Menéndez Pidal. Cabe añadir que el espacio del crucero está flanqueado por dos rejas de principios del siglo XVIII forjadas según proyecto de fray Pedro Martínez, quien también diseñó los púlpitos.
Crucero
Cimborrio del crucero
 

·       Escalera dorada
Al obispo Fonseca le preocupó desde el principio de su mandato cómo entraban a la Catedral el aluvión de vecinos del barrio alto de la ciudad. En 1516 ordenó al arquitecto Francisco Colonia abrir una nueva entrada por el lado que daba a los talleres de los pellejeros. Tras crear esta puerta, llamada tradicionalmente de la Pellejería por este motivo, el prelado mandó derribar la vieja escalera que bajaba desde la puerta de la Coronería al interior de la Catedral, para poco después, en 1519, encargar una nueva, más imponente y acorde a los tiempos, al burgalés Diego de Siloe, recién llegado de Italia. El 4 de noviembre se firmó el contrato de obra, hace ahora quinientos años.
Siloe se encontró con un reto mayúsculo: tenía que adaptar su proyecto a la altura de la puerta exterior -8 metros- y al poco espacio que dejaba la nueva puerta de la Pellejería con la pared norte de la Catedral. Y ahí el hijo del maestro Gil dejó volar su desbordante calidad como arquitecto, puro ingenio artístico. Con una traza inspirada en modelos italianos, especialmente en Miguel Ángel y Bramante, la obra comenzó el mismo 1519. Cuatro años después estaba acabada la arquitectura y escultura. Luego intervino el maestro Hilario, que forjó la creativa reja que viste la construcción. El intenso brillo de estos antepechos de hierro sobredorado es el responsable del nombre como se conoce a la obra de Siloe.
Además de la propia arquitectura, son muy destacables los relieves que decoran los arcos y paredes de la Escalera Dorada. Esta ornamentación -bichas, grutescos, esfinges, animales fantásticos...- era totalmente novedosa en Castilla y supuso una revolución entre los artistas de la época. Toda una orgía escultórica.
La solución arquitectónica de Siloe ha sido copiada a lo largo de los siglos como mostró el profesor Jorge Martínez Montero en su obra La Escalera Dorada de la Catedral de Burgos (Gran Vía, 2011). En esta publicación el autor también argumentó la más que posible conexión del proyecto y decoración de la escalera con modelos existentes de Leonardo da Vinci.
Para Martínez Montero, en la Escalera Dorada «Siloe supo aunar la dificultad que entrañaba proyectar una escalinata exterior en el interior del templo catedralicio, empleando -como novedosa solución al desnivel existente en la puerta de la Coronería- la interpretación de una tipología leonardesca, con la introducción de modelos iconográficos tomados de grabadores italianos, dotándolos de una personalidad y expresividad propia».
Está esculpida con una gran riqueza iconográfica basada en los grabados de Nicoletto Rosex da Morena, Agustino de Jusi, fray Antonino de Onza, Galvanizo da Bresca y Agustino Veneciano. Los antepechos de hierro sobredorado (1523-1526) son del maestro francés Hilario. La escalera comunicaba la puerta de la Coronería con la catedral, salvando con mucha originalidad un desnivel de casi ocho metros. El arquitecto Charles Garnier se inspiró en ella para la gran escalera de la Ópera de París.
Actualmente la puerta de la Coronería está permanentemente cerrada, y la escalera ha perdido su uso para el tránsito público. Solo se utiliza para instalar en ella la custodia con el Santísimo Sacramento en Semana Santa (Jueves y Viernes Santo).
Transepto Norte y escalera dorada
Escalera dorada
Transepto Sur
Rosetón transepto Sur
Transepto Sur
 

Girola y trasaltar
En la girola se encuentra el sepulcro del arcediano Pedro Fernández de Villegas, obra de Simón de Colonia. Los relieves centrales del trasaltar son de Felipe Bigarny y los de los extremos de Pedro Alonso de los Ríos.
Relieves de la girola (S XVI).
 

·       Relieves del trasaltar
En 1498 el cabildo encomendó al escultor Felipe Bigarny un relieve en piedra para el trasaltar. Bigarny ejecutó en piedra caliza su Camino del Calvario. Se trata de la primera obra documentada de este artista en Burgos y en ella muestra su estilo, muy deudor de la expresividad y la estética gótica pero abierto a las novedades renacentistas, como se evidencia en los elementos decorativos. Tras el éxito del encargo, el cabildo le encomendó dos relieves más: los de la Crucifixión y el Descendimiento, entierro y resurrección de Cristo (1500-1503), ambos actualmente están muy dañados al haberse labrado en piedra de mala calidad que se pulveriza con la humedad. El marco decorativo arquitectónico de los relieves se atribuye a Simón de Colonia.
Este conjunto escultórico se completó casi dos siglos después con la adición en los extremos de dos nuevos relieves, dedicados a la Oración del Huerto y a la Ascensión. Fueron ejecutados por el escultor Pedro Alonso de los Ríos entre los años 1681 y 1683, también en piedra caliza, y en estilo barroco.

Capilla del Condestable
La capilla de la Purificación de la Virgen, en la girola de la catedral de Burgos, es uno de los ámbitos funerarios más espectaculares de la península, mandado erigir por doña Mencía de Mendoza y Figueroa, de amplia cultura humanística, hija del poeta don Íñigo López de Mendoza, I marqués de Santillana, y hermana del Gran Cardenal Mendoza, para su propio enterramiento y el de su esposo, don Pedro Fernández de Velasco y Manrique de Lara, II conde de Haro y I Condestable de Castilla de la casa Velasco, cuando el cargo se convierte en hereditario, de ahí que sea popularmente conocida como “capilla de los Condestables”.
Este tipo de fundaciones respondían a unas inquietudes concretas. Y es que durante la Baja Edad Media el cristianismo tomó conciencia de que la Parusía y el Juicio Final anunciados en el Apocalipsis de San Juan no iban a ser inmediatos, formándose la idea de un juicio individual justo después de la muerte que dio origen al concepto de Purgatorio, un lugar intermedio antes de alcanzar el Paraíso al que los purgantes podrían llegar dependiendo de las misas, oraciones y buenas obras que los vivos ofrecieran por ellos después de su muerte.
Así, a partir del siglo XV, en un periodo de constante preocupación por la salvación del alma, comienzan a fundarse infinidad de capellanías privadas en monasterios, catedrales y parroquias en las que celebrar misas por las almas de sus comitentes.
Pero con la introducción del Humanismo, a estos fines religiosos, las fundaciones también empezaron a querer mostrar el poder y el prestigio de los difuntos en vida, y quizá sea esta capilla de los Condestables el primer ejemplo nobiliario en este sentido, conformada como una demostración del poder del matrimonio y de una nueva forma de enfrentarse a la muerte que implicaba un profundo cambio de mentalidad, pues a los valores netamente cristianos de salvación de las almas, el proyecto añadió el profundo deseo de que su recuerdo perdurara a través de los tiempos mediante una construcción arquitectónica, dentro de la idea humanista que defendía que por encima de sus hazañas, los grandes hombres serían recordados por sus empresas constructivas, una inmortalidad también laica, la pervivencia de la casa y el linaje, cuestión que tuvo muy en cuenta doña Mencía.
Y es que, como el Condestable estuvo ausente durante largos periodos participando en los conflictos bélicos de los reinados de Enrique IV y los Reyes Católicos, fue la duquesa la que se encargó de la administración de sus bienes y rentas, de la complicada negociación para lograr convertir la capilla central de la girola en su recinto funerario y de la marcha de las obras de la misma, además de encargarse de las de la Casa del Cordón en la ciudad de Burgos y de la Casa de la Vega, una finca en Gamonal, de ahí que la leyenda cuente que al regreso del marido de la conquista de Granada ella le dijera:
“ya tienes palacio en el que morar, quinta en que holgar y capilla en que orar y te enterrar”

También fue ella la que eligió como arquitecto a Simón de Colonia, que había heredado el cargo de maestro de la catedral de su padre, Juan de Colonia. La construcción se inició en 1482 y en 1494 ya estaba cerrada la espectacular bóveda, pendiente de algunas obras menores y del amueblamiento, modificando sustancialmente el perfil de la catedral al incorporar una gran capilla en su cabecera que parecía entrar en conflicto con el propio cimborrio del crucero, además de convertirse en una de las construcciones más emblemáticas de la arquitectura peninsular de fines del siglo XV.
La capilla se articula como prolongación a partir del centro de la girola, en axialidad con el altar mayor de la catedral, donde estaba otra capilla dedicada a San Pedro, que ahora se convierte en vestíbulo del nuevo recinto funerario, y a partir del que se desarrolla un ámbito de planta octogonal algo irregular, al tenerse que adaptar al espacio existente, y con pequeñas prolongaciones laterales a modo de crucero, consiguiendo conformarse como espacio centralizado y construcción aneja e independiente porque conforma un templo propio con su propia sacristía.
En cuanto a los antecedentes de esta construcción, hay autores que creen que este tipo de ámbitos funerarios centralizados se basan en la idea martirial de la antigüedad pero tamizada a través de la qubba funeraria de la arquitectura andalusí, como la Capilla Real de Alfonso XI en la mezquita de Córdoba, y que explicaría su fuerte tradición en Castilla durante la Baja Edad Media frente a otros territorios europeos.
Sin embargo, otros consideran que su modelo más directo estaría en los grandiosos sepulcros de los duques de Borgoña en medio del coro de la iglesia la Cartuja de Champol de Dijón, destruidos durante la Revolución Francesa y con reproducciones a partir de los fragmentos conservados en el Musée des Beaux Arts de Dijon, poniéndolos en relación con la hipótesis de que Juan de Colonia incluso hubiera sido arquitecto de los duques.
Lo que no parece generar dudas es que el artista tenía que conocer el espacio centralizado de la basílica de San Gereón en la propia Colonia, en un ámbito prerrománico a la manera de los martyria romanos o los mausoleos imperiales que pasan a lo bizantino y lo carolingio y con una estructura que seguirá usándose en las abundantes reinterpretaciones del Santo Sepulcro y en otras construcciones centrales de salas capitulares o baptisterios exentos.
Planta de bóvedas de la Catedral de Burgos y detalle de las de la Capilla de los Condestables
 

Las jambas de acceso muestran una Anunciación de características todavía góticas y la reja que cierra la capilla, instalada en 1523, fue realizada por Cristóbal de Andino con dos cuerpos de balaustres entre pilastras, ancho friso y remate con templete clasicista con dos ángeles tenantes sujetando las armas del fundador. Está firmada en una cartela donde puede leerse “Ab Andino”.
Antigua capilla de San Pedro conformada como vestíbulo, con la Anunciación en las jambas, los dos antiguos sepulcros y la reja de Cristóbal de Andino de 1523
 

A ambos lados se conservan dos arcosolios también góticos pertenecientes a los obispos de Burgos Pedro Rodríguez de Quexada, a la izquierda, y Domingo de Arroyuelo, a la derecha, y que ya estaban en la antigua capilla de San Pedro, después conformada como vestíbulo de la de los Condestables. El del obispo Quexada cuenta con urna más antigua que el resto que representa el entierro del finado, sobre el que aparece el yacente con vestidura episcopal.
Arcosolio del obispo Rodríguez de Quexada
Arcosolio del obispo Arroyuelo
 

En cuanto al del obispo Arroyuelo, muestra yacente con hábito pontifical y una imagen con la Virgen flanqueada por dos ángeles en el tímpano, con urna también más antigua que el resto con los Apóstoles flanqueando al Salvador.
El alzado muestra tres cuerpos. Primero encontramos un gran muro ciego inferior sobre el que se asienta casi toda la escultura monumental, con un Apostolado y los santos Juan Bautista, Agustín y Jerónimo, todos bajo doseletes, esculturas de bulto realizadas por Simón de Colonia, ubicadas en los pilares, y una decoración heráldica que adquiere gran protagonismo, con dos grandes escudos en los testeros que flanquean el altar mayor.
Vista general de la capilla
Alzado
 

A continuación encontramos un andito de arcos con una exquisita decoración angrelada ligeramente apuntados abarcados por otros conopiales rematados con heraldos con los estandartes, y de nuevo la heráldica en los antepechos, con escudos sostenidos por dos salvajes en el lado del Evangelio y por dos mujeres coronadas, también velludas, en el de la Epístola.
Escudo de don Pedro Fernández de Velasco y Manrique de Lara sostenido por tenantes salvajes en el lado del Evangelio
 
Escudo de doña Mencía Mendoza de Figueroa sostenido por tenantes coronadas salvajes en el lado de la Epístola
 

Sobre el andito aparece un doble juego de ventanas tripartitas de tracería gótica con vidrieras realizadas por Arnao de Flandes el Viejo, maestro vidriero de la catedral desde comienzos del siglo XVI. En los ventanales bajos se desarrolla el Ciclo de la Infancia de Cristo y en los superiores aparecen santos.
Y llegamos a la compleja bóveda de crucería, que está compuesta por dos estrellas de ocho puntas, una englobada por la otra y completamente calada, creando una mágica luz cenital que inunda el espacio, metáfora de la luz de Cristo, un procedimiento de raíz islámica pero aplicado con técnica constructiva del gótico final traído de Flandes y Alemania y que quizá Juan de Colonia ya utilizara en el destruido cimborrio del crucero de la catedral en el siglo XV. También destacan las dos novedosas trompas de intercesión en el lado de unión con la antigua capilla de San Pedro.
Doble juego de ventanas y bóveda en la capilla, con las trompas de intercesión en la parte alta de la fotografía
 
Bóveda de la Capilla
 

Don Pedro murió en 1492 y doña Mencía en 1500, cuando todavía no estaba terminada la decoración de la capilla. El programa iconográfico se proyectó dividiendo el espacio en dos ámbitos canónicos, con el femenino al lado de la Epístola y dedicado a doña Mencía, y el masculino en el Evangelio, dedicado a don Pedro.
En 1517 Francisco de Colonia añadió una sacristía en la que destaca la portada, que ya demuestra ornamentación renaciente, un pequeño vano de dimensiones funcionales con arco escarzano decorado con hojas de acanto, flanqueado por pilastras con grutescos.
El retablo de Santa Ana, en el brazo de la Epístola, se considera el más antiguo de los tres que decoran la capilla, encargado a Gil de Siloe, que diseñó las trazas y realizó gran parte de la labor escultórica, aunque la muerte de doña Mencía, que provocó la paralización de los trabajos de amueblamiento de la capilla, y la posterior del artista, hicieron que hubiera que esperar más de veinte años para que entre 1523 y 1526 Felipe Vigarny y Diego de Siloe, artífice, entre otras piezas, del Cristo muerto sostenido por ángeles del nicho central del cuerpo bajo, colaboraran en la terminación de la obra.
En cuanto a la policromía, quizá hubo una primera capa de época de Gil de Siloe a cargo de Antonio de la Cruz y cuando la obra fue retomada por Diego de Siloe y Vigarny, León Picardo le aplicaría una segunda policromía, compaginando esa labor con la del otro retablo lateral, dedicado a San Pedro.
Protagonizado por santas, con Santa Ana Triple como figura principal, se cree que buscaba mostrar las cualidades de la condesa y la mayoría de las esculturas presentan un estilo claramente flamenco, con ajustados corpiños, faldas ampulosas, ricos tocados y unas actitudes llenas de delicadeza e ingenuidad. También se le conoce como “
de las Once Mil Vírgenes” por las figuritas de santas que aparecen, aunque no está claro que su iconografía esté relacionada con Santa Úrsula, que no ha podido identificarse con ninguna de ellas.
Detalle de la talla de Santa Ana, con la Virgen y el Niño
 

En cuanto al retablo de San Pedro en el brazo del Evangelio, patrón del Condestable, además de una deferencia por la antigua advocación de la capilla gótica, muestra una traza de características renacentistas que se considera diseño de Diego de Siloe, con esculturas de éste y de Felipe Vigarny y policromía de León Picardo, lo mismo que la terminación del de Santa Ana.
Retablo de San Pedro en el brazo del Evangelio
 

Cuenta con las esculturas de San Pedro y los Apóstoles, San Andrés como patrono y protector de la familia Velasco, y los santos Francisco, Jerónimo, Benito y Domingo, fundadores de las principales órdenes religiosas que la familia había protegido. La aparición de San Jorge, está en relación con las virtudes que formaban parte con el ideal de los caballeros.
El retablo mayor que hoy presenta la capilla no sería el primitivo encargado por doña Mencía, pues el contrato para su realización tiene fecha de 1523, cuando la fundadora ya hacía años que había fallecido, firmado por los escultores Diego de Siloe y Felipe Vigarny con policromía de León Picardo, acabado en 1526.
Retablo mayor
 

Este retablo supone la introducción en Castilla de la imaginería de tamaño natural y de una novedosa estructura arquitectónica que se cree obra de Vigarny. Cuenta con predela con los relieves de la Anunciación, la Visitación y la Natividad, las dos últimas adscritas a Diego de Siloe.
A continuación se ubica un primer cuerpo de gran desarrollo que aloja una gran escena de Presentación en el Templo, bajo dosel y con un aspecto muy teatral.
Finalmente, el retablo está rematado por un ático con el habitual Calvario, aunque el Crucificado y los ladrones se cree que pertenecerían a aquel primer retablo iniciado por Gil de Siloe, lo mismo que una serie de pequeñas escenas relacionadas con el Ciclo de la Pasión de Cristo ubicadas entre las columnas laterales, algunas parcialmente tapadas, que además de presentar diferencias estilísticas, son piedra policromada, mientras que el resto es de madera. El Crucificado está flanqueado por la Virgen y San Juan, tallas realizadas en el segundo periodo y que completan la escena.
En las claves de la bóveda aparecen los Apóstoles y los Evangelistas y dos altorrelieves con la Circuncisión y la Presentación de Jesús en el templo atribuido a Gil de Siloe y su taller y que también debieron pertenecer al mencionado antiguo retablo de Gil de Siloe.
Aunque no son muchas las pinturas en este ámbito, hay que destacar una Virgen con Niño en un paisaje, obra hispano-flamenca de fines del siglo XV, una Magdalena penitente de Giovanni Pietro Rizzoli, “El Giampietrino”, donada a la capilla por don Pedro Fernández III de Velasco, nieto de los fundadores, y que en su día decoró la sacristía, o un Cristo Crucificado de Mateo Cerezo, además de los mencionados retratos de los duques.
El sepulcro de los fundadores ocupa el centro de la capilla, frente al altar mayor. La obra se atribuye a Felipe Vigarny, realizada entre 1525 y 1532, en jaspe rojizo con forma troncopiramidal y sin ornamentación, lo que hace resaltar la blancura de las esculturas de los yacentes en mármol de Carrara.
Las figuras de los yacentes se cree que son de dos épocas distintas y su autoría no está clara. El de la condesa podría haber sido realizado por Juan de Lugano por encargo del IV Condestable, su nieto. Ambos muestran ricas vestiduras como símbolo de su prestigio social, él con armadura, y van acompañadas de sus atributos, don Pedro con las manos cruzadas sobre su pecho sujetando la empuñadura de la espada y doña Mencía con un rosario que cae sobre su túnica. También destacan las cartelas a los pies con los epitafios.
Yacentes
 

Aquí yace el muy ilustre señor don Pedro Fernández de Velasco, condestable de Castilla, señor del estado y gran casa de Velasco, hijo de don Pedro Fernández de Velasco y doña Beatriz Manrique, condes de Haro. Murió de sesenta y siete años, año de mil cuatrocientos y noventa y dos, siendo solo virrey de estos reinos por los Reyes Católicos”.
Aquí yace la mujer y señora doña Mencía de Mendoza, condesa de Haro, mujer del condestable don Pedro Fernández de Velasco, hija de don Iñigo López de Mendoza y de doña Catalina de Figueroa, marqueses de Santillana. Murió de setenta y nueve años, año de mil y quinientos”.
Por último, también destaca la decoración escultórica exterior, con los pináculos decorados, probablemente por Simón de Colonia y el resto de Vigarny y Siloe.
Exterior de la capilla
 

La condesa quiso adquirir concretamente la capilla con la que podría modificar al exterior la imagen del ábside de la catedral, además de incluir en su decoración, tanto interior como exterior, unos imponentes escudos y emblemas de los Velasco-Mendoza, una heráldica hasta ese momento inexistente en un patronato nobiliario.
Escudo de doña Mencía en el lugar más destacado del exterior de la capilla
 

También pueden verse la cruz de Jerusalén, las aspas de San Andrés, el sol radiante de San Bernardino… portados por leones rampantes, pajes, ángeles o salvajes como si estuvieran celebrando una gran ceremonia cortesana.
Leones rampantes con las cruces laureadas de San Andrés y de Jerusalén
 

Claustro
·       Puerta del claustro alto
Se trata de una portada interior, habitualmente cerrada, que comunica el claustro con el brazo meridional del crucero. Fechada a fines del siglo XIII, atribuida al maestro Juan Pérez, relacionado con la escuela franco-champanesa.
En el tímpano está representada la escena del Bautismo de Cristo; en las dos arquivoltas está representada la genealogía de Cristo, el árbol de Jesé y catorce figuras de profetas; la chambrana exterior está decorada con vegetales y apoya en sendas ménsulas con dos cabezas. La tradición local identifica una de estas dos cabezas con San Francisco de Asís que había visitado Burgos realizando fundaciones.
En las jambas se encuentran esculturas relacionadas con la venida de Jesús; a la izquierda está el grupo de la Anunciación con un ángel sonriente, escultura relacionada con las de la fachada orientale de Reims; en la derecha dos profetas, Isaías y David, que anuncian la llegada terrenal de Jesús.
Por jambas y dintel se repite la decoración heráldica con castillos y leones, con reiteración propia del estilo mudéjar, consecuencia de la asociación medieval de Cristo con la monarquía.
Las hojas de madera de la puerta datan de fines del siglo xv, auspiciadas por el obispo Luis Acuña (1457-1495), cuyo escudo figura, y obra de Gil de Siloé, que trabajó para dicho prelado. De tracería gótica con escenas de la Entrada de Jesús en Jerusalén y su Descenso al Limbo.
Puerta del claustro alto.
 

·       Claustro alto
Desde la antisacristía, por una puerta situada en el muro sur, se accede al claustro alto. El claustro de esta catedral, la “claustra nueva”, es obra de finales del siglo xiii, de planta rectangular algo irregular, con seis arcos en los lados oriental y occidental y siete en los lados norte y sur, y tiene desde sus inicios doble planta, ante la necesidad de salvar el fuerte desnivel existente entre el suelo del templo y la calle de la Paloma. El sobreclaustro, o claustro alto, obra del maestro Enrique, es para Vicente Lampérez, “ejemplo señero del arte gótico”, al igual que el claustro de la catedral de Pamplona; sus galerías se cubren con bóvedas ojivales de crucería simple, cuatripartita, y sus grandes ventanales, de arco apuntado, llevan triple mainel y tracería de tres óculos cuadrilobulados.
Es preciosa la ornamentación vegetal de sus arquerías, de sus capiteles y de las arquivoltas de los arcos ciegos de sus muro y, sobre todo, la decoración historiada de sus cuatro pilares angulares, en los que se apoyan otros tantos grupos escultóricos que representan la Anunciación, la Epifanía y sendos grupos de personajes relacionados con la construcción de la catedral, y de los arcos ciegos de la galería norte en los que aparecen estatuas con personajes, o escenas, del Antiguo Testamento, como el Sacrificio de Isaac; de Apóstoles, como San Pedro, San Pablo y Santiago peregrino, y de personajes relacionados con la construcción de la catedral, como el obispo Mauricio y Fernando III el Santo, que aparece ofreciendo el anillo a Beatriz de Suavia. Bajo los arcos ciegos ojivales de los muros laterales de las otras tres galerías se reparten numerosos sepulcros de los siglos XII al XVI, la mayor parte góticos y renacentistas, pertenecientes a canónigos de la catedral. Entre estos sepulcros destacan por su valor histórico o artístico el románico de la noble doña Godo, madre del mayordomo de Alfonso VIII, fallecida en 1105; el gótico del obispo Mateo Rynal, fallecido en 1259; el gótico del canónigo Juan López del Hospital, del siglo xv, y el renacentista del canónigo Diego de Santander, del siglo xvi y tallado por Diego de Siloé, y el renacentista del canónigo Gaspar de Illescas, obra de mediados del siglo xvi, atribuida a Juan de Lizarazu, jalonada por dos columnas ajarronadas de orden corintio y compuesta, en el cuerpo superior, de sendos medallones con las efigies de San Pedro y San Pablo, un relieve con la escena del Nacimiento de Cristo y cuatro hornacinas con las estatuas de los Padres de la Iglesia Occidental y, en el inferior, el sepulcro propiamente dicho, con estatua yacente en la tapa y escudos en el frontal, decorado todo con grutescos y florones.
En el ángulo noroccidental de las galerías, entre el primer arco de la galería norte y el primero de la galería occidental, se halla la capilla gótica de San Jerónimo, o de Mena, construida por Juan de Vallejo, en 1545, con planta cuadrada cubierta con bóveda de crucería estrellada, a instancias del canónigo Francisco de Mena, fallecido en 1553 y cuyo sepulcro renacentista, con estatua yacente y un precioso relieve policromado que representa la Venida del Espíritu Santo, se halla adosado al muro derecho; preside la estancia un buen retablo manierista, atribuido a Diego Guillén, influenciado por las tallas del retablo mayor de la catedral, y que consta de tres cuerpos y cinco calles, ocupando la calle central, coronada por la figura del Padre Eterno, el grupo escultórico del Entierro de Cristo y las tallas de San Jerónimo penitente y de Cristo atado a la columna.
 

·      
Claustro bajo
El claustro bajo, que durante siglos sirvió de cementerio, fue construido unos diez años antes que el sobreclaustro y, a pesar de haber sido rebajados sus suelos, es bastante menos esbelto; fue restaurado, según muchos casi reinventado, por Vicente Lampérez, entre los años 1899 y 1911, que siguiendo los criterios “puristas” de Viollet-le-Duc, rebajó los suelos, repuso las tracerías en sus arcadas, excepto en las de la galería sur que servía de pasaje público paralelo a la calle La Paloma; también colocó ángeles junto a los pilares y vidrieras de mosaicos multicolores, realizadas por Juan B. Lázaro y Clemente J. Bolinga, en las arcadas de ambas plantas. Actualmente esta plata baja alberga un centro de interpretación de la construcción de la catedral y, en sus galerías y en la capilla-cripta de San Pedro, que se considera perteneció a la desaparecida catedral románica y a la que se accede desde la galería norte, se exponen restos arqueológicos y escultóricos pertenecientes a dicha catedral románica, o desechados en las sucesivas restauraciones de la gótica, maquetas de la catedral románica y paneles informativos sobre los procesos de construcción y restauración de la catedral gótica.

Capilla de Santa Tecla
La Capilla de Santa Tecla, cuya advocación completa es de Santa Tecla y Santiago. De amplias proporciones, fue construida en el siglo XVIII en estilo barroco. Parte del culto regular de la Catedral se oficia en esta capilla.
Fue construida entre 1731 y 1736 junto a los pies de la catedral, adosándola a la nave del Evangelio o septentrional, por iniciativa del arzobispo D. Manuel Samaniego y Jaca según proyecto de Andrés Collado y Francisco de Basteguieta. La nueva capilla fusionó los espacios que hasta entonces ocupaban cuatro pequeñas capillas medievales, de tipo hornacina, limitadas a un tramo de la nave cada una y poco profundas, dedicadas a Santa Práxedes, Santa Victoria, Todos los Santos y Santa Lucía, más la anexa iglesia parroquial de Santiago de la Fuente. Otros artistas involucrados en la obra fueron Juan de Areche, Alberto Churriguera, Domingo de Ondategui y Juan de Sagarvinaga, entre otros. En su consagración, tomó la advocación doble de Santa Tecla, santa de especial devoción en la Diócesis de Tarragona, de la que procedía el prelado Samaniego, y de Santiago, en recuerdo a la parroquia suprimida.
Cúpula gallonada.
 

El espacio, el más voluminoso del conjunto de capillas por cuanto ocupa cuatro tramos de nave, está delimitado por poderosos contrafuertes interiores y aparece cubierto con dos bóvedas de crucería octopartitas y, ocupando los dos tramos centrales, una cúpula semicircular gallonada; toda la cubierta aparece profusamente decoradas con yeserías policromadas. Molduras, ornamento vegetal, medallones, bustos y figurillas de ángeles se distribuyen sin interrupción en todo el abovedamiento, conforme al abigarrado estilo barroco de la primera mitad del siglo XVIII. El artista Juan de Areche ornamentó estas cubiertas.
El retablo mayor es una gran mazonería dorada y policromada de estilo churrigueresco que estructuran cuatro columnas-estípite de orden gigante. Contiene imágenes del martirio de Santa Tecla, en el cuerpo principal, obra atribuible a Alejandro Carnicero, y de San Antonio Abad y Santo Domingo de la Calzada, a sus lados, así como un Santiago Matamoros en el ático, flanqueado por blasones de la Virgen y del prelado promotor de la obra. El mobiliario devocional se completa con otros cuatro retablos laterales barrocos, en los que destacan las imágenes de la Virgen de Gracia y de Santa Lucía, del siglo XVII.
Conserva esta capilla una pila bautismal de principios del siglo XIII, cuya copa se ilustra con el apostolado bajo arquerías, a modo de recuerdo de la antigua condición parroquial, bajo la advocación de Santiago de la Fuente, de este espacio. En ella fue bautizado Pablo de Santa María, el célebre judío converso (a. 1390).

Capilla de Santa Ana o de la Concepción
La Capilla de Santa Ana, también conocida como Capilla de la Concepción. Fue construida en el último cuarto del siglo XV por la familia de arquitectos Colonia en estilo gótico isabelino. Atesora dos de las principales joyas artísticas de la seo castellana, el retablo mayor, obra maestra del escultor hispano-flamenco Gil de Siloé, y el sepulcro renacentista, de principios del siglo XVI, del obispo Luis de Acuña, realizado por el hijo del anterior, Diego de Siloé.
Ocupando los tramos quinto y sexto a la izquierda de la nave del Evangelio, limitando en su lado oriental con el brazo septentrional del transepto y en su lado meridional con la que más tarde sería la Capilla de Santa Tecla, fue mandada erigir por el obispo Luis de Acuña y Osorio, prelado de la Diócesis burgalesa de 1456 a 1495, para servirle de enterramiento. El nuevo espacio fusionó dos capillas anteriores dedicadas a Santa Ana y San Antolín, así como un pequeño patio. Las obras arrancaron en 1477 bajo la dirección de Juan de Colonia y fueron terminadas por su hijo Simón en 1488.
El acceso a la Capilla se hace a través de dos arcos cerrados con unas rejas góticas encargadas en 1495 a Luis de Paredes y a otro rejero palentino, quienes las forjaron al gusto del momento, con crestería de torres cilíndricas sobre la que va un remate de dos pináculos y arquillos conopiales, con los blasones del obispo sostenidos por dos grifos, acompañados de los nombres del eclesiástico y el rejero. La cubierta consiste en dos bóvedas ensambladas de crucería estrellada, de seis puntas y de menor tamaño la más cercana a la reja y de cuatro puntas pero más compleja en su estructura nervada la interior.

Retablo mayor de Gil de Siloé
El retablo mayor está adosado al muro oriental. Se trata de una obra tardogótica ejecutada entre 1486 y 1492 por Gil de Siloé con la colaboración del pintor Diego de la Cruz, quien se encargó de la policromía, y dedicada la genealogía de la Virgen a partir del personaje bíblico Jesé. El pintor Lanzuela intervino en el retablo entre 1868-1870 por iniciativa del duque de Abrantes. 
La mazonería se organiza a manera de tapiz desplegado en un banco o predela y un cuerpo principal de tres registros verticales bien definidos, donde se disponen doseles y pináculos delicadamente calados que cobijan las figuras, todo ello sobre un fondo en azul celeste y estrellado. En el centro del banco, bajo un doselete corrido, aparece la escena de la Resurrección de Cristo con las Marías y San Juan, flanqueada en los espacios intermedios por San Pedro y San Pablo; en los extremos, los Cuatro Evangelistas, dos a cada lado. Varias escenas se superponen en las calles laterales: el obispo Acuña, ricamente ataviado con unas galas eclesiásticas en las que Siloé dio rienda suelta a su virtuosismo detallista, junto con sus familiares y canónigos; la aparición de Cristo a San Eustaquio; el Nacimiento de la Virgen; la Presentación de la Virgen; los Desposorios de la Virgen y San José; y San Joaquín con el ángel. 
En la calle central se desarrolla lo más importante del programa iconográfico: en la parte inferior está Jessé, dormido, de cuyo pecho sale el árbol que representa la genealogía de la Virgen: los brotes laterales fructifican en las figuras de los reyes de Judá, que envuelven la escena central del abrazo de San Joaquín y Santa Ana ante la Puerta Dorada, de la cual emergen unas ramas que culminan en la parte superior en la imagen sedente de María con el Niño. Se trata de una exaltación de la Inmaculada Concepción de la Virgen, al tiempo que se glorifica su estirpe real. Escoltan la Virgen y el Niño dos figuras femeninas de regio aspecto que alegorizan el Antiguo y el Nuevo Testamento, aunque también han sido interpretadas como la Sinagoga y la Iglesia, al llevar una los ojos cubiertos por un velo y portar sus manos las Tablas de la Ley y un cetro roto, e ir la otra con los ojos desvelados y coronada con un cetro íntegro. Un Calvario exento remata el retablo en el ático, con el sol y la luna fijados en el cielo abovedado. Diversas imágenes de santos se disponen en las pilastrillas de las entrecalles, la pulsera perimetral y el ático.
Detalle
 

Sepulcro del obispo Acuña, de Diego de Siloé
La planta de la Capilla se encuentra presidida por el sepulcro exento del prelado fundador, fallecido en 1495. Es obra renacentista tallada en alabastro en 1519 por Diego de Siloé, quien la ejecutó contradiciendo al parecer las disposiciones testamentarias del finado: E porque no se si Nuestro Señor me dejará hacer mi sepultura, porque estas cosas más son viento del mismo que provecho del ánimo, mando que no hagan sino una piedra en que esté figurado mi bulto, e sea tan alto como un palmo y no más, e esto porque cuando salieren sobre mi huesa sepan do está mi cuerpo. La efigie yacente descansa sobre una cama baja cuyos flancos se ilustran con relieves de Virtudes.
Sepulcro del obispo Luis Acuña, obra de Diego de Siloé.
 

Capilla de San Nicolás
En el muro oriental del primer tramo del brazo norte del transepto, bajo el correspondiente arco del triforio, se abre el arco de acceso a la pequeña capilla gótica de San Nicolás, paralela al primer tramo del brazo norte de la girola y que es la más antigua de la catedral, pues fue fundada en el primer tercio del siglo XIII por Pedro Díaz de Villahoz, capiscol de la catedral fallecido en el año 1230; se cubre con bóveda de crucería simple, octopartita; se ilumina con dos alargadas ventanas ojivales, sin mainel ni tracería; está influenciada en su arquitectura por el tardorrománico cisterciense, recordando a la de las capillas absidales del templo del monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas, y contiene el sepulcro gótico del fundador y un pequeño retablo románico, del siglo xiii, que fue traído, en la década de los veinte del siglo XX, del expriorato benedictino de Santa María de Mave (Palencia). Este retablo, tallado en madera y policromado, está formado por dos piezas; la inferior, que se cree realizada entre los años 1235 y 1260, es rectangular y que pudo servir de frontal, presentando un recuadro central que contiene un mandorla a la que estuvo adosado un Pantocrátor, hoy desaparecido, y que está rodeada del Tetramorfos, del que falta el león de San Marcos, y dos recuadros laterales en los que, bajo dos series superpuestas de seis arquerías, tres a cada lado, hay un Apostolado, del que faltan cuatro de los Apóstoles y en el que solamente son identificables San Pedro y San Juan; sobre cada serie de arcos hay decoración de castilletes y, en el marco, decoración de rosetas y una bordura de cordón que, teniendo en cuenta además otras diferencias observables entre las dos piezas del retablo, hace suponer que ambas eran independientes.
Retablo románico de la capilla de San Nicolás.
 

La pieza superior, que se supone realizada entre los años 1280 y 1300, tiene forma pentagonal y está organizada en tres cuerpos, divididos en dos calles los dos inferiores por un arco trilobulado que sirvió de marco a la imagen románica de la Virgen que aún se conserva en el templo de Santa María de Mave; en las dos calles del cuerpo inferior, cobijadas en arcos trilobulados, tres en cada calle, se hallaban, a la izquierda, las figuras de los tres Reyes Magos, de las que solamente se conserva una arrodillada y, a la derecha, las de San José, el ángel de la Anunciación y la Virgen, de las que solamente se conserva la del ángel; en el cuerpo intermedio, también bajo arcos trilobulados pero en espacios apaisados, aparecían las escenas de la Visitación, el Nacimiento, la Huida a Egipto y otra no identificable, de las que solamente se conserva la escena del Nacimiento, con la Virgen en la cama y el Niño sobre ella, tal como aparece tallada en algunos capiteles tardorrománicos, como en el conocido capitel de San Juan de Ortega; el cuerpo superior lo constituyen tres enmarcaciones vacías, triangulares las dos laterales y pentagonal la central. Ambas piezas solamente conservan algún resto de su policromía.

Capilla de la Natividad
 
Capilla de la Natividad.

La capilla actual es del siglo xvi y se levanta en el espacio que ocupaban dos viejas capillas góticas del xiii, que fueron unificadas bajo una única bóveda renacentista de planta oval construida por los arquitectos Domingo de Bérriz y Martín de la Haya. Esta nueva capilla fue fundada como capilla funeraria por Ana de Espinosa, viuda de Pedro González de Salamanca, quien se había enriquecido en el Perú.

·       Retablo mayor
Es obra de Martín de la Haya y de Domingo de Bérriz. Se realizó entre los años 1580 y 1585. Consta de un gran arco en piedra con abundante decoración escultórica que enmarca la obra en madera, que sigue el mismo estilo romanista de los hermanos de la Haya en el retablo principal de la catedral, labrado unos años antes. Fue policromado por el dorador Juan de Cea.

·       Sillería
La sillería de la capilla fue labrada igualmente por Martín de la Haya. Es de estilo renacentista y de gran calidad.

Capilla de la Anunciación
La capilla de la Anunciación, o de San Antonio Abad, de planta hexagonal, es una de las primitivas capillas del siglo XIII, está ya documentada en tiempos del obispo García Gudiel (1276-1280), se cubre con bóveda de crucería simple de seis nervios, sirvió de enterramiento a algunos miembros del capítulo y a algún obispo y, en la primera mitad del siglo xvi, fue cedida al canónigo Juan Martínez de San Quirce quien, en 1541, encargó el retablo manierista que hoy la preside y que fue realizado por el escultor Juan de Lizarazu y por el pintor y dorador Lázaro de Azcoitia.

Sacristía Mayor
Encajonada entre el lado meridional de la girola, la Capilla de San Juan Bautista y Santiago, la galería septentrional del claustro bajo y la Capilla de San Enrique se encuentra la Sacristía Mayor de la Catedral, a la que se ingresa por un vestíbulo o antesacristía desde la nave. Se trata de un espacio casi circular construido entre los años 1762 y 1765 en estilo barroco rococó siguiendo planos del jerónimo Fray Antonio de San José Pontones. La arquitectura con cúpula elíptica de seis gajos y linterna así como la abigarrada decoración con yeserías, dedicadas al tema de la Coronación de la Virgen como Reina del Cielo, se deben al maestro carmelita fray José de San Juan de la Cruz. La policromía es posterior, del año 1870. El fastuoso mobiliario, integrado por cajonería, retablos sin dorar, tallas y cuadros, constituye igualmente un exponente del barroco final del siglo xviii. Rococó por los cuatro costados, esta sacristía fue objeto de duras críticas por el académico neoclásico Antonio Ponz. Además este mobiliario está adornado con pequeñas pinturas de Luca Giordano.

Capilla de San Enrique
A continuación de la puerta del claustro, se halla el acceso a la capilla de San Enrique, o del Ecce Homo, adosada y paralela a los dos primeros tramos del brazo sur de la girola y que es el resultado de una reforma realizada por los maestros Juan de la Sierra Bocerraiz y Bernabé de Hazas, en 1674, a instancias del arzobispo Enrique Peralta y Cárdenas, y que convirtió en una sola capilla las antiguas capillas de Santo Tomás de Canterbury, o del Ecce Homo, y de la Magdalena y San Andrés. La estancia se cubre con dos cúpulas semiesféricas y contiene, en el testero, un retablo barroco con la talla de San Enrique emperador germánico del siglo XI, santo patrono del prelado mecenas, y presidido por una hermosa talla del Ecce Homo, obra anónima realizada en Amberes hacia el año 1500; esta imagen ya se hallaba en la capilla antes de la reforma y era muy venerada por los burgaleses, sobre todo en tiempos de grandes calamidades. También se hallan en esta capilla otro retablo barroco, conteniendo las tallas de San Andrés y Santa María Magdalena; el sepulcro del arzobispo Enrique Peralta, con estatua orante de bronce; los sepulcros de los canónigos Juan García de Medina de Pomar, de mediados del siglo XV, y Juan Fernández de Abaunza, de mediados del XVI; dos lápidas funerarias, correspondientes a sendos obispos de Oca, y un órgano “positivo” exento, del siglo XVIII.

Capilla de la Visitación
Frente a la puerta del claustro alto, en el muro occidental del brazo del crucero se abre el arco de acceso a la capilla de la Visitación, cerrado con reja gótica de finales del siglo xv. La capilla de dos tramos, cubierto el primero con bóveda de crucería estrellada de cuatro puntas, fue realizada, entre los años 1440 y 1442, por Juan de Colonia, por encargo del obispo Alonso de Cartagena, hijo de su predecesor Pablo de Santa María. El sepulcro gótico del obispo se halla en el centro de la estancia, con túmulo de piedra, realizado probablemente por Juan de Colonia, y estatua yacente de alabastro, tallada probablemente por Gil de Siloé con primorosa ornamentación del gótico florido que se manifiesta claramente en las vestiduras y que recuerda la de las tumbas del rey Juan II y de su esposa en la cartuja de Miraflores.
En el suelo, junto a la verja de acceso está sepultado el humanista conquense Juan Maldonado, capellán de esta catedral fallecido en 1554; también en el suelo están enterrados el arquitecto alemán Juan de Colonia, fallecido en 1481, y su esposa María Fernández; en los muros laterales hay arcosolios góticos, con los sepulcros de familiares del prelado, y cuelgan algunos lienzos, entre ellos, uno de Carlos Luis Ribera, del año 1890, que representa a los Reyes Católicos ante Granada, antes de la conquista, y en el que los personajes manifiestan una gran expresividad que es visible también en sus manos; preside el testero un buen retablo barroco clasicista que, en 1653, sustituyó a otro gótico y que contiene pinturas inspiradas en el renacimiento italiano y referidas a San Juan Evangelista y a la vida de la Virgen, ocupando la calle central, una que representa la Visitación y otra en la que aparecen la Virgen y el Niño.

Capilla de San Juan de Sahagún
Contigua al brazo meridional del transepto y de reducidas proporciones, recibe este nombre desde 1765, cuando se dedicó al santo agustino que había sido canónigo de la catedral burgalesa. Anteriormente, el espacio recibió las denominaciones de Capilla Santa Catalina y Capilla de los Rojas, en recuerdo de la familia fundadora, cuyos escudos decoran las dos bóvedas de la cubierta, una de crucería sencilla y la otra de crucería compuesta con terceletes. El retablo, de estilo rococó y dorado, fue realizado en 1765 por Fernando González de Lara siguiendo trazas de José Cortés. En la parte central del mismo se colocó la imagen del santo titular de la capilla, obra de Juan Pascual de Mena (1770), y en el ático, el relieve de la Visión de San Pedro en Jaffa, de Manuel Romero Puelles. Durante mucho tiempo esta capilla albergó un confesonario neogótico que fue utilizado por el canónigo penitenciario para las confesiones a los fieles. Desde aquí parte también una estrecha escalera de caracol que sube hasta el triforio.

Capilla de las Reliquias
Tiene su acceso por la Capilla de San Juan de Sahagún y ocupa el quinto tramo de planta en el lado de la Epístola. Fue diseñada por el arquitecto carmelita fray José de San Juan de la Cruz y construida entre los años 1761 y 1763 por Fernando González de Lara en estilo rococó, con yeserías de San Juan de Sahagún, San Telmo, San Julián, San Indalecio, Virtudes y Alegorías. Los tres retablos-relicarios de su interior, diseñados también por fray José, albergan, en bustos, arquetas y tecas, la colección de reliquias de la catedral, correspondientes a santos y santas anteriores al siglo xviii, y sustituyen al viejo armario-relicario pintado por Alonso de Sedano y el Maestro de los Balbases, que actualmente se exhibe en el Museo Catedralicio. Esta pequeña pero abigarrada capilla contuvo también dos bellas tallas góticas, la Virgen de la Oca, del siglo xiii, y la Virgen del Milagro, del siglo xiv, hoy expuestas ambas en la capilla-museo claustral de Santa Catalina.

Capilla de la Presentación
La capilla de la Presentación y la Consolación, también llamada de San José o de la familia Lerma Polanco, fue edificada entre los años 1519 y 1524 a iniciativa del canónigo Gonzalo Díaz de Lerma Polanco para que le sirviera de capilla funeraria así como a la de su hermano Alonso de Lerma Polanco y su sobrino Juan de Lerma Polanco, uno de los patronos de la capilla. La arquitectura, de estilo tardogótico, se debe a Juan de Matienzo, quien se inspiró en la Capilla del Condestable para levantar una planta central con bóveda estrellada calada.
Matienzo creó un amplio espacio de planta cuadrada cubierto con una airosa linterna octogonal coronada con una bóveda estrellada de centro calado; sus ocho puntas, dibujadas por tres nervaduras cada una, apean sobre los vértices del octógono. Las cuatro grandes trompas que sostienen está cubierta arrancan de unas veneras que cobijan los relieves de los Evangelistas. Una artística reja de hierro forjada por Cristóbal de Andino en torno a 1525​ separa la capilla de la nave.
Ya en el suelo, preside el espacio el sepulcro exento del fundador, el canónigo Díaz de Lerma. Fue labrado en alabastro blanco por el escultor Felipe Bigarny en 1524 y 1525. Presenta una cama funeraria en cuyas paredes están esculpidos, dentro de medallones, San Francisco, San Jerónimo y cuatro Virtudes. El bulto yacente del canónigo refleja mejor la calidad técnica del autor, y concretamente el rostro, muy expresivo y realista, donde se aprecian influencias del estilo de Diego de Siloé. En los lienzos perimetrales se abren en arcosolio otros cinco artísticos sepulcros de estilos gótico-renacentista y renacentista plateresco correspondientes a deudos del eclesiástico, que presentan profusa decoración a base de relieves historiados. La traza tardogótica se aprecia en un sepulcro episcopal, con bulto orante en arcosolio con trasdós trilobulado y conopial. Adosado al pilar del templo se halla el sepulcro del protonotario y canónigo Jacobo Bilbao. Otros dos monumentos funerarios contienen un Cristo yacente tallado en madera y una talla de la Virgen con el Niño.
El retablo mayor es de estilo neoclásico. Su mazonería, toda ella dorada, consiste en un único gran cuerpo rectangular delimitado por columnas gigantes de orden corintio en las que apean un entablamiento y un frontón triangular sobre el que se encarama una representación del Espíritu Santo. El interés de este retablo radica en la obra pictórica que lo preside, la Sagrada Familia del veneciano Sebastiano del Piombo. Ejecutado hacia 1520, este óleo sobre tabla fue traído de Roma por Gonzalo de Lerma. El lienzo es uno de los más importantes de su autor y está considerado la obra pictórica más valiosa de la Catedral. Bajo el mismo, colocada en una hornacina-tabernáculo, se muestra un San José con el Niño, talla barroca de mediados del siglo XVIII debida a Juan Pascual de Mena.
El canónigo Gonzalo Díaz de Lerma Polanco Instituyó patronos de la capilla a su sobrino Alonso Díaz de Lerma, hijo de su hermana Leonor de Lerma Polanco y a su sobrino el mercader Juan de Lerma Polanco, vecino de Burgos, hijo de su hermano Alonso de Lerma Polanco.
Cuenta con varios sepulcros gótico-renacentistas, entre los que destaca, exento, el del fundador, Gonzalo de Lerma, cuyo bulto fúnebre fue esculpido por Felipe Bigarny con gran realismo. Destaca en el retablo principal de estilo neoclásico el cuadro de la Sagrada Familia de Sebastiano del Piombo, traído de Italia por el propio canónigo, obra pictórica de gran valor. Una reja renacentista de Cristóbal de Andino separa el espacio de la nave.

Capilla del Santísimo Cristo de Burgos
Con forma de larga cruz latina y primera de las adosadas a la nave de la Epístola, ocupa una de las pandas del primitivo claustro, del que conserva arquerías góticas. El interior del acceso contiene una portada gótica de la segunda mitad del siglo xiii, en cuyo tímpano figura una escultura sedente de la Virgen con el Niño.
En la cabecera se exhibe la imagen del Santísimo Cristo de Burgos, que hasta la Desamortización del año 1835 fue propiedad del Real Monasterio de San Agustín, situado extramuros de la ciudad. Se trata de una imagen milagrera, muy venerada desde antiguo, ya que los mercaderes burgaleses fundaron capillas bajo su advocación en Brujas y Amberes, y los agustinos extendieron su devoción por toda España e Hispanoamérica: prácticamente no había catedral que no tuviera una capilla consagrada a él, y su culto se multiplicó con grabados y láminas, popularizándose su iconografía de largas melenas, cuerpo ensangrentado y, sobre todo, unos faldones que le cubren casi por entero las piernas.
La imagen data del siglo xiv y es de gran realismo, al estar articulado, contar con cabellera y barba humanas, y estar el cuerpo de madera forrado de piel de vacuno que simula la humana. Numerosos viajeros, historiadores y escritores han descrito este Cristo y han reflejado la enorme devoción y emoción que suscitaba, entre otros Andrea Navagero, Santa Teresa de Jesús, Agustín Moreto, Enrique Flórez, Jean-Paul Sartre o Rafael Alberti. ​
Una leyenda atribuye la autoría a Nicodemo, que lo habría modelado sobre el cuerpo de Jesús al bajarlo de la Cruz. Otra leyenda, escrita por León de Rosmithal de Blatna entre los años 1465 y 1467, dice que el Cristo había sido hallado hace 500 años, cuando unos marineros burgaleses encontraron un galeón vacío donde solo había una caja con ese Cristo y unas tablas que decían que fuese cual fuese la costa a la que llegase pusieran la imagen en un lugar decoroso. De este modo, tomaron la imagen y la llevaron a Burgos. ​
Este Crucificado debió ser realizado en Flandes o en el norte de Alemania, y guarda un gran parecido estilístico con otro Cristo famoso, este yacente, el Santísimo Cristo del monasterio de las Claras de Palencia. Según otra leyenda, el Cristo de Palencia fue encontrado flotando en el mar por un vigía de la flota de Alfonso Enríquez, almirante de Castilla, entre los años 1407 y 1410. ​
El retablo actual, de estilo neogótico, fue diseñado por Vicente Lampérez. En la capilla se conservan también numerosos sepulcros, algunos procedentes del viejo claustro del siglo xiii y otros modernos, del xix, como el del canónigo Barrantes, obra asimismo de Lampérez. A un lado del presbiterio se muestra una escultura pétrea de la Virgen con el Niño fechable en el siglo xiv. Esta capilla devocional, como la de Santa Tecla que se sitúa justo en frente, en el lado del Evangelio, en su caso consagrada al oficio regular, está separada del circuito turístico de la Catedral y permanece abierta de continuo a los fieles, que acceden a orar en ella por la portada occidental de Santa María.

Capillas claustrales y Museo Catedralicio
En el ángulo noroccidental de las galerías del claustro alto, entre el primer arco de la galería norte y el primero de la galería occidental, se halla la capilla gótica de San Jerónimo, o de Mena, construida por Juan de Vallejo, en 1545, con planta cuadrada cubierta con bóveda de crucería estrellada, a instancias del canónigo Francisco de Mena, fallecido en 1553 y cuyo sepulcro renacentista, con estatua yacente y un precioso relieve policromado que representa la Venida del Espíritu Santo, se halla adosado al muro derecho; preside la estancia un buen retablo manierista, atribuido a Diego Guillén, influenciado por las tallas del retablo mayor de la catedral, y que consta de tres cuerpos y cinco calles, ocupando la calle central, coronada por la figura del Padre Eterno, el grupo escultórico del Entierro de Cristo y las tallas de San Jerónimo penitente y de Cristo atado a la columna.

Capilla del Corpus Christi
En la zona sur de la galería oriental del claustro alto se abre la portada de la capilla del Corpus Christi, portada gótica de arco ojival cuyo tímpano está decorado con un relieve en el que aparece una Deesis, un Cristo Juez rodeado de cuatro ángeles portando los símbolos de la Pasión y acompañado de la Virgen y San Juan, mientras que en el dintel aparecen los mecenas de la capilla, el noble Juan Estébanez Castellanos y su esposa, arrodillados a uno y otro lado de su escudo. La capilla fue construida hacia el año 1373, se cubre con dos tramos de bóvedas de crucería simple, octopartitas, y contiene el sepulcro de un hijo del fundador, Garcí Fernéndez de Castellanos, fallecido en 1375 y cuya estatua yacente sobresale escasamente del pavimento; la escalera de acceso al Archivo, adosada al muro sur y realizada por Martín de la Haya en 1596; los sepulcros de Garcí Fernández Manrique, primer conde de Castañeda (Cantabria), fallecido en 1439, y de su esposa Aldonza Téllez de la Vega, en sendos arcosolios, bajo la citada escalera; el sepulcro de Miguel Esteban de Huerto, fallecido en 1283, y de su esposa Ucenda, fallecida en 1296, situado a la altura del descanso de la citada escalera, bajo un arcosolio conopial angrelado; el llamado Cofre del Cid, arcón medieval que según la tradición fue empleado por el héroe castellano para engañar a los judíos de Burgos, pero que estuvo destinado a guardar los documentos del cabildo y que cuelga en el muro izquierdo de la estancia entre dos escudos de Castilla, y finalmente, dos grandes cantorales del siglo xvi y algunas pinturas y tallas posteriores.

Archivo catedralicio
El Archivo está situado sobre la capilla del Corpus Christi y sobre la contigua sala capitular moderna. Custodia una importantísima documentación que abarca desde el siglo x al xix y en la que destacan el documento fundacional de la abadía y del Infantado de Covarrubias, del 978; un privilegio de Sancho II de Castilla, del año 1068, por el que se restaura la diócesis de Oca; la carta de arras del Cid, del año 1074; un privilegio de Alfonso VI, del año 1075, por el que se traslada a Burgos la sede de la diócesis de Oca; un documento del concilio de Husillos, del año 1088, que fija los límites de las diócesis de Burgos y de Burgo de Osma; una bula del papa Urbano II, del año 1095, confirmando el traslado a Burgos de la sede de Oca; un privilegio de Alfonso VIII, del año 1162, regulando las faenas de la vendimia, y un privilegio de Fernando III, del año 1221, compensando al obispo Mauricio por su viaje a Alemania para concertar la boda del monarca con Beatriz de Suavia. También custodia el Archivo valiosos códices, como la Biblia de Cardeña (hacia 910-914), el Homiliario de Paulo Diácono y las Colletiones del abad Smaragdo (siglo XII), el Moralis Tractatus de Guillermo de Perault (siglo XIII), la Biblia Miniada (finales del siglo xiii-principios del XIX, con notas marginales atribuidas a Pablo de Santa María) y la Regla de Nuestra Señora de la Creación (1494). Igualmente, el archivo custodia más de una docena de incunables, una Biblia Políglota de Alcalá (hacia 1514-1517), varias ediciones príncipe y 253 ediciones del Quijote.

Sala Capitular
En el muro sur de la capilla del Corpus Christi, bajo la escalera del Archivo, se abre la puerta de acceso a la sala capitular, anteriormente biblioteca del cabildo; fue construida por Martín de la Haya en 1596, y se cubre con un artesonado de tracería arabesca, con florones dorados colgantes, rodeado por un friso de yesería pintada en el que se desarrollan textos bíblicos; contiene algunas maquetas de la catedral gótica y de sus muros cuelgan valiosos y preciosos trípticos como el de la Adoración de los Magos, de hacia 1495 y pintado por Diego de la Cruz, que representa la Epifanía, en el centro, y a la Virgen y a un caballero, en los laterales; el de la Virgen con el Niño del Bello País, obra de un pintor conocido como el “Maestro del follaje bordado”, también de finales del siglo XV; el de la “Crucifixión”, de hacia el año 1512, atribuido a Goswijn van del Weiden; el del “Descendimiento”, del año 1525, pintado por Jan de Beer, con las escenas del Calvario, la Deposición y la Resurrección, y el de la “Virgen con el Niño de Pereda”, de hacia el año 1535, pintado por el llamado ”Maestro de la leyenda de la Magdalena”. 

Triptico del Nacimiento
Triptico del Descendimiento
 

Capilla de Santa Catalina
Regresando a la galería oriental del claustro se halla a continuación la capilla de Santa Catalina, levantada en 1316 por el obispo Gonzalo de Hinojosa y que fue sala capitular hasta el año 1586; su portada ojival tiene en su tímpano un relieve policromado que representa el Descendimiento y, en el dintel y las jambas, decoración de castillos y leones; se cubre con bóveda estrellada de ocho puntas cuyos nervios parten de pilares fasciculados rematados en encapitelados policromados en los que se representan escenas de caza y cortesanas; el pavimento y la cajonería son ya obra barroca, del primer tercio del siglo xviii y del monje benedictino fray Pedro Martínez, a instancias del arzobispo Manuel de Navarrete; los muros están casi completamente cubiertos con los retratos de los obispos y arzobispos de Burgos, desde la época en la que la sede estuvo en Oca hasta nuestros días, siendo la mayor parte de estos retratos “inventados”, hasta 112, obra del vizcaíno Nicolás Antonio de la Cuadra, pintados entre los años 1712 y 1714 por encargo del obispo Navarrete y para sustituir con ellos una serie anterior en la que habían colaborado Diego de Leiva y Mateo Cerezo el Viejo. Algunos de los retratos posteriores a esas fechas son también obra de pintores de cierto prestigio, Carlos Luis Ribera; se exponen en esta capilla algunas tallas de valor, como la gótica de la Virgen de Oca, que en el siglo xiv sustituyó a la imagen titular de la primitiva diócesis, y algunos de los documentos y códices más valiosos del Archivo, como el documento fundacional del Infantado de Covarrubias, la carta de arras del Cid y la Biblia de Cardeña.

Capilla de San Juan Bautista y Santiago. El tesoro
Al final de la galería del claustro se halla el acceso a la más amplia de las capillas claustrales y una de las más amplias de la catedral, resultado de la incorporación llevada a cabo por Juan de Vallejo, en el primer tercio del siglo XVI, de la capilla claustral de San Juan Bautista, obra del siglo xv cubierta con una bóveda de crucería estrellada de cuatro puntas, a la capilla absidal de Santiago, citada ya en el siglo xiv y profundamente reformada por Juan de Vallejo que la cubrió con bóvedas de compleja crucería estrellada de bellos nervios y elegantes claves decoradas.
En la antigua capilla de San Juan Bautista, convertida en sacristía, coro y antesala de la de Santiago, se hallan los sepulcros del obispo Juan Cabeza de Vaca, fallecido en 1413, y el de su hermano Pedro Fernández Cabeza de Vaca, maestre de la orden de Santiago fallecido de peste en el cerco de Lisboa, en 1384. La amplia capilla de Santiago, que ha estado destinada a parroquia en los últimos siglos, es hoy la sala del Tesoro y la principal sala del Museo de la catedral. En el muro izquierdo de la estancia se halla el sepulcro renacentista de uno de los fundadores y mecenas de la capilla en el siglo XVI, don Juan Ortega de Velasco, abad de San Quirce de los Ausines y canónigo y protonotario de la catedral, fallecido en 1557; es uno de los mejores sepulcros de la catedral, con columnas cariátides, a ambos lados del arco; con ángeles, e las enjutas del mismo; con un frontón coronado por un Calvario y presidido por la escena de la Asunción de la Virgen, entre los medallones de San Pedro y San Pablo; con un medallón con la escena del Bautismo de Cristo, en el fondo del arco, y con la figura del finado y una cartela sostenida por niños, en el sepulcro propiamente dicho; el conjunto fue realizado en 1546, con la intervención de Juan de Vallejo y la colaboración de otros escultores. Frente a este sepulcro, en el muro frontero, se hallan otros dos sepulcros en los que destaca un relieve policromado de la Eucaristía; uno de los sepulcros corresponde al magnate Lesmes de Astudillo, mecenas de esta capilla y de la capilla-sepulcro de los Reyes Magos en la catedral de Colonia, y a la esposa del magnate, Mencía de Paredes, fallecidos respectivamente en los años 1541 y 1559, y el otro a Andrés de Astudillo, canónigo y capiscol del cabildo burgalés.
El retablo de la capilla, dorado y policromado, es del siglo XVI, está presidido por un Santiago matamoros y contiene en tema mariano, en el centro, y las tallas de San Juan Evangelista y Santa María Salomé, en las calles laterales; en las gradas, en el suelo, se halla el sepulcro del obispo Juan de Villacreces, fallecido en 1403, y junto al retablo, al lado derecho, la magnífica talla de Cristo atado a la columna, obra de Diego de Siloé, anterior al año 1528. Repartidas por la estancia hay importantes obras de arte, como algunos tapices de los siglos XV y XVI, entre los que destaca uno que desarrolla el tema de la Templanza; nueve tablas góticas, de finales del siglo xv, pertenecientes al antiguo armario de la Reliquias y de las que siete fueron pintadas por Alonso de Sedano y dos por el maestro de los Balbases; cruces de marfil y de orfebrería de diversas épocas y estilos, entre las que destaca una, cincelada y repujada por Juan de Horna, en 1537, y restaurada y completada por Juan de Arfe; cálices y portapaces de los siglos XVI al XIX; el ajuar litúrgico de la capilla del Condestable (cáliz, patena, vinajeras, sacras, portapaces..., del siglo XVI; relicarios de plata sobredorada, entre los que destaca uno del siglo xv; un altarcito portátil de marfil, de finales del siglo XV, regalo del rey Manuel I de Portugal al Condestable; un cuadro de Mateo Cerezo, del siglo xvii, que representa a San Francisco de Asís; una custodia neogótica, de oro marfil y piedras preciosas, realizada por los talleres Granda en el siglo XX... Podemos encontrar un pequeño retablo lateral en la Iglesia de San Lorenzo, que tomó de ejemplo a menor medida esta capilla.
Santiago matamoros
 
Capilla de San Juan Bautista y Santiago

 

 Próximo Capítulo: Capítulo 34 - Catedral de Toledo

 

 

Bibliografía
Andrés Ordax, Salvador. Guía de Burgos. Ediciones Lancia. León, 1991. ISBN 84-86205-50-6
de Rivero, Enrique. Rincones singulares de Burgos, tomo XI. Ciudad de Burgos. Caja de Burgos, 2007.
Ibáñez Pérez, Alberto C.; PAYO HERNANZ, René Jesús: Del Gótico al Renacimiento. Artistas burgaleses entre 1450 y 1600. Burgos: Cajacírculo, 2008.
Mansilla Reoyo, Demetrio "Catálogo documental del archivo Catedral de Burgos (804-1416)", Madrid, 1971, Instituto "Enrique Florez" del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas)
Mansilla Reoyo, Demetrio "Monografías El Archivo Capitular de la Catedral de Burgos: Breve Guía y Sumaria Descripción De sus Fondos", 1956, Burgos, Seminario Metropolitano. Mansilla Reoyo, Demetrio "Información de Archivos: el Archivo Capitular de Burgos" en "Hispania sacra". - Madrid: Servicio de Publicaciones del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), 1958- = ISSN 0018-215X. - (1960), N. 13; P. 213-222Ortega, Fernando: Burgos. Paseos literarios. CELYA: Salamanca, 2002.Ramos Merino, Juan Luis; Basterretxea, Idoia. «El Archivo de la Catedral de Burgos en la Edad Media (siglos xii-xv)». En: Boletín de la Institución Fernán González, 2015, 251, pp. 501-525.
Ramos Merino, Juan Luis. Iglesia y notariado en la Castilla bajomedieval: La Catedral de Burgos (1315-1492). Madrid: La Ergástula, 2012. ISBN 978-84-938490-2-3.
Ramos Merino, Juan Luis. «La librería de la Catedral de Burgos en el siglo xv: una aproximación». En: Boletín de la Institución Fernán González, 2003, 226, pp. 181-192.
Serrano, Luciano (1922). Don Mauricio, obispo de burgos y fundador de su catedral. Editorial Maxtor. España. ISBN 84-95636-21-2 (Ed. Facsímil).

 

 

CROSAS, F., “Las lecturas de doña Mencía: la iconografía del retablo de Santa Ana de la capilla del Condestable de la Catedral de Burgos”, Letradura. Estudios de literatura medieval, nº 13, 1997, pp. 207-216.
MARTINEZ ABELENDA, D., “La escultura de la Capilla del Condestable en la Catedral de Burgos”, Boletín de la Institución Fernán González, nº 134, Año 35, 1er trim, 1956, pp. 59-65.
MARTÍN MARTÍNEZ de SIMÓN, E., “Un modelo funerario de la escuela burgalesa: las capillas centrales de la segunda mitad del siglo XV en Burgos”, Anales de Historia del Arte, vol. 23, nº especial, 1013, pp. 273-287.
ORCAJO, P., Historia de la Catedral de Burgos, Burgos, 1865.
PORRAS GIL, Mª P., “La capilla de la Purificación en la catedral de Burgos. Mirar desde el Humanismo, ver la Antigüedad desde la forma”, Boletín del Seminario de Estudios de Arte, nº 74, 2, 2008, Valladolid, Universidad de Valladolid, pp. 67-88.RODRÍGUEZ G. de CEBALLOS, A. y NOVERO PLAZA, R., “La representación del poder en monumentos funerarios del barroco español. Los sepulcros de los condes de Monterrey en las Agustinas Descalzas de Salamanca”. En CABAÑAS, M., LÓPEZ-YARTO, A. Y RINCÓN, W. (coord.), Arte, poder y sociedad en la España de los siglos XV a XX, 2008, pp. 253-264.

No hay comentarios:

Publicar un comentario