jueves, 7 de diciembre de 2017

Capítulo 27 - SANTUARIOS DE GRECIA


SANTUARIOS DE GRECIA.
 

Las pruebas deportivas se realizaban como parte del ritual de culto y, aunque con el tiempo se convirtieron en un atractivo “turístico” y ciudadano en sí mismas, nunca dejaron de tener esa conexión con la religión griega. 
En una historia caracterizada por un desarrollo independiente de la polis, estos eventos deportivos y su escenario eran una ocasión ideal para que los griegos tomaran conciencia de su identidad cultural, pues los santuarios eran muy concurridos y los vencedores en las distintas pruebas eran celebrados con un fervor popular similar al que rodea las modernas competiciones: la victoria de un ciudadano lo era también de su ciudad y ésta se encargaba de conmemorarla con fiestas, inscripciones, estatuas y composiciones literarias “especializadas”, los epinicios.




Olimpia
Olimpia  es un sitio arqueológico situado en la unidad periférica de Élide, en Grecia. En la Antigüedad era la sede de un importante santuario y además el lugar donde se celebraban los Juegos Olímpicos. Se encontraba al pie del monte Cronio y en el lado derecho del río Alfeo.

Historia
Los primeros restos arqueológicos en Olimpia son fragmentos de cerámica que pertenecen al cuarto milenio a. C., a finales del neolítico. De la Edad del bronce se hallan restos de asentamientos, entre los que destaca una gran tumba hallada en las capas inferiores del Pelopio. Probablemente había ya en el lugar un santuario a finales del periodo micénico aunque el bosque sagrado —el Altis— comenzó a formarse entre los siglos X-IX a. C. y las primeras estatuas que representan a Zeus halladas en el lugar pertenecen al periodo geométrico.
Además de por su santuario, Olimpia fue célebre desde la Antigüedad por haber sido la sede de los Juegos Olímpicos, que se celebraban cada cuatro años y tenían una importancia comparable a los Juegos Píticos que se celebraban en Delfos. Los primeros de los que se tiene constancia se celebraron en 776 a. C.
El santuario alcanzó también gran importancia desde la época arcaica, como lo demuestra la gran cantidad de exvotos hallados de este periodo además de la construcción del templo de Hera, el pritaneo, el buleuterio y varios tesoros.
En el periodo clásico se construyó el templo de Zeus, con su gigantesca estatua de oro y marfil de Zeus hecha por Fidias, la cual era considerada una de las Siete Maravillas del Mundo. Cerca del templo de Zeus, excavaciones arqueológicas han encontrado el taller de Fidias, con numerosas herramientas del escultor.
Las abundantes ofrendas y obras valiosas acumuladas en el templo llevaron a que fuera saqueado varias veces en la Antigüedad.
Desde 342 a. C., fue protectorado de Alejandro Magno, que usó Olimpia para anunciar su Rescripto sobre los desterrados (del año 324 a. C.).
Las excavaciones comenzaron con una expedición francesa en 1829, continuada por alemanes a partir de 1875, quienes descubrieron intacta la estatua de Hermes con el niño Dioniso (obra del escultor Praxíteles) además de otros artefactos. A mediados del siglo XX, el estadio fue desenterrado.
En 1989, el sitio arqueológico de Olimpia fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Hermes con el niño Dioniso, escultura de mármol en el museo arqueológico de Olimpia

El estado griego firmó con Alemania, en 1874 un acuerdo para la exploración arqueológica en Olimpia. Las excavaciones realizadas por un equipo alemán empezaron en 1875 bajo la dirección de Ernst Curtius. El 8 de mayo de 1877 fue encontrada en las ruinas del mismo templo de Heraeum donde lo vio Pausanias.
Se trataba de una escultura corpórea desnuda (cabeza, tronco, piernas y el brazo izquierdo) que representa un joven apoyado en un tronco de árbol cubierto con un paño de tela. Se encontraba protegido por una gruesa capa de arcilla, aunque en un estado de conservación excepcional.
Se realizaron aún otros seis descubrimientos diferentes de piezas que faltaban, en otras campañas de excavaciones, hasta conformar el grupo escultórico como se encuentra en la actualidad expuesto. A la figura de Hermes le faltaba el antebrazo derecho, dos dedos de la mano izquierda, las dos piernas a partir de las rodillas, el pie izquierdo y los atributos sexuales; al niño Dioniso le faltaban los brazos (excepto la mano derecha que la tiene descansando sobre la espalda de Hermes) y la punta del pie derecho. Finalmente, no se consiguió localizar gran parte del árbol y del pedestal.
Desde su descubrimiento la obra se considera que es la misma representación de Hermes con Dioniso niño que vio Pausanias en el templo de Hera en Olimpia: «... las que he enumerado son de marfil y oro, y algún tiempo después ofrendaron otras en el Hereon: un Hermes de piedra que lleva a Dioniso niño y es obra de Praxíteles...» (Descripción de Grecia, V, 17, 3). Georg Treu, uno de los descubridores, escribió con entusiasmo: «No conozco de entre todas las obras de arte que he visto, ninguna que permita compararla. No hay duda que se trata de un original de Praxíteles». Y Ernst Curtius, otro arqueólogo escribió a su hermano con motivo del descubrimiento diciéndole que era: «La gloria coronada de todos los hallazgos hechos en Olimpia».
El grupo escultórico tiene un gran virtuosismo técnico y la característica «curva praxiteliana»: una suave curvatura en la cadera de Hermes, que se consigue al apoyar el brazo en un tronco de árbol. La expresión de su rostro es nostálgica y con aspecto amanerado propio de Praxíteles, la flexibilidad, el aire juvenil del dios y el tratamiento de los músculos, sin duda, se acerca al Apolo Sauróctono del museo del Louvre, como también sucede con el Sátiro en reposo en los museos Capitolinos, y la Afrodita de Cnido en el Palacio Altemps en Roma. Sin embargo es el único ejemplar de este tipo a diferencia de las numerosas copias que existen del Sátiro en reposo y de la Afrodita de Cnido.
Por otro lado, el autor romano Plinio el Viejo (Historia Natural vi, 66) ​ atribuyó a Cefisodoto el Viejo (que posiblemente fue padre de Praxíteles) una escultura de Hermes con Dioniso niño, pero de bronce. Plinio no menciona ninguna de mármol. ​
A favor de la tesis praxiteliana, o al menos, de que se trate de un segundo original griego de los clásicos, se ha presentado como prueba el material: aunque todos los ejemplares conocidos son de mármol de Olimpia pentélico, el Hermes es de mármol de Paros. ​
Se ha informado que la cabeza del pequeño Dioniso es parecida a la de las estatuas de Dioniso niño encontradas en Braurón y datadas del fin del siglo IV a. C. o principios del siglo III a. C.: Hermes es, por lo tanto, un original del siglo IV a. C.
Pero algunas peculiaridades estilísticas parecen incompatibles con una datación del siglo IV a. C. Así pues, contrariamente a las esculturas habituales de la época, el cabello se realiza mayoritariamente, mediante el trépano; el cincel solo se utiliza en algunos puntos. Sin embargo, puede ser una innovación de Praxíteles. Así mismo, el acabado del tronco del árbol está realizado con un cincel plano y no con la gradina que era una forma inusual en el siglo IV. El diseño de las sandalias es más habitual en el periodo helenístico que en la época clásica. ​ Finalmente, el pulido de la estatua es característico de los mármoles del periodo imperial romano. Es posible que los resultados de la acción del pulido, sea un estudio aplicado como preparación para recibir la pintura, del tecnicismo del cual, se sabe relativamente poco.
Toda esta serie de elementos ha llevado a proponer otras autorías en lugar de la de Praxíteles. El Hermes podría ser obra de un escultor de la época helenística próxima a la romana. La adjudicación praxiteliana sería debida a un error o confusión de Pausanias. Carls Blümel, propone una solución que permite el testimonio de Pausanias y una adjudicación tardía; Hermes es el trabajo de un «Praxíteles» pero es, de hecho, un escultor del siglo II a. C., la firma del cual se encontró en las excavaciones de Pérgamo.
Sigue la controversia por lo que concierne a la datación de la obra, que en 1877 fue encontrada en las excavaciones realizadas por un equipo alemán en Olimpia, en las ruinas del mismo templo donde lo vio Pausanias, pero que algunos rasgos estilísticos parecen de época posterior por lo que, algunos expertos, opinan que es una copia del siglo I de un original de Praxíteles del siglo IV a. C.
Según relatos de la mitología griega, Dioniso es el hijo del dios Zeus y Semele, una mortal, hija de Cadmo, rey de Tebas. La esposa del dios, Hera, celosa por los encuentros, le sugirió a esta que dejara su relación con Zeus, pero, al no lograr su propósito, decidió que lo mejor sería castigar a la joven amante. A este respecto, Hera le dijo que, en verdad, estaba siendo engañada, pues su verdadero amante no era Zeus, sino un hombre normal y corriente que se hacía pasar por la divinidad aprovechándose para ello de su ingenuidad. Ante esto, y si quería estar segura, debería pedirle que este le diera alguna prueba de su poder e inmortalidad.
Dicho esto, Sémele no dudó en ir a pedirle a Zeus que le demostrara todo su poder, y este, feliz porque a esas alturas ella ya estaba embarazada, le prometió que le daría todo cuanto ella deseara. Ella, perseguida por las palabras de Hera, le imploró que se le apareciera en todo su esplendor y, aunque el dios trató de persuadirla para que pidiera otra cosa, no encontró el modo de convencerla. Siendo esto imposible y, al parecer, como ella le pedía a Zeus mostrarse en toda su magnificencia, los rayos y el fuego que este desprendía acabaron por incinerar a Sémele; entonces el dios que sabía que Semele estaba embarazada, le extrajo el feto que llevaba dentro suyo y se lo cosió en su pierna. Al cabo de seis meses, según el mito, nació Dioniso, es por esta razón por la que se conoce a Dioniso como «el dios nacido dos veces». Recién nacido fue confiada su custodia a Hermes, también hijo de Zeus, para protegerlo contra Hera y llevarlo para su cuidado a Atamante y su esposa Ino. Es posible que esta escultura se realizara como una alegoría de la paz entre los habitantes de Elis, que tenían a Hermes como patrón y Arcadia, que tenían por patrón a Dioniso.
El grupo está tallado en un bloque de mármol de Paros de la mejor calidad. Hermes mide entre 210 y 213 centímetros, y la obra completa con la base unos 370 centímetros. El pie derecho de Hermes está unido a un trozo de zócalo, que tiene agujeros que no encajan en la corona de la base, lo que hace pensar que refleja los cambios realizados en la estatua en algún tiempo. Otras partes del grupo están igualmente separadas, y el tronco del árbol se adosa a la cadera de Hermes por la colocación de un puente.
El rostro y el torso de Hermes se muestran con un perfecto pulido, casi brillante «al que han contribuido», comenta haciendo broma John Boardman, «generaciones de limpiadoras del templo». Sin embargo, en la espalda tiene las marcas de los golpes de raspa y del cincel y en el resto de la escultura sólo está pulida de manera parcial.
En los cabellos, desde su descubrimiento, se aprecian pequeñas huellas de cinabrio, un compuesto de sulfuro de mercurio de color rojo, que probablemente no es un color real, sino una preparación para el dorado. ​ El color se encuentra en las correas de la sandalia del pie original, que también presenta restos de dorado; además, la sandalia tiene un dibujo de Heracles, que fue realizado en pintura, y que nace en el motivo tallado de las correas entre los dedos del pie. Los ojos y los labios eran probablemente de color rojo.
En la escultura se han hecho esfuerzos para una restauración de la máxima calidad y respetando la obra original. Así, en la versión que se conserva en el museo de Olimpia, Hermes no tiene los atributos clásicos de llevar un petasos en la cabeza, o bien de ir calzado con sandalias aladas. Que llevara un ornamento de una corona de hierba parece lo más probable. Con la mano izquierda sujetaba otro atributo: probablemente un caduceo. En general, el brazo derecho en alto de Hermes que le falta, ha sugerido diversas interpretaciones. Parece que el grupo es la representación del episodio mitológico de Hermes cuando llevaba a Dioniso a las ninfas de la montaña Nisa. A lo largo del camino, Hermes, para distraer al pequeño Dioniso, agita un objeto con la mano derecha. Por lo tanto, se supone que Hermes llevaba en la mano un instrumento musical, o también podría ser que sujetara un racimo de uva. 

El santuario de Olimpia está situado en la región de la Élide, al Oeste de la península del Peloponeso. Este santuario, dedicado a Zeus, está íntimamente ligado no sólo a la historia de los antiguos griegos, sino también al de la cultura deportiva del mundo moderno, pues allí se enciende cada cuatro años la antorcha que inaugura la versión actual de las Olimpiadas.
Los primeros Juegos Olímpicos de la Antigüedad de los que tene­mos noticia se celebraron el año 776 a.C., año en que se por primera vez se fijaron por escrito los nombres de los vencedores. Al menos desde esa fecha, y hasta que el emperador Teodosio los prohibió en el 394 d.C., no dejaron de celebrarse cada cuatro años, convirtiéndose en el eje cronológico de los griegos; éstos emplearon la numeración de las Olimpiadas para organizar y poner de acuerdo las fechas de los años en que vivían. A ellas podían acudir todos los ciudadanos griegos, pero siempre fueron mayoría los participantes del Peloponeso, de Creta, y de las islas del Sur, es decir, los ciudadanos del ámbito cultural dorio.
Olimpia llegaría con ello a convertirse en el gran santuario dórico, en el que había edificios dedicados a Hera, a Heracles y a otros dioses, entre los que ya en época arcaica destacó especialmente Zeus, quien acabaría siendo la divinidad principal del lugar. Aunque los orígenes del santuario se remontan a los inicios del segundo milenio antes de nuestra era, para los griegos fue Heracles quien dio lugar a unos juegos funerarios en honor del hé­roe Pelops, quien dio nombre al Pelopone­so. 
Olimpia era un santuario rural, pues no se encontraba en las proximidades de una ciudad; la más cercana, Elis, se convertiría en la dueña y señora del lugar, aunque los fieles que a él llegaban procedían de muy diversos sitios. El sitio sagrado se encontraba rodeado de árboles, y su recinto estaba limitado por un témenos o muro bajo (de no más de un metro de altura) que, más que para su defensa, servía para indicar dónde comenzaba el terreno consagrado a los dioses, dentro del cual tan sólo podían levantarse edificios de carácter religioso o relacionados con el culto, entre los cuales estaban también el hipódromo y el estadio.
El lugar de Olimpia estuvo olvidado para los griegos durante muchos siglos después del cierre de los juegos a fines del siglo IV, hasta que una expedición, organizada en 1829 –a raíz de la independencia griega, comenzada  apenas dos años antes– con el objetivo de catalogar los monumentos del país, hizo men­ción del lugar del emplazamiento del santuario y se practicaron allí las primeras excavaciones arqueológicas, reemprendidas desde 1870 por arqueólogos alemanes.

Una visita a Olimpia
El santuario estaba emplazado en el centro de un bosque, el Altis, al pie de una colina dedicada al dios Cronos. En el interior del témenos o límite sagrado, se conservaban el Pelopion y el Hipodameion, los dos grandes túmulos funerarios de la pareja de héroes Pelops e Hipodamia, quienes darían origen a la dinastía local en tiempos micénicos. En su honor, según cuenta Pausanias, el propio Heracles plantó allí el cotinos, el olivo silvestre del que se tomarán las ramas para fabricar las coronas de los vencedores olímpicos.  
Uno de los primeros edificios en ser construido fue el templo de Hera, un curioso edificio mitad de piedra –el basamento y los muros de las naves hasta un metro de altura–, mitad de madera y adobe. Las columnas de madera se reemplazaron sucesivamente por otras de piedra, lo que explica el diferente aspecto de cada una de ellas, lo que aún se puede apreciar en las que se conservan. Se trata de un templo que marca el punto de inflexión de la arquitectura arcaica en el que los edificios de madera y adobe, con adornos de terracota pintada, se iban convirtiendo en obras pétreas allá en los últimos años del siglo VII a.C.
Reconstrucción virtual del santuario de Olímpia: (1) gimnasio, (2) palestra, (3) Taller de Fídias, (4) Filipeon, (5) Pelópion, (6) altar de Zeus, (7) templo de Hera, (8) Metroon, (9) tesoros (10) templo de Zeus, (11) buleuteri, (12) pórtico meridional, (13) estadio, (14) hipódromo.

A un lado del Heraion, los llamados “tesoros” thesauroi– eran unos  edificios que diversas ciudades construían para guardar los objetos frágiles o de gran valor que se depositaban como ofrendas. Son edificios de tamaño reducido, casi todos construi­dos en el siglo VI, y que tienen fachadas y frontones de piedra, aunque todavía la cornisa era de terracota pintada.

En el centro del bosque sagrado se elevaba el altar de cenizas de Zeus, lugar donde se manifestaba este dios en un oráculo que interpretaban los sacerdotes a través del fuego –piromancia–. El fuego del oráculo de Zeus lo encendía el vencedor de la primera prueba del pentatlon –una carrera–, lo que ha dado lugar a la actual ceremonia de la antorcha olímpica. La acumulación a lo largo del tiem­po de cenizas, huesos de animales sacrificados, cerámicas, y otros objetos arrojados al fuego formaron un montículo que llegó a alcanzar una altura de nueve metros, aunque de ello nada queda hoy día.
Altar de Zeus

Plano de Olimpia: 1: Propileo noreste 2: Pritaneo 3: Filipeo 4: Templo de Hera 5: Pelopio 6: Ninfeo de Herodes Ático 7: Metroo 8: Zanes 9: Paso subterráneo de acceso al estadio 10: Estadio 11: Pórtico del Eco 12: Monumento de Ptolomeo II y Arsínoe 13: Estoa de Hestia 14: Edificio helenístico 15: Templo de Zeus 16: Altar de Zeus 17: Exvoto de los aqueos 18: Exvoto de Micito 19: Pedestal de la Victoria de Peonio 20: Gimnasio 21: Palestra 22: Teecoleón 23: Heroon 24: Taller de Fidias y basílica paleocristiana 25: Baños del Cládeo 26: Baños griegos 27: Hostal 28: Hostal 29: Leonideo 30: Baños del sur 31: Bouleuterión 32: Estoa Sur 33: Villa de Nerón.

Los colores de los edificios representan distintos periodos: periodo arcaico, periodo clásico, periodo helenístico y periodo romano.

El Pritaneo de Olimpia  era donde vivían los pritanos: magistrados encargados de la dirección y administración económicas, así como de la programación de los juegos celebrados cuatrienalmente en Olimpia. Los sacerdotes de Zeus vivían en el Teecoleón (Theokoleon). ​ Se encuentra al noroeste del templo de Hera, en la esquina noreste del Altis y al pie del monte Cronio.
El pritaneo original lo constituía un cuadrado de 32,80 m. El lugar donde estaba el altar de Hestia fue una habitación cuadrada de 6,5 m de lado.
Fue sede de una variada serie de funciones administrativas, públicas, litúrgicas y festivas. Su nombre, se debe a la morada habitual de los pritanos, de ahí el nombre de pritaneo. Además de ser su residencia permanente, tenían lugar sus reuniones deliberativas o ejecutivas.
En la fachada norte había una columnata, espacio para la celebración de los grandes banquetes oficiales. Las dependencias anexas de cocinas y fregaderos ocuparían con toda probabilidad las habitaciones ubicadas en las construcciones del oeste y el comedor de uso diario, se encontraría en la zona sur del área de las cocinas. Esta supuesta distribución lo corrobora los descubrimientos arqueológicos obtenidos durante la exhumación de la instalación, al hallarse cantidad variada de jarras, cuencos y diversos objetos domésticos en el ángulo oeste.
El aspecto público y festivo del Pritaneo se centraba en ser el local destinado a los grandes banquetes oficiales que la polis anfitriona daba a las personalidades que asistían a Olimpia, así como a los atletas triunfadores en los concursos. Al margen del banquete oficial que tenía lugar en el gran comedor o Hestiatorio, había también otra sala más pequeña para uso diario y que probablemente serviría de comedor habitual de los atletas inscritos para participar en los juegos.
Fue utilizado para fiestas y celebraciones de los ganadores de los juegos. Allí se encontraba el altar de Hestia, donde ardía la antorcha original. Pausanias describe con detalle la importancia que tuvo el altar, entre otras cuestiones.

El Filipeo  era un edificio dentro del Altis de Olimpia. Estaba situado a la izquierda, en la salida junto al Pritaneo, en la parte más alta del Altis entre el Pelopio y el Hereo. Era un monumento circular de orden jónico de barro cocido con columnas a su alrededor.
Fue construido por Filipo II después de la Batalla de Queronea (338 a. C.) Albergaba las estatuas que Leocares esculpió de Filipo, Alejandro Magno, Amintas, Olimpia y Eurídice. Eran de oro y márfil.
Es la única estructura arquitectónica del Altis dedicada a humanos.

El templo de Hera en Olimpia (el Hereo de Olimpia) era un santuario griego erigido en torno al año 600 a. C. sobre los restos de un edificio anterior.
Se trataba de un edificio períptero (rodeado por columnas por los 4 costados) de seis por dieciséis columnas. Su planta estaba dividida en pronaos, cella y el opistodomos más antiguo conocido actualmente, que mantenía en sus extremos sus columnas «in doble antis» (cuando las paredes laterales de la cella se encontraban encerradas por 2 columnas, así como en el opistodomos).
Sus paredes todavía eran de adobe (aunque descansaban en un zócalo de piedra de un metro de altura) y sus columnas originales estaban construidas por troncos de árboles que en los siglos sucesivos fueron reemplazadas por otras de piedra. Aunque sabemos que todavía en el siglo II a. C. quedaban algunas de las primitivas, ya que Pausanias citó a una de las columnas de encina en el opistodomos a modo de curiosidad.
Tenía una longitud de 50 m por 18,75 m. de ancho y una altura de 7,80 m aproximadamente. La base, aun conservada, estaba hecha de piedra local característica por estar formada de conchas fósiles. La parte superior de las paredes eran de ladrillo, material pobre disimulado mediante el uso del estuco y la policromía.

Las columnas, originariamente de madera fueron reemplazadas en diferentes épocas por otras de piedra igual que la base, por ello, aunque todas se realizaron en estilo dórico, eran diferentes en capiteles, estriado e incluso proporción. Pausanias nos revela que en su época (hacia el año 160 d.C.) todavía existía una columna de madera en el opistódomo. La planta presenta una división en tres partes, con pronaos, naos muy alargada y opistodomos. La pronaos se encuentra al este y tiene dos columnas delante. 
A continuación la naos alberga columnas agrupadas en dos filas, muy próximas a las paredes laterales y que se intercalan con pequeños muros divisorios que crean compartimentos a modo de capillas. Estos estaban adornados con diversas estatuas. En el segundo a la derecha se encontró durante las excavaciones el Hermes de Praxiteles. Al fondo de la naos estaba la estatua de la diosa Hera, de la que se conserva la cabeza, sentada en su trono, con una estatua de Zeus al lado de pie, representado como guerrero. El opistodomo estaba separado de la naos por un muro. Delante, al igual que la pronaos tiene dos columnas. Allí se guardaban objetos sagrados como la mesa de oro y marfil sobre la que se colocaban las coronas de los vencedores en los juegos, obra Colotes, discípulo de Fidias.
Se dice que este templo fue donado por la ciudad de Skillos (Pausanias, V, 16,1), ciudad de Trifilia, y recientes investigaciones sostienen que estaba dedicado a Zeus. Los trifilios tuvieron al principio el santuario bajo su control hasta su derrota por los eleos, que como castigo destruyeron completamente Skillos (Pausanias V, 6, 4) pero hubiera sido un sacrilegio destruir el templo donado. Por ello construyeron posteriormente el Templo de Zeus, dedicando el antiguo templo a Hera.
El modelo de este templo será el más seguido por los primeros templos dóricos, probablemente porque su fachada de dórico hexástilo traducía coherentemente al exterior las líneas esenciales internas.
Pausanias dedicó un amplio pasaje a relatar las tradiciones relacionadas con este templo y su descripción.
Dice que su construcción se creía realizada por los esciluncios ocho años después de que Óxilo se apoderara del reino de Elis.
Cada cinco años las denominadas «dieciséis mujeres» tejían un peplo dedicado a Hera y organizaban unos juegos hereos que incluían varias carreras de muchachas de diferentes edades. Las vencedoras recibían coronas de olivo y parte de una vaca que era sacrificada a la diosa.
En la descripción que hace del interior del templo destaca la imagen de Hera sentada en un trono. A su lado estaba una estatua de Zeus de pie. Había también imágenes de las Horas, de Temis, de las Hespérides, Atenea, Coré, Deméter, Apolo, Ártemis, Leto, Tique, Dioniso y Niké, todas ellas criselefantinas.
Entre los numerosos exvotos que se hallaban en el templo había una estatua de mármol de Hermes con el niño Dioniso, atribuida a Praxíteles (Anteriormente citada). En el siglo XIX se encontró entre los restos del templo esta célebre estatua. También había otra estatua de bronce de Afrodita realizada por Cleón de Sición y otra de un niño desnudo atribuida a Boeto de Cartago. Otros exvotos que se hallaban en el templo eran el cofre de Cípselo, un lecho adornado en marfil, el llamado disco de Ífito, donde se hallaba inscrita la tregua que se realizaba por los juegos olímpicos y una mesa de marfil y oro realizada por Colotes, donde se ponían las coronas para los vencedores.



El Pelopio era una estructura cerca del antiguo sitio de Olimpia, la presunta tumba de Pélope, un héroe de la mitología griega. Era un monumento rodeado de una estructura pentagonal. Fue construido al noreste del Altis y al sur del templo de Hera. Su entrada se hallaba al Este. La tumba disponía de un altar para los sacrificios de animales en el periodo de la Grecia arcaica y continuó sirviendo como altar en época romana, hasta que cayó en desuso con la advenimiento del cristianismo. Era un montón de cenizas y tierra batida, sobre el cual se realizaban los sacrificios. Un carnero negro era sacrificado aquí cada año en honor de Pélope. ​ Para llegar a la cima del altar, los sacerdotes tuvieron que excavar pasos en el montículo. Esta forma de altar de tierra era particularmente antigua, a diferencia de los altares más modernos de piedra, como los existentes en Delfos y en la Acrópolis de Atenas.

Pelopion


Las investigaciones arqueológicas han desvelado dos fases constructivas del Pelopio, ya que el túmulo con la evolución histórica del santuario de Olimpia tuvo notorias reformas. El Pelopio I consistía en una elevación del terreno cercado por un círculo de piedras con un diámetro de 31 x 34 metros. Los cimientos originarios se hallan puestos sobre una de las casas absidiales levantadas durante la Edad del Bronce, por lo que se ha deducido que fue construido en el periodo postmicénico, datable a finales del segundo milenio a. C. ​
El Pelopio II se ha fechado en el siglo VI a. C. Fue edificado encima del primero. El recinto tenía forma hexagonal, construido con piedra porosa y dotado de un propileo, que fue ampliado y remozado por los romanos.

El Ninfeo de Herodes Ático se construyó en la zona norte del Santuario de Olimpia, cerca de la falda del monte Cronio, enmarcado entre el Templo de Zeus y la Terraza de los Tesoros, ​ y al oeste del Metroo. ​ Este Ninfeo o Exedra, una fuente de agua fresca, fue financiado y mandado construir hacia el año 153 por Herodes Ático, en honor de su esposa Regila.
El suministro de agua había sido siempre un problema debido al elevado número de visitantes al Santuario, sobre todo en verano que era cuando se desarrollaban los Juegos Olímpicos. Con el transcurso del tiempo el problema se agravó, no solo por el aumento de visitantes, sino también con la construcción de unos baños romanos, cuyo funcionamiento contribuyó a menguar notablemente el caudal de agua disponible. ​ Para solucionarlo, se construyó esta edificación que era la parte final de un acueducto que conducía el agua desde una fuente situada al este. 
La construcción principal consistía en un receptáculo semicircular de 16,62 m de frente en donde se depositaba primeramente el agua que fluía del acueducto. De este primer depósito y a través de cinco gárgolas con forma de cabeza de león en mármol, el agua caía a una gran pila rectangular de 3,76 m de fondo por 21,90 de largo, de donde el líquido volvía a fluir a través de otras 83 gárgolas a una primera conducción exterior, que la distribuía por todo el recinto y el Estadio.
Exteriormente al conjunto se le dio apariencia ornamental, con el frente que ocupaba 34 m de ancho por 17 de altura. Los cimientos y estructuras básicas estaban fabricados de ladrillos recubiertos de mármol. A ambos extremos del gran receptáculo inferior rectangular, se levantaron dos templetes en forma de kiosco con techo y peristilo y una fuente en miniatura en su interior. Por encima de la gran pila rectangular del nivel superior, se elevaba un muro semicircular, que en parte alta tenía una serie de nichos con pequeñas columnas. En el techo del muro y hacia su parte central, se hallaban colocadas las estatuas de los emperadores romanos, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. En los 13 nichos inferiores había estatuas: en los dos huecos centrales estaban en posición frontal la de Herodes Ático y la de su mujer Regila; las restantes eran de la familia de Herodes y de la familia imperial. ​
Sobre el muro que separaba el receptáculo semicircular superior y el gran depósito inferior rectangular, se hallaba colocado un toro de mármol, con la cabeza orientada al este y con una inscripción en su dorso en la figuraba Regila, la sacerdotisa de Deméter, consagra el agua y la instalación a Zeus. 
Pausanias no hace referencia en su Descripción de Grecia al Ninfeo. Arqueólogos como Alfred Mallwitz justifican la omisión razonando que cuando el geógrafo estuvo en Olimpia, no había sido construida aún. ​ Sin embargo Drees, partiendo del supuesto de que Pausanias visitó Olimpia en el año 174 y que el edificio se debió construir por gratitud de Herodes ante el nombramiento de su mujer como sacerdotisa en el año 155, opina que Pausanias prestó poca atención en su obra a la descripción de edificios funcionales. 

El Metroo fue un santuario griego antiguo, el templo más pequeño del santuario de Olimpia. Según Pausanias fue consagrado a la Madre de los dioses. ​ Era un templo dórico, que estaba al norte del Templo de Zeus Olímpico, al sur de la Terraza de los Tesoros y al este del templo de Hera. ​
El culto a Rea, como madre genérica, potencia creadora, símbolo primitivo de la fertilidad, madre de Zeus y esposa de Crono, se desarrolló ininterrumpidamente en Olimpia al pie de la gruta, a través de cuya hendidura los mortales creían ponerse en contacto con la deidad. Al pie de la gruta misma, debió de surgir el primitivo altar y adoratorio que fue hallado por Ernst Curtius en los trabajos llevados a cabo al excavar en la parte posterior de la Exedra y al oeste del Tesoro de Sición. Consistía en una pequeña capilla de piedra caliza con una estrecha antecámara y con unas dimensiones de 2,74 por 2,84 metros. ​ Wilhelm Dörpfeld identificó el enclave con la gruta citada por Píndaro ​ que quedó enterrada bajo un terraplén a comienzos del siglo IV a. C.
Para sustituir el primitivo adoratorio se erigió a mediados del siglo IV a. C. un templo a Rea, Cibeles o Magna Mater, encarnación o personificación de los antiguos cultos de importación cretense y símbolo de una concepción de la fertilidad o potencia generatriz de la gen divina.
Metroo.

El nuevo templo era de reducidas dimensiones, lo que demuestra que se hizo en sustitución de la antigua gruta donde surgieron las prácticas rituales de la Magna Mater. Construido en caliza porosa, tenía un peristilo de columnas dóricas con una distribución de 6 de frente por 11 de lado con pilares de 7,50 metros. El estilóbato medía 20,67 por 10,62 m. Los adornos de los triglifos estuvieron pintados de azul marino. Tenía un frontón con figuras de las que solo se ha conservado un torso de Dioniso en mármol.
Durante la época romana, el Metroo sufrió un cambio sustancial arquitectónico y ritual. Las metopas de sus frisos fueron cambiadas y al edificio se le dio interiormente una capa uniforme que borró sus particularidades originarias. El culto a Magna Mater., ya en desuso, fue sustituido por el de los emperadores romanos y las estatuas de César Augusto, Claudio, Tito y Domiciano, así como las de sus mujeres estaban en su interior. ​
La estatua de Augusto, del más del triple del tamaño natural, ocupaba un lugar destacado. Según Joseph Wiesner se le representó con un rayo en su mano derecha intentando sustituir así este Zeus imperial al tradicional Zeus Olímpico de Fidias. En su época, Augusto encarnaba el protagonismo de la paz romana instituida por él, y de ahí que como pacificador se le distinguiese y honrase de manera especial. A él parece referirse la inscripción encontrada de los arquitrabes del frontón que decía: «Los eleos al hijo de dios, al noble César, el salvador de los helenos y de todo el mundo habitado».
La estatua de colosal de Zeus-Augusto debió de estar colocada de frente a la entrada en el centro del lado izquierdo del templo, a continuación la de los emperadores Domiciano, Claudio, Tito y sus respectivas consortes, Domicia Longina, Agripina la Menor y Marcia Furnila.

Los Zanes eran las pequeñas estatuas de Zeus fundidas en bronce que eran erigidas a costa de las multas con que eran sancionados los concursantes olímpicos, bien por dejarse sobornar o bien por intentar sobornar al rival. Genéricamente, cuando se infringía algunas de las normas básicas que regían las competiciones en Olimpia.
Según Pausanias, los primeros Zanes se mandaron fabricar en los Juegos del 98 Olimpiada (388 a. C.), ​durante los cuales fueron sancionados Agetor de Arcadia, Pritanis de Cícico y Formión de Halicarnaso. Con el importe de las multas impuestas se erigieron los primeros seis Zanes que llevaban grabados en su base, excepto dos, versos elegíacos en los que se exhortaba a buscar la victoria en Olimpia, no con el dinero, sino con la ligereza de los pies y la fuerza del cuerpo. En otra de ellas la inscripción mencionaba que había sido puesta por la devoción a lo divino y por la piedad de los eleos. En las dos últimas constaba la alabanza de los eleos por el castigo de los púgiles y la exhortación para que ningún atleta intentase conseguir la victoria por dinero.
A partir de la 98 Olimpiada, existieron diversas infracciones más, que motivaron la sanción correspondiente, que elevó el número de Zanes a 16. Las estatuas debieron de hallarse alineadas al sur de la Terraza de los Tesoros en la zona oeste del pasadizo del Estadio. Formaban en conjunto un zócalo notorio y ejemplarizante para los atletas, que antes de entrar a la arena de la pista para competir, debían pasar forzosamente al borde de la hilera de los zanes.
Al parecer, en el pedestal de la estatua, además de las exhortaciones habituales, se solía grabar el nombre del infractor, así com el de su ciudad de procedencia.

El estadio del sitio arqueológico de Olimpia está situado al este del santuario de Zeus. Era el lugar donde se celebraban muchos de los eventos deportivos de los Juegos Olímpicos de la Antigüedad.
Para los antiguos griegos, el estadio era un lugar sagrado, ya que era en él donde se realizaban las actividades deportivas dedicadas al dios Zeus. Originalmente, el estadio se encontraba dentro del témenos, y los espectadores podían seguir las carreras desde las laderas del monte Cronos. Su ubicación se fue trasladando paulatinamente hacia el este hasta que llegó a su actual situación a principios del siglo V a. C. El estadio está comunicado con el santuario por un pasaje con bóveda de piedra.
La pista mide 212,54 m (697,3 pies) de largo y 28,5 m (94 pies) de ancho, y está rodeada por bancales de hierba. Los asientos estaban hechos de barro, y en la ladera sur había una plataforma de piedra, la exedra, en la que se sentaban los helanódicas (jueces). Enfrente, en la parte norte, había un altar dedicado a Démeter. El estadio tenía un aforo de 50 000 espectadores.
Los Juegos se celebraron entre el 776 a. C. y el 393 a. C. Aunque las leyendas griegas sugieren que los juegos se celebraban incluso antes, en el siglo XI o X a. C.  en la Edad de Bronce, no hay registros antes de los juegos organizados durante las fiestas de Zeus de 776 a. C. Al principio se celebraban cada cuatro años y a mediados de «gran año» (el gran año era un sistema de los antiguos griegos para diferenciar entre años solares y lunares).

Se construyeron tres estadios. El primero se erigió durante el periodo arcaico. Se utilizaba sobre todo para celebrar juegos entre las ciudades-estado griegas de la zona próxima. El segundo estado se construyó al este del primero con la intención de ampliar el número de pruebas. También se construyó una pista de carreras cerca de una colina que servía como graderío para el público. El tercer estadio se erigió principalmente para albergar a un gran número de asistentes. A lo largo de los taludes que rodean el estado hay varias fuentes de bronce que no sólo servían para suministrar agua, también se utilizaban como ofrendas votivas.
Como se ha mencionado, se cree que los Juegos Olímpicos comenzaron en 776 a. C. Los reyes Ífito de Elis, Licurgo de Esparta y Cleóstenes de Pisa acordaron una tregua para hacer posible la participación de las ciudades-estado. La tregua garantizaba el cese de las hostilidades entre las tres ciudades y la suspensión de las ejecuciones durante la duración de los juegos. A partir de las listas de vencedores de esos Juegos Olímpicos sabemos que atrajeron participantes de distintas partes del mundo, algunas tan remotas como Sicilia y el Norte de África.
Hacia mediados del siglo VII a. C., los vencedores de las pruebas olímpicas ofrecían estatuas al estadio para agradecer que se les hubiera permitido participar. Para las mujeres se celebraban los Juegos Hereos, en honor de Hera, reina de los dioses y esposa de Zeus.
Las Olimpiadas de la Antigüedad se celebraron por última vez en el año 393 de la era cristiana, ya que después el emperador romano Teodosio I prohibió todo acto pagano y cualquier tipo de actividad en los santuarios.

El Pórtico del Eco fue una estoa del Santuario de Olimpia. Fue construido hacia el año 350 a. C., en la zona este del Altis. Delimitaba el recinto oriental del santuario. ​
El Estadio, al dejar de ser un lugar de culto más, se trasladó fuera del área sagrada del Altis. Quedó una zona vacía entre el talud este del nuevo Estadio y los límites del recinto sagrado hasta donde llegaban los escombros del nuevo graderío. Para embellecer la zona y dar contención a las tierras se construyó el Pórtico del Eco.
Una serie de detalles técnicos y artísticos sugieren que fue construido en la misma época que el Filipeo. Con ambos edificios se embelleció el Altis, y de esta manera Filipo II de Macedonia quiso congraciarse con los griegos después de la batalla de Queronea.
Sus dimensiones eran 96,50 m de longitud y 12,50 m de fondo. La fachada abierta que daba al Altis se componía de 44 columnas dóricas. Una segunda columnata interior de estilo jónico, sostenía el techo abovedado. La extremidad del edificio lo componía un espacio de la misma longitud total de la edificación, estrecho y dividido en varios compartimentos que probablemente sirvieron para depósito y almacén de material deportivo. La pared posterior servía de muro delimitador y contenedor del graderío-terraplén oeste del Estadio.​

Restos del Pórtico del Eco.

Enfrente de la fachada que daba al Altis, se elevaban numerosas figuras de exvotos y estatuas, algunos de cuyos basamentos aún son apreciables.
Según Pausanias, al edificio se le llamó también Pecile porque antiguamente sus muros estaban decorados con pinturas. Añade, que también se le llamaba Pórtico del Eco, debido a que por la sonoridad de su recinto, el sonido de un grito se repetía siete veces o incluso más por el eco. ​ También se llamó Eptáfono.
Bajo el mandato del emperador romano Adriano se realizaron diversas reformas y reparaciones en el edificio del que apenas quedó rastro después de ser desmantelado en el año 267, para utilizar sus materiales en la construcción del muro defensivo contra la invasión de los hérulos.


Templo de Zeus Olímpico (Olimpia)

El Templo de Zeus Olímpico en Olimpia, construido entre 470 y 456 a. C., fue el modelo de los templos clásicos griegos de orden dórico. El templo se alzó sobre el santuario más famoso de toda Grecia, que había sido dedicado a las deidades panhelénicas locales y probablemente se había establecido hacia fines del período micénico. El Altis, anexo con su arboleda sagrada, los altares al aire libre y el túmulo de Pélope, datan de los siglos X y IX a. C., cuando el culto a Zeus se unió al ya establecido culto a Hera.


El templo albergaba la estatua de Zeus que fue una de las siete maravillas del mundo antiguo. La estatua criselefantina tenía aproximadamente 13 metros de alto y había sido esculpida por Fidias en su taller de Olimpia.
El edificio fue construido por el arquitecto Libón, con frisos tallados con metopas y triglifos y frontones llenos de esculturas en el estilo severo, las cuales ahora se atribuyen al Maestro de Olimpia y su escuela.
La estructura principal del edificio era de la piedra caliza local, que no era vistosa y de calidad muy pobre, por lo que estaba cubierta por una capa delgada de estuco para darle la apariencia del mármol. Toda la decoración escultórica del templo estaba hecha de mármol de Paros, y las tejas del techo eran del mismo mármol del Pentélico que se usó para construir el Partenón en Atenas.


El tema que unifica la iconografía del templo es la diké, la justicia basada en las costumbres que representa Zeus, su defensor. ​
Los frontones son dos conjuntos escultóricos realizados en estilo severo que están expuestos en el museo arqueológico de Olimpia.
El frontón este muestra los preparativos para la carrera de carros entre Pélope y Enómao. El frontón oeste representa el combate entre los centauros y los lápitas, bajo la vigilancia de Apolo, la figura central. Los dos conjuntos están esculpidos en mármol de Paros, excepto algunas piezas del frontón oeste, que están realizadas en mármol pentélico: dos ancianas en el extremo derecho, una joven en el lado izquierdo y el brazo de otra muchacha. Esta diferencia de mármoles indica que se trata de una restauración realizada con posterioridad durante la antigüedad. Los restos de color en las esculturas sugieren que los frontones estaban pintados. 

El frontón este, con una anchura de 26,39 metros, una altura máxima de 3,47 metros y un total de 21 estatuas, representa los preparativos para la carrera de carros entre Pélope y Enómao, uno de los mitos fundadores de los Juegos Olímpicos de la Antigüedad. Pausanias la atribuye al escultor Peonio, aunque estudios más recientes hablan del Maestro de Olimpia. El frontón dataría de mediados del siglo V a. C. 

(K) Zeus,  (a) Enomao,  (b) Esterope,  (c) Sirvienta,  (d) Cuádriga de Enomao,  (e) el viejo adivino, (f) Mirtilo,  (g) río Cladeo,  (1) Pélope,  (2) Hipodamia,  (3) Esfero,  (4) Cuádriga de Pélope,  (5) Auriga de Pélope,  (6) Adivino,  (7) río Alfeo

Las estatuas están esculpidas a escala 1,5 y son todas de bulto redondo, exceptuando tres de los caballos. Ninguna de las esculturas está completa, y tampoco se han encontrado restos de los carros (realizados en bronce como las armas de los personajes), salvo en el punto donde estaban unidos a los caballos. La ubicación de las figuras se ha decidido en función del lugar donde fueron encontradas durante las excavaciones, lo cual ha originado interpretaciones a veces divergentes y contradictorias.
Las reconstrucciones más recientes proponen como figura central a Zeus, con el rayo en la mano. Supuestamente invisible a los competidores, está girado hacia Pélope, poniéndose por tanto de su parte. A la izquierda de Zeus, Enómao se presenta de pie, con casco en la cabeza y una lanza en la mano, actualmente desaparecida. A su lado está su esposa Estérope, con una mano sobre el mentón, en señal de preocupación. Después se sitúan los caballos de Enómao, a cuyos pies se encuentra una escultura para la cual varían las interpretaciones. Según algunos estudiosos se trataría de un palafrenero desconocido; otros sugieren que es Mirtilo, el auriga de Enómao. A continuación se muestran las figuras de un adivino (Clitio o Amitaón), y de un joven que podría ser nuevamente el auriga Mirtilo. Finalmente, en el ángulo del frontón, una imagen encarna la personificación del río Cládeo, o el Alfeo según otras interpretaciones.
A la derecha del frontón se halla Pélope, con casco, una lanza en la mano derecha, hoy desaparecida, y un escudo en la mano izquierda, también desaparecido. A su lado aparece Hipodamía, que se convertirá en su futura esposa como premio tras ganar la carrera de carros. La mujer levanta un faldón de su peplo como gesto ritual propio de una recién casada. Arrodillada delante de ella, una joven se ocupa de los caballos. Más a la derecha, un adivino (Clitio, Yamo o Amitaón), muestra la angustia en su rostro al haber vaticinado el desenlace de la carrera. La figura siguiente es la de un niño que juega con el dedo pulgar de su pie. Por último, la personificación del río Alfeo (o Cládeo) forma el ángulo del frontón. 

Frontón este: detalle del extremo derecho: un profeta (Clitio, Yamo o Amitaón), cuyo rostro expresa angustia al haber vaticinado el desenlace de la carrera. A su lado, un niño juega con el dedo pulgar de su pie.

Frontón este, zona central. A la izquierda: Enómao, con casco y una lanza en la mano, hoy desaparecida. A su lado su esposa, Estérope, con una mano en el mentón en señal de preocupación. A continuación los caballos de Enómao. En el centro: Zeus (su cabeza no ha sido encontrada). A la derecha: Pélope, con casco y una lanza en la mano derecha, actualmente desaparecida; y un escudo en la izquierda, también desaparecido. A su lado, su futura esposa y premio de la carrera de carros, Hipodamía, levanta un faldón de su peplo, como gesto ritual de la recién casada. Una joven arrodillada se ocupa de los caballos.

Frontón este, zona derecha. Hipodamía levanta un faldón de su peplo como gesto ritual de la recién casada. Una joven arrodillada se ocupa de los caballos. Un adivino (Clitio, Yamo o Amitaón), muestra en su rostro la angustia al vaticinar el final de la carrera. La figura siguiente es un niño que juega con el dedo pulgar de su pie. Por último, la personificación del río Alfeo (o Kladeos) forma el ángulo del frontón. 

El frontón oeste, atribuido por Pausanias a Alcámenes, escenifica el combate entre los lápitas y los centauros durante el matrimonio de Pirítoo. Tampoco aquí queda ninguna estatua completa. La que representa a Apolo es la mejor conservada.
La figura central muestra al dios Apolo quien, a pesar de haber llegado en ayuda de los lápitas, parece estar por encima de la contienda. El lado derecho, que está en mejores condiciones, presenta primero a Hipodamía agredida por Euritión, a quien Pirítoo se dispone a golpear. A continuación, un joven es atrapado por un centauro. Tras él una mujer lápita, con las ropas rasgadas, se libera de un centauro herido gracias a la espada de otro lápita arrodillado. El ángulo del frontón se completa con dos figuras femeninas. El lado izquierdo propone una escena similar, pero en peor estado de conservación. 


(K) Apolo,  (a) Teseo, (b) Centauro y mujer lapita, (c) Centauro y joven, (d) Mujer lapita, (e) Centauro acuchillado por joven lapita,  (f) Mujeres lapitas, (1) Piritoo, (2) Euritión y Deidamia, (3) Centauro y joven lapita, (4-5-6) Mujeres lapitas, centauro y joven lapita, (7) Mujeres lapitas

Conjunto del frontón oeste

Zona central del frontón oeste

Fontón oeste, lado derecho. De izquierda a derecha: 1. Apolo; 2. Hipodamía agredida por Euritión, a quien Pirítoo se dispone a golpear; 3. Un joven es atrapado por un centauro; 4. Una mujer lápita, con sus ropas rasgadas, se libera de un centauro herido por la espada de un lápita arrodillado

Doce metopas de 1,50 x 1,60 metros, esculpidas en mármol de Paros, decoraban los frisos del templo.
En ellas se representan los doce trabajos de Heracles (Hércules).
Seis estaban en el pronaos y seis en el opistódomos.
Las mejores conservadas son las que representan los episodios de los Pájaros de Estínfalo, la captura del Toro de Creta, el robo de las manzanas del Jardín de las Hespérides y la limpieza de los establos de Augías.
En la metopa del retorno de Atlas con las Manzanas del Jardín de las Hespérides, se aprecia en el centro a Heracles sosteniendo la bóveda celeste, ayudado por Atenea, y a Atlas que regresa con las manzanas de oro.


El pronaos y el opistodomos, el pórtico de entrada y el falso pórtico trasero que servía para dar equilibrio al diseño, se construyeron in antis, con seis metopas en cada extremo, grabados con los doce trabajos de Heracles, donde el héroe derrota a una serie de criaturas y monstruos que amenazan el orden de los justos.
Luego de saquear Corinto en 146 a. C., el general romano Lucio Mumio consagró veintiún escudos bañados en oro que fueron colgados en las columnas. 
El sitio del antiguo santuario, olvidado hace mucho tiempo bajo derrumbes e inundaciones de légamo, pudo identificarse en 1766. En 1829 un grupo de franceses excavó parte del Templo de Zeus y llevó varios fragmentos de los frontones al Museo del Louvre. Las excavaciones sistemáticas comenzaron en 1875, bajo la dirección del Instituto Arqueológico Alemán; pese a algunas interrupciones, dichas excavaciones continúan en la actualidad. 

Estatua de Zeus en Olimpia
Dentro del templo estaba la Estatua de Zeus fue una escultura crisoelefantina elaborada por el famoso escultor clásico Fidias, y forma parte de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Fue destruida y se perdió en el siglo V d.C., y solo se sabe de ella gracias a descripciones de historiadores antiguos y representaciones en monedas.
Tradicionalmente se ha creído que la estatua fue realizada hacia el final de la vida de Fidias, en torno al año 430 a. C., pero algunos historiadores opinan, en cambio, que pudo haber sido hecha antes que la estatua de Atenea Partenos (realizada en 438 a. C.), apoyándose, entre otros argumentos, en que las diferentes condiciones de iluminación de ambas esculturas en sus respectivos emplazamientos sugieren que Fidias trató de mejorar en la Atenea Pártenos la adaptación a su edificio con respecto al Zeus de Olimpia.
La estatua ocupaba la totalidad del ancho del pasillo del templo construido para albergarla. De acuerdo con una fuente contemporánea medía aproximadamente doce metros de alto. Zeus fue esculpido en marfil (o modelado, pues en la realización el marfil se remojaba en un líquido que lo hacía más maleable), y los detalles dorados eran de oro macizo.

Según Pausanias, Zeus aparecía sentado en un trono con el torso desnudo y el manto en torno a las piernas, llevaba la cabeza coronada de olivo y la mirada, dirigida hacia abajo le confería aspecto paternal. En la mano derecha sostenía una Niké y en la izquierda el cetro rematado por un águila; el manto estaba adornado de lirios y las sandalias eran de oro. El trono era en sí mismo una obra de arte, hecho a base de marfil, ébano, oro y piedras preciosas; el respaldo, los brazos, los pies y los travesaños entre ellas iban labrados y decorados con relieves posteriormente copiados y reproducidos por separado, como en el caso de la escultura Atenea Partenos. Especial repercusión tuvo el relieve con la matanza de los hijos de Níobe, esculpido en el travesaño de las patas delanteras del trono.
Al igual que había hecho en Atenas, para decorar el basamento de la estatua de Zeus, Fidias eligió el tema del nacimiento de una divinidad, en este caso Afrodita, y lo trata de nuevo como un acontecimiento de orden cósmico presenciado por dioses olímpicos y divinidades astrales. Pausanias dice que se veía a Afrodita, que emergía del mar y era acogida por Eros.

Las únicas reproducciones conocidas del Zeus de Olimpia nos las dan las monedas, más bien medallas conmemorativas, acuñadas en Elis en época de Adriano, en una de cuyas caras aparece Zeus entronizado y en la otra el detalle de la cabeza. Pese a la representación de perfil y al formato reducido, los aspectos esenciales coinciden con la descripción de Pausanias, de donde viene el interés especial de la reproducción de la cabeza con su noble porte y su peinado de rizos que cuelgan a ambos lados.
Según las fuentes literarias más fiables, el aspecto más deslumbrante del Zeus de Olimpia era el religioso, pues, como resume Quintiliano, Fidias había logrado añadir algo nuevo a la religión tradicional ya que, hasta entonces, cada cual había tenido una idea de Zeus hasta que Fidias fijó la idea de lo que este dios debiera ser.
Según Pausanias e inscripciones epigráficas, los denominados fedrintas se encargaban específicamente del cuidado de la estatua. Suele considerarse que los fedrintas eran «descendientes de Fidias», pero se discute si estos descendientes eran familiares del artista o si adquirían esta condición únicamente como un título honorífico.
La tradición cuenta que el emperador Calígula, al enterarse de la existencia de la estatua de Zeus, ordenó que la trasladaran a Roma y que cortaran la cabeza de la estatua para poner la suya en su lugar. Cuando los soldados romanos enviados por Calígula iban a cumplir lo dispuesto escucharon la fortísima carcajada de Zeus, saliendo despavoridos del lugar sin cumplir la orden.
Según un pasaje de Cedreno, la estatua fue trasladada a Constantinopla en tiempos de Teodosio II donde estuvo alojada en el palacio de Lauso, uno de los altos cargos de su corte. Se cree que allí fue destruida por un incendio. 

Victoria de Peonio
Victoria o Niké es una escultura griega de mármol de Paros, cuya autoría es atribuida por Pausanias al escultor Peonio de Mende y fechada entre los años 425 a. C. y 421 a. C., enmarcada, por tanto, dentro del periodo clásico. Fue descubierta en 1875 durante las campañas de excavaciones que dirigieron los alemanes por toda Grecia en aquellos años. Se encuentra en el Museo Arqueológico de Olimpia.
Originalmente estaba situada delante del Templo de Zeus, a unos 30 metros de su esquina sureste. La parte conservada de la escultura está esculpida de un solo bloque de mármol de Paros, tiene una altura de 2,115 metros y con las alas desplegadas, que se han perdido en su mayor parte, debía medir casi 3 metros. Estaba colocada sobre un pedestal triangular de 8,81 metros de alto formado a su vez de 12 bloques también triangulares.
La imagen representa a la diosa Niké o Victoria descendiendo a la tierra para agasajar a los vencedores con un ramo de olivo que lleva en su mano derecha, con alas desplegadas y las ropas que se pegan a su cuerpo por efecto del viento y de su movimiento.
Según Pausanias en su Descripción de Grecia la obra fue un encargo de los habitantes de Naupacto y Mesenia como ofrenda por sus victorias militares. Pausanias se inclina a pensar que el motivo fue la victoria una guerra que mantuvieron contra los acarnanios y Eníadas aunque recoge la versión de los propios mesenios que fue por su victoria sobre los espartanos en la batalla de Esfacteria y que no pusieron el nombre de sus enemigos en la dedicatoria por miedo a ellos, mucho más poderosos que los acarnanios.

Victoria o Niké. Museo Arqueológico de Olimpia.

El descubrimiento de la escultura así como del pedestal de la misma en donde viene recogida la dedicatoria confirma las noticias dadas por Pausanias. La dedicatoria dice:
Los habitantes de Mesenia y Naupacto ofrendan a Zeus Olímpico un diezmo de los trofeos de la guerra.
Igualmente dicha dedicatoria confirma la atribución de Pausanias de la escultura a Peonio de Mende, al contrario que con la que hizo del frontón oriental del Templo de Zeus considerada hoy en día errónea. En letras más pequeñas, la dedicatoria confirma la autoría de Peonio:
Hecha por Peonio de Mende quien también hizo la acrótera del templo. 

El Gimnasio de Olimpia estaba situado en el ángulo noroeste del Santuario de Olimpia, al norte de la Palestra y próximo a los límites del Altis.
A la derecha del río Cládeo se alzaba un conjunto de edificios que formaban el Gimnasio, originalmente un espacio abierto para los entrenamientos, pero que con el tiempo, irían creciendo sus construcciones. ​ Fue construido en fechas históricas inconcretas, si bien por los vestigios hallados en sus antiguas estructuras, se supone que pueda pertenecer al siglo II a. C. En esa época, se había inaugurado ya la Palestra y la nueva construcción vino a completar todo el conjunto de modernas y espaciosas instalaciones deportivas con las que se quiso dotar a Olimpia, en una época en la que la decadencia de la idea religiosa de los Juegos Olímpicos y el auge profano y exhibicionista de los concursos, cominean a desequilibrar por completo el tradicional sentido de los grandes festivales cuadrienales. ​
El Gimnasio de Olimpia se componía de un espacio rectangular rodeado de columnatas, pues aunque no se hayan encontrado los restos de la columnata norte hay evidencia suficiente para suponer su existencia que debió ser pareja a la de la columnata sur.
En el lado norte, la edificación se prolongaba hacia el norte en dirección al monte Cronio sobre una distancia de 220 metros. En su patio, que tenía 10 metros de anchura, se hallaban trazadas dos pistas de carreras de 192 metros de largo fácilmente perceptibles hoy día por los travesaños indicadores de la salida y la llegada. ​ Toda la espaciosa trayectoria de este lado, se hallaba cubierta por un techo de madera soportado por una doble hilera de sesenta y seis columnas dóricas. El piso de las pistas era de tierra o aren blanda y en ellas se podía entrenar cómodamente los atletas en la época de las altas temperaturas o de las inclemencias meteorológicas. Por otra parte, la adaptación técnica de los corredores a la carrera del estadio en este espacio cubierto era perfecta, ya que el cobertizo sobrepasaba en longitud a la misma pista del Estadio de Olimpia.
La estoa sur se levantaba a continuación del muro norte de la palestra y debió ser un pórtico simple, a cuyo muro posterior se adosó un banco corrido que servía de lugar de asiento y descanso a los atletas. Formaba un ángulo recto casi perfecto con la doble columna este y tenía una longitud de ciento veinte metros, proyectándose en su dirección oeste hacia el río Cládeo, cuyas crecidas y desbordamientos hicieron desaparecer parte de aquel lado.
El área oeste del Gimnasio que corría paralela a la estoa este, tendría la misma longitud que se ha podido comprobar para esta última. De su edificación no se conservan restos, las crecidas del cauce del río Cládeo la hizo desparecer, debido a que cerca de las márgenes del río se levantó la parte occidental del edificio. ​
El Gimnasio fue el lugar de entrenamiento habitual de los corredores y concursantes del pentatlón. En épocas de buen tiempo tenían lugar en el gran patio rectangular central, las sesiones de lanzamiento de disco y jabalina, salto de longitud y carreras. La espaciosa superficie del patio, enmarcada por los pórticos, ofrecía una zona segura, cómoda y amplia para la práctica de ejercicios tan diversos. En las épocas de lluvia o de canícula, el entrenamiento se haría al resguardo de los pórticos.

Al parecer era práctica frecuente, que los gimnasios griegos tuvieran grabadas en sus paredes diferentes tipos de inscripciones como las listas de participantes, de vencedores, máximas dedicadas a alumnos y profesores, lápidas funerarias, versos satíricos, inscripciones eróticas, garabatos, caricaturas y dibujos. En algunas ocasiones se llegaba a enterrar dentro de su recinto a atletas especialmente destacados que hubieran sido víctimas de un accidente deportivo. ​ En el de Olimpia, el atleta eleo olimpiónico Parabalonte, vencedor en el diaulo, inscribió en el Gimnasio los nombres de los vencedores en las olimpiadas, ​ ejemplo que siguió su conciudadano Evanóridas, vencedor en la lucha de jóvenes en los juegos de la 135 Olimpiada (año 240).  

La palestra de Olimpia es una antigua construcción que formaba parte del gimnasio del santuario de Olimpia, en Grecia. Es un edificio cuadrado de 66 metros de lado y una superficie de 4345 metros cuadrados, datado de finales del siglo III a. C. o principios del siglo II a. C.
Se piensa que esta edificación de la Antigua Grecia estaba dedicada al entrenamiento de los luchadores y otros atletas para la práctica de la lucha libre, el pancracio y en ocasiones el boxeo.
En la actualidad, la palestra de Olimpia se encuentra en ruinas. En 1955–56, el Instituto Arqueológico Alemán la restauró parcialmente, aunque no fue posible una restauración completa puesto que gran parte de las columnas estaban totalmente destruidas.
La palestra está orientada a los puntos cardinales con gran precisión y tiene una planta muy simétrica. Como todas las palestras, se organiza en torno a un gran patio cubierto de arena que se usaba como superficie de boxeo o de lucha olímpica. Alrededor de este patio hay cuatro pórticos rodeando los lados del rectángulo, hacia los que se abren diversas habitaciones y estancias. Cada pórtico estaba formado por una columnata dórica y era el lugar donde entrenaban los atletas cuando hacía mal tiempo. Los muros exteriores de la palestra estaban construidos con piedra en su parte inferior y con ladrillo en la superior.

Una de las entradas se sitúa en la esquina noroeste. En el lado sur hay otros dos accesos, flanqueados por dos columnas corintias dístilas in antis (es decir, situadas entre dos tramos de muro). Las entradas dan paso directamente a dos vestíbulos, que tienen una serie de bancos colocados en fila y que conducen a unas antesalas recayentes hacia el pórtico sur. Entre estas dos antesalas se ubica una estancia alargada y de poca altura con asientos dispuestos en hilera, alineados con un pórtico de columnas jónicas. Esta habitación se identifica con el apodyterium o vestuario, un lugar donde los atletas podían desvestirse y que debía estar cerca de la entrada principal. Asimismo, era lo suficientemente grande para dar cabida a los deportistas y a sus conocidos.
En la parte norte de la palestra, en el lado opuesto al apodyterium, se sitúa el ephebeum o sala de reuniones. Esta gran estancia con columnas es más profunda que el apodyterium, pero no ocupa la longitud total del patio. El resto de habitaciones del ala norte son también más profundas, una característica mencionada por Vitruvio para ofrecer una mayor protección contra las inclemencias del tiempo. También en este lado del edificio hay una salida directa hacia el gimnasio y el resto de sus espacios anexos, ubicados al norte de la palestra.
En la esquina noreste hay una estancia que se ha identificado como un baño. En ella se encontró un depósito de 4 metros cuadrados de superficie y 1.38 metros de profundidad, revestido de ladrillos y datado de la época romana. Estaba destinado a los baños de agua fría de los atletas.
Una característica inusual de la palestra de Olimpia es la franja de pavimento de hormigón de 24.20 metros de largo por 5.44 metros de ancho en el lado norte de patio, formado por bandas alternas de azulejos acanalados y lisos, dispuestos para crear una ondulación continua a lo largo de la superficie. Se trataba probablemente de una pista para el juego de bolos, como se sugiere por un pavimento similar encontrado en Pompeya junto a algunas bolas pesadas de piedra.
No ha sido posible determinar el uso al cual se destinaban la mayoría de las estancias dispuestas alrededor de los pórticos. Como Olimpia no tenía una población residente, la palestra y el gimnasio no incluirían espacios para conferencias o discursos intelectuales, y podrían haber sido utilizados principalmente por los competidores en los Juegos del santuario. Los bancos de piedra encontrados en seis de las habitaciones habrían sido con toda probabilidad utilizados por los atletas y espectadores más que por filósofos. Las salas no identificadas incluirían el elaeothesium o depósito de aceite, el konisterium o cuarto para la aplicación de polvos, el almacén de aparatos de entrenamiento y unos cuantos sphairisteria, que eran salas o patios abiertos para el juego de pelota.
Vista de la palestra de Olimpia.


Teecoleón
El Teeocoleón era la residencia permanente de los sacerdotes de Olimpia (teócolos). Se construyó a mediados del siglo IV a. C., entre la Palestra y el Leonideo, fuera del Altis y en el ángulo oeste del Santuario de Olimpia. ​ Su existencia la apunta Pausanias. 
Originariamente, la edificación, de forma cuadrada, se componía de un patio central con un pozo y 8 habitaciones circundantes. Sucesivas modificaciones y ampliaciones en épocas posteriores, en especial durante la época romana, añadieron varias habitaciones en el ala este del edificio y un patio más con varias dependencias alineadas respecto a este, en forma de frontón.

El Taller de Fidias en Olimpia, fue el estudio en el que el artista creó la colosal estatua de Zeus. Pausanias lo situaba fuera del Altis del santuario de Olimpia.
El monumento no fue, sin embargo identificado, en las grandes excavaciones de finales del siglo XIX. En la zona donde, según la descripción de Pausanias, debía encontrarse el edificio, los arqueólogos alemanes profundizaron en la zona comprendida ente la Palestra y el Leonideo, ​ hallaron los cimientos de una edificación antigua, cuyos gruesos muros eran de época imperial romana. La planta del edificio originario poseía unas dimensiones de base coincidentes con la cella (sala central) del Templo de Zeus Olímpico (32,18 x 14,50 metros).
En la campaña arqueológica de 1954-1955, los arqueólogos alemanes, dirigidos por Emil Kunze, comenzaron a profundizar las excavaciones de la zona, hasta entonces limitadas a los niveles romanos más tardíos. La confirmación se produjo en 1968: la iglesia bizantina, uno de los monumentos mejor conservados de Olimpia, era el taller de Fidias. Bajo los muros romanos aparecieron los cimientos de piedra labrada del siglo V a. C. ​ El edificio fue fechado hacia el 440 a. C., dato cronológico que permite a su vez situar el comienzo de la gran estatua de Zeus.

Taller de Fidias.

Las alteraciones, modificaciones y reparaciones sucesivas, habían desfigurado notoriamente su originaria estructura, cuyos muros elevados sobre una planta rectangular, debieron poseer nueve ventanas en cada lado de los dos más largos, lo que unido a la elevada y espaciosa puerta central, debieron ser elementos suficientes para permitir una adecuada iluminación diurna.
En el interior, un andamiaje de piedra, permitiría la colocación de hasta tres plataformas de distintos niveles que daban acceso directo a las diversas partes de la estatua, que se iría montando sobre el espacio central al que comunicaban los andamios. La estatua de Zeus, sin embargo, no fue realizada sobre un conjunto unitario, ya que los distintos elementos de que constaba podrían ir siendo sucesivamente montados y ensamblados sobre el armazón central de madera. De ahí, que la elaboración y manipulación de las diversas piezas de reducido volumen, se realizase en otras pequeñas dependencias contiguas al edificio central, que desempeñaban el papel de talleres anexos.
También constaba la instalación de dos hornos para fundición y una gran caldera de bronce que estaba colocada sobre un fuste y era usada posiblemente como recipiente de agua, que se extraería de un pozo excavado dentro del taller, con el brocal y la superficie interior recubiertos de piedra.

Enócoe de Fidias con la inscripción ΦEIΔIO EIMI. Segunda mitad del siglo V a. C. 

Dentro del recinto del taller, salieron a la luz numeroso utensilios de diversa índole como grabadores de hueso, cinceles, un yunque pequeño, un pequeño martillo para embutir o engastar, y herramientas de bronce. Se hallaron innumerables «desechos de elaboración» del Zeus: fragmentos de marfil, ornamentos de vidrio, matrices de terracota para las partes doradas y, como confirmación decisiva de la identificación del edificio, una pequeña jarra de arcilla de superficie acanalada recubierta de barniz negro, en cuya base figuraba la una inscripción ΦEIΔIO EIMI, es decir «Yo soy (la propiedad) de Fidias», con lo que quedaba probada la estancia en Olimpia del gran escultor.
En la zona en otra época ocupada por los hornos, se encontraron trozos y recortes de bronce, así como diversos fragmentos de otros metales y en especial escudos, cascos, espinilleras, asas de calderas, y trozos de trípodes y recipientes amontonados.
También en las inmediaciones del edificio central, fueron halladas astillas y escamas de hueros, piezas de obsidiana, fragmentos de cristal de roca y de cristal tallado, y un elevado número de moldes de diversos tamaños y formas, todos de arcilla cocida y alguno de los cuales poseía un varillaje interior de hierro. Los arqueólogos dedujeron que la diversa forma y tamaño de los moldes hallados suponía haber sido aplicados en la construcción de dos estatuas de muy dispar tamaño, la de Zeus y la de la Niké que sostenía sobre su mano derecha. La arcilla blanda ligeramente cocida de que estaban fabricadas las matrices, presupone que estaban destinada a manipular un material fácilmente maleable como el oro.
A todo el variado número de instrumentos y utensilios técnicos así como los restos de materiales precioso que progresivamente fueron apareciendo, se unió el hallazgo de una copiosa cantidad de utillaje doméstico, tal como lámparas, paltos, cuencos, jarrones, tapas, tazones, ánforas, etc., prueba de la cotidiana habitabilidad del lugar en otro tiempo.
El gran templo de Zeus y el taller de Fidias son los edificios más importantes erigidos en Olimpia en el curso del siglo V a. C. En el taller, convertido en una construcción permanente, quizá residieron los sacerdotes fedintos o fedrintos, que se ocupaban del mantenimiento de la estatua de Zeus.

Los Baños griegos estaban en la esquina suroeste de la Palestra, en el Santuario de Olimpia. A mediados del siglo V a. C., se construyó una instalación higiénica de ducha o baño que se componía de una sala rectangular de 12 x 4 m, en cuyo interior había un pozo, del cual extraían el agua necesaria los atletas para sus abluciones.
Los ejercicios de entrenamiento y preparación en la época, se realizaban al aire libre al no haberse construido aún el Gimnasio y la Palestra.
La instalación era un lugar cerrado en donde los atletas se lavaban con agua fría al cobijo del viento. Con el transcurso del tiempo, la originaria instalación se fue sucesivamente agrandando y transformando. Se incorporó otra dependencia anexa en la que se colocaron varias bañeras pequeñas de cadera o de asiento, que progresivamente fueron aumentando en cantidad hasta la construcción de instalaciones más avanzadas con agua caliente, que motivaron el derribo de aquella primera en su género hasta la segunda mitad del siglo II a. C.
Hacia el 450 a. C. se construyó, al oeste del Teecoleón y al sur de la Palestra, un baño de vapor consistente en una instalación circular con una serie de dependencias anexas en las que probablemente se almacenaba agua para calentarse o templarse. En época romana, con la introducción de otras técnicas para calentar el agua, se abandonó el baño griego y sobre él se erigió un monumento a un héroe desconocido. ​
También en el siglo V a. C., cerca del río Cládeo se construyó una piscina rectangular al aire libre. Medía 24 x 16 m, con una profundidad media de 1,60 m. Cada lado tenía escalones en forma de pequeñas gradas para descender. 

El Leonideo «[lugar] de Leónidas»), fue un edificio construido entre 330 y 320 a. C. Estaba al suroeste del recinto sagrado del Santuario de Olimpia, en la entrada procesional al Altis, ​ Su nombre proviene de su mecenas y arquitecto Leónidas de Naxos. Servía de hospedería para los huéspedes distinguidos, acogía a los visitantes oficiales y a los atletas. Fue reemplazado en estas funciones por la casa de los atletas, edificada en el siglo I, que sirvió de alojamiento a las autoridades romanas.
Fue descubierto en las campañas de excavaciones de 1937 a 1966 por Emil Kunze.
La planta la componía una base casi cuadrada de piedra conglomerada. Medía 80,18 x 73,51 m. Constaba de un patio interior con jardín y fuentes.
Las 138 columnas de su peristilo exterior eran de orden jónico. La columnata interior que daba al patio central era de orden corintio y estaba integrada por 48 pilares. Las pequeñas habitaciones, probablemente 80, tenían vistas al patio y estaban distribuidas en dos pisos.
Bajo el mandato del emperador Adriano fue sometido a varias modificaciones y mejoras.

Restos del Leonideo. 

El Bouleuterión de Olimpia se hallaba en la zona sur del bosque sagrado del santuario de Olimpia, próximo al Templo de Zeus Olímpico, aunque separado de él por los límites del recinto del Altis.
Fue el edificio del alojamiento, sala de sesiones, reuniones y ubicación específica de la boulé, el Senado eleo. A este Senado o Consejo se le atribuía la facultad de oír y resolver las denuncias presentadas contra los jueces y atletas por irregularidades cometidas en el desarrollo de los juegos olímpicos, así como cualquier otro tipo de reclamación urgente y grave relacionada con los mismos.
Además de esta función, en el Bouleuterión se guardaban diversos materiales y utensilios deportivos, y los archivos y registros donde constaban los resultados de las competiciones.
Se ignora la fecha de su construcción, se ha estimado que sería construido ente el 668 y el 572 a. C., debido a la similitud de la técnica constructiva a la de los pisatios.
El conjunto arquitectónico lo componían dos naves absidiales de distintas dimensiones (30,79 m la del norte y 30,53 m la del sur), que enmarcaban en su espacio interior un patio cuadrado de 14,28 m de lado. A Los dos edificios absidiales se accedía por el este.

Bouleuterión de Olimpia. 

Durante el periodo helenístico al edificio originario se la añadió un pórtico oriental de estilo jónico. En época romana se amplió con un pórtico de estilo dórico en forma de letra Ρ griega (ro), orientado al este.
En el centro del patio cuadrado, se halló una base o pedestal en su mismo centro, punto donde debió erigirse la estatua de Zeus Horcio («Zeus vengador»), ante la que los participantes y directores en los juegos prestaban juramento de fidelidad a las normas deportivas. ​ La ubicación de la estatua en este sitio, se apoya en la noticia de que el juramento ante la estatua del Bouleuterión debía de prestarse en una estructura abierta, según la costumbre griega de que los juramentos a los dioses tenían que hacerse al aire libre. Pausanias dice respecto a la estatua que «la del bouleuterión es de todas las imágenes de Zeus la más apropiada para atemorizar a los hombres injustos. Su nombre es Horcio, y tiene un rayo en cada mano».​ A continuación describe en detalle el acto del juramento. Delante de los pies de Zeus Horcio había una tablilla de bronce con una inscripción, en versos elegíacos, para infundir temor a quienes juraran en falso.  

La Estoa Sur se encontraba en las proximidades del Bouleuterión, en la parte más meridional del conjunto edificado del santuario de Olimpia. Fue erigido posiblemente en el año 365 a. C.
La componían 34 columnas dóricas con una especie de pequeño antepórtico en el centro con otras 6 columnas del mismo estilo. La parte norte del edificio hacia el Altis, estaba cerrada por un muro que en su parte interior llevaba adosada otra columnata de estilo corintio.
La totalidad del conjunto tenía una longitud de 80 m y el pequeño pórtico central unas dimensiones de 7 m de profundidad por 14 de frente. Estaba rematado por un frontón.
Se hallaba en el punto final del camino que conducía a Olimpia desde Elis, dominando la vía procesional hasta el hipódromo.

Estoa Sur.

Maqueta del Santuario de Olimpia. En la parte inferior de la derecha está la Estoa Sur. 

Apuntes:
Al final del mundo micénico, Olimpia tiene ya un carácter de santuario. Es un lugar que tiene una importancia para el mundo griego clásico más allá que un simple santuario. Cada cuatro años se celebran unos juegos de carácter religioso, los Juegos Olímpicos.
Toda la cronología griega se apoya en las Olimpiadas, la primera de la que tenemos conocimiento del nombre del vencedor es la del año 776.
Es la fecha en la que los griegos comienzan a escribir. El peso religioso de Olimpia hacía que se respetara la tregua sagrada. Hubo un pacto de Licurgo con un rey de Hélida, que establece que en la Hélida no se puede penetrar con armas.
El territorio de la Hélida es el noroccidental del Peloponeso.
Nunca hubo una expedición de conquista hacia la Hélida.
La ciudad de Pizza está a 9 km. de Olimpia, borrada del mapa por Helis en el S. IX a. C., para controlar el santuario.
Hay un mapa totalmente imaginario hecho para el ensayo Viaje del joven Anacarsis (1780).
A finales del s. IV, Teodosio el Grande, promulga un edicto de prohibición de cultos paganos. Y Teodosio II, en el 391, da el edicto de persecución de cultos paganos.
Esto va a afectar a todos los cultos paganos del Mediterráneo, tan sólo el taller de Fideas se convierte en una basílica paleocristiana y luego bizantina. En el s. VI hubo un terremoto que destruyó prácticamente todos los edificio que quedaban.
Hoy en día, gracias a las excavaciones de la escuela arqueológica alemana en Atenas, empiezan las excavaciones de Olimpia.
Hay un mégaron del Heládico Medio, muy alargado, con una inhumación en posición fetal dentro de un pithos (tinaja).
Todo lo que se puede contemplar es el resultado de la construcción del s. VI en adelante.
Arriba quedaría el Chronion[1], a los pies hay un altozano que es el Gaiom[2], dedicado a Gea.
Hay dos recintos de forma irregular, casi pentagonal.
Los juegos tienen un carácter religioso que afecta incluso al propio trazado del santuario.
Los textos de Pausanias nos dicen de qué ciudades son los doce tesoros arcaicos.
La sacerdotisa de Deméter es la única mujer que puede ver los Juegos Olímpicos.
También Heracles tiene su culto, es el fundador de los juegos.
En Olimpia, el dios que tiene mayor importancia es Zeus.
Para el mundo dorio, la asistencia a estos juegos es cuando se dan cuenta de que son griegos por encima de todo. Los griegos se reúnen aquí cada cuatro años a hacer una competición, la victoria es la honra para él y su ciudad.
Las ofrendas se van a convertir en escaparate de propaganda política para las ciudades que las pagan.
En los santuarios también funcionan los oráculos. Los hombres intentan adivinar la voluntad de los dioses a través unas técnicas (mantias[3]).
El muro es el témenos, cierra una llanura al pie de la colina.
Pausanias hace un viaje por Grecia y da un sinfín de datos.
Da datos históricos, recoge consejos y muchas veces nos cuenta cómo son los cultos.
Tiene que ser con la leña de este bosque sagrado con la que se encienda el fuego de Zeus.
La escultura del Hermes de Praxíteles se salvó del expolio de Nerón gracias a que se le cayó un muro de adobe encima. La terraza al pie del Chronion es la terraza de los tesoros.
En los santuarios se depositan telas valiosísimas u ofrendas de oro y plata.
Los agalmata[4], una vez que se dedican a los dioses, tiene carácter sacro.
En el periodo del s. V ya tenemos el Chroniom, el Gaiom, el Heraiom[5].
Debajo de la pista del estadio los alemanes se encontraron 300.000 exvotos al excavar. Hay armas de íberos como mercenarios depositadas como ofrenda.
Fuera del témenos[6] queda la sede de la mulé (la reunión de la asamblea), el taller de Fideas, los baños, e incluso la palestra y el estadio que ya se hacen en el s. IV. Había un altar de cenizas de Zeus enfrente del templo de Hera. Es un altar que se forma para que las ofrendas a Zeus se dejaran quemar totalmente. El fuego lo enciende el vencedor de la primera prueba del Pentathlón[7]. El último día se apagan las cenizas y se deja enfriar la pasta, llegando a formar un montículo de hasta 9 m. de altura. Los sacerdotes miran el fuego y realizan la adivinación (piromancia). 

El altar de Zeus olímpico dista casi lo mismo del Pelopio y del Santuario de Hera, pero está delante de ambos”.
Hacia el 460 se construye el gran templo de Zeus, que se acaba convirtiendo en el prototípico del mundo dorio. Como tal va a ser escogido por muchas ciudades, sobre todo de la Magna Grecia. Incluso hasta en el hecho de que las metopas exteriores estén lisas.
La rampa del lado oeste es la que permite el acceso al templo por la entrada principal.
Se conserva tan sólo la primera hilada de los muros de la celda y de las columnas.
“El estilo del templo es dórico...”.
“En la parte de afuera del friso que rodea el templo, por encima de las columnas, hay 21 escudos dorados...”.
los frontones cuentan los mitos. En el de occidente hay una centauromaquia, es una lucha entre los lapitas y los centauros. Apolo está en el centro ayudando a los lapitas en esta confrontación. Lapitas y centauros son primos hermanos. Para los griegos, los centauros son la representación de la naturaleza salvaje del hombre. Los centauros se emborrachan e intentan secuestrar a las mujeres de la boda, y los lapitas intentan impedirlo. 

Los Juegos Olímpicos
Las principales ciudades griegas de la antigüedad -como Corinto, Delfos o Argólida- organizaban juegos atléticos en honor de los dioses, pero los más importantes eran los que se celebraban en honor del dios Zeus en Olimpia, cada cuatro años en verano. Los primeros Juegos Olímpicos se celebraron en el año 776 antes de Cristo.
Según la tradición, los primeros juegos inaugurados por Heracles no fueron sino unas carreras de caballos, disciplina que siempre se mantendrá en los juegos y que se desarrollaba en el hipódromo. Cerámicas y esculturas de carros y auri­gas nos muestran cómo debían transcurrir las carreras, al igual que ilustran las restantes competiciones atléticas. Entre éstas, las más importantes integraban el pentatlon literalmente, los cinco ejercicios, cuyo vencedor alcanzaba un enorme prestigio entre los griegos. La primera de las pruebas era el dromos o una carrera a todo lo largo del estadio –casi 200 metros, equivalente a la actual prueba de velocidad, los 100 metros lisos de las modernas Olimpiadas– y su vencedor era el que encendía el fuego sagrado en el altar de Zeus.
Le seguía el salto de longitud o halma, semejante al actual triple salto, que tuvo gran aceptación en los gimnasios y palestras de toda Grecia y era practicado por jóvenes y adultos. No se sabe muy bien cómo se realizaba la prueba, a pesar de la multitud de imágenes que la representan, pues los corredores saltaban con unas pesas o halteras en las manos de un par de kilos de peso cada una y que obligaban al atleta a una perfecta sincronía de brazos y piernas.
El lanzamiento de disco o discobalia, a pesar de su artificialidad, era practicado ya por los héroes homéricos y sus representaciones dieron lugar a obras artísticas muy apreciadas, entre las que destaca especialmente el Discóbolo de Mirón. El dískos u “objeto que se lanza” acabó por dar nombre a la forma circular del objeto arrojado, tanto de piedra como de bronce, cuyo peso oscilaba entre 1,5 y 5 kg., dependiendo de la edad, peso y tamaño del atleta. El vencedor era aquel que sacaba la mejor media de cinco intentos.
El akontismo o lanzamiento de jabalina estaba claramente ligado al entrenamiento militar y a la caza. En su práctica, a diferencia de las pruebas modernas, el lanzador griego se valía de una correa de cuero enrollada en el akón y cuyo extremo se sujetaba con dos dedos. El impulso extra y el giro que adquiría la jabalina aseguraba un mayor alcance y una mejor estabilidad en su vuelo. Su longitud también era variable, pues dependía de la talla del participante.
El desarrollo del pentatlon constaba generalmente de estas cuatro pruebas. La quinta, que era la lucha, sólo se celebraba en caso de empate entre dos contrincantes, tanto si eran dos vencedores como si se trataba de dilucidar el segundo y tercer puestos. Consistía en una prueba combinada de fuerza y habilidad en la que había que derribar al contrario hasta que sus hombros o su espalda estuviesen contra el suelo al menos en tres intentos. 
Además del pentatlon, se realizaban otras muchas pruebas deportivas tales como carreras hoplíticas con armas, al modo del hoplita o guerrero de infantería–, el pugilato o pugné similar al actual boxeo, el pancracio una versión brutal de la lucha libre en la que valía todo salvo meter los dedos en los ojos o morder al contrario, y otras menores, tales como la carrera de antorchas o las pandemías o carreras de mujeres, celebradas también cada cuatro años pero fuera del calendario de las Olimpiadas.
En ellos competían atletas de todas partes de Grecia y si en ese momento había guerra se imponía una tregua entre los contendientes para que no interfirieran en la realización de los Juegos. 

En los Juegos Olímpicos participaban hombres libres que hablaran griego. Todos ellos competían a título individual, no como equipos, y si triunfaban adquirían enorme fama y prestigio. En estos juegos no se entregaban premios sino que sólo se colocaban en la cabeza del ganador una guirnalda hecha con hojas de olivo. Asimismo, se hacían ganaban que se colocara una estatua con su efigie en Olimpia. 
La fama seguía a los campeones olímpicos. En sus ciudades natales se levantaban estatuas a los vencedores y se escribían poemas en su honor. A su regreso, los triunfadores recibían una bienvenida de héroes, con un desfile por las calles. También los podían recompensar con dinero, obsequios, se les eximía de pagar tributos, o se les daban boletos de primera fila para espectáculos públicos.
A los competidores que hacían trampa se les castigaba cobrándoles una multa que servía para financiar estatuas de bronce en honor de Zeus que se ponían en el camino al estadio Olímpico, en las cuales se escribía el nombre del tramposo y su ofensa.
Los primeros juegos consistían solamente en una carrera a pie de 185 ó 190 metros (un largo de la pista de atletismo). Posteriormente, se fueron añadiendo carreras más largas, luchas y el pentatlón, que comprendía lanzamientos de disco y jabalina, carreras de campo traviesa, salto de longitud y lucha libre. Después se agregaron boxeo, carreras de carros y de caballos con jinetes. Otra de las pruebas olímpicas fueron los saltos de longitud y una carrera con armaduras puestas. 
Antes de competir, los atletas sacrificaban un cerdo en honor de los dioses y juraban haber entrenado 10 meses en Olimpia. La gran mayoría de los atletas competían completamente desnudos porque era una manera de mostrar con orgullo su condición física. 

Uno de los espectáculos más exitosos de los Juegos eran las carreras de cuadrigas, es decir, carrozas tiradas por cuatro caballos. Hay noticias de competencias en las que participaban hasta 40 cuadrigas. Tenían que recorrer a máxima velocidad 15 kilómetros en 12 vueltas, en medio de polvo, caídas y vuelcos. Había aurigas (conductores de cuadrigas) que perdían la vida en estas peligrosas competencias. 
Sin embargo, el más violento de los espectáculos deportivos era el pancration. 
Esta era una lucha casi a muerte entre dos atletas. Combinaba el boxeo y la lucha libre. En el pancration se permitía todo excepto romper dedos, sacar ojos y morder. 

Juegos Olímpicos en la Antigüedad
En la Antigüedad, los Juegos Olímpicos fueron una serie de competiciones atléticas disputadas por representantes de diversas ciudades-estado griegas, en el año 776 a. C.
Los Juegos se disputaban normalmente cada cuatro años o una olimpiada. Durante la celebración de la competición se promulgaba la ékécheiria o tregua olímpica, para permitir a los atletas viajar en condiciones de seguridad desde sus polis hasta Olimpia. Los antiguos Juegos Olímpicos fueron bastante diferentes de los modernos; había menos eventos y solo los hombres libres que hablaban griego podían competir, además de que se celebraban siempre en el mismo lugar.
Por fuentes antiguas, se cuentan entre los participantes más célebres Alejandro Magno, que participó siendo adolescente, siglo IV a. C. ​
Los últimos Juegos Olímpicos de la Antigüedad se celebraron en el 393 d. C., casi doce siglos después de sus comienzos. Tras la adopción del cristianismo como religión oficial del Imperio romano con el Edicto de Tesalónica (28 de febrero de 380), el emperador Teodosio prohibió toda celebración pagana, incluyendo los juegos olímpicos.
Cuando los niños varones griegos libres cumplían doce años ingresaban en la palestra, donde se les enseñaba a desarrollar los músculos y a disciplinar los nervios. A los dieciséis años entraban al gimnasio, donde los griegos realizaban ejercicios físicos y atletismo. Los gimnasios contaban con una pista y lugares de ejercicio al aire libre entre los bosques. A los veinte años los griegos concluían su formación deportiva donde se les entregaban las armas y estaban capacitados para participar en los Juegos Olímpicos.
Según un relato del geógrafo Pausanias, los juegos olímpicos fueron creados por Heracles Ideo, uno de los Dáctilos. Este propuso a sus hermanos una carrera en la que el vencedor sería premiado con una corona de acebuche y estableció que los juegos se celebrasen cada 5 años, puesto que ese era el número de hermanos que formaban los Dáctilos. Otras tradiciones decían que habían sido fundados por Zeus tras su victoria sobre Crono, ​ o por el otro Heracles, el hijo de Alcmena. 

Origen histórico
Se piensa que la celebración regular se inició en el 776 a. C., en la que venció Corebo de Élide en la única prueba, que era la carrera del estadio. Estos juegos se desarrollaron bajo el reinado de Ífito de Élide, a quien se consideraba fundador o renovador de las olimpiadas. ​ Esta fecha se basa en una lista de vencedores de los juegos recopilada a finales del siglo V a. C. por Hipias de Élide y desde entonces las fechas de las olimpiadas se emplearon para definir la cronología de la historia de la Antigua Grecia. ​ Algunos autores, sin embargo, opinan que la fecha de restablecimiento de los juegos por Ífito ocurrió mucho antes, en 884 a. C., debido a un pasaje de Eusebio de Cesarea que indica que no se conservaron los nombres de los ganadores de las 27 primeras ediciones de los juegos.
Su denominación se debe al lugar de su celebración: Olimpia, el emplazamiento del santuario más importante del dios Zeus y situada en el valle del Alfeo. Se celebraban cada cuatro años entre los meses de julio y agosto.
El valor de los Juegos antiguos fue múltiple: representó una manifestación religiosa de acatamiento a los dioses; contribuyó al desarrollo armónico del cuerpo y del alma; favoreció la amistad de los pueblos y ciudades.
En las ciudades, los organizaban y dirigían sus magistrados que representaban en ellos al estado. La vida pública quedaba paralizada durante las fiestas ya que se suspendía toda actividad oficial. Durante ellas solamente se resolvían los asuntos de extrema urgencia. Ejercían una gran influencia en las relaciones de los estados, se acudía a ellos desde los sitios más remotos y se establecían treguas de carácter sagrado. Los juegos públicos eran una ocasión de acercamiento entre los Estados Griegos. Constituían el alma de las relaciones interhelénicas, puesto que equivalían a verdaderas asambleas generales del pueblo griego. Progresivamente además de las polis de la Grecia continental, aumentó la participación de las múltiples colonias griegas diseminadas por las costas del Mediterráneo. Olimpia se convirtió en una poderosa fuerza, que aglutinó, con la idea de un panhelenismo creciente, a todos los emigrantes griegos dispersos por el mundo helénico. La participación oficial de las ciudades griegas en las ofrendas y sacrificios y la colaboración de los particulares creaba una sensación de hermandad y surgía el sentimiento de la pertenencia a una estructura socio-política superior al de la polis. Paralelamente el espíritu de competencia, monopolizado tradicionalmente por la nobleza, se extendió al resto de la sociedad, que sin abandonar aún sus raíces religiosas, infundieron características más democráticas.
Uno de los aspectos más destacados de los juegos era la tregua sagrada, cuyo origen se remonta hasta el reinado de Ífito, que hizo inscribir en un disco que se conservaba en el templo de Hera los términos de la tregua. ​ Esta tregua suponía la prohibición de toda actividad bélica durante un periodo de duración desconocida pero del que se sabe que se extendía desde un tiempo antes hasta un tiempo después del desarrollo de los juegos. Inicialmente la tregua incluyó solo lugares ubicados en el Peloponeso pero posteriormente se amplió a todas las ciudades que deseasen participar en los juegos. Si una ciudad no aceptaba someterse a esta norma quedaba excluida de la participación en los Juegos Olímpicos y sí, habiéndola aceptado, violaba la tregua, debía afrontar importantes multas y sus representantes eran expulsados. 

Las distintas modalidades
Una de las características más íntimas de los antiguos griegos era su espíritu agonístico. La voz griega agón equivalente de la latina certamen, se aplica a toda lucha que enfrenta a dos adversarios. En los Juegos Olímpicos había diferentes competiciones:

Agones atléticos
De los agones atléticos, las carreras eran las únicas que podían tener vencedores por sí solas, en cambio el salto de longitud y los lanzamientos de disco y jabalina figuraban únicamente como tres de las pruebas que integraban el pentatlón.

Las carreras: la carrera principal y más antigua era la de velocidad que constaba de 192,27 metros (un estadio). Más tarde, en 724 a. C., se incorporó el diaulo que era una carrera de velocidad pero de ida y vuelta. En el año 720 a. C. se agregó el dólico, cuya distancia no está clara puesto que algunos le atribuían una medida de 7 estadios, otros de 12 y otros de 24. Se añadió el hoplitódromo, una carrera con armamento, que servía como preparación para la guerra. Los participantes, exclusivamente adultos, corrían 384 metros armados (la distancia de un diaulo), al principio con escudo, casco y grebas; más tarde, solo con escudo.
Carrera de hombres armados. 

Salto de longitud: de todos los saltos que existen en la actualidad, el único practicado por los griegos era el de longitud. Los atletas tomaban impulso y saltaban sobre un foso de tierra. No se medían las longitudes, sino que se comparaban las huellas dejadas por los competidores. Para ayudarse en los saltos, los atletas llevaban en las manos pesas o halterios de piedra o de bronce, cuyo peso oscilaba entre los 1 y 5 kg. Algunos autores de la Antigüedad indican determinadas marcas logradas por los saltadores que llegan incluso a superar los 16 metros. Hay estudiosos modernos que las consideran marcas ficticias o producto de errores de transcripción, pero otros han tratado de explicarlas como resultado de la suma de tres saltos o con la posibilidad de que el salto fuera triple.

Lanzamiento de disco: los competidores lanzaban discos que en un principio eran de piedra y luego pasaron a ser de bronce. El tamaño y el peso variaban según la categoría de edad de los lanzadores. El disco más pesado que se ha encontrado pesa 6,6 kilos y mide 33 centímetros de diámetro. Se trataba de lograr la mayor distancia en los lanzamientos.

Lanzamiento de jabalina: en los lanzamientos no se valoraba la puntería sino la distancia. La jabalina tenía aproximadamente la altura del lanzador y el grosor de un dedo. Aunque en su origen se trataba de un arma de guerra, la de uso deportivo carecía de punta. Los participantes lanzaban las jabalinas con una correa de unos 50 centímetros a la altura del centro de gravedad. 

Agones luctatorios
Lucha: el objetivo de la lucha era derribar al adversario mediante agarres y presas aunque también había otra modalidad en la que los contendientes continuaban la lucha en el suelo y entonces para ganar debían colocar de espaldas sobre el suelo al adversario. Estaban permitidas llaves dirigidas al cuello, el torso o los brazos, y también las zancadillas, pero se prohibían las llaves de piernas.

Pugilato: se introdujo en el 688 a. C. En este deporte se golpeaba al adversario únicamente con los puños. Corresponde al boxeo actual. En sus comienzos se luchaba con los puños descubiertos, pero más adelante se utilizaron guantes. El combate finalizaba cuando uno lograba poner fuera de combate a su adversario o también si uno de los contendientes levantaba el dedo índice en señal de derrota.

Pancracio: aparece en el 648 a. C. y es análogo a las artes marciales mixtas. En este deporte había que vencer al rival pudiendo golpear con cualquier parte del cuerpo al adversario. También eran válidas cualquier tipo de luxación y presas de dolor pero no se permitía meter los dedos en los ojos del adversario. El combate finalizaba con la rendición e incluso la muerte, alcanzando con el tiempo gran brutalidad. 

Agones hípicos
Los certámenes hípicos se celebraban en el Hipódromo de Olimpia, un recinto del que no se han conservados restos arqueológicos debido a la acción del río Alfeo.
Carreras de carros: gozaban de gran popularidad de los juegos olímpicos. El carro tenía dos ruedas, el auriga estaba de pie, con las riendas en su zurda y el látigo en la diestra. El carro podía ser tirado por 4 caballos (cuadriga) o por 2 (biga). Las carreras de cuadrigas comenzaron en el año 680 a. C. Con el tiempo se introdujeron también carreras de bigas y cuadrigas para potros y carreras de carros tirados por mulos. Otra modalidad era el kalpe, que consistía en una carrera de carros en la que el auriga debía bajarse del carro en la última vuelta y seguir a pie hasta la meta, sujetando las riendas de los caballos.

Carreras de caballos: se introdujeron en el 648 a. C. Los jinetes no usaban estribos e iban descalzos. Usaban látigo para fustigar al caballo. 

El pentatlón
Según Aristóteles los jóvenes más bellos eran los participantes en el pentatlón, puesto que estaban igualmente dotados para la fuerza y la velocidad. Estaba compuesto por cinco actividades: salto de longitud, carrera, lanzamiento de disco, jabalina y lucha. Se incorporó a los juegos olímpicos en el año 708 a. C. 

Concursos artísticos
En Olimpia también tuvieron lugar una serie de concursos artísticos. Desde el año 396 a. C. había concursos de heraldos y de trompeteros. Más tarde, en época de Nerón, se agregaron competiciones musicales, de cantores y de actores.

La organización de los Juegos Olímpicos
En los primeros Juegos Olímpicos se realizaba una fiesta local en el santuario de Olimpia en honor a Zeus. Al instaurarse la tregua sagrada las fiestas se hicieron más complejas y requirieron de una mayor administración. Así la dirección técnica de los juegos y la administración económica pasó a manos de la Bulé de Olimpia, también llamado Consejo Olímpico. Esta estaba encargada de elegir a los jueces y podía castigarlos si tenían un mal desempeño aunque no podía cambiar sus decisiones. La Boulé controlaba también los gastos y los ingresos del tesoro de Zeus. 

Los helanódicas
Los helanódicas eran los jueces de los juegos olímpicos, tomaban su cargo con 10 meses de antelación, permanecían en su cargo por una olimpíada aunque podían ser reelectos. Sus tareas eran seleccionar a los mejores participantes, supervisar los entrenamientos, inspeccionar las instalaciones, dirigían las diferentes pruebas y condecoraban a los ganadores. 

Los theócolos
Eran altos sacerdotes que supervisaban los templos, conservaban los altares y organizaban los ritos. Su función era específicamente litúrgica.
Se cree que existían una serie de normas que regulaban los Juegos Olímpicos en la Antigüedad, pero las sanciones que se aplicaban por la violación de estas normas eran aparentemente arbitrarias y no se conoce ningún caso en que se llegara a sancionar a algún atleta con prisión.
No se podía matar al adversario en la lucha a excepción que fuera una de las pruebas como la del pancracio, ni empujarlo en las carreras. Se contaba que Cleómades de Astipalea había matado a su contrincante en la prueba del pugilato y había enloquecido cuando los helanódicas le privaron por ello de la victoria. Se conocen también casos de sobornos que fueron sancionados con fuertes multas.
Los que querían participar debían ser hombres griegos y de condición libre, tenían que hacer el entrenamiento reglamentario en la ciudad de Elis y prestar el juramento ritual.
En las olimpiadas más antiguas los participantes usaban un taparrabos hasta que, en el siglo V a. C., pasaron a competir desnudos. También se untaban de aceite para competir.
Con respecto a la presencia de mujeres, las casadas o viudas tenían prohibido la asistencia a los juegos. Pausanias indica que las doncellas sí podían asistir, aunque algunos historiadores consideran que esa afirmación es errónea. Como caso particular, la sacerdotisa de Deméter Camime ocupaba un lugar preferente. Por otra parte, se registran victorias de mujeres en las carreras de carros de los juegos pero esto es debido a que en esa prueba se premiaba al propietario, no al participante. 

El desarrollo de los juegos
Un año antes del comienzo de las competiciones, los atletas que aspiraban a participar en ellas debían entrenarse en sus propias polis, un mes antes de las pruebas en Elis (ciudad situada a 50 kilómetros de Olimpia). La condición de griego era indispensable para poder participar, requisito que terminó con la conquista romana.
Se supone que la duración de los Juegos era de cinco días y que los diferentes concursos llegaron a ser 23, sin incluir entre ellos los musicales o culturales.
Tampoco hay certeza del orden en que se desarrollaban los concursos pero partiendo de las hipótesis más lógicas es posible recomponer un programa aproximado de las diversas ceremonias y pruebas atléticas.
En las vísperas de los Juegos Olímpicos, jueces, atletas y entrenadores abandonaban Elis y se dirigían a Olimpia ante el altar de Zeus, los atletas, padres, hermanos hacían un juramento que no iban a delinquir en nada contra los Juegos Olímpicos. Los atletas también hacían un juramento manifestando que durante 10 meses sucesivos habían seguido estrictamente las normas del entrenamiento.
El festival olímpico comenzaba con sacrificios rituales en honor de Zeus y de Pélope. Al día siguiente empezaban los eventos competitivos. El primer día se realizaban competiciones para niños: carrera, pugilato y lucha. El segundo día estaba destinado a las carreras de adultos (estadio, diaulo y dólico) y también a la lucha, el pugilato y el pancracio. Estas pruebas continuaban durante el tercer día y, por la tarde, se desarrollaba la carrera con armas. El cuarto día empezaba con la prueba del pentatlón y por la tarde se desarrollaban actividades ecuestres en el hipódromo. En el quinto día tenían lugar las carreras de carros tirados por caballos, que eran el espectáculo olímpico más emocionante. Era la jornada aristocrática por excelencia debido a que se trataba de la prueba más costosa. Como el vencedor era el dueño de la cuadriga o el caballo ganador, podía serlo una mujer. El sexto día era el cierre de los juegos, se realizaba una procesión de acción de gracias, un banquete para los vencedores y la entrega de premios. 

Los premios
Los ganadores de las diversas pruebas eran aclamados por el público, que les arrojaba flores y hojas frescas y recibían un premio que consistía en una corona de olivo salvaje. También existía la costumbre de ceñir una cinta de lana en la cabeza del vencedor. Además, en épocas posteriores se otorgaba también al vencedor una hoja de palma.
La ceremonia de entrega de premios se realizaba en la entrada del templo de Zeus. Los heraldos proclamaban el nombre, el lugar de nacimiento, el linaje y la prueba de cada uno de los vencedores. Estos se presentaban con la cinta ceñida a la cabeza y la rama de palma en la mano derecha y el helanódica más antiguo los coronaba con la rama de olivo.
También se permitía que los vencedores pudieran dedicar una estatua con su imagen como conmemoración de su victoria. Por otra parte, los nombres de los vencedores también figuraban en un registro oficial. Al regresar a sus polis los ganadores eran recibidos como héroes; poetas y oradores narraban sus hazañas y en algunas ciudades recibían recompensas monetarias. 

El ocaso de los Juegos Olímpicos
A medida que pasó el tiempo los macedonios participaron también en los juegos olímpicos. Filipo II ganó en carreras de caballo, cuadrigas y bigas en el año 356 a. C. Tras la expansión de Alejandro Magno en Persia, se difundió la cultura griega. Los reinos helenísticos realizaron juegos similares a los griegos en diversas ciudades. Los nuevos concursos se inspiraban en los de Olimpia. Pero las ideas religiosas que dieron origen a los juegos perdieron fuerza y se organizaban en honor de un soberano.
Tras la conquista romana de Grecia, estos también participaron de los juegos pero los espectáculos multitudinarios que organizaban no podían ser más ajenos al ideal encarnado en las competiciones griegas, cuyo significado nunca llegó a ser comprendido por los romanos.
A mediados del siglo III comienza una decadencia progresiva. El último ganador de los Juegos Olímpicos conocido fue Varazdat, un príncipe de Armenia, en el 385. Tras la adopción del cristianismo como religión oficial del imperio con el Edicto de Tesalónica (28 de febrero 380), el emperador Teodosio I los prohibió en el año 392 por tildarlos de paganos, con gran influencia en su decisión de San Ambrosio de Milán.
En 395-396 d. C. las hordas godas invadieron y saquearon Olimpia y en el 408, Teodosio II y Honorio emperadores de los imperios romanos de occidente y oriente, decretaron la destrucción de los templos y lugares dedicados a dioses paganos. 

Delfos
Fue una ciudad de Fócida, a un lado del monte Parnaso y al otro lado de Cirfis. Delfos se ubica en una meseta en la ladera meridional del monte Parnaso, adyacente al santuario de Apolo, el lugar del oráculo. Esta proyección semicircular se llama Fedríades Phaedriades, es decir, las Resplandecientes. Son unas peñas altísimas que se llaman, respectivamente, la Flemboukos (la Flameante) y la Rhodini (la Roja) por los vivos reflejos que arranca de ella el sol.
Frente al santuario se abre el estrecho valle del río Pleistos. La ciudad de Delfos estaba en medio de las dos estribaciones montañosas y los antiguos comparaban su posición con un teatro. Hoy está cercana la ciudad de Kastri. A unos 15 km al sudoeste de Delfos está el puerto de Cirra, en el golfo de Corinto.
La ondulada llanura de Crisa, cubierta de verdes olivos, que se extiende entre Delfos y el no lejano golfo de Corinto, contrasta con el paisaje severo y agreste del santuario. Aquí se encuentra la carretera que lleva de la Grecia oriental al mar Jónico, y la que desde el norte conduce a Itea y el Peloponeso.
La ciudad era casi inaccesible, pero tenía tres caminos que llevaban a ella: uno desde Beocia llamado Skiste, al este, y dos más al oeste desde Anfisa y desde Crisa. Los peregrinos que venían de Cirra lo hacían por el tercer camino.
El único lado de la ciudad no defendido por accidentes naturales era el sur, donde se había construido una muralla. La ciudad era pequeña y no tenía más de 3 km de circuito. El templo estaba bajo la ciudad junto a las rocas Fedríades, en medio de les construcciones sagradas o recinto del templo, recinto circundado por una muralla y atravesado por la vía sagrada, flanqueada de los edificios de los tesoros (tesaurus) de los pueblos vinculados al oráculo; la vía sagrada llegaba al templo, hexástilo de orden dórico, y daba entrada a un recinto subterráneo donde, delante del ónfalos, la Pitia después de beber agua de la fuente Castalia, hacía su profecía en medio de emanaciones gaseosas que salían de una hendidura de la roca.

Mapa de la zona de Grecia central donde se ubican algunas de las principales ciudades de la antigua Fócida donde se aprecia la ubicación de Delfos.

La mitología dice que Delfos perteneció a diversos dioses antes de ser posesión de Apolo. Esquilo dice que perteneció a Gea, Temis; Pausanias dice que fue un oráculo de Poseidón y de Gea, que ésta dio su parte a Temis y Temis a Apolo, que más tarde obtuvo de Poseidón la otra parte a cambio de la isla de Calauria.
La leyenda de la fundación del templo se sabe por Homero, que dice que Apolo quería fundar un oráculo y llegó a Crisa, cerca del monte Parnaso, y le agradó el lugar y comenzó a construir el templo que se acabó bajo la dirección de dos hermanos, Trofonio y Agamedes. Apolo mató a las serpientes que infectaban el lugar y a un monstruo (la serpientre Pitón), y abrió el templo que fue llamado de Pitón, y su dios Pitón (Pytho). Apolo se convirtió en delfín para atraer a un barco cretense, del que quería utilizar a la gente como sacerdotes; los cretenses desembarcaron y fundaron Crisa y se les encargó ser sacerdotes del templo y que adorasen al dios bajo el nombre de Apolo Delfinio para rememorar su conversión en delfín, de donde vino el nombre de Delphi. ​ Otra propuesta acerca del origen del topónimo de Delfos es la que propone que viene de Delfine, que era el nombre del dragón mitológico que custodiaba el oráculo antes de la llegada de Apolo.
Crisa tenía el dominio sobre el santuario de Pitón y cuando el consejo de la Anfictionía comenzó a tener sus reuniones de primavera allí, conservó el dominio y se convirtió en guardiana del templo. Al lado del santuario se formó una ciudad que pronto reclamó administrar el templo sin intervención de Crisa; al mismo tiempo Cirra, el puerto de Crisa, se hizo más grande que la misma ciudad, la cual entró en decadencia, mientras Delfos y Cirra aumentaban. Hacia el 595 a. C., Crisa era ya, seguramente, una ciudad poco importante. Este año Cirra fue destruida por orden del consejo anfictiónico y la llanura de Cirra fue declarada sagrada y al servicio del templo. Desde entonces se celebraron unos juegos llamados Juegos Píticos (Pythis), que se hicieron bajo la dirección del consejo anfictiónico, cada cuatro años, siendo los primeros en 586 a. C. En la llanura de Cirra se hacían exhibiciones de caballos de raza y otros animales y estaba el hipódromo y el estadio (este último fue trasladado más tarde a la ciudad de Delfos. Hacia esta época Delfos ya era una ciudad-estado independiente gobernada por magistrados naturales de la ciudad.
La población de Delfos venía en gran parte de Licorea, una ciudad del Parnaso, dirigidos por Deucalión, supuesto jefe de la nobleza local. Cinco sacerdotes locales, llamados Hosioi, eran elegidos entre la descendencia de Deucalión y eran los jefes del oráculo y el templo. La ciudad de Licorea estaba en el sitio de la actual Liakura, y se supone que fue una ciudad dórica y que los habitantes de Delfos tenían este mismo origen (se sabe que hablaban dórico, y ciertamente no eran focidios).
El gobierno de Delfos estaba en manos de las familias nobles que además tenían el control del oráculo. Más tarde, entre los nobles se escogieron los magistrados y entre estos se escogía un rey, más tarde llamado Pritano (Prytanis). En los últimos tiempos aparecen unos arcontes y un senado. 

El gobierno de Delfos era teocrático. El templo y su dios poseían extensos dominios de tierra que eran cultivados por esclavos del templo; además los sacerdotes recibían regalos de reyes y hombres ricos que iban a consultar el oráculo, y ofrecían sacrificios. La riqueza de la ciudad hizo decadentes a los ciudadanos. El oráculo se consultaba desde el siglo VIII a. C. y la fama se extendió rápidamente por las naciones vecinas; algunos reyes o personajes relevantes enviaban embajadas a preguntar el parecer del dios. Casi todas las colonias griegas fueron fundadas bajo la influencia del oráculo, y después Apolo era el patrón de las nuevas colonias. Giges de Lidia hizo importantes donaciones al templo, pero las más importantes donaciones fueron las de Creso. La (ciudad etrusca de Caere tenía un tesoro en Delfos. Incluso el último rey de Roma, Lucio Tarquinio el Soberbio, consultó el oráculo.
En el 548 a. C., el templo fue destruido por el fuego. El consejo anfictiónico decidió reconstruirlo mucho más grande y magnificente. Delfos había de pagar el coste y el resto lo habían de pagar otras ciudades y reinos; el coste fue de 300 talentos y la ejecución fue encargada a la familia ateniense de los Alcmeónidas, que entonces vivían en el exilio. El arquitecto fue el corintio Espintaros. Gran parte fue hecha con mármol de Paros.
En 480 a. C. los persas llegaron ante Delfos. Los ciudadanos huyeron al monte, pero el oráculo prohibió mover los tesoros del templo. Seis habitantes quedaron en Delfos para defender el templo. Cuando los persas avanzaban se sintió un trueno espectacular y cayeron unas piedras de la montaña y aplastaron a muchos persas; éstos, presas del pánico, huyeron y fueron perseguidos por dos guerreros de gran tamaño que los habitantes dijeron que eran los héroes Filacos y Autonoos, cuyos santuarios estaban cerca.
En 373 a. C. fue destruida por un terremoto, pero fue reconstruida.
En 357 a. C., los focidios fueron sentenciados por el consejo anfictiónico a pagar una gran multa por haber cultivado parte de la llanura sagrada de Cirra. El jefe focidio Filomelo, convenció a sus compatriotas para completar el supuesto sacrilegio ocupando el templo de Delfos; Filomelo, llevó a término la conquista y se apoderó de todos los tesoros. Eso originó la guerra sagrada. Primero, los focidios no querían utilizar los tesoros, pero después, bajo presión de tebanos y locrios, convirtieron los tesoros en dinero para pagar a los soldados. Filipo II de Macedonia, general del consejo anfictiónico, ganó la guerra y devolvió el templo a la anfictionía (346 a. C.), con los tesoros que quedaban. Los focidios fueron sentenciados a devolver los tesoros (unos 10 000 talentos) con pagos anuales, pero los focidios eran demasiado pobres para poder pagar una cantidad tan grande.
Un nuevo terremoto lo volvió a dañar en 330 a. C. y fue reconstruido por los arquitectos Espintaro, Jenodoro y Agatón de Corinto.
En 279 a. C., Delfos fue atacada por los (gálatas) dirigidos por Breno, tentado por las supuestas riquezas del templo (que ya no eran las mismas después del 346 a. C.), pero fue rechazado de manera sobrenatural como lo fueron antes los persas, al caer grandes rocas desde las montañas.
En el siglo III a. C. recibió el patronazgo de los reyes de Pérgamo. Durante dicho siglo pasó al control de la Liga Etolia hasta que en 189 a. C. cayó en manos de Roma.
Más tarde, en 86 a. C., fue saqueada por Sila, que también había saqueado Olimpia y Epidauro. En esta época ya era muy pobre.
A mitad del siglo I fue saqueada por Nerón, que se llevó 500 estatuas de bronce, y le separó la llanura de Cirra, que repartió entre sus soldados, y abolió el oráculo. Pero Adriano, más tarde, lo restauró y volvió a tener cierto renombre y esplendor por un tiempo. En tiempos de Caracalla dejó de emitirse moneda en Delfos. Constantino el Grande se llevó algunas figuras para su nueva capital. Juliano el Apóstata aún consultó el oráculo, pero finalmente fue suprimido por Teodosio I el Grande en 385 al prohibir el culto pagano.
Delfos fue explorada por primera vez en 1676 por Spon, y en 1756 por Chandler. Más tarde se hicieron otras exploraciones más científicas dirigidas por la Escuela francesa de estudios clásicos de Atenas (la misma que las hizo en Delos) entre 1861 y 1880, en que una disputa entre los franceses y los griegos paralizó los permisos, disputa que se resolvió en 1891. Desde entonces las excavaciones no han parado. 
Hay diversas propuestas acerca del origen del topónimo de Delfos. Una de ellas propone que viene de Delfine, que era el nombre del dragón mitológico que custodiaba el oráculo antes de la llegada de Apolo. ​ También se ha escrito que su origen parte de un mito según el cual Apolo se convirtió en delfín para atraer a un barco cretense, del que quería utilizar a la gente como sacerdotes; los cretenses desembarcaron y fundaron Crisa y se les encargó ser sacerdotes del templo y que adorasen al dios bajo el nombre de "Apolo Delfinio" para rememorar su conversión en delfín. ​ Al templo de Apolo se le llamó igualmente Delfinion. 

El oráculo de Delfos, en el Santuario de Delfos, fue un lugar de consulta a los dioses, en el templo sagrado dedicado principalmente al dios Apolo. Situado en Grecia, en la actual villa de Delfos, al pie del monte Parnaso, consagrado al propio dios y a las musas, en medio de las montañas de la Fócida, a 700 m sobre el nivel del mar y a 9,5 km de distancia del golfo de Corinto.

De las rocas de la montaña brotaban varios manantiales que formaban distintas fuentes. Una de las fuentes más conocidas desde muy antiguo era la fuente Castalia, rodeada de un bosquecillo de laureles consagrados a Apolo. La leyenda y la mitología cuentan que en el monte Parnaso y cerca de esta fuente se reunían algunas divinidades, diosas menores del canto, la poesía, llamadas musas junto con las ninfas de las fuentes, llamadas náyades. En estas reuniones Apolo tocaba la lira y las divinidades cantaban.
El oráculo de Delfos alcanzó gran notoriedad en toda Grecia desde mediados del s. VIII a.C., cuando Apolo pítico se convirtió en el patrón de las empresas coloniales. Más adelante llegó a ser el centro religioso del mundo helénico. 

Pitón (Pitia)
El santuario se construyó en el lugar conocido en la antigüedad como Pito, nombre que en griego presenta dos formas (ambas femeninas): (Homero. Il. 2.519 y 9.405; Od.8.80). Este nombre (que carece de etimología aceptada) se relaciona con el de la gran serpiente o dragón que, según la mitología, vigilaba el oráculo primitivo (véase el siguiente apartado). En la antigüedad se intentó dar una etimología al nombre de Pito que lo relacionara con las funciones del santuario. A estos intentos de etimología popular se refieren su relación con el verbo "pythomai" = "pudrir", que se relacionaría con el hecho de que Apolo habría dejado pudrirse a la serpiente tras haberla matado; o con el verbo pynthanomai = "informarse, aprender" que se referiría a las funciones del propio oráculo.
Del término "Pitón" provienen los de "pitia" o "pitonisa", nombre de las sacerdotisas del templo, que interpretaban las respuestas. 

Orígenes del santuario
Hay testimonios de ocupación humana cercana al emplazamiento del santuario de Delfos de época arcaica desde el Neolítico, concretamente en una gruta del macizo del Parnaso. Ya en época micénica y en el mismo emplazamiento del santuario hubo primero (c. 1400 a.C.) una pequeña aldea que fue abandonada en algún momento entre 1100 y 800 a. C.

El santuario propiamente dicho apareció después de esta fecha con un altar, al que siguió un primer templo. El nombre de Pito se relaciona en la mitología con el de una gran serpiente o dragón Pitón hijo de la diosa Gea (la Tierra) que vigilaba un oráculo consagrado a su madre, o bien era compartido por Poseidón y Gea. Una tradición indica que Gea cedió a Temis su parte y esta lo regaló a Apolo. Por otra parte, Poseidón intercambió la suya con Apolo por Calauria. Sin embargo, la versión más difundida dice que, con el fin de establecer su propio oráculo con el que guiar a los hombres, Apolo mató a Pitón con su arco y tomó posesión del oráculo. Para establecer el culto del nuevo santuario desvió un barco de sacerdotes cretenses. (cf. Himno Homérico a Apolo). En el lugar original de este templo había exhalaciones de vapores subterráneos, según una tradición antigua no verificada por la moderna arqueología. (cf. Estrabón, 9.3.5).

El Templo de Delfos fue dedicado a Apolo, dios de la música, la medicina, también representado como la luz de helios (sol). 

Pitia o Pitonisa
No se sabe que la elección de este personaje se hacía sin ninguna distinción de clases. A la candidata sólo se le pedía que su vida y sus costumbres fueran irreprochables. El nombramiento era vitalicio y se comprometía a vivir para siempre en el santuario. Durante los siglos de apogeo del oráculo fue necesario nombrar hasta tres pitonisas para poder atender con holgura las innumerables consultas que se hacían por entonces. Sin embargo, en los tiempos de decadencia sólo hubo una, suficiente para los pocos y espaciados oráculos que se requerían.
Los consultantes tenían una entrevista con ella unos días antes del oráculo. Este hecho está perfectamente documentado en las noticias que dan los autores de la Antigüedad. El oráculo se celebraba un día al mes, el día 7 que se consideraba como la fecha del nacimiento de Apolo. Los consultantes eran de todo tipo, desde grandes reyes hasta gente pobre. En primer lugar se ofrecía un sacrificio en el altar que había delante del templo. A continuación se pagaban las tasas correspondientes y por último el consultante se presentaba ante la Pitia y hacía sus consultas oralmente, según se cree.
Se conoce muy poco sobre el rito que se seguía en el oráculo. Se sabe que la Pitia se sentaba en un trípode que estaba en un espacio llamado aditon, al fondo del templo de Apolo Pitio. Αδυτων significa "fondo del santuario" y τo αδυτoν significa "lugar sagrado de acceso prohibido".

En el oráculo de Dódona se hacían las consultas grabadas en laminillas de plomo de las que se han encontrado bastantes ejemplares en las excavaciones. La Pitia daba respuestas (el verdadero oráculo) que un sacerdote recogía y escribía en forma de verso. Después se le entregaba al consultante. En un primer momento, las sentencias de la pitonisa se hacían en verso, pero a mucha gente le parecía extraño que, siendo Apolo el dios de la música, tuvieran las predicciones tan mala calidad rítmica y melódica. Así que pronto la pitonisa comenzó a predecir en prosa.
Uno de los enigmas con el que se enfrentan los estudiosos del tema es el gran número de aciertos que tuvo el oráculo de Delfos. La fe en él era total, incluso si se equivocaba, porque en ese caso se decía que el fallo era la interpretación de lo dicho y no el oráculo en sí.
Durante siglos ha corrido una leyenda en forma de verdad histórica acerca del oráculo y el estado de la Pitonisa. Dicha leyenda se difundió a partir de los autores cristianos de los siglos III y IV, como Orígenes y San Juan Crisóstomo. Eran tiempos en que la época de la Grecia clásica se veía como un acérrimo paganismo al que había que ridiculizar. De esta manera los escritores inventaron algo que a través de los siglos tuvo siempre mucho éxito. Lo describían así:
El trípode de la Pitonisa o Pitia se hallaba sobre una grieta muy profunda de la roca. Por esa grieta emanaban unos gases tóxicos que hacían que la mujer entrara rápidamente en un estado de embriaguez y desesperación con grandes tiritonas, es decir, entraba en trance, desgreñada y arrojando espuma por la boca. Además masticaba hojas de laurel, lo que ayudaba a alcanzar ese estado psicosomático.
Lo cierto es que no se ha encontrado hasta el momento ninguna descripción sobre el momento del oráculo en los escritores griegos o latinos. Ningún autor pagano ha descrito nunca una escena de consulta, ni siquiera Plutarco en su obra Diálogos píticos. Por otra parte, los estudios arqueológicos y geológicos recientes hechos en la zona del templo de Apolo aseguran que en la roca no existe la fisura profunda de que se habla en la leyenda. 

Oráculos de Creso
Tradicionalmente se conocen dos oráculos dados al rey Creso:
Creso (560-546 a. C.) fue el último rey de Lidia. Se cuenta (en Heródoto: Historia I, 53 y en Cicerón: Sobre la adivinación II, 115, 11) de él que en una ocasión envió una consulta al oráculo, pues se estaba preparando para invadir el territorio persa y quería saber si el momento era propicio. El oráculo fue así "Creso, si cruzas el río Halys (que hace frontera entre Lidia y Persia), destruirás un gran imperio". La respuesta se interpretó como favorable y dando por hecho que el gran imperio era el de los persas. Pero el “gran imperio” que se destruyó en aquel encuentro fue el suyo, y Lidia pasó a poder de los persas. Esto es un ejemplo de la ambigüedad en las respuestas. Muchas de ellas fueron recogidas por autores clásicos. En realidad el oráculo no trataba de adivinar los hechos, sino de dar buenos consejos, cosa que no era demasiado difícil, ya que en el santuario se disponía de la última noticia y de los últimos acontecimientos del mundo conocido.
Según Jenofonte y algunas colecciones griegas de versos gnómicos, ante una consulta del mismo rey se le respondió la famosa frase: "Si eres humano, procura pensar en cosas humanas". Esta máxima se basa en la idea que para conseguir la felicidad y la autoestima hay que conocer los propios límites y aceptarlos. 

Sibila
La sibila de Delfos (1510), fresco de Miguel Ángel (1475-1564) en la bóveda de la Capilla Sixtina 

Según algunas tradiciones, la primera pitia o pitonisa que actuó en el oráculo de Delfos se llamaba Sibila, y su nombre se generalizó y se siguió utilizando como nominativo de esta profesión. Ni Homero (siglo IX al VIII a. C.) ni Hesíodo (siglo VIII a. C.) hablan de las sibilas; su nombre aparece por primera vez en el siglo VI a. C. y es el filósofo Heráclito de Éfeso (544 – 484 a. C.) el primer informador de estos personajes. Se pensaba que las sibilas eran oriundas de Asia y que en cierto modo sustituyeron a las antiguas pitias. 

La llegada al santuario
El peregrino que se acercaba al lugar sagrado se encontraba primero con una terraza con varios edificios: el templo de Atenea Pronaia (literalmente, la que está antes del templo), del que sólo se conserva la plata­forma. Fue destruido y reconstruido varias veces, como la mayoría de los edificios del santuario. Su tamaño era pequeño, y varios aspectos, como la presencia de equinos planos en las columnas, nos indican su origen arcaico. 

El tholos, construido por Teodoro de Focea hacia el año 380 a.C., es quizá el edificio más representativo de Marmaria y no sabemos qué función tenía. Su interior es de orden corintio y su exterior dórico, y en sus metopas destaca la representación de temas dionisíacos. Además, dos tesoros, uno de los cuales pertenecía a la ciudad de Massa­lia (actual Marsella), permitía la custodia de exvotos delicados o de alto valor. 

A mitad de camino entre Marmaria y el santuario propiamente dicho, surgiendo de las entrañas del acantilado, se hallaba el manantial de Castalia, una fuente en la que los peregrinos se purificaban antes de entrar en el recinto sagrado, acto que cumplía una importante función tanto higiénica como ritual. Dentro del témenos había también otra fuente menor, Kassotis, donde la Pitia o pitonisa realizaba abluciones antes de hacer su predicción.

La entrada principal daba acceso a la vía sacra, un camino en pendiente que recorría todo el conjunto hasta el estadio, situado en la terraza superior. Varios tesoros situados a ambos lados del camino de entrada servían de escaparate para las ciudades griegas que sufragaban su construcción. Estos diminutos edificios y los  exvotos que contenían mostraban no sólo el fervor de sus constructores, sino también sus rivalidades. No era raro, así, que una ciudad levantase un monumento para conmemorar su victoria sobre otra polis. 
Entre las múltiples estatuas que adornaban el camino de acceso se encontraba el conocido auriga de Delfos. Esta escultura de bronce representaba a un joven que guiaba su carro tirado por cuatro caballos; actualmente sólo se conserva la figura del auriga con algunos restos de patas de caballos y parte de las riendas. La estatua fue financiada por el tirano Polizalos de Gela, un rico siciliano vencedor de los juegos píticos del 478 o 474 a.C. para conmemorar su triunfo.
De todos los tesoros, el de la isla de Sifnos destacó por los delicados relieves que lo decoraban; se trata de una representación de la Gigantomaquia –batalla entre dioses y gigantes– de hacia 525 a.C., una de las obras cumbres del relieve griego del período arcaico.



El recinto del santuario o témenos

La descripción bastante exacta de cómo fue el recinto sagrado se conoce gracias a las informaciones de Pausanias en el siglo II d. C. y a la confirmación de esos escritos hecha por las excavaciones arqueológicas.

Una cerca sagrada llamada períbola rodeaba todo el enclave del santuario. En la esquina sureste del recinto comenzaba la vía sacra que iba subiendo montaña arriba, serpenteando y pasando por delante de pequeñas edificaciones llamadas tesoros y de diversos monumentos, hasta llegar al templo del oráculo, templo de Apolo y continuando hasta el estadio en lo más alto. El peregrino accedía por la puerta principal de esta vía sagrada.
En el valle pueden verse cientos de olivos plantados, cuya extensión llega hasta el golfo de Corinto. Se dice que es el mayor olivar del mundo.

Cada consultante ascendía por la via sacra hasta llegar al templo de Apolo donde en primer lugar ofrecía un sacrificio en el altar frente al templo y las vísceras del animal se examinaban en busca de buenos augurios. A continuación pagaba las tasas correspondientes a los sacerdotes y por último se presentaba ante la Pitia y hacía sus consultas oralmente. Se dice que la Pitia respiraba los vapores de una grieta en el subsuelo, entraba en trance y respondía a las preguntas. La Pitia daba respuestas que un sacerdote recogía y escribía en forma de verso que entregaba al solicitante. Pero tenía una limitación: no podía contestar ni sí ni no y sus profecías siempre eran lo suficientemente vagas e interpretables para que el negocio no se viniera abajo. Incluso cuando no acertaba en sus predicciones, nadie perdía la fe en el oráculo, porque en ese caso se decía que el fallo era la interpretación de lo dicho y no el oráculo en sí.
El monte Parnaso, junto a Delfos también se creía que era el lugar de descanso preferido de Apolo ya que allí moraban las nueve Musas, inspiradoras de las artes y las ciencias y de cuyo nombre derivan las palabras música y museo.
Justo antes de entrar en el témenos vemos las ruinas del Ágora Romana, una plaza pública destinada al comercio y las relaciones sociales. Estaba rodeada por 3 stoas jónicas de las únicamente se conserva parte de la del lado norte en la que podemos distinguir 5 locales para tiendas.

El camino entraba en el témenos por la puerta principal o de Milciades que estaba situada en la esquina sudeste del recinto. Nada más atravesarla vemos a nuestra derecha los restos del monumento espartano conmemorativo de su victoria sobre los atenienses en la batalla naval de Egospotamos.

A continuación a la derecha está el Monumento de los Reyes de Argos una exedra semicircular que exhibía estatuas de reyes y héroes de la ciudad de Argos. Frente a ella hay otra exedra en disposición simétrica llamada la Exedra de los Epígonos. 

A partir de aquí entramos en la zona de los Tesoros, pequeños edificios con forma de templo, donados por distintas ciudades griegas donde se guardaban los exvotos y las donaciones que habían realizado al santuario.
Algunos de los tesoros mejor conservados de Delfos pertenecen a la época arcaica, mientras que del más antiguo, el de Corinto (650 a. C.), en el que se conservaban también las donaciones votivas del rey Midas de Frigia, y de los lidios Giges y Creso, quedan escasas ruinas.

El primero a nuestra izquierda es el Tesoro de los Sicionios, un templo dórico con dos columnas in antis en la fachada, datado en torno al 500 a.C. y del que apenas se ven los cimientos. En ellos se encontraron unas metopas con escenas mitológicas esculpidas en un estilo arcaico de fuerte realismo procedentes de un edificio más antiguo y que se exponen en el museo.
El tesoro de los sicionios, datado en torno al 500 a. C., aunque no es unánime dicha fecha entre los arqueólogos, tenía, como muchos otros, forma de templete dórico, con dos columnas entre las dos antas de la fachada.
Para sus cimientos se reutilizaron bloques de otros dos edificios más antiguos. De uno circular (un tholos), de hacia el 580 a. C., y de otro edificio monóptero rectangular, es decir, consistente en una simple columnata abierta para sostén de un techo. Se ha supuesto que este último estaba rematado por la cuadriga de Clístenes, el tirano de Sición, quien había vencido en los primeros Juegos Píticos del 582 a. C., y al mismo edificio monóptero, que se fecha en torno al 560 a. C., parecen corresponder las famosas metopas encontradas también entre los cimientos del tesoro y que representan escenas mitológicas esculpidas en un estilo arcaico de fuerte realismo.
Son célebres las del Robo de los bueyes, que representan a los Dioscuros llevándose el rebaño por el que hallarían la muerte a manos de Idas y Linceo y otras con la nave Argo, o con Europa y el toro, etc.
Dinsmoor, uno de los mayores especialistas de arquitectura griega, data el tesoro del siglo V a. C., y atribuye las metopas a un anterior tesoro de los siracusanos, del siglo VI a. C., con base en que el empleo de metopas figuradas, común en Sicilia, y en la Magna Grecia, era inusual en los monumentos propiamente griegos.
Brunilde Sismondo Ridgway, en su importante libro sobre la escultura de la Grecia arcaica publicado en 1977, observa que las metopas sicionias formaron parte de un tesoro ofrecido por alguna ciudad de la Magna Grecia, excluyendo Siracusa, y realizado en Delfos por artistas foráneos o locales. Porque es posible que en Delfos, además de los artistas que sabemos por las fuentes literarias e históricas, llegados de todo el mundo griego, hubiera talleres locales, responsables en definitiva de la formación de un estilo «délfico». 

Detrás vemos el Tesoro de los Sifnios, el más suntuoso del santuario, de estilo jónico y construido enteramente con mármol de Paros, tenía en su frente dos cariátides en lugar de columnas y estaba adornado con dos frontones y un largo friso esculpido con representaciones de episodios mitológicos, todo ello expuesto en una sala del Museo de Delfos. Era el más suntuoso del santuario. 
Como se desprende de pasajes de Heródoto y de Pausanias, este tesoro lo erigieron los habitantes de Sifnos en el 525 a. C. (o quizá algunos años antes, como ha indicado la norteamericana Richter en su estudio de los Kuroí) con los diezmos de las minas de oro de la isla.
Es el monumento mejor datado del periodo arcaico, lo mismo que sus esculturas.

Afortunadamente las excavaciones han restituido gran parte del frontón oriental y casi la mitad del friso que corría por el exterior del edificio y medía más de 20 m.
En el frontón está representada la disputa entre Apolo y Heracles por la posesión del trípode délfico, con la imagen de Zeus en el centro (y no la de Atenea como en un primer momento se pensó).
También el friso contiene escenas mitológicas. El lado este está dividido en dos partes. En la de la derecha hay un combate frente a Troya alrededor de un guerrero caído. En la de la izquierda un concilio de dioses, con las divinidades a favor de los troyanos- Ares, Afrodita, Artemisa, Apolo y Zeus- sentadas frente a las partidarias de los griegos, ente las que se hallan Atenea, Hera y Hebe.
En el lado norte se desarrolla una larga y movida Gigantomaquia, en la que participan muchas divinidades del Olimpo: Apolo, Artemisa, Hefesto y Ares, entre otras.

Del friso oeste, con el Juicio de Paris, se conserva sólo una parte. Y en el del lado sur, del que tan sólo quedan unas losas, debía de narrarse el rapto de las hijas de Leucipo, el rey mesenio, por parte de los Dioscuros, o tal vez de Helena por Paris.
Hay claras pruebas de que en su día el friso estaba policromado. Aún puede distinguirse el color azul del fondo y huellas de color rojo en el borde inferior y en algunos detalles: ropas, cabellos, armas, crines y colas de caballos, etc.
Otros detalles y elementos decorativos aparecían realizados en bronce, y algunas figuras estaban acompañadas de inscripciones que han facilitado su identificación.

Friso este



Friso norte


Se advierte el trabajo de dos maestros: uno -seguramente un maestro de la escuela de arte jónico, sino de la propia Sifnos- muy imaginativo, autor de las secciones este y norte del friso. Otro, más tradicional, de escuela ática, que esculpió las secciones oriental y meridional. Más aún, si es correcta la lectura de una inscripción propuesta por la epigrafista Lilian H. Jeffery, que aparece en el escudo de uno de los gigantes, este segundo escultor sería Aristión de Paros, un artista jonio que trabajó durante muchos años en Atenas y al que se debe, entre otras, la estatua de la Koré Frasikleia, hallada en Merenda, junto a Atenas.

Se sabe que existían todas estas capillas:
·       Tesoro de Siracusa
·       Tesoro de Cirenea
·       Tesoro de Cnido
·       Tesoro de Sifnos
·       Tesoro de Sición
·       Tesoro de Tebas
·       Tesoro de Corinto
·       Tesoro de los etruscos
·       Tesoro de los atenienses (que es el único restaurado). 

Tesoro de los atenienses
Este tesoro fue ofrecido por Atenas a la ciudad de Delfos. Fue el primero que apareció en las excavaciones de esta ciudad en 1893. Entre 1903 y 1906 se procedió a su reconstrucción por cuenta del consejo municipal de la capital.
Era de mármol de Paros y, según Pausanias, se costeó con la décima parte del botín conseguido en la Batalla de Maratón (490 a. C.).
Para la arquitectura y la escultura representa el paso del arcaísmo al estilo severo del arte ático. 


Sus famosas metopas, conservadas en el Museo de Delfos (las reconstruidas en el edificio son copias), representan hazañas de Heracles y de Teseo, y una Amazonomaquia, esto es, un combate entre los atenienses y las legendarias amazonas, en el que acaso se simbolizaba la reciente victoria sobre los persas.
No hay acuerdo entre los arqueólogos acerca de la realización de estas metopas. Para Ernst Langlotz, algunas, por su estilo, parecen anteriores al 490 a. C., por lo cual los investigadores franceses piensan que pudo realizarlas un equipo integrado por artistas ancianos y jóvenes.
Otros autores como Pomtow y Dismoor, opinan que tal vez Pausanias estaba confundido, y dicen que el tesoro debió alzarse a finales del siglo VI a. C. para conmemorar algún otro acontecimiento histórico, como quizá la victoria de Atenas sobre la ciudad eubea de Calcis (505 a. C.), o incluso antes, bajo Clístenes, el reformador de la constitución ateniense tras la caída de los Pisistrátidas en 510 a. C.
La investigadora norteamericana Evelyn Harrison, ha propuesto para el tesoro y para sus metopas el 500-490 a. C., lo que significa que, al igual que el Tesoro de los sifnios, el tesoro de los atenienses no se habría erigido para conmemorar una victoria o algún otro acontecimiento histórico, sino tan sólo para manifestar en el sagrado recinto de Delfos la devoción y la riqueza de la ciudad que lo donaba.
En la terraza que se extendía delante del templo de Apolo estaba situado el altar de los sacrificios. Se construyó además un teatro (en el siglo IV a.c.) y un estadio, con 7.000 plazas para espectadores, para los juegos píticos (este último en el 582 a. C.). También había un hipódromo, que aún está sin localizar.
Al aire libre y salpicadas por todo el recinto se hallaban las estatuas de mármol o de bronce, regalos de reyes o de ciudades, en agradecimiento a los servicios prestados por el oráculo. 

Las divinidades
Apolo Pitio era el dios principal del santuario. Pero en los meses de invierno tomaba protagonismo el dios Dioniso porque Apolo se marchaba al paraíso septentrional. Por esta razón se hizo una ornamentación distinta en los tímpanos del gran templo. En el tímpano del este se esculpió la tríada apolínea (Apolo, Artemisa y Leto) y en el del oeste el tiaso, que era la reunión de fieles que celebraban el culto a Dioniso.
El santuario de Atenea Pronaia se encontraba en la terraza de Marmaria, hacia la parte de abajo. Pronaia significa "la que está antes del templo". En esta terraza había dos templos dóricos, uno en honor a Atenea y otro para Artemisa, estaba también el tesoro eólico (llamado tesoro de Massalia, actual Marsella) y el tesoro dórico. Allí estaba junto con estos edificios el tholos o rotonda de columnas del siglo IV a. C., cuyas ruinas quedan aún en pie.
Durante el siglo V a.C. se estableció el culto a Asclepio (patrón importante de la medicina, hijo de Apolo). 

El ónfalos
El ónfalos es el ombligo del mundo. La leyenda cuenta que el dios Zeus mandó volar a dos águilas desde dos puntos opuestos del Universo.
Las águilas llegaron a encontrarse aquí, en Delfos, donde una piedra cónica llamada ónfalos señala el lugar. La piedra, en forma de medio huevo, fue descubierta durante las excavaciones cerca del templo de Apolo.

Ónfalos de Delfos que se exhibe en el museo. 

Estas piedras que representan el ombligo del mundo eran un símbolo del centro, del lugar donde empezaría la creación del mundo. Al colocarlas en un determinado espacio, lo sacralizaba y lo convertía en el centro religioso. En el caso del ónfalos de Delfos, así fue y este santuario se convirtió en el ombligo o centro religioso de toda Grecia.
En algunas monedas encontradas en el recinto se puede ver la imagen del ónfalos, esquematizada y representada por un punto en el centro de un círculo. La piedra mencionada se halla expuesta en el museo de Delfos. 

Historia del santuario
Por la arqueología y los escritos antiguos se sabe que en el siglo VIII a. C. hubo en este lugar de Delfos edificios sagrados. Pausanias, el historiador griego del siglo II d. C., recoge la tradición y entre otras cosas cuenta que los tres primeros templos fueron construidos, uno con laurel, otro con cera de abeja mezclada con plumas y el tercero con bronce.
La arqueología demuestra que en esta época ya era famoso el nombre de Apolo no sólo en el lugar, sino en tierras lejanas. Los exvotos sacados a la luz en las excavaciones son muy significativos: Renombre de Apolo Pitio que era famoso en lugares remotos, caballos de Tesalia, trípodes del Peloponeso, soportes de recipientes de Creta, etc.
Pasado el tiempo fueron aumentando las ofrendas, sobre todo los exvotos de bronce. Se han encontrado escudos cretenses, cascos corintios, calderos con cabezas de grifos llegados desde Samos y el Peloponeso y estatuillas diversas. 

Apogeo
A finales del siglo VII a. C. ya se construyen templos especiales para Apolo y Atenea; son de piedra, con columnas dóricas. Sus restos, pasado el tiempo, sirvieron para construir nuevos templos.
A comienzos del siglo VI a. C. tuvieron lugar dos acontecimientos que influyeron bastante en la evolución del santuario de Delfos. Uno fue la instalación en Delfos de la anfictionía y el otro, la reorganización de los Juegos Píticos.
La anfictionía era una liga religiosa que agrupaba 12 pueblos (no ciudades), casi todos de la Grecia central. Tenía sus reuniones en el santuario de Deméter en Antela, cerca de las Termópilas. Como el oráculo de Delfos tenía ya un renombre mayor que el de Deméter, trasladaron allí la sede de esta confederación, sin por ello abandonar el otro santuario. Esta decisión dio lugar a las llamadas guerras sagradas que fueron tres.
Los Juegos Píticos tenían lugar al principio cada 8 años. Después lo acortaron a 4 y se alternaban con los Juegos Olímpicos. Consistían en pruebas atléticas, hípicas y concursos líricos. En Delfos se construyó en esta época un teatro y un hipódromo para la celebración de estos juegos, que se consideraban muy importantes.
Hubo un gran enriquecimiento tras la primera guerra sagrada, en la que algunas ciudades griegas compitieron por obtener el control y la autoridad del santuario, con lo cual conseguían un reconocimiento de supremacía y prestigio sobre las otras ciudades y sobre algunos reinos extranjeros. Las aportaciones fueron tanto por parte de los griegos como de los pueblos bárbaros. Hay que destacar el regalo que hizo Creso (560-546 a. C.), último rey de Lidia, en esta ocasión: un león de oro sobre una base de lingotes de oro más un cuenco de oro que pesaba un cuarto de tonelada.
En la primera mitad del siglo VI a. C. se hicieron unas 12 fundaciones de tesoros en torno al templo de Apolo. Este viejo templo ardió en el año 548 a. C. y tras el incendio su reconstrucción fue lenta. Hasta el año 505 a. C. no se terminó el nuevo templo, más grande que el anterior y cuya construcción se llevó a cabo gracias a una familia llamada Alcmeónidas, de Atenas. Según cuenta Heródoto, esta familia gestionó la aportación de dinero en todo el mundo griego. 

Catástrofes en el siglo IV a. C.
Durante este siglo ocurrieron una serie de catástrofes que en nada beneficiaron al santuario de Delfos:
En el 373 a. C. hubo un terremoto que destruyó el templo edificado por los Alcmeónidas.
Del 356 a. C. al 346 a. C. fue la tercera guerra sagrada y la consecuencia fue destrucción y daños irreparables. Los focios lucharon contra los tesalios, beocios y Filipo II de Macedonia, con la intención de obtener la supremacía sobre el oráculo de Delfos. La guerra les costó tanto que se apoderaron de los mejores tesoros del santuario. Fundieron el oro y la plata y con ese resultado pudieron pagar a sus soldados. Pero poco después Filipo se hizo con la autoridad total del lugar sagrado y obligó a los focios a ir restituyendo en donaciones todo lo robado.
En el 339 a. C. ocurrió la cuarta guerra sagrada, cuando el pueblo de los locrios se enfrentó contra Atenas y el político Esquines seguidor de Filipo se enfrentó también contra la ciudad de Anfisa (o Ámfissa). Estos hechos dieron lugar a la batalla de Queronea, en el 338, en la que fueron derrotados atenienses y tebanos. Los macedonios tuvieron desde entonces la hegemonía de Grecia. 

Siglo III y II a. C.
Durante la época del helenismo, difundida por los sucesores de Alejandro Magno se construyó un teatro nuevo y un estadio nuevo.
Los etolios (señores de Delfos) regalaron numerosas ofrendas en forma de columnas y estatuas. Pero los donantes más generosos de esta época fueron los reyes de Pérgamo que en varias ocasiones ofrecieron dinero y mano de obra para el mantenimiento del santuario. El rey de Pérgamo Átalo I regaló un conjunto monumental para celebrar su victoria sobre los gálatas. La donación fue de tal calidad que los etolios de Delfos junto con los componentes de la anfictionía mandaron erigir unas estatuas de Átalo I y de Eumenes II sobre unos pilares y las colocaron junto a la fachada del templo. También Perseo de Macedonia regaló una estatua con su efigie, pero más tarde su vencedor el general romano Lucio Emilio Paulo la mandó quitar para sustituirla por una que le representaba a él.
Son de esta época la epigrafía que cubría los muros de los edificios y del muro poligonal. En ella puede leerse los textos sobre los derechos honoríficos y sobre la liberación de esclavos. Apolo era quien garantizaba dicha liberación, después de habérsele pagado la suma correspondiente. También es de esta época la epigrafía del tesoro de los atenienses. 

Otro resto del culto más antiguo del lugar es el templo de Gea, un diminuto edificio construido en piedra pero que poseía una estructura absidal típicamente arcaica. Esta construcción hoy se ve desde lo alto del llamado muro poligonal, un gigantesco parapeto de piedra levantado para poder formar la amplia terraza que sostiene al templo de Apolo. 

La pared de ese muro tiene una gran importancia, ya que sobre ella hay plasmadas unas diez mil inscripciones que servían para testimoniar ante el dios Apolo actos como la manumisión de escla­vos, la donación del acta de ciudadanía, o tratados entre ciuda­des. 

A su vez, aquí se conservan los dos únicos fragmentos de escritura musical griega que han llegado hasta nuestros días. Delante de este muro se encontraba también el pórtico de los atenienses, regalo hecho por la ciudad de Atenas al santuario para conmemorar la victoria naval en las Guerras Médicas, y que sirvió de escaparate para mostrar el poderío de dicha ciudad en aquel tremendo episodio.
El templo de Apolo se reedificó varias veces desde el siglo VI, después de sucesivos incendios; el edificio que se puede ver hoy día corresponde a una reconstrucción del siglo IV a.C. En sus puertas podía verse inscritas varias máximas atribuidas a los siete sabios de Grecia, entre las cuales destacaba los conocidos adagios “conócete a ti mismo” y “nada en demasía”.
En el interior del templo, en su centro, se encontraba el ádyton, el habitáculo donde se ocultaba la Pitia, sentada sobre un trípode de bronce y separada del que pedía consejo al oráculo por una cortina, pues la pitonisa no podía ser vista. 
En un principio, el oráculo se hacía una vez cada siete años y a cargo de una sola Pitia, escogida entre las mujeres más virtuosas y que desde su elección debía separarse de su familia y llevar una vida recogida en el interior del recinto sagrado. Posteriormente, la demanda hizo que hubiese un oráculo todos los años, y posteriormente, éste fue permanente. Para cumplir con las necesidades de un santuario cada vez más frecuentado existían no una, sino tres pitonisas, a las cuales se vestía de blanco con ropas de niñas. Ahora bien, no siempre Apolo se encontraba en disposición de predecir; para saber si el dios estaba conforme con cumplir su función oracular, el que demandaba los servicios del santuario pagaba una tasa, el pélanos, y efectuaba un sacrificio preliminar. Éste consistía en asperjar a un cabritillo con agua fría; si el animal se echaba a temblar, era señal de que Apolo estaba listo. 

Las consultas se establecían según un protocolo que daba preferencia a los délficos; a continuación eran llamados los pertenecientes a la Anfictionía, seguidos por los restantes griegos y, por último, los extranjeros. 


Un buen número de oráculos se emitían recurriendo al vuelo de las aves, arrojando habas, dados o huesecillos en un paño y otros métodos similares. Tan sólo aquellos asuntos que los sacerdotes estimaban de cierta importancia se planteaban a la Pitia; ésta, una vez alcanzado el éxtasis inspirado por Apolo, emitía frases ininteligibles o de difícil interpretación, a veces simples ruidos, que eran interpretados por los sacerdotes, quienes se encargaban de darle una forma versificada en endecasílabos rimados y un contenido generalmente ambiguo que tanto servía para decir una cosa como la contraria, de modo que el oráculo apenas se equivocaba


Frente al santuario se abre el estrecho valle del río Pleistos. La ciudad de Delfos estaba en medio de las dos estribaciones montañosas y los antiguos comparaban su posición con un teatro. Hoy está cercana la ciudad de Kastri. A unos 15 km al sudoeste de Delfos está el puerto de Cirra, en el golfo de Corinto.
Restos del templo de Apolo

El único lado de la ciudad no defendido por accidentes naturales era el sur, donde se había construido una muralla. La ciudad era pequeña y no tenía más de 3 km de circuito. 
A mediados del siglo VIII antes de nuestra era y a mitad del VII que el Apolo Pitio gana una gran notoriedad. 

Templo de Apolo en Delfos

El templo de Apolo de Delfos es, probablemente, el lugar sagrado dentro de Grecia que más antigüedad reviste en la actualidad. Incluso se estima que data de varios siglos antes de Cristo y que los antiguos griegos creían que allí se encontraba el ombligo del mundo. Ellos acudían allí, a consultar al oráculo, algunas cuestiones relacionadas con sus vidas. Hoy es imposible dejar de visitarlo.
El Templo de Apolo en Delfos es uno de los lugares sagrados de la Antigua Grecia más históricos, tradicionales y abigarrados al clasicismo que esa región ha tenido y aún tiene. Si bien el significado ha variado claramente, desde los tiempos en que los pobladores griegos creían que dicho lugar era el ombligo del mundo, hoy por hoy, es visitado con sumo respeto, por gran cantidad de personas de todo el mundo.
Podría decirse con total tranquilidad, que el oráculo de Delfos es uno de los lugares consagrados a las antiguas creencias griegas más importantes que han existido. Tenía una vía Sacra con una calle principal, donde se sostenían edificios que conformaban el santuario de Delfos. El templo principal se ubicaba en el medio.
La intención de todo este templo de Delfos era rendirle pleitesía al dios Apolo y, además, consultar al oráculo sobre cuestiones relacionadas con la vida de las personas. Por eso mismo, durante el día 7 de cada mes, que era el indicado para el nacimiento de Apolo, una procesión se dirigía hacia el oráculo, para ver qué era lo que deparaba el futuro.
Si bien el paso del tiempo y los avatares que la patria helénica ha sufrido en guerras, han transformado al lugar en algo más bien distinto de lo que era originalmente, continúa siendo un sitio de visita obligatoria para todos aquellos que disfrutan de la cultura griega, sus antiguas creencias y sus mitos. 

Decadencia
Comenzó el declive en con la ocupación romana, durante el siglo I a. C. y continuó hasta el siglo III d.C., durante este período el oráculo, respetado aún, fue sin embargo perdiendo prestigio y visitantes. En el siglo I a. C. fue cuando se hizo la talla de una fuente rupestre en la pared de la garganta Castalia, allá donde desde antiguo se encontraba el manantial sagrado.
Los fondos para el mantenimiento del santuario, de sus monumentos y de sus tesoros van menguando a grandes pasos; la hierba crece entre los edificios, de manera salvaje, la madera se pudre y la suciedad empieza a notarse. Hubo además un incendio en el templo de Apolo que el emperador Domiciano (81-96) hizo reparar. El escritor griego Plutarco (c. 46-125), que además fue administrador de la anfictionía en los últimos años de su vida, escribió por entonces sus Diálogos píticos y en este libro comenta la impresión de abandono que le daba el santuario de Delfos.
A pesar de todo, la anfictionía continuaba reuniéndose, organizaba los Juegos Píticos, levantaba algunas estatuas a los cónsules y emperadores romanos y el oráculo seguía siendo consultado. Pero las peticiones son ya de otro estilo: ya no se le pide consejo sobre posibles enfrentamientos, reinados, gobernantes, etc., las consultas del momento son consejos sobre viajes, matrimonios y otros asuntos domésticos. El oráculo ha dejado de influir en la política y el devenir de los pueblos. Su último momento de algo de esplendor se da bajo el gobierno de los Antoninos, en el siglo II de nuestra era. Los emperadores siguieron manteniendo una regular correspondencia con el oráculo. Esta correspondencia ha llegado hasta nuestros días grabada sobre los contrafuertes del templo de Apolo.
El emperador romano Adriano (c. 76-138) también visitó Delfos. Allí hizo levantar una estatua (que ha sido hallada en las excavaciones) en homenaje a su favorito Antínoo, que había muerto ahogado misteriosamente en el río Nilo.
Herodes Ático (101-177), político y orador griego, sofista y protector de las letras, además de poseer una gran riqueza, donó parte de ésta a Delfos para reconstruir las gradas del estadio. También mandó erigir estatuas de su familia.
Pero ya por el siglo II d.C. el santuario recibía visitantes que eran más curiosos que fieles. Los viajeros llegaban allí para curiosear y no para utilizar el recinto como lugar sagrado. Pausanias fue uno de estos visitantes que llegó en calidad de hombre culto y amante de las antigüedades y luego contó sus impresiones como historiador. Para las gentes del siglo II el apogeo y utilización del santuario como lugar sagrado estaba tan lejano como pueden estar para los habitantes del siglo XXI los acontecimientos del Renacimiento. Ya en el año 87 a. C., Sila se había apropiado de muchas riquezas sagradas y de las ofrendas hechas en metales preciosos, lo mismo que el emperador Nerón en el siglo I. En el siglo IV el emperador romano Constantino I el Grande se llevó a Constantinopla (actual Estambul) una de las pocas piezas grandes que aún quedaban: la columna serpentina que se levantaba exenta y que nadie consideraba de valor después de que los focenses se llevaron 700 años antes su trípode de oro. Todavía se conserva.
En el siglo III los hérulos, godos y bastarnos recorrieron en intensas campañas toda la Grecia Central, Ática y el Peloponeso, arrasando y saqueando. En Delfos destruyeron algunas de las estatuas que quedaban en pie y el resto se vino abajo después del edicto de Teodosio el Grande, emperador romano (c. 346-395), con el que se pretendía acabar oficialmente con todos los "ídolos del paganismo", clausurando así definitivamente el oráculo de Delfos, que cesó su actividad en el año 390. La desolación fue total al cabo de los años y de los centenares de estatuas que antaño poblaron el recinto, no quedó ni una en pie. 

Fin del culto
El recinto de Delfos nunca llegó a estar deshabitado. Después de que se hubo olvidado por completo la razón de su existencia, sus ruinas se fueron recubriendo y se fue edificando toda una pequeña ciudad.
Tras la ocupación romana y la imposición del monoteísmo cristiano (y prohibición del politeísmo), durante el siglo V de nuestra era, el área de Delfos fue sede de un arzobispado, y para ello se desmanteló el oráculo, construyeron iglesias utilizando como material el mármol de los monumentos; se construyó una basílica, y grandes edificaciones religiosas, borrando así prácticamente toda evidencia del gran oráculo de Delfos. En el siglo XVIII los eruditos se plantearon la duda del lugar exacto en que habría estado el célebre santuario de Apolo. Por los textos antiguos se tenía una idea, pero era casi imposible dar con ningún vestigio. Hasta que gracias a un hallazgo fortuito empezaron los estudios sistemáticos y las excavaciones.

Otras obras arcaicas
Hay restos de muchos otros monumentos, si bien la mayoría de las veces reducidos a los cimientos, como el bouleterión donde se reunían los 15 senadores y los 8 pritanos de la ciudad, o el tesoro de los cnidios, de mediados del siglo VI a. C.
En la Marmaria, el templo en piedra caliza de Atenea Pronaia, del que quedan abundantes vestigios, parece datar de finales del siglo VI a. C., pero han aparecido algunos tambores de columnas y 12 capiteles, que corresponden a un templo construido tal vez hacia la mitad del siglo VII a. C., que sería uno de los más antiguos de Grecia.
El vecino tesoro de los massaliotas, los colonos griegos de la actual Marsella, muy rico, podría fecharse en torno al 530 a. C.
Las dos estatuas colosales de Cleobis y Bitón, que se encuentran entre las más antiguas esculturas griegas de mármol, ya que datan de entre el 610 y el 580 a. C., y marcan la transición del arte dedálico del siglo VII a. C. al arcaico del VI a. C.
Se trata de dos gemelos míticos, hermanos de la ciudad de Argos, que según la leyenda se uncieron al carro de su madre, sacerdotisa de Hera, en lugar de los bueyes para llevarla a donde se celebraba la fiesta de la diosa. Una inscripción incompleta las atribuye a un... medes de Argos, en quien se reconoce al escultor argivo Polimedes.
Quizá del 570-560 a. C. es la gran Esfinge de los Naxios, que se apoya sobre un capitel jónico y una alta columna acanalada. Este importante monumento, que originalmente mediría más de doce metros de altura, tiene especial interés para conocer el arte arcaico de la isla de Naxos. 

Las excavaciones
En 1676 Jacques Spon (francés) y George Wheler (inglés) llegaron al emplazamiento del santuario, convertido en un poblado llamado en ese momento Castri. En su visita por el lugar se fijaron en unas inscripciones en la iglesia de un monasterio que había sido construido justamente sobre los muros del antiguo gimnasio. En estas inscripciones leyeron la palabra Delphi. Lo mismo les ocurrió en algunas casas del poblado. En estos años no pasó de ser una noticia para los historiadores; no hubo excavaciones.
Pasados dos siglos, en 1840, un arqueólogo alemán llamado Karl Otfried Müller trabajó en esta zona y descubrió entre las casas del poblado una parte del gran muro poligonal del recinto del santuario. El descubrimiento fue una llamada a seguir trabajando. Llegaron más arqueólogos franceses y alemanes, que fueron poco a poco descubriendo indicios y vestigios de la joya arqueológica que se escondía en aquel lugar. Pero la tarea era muy difícil pues la presencia del poblado impedía hacer excavaciones en serio. Empezaron entonces los tratos y los proyectos para trasladar a otro sitio todo el poblamiento de Castri, hasta que en 1881 hubo una convención entre el gobierno griego y el gobierno francés (muy interesado en las excavaciones) para expropiar, trasladar y reconstruir el nuevo emplazamiento, que es la ciudad actual llamada Delfí (Delfos).
Comenzó una gran actividad arqueológica dirigida por el jefe de la Escuela Francesa de Atenas, Théophile Homolle. Fueron apareciendo piezas, restos de estatuas criselefantinas (es decir, estatuas que tenían la cara, las manos y los pies de marfil y el cabello de oro), piedras de edificios, columnas rotas, etc. Después vinieron las restauraciones llevadas a cabo por la Escuela francesa de Arqueología más una subvención del Ayuntamiento de Atenas y aportaciones particulares de ciudadanos griegos. De esta forma vieron la restauración:
  • El tesoro de los atenienses que fue reconstruido pieza a pieza
  • El templo de Apolo, del que apenas se conservan algunas columnas
  • El estadio, que es el mejor conservado de la Antigüedad
  • El Tholos o santuario de Atenea
  • La fuente Castalia
  • El ágora romana
  • El altar de Quíos
  • Varias columnas
El teatro de Delfos se construyó más arriba en la colina del Templo de Apolo y daba una vista espectacular de todo el santuario y el valle.
Fue construido en el siglo IV a.C. con piedra caliza del monte Parnaso. Fue remodelado en varias ocasiones. Sus 35 filas daban una capacidad
en torno a cinco mil espectadores que disfrutaron en la antig
üedad de obras de teatro, lecturas de poesía, eventos musicales y diversos festivales que se llevaban a cabo periódicamente en Delfos. Las filas de asientos inferiores fueron construidas durante los periodos helenístico y romano.

Muchas de l
as piezas fueron llevadas al museo de Delfos que en la actualidad es uno de los más ricos de Grecia en el tema de la Antigüedad, entre otras el famoso auriga de bronce de tamaño natural ofrendado por Polyzelos, la Esfinge de Naxos, los mellizos de Argos y una copia romana del ónfalos que era la piedra en forma de huevo que señalaba el centro u "ombligo de mundo" en Delfos y que fue encontrado durante las excavaciones hechas al templo de Apolo.
 

Auriga de Delfos
Auriga de Delfos es la denominación historiográfica de una escultura griega del denominado estilo severo (transición entre la escultura arcaica y la clásica). Se realizó, en bronce, en el año 474 a. C., para conmemorar la victoria del tirano Polizalo de Gela en la carrera de cuadrigas de los Juegos Píticos (los que se celebraban en honor de Apolo en el santuario de Delfos). La figura formaba parte de un grupo más amplio, del que sólo quedan fragmentos de cuatro o seis caballos y un pequeño esclavo que se situaría ante ellos. Todo ello fue hallado en 1896 durante unas excavaciones en ese mismo lugar arqueológico. En la actualidad se expone en el Museo Arqueológico de Delfos
De tamaño natural, la figura tiene una altura de 1,80 metros. Se trata de una de las escasas esculturas originales en bronce que se conservan del mundo griego. El grupo estaría formado seguramente por el auriga que sostiene las riendas de la cuadriga, los cuatro o seis animales, un guerrero detrás de él, además de un mozo de cuadra. La escultura está fundida en varias piezas separadas y soldadas posteriormente, tal y como era costumbre en representaciones que incluían un número importante de figuras.

Aunque vista de forma aislada presenta un aspecto diferente al que debía de dar en el conjunto, es posible señalar algunos rasgos esenciales. A primera vista, la figura erguida, con la larga túnica y la actitud impasible, recuerda mucho las esculturas arcaicas. Sin embargo, elementos como la marcada frontalidad que caracterizó a las esculturas arcaicas exentas, especialmente en los primeros tiempos, tiende aquí a desaparecer gracias a la introducción de matices que dotan a la figura de una mayor tridimensionalidad: los pies se sitúan oblicuamente respecto al cuerpo, el cual acentúa levemente la torsión lateral, de acuerdo con los brazos y cabeza; esta torsión se manifiesta en el juego de los pliegues de la túnica, ceñidos en la cintura y sueltos en el torso, crean un volumen que rompe con el hieratismo propio de épocas pasadas. Este movimiento es, no obstante, mínimo, muy lejos del que realmente podía mostrar un auriga sobre un carro, es decir, no se trata de una obra realista, naturalista o representativa. El rostro está de acuerdo con esa disposición corporal; mantiene un gesto sereno en el que ha desaparecido la sonrisa (propia también del periodo arcaico), para dar paso a una expresión centrada, que destaca en unas facciones geometrizadas, pero con una fuerte "carnosidad" en los elementos propios del rostro. Como en otras esculturas del periodo, aparte del bronce, se han utilizado otros materiales nobles, tanto en los ojos, elaborados con incrustaciones de piedras de color, como en la diadema, que conserva restos de plata. El cobre es el material empleado en los labios, confiriendo una mayor riqueza cromática. 

Santuario de Atenea Pronaia
Así llamado por dedicarse a Atenea y encontrarse “antes del templo” (que eso significa pronaia) de Apolo, que es la edificación más importante de Delfos. Se encuentra el Tholos entre dos templos dedicados a Atenea, el arcaico, del S. VI a.C., de mayor tamaño, y el más reciente, ya del S. IV a.c.
Una de las más bellas construcciones del siglo IV es la thólos de Atenea Pronaia en Delfos, obra circular de uso desconocido, con veinte columnas dóricas en el exterior y diez finísimas columnas corintias sobre un banco corrido en el interior. A primera vista, era un edificio lleno de novedades, empezando por su misma planta circular, que no se usaba, al parecer, desde la época arcaica, y que tendría gran éxito en la generación siguiente y aun en siglos venideros. Para exponer sus hallazgos en esta obra, Teodoto escribió incluso un libro, según nos relata Vitruvio. 
Pero todo ello no obsta para afirmar que, en realidad, nos hallamos en la línea de las investigaciones que se realizaban a fines del siglo anterior: las columnas internas encajadas en el muro, el simple uso del orden corintio (aunque con capiteles muy esbeltos y novedosos), el manejo de piedras de distintos colores, todo nos traslada de forma sistemática a obras como el Erecteo o el templo de Apolo en Basas. Acaso Teodoto, en su juventud, hubiese trabajado con Ictino en esta última obra.


Los Juegos Píticos
Al igual que ocurrió en el caso de Olimpia, el carácter panhelénico de Delfos se plasmó en la celebración de los Juegos Píticos. Según la leyenda, su origen es igualmente de carácter funerario; en este caso fue el propio Apolo quien estableció el certamen en recuerdo de la muerte de la serpiente Pitón. 
En los primeros tiempos se celebraban cada ocho años y las pruebas iniciales eran una competición lírica, de interpretación de flauta acompañada con un canto, con el tema del enfrentamiento entre Apolo y el monstruo. 
Desde el año 582 a.C. a las distintas competiciones musicales y literarias se les unieron unas pruebas gimnásticas y carreras de caballos. Desde entonces y cada cuatro años, se convocaba una “tregua sagrada” que, como en los Juegos Olímpicos, protegía a los participantes y los peregrinos que acudían a los Juegos Píticos en el mes de Boucatios  (agosto-septiembre). 
El premio para los vencedores consistía tan sólo en una corona de laurel y buenas dosis de gloria, tanto para ellos como para la ciudad que representaban. Como agradecimiento, éstas llenaron el santuario con multitud de ofrendas en forma de estatuas, trípodes, relieves, joyas y otros objetos de valor; por todo ello, Delfos se convirtió en un verdadero “banco” de riquezas que originó varios expolios, como el de los gálatas en el siglo III a.C., el de Nerón –quien se llevó unas 500 estatuas para adornar Roma–, o el del mismo Justiniano, quien trasladó los últimos objetos de arte que aún quedaban allí para la decoración de diferentes edificios de Bizancio.  

Apuntes:
Tendrá una importancia enorme en todo el mundo griego, se consultarán numerosas dudas al oráculo de Apolo, y tendrá importancia decisiva en la colonización o en las guerras. Se encuentra situado en la Focia, al norte del golfo de Corinto. Habrá allí un establecimiento micénico desde el 1.400 a. C. Será un santuario de carácter rural, no ligado a una ciudad. Allí se representará a más divinidades, en principio está dedicado a Gea, con la llegada de los dorios pasará a pertenecer a Apolo, que según el mito mata a su guardián Pitón, hijo de Gea. Por ello el Apolo de Delfos recibirá el nombre de Apolo Pítico. Durante los meses de invierno el santuario pertenecerá a Dionisos, ya que Apolo los pasará junto a las Hiperbóreas. 

ELEUSIS

Eleusis es una ciudad de Grecia, en Ática, en la llanura triásica, ribereña del golfo Sarónico, en su extremo norte. 

Dieciocho kilómetros al suroeste de Atenas, en el camino hacia el istmo de Corinto y ya en las fronteras del Ática, se encuentra el santuario de Eleusis y que constituía el principal santuario ateniense. El carácter sagrado del emplazamiento ha llegado hasta hoy, ya que allí existe todavía una iglesia ortodoxa, como ocurre con tantos otros lugares sagrados precristianos.
El santuario de Eleusis tiene que ver con cultos preolímpicos vinculados a la adoración de la diosa de la tierra, que en la mitología griega se convertiría en Deméter, hermana de Zeus y cuya hija, Perséfone o Koré, fue raptada por Hades.
Deméter, tras el hecho, y sin saber qué había pasado con su hija, se lanzó a su busca. Todos los que se iba encontrando temían decirle la verdad sobre el rapto de Persé­fone, pero un hombre en Eleusis le confesó que había sido raptada por Hades justo delante de la gruta allí existente y que comunicaba la tierra con el inframundo, su posesión. 
Como recompensa, Deméter permitió la instalación allí de un santuario. Tras la “huelga” de la diosa, impidiendo que nada creciese en la tierra, el consejo de los dioses obligó a Hades a devolver a Perséfone, estableciendo que ésta pasaría un tercio del año con su madre, otro con Hades, y el último a su libre elección, ­en una clara alusión a las tres estaciones del clima mediterráneo.
De este modo, en Eleusis se estableció un culto de tipo telúrico, relacionado con la fecundidad, que será muy importante para los atenienses, pues ningún ciudadano completaba su biografía si cuando terminaba su adolescencia no realizaba los “ritos eleusinos”, que conllevaban una peregrinación y la realización de un ritual secreto que los atenienses no podían revelar bajo pena de muerte.  

Allí, las antiguas divinidades de la Tierra, ahora Deméter y Perséfone las responsables de la fructificación de las plantas, en especial de los cereales que ellas mismas entregaron a Triptólemo para que enseñase a los hombres su cultivo patrocinaban una procesión nocturna con antorchas y un rito iniciático en el interior de un edificio especialmente preparado, el Telesterion. 

Un recorrido iniciático
La mayoría de los edificios del santuario se construyeron durante el siglo IV, tras las guerras del Peloponeso, aunque los planos habían sido diseñados en época de Pericles, no pudiéndose llevar a cabo por el estallido de los enfrentamientos bélicos mencionados.
Al lado de la entrada, junto a la muralla que protegía el conjunto arquitectónico desde la época arcaica, se hallaba la fuente Kalíchoros, necesaria para la purificación obligatoria antes de penetrar en el recinto sagrado. 
Los Grandes Propíleos[1] permitían el acceso a la vía sacra, que pasaba delante del Plutoneion o gruta por donde desapareció Hades tras el rapto de Perséfone y conducía al peregrino al edificio más importante del lugar el Telesterion, templo cuadrado que constituía un verdadero bloque de columnas, dentro del cual se producía la iniciación de los jóvenes atenienses tras el desfile. Al parecer, el rito conllevaba una coronación del difunto con una corona de frutos del olivo, de la viña, etc., productos todos típicamente atenienses.

Otro aspecto a destacar son las representaciones, aparecidas en relieves y esculturas, de Deméter y su hija Perséfone. A veces se confunden estas dos divinidades, pues sus características y atributos eran muy similares, en una nueva reminiscencia de los cultos preolímpicos, caracterizados por el hecho de que las cualidades no las ostentaba un solo dios, sino un grupo de divini­dades.
Junto a Deméter y Perséfone suele aparecer también asociada la figura de Triptólemo, dios niño recogido por las dos diosas, y que se encargó de enseñar las formas de cultivar a los hombres. Así, un famoso grabado del lugar, de estilo severo y tres metros de alto, representa a Deméter y Perséfone dando al niño una espiga de trigo para que enseñe su crianza a los hombres.
En la Antigüedad fue un pequeño demo (población) del Ática. Albergaba un santuario dedicado a la diosa Deméter y su hija Perséfone, que llegó a adquirir gran importancia por ser la sede de los misterios eleusinos (o de Eleusis), uno de los mayores cultos de la Grecia antigua y más tarde del Imperio romano. También es célebre por haber sido la cuna del gran poeta trágico Esquilo.
En el siglo VIII a. C. el santuario adquirió un carácter panhelénico y su festival llegó a ser uno de los más importantes de Atenas. El tirano ateniense Pisístrato rodeó la población y el santuario con una gran muralla, reforzada por torres de defensa. Muchos otros edificios públicos se erigieron luego en los periodos clásico y romano, pero la expansión del cristianismo y, sobre todo, la invasión de los ostrogodos condujeron al total abandono del santuario.
Entre los monumentos hallados en Eleusis por los arqueólogos destacan los siguientes:
Patio Sagrado: era el lugar de encuentro de los peregrinos y donde concluía el Camino Sagrado que llevaba de Atenas a Eleusis. En su tiempo albergaba la escara una estructura datada en el siglo VIII a. C. en la que se hallaban los altares para las ofrendas a las diosas y el templo de Artemisa Propilea, del siglo II d. C.
Propileo Mayor: copia del Propileo de la Acrópolis de Atenas, está datado en la segunda mitad del siglo II a. C.
Propileo Menor: de estilo jónico, Apio Claudio Pulcher lo dedicó a la diosa en el año 54 a. C..
Telesterion: era un recinto con varias entradas y ocho gradas de asientos en los cuatro lados. Allí se sentaban los iniciados en los misterios para participar en los rituales. En el centro estaba el mégaron, donde sólo podían acceder los hierofantes (sacerdotes) para realizar los ritos más secretos. Los restos muestran intervenciones arquitectónicas diversas entre los siglos siglo V y siglo II d. C.
Arcos de Triunfo: reproducciones romanas del arco de Adriano, en Atenas. Son posteriores al año 129 a. C.
Pozo de Calíchoron: era el lugar, según Homero, donde Deméter había descansado en su primera visita a Eleusis. Durante las celebraciones en honor de la diosa las mujeres danzaban en torno al pozo. Está fechado en la primera mitad del siglo V a. C.
Plutoneion: era un muro de contención de carácter ritual en torno a una cueva donde, según la tradición, se había aparecido Plutón, dios del inframundo. Aquí tenía lugar una representación del retorno anual de Perséfone a la tierra. Su datación se sitúa entre los siglos VI y IV a. C.
Telesterion
Telesterion o Sala de Iniciación, en Eleusis, levantada cerca del final de la tiranía de los Pisistrátidas, en la segunda mitad del siglo VI a. C. Se trataba quizá del primer edificio griego diseñado para acoger bajo un techo a un amplio número de personas reunidas para ver y escuchar algo que allí se representaba; la necesidad del secreto en los Misterios fue, sin duda, la causa de tan importante innovación. El procedimiento seguido para las cubiertas cuenta con paralelos egipcios y persas. 
De principio a fin, el Telesterion consistía en una sala rectangular, casi cuadrada, con asientos a lo largo de sus muros, y con la techumbre soportada por un bosque de columnas levantadas en las intersecciones de unas imaginarias líneas paralelas a los cuatro lados. La figura 1 muestra el plano de los restos que nos han llegado, con la forma más reciente impresa en negro más intenso. La parte superior del plano coincide aproximadamente con el oeste; aquí el suelo se vuelve escarpado y es una masa de sólida roca. 

Telesterion, Eleusis; planta general de los restos subsiguientes (el norte a la derecha, aproximadamente)

Telesterion, Eleusis; planta del proyecto de Ictino, reconstruido conjeturalmente

El edificio de los Pisistrátidas puede verse en la esquina nordeste; sus muros están dibujados en contorno, y la posición de sus columnas como cuadrados en blanco. 
El interior en esta fase medía 25 metros por lado aproximadamente, y había 25 columnas interiores en hileras de a cinco, jónicas, probablemente, que alcanzaban las vigas del techo. Las tejas eran de mármol y la iluminación central, como lo fue sin duda más tarde. 
Tenía un pórtico próstilo en estilo dórico, quizá de nueve columnas, a lo largo de toda la fachada este. Este edificio fue dañado, aunque no destruido, por los persas, y tras algunos años se inició un nuevo y mucho más amplio proyecto, quizá por Cimón, lo que requería un gran desmonte de roca al oeste.
Debería haber tenido 49 columnas interiores (siete por siete), pero nunca se completó el plano, debido quizá a la caída de Cimón en el 461 a. C. Ya estaban dispuestos los emplazamientos para las tres hileras de columnas del norte, así como para tres columnas en la esquina sudoeste, 24 columnas en total; de ellas, 18 pueden verse en la figura 74, donde aparecen representadas como círculos en blanco, algunas dentro de cuadrados en blanco. 
En esta fase, algún tipo de estructura provisional debía reemplazar al edificio pisistrátida. Pericles reemprendió el plan de Cimón, y se lo encarg6 a Ictino, quien seguramente acababa de terminar el Partenón. Parece que éste aceptó el esquema de Cimón para los muros externos e introdujo una nueva y atrevida disposición interior, reduciendo a 20 el número de sus columnas, en cinco hileras de a cuatro. 
Diseñó así mismo un pteron externo, igual de alto que el propio edificio, y en todos sus lados, salvo el del oeste. En la figura, la posición de las ocho columnas más meridionales, las únicas que estaban listas, aparecen como cuadrados en blanco, y los únicos tramos del pteron que permanecen en la actualidad, al nordeste y sudeste, aparecen también en blanco; pero será conveniente mirar las figuras 75 y 76, que ofrecen la brillante reconstrucción que Noack hace de este gran complejo, abandonado, como el precedente, en el momento en que cayeron los políticos que lo apoyaban. Al oeste se extendía una terraza tallada en la roca, tal como Cimón quizá lo había ya planeado, y a lo largo de su límite occidental se levantaba probablemente un muro con ventanas que giraría hacia el este en sus dos extremo para terminar en unas antas en línea con las columnas del pteron; entre estos muros y la sala, un amplio tramo de escaleras a cada lado conduciría a la terraza. 
Aunque la disposición de las cubiertas es, como es lógico, conjetural, el esquema de Noack es plausible; supone que el tejado debió ser piramidal y que el rectángulo central (anactoron), iluminado desde arriba por tejas perforadas, debía quedar aislado por unas cortinas corridas normalmente, y abiertas y temporalmente cerradas antes de la celebración de los Misterios. 
Los dramas rituales, como la persecución de Perséfone, se desarrollarían probablemente a la luz de las antorchas en el espacio que rodea al anactoron, siendo el clímax un torrente de luz del amanecer procedente del repentinamente descorrido centro. Hay que añadir que los asientos serían tan estrechos que los espectadores debían permanecer en pie sobre ellos, y que probablemente habría galerías de madera sobre los asientos de la planta baja. A la caída de Pericles la obra fue aparentemente encomendada a tres nuevos arquitectos, mencionados por Plutarco, que la recondujeron a las líneas generales del proyecto de Cimón. 
Su plano se conservó cuando el Telesterion fue reconstruido tras un incendio en el siglo II de nuestra era, que dejó sin dañar partes del muro externo. Aparece en negro en la figura. 
Abandonaron el pteron exterior, dotaron al edificio de una cubierta normal a dos aguas con el caballete de este a oeste, y levantaron 42 columnas (siete por seis) en su interior; prolongaron además la sala hacia el oeste mediante un nuevo desmonte en la roca. Las dimensiones internas eran ahora alrededor de 52 metros por lado. La disposición del tejado y la iluminación se mantuvieron con las necesarias modificaciones. La "linterna", central (opaion) de este esquema se menciona en Plutarco. 
En torno a la mitad del siglo IV a. C. se comenzó un amplio pórtico dórico de doce columnas --planeado primero para trece-, con una más a cada lado; lo terminó más tarde Filón de Eleusis en el mismo siglo, y sobrevivió a la restauración romana, aunque las columnas nunca se llegaron a estriar del todo. Los arquitrabes interiores debieron ser siempre de madera.  

LOS MISTERIOS DE ELEUSIS
Los misterios eleusinos eran ritos de iniciación anuales al culto a las diosas agrícolas Deméter y Perséfone que se celebraban en Eleusis (cerca de Atenas), en la antigua Grecia. De todos los ritos celebrados en la antigüedad, éstos eran considerados los de mayor importancia. Estos mitos y misterios se extendieron posteriormente al Imperio Romano. Los ritos, así como las adoraciones y creencias del culto, eran guardados en secreto, y los ritos de iniciación unían al adorador con el dios, incluyendo promesas de poder divino y recompensas en la otra vida. 

a) Los misterios.
Eleusis era una ciudad pequeña localizada a unos 30 km. Al noroeste de Atenas. Era una ciudad agrícola, productora de trigo y cebada.
Los misterios estaban basados en una leyenda en torno a Deméter. Su hija, Perséfone, fue secuestrada por Hades, el dios de la muerte y el inframundo. Deméter era la diosa de la vida, la agricultura y la fertilidad. Descuidó sus deberes mientras buscaba a su hija, por lo que la Tierra se heló y la gente pasó hambre: el primer invierno. Durante este tiempo Deméter enseñó los secretos de la agricultura a Triptólemo. Finalmente Deméter se reunió con su hija y la tierra volvió a la vida: la primera primavera.
Desafortunadamente, Perséfone no podía permanecer indefinidamente en la tierra de los vivos, pues había comido unas pocas semillas de una granada que Hades le había dado, y aquellos que prueban la comida de los muertos, ya no pueden regresar. Se llegó a un acuerdo por el que Perséfone permanecía con Hades durante un tercio del año (el invierno, puesto que los griegos sólo tenían tres estaciones, omitiendo el otoño) y con su madre los restantes ocho meses.
Los misterios eleusinos celebraban el regreso de Perséfone, pues éste era también el regreso de las plantas y la vida a la tierra. Perséfone había comido semillas (símbolos de la vida) mientras estuvo en el inframundo (el subsuelo, como las semillas en invierno) y su renacimiento es, por tanto, un símbolo del renacimiento de toda la vida vegetal durante la primavera y, por extensión, de toda la vida sobre la tierra.
En el Himno homérico a Deméter, Céleo era uno de los sacerdotes originales de la diosa, una de las primeras personas en aprender los ritos y misterios secretos de su culto. Diocles, Eumolpo, Triptólemo y Polixeno fueron los otros sacerdotes originales. Céleo era un rey cuyo hijo, Triptólemo, aprendió el arte de la agricultura de Deméter y lo enseñó al resto de Grecia. 

Había dos clases de misterios eleusinos: los mayores y los menores:
·       Los misterios menores se celebraban en el mes de anthesterion (sobre marzo), si bien la fecha exacta no siempre era fija y cambiaba ocasionalmente, a diferencia de la de los mayores. Los sacerdotes purificaban a los candidatos para la myesis de iniciación. Sacrificaban un cerdo a Deméter y entonces se purificaban a sí mismos.
·       Los misterios mayores tenían lugar en el mes de boedromion (el primer mes del calendario ático) y duraban nueve días. 

El primer acto de los misterios mayores (14 de boedromion) era el traslado de los objetos sagrados desde Eleusis hasta el Eleusinion, un templo en la base de la Acrópolis de Atenas. El 15 de boedromion, los hierofantes (sacerdotes) declaraban el prorrhesis, el comienzo de los ritos.
Las ceremonias comenzaban en Atenas el 16 de boedromion con los celebrantes lavándose a sí mismos en el mar en Falero y sacrificando un cerdo joven en el Eleusinion el 17 de boedromion.
La procesión comenzaba en el Cerámico (el cementerio ateniense) el 19 de boedromion y la gente caminaba hasta Eleusis, siguiendo el llamado «Camino Sagrado», balanceando ramas llamadas bakchoi por el camino. En un determinado punto de éste, gritaban obscenidades en conmemoración de Yambe (o Baubo, una vieja que contando chistes impúdicos había hecho sonreír a Deméter cuando ésta lloraba la pérdida de su hija). La procesión también gritaba «¡Íacco, Íacco!», refiriéndose a Yaco, posiblemente un epíteto de Dioniso, o una deidad independiente, hijo de Perséfone o Deméter.
Tras llegar a Eleusis, había un día de ayuno en conmemoración al que guardó Deméter mientras buscaba a Perséfone. El ayuno se rompía para tomar una bebida especial de cebada y poleo llamada kykeón. En los días 20 y 21 de boedromion, los iniciantes entraban en una gran sala llamada Telesterion donde les eran mostradas las sagradas reliquias de Deméter. Esta era la parte más reservada de los misterios y aquellos que eran iniciados tenían prohibido hablar jamás de los sucesos que tenían lugar en el Telesterion, so pena de muerte. 

En el centro del Telesterion estaba el Anaktoron (‘palacio’), un pequeño edificio de piedra al que sólo los hierofantes podían entrar. 

Los objetos sagrados se guardaban en él.
Respecto al clímax de los misterios, hay dos teorías modernas:
·       Algunos sostienen que los sacerdotes eran los que revelaban las visiones de la noche sagrada, consistentes en un fuego que representaba la posibilidad de la vida tras la muerte, y varios objetos sagrados.
·       Otros afirman que esta explicación resulta insuficiente para explicar el poder y la longevidad de los misterios, y que las experiencias debían haber sido internas y provocadas por un ingrediente fuertemente psicoactivo contenido en el kykeón.

Lo siguiente a esta sección de los misterios era el pannychis, un festín que duraba toda la noche y era acompañado por bailes y diversiones. Las danzas tenían lugar en el Campo Rhario, del que se decía que era el primer punto en el que creció el grano. También se sacrificaba un toro bastante tarde durante la noche o temprano la siguiente mañana. Ese día (22 de boedromion), los iniciantes honraban a los muertos vertiendo libaciones de vasijas especiales.
Los misterios terminaban el 23 de boedromion y todos volvían a sus casas. 

Había cuatro categorías de gente que participaba en los misterios eleusinos:
1.     Los sacerdotes, sacerdotisas e hierofantes.
2.     Los iniciantes o iniciados que se sometían a la ceremonia por primera vez.
3.     Los otros que ya habían participado al menos una vez y eran aptos para la última categoría (los epoptas).
4.     Aquellos que habían alcanzado el epopteia, que habían aprendido los secretos de los mayores misterios de Deméter.

Sólo conocemos una pequeña parte de los misterios eleusinos porque la mayor parte de ellos nunca se puso por escrito. Por ejemplo, kiste y kalathos eran, respectivamente, un cofre y una cesta con tapa sagrados, cuyos contenidos sólo conocían los iniciados. Aún hoy se desconocen cuáles eran, y probablemente nunca se sabrán. 

Templo de Apolo en Dídima 
Dídima estaba en Asia Menor, primer eje de la escuela de provincias con características jónicas, principal templo de toda la Grecia Jónica. Templo exponente de la arquitectura greco-asiática de la que sitúa el helenismo. Se comienza en el 300 y se acaba durante el Imperio Romano, sucede a un antiguo templo. 
El templo helenístico de Apolo tiene un tamaño de (118 m x 60 m) que no se puede comparar, en Jonia, más que con el Hereo de Samos y con el templo de Artemisa de Éfeso. Se encuentra entre los grandes edificios de la Antigüedad mejor conservados.
El asentamiento de Dídima está muy ligado al de Mileto, ubicado a una distancia de unos 15 km al norte. El acceso ordinario era por mar; en el siglo VI a. C., una vía sagrada, utilizada por los peregrinos y las procesiones conectaba el puerto de Mileto con el santuario de Apolo.
Los autores griegos y romanos se referían a Dídima aludiendo a que tenía dos templos gemelos o dos templos de los dos gemelos, Apolo y Artemisa.
Por otra parte, Wilamowitz sugiere una conexión entre Cibeles Dindimenia y "Cibeles del Monte Dídimo".
El origen del nombre es controvertido, a pesar de su aparente claridad. Los griegos sólo podían asociarlo a los gemelos Apolo y Artemisa, pero no es imposible que el nombre se remonte a una forma más o menos similar del período cario anterior. ​ Además de Dídima, el lugar también era designado en la Antigüedad con el topónimo alternativo de Bránquidas.
La primera fuente que alude al templo y oráculo de Dídima parece ser el Himno Homérico a Apolo (III,180), donde se cita, sin embargo, a Mileto como uno de los lugares donde imperaba Apolo.
Heródoto (I,146; I,157) y Pausanias (VII,2,6) indican que los jonios llegaron a Dídima durante el primer milenio a. C. y asimilaron un culto y un santuario ya existentes, algo que la arqueología no ha podido confirmar. La leyenda cuenta que en este lugar del oráculo, Leto habría concebido de Zeus a su hijo Apolo. Más tarde, Apolo se habría enamorado de un pastor local llamado Branco, y le habría dado el don de la clarividencia. Es de este ancestro pastor del que recibían el nombre los Bránquidas, clan de sacerdotes de Apolo Didimeo y de donantes que ejercieron la autoridad sobre el santuario desde las Guerras Médicas hasta la época helenística. ​ Posteriormente, los sacerdotes eran elegidos entre las familias de mayor rango de Mileto.
El oráculo fue muy famoso en el siglo VII a. C en todo el mundo griego y más allá: Heródoto informa de valiosas ofrendas que procedían del faraón Necao II y de Creso, rey de Lidia. ​ También informa que después del fracaso de la revuelta jónica y la caída de Mileto en el 494 a. C., el rey persa Darío I saqueó y quemó el templo y el oráculo de Dídima. ​ Estrabón y Pausanias nos han informado de que Jerjes I destruyó el santuario de Dídima después de su derrota en Platea en el 479 a. C. Los Bránquidas habrían entregado entonces al rey persa los tesoros del templo y huyeron con él. Las excavaciones arqueológicas no han localizado ningún rastro de fuego en estas dos fechas.
El oráculo de Dídima fue el más renombrado del periodo helenístico. Durante el último tercio del IV a. C., el santuario quedó bajo el control directo de la ciudad de Mileto, quien inició la reconstrucción del templo de Apolo, y enviaba funcionarios cada año como sacerdotes y servidores del oráculo. La estatua de bronce de Apolo, que había sido entregada por los Bránquidas a Jerjes fue restituida al templo por Seleuco. ​
En la época romana, Trajano hizo reparar la Vía Sacra y el área del santuario, mientras que el emperador Adriano hizo construir allí el mismo oráculo. El culto terminó en el siglo IV, y Dídima pasó a ser una diócesis. El santuario fue dañado por terremotos en los siglos VII y XV; este último provocó el abandono de la colonia, que volvió a estar habitada en el siglo XVIII. Desde entonces, el santuario se convirtió en lugar de estudios arqueológicos, por equipos de franceses, ingleses y alemanes. Varias partes del templo se conservan en el Museo del Louvre, el Museo Británico y el Museo de Pérgamo de Berlín.
El templo helenístico tenía dos antecesores en el periodo arcaico: uno en torno al 700 a. C. y el segundo en el siglo VI a. C., ya rodeados con pórticos sustentados en columnas. Había una estatua de Apolo que había sido hecha por Cánaco de Sición. El templo arcaico es poco conocido, ya que se encuentra enterrado bajo el edificio helenístico. Todavía quedan algunos restos, visibles en el patio.
La construcción del gran templo helenístico que puede verse hoy en día debió comenzarse hacia el año 330 a. C., después de la visita de Alejandro Magno en el año 334 a. C. y la incorporación del santuario a la ciudad de Mileto. Los planos fueron ejecutados por los arquitectos Dafnis de Mileto y Peonio de Éfeso, este último uno de los arquitectos más famosos de su tiempo.

El templo, flanqueado por dos pórticos hipóstilos, presenta 10 x 21 columnas exteriores y 8 x 19 columnas interiores. El estilóbato (sub-basamento del templo) tiene 51 m x 109 m. Había un total de 120 columnas jónicas, enormes, con una altura de 19,70 m. El arquitrabe estaba decorado enteramente con motivos tallados de plantas, leones y cabezas de gorgonas, una de las cuales es visible todavía en el suelo cerca de la entrada. Esta máscara de Gorgona, destinada a aterrorizar a los enemigos de Apolo, está estilizada para ser vista desde una gran distancia y permitir el juego de sombras y luces. Así, esta máscara tiene una consideración estética, que poco a poco va a suplantar la función de simple protección, y que se volverá a encontrar en los mascarones del Renacimiento italiano.
La galería periférica se encuentra sobre un pedestal o sub-basamento con siete peldaños. Su entrada está ubicada hacia el este y se accede a través de una escalera de 14 escalones. Desde ahí, se llega, después de pasar por la galería, al prodomos dodecástilo (de 4 x 3 columnas). En lugar de una puerta de cella, aquí hay un portal de más de 14 metros de altura con un umbral de unos 1,5 metros de altura, que por lo tanto era infranqueable. Dentro del templo, al lado del portal se abren dos túneles abovedados que son el único acceso al patio interior. 

Interior
En el interior del templo hay un patio, llamado por las inscripciones el ádyton. En la parte occidental del patio están los cimientos de un edificio de 14,23 m × 8,24 m, que servía de protección a una fuente de agua dulce. La importancia de esta fuente es grande debido a que el santuario está situado en una meseta de piedra caliza de aguas duras. En el lado este del patio, entre las dos galerías del túnel, una escalera de 24 escalones lleva a una pared con tres puertas (Trithyron). Este muro tiene dos pilastras corintias y forman en el patio una fachada arquitectónica. Detrás de ella hay una sala con dos escaleras opuestas, así como el Gran Portal. Una vez más, los umbrales de 50 cm son bastante altos y no se podían franquear sin ayuda. Los edificios con escaleras eran llamados labyrinthoi. Toda esta construcción fue diseñada claramente para el culto. Sobre la utilidad y función de estos elementos arquitectónicos, solamente se pueden hacer suposiciones.

Un santuario hipetro
A pesar de seis siglos de trabajo, el templo nunca fue terminado. Estrabón cuenta que el templo, debido a su tamaño, no estaba cubierto por lo que es un santuario hipetro. De hecho, las zonas del prodomos y de las galerías exteriores nunca tuvieron un techo, y se constata que el último arreglo de las paredes nunca fue llevado a efecto. En 1979 L. Haselsberger descubrió unos dibujos de la construcción que consisten en planos del emplazamiento de las columnas, las estructuras y otros elementos arquitectónicos. Aparecen grabados en las paredes grandes dibujos elaborados con regla y compás en superficies de hasta 25 metros, con precisión milimétrica.
Dídima fue, con Delfos, Dodona y Claros, uno de los oráculos griegos más importantes. Se desconoce el ritual completo de las profecías pero lo que es seguro es que, en su forma final, se formulaban en verso por los sacerdotes.
El santuario prosperó hasta finales del siglo I al II.

Cabeza de Medusa. 

Al sureste del templo se encuentra el estadio, en el que se organizaban competiciones, desde alrededor del año 200 a. C. Las gradas del estilóbato, al sureste del templo, sirvieron de asientos para los espectadores.

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[1]   En la arquitectura griega, entrada monumental cubierta. Consta de dos muros paralelos y en su interior, otros muros soportan las puertas. El tejado es sostenido por columnas.




[1]   Antiguo templo de Olimpia dedicado a Cronos.
[2]    Antiguo templo de Olimpia dedicado a  Gea
[3]   Adivinación
[4]   Agallomai, agalma, según el lexicógrafo Hesiqui “todo aquello en que uno se complace o se alegra”. La palabra se aplicaba a los reyes y a los dioses a propósito de ofrendas, de oro, de tejidos, por ello a veces equivale a agamaloin, ofrenda.
[5]  Templo dedicado a la griega diosa Hera .
[6]  Terreno delimitado y consagrado a un dios
[7]   Competición atlética que constaba de cinco pruebas

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