jueves, 9 de noviembre de 2017

Capítulo 8 - DESARROLLO ECONÓMICO DE GRECIA ANTIGUA


CAPÍTULO VIII

EL DESARROLLO ECONÓMICO DE GRECIA EN LOS SIGLOS VII Y VI A.C.

Los siglos VII y VI a. C. fueron, y no solamente en Grecia, sino en gran medida también en la historia de toda la época antigua, un período de desarrollo excepcionalmente impetuoso e intenso de las fuerzas productivas. 
Precisamente en esta época se observan grandes adelantos en todas las ramas de producción. Glaucos, de Quíos, inventó el procedimiento de soldadura del hierro, y Recos y Teodoros, maestros de Samos, introdujeron en Grecia el arte de la fundición, ya conocido en aquel tiempo en el Oriente. El tratamiento caliente del metal, su fundición y templanza, eran conocidos también en la época anterior, pero entonces la fundición se realizaba vertiendo el metal líquido en pequeños moldes; las piezas de pequeñas dimensiones se fundían íntegras. Con semejante procedimiento era imposible fabricar objetos de gran tamaño; éstos se hacían remachándolos con martillo sobre un patrón de madera, es decir, con un procedimiento aún muy imperfecto. 
Taller de alfarero, placa corintia de 575-550 a. C.

La época anterior tampoco había conocido la explotación regular de minas. En la época homérica, en Grecia, no había minas de hierro o cobre y los pedazos de metal se adquirían, por trueque, a los comerciantes orientales. En la época a que nos referimos, las minas de hierro aparecieron en muchos lugares de Grecia. El cobre se extraía principalmente de Chipre, Eubea y la Argólida. Comenzó también una intensa extracción en otros yacimientos. El oro se extraía en cantidad considerable de las islas de Sifnos y Tasos, de Tracia y también de algunos lugares del Asia Menor; la plata se obtenía en el Ática de las minas de Laurión y también de Sifnos, Tracia, Macedonia, Epiro y Lidia. Antes se suponía que el estaño llegaba a Grecia importado desde España y el lejano norte de Europa. Actualmente se han encontrado yacimientos y antiguas minas de estaño en el mismo territorio griego, en las cercanías de Delfos, donde todavía seguía extrayéndose, aunque en cantidades insignificantes, durante la época bizantina. Por lo visto el estaño era obtenido también en Tracia. Para el tratamiento del mineral fueron inventados pequeños hornos. 
Samos, Cnosos, Corinto, Calcis, Laconia, Egina y Lesbos se erigieron en centros principales de la metalurgia griega. 
Se observó también un considerable progreso en la producción de tejidos. El hilado y el tejido en la Grecia temprana habían sido predominantemente una producción doméstica, en la cual el trabajo fundamental era realizado por las esclavas bajo la supervisión del ama de casa. Sin embargo, ya en la Grecia homérica eran apreciados los tejidos finos, obra de artífices fenicias (de Sidón). 
La difusión del lujo en la vida de la aristocracia de Jonia, que imitaba las costumbres de Lidia, originó la demanda de ricos tejidos purpúreos y de otros colores, lo que a su vez contribuyó a la aparición de talleres textiles que trabajaban para el mercado.

Penélope y su telar

La población del litoral griego del Asia Menor, igual que Frigia y Lidia, se ocupaba de la ganadería ovina. Tenían fama especial las ovejas de Mileto por la suavidad de su lana. En la época a que nos referimos se desarrolló mucho el arte de batanar. El teñido de los tejidos se hacía con diferentes procedimientos.
En la isla de Creta se empleaba el zumo de una planta local. Los moluscos purpuríferos que abundan en las cercanías de las costas del Asia Menor eran empleados en gran escala para teñir tejidos. Los tejidos de color para la vestimenta y las alfombras de Mileto tenían salida en todo el litoral mediterráneo, hasta sus confines occidentales. La producción textil que se desarrolló en Samos competía exitosamente con Mileto en la fabricación de telas de color. El tirano de Samos, Polícrates, invitó con este fin a los artesanos de Mileto y del Ática e importó ovejas famosas por su lana. Entre otros centros de la producción textil, más tarde se destacó Megara. Pero allí se fabricaban telas y ropas groseras que eran vendidas a la parte menos acomodada de la población de las ciudades griegas. 
La fabricación de tejido de lino no tuvo en esta época gran difusión en Grecia.
Se prefería importarlos de Egipto. La isla de Amorgos, famosa por sus finos tejidos de lino, era una excepción. 
Alcanzó un particular desarrollo en muchas ciudades, ante todo en Atenas y Corinto, la producción de cerámica. Servía para satisfacer la demanda más variada. Se empleaba tanto como recipiente para el transporte y conservación de vinos y aceite de oliva, como para toda clase de vajilla, vasijas de tocador, estatuillas de terracota, tejas, cráteras artísticamente pintadas, en las cuales a veces se representaban escenas que describían las condiciones de trabajo en los talleres de cerámica. Una curiosa escena aparece representada en una vasija de figuras negras. 
     
Arriba, dos imágenes de una misma terracota del siglo VI a.C. en forma de lekythos. Estas figuras negras representan una de las tareas del hogar a las que las mujeres griegas prestaban especial atención. A la izquierda, dos mujeres trabajan en un telar que se mantiene tensado por unos pesos atados en el extremo inferior de la urdimbre. La mujer de la izquierda empuja el hilo de trama mientras que su compañera separa los hilos de la urdimbre con una vara. La parte ya tejida se enrolla en lo alto del telar. Otras fases de esta labor se pueden apreciar también en este lekythos, como el pesado de las lanas, su hilado y, en última instancia, el doblado de los paños acabados como se muestra en la imagen de la derecha. 
Corresponde señalar que el desarrollo de la producción de cerámica seguía no tanto la vía de la aplicación de nuevos procedimientos técnicos o de creación de nuevas formas en las vajillas, cuanto la vía del crecimiento cuantitativo de la producción en muchos talleres y de la elevación de la calidad artística de los dibujos. También otros oficios artesanales se desarrollaron ampliamente. 
Con el desarrollo de las ciudades como centros artesanales, comerciales y políticos, surgieron nuevas necesidades edilicias que las murallas ciclópeas ya no satisfacían. Aunque en la construcción de viviendas particulares las formas cambiaron relativamente poco y el material empleado madera y adobe era el mismo de antes, en la construcción de los templos y edificios públicos se crearon no solamente nuevos tipos arquitectónicos, sino también una nueva técnica. 
Antiguamente, la madera era el material básico en la construcción de los templos y edificios públicos. En el siglo VII los templos ya se construían con adobe, aunque las columnas se hacían de madera. En los primeros templos de piedra se utilizó la caliza. Sólo a finales del siglo vi comenzó a emplearse el mármol, mas no en calidad de material básico, sino para la ornamentación. 
La forma poligonal característica de la época micénica se conservó en la construcción de las murallas alrededor de las ciudades y de los muros de sustentación de las terrazas. Para los templos, la piedra se tallaba en forma de paralelepípedo rectangular. En el siglo VI la construcción se hizo más racional, ya que las muescas entre las piedras no se colocaron una sobre otra, gracias a lo cual se consiguió mayor resistencia y estabilidad. Las paredes de los templos se revistieron con estuco y se pintaron. Las columnas se componían de varios cilindros y con frecuencia se hacían monolíticas. 
El proceso de la construcción se dividía en una serie de operaciones: se extraía la piedra de las canteras, se la sometía a un tratamiento previo, se la transportaba al lugar de la construcción y allí se tallaba definitivamente con el escoplo, la escofina de escultor, muchas clases de cinceles y una sierra sin dientes para piedras duras. 
Jercifronte, el constructor del templo de Artemisa en Efeso, inventó un dispositivo especial en forma de marco biciclo para el transporte de bloques y columnas. 
Mucho menos notable fue el progreso técnico en la agricultura. Esta se consideraba entre los griegos como una ocupación honrosa en los siglos VII-VI a. C., producía ingresos seguros y las personas vinculadas con la tierra, especialmente los grandes terratenientes, en muchos lugares conservaban una posición dirigente en la vida política. No obstante, la técnica de la agricultura quedó en un estado relativamente primitivo. En todos los lugares, los campos se subdividían en dos partes: una estaba sembrada y la otra quedaba en barbecho; esta parte se abonaba, se araba tres veces y en otoño se hacía la siembra, dejando la primera parte en barbecho; es decir, la rotación era bienal. El arado era de estructura muy sencilla, sin reja metálica. La tracción la efectuaban bueyes, o con menor frecuencia, mulas. Los terrones eran desmenuzados con azadas, se segaba con una hoz curva y trillaba en la era, utilizando a los vacunos como fuerza de tracción. Se cultivaba mayormente cebada y escanda. En los terrenos más fértiles, especialmente en las colonias, se cultivaba trigo. En las grandes propiedades, el grano no se trituraba ya con molinos de mano, sino en grandes molinos cuyas muelas eran accionadas por burros, mulas o esclavos que trabajaban bajo el látigo de los guardianes. 
Entre los cultivos especiales, el del olivo, muy poco desarrollado en la Grecia homérica, en los siglos VII-VI adquiere una creciente difusión, particularmente en el Ática, donde el aceite de oliva era un importante artículo de exportación. 
Cosecha de la oliva, Museo Británico

El cultivo del olivo en Atenas era fomentado con medidas legislativas. Sin embargo, el nombre griego pentacosiomedimnos (medimno era una medida de cuerpos áridos) demuestra que también en el Ática la agricultura ocupaba un lugar mucho más importante que la olivicultura, ya que esa denominación correspondía a la primera clase, según el censo de su fortuna.
La ganadería estaba menos desarrollada que la agricultura. El consumo de carne por la mayoría de la población disminuyó en las ciudades griegas. La carne se comía principalmente en los banquetes que eran acompañados de sacrificios. De ahí proviene que el acto de matar animales domésticos se llame «sacrificarlos». La carne se sustituía por el pescado. El lago Copais, en Beocia, era famoso por sus anguilas. Además de carne y pescado, los griegos, especialmente los atenienses, consumían gran cantidad de hortalizas y verduras que se cultivaban en las afueras de las ciudades. Más en la fuentes de información nada se dice acerca de una horticultura metódica. 
Paralelamente con el desarrollo de la técnica en los medios de producción aumentó la división del trabajo. El trabajo rural (agropecuario) se separa del trabajo urbano (artesanía); se especializan los trabajos artesanales. Así en la metalurgia se diferencian las especialidades del herrero y del fundidor; en la cerámica, las de los alfareros y de los artistas pintores de las vasijas, etc. Al mismo tiempo, se observa la especialización de las ciudades en diferentes industrias. En Mileto, por ejemplo, se concentró la industria textil, en Corinto la de corazas y cerámica, en Calcis la de armamentos, etc. Los artesanos en estas ciudades trabajaban contando con amplia demanda para su producción. 
La aparición en todas partes de monedas y sistemas generales de pesas y medidas demuestra el desarrollo de la producción mercantil y del comercio en los siglos VII-VI a. C. En esta época, en la Grecia continental, se difundieron dos sistemas de pesas y medidas: el euboico y el egineta. El sistema euboico tomaba por unidad el peso de un pie cúbico de agua, correspondiente a 26,2 kilogramos; una vez y media el volumen de estos cubos constituía la unidad de medida de los líquidos, el metrete, igual a 39,3 litros; el volumen de los cubos era la medida de los áridos, el medimno, igual a 52,4 litros. 
La base del sistema de pesas era el talento. El talento era también la base del sistema monetario. El talento euboico pesaba 26 kilogramos, el egineta 37. 
Tanto uno como otro se dividían en sesenta minas, la mina en cien dracmas o cincuenta estáteras y el dracma en seis óbolos. En la reforma monetaria de Solón, que hizo adaptar a Atenas el sistema euboico, se nota la tendencia al aumento del peso del dracma ático, que a mediados del siglo VI a. C. alcanzó a 4,36 gramos. De otros sistemas monetarios merece mención el de Corinto: la estátera corintia se dividía no en dos, como la euboica-ática, sino en tres dracmas (de 2,78 a 2,91 gramos). El sistema corintio estaba difundido en todas las regiones vinculadas económicamente con Corinto: Italia, Sicilia, la Calcídica. (Corcira, por rivalidad con Corinto, estableció su propio sistema monetario.) El sistema egineta conservó su posición en el Peloponeso, la Grecia central y muchas islas (Rodas entre ellas), hasta mediados del siglo V a. C. 
Con la aparición de la moneda como medida de valor, la circulación monetaria se hizo cada vez más amplia en la vida económica. Es muy ilustrativo, en este sentido, el hecho de que al mismo tiempo fue desapareciendo la costumbre de colocar en los sepulcros el oro y las alhajas. No obstante, grandes cantidades de oro y plata, en forma de donaciones, continuaron afluyendo a los tesoros de los templos, desapareciendo de este modo de la circulación. 


En los siglos VII-VI a. C., las ciudades griegas de las costas del Asia Menor fueron las ciudades comerciales más prósperas de Grecia. Mileto ocupaba indiscutiblemente el primer lugar. 
Entre otras ciudades, desde mediados del siglo VII se destacó Egina, cuyos habitantes, debido a la poca fertilidad de su isla, tuvieron que dedicarse al comercio. En manos de los comerciantes eginetas se concentró un amplio comercio intermediario. 
Después de Egina se destacó Corinto, gracias a su favorable ubicación en el cruce de los caminos que iban del Peloponeso a la Grecia Central y de las vías marítimas del Oriente al Occidente. Hacia comienzos del siglo VII Corinto entabló relaciones comerciales con el Occidente y con las regiones centrales de Iliria. A mediados del mismo siglo, los comerciantes corintios chocaron con la competencia de los habitantes de su propia colonia Corcira, y en el año 664, entre las flotas de ambos Estados, se produjo el primer combate naval en la historia de Grecia. 
Ágora griega

Ciudades

Hacia el siglo VI, en el Occidente, adquirieron importancia como grandes centros de producción artesanal y de comercio varias de las que primitivamente habían sido colonias puramente agrícolas, tales como Siracusa, Tarento, Síbaris. En el transcurso del siglo VI fue creciendo gradualmente la importancia de Atenas. Sin embargo, hasta finales del siglo VI y principios del V Corinto no había sufrido aún la competencia de Atenas y mantenía con ésta relaciones amistosas. 
Debido al crecimiento del comercio y de las relaciones comerciales, se desarrollaron rápidamente la navegación y el arte naval. Una serie de innovaciones técnicas permitió alargar considerablemente la temporada de navegación. En el siglo VIII a. C. los marinos navegaban poco más de dos meses en el transcurso de todo el año, y en el siglo VI la temporada se alargó hasta siete y ocho meses por año. En esta época comenzaron a realizarse construcciones portuarias especiales. Se atribuye a los habitantes de la isla de Samos la construcción del muelle más grande, aunque no del primero. Los corintios hicieron un canal a través del istmo de Léucade (mejor dicho, limpiaron de arenas el estrecho que separa a la isla de Léucade del continente), para permitir el paso de naves. El tirano corintio Periandro tuvo la intención de unir con un canal las aguas del golfo Sarónico con las del de Corinto, pero se limitó a la construcción en el istmo del dioicos, una vía de madera por la cual pasaban las naves sobre ruedas de un golfo al otro. 
En comparación con las vías marítimas, las terrestres tenían una importancia secundaria y, además, limitada. Eran una excepción los magníficos caminos del Asia Menor que unían las ciudades griegas del litoral con Sardes y los mercados orientales más lejanos. En la Grecia europea, dividida por cadenas y estribaciones montañosas que corren en varias direcciones, las regiones estaban frecuentemente unidas nada más que por estrechos senderos, por los cuales el transporte de mercancías era sólo posible a lomo de burro y de mula. 
Para apreciar el cuadro de la economía de Grecia en su conjunto, debe tenerse presente que sus diferentes regiones se desarrollaban de forma desigual, tanto en la época que describimos como en las posteriores. Simultáneamente con las ciudades donde tempranamente comenzaron a desarrollarse la artesanía y el comercio, un número considerable de regiones griegas continuaron manteniendo su carácter predominantemente agrícola. En tal estado se encontraban la mayor parte del Peloponeso, la Grecia central y la septentrional. Estas regiones habían experimentado muy poco la influencia de la circulación monetaria, y en ellas la economía natural se veía desplazada muy lentamente por las reformas más modernas de la vida económica. 
Es esencial anotar una circunstancia más en la descripción del desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción surgida de las mismas en este período de la historia griega. Los nuevos instrumentos de trabajo que aparecieron en esta época continuaron existiendo sin cambios perceptibles hasta el fin de la época antigua. Nos estamos refiriendo, por ejemplo, a las herramientas de herrería o al surtido mucho más amplio del instrumental de carpintería, que conocemos por las pinturas de las vasijas. Ni el período helénico, ni el romano, introdujeron en principio nada nuevo en esta materia. En la única imagen conocida por nosotros, en una vasija llamada «de Megara», del período helénico, que se encuentra en el museo de Louvre y que representa una herrería, no aparece ningún instrumento que no fuera ya conocido en la época arcaica. 
Casi lo mismo se observa en el desarrollo de una rama de la técnica de tan excepcional importancia para los griegos antiguos como la del arte naval. Los pequeños navíos de fondo plano, que no eran más que botes, en los siglos VII-VI a. C. fueron sustituidos por barcos más grandes y más rápidos, construidos con maderas especiales. 
Se estableció la diferencia técnica entre los buques de guerra y los cargueros o mercantes. 
Los primeros, llamados penteconteres (es decir, barcos con cinco filas superpuestas de remeros), se construían más angostos, con proas revestidas de metal, y su marcha dependía menos de las velas que de los cincuenta remeros; los barcos mercantes se hacían más anchos y se movían especialmente a velas. 
A finales del período arcaico se inventaron costosas trieres o trirremes, con doscientos remeros distribuidos en tres pisos. En esto, propiamente dicho, se detuvo el desarrollo de la técnica naval antigua, por cuanto los períodos helénico y romano, según la opinión de los especialistas, no trajeron en principio ninguna innovación esencial. 

La historia de la técnica antigua proporciona ejemplos aún más patentes. 
Algunos procedimientos técnicos inventados en los siglos VII-VI fueron luego olvidados durante lapsos prolongados, renaciendo sólo mucho más tarde. Tal, por ejemplo, fue el destino de los moldes de piedra para estampado y fundición de piezas de metal, bien conocidos en el período arcaico. En los siglos V y IV quedaron fuera de uso. Se llega a esta conclusión, en primer término, por la total ausencia de hallazgos correspondientes, y en segundo término, porque aun en las piezas de a pares, como los aros y pendientes, de épocas posteriores, siempre volvieron a aparecer y se difundieron ampliamente en la época helénica. 
El desarrollo de las fuerzas productivas en la Grecia de los siglos VII y VI a. C. 
adquirió ritmos tan acelerados, que se creó un cuadro de brusca crisis, como no se observa igual ni siquiera en el período helenístico, señalado por toda una serie de innovaciones técnicas. 
Los cambios de las técnicas de la producción no pudieron dejar de conducir a los cambios correspondientes en las relaciones de producción, por cuanto «el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, política e intelectual en general». De este modo los grandes cambios en los métodos de producción debieron inevitablemente provocar una reestructuración social y política total. 
Precisamente la reestructuración de esta índole, debida al desarrollo de las fuerzas productivas y a las nuevas relaciones de producción, se produjo en la vida social y política de todas las ciudades progresistas de Grecia en los siglos VII y VI a. C. En esta época, las instituciones gentilicias arcaicas se habían erigido en armas del dominio de la aristocracia gentilicia; siendo ésta un fenómeno manifiestamente caduco, se alzaba como un obstáculo en el camino del ulterior desarrollado libre de las fuerzas de producción y de las nuevas relaciones; frenaba este proceso. Pero aun siendo la representante de las fuerzas caducas de la sociedad griega, se resistía desesperadamente al advenimiento de las nuevas fuerzas sociales, engendradas por las relaciones esclavistas en desarrollo. En el curso de la lucha se produjo el paso de las viejas formas de la organización económico-social a las nuevas, desde la sociedad todavía vinculada a muchos resabios de la estructura gentilicia, hacia la sociedad clasista esclavista y el Estado; un paso de indiscutible progreso, por cuanto la estructura esclavista era un paso adelante en comparación con la sociedad gentilicia primitiva. Las relaciones de producción esclavista determinaron el desarrollo ulterior de las fuerzas de producción, crearon mayores posibilidades para el desarrollo de la técnica en muchas ramas de la economía de la antigua Grecia.  

Casa griega

Próximo Capítulo: Las guerras Greco- Persas


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