ICONOGRAFIA DE LOS ANGELES
Los ángeles
son seres celestes que ayudan y adoran a Dios. Pero no constituyen un bloque
uniforme, sino que son un conjunto de seres diferenciados que se rigen por una
estricta jerarquía. De la jerarquía angélica se ocuparon tanto los textos
bíblicos como los pensadores medievales. El término ángel lo usamos de manera
imprecisa para referirnos a un extenso número de criaturas diferentes que
forman parte del coro angelical. Sin embargo, en el relato bíblico se deja
entrever la existencia de distintas criaturas angélicas, tal como se deduce del
versículo de las Cartas de Pablo a los Colosenses 1, 16: porque en Él fueron
creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las
invisibles; los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo
fue creado por Él y para Él. El Pseudo-Dionisio Areopagita (s. V-VI), partiendo
de los textos bíblicos, definió y codificó las jerarquías angélicas en su
tratado De coelesti hierarchia (Acerca de la jerarquía celeste), de principios
del siglo VI. El pensamiento del Pseudo-Dionisio, revalorizado por Gregorio
Magno (s. VI), estuvo vigente a lo largo de toda la Edad Media y sólo empezó a
ser cuestionado a partir del Humanismo del siglo XV. El Pseudo-Dionisio habla
de nueve coros angélicos, distribuidos en tres órdenes: en el Primer Orden
(Consejeros) se sitúan Serafines, Querubines y Tronos; en el segundo
(Gobernadores) Dominaciones, Principados y Potestades; y en el tercero
(Ministros) Virtudes, Arcángeles y Ángeles. Cada uno de estos seres desempeña una
función y presenta, en principio, unos atributos distintos. Sin embargo, habitualmente se habla de
ángeles sin especificar a cuál de todos los coros nos estamos refiriendo. Es
decir, la palabra ángel puede servir bien para referirse al último de los coros
angélicos, según la división del Pseudo-Dionisio Areopagita, bien para
referirse genéricamente a cualquiera de los nueve coros que constituyen la
jerarquía angélica. En este artículo se tratará pormenorizadamente de los
ángeles o último coro, aunque se mencionarán también los otros.
Atributos y formas de representación
Aunque
desde finales del siglo XIX, autores como Didron y Cloquet, trataron de
sistematizar qué atributos y formas de representación acompañaban a cada coro
angélico, lo cierto es que suele haber una gran confusión iconográfica al
respecto.
En
principio, las características principales de cada coro serían las siguientes:
Los serafines,
inspirados en la visión de Isaías (6, 1-3), tienen seis alas y están asociados
al fuego y al color rojo.
Los querubines,
inspirados en los textos de Ezequiel (10, 4-22), tienen cuatro alas con ojos y
están asociados al color azul.
Los tronos, inspirados
también en las profecías de Ezequiel (1, 15-21), se reconocen por las ruedas
llenas de ojos y, en ocasiones, también por las alas y el fuego.
Dominaciones, Principados, Potestades y Virtudes no son objeto de gran representación y por ello mismo no tienen
una iconografía predefinida.
Los arcángeles
(Miguel, Gabriel, Rafael, Uriel, Sealtiel, Baraquiel y Jehudiel)[1],
cuyo nombre quiere decir ángel superior[2],
son a menudo representados como jefes de la milicia celeste, con indumentaria
militar, nimbados y alados. Dentro de este grupo, Gabriel y Miguel desarrollan
una iconografía propia.
Finalmente
están los ángeles, ministros ordinarios de la providencia divina, cuya
iconografía es la más clara, y en la cual nos detendremos. Los ángeles son los
seres que más frecuentemente nos encontramos acompañando las distintas escenas
cristianas, y los que produjeron en la Edad Media una iconografía más
sistematizada y, consecuentemente, más fácilmente reconocible.
Desempeñan
dos actividades básicas: asisten y adoran. Esto da lugar a dos grandes
iconografías: ángeles en acción y ángeles en adoración.
Los
primeros son mensajeros privilegiados que intermedian en la relación de la
divinidad con los hombres. Así pues, a veces transmiten la palabra de Dios a
los hombres; son los ángeles anunciadores[3].
Otros ejecutan la justicia o castigo divino, tal como ocurre con la expulsión
de Adán y Eva del Paraíso.
En
ocasiones ayudan a personajes del Antiguo y Nuevo Testamento (Abraham, Jacob,
Elías, Pedro, Cristo, María, etc.), mártires y santos, e inclusive al conjunto
de la humanidad (véase por ejemplo el ángel de la guarda que asegura una buena
muerte o los ángeles que ayudarán a los difuntos a salir de sus tumbas el día
del Juicio Final), participando de un amplio abanico de episodios sagrados,
narrados tanto en fuentes bíblicas como extra-bíblicas.
Los
segundos, como parte de la corte celestial, glorifican, alaban y arrojan
incienso a la divinidad. Son, al modo de la corte bizantina que rinde pleitesía
al emperador, aquéllos que recuerdan al fiel la majestuosidad y grandeza de la
divinidad. Según la doctrina cristiana, todas las criaturas están obligadas a
adorar a Dios, actividad que realizan incesantemente los ángeles, los seres más
cercanos a la divinidad. Así lo dice el Salmo 148, 1-2: Alabad al Señor desde
los cielos, alabadlo vosotros sus ángeles todos, alabadlo vosotros todos sus
ejércitos. Ángeles adoradores pueden aparecer flanqueando a Cristo, a Dios
Padre, a las tres hipóstasis trinitarias, e inclusive a la Virgen.
La
iconografía angélica tuvo que superar un primer obstáculo: cómo representar lo
inmaterial e invisible, lo que es espíritu puro y carece de cuerpo. Como
ocurrió con la divinidad, se acabó imponiendo una iconografía antropomorfa.
Aunque los ángeles podían ser representados bajo forma de niños e incluso de
doncellas[4],
en el occidente medieval se representaron casi siempre como varones
adolescentes, generalmente imberbes y rubios[5],
destacando su belleza y juventud. En los distintos pasajes bíblicos se deja
entrever que los ángeles son de sexo masculino[6].
Esta misma idea viene reforzada por el Libro Apócrifo de Enoc en el que se
cuenta como los ángeles se enamoraron de las hijas de los hombres[7].
Por ello, lo más habitual es representar a los ángeles bajo forma varonil.
Sus
atributos más característicos son la luz y las alas; otros que suelen aparecer,
aunque no son imprescindibles, son el nimbo circular (generalizado a partir del
siglo V), el cetro y la esfera celeste.
Las fuentes
escritas asocian los ángeles a la luz. San Juan Damasceno (s. VII-VIII) los
considera seres inmateriales, hechos de luz, ya que son una reverberación o
reflejo de la divinidad.
Las
imágenes medievales pueden recoger esta cuestión lumínica a través de las
túnicas blancas y las alas blancas, doradas o multicolores.
Los
primeros ángeles se representaron sin alas, pero a partir del siglo V, por
influencia de las visiones proféticas de Ezequiel 1, 1- 24 y de las imágenes de
Victorias y seres alados del mundo grecorromano, este elemento se generalizó.
Las alas,
como las ruedas de la visión de Ezequiel, simbolizan el permanente movimiento
de los ángeles y también su función de mensajeros celestes.
Normalmente
se adaptan al marco de representación, de tal modo que puede aparecer una
plegada y la otra estirada, contraviniendo la lógica del mundo natural. Suelen
ser, bien del mismo color que los vestidos, como una prolongación de éstos,
bien multicolores (rojas, azules, doradas) imitando el arco iris. Cuando los
ángeles son representados como varones adolescentes van siempre vestidos, todo
lo más tienen los pies descalzos al modo de los personajes divinos de los que
son la corte[8].
Su indumentaria varió a lo largo de la Edad Media. En el primer arte cristiano
visten larga túnica blanca, símbolo de pureza y de luz. En el arte bizantino se
los concibe como cortesanos y por ello visten trajes fastuosos que imitan los
usados en la corte imperial y llevan las manos veladas en signo de respeto y
homenaje a su soberano. En el arte occidental, a partir del siglo XIII, por
influencia del teatro litúrgico en el que los ángeles eran interpretados por
los diáconos, se los empieza a representar con traje sacerdotal (capa y
dalmática), agitando incensarios (turiferarios) o sosteniendo cirios
(ceroferarios), e inclusive pueden llegar a aparecer tonsurados, como ocurre en
el retablo de San Cristóbal del Museo del Prado (s. XIII).
JERARQUÍAS ANGÉLICAS
Las Jerarquías Angélicas son 9, agrupadas en 3 Órdenes. Primer
Orden (Serafines, Querubines y Tronos), Segundo Orden (Dominaciones, Virtudes y
Potestades), Tercer Orden (Principados, Arcángeles y Ángeles).
SERAFINES
Son ángeles que se encuentran en el más alto
plano celestial. Los que más cerca de Dios están. Su misión es la de alabar y
cantar glorias al Señor engrandeciendo el amor universal.
Son de
color rojo y tienen 6 alas con manchas circulares a modo de ojos.
QUERUBINES
Son los
guardianes de las obras de Dios, sus templos y los caminos que conducen a una
evolución espiritual y engrandecimiento de la conciencia. Tienen el don del
discernimiento. y expanden la luz espiritual por todo el cosmos.
Son de
color azul y tienen 4 alas con manchas circulares a modo de ojos.
TRONOS
Ángeles
postrados ante la Majestad divina. Son las ruedas del carro de Dios.
Estas entidades están relacionadas con las
acciones de los hombres. son entes que antiguamente eran llamados Espíritus de
las Estrellas. Llevan un registro de las acciones en todos los tiempos o
karmas. Son también los constructores del orden universal.
Tienen
forma de ruedas aladas.
DOMINACIONES
Son los
ángeles que se encuentran entre el límite de lo finito con lo infinito. Rigen
dominios de conciencia expandida que es imposible pasar. Solo los Tronos han
pasado. El resto accederá cuando Dios los llame nuevamente a su seno. O sea que
cuando el Universo sea reabsorbido.
Normalmente
llevan cetro y corona. En otras ocasiones pueden aparecer con casco y espada.
VIRTUDES
Se
encuentran en la más alta luz de los esotéricos. Ellos ayudan a la plasmación y
concreción de las aspiraciones humanas. Aportan prodigios que reclaman las
religiones.
Llevan un
libro.
POTESTADES
Ellos
cuidan los planetas, los órdenes cósmicos y el balance entre la materia y el
espíritu. Su misión es la de cuidar del reino de Dios en cada uno de sus
aspectos, pueden como todos los seres con libre albedrío hacer uso de su
discernimiento para tomar partido por un camino u otro.
Llevan una
varita o cetro largo.
PRINCIPADOS
Son los
conductores de enormes grupos de personas a través de la historia. Razas,
naciones, reinos, países. Vigilan de cerca las acciones de los gobernantes,
reyes y jefes espirituales de los hombres. Vigilantes y conductores.
En unas
ocasiones pueden aparecer vestidos como guerreros y en otras con dalmáticas.
Llevan una rama de lis.
ARCÁNGELES
Son entes
espirituales de gran poder que guían a grandes grupos de personas y ejércitos,
ya sean de un sector u otro. Tienen a su cargo la responsabilidad de cuidar el
orden en los cuatro puntos cardinales. Son los jefes de entidades que están a
sus órdenes y trabajan constantemente para cumplir la palabra y orden de Dios.
Segur la traición hebrea son 7 los arcángeles, pero en la Biblia solo se
mencionan a 3. De entre todas las jerarquías angélicas son los únicos que están
individualizados. Realizan tareas concretas encomendadas por Dios.
URIEL FORTIS SOCIUS
Su nombre
se interpreta con el significado de luz o llama de Dios. Es el preceptor de
Esdras. Es el ángel que empuña una espada llameante a la entrada del Paraíso.
Lleva una
espada en la mano y a sus pies hay unas llamas.
BARACHIEL (o MALTIEL) ADJUTOR
Su nombre
significa "Bendición de Dios". Se apareció a Moisés en forma de llama
de fuego en la zarza que ardía sin consumirse.
Muestra
unas rosas blancas recogidas en un pliegue de su túnica.
JEHUDIEL (o JOFIEL) REMUNERATOR
Es el que
recompensa y castiga. Es el preceptor de Sem.
Lleva una
corona de oro en una mano y en la otra un látigo con tres cuerdas.
SEALTIEL (o ZEADQUIEL)
ORATOR
Significa
"el que habla". Se dirige a Dios en actitud orante. Detiene la mano
de Abrahán cuando iba a sacrificar a Isaac.
Aparece con
las manos juntas ante el pecho en actitud orante.
Hay además
otros dos Arcángeles, que en unas ocasiones se unen a los anteriores y en otras
sustituyen a alguno de ellos:
PELIEL
Es el ángel
que lucha con Jacob
RAZIEL
Es el ángel
que expulsa a Adán y Eva del Paraíso
ÁNGELES
Son los
mensajeros de Dios. Respetan el orden jerárquico que de no cumplirlo pueden ser
castigados al igual que las almas encarnadas. Los ángeles son colaboradores y
auxiliares de los seres humanos, están a sus ¡órdenes. No es al revés. Su
misión es la de alcanzar los favores y peticiones como así también proteger a
los que necesitan una ayuda para bien de su alma. Los ángeles están en todas
partes. Caminos, bosques, aires, tierras, fuego, agua, etc. No pueden mostrarse
por propia voluntad ante las personas si éstas no lo solicitan. Se nutren de la
energía del amor y de la más alta luz que produce la conciencia humana en
camino hacia la evolución.
Llevan
antorchas, incensarios o instrumentos musicales.
Los
ángeles, por su importancia en el pensamiento cristiano, fueron objeto de
representación desde el mundo paleocristiano, y así encontramos ejemplos en la
decoración mural de las catacumbas, como es el caso del ángel que detiene a
Balaam en el Hipogeo de Dino Compagni (Via Latina, Roma, s. IV), si bien es
cierto que aún no tiene sus elementos más definitorios, como las alas o su
condición de joven imberbe. Desde el siglo V en adelante los hallaremos,
plenamente definidos, tanto en la iglesia oriental como occidental, siendo uno
de las figuras más frecuentes del repertorio cristiano, ya que alaban y ayudan
a la divinidad en múltiples circunstancias (adoran al Niño recién nacido,
expulsan al hombre del Paraíso, guían a Tobías hijo en su búsqueda de un
remedio para la ceguera de su padre, hablan con Zacarías para anunciarle el
nacimiento del Bautista, etc.). Los encontramos por igual en la Alta, Plena y
Baja Edad Media, proyectándose su importancia en la Edad Moderna.
Distintos
precedentes de la Antigüedad estuvieron en la base de la creación de la
iconografía angélica. El pueblo hebreo conoció, con ocasión de su cautiverio,
tanto la civilización egipcia como la asirio-babilónica. Ambas tenían
representaciones de seres alados, que influyeron al pueblo hebreo en su concepción
de los ángeles. En algunas tumbas egipcias aparece Ba, un halcón que sobrevuela
por encima del faraón momificado y que se identifica con la eternidad. En el
mundo asirio-babilonio también hallamos estos seres alados, véase por ejemplo
los que aparecen en los muros del palacio de Sargón II (hoy en el Museo del
Louvre). Además, el peso del mundo grecorromano, en que se gestó la religión
cristiana, fue muy relevante. El nombre ángel procede del griego aggelos
(mensajero) y el latín angelus, y su función esencial de mensajero conecta con
el dios griego Hermes y su homólogo el romano Mercurio, también mensajeros
alados. La representación de los ángeles en el arte cristiano bebe de las
representaciones griegas de las Nikés-Victorias aladas y las representaciones
romanas de los pequeños Eros-Cupidos también alados. En base a estos precedentes, se creó,
consolidó y fraguó la iconografía de los ángeles en la Edad Media, como varones
adultos e imberbes, dotados de alas, irradiando luz, cuya iconografía no
experimentó muchas variaciones en este período más allá de ciertos cambios en
su indumentaria. Con la llegada de la
Edad Moderna se introdujeron algunas novedades que trataban de recuperar
ciertos elementos del legado clásico. Así por ejemplo se popularizaron los
ángeles niños, en sintonía con los Cupidos romanos. En Hispanoamérica se
acentuó la función militar de los ángeles que aparecían vestidos y armados,
como los ejércitos coetáneos, de modo que se recordaba al fiel que la conquista
espiritual era también una conquista material del territorio.
Los
ángeles, como seres celestes, guardan ciertas afinidades con los cuatro
vivientes o tetramorfos descritos por el propio Ezequiel (1, 1-24) y por el
Apocalipsis (4, 2-29), aunque sus rasgos iconográficos permiten diferenciarlos
con claridad. Asimismo, son la antítesis
de los demonios que, no obstante, fueron descritos por teólogos como ángeles
caídos, por lo que sus iconografías serán antitéticas: los ángeles son jóvenes,
imberbes, luminosos y semejantes a los hombres frente a los demonios que son
velludos, de tez oscura (a menudo negra), híbridos entre hombre y animal,
oscuros y cambiantes. Esta antítesis es perfectamente visible en las
representaciones del Juicio Final.
ARCÁNGELES
EL CULTO
A LOS 7 ARCÁNGELES:
·
En Occidente
no es frecuente a los 7, así como en Oriente sí.
·
La iglesia
romana consideró apócrifo el libro de Henoc.
·
En él aparece
el arcángel Uriel.
·
En el año
746, el concilio de Letrán limito el culto a los arcángeles Miguel, Rafael y
Gabriel. Los demás son apócrifos.
En el año 1516, apareció en la iglesia de Sant´
Angelo de Palermo un fresco con los 7 arcángeles.
La devoción fue difundida por el sacerdote Antonio
Ducca.
Hieronymus
Wierix hizo una copia libre de la
pintura en un grabado.
A partir de ahí el culto a los ángeles comienza a
tener importancia. Incluso en Alemania los 7 ángeles son patronos de los 7
electores.
En el grabado podemos apreciar como en la parte
superior aparece la corte celestial. En la parte central San Miguel considerado
el jefe de los arcángeles, a cada lado de él, los 3 arcángeles. Cada uno lleva
un símbolo que lo identifica.
Lo que suele ocurrir en Occidente con los tres
canónicos, es que los canónicos lleven
sus atributos y los demás aparecen como simples ángeles.
Fresco de la Iglesia de Sto.
Domingo de Ibiza
En el coro del monasterio de las Descalzas
Reales de Madrid hay una serie de los siete arcángeles pintada por Bartolomé
Román (ca. 1587-1647), pintor conocido por sus series de arcángeles:
Arcángel San Miguel
Texto: «San Miguel recibe las ánimas de los que
mueren bien favoreciéndolas en las agonías y batalla del Tránsito»
Arcángel San Gabriel
Texto: «San Gabriel favorece para que obedezcan
los hombres los hombres a las divinas inspiraciones. Alcanza la virtud de la
obediencia»
Arcángel San Rafael
Texto: «San Rafael favorece a los que quieren
verdadera penitencia»
Arcángel San Sealtiel
Texto: «San Seatiel favorece para tener buena
oración»
Arcángel San Jeudiel
Texto: «San Jehudiel favorece para confesarse.
Ayuda a los deseos de la mayor honra y gloria de Dios»
Arcángel San Baraquiel
Texto: «San Barachiel favorece para alcanzar los
dones del Espíritu Santo»
Arcángel San Uriel
Texto: «San Uriel favorece en las batallas contra
las tentaciones y para que amen a Dios»
San Miguel
San Rafael San Gabriel
Los tres
arcángeles y Tobías, Francesco Botticini.
La imagen reducida a los tres canónicos. Suelen
llevar sus atributos. Van caminando. S. Miguel como jefe de la milicia celestial,
con armadura y espada las alas es la forma de definirlos como ángeles. Rafael
con el icono de Tobías ya visto, al lado el pez que lo lleva cogido como una
cartera. Un perro les acompaña. Gabriel lleva unos lirios, que da la imagen del
ángel de la Anunciación, es su atributo más característico. Tipo de imagen
difundida por la Iglesia Occidental.
EL
ARCÁNGEL S. MIGUEL
El arcángel
Miguel (en hebreo, (Mija-El, Mikaiyáh o Mijaiá), ‘¿Quién como
Dios?’; en árabe: (Mījā'īl); en griego: Mijaíl; en latín, Michael o Michahel)
es el Jefe de los Ejércitos de Dios en las religiones judía, islámica y
cristiana (Iglesias católica, ortodoxa, copta y anglicana).
Para los
cristianos es el protector de la Iglesia y considerado abogado del pueblo
elegido de Dios. La Iglesia Católica lo considera como patrono y protector de
la Iglesia Universal.
La Iglesia
copta lo considera el primero de los siete arcángeles, junto con Gabriel,
Rafael y Uriel. Él tocará la trompeta el día del arrebatamiento (1°
Tesalonicenses 4, 16), y es el encargado de frustrar a Lucifer o Satanás,
enemigo principal de '''Miguel''' por ser el arcángel de los ángeles caídos o
del mal (Apocalipsis 12:7). Por eso, en el arte se le representa como un ángel
con armadura de general romano, amenazando con una lanza o espada a un demonio
o dragón. También suele ser representado pesando las almas en la balanza, pues
según la tradición, él tomaría parte en el Juicio final.
Considerando
que el Arcángel Miguel fue uno de los tres ángeles que anunciaron el nacimiento
de Isaac (junto con los arcángeles Gabriel y Rafael) y protegió al pueblo de
Israel durante su marcha por el desierto, actualmente el judaísmo invoca a
Miguel como amparador de sus sinagogas. En la liturgia del Yom Kipur el sermón
concluye con las palabras: “Miguel, príncipe de misericordia, orad por
Israel”.
En el
Talmud, su relación con los otros ángeles se compara a la del Sumo Sacerdote,
con el pueblo de Israel; de la misma forma que el arcángel Miguel habría sido
el interlocutor inmediato de Moisés en el monte Sinaí.
Según la
tradición rabínica judía, a Miguel a veces se le llama "Príncipe de las
naciones", y es quien actúa como "abogado de Israel" frente a su
acusador Samael o Satanás (llamado Lucifer o Luz), papel de defensor de los
hebreos, desde los tiempos de los patriarcas bíblicos. Por tal razón, según el
Rabí Eliezer ben Jacob, fue Miguel quien rescató a Abraham del horno donde
había sido arrojado por Nimrod (Midrash Genesis Rabbah XLIV. 16). También fue
uno de los tres hombres que visitaron a Abraham para anunciarle el nacimiento
de Isaac, y que anunciaron a Lot la destrucción de Sodoma y Gomorra.
Algunos Midrash
describen a Miguel como el maestro de Moisés durante el Éxodo, además de ser
quien protege a los israelitas frente al ejército del Faraón antes de cruzar el
mar Rojo. En el Midrash Exodus Rabbah cuenta que Miguel ejerce su
función de abogado de los hebreos, cuando Satán (su adversario) acusa a los
israelitas de idolatría y declara que constantemente murmuraban deseando haber
muerto junto con los egipcios en el mar (Ex. R. XVIII. 5). Pero según el
midrash Abkir, dice que cuando Uzza, el ángel tutelar de Egipto, convoca a
Miguel a pelear ante Dios, Miguel calla, pues sería Dios mismo quien defendería
a su pueblo.
La
veneración del arcángel Miguel en el cristianismo se basa en su mayor parte en
lecturas del Nuevo Testamento y adoptando las que se refieren a él en el
Antiguo. Precisamente en el Apocalipsis se lee:
"Hubo
un gran combate en los cielos. Miguel y sus ángeles lucharon contra el Dragón.
También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya
lugar en el Cielo para ellos. Y fue arrojado el Dragón, la Serpiente antigua,
el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la
tierra y sus ángeles con él." (Apocalipsis 12, 7-9)
Y en la
Epístola de San Judas (ver. 9), se vincula del culto a Miguel con las
tradiciones judías:
"Cuando
el arcángel Miguel disputaba con el diablo, la posesión del cuerpo de Moisés,
no se atrevió a decir maldición sino que dijo: "El Señor te reprenda.".
Tal vez
citando al escrito apócrifo conocido como la Asunción de Moisés, en él
se menciona que Satán reclamó el cuerpo para sí, argumentando que Moisés
provocó la muerte de muchos egipcios. Razón por la cual el arcángel se
enfureció y luchó contra él, venciéndolo.
Antiguas
autoridades gubernamentales y eclesiásticas reconocieron temprano las virtudes
de esta criatura alada. Por ejemplo, el emperador Constantino atribuía a Miguel
la derrota de sus adversarios. Por ese motivo mandó edificar cerca de
Constantinopla una espléndida iglesia en su homenaje (Michaelion, en
Sosthenion). Cabe señalar también que diferentes visiones de la Virgen María
incluyen alguna manifestación de la presencia del arcángel. Algunas de las
apariciones atestiguadas son: la de Fátima, en el año 1916, que atestiguó haber
visto al ángel arrodillarse lamentando el escepticismo de los incrédulos y
rogar oración por él y por el Señor. En una posterior aparición volvió a pedir
la práctica del rezo, los sacrificios y las oraciones.
Tiene 2 formas iconográficas: Lo hemos visto casi siempre con el pesaje de las almas, psicopompo, da
acceso los que van al cielo o al infierno, es la definición del arte Medieval.
Suele aparecer con la balanza para pesar las acciones buenas y malas, el
demonio intenta hacer trampa y el ángel le clava una lanza. En la Edad Moderna, prácticamente desaparece el
pesaje de las almas, encontraremos más representativa la de S. Miguel venciendo al diablo. Esta
victoria sobre el diablo, no es solamente eso sino que ahora es la victoria de
Miguel venciendo a la herejía, la reforma luterana, por eso tiene una mayor
representatividad.
Maestro
de Osma: imagen medieval en el
centro, a los lados victoria sobre el diablo, al otro lado la victoria sobre el
toro, toda la historia que nos narra la leyenda Dorada.
Las cinco pinturas representan escenas del arcángel San Miguel
tomadas de la Leyenda Dorada. En la calle central se muestra a San Miguel
vestido con armadura coetánea. Su mano izquierda sostiene una balanza en la que
dos almas, representadas por un hombre y una mujer, son pesadas, mientras con la
derecha alancea al demonio. Éste aparece con cola, pechos de mujer terminados
en garfios, cuerno retorcido y exacerbadas facciones que califican a su autor
de gran imaginación e ingenuidad. La escena se desarrolla en un enlosado de
baldosas dispuestas en perspectiva. Sobre su cabeza, el nimbo dorado realizado
en “picado de lustre”, permite leer “Micael Arcángel”, acompañado de un fondo
de cardos y alcachofas.
La otra representación de San Miguel en lucha contra el mal se
simboliza por el dragón y sus secuaces que aparecen en la calle izquierda y
segundo cuerpo, que sigue al pie de la letra la Leyenda Dorada donde dice: “Él
fue el que luchó contra el dragón y sus secuaces, arrojándolos del Cielo”.
Pero la originalidad narrativa de las pinturas reside en las tres
restantes, ordenadas de arriba a abajo y de izquierda a derecha. Otra vez el
referente es la Leyenda Dorada según la cual el pastor Gárgano, hacia el año
390, airado por el extravío de un toro, al encontrarlo lanzó contra él una
flecha envenenada que, por acción del arcángel, se desvió y se clavó en el ojo
del arquero. Esta escena, situada en la calle derecha y segundo cuerpo, muestra
al pastor herido en su ojo izquierdo y a otros acompañantes, con el toro en
actitud violenta que posee el aura de San Miguel.
En la escena inferior izquierda, el obispo de Siponto saca la
flecha del ojo derecho del pastor, en una composición abigarrada de personajes,
sobre losetas polícromas que intentan continuar el sentido de perspectiva de la
representación central. La tercera escena personifica el momento en que el
obispo -en procesión con cruz alzada- acude a la montaña figurando el toro con
aura arrodillado delante de ellos. Así concluye el prodigio acaecido al pastor
Gárgano que, según la Leyenda Dorada, sucedió por intervención del arcángel San
Miguel, el cual deseaba que en el lugar donde apareció el toro se le
construyese un santuario en su honor.
El
Arcángel San Miguel, Perugino.National Gallery Londres
Edad Moderna, aparece como un joven guerrero
renacentista, el escudo es también renacentista, en la parte central lleva un
caduceo del dios mercurio, aspecto pagano. En cuanto al arcángel, si le
quitamos las alas se queda como un guerrero, o un príncipe renacentista. Nos da la imagen de
defensor de la iglesia contra la herejía. La armadura tiene un elemento para
sujetar el escudo en el hombro. Al lado lleva una ramita donde está la balanza,
elemento medieval que aún pervive y puede pasar desapercibido.
El arcángel Miguel, Guido Reni pintado
para la iglesia de los capuchinos en Roma.
En el Barroco abundan las imágenes de S. Miguel activo,
está venciendo al diablo con rasgos humanos, aunque todavía vemos formas de
aspecto monstruoso, la parte de la cintura hacia arriba personaje humano
excepto la cola y las alas que son monstruosas. San Miguel le encadena con
fuerza y energía frente al diablo.
Anónimo, S. XVIII, escultura; no muy grandes en general,
está pisando al diablo con una lanza crucífera. Lleva un escudo prácticamente
rococó. Diablo con forma completamente humanan, aunque guarda su color oscuro.
Escuela
napolitana o siciliana. Con
movimiento y actitud de guerrero. Los demonios caídos, sin aspecto de mono como
en el mundo medieval y humanos. El dedo índice hacía arriba es signo de
anuncio.
San Miguel Arcángel Anónimo flamenco Principios del siglo XVI (repolicromado en el
siglo XVIII).
Se le muestra como un joven de gran belleza, con la cabellera
rubia, ceñida en la frente por una cinta a modo de diadema y atada con un lazo
en la parte posterior de la cabeza. Va vestido con la armadura articulada
propia de finales del siglo XV y principios del siglo XVI, sobre cota de mallas
que sube hasta cubrir el cuello y de la que se puede ver parte de las mangas
cortas y amplias y la faldilla. Están perfectamente descritos los brazales
articulados en tres piezas, el peto decorado en el centro con un joyel, y el
espaldar, ambos unidos por correas. Lleva una faldilla de nubes sobre las
caderas que deja ver las escarcelas y la falda de la cota. Las piernas,
revestidas con calzas, van protegidas por quijotes, rodilleras, grebas y
escarpes articulados. Este tipo de armadura indica su enraizamiento en modelos
góticos puesto que según avanza la influencia renacentista la coraza metálica
de San Miguel se sustituye por la loriga. La indumentaria se completa con un
manto abrochado bajo el cuello con un medallón circular adornado con pedrería.
La espada que empuña con la mano derecha perteneció originariamente a la
escultura y es de cobre revestido de baño de plata, con el pomo en forma de
esfera con molduras y arriaz adornado con volutas. En la mano izquierda
sostiene la balanza en cuyos platillos hay dos pequeños desnudos arrodillados
que representan al alma salvada y al alma condenada. La anatomía de las figuras
indica el conocimiento de los modelos renacentistas. A los pies se revuelve la
figura monstruosa del demonio, ser híbrido en forma de dragón con la cola
enroscada pero con enormes senos femeninos.
EL
ARCÁNGEL S. GABRIEL
En las religiones abrahámicas, Gabriel (en
hebreo, que significa "fortaleza de Dios", en griego, Gabriēl,
en árabe Jibrīl o Jibrāʾīl) es un ángel que, normalmente, hace de
mensajero enviado por Dios a determinadas personas.
Gabriel es mencionado en el Antiguo y el Nuevo
Testamento de la Biblia. En el Antiguo Testamento, se le aparece al
profeta Daniel (Daniel, 8:15–26, 9:21–27). En el Evangelio de Lucas,
Gabriel se le aparece a Zacarías y a María para anunciarles los nacimientos de
Juan el Bautista y de Jesús, respectivamente (Lucas, 1:11–38).
En el Libro de Daniel, se le llama "el
hombre Gabriel", mientras que en el Evangelio de Lucas, a Gabriel
se lo define como un "ángel del Señor" (Lucas, 1:11). Gabriel no es
llamado arcángel en la Biblia, pero es llamado así en las obras del
periodo intertestamentario, como el Libro de Enoc. En las iglesias
Católico Romana, Anglicana y Ortodoxa a Gabriel se le da el tratamiento de
arcángel y de santo, junto con Miguel y Rafael.
En el islam, Gabriel está considerado un arcángel
que envió Dios a mandar revelaciones a varios profetas, incluido Mahoma. El
capítulo 96 del Corán, al-Alaq, está considerado por los
musulmanes como el primer episodio (surah) revelado por Gabriel a
Mahoma.
Gabriel es
interpretado por los rabinos como un "hombre vestido de lino" en el Libro
de Daniel y en el Libro de Ezequiel. La función de Gabriel en el Libro
de Daniel es la de interpretar una visión de ese profeta. Este es un rol
que ha mantenido en la literatura posterior. En el Libro de Ezequiel, se
presenta a Gabriel como un ángel que es enviado para destruir Jerusalén. De
acuerdo con la Enciclopedia judía, Gabriel adquiere la forma de un
hombre y se sienta a la izquierda de Dios. Shimon ben Lakish (Siria Palestina,
siglo III) concluyó que los nombres de los ángeles Miguel, Rafael y Gabriel
provienen del exilio babilónico (Gen. Rab. 48:9).
En la
Cábala, Gabriel es identificado con el sefirot de Yesod. Gabriel tiene también
un papel importante como uno de los arcángeles de Dios en la literatura de la
Cábala. Ahí, Gabriel es retratado como alguien que obra de acuerdo con Miguel
en la corte de Dios. A Gabriel no se le reza porque solamente Dios puede
responder a las oraciones y Él es quien envía a Gabriel como su agente.
De acuerdo
con la mitología judía, en el Jardín del Edén hay un árbol de la vida o un
"árbol de las almas" que florece y produce nuevas almas, que caen en
el Guf, el "Tesoro de Almas". Gabriel busca en ese tesoro y saca la
primera alma que le viene a la mano. Entonces Lailah, el Ángel de la
Concepción, vigila el embrión hasta su nacimiento.
El ángel
Gabriel está mencionado en Daniel 8:16-26 y en 9:20-27. Gabriel, "alguien
que aparenta ser un hombre" (Daniel, 8:15) interpreta las visiones de
Daniel. Daniel "se asustó y cayó postrado" (Daniel, 8:17). Gabriel le
habla a Daniel mientras que él está profundamente dormido. Daniel está cansado
y enfermo unos días después de estar con Gabriel (Daniel 8:27). En el capítulo
9, versículos 20-21, Gabriel se le aparece de nuevo a Daniel mientras que está
rezando, dándole una explicación profunda y una respuesta a su oración (Daniel,
9:20).
Un ángel se
le apareció a Zacarías mientras estaba en el templo para anunciarle que su esposa
Isabel, que era estéril, iba a tener un hijo. El hijo que nació fue Juan el
Bautista. Zacarías era un sacerdote "del grupo de Abías" (Lucas 1:5)
y que su esposa era "descendiente de Aarón" (Lucas 1:5).
El tropo de
Gabriel haciendo sonar una trompeta para indicar el regreso del Señor a la
Tierra es habitual. No obstante, aunque la Biblia menciona un soplido de
trompeta antes de la resurrección de los muertos, no se especifica que Gabriel
sea el trompetista. Hay diferentes pasajes diciendo cosas distintas: los
ángeles del Hijo del Hombre (Mateo 24:31); la voz del Hijo de Dios (Juan
5:25-29), la trompeta de Dios (I Tesalonicenses 4:16); siete ángeles hacen
sonar una serie de trompetas (Apocalipsis 8-11); o simplemente el sonido de una
trompeta (I Corintios 15:52).
En
tradiciones relacionadas, no se identifica a Gabriel como el trompetista. En el
judaísmo, las trompetas son importantes, pero parece que es Dios el que las
hace sonar, o algunas veces Miguel. En el zoroastrismo no hay trompetas en el
juicio final. En la tradición islámica, el que hace sonar la trompeta es
Israfil, que no se le nombra en el Corán. Los Padres de la Iglesia
cristiana no mencionan a Gabriel como el trompetista.
Las
identificaciones más antiguas de Gabriel como el trompetista vienen del año
1455, en el arte bizantino. Un manuscrito armenio muestra una ilustración de
Gabriel haciendo sonar la trompeta cuando se produce la resurrección de los
muertos de sus tumbas.
Anunciación,
Juan correa de Vivar, Museo del Prado
Vemos al arcángel Gabriel con el dedo índice
levantado, con la idea de anuncio, es un elemento característico de él. Podemos
verle con una filacteria con el texto de su mensaje “Ave María, Gracia Plena”.
También idea de que está llegando, de que se está posando sobre el suelo
después de su vuelo.
Pasaje del Nuevo Testamento (Lucas 1, 26-38) que
narra el anuncio de maternidad a la Virgen por el Arcángel Gabriel, ante la
presencia de Dios Padre y el Espíritu Santo en forma de paloma.
Como símbolos de la virginidad y pureza de María
aparecen una vara de azucenas blancas, en primer plano, y el libro abierto
sobre la mesa muestra el pasaje de la zarza ardiendo que, sin consumirse, se
aparece a Moisés en el monte Tabor.
La Anunciación,
saca a la luz la manera peculiar que el pintor tenía de rayar las tablas una
vez unidos los correspondientes tableros-cinco en total-, conformando una red
romboidal de cortes. El otro aspecto de interés es el cuidado dibujo empleado
por el artista, muy visible en las reflectografías de los santos diáconos.
Correa realizó un encaje inicial muy suave a pincel, delineando
los contornos, aunque seguramente sobre un dibujo inicial a lápiz. Después
concretó los volúmenes principales aplicando pigmento muy diluido, en una
suerte de aguada sobre la que perfiló de nuevo, en tono más oscuro, los
contornos iniciales. En un estrato más superficial, cargó más de pigmento el
pincel para realizar algunos de los motivos decorativos.
La Anunciación, Beato
Angélico 1445. Museo:
Museo del
Prado
Desarrolla
en la escena principal el tema de la Anunciación, tal como aparece narrado en
el Nuevo Testamento, (Lc. 1,26-38), mostrando la escena en un pórtico de mármol
abierto, all’aperto, que recuerda al Hospital de los Inocentes,
construcción de un coetáneo de Fray Angélico como Brunelleschi, con arcos de
medio punto que descansan sobre finas columnas blancas. Tiene bóvedas de
arista, de color azul celeste sembrado de pequeñas estrellas de oro. En la
fachada del pórtico hay un medallón con la figura de Dios Padre en grisalla. Al
fondo del pórtico hay un cubículo con un banco.
El pórtico
es de mármol, La Virgen está situada a la derecha. Parece que ante la llegada
del ángel ha suspendido la lectura del libro que ahora mantiene sobre el
regazo. Tanto ella como la figura del ángel, son dos personajes rubios, de
blanca piel y de manos finas y alargadas. La Virgen lleva una túnica de color
rosado y un manto azul ultramar. El ángel está vestido con un traje de color
rosa con franjas de oro, ceñido a la cintura, que cae en grandes pliegues hasta
los pies.
Se
encuentra en un jardín, hortus conclusus, representación del Paraíso. En
el ángulo izquierdo de la pintura se ven las manos de Dios y de ellas sale un
rayo de luz dorada que viene recto hacia la derecha, en el que viaja la paloma
del Espíritu Santo. El vergel que hay delante del pórtico está cuajado de
florecillas y tiene una espesa vegetación con algunos árboles entre los cuales
puede verse a dos personajes: Adán y Eva, en este caso vestidos con pieles. Su
expresión es de sumisión y de arrepentimiento. Representa en conjunto la
escena, el principio y el final del pecado, los primeros padres y la salvación
del hijo de María. Un ángel vigila detrás de ellos que abandonan el Paraíso.
El cuadro
se completa con una predela en la que se narran otras escenas de la vida de la
Virgen. La predela se compone de cinco paneles donde se representan
cronológicamente los episodios: Nacimiento y Desposorios, Visitación, Adoración
de los Magos, Presentación en el Templo y Tránsito.
La
Anunciación,
El Greco 1576. Museo Thyssen-Bornemisza.
Esta pintura, fechada hacia 1576, se considera una de las últimas
versiones realizadas en Italia, a la vez que denota una gran influencia de la
pintura veneciana. La Virgen, a la izquierda en el reclinatorio, recibe atenta
la visita del arcángel, figura ésta que recuerda por su impronta al Veronés. La
luz y el color muestran la admiración del pintor por el cromatismo de las obras
de Tiziano, mientras que en el estudio y el tratamiento de los ropajes está
patente la huella de Tintoretto. Aquí, El Greco se vale de un escenario arquitectónico
sencillo, que enmarca a los personajes con soltura, en un intento de dar
veracidad a la escena.
El modelo, como ha señalado Álvarez Lopera, deriva de la pequeña Anunciación pintada en una
de las alas del Tríptico de
Módena, más que de las versiones conservadas en el Museo del Prado
y en la colección Muñoz. Analizando el Tríptico
de Módena y la tela del Museo Thyssen Bornemisza, hallamos
similitudes en multitud de detalles, como son la posición y fisonomía de la
Virgen, la forma del reclinatorio, las ropas del arcángel e inclusive la
colocación de los brazos y de la pierna izquierda de María. En las obras del
Museo del Prado y de la colección Muñoz, la Virgen mantiene el tronco casi
recto, girando la cabeza hacia el ángel, y su pierna izquierda más pegada al
pupitre. La postura que El Greco elige para su figura, tanto en el Tríptico de Módena como en
la tela del Museo Thyssen-Bornemisza, se define con una diagonal organizada con
el eje del cuerpo y la pierna, cuya rodilla se marca entre las telas.
La
Anunciación, Goya. Colección duquesa de Osuna, Sevilla
La
composición resulta abierta, en oposición al boceto, cerrado en el remate por
la figura de Dios; aquí por el contrario existe una mayor espiritualidad, que
no necesita de representación humana para sugerir el mundo celeste de donde
desciende el Prodigio envuelto en luz. La Virgen revestida del manto azul de
pureza y la túnica roja que preludia los dolores de su personal sufrimiento
ante la pasión y muerte del Hijo, despliega una actitud reverente, con las
manos unidas y la cabeza en gesto de resignada aceptación del mandato del
cielo. El ángel, en contrapartida, posee una monumentalidad de índole
escultórica y, tanto por la prosopopeya que implica su complejo ademán como por
las alas desplegadas, la manera de imponerse a la genuflexa que tiene ante sí y
el juego poderoso de paños, semeja reducir el espacio vital de esta imagen de
María, que serenamente queda dominada por la abrumadora presencia del
mensajero, protector y avasallador al tiempo, puesto que transmite la gloriosa
salutación propiciadora de la Redención.
La Luz, la
Palabra y el Designio Divino son los verdaderos protagonistas de una obra en la
que las dos figuras místicamente hablando son comparsas del Acto Supremo: ante
la voluntad del Todopoderoso, María se somete humildemente.
A tal
efecto y para resaltar aún más el carácter monumental del acontecimiento, Goya,
pendiente siempre de la manera en que ha de ser contemplada la obra, coloca un
sólido basamento de sillares, con dos peldaños monolíticos, en progresivo
resalte, y emplea un punto de vista bajo, anunciado tímidamente en el boceto.
Crea, por tanto, una pieza dotada de un impresionante colosalismo, que permite
identificar la Anunciación como pocas veces ha sido concebida en total
compilación de grandiosa majestad que el hecho entraña, indicio claro de la
religiosidad del maestro, que denota ser consciente de tan culminante momento,
recreándolo de modo inolvidable ante la posteridad.
En lugar del libro habitual hay un rollo (megil-láh) que alude a
la calidad hebraica del Antiguo Testamento, peculiaridad que resulta aún más
afirmada al similar un texto judío; es posible que haya querido fijar la
atención sobre el pasaje de Isaías que supone la cimentación del espíritu
profético alusivo al Mesías (habría de nacer de una virgen y sería el
Salvador). Teniendo en cuenta que la rápida visión de un cuadro se hace en la
cultura occidental de izquierda a derecha a modo de lectura, que en principio
es inconsciente, ha reservado el papel principal al ser descendido del empíreo
que posee el papel determinante, en la medida en que transmite el mensaje de
Dios. Así, en cierto modo, la Virgen María ha perdido algo de protagonismo al
ser la primera figura a la que se dirige la vista, de modo que se forman unos
curiosos ángulos rectos: el espectador ocasional que veía el cuadro en el
altar, en principio ascendía los escalones visualmente para llegar a la Madre
de Dios y concluir en su cabeza en primer término; el gesto de ésta se continúa
en la mano del ángel que a su vez implica un nuevo giro de noventa grados, para
ascender por su cabeza y dedo índice a la iluminación superior, ámbito ya del
Verbo Divino.
Anunciación, Van Eyck. Galería
Nacional de Arte de Washington
La pintura
representa la Anunciación del arcángel Gabriel a María de que pronto dará a luz
al hijo de Dios (Evangelio de Lucas, 1:26-38). La inscripción del ángel dice,
en letras doradas: "AVE GRA. PlENA" (por Ave Maria, gratia plena),
a lo que ella responde "ECCE ANCILLA DOMINI". Las palabras que María
pronuncia están representadas en dirección contraria, hacia el ángel, como
ocurre igualmente en la Anunciación que aparece en la parte externa del Políptico
de Gante. Los siete regalos del Espíritu Santo descienden sobre ella en forma
de siete rayos de luz que penetran a través de una ventana que queda a la
izquierda, con la paloma que simboliza al Espíritu Santo.
Se ha
sugerido que los rasgos de María son los de Isabel de Portugal, esposa de Felipe
el Bueno, Duque de Borgoña, quien bien pudo haber encargado la pintura a van
Eyck, su pintor de corte a tiempo parcial. El ángel viste una rica túnica de brocado
y un manto con orla de piedras preciosas y señala al cielo, indicando con ello
que lleva a cabo una misión divina. María luce un ropaje azul como es usual,
con armiño, reservado para la realeza, lo que se ajustaría a esta teoría,
aunque la Edad Media solía enfatizar la ascendencia real de María. Como era
habitual, especialmente en el norte, los rasgos de María son menos atractivos que
los de Gabriel. Ninguna de las figuras tiene un halo, pues en el arte flamenco
pronto se prescindió de él en beneficio del realismo, lo que con el tiempo
harían también los pintores italianos. La postura de María es ambigua; no queda
claro si está en pie, arrodillada o sentada.
Muchos
escritores, incluido Hand, consideran que las figuras están sobredimensionadas
en relación con la arquitectura. Este es un rasgo que se puede encontrar en
otras obras de Van Eyck y tiene un significado teológico particular; así ocurre
en el cuadro sobre el mismo tema de la Gemäldegalerie, Berlín.
La
representación tradicional de la Anunciación ambienta la escena en el cuarto de
estudio de María, pero aquí se hace en un templo. En la Edad Media se creía que
María era una muchacha muy estudiosa que había sido entregada al Templo de
Jerusalén con otras doncellas para tejer unas cortinas nuevas para la parte más
reservada del Tabernáculo. El libro que ella lee aquí es demasiado grande para
ser un Libro de horas; como en otras pinturas ella está dedicada seriamente al
estudio en una parte del templo (una autoridad medieval especificaba que ella
estaba leyendo el Libro de Isaías cuando llegó Gabriel). Probablemente los Van
Eyck fueron los primeros en usar esta ambientación en una tabla, pero aparece
antes en manuscritos iluminados. Van Eyck suele representar edificaciones
góticas, pero en este caso opta por la arquitectura románica. Esta opción es
simbólica, ya que normalmente se recurría al románico para identificar
ambientaciones judías representando el Antiguo Testamento; en otras pinturas se
muestran juntos gótico y románico en el mismo edificio de una manera
simbólica., pues de esta manera Van Eyck contrapone el Antiguo y el Nuevo
Testamento, cuyo inicio marca la Anunciación, subrayando mediante dos estilos
arquitectónicos la sucesión de dos épocas distintas.
La
decoración del templo deriva del Antiguo Testamento, pero escogiendo los temas
que en la Edad Media se consideraba que prefiguraban la llegada de Cristo como
el Mesías. Las escenas representadas en el pavimento se refieren a episodios
del Antiguo Testamento que prefiguran la Pasión de Cristo. Así, la victoria de David
sobre Goliat (en el centro) anticipa el triunfo de Jesucristo sobre el demonio.
Detrás de esta escena, Sansón derriba el templo de los filisteos, prefigurando
así tanto la Crucifixión como el Juicio Final. A la izquierda, Dalila corta el
pelo a Sansón, lo que anticipa la traición a Cristo, y detrás Sansón vence a
los filisteos (Triunfo de Cristo sobre el pecado). Hay otras dos escenas que
apenas se ven, pero algunos historiadores del arte las identifican: Erwin
Panofsky, que fue el primer en desarrollar gran parte de este análisis, propuso
un esquema para el significado de los símbolos astrológicos en las losas
redondeadas, y se han sugerido otras versiones.
La pared
del fondo presenta una sola vidriera, donde permanece Jehovah, sobre tres
simples ventanas debajo, lo que parece sugerir la Trinidad. La pintura mural a
la derecha de la vidriera del fondo representa a Moisés recibiendo los Diez
mandamientos (lo que anticipa la nueva ley que va a aportar Jesucristo). Los
lirios son un atributo tradicional de María, pues representan la pureza. El
taburete vacío puede significar un "trono vacío", un símbolo de
Jesucristo ya en la primera época del arte bizantino.
EL
ARCÁNGEL S. RAFAEL
San
Rafael (dentro del cristianismo, se refiere a un
arcángel, siendo uno de los tres arcángeles conocidos por nombre dentro del
cristianismo católico y ortodoxo, dado que la referencia al personaje se da
dentro del libro de Tobias o Tobit. Es uno de los tres patrones del peregrino.
El nombre
proviene del hebreo Rafa-El, que significa ‘Dios sana’ o ‘Dios Él ha
sanado’ o ‘¡sana, Él!’ o ‘medicina de Dios’. Actualmente la palabra hebrea
equivalente a médico es rofe, conectado con la misma raíz de Rafa-El. En
árabe se llama Israfil.
De acuerdo
con el Libro de Tobías 5,4, Rafael fue enviado por Yaveh para acompañar
a Tobías, hijo de Tobit, en un largo y peligroso viaje para conseguirle una
esposa piadosa al joven. Esta es Sara, quien había visto morir a siete
prometidos debido a que un demonio, de nombre Asmodeo, estaba enamorado de la
mujer y mataba al esposo en la noche de bodas.
En un
principio, Rafael se presenta como «Azarías, hijo del gran Ananías», pero al
finalizar el viaje cura la ceguera de Tobit y se manifiesta como «el ángel
Rafael, uno de los siete en la presencia del Señor».
Durante el
viaje, da instrucciones a Tobías para pescar un pez, del que extraería las
vísceras que usaría más tarde para alejar al demonio Asmodeo enamorado de Sara
y curar la ceguera de su padre. Debido a esto, a Rafael se lo considera
protector de los novios o el noviazgo, mas no quien promueve los noviazgos como
el Eros (Cupido) grecorromano.
El arcángel
Rafael representa la sanación y purificación del alma y el cuerpo. Guía al ser
humano a dejar atrás todo lo negativo que ha acumulado a través de su vida y a
aceptar "la curación de Dios", como indica su nombre. Intercede y
aboga por que los seres humanos puedan liberarse de su pasado y retomar el
camino de la vida con una nueva visión del futuro llena de esperanza y
regeneración.
San Rafael
ayuda a los enfermos en su transición hacia una vida nueva llena de
oportunidades de crecimiento espiritual. Para aquellas personas cuyo camino en
la Tierra ha llegado a su fin, otorga la oportunidad para la sanación y
purificación del alma en su nueva etapa de existencia.
Tenemos la imagen de ángel con las alas y en
relación con Tobías, bien llevando el pez, o acompañado de Tobías.
Tobías y
el ángel, Goya. Museo del Prado
Esta obra es un extraordinario ejemplo de la pintura religiosa de Goya.
Según el relato bíblico, Tobías se encontraba junto al río Tigris cuando un
gran pez intentó devorarle el pie, pero el arcángel Rafael, que le acompañaba,
le aconsejó cogerlo pues le serviría más tarde para curar la ceguera de su
padre Tobit (Tb 6, 1-5). El pintor no es excesivamente fiel a la narración en
lo que respecta al tamaño del pez, pero responde a la tradición iconográfica.
Mantiene el tipo de belleza ideal y el esquema compositivo, claro
y sencillo, del Neoclasicismo. La luz juega un papel fundamental, emanando en
este caso del nimbo sagrado del ángel, cuyos rayos se reflejan en sus alas y
atraviesan la atmósfera húmeda de la noche (Texto extractado de La Belleza Cautiva.
El Arcángel Rafael y
Tobías, Claudio
de Lorena
La pintura muestra el momento en el que Tobías, siguiendo las
instrucciones del ángel, arranca el corazón y las entrañas de un enorme pescado
para curar con ellas la ceguera de su padre (Libro
de Tobías: VII, 15). Detrás se abre un paisaje en el que destaca un
caudaloso río que discurre en diagonal por detrás de las figuras. El celaje
ocupa las tres quintas partes de la pintura y se inicia en la parte alta con un
intenso azul, concluyendo en la línea del horizonte con un tono más rojizo,
otorgando a la composición un ambiente de ensoñación poética.
Tobías y el Angel - Eduardo Rosales
- 1858 - Museo del Prado.
Según el relato bíblico, Tobías, permanecía junto a un
río cuando fue amenazado por un pez gigantesco, del que fue salvado gracias a
su ángel protector. El cuadro muestra al protagonista buscando refugio en el
ángel, el cual ligeramente vuelto hacia la izquierda señala con su mano
izquierda al pez, tranquilizando al joven. El pez simbólicamente advierte que
la sanación se haya en lo interior a pesar del miedo con el que nos trata de
engañar el aspecto de la realidad.
El ángel representa la sanación y purificación del
alma y el cuerpo, dirige la visión espiritual, la inspiración de la verdad, la
integridad, la previsión, la salud no solo física sino emocional, mental y
espiritual. Guía al ser humano por el camino de la evolución consiguiendo de
este el despertar consciente por medio del aumento de la vibración acumulada a
través de la existencia y ayuda a los enfermos en su transición hacia una vida
nueva llena de oportunidades de crecimiento. Para que aquellas personas cuyo
duro camino en la Tierra les ha hecho despertar del sueño de la mente, acepten
su capacidad de sanación, la oportunidad para la recuperación y purificación
del alma en su nueva realidad.
Intercede y aboga por
el entendimiento de uno mismo para así liberarse de las enfermedades del pasado
y retomar el camino de la vida con una nueva visión del futuro llena de
esperanza y regeneración. Simboliza el aspecto creativo del humano que ayuda a
mantener el balance de las emociones, sosteniendo así la salud tanto del cuerpo
físico como emocional, mental y etérico. La hiel es un buen ungüento para
curar la ceguera y despertar.
Simón
Henrixz; esta con Tobías padre.
Arcángel Rafael Y Tobias, Tiziano. Galería de la Academia de Venecia.
El cuadro versa sobre un relato narrado en el libro de Tobías, donde se desarrolla la vida de este judío y sus milagros. En el Antiguo Testamento no se denomina a Rafael arcángel pero sí en el libro de Tobías. Aquí se representa a Tobías como un niño, a diferencia de otras versiones, como la de Francesco Botticini, que le pinta más desarrollado, ya adolescente.
El gran arcángel conduce de la mano a Tobías, que le mira con ternura mientras caminan, con el pez (al que los pintores aludían con insistencia por su significado cristológico) que le identifica como motivo iconográfico.
A la izquierda de los personajes, un pequeño perrito representa la fidelidad hacia el hombre, quien los acompaña en el camino.
Escena
bíblica (Tobías,
11, 1-19) que ilustra el momento en que Tobías, siguiendo las indicaciones del
Arcángel Rafael, unta con la hiel del pez los ojos de su padre para curar su
ceguera. Ejecutada en Venecia, es una de las mejores versiones que realiza
sobre el tema y obra maestra de madurez en que destaca su vibrante pincelada y
el uso de tonos tostados y dorados.
Ottobeuren: escultura con Tobías y el pez, abajo hay una
cartela que pone su nombre.
Tobías y
el ángel, Giovanni Baratta (1698) Iglesia del Santo
Spirito, Florencia
Tobías y el ángel: le coge por el hombro a Tobías,
que lleva el pez y acompañados por el perro. Esa idea de protección será la
imagen que se tome para el ángel de la guarda.
Vitral
de San Miguel Arcángel, San Rafael y San Gabriel, ubicado en la iglesia de San Lorenzo,
Alton, Inglaterra.
EL ÁNGEL
DE LA GUARDA
El Ángel de la Guarda, o Ángel Custodio, es el ángel que se le
asigna a cada alma para que la acompañe a través de su vida y después de la
muerte. Esa presencia amorosa cuyo trabajo es cuidar y guiar a los seres
humanos en su recorrido por la vida, permanece junto al alma de la persona en
todo momento.
Los libros sustentan el encargo y ministerio que tienen estos
ángeles para la guarda de los seres humanos como se lee en los libros del Génesis,
Tobías, Salterio, Mateo, Hechos de los Apóstoles y la Carta a los Hebreos.
Los Ángeles
custodios fueron descritos en el siglo IV o V por el teólogo y místico
bizantino Pseudo Dionisio Areopagita en su obra Las jerarquías celestes
(De Coelesti hyerarchia), donde explicó el orden angélico en el primer
tratado de angelología.
Los
católicos argumentan con la Sagrada escritura sustentaría en algunas ocasiones
la creencia del ángel de la guarda: «Yo voy a enviar un ángel delante de ti,
para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he
preparado» (Éxodo 23, 20).
La
celebración dedicada a los ángeles de la guarda surgió en España, en el
siglo V. En esa época se empezó a celebrar el Día del Ángel de la Guarda
juntamente con la fiesta del Arcángel Miguel (29 de septiembre).
La Iglesia
en Inglaterra celebró esta fiesta desde el año 800.
En el
siglo XII, Honorio de Autun escribió que Dios, al unir cada alma con el
cuerpo, la confía a un ángel, cuya misión será inducirla al bien y dar cuenta
de sus actos frente a Dios.
San Alberto
Magno, santo Tomás de Aquino y san Pedro Damián escribieron más o menos simultáneamente
―en el siglo XIII― que cuando una persona peca, el ángel guardián no la
abandona sino que trata de llevarla al arrepentimiento y la reconciliación con
Dios.
El papa
León X (1475-1521) aprobó un nuevo oficio ―compuesto por el monje
franciscano Juan Colombi― que establecía la doctrina de la existencia de un
ángel personal.
El papa
Paulo V (1560-1621) universalizó esa devoción.
En 1670, el
papa Clemente X (1590-1676) instauró la celebración de la fiesta del Santo
Ángel de la Guarda, dedicada el día 2 de octubre al ángel particular de cada
persona.
El papa
Francisco no sólo afirmó la existencia del ángel de la guarda, sino que invitó
a los fieles a preguntarse por su vínculo con este custodio que el Señor envía
para cuidar a cada hombre. “Según la tradición de la Iglesia, todos tenemos un
ángel con nosotros, que nos cuida, que es nuestro compañero de viaje" “Los
que están más cerca de la actitud de un niño están más cerca de la
contemplación del Padre. Escuchan con corazón abierto y dócil al ángel de la
guarda”, ejemplificó. En su homilía, en la misa en Santa Marta, el Papa explicó
cómo actúa ese compañero que Dios pone junto a cada hombre: “Todos nosotros,
según la tradición de la Iglesia, tenemos un ángel con nosotros, que nos cuida,
nos hace sentir las cosas. Cuántas veces hemos escuchado: 'Pero esto debería
hacer así, esto no está bien, estate atento': ¡muchas veces! Es la voz de
nuestro compañero de viaje. Estar seguros de que él nos llevará al final de
nuestra vida con sus consejos, y por esto escuchar su voz, no rebelarnos. "Ninguno
camina solo y ninguno de nosotros puede pensar que está solo" porque está
siempre "este compañero", siguió diciendo. "Cómo es la relación
con mi ángel de la guarda? Lo escucho? Le digo buenos días por la mañana? Le
digo 'cuídame durante el sueño'? Hablo con él? Le pido consejo?" Francisco
hizo estas reflexiones en su homilía durante la cual advirtió que no caminamos
solos por la vida y que quien se deja acompañar en el camino está “más cerca de
la contemplación del Padre”.
Su imagen es una derivación de Rafael con Tobías. Aparece
al lado de un alma en forma de niño, como era el icono del alma desde el mundo cristiano.
Aquí la diferencia es que no vemos el pez ni el perrito, en el ángel vemos una
imagen de especial protección.
El ángel
de la guarda, Domenichino
- Museo de Nápoles
El diablo lo está acechado, el escudo los separa y
el ángel señala hacia el cielo.
"En la obra de Domenichino, un niño de cuatro o cinco años en
una túnica azul, está de pie con las manos juntas en oración el " demonio
"yace a la sus pies: y aunque el niño no lo ve, traiciona la conciencia de
la presencia del mal y una sensación de debilidad y de peligro, detrás de él está un ángel joven y bello que
da la seguridad, el ángel apunta con su dedo a la gloria de arriba, y, la
interposición de su ala da protección entre el diablo y el niño. "
Escuela
cuzqueña, vemos que va
conduciendo el alma.
Bernardo
de Elcaraeta
Tiene una devoción importante desde el XVI-XVII.
En relación con el ángel de la guarda están los
ángeles protectores de una nación, vemos a
Pires-o Moco: protector de Portugal., es la imagen de un ángel, lleva
una diadema pero sin cruz, el elemento definitorio es el escudo de Portugal y
la esfera armilar que es el emblema del rey de Portugal. Esto es lo que le
define como ángel protector de una nación.
Angel de
la guarda, Pietro da Cortona 1596
La imagen se conserva en el museo en Viterbo con una atribución a
Romanelli hasta la Segunda Guerra Mundial. Documentables como una obra
autógrafa de Cortona, el cuadro fue encargado directamente al pintor por el
Papa Alejandro VII en 1656, junto con un colgante de San Miguel
Arcángel. El pintor presentó los dos cuadros colgantes de Alejandro VII,
cuando el Papa lo nombró caballero
papal. El Papa le devolvió el favor mediante la
presentación a Cortona con una cadena de oro. Un estudio de este trabajo, se
conserva en la Biblioteca Real de Windsor.
Escuela
cuzqueña, es un ángel guardián, imagen frecuente en la
pintura cuzqueña. Escuela cuzqueña Ángel guardián En el mercado en 1999
(Subastas Ansorena)
Johan
Hoseph Cristhian:
Ángeles con imágenes curiosas que aparecen en
todas partes. Angelitos regordetes como flotando por el espacio. Siglo XVIIII,
relación importante de España con América. A la hora de poner los angelitos
aparece con los rasgos de un indio del Amazonas, con faldellín de plumas,
brazalete, tocado de plumas y en el dedo lleva una cacatúa. Idea de los
angelitos indios. Imagen curiosa.
Ángel
probando miel, Joseph Anton Feuchtmayer
Angelitos Golosones: probando miel, con aspecto cariñoso y entrañable.
Angelitos
entrañables como los de Rafael.
Detalle curioso del papa S. Sixto en la Madonna de la Sixtina que tiene 6 dedos,
puede que sea un elemento icnográfico para definir al papa, (sixto-seis), sería
una forma de indicar que es Sixto.
Rafael -
Madonna - Sixtina 1513-1514) Gemaldegalerie,
Dresde
Rafael pinto seis dedos en la mano derecha del papa porque esto representaba
que tenía un sexto sentido para interpretar sueño proféticos.
Los angelitos de la parte
inferior son más conocidos que el cuadro se ha hecho famosos en todo el mundo.
Se reproducen como laminas y se usan como decoración en multitud de objetos.
Este tipo de ángel aparece
por primera vez en el renacimiento y se llaman putti derivado del
término putto que significa niño en italiano.
San Pedro liberado por
el Ángel, Murillo, 1.672. Hermitage, de San
Petersburgo
Representa el pasaje narrado en los “Hechos de los Apóstoles” en
el que San Pedro, encarcelado por Herodes Agripa es visitado por un ángel que
le libera de sus cadenas y le conduce a la libertad.
[1] Los teólogos hablan generalmente de
siete arcángeles (número sagrado, símbolo de universalidad): Miguel es conocido
por el libro del Apocalipsis 12, Gabriel por el evangelio de Lucas 1, Rafael
por el Libro de Tobías, Uriel por el Libro apócrifo de Enoc y el IV Libro de
Esdras; después se citan también a Sealtiel, Baraquiel y Jehudiel. Es muy raro, al menos en el arte de
Occidente, encontrar el grupo completo de los siete arcángeles, ya que la
Iglesia romana consideraba apócrifo el Libro de Enoc, que es el que habla de
Uriel. En el año 746 el Concilio de Letrán limita el culto a los arcángeles a
los tres primeros: Miguel, Gabriel y Rafael.
En Bizancio en cambio se suelen representar los cuatro grandes
arcángeles, es decir no sólo Miguel, Rafael y Gabriel, sino además Uriel que
era el que aparece en el Libro de Enoc, y que en Oriente gozó de una autoridad
equiparable a los textos canónicos. Téngase en cuenta que la Iglesia etíope lo
aceptó dentro de su canon. Además, estos cuatro arcángeles, puestos en relación
con los cuatro puntos cardinales, se ajustan muy bien a la decoración de las
cúpulas y sirven, como el Tetramorfos, a la alabanza del Pantócrator al cual
rodean. Podemos encontrar en Oriente y en los lugares bajo influencia oriental,
el Pantócrator rodeado por los cuatro arcángeles, y por ello hay que prestar
atención para no confundir este tema con el Pantócrator y el Tetramorfos. Véase
por ejemplo la Iglesia de la Martorana de Palermo (Italia, s. XII) de
influencia bizantina, que contiene una representación de este tipo.
[2] La diferencia entre ángel y arcángel
sería la misma que entre obispo y arzobispo
[3] El ángel anunciador de mayor relevancia
en la Vida de Cristo es Gabriel, que transmite a la Virgen las palabras divinas
en que se explica el misterio de la Encarnación. No obstante, en sentido
estricto, es un arcángel.
[4] Los ángeles femeninos no aparecen antes
de finales del siglo XIV- siglo XV, teniendo un excelente ejemplo en el Díptico
Wilton, National Gallery Londres, ca. 1396. Los ángeles niños son muy
habituales del Renacimiento y Barroco.
[5] Los cabellos dorados enlazan con la idea
de la luz
[6] Al menos dos versículos bíblicos señalan
que los ángeles son de sexo masculino: Génesis 18, 2 (los llama varones) y
Génesis 32, 25 (habla de un hombre).
[7] Libro de Enoc, capítulo 9, verso 8:
“Ellos han ido hacia las hijas de los hombres y se han acostado con ellas y se
han profanado a sí mismos descubriéndoles todo pecado”.
[8] El cristianismo medieval considera la
desnudez una vergüenza, una humillación y por ello la reserva a los
demonios.
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