Románico
Los arqueólogos franceses descubrieron que en muchos territorios había un paralelismo de
arte, sobre todo en lo que a arquitectura se refiere. Ahora bien no había un
estilo único. Había un románico y un estilo románico de transición al gótico.
En el s XX el español Puig i Cadafalch escribió
un libro sobre la arquitectura de los primeros años que se denominó Primer
Románico, por lo que cronológicamente queda:
·
Primer
Románico
·
Románico
·
Estilo
de Transición
En el primer tercio del s XX se elimina la
denominación estilo de transición porque el gótico no nace por una evolución
del románico, es un estilo que nace en sí mismo, pero si hay un cambio de
estilo de formas románicas.
Este nuevo estilo tardo románico incluyo dos
términos ambiguos.
·
Estilo
Cisterciense
·
Estilo
1200
El cister construye edificios pero no son
distintos. No tiene un estilo propio. Un claustro puede ser cisterciense pero
las formas estilistas son románicas, por lo que se aplicó el concepto de tardo
romano.
El estilo 1200, termino reciente de la segunda
mitad del s XX intentaba clasificar aquellas obras muy estilizadas, con un
manierismo formal, influidas por el sentimiento plástico bizantino, pero en
realidad los términos de clasificación quedaron:
Románico s XI y XII
·
Primer
Románico SX, XI (1075) Norte Italia, Yugoslavia, Francia, Cataluña hasta Aragón
·
Románico
Pleno Mitad s XI / primeros años XII en
todo Europa
·
Románico
Tardío (entendido no como de transición al gótico. Último cuarto XII y XIII.
Orden del
Císter
La orden cisterciense, igualmente conocida
como orden del Císter o incluso como Santa orden del
Císter (Sacer Ordo Cisterciensis, S.O.C.), es una orden
monástica católica reformada, cuyo origen se remonta a la fundación
de la Abadía de Císter por Roberto de Molesmes en 1098,
que sigue siendo la sede central de la Orden del Císter y se encuentra ubicada
donde se originó la antigua localidad romana Cistercium, próxima a Dijon, Francia,
en la comuna de Saint-Nicolas-lès-Cîteaux, del departamento de Côte-d'Or de
la región de la Borgoña. Esta abadía fue llamada Novum
Monasterium por Roberto de Molesmes para diferenciarla del monasterio de Molesmes,
de donde procedía.
La orden cisterciense desempeñó un papel
protagonista en la historia religiosa del siglo XII. Su influencia
fue particularmente importante en el este del Elba donde la orden
hizo «progresar al mismo tiempo el
cristianismo, la civilización y el desarrollo de las tierras».
Como restauración de la regla benedictina inspirada
en la reforma gregoriana, la orden cisterciense promueve el ascetismo,
el rigor litúrgico dando importancia al trabajo manual. Además de la función social que ocupó hasta
la Revolución francesa, la orden ejerció una influencia importante en los
ámbitos intelectual o económico, así como en el ámbito de las artes y de la
espiritualidad.
Debe su considerable desarrollo a Bernardo
de Claraval (1090-1153), hombre de una personalidad y de un carisma excepcional.
Su influencia y su prestigio personal hicieron que se convirtiera en el
cisterciense más importante del siglo XII, pues, aun no siendo el
fundador, sigue siendo todavía hoy el maestro espiritual de la orden.
En nuestros días, la orden cisterciense está
formada por dos órdenes diferentes. La orden de la «Común Observancia» contaba en 1988 con más de 1300 monjes y 1500
monjas, repartidos respectivamente en 62 y 64 monasterios. La Orden
Cisterciense de la Estricta Observancia, también llamada O.C.S.O., comprende
hoy en día cerca de 2000 monjes y 1700 monjas, comúnmente llamados trapenses
porque provienen de la reforma de la abadía de la Trapa, repartidos en
106 monasterios masculinos y 76 femeninos. Las dos órdenes
cistercienses actualmente mantienen vínculos de colaboración entre ellas.
Su hábito es túnica blanca y escapulario negro,
retenida por un cinturón que se lleva por debajo; el hábito de coro es la
tradicional cogulla monástica, de color blanco. De hecho, se los
llamó en la Edad Media «monjes
blancos», en oposición a los «monjes negros» que eran los benedictinos.
También es frecuente la denominación «monjes
bernardos» o simplemente «bernardos»,
por el impulso que dio a la orden Bernardo de Fontaine.
Aunque siguen la regla de san Benito, los
cistercienses no son propiamente considerados como benedictinos. Fue en
el IV Concilio de Letrán en 1215 cuando la palabra «benedictino»
apareció para designar a los monjes que no pertenecían a ninguna orden
centralizada, por oposición a los cistercienses.
Antecedentes
de la orden cisterciense
En Occidente, en el cambio entre el siglo XI y
el siglo XII, eran numerosos los cristianos que buscaban «nuevas vías de perfección» espiritual.
La Regula Sancti Benedicti fue
también, a finales del siglo XI, una formidable fuente de inspiración para
los movimientos que se esforzaban en buscar la perfección espiritual al
conjugar el ascetismo y el rigor litúrgico rechazando la ociosidad en
contraposición al trabajo manual. Como la Orden de Grandmont o
la Orden Cartuja, fundada por San Bruno en 1084, la Orden
Cisterciense estuvo marcada en su nacimiento por la necesidad de reforma y la
inspiración evangélica, de la misma forma que la experiencia de Robert de
Arbrissel, fundador de la Orden de Fontevraud en 1091, o la eclosión de los
capítulos de canónigos basados en la regla de San Benito.
Los padres fundadores
La forma de vida cisterciense comenzó a
fraguarse con la fundación de la abadía de Notre-Dame de Molesmes por Roberto
de Molesmes en 1075, en la región de Tonnerre. Roberto de
Molesmes había nacido en Champaña y estaba emparentado con la familia
Maligny, una de las más importantes de la región. Comenzó su noviciado a la
edad de quince años en la abadía de Moutiers-la-Celle, en la diócesis de Troyes,
donde llegó a ser prior. Imbuido del ideal de restauración de la vida monástica
tal como fue instituida por San Benito, abandonó el monasterio en 1075 para
ponerlo en práctica. Compartió la soledad, la pobreza, el ayuno y la oración
con siete ermitaños, cuya vida espiritual dirigió. Se instalaron en el bosque
de Collan, o Colán, cerca de Tonnerre. Gracias a los señores de Maligny,
el grupo se estableció en el valle del Laignes, en la localidad de Molesmes.
Adoptaron reglas similares a las de
los camaldulenses, combinando la vida comunal
de trabajo y el oficio benedictino con el eremitismo.
Esta fundación fue un éxito. La nueva abadía
atrajo a numerosos visitantes y donantes, religiosos y laicos. «Quince años después de su fundación,
Molesmes se asemejaba a cualquier abadía benedictina próspera de su época».
Pero las exigencias de Roberto y de Albéric fueron mal aceptadas. Se produjeron
divisiones en el seno de la comunidad. En 1090, Roberto, con algunos
compañeros, decidió alejarse durante un tiempo de la abadía y sus disensiones,
estableciéndose con algunos hermanos en Aulx para llevar una vida de ermitaño. Sin
embargo, fue obligado a regresar a la abadía que dirigía en Molesmes.
Sabía que no conseguiría satisfacer su ideal de
soledad y pobreza en Molesmes donde los partidarios de la tradición se oponían
a los de la renovación. Por ello, Roberto obtuvo la autorización de Hugues de
Die, legado del Papa, y aceptó un lugar solitario ubicado en el bosque
pantanoso de la baja región de Dijon para retirarse y practicar, con
la mayor austeridad, la regla de San Benito. El lugar se lo propusieron el
duque de Borgoña, Eudes I, y sus primos lejanos los vizcondes de Beaune.
Alberico y Esteban Harding, así como otros veintiún monjes
fervorosos, lo acompañaban. Se instalaron el 21 de marzo de 1098 en el lugar
conocido como La Forgeotte, alodio concedido por Renard,
vizconde de Beaune, para fundar allí otra comunidad denominada durante un
tiempo el novum monasterium.
El «nuevo monasterio»
El
abaciado de Roberto
Los inicios del novum monasterium, en
edificios de madera rodeados de una naturaleza hostil, fueron difíciles para la
comunidad. La nueva fundación se benefició, no obstante, del apoyo del obispo
de Dijon. Eudes de Borgoña también dio muestras de generosidad;
Renard de Beaune, su vasallo, cedió a la comunidad las tierras que lindaban con
el monasterio. La benévola protección del arzobispo Hugues permitió la
edificación de un monasterio de madera y de una humilde iglesia. Roberto tuvo
el tiempo justo de recibir del duque de Borgoña una viña en Meursault, ya
que, tras un sínodo celebrado en Port d’Anselle en 1099 que legitimó la
fundación del novum monasterium, se vio obligado volver a Molesmes, donde
encontraría la muerte en 1111.
La historiografía cisterciense censuró durante
algún un tiempo la memoria de los monjes que regresaron a Molesmes. Así, los
escritos de Guillermo de Malmesbury, y luego el Pequeño y
el Gran Exordio, se hallan en el origen de la leyenda negra que, en el
seno de la orden, persiguió a Roberto y a sus compañeros de Molesmes «a quienes no les gustaba el desierto».
Brazo y báculo típico cisterciense en
lápida funeraria de abad en la abadía de Boyle (Irlanda).
El abaciado
de Alberico
Roberto dejó la comunidad en manos de Alberico,
uno de los más fervientes partidarios de la ruptura con Molesmes. Alberico,
administrador eficaz y competente, obtuvo la protección del papa Pascual
II (Privilegium Romanum) quien promulgó el 19 de octubre de 1100 la bula Desiderium
quod. Alberico, enfrentado a numerosas dificultades materiales, desplazó su
comunidad dos kilómetros más al sur, a orillas del Vouge, para encontrar un
suministro suficiente de agua. Bajo sus órdenes se construyó una iglesia a
unos centenares de metros del lugar inicial. El 16 de noviembre de 1106
Gauthier, obispo de Chalon, consagró en este nuevo lugar la primera
iglesia construida en piedra. Alberico consiguió mantener el fervor espiritual
en el seno de su comunidad, a la que sometió a una ascesis muy dura. Pero Cîteaux vegetaba,
las vocaciones eran escasas y sus miembros envejecían. Los años parecían
difíciles para la pequeña comunidad ya que «los
hermanos de la Iglesia de Molesmes y otros monjes vecinos no dejaban de
acosarlos y de perturbarlos».
Sin embargo, la protección del duque de
Borgoña, la de su hijo Hugo II, con posterioridad a 1102, y los clérigos
surgidos del valor de la comunidad, permitieron un primer desarrollo. A partir
de 1100 el monasterio atrajo a algunos neófitos; algunos novicios se
incorporaron al grupo. Durante su abaciado, Alberico hizo adoptar a los
monjes el hábito de lana cruda distinto del hábito negro de los monjes de
la orden de Cluny. Ello les valdría a los cistercienses los apodos de «monjes blancos», «benedictinos blancos»
o «bernardinos», del nombre de san
Bernardo, por oposición a los benedictinos o «monjes negros».
Alberico definió el estatuto de los hermanos
conversos, religiosos que no eran ni clérigos ni monjes, pero sujetos a la
obediencia y a la estabilidad y que llevaban a cabo el grueso de los trabajos
manuales. También hizo emprender el trabajo de revisión de la Biblia que sería
concluido bajo el abaciado de Esteban Harding.
El
abaciado de Esteban Harding
En 1109, Esteban Harding se hizo
cargo de los destinos de Cîteaux, sucediendo a Alberico tras la muerte de
este último. Esteban, noble anglosajón de sólida formación intelectual, era un
monje formado en la escuela de Vallombreuse que ya había desempeñado un papel
protagonista en los acontecimientos de 1098. Mantuvo excelentes relaciones con
los señores locales. La benevolencia de la castellana de Vergy y del
duque de Borgoña garantizó el desarrollo material de la abadía. La
revalorización de las tierras garantizó a la comunidad los recursos necesarios
para su subsistencia. El fervor de los monjes confirió a la abadía un gran
renombre. En abril de 1112 o mayo de 1113, el joven caballero Bernardo
de Fontaine, junto a una treintena de compañeros, hizo su entrada en el
monasterio cuyos destinos transformaría. Con la llegada de Bernardo, la abadía
se engrandeció. Los postulantes fluyeron, los efectivos crecieron e impulsaron
a Esteban Harding a fundar «abadías
filiales».
Esteban Harding y el abad de Saint-Vaast
d'Arras depositando su abadía a los pies de la Virgen.
La
fundación de la orden
En 1113 se fundó la primera abadía filial
en La Ferté, en la diócesis de Chalon-sur-Saône, seguida por la
de Pontigny, en la diócesis de Auxerre, en 1114. En junio de 1115,
Esteban Harding envió a Bernardo con doce camaradas a fundar la abadía de
Claraval, en Champaña. El mismo día, una comunidad monástica partió de
Cîteaux para fundar la abadía de Morimond.
Sobre este tronco de las cuatro filiales de
Cîteaux, la orden se desarrolló y la familia cisterciense creció durante todo
el siglo xii. A partir de 1120 la orden se estableció en el extranjero, en
la Abadía de Santa María alla Croce, en Tiglieto, Italia. Finalmente, junto a
los monasterios de hombres se crearían conventos de monjas. El primero se
estableció en 1132 por iniciativa de Esteban Harding en Tart-l'Abbaye,
siendo el de Port-Royal-des-Champs uno de los más célebres.
Para Esteban Harding, organizador de la orden y
gran legislador, la obra que veía nacer era aún frágil y precisaba ser
reforzada. Las abadías creadas por Cîteaux necesitaban el vínculo que sería la
marca de su pertenencia a la aplicación estricta de la regla de San Benito y
hacer solidarias a las comunidades monásticas. La Carta de
caridad que él elaboró se convirtió en el cimiento que garantizaría la
solidez del edificio cisterciense.
La Carta
de caridad
Entre 1114 y 1118, Esteban Harding redactó
la Carta Caritatis o Carta de caridad, texto constitucional
fundamental en el cual se basa la cohesión de la orden. En ella estableció la
igualdad entre los monasterios de la orden. El cumplimiento de la unidad de
observancia de la regla de San Benito tenía por objeto organizar la
vida diaria e instaurar una disciplina uniforme en el conjunto de las abadías.
El papa Calixto II la aprobó el 23 de diciembre de 1119 en Saulieu.
La Carta fue objeto de diferentes actualizaciones.
Esteban Harding previó que cada abadía, aun
conservando una gran autonomía —en particular financiera—, dependiera de una
abadía madre: la abadía que la fundó o aquella a la que estuviese vinculada.
Sus abades, elegidos por la comunidad, controlarían la abadía a su criterio. Al
mismo tiempo, supo prever sistemas eficaces de control, evitando la
centralización. La abadía madre tenía derecho de fiscalización y su abad debía
visitarla anualmente.
Esteban Harding instituyó el Capítulo general
en la cumbre de la Orden como órgano supremo de control. El Capítulo general
reunía, cada 14 de septiembre y bajo la presidencia del abad de Cîteaux que
fijaba el programa, a todos los abades de la orden, que estaban obligados a
asistir personalmente o, excepcionalmente, a estar representados. Todos tenían
el mismo rango excepto los abades de las cuatro ramas principales.
Por otra parte, el Capítulo general decretaba
estatutos y realizaba las adaptaciones necesarias en las normas que regían la
orden. Las decisiones tomadas en estas asambleas se anotaban en registros
llamados Statuta, instituta et capitula. Este sistema, como subraya Dom J.
M. Canivez, permitió «una unión, una
intensa circulación de vida y un verdadero espíritu de familia que agrupaba en
un cuerpo compacto a las abadías surgidas de Cîteaux».
Bernardo
de Claraval
La orden debe el considerable desarrollo que
conoció en la primera mitad del siglo xii a Bernardo de Claraval (1090-1153),
el más célebre de los cistercienses y a quien se puede considerar como su
maestro espiritual. Sus orígenes familiares y su formación, sus apoyos y sus
relaciones, su propia personalidad, explican en gran parte el éxito
cisterciense.
Su familia era conocida por su piedad; su madre
le transmitió su inclinación por la soledad y la meditación. Decidió no abrazar
el oficio de las armas e intentó retirarse del mundo. Sin embargo, durante su
vida religiosa conservó un agudo sentido del combate. «Una vez convertido en monje, Bernardo sigue siendo un caballero que
alienta a los que combaten por Dios» Persuasivo y carismático, animó a
muchos de sus parientes a seguirlo a Cîteaux, abadía próxima a las tierras de
su familia.
Bernardo de Claraval enseñando en la
sala capitular, Heures d'Étienne Chevalier, ilustradas por Jean
Fouquet, museo Condé, Chantilly.
Solamente tres años después de su entrada en la
orden cisterciense, Bernardo, consagrado abad por Guillermo de Champeaux,
obispo de Châlons-sur-Marne, se puso a la cabeza de la abadía de Claraval el 25
de junio de 1115.
Durante
diez años se entrega por entero a la comunidad de la que era [...] el padre.
Después de Claraval, ya bien establecido y arraigado, a su vez prolífico,
esparcida también su descendencia por todas partes, en Trois-Fontaines,
en Fontenay, en Foigny, Bernardo habla solamente para los religiosos de su
monasterio.
Sin dejar de ocuparse de Claraval, de donde
seguiría siendo abad toda su vida, Bernardo tuvo una influencia religiosa y
política considerable fuera de su orden. Durante toda su vida se guió por la
defensa de la orden cisterciense y sus ideales de reforma de la Iglesia. Se lo
encontraba en todos los frentes y su vida fue rica en paradojas. Proclamó su
deseo de retirarse del mundo y, sin embargo, no dejó de mezclarse en los
asuntos del mundo. De buen grado impartía lecciones, pero, seguro de la
superioridad del espíritu cisterciense, abrumaba con sus reproches a sus
hermanos cluniacenses. Tuvo muy duras palabras para fustigar a los clérigos y
a los prelados que sucumbían a las riquezas materiales y al lujo. No desdeñó la
picardía, la astucia, la mala fe o las injurias para abatir a su adversario. El
teólogo Pedro Abelardo sufrió en persona esta dura experiencia.
Estuvo en el Languedoc intentando frenar los progresos de la herejía.
Recorrió Francia y Alemania movilizando a las muchedumbres tras la predicación
de Vézelay, el 31 de marzo de 1146, para predicar la Segunda Cruzada.
Intervino en la controversia entre dos papas elegidos simultáneamente
consiguiendo hacer triunfar la causa de Inocencio II sobre Anacleto
II) y llegó a ser referencia de soberanos pontífices.
Las fundaciones prosiguieron a un ritmo
constante. La orden, con su base borgoñona, se extendió por el Dauphiné y
el Marne; luego, en poco tiempo, todo el Occidente cristiano. No ha habido
una nación católica, desde Escocia a Tierra Santa, de Lituania y Hungría a Portugal,
que no haya conocido a los cistercienses en alguno de sus setecientos sesenta y
dos monasterios. De Claraval surgió, en suma, la mayor rama de la orden
cisterciense: trescientas cuarenta y una casas, ochenta de ellas filiales
directas, dispersas por toda Europa; aún más que Cluny, que solo contaba
con alrededor de 300. Así pues, gracias al número de sus filiales, que
sobrepasaba a las de Cîteaux, el peso de la abadía de Claraval no dejó de
crecer, en particular en las decisiones tomadas en los Capítulos generales.
Al morir, el 20 de agosto de 1153, honrado por todo el mundo cristiano,
convirtió a Cîteaux en uno de los principales centros de la cristiandad.
La
organización de la orden
«Debemos
ser unánimes, sin divisiones entre nosotros: todos juntos, un solo cuerpo en
Cristo, siendo miembros los unos de los otros».
— San Bernardo, Sermon pour la Saint-Michel, I,
8.
La regla benedictina solicita una
síntesis entre exigencias opuestas: independencia económica y actividad
litúrgica, actividad apostólica y rechazo del mundo. Los Statuts des
moines cisterciens venus de Molesme (Estatutos de los monjes cistercienses
venidos de Molesmes), redactados en los años cuarenta del siglo xii, son
una propuesta de normalización del ideal primitivo: estricta observancia de la
regla benedictina, búsqueda del aislamiento, pobreza integral, rechazo de los
beneficios eclesiásticos, trabajo manual y autarquía.
Los primeros abades de Cîteaux habían
encontrado este equilibrio en la sencillez, en la ascesis y el gusto por el
cultivo. Los siglos xii y xiii, marcados por los escritos de sus
fundadores, debían permitir profundizar y apuntalar estos principios de
organización. Pero a partir del abaciado de Esteban Harding, apareció una
legislación bajo la forma La Charte de charité et d'unanimité (La
Carta de caridad y de unanimidad) que regulaba las relaciones de las abadías
madre, de sus filiales y pequeñas filiales. La multiplicación de las
fundaciones y la extensión de este nuevo monacato exigían una nueva reflexión
sobre su administración. Para Philippe Racinet, «la organización cisterciense es una obra maestra de construcción
institucional medieval». La exención de la jurisdicción episcopal permitió
a la orden de Cîteaux poner a punto dos instituciones que debían convertirse en
su fuerza: el sistema de visitas de los abades-padres y el Capítulo general
anual. Al mismo tiempo, muy probablemente entre 1097 y 1099, el abad Esteban
hacía poner por escrito el relato de las fundaciones.
La «abadía madre» y sus filiales
Los recién llegados, integrados en
establecimientos geográficamente distantes, recibían formación apropiada en la
casa que los acogía. Para favorecer la cohesión, evitar discordias y fundar
relaciones orgánicas entre los monasterios, en 1114 Esteban redactó
una Carta de unanimidad y de caridad. Esta carta, en tanto que documento
jurídico, «regula el control y la
continuidad de la administración de cada casa, [...] define las relaciones de
las casas entre ellas y asegura la unidad de la orden». No se completó
hasta 1119; después, debido a nuevas dificultades, se modificó hacia 1170 para
dar nacimiento a la Charte de charité postérieure (Carta de caridad
posterior).
Por su espíritu, se separaba del modelo
cluniacense de «familia»
jerarquizada, ofreciendo amplia autonomía a cada monasterio. Cîteaux permanecía
como autoridad espiritual guardiana de «la
observancia de la santa regla» establecida en el «nuevo monasterio».
Cada monasterio, según el principio de caridad,
tenía el deber de socorro a las fundaciones más desamparadas, mientras que las
abadías madres garantizaban el control y la elección de los abades dentro de
las abadías filiales. El abad de Cîteaux, por medio de sus consejos y en sus
visitas, conservaba una autoridad superior. Cada abad debía ir a Cîteaux todos
los años, en torno a la fiesta de la Santa Cruz, el 14 de septiembre, para el
Capítulo general, como órgano supremo de gobierno y de justicia, a resultas del
cual se promulgaban estatutos. Este procedimiento no era enteramente original
puesto que se remontaba, también, a los orígenes de la orden
de Vallombreuse, pero la inspiración procedía del convenio entre Molesmes
y Aulps, firmado en 1097 bajo el abaciado de Roberto. Desde finales del siglo xii,
el Capítulo estuvo asistido por un comité de definidores nombrados por el abad
de Cîteaux; era el Définitoire (Definitorio). Los cistercienses
aceptaron, sin embargo, el apoyo y el control del obispo del lugar en caso de
conflicto en el seno de la orden. Así, a partir de 1120, en el plano jurídico y
normativo, lo esencial de lo que constituía la orden reposaba sobre principios
sólidos y coherentes.
Primeras filiales de Cîteaux en 1115 y
máxima expansión de la orden a finales del siglo XIII.
Los
lugares cistercienses
«Bernardus
valles amabat», «Bernardo amaba los
valles». La elección del lugar cisterciense respondía con frecuencia a este
proverbio, como prueba la toponimia cisterciense: abadía de Císter, Clairvaux,
Bellevaux, Clairefontaine, Droiteval. El valle arbolado debía contener, en
extensiones amplias, todos los ingredientes que respondiesen a las necesidades
de la vida monástica, sin encontrarse demasiado lejos de los ejes de
circulación.
El lugar debía permitir el aislamiento,
conforme a una vida fuera del mundo; además, debían tenerse en cuenta las
posibles relaciones con los señores locales. En opinión de Terryl N. Kinder,
los valles «delimitaban un territorio
“neutral” donde los nobles belicosos
de las dos orillas estaban en tregua, pero que, por su posición estratégica, no
servían para uso doméstico». Pero, sobre todo, los valles estaban
disponibles, por lo que debían de ser poco atractivos.
Sin embargo, no conviene exagerar el carácter
malsano de estos lugares; los cistercienses no buscaban deliberadamente
pantanos insalubres. Las numerosas referencias a «lugares de horror» en los documentos primitivos remiten
a topoi bíblicos. El lugar debía presentar ventajas y recursos
suficientes y, a menudo, la elección inicial no presentaba todas las
características requeridas. Por ello, las fundaciones fueron a menudo largas y
peligrosas y la nueva abadía solo se consagraba a condición de que el oratorio,
el refectorio, el dormitorio, el alojamiento y la portería estuviesen bien
situados.
Según Kinder, si la elección de una fundación
dependía de «una sabia mezcla hecha de
piedad, política y pragmatismo, [...] el paisaje quizá desempeñó un papel
en la formación de la espiritualidad de la nueva orden».
Cîteaux,
vanguardia de la Iglesia
La espiritualidad cisterciense, de acuerdo con
el ideal de pobreza en boga en aquella época, atrajo numerosas vocaciones, en
particular gracias a la energía y al carisma de Bernardo de Claraval. La orden
recibió también numerosas donaciones tanto de gente humilde como de los
poderosos. Entre estos donantes se cuentan personalidades de primer orden, como
los reyes de Francia, Inglaterra, España o Portugal, el duque de Borgoña, el
conde de Champaña, obispos y arzobispos.
Esta evolución sostuvo el desarrollo de las
filiales de la orden que, a la muerte de Bernardo, contaba con trescientos
cincuenta monasterios, sesenta y ocho de ellos establecidos por Claraval. La
expansión se produjo por diáspora, por sustitución o por incorporación.
La línea de Claraval llegó a contar con hasta
350 monasterios, la de Morimond más de 200, la de Cîteaux un centenar,
solamente una cuarentena la de Pontigny y menos de veinte la de La Ferté.
A partir de 1113, las primeras monjas se instalaron en el castillo de Jully.
Se instituyeron en 1128 en la abadía de Tart, en la diócesis de Langres, y
adoptaron el nombre de «Bernardines».
Los monasterios del suburbio de Saint-Antoine, en París, y de Port-Royal-des-Champs eran
los más famosos de los que las monjas ocuparon posteriormente.
El apogeo
de los siglos XII y XIII
Con San Bernardo interviniendo de manera más o
menos directa como árbitro, consejero o guía espiritual en las grandes
cuestiones del siglo, la orden cisterciense adoptó el papel de guardián de la
paz religiosa. Con el apoyo del papado, de reyes y de obispos, la orden
prosperó y creció. Las autoridades laicas y eclesiásticas deseaban que
insuflase su espíritu en la Iglesia regular y secular. Por ejemplo, Pedro, abad
de La Ferté, fue elevado a la dignidad episcopal hacia 1125. La orden
parecía destinada a desempeñar un nuevo papel en la sociedad, papel que había
rehusado asumir hasta entonces a lo largo del siglo.
En el siglo XII la orden cisterciense ejercía
una gran influencia política. Bernardo de Claraval influyó decisivamente en la
elección del papa Inocencio II en 1130, y luego en la de Eugenio
III en 1145. Este antiguo abad cisterciense predicó, a petición de la
orden, la Segunda Cruzada que llevó a Tierra Santa a Luis VII y
a Conrado II. Bernardo fue quien hizo reconocer la Orden del Temple.
En el siglo XII la orden proporcionó a la iglesia noventa y cuatro obispos y el
papa Eugenio III.
San Bernardo predicando la 2ª
Cruzada, en Vézelay, en 1147. Cuadro del siglo XIX.
Esta expansión garantizó a los cistercienses un
lugar preponderante no solo en el seno del monacato europeo sino también en la
vida cultural, política y económica. Bernardo, líder del pensamiento de la
Cristiandad, llamó a los señores a la reconquista de Tierra Santa el
16 de febrero de 1147; los cistercienses predicaron durante la Tercera
Cruzada (1188-1192) y algunos hermanos participaron en ella personalmente.
La orden se manifestó durante la evangelización de la región francesa de Midi y
en la lucha contra los cátaros, cuya doctrina era condenada y combatida
por la Iglesia. Arnaud Amaury, abad de Cîteaux, fue designado Legado por el
papa y organizó la cruzada contra los Albigenses. Los cistercienses
precedieron a los dominicos en estos territorios, en los que
garantizaron la predicación y organizaron la represión de la herejía. Se les
encargaron misiones de cristianización y, protegidos por el brazo secular,
penetraron en Prusia y en las provincias bálticas.
Defensores de los intereses de la Santa
Sede, tomaron partido en la querella entre el Papa y el Emperador, donde
los cistercienses apoyaron los objetivos teocráticos del pontífice. En el plano
institucional, esta crisis reforzó a la orden que trataba de ganar coherencia.
Con el favor de estas nuevas prerrogativas, «nace una nueva comunidad [...] que se aleja del modelo creado
por los padres fundadores, pero que ni se pervierte ni es
pervertida [...]; se trata de lo que podríamos llamar el segundo
orden cisterciense».
En 1334, un cisterciense, antiguo abad de
la Abadía de Fontfroide, accedió a la dignidad papal bajo el nombre
de Benedicto XII. Bajo su pontificado, la orden ganó en coherencia y trazó
una nueva organización en 1336, bajo la forma de la Constitución «Benedictina». El Capítulo general
ejercería en lo sucesivo un control más estrecho sobre la gestión de las
finanzas y bienes inmobiliarios de las abadías, función que hasta ese momento
dependía únicamente del poder del abad. De este modo, en la primera mitad del
siglo xiv, y fiel al espíritu de los primeros tiempos, la orden gozó de un
ascendiente sobre el conjunto de la cristiandad. La Constitución subrayó la
importancia de su acción en el seno de la Iglesia.
Brillante
como la estrella de la mañana en un cielo cargado de nubes, la Santa Orden
cisterciense, por sus buenas obras y su edificante ejemplo, comparte el combate
de la Iglesia militante. Por la dulzura de la santa contemplación y los méritos
de una vida pura, se esfuerza en escalar con María la montaña de Dios, mientras
que, por una encomiable actividad y piadosos servicios, intenta imitar los
diligentes cuidados de Marta [...] esta orden ha merecido extenderse de un
extremo a otro de Europa».
Benedicto XII, Constitución benedictina, 1335.
Los
cistercienses y el trabajo manual
La espiritualidad cisterciense es una
espiritualidad benedictina con una observancia más rigurosa en algunos puntos.
El trabajo manual se revaloriza mediante la explotación directa de la tierra y
las propiedades. Esta elección no se debe a consideraciones económicas, sino a
razones espirituales y teológicas: las Escrituras promueven la subsistencia de
cada uno mediante su trabajo; los Padres del desierto trabajaban con sus
manos, e insiste San Benito: «entonces
serán verdaderamente monjes, cuando vivan del trabajo de sus manos, siguiendo
el ejemplo de nuestros padres y de los Apóstoles». Para el legislador de
la vida monástica en Occidente, San Benito, «la ociosidad es enemiga del alma y
los hermanos deben ocuparse en algunos momentos en el trabajo manual»...y en
otros momentos, en la lectura de las cosas divinas. A este carácter central,
según los cistercienses, del trabajo manual en el monacato se añade un
problema: la gran riqueza de varias abadías de la época convertía a sus monjes
en pudientes y, a veces, incluso en auténticos señores feudales bastante alejados
de la pobreza evangélica que parecía necesaria a los primeros monjes para
buscar a Dios con un corazón puro. Para los primeros cistercienses, se trataba
no solo de una insistencia en la pobreza individual, sino también, según Louis
Bouyer, en un rechazo de la fortuna colectiva. Pero la orden no pudo o no
supo permanecer mucho tiempo apartada del sistema feudal y de sus riquezas. Por
ello, aquella carta de los primeros cistercienses que es el Petit Exorde define
al monje, por oposición a quien cobra diezmos, como aquel que posee tierras y
obtiene de ella su sustento y el de su ganado. Los cistercienses se las
ingeniaban para mejorar continuamente los resultados de su trabajo, y como
gozaban de facilidades que aún no tenían los demás campesinos de la época,
tales como mano de obra y capital para realizar las grandes obras de drenaje e
irrigación, libertad de circulación, posibilidad de tener almacenes de venta en
las grandes ciudades y de construir caminos y fortificaciones, etc.,
adquirieron con bastante rapidez una gran dominio técnico y tecnológico, lo
cual tuvo mucho que ver con sus éxitos económicos durante el siglo xii.
Los trapenses intentan perpetuar sus conocimientos técnicos permaneciendo
alerta en cuanto a los efectos nefastos que a lo largo de la historia ha tenido
el éxito económico de los cistercienses. Por esa razón, los beneficios de
las cervezas trapistas, por ejemplo, se reinvierten en obras de caridad.
Según ellos, el trabajo manual mantiene el
corazón y el espíritu libres para Dios: el cisterciense trata de ser un orante
en todo momento. Además, los trabajos al aire libre son predominantes y el
contacto con la naturaleza acerca al Creador. Así san Bernardo decía: «Se aprenden muchas más cosas en los bosques
que en los libros; los árboles y las rocas os enseñarán cosas que no podríais
oír en otro sitio».
Los
autores que desarrollaron su espiritualidad
La espiritualidad cisterciense fue desarrollada
por varios autores. Si bien San Bernardo es el más célebre,
también es muy conocido Guillaume de Saint Thierry, cuya Lettre aux
chartreux du Mont-Dieu —la Lettre d’Or— es un destacado documento de
la espiritualidad medieval. Sus Oraisons Méditatives presentan también
sus reflexiones y oraciones cuando, siendo abad benedictino de Saint-Thierry,
aspiraba a renunciar a su cargo, lo que no era frecuente en aquella época, para
convertirse en simple cisterciense y estar así más disponible para ocuparse de
lo único que contaba para él: la búsqueda de Dios, lo cual acabó haciendo,
contra el consejo de su amigo Bernardo de Claraval. En la misma época, Elredo,
abad de Rievaulx, Inglaterra, escribió su obra sobre la Amistad
espiritual; la preocupación por el amor fraterno se adivina también en
su Miroir de la charité. Después de Bernardo de Claraval, Gilbert de
Hoyland continuo sus Sermons sur le Cantique, descripción del itinerario
del alma hacia Dios. Bauduin de Forde, Guerric d’Igny e Isaac de l'Etoile
siguieron la misma huella. En Sajonia, Gertrudis de Helfta, monasterio que
seguía las costumbres cistercienses sin estar jurídicamente afiliado a la
orden, fue una de las primeras monjas en transmitir por escrito sus
experiencias en el Héraut de l’amour divin.
Los votos
y la vida cotidiana en el monasterio
En el seno de la comunidad cisterciense se
distinguían varios grupos de hermanos según su dignidad y función, unidos por
la oración común y la autoridad del abad: los hermanos clérigos, es decir, los
que saben leer latín.
Entre los clérigos algunos son ordenados sacerdotes, diáconos, subdiáconos o acólitos,
Los monjes llamados «laicos», que no
saben leer (illiterati), los conversos, a menudo aislados geográficamente de
los otros hermanos, y que llevan barba, los novicios, ya que la orden no acepta
oblatos, los inválidos, los familiares agregados al monasterio.
Tras un año de noviciado bajo la guía de un
monje profeso capacitado y elegido por el abad, en el curso del cual los
novatos son iniciados en la vida en común según la Regla de San Benito, si lo
solicitan expresamente y la comunidad los aceptaba, eran admitidos en la
«profesión» de los votos monásticos: estabilidad en el monasterio, obediencia
según la Regla y conversión de vida. Desde ese momento, toda la vida del
monje está organizada de acuerdo con la regla, observada tan al pie de la letra
como sea posible. Silencio, obediencia y frugalidad marcan la vida de los
hermanos. Se adoptan formas de comunicación no verbal, en particular un
lenguaje de signos.
A partir de los primeros decenios del
siglo xii, la vida comunitaria estuvo marcada por la organización de las
tareas manuales, que emanaba de una nueva concepción de la unidad territorial y
del papel del trabajo agrícola. La acumulación y la tenencia feudal,
características de las explotaciones benedictinas, fueron sustituidas por las
tierras legadas por los señores locales, revalorizadas directamente por los
hermanos. A menudo, las tierras estaban alejadas del monasterio y subdivididas
en parcelas autónomas: los graneros incluían no solo el conjunto de los
edificios agrícolas, sino también las tierras y puntos de agua adyacentes. Su
explotación se confiaba a hermanos conversos, con el apoyo de trabajadores
agrícolas y eventualmente algunos monjes de coro, además de un grangier,
encargado del granero, y un capellán para que estos hermanos alejados de la
abadía no estuviesen privados de los sacramentos. Pero, de acuerdo con la
Regla, el conjunto de los monjes de coro solo participaba en el trabajo del
campo en la medida en que no entorpeciera la celebración del oficio divino.
En la temporada de siega podía ocurrir que toda la comunidad estuviera ocupada
en la cosecha y que durante unos días ni siquiera se celebrasen oficios, ni
siquiera la misa, como revela el propio San Bernardo en una de sus homilías.
Estructuración
de los monjes. Cargos
Abad.-
Encargado de regir el monasterio. Es el único
que tiene celda individual. El resto duermen en un dormitorio comunitario. El
abad es el encargado de recibir a las gentes que llegan al monasterio. Es el
jefe espiritual de los monjes y debe de impartir los cuatro sermones más
importantes del año.
Prior.-
Mano derecha del abad que le sustituye cuando
este no está.
Maestro
de novicios.-
El encargado de formar a los futuros monjes. Al
llegar los novicios al monasterio son recibidos en la portería y en ella pasan
cuatro días. Transcurridos estos días, son recibidos por el Abad que les
explica las normas que regulan la vida del monasterio. Se les concede un plazo
para determinar su decisión de formar parte del monasterio. Una vez ingresados
dependen del maestro de novicios. En los orígenes la edad de entrada era los 15
años pero posteriormente se aumentó a 18 años.
Cantor.-
Organiza el coro y elegirá los cantos, los
salmos etc.
Enfermero.-
Es un cargo importante dentro del monasterio y
organiza las oraciones cuando fallece un monje. Cuando un monje está agonizando
se comunica esta circunstancia a la comunidad haciendo sonar unas tablillas en
la panda del claustro y los monjes acuden. El agónico descansa en el suelo,
encima de una estera donde hay una cruz. El rezo es el rezo de los difuntos. El
sacristán le lava el cuerpo y será trasladado al crucero de la iglesia para
terminar los rezos. Una vez muerto se le saca por la puerta del transepto que
da al cementerio. Los monjes son enterrados con el hábito y sin caja. Una vez
muerto un monje se comienza a cavar la sepultura para el siguiente.
El enfermero también cuida en el jardín de las
plantas medicinales.
Sacristán.-
Es el responsable del mantenimiento de la
iglesia, de los vasos sagrados y de todo aquello relacionado con el culto. Pero
también está encargado de la
Biblioteca que se llama Armarium o Armariolum.
En los orígenes del Cister apenas había libros,
por lo que esta sala tenía nichos. También se utilizaba para enterrar a
personajes importantes.
Portero.-
Es el responsable de controlar las entradas y
salidas del monasterio. Cargo de gran confianza del abad.
Cillero.
Responsable de la cilla y administrador del
monasterio. Es el único monje que tiene contactos con los conversos. Controla
la producción de productos agrícolas y también el trabajo de los conversos.
Las tareas cotidianas se deciden en la sala
capitular, que está frente a la panda del capítulo. Todos los días, al final de
la jornada se reúnen en dicha sala para repartirse las tareas del día
siguiente.
La vida en un monasterio del cister tendrá una
gran austeridad. Los monjes del cister renuncian a utilizar
el hábito que usan los cluniacenses consistente en un hábito forrado de piel
llamado “Cogulla”. Los del cister el
habito será de lana sin teñir (blanca) que eligen en honor de la Virgen (El blanco es el
símbolo de la pureza de la
Virgen).
Cuando trabajan en el campo se ponen encima el
habito “escapulario” consistente en
una túnica de color marrón oscuro que se sujeta en la cintura con un cinturón.
Debajo de él llevan alzas oscuras. Ambas prendas serán también la indumentaria
de los campesinos.
Los monjes dormirán en dormitorios
comunitarios, en jergones de paja, sin que haya al principio separación entre
los jergones. Posteriormente se levantaran unos pequeños tabiques de
separación. Se acostaran vestidos. Se lavaran una vez al día en la fuente del
claustro antes de comer y los pies los sábados.
Se lavaran los pies en el claustro, en la panda del Mandatum (la que está pegada a
la iglesia) en verano y en la sala capitular en invierno.
La
liturgia cisterciense
Parece
oportuno […] [que todos los hermanos] tengan el mismo modo de vida, el canto y
todos los libros necesarios para las horas diurnas y nocturnas [...] de suerte
que no haya ninguna diferencia en nuestros actos, sino que vivamos en una sola
caridad, bajo una sola regla y según un modo de vida semejante.
Charte de
Charité.
El horarium benedictino entró en
vigor en Cîteaux, regulando la vida de los hermanos desde el amanecer hasta la
puesta del sol: es el Opus Dei, al que «nada será preferido». Un hermano se encargaba de la tarea de
despertar a los monjes para el oficio nocturno. A las obligaciones litúrgicas
se añadían el trabajo manual y la Lectio Divina. Esta lectura, en voz alta
como toda lectura en la Antigüedad y la Edad Media, se presentaba como una
verdadera ascesis que debía transformar al monje y alimentarlo.
La distribución de los oficios —siete diurnos y
uno nocturno— obedecía las estaciones, pero también a las latitudes, y se
adaptaba a la condición de los hermanos conversos. Campanas, cymbalum o
mazo llamaban a los hermanos a la oración. La vida cisterciense aparecía, así,
como «una vida ritualizada,
rítmica [...] en la que cada acción obedecía a reglas formales muy
precisas y estaba acompañada por gestos rituales [...] o, cuando
estaba permitida la palabra, por frases rituales».
El canto
El canto gregoriano, componente importante
del oficio monástico, no era ajeno a la búsqueda cisterciense de la autenticidad
de la tradición monástica y el desposeimiento de las formas.
Los padres fundadores de Cîteaux llevaron
consigo los libros litúrgicos en uso en la abadía de Molesmes, el canto
gregoriano de la tradición benedictina. Esteban Harding que buscaba el texto
más exacto posible de la Biblia, en aras de la autenticidad, del respeto a la
regla, pero también de la posteridad y la unidad de la naciente orden
cisterciense, envió a sus copistas a Metz, sede de la tradición del canto
carolingio, y a Milán para copiar las más antiguas fuentes conocidas de los
himnos de San Ambrosio.
En el capítulo III de la Charte de
Charité se precisa: «Todos tendrán
los mismos libros litúrgicos y las mismas costumbres. Y puesto que acogemos en
nuestro claustro a todos los monjes que vienen a nosotros, y que ellos mismos,
igualmente, acogen a los nuestros en sus claustros, nos parece oportuno, y esa
es nuestra voluntad, que tengan el modo de vida, el canto y todos los libros
necesarios para las horas diurnas y nocturnas así como para las misas,
conformes con el modo de vida y los libros del Nuevo Monasterio, de suerte que
no haya discordancia alguna en nuestros actos».
No obstante, estas directivas no encontraron
adhesión por parte de los monjes y especialmente de los monjes de coro, los
cantores. De hecho, las versiones melódicas de esas fuentes antiguas, entre San
Ambrosio y Carlomagno, parecían arcaicas a estos monjes cantores, eruditos de
principios del siglo xii. Por ello, a partir de la muerte de Esteban
Harding en 1134, se pidió a Bernardo de Claraval que emprendiese la reforma del
canto. Se rodeó entonces de varios monjes y cantores para que adaptasen todo el
repertorio existente a los cánones y la teoría de la música de su tiempo.
Las recomendaciones de Bernardo de Claraval
sobre el canto están llenas de una exigencia de armonía y equilibrio propia del
arte cisterciense. «Que esté lleno de
gravedad, ni lascivo ni rudo. Que sea dulce, sin ser ligero, que encante al
oído a fin de emocionar el corazón, que consuele la tristeza, que calme la ira,
que no vacíe al texto de su sentido sino que lo fecunde».{{refn|group=lower-alpha|
Bernardo de Claraval, carta 398. Dentro del espíritu de desposeimiento, las
fórmulas salmódicas, cantadas a lo largo de los siete oficios del día y de la
noche, se reducían a las fórmulas más simples, sin entonación ornamentada. Pero
para los nuevos oficios y las nuevas fiestas, las piezas que se compusieron
estaban muy adornadas y muy próximas al lenguaje poético y florido de San
Bernardo o de Hildegarde von Bingen, contemporánea en estos inicios
cistercienses.
Debido a la propia Charte de
Charité y a la fuerte estructuración de la orden, todo ese repertorio
adaptado o compuesto en el siglo XII existe en muchos manuscritos
diseminados por toda Europa, y su lectura no plantea dificultad alguna. Esa es
la razón de que los trabajos de reedición de la abadía de Westmalle, desde
finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, sean muy
fieles a las fuentes manuscritas. Así pues, es este repertorio cisterciense que
se puede escuchar hoy en abadías como las de Hauterive (OCist) o
Aiguebelle (Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia) el que ha conservado
la tradición del canto gregoriano.
Los
cistercienses y la cultura
Los
manuscritos
Una de las principales actividades de las
abadías era la copia de manuscritos. Los monjes blancos no eran una excepción.
Existía una auténtica red de intercambio que permitía a las abadías obtener los
textos que necesitaban para copiarlos. En las grandes bibliotecas cistercienses
de Cîteaux, Claraval o Pontigny se encuentran Biblias, textos de los padres
fundadores de la Iglesia, de escritores de finales de la Edad
Antigua o de principios de la Edad
Media como Boecio, Isidoro de Sevilla o Alcuino y
de algunos historiadores como Flavio Josefo. Se encuentran más raramente
textos de autores clásicos.
Los monjes cistercienses desarrollaron una
caligrafía redonda, regular y muy legible. Inicialmente, los manuscritos se
decoraban con motivos florales, escenas de la vida cotidiana o del trabajo en
el campo, alegorías sobre el combate de la fe o sobre el misterio divino. La
Virgen está especialmente representada. Pero bajo el impulso de Bernardo
de Claraval, movido por un ideal de austeridad, hacia 1140 apareció un estilo
más depurado. Se caracterizaba por grandes iniciales pintadas en claroscuro de
un solo color, sin representación humana o animal ni uso del oro. Los
cistercienses desarrollaron a partir de entonces un estilo sobrio, aunque
permaneció un cuidado por la estética. Por otra parte, fueron a menudo muy
exigentes en lo referente a la calidad de los soportes utilizados, como el
pergamino, y los colores, obtenidos frecuentemente a partir de piedras
preciosas, como el lapislázuli.
En los siglos XIV y XV, con el
desarrollo de la imprenta de tipografía móvil, los libros se hicieron
omnipresentes dentro de las abadías y las colecciones de obras aumentaron
considerablemente. En el siglo XVI, la biblioteca de Claraval contaba
con 18 000 y 15 000 impresos.
Una
cultura dirigida hacia Dios
La orden primitiva nunca dio la espalda al
estudio, pero se integró, al principio, en una corriente de oposición a las
ciudades, principales centros del saber. De hecho, el intercambio intelectual
en el seno de las ciudades permitía una abundancia de ideas, algunas de las
cuales también eran provocaciones para el austero Bernardo de Claraval.
Los goliardos, por ejemplo, criticaban abiertamente la sociedad tripartita
y especialmente a los religiosos; no dudaban en poner en cuestión el
matrimonio, pregonando el amor libre en el cual la mujer ya no es una mera
posesión del hombre o una máquina de hacer niños. San Bernardo, al igual que
Pierre de Celles, otro pensador cisterciense, se opuso firmemente a las
nacientes universidades; la vida intelectual urbana podía distraer de la
glorificación de Dios. San Bernardo y San Norberto fueron,
por otra parte, los principales perseguidores de Abelardo.
Huid de
en medio de Babilonia, huid y salvad vuestras almas. Volad todos juntos hacia
las ciudades de refugio (los monasterios), donde podréis arrepentiros del
pasado, vivir en gracia para el presente y aguardar con confianza el futuro.
Encontrarás mucho más en el bosque que en los libros. El bosque y las piedras
te enseñarán más que cualquier otro maestro.
—
Bernardo de Claraval.
A finales del siglo XII, a causa del
compromiso pastoral y predicador, algunas instituciones volvieron su mirada
hacia el estudio de las cuestiones de la época. Los cistercienses, sin embargo,
siguieron siendo a los ojos de las demás órdenes, incluyendo
los dominicos, gente «simple»
poco versada en los estudios especulativos. Frente a estos ataques, algunas
abadías se aventuraron más en las ciencias teológicas y surgieron bibliotecas
cistercienses respetables, tales como la de la abadía de Signy y la de
Claraval. Se establecieron contactos fructíferos con los medios universitarios
parisienses y algunos hermanos se instalaron en París para seguir cursos de
teología.
Las
universidades
Con el desarrollo de las universidades, creció el
nivel cultural y los cistercienses tuvieron que implicarse en la formación de
sus jóvenes monjes. También se hizo necesario alojarlos en las ciudades
universitarias. Los monjes blancos fundaron, entonces, colegios en París,
Toulouse, Metz y Montpellier.
En 1237, la abadía de Claraval fue la primera
en enviar hermanos jóvenes a estudiar a París. Inicialmente se alojaban en una
casa del Bourg Saint-Landry, pero su número fue en aumento. En 1247 se
establecieron en el barrio de Chardonnet y dos años más tarde emprendieron la
construcción de un colegio. Gracias al apoyo papal, se compraron las tierras
insalubres próximas al Bièvre y en ellas se erigió un colegio. Se recompró en
1320 por el Capítulo general de la orden. Este Collège des
Bernardins estaba abierto a los estudiantes del conjunto de la orden.
Originalmente planeado para dar cabida a veinte alumnos, el Collège des
Bernardins formó, entre los siglos xii y xv, a varios miles
de jóvenes monjes cistercienses, la élite de su orden, venidos del norte de Francia,
de Flandes, de Alemania y de Europa central, para estudiar teología y
filosofía.
En 1334, Jacques Fournier, antiguo alumno
del Collège Saint-Bernard, doctorado en teología hacia 1314, se convirtió
en papa en Aviñón bajo el nombre de Benedicto XII. El antiguo
abad de Fontfroide promulgó en 1355 la Constitución Fulgens
sicut Stella Matutina o Benedictina que regulaba las relaciones
que mantenía la orden con los estudios intelectuales. Los monasterios de más de
cuarenta hermanos debían enviar a dos de sus miembros a los colegios de París,
Oxford, Toulouse, Montpellier, Bolonia o Metz. Los cistercienses se integraron
en las exigencias del reino de la escolástica.
En la época moderna, la cultura humanista
conquistó los monasterios, lo que provocó la oposición de los principales
defensores de la reforma del siglo XVII. Así, en el siglo xviii, «numerosos novicios y monjes van a estudiar a
las universidades y, de manera general, los religiosos se entregan a la lectura».
Arte
cisterciense
Se denomina arte cisterciense al
desarrollado por los monjes cistercienses en la construcción de
sus abadías a partir del siglo XII, momento de la expansión
inicial de esta orden religiosa. La orden cisterciense nació como una
reforma de la cluniacense, con el deseo de eliminar todo el peso que ejercían
en la vida temporal. Por eso buscan el yermo como lugar de emplazamiento para
sus monasterios.
Sus construcciones prescinden de los adornos,
en consonancia con los preceptos de su orden de ascetismo riguroso y
pobreza, consiguiendo unos espacios conceptuales, limpios y originales. Su
estilo se inscribe en el final del románico, con elementos del gótico inicial,
lo que se ha llamado "estilo de
transición".
La Orden, siguiendo la Regla de San Benito,
observa el aislamiento y la clausura, por lo que este arte se desarrolla
en construcciones interiores para el uso de los monjes: iglesia, claustro, refectorio o sala
capitular. Estas dependencias se encuentran dispuestas generalmente de la misma
manera.
La expansión de la Orden fue dirigida por el
Capítulo General, integrado por todos los abades, aplicando un programa
preconcebido en la construcción de los nuevos monasterios. El resultado
fue una gran uniformidad en las abadías de toda Europa.
Su figura decisiva fue Bernardo de Claraval.
Planificó y dirigió el diseño inicial (Claraval II, a partir de 1135),
influyó en el programa de la orden y participó activamente en la construcción
de nuevas abadías. A su muerte en 1153, la Orden había fundado 343.
En España hay notables construcciones
cistercienses, que permanecen muy bien conservadas.
Historia
de la orden y de su arquitectura
Antecedentes
En el medievo,
el monacato en Occidente fue evolucionando y perfeccionando
su organización. Los hechos más significativos fueron:
·
En
el 529, San Benito de Nursia fundó el monasterio
de Montecasino, origen de la orden de los benedictinos.
·
Posteriormente,
en el año 540, San Benito de Nursia escribió una Regla para sus monjes,
la Regula monasteriorum (Regla de los monasterios), que ordena la
jornada del monje de forma estricta y debiendo obediencia al abad. Esta fue
observada por la mayoría de los monasterios en la Edad Media.
·
Durante
el 816, Benito de Aniane promovió una reforma monacal apoyada
por Luis el Piadoso, hijo de Carlomagno, que supuso la unificación
bajo la regla de Benito de Nursia de todos los monasterios del Imperio
carolingio.
·
A
lo largo del 909, Guillermo III, duque de Aquitania, donó tierras
para la fundación de la orden benedictina de Cluny, bajo la dependencia
del Papa, para evitar las injerencias de los señores feudales. Primó
la celebración grandiosa de la liturgia que se correspondía
con iglesias de gran esplendor. Llegó a tener
2000 prioratos autónomos sometidos a la obediencia y al gobierno
común del abad de Cluny, que era elegido libremente por los monjes.
·
El
año 1098, Roberto de Molesmes fundó la orden benedictina
del Císter. Se llegaron a fundar 754 abadías, cada una con un abad
independiente.
Arquitectónicamente, la herencia que recibieron
los cistercienses, y que adaptaron a su ideario, se resume a continuación:
·
En
la Edad Media, la arquitectura de iglesias y monasterios buscaba transmitir la
preponderancia de la vida eterna prometida en el cristianismo,
por lo que fue una referencia constante la descripción de la Jerusalén
celestial, del Apocalipsis del Apóstol San Juan:
·
...y me mostró la
Ciudad Santa de Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios...Su
resplandor era como el de una piedra muy preciosa, como jaspe
cristalino...Tenía una muralla grande y alta con doce puertas...la ciudad es un
cuadrado: su largura es igual a su anchura.... Su largura, anchura y altura son
iguales...el material de esta muralla es jaspe y la ciudad es de oro puro
semejante al vidrio puro.
·
Esta
fuerte simbología se reflejó en los monasterios en la búsqueda de una ciudad
de Dios ideal, basada en la organización por cuadrados de las distintas
zonas. En el monacato carolingio se tradujo en el plano del monasterio de San
Gall, que sirvió de modelo para la construcción de monasterios en todo el Imperio
Sacro Romano y cuyo plano es el más antiguo que se conserva sobre
arquitectura monacal (siglo IX). El monasterio se ordenó a partir de la
clausura, que en lo sucesivo pasó a convertirse en el centro de todos los
monasterios. Cluny también se basó en la distribución de San Gall. El Císter
también aceptó lo fundamental de esta distribución. Comparando los planos de
Claraval II, primer gran monasterio cisterciense, y de San Gall, se comprueba
en ambos casos lo siguiente: las iglesias están orientadas este-oeste; los
claustros están adosados a la iglesia; el ala este del claustro se destina a
dependencias de los monjes; el ala sur del claustro a comedor y cocina; el ala
oeste a almacenes.
·
La
arquitectura cisterciense surgió en la época final del románico en la
zona de influencia del Condado de Borgoña y de Cluny. Sus
constructores recogieron las novedades del siglo anterior, lleno de
innovaciones arquitectónicas: la piedra en aparejo y las bóvedas de
piedra que habían sustituido a las de madera que se incendiaban con facilidad.
En varias iglesias románicas de la zona se aprecian las formas constructivas
que luego emplearon los cistercienses:
·
La
iglesia del monasterio de Payerne, terminada de construir en 1050, reunía todas
las novedades acumuladas de los cluniacenses y se ha conservado hasta la
actualidad sin modificaciones. Se observan los arcos fajones de
la bóveda de cañón que continúan en el alzado hasta el suelo.
El ábside tiene dos filas de ventanas que dan mucha luz a la nave
central.
·
Ancy-le-Duc
era un priorato que se terminó a principios del siglo XII. Su
planta era similar a Cluny II: tres naves, un transepto y
cinco ábsides. Su alzado tiene pilares cruciformes con pilastras circulares
embebidas en los cuatro lados, unas continúan hasta la bóveda y las otras
desarrollan los arcos formeros del muro de la nave central (modelo
usado posteriormente por los cistercienses). La bóveda de la nave central,
igual que las laterales, se cubrió con bóvedas de arista, pudiendo,
gracias a ello, iluminar la nave central con grandes ventanales. La iglesia
de Vézelay se construyó de la misma forma que Ancy-le-Duc y en el dibujo
se pueden apreciar estos detalles.
Lavedan, en su obra plantea la existencia del
estilo Cisterciense, ya que fueron ellos los que lograron adaptar la crucería
gótica a un edificio románico. Ahora bien, esto no es privativo del Cister ya
que se da en las catedrales del siglo XII con las mismas soluciones, por lo que
es más apropiado hablar de protogótico que de tardo romano.
Una iglesia pensada en románico se proyecta
para que los soportes recibiesen la
bóveda de cañón o de arista; apeada en los pilares cruciformes para la bóveda
de arista y en responsiones en los muros, con arcos fajones y arcos formeros (Arco
formero.- El paralelo al eje longitudinal de la nave y que la separa de la
otra). La bóveda de aristas se construye con cimbras
de madera creadas por carpinteros que
precedían a los canteros. El sostén de la bóveda son las plementerias, por lo que si eliminamos
un vano en la plementeria la bóveda se desmorona. Existe un reforzamiento de la bóveda de arista
que se denomina bóveda de aristas reforzada basada en la construcción de unos
nervios (muy similares visualmente a los nervios de la bóveda de crucería) que
tienen un función ornamental ya que los empujes son soportados por los propios
plementos, de tal manera que si dichos nervios se eliminan la bóveda no se
desmorona.
El estilo Románico está pensado bajo la función
del miedo, de los infiernos y de las tinieblas.
En el gótico aparece un cambio de
espiritualidad basado en la metafísica de la luz que intenta transportar a los
fieles a la
Jerusalén Celeste, creando
ambientes de luz tremendamente espirituales originados a través de las
vidrieras, es por esto por lo que era fundamental crear un sistema constructivo
de gran elevación que permitiese la mayor
entrada de luminosidad posible con mayor elevación y posibilitando la
creación de vanos en los plementos, siendo para ello necesario que los
plementos no fuesen muros de sostén sino únicamente de cierre ( o casi
únicamente). Este objetivo se consiguió con las bóvedas de crucería, en los que
el proceso constructivo era:
1.
Construir
los nervios, que soportarían todos los empujes de la bóveda trasladándolos a
los cuatro ángulos a los pilares en la nave y a los responsiones en los muros contrarrestados
a través de arbotantes a los contrafuertes.
2.
Una
vez terminados de construir los nervios de crucería se pasaba a construir los plementos.
Este sistema permitía calar los plementos y por
lo tanto crear vanos que iluminasen la nave, tal que se pueden eliminar los
plementos y no desmoronándose la bóveda, ya que el sostén es a través de
los nervios.
Los plementos en la bóveda de aristas reforzada
son curvos (la superficie resultado de la intersección de dos cañones) y en la
de crucería son triangulares.
La estética del
Císter o estética cisterciense se gestó desde los orígenes de la orden
del Císter, buscando una pobreza absoluta desprovista de riquezas, la
antítesis de la orden de Cluny.
Fue Bernardo de Claraval, quien definió en
la Apología a Guillermo, escrito contra los cluniacenses, las principales
características de esta estética: nada de pintura, ni de escultura y sencillez
en las construcciones, eliminando todo lo superfluo.
En las dos primeras abadías, que se
construyeron en piedra, fue nuevamente Bernardo quien concretó la estética
cisterciense en todos los detalles, esa desnudez sin adornos que caracterizó
las abadías del Císter.
Inicios
de la reforma monacal
Está generalmente admitido que la orden del
Císter surgió como contestación de la espiritualidad de la orden de Cluny, que
preconizaba una liturgia esplendorosa y la grandiosidad de las iglesias.
Los inicios de la orden, antes de la llegada de
Bernardo de Claraval, estuvieron profundamente influenciados por el trabajo
de Roberto de Molesmes, primer abad de la orden y por Esteban
Harding, tercer abad de la orden. En el transcurso de sus 36 años de autoridad,
ambos prefiguraron lo que luego sería la estética de la orden.
Los monjes de la nueva orden, buscaban una
mayor observancia de la Regla de San Benito y desvincularse de las
riquezas. Esto se comprueba en sus textos:
En
el Exordio del Císter y Resumen de la Carta de Caridad se argumenta
de la siguiente forma:…existe un… monasterio llamado Molestes…que desde su
origen...Dios...le hizo tan grande en riquezas...ahora bien, como los bienes
materiales no suelen ir mucho tiempo juntos con las virtudes, algunos miembros
de aquella santa comunidad que ciertamente sabían esto, viendo más
alto, prefirieron aplicarse a las cosas celestiales más que implicarse en
los asuntos terrenos. A partir de entonces, llevados de su amor por la
virtud, empezaron a pensar en la pobreza, fecunda en hombres fuertes…
Establecimiento
de la estética cisterciense a través de una controversia con los cluniacenses
En 1124, Bernardo escribió Apología a
Guillermo, una fuerte crítica a lo que él consideraba los excesos de la orden
de Cluny. Mediante ella, Bernardo estableció los criterios teóricos que luego
se emplearían en la construcción de todas las abadías cistercienses.
El origen de la Apología fue la petición que le
hizo su amigo Guillermo, abad benedictino de St. Thierry de que escribiera
defendiendo a los cistercienses de los clunicienses.
En este escrito, Bernardo fijó su posición
criticando duramente la escultura, la pintura, los adornos y las dimensiones
excesivas de las iglesias de los cluniacenses. Partiendo del espíritu
cisterciense de pobreza y ascetismo riguroso, Bernardo profundizó en la
crítica, llegando a la conclusión de que los monjes, que habían renunciado a
las bondades del mundo, no precisaban de nada de esto para reflexionar en la ley
de Dios.
Los argumentos que empleó en su Apología son
los siguientes:
·
Distinción entre las
iglesias parroquiales y los monasterios de los monjes. Al pueblo llano y
devoto lo llamó hombres carnales y a los monjes se refirió
como hombres espirituales. Justificó que los obispos para llegar al pueblo
llano iletrado precisaban de esculturas, pinturas y demás. Lo argumentó de la
siguiente forma: No hay comparación
aquí entre los obispos y los monjes. Los obispos, utilizan la belleza material
para despertar la admiración de la gente carnal porque no pueden hacerlo por
medios espirituales.
·
Sobre las pinturas y
los adornos,
los rechazó en los monasterios y los justificó en las parroquias. Estas son las
razones que expuso: Muéstreles un
cuadro hermoso de algún santo. Cuanto más brillantes son los colores, mas
santificado les parecerá a ellos. Hay más admiración por la belleza que
veneración por la santidad. Así las iglesias se adornan. Vemos los candelabros
de bronce grandes, maravillosamente labrados, sus gemas que brillan
intensamente. ¿Cuál es el propósito de tales cosas? ¿Ganar la contrición de
penitentes ó la admiración de los espectadores?.¿Qué clase de reverencia se
demuestra a los santos cuando ponemos sus cuadros en el piso y después
caminamos en ellos?. La cara de un santo es pisoteada a menudo por los pies de
algún transeúnte. ¿Si las imágenes sagradas no significan nada a nosotros, por
qué no economizamos por lo menos en la pintura? ¿Por qué adornar sobre lo que
debemos caminar? ¿Para qué tener cuadros atractivos donde se manchan con
suciedad? Convengo. Permitamos que esto se haga en iglesias porque si es dañoso
para el inútil y codicioso, no lo es para el simple y el devoto.
·
Rechazo de las
esculturas en los monasterios. Su argumentación fue en la misma línea que
las pinturas: ¿Pero en los
claustros, dónde los hermanos están leyendo, qué son esas monstruosidades
ridículas...¿Cuál es el sentido de esos monos sucios, leones feroces, centauros
monstruosos, mitad-hombres, tigres rayados, soldados que luchan y cazadores
soplando sus cuernos? En un lugar usted ve muchos cuerpos bajo sola cabeza, en
otras varias cabezas en un solo cuerpo...así que... tan maravillosas son las
varias formas que nos rodean que es más agradable leer el mármol que los
libros, y pasar el día entero con estas maravillas que meditando en la ley del
Buen Señor.
·
Rechazo de iglesias
suntuosas en los monasterios. Sobre las iglesias de la orden de Cluny,
lamentó su altura excesiva, su longitud y su anchura desmesuradas.
·
Rechazo de las riquezas
en los monasterios porque no son
necesarias y porque las precisan los pobres. Empleó esta
argumentación: Pero los monjes que
han renunciado a las cosas preciosas y encantadoras de este mundo para
entregarse a Cristo. ¿ Somos como los gentiles aprendiendo sus trucos y
sirviendo a sus ídolos?. ¿ Estamos buscando dinero ó más bien beneficio
espiritual?. Todas estas vanidades costosas pero maravillosas, inspiran a la
gente a contribuir con dinero más que a rogar y rezar. Así las riquezas atraen
riquezas y el dinero produce más dinero. Visten a la iglesia con piedras de oro
y deja a sus hijos ir desnudos. Los ojos de los ricos se alimentan a expensas
del indigente.¿Finalmente, son buenas tales cosas para los hombres pobres?. ¿Y
para los monjes, los hombres espirituales?
La crítica feroz que realiza Bernardo, burlona
y apasionada, se despliega sobre dos ejes. En primer lugar, la pobreza
voluntaria: estas esculturas y adornos son un gasto inútil; despilfarran el pan
de los pobres. En segundo lugar, un místico como él que buscaba permanentemente
el amor de Dios, rechazaba también las imágenes en nombre de un método de
conocimiento: las figuraciones de lo imaginario dispersaban la atención, lo
apartaban de su único fin legítimo, encontrar a Dios a través de la Escritura.
Una de las frases más conocidas de la Apología
resume poéticamente la elección de la pobreza voluntaria: ¡Vanidad de vanidades, más insensata aún que
vana: la iglesia resplandece sobre sus muros y carece de todo para sus pobres!.
Estética
de las primeras abadías
La estética se concretó en la construcción en
piedra de las dos primeras abadías, Claraval II y Fontenay, que se construyeron
prácticamente de forma simultánea. En las dos intervino de forma decisiva
Bernardo, ya que de Claraval era su abad y Fontenay era una filial suya. Él fue
el inspirador de ambas construcciones, de sus soluciones formales y de su
estética.
Bernardo comprendió que la orden estaba
consolidada y con un ritmo de crecimiento desmedido (en 1135 tenían unas 90
abadías y aumentaban a un ritmo de 10 nuevas por año). Ante semejante
crecimiento, Bernardo, el monje más influyente de su orden, debió plantearse
que era urgente establecer un modelo constructivo y una estética de abadía si
se quería garantizar la uniformidad de la orden. También debió reflexionar que
consolidada la orden, los monjes precisaban un monasterio mejor construido, en
piedra, que no se deteriorase como las construcciones efímeras que tenían y que
pudiese admitir generaciones sucesivas de monjes.
Cuando su prior, en 1135, le pidió que hiciese
un nuevo monasterio junto al que tenían para alojar a los nuevos monjes que se
incorporaban a la orden en gran número, Claraval II, debió de considerar que
había llegado el momento de fijar una estética rígida que imponer a las nuevas
abadías. Debió pensar que el tema era de la máxima importancia y que lo debía
acometer él mismo.
La justificación teórica ya estaba fijada en la
Apología a Guillermo. Para Bernardo, la estética y la arquitectura debían
reflejar el ascetismo y la pobreza absoluta llevada hasta un desposeimiento
total que practicaban a diario y que constituía el espíritu del císter. Así
terminó definiendo una estética de simplificación y desnudez que pretende
transmitir los ideales de la orden: silencio, contemplación, ascetismo y
pobreza.
El Capítulo General de abades le apoyó. En
el Exordio del Císter y resumen de la Carta de Caridad se ordenó:
·
Capítulo XXV: Lo
permitido y lo prohibido respecto al oro, la plata, las joyas y la seda.
·
Los paños de los
altares y los vestidos de los ministros no serán de seda, excepto la estola y
el manípulo. La casulla será de un solo color. Todos los ornamentos del
monasterio, los vasos sagrados y demás cosas que se usen, no tendrán oro, plata
o joyas; pero el cáliz y la cánula, y solo estas dos cosas, podrán ser de plata
o doradas, pero de ningún modo de oro.
·
Capítulo XXVI:
Esculturas, pinturas y cruces de madera.
·
No está permitido tener
esculturas en ningún sitio, y pinturas sólo en las cruces, que ellas mismas
serán únicamente de madera.
La abadía
cisterciense
La vida monástica de los monjes se vivía dentro
de la clausura. Su espiritualidad se ordenaba por la regla: silencio,
disciplina, obediencia al abad, horario riguroso distribuido entre numerosos
rezos en común, lecturas religiosas y trabajo manual.
Además, en la abadía vivía una segunda
comunidad, la de los conversos. Vivían su entrega espiritual en el trabajo
diario en el campo, fraguas y molinos, no sabían leer y no mantenían ningún
contacto con la comunidad de monjes. Esto último se consiguió diseñando dos
zonas en el monasterio estancas e incomunicadas entre sí. La zona de los
conversos tenía la misma calidad constructiva que la de los monjes.
La uniformidad de la orden se establece en
el Exordio de Císter y Resumen de la Carta de Caridad:
Para que
entre las abadías se mantenga siempre una unidad indisoluble, establecemos, en
primer lugar, que la regla de san Benito sea entendida por todos de la misma
manera, sin desviarse de ella ni un ápice. En segundo lugar, que todos tengan
los mismos libros, al menos, en lo tocante al Oficio divino, la misma ropa, los
mismos alimentos y por último los mismos usos y las mismas costumbres.
Todas las abadías tienen también una
arquitectura similar. En primer lugar, se buscaron soluciones constructivas
para cada dependencia que favoreciesen el espíritu de la regla, lo que se llama
el establecimiento del programa tipo, o resumidamente plano tipo,
donde Bernardo de Claraval tuvo una influencia decisiva. En segundo lugar, una
vez establecido el plano tipo, se impuso en las nuevas construcciones.
El plano tipo se aplicó en la
construcción de todos los nuevos monasterios. Así, la iglesia se orientaba en
la dirección este-oeste con la cabecera al este; el claustro se adosaba a la
iglesia; el ala este del claustro se dedicaba a dependencias de los monjes con
la sala capitular en la planta baja y el dormitorio en la planta primera con
dos escaleras, una que baja al interior de la iglesia y la otra al claustro; en
el ala del claustro contraria a la iglesia se disponía el refectorio y la
cocina; en el ala oeste (normalmente, con acceso independiente del claustro),
un edificio de dos plantas se destinaba a los conversos y almacenes con acceso
independiente a la parte trasera de la iglesia.
Cada abad padre transmitía a sus filiales el
plan arquitectónico que había aplicado anteriormente en la construcción de su
propia abadía y toda su experiencia acumulada. Además, todos los abades se
reunían en Císter en el Capítulo General, una vez al año, y está comprobado que
se hablaba mucho de la construcción de las nuevas obras. Por último, en la
construcción propiamente dicha del nuevo monasterio, viviendo el día a día de
la obra, el abad tenía a un monje encargado, llamado cillerero, cuya
responsabilidad era el control de las obras y además llevaba las finanzas de la
abadía bajo la supervisión del abad.
Zona de monjes Zona de conversos1.-Iglesia, 2.-Altar principal, 3.-Altares
secundarios,
4.-Sacristía, 5.- Lavatorio, 6.-Escalera
de maitines,
7.-Clausura alta, 8.-Coro de monjes,
9.-Banco de enfermos,
10.-Entrada del claustro, 11.-Coro de
conversos, 12.-Callejón de conversos,
13.-Patio, 14.-Armarium para los
libros, 15.-Claustro,
16.-Sala capitular, 17.-Escalera
dormitorio, 18.-Dormitorio monjes,
19.-Letrinas, 20.-Locutorio, 21.-Paso,
22.-Scriptorium, 23.-Sala de novicios,
24.-Calefactorio,
25.-Refectorio de monjes, 26.-Púlpito de
lectura, 27.-Cocina,
28.-Despensa, 29.-Locutorio de conversos,
30.-Refectorio de conversos,
31.-Paso, 32.-Almacén, 33.-Escalera,
34.-Dormitorio conversos, 35.-Letrinas
El monje cillerero controlaba
los albañiles (unidos en una corporación gremial que integraba
a canteros y destajistas), los herreros y
los carpinteros (para los andamios y cimbras se
precisaba mucha madera). Es una cuestión todavía debatida si los arquitectos
eran los mismos monjes o contrataban maestros de obra. Dado el secreto
gremial de la construcción en esta época, la alta cualificación que se
precisaba y la enorme actividad constructora que desplegaron en poco tiempo,
parece razonable pensar que emplearon maestros de obra contratados
específicamente para la construcción. En la Edad Media empleaban ya una
organización muy compleja, diversas formas de sueldos y precios, distintos
tipos de contratos, y se llevaba una contabilidad rigurosa de
todos los gastos.
Asombra comprobar, cuando se visitan las
abadías, encontrar siempre la misma distribución.
Si un monasterio crece demasiado ha de enviar a
trece de sus monjes a erigir uno nuevo. De esta manera se forman multitud de
unidades monásticas hijas de monasterios anteriores. Por tanto el Cister llega
a ser la orden monástica más importante del Antiguo Régimen. La identificación
del Altar y el Trono lleva a los jacobinos franceses de la I República y a los
progresistas españoles de la Regencia de María Cristina a destruir con saña
muchos monasterios. Muy triste es el arrasamiento del Monasterio cisterciense
de Poblet por los milicianos nacionales y voluntarios de la libertad, similar
por sus horribles matices de barbarie y bibliopolia, a la destrucción del
Monasterio jerónimo de Guadalupe (Cáceres). Incluso la compra de las estatuas
de Poblet por algunos personajes británicos y belgas recuerdan la adquisición
de los Mármoles Elgin del Partenón por Thomas Bruce (el séptimo conde
de Elgin). Los tumultos revolucionarios en Francia y España hacen que no se
conserve ningún monasterio cisterciense puro aunque muchos de ellos sobre todo
en Alemania y en España ya habían sufrido grandes metamorfosis durante el
Renacimiento y el Barroco. Ello se percibe en varios monasterios gallegos, la
fachada clasicista que a fines del XVII se construye en la Iglesia del
Monasterio de Poblet y el enmascaramiento churrigueresco que se hizo en la de
Santa María de Huerta.
San Bernardo critica al tiempo el arte románico
y el incipiente estilo ojival que impuesto por el Abad Suger en el Monasterio
de Saint-Denis. Su veto a la pintura y escultura a excepción de la imagen de
Nuestro Señor en la Cruz pretende corregir los excesos de la estatuaria
románica. Tales demasías se hallan sobre todo en los monstruos que se
representan en los capiteles pintados de los claustros. Aquellas figuraciones
pueden distraer la atención de quienes rezasen o meditaran. Su veto a las
vidrieras se dirige contra el gótico que despunta.
Elementos constructivos de la arquitectura
cisterciense. Son:
I) Arco:
A partir de 1140 el arco será apuntado. Ese tipo de arco (al que se conoce
también por agudo u ojival) es el formado por dos porciones de circunferencia
que se cortan en ángulo. El arco apuntado es de construcción fácil. Presenta la
ventaja de que permite levantar una bóveda de cañón apuntada que ahorra mucha
madera al colocar directamente las tejas.
II) Bóveda
de ojiva: Aparece después de 1150. Su origen se halla en la bóveda de
arista. La de ojiva se hace engarzando dos arcos. Igualmente es una solución
económica.
III) Contrafuertes
con relejes: Estos contrafuertes se multiplican pues no se emplean en ellos
los trabajos de cantería románicas que se guardan para los ángulos. Al comparar
los contrafuertes cistercienses con los románicos los primeros tienen más
anchura pero menor profundidad.
IV) Ventanas: En un principio son circulares
pero luego pasan a ser apuntadas.
V) Claustro:
Es el espacio que articula los restantes elementos del monasterio. El empleo de
arcos apuntados y bóvedas de ojiva en los claustros cistercienses hacen que se
edifiquen por tramos. También presencia una alternancia luz/sombra muy marcada.
La
iglesia
Regla de
san Benito:...dice el Profeta: siete veces al día te alabé... dijo el mismo
Profeta: a media noche me levantaba para darte gracias...
...
ofrezcamos pues... alabanzas a nuestro Creador... en estos tiempos... en
Laudes, Prima, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas, y levantémonos por la
noche para darle gracias.
La iglesia era para el uso exclusivo de las
comunidades de monjes y conversos. Por ello no hay una fachada principal por
donde entran los creyentes a la iglesia. Los monjes accedían por dos puertas
laterales de la parte delantera, por el día a través del claustro y por la noche
desde el dormitorio por la escalera de maitines. Los conversos entraban por un
lateral de la parte trasera a través de un corredor independiente que conectaba
con su edificio.
La comunidad de monjes se colocaba en el coro
de monjes en la parte delantera de la nave central, los conversos en el coro de
conversos en la parte trasera de la nave central. Ambos coros estaban
físicamente separados.
La iglesia es el edificio más importante de la
abadía y la casa de Dios. Arquitectónicamente, las características de estas
iglesias son:
·
Nave central
con bóvedas de cañón apuntadas (en el periodo
inicial, románicas) o bóvedas de crucería ligeramente ojivales
con nervaduras y ventanas laterales (en el segundo
periodo, góticas).
·
Dos
naves laterales de menor altura que sirven como contrafuertes de la bóveda de
la nave central.
·
Una cornisa suele
recorrer longitudinalmente la base de la bóveda.
·
Pilares cruciformes con pilastras circulares
embebidas que se prolongan, una hasta el arco fajón de la bóveda de
la nave central, otras dos en los arcos formeros y la cuarta en la
nave lateral.
·
Las
pilastras circulares de la nave central, frecuentemente, se interrumpen antes
de llegar al suelo en una ménsula.
·
Alzados
de la nave central de un solo piso con arcos formeros.
·
Coro
plano con ventanas en el arco testero (inicialmente), luego
aparecerían también los circulares.
·
Transepto con
otros cuatro coros secundarios planos (donde los otros monjes-sacerdotes
celebraban su misa diaria).
·
Iluminación
monocroma, normalmente blanca.
El
claustro
Exordio
del císter:... el monje no debe vivir fuera del claustro... no obstante, puede
ir a las granjas siempre que se le mande, aunque nunca para vivir en ellas
largo tiempo...
El claustro es el centro de la vida
monástica y desde el mismo se accede a todas las dependencias de los monjes. Se
trata de una galería cubierta, que hace el perímetro de un cuadrado de 25 a 35
metros de lado y se abre interiormente a un patio central mediante
una arquería corrida.
Las bóvedas, inicialmente, fueron de cañón apuntado,
pero rápidamente se aceptó el modelo gótico, de arcos
ojivales y bóvedas de crucería.
La galería, inicialmente, fueron arcos de medio
punto, agrupados de dos en dos bajo arcos de descarga con contrafuertes.
Posteriormente, se empleó el arco gótico y las agrupaciones fueron de dos, tres
o cuatro arcos por arco de descarga.
Los capiteles son muy sencillos, normalmente
con un motivo vegetal. La orden no permitía esculturas, recuérdese la Apología
de San Bernardo contra los capiteles historiados de los cluniacenses.
La sala
capitular
Regla de
san Benito:... siempre que en el monasterio haya que tratar asuntos de
importancia, convoque el abad a toda la comunidad, y exponga él mismo de qué se
ha de tratar...
Sección del claustro, sala capitular y
dormitorio de FontFroide.
Desde el lado este del claustro se accede a
la sala capitular en planta baja y encima de la misma, en la primera
planta, está el dormitorio de monjes. Como se aprecia en la primera sección,
con el objetivo de no elevar demasiado el dormitorio, se profundiza algo la
sala capitular quedando semienterrada y también se le da a esta sala una altura
reducida.
La sala es cuadrada y su bóveda es
de crucería de medio punto, con nervaduras que nacen en cuatro
pequeñas columnas centrales y en ménsulas distribuidas por las paredes
laterales. Esta bóveda clásica cisterciense se repite en otras estancias y es
una de las características de estos monasterios. La circunstancia de que sea
una bóveda muy baja permite contemplar los detalles de forma próxima, como si
se tratara de una cripta.
El terminar los arcos en una ménsula en el muro
es una técnica profusamente empleada por la arquitectura cisterciense. De esta
forma conseguían dar a la bóveda algo menos de anchura y simplificaban su
construcción. En la bibliografía, frecuentemente se cita al revés: de esta
forma conseguían agrandar las salas. Estas ménsulas se encuentran en todas las
estancias. En cada monasterio hicieron su ménsula distintiva,
particularizándola en la terminación inferior mediante un adorno sencillo. En
varias fotografías del artículo se pueden apreciar diferentes terminaciones de
ménsulas.
Sala capitular del Monasterio de Fontfroide
La estancia está bien iluminada, ya que recibe
luz desde el claustro a través de la puerta y dos arquerías abiertas, y también
del lado contrario con ventanas en la pared.
En esta sala se reunían todos los monjes con el
abad todas las mañanas, leían la regla, cada monje podía reconocer
personalmente incumplimientos de la regla o podía ser acusado de ello por otro
monje. (Ese tal pida perdón y cumpla la penitencia que se le imponga por su
culpa... allí obedezcan en todo al Abad del mismo y a su capítulo en la
observancia de la santa Regla o de la Orden y en la corrección de las
faltas.- Carta de Caridad).
El
dormitorio de los monjes
Regla de
san Benito:... si es posible, duerman todos en un mismo local... en este
dormitorio arda constantemente una lámpara hasta el amanecer... duerman
vestidos, y ceñidos con cintos o cuerdas... los hermanos más jóvenes no tengan
las camas contiguas, sino intercaladas con las de los ancianos.
... y
levantémonos por la noche para darle gracias...
La Regla huye de la desnudez y del aislamiento
de los monjes, por ello propugna un dormitorio comunitario y vigilado. Para
ello construyeron una larga sala donde dormían todos juntos, en un primer piso
con el fin de evitar humedades. Normalmente, tenía en un extremo el acceso al
transepto de la iglesia por la escalera de maitines y en el extremo opuesto el
acceso a las letrinas, en el suelo, y por un sencillo hueco se accedía a la
escalera del claustro. Arquitectónicamente, la bóveda es lo más interesante de
esta sala.
El
lavatorio
Exordio
Parvo:... Siguiendo así la rectitud de la Regla en lo referente a su
vida... despojados del hombre viejo se alegraban de revestirse del nuevo...
El agua en la Edad Media tenía una simbología
especial: el agua del bautismo representa la purificación y el
renacimiento espiritual de la persona nueva y cristiana, el agua del Génesis es
el origen del mundo, la fuente de la vida significaba la inmortalidad.
El abastecimiento de agua de la abadía era
doble: para el desagüe de letrinas, usos agrícolas e industriales, se desviaba
parcialmente el curso del río de forma que pasase por un extremo del
monasterio; para el agua de boca y el uso litúrgico, se canalizaba agua
pura de un manantial cercano hasta el lavatorio, mediante instalaciones
hidráulicas de cierta complejidad para conservar la presión.
La fuente se encuentra en un pequeño pórtico
cubierto, adosado al claustro, enfrente del refectorio. Según el programa de la
Orden debía ser una construcción muy simple y de aspecto agradable. Resulta un
pequeño templete donde se aprecia a escala reducida bóveda, arquerías, contrafuertes y fachadas.
Es una sala cuadrada o hexagonal con dos
puertas, los monjes entraban en fila por una de ellas, se lavaban en grupos de
6 u 8 y salían por la otra, para entrar al refectorio. También se empleaba para
el aseo personal. Litúrgicamente, se empleaba para las abluciones y los sábados
se lavaban los pies unos a otros.
Sobre la higiene de estos monasterios, se
supone que no era excesiva ante la inexistencia de una sala de baño, que en esa
época se consideraba un lugar impúdico.
El
refectorio
Regla de
san Benito:... en la mesa de los hermanos no debe faltar la lectura. Pero no
debe leer allí el que de buenas a primeras toma el libro, sino... el lector...
guárdese sumo silencio, de modo que no se oiga en la mesa ni el susurro ni la
voz de nadie, sino sólo la del lector...
En el plan cisterciense, el refectorio
(comedor) y la cocina se sitúan en el ala del claustro contraria a la iglesia,
la zona destinada a cubrir las necesidades fisiológicas (igual que el lavatorio
o las letrinas). Tiene una disposición perpendicular al claustro.
Los monjes solo comían dos veces al día y en
algunos periodos también ayunaban. No podían comer carne, aunque las aves y el
pescado en la Edad Media no se incluían en este grupo. Por eso tenían
palomares y piscifactorías pues era una parte importante de su dieta.
La regla establece que se coma en silencio
escuchando al lector, que leía desde un púlpito textos sagrados, lo cual daba
mucha similitud con los oficios de la iglesia. De hecho, los cistercienses
trataron arquitectónicamente esta sala de forma parecida a una iglesia. En el
refectorio de la Abadía de Huerta se comprueban las características de otros
comedores cistercienses:
·
Nave
única bastante alta.
·
Bóveda
de crucería ojival.
·
Ménsulas
en los muros de comienzo de los arcos.
·
La
escalera embebida en el muro y el púlpito del lector.
·
Ventanas
en el muro de cabecera.
·
Iluminación
blanca.
Otras
salas
Del resto de dependencias de los monjes, hay
que destacar el scriptorium. En él, los monjes copiaban los libros
sagrados y otros textos latinos. Como había muchas abadías nuevas se precisaban
muchos libros y la copia en códices de pergamino era una de
las actividades principales de los monjes. Se desarrollaron tres estilos en los
códices cistercienses. El estilo inicial corresponde a la Biblia de
Esteban Harding, era un estilo que admitía el humor, colorista y exuberante. El
estilo intermedio, también en tiempos de Esteban Harding fue más grave e
idealizado, corresponde a Los comentarios sobre la Biblia de san Jerónimo.
El tercer estilo, impuesto por Bernardo de Claraval, corresponde a La Gran
Biblia de Claraval, era muy austero, no se podía emplear oro, ni representar figuras
y la escritura era monocroma con iniciales azules. El responsable del cuidado
de los libros del monasterio era el monje llamado chantre y el lugar
donde los guardaban, era el armarium, que estaba en el claustro junto a la
entrada de la iglesia.
Los conversos habitaban el edificio oeste del
claustro, casi simétrico del de los monjes. También era de dos plantas, en la
inferior estaba su refectorio y los almacenes, en la superior su dormitorio y
sus letrinas. En el monasterio había otras dependencias: la fragua, el molino,
la enfermería, la hospedería, la portería, etc. Fuera del monasterio, las
granjas de los conversos eran grupos de construcciones para las labores
agrícolas e industriales.
Todas estas dependencias se construían con
técnicas parecidas. Es habitual encontrar estancias alargadas, con una fila de
columnas en el centro y bóvedas de crucería o de cañón apuntadas, similares a
las empleadas en la sala capitular.
Otras estancias imprescindibles para las
necesidades de la comunidad: Son cuatro: cocina, calefactorio, establos y
letrinas. Tiene importancia el calefactorio.
Es el sitio más humano del monasterio. Por su
mayor calor sirve para el aseo de los habitantes del monasterio y como
enfermería de los enfermos y ancianos. Los monjes del Cister otorgan gran
importancia al agua por razones simbólicas, higiénicas y económicas. Procuran
instalarse en los márgenes de ríos que transcurran por el lado contrario a la
iglesia. Esos ríos ofrecen ramales y bifurcaciones dentro del espacio que
abarca el monasterio. Los cistercienses disponen las letrinas en el término del
río por el conjunto monacal.
El
exterior
En la arquitectura exterior también prevalece
la sencillez. Los cistercienses tenían prohibidas las torres en las iglesias,
solo estaba permitido un linternón para las campanas que
apenas sobresalía de la cubierta de la nave. La falta de un elemento
tan señalado en la arquitectura exterior de una iglesia causa extrañeza.
Otra de las características de estas
construcciones, igual que en los edificios románicos, son
los contrafuertes de las bóvedas. Estos elementos exteriores
verticales se repiten rítmicamente y dividen el edificio en módulos iguales.
También, como se ha comentado anteriormente, las fachadas de las iglesias no
las destacaban, ya que los monjes y conversos entraban a la iglesia por puertas
interiores. Todos los edificios de la abadía estaban rodeados por un muro, tal
como señalaba la descripción de la Jerusalem
celestial del Apocalipsis. Sin embargo, los cistercienses no adoptaron
las doce puertas que se mencionan en la ciudad celestial.
Difusión
del arte cisterciense
Nos referimos a las abadías medievales que se
construyeron durante el siglo XII y el siglo XIII. En el
siguiente siglo XIV, solo se subsistió: la Guerra de los cien años,
de 1328 a 1453, asoló el campo y las abadías, mientras que
la peste negra acabó con un tercio de la población europea. A partir
de 1427 comenzó la decadencia de la orden con la fragmentación en
Congregaciones nacionales, desapareciendo la uniformidad de la orden.
El final del siglo XIII coincidió con la máxima
difusión de la orden, unas 700 abadías. Desde entonces, las abadías que se
destruían eran muchas más que las que se fundaban. Así en 1780, antes de
la Revolución francesa, se habían fundado un total de 54 más, sin embargo
fueron destruidas en este tiempo del orden de 350 por diversos motivos,
quedando por tanto solo unas 400.
De estas 700 abadías distribuidas por Europa a
finales del XIII es preciso descontar dos grupos numerosos de estética no
cisterciense:
·
Las
congregaciones enteras que se afiliaban al Císter, como la orden de
Savigny, que se incorporó con 29 abadías. También hay casos de benedictinos y
cluniacenses.
·
Las
abadías de mujeres que se unían al Císter a partir del siglo XIII. Eran
muy abundantes en Alemania y en los Países Bajos. Se
convirtieron en centros piadosos de la clase alta. Muchas de ellas fueron
fundadas por reinas. Muy pocas de estas construcciones se incluyen en el grupo
de las propiamente cistercienses.
A finales del XIII, La orden estaba presente en
todos los países de Europa Occidental. Francia, cuna de Císter, tenía
el mayor número con unas 244 abadías. Le seguían Italia con 98,
el Sacro Imperio Romano Germánico con 71, Inglaterra con 65
y España con 57. Las restantes se distribuían entre Países
Bajos, Polonia, Suecia, Austria, Bohemia, Hungría, Portugal e Irlanda.
Las
vidrieras
En 1150, una ordenanza estipuló que las
vidrieras debían ser «albae fiant, et
sine crucibus et pricturis», blancas, sin cruces ni representaciones. Las
únicas representaciones eran motivos geométricos y plantas: hojas de palma,
rejillas y entrelazados que pueden recordar la exigencia de regularidad
preconizada por San Bernardo. Así, hasta mediados del siglo xiii las
vidrieras cistercienses fueron exclusivamente las llamadas «en grisalla», cuyos diseños se
inspiran en los enlosados romanos. Dominan las vidrieras blancas; al ser menos
costosas, se corresponden también con un uso metafórico, como algunos ornamentos
vegetales. Las abadías de La Bénisson-Dieu (Loira), Obazine
(hoy Aubazines, en Corrèze), Santes Creus (Cataluña), Pontigny y Bonlieu son
representativas de este estilo y estas técnicas. Existen hornos de vidrio entre
las posesiones de los cistercienses del siglo XIII.
Iglesia abacial de Aubazines, Corrèze,
Francia.
La aparición del vidrio decorativo figurativo
en las iglesias cistercienses coincide con el desarrollo del mecenazgo y las
donaciones de la aristocracia. En el siglo XV, la vidriera cisterciense
perdió su especificidad y confluyó, por su aspecto, con la mayor parte de los
edificios religiosos contemporáneos.
Vidriera. Abadía de Pontigny, Yonne,
Francia.
Las
baldosas
En los monasterios cistercienses, que vivían en
una relativa autarquía, se impuso el uso de baldosas de arcilla, en lugar
de un pavimento de piedra o de mármol. Los monjes blancos
desarrollaron un gran dominio de este proceso, en la medida en que fueron capaces
de fabricarlas en masa gracias a sus hornos. A finales del
siglo xii aparecieron baldosas con motivos geométricos. La decoración
se obtenía mediante estampado: en la arcilla aún maleable se fijaba un tampón
de madera que imprimía el motivo en hueco. El relieve hueco se rellenaba con
una pasta de arcilla blanca y la baldosa se sometía a una primera cocción. A
continuación, se le colocaba un revestimiento vitrificable. Este protegía la
baldosa y realzaba los colores.
El ensamblaje de las baldosas permitía
combinaciones complejas de motivos geométricos. A veces, estos fueron juzgados
como demasiado estéticos en relación con los preceptos de sencillez y
desposeimiento de la orden. En 1205, el abad de Pontigny fue condenado por
el Capítulo general por haber hecho paredes demasiado suntuosas. En
1210, al abad de Beauclerc se le reprochó haber permitido a sus monjes que
perdieran el tiempo en hacer un enlosado «revelando
un grado inconveniente de descuido y un curioso interés».
Abadías y
Monasterios
Francia
La Abadía
de Fontenay era
de la orden cisterciense y está situada en Francia, cercana al
río Brenne en la región de Borgoña. Fue fundada
en 1119 mediante el sistema cisterciense de filiación por la abadía
de Claraval. La consagración de la iglesia fue realizada en 1147 por
el Papa Eugenio III, antiguo monje cisterciense en Claraval, en una
ceremonia fabulosa a la que asistieron también diez cardenales, ocho obispos y
todos los abades del Císter.
En 1170 una bula del
papa Alejandro III confirmó a la abadía en sus bienes y posesiones.
Fontenay se construyó simultáneamente a
Claraval II y ambas fueron las dos primeras abadías cistercienses construidas
en piedra y en las que se concretó la estética cisterciense. En las dos
intervino de forma decisiva Bernardo de Claraval, ya que de Claraval era
su abad y Fontenay era filial suya. Él fue el inspirador de ambas
construcciones, de sus soluciones formales y de su estética. Estas dos
construcciones fueron el modelo de abadía durante la importantísima expansión
cisterciense en los dos siglos posteriores, llegando a tener 700 abadías a
finales del siglo XIII, distribuidas por toda Europa. Así, sus construcciones
desarrollaron un estilo con una fuerte personalidad propia y una gran similitud
entre ellas, prescindiendo de los adornos, en consonancia con los preceptos de
su orden de ascetismo riguroso y pobreza. Esta arquitectura
cisterciense inicial se inscribe en el final del románico.
Bernardo nombró primer abad a su tío Godofredo
de Rochetaille, siendo el segundo su sobrino Guillermo de Spiriaco. Era una
familia de gran fortuna que contribuyó a la construcción de la abadía y que
permitió dar una gran calidad a la obra.
En los siglos XII y XIII, la
abadía fue muy próspera, tenía actividades metalúrgicas y siderúrgicas. En
1259, el rey de Francia San Luis libró la abadía de todo derecho
fiscal. En 1269, Fontenay se convirtió en Abadía real durante los reinados
de Juan II, Carlos VIII y Luis XII. Le afectó el pillaje y
el saqueo en varias ocasiones durante la guerra de los cien
años (1337-1453) entre Inglaterra y Francia. Gozó de una
influencia creciente hasta el siglo XVI, cuando se instauró el régimen de
abades comendatarios, que suprimió a elección de los abades por los monjes en
favor del arbitrario real y señaló el principio de la decadencia. Cuando llegó
la Revolución francesa solo había una decena de monjes de la abadía,
mientras que había albergado en la Edad Media varios centenares.
La Abadía
La iglesia fue construida de 1127 a 1150 según
planta cruciforme y por sus proporciones es considerada como una iglesia-tipo
de la arquitectura cisterciense. Mide 66 metros de longitud por 8 metros de
ancho, el crucero mide 19 metros.
Arquitectónicamente, las características de
esta iglesia son:
·
Nave central
con bóvedas de cañón apuntadas.
·
Dos
naves laterales con bóvedas de cañón transversales de menor altura que sirven
como contrafuertes de la bóveda de la nave central.
·
Una cornisa longitudinal
en la base de la bóveda.
·
Pilares
cruciformes con pilastras circulares embebidas que se prolongan, una
hasta el arco fajón de la bóveda de la nave central, otras dos en
los arcos formeros y la cuarta en la nave lateral.
·
Alzado
de la nave central de un solo piso con arcos formeros.
·
Capiteles
muy sencillos, con un dibujo denominado hoja de agua.
·
Coro
plano con ventanas en el arco testero.
·
Transepto con
otros cuatro coros secundarios planos (donde los monjes-sacerdotes celebraban
su misa diaria).
·
Iluminación
monocroma, normalmente blanca.
Fachada
Fachada desornamentada de dos cuerpos y tres
calles. Puerta lisa con arco de medio punto, tímpano liso y arquivoltas.
Cubierta a dos aguas.
El claustro de forma cuadrada está más bajo que
la nave y se construyó casi simultáneamente a la iglesia. Tiene una bóveda de
cañón apuntada longitudinalmente con aberturas laterales hacia la galería, que
está resuelta mediante arcos de descarga de medio punto que apoyan en
contrafuertes exteriores. Cada arco de descarga agrupa dos arcos de medio
punto, que apoyan en una pareja de columnas. Los sencillos dibujos geométricos
de los capiteles son hojas de agua.
Arquería geminada apoyada en columnas. El
modelo temprano no tenía óculos debajo del arco de descarga, pero para darle
más luminosidad implementaron los óculos (o rombos).
La sala
capitular
es cuadrada y su bóveda es de crucería de medio punto, con nervaduras
que nacen en pequeñas columnas centrales y en ménsulas distribuidas por las
paredes laterales. Esta bóveda clásica cisterciense se repite en otras
estancias y es una de las características de estos monasterios.
La estancia está bien iluminada, ya que recibe
luz desde el claustro a través de la puerta y dos arquerías abiertas, y también
del lado contrario con ventanas en la pared. Tanto el escritorio, donde los monjes copiaban
sus libros, tan importantes en la meditación y en las ceremonias litúrgicas,
como la forja tienen una estructura similar a la sala capitular. Bóvedas de
medio punto apoyadas en columnas que se abren como palmeras.
El dormitorio cisterciense, siguiendo la Regla
de san Benito, era una gran sala comunitaria de una gran sencillez.
Los edificios exteriormente son sencillos,
siguiendo la Regla. La iglesia no tiene torres y únicamente destaca la sucesión
de los contrafuertes románicos.
Forja
Exterior
Abadía de
Fontfroide
Fue fundada en el 1080 en unos terrenos cedidos
por Aimeric II, vizconde de Narbona. Aunque la comunidad que se instaló en
un principio seguía la orden de San Benito, pronto fue sustituida por
la orden del Císter. Recibió la protección y las donaciones de los señores
de la zona lo que le permitió prosperar con rapidez. Fueron los monjes de
Fontfreda los que fundaron el monasterio de Poblet así como otros
centros religiosos.
La abadía fue contraria a
los albigenses y durante la cruzada fue el centro de la
ortodoxia frente al catarismo y se benefició de las expropiaciones a los
señores cátaros. Pierre de Castelnau, monje de la abadía, fue legado del
papa Inocencio III para combatir la herejía cátara (1203). Fracasó en
su misión ante Ramón VI, conde de Tolosa, al que excomulgó. Fue
asesinado cerca de Saint-Gilles, se dice que a manos de un hombre del
conde de Tolosa (1208). Su muerte provocó que en marzo de 1208, Inocencio III
declarara la cruzada contra las tierras occitanas.
Uno de sus abades, Jacques Fournier, fue el
papa Benedicto XII (1334-1342). En 1791 fue vendida. La
vida monástica se retomó en 1858 En 1870 los monjes cistercienses
acogieron a Antonio María Claret, que huido de España y enfermo terminó allí
sus días el 24 de octubre del mismo año.
Arquitectura
El patio
de honor y el edificio de los hermanos legos
Tras cruzar la puerta de entrada, construida en
1777-1778, a la derecha puede verse el largo rectángulo que forma el patio
de honor así como los jardines, construidos por Constanza de Fregose. A la
izquierda, un gran edificio de estructura medieval que en sus
orígenes sirvió para alojar a los hermanos legos y que más tarde fue
transformado para acoger la hospedería. Al fondo, el espacio está limitado por
una vasta arcada de tres arcos. El arco central está cerrado por una reja de
hierro forjado y adornado con un frontal clásico.
Una puerta da acceso al refectorio de
los legos. La sala es de grandes dimensiones, con una longitud de cerca de cincuenta
metros, lo que permite imaginar una importante comunidad de 180 o 200 frailes.
La nave, construida a principios del siglo XIII, se divide en cinco tramos
cubiertos con bóvedas ojivales. Los arcos dobles son de perfil
cuadrado y las ojivas y las nervaduras se funden en los muros. La luz llega a
través de unas ventanas geminadas abiertas en los muros oeste y por un simple
arco en el muro este. Las reformas de los siglos XVII y XVIII eliminaron las
dos puertas centrales. Una de estas puertas llevaba al patio de honor mientras
que la segunda se abría hacia el patio conocido como de Luis XIV. La restauración de la abadía, iniciada en 1908,
ha permitido descubrir el magnífico volumen de la sala conocida como la
capilla de los extranjeros, así como añadir diversos elementos de decoración,
como la gran chimenea de estilo renacentista. Se cree que procede del
castillo de los duques de Montmorency en Pézenas, destruido por orden
de Richelieu a finales de 1632. La sala dispone de una acústica
excelente y se utiliza para acoger conciertos de música de cámara.
El patio
de Luis XIV
Aunque se le conoce erróneamente como
de Luis XIV, los documentos demuestran que la configuración actual de este
patio se debe a unos trabajos efectuados a partir de 1774. En el monasterio
medieval, en un espacio más limitado, se abría al norte los talleres de los
hermanos legos: la carpintería, la fragua y la panadería a la derecha del
molino que franquea el torrente. Al este se encontraba el ala del noviciado y
al sur otros edificios conventuales. Todo el conjunto se desarrollaba alrededor
del pozo, una cisterna de mampostería excavada en la piedra caliza.
El agua del pozo es muy fría origen del topónimo Fontfreda (fuente
fría).
Cuando la abadía no acogía ya ni a hermanos
legos, ni a novicios si no a un pequeño grupo de monjes, estos ordenaron la
destrucción de algunos edificios que se habían convertido en inútiles y
modificaron algunas de las construcciones para adaptarlas al gusto de la época.
Fue entonces cuando el patio adquirió su forma actual, rectangular, debido a la
reducción de las dimensiones de la cocina y del scriptorium y, sobre todo, del
refectorio. La elevación del suelo, de unos 3 dm, corresponde a los
escombros dejados por estas demoliciones. En el noviciado se instalaron los
aposentos del prior con un invernadero de naranjos.
El
callejón de los hermanos legosEn las abadías cistercienses, el santuario se
encontraba al este, el claustro contiguo mientras que los edificios
adyacentes ocupaban la parte oriental del monasterio. Los hermanos legos
estaban instalados en la parte occidental, orientada hacia el exterior. Allí se
encuentra la puerta principal por la que los obreros podían acceder a sus
puestos de trabajo. Es a partir de esta entrada que se organiza la distribución
interior de los edificios. Tenía que facilitar y, al mismo tiempo, regular la
comunicación entre los dos grupos de religiosos. Se tenía que establecer,
manteniendo siempre la separación, un punto de contacto entre las dos formas de
vida. Por aquí los hermanos legos tenían acceso al refectorio y al pasa-platos
de la cocina, zona común entre los hermanos que habían profesado y los legos.
Este callejón es un largo corredor, cubierto
con bóveda, que llegaba hasta la iglesia sin molestar la zona de los monjes que
se encontraba en el lado opuesto de la nave. En el siglo XVII, el antiguo
dormitorio de los legos se reformó para poder acoger a huéspedes. Una gran
escalera conduce hasta la entrada.
El
claustro
Galería
oeste
En el callejón de los hermanos legos, una
puerta de hierro forjado da acceso al claustro. Este patio interior se
encuentra en el corazón de la abadía. Se accede a este espacio, que encierra un
pequeño jardín, a través de los edificios de los hermanos legos. El arco mitral
que abre el primer tramo permite ver la perspectiva de los grandes soportales
dominados por el campanario. El claustro fue construido en dos periodos
distintos y en dos estilos diferentes.
Vista del claustro desde el patio de
Luis XIV.
El primer claustro se construyó entre finales
del siglo XII y principios del XIII en estilo románico. El conjunto
inferior parece ser de esa época, sobre todo el conjunto de columnas y
sus capiteles, decorados con motivos vegetales, que soportan pequeños
arcos de medio punto. En esa época, las galerías estaban cubiertas con una
estructura de madera.
Durante la segunda mitad del siglo XIII, cuando
Fontfreda se encontraba en su época de máxima prosperidad, se realizó una
reforma importante siguiendo el gusto y las técnicas arquitectónicas del
momento: las correspondientes al gótico. Las columnas románicas fueron
elevadas con un tímpano y se abrieron ojos de buey en diferentes partes. La
cubierta de madera fue remplazada por una de piedra y, en el interior de las
galerías, las bóvedas ojivales se sitúan a dos metros del suelo, cayendo sobre
los muros.
Galería
sur
Fue la primera que se construyó, tanto en época
románica como en la reconstrucción. Las columnas están aquí agrupadas en pares
de cinco: se alternan el mármol rosa de Caunes, el mármol de manchas
rojas de los Pirineos y el blanco veteado gris o verde. Los capiteles
de esta galería presentan motivos vegetales diversos. Los dos tímpanos
centrales tienen tres ojos de buey.
A lo largo de toda esta galería pueden
encontrarse diversos bancos en los que los monjes se sentaban para leer en
solitario o meditar. Aquí también se encuentran dos cuencos de piedra
utilizados para el ritual del mandatum, lavado de pies que los monjes del
císter practicaban de forma semanal.
Galería
este y sala capitularLos muros de la galería este son contiguos a la
puerta de la iglesia. Detrás de una imagen de la Virgen con el niño se
encuentra el armarium. Se trata de una cavidad bajo la escalera
del transepto en el que se conservaban los libros necesarios para los
oficios religiosos, el Antiguo y el Nuevo testamento así como las obras de los
padres de la iglesia.
Desde esta galería se accede a la sacristía,
cubierta con bóveda de cañón. La galería está dividida en cinco tramos; el
central lleva hasta el jardín que se encuentra vacío, sin arcos ni columnas y
sin tímpano, con una abertura simétrica que da acceso a la sala capitular. La transición entre el claustro y la sala se
realiza mediante un soportal formado por dos grupos de cuatro columnas cada
uno, realizadas en mármol, que envuelven a una quinta. La sala se construyó
entre 1180 y 1280. Sobre los muros, arcos de nervaduras se apoyan sobre unos
capiteles sencillos de columnas adosadas. En el centro, unas ojivas dobles son
sostenidas por cuatro columnas de mármol. Los capiteles son anchos y están
adornados con dos filas de hojas lisas que representan el citel, rosa de
agua de los estanques de Borgoña que dio nombre a la Abadía de
Cîteaux.
La iglesia abacial
Nave
La construcción de la nave de la iglesia se
inició después de la afiliación a la orden del cister, en 1145. Contrariamente
a la costumbre de la época, se iniciaron los trabajos por la nave. La bóveda de
medio punto que la cubre se eleva hasta los veinte metros. Los arcos que la
sostienen se apoyan sobre columnas geminadas, apoyadas en grandes pilares
cuadrados sobre ménsulas en cuarto de círculo, a dos metros del
suelo.
Cuenta con dos naves laterales con bóveda de
cañón que alcanza los catorce metros. Se comunican con la nave central mediante
grandes arcadas, sostenidas por columnas adosadas a pilares que reposan sobre
unos pedestales situados a la misma altura que la ménsula de la nave. En la
nave del sur se abren cinco capillas, construidas en el siglo XV.
Durante la época en la que la abadía tenía vida
monacal, se seguía una norma muy rigurosa que establecía que las ventanas sólo
podían tener cristales monocolor. Cuando Gustave Fayet adquirió Fontfreda las
vidrieras desaparecieron. Siguiendo el consejo de su amigo René Billa, músico y
pintor, se instaló en 1913 un nuevo vitral, ya con pleno colorido. Las cinco
vidrieras laterales de la zona norte representan la vida de san Francisco
de Asís.
Transepto
y coro
Construido con posterioridad a la nave, a
finales del siglo XII, el transepto fue reformado a principios del
siglo XV. En el crucero norte se abre una escalera que lleva directamente de la
iglesia al dormitorio de los monjes. En cada uno de los brazos del crucero se
abren dos capillas, orientadas al este. La más cercana al sagrario tiene forma
rectangular con cubierta plana, mientras que las otras están rematadas por un
pequeño ábside de cinco lados.
En la zona central, la clave está
sustituida por una abertura circular. El coro está cubierto con bóveda ojival.
En el lado del Evangelio pueden verse algunos restos de tumbas que se cree
correspondían a los vizcondes de Narbona.
Dormitorios
El
dormitorio de los monjes
Fue construido sobre la sala capitular a
principios del siglo XIII. En la zona oeste se encontraban ocho aberturas que
fueron cubiertas en 1250 cuando se elevaron las galerías del claustro. En 1910,
la sala se acondicionó como sala de música. Se instalaron vidrieras de papel y
se pintó un fresco con motivos de música sacra.
El
dormitorio de los hermanos legos
Se trata de una gran sala con bóveda realizada
en piedra rosada. En la zona más meridional se encontraba un granero. Son
visibles las aberturas laterales que servían para izar los sacos de grano. La
parte opuesta es la única que queda del dormitorio de los hermanos legos
después de las transformaciones del siglo XVIII.
Antiguo
refectorio y salas anexasEn origen esta sala se extendía perpendicular a
la galería norte del claustro, con una longitud de 24 metros. Podía acoger a
una cuarentena de monjes. En el siglo XVIII el refectorio se convirtió en
comedor. Durante la reforma, se dividió por la mitad y fue elevado mediante la
colocación de ventanas.
La oficina está decorada en estilo español.
Contiene un fresco realizado en cerámica que representa la vida cotidiana del
siglo XVIII. La cocina fue reconstruida a finales del siglo XVIII en el
antiguo scriptorium. Se conservó el horno de pan.
Puerta
románica y almacén
Esta puerta servía como entrada principal del
monasterio. Contiene un arco sin ningún tipo de ornamento. La clave está
tallada por una serie de líneas trapezoidales. Un imponente dintel de un solo
bloque sostiene el tímpano.
El almacén es una sala baja, arqueada y de
grandes proporciones. En el muro este, que limita con el callejón de los conversos,
quedan restos de una escalera que permitía la comunicación directa del almacén
con el dormitorio que se encontraba encima del mismo.
La
capilla de los extranjerosEn el exterior del claustro se encuentra la
única construcción que perdura del primitivo monasterio. Estaba destinada a
acoger a los peregrinos y a los extraños y permitirles asistir a los oficios
religiosos sin molestar a los monjes. En el siglo XIV,
los contrafuertes permitieron elevar el edificio y construir una
sala, que debió ser utilizada como capilla por los abades.
Abadía de
Pontigny
Abadía de Pontigny, fue
un monasterio cisterciense ubicado en Pontigny sobre
el río Serein, en la actual diócesis de Sens y departamento
de Yonne, Borgoña, Francia. Fundada en 1114, fue la segunda
de las cuatro grandes casas hijas de las Abadías del Císter. Fue suprimido
en 1791 durante la Revolución Francesa y destruido a excepción de la
iglesia. En 1843 fue refundada como comunidad de los Padres de San
Edmundo. En 1909 pasó a propiedad privada. En 1941 se convirtió en la
casa madre de la Misión de Francia, una prelatura territorial.
Hildeberto (o Ansius), un canónigo
de Auxerre, solicitó al abad Stephen Harding de Císter que
fundara un monasterio en un lugar que había elegido para este propósito. En
consecuencia, en 1114 San Esteban envió a doce monjes bajo la dirección
de Hugo de Mâcon, el primer abad y amigo y pariente de Bernardo de
Claraval, para establecer la nueva fundación. Bajo el abad Hugh y su
sucesor, Guichard, el nuevo monasterio desarrolló tal reputación de santidad
que atrajo a un número suficiente para poder establecer otros veintidós
monasterios cistercienses.
Muchos miembros de la comunidad de Pontigny
pasaron a ocupar altos cargos en la iglesia y muchos personajes distinguidos
buscaron refugio allí. Entre los primeros se encontraban, por ejemplo, el
beato Hugo de Mâcon, obispo de Auxerre (m. 1151); Girard
Mainard, cardenal obispo de Praeneste (m. 1202); y Robert,
Cardenal Titular de Santa Pudentiana (m. 1294). En la segunda mitad del s XII, tres arzobispos
ingleses, uno de ellos Tomas Becket arzobispo de Canterbury, pidieron asilo en el monasterio. El motivo de
ello se debía al hecho de que se habían enfrentado al rey Enrique II de Inglaterra.
Tomas Becket fue amigo de Enrique II.
El rey intentando controlar el poder
eclesiástico, nombro a su amigo Tomas Becket arzobispo de Canterbury, pensando,
que la soberanía del monarca unido a la amistad de Tomas Becket haría que
Becket se plegaria al monarca. Esto no pasó, Becket antepuso sus obligaciones
eclesiásticas antes que su sometimiento al rey, por lo que fue desterrado,
cobijándose en Pontigny.
Con el tiempo, Tomas Becket llego de nuevo a
normalizar sus relaciones con Enrique II y volvió a Inglaterra, pero de nuevo
se opuso al rey, por lo que este mando que lo asesinasen, hecho que sucedió
mientras decía la misa en 1170.
En 1172 es canonizado convirtiéndose en un
santo muy querido por el pueblo, hasta el punto que casi todas las catedrales
tendrán una capilla exvoto a Tomas Becket. Su fama fue tal, que hubo muchos
relicarios y se originaron muchas
peregrinaciones a Pontigny, volviéndose esta abadía muy importante.
A finales del s XII y principios de XIII se
construyó una nueva cabecera, el Nártex y un segundo claustro. Realmente en
Pontigny no observaremos muchas innovaciones ya que así todos los elementos
estaban ya en Sant-Dennis, por lo que
Pontigny es una obra retardataria entre 1185-1205.
Iglesia de la abadía de Pontigny
Exterior del ábside
Iglesia
consta de:
3 Naves, inicialmente prevista con bóveda de
arista que después se construyeron con crucería apoyada en ménsulas.
El primer monasterio de 1115 presentaba una
cabecera de capillas de testero recto y se tuvo que tirar abajo la capilla marcadas en puntitos para encajar la girola.
Transepto extendido con capillas en él. Las
capillas absidales estaban enrasadas con el muro, suministrando una
iglesia-fortaleza.
Como eran el abovedamiento en los tramos de la
girola, ya que los primeros tramos eran cuadrangulares, pero después eran
trapezoidales ajustándose a los muros. En el arranque se cubrían los tramos
cuadrados con bóveda de crucería.
Cuando la girola empezaba a girar
los tramos eran trapezoidales y planteaba un problema. En una bóveda de crucería
sobre arco de medio punto el centro geométrico de la bóveda de crucería sobre
los vértices de un trapecio se cruzan en un punto que no concuerda con el
centro geométrico del trapecio creando plementos que no son iguales y no contrarrestan.
Una solución podía ser bóveda de crucería sobre
arco apuntado y el centro geométrico coincide con el geométrico. Esta solución
se usa en el gótico regional como la catedral de Bourges y pasara como modelo a
la catedral de Burgos.
Una última solución que es la de la abadía
benedictina cluniacense de Sant-Dennis y Pontigny es una bóveda con nervios
quebrados (nervios partidos) que se ajusta la centro y llevando un nervio de
ligadura que es el que va del centro de la bóveda al arco de ingreso de la
capilla.
Sin embargo, a lo largo de los siglos, la
estricta disciplina original se relajó, especialmente a partir de 1456, cuando
la abadía fue entregada en commendam. En 1569 fue saqueada e
incendiada por los hugonotes, sólo se salvaron las reliquias de San
Edmundo. En parte restaurado, continuó existiendo hasta que fue suprimido
durante la Revolución Francesa. Los edificios monásticos fueron
destruidos en gran parte, pero la iglesia se salvó, debido al respeto en el que
aún se mantenía el culto de San Edmundo, y continuó en uso después de la
Revolución como iglesia parroquial.
En 1843 JB Muard estableció
aquí una comunidad de los Padres de San Edmundo.
Coro de la iglesia de la abadía
Nave central
Inglaterra
La abadía
de Kirkstall son las ruinas de un antiguo monasterio Cisterciense,
en las afueras de Leeds, en el condado de Yorkshire, emplazada en lo
que ahora es un parque público en la orilla norte del río Aire (River
Aire). Fue fundado en 1152 y tardó en construirse 75 años. Fue
cerrado durante la Disolución de los Monasterios bajo el reinado
de Enrique VIII. Las pintorescas ruinas se han dibujado y pintado por
artistas como J.M.W. Turner, Thomas Girtin y John Sell
Cotman.
La Abadía de Kirkstall fue donada por el Coronel
John Thomas North a la Corporación de la ciudad de Leeds, abriéndose
al público a finales del siglo XIX. El edificio de la casa del guarda o
portería se convirtió en un museo.
Los
edificios
Las casas cistercienses inglesas, de las que
nos quedan algunos hermosos ejemplos en Fountains, Rievaulx, Kirkstall,
Tintern, Netley, etc., fueron organizadas por el mismo plan, con ligeras
variaciones. Como por ejemplo la Abadía de Kirkstall que es una de las mejor
conservadas.
La iglesia es típicamente cisterciense, con un
pequeño coro de dos filas, transeptos y tres capillas que están hacia el este,
divididas por paredes. El conjunto arquitectónico es uno de los más estudiados.
Las ventanas no tienen ornamentación, y la nave no tiene triforio.
El claustro está situado al sur y ocupa prácticamente toda la longitud
de la nave. En el lado oriental se encuentran aisladas dos salas capitulares,
entre el transepto sur hay una pequeña sacristía, y en el otro lado hay
dos pequeños pisos, uno de los cuales fue probablemente la sala de audiencias.
Sobre todo este conjunto de edificios se extendían los dormitorios de los
monjes que comunicaba mediante escaleras con el transepto sur de la
iglesia.
En el lado sur del claustro tenemos
los restos del antiguo refectorio, que se extendía, al igual que en los
monasterios benedictinos, de este a oeste, y el nuevo refectorio, que, con el
aumento de los habitantes del monasterios, se extiende, como es habitual en las
casas cistercienses, de norte a sur. Al lado de estos apartamentos están los
restos de la cocina, despensa y mantequería. Los arcos del lavabo se pueden ver
cerca de la entrada al refectorio. El lado oeste del claustro, como de
costumbre, está ocupado por bodegas abovedadas, que soportan el peso de los
dormitorios de los hermanos laicos de la planta superior.
Desde el ángulo sureste del conjunto principal
de edificios se extienden las murallas y los restos de un segundo grupo de
edificios. Estos has sido identificados como el hospicio o como la casa del
abad, pero ocupan la posición donde debería encontrarse la enfermería. El
recibidor era una sala bastante amplia, que medía 25,3 metros de largo por 16
de ancho, y estaba dividido por dos filas de columnas. Los estanques de peces
estaban entre el monasterio y el río hacia el sur. El molino de la abadía se
encontraba a 73 metros al noroeste.
Claustros, entrada a la sala capitular
La Abadía
de Fountains en Yorkshire
del Norte, Inglaterra, es un monasterio cisterciense, fundado en 1132, hoy
monumento en ruinas. Es una de las abadías cistercienses más grandes y mejor
conservadas de Inglaterra.
La Abadía de Fountains fue fundada en 1132 como
resultado de un conflicto interno en la abadía de Santa
María en York. Trece monjes fueron expulsados y tras infructuosos
intentos de volver a la orden benedictina, fueron acogidos por el
arzobispo de York, Thurstan. Éste les cedió unos terrenos en el valle
del río Skell, donde los monjes disponían de todo lo que necesitaron para la
creación de un nuevo monasterio: era un lugar protegido de las inclemencias del
tiempo, había madera y piedra suficiente para la construcción de las
instalaciones, y además una fuente de agua potable. Los monjes solicitaron la
adhesión a la Orden del Císter en 1132. La abadía funcionó hasta 1539,
cuando Enrique VIII ordenó la supresión de los monasterios. Los
edificios de la abadía y unas 200 hectáreas de terreno fueron vendidos por la
Corona, el 1 de octubre de 1540, a Sir Richard Gresham, comerciante
de londinense, padre del fundador de la Bolsa de Londres, Sir Thomas
Gresham.
Esta abadía fue la tercera mayor de Inglaterra
después de la Abadía de Furness.
Arquitectura
La construcción de la abadía comenzó en 1132,
con roca de los alrededores, sin embargo los edificios del monasterio original
fueron alterados en la etapa posterior de la orden, por lo que el monasterio
perdió la estructura estricta del tipo cisterciense. La iglesia se levanta a
poca distancia al norte del río Skell, los edificios de la abadía se extienden
hacia el arroyo. El claustro está al sur, con las tres salas
capitulares aisladas y el calefactorio abierto al paseo
oriental, y el refectorio, con la cocina justo al lado.
Interior de la nave central
Paralela al camino occidental se encuentra una
inmensa bóveda, que no sigue el estilo del claustro, que sirve como
despensa y bodegas, y que soporta el peso de los dormitorios de los hermanos
laicos. Este edificio se extiende al otro lado del río. Las habitaciones de los
monjes fueron construidas en un lugar poco habitual, encima de las salas
capitulares, al sur del transepto.
Las peculiaridades de la distribución del
monasterio incluyen la posición de la cocina, entre el refectorio y
calefactorio, y de la enfermería (a menos que haya algún error en su
disposición) por encima del río al oeste, contiguo a las habitaciones de los
huéspedes. Además, hay un coro muy alargado, comenzado por el Abad Juan de
York, entre 1203 y 1211, y continuado por su sucesor, se da por concluido, como
en la Catedral de Durham, en el transepto oriental, gracias al trabajo del
abad Juan de Kent, entre 1220 y 1247; y hasta la torre, trabajo añadido no
mucho antes de la disolución, por el Abad Huby, entre 1494 y 1526, en una
posición poco habitual en la parte norte del transepto norte.
La Abadía
de Netley (Netley
Abbey) son las ruinas de un monasterio medieval del período
tardío, en el pueblo de Netley, cerca de Southampton,
en Hampshire, Inglaterra. La abadía fue fundada
en 1239 como una casa para los monjes católicos de la
austera orden Cisterciense. A pesar de ser una abadía de la
realeza, Netley nunca fue rica, no produjo ni eruditos, ni
influyentes clérigos y en sus casi 300 años de historia no sucedió
nada relevante. Los monjes eran más conocidos que sus vecinos, por la generosa
hospitalidad que ofrecían a los viajeros de tierra y mar.
En 1536, la Abadía de Netley fue cerrada
por el rey Enrique VIII de Inglaterra durante la disolución de
los monasterios y el edificio se convirtió en la mansión de William
Paulet, un rico político de la Casa Tudor. La abadía fue utilizada como
una gran casa de campo o mansión de campo hasta principios del siglo XVIII,
después de lo cual fue abandonada y parcialmente demolida para materiales de
construcción. Posteriormente las ruinas se convirtieron en una atracción
turística, y la fuente de inspiración para poetas y artistas del
movimiento romántico. A principios del siglo XX, el sitio fue donado a la
nación, y ahora es parte del Monumento planificado al cuidado del English
Heritage. Los numerosos restos abarcan la iglesia, los edificios
del claustro, la casa del abad y fragmentos de la demolición de
la mansión. La Abadía de Netley es uno de los monasterios
medievales cistercienses mejor conservados en el sur de Inglaterra.
Netley fue fundada
en 1239 por Peter des Roches, un poderoso político, funcionario
de gobierno, y Obispo de Winchester de 1205 a 1238.
La abadía fue uno de los dos monumentos que el obispo concibió para sí mismo;
el otro es La Clarté-Dieu in Saint-Paterne-Racan, en Francia. Des
Roches comenzó a adquirir los terrenos para la dotación inicial de Netley
aproximadamente en el año 1236, pero murió antes de que el proyecto fuera
terminado y la fundación fue completada por sus albaceas. Según la Crónica
de la Abadía de Waverley, los primeros monjes llegaron a establecerse en
el sitio el 25 de julio de 1239 de la vecina Abadía de Beaulieu,
un año después de la muerte del obispo. Como su fundador murió antes de poder
terminar la obra, la abadía comenzó su vida en una situación financiera
difícil. Se cree que hubo poco trabajo desarrollado en el monasterio hasta que
fue tomado bajo el alero del rey Enrique III, quien se interesó en la
abadía a mediados de 1240 y eventualmente asumió el papel de patrón en 1251.
Iglesia
Los frutos de patrocinio real fueron
demostrados por la construcción de una gran iglesia (72 metros de largo),
construida en el estilo de moda gótico de influencia francesa usado
por primera vez por los albañiles de Enrique III en
la Abadía de Westminster. La alta calidad y la naturaleza compleja de la
decoración de la iglesia, en particular sus molduras y tracerías,
indican un alejamiento de la austeridad deliberada de las primeras
iglesias cistercienses, hacia la grandeza apropiada para una catedral
secular. La construcción de la iglesia se efectuó de este a oeste. El presbiterio y
el transepto fueron construidos primero para permitir que los monjes
mantuvieran los servicios religiosos, y la nave se terminó con
el tiempo. No se sabe con precisión cuándo se iniciaron los trabajos de
construcción, pero las principales donaciones hechas por el rey Enrique
III, que fueron la madera para los techos y el plomo proveniente de Derbyshire en 1251 y 1252,
indican que algunas de las partes orientales de la iglesia, y probablemente
del claustro, estaban en una fase avanzada. La presencia de una piedra
fundacional en la base del cruce del muelle sureste que lleva inscrito "H.
DI. GRA REX ANGE" (del Latín: Enrique por la Gracia de Dios Rey
de los Ingleses), muestra que las bases del centro de la iglesia llegaron
a nivel del suelo después de 1251, el año en que Enrique III se convirtió
formalmente en el patrón de la abadía. La iglesia tardó muchas décadas en
completarse, y probablemente se terminó entre 1290 y 1320. La data de las
distintas partes del edificio se ha realizado principalmente para conocer la
autoría.
La ventana del este de la iglesia de la
Abadía de Netley
La iglesia tenía forma abovedada y cruciforme,
con un sector para el presbiterio y una baja torre central que
contenía las campanas. Al final del pasillo estaba el altar, con un par de
capillas al lado este de cada transepto. No hubo Triforio, sino una
estrecha galería coronada por un claristorio de triples ventanas
ojivales que corría por encima de la nave de la arcada, como puede
verse en la sección que sobrevivió en el transepto sur. La bóveda surgía
directamente a partir de la parte superior de la arcada. La pared en el
extremo oriental del presbiterio, construida probablemente después de
1260, poseía una gran ventana con un rosetón superior y
elaborada tracería; las ventanas del pasillo con forma ojival estaban en
pares y empotradas dentro de un arco. En la nave, en el ala sur del
pasillo, había tres arcos ojivales de forma simple en lo alto de la pared para
contener el techo del claustro. Las ventanas de la nave norte por estaban
ricamente decoradas con tracería lobulada, lo que refleja los cambios
en el estilo durante el largo período de construcción, y que sugiere que esta fue
una de las últimas partes de la iglesia en ser terminada, probablemente a
finales del siglo XIII o principios del XIV. La pared oeste de la iglesia
también poseía una gran ventana, la tracería fue destruida en un
colapso durante del siglo XVIII. Fragmentos conservados muestran que fue
construido en un "estilo más libre y
más avanzado" que otras partes de la iglesia, y sugieren una fecha en
torno a finales del siglo XIV.
Internamente, la iglesia se subdividió en
varias áreas. El altar mayor estaba contra la pared este del presbiterio,
flanqueado por dos pequeños altares en las paredes laterales. Al oeste,
debajo de la torre, estaba el sector del coro donde los monjes se sentaban
durante los servicios, y más hacia el oeste se encontraba el púlpito o leccionario que
bloqueaba el acceso a las áreas rituales de la iglesia.
En la nave, los hermanos legos tenían
sus propias sillas del coro y altar para sus servicios. Los monjes de Netley
mantenían un horario de servicios y oración de día y de noche hasta después de
las horas canónicas; una escalera en el sur del transepto subía
a los dormitorios de los monjes, lo que les permitía atender convenientemente
los servicios nocturnos. Los hermanos legos tenían su propio acceso a la
iglesia en el extremo oeste a través de una galería cubierta para su comodidad.
A diferencia de las órdenes rivales, como
los Benedictinos, que permitieron que la nave fuera utilizada
por los feligreses y visitantes, los cistercienses reservaron sus
iglesias exclusivamente para el uso de la comunidad monástica. Otros
tenían el culto en una capilla separada en los terrenos de la abadía cerca
de la puerta principal. Con el tiempo esta regla se relajó para permitir que
los peregrinos pudieran visitar los santuarios, como en la Abadía de
Hailes con su reliquia de la Santa Sangre, y para permitir la
construcción de tumbas y capillas para los patrones y ricos benefactores de la
casa, al igual que en las iglesias de otras órdenes. Las excavaciones muestran
que la iglesia de Netley incluyó una serie de tumbas y monumentos elaborados.
El interior de la iglesia fue ricamente
decorado. Las paredes estaban enlucidas y pintadas de blanco y marrón
con motivos geométricos y líneas diseñadas para dar la impresión de sillería.
Los detalles arquitectónicos también fueron elegidos en marrón. Los pisos
estaban cubiertos de azulejos policromos de encáustico con
prominentes diseños de follaje, bestias heráldicas, y escudos de armas,
incluyendo las de Inglaterra, Francia, el Sacro Imperio Romano, la
reina Leonor de Castilla, Ricardo de Cornualles y muchas
familias nobles poderosas. Las capillas en el ala sur del transepto,
tenían azulejos con símbolos de Eduardo el Confesor y la Virgen María.
Las ventanas de la iglesia estaban llenas de vidrio pintado, de los cuales se
han descubierto seis paneles. Muestran escenas de la vida de la Virgen María,
de la Crucifixión, de monjes, monstruos y humorísticos animales.
El
claustro y el ala este
Al sur de la iglesia se encuentra el claustro,
rodeado de edificios en tres de sus lados y la iglesia formando el cuarto. El
claustro era el corazón de la abadía, donde los monjes pasaron la mayor parte
de su tiempo cuando no estaban en la iglesia, participando en el estudio, la
copia de libros y la creación de manuscritos iluminados. Los escritorios
de los monjes fueron colocados al pie norte del claustro, y un armario para
libros fue tallado en la pared externa del ala sur del transepto.
El claustro mostrando el ala sur
del transepto de la iglesia y el ala este. Los arcos triples en el
centro son la entrada a la sala capitular.
El sector del este, que se inició al mismo
tiempo que la iglesia y probablemente tomó unos 10 años para ser construido,
contenía muchas de las habitaciones más importantes de la abadía. La
biblioteca abovedada y la sacristía estaban en la planta
baja junto a la iglesia. Al sur estaba la sala capitular, desde donde se
dirigía la abadía y donde los monjes se reunían para realizar transacciones
comerciales y para escuchar una lectura diaria de un capítulo de las Reglas
de San Benito. Ésta fue un magnífico apartamento dividido en tres corredores,
con bóvedas que surgían de cuatro columnas; un banco de piedra corría alrededor
de las paredes para que los monjes pudieran sentarse, y el trono del abad
estaba en el centro de la pared este. La entrada a la sala capitular desde
el claustro era a través de una puerta de arco elaboradamente moldeado,
flanqueada a cada lado por una ventana de tamaño similar. Los marcos de las
ventanas tenían columnas de Mármol Purbeck, formando el conjunto una
impresionante composición apropiada para el segundo espacio más importante en
la abadía después de la iglesia. Las ventanas a ambos lados de la puerta no habrían
tenido cristales, con el fin de permitir que los hermanos legos (que
no eran miembros de la orden capitular) pudieran escuchar los debates.
La sala capitular también se utilizó para entierros, tradicionalmente
los de los abades del monasterio. Cuando la habitación se excavó, los
arqueólogos descubrieron restos humanos dispersos y evidencia de tumbas debajo
del nivel del suelo medieval, lo que indica que un número de personas fueron
alguna vez enterradas allí.
El salón privado o parlour se situaba
al sur, era pequeño y austero, con forma de bóveda de cañón, un poco más
que un pasaje a través del edificio. Aquí los monjes podían hablar sin
perturbar el silencio del claustro, que las reglas Cistercienses exigían.
Al sur del parlour, corría un largo refectorio abovedado con una
hilera de pilares centrales que sostenían el techo. Esta habitación fue muy
alterada con el tiempo y probablemente sirvió para varios propósitos durante la
vida de la abadía. Inicialmente, puede haber sido usada como sala de día para los
monjes y también de alojamiento para los novicios, pero con el tiempo esta pudo
haber sido convertida en una "Sala
de Misericordia", donde los monjes (inicialmente sólo los enfermos,
pero después de la edad media todo el convento) podían comer carne, que no
estaba permitida en el comedor principal ya que la Regla de San Benito lo
prohibía.
El dormitorio de los monjes estaba en el piso
superior del ala este, una larga sala con un alto techo de dos aguas (donde aún
se pueden ver las marcas en el muro del transepto), que corría a lo largo del
edificio. Se podía acceder a través de dos escaleras: la escalera de día para
bajar al claustro en la esquina sureste y la escalera de noche que llevaba al
sur del transepto de la iglesia, para permitir a los monjes llegar fácilmente
de la cama al coro nocturno. Inicialmente, el dormitorio era una sala abierta,
con las camas de los monjes colocadas a lo largo de las paredes, cada una
debajo de las pequeñas ventanas hundidas en el muro. Durante el siglo XIV, las
necesidades de la vida común cambiaron y el dormitorio en Netley sería, como en
otras casas, dividido en cámaras con paneles para dar a los monjes su propia
habitación privada, aunque cada una abierta hacia el centro del corredor. El
tesoro se colocaba en una minúscula sala abovedada que estaba en el extremo
norte del dormitorio, probablemente ubicado ahí para que los hermanos pudieran
guardarlo durante la noche.
Necessarium y enfermería
Otro gran edificio se
extiende transversalmente en el extremo sur del ala este. La planta baja era en
una sala abovedada que tenía una gran chimenea del siglo XIII, con un
guardarropa de uso común. No está claro para qué se utilizó este espacio, pero
puede haber sido la enfermería monástica, si es así, hubiera sido de lo
más inusual, tal vez único. Normalmente, en un monasterio Cisterciense
medieval, una enfermería con sus propias cocinas, capilla y edificios
auxiliares se habría localizado al este de los principales edificios, alrededor
de un segundo claustro, más pequeño, pero en Netley éstos parecen estar
ausentes. Hasta el momento, las excavaciones no han revelado si Netley tuvo un
complejo de enfermería separado.
La planta superior de
este edificio fue el necessarium o letrina. Una habitación grande con
una puerta que conducía convenientemente al dormitorio de los monjes. Los
urinarios estaban en la pared sur y el efluente caía en un arroyo subterráneo
que corría por un pasaje abovedado debajo del edificio.
Al oeste del bloque
del necessarium estaba la despensa, una habitación donde los monjes almacenaban
vino (algunos de ellos traídos directamente de las bodegas del rey en
Southampton) y cerveza. Las excavaciones en esta área han revelado restos
fragmentarios que pueden ser parte de una cocina separada para una dieta más
rica en carne, permitido a los residentes de la enfermería.
Ala sur
Durante la conversión Tudor de la abadía a una
mansión, el ala sur fue ampliamente reconstruida, y sólo la pared norte de la
estructura medieval se mantiene, lo que hace el seguimiento los diseños monásticos difíciles. Yendo del
este a del oeste, se encontraba la "casa calefacción" donde el
fuego estaba encendido constantemente para que los monjes se calentaran después
de largas horas de estudio en el frío claustro. La habitación era probablemente
abovedada y con una gran chimenea en la pared del oeste para permitir que el
calor irradiara hasta refectorio de al lado. Es probable que en
Netley al igual que en su casa hermana "La Abadía de Fountains", la sala encima de la "casa
calefacción" fuese la habitación de los archivos, donde los monjes
guardaron los registros y títulos de propiedad, así como también documentos de
los Lords locales.
El refectorio se proyectaba hacia al sur desde
el centro del complejo, como era habitual en los monasterios Cistercienses.
Ha sido casi completamente demolido salvo la pared norte, aunque las bases
fundacionales subterráneas han sobrevivido y han sido excavadas. Fue una
larga sala con una tarima en el extremo sur, para el Abad e importantes
huéspedes. Había un púlpito en la pared oeste para dejar a un monje leer
mientras los hermanos comían. La cocina se encontraba al oeste; tenía una
chimenea central, como era costumbre Cisterciense, estaba ubicada en ese lugar
para a permitir que la comida que se sirviese a través de las escotillas fuera
tanto al refectorio de los monjes, como también al comedor separado para los
hermanos legos en el lado oeste.
Ala oeste
El ala oeste en la Abadía de Netley era pequeña
y no se extendía en toda la longitud que el lado oeste del claustro. Estaba
dividido en dos por la entrada principal original de la abadía, con una sala
exterior, donde los monjes podían recibir a los visitantes. Al norte de ésta,
en la planta baja, había bodegas para el almacenamiento de alimentos, y al sur
era el refectorio de los hermanos legos. A la planta superior se accedía
por una escalera desde el claustro, fue el dormitorio para los hermanos legos.
Netley fue una abadía tardía, construida en un momento en que estos hermanos
eran una parte cada vez menor de la comunidad Cisterciense, y es probable que
fueran pocos en número, por lo tanto, el tamaño de los alojamientos eran
pequeños. En algunas casas, como en la Abadía de Sawley, se construyeron
una serie de confortables salas para el uso de los funcionarios monásticos o
invitados importantes; en otros lugares, tales como la Abadía de Hailes,
el ala oeste se convirtió en una casa de lujo privada para el abad. Las
ruinas del ala oeste de Netley están demasiado demolidas para estar seguro del
uso de esos edificios, se sabe que estuvieron en la última parte del periodo
medieval.
Todos los edificios alrededor del claustro se
terminaron en el siglo XIV. Hubo posteriormente pocos cambios estructurales
importantes durante el período monástico a un lado de la re-bóveda del
transepto sur de la iglesia a finales del siglo XV. Es probable, sin embargo,
que hubo muchos cambios internos a raíz del aumento de los niveles de vida
durante la Edad Media (como se ve en la Abadía de Cleeve) aunque
no hay restos que hayan dejado alguna evidencia.
Precinto
Un edificio de piedra al este del complejo
principal se cree que ha sido la casa del abad. Contiene dos niveles de
apartamentos abovedados que consta de dos salas, alcobas, una capilla privada y
habitaciones de servicio. Al nivel superior se accede por una escalera
exterior, lo que permitió que esta planta pueda haber sido utilizada de manera
independientemente si era necesario.
El núcleo central del monasterio estaba rodeado
por un recinto que contenía un patio exterior (público) y un patio interior
(privado), jardines, establos, casas de huéspedes para los viajeros, estanques
de peces, la casa-granja y edificios industriales. El sitio fue defendido por
un gran banco y fosa, parte del cual sigue estando al este de la abadía. La
entrada estaba estrictamente controlada por una "casa del guarda" o gatehouse de entrada exterior e
interior.
Una capilla, conocida como "capella ante portas" (del latín:
capilla fuera de las puertas) fue colocada por fuera de la puerta de
entrada para el uso de los viajeros y de la comunidad local. De los edificios
del recinto, la casa del abad, el foso y los estanques de peces han dejado restos
visibles. El agua fresca de Netley estuvo
suministrada por dos acueductos que la traía desde varias millas al oeste y al
este de la abadía, desde el área de la actual Southampton
y Eastleigh. Los restos del acueducto oriental, ahora conocidos como Cauce
Tickleford, pueden ser vistos en los Jardines de Wentworth, en Southampton.
Alemania
Monasterio
de Maulbronn
El Monasterio de Maulbronn (en alemán: Kloster
Maulbronn) es uno de los monasterios cistercienses medievales mejor conservados de Europa.
Se sitúa en las cercanías de Maulbronn, Baden-Württemberg, Alemania y
está separado de la ciudad por un cinturón de fortificaciones. Ciudades
cercanas son Bretten y Knittlingen.
El monasterio, que aparece de manera destacada
en la novela de Herman Hesse Bajo las
ruedas fue declarado, en el año 1993, Patrimonio de
la Humanidad por la Unesco. La justificación para la inscripción fue
la siguiente: «El complejo de Maulbronn
es el más completo que se conserva de un establecimiento monástico cisterciense
en Europa, en particular debido a la supervivencia de sus amplios sistemas de
manejo del agua de canales y embalses».
En 2013, Alemania emitió una moneda
conmemorativa del Estado de Baden-Wurtemberg, eligiendo el monasterio como
imagen del Land.
El monasterio se fundó en 1147 bajo
los auspicios del primer Papa cisterciense, el Papa Eugenio III.
La iglesia principal, construida en un estilo transitorio
del románico al gótico, fue consagrada en 1178 por
Arnold, obispo de Espira. Después de la Reforma
protestante, el duque de Württemberg se apoderó del monasterio
en 1504 y construyó allí su pabellón de caza. A mediados
de siglo XVII, la anterior abadía se convirtió en un seminario
protestante, actualmente conocido como los Seminarios Evangélicos de
Maulbronn y Blaubeuren, que lo han ocupado desde entonces. Los clérigos
protestantes adaptaron los edificios monásticos para sus propias necesidades.
En este monasterio se han representado todas
las corrientes estilísticas, desde el románico hasta el gótico tardío. El
conjunto ofrece una imagen poco habitual de cohesión. La vida y el trabajo de
la orden desde el siglo XII hasta el siglo XVI pueden
ilustrarse con todo lujo de detalles. La agricultura de los monjes fue
considerada ejemplar en la región. Dentro del área del monasterio se practicó
la piscicultura y se construyó un complejo sistema de riego. Dentro
de los muros del monasterio estaban representados casi todos los oficios.
Incluso hoy en día se cultivan las viñas plantadas en su día por los monjes. Es
impresionante el buen estado de conservación del monasterio y la idea de
cohesión que transmite esta construcción al visitante moderno, con una casi
inalterada imagen de la vida medieval en su interior.
Se penetra en el monasterio por un gran portal que
se abre sobre los anexos del convento de arquitectura medieval (entramados). En
el ante-patio tenían lugar las actividades de los hermanos laicos:
edificio de maitines (rezos de la mañana), la forja y
el establo, el molino y la prensa. El monasterio propiamente
dicho es accesible por tres pesadas puertas, anteriormente cubiertas de piel de
cerdo, que llevan a la plaza de la iglesia.
El patio del monasterio está rodeado de
imponentes edificios de administración y vivienda, así como de torres y una
muralla de casi un kilómetro de largo. Los otros edificios - enfermería,
refectorio, bodega, auditorio, fragua, fonda, botería, molino, capilla, etc -
se fueron construyendo durante el siglo XIII. El resto de laterales del
claustro se remontan al siglo XIV, como la mayoría de las fortificaciones
y la fuente. La joya arquitectónica del monasterio es la capilla de la fuente
donde los monjes venían a lavarse las manos antes de la comida y donde se
cortaban barbas y tonsuras. Esta fuente, o lavatorio, estaba situada en el
claustro, pero no en medio del jardín, sino en uno de los laterales separada
del mismo. Se accedía directamente desde el pasillo del claustro.
La iglesia románica del monasterio, una
basílica de tres naves, es la construcción más antigua del lugar. Parte del
mobiliario es una sillería para 92 monjes, hecha de madera de roble y ricamente
decorada. La nave de la iglesia está separada en dos por
una balaustrada de piedra, que delimita la actividad espiritual de
los monjes y la actividad secular de los frailes laicos. En el solsticio
de verano, el 21 de junio un rayo de sol atraviesa
una vidriera e ilumina la corona de espinas de Cristo,
creando como rosas rojas en el lugar de las heridas. Por la nave lateral, se
accede al claustro.
Nave principal
Sólo la tracería de las ventanas
del claustro han guardado las, aparentemente, ilimitadas formas de
expresión del arte de cantería.
El Höllentreppe (la escalera del
Infierno), adornada con rosetones, conducía únicamente al dormitorio y al
cuarto de calderas, parte del convento que se calentaba.
Lavatorio
El Monasterio
Eberbach es
una antigua abadía cisterciense cerca de Eltville am
Rhein en el Rheingau. Con sus impresionantes
edificios románicos y góticos preclásicos, es una de las más
significativas obras artísticas en Hesse (Alemania).
En este monasterio se rodó en el invierno de
1985-1986 una gran parte de los interiores en la película El nombre de la
rosa.Fue fundado en 1136 por Bernardo de
Claraval como el primer monasterio cisterciense en la orilla este del Rin,
en el lugar ocupado previamente (1116-1131) por una fundación monástica del
arzobispo Adalberto de Maguncia, ocupada primero por canónigos
agustinos y posteriormente por monjes benedictinos.
Bodega del Monasterio Eberbach
Eberbach seguía las reglas de la Reforma
Cisterciense, las que exigían orientarse para la vida del monasterio siguiendo estrictamente
la regla benedictina (o Regla de San Benito). Según esta, los monjes
debían vivir del producto generado por el trabajo de sus propias manos. Este
mandamiento de ora et labora hacía la vida monástica en Eberbach muy
poco atractiva para los nobles, de tal modo que, durante todo el tiempo de
la historia de este monasterio, los monjes provinieron de capas sociales
plebeyas. Sin embargo, con el objetivo de organizar el trabajo y la oración,
surgió más adelante entre los cistercienses la separación en
diferentes estamentos.
Pronto se convierte en uno de los más grandes y
activos monasterios alemanes, a partir del que se fundan una serie de nuevos
establecimientos: la abadía de Schönau, cerca de Heidelberg en 1142;
la abadía de Otterberg en el Palatinado en 1144; la abadía de
Gottesthal cerca de Lieja en 1155 y la abadía de Arnsburg en
el Wetterau en 1174. Durante los siglos XII y XIII, el monasterio
alberga, al menos, a 150 monjes y hasta el triple de legos. La
abadía prosperaba económicamente, principalmente como resultado de la
producción de vino. Al menos catorce miembros de la familia de los condes
de Katzenelnbogen están enterrados en la iglesia. Entre ellos, el conde
Juan IV de Katzenelnbogen, que fue el primero en plantar vides de Riesling,
en un viñedo nuevo cerca de Rüsselsheim, en tanto que los monjes todavía
cultivaban uva tinta como Grobrot, la primera variedad de uva registrada en
Eberbach.
Hacia 1525 había un gran tonel, con un volumen
de entre 72.000 litros, cuyo contenido fue consumido por los rebeldes de
Rheingau, acampados junto al monasterio, durante la guerra de los
campesinos alemanes.
La abadía sufrió serios desperfectos en 1631
durante la guerra de los Treinta Años con el ataque de las tropas
suecas. Los monjes tuvieron que huir y en el saqueo se sustrajeron diversas
piezas de la iglesia y libros de su relevante biblioteca. Ya en 1635
retornarían 20 hermanos, para emprender las laboriosas tareas de
reconstrucción.
Durante siglo XVIII el monasterio vivió una
etapa de florecimiento económico. Los registros contables muestran que los
beneficios de los 30-40 monjes que vivían por entonces en la abadía se
invertían en el Mercado de capitales de Fráncfort del Meno. De
1704 a 1715 tiene lugar la reconstrucción barroca del espacio
interior de la iglesia.
Próximo Capítulo: Capítulo 2 - El Cister en España
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pintura. Electa. ISBN 84-8156-388-9. (Simbología del agua en la Edad
Media).
[1] La austeridad en el cister es mucho más
rigurosa que en los monasterios benedictinos (Cluniacenses).
Tendrán
una comida en el verano y dos en invierno. Solo comerán legumbres, aceite, sal
y agua.
[2] Los monjes del cister profesan una gran
devoción a la Virgen,
hasta el punto que según la tradición la Virgen impuso el hábito a Alberico. El autor
Cesáreo de Heisterlach escribe la obra “Los
diálogos” y nos cuenta que un monje cisterciense al subir al cielo pregunta
a San Pedro donde están los monjes del cister porque no ve a ninguno. San Pedro
le remite a la Virgen,
que abriendo su manto muestra a todos los monjes del cister refugiados bajo él. Esto forma parte de una
iconografía que después será tomada por los dominicos
[3] Plementeria.- conjunto de piedras o
dovelas de una bóveda de crucería. A cada uno de los paños se le llama plemento