Pintura
del Siglo de oro neerlandés – Segunda Parte
REMBRANDT HARMENSZOON
VAN RIJN,
(Leiden, 15 de julio de 1606-Ámsterdam, 4 de
octubre de 1669).
Más conocido simplemente como Rembrandt,
fue un pintor y grabador neerlandés. La historia del
arte lo considera uno de los mayores maestros barrocos de la
pintura y el grabado, siendo con seguridad el artista más importante de
la historia de los Países Bajos. Su aportación a la pintura coincide con
lo que los historiadores han dado en llamar la edad de
oro neerlandesa, el considerado momento cumbre de su cultura, ciencia,
comercio, poderío e influencia política.
Habiendo alcanzado el éxito en la juventud, sus
últimos años estuvieron marcados por la tragedia personal y la ruina económica.
Sus dibujos y pinturas siempre fueron muy populares, gozando también de gran
predicamento entre los artistas y durante veinte años se convirtió en el
maestro de prácticamente todos los pintores neerlandeses. Entre los
mayores logros creativos de Rembrandt están los
magistrales retratos que realizó para sus contemporáneos,
sus autorretratos y sus ilustraciones de escenas bíblicas. En
sus autorretratos, especialmente, se observa siempre la mirada humilde y
sincera de un artista que trazó en ellos su propia biografía.
Rembrandt tenía un profundo conocimiento de
la iconografía clásica y en sus pinturas y grabados solía
interpretarla libremente para ajustarla a su propia experiencia. Así, en la
representación de una escena bíblica Rembrandt solía combinar su propio
conocimiento del texto con su particular concepto de
la composición clásica y algunas observaciones anecdóticas de la
población judía de Ámsterdam. Por la empatía con que
retrató la condición humana, Rembrandt ha sido considerado «uno de los grandes profetas de la
civilización».
Ningún artista combinó nunca tan delicada
habilidad con tanta energía y poder. Diccionario Biográfico Chambers.
Rembrandt Harmenszoon van Rijn nació
el 15 de julio de 1606 en Leiden, Países Bajos. Fue el noveno hijo del
matrimonio formado por Harmen Gerritszoon van Rijn y Cornelia (llamada
familiarmente Neeltgen) Willemsdochter van Zuytbroeck. De familia acomodada
—su padre era molinero y su madre la hija de un panadero, profesiones
entonces muy lucrativas—, Rembrandt recibió su educación básica en latín,
y posteriormente asistió a la Universidad de Leiden. Según sus coetáneos,
el joven ya manifestaba una marcada afición a la pintura, que le llevó a
convertirse en aprendiz de un pintor de historia de Leiden llamado Jacob
Isaacsz van Swanenburg, con quien estudiaría durante tres años, de 1621 a 1623.
Tras un breve pero intenso aprendizaje de seis meses con el célebre Pieter
Lastman, en Ámsterdam, Rembrandt inauguró su propio estudio en Leiden en
1624 o 1625 —las fechas difieren según cada fuente—, que compartiría con su
amigo y colega Jan Lievens. En 1627, Rembrandt empezó a impartir clases de
pintura, y entre sus numerosos alumnos destacó Gerrit Dou. En 1629
Rembrandt fue descubierto por el estadista Constantijn
Huygens —padre del célebre matemático y físico Christiaan Huygens—,
quien le facilitaría importantes encargos de la corte de La Haya. Como
resultado de esta relación, el mismo príncipe Frederik Hendrik fue
adquiriendo obras de Rembrandt hasta 1646. A finales de 1631, Rembrandt se mudó
a Ámsterdam, la capital económica del país, que crecía vertiginosamente gracias
al comercio. Rembrandt empezó a trabajar como retratista profesional
de creciente éxito. Alojado temporalmente en casa de un marchante de arte
llamado Hendrik van Uylenburg, en 1634 contrajo matrimonio con su
prima Saskia. Saskia era una joven de buena familia: su padre había
sido abogado y burgomaestre de Leeuwarden. Cuando Saskia quedó
huérfana, siendo la hermana menor, tuvo que irse a vivir con su hermana
en Het Bildt. El matrimonio, celebrado en la iglesia local de Sint
Annaparochie, no contó con la asistencia de los parientes de Rembrandt. Ese
mismo año Rembrandt se convirtió en un miembro más de la burguesía de
Ámsterdam, así como de la sociedad local de pintores. Entre sus nuevos alumnos
figuraban Ferdinand Bol y Govert Flinck.
En 1635 el joven matrimonio se mudó a su nueva
casa, situada en el elegante barrio de Nieuwe Doelenstraat. En 1639 se
volvieron a mudar a la Jodenbreestraat, en el floreciente barrio judío,
aún más caro. En realidad, Rembrandt podía haber pagado sobradamente el piso,
pero al parecer su nivel de gastos siempre se mantuvo equilibrado con su nivel de
ingresos, y también pudo haber realizado algunas inversiones poco afortunadas.
De cualquier modo, la presencia judía en el barrio le dio la oportunidad de
encontrar rostros y figuras muy apropiadas para las escenas del Antiguo
Testamento que entonces empezó a pintar. Pese a la inicial bonanza
económica, con el paso del tiempo la pareja atravesó numerosos reveses: así, su
hijo Rombertus murió a los dos meses de su nacimiento, en 1635, y su hija
Cornelia murió a las tres semanas de edad, en 1638. En 1640 el matrimonio tuvo
una segunda hija, a la que también llamaron Cornelia, y que falleció al cabo de
un mes. Solo su cuarto hijo, Titus van Rijn (nacido en 1641) llegó a
alcanzar la madurez. Saskia falleció en 1642, al poco del parto de Titus, probablemente
por tuberculosis. Los dibujos de Rembrandt del lecho de muerte de su
esposa son imágenes profundamente conmovedoras. De cualquier modo, durante la
enfermedad de Saskia contrataron a Geertje Dircx como niñera de
Titus, y probablemente pasó a ser también la amante de Rembrandt.
Posteriormente acusaría a Rembrandt de perjurio y obtendría una indemnización
de 200 florines al año. Enterado de que Geertje había empeñado varias joyas que
Rembrandt le había regalado a Saskia, el pintor hizo lo posible para mantenerla
durante 12 años en un hospicio para pobres en Gouda.
A finales de 1640 Rembrandt comenzó una
relación con la mucho más joven Hendrickje Stoffelsdochter Jaegher, a quien
había contratado inicialmente como asistenta doméstica. El nacimiento en 1654
de su hija Cornelia motivó el envío de una carta acusatoria de parte de su
iglesia reformada, en la que se le incriminaba «haber cometido los actos
de una prostituta con Rembrandt el pintor». Habiéndolo admitido públicamente,
fue excomulgada. Rembrandt, en cambio, no tuvo que enfrentar ningún cargo,
puesto que no era miembro de dicha iglesia. Aunque el matrimonio era válido a
efectos legales, Rembrandt no se casó con Henrickje para no hacer peligrar la
herencia de Titus, hijo de su anterior matrimonio.
Rembrandt siempre vivió por encima de sus
posibilidades, invirtiendo en arte —a veces pujando por sus propias pinturas—,
grabados —que solía utilizar en sus pinturas— y todo tipo de curiosidades. En
1656 ya se tomaron ciertas medidas en los juzgados para impedir su declaración
de bancarrota, y el artista tuvo que vender la mayoría de sus pinturas y
buena parte de su colección de antigüedades. La lista de objetos subastados se
ha conservado, y da una idea de las posesiones materiales del pintor: dibujos y
pinturas de los viejos maestros flamencos, bustos
de emperadores romanos, fragmentos de armaduras japonesas,
curiosidades traídas de Extremo Oriente, y colecciones de rarezas
naturales y minerales. Los beneficios de estas ventas, realizadas
entre 1657 y 1658, resultaron decepcionantes, de modo que en 1660 no tuvo más
remedio que vender su casa y su taller de grabado y mudarse a un
apartamento más modesto en Rozengracht. Rembrandt aún gozaba de cierto
prestigio, y tanto las autoridades como sus acreedores solían mostrarse
bastante tolerantes. Paradójicamente, la sociedad de pintores de Ámsterdam lo
consideró un escándalo, y adaptó sus reglamentos para que nadie que estuviese
en una situación económica como la de Rembrandt pudiese comerciar como pintor.
Para evitar esta medida, Hendrickje y el propio Titus abrieron su propio
negocio de arte en 1660, en el que Rembrandt trabajaba como «empleado».
Así, en 1661, esta «agencia artística» recibió el encargo de realizar una pintura para
el recién construido ayuntamiento, pero solo después de que Govert
Flinck, el artista que había recibido inicialmente el encargo falleciese sin
haber dado una sola pincelada. Desgraciadamente, la obra resultante —La
conspiración de Claudius Civilis— fue rechazada y devuelta al pintor; el único
fragmento conservado es solo parte de la obra realizada. Fue por entonces
cuando Rembrandt, gravemente afectado por la edad y la pobreza, admitió
a Aert de Gelder como su último alumno. Hacia 1662 aún recibía
encargos importantes de retratos de las personalidades de su entorno. El
mismo Cosme III de Médici, gran duque de Toscana visitó a
Rembrandt en su domicilio, cuando llegó a Ámsterdam en 1667.
Rembrandt sobrevivió tanto a Hendrickje
—fallecida en 1663— como a su hijo Titus, que murió el 7 de septiembre de 1668,
dejándole una nieta. Rembrandt murió un año después del fallecimiento de su
hijo, el 4 de octubre de 1669, y fue enterrado en una tumba sin nombre en
el Westerkerk de Ámsterdam.
Obra
En una carta a Huygens, Rembrandt ofrece el
único testimonio conservado sobre sus aspiraciones como artista: [alcanzar] el
movimiento más grande y más natural si con esto se refería a sus objetivos
materiales o de otro tipo es algo sujeto a la especulación, de cualquier modo
Rembrandt representa la fusión entre lo corpóreo y lo espiritual como pocos
pintores en el arte occidental.
A principios del siglo XX, algunos estudiosos
estimaron la obra de Rembrandt en unas 600 pinturas, casi 400 grabados y cerca
de 2000 dibujos. Investigaciones realizadas desde 1960 hasta la actualidad
—lideradas por el Proyecto de Investigación Rembrandt, coordinado por varios
expertos holandeses sobre el pintor— han reducido esta cifra en unas 300
pinturas, aunque no sin generar cierta polémica. Respecto a los grabados,
generalmente realizados mediante punta seca o al aguafuerte, la
cifra estimada es más estable, y se aproxima a las 300 piezas. Es probable que
Rembrandt realizase más de los 2000 dibujos que se le atribuyen, pero incluso
esa cifra es posiblemente demasiado elevada según los estudios contemporáneos.
En cierto momento se contaban hasta 90
autógrafos distintos de Rembrandt, aunque en la actualidad se sabe que muchos
de sus alumnos debían copiar sus pinturas como parte de su aprendizaje.
Investigaciones más recientes han reducido esta cifra hasta las 40 pinturas,
suprimiendo algunos dibujos y 31 grabados, entre los cuales se cuentan algunas
de las imágenes más representativas del grupo. Muchos de sus autorretratos le
muestran con ropajes anacrónicos, o haciéndose muecas a sí mismo. Sus autorretratos
muestran la evolución desde el atribulado joven con talento, y el pintor
exitoso de la década de 1630 hasta los sombríos retratos de su vejez, de enorme
profundidad psicológica. Juntos componen la imagen de un hombre que atravesó
todos los estados de la vida, y cuya expresión refleja las fuertes sacudidas
que sufrió su espíritu a lo largo de su existencia.
Entre las características más notables de su
obra se destacan su uso del claroscuro, el
manejo escenográfico de la luz y la sombra —fuertemente influido
por Caravaggio, o, más posiblemente, por la escuela de
los Caravaggisti de Utrecht— adaptados a sus propios fines.
Igualmente destacables son su visión dramática y emotiva de temas que
tradicionalmente habían sido tratados de una forma impersonal: Rembrandt se
caracteriza por el sentimiento de empatía que desprende su visión de la
humanidad, independientemente de la riqueza o la edad del retratado. Su propio
entorno familiar —su mujer Saskia, su hijo Titus, su amante Hendrickje— suelen
aparecer de forma visible en sus pinturas, en ocasiones representando
temas bíblicos, históricos o mitológicos.
Períodos,
temas y estilo
A lo largo de su carrera, Rembrandt haría suyos
los géneros del retrato, el paisaje y
la pintura narrativa. Por esta última sería especialmente ensalzado
por sus contemporáneos, que le consideraban un maestro en la interpretación de
pasajes bíblicos por su profundidad emocional y su cuidado de los detalles. Estilísticamente,
su pintura evolucionó de la suavidad de sus principios —caracterizada por una
excelente técnica de representación ilusionista de formas— a un
tratamiento posterior, más “áspero”,
que invocaba las cualidades del objeto mediante la calidad táctil o “impasto” con que figuraba en la pintura,
que al parecer se debe al uso de plumbonacrita en sus óleos, algo que
muy pocos pintores han empleado. En cuanto al grabado, podría hablarse de un
desarrollo similar. En las obras ejecutadas en su madurez, especialmente a partir
de finales de la década de 1640, la libertad y el aliento de sus dibujos
encontrarían expresión también en los medios impresos. En estas obras se
combinan tema y técnica de tal modo que en ocasiones, una gran superficie vacía
puede sugerir un espacio, mientras que en otras una compleja trama de líneas
articula el volumen de formas en penumbra.
Leiden
(1625-1631)
Fue durante el período de Rembrandt en Leiden (1625-1631) cuando se puede
hablar de una mayor influencia de Lastman. Es probable hablar también de cierto
influjo de Lievens durante aquella primera etapa de formación. Las pinturas de
esta época son bastante pequeñas, pero ricas en detalles, especialmente en
vestiduras y joyería. Los temas
preferidos en esta etapa son obras religiosas y alegóricas, al igual que los tronies, género popularmente holandés. En
1626 Rembrandt produjo sus primeros grabados, y la rápida difusión
característica de este medio le ganaron fama internacional. En 1629
pintó Judas, devolviendo las monedas de plata y El artista en su
estudio, obras que evidencian su progresivo interés en el uso de la luz y el
enriquecimiento de sus registros matéricos; esta obra constituye el primer gran
progreso de su carrera y un punto clave en su crecimiento como pintor.
Primer período
en Ámsterdam (1632-1636)
Un típico retrato de 1634, cuando
Rembrandt gozaba de un enorme éxito comercial.
Durante sus primeros años en Ámsterdam, Rembrandt comenzó a pintar
escenas bíblicas y mitológicas de carácter más dramático,
fuertemente contrastadas y en grandes formatos. A esta época pertenecen El
cegamiento de Sansón (1636), La fiesta de Belshazzar (c. 1635) y
la Dánae que emulaba el estilo
barroco de Rubens. Con la ayuda
ocasional de asistentes en su taller de Uylenburgh, Rembrandt satisfizo
numerosos encargos de retratos, tanto pequeños (Jacob de Gheyn III) como
grandes (Retrato del armador Jan Rijcksen y su esposa, (1633); La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp,
fechado en 1632).
Segundo
período en Ámsterdam (1636-1650)
A finales de la década, Rembrandt había
producido apenas algunas pinturas y pocos grabados de tema paisajístico. Comúnmente, estas pinturas
solían destacar el aspecto dramático de la naturaleza, reflejada en árboles
desarraigados y nubes ominosas (Casa de campo ante un cielo tormentoso,
1641; Los tres árboles, 1643). A partir de 1640, Rembrandt fue eliminando
los rasgos más pintorescos y su estilo se volvió más sombrío y comedido, quizás
debido a las tragedias personales que ya habían empezado a sucederle. Del mismo
modo, las escenas bíblicas que había pintado desde su juventud pasaron de
centrarse en el Antiguo Testamento a
representar pasajes del Nuevo Testamento. En
1642 recibió el encargo de La ronda de
noche —su mayor obra y el encargo de retrato colectivo más
importante que recibió en este período— y en el que trató de encontrar nuevas
soluciones compositivas y narrativas a cuestiones surgidas en obras anteriores.
A lo largo de la siguiente década, las pinturas
de Rembrandt adoptaron diversidad de tamaños, técnicas y estilos. La tendencia
anterior a crear efectos dramáticos mediante fuertes contrastes de luz y sombra
(claroscuro) dio paso a una iluminación
frontal y a mayores y más saturadas zonas de color.
Simultáneamente, las figuras empezarían a disponerse paralelamente al plano del
cuadro. Estos cambios pueden ser vistos como un retorno a la composición clásica y, considerando el mayor
trabajo de pincelada, pueden sugerir cierta familiaridad con el estilo veneciano. De esta época son obras
como Susana y los viejos, (1637-1647). Al mismo tiempo, se da una visible
reducción de obras pintadas en favor de grabados y dibujos de paisajes. Esta
obra gráfica incorpora el valor dramático a partir de pacíficas escenas rurales
holandesas.
La ronda
de noche o La ronda nocturna, 1642 (es el nombre por el que se conoce
comúnmente una de las más famosas obras
maestras del pintor neerlandés Rembrandt, pintada entre 1640 y 1642.
Este cuadro es una de las joyas de la exposición permanente del Rijksmuseum de Ámsterdam, pinacoteca especializada en arte neerlandés.
Aunque el título del lienzo como La ronda
de noche está históricamente consolidado, su nombre original fue La
compañía militar del capitán Frans Banninck Cocq y el teniente Willem van
Ruytenburgh. Este, que quizá fuese su verdadero título, fue descubierto
gracias a la inscripción hallada en un boceto preparatorio:
Boceto de
la pintura para el Gran Salón del Kloveniersdoelen, en la cual el joven Heer
van Purmerlandt (Frans Banninck Cocq), como capitán, ordena a su lugarteniente
Heer van Vlaerderdingen (Willem van Ruytenburgh), que ponga en marcha la
compañía cívica.
El cuadro fue llamado en el siglo
XIX Patrouille de Nuit por la crítica francesa, y Night Watch
por Sir Joshua Reynolds; de ahí el nombre
por el que se le conoce popularmente. El origen de este título surge de una
equivocación de interpretación, debida a que, en esa época, el cuadro estaba
tan deteriorado y oscurecido por la oxidación del barniz y la suciedad acumulada, que sus
figuras eran casi indistinguibles, y parecía una escena nocturna. Después de su
restauración en 1947, cuando se eliminó este barniz oscurecido, se descubrió
que el título no se ajustaba a la realidad, ya que la acción no se desarrolla
de noche sino de día, en el interior de un portalón en penumbra al que llega un potente rayo
de luz que ilumina intensamente a los personajes que intervienen en la
composición.
La obra fue encargada por la Corporación
de Arcabuceros de Ámsterdam para
decorar el Groote Zaal, ‘Gran Salón’, del Kloveniersdoelen, sede de
la milicia. Debido a esto, Rembrandt usó monumentales dimensiones para el
lienzo.
En ella aparece la milicia del capitán Frans
Banninck Cocq en el momento en el que éste da la orden de marchar al alférez
Willem van Ruytenburch. Detrás de ellos aparecen los 18 integrantes de la
Compañía, que pagaron una media de cien florines al
pintor por aparecer en el cuadro, una suma más que considerable para la época.
Los dos oficiales probablemente pagaron más, por el lugar privilegiado que
ocupan en el cuadro. En total, Rembrandt cobró 1600 florines por este cuadro.
Al ser la compañía de arcabuceros una institución municipal, La ronda de
noche sigue siendo propiedad del Ayuntamiento de Ámsterdam, que la cede al
Rijksmuseum en préstamo de uso sin contraprestación económica.
Los personajes aparecen captados por el pintor
holandés tal y como los pudo contemplar en numerosas ocasiones en el momento en
que a diario la compañía se preparaba para formar y salir a continuación
ordenadamente para recorrer la ciudad en su misión de vigilantes del orden.
Además, en el cuadro aparecen tres niños corriendo y un perro que animan la
escena.
El encargo, que debía ser concluido para el
banquete de inauguración de la sede de la compañía, fue, junto a otros retratos corporativos, parte de la
conmemoración de la llegada en 1638 a
Ámsterdam de la reina madre María de
Médicis, viuda de Enrique IV de
Francia, exiliada por orden de su hijo Luis XIII y del intrigante cardenal Richelieu. Esta visita regia a la
capital holandesa fue celebrada por sus autoridades con gran pompa y boato.
El pago del trabajo se retrasó debido a que no
cubrió las expectativas de los miembros de la milicia, por no estar
perfectamente definida la presencia de la mayoría de ellos. A pesar de su
calidad, también pasó desapercibida para la crítica en su día. La escena de la
compañía forma parte fundamental de la tradición holandesa de retratos
colectivos que surgió en la llamada “Edad
de Oro del arte holandés”. Autores contemporáneos como Frans Hals se dedicaron casi en
exclusiva a este tipo de retratos de encargo.
Personajes principales
·
Capitán
Frans Banninck Cocq o Banning Coq (1605–1655): capitán de la
compañía y figura central que vertebra los ejes del cuadro. Con la mano indica
la orden a su teniente y la alarga al espectador, incluyéndolo en la escena.
Pese a evitar un orden jerárquico en la distribución de los miembros de la
milicia, Rembrandt le otorga la posición predominante que su cargo le reserva.
·
Teniente
Willem van Ruytenburch o van Ruytenburgh (1600-1657): teniente
de la compañía, es el que recibe la orden de preparar la compañía para la
formación. Ruytenburch era de baja estatura, y, para que no quedara muy
disminuido junto al gigantesco capitán Cocq, Rembrandt lo realza empleando en
su uniforme un tono amarillo al que hace vibrar iluminado por un rayo de sol.
·
La
niña: es un personaje clave en el cuadro, por ser el único femenino y servir de
foco de luz. La niña no se encuentra en penumbra y las sombras no la tocan.
Parece un espectro que poco tiene que ver con el resto de los personajes. Por
esta inusual cualidad, muchos críticos ven en la niña un retrato de Saskia
van Uylenburgh (1612-1642), primera esposa del pintor, que murió
prematuramente en el año en que fue pintado el lienzo, posiblemente de tuberculosis.
Saskia era habitual modelo de muchos de los retratos del autor. Viste un traje
amarillo limón y en la cintura le cuelga un gallo blanco con pinceladas azules
—el emblema de la compañía—, que Rembrandt representó de esta singular manera,
en sustitución del habitual blasón de este tipo de retratos colectivos.
Personajes
secundarios
El resto de los personajes del lienzo son los
siguientes quince miembros de la milicia cívica (de izq. a der.): Reinier
Engelen, Jan Pietersen Bronchorst, Elbert Willemsen, Herman Jacobsen
Wormskerck, Jan van der Heede, Jan Visscher Cornelissen, Claes van
Cruijsbergen, Jan Ockersen, Jan Andriaensen Keijser, Walich Schellingwou, Jan
Claesen Leijdeckers, Barent Harmansen Bolhamer, Rombout Kemp, Paulus
Schoonhoven y Jacob Jorisz.
Estructura
Rembrandt se apartó de lo convencional,
evitando una escena estática y formal, y generando, en cambio, una de acción,
más del gusto del Barroco imperante. Muestra a los soldados apurados
para embarcarse en una misión (que tipo de misión, o si se trataba de un
patrullaje ordinario es todavía motivo de discusión). Este ordenamiento es
completamente original y constituye un nuevo modo de concebir el retrato
colectivo. Su estilo causó la contrariedad de algunos miembros de la milicia,
que por su ubicación en el fondo de la escena son difícilmente distinguibles. A
diferencia de cuadros de la misma temática, en que la disposición de las
figuras siguen un orden jerárquico preciso, el pintor basó la colocación de los
personajes únicamente en razones plásticas. Los rígidos cánones de los retratos
corporativos sólo traducían rutina y convencionalismo e imposibilitaban la
expresión personal y dramática.
Sin embargo, la composición aparentemente
desordenada está en realidad construida de un modo racional según los dos ejes
medios del rectángulo que conforma el lienzo:
·
Eje
horizontal: Determina el telón de personajes que sirve de apoyo a las dos
figuras principales, en primer plano. Los cuatro personajes con trajes de
colorido característico dominan el grupo central, dirigiendo la mirada del
espectador hacia ellos mismos.
·
Eje
vertical: Determina la posición del capitán con su traje negro, que se ve
apoyado por la figura aneja del teniente, éste de amarillo claro. Esta dos
figuras hacen que la escena quede centrada, girando a su alrededor el resto de
componentes.
·
Las diagonales que
forman la larga lanza y el asta de la bandera se cruzan en el centro luminoso
de la escena, encuadrando los tres grupos de personas con una línea imaginaria,
quedando los dos mandos de la compañía en la posición preponderante de la
escena.
La sensación de espacio en diferentes niveles:
el de la penumbra del portalón, el de la calle radiante de sol y el del
observador, se asemeja a otros juegos compositivos típicamente barrocos como se
pueden encontrar en Las Meninas de Velázquez o en El
jardín del amor de Rubens.
Color y
luz
El dibujo, apenas esbozado, queda disminuido
por la importancia del color y la luz, siendo poco nítidos los contornos de las
figuras. Influido por Caravaggio, Rembrandt usa el tenebrismo y
el claroscuro, creando fuertes contrastes entre la penumbra y la luz. La
luz proviene de la izquierda, según la dirección de las sombras proyectadas.
Esta luz, a pesar de su concepción realista, no actúa uniformemente, sino que
ilumina y destaca a ciertos personajes y relega a otros a la sombra. En
ocasiones parece que nace del interior de las figuras, como en el caso de la
niña que corre. La iluminación es la gran protagonista de este cuadro, porque
recrea una atmósfera mágica de penumbras doradas, sombras envolventes y luces
cegadores.
El color está aplicado con pinceladas
espontáneas. El cromatismo del lienzo se desarrolla en tonos cálidos de las
tierras y los ocres, con las excepciones del rojo del echarpe de capitán, del
soldado del largo arcabuz a su derecha, del blanco ocre de la chica, detrás, y
del uniforme del lugarteniente. Usa tonalidades opuestas para contrastar como
el uniforme claro y oscuro de las dos figuras centrales, el negro riguroso del
capitán resaltando el blanco de su golilla o incluso el tono dorado de la
penumbra en contraste con las caras iluminadas.
Ubicación
El emplazamiento original para el que fue
pensado el lienzo fue el Groote Zaal, Gran Salón,
del Kloveniersdoelen, sede municipal de la Compañía de Arcabuceros de la
capital holandesa. Este edificio fue destruido y reemplazado a mitad del siglo
XIX por el actual hotel Doelen. En 1715, La ronda de noche se
trasladó al Ayuntamiento de Ámsterdam en la plaza Dam. Sus grandes
dimensiones hicieron que fuese mutilado en esta época cuando le fue cortada una
franja en el lateral izquierdo y superior, eliminando a tres de los personajes
de la escena. Conocemos su aspecto originario debido a diferentes copias
anteriores a 1715, entre las que destaca una réplica de Gerrit
Lundens conservada en la National Gallery de Londres.
Cuando las tropas napoleónicas ocuparon los
Países Bajos y Napoleón entronizó a su hermano Luis como
rey de Holanda en 1806, el Ayuntamiento se convirtió en Palacio
Real (aún mantiene esta función real) y los magistrados municipales
trasladaron el cuadro a la Trippenhuis, es decir, la casa de la familia
Trip. Inmediatamente, Napoleón ordenó su vuelta a palacio y se mantuvo allí
hasta la caída del Imperio Napoleónico. Tras esto, La ronda de
noche volvió a la Trippenhuis ya convertida en
el Rijksmuseum, como Galería Nacional de Arte de los Países Bajos.
En 1885, se finalizaron las obras del actual edificio del Rijksmuseum y el
cuadro se trasladó a su ubicación actual.
Durante la II Guerra Mundial, para salvar
el patrimonio artístico durante el conflicto, los fondos más importantes del
Rijksmuseum fueron depositados en diferentes búnkers denominados
Refugios Nacionales construidos en las dunas
de Heemskerk y Zandvoort. En 1942, los cuadros se volvieron
a trasladar a refugios en Steenwijk y Maastricht.
La ronda de noche estuvo oculta durante
cinco años siendo su último emplazamiento un búnker en el subsuelo de la
capital del Limburgo. Fue separada de su marco y enrollada en un cilindro.
El 25 de junio de 1945, La ronda de noche volvió a
Ámsterdam, siendo restaurado en el taller del Rijksmuseum.
Vandalismo
Aparte de la mutilación del siglo
XVIII, La ronda de noche ha sido objeto de algunos ataques
vandálicos. El 14 de septiembre de 1975, un desequilibrado
mental atacó la obra con un cuchillo haciéndole numerosos cortes en
zig-zag.
El lienzo fue restaurado con éxito, aunque aún
pueden apreciarse in situ las huellas de este atentado. En 1985, un
visitante del museo roció la pintura con un spray de ácido que
llevaba oculto. La rápida intervención de los guardias de seguridad y el agua
que le fue pulverizada neutralizaron el ácido que afortunadamente no llegó a
tocar el lienzo y sólo dañó el barniz. De nuevo, la obra fue restaurada por
completo.
La ronda
de noche en el Barroco
La ronda de noche es uno de los cuadros
representativos de la obra pictórica de Rembrandt, por las novedades
compositivas y técnicas que aporta. Es la aportación del genio holandés a la
pintura barroca. No es el único retrato colectivo que realiza Rembrandt, y
aunque relevantes, el autor prefirió los retratos unipersonales y de pequeñas
dimensiones (entre ellos sus autorretratos).
Retratos
colectivos de Rembrandt
El siglo XVII fue una época de
grandes cuadros compuestos por numerosos personajes siguiendo la tipología
del barroco. Cercanos a Rembrandt, trabajan otros grandes genios de la
pintura como Peter Paul Rubens o Frans Hals, que realizaron
grandes telas con retratos colectivos. Rubens prefirió el tema mitológico o
religioso en abigarradas escenas con multitud de elementos. Hals por su parte
se dedicó a los tradicionales retratos corporativos en la ciudad
de Haarlem, dotándolos de gran riqueza psicológica en su ejecución. Por
otro lado, desde una óptica distinta, Diego de Velázquez compone
también telas monumentales con técnica similares a las de Rembrandt, aunque la
temática es complementaria. Velázquez realiza escenas históricas al servicio de
la corte española, sin duda una empresa mayor que un cuadro por encargo de una
compañía militar y pagado a cuotas. Pero el uso de la disposición aparentemente
descuidada y la distribución de elementos para centrar la atención al centro
del lienzo es común entre ambos pintores.
Período
tardío (1650-1669)
Hacia 1650, el estilo de
Rembrandt volvió a transformarse. Regresa a los grandes formatos, los colores
se vuelven más intensos y las pinceladas más pronunciadas. De este modo, el
pintor se alejaba de los rasgos distintivos de su primera época, cuando tendía
a trabajar más los detalles. Algunos autores han señalado que pueda deberse a
una progresiva identificación con el trabajo de artistas como Tiziano, inscribiendo este período su toma
de postura en el debate entonces vigente sobre la primacía del “acabado” o la calidad matérica de la
pintura.
Autorretrato de 1658, una obra
maestra en su estilo tardío; «el más
sereno y el más grande de todos sus retratos».
Expertos en la obra de Rembrandt han señalado
en ocasiones la “tosquedad” de la pincelada del Rembrandt de este período, pero
se sabe que el mismo autor desaconsejaba a sus visitantes que observasen sus
obras desde demasiado cerca. De cualquier modo, este énfasis en las cualidades
táctiles de la obra puede remontarse a la pintura medieval, que solía
representar las cualidades matéricas de los objetos representados imitando su
textura sobre el lienzo. El resultado de este tratamiento es un despliegue de
recursos pictóricos que combina transparencias a menudo aparentemente azarosas,
las cuales sugieren profundidad y textura de una manera ilusionista y a la vez
muy personal.
En los últimos años, sus pinturas de tema
bíblico tendieron a una mayor personalización de las figuras y sus emociones
individuales. (Santiago Apóstol, 1661). Rembrandt comenzó en 1652 una serie de
autorretratos impregnados de reflexión, y hasta el año de su muerte realizaría
15 versiones de este tema; así como numerosas y emotivas imágenes de hombres y
mujeres enamorados, vivos y ante Dios (La novia judía, 1666). Algunos
autores señalaron al respecto:
En los
últimos retratos de Rembrandt nos sentimos enfrentados cara a cara con personas
reales; sentimos su calidez, su necesidad de simpatía y también su soledad y
sufrimiento. La mirada firme y certera que conocemos tan bien gracias a los
autorretratos de Rembrandt tiene que haber sido igualmente capaz de mirar
directamente al corazón humano.
Y también, sobre La novia judía:
Ésta es
una imagen de un amor maduro, una maravillosa amalgama de riqueza, ternura y
verdad...esas cabezas, en su verdad, tienen un halo espiritual que ningún
pintor influido por la tradición clásica podría alcanzar jamás...
El pintor
en su estudio, Hacia 1626-1628
Óleo sobre lienzo. 25,5 cm × 32 cm. Museo de
Bellas Artes, Boston, Estados
Unidos.
El cuadro representa el estudio de un pintor,
no se sabe si era el mismo del propio Rembrandt: las paredes desnudas, el
pavimento de madera sin pulir, la mesa en penumbra son definidos con el
acostumbrado realismo del artista, que hace pensar en una copia del natural. Es
un entorno austero, sin decoración, en el que aparece una figura vestida
llamativamente, con un gabán que le queda demasiado grande. El personaje
retratado no es reconocible, encontrándose en la zona de sombra de la pintura.
Algunos reconocen en él a Rembrandt, otros, en lugar de ello, al alumno Gerrit Dou.
En el caso de ser Rembrandt, se trataría de su
primer autorretrato. Su vestimenta lujosa subraya la
idea de que el pintor no es un mero artesano sino ejecutor de un trabajo
distinguido.
La posición del pintor, alejada respecto a la
tela, puede referirse al consejo del mismo Rembrandt, de observar el trabajo en
su totalidad.
Jeremías
prevé la destrucción de Jerusalén, 1630
Óleo sobre lienzo. 58 cm × 46 cm.
Rijksmuseum, Ámsterdam
La obra está firmada y datada “RHL 1630”. Es
una obra juvenil del artista.
La obra representa a un anciano ricamente
vestido sentado a los pies de una roca: al fondo se ve una ciudad destruida por
un incendio. Esta figura ha sido identificada con los personajes
de Lot y Anquises, pero la opinión generalizada es que se trata
de Jeremías, que se encuentra entristecido por la visión de Jerusalén
destruida. Confirmando esta tesis aparece una figura que huye del fuego
cubriéndose los ojos: sería el rey Sedecías, capturado y cegado por los
soldados de Nabucodonosor. Además, Jeremías tiene cerca de sí objetos
preciosos, que le fueron dados por Nabucodonosor, según el relato
de Flavio Josefo.
La figura está situada en diagonal, en un
entorno infinito. El fondo está pintado en tonos marrones, en general sombrío.
Sin embargo, destacan las vestiduras bordadas, los objetos de bronce y la
intensa iluminación de su rostro apesadumbrado.
Autorretrato,
1658
Óleo sobre lienzo. 133,7 cm. 103,8. Colección
Frick.
De los muchos autorretratos que Rembrandt pintó
durante toda una vida, este es quizás el más grande, no solo por sus
conmovedoras revelaciones del yo, sino por su manejo seguro de la pintura. El
efecto inicial en los espectadores es desalentador, como si estuvieran enfrentando
a un monarca de mal humor. El extraño disfraz que lleva es atemporal. En lugar
de una corona, lleva una gran boina de terciopelo de artista. Sostiene un
bastón de pintor como si fuera un cetro. Sin embargo, este sentimiento de
incómoda confrontación disminuye a medida que estudiamos el rostro.
La cautela y la impaciencia parecen un velo que
oscurece la expresión real del hombre, borrosa y marcada por el tiempo, los
dolores y la enfermedad. Sin embargo, Rembrandt tenía solo cincuenta y dos años
en 1658 cuando firmó y fechó este retrato. También era un hombre pequeño, pero
representó a su figura en dimensiones monumentales. Es casi como si decidiera
empaquetar toda su vida en esta imagen de sí mismo, tanto lo que había sucedido
antes como lo que le esperaba. Las manos gigantescas que se ciernen ante
nosotros son cruciales para el efecto del retrato, y nos recuerdan la
dependencia de Rembrandt de ellas.
Lección
de anatomía del Dr Nicolaes Tulp, 1632
Óleo sobre lienzo. 169,5 cm ×
216,5 cm. Mauritshuis, La Haya, Países Bajos.
Es el primer retrato de grupo pintado
por Rembrandt, que tenía entonces 26 años. Fue un encargo del potente gremio de
los cirujanos, de los cuales Tulp, famoso médico de Ámsterdam, era un
representante eminente. Un cuadro de similares características fue pintado
por Thomas de Keyser en 1619.
En 1828 se decidió la venta pública de este
cuadro en favor de la caja de las viudas de cirujanos. El rey Guillermo
I impidió esta venta y ordenó comprar esta obra maestra para su «gabinete
real de pinturas».
El cuadro muestra una lección
de anatomía impartida por el doctor Nicolaes Tulp a un grupo de
cirujanos. El doctor Nicolaes Tulp está representado explicando
la musculatura del brazo a profesionales de la medicina. El
cadáver pertenece al criminal Aris Kindt (Adriaan Adriaanszoon), de
41 años, ahorcado ese mismo día por robo a mano armada. Algunos de
los espectadores son varios patrones que pagaban comisiones por ser incluidos
en la pintura.
El evento puede fecharse el 16 de enero de 1632:
la cofradía de cirujanos de Ámsterdam, de la que Tulp era el anatomista
oficial de la ciudad, permitía sólo una disección pública al año, en
invierno, para mejor conservación del cuerpo, y éste tenía que ser de un criminal
ejecutado. Por ello, las clases de anatomía con disección fueron en
el siglo XVII actos poco frecuentes y espectaculares, hasta el punto
de convertirse en acontecimientos sociales. Tenían lugar en salas de
conferencias que eran realmente teatros; en este caso era el Waag, un «teatro de anatomía». Podían asistir a la
lección estudiantes, colegas y el público en general, a cambio del pago de la
entrada. Los espectadores están vestidos de manera adecuada a una ocasión
social tan solemne. Se piensa que, con la excepción de las figuras del fondo y
la izquierda, estas personas fueron añadidas a la pintura más tarde.
Además de Nicolaes Tulp están representados
también los cirujanos Jacob Blok, Hartman Hartmanszoon, Adraen Slabran, Jacob
de Witt, Mathijs Kalkoen, Jacob Koolvelt y Frans Van Loenen. Sus nombres están
en la lista que uno de ellos tiene en su mano.
Este cuadro de Rembrandt fue restaurado varias
veces y en vida del pintor sufrió varios cambios que pueden observarse en
estudios por rayos X. Se pueden observar dos datos médicos interesantes: el
brazo diseccionado es más largo que el derecho, por lo que se supone que el
modelo es de otro «paciente». Adolece
también de un error anatómico, pues el músculo flexor superficial no se inserta
en el húmero, en el sitio donde fue pintado. También la mano derecha es
distinta y se supone que fue pintada después, de otro modelo.
Falta una persona: el preparador, cuya tarea es
preparar el cuerpo para la lección. En el siglo XVII un científico importante
como el doctor Tulp no se involucraba en la tarea menor y sangrienta de la
disección, y tales tareas se dejaban a otros. Es por esta razón que la pintura
no muestra instrumentos con los que cortar. En lugar de ello se ve en la
esquina inferior derecha un enorme libro de texto abierto, sobre anatomía,
posiblemente el de 1543 De Humani corporis fabrica (De la estructura
del cuerpo humano), de Andrés Vesalio.
Especialistas modernos han comentado la
exactitud de los músculos y los tendones pintados por un
Rembrandt de 26 años. No se sabe dónde obtuvo tal conocimiento; es posible que
copiara los detalles de un libro de texto de anatomía.
El cadáver está tumbado al estilo de Cristo
muerto, con lividez cadavérica. La cara del cadáver queda parcialmente en
sombra, sugiriendo la umbra mortis (sombra de la muerte), una técnica
que Rembrandt utilizaría con frecuencia.
Esta obra está firmada y datada en la esquina
superior derecha: REMBRANDT. F[ecit]:1632. Es el primer caso conocido en
el que Rembrandt firmaba un cuadro con su nombre de pila en lugar de las iniciales RHL (Rembrandt
Harmenszoon de Leiden), y esto es un signo de su creciente confianza
artística.
En 2006, en el diario neerlandés de medicina,
el Nederlands Tijdschrift voor Geneeskunde, aparece un artículo en el cual
la lección de anatomía de Nicolaes Tulp fue a su vez objeto de una «disección».
La disposición anatómica, tal como se presenta sobre el cuadro, no parece
exacta.
Es cierto en todo caso que, si toda lección de
anatomía comienza sistemáticamente por una evisceración, ésta de Rembrandt que
se concentra en el movimiento de los dedos y la anatomía de la mano oculta un
profundo misterio.
El cuadro presenta a todos aquello de lo que se
trataba por entonces en el mundo del conocimiento y de los saberes: el
movimiento. Movimiento del alma (Descartes, entonces exiliado en Holanda),
movimiento de los planetas (Galileo está en pleno pleito en Italia),
y también el movimiento del cuerpo.
El noble
eslavo (El noble oriental), 1632
Óleo sobre lienzo. (Museo Metropolitano de
Arte, Nueva York)
En 1632, Rembrandt pintó el retrato del
comerciante de Amberes Marten Looten, al que probablemente corresponde también
esta figura de oriental.
En 1729, al dispersarse la colección Looten,
fue vendido en subasta “un príncipe turco
o primer visir, pintado con arte y fuerza por Rembrandt”.
El cuadro salió de nuevo a subasta en 1850,
junto con toda la colección del difunto rey Guillermo II de Holanda. En 1920,
el último propietario lo donó al Metropolitan Museum de Nueva York.
El lienzo representa a un desconocido modelo
holandés retratado con un traje de estilo oriental: la figura, de tamaño
natural, destaca ante un fondo indefinido, en su mayor parte dejado en sombra.
El hombre lleva un manto iluminado por reflejos dorados y un imponente turbante
blanco: algunos detalles de su atavío, como las joyas y el fleco que le cae
sobre el hombro, están tratados con gran sentido del detalle y sorprenden por
su viveza.
El lienzo pertenece al género llamado de las “cabezas a la oriental”, que Rembrandt
cultivó desde su juventud, primero con la intención de estudiar del natural las
figuras bíblicas que luego introduciría en sus cuadros de historia y después
con el único propósito de pintar imágenes exóticas y ricas en sugerencias.
No podemos saber, por la falta de atributos específicos,
qué personaje del Antiguo Testamento pretendió figurar el pintor.
El noble eslavo se remonta a la época del
traslado a Amsterdam, en la cual Rembrandt eligió para sus cabezas de
orientales un formato grande y realizó sus primeros experimentos de pintura
sobre lienzo al tiempo que seguía utilizando la tabla.
Como muchas obras de los primeros años, también
ésta fue probablemente ejecutada en competición con Jan Lievens: se ha
observado que existe una figura suya vestida y colocada de manera parecida,
asimismo caracterizada por un gran turbante blanco (Potsdam, Sansouci).
Cristo en
la tormenta sobre el lago de Galilea, 1633Óleo sobre lienzo. Museo Isabella
Stewart Gardner, Boston.
La pintura narrativa más llamativa
de Rembrandt en América, “Cristo
en la tormenta en el mar de Galilea”, es también su único paisaje marino
pintado. Con fecha de 1633, se hizo poco después de que Rembrandt se mudó a
Amsterdam desde su Leiden natal, cuando se estableció como el pintor líder de
retratos y temas históricos de la ciudad. La representación detallada de la
escena, las expresiones variadas de las figuras, la pincelada relativamente
pulida y el colorido brillante son característicos del estilo temprano de
Rembrandt.
La escena bíblica enfrenta a la naturaleza
contra la fragilidad humana, tanto física como espiritual. Los discípulos
afectados por el pánico luchan contra una tormenta repentina, y luchan por
recuperar el control de su barco de pesca cuando una gran ola se estrella sobre
su proa, arrancando la vela y acercando peligrosamente la nave a las rocas en
el primer plano izquierdo. Uno de los discípulos sucumbe a la violencia del mar
vomitando a un lado. En medio de este caos, solo Cristo, a la derecha,
permanece tranquilo, como el ojo de la tormenta. Despertado por las
desesperadas súplicas de ayuda de los discípulos, los reprende: “¿Por qué
teméis, hombre de poca fe?” Y luego se levanta para calmar la furia del viento
y las olas. La agitación de la naturaleza es causa y metáfora del terror que se
apodera de los discípulos, magnificando la turbulencia emocional y, por lo
tanto, el impacto dramático de la imagen.
La pintura muestra la capacidad del joven
Rembrandt no solo para representar una historia sagrada, sino también para
captar nuestra atención y sumergirnos en un drama pictórico en desarrollo. Para
mayor inmediatez, describió el evento como si fuera una escena contemporánea de
un barco de pesca amenazado por una tormenta. El espectáculo de oscuridad y luz
formado por los mares agitados y el cielo ennegrecido atrae inmediatamente
nuestra atención. Luego quedamos atrapados en las aterrorizadas respuestas de
los discípulos, cada uno meticulosamente caracterizado para alentar y mantener
una mirada empática y prolongada. Solo una figura nos mira directamente
mientras se estabiliza agarrando una cuerda y agarrándose la gorra. Su cara
parece familiar por los autorretratos de Rembrandt.
El
Descendimiento de la cruz, 1633
Óleo sobre lienzo. 89´5 x 65 cm. Alte
Pinakothek (Munich)
El descendimiento de la cruz formaba parte,
junto con La erección de la Cruz, de una serie sobre la Pasión de Cristo
pintada por Rembrandt para el Príncipe Frederik Hendrik, estatúder de
los Países Bajos entre 1625 y 1647. Esta escena se realizará hacia
1633, por lo que sería de las primeras que pintó el artista para la serie. La
luz es utilizada por Rembrandt para destacar la escena principal: la figura de
Cristo y el sudario blanco que varios personajes sujetan para bajar al
Redentor. El resto de la composición queda en penumbra aunque se pueden
apreciar las siluetas y algunas figuras entre las sombras. Esta iluminación
está claramente inspirada en Caravaggio y en el naturalismo
tenebrista. Como buen pintor barroco, Rembrandt se preocupa por el
movimiento interesándose por los escorzos que algunas veces son casi excesivos,
como el de Cristo. También se preocupa por organizar la composición a base de
diagonales. Ambas características parecen inspiradas en la fuerte personalidad
de otro maestro barroco, Rubens. Para hacer referencia a que el suceso se
desarrolla en Oriente, coloca una figura vestida a la moda oriental, similar
a El noble Eslavo, en primer plano y de perfil. Se suele especular que la
figura vestida de azul que participa en el descendimiento, sería el
autorretrato de Rembrandt, algo muy habitual en aquellos tiempos aunque no
tomando parte activa en la escena, como ocurre en este cuadro.
El rapto
de Europa” 1632,
Óleo sobre tabla, 62 x 77 cm, The Paul J. Getty
Museum, Los Angeles)
Este cuadro de Rembrandt está basado
en una de las historias de Las metamorfosis de Ovidio. Según nos
cuenta este poeta romano, el dios Júpiter, que era un pendón desorejado, se
transformó en un precioso toro de color blanco para camelarse a una princesa
fenicia llamada Europa, hija del rey de Tiro. Europa estaba jugando con sus
amigas en la orilla del mar cuando se les acercó este extraño animal, manso
como un corderito. Fascinadas con él, empezaron a tejer guirnaldas de flores
para decorar sus cuernos. Europa no pudo resistir la tentación de sentarse
sobre el lomo del toro, momento que aprovechó el dios para salir de estampida
hacia el mar y llevársela nadando hasta Creta. Allí recuperó su forma humana y
se benefició a la chica.
Los artistas siempre suelen pintar el momento
del rapto, que es el que más juego da. En el cuadro de Rembrandt, la pobre
Europa se agarra aterrorizada al toro y mira hacia sus compañeras, que se han
quedado boquiabiertas en la orilla. Detrás de ellas, vemos el carro de Europa,
decorado con oro, como corresponde a una princesa. Y más al fondo, una ciudad
costera con un puerto, que probablemente sea una alusión a Ámsterdam, ya que
los holandeses, al igual que los fenicios, eran grandes comerciantes marinos.
Lo que más llama la atención de la obra es la
forma en que Rembrandt ha pintado la luz, con el cielo nuboso, una ligera bruma
que envuelve la ciudad, y un pequeño claro por el que pasan los rayos de sol y
que funciona como un foco que ilumina directamente al toro, a Europa y a sus
amigas.
Judit en
el banquete de Holofernes 1634
Óleo sobre lienzo, 143 x 154,7 cm, firmado y
fechado en el brazo del sillón: «REMBRANDT, F. 1634». Museo del Prado
Un lienzo de formato casi cuadrado muestra a
una mujer joven de facciones carnosas y larga cabellera suelta, sentada en un sillón,
con una mano apretada contra el vientre y la otra apoyada en la mesa que tiene
al lado. Está espléndidamente ataviada con un vestido de ricos bordados bajo
una prenda sin mangas blanca y brillante y un cuello de armiño. Se adorna con
abundancia de perlas en una diadema, un collar y pulseras en ambas muñecas y de
sus hombros cae una cadena de oro con piedras rojas y azules, prendida sobre el
pecho con un broche. Sobre la mesa, cubierta con un tapete de bello dibujo,
aparece un gran infolio abierto. Abajo, a la izquierda, una criada adolescente,
con la diestra cubierta por un paño, le presenta una copa en forma de concha de
nautilus con montura de oro, y en el fondo apenas se distingue una figura con
turbante. La radiografía revela numerosas modificaciones hechas por Rembrandt y
probablemente por otra mano posterior, sobre lo que primero se pintó en el
lienzo. La introducción de cambios, pequeños unas veces y otras grandes, es
típica del método de Rembrandt, y aquí se observa, por ejemplo, en que el infolio
abierto no ocultaba parte de la mano izquierda de la mujer hasta una fase muy
avanzada de la ejecución, a la vez que la pulsera de perlas que caía sobre la
muñeca izquierda, se colocó más arriba. Y al fondo a la izquierda había al
principio otra figura distinta, una mujer que llevaba un chal y adelantaba una
mano con un objeto indefinido; es casi seguro que su sustitución por la cara
sonriente que hoy vislumbramos, pintada con tosquedad, sea obra de otro pintor,
probablemente el mismo que repintó otras zonas del fondo. Un formato tan
cuadrado es raro en Rembrandt y, aunque nada lo demuestre, cabe la sospecha de
que el lienzo fuera recortado por alguna razón. El contenido de la escena sigue
siendo materia de discusión. Entre las explicaciones que se han propuesto hay
dos que parecen igualmente verosímiles: o bien se trata de Artemisa recibiendo
las cenizas de su esposo mezcladas con vino, o de Sofonisba cogiendo la copa
envenenada que su esposo le envía. Ambos asuntos, ilustrativos del tema de la
mujer de sangre noble que demuestra su amor verdadero a su marido, se
encuentran en la pintura neerlandesa del siglo XVII. En la colección del
estatúder Federico Enrique había una pintura de Rubens (Bildergalerie,
Potsdam-Sanssouci) que en 1632 se documentó como Artemisa, y en fecha posterior
del mismo siglo como Sofonisba; aunque no ofrece ninguna semejanza formal con
la obra del Prado, es posible que fuera conocida por Rembrandt, que en esta
época tenía muy presente la producción del maestro flamenco. La historia de
Artemisa, narrada por Valerio Máximo en sus Hechos y dichos
memorables (IV, 6) y por Aulo Gelio en sus Noches áticas (X, 18,
3), se refiere a la esposa de Mausolo, sátrapa de Caria en Asia Menor, que al
enviudar le sucedió y mandó erigir en su memoria el gran mausoleo de
Halicarnaso, considerado como una de las siete maravillas del mundo antiguo.
Queriendo hacerse sepulcro vivo del cuerpo de su marido, bebió sus cenizas
mezcladas con vino y murió. Sofonisba, según cuenta Tito Livio en el libro XXX
de sus Décadas (12 y 15), era hija de un general cartaginés, y por
dos veces se unió en matrimonio a reyes de Numidia aliados de Roma. Tras ser
hecha prisionera por Escipión, bebió un cáliz envenenado que le hizo llegar su
segundo esposo, prefiriendo la muerte a la infidelidad. Se ha argumentado que
algunas representaciones anteriores de uno y otro asunto, como las de Georg
Pencz, que ilustró ambos temas en grabados de pequeño formato, respaldan la
identificación con Artemisa. Pero, a menos que el objeto que sostiene la mujer
del fondo se interprete como una bolsa que contuviera las cenizas del esposo de
Artemisa, no hay ningún detalle concreto en el cuadro que incline la balanza
hacia una de las dos alternativas. Sin embargo, en 2008 Teresa Posada Kubissa,
conservadora de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Museo del Prado,
presenta una nueva interpretación iconográfica de esta escena, Judit en el
banquete de Holofernes, y ya con este título aparece en el catálogo de pintura
holandesa publicado por el Museo Nacional del Prado en 2009. La protagonista
presenta en sus rasgos faciales una semejanza general con la modelo que
Rembrandt repitió en otras figuras clásicas o mitológicas de la misma época,
como Belona (Metropolitan Museum of Art, Nueva York)
o Flora (National Gallery, Londres), pintadas, respectivamente, un
año antes y un año después que el lienzo del Prado. En el pasado se sugirió que
la modelo para todas ellas fuera Saskia, la esposa del artista desde 1634, que
aparece con frecuencia en dibujos, aguafuertes y pinturas. En el caso de la
obra del Prado esa identificación no parece convincente al compararla con el
único retrato documentado de Saskia, el dibujo a punta de plata hecho con
ocasión de sus esponsales en 1633 (Kupferstichkabinett, Berlín). Es posible que
pintara a otra mujer en este retrato histórico, entonces en boga en los Países
Bajos, pero parece más probable que se trate sencillamente de un tema clásico
para el que empleó a una modelo del tipo que prefería por aquellos años, y que
tenía un leve parecido con Saskia. Esta pintura es muy característica de
Rembrandt durante sus primeros y florecientes años en Amsterdam. Empleando los
recursos de un punto de vista bajo, la colocación de la figura en ángulo con la
mesa y, sobre todo, el contraste dramático de luz y sombra, que otorga un gran
énfasis a la protagonista, Rembrandt logra el efecto arrollador que alcanzaría
su cima en las pinturas de un par de años después. La joven sirvienta, vista de
perfil perdido y con la cabeza en sombra, conduce la mirada inexorablemente
hacia la figura central, con sus ademanes imperiosos y su mirada de soslayo a
ese objeto exquisito que encierra su destino. Solo su gesto impasible y sin
expresión deja algo que desear; tenemos la sensación de que la dolorosa elección
moral ya está hecha, y que lo único que queda es poner en práctica la
resolución tomada. Utilizando los colores fríos que prefería por entonces,
Rembrandt pinta con pinceladas sueltas y abiertas que modelan visiblemente la
redondez de las formas, al tiempo que crean una textura casi tangible en los
ricos dibujos del traje y el tapete. Es una obra suntuosa y extrovertida que
pretende impresionar al espectador.
La fiesta
de Belsasar, entre 1635 y 1638
Óleo sobre lienzo. 167,6 cm × 209,2 cm. Galería
Nacional, Londres
La pintura es el intento de Rembrandt de
establecerse como pintor de grandes pinturas históricas barrocas
desconoce la fecha de la pintura, pero la mayoría de las fuentes dan una fecha
entre 1635 y 1638.
La historia de Belsasar y la escritura
en la pared se origina en el Libro de Daniel del Antiguo
Testamento. El rey de Babilonia, Nabucodonosor, saqueó el
templo de Jerusalén y robó los artefactos sagrados, como las copas de
oro. Su hijo Belsasar usó estas copas para una gran fiesta donde la mano
de Dios apareció y escribió la inscripción en la pared profetizando la caída
del reinado de Belsasar. El texto en la pared dice “mene, mene, tekel, upharsin”. Los eruditos bíblicos interpretan que
esto significa que “Dios ha contado los
días de tu reino y lo ha puesto fin; has sido pesado en la balanza y
encontrado falto; tu reino es entregado a los medos y persas”.
La inscripción en la pared es un elemento
interesante en esta pintura. Rembrandt vivía en el barrio judío de
Amsterdam y “derivó la forma
de la inscripción hebrea de un libro de su amigo,
el erudito rabino e impresor, Menasseh ben Israel, sin embargo, tradujo
mal uno de los caracteres y los ordenó en columnas, en lugar de derecha a
izquierda, como se escribe en hebreo”. Este último detalle es esencial
ya que se relaciona con la pregunta de por qué Belsasar y sus asesores no
pudieron descifrar la inscripción y tuvieron que llamar a Daniel para que los
ayudara con ella. La historia bíblica no identifica el lenguaje del
mensaje críptico, pero generalmente se asume que es Arameo, que, como el
hebreo, está escrito en filas de derecha a izquierda y no en columnas de
derecha a izquierda como en la pintura. Aunque no existe una explicación
aceptada de por qué los sacerdotes babilónicos no pudieron descifrar la
escritura, el punto de esta disposición poco convencional: leer el
texto de la pintura en el orden convencional de izquierda a derecha en filas da
como resultado un mensaje confuso. - puede sugerir por qué el texto resultó incomprensible
para los sabios babilónicos; de hecho, esta explicación está de
acuerdo con la opinión del amora Shmuel, que se menciona en el Talmud
de Babilonia, Tractate Sanhedrin, entre varios puntos de vista
disidentes.
El manejo de los materiales pictóricos de Rembrandt
y su técnica pictórica en La fiesta de Belsasar son excepcionales y
no se comparan con ninguna de sus otras obras. La paleta de esta pintura
es inusualmente rica y abarca pigmentos tales como bermellón, esmalte, plomo-estaño-amarillo, lagos
amarillos y rojos, ocres y azurita.
En 1834, el cuadro fue robado a su entonces
propietario Charles Everingham, un comerciante de cuadros que vivía en Bride
Lane Londres. Fue sacado de la casa por Frederick Worseldine, hijo de John
Worseldine, que ocupaba habitaciones en la casa propiedad de Charles
Everingham. Charles se perdió la pintura de la habitación donde se
almacenaron las pinturas el 3 de septiembre de 1834. La pintura fue rastreada
hasta una tienda propiedad de un Sr. Russell, donde Frederick le pidió a su
empleado, Richard Jennings-Ford, que empeñara la pintura por 8
chelines. Ante la sospecha de que la pintura fue robada, a Frederick se le
dijo que fuera a buscar a un John Baxter, de quien Frederick dijo que era el
dueño. Frederick dejó la pintura con Richard y luego regresó con un hombre
que decía que era John Baxter. Richard sabía que el hombre no lo era y se
negó a darle tanto la pintura como los 8 chelines solicitados a
Frederick. Frederick fue hecho prisionero por un policía y acusado de
haber robado el cuadro. También se perdieron otras pinturas por las que
Federico y Enrique, su hermano, fueron juzgados el mismo día que Federico fue
juzgado por robar la pintura de la Fiesta de Belsasar. Los juicios
tuvieron lugar el 16 de octubre de 1834 en Old Bailey. Henry fue declarado
no culpable, pero Frederick fue declarado culpable de todos los cargos y
trasladado a Tasmania.
También hay otros hechos a tener en cuenta con
la familia encabezada por John Worseldine (1783-1848). Sus hijos William y
George tuvieron una discusión en 1831 que resultó en la muerte de George
después de recibir un puñetazo en el estómago. William no fue
acusado. Además, el nombre de John Worseldine fue llevado a la corte una
vez más después de su muerte cuando William Sheward en abril de 1869 fue
condenado por asesinar y desmembrar a su esposa Martha Frances en 1851 mientras
estaba en Norwich. John antes de casarse tenía una relación con Martha y
William Sheward trató de afirmar que ella se había ido para estar con él en Australia,
pero, por supuesto, en ese momento John estaba muerto. William fue
condenado y ahorcado en el castillo de Norwich.
El
sacrificio de Isaac, 1635
Óleo sobre lienzo, 193 cm × 133 cm. (Museo del
Hermitage, San Petersburgo)
En los cuadros de temática bíblica, Rembrandt
se convierte en un pintor tremendamente barroco interesado por el
movimiento y por la violencia dramática de los temas, igual que
hacía Rubens por aquellas fechas. Abraham recibió el mandato de Dios
para que sacrificase a su hijo Isaac, tenido a edad ya madura. Sin dudarlo,
Abraham construyó un altar y sobre él se disponía a matar a su vástago cuando
oyó una voz del cielo que le frenó. Había demostrado su obediencia y acabó
sacrificando un cordero. El momento elegido por el artista es el de mayor
tensión al representar al ángel enviado por Dios sujetando el brazo de Abraham,
lo que provoca que el cuchillo con el que se iba a realizar el sacrificio caiga
al suelo. Mientras tanto, el anciano sujeta con su mano izquierda la cabeza del
pequeño Isaac, cuyo cuerpo está en un profundo escorzo. La luz es utilizada por
el pintor para acentuar aún más el momento intenso y dramático ya que
procedente de la izquierda, ilumina la figura de Isaac que es el principal
protagonista, el rostro y la mano de Abraham, dejando el resto de la escena en
penumbra aunque la composición se abra por la izquierda con un paisaje. Si bien
Rembrandt ha podido recurrir a aquellos ancianos que utilizaba en sus primeras
obras, como Coloquio de sabios para la imagen de Abraham, las influencias
en el resto de la composición son claramente italianas procedentes de los
cuadros que ha observado el artista, sobre todo los caravaggistas de
Utrecht e incluso del propio Miguel Ángel en la figura de Isaac.
El interés por los detalles también es digno de mención como se puede apreciar
en el cuchillo, los pliegues de las telas o las maderas que configuran el
pequeño altar sobre el que va a ser sacrificado Isaac.
Sansón cegado por los filisteos, 1636
Óleo sobre lienzo, 205 x 272 cm, Städelsches Kunstinstitut, Frankfurt)
Seguimos con nuestra serie sobre Sansón, esta vez con una de las versiones que hizo Rembrandt sobre el tema y que probablemente sea la escena más gore y violenta que pintó nunca. Como muchos sabréis, una vez que los filisteos capturaron a Sansón, le sacaron los ojos y le encadenaron para asegurarse que no volviese a darles guerra.
Rembrandt sitúa la escena dentro de la tienda
en la que la pareja ha estado pasando el rato.
Acaban de entrar los filisteos y
Dalila sale corriendo, con la mata de pelo en una mano y las tijeras en otra,
mirando hacia su víctima como quien no quiere la cosa o huyendo del
desagradable espectáculo que vendrá a continuación. La Biblia pone que el
cabello de Sansón lo cortó un filisteo, pero en el arte suele ser Dalila quien
empuña las tijeras. Los soldados han inmovilizado a Sansón y uno de ellos, el
que tiene más cara de sádico, le está clavando una espada en el ojo, de donde
empieza a brotar la sangre. El dolor hace que el pobre hombre apriete los
dientes y doble los dedos de los pies.
El interior de la tienda está en penumbra. La
única luz procede del exterior e ilumina directamente a los dos protagonistas,
Sansón y Dalila, como si fuese el foco de un teatro. De este modo, Rembrandt
evita que nos despistemos de la acción principal.
Dánae,
1636
Óleo sobre lienzo. 185 x 203 cm. Museo del
Hermitage
A pesar de que la mayoría de los encargos
tenían una temática religiosa, algunos burgueses de Amsterdam también
solicitaban escenas mitológicas en las que se permitía contemplar desnudos
femeninos como en el caso de Dánae. Hija de Acrisio, rey de Argos, Dánae fue
encerrada por su padre en una torre de bronce para evitar que no tuviese hijos
ya que el oráculo de Delfos había predicho que el hijo de Danae mataría a
Acrisio. Zeus se prendó de la belleza de la joven y logró penetrar en la torre
metamorfoseándose en lluvia de oro. Fruto de esa relación nacería Perseo quien
mataría a su abuelo, siguiendo el pronóstico del oráculo. Rembrandt ha
presentado a la bella joven desnuda recostada en su cama, recibiendo un potente
rayo de luz que anticipa la entrada de Zeus en la estancia convertido en lluvia
dorada. Al fondo encontramos a la anciana que custodiaba a Dánae, acudiendo
rápidamente al escuchar ruidos extraños.
Como ocurre en las demás mujeres desnudas
pintadas por el maestro, Dánae es hermosa, tiene armoniosas proporciones y
refleja el ideal de belleza de la época, como también hizo Rubens. La luz
dorada resbala por el escorzado cuerpo de la joven, provocando atractivos
contrastes entre zonas iluminadas y zonas ensombrecidas que otorgan un mayor
verismo a la figura. Para provocar una mayor sensación de riqueza, Rembrandt ha
recurrido a una cama de bronce con dosel, decorada por un amorcillo dorado que
parece llorar por la desgracia del encierro de la muchacha que se nos presenta
envuelta en ricas telas ejecutadas con todo lujo de detalles, demostrando una
vez más la excelente calidad en la factura del artista. La sensación de
vitalidad que se crea está reforzada por el gesto de extrañeza de Dánae y la
curiosidad de la anciana, creando la sensación de estar presentes ante una
escena teatral. En 1985 un lituano llamado Bronius Maigis atentó contra la obra
rociándola con ácido sulfúrico y realizando diversos cortes con un cuchillo.
Tras 12 años de intensas restauraciones el lienzo ha sido expuesto en su lugar
original protegido por un cristal antibalas. Mijaíl Piotrovski, el director del
Hermitage, ha comentado al respecto que “aquella
Dánae que existía ya no existe. Nuestro objetivo es mostrar al público lo que
ha quedado de la obra maestra de Rembrandt (...) Los restauradores no se
inmiscuyeron en la pintura del autor y, por eso, se logró conservar su espíritu”.
El museo ruso recibió esta obra maestra en 1772, cuando Catalina II la adquirió
a un barón francés.
Susana y
los viejos, 163
Óleo sobre tabla. 47´2 x 38´6 cm. Mauritshuis
Mientras Susana procedía a su aseo diario fue
sorprendida por dos ancianos que la espiaban desde unos arbustos. Los viejos
hicieron proposiciones deshonestas a la hermosa mujer, amenazándola de muerte
si no se plegaba a sus deseos. Susana no cedió al chantaje y fue acusada de
adulterio por los ancianos, siendo salvada por Daniel gracias a la iluminación
divina. Los ancianos fueron ejecutados por su falsa acusación. Esta historia ha
sido interpretada por Rembrandt en más de una ocasión al tratarse de una
perfecta excusa para representar una figura femenina desnuda. La hermosa dama
aparece en el momento de descubrir a los ancianos, sentada sobre sus ropas y
tapando sus encantos. Entre los matorrales el maestro ha situado a los dos
viejos, disimulados de tal manera que apenas podemos apreciarles. La mujer
recibe un fuerte foco de luz procedente de la izquierda que también ilumina las
ricas telas, creando un sensacional efecto atmosférico que recuerda
a Tiziano. Rembrandt se ha inspirado en una estampa grabada
de Rubens y en las obras de su maestro Pieter Lastman.
Evidentemente ha introducido modificaciones, siendo la más atractiva la postura
de sus piernas, apoyando su pie derecho sobre la zapatilla que queda cerrada,
indicando la castidad. El zapato es un símbolo de los órganos sexuales
femeninos en el siglo XVII. Otra novedad es la manera rápida y vigorosa de
aplicar el óleo, apreciándose las pinceladas en algunas zonas de la tabla.
La composición se abre en la zona derecha con unas arquitecturas que indican el
elevado nivel de vida de Susana, resaltando con la característica luz dorada el
brillo de las piedras o del agua. Como el genio de la iluminación que es,
Rembrandt nos ofrece una magnífica estampa de la castidad femenina, siendo la
moraleja que la confianza en Dios hace triunfar sobre la maldad.
El rapto
de Ganímedes, 1935
Óleo sobre tabla. 177 cm × 130 cm. Staatliche
Kunstsammlungen Dresden, Dresde.
Esta pintura fue documentada por Hofstede
de Groot en 1915, quien escribió: “207.
LA VIOLACIÓN DE GANYMEDE. Sm.
197; Bode 79; Dut. 106; Wb.70; B-HdG. 197.
El águila de Zeus, vista de frente con las alas extendidas, se eleva hacia los
cielos. Sujeta con el pico la ropa y con las garras el brazo izquierdo del
chico rubio de pelo rizado, que, volteado bruscamente a la izquierda y casi
visto de espaldas, mira hacia el espectador como si llorara a gritos y con su
mano derecha intenta repeler al pájaro. Su vestido celeste y su camisa son
levantados por las garras del águila para dejar al descubierto todas las
extremidades inferiores del niño. A la izquierda, la esquina de una
bufanda con una borla se agita al viento. El niño, que en su miedo hace
agua, sostiene cerezas en la mano izquierda. Una luz brillante cae desde
la izquierda sobre el niño. El fondo sombrío contiene a la izquierda al
pie algunos grupos de árboles, ante los cuales en primer plano se encuentran
los pináculos de un edificio. Longitud total, tamaño natural. Firmado
en la parte superior del dobladillo de la camisa, “Rembrandt ft. 1635”; panel de roble, 68 ½ pulgadas por 52
pulgadas. Un dibujo que muestra un boceto de la imagen se encuentra en la
sala de impresión de Dresde; reproducido por Lippmann, No. 136. Grabado
por CG Schultze, de A. Cardon en Reveil, de L. Noel en “The Dresden
Gallery”. Mencionado por Vosmaer, págs. 154, etc., 507; por
Bode, págs. 439, 568; por Dutuit, pág. 28; por Michel,
págs. 221, etc., 553 [170-71, 438]. Ventas. Amsterdam, 26 de abril de
1716 (Hoet, i. 191), No. 33 (175 florines). W. van Velthuyzen, Rotterdam,
15 de abril de 1751, núm. 46. Comprado en el mismo año en Hamburgo a través de
Heinecken para Dresde. En la Galería de Dresde, catálogo de 1908, núm.
1558”.
Curiosamente, Hofstede de Groot no hizo ningún
comentario sobre el tema de esta pintura, aunque Smith antes que él lo encontró
muy inusual cuando escribió: “197. La
violación de Ganímedes. Si la imagen (para la presente descripción está tomada
de una impresión) ser realmente de Rembrandt, su intención debe haber sido
burlesca del tema mitológico antes mencionado, ya que ha representado a la
hermosa Ganímedes como un gran niño lúbrico, con una mueca llorosa en el
rostro, tendido, con los brazos extendidos, en las garras y el pico del águila
Júpiter. El pájaro lo ha agarrado por sus vestiduras no clásicas, el peso de su
gordo cuerpo ha levantado su ropa hasta sus hombros, y ha dejado sus
extremidades inferiores en un estado de desnudez, y así lo lleva por el aire
turbio al Olimpo. Grabado por A. Cardon. 6 pies 3 pulgadas por 2 pies 8
pulgadas - C. Ahora en la Galería de Dresde”.
La respuesta a este acertijo está en el boceto
preliminar de esta pintura, donde Rembrandt incluso ha esbozado al niño
defecando en lugar de orinar, con lo que parecen ser dos padres horrorizados
que levantan los brazos debajo. La pintura ha eliminado estas figuras y
mantiene la parte inferior del mundo terrenal en total oscuridad y
desesperación, mientras el águila lleva al niño (contra su voluntad) hacia la
luz. La descripción de Rembrandt del renuente Ganímedes no debe verse en
el contexto renacentista del tema homoerótico catamita, sino en una
interpretación barroca protestante relativamente nueva de Ganímedes como un
niño amado “secuestrado de la vida
demasiado pronto”. En la década de 1670, el pintor Nicolaes Maes incluso
realizó toda una serie de pinturas de Ganimedes que se consideran retratos de
niños en el lecho de muerte.
Filósofo
en meditación
Óleo sobre tabla. 28 cm × 34 cm. Museo del
Louvre, París
Atribuido durante mucho tiempo al artista
holandés Rembrandt del siglo XVII.
Está firmado “RHL-van Rijn” y fechado en 1632, cuando Rembrandt se mudó de Leiden
a Amsterdam. Estudios recientes sugieren que la pintura representa a “Tobit y Anna esperando
a su hijo Tobías”. Esta interpretación se da en un catálogo de
subasta de 1738 (ver “Tema”), la primera fuente que se refiere claramente a
esta pintura. La pintura apareció en París a mediados del
siglo XVIII y recorrió colecciones aristocráticas antes de ser adquirida para
las colecciones reales que se encuentran en el Palacio del Louvre. El presunto tema, el tratamiento
de claroscuro finamente
graduado y la composición intrincada fueron ampliamente apreciados en
Francia y la pintura se menciona en los escritos de muchas figuras literarias
de los siglos XIX y XX, como George Sand, Théophile Gautier, Jules
Michelet, Marcel Proust, Paul Valéry, Gaston
Bachelard, Paul Claudel y Aldous Huxley. La popularidad actual de la pintura puede
medirse por su presencia en Internet, donde a menudo se utiliza como un emblema
de la filosofía o se interpreta en líneas
esotéricas u ocultas.
Pintado al óleo sobre un panel de roble de unas
11 x 13 pulgadas (28 x 34 cm), la pintura representa en perspectiva ligeramente
acelerada dos figuras en un interior parcialmente abovedado que está dominado
por una escalera de caracol de madera. La arquitectura incluye piedra,
ladrillo y madera, con elementos arqueados (ventana, bóveda, puertas) que crean
una impresión de monumentalidad. A nivel pre-iconográfico, esta es una de
las obras más “gráficas” pintadas por
Rembrandt, en el sentido de que contiene muchas líneas rectas, curvas,
circulares y radiantes: desde las líneas de las losas hasta las de la ventana,
los ladrillos, el revestimiento de madera y, por supuesto, la escalera. Al
igual que en la escalera y la bandeja de cestería en el centro de la
composición, se puede decir que las líneas curvas organizan las líneas
rectas. La primera figura es la de un anciano sentado a una mesa frente a
una ventana, con la cabeza inclinada y las manos cruzadas sobre el
regazo. La segunda figura es la de una anciana que atiende un fuego en un
hogar abierto. Una tercera figura, una mujer de pie en las escaleras que
lleva una canasta y se vuelve hacia el espectador, es visible en reproducciones
grabadas de la pintura de los siglos XVIII y XIX, pero prácticamente invisible
en el estado actual de la pintura. Tal como está, la pintura en general es
bastante oscura debido al envejecimiento del barniz.
Si bien el título tradicional Filósofo en
meditación ha sido en gran medida responsable de la popularidad de la
pintura, es iconográficamente insostenible. La pintura no muestra ninguno
de los atributos conspicuos de la erudición o la filosofía —libros, globo
terráqueo, instrumentos científicos, etc.— y la presencia de al menos otra
figura involucrada en tareas domésticas no encaja con la soledad asociada con
el estudio y la meditación. Aunque un libro grande y una pluma parecen
estar entre los pocos objetos sobre la mesa frente a la figura principal, están
representados de manera resumida y son imposibles de identificar con mayor
precisión: una Biblia sola no sería suficiente para hacer que la figura
representada sea un erudito o “filósofo” Las
escaleras, en espiral o no, no eran un atributo de la filosofía a principios
del siglo XVII. Observaciones similares argumentan en contra de
identificar a la figura principal como un “alquimista”, un tema que
permitiría otras figuras, como un asistente que atiende un fuego. Los
objetos representados sugieren un entorno doméstico, pero la arquitectura improbable
habla más de una historia que de un tema de género. El historiador de arte
francés Jean-Marie Clarke sostiene que la escena se deriva en última
instancia del Libro de Tobit, una de
las fuentes favoritas del Antiguo
Testamento de Rembrandt. La única objeción a esta
interpretación es que, aparte de las dos figuras principales, el ciego Tobit y
su esposa Anna, no hay ningún atributo identificativo, como la rueca de
Anna. Sin embargo, una interpretación plausible de la escena es Tobit y
Anna esperando el regreso de su único hijo, Tobías, una escena que Rembrandt ya
había representado en otra versión en 1630. Esto está respaldado por una
fuente del siglo XVIII que identifica un Cuadro de Rembrandt de exactamente el
mismo formato que representa una “Composición con Tobías y una escalera de
caracol”. Las menciones de inventarios anteriores de una “escalera de caracol con un anciano sentado
en una silla” o “escalera de caracol” atribuidas a Rembrandt son vagas e
incluso podrían referirse a la pintura acompañante atribuida durante mucho
tiempo a Rembrandt, pero que ahora se le da a Salomon Koninck. Aunque el
título en las publicaciones del Louvre sigue siendo Philosophe en meditación,
los catálogos de la obra pintada de Rembrandt, comenzando con Bredius (1935)
identifican al sujeto más sobriamente como un “Erudito en un interior con una escalera sinuosa”. Con el
rechazo de la atribución a Rembrandt por el Proyecto
de Investigación Rembrandt en 1986, el título se convirtió en “Viejo en un interior con una escalera de
caracol”.
La mejor explicación para la mala
interpretación de larga data del Filósofo en meditación radica en el
hecho de que, en la segunda mitad del siglo XVIII, se vendió junto con un
colgante de idéntico tamaño (28 x 33,5 cm) que presentaba motivos similares—
incluyendo una escalera de caracol, y eso también se atribuyó a
Rembrandt. Las pinturas fueron exhibidas juntas y tituladas
indistintamente Philosophe en meditación y Philosophe en
contemplation, o simplemente denominadas Philosophes. La pintura
complementaria muestra a un anciano en un interior abovedado sentado frente a
una mesa en una ventana en la que podemos ver libros, un globo terráqueo y un
crucifijo. Estos objetos y su soledad lo convierten en un candidato mucho
mejor para las tareas filosóficas que el anciano del supuesto Filósofo en
meditación. A pesar de las obvias diferencias en la composición y
ejecución, nadie puso en duda su atribución a Rembrandt. La gran excepción
es el historiador de arte estadounidense John C.
Van Dyke, quien redujo la obra de Rembrandt a menos de cincuenta cuadros
y no hizo caso de los Filósofos del Louvre: “Pequeños cuadros sobre los que, en el pasado, se ha derramado mucho
tinta de impresora sin resultados marcados. Las imágenes no son maravillosas...”. En 1955, los exámenes con rayos X y fotografía infrarroja
en el laboratorio del Louvre revelaron diferencias notables en el tratamiento y
provocaron que se descartara esta atribución. Jacques Foucart (1982),
curador de pintura holandesa y fleming en el Louvre, como Horst Gerson (1968) y
Werner Sumowski (1983), atribuye
este trabajo a Salomon Koninck (1609-1656), imitador de Rembrandt, que data de
alrededor de 1645 y lo titula Filósofo en
contemplación o Filósofo con libro abierto. Sin embargo, el
crédito real para la atribución a Koni debe ir a John C. Van Dyke, quien
escribió: “De hecho, uno puede ser lo
suficientemente herético pensar que alguien como Koni o Dou puede haberlas
pintado...” La El tema y los detalles del cuadro de Koninck
parecen haber sido inspirados directamente por un grabado de Rembrandt fechado
en 1642 y que representa a San Jerónimo en una cámara oscura (Bartsch 105), que es la única otra obra conocida
de Rembrandt que presenta una escalera helicoidal completa. La iconografía
tradicional de los Doctores de la Iglesia y San Jerónimo en particular
proporcionó los atributos para las representaciones de eruditos del siglo XVII
en su estudio. En última instancia, lo único que tiene en común el
colgante con el Filósofo en meditación es el medio y el formato, que
refleja más las intenciones de Koninck que las de Rembrandt. Cualquier
otra especulación sobre la relación entre los dos cuadros debe tener en cuenta
un comentario manuscrito de alrededor de 1750 de su primer propietario francés,
el marqués de Voyer d’Argenson, quien afirma que los dos cuadros se juntaron “por casualidad”.
En una conferencia pronunciada en
el Goetheanum de Dornach (1916), el ex teósofo y
fundador de la Sociedad Antroposófica, Rudolf Steiner, describió al Filósofo del
Louvre como la “expresión más pura
de la luz y la oscuridad... Todo lo que ves aquí, en la arquitectura y todas
las demás características, simplemente proporcionaron la ocasión para la
verdadera obra de arte, que radica en la distribución de la luz y la oscuridad”. Esto,
sostuvo, era precisamente la esencia del arte de Rembrandt. Tal como
estaba, mostró solo una “diapositiva de
linterna” de la pintura compañera de Salomon Koninck discutida
anteriormente. Con su inversión del título, Aldous
Huxley (1954) resume la mayoría de las interpretaciones “más profundas” del cuadro: “En el Louvre
cuelga una Méditation du Philosophe, cuyo tema simbólico es nada más ni
menos que la mente humana, con sus tinieblas repletas, sus momentos de
iluminaciones intelectuales y visionarias, sus misteriosas escaleras
serpenteando hacia abajo y hacia arriba hacia lo desconocido. La leyenda
de una ilustración de la pintura (invertida) en El hombre y sus
símbolos del psicoanalista C.
G. Jung (1964) dice: “El
interior- mirar a un anciano proporciona una imagen de la creencia de Jung de
que cada uno de nosotros debe explorar su propio inconsciente”.
Jean-Marie Clarke (1980) avanzó una
interpretación psicológica basada en la forma circular de la composición y
la distribución de la luz similar al Yin-Yang,
leyendo la pintura como un Mandala en
el sentido junguiano: un símbolo arquetípico del Yo integrado. El
tratamiento del claroscuro y la presencia de muchas líneas rectas estructuradas
por líneas curvas habla de un esfuerzo por conciliar oposiciones. Además,
Clarke interpretó la concentricidad de la composición y la riqueza de los
motivos circulares como metáforas del tema subyacente de la pintura: el ojo y
la visión. Como Julius Held, Clarke cree que el dibujo data de
ca. 1630 en el Ashmolean Museum de Oxford (Benesch 64) con la leyenda “HARMAN GERRITS van der Rhijn” escrita
con la mano de Rembrandt que muestra a su padre en una pose similar a la de
Tobit aquí, sugiere que pudo haber sido ciego al final de su vida.
En consecuencia, la figura del anciano ciego (Tobías) representaría al
padre de Rembrandt (m. 1630), quien se opuso al deseo de su hijo de convertirse
en artista y cuya visión el joven Rembrandt (Tobías) “curó” con la ayuda del
arcángel Rafael (“Dios sana”, nombre que también simboliza
el arte). Más recientemente, Clarke publicó una interpretación en
Internet que relaciona la composición de Rembrandt con el diseño de su firma en
1632.
Jean-Pierre Dautun (1983), alumno del filósofo
francés Raymond Abellio, ofreció una
lectura fenomenológica detallada en líneas gnósticas,
interpretando el motivo central del cuadro (la bandeja de cestería) como “el ombligo, el omphalos del
luminoso secreto hermético que Rembrandt quiere transmitir: el secreto
fenomenológico de que el ojo del genio se le dará a quien conquistará el genio
del ojo. Es el secreto inefable de esta transmisión misma, el ‘tú eres eso’ de este mutus liber que es su
pintura, como si permitiera que un satori occidental hiciera un koan de
su propia invención”. La profesora de filosofía francesa Régine Pietra
(1992) publicó un ensayo en el que utilizó el cuadro para ilustrar la figura
retórica de la hipotiposis; La
pintura de Rembrandt, con su interacción de luz y oscuridad, hace perceptible
visualmente la experiencia de la meditación filosófica. El filósofo holandés
Otto B. Wiersma (1999) publicó un artículo en Internet que resume en estos
términos: “La pintura de Rembrandt Philosophe en méditation (1632,
Louvre París) puede caracterizarse como una meditación pictórica sobre el
milagro de visión. Un mejor título sería Méditation visionnaire, porque la
pintura llama la atención en más de un sentido”. En el sitio
web Objective Art (2011) se puede encontrar una discusión sobre
el filósofo en
meditación siguiendo líneas esencialmente gurdjeffianas.
Flora o Saskia
como Flora, 1634
Óleo sobre lienzo. 125 cm × 101 cm. Museo del
Hermitage
Representa a su esposa Saskia van
Uylenburgh como la diosa Flora
La obra de tamaño natural de un cuarto de
duración se pintó en Ámsterdam, durante un período en el que el joven artista
estaba experimentando un éxito temprano. Se casó con Saskia en junio de
1634, e hizo varias pinturas de ella bajo la apariencia de personajes del
antiguo mito, similares a sus otros retratos de personajes (tronies). Se
cree que este trabajo representa a Saskia como Flora, diosa romana de la
primavera y las flores. Ella está de pie en una gruta, mirando hacia el
espectador, envuelta en un extravagante y exótico traje de seda y satén con
bordados plateados, con largas mangas colgantes y un manto azul, y lleva un
gran pendiente de perlas. Lleva un tocado de flores sobre su largo
cabello, incluido un tulipán multicolor “roto”. También
lleva un bastón también decorado con hojas y flores.
Representa a su esposa Saskia van
Uylenburgh como la diosa Flora
La obra de tamaño natural de un cuarto de
duración se pintó en Ámsterdam, durante un período en el que el joven artista
estaba experimentando un éxito temprano. Se casó con Saskia en junio de
1634, e hizo varias pinturas de ella bajo la apariencia de personajes del antiguo
mito, similares a sus otros retratos de personajes (tronies). Se cree que
este trabajo representa a Saskia como Flora, diosa romana de la primavera y las
flores. Ella está de pie en una gruta, mirando hacia el espectador,
envuelta en un extravagante y exótico traje de seda y satén con bordados
plateados, con largas mangas colgantes y un manto azul, y lleva un gran
pendiente de perlas. Lleva un tocado de flores sobre su largo cabello,
incluido un tulipán multicolor “roto”. También
lleva un bastón también decorado con hojas y flores.
La pintura mide 125 cm × 101 cm (49 pulgadas ×
40 pulgadas). Está firmado y fechado debajo de la mano derecha de Flora, “Rembrandt f (…) 34”. Las pinturas de Flora de Rembrandt pueden
haberse inspirado en la pintura de Flora de Tiziano, que se conservaba en la colección de Alfonso López, el embajador de
España en Ámsterdam. Una composición diferente de Saskia como
Flora (1635) está en manos de la National Gallery de Londres, ahora
conocida como Saskia van Uylenburgh en traje de Arcadia, y una pintura
de Saskia con una flor roja (1641) se encuentra en la Gemäldegalerie
Alte Meister, Staatliche Kunstsammlungen. Dresde. Después de la
muerte de Saskia en 1642, una pintura de 1654 representa a Hendrickje
Stoffels como Flora, ahora en poder del Museo Metropolitano de Arte,
aunque los rasgos faciales del sujeto también se parecen a Saskia. Rembrandt también pintó a Saskia como otras
figuras femeninas del mito antiguo, como Bellona (1633, Museo
Metropolitano de Arte) y Minerva (1635, Colección Leiden de Thomas
Kaplan y Daphne Recanati Kaplan).
Retrato
de un hombre, posiblemente un miembro de la familia Beresteyn, 1632
Óleo sobre lienzo. 111,8 cm × 88,9 cm. Museo
Metropolitano de Arte.
Muestra a un hombre con un collar de encaje en
confusión, que era una nueva moda en la década de 1630 que reemplazaba los
cuellos de piedra de molino de estilo antiguo. Es un colgante
del Retrato de una mujer, probablemente un miembro de la familia Van
Beresteyn, y ambos están en la colección del Museo Metropolitano de Arte. Rembrandt creó esta pintura como colgante
del retrato de un hombre del MET, probablemente como colgante de
boda. Solo han sobrevivido unos pocos pares de retratos colgantes de
Rembrandt. Este par entró en la colección a través del legado
de la Señora HO Havemeyer en 1929. Esta pintura fue documentada por Hofstede
de Groot en 1914, quien escribió; “624. UN HOMBRE DE LA FAMILIA VAN BERESTEYN
-VUCHT. Dut. 248; Wb.344; B.-HdG. 82. Tres cuartos
de longitud; tamaño natural. Unos cincuenta. Se pone de pie, se
inclina un poco hacia la derecha y mira directamente al frente. Está con
la cabeza descubierta; tiene el pelo gris peinado hacia arriba y una barba
puntiaguda. Pone su mano derecha sobre su pecho; su mano izquierda
enguantada, agarrando el otro guante, asoma fuera de la capa. Viste un
abrigo de seda, a rayas grises y negras, debajo de una capa negra, un cuello
plisado ajustado adornado con encaje y puños estrechos. La luz brillante
cae desde la izquierda en la parte superior. Fondo gris oscuro, iluminado
a la derecha. La imagen ha sufrido una fuerte presión en su transferencia
a un nuevo lienzo. No se sabe nada sobre la identidad de la
niñera. Bien pudo haber pertenecido a alguna familia relacionada a través
de una línea femenina que a la familia Beresteyn propiamente
dicha. [Colgante a 625.] Firmado a la derecha en línea con el codo, “RH L
van Ryn 1632”; lienzo, 44 ½ pulgadas por 35 ½ pulgadas. Mencionado
por Dutuit, pág. 53; Michel, pág. 119 [91, 443]; Moes, 512.
En la colección de la familia Beresteyn, Chateau Maurik, Vucht, 1884. En la
colección del fallecido HO Havemeyer, Nueva York”.
La pintura se incluyó en la mayoría de los
catálogos de Rembrandt del siglo XX junto con su colgante, Retrato de una
mujer, probablemente miembro de la familia Van Beresteyn, que recientemente se
ha disputado como autógrafo. Sin embargo, el colgante todavía está
relacionado con el taller y el período de tiempo de Rembrandt y todavía se
considera un colgante de esta pintura. A pesar de los numerosos intentos,
la procedencia no se remonta más atrás que la compra de Havemeyer a Chateau
Maurik, y como afirma Hofstede de Groot, los colgantes podrían haber descendido
tan fácilmente en la línea femenina como en la línea masculina y, por lo tanto,
la pareja retratada podría no estar relacionado con la familia Beresteyn en
absoluto.
Retrato
de una mujer, posiblemente un miembro de la familia Beresteyn, 1632
Óleo sobre lienzo. 111,8 cm (44,0 pulgadas) ×
88,9 cm. Museo Metropolitano de Arte.
Muestra a una mujer con un collar de piedra de
molino inusualmente grande, pendiente del Retrato de un hombre,
probablemente un miembro de la familia Van Beresteyn. Está en la colección
del Museo Metropolitano de Arte. Rembrandt creó esta pintura como colgante
del retrato de un hombre del MET, probablemente como colgante de
boda. Solo han sobrevivido unos pocos pares de retratos colgantes de
Rembrandt. Este par entró en la colección a través del legado
de la Sra. HO Havemeyer en 1929.
El
constructor naval y su esposa, 1633. Colección Real
Los asistentes fueron identificados en 1970
como Jan Rijcksen (1560 / 2–1637) y su esposa Griet Jans
Rijcksen. Rijcksen era accionista de la Compañía Holandesa de las
Indias Orientales y se convirtió en su principal constructor naval en
1620. La pintura ha estado en la Colección Real desde 1811.
En esta fecha relativamente temprana, Rembrandt
logró representar las superficies naturales de madera, cuero, piel y cabello, y
se había convertido en un retratista de moda. En lugar de hacer el par
habitual de cuadros separados de marido y mujer, como su retrato más
típico de un hombre levantándose de su silla y el retrato de una
mujer joven con un abanico, Rembrandt los combinó en un solo retrato
doble., con los dos asistentes interactuando. Rijcksen se muestra sentado
como un escritorio, donde ha estado haciendo dibujos de diseños de barcos,
sosteniendo un par de brújulas; su esposa acaba de entrar en la habitación
para entregarle una nota escrita a su esposo. La carta que se muestra en
el cuadro está dirigida a “Jan ryensz”
[sic] El dibujo de un barco que se muestra en el cuadro lleva la firma y la
fecha: “Rembrandt. F: / 1633”. Este retrato se encuentra entre los mejor
documentados de las obras de Rembrandt. Se registró en la propiedad del
hijo de los asistentes, Cornelis Jansz. Reijckx a su muerte en noviembre de
1659, y en dos ventas en Amsterdam: la venta de la colección de Jan
Gildemeester en junio de 1800 a Pieter de Smeth [n], y
cuando se vendió de nuevo en agosto de 1810. Se importó a Inglaterra y se
vendió en Christie’s en Londres en 1811 al Príncipe
Regente (más tarde Rey Jorge IV) y permanece en la Colección Real. La pintura al óleo sobre lienzo mide 113,8 por
169,8 centímetros (44,8 x 66,9 pulgadas), pero es posible que haya sido
recortada de una obra más grande: un grabado temprano de 1800 muestra más
espacio sobre las cabezas de los asistentes.
Retrato
de Maria Trip (c. 1639)
Óleo sobre tabla. 107 cm × 82 cm.
Rijksmuseum, Ámsterdam.
Esta pintura fue documentada por Hofstede
de Groot en 1915, quien escribió; “845. UNA MUJER JOVEN EN UNA
BALUSTRADA DE
PIEDRA. Bode 19; Dut. 283; Wb.352; B.-HdG. 274.
Aproximadamente treinta y cinco. Medio término; tamaño
natural. Se pone de pie, inclinada hacia la izquierda, y mira al
espectador. Tiene su abanico en la mano izquierda, que descansa sobre la
balaustrada. Su cabello castaño está descubierto y cae en rizos sobre su
frente. Su vestido de seda negro con figuras está cortado en el cuello y
adornado con rosetas; sobre él hay un triple cuello de rico encaje que
yace plano. Tiene ricas perlas en sus orejas, en su pecho, alrededor de su
cuello y en sus muñecas. Un pequeño medallón con joyas está suspendido de
una cinta negra. Su mano derecha cuelga a su lado. Ella se para
frente a un hueco con una cariátide a la izquierda; detrás de ella hay una
cortina oscura. La luz del día cae desde el frente. Las correcciones
son visibles en el borde inferior, donde antes había una mesa, y había botones
grandes en la manga izquierda. Firmado a la izquierda al pie, “Rembrandt f. 1639”; panel de cedro,
42 pulgadas por 32 pulgadas. Un boceto a lápiz cuidadosamente ejecutado
para esta imagen se encuentra en la Sala de Impresión del Museo
Británico. La pintura fue investigada por Isa van
Eeghen en el siglo XX, quien descubrió que era un retrato de Maria Trip,
la esposa de Balthasar Coymans.
Retrato
de una mujer sentada con un pañuelo, 1644
Óleo sobre lienzo. Galería de arte de
Ontario, Toronto.
La obra se vendió en 1845 como parte de la
subasta de la colección del cardenal Joseph Fesch. Más tarde estuvo
en la colección de Sir George Holford de Dorchester House,
Londres. Se vendió junto con el resto de la colección en Christie’s en
1928. Aunque todavía se atribuye a Rembrandt, fue comprada en una subasta por
la corporación Eaton por 30.000 guineas. La compañía
exhibió el retrato en su tienda de College Park y luego en las
tiendas de Montreal y Winnipeg; en ese momento el único Rembrandt
expuesto al público en Canadá. Más tarde se trasladó a una de las
habitaciones privadas del edificio de College Street y luego se le dio como
regalo de jubilación a RY Eaton. Prestó la pintura a la Galería de
Arte de Toronto y su viuda la donó en 1966. En 1959 fue una de las seis obras
robadas de la galería. Los ladrones apuntaron a las obras más valiosas
tomando también el Retrato de Isaak Abrahamsz. Retrato de una dama
con un perro faldero de Massa y Rembrandt. Entonces todavía se
creía que era un Rembrandt, Mujer con un pañuelo tenía el valor más
alto de los robados según el seguro de la galería.
La pintura está firmada “Rembrandt f. 1644” y
esta firma se aceptó durante mucho tiempo como válida. Hoy se sabe que hay
muchas obras con firmas de Rembrandt que no fueron realizadas por
él. Algunas de estas son obras producidas en el taller de Rembrandt, a
menudo siguiendo un boceto inicial de Rembrandt. Otros son puras
falsificaciones con la firma agregada en una fecha posterior para aumentar su
valor. La pintura data de la época de Rembrandt, y la fecha podría ser
exacta. Se rechaza como la mano de Rembrandt, ya que las manos y el rostro
del retrato están pintados con un estilo distintivo y muy diferente al de
Rembrandt. El estilo es similar a las obras supervivientes de Carel
Fabritius, uno de los trabajadores más calificados de Rembrandt. Todavía
existe un debate académico considerable sobre si la pintura es realmente una
obra de Fabritius.
También se ha debatido durante mucho tiempo
sobre la identidad de la niñera. La teoría más popular es que se trata de
Aaltje van Uylenburgh, prima de Saskia, la esposa de
Rembrandt. La pose de la pintura deja en claro que alguna vez fue parte de
un conjunto. Probablemente emparejado con un retrato del marido de la mujer. Una
pintura conocida como Retrato de un erudito es del mismo tamaño y
estilo general. Hoy cuelga en Colonia y se cree que representa a JC
Sylvius, el marido de van Uylenburgh. También se registra que las dos
pinturas se vendieron juntas en una venta en 1811.
El
molino, 1645 y 1648
Óleo sobre lienzo. 87.6 c x 105.6 cm. Galería
Nacional de Arte (Estados Unidos)
Forma parte de la colección permanente de
la National Gallery of Art de Washington, D.C. Por mucho tiempo se
dudó de su autoría; ha sido restaurado en años recientes, pese a no ser universalmente
aceptado. Antes la pintura se encontraba en la Colección Orleans.
Perteneció cierto tiempo a Peter Arrell Brown Widener.
La pintura fue documentada por Hofstede de
Groot en 1915, quién escribió; “952. PAISAJE CON MOLINO [comúnmente llamado, El
molino]. Sm. 601; Bode 142; Dut. 452; Wb. 211; B.-HdG. 345. Junto a
un ancho foso, elevado sobre la escarpa circular de un bastión arruinado, hay
un molino de viento con algunas casas bajas. A la izquierda, el camino del
molino lleva por un puentecito a través de una esclusa, hasta un desembarcadero
en primer plano. Una mujer con un niño baja al agua; un hombre empuja una
carretilla hacia arriba. En el centro, en primer plano, una mujer a la orilla
del agua, lava la ropa. Un hombre detrás la mira. Por la derecha se acerca un
bote transbordador con el mástil bajo; un hombre rema en él. A la derecha, en
la orilla más lejana, en denso bosque, hay unas vacas y más allá una cabaña.
Luz crepuscular. Los últimos rayos del sol iluminan la mitad derecha del cielo
y envuelve el molino con su fulgor radiante. Pintado aproximadamente 1650.
Tela, 34 pulgadas por 41 pulgadas.
Betsabé
en su baño, 1654
Óleo sobre lienzo. 142 cm × 142 cm. El
Louvre, París.
Una representación que es a la vez sensual y
empática, muestra un momento de la historia del Antiguo
Testamento en el que el rey David ve
a Betsabé bañándose y, extasiado, la seduce y la deja
embarazada. Para casarse con Betsabé y ocultar su pecado, David envía a
su esposo a la batalla y ordena a sus generales que lo abandonen, dejándolo con
una muerte segura. Si bien la escena de David espiando a Betsabé
había sido pintada por artistas anteriores, la representación de Rembrandt
difiere en su enfoque pictórico estrecho y vitalidad erótica, lograda a través
de pinceladas amplias y gruesas y coloración vibrante. La pintura está colgada en el
Louvre; es una de las 583 obras donadas por el Dr. Louis La
Caze en 1869. Para Kenneth Clark, el lienzo es “la pintura más grande del desnudo de
Rembrandt”. Su comprensión del dilema moral de Betsabé ha sido
descrita como “uno de los grandes logros
de la pintura occidental”. El segundo libro de Samuel (11: 2-4)
da el relato del rey David que vio a una mujer bañándose desde el techo de su
palacio. Cuando preguntó por ella, le dijeron que era Betsabé, hija
de Eliam y esposa de Urías el hitita. David hizo que sus
mensajeros la recogieran y, después de dormir juntos, ella quedó embarazada de
su hijo. David pudo casarse con Betsabé al enviar a Urías a la batalla
donde lo mataron.
Antes de Betsabé en su baño, el
tratamiento estándar había sido mostrar a Betsabé bañándose al aire libre, lo
que explicaba su visibilidad para David, y acompañada de sirvientas. Por
lo general, se podía ver una torre a lo lejos, y quizás una pequeña figura de
David, a veces acompañado por sus dos cortesanos. Tal era el diseño
anterior de Rembrandt, El baño de Betsabé, fechado en 1643. Al
eliminar a David, sus mensajeros y la mayoría de los elementos narrativos
tradicionales de la imagen, las únicas referencias anecdóticas incluidas son la
carta de David (no mencionada en realidad en Samuel ) y la presencia de un
asistente secándole los pies: la presentación de Rembrandt de Betsabé es a la
vez íntima y monumental. Como resultado, el tema moralista de los
tratamientos previos del tema es reemplazado por un erotismo directo en el que
el espectador suplanta a David como voyeur. La obra está pintada a tamaño real y en un
espacio poco profundo, con Betsabé dominando la composición como no lo había
hecho en ninguna otra versión anterior de la escena. No se sabe si
Rembrandt pintó a Betsabé por sus propias razones o para satisfacer
un encargo. Presumiblemente en respuesta a la pintura de Rembrandt,
su ex alumno y colaborador cercano Willem Drost pintó Betsabé
con la Carta de David el mismo año, que también se encuentra en el Louvre. Aparte de la falta de dispositivos anecdóticos,
la pintura es inusual en otros aspectos. Betsabé se presenta en un espacio
de difícil lectura. El fondo oscuro sugiere la noche, mientras que una
columna maciza implica una gran estructura arquitectónica. Detrás de
ella hay un pasillo de cortinas ricamente pintadas compuestas de marrones y
ocres que imparten una calidez dorada. A su alrededor descansa un fondo de
camisa blanca densamente pintado; frente a esto, su carne desnuda destaca
por su forma sólida y la suntuosa aplicación de pintura. La pintura
utilizada para describir su figura está ricamente matizada, sus amplias
pinceladas y fuertes reflejos imparten una vibrante calidad táctil al cuerpo,
haciendo palpable su presencia.
Betsabé en su baño es una reinterpretación
de dos relieves antiguos familiares a Rembrandt a través de
grabados. Un grabado de Tobias Stimmer puede haber sido
influyente, ya que incluye el pilar, una cortina que cruza el fondo y la mirada
abatida de Betsabé. Se comenzó alrededor de 1647 y se modificó y
repintó hasta su finalización en 1654. Originalmente, el lienzo
puede haber sido más grande y de formato vertical. Podría haber sido
recortado unos diez centímetros a la izquierda y al menos 20 centímetros de
altura; Se especula que Rembrandt cortó él mismo el lienzo para
intensificar el impacto de la figura. Radiografías X muestran que en
algún momento al final del proceso de pintura, bajó la cabeza de Betsabé desde
su ángulo inicial más hacia arriba, aumentando así la sensación de retirada de
la figura hacia la ensoñación. Inicialmente, parecía estar mirando
por el rabillo del ojo, como si estuviera mirando a David; en la versión
actual, su mirada se suaviza, en la dirección general de su doncella, pero no
se centra en ningún objeto en particular, impartiendo un sentimiento de
solemnidad y contemplación. No había ninguna carta en su mano en la
concepción original, y también es posible que su regazo, muslos y
brazo derecho estuvieran cubiertos alguna vez. A pesar de sus referencias clásicas, la
caracterización de la figura es poco convencional, y las representaciones de su
gran estómago, manos y pies se derivan de la observación más que del respeto
por la forma idealizada. Alternativamente, el historiador de arte
Eric Jan Sluijter propuso que la figura no podría haber sido pintada
directamente a partir de un modelo posado, dadas las discrepancias anatómicas
(un brazo izquierdo imposiblemente torcido, la longitud del brazo derecho, un
giro antinatural del torso, y la distancia alargada desde el pecho hasta la
ingle) y las inconsistencias en perspectiva que indican diferentes partes de la
figura se ven desde varios puntos de vista. Sin embargo, la figura
parece reposar de forma natural, sin tensión ni movimiento. Independientemente de
la torpeza física que pueda poseer la figura en comparación con las fuentes
clásicas, la veracidad de su imagen se ha considerado extraordinariamente
noble; según Clark, “esta aceptación
cristiana del cuerpo desafortunado ha permitido el privilegio cristiano de un
alma”. La carta que se muestra en su mano derecha
contiene una demanda de David para que ella elija entre la fidelidad a su
esposo o la obediencia a su rey, y es un catalizador anecdótico para su
introspección. Al representar este momento, Rembrandt extrapoló del
texto bíblico, que trataba a Betsabé de manera incidental mientras se enfocaba
en la pecaminosidad de David. Como resultado, su expresión es lo
suficientemente profunda como para sugerir no solo su sentido de resignación,
sino también una narrativa más amplia. Como concepción de la figura
desnuda impregnada de complejidad de pensamiento, Bathsheba at Her
Bath es casi única en el arte.
Jacob
bendiciendo a los hijos de José, 1656
Óleo sobre lienzo. 173 cm × 209 cm. Schloss Wilhelmshöhe, Kassel, Hesse, Alemania
Se dice que tiene casi “una superficie escultórica con un esmalte translúcido sobre pintura”.
Jacob Blessing the Sons
of Joseph muestra una escena del libro de Génesis del Antiguo
Testamento, capítulo 48. En esta escena, José lleva a sus dos
hijos (Manasés y Efraín) a su padre moribundo Jacob para
que puedan recibir la bendición familiar. . Según la tradición, el hijo
mayor es bendecido con la mano derecha del patriarca. Sin embargo, Jacob
deliberadamente se cruzó de brazos y puso su mano derecha sobre la cabeza de
Efraín (el hijo menor) y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés (el hijo
mayor). Joseph estaba disgustado y pensó que su padre estaba cometiendo un
error. Cuando José trató de corregir a su padre, Jacob se negó y le dijo a
José que estaba bendiciendo a propósito al hijo menor.
Manasseh parece fruncir el ceño al ser pasado
por alto, y si la mano de Jacob parece favorecer la cabeza de Ephraim,
Rembrandt ha sugerido astutamente que Joseph ha tenido algo que ver en esta
confusión. Una interacción familiar aparentemente tierna, la fricción
entre Joseph y Jacob crece bajo la superficie. Además, Rembrandt incluyó a
la madre de los niños, Asenath. Asenath era hija de un sacerdote
egipcio. Según el capítulo 41 del libro del Génesis, el mismo faraón
se la dio a José. Se desconoce el propósito de agregar Asenath a la
pintura. Sin embargo, algunos piensan que Rembrandt estaba incorporando la
cultura holandesa del siglo XVII en la pintura. Las esposas holandesas
comenzaban a ser vistas más como compañeras de sus maridos. Con esta
mentalidad, sería lógico que Asenath estuviera presente en un evento tan
importante como la bendición de sus hijos.Rembrandt es famoso por su uso de la luz y la
sombra (Claroscuro) y Jacob Blessing the Sons of Joseph no es una excepción. Esto
llama la atención sobre los personajes principales de Jacob, José, Efraín,
Manasés y Asenat mientras oscurece el fondo. En particular, parece haber
un halo alrededor de Efraín mientras es bendecido. También son notables
los colores destacados que utilizó Rembrandt. Los amarillos, marrones y
rojos dan a la pintura un ambiente que es “íntimo
y sagrado, tierno y solemne”.
La criada
de la cocina, 1651
Óleo sobre lienzo. 78 cm × 64 cm.
Nationalmuseum, Estocolmo
Es un ejemplo de pintura holandesa del
Siglo de Oro y ahora se encuentra en la colección
del Nationalmuseum, Estocolmo, Suecia.
Esta pintura fue documentada por Hofstede
de Groot en 1915, quien escribió; “330. UNA CHICA JOVEN EN UNA
VENTANA, EN TODO EL ROSTRO. Sm. 506; Bode 365; Dut.
315; Wb. 440; B.-HdG. 397. Apoya el brazo derecho en el alféizar
de la ventana y apoya la cabeza en la mano izquierda. Lleva una chaqueta roja
opaca. Su cabello oscuro está peinado hacia atrás en una pequeña gorra de
color amarillo dorado. La camisa suelta está ligeramente abierta en la
garganta, mostrando un collar de perlas y una pequeña cinta negra colgando del
pecho. Fondo oscuro; la figura está iluminada desde arriba hacia la
izquierda. De medio cuerpo, tamaño natural. Anteriormente conocido
como “La Crasseuse”. Firmado en
el centro al pie, “Rembrandt f. 1651”.
En la colección de Roger de Piles, París. En la colección de Duvivier,
París. En la colección del Comte d’Hoym, París. En la colección de De
Morville, París. Ventas. Angran de Fonspertuis, París, 4 de marzo de
1748, Nº 435 (francos de 2001, con 203, “Flora”, Blondel
de Gagny). Blondel de Gagny, París, 10 de diciembre de 1776, núm. 70 (6000
francos); luego se redondeó en la parte superior y midió sólo 32 pulgadas
de altura. Duc de Lavalliere, París, 21 de febrero de 1781 (5500 francos,
con colgante, 467/7); ver C. Blanc, ii. 43. En la colección
de Gustavus III., Rey de Suecia. En el Museo Nacional de Estocolmo,
catálogo de 1900, No. 584”.
Aristóteles
con un busto de Homero, 1653
Óleo sobre lienzo. 143,5 cm × 136,5. Museo
Metropolitano de Arte.
Es una pintura al óleo sobre lienzo
de Rembrandt que representa a Aristóteles con una cadena de
oro y contemplando un busto esculpido. Fue creado como encargo dela
colección de Don Antonio Ruffo. Fue comprado y vendido a varios
coleccionistas hasta que finalmente terminó en el Museo Metropolitano de
Arte. El tono misterioso de la pintura ha llevado a varios estudiosos a
diferentes interpretaciones del tema de Rembrandt. Aristóteles contemplando un busto de
Homero fue pintado en 1653, por encargo de
un noble siciliano llamado Don Antonio Ruffo, que no solicitó
ningún tema en particular. A pesar de no saber qué crearía Rembrandt, ya
estaba ansioso por colgarlo en su Salón de la Fama. Don Antonio planeaba
encargar piezas complementarias para la pintura de Rembrandt
al pintor italiano Guercino. Guercino decidió que
un cosmógrafo era la pareja perfecta, ya que Rembrandt representaba
el estudio de la humanidad mientras que el cosmógrafo representaba el
estudio de los cielos. Sin embargo, la pieza de Guercino desapareció sin
motivo aparente. Según Charles Mee, quizás Don Antonio pensó que no
era lo suficientemente bueno. Rembrandt creó más tarde a Homer
dictando sus versos y una pintura perdida de Alejandro el
Grande para Ruffo, ambos diez años después de completar Aristóteles
con un busto de Homero.
Según Charles Mee, el tema principal de las
pinturas de Rembrandt es la idea de contemplación. Las personas en sus
pinturas miran como si estuvieran perdidas en sus pensamientos, lo que hace que
este sea su tema más utilizado. Para lograrlo, eligió una túnica
blanca para que Aristóteles pareciera más digno. Además, pintó un
delantal negro ya que el color negro representa la melancolía. Todos
estos elementos ayudaron a crear un sentimiento de profunda contemplación, que
es lo que los espectadores podrían encontrar identificable. Durante
la década de 1650, la gente se encontraba en un estado de existencialismo
después de que la ciencia hiciera nuevos descubrimientos sobre el universo, por
lo que el tema de la contemplación de Rembrandt era un tema
identificable.
Interpretación
Theodore
Roussin, 1962
En Theodore Roussin, tiene sentido
cómo Rembrandt atrae los ojos de Aristóteles. Las sombras que
ocultan parcialmente los ojos de Aristóteles muestran que está perdido en sus
pensamientos. Los ojos suelen insinuar los pensamientos internos de
una persona, pero el uso de sombras implica que hay un misterio en lo que
Aristóteles está sintiendo en ese momento. Roussin también menciona
el uso de varias pinceladas por parte de Rembrandt y el uso limitado de
colores. Se supone que estas elecciones de arte implican los diferentes
estados de ánimo que sintió mientras pintaba esta pieza.
Julius
Held, 1969
Aristóteles, cansado del mundo, mira el busto del ciego y humilde
Homero, sobre el que apoya una de sus manos. Esto ha sido interpretado de
diversas formas como el hombre de sólida ciencia metódica que se inclina por el
arte, o como el filósofo rico y famoso, que lleva el cinturón de joyas que le
dio Alejandro el Grande y envidia la vida del pobre bardo
ciego. También se ha sugerido que este es el comentario de Rembrandt
sobre el poder del retrato. La interpretación de la ciencia metódica
que se refiere al arte se discute extensamente en Aristóteles y otros
estudios de Rembrandt de Rembrandt. El autor señala que la mano derecha
de Aristóteles (tradicionalmente la mano favorecida), que descansa sobre el
busto de Homero, es más alta y está pintada en tonos más claros que la mano
izquierda de la cadena de oro que le dio Alejandro. También dijo que los
dos objetos representan sus valores contrastantes: el busto son sus valores
persistentes mientras que la cadena son sus valores siempre cambiantes.
Margaret
Deutsch Carroll, 1984
Carroll sugirió que Aristóteles se centra en
las ideas relacionadas con los objetos en lugar de en los objetos en
sí. Utiliza otras pinturas de Rembrandt con los mismos temas de
contemplación para respaldar su afirmación. Por ejemplo, su St. Paul
in Prison muestra a St. Paul reflexionando sobre lo que escribirá en su
libro, no solo sobre el libro en sí. Para el busto de Rembrandt,
representa su “atributo para aprender”,
o su pasado educado.
Saskia
Beranek, 2016
Beranek menciona que la cadena de oro es un
símbolo de gran honor, ya que recibir oro es una práctica antigua que reconoce
el mayor logro de alguien. Beranek creía que el atractivo de la
pintura es cómo atrae a los espectadores. Mientras el público observa a
Aristóteles sumido en sus pensamientos, pueden contemplar junto con él.
Nicole
Suthor, 2018
Hay libros apilados al
fondo pintados de forma realista, lo que les da importancia a la
escena. Según Suthor, representan el recuerdo persistente de un gran
poeta. La mano de Aristóteles adquiere un color cálido cuando toca
el busto de Homero, lo que implica un vínculo especial que Aristóteles siente
con Homero. Si bien el busto de Homero parece más visible que la
cadena de Alejandro, Rembrandt hace que parezca que la cadena sobresale del
marco, lo que le da tanta prominencia como el busto.
El jinete
polaco, 1655. The Frick Collection, Nueva York
Pintura de un joven que viaja a caballo por un
paisaje turbio, ahora en The Frick Collection en Nueva
York. Cuando el cuadro fue vendido por Zdzisław Tarnowski [pl] a Henry
Frick en 1910, hubo consenso en que la obra era del pintor holandés Rembrandt. Esta
atribución ha sido impugnada desde entonces, aunque sigue siendo una opinión
minoritaria.
También ha habido un debate sobre si la pintura
fue concebida como un retrato de una persona en particular, viva o histórica, y
de ser así de quién, o si no, qué se pretendía representar. Tanto la
calidad de la pintura como su ligero aire de misterio son comúnmente
reconocidos, aunque partes del fondo están pintadas de manera muy
esquemática o sin terminar.
El primer erudito occidental que discutió la
pintura fue Wilhelm von Bode, quien en su Historia de la pintura
holandesa (1883) afirmó que era un Rembrandt que databa de su período “tardío”, es decir, 1654. Un poco más
tarde, Abraham Bredius examinó la imagen bastante de cerca y no tenía
dudas de que su autor era Rembrandt. A principios del siglo XX, Alfred von
Wurzbach sugirió que el alumno de Rembrandt, Aert de Gelder, podría haber
sido el autor, pero su opinión fue generalmente ignorada. Durante la mayor
parte del siglo XX, hubo un acuerdo general de que la pintura era de Rembrandt
e incluso Julius S. Held, quien en un momento cuestionó su conexión
polaca, nunca dudó de la autoría de Rembrandt. Sin embargo, en 1984, Josua
Bruyn, entonces miembro del Proyecto de Investigación Rembrandt (RRP)
sugirió tentativamente que ciertas características de la obra de Willem
Drost, otro estudiante de Rembrandt, podían observarse en la pintura. Aunque
la expresión misteriosa y algo solemne en el rostro brillantemente pintado del
Jinete apunta a Rembrandt, El jinete polaco es diferente al otro
trabajo de Rembrandt en otros aspectos. En particular, Rembrandt rara vez
trabajó en pinturas ecuestres, el único otro retrato ecuestre conocido en la
obra de Rembrandt es el Retrato de Frederick Rihel, 1663 (Galería
Nacional, Londres).
Pero la de Bruyn siguió
siendo una opinión minoritaria, la sugerencia de la autoría de Drost ahora es
generalmente rechazada, y el propio Frick nunca cambió su propia atribución, la
etiqueta sigue leyendo “Rembrandt” y no “atribuido
a” o “escuela de”. La
opinión más reciente se ha inclinado aún más decisivamente a favor de Frick,
con Simon Schama en su libro de 1999 Rembrandt’s Eyes, y el
académico Ernst van de Wetering, presidente del Proyecto Rembrandt
(Melbourne Symposium, 1997), ambos abogando por la atribución al
maestro. Los pocos académicos que todavía cuestionan la autoría de
Rembrandt sienten que la ejecución es desigual y favorecen diferentes
atribuciones para diferentes partes de la obra. Un estudio de 1998
publicado por el RRP concluyó que la mano de otro artista, además de la de
Rembrandt, estaba involucrada en la obra. Rembrandt pudo haber comenzado
la pintura en la década de 1650, pero quizás la dejó sin terminar y puede que
la haya completado otra persona.
El personaje idealizado e inescrutable ha
alentado varias teorías sobre su tema, si el cuadro es un retrato. Los
candidatos han incluido un antepasado de la familia polaco-lituana Oginski Marcjan
Aleksander Ogiński, como lo afirmaron los propietarios de la pintura del siglo
XVIII y el teólogo polaco, Jonasz Szlichtyng. Otros creen que el atuendo
del jinete, las armas e incluso la raza del caballo son todos polacos. Los
retratos ecuestres holandeses eran poco frecuentes en el siglo XVII y
tradicionalmente mostraban a un jinete vestido a la moda en un caballo bien
educado y enérgico, como en Frederick Rihel de Rembrandt.
También se han sugerido personajes históricos,
desde el David del Antiguo Testamento hasta el hijo
pródigo y el guerrero mongol Tamerlane, o el héroe medieval
holandés, Gijsbrecht IV de Amstel. Se ha sugerido un “soldado
de Cristo”, una representación idealista de un soldado montado que defiende
Europa del Este contra los turcos, o simplemente un soldado
extranjero. Para muchas personas, el joven jinete se enfrenta a un peligro
sin nombre en un paisaje montañoso desnudo que contiene un edificio misterioso,
agua oscura y en la distancia evidencia de un incendio.
En una carta de 1793 al rey Stanislaus
Augustus de la Commonwealth polaco-lituana, el propietario de la
pintura, Michał Kleofas Ogiński, identificó al jinete como “un cosaco a caballo”, y el rey
reconoció al sujeto como miembro de la unidad militar irregular conocida
como Lisowczyk. En 1883, Wilhelm Bode, un experto en pintura
holandesa, describió al jinete como un magnate polaco con el traje
nacional. En 1944, el académico estadounidense de
Rembrandt Julius S. Held refutó la afirmación de que el sujeto
era polaco y sugirió que el traje del jinete podría ser húngaro. Dos
eruditos polacos sugirieron en 1912 que el modelo para el retrato era el hijo
de Rembrandt, Titus.
El buey
desollado, 1655
Óleo sobre lienzo. 94 cm
× 69cm. Museo del Louvre, París.
El buey en canal, es una de las pinturas más
conocidas del pintor holandés Rembrandt. Está realizado
en óleo sobre madera, y fue pintado en 1655. Mide
94 cm de alto y 69 cm de ancho. Se exhibe actualmente en
el Museo del Louvre de París, donado por el coleccionista y
crítico de arte Louis Viardot (París, 1857).
La obra está firmada y datada «REMBRANDT F: 1655». Rembrandt lo pintó
en su etapa de madurez, poco antes de su bancarrota de 1655.
Es un cuadro excepcional dentro de la
producción de Rembrandt, tanto por el tema como por la calidad. Se trata de
un bodegón, algo inusual dentro de la producción del artista. Sobre el
mismo tema hay otro cuadro del mismo autor, fechado hacia 1643 y que
se conserva en la Glasgow Art Gallery and Museum, lo que ha dado lugar a
que se sugiera la posibilidad de que Rembrandt hiciera este cuadro como un
estudio sobre las variaciones de luz y color sobre el mismo objeto.
Ciertamente, en la pintura holandesa de
género la presencia de animales muertos y desollados era frecuente en
escenas de cocina, que se difundieron a partir del Cinquecento. Podría ser
una especie de memento mori o lección de vanidad, es decir, una
representación del inevitable final de todas las cosas terrenales. La presencia
de una figura femenina que atisba este interior al fondo del cuadro permite
sospechar que se trataría de una pintura de género, más que de un bodegón.
Se representa una escena de interior,
posiblemente un sótano. En el fondo se entrevé una figura humana, una mujer con
cofia, la mujer del carnicero, reducida al rango de secundaria, que se
asoma por una puerta. Pero en primer plano, dominándolo todo, el cadáver de
un buey, colgado de una barra de madera próxima al techo; este travesaño
sirve para dar perspectiva y profundidad al cuadro.
En lo que se refiere a la calidad, es una obra
de impresionante factura técnica, en «uno de los estudios más crudos de la
realidad que jamás se haya efectuado por medios pictóricos» (L. Monreal).
La pintura está ejecutada con pinceladas
gruesas y violentas, muy sueltas, que anticipa un poco el expresionismo del siglo
XX. Se consigue así que en determinados puntos se acumulen grumos de pintura
al óleo, lo que proporciona relieve a la superficie pictórica. La mujer, por
ejemplo, aparece borrosa, como una mancha realizada con pinceladas gruesas y
densas.
Este lienzo fue objeto de imitación por otros
pintores posteriores, como Eugène Delacroix, Honoré Daumier, Francis
Bacon y Chaïm Soutine.
Autorretrato,
1652
Óleo sobre lienzo. 112,1 cm × 81
cm Kunsthistorisches Museum, Viena
En composición es diferente de sus
autorretratos anteriores, que representan al pintor en una pose frontal
directa, con las manos en las caderas y con aire de confianza en sí
mismo. Fue pintado el año en que comenzaron sus dificultades económicas, y
rompe con las suntuosas galas que había lucido en anteriores
autorretratos. El historiador del arte Christopher White lo ha
llamado “una de las imágenes más
magistrales y sombrías de estas (tardías)”. Está en
el Kunsthistorisches Museum de Viena.
La ropa pintada libremente incluye una túnica
marrón que probablemente era una vestimenta de trabajo informal, asegurada con
una faja, sobre un jubón negro con el cuello vuelto hacia arriba. Un
dibujo de c. 1650 muestra a Rembrandt con la misma pose y atuendo, y presenta
una inscripción, aunque no de la mano del artista, que indica que se trataba de
la ropa de estudio del artista. En el dibujo se ve a Rembrandt con
un sombrero de copa, mientras que en el cuadro lleva una boina negra derivada
de los retratos de artistas del siglo XVI.
Después de un período de siete años en el que
no pintó autorretratos, centrándose en cambio en paisajes y temas domésticos
íntimos, el Autorretrato de Viena inauguró un tramo prolífico en
el que Rembrandt pintó una media de un autorretrato al año hasta su muerte en
1669. Contrariamente al entendimiento popular de que estas pinturas
representaban principalmente un interés personal más profundo en la
autorrepresentación, Ernst van de Wetering ha propuesto que fueron
pintadas específicamente para entendidos que coleccionaron autorretratos de
artistas prominentes.
Como en otros retratos y autorretratos tardíos
de Rembrandt, una capa inferior pintada se ve a través de las áreas de sombra,
particularmente en las cuencas de los ojos y debajo del bigote. El
análisis microscópico ha revelado que esta no es la capa de suelo pintada, que
es de un color gris similar, sino una capa inferior de pintura
separada. Vermeer también practicó esta imprimatura local,
utilizada como preparación para áreas específicas de la pintura, y su propósito
no se comprende completamente.
Se ha observado una fuerte similitud con el
autorretrato de c. 1655, también en el Kunsthistorisches Museum de
Viena. La obra posterior comparte el ángulo frontal, la iluminación
y la vestimenta informal de la pintura más grande, aunque el rostro del artista
parece más viejo.
Una pintura del hijo de Rembrandt, Titus
van Rijn, de otro artista al estilo de Rembrandt, duplica la pose y la posición
de la figura en el Autorretrato.
La
lección de anatomía del Dr. Deijman, 1656
Óleo sobre lienzo. 100 cm × 134 cm. Hermitage
Amsterdam, Amsterdam.
Es un retrato de grupo que muestra una
disección del cerebro del Dr. Jan Deijman (1619-1666). Gran parte del
lienzo fue destruido en un incendio en 1723 y la pintura fue posteriormente
recortada a sus dimensiones actuales, aunque un boceto preparatorio muestra el
grupo completo.
Debido a los efectos de un incendio la obra
sufrió considerables daños, por lo que tuvo que ser recortada en el siglo XVIII
por la parte superior y los laterales. Fue realizada en 1656 para la Sala de
Anatomía de Amsterdam y representa al doctor Joan Deijman haciendo una
disección del cerebro del condenado Joris Fonteyn, al tiempo que es observado
por el Maestro de la Corporación, quien sostiene el casquete cerebral. El
anterior éxito obtenido con La lección de anatomía del doctor Tulp le
llevó a Rembrandt a recibir este encargo, lo que indica la confianza que tenían
en el pintor los habitantes ricos e influyentes de Amsterdam. Deijman
había extirpado ya los intestinos y el estómago antes de empezar a diseccionar
el cerebro, por lo que vemos el cadáver abierto por el vientre. Para no repetir
la disposición realizada años atrás, el artista coloca la figura del cadáver
tendido frente al espectador, en un profundo escorzo que se relaciona
con Mantegna y Orazio Borgiani, aunque el artista lo pudo
observar directamente en la sala de disecciones. Tras el cadáver, y frente al
espectador, aparece el doctor Deijman, recortado tras el incendio; atentamente
sigue la disección el Maestro de la Corporación, a la izquierda. Rembrandt
recurre a su característico claroscuro, iluminando al muerto con un foco
de luz que procede de la izquierda, con lo que provoca fuertes contrastes de
luces y sombras. Pero el estilo del pintor ya ha experimentado una evolución,
utiliza aquí una mayor soltura de pincelada, dando una sensación de aire en el
ambiente, un “efecto atmosférico”, producto de una habitación cerrada y con
polvo. Sería maravilloso contemplar la escena completa en la que aparecían
siete figuras más, pero aun así estamos ante una magnífica obra.
Retrato
de Catharina Hooghsaet (1607–1685)
Óleo sobre lienzo. 123,5 cm × 95 cm. Museo
Nacional de Cardiff.
Esta pintura fue documentada por Hofstede
de Groot en 1915, quien escribió: “652. CATHARINA HOOGHSAET (1607 -después
de 1657). Sm. 546. y Supl. 32; Bode 247; Dut. 216; Wb. 234;
B.-HdG 454. De cuerpo entero; tamaño natural. Se sienta en un sillón, en el que
tiene ambos brazos extendidos; está volteada hacia la izquierda y mira en esa
dirección. Tiene un pañuelo en la mano derecha. Vestido negro de la esposa de
un ciudadano, con un cuello blanco liso y plano y una gorra blanca, que cubre
su cabello, que está suavemente peinado hacia atrás. A su lado, a la izquierda,
hay una mesa con una alfombra turca con un patrón rojo. Encima de la mesa un
anillo de metal con un loro cuelga de un soporte fijado a la pared. Incluso con
luz diurna. Fondo oscuro.
Firmado a la izquierda en la parte superior en
dos etiquetas en el soporte de pared, “Catrina
Hooghsaet, out 50 jaer, Rembrandt 1657.
En posesión del comerciante londinense Peacock,
1842. Ventas. E. Higginson de Saltmarsh Castle, Londres, 4 de junio
de 1846 Catálogo de 1842, No. 39 (£ 798, Turner, comprado). E. Higginson,
Londres, 1860 (£ 777, Farrer). En la colección de Lord
Penrhyn, Penrhyn Castle”.
La pintura es inusual para un retrato, ya que
presenta una mascota. Catharina mira a su loro mascota con una mirada
satisfecha que llevó a Horst Gerson a comentar que su vivaz
comunión con su pájaro mascota sería un tema interesante para un libro
sobre Rembrandt y los animales. La biografía de Catharina Hooghsaet
fue escrita en 2014 y en el momento en que se hizo la pintura, ella tenía 50
años y vivía separada de su esposo.
Catharina lleva el sobrio vestido negro de la
comunidad menonita, pero el brillo de seda de su vestido, el broche de perlas,
la horquilla, el anillo y el soporte de la gorra dorada muestran su
riqueza. El mismo año que encargó el retrato, redactó su testamento y
nombró a varias sobrinas y sobrinos y sumas a los pobres tanto de la comunidad
menonita como de la comunidad reformada. El retrato de Rembrandt se lo
dejó a su hermano junto con 2000 florines, y el loro se le dejó a Giertje
Crommelingh.
Expertos en genealogía de la familia holandesa
Hoogzaad visitaron el Rijksmuseum en 2007 cuando la pintura estaba en préstamo
allí. Los documentos de la familia Hoogzaad mostraron que Catharina o
Catrina o Trijn era la nieta de Dirck Pietersz van Nierop, un hombre de
una granja en Nieuwe Niedorp llamado Hoochsaet y que este es el origen del
nombre Hoogzaad. La pintura había estado en préstamo desde noviembre
de 2006 para el final del año de Rembrandt celebrado en Amsterdam. Un
artículo del Noord-Hollands Dagblad menciona el trabajo de la familia Hoogzaad
y que los propietarios del cuadro, la familia Douglas-Pennant, estaban en
ese momento negociando una venta con el Rijksmuseum por 70 millones de
euros. La NRC durante el mismo período también comentó sobre el posible
acuerdo de Rembrandt, pero no mencionó un precio. El Rijksmuseum
había adquirido anteriormente la pintura de Jan Steen de la
familia Douglas-Pennant en 2004 llamada Un alcalde de Delft y su hija.
Retrato
de un hombre con los brazos en jarras, 1658
Óleo sobre lienzo. 107,4 cm × 87 cm. Centro de
arte Agnes Etherington, Kingston, Ontario.
La pintura fue redescubierta en diciembre de
2009 después de estar fuera de la exhibición pública durante unos cuarenta
años. Fue comprado por Steve Wynn en Christie’s en
diciembre de 2009 por £ 20 millones, el precio más alto jamás pagado por una
pintura de Rembrandt. En 2011 fue comprado por Isabel y Alfred
Bader. Lo pusieron a la venta en la muestra de
arte TEFAF 2011 en Maastricht por 47 millones de
euros. Los Bader donaron la pintura al Agnes Etherington Art Center
en diciembre de 2015.
Esta pintura fue documentada por Hofstede
de Groot en 1915, quien escribió: “827ª.
Un almirante holandés. Expuesto en la British Institution, Londres, 1847,
No. 45. En la colección de George Folliot”. Se vendió en mayo de
1930 de la colección Folliot, pero estaba en la colección de arte de
la Universidad de Columbia cuando Horst Gerson lo catalogó
en 1968. Fue comprado por $ 185,000 por Huntington Hartford, de
la cadena de supermercados A&P. riqueza, quien lo donó a la
universidad en 1958.
Moisés
rompiendo las tablas de la ley, 1659
Óleo sobre lienzo. 168´5
x 136´5 cm. Gemäldegalerie (Berlin)
Dios llamó a Moisés al monte Sinaí donde
procedió a darle las tablas del testimonio escritas por su propio dedo. Cuando
Moisés bajó del monte encontró a los israelitas adorando un becerro de oro que
habían construido durante su ausencia por lo que, encendido en cólera, rompió
las Tablas de la Ley. Este es el momento elegido por Rembrandt para la
ejecución de este soberbio lienzo. La figura del profeta se presenta
inconmensurable, ocupando la mayor parte del espacio, levantando las dos tablas
que contienen los Diez Mandamientos escritos en hebreo - ayudado posiblemente
el artista por sus amigos judíos - para proceder a su destrucción. Su rostro
transmite más bien resignación o pena que rabia. La iluminación dorada
característica del maestro impacta sobre la figura, resbalando por su cuerpo
para crear sugerentes contrastes lumínicos que acentúan el volumen. La
pincelada en esta década de 1650 se ha hecho más suelta, siguiendo la “manera áspera” que le caracteriza en sus
últimos años. Las tonalidades continúan siendo oscuras, en sintonía con
el naturalismo aprendido de su maestro Pieter Lastman.
Asuero y
Amán en la fiesta de Ester, 1660
Óleo sobre lienzo. 73 cm × 94 cm. Museo
Pushkin, Moscú.
Solo hay tres figuras en la imagen y el
banquete se sugiere esquemáticamente. Ester baja los brazos con aprensión
mientras termina su discurso, los labios del rey se fruncen con ira y la pose
de Amán revela una sensación de fatalidad. La distancia entre el rey y su
visir parece enorme, mientras que el rey y la reina forman una pareja
unida.
El tema es un episodio de los capítulos 5-7
del Libro de Ester en el Antiguo Testamento. Amán,
consejero del rey Asuero, propuso colgar a Mordejai por
no mostrarle respeto poniéndose de pie al entrar en la habitación o
saludándolo, y a toda la nación judía como venganza por su orgullo. Los
judíos fueron salvados por la intercesión de la prima de Mordejai, Ester,
quien también era la esposa de Asuero. Es este rescate el que todavía se
celebra en la fiesta judía de Purim. En ese festival, Amán es
retratado como el villano, y esto se refleja en la descripción que Rembrandt
hace de él.
Según el Museo Pushkin, esta es una
de las mejores creaciones del período tardío de Rembrandt.
El
dramático conflicto entre las tres personas se expresa a través de sus gestos
comedidos pero elocuentes. La escena tiene una atmósfera tensa de
suspenso. La figura de Ester está radiante, su túnica con una larga cola
resplandece como con piedras preciosas. Amán está inmerso en las
sombras. Rembrandt logra una gran profundidad al plasmar la vida interior,
la energía espiritual de sus personajes.
Rembrandt se inspiró en la obra Hester, de
Johannes Serwouters (1623-1677), cuando pintó Asuero y Amán en la fiesta
de Ester. La obra se representó por primera vez en 1659 en
el Schouwburg de Van Campen y estaba dedicada a Leonore Huydecoper,
la hija de Joan Huydecoper van Maarsseveen. Serwouters escribió su
obra como reacción a los pogromos en Europa del Este. Su marido
pudo haber encargado el cuadro, ayudando así a Rembrandt a tener dificultades
económicas.
Después de su finalización en
1660, Rembrandt vendió la pintura Ahasuerus y Amán en la Fiesta
de Esther a Jan J. Hinlopen. En el año 1662 se
publicó un libro de poesía de Jan Vos, en el que había varios poemas
basados en las pinturas de Jan J. Hinlopen.
La
negación de Pedro, 1660
Óleo sobre lienzo. 154
cm × 169 cm. Rijksmuseum, Ámsterdam.
Después de la Última Cena, Jesús
fue arrestado y llevado a la casa del sumo sacerdote Caifás para
ser juzgado por el Sanedrín. El apóstol Pedro fue tras
Jesús, donde una sierva lo reconoció como uno de los seguidores de
Jesús. Peter con una túnica blanca hace un gesto de negación, mientras dos
guardias armados observan a la izquierda. Al fondo, Cristo mira por encima
del hombro mientras lo llevan a la corte de Pilato.
La pintura mide 154 cm × 169 cm (61 pulgadas ×
67 pulgadas). Está firmado y fechado, “Rembrandt
1660”.
Rembrandt nunca viajó a Italia, como lo
hicieron muchos de sus contemporáneos. Por tanto, se piensa que su
tratamiento de temas como la Negación deriva sustancialmente de
grabados basados en obras extranjeras. En este caso hay dos grabados,
ambos basados en pinturas del artista flamenco Gerard Seghers, que están
implicados en La negación de Rembrandt. El primero es
de Schelte a Bolswert, el segundo es un grabado de Giovanni Antonio
de Paoli.
Después de pasar por las manos de varios
coleccionistas y marchantes de arte en los Países Bajos y luego en Francia, el
cuadro se vendió con otras 118 obras de arte a Catalina II de
Rusia en 1781. Permaneció en la colección
del Museo del Hermitage de San Petersburgo hasta
que se vendió en secreto con otras obras del gobierno de
la Unión Soviética. Fue comprado por el Rijksmuseum de
Amsterdam en 1933.
La
conspiración de Claudius Civilis, 1661–62
Óleo sobre lienzo. 196 cm × 309 cm. Real
Academia Sueca de Bellas Artes.
La pintura fue encargada por el ayuntamiento
de Amsterdam para el Ayuntamiento. Después de que el
trabajo estuvo en su lugar brevemente, se devolvió a Rembrandt, quien tal vez
nunca recibió su pago. Rembrandt redujo drásticamente la pintura a una
cuarta parte del tamaño original que se vendía. Es la última pintura de
historia secular que terminó.
La pintura sigue las Historias
de Tácito y describe un episodio de la rebelión de
Batavia (69-70 d. C.), encabezada por el cacique tuerto Claudius
Civilis (en realidad llamado Gaius Julius Civilis por Tácito, aunque una
vez, Claudius Civilis se ha atrincherado en historia del arte), en el que “reunió
en una de las arboledas sagradas, aparentemente para un banquete, a los jefes
de la nación y los espíritus más audaces de la clase baja”, los convenció de unirse
a su rebelión, y luego “obligó a toda la
asamblea con ritos bárbaros y extrañas formas de juramento”.
Civilis, escribe Tácito, “era inusualmente inteligente para un nativo y se hacía pasar por un
segundo Sertorio o Aníbal, cuya desfiguración facial compartía”,
es decir, la pérdida de un ojo. Fingió amistad con el emperador
Vespasiano para recuperar su libertad. Cuando regresó a sus tierras
tribales en las marismas del Betuwe, organizó la revuelta que había estado
planeando durante mucho tiempo.
El juramento de espada fue inventado por
Rembrandt. Hay una espada más en la pintura, la que toca la parte
delantera de la espada del líder, que los bátavos que la
sostienen; otras representaciones del evento muestran apretones de
manos, especialmente el grabado en 1612 por Antonio
Tempesta como parte de un conjunto de treinta y seis ilustraciones de
diseños de Otto van Veen en el libro Batavorum cum Romanis
bellum sobre la revuelta. Al año siguiente, los Estados
Generales encargaron un conjunto de doce pinturas de Van Veen sobre el mismo
tema para La Haya. Estos barrocos las
obras habían entrado en la imaginación popular como representaciones de la
revuelta, y el diseño de Flinck se basó en el grabado de esta escena. Van
Veen siguió las ideas barrocas del decoro mostrando siempre a Civilis de
perfil, con solo su ojo bueno visible.
Sobrevive un boceto (en el reverso de un boleto
fúnebre fechado en octubre de 1661) que muestra que había trasladado la escena
del “bosque sagrado” de Táctito a una
gran sala abovedada con arcos abiertos. Después de la entrega, que fue en
julio de 1662, la pintura se colgó en su lugar durante un breve período antes
de ser devuelta a él por razones que no están documentadas, pero que pueden
haber involucrado percepciones de una falta del decoro que se considera
necesario para la pintura de historia, falta de final y un enfoque
insuficientemente heroico de la historia. Cuando las cuatro pinturas
estuvieron en su lugar, la discrepancia fue evidente. El concilio
probablemente esperaba algo similar en estilo, en lugar de la ominosa grandeza
de la concepción de Rembrandt. El claroscuro es típico de las
últimas obras de Rembrandt, pero la “luz y la sombra espeluznantes y los azules
grisáceos iridiscentes y los amarillos pálidos” no lo son.
En agosto de 1662, cuando la pintura aún estaba
allí, Rembrandt firmó un acuerdo otorgando una “cuarta parte de sus ganancias devengadas por la pieza para el
Ayuntamiento y sus posibles ganancias”. El 24 de septiembre de 1662,
sin embargo, cuando el arzobispo y elector de Colonia Maximiliano Enrique
de Baviera fue recibido en el ayuntamiento, la pintura de Rembrandt había
desaparecido. Una objeción bien pudo haber sido la corona incongruente
que Rembrandt había puesto sobre la cabeza de Claudio Civilis y su dominio de
la escena, apenas rasgos de una actitud republicana
consultiva. Blankert sugirió que la pintura tenía demasiado espacio
oscuro y sin usar, en comparación con los otros que habían llenado el espacio
de la imagen con figuras de una manera más convencional.
Para Kenneth Clark:
“Basta
mirar el fragmento superviviente para ver por qué la opinión oficial no pudo
aceptarlo... Es una imagen maravillosa, pero en algunos lugares roza lo
absurdo. La palabra shakesperiano es, por una vez, justificable.
Rembrandt ha evocó el tipo de pasado cuasi-mítico, heroico-mágico que es el
escenario de King Lear y Cymbeline, y, como con Shakespeare, esta lejanía le ha
permitido insertar en un episodio de grandeza primitiva la fibra vivificante de
lo grotesco [ las figuras en los lados extremos]”.
Crenshaw escribe que Rembrandt estuvo fuera un
par de meses y “... no tenía suficientes
seguidores en los lugares correctos cuando surgieron los obstáculos”. En
cambio, la obra inacabada de Flinck fue recuperada y rápidamente terminada por
el pintor alemán Jürgen Ovens en cuatro días. A Ovens, que
entonces vivía en la casa y usaba el estudio que antes era propiedad de Flinck,
le pagaron 48 florines por su trabajo, mientras que a Flinck le prometieron
12.000 florines por la serie de doce pinturas. Jordaens y Lievens
recibieron 1.200 florines por cada una de sus obras. En dificultades
financieras, Rembrandt se vio obligado a recortarlo drásticamente para
facilitar la venta y repintarlo parcialmente. La mesa se alargó y agregó
al hombre de la izquierda. En los meses siguientes, Rembrandt se vio
obligado a vender la tumba de su esposa, Saskia.
Historia
posterior
El 10 de agosto de 1734, la pintura fue
comprada en una subasta en Amsterdam por el comerciante Nicolaas Kohl de Arensborg (1675-1751). Supuestamente
llegó a Suecia como herencia de la viuda de Kohl, Sophia Grill, quien murió en
1766 en Zwammerdam (Países Bajos). Fue adquirido por Anna
Johanna Grill, la única hija del acaudalado Claes Grill. Anna Johanna
(1745-1801) estaba casada con el comerciante de Estocolmo Henrik Wilhelm Peill
(1730-1797). Probablemente por consejo de amigos artistas, quizás debido a
su tamaño, Peill depositó la pintura en la Real Academia Sueca de Artes. Se
puede ver colgado en la pared en el fondo de un cuadro de Elias Martín de
la visita del Rey Gustavo II Ia la Academia en 1782. En 1785 la pintura
fue trasladada al Palacio de Estocolmo. En 1798, la obra fue
donada a la Academia de Bellas Artes por Anna Johanna Grill, viuda de Peill y
hermana de Adolf Ulric Grill, quien fue miembro y durante un tiempo
presidente de la Academia.
Peill, que anteriormente había apoyado
económicamente al rey en su golpe de estado en 1772, cumplió, y un
plano de la colección real muestra la pintura en una posición central en una de
las galerías. Alrededor de 1782, la pintura fue restaurada por el
conservador Erik Hallblad. Hallblad (1720-1814), que había
desarrollado o aprendido un método para transferir una pintura al óleo de un
lienzo a otro, quitó la capa de pintura del lienzo original de Rembrandt y lo
adhirió a uno nuevo. Parece que se han producido algunos daños durante
este arriesgado proceso; la espada extra que ahora se ve en la pintura
probablemente fue agregada por Hallblad para enmascarar esto. La pintura
sigue siendo propiedad de la Academia de las Artes, pero está depositada desde
1864 en el Museo Nacional de Estocolmo.
A principios del siglo XX, un autor
danés, Karl Madsen, notó el boceto de Munich y supuso que Rembrandt —después
de su quiebra— huyó a Suecia. Sugirió que Rembrandt había pintado al dios,
rey y sacerdote del norte de un solo ojo, Odin. De hecho, el
entierro de Rembrandt en Westerkerk se descubrió en 1866, y la
verdadera historia de la pintura se publicó en 1891.
En marzo de 2008, la Academia valoró la pintura
en 750 millones de coronas (61 millones de libras o 123
millones de dólares), pero luego la puso a la venta en 300 millones de coronas
(24 millones de libras o 49 millones de dólares, es decir, con un descuento del
60%). con la condición de que se devuelva directamente al museo y se muestre
allí como antes, después de la compra. Esta medida inusual se tomó con el
fin de recaudar fondos para exposiciones y otras actividades.
Más tarde, la pintura viajó a Ámsterdam para
una exposición sobre Rembrandt tardío y se exhibió en el Rijksmuseum
junto a The Night Watch.
Desde mayo de 2017 hasta septiembre de 2018, la
pintura fue la pieza central de una exposición especial de Rembrandt en
el Museo de Arte de Gotemburgo en Gotemburgo, Suecia.
El
regreso del hijo pródigo, 1661-1669
Óleo sobre lienzo. 262 cm × 205 cm. Museo del
Hermitage, San Petersburgo.
Se encuentra entre las obras finales del
maestro holandés, probablemente terminadas dos años después de su muerte en
1669. Representando
el momento del regreso del hijo pródigo a su padre en
la parábola bíblica, es una obra de renombre descrita por el
historiador del arte. Kenneth Clark como “un cuadro que aquellos que han visto el original en San Petersburgo
pueden ser perdonados por reclamar como el cuadro más grande jamás pintado”.
En la pintura, el hijo ha regresado a casa en
un estado miserable de viajes en los que ha desperdiciado su herencia y ha
caído en la pobreza y la desesperación. Se arrodilla ante su padre
arrepentido, deseando perdón y un lugar renovado en la familia, habiendo
comprendido que incluso los sirvientes de su padre tenían una mejor posición en
la vida que él. Su padre lo recibe con un gesto tierno. Sus manos
parecen sugerir paternidad y maternidad a la vez; la izquierda parece más
grande y más masculina, colocada sobre el hombro del hijo, mientras que la
derecha es más suave y más receptiva en los gestos. De pie a la derecha
está el hermano mayor del hijo pródigo, que cruza las manos para
juzgar; en la parábola se opone a la compasión del padre por el hijo
pecador:
Pero él
respondió a su padre: He aquí, estos muchos años te he servido, y nunca
desobedecí un mandamiento tuyo, pero nunca me diste una cabra para que pudiera
celebrar con mis amigos. Pero cuando llegó este, tu hijo, que te ha devorado la
vida con prostitutas, mataste el becerro cebado para él”.
—Lucas 15:
29–30, Biblia en inglés mundial
El padre explica: “Pero era apropiado celebrar y alegrarse, porque este, tu hermano,
estaba muerto y ha vuelto a la vida. Estaba perdido y ha sido encontrado”
(Lucas 15:32).
Rembrandt se sintió conmovido por la parábola,
y realizó una variedad de dibujos, grabados y pinturas sobre el tema que
abarcaron décadas, comenzando con un grabado de 1636 (ver Galería). El
regreso del hijo pródigo incluye figuras que no están directamente
relacionadas con la parábola pero que se ven en algunas de estas obras
anteriores; sus identidades han sido debatidas. La mujer de arriba a
la izquierda, apenas visible, es probablemente la madre, mientras
que el hombre sentado, cuya vestimenta implica riqueza, puede ser un asesor de
la propiedad o un recaudador de impuestos.
El regreso del hijo pródigo demuestra el
dominio del difunto Rembrandt. Su evocación de la espiritualidad y el
mensaje de perdón de la parábola ha sido considerado el colmo de su
arte. El erudito de Rembrandt Rosenberg (et al.) Llama a la pintura “monumental”, escribiendo que Rembrandt interpreta
la idea cristiana de la misericordia con extraordinaria solemnidad, como si
éste fuera su testamento espiritual para el mundo. [La pintura] va más
allá del trabajo de todos los demás artistas barrocos en la evocación
del humor religioso y la simpatía humana. El poder de realismo del artista
anciano no disminuye, sino que aumenta por la percepción psicológica y la
conciencia espiritual... El observador se despierta a un sentimiento de algún
evento extraordinario... El conjunto representa un símbolo del regreso a casa,
de la oscuridad de la existencia humana iluminada por la ternura, de la
humanidad fatigada y pecadora que se refugia en el refugio de la misericordia
de Dios.
El historiador de arte HW Janson escribe
que el hijo pródigo “puede ser
la pintura más conmovedora [de Rembrandt]. También es la más tranquila, un
momento que se prolonga en la eternidad. Tan omnipresente es la atmósfera de
tierno silencio que el espectador siente un parentesco con este grupo es quizás
más fuerte e íntimo en este cuadro que en cualquier obra de arte anterior”.
El sacerdote holandés Henri
Nouwen (1932-1996) quedó tan impresionado por la pintura que finalmente
escribió un libro corto, El regreso del hijo pródigo: Una historia de
regreso a casa (1992), utilizando la parábola y la pintura de Rembrandt
como marcos. Comienza describiendo su visita al Museo Estatal del
Hermitage en 1986, donde pudo contemplar la pintura solo durante
horas. Considerando el papel del padre y los hijos en la parábola en
relación con la biografía de Rembrandt, escribió:
Rembrandt es tanto el hijo mayor de la parábola
como el menor. Cuando, durante los últimos años de su vida, pintó a ambos
hijos en El retorno del hijo pródigo, había vivido una vida en la que ni
la pérdida del hijo menor ni la pérdida del hijo mayor le eran
ajenas. Ambos necesitaban curación y perdón. Ambos necesitaban volver
a casa. Ambos necesitaban el abrazo de un padre perdonador. Pero de
la historia misma, así como de la pintura de Rembrandt, está claro que la
conversión más difícil de atravesar es la conversión del que se quedó en
casa.
La novia
judía, 1665-1669
Óleo sobre lienzo. 121,5
cm × 166,5 cm. Rijksmuseum, Ámsterdam.
La pintura ganó su nombre actual a principios
del siglo XIX, cuando un coleccionista de arte de Ámsterdam identificó el tema
como el de un padre judío que regalaba un collar a su hija el día de su
boda. Esta interpretación ya no se acepta y la identidad de la pareja es
incierta. La ambigüedad se ve acentuada por la falta de contexto
anecdótico, dejando solo el tema central universal, el de una pareja unida en
el amor. Las sugerencias especulativas sobre la identidad de la
pareja van desde el hijo de Rembrandt, Titus y su esposa, o el poeta de
Amsterdam Miguel de Barrios y su esposa. También se consideran
varias parejas del Antiguo Testamento,
incluidos Abraham y Sara, Booz y Ruth,
o Isaac y Rebekah, que está respaldado por un dibujo del artista
varios años antes.
Si bien la evidencia técnica sugiere que
Rembrandt inicialmente imaginó una composición más grande y elaborada, la
ubicación de su firma en la parte inferior izquierda indica que sus dimensiones
actuales no son significativamente diferentes de las del momento de su
finalización. Según el biógrafo de Rembrandt, Christopher White, la
composición completa es “una de las
mayores expresiones de la tierna fusión del amor espiritual y físico en la
historia de la pintura”.
Detalle de las manos
San Mateo
y el ángel, 1661
Óleo sobre lienzo. 96 cm
× 81 cm. Departamento de Pintura del Louvre.
Esta pintura fue documentada por Hofstede
de Groot en 1914, quien escribió; “173. SAN MATEO EL EVANGELISTA. Sm.
136; Bode 270; Dut. 102; Wb.276; B.-HdG. 521.
Se sienta detrás de una mesa con un libro abierto frente a él y mira pensativo
a la distancia. Gira tres cuartos a la derecha y usa una gorra de
color. Su mano izquierda está en su barba enmarañada y sin
recortar; su mano derecha, sosteniendo una pluma, descansa sobre el
libro. Lleva una túnica suelta de color marrón castaño. Un ángel con
ricos rizos rubios en la parte posterior a la izquierda coloca su mano derecha
sobre el hombro derecho del evangelista y le habla. De medio cuerpo,
tamaño natural. Cf. 172 y 174-5. Firmado en el centro derecho, “Rembrandt f. 1661”; lienzo, 38
pulgadas por 32 pulgadas. Mencionado por Vosmaer, págs. 361,
562; por Bode, págs. 523, 594; por Dutuit,
pág. 35; por Michel, págs. 463, 562 [361-2, 434]. Grabado
por Claessens en el Musée Francais; por Oortman en el Musée Napoléon,
en Filhol, viii. 509 y Landon, ii. 57. En el catálogo del Louvre,
París, 1907, núm. 2538”.
Lucrecia,
1666
Óleo sobre lienzo. 110,2 cm × 92,3 cm. Instituto
de Arte de Minneapolis.
Representa un mito sobre una mujer
llamada Lucrecia que vivió durante la antigua época
romana. Se suicidó para defender su honor de ser violada por el hijo de un
rey etrusco. Los romanos la conocen como heroína por su
autosacrificio. Los romanos celebraban los ideales femeninos de virtud y
castidad.
Fue muy popular durante
el período barroco que los artistas pintaran a
Lucrecia. Rembrandt fue uno de los muchos artistas holandeses que
llevaron la historia por el norte de Europa. Svetlana
Alpers ha sugerido que existe un vínculo significativo con la pintura
y su amante Hendrickje Stoffels. En 1663, cuando la retrató
como Betsabé. Hendrickje había sido reprendida por “vivir como una puta” por la Iglesia
Reformada Holandesa cuando dio a luz a su hija ilegítima, Cornelia van
Rijn. Compartía la culpa de la mujer cosificada y sexualmente
comprometida que limitaba su posición dentro del patriarcado.
Rembrandt nunca se casó con Hendrickje debido
al contenido del testamento de Saskia van Uylenburgh (la
primera esposa de Rembrandt), que amenazaba sus ingresos. No se le
permitió volver a casarse si quería heredar su fortuna o ver a su
hijo, Titus. Titus fue el único sobreviviente de tres hijos, dos de
los cuales murieron poco después de nacer. Después de la muerte de su
esposa en 1642, contrató a una nodriza, Geertje Dircx, para que
cuidara de Titus. Rembrandt y Dircx pronto se convirtieron en amantes y su
relación duró varios años. Cuando se separaron, surgió un caso
judicial por “incumplimiento de promesa”. Ella
esperaba casarse con él, después de que él le hubiera regalado un anillo que
pertenecía a su difunta esposa. Rembrandt prometió pagar un acuerdo a Dircx,
con la condición de que ella no cambiara su testamento, que nombró a Titus como
su heredero. Después de años de chantajear a Rembrandt, en 1650, Geertje
fue enviado a la casa de corrección de una mujer.
Durante el juicio, Rembrandt contrató a
Hendrickje como ama de llaves y ella se convirtió en su nueva
amante. A pesar de que Hendrickje y Rembrandt nunca se casaron, ella
se convirtió en su pareja desde hace mucho tiempo y permanecieron juntos hasta
la muerte de Hendrickje. Aplers señaló que los motivos patriarcales que
subyacen en la pintura de 1666 pueden ser la culpa de Rembrandt por no casarse
con Hendrickje y el desplazamiento de su vida doméstica. Sabía de la
experiencia y el dolor de Hendrickje, y la usó como “Lucrecia” para explorar la humanidad completa de una mujer, un
trágico objeto de deseo.
En esta representación de Lucrecia, lleva
un vestido de oro adornado y aretes de perlas, lo que indica su condición de
mujer rica. Su vestido está algo desordenado, exponiendo su ropa
interior. La tela de su ropa interior está manchada de sangre, lo que
significa su propia aceptación de la muerte inminente. En su mano derecha,
agarra la daga que le ha causado la herida en su corazón, mientras que la mano
izquierda agarra lo que parece ser una borla de cama. No se
supone que esta representación de Lucrecia represente la belleza
idealizada, sino que acentúa la angustia que está experimentando después de
perder su honor. Su rostro encarna su desesperación y desesperanza, su
piel es pálida y sus labios son pequeños y expresan su dolor.
Esta pintura representa una antigua leyenda
romana escrita por el historiador romano Livio, quien cubrió el período
desde la Roma temprana hasta el reinado de Augusto. Durante la era
romana y griega, las leyendas de mujeres que se suicidaban para mantener pura
su virtud eran populares. Era una forma de promover los ideales femeninos
entre las mujeres. Según cuenta la leyenda, Lucrecia era una mujer
noble que estaba casada con Lucius. Mientras su esposo estaba
cumpliendo con su deber, el amigo de su esposo Sextus y algunos de sus hombres
fueron a visitarla. Querían ver qué hombre tenía la esposa más virtuosa. Lucrecia
acogió amablemente a los invitados de su marido y, al caer la noche, todos los
hombres se marcharon, excepto Sexto. Estaba decidido a tener a Lucrecia
para él. Después de que habían pasado un par de días, regresó y le dijo
que ella se acostaba con él o que la mataran con su sirviente, para que la
enmarcaran como un asunto que salió mal.
Al día siguiente, envió una carta a su
padre, Lucrecio, y a su esposo. Cuando llegaron, ella explicó lo que
le había pasado. Consideraba la muerte como el único castigo adecuado por
perder su castidad y valor como esposa, al ser violada. Ella se apuñaló a
sí misma.
La influencia de Caravaggio
se extendió a los Países Bajos y proporcionó la adaptación de posturas
figurativas, principios estructurales y sombras oscuras. El estilo de
Caravaggio a menudo incluía figuras iluminadas, iluminadas por focos, que
emergen de la sombra circundante, una técnica
llamada tenebrismo. Rembrandt tomó prestada la influencia de este
estilo de arte, evidente en Lucrecia; ella está iluminada como el
foco de la pintura. Las sombras oscuras en su rostro y el fondo oscuro la
atraen hacia el espectador. Hay pruebas de que Rembrandt se inspiró en las
composiciones de Caravaggio, especialmente en el David de Caravaggio, en
el caso de Lucrecia de Rembrandt. La composición de la cabeza y
el cuerpo son similares: ambos tienen la cabeza ligeramente inclinada en
ángulo, ambas formas terminan debajo de la cintura, las marcas horizontales en
el vestido de Lucrecia pueden reflejar la estructura ósea de David, y la cadena
de Lucrecia en su vestido es similar a la línea de la camisa de David.
. Mientras David sostiene la cabeza de Goliat, Rembrandt muestra a Lucrecia
sosteniendo la borla de su cama.
Autorretrato
con boina y cuello vuelto, 1659
Óleo sobre lienzo. 84,4 cm × 66 cm. Galería
Nacional de Arte, Washington, DC
Se ha señalado como un autorretrato de
cualidades sutiles y sombrías, una obra en la que se pueden ver “las tensiones y tensiones de una vida
compuesta de triunfos creativos y reveses personales y económicos”. Una
vez propiedad de Andrew W. Mellon, ha estado en la Galería Nacional
de Arte desde 1937.
En Autorretrato con boina y cuello
vuelto, Rembrandt está sentado con una capa de piel muy pintada, con las
manos entrelazadas sobre el regazo. La luz de la parte superior derecha
ilumina completamente el rostro, ahuecando la forma de la mejilla y permitiendo
la representación de imperfecciones en la mejilla derecha y el lóbulo de la oreja. El
cuadro está pintado en una gama moderada de marrones y grises, enriquecida por
una forma roja que probablemente indica el respaldo de su silla, mientras que
otra área roja en la esquina inferior izquierda del lienzo puede ser un mantel. La
zona más luminosa, el rostro del artista, está enmarcado por una gran boina y
el cuello alto que oculta halagadoramente su papada. La piel del rostro está
modelada con pigmento táctil espeso, pintado con colores ricos y variados que
sugieren tanto el envejecimiento físico del artista como los efectos
emocionales de la experiencia de vida.
Al principio Rembrandt se pintó a sí mismo con
una gorra de color claro antes de optar por la boina negra; dado que el
tocado original era de un tipo que el artista incluía solo en los autorretratos
donde se le ve en el caballete, es posible que inicialmente pretendiera que
esta pintura se refiriera directamente a su oficio.
La pose recuerda a varias obras anteriores de
Rembrandt, incluido un grabado de 1639, Autorretrato apoyado en
un alféizar de piedra y un autorretrato pintado de 1640, ahora en
la Galería Nacional de Londres. Ambas piezas anteriores han
sido vistas como una referencia al Retrato de Baldassare
Castiglione (Louvre) de Rafael , así como a Un hombre con
una manga acolchada de Tiziano (NG, Londres), que entonces se
pensó erróneamente que era un retrato de Ludovico Ariosto, que Rembrandt
había visto en Amsterdam. Las manos cruzadas y el brazo izquierdo
cubierto de tela oscura son similares al retrato de Rafael.
También recuerda a la
pintura de Rafael la posición de la cabeza y el torso, inusual entre los
autorretratos pintados de Rembrandt. Cuando se pintaba a sí mismo,
Rembrandt generalmente usaba la disposición más conveniente para un artista
diestro, colocando el espejo a la izquierda del caballete, para que su brazo y
mano no obstaculizaran su vista, con el lado izquierdo de la cara más
destacada. Hay varios autorretratos frontales, pero Autorretrato con
boina y cuello vuelto es uno de los dos únicos, junto con Autorretrato
como Zeuxis, que Rembrandt pintó en el que se gira hacia la izquierda,
revelando así más del lado derecho de su cara. Se ha sugerido que esta
diferencia de ángulo era una variación intencionada de la serie de
autorretratos que estaba pintando en ese momento.
Autorretrato con boina y cuello
vuelto proviene del mismo período que el lienzo más acabado e idéntico
titulado en la Galería Nacional de Escocia en
Edimburgo. Tanto la vestimenta como la condición física del rostro
sugieren una fecha cercana a 1659. La misma vestimenta aparece en un
pequeño autorretrato sin terminar con boina en el Musée
Granet.
Menos acabado que muchos otros autorretratos de
Rembrandt, la rica expresividad de la pincelada, especialmente en el rostro, ha
merecido atención. En algunos pasajes, la manipulación del pigmento
parece independiente de las formas que se describen. Para el
investigador de Rembrandt Ernst van de Wetering “La pintura parece haber sido aplicada, por así decirlo, con una brocha
de afeitar”. Aunque la atribución del cuadro ha sido cuestionada por su
libertad de ejecución, es probable que Rembrandt optara por dejar el lienzo en
una etapa intermedia de desarrollo, pues las radiografías han revelado que
otros retratos de su mano han aplicado densamente pasajes que posteriormente
fueron trabajados con toques de pintura más delgados y refinados. El
sentido palpable de la forma plástica en el rostro de Autorretrato con
boina y cuello vuelto no es el resultado de cuidadosas transiciones de
valor y color, sino más bien de la vitalidad de la textura de la
pincelada.
A pesar del tosco dinamismo de la superficie de
la pintura, no hay compromiso en la ilusión de calidad atmosférica, ya que
algunos pasajes están pintados para aparecer con un enfoque más nítido,
mientras que otros lo son menos; a menudo esto es el resultado de la variación
entre áreas de pintura densamente pegadas y aquellas compuestas por pinceladas
borrosas El relieve de la pintura crea reflejos de luz que simulan
la naturaleza táctil de la carne. Los trazos de pintura espesa, de tono
cálido, se acumulan para representar áreas de luz reflejada en la frente, la
nariz y las mejillas. Junto a estos pasajes, en la sien, alrededor de los
surcos del ojo derecho y el ala de la fosa nasal, hay intersticios de pintura
base gris verdosa. El globo ocular derecho está pintado con una serie de
esmaltes transparentes, encima del cual se coloca una gota de pigmento de plomo
blanco para resaltar. Este ojo está rodeado por una compleja
variedad de pinceladas: la frente está formada por una serie desigual de
pinceladas; un solo trazo designa el pliegue sobre el párpado
superior; la piel por encima de la mejilla se moldea con un cepillo
redondeado; las arrugas del rabillo del ojo se indican mediante un trazo
de pintura húmeda que se arrastra sobre una pintura base seca. Se
utilizó un objeto contundente, probablemente el mango de un cepillo, para
acentuar una arruga debajo del ojo, y marcar la pintura húmeda del
cabello, creando rizos nítidos contra los que retroceden los pasajes más
amplios del cabello.
La práctica de la
variación superficial como medio de ilusionismo - “kenlijkheyt” o perceptibilidad - fue entendida por
algunos de los contemporáneos de Rembrandt. Aun así, las diferencias
dramáticas entre la aplicación de pintura en la cara y los pasajes de las
cortinas y el fondo son inusuales para un autorretrato tardío. La
impresión general es la de una obra completa, una que presenta al
sujeto como marcado por la experiencia pero finalmente resuelto en
dignidad.
Autorretrato
con dos círculos, 1665–1669
Óleo sobre lienzo. 114,3 cm × 94 cm. Kenwood
House, Londres.
Autorretrato con dos círculos es uno de
los más de 40 autorretratos que Rembrandt pintó (así como un número
similar en otros medios) y una de varias representaciones en varios medios que
datan al menos de 1629 que lo muestran en el trabajo dibujando, grabando o
pintura. Viste una túnica forrada de piel, debajo de la cual hay una
prenda roja. En su cabeza tiene un sombrero blanco, similar al que se usa
en varios otros autorretratos tardíos.
A diferencia de otros autorretratos tardíos,
en Autorretrato con dos círculos, Rembrandt, con una mano en la cadera,
parece confrontativo e incluso desafiante. La impresión es la de un
maestro que afirma solemnemente su genio.
Como en muchas de las últimas obras del
artista, la pintura se caracteriza por un manejo improvisado, con detalles que
se leen como inacabados. Hay áreas, como la cara y el lado derecho del
sombrero, donde se ha usado una capa gris de pintura como término medio tonal,
sobre las cuales se han agregado luces llamativas y ricos acentos oscuros, a
veces con rápidos trazos de pintura aplicada de húmedo sobre
húmedo. En varios lugares, Rembrandt “dibujó” en la pintura mientras
aún estaba húmeda, marcando líneas en el bigote, la ceja izquierda y el cuello
de la camisa. En manos, paleta, pinceles y guarnición de la piel del
vestido de la artista, o tabbaard, fueron pintados con gran
rapidez. No se sabe si Rembrandt tenía la intención de terminar más
completamente estas áreas, pero la contundencia general de la pintura hace que
la preocupación por su terminación sea superflua. Las generaciones
posteriores de artistas apreciaron los pasajes inacabados: Joshua
Reynolds comentó sobre su “forma muy
inacabada”, pero lo encontró “admirable
por su color y efecto”, y Jean-Honoré Fragonard hizo una copia
pintada. El hecho de que Rembrandt no haya considerado la obra
completa se sugiere por la omisión de su firma y fecha, inusual para un
autorretrato del artista. Alternativamente, es posible que la intención de
Rembrandt fuera dejar una imagen biográfica icónica para la posteridad, más
profunda que un autorretrato tradicional. En este sentido, una
comparación con el autorretrato “inacabado”
tardío de Tiziano en la Gemäldegalerie, Berlín, al que
se asemeja Autorretrato con dos círculos, es apropiada.
Algunos de los pasajes aparentemente inacabados
fueron pensados como revisiones de una concepción anterior: el cuerpo se giró
originalmente más hacia la derecha del espectador, con el brazo de Rembrandt
levantado para que lo retrataran pintando en un lienzo en el borde de la imagen
mientras sostenía pinceles adicionales en su mano izquierda. Las
modificaciones posteriores, incluido el repintado de su mano izquierda en la
cadera, redujeron la animación de la figura y aumentaron su sentido de
monumentalidad. Las áreas más ricamente elaboradas son el fondo y la
cabeza, con esta última construida con muchos colores matizados, pintados
densamente e impartiendo un realismo dinámico. En contraste con las
zonas empastadas están las cuencas de los ojos, pintadas con sutiles veladuras,
un ojo en la sombra y el efecto enigmático.
El significado del trasfondo ha generado mucha
especulación. La superficie plana detrás de Rembrandt se ha
interpretado como una pared o un lienzo estirado. Entre las teorías que
explican el significado de las líneas arqueadas está que están dibujadas en una
pared o que representan hemisferios en un mapa del mundo, una característica de
diseño común de los hogares holandeses; sin embargo, los círculos no
contienen referencias geográficas y están bastante separados. Se ha
sugerido que los círculos representan la rota aristotelis -
la idea aristotélica de la verdadera forma del mundo - o tienen
un significado cabalístico. También se ha teorizado que los círculos simbolizan
la perfección de la habilidad artística, como en la historia del maestro
italiano Giotto que fue convocado por el Papa para demostrar su arte
y respondió dibujando un círculo perfecto con un solo
movimiento. Una historia similar involucra a Apeles, pintor de
la corte de Alejandro Magno, y al artista Protogenes, cada uno de
ellos comprometido en dibujar líneas “perfectas”. Que
los círculos puedan tener una función compositiva, la de estructura geométrica,
también es una posibilidad.
Autorretrato,
1660
Óleo sobre lienzo. 80,3 cm x 67,3 cm. Museo
Metropolitano de Arte, Nueva York.
El retrato de Altman está fechado en 1660,
cuando tenía cincuenta y cuatro años. Este fue un año de ansiedad para
él. Acababa de ser declarado en quiebra. Vio su colección de tesoros
artísticos eliminada en una subasta y él mismo abandonado por sus alumnos y
amigos, sin ningún estudio propio en el que montar su caballete. En este retrato
tenemos una obra de años maduros, cuando aportó toda la habilidad y los
recursos de su vida a su creación. El levantamiento de las cejas que
arrugan su frente es de impaciencia caprichosa, pero la chispa en sus ojos
niega la derrota. La boca está dibujada y la marca de la negligencia
inmerecida es evidente en las arrugas prematuras, pero un cierto orgullo alegre
acecha en el gorro inclinado y la cabeza levantada. Una punzada de lástima
nos atraviesa, sólo para ser reemplazada por una aguda satisfacción de que él,
el abandonado, sea recordado y ellos, los aristócratas, sean
olvidados. Aunque este gran artista vivió varios años más, fueron
años de miseria y solo pintó una gran obra más, “Los síndicos de la Lonja de los Paños”, ahora en el Museo Ryks de
Ámsterdam. Su gran reputación sufrió un eclipse casi total, aunque en la
actualidad es probablemente el pintor más popular que jamás haya
existido. Sin embargo, nunca perdió el valor y, como lo vemos en este
retrato, lleva la cabeza con valentía y usa su sombrero con desenvoltura, como
desafiando los males que lo envolvieron. Es posible que hasta ahora nos
hayamos familiarizado con Rembrandt, el pintor, pero ahora conocemos a
Rembrandt, el hombre; porque así debió haber mirado a sus vecinos en el
turbulento año 1660.
Técnicamente, este retrato muestra a Rembrandt
en su mejor momento. El sombrero, de un negro intenso, y el fondo, de un
verde cálido, están pintados suavemente. Las sombras en la cara son
delgadas, cálidas y transparentes, mientras que las partes más claras, como en
las mejillas, se colocan con un pincel bien cargado, sugiriendo la textura de
la carne y se hacen brillar con color. Sobre un chaleco rojo, Rembrandt
lleva un abrigo marrón pesado.
Retrato
de Dirck van Os, 1658
Óleo sobre lienzo. 103,505 cm × 87,63 cm. Museo
de Arte Joslyn, Omaha, Nebraska.
En 1898, un comerciante de arte neoyorquino
adquirió el retrato a un coleccionista privado de San Petersburgo,
Rusia. En 1899, el retrato se vendió al empresario de Boston
Frederick Sears. La pintura fue comprada por el Museo Joslyn en 1942
de una colección privada. Inicialmente se creía que había sido pintado por
el propio Rembrandt, pero luego se reclasificó como pintura de la “Escuela de Rembrandt”; el trabajo
probable de uno de los estudiantes de Rembrandt. En la primavera de 2012,
bajo la dirección de Ernst van de Wetering, una de las autoridades más
importantes del mundo en Rembrandt, el museo envió la pintura
a Ámsterdam para su posterior estudio y
tratamiento. Martin Bijl, exjefe de restauración del Rijksmuseum de
Ámsterdam, trabajó con van de Wethering en la conservación de la
pintura. La determinación de que la pintura era un verdadero Rembrandt se
hizo durante el proceso de conservación.
El sujeto representado en la pintura es Dirck
van Os III (1590-1668), un destacado ciudadano holandés. Era
hijo de Dirck van Os (Amberes, 13 de marzo de 1556 - Ámsterdam, 20 de
mayo de 1615), un comerciante, asegurador, financiero y armador de
Ámsterdam. El anciano van Os fue uno de los fundadores de Compagnie
van Verre, Amsterdam Exchange Bank y United East India
Company (VOC). La pintura muestra a Van Os como un anciano, sentado
con un bastón en la mano izquierda, vestido con una túnica negra con cuello y
puños blancos y con gorra. Durante el proceso de restauración, se
determinó que las adiciones posteriores a la pintura incluían encaje alrededor
del cuello y una cadena con una cruz colgando del cuello del
sujeto. Los adornos se eliminaron durante el proceso de
restauración.
La pintura restaurada se presentó en la Galería
de la Fundación Hitchcock del Museo de Arte Joslyn el 5 de mayo de
2014 y es parte de la colección permanente del museo.
En noviembre de 2016, el Museo de Arte Joslyn
presentó un nuevo marco de encargo para la pintura. La pintura se exhibió
originalmente en un marco Luis XIV adornado y dorado, que enmarcaba el retrato
cuando fue adquirido por el museo en 1942. El nuevo marco es menos
ornamentado. El marco, como lo describe el curador asociado de arte
europeo de Joslyn, “es un estilo de encuadre
sobrio que se corresponde con la sensibilidad protestante conservadora de la
época y con la fuerte cultura mercantil de los Países Bajos, que se benefició
de la importación de maderas exóticas a través del Compañía Holandesa de las
Indias Orientales”. El marco fue pagado por la Joslyn Art Museum
Association.
Los síndicos de
los pañeros, 1662
Óleo sobre lienzo. 191,5 cm × 279 cm.
Rijksmuseum, Ámsterdam, Países Bajos.
La obra está firmada y datada: REMBRANDT
F. 1661 (sobre el tapete que recubre la mesa en lo alto a la
derecha).
Se retrata a
cinco Staalmeesters, miembros de una comisión la guilda o
cofradía de los pañeros de Ámsterdam. Posiblemente sea la «Waardijns van de Lakenen», esto es, la
que controlaba la calidad del paño. Era un cargo por el que no cobraban, y
eran nombrados por el periodo de un año. Se reunían tres veces a la semana.
Estos síndicos desempeñaron sus cargos desde el Viernes Santo de 1661
hasta el Viernes Santo de 1662. El libro sobre la mesa probablemente se
refiera a la contabilidad de la cofradía.
No son los regentes de la cofradía,
sino síndicos de la misma, y pertenecen a distintas confesiones,
entre ellos dos católicos. Sus nombres son: Jacob van Loon, Volckert Jansz.,
Willem van Doeyenburg (el presidente, en el centro), Aernout of of the Meye y
Jochem the Neve. Detrás de ellos está un servidor, sin sombrero, Frans
Hendricksz. Bel, encargado del mantenimiento del edificio que hospedaba a la
cofradía.
Están sentados en torno a una mesa cubierta por
un paño rojo. Detrás de ellos, sobre la pared, hay un óleo en el que
se representa el tema del faro, símbolo del buen ejemplo y del camino a
seguir.
Puede compararse este cuadro con los
de Las regentes y los regentes del asilo de ancianos de Haarlem,
de Frans Hals, que data de una década más tarde, para comprobar la
evolución de este tipo de retrato de
grupo del barroco holandés: los aspectos dramáticos y escénicos
han quedado reducidos al mínimo, concentrándose la atención en los individuos
que forman el grupo, que son retratados con falta de vitalidad y creándose una
distancia entre el grupo y el espectador.
Rembrandt eligió para esta obra una perspectiva
con un punto de vista bajo, de manera que se mira directamente a la parte baja
de la mesa, sin que sea claramente visible el libro que están manejando. Se
coloca a los cinco personajes aproximadamente formando una fila: cinco
volúmenes oscuros, con cuellos blancos, representados frontalmente y mirando
seriamente, conscientes de la importancia de su función.
Rembrandt
grabador
Rembrandt realizó grabados durante
buena parte de su carrera (1626-1660), hasta el momento en que dificultades
económicas le hicieron vender su taller de estampación y abandonar virtualmente
el medio. En ese lapso, solo durante el difícil año de 1649 no produjo ninguna
obra. Se adaptó fácilmente al lenguaje gráfico de esta técnica, y aunque
dominaba el uso del buril y era un experimentado grabador, el valor
fundamental de su obra calcográfica es la libertad técnica. Igualmente,
Rembrandt se implicó personalmente con todo el proceso de estampación, y debió
haber estampado personalmente al menos los primeros estados de cada plancha. Al
principio utilizaba un estilo basado en el dibujo, pero pronto comenzó a
desarrollar una estética más próxima a la de su pintura, combinando masas de
líneas y mordidas de ácido sucesivas para alcanzar distintos niveles de
profundidad. Antes de 1640 reaccionó contra este estilo y recuperó una técnica
más sencilla y con menos mordidas. Así, el desarrollo de “La estampa de los cien florines”,
escalonado a lo largo de toda la década de 1640, resultó ser para él una «obra crítica en mitad de su carrera», de
la que surgiría su estilo final de grabado. Aunque de esta plancha solo se
han conservado dos estampaciones en estados iniciales (la primera muy rara) la
evidencia de numerosas rectificaciones bajo la imagen final resultan muy
esclarecedoras sobre el trabajo de Rembrandt en esta pieza.
En sus obras más maduras de la década de 1650, Rembrandt
parece mostrarse más receptivo a la improvisación sobre la plancha y se han
conservado grandes series de estampaciones que en ocasiones llegan a 11 estados
radicalmente distintos. Rembrandt empezó a utilizar reservas como medio de
oscurecer grandes áreas, que podían cubrir gran parte de la plancha.
Experimentó igualmente con efectos de impresión sobre diferentes tipos de papel
o sobre vitela, pero se ha llegado a la conclusión de que solo son
auténticos los grabados impresos en papel japonés. Del mismo modo
recurrió magistralmente al entrapado como medio de obtener un «tono
superficial». Igualmente se mostró especialmente hábil en el uso de
la punta seca, y realizó numerosos paisajes en los que aprovecha las
posibilidades estéticas que la línea realizada con esta técnica ofrece en las
primeras estampaciones.
Sus grabados se ocupan de temas similares a los
de su pintura, aunque mostraba cierta predilección por los autorretratos (se
conserva una suma total de 27 grabados) y los retratos oficiales escasean. Se
le atribuyen 46 paisajes, generalmente de pequeño formato, que se convirtieron
en la definición del tratamiento gráfico del tema hasta bien entrado el siglo
XIX. Un tercio de sus grabados tratan temas religiosos, que van desde la llaneza
a lo monumental. Se destacan igualmente algunas imágenes eróticas que rozan la
obscenidad, y que no encuentran equivalente en su producción pictórica.
Aunque finalmente se vio obligado a deshacerse de ella con motivo de las
deudas, Rembrandt poseyó una magnífica colección de estampas de otros artistas
como Mantegna, Hercules Pieterszoon Seghers y Giovanni
Benedetto Castiglione, quienes pudieron ejercer cierta influencia sobre su obra
gráfica, al igual que José de Ribera, cuyos grabados conoció.
DIRCK van
BABUREN
(Wijk bij Duurstede, h. 1595 - Utrecht, 21 de
febrero de 1624)
Pintor barroco holandés, uno de los
líderes de la Escuela caravaggista de Utrecht, que estuvo influenciada por
el dramático estilo tenebrista del
pintor italiano Caravaggio (1571 – 1610). También fue
conocido como Teodoer van Baburen y Theodor Baburen.
Juventud
y Educación
Con toda probabilidad, Dirck van Baburen nació
en Wijk bij Duurstede a 1595, pero su familia pronto se trasladó a Utrecht. Su
padre, Jasper van Baburen había estado al servicio de la Vizcondesa de Utrecht,
Geertruijd van Bronckhorst van Battenburg. La primera referencia del artista se
encuentra en los registros de 1611 de Utrecht del Gremio de San
Lucas como un discípulo de Paulus Moreelse (1571 – 1638),
un retratista y pintor de escenas históricas.
Italia
En algún momento entre 1612 y 1615 viajó
a Roma. En 1615 realizó un San Sebastián mártir (actualmente
perdido) para la Iglesia del Servicio en Parma; es posible que la imagen
fuese pintada en Roma, donde van Baburen pasó varios años.
En Roma colaboró con David de Haen (¿?
– 1622) originario de Róterdam, y con Nicolas Régnier. Baburen
también llamó la atención de los coleccionistas de arte y los mecenas Vincenzo
Giustiniani (1564 – 1637) y el cardenal Scipione Borghese (1576 - 1633)
y, posiblemente, bajo sus influencias recibió la comisión junto a su compañero
de Haen para realizar las decoraciones de la capilla de la Piedad en el
monasterio de San Pietro in Montorio, donde Baburen pintó el retablo
de El Entierro alrededor de 1617. En 1619, Van De Haen y
Baburen comparten un apartamento en la parroquia de San Andrea della Fratte,
parroquia donde vive Bartolomeo Manfredi (1582 – 1622), cuyo
estilo está estrechamente relacionado con ellos, y con quien Baburen entabló
una estrecha amistad.
En la Ciudad Eterna, Baburen fue uno de
los primeros miembros del grupo Bentvueghels (Pájaros de una pluma),
un grupo de artistas de habla holandesa activos en Roma en el siglo XVII.
En este grupo el apodo de Baburen era Biervlieg (Mosca cervecera,
o el que bebe demasiado). Una carta sobre arte dirigida por Teodoro
Amayden a Giustiniani en 1620, incluye una clasificación de los artistas
en orden de importancia; en ella aparece el nombre de Teodoro,
probablemente refiriéndose a Van Baburen, en la undécima posición entre los más
grandes.
Regreso a
Utrecht y muerte prematura
A finales de 1620, Baburen regresó a Utrecht, y
vivió con su madre y hermana en la Jansdam. Recibió encargos y pintó
algunas escenas de género. Entre 1622- compartió estudio con Hendrick
ter Brugghen (1588 – 1629). Ambos pintores, junto con Gerard
van Honthorst (1592 – 1656), ayudaron a establecer el estilo y
la temática de las innovaciones caravaggistas ahora conocida como
la Escuela de Utrecht. Aún estaba soltero cuando murió repentinamente
en 1624, sin cumplir los 30 años, probablemente víctima de la peste. El 28
de febrero de 1624 fue enterrado en Buurkerk, una iglesia medieval de
Utrecht, que hoy alberga el Museo van Speelklok tot Pierement. Alrededor de 1629, Constantijn Huygens (1596 – 1687)
señaló a Baburen como uno de los pintores holandeses importantes activos en las
primeras décadas del siglo XVII. Su reputación disminuyó rápidamente después de
su muerte, y no fue hasta el siglo XX que su trabajo volvió a salir a
la luz.
Estilo
pictórico
El arte de Baburen se caracteriza por una
cierta tosquedad en la concepción, ritmos irregulares en la composición y una
baja calidad atmosférica, pero su manera de pintar se puede decir que se amplia
y fortifica. Su estilo está ligado al de Hendrick Ter Brugghen, pero tiene una
menor personalidad.
La carrera de Dirck van Baburen fue corta, y
sólo unas pocas de sus pinturas son conocidas hoy en día. La mayoría de las que
pintó en Roma de temas religiosos, incluida la de San Pietro in
Montorio, Entierro, están en deuda con las versiones del mismo tema que
Caravaggio presentes en los Museos Vaticanos. Baburen también pintó
una Captura de Cristo (Galería Borghese, Roma) para Scipione Borghese
y Cristo lavando los pies de los Apóstoles (Gemäldegalerie de Berlín)
para Vincenzo Giustiniani. La influencia de Caravaggio también se puede ver en
sus dos versiones de Cristo coronado con espinas, sobre la base de una
pintura pérdida del maestro italiano.
Las obras de Utrecht realizadas entre 1621-4,
los últimos años de la carrera de Baburen, se fusionan las características
visuales aprendidas de Caravaggio y Manfredi en el género mitológico y de la
pintura histórica. Prometeo siendo encadenado por Vulcano (Rijksmuseum, Ámsterdam),
por ejemplo, adapta la figura de Caravaggio de San Pablo de La conversión
de San Pablo (Basílica de Santa Maria del Popolo, Roma) a la posición
caída de Prometeo, que fue castigado por robar el fuego de los dioses y
dárselo a los mortales.
Fue uno de los primeros artistas en popularizar
géneros con temas como músicos y jugadores de cartas. Una de sus obras más
conocidas es La alcahueta (Museo de Bellas Artes, Boston), que
representa a un hombre que ofrece una moneda para los servicios de una tocadora
mientras una prostituta vieja, la alcahueta de la dama, inspecciona su dinero.
Este cuadro (o una copia) era propiedad de la suegra de Johannes Vermeer (1632 – 1675)
y aparece reproducido en dos de las obras del artista: El
concierto (robado en 1990 del Museo Isabella Stewart Gardner, Boston)
y Mujer sentada al virginal (National Gallery, Londres).
San
Sebastián atendido por santa Irene y su criada, hacia 1615 - 1621
Óleo sobre lienzo. 169 x 128 cm. Museo
Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid.
San Sebastián atendido por santa Irene y su
criada fue adquirido en 1986 y figuraba en el catálogo de la subasta como
obra del pintor Theodor Rombouts. La atribución a este artista flamenco fue de
Leonard J. Slatkes, que fechó la tela durante la estancia de Rombouts en Roma,
entre 1616 y 1620, mencionando la posibilidad de que además fuera la primera
representación hecha por un seguidor de Caravaggio del norte de Europa con este
tema. La asignación a Rombouts fue rechazada por Gaskell, que la consideró
difícil de sostener al comparar el óleo con otros de este maestro. El examen
realizado tras su restauración llevó a este crítico a proponer, como posible
autor, a Dirck van Baburen, situando la pintura en una etapa temprana de su
producción y durante su estancia en Italia. Gaskell, entonces, la comparó con
uno de sus primeros trabajos conocidos, El Santo Entierro, de 1617,
realizado para la capilla de la Pietà de la iglesia romana de San Pietro in
Montorio. Entre ambas pinturas resaltó similitudes en la disposición de las
figuras en el espacio, en la forma de aplicar las acentuadas sombras, en la
construcción de los bordes de los pliegues y en la colocación de los objetos
secundarios.
Este mismo tema aparece en un lienzo, de autor
desconocido, conservado en Greenville, en The Bob Jones University Collection
of Sacred Art, que ha sido considerado una copia de un trabajo perdido de Van
Baburen; su composición se ha relacionado con una de las primeras obras
documentadas de Van Baburen en Italia, un Martirio de san
Sebastián realizado para una iglesia de Parma. Gaskell, con estos
elementos, aventuró la hipótesis de que el lienzo del Museo Thyssen-Bornemisza
pudiera estar conexionado con la pintura perdida de Parma.
El óleo recoge el momento en que santa Irene, caritativa viuda, socorre al
centurión romano tras ser asaetado, extrayéndole la flecha que tiene clavada en
su costado. A la derecha, emergiendo también de la oscuridad, se coloca a su
anciana sirviente que sostiene al mártir con firmeza. El ángulo inferior
derecho del lienzo se aprovecha para colocar en un montón distintas piezas de
la armadura de san Sebastián. Baburen construyó este popular episodio de la
vida del santo con una luz fuerte y selectiva, procedente del caravaggismo que,
con precisión, va esculpiendo y mostrando la composición. Algunas
particularidades de la tela, como son las largas pinceladas con las que se
construyen los brazos y las piernas del santo, el realce de la forma de la
nariz y de los dedos de los pies con tonos rojizos o la forma de representar el
cabello separado por largos mechones, son, según Gaskell, características
llamativas del estilo de Van Baburen.
La pintura, según parece, formó parte durante el Siglo XVIII de la colección
genovesa de Giacomo Filippo Carrega, donde figuró como obra de Caravaggio,
pasando por herencia a otros miembros de la familia. La tela permaneció inédita
hasta su subasta en Sotheby’s en 1986.
La
Procuradora, 1622
Óleo sobre lienzo. 101,6 cm × 107,6 cm. Museo
de Bellas Artes de Boston
La pintura es del estilo caravaggiense de
la escuela de Utrecht.
La pintura muestra tres figuras, una prostituta
a la izquierda, el cliente en el medio y la prostituta a la derecha apuntando a
su palma para indicar que está esperando el pago. El cliente sostiene una
moneda entre los dedos mientras rodea con el brazo a la prostituta, que toca
el laúd. La pintura es un ejemplo del género popular conocido
como Bordeeltjes, o escenas de burdel (ver también el género superpuesto
de las escenas de la compañía Merry). Las figuras
recortadas y en primer plano cercanas al plano de la imagen sobre
un fondo plano en blanco son típicas del caravaggismo de Utrecht.
Hay al menos tres versiones de la
pintura. Las versiones en el Rijksmuseum de
Amsterdam y el Museo de Bellas Artes de Boston se
atribuyen a Dirck van Baburen o su estudio. Una copia del cuadro
era propiedad de Maria Thins, suegra de Johannes Vermeer, quien la
reprodujo en el fondo de dos de sus propios cuadros. Una copia propiedad
del Courtauld Institute de Londres ha sido identificada como obra del
falsificador Han van Meegeren. Esto apareció en el tercer episodio de
la serie de televisión de la BBC, Fake or Fortune?.
Una de estas pinturas era propiedad de la
suegra de Vermeer, y puede haber sido una influencia en una de sus
primeras pinturas sobre un tema similar, también conocida como La
Procuradora (1656). También aparece en el fondo de dos de las
pinturas posteriores de Vermeer, El concierto (c. 1664) y La dama
sentada en un virginal (c. 1670). En estos dos cuadros posteriores,
la lujuria flagrante representada por Baburen contrasta con el mundo refinado,
pero con una carga erótica, de la clase media que ocupaban las mujeres de
Vermeer. El contraste entre las imágenes también puede implicar “una asociación más general entre música y
amor”. Vermeer establece una serie de contrastes entre su propio
estilo delicado y sobrio y el realismo vulgar de Baburen. Según Michael
Wayne Cole y Mary Pardo, esto representa el propio alejamiento de Vermeer de
estos sujetos de baja vida. El estilo antiguo y más crudo de Baburen queda
relegado a un segundo plano, “eclipsándolo con el tipo más moderno de tema
refinado que Vermeer pronto pintaría exclusivamente”.
En 1960, Geoffrey Webb presentó una
versión de la pintura al Instituto Courtauld. Al final de la Segunda
Guerra Mundial , había sido un oficial aliado en Europa investigando obras
de arte saqueadas por los nazis. Creyó que era una falsificación pintada
por Han van Meegeren y se la presentó al Courtauld como tal. En
su propia defensa, van Meegeren afirmó que su esposa había comprado el cuadro
en una tienda de antigüedades. Aunque inicialmente se pensó que la
pintura era falsa, su autenticidad siguió siendo controvertida, y en 2009 un
estudio científico indicó que era probable que la pintura fuera genuina, ya que
no se encontraron pigmentos modernos. Un portavoz de la galería declaró
que estaban “sorprendidos” por los
resultados, pero que la evidencia indicaba que era “probable que fuera una pintura del siglo XVII”.
Después de esto, el programa de televisión de
la BBC Fake or Fortune? llevó a cabo una investigación
adicional. La película resultante se proyectó por primera vez en julio de
2011. Philip Mold y Fiona Bruce viajaron a Amsterdam, donde
obtuvieron muestras de las pinturas utilizadas por van
Meegeren. Estos incluían una resina artificial que resultó ser baquelita. El
uso de baquelita tuvo el efecto de endurecer la pintura y, por lo tanto,
dificultó la detección de que era nueva. El análisis químico mostró
baquelita en la pintura de Courtauld, confirmando así que era una falsificación
moderna. Van Meegeren es el único falsificador conocido que ha utilizado
esta técnica, por lo que se le atribuyó la pintura. Probablemente estaba
destinado a usarse como accesorio en las falsificaciones de
Vermeer. Irónicamente, ahora es más valioso como una falsificación
de Van Meegeren que como una copia de estudio del siglo XVII.
Prometeo
encadenado por Vulcano, 1623
Óleo sobre lienzo. 202 cm × 184 cm.
Rijksmuseum, Ámsterdam.
Ejemplo de claroscuro barroco.
La pintura representa un cuento de la mitología
grecorromana. Mercurio, el mensajero de los dioses, observa al dios
herrero de patas torcidas, Vulcano, castigar al audaz y astuto Titán Prometeo por
robar el fuego de los dioses y dárselo a los mortales. El castigo de
Prometeo es ser atado a una roca y que su hígado sea consumido diariamente por
un águila.
La pintura tiene misteriosamente dos firmas: la
primera es una firma clara debajo del hombro derecho de Prometeo. Durante
una restauración de la pintura, su mano descubrió una segunda firma en la parte
inferior izquierda.
Prometeo está asociado con el mito griego de la
creación en el sentido de que, en algunas versiones, crea humanos a partir de
arcilla y el fuego robado es para darles vida. Una pintura, Adán y
Eva, también de Baburen, se vendió en una subasta en 1707 junto con
el Prometeo encadenado por Vulcano, y uno podría conjeturar que las dos
obras formaron un par, siendo ambas ilustraciones de la creación.
Young Man
Singing, 1622.
Óleo sobre lienzo. Städelsches Kunstinstitut,
Frankfurt.
Ejecutado inmediatamente después del regreso de
Van Baburen de Roma, esta pintura es una obra maestra del caravaggismo del
norte de Europa. La influencia del gran pintor barroco italiano Caravaggio
se puede ver en la vista de cerca (el libro de música parece sobresalir
directamente en el espacio del espectador), el detalle de la imagen
inteligentemente elegido, la pose expresiva y la fisonomía del sujeto, el
traje, que es que recuerda a un personaje teatral del día, y la iluminación,
tan potente como sofisticada. Esta obra es uno de los primeros ejemplos
del género holandés de figuras de músicos de medio cuerpo.
Violinista
con copa de vino, 1623
Óleo sobre lienzo. Museo de Arte de Cleveland
Oriundo de Utrecht, Dirck van Baburen pasó
varios años en Italia y fue uno de los primeros artistas en introducir el
estilo revolucionario de Caravaggio en los Países Bajos. Desde alrededor de
1600, el naturalismo del artista italiano y los fuertes efectos de iluminación
habían transformado la pintura en toda Europa. Adoptando las innovaciones de
Caravaggio, Baburen posicionó a su músico de media longitud tan cerca del plano
de la imagen que parece proyectar en nuestro espacio. La espontaneidad
infecciosa y su vestido suelto y colorido lo marcan como una figura en los
bordes de la sociedad, sin ataduras por las normas de comportamiento.
JAN
HAVICKSZ STEEN (Leiden, c., 1626 - 1679)
Pintor barroco neerlandés (época
conocida también como la Edad de Oro Holandesa).
Steen fue criado en una familia adinerada que
administraba una taberna en Leiden. Como su contemporáneo aún
más famoso Rembrandt van Rijn (1606-1669) Jan Steen acudió a la
escuela de latín en Leiden. Recibió su formación en pintura del
maestro Nicolaes Knüpfer (1603-1660), que era un
pintor alemán especializado en escenas históricas en Utrecht. La
influencia de Knupfer se puede encontrar en el uso que hace posteriormente
Steen de la composición y del color de los cuadros. Otra fuente de inspiración
era Adriaen van Ostade (1610-1685), pintor de escenas rurales que
vivió en Haarlem. Si Steen estudió realmente con Ostade es algo que no se
sabe con certeza en la actualidad.
En 1648 Jan Havickszoon Steen se unió al gremio
de pintores de Leiden, “guilda de San
Lucas”, pero tras haberse convertido en un ayudante del pintor Jan van
Goyen (1596-1656), conocido por sus paisajes, se trasladó a vivir al
Bierkade en La Haya. El 3 de octubre de 1649 contrajo matrimonio con
Margriet de van Goyen, hija del maestro y con la quien tendría siete niños.
Steen trabajó con su suegro hasta 1654, cuando se trasladó con su familia
a Delft, donde abrió una fábrica de cerveza llamada De
Roscam (El peine) sin lograr mucho éxito. Vivió en Warmond en el
periodo que va desde 1656 hasta 1660 y en Haarlem de 1660 hasta 1670,
un periodo especialmente productivo. En el año 1670, tras la muerte de su
esposa en 1669 y de su padre en 1670, Steen se trasladó de nuevo a Leiden,
lugar donde permanecería el resto de su vida. En abril de 1673 se casó otra
vez, con Maria van Egmont, que le dio otro niño. En 1674 fue nombrado
presidente del gremio de San Lucas. Murió en 1679 y fue enterrado en un
sepulcro de la familia en el Pieterskerk.
La vida cotidiana era uno de los temas
principales de Jan Steen. Muchas de las escenas que pintó son animadas y
bulliciosas hasta el punto de llegar a mostrar una diversión caótica. Las
indirectas sutiles que muestran algunas de sus pinturas parecen sugerir al espectador
que imite este comportamiento lúdico, aunque también se detectan mensajes
moralizantes. Muchas de las pinturas de Steen llevan referencias a viejos
proverbios y relatos holandeses. Steen empleó a miembros de su propia familia
como modelos y también se pintó él mismo en varios autorretratos, en los cuales
se puede ver que no demuestra ninguna tendencia a la vanidad. El más relevante
es el Autorretrato con laúd del Museo
Thyssen-Bornemisza de Madrid.
Joven
comiendo ostras, 1658-1660
Panel. 20,5 cm × 14,5 cm. Mauritshuis, La
Haya
Se trata de un óleo sobre tabla de
pequeño tamaño, que mide 20,5 cm de alto y 14,5 cm de ancho. Fue
pintado hacia 1658-1660 y se encuentra en el Mauritshuis de La
Haya (Países Bajos).
Se trata de una escena de género protagonizada
por una joven con pelliza y ribete de pieles que está echando sal a
una ostra que va a comerse; se trata de una comida de lujo a la que
se atribuye un valor afrodisíaco. La mesa es un auténtico bodegón,
con una jarra de cerámica de Delft blanca y azul, junto a un vaso
de vino blanco en copa de cristal transparente.
Escena en
taberna, hacia 1661 - 1665
Óleo sobre lienzo. 44,3 x 36,8 cm. Colección
Carmen Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.
La trama es la conocida historia de la mujer
embarazada cuyo joven amante la ofrece en matrimonio a un anciano. Estas
escenas de la vida diaria también sugieren al espectador mensajes moralizantes
basados en viejos proverbios holandeses.
Se ha producido una notable confusión en cuanto
a la identificación de la presente obra, tanto en lo referente a su procedencia
como a su tema. No aparece mencionada en la edición del catálogo publicada por
Hofstede de Groot, aunque sí figura una obra de análogas características en su
ejemplar anotado, que se conserva en La Haya. El cuadro que ahí se menciona,
según se dice pintado sobre tabla, es de tamaño notablemente inferior a la obra
que comentamos, y coincide con la descripción de una pintura vendida
anónimamente en Amsterdam en 1907, cuya procedencia se ha confundido
reiteradamente con el presente lienzo. Como la presente obra, a pesar de estar
el lienzo recortado, es mayor que la tabla, no es probable que se trate de la
misma pintura trasladada a lienzo. Lo más seguro es que hubiera dos versiones,
y que el cuadro sobre tabla se encuentre en paradero desconocido. Por
consiguiente, es posible que algunas de las referencias sobre la procedencia de
las obras antes citadas se refieran a la versión sobre tabla y no a la presente
obra. Además, este lienzo se ha confundido frecuentemente en los comentarios
que se han publicado sobre su procedencia con la obra de Steen titulada La
visita del médico, de Filadelfia. Por lo tanto, cuando estuvo en poder de
Duits, se describió incongruentemente con el mismo título de La visita del
médico.
Antes de 1945, el lienzo se describió
correctamente como un interior de taberna. En los catálogos de la exposición de
1959-1960 se sugirió una explicación del tema. Muchas obras de Steen se basan
en estereotipos dramáticos, proverbiales o populares que hacen referencia a la
comedia del amor y las tonterías que en su nombre se cometen. Este lienzo
representa al parecer una variación de la historia de la mujer embarazada a la
que su astuto y joven amante, que hace el papel de alcahuete, ofrece en
matrimonio, como si se tratara de una muchacha decente, a un viejo bobalicón.
La supuesta víctima, que está encendiendo la pipa, lleva un traje pasado de
moda como el que viste el personaje típico del viejo enamorado en otros cuadros
de Steen. Este personaje está relacionado con el del Pantaleón de
la Commedia dell’Arte cuyas interpretaciones, como ha demostrado
Gudlaugsson, fueron constante fuente de inspiración visual para Steen. Para que
no quede duda sobre el tema, que por la aparente falta de interés del anciano
podría resultar poco claro, el alcahuete lleva un bonete de paternidad, gorro
especial que llevaban los padres sólo durante y después de un parto. El «padre»
cornudo lleva el mismo sombrero en el cuadro Fiesta de bautizo de Steen,
que se encuentra en la Wallace Collection. El rostro del joven en la obra que
comentamos tiene unos rasgos muy puntiagudos, y se ha sugerido que con ello el
artista tal vez haya querido hacer alusión al refrán holandés: «Een spitse neus en spitse kin, daar zit
sinjeur de duivel in» (Nariz puntiaguda y barbilla saliente, el señor
diablo está presente). A este respecto, puede compararse con las alcahuetas de
varias escenas de burdel pintadas por Steen, tales como Lo que es fácil de
ganar es fácil de perder, de Rotterdam. Por detrás del trío principal aparece
un hombre con una gran sonrisa que sostiene un vaso y cuya fisionomía se
corresponde con la del propio artista. Steen incluye regularmente en sus obras
a este personaje cuya mirada divertida suele dirigirse hacia el espectador, y
que hace las veces de comentarista implícito o de presentador de la escena. El
análisis mediante reflectografía de infrarrojos pone de manifiesto que,
originalmente, la cabeza de la muchacha estaba pintada de tal manera que dirigía
su mirada hacia el hombre que está de pie, aunque fue el propio Steen el que
realizó el cambio. En último término aparecen dos hombres al «backgamon».
Aunque probablemente se trate de un detalle anecdótico, tal vez sea una
referencia a las actividades infames, pues Steen incluía a menudo el tema del
juego en las escenas relacionadas con aventuras sexuales, tal como ocurre en su
obra Dos tipos de juegos de Amsterdam.
Es probable que Steen pintara la obra que aquí
comentamos después de trasladarse de Warmond, cerca de Leyden, a Haarlem, donde
ya vivía en 1661. Esta composición a base de personajes en un interior, en la
que uno de ellos se mantiene al margen del grupo y domina visualmente la
escena, también aparece en el cuadro de Steen titulado El bebedor
solitario, en Northampton (MA). Estas obras probablemente eran la reacción de
Steen ante el trabajo que en aquel momento estaba realizando en Haarlem Adriaen
van Ostade, como por ejemplo su Interior de taberna de la colección
del Museo Thyssen, fechado en 1661. Lo más probable es que el presente lienzo
fuera pintado inmediatamente después de esa fecha.
Autorretrato
con laúd, hacia 1663 - 1665
Óleo sobre tabla. 55,3 x 43,8 cm. Museo
Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid.
Dentro de la pintura costumbrista dedicada a
describir la vida cotidiana holandesa, la figura de Jan Steen destaca por el
acento satírico y la gracia que imprimió a sus animadas escenas. Interiores de
tabernas, las más diversas reuniones familiares en las casas o fuera de ellas,
alegres episodios con campesinos, la educación de los niños en la escuela o la
visita de un doctor para curar males ajenos a la medicina, constituyeron
algunos de los motivos más tratados por Steen dentro de su amplio repertorio
temático. Pintor con una gran producción, donde son evidentes los altibajos de
calidad, Steen cultivó también el retrato, los temas históricos y los
religiosos con notable originalidad. El carácter humorístico de sus pinturas,
en las que resultan patentes cierta exageración en la interpretación de los
temas y unas actitudes a veces desmedidas, llevaron a Thoré-Bürger y a
Schmidt-Degener a compararlo con Molière. Los cuadros de Steen son alegres,
llenos de colorido y ejecutados con gran perfección técnica. Algunas de sus
composiciones, aunque de aparente carácter anecdótico, esconden un mensaje
moralista que ilustra algún dicho popular. En estos casos, Steen suele recurrir
a inscripciones o a elementos simbólicos, repartidos por el cuadro, que dan la
clave para establecer su verdadero significado. En otras ocasiones, el artista,
magnífico narrador, simplemente pinta una escena tranquila y agradable cuyo
único fin es su disfrute. En sus cuadros multitud de figuras van trabando con
sus miradas, posturas y gestos una composición en la que las reglas espaciales
y de proporción a veces son secundarias. La conexión se organiza mediante un
juego gestual de correspondencias: las muecas, los cuerpos y las expresiones de
los distintos personajes van articulando los grupos, que, a su vez, se
ensamblan entre sí siguiendo un ritmo similar.
Esta pintura parece que estaba, en la primera
mitad del siglo XVIII, en una colección privada de Amsterdam, ciudad donde está
documentada, entre marchantes y coleccionistas, hasta 1833, fecha en la que
pasó a La Haya, a la colección de Jan Gijsbert, barón Verstolk van Soelen. Unos
años más tarde apareció en Londres, en la colección de Thomas Baring, a cuyos
herederos pasó a la muerte de su titular, en 1873, registrándose entre sus
bienes hasta pasado el primer cuarto del siglo XX. La tabla fue adquirida para
la colección Thyssen-Bornemisza, en 1929, al marchante de Amsterdam Jacques
Goudstikker.
Este Autorretrato con laúd se
encuentra dentro de la etapa más creativa de Steen, que transcurrió en la
ciudad de Haarlem en la década de 1660. Durante ese periodo se percibe en su
obra la influencia de Frans Hals, que asoma en esta tabla, como alguna vez se
ha subrayado, en la postura que el pintor eligió para representarse. De Hals
parecen también proceder algunos de los toques de pincel que animan la
composición. Aquí el artista se ha retratado con aire de satisfacción y
expresión socarrona. Viste de forma arcaica para su tiempo, con las ropas
usadas por los cómicos de las compañías teatrales, las mismas que utilizó para
vestir a algunos de los enamorados de sus cuadros y que están inspiradas en los
trajes españoles del siglo XVI. La composición que utiliza es sencilla, con un
sobrio decorado, al igual que la gama de colores que emplea con un predominio
del verde oliva y marrones que despliegan una amplia gama de tonos con los que
Steen va describiendo materiales como las telas, la madera o el enlosado del
suelo.
Steen también se retrató
en escenas costumbristas, como en la moralizante Lo que se gana fácilmente
se pierde fácilmente (Museum Boijmans Van Beuningen de Rotterdam)
o El trío feliz (colección privada), donde vuelve a aparecer con
ropas de teatro aunque sosteniendo un violín. Hasta en el Autorretrato,
pretendidamente formal, del Rijksmuseum de Amsterdam, el artista, que frunce el
entrecejo, se nos presenta con una atenuada ironía.
El Autorretrato del Museo Thyssen- Bornemisza se ha relacionado con
uno de los emblemas de Ripa que representa la complexión sanguínea. El laúd
junto con la jarra y el libro estarían en consonancia con el carácter alegre y
sonriente que se desprende de la imagen del pintor y, por tanto, en
contraposición a la complexión melancólica con la que se identificaba
tradicionalmente el carácter de los artistas.
La
familia feliz, 1668
Óleo sobre lienzo, 110,5 cm × 141 cm.
Rijksmuseum
La casa alegre el ‘así que las viejas canciones, canaliza al niño’. Interior conoció
a una familia alrededor de una mesa que disfruta conoció una música, cantando y
bebió. Vínculos y la ventana un niño con una pipa y un cuerno, en la mesa un
anciano cantando con corrobos levantado, un hombre jugando en una gaita, dos
mujeres cantando de un pedazo de papel, un niño con una cuchara, un niño conoc
una gripe y un niño y una niña fumando una pipa. Para la mesa, un niño recibe
un sorbo de vino de una jarra. En el suelo un perro, jarras, un plato y una
cacerola.
Esta bulliciosa familia hace mucho ruido: el
padre canta a todo pulmón mientras levanta una copa; la madre y la abuela
intervienen; y los niños están soplando en un instrumento de viento o
fumando una pipa larga. La nota que cuelga de la repisa de la chimenea
delata la moraleja de la historia.
Adolf y
Catharina Croeser, conocidos como “El
burgomaestre de Delft y su hija”, 1665
Óleo sobre lienzo. 82.5 cm x 68.5 cm.
Rijksmuseum o Museo Nacional de Ámsterdam.
Se representa en el cuadro el Burgomaestre
–designa Alemania, Países Bajos, Suiza y otros países centroeuropeos a un cargo
público con las atribuciones propias de un alcalde– con las piernas abiertas y
su brazo derecho en jarras, Croeser se sienta en el porche de su casa en el
canal Oude Delft en la ciudad de Delft (Holanda). Su hija Catharina con trece
años de edad mira directamente hacia nosotros. Jan Steen incluía un elemento
narrativo en este retrato: una mujer pobre y el niño pidiendo limosna a los
ricos mercaderes de grano. En 1657, sólo dos años después de que se hizo este
retrato, Croeser salió como fiador del pintor Steen, quien estaba gravemente
endeudado.
La fiesta
de San Nicolás, 1665-1668
Óleo sobre lienzo, h 82.0cm × w 70.5cm.
Rijksmuseum o Museo Nacional de Ámsterdam.
La fiesta de San Nicolás se celebra en
diciembre. En los Países Bajos, se ha celebrado de la misma forma desde hace
siglos. Los niños buenos reciben regalos del Santo. La niña en el primer plano,
por ejemplo, tiene un cubo lleno de golosinas. Niños traviesos, como el niño
que se lamenta de la izquierda, sólo reciben una broma (un manojo de ramas) en
su zapato. El pintor Jan Steen era un narrador nato. Tuvo éxito en la
incorporación de todos los elementos de la fiesta popular en este cuadro que
parece una instantánea.
El
panadero Arent Oostwaard y su esposa, Catharina Keizerswaard, 1658
Óleo sobre panel de Madera. 37.7 cm. x 31.5 cm. Rijksmuseum o Museo
Nacional de Ámsterdam.
Un panadero y su esposa muestran con orgullo
sus productos recién horneados. Una antigua inscripción en la parte posterior
de la pintura le da el nombre de la pareja. También se menciona el muchacho; él
es el hijo del pintor. Jan Steen combina varios géneros en una sola pintura. Es
a la vez un retrato, una pintura de una profesión, y un bodegón de pan.
Niños
enseñando a un gato a bailar, conocida como “La lección de baile”, 1660-1679
Óleo sobre tabla, h 68,5cm × w 59cm.
Rijksmuseum o Museo Nacional de Ámsterdam.
El pintor nos proyecta una escena donde los
niños están haciendo una de las suyas: están enseñando a un gato a bailar al
ritmo de la música de una chirimía, un instrumento de viento del siglo XVII.
Mientras están disfrutando claramente ellos de la fiesta, el gato grita en señal
de protesta, junto con un perro ladrando. El anciano desde la ventana increpa
airadamente a los niños: ¿no deberían estar aprendiendo algo en lugar de dar
clases de baile a un gato?.
La mujer
enferma, 1663 - c. 1666
Óleo sobre lienzo. 76 cm.× 63.5 cm. Rijksmuseum
o Museo Nacional de Ámsterdam.
El cuadro representa como desfallece de la
fiebre, mientras, la joven descansa su cabeza sobre una almohada. ¿Esta tal vez
enamorada? O bien ¿Está embarazada? Para averiguarlo, un charlatán pondría una
tira de piel de su paciente en un brasero ardiendo para indicar que el olor es
quien revela el secreto. Jan Steen aquí presenta un charlatán como hace un
diagnóstico. Su vestimenta pasada de moda le caracteriza como un personaje
cómico.
La pareja
de borrachos, 1655 - c. 1665
Óleo sobre panel de madera. 52.5 cm. × 64
cm. Rijksmuseum.
Un hombre y una mujer están tan borrachos en un
bar, no saben que están siendo robados. Su locura es subrayada por el cartel
sobre la pared. Representa con una lechuza, considerada una criatura estúpida
en el siglo XVII. Después de todo, no podía ver por el día, ni siquiera con una
vela o anteojos. La pareja de borrachos es por tanto se igual al ciego como el
búho, un mensaje que sobrevive en el proverbio inglés “ciego como un murciélago”.
Boda
campesina, hacia 1649 - 1655
Óleo sobre tabla. 62,4 x 49,3 cm. Museo
Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid.
En 1649 Jan Steen contrajo matrimonio con una
hija del pintor Jan van Goyen. En esta etapa, Steen empezó a ejercer como
pintor independiente, como se desprende de dos noticias que nos han llegado
concernientes a sus pinturas. La primera, de principios de la década de 1650,
cuando Johan van Rhenen consignó una pintura de Steen, con el mismo tema que el
de esta tabla, para el mercado danés, y la segunda, de julio de 1651, cuando el
agente del gobernador sueco de Pomerania, Harald Appelbbom, adquirió en subasta
cuatro obras del pintor para el gobernador, Karl Gustav Wrangel, que pagó por
ellas la suma de 32 guilders, cantidad relativamente alta para el trabajo de un
artista que se estaba abriendo camino.
El tema de los esponsales fue un asunto que
Steen trató durante su estancia en La Haya y que desarrolló al reflejar
distintos momentos del enlace, como la firma del contrato, el consentimiento de
la pareja, la llegada de la novia o el banquete.
Ebbinge-Wubben consideró esta pintura un trabajo de transición entre la
juventud y la madurez del artista, ejecutada en un momento en el que los
exteriores y paisajes dan paso a un Steen que explora más el comportamiento
humano. El artista ha situado la llegada de la novia en un exterior, a la
entrada de una posada o de la casa del novio. Vestida de blanco y seguida de un
variopinto séquito, lleva el cabello suelto como símbolo de castidad y la
acompañan, a ambos lados, dos mujeres de edad que visten el
tradicional huik, una capa con una capucha sobresaliente que, en el caso
de la dama que mira hacia fuera, se ha actualizado de acuerdo con los tiempos.
El novio, al pie de la escalera que conduce al
interior de la casa, recibe a la que ya es su mujer con una acusada reverencia
y en una postura algo indecorosa. Todos los componentes de la escena destilan
ruido; al que procede de los rústicos músicos, violinista, gaitero y
tamborilero, colocados a la derecha, se añade el de la acalorada riña de dos
muchachos que el padre intenta sofocar a palos, los brindis de los personajes
que se asoman por la ventana o la lectura del epitalamio que intenta recitarse
desde balcón, encima del porche. Cada uno de los detalles del óleo nos habla de
unas costumbres algo exageradas, que van construyendo este concurrido episodio
nupcial. Steen consigue inculcar a sus personajes, que en ocasiones rozan la
caricatura, destellos de mordacidad.
Este tipo de pinturas, que, a juzgar por el número
que de ellas se conserva tuvieron que tener una buena aceptación en el mercado,
se ha puesto en relación, en clave satírica, con las costumbres españolas
vigentes al sur de los Países Bajos.
HENDRICK
JANSZ ter BRUGGHEN (o Terbrugghen) (1588 - 1 de noviembre de
1629)
Fue un pintor en el inicio de la pintura
holandesa del Siglo de Oro y uno de los líderes de los seguidores
holandeses de Caravaggio -la llamada Utrecht
Caravaggisti. Junto con Gerrit van Hondhorst y Dirck van
Baburen, Ter Brugghen fue uno de los pintores holandeses más importantes que
han sido influenciados por Caravaggio.
No hay mención de Ter Brugghen escritos durante
su vida han sido identificados. Su padre Ene Egbertsz ter Brugghen,
originario de Overijssel, se había trasladado a Utrecht, donde fue
nombrado secretario del Tribunal de Utrecht por el Príncipe de Orange,
Guillermo el silencioso. Había estado casado con Sofía Dircx. En 1588
se convirtió en agente judicial al Consejo Provincial de Holanda en La Haya,
donde nació Hendrick.
La breve referencia más antigua al pintor está
en Het Gulden Gabinete (1661) de Cornelis de Bie, donde se
refiere equivocadamente como Verbrugghen. Otra versión corta se
encuentra en el Teutsche Academie (1675) por Joachim von
Sandrart, donde que se conoce como Verbrug. Aquí aprendemos que
estudió con Abraham Bloemaert, un manierista pintor. Sandrart
también se refiere al del pintor “tiefsinnige,
jedoch, schwermütige Gedanken en seinen Werken” [pensamientos profundos,
pero melancólicos en sus obras].
A partir de esta base no está seguro, hijo del
artista Richard ter Brugghen trató de rehabilitar la reputación de su padre
como pintor en el siglo 18. Se aseguró una carta, de 15 de abril de 1707,
de Adriaen van der Werff en Rotterdam, lo que demuestra su aprecio
por el trabajo de Hendrick. Más tarde ese año, el 5 de agosto de 1707,
Richard presentó el consejo de gobierno de Deventer con cuatro
pinturas de los Evangelistas, que se colgará en el Ayuntamiento como un
monumento permanente a su padre.
Un grabado, con toda probabilidad, encargado
por Richard ter Brugghen de Pieter Bodart, y en base a un dibujo anterior
de Gerard Hoet, se puso sobre en 1708. Se muestra un retrato idealizado de
Hendrick, el escudo de armas de la familia, y un impreso subtítulo traducido
del holandés como:
Nacido en Overijsel en 1588, viajó a Roma desde
Utrecht, y diez años más tarde volvió a Utrecht, casado allí, vivieron allí
ininterrumpidamente, y murió a la edad de 42 años el 1 de Nov. 1629; él
era un gran y famoso pintor de la historia de la vida, la pintura de figuras de
tamaño natural de la manera italiana, así que es muy superior a todos los demás
que la famosa Peter Paul Rubens de viaje a través de los Países Bajos
declaró al llegar a Utrecht que había encontrado un solo pintor, a saber,
Henricus ter Brugghen. G. Hoet del. P. Bodart, FEC.
Cornelis de Bie, en su Spiegel vande
Verdrayde Werelt (1708), y Arnold Houbraken, en su De
Groote Schouburgh (1718-1721), produjo biografías donde se repiten
las afirmaciones de Richard que el pintor Rubens se reunió en Roma y también
trabajó en Nápoles. Hubo un cadete del mismo nombre que sirve en el
ejército de Ernst Casimir de Nassau-Dietz en la primavera de 1607, y
por esta razón, se cree Ter Brugghen haber estado en Italia, pero sólo en ese
año, y no como se creía anteriormente en 1604 (inferido como lo fue desde la
inscripción de la impresión Bodart). Sin duda, esto significa que él nunca
conoció a Caravaggio en Roma; que el artista había huido de Roma en un
cargo de asesinato en 1606. Sin embargo, lo cierto es que él era el único
pintor holandés en Roma durante la vida de Caravaggio.
Por 1614, Ter Brugghen estaba en Milán, en
su camino a casa. El 1 de abril de 1615, Thyman van Galen y Ter
Brugghen son testigos ante el tribunal en Utrecht. Él ya aparece
como miembro del gremio de pintores de Utrecht en 1616, y el 15 de octubre de
ese año se casó Jacomijna Verbeeck, su hermano mayor de Jan hijastra.
Ter Brugghen murió en Utrecht el 1 de
noviembre de 1629, posiblemente en una víctima de la peste. La familia
había estado viviendo en el Snippenvlucht. Último hijo de ocho años,
Hennickgen de Ter Brugghen, nació cuatro meses después, el 14 de marzo de
1630.
Desde luego, estudió la obra de Caravaggio, así
como la de sus seguidores-el italiano Caravaggisti -tales
como Orazio Gentileschi. La obra de Caravaggio había causado una gran
sensación en Italia. Sus pinturas fueron característicos por su
audaz tenebroso técnica del contraste producido por las superficies
claras y brillantes junto sombrías, oscuras secciones, sino también por el
realismo social de los sujetos, a veces con encanto, a veces chocantes o
francamente vulgares. Otros pintores italianos que han influido en Ter
Brugghen durante su estancia en Italia fueron Annibale Carracci, Domenichino y Guido
Reni.
A su regreso a Utrecht, trabajó con Gerard
van Honthorst, otro de los holandeses Caravaggisti. Los temas favoritos de
Ter Brugghen eran figuras de medio cuerpo de bebedores o los músicos, sino que
también producen imágenes religiosas de mayor escala y retratos de
grupo. Llevaba consigo la influencia de Caravaggio, y sus pinturas tienen
un fuerte uso dramático de la luz y la sombra, así como temas con carga
emocional. A pesar de que murió joven, su trabajo fue bien recibido y tuvo
gran influencia sobre los demás. Su tratamiento de temas religiosos puede
verse reflejada en la obra de Rembrandt, y elementos de su estilo también
se puede encontrar en las pinturas de Frans Hals y Johannes
Vermeer. Peter Paul Rubens describió el trabajo de ter Brugghen como “... por encima de todo los otros artistas
Utrecht”.
San
Sebastián atendido por Irene, 1625
Óleo sobre lienzo. 149 cm × 119,4 cm. Museo de
Arte Conmemorativo Allen, Oberlin.
La pieza está registrada en la colección de
Pieter Eris en Amsterdam durante la década de
1660. Su procedencia completa sigue siendo
especulación; tal vez estaba destinado a una institución de caridad donde
se cuidaba a los enfermos, como los que padecían la peste que
prevaleció en los Países Bajos alrededor del siglo XVII. Otros
supusieron que estaba destinado a una iglesia oculta o capilla
privada, y luego llegó al mercado del arte. También se ha sugerido
que la pintura fue encargada por un schutterij (compañía de milicias),
aunque esta idea en general ha sido descartada. Parece más probable que
haya sido encargado por católicos, ya que el tema es virtualmente
específico del arte de la Contrarreforma, aunque el propio Ter Brugghen
era protestante. La pintura finalmente llegó a un Frederick
Mont, a quien el Oberlin College compró la pintura en 1953. La
pieza ha sido exhibida en la Galería Nacional de Arte de Washington,
DC, el Museo Central de Utrecht y el Museo Metropolitano de Nueva
York del arte.
San Sebastián atendido por Santa Irene fue
un tema principalmente del siglo XVII, aunque se encuentra en escenas
de predela ya en el siglo XV. Fue pintado por Georges
de La Tour, Trophime Bigot (cuatro veces), Jusepe de
Ribera, y otros. Puede haber sido un intento deliberado por
parte de la Iglesia de alejarse del habitual tratamiento único del sujeto
desnudo, que ya se registra en Vasari como a veces suscitando
pensamientos inapropiados entre las feligresas. Los artistas barrocos
solían tratarlo como un claroscuro nocturno escena, iluminada por una
sola vela, antorcha o linterna, al estilo de moda en la primera mitad del siglo
XVII, y típicamente ambientada en un interior, después de que Sebastián se haya
llevado. El entorno exterior de Ter Brugghen y la elección del momento
anterior son inusuales, aunque compartidos por el tratamiento del tema
por Dirck van Baburen.
Esta pintura representa a Sebastián, desplomado
de dolor mientras lo atienden santa Irene y su doncella. Según la historia
tradicional, el emperador Diocleciano, en la Persecución de
Diocleciano, hace fusilar al soldado Sebastián por arqueros como castigo por su
traición. Buscando su cuerpo para enterrar, Irene encontró a San Sebastián
atado a un árbol y milagrosamente vivo, luego lo cuidó hasta que recuperó la
salud. En lugar de pintar la escena en la que Sebastian recibe un disparo
de flechas, en medio de su intento de ejecución, Ter Brugghen elige mostrar los
momentos posteriores en los que Irene y su criada lo desatan del
árbol. Algunos atribuyen este cambio narrativo al surgimiento de la
plaga en Utrecht en la década de 1620: varios artistas que desean un tema
salvado de la agonía, recurren a la pintura el rescate de la personificación
del sufrimiento del catolicismo. Ter Brugghen representa a Sebastián con
una palidez verde enfermiza, su cuerpo inerte yaciendo en sufrimiento y se
parece a muchos de los enfermos o muertos que uno encontraría en Utrecht en ese
momento.
Composición
Una línea diagonal se extiende a lo largo del
lienzo desde la esquina superior izquierda hasta la parte inferior
derecha. Se extiende por el brazo tenso de San Sebastián, a través de su
cuerpo y hasta sus pies, una flecha que sobresale del centro de su pecho
continuando la forma. La mano derecha sin vida de Sebastian en el aire
forma una forma triangular en un extremo de la línea con las manos de la
doncella de Irene, en equilibrio con los pies de Sebastian y la mano izquierda
que toca el suelo en la esquina opuesta. En el vértice están los rostros
de Irene y Sebastián en primer plano, separados entre sí con sus posiciones
yuxtapuestas, destacando su relación simbólica y ellos como el foco principal
de la pintura. El rostro de Irene vuelto hacia la fuente de luz, adornado
con una suave sonrisa, le da una sensación de esperanza y
rescate. Contrasta con la cabeza de Sebastian, golpeada por la angustia
mientras su expresión se ensombrece.
Iconografía
La forma curva de Irene se aleja del árbol
solitario en el fondo, lejanamente parecido a una crucifixión,
contrarrestando la espalda arqueada y el trasero de Sebastian. La
oposición de estas figuras también se destaca por una flecha que sobresale de
su pierna. Sebastian descansa sobre el objeto más vívido de la pieza: una
tela roja brillante adornada en oro, a menudo utilizada simbólicamente por
Caravaggisti como Ter Brugghen para simbolizar la Sangre de Cristo y
el martirio. El árbol del fondo contrasta con el grueso árbol del
grupo, su forma esbelta y aparentemente endeble resalta el ambiente
trágico. El uso constante de grupos de tres, ya sean las tres cabezas en
una formación, el trío de las manos de la doncella y la mano de Sebastián, las
hojas del distante árbol desolado en el fondo o simplemente el tema de tres
figuras bíblicas es un símbolo de la Santísima Trinidad.
Representa el tema católico romano de San
Sebastián atendido por Santa Irene, después de Irene de Roma y su
doncella lo rescató tras su intento de martirio por parte de las autoridades
romanas. Una pieza ejemplar de la tendencia
del barroco italiano en la pintura holandesa del Siglo de Oro,
la pintura emplea dramáticos usos de la luz y hábil claroscuro para
representar su tema religioso, evidencia de la influencia de Caravaggio y
el compañero de Utrecht Caravaggisti de Ter Brugghen.
Seymour Slive lo describió como la “obra maestra” de ter Brugghen: “las grandes y llenas formas del grupo se han
unido en un magnífico diseño, y lo que podría haber sido duro y escultórico se
suaviza notablemente con la luz suave y plateada que juega sobre el cuerpo gris
oliva medio muerto de Sebastián, así como sobre los rojos, blancos cremosos y
ciruela de las mujeres que atienden al santo“.
Ter Brugghen imbuye sutilmente la asociación de
las figuras en esta pieza a través de la disparidad y similitud de sus
manos. La mano izquierda de Sebastian, libre de ataduras, yace flácida y
oculta a la vista, símbolo de su inalcanzable alivio del dolor y la falta de
libertad. La mano izquierda de Irene descansa sobre su pecho, sobre su
corazón y le brinda apoyo en un abrazo benévolo, formando su relación en la
composición como quien tiende al otro en el sufrimiento. La forma
triangular en la esquina superior izquierda representa la conexión entre la
criada y Sebastián; como lo describe Stechow, “... la carne sin vida de la mano derecha de Sebastián cede a la
presión de la cuerda mientras que la mano izquierda del sirviente de Irene
reacciona a la misma presión con viva resistencia”. La mano
derecha del sirviente está tirando de las tensas cuerdas de la muñeca de
Sebastian, intentando deshacerlas. Ella toca su dedo índice y pulgar
juntos, el mismo gesto que Irene usa con su mano derecha para sacar una flecha
de la parte inferior del torso de Sebastian. Juntas, estas dos mujeres se
hacen paralelas en el gesto y la acción de la mano, ambas tratando de eliminar
una fuente del dolor de Sebastian.
Interpretación
Si esta pintura hubiera estado realmente
destinada a una institución dedicada a curar a los enfermos y afligidos por la
peste o una iglesia oculta, es interesante ver cómo Ter Brugghen construye esta
composición para su audiencia. La iluminación dramática proyectada desde
la esquina superior izquierda de la pintura y el uso sutil de la iconografía,
como el árbol en el fondo, símbolo de una crucifixión, sugiere delicadamente la
presencia de Dios, tal vez observando el rescate desde arriba. Otras
elecciones estilísticas realizadas por Ter Brugghen, como la yuxtaposición de
las manos de su doncella Irene y las de Sebastian o la palidez de la piel de
Sebastian en comparación con los tonos vivos de la doncella, introducen también
temas de esperanza, fuerza y resistencia frente a la desesperación como
alivio al mal tiempo en forma de recuperación o entrada al cielo. La sutileza
de Sebastián atendido por Santa Irene demuestra una clara
consideración por su destino original previsto: la peste afligida, frente a su
inminente mortalidad. Las víctimas que buscaban alivio y consuelo
mirarían la pintura de Ter Brugghen, encontrando semejanza en la palidez
enfermiza de Sebastian mientras se aliviaba de la aflicción y tal vez
encontraran un respiro o fueran invocados al culto religioso.
Comparaciones
Pintada el mismo año, se acepta
que la Crucifixión con la Virgen y San Juan de Ter Brugghen
es muy similar en características estilísticas y quizás destinada al mismo
destino que San Sebastián atendido por Irene. El estilo arcaico
del Cristo en el crucifijo recuerda los viejos estilos holandeses, pero
permanece en contraste con los más contemporáneos María y Juan, creando una
pieza donde “Ter Brugghen rechaza lo
histórico por lo metahistórico”. También se establece una
conexión más fuerte entre las dos pinturas basada en las similitudes entre San
Juan de la Crucifixión y Sebastián en San Sebastián, que se cree que es el
mismo modelo.
Dirck van Baburen, otro
Utrecht Caravaggisti que una vez compartió un estudio con Ter
Brugghen, pintó su propia interpretación de Santa Irene tendiendo a la toma de
Sebastián una década antes. Las dos pinturas comparten una sorprendente
similitud de Sebastián desplomándose hacia la esquina derecha del lienzo, con
la boca abierta mientras su rostro está abatido, sostenido justo sobre el
pecho. Lo más probable es que esta pintura haya tenido la mayor influencia
en Ter Brugghen al visualizar la escena bíblica.
Crucifixión
con la Virgen y San Juan, 1625
Óleo sobre lienzo. 154,9 cm × 102,2 cm. Museo
Metropolitano de Arte de Nueva York.
Probablemente fue pintado c. 1625
como retablo de un schuilkerk católico, una "iglesia escondida" o "iglesia en el ático", en
las Provincias Unidas holandesas calvinistas, probablemente Utrecht. Cuando
se descubrió en una iglesia bombardeada en South Hackney, Londres en
1956, se desconocía, pero cuando apareció en Sotheby's sala de ventas en
noviembre de ese año fue reconocida como un ejemplo importante del caravaggismo de Utrecht. Fue
adquirido por el museo en la venta.
Aunque la fecha es parcialmente ilegible,
estilísticamente se acerca más a San Sebastián atendido por Irene de Ter
Brugghen en el Museo de Arte Conmemorativo Allen en Oberlin,
que está fechado en 1625. Probablemente fue encargado para una capilla o
iglesia privada, aunque ha existido cierta controversia sobre si esto hubiera
sido católico o protestante.
El inventario póstumo de Johannes de
Renialme, para una venta del 27 de junio de 1657, figura como
núm. 137 Een Christus aen 't cruys, van Van der Brugge, valorado en
150 florines; posiblemente esta pintura. Sirvió como
retablo en una capilla lateral de Christ Church, South Hackney, Londres,
aproximadamente entre 1898 y 1956, cuando la iglesia fue demolida y la pintura
se trasladó a la Iglesia de St John-at-Hackney. La iglesia vendió la
pintura a Nigel Foxell de Oxford por 75 libras. Foxell envió la
pintura a subasta en Sotheby's el 28 de noviembre de 1956. Realizó 15.000
libras esterlinas (lote 115). Foxell donó las ganancias (menos la
comisión del 10% de Sotheby's) a la Diócesis de Londres.
La escena de Ter Brugghen está tomada del Evangelio
de Juan: "Cuando Jesús vio a su
madre, y al discípulo a quien amaba que estaba allí, dijo a su madre: Mujer,
ahí tienes a tu hijo. Entonces dijo al discípulo: He aquí tu ¡Madre! Y desde
esa hora ese discípulo la llevó a su propia casa". Juan 19:
26-27 El Cristo muerto es llorado por María y el
Apóstol Juan. En la base de la cruz hay huesos, tradicionalmente
identificados como los huesos de Adán. La escena se desarrolla en una
atmósfera de profundo crepúsculo; estrellas visibles en el fondo.
El horizonte bajo y la altura a la que se
habría exhibido esta obra, a modo de retablo, pone al espectador en
confrontación directa con el cráneo y los huesos, indicándonos dónde estamos
geográficamente (Gólgota, el lugar de un cráneo) y existencialmente (en forma
de un momento mori). La cabeza de Cristo se parece al Cristo
de La incredulidad de Santo Tomás de Ter Brugghen (Rijksmuseum,
Amsterdam), pintado entre 1621 y 1623. Otro indicio de que Ter Brugghen
podría haber utilizado modelos más de una vez es la similitud entre su San
Sebastián en el cuadro de Oberlin y San Juan aquí.
El cielo estrellado nos lo da el Evangelio
de Mateo: "Desde la hora sexta hubo
tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena". Mateo
27:45 Ter Brugghen lo traduce de manera tan naturalista que tenemos
razones para creer que en realidad había presenciado un eclipse solar total, y
sabemos que hubo uno cuando todavía estaba en Roma, el miércoles 12 de octubre
de 1605 aunque el sitio del eclipse total en Italia fue Sicilia. Parece
probable que sea un recurso estilístico similar al utilizado en su San
Sebastián.
Quizás el indicio más fuerte de que el cuadro
está situado en el contexto de la Contrarreforma en Utrecht, y por lo
tanto habría sido pintado para un cliente católico, es
la interpretación arcaica y antinatural de la sangre de las
heridas de Cristo. La sangre de Cristo parece haber sido pintada en
el plano del cuadro y, por lo tanto, podría servir como un
fuerte símbolo de la Eucaristía. En este contexto, María actúa como
intercesora de los fieles. Este motivo de sangre se empleó con frecuencia
en la pintura antes de 1400 y poco después, como en una crucifixión de Jan
van Eyck (1430) en Berlín, pero rara vez se usó en la época de Ter
Brugghen debido a la iconoclasia de los calvinistas y de
los teólogos católicos postridentinos.
Si María representa a la Iglesia, Juan
representa el sacerdocio. Están apartados de Cristo, que está representado
de manera arcaica, por su apariencia caravaggesca, estilísticamente
moderna. Si bien el espectador se habría sentido cómodo con la
representación iconográfica familiar de Cristo, el sofisticado habría apreciado
la representación de moda de Juan y María y disfrutado las referencias a otras
obras familiares. La composición se ha comparado con la de un
grabado de 1511 ampliamente distribuido (en la época de Ter Brugghen) de
Alberto Durero, junto con el Calvario de Hendrik van Rijn (1363), que
el pintor habría visto en la iglesia de San Juan. Utrecht y
las crucifixiones del alemán Mathis Grünewald (c. 1470 -
1528).
La
negación de San Pedro, 1628
Óleo sobre lienzo. 132,3 cm × 178 cm. Instituto
de Arte de Chicago, Chicago.
Es una pintura de Hendrick ter Brugghen,
miembro de los Caravaggisti holandeses, que representa la negación
tres veces de Cristo por San Pedro como se relata en los
cuatro evangelios. Se cree que fue pintado después de 1625, y por lo
tanto en los últimos tres años de la vida de Ter Brugghen; murió en 1629.
La pintura muestra una marcada desviación de la pintura anterior de Ter
Brugghen en su énfasis en el juego de luces, su calidad barroca y una
sensibilidad resuelta.
La pintura representa una escena de
la Negación de Pedro como se relata específicamente en
el capítulo 22 del Evangelio de Lucas:
"Y
cuando hubieron encendido un fuego en medio del salón y se sentaron juntos,
Pedro se sentó entre ellos. Pero una doncella lo vio sentado junto al fuego, y
lo miró fijamente, y dijo: Esto también había hombre con él. Y él lo negó,
diciendo: Mujer, no le conozco”. Lucas 22: 55-57.
La acción se desarrolla en un
interior. Dos soldados se calientan alrededor de una fogata, uno
evidentemente dormido, el otro despierto cuando una sirvienta señala a San
Pedro en el acto de acusarlo. Está acurrucado en el extremo izquierdo del
cuadro. Diametralmente opuesto y en una escena separada está Cristo tomado
por soldados. Sus palos en forma de valla se hacen eco de los del soldado
en el suelo, los palos en el fuego, iluminando la escena, y el poste o palo de
la tienda detrás de Peter y su acusador.
Una figura mira al espectador desde la escena
de la toma de Cristo. Esta escena está tomada de La pequeña
pasión de Alberto Durero: Pilato lavándose las manos de 1512,
donde también se usa como motivo de fondo y, de la misma manera, implica al
espectador, a través del soldado que mira, en los sucesos del primer
plano; allí Pilato absolviéndose, aquí el mismo Pedro.
Una pintura de la Galería de Arte
Shipley en Gateshead, Tyne and Wear, Inglaterra, atribuida a Ter
Brugghen, se apropia de la composición de Durero directamente y al
revés. Esto se copia nuevamente en otra pintura, casi idéntica, de Ter
Brugghen en el Museo de Lublin, Polonia.
El soldado apoyándose en sus manos, quizás en
el acto de levantarse, es similar a una figura semi-yacente en el primer plano
izquierdo del Martirio de San Mateo de Caravaggio instalado en
la Capilla Contarelli, Roma en julio de 1600; lo suficientemente
temprano para que Ter Brugghen lo supiera durante su estancia en la Ciudad
Eterna a más tardar el 23 de abril de 1607, cuando los registros de
Utrecht lo ubican allí. El segundo soldado, a la derecha, está tomado
de La resurrección de Cristo de La pequeña pasión de
Alberto Durero.
La figura de la sirvienta tiene su paralelo más
cercano en un fragmento de una Negación en Stourhead, donde el
brazo acusador está modelado de la misma manera. La modelo femenina
aparece en otra parte, en The Concert (alrededor de 1927), con un
tocado y traje similar, y en Girl Blowing on a Firebrand (alrededor
de 1626-1627).
La negación de Ter
Brugghen tiene fuertes similitudes en estilo con La liberación de
Pedro en el Museo Staatliche, Schwerin. Aquí la escasez de la
composición ha eliminado por completo la tradición de tener presentes dos
guardias durmientes. El cuadro está firmado y fechado en 1629, el año en
que murió Ter Brugghen, lo que nos da una indicación de
que Negación también podría haber sido pintado en esta época.
El Instituto de Arte de Chicago encuentra la
pintura actual en la colección de Reedtz-Thott, Castillo de Guanø cerca
de Næstved, Dinamarca, alrededor de 1750. Era propiedad
del Barón Kjeld Thor Tage Otto Reedtz-Thott (1839-1923), Segundo Barón
Guanø por lo menos en 1914, de quien descendió al barón Axel
Reedtz-Thott. Se lo vendió a un comerciante de Londres a finales de la
década de 1960. En 1968, estaba con Wildenstein &
Company, Nueva York y el Instituto de Chicago lo compró en
febrero de 1969 a la colección Charles H. y Mary FS Worcester.
Esaú
vendiendo su primogenitura. Hendrick ter Brugghen, c. 1627.
Óleo sobre lienzo, 106,7 x 138,8 cm. Museo
Thyssen-Bornemisza, Madrid.
La ciudad holandesa de Utrecht fue, en la década de 1620, el foco más activo de
difusión de la corriente caravaggista por los Países Bajos. Allí coincidieron
varios artistas que habían viajado a Italia en su juventud, donde vieron y
estudiaron los modelos que pocos años antes, en Roma, había dejado Caravaggio.
Esta formación se completaba con una segunda, más directa, que tenía como
modelo la producción de los caravaggistas italianos, quienes tras la huida del
maestro de Roma habían continuado explorando la vía abierta por él. Entre ellos
hay que citar especialmente a Orazio Gentileschi, Bartolomeo Manfredi y Carlo
Saraceni. Del grupo caravaggista de Utrecht destacan por sus aportaciones al
arte holandés Hendrickter Brugghen y Gerrit van Honthorst.
Esaú vendiendo su primogenitura procede de una
colección privada lombarda donde estuvo registrado hasta 1980. Nicolson2, en
1958, fue el primer historiador que vinculó la pintura a Ter Brugghen,
incluyéndola dentro de la monografía dedicada al artista. A Nicolson también se
debe la datación actual del óleo y algunos apuntes sobre las fuentes en que el
artista se inspiró para su composición.
Hendrick ter Brugghen fue uno de los primeros caravaggistas que se instaló en
Utrecht y es considerado el más fiel de los seguidores holandeses del maestro.
En este lienzo escenifica un episodio del Antiguo Testamento recogido en el
Génesis (25, 29-34). El momento elegido es el inmediatamente posterior a la
venta por Esaú de su primogenitura, cuando Jacob, una vez oído el juramento de
su hermano gemelo, le acerca el tazón con las lentejas. Además de los dos protagonistas,
Jacob sentado a la izquierda y Esaú a la derecha sosteniendo una vara con la
caza, Ter Brugghen ha incluido a la madre, Rebeca, con un plato en sus manos, y
al envejecido y ciego padre, Isaac, sentado en un segundo plano a la derecha.
El artista usa una composición cerrada,
habitual en sus óleos, en la que todos los componentes se pliegan hacia el
centro de la tela, espacio que queda reservado para una vela. Ésta constituye
el único foco de luz, iluminando los perfiles y cuerpos de los personajes con
un intenso juego de claroscuros. Otro rasgo distintivo del estilo de Ter
Brugghen es la importancia que se concede a las manos de las figuras, que se
ordenan en los primeros planos con una gran expresividad. La gama cromática es
también muy personal: marrones con tintes ocres, combinados con verdes y tonos
violáceos. La tradición nórdica se aprecia sobre todo en los objetos que
adornan con carácter descriptivo la mesa. El humilde bodegón que divide a los
dos grupos de figuras que escenifican el relato bíblico se compone tan sólo de
un plato, un cuchillo y dos cítricos que destacan sus volúmenes sobre el blanco
inmaculado del estrecho mantel.
La escena
en sí está inspirada directamente en cuadros de la familia Bassano que
representan el mismo asunto y que han llegado hasta nosotros atribuidos a
distintos miembros de la familia. En estos lienzos la escena tiene lugar en un
interior cerrado y oscuro, iluminado por la sola luz de una vela próxima a los
personajes esenciales: Jacob sentado a la izquierda, de espaldas al espectador
y con el rostro de perfil, y Esaú, a la derecha, cogiendo el plato que le
ofrece su hermano. Los padres, Rebeca, también de pie con un plato, e Isaac,
sentado, medio adormilado, ocupan planos secundarios de la composición.
De este cuadro se conocen dos versiones más:
una en la Gemäldegalerie de Berlín y otra, con participación de taller o de
algún seguidor, conservada en la Bob Jones University Collection en Greenville,
Carolina del Sur. Estas dos versiones guardan entre ellas más similitudes que
con la composición de nuestro lienzo. Sin embargo, algunos elementos se
repiten, como es el caso de la figura de Rebeca y concretamente su fisonomía.
Estos parecidos afectan también al esquema general de los tres óleos, aunque
hay que destacar que las semejanzas son mayores entre las dos versiones,
Gemäldegalerie y Bob Jones University Collection, y la composición de los
Bassano, siendo especialmente llamativa a este respecto, por su posición y
postura, la figura de Isaac. Ter Brugghen, en la pintura del Museo
Thyssen-Bornemisza, cambió el campo de enfoque de los personajes consiguiendo
con ello una mayor volumetría y presencia.
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